sol de medianoche

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(Reemplazo del sol real por un sol del progreso SN) No habría cruzado su pensamiento si no fuera por la medida perfecta de sutileza, porque se sabe y reconoce que lo sutil grita; a veces espanta. Las mañanas de Javier transcurrían en un vaivén de escenarios y de modos: la pomposidad académica de (j)aula universitaria, la dejadez fraternal en el grass y la frugal interacción entre pasajero y cobrador de regreso a casa, donde se alternan todos aquellos y más modos. Sus tardes eran, afortunadamente, impredecibles y uno podía encontrar a Javier naufragando en algún museo del Centro, evaluando en un restaurantito de mala muerte cuán razonable son los precios o simplemente sentado en el bus, con una mirada nada perdida, pero más bien hallada en sí misma. Muy frecuentemente sucedía que esas tardes extendían sus dinámicos (y múltiples) brazos hasta la noche y la abrazaban hasta difuminar la puesta de sol; para luego fundirse en un solo fenómeno, una larga tarde. Esto le otorgaba cierta esperanza automática a Javier y a sus mañanas de columpio, una certeza de que la tarde parecía pretender en algún momento fundirse con la mañana hasta formar un continuo. Sucedía otras veces que Javier se encontraba a sí mismo, y entonces no había multiplicidad sino una única escena, que tornaba estúpido el simulacro de vida, los vaivenes en su mente y su inconmensurabilidad, que no se debía exactamente a alguna especie de inmensidad sino a nimiedad pura. Por fortuna, Javier parecía no entenderlo y atinaba a soltar el razonamiento como quien se aparta del fuego. Los refugios de la ciudad le eran útiles en esos momentos y podía elegir sumergirse en cualquiera, el efecto era el mismo. Laura, su novia, desdeñaba semejantes reflexiones y solía disuadirlo de continuar con un cigarro. Entonces Javier sabía que debía proveer el fuego y, con ello, dejar de hablar. Laura complacía una sonrisa y absorbía el primer cigarro con la ansiedad de quien respira por primera vez; sus bocanadas eran pausadas. Javier solo podía contemplarla en ese instante; atinaba a perderse viendo los humos y pensando que

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Page 1: Sol de Medianoche

(Reemplazo del sol real por un sol del progreso SN)

No habría cruzado su pensamiento si no fuera por la medida perfecta de sutileza, porque se sabe y reconoce que lo sutil grita; a veces espanta.

Las mañanas de Javier transcurrían en un vaivén de escenarios y de modos: la pomposidad académica de (j)aula universitaria, la dejadez fraternal en el grass y la frugal interacción entre pasajero y cobrador de regreso a casa, donde se alternan todos aquellos y más modos. Sus tardes eran, afortunadamente, impredecibles y uno podía encontrar a Javier naufragando en algún museo del Centro, evaluando en un restaurantito de mala muerte cuán razonable son los precios o simplemente sentado en el bus, con una mirada nada perdida, pero más bien hallada en sí misma. Muy frecuentemente sucedía que esas tardes extendían sus dinámicos (y múltiples) brazos hasta la noche y la abrazaban hasta difuminar la puesta de sol; para luego fundirse en un solo fenómeno, una larga tarde. Esto le otorgaba cierta esperanza automática a Javier y a sus mañanas de columpio, una certeza de que la tarde parecía pretender en algún momento fundirse con la mañana hasta formar un continuo. Sucedía otras veces que Javier se encontraba a sí mismo, y entonces no había multiplicidad sino una única escena, que tornaba estúpido el simulacro de vida, los vaivenes en su mente y su inconmensurabilidad, que no se debía exactamente a alguna especie de inmensidad sino a nimiedad pura. Por fortuna, Javier parecía no entenderlo y atinaba a soltar el razonamiento como quien se aparta del fuego. Los refugios de la ciudad le eran útiles en esos momentos y podía elegir sumergirse en cualquiera, el efecto era el mismo. Laura, su novia, desdeñaba semejantes reflexiones y solía disuadirlo de continuar con un cigarro. Entonces Javier sabía que debía proveer el fuego y, con ello, dejar de hablar. Laura complacía una sonrisa y absorbía el primer cigarro con la ansiedad de quien respira por primera vez; sus bocanadas eran pausadas. Javier solo podía contemplarla en ese instante; atinaba a perderse viendo los humos y pensando que al igual que ellos sus palabras previas también se desvanecían en el cielo.