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Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XIX (49,50),33-38,1981 SOBRE LO QUE EXISTE Y LO QUE NO EXISTE Luis A. Camacho Una pareja de centauros, macho y hembra, contempla a su hijo jugando en la playa. "Nuestro hijo ya está bastante crecido -dice el centauro macho- como para decirle que solo somos entes imaginarios, sin existencia". El título altisonante del presente trabajo alude en primer lugar al deseo de encontrar un método para hablar acerca de lo que existe sin tener que caer en paradojas referentes a entidades a las cuales les negamos la existencia. También se refiere a algo más importante: a una clarificación del tipo de discusión que se plantea cuando no hay coinci- dencia en posiciones ontológicas. Durante este si- glo el tema de la existencia ha ocupado un lugar privilegiado en las reflexiones de los filósofos (1). No me refiero tanto a la corriente llamada existen- cialista o a la Filosofía de la Existencia de famosos y variados filósofos continentales cuanto a la preo- cupación dentro de la corriente analítica por aclarar cuáles implicaciones existenciales precisas son necesarias para la coherencia y congruencia de teorías acerca de la realidad. En una u otra forma, la teoría de las descripciones de Bertrand Russell, el criterio de verificación del positivismo lógico, la doctrina de las proposiciones sistemáticamente de- sorientadoras de Gilbert Ryle y la teoría de la identidad contingente de Wilfrid Sellars y Richard Rorty han tratado de responder a preguntas simi- lares: ¿qué cosas existen?, ¿qué queremos decir cuando afirmamos que algo existe? (1) El breve artículo de Quine "On What There 18" se ha convertido incluso en un clásico, cuya lectura reco- mendamos encarecidamente. Aparece en la versión espa- ñola en Desde un punto de vista lógico (Barcelona: Edi- ciones Ariel, 1962). Está claro que un análisis puramente lingüís- tico en el que se sustituya un símbolo por otro no nos daría base suficiente para interpretar la forma como la ciencia utiliza hipótesis existenciales. Así pues, nos fijaremos en el tema de la utilización de hipótesis existenciales. El uso del término "hipó- tesis" no quiere decir, sin embargo, que quienes hacen afirmaciones acerca de la existencia de algo lo hagan siempre en tono hipotético. Cuando Des- cartes afirma que la existencia de Dios ha de admi- tirse con la misma certeza que la existencia del propio yo, o cuando nos desea convencer de que existen dos clases de sustancia, lo menos que se nota en su tono de voz es un intento hipotético. El dogmatismo en cuanto a la existencia de ciertas entidades se ha dado con frecuencia en los propo- nentes de teorías científicas; bástenos recordar el triste caso de los rayos N (2). Paralelamente, muchos filósofos han creído demostrar de una vez por todas que lo existente en un momento deter- minado tiene un cierto carácter necesario y que nuevas hipótesis existenciales no pueden ser admi- . tidas simplemente porque alteran el orden explicativo utilizado para interpretar el universo. Dentro de esta categoría podemos colocar a los escolásticos de los siglos XVII y XVIII que ne- gaban las manchas del sol vistas por Galileo apo- yándose en que el sol no podía estar compuesto (2) véase al respecto el artículo "The N-Ray Af- fair", por Irving M. Klotz en Scientific A merican, mayo 1980, Vol. 242, 5, pp, 122-131.

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Page 1: SOBRELOQUEEXISTE YLOQUENOEXISTEinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR/Vol. XIX/49-50/sobre lo que...expectativas asociadas con la clase o subclase res-pectiva. Siguiendo

Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XIX (49,50),33-38,1981

SOBRE LO QUE EXISTE Y LO QUE NO EXISTE

Luis A. Camacho

Una pareja de centauros, macho y hembra, contempla asu hijo jugando en la playa. "Nuestro hijo ya está bastantecrecido -dice el centauro macho- como para decirle quesolo somos entes imaginarios, sin existencia".

El título altisonante del presente trabajo aludeen primer lugar al deseo de encontrar un métodopara hablar acerca de lo que existe sin tener quecaer en paradojas referentes a entidades a las cualesles negamos la existencia. También se refiere a algomás importante: a una clarificación del tipo dediscusión que se plantea cuando no hay coinci-dencia en posiciones ontológicas. Durante este si-glo el tema de la existencia ha ocupado un lugarprivilegiado en las reflexiones de los filósofos (1).No me refiero tanto a la corriente llamada existen-cialista o a la Filosofía de la Existencia de famososy variados filósofos continentales cuanto a la preo-cupación dentro de la corriente analítica poraclarar cuáles implicaciones existenciales precisasson necesarias para la coherencia y congruencia deteorías acerca de la realidad. En una u otra forma,la teoría de las descripciones de Bertrand Russell,el criterio de verificación del positivismo lógico, ladoctrina de las proposiciones sistemáticamente de-sorientadoras de Gilbert Ryle y la teoría de laidentidad contingente de Wilfrid Sellars y RichardRorty han tratado de responder a preguntas simi-lares: ¿qué cosas existen?, ¿qué queremos decircuando afirmamos que algo existe?

(1) El breve artículo de Quine "On What There 18"se ha convertido incluso en un clásico, cuya lectura reco-mendamos encarecidamente. Aparece en la versión espa-ñola en Desde un punto de vista lógico (Barcelona: Edi-ciones Ariel, 1962).

Está claro que un análisis puramente lingüís-tico en el que se sustituya un símbolo por otro nonos daría base suficiente para interpretar la formacomo la ciencia utiliza hipótesis existenciales. Asípues, nos fijaremos en el tema de la utilización dehipótesis existenciales. El uso del término "hipó-tesis" no quiere decir, sin embargo, que quieneshacen afirmaciones acerca de la existencia de algolo hagan siempre en tono hipotético. Cuando Des-cartes afirma que la existencia de Dios ha de admi-tirse con la misma certeza que la existencia delpropio yo, o cuando nos desea convencer de queexisten dos clases de sustancia, lo menos que senota en su tono de voz es un intento hipotético. Eldogmatismo en cuanto a la existencia de ciertasentidades se ha dado con frecuencia en los propo-nentes de teorías científicas; bástenos recordar eltriste caso de los rayos N (2). Paralelamente,muchos filósofos han creído demostrar de una vezpor todas que lo existente en un momento deter-minado tiene un cierto carácter necesario y quenuevas hipótesis existenciales no pueden ser admi- .tidas simplemente porque alteran el ordenexplicativo utilizado para interpretar el universo.Dentro de esta categoría podemos colocar a losescolásticos de los siglos XVII y XVIII que ne-gaban las manchas del sol vistas por Galileo apo-yándose en que el sol no podía estar compuesto

(2) véase al respecto el artículo "The N-Ray Af-fair", por Irving M. Klotz en Scientific A merican, mayo1980, Vol. 242, N° 5, pp, 122-131.

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presión de que algunos perros tienen la propiedadde existir y otros 'no, 10 cual es por 10 menos ex-traño.

Parece evidente que esta confusión de cate-gorías se encuentra en la base del argumento onto-lógico. Pero, más en general, podemos afirmar quela misma confusión, o "category mistake" de quehablan con frecuencia los filósofos de lengua ingle-sa, se encuentra también en todo intento de deri-var proposiciones existenciales del mismo modoque se derivan proposiciones de Sujeto-Predicado abase de análisis conceptuales (4). Esta tentación deexigir la existencia para lo representado por unconcepto a base únicamente del análisis del con-cepto, y no por introducción de datos empíricos,ha sido y es constante en todo racionalismo y esen-cialismo. Cuando uno abre las páginas de la SumaTeológica, por ejemplo, se encuentra con frecuen-cia al comienzo de cada cuestión la pregunta ritualde si existe el objeto que se va a analizar. "UtrumDeus sit", "Utrum lex aeterna sit", etc. La sorpre-sa sobreviene cuando uno se da cuenta de que lacuestión de la existencia de algo se decide a partir deun análisis conceptual, excepto naturalmente enaquellos casos en que la base de la argumentaciónes la revelación, tipo de razonamiento del que nonos ocupamos aquí. Con una frecuencia alarmanteuno se da cuenta de que las proposiciones del tipo"x existe" son tratadas como si fueran de Suje-to-Predicado.

En tiempos recientes varios autores, preocu-pados por los temas de la filosofía de la ciencia,han tratado de fijar criterios eltistenciales que evi-ten la tentación de utilizar análisis puramente con-ceptuales. Rom Harré, autor de Theories andThings (5) y The Principies 01 Scientific Think-ing (6), señala en el primero de los libros mencio-nados tres criterios simples a los cuales habría quehacer referencia cuando se afirma que algo existe:

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por ninguno de los cuatro elementos sublunaressino por la quinta esencia aristotélica.

En relación con el segundo objetivo señaladoal comienzo, consideremos el siguiente caso: a laafirmación de Marx de que la historia de lasociedad hasta ahora es la historia de la lucha declases (3), un escolástico podría replicar que noexisten clases sociales, sino únicamente personasindividuales. Pero entonces un neo-materialista alestilo de Richard Rorty podría afirmar que en úl-timo término tampoco existen personas, sino soloátomos. ¿Se trata de una discusión donde el signi-ficado del término "existencia" se mantiene igualen los tres interlocutores, o donde tanto aquelloque se afirma existir como lo que se quiere decir alafirmar que existe varía en cada caso? ¿Debemosdecir que solo uno de los tres tiene razón, o que esnecesario examinar las tres afirmaciones antes dedecidir en qué sentido cada uno tiene algo de ver-dad? ¿Diríamos entonces que clases sociales,personas y átomos existen, pero no de la mismamanera? ¿O que existen en un único y unívocosentido del término "existir", pero que nuestrapercepción de la existencia respectiva es dife-rente?

Cuando hablamos de la existencia de algo te-nemos, además, que distinguir varios matices de losconceptos para no incurrir en errores de cate-gorías, es decir, en esos errores que consisten enpredicar de una clase o sub clase las propiedadesque son típicas de otra clase o subclase. La cate-goría de existencia ofrece diversas peculiaridadesnotables. Siguiendo a Kant, digamos que la exis-tencia no es un atributo y que las proposicionesexistenciales del tipo "x existe" siguen una sintaxisdiferente a la de las proposiciones donde se predicaalgo. Esta diferencia se ve más claramente cuandose aplica a las respectivas proposiciones la técnicaconocida en lógica con el nombre de cuantifi-cación. La proposición "los perros ladran" se con-vierte en la universal "todos los perros ladran" oen la particular "algunos perros ladran". Ambasproposiciones son perfectamente inteligibles. Encambio, la proposición existencial (en sentido on-tológico) "existen perros" se convertiría por elmismo procedimiento en la universal "todos losperros existen", que claramente carece de sentido,o en la particular 'algunos perros existen", que,aunque no tan claramente sin sentido, daría la im-

(3) Marx-Engels, Manifiesto del Partido Comunista(Moscú: Editorial Progreso, 1972), p. 30.

CRITERIO 1: "una cosa existe si puede serlocalizada en el espacio y en el tiempo". Tal comose enuncia, parece que la localización espacio-temporal sería condición suficiente para la existen-

(4) Cfr. Kant, Critica de la Razón Pura, Anal.Trasc., libro II, cap. 2, sección 3, ~ 3, 3a analogía, A225-B 273.

(5) Londres 1961; versión española Teorias y Cosas,(Barcelona: Herder, 1965), pp. 71-76 para los criteriosmencionados.

(6) University of Chicago Press, 1970. Hay traduc-ción al español.

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cia. Queda la duda de si sería también condiciónnecesaria, en cuyo caso existir y ser localizablesería equivalente.

CRITERIO 11: "una cosa de cierta clase existesi satisface las expectativas que tenemos para dichaclase". Podríamos añadir que si encontramos que xexiste porque hallamos un ejemplar de una clase osubclase, debemos igualmente añadir cuáles son lasexpectativas asociadas con la clase o sub clase res-pectiva. Siguiendo este criterio, se afirma que elokapi existe porque se han encontrado ejemplaresde un animal que se parece a la cebra y a la jirafa ala vez, lo cual es típico justamente del okapi.

CRITERIO III: "la estabilidad de expectativasen un campo espacio-temporal implica continuidadsustancial en dicho campo". Se combina aquí elCriterio I con el 11para producir la noción de con-tinuidad. Este criterio se podría parafrasear así:aquello que es localizable y satisface expectativasde modo permanente, existe permanentemente.

Los criterios anteriores plantean, por supues-to, una serie de problemas. No estarán de acuerdo,para empezar, quienes sostengan la existencia deseres no localizables en el espacio-tiempo, bien seaporque lo trascienden por definición (Dios) o por-que no es fácil encontrar una relación de losmismos con los seres empíricos (entidades mate-máticas). Una vez admitidos los criterios anterioressolo quedan dos caminos a seguir: o bien intro-ducir algún criterio adicional que nos permitahablar de la existencia de seres que no son espacio-temporales o bien afirmar que la categoría de exis-tencia no se aplica en tales casos. A veces estaúltima posición se completa con la introducción deotras categorías, como la de subsistencia. La pri-mera alternativa es frecuentemente utilizada en ladoctrina tradicional de la analogía del ser. Estaalternativa tiene, sin embargo, un inconveniente: alsuavizar los criterios, se nos llena nuestro mundode toda clase de seres extraños: por ejemplo, losseres posibles, los condicionales, los entes pura-mente posibles, pero que no existieron, ni existen,ni existirán jamás -lo que los escolásticos llama-ron futuribilia.

La otra alternativa; en el caso de Dios, ha sidotomada en serio por el teólogo protestante PaulTillich, uno de los más importantes en este siglo,quien afirma que de Dios podríamos decir conigual propiedad tanto que existe como que noexiste. Como es fácil comprender, Tillich influyómucho en la así llamada "teología sin Dios".

¿Qué ocurre cuando alguien se convence deque algo no existe? ¿Cuál es el papel de la con-

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ciencia en la afirmación y negación de proposi-ciones existenciales? Sin duda tenemos que intro-ducir ahora varias distinciones. Para hacerla, empe-cemos contando un cuento. Si bien no lo he inven-tado, no podría precisar dónde lo escuché porprimera vez. Supongamos que un exploradorencuentra una tribu perdida en un lugar remoto.Al estudiar sus creencias, el explorador -supon-gamos además que se trata de una persona versadaen ciencia- descubre que estos individuos tienenuna concepción del mundo bastante desarrollada.Atribuyen, como es frecuente, las enfermedades ala acción de los demonios. Pero van un poco másallá y aseguran que esos demonios son visibles paraciertas personas de la tribu, a saber, los curanderos,quienes en ciertas ocasiones celebran ritos sagra-dos, ingieren hongos también considerados sagra-dos y ven los demonios que causan lasenfermedades. No termina aquí, sin embargo, elconocimiento de la relación entre enfermedades ydemonios: los curanderos han llegado a hacer unaclasificación de demonios con relación a enferme-dades. En las visiones que tienen después de tomarhongos, los curanderos han notado que al lado depersonas que padecen de cierta enfermedad se vendemonios de cierto color. De ahí han podido con-cluir por inducción que existe una relación cons-tante entre determinada enfermedad y determina-do demonio, que se distingue a la percepción porsu color. Al llegar a este punto el explorador seencuentra ante una situación curiosa. Su primerareacción sería por supuesto afirmar que las enfer-medades son causadas por diferentes causas entrelas cuales los gérmenes son una de las más impor-tantes, y pasar luego a negarle autoridad a los cu-randeros. Los aborígenes podrían aceptar su expli-cación, reconocer la existencia de microbios, mi-radas a través de algún microscopio, vedas pre-sentes (en algún sentido de "ver") en las manifesta-ciones que ellos atribuían a seres sobrenaturales ydejar de creer en la existencia de demonios decolores. Pero supongamos que entre ellos hay unomuy inteligente, que inconscientemente sigue leyeslógicas y está familiarizado con intentos ontoló-gicos de interpretación del mundo.

Este brujo podría decir: "está bien, las enfer-medades y los gérmenes tienen alguna relaciónentre sí. Sin embargo, también los demonios queyo veo en algunas ocasiones y las enfermedadestienen algo que ver entre sí. Más aún, esos demo-nios existen puesto que yo los veo y no se puedever algo que no existe".

Además, este brujo podría desarrollar una

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Pasemos a la otra pregunta: ¿qué hace en rea-lidad el explorador cuando afirma que los demo-nios no existen y que las enfermedades se puedenexplicar por simple referencia a los gérmenes?Aquí también debemos distinguir los diferentesaspectos de una situación que no es tan simple. Enprimer lugar, el explorador está diciendo: lo quelos brujos ven en determinadas circunstancias no esen realidad demonios, sino alucinaciones. Note-mos aquí que el explorador no dice "los brujos noven nada" por razones obvias: si el brujo estádiciendo verdad, el explorador estaría mintiendo ysi el brujo miente el explorador no tiene ningúnprocedimiento para desmentirlo. Este último pun-to plantea el difícil tema del conocimiento de lasexperiencias internas de otras mentes, el cual haceaún más complicado el panorama. Como quieraque introducir este tema en nuestro análisis nosllevaría a derivaciones muy lejanas, nos tomamosla libertad de dejarlo. Digamos entonces: el explo-rador podría decir con verdad algo así como "losbrujos dicen ver demonios, y afirman que son lacausa de las. enfermedades, pero los demonios noexisten". Con esto, el explorador se vería ante unnuevo problema: ¿cómo sustituir la afirmación dela existencia de los demonios por otra que tuviesela misma validez lógica desde un punto de vistadescriptivo? Sin duda, esto es mucho más difícilporque aquí el explorador tendría en definitivaque entrar en explicaciones de los procesos fisioló-gicos que tienen lugar en el cerebro cuando se in-gieren drogas. Por supuesto que esto es más difícilque simplemente afirmar que lo visto existe y quelo que existe son demonios patógenos. Además, albrujo siempre le cabe la posibilidad de volverseultra-cartesiano y afirmar la suprema validez de laconciencia y de sus datos, tanto más indubitablescuanto más claros y distintos, o de volverse hege-liano y hablar acerca de cómo el espíritu en suevolución hace que aparezca en el campo del yo lavisión de un demonio que en realidad no es sino lamanifestación objetivizada de un mismo espírituen constante proceso dialéctico. De nuevo tenemosaquí que el explorador casi no dispone de procedi-mientos para desacreditar de una vez por todasdichas explicaciones.

A su vez, en el caso de que el brujo se convir-tiese, ¿qué estaría haciendo? La descripción de loque tendría lugar tampoco sería fácil. Por unaparte, admitiría que la existencia explicativa de losdemonios no es necesaria simplemente porque laexistencia de los gérmenes basta para explicar en-fermedades. Pero tendría entonces que introducir

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complicada teoría acerca de cómo los gérmenesson causas segundas mientras los demonios son lacausa primera de las enfermedades; podría pregun-tarse acerca de cómo los demonios mueven a losgérmenes; podría incluso llegar a plantear el pro-blema de la predeterminación de los gérmenes.

Al llegar a este punto el explorador quizá sesienta descorazonado y decida buscar otras tribusmás sensatas. O quizá tome las cosas con calma yle pregunte al brujo "¿qué hacen los demoniosaparte de producir enfermedades?". Puesto quetodo lo que sabemos de ellos es que producenenfermedades, que se aparecen en visiones y que acada uno corresponde una enfermedad diferente,algunos brujos se sentirían en principio inclinadosa preguntarse acerca de la naturaleza de los demo-nios.

La pregunta anterior nos lleva a otra, igual-mente importante: ¿qué papel desempeñan lasproposiciones acerca de los demonios dentro dellenguaje de los brujos? ¿Qué hacemos cuando ne-gamos que los demonios existen? ¿Qué haría unbrujo al dejar sus creencias y aceptar la explicaciónsegún la cual bastan los gérmenes para explicar lasenfermedades? Empecemos por admitir que tantola explicación del brujo como la del exploradorson lógicamente admisibles; más aún, si el brujo esinteligente podría aducir, con cierta razón, que suexplicación es mejor que la del explorador porqueno solo explica el origen de las enfermedades sinoademás establece una correlación entre lo quesucede cuando se toman hongos sagrados y lo queocurre cuando alguien enferma en la tribu, dos fe-nómenos tan distantes entre sí como los movi-mientos de los planetas y la caída de una manzanaantes de que Newton hiciera ver que se trata dedos aspectos de una misma ley.

Digamos a continuación que en realidad elbrujo, al hablar de los demonios, está haciendo doscosas: primero, afirmar que existe una cierta enti-dad x cuya existencia explica la existencia de otracierta entidad o fenómeno w, en este caso la enfer-medad. Pero está haciendo también otra cosa muydiferente: está reportando el contenido de una ex-periencia, también por referencia a la existencia decierta entidad. Llegamos así a la distinción entredos papeles a desempeñar por proposiciones detipo existencial: por una parte, estas proposicionesreportan alguna cosa en términos de la existenciade otra cosa o ente; en segundo lugar, estas propo-siciones explican algo mediante la existencia dealgún otro ente. Dos funciones, pues: descriptiva yexplicativa. A esta distinción volveremos más ade-lante.

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enunciar el asunto en forma interrogativa: ¿cómodebemos interpretar el carácter aparentemente in-dubitable de la conciencia y la atribución de evi-dencia a la afirmación de que el pensamiento esinmaterial? ¿Lo debemos considerar como unaexistencia real, o más bien sistemática? En otraspalabras, ¿es realmente indubitable la existencia dela conciencia, indubitabilidad sobre la que se basanimportantes tradiciones filosóficas? El tema es sinduda importante y de su resolución depende algu-nos de los problemas planteados en este artículo.

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analítico sin posibilidades de avance por lo mismoque no podemos encontrar nada acerca de los de-monios aparte de su supuesta conexión con las en-fermedades. A su vez, el brujo se verá forzado areportar lo que ve en términos nuevos haciendoreferencia, por ejemplo, a estados alterados de con-ciencia.

Fijémonos en que lo que utiliza ahora parareportar sus experiencias probablemente será unaentidad inferida, y no una simple construcción.

Al final, nos quedaría pendiente el problemadel carácter de la conciencia misma. Podemos