son compatibles la igualdad, la libertad y la democracia sí, pero no bajo el capitalismo -david...
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El matemático y filósofo estadounidense David Schweikart, se pregunta ya al inicio de su obra: ¿cuál es la naturaleza de la desigualdad? Inmediatamente la cuestión se dirige a dilucidar si la democracia y sus valores –libertad e igualdad- son compatibles con el capitalismo, a lo que sentencia, y sin vacilación, que ambos sistemas son incompatibles, pues de esta relación surge una pequeña -pero poderosa- clase capitalista, que concentra la riqueza, hallando en ella la naturaleza de la desigualdad social, económica y política.TRANSCRIPT
DAVID SCHWEICKART: “¿SON COMPATIBLES LA LIBERTAD, LA IGUALDAD Y LA DEMOCRACIA? SÍ, PERO NO BAJO EL CAPITALISMO”.
-Miguel Ángel Pardo B.-
El matemático y filósofo estadounidense David Schweikart, se pregunta ya al inicio
de su obra: ¿cuál es la naturaleza de la desigualdad? Inmediatamente la cuestión se dirige a
dilucidar si la democracia y sus valores –libertad e igualdad- son compatibles con el
capitalismo, a lo que sentencia, y sin vacilación, que ambos sistemas son incompatibles,
pues de esta relación surge una pequeña -pero poderosa- clase capitalista, que concentra la
riqueza, hallando en ella la naturaleza de la desigualdad social, económica y política.
En respuesta a la anterior cuestión, Schweickart plantea la siguiente tesis: el
capitalismo tolera la poliarquía1, pero resulta ser incompatible con la democracia genuina,
pues el sistema democrático, para gozar de tal calificativo, debe abstenerse de cualquier
obstrucción que pudiese representar una clase privilegiada minoritaria, como lo es en la
actualidad la clase capitalista. Por tanto, el autor propone argumentativamente un nuevo
modelo, al que denomina “democracia económica”, capaz de articular una doble
democratización: la democratización del mundo del trabajo, y la “redemocratización de la
democracia”, la que habiendo sido cooptada por la clase capitalista y sus recursos de poder,
universaliza sus intereses de clase minoritaria como intereses generales. Este doble proceso
democratizador implicaría, por tanto, un nuevo contrato social, mucho más libre, justo e
igualitario.
1 El concepto fue acuñado por Robert Dahl a objeto de establecer, al interior de la teoría política, diferencias válidas entre los modernos sistemas democráticos, y la utópica democracia de la Atenas clásica que suele ser propuesta como “el” ideal de régimen político a alcanzar. Dahl utiliza el concepto para explicar, en un primer momento, que todos los ciudadanos partícipes de un sistema democrático deben poseer posibilidades semejantes, entendidas como: formular sus preferencias de manera de expresarlas a los otros y al gobierno individual y colectivamente, consiguiendo que sus elecciones sean consideradas por igual, sin discriminación en cuanto a su contenido y origen. En un segundo momento, Dahl postula un cierto número de atribuciones que una democracia debe presentar en el contexto de una multitud de actores participantes, en base a cinco criterios para entender la democracia por medio de variables mensurables, siendo estos: la participación efectiva; la igualdad política; el entendimiento ilustrado; el control de la agenda por parte de los ciudadanos; y la inclusión o la garantía de una igualdad básica en las facilidades. Cfr.: Robert A. Dahl, La Democracia: una guía para los ciudadanos (Distrito Federal, México: Taurus, 1999).
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Es, a juicio del autor, la relación entre capitalismo y poliarquía la que explicaría la
naturaleza desigual en la distribución del ingreso y la riqueza. No obstante es esta última -la
riqueza-, la que representa la mayor amenaza para el orden social según Schweickart, pues
la riqueza y su concentración patrimonial –capital- es capaz no sólo de ser heredada, sino
que alcanza reproducción transgeneracional –tanto material como simbólica-, configurando
tanto un orden social desigual, como una clase capitalista privilegiada y dominante que
utiliza sus recursos de poder para asegurar sus intereses y conservar su dominio como clase
hegemónica2.
Punto central resulta para Schweickart la definición de “clase privilegiada”. Dicha
clase puede ser reconocida como “privilegiada” (…) si posee un poder político por lo
menos igual al de los miembros electos del gobierno e inigualado por ninguna otra
agrupación estable3. Es por ello que dicha clase, a razón de resguardar sus intereses,
interviene directamente (a través del concurso de cargos públicos como de procesos
eleccionarios) e indirectamente (a través de mecanismos de presión, como son las
asociaciones de empresarios, los medios de comunicación de masas, la vanguardia
intelectual) en la política de partidos y de gobierno, modelando una variante de democracia
que responda a sus objetivos: la poliarquía.
Schweickart recurre a los cientistas políticos Robert Dahl y Charles Lindblom4 para
definir y establecer clara diferencia entre poliarquía y democracia. Para el autor, la
diferencia fundamental entre uno y otro radica en que para la poliarquía, los líderes
políticos seleccionados entre candidatos, compiten por un electorado suficientemente
amplio, teniendo la oportunidad de oponerse y quitar, mediante el voto, a quienes ocupan
los puestos más altos en el gobierno. Se asume por tanto, que existe la posibilidad para un
partido político –y sabemos que es así-, que cuenta con los prolíferos recursos de la clase
2 Cfr. La distribución de la riqueza patrimonial es mucho más desigual que la distribución del ingreso (...) para una mayoría de personas, la riqueza genera un ingreso mínimo, pero, para los más afortunados, la riqueza crea riqueza . En: David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 135.3 David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 138.4 David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 137.
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capitalista, desafiar las instituciones básicas del sistema, ya sea para conservar el status quo,
como para condicionar el orden existente con motivo de alcanzar los fines perseguidos5.
En contraste con lo anterior, para Schweickart, los mecanismos institucionales en un
sistema democrático resultan ser, en su naturaleza, radicalmente distintos a la poliarquía6,
pues, el universo electoral y el electorado no se encuentran obstruidos por los recursos de
poder de una clase minoritaria privilegiada, lo que supone una competencia entre
ciudadanos iguales, elemento central de la igualdad socio-jurídica consagrada por la
normativa constitucional en un sistema democrático, tanto en el acceso como en el ejercicio
del poder político 7.
Schweickart evidenciando la incompatibilidad entre la democracia y el capitalismo,
sostiene que en un sistema democrático, a diferencia de la poliarquía capitalista, es el
electorado, en función de sus atribuciones, quien tiene la posibilidad de modificar las
instituciones básicas del capitalismo a fin de optar por un sistema diferente, razón por la
cual el capitalismo toleraría la poliarquía, no así la democracia.
El autor nos advierte que no es sólo el interés egoísta del gobierno el que está
estructuralmente atado a los intereses de esta clase, pues lo mismo ocurre con los intereses
de prácticamente todo el mundo8. Coinciden por tanto el interés general de la sociedad y el
de los gobiernos por “mantener contentos” a la clase capitalista. Los individuos reconocen
que el bienestar de la sociedad sólo se alcanza a través de la actividad insustituible que la
clase capitalista desempeña como poseedores de la riqueza y dinamizadores de los flujos de
capital, fuentes de empleo e ingreso, siendo esta la razón por la cual sería tan difícil
5 Cfr.: David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 1396 El autor sostiene que los gobiernos poliárquicos son susceptibles al libre arbitrio de los intereses empresariales. Por ello, la clase capitalista, en una sociedad capitalista, se constituye como clase minoritaria privilegiada, resultando el capitalismo incompatible con la democracia, pero no así con la poliarquía. Esta última moviliza los intereses empresariales a través de la institucionalización de mecanismos de identificación de sus intereses de clase con el interés general, como lo son: la contribución a las campañas electorales; el apoyo a fundaciones en el ámbito académico y de investigación; la apropiación discursiva, y activa presencia, en los medios de comunicación masivos; la constante amenaza tanto de huelga de inversiones como de fuga de capital; entre otros muchos mecanismos. En: David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 141. 7 Cfr. David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 138.8 David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 141.
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modificar las instituciones básicas del capitalismo, productor y reproductor de la desigual
distribución de ingreso y riqueza.
Frente a todo lo anterior, David Schweickart se pregunta si existe la real posibilidad
de una alternativa democrática que reemplace al capitalismo, que sea más racional, más
igualitaria y mucho más libre. De tal encrucijada, el autor propone un nuevo modelo al que
denomina “Democracia Económica”.
El modelo de Democracia Económica se derivaría de dos fuentes de descontento
hacia el capitalismo: La primera, tendiente a la democratización del “mundo del trabajo”.
Para ello, Schweickart propone un modelo de “empresa democrática” basada en la
propiedad colectiva de los trabajadores y de participación obrera en las decisiones y
beneficios de las empresas; La segunda, con el gran déficit democrático de las sociedades
capitalistas, y las consecuencias que la movilidad del capital tienen en la generación del
empleo. Ambas fuentes de descontento pueden ser consideradas como “déficit
democráticos”, ante la escasa o inexistente capacidad que tienen las instituciones
poliárquicas para la creación de canales necesarios a fin de alcanzar cambios significativos
al interior de sociedades cada vez más dinámicas, que pujan por la ampliación de los límites
de la poliarquía hacia formas más democráticas9.
Para Schweickart, la existencia de un sector dominante de empresas democráticas
sería esencial para la conformación de la “Democracia Económica”, forjadora de una
sociedad menos desigual, pues pondría freno a cualquier tendencia explotadora o autoritaria
que pueda surgir de la apropiación de los medios de producción10. P.148
Sin duda, la alianza entre democracia y capitalismo resulta no sólo incompatible,
sino que fundamentalmente contradictoria. El capitalismo como sistema económico
incentiva la concurrencia entre actores económicos e individuos que han tenido
9 Cfr.: David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 143.10 David Schweickart, “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?,” 148.
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inicialmente oportunidades desiguales –capital económico, cultural, educacional, etc.-,
dando como resultado una competencia para muchos desigual e insuficientemente, al
tiempo que expulsa del mercado a los menos capaces o competitivos y reproduce la
desigualdad como circulo vicioso.
Lo anterior repercute en el descredito de la democracia como redistribuidora de
oportunidades y beneficios, toda vez que se sustenta y avala en un sistema económico que
tiende a la concentración de la riqueza, la desigualdad, la exclusión y marginación de los
menos competitivos, sustentando un orden sociopolítico reproductor de élites –definidas
por Schweikert como “clase privilegiada” o “clase empresarial”-, que se legitiman en base a
sus recursos de poder, principalmente a través de la reproducción de la riqueza acumulada.
Las contradicciones surgidas de la relación entre democracia y capitalismo, ha
acentuado el descontento generalizado de la ciudadanía, evidenciado por el aumento de la
apatía política, el abstencionismo electoral, la baja participación política a través de los
canales institucionalizados –especialmente los partidos políticos-, el reclamo por más y
mejor educación y empleo -especialmente en grupos de jóvenes profesionales-, la desigual
distribución del ingreso, etc. Lo anterior supone la existencia no sólo de un malestar
colectivo, sino de profundas brechas entre representantes y representados, ricos y pobres,
evidencia de la crisis del actual modelo de desarrollo, que de no ser resuelta prevé la
deslegitimación de las organizaciones e instituciones políticas y económicas, así como del
debilitamiento del Estado y de su capacidad de generación de cohesión social, y que Platón
en su doble objeción de la desigualdad ya vaticinaba hacia el siglo IV a.C. al sostener que
la desigualdad socavaba la unidad de la sociedad.
La “Democracia Económica” resulta ser por tanto un modelo alternativo al
capitalismo, que habría agotado su capacidad de progreso y cuyas contradicciones internas
resultan ser cada vez más evidentes, intensas, y de alcance global en el mundo occidental.
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BIBLIOGRAFÍA
- Dahl, Robert. La Democracia: una guía para los ciudadanos. Distrito Federal, México:
Taurus, 1999.
- Schweickart, David. “¿Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?”.
En: Razones para el socialismo. Barcelona, España: Paidós, 2001.
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