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1 ABRIL-JUNIO 2008 Synthesi S 47 SOBRE EL TÉRMINO CULTURA y sus posibles implicaciones VÍCT OR MANUEL CÓRDOVA PEREYRA Facultad de Filosofía y Letras/Universidad Autónoma de Chihuahua ablar del término cultura implica una complejidad tan vasta como la cantidad de definiciones y acepciones a que dicho término nos puede remitir. H Si la cultura, como término a definir y como fenómeno o cosa en sí, constituye un problema desde una perspectiva filosófica, lo es no solo en la medida en que se ubican sus límites como concepto y su relación que guarda con hombres y mujeres en general, sino tam- bién en cuanto a la reciprocidad que mantiene con el ser humano como sujeto o individuo. La primera problemática con que nos encontramos en estas reflexiones es, obviamente, la de definir el tér- mino en cuestión, pues si bien una definición usual, acep- tada y generalizada de dicha palabra es aquella que nos señala a la cultura como todo lo que el hombre ha crea- do, 1 es fundamental destacar cómo a esta conclusión general se han agregado otras particularidades no me- nos importantes, desde las cuales el concepto adquiere un sentido cuya relevancia puede alcanzar a explicar, con cierto grado de satisfacción, los derroteros que a través de la historia los hombres han trazado en función de ciertos objetivos y de ciertas necesidades. Las parti- cularidades a las que hago alusión son aquellas que com- plementan la definición que aquí nos ocupa, con un en- foque no solo filosófico sino también histórico, antropológico y –¿por qué no?– psicológico y que nos dicen, principalmente, que, como consecuencia de nues- tro devenir histórico y de nuestra evolución psicológica, la cultura es al fin de cuentas una condición natural en nosotros, nuestra segunda naturaleza. Así, bajo esta pre- misa, opera el pensamiento de Johann Gottfried Von Herder –quien llama a la cultura “segunda génesis del hombre”– 2 y el de Max Scheler, quien literalmente la denomina “segunda naturaleza”. 3 Esta valoración o interpretación de la cultura como una entidad, que es a la vez resultado de la construcción Brenda LOZANO CELAYA: Peregrinación. PUNTO DE VISTA

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SynthesiS47

SOBRE EL TÉRMINO CULTURAy sus posibles implicaciones

VÍCT OR MANUEL CÓRDOVA PEREYRAFacultad de Filosofía y Letras/Universidad Autónoma de Chihuahua

ablar del término culturaimplica una complejidad tan vastacomo la cantidad de definiciones yacepciones a que dicho término nos puederemitir.

H Si la cultura, como término a definir y comofenómeno o cosa en sí, constituye un problema desdeuna perspectiva filosófica, lo es no solo en la medida enque se ubican sus límites como concepto y su relaciónque guarda con hombres y mujeres en general, sino tam-bién en cuanto a la reciprocidad que mantiene con el serhumano como sujeto o individuo.

La primera problemática con que nos encontramosen estas reflexiones es, obviamente, la de definir el tér-mino en cuestión, pues si bien una definición usual, acep-tada y generalizada de dicha palabra es aquella que nosseñala a la cultura como todo lo que el hombre ha crea-do,1 es fundamental destacar cómo a esta conclusióngeneral se han agregado otras particularidades no me-nos importantes, desde las cuales el concepto adquiereun sentido cuya relevancia puede alcanzar a explicar,con cierto grado de satisfacción, los derroteros que através de la historia los hombres han trazado en funciónde ciertos objetivos y de ciertas necesidades. Las parti-cularidades a las que hago alusión son aquellas que com-plementan la definición que aquí nos ocupa, con un en-foque no solo filosófico sino también histórico,antropológico y –¿por qué no?– psicológico y que nosdicen, principalmente, que, como consecuencia de nues-tro devenir histórico y de nuestra evolución psicológica,la cultura es al fin de cuentas una condición natural ennosotros, nuestra segunda naturaleza. Así, bajo esta pre-misa, opera el pensamiento de Johann Gottfried VonHerder –quien llama a la cultura “segunda génesis delhombre”–2 y el de Max Scheler, quien literalmente ladenomina “segunda naturaleza”.3

Esta valoración o interpretación de la cultura comouna entidad, que es a la vez resultado de la construcción

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que el hombre hace de su entorno no natural primige-nio, y herramienta que le sirve a este para construir surelación con dicho estadio, nos ubica en una perspec-tiva muy interesante del estudio de la cultura comofenómeno; una perspectiva que tiene que ver, segúnapuntan estas reflexiones, con un carácter dual de lamisma; dualidad –a su vez– que consiste en verla comomedio y como fin.

Como medio, la cultura constituye el elemento através del cual nos protegemos del mundo natural, nosadaptamos a él, o lo adaptamos, en la medida de loposible, a nosotros. Con base en este enfoque, pode-mos ver a la cultura como el vehículo con el que losseres humanos logramos transitar de un estadio pri-mitivo y primigenio a otro más elaborado, en el cualnuestra naturaleza –más frágil que la del resto de losseres del reino animal– se encuentra relativamenteprotegida a través del conjunto de símbolos y signos,mediante las estructuras materiales e inmateriales quela cultura implica.

Samuel Ramos, en El perfil del hombre y la cul-tura en México, aborda esta cuestión cuando nos dice:“Uno de los sentimientos más necesarios para soste-ner la vida de todo hombre, es el de la seguridad, quese afirma especialmente cuando el individuo tiene laocasión de verificar la eficacia de sus aptitudes y desu poder. En otras palabras: es el éxito repetido de laacción lo que, progresivamente, va edificando en laconciencia individual el sentimiento de la seguridad”.4

Está claro que conceptos como individuo o indi-vidualidad, así como el de seguridad, son, despuésde todo, acepciones culturales. La construcción de esaseguridad de la que habla Ramos, a partir de la inven-ción de la cultura –como se ha venido señalando eneste ensayo– lleva al hombre a verse a sí mismo, conel paso del tiempo, más allá de su carácter gregario;lo lleva a visualizarse como un ente individual, comoun sujeto. De aquí podemos entonces inferir que sedesprende otra dualidad de la cultura, dualidad que nonecesariamente implique confrontación, pues la dico-tomía sociedad-individuo se antoja más como unacomplementación que como un contraste insalvable.El hombre ha creado la cultura, pero no lo ha hechosolo; la cultura, visto así, de esta manera, es la sumade muchas individualidades, las que van a reconocer-se como tales en la medida en la que la cultura avan-ce y se llegue a un grado mayor de sofisticación deella: de tal suerte que es entonces cuando podemosempezar a considerar a la cultura como un fin en sí

misma, pues es a partir de este hecho que nos enfoca-mos a caminar única y exclusivamente por el caminoque ella nos marca –el cual, a su vez, no es otro que elque la humanidad ha definido desde que creó ese esta-dio que nos ocupa en este ensayo–, como si la evolucióndarwinista, habiendo llegado a su fin en el aspecto fisio-lógico, tomara ahora el derrotero de la cultura. Así, loque evoluciona ahora es el aspecto no fisiológico delhombre, sino el espiritual; es decir, lo que tiene que vercon el conocimiento, con el lenguaje, con los sentimien-tos y las emociones; con todo lo que nos hace huma-nos.5

Federico Engels, en Origen de la familia, la pro-piedad privada y el Estado, hace una división, por eta-pas históricas, de la evolución que la humanidad ha vivi-do hasta llegar a convertirse en civilización.6 Aunqueactualmente muchas de las aseveraciones de Engelspueden resultar rebasadas y hasta muy cuestionables,sus reflexiones y sus conclusiones son realmente dignasde considerarse.

Para el pensador alemán, nacido en 1820 y fallecidoen 1895, quien a su vez se basa en el antropólogo esta-dounidense Lewis Henry Morgan (1818-1881), existie-ron “tres estados prehistóricos de cultura” –el estadosalvaje, la barbarie y la civilización–,7 a partir de los cua-les comienza a gestarse una relación distinta con el medioy es precisamente esta nueva relación con el entorno laque va a definir el carácter de la cultura y, como se havenido señalando en este ensayo, lo que también permi-tirá que la cultura como fenómeno influya, al mismo tiem-po, en las personas, tanto grupal y socialmente como enel aspecto individual.

Según Engels, en la primera etapa, el salvajismo,“[...] predomina la apropiación de productos naturalesenteramente formados; las producciones artificiales delhombre están destinadas, sobre todo, a facilitar esa apro-piación”.8 Luego, agrega sobre la barbarie –la segundaetapa– la ganadería, la agricultura y la adquisición demétodos de creación más activa de productos naturalespor medio del trabajo, como las actividades que la ca-racterizan.9 Finalmente, en la tercera etapa, la denomi-nada civilización, “[...] el hombre aprende a elaborarproductos artificiales, valiéndose de los productos de lanaturaleza como primeras materias, por medio de la in-dustria propiamente dicha y del arte”.10

Como puede verse, cuando Engels habla de apro-piación, se corrobora el hecho de considerar a la culturacomo un medio, pues es con ella que el hombre logradesarrollar los subsecuentes estados de la evolución. Sin

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embargo, estas consideraciones no abonan en detri-mento de la valoración de la cultura como un fin, pues,como ya mencionaba líneas arriba, una vez marcado elcamino del hombre, es decir, una vez definida la cultu-ra como vía y como vehículo para avanzar, dicho avan-ce se realizará en pos de ella misma.

Como fin, la cultura constituye también unaautoinvención, una verdadera actividad creadora, tal ycomo lo define Mario Teo Ramírez.11 Sin embargo, nohay que soslayar el hecho de que hemos consideradocon antelación en este escrito, a la cultura como unconjunto de signos y símbolos, como una abstracciónque, aunque se expresa a través de situaciones con-cretas o más o menos concretas, es en gran medida ysobre todo eso, una entidad abstracta. Cuandosimbolizamos algo, cuando lo rodeamos, lo construimosa partir de símbolos. Cuando lo explicamos mediantesignos, no buscamos otra cosa que darle sentido; esdecir, significarlo. Darle significado o sentido a algoimplica, por tanto, plantearnos una finalidad, pues es enpos de esta, como objetivo o meta, que definimos haciadónde queremos llegar; por lo tanto, si concluimos quela cultura es un conjunto de símbolos y de signos, quees algo simbolizado y que, por ello, tiene un significado,una razón de ser, estamos hablando de que la cultura

tiene un fin y que ella misma es ese fin. La cultura esmedio y es fin, es tradición y es innovación, es produc-to de nuestro carácter gregario y de nuestra individua-lidad y, a la vez, influye en estas dicotomías permanen-temente.

Quizá un ejemplo ilustre mejor esta conclusión:imaginemos a un hombre que ha sido encarcelado in-justamente, aislado del resto de la sociedad. Purga unacondena, al estilo de Edmundo Dantés, el celebre per-sonaje de Alejandro Dumas, en una celda que se en-cuentra ubicada en una torre, la que a su vez, está eri-gida en un islote, alejado de toda comunidad. El prisio-nero solo cuenta, además de sus harapos, con un platode madera y una cuchara de metal para comer susalimentos que diariamente son llevados hasta su celda.Un día, el pobre infeliz, decide comenzar a cavar ensecreto, con su cuchara, en un rincón de la celda, es-perando paciente y fervientemente recuperar de esamanera su libertad. Este hombre, podríamos decir, uti-liza la cuchara como un medio para alcanzar ese finsupremo que es la libertad; sin embargo, el hecho deque haya considerado aplicar un nuevo uso y, por ende,un nuevo sentido al instrumento de metal con el cualusualmente come, nos indica con claridad que dichoartefacto no carece en su nueva modalidad de susten-

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to ni, por decirlo así, de espíritu, pues la libertad anhela-da por el prisionero es a la vez el impulso o la fuerzaque subyace en la cuchara o en la idea de utilizar lacuchara como si fuese una pala, para que esta sea unmedio; es decir el medio es una forma de manifesta-ción física del fin que la anima. Así, la cultura es a unmismo tiempo medio y fin, pues mientras a través dedistintos elementos, tales como el arte, la política, lareligión, la filosofía, la ciencia, etcétera, pretende ele-var la condición del hombre a otro status diferente, di-cho status no es sino otra forma de cultura idealizada yponderada como algo superior.

Hasta aquí se pensaría que la cultura es entoncesun término más bien ligado a la innovación que a latradición; es decir, unido a la conservación; sin embar-go, paradójicamente, si pensamos de nuevo en el ejem-plo del prisionero, veremos que este actúa como seindica, dando un sentido nuevo al instrumento cuchara,esto es innovando, pero para conservar su vida enun estadio que él concibe como el más adecuado paraello. Es, al fin de cuentas, la innovación una de las tra-diciones más poderosas y sustantivas del género hu-mano.

Ya sea que consideremos a la cultura como un re-sultado de natura, ya que la consideremos como unaextensión de ella, como parte de nuestra propia natura-

leza, veremos que la cultura es al fin de cuentas algoinevitable en nuestro devenir, pues nacimos genética ybiológicamente para volver a nacer culturalmente, pararenacer a partir de los modelos, conjuntos, estructurasy principios que constituyen el fenómeno cultural.

No obstante ese rasgo de inevitabilidad, la cultu-ra implica, por sí misma un halo vital que le es inheren-te y que se resume en las palabras que utiliza el poetay hombre de teatro francés Antonin Artaud, en su libroEl teatro y su doble, dentro del apartado denominado“El teatro y la cultura”: “Es necesaria la insistencia enesta idea de cultura como un cuerpo en acción quegesta en nosotros una suerte de renovada disposición,de nuevo hálito que llega a ser en nosotros algo asícomo un segundo aliento”.12

Las palabras de Artaud vienen a reforzar lo que seha expuesto a lo largo de este escrito. Ese impulso vitalque la cultura es ratifica todas aquellas dicotomías delas que aquí se ha hablado y en las que insisto debenentenderse como elementos que se complementan sien-do parte de un mismo fenómeno, más que como con-flictos irresolubles, pues si la paradoja y la contradic-ción son inherentes a la naturaleza humana, la culturatambién lo es, y muy probablemente ello implique quehaya un vínculo irremediable entre paradoja y cultura yque las bifurcaciones y derivaciones que son parte de

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la primera siempre se presenten al analizar la segun-da; de tal suerte que el reducirlas a su condición con-flictiva como un rasgo permanente solo nos conduci-ría a una simplificación del problema, ya que si sucarácter complementario no significa en modo algu-no que exista la posibilidad de una solución conclu-yente de las señaladas dicotomías, esto tampoco quie-re decir que la existencia de dos términos distintos yen cierta medida opuestos dentro del fenómeno cul-tura constituyan exclusivamente una confrontacióndonde uno de ellos tenga que imponerse en definitivasobre el otro, sino que todo parece indicar que dichacoexistencia de valores opuestos puede concluir enun entendimiento distinto de los mismos y en un reco-nocimiento del papel que juegan como elementos vi-tales de la cultura.

De esta manera, discurrir sobre la cultura nuncaserá un ejercicio que se agote o que encuentre unasolución perentoria; lejos de ello, pese a lo relativa-mente fácil que resulta nuestro contacto con ella, unavez que nos arrojan al mundo y crecemos en un me-dio social, entraña como concepto y como fenómenouna complejidad incuestionable... otra paradoja más.

BibliografíaARTAUD, Antonin: El teatro y su doble, México, Tomo, 2003.ENGELS, Federico: Origen de la familia, la propiedad privada y el

Estado, México, Editores Mexicanos Unidos, 1983.FERNÁNDEZ ARMENDÁRIZ, Eduardo: “Introducción a la cultura. Apun-

tes sobre filosofía de la cultura”.RAMOS, Samuel: El perfil del hombre y la cultura en México, México,

Espasa-Calpe Mexicana, col. Austral, 1992.

Notas1 Entiéndase por hombre ser humano en general.2 Citado por Gustavo Bueno en El mito de la cultura.3 Citado por Luis Villoro en Estado plural, pluralidad de culturas.4 Samuel Ramos: El perfil del hombre y la cultura en México.5 Es importante subrayar aquí que no estoy concibiendo la evolu-

ción en un sentido propiamente positivista, sino más bien en unsentido libre de tales límites “progresistas”, pues resultaría a todasluces erróneo basarse en una concepción plenamente superada comolo es aquella que considera a la evolución como una ruta ascendentey señala, por ende, que toda época anterior constituye una etapainferior de la humanidad.

6 Federico Engels: Origen de la familia, la propiedad privada y elEstado.

7 Ídem.8 Ídem.9 Ídem.10 Ídem.11 Mario Teo Ramírez: Autoconformación de la cultura.12 Antonin Artaud: El teatro y su doble.

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