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  • 7/28/2019 Sobre Juan Jose Arreola

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    La maana era tan luminosa que dola en los ojos y,en verdad, no era lo ms doloroso esa maana. Haballovido, o as lo recuerdo, porque en mi memoria aquelmomento trasciende a nardos y a humedad. La habita-cin, en la planta alta, espaciosa, toda de maderas y lien-

    zos claros; algunos libros muy pocos, arrinconados enel olvido, un mueble curiosamente pequeo; bugam-b i l i a s y jacarandas en la enorme ventana que se abra ala calle de Crdoba estbamos en Zapopan, esfu-madas por una cortina de gasa, sutilsima, que mode-raba la luz.

    Claudia en la puerta y, en torno a la cama alta, des-n u d a , utilitaria, de hospital, Elsa Cross, Jos LuisMa rt n ez y yo. La cabecera estaba alzada. En t re almoha-d a s , una carita rubicunda de nio bien peinado, biencomido, bien portado, extraamente desdentado, una

    mirada inquieta, como perseguida.Es Jos Luis, pap; es Elsa, es Felipe deca Clau-

    d i a ; saldalos.Pero haca tiempo que Juan Jos Arreola no poda

    h a b l a r. Llevaba muchos meses enfermo. Fue la segunday la ltima vez que lo vi durante esa paradjica con-

    dena que casi por completo lo priv de la palabra dela vida tres aos antes de morir. Creo que esa maanami admirado y querido y tantas veces ledo Juan Jos nopoda reconocer a nadie aunque Elsa tuvo la impre-sin de que haba intentado llamarla. En todo caso, no

    a nosotros, ni a Jos Luis ni a m.Que Arreola no supiera quin era yo no me sorpre n-

    d a ; aunque hubo momentos de gran amistad y cerca-na, nuestro trato no fue nunca tan continuado ni tanintenso como yo hubiera querido. Me dola, en cambio,que no se diera cuenta de que all enfrente estaba JosLuis Ma rt n ez: se conocieron cuando tenan cuatro aosde edad, en Zapotln el Grande, y se encontraban all,toda la vida despus, en una despedida dispareja, Arre o l atal vez sin conciencia de lo que pasaba, Martnez repi-tiendo su saludo, tan consternado que me parece que no

    toc a su amigo. No estoy seguro, pero creo recordarloporque yo tom en las mas la mano izquierda de JuanJos era lo que ms se pareca a darle un abrazomientras l volva la cabeza a uno y otro lado y no dejabaquieta la mirada y temblaba, como con calosfros. Di g oque es posible que Jos Luis no quisiera sentir el fro de

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    A rre o l a :cinco aosFelipe Garr i d o

    Juan Jos Arreola contina siendo uno de nuestros ms grandes

    e s c r i t o res. Clsico, vanguardista, profundamente mexicano y

    definitivamente universal, su obra espera el descubrimiento de

    cada vez ms renovados lectores y lecturas. A caballo entre el

    ensayo literario y la nostlgica semblanza, Felipe Garrido, autorde Con canto no apre n d i d o, La musa y el garabato, Te p a l c a t e s,

    e n t re otros, nos ofrece una visin del gran miniaturista jalisciense.

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    los huesos de su amigo que de seguro imaginabaporque entonces, mientras repeta saldalos, pap,Claudia entr y para arroparlo pas, del lado contrario alque yo ocupaba, entre la cama y Jos Luis, quien apro-vech el momento para decir que nos esperaban abajoy Elsa tuvo la elegancia de acompaarlo.

    Una vez que ellos salieron, Claudia apret las sbanaspor debajo de los costados de su padre, como se arropa auna criatura, dejndole los brazos de fuera, y siguihablando: Anda, pap, saluda a Fe l i p e. Dirigindose am: En la maana le estuve leye n d o. Mientras le aco-modaba un rizo: Anda, pap, dile algo de Carlos .

    Esas palabras fueron un ensalmo: algo se le acomoda Juan Jos por dentro; la mirada al frente, un aire sere n o.Su boca sin dientes comenz a farfullar si yo no hu-

    biera conocido el poema de Pellicer no habra sabidoqu deca: Hermano Sol, cuando te plazca, vamos /a colocar la t a rde donde quieras, sin parar, por esa raravez a la letra, barboteando las palabras, y las hormigas,de tu luz raseras, / movern prodigiosos miligramos, quenos traan a la memoria su cuento, hasta llegar al ve r s ofinal: Con las manos / encendimos la estrella y comohermanos / caminamos detrs de un hondo muro.

    Lo recuerdo ahora que los das son claramente mslargos que las noches y estamos a medio ao de la fecha3 de diciembre en que Juan Jos, hace cinco aos,

    en 2001, termin de morir. Lo re c u e rdo porque re c u e rd ohaber ledo algo que Jos Luis Martnez escribi haceya muchos meses, donde trajo a cuento su memoria delepisodio que narr arriba, en una resea minuciosa ysabia, como acostumbra, Reaparicin de Arre o l a, quefue publicada en 2004, en el nmero correspondientea junio, creo, de Letras Libres:

    Cuando visitamos a Juan Jos enfermo, yo no consegu

    que me dijera ni una palabra, pero un amigo me cont que

    le haba re c o rdado un soneto de Lope o de Pe l l i c e r, y

    que Juan Jos le cambi algunas palabras, pero sin ro m p e rla medida de los versos.

    Lo del cambio de palabras sin romper la medida delos ve r s o s, como acostumbraba Arreola, tan deliciosa-mente arriesgado para citar de memoria, es otra historiaJos Luis mezcl los dos cuadros; su memoria, comola ma y la de Juan Jos y me imagino que la de Elsa tam-b i n , y la de todos, de vez en cuando le juega bromas.A r reola sola, como est dicho, citar de memoria, y en-tonces no era raro que suprimiera algn verso, o que cam-

    biara alguna palabra, y tampoco era infrecuente que alhacerlo mejorara el original.

    Cito un caso comprobable: en Tres das y un ceni-c e ro, probablemente el ltimo texto que Arreola escri-b i Orso Arreola comparte esta opinin; luego JuanJos se dedic a decirlos, el padre del narrador:

    Despus de repasar con ojos y manos el gran pedrusco de

    mrmol verdinoso y ennegrecido, rayado de vetas blan-

    cas y doradas (la Venus encontrada en la laguna), lo coge

    por la cintura y lo levanta una cuarta del suelo mientras

    declama jadeante como un stiro jovial: Idolatra del

    peso femenino / cesta ufana / que levantamos por enci-

    ma de la primera cana / en la columna de nuestros felices

    brazos sacramentales...

    Versos de su idolatrado Lpez Velarde, que Arreolaretoca al citarlos, pues el texto de Idolatra dice:

    Idolatradel peso femenino, cesta ufanaque levantamos entre los rosales

    por encima de la primera cana,en la columna de nuestros felicesbrazos sacramentales.

    Al menos para m, suprimir entre los rosaleses unacierto.

    * * *

    Apenas haba alcanzado la mediana de su edad el sigloX X,prdigo en tribulaciones, cuando dos nuevos cuentistas,

    ambos jaliscienses, se encaramaron, por decirlo as, de unsolo libro, a la cima de la cucaa literaria posicin taneminente como expuesta. En 1953, Juan Rulfo publicEl Llano en llamas; un ao antes, Juan Jos Arreola pusoen circulacin Confabulario, que Varia invencinhabaanticipado en 1949.

    Estos dos volmenes cambiaron el curso de nuestrasletras; uno y otro sirvieron para abanderar, sin culpa delos autores, dos conceptos diversos del arte de narrar.Sus apresurados enemigos dijeron que las historias deRulfo tenan el mrito de ocuparse de los asuntos de la

    tierra, y que sera fantstico que el autor aprendiera aescribir; de Arreola aceptaron que saba escribir, aun-que lamentablemente, en su opinin, lo haca puesto deespaldas a la realidad del pas. La controversia vea enlos temas de Rulfo su ms alta virtud y en su aparentefalta de cuidado el mayor de sus defectos; admiraba enArreola la fiesta del lenguaje, y le reprochaba el gustopor la fantasa, lo que llamaba su extranjera y el excesode estmulos literarios.

    En 1954, Emmanuel Carballo dej zanjada la cues-tin. En el nmero de marzo de ese ao, en la revistaUn i versidad de Mxico, en un ensayo titulado A r reola yRulfo cuentistas, el crtico, jalisciense para va r i a r, dejen claro que Rulfo escriba mejor de lo que sus detrac-t o res crean, que Arreola tena bastante ms que ver conla realidad nacional de lo que se haba supuesto, y queuno y otro confluan all donde realmente importa, en

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    la calidad de los textos. Sus libros eran piedra de escn-dalo, fe de aciertos, y marcaban por igual un momentomodificante en la historia de nuestras letras.

    Ahora veo escribi Antonio Alatorre en su pre s e n t a c i n

    a la revistaPanpara la edicin facsimilar que el Fondo de

    Cultura Econmica hizo en 1985 que muy probable-

    mente ese artculo me ayud, sin darme cuenta, a obje-

    tivar (a desubjetivizar) lo que desde 1945 sent: que tan

    a u t n t i c o es Arreola como Rulfo; que tan limada pro s a

    es la de Rulfo como la de Arreola; que El conve r s o y No shan dado la tierra pertenecen a una sola estirpe: la de lo

    bien hecho.

    Ahora, medio siglo despus, el acierto de Carballose ha vuelto una perogrullada. Rulfo y Arreola se hanafianzado, a la vista de propios y extraos, en el alto yarriesgado cabo que les corresponde no poco mritoen un medio donde hay cuentistas tan grandes como Re-vueltas, Onetti, Cortzar y Fuentes, por ejemplo. Lasmejores de sus obras se mantienen frescas y vigorosas,

    y continan cautivando a los lectores. Algo los separa,sin embargo, y no con justicia. Rulfo ha sido mucho msledo y estudiado que Arreola. A los ojos de esos extran-jeros a veces nacidos en Mxico que no conocenJalisco y creen indios a los personajes de Rulfo, su lite-ratura tiene un aire extico que le gana puntos en las

    universidades y los congresos internacionales. La ver-dad es que Arreola merece muchos nuevos estudios,muchos nuevos lectores que disfruten su deslumbran-te malicia.

    * * *

    Malicia dije, y ahora lo repito, porque las muchas vir-tudes de Arreola estn coronadas por el taimado arte desacarle ventaja al lector, de administrar a voluntad lo

    que dice y lo que calla; de avanzar con el paso justo y lapalabra precisa. Dueo del oficio, conocedor pro f u n d ode los mecanismos del cuento, Arreola es un prodigio deeconoma, de no decir sino lo esencial.

    AVaria invencin (1949) yConfabulario (1952)siguieron, como obras de narrativa, Bestiario (1958),que incluye las series Cantos de mal doloryProsodia; Laferia(1963) yPalindroma(1971), que recoge las seriesVariaciones sintcticasyDoxo g ra f a s. Un texto indito ,que relata un da de filmacin en compaa de Alejan-d ro Jo d o rowski, se incluy por primera vez en Na r ra t i-va completa, publicado por Alfaguara en 1997. Con laexcepcin de La feria, a la que volver abajo, en estosl i b ros Arreola explora cuestiones ticas, problemas inte-lectuales, sofismas y ejemplos paradjicos, las perpleji-dades de un creyente de buena fe y las complejidadesabisales de la convivencia entre hombres y mujeres.

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    ARREOLA: CINCO AOS

    Revista Universidad de Mxico, marzo, 1958 Revista Universidad de Mxico, marzo, 1954

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    Arreola llam varia invencin a su escritura, frutode la libertad, la inteligencia y la imaginacin; hbrido delpoema en prosa, el cuento, la biografa, los gneros perio-dsticos y comerciales, la epstola y el ensayo. Buena part ede lo que ha escrito cabe cmodamente en los lmites dela fbula, si bien sus aplogos, mochos de moraleja, pocotienen que ver con la usual intencin de adoctrinar allector en las buenas costumbres.

    Como lo sealaron sus censores, a la menor provo-cacin Arreola est dispuesto a dejar ver en su prosa,como si fueran las veladuras de un cuadro minuciosa-m e n t e trabajado, las huellas de las lecturas acumuladas.Junto con la experiencia de la lectura, que es parte de lavida, sin embargo, podemos descubrir los trazos, igual-mente vigorosos, que dejan en la carne y el espritu los

    trances de estar vivo. Arreola ha expresado, fragmentaria-mente, el drama que significa estar en el mundo, la com-p l ejidad misteriosa del ser.

    Un epgrafe tomado de Pellicer no deja dudas sobrela procedencia de El prodigioso miligramo, pero en laconstruccin de la historia advertimos al escritor den-tro del hormiguero. La dedicatoria del Monlogo deli n s u m i s o nos lleva frente a Manuel Acua pero, cmodistinguir al poeta coahuilense del narrador de Jaliscoque aprovecha la ancdota del otro para desnudarse? Lomismo puede decirse de Parturient montes, El lay

    de Aristteles, In memoriam y Pablo. Las Vidasimaginariasde Marcel Schwob son la segura raz deNabnides, Baltasar Grard, Sinesio de Rodas yEl condenado, pero sera miope creer que la deuda esexclusivamente con el cuentista belga. En cada una deestas deliciosas biografas apcrifas hay carne y sangrede Arreola, y cada una de ellas puede remitirse a las peri-pecias de su vida.

    En estas fuentes literarias, que van de la Antigedadclsica y laBi b l i aa la Edad Media, al Renacimiento, a losc ronistas de Indias, a Rilke, a Papini, a Ba u d e l a i re, a tra-

    tados de ciencias naturales y fsica atmica se fundanlos cargos de extranjera levantados contra Arreola. Pe roesto fue una torpeza: Arreola no necesita parecer mexi-c a n o. Su mexicanidad es una fatal manera de ser; noreside en los personajes ni en la ancdota, sino en lamanera de sentir y de construir la narracin.

    Arreola es un maestro para administrar la sorpresa,el misterio, el sentido del humor. Asimismo para ir de locreble a lo increble sin perder verosimilitud. Sus per-sonajes van de ida y vuelta entre la realidad positiva y lofantstico sin pasar aduanas. Mediante la irona de

    lo tierno a lo brutal, del absurdo dcil a la lgica, lamezcla de los datos documentados con la ficcin, y unasubversin constante de lo real tangible, en favor deuna subjetividad y un sentido comn que descansan enel disparate, Arreola ha creado un nuevo tipo de cuento,un mundo donde la palabra hace festiva y profunda-

    mente intil el afn de distinguir entre lo tangible y losentes de la imaginacin. Lo ms importante, sin embargo,es que toda la pirotecnia verbal de Arreola, la nutridateora de personajes y situaciones que nos presenta, cons-tituyen un intento repetido y feliz de profundizar en supropio drama.

    La feria(1963), la nica novela de Arreola, cuentala vida de Zapotln el Grande, desde su fundacin, con lallegada del conquistador Alonso de valos y del primerfraile, Juan de Padilla, hasta el tiempo en que la obra fueescrita. La narracin est compuesta por una serie de frag-mentos de muy dispareja extensin, en boca de dive r s o sn a r r a d o res, que forman, en palabras de Sal Yu rk i v i c h ,una estructura calidoscpica, en la que no se pre s e n taa los personajes ni se sitan los lugares ni el tiempo en

    que ocurren los hechos, a la manera de Rulfo en PedroPramo(1955), y de Cortzar en Rayuela, que aparecitambin en 1963.

    Dos temas le dan unidad: la organizacin de la feriaanual en honor de San Jos, santo patrono de Zapotlnel Grande, y, en un vasto panorama histrico, el re i t e r a d olitigio por sus tierras que sostienen, desde el siglo XVI,los naturales de la regin.

    Algunos de los fragmentos van configurando, poruna adicin a saltos que puede llegar a parecer aleatoria,las historias de unos cuantos de los treinta mil habitan-

    tes del pueblo, como la de Concha Fierro y su himeninfranqueable; la del aprendiz de impre s o r, atormentadopor el despertar del sexo en quien no hay ms reme-dio que ver al propio Arreola; la de don Salva, el sol-tern dueo de la tienda de ropa, tmido enamorado deChayo, una de sus dependientes; o la del presidente delAteneo pueblerino, don Alfonso uno est tentado aponerle Re yes por apellido; la del zapatero metidoa a g r i c u l t o r, trasunto del padre de Juan Jos... Ot ros sonpersonajes colectivos, como los indios tlayacanques, quehablan siempre al unsono. Otros ms corresponden a

    voces y situaciones annimas, son esos pedazos de di-logo y esos ro s t ros que se vislumbran al paso en una plazallena de gente. Todos juntos arman la historia del pueblodonde naci Arreola. Una historia que incluye a seres deo t ros tiempos que intervienen al conjuro del re c u e rdo yde la callada voz de los documentos. Esta percepcin frag-mentaria cumple admirablemente la intencin de hacerde Zapotln el Grande el personaje central de La feria.

    Por sus temas, sus hablas, su estilo, La feriaresume laobra completa de Arreola. Personajes y obsesiones de suscuentos reaparecen en la novela. Aqu Arreola conjuga

    la nobleza de la adolescencia, motivo de nostalgia, y elmordaz escepticismo de la madurez. El buen odo, lagracia, la ternura, la elegancia, la inteligencia, la maliciadel narrador resplandecen en La feria, teidas por el amoral terruo, sin que eso menge su visin irnica. Por lomenos en cuatro textos anteriores Arreola se haba acer-

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    cado a su pueblo: de manera fallida en El cuerve ro, quepeca de fcil costumbrismo; de manera magistral en Hi zoel bien mientras vivi, en Pu e b l e r i n a y en Corrido.

    La feriad e s vela el afn de Arreola por no dejar morirel mundo lingstico de su infancia. Para componer lan ovela, pidi a muchos de sus paisanos que escribieran;se sirvi de cartas y de tro zos del peridico local; de docu-mentos antiguos, de pasajes bblicos y de los evangeliosapcrifos. Con esto, Arreola consigui acumular una

    d i versidad de tonos macabros, festivos, bailables, sen-timentales, poticos y dar una muestra de su virtuo-sismo para dominar diversas jergas.

    * * *

    En una entrevista sobresaliente, recogida en Protago-nistas de la literatura mexicana(Porra, cuarta edicin,Mxico, 1994), Juan Jos Arreola confi a EmmanuelCarballo que, debajo del literato aparente, haba sidos i e m p re el payo jalisciense, el nio que fui y que pas su

    vida en el campo viendo el desarrollo de las labores agrco-las y escuchando las canciones de los campesinos, el nioafligido por el drama de la conciencia y del ero t i s m o .

    Esta dualidad encarn en un cuento intrigante y con-movedor, Tres das y un cenicero, que forma parte dePa l i n d ro m a. Muy pocos escritores, bajo cualquier cielo,

    han sido capaces de brindar la clave de su vida en unaalegora tan eficaz.

    Un da de cacera, con unos amigos y parientes, cerc ade Zapotln el Grande, el narrador y protagonista entraa una laguna para cobrar una garza que mat su sobrino.Bajo el agua, siente con los pies algo vivo, duro y ren-dido, que resulta ser una escultura que parece griega.Los cazadores la envuelven en unos petates y el narradorconsigue llevarla bajo su cama, oculta a la codicia de los

    c o m p a e ros, al sentido comn de la madre y a la lujuriadel padre. De dnde lleg la Venus de mrmol? En unclima de fiebre, el narrador repasa las posibilidades y...No es justo re velar el resto de la historia porque la deliciade leerla no merece ser estropeada. Pe ro s quiero llamarla atencin sobre la forma en que este relato resume ele n c u e n t ro vitalicio del muchacho de Zapotln el Gr a n d econ la cultura clsica. Toda la vida cultural de Arreolaest puesta aqu en una clave transparente, transida deastucia, ternura y devocin.

    * * *

    Para Juan Jos Arreola, nacido en Zapotln el Grande el21 de septiembre de 1918, la literatura fue una adquisi-cin infantil. Durante los pocos aos que curs la pri-maria, hasta cuarto, tuvo la fortuna de tro p ezar con maes-

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    ARREOLA: CINCO AOS

    Juan Jos Arreola

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    t ro s que lo inclinaron a la literatura porque ellos la ama-b a n . Tres caminos sirvieron a estos profesores admira-bles, los Ac e ves, para cumplir su tarea de seduccin: leer,redactar composiciones y aprender versos de memoria.

    Arreola recuerda como el cimiento de su formacinliteraria El Cristo de Temaca, una poesa del padreAlfredo R. Placencia. Dice l, en Memoria y olvido,queantes de aprender a leer y de estar inscrito en la escuelamemoriz el poema, porque acompaaba a sus hermanos

    mayores. Lo aprendi sin comprenderlo, escuchando alos muchachos de quinto ao, que estaban re p i t i n d o l o.Se sinti deslumbrado por la armona de las palabras, poraquel lenguaje distinto al que oa en la calle. Un da, en sucasa, arrebatado por el entusiasmo, se subi a una sillay comenz a re c i t a r l o. Ya entonces estaba enfermo deamor por las palabras y ya sufra la mana de memorizarlo que le gustaba.

    A los once o doce aos empez a representar obrasde teatro y a recitar. Una de sus tas declamaba en p-blico. Ya que la edad comenz a sitiarla, deleg en su

    sobrino la tarea de ir a las veladas literario musicales, alas fiestas civiles y a las religiosas. Cuando tena quinceaos, Arreola pas dos en Guadalajara, donde comprpor primera vez un libro, Go gde Gi ovanni Papini, a suso j o s el mayor prosista italiano del siglo XXy una de lasinfluencias poderosas en su prosa. En 1936, regres a

    Zapotln el Grande y por un tiempo trabaj como depen-diente en tiendas de abarrotes y de ropa, papeleras, moli-nos de caf, chocolateras. Tras el mostrador comenz ae s c r i b i r, en el papel de envoltura, versos, nombres extra- o s y sus primeros grmenes imaginativos.

    A fines de ese ao vendi una mquina de escribirOl i ve r, que le haba regalado su padre, y una escopetaque haba adquirido por su cuenta. Le dieron trece pesospor la escopeta y dieciocho por la mquina. Compr un

    boleto a Mxico, y lleg con casi trece pesos en la bolsa.En la capital trat a varios escritores que lo aprox i m a ro na la literatura con su ejemplo: entre otros, Usigli, Vi l l a u-r ru t i a y, tan jvenes como l, Jos Luis Martnez y AlC h u m a c e ro. Su primer maestro de teatro, el que le ensea decir versos y a leer en voz alta, fue Fernando Wagner.Entre otros grandes poetas, le revel a Rilke.

    En 1939 y 1940, metido en el teatro hasta el cuello,A r reola escribi sus primeros textos realmente literarios:algunos poemas y tres farsas en un acto: La sombra de las o m b ra, Rojo y negro, inspirada en Stendhal, yTi e r ras de Dios.

    A principios de 1940, tras un descalabro econmicoy una frustracin sentimental, volvi a Zapotln. Estavez trabaj como maestro de secundaria, y se dedic aleer con avidez. Escribi tambin su primer cuento,Sueo de Navidad, que se public en un peridicolocal, El Viga, la Navidad de 1940.

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    Juan Jos Arreola y Juan Rulfo

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    Tres aos ms tarde, en Guadalajara, en el primernmero de Eosjulio de 1943, una revista editadapor Arturo Rivas Sinz y por Arreola, ste public suprimera obra maestra: Hizo el bien mientras vivi.Un texto redondo, de sobresaliente arquitectura, tonomesurado y excelente dibujo de personajes. Algunos lohan tildado de cursi. El propio Arreola dice:

    Es un relato de la vida provinciana que me sali del cora-

    zn. Est lleno de cursilera pueblerina. Fue un pro d u c t o

    natural de mi nobleza adolescente, de mi creencia en la

    vida y el amor.

    El juicio es errneo o, al menos, hay que matizarlo:la cursilera es de los personajes, no del relato, que es

    sobrio, medido, astuto para informar al lector de lo queva sucediendo, aunque los personajes no se atrevan anombrarlo.

    Adems de Hizo el bien mientras vivi, en tres delos cuatro nmeros que Eossobrevivi, Arreola reseEl gesticuladorde Rodolfo Usigli, yEl luto humanodeJos Revueltas, y public unas dcimas de las cuales, porcuriosidad, transcribo aqu la ltima:

    Gracias por esta venturanacida de tu presencia,

    y gracias por la dolenciaque tu falta me procura.Gracias en fin porque durasobre mi ser tu substancia,gracias por esta fraganciaque de tu vida se vierte;gracias en fin por la muerteque siento por tu distancia.

    En Guadalajara, Arreola conoci al actor francsLouis Jouvet. Con su patrocinio viaj a Pars, en 1944,

    para estudiar arte dramtico, y lleg a pisar el escenariode la Comedia Francesa.

    A su re g reso hubo otra revista tapata, Pa n, que fundcon Antonio Alatorre: siete nmeros, de junio de 1945a enero - f e b re ro de 1946. En el primero, Arreola publicdos Fragmentos de una nove l a que no termin nuncay que hasta ahora no han sido recogidos; en el nmerot res, El conve r s o, y en el seis un So n e t o y la carta a unz a p a t e roes imposible no pensar en su padre, como lodibuja en La feria que ahora conocemos como C a rt aa un zapatero que compuso mal unos zapatos. (Rulfo

    public Nos han dado la tierra en el nmero dos, yMacario en el seis.)

    Guadalajara ya le quedaba estrecha y el escritorse mud a Mxico donde ingres, por mediacin deA l a t o r re, al Fondo de Cultura Econmica, para traba-j a r, y a El Colegio de Mxico, para estudiar filologa. En

    esa ciudad reincidira en las tareas editoriales: fund ydirigi la coleccin Los Presentes, edit Libros y Cua-dernos del Unicornio, la revistaMe s t e ry las ediciones delmismo nombre. Asimismo emprendi el rescate de laCasa del Lago, en la primera seccin de Chapultepec; conHctor Mendoza dirigi un movimiento teatral llamadoPoesa en Voz Alta; form en su casa un taller de crea-cin literaria por el que pasaron, en tiempos diferentes,escritores como Vicente Leero, Jos de la Colina, JosEmilio Pacheco, Fernando del Paso, Tita Va l e n c i a ,Jos Agustn, Ren Avils Fabila, Alejandro Aura...

    Despus de PalindromaArreola dej la escritura,pero no la palabra. Su presencia en numerosos foros yen la televisin, para hablar en vivo, es una nota peculiarde la cultura mexicana en los aos finales del siglo XX

    fragmentos tomados de sus charlas fueron converti-dos en libros por escuchas atentos y devotos, como Jo r g eArturo Ojeda, a quien debemos Y ahora, la mujer... yLa palabra educacin. Para algunos, su presencia repe-tida cada semana, cuando tuvo programas fijos en dive r-s o s canales de televisin ninguno tan memorablecomo los dilogos que sostuvo en Canal 11 con AntonioAlatorre, poda restarle capacidad de sorpresa. Loc i e rto es que, al travs de ese medio, Arreola llev la fiestade la palabra a un pblico muchsimo ms amplio queel alcanzado por sus libros. Qu fuerza de contagio

    tena verlo regodearse con palabras que le abrillanta-ban la mirada y le llenaban la boca! En la televisin y ensus numerosas apariciones en pblico, Arreola le devo l-v i a la palabra su antigua libertad, su antigua indepen-dencia del texto.

    * * *

    Quien llegue a saber escribi Carballo qu signi-fica la mujer a lo largo de la obra de Arreola podr decirquin es Juan Jos Arreola y qu significa su obra. No

    hay ningn tema ms obsesivamente explorado porA r reola que la mujer, el amor, la re n c o rosa imposibilidadde la compaa.

    Una constante en su obra es el parto en Informede Liberia los nios se niegan a nacer. Arreola se sienteexpulsado; necesita ser depositado en la tierra y ve en elamor un smbolo de ese re g reso al seno de la gran madre .Considera que al amar a una mujer nos insertamos en latierra, y que el deseo supremo, ms all del impulso dela vida, es el deseo de desaparecer, de dejar de ser indi-viduo, de regresar al todo original.

    No hay compaa posible. Esa radical amargura lavierte contra la mujer, aunque al mismo tiempo vuelves i e m p re a venerarla de rodillas. Arreola est conve n c i d ode que la soledad radical brota de la separacin prima-ria de ese ser platnico que contena, en una sola masabiolgica, al hombre y a la mujer:

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    ARREOLA: CINCO AOS

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    Padezco la nostalgia de esa separacin y he tratado de

    expresarla en textos que pueden ser errneamente inter-

    p retados como una crtica antifeminista. Desde la infancia

    he sido un ser vido que busca completarse en la mujer.

    La separacin original ha intoxicado de rencor a unoy otro. Biolgicamente, dice Arreola, la mujer lleva unacarga mayor que el hombre; el hombre parece habersequedado con el espritu, con la materia que vuela.

    Re c u r rentemente, Arreola examina los diversos ma-tices de la relacin entre hombres y mujeres. En Te o r ade Du l c i n e a el hombre rechaza a la mujer concreta, queest a su alcance, por perseguir un ideal, y en Dama dep e n s a m i e n t o s no hay sino el ideal, siempre ms cmodoque una mujer concreta. En In memoriam, un hombre

    se refugia en el estudio de las relaciones sexuales al travsde la historia, para protegerse de su mujer. En Insec-tiada, la mujer devoradora, como la mantis religiosa,confirma que, dice Arreola, la actitud natural de todamujer es absorber al hombre. En Luna de miel y enInterview la mujer es una trampa; el hombre enamo-rado se diluye en ella. El rinoceronte ilustra el caso deun hombre que aniquila totalmente a su esposa y despussufre el aniquilamiento total a manos de otra mujer. EnLa migala, un hombre sufre de pnico porque ha sol-tado en su casa una bestezuela amenazante.

    La vida priva d a, Pu e b l e r i n a, El faro, Pa r b o l adel tru e q u e, Corrido examinan las posibilidades deltringulo y las paradojas de la fidelidad, desde una espe-cie de tolerancia hacia el engao, hasta el rencor des-b o rdado en la violencia de los machetes y la sangre. Mscomplejo es el tringulo que plantea Una mujer amaes-t r a d a, donde un triste saltimbanqui exhibe en la calle auna mujer, sujeta con una cadena tan frgil que es vir-tualmente ilusoria, para que realice ante el pblico, porunas monedas, suertes bastante elementales. El narra-dor culmina la escena acompaando a bailar a la mujer

    y cayendo de rodillas ante ella para poner punto final ala funcin.

    En una historia deliciosa que viene de la Edad Me d i a ,La cancin de Pe ro n e l l e, Arreola concluye una vezms que el amor es un ideal del espritu. Un poeta viejoy tuerto y una jovencita enamorada de sus poemas va njuntos en peregrinacin, acompaados por una sir-vienta, a la feria de San Di o n i s i o. En el momento de lad e s p e d i d a :

    Pe ronelle otorg al poeta su ms grande favo r. Con la boca

    fragante, bes amorosa los labios marchitos del maestro.

    Y Guillermo de Machaut llev sobre su corazn, hasta la

    muerte, la dorada hoja de avellano que Peronelle puso de

    por medio entre su beso.

    * * *Arreola hablaba como escriba; no distingua entre laimaginacin y la realidad; se senta igualmente agobiadopor las pequeeces y por los problemas metafsicos. Envivo, como por escrito, era el triunfo del verbo, de lopreciso sobre lo confuso, de la forma sobre la materia.Un sol cenital alumbra su voz. Autodidacto de memoriaprodigiosa e imaginacin febril es ante todo un artista.De las muchas veces que Arreola habl en pblico, hubo

    dos especialmente memorables: la entrevista que le hizoEmmanuel Carballo y que puede leerse en Pro t a g o n i s t a sde la literatura mexicana, y la serie de plticas que Fer-nando del Paso convirti en el libro Memoria y olvido(Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Mxico,1994). Entresaco de estas fuentes, casi textualmente,algunos trozos que dejo, por as decirlo, en voz del pro-pio Arreola.

    El arte de escribir consiste en violentar las palabras, po-

    nerlas en predicamento para que expresen ms de lo que

    e x p resan. El arte literario se reduce a la ordenacin de las

    palabras. Las palabras bien acomodadas producen una

    significacin mayor de la que tienen aisladamente. De

    all que palabras vulgares, desgastadas por el uso, vuelva n

    a relucir como nuevas. Las palabras son inertes de por s,

    y de pronto la pasin las anima, las levanta, las incluye

    en el arrebato del espritu. El problema del arte con-

    siste en untar el espritu en la materia; en tratar de dete-

    ner el espritu en cualquier forma material.

    El poema, como la escultura y la pintura, son imposibili-

    dades absolutas. El gran artista comete aprox i m a c i o n e s .

    Creo en la materia animada por el espritu. He llegadoa creer que Dios se cumple en su creacin. No puedo

    pensar que Dios exista antes de la creacin. Dios es por-

    que nosotros somos. El hombre es capaz de intuir y

    concebir a Dios; es la criatura indispensable.

    La frase bella brota de una instancia espiritual incons-

    ciente, y por ello aparece poblada. Tal ocurre en la poesa:

    no sabemos cmo anida en cada estructura armoniosa

    una entidad mgica y metafsica, y es que esa estru c t u r a

    14 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO

    Dueo del oficio, conocedor profundo de losmecanismos del cuento, Arreola es un prodigio

    de economa, de no decir sino lo esencial.

  • 7/28/2019 Sobre Juan Jose Arreola

    9/9

    ha nacido como una tentativa formal del espritu. El esp-

    ritu tiene una necesidad inagotable de manifestarse y lo

    hace a veces empleando la razn, pero siempre en los casos

    verdaderos, a pesar de la razn o haciendo caso omiso

    de ella.

    Para m, toda belleza es formal. Lo que yo quiero hacer

    es fijar mi percepcin; mi ms humilde y pro f u n d a

    p e rcepcin del mundo externo, de los dems y de m

    m i s m o.

    Cuando soy barroco y elegante en el sentido tradic i o-

    nal, lo soy desde un punto de vista irnico. Detrs deesas bellezas ornamentales conscientes, se puede ver la

    sorna agazapada. Aspiro al lenguaje absoluto, al lenguaje

    p u ro que da un rendimiento mayor que el lenguaje fro n-

    doso porque es frtil, porque es puro tronco.

    Ad m i ro a Ramn Lpez Ve l a rde, que fue un re vo l u c i o-

    nario autntico de la poesa. En mi obra se nota el influjo

    de Amado Nervo, Mariano Silva y Aceves, Julio Torri,

    Francisco Monterde, Ada Negri, Marcel Schwob. Mis

    influencias ms profundas, Rilke, Kafka, Proust, las he

    vivido no slo como mexicano, sino como payo, como

    pueblerino mexicano. Viv literalmente en una alacenade compotas. Procedo de una raza de cocineras y de gran-

    d e s asadores de carneros. Soy un gran gozador de man-

    jares; los quesos que ms me gustan son los cotijas, los

    tapalpas y los chiapas. Soy un producto absolutamente

    mestizo.

    El arte es conocimiento y al esclarecerme a m mismo

    podr justificar a otros. Mi obra ms importante es la

    que no he escrito. En mi obra escrita hay una especie de

    desencanto previo a la realizacin. Existe una gran dis-

    tancia entre lo que uno siente como posibilidad y lo

    que uno obtiene como resultado.

    Ha habido personas que han sido famosas por una

    capacidad verbal que ha perjudicado su obra. Yo soy

    una de ellas. Uno de esos escritores que, por tener el don

    de la palabra, estamos en una gravsima desventaja: por-

    q u e me ha sido dada la palabra, me pierdo en palabrasy no puedo hallar la palabra que realmente me defina.

    En el fondo, no s quin soy. Me escondo tras una mura-

    l l a de palabras. Me oculto, como el calamar, en su man-

    cha de tinta.

    No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he

    dedicado todas las horas posibles para amarla. Amo el

    lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los que

    mediante la palabra han manifestado el espritu, desde

    Isaas a Franz Kafka. Vivo rodeado por sombras clsicas

    y benvolas que protegen mi sueo de escritor. Pe ro tam-

    b i n por los jvenes que harn la nueva literatura mexi-cana; en ellos delego la tarea que no he podido realizar.

    Para facilitarla, les cuento todos los das lo que aprend

    en las pocas horas en que mi boca estuvo gobernada por

    el otro. Lo que o, un solo instante, a travs de la zarz a

    ardiendo.

    REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO | 15

    ARREOLA: CINCO AOS

    Revista Universidad de Mxico, octubre, 1953 Revista Universidad de Mxico, octubre, 1954