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Sobre el valor simbólico de la enfermedad en el Nordeste brasileño Rafael. DíAz MADERIjEI .0 (Universidad Complutense de Madrid) Estas páginas pretenden contribuir al desarrollo del campo de la antropología médica, que en nuestro país reviste un carácter residual, al menos si se compara con la atención que viene prestándose a otros campos de la investigación antropológica, especialmente en lo que se refiere a estudios de estructura social (Pujadas y otros, 1980’. 328). El inform.e que ahora se piescnta toma como base algunos datos obtenidos a lo largo de dos campañas de trabajo realizadas en el nordeste brasileño; y, en cierta forma, intenta desarrollar el enfoque simbolico cogniuívo, quizás el más adecuado para este tipo de estudios. Durante 1 p imera estancia, que ocupó la casi totalidad del año 1978, se trabajo puneipalinente con informantes, sobre la base de entrevistas dirigidas o semídirectivas, en diversas poblaciones del Nordeste. Asi- mismo s hizo uso (le olnei-vaejones en los tenderetes y puestos de ven la de curanderos y «Taizei.ros» (vendedores y expertos en remedios de origen vuíetai: plantas, cortezas, raíces, etc.). El segundo período de permanencia en e.l área elegida tuvo un carácter diferente del ante- rior, pues no sólo fije más corlo, sino que estuvo dedicado, casi en exclusiva, a la recopilación dc materiales escritos., mediante consulta de fondos documentales y bibliográficos en archivos, bibliotecas e ins- tituciones. Por ello esta nueva etapa de la investigación, realizada du- rante los meses de julio a septiembre de 1982, se extendió a las ciuda- des de Río de Janei,-o y Sáo Paulo, además de las poblaciones nordesti- nas visitadas anteriormente . El área de que procede la información 1 En esta segunda estancia, mantuve muy provechosas conversaclones con la protrsói-a Caimen Junqucira (Univez-sidade Católica de Sáo Paulo). También Fui- ron valiosas las indicaciones dcl profesor Gilberto Freyre (presidente del Insil- R,.v,.tví ¿S~3ci~íflIct ¿Ir ahiIr’rpoIotzuí UIU¿FI(UIU~. Vr>!. XII!. [Kt[ Unix ( 7ornr> JVIadrid. 1983

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Sobre el valor simbólico de la enfermedaden el Nordeste brasileño

Rafael. DíAz MADERIjEI .0(UniversidadComplutensede Madrid)

Estas páginas pretendencontribuir al desarrollo del campo de laantropología médica, que en nuestro país reviste un carácterresidual,al menos si se comparacon la atenciónque viene prestándosea otroscamposde la investigaciónantropológica,especialmenteen lo que serefiere a estudiosde estructurasocial (Pujadasy otros, 1980’. 328).

El inform.e que ahora se piescnta toma como basealgunos datosobtenidos a lo largo de dos campañasde trabajo realizadas en elnordestebrasileño; y, en cierta forma, intenta desarrollarel enfoquesimbolico cogniuívo,quizásel más adecuadoparaestetipo de estudios.Durante 1 p imera estancia,que ocupó la casi totalidad del año 1978,se trabajo puneipalinentecon informantes, sobrela basede entrevistasdirigidas o semídirectivas, en diversas poblaciones del Nordeste. Asi-mismo s hizo uso (le olnei-vaejonesen los tenderetesy puestos devenla de curanderosy «Taizei.ros»(vendedoresy expertosen remediosde origen vuíetai: plantas, cortezas,raíces, etc.). El segundoperíodode permanenciaen e.l áreaelegida tuvo un carácterdiferentedel ante-rior, pues no sólo fije más corlo, sino que estuvo dedicado, casi enexclusiva, a la recopilación dc materialesescritos., medianteconsultade fondos documentalesy bibliográficos en archivos,bibliotecas e ins-tituciones. Por ello esta nueva etapa de la investigación, realizadadu-rante los mesesde julio a septiembrede 1982, se extendió a las ciuda-des de Río de Janei,-oy Sáo Paulo, ademásde las poblacionesnordesti-nas visitadas anteriormente . El área de que procedela información

1 En esta segundaestancia,mantuvemuy provechosasconversaclonescon laprotrsói-a Caimen Junqucira (Univez-sidadeCatólica de Sáo Paulo). TambiénFui-ron valiosas las indicacionesdcl profesorGilberto Freyre (presidentedel Insil-

R,.v,.tví ¿S~3ci~íflIct ¿Ir ahiIr’rpoIotzuí UIU¿FI(UIU~. Vr>!. XII!. [Kt[ Unix (7ornr> JVIadrid. 1983

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de primera mano se extiende concretamentea lo largo de la franjalitoral nordestina,y se desarrollé fundamentalmenteen la ciudad deRecife, así como en Olinda y en el barrio de Candeias,en el munici-pio de Jaboatáo,a unos 12 km. al sur de Recife. La información obte-nida en estaspoblacionesse complementócon permanenciasde menorduración en otras ciudadesy aldeas: Salvadory Paulo Alfonso (en elestado de Bahía); Garanhuns,Caruarú,Paulista e Igarassú (Pernam-buco); Maceió (Alagoas); Joño Pessoay Campina Grande (Paraiba);Natal y Mossoró (Río Grandedel Norte), y Fortaleza (en el estadodeCeará).

La situación de estaspoblacionespermite inscribirlas en las tresáreasecológicasbien diferenciadasdel Nordeste: la «mata litoral”, el«agreste»o «caatinga»y el «sertáo».Es precisamentesobreeste esce-nario donde,desdehacealgunossiglos, seviene desarrollandouno delos procesosmás interesantesde mestizajebiocultural de todo el con-tinente americano. En efecto, a la heterogeneidadde los grupos indí-genas que ocupabantan extensazona, hay que sumar los segmentosde población europeade diversa procedencia—principal pero no ex-clusivamente—, portugueses,holandesesy franceses,que importaronsusmodos de vida y sustradiciones: y a todo elio hay que añadir lasnumerosasoleadasde esclavosafricanos, también diversosen sus ca-racterísticasfísicas y culturales, que contribuyeron a incrementarelmestizajebiológico y cultural de esta región. De estamanera, lo quehoy se conocecomo cultura nordestinadebeser entendidocomo el re-sultadode una serie de síntesisparticulares llevadasa cabo en diver-sos momentosy en distintas localidades,que han dado Jugara dife-rentesgrados de preeminenciade los rasgoseuropeos,africanos o in-dígenas,y que afloran en las variedadeslocales de la cultura. Eviden-temente, el proceso no ha estado exento de sucesivasadaptacionesalas modificaciones de las condicionesecológicasque algunas activída-des económicasde los tiemposcoloniales operaronen el área’. Asimis-mo se abre pasoun procesosecular de «modernización»,que tiende aunificar las variedadeslocales de cultura para incorporarlas a la ten-dencia «nacional».

Las ideasy concepcionesacercade la enfermedad,suetiología o suterapéutica,que operanen el áreanordestina,no puedensustraerseaeste contexto de fuerte dinámica sociocultural,sin embargo,lo que sepercibe en las entrevistases la reEcrenciaa diferentesversionesdc losconceptospopularessobreel trinomio «etiología—enfermedad—tera-

tuto JoaquimNabuco, dc PesquisasSociais),así comolas sugerenciasdel profe-sor Ruy dos SantosPereyra(UniversidadeFederalde Pernambuco).

Me refiero al procesode desert.izaciún<le gran parte de la zona dc «mata»nordestina,a causadel reiterado monocultivo del azúcar en la época colonial(GALEANo, 1977: 92 y es.).

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péutica», y en la medida en que cadauna de estasversionestiene unvalor actual, queremite a variedadeslocales,resultaalgo vano intentarrastrearsu origen en algunade las múltiples tradicionespresentesenla región.

En otro orden de cosasy desdeel punto de vista sanitario, ningu-no de los sistemasactualmentevigentes en el áreanordestinapuedeconsiderarsesuficiente, de forma aislada,para atenderla demandadela población. La denominadahabitualmentemedicina ‘<oficial» carecede la infraestructura necesaria,y generalmentese concentraen losnúcleosurbanos(Costa, 1971; Guimaráes,1981),aunqueno faltan dis-pensariosen los núcleos de población rural. Junto a estos centrosdemedicina «oficial» cobran expresión la~ diversas formas de medicinapopular; a veces como actividadescolateralesde los cultos religiososafrobrasileflos, en los «terreiros»de Xangó, en Recife, en los candom-blás bahianoso en los «terreiros»de IJmbanda,en las zonassuburba-nas de Recife y otras ciudadesnordestinas;asociadao formandopartedel rituaL denominado«catimbó» (Cascudo, 1951; Campos,1967); enotras ocasionesla medicina popular es ejercida por curanderos,~<re-zadores’>, «raizeiíos»,«benzedores»,«benzinheiras»,«curadoresde co-bras», etc.; y sus principios son la basede cualquier medicinacasera.

En este contexto la frecuente dicotomía entre medicina «oficial» ymedicina popular, sin dejar de ser operativapara muchosfines, pierdevalor desdeel punto de vista de esteanálisis,puesademásde la situa-cion simbiótica de ambos sistemassanitarios en el área estudiada,lamedicina «oficial» no está exentade valoracionesy concepcionespopu-lares. En efecto,en determinadosestratosde la población,quien acudeal médico no es precisamenteen virtud del carácter«científico» dela medicina, sino medianteun sistema de referenciasde parientesoamigos (De Miguel, 1980: 25), en buscade medicamentosen los que hadepositadosu «fe» en virtud del «uso carismáticoque el médico hacede su propia posición social y el dispositivo tecnológicoque puedepo-ner en práctica»(Prat y otros, 1980: 56). y si esto no bastaseparaamen-guar el valor analíticode la dicotomía popular/oficial), históricamente,la seriede conceptosy prácticasque se conocencorno medicinapopu-lar nordestina, igual que sucedeen la mayor partede los paiseshispa-noamericanos,hunde sus raíces en la herenciade conocimientosqueconstituyeronla nosologíade la medicina «oficial» de la coíonia (Fos-ter, 1980).

También ofrece algunasdificultades para el análisis de las concep-cionespopularesde la enfermedadla tradicional separaciónde los con-ceptos de etiología, síntomasy terapéutica.En muchas ocasioneslaconcepción de la enfermedadse refiere al conjunto de esos tres ele-mentos,cadauno de los cualesadquieresentidoprecisamentepor refe-rencia al conjunto. En la región nordestina,y no sólo en ella, la etio-

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logia atribuida a algunos síntomasremite a un ordenvalorativo de laenfermedad,ya sea cuandose la considerael resultadode un procesode contaminación,o cuandose atribuye su padecimientoa la interven-ción negativa de u.n virtual «enemigo>~.En estos casosla terapéuticaestá encaminadaa evitar los síntomasmedianteaccionesque tiendena anular no sólo sus síntomas, sino también la etiología. Se suponeque si la enfermedadha quebrantadoun determinadoequilibrio, laterapéuticadeberárestituirlo. En otros casos,por el contrario, cuandola sintomatología que configura la dolencia se deriva del quebranta-miento de algunanorma por partedel paciente,será la enfermedadlaencargadade restablecerel orden alterado,y por lo tanto la terapéu-tica tenderá a sustituir la acción «expiatoria» de la enfermedad,conotra acciónsemejantey paralela,pero que no seanociva para el enfer-mo. En estos casos pareceser el carácterfuncionalistade la explica-ción lo que justifica la no desintegracióndel trinomio «etiología-sínto-mas-terapéutica»,sin embargo,el aislamientodel conceptode enferme-dad, o de algunosde los tres componentesmencionados,es arti6cioso;y ello es demostrablea partir de cualquierade las concepcionesdeenfermedadque operan en el áreaestudiada.Veamosalgunasde esasconcepciones.

Una gran parte de los términos que definen las dolenciasen la me-dicina popular nordestinaremiten a concepcionestradicionalesque undía formaron partede la medicinacolonial. Algunas clasificacioneslle-van a considerarel valor operativode algunosconceptosopuestoscomo«frío-calor» (sólo excepcionalmentese han encontradoreferenciasa laoposición «húmedo-seco»).Por ejemplo, en el nivel etiológico de algu-nas enfermedades,y por desplazamientoal plano alimentario, apare-cen expresionestradicionales como «almogo fresco»(almuerzo fresco),o cocido «fresco».Se trata de carnefresca, generalmentede buey, her-vida y acompañadade un «piráo>’ (especiede sopa de tapiocamuy es-pesa),hechocon harina de mandiocay el caldoresultantede la cocción.No todos los frutos convienena esteplato como postre; por ejemplo,la banana,la «jaca» (Artocarpus integrifolia, L. /.), la papayao la san-día, se consideranfrutos fríos, y por lo tanto si se toman despuésdeun cocido fresco pueden aumentarpeligrosamenteel frío. Tambiéndebenevitarseaccionesque puedenprovocarcalor, o más exactamentepuedendesplazarel calor necesariopara la digestión a otraspartesdelorganismo, tales como peinarse, leer, hacer ejercicio físico, «inclusose prohíbe el coito hasta el día siguiente» (Sáo Paulo, 1970, 1: 13). Seconsideraque la inmersiónenaguafría puedeprovocarunacongestión,la explicación parecesituarse, en estecaso, en el mismo orden de larelativa a los postres proscritos; esto es, el aumento rápido del frío;en el casode las otras accionesque debenevitarse,pareceque la expli-

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cación sería el cambio brusco de temperatura,pero de hechopuedenreproducir el mismo esquema:

Postresevitados

cocido fresco —~ Digestión —~* Actos evitados—~ Congestión

Baño

Fho calor Frio Desplazamientodel calor

A la inversa, cualquier alimento frío, que se toma despuésde unasituación de hipertermia,produce también un daño físico. «Estabasu-dando, tomó sandíay comenzóa vomitar sangre» (Sáo Paulo, 1970 1:181). Sin embargo,frente a la acción de remedioso alimentos calien-tes se puedenutilizar alimentoso remediosfríos, que no equivalenri-gurosamentea agentesfríos.

Un elementofrecuenteen la mente del hombrenordestino,y por loque se refiere a sus formas de conceptualizar la enfermedad,es el«aíre». El aire es signo de vida, pero puedeser peligroso cuandosuscualidadesse modifican por 1-a temperatura.El aire frío puedeprodu-dr un «enFriamientode las venas,los nervios,las arterias,carne,mem-branasy piel, se consideracausade la mayor partede las hemiplejias,resfriados,asma, congestión cerebral las expresionesusualesparareferirse a sri accion son: «ramo do ar», «doen9ado ar>~, «ramo do va-lente», etc. (Silo Paulo, 1970, 1: 21). A su vez, el aire caliente se consi-deraproductorde disentería,diarreas,fiebresbiliosas,etc. La expresiónsar encalLado» (aire sin salida) designaalgunasmolestiasen el pechoo en cualquier otra parte del cuerpo que se atribuyena la «impresiondel aire, y que los médicosllaman molestiasreumáticaspasajeras»(SáoPaulo, 1970, 1: 22). Pero ademásel aire puedeservir como vehículo apartículas contaminantesque producen infeccionesu originan hincha-zones en el cuerpo. Generalmentepuedeprevenirse la entrada en elcuerpo de estosagentespatógenos,medianteuna técnicaexpresivadelritual denominado «Catimbó». Se trata de la operación de «fecharocorpo» (cerrar el cuerpo), que pretendeevitar la acción de cualquieragentecontaminanteen el organismo.«En el catimbó hay un procesode inmunización de todo el cuerpoque lo haceimpenetrablea las balascalientes,y a los cuchillos fríos, a las aguasmuertasy vivas, al fuego,a la dentelladavenenosa,a la imprecaciónde males (‘praga’) o al male-ficio» (Cascudo,1951: 59).

Entre las concepcionesnordestinasde la enfermedad,son especial-mente interesantesaquellascuyos aspectosetiológico o terapéuticore-miten a accionesquese sitúan en un plano virtualmente sobrenatural.

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Frecuentementepuede reconocerseen estas concepcionesun compo-nente indígena,pero cualquier indagaciónpermite comprobarque lasconcepcionesde dolencias derivadas de las tradiciones africanas oeuropeascasi nuncaestánexentasde cierto valor mágico.Precisamenteel ya mencionado«catimbó»intenta «cerrar el cuerpo»no sólo frentea contaminaciones«físicas» del aire o del agua,sino tambiéna las pro-ducidas por intrusión de alguna fuerza no material, o se utiliza paraevitar el «quebranto»,estadode debilidad producidopor el «mau olha-do» (aojamiento). Sobreesta última causade enfermedadel nordestebrasileño ofrece un interesantecúmulo de creenciasy prácticas,quepueden ser objeto de análisis en otras páginas.Foster (1980) admiteque la creenciaen cl «mal de ojo» en Iberoaméricaes básicamentelamisma que en España,pero las respuestasterapéuticasdivergenen lamedida en que puedenhabersido originadaspor otras tradiciones.

Entre las causasatribuidas a las enfermedadespor Araújo (1979:211 y ss.) señala la culpa por haber transgredido una norma moral.En estoscasosse considera que la enfermedades realmenteuna san-ción, un castigo; y los síntomassuelenadoptarla forma de estigmas.La terapéuticapuede incluir un tratamiento o acción de carácterex-piatorio, pero como se apuntó más arriba, la verdaderaacción expia-toria correspondea la propia dolencia, que es la encargadade resta-blecer el ordenquebrantadopor la acción culpable.Pero, una vez quese ha curado la enfermedadmedianteuna acción paralela a ella queintente restablecerel orden roto, ¿quésucedecon los estigmas?Enbuenalógica quedaráncomo señalde que en otro plano se ha restau-rado algo que habíasido quebrado.A partir de ahí puedenser objetode elaboraciónsimbólica y servir como signosde una acción culpableya expiada.

Las marcasestigmáticasde algunasenfermedadesque conllevan laidea asociadade una culpa son objeto, en la mentalidad nordestinapopular, de un tratamientointeresanteque concedea dichas enferme-dadesun valor metafórico. Es el caso de la «morfea» (esclerodermiacircunscrita o en placas)y de la lepra, confundidasambasenfermeda-des en el lenguajepopularnordestino,y consideradasen conjunto comola enfermedad<‘más terrible y la más inmunda de las conocidas’>.Lasmarcassintomáticasde estasenfermedadesseocultan mientras es po-sible, puesasociadaa supadecimientose encuentrala ideade unaciertaculpabilidad.

Más curioso es el casode algunascicatricesde origen sifilítico. To-davía hoy, la sífilis mantieneconnotacionesde culpabilidad para quiense sospechaque la padece;suele evitarse su designacióndirecta y seemplean perífrasis como «doenyasde muiher», «doen9a apanhada’>,«locurasda mocidade»(Araújo, 1979: 144). Algo semejanteocurre conla morfeay la lepra,antesaludidas,cuyareferenciahabitual es«doenga

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de Sáo Lázaro»o «mal de Sáo Lázaro>’. Sin embargo,Gilberto Freyre,en su obra ya clásica, Casa Grande y Senzala,recogeuna afirmacióndel viajero Karl von Martius, que recorrió el Brasil entre 1817 y 1820,según el cual, el hijo del señor de ingenio podía ser ridiculizado sí nollevaba «estigmassifilíticos en el cuerpo, que el brasileño ostentabacomo quien luce una cicatriz de guerra»(Freyre,1977: 70). En estecasoque evoca ligeramente los análisis realizadospor SusanSontag, conbaseliíeraria, sobreel valor metafórico de la tuberculosisy del cáncer,en Europa, en los siglos xíx y xx, respectivamente(1980), los estigmasde la sífilis actúan doblementecomo signos de la enfermedady comosímbolosde la virilidad. Se suponeque el hijo de un señor de ingenioazucarerodebía de haber sido iniciado sexualmente,casi con juegos,entre negrasy mulatas, a los doceo trece años,porque si pasabadeesa edady carecía de experienciasexual podía ser tildado de «donce-llón»; con todo, la sífilis tenía importanciaverdaderamentetrágica enla morbilidad de la región nordestina,y la mayor parte de los habitan-tes la consideraban,ya entonces,vergonzosa.Perovolviendo al análisis,la opción «ocultación-ostentación»de estas marcas dependeríadirec-tamentedel valor atribuido a la realidad evocada,segúnla ordenaciónde significantes. El estigmaes signo de la enfermedadculpable, peroel carácter indeseablede esa realidad significada quedaanulado me-diante la utilización del mismo fenómenocomo símbolo de una cuali-dad deseableo positiva, la virilidad. En estesentido, las marcasde laenfermedadadquierenun valor polisémico.

Una explicación análoga puede tener la actitud frente a la deno-minada «pinta» o «puru-puru» (espiroquetosisdiscrómica). Si bien seha registradoen algunaszonas del estadode Babia, en terrenosmuysalinos junto al río San Francisco(Von Martius, 1979: 69, nota 8), laenfermedades endémicaen algunaszonasal norte del Amazonas.Entrelos síntomasde esta enfermedaddestacala aparición de placasirre-guiares, redondeadas,aisladaso confluyentes,oscuras,de varios tama-nos, x que se revelan al tacto por un cierto engrosamientode la piel,mostrandomás sequedadqueésta.Sin embargo,no es unaenfermedadgrave,y aunque los pacientespresentanun aumentodel volumen delhígado, así como de la pilosidad corporal, no sufren otras afeccionescutáneas(Von Martius, 1979: 68 y ss.). Según varios testimonios (DeMionel, 1986: 311, la ¡Ibu de los «Puru-Puru» tít iliza el padecimientodc esta enfermedadcorno rito de pubertadpara varones,por medio decontagio intencionado;y si algún adulto no presentalas marcasde laenfermedadno le es permitido contraer matrimonio. Recientemente,Márquez u Pérez sostienenl..a hipótesis de que estaenferme&adpuedeser un preventivo de la sífilis, y por tanto pudo utilizarse sri padeci-miento por contagio, «como defensaante la conquistay sus secuelas»(1982, 1: 163) En cualquier caso,las mareasde la enfermedadson uti-

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lizadas como signo de su padecimiento,pero también como garantíade adultezo como símbolo de estarpreparadopara afrontar los peli-gros derivadosde posiblesaccionesconquistadorast

Existe otro aspectoimportante que influye en la valoración simbó-lica de las enfermedades:se trata de la localización de los síntomasa lo largo de la «geografíacorporal».Si bien escasas,las referenciasala concepcióndel cuerpo en las entrevistasrealizadaspermiten trazaralgunascoordenadasque arrojan información sobrelas relacionesquese establecenen el plano simbólico entreel valor concedidoa algunasenfermedadesy su localización en el organismo.

Todo pareceindicar que en el nordestebrasileñooperan dos crite-nos para clasificar las partesdel cuerpo.El primero de esoscriteriosestablecediferenciasentre los órganossituadosen la parte interior yaquellaspartesque estánlocalizadasen la superficie.En principio nose pudieronprecisarconnotacionesvalorativasque supusiesenunapri-macíade lo interno sobrelo externo,o viceversa.Pareceque la atenciónprestadaa las afeccionescutáneases considerable;no obstante,paula-tinamente pudo establecerseque las dolencias que manifestabansin-tomatologíaexternason consideradasmás peligrosas,al menosde unamanerageneral.Por ejemplo,entre las preferenciasa la posibledistin-ción entre morfeay lepra, que como se ha visto suelenconfundirseenel áreaestudiada,hay unaque admite que la morfea es c<solamenteunaenfermedadde la piel..., mientrasque la lepraalcanzaa la carne».Contodo, muchasenfermedadesde la piel son consideradasvergonzosas,como la sarna,algunaspsoriasis,etc. En Recife, algunasdermatomico-sis eranconsideradassigno debaja condiciónsocial, especialmenteunaforma muy frecuente denominadavulgarmente como micosis (<deplaya».

El otro criterio para clasificar las partesdel cuerpohumano tieneen cuenta unos planos imaginarios que dividen al cuerpo en variossegmentos.Un primer plano divide el organismoen dos mitades,ante-rior y posterior, con valoracion mas positiva dc la parte anterior. Unsegundoplano lo escindeen dos nuevasmitades,derechae izquierda.La partederechase consideramás positiva, y en los rituales afrobrasí-leflos se asocia con las accionesbenéficas.Por el contrario, la parteizquierda se considera«negativa»,y estáasociadasimbólicamenteconlas fuerzasdel mal, la «correnteesquerda>~,la kimbanday con Exu (elDiablo). Una excepciónseria el corazón, que ocupacl centro y no sevincula con ninguna de esasdos mitades.Por último, un tercerplano,que dividiría el cuerpo coincidiendo con la separacióndiafragmática,no puedesituarse con facilidad, y parece más propio hablar de una

Este último casode búsquedadel contagiorecuerdala actitud, frecuenteennuestra tradición, de preferir contagiarsede viruela loca para quedarinmune yno correr el riesgo de padecerla irás peligrosaviruela negra.

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jerarquización gradualdel organismoen la que las partessonmás va-loradaso mas «apreciadas>~,en su sentido ascendente.

Por Lo general,el grado de valoración de las partesdel omganisrtíoes inversamenteproporcional al carácterde la enfermedad,o dicho enotras palabras, cuanto más se valora un órgano o un miembro máspeligrosa resulta la enfermedadque lo aqueja.En cualquier caso,sinembargo,es difícil precisarcon exactitudestascuestiones,puesen oca-siories enFermedadesque alcanzana todo el organismono revistende-nasíadaimportancia desdeel punto de vista de su apreciación social,como es e! casode los catarrospor enfriamiento.Ademáses frecuentela confusión popularde la localizaciónde unaenfermedado de algunossíntomas.El ejemplo más significativo de esta afirmación ocurre, en elÑordesie y quizás en otras muchasregionesdel Brasil, en las atribu-ciones de síntomas o enfermedadesgástricasal hígado. Un caso fre-cuente es el de las formas leves de dispepsiagástrica,que suelencon-siderarsecon el nombre de «mal do fígado».

Puededesprendersede la lecturade estaspáginasque más que ha-blaise de concepcionesde la enfermedaddeberíautilizarse la expresiónconceptossobre la situación dc enfermar. Un efecto,parececonvenien-te aceptar la idea expresadarecientementepor Prat, Comellesy Puja-das de que el interés de los estudiosde etnomedicinaradica en expli-citar el contextocultural del enfermar(1980). No puedeconcebirseunadolencia en terniunos exclusivamentenaturales.Correspondea la cul-tura definir las circunstanciasque permiten el acto de enfermar; y endefinitiva, posibilitar la vivencia de cada dolencia concreta. Fábregaha establecidouna distinción entre los términos ingleses«illness» y~disease»; el primero indica un caráctersubjetivo de la enfermedad,con connotacionesvalorativas que dependende la percepcióndel pa-cienteo de quienesle rodean,mientras que el segundodesignaun es-lado mórbido del cuerpo o suspartes(Seguin,1982: 192-193).Esta dis-tinción puedeapoyar .la afirmación que subyaceen estaspáginas: unaenfermedadqueno estádefinidaculturalmenteno sepadecerealmente.

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