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CAMINOS HACIA EL TEXTO Profesor Cristian Mitelman El hombre: un ser que se narra a sí mismo. Se diría que el hombre creó el lenguaje para contar historias. O más aún: el hombre tal vez haya llegado a ser lo que es por haberse inventado a sí mismo desde la palabra. Y esa palabra, ese balbuceo de la humanidad, es el mito. Como primera aproximación, podemos decir que estos relatos son estructuras narrativas con un trasfondo religioso y cosmogónico. Pertenecen a la fase oral de la comunicación y encierran la perspectiva de un pueblo que busca explicarse el origen y el devenir de ese lugar extraño y a veces cruel que es el mundo. En los mitos aparecen las primitivas fuerzas del universo dando y dándose forma. ¿Cómo llegó el mundo a ser lo que es? ¿Cómo surgieron los cielos, la tierra, los astros, los vientos, la lluvia? ¿En qué momento los ríos comenzaron a surcar la tierra? ¿Cuándo brotó el devenir cíclico de las estaciones? De esta manera, las antiguas narraciones se convirtieron en las primeras explicaciones que la humanidad se confirió a sí misma. Incluso la filosofía, que pertenece a una etapa posterior, abrevó de ellas para tentar nuevas explicaciones. Parménides y Heráclito apelan a los dioses;

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CAMINOS HACIA EL TEXTO

Profesor Cristian Mitelman

El hombre: un ser que se narra a sí mismo.

Se diría que el hombre creó el lenguaje para contar historias. O más aún: el

hombre tal vez haya llegado a ser lo que es por haberse inventado a sí mismo desde la

palabra. Y esa palabra, ese balbuceo de la humanidad, es el mito.

Como primera aproximación, podemos decir que estos relatos son estructuras

narrativas con un trasfondo religioso y cosmogónico. Pertenecen a la fase oral de la

comunicación y encierran la perspectiva de un pueblo que busca explicarse el origen y

el devenir de ese lugar extraño y a veces cruel que es el mundo.

En los mitos aparecen las primitivas fuerzas del universo dando y dándose

forma.

¿Cómo llegó el mundo a ser lo que es? ¿Cómo surgieron los cielos, la tierra, los

astros, los vientos, la lluvia? ¿En qué momento los ríos comenzaron a surcar la tierra?

¿Cuándo brotó el devenir cíclico de las estaciones?

De esta manera, las antiguas narraciones se convirtieron en las primeras

explicaciones que la humanidad se confirió a sí misma. Incluso la filosofía, que

pertenece a una etapa posterior, abrevó de ellas para tentar nuevas explicaciones.

Parménides y Heráclito apelan a los dioses; Platón utilizó formas alegóricas para

explicar su teoría de las Ideas.

Los pueblos crearon distintas historias teniendo en cuenta las peculiaridades del

paisaje, las actividades económicas y las estructuras sociales. Todas ellas están

circunscriptas a un mundo histórico, si bien la mayoría de los temas que tratan

pertenecen a una instancia atemporal (momento de la creación; origen del cosmos en su

totalidad o un fragmento de la realidad que antecede al hombre). 1

1 Explica Mircea Eliade: ¨El mito relata una historia sagrada, es decir un acontecimiento primordial que tuvo lugar en el comienzo del Tiempo, ab initio. Mas relatar una historia sagrada equivale a revelar un misterio, pues los personajes del mito no son seres humanos: son dioses o Héroes civilizadores, y por esta razón sus gestas constituyen misterios…¨. Ver Lo sagrado y lo profano.

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Otras cuestiones míticas.

Ya hemos visto que la primera capa de pensamiento mítico tiene que ver con los

modos en que las distintas civilizaciones buscaron explicarse el origen de la vida.

Podemos trazar una analogía con el mundo infantil: en determinado momento de su

crecimiento, los niños preguntan cómo llegaron al mundo. Los padres les brindan

explicaciones narrativas que en una primera etapa satisfacen sus necesidades, aunque

luego -en posteriores etapas evolutivas de la mente infantil- dichos argumentos también

van a entrar en conflicto

En definitiva, todo mito busca satisfacer una necesidad de conocimiento.

¨¿Por qué somos así?¨, sería la pregunta original.

Una segunda capa de pensamiento mítico explora otros temas que conmueven al

hombre: ¿qué es el bien?, ¿qué es el mal?, ¿por qué los dioses castigan?, ¿qué acciones

son lícitas e ilícitas?, ¿quiénes fueron los primeros seres humanos?, ¿quiénes fueron los

héroes fundacionales de la comunidad?

Los mitos y las leyendas, como ya dijimos antes, fueron transmitidos oralmente

durante generaciones y luego fueron fijados por la escritura. Pertenecen a la sabiduría

ancestral de los pueblos. Fue William John Thoms quien, en 1846, acuñó la palabra

¨folklore¨ para designar no sólo a las narraciones, sino también a las comidas, danzas,

juegos, formas médicas y refranero de una comunidad autóctona. Desde el punto de

vista morfológico, esta palabra posee una estructura compuesta: ¨folk¨= pueblo y

¨lore¨= saber.

En definitiva, estamos frente a saberes que atravesaron largas marejadas de

tiempo y que, al originarse en las tradiciones cambiantes de las comunidades,

manifiestan lo que, con acierto, el estudioso Augusto Raúl Cortazar llamó fluctuación

latente. Esta sabiduría nunca permanece idéntica a sí misma; cada pueblo la reelabora y

modifica en un lento trabajo anónimo que posee el gran estilo impersonal de las

generaciones creativas. Es por eso que muchas veces, frente a una leyenda o un mito,

podemos encontrar distintas versiones. Los cambios obedecen a los desplazamientos

geográficos y a las mutaciones propias de las distintas etapas históricas.

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El lingüista suizo Ferdinand de Saussure2 explicó que un signo sufre a lo largo

de los siglos una evolución temporal a la que denominó ¨diacronía¨. Lo mismo sucede,

pues, con todo el conglomerado de signos que forman un sistema narrativo.

El Héroe como factor aglutinante del mito.

Quien comenzó a estudiar sistemáticamente las formas del cuento maravilloso

fue el ruso Vladimir Propp3. Este lingüista buscó establecer patrones universales que

unificaran el infinito mundo de los relatos míticos y legendarios. Podemos decir que su

formidable labor permitió encontrar una especie de genética común que compone el

vasto sistema de los relatos de los hombres. Llamó ¨funciones¨ a las características que

logran unificar estructuralmente al relato folklórico-maravilloso.

Nosotros resumiremos las principales funciones del siguiente modo: - Situación de equilibrio inicial.

- El Héroe es objeto de una prohibición.

- Se acomete una trasgresión de la prohibición.

- Uno de los miembros (puede ser el Héroe o no) se aleja de la casa o el pueblo.

- Una fuerza oponente intenta obtener información y la recibe.

-La fuerza oponente intenta engañar a la víctima.

- La víctima se deja engañar y ayuda al agresor.

- La fuerza oponente hace sufrir daños a un miembro de la familia: declaración de guerra, extorsión, daño

físico o moral…

- Se manifiesta la carencia de un objeto importante para el sujeto dañado o para la comunidad.

- Se divulga la fechoría y se pide al Héroe para que repare el daño.

- Hay una aceptación de la misión por parte del Héroe.

- El Héroe es sometido a una prueba iniciática.

- Un objeto mágico es colocado a disposición del Héroe.

- El Héroe es llevado hasta las inmediaciones del lugar de su búsqueda.

- El Héroe y el agresor se conocen y se enfrentan.

- El agresor es vencido.

- El daño inicial es colmado o la carencia es reparada.

- El Héroe retorna y se lo reconoce por alguna marca: herida, estigma, anillo…

- Recompensa final: Boda, Saber, Poder, etc…

2 Ferdinand de Saussure. Curso de Lingüística General. Tercera Parte. Capítulo I.3 Vladimir Propp. Morfología del Cuento. Capítulo 3. Páginas 37 a 85.

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Esto no quiere decir que en un relato mítico o legendario las funciones respeten

este orden o deban aparecer en su totalidad. Lo que Propp señaló con gran acierto fue la

concurrencia universal de estas características, pero las combinaciones pueden ser

infinitas. Podríamos decir que hay una gramática común para esta clase de textos, a la

que el semiólogo Roland Barthes llamó ¨lengua del relato¨. Luego existe el modo

particular en cada relato toma, teje y combina las variables funcionales expuestas por

Propp. A dichas variaciones Barthes las denominó ¨habla del relato¨4

El Héroe es la figura central que amalgama las acciones fundamentales del texto.

Es el factor que confiere unidad y sentido a las distintas vicisitudes que experimentan

los personajes involucrados en la obra. Si en cuanto a lo estructural es la amalgama que

unifica el texto mítico y legendario, desde el punto de vista del significado forma parte

de un complejo sistema de simbologías.

Simbologías del relato mítico-legendario.

La imagen heroica está relacionada con un camino de descenso y ascenso que

culmina con una forma de glorificación que suele ser reconocida por la comunidad.

El camino descendente está constituido por la etapa previa al inicio del viaje.

Quien va a ser el Héroe está atravesado por dudas y angustias. El mundo, que antes

representaba para él un lugar tranquilo y conocido, de pronto se vuelve extraño y

cambiante. Si nos atenemos a la imagen de Moisés, dentro del vasto relato hebreo,

veremos que -antes de convertirse en el conductor del pueblo- debió reconocer que su

origen no era el que creía, hecho que le causó angustia y vértigo en cuanto al

reconocimiento de la propia identidad.

Para la cultura de la India, el príncipe Siddartha5, que vivía en la tranquilidad del

palacio, conoció en un paseo a un hombre decrépito. Este hecho le provocó un hondo 4 Roland Barthes. ¨Introducción al análisis estructural de los relatos.¨ 5 Los nombres de los Héroes también son instancias simbólicas. Siddartha significa ¨el que ha alcanzado su meta¨; Moisés: ¨salvado de las aguas¨, tal como leemos en Éxodo 1,10.

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pesar. En otra salida se encontró con un enfermo y finalmente vio la imagen de un

cadáver.

Esas realidades humanas le eran ajenas, pero sólo a partir del conocimiento de la

miseria y la finitud pudo iniciar el camino de superación y despojo que lo llevaría a ser

el Sabio.

Este camino descendente tiene que ver con una instancia nocturna. La noche

envuelve el alma de quien va a iniciar el viaje trascendental que lo conducirá al

Conocimiento y a la Liberación. 6

Moisés conocerá el rostro de la divinidad y traerá el Decálogo; Siddartha

enseñará a los hombres la senda de la tranquilidad definitiva, la calma que está más allá

de los avatares cambiantes de la vida.

Vemos de este modo que más allá de las diferentes tradiciones, existen esencias

narrativas comunes que el psicólogo Carl Gustav Jung denominó Arquetipos del

Inconsciente Colectivo.7

Los relatos difieren, pero muchas de sus estructuras profundas son inalterables.

Respecto del carácter simbólico de los mitos, el hermeneuta8 Paul Ricoeur explica lo

siguiente: ¨Un símbolo es una estructura de significación en donde un sentido primero,

de carácter literal, designa otro sentido indirecto –segundo, figurado- que no puede ser

más que aprehendido más que a través del sentido primero¨.

Podemos decir que el mito-símbolo explora la comprensión de un fragmento de

la realidad que necesita de este modo narrativo para presentarse en el mundo. El relato

mítico trabaja, según Ricoeur, con una compleja simbología sobre el mal, que desde el

punto de vista literario se expresa de diferentes modos: mancha, carga, servidumbre,

esclavitud.

6 Ulises, antes de regresar a Ítaca, descendió al mundo de los muertos para lograr la sabiduría final. Luego su trayecto será lineal hasta la reconquista del reino. Eneas, fundador de la estirpe de los romanos, viajó espiritualmente al Estigio o inframundo para hablar con su padre. De este modo logró entender la totalidad de la misión que debía llevar a cabo. Cristo aprendió en el desierto a conocerse a sí mismo enfrentando el hambre y las tentaciones. Estas pruebas físicas y psíquicas son parte esencial del camino del Héroe en pos de su objetivo liberador y fundacional. Si bien ya no pertenecen al plano mítico, podemos decir que el mismo procedimiento tenemos en La Divina Comedia y -¿por qué no?- en el Adán Buenosayres. 7 El Inconsciente Colectivo son patrones de pensamiento común para toda la humanidad. Podemos entenderlo como lo humanamente pensable.8 La Hermenéutica es una rama de la Filosofía que se dedica a explorar las diversas teorías sobre la interpretación humana. ¨Cómo¨ y ¨por qué¨ comprendemos forman las preguntas claves de su objeto de estudio.

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Del Mito a la Leyenda

Si bien los géneros literarios no poseen claras demarcaciones, ya que éstas

fluctúan según el horizonte de interpretación de cada época, podemos decir que la

Leyenda, en tanto que clase específica de las formas narrativas, difiere del Mito por

contar con algún anclaje histórico de soporte. Si nos atenemos a la Guerra de Troya, por

ejemplo, los historiadores y los arqueólogos explican que efectivamente existió en el

siglo XII a.C. un enfrentamiento entre aqueos y troyanos por el control del estrecho del

Helesponto. Sin embargo, la versión homérica nos habla de un largo enfrentamiento

ocasionado por la partida de Helena de Esparta, seducida por el príncipe Paris.

Los textos legendarios pueden encerrar algunas claves históricas (tipos de armas,

formas de entierro, estructuras de mando, descripciones del mundo de la técnica), pero

generalmente esos elementos corresponden a etapas posteriores al acontecimiento

narrado. El historiador debe tomarlos como fuentes, pero sin creer que en ellos habrá de

encontrar verdades fácticas. Estas obras narrativas guardan distorsiones cronológicas de

todo tipo. Es labor de los especialistas –filólogos, historiadores, arqueólogos,

antropólogos- analizar cuáles son esas posibles desviaciones respecto del horizonte

socio-histórico que narran.

Muchas veces tenemos cruces de tradiciones, por lo que un sistema narrativo

más antiguo se inserta en otro para formar una obra legendaria nueva. Es el caso de la

leyenda salteña de la ciudad de Esteco, que a continuación transcribimos:

La ciudad de Esteco se ha perdido porque ha sido castigada. En su lugar se ha hecho un lago. Toda le gente de esa ciudad era mala o indecente. Cuentan que esta ciudad era muy hermosa, que tenía torre de oro y que las calles estaban afirmadas con oro. La gente era muy orgullosa y lo que se le caía, aunque fuera de valor, no lo levantaba del suelo.

Se dice que San Francisco Solano fue a esta ciudad. Toda la gente era atea y se burlaba de los sacerdotes. San Francisco les avisó que iba a venir un terremoto, un temblor, y que toda su ciudad estaría perdida, pero todos se reían y hasta los niños pedían cinta color temblor en las tiendas para burlarse del sacerdote.                      

San Francisco había pedido un lugar donde dormir y nadie lo había querido socorrer. Dicen que solo un matrimonio muy pobre, que tenían un niñito, lo había alojado y le había dado de su propia comida. San Francisco les volvió a avisar que la ciudad  de Esteco desaparecería y que sólo ellos se podían salvar. También les dijo que a la madrugada tenían que salir con él porque eran los únicos caritativos y gracias a eso se podían salvar.                    

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  Al amanecer San Francisco salió con el matrimonio y les advirtió que no se dieran vuelta, oyeran lo que oyeran, porque ese pueblo habría de perderse. Ya cuando se encontraban en las afueras del pueblo, oyeron que éste se hundía entre ruidos y truenos de un gran terremoto. Escucharon también cómo la gente clamaba y lloraba. El hombre siguió mirando al frente, pero la señora curiosa se dio vuelta llevando a su hijo en brazos y se convirtió en piedra.

Dicen que se la ve con el niñito en los brazos y que dan un paso cada año hacia la ciudad de Salta y que cuando llegue a su destino esta ciudad se perderá...                       

Vemos que la crítica social se encuentra claramente vinculada con el relato del

Génesis 19, 1-28. Al personaje histórico, San Francisco Solano, se le confiere el marco

narrativo de una vieja tradición de la cultura del Antiguo Testamento.

A modo de cierre.

En estas páginas encontrarás muchas de las formas narrativas más viejas de la

humanidad. Sin embargo, siguen respondiendo las preguntas que todos los días nos

hacemos los hombres. Y acaso esto sea siempre así porque, más allá de los adelantos de

la técnica, nunca dejaremos de sentir que el sentido esencial de nuestras vidas se

encuentra en una narración que jamás terminará de ser contada.

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RELATO DE GILGAMESH

TRADICIÓN SUMERIA

En una isla situada en los confines de la tierra, vivía —según se comentaba—

el único mortal el mundo que había podido escapar de la muerte: un hombre muy

viejo cuyo nombre era Utnapishtim.

Gilgamesh decidió buscarlo y aprender de él el secreto de la vida eterna.

En cuanto amaneció se puso en viaje y finalmente, luego de haber caminado

mucho tiempo, recorriendo una gran distancia, llegó hasta los confines de la tierra y

vio ante sí una inmensa montaña, cuyos picos gemelos tocaban el firmamento, y cuyas

raíces llegaban hasta los más profundos infiernos.

Delante la montaña había un enorme portón, guardado por terribles y peligrosas

criaturas, mitad hombre y mitad escorpión.

Gilgamesh vaciló un momento, y se llevó las manos a los ojos para protegerlos de

tan horrible visión. Pero luego se recobró y avanzó resueltamente hacia los monstruos.

Cuando éstos vieron que no se asustaba, y cuando contemplaron la belleza de su

cuerpo, advirtieron de inmediato que no tenían ante sí a un mortal común. Pese a ello,

le cortaron el paso y le preguntaron cuál era el objeto de su viaje.

Gilgamesh les dijo que se había puesto en camino para encontrar a Utnapishtim,

a fin de conocer el secreto de la vida eterna.

—Eso —le respondió el capitán de los monstruos— es algo que nadie alcanzó a

saber, ni hubo jamás mortal alguno que haya podido llegarse hasta ese sabio inmune al

tiempo. Pues el camino que nosotros guardamos es el camino del sol, sombrío túnel

de doce leguas; un camino que no puede ser pisado por la planta humana.

—Por largo y por oscuro que sea — contestó el héroe—, por grandes que

sean las fatigas y los peligros, por más tórrido que sea el calor y por más glacial que

sea el frío, yo estoy firmemente resuelto a llevarlo a cabo.

Al oír estas palabras, los centinelas tuvieron por cierto que se las habían con

algo más que un mortal, por lo que en seguida le abrieron el portón y le franquearon

el paso.

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Audaz e intrépidamente penetró Gilgamesh en el túnel, pero a cada paso que

daba el camino se volvía más oscuro. Muy pronto se vio privado de la visión, tanto

hacia adelante como hacia atrás. Sin embargo, continuó avanzando, y cuando ya le

parecía que su ruta era interminable, un soplo de viento acarició su rostro, y un tenue

rayo de luz atravesó las tinieblas.

Cuando salió a la luz, un maravilloso espectáculo se ofreció a su vista, pues se

encontró en medio de un jardín encantado, cuyos árboles estaban cuajados de

pedrería. Y cuando todavía estaba absorto en la contemplación de tanta belleza, la

voz del Dios-Sol bajó hasta él desde el cielo.

—Gilgamesh —le dijo— no avances más. Éste es el jardín de las delicias. Quédate

en él un tiempo y disfrútalo. Nunca antes los dioses habían concedido tal gracia a un

mortal, y no debes esperar nada más grande. La vida eterna que buscas, nunca la

podrás encontrar.

Pero ni siquiera estas palabras pudieron desviar al héroe de su rumbo, y

dejando detrás de sí el paraíso terrenal, siguió adelante en su camino.

Al fin, fatigado y con los pies doloridos, llegó a un gran edificio con

apariencias de posada. Arrastrándose hasta él lentamente, pidió que se le permitiera

la entrada.

Pero la posadera, cuyo nombre era Siduri, lo había visto venir desde lejos, y

juzgando por su desastrada apariencia que no era más que un vagabundo, ordenó que

la puerta fuera atrancada ante sus propias narices.

En un primer momento Gilgamesh se enfureció y amenazó con quebrantar la

puerta, pero cuando la señora le habló desde la ventana y le explicó la causa alarma,

su cólera se enfrió y, tranquilizándola, le dijo quién era, la naturaleza de su viaje y

por qué estaba tan desgreñado. Entonces ella abrió cerrojos y le dio la bienvenida.

Al caer la noche se hallaban en franca conversa y la posadera trató de

disuadirlo de su empresa.

—Gilgamesh —le dijo—, nunca encontrarás lo que buscas. Pues cuando los

dioses crearon al hombre, le dieron la muerte por destino, y ellos se quedaron con

vida. Deleítate, pues, con lo que se ha concedido. Bebe y diviértete, que para eso

has nacido.

Pero ni aun así se inmutó el héroe, sino que, por el contrario, se puso a

preguntar a la posadera por el camino a Utnapishtim.

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Ella le respondió:

—Vive en una isla lejana, y para llegar deberás cruzar un océano. Pero ese

océano es el océano de muerte y ningún hombre víviente ha navegado por él. Sin

embargo, se encuentra ahora en esta posada un hombre llamado Urshanabi. Es el

botero del anciano sabio, y ha venido aquí por un mandado. Tal vez puedas persuadirlo

para que te cruce.

De modo que la posadera presentó a Gilgamesh al batelero y éste accedió a

conducirlo hasta la isla.

—Pero con una condición —le dijo—. No deberás permitir que tus manos

toquen las aguas de la muerte, y una vez que la pértiga que utilices se haya sumergido

en ellas, deberás soltarla de inmediato y usar otra para que ninguna gota moje tus

dedos. De manera que toma tu hacha y corta ciento veinte pértigas, pues es un largo

viaje y las necesitarás todas.

Gilgamesh hizo lo que se le aconsejaba, y poco después ambos se hacían a

la mar en el bote.

Pero al cabo de algunos días de navegación las pértigas se acabaron, y pronto

hubieran quedado a la deriva y hubieran fondeado si Gilgamesh no se hubiera arrancado

su camisa para mantenerla en alto como si fuera una vela.

Entretanto, Utnapishtim estaba sentado en la ribera de la isla contemplando

las olas, cuando de pronto sus ojos percibieron la familiar embarcación balanceándose

precariamente sobre las aguas.

—Algo anda mal —murmuró—. Me parece que se ha roto el aparejo.

Pero cuando el bote se aproximó, vio la extraña figura de Gilgamesh

manteniendo alzada su camisa contra el viento. .

—Este no es mi botero —murmuró—. Con seguridad que algo anda mal.

Cuando tocaron tierra, Urshanabi llevó de inmediato a su pasajero ante

Utnapishtim, y Gilgamesh le dijo por qué había venido, y lo que buscaba.

—¡Ay, joven —le dijo el sabio—, nunca encontrarás lo que buscas! Pues nada

hay eterno en la tierra. Cuando los hombres firman un contrato, le fijan término. Lo que

hoy adquieren, tendrán que dejárselo mañana a otros. Las viejas rencillas terminan por

extinguirse. Los ríos crecen y se desbordan, pero al fin vuelven a bajar sus aguas.

Cuando la mariposa sale de su capullo no vive sino un día. Todo tiene su tiempo y su

época.

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—Cierto —le contestó el héroe—. Pero tú mismo no eres sino un mortal, en nada

diferente de mí; y sin embargo, vives perennemente. Dime cómo has encontrado el

secreto de la vida, para llegar a ser semejante a los dioses.

Los ojos del anciano adquirieron un matiz de lejanía. Pareció como si todos los

días de todos los años estuvieran pasando en procesión ante él. Finalmente, al cabo de

una larga pausa, levantó su cabeza y sonrió.

—Gilgamesh —dijo lentamente—, te diré el secreto, un secreto noble y sagrado,

que nadie conoce fuera los dioses y de mí mismo.

Y le relató la historia del gran diluvio que los dioses habían enviado sobre la

tierra en época remota, y cómo Ea, el benévolo dios de la sabiduría, le había advertido

de antemano por medio del silbido del viento que gemía entre los juncos de su cabaña.

Obedeciendo las órdenes de Ea, había construido un arca, la había calafateado con

alquitrán y asfalto, había navegado durante siete días y siete noches mientras las aguas

crecían, las tormentas rugían desencadenadas, y los relámpagos centelleaban. Al

séptimo día el arca encalló en una montaña en los confines del mundo. Él abrió

entonces una ventana en el arca, soltando una paloma, para ver si las aguas habían

descendido. Pero la paloma regresó por falta de lugar donde posarse. Luego soltó una

golondrina y ella también retornó. Por último, soltó un cuervo y éste no regresó.

Entonces desembarcó a su familia y a su ganado e hizo ofrendas a los dioses. Pero

repentinamente el dios de los vientos descendió del cielo, lo volvió a conducir al arca,

junto con su esposa y lo hizo navegar sobre las aguas nuevamente, hasta llegar a la

isla del lejano horizonte, donde los dioses lo habían colocado para morar en ella

eternamente.

Cuando Gilgamesh oyó este relato, se dio cuenta enseguida de que su

búsqueda había sido vana, pues hora era evidente que el anciano no tenía fórmula

alguna que darle. Se había vuelto inmortal, como acababa de revelarlo, por gracia

especial de los dioses y no (como Gilgamesh había imaginado) por la poseen de algún

conocimiento oculto. El Dios-Sol tenía razón, y también la tenían los hombres-

escorpiones y la posadera cuando le dijeron que lo que buscaba nunca lo encontraría;

al menos, de este lado de la tumba.

Cuando el viejo hubo terminado su historia, miró fijamente el rostro ajado y

los ojos fatigados del héroe.

—Gilgamesh— le dijo bondadosamente— debes descansar un poco.

Acuéstate, y duerme durante seis días y siete noches.

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Y no bien hubo pronunciado estas palabras, he aquí que Gilgamesh se durmió

profundamente.

Entonces Utnapishtim se volvió hacia su mujer.

—Ya ves —le dijo— este hombre que quiere vivir eternamente ni siquiera

puede estarse sin dormir., Cuando despierte, por supuesto que lo negará (los

hombres siempre han sido mentirosos), de modo que quiero que le des una prueba de su

sueño. Por cada día que duerma, cuece una hogaza de pan y colócala junto a él.

Día tras día esas hogazas se pondrán duras y se enmohecerán, y al séptimo día,

cuando las vea en hilera ante sí, comprobará, por su estado, cuánto tiempo ha

pasado durmiendo.

Así fue como todas las mañanas la esposa de Utnapishtim coció una

hogaza e hizo una marca en la pared para llevar cuenta de que otro día había

pasado.

Al cabo de seis días, la primera hogaza se había secado, la segunda

estaba como cuero, la tercera estaba empapada, la cuarta tenía manchas, la

quinta estaba llena de moho y sólo la sexta parecía fresca.

Cuando Gilgamesh se despertó, pretendió por supuesto que nunca había

dormido:

—¿Qué es esto? —le dijo a Utnapishtim—, en el momento en que voy a

echarme una siestesita me empujas el codo ¡y me despiertas!

Pero Utnapishtim le mostró los panes y entonces Gilgamesh comprendió

que había dormido durante seis días y siete noches.

Entonces Utnapishtim le ordenó lavarse y prepararse para el viaje de

regreso. Pero cuando el héroe subía ya a su bote, listo para partir, la esposa de

UtnapLshtim se acercó.

—Utnapishtim —dijo—, no puedes enviarlo de vuelta con las manos vacías.

Ha cumplido un largo viaje, con gran esfuerzo y fatiga, y debes hacerle un

regalo

al partir.

El anciano alzó la mirada y contempló detenidamente al héroe:

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—Gilgamesh —le dijo—, te diré un secreto. En las profundidades del

mar hay una planta que parece una estrella de mar y tiene espinas como una

rosa. ¡El hombre que de ella se apodere y la saboree recuperará .su juventud!

Cuando Gilgamesh oyó estas palabras, ató pesadas piedras a sus pies y se

sumergió en las profundidades del mar, y allí, en el lecho del océano, encontró

la espinosa planta. Sin cuidarse de sus pinchazos, la asió con sus dedos, cortó

los lazos que sujetaban las piedras a sus pies y esperó que la marea lo llevara la

costa.

Entonces mostró la planta a Urshanabi el botero:

—Mira —le dijo—, ¡ésta es la famosa planta llamada ¨Rejuvenece-barba-

gris"! ¡Aquel que la pruebe, renueva su plazo de vida! La llevaré conmigo a a

Erech y haré que el pueblo la coma. ¡Al menos así tendré alguna recompensa por

mis fatigas!

Luego de haber cruzado las peligrosas aguas y de tocar la tierra, Gilgamesh y

su compañero iniciaron el viaje a pie hasta la ciudad de Erech. Cuando hubieron

recorrido cincuenta leguas, el sol comenzó a ponerse. Buscaron entonces un lugar

donde pasar la

noche. De súbito dieron con un fresco arroyuelo.

—Descansemos aquí —dijo el héroe—. Yo voy a bañarme.

Se quitó enseguida sus ropas, depositó la planta en el suelo y se sumergió

en las frescas aguas del arroyo.

Pero en cuanto volvió sus espaldas, una serpiente salió del agua y, al olfatear

la fragancia de la planta, se la llevó consigo. Apenas la probó, se desprendió de su

vieja piel y recuperó su juventud.

Cuando Gilgamesh vio que la preciosa planta había escapado de sus manos

para siempre, se sentó y lloró con amargura. Pero pronto volvió a levantarse y,

|resignado finalmente a compartir la suerte de toda la humanidad, volvió a la ciudad

de Erech, retornando a la tierra de donde había venido.

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