sobre la romanización religiosa en los pirineos - francisco marco simón

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  • 7/23/2019 Sobre la romanizacin religiosa en los Pirineos - Francisco Marco Simn

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    VELEIA, 2425 10171033, 20072008 ISSN 0213 2095

    SOBRE LA ROMANIZACIN RELIGIOSAEN LOS PIRINEOS

    Resumen:Este trabajo se propone reflexionar sobre el diferente paisaje religioso en las dos

    vertientes del Pirineo. Frente a la escasez de la epigrafa votiva en la parte hispnica, la ver-tiente septentrional presenta en su parte central una densidad de inscripciones religiosas sinapenas parangn en las provincias occidentales del Imperio romano, explicable no slo porla ms rpida y directa adopcin del nuevo ritual del votum epigrfico, sino tambin por laexplotacin econmica de la zona. Se subraya tambin la importancia de elementos del pai-saje como el rbol o el monte como en la manifestacin de deidades locales, as como el pa-

    pel jugado por el Marte latino en la interpretatiolingstica e iconogrfica de personalidadesdivinas ancestrales.Palabras claves:romanizacin, religin, Pirineos, bosque sagrado, Marte.

    Abstract: is paper examines the different religious landscapes on both sides of thePyrenees. Unlike the paucity of votive epigraphy in the Hispanic areas, the central northernvalleys of the mountain-range provide an epigraphical density with hardly comparisonamong the western provinces of the Roman empire, due both to the quick adhesin of localpeoples to the ritual of votumas well as to the economic explotation of the regional resourcesby Rome. e special importance of trees as a manifestation of the deity, as well as of LatinMars in the theonymic and iconographic interpretatioof divine traditional personalities arealso stressed.

    Key words:Romanization, religion, Pyrenees, sacred trees,Mars.

    1. Estrabn (2, 161) establece un contraste neto y sorprendente, de acuerdo con el paisajeactual entre las dos vertientes de la cadena pirenaica, cuando dice que el lado cltico (es decir,el septentrional) estaba desnudo, mientras que el de la cara ibrica (meridional) estaba pobladode abundantes bosques. La informacin contenida en este pasaje, de interpretacin problemtica,contrasta claramente con la documentacin antigua: Una casi desnudez caracteriza a los datos epi-grficos en la parte hispana, mientras que las inscripciones son muy abundantes en el lado galo enla parte central de la cadena1. Reflexionar sobre este tan diverso paisaje religioso de ambas vertientesde la cordillera y sobre algunas de sus claves es el propsito de estas lneas.

    1 Lo cual contradice evidentemente la visin que este yotros autores clsicos hacen de los Pirineos y de la montaaen general como espacios de barbarie: vase el texto para-digmtico de Estrabn, 3, 3, 7-8. En el paisaje mental delos griegos, la montaa (oros) es un territorio esencial quepresenta una oposicin doble con respecto a la llanura y a laciudad (Buxton, R. 1996, p. 59; Meissner, B. 1996). Y, porotra parte, las montaas son tambin para el griego mediolos espacios liminales donde se encontraban los santuariosde los dioses,como tendremos ocasin de comprobar as-mismo para nuestro propio mbito pirenaico. Las monta-

    as son sobre todo el dominio caracterstico de los ban-didos. Los textos bajoimperiales seguirn calificando a losvascones del saltuscomo barbari, inhumani, latrones(Paul.de Nola, Epist. X, 202-220). Entre las visiones recientes deconjunto sobre el mbito pirenaico, pueden consultarse,adems de la conocida sntesis de C. Rico (1997) sobre losPirineos, los estudios de J. Sayas Abengoechea (1994) sobresu religiosidad, de F. Beltrn Lloris y F. Pina Polo (1994),F. Pina Polo y F. Beltrn Lloris (1996) sobre su formacincomo frontera, o de F. Marco Simn (1998) sobre la emer-gencia y el carcter cultural de los pueblos de rea.

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    Cuando Csar llevaba a cabo sus campaas en Aquitania, el valle medio del Ebro llevaba un sigloconquistado por Roma. La mayor accesibilidad del piedemonte al sur de la cadena montaosa habafacilitado una urbanizacin precoz del Prepirineo espaol, que contempla la emergencia de ciudades

    en poca republicana como Ilerda, Osca, Iacao Pompaelo. La situacin contrasta (Dupr, N., 2001-2002, p. 396) con la vertiente septentrional, en la que Lugdunum Convenarumno parece presentarniveles preaugsteos (Guyon, J., 1991), pese a que Jernimo indica que fue fundada por Pompeyo,lo mismo que Pompaelo2. En cualquier caso la ciudad recibi el derecho latino, fue adscrita a laprovincia de Aquitania por Augusto (Strab. 4, 2, 2)3y, al igual que Caesaraugusta, se convirti enuna vitrina de la romanidad (Rico, C., 1997, pp. 295 ss.), lo mismo que Labitolosa(La Puebla deCastro, Huesca), con un templo dedicado al genio municipal que serva probablemente de curia yque fue el resultado del evergetismo local (Sillires, P., Magalln Botaya, M.A. y Navarro Caballero,M., 1995). SalvoLugdunum Convenarumlas ciudades de la Aquitania pirenaica muestran un retrasoclaro con respecto al resto de la provincia, pero tambin a las ciudades de la vertiente meridional delos Pirineos, debido probablemente a la compartimentacin del territorio, y slo las ciudades de los

    pueblos del Garona ms prximas a la Narbonense desarrollaron un urbanismo ms rico y precoz(como Elimberri Auch o Lactora Lectoure), aunque en el momento de la creacin de laNovempopulaniaaparecen o se desarrollan ncleos en relacin con las rutas hacia el otro lado de lacadena:Atura, Beneharnum, Iluro, en relacin con Caesaraugusta(Dupr, N., 2001-2002, p. 409).

    2. La lista de tenimos que conocemos para la vertiente hispnica de los Pirineos es muy breve,y con la excepcin del ara de Ibaeta, situada en el corazn del saltus, el resto de las evidencias pro-ceden de la Navarra media, con dos ncleos fuertemente romanizados: uno occidental (en la Tierrade Estella y la cuenca del Arga) y otro oriental (ms centrado en la del Aragn y sus afluentes), peroque no se inscriben en el mbito pirenaico. Un tenimo claramente vascnico es Losa, con dos de-dicatorias en Lerate (y otras dos como Loxaen Arguiriz y Cirauqui), segn Untermann el msseguramente vascn de todos los existentes. En Sos del Rey Catlico apareci un ara dedicada a

    [+]vaporconi,tenimo que quizs se explique a travs de un estadio indoeuropeo antiguo, quizs precl-tico, aunque J. Gorrochategui lo ha relacionado con el aquitano Borconi(HEp 5, 1995, n. 932).

    La lpida de Ibaeta,mansiode Summo Pyreneo, perteneciente a la vaAb Asturica Burdigalam,entre las estaciones de Iturissay de Imo Pyreneo, apareci en el transcurso de las excavaciones que L.Vzquez de Parga llev a cabo en 1953 (Castillo, C., Gmez Pantoja, J. y Maulen, M.D., 1981,50-51 n. 23). Se conserva lamentablemente slo parte del coronamiento y de las iniciales de las dosprimeras lneas: Soli [i]nv[icto]. Alguna divinidad aquitana, como Deus Iddiatis(CILXIII, 65) hasido documentada fuera de su mbito, concretamente en una placa marmrea hallada en Tarragona

    2 Hier. adv. Vigil.4, d. Migne, PL, XI 389-390. El

    testimonio ha sido cuestionado por algn historiador,como Schaad y Vidal, 1992. Pero otros autores admitenla fiabilidad de Jernimo: as R. Bedon, Contra Vigilan-tium, 4 et les origines de Lugdunum Convenarum, enLe leerte de Pallas, 1, janvier 1995, 22; Rico, C., 1997,140-142; Pina Polo, F., 2002. Es probable que parte delos convenaereunidos por Pompeyo para fundar la ciu-dad fueran celtberos calagurritanos deportados al otrolado de la cadena montaosa, y los topnimos CalagurrisFibularia(Bolea, en Huesca: Plin. NH3, 24) y Calagu-rris(en el Garona, aguas debajo de Lugdunum: It. Ant.

    457, 6) se deberan a una fundaciones pompeyanas con

    celtberos deportados: vase Pina Polo, F., 2002, pp. 233-239. Igualmente, Rico, C., 1997, pp. 140-142. Isidoro(Etym..9, 107-108) da idntica informacin que Jer-nimo, pero sealando que son los vascones (a los queconfunde con los vacceos) como el pueblo deportado.

    3 Ya Csar dispona de caballeros aquitanos durantesus campaas en la Galia (BG4, 12) y en el sitio de Ilerda(B.C. 1, 39), y Augusto tena en Actium una guardia per-sonal de Calagurritani(Suet.Aug. 49). Sobre LugdunumConvenarumvese ahora el estudio exhaustivo de Sabla-yrolles, R., y Beyrie, A., 2006, pp. 248-410.

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    (Alfldy, G., 1993, 9-10). Un Deus Seitundusse atestigua, igualmente, en el norte de Catalua (AE1985, 633), y un Deus Herotoragusen otra inscripcin de Rellinars (Barcelona) (Alfldy, G. 1993,pp. 10-11).

    Frente a la dbil densidad epigrfica de la vertiente pirenaica meridional, de la vertiente septen-trional atestiguaron numerosos tenimos a travs de inscripciones votivas. La mxima concentracinepigrfica se da en el valle del Garona y la zona de los Convenae(en la que se han totalizado recien-temente 370 textos votivos; Schenk-David, J.-L., 2005), y el Museo de St. Bertrand de Commingesconserva una coleccin de 222 altares votivos, estudiados recientemente por R. Sablayrolles y J.-L.Schenk (1988; 1990). Frente a los tres centenares de altares votivos incluyendo los santuarios delpiedemonte montaoso como Ardige o Montseri, que documentan una sesentena de dioses en lacivitas Convenarum,el valle del Salat, al este, no ha dejado ms que 6 aras votivas, y el del Neste, aloeste, una cincuentena. Es decir, que estos valles de los Pirineos centrales documentan los nombresde 42 divinidades prerromanas y de 17 romanas (datos en Sablayrolles R., 2005).

    Cmo explicar la difusin excepcional de los hbitos epigrficos en estas zonas intrincadas de los

    Pirineos, que hace que el menor valle pirenaico cuente sus aras votivas por decenas y que el santua-rio de Mont Sacon, por ejemplo, a ms de 1500 metros de altitud, cuente con una cincuentena dealtares (Fouet, G. y Soutou, A., 1963)?

    F . Altar de Mars Leherennus. Ardige (seg. Sablayrolles y Schenck, 1988).

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    Dos hechos habra que tener en cuenta. Por un lado, la adopcin de un rito tpicamente romanono puede entenderse si no es en el marco de la romanizacin. Si el fondo es perfectamente indgena,como manifiestan los tenimos (a veces expresados a travs del procedimiento de la interpretatio,

    como en el caso de Mars Leherennus en el Ardige (fig. 1), o los de Hrcules: Ilunnis, Andossus,Toleandossus4), la forma es romana, pues el homenaje que se rinde a esos dioses indgenas empleael latn como cdigo y las aras como soporte para expresar unos mecanismos contractuales con ladivinidad expresados a travs del votum5. Pero, en segundo lugar, esta integracin en la cultura latinaque estas aras y la onomstica de los propios dedicantes testimonia se explica por un segundo factor,de carcter econmico: el impulso formidable dado por la presencia de Roma a la explotacin de lascanteras de piedra de los Pirineos, caliza o mrmol6. Una nueva forma de extraccin y de tratamien-to del mrmol hizo entrar al mundo pirenaico en los circuitos de intercambios macro-regionales,e incluso mediterrneos, y estas mutaciones econmicas vinieron acompaadas de la difusin deuna cultura de la piedra caracterizada por el recurso a la epigrafa y la iconografa (Sablayrolles,R., 2005). Los altares votivos, de reducidas dimensiones, serviran para reutilizar adems pequeos

    bloques ptreos difcilmente utilizables para otros propsitos.Ahora bien, los altares votivos, que manifiestan unas formas religiosas que abarcan cuatro o cincosiglos, no constituyen sino slo una de las formas de expresin de la religiosidad (eso s, la nicaprcticamente visible despus de tanto tiempo) de una poblacin pirenaica que, en buena medida,no tendra acceso por razones diversas (econmicas, culturales o geogrficas) a esa cultura de lapiedra (Sablayrolles, R., 2005). Los santuarios, como documentan las fuentes literarias para otroslugares, contenan dedicatorias en tablillas de madera o en otros materiales perecederos, y es posibleque altares marmreos hoy anepgrafos hubieran contenido inscripciones pintadas, como pudo ser elcaso de varios en la Coume de Ares (Schenck-David, J.-L., 2005, p. 95). Y no conviene olvidar queesa gran cantidad de documentacin epigrfica carece muchas veces de un contexto arqueolgicopreciso, pues son dudosas las procedencias de los altares, que, adems, son por lo general difcilmentedatables7.

    La coexistencia de las tradiciones indgenas con las mutaciones impuestas por la explotacin eco-nmica romana se traduce tanto en la estructuracin romana del espacio sobre la base de realidadesanteriores como en la especializacin econmica de diversas divinidades: Erriapus y el mrmol(fig. 2),Ageius y la siderurgia, quizs Fagusy la explotacin forestal), sin que ello implique una mu-tacin radical de las personalidades divinas.

    4 Vid. Burgaleta Mezo, J., 1991, 395. Una inscrip-cin de St. Elix se dedica Herculi Toliandosso Invicto, yla deidad aparece venerada como Silvano en la CiuitasConuenarumo en Valcabrre. En cualquier caso parece

    bien subrayado su carcter salvfico en la zona (Fabre,G.,1993, p. 184). Pero la interpretationo parece afectar ala mayor parte de los tenimos ancestrales.

    5 Ciertamente la latinizacin de los tenimos no esperfecta; las reminiscencias de la lengua aquitana expli-can, por ejemplo, las diversas variantes concerniendoal dativo (Herauso / Herausoni; Ilixo / Ilixoni; Abellio /Abellioni; Gari / Gare...), y las dudas afectan asmismo alpropio nombre de la divinidad (Aereda / Erda / Erditse;Baicorrixo / Baigorixo / Baigorisco; Sexarboribus / Sexar-bori deo...) (Fabre, G., 1993, p. 179). Similares variantes

    se documentan en el mbito vascnico del otro lado delos Pirineos (Losa/Loxa, Helatse/Selatse), como indicabaanteriormente.

    6 Pinsese en los marmorarii u offi cinatoresde las can-

    teras de St. Bat que veneran a Erriapus(Fig.. 2) (Sapne,B., 1946).

    7Por ejemplo, la consideracin como elemento dedatacin del trmino deus/dea, que se desarrolla hacia140 para tener un uso corriente en la primera mitad dels. III (Raepsaet-Charlier, M. T., 1993, pp. 13-14), noparece factible en el mbito pirenaico (Fabre, G.,1999,p. 156, n. 18). Y la omnipresencia de la frmula V.S.L.M.imposibilita su consideracin como criterio de datacin(Schenck-David, J.-L., 2005, p. 12).

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    F . Ara a Erriapus deus. St. Bat (seg. Sablayrolles y Schenck, 1988).

    La reparticin de los epgrafes de la zona de St.-Bertrand muestra la cohabitacin entre diosesindgenas e importados como frmula predominante, ms que la asociacin o que la asimila-cin8. No menos de 4 divinidades se documentan en el mismo santuario de Saint-Pe-dArdet (altoGaron), de 6 en Sainte-Christine del Luchonnais, de 3 en Saint-Placard (Nebouzan) (Schenck-

    David, J.-L., 2005). La coparticipacin divina del espacio sagrado es una realidad que conocemosmuy bien en el mundo helenstico (los synnaoi theoi: Nock, A.D., 1972) y ofrece un ejemploextraordinario en el santuario nacional trviro de Altbachtal (Scheid, J., 1995, pp. 227-243).Incluso conocemos el caso de los miembros de una misma familia, los Pompei Pauliniani, que

    8 Sablayrolles, R. y Schenk, J.-L., 1990, 45. EnMontseri Marte y Erge, el dios tradicional del bajo valledel Neste, intercambian sus devotos (Fabre, G.,1993, p.

    184), y Antonius Vindemiales dedica a I.O.M. en Ilheu yaAgeioen Montagut (Fabre, G., 1993, p. 191).

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    aparecen venerando a Jpiter y a divinidades indgenas (aunque aqul puede estar recubriendo aun dios local)9.

    El anlisis de la distribucin de los tenimos refleja claramente una biparticin espacial entre ciu-

    dad y territorio, con claro predominio de las divinidades romanas en Lugdunum y de las ancestralesen el suburbium10, y uno de los rasgos que muestra la cartografia religiosa es la presencia de dioses,con una amplia audiencia expresada en la concentracin de inscripciones en un mismo lugar: es elcaso de Erriapusen St. Bat 19 dedicatorias (fig. 2), o de Leherennusen Ardige (fig. 1)11, deArtahaen St. P dArdet. Otras veces la divinidad tiene un carcter regional, con inscripciones en unrea muy vasta comoAbellio, en 8 localidades. Y un nivel intermedio es el de dioses veneradosen comarcas bien delimitadas: asAgeion, Lahaen el valle de Louge o Ergaen el de Neste)Al menos dos divinidades son veneradas por cofradas cultuales (consacrani), como muestran lasdedicatorias a Erditse(CILXII, 5379 = XIII 397) o a Lahe(CILXIII, 147)12.

    Por lo que respecta a la onomstica de los dedicantes, claramente vasco-aquitnica, se testimoniala debilidad de la penetracin cltica en estos valles pirenaicos, y su estructura onmastica, la pre-

    sencia ms o menos equilibrada de ciudadanos romanos con duoo tria nomina, peregrinos libres eincerti

    3. Las excavaciones practicadas recientemente en tres santuarios pirenaicos que haban sido ob-jeto de trabajos arqueolgicos anteriores han arrojado luces interesantes que matizan la informacinderivada de la epigrafa. El primero de ellos es el de la Croix de lOraison (Coume de Lias), dondehaban salido a la luz dos altares consagrados a Fagus, el haya (fig. 3), y donde diversos restos indu-can a pensar en una frecuentacin anterior a los tiempos romanos. Por el contrario, las excavacionesiniciadas en 1995 parecen atestiguar una presencia romana no anterior al s. II por las monedas apa-recidas, con una frecuentacin que, prolongada ms all del s. V, documenta una historia de largaduracin en un lugar de culto privado en relacin con una domusfamiliar, pero con probable vo-cacin comunitaria en determinadas festividades de la deidad, con representacin de todas las clasessociales, situacin que podra repetirse en otros lugares de culto (Schenck-David, J.-L., 2005, 49).

    9 Junto a Marte, Jpiter goz de una gran vene-racin en estas zonas. Destaca al respecto la concen-tracin de testimonios al sur del Garona, en torno aSt.-Bertrand-de-Comminges y los altos valles prximosal Garona superior. Jpiter aparece como el seor delas estaciones (as en Lescure: I.O.M. auctori bonarumtempestatium, CIL XIII 6), y la misma conexin atmos-frica muestra el altar de Aibar (Navarra) dedicada aIuppiter Optimus Maximus, que exhibe en el lateral de-

    recho una jarra de libaciones bajo un racimo de uvas yen el izquierdo, una gavilla de espigas y un roscn depan (Castillo, C., Gmez-Pantoja, J. y Maulen, M.D.1981, 46-47, n. 17).

    10Pero I.O.M. aparece como la excepcin: 25 tes-timonios en el territorio y 10 en la ciudad (Sablayrolles2005).Esa presencia de Jpiter en las reas rurales parecetambin caracterstica de la Hispania cltica (OlivaresPadreo 2002-2003), o de civitatescomo la de los Al-broges que tienen a Vienne como capital (Pelletier, A.,2004, 208-209).

    11El anlisis de las incripciones procedentes de unsolo santuario, el de Ardige, documenta las variantes enla denominacin de lo que parece la misma o similar per-sonalidad divina y, por tanto, de las diferentes solucionesde la interpretatio: junto a Leheren(4 casos) se atestiguaLeheren deus en 7 altares, Leheren Mars en 6, Mars Le-herenen dos lpidas ,MarsyMars deusen un altar cadauno (Sablayrolles, R., 2005, n. 14).

    12 Algunos tenimos parecen aludir a la proteccin o

    tutela ejercida por las deidades que designan sobre unasdeterminadas zonas, de cuyos grupos tnicos parecen ep-nimas. As Baigorixus(o Baigosisus) se relaciona claramentecon Baigorri, los Bigerriones o Bigorre. De igual modo, larelacin entre el Deus Ilurode la inscripcin de Mondil-han y el antiguo nombre de Oloron (Ilurone; recurdeseasmismo Iluro= Matar) parece tambin clara. El mismoradical de este ltimo tenimo aparece en el nombre de lanica divinidad indgena documentada hasta la fecha enel Valle de Arn espaol: Iluerberrixo Anderexo(Fabre, G.,Mayer, M. y Rod, I., 1985, 99-100).

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    F . Altar a Fagus deus por Iustus. Tibiran, Gnrest (La Croix de lOraison) (seg. Sablayrolles y Schenck,1988).

    El santuario del Mont Sacon, cuya vertiente septentrional domina la llanura de St.-Bertrand-de-Comminges, no ha dejado resto alguno de estructuras arquitectnicas, pero s un altar votivocompleto, 69 fragmentos y 21 zcalos, adems de un pual de la Edad del Bronce que docu-menta una frecuentacin muy antigua del lugar. En el ara en teora dedicada a I(ovi) O(ptimo)M(aximo), lectura sobre la que G. Fouet y A. Soutou (1963) construyeron su interpretacin deun santuario dedicado a un Jpiter metereolgico (similar al auctor bonarum tempestatiumde lainscripcin de Lescure: CILXXX, 6), se lee en realidad Deo [] / [.] id [..] [](Schenck-David,J.-L., 2005, 89).

    El tercer espacio es el de la Coume de Ares (Esparros en las Baronnies), donde se ha atestiguadoel basamento de un pequeo edificio construido con materiales ligeros y dispuesto quizs a la manerade un prtico, probablemente en madera o con cubierta de carpintera. Las monedas atestiguan unafrecuentacin desde el s. II al V.

    Estas excavaciones han permitido comprobar cmo al lado de la piedad desarrollada por unaelite local adepta a la cultura de la piedra romana estos santuarios venan frecuentados por una

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    plebs mediao incluso infima, que ha dejado muchos menos restos de su existencia. Estamos antesantuarios cuya historia se inscribe en la larga duracin, pero los datos arqueolgicos nos muestranque su instalacin en el s. II es claramente posterior a la constitucin de una lex municipalisen la

    civitas Convenarum, y contraviene a la horquilla cronolgica tradicionalmente atribuda a los altaresvotivos, pensados entre los ss. I y III (Schenck-David, J.-L., 2005).Los nuevos anlisis subrayan as mismo una ambigedad funcional para estas divinidades supe-

    rior a la que se supona. Por ejemplo, Erriapus(fig. 2), divinidad que tutelaba las canteras de mrmolde St. Bat, tambin recibe dedicatorias de mujeres o por parte de un grupo de poblacin (proba-blemente un vicus) que venera igualmente a otros dioses. Igualmente, reducir la personalidad divinadeAgeiona la proteccin de las explotaciones metalrgicas implica desconocer su asociacin a losMontes,o su epteto de Bassariusla decoracin de motivos vegetales de sus altares descubiertos en elsantuario de la Coume de Ares (Schenck-David, J.-L., 2005).

    4. Otro aspecto de gran originalidad en el panorama de la epigrafa religiosa en el occidente del

    Imperio es la existencia de cultos naturalistas referentes a montes, rboles, bosques y fuentes. Sacaze(1892) recogi 4 epgrafes dedicados a los montes13. Estos Dii Montesno manifestaran las alturasdivinizadas (o la montaa prohibida Joutard, P., 1986- de alturas sobrecogedoras), sino losdioses que tenan como dominio a la montaa frtil a la que el hombre poda acceder 14. La mayorade las dedicaciones a las montaas han sido halladas a sus pies, y en relacin con divinidades mscampestres que montaosas como Silvano y Diana. (Schenk-David, J.-L., 2005).

    Son muy significativas sobre todo las inscripciones que mencionan rboles o bosques sagrados.En St.-Bertrand-de-Comminges se hall una con la advocacin Fago Deo(Sacaze 1892, n. 116),documentado igualmente en dos inscripciones del santuario de la Coume de Lias (Schenck-David,J.-L., 2005, 42), y diversos altares anepgrafos exhiben representaciones arbreas. Todo parece indi-car que el haya tuvo una significacin religiosa especial en la zona. En Castelbiague se hallaron tres

    inscripciones votivas a una divinidad llamada Seis rboles (Sexs Arbori Deo), y tambin a los Seisrboles (Sex Arboribus) (Sacaze 1892, n. 255-57). Tanta importancia y persistencia tuvieron losrboles y los bosques como elementos del paisaje que manifiestan la presencia de la divinidad, quetodava en el s. IV Ausonio (Mosella, 478) sealaba que los viejos bosques sagrados son la gloria delospagi (veteres pagorum gloria luci).

    Junto a la teonimia estrictamente latina de Faguso de Sexsarbor, sus dedicantes pertenecen a unmedio fuertemente romanizado, como expresan los tria nominade los cultoresde este ltimo dios ola onmastica de los cultores de Fagusconocidos (fig. 3). Segn una ingeniosa interpretacin peroaltamente hipottica, en mi opinin, Sexsarbor sera la divinizacin de una unidad de tala o,mejor, de transporte de los rboles, inscribible en el horizonte del Geniusque los romanos estaban

    13Montibusen las termas de Luchon (n. 325); DisMontibusen Tramezaygues (n. 415), asociados a Silvanoy a Diana; Silvano deo et Montibus Nimidis en Marig-nac (n. 314),Montibus Ageionisen Baudan (n. 465).Otras divinidades que tienen su sede en los montes sonGar(ris), en el Pic de Gar, en la confluencia de los rosPique y Garona (documentado en dos lpidas: CILXIII,49 y 60), Horollateen el de Ore, o el Ageiovenerado enel Mont Bassia (Fabre, 1993, 182).

    14 Schenck-David, J.-L., 2005, 93. No todo montees un Olimpo, ni toda montaa lugar de encuentro entretrascendencia e inmanencia, dios y hombre, como en nu-merosos mitos fundadores de religiones (Julia, D., 2005).Los santuarios mejor atestiguados en los Alpes occidentalesson los que se sitan en lugares de paso: Barruol, G., 2004,210-211).

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    prestos siempre a identificar en diversos lugares y comparable al dios galo Carpentus, venerado enel Comminges y en la Narbonense (Sablayrolles, R., 1992, p. 21-26), mientras que Fagussera laesencia o expresin de un culto natural ya superado por los romanos15. En ambos casos se tratara,

    de todos modos, de dos personalidades divinas indgenas expresadas a travs de tenimos latinos quetraducan su nombre.A este respecto convendra recordar la veneracin de un deus Robur junto al Genius loci- en un

    altar desaparecido de Angulema (CILXIII, 1112), y, sobre todo, de un deus Arixonen Loudenville,un dios roble si atendemos a la explicacin etimolgica del tenimo propuesta por Gorrochategui,que relaciona el tenimo con el vasco aritz(Gorrochategui 1984, 306-307)16.

    Toda esta documentacin est expresando no slo la importancia del bosque y del rbol sagradosentre los aquitanos de los Pirineos centrales (de especialidades pirenaicas hablaba W. Spickermanna propsito de Fagusy de Sexsarbor: 1994, pp. 125-126), sino tambin en mi opinin el proceso deindividuacin de este espacio sagrado caracterstico de los santuarios y de su conversin en divinida-des antropomorfizadas. Baste pensar, en cuanto al proceso de conversin del nemetonespacio del

    claro en el bosque que designa al santuario en general en la Cltica antigua en divinidad objeto deculto, en tenimos como el de Nemetona, la diosa tutelar de los nemmetes y de los trviros, asociadaa Marte, el britanoMars Rigonemetuso, entre los celtas hispanos, a Nimmedus, atestiguado en Miereso en la cueva de la Griega (Segovia), aqu con el apelativo deAugustus (referencias en Marco Simn,F., 1993 a y b; 1999)17.

    La veneracin de deidades que tienen en las fuentes y manantiales su morada o expresin sedocumenta a travs de las Ninfas18, con testimonios significativos en Luchon, donde presentan unafuerte concurrencia a Ilixo, dios tutelar de las fuentes y epnimo de la ciudad, o en la dedicatoriaa las Fontibusde Castillon dArboust (Fabre, G., 1993, p. 182), e incluso los vientos son objeto deveneracin (Ventis, CILXIII, 441).

    Estas caractersticas de las personalidades divinas veneradas explican as mismo la escasez rela-tiva de sus figuraciones antropomorfizadas en estas zonas (un ejemplo puede verse en la fig. 4)19,y, en todos los casos, estilo e iconografa no presentan diferencias apreciables con los retratos queaparecen en los monumentos funerarios (Marco Simn, F., 1978; Sablayrolles, R., 2006).

    15 Vanse las consideraciones de Plinio en NHXII, 3.16 Me parece que es conveniente recordar en esta

    sede, aunque no referidas a las poblaciones pirenaicasque nos ocupan, las famosas citas de Plinio (NH16, 95)y de Mximo de Tiro (Dissert.8, 8) sobre la supremaim-portancia en el imaginario de los celtas del roble como

    expresin d ela divinidad.17 En el mismo sentido, J.-L. Schenck-David 2005,

    pp. 44-45, suponiendo la conversin de un lucus Fagiy de un lucus Sexs arborumen los tonimos personali-zados. En esta lnea, me parece sugerente la propuestade Fouet (1963) de interpretar los Seis rboles comolos elementos estructurales que sostienen la cubierta delsantuario, pues la planta hexagonal se documenta enalgunosfana.

    18Para los romanos, nullus enim fons non sacer,como escribe Servio (Ad Aen.7, 84).

    19Un ejemplo no lejano creo que refleja bien lastendencias aniconicas de los pueblos indgenas de laGalia en general, antes de que la romanizacin religio-sa afecte de una manera intensa a las personalidadesdivinas de la Narbonense y otras zonas. Un dedicanteoriginario de Berytos consagra un altar en Nimes a Iu-ppiter Heliopolitanusy a Nemausus, la divinidad epni-ma (CILXII, 3072: Esprandieu, n. 431). Mientrasque el dios de Helipolis figura en una de las caraslaterales con un kalathossobre la cabeza en su carac-terstica iconografa, en la otra un escudo galo y uncarnyx son los elementos que epifanizan la presenciade Nemausus. Se trata de un buen ejemplo de divini-dad tpica conocida slo por su nombre, sin rostroo iconografa antropomrfica a la que apelar (DeytsS.,1999, pp. 1-44).

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    F . Altar con probable representacin femenina. Gali (seg. Sablayrolles y Schenck, 1988).

    5. En ese proceso de asimilacin de las deidades indgenas a las tradas por el colonizador quellamamos interpretatio (indgena o romana)20, parece tener una importancia primordial el Martelatino21Quiero terminar con la consideracin de dos tipos de informacin de especial inters paraanalizar la romanizacin religiosa operante en el mbito pirenaico: las placas votivas halladas en Ha-genbach y la estatuilla delMars Tricornis.

    El Museo Arqueolgico Nacional de Madrid conserva una estatuilla de bronce que representauna figura estante de excelente modelado, con casco corintio de amplia cimera doble y tres cuernoscurvos, dos laterales y uno central (fig. 5). El personaje lleva en la coraza un gorgoneiony, debajo,un toro enorme a la derecha en acusado relieve con dos estrellas de cuatro puntas encima. El brazoderecho de la figura portara una lanza, y el izquierdo sujetara un escudo.

    20 Marco Simn, F.,1996 y e.p. Vase la relacin deinscripciones a Marte en estas zonas, ordenadas geogrfi-camente, en Gorrochategui, J., 2003, pp. 36-37.

    21Sobre el culto a Marte en el occidente del Im-perio romano, vase ahora Boruquier-Dedd, V. et alii2006.

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    La presencia de los tres cuernos en el casco y del toro en la coraza indica que estamos ante unadivinidad epicrica que ha asumido la iconografa de Mars Vltor. Existen una serie de noticias queapuntan a una procedencia pirenaica para la estatuilla del Marte tricorne. En otra sede (Marco

    Simn, F., 2006) he planteado la hiptesis de que se tratara de una obra producida en un taller deAquitania, enclavado quizs en el territorio de los Tarbelleso Tarbelli mencionados por Csar (Bell.Gall. 3, 23) y Plinio (NH4, 108). Como ha indicado J. Gorrochategui (1984, pp, 278-279) en estazona de la Novempopulania son frecuentes los nombres personales sobre la base tauro, que, enlugar de una influencia latina, pueden reflejar un estado antiguo i.e. anterior a la mettesis sufridapor las formas galas en Tarvo.

    En el caso de la estatuilla del Museo de Arqueolgico Nacional de Madrid la interpretatiotrabajaasociando los elementos icnicos propios del dios nativo protector (los tres cuernos que aparecen enel casco, adems del gran toro en alto relieve de la coraza) con una iconografa alctona; en concretocon uno de los paradigmas de la ideologa cosmocntrica del Principado augsteo: el Marte Ven-gador que preside el Foro de Augusto inaugurado el ao 2 a. e. Estamos, en consecuencia, ante un

    ejemplo privilegiado de la transformacin de los sistemas religiosos existentes, a partir de la resignifi-cacin de elementos sustanciales expresada en una nueva iconografa.

    F . Estatuilla de Marte tricorne (fot.: F. Marco Simn).

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    F . Aras dedicadas a Marte en los Pirineos septentrionales aquitanos. (seg. Gorrochategui, 2003).

    Durante las labores de dragado del lecho del Rhin llevadas a cabo entre 1961 y 1973 en la locali-dad de Hagenbach (Renania) se recuperaron los elementos de un pecio en el que destacan un tesorode 129 lminas de plata, datables entre el 270 y el 275 d.C., resultado del saqueo que poblacionesgermnicas llevaron a cabo en zonas diversas de la Galia (Bernhard et al. 1990). Las inscripciones(AE1999, n.os11127-1160) documentan que se trata de ofrendas aMars, calificado como Dominusen la mayora de las piezas (al menos en 19 casos) y adems como Augustusen media docena deejemplares22. Los antropnimos reflejan unos cultores mayoritariamente peregrinos, cuyos nombresson claramente aquitanos, con algn caso de origen galo, y con cuatro casos al menos de ofrendas

    femeninas23.La mayor concentracin de testimonios a Marte en los Pirineos (fig. 6) se produce en dos san-

    tuarios de los Convenae, el de Ardige, donde se venera aMars Leherennus, y el de Montseri, donde

    22 Con la excepcin de una inscripcin de Aire-sur-Adour (Landes) (CILXIII 421), la epclesis de Dominusno se documenta en parte alguna de las Galias.

    23 J. Gorrochategui (2003, p. 32) ha planteado deforma plausible en mi opinin la posibilidad de que eltrmino Handosde una de las inscripciones sea un epteto

    de Marte en lugar de un nombre personal: en tal caso setratara de una traduccin o interpretatio indgenadel la-tino dominus, y ello convendra a los casos en los queAn-dossus aparece como epteto de una divinidad masculina,probable correlato de andere, seora (Gorrochategui,J., 2003, p. 29, con las referencias correspondientes).

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    aparece la advocacin de Mars Ergeen los dos han aparecido tenimos puramente latinos de ladeidad. Focos menores parecen los de Aire-sur-Adour, con lpidas que mencionan como destina-tario aMars Lehluny St.-Placard, donde ha aparecido epigrafa votiva a Mars Sutugius. Frente a la

    candidatura del santuario de Aire-sur-Adour como lugar de origen de las lminas defendida por suseditores por su situacin en las Landas, zona hacia la que apuntan los paralelos de las fbulas argn-teas halladas junto a aqullas (Bernhard, H. et al., 1990), J. Gorrochategui (2003, pp. 37-38), a par-tir de la gran proporcin de onmastica indgena de los dedicantes, ha propuesto de forma plausibleel territorio de los Convenae como originario de estas lminas votivas, y, en concreto, el santuario deMars Leherennen Ardige, donde ya se documentaba en un par de ocasiones el nombre Bambixxus,que aparece como dedicante de tres lminas.

    Estas lminas votivas entre 3 y 4 cms. de anchura y una longitud de entre 15 y 25 cms. conuna tipologa indita en la provincia de Aquitania, se inscriben en un tipo de ofrenda ritual quecon modalidades diversas en las tres docenas de piezas previamente conocidas, en las que no puedoentrar aqu se documenta en diversas zonas de las provincias septentrionales del Imperio romano

    de raigambre cltica, desde Britania a Rumana, con el eje renano-danubiano como elemento clavepero con manifestaciones as mismo en Francia, Suiza o Italia, y con una cronologa entre los ss. y24. Se trata de lminas argnteas alargadas con una nervadura central de la que salen oblicuamenteunos elementos descritos como plumas, pero que ms parecen estilizaciones vegetales en relacincon rboles o palmas. Algunas de esas piezas se relacionan con el culto a Iuppiter Dolichenusensus santuarios de Mauer an der Url, en Austria, o de Heddernheim, en Alemania, y precisamenteen el altar votivo de Villadecanos (Len), dedicado a esta deidad cuyo culto introducira la Legio VIIGemina, se representa en una hornacina un motivo fitomorfo idntico a estas lminas, que tambinfigura de forma similar en una estela navarra de Estella, mucho ms cercana al espacio pirenaico(Marco Simn, F., 1987, con las referencias corrrespondientes). A diferencia de lo que sucede en lamayora de las lminas que llevan inscripcin, las de Hagenbach dedicadas por los cultores Martisaquitanos portan la inscripcin en la parte superior y no en la base como el resto.

    As las cosas, me parece sugerente la propuesta de Gorrochategui de avalar entre las propuestas eti-molgicas de Leherennaquella (de Bhr) que lo relaciona con el vasco leer, pino. De hecho, otro delos eptetos del Marte pirenaico,Arixo, se basara en el vasco aritz, roble (Gorrochategui, J., 2003,p. 38). Pues bien, estas conexiones arbreas de la personalidad divina pirenaica asimilada al Marte lati-no parecen explicar tambin la eleccin del soporte argnteo arboriforme para contener las dedicatoriasvotivas. De hecho, una de las lminas exhibe, encima del creciente lunar de la parte superior, un rbolo pia sobre un altar (fig. 7). Estos elementos, tanto las interpretaciones etimolgicas de los eptetosdivinos de Marte, como la iconografa de las lminas votivas procedentes de uno de sus santuariospirenaicos, contribuyen en definitiva a reforzar el dossier de unas divinidades que se manifiestan pti-mamente a travs del rbol.

    24 Un mapa de la distribucin de estas lminas yuna descripcin de sus variantes puede consultarse enGorrochategui, J., 2003, pp. 38-46. Las placas britanasalgunas de ellas cristianas han sido recientementeestudiadas por Belinda Crerar (2005), quien en el trata-miento de los paralelos ignora el hallazgo de Hagenbachy la bibliografa correspondiente. Algunas de las plaquitasvotivas britanas estn dedicadas aMars Toutates comola de Barkway o a Marte como las de el tesoro de

    Stony Strattford (Crerar, B. 2005, fig. 3 y lm. I). Esposible que se tratara de objetos fabricados, probable-mente en el propio santuario, a partir de monedas deoro, plata o bronce aportadas por los cultores y poste-riormente recicladas en estos objetos votivos, que quizstuvieran su origen como ofrenda votiva en la prctica delaurum coronariumofrecido como muestra de gratitud alemperador por la ciudad (ibid., p. 77).

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    F . Detalle de una lamina votiva de Hagenbach (Alemania) con representacin arbrea (seg.Gorrochategui, 2003).

    El espacio de los Pirineos centrales no slo no responde a la realidad de los estereotipos queejemplifican a la montaa como dominio de la alteridad o del desierto cultural extremos, sino quetampoco aparece como un espacio necesariamente retardatario. Por el contrario, la parte central dela vertiente aquitana de los Pirineos constituye un privilegiado laboratorio para conocer mejor lacomplejidad de la romanizacin religiosa y nos ofrece una densidad epigrfica que admite muy pocosparangones en las provincias occidentales del Imperio romano. La epigrafa y la romanizacin (lomuestran inmejorablemente los vacos epigrficos en zonas altamente romanizadas como el sur deBritania o el oeste de las Galias) no siempre van de la mano, ni tampoco necesariamente la prcticavotiva y los espacios urbanos, o la densidad de inscripciones y la abundancia de materiales ptreos,tan presentes en otras zonas desiertas desde el punto de vista epigrfico. Nada de esto debera sor-prender si se tiene en cuenta que no todos los grupos humanos presentan tendencias similares haciala publicidad petrificada de sus relaciones con los dioses, incluso en el caso del conocimiento de laprctica votiva.

    F M SDepartamento de Ciencias de la Antigedad

    Universidad de Zaragoza

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