soberbia

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La Buena Noticia para todos…

Es que mi autoestima es muy alta.

¡Debían tenerme consideración!

¿Por qué no se darán cuenta de todas las

cosas que hago por ellos?

¡Tengo que hacerlo yo para que salga bien!

¿Qué me vas a decir tu? ¡Yo sé lo que hago!


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¿Realmente serán cuestiones de autoestima, de justicia, o de conocimiento de las cosas?

¿No tendrán más bien esas afirmaciones, una dosis de soberbia?

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Contra todo lo que puedan afirmar los psicólogos, el Evangelio nos hace darnos cuenta de que en realidad no somos más que una pequeña y débil creatura, que por sí misma no puede nada, y que cualquier capacidad o virtud que tenga, le viene de Dios.

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Y desde ahí, la humanidad tendemos a apropiarnos de una gloria que no es nuestra: “¿Que tienes que no lo hayas recibido? Y si lo recibiste ¿Porqué te glorías?” (1Cor 4,7)

Pero desde el principio, las creaturas hemos obrado por soberbia:

Luzbel, por creerse como Dios, y el hombre por decidir hacer su propia

voluntad, y no la de Dios.

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Habiendo sido creados como seres libres, podemos elegir, como también los ángeles eligieron, y por su elección obtuvieron su destino eterno (Ap 20, 10).

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“Bienaventurados los pobre y humildes, porque de ellos es el Reino de los Cielos”(Mt 5,3) Es decir, el Reino no es de los autosuficientes, de los que no admiten que nadie los cuestione, de los que no saben recibir corrección de nadie, de los que se piensan superiores, mejores que los demás… sino de los pequeños, de los sencillos…


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Y más aún, El Señor ha dicho: “Yo he escogido lo despreciable del mundo, lo pequeño, lo que no vale…” (1Cor 1, 26-29).

¿De dónde pues tanto afán nuestro por el reconocimiento, por el respeto y consideración de los demás?

¿Por qué no aceptar injurias y humillaciones por amor a Dios? (Sal 119,71) ¿Por qué no mejor buscar lo humilde lo escondido?

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El demonio, que ya ha recibido y permanece en el castigo por su soberbia, quiere infectarnos con ella para que participemos también de sus tormentos (Ap 12, 17; 2Cor 2,11).

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Dios, en cambio, sin estar obligado a ello, porque solo El merece toda gloria y dignidad, ha querido aparecer pequeño, limitado, siendo infinito y omnipotente se encarnó, se humilló hasta hacerse hombre (Jn 3,16) y más aún, hasta entregar su vida.

¿Necesitamos mayor ejemplo de humildad?

soberbia

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