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33 Doctrina Sufrir la (in)justicia por SUSANA TRIMARCO (1) El accionar de una banda mafiosa de delincuentes me puso de “prepo” en una situación que no sabía que era moneda corriente en la Argentina. Buscando a mi hija no sólo tuve que hacerle frente a los criminales, sino al propio Poder Judicial que se empeñaba en darme la espalda cuando debía ser quien me acompañara. Aquí mi experiencia y el porqué de mi apoyo a la Democratización de la Justicia. A partir del 3 de abril de 2002 comencé a transitar un camino que me resultaba completamente desconocido. No sólo por el dolor que me provocaba no saber qué le pasaba a mi hija o cuál había sido su destino, sino por sentirme completamente desprotegida y abandonada por quienes debían velar por mis intereses: la fuerza pública y la Justicia. No podría decir la cantidad de días que pasé y amanecí en la puerta de los Tribunales de Tucumán, con Micaelita de tres o cuatro años de edad durmiendo en mis brazos sobre un banco de piedra, esperando que alguien me recibiera o me diera una respuesta. Cuando lograba que alguien me atendiera, sólo me daban respuestas evasivas y me querían hacer creer que estaban buscando a Marita. Me mentían en la cara, con un descaro y un desprecio por la situación que estábamos atravesando en mi familia, difícil de poner en palabras. Creo que ni a un perro lo tratan como me han sabido tratar a mí. Por mi cuenta, y porque no iba a quedarme de brazos cruzados creyéndoles a esos sinvergüenzas, me puse a investigar. Yo les llevaba pruebas y sin (1) Mamá de Marita Verón y Presidenta fundadora de la Fundación María de los Ángeles por la lucha contra la trata de personas.

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Derecho constitucional, caso real.

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Sufrir la (in)justiciapor SuSana trimarco (1)

El accionar de una banda mafiosa de delincuentes me puso de “prepo” en una situación que no sabía que era moneda corriente en la Argentina. Buscando a mi hija no sólo tuve que hacerle frente a los criminales, sino al propio Poder Judicial que se empeñaba en darme la espalda cuando debía ser quien me acompañara. Aquí mi experiencia y el porqué de mi apoyo a la Democratización de la Justicia.

A partir del 3 de abril de 2002 comencé a transitar un camino que me resultaba completamente desconocido. No sólo por el dolor que me provocaba no saber qué le pasaba a mi hija o cuál había sido su destino, sino por sentirme completamente desprotegida y abandonada por quienes debían velar por mis intereses: la fuerza pública y la Justicia.

No podría decir la cantidad de días que pasé y amanecí en la puerta de los Tribunales de Tucumán, con Micaelita de tres o cuatro años de edad durmiendo en mis brazos sobre un banco de piedra, esperando que alguien me recibiera o me diera una respuesta.

Cuando lograba que alguien me atendiera, sólo me daban respuestas evasivas y me querían hacer creer que estaban buscando a Marita. Me mentían en la cara, con un descaro y un desprecio por la situación que estábamos atravesando en mi familia, difícil de poner en palabras. Creo que ni a un perro lo tratan como me han sabido tratar a mí.

Por mi cuenta, y porque no iba a quedarme de brazos cruzados creyéndoles a esos sinvergüenzas, me puse a investigar. Yo les llevaba pruebas y sin

(1) Mamá de Marita Verón y Presidenta fundadora de la Fundación María de los Ángeles por la lucha contra la trata de personas.

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ser abogada, sólo movida por el amor de madre y la desesperación, les exigía que fueran diligentes, que resolvieran. Ellos tenían en sus manos la posibilidad de actuar, pero no lo hacían, buscando excusas con palabras leguleyas que me eran ajenas.

Perseveré. No me rendí. No podía bajar los brazos, ni por mi hija ni por Micaela. Así que, a pesar de que me trataran de loca, de “hincha”, o de vaya uno a saber qué, seguí aportando datos —“pilas” de datos— pistas por donde la Justicia y la policía debía buscar a mi hija.

A los tres meses, que entonces me parecían una eternidad, logré que se realizaran los primeros allanamientos en La Rioja, por orden del ex juez Moreno. Nada. Con el tiempo me fui enterando por qué nunca iba a tener resultados con magistrados como él: una de las víctimas, además de afirmar haber visto a Marita en un prostíbulo en el que también ella había estado cautiva, dijo retórica en una de sus declaraciones a modo de pregunta retórica: “Cómo iba a declarar delante de ese juez, si yo me había tenido que acostar con él cuando estaba en ese lugar”.

Connivencia, corrupción. Moneda corriente a la que me enfrentaba. Cada vez que sentía que me acercaba un poco más a Marita, los jueces, fiscales y policías corruptos hacían lo imposible por filtrar la información de nuevos procedimientos. Y así sentía que iba perdiéndole pisada a mi hija.

En 2003, gracias a la gestión de una de las monjas del colegio al que asistía mi hija, logré entregarle una carta al entonces presidente Néstor Kirchner durante el Tedeum del 9 de julio en Tucumán en la que le contaba mi caso. Al poco tiempo recibí una llamada de su parte y me envió los pasajes para que viajara a Buenos Aires a contarle el caso. Desde ahí comenzó a ayudarme, con mucho perfil bajo.

Al año siguiente, en 2004, luego de la sospechosa muerte de la fiscal que llevaba el caso, Joaquina Vermal, se hizo cargo la fiscal Adriana Reynoso Cuello, quien dio por cerrada la instrucción aunque todavía no tenía a mi hija entre mis brazos. Con mis abogados exigimos la reapertura de la investigación, porque el esclarecimiento aún estaba lejos.

En esa pelea, llegamos hasta la Corte Suprema de la Nación en julio de 2008, ya que la Justicia tucumana hacía oídos sordos a nuestro pedido.

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De las 25 personas procesadas —algunas de las cuales estaban entonces detenidas—, la fiscal pidió la elevación a juicio de sólo diez, incluido un policía; aunque el juez de garantías finalmente agregó a otros tres acusados. Pero faltaban 12 más.

Así fueron pasando los días, los meses y los años. Años. El 18 de mayo de 2009, la Sala II de la Cámara Penal fue designada por sorteo para entender en el debate oral. Es decir que pasaron 8 años para que se produjera la instancia oral y pública —desde la elevación a juicio en 2004—, y dos años y siete meses desde que fuera designada la Sala II.

En total me llevó diez años para que los Tribunales de Tucumán llevaran al banquillo, a la vista de todos, a una parte de los delincuentes implicados en la desaparición de mi hija. El 8 de febrero de 2012 comenzó esa nueva etapa.

Durante 10 meses vi a los delincuentes hacerse los pobrecitos, burlarse de las víctimas que valientemente declaraban, amenazar a los abogados, todo delante de los ojos y narices de los tres jueces que no actuaban ante semejantes aberraciones. Es más, hacían lugar a cada mínimo requerimiento: resfrío, dolor de cabeza, estrés. Hubo semanas en las que casi no hubo sesión y los motivos eran tan mínimos como ridículos. ¿Y para qué? Para que el 11 de diciembre del año pasado me dijeran con total desparpajo que no había pruebas suficientes y que el testimonio de las víctimas no era creíble, cuando ellas habían declarado con valor, no una —como está establecido por ley que hagan las víctimas de trata— sino tres veces, enfrentando directamente a quienes las habían torturado, violado, hecho abortar y maltratado de todas las maneras posibles. Una verdadera vergüenza.

La decisión de apelar fue prácticamente automática, casi como la de presentar un pedido de juicio político a esos magistrados, no por su sentencia, sino por su mal desempeño durante todo el juicio.

El 3 de abril de este año, día en que se cumplía el 11° aniversario de la desaparición de mi hija, la Comisión de juicio político de la Legislatura tucumana dispuso el jury de enjuiciamiento para dos de los jueces: Eduardo Romero Lascano y Alberto Piedrabuena; pero uno de ellos presentó al día siguiente una cautelar y se frenó el proceso.

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Al día de hoy, estamos esperando que se destrabe esta situación y que comience, de una vez por todas, el proceso de Casación. Ojalá que los responsables, TODOS, paguen por el calvario al que han sometido a mi hija y a todo mi familia.

Con esta experiencia, ¿cómo no esperar que la Justicia cambie radicalmente? ¿Cómo no pretender que sea más accesible a todos, más democrática? Los jueces no deberían sentirse reyes y pretender ser tratados de esa forma. Deben estar con los ciudadanos comunes, como yo, como cualquier otro.

Por todo esto apoyo el nuevo Proyecto, recientemente aprobado, para democratizar la Justicia. De todo corazón espero que nadie más deba atravesar lo que yo atravesé, simplemente para reclamar justicia para un ser querido. Ese es mi mayor deseo para todos los argentinos y argentinas.