sumario - diócesis de san juan de los lagos · 2019-11-19 · juan 17,20-26: quiero que donde yo...

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SUMARIO

1. PRESENTACIÓN………………………………………………………………………………………... 1

2.- EVANGELIZAMOS POR MEDIO DE UN PLAN DE PASTORAL……………………….. 1

3.- EN CONTINUIDAD CON LA PRAXIS DE JESÚS Y DE LA IGLESIA…………………... 7

4.- PARA UNA PASTORAL ORGANICA………………………………………………………........... 10

5.- POR UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN………………………………………………………….. 14

6.- ACTITUDES ANTE EL NUEVO PLAN DE PASTORAL…………………………………….. 17

7.- DESPERTAR PARA CONSTRUIR CON CRISTO EL FUTURO DESEADO…………… 20

8.- LA PASTORAL ES MEMORIA, DESAFÍO Y PROYECTO…………………………………… 23

9.- COMUNIÓN Y CORRESPONSABILIDAD AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓ. 28

10.- UN NUEVO ROSTRO DE IGLESIA……………………………………………………………… 32

11.- JUNTOS CONSTRUYENDO CON CRISTO EL FUTURO DESEADO…………………. 37

12.- EL ORGANIGRAMA, SACRAMENTO DE LA IGLESIA MINISTERIAL………………. 43

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Presentación Aunque llevamos tantos años de trabajar con

un Plan Diocesano de Pastoral, aún no hemos asumido del todo la mística de la planeación par-ticipativa, ni el estilo con que decidimos realizar nuestra acción evangelizadora.

Por eso es necesario dedicar un tiempo para la promulgación, el conocimiento y la asimila-ción de nuestro VI Plan diocesano de pastoral, que representa, expresa y facilita el paso de Dios por nuestra historia, con sus peculiaridades y exigencias de conversión.

Es preciso conocerlo para ubicar nuestra mi-sión en este Plan, tanto como católicos y como agentes de pastoral, y asumir nuestro papel pro-pio en lo personal y comunitario, con la ilusión y el entusiasmo de quien comienza un camino.

Porque, al paso del tiempo, se percibe cierta “modorra pastoral” en los agentes, que nos he-mos arrutinado; parecemos como autómatas que realizamos muchas acciones, pero sin espíritu, como sonámbulos o robots.

Y así es imposible que logremos sacudir la indiferencia y la pasividad del pueblo de Dios en cuanto a su fe y compromiso cristiano. La gente en general, ante tantas solicitaciones e impactos emotivos, ya no reacciona, parece que está dor-mida en su fe, y es fácilmente manipulada por ideologías contrarias a nuestros principios.

Necesitamos dedicar un tiempo para desper-tarlo, intentar medios para provocar un impacto que sacuda esa “modorra espiritual”, algo que nos haga abrir los ojos, para volver a tomar con-ciencia de nuestro yo y nuestro entorno, y nos haga levantarnos y actuar.

Despertar proviene de “expergere”, que sig-

nifica: hacer poner derecho, salir de la pasividad y poner en actividad. Por extensión, significa provocar en alguien un deseo, una sensación, un recuerdo, o sea, iniciar una etapa positiva en una persona, un grupo o una actividad. Despertar es hacer nacer o revivir en la mente o el espíritu alguna idea, recuerdo, emoción, sentimiento que estaba olvidado o latente.

Por eso, el escenario más relevante a traba-jarse entre todos en este año es el de la Identidad

católica, que supone una clara opción por Cristo muerto y resucitado, en un proceso eclesial de fe y conversión.

El temario propuesto para fiestas patronales, siguiendo el esquema tradicional de ver, pensar y actuar, con la propuesta de algunas Lecturas bí-blicas y oración de los fieles para cuando las rú-bricas lo permiten, habla de los distintos elemen-tos del Plan de Pastoral. Queremos ir descubrien-do día con día que hay sintonía entre nuestras actividades y el proyecto de Dios.

1. EVANGELIZAMOS MEDIAN-

TE UN PLAN DE PASTORAL La Iglesia recibió de Jesús el encargo de

evangelizar. Apoyada en la promesa de su pre-sencia y asistencia, comenzó a proclamar el Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo. Nuestra Iglesia particular de San Juan de los La-gos, movida por el Espíritu Santo, anuncia y di-funde el Evangelio, originando procesos y crean-do estructuras.

PRIMERO VEAMOS Nuestra Iglesia particular lleva 35 años ha-

ciendo un esfuerzo comunitario de trabajar en una pastoral orgánica y de conjunto, mediante un plan diocesano de pastoral. Inició la inquietud expresada por el Sr. Obispo José López Lara en su mensaje de llegada a la diócesis, con la cele-bración del X aniversario de la diócesis.

Dirigidos por el P. Felipe Salazar, de 1982 a 1984 celebramos anualmente una Semana de Pastoral. En la última asesoró el análisis de los datos encuestados y la iluminación el P. Jorge Jiménez Carbajal, ahora obispo de Cartagena de Indias en Colombia, y participaron también lai-cos de las parroquias.

En 1985 se elaboró el I Plan, para tres años, con la mística del Documento de Puebla. Busca-ba la nueva evangelización para co-munidades liberadoras, con equipos eclesiales integrados con laicos en tres prioridades: familia, jóvenes y campesinos. De 1985 a 1989 se estu-vo realizando anualmente la signifi-

TEMARIO DE FIESTAS PATRONALES 2019-2020 Año del Plan de Pastoral y del Despertar Católico “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo” (Ef 5, 14).

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cativa Asam-blea diocesa-na de Pasto-

ral, para evaluar y reorientar la acción evangeli-zadora, asesorados por el mismo sacerdote. Su duración se prolongó un año en Sede Vacante en 1987 bajo administración de Mons. Luis Navarro.

En 1988, convocados y presididos por el Sr. Obispo José Trinidad Sepúlveda, iniciamos el II Plan Pastoral, terminado en la Mini-Asamblea intermedia de 1989, con la mística de la Nueva Evangelización. Buscaba comunidades evangeli-zadas y evangelizadoras. Sus prioridades: familia, jóvenes, evangelización integral, pastoral social, formación, comunidades. Se tomó el acuerdo de alternar la celebración de la Asamblea en los ni-veles decanal y diocesano, de 1990 a 2000. La participación del P. Jorge Jiménez se fue dificul-tando desde 1991, ya como obispo iluminó en 1993.

De 1994 a 1995, dirigidos por el P. José Ma-ría De la Torre se elaboró el III Plan, publicado por decreto del Sr. Sepúlveda, el 1 de enero de 1996, con posible vigencia hasta el 2000, de acuerdo a la prevista renuncia del obispo por edad. Con la mística del Documento de Santo Domingo, tuvo a Cristo como única opción, bus-cando hacer presentes los valores del Reino en la cultura. Sus prioridades: comunidad, familia, adolescentes-jóvenes, y una prioridad por decana-to. La abundancia de eventos trajo cansancio, fal-ta de claridad en el proceso, y debilitó el rumbo y ritmo común que se había deseado.

Desde el 2000 hasta el 2006, en el episcopado del Excmo. Sr. Javier Navarro, bajo la dirección del P. José Guadalupe Muñoz Porras, se elaboró el IV Plan diocesano de Pastoral, trabajándose paso a paso desde las parroquias y en proceso de consulta estilo sínodo. Buscaba el diálogo con las culturas para transformar personas, comunidades y estructuras. Se perdió continuidad en las parro-quias, y el documento ya no aportó novedad. Su aporte original fue su organigrama, que ofrece más de 60 servicios (vocalías) a través de 10 co-misiones en 4 áreas, aún en proceso de defini-ción. Muchos se sintieron perdidos, a la deriva, según las visiones pastorales de moda o los gus-tos de los coordinadores, que desmotivaron.

Dirigidos por el P. Francisco Escobar Mireles, en el episcopado del Sr. Felipe Salazar Villagra-na, elaboramos el V Plan diocesano de pastoral, intentando un nuevo rostro de Iglesia parroquial,

siguiendo Aparecida. Atiende seis pun-tos focales como prioridades a trabajar por todos, a partir de las parro-quias: tradiciones y piedad popular de

nuestras comunidades; instituciones y fami-lias; pluralismo cultural; transmisión de valores humanos y cristianos; identidad cristiana católi-ca; justicia, paz y fraternidad cristiana. Se quiso trabajar en transversalidad pero no se llegó a pro-gramas comunes. Pidió interlocución: las instan-cias diocesanas no señalen a las parroquiales lo que deben hacer, sino apoyen lo que surja de las parroquias.

En dos años, dirigidos por el P. Rafael Do-mínguez, siendo Obispo el Sr. Jorge Alberto Ca-vazos Arizpe, elaboramos nuestro VI Plan de Pastoral, para lograr el modelo de Iglesia pro-puesto por el magisterio del Papa Francis-co. Partimos de la simbólica del pez, pues Jesús nos llama a ser “pescadores de hombres”. Nuestra diócesis es ese pez que navega hoy en el mar tor-mentoso de la realidad. Su espina dorsal es lo social y cultural; las vértebras que la mueven son núcleos medulares desafiantes, que en el Plan son “escenarios”: Familia, adolescentes-jóvenes, TIC [tecnologías de información y comunicación social], pobres/pobreza, salud integral, ecología, identidad católica, cada uno descrito en su contexto de realidad, histórico y teológico-pastoral. El diagnóstico pone a cada escenario sus causas, y propone algunas conversiones o desafíos, con sus misiones o líneas de acción. In-tentamos entretejer entre todos la acción pastoral, cada uno desde su campo y posibilidades (“transversalidad”). Lo importante es su mística de comunión, participación, diálogo, encuentro, transversalidad, corresponsabilidad, en la Iglesia y en la sociedad.

AHORA PENSEMOS Dios tiene un plan de salvación para noso-

tros Todo el universo es gobernado de acuerdo

con los designios del Creador. Aquellos que siembran semillas saben que a su debido tiempo segarán una cosecha; y los astrónomos pueden pronosticar los movimientos exactos del sol, de la luna, y de las estrellas. Dios tiene un plan tam-bién para sus criaturas humanas, cada detalle del cual está desarrollándose exactamente según su diseño.

Dios creó la tierra como el hogar eterno del hombre, pero él advirtió a nuestros primeros pa-dres que la vida de ellos dependería de la obe-diencia a su ley. Ellos desobedecieron y fueron condenados a la muerte. Por la herencia esta con-dena de muerte pasó a su prole, y desde entonces la familia humana ha experimentado más de seis

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Una planeación bien planteada debe prever dónde y cómo va a realizar un control, que le indique cómo modificar los elementos internos para una mayor eficacia, o para proyectar nuevos diseños. Consiste básicamente en recoger y analizar una información para comprobar el grado de consecución de los objetivos previstos y de los medios empleados. Es el termómetro del programa que indica si las acciones realizadas conducen o no a los fines pro-puestos. La evaluación es un trabajo constante, aunque tenga ciertos momentos fuertes.

Sus ventajas

Da seguimiento a la acción a la luz de los objetivos, frente a una realidad tan compleja. Analiza las modificaciones del proceso (resistencias, temores, imprevistos, conflictos), hasta llegar a

las causas. Volver a planificar la acción, introduciendo las modificaciones, los nuevos contenidos, pasos, etapas,

estrategias. Retroalimentar el proceso: reubicarse, ser realistas, aprender lecciones, reafirmar la validez. Verifica el avance de los programas y equipos, si la organización es adecuada, si los recursos son sufi-

cientes, si los pasos son concretos. Ejerce autocrítica y recoge la crítica de los interlocutores o destinatarios de la acción pastoral, en orden

a mejorar los programas o planes posteriores. LECTURAS Éxodo 18, -27: Moisés organiza al pueblo en el desierto. Salmo 24: A ti, Señor, levanto mi alma (n. 746 pág. 833-834). 1 Corintios 12,12-22.24-27: Cuando un miembro sufre todos sufren con él (Leccionario III n. 540 pág.

696). Juan 17,20-26: Quiero que donde yo esté también estén ellos conmigo (n. 422 pág. 619).

ORACIÓN DE LOS FIELES Oremos a Dios Padre abiertos a la novedad de un Dios que se ha quedado con nosotros en los pobres, en la

asamblea, en su Palabra, en los ministros sagrados y en la Eucaristía. Y con esta actitud alegre y confiada abri-mos el corazón para presentarle nuestras súplicas, respondiendo: Escúchanos, Padre.

1.- Tu entrega da la vida al mundo. Por los que hacen de su vida una entrega a los demás: el Papa, los obis-

pos; los sacerdotes, los religiosos… para que al servir a sus hermanos en la fe y la caridad, encuentren ellos en ese servicio su alimento y su fortaleza. Oremos.

2.- Nos presentas una comunidad con muchas situaciones difíciles para que nosotros la llenemos de paz.

Por todos los cristianos, para que seamos capaces de partir y repartir nuestro pan con el necesitado, para que llegue a todos el pan de la Palabra y el Amor. Oremos.

3.- Nos dices todos los días: construyan la paz. Para que no escatimemos esfuerzos en poner paz en la fa-

milia, en el trabajo, en nuestro entorno, en nosotros mismos, y que no nos escondamos a la hora de pedir la paz para los países que más la necesitan. Oremos.

4.- Abres tus manos y nos sacias de tus dones. Te pedimos de una manera especial por los pobres, a los que

con tanta frecuencia tratamos de esquivar; los que viven en condiciones infrahumanas, los que no saben cómo solucionar sus problemas en la vida; para que encuentren personas que de verdad practiquen el mandamiento de Amor. Oremos.

5.- Tú, el Padre que ama como nunca el hombre podrá comprender. Por los padres de familia que

tan difícil tienen la tarea de educar a sus hijos, en este tiempo en el que les ha tocado vivir, para que sean valientes, responsables y generosos en tan delicada labor, poniendo en ella todo el amor que sean capaces. Oremos.

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Comisión pastoral: Organismo que presta apoyo a la Diócesis con un ser-vicio especializado en un campo determinado de la pastoral, respondiendo

a necesidades concretas mediante la atención a todas sus dimensiones a través de las Vocalías. Vocalía pastoral: Servicios que ofrece una Comisión, a través de personas o equipos responsables de cada

una de las dimensiones de su trabajo pastoral, cuya autoridad depende de su integración en el programa de la Comisión. Estos servicios están en revisión, según las necesidades y la evolución de las respuestas que se ofre-cen.

Asesor pastoral: Es aquella persona, laico, religioso o sacerdote, responsable de una Comisión o vocalía

pastoral, que anima la acción pastoral en ese campo, busca enlaces en los consejos para llegar a las comunida-des, trabajando en equipo. El sacerdote tiene función de asistente eclesiástico que representa al Obispo y da carácter eclesial al grupo. El laico es un especialista o experto que orienta el trabajo. No son directores del tra-bajo, sino sólo asesoran.

En la pastoral territorial, cada Nivel de Iglesia tiene tres mecanismos de comunión y participación: el con-

sejo como el engrane central, un grupo pequeño de él, que es el equipo para el apoyo en decisiones y ejecucio-nes, y una asamblea periódica:

Asamblea de Pastoral: Reunión plenaria eclesial del pueblo de Dios en un nivel de Iglesia, en la cual se

realiza efectivamente la comunión, participación y corresponsabilidad de todos los miembros de la Iglesia en la acción evangelizadora, y constituye el mecanismo de comunión y participación más amplio para recoger propuestas y determinar periódicamente la dirección general de la acción evangelizadora.

Consejo Pastoral: Equipo técnico con cierta permanencia que asesora al responsable de un nivel de Iglesia

en las actividades pastorales, en el cual se hallan representadas las distintas regiones, condiciones sociales, profesionales y apostolados de toda la comunidad, formado sobre todo por laicos. Es un mecanismo de comu-nión y participación para estudiar, animar, acompañar y valorar el proceso de pastoral y sugerir conclusiones.

Equipo de Pastoral: Pequeño grupo de trabajo y coordinación, creado para potenciar la eficacia del Con-

sejo de Pastoral correspondiente, formado por miembros representativos del mismo Consejo, que se responsa-biliza de animarla y organizar sus actividades, tomando las decisiones pertinentes, y con el responsable de ese nivel de Iglesia.

LUEGO ACTUEMOS La planeación pastoral participativa será incompleta como proceso educativo si evita la revisión y verifica-

ción. El mayor fruto de la planeación como proceso educativo es el de hacernos capaces de captar la realidad, descubrir sus cambios, responder a nuevas situaciones sin modificar los objetivos.

La planeación es siempre dinámica. No se planea de una vez para siempre. El proceso de desarrollo del

plan supone la presencia de factores que pueden hacer variar, en mayor o menor grado, el logro de los objeti-vos.

La evaluación busca confrontar los resultados deseados con los resultados alcanzados, de modo permanen-

te. Permite analizar la causa de las desviaciones más significativas, detectar las fallas de organización, de em-pleo de recursos, de ubicación o adaptación a la realidad de los objetivos, actividades o criterios, y tomar las medidas correctivas necesarias. Es una función de corrección, de ajuste y de impulso del plan pastoral.

La evaluación es el motor que asegura el dinamismo y el seguimiento de todo el proceso. Sin evaluación,

todas las ideas se quedan en papel. Evaluar ayuda a integrarse en el proceso a quienes llegaron después. Permi-te ir reajustando en plan a la realidad cambiante. Enriquece la utopía inicial. Obliga a ser fieles a las opciones pastorales. Es un medio para crecer en la conversión, la comunión y participación, el senti-do crítico, el compromiso personal con la comunidad.

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mil años de pecado, enfermedades, y muerte. Ahora se teme que la raza entera pudiera ser des-truida por el mal uso egoísta de las invenciones y de los descubrimientos humanos.

Pero la Biblia nos asegura que esto no ocurri-rá, y que la raza humana será restaurada a la vida como fue diseñada al principio por el Creador. El plan de Dios avanza hacia su finalización a lo lar-go de los siglos, la consumación gloriosa de aquel plan. En Efesios 1,3-14 se describe ese plan de salvación que Dios se trazó para nosotros.

El primer gesto divino, revelado y actuado en Cristo, es la elección de los creyentes, fruto de una iniciativa libre y gratuita de Dios. Al principio, “antes de crear el mundo” (v. 4), Él decidió sal-varnos: una llamada a la santidad, o sea, participa-ción en la pureza del Ser divino, en la caridad de Dios, configurarnos con Dios-amor (1Jn 4,8.16). Entramos en la esfera sagrada y vital de Dios mis-mo. La siguiente etapa en el plan divino desde la eternidad: nuestra predestinación a ser, no sólo creaturas, sino hijos de Dios, realmente pertene-cientes a Él como hijos suyos.

San Pablo en Gal 4,5 y Rm 8,15.23 exalta esta sublime condición de hijos que implica y resulta de la fraternidad con Cristo, el Hijo por excelen-cia, “primogénito entre muchos herma-nos” (Rm 8,29), y la intimidad con el Padre celes-tial, al que ahora podemos invocar Abbá (“papito querido”) con un sentido de verdadera familiari-dad con Dios, y una relación de espontaneidad y amor. Es un don inmenso, hecho posible por el “beneplácito de la voluntad” divina y por la “gracia”, expresión del amor que salva.

Fieles a Dios que nos llama a colaborar en su proyecto salvador, y fieles al pueblo en el cual vivimos en este momento histórico, hemos ido adquiriendo una sabiduría pastoral, formada por conocimientos, actitudes y habilidades.

El trabajo orgánico mediante un plan de pasto-ral fue fruto del discernimiento comunitario, y de colaboración de tantas personas, de los niveles de Iglesia, que no podríamos hacerlos a un lado. Se emprendió con actitud de esperanza y de escucha de la realidad, de la fidelidad al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia, que piden transformar la historia con los criterios y la fuerza del Evangelio.

Un plan diocesano de pastoral es un instrumento al servicio de la misión evangeli-zadora de la Iglesia, para orientar en una misma dirección la acción pastoral de la comunidad dio-cesana. El plan pastoral manifiesta la comunión de la Iglesia y facilita su misión.

Objeciones a los Planes de Pastoral Así opinan algunos que no aceptan el estilo de

trabajo de una pastoral planificada, orgánica y de

conjunto. - Hacer un

Plan de Pastoral sería un intento de burocratizar, controlar y mani-pular la acción de Dios. Lo que obra el Espíritu es gracia; la planificación es obra humana y no pue-de producir salvación; incluso hasta podría obsta-culizar la libre acción divina, que no se encierra en objetivos y estrategias.

- Aplicar técnicas de eficacia productivista o administrativa a la pastoral, parece reducir la evangelización a mercadotecnia. La utopía del Reino de Dios no se logra por medios previsibles; pues la acción del Espíritu Santo es imprevisible y no se somete a plazos y ritmos marcados de ante-mano.

- Ya la Iglesia tiene un camino marcado, con-solidado en la tradición, y no necesitamos buscar otros. Nos regimos por la obediencia, que consiste en dejarse guiar por la Jerarquía de la Iglesia, res-ponsable de la pastoral, la cual cuenta con una gracia especial del Espíritu Santo. No hay nuevo Evangelio, sino el mismo Jesucristo, que no nece-sita de ninguna programación.

- Las estructuras que resultan de un Plan con-dicionan y determinan a una comunidad, quitán-dole libertad y creatividad a su ser y expresión personal y comunitaria. Además, la cultura actual busca respuestas inmediatas para salir al paso, y le choca lo que supone previsión, análisis, colabora-ción y evaluación.

Razones a favor de los Planes de Pastoral Pero tenemos también razones para optar por

un trabajo organizado de acuerdo a un Plan de pastoral:

- La situación del mundo ha cambiado, se ha complicado, y eso origina que también la acción pastoral deba cambiar. La sobrecarga de ocupacio-nes y trabajos no nos permiten saber con precisión el conjunto y la dirección. Un objetivo tan amplio como ayudar a que la salvación llegue a todos, no nos deja saber con precisión qué queremos, ni has-ta qué punto lo estamos realizando. “Los árboles nos impiden ver el bosque”.

- Es cierto que Dios puede actuar libremente y no tiene ritmos ni tiempos marcados; pero noso-tros sí los tenemos, y Dios nos dio la inteligencia para que planeáramos responsablemente nuestras actividades, pues nos pedirá cuenta de nuestra vi-da y misión. Es decir, Dios mismo ha querido ajustarse a nosotros. La acción pastoral, como la Historia de la Salvación, es humana y divina, y debemos hacer lo posible por-que nuestra colaboración haga eficaz la obra que Dios realiza, y no “echarla en saco roto”.

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- En el fondo, las oposiciones vienen porque

nos resistimos a cambiar nuestros malos hábitos de improvisación, rutina, individualismo, que permitían hacer a cada uno lo que le pareciera y cuando le pa-reciera. Y caemos en el mismo positivismo pastoral: buscar recetas, acomodarse a la situación para sacar-le ventaja, hacer de la religión una autoterapia con-formista.

- La inescrutable riqueza de Cristo no se agota en ninguna teología, praxis, época o cultura; siem-pre podemos sacar nuevas luces para nuevos proble-mas. La pastoral planificada busca una permanente actualización del único Misterio de la Redención realizado por y en la Pascua de Jesús.

- Se va gestando un nuevo modelo, que no aca-bamos de ver maduro. No hay una antigua pastoral y una nueva, sino sólo etapas en la configuración del modelo de Iglesia del Vaticano II y de la Nueva Evangelización para la era digital. Un modelo co-munional y encarnado exige una teología y una pas-toral adecuadas, que privilegien los valores sobresa-lientes. Ahora bien, los modelos nunca existen pu-ros; ni el paso de un modelo a otro se realiza con rapidez y sin conflictos. Cada modelo se va configu-rando en la práctica, y encierra una mentalidad típi-ca, unas actitudes correspondientes, unos cuadros de comportamiento derivadas de ahí, y unas organiza-ciones adecuadas. Sólo tras un proceso de búsqueda y evaluación, entre aciertos y errores, se logran de-terminar sus líneas. Por eso la transición de un mo-delo a otro trae ciertas dificultades.

La planificación pastoral en el Magisterio: DP 1306: “El camino práctico para realizar

concretamente esas opciones pastorales fundamen-tales de evangelización es el de una pastoral planifi-cada”.

DP 1307: “La acción pastoral planificada es la respuesta específica, consciente e intencional, a las necesidades de la evangelización. Deberá realizarse en un proceso de participación en todos los niveles de las comunidades y personas interesadas, educán-dolas en la metodología de análisis de la realidad, para la reflexión sobre dicha realidad a partir del Evangelio; la opción por los objetivos y los medios más aptos y su uso más racional para la acción evangelizadora”.

SD 119: “Que abra... espacios de participación en la misma Iglesia. Que el proceso educativo se realice a través de una pedagogía que sea experien-cial, participativa y transformadora. Que promueva

el protagonismo a través de la metodolo-gía del ver, juzgar, actuar, revisar y cele-brar. Tal pedagogía ha de integrar el cre-cimiento de la fe en el proceso de creci-

miento humano, teniendo en cuenta los diversos ele-mentos como el deporte, la fiesta, la música, el tea-tro...”.

NMI 29: “No se trata de inventar un nuevo pro-grama. El programa ya existe. Es el plan que en-contramos en el Evangelio y en la tradición viva de la Iglesia; es el mismo de siempre. En última instan-cia, tiene su centro en Cristo mismo, quien debe ser conocido, amado e imitado para que en El podamos vivir la vida trinitaria, y con El transformar la his-toria hasta su plenitud en la Jerusalén celestial... Lo que enfrentamos es el desafío mayor y más exigente de la actividad pastoral normal. Lo que nos espera es un trabajo apasionante, de revitalización pasto-ral, un trabajo que nos incluye a todos”.

EN 29: “La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta el llamado recíproco que se hacen continuamente el Evangelio y la vida concre-ta, personal y social, del hombre”.

RH 18: “Volverse hacia el hombre, hacia sus problemas, hacia sus esperanzas y sufrimientos, conquistas y caídas, hace que la Iglesia misma co-mo cuerpo, como organismo, como unidad social, perciba los mismos impulsos divinos, la luz y la fuerza del Espíritu que se originan en Cristo crucifi-cado y resucitado, y precisamente por esto ella vive su vida”.

DA 169: “La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir una pastoral orgánica, renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero para co-municar vida en el propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar res-puesta a los nuevos desafíos. Porque un proyecto sólo es posible si cada comunidad Cristiana, cada parroquia, cada comunidad educativa, cada comu-nidad de vida consagrada, cada asociación o movi-miento y cada pequeña comunidad se insertan acti-vamente en la pastoral orgánica de cada diócesis. Cada uno está llamado a evangelizar de un modo armónico e integrado en el proyecto pastoral de la diócesis”.

EG 33: “La pastoral en clave de misión preten-de abandonar el cómodo criterio pastoral del ‘siempre se ha hecho así’. Invito a todos a ser auda-ces y creativos en esta tarea de repensar los objeti-vos, las estructuras, el estilo y los métodos evangeli-zadores de las propias comunidades. Una postula-ción de los fines sin una adecuada búsqueda comu-nitaria de los medios para alcanzarlos está conde-nada a convertirse en mera fantasía... Lo importan-te es no caminar solos, contar siempre con los her-manos y especialmente con la guía de los obispos,

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presente en los corazones, la expresión viva del éxo-do humano que apela al acontecimiento de la salva-ción. De este modo la Iglesia es “para todos y cada uno el sacramento visible de la unidad salvífica”, el “sacramento universal de salvación” (LG 9, 48; GS 45).

La Iglesia es un sacramento. En sus estructuras visibles manifiesta y hace operativa su misión so-brenatural y salvífica. Las estructuras participan, pues, por analogía con la Encarnación, de su poder salvador. Son los medios que facilitan su función, la expresan, la hacen eficaz.

La Iglesia no es un sistema cerrado, sino abierto,

que vive y se identifica por el intercambio y comu-nicación entre los diversos elementos que la compo-nen. La organización debe tomar en cuenta a las ba-ses populares, procurar partir desde ellas. Todos son solidarios sin protagonismos, y desde la fe aportan un servicio y un sentido, realizando el Reino de Dios en este lugar concreto.

No es fácil pasar a la organización, si la estruc-

tura vertical está consagrada por una teología, el derecho canónico, y la reciente tradición de la Igle-sia. Necesitamos estructuras que la reflejen como Cuerpo de Cristo, pueblo de Dios, viña elegida, templo espiritual, servidora del pobre: darle un ros-tro nuevo a nuestra Iglesia particular.

La base y el centro de la organización pastoral

está en las estructuras intermedias: parroquias, sec-tores, grupos, comunidades. A su servicio están los organismos pastorales con sus funciones: asesora-miento y orientación, formación, ayuda psicosocial, asesoría para eficiencia. Establece los canales nece-sarios de comunicación horizontal para la relación entre ellos.

Aunque la Iglesia es jerárquica, toma en cuenta

valores de la democracia: participación en la toma de decisiones, pluralismo, libertad, servicio, igual-dad. De aquí depende su credibilidad y eficacia co-mo sacramento universal de salvación. Con una or-ganización participativa y fraterna, ya no daría la imagen de una Iglesia ligada a los poderosos y pri-vilegiados, o en el oscurantismo. Una Iglesia de la misericordia y la fraternidad hará creíble el Evange-lio a los aburridos de la fe, a los que no creen, los alejados y enemigos.

Ayuda a que sea respetable el nombre de Dios y

el Evangelio de Jesucristo. Hace realidad la opción evangélica y preferencial por los pobres, los últi-mos, los que no cuentan, y renueva su dimensión de servicio humilde. Evita los peligros de corrupción,

de convertirse en instancia de poder y represión, de es-tancamiento, mediante la autocrítica a la luz de la fe. Permite soñar e ir haciendo realidad las utopías, propiciando lo nuevo que el Espíritu va producien-do. Expresa mejor la eclesiología de comunión y servicio del Concilio Vaticano II: Pueblo de Dios que peregrina en la historia, con multitud de servi-cios, al servicio de los pobres y para la transforma-ción del mundo.

Es necesario contar con una estructura de acom-

pañamiento del proceso, y un proceso de formación y capacitación permanente de los responsables. La misma acción va dando capacitación y motivando a los iniciadores. Pero su entusiasmo puede decaer, y las dificultades y oposiciones pueden desanimar. Se requiere continuar verificando y rectificando el ca-mino trazado. Se requiere ofrecer una iniciación teórica y práctica a los nuevos agentes que se van involucrando. A medida que crece la organización, las necesidades y las actividades, se requiere una coordinación, y la preparación de relevos que renue-ven los organismos directivos. Que no pierda el esti-lo activo de aprendizaje, ni deje de sentirse la nece-sidad de seguirse capacitando.

La Organización es la disposición, según un or-

den y una jerarquía, de todos los elementos que in-tervienen en una acción, para lograr satisfactoria-mente sus propósitos. Se logra determinando dos instrumentos muy necesarios: el organigrama y el manual de funciones.

El Organigrama pastoral es el gráfico que ex-

presa la estructura organizativa de la acción pasto-ral, y la coordinación de diversos aspectos y tareas.

Sus elementos: actores que intervienen para el

cumplimiento de los objetivos (personas y equipos de trabajo); niveles jerárquicos de responsabilidad (jefes de cada nivel de Iglesia); grado de interdepen-dencia que guardan los distintos actores entre sí (quién depende de quién y a quién deberá rendir cuentas).

En la pastoral funcional, las Comisiones pasto-

rales se agrupan en cuatro áreas, y cada una tiene diferentes servicios llamados Vocalías.

Área pastoral: Cuerpo de coordinación

y colaboración orgánica entre Comisiones afines, para realizar sus tareas en colabora-ción y apoyo solidario, como una red de equipos.

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histórico con-creto, y elaborar un programa de

acción capaz de hacer marchar nuestra Iglesia parti-cular desde su situación real hasta su situación ideal.

PRIMERO VEAMOS Se busca con la organización una colectividad

estructurada y relacionada en vistas a conseguir unos determinados objetivos. Es la ordenación glo-bal de todos los elementos que sirven para estructu-rar la acción social, en una totalidad que ofrece una imagen, una figura particular, diferente de las partes que la componen y diferente también de otras posi-bles ordenaciones. Es la estructura que determina las tareas a personas y grupos, define las relaciones en el conjunto, delega funciones y autoridad y estable-ce el esquema de organización. En una organización se da siempre una cierta estabilidad de interrelacio-nes funcionales entre los elementos que compo-nen dicha organización. Es una estructura estable, práctica y orientada a unos objetivos, implica una forma determinada de relaciones entre los compo-nentes.

La organización es, pues, un conjunto estructura-

do de componentes y de interacciones con vistas a la consecución de unos objetivos.

Sus componentes básicos son: una finalidad

conocida por todos los miembros; un re-parto de roles y tareas; una autoridad con un determinado poder; una duración de-terminada; un sistema de comunicación y de coordinación; unos criterios de eva-luación de sus resultados.

Sus componentes complementarios son:

una estrategia o planificación general pa-ra conseguir sus objetivos; unas estructu-ras físicas, económicas, técnicas y orga-nizativas que son los medios para su fun-cionamiento; unas funciones, comporta-mientos y responsabilidades que se com-prometen a asumir en grupo e individuos; una cultura con su sistema de valores, relaciones, modelos, etc.

Hemos ya elaborado el proyecto pastoral de nuestra Iglesia particular para estos ocho años, con gran flexibilidad para ir incorporando las coyunturas e integrando la experiencia. Eso requiere revisar,

adaptar o iniciar una estructura pastoral capaz de realizar lo planeado. Los planes no se realizan solos, ni toda estructura po-sibilita la realización de un proyecto parti-

cipativamente elaborado. Es necesaria una adecuada organización, nacida de una reflexión crítica para asumir las diferentes obligaciones que exige esa or-ganización, y que reconocen la igualdad de todos y sus diversidades. Es evidente la necesidad de una amplia descentralización, que permita asumir roles activos, conscientes y responsables.

AHORA PENSEMOS El Hijo de Dios, al encarnarse, entró en la histo-

ria una vez para siempre. Quiere hacerse presente como Redentor en todos los tiempos y estar cerca de todos los corazones. El Espíritu Santo, memoria po-derosa de Dios, actualiza en el tiempo la obra única y definitiva del Señor Jesús. El Resucitado se acerca en el Espíritu a la criatura en cada momento de su historia, a través de una mediación histórica querida por Él, que en cierto modo prolonga el misterio de su Encarnación: la Iglesia, pueblo de Dios, lugar del Espíritu, sacramento de Cristo. “La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instru-mento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1).

A la Encarnación, en la que Dios se hizo visible

en Jesús, sucede la Iglesia, cuerpo de Cristo crucifi-cado en la historia, animado por su Espíritu: “Por eso se la compara, por una notable analogía, al mis-terio del Verbo encarnado, pues así como la natura-leza asumida sirve al Verbo divino como instrumen-to vivo de salvación unido indisolublemente a él, de modo semejante la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el creci-miento de su cuerpo (cf. Ef 4,16)” (LG 8).

La Iglesia, comunidad de salvación, es el sacra-

mento de Cristo, como Jesucristo es para nosotros, en su humanidad, el sacramento de Dios. En cuanto sacramento de Cristo, la Iglesia es signo vivo suyo, señal totalmente relacionada con él y espejo que re-fleja la luz como luna humilde en la noche del mun-do. “Esta es la luna verdadera. De la luz indeclina-ble del astro hermano obtiene la luz de la inmortali-dad y de la gracia, pues la Iglesia no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo. Su esplendor pro-cede del Sol de justicia, y por eso puede decir: Vivo, pero no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí” (S. Ambrosio, Hexameron 4, 8, 32).

La Iglesia es el cuerpo del Señor en la historia y

se manifiesta en una comunidad de comunidades que vive en el mundo. Como también es pueblo soli-dario en las vicisitudes humanas, la Iglesia es asi-mismo el sacramento de la humanidad ante Dios, el signo y la voz de la necesidad del don de la gracia

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en un sabio y realista discernimiento pastoral”. EG 27: “Sueño con una opción misionera capaz

de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que co-loque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amis-tad”.

EG 25: “Que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el ca-mino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sir-ve una simple administración”.

EG 30: “Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización, ya que es la manifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo, y en ella ‘verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católi-ca y Apostólica’. Es la Iglesia encarnada en un es-pacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro lo-cal. Su alegría de comunicar a Jesucristo se expre-sa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territo-rio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Pro-cura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado. En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fe-cundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma”.

EG 31: “El obispo siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana si-guiendo el ideal de las primeras comunidades cris-tianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32). Para eso, a veces es-tará delante para indicar el camino y cuidar la es-peranza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y miseri-cordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encon-trar nuevos caminos. En su misión de fomentar una comunión dinámica, abierta y misionera, tendrá que alentar y procurar la maduración de los meca-

nismos de partici-pación que propone el Código de Dere-cho Canónico y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de escuchar a todos y no sólo a algu-nos que le acaricien los oídos. Pero el objetivo de estos procesos participativos no será principalmen-te la organización eclesial, sino el sueño misionero de llegar a todos”.

LUEGO ACTUEMOS El Plan de Pastoral ilumina la mente, crea in-

quietudes, fortalece motivaciones. Enseña a ver y a tratar lo visto con criterios evangélicos, favorece el mutuo entendimiento porque lo importante es el ser-vicio al Evangelio. A los agentes de pastoral corres-ponde generar procesos de participación para llevar a la práctica aquello que se pone en nuestras manos.

A lo largo de este tiempo, entre aciertos y erro-res, nuestra comunidad diocesana ha ido poniendo en juego los diversos dones, carismas y ministerios que el Espíritu Santo ha sembrado en los fieles, y procurado que se desarrollen armónicamente. Su finalidad es la realización de su misión evangeliza-dora en este mundo cambiante, global, especializa-do, individualista, materialista, superficial, ciberné-tico. Ha exigido renovación de mentalidad, de acti-tudes y de estilos personales, grupales y comunita-rios, extendiéndose a todos los miembros de la co-munidad.

El principal agente evangelizador es el Espíritu

Santo. Eso no es obstáculo, sino impulso para pro-gramar juntos, trabajar y caminar unidos en una di-rección, coordinando y compartiendo criterios, plan-teamientos y acciones. De ahí resulta una pastoral de conjunto, orgánica y vertebrada, realizada por todos y desde todos los ámbitos y organismos pasto-rales, cada uno con su especificidad. Este proceso es del Espíritu, principio de amor y comunión, alma de la Iglesia, que la vitaliza, renueva y sostiene en su acción evangelizadora. El plan pastoral nace y se desarrolla desde una paciente actitud de escucha orante, ilusionada y esperanzada a lo que el Espíritu hoy dicta a nuestra Iglesia.

Ha originado una renovación de las estructuras

pastorales y la creación de instituciones nuevas que permitan su operatividad. Hemos ido aprendiendo a realizar juntos una acción planificada, con un méto-do que favorece la comunión y la participación. El principal fruto logrado ha sido el testimonio de uni-dad, que permite constituirnos en sacra-mento de comunión en medio del mundo, construyendo una sociedad solidaria y fra-terna. Hemos trabajado en solidaridad, tan-

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to en el interior de la diócesis en sus varios nive-

les, como hacia el exterior, con los hombres, muje-res, grupos, instituciones que nos rodean.

Queremos ser corresponsables en todos los pasos y momentos del proceso, también en los cambiantes del Marco operativo, pues compartimos la misma fe, la misma gracia, el mismo Bautismo y la misma Eu-caristía. La buena coordinación asegura el adecuado desarrollo y armonización de personas, procesos y estructuras, sin caer en posiciones rígidas que difi-cultarían la tarea y nos llevarían a posturas indivi-dualistas o al margen de la historia concreta que vi-vimos. En este proceso seguimos caminando. Cons-cientes de que realizamos así nuestra misión de evangelizar.

Pero hay graves retos que nos plantea este VI Plan: No basta seguir unos pasos metodológicos y elaborar un libro, si no se genera un estilo pastoral. Este esfuerzo de cambio tiene tal magnitud, que nunca podremos considerar que hemos logrado lle-gar a la meta, y puede ser corroído por el cansancio, la rutina, la oposición y el poder del pecado.

Estamos en el Año del Plan de Pastoral y del

despertar católico, al terminar la elaboración de nuestro VI Plan. Tendremos 8 años para su realiza-ción, de acuerdo a sus grandes líneas. Continuamos este trabajo en actitud de pobreza, para descubrir la voluntad del Señor en este cambio de época, y para aceptar que es desde la perspectiva del más pobre como debe enfocarse la tarea pastoral.

Necesitamos la audacia que siembra el Espíritu

Santo, para arriesgarnos a emprender las acciones y reformas que detecte como necesarias nuestro dis-cernimiento comunitario. Dios va conduciendo la historia. Nosotros, en un esfuerzo de escuchar su llamado y responderle, de conversión, de adaptación continua, vamos colaborando con Él para la realiza-ción de su proyecto salvador.

LECTURAS:

Isaías 63,7-9: Voy a recordar los muchos beneficios que ha concedido el Señor a su pueblo de Israel (Leccionario III n. 141 pag 413).

Salmo 144: Bendeciré al Señor eternamente (n. 907 pag 948).

1 Corintios 9,16-19.22-23: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! (Leccionario III n. 531 pag 691).

Evangelio: Marcos 4,26-29: El hombre siembra su campo y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece (n. 266 pag 503).

ORACIÓN DE LOS FIELES: Todos formamos parte de la Iglesia y estamos

implicados en su progreso. Pidamos a Dios que nos ilumine y nos haga avanzar en la unidad, trabajando juntos en la aplicación del plan pastoral, para ser más auténticos en la fe que profesamos y vivir con-forme al Evangelio recibido. Y digamos:

R. Gracias, Señor, que nos has hecho miem-bros de tu pueblo.

1. Para que nuestra Iglesia diocesana, de palabra y de obra, manifieste la luz de la fe. Oremos.

2. Para que nuestro obispo Jorge Alberto, con la colaboración de sus presbíteros y demás agentes, pastoree diligentemente la grey a él confiada. Ore-mos.

3. Para que el plan diocesano de pastoral sea pa-ra nosotros un camino para vivir con autenticidad el Evangelio. Oremos.

4. Para que quienes viven oprimidos por la po-breza o el sufrimiento vean aliviadas sus penas gra-cias a la ayuda solidaria de los que creemos en Jesu-cristo. Oremos.

5. Para que todos descubramos la presencia del Dios vivo dentro de nosotros. Oremos.

Escúchanos Padre de bondad, y haznos Iglesia en salida, hacia las periferias existenciales, en diálo-go con las culturas, como buenos hijos de la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

(O bien): Pedimos al Padre, por mediación de Jesucristo,

que siga enviando su Amor al mundo, y con la ayu-da del Espíritu lo dejemos anidar en nuestros cora-zones, diciendo:

R. Padre, haznos acogedores de tu amor. – Por la labor del Papa en la tierra, para que su

mensaje llegue a todos y el Señor le sostenga en esta tarea evangelizadora. OREMOS

– Por todos los pueblos del mundo, para que la concordia y la paz que vienen de Dios, sean cons-tructores de justicia y progreso entre sus gen-tes. OREMOS

– Por todos aquellos que viven lejos de Dios y de su Iglesia, para que sientan la necesidad de ado-rar al Padre en Espíritu y Verdad y vuelvan sus co-razones al Amor que Dios nos regala. OREMOS

– Por los enfermos, sus cuidadores y familiares, para que el Espíritu del Amor les sostenga en estos momentos difíciles y los lleve a una pronta recupe-ración. OREMOS

– Por las familias cristianas, para que hagan del Amor el único soporte de sus vidas. OREMOS

– Por todos los que hemos celebrado esta fiesta de la Santísima Trinidad, para que mediante la gene-rosa donación de cada uno lleguemos a construir un mundo mejor. OREMOS

Padre, concede a tu pueblo estas necesidades y

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LECTURAS

Deuteronomio 30,15-20: Elige la vida y vivi-rás tú y tu descendencia (Lecc. III n. 44 pag 337).

Salmo 71: Que en sus días florezca la justi-cia y la paz (n. 808 pag 881) o bien Sal-mo: 1 Samuel 2: Mi corazón se alegra en Dios mi salvador (n. 919 pag 956).

Filipenses 3,8-14: Me lanzo hacia adelante en busca de la meta y del trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos lla-ma desde el cielo (Leccionario III n. 601 pag 737) o bien 2Corintios 4,14-5,1: Lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno (n. 555 pag 707).

Lucas 3,7-18: Y nosotros ¿qué tenemos qué hacer? (n. 309 pag 536) o bien Juan 16,5-7.12-13: El Espíritu de verdad los irá guiando hasta la verdad completa (n. 416 pag 609-610).

ORACIÓN DE LOS FIELES Pastor bueno que has dado la vida por todos los

hombres, a ti recurrimos en tantas necesidades co-mo nos acechan. Sabemos que tú tienes poder para transformarlas por eso venimos a ponerlas en tus manos.

R. Guía a tu Iglesia, Señor. 1.- Por el Papa Francisco, los obispos, sacerdo-

tes, pastores del pueblo de Dios, para que el Señor les dé fuerza y valor para atraer con su testimonio a tantos como se van separando de la Iglesia. Oremos.

2.- Por todos los portadores del mensaje de Cris-

to, para que el Señor los ilumine al proclamar su Palabra, y los que la escuchan encuentren en ella confianza, consuelo, cercanía, seguridad, compañía, amor. Oremos.

3.- Por tantos que han huido desencantados, para

que reflexionen y vean que a Cristo no se le encuen-tra huyendo, sino buscando y dejándose encontrar por Él. Oremos.

4.- Para que el Señor, dueño del universo, guíe a

cuantos todavía no han encontrado un trabajo esta-ble, una vida digna, un puesto en la sociedad, y les dé fuerza para no abandonar y seguir adelan-te. Oremos.

5.- Por todos los que andan extraviados para que

oigan la voz del Buen Pastor. Y por la paz en las fami-lias y en todos los pueblos de la tierra. Oremos.

6.- Por todos los enfermos, solos, moribundos,

afligidos, y todos los que sufren, para que sepan que hay un Pastor que vela por ellos y nunca los va a abandonar. Oremos.

7.- Por los padres de familia, guías de sus hijos,

para que no olviden sus obligaciones de hablar, con-ducir, escuchar, conocer, proteger y sobre todo amar. Oremos.

8.- Por los laicos que trabajan generosamente en

nuestra Diócesis, los presbíteros, los religiosos y los equipos pastorales para que en comunión con sus pastores den testimonio de Jesucristo. Oremos.

Padre, Tú sabes cuántas necesidades tiene la vi-

da de tus hijos. Te pedimos que escuches nuestras peticiones. Por Jesucristo Nuestro Señor.

11. EL ORGANIGRAMA, SACRA-

MENTO DE LA IGLESIA MINISTE-RIAL

Introducción La pastoral es la forma histórica como la Iglesia

actualiza en cada época la revelación de Dios, inter-pretando sus caminos y mostrando la manera de se-guirlos. Se trata de buscar y seguir como comunidad el camino de la vida, haciendo los trazos necesarios para su tránsito. La clave está en buscar, hallar, se-guir y trazar el “sendero de la vida” (Sal 15/16,11) que construye el Espíritu Santo. En este camino tenemos muy clara la meta que pretende-mos: la salvación. Nuestro problema es cómo lle-gar: pasos a dar, forma concreta de colaborar en la realización del plan de Dios en esas circunstancias concretas.

Toda senda implica un punto de partida (el esta-

do actual), un punto de llegada (el estado deseado) y un camino (proceso para llegar del estado actual al estado deseado). Es un proceso dialéctico: el ideal de Iglesia que deseamos construir es la tesis; la realidad vivida en nuestras comunidades es la antí-tesis; la programación de las grandes eta-pas del camino a seguir es la síntesis. Se trata de discernir por dónde quiere Dios llevarnos como Diócesis, en este momento

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carnación, y se entregó desde el principio a esta

tarea evangelizadora, acompañando y asociándose a la obra de su Hijo, el gran evangelizador, hasta la Cruz. Por medio de esta fe, está unida perfectamente a Cristo en su despojamiento; participa en la Muerte redentora del Hijo. Y en la mañana de pentecostés, ella presidió con su oración el comienzo de la evan-gelización bajo el influjo del Espíritu Santo.

Como madre de Cristo, está unida de modo par-

ticular a la Iglesia, que el Señor constituyó como su Cuerpo. Ella la precedió, convirtiéndose en tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Y actualmente, en la pe-regrinación de la fe, sigue precediendo al pueblo de Dios. Su excepcional peregrinación de la fe repre-senta un punto de referencia constante para la Igle-sia, los individuos y comunidades, los pueblos y na-ciones y, en cierto modo, para toda la humanidad.

María es estrella de la primera y de la nueva

evangelización. La Virgen Madre está constante-mente presente en este camino de la fe del pueblo de Dios hacia la luz. Lo demuestra el cántico del Mag-níficat que, salido de la fe profunda de María en la visitación, no deja de vibrar en el corazón de la Igle-sia a través de los siglos.

LUEGO ACTUEMOS “No que lo tenga ya seguido o que sea ya perfec-

to, sino que continúo mi carrera por si consigo al-canzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús” (Fil 3,12).

Los objetivos nos señalan lo que es susceptible

de ser alcanzado en un horizonte temporal más cer-cano. Nos ayudarán a avanzar hacia la pastoral que queremos. Y originarán estructuras y mecanismos que los hagan posibles y operativos. Los resultados buscados no pueden estar atomizados. Tienen que mirar hacia dónde apuntar todos los esfuerzos de todos.

El objetivo nos identifica con un ideal común, a

pesar de nuestras diversas maneras de pensar y ac-tuar, y las experiencias diferentes que vivimos. Des-pués de todos los trabajos por analizar, las situacio-nes, profundizar en las orientaciones de la Iglesia, establecer un ideal que nos identifique, sentimos que

el plan es nuestro, y es una luz indicadora para dirigir nuestros pasos a un punto de-terminado. Contar con una identificación en común nos brinda una experiencia de

unidad y participación, en medio de un mundo que nos iguala, masifica y hace pasivos.

¡Claro que tenemos problemas y dificultades

conforme vamos creciendo! Ellos pueden ser me-dios de crecimiento. Problemas, dificultades y prue-bas son normales y deben esperarse. El Señor los usa para hacernos crecer. “Dios trabaja para el bien en todas las cosas con aquellos que le aman” (Rm 8,28). El Señor nos enseñará cosas venciendo las dificultades que vengan. En cuanto a nuestros pro-blemas unos desaparecerán por nuestra nueva acti-tud ante la vida y ante los que nos rodean; otros sa-bremos enfrentarlos en forma nueva, con alegría y paz (cfr. 1Tes 5,16-17).

Para crecer, necesitamos mucho tiempo. Necesi-

tamos aprender mucho más acerca de la vida cristia-na. Es importante tener la ventaja de la enseñanza, la cual está disponible en la comunidad. Necesita-mos el aliento y la fuerza de otros, la experiencia y consejo. Un buen camino de apagar un fuego, es mover los troncos y unas buenas bases para comen-zar un fuego es, ponerlos juntos en la forma correc-ta. Necesitamos una situación en la cual podamos aprender cómo servir al Señor.

Nuestra entrega debe ser total, dispuesto a dar

todo, hasta la vida, como Jesús. Con docilidad a los llamados del Espíritu, sin impacientarnos, sabiendo que Él nunca nos pedirá más de lo que podemos dar. Atentos a su voz, unidos a la Comunidad y a los her-manos y hermanas que puedan guiarnos y ayudar-nos, pero con nuestra confianza puesta en Dios, no en ellos (cfr. Jer 17,5-8).

Debemos utilizar cada vez más nuestros medios

de crecimiento, la Eucaristía y los otros sacramentos principalmente, para parecernos cada vez más a Je-sús. También la devoción y el amor que tengamos a María, será signo seguro de que estamos en el ver-dadero camino de unión con Dios. Otro signo claro de nuestra renovación espiritual es el reconocimien-to de esta Iglesia a la que el Señor nos ha llamado, la docilidad que tengamos a sus pastores, recono-ciendo que es el mismo Espíritu Santo quien los ha puesto en sus cargos. Así debe ser nuestra entrega: total, sin restricciones, en todo lo que tengamos. Y debe ser una entrega alegre, feliz, pues nos está lle-vando a que Cristo viva en nosotros, a transformar-nos en El.

“Estén siempre alegres. Oren constantemente.

En todo den gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de ustedes” (1Tes 3,12).

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todo aquello que precise para continuar su caminar con el impulso del Espíritu Santo. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.

2. EN CONTINUIDAD CON LA PRAXIS DE JESÚS Y DE LA IGLESIA

El Evangelio no lo inventamos; lo recibimos.

Hemos de anunciarlo asumiendo los retos que nos presenta la cultura moderna, sin olvidar nuestras raíces y nuestro pasado, descubriendo el proyecto de Dios. Como el padre de familia que saca cosas nuevas y cosas antiguas, vamos a los orígenes para descubrir la praxis de Jesús, y su inculturación en las distintas etapas de la historia de la Iglesia. Re-descubrir el estilo de Jesús nos llevará a convertir-nos, a salir de nuestra instalación y seguridades en nuestra zona de confort para lanzarnos a la aventura de nuestros horizontes.

PRIMERO VEAMOS Proyecto de Jesús Jesús no inició un simple movimiento religioso

sin previsión planificada. Se planteó objetivos, los fue realizando con medios originales, en unos pla-zos que fueron evolucionando en su conciencia y en su acción. Llamó a su proyecto «el Reino», anun-ciando su realización inminente. El núcleo de su mensaje era una Buena Noticia: llega el cumpli-miento de la absoluta voluntad salvadora de Dios, su compasiva misericordia, y la oposición a toda forma de mal sufrimiento y pecado. A partir de esta convicción, Jesús pretende reconstruir el pueblo de Dios, purificando el contenido judío nacionalista de los zelotas, el espiritualista de los esenios, o el lega-lista de los fariseos. Es un proyecto religioso, invisi-ble, pero que se expresa y realiza mediante acciones y estructuras visibles e históricas.

Su práctica fue original y diferente. No se insta-ló en el Templo ni en la sinagoga. Anduvo itineran-te por Galilea, donde abundaban movimientos con-cientizadores de la explotación. Se dirigió a la masa más marginal, explotada e inculta, de los más des-preciados, que supersticiosamente buscaban mejor posición social.

Por el choque con los intereses y proyectos de los dirigentes y jefes religiosos, previendo que aca-barían matándolo, preparó a sus discípulos para continuar su obra y proyecto.

Su heterogéneo grupo de Los Doce, institución simbólica de las 12 tribus del nuevo Israel de los tiempos mesiánicos, por su seguimiento radical, no se asimiló a ninguno de los grupos o partidos exis-tentes. Elegidos para compartir y vivir su vida, y

colaborar en su ta-rea de anunciar el Reino, con palabras y signos, sin jerarquías de puestos y honores, sino de servicios. Incluyó a mujeres. Los envió de dos en dos, señalando hasta el equipaje y comportamiento. No fue un improvisador espontáneo.

La adhesión a El implica padecer al servicio del Reino y por causa de él. No es una nueva teocracia nacional, ni una liberación política de Israel. Con-siste en un cambio en profundidad de toda la exis-tencia y de todas las relaciones humanas, de acuerdo al plan de Dios. Es una utopía de cambio a la cual canalizar todo: la total liberación de todos los ele-mentos que alienan este mundo (sufrimiento, dolor, hambre, injusticia, división, muerte), y una alterna-tiva a la sociedad injusta.

Por fidelidad al Padre, su “Abba”, de quien tuvo una experiencia única y original. El Reino no es pa-ra quienes pueden corresponder, sino para los niños, los pobres, los humildes, los que sufren y luchan por la justicia. Sus motivaciones no son mundanas o vanidosas, ni por ansia de poder o fama. Pide con-versión: cambio de rumbo y mentalidad para adhe-rirse a ese proyecto. No es un Reino para la otra vi-da, sino realizado en la persona de Jesús, y del cual la Iglesia es semilla y signo.

Otro de sus objetivos fue crear la comunidad con relaciones fraternales y libres, que incluye a los más excluidos: leprosos, endemoniados, prostitutas, pu-blicanos. Era un cambio total de los valores y mode-los de su ambiente. En torno al carisma de Jesús, al margen de las instituciones establecidas, surge ese movimiento religioso con rasgos de participación, colaboración, igualdad, comunicación y libertad. Relativizó los modelos tradicionales de pensamiento y acción. Criticó las estructuras organizativas que oprimían al hombre. Predicó una libertad para una solidaridad con los oprimidos.

Y tomó la decisión arriesgada de subir a Jerusa-lén, al encuentro de su Muerte y Resurrección, paso decisivo para configurar su proyecto. Sólo El enten-día los planes del Padre. Valoró su Muerte como históricamente perteneciente a toda su misión salva-dora. No era el fracaso de su proyecto, sino la parte más decisiva. Gracias a su Muerte, su causa seguiría adelante.

En conclusión, Jesús tuvo un proyecto claro y una voluntad decidida de llevarlo a cabo. Previó las dificultades, planteó los objetivos y recursos, y fue comprobando la realización de su proyecto, hasta descubrir su proyección pascual definitiva.

AHORA PENSEMOS La organización de las primeras co-

munidades

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A raíz de la ex-periencia de la Pascua de Jesús,

los apóstoles asumieron su proyecto: la salvación consiste en el seguimiento del Señor Jesús. La Resu-rrección, Ascención y Pentecostés dieron significa-do de la Muerte de Jesús.

Tras el éxito inicial de la primera predicación en Pentecostés, vinieron los primeros problemas orga-nizativos: admisión de paganos, ruptura con los ju-díos, imposición de la circuncisión, etc. Y así surge la Iglesia como planificación de esa organización del movimiento de Jesús. Pedro asume la función de cabeza visible que le encomendó Jesús. Y Pablo fue decisivo para esa planificación de la vida de las co-munidades.

La Iglesia de Jerusalén se caracterizó por su adaptación al ambiente judío y su apego a la autori-dad y el orden. La de Antioquía tuvo una gran acti-vidad misionera. Las Iglesias paulinas se distinguie-ron por su pluralidad de carismas. Las de Juan, por su igualdad fraterna.

La sociedad civil estaba estructurada en diversas clases sociales. Pero en la comunidad de creyentes todos son iguales y hermanos. El modelo organizati-vo es la familia, núcleo de irradiación y apoyo. En esa nueva familia patriarcal, los obispos, presbíteros y diáconos son los patriarcas, por tanto, los jefes de la comunidad. La sucesión apostólica ininterrumpi-da garantiza la autenticidad de los ministerios. La Iglesia es una comunidad ministerial, donde todos desempeñan una función, bajo la autoridad coordi-nadora de los apóstoles. El aspecto comunitario y relacional predomina sobre leyes y normas. La auto-ridad se ejerce colegialmente.

Por analogía con los órganos regionales del Im-perio, surgen patriarcados, metrópolis, sínodos y concilios ecuménicos. A fines del siglo III aparecen las Provincias Eclesiásticas, amoldándose a las Pro-vincias civiles (Concilio de Nicea), con una estruc-tura colegiada. La Iglesia particular es ampliamente autosuficiente y autónoma. La unidad de la Iglesia se manifiesta en la fe compartida, más que en es-tructuras. Los obispos colaboran entre sí. Ese mode-lo colegial fue eficiente mientras las comunidades fueron reducidas. El impacto de las herejías llevó a profundizar en la sucesión apostólica y el episcopa-do monárquico, y a determinar el canon bíblico y la formulación de la fe católica. Progresivamente se van unificando ritos, símbolos y normas.

Los Padres de la Iglesia van definiendo la plani-ficación desde la opción por los pobres. Los ricos

deben vivir con espíritu pobre y compartir si quieren entrar al Reino. Y establecieron una amplia organización caritativa. Se complica la organización de la Iglesia

La extensión y masificación del cristianismo hasta los límites del Imperio trajo una serie de con-trastes. El Imperio, desde Dioclesiano, era muy cen-tralista y burocratizado. El emperador Constantino, de converso, pasa a ser árbitro, organizador y jefe. Y se afianza la organización de los niveles jerárquicos: clérigos, monjes y laicos. Al salir el cristianismo de las ciudades, en la zona rural (los «pagos»), los presbíteros encargados tendían a convertirse en obispos de segundo grado en sus parroquias, y las funciones sacramentales cobraban más importancia. Al obispo lo van absorbiendo las funciones de go-bierno, administración y magisterio.

La planificación pastoral de carácter misionero va perdiendo fuerza y dinamismo. El catecumenado decae. Y los clérigos asumen distintivos de funcio-narios. El sistema económico del Imperio llevaba graves problemas sociales. Pero se van admitiendo como normales, con tendencias espiritualistas, más que una promoción de justicia. Oriente mantiene una estructura más descentralizada y colegial. Occi-dente se organiza en torno al obispo de Roma.

En la alta Edad Media la estructura feudal de la sociedad fragmenta y particulariza también a la Igle-sia, organizada como pirámide. El Sacro Imperio Romano-Germánico lleva una uniformidad adminis-trativa, litúrgica y evangelizadora. Hubo problemas con el Estado por la implicación y competencia de poderes. La Iglesia no consiste en comunidades, sino en territorios feudales. Reyes, condes y duques disponen de sacerdotes. El sacerdocio ministerial se considera un estado de vida personal más que un servicio ministerial a la comunidad. Frente a las lu-chas por obtener poder y beneficios, no faltaron ini-ciativas en favor de los pobres: limosneras, cofra-días de mutua ayuda, colectas, abogados de los po-bres, movimientos u órdenes mendicantes.

El Concilio de Trento (1545-1563) intenta plani-ficar las diócesis restaurando la misión espiritual del obispo, controlando los nombramientos, superando su rol administrativo por el de padres y maestros. El obispo es el planificador de su diócesis. Establece un clero diocesano territorial e incardinado, relacio-nado con la tarea del obispo.

Después vino una forma estática y social de ex-plicar la Iglesia, a la defensiva del protestantismo y el modernismo. Se reafirmó su estructura jerárquica, la separación entre clérigos y laicos, la uniformación y centralización de la Iglesia con instituciones uni-versales, el sacerdote como funcionario del culto, con rasgos monásticos. Se separó la Eucaristía de la comunidad. La Inquisición trajo un endurecimiento de la organización y una persecución a los diferen-tes.

La secularización cultural y científica del Rena-cimiento, la autonomía y democracia política en la

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dé rumbo, solidez y firmeza a nuestro caminar evan-gelizador, esta visión y misión nos libra de lo provi-sorio, de los gustos intimistas, de las ocurrencias, intuiciones y corazonadas, de las repeticiones, de los esfuerzos solitarios y paralelos, de la mediocri-dad y el conformismo.

Generar una renovada cultura cristiana La cultura es el espacio y mediación del Evange-

lio. No hay un Evangelio abstracto; siempre se ex-presa en formas culturales concretas. La cultura con sus valores y expresiones se encuentra con el respe-to y la disposición de la pastoral de la Iglesia en ac-titud de diálogo y de recíproca fecundación. Por un lado, el Evangelio se abre a la cultura para ofrecerle el proyecto de Dios, inculturado en Jesús de Naza-ret. Por otro, espera de las culturas idéntica apertura para que ofrezcan al Evangelio sus incontables ri-quezas, obra del Espíritu desde antes de la llegada del Evangelio.

Los valores de Evangelio recibidos por la cultu-

ra la juzgan, cuestionan, elevan, purifican, plenifi-can, produciéndose una síntesis nueva. La cultura enriquece las expresiones del Evangelio, dándole un rostro cultural, entrando así a formar parte de la tra-dición viva de la comunidad. Se produce así una corriente de ida y vuelta, que da como resultado sig-nos nuevos en las expresiones cotidianas de la cul-tura y de la comunidad cristiana. Evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio y lograr una civilización o cultura de estilo cristiano (cfr. Jn 14, 6; DA 477).

Testimoniando los valores del Reino La sociedad y las culturas actuales exigen verda-

deros testigos, que con sus palabras y obras mani-fiesten su ser de católicos. Los escándalos, infideli-dades, incoherencias y malos tratos de muchos cris-tianos no se anulan con más palabras, sino con una vida comprometida con los valores del Reino mani-festados en hechos, actitudes, opciones y criterios concretos.

Más que grandes estrategias pastorales, la socie-

dad requiere de testigos. Pues todas las estrategias resultan ineficaces sin esos verdaderos testigos de vida cristiana. Somos una Iglesia diocesana con ros-tro martirial, admirables testigos, fieles a Jesucristo, con vida pobre y desapego de los bienes materiales, con gran sentido eclesial, con pasión por el Evange-lio y la salvación de todos, haciendo opción por los más necesitados, con un firme amor a María modelo de servicio y fe. Ellos son fundadores e inspiración

de nuestros agentes y comunidades.

El Espíritu, gracia e impulso para la evangeli-

zación Cristo es el momento privilegiado de la actua-

ción del Espíritu para la misión. Encarnado por obra del Espíritu Santo (cfr. Lc 1,35; Mt 1,20), inicia y realiza su misión impulsado por el mismo Espíritu (cfr. Mt 3,16; Lc 4,1ss). Y el cumplimiento de la misión del Señor llega a su punto culminante en la Pascua, en la que el Espíritu alcanza también su ple-nitud de manifestación. En la fuerza del Espíritu, Cristo se entrega al Padre como víctima sacrificial; y en el poder del mismo Espíritu «vivificante», Cristo es resucitado para la glorificación (cfr. Heb 9, 14; 1Cor 15,45; Jn 7, 37-39). De este modo, el Espíritu que actúa para el cumplimiento de la pas-cua de Cristo, es el mismo Espíritu que sigue ac-tuando para continuación y actualización histórica. El don del Espíritu, que Cristo posee en plenitud, y que él había prometido para la realización de su obra (cfr. Hch 1, 8), es enviado como fruto de la Resurrección a la Iglesia entera, para la continua-ción de su misión en el mundo. El Espíritu Santo es, pues, el verdadero agente e impulsor de la evangeli-zación; es al mismo tiempo, la gracia para evange-lizar y el gran don de la evangelización. Él renueva continuamente a la Iglesia para conducirla a la unión perfecta con el Esposo.

María, prototipo y modelo de la Iglesia evange-

lizadora La Iglesia, enviada a evangelizar el mundo, va

peregrinando, anunciando la Cruz y la Muerte del Señor, hasta que él venga, llevando con fidelidad y hasta heroísmo su misión. María, madre de Dios, cuya significación es singular en el misterio de Cris-to, tiene una presencia activa y ejemplar en la vida de la Iglesia, la cual recorre de nuevo el itinerario de la Virgen María, que avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz. Ella es imagen y prototipo de la Iglesia, en la maternidad, la virginidad, el amor a Cristo y al hombre y en la vida espiritual.

A través de su acción de maestra de vida, es tipo

y modelo de la Iglesia evangelizadora. Es la primera evangelizada; y, después de Jesús, la primera evan-gelizadora. Por medio de la fe, que la hizo dichosa, está presente en la misión y la obra de la Iglesia, que introduce en el mun-do el reino de su Hijo. Creyó en la palabra que le anunciaba la buena nueva por la En-

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nado, e incluso llevado al can-sancio y la de-

silusión. Ante añoranzas de un pasado de cristiandad idealizada; frustración al no alcanzar los sueños triunfalistas de renovar estructuras, métodos y per-sonas; pereza intelectual, poca creatividad, activis-mo sin espiritualidad pastoral, y resultados pobres que no logran crear cultura.

En sintonía con el proceso de revitalización de la

pastoral juvenil latinoamericana (fascinar, escuchar, discernir y convertir), es importante reencontrarnos, re-enamorarnos, volver a fascinarnos con nuestra vocación y el proyecto original de una acción ecle-sial renovada, guiados por el Espíritu Santo.

Encuentro con Cristo redentor: Dios sigue presente y activo salvando en nuestra

realidad, invitándonos a colaborar en su obra. Los distintos escenarios elegidos como situaciones en las cuales todos somos actores, son espacios donde nos habla, llama y salva. Habla cuando seguimos sus pasos en nuestros procesos evangelizadores. Grita en las realidades de injusticia y sufrimiento que pi-den ser atendidas con misericordia, solidaridad y creatividad pastoral. Nuestra primera y más esencial motivación para actuar es el amor de Jesús que he-mos recibido, y la experiencia de ser salvados por Él. Sentirnos amados y redimidos provoca el intenso deseo de comunicarlo. Pedimos que sacuda nuestra superficialidad y tibieza, y nos lancemos a las peri-ferias existenciales a proseguir su obra salvadora (cfr. EG 264-267).

“Necesitamos reencontrarnos con el Dios de Je-

sucristo, necesitamos volver al Evangelio. Porque solamente desde allí podemos comprender quiénes somos y a qué estamos llamados como Iglesia Redi-mida. La llamada crisis antropológico-cultural nos pide replantear nuestros esquemas de evangeliza-ción para el ser humano concreto a quien estamos llamados a servir; para recuperar una sana visión del ser humano, hemos de hacerlo desde la contempla-ción del misterio de Cristo Redentor. Encontrarnos con el Dios de Jesucristo nos permitirá contemplar en Él una imagen de hombre que reconozca la bon-dad original con la que fuimos creados, en libertad y para el bien. Pero también, nos permitirá contemplar nuestro ser fracturado interiormente, nuestras difi-cultades para mantener el equilibrio interior, los

conflictos interpersonales, el pecado hu-mano que hoy tiene múltiples manifesta-ciones y la ambigüedad radical de la vida humana que tiene rostro de crisis de espe-

ranza” (PGP 102). En comunión y participación Es una herencia pastoral diocesana: unir nuestros

esfuerzos evangelizadores de sacerdotes, laicos, reli-giosos, comunidades, movimientos y demás actores sociales, como testimonio de unión y servicio de caridad. Más vale que muchos hagan poco, y no que pocos hagan mucho. Encontrar el papel de cada uno e integrarlo en la acción eclesial. La comunión, vo-cación esencial de la Iglesia y principal signo evan-gelizador, será real y posible si se ejerce una corres-ponsabilidad vertical y horizontal. Es necesaria la distinta colaboración de las diversas formas de vida cristiana, capaz de dar frutos, basada en una sana concepción de los ministerios, en relación al plan salvífico de Dios en Jesucristo. No se trata de prose-litismo católico, ni de tener más agentes para las ac-ciones intra-eclesiales, sino una Iglesia más cons-cientes de su misión de establecer el Reino de Dios en el mundo.

En diálogo con el mundo actual Somos una Iglesia llamada a ser servidora del

Reino en el mundo, como lo redescubrió el Concilio Vaticano II y lo desarrolla el magisterio posterior. Deseamos colaborar en el crecimiento del Reino, en actitud de diálogo con el mundo actual (culturas, subculturas, estructuras, organismos, visiones, ideo-logías, proyectos, rumbos, etc.). Asumir la interpela-ción recíproca entre las aspiraciones del hombre contemporáneo y el designio de Dios sobre él.

Deseamos revitalizar nuestro proceso evangeli-

zador desde el encuentro con Jesucristo redentor, pues queremos seguir unidos a la misión de toda la Iglesia y la obra salvadora de Jesucristo, haciéndola presente y actual en las condiciones de hoy, entre culturas que no acaban de pasar y culturas que emergen, con la fuerza y creatividad de san Pablo: “Anuncia a tiempo y a destiempo, con ocasión o sin ella” (2Tm 4,2), en los nuevo areópagos.

Proceso evangelizador La pastoral tiene un trípode fundamental: hacia

el pasado se sabe heredera de una riqueza de perso-nas, instituciones, esfuerzos, búsquedas, opciones y directrices, también errores y percepciones parcia-les; en el presente se reconoce desafiante y desafia-da por los grandes retos que exigen renovación y creatividad para dar respuesta a las grandes pregun-tas actuales; hacia el futuro tiene la responsabilidad compartida de fraguar un proyecto esperanzador que

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Revolución Francesa, el Modernismo y los nuevos Estados seculares, alejaron más a la Iglesia del mun-do. El Concilio Vaticano I reafirmó el Primado de Pedro. El Papa se sirve para el gobierno de la Iglesia de la Curia Romana: conjunto de congregaciones cardenalicias, oficinas, tribunales, secretariados y representaciones diplomáticas del Vaticano. Surge la Acción Católica, movilizando laicos, pero como colaboradores de la Jerarquía.

La época industrial había hecho surgir grandes masas de trabajadores en condiciones de injusticia y miseria, ante un capitalismo avasallador. León XIII invita al pueblo cristiano a colaborar en la construc-ción de una sociedad justa. El Movimiento obrero católico (JOC) desarrolla una actividad concientiza-dora y liberadora.

En conclusión, el largo período de la edad media y moderna, se caracterizó por: la progresiva centra-lización romana, la hegemonía jerárquica, la relega-ción de los laicos, el control administrativo.

LUEGO ACTUEMOS: Nuevos rumbos tras el Concilio Vaticano II. El Concilio advierte acerca de los grandes cam-

bios sociales, psicológicos, morales y religiosos, que producen grandes desequilibrios, acrecentando las aspiraciones a una vida plena y libre.

Se destaca el paso del mundo occidental creyen-te a una sociedad secularizada. Una amplia mayoría vive actitudes ateas, de indiferencia, o de agnosticis-mo religioso. Incluso algunos creyentes ven a la Iglesia como una organización clerical anquilosada y fuera de tiempo.

La Iglesia vive en medio de un mundo plural, donde ya no sirve un único modelo de convivencia. Hay polaridad entre los hemisferios norte y sur, de-bido a las injusticias y desigualdades socioeconómi-cas y culturales. Y junto al primer mundo, subsiste también el cuarto mundo, de pobreza, miseria y marginación.

Entiende a la Iglesia, ya no como una sociedad perfecta, sino como pueblo de Dios que peregrina en la tierra. Recupera una eclesiología de comunión, que permite ver la igualdad de los cristianos, por encima de funciones y diferencias jerárquicas. No en oposición al mundo, sino en diálogo y colabora-ción, para lograr la fraternidad universal, con una actitud de servicio.

Asume un lenguaje nuevo, hablando de libertad (97 veces), solidaridad, autonomía, diálogo, coope-ración, derechos de las minorías. Intenta comprome-terse con los pobres y cuantos sufren, rechazando todas las esclavitudes y violaciones los derechos humanos. Debe organizarse para «escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio» (GS 4).

Su objetivo principal es la evangelización. A ello se encamina su organización. Todo el pueblo de Dios es sacerdotal, sacramento de la salvación. Ca-da cristiano, según su carisma, es enviado a ser pro-feta y testigo del Reino.

Llevó a un planteamiento de la Iglesia más cole-gial. De ahí se vinieron algunas cuestiones pendien-tes, que serían afrontadas en los Sínodos de los Obispos. Por ejemplo, las tensiones en la Iglesia entre el centro y la periferia: o predomina el modelo romano, o se afianza la autonomía de las Iglesia particulares. Otros asuntos: La participación de la mujer en el ministerio oficial de la Iglesia. El prota-gonismo eclesial del laico, no como mero colabora-dor dependiente de la jerarquía. La diversificación de ministerios y la participación de los laicos. La aceptación de las diferencias, y de la instancia críti-ca respecto a la conciencia personal.

Todo esto planteaba ciertos retos a la organiza-ción. Si la Iglesia es la mediación planificadora fun-damental del Reino de Dios, debe descentralizarse y flexibilizarse, aceptando algunos valores de las de-mocracias. Una Iglesia planificada y organizada desde los pobres y para los pobres. Si la teología anterior había adoptado la filosofía como media-ción, ahora la pastoral adopta el diálogo con las ciencias humanas y teológicas como mediación para su praxis. La eficacia de la acción pastoral es con-creta e histórica, y por tanto constatable. Se requiere verificarla en sus opciones, objetivos y procesos.

La Iglesia es una red de comunidades locales, en comunión de fe, culto y caridad, al servicio del Reino de Dios en el mundo. Debe funcionar como un sistema abierto, relacionado con la realidad, en diálogo con los interlocutores (más que destinata-rios), mediante organismos de asesoría, formación, comunicación y subsidiaridad para una mayor efica-cia.

LECTURAS: Génesis 12,1-4: Deja tu país y a tu parentela

(Leccionario III n. 4 pag 314). Salmo 121: Escucha, Señor, las súplicas de tus sier-

vos, y dáles tu paz (n. 888 pag 936). Efesios 1,1-10: Este es el plan que había proyectado

Dios en Cristo Mateo 13,47-52: Cosas nuevas y cosas antiguas (n.

226 pag 475). ORACIÓN DE LOS FIELES: Oremos a Dios Padre, para que bendiga a nues-

tra comunidad cristiana y nos haga caminar siguiendo el plan diocesano de pastoral pa-ra edificación del Reino de Dios en esta Iglesia que peregrina en San Juan de los

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Lagos. Respon-damos: R. Escucha,

Señor, y ten piedad. 1. Por la Iglesia: para que todos los que la forma-

mos trabajemos por extender el Reino de Dios. Ro-guemos al Señor.

2. Por todas las parroquias de nuestra diócesis: para que los cristianos que las integran sean en su región testigos de Cristo y vivencia del Evangelio. Roguemos al Señor.

3. Por los enfermos, los ancianos y los que su-fren: para que puedan disfrutar de la caridad solida-ria de los hermanos. Roguemos al Señor.

4. Por nuestras autoridades civiles: para que pro-muevan, con todos los medios, el bien y la concor-dia de los ciudadanos. Roguemos al Señor.

5. Por nuestros difuntos, que formaron parte de nuestra Iglesia local: para quesean admitidos en la Iglesia celestial. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, la oración de tus hijos, que oran en el Espíritu, para que seamos corresponsables en responder a los desafíos de la era digital, en el nom-bre de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.

(O bien): Señor, Tú que eres el buen pastor que cuida su

rebaño y vence al lobo que lo amenaza, te pedimos hoy que sigas cuidando a tu Iglesia para que lleve a todos tu Palabra que es alimento eterno. Repetimos:

R. Apacienta a tu pueblo, Señor. Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para que

siempre animen a sus fieles y los alienten con tu Palabra y con el Pan comparti-do. Oremos.

Por los gobernantes y dirigentes, para que sea su

principal dedicación el satisfacer las necesi-dades de todos los habitantes de la tie-rra. Oremos.

Por los que sufren por falta de alimento o de

consuelo para que la labor de los cristianos les haga descubrir en Cristo la verdadera co-mida y verdadera bebida. Oremos.

Por todos aquellos que se han alejado de la Igle-

sia o cuya fe se ha enfriado, para que sientan que solo a través de la comunidad cristiana es posible recibir la fuerza que el Espíritu

nos envía. Oremos. Por las familias cristianas, para que nunca les falte el amor, el diálogo, la compren-

sión y el pan necesario tanto material como espiritual. Oremos.

Por todos aquellos hermanos que otros años ce-

lebraron con nosotros esta fiesta y hoy ya no están entre nosotros, para que Dios los acoja en la felicidad eterna. Oremos.

Por todos nosotros y todos los que compartimos

la Mesa Eucarística, para que también un día participemos del banquete eterno. Oremos.

Señor, atiende lo que tu pueblo con fe te implora

y aliméntanos con tu Palabra y tu Eucaristía. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

3. PARA UNA PASTORAL ORGÁ-

NICA Introducción Nuestro mundo actual es un «nuevo mundo»,

marcado por el desencanto y la fascinación, aunque en él se mezclen estadios de evolución diversos. «Desencanto» porque no se cumplieron los proyec-tos que pretendían hacer una sociedad justa, libre y feliz, y dejan al descubierto ambigüedades escondi-das en palabras como razón, técnica, industrializa-ción, libertad, progreso. «Fascinación», porque, a pesar de todo, el hombre descubre con admiración su poder sobre la vida y la muerte, sus posibilidades de creación y producción, disfrutando de bienes in-sospechados.

La Iglesia, cuerpo orgánico, está llamada a llevar vida, mediante la “pastoral orgánica”. Se le llama así porque considera que el cuerpo místico de Cristo es un organismo vivo con muchos miembros, cada uno con su función, pero integrados y al servicio del bien de todo el cuerpo, poniendo en juego cada uno sus capacidades. No es como una empresa que orga-niza sus funciones en vistas de la eficacia. Se trata de ejercer los diversos dones y carismas que el Espí-ritu Santo suscita en el Cuerpo místico de Cristo. Manifestar la vitalidad de la gracia en el organismo eclesial y, a través de él, en todo el mundo. La plani-ficación pastoral sea participativa, y asumida por todos los cristianos como sujetos.

PRIMERO VEAMOS Entre los problemas culturales que hoy debemos

enfrentar están los ataques a la libertad religiosa y en nuevas situaciones de persecución a los cristia-nos; una difusa indiferencia relativista (la verdad depende del sujeto, persona o grupo que la experi-menta) relacionada con el desencanto y la crisis de las ideologías que se provocó como reacción contra

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templativa; busca resultados más que calidad de vida cristiana.

Una Iglesia-museo, estilo europeo. En el pasa-

do fueron comunidades vivaces y misione-ras, que ahora están muertas. Tuvieron un pasado glorioso, en personas, grupos y acti-vidades, que no volverá. Sus templos, semi-narios y obispados ahora están vacíos, visita-dos por turistas, o se han convertido en mu-seos, oficinas o salones. Conservan alguna función administrativa y ritual, pero domi-nan el panorama del ateísmo o agnosticismo, la secularización, el esoterismo y la gnosis.

Iglesia-piedad popular, estilo latinoamericano:

Las masas son practicantes, con un alto índi-ce de religiosidad, en medio de gran miseria, desigualdades e injusticia. El Guadalupanis-mo, el amor al Papa, las fiestas patronales, garantizan la fidelidad al cristianismo. Pero no se proyecta en compromisos para la vida diaria, sino sólo momentos ocasionales y aislados. Se practica más por acto social e interés económico que por convicciones de fe. No se cuenta con los cristianos en los procesos de formación de la comunidad.

Una Iglesia-nueva misionera y evangelizadora:

Gracias al liderazgo iluminado y al proceso de catequesis de adultos, se realiza el pro-yecto de nueva evangelización. Todo el pue-blo siente suyo el proceso pastoral, y son corresponsables en su realización progresiva. Las convicciones de fe van calando en la vi-da, expresándose en la justicia, la solidari-dad, la honestidad y el compromiso por un México reconciliado, seguro, progresista y fraterno. Los distintos grupos forman una familia común, y van creando una cultura con los valores del Evangelio.

AHORA PENSEMOS Un objetivo es la expresión de un resultado que

se quiere lograr, y de la razón por la cual se desea alcanzar dicho resultado. Responde a las preguntas: ¿Qué se quiere? y ¿para qué se quiere? La primera respuesta nos indica qué tipo de resultado queremos obtener. La segunda respuesta nos habla de la inten-ción. Los objetivos no se inventan, ni se sacan de la manga o al aire. Se elabora a partir de un buen diag-nóstico. Es un buen análisis el que nos indica lo que hemos de hacer en un momento determinado.

Por objetivo entendemos el ideal acercado a noso-tros. El objetivo teológico de la acción pastoral de la Iglesia es vivir la comunión con Dios, con Cristo y entre nosotros, en cuanto sea posible, aquí y ahora. El pretendido objetivo sociológico del proyecto de Iglesia particular es crear las estructuras mediante las cuales se pueda más fácilmente encarnar el en-cuentro con Cristo y la realidad teológica de la Igle-sia en cuanto misterio, comunión y misión en los escenarios elegidos como prioridad.

Los objetivos son resultados o cambios que se

desean alcanzar dentro de un período determinado, a partir de un conjunto de acciones organizadas y con una intención o pretensión determinada. La pla-neación pastoral se desarrolla a partir de los objeti-vos. Por eso son el patrón de referencia en las eva-luaciones, al confrontar lo que se pretendía alcanzar con lo efectivamente logrado. El objetivo general es el ideal de hombre, de sociedad y de Iglesia hacia la cual se dirige la acción pastoral concreta que se em-prenderá. Es el enfoque general que se quiere dar al plan global. Define la dirección que tomará la ac-ción pastoral en su conjunto. Da el matiz que ten-drán las respuestas a las urgencias y prioridades pastorales. Nos permite conocer rápidamente cuál es el modelo de Iglesia que está detrás del plan pasto-ral.

¿Cuál es el Objetivo general diocesano del VI

Plan diocesano de pastoral? Revitalizar nuestro encuentro con Cristo Reden-

tor, en comunión y participación, y en diálogo con el mundo actual, para que, testimoniando los valo-res del Reino, intensifiquemos nuestro proceso evangelizador, que genere una renovada cultura cristiana.

Analicemos un poco sus elementos principales Revitalizar Este verbo habla de infundir nuevo vigor y vita-

lidad a nuestro ser y quehacer de católicos como discípulos misioneros de Jesús, a las parroquias co-mo comunidades evangelizadas y evangelizadoras, a las instituciones como servidoras del Reino, a los métodos y procesos llenos de ardor creativo como instrumentos vivos de una Iglesia misterio de salvación en el mundo.

Nuestro camino pastoral de 47 años,

entre búsquedas y esfuerzos, nos ha arruti-

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Introducción Dios tuvo una

gran paciencia histórica. Al iniciar un camino ya más práctico de transformación de la realidad, aprendemos de Dios su pedagogía. Nuestra época es radicalmente diversa de los tiempos pasados. La so-ciedad actual se caracteriza por el cambio, la movili-dad, la globalización, la comunicación instantánea. La visión retrospectiva, que pretende aprender las lecciones del pasado con sus tradiciones, debe reem-plazarse con una actitud prospectiva.

No se puede hacer una planificación pastoral sin

prefijarse un objetivo final por alcanzar. Dice un proverbio inglés: “Si no sabes a dónde quieres lle-gar, sin duda te hallarás en otra parte”.

Cuando queremos hacer un viaje, lo primero que

hacemos es fijarnos la meta a la cual queremos lle-gar. Si queremos emprender el camino de la vida cristiana de nuestra comunidad, necesitamos esta-blecer un objetivo claro que deseamos alcanzar. Este objetivo debe acercarse lo más posible al ideal de Iglesia, es decir, a lo que debería ser nuestra Iglesia particular como misterio, comunión y misión, como pueblo peregrino de Dios, cuerpo y esposa de Cris-to, sacramento de salvación en medio del mundo.

La utopía inspira un proceso planificador, que se

va concretando en la realidad por medio de proyec-tos planificados y progresivamente alcanzables en objetivos programados. Hay diferencia entre la uto-pía o ideal de Iglesia que pretendemos, y los objeti-vos para lograrlo. Por ideal entendemos la comunión total y definitiva de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. El ideal final del cristianismo es un evento escatológico: sólo lo viviremos en pleni-tud cuando estemos en el Reino. Jesús lo presenta con la imagen de un banquete de bodas (cfr. Mt 22,2). Este banquete esconde la realidad de la comu-nión con el Rey, el Hijo del Rey y con todos los in-vitados.

PRIMERO VEAMOS Todo proyecto ideal parte del futuro. El análisis

de la realidad, el diagnóstico, la programación pas-toral, se hacen con miras a lograr el ideal de Iglesia soñado. Desde ahí se establece el camino presente.

Un médico que decide tomar a su cargo la cura-

ción de un paciente debe tener bien claro en la mente el ideal de una persona sana, y en función de este ideal dispone los me-dios de curación. Quien sale de casa para

emprender un viaje debe tener bien claro en su men-te la meta que desea alcanzar; y en vistas a esta meta determina los medios y etapas de camino. Quien desea escalar una montaña, elige en su mente la ci-ma concreta que desea alcanzar, y desde esa deci-sión establece el itinerario que recorrerá, los instru-mentos que usará, etc. Un maestro, desde el inicio del año escolar, sabe el objetivo cultural al cual pre-tende llevar a sus alumnos, y desde ese objetivo or-dena sus actividades. El padre de familia que preten-de ayudar a un hijo o hija tiene presente la madurez que debe alcanzar, y sobre ese grado de maduración va estableciendo sus intervenciones educativas y formativas. Quien está construyendo, primero deter-minó el tipo de construcción que pretende, y en base a dicho objetivo selecciona materiales, modalidades y personas.

Quien desea tomar en serio el camino cristiano,

debe conocer bien el ideal supremo del cristiano: la imitación y el seguimiento de Cristo. Teniendo co-mo base este ideal, hace sus elecciones y su progra-ma de vida.

Uno es el futuro posible, y otro es el futuro

deseado. El futuro posible responde a la pregunta: De seguir las cosas como van ¿hacia dónde nos diri-gimos? Se calcula por la medición de las tendencias presentes en la realidad. Es a lo que propiamente se le llama Pronóstico. El futuro deseable son las pros-pectivas, y responde a la pregunta: ¿Cómo queremos que sea el futuro? Se analizan los factores que con-tribuyen a ir en la dirección elegida, y los factores que impiden o retrasan la marcha. Se llama también Utopía.

La actitud prospectiva consiste en la capacidad

de contemplar los hechos y acontecimientos del pre-sente, bajo el punto de vista del futuro. Permitirán actuar en el presente, de acuerdo con las necesida-des que se descubren, para hacer realidad el futuro deseado y posible.

Cuatro escenarios posibles se presentan para la

Iglesia en México, los tres primeros son el pronósti-co, y el último es la prospectiva o utopía:

Una Iglesia-empresa, estilo norteamericano. La

Iglesia católica será uno más entre tantos grupos religiosos y civiles. Organizada como una empresa, con directivos y empleados ca-pacitados, más tendencias administrativas que pastorales. Erigidos como vanguardia y paradigma del progreso de la humanidad, con los criterios de la eficacia, eficiencia y clientelismo. Es pragmática, más que con-

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todo lo que parezca totalitario. Cada uno quiere ser el portador de una propia verdad subjetiva, y es difí-cil integrar un proyecto común más allá de los bene-ficios y deseos personales.

En la cultura predominante, el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede el lugar a la apariencia. La globalización aceleró el deterioro de las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes a otras culturas, económi-camente desarrolladas pero éticamente debilitadas.

Aparecen nuevas formas de conducta, resultado de la excesiva exposición a los medios de comuni-cación social. Los aspectos negativos de las indus-trias de los medios de comunicación y de entreteni-miento ponen en peligro los valores tradicionales.

Proliferan nuevos movimientos religiosos, algu-nos tendientes al fundamentalismo y otros que pro-ponen una espiritualidad sin Dios.

Es resultado de una reacción humana frente a la sociedad materialista, consumista e individualista, y un aprovechamiento de las carencias de la población que vive en las periferias y zonas empobrecidas, que sobrevive en medio de grandes dolores humanos y busca soluciones inmediatas para sus necesidades.

Buena parte de nuestro pueblo bautizado no ex-perimenta su pertenencia a la Iglesia, ya sea por las estructuras o por un clima poco acogedor en las pa-rroquias y comunidades, o por una actitud burocráti-ca para dar respuesta a los problemas, simples o complejos, de la vida de nuestros pueblos. Predomi-na lo administrativo sobre lo pastoral, así como una sacramentalización con poca evangelización. El proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo.

Al negar toda trascendencia, viene una deforma-ción ética, se debilita el sentido del pecado personal y social y aumenta el relativismo, que ocasionan una desorientación generalizada, especialmente en la etapa de la adolescencia y la juventud, tan vulne-rable a los cambios. Mientras la Iglesia insiste en normas morales objetivas, válidas para todos, algu-nos presentan esta enseñanza como injusta, opuesta a los derechos humanos básicos.

Una sociedad de la información nos satura indis-criminadamente de datos, todos en el mismo nivel, y termina llevándonos a una tremenda superficiali-dad a la hora de plantear las cuestiones morales. Ur-ge una educación que enseñe a pensar críticamente y ofrezca un camino de maduración en valores.

AHORA PENSEMOS A lo largo de dos años hemos elaborado nuestro

VI Plan de Pastoral. Es decir, el registro escrito de las decisiones tomadas al planificar la serie de pasos lógicos para renovar nuestra Iglesia diocesana, con-forme a la voluntad de Jesús, con participación de

todos. Debe reflejar lo que Cristo espera de sus instituciones (parroquias y decanatos, consejos, equipos y comi-siones).

Es preciso ubicarnos en el momento preciso en el cual Dios nos llama a construir su Reino aquí y ahora. Nuestro VI Plan diocesano de pastoral es la forma de responder al llamado y misión que tene-mos de evangelizar. Su punto de partida es el análi-sis de la realidad que vivimos, a la luz del Evange-lio, para discernir en comunión y participación las líneas comunes de acción. Se ha tratado de respon-der al llamado que hizo el Papa Juan Pablo II a em-prender una Nueva Evangelización.

Partimos de la simbólica del pez, símbolo de la verdad profunda oculta bajo el agua que el pescador saca a la luz para alimentarse. Jesús hizo de los apóstoles “pescadores de hombres” en la barca de la Iglesia. La diócesis es un pez que navega en el mar tormentoso de la realidad. Su espina dorsal que lo mueve es la realidad social y cultural. Las de-más vértebras (“escenarios” en el Plan) son núcleos medulares desafiantes (familia, adolescentes-jóvenes, TIC [tecnologías de información y comu-nicación social], pobres/pobreza, salud integral, ecología, identidad católica).

Escenario es aquel ambiente en el cual los indi-viduos interactúan entre ellos, manteniendo los pro-cesos naturales, económicos, sociales y culturales, en el marco de la sociedad, y en interrelación con otras sociedades y otros fenómenos. Esa constela-ción de hechos nos afecta a todos, y debemos aten-derlo entre todos.

El escenario global sociocultural se analiza desde dos perspectivas. La social ve la participación activa de sus actores para la evolución y crecimien-to de la sociedad, costumbres y prácticas; distribu-ción de poder y organizaciones; justicia social e igualdad en todas sus esferas; educación formal e informal, liderazgos y procesos sociales, y todo el ámbito ecológico (recursos naturales, medio am-biente, urbanización, servicios públicos, bienes y servicios, infraestructura, etc.).

Lo cultural incluye la visión integral del mundo, considerando aspectos educativos, de entretenimien-to, morales, religiosos, liderazgos, mentalidad, tra-diciones, organismos, leyes, estilos de vida; respeto y tolerancia ante otras formas de pensar para organi-zar la vida en comunidad, interrelacionar diferentes culturas, el intercambio cultural y la globalización, sus productos culturales e intelectuales, música, gastronomía, danzas, rituales o fes-tividades religiosas.

Cada escenario se describe en sus dis-tintos contextos (circunstancias que ayu-

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dan a entender, comprender e interpretar esa

situación): de realidad (descripción de los datos ob-jetivos y análisis de sus indicadores, para una inter-vención global), histórico (antecedentes culturales, económicos y sociopolíticos y evolu-ción histórica desde su origen hasta nuestros días) y teológico-pastoral (principios y valores que orien-tan la acción según el Modelo de Iglesia a construir desde la reflexión asumida de la Escritura, la Tradi-ción y el Magisterio, iluminando la realidad).

Como en la medicina se determinan las causas de la enfermedad y las necesidades más urgentes de curación, en la pastoral se releen los datos de la realidad, a fin de descubrir los aspectos que apoyan o contrastan con el proyecto de Dios, identificar si-tuaciones y problemas nuevos, nucleares o significa-tivos, determinar las urgencias y prioridades, para hacer presente el Reino y sus frutos. El discerni-miento es comunitario, en clima de oración, para descubrir la voluntad de Dios en la situación, deter-minar los medios aptos para cumplirla, y tomar las decisiones pertinentes para ponerlos en práctica.

El diagnóstico presenta las causas, y algunas conversiones o desafíos, con sus misiones o líneas de acción.

Causa es un principio que produce un ser o pro-voca un hecho: sociológica (detectada por observa-ción social de los datos o fenómenos): ético-moral (convicciones y valores que empujan a com-portarse en cierta manera); o pastoral (según el Evangelio, pecados que frenan o gracias que impul-san el trabajo pastoral).

Son conversiones o desafíos pastorales aquellas

situaciones que retan y ponen en crisis nuestra ac-ción pastoral, a las que urge descubrir algunas res-puestas pastorales evangélicas adecuadas o misio-nes, dando un enfoque al conjunto del trabajo pasto-ral en un escenario. Las misiones o líneas pastorales proponen posibles acciones concatenadas que mar-can una dirección a los esfuerzos y acciones.

LUEGO ACTUEMOS Ante la diversidad y pluralidad de acciones, es

necesario asumir algunos criterios pastorales básicos que permitan delinear un estilo evangelizador co-mún a todos. Su clara asunción no es sólo una exi-gencia organizativa, sino la forma de realizar la co-munión misionera de la Iglesia. Proponemos 4 crite-rios.

1. La pastoral ordinaria y orgánica dioce-sana Estamos llamados a trabajar tenazmente para que el único programa del Evangelio

y el proyecto de Dios sea el centro de la vida de ca-da comunidad eclesial. La Iglesia de Jesucristo sub-siste y se encarna en cada Iglesia particular, donde se encuentran todos los elementos eclesiales necesa-rios para la santificación y la misión de cada cris-tiano y de todas las comunidades. Para lograrlo se requiere activar, potenciar y enriquecer las estructu-ras de diálogo y participación en cada Iglesia parti-cular, que produzcan planes donde todos se sientan incorporados. Destacan los organismos previstos en el derecho: Consejo Presbiteral, Consejos Pastorales y de Asuntos Económicos, y demás estructuras para favorecer la actividad pastoral. Con el auxilio de Asambleas del pueblo de Dios y otras formas de consulta y participación, buscamos el proyecto de Dios para nuestras comunidades. Todas las fuerzas apostólicas (parroquias, comunidades religiosas, co-legios y universidades, instituciones, asociaciones, movimientos, grupos y organizaciones laicales) se sientan llamadas a hacer su aporte, integrándose ac-tivamente en la pastoral orgánica de la Diócesis, desde su identidad y función específicas.

Para asegurar la vitalidad de esta pastoral ordina-ria y orgánica, retomemos con energía el proceso de la reforma y conversión de nuestras parroquias. Ca-da parroquia ha de renovarse en orden a aprovechar la totalidad de sus potencialidades pastorales para llegar efectivamente a cuantos le están encomenda-dos. Con todos sus organismos e instituciones, ha de asumir decididamente un estado permanente de mi-sión, en su propio territorio, pues la parroquia es para todos los que integran su jurisdicción, sean bautizados o ignoren o rechacen a Jesucristo, o pres-cindan de Él en sus vidas.

2. Un camino integral de santidad La santidad es la perspectiva en la que debe si-

tuarse todo camino pastoral. La tarea de la Iglesia se orienta a llamar a todos a alcanzar la santidad en plenitud. Tal plenitud se va edificando por medio de los sacramentos de Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. La santidad de nuestras comunidades, es lo que ha de sostener y potenciar las actividades propias de la pastoral ordinaria. Ahí interviene la pastoral del triple ministerio.

Todo camino integral de santificación implica un compromiso por el bien común social. Se trata de presentar el anuncio de Jesucristo, Señor y Salvador, con valentía, audacia y ardor testimonial, integrando mejor en la acción pastoral la opción por los pobres, la promoción humana y la evangelización de la cul-tura. Nunca hemos de separar la santificación de los compromisos sociales.

3. Todos sujetos y todos destinatarios de la ta-rea evangelizadora

Somos protagonistas todos y cada uno de los bautizados, especialmente los laicos. Han de partici-

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En el fondo, estas actitudes o medicinas espiri-tuales (oración, penitencia y adoración) permitirán volver a experimentar que ser cristiano es saberse dichoso y portador de bienaventuranza para los de-más. Es pertenecer a la Iglesia de las bienaventuran-zas para los triunfadores de hoy: los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los odiados, excluidos e insultados (cfr. Lc 6,20-23). En las bienaventuran-zas el Señor nos indica el camino. Caminándolas podemos arribar a la felicidad más auténticamente humana y divina. Las bienaventuranzas, son el espe-jo en donde mirarnos, lo que nos permite saber si estamos caminando sobre un sendero justo: es un espejo que no miente.

Si el Señor nos consideró dignos de vivir esta

hora, no lo hizo para avergonzarnos o paralizarnos frente a los desafíos, sino para dejar que su Palabra vuelva, una vez más, a provocar y hacer arder el corazón como lo hizo con nuestros padres, para que nuestros hijos e hijas tengan visiones y nuestros an-cianos vuelvan a tener sueños proféticos (cfr. Joel 3,1). Su amor “nos permite levantar la cabeza y vol-ver a empezar, con una ternura que nunca nos de-silusiona y que siempre puede devolvernos la ale-gría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que na-da pueda más que su vida que nos lanza hacia ade-lante!” (EG 5).

LECTURAS 1 Re 8, 22-23. 27-30: Tus ojos se hallen abier-

tos hacia este templo (O bien) 2 Reyes 20, 1-6: He visto tus lágrimas. Mira, voy a curar-te.

Sal 121, 1bc-2. 3-4. 8-9 R. Vamos alegres a la casa del Señor

Ap 21, 9b-14: Te mostraré la novia, la esposa del Cordero

Jn 2, 13-22: Hablaba del templo de su templo o bien Juan 15, 1-8: A todo sarmiento que da fruto lo poda, para que dé más fruto

. ORACIÓN DE LOS FIELES Ponemos en manos del Señor las necesidades de

todos los hombres y mujeres, sobre todo las de aquellos que tienen más apremio de solución.

R. Todo lo esperamos de ti, Señor. 1.- Por el Papa Francisco, para que el Señor le

siga dando la fuerza y el amor que nos demuestra en cada momento. Oremos

2.- Por la Igle-

sia, imagen de la Jerusalén celeste, para que se vea iluminada cons-tantemente por la Gloria de Dios. Oremos.

3.- Por todos los gobiernos; para que no se can-

sen de esforzarse por la dignidad, armonía y paz de todos los que pusimos en ellos su confianza, y lu-chen contra toda injusticia y el terrorismo. Oremos.

4.- Por los enfermos que sufren en su cuerpo y

en su alma el dolor de tantas heridas abiertas; para que el Señor los proteja y encuentren personas ama-bles y responsables que suavicen su enferme-dad. Oremos.

5.- Por las familias instaladas en la comodidad,

el egoísmo y la apatía; para que llegue a ellas esa paz que da el Señor y que nace del diálogo, del es-fuerzo, del servicio, del perdón y de la entre-ga. Oremos.

6.- Por cuantos celebramos esta Eucaristía; para

que seamos constructores de paz en el sitio donde Dios nos ha puesto, pidiéndole fuerza y valentía pa-ra ser portadores de su bondad y su amor. Oremos.

Señor, acepta nuestras súplicas y ayúdanos a ha-

cer que nuestras acciones sean agradables a tus ojos. Por Jesucristo nuestro Señor.

10. JUNTOS CONSTRUYEN-

DO CON CRISTO EL FUTURO DESEADO

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“proagon” = el que se adelanta, el avanzado (cfr.

2Jn 9) y que pretende ir más allá del nosotros ecle-sial que preserva de los excesos que atentan a la co-munidad.

Hay tentación de reducir el Pueblo de Dios a un

grupo ilustrado, que no permite ver, saborear y agra-decer esa santidad desparramada y vive “en el pue-blo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los en-fermos, en las religiosas ancianas que siguen son-riendo... En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Muchas veces la santidad ‘de la puerta de al lado’, de aque-llos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios” (GeE 4).

Esa es la santidad que protege y reguardó siem-

pre a la Iglesia de toda reducción ideológica cientifi-cista y manipuladora. Santidad que evoca, recuerda e invita a desarrollar ese estilo mariano en la activi-dad misionera de la Iglesia capaz de articular la jus-ticia con la misericordia, la contemplación con la acción, la ternura con la convicción. “Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella ve-mos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes que no necesitan mal-tratar a otros para sentirse importante” (EG 283).

Estemos atentos a la tentación del padre de la

mentira y la división, al maestro de la separación que, impulsando buscar un aparente bien o respuesta a una situación determinada, termina fragmentando de hecho el cuerpo del santo Pueblo fiel de Dios. Como cuerpo apostólico caminemos y caminemos juntos, escuchándonos bajo la guía del Espíritu San-to, aunque no pensemos igual, desde la sapiente convicción que “la Iglesia, con el correr de los si-glos, tiende constantemente a la plenitud de la ver-dad divina hasta que en ella se consumen las pala-bras de Dios” (DV 8).

La perspectiva sinodal no cancela los antagonis-

mos o perplejidades, ni los conflictos quedan supe-ditados a resoluciones sincretistas de buen consenso o resultantes de la elaboración de censos o encuestas sobre tal o cual tema. Eso sería muy reductor. Con el trasfondo y centralidad de la evangelización y

del Sentido de Iglesia como elementos de-terminantes de nuestro ADN eclesial, re-clama asumir conscientemente un modo de ser Iglesia donde “el todo es más que la

parte, y también es más que la mera suma de ellas… Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos… Se traba-ja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una pers-pectiva más amplia” (EG 235).

Esto requiere en todo el Pueblo de Dios un esta-

do de vigilia y conversión que permitan mantener vivas y operantes estas realidades. Vigilia y conver-sión son dones que sólo el Señor nos puede regalar. A nosotros nos basta pedir su gracia por medio de la oración y el ayuno. Durante su vida, especialmente en los momentos de las grandes decisiones, el Señor fue particularmente tentado. La oración y el ayuno tuvieron un lugar especial como determinante de todo su accionar posterior (cfr. Mt 4,1-11). La sino-dalidad tampoco puede escapar a esta lógica, y tiene que ir siempre acompañada de la gracia de la con-versión para que nuestro accionar personal y comu-nitario pueda representar y asemejarse cada vez más al del abajamiento o kénosis de Cristo (cfr. Flp 2,1-11). Hablar, actuar y responder como Cuerpo de Cristo significa también hablar y actuar a la manera de Cristo con sus mismos sentimientos, trato y prio-ridad. Por tanto, la gracia de la conversión, siguien-do el ejemplo del Maestro que “se anonadó a sí mis-mo, tomando la condición de esclavo” (Flp 2,7), nos libra de falsos y estériles protagonismos, nos desins-tala de la tentación de permanecer en posiciones protegidas y acomodadas y nos invita a ir a las peri-ferias para encontrarnos y escuchar mejor al Señor.

Esta actitud de kénosis nos permite también ex-

perimentar la fuerza creativa y siempre rica de la esperanza que nace de la pobreza evangélica a la que estamos llamados, la cual nos hace libres para evangelizar y testimoniar.

Sin esta dimensión corremos el riesgo de partir

desde nosotros mismos o del afán de autojustifica-ción y autopreservación que nos llevará a realizar cambios y arreglos pero a mitad de camino, los cua-les, lejos de solucionar los problemas, terminarán enredándonos en un espiral sin fondo que mata y asfixia el anuncio más hermoso, liberador y promi-tente que tenemos y que da sentido a nuestra exis-tencia: Jesucristo es el Señor. Necesitamos oración, penitencia y adoración que nos pongan en situación de decir como el publicano: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!” (Lc 18, 13); no como actitud ingenua o pusilánime sino con la valentía para abrir la puerta y ver lo que normalmente queda velado por la superficialidad, la cultura del bienestar y la apariencia.

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par en las distintas instancias de la acción pastoral, no sólo en la ejecución, sino también en la planifi-cación, en la celebración y en la evaluación. Hemos de ingeniarnos para facilitar que en las actividades evangelizadoras también se integren los niños y los ancianos.

Reconocemos el potencial misionero de todo el pueblo bautizado como interlocutor y protagonista, y no sólo destinatario, de la Nueva Evangelización. Es de primera importancia atender a la religiosidad de nuestro pueblo, asumiéndola como espacio de evangelización, y como fuerza activamente evange-lizadora. Hay una búsqueda de Dios que se percibe en las manifestaciones de la piedad popular, que otorga identidad cultural a nuestro pueblo y es transmisora de verdadera fe católica.

Llegar a todos, propiciando su inserción cordial en la vida de la Iglesia, pues la mayor parte no han tomado plena conciencia de su pertenencia a ella. Se sienten católicos, pero no miembros de la Iglesia. La Nueva Evangelización implica un esfuerzo por salir al encuentro de todos en nuestros ambientes, especialmente de los que se sienten más alejados, allí donde se hallan y en la situación en la que se encuentran, para ayudarles a experimentar la miseri-cordia del Padre.

4. Un itinerario formativo gradual La tarea evangelizadora ha de tener en cuenta la

cotidiana experiencia de la gente, lo que viven las personas, sus inquietudes, sueños, expectativas y preocupaciones. Son innumerables los aconteci-mientos de la vida y las situaciones humanas que ofrecen la ocasión de anunciar, de modo discreto pero eficaz, lo que el Señor desea comunicar en una determinada circunstancia.

Es necesaria una sensibilidad espiritual para leer el mensaje de Dios en los acontecimientos que son signos de los tiempos. Una pedagogía que presente la santidad como un ideal atractivo, posible con la ayuda de la gracia, en cada momento de la existen-cia personal. Y un itinerario de formación perma-nente para la maduración de la fe, atentos a las si-tuaciones y a los procesos de las personas y comuni-dades.

Los principios morales siempre deben proponer-se y defenderse con claridad, con un gradual y lento proceso de crecimiento espiritual y de desa-rrollo de la conciencia moral, en los que la gracia de Dios trabaja con la libertad del hombre, sin violentarla. Una libertad llena de condi-cionamientos, en ciertas circunstancias, puede dis-minuir la responsabilidad de las acciones. El Espíri-tu Santo quiere hacernos crecer en la gloriosa liber-tad de los hijos de Dios.

LECTURAS:

Apocalipsis 21,5-7: Al vencedor le reservo esta he-rencia (n. 710 pag 804).

Salmo 121: Escucha, Señor, la súplica de tus sier-vos, y dales tu paz (n. 888 pag 936).

1 Corintios 12,12-27: Todos son miembros del cuer-po de Cristo

Mateo 13,44-46: Va, vende cuanto tiene y compra el campo (n. 225 pag 474). ORACIÓN DE LOS FIELES Pedimos al Padre, por mediación de Jesucristo,

que siga enviando su Amor al mundo, y con la ayu-da del Espíritu lo dejemos anidar en nuestros cora-zones, diciendo:

R. Padre, haznos acogedores de tu amor. 1. Por la labor del Papa en la tierra, para que su

mensaje llegue a todos y el Señor le sostenga en es-ta tarea evangelizadora. Oremos.

2. Por todos los pueblos del mundo, para que la concordia y la paz que vienen de Dios, sean cons-tructores de justicia y progreso entre sus gen-tes. Oremos.

3. Por todos aquellos que viven lejos de Dios y de su Iglesia, para que sientan la necesidad de ado-rar al Padre en Espíritu y Verdad y vuelvan sus co-razones al Amor que Dios nos regala. Oremos.

4. Por los enfermos, sus cuidadores y familiares, para que el Espíritu del Amor les sostenga en estos momentos difíciles y los lleve a una pronta recupe-ración. Oremos.

5. Por las familias cristianas, para que hagan del Amor el único soporte de sus vidas, capaz de hacer-los superar sus dificultades y problemas. Oremos.

6. Por los agentes de pastoral, para que el Señor les dé fuerza y les ayude a seguir adelante, pues ellos son el alma y el cimiento de la Igle-sia. Oremos.

Por todos los que trabajamos siguiendo un plan de pastoral, para que mediante la generosa colabora-ción de cada uno lleguemos a construir un mundo mejor. Oremos.

Padre, concede ayuda a tu pueblo en estas nece-sidades y en todo aquello que precise para continuar su caminar con el impulso del Espíritu Santo. Por Jesucristo Nuestro Señor.

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4. POR UNA NUEVA EVANGELIZA-CIÓN

Introducción El cambio de la sociedad mundial ha sido tan

profundo en tantos órdenes, que emergió un nuevo orden de «valores», ya no en conformidad con el Evangelio, originando un cambio de época. Por es-tas razones, la nueva cultura de la increencia está reclamando una nueva evangelización. Su centro debe ocuparlo siempre el testimonio y el anuncio explícito de Cristo, muerto, resucitado y Señor, con el objetivo infundir un nuevo espíritu, una nueva alma y una nueva conciencia de liberados del egoís-mo y de animados por el amor y la solidaridad entre los pueblos.

La Pastoral no es una mera actividad formativa y organizativa, o de relevancia secundaria. Dice refe-rencia a la acción del pastor de apacentar a su grey. Jesús se llama a sí mismo “Buen Pastor” (Jn 10,11). Son pastores los que le suceden en este mi-nisterio. La Iglesia se pone en juego a sí misma en el momento de la pastoral. Y si la razón de ser de la Iglesia es evangelizar, es decir, anunciar la Buena Noticia de la salvación en Cristo, a las personas de cada tiempo y lugar, hablamos de Nueva Evangeli-zación para hoy, aunque ya no aparezca en el objeti-vo.

PRIMERO VEAMOS La evangelización siempre ha sido nueva, pues

toda adaptación requiere novedad: la perenne nove-dad de la salvación del hombre y de la historia en situaciones tan cambiantes, y de una humanidad tan plural.

Edad apostólica: Por todos los caminos, con los medios a su alcance, los apóstoles y misioneros iti-nerantes anduvieron anunciando a Cristo y fundando comunidades. Y el mensaje evangélico, originado en cultura semita, pasó a una cultura grecolatina. Orga-nizaron los ministerios. Definieron el proceso de hacerse cristiano.

Antigüedad cristiana: La Iglesia, sometida a persecución por el Imperio Romano, ofreció el bri-llante testimonio de los mártires. Instituyó el catecu-menado y la penitencia pública. Una vez que vino la paz, se masificó el cristianismo, sobrevino una mun-

danización y surgieron movimientos heré-ticos; la «invasión de los bárbaros» trajo una nueva cultura. Surgieron los monaste-rios, que oxigenaron el espíritu, conserva-

ron la cultura, y promovieron el progreso y la uni-dad de la Iglesia.

Edad media: Ante la desarticulación del Imperio Romano de Occidente por la invasión de los bárba-ros y el arrianismo, el Carisma de san Benito de Nursia, y el de Cirilo y Metodio, que fundaron la mayoría de los pueblos de Europa, originaría e im-pulsaría una nueva civilización: la cristiandad me-dieval, en medio de la revolución urbana, mercantil y universitaria del Bajo Medievo. Cuando los víncu-los feudales pusieron en juego la libertad de la Igle-sia, los monasterios renovados de Cluny y Claraval irradiaron santidad y renovación.

La reforma gregoriana fue una segunda evange-lización de la cristiandad. Y ante fenómenos secta-rios, aparecieron las Órdenes mendicantes para una autenticidad de vida cristiana en el seno de la Iglesia católica.

Edad moderna: A la Crisis protestante, se res-pondió con la “reforma católica”, que culmina con el Concilio de Trento, alba de la modernidad. Se emprendió la Evangelización de los “nuevos mun-dos” descubiertos: América, África, Asia. En la se-gunda mitad del siglo XIX sobrevino una ideología de Modernidad secularizante y anticlerical, que ori-ginó persecución por parte de los nuevos Estados nacionales, y vino un resurgimiento teológico, pa-trístico, espiritual y misionero.

Edad contemporánea: El existencialismo es una manifestación de la crisis de la modernidad ante guerras mundiales. Un gran despertar de reflexión y acción, con gran riqueza intelectual y misionera, preparó el Concilio Vaticano II, que empujó a una evangelización nueva: rompe los modelos eclesiales del pasado; orienta para que los nuevos modelos ex-presen la novedad del Evangelio, en la contingencia de un nuevo tiempo y de contextos nuevos y múlti-ples. Ofrece intuiciones pastorales para el paso de una cultura de cristiandad a otra de modernidad; de sacramentalización a evangelización, de pastoral de conservación a una de diálogo y testimonio; de in-vernadero espiritual a misión; de fidelidad a Dios, a una fidelidad al hombre y a la historia.

Sobrevino la Post modernidad, marcada por la globalización, la secularización, las nuevas tecnolo-gías de información y comunicación, y toda la cultu-ra digital. Eso pide una Nueva Evangelización.

Proyecto “Nueva Evangelización”: Designa la necesidad de reformular la evangeli-

zación, como Iglesia, que es misterio, comunión y misión, por la fuerza del Espíritu Santo.

San Juan Pablo II mencionó por primera vez el

término “nueva evangelización” en 1979 en Polonia y lo universalizó en el discurso pronunciado en la

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mos responder a la vez a todas las preguntas y pro-blemas. La Iglesia es y será siempre peregrina en la historia, portadora de un tesoro en vasijas de barro (cfr. 2Co 4,7). Nunca será perfecta en este mundo; su vitalidad y hermosura radica en el tesoro del que es constitutivamente portadora (cfr. LG 8).

Es cierto, hay momentos duros, tiempos de cruz,

pero nada puede destruir la alegría sobrenatural, que se adapta, se transforma y siempre permanece, al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. La evangelización genera seguridad interior, una serenidad esperanzadora que brinda su satisfac-ción espiritual incomprensible para los parámetros humanos (cf. GeE 125). El mal humor, la apatía, la amargura, el derrotismo, así como la tristeza no son buenos signos ni consejeros; es más, hay veces que “la tristeza tiene que ver con la ingratitud, con estar encerrado en sí mismo y uno se vuelve incapaz de reconocer los regalos de Dios” (GeE 126).

LUEGO ACTUEMOS Nuestra preocupación principal ronda en cómo

compartir esta alegría abriéndonos y saliendo a en-contrar a nuestros hermanos principalmente aque-llos que están en las periferias, tirados en las calles, en cárceles y hospitales, hundidos en droga o delin-cuencia, rondando por plazas y ciudades. El Señor fue claro: “busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,33). Salir a ungir con el espíritu de Cristo todas las reali-dades terrenas, en sus múltiples encrucijadas princi-palmente allí “donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciuda-des” (EG 74).

Ayudar a que la Pasión de Cristo toque real y

concretamente las múltiples pasiones y situaciones donde su Rostro sigue sufriendo a causa del pecado y la inequidad. Pasión que pueda desenmascarar las viejas y nuevas esclavitudes que hieren al hombre y mujer especialmente hoy que vemos rebrotar discur-sos discriminatorios y promueven una cultura basa-da en la indiferencia, el encierro, el individualismo, la expulsión y la exclusión. Y, a su vez, sea la Pa-sión del Señor la que despierte en nuestras comuni-dades y, especialmente en los más jóvenes, la pa-sión por su Reino.

Esto nos pide “desarrollar el gusto espiritual de

estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La

misión es una pa-sión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268).

De ahí la necesidad de mantener siempre viva y

efectiva la comunión con todo el cuerpo de la Igle-sia, que nos ayuda a superar la ansiedad que nos en-cierra en nosotros mismos y en nuestras particulari-dades a fin de poder mirar a los ojos, escuchar o re-nunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces esta actitud puede manifestarse en el mínimo gesto, como el del padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad (cfr. EG 46). Esto no es sinónimo de no caminar, avanzar, cambiar e inclusive no debatir y discrepar, sino es simplemente la consecuencia de sabernos constitutivamente parte de un cuerpo más grande que nos reclama, espera y necesita y que también nosotros reclamamos, esperamos y necesi-tamos. Es el gusto de sentirnos parte del santo y pa-ciente Pueblo fiel de Dios.

El Sentido de Iglesia nos libera de particularis-

mos y tendencias ideológicas para hacernos gustar de esa certeza del Concilio Vaticano II, cuando afir-maba que la Unción del Santo (cfr. 1Jn 2,20.27) pertenece a la totalidad de los fieles (cfr. LG 12).

La comunión con el santo Pueblo fiel de Dios, portador de la Unción, mantiene viva la esperanza y la certeza de saber que el Señor camina a nuestro a lado y es Él quien sostiene nuestros pasos.

Un sano caminar juntos debe traslucir esta con-

vicción buscando los mecanismos para que todas las voces, especialmente la de los más sencillos y hu-mildes, tengan espacio y visibilidad. La Unción del Santo que ha sido derramada a todo el cuerpo ecle-sial “reparte gracias especiales entre los fieles de cualquier estado o condición y distribuye sus dones a cada uno según quiere (1Co 12,11). Con esos do-nes hace que estén preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a re-novar y construir más y más la Iglesia, según aque-llas palabras: A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común (1Co 12,7)” (LG 12).

Esto nos ayuda a estar atentos a esa antigua y

siempre nueva tentación de los promotores del gnosticismo que, queriendo hacerse un nombre proprio y expandir su doctrina y fama, buscaban decir algo siempre nuevo y distinto de lo que la Palabra de Dios les regala. San Juan lo describe con el término

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evangelización debe ser nues-tro criterio-

guía por excelencia sobre el cual discernir todos los movimientos que estamos llamados a dar como co-munidad eclesial; la evangelización constituye la misión esencial de la Iglesia (cfr. EN 14).

Debemos preguntarnos qué cosa el Espíritu dice

hoy a la Iglesia (cfr. Ap 2,7), reconocer los signos de los tiempos (cfr. GS 4,11), que no es sinónimo de adaptarse al espíritu del tiempo (cfr. Rm 12,2). To-das las dinámicas de escucha, reflexión y discerni-miento tienen como objetivo volver a la Iglesia cada día más fiel, disponible, ágil y transparente para anunciar la alegría del Evangelio, base sobre la cual pueden ir encontrando luz y respuesta todas las cuestiones (cfr. EG 213). Los desafíos están para ser superados. Debemos ser realistas pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. “¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!” (EG 109).

Es necesario recuperar el primado de la evange-

lización para mirar el futuro con confianza y espe-ranza porque, “evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma.

La evangelización, así vivida, no es una táctica

de reposicionamiento eclesial en el mundo de hoy o un acto de conquista, dominio o expansión territo-rial; tampoco un retoque que la adapte al espíritu del tiempo pero que le haga perder su originalidad y profecía; como tampoco es la búsqueda para recupe-rar hábitos o prácticas que daban sentido en otro contexto cultural. Es un camino discipular de res-puesta y conversión en el amor a Aquel que nos amó primero (cfr. 1Jn 4,19); un camino que posibilite una fe vivida, experimentada, celebrada y testimo-niada con alegría. La evangelización nos lleva a re-cuperar la alegría del Evangelio, la alegría de ser cristianos.

AHORA PENSEMOS Para vivir el primado de la evangelización en

nuestra diócesis, hemos emprendido un camino si-nodal. Es decir, bajo la guía del Espíritu Santo, ca-minar juntos y con toda la Iglesia, bajo su luz e irrupción, para aprender a escuchar y discernir el horizonte siempre nuevo que nos quiere regalar.

El Concilio Vaticano II hizo tomar conciencia a

la Iglesia sobre sí misma y su misión en el mundo. Este camino iniciado hace más de cincuenta años nos sigue estimulando en su recepción y desarrollo, y todavía no ter-

mina, sobre todo, en relación a la sinodalidad a ope-rarse en los niveles de la vida eclesial (parroquia, diócesis, orden nacional, Iglesia universal, diversas congregaciones y comunidades).

Este proceso, especialmente en estos tiempos de

fuerte tendencia a la fragmentación y polarización, reclama desarrollar y velar para que el sentido de Iglesia también viva en cada decisión que tomemos y nutra todos los niveles. Se trata de vivir y de sentir con la Iglesia y en la Iglesia, lo cual, en no pocas situaciones, también nos llevará a sufrir en la Iglesia y con la Iglesia. La Iglesia Universal vive en y de las Iglesias particulares (cfr. LG 23), así como las Iglesias particulares viven y florecen en y de la Igle-sia Universal, y si se encuentran separadas del ente-ro cuerpo eclesial, se debilitan, marchitan y mueren.

Los desafíos que tenemos entre manos, las dife-

rentes cuestiones e interrogantes a enfrentar no pue-den ser ignoradas o disimuladas: han de ser asumi-das pero cuidando de no quedar atrapados en ellas, perdiendo perspectiva, limitando el horizonte y frag-mentando la realidad. “Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la uni-dad profunda de la realidad” (EG 226). El sentido de Iglesia nos regala ese horizonte amplio de posibili-dad desde donde buscar responder a las cuestiones que urgen y además nos recuerda la belleza del ros-tro pluriforme de la Iglesia (cfr. NMI 40). Rostro pluriforme no sólo desde una perspectiva espacial en sus pueblos, razas, culturas (cfr. LG 13), sino también desde su realidad temporal que nos permite sumergirnos en las fuentes de la más viva y plena Tradición la cual tiene la misión de mantener vivo el fuego más que conservar las cenizas, y permite a todas las generaciones volver a encender, con la asistencia del Espíritu Santo, el primer amor.

Esa sinodalidad tiene doble perspectiva:

“sinodalidad desde abajo hacia arriba”, o sea el de-ber de cuidar la existencia y el buen funcionamiento de la Diócesis: los consejos, las parroquias, la parti-cipación de los laicos... (cf, CEC 469-494), comen-zando por la diócesis, pues no se puede hacer un gran sínodo sin ir a la base. Y “sinodalidad desde arriba hacia abajo” que permite vivir de manera es-pecífica y singular la dimensión Colegial del minis-terio episcopal y del ser eclesial (cfr. LG 23; ChD 3; Comisión Teológica Internacional, La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia). Sólo así podemos alcanzar y tomar decisiones en cuestiones esenciales para la fe y la vida de la Iglesia.

Se trata de caminar juntos, con paciencia, unción

y la humilde y sana convicción de que nunca podre-

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Asamblea del CELAM en Puerto Príncipe en 1983, pidiendo que fuera nueva en su ardor, sus métodos y sus expresiones. Se refería a la realización del pro-yecto del Vaticano II en continuidad con la tradi-ción: una reanudación de la Iglesia a partir de sus orígenes sobrenaturales.

En sus viajes a América Latina con motivo de los 500 años de la evangelización lo fue profundi-zando.

En las Asambleas especiales del Sínodo de los Obispos para cada continente con motivo del Gran Jubileo, lo lanzó como proyecto de la Iglesia a nivel universal.

El Papa Benedicto XVI le dedicó un Sínodo (2012).

Y el Papa Francisco lo va concretizando en ac-ciones concretas.

AHORA PENSEMOS El mundo está necesitado de la Buena Noticia de

nuestra salvación en Cristo. Las realidades religio-sas y sociales, tan claras y definidas ayer, son hoy complejas y difíciles de deslindar. Mientras que existen antiguas cristiandades necesitadas de una reevangelización, hay muchos lugares de la tierra a los que no ha llegado todavía el primer anuncio del Evangelio.

La calidad de la nueva evangelización dependerá de la presencia de la Iglesia en esa vanguardia de la humanidad, constituida por los más pobres y opri-midos; de su capacidad de encuentro y diálogo con las culturas, particularmente la digital, para una hu-manización abierta a la trascendencia. Dependerá, en fin, de la apertura al encuentro con Cristo Salva-dor, verdadero modelo de solidaridad y amor, de libertad y justicia, de humanidad nueva en una civi-lización del amor.

San Juan Pablo II, en su encíclica «Redemptoris missio», distingue tres situaciones:

a)- Misión ad gentes: actividad misionera en pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales, donde Cristo y su Evangelio no son conocidos o donde faltan comunidades cristianas que puedan encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos.

b)- Nueva Evangelización: situación intermedia donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existen-cia alejada de Cristo y de su Evangelio.

c) Acción pastoral: acción en las comunidades cristianas con estructuras adecuadas y sólidas, gran fervor de fe y de vida, que irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente y sienten el compromiso

de la misión uni-versal.

En 1983, Juan Pablo II pedía en Haití a nuestro continente empren-der una Nueva Evangelización. Es una nueva etapa en el proceso de evangelización, aprovechando la experiencia de 500 años. Es el mismo proceso de evangelización, pero con mayor intensidad (sin des-canso), con mayor extensión (no dejar ámbito de vida sin evangelizar), con mayor profundidad (que lleve a una conversión personal, social y estructu-ral), con mayor espíritu crítico (para evitar errores pasados, impulsar dinamismos y prever tendencias).

Con nuevo ardor: un entusiasmo y un poder que engendre una espiritualidad pastoral de pobreza evangélica. Una nueva experiencia cristiana: una espiritualidad encarnada en la realidad, mediante el acercamiento al pueblo pobre y sencillo; una espiri-tualidad de éxodo, en medio de conflictos, por una liberación integral; solidarios en llevar la Cruz co-mo camino a la Resurrección. Pide ejercer un profe-tismo, hasta la muerte martirial.

Con nuevos métodos: creatividad para buscar eficacia, de manera que no sea colonizadora, y pro-mueva comunión y participación de todos, desde la base, como respuesta a la realidad. Con el estilo de Jesús: a partir de la realidad, asumiendo sus espe-ranzas y anhelos, con un lenguaje vital para expre-sar el designio del Padre; se pone de parte de los oprimidos, pecadores y marginados; dialoga y pro-pone pero no impone; con hechos concretos; asume la conflictividad de su mensaje, y vence la tentación de imponer el Reino mediante poder o fuerza. No es una religiosidad ritualista y desencarnada.

Con nuevas expresiones: un lenguaje actual, temas que respondan a las aspiraciones, inculturan-do el Evangelio en el ambiente técnico, urbano y cibernético, así como en las demás culturas, inclu-yendo la tradicional rural. Desarrolla las semillas del Verbo existentes en nuestras culturas, en diálogo con las culturas pobres y marginadas. Con el poten-cial evangelizador de los pobres, teniendo como motor la liberación integral.

Este proyecto, el Papa lo extendió a todo el mundo en la década de los 90. La novedad está en:

a) Su amplitud y extensión: hasta las zonas y grupos marginados, brindando acompañamiento.

b) Su profundidad: penetrar hasta el corazón de las culturas: sus criterios de juicios, valores determi-nantes, puntos de interés, líneas de pensamiento, fuentes inspiradoras, modelos de vida.

c) Su calidad: sea transformadora, en-carnada, de acuerdo a las opciones de Je-sús.

d) Su intensidad: todo el tiempo, toda la vida, todo lugar, toda situación.

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e) Su eficacia: lograr la gran transformación

del hombre, de la sociedad y de la cultura. La Nueva Evangelización es la renovación espi-

ritual de la vida de fe de las Iglesias locales, la pues-ta en marcha de caminos de discernimiento de los cambios que afectan la vida cristiana en varios con-textos culturales y sociales, la relectura de la memo-ria de la fe, y la asunción de nuevas responsabilida-des y energías en vista de una proclamación gozosa y contagiosa del Evangelio de Jesucristo.

Hace referencia, por contraste, con una “Vieja evangelización”, que tiene dos formas:

a) De cristiandad o de conservación: Gira en torno al sacerdote y el templo parroquial. Está cen-trada en el culto y en lo devocional, en dar sacra-mentos y en cumplir los mandamientos. No tiene procesos de iniciación ni de formación cristiana. Predomina lo administrativo sobre lo pastoral: más que feligreses, hay clientes, interesan las cantidades y las masas.

b) De postmodernidad o secularista: Responde a las necesidades inmediatas de personas heridas, frustradas, deprimidas, en crisis de identidad e im-potencia, con salidas providencialistas y espectácu-los religiosos para hacerlas felices en el momento. Es un neopaganismo inmanentista, que confunde salvación con salud, éxito y realización afectiva. Ofrece una religión a la carta, que es el producto más rentable del capitalismo, con prácticas eclécti-cas. O una poderosa organización empresarial con gran presencia en los centros culturales, con amplios espacios en los medios de comunicación.

LUEGO ACTUEMOS Cristo es el momento privilegiado de la actua-

ción del Espíritu para la misión. Encarnado por obra del Espíritu Santo (Lc 1,35; Mt 1,20), inicia y reali-za su misión impulsado por el mismo Espíritu (Mt 3,16; Lc 4,1ss). Y el cumplimiento de la misión del Señor llega a su punto culminante en la Pascua, en la que el Espíritu alcanza también su plenitud de manifestación. El Espíritu Santo es, pues, el verda-dero agente e impulsor de la evangelización; es al mismo tiempo, la gracia para evangelizar y el gran don de la evangelización. Él renueva continuamente a la Iglesia para conducirla a la unión perfecta con el Esposo.

La Iglesia, enviada a evangelizar el mundo, va peregrinando, anunciando la Cruz y la Muerte del

Señor, hasta que él venga, llevando con fidelidad y, a veces con heroísmo, su mi-sión. María, con un papel singular en el misterio

de Cristo, tiene una presencia activa y ejemplar en la vida de la Iglesia, que recorre de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María, que avanzó en la pe-regrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz.

Es la primera evangelizada; y también, después de Jesús, la primera evangelizadora. Por medio de la fe, está presente en la misión y la obra de la Iglesia, que introduce en el mundo el Reino de su Hijo.

Ella creyó en la palabra que le anunciaba la bue-na nueva por la Encarnación, y se entregó desde el principio a esta tarea evangelizadora, acompañando y asociándose a la obra de su Hijo, el gran evangeli-zador, hasta la Cruz. Por esta fe, está unida perfecta-mente a Cristo en su despojamiento; participa en la Muerte redentora del Hijo. Y en la mañana de pente-costés, presidió con su oración el comienzo de la evangelización bajo el influjo del Espíritu Santo.

María, como madre de Cristo, está unida de mo-do particular a la Iglesia, que el Señor constituyó como su Cuerpo. Nos precedió, convirtiéndose en tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo». Y en la peregrina-ción de la fe, sigue precediendo al pueblo de Dios. Su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia, para los individuos y comunidades, para los pueblos y naciones, y, en cierto modo, para toda la humanidad.

Es llamada «estrella de la primera y de la nueva

evangelización». Está constantemente presente en este camino de la fe del pueblo de Dios hacia la luz. El magníficat, salido de la fe profunda de María en la visitación, no deja de vibrar en el corazón de la Iglesia a través de los siglos.

LECTURAS

Isaías 63,7-9: Voy a recordar los muchos be-neficios que ha concedido el Señor a su pueblo de Israel (Leccionario III n. 141 pag 413).

Salmo 121: Escucha, Señor, las súplicas de tus siervos, y dales tu paz (n. 888 pag 936).

Efesios 3,17 - 4,1: Somos ciudadanos del cielo (Leccionario III n. 602 pag 738) o bien: Apocalipsis 21,5-7: Al vencedor le reservo esta herencia (n. 710 pag 804).

Mateo 13,44-46: Va, vende cuanto tiene y compra el campo (n. 225 pag 474) o bien: Marcos 4,1-9: Salió el sembrador a sembrar (n. 265 pag 502).

ORACIÓN DE LOS FIELES Señor, tus ojos están puestos en los que esperan

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está gangrenado por falta de flujo de sangre y nece-sita ser evangelizado y visitado por el Señor. Y esto requiere valor y celo misionero.

Una de las primeras y grandes tentaciones a ni-

vel eclesial es creer que las soluciones a los proble-mas presentes y futuros vendrán exclusivamente de reformas puramente estructurales, orgánicas o buro-cráticas pero que, al final, no tocan en nada los nú-cleos vitales que reclaman atención. Se trata de un nuevo pelagianismo, que nos conduce a poner la confianza en las estructuras administrativas y las organizaciones perfectas. Una excesiva centraliza-ción que, en vez de ayudarnos, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera (cfr. EG 32).

Lo que está en la base de esta tentación es pen-

sar que, frente a tantos problemas y carencias, la mejor respuesta sería reorganizar las cosas, hacer cambios y especialmente remiendos que permitan poner en orden y en sintonía la vida de la Iglesia adaptándola a la lógica presente o la de un grupo particular. Pareciera que todo se soluciona y todo vuelve a su cauce en la vida eclesial, cuando la lógi-ca del paradigma tecnocrático se impone en todas las decisiones, relaciones y acentuaciones de nuestra vida (cfr. LS 106-114), afectando nuestra manera de pensar, sentir y amar al Señor y a los demás.

Por ese camino la vida eclesial podría eliminar

tensiones, estar en orden y en sintonía, pero con el tiempo adormece y domestica el corazón de nuestro pueblo, y disminuye y acalla la fuerza vital y evan-gélica que el Espíritu quiere regalar: sería el pecado más grande de mundanidad y de espíritu mundano anti-evangélico. Se tendría un buen cuerpo eclesial bien organizado y hasta modernizado pero sin alma y novedad evangélica; viviríamos un cristianismo gaseoso sin mordedura evangélica. “¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana to-mándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!... Hoy estamos llamados a gestionar el desequilibrio. No-sotros no podemos hacer algo bueno, evangélico si le tenemos miedo al desequilibrio” (EG 97). Hay tensiones y desequilibrios que tienen sabor a Evan-gelio y son imprescindibles mantener porque son anuncio de vida nueva.

Solo en clave teologal, el Evangelio de la Gra-

cia, con la irrupción del Espíritu Santo será la luz y guía para enfrentar estos desafíos. Cada vez que la comunidad eclesial intentó salir sola de sus proble-

mas confiando y focalizándose ex-clusivamente en sus fuerzas o en sus métodos, su inteligencia, su volun-tad o prestigio, terminó por aumentar y perpetuar los males que intentaba resolver. El perdón y la sal-vación no es algo que tenemos que comprar “o que tengamos que adquirir con nuestras obras o esfuer-zos. El Señor nos perdona y nos libera gratis. Su entrega en la Cruz es algo tan grande que nosotros no podemos ni debemos pagarlo, sólo tenemos que recibirlo con inmensa gratitud y con la alegría de ser tan amados antes aún de que pudiéramos imaginar-lo” (ChV 121).

Nuestra misión no se sostiene sobre previsiones,

cálculos o encuestas ambientales alentadoras o des-alentadoras, ni a nivel eclesial, político, económico o social. Tampoco sobre los resultados exitosos de nuestros planes pastorales. Actitud que desencade-naría un espíritu de exitismo cuando el viento sea favorable o de victimismo cuando haya que remar con viento en contra. Lógicas que no pertenecen al espíritu evangélico y traslucen una vivencia elitista de la fe. Ni exitismo ni victimismo, el cristiano es la persona del agradecimiento.

Todas estas cosas son importantes valorarlas,

escucharlas, reflexionarlas y estar atentos, pero en sí no agotan nuestro ser creyente. Nuestra misión y razón de ser radica en que “Dios amó tanto al mun-do que entregó a su Hijo único para que todo el cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3,16). “Sin vida nueva y auténtico espíritu evangéli-co, sin fidelidad de la Iglesia a la propia vocación, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo” (EG 26).

Por eso, la transformación a operarse no puede

responder exclusivamente como reacción a datos o exigencias externas, como las dificultades para visi-bilizar un recambio generacional. Causas objetivas y válidas pero que vistas aisladamente fuera del misterio eclesial favorecen una actitud reaccionaria (tanto positiva como negativa) ante los problemas. La transformación verdadera responde y reclama también exigencias que nacen de nuestro ser creyen-tes y de la propia dinámica evangelizadora de la Iglesia, reclama la conversión pastoral. Se nos pide una actitud que buscando vivir y transparentar el evangelio rompa con “el gris pragmatismo de la vi-da cotidiana de la Iglesia en el cual aparen-temente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y dege-nerando en mezquindad” (EG 83). La con-versión pastoral nos recuerda que la

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9. UN NUEVO ROSTRO DE IGLE-SIA

Introducción El Señor “siempre puede, con su novedad, reno-

var nuestra vida y nuestra comunidad” (EG 11). No vivimos sólo un tiempo de cambios sino un cambio de tiempo que despierta nuevas y viejas preguntas con las cuales es justo y necesario confrontarse. Si-tuaciones e interrogantes que siguen resonando en el seno de nuestras comunidades. Urge responder con parresia (valor, intrepidez, decisión, osadía) a la situación presente. Y contrarrestar con testimonios atractivos y transparencia en las instituciones, toda la oleada de difamación y ataques contra la Iglesia católica como institución, sobre todo por vía mediá-tica y legislativa.

PRIMERO VEAMOS Con gratitud miramos esa red capilar de comuni-

dades, parroquias, capillas, colegios, hospitales, es-tructuras sociales tejidas a lo largo de la historia, y que son testimonio de la fe viva que nos ha sosteni-do, nutrido y vivificado durante varias generaciones. Una fe que pasó por momentos de sufrimiento, con-frontación y tribulación, pero también de constancia y vitalidad que se demuestra también hoy rica de

frutos en tantos testimonios de vida y obras de caridad. Cuántos agentes, con sentido de corresponsabilidad y generosi-dad, han tendido su mano y acompañado

procesos de evangelización en otras regiones más carentes de posibilidades. Hemos regalado a la Igle-sia Universal no sólo santos y santas, sobre todo mártires, sino también fundadores de institutos reli-giosos, obispos, teólogos, pastores y laicos que ayu-dan al encuentro entre el Evangelio y las culturas, para alcanzar nuevas síntesis capaces de despertar lo mejor de ambos (cfr. GS 58).

El proceso de pastoral orgánica permite un nota-

ble esfuerzo por individuar respuestas pastorales a la altura de los desafíos que se nos presentan. Analizar la realidad, iluminarla con la Palabra viva de Dios en la Iglesia, y desencadenar sinodalmente procesos de acción, crea una mística de comunión y participa-ción, y una cultura pastoral propia. Incentivando las instancias de oración, de intercambio cultural y ejer-cicio de la caridad, debemos superar prejuicios, competencias y heridas del pasado, para celebrar y testimoniar mejor la alegría del Evangelio.

Pero hay una creciente erosión y decaimiento de

la fe, con todo lo que conlleva a nivel espiritual, so-cial y cultural. Cada vez aumentan adultos sin bauti-zar, jóvenes sin contacto alguno con la Iglesia, inmi-grantes que no conocen a Cristo; decae muy fuerte la participación en la Misa dominical y la vida sa-cramental. Ese deterioro multifacético y de no fácil y rápida solución, pide un abordaje serio y conscien-te que nos estimule a volvernos, en el umbral de la historia presente, como aquel paralítico mendicante de la puerta hermosa, para escuchar las palabras del apóstol: “No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, leván-tate y camina” (Hch 3, 6).

Los interrogantes presentes, y sus respuestas,

exigen “una larga fermentación de la vida y la cola-boración de todo un pueblo por años” (Yves Con-gar). Esto nos estimula a generar y poner en marcha procesos que nos construyan como Pueblo de Dios más que la búsqueda de resultados inmediatos.

Se puede caer en sutiles tentaciones que, lejos de

ayudarnos a caminar juntos, nos mantienen aferra-dos e instalados; y con el agravante de que, si no somos conscientes, podremos terminar girando en torno a un complicado juego de argumentaciones, disquisiciones y resoluciones que no hacen más que alejarnos del contacto real y cotidiano del pueblo fiel y del Señor.

Asumir y sufrir la situación actual no implica

pasividad, resignación ni negligencia. Por el contra-rio, supone una invitación a tomar contacto con aquello que en nosotros y en nuestras comunidades

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tu misericordia, por eso, al recibir y asumir nuestro VI Plan de pastoral, ponemos nuestras peticiones ante Ti, confiando en la generosidad de tu corazón.

R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre no-sotros

Por la Iglesia; para que dé razones sólidas para creer y esperar, y para que nos ayude a poner nues-tras vidas en las manos de Dios, con la certeza de que Dios habita en cada uno de nosotros. Oremos. Por el Papa, los obispos, los sacerdotes; para que

nos enseñen a creer en Dios trino y uno, y arro-dillarnos ante el misterio para experimentar: la vida, el amor y la plenitud de Dios. Oremos.

Por las naciones, pueblos, familias y personas que

no encuentran la paz; para que el Señor ablande su corazón y los lleve a aceptar, perdonar, com-partir, llegando a la concordia y la tranquili-dad. Oremos.

Por los agentes de pastoral, para que el Señor les dé

fuerza y les ayude a seguir adelante, pues ellos son el alma y el cimiento de la Iglesia. Oremos.

Por los pueblos, familias, personas y grupos que no hallan la paz; para que el Señor ablande su cora-zón y puedan aceptar, perdonar, compartir, lle-gando así a la concordia y la tranquili-dad. Oremos.

Por los enfermos, los que sufren, los que están fuera

de sus hogares; para que encuentren en la Iglesia una mano tendida que les ayude en sus necesi-dades y los anime a creer y a esperar. Oremos.

Por todo este pueblo fiel que se aglutina en la pasto-

ral orgánica, para que la Eucaristía y la medita-ción de tu Palabra nos acerque a todos al gozo de la eternidad. Oremos. Todo esto lo ponemos en manos de Dios, para

que lo respondas con tu amor, en el nombre del Pa-dre, por el Hijo en el Espíritu Santo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

5. ACTITUDES ANTE EL NUEVO PLAN DE PASTORAL

Introducción Este VI Plan de Pastoral nos cuestiona y nos pi-

de una toma de postura. Una nueva etapa de la his-toria se asume con esperanza. Es preciso abrazar un futuro mejor que el presente y el pasado, asumir el anuncio de la salvación de Dios en el tiem-po, tiempo de Dios se llama «hoy»: «Hoy es el tiem-po favorable, hoy es el día de la salvación» (cfr. 2Cor 6, 2) El Plan de Dios, la realización de su Reino, depende también de cada uno y de las comu-nidades que configuran esta Iglesia local. Sólo con Dios hacemos historia.

PRIMERO VEAMOS Frente a las condiciones en que se halla nuestra

Diócesis, y a los intentos de renovarla, se pueden asumir diversas actitudes:

1) “Yo así sigo”: Nos escudamos en que durante

siglos la Iglesia caminó sin plan, dirigida por el cle-ro, sin participación en las decisiones, y se vivió una cultura de cristiandad. Dicen que las situaciones que se viven ahora son pasajeras, y los estilos de pasto-ral son modas. No buscan hacer emerger el plan de Dios presente en el pueblo, sino imponerle cosas. El pueblo no es protagonista, sino consumidor de ser-vicios burocráticos, administrativos y rituales. No hay comunidad que se conozca y se organice, sino masa anónima que cumple ritos.

2) “Sectorizamos para atender mejor”: Bus-can llegar a más gente y estar más cercanos al pue-blo. Pero no intentan cambiar el modelo de Iglesia. Sigue siendo masa consumista, pastoral verticalista, administración de servicios.

3) “Creamos una red de comunidades”: Hay vitalidad espiritual en los sectores parroquiales y en los diversos grupos, que tienden a ser niveles de Iglesia. Son el fermento misionero en toda la comu-nidad. Pero puede ser que funcionen burocrática-mente, imponiendo consignas, sin partir de la base y su participación.

4) “Intentamos una mística de comunión y participación en todos”: La comunidad no es una pirámide, sino un círculo. Se involucra a más gente. Los grupos y comunidades son un testimonio fuerte de vida. Pero puede ser que no tengan es-pacios de creatividad y servicio reconoci-dos en la Iglesia, o se cierren en sí mismos.

5) “Reinventemos la Iglesia como co-

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munidad de comunidades”: Intencionalmen-

te se busca ir haciendo realidad el modelo de Iglesia misterio, comunión y misión, del Concilio Vaticano II, siguiendo las líneas magistrales que nos va seña-lando el Papa Francisco.

AHORA PENSEMOS Encarnar el Plan en nuestras comunidades supo-

ne un discernimiento para un trabajo conjunto y concatenado.

El discernimiento es radical (ve la raíz o causas más profundas); dinámico (se proyecta al futuro pa-ra que la realidad mejore); comunitario (en comu-nión con las líneas pastorales de la diócesis y sus agentes de pastoral); católico (en apertura y en pro-ceso de conversión); creativo (búsqueda continua de respuestas adecuadas; en actitud de pobreza (no pre-fabricado y en interiorización).

No inventamos proyectos propios, sino estamos atentos al proyecto salvador de Dios. El plan salvífi-co es suyo. Estamos dispuestos a cambiar cuanto sea necesario. Objetivos, metas, métodos, instrumentos, organización, todo es provisional. Esto comporta no apegarse a nada como definitivo sin juzgarlo crítica-mente, y a la vez hacer todo con tal empeño como si fuera lo definitivo.

Se evitan así dos formas de instalación: no defi-nir nada con el pretexto de disponibilidad; o definir-lo todo e instalarse cómodamente sin cuestionarse más. Lo provisorio significa vivir en el tiempo, en lo parcial, en lo limitado. Es camino hacia la plenitud, es peregrinación hacia la Patria. Es prontitud para responder, y fidelidad al paso de Dios por en medio de su pueblo. Por eso revisamos permanentemente el plan, que nunca puede ser definitivo. Es sólo un instrumento en manos de cristianos, dóciles al Espí-ritu Santo.

Jesús dijo que el buen pastor da la vida por sus ovejas. Todos los agentes de pastoral deben estar animados por el amor de caridad del buen pastor, hasta dar la vida por el pueblo. Amar al pueblo sig-nifica salir de los propios esquemas mentales, enten-derlo, ponerse en su lugar, aceptarlo como es, defen-derlo, donarse sin medida ni regateos, orar por él como Moisés en el monte, sacrificarse por él como Jesús en la Cruz, ponerse a su lado y caminar con él, participar de sus gozos, tristezas y angustias, tener creatividad, revelar el amor en palabras y gestos, capaces de suscitar una respuesta.

Un Plan de Pastoral es una escuela de formación permanente; la colección de conocimientos y expe-

riencias de muchas personas y generacio-nes; un manual de estrategias de la nueva evangelización; un instrumento para la comunicación entre agentes y fuente de

revitalización pastoral; y una guía válida para tomar decisiones. Es un amigo que acompaña, habla y es-cucha. Un camino seguro y a la vez abierto para acompañar a las personas, los procesos y los grupos. La concretización de la voz del Señor que conduce a su Iglesia ministerialmente.

Los modelos de Iglesia nunca existen puros; ni el paso de un modelo a otro se realiza con rapidez y sin conflictos. Cada modelo se va configurando en la práctica, y encierra una mentalidad típica, unas actitudes correspondientes, unos cuadros de com-portamiento derivadas de ahí, y unas organizaciones adecuadas. Supone un proceso de búsqueda, evalua-ción, aciertos y errores, hasta determinar sus líneas.

La transición de un modelo a otro trae ciertas dificultades. Nuestras comunidades viven la gesta-ción de un modelo nuevo de Iglesia, que no alcanza-mos a ver maduro, en este cambio de época.

LUEGO ACTUEMOS Toda función expresa un llamado de Dios a tra-

vés de la aceptación de la Iglesia que envía. "No me eligieron ustedes a mí, sino que Yo los he elegido a ustedes para que vayan, y den fruto, y su fruto per-manezca". No basta hacer correctamente las cosas; la obra es de Dios y sólo Él le da eficacia y perma-nencia.

El agente de pastoral es servidor, al estilo de

Cristo siervo y la Iglesia servidora. No es sirviente, empleado ni asalariado. El sirviente sirve por obli-gación; únicamente durante el tiempo establecido y realizando las actividades acordadas, por interés de un pago. El servidor sirve por amor, con generosi-dad, siempre y dondequiera, sin condiciones, imi-tando a Cristo que lavó los pies a los discípulos. Transmite vida, lleva a Cristo. Es a la vez discípulo y pastor. Vive lo que exige a los demás. Da lo mejor de sí, sin manipular, sin buscar imagen, sin paterna-lismos; los demás no son sus títeres o esclavos, sino sus hermanos más importantes a los que se impuso la obligación de ayudar. Debe ser arteria: dejar pasar a Cristo, sin preocuparse en dejar estampada su fir-ma, para redimirlos.

Hay irresponsabilidad por falta de compromiso,

y hay falta de compromiso por falta de amor. No puede vivir, como muchos, una religión basada en el miedo, interés, ignorancia, indiferencia, tradición, cumplimiento exterior, sino en el amor y en la vida.

Los conflictos se resuelven directamente con el

interesado y en particular; si no resultó, con el jefe de comunidad o en el consejo. Es imprescindible que cada uno sepa el puesto que ocupa en el conjun-

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2.- Por los gobernantes y los dirigentes de las naciones para que su labor

no se quede en palabras y atiendan a su pueblo de verdad y con obras. Oremos.

3.- Por todos aquellos que dedican su vida a extender la fe cristiana por aquellos lugares que aún no la co-

nocen, para que su labor tenga fruto abundante. Oremos. 4.- Por los enfermos y necesitados para que sientan como Jesús “lo hace todo nuevo” y encuentren la salud

y la solución a sus problemas. Oremos. 5.- Por todos los cristianos para que, como nos mandó Jesús, sea nuestra mayor preocupación el amar a los

demás. Oremos. 6.- Pidamos que el Espíritu de la paz sople sobre aquellos lugares que tanta necesidad tienen de

ella. Oremos. 7.- Por todos nosotros, presentes en la Eucaristía, para que vivamos nuestra fiesta como una forma de nues-

tra resurrección personal al mundo que Cristo nos ofrece. Oremos. Señor, envía tu misericordia y clemencia sobre este mundo que tanto necesita de ellas y atiende con tu infi-

nita bondad estas plegarias que te hemos presentado. Por Jesucristo nuestro Señor. (O bien) Señor, sabemos lo fácil que es creer cuando todo nos sonríe, pero Tú sabes que cuando llega la prueba nos

tambaleamos y caemos. Por eso venimos a poner en tus manos nuestras necesidades porque sabemos que eres el único que puede transformarlas.

R. Señor, ayúdanos a amar como tú amas. -Por la Iglesia insertada en un amplio abanico de pluralidades y exigencias; para que sea capaz, con su en-

trega, de mostrar al mundo cual es el auténtico amor, amando como Jesús amó. Oremos. -Por el Papa, pastor incansable y trasmisor del verdadero rostro de Cristo en el mundo; para que el Señor le

infunda su fuerza y apoyo en sus viajes, y le dé su gracia para que siga llevando a todos el amor, la misericor-dia y la bondad del Padre. Oremos.

-Por todas las personas víctimas de la violencia, por terrorismo, malos tratos, daños psicológicos, discrimi-

nación, marginación; para que el Señor ponga en su corazón amor y perdón a fin de que no paguen a sus agre-sores del mismo modo. Oremos.

-Por todos los causantes de los daños que sufren nuestras comunidades; para que el Resucitado toque su

corazón y lo restaure a fin de que la paz y la concordia empiecen a presidir nuestro mundo. Oremos. -Por los esposos, hijos o hermanos que han roto los lazos del amor por malos entendidos; para que el amor

de Cristo les devuelva el auténtico amor basado en el diálogo, la confianza, y el perdón. Oremos. -Por todos los que estamos compartiendo esta Eucaristía; para que caigamos en la cuenta de que no pode-

mos acercarnos a recibir a Cristo si antes no amamos de verdad, perdonando, ayudando y sirviendo de verdad a todos. Oremos.

Señor te pedimos que nos ayudes a llevar a cabo todo esto que te hemos presentado, para que el

mundo te conozca por nuestro testimonio y nuestras obras. Por Jesucristo nuestro Señor.

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que la apaciente con la colabora-ción de su pres-

biterio. Así, unida a su pastor, que la reúne en el Es-píritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular. En ella está verda-deramente presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica” (CD 11). “Ella es el su-jeto primario de la evangelización, ya que es la ma-nifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo” (EG 30).

Todos debemos cultivar el sentido de la diócesis y estar dispuestos a colaborar en las iniciativas dio-cesanas. Y participar en las principales formas de colaboración, diálogo y discernimiento a nivel dio-cesano, que son los consejos pastorales diocesanos y los sínodos diocesanos.

La comunión eclesial encuentra su expresión más visible e inmediata en la parroquia, que es la última localización de la Iglesia, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas. “La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y de la celebra-ción” (EG 27). Para ello, necesita ser una comuni-dad fraterna, acogedora y corresponsable. Para lo-grarlo, está dotada de varios órganos de participa-ción, entre los que destacan el consejo pastoral pa-rroquial y el consejo de asuntos económicos.

Por último, una manifestación específica es el actuar asociado de los fieles laicos. Las asociaciones y movimientos laicales son “un signo de la comu-nión y de la unidad de la Iglesia de Cristo” (AA 18), y un instrumento privilegiado para muchas de las variadas tareas que exige la evangelización.

Una sociedad que se convierte en un muro, for-mada por la masa de muchos individuos que no piensan y no actúan como personas, no puede apre-ciar el valor fundamental de las relaciones. No se puede actuar realmente como persona cuando se es-tá enfermo de indiferencia y egoísmo. El verdadero "paralítico" no aquel que descolgaron del techo pa-ra ponerlo frente a Jesús, sino la multitud que impi-de llegar a una solución, formada por individuos que solo miran sus propias necesidades sin darse cuenta de los demás y, por lo tanto, nunca descubren el sa-bor pleno de la vida. El individualismo impide la felicidad plena, porque excluye al otro del horizon-te.

En un mundo al que le cuesta caminar como co-munidad y donde el egoísmo es fuerte, hay que opo-

ner la relación al individualismo, el equipo al interés, el bienestar de todos a los in-tereses de unos pocos. La cooperación cristiana es el camino correcto. Económi-

camente es más lento, pero más efectivo y seguro. Visitar las periferias existenciales donde se

anidan más vulnerabilidades: este es el lugar privi-legiado de nuestro testimonio. Fue la elección que hizo Jesús, el Hijo de Dios, al venir al mundo. Esco-gió la periferia como el centro de su misión. Y lo hizo no solo al llegar geográficamente al mundo en una periferia del gran imperio romano, sino también saliendo al encuentro de cada hombre que había ido a parar a la periferia a causa de la pobreza, la enfer-medad y de sus propios errores.

"Si en otros tiempos el factor decisivo de la pro-ducción era la tierra y luego lo fue el capi-tal, entendido como conjunto masivo de maquinaria y de bienes instrumentales, hoy día el factor decisi-vo es cada vez más el hombre mismo, es decir, su capacidad de organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los de-más" (CA 32). Tendríamos que entender, pues, la importancia de adquirir competencias profesionales y ofrecer itinerarios de formación permanentes, es-pecialmente a aquellas personas que viven en los márgenes de la sociedad y a las categorías más des-favorecidas.

Son principalmente las mujeres quienes, en el mundo global, soportan la carga de la pobreza mate-rial, la exclusión social y la exclusión cultural. Se trata de asumir el pensamiento de las mujeres como un punto de vista privilegiado para aprender a que la cooperación no solo sea estratégica sino también humana.

LECTURAS: 1. Deuteronomio 30, 11-14: El mandamiento

está muy cerca de tí; cúmplelo. 2. Salmo 18: R/ Señor, tú tienes palabras de vida

eterna. 3. Colosenses 3, 1.2-17: Por encima de todo, el

amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. (O bien): Efesios 4,7-16: A cada uno de nosotros

se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.

4. Lucas 24,44-53: Ustedes son testigos de esto. ORACIÓN DE LOS FIELES: Necesitamos permanecer junto a Cristo, injerta-

dos en Cristo para dar fruto. Nuestra plegaria estará entonces regada con su Sangre que es la savia que nos da la vida a los sarmientos, y animada por su Amor que es el Espíritu Santo. Respondemos di-ciendo:

R. Señor, permanece junto a nosotros. 1.- Por el Papa Francisco, para que siga alentan-

do a los corazones de su Iglesia con la fuerza que da el Evangelio de Cristo. Oremos.

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to. Todas esas situaciones son lugares de evangeli-zación.

La animación, ejecución y dirección busca que

se realicen las acciones. Sus elementos básicos son: participación y diálogo, delegación a personas, des-centralización de estructuras. Supone liderazgo, co-municación, incentivos, creatividad, motivación y dinamismo. La coordinación se realiza a través de las reuniones y asambleas en los distintos niveles.

Es preciso crecer en nuestra autoconciencia de Iglesia particular y de Iglesias parroquiales, según nuestra identidad y nuestra misión original. Nues-tra tarea evangelizadora es un proceso único, naci-do de la renovación del Vaticano II, concretada por las Conferencias generales del Episcopado latinoa-mericano, y que se van haciendo realidad gracias a nuestro proceso diocesano de pastoral.

El hilo conductor es la respuesta orgánica des-de el Evangelio a las realidades que viven nuestras comunidades, expresando la relación Iglesia-mundo. Es preciso estar atentos a los escenarios del encuentro con Cristo, atenderlos de acuerdo a las conversiones, e ir acompañando su evolución.

El horizonte hacia el cual va caminando nuestra Iglesia local es una nueva Imagen de Iglesia, de acuerdo al modelo de Iglesia en salida propuesto por el Papa Francisco. Ofrecemos la Buena Nueva de Jesucristo, saliendo a las periferias existenciales, para la transformación de las personas, las comuni-dades y las estructuras, mediante un proceso de con-versión.

El marco teológico y pastoral es una eclesiología cristológica encarnada, de acuerdo al Magisterio actual de la Iglesia.

Es preciso participar con entusiasmo en los acontecimientos originados por el Plan diocesano de pastoral, como son las Asambleas periódicas de Pastoral (los más amplios momentos de motiva-ción, participación, discernimiento comunitario y capacitación en la acción); la programación, ejecu-ción y evaluación controlada de la acción de las comisiones y consejos para su trabajo anual. Se irá definiendo la identidad y funciones de organismo, de acuerdo a la experiencia de lo que se vaya viviendo.

La mística del encuentro, el diálogo, la transver-salidad, la interlocución y la corresponsabilidad pa-ra programas comunes, pide un proceso de consul-tas, revisiones y una participación cada vez más am-plia, que permita confrontar varias posiciones y aceptar críticas para una valoración realista.

Ante los profundos cambios y la crisis, descubri-mos caminos de espiritualidad pastoral, anuncian-do pluralmente a Cristo como respuesta al mundo.

En ese caminar hay líneas de continuidad:

se replantean los enfoques: co-munión, participa-ción, interacción, corresponsabilidad eclesial, nive-les de Iglesia, planificación pastoral, respuesta a la realidad, evangelización liberadora, comunidades vivas y dinámicas, etc.

Se afianzan los esquemas, las líneas pastorales, los mecanismos de comunión y participación, aun-que cambien los contextos de realidad. Es Dios que camina con su pueblo y lo salva con la colaboración de tantos agentes de pastoral.

Incluso las aparentes rupturas nos impulsan a

una renovación, ya que responden a los nuevos desafíos (cultura digital, cambio climático, empo-brecimiento, sectas, cambios de personas, incapaci-dad de asimilar los cambios y de analizar la comple-ja realidad),

Se van redefiniendo las opciones prioritarias y reestructurando la organización.

Los Cursos de Acción se van ajustando a las

coyunturas históricas, y a su proyección. LECTURAS

Deuteronomio 30,15-20: Elige la vida y vivirás tú y tu descendencia (Lecc. III n. 44 pag 337).

Salmo 71: Que en sus días florezca la justi-cia y la paz (n. 808 pag 881).

1 Timoteo 4,6-15: Sé ejemplo para los cre-yentes

Lucas 3,7-18: Y nosotros ¿qué tenemos qué hacer? (n. 309 pag 536).

ORACIÓN DE LOS FIELES Pidamos al Padre, por mediación de Jesucristo,

que siga enviando su Amor al mundo, y con la ayu-da del Espíritu, colaboremos en su transformación, diciendo:

R. Padre, haznos instrumentos de tu amor. 1.- Por la labor del Papa en la tierra, para que su

mensaje llegue a todos y el Señor le sostenga en es-ta tarea evangelizadora. Oremos.

2.- Por nuestra Iglesia diocesana, que se

encuentra en un camino de renovación con la asimilación del VI Plan de Pastoral, para que en corresponsabilidad sigamos sus

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directrices y con ello hagamos posible que el

reino de Dios sea una realidad. Oremos. 3.- Por los gobernantes de las naciones, para que

promuevan la concordia y la paz que viene de Dios, y con ello construyamos una sociedad donde reine la justicia y la fraternidad. Oremos.

4.- Por cuantos viven lejos de Dios y de su Igle-

sia, para que sientan la necesidad de adorar al Padre en Espíritu y Verdad y vuelvan sus corazones al Amor que Dios nos regala. Oremos.

5.- Por los enfermos, los que sufren, los que es-

tán fuera de sus hogares; para que encuentren en la Iglesia una mano tendida que les ayude en sus nece-sidades y los anime a creer y a esperar. Oremos.

6.- Por todo este pueblo fiel que se reúne en esta

Eucaristía para que la meditación frecuente en el Misterio de la Redención nos acerque a todos al go-zo de la eternidad. Oremos.

Padre, concede ayuda a tu pueblo en sus necesi-

dades y todo aquello que precise para continuar su caminar comunitario, bajo el impulso del Espíritu Santo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

6. DESPERTAR PARA CONSTRUIR CON CRISTO EL FUTURO DESEADO

Introducción “No resistiría a los embates del tiempo una fe

católica reducida a bagaje, a elenco de algunas nor-mas y prohibiciones, a prácticas de devoción frag-mentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en

algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blan-dos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza

es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad (Ratzinger J., Guada-lajara 1996). A todos nos toca recomenzar desde Cristo (cf NMI 28-29), reconociendo que no se co-mienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un aconteci-miento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DA 12).

PRIMERO VEAMOS: Despertar a los

adormilados Despertar significa salir del sueño, espabilar y

recuperar el control consciente de nosotros, de nues-tra percepción de la realidad y de nuestra relación con el mundo. Proviene de “despierto”, participio pasivo del verbo “expergere”, que significa: hacer poner derecho, salir de la pasividad y poner en acti-vidad. Por extensión, significa provocar en alguien un deseo, una sensación, un recuerdo, etc. Hacer que aumenten en una persona la inteligencia, la agilidad mental y la capacidad de relación con los demás. Iniciar una etapa positiva en una persona, un grupo o una actividad. Hacer nacer o revivir en la mente o el espíritu alguna idea, recuerdo, emoción, senti-miento, sensación, etc. que estaba olvidado o laten-te.

Somos cristianos, es decir, seguidores de Cristo, nuestro líder. Su nombre aparece en bardas, posters, estampas, camisetas, calcomanías, cachuchas, rótu-los, porras, canciones, eslogan, y hasta en objetos de brujería. La mayoría de obras de arte y de la literatu-ra que ha habido en la historia se refieren a Él, ya sea para alabarlo, ya para atacarlo. Por Jesús han dado la vida millones de personas, y siguen dejando su casa, bienes y proyectos cientos de personas. Su nombre está en la boca de miles de moribundos.

Admiramos, seguimos e imitamos a artistas de TV, cantantes famosos, deportistas, hasta delincuen-tes destacados que exaltan los medios de comunica-ción. Aspiramos a ser líderes, destacar en un campo, y nos proponemos alcanzarlo, envidiando, imitando y tratando de superar a algún modelo fascinador y atractivo, ya sea compañero o extraño. Pero sabe-mos poco de Cristo. Se nos hacen pesadas sus exi-gencias. No nos enorgullece ser cristianos, y a veces nos avergonzamos de serlo.

Creemos en un Cristo frío, lejano, del pasado, muy separado de nosotros, poco humano y jovial, incapaz de mover y entusiasmar. Un cadáver no enamora, y para muchos ese Cristo se quedó en la tumba. Por un personaje histórico nadie se deja ma-tar. Nos arriesgamos por amigos y buenas causas,

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los demás, en cooperación”. Es otro estilo de vida, y nosotros elegimos este.

Esta visión de cooperación, basada en las rela-ciones y no en el lucro, va contra la mentalidad del mundo. Solo si descubrimos que nuestra verdadera riqueza son las relaciones y no los meros bienes ma-teriales, encontraremos formas alternativas de vivir, en una sociedad no gobernada por el dios dinero, un ídolo que la engaña y luego la hace cada vez más inhumana, injusta y pobre.

Gracias al trabajo de quienes creen en la coope-ración se expresa la obstinación de permanecer hu-manos en un mundo que quiere mercantilizarlo to-do. Hace falta obstinación para seguir por este ca-mino cuando la lógica del mundo va en otra direc-ción.

AHORA PENSEMOS “No solo por ellos ruego, sino también por los

que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,20-21).

Estas palabras de Jesús en su oración sacerdotal, la víspera de su Muerte, expresan el misterio del Dios en quien creemos, y el misterio y la misión de la Iglesia. Cristo nos ha revelado que el Dios único y verdadero es comunión de vida y amor entre Pa-dre, Hijo y Espíritu Santo. Y esta comunión trinita-ria se nos comunica en Cristo a todos los que cree-mos en él creando la comunión que es la Iglesia.

De modo que la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia. “La comunión eclesial es el fruto y la manifestación de aquel amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se de-rrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da (cf. Rm 5,5), para hacer de todos nosotros ‘un solo corazón y una sola alma’ (Hch 4,32)” (NMI 42).

“La comunión genera comunión, y esencialmen-te se configura como comunión misionera... La co-munión y la misión están profundamente unidas en-tre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es mi-sionera y la misión es para la comunión.

La comunión eclesial exige el ejercicio de res-ponsabilidad de todos los cristianos. Pero, antes de que se traduzca en tareas y organizaciones, necesita ser acogida como don de Dios a través de una au-téntica espiritualidad de comunión.

“Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de comunión, pro-poniéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano”.

Esta espiritualidad se caracteriza por cuatro ele-

mentos principales: la mirada del cora-zón al misterio de la Trinidad que habita en nosotros y en nuestros her-manos; la capacidad de sentir al hermano como “uno que me pertenece” en la unidad profunda del Cuerpo místico; la capacidad de ver todo lo positivo del otro como un don de Dios para mí; y el saber “dar espacio” al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros. “Sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la co-munión. Se convertirían en medios sin alma, másca-ras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento” (NMI 43).

LUEGO ACTUEMOS ¿Cómo se visibiliza y expresa la comunión? “La

comunión eclesial se configura, más precisamente, como comunión ‘orgánica’, análoga a la de un cuer-po vivo y operante.

Se caracteriza por la simultánea presencia de la diversidad y la complementariedad de las vocacio-nes y condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades” (ChL 20). El principio dinámico de la variedad y la unidad de la Iglesia es el único e idéntico Espíritu Santo, que ge-nerosamente distribuye diversos dones jerárquicos y carismáticos entre todos los bautizados, llamándolos a ser –cada uno a su modo- activos y corresponsa-bles (cf LG 7).

Y el mismo Espíritu que distribuye los diversos dones recuerda a todo cristiano “que todo aquello que le distingue no significa una mayor dignidad, sino una especial y complementaria habilitación al servicio. De esta manera, los carismas, los ministe-rios, los encargos y los servicios... existen en la co-munión y para la comunión. Son riquezas que se complementan entre sí en favor de todos, baja la guía prudente de los pastores” (ChL 20).

Ahora bien, esta corresponsabilidad se vive a la vez en distintos ámbitos, ya que la única Iglesia de Cristo se encarna y visibiliza en distintos niveles. Ante todo como Iglesia universal, dirigida por el Colegio Episcopal bajo la presidencia del sucesor de Pedro. A ella pertenecen “aquellos que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitu-ción y todos los medios de salvación establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de los obispos, mediante los lazos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión” (LG 14).

Pero la Iglesia universal existe y se ma-nifiesta en las Iglesias particulares o dioce-sanas. “La diócesis es una porción del Pue-blo de Dios que se confía a un obispo para

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servicio a su pueblo y estos crezcan en paz y

prosperidad. Oremos.

6.- Padre, ilumina a aquellos que se dedican a la comunicación, para que sea la Verdad y el Bien lo que inspiren sus mensajes. Oremos.

7.- Padre, acepta la oración confiada que este

pueblo tuyo, reunido aquí en la fiesta patronal te presenta, y que ella traiga frutos de paz y amor a esta comunidad de hermanos. Oremos.

Padre, sabemos que atenderás estas plegarias

que te presentamos a través de tu Hijo. Nuestro co-razón tiene otras inquietudes que también traemos a tu altar. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

8.COMUNIÓN Y CORRESPONSABI-LIDAD AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN

Introducción El Espíritu Santo, nuestro guía y luz para ir a

Jesús, está trabajando en nosotros para transformar-nos cada día en algo nuevo (2Co 7,18). Él quiere que tengamos una mayor y más profunda unión con Dios y con los hermanos. Que lo conozcamos cada vez mejor y nos demos cuenta de la nueva vida. Quiere transformar la persona y todo el sistema o estructura donde se encuentra envuelto y compro-metido. Hasta ese día se podrá decir que está termi-nada la obra de Dios.

Dios no se contenta con que las personas vivan su fe en lo profundo de su corazón, si no la irradian en el ambiente donde se desenvuelven. No se con-forma con padres de familia que vivan como con-vertidos en la Iglesia pero que su hogar no se distin-gue de otro hogar pagano. No está satisfecho con universitarios, profesionistas, comerciantes o empre-sarios que buscan su propia santidad mientras pro-mueven una sociedad de consumo y bienestar mate-rial. No quiere políticos que vayan a Misa, pero en el sistema donde están comprometidos sean aliados de las fuerzas del mal.

El plan de Dios es formar el Cuerpo de su Hijo. Cuerpo sin divisiones raciales, económi-cas, religiosas ni de ningún otro tipo. Quiere formar verdaderas comunidades donde se viva la fe, el amor y el servicio a

los demás. Para ello, El mismo nos ha dado los ca-rismas de su Espíritu Santo. Los carismas no son accidentales. Entran en el plan de Dios. Resistirnos o cerrarnos a ellos es resistirnos y cerrarnos al Espí-ritu Santo (1Tes 5,19.21). Dios nos ha dado a cada uno de nosotros el carisma o los carismas conve-nientes (1Co 7,7). Todos tenemos nuestro lugar en el Cuerpo de Cristo. Ahora, bien, los carismas no son un privilegio o signos de autoridad. Todo lo contrario. Son para servir a los hermanos. Cada uno es responsable del don que Dios le ha dado y El pe-dirá cuentas de cómo se administró.

El Espíritu está trabajando en nosotros para cam-biarnos y hacernos más santos. Está trabajando para introducirnos en una más profunda unión con Dios y los unos con los otros. Está trabajando para hacer que nos demos cuenta de la necesidad de alejarnos del mal, de reordenar nuestras prioridades, de echar fuera todas las cosas que nos hacen menos amoro-sos.

PRIMERO VEAMOS Cuando el hombre se siente solo, experimenta el

infierno. En cambio, cuando advierte que no está abandonado, puede enfrentar cualquier tipo de difi-cultad y esfuerzo. Y esto se ve en los momentos difíciles. La cooperación hace que las cosas difíciles puedan ser mejores. Nuestro mundo está enfermo de soledad. Por esto necesita iniciativas que permi-tan enfrentar junto con otros lo que la vida impone. Caminando y trabajando juntos experimentamos el gran milagro de la esperanza: todo parece posible otra vez. La cooperación es una forma de concretar la esperanza en la vida de las personas.

Hacerse prójimo significa evitar que el otro sea presa del infierno de la sole-dad. Desafortunadamente, la crónica a menudo nos habla de personas que se suicidan llevadas por la desesperación, madurada precisamente en la sole-dad. No podemos permanecer indiferentes ante estas tragedias, y cada uno, según sus posibilidades, debe comprometerse a quitar un trozo de soledad a los demás. No tanto con palabras, sino sobre todo con compromiso, amor, competencia y poniendo en jue-go el gran valor agregado que es nuestra presencia personal. Con cercanía, con ternura, poniéndonos en juego en primera persona.

Por ejemplo, es solidaridad permitir a los agri-cultores a los que el mercado ha debilitado formar parte de una comunidad que los fortalece y los apo-ya; a un pescador solitario unirse a un grupo de co-legas; a un descargador estar dentro de un equipo, y así sucesivamente. De esta manera, cooperar se convierte en un estilo de vida. Eso: cooperar es un estilo de vida. “Yo vivo, pero solo, hago lo que me toca y sigo adelante…”. Es un modo de vivir, un estilo de vida. El otro, en cambio es: “Yo vivo con

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peleamos defendiendo a compañeros o el honor del barrio, gastamos muchas energías por conseguir nuestros propósitos. Pero nos da pereza y miedo tra-bajar por Cristo y andamos regateándole esfuerzo. Porque nadie ama a quien no conoce, y nadie sigue a quien no ama.

Nos hemos hecho un Cristo a nuestro gusto y medida, un “Cristo light”: bajo en calorías, dietéti-co, que no comprometa sino que sólo entretenga y tranquilice. Ha llegado el momento de DESPER-TAR y darnos cuenta de que somos hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, a través de una madre y de un padre. “Todos ustedes son Hijos de la luz” (1Tes 5,5). “Eres un ser espiritual inmerso en una experiencia humana” (Pierre Teilhard de Char-din).

El kerygma es el primer anuncio de Cristo muer-to y resucitado por amor a nosotros, que se dirige al corazón de la persona en su situación concreta, para provocar una adhesión de fe y una decisión de con-versión. Cuando el tiempo pasa y no hacemos nada por mejorarnos interiormente la acedia espiritual y la tibieza nos vencen y generalmente caemos en una dejadez que a veces nos lleva a la depresión, por eso sería importante investigar cada día de la semana uno de los siete defectos más conocidos. Cuando disfrutes de cada día, entonces habrás despertado.

Dice san Pablo: “Ay de mí si no evangeli-zo” (1Co 9,16). “Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más pro-funda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el Sacrificio de Cristo en la Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa” (EN 14).

AHORA PENSEMOS: Dios se revela en

Jesús El descubrimiento más bello con el que se puede

encontrar un ser humano, es el que tuvieron los apóstoles a raíz de la Pascua. Aquél con el que ha-bían vivido tres años, a quien vieron hacer prodigios y milagros, a quien seguían ellos y las multitudes, a quien en realidad apenas conocieron, ha resucitado, lo vieron con sus propios ojos. Lo importante es lo que vieron después, no ya con los ojos de la carne, sino con los de la fe. En la fe se les revela la divini-dad de Jesús, y con ello la profundidad de todo este misterio. Este Jesús al que mataron, no sólo ha resu-citado, sino que ha sido constituido Señor y Cristo, el único Nombre en el cual podemos encontrar la salvación.

La Resurrección de Jesús no consistió en revivir un cadáver para morir de nuevo más tarde, como

sucedió con Láza-ro. Jesús ya no muere más. Su Re-surrección fue una transformación, la entrada en una vida nueva y distinta. Jesús es el hombre nuevo, el primogénito de una nueva creación. La Resurrec-ción no fue una realidad histórica medible y expli-cable por la razón o los sentidos; pertenece a otra dimensión sólo accesible por la luz del Espíritu San-to, el cual te da fe para poder penetrar, vivir y gozar de estos misterios. Es con la fe que percibimos que Jesús vive y es el Señor; se hace real y experimenta-ble, como principio dinamizador de nuestra vida. Los apóstoles comprendieron, con la fuerza y la luz del Espíritu Santo, que Jesús era Dios y además, en cuanto hombre, que era el Señor, el Mesías.

Y ustedes “¿quién dicen que soy yo?” (Lc 9,18-20). Para un cristiano verdadero, todo está definido por su fe en Cristo Jesús, Salvador y Señor. Su Dios no es el Dios de los filósofos, ni el Dios lejano de la religión natural. Toda su relación con Dios, toda experiencia sobrenatural que pueda vivir en este mundo será siempre a través de Jesús, “Señor y Cristo” (Hch 2,36) y “el Señor de todos” (Hch 10,36).

Confesar y reconocer a Jesús significa aceptarle como Señor de todo y sobre todo: de toda mi perso-na, toda mi vida, todo cuanto yo soy y hago. “Todo fue creado por Él y para Él: Él existe con anteriori-dad a todo, y todo tiene en Él su consistencia. Él es también la Cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el Primogénito de entre los muertos para que sea el primero en todo” (Col 1, 16-18). “Cerca de ti está la palabra: en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que nosotros profesamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, te salvarás. Con el corazón creemos para ser justos y con la boca se confiesa para conse-guir la salvación” (Rm 10, 8-10).

Dios no envió a su Hijo amado solo para desatar nudos o romper cadenas de pecado, sino a traer vi-da, y vida en abundancia (cfr. Jn 10,10). Jesús es presencia del amor del Padre hacia los pecadores, para que en donde abunda el pecado, sobreabunde el amor misericordioso de Dios (cfr. Rm 5,20). Él vi-vió la vida humana en toda su plenitud y riqueza, enseñándonos la verdadera dimensión del ser creado a imagen y semejanza de Dios. Da verdadero senti-do a la existencia e instaura la paz en todas sus di-mensiones. El Verbo se hizo carne. Y nos manifies-ta la actitud de Dios hacia todas las perso-nas. Ejemplos:

La mujer adúltera (Jn 8,3-11). Los que la sorprendieron pecando la llevaron ante Jesús, seguros de que confirmaría la pena

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de muerte de-cretada por Moisés. Mas Él

tiene fe en ella, aunque haya sido infiel, y le devuel-ve toda la dignidad perdida: la hace mujer. Para Je-sús todo tiene remedio. Es más, ni siquiera hace alu-sión a su pasado. Tampoco la condena. Para ella hay un porvenir totalmente nuevo y abierto: “Vete y no peques más”. Paz consigo misma

El rico Zaqueo (Lc 19,1-l6). Aquel hombre muy rico al que nada le faltaba, excepto estatura física y moral, para compensarla había logrado las más altas riquezas a costa de injusticias y opresiones, aprove-chándose de los demás. En Jericó se tuvo que subir a un árbol para verlo. Jesús se invitó a comer a su casa. Desde entonces todo cambió. Le quitó la segu-ridad donde estaba afianzada su vida y le dio otra seguridad más firme e inconmovible: la alegría de ser justo. Cambió la vida de Zaqueo. Le dio un nue-vo sentido, mostrándole que un hombre no se puede satisfacer con las cosas de este mundo, que hay un mundo más trascendente que las cosas que podemos contar o tocar: el Reino de los Cielos. Zaqueo fue liberado de la codicia y comenzó a vivir en justicia y paz con todo el mundo. Paz con los demás.

El ladrón arrepentido (Lc 23,39-43). Por ase-

sino y ladrón lo habían condenado a morir en una cruz. Ya ni los azotes ni la cárcel eran remedio para él. Nada ni nadie podía corregirlo; por eso fue cruci-ficado a la derecha de Jesús, que nada malo había hecho. Todos le habían condenado y hasta él mismo llegó a estar de acuerdo que ya no había otro reme-dio para él sino la muerte. Le parecía normal tener que morir. Estaba convencido que para él no había ninguna esperanza de salvación y recuperación en este mundo. Pero, recurrió a Jesús, que estaba su-friendo el mismo suplicio, y Él le abrió una puerta al que todo mundo le cerraba el derecho a la existen-cia. Jesús no rechazó al rechazado por la ley y la justicia de este mundo. Al contrario, le dio una nue-va vida al que moría: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Para Jesús no todo está acabado. La vida de ninguno termina ni siquiera con la muerte. Nadie está condenado a muerte. Todo tiene remedio. El ladrón encontró la reconciliación con Dios a través del Crucificado. Esta oración es principio de una nueva vida, que debe estar cada vez más llena del amor y del poder de Dios. Paz con Dios.

LUEGO ACTUEMOS

El paso de la historia al presente, de la doctrina a la experiencia, se da cuando ex-perimento el señorío de Jesús en mi vida, y me brota por todas partes Evangelio. Ya

no hay más teorías, Jesús empieza a ser real y yo noto que está vivo, que ha resucitado. El cristiano debe dejarse evangelizar cada una de las parcelas de su vida. Evangelio es experimentar la buena noticia en todos los detalles de tu vida. El cristiano es quien va experimentando el dominio vivo de Cristo sobre él y sobre todas sus cosas. Este señorío va haciéndo-te dejar a otros señores, otros poderes, otros miedos que dominan tu vida. El Señor tiene función salva-dora, pero no una salvación más allá de la muerte, sino aquí, en esta vida presente. Y de lo que se trata es de experimentar esta salvación en tus heridas, en tus problemas.

En una comunidad cristiana podemos crecer en

una madurez espiritual. Podemos desarrollar una comunión diaria y relación amistosa con Cristo. No dejaremos de tener problemas, pero tendremos una nueva fuerza para enfrentar esos problemas. Pode-mos comenzar a ser testigos fieles de Jesús, llevan-do la Buena Nueva a nuestros hermanos por donde-quiera que vaya.

Despierta. No permitas que tus opiniones, creen-

cias y decisiones se vean influenciadas o modifica-das por medios externos: apaga ya la televisión, la radio, el celular y selecciona lo que lees. No te de-jes persuadir por cantos de sirena, ni por reflexiones vertidas desde tu interior.

Para despertar busca toda la ayuda que puedas, lee los libros que encuentres, asiste a los encuentros que te inviten, medita, respira y espera. Si ya has despertado y ves como duermen los demás a tu alre-dedor, respeta su sueño y descubre la perfección de sus propios tiempos, así como fueron perfectos los tuyos. Cuando ellos abran sus ojos, el fulgor de tu brillo los ayudará a despertar sin necesidad que ha-gas nada. Si aún duermes, relájate y disfruta tu sue-ño, estas siendo arrullado y cuidado. Despertar no es un acto de magia, aunque llenará de magia tu vida. No tiene nada que ver con tu mundo externo, aun-que todo lo que te rodea parecerá tener un nuevo brillo.

Despertar no borrará tu pasado, pero al mirar atrás lo percibirás como la historia de alguien muy querido que aprendió muchas cosas. Despertar no sanará todas tus heridas, pero ellas dejarán de gober-narte. No te hará más popular, pero ya no volverás a sentirte solo. No te embellecerá ante los ojos de los demás, pero te hará perfecto ante tu propia mirada. Despertar no te dará más poder, pero descubrirás el poder que tienes. No cambiará el mundo, te cambia-rá a ti. Despertar no quita responsabilidad, por el contrario, te dará conciencia de las consecuencias de tus actos y elecciones.

Piensa: tengo responsabilidades que cumplir

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Un proyecto es un avance anticipado de accio-

nes a realizar para objetivos coyunturales. Con de-seo de mejorar la realidad que se vive. Pretende ser una guía que ayude a discernir realidades y encau-zar procesos conjuntos para una nueva imagen de Iglesia. Sigue los pasos del método profético: ve-mos la realidad, discernimos y actuamos, como pue-blo redimido por Jesucristo bajo la mirada amorosa de santa María de Guadalupe.

Halló como núcleo fundamental desafiante de la

realidad la negación de la primacía del ser hu-mano. Ofrece como criterios de iluminación la Persona y vida de Jesucristo, y el proyecto crea-dor y redentor del Padre revelado por Él y que el Espíritu nos hace comprender. Su desafío funda-mental es infundir esperanza y sentido de la digni-dad humana. Al ver y escuchar las aflicciones del pueblo, hace seis opciones, para renovar con espe-ranza su misión y proponer el Evangelio en la rique-za del diálogo cultural, cada una con sus compromi-sos pastorales:

Opción por una Iglesia que anuncia y construye

la dignidad humana (con 4 compromisos). Opción por una Iglesia que se compromete con

la paz y causas sociales (7). Opción por una Iglesia que es Iglesia-

Pueblo (7). Opción por una Iglesia que misionera y evange-

lizadora (7). Opción por una Iglesia que compasiva y testigo

de la Redención (5). Opción por una Iglesia que forja con adolescen-

tes y jóvenes un país de esperanza, alegría y vida plena (5).

Pretendemos evangelizar las distintas culturas,

particularmente la cultura digital que se impone, a fin de que luego se hagan portadoras de Evangelio.

Destacan dos aspectos en el proyecto diocesano:

poner al individuo al centro, siendo la cultura un producto del hombre y al servicio del hombre; y conjugar la formación de cada persona a través de la cultura, con la contribución específica de una comu-nidad al progreso de la humanidad.

La pastoral como actualización La realidad cambiante hace que los planes de

pastoral deban ser flexibles, para responder a las nuevas situaciones. Así que hay una parte que se va actualizando periódicamente, por ejemplo, cada año: los programas, calendario, presupuestos y eva-

luaciones. En ese proceso

permanente se van confrontando los resultados lo-grados con los objetivos propuestos, a fin de hacer las correcciones oportunas, cambiar la dirección de la acción, y efectuar otros ajustes si fuera el caso. La pastoral es así la forma histórica como la Iglesia actualiza en cada época la revelación de Dios, inter-pretando sus caminos y mostrando la manera de se-guirlos.

LECTURAS Isaías 52,7-10: La tierra verá la salvación que

viene de nuestro Dios (Lecc. III n. 127 pag 401).

Salmo 66: Que te alaben, Señor, todos los pue-blos (n. 803 pag 877).

Mateo 5,13-16: Ustedes son la luz del mundo (n. 196 pag 456).

ORACIÓN DE LOS FIELES Jesús después de vencer a la muerte va a reunir-

se con el Padre, a prepararnos un sitio, y nos enco-mendó la misión de proseguir su obra redentora en el mundo. Hoy ponemos en sus manos estas plega-rias para que las presente al Padre en nuestro nom-bre. Repetimos:

R/. Padre, atiende nuestras súplicas. 1.- Padre, cuida a todos los que en tu nombre

predican el Evangelio, que su mensaje sea acogido en todos los corazones, y que los frutos se noten en el devenir de la Iglesia. Oremos.

2.- Padre, te presentamos a aquellos que andan

lejos de ti y aquellos que aún no te conocen, hazte presente en ellos a través de nosotros que hemos experimentado la resurrección de tu Hijo. Oremos.

3.- Padre, mira a todos aquellos que sufren por

causa de enfrentamientos y luchas, haz presente tu paz ante ellos y que al reconocerte como Padre vean a los demás como hermanos. Oremos.

4.- Padre, tu Hijo se ha quedado presente en los

enfermos y en los débiles, vuelve nuestro corazón hacia ellos y haz que viendo el rostro de Cristo nuestra actitud sea más amorosa. Oremos.

5.- Padre, aviva el corazón de los diri-

gentes de este mundo, para que busquen el

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La conversión pastoral com-porta una di-

mensión social, fraterna y comunitaria, que lleve a la comunión con los hermanos y a buscar el bien común, teniendo muy claras las exigencias sociales del Evangelio. Supone un convertirse de lleno a la misión, salir de uno mismo, con un estilo pastoral lleno de cercanía, acogida y compasión. Por esta tarea empeñativa, la conversión personal y pastoral es una dinámica y una labor de toda la vida.

La pastoral como desafío La pastoral es una exigencia de actualización

continua frente a los desafíos recíprocos del mo-mento presente. No puede deslizarse hacia modas momentáneas, respuestas coyunturales, activismo en eventos inconexos, atractivos pero pasajeros. El desafío es una realidad con una fuerte carga de pro-vocación que cuestiona profundamente y obliga a pensar, a situarnos y a actuar de otro modo, replan-teándose muchas cosas y buscando respuestas inaplazables que nos llevan a ser actores de la histo-ria, no simples espectadores. La pastoral es desa-fiante y desafiada para ser agente de cambio signifi-cativo. Tiene la suficiente clarividencia, audacia y fortaleza para entregar el Mensaje íntegro de Jesús, evitando el conformismo y las componendas. La Iglesia, atenta a los movimientos de la historia y las aspiraciones de la gente, ofrece respuestas a lo que espera, evitando desilusiones, mediocridad o incom-petencia. Es necesario un discernimiento pasto-ral comunitario y participativo.

El discernimiento es un juicio valorativo orien-

tado a la acción, que ayuda a distinguir entre lo que conviene hacer y lo que no conviene. Se hace comu-nitariamente, en situación de serenidad, y en clima de oración. A la luz de la fe, distinguimos lo evan-gélico de lo no evangélico, y descubrimos las tareas pastorales que Dios nos pide en este momento con-creto de la historia local. Implica tres cosas: descu-brir la voluntad de Dios en la situación vivida; de-terminar los medios aptos para cumplirla; tomar las decisiones pertinentes para ponerlos en práctica.

El punto más crítico de todas las decisiones del

Plan está en el diagnóstico pastoral, que conlleva la posibilidad de acertar o equivocarse al señalar las necesidades de evangelización que atenderá el Plan. Todos hacemos diagnósticos permanentemente: el

mecánico, el maestro, el programador, el empleado, el comerciante, la madre de fa-milia. De la calidad de los diagnósticos depende la efectividad de las medidas co-

rrectivas y los ajustes. No se puede establecer la cu-ración de un paciente sin un adecuado diagnóstico. Tampoco se puede emprender la renovación de nuestra Iglesia sin un diagnóstico preciso de sus pro-blemas y si no se afronta su problema central.

A cada escenario se le hace un Diagnóstico pas-

toral, o sea, una relectura de la realidad desde la perspectiva doctrinal y pastoral, que ayuda a identi-ficar las situaciones y problemas, los factores causa-les de los mismos, a discernir las urgencias pastora-les y a organizar la acción en orden de prioridades. Permite revelar los hechos nuevos más nucleares y significativos, sus ideas iluminadoras, las “conversiones” urgentes y sus “misiones” o líneas de acción correspondientes.

Llamamos, pues, Conversiones (o desafíos pas-

torales) a las situaciones o hechos de la realidad que no podemos evadir y piden intervenir con preferen-cia, porque retan, desafían y ponen en crisis nuestra acción pastoral, y tendrán consecuencias en el futu-ro. Se jerarquizan, para descubrir la respuesta pasto-ral evangélica adecuada, llamada “misión” (o línea de acción operativa), según el proyecto eclesial, dando un enfoque al conjunto del trabajo pastoral en un escenario.

La pastoral como proyecto Nos ponemos a contemplar soñadoramente el

futuro, y a señalar juntos los pasos para irlo hacien-do realidad. La Iglesia tiene un proyecto definido de hombre, de sociedad, de cultura, del modelo de Igle-sia que pretende edificar, según el proyecto amoroso y liberador del Señor. Con su acción evangelizadora pretende originar un mundo nuevo, una nueva hu-manidad, una historia renovada. Este futuro de la historia, a pesar de las muchas voces que digan lo contrario, es el espacio de esperanza que construye pacientemente la fraternidad y la justicia, la verdad y la libertad. Así, no sucumbimos ante la tentación de vivir en un mundo delirante que ocupa la mente pero paraliza la acción.

Hemos tenido como horizonte amplio

el Proyecto Global de Pastoral 2031-2033 (PGP). El Papa Francisco en la Catedral de México (13 feb 2016) pidió a los Obispos “un serio y cualificado proyecto pastoral vinculante y exigen-te más allá de coyunturas y criterios funcionales o circunstanciales”, ante los intensos y complejos desafíos. Como respuesta, han elaborado este Pro-yecto para celebrar la fe tras dos milenios de la Re-dención y medio siglo del Acontecimiento Guadalu-pano.

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hoy. Mi trabajo es escoger cómo quiero tener el día. Puedo quejarme porque el día esta lluvioso, o dar gracias a Dios porque las plantas están siendo rega-das gratis. Me puedo sentir triste porque no tengo dinero, o estar contento de que mis finanzas me em-pujan a planear mis compras con inteligencia. Pue-do quejarme de mi salud, o regocijarme de que es-toy vivo. Puedo lamentarme de lo que mis padres no me dieron mientras crecía, o sentirme agradecido de que me permitieran nacer. Puedo llorar porque las rosas tienen espinas, o celebrar que las espinas tie-nen rosas. Puedo auto compadecerme por no tener muchos amigos, o emocionarme y embarcarme en la aventura de descubrir nuevas relaciones. Puedo quejarme porque tengo que trabajar, o sentir-me agradecid@ porque tengo un trabajo. Puedo quejarme porque tengo que estudiar, o abrir mi mente enérgicamente y llenarla con nuevos y ricos conocimientos. Puedo murmurar amargamente por-que tengo que hacer los trabajos del hogar, o sentir-me honrado porque tengo un techo para mi mente, cuerpo y alma. Hoy el día se presenta ante mí, espe-rando a que yo le dé forma y aquí estoy, el escultor que tiene que darle forma. Lo que suceda hoy de-pende de mí cómo lo voy a vivir, puedo elegir qué tipo de día voy a tener. Cada día tienes ante ti un gran día... A menos que tengas otros planes.

LECTURAS 1 Reyes 19,1-8: Levántate y come, que aún te

queda mucho camino. Salmo 43(44), 20-26. R. Despierta, Señor, para

liberar a tu pueblo. Efesios 5,8-14: Despierta, tú que duermes, le-

vántate de entre los muertos, y Cristo te ilu-minará.

Mateo 8,23-27: Despierta, Señor, que nos hun-dimos.

ORACIÓN DE LOS FIELES Cristo, nos envía el Espíritu Santo para que nos

ayude en nuestras necesidades. Vamos a presentar al Padre nuestras peticiones con la seguridad que da el sabernos amados por Él.

R. Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra.

1. Envía, Señor, tu Espíritu de Sabiduría sobre la Iglesia. Por el Papa, los obispos, los sacerdotes, diá-conos y todas las personas que con su servicio ayu-dan a la Iglesia, para que reciban la luz necesaria a la hora de expandir el mensaje de Cristo. Oremos.

2. Envía, Señor, tu Espíritu de Fortaleza. Por todos los que lo están pasando mal, los enfermos, los desempleados, los que están solos, los que no se sienten amados, los que no te encuentran… Oremos.

3. Envía, Señor, tu Espíritu de Caridad. Por los pobres, por los carentes de amor, de comprensión,

de solidaridad, para que encuentren una mano generosa que les ayude en su necesidad. Oremos.

4. Envía, Señor, tu Espíritu de Entendimiento. Por los gobernantes, los que tienen poder para tomar decisiones, los responsables de cesar las guerras, para un entendimiento que haga vivir en paz. Oremos.

5. Envía, Señor, tu Espíritu de Piedad. Para que sepamos vivir en cercanía con el Señor, rechazando todo lo que nos hace romper la amistad con Dios y con los hermanos. Oremos.

6. Envía, Señor, tu Espíritu de Alegría. Por todos los que ejercen un ministerio, para que lleven a to-dos la alegría que supone vivir desde Cris-to. Oremos.

7. Envía, Señor, tu Espíritu de Bondad. Por to-dos los que se dedican a los demás, tanto si difun-den la Palabra de Dios, como si ayudan a otros en sus necesidades, para que Dios les conceda humil-dad, sencillez y desprendimiento que este servicio conlleva. Oremos.

8. Envía Señor, tu Espíritu de Generosidad. Por las necesidades de todos los que compartimos esta Eucaristía, para que el Señor nos ayude a solucio-narlas con la mayor generosidad. Oremos.

Señor, siempre atento a nuestras necesidades, deseamos que estas súplicas sean bien recibidas por Ti, Dios Padre Nuestro, con la seguridad de que Tú siempre escuchas a tus hijos. Por Cristo nuestro Se-ñor.

7. LA PASTORAL ES MEMORIA, DESAFÍO Y PROYECTO

Introducción No podemos guiarnos por gustos, corazonadas,

ni tradiciones. Hemos de desarrollar la atención orante al Espíritu Santo, que nos va señalando el camino. Así va creciendo el Reino de Dios. El Espí-ritu Santo, especialista en procesos dinámi-cos, es el ingeniero divino que va diseñan-do nuevas veredas, brechas, carreteras, au-topistas, para los tiempos inéditos que vivi-

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mos. Ese ca-mino elegido tiene una místi-

ca, es decir, unos valores que lo animan y son como el alma que lo vitaliza: testimonio de comunión, procesos de formación en la acción, comunión y participación, sentirnos corresponsables.

Una pedagogía de diálogo y encuentro nos per-

mite ser sensibles más allá de nosotros mismos, aprendiendo a sentir, vivir y servir más de cerca en este desafiante cambio de época (cf. PGP 147). Nuestros grandes principios y valores son la comu-nión y la participación, y sus estrategias son la co-rresponsabilidad, transversalidad e interlocución. Damos así un nuevo rostro a la Iglesia y construi-mos el Reino de Dios en la sociedad.

Nuestro agudo sentido crítico, tanto interno co-

mo externo, podría bloquear el flujo de las ideas y empresas creativas que va suscitando el Espíritu, el cual sopla donde quiere y cuando quiere. La rigidez de cualquier lado interrumpe los procesos de esa colaboración entre Dios y el hombre. En el en-cuentro con Cristo, que es siempre el punto de parti-da, y unidos a Él, buscaremos lo que El busca, ama-remos lo que Él ama. Ese es el móvil definitivo, el más profundo y grande, razón y sentido final de to-do esfuerzo evangelizador (cf. EG 264-267).

PRIMERO VEAMOS: Crisis antropoló-

gica El concepto de dignidad humana originado en la

antigüedad griega se centraba en la superioridad del ser humano por su inteligencia y voluntad libre, que le hace capaz de conciencia, progreso y heroísmo, y lo coloca al centro al enfrentar y desarrollar las transformaciones sociales provocadas por el desa-rrollo científico y tecnológico, del que es actor y no producto.

Pero, en la postmodernidad, no se le atribuye

una dignidad superior a los demás seres vivos; ani-males y vegetales son seres vivos, sin necesidad de aludir a una mayor o menor dignidad, y se les trata de acuerdo con sus atributos y características. Desde el descubrimiento de la doble hélice del ácido des-oxirribonucléico (ADN) y la revaloración de las teo-rías evolucionistas, el ser humano es un animal más, sólo superior en algunas cualidades, producto de la evolución, y sus diferencias no son sino consecuen-

cia de un determinado desarrollo biológico y unas atribuciones culturales. Se le considera depredador de la naturale-

za, una ficha más en el juego del desarrollo tecnoló-gico, una pieza en la máquina productiva. Y con la posibilidad de ser eliminado desde antes de nacer, o de acortar la propia vida o la de los demás cuando ya no sea deseable por cansancio, sufrimiento, dolor de enfermedades o condiciones físicas de deterioro.

Se le imponen los valores de competitividad,

eficiencia, racionalidad instrumental, egoísmo, ética del mercado y del patriarcado, y al centro el cálculo de la utilidad propia, sea por parte de los individuos o de las colectividades (Estados, instituciones, em-presas y organizaciones corporativas y gremiales), con su estrategia de globalización, por encima del “capital humano”.

Eso lleva a una crisis de las instituciones. Es

ideológica si la coyuntura de cambios vertiginosos se da en una superestructura ideológica desfasada con respecto a las condiciones materiales de las rela-ciones de producción o estructura económica y so-cial, pues la ideología es el lubricante que permite mantener fluidas las relaciones sociales, proporcio-nando el mínimo consenso social necesario; su inadecuación a nuevas condiciones o el surgimiento de ideologías alternativas aumentan la tensión social que desbalancea la comprensión de la realidad y su transición a la siguiente etapa. Los cambios críticos, aunque previsibles, tienen cierta incertidumbre en cuanto a si es reversible o su grado de profundidad, o serían meras reacciones automáticas como las físi-co-químicas. Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, y traen consecuencias trascendentales, son una revolución. Estamos en un cambio de épo-ca.

Una época histórica se caracteriza por la domi-

nación de un sistema de ideas, otro de técnicas, y unos mecanismos institucionales que viabilizan am-bos. El primer cambio histórico se dio hace 15,000 años, cuando el hombre dejó de depender de la natu-raleza e inició el agrarismo; el siguiente ocurre cuando la Revolución Industrial condujo a las socie-dades del agrarianismo al uso de técnicas industria-les o mecánicas. Todo cambio de época genera in-certidumbre, discontinuidad, inestabilidad, desorien-tación, inseguridad, perplejidad y vulnerabilidad. Ahora, la revolución sociocultural, la tecnológica y la económica, hacen obsoleta esa época y forjan la época del informacionalismo. Esta Era de la Infor-mación o Digital o Informática, es el período de la historia de la humanidad ligado a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

Nos hemos acercado a las Periferias existencia-

les, o sea, quienes, pobres social y espiritualmente,

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se ven privados del amor de Dios y de los hombres. La contradicción entre pobreza y riqueza se ve trá-gicamente exacerbada por una globalización sin es-crúpulos, la secularización ha desertificado el alma al punto que hasta el centro es periferia. Periferia indica a los alejados de Cristo, a los pobres sociales e intelectuales, situados tanto en los límites de la metrópolis como en su centro. Ante una Iglesia cada vez más inclinada sobre sí misma, pide una Iglesia descentrada, misionera, orientada a las periferias.

AHORA PENSEMOS La pastoral es un proyecto que comprende a la

vez: memoria, desafío y proyecto. Es memoria con relación al pasado; desafío con relación al presente; y proyecto con relación al futuro. Esas tres dimen-siones se concretan en el proceso de planificación de nuestra acción pastoral, y debe ser como una luz que nos va guiando en nuestra evangelización hacia la meta final.

La pastoral como memoria La pastoral de hoy sabe que es parte de un largo

camino recorrido por muchas generaciones de cre-yentes, de comunidades, de agentes. Ha recibido como herencia una riqueza de sabiduría, de expe-riencia, de valores, de criterios, aun de errores a re-conocer, una tradición viva, un patrimonio por reco-nocer, actualizar y al cual ser fiel. Por eso de los escenarios analizamos su contexto de realidad ac-tual, y su contexto histórico.

El Contexto es el conjunto de circunstancias que

rodean una situación, sin las cuales no se puede comprender correctamente. Deriva del la-tín contextus (prefijo “con”, sinónimo de “junto”, y sustantivo “textus”, que equivale a “tejido”): todo aquello que rodea, física o simbólicamente, a un acontecimiento. A partir del contexto se pue-de interpretar o entender un hecho, sea vivido o re-latado; es la base para lograr su interpretación y en-tendimiento.

La realidad es lo que existe objetivamente, aun-

que nadie lo piense. Describir los datos de la situa-ción social y analizar sus elementos permite detectar los indicadores significativos para un acercamiento e interpretación de lo que sucede, y planificar una intervención global e integral. Se supera la subjeti-vidad de los planteamientos; se formulan hipótesis de trabajo de acuerdo al entorno, adecuando la ac-ción a cada realidad, según sus necesidades y recur-sos, en coordinación con otros agentes sociales. Se

plantea desde una óptica descriptiva (enumera y descri-be los fenómenos que interactúan), analítica (proceso de investigación esmerada de los distintos factores que interactúan), crítica (analiza intereses y conflictos).

Se denomina contexto histórico a

las circunstancias y las incidencias que rodean a un suceso, formado por todo lo que, de alguna manera, influye en el hecho cuando sucede. Pero también los hechos del pasado han ido configurando o propi-ciando las situaciones del presente, y podemos ras-trear su historia y evolución. Es importante conocer los antecedentes de lo que hoy nos sucede. Las re-voluciones comienzan por las ideas. Presenta los antecedentes culturales, económicos y sociopolí-ticos de cada uno de los escenarios. Las fuentes y artefactos históricos provienen de entornos particu-lares conectados a sus condiciones. Se describe la evolución histórica del escenario, desde su origen hasta nuestros días.

Y se ilumina con la Palabra viva de Dios, que

nos lleva a un encuentro con Cristo vivo y a una conversión personal y pastoral. Conversión es adhe-rirse, no a algo sino a Alguien, a Jesucristo y su Evangelio, vincularse a los valores del Reino de Dios, percibir desde el Evangelio la realidad, y en-frentar la vida y sus desafíos de manera nueva, asu-miendo los sentimientos, vivir y proceder como Él. El cristianismo es una experiencia de encuentro.

Nos cruzamos con muchas personas hasta trope-

zarnos con frecuencia, pero sólo en contadas ocasio-nes nos encontramos. Encuentro es descubrir en el otro su esencia espiritual individualizada, en cuanto posibilidad de realización. No es fácil entender un «encuentro» con Jesucristo. Dios es un “Tú” con mayúsculas, personal y Absoluto. El encuentro con Él sólo es posible porque Él toma la iniciativa, se inclina y se acerca a nosotros. Si Dios no se abaja, es locura querer alcanzarle. Se acerca entrando en la historia humana, interpretada por la Palabra, para transformarla.

La fe es el primer y libre paso del hombre hacia

Dios, que nos invita a la comunión, a la amistad con él, y es comienzo de un diálogo, de una relación vi-va. Es encuentro con Alguien a quien se confía la propia vida, porque el fruto de ese encuen-tro es ponernos en manos de Dios. Es la primera dimensión de la formación de un discípulo misionero (cfr. DA 278).