sin limites de alan glynn

1060

Upload: angie-m

Post on 08-Jun-2015

1.741 views

Category:

Documents


543 download

TRANSCRIPT

Page 1: Sin limites de alan glynn
Page 2: Sin limites de alan glynn

Dicen que sólo podemos utilizar el20% de nuestra capacidad cerebral.El MDT-48 te permite explotar todosu potencial. Eddie Spinola es adictoal MDT-48, pero mientras esta drogale ayuda a alcanzar el éxito quesiempre ha soñado, tambiéndescubre que tiene unos letalesefectos secundarios. Ahora que estáenganchado y su suministro se estáagotando, Eddie tiene queadentrarse en el oscuro pasado deesta droga para poder alimentar suhábito y, en poco tiempo, se verápeligrosamente perseguido pormisteriosos antagonistas.

Page 3: Sin limites de alan glynn

¿Te imaginas una droga que haceque tu cerebro funcione al máximode su capacidad y te permita tratar lainformación de una maneraultrarrápida, aprender idiomas, ganardinero y resolver cualquier problema?Una droga que te hace encantador,atractivo, seductor, inteligente… Unsueño hecho realidad y que puedeconvertirse en la peor pesadilla…¿Correrías el riesgo?

Esta novela ha sido llevada al cine enuna existosa película protagonizadapor Bradley Cooper y Robert de Niro.

Page 4: Sin limites de alan glynn

Alan Glynn

Sin límites

ePUB v1.0LeoLuegoExisto 04.05.12

Page 5: Sin limites de alan glynn
Page 6: Sin limites de alan glynn

Título de la edición original (2001): TheDark FieldsPublicada en 2011 con el título: Limitless© Alan Glynn, 2001, 2011Edición en castellano, 2011Traducción del inglés: Efrén del Valle

Page 7: Sin limites de alan glynn

Para Eithne

Page 8: Sin limites de alan glynn

Quisiera dar las gracias a lassiguientes personas por su ayuda yapoyo, tanto moral como editorial:Eithne Kelly, Declan Hughes,Douglas Kennedy, Antony Harwood,Andrew Gordon, Liam Glenn,Eimear Kelly, Kate O'Carroll y TifEccles.

Page 9: Sin limites de alan glynn

Había recorrido un largo caminopara llegar a ese prado azul, y susueño debió de parecerle tanpróximo que difícilmente se leescaparía. No sabía que ya habíaquedado atrás, en alguna parte deaquella vasta oscuridad, más allá dela ciudad, donde los campos oscurosde la república se extendían bajo lanoche.

F. SCOTT FITZGERALD, Elgran Gatsby

Page 10: Sin limites de alan glynn

Primera parte

Page 11: Sin limites de alan glynn

I

Se está haciendo tarde.He perdido la noción del tiempo, pero

deben de ser más de las once. Tal vez seesté acercando ya la medianoche. Noobstante, soy reacio a consultar el reloj,pues eso no hará sino recordarme el pocotiempo que me queda.

En cualquier caso, se está haciendotarde.

Y todo está en silencio. Aparte de lamáquina para hacer hielo que zumbafrente a mi puerta y alguno que otro cocheque recorre la autopista, no oigoabsolutamente nada: ni tráfico, ni sirenas,

Page 12: Sin limites de alan glynn

ni música, ni lugareños charlando, nianimales intercambiando extrañasllamadas nocturnas, si es eso lo que hacenlos animales. Nada. Ni un solo ruido. Eshorripilante, y no me gusta. Quizá nodebería haber venido hasta aquí. Tal vezdebería haberme quedado en la ciudad ydejar que el parpadeo de la luzcortocircuitara mi ahora sobrenaturalcapacidad de atención, que el ajetreo y elruido incesantes me agotaran y quemarantoda esta energía que bombea en miorganismo. Pero si no hubiese venido aVermont, a este hotel de carretera —elNorthview Motor Lodge—, ¿dónde mehabría hospedado? Difícilmente podríahaber impuesto mis aflicciones a mis

Page 13: Sin limites de alan glynn

amigos, así que imagino que no tenía másopción que esta: montarme en un coche yabandonar la ciudad, conducir cientos dekilómetros hasta esta plácida y desiertaregión del país.

Y hasta esta plácida y desiertahabitación de hotel, donde sus tresmotivos decorativos, distintos peroigualmente abigarrados —alfombra, papelde pared y sábanas—, pugnan por captarmi atención, por no hablar de lasomnipresentes obras de arte de centrocomercial, la imagen de una montañanevada sobre la cama y la reproducciónde Los girasoles junto a la puerta.

Estoy sentado en una butaca demimbre en un hotel de carretera de

Page 14: Sin limites de alan glynn

Vermont; todo me es desconocido. Tengoun ordenador portátil apoyado sobre lasrodillas y, a mi lado, en el suelo, unabotella de Jack Daniel's. Miro hacia eltelevisor, atornillado a un rincón de lapared, y está encendido, sintonizada laCNN, pero con el sonido apagado. Enpantalla hay un equipo de comentaristas—asesores de seguridad nacional,corresponsales de Washington y expertosen política exterior— y, aunque no puedooírlos, sé de qué hablan… Hablan de lasituación, de la crisis. Hablan de México.

A la postre cedo y miro el reloj.No me puedo creer que ya hayan

transcurrido casi doce horas. En un rato,por supuesto, serán quince, y luego veinte,

Page 15: Sin limites de alan glynn

y después un día entero. Lo que hasucedido en Manhattan esta mañana seestá desvaneciendo, se desliza por esasinnumerables calles mayores de pueblo,por esos kilómetros de autopista, y seprecipita hacia el pasado a un ritmo quese antoja artificialmente rápido. Perotambién empieza a desmoronarse bajo lainmensa presión, a quebrarse yfragmentarse en distintos pedazos dememoria a la vez que permanece en untiempo presente suspendido, ineludible,afianzado e irrompible, más real y másvivo que cualquiera de las cosas que veoa mi alrededor en esta habitación de hotel.

Consulto de nuevo mi reloj.Al pensar en lo sucedido me palpita el

Page 16: Sin limites de alan glynn

corazón, y lo hace de manera audible,como si fuese presa del pánico ahí dentroy estuviera a punto de salírseme del pechoa golpes, frenético. Pero al menos no memartillea la cabeza. Eso llegará, lo sé,tarde o temprano, y el intenso pinchazo dedetrás de los ojos trocará en unaespantosa agonía por todo el cráneo. Perotodavía no ha comenzado.

No obstante, el tiempo se acaba.

Así pues, ¿por dónde empiezo?Supongo que he traído el portátil con

la intención de guardarlo todo en un disco,de escribir un relato sincero de loocurrido y, sin embargo, aquí estoy,

Page 17: Sin limites de alan glynn

dudando, dándole vueltas al material,titubeando como si dispusiese de dosmeses y tuviera una suerte de reputaciónque proteger. El hecho es que no dispongode dos meses —probablemente sólodisponga de un par de horas— y carezcode reputación, pero aun así creo quedebería decantarme por un prólogo osado,algo grandilocuente y declamatorio, laclase de texto que quizá emplearía unomnisciente y barbudo narrador del sigloxix para arrancar su último mamotreto denovecientas páginas.

La pincelada general.Pero lo cierto es que no hubo nada

genérico en ello, nada grandilocuente nideclamatorio en el modo en que comenzó

Page 18: Sin limites de alan glynn

todo esto, nada particularmenteprometedor cuando, hace unos meses, metropecé una tarde con Vernon Gant enplena calle.

Page 19: Sin limites de alan glynn

II

Vernon Gant.De todas las relaciones y

configuraciones cambiantes que puedendarse en el seno de una familia moderna,de todos los parientes posibles que tepueden endilgar —personas a las queestarás vinculado de por vida endocumentos, fotografías y oscurosrecovecos de la memoria— con unaabsoluta vaguedad, absurdidad incluso,una figura se alza imponente sobre todaslas demás, una sola figura: el ex-cuñado.

Apenas fabulada en historias ycanciones, no es una relación que precise

Page 20: Sin limites de alan glynn

renovarse. Es más, si tú y tu ex esposa notienen hijos, no existe motivo alguno porel cual tengas que volver a ver a esapersona en la vida, jamás. A menos, porsupuesto, que te topes con ella en la calley no puedas evitar el contacto visual, o noseas lo bastante rápido para hacerlo.

Era un martes de febrero, hacia lascuatro de la tarde, un día soleado yrelativamente cálido. Yo transitaba laCalle 12 con paso firme, fumando uncigarrillo, y me dirigía a la QuintaAvenida. Estaba de mal humor y abrigabaoscuras ideas sobre una amplia variedadde temas; el pensamiento dominante erami libro para Kerr & Dexter —Enmarcha: de Haight-Ashbury a Silicon

Page 21: Sin limites de alan glynn

Valley—, si bien no había nada inusual enello, pues subyacía de manera incesanteen todo cuanto hacía, en cada comida, encada ducha, en cada partido que veía portelevisión, y en cada escapada a la tiendade la esquina para comprar leche, papelhigiénico, chocolate o tabaco a altas horasde la noche. Si la memoria no metraiciona, mi temor de aquella tarde eraque el libro fuese inconexo. En este tipode cosas debes obrar un delicadoequilibrio entre contar la historia y…contar la historia —ya me entienden—, yme preocupaba que tal vez no hubiesehistoria, que la premisa básica del librofuese un pedazo de mierda. Además deeso, pensaba en mi apartamento de la

Page 22: Sin limites de alan glynn

Avenida A con la Calle 10 y en quenecesitaba mudarme a un lugar másespacioso, pero también en que esa ideame aterrorizaba: retirar los libros de lasestanterías, ordenar mi escritorio y luegoempaquetarlo todo en cajas idénticas.Olvídalo. También pensaba en mi exnovia, María, y en Romy, su hija de diezaños, y en que yo no encajaba en aquellasituación. Nunca hablaba lo suficiente conla madre y era incapaz de dominar milenguaje cuando me dirigía a la niña. Pormi cabeza rondaban otros pensamientososcuros: fumaba demasiado y me dolía elpecho. De vez en cuando aparecían unaserie de síntomas, cosas físicas,inquietantes: dolores extraños, posibles

Page 23: Sin limites de alan glynn

bultos, sarpullidos, síntomas de unaenfermedad quizá, o de un entramado deenfermedades. ¿Qué ocurriría si un día seagarraban de las manos, se activaban ycaía desplomado, inerte?

Pensaba en cómo odiaba mi aspecto;necesitaba un corte de pelo.

Arrojé la ceniza del cigarrillo a laacera y alcé la vista. La confluencia de laCalle 12 con la Quinta Avenida se hallabaunos veinte metros más adelante. Desúbito, un tipo dobló la esquina a todaprisa, caminando a la misma velocidadque yo. Un plano cenital nos habríamostrado como dos moléculas en unatrayectoria de colisión directa. Loreconocí a diez metros, y él a mí también.

Page 24: Sin limites de alan glynn

Cuando faltaban cinco metros ambosechamos el freno y empezamos con losademanes, las caras de sorpresa y lasreacciones tardías.

—¡Eddie Spinola!—¡Vernon Gant!—¿Qué tal estás?—Dios mío, cuánto tiempo.Nos estrechamos la mano y nos dimos

unas palmaditas en el hombro.Entonces Vernon retrocedió un poco y

empezó a escrutarme.—Madre mía, Eddie, recorta el

alpiste, ¿no?Era una referencia al considerable

peso que había ganado desde la últimavez que nos vimos, hacía nueve o diez

Page 25: Sin limites de alan glynn

años.Vernon era alto y estaba tan delgado

como de costumbre. Observé su calvicieincipiente sin decir nada. Entonces señalésu cabeza.

—Bueno, yo al menos tengo elección.Entonces se puso a bailar al más puro

estilo de Jake La Motta y me lanzó unfingido gancho de izquierda.

—Sigues hecho un listillo, ¿eh? ¿Quées de tu vida, Eddie?

Vernon lucía un holgado traje de linode los caros y zapatos de piel oscura.Llevaba puestas unas gafas de sol conmontura dorada y estaba bronceado. Olíaa dinero por los cuatro costados.

¿Que a qué me dedicaba?

Page 26: Sin limites de alan glynn

De repente no me apetecía manteneraquella conversación.

—Trabajo para Kerr & Dexter. Yasabes, la editorial.

Vernon se sorbió la nariz y asintió conla cabeza a la espera de más información.

—Llevo cuatro años trabajando paraellos como redactor. Libros de texto ymanuales, ese tipo de cosas, pero ahoraestán preparando una serie de librosilustrados sobre el siglo xx con laesperanza de aprovechar los primeroscoletazos de un boom nostálgico, y me hanencargado uno sobre la relación entre eldiseño de los años sesenta y noventa…

—Interesante.—Haight-Ashbury y Silicon Valley…

Page 27: Sin limites de alan glynn

—Muy interesante.—Acido lisérgico y ordenadores

personales —recalqué.—Mola.—Lo cierto es que no. Pagan bastante

mal, y como los libros serán tan breves,cien o ciento veinte páginas, no tendrémucho margen, lo cual lo convierte en undesafío aún mayor porque…

Hice una pausa.Vernon frunció el ceño.—¿Sí…?—… porque… —El justificarme de

aquella manera estaba generandoinesperadas oleadas de vergüenza ydesprecio hacia mí y hacia miinterlocutor. Cambié el pie de apoyo— …

Page 28: Sin limites de alan glynn

porque, bueno, básicamente escribes lasleyendas de las ilustraciones, así que siquieres incluir tu propio punto de vistatienes que dominar mucho el material.

—Eso es fantástico, viejo —dijosonriendo—. Es lo que siempre hasquerido hacer, ¿no?

Pensé en sus palabras. Supongo que,en cierto modo, era verdad. Pero no en unsentido que él pudiera entender jamás.

«Dios mío —pensé—, Vernon Gant».—Debe de ser una pasada —dijo.Vernon era traficante de cocaína

cuando lo conocí a finales de los añosochenta, pero por aquel entones su imagenera bien distinta, con mucho pelo ychaquetas de cuero. Le interesaban el

Page 29: Sin limites de alan glynn

taoísmo y los muebles. Ahora empezaba arecordarlo todo.

—La verdad es que me está costando—repuse, aunque no sé por qué memolestaba en seguir con el tema.

—¿Sí? —preguntó Vernon reculandoun poco. Se recolocó las gafas como si lehubiera sorprendido lo que acababa dedecir, pero se disponía a ofrecer susconsejos en cuanto dedujera dónderadicaba el problema.

—Hay tantas tendencias ycontradicciones que es difícil saber pordónde empezar. —Fijé la mirada en uncoche aparcado al otro lado de la calle,un Mercedes azul metalizado—. Tieneslos años sesenta, con el pensamiento

Page 30: Sin limites de alan glynn

antitecnológico y la vuelta a la naturaleza,e l Whole Earth Catalogue y toda esamierda… Móviles de viento, arrozintegral y pachuli. Pero luego está lapirotecnia del rock, el sonido y la luz, lapalabra «eléctrico» y el hecho mismo deque el LSD saliera de un laboratorio… —continué mirando el coche—, y también elque (escucha esto) la Arpanet, elprototipo de Internet, se desarrolló en1969 en la UCLA. Mil novecientossesenta y nueve.

El único motivo por el quemencionaba aquello, imagino, era porquelo tenía metido en la cabeza todo el día.Tan sólo estaba pensando en voz alta,meditando qué punto de vista había

Page 31: Sin limites de alan glynn

adoptado.Vernon chasqueó la lengua y consultó

su reloj.—¿Qué haces ahora, Eddie?—Pasear por la calle. Nada. Fumar un

cigarrillo. No sé. No puedo trabajar. —Diuna calada al cigarrillo—. ¿Por?

—Creo que puedo ayudarte.Vernon miró de nuevo su reloj y

pareció realizar un cálculo mental.Lo observé con incredulidad;

empezaba a sentirme un poco molesto.—Ven, te explicaré a qué me refiero.

Vamos a tomar algo —propuso dando unapalmada—. Vamos[1]

Irme con Vernon Gant no me parecíauna gran idea. Quitando eso, ¿cómo podía

Page 32: Sin limites de alan glynn

ayudarme con un problema que acababade exponerle a grandes rasgos? Eraabsurdo, pero vacilé.

Me gustó cómo sonaba la segundaparte de su propuesta, lo de tomar unacopa. Debo reconocer que mis dudastambién incluían cierto elementopavloviano; la idea de encontrarme conVernon e irnos de manera espontánea aotro lugar agitó algo en mi químicacorporal. Oírle decir «vamos» fue comoun código de acceso a toda una fase de mivida que había permanecido cerradadurante casi diez años.

Me froté la nariz y dije:—De acuerdo.—Bien. —Vernon hizo una pausa y

Page 33: Sin limites de alan glynn

entonces añadió, como si estuviesecalibrándolo mentalmente—: EddieSpinola.

Fuimos a un bar de la Sexta Avenida,una coctelería cursi de estética retro queotrora había sido un restaurante Tex-Mexllamado El Charro y antes una tasca denombre Conroy's. Nos llevó un ratoaclimatarnos a la iluminación y ladecoración interior y, curiosamente,encontrar una mesa con bancos quesatisficiera a Vernon. El lugar estabaprácticamente vacío —no se llenaría almenos hasta las cinco—, pero Vernon secomportaba como si fuesen altas horas de

Page 34: Sin limites de alan glynn

un sábado y estuviésemos reclamando losúltimos asientos libres del último barabierto de la ciudad. Fue entonces, alverle estudiar la visibilidad de cada mesay la proximidad con los lavabos y lassalidas, cuando me di cuenta de queestaba tramando algo. Lo vi tenso,nervioso, y eso no era habitual en él, almenos en el Vernon a quien yo conocía.Su gran virtud como traficante de coca eraque guardaba una relativa compostura entodo momento. Otros camellos solíancomportarse como anuncios de sumercancía, deambulando sin parar yhablando por los codos. Vernon, encambio, siempre había destilado calma,mentalidad de empresario y sobriedad,

Page 35: Sin limites de alan glynn

aunque a veces era demasiado pasivo,como un empedernido fumador demarihuana que bogaba a la deriva en unmar de cocainómanos desalmados. Dehecho, si no lo hubiera conocido, habríapensado que Vernon —o al menos aquellapersona que tenía ante mí— había catadosus primeras rayas de coca aquella mismatarde y no lo llevaba muy bien.

Al final nos sentamos y se acercó unacamarera. Vernon tamborileó con losdedos sobre la mesa y dijo:

—Veamos… Yo tomaré un… vodkaCollins.

—¿Y usted, señor?—Un whisky sour, por favor.Cuando se alejó la camarera, Vernon

Page 36: Sin limites de alan glynn

sacó un paquete de cigarrillos mentoladosultralight y bajos en alquitrán y una cajitade cerillas a medio terminar. Mientras seencendía un cigarrillo, dije:

—¿Cómo está Melissa?Melissa era la hermana de Vernon;

había estado casado con ella menos decinco meses en 1988.

—Melissa está bien —repuso, y diouna calada al cigarrillo. Para hacerlo,tuvo que recurrir a toda la potenciamuscular de sus pulmones, hombros yparte superior de la espalda—. Aunque nola veo muy a menudo. Ahora vive al nortedel estado, en Mahopac, y tiene un par dehijos.

—¿Cómo es su marido?

Page 37: Sin limites de alan glynn

—¿Su marido? ¿Estás celoso o qué?—Vernon se echó a reír y miró enderredor como si quisiera compartir elchiste con alguien. Yo no dije nada. Lascarcajadas acabaron por remitir y Vernongolpeó ligeramente el cigarrillo al bordedel cenicero—. El tipo es un idiota. Laabandonó hará cosa de dos años y la dejótirada.

Lamenté de veras oír aquello, pero ala vez me costaba un poco formarme unaimagen plausible de Melissa viviendo enMahopac con dos niños. Por eso no pudeestablecer una conexión personal con lanoticia, al menos de momento, pero lo quesí pude imaginar —vívidamente, como unintruso— era a Melissa, alta y esbelta,

Page 38: Sin limites de alan glynn

enfundada en un vestido de seda colorcrema el día de nuestra boda, sorbiendoun Martini en el piso que tenía Vernon enel Upper West Side, con las pupilasdilatadas… y sonriéndome desde el otrolado de la habitación. Pude imaginar supiel perfecta, su melena negra, lisa ybrillante, que le llegaba a media espalda.Pude imaginar su boca amplia y elegantemonopolizando la conversación.

La camarera se acercó con nuestrasbebidas.

Melissa era la más inteligente de losque le rodeaban, más lista que yo, y desdeluego más lista que su hermano mayor.Había trabajado de coordinadora deproducción en una pequeña guía de

Page 39: Sin limites de alan glynn

televisión por cable, pero siempre penséque llegaría lejos, que dirigiría unperiódico, que dirigiría películas o quesería candidata al Senado.

Una vez que la camarera se hubomarchado, alcé mi copa y dije:

—Lamento oír eso.—Sí, es una pena.Pero Vernon lo enunció como si se

refiriera a un terremoto sin importancia enuna república asiática de nombreimpronunciable, como si lo hubiese oídoen las noticias e intentara entablarconversación.

—¿Trabaja? —insistí.—Sí, creo que hace algo. No estoy

seguro de qué. La verdad es que no hablo

Page 40: Sin limites de alan glynn

mucho con ella.Su respuesta me confundió. De camino

al bar, y mientras Vernon buscaba la mesaadecuada, pedíamos la bebida yesperábamos a que llegara, me vinieroninstantáneas mías y de Melissa y del cortoperiodo que pasamos juntos, como la deldía de nuestra boda en el piso de Vernon.Era psicotrónico… Eddie y Melissa, porejemplo, entre dos columnas frente alayuntamiento… Melissa metiéndose rayasmientras se mira al espejo arrodillada,contemplando su hermoso rostro entre lasdesmenuzadas líneas blancas… Eddie enel cuarto de baño, en varios cuartos debaño, y en varias fases de indisposición…Melissa y Eddie discutiendo por dinero y

Page 41: Sin limites de alan glynn

por quién es más cerdo con un billete deveinte dólares enrollado. La nuestra nofue tanto una boda de drogatas como unmatrimonio de drogatas —lo que Melissa,en una ocasión, tachó despectivamente de«asunto de coca»—, así que, conindependencia de los sentimientos realesque yo pudiera albergar hacia Melissa oella hacia mí, no fue una sorpresa quesólo duráramos cinco meses, y puede queincluso sea raro que duráramos tanto, nolo sé.

Pero bueno, la cuestión era qué leshabía ocurrido. ¿Qué había pasado conVernon y Melissa? Siempre habían estadomuy unidos y siempre habían constituidouna pieza importante en la vida del otro.

Page 42: Sin limites de alan glynn

Se habían buscado en la gran ciudad yhabían sido el tribunal de última instanciaen sus romances, sus trabajos, sus pisos ysu decoración. Era una de esas ligazonesentre hermano y hermana en la que, de nohaberle caído bien a Vernon, Melissa talvez no habría vacilado en botarme,aunque, personalmente, si hubiese tenidovoz en el asunto, yo habría largado alhermano mayor. Pero en fin. No tuve laoportunidad de hacerlo.

De todos modos, habían pasado diezaños. Aquello era el presente.Obviamente, las cosas habían cambiado.

Observé a Vernon mientras daba otracalada de dimensiones olímpicas a sucigarrillo de mentol ultralight, bajo en

Page 43: Sin limites de alan glynn

nicotina. Intenté pensar alguna agudezasobre el tabaco, pero ya no podíaquitarme a Melissa de la cabeza. Queríahacerle preguntas sobre ella, quería unapuesta al día detallada sobre su situacióny, sin embargo, ¿qué derecho tenía yo —sies que tenía alguno— a demandar esainformación? No sabía si lascircunstancias de la vida de Melissa eranasunto mío.

—¿Por qué fumas eso? —dije al final,mientras sacaba un paquete de Camel sinfiltro—. ¿No es mucho esfuerzo para tanpoca recompensa?

—Desde luego, pero es casi el únicoejercicio aeróbico que practicoúltimamente. Si fumara eso —dijo,

Page 44: Sin limites de alan glynn

señalando mi Camel con la cabeza—,ahora mismo estaría conectado a unamáquina de respiración asistida. Pero¿qué quieres? No voy a dejarlo.

Decidí que intentaría volver a hablarde Melissa más tarde.

—¿Y en qué andas tú, Vernon?—He estado ocupado.Eso sólo podía significar una cosa:

seguía traficando. Una persona normalhabría contestado: «Ahora trabajo paraMicrosoft» o «Preparo comida rápida enMoe's Diner». Pero no, Vernon estabaocupado. Entonces caí en la cuenta de quela ayuda de Vernon probablementeconsistía en un descuento.

Mierda, debería habérmelo

Page 45: Sin limites de alan glynn

imaginado.Pero ¿realmente no lo sabía? ¿Acaso

no era la nostalgia la que me habíallevado hasta allí?

Estaba a punto de soltar unaocurrencia sobre su manifiesta aversiónhacia los empleos respetables cuandoVernon puntualizó:

—En realidad, he estado trabajandode asesor.

—¿Qué?—Para una empresa farmacéutica.Fruncí el ceño y repetí sus palabras

con aire inquisitivo.—Sí, a finales de año saldrá al

mercado una selecta gama de productos yestamos intentando generar una base de

Page 46: Sin limites de alan glynn

clientes.—¿De qué va esto? ¿Es una nueva

jerga callejera, Vernon? Llevo fuera deescena mucho tiempo, lo sé, pero…

—No, no, es cierto. De hecho —Vernon miró a su alrededor unos instantesy entonces prosiguió bajando levemente eltono—, de eso quería hablarte. Ese…problema creativo que tienes.

—Yo…—La gente para la que trabajo ha

ideado una nueva sustancia increíble. —Vernon se llevó la mano al bolsillo de lachaqueta y sacó su billetera—. Viene enforma de píldora.

Extrajo de la cartera una bolsita deplástico con cierre hermético en la parte

Page 47: Sin limites de alan glynn

superior. La abrió y vertió algo en lapalma de su mano izquierda, que acercópara mostrarme la diminuta pastillablanca.

—Mira —dijo—. Cógela.—¿Qué es?—Tú cógela.Abrí la mano derecha y se la tendí. Él

volteó la mano izquierda y dejó caer lapequeña pastilla blanca.

—¿Qué es? —insistí.—Todavía no tiene nombre. Existe

una etiqueta de identificación delaboratorio, pero son sólo letras y uncódigo. Todavía no se les ha ocurridoningún nombre apropiado, pero hanrealizado todos los ensayos clínicos y está

Page 48: Sin limites de alan glynn

aprobado por la FDA.Vernon me miró como si hubiese

respondido a mi pregunta.—Muy bien —repuse—, todavía no

tiene nombre, han realizado todos losensayos clínicos y ha sido aprobado porla FDA, pero ¿qué diablos es?

Vernon bebió de su copa y dio otracalada antes de hablar.

—¿Sabes cómo te joden las drogas?Lo pasas bien cuando las tomas, peroluego estás hecho una mierda y al finaltoda tu vida se desmorona, ¿verdad?Tarde o temprano sucede. ¿Tengo razón?

Asentí.—Pues con esto no. —Vernon señaló

la pastilla que tenía en la mano—. Esta

Page 49: Sin limites de alan glynn

criaturita es la antítesis de todo eso.Dejé caer la pastilla sobre la mesa y

di un trago a mi copa.—Vamos, Vernon, por favor, no soy

un jovencito de instituto intentando pillarsu primera bolsa de diez pavos. Nisiquiera…

—Créeme, Eddie, nunca has vistonada igual. Hablo en serio. Tómalo ycompruébalo por ti mismo.

Llevaba años sin consumir drogas,justo por los motivos que había expuestoVernon en su discursito comercial. Sentíadeseos a todas horas, anhelaba ese saboral fondo de la garganta, las felices horasde ardoroso parloteo, los ocasionalesatisbos de una forma y una estructura

Page 50: Sin limites de alan glynn

divinas en la conversación del momento,pero nada de eso suponía ya un problema.Era una apetencia que podías sentir poruna etapa anterior de tu vida o por unamor perdido, y te invadía incluso unaleve sensación narcótica al abrigar esospensamientos, pero si se trataba de probaralgo nuevo, de meterme otra vez en todoaquello… Miré de nuevo la pildoritablanca que descansaba en el centro de lamesa y dije:

—Soy demasiado viejo para estascosas, Vernon.

—No tiene efectos secundariosfísicos, si eso es lo que te preocupa. Hanidentificado unos receptores cerebralesque pueden activar circuitos específicos

Page 51: Sin limites de alan glynn

y…—Mira… —Empezaba a exasperarme

—. De verdad, no…Justo en ese momento empezó a sonar

un teléfono móvil. Puesto que yo no tenía,supuse que era el de Vernon. Se metió lamano en el bolsillo lateral de la chaquetay lo sacó. Mientras abría la tapa ybuscaba el botón correcto, sentenció:

—Permíteme decirte, Eddie, que esacosa resolverá cualquier problema quetengas con ese libro.

Lo miré con incredulidad.—Gant.Había cambiado de verdad, y de una

forma bastante curiosa. Era la mismapersona, pero parecía haber desarrollado,

Page 52: Sin limites de alan glynn

o cultivado, una personalidad distinta.—¿Cuándo?Vernon cogió su copa y la agitó un

poco.—Ya lo sé, pero ¿cuándo?Miró de reojo hacia la izquierda, e

inmediatamente después consultó la hora.—Dile que no podemos hacer eso.

Sabe que es imposible. De ningún modo.Vernon hizo un ademán despectivo

con la mano.Di un trago a mi bebida y me encendí

un Camel. Allí estaba yo, desperdiciandola tarde con mi ex cuñado. Desde luego,cuando salí de casa una hora antes paradar un paseo no tenía ni idea de queacabaría en un bar. Y menos con mi ex

Page 53: Sin limites de alan glynn

cuñado, el puto Vernon Gant.Meneé la cabeza y bebí otra vez.—No, será mejor que se lo digas.

Ahora. —Vernon se dispuso a levantarse—. Mira, estaré ahí en diez o quinceminutos. —Poniéndose la chaqueta con lamano que tenía libre, agregó—: Deninguna manera, en serio. Espera. Ahoravoy.

Vernon colgó el teléfono y se loguardó de nuevo en el bolsillo.

—Mierda de gente —espetó,mirándome y negando con la cabeza comosi yo entendiera algo.

—¿Problemas? —dije.—Sí, ya lo creo. —Sacó su cartera—.

Y me temo que voy a tener que dejarte,

Page 54: Sin limites de alan glynn

Eddie. Lo siento.Vernon sacó su tarjeta de visita del

billetero y la dejó cuidadosamente sobrela mesa, justo al lado de la píldorablanca.

—Por cierto —añadió, señalando lapastilla con la cabeza—, invita la casa.

—No la quiero, Vernon.Me guiñó un ojo.—No seas desagradecido. ¿Sabes

cuánto cuestan? —Vernon se apartó de lamesa y se tomó un segundo pararecolocarse el traje, que le venía holgado.Entonces me miró fijamente—. Quinientospavos cada una.

—¿Qué?—Lo que oyes.

Page 55: Sin limites de alan glynn

Fijé la vista en la pastilla.—¿Quinientos dólares por eso?—Las copas corren de mi cuenta —

dijo, y se dirigió hacia la barra. Loobservé mientras pagaba a la camarera.Entonces señaló nuestra mesa. Eso tal vezsignificaba que llegaría otra bebida,gentileza del grandulón del traje caro.

Cuando salía del bar, Vernon me lanzóuna mirada de soslayo que quería decir:«Tómatelo con calma, amigo mío», hizouna pausa y luego agregó:

—Y no olvides llamarme.Sí, sí.

Me quedé sentado un rato, ponderando

Page 56: Sin limites de alan glynn

el hecho de que no sólo había dejado lasdrogas, sino que tampoco bebía por latarde. Pero allí estaba, haciendojustamente eso. En ese preciso instantellegó la camarera con el segundo whiskysour.

Terminé el primero y empecé con elnuevo. Me encendí otro cigarrillo.

Supongo que el problema era elsiguiente: si iba a beber por la tarde,habría preferido una docena de baresantes que aquél, y sentado junto a la barra,empinando el codo con algún tipoencaramado a un taburete igual que yo.Vernon y yo habíamos elegido aquel lugarpor comodidad, pero para mí no había enél ningún otro rasgo redentor. Además,

Page 57: Sin limites de alan glynn

había empezado a entrar un montón degente, probablemente de las oficinascolindantes, y empezaban a armar jaleo.Un grupo de cinco personas se sentó a lamesa de al lado y oí a alguien pedir unosLong Island Ice Tea. No memalinterpreten, sabía que el Long IslandIce Tea era un buen antídoto para el estréslaboral, pero también era realmente letal,y no me apetecía andar por allí cuandoaquel brebaje a base de ginebra, vodka,ron y tequila empezara a hacer efecto.Maxie's no era mi tipo de bar, simple yllanamente, así que decidí terminarme lacopa lo antes posible y salir volando deallí.

Además, tenía trabajo que hacer.

Page 58: Sin limites de alan glynn

Debía estudiar y seleccionarminuciosamente miles de imágenes,ordenarlas, reordenarlas, analizarlas ydeconstruirlas. A fin de cuentas, ¿quépintaba en una coctelería de la SextaAvenida? Nada. Debería estar en casa, enmi escritorio, recorriendo palmo a palmoel Verano del Amor y las complejidadesde los microcircuitos. Debería estarescaneando todos esos desplegables deThe Saturday Evening Post, RollingStone y Wired, y también el materialfotocopiado que se amontonaba en elsuelo y en cualquier otra superficie libredel piso. Debería estar delante de mipantalla de ordenador, bañado en una luzazul, realizando silenciosos y continuos

Page 59: Sin limites de alan glynn

progresos con mi libro.Pero no lo estaba y, pese a mis buenas

intenciones, tampoco daba señales dequerer marcharme. Por el contrario,mientras me rendía al numinoso brillo delwhisky y dejaba que se impusiera a lasganas de largarme de allí, volví a pensaren mi ex mujer, Melissa. Ahora vivía alnorte del estado con sus dos hijos y sededicaba a… ¿qué? A algo. Vernon no losabía. ¿De qué iba todo aquello? ¿Cómopodía no saberlo? Era lógico que yo nofuese colaborador habitual de The NewYorker o Vanity Fair , que no fuese ungurú de Internet o un capitalista de riesgo,pero que no lo fuera Melissa erainconcebible.

Page 60: Sin limites de alan glynn

De hecho, cuantas más vueltas ledaba, más extraño me parecía. Podíaretroceder en el tiempo, reconstruir todoslos avatares y atrocidades, y aun asíestablecer un vínculo directo y plausibleentre el Eddie Spinola relativamenteestable que se hallaba sentado frente aaquella barra, con su contrato literario deKerr & Dexter y su plan de salud mensualy, digamos, un Eddie anterior, másflacucho, resacoso y vomitando sobre lamesa de su jefe durante una presentación orevolviendo el cajón de la ropa interiorde su novia en busca de sus ahorros. Perocon aquella Melissa domesticada delnorte del estado que Vernon habíaesbozado no parecía existir conexión

Page 61: Sin limites de alan glynn

alguna, o la conexión se había roto, o…algo, yo qué sé.

Por aquel entonces, Melissa era unasuerte de portento de la naturaleza. Teníaopiniones elaboradas acerca de todo,desde las causas de la Segunda GuerraMundial hasta los méritos o deméritosarquitectónicos del nuevo EdificioLipstick de la Calle 53. Defendía susopiniones con vehemencia y siemprehablaba —con un aire intimidatorio, comosi blandiese una porra— de volver a losprincipios fundamentales. No se podíajugar con Melissa, y rara vez o nuncamostraba piedad.

Por ejemplo, la noche en que seprodujo la caída de la Bolsa, el Lunes

Page 62: Sin limites de alan glynn

Negro —19 de octubre de 1987—, estabacon ella en Nostromo's, un bar de laSegunda Avenida, cuando entablamosconversación con cuatro vendedores debonos que estaban tomando vodka en lamesa de al lado. (En realidad, creo queuno de ellos era Deke Tauber; tengograbada una imagen suya sentado a lamesa, asiendo con fuerza un vaso deStoli.) Pero, en cualquier caso, los cuatroestaban aturdidos, asustados y pálidos. Nodejaban de preguntarse unos a otros cómohabía ocurrido y qué significaba aquello,y meneaban la cabeza constantemente enun gesto de incredulidad, hasta que alfinal Melissa intervino: «Joder, amigos,no es por fastidiarlos ni nada por el estilo,

Page 63: Sin limites de alan glynn

pero ¿no lo veían venir?». Bebiendo ungélido Margarita y fumando un Marlborolight, se embarcó, antes que todos loseditoriales de la prensa escrita, en unafrenética jeremiada que atribuíasagazmente la congoja colectiva de WallStreet, así como la deuda multibillonariadel país, al infantilismo crónico de lageneración de baby boomers del doctorSpock. Melissa sumió a los cuatro en unadepresión aún más profunda de la queprobablemente sintieron cuando estabanen la oficina y decidieron salir a tomaruna copa rápida, un fugaz e inocente postmórtem tras el accidente.

Ahora estaba sentado, contemplandomi bebida, cavilando acerca de qué le

Page 64: Sin limites de alan glynn

habría ocurrido a Melissa. Me preguntabacómo aquella bravuconería y aquellaenergía creativa suyas podían habersecanalizado en algo tan nimio. Con esto nopretendo menospreciar las alegrías de lapaternidad, no me malinterpreten, peroMelissa era una persona muy ambiciosa.

Recordé también la visión que teníaMelissa de las cosas. Su inteligenciadidáctica y rigurosa era exactamente loque necesitaba si pretendía dar forma aaquel libro para Kerr & Dexter.

No obstante, necesitar algo y sercapaz de conseguirlo eran dos cosasdistintas. Ahora, a quien le tocaba sentirsedeprimido era a mí.

Y, de repente, como una explosión, la

Page 65: Sin limites de alan glynn

gente sentada a la mesa de al lado se echóa reír. Duró unos treinta segundos, y enese periodo de tiempo aquel intenso ardorque notaba al fondo de mi estómago titiló,balbuceó y acabó por remitir. Aguardé unrato, pero no sirvió de nada. Me levantésuspirando y guardé el tabaco y elencendedor en el bolsillo.

Entonces miré la pequeña píldorablanca que había en el centro de la mesa.Vacilé unos momentos. Cuando medisponía a irme, me di la vuelta y titubeéde nuevo. A la postre, cogí la tarjeta deVernon y me la metí en el bolsillo. Luegome llevé la pastilla a la boca y me latragué.

Me dirigí hacia la puerta y, mientras

Page 66: Sin limites de alan glynn

salía del bar y pisaba la Sexta Avenida,pensé para mis adentros: «Desde luego,no has cambiado nada».

Page 67: Sin limites de alan glynn

III

En la calle hacía mucho más frío queantes. Había oscurecido, pero aquellatercera dimensión centelleante en que seconvertía la ciudad por la nocheempezaba a cobrar forma. También estababastante más concurrida, un anochecertípico de la Sexta Avenida, con su intensotráfico —coches, taxis y autobuses— quese dirigían al norte de la ciudad desde elWest Village. La evacuación de lasoficinas había comenzado. Todo el mundoestaba cansado, irritable y apurado,entrando y saliendo como una flecha delas estaciones de metro.

Page 68: Sin limites de alan glynn

Lo que sí resultaba evidente mientrasme abría paso entre el tráfico y meencaminaba a la Calle 10 era lo rápidoque empezaba a hacer efecto la pastilla deVernon, fuese lo que fuese.

Había notado algo en cuanto salí delbar. Era una leve alteración de lapercepción, un parpadeo apenas, pero alrecorrer las cinco manzanas que meseparaban de la Avenida A cobróintensidad y se aguzó mi conciencia detodo lo que me rodeaba: los cambiosmínimos de iluminación, el tráfico queavanzaba a paso de tortuga a mi izquierday la gente que se acercaba a mí endirección opuesta. Me fijaba en sus ropas,oía fragmentos de sus conversaciones y

Page 69: Sin limites de alan glynn

atisbaba sus rostros. Lo captaba todo,pero no de una manera exacerbada, comosucedía con la droga. Por el contrario,todo resultaba bastante natural, y al cabode un rato, transitadas dos o tresmanzanas, empecé a sentirme como sihubiese practicado ejercicio, como si mehubiese empujado a mí mismo a unaespecie de límite físico extático. A la vez,sabía que lo que sentía no podía sernatural, porque si hubiera corrido estaríasin resuello, apoyado contra una pared,jadeando, pidiendo entrecortadamente quealguien llamara a una ambulancia.¿Correr? Mierda, ¿cuándo había sido laúltima vez? Diría que no había corridodistancia alguna en los últimos quince

Page 70: Sin limites de alan glynn

años; nunca tuve la ocasión de hacerlo y,aun así, esa era la sensación: nada en lacabeza, ni zumbidos ni hormigueos, nicorazón acelerado, ni paranoia…, ningúnplacer en particular. Simplemente meencontraba bien, alerta. Desde luego, nocomo si me hubiese tomado sólo un par dewhisky sour, tres o cuatro cigarrillos yuna hamburguesa con queso y patatas enmi restaurante habitual, por no hablar detodas las decisiones insalubres que habíatomado, unas opciones que ahora sesucedían como si fuesen una grasientabaraja de cartas.

Y, entonces, ¿en sólo ocho o diezminutos estoy sano de repente? Lo dudo.

Es cierto que respondo con bastante

Page 71: Sin limites de alan glynn

rapidez a las drogas, medicamentoscotidianos incluidos, ya sean aspirina,paracetamol o cualquier otra cosa. Sé desobra cuándo algo ha penetrado en miorganismo y me dejo llevar. Por ejemplo,si en una caja dice «puede causarsomnolencia», por lo común significa queme sumiré en una especie de coma leve.Incluso en la universidad fui el primero enprobar los alucinógenos, siempre elprimero en salir del cascarón, en detectaresos sutiles y ondulantes cambios de colory textura. Pero ahora era diferente, unarápida reacción química distinta decualquier cosa que hubieseexperimentado.

De hecho, cuando llegué a las

Page 72: Sin limites de alan glynn

escaleras que conducían a mi edificio,tenía la firme sospecha de que lo quehabía ingerido estaba a punto de actuar entoda su plenitud.

Entré en el edificio y subí andando altercer piso, pasando junto a cochecitos,bicicletas y cajas de cartón. No me crucécon nadie, y no sé cómo habríareaccionado si lo hubiese hecho, perotampoco detectaba en mí un deseo deevitar a la gente.

Llegué a la puerta de mi piso de unahabitación y busqué torpemente la llave.Torpemente porque, de súbito, la idea deesquivar a la gente o no esquivarla, o tansiquiera de tener que pensar en ello, mecausaba aprensión y me hacía sentir

Page 73: Sin limites de alan glynn

vulnerable. También me di cuenta de queno tenía ni idea de cómo iba adesarrollarse aquella situación y de quepodía hacerlo en cualquier dirección.Entonces pensé: «Mierda, si pasa algoraro, si algo sale mal, si ocurre algo malo,si la cosa se pone fea…».

Pero frené en seco y permanecíinmóvil un rato delante de la puerta,observando la placa de latón con minombre grabado. Intenté calibrar mireacción, valorarla de algún modo, y medi cuenta con bastante rapidez de que noera la droga, era yo. Me había vencido elpánico. Como a un idiota.

Respiré hondo, metí la llave en lacerradura y abrí la puerta. Encendí la luz

Page 74: Sin limites de alan glynn

y contemplé por unos segundos el espacioacogedor, familiar y un tanto apretujadodonde vivía desde hacía más de seis años.Pero en el transcurso de esos pocossegundos debió de cambiar algo en mipercepción de la estancia, porque, derepente, se me antojó desconocida,demasiado atestada, un poco extrañaincluso, y desde luego no me pareció unlugar muy propicio para trabajar.

Entré y cerré la puerta.Luego, con la chaqueta a medio quitar

y sentado en una silla, me descubrícogiendo unos libros de una estanteríasituada sobre el equipo de música, unaestantería donde no debían estar, ycolocándolos donde correspondía.

Page 75: Sin limites de alan glynn

Después observé la habitación, y me sentítenso, impaciente, insatisfecho con algo,aunque no sabía exactamente qué. Notardé en darme cuenta de que buscaba unpunto de partida, y a la postre encontréuno en mi colección de casi cuatrocientosdiscos compactos de música clásica yjazz, que se hallaban desperdigados portodo el piso, algunos fuera de su caja y,por supuesto, sin ningún orden enparticular.

Los dispuse por orden alfabético deuna tacada, en un arrebato ininterrumpido.Los junté todos en el suelo en mitad delsalón, los separé en dos pilas, cada una delas cuales subdividí en más categorías:swing, bebop, fusión, barroco, ópera, etc.

Page 76: Sin limites de alan glynn

Luego ordené cada categoría por ordenalfabético. Hampton, Hawkins, Herman.Schubert, Schumann, Smetana. Cuandoterminé, vi que no cabían en ningún sitio,que no había espacio para cuatrocientoscompactos, así que me puse a reubicar losmuebles.

Moví el escritorio al otro lado delsalón, con lo que creé una nueva zona dealmacenamiento en la que podía colocarcajas de papeles que anteriormenteocupaban espacio en la estantería.Después utilicé ese espacio para guardarlos discos. A continuación redistribuívarios elementos sueltos, una pequeñamesa que utilizaba para comer, unacajonera, el televisor y el video. Después

Page 77: Sin limites de alan glynn

de eso, coloqué de nuevo todos mis librosen las estanterías, y deseché unos cientocincuenta, ediciones baratas de novelanegra, terror y ciencia-ficción que jamásvolvería a leer y de las que podíadeshacerme con facilidad. Las metí en dosbolsas negras de plástico que saqué de unarmario situado en el pasillo. Entoncescogí otra bolsa y empecé a revisar todoslos papeles que descansaban sobre mimesa y en los cajones. Me sentía bastantedespiadado y tiré cosas que guardaba sinmotivo aparente, objetos que, de haberfallecido, mi desafortunado albacea nohabría dudado en desechar. ¿Qué podíahacer con ellos? ¿Qué iba a hacer conviejas cartas de amor, nóminas, facturas

Page 78: Sin limites de alan glynn

de gas y luz, amarillentos artículosmecanografiados que había dejado amedias, manuales de instrucciones debienes de consumo que ya no poseía,panfletos de las vacaciones que no habíadisfrutado…? «Dios mío —pensémientras embutía toda aquella basura enuna bolsa—, la mierda que dejamos paraque la clasifiquen otros». No es quetuviese intención de morir, pero sentía unimpulso abrumador de aliviar el desordende mi apartamento. Y supongo que de mivida también, porque entonces me dispusea organizar mi material de trabajo:carpetas llenas de recortes de prensa,libros ilustrados, diapositivas y archivosinformáticos. La idea subyacente era

Page 79: Sin limites de alan glynn

avanzar con el proyecto para terminarlo, yterminarlo para dejar espacio a otra cosa,algo más ambicioso tal vez.

Cuando hube ordenado la mesa, decidíir a buscar un vaso de agua a la cocina.Tenía sed y no había bebido nada desdeque llegué. En aquel momento no penséque casi nunca bebo agua. De hecho, nocaí en la cuenta de que todo aquelloresultaba extraño. Era raro que la cocinano hubiese sido la primera escala al llegara casa y que no llevara ya una lata decerveza en la mano.

Pero tampoco me pareció raro que, alcruzar el salón, hiciera un breve alto paraalinear el sofá y la butaca.

No obstante, cuando abrí la puerta y

Page 80: Sin limites de alan glynn

encendí la luz, se me cayó el alma a lospies. La cocina era larga y estrecha, conarmarios antiguos de formica y cromo yuna gran nevera al fondo. Todo el espaciolibre, incluido el fregadero, estabacubierto de platos, sartenes sucias,cartones de leche y cajas de cerealesvacías y latas de cerveza aplastadas.Vacilé unos segundos y me puse alimpiarlo todo.

En el momento en que dejaba la últimasartén, consulté el reloj y vi qué hora era.Me daba la sensación de que no llevabatanto tiempo en casa, quizá treinta ocuarenta minutos, pero vi que en realidadhabía trabajado con ahínco más de treshoras y media. Admiré la habitación, que

Page 81: Sin limites de alan glynn

prácticamente estaba irreconocible.Entonces, sintiéndome cada vez másdesorientado, regresé al salón y observécon asombro el alcance de latransformación que había obrado allí.

Y algo más: en las tres horas y mediaque habían transcurrido desde mi llegadano había fumado un solo cigarrillo, cosaexcepcional en mí.

Me dirigí a la silla en la que habíadejado la chaqueta. Saqué el paquete deCamel del bolsillo lateral y lo sostuve enla mano. De repente, aquel paquete tancotidiano, con el perfil de la epónimabestia del desierto, me parecía pequeño,encogido y desvinculado de mi persona.Ya no parecía una extensión de mí mismo,

Page 82: Sin limites de alan glynn

y fue entonces cuando las cosasempezaron a resultar extrañas, porque,desde finales de los años setenta, aquélera probablemente el período de vigiliamás prolongado que había pasado sinechar mano de un cigarrillo. Y, sinembargo, todavía no sentía el menordeseo de fumar. Tampoco había comidonada desde mediodía. Ni orinado. Eratodo muy raro.

Volví a guardar el paquete de tabacodonde lo había encontrado y permanecíallí de pie, mirando mi chaqueta.

Estaba confuso, porque, desde luego,lo que Vernon me había dado me afectó,pero no acertaba a comprender qué clasede colocón era aquél. No había bebido y

Page 83: Sin limites de alan glynn

había ordenado la casa. Correcto. Pero¿de qué iba todo aquello?

Me di la vuelta y me senté en el sofá.Lo curioso es que todo me parecíanormal, pero eso no contaba en realidad,porque era vago por naturaleza, así que miconducta era, cuando menos, pococorriente. ¿Qué era aquello? ¿Una drogapara gente que quería ser más maniáticadel orden? Traté de recordar si había oídohablar de algo parecido, si había leídoalgo al respecto, pero no me vino nada ala mente y, tras un par de minutos, decidítumbarme. Apoyé los pies en elreposabrazos y hundí la cabeza en uncojín, pensando que a lo mejor podríallevar aquello en otra dirección,

Page 84: Sin limites de alan glynn

modificar los parámetros, flotar un poco.Sin embargo, empecé a detectar algo caside inmediato, una sensación tensa eirritante, un estado de hondo malestar.Levanté las dos piernas a la vez y melevanté.

Al parecer, tenía que estar ocupado.Navegar las agitadas aguas de una

sustancia química desconocida,impredecible y casi siempre proscrita erauna experiencia que no había vivido enmucho tiempo, desde aquellos lejanos yextraños días de mediados de los añosochenta, y ahora lamentaba habermeprestado a ello de manera tandespreocupada y estúpida.

Anduve un rato arriba y abajo, y luego

Page 85: Sin limites de alan glynn

volví al escritorio y me senté en la sillagiratoria. Repasé unos documentosrelacionados con un manual de formaciónen telecomunicaciones que estabaredactando, pero era una labor tediosa ylo cierto es que no me apetecía pensar enello.

Hice una pausa y giré sobre la sillapara examinar la habitación. Pusieradonde pusiera la mirada habíarecordatorios de mi proyecto literariopara Kerr & Dexter: libros ilustrados,cajas de diapositivas, pilas de revistas yuna fotografía de Aldous Huxley clavadaen un tablón de anuncios en la pared.

En marcha: de Haight-Ashbury aSilicon Valley.

Page 86: Sin limites de alan glynn

Aunque cualquier cosa que pudieradecir Vernon Gant me causaba bastanteescepticismo, había recalcado que lapíldora me ayudaría a superar cualquierproblema creativo que tuviese, de modoque pensé: «¿Por qué no intentoconcentrarme un poco en el libro, almenos un rato?».

Encendí el ordenador.Mark Sutton, mi superior en K & D,

me había lanzado la propuesta hacía cosade tres meses y había estado dándolevueltas a la idea desde entonces,cavilando, comentándolo con amigos yfingiendo haberme puesto manos a laobra, pero al ver las notas que habíaplasmado en el ordenador me di cuenta

Page 87: Sin limites de alan glynn

del poco trabajo que había hecho. Teníamucho que corregir y redactar, y estabaocupado, qué duda cabe, pero, por otrolado, ese era justamente el tipo de encargopor el que había incordiado a Suttondesde que empecé con K & D en 1994:algo importante, algo que llevara minombre impreso. Sin embargo, me dicuenta de que corría el grave peligro deque todo se fuera al traste. Paraconfeccionar un trabajo decente tendríaque escribir una introducción de diez milpalabras y otras diez o quince mil enextensas notas al pie, pero, por elmomento, a juzgar por aquellos párrafos,estaba claro que sólo tenía ideassumamente vagas sobre lo que pretendía

Page 88: Sin limites de alan glynn

decir.No obstante, había acumulado

cantidad de material de investigación —biografías de Raymond Loewy, TimothyLeary y Steve Jobs, estudios políticos yeconómicos, libros de consulta sobrediseño, tejidos y publicidad, pasando porportadas de discos, carteles y productosindustriales—, pero ¿cuánto había leídoen realidad?

Cogí de una estantería situada sobre elescritorio la biografía de Raymond Loewyy estudié la fotografía de la portada, unatildado Loewy con bigote posando en sumoderna oficina en 1934. Aquel hombrehabía liderado a la primera generación dediseñadores-estilistas, gente capaz de

Page 89: Sin limites de alan glynn

cualquier cosa. El propio Loewy era elresponsable de los elegantes autobusesGreyhound de los años cuarenta, delpaquete de tabaco Lucky Strike y de lanevera Cold-spot-Six, información quehabía leído en la nota publicitaria de lasolapa interior del libro mientras mehallaba en la tienda de Bleecker Streettratando de decidir si lo compraba o no.Pero esa información había sido suficientepara convencerme de que necesitaba ellibro y de que Loewy era una figuracrucial, alguien a quien debía empollar siaspiraba a ser serio.

Pero ¿le había estudiado? Porsupuesto que no. ¿Acaso no bastaba conpagar treinta y cinco dólares por el

Page 90: Sin limites de alan glynn

dichoso libro? ¿Pretendían además que loleyera?

Abrí el primer capítulo de Vida deRaymond Loewy, una crónica de susprimeros días en Francia, antes de queemigrara a Estados Unidos, y empecé aleer.

En la calle saltó la alarma de un cochey pude soportarlo un segundo o dos, peroentonces alcé la vista con la esperanza deque parara, y pronto. Al cabo de unossegundos pude volver a la lectura, perocuando me centré de nuevo en el libro vique iba ya por la página doscientos treintay siete.

Page 91: Sin limites de alan glynn

Sólo llevaba veinte minutos leyendo.Estaba asombrado, y no entendía

cómo había engullido tantas páginas en tancorto espacio de tiempo. Leo con bastantelentitud, y normalmente me llevaría tres ocuatro horas asimilar todo aquello. Eraincreíble. Volví a hojear el libro para versi reconocía algo del texto y, para misorpresa, así fue. Porque, de nuevo, encircunstancias normales retengo muy pocode lo que leo. Incluso tengo dificultadespara seguir tramas novelísticascomplicadas, por no hablar de textostécnicos o fácticos. Cuando entro en unalibrería y busco, por ejemplo, en lassecciones de historia, arquitectura ofísica, me desespero. ¿Cómo puede

Page 92: Sin limites de alan glynn

abarcar una persona todo el material queexiste sobre cualquier temática, o inclusouna parcela especializada de unatemática? Era una locura…

Pero, por el contrario, aquella mierdaera increíble…

Me levanté de la silla.De acuerdo, pregúntame algo sobre

los inicios profesionales de RaymondLoewy.

¿Como qué?Pues no sé. Cómo empezó, por

ejemplo.Muy bien. ¿Cómo empezó?A finales de los años veinte trabajó

como ilustrador de moda, sobre todo paraHarper's Bazaar.

Page 93: Sin limites de alan glynn

¿Y?Comenzó en el diseño industrial

cuando le encargaron una nuevaduplicadora Gestetner. Logró despacharel trabajo en tan sólo cinco días. Corríamayo de 1920. Siguió ese camino y acabódiseñando de todo, desde alfileres decorbata a locomotoras.

En ese momento desfilaba arriba yabajo por la habitación, asintiendo ychasqueando los dedos.

¿Quiénes fueron suscontemporáneos?

Norman Bel Geddes, Walter Teague yHenry Dreyfuss.

Me aclaré la garganta y proseguí, envoz alta esta vez, como si estuviese

Page 94: Sin limites de alan glynn

pronunciando una conferencia.La visión colectiva de todos ellos

sobre un futuro plenamente mecanizado enel que todo sería limpio y nuevo fueexpuesta en la Feria Internacional deMuestras celebrada en Nueva York en1939. Con el lema «¡Mañana, ahora!»,Bel Geddes diseñó para General Motorsla exposición más grande y costosa de laferia. Fue bautizada como Futurama yrepresentaba un Estados Unidosimaginario del entonces lejano 1960, unaespecie de impaciente precursor oníricode la Nueva Frontera.

Me detuve de nuevo, incapaz de creerque hubiese asimilado tanto, incluso lospormenores más desconocidos; detalles,

Page 95: Sin limites de alan glynn

por ejemplo, sobre qué se utilizó comorelleno para el enorme plan deexpropiación de Flushing Bay, dondehabía tenido lugar la feria.

Ceniza y basura tratada. Casi cincomillones de metros cúbicos.

Pero ¿cómo podía recordar aquello?Era ridículo y a la vez fantástico, porsupuesto, y estaba entusiasmado. Volví ami escritorio y me senté. El libro teníaunas ochocientas páginas y me di cuentade que no necesitaba leerlo entero. A finde cuentas, lo había comprado sólo porrecabar un poco de información dereferencia y siempre podía consultarlomás adelante. Así que leí el resto porencima. Cuando terminé el último

Page 96: Sin limites de alan glynn

capítulo, con el libro cerrado sobre lamesa, decidí intentar resumir lo que habíaleído.

La idea más relevante que extraje dellibro fue sobre el estilo de Loewy,conocido popularmente comoracionalización. Fue uno de los primerosconceptos de diseño que inspiraron susfundamentos en la tecnología, y en laaerodinámica en particular. Precisaba laintroducción de objetos mecánicos enrevestimientos y módulos metálicos, yconsistía en crear una sociedad sinfricciones. En aquel momento podíasverlo reflejado por todas partes, en lamúsica de Benny Goodman, por ejemplo,y en los ostentosos escenarios de las

Page 97: Sin limites de alan glynn

películas de Fred Astaire, entransatlánticos y clubes nocturnos y ensuites situadas en áticos de hoteles, dondeGinger Rogers y él se movían como pecesen el agua…

Hice una pausa, escudriñé elapartamento y miré por la ventana. Ahoratodo estaba oscuro y silencioso, al menostan oscuro y silencioso como puede estaren una ciudad, y en ese preciso instanteme percaté de que era absolutamente feliz.Era una alegría sin reservas. Me aferré aese sentimiento tanto como me fueposible, hasta que adquirí conciencia dellatido de mi corazón, hasta que alcancé aoírlo contando el paso de los segundos…

Luego volví a mirar el libro,

Page 98: Sin limites de alan glynn

tamborileé con los dedos sobre elescritorio y retomé la lectura.

De acuerdo. Las formas y curvas de laracionalización creaban la ilusión de unmovimiento perpetuo. Eran una sendanueva y radical. Afectaban a nuestrosdeseos e influían en lo que esperábamosde nuestro entorno, desde los trenes a losautomóviles y los edificios, e incluso lasneveras y las aspiradoras, por no hablarde docenas de objetos cotidianos. Pero deallí surgió una pregunta importante: ¿quéfue primero, la ilusión o el deseo?

Y era eso, por supuesto. Lo vi en undestello. Aquél era el primer argumentoque debería exponer en mi introducción.Porque algo similar, con más o menos la

Page 99: Sin limites de alan glynn

misma dinámica, había de ocurrir mástarde.

Me levanté, me acerqué a la ventana ypensé en ello unos momentos. Entoncesrespiré hondo. Quería hacerlo bien.

Vale.La influencia…La influencia de las estructuras

subatómicas y los microcircuitos en eldiseño posterior de ese siglo, junto con laidea por excelencia de los años sesenta,que hablaba de la interconexión de todaslas cosas, hallaba un claro paralelismoaquí con el matrimonio de la Era de lasMáquinas y la creciente idea de que lalibertad personal sólo podía alcanzarse através de una mayor eficiencia, movilidad

Page 100: Sin limites de alan glynn

y velocidad.Sí.Volví a la mesa y tecleé algunas notas

en el ordenador, unas diez páginas, ytodas de memoria. En aquel momento, misprocesos mentales desplegaban unaclaridad que me resultaba estimulante, yaunque todo aquello me era extraño, nome sentía raro y, en cualquier caso, nopodía parar, ni tampoco quería hacerlo,porque durante la última hora habíatrabajado más concienzudamente en ellibro que en los tres meses anteriores.

De modo que, sin detenerme ni pararespirar, extendí el brazo y cogí otro librode la estantería, un estudio de laConvención Nacional Demócrata

Page 101: Sin limites de alan glynn

celebrada en 1968 en Chicago. Lo leí endiagonal durante unos cuarenta y cincominutos, tomando notas sobre la marcha.Leí otros dos libros, uno sobre lainfluencia del art nouveau en el diseño delos años sesenta y otro sobre los primerosdías de los Grateful Dead en SanFrancisco.

En suma escribí unas treinta y cincopáginas. Asimismo, redacté un borradorde la primera parte de la introducción yesbocé un plan detallado para el resto dellibro. Despaché unas tres mil palabras,que después releí y corregí un par deveces.

Page 102: Sin limites de alan glynn

Empecé a aminorar el ritmo sobre lasseis de la mañana, y todavía no habíafumado un solo cigarrillo, comido nada niido al cuarto de baño. Notaba uncansancio considerable, un leve dolor decabeza tal vez, pero eso era todo, y encomparación con otras veces que habíaestado despierto hasta las seis —rechinando los dientes, insomne, incapazde cerrar el pico—, el cansancio y unligero dolor de cabeza no eran nada.

Me tumbé de nuevo en el sofá y estirélos músculos. Miré por la ventana y pudever el tejado del edificio de enfrente, ytambién un tramo de cielo bañado ya porla luz del alba. Escuché los sonidos, latambaleante demencia de los camiones de

Page 103: Sin limites de alan glynn

basura al pasar, alguna que otra sirena depolicía, el rumor grave y esporádico deltráfico proveniente de las avenidas. Volvíla cabeza hacia el cojín y finalmenteempecé a relajarme.

En esa ocasión no era una sensacióndesagradable e irritante, y me quedé en elsofá, aunque al cabo de un rato algoseguía molestándome.

Acostarse en el sofá tenía algo dedescuidado, desdibujaba la frontera entreun día y el siguiente, y carecía de unsentido de culminación, o al menos eseera mi razonamiento en aquel momento.Estaba convencido de que tras la puertade mi dormitorio también había bastantedesorden. Todavía no había entrado.

Page 104: Sin limites de alan glynn

Había logrado evitarlo durante lafrenética compartimentación de las docehoras previas, así que me levanté del sofá,me dirigí a la habitación y abrí la puerta.Estaba en lo cierto: mi dormitorio era unapocilga. Pero necesitaba dormir, ynecesitaba hacerlo en mi cama, así queempecé a poner orden. Me resultó máslaborioso que antes, más cansino quecuando acondicioné la cocina y el salón,pero aún quedaban restos de droga en miorganismo, y eso me mantenía en activo.Cuando hube terminado me di una largaducha caliente, tras lo cual ingerí doscomprimidos de Excedrina extrafuertepara mitigar el dolor de cabeza. Luego mepuse una camiseta y unos pantalones

Page 105: Sin limites de alan glynn

cortos, me metí debajo de las sábanas yme quedé dormido, diría, treinta segundosdespués de que mi cabeza entrara encontacto con la almohada.

Page 106: Sin limites de alan glynn

IV

Aquí, en el Northview Motor Lodge, todoes gris y deprimente. Contemplo mihabitación y, pese a los extraños motivosornamentales y la peculiar combinaciónde colores, no hay nada que llameverdaderamente la atención, excepto eltelevisor, que todavía parpadeaafanosamente en el rincón. Estánentrevistando a un tipo con barba y gafasenfundado en un traje de tweed, einmediatamente doy por hecho que eshistoriador, y no un político o un portavozde seguridad nacional, o tan siquiera unperiodista. Mis sospechas se confirman

Page 107: Sin limites de alan glynn

cuando el siguiente plano lo ocupa unafotografía del bandido y revolucionarioPancho Villa, y después turbias imágenesen blanco y negro que, me figuro, datanmás o menos de 1916. No voy a subir elvolumen para averiguarlo, pero estoybastante convencido de que las figurasespectrales que trotan hacia la cámara alomos de sus caballos envueltos en lo queparece una nube de polvo (pero que talvez sea el deterioro periférico del propiofilme de archivo) son fuerzas invasorasiracundas que siguen los pasos de PanchoVilla.

Y eso ocurrió en 1916, ¿no es así?Me parece recordar que en su día lo

sabía.

Page 108: Sin limites de alan glynn

Contemplo hipnotizado lasparpadeantes imágenes. Siempre he sidouna especie de yonqui de la imagen, ynunca ha dejado de asombrarme que loque se muestra en pantalla —ese día, esosmomentos— haya acontecido en realidad,y que la gente que aparece, las personasque pasaron fugazmente frente a unacámara y fueron capturadas en película,después continuaron con sus vidascotidianas, entraron en edificios,comieron, hicieron el amor o lo que sea,felizmente ajenas a que sus espasmódicosmovimientos al cruzar la calle de unaciudad, por ejemplo, o al apearse de untranvía, habían de ser preservados durantedécadas y más tarde aireados, expuestos y

Page 109: Sin limites de alan glynn

reexpuestos, en lo que sería, de hecho,otro mundo.

¿Cómo puede interesarme eso a estasalturas? ¿Cómo puedo siquiera estarpensando en ello?

No debería distraerme tanto.Echando mano de la botella de Jack

Daniel's que descansa en el suelo junto ami butaca de mimbre, pienso que beberwhisky a esa hora tal vez no sea buenaidea. Cojo la botella de todos modos y ledoy un buen trago. Entonces me levanto ydeambulo un rato por la habitación. Perola espantosa quietud, puntuada por elrumor de la máquina para hacer hielo quehay afuera y los violentos colores queahora se agolpan a mi alrededor, tiene un

Page 110: Sin limites de alan glynn

efecto desorientador y prefiero sentarmede nuevo y volver a la tarea que tengoentre manos.

Debo mantenerme ocupado, me digo amí mismo, y no distraerme.

Concilio el sueño bastante rápido.Pero no dormí muy bien. Di muchasvueltas y tuve sueños extraños einconexos.

Eran pasadas las once y media cuandodesperté. Debieron de transcurrir sólounas cuatro horas, así que todavía estabamuy cansado cuando me levanté de lacama y, aunque podría haber intentadodormir más, sabía que me habría tumbado

Page 111: Sin limites de alan glynn

allí, con los ojos abiertos como platos,reproduciendo mentalmente la nocheanterior una y otra vez y, cómo no, habríapospuesto lo inevitable, que era entrar enel salón, encender el ordenador yaveriguar si todo aquello habían sidoimaginaciones mías o no.

Sin embargo, al observar la habitaciónsospeché que no era así. La ropa estabadoblada sobre una silla a los pies de lacama, y los zapatos estaban alineados enperfecta formación debajo de la ventana.Salí rápidamente de la cama y fui al bañoa mear. Luego me mojé la cara conabundante agua fría.

Cuando estuve lo bastante despierto,me miré unos instantes en el espejo. No

Page 112: Sin limites de alan glynn

era la típica estampa de cuarto de baño.No tenía la vista nublada ni los ojoshinchados; mi aspecto no era peligroso.Tan sólo acusaba el cansancio y nadahabía cambiado desde el día anterior:estaba gordo y tenía papada, y necesitabaurgentemente un corte de pelo. Necesitabaalgo más, un cigarrillo, pero eso no seapreciaba con sólo mirarme al espejo.

Entré pesadamente en el comedor ycogí la chaqueta del respaldo de la silla.Saqué el paquete de Camel del bolsillolateral, encendí uno y llené mis pulmonesde fragante humo. Al exhalar observé lahabitación y pensé que ser desordenadono era tanto un estilo de vida como undefecto, así que no pensaba discutirlo,

Page 113: Sin limites de alan glynn

pero también sentí que no era eso loimportante, porque, si quería orden, podíapagar por él. Por otro lado, lo que habíaescrito en el ordenador —al menos, loque recordaba haber tecleado y ahoraesperaba recordar con exactitud— eraalgo por lo que no podías pagar.

Pulsé el interruptor situado en la partetrasera. Mientras se iniciaba, miré laordenada pila de libros que había dejadosobre la mesa, junto al teclado. Cogí Vidade Raymond Loewye, y me preguntécuánto sería capaz de recordar si me vieseen un aprieto. Intenté rememorar un par dedatos o fechas, una anécdota tal vez, unaspecto divertido de la tradición deldiseño, pero no podía pensar con

Page 114: Sin limites de alan glynn

claridad, era incapaz de pensar en nada.Pero ¿y qué esperaba? Estaba

cansado. Era como si me hubieseacostado a medianoche y me hubieselevantado a las tres de la mañanaintentando resolver el doble acróstico deHarper's. Lo que yo necesitaba era uncafé, dos o tres tazas de café de Java parareiniciar el cerebro, y volvería a estarbien.

Abrí el archivo titulado «Intro». Erael borrador que había escrito para laintroducción de En marcha, y me quedéallí de pie, delante del ordenador,desplazando el cursor por el texto.Recordaba cada párrafo a medida que loleía, pero en ningún momento pude

Page 115: Sin limites de alan glynn

anticipar qué vendría después. Aquello lohabía escrito yo, pero no tenía lasensación de haberlo hecho.

Dicho esto, y sería poco honrado pormi parte el no admitirlo, lo que estabaleyendo era manifiestamente superior acualquier cosa que hubiera escrito encircunstancias normales. De hecho,tampoco era un borrador, porque, segúnpude comprobar, aquello atesoraba todaslas virtudes de una buena y refinada obraen prosa. Era convincente, mesurado yelaborado, precisamente esa parte delproceso que por lo común me resultabatan difícil, y a veces imposible. Siempreque trataba de concebir una estructurapara el libro, las ideas revoloteaban a su

Page 116: Sin limites de alan glynn

aire dentro de mi cabeza, pero si en algúnmomento intentaba enjaular alguna,retenerla para sacar provecho de ella, seescabullía, se disgregaba, y no mequedaba más que un sentimiento defrustración por saber que tendría quevolver a empezar de cero.

En cambio, parecía que la nocheanterior había bordado el dichoso texto deuna tacada.

Apagué el cigarrillo y contemplémaravillado la pantalla por unos instantes.

Entonces me di la vuelta y me dirigí ala cocina para servirme un poco de café.

Mientras llenaba la cafetera,

Page 117: Sin limites de alan glynn

preparaba el filtro y pelaba una naranja,me sentía otra persona. Era consciente detodos mis movimientos, como si fuese unactor de segunda fila que protagonizaseuna escena en una obra teatral, una escenaambientada en una cocina de una pulcritudinverosímil en la que tenía que prepararcafé y pelar una naranja.

Sin embargo, aquello no duródemasiado, porque se advertía unincipiente desorden, como antaño, en elreguero que dejé a mi paso a lo largo yancho de la encimera. En diez minutosaparecieron un cartón de leche, un bol deCorn Flakes empapados a medio terminar,un par de cucharas, una taza vacía,manchas diversas, un filtro de café usado,

Page 118: Sin limites de alan glynn

cascaras de naranja y un cenicero con doscolillas.

Volvía a ser yo.Aun así, mi preocupación por el

estado de la cocina no era más que unaestratagema. Lo que no quería erasentarme de nuevo frente al ordenador,porque sabía exactamente lo queocurriría. Intentaría proseguir con el restode la introducción, como si ello fuese lomás natural del mundo y, ni que decirtiene, me atascaría. Sería incapaz de hacernada. Entonces, en un arrebato dedesesperación, repasaría lo que habíaescrito la noche anterior y empezaría acriticarlo, a picotearlo como un buitre y,tarde o temprano, eso también empezaría

Page 119: Sin limites de alan glynn

a desmoronarse.Suspiré, frustrado, y encendí otro

cigarrillo.Observé la cocina y pensé ordenarla

de nuevo, devolverla a su estado prístino,pero la idea tropezó en la misma línea desalida —el pastoso bol de cereales— y lajuzgué forzada y poco espontánea. No meimportaba la cocina de todos modos, ni ladisposición de los muebles, ni loscompactos alfabetizados. Todo aquelloera una atracción secundaria; dañoscolaterales, si se prefiere. El verdaderoobjetivo, donde había aterrizado elproyectil, se hallaba allí, en el salón, justoen medio de mi escritorio.

Page 120: Sin limites de alan glynn

Apagué el cigarrillo que habíaencendido hacía solo unos momentos —elcuarto aquella mañana— y salí de lacocina. Sin mirar el ordenador, atraveséel comedor y me metí en el dormitoriopara vestirme. Luego fui al cuarto de bañoy me lavé los dientes. Volví al salón, cogíla chaqueta que había dejado sobre unasilla y rebusqué en los bolsillos. A lapostre encontré lo que buscaba: la tarjetade Vernon.

«Vernon Gant, asesor», decía.Llevaba impresos sus teléfonos fijo ymóvil, así como de su dirección. Ahoravivía en el Upper East Side. Tambiénincluía un pequeño y vulgar logo en la

Page 121: Sin limites de alan glynn

esquina superior derecha. Por un momentobarajé la posibilidad de llamarlo, pero noquería que me sacara el cuerpo concualquier pretexto. No quería correr elriesgo de que me dijera que estabaocupado, o que no podía reunirme con élhasta mediados de la semana siguiente,porque lo que yo deseaba era verlo deinmediato, y cara a cara, para averiguarlotodo sobre aquella droga inteligente suya,de qué estaba compuesta y, lo másimportante de todo, cómo podía conseguirmás.

Page 122: Sin limites de alan glynn

V

Bajé a la calle, di el alto a un taxi eindiqué al conductor que me llevara a laCalle 19 con la Primera Avenida. Merecosté y miré por la ventana. Hacía undía radiante y frío, y el tráfico no erademasiado denso en dirección a la partealta de la ciudad.

Puesto que trabajo en casa y lamayoría de la gente con la que alternovive en el Village, el Lower East Side yel SoHo, no suelo tener ocasión de irhacia el norte, sobre todo el del East Side.De hecho, mientras iban pasandointersecciones y nos aproximábamos a las

Page 123: Sin limites de alan glynn

calles 50, 60 y 70, era incapaz derecordar la última vez que había estadotan al norte. Manhattan, pese a suenvergadura y a su densidad de población,es un lugar bastante provinciano. Si vivesallí, delimitas tu territorio, eliges tus rutasy eso es todo. Puede que nunca llegues avisitar ciertos barrios. O puede que tepases una temporada por una zona, lo cualpuede depender del trabajo, de lasrelaciones e incluso de las preferenciasalimentarias. Intenté recordar cuándohabía sido… Quizá la vez que fui a aquelsitio italiano con la pista de bocce, IlVagabondo, en la Tercera con no sé quéotra, pero de eso hacía al menos dos años.

En fin, según pude comprobar, no

Page 124: Sin limites de alan glynn

había cambiado gran cosa. El conductorse detuvo justo delante de la TorreLinden, en la Calle 90. Le pagué y salí.Estábamos en Yorkville, el viejo barrioalemán; viejo porque prácticamente noquedaba rastro de él, a lo sumo un puñadode negocios, una licorería, una tintorería,una o dos charcuterías, y bastantesresidentes de toda la vida, pero leí que elbarrio se había aclimatado al Upper EastSide con nuevos edificios de viviendas,bares de solteros, pubs irlandeses yrestaurantes temáticos que abrían ycerraban con alarmante frecuencia.

Con un vistazo rápido me di cuenta deque, en efecto, así era. Desde donde meencontraba pude otear un O'Leary's, un

Page 125: Sin limites de alan glynn

Hannigan's y un restaurante llamado Caféde la Revolución de Octubre. La TorreLinden era un edificio de viviendas deladrillo rojo oscuro, uno de los muchosconstruidos durante los últimos veinte oveinticinco años en aquella parte de laciudad.

Habían impuesto su presenciaindiscutible y monolítica, pero la TorreLinden, como la mayoría de ellos, eragigantesca, fea y fría.

Vernon Gant vivía en el piso 17.Crucé la Primera Avenida, descendí

las escaleras que conducían a la plaza yme dirigí a las grandes puertas giratoriasde vidrio. Al parecer, en aquel lugarentraba y salía gente a todas horas, así que

Page 126: Sin limites de alan glynn

aquellas puertas tal vez estuviesensiempre en movimiento. Miré hacia arribajusto cuando llegaba a la entrada y tuveuna sensación de vértigo al admirar laaltura del edificio, pero no incliné lacabeza lo suficiente como para atisbar elcielo.

Pasé frente a la mesa de recepción,situada en el centro del vestíbulo, y fuihacia la izquierda, donde había un áreaindependiente en la que se encontrabanlos ascensores, Había varías personasmerodeando, pero el edificio contaba conocho ascensores, cuatro a cada lado, demodo que nadie tenía que esperar muchotiempo. Se oyó la señal de aviso, seabrieron las puertas y salieron tres

Page 127: Sin limites de alan glynn

personas. Entonces entramos seis denosotros en tropel. Cada uno pulsó elnúmero de planta correspondiente yadvertí que nadie, aparte de mí, iba másallá de la planta 15.

A juzgar por la gente que había vistoentrar y por los especímenes que merodeaban en el ascensor, los ocupantes dela Torre Linden parecían un grupovariopinto. Muchos de aquellos pisosdebían de regirse desde hacía tiempo porun alquiler regulado, pero muchos deellos también serían subarrendados, y aunos precios desorbitados, lo cualpropiciaría una notable mezcla social.

Me bajé en la planta 17. Consulté denuevo la tarjeta de Vernon y busqué su

Page 128: Sin limites de alan glynn

piso. Se hallaba al fondo del pasillo y,volviendo la esquina a la izquierda, latercera puerta a la derecha. No me crucécon nadie.

Esperé un momento frente a su puertay llamé al timbre. No había meditadomucho acerca de lo que pensaba decirle sirespondía, y todavía menos cómo pensabaactuar si no estaba en casa, pero me dicuenta de que, en cualquier caso, mesentía extremadamente aprensivo.

Oí movimiento y ruido de cerrojos.Vernon debió de verme por la mirilla,

porque oí su voz antes de que abriera lapuerta.

—Mierda, viejo, has venidocorriendo.

Page 129: Sin limites de alan glynn

Yo tenía una sonrisa preparada paracuando apareciese, pero se disipó encuanto lo vi. Sólo llevaba puestos unoscalzoncillos. Tenía un ojo morado y laparte izquierda de la cara salpicada decardenales. Presentaba un corte en ellabio, que estaba hinchado, y llevaba lamano derecha vendada.

—¿Qué te ha…?—No preguntes.Dejando la puerta abierta, Vernon se

dio media vuelta y con la mano izquierdame invitó a entrar. Cerré con cuidado y loseguí por un estrecho pasillo queculminaba en un espacioso salón abierto.Las vistas eran espectaculares, pero laverdad es que en Manhattan casi cualquier

Page 130: Sin limites de alan glynn

piso situado en una decimoséptima plantaofrece una panorámica increíble. Éstedaba al sur, y abarcaba el horror y lagloria de la ciudad casi en igual medida.

Vernon se arrellanó en un largo sofáde piel negra en forma de ele. Me sentíade lo más incómodo y me costaba mirarloa la cara, así que me dediqué acontemplar la casa.

Si tenemos en cuenta sus dimensiones,en el salón escaseaban los muebles. Habíaobjetos viejos, un buró antiguo, un par desillas estilo Reina Ana y una lámparaclásica. Había, asimismo, algunas cosasnuevas: el sofá de piel negra, una mesa decristal tintado y un botellero metálicovacío. Pero no podríamos tildarlo de

Page 131: Sin limites de alan glynn

ecléctico, pues no se apreciaba orden osistema alguno. Sabía que a Vernon lehabían interesado mucho los muebles ensu momento, y que había coleccionado«piezas», pero aquélla parecía lavivienda de una persona que habíapermitido que su entusiasmo sedesvaneciera. Las piezas eran extrañas yno casaban; parecían sobras de otra épocade la vida de su propietario, o de otropiso.

Ahora me hallaba en mitad de laestancia y había visto todo lo que habíaque ver. Miré a Vernon en silencio, sinsaber por dónde empezar, pero al final fueél quien habló. Con aquella expresión dedolor en su rostro y la fea distorsión de

Page 132: Sin limites de alan glynn

sus rasgos, con sus ojos grisáceos,normalmente brillantes, y sus pómulosaltos, esbozó una sonrisa y dijo:

—Bueno Eddie. Por lo que veo,estabas interesado después de todo.

—Sí… Ha sido increíble. En serio.Solté aquellas palabras igual que el

joven de instituto al que había invocadosarcásticamente el día anterior, el queintentaba pillar su primera bolsa de diezdólares y ahora regresaba por otra.

—¿Qué te dije yo?Asentí unas cuantas veces, y entonces,

incapaz de continuar sin referirme denuevo a su estado, insistí:

—Vernon, ¿qué te ha pasado?—¿Tú qué crees, viejo? Me he metido

Page 133: Sin limites de alan glynn

en una pelea.—¿Con quién?—No quieras saberlo.En efecto, quizá no quería saberlo.Pensándolo bien, tenía razón. No

quería saberlo. Y no sólo eso: me sentíatambién algo irritado, y parte de míabrigaba la esperanza de que aquellapaliza que le habían propinado no mesupusiera un problema para comprar.

—Siéntate, Eddie. Relájate ycuéntamelo todo.

Me senté al otro extremo del sofá, mepuse cómodo y le expliqué cómo habíaido. No había razón para no hacerlo.Cuando terminé, Vernon dijo:

—Sí, suena bien.

Page 134: Sin limites de alan glynn

—¿Qué quieres decir? —repuse yo deinmediato.

—Bueno, funciona con lo que ya hay.No puede volverte listo si no lo eres depor sí.

—¿Me estás diciendo que es unadroga inteligente?

—No exactamente. A las drogasinteligentes les dan mucho bombo. Yasabes: mejore su rendimiento cognitivo,desarrolle unos reflejos mentales rápidosy todo ese rollo. Pero la mayoría de lasdrogas denominadas «inteligentes» sonsólo complementos naturales de la dieta,nutrientes artificiales, aminoácidos y esetipo de cosas. Vitaminas de diseño, si loprefieres. Lo que tú tomaste fue una droga

Page 135: Sin limites de alan glynn

de diseño. O sea, tienes que tomar la tirade aminoácidos para estar despierto todala noche y leer cuatro libros, ¿no es así?

Asentí.Vernon estaba disfrutando con

aquello, pero yo no. Empezaba a hartarmey quería que cerrase el pico y me contaralo que sabía.

—¿Cómo se llama? —aventuré.—Todavía no tiene un nombre en la

calle, y eso es porque todavía no tiene unperfil comercial y, a propósito, queremosque siga siendo así. Los muchachos de lacocina lo llevan con discreción; quierenque sea algo anónimo. Lo llaman MDT-48.

¿Los muchachos de la cocina?

Page 136: Sin limites de alan glynn

—¿Para quién trabajas? —pregunté—.Me dijiste que eras asesor de un grupofarmacéutico o algo así.

Vernon se llevó una mano a la cara yla dejó allí unos momentos. Inhaló unpoco de aire y soltó un gruñido.

—Diablos, cómo duele esto.Me incliné hacia adelante. ¿Qué debía

hacer? ¿Ofrecerle un poco de hieloenvuelto en una toalla? ¿Llamar a unmédico? Esperé. ¿Habría oído mipregunta? ¿Sería insensible repetirla?

Transcurrieron unos quince segundos,y entonces Vernon apartó la mano de surostro.

—Eddie —dijo con un gesto de dolor—, no puedo responder a tu pregunta.

Page 137: Sin limites de alan glynn

Estoy seguro de que lo entenderás.—Pero ayer me dijiste que a finales

de año saldría al mercado un producto,que se estaban realizando ensayosclínicos. Me contaste que estaba aprobadopor la FDA. ¿De qué iba todo aquello?

—Aprobado por la FDA… Tienegracia —respondió Vernon, resoplandocon desdén y esquivando la pregunta—.La FDA sólo aprueba fármacos para tratarenfermedades. No reconocen las drogascomo estilo de vida.

—Pero…En ese momento estuve a punto de

agarrarlo de la solapa y acusarlo dehaberme mentido, pero me contuve. Enefecto, me había dicho que contaba con la

Page 138: Sin limites de alan glynn

aprobación de la FDA, y habíamencionado unos ensayos clínicos, pero¿realmente esperaba que me tragara todoaquello?

¿Qué tenemos aquí? Algo llamadoMDT-48. Una sustancia farmacéuticadesconocida, no probada y seguramentepeligrosa, hurtada de algún laboratorio noidentificado por una persona de poco fiara la que no había visto en una década.

—Y bien —dijo Vernon mirándomefijamente—. ¿Quieres un poco más?

—Sí —respondí—, desde luego.

Solucionado aquello, y siguiendo lassagradas tradiciones del tráfico de drogas

Page 139: Sin limites de alan glynn

civilizado, cambiamos inmediatamente detema. Le pregunté por los muebles delpiso y si seguía coleccionando «piezas».Él me preguntó sobre música, si todavíaescuchaba a todo volumen sinfonías deochenta minutos compuestas por alemanesmuertos. Charlamos un rato, y luego nosdimos más detalles sobre nuestrasvicisitudes de los últimos años.

Vernon era bastante reservado, comotiene que ser en su profesión, supongo,pero, a causa de ello, apenas entendí nadade lo que decía. Me dio la impresión deque aquel negocio del MDT le habíamantenido ocupado durante bastantetiempo, tal vez unos años. También intuíque hablar de ello le generaba ansiedad,

Page 140: Sin limites de alan glynn

pero como todavía no estaba seguro depoder confiar en mí, no cesaba deinterrumpirse a media frase, y cada vezque parecía estar a punto de revelar algo,titubeaba y recurría a su labianeurocientífica, mencionandoneurotransmisores, circuitos cerebrales ycomplejos de receptores celulares. Seagitaba bastante en el sofá, levantando unay otra vez la pierna izquierda yestirándola; como un futbolista, o unbailarín, no lo tenía claro.

Yo permanecía relativamente quieto yle escuchaba.

Por mi parte, le conté a Vernon que en1989, poco después del divorcio, habíatenido que abandonar Nueva York. No

Page 141: Sin limites de alan glynn

mencioné que él había puesto su granitode arena para que me largara de allí, quesu tan fiable suministro de polvoboliviano me había ocasionado gravesproblemas económicos y de salud —senosconsumidos y finanzas exhaustas— y que,a su vez, éstos me habían costado mipuesto de trabajo como director deproducción en Chrorne, una revista demoda y arte ya desaparecida. Pero sí lehablé del año miserable que había pasadosin trabajo en Dublín, persiguiendo unahuidiza y nociva idea de existencialiteraria, y de mis tres años en Italia,impartiendo clases, traduciendo para unaagencia de Bolonia y adquiriendointeresantes conocimientos culinarios.

Page 142: Sin limites de alan glynn

Como, por ejemplo, que no tenía por quéhaber verdura todo el año como en losrestaurantes coreanos, sino que ésta teníasus temporadas, que llegaba y desaparecíaen cuestión de seis semanas, y que, en eseperíodo, las cocinabas frenéticamente dedistintas maneras. En el caso de losespá r r agos : risotto de espárragos,espárragos con huevos, fettuccini conespárragos. Y que dos semanas después nisiquiera te planteabas pedirle unespárrago a tu verdulero. En ese puntoempecé a divagar, y noté que Vernon seestaba impacientando, así que proseguí yle conté que había regresado de Italia paradescubrir que la tecnología de laproducción de revistas se había

Page 143: Sin limites de alan glynn

transformado por entero, lo cual convertíalas habilidades que pudiese haberadquirido a finales de los años ochenta enalgo más o menos superfluo. Acto seguidole describí los últimos cinco o seis añosde mi vida, que habían sido muytranquilos, sin sobresaltos, y habíantranscurrido —en un abrir y cerrar de ojos— en una bruma de relativa sobriedad,refugiándome en la comida, pero que teníamuchas esperanzas puestas en aquel libro.

Yo no pretendía volver por losderroteros del asunto que nos traíamosentre manos, pero Vernon me miró y dijo:

—Bueno, veré qué puedo hacer.Esto me irritó un poco, pero el

sentimiento se vio a un tiempo acallado y

Page 144: Sin limites de alan glynn

exacerbado al saber que realmente podíahacer algo. Sonreí y alcé ambas manos.

Vernon asintió, se golpeó las rodillasy agregó:

—De acuerdo. Entretanto, ¿te apeteceun café o algo de comer?

Sin esperar una respuesta, se levantódel sofá con esfuerzo y se dirigió alrincón que ocupaba la cocina, separadadel salón por una barra y unos taburetes.

Me levanté y le seguí.Vernon abrió la puerta de la nevera y

miró en su interior. Oteando por encimade su hombro pude ver que estabaprácticamente vacía. Había un cartón dezumo de naranja Tropicana, que Vernonsacó, agitó y guardó de nuevo.

Page 145: Sin limites de alan glynn

—¿Sabes qué? —dijo, dándose lavuelta—. Voy a pedirte un favor.

—Dime.—Como puedes ver, no me encuentro

bien para salir ahora mismo, pero tengoque hacerlo más tarde. Y debo recoger untraje en la tintorería. ¿Puedo pedirte quete acerques a recogerlo por mí? Y de pasopodrías comprar el desayuno para los dos.

—Claro.—Y aspirinas.—Claro.Vernon, plantado frente a mí en

calzoncillos, estaba flacucho y resultabaun tanto patético. A corta distancia pudeapreciar las arrugas de su cara ymechones de cabello gris en torno a las

Page 146: Sin limites de alan glynn

sienes. Tenía la piel demacrada. Derepente, me di cuenta de adónde habíanido a parar aquellos diez años. Almirarme, Vernon debía de pensarexactamente lo mismo, con lasvariaciones correspondientes. Ello meinfundió un sentimiento de desazón,intensificado por el hecho de que tratabade congraciarme con él, con mi camello,aceptando pasar a recoger su traje ycomprarle el desayuno. Me sorprendió lorápido que todo encajaba de nuevo,aquella dinámica entre traficante y cliente,aquel sencillo sacrificio de la dignidadpor una recompensa asegurada, una bolsade diez dólares, un gramo, una papelina o,en este caso, una píldora que iba a

Page 147: Sin limites de alan glynn

costarme prácticamente el alquiler de unmes.

Vernon se dirigió al viejo escritoriosituado al otro lado de la estancia y cogióla cartera. Mientras buscaba dinero y elcomprobante de la tintorería, vi una copiadel Boston Globe sobre la mesa de cristaltintado. El artículo de portada estabadedicado a los desatinados comentariosdel secretario de Defensa Caleb Halesobre México, pero ¿por qué leía unneoyorquino el Boston Globe?

Vernon se dio la vuelta y acudió haciamí.

—Tráeme unas tostadas con huevosrevueltos y mantequilla, una loncha debacón canadiense y un café normal. Y lo

Page 148: Sin limites de alan glynn

que quieras para ti.Me dio un billete y un pequeño

resguardo azul, que me guardé en elbolsillo delantero de la chaqueta. Observéel billete, el rostro lúgubre del barbudoUlysses S. Grant, y se lo devolví.

—¿Tu restaurante habitual te va a darcambio de cincuenta por un bollo inglés?

—¿Y por qué no? Que se jodan.—Ya pago yo.—Tú mismo. La tintorería está en la

esquina de la Calle 89, y el restaurante,justo al lado. En la misma manzana hay unquiosco donde puedes comprar aspirinas.Ah, ¿podrías traerme el Boston Globetambién?

Miré de nuevo el periódico que había

Page 149: Sin limites de alan glynn

sobre la mesa.Vernon se dio cuenta y dijo:—Es de ayer.—Oh —repuse—, ¿y quieres el de

hoy?—Sí.—De acuerdo —contesté

encogiéndome de hombros. Entonces mevolví y recorrí el estrecho pasillo endirección a la puerta.

—Gracias —dijo Vernon caminandodetrás de mí—. Y escucha, yaarreglaremos el precio cuando vuelvas.Todo es negociable, ¿verdad?

—Sí —respondí, abriendo la puerta—. Te veo en un rato.

Oí la puerta cerrarse a mi espalda

Page 150: Sin limites de alan glynn

mientras caminaba por el pasillo ydoblaba la esquina hacia los ascensores.

De camino a la calle tuve queesforzarme para no pensar en lo mal queme hacía sentir todo aquello. Me dije a mímismo que le habían dado una tunda y quetan sólo le estaba haciendo un favor, perola situación me recordaba a los viejostiempos. Me llevaba a la memoria lashoras que, antes de conocer a Vernon,había pasado esperando en varios pisos aque llegara el traficante, y la elaboradacháchara, y toda la energía invertida en noperder el control hasta que llegara esemaravilloso momento en que podíaslargarte, despedirte, ir a un club omarcharte a casa con ochenta pavos

Page 151: Sin limites de alan glynn

menos en el bolsillo, cierto, pero pesandoun gramo más. Los viejos tiempos.

Habían pasado más de diez años.¿Qué demonios estaba haciendo ahora?

Salí del ascensor, franqueé las puertasgiratorias y atravesé la plaza y la Calle 90en dirección a la Calle 89. Llegué alquiosco, que estaba situado a mitad de lamanzana, y entré. Vernon no me dijo quémarca quería, así que pedí una caja de misfavoritas: Excedrina extrafuerte. Busquéentre los periódicos —México, México,México— y cogí un ejemplar del Globe.Eché un vistazo a la portada, buscandoalgo que me diera una pista de por qué

Page 152: Sin limites de alan glynn

leía Vernon aquel diario, y el únicoartículo que encontré guardaba relacióncon un juicio de responsabilidad civil porun producto que había de salir almercado. Había un pequeño párrafo alrespecto y una referencia a un artículomás completo en el interior. La empresafarmacéutica internacional Eiben-Chemcorp iba a defenderse en un tribunalde Massachusetts de la acusación de quesu antidepresivo Triburbazina,enormemente popular, había llevado a unaadolescente, que sólo había tomado elfármaco durante dos semanas, a matar a sumejor amiga y suicidarse después, ¿Setrataba de la empresa para la que Vernondecía trabajar? ¿Eiben-Chemcorp?

Page 153: Sin limites de alan glynn

Difícilmente.Cogí el periódico y la Excedrina,

pagué y salí a la calle. Luego me dirigí alDeLuxe Luncheonette. Era uno de esoslocales chapados a la antigua queencuentras por toda la ciudad. Tal veztenía el mismo aspecto que hacía treintaaños y, a buen seguro, la misma clientela.Curiosamente, eso lo convertía en unvínculo viviente con una versión anteriordel barrio. O no. Quizá. No lo sé. En todocaso, era un establecimiento de comidarápida grasienta y, puesto que se acercabala hora de comer, estaba bastanteabarrotado, así que aguardé mi turno.

Detrás de la barra, un hispano demediana edad decía:

Page 154: Sin limites de alan glynn

—No lo entiendo. No lo entiendo. Enserio, ¿qué es esto? Como si no hubierasuficientes problemas aquí, ¿tienen que irallí a causar más? —Entonces miró a suizquierda—: ¿Qué?

Junto a la parrilla había dos tipos másjóvenes hablando en español y riéndoseabiertamente de él.

El hispano levantó los brazos.—A nadie le importa ya. A nadie le

importa un comino.A mi lado, tres personas esperaban

sus encargos en medio de un silencioabsoluto. A las mesas que quedaban a miizquierda estaban sentados otroscomensales. En la que quedaba más cercade mí había cuatro tipos tomando café y

Page 155: Sin limites de alan glynn

fumando. Uno de ellos estaba leyendo elPost y, al cabo de un momento, me dicuenta de que el hispano que atendía elmostrador dirigía sus comentarios a él.

—¿Te acuerdas de Cuba? —insistió—. ¿Bahía de Cochinos? Esto seconvertirá en otra Bahía de Cochinos, enotro fiasco como aquél.

—No veo la analogía —dijo elanciano que leía el Post—. Lo de Cubafue por culpa del comunismo. —Elhombre no apartaba la vista del periódico,y hablaba con un ligero acento alemán—.Y lo mismo ocurrió con la intervenciónestadounidense en Nicaragua y ElSalvador. En el último siglo se ha libradouna guerra con México porque Estados

Page 156: Sin limites de alan glynn

Unidos quería Texas y California. Esotenía sentido, un sentido estratégico, pero¿esto?

El hombre dejó la pregunta en el airey continuó leyendo.

El hispano envolvió dos pedidos consuma rapidez, cogió el cambio ydesaparecieron varios clientes. Meacerqué un poco más al mostrador y memiró. Pedí lo que me había indicadoVernon, además de un café solo, y le dijeque volvería en dos minutos. Mientrassalía por la puerta, el hispano sentenció:

—No lo sé. Yo creo que deberíavolver la Guerra Fría…

Fui a la tintorería de al lado a recogerel traje de Vernon. Esperé unos momentos

Page 157: Sin limites de alan glynn

en la calle y observé el tráfico. De vueltaen el DeLuxe Luncheonette, se habíasumado a la conversación un joven conuna camisa vaquera que estaba sentado aotra mesa.

—¿Qué? ¿Crees que el gobierno se vaa involucrar en algo así sin motivo? Esuna locura.

El hombre que leía el Post habíadejado el periódico sobre la mesa y noparaba de mirar a su alrededor.

—Los gobiernos no siempre actúan demanera lógica —terció—. A vecesejercen políticas que son contrarias a suspropios intereses. Mira Vietnam. Treintaaños de…

—No me vengas con esas, hazme el

Page 158: Sin limites de alan glynn

favor.El hispano, que estaba guardando mi

pedido en una bolsa y parecía dirigirse aella, farfulló:

—Dejen en paz a los mexicanos, esoes todo. Déjenlos en paz.

Pagué y cogí la bolsa.—Vietnam…—Vietnam fue un error, ¿vale?—¿Un error? ¡Ja! ¿Y Eisenhower? ¿Y

Kennedy? ¿Y Johnson? ¿Y Nixon? Ungran error.

—Mira, tú…Salí del DeLuxe Luncheonette y me

encaminé a la Torre Linden con el traje deVernon en una mano y su desayuno y elBoston Globe en la otra. Me costó

Page 159: Sin limites de alan glynn

muchísimo franquear las puertas giratoriasy empezó a dolerme el brazo izquierdomientras esperaba el ascensor.

Mientras subía a la planta 17 pudeoler la comida que contenía la bolsa depapel marrón, y deseé haber compradoalgo para mí además del café. Estaba soloen el ascensor, y pensé en apropiarme deuna de las tiras de bacón canadiense deVernon, pero la idea me pareciódemasiado triste y, con el traje colgado deuna percha de alambre, un poco difícil deponer en práctica.

Salí del ascensor, recorrí el pasillo ydoblé la esquina. Cuando me acercaba alpiso de Vernon, me di cuenta de que lapuerta estaba entreabierta. La empujé con

Page 160: Sin limites de alan glynn

el pie y entré. Llamé a Vernon y seguí elpasillo hasta el salón, pero antes de llegarallí noté que algo iba mal. Me preparépara lo que se avecinaba cuando empecé aatisbar la habitación y di un paso atrás,conmocionado al ver el caos que reinabaen el salón. Alguien había dejado lassillas, el escritorio y el botellero patasarriba. Los cuadros de la pared estabanladeados. Había libros, papeles y objetospor todas partes, y durante unos segundosme resultó harto difícil concentrarme enalgo en particular.

Mientras me encontraba allíparalizado, sosteniendo el traje deVernon, la bolsa de papel marrón y elBoston Globe, sucedieron dos cosas. De

Page 161: Sin limites de alan glynn

súbito, me fijé en la figura de Vernon,sentado en el sofá de piel negra, y oíruidos detrás de mí, pasos o algo que searrastraba. Me volví, dejando caer eltraje, la bolsa y el periódico. El pasilloestaba oscuro, pero vi una figura quecorría desde una puerta situada a laizquierda hasta la entrada.

Dudé. Mi corazón empezaba a latircomo un martillo neumático. Al cabo deunos instantes, corrí por el pasillo y salí.Miré a ambos lados pero no había nadieallí. Fui a toda prisa hasta el otro extremoy, justo cuando bordeaba la esquina paratomar el pasadizo más largo, oí cómo secerraban las puertas del ascensor.

Aliviado en cierto modo por no tener

Page 162: Sin limites de alan glynn

que enfrentarme a nadie, volví al piso,pero en ese momento recordé la figura deVernon en el sofá. Estaba allí sentado.¿Por qué? ¿Enfadado por el estado en quese hallaba su salón? ¿Preguntándose quiénera el intruso? ¿Calculando cuántocostaría reparar el escritorio?

Por alguna razón, ninguna de estasopciones encajaba del todo con la imagenque tenía en mi mente y, a medida que meaproximaba a la puerta, noté una punzadaen el estómago. Entré y me dirigí alcomedor, consciente de lo que estaba apunto de presenciar.

Vernon seguía en el sofá, exactamenteen la misma posición que antes. Estabarecostado, con las piernas y los brazos

Page 163: Sin limites de alan glynn

separados y los ojos mirando haciaadelante o, más bien, aparentando quemiraba, porque desde luego Vernon ya nopodía ver nada.

Me acerqué y vi el agujero de bala enla frente. Era pequeño, limpio y rojo.Aunque siempre había vivido en NuevaYork, jamás había visto un orificio debala, y me quedé allí quieto, presa delterror y la fascinación. No sé cuántotiempo estuve así, pero cuando por fin memoví, temblaba sin control. Tampocopodía pensar con claridad, como sialguien hubiese pulsado un interruptor enmi cerebro y lo hubiera desactivado.Moví los pies un par de veces, perofueron salidas nulas que no condujeron a

Page 164: Sin limites de alan glynn

ninguna parte. Nada pasaba por el centrode control, y no estaba haciendo lo quedebía, lo cual significaba que no estabahaciendo nada. Entonces, cual meteoritoestrellándose contra la tierra, caí en lacuenta: claro, llama a la policía, imbécil.

Busqué un teléfono en el salón y alfinal lo localicé en el suelo, junto alantiguo escritorio volcado. Habíanquitado los cajones y había papeles ydocumentos por todas partes. Cogí elaparato y marqué el número de la policía.Cuando me atendieron, empecé abalbucear. Me dijeron que me calmara yme pidieron que les facilitara unadirección. Me pasaron de inmediato conotra persona, presumiblemente alguien de

Page 165: Sin limites de alan glynn

un distrito local, y seguí balbuceando.Creo que cuando al fin colgué el teléfonohabía dado la dirección del apartamentoen el que me encontraba y mencionado minombre y el hecho de que una personahabía muerto de un disparo.

Agarré el auricular del teléfono confuerza, como si aquello significara queestaba haciendo algo. Lo cierto es que enese momento tenía mucha adrenalina quegestionar, así que, tras una prestareflexión, decidí que sería mejormantenerme ocupado, enfrascarme en algoque exigiera concentración, y no mirarfijamente el cuerpo de Vernon tendido enel sofá también sería de ayuda. Peroentonces me di cuenta de que debía hacer

Page 166: Sin limites de alan glynn

algo de todas maneras, fuese cual fuese miestado mental.

Empecé a rebuscar entre los papelesque rodeaban el escritorio, y al cabo deunos minutos encontré lo que andababuscando: la agenda de Vernon. La abrípor la letra eme. Había un número en esapágina. Era el de Melissa, el pariente máspróximo de Vernon.

¿Quién iba a decírselo si no?No hablaba con Melissa desde hacía

ni se sabe —nueve o diez años—, yahora, delante de mí, estaba su número deteléfono. En cuestión de segundos estaríahablando con ella.

Marqué el número. Empezó a sonar.Mierda.

Page 167: Sin limites de alan glynn

Todo aquello estaba yendo demasiadorápido.

Rinnnnnggg.Clic.Zumbido.El contestador automático. Diablos,

¿qué podía hacer?El medio minuto siguiente fue lo más

intenso que recordaba en mis treinta y seisaños de existencia. Primero hube deescuchar la que, sin lugar a dudas, era lavoz de Melissa diciendo: «Ahora mismono estoy. Por favor, deja tu mensaje»,aunque en un tono que se me antojósingular y desconocido, y luego tuve queresponder a la grabación diciendo que suhermano, que estaba conmigo en la

Page 168: Sin limites de alan glynn

habitación, había muerto. Una vez queempecé a hablar fue demasiado tarde y nopude parar. No entraré en detalles de loque le dije, máxime cuando soy incapazde recordar cuáles fueron mis palabrasexactas. Pero la cuestión es que cuandoterminé y colgué el teléfono, me percatéde la rareza de la situación y me sentíabrumado por una incómoda mezcla deemociones…, conmoción, disgustoconmigo mismo, tristeza, dolor…, y se mellenaron los ojos de lágrimas.

Inspiré varias veces en un esfuerzopor controlarme y, de pie junto a laventana, contemplando la mezcolanza deestilos arquitectónicos de la ciudad, unaidea persistía en mi mente: el día anterior

Page 169: Sin limites de alan glynn

a esa misma hora ni siquiera me habíatopado con Vernon. Hasta ese momento,no había hablado con él en casi diez años.Tampoco había hablado con su hermana nihabía pensado demasiado en ella, peroallí estaba, en menos de veinticuatrohoras, entrando de nuevo en su vida y enun período de la mía que, creía yo, sehabía ido para siempre. El que puedanpasar meses, e incluso años, sin ningúnsuceso relevante es uno de esosimponderables de la existencia y, derepente, sobrevienen unas horas, o inclusounos minutos, que pueden abrir un boquetede un kilómetro de diámetro en el tiempo.

Page 170: Sin limites de alan glynn

Me aparté de la ventana,estremeciéndome al ver a Vernon en elsofá, y fui hacia la cocina. También lahabían registrado. Habían abierto losarmarios y los habían revuelto, y habíaplatos rotos y fragmentos de cristal portodo el suelo. Observé de nuevo eldesorden del salón y me hundí otra vez.Entonces me acerqué a la puerta quequedaba a la izquierda del pasillo yconducía al dormitorio. Estaba igual:habían sacado los cajones y los habíanvaciado, le habían dado la vuelta alcolchón, había ropa esparcida por todaspartes y en el suelo yacía roto un granespejo.

Me preguntaba por qué era necesario

Page 171: Sin limites de alan glynn

causar semejante caos, pero en mi estadode confusión, que era manifiesto, todavíame llevó un par de minutos comprenderlo.Estaba claro que el intruso buscaba algo.Vernon debió de abrirle la puerta, lo cualsignificaba que lo conocía, y cuandoregresé debí de interrumpirlo. Pero ¿quéandaba buscando? Noté cómo se meaceleraba el pulso por el mero hecho deformular esa pregunta.

Me agaché y cogí uno de los cajonesvacíos. Miré en su interior y le di lavuelta. Hice lo propio con los demás, yhasta que no hube registrado varias cajasde zapatos guardadas en una estantería unpar de minutos después no me di cuenta dedos cosas. Primero, estaba dejando mis

Page 172: Sin limites de alan glynn

huellas dactilares por toda la casa, y,segundo, estaba escudriñando lahabitación de Vernon. Ninguna de las dosera buena idea, pero dejar huellas en eldormitorio era especialmente preocupantea corto plazo. Había dado mi nombre a lapolicía y, cuando ésta llegara, tenía laintención de contar la verdad, o al menoscasi toda la verdad, pero si descubríanque había estado hurgando por allí, micredibilidad se resentiría. Me acusaríande toquetear el escenario de un crimen ode alterar pruebas, o a lo mejor me veríaimplicado en el propio crimen, así queempecé a desandar mis pasos, utilizandola manga de la chaqueta para limpiar lamayor cantidad posible de objetos y

Page 173: Sin limites de alan glynn

superficies que hubiese tocado.Cuando llegué al umbral momentos

después, miré de nuevo la habitación paracomprobar que no me había dejado nada.Por algún motivo que no alcanzo aexplicar, miré hacia el techo y, al hacerlo,noté algo raro. Era un entramado depequeños paneles cuadrados, y uno deellos, situado directamente sobre la cama,parecía estar ligeramente desalineado,como si lo hubiesen tocado hacía poco.

Al tiempo que reparaba en ello, oí unasirena de policía a lo lejos, y vacilé unmomento, pero entonces me encaramé a lacama, aparté el panel suelto y busqué enla oscuridad, donde apenas distinguía lastuberías y los revestimientos de aluminio.

Page 174: Sin limites de alan glynn

Extendí el brazo y rebusqué en el interiory alrededor de los bordes. Mis dedosentraron en contacto con algo. Introdujemás el brazo, forzando los músculos, ysaqué aquel objeto del agujero. Era ungran sobre acolchado de color marrón y lodejé caer sobre el colchón, que seencontraba boca arriba.

Entonces me paré a escuchar. En aquelmomento ululaban dos sirenas, tal veztres, y estaban cerca.

Volví a colocar el panel suelto lomejor que pude, bajé de la cama y cogí elsobre. Lo abrí a toda prisa y vertí elcontenido sobre el colchón. Lo primeroque vi fue una pequeña agenda negra, ungrueso rollo de billetes —creo que eran

Page 175: Sin limites de alan glynn

todos de cincuenta— y, por último, ungran envase de plástico con cierrehermético en la parte superior, unaversión más voluminosa del que Vernonhabía sacado del monedero la tardeanterior. En su interior debía de habertrescientas cincuenta, cuatrocientas oquinientas pildoritas blancas, no lo sé…

Contemplé boquiabierto las que talvez fuesen quinientas dosis de MDT-48.Entonces meneé la cabeza y empecé arealizar cálculos rápidos. Quinientas,pongamos, por quinientos… Eso eran…¿250.000 dólares? Por otro lado, con sólotres o cuatro pastillas de aquéllas podríaterminar el libro en una semana. Miré a mialrededor, consciente de que me hallaba

Page 176: Sin limites de alan glynn

en la habitación de Vernon y de que lassirenas, que se oían cada vez más fuerte,empezaban a remitir al unísono.

Después de otro momento de duda,recogí todo aquello del colchón y lo metíde nuevo en el sobre. Fui al salón y meacerqué a la ventana. En la calle pudeotear tres coches de policía a escasadistancia unos de otros y con las lucesazules girando. En aquel momento, laactividad era frenética. Aparecían agentesde la nada, los transeúntes se detenían ycomentaban, y el tráfico de la Calle 90empezó a colapsarse.

Fui corriendo a la cocina y busqué unabolsa de plástico. Encontré una del A & Plocal y guardé el sobre dentro. Me dirigí

Page 177: Sin limites de alan glynn

por el pasillo hacia la puerta principal,cerciorándome de que la dejaba abierta.Al otro extremo del pasadizo, endirección opuesta a los ascensores, habíauna gran puerta metálica que había vistoantes, y corrí hacia ella. La puerta daba ala escalera de emergencia. A su izquierdahabía una pequeña zona donde seencontraba el vertedero de basuras y unahornacina de cemento con una escoba yvarias cajas en su interior. Titubeé unossegundos y entonces decidí correrescaleras arriba. En la hornacina habíaapiladas cuatro o cinco cajas de cartón.

Oculté la bolsa de plástico detrás deaquellas cajas y, sin mirar atrás, bajécorriendo los escalones de dos en dos o

Page 178: Sin limites de alan glynn

de tres en tres. Crucé la puerta metálica,todavía al trote, y volví al pasillo. Cuandome faltaban un par de metros para llegar,oí las puertas del ascensor y una crecientemarea de voces. Llegué a la puerta delpiso y entré. Recorrí el pasillo lo másrápido que pude y fui al salón, donde mesobresaltó de nuevo la imagen de Vernon.

Me había quedado sin resuello, ypermanecí en mitad del salón jadeando.Me llevé la mano al pecho y me inclinéhacia adelante, como si tratara de impedirun infarto. Entonces oí un suave golpeteoen la puerta y una voz prudente que decía:

—Hola… Hola. Policía.—Sí —dije, intentando coger un poco

de aire—, aquí.

Page 179: Sin limites de alan glynn

Sólo por mantenerme ocupado, cogí eltraje que había dejado antes y la bolsa quecontenía el desayuno. Puse la bolsaencima de la mesa de cristal y el traje enel tramo más próximo de sofá.

Por el pasillo apareció un jovenpolicía uniformado de unos veinticincoaños.

—Discúlpeme… —dijo, consultandouna diminuta libretita—, ¿EdwardSpinola?

—Sí —respondí, sintiéndome derepente culpable, comprometido, unfraude y un sinvergüenza—. Sí… soy yo.

Page 180: Sin limites de alan glynn

VI

Al cabo de diez o quince minutos, unpequeño ejército de agentes uniformados,policías de paisano y técnicos forensesinvadió el piso.

Me llevaron a la cocina y meinterrogó uno de los policías de uniforme.Anotó mi nombre, dirección y número deteléfono y me preguntó dónde trabajaba yde qué conocía al difunto. Mientrasrespondía a sus preguntas, vi cómoexaminaban, fotografiaban y etiquetaban aVernon. Vi también a dos tipos de paisanoagazapados junto al escritorio, que seguíaladeado, y estudiando los papeles que

Page 181: Sin limites de alan glynn

había esparcidos por el suelo. Se pasabandocumentos, cartas y sobres el uno al otro,y hacían comentarios que no alcanzaba aoír. Un agente se hallaba junto a laventana hablando por radio, y otro estabaen la cocina revolviendo armarios ycajones.

Todo aquel proceso se desarrollabacon una cualidad onírica. Tenía un ritmocoreografiado propio y, aunque yo estabaallí respondiendo preguntas, no me sentíaparte de ello, sobre todo cuando metierona Vernon en una bolsa negra y lo sacaronde la habitación en una camilla.

Momentos después, uno de los agentesde paisano se acercó a mí, se presentó ydespachó al policía uniformado. Se

Page 182: Sin limites de alan glynn

llamaba Foley. Era de estatura media yllevaba traje oscuro y chubasquero. Seapreciaban algunas entradas y ciertosobrepeso. Me hizo varias preguntas;quería saber cuándo y cómo habíadescubierto el cadáver. Se lo conté todo,salvo la parte del MDT. Para corroborarmi declaración, señalé el traje que habíarecogido en la tintorería y la bolsa depapel marrón.

El traje estaba tendido en el sofá, alotro lado de donde se encontraba elcuerpo de Vernon. Lo habían envuelto enun plástico y resultaba inquietante yespectral, como una imagen residual delpropio Vernon, un eco visual, un rastro.Foley observó el traje unos instantes, pero

Page 183: Sin limites de alan glynn

no reaccionó; desde luego no lo veía igualque yo. Entonces se acercó a la mesa decristal y cogió la bolsa de papel marrón.La abrió y sacó su contenido —los doscafés, el bollo, el bacón canadiense y loscondimentos— y formó una hilera conellos sobre la mesa, como si se tratase defragmentos de un esqueleto expuestos enun laboratorio forense.

—¿Conocía bien al tal… VernonGant? —preguntó.

—Lo vi ayer por primera vez despuésde diez años. Me lo encontré por la calle.

—Se lo encontró por la calle —repitió asintiendo.

—¿Y a qué se dedicaba?—No lo sé. Coleccionaba y vendía

Page 184: Sin limites de alan glynn

muebles cuando lo conocí.—Ah —dijo Foley—. De modo que

era comerciante…—Yo…—Y, para empezar, ¿qué hacía usted

aquí?—Bueno… —Me aclaré la garganta

—. Como le decía, me lo encontré ayer ydecidimos reunimos. Ya sabe, pararecordar viejos tiempos.

Foley miró en derredor.—Recordar viejos tiempos —dijo—,

recordar viejos tiempos.Obviamente tenía la costumbre de

repetir frases como aquélla, en voz baja,para sus adentros, como si estuvieseponderándolas, pero su verdadera

Page 185: Sin limites de alan glynn

intención era cuestionar su credibilidad yminar la confianza de quienquiera quehablase en ese momento.

—Sí —repuse, demostrando miirritación—, recordar viejos tiempos.¿Algún problema? Foley se encogió dehombros.

Tuve la inquietante sensación de queme iba a marear; buscaría incongruenciasen mi historia y luego me arrancaría unaconfesión. Pero mientras hablaba yformulaba más preguntas, advertí quehabía empezado a mirar el café y el bolloenvuelto sobre la mesa, como si lo únicoque quisiera o le importara en el mundofuera sentarse a desayunar, y tal vez leerla prensa.

Page 186: Sin limites de alan glynn

—¿Sabe algo de su familia o de susparientes? ——inquirió.

Le hablé de Melissa y le conté que lahabía telefoneado y dejado un mensaje ensu contestador automático.

Foley hizo una pausa y me miró.—¿Le ha dejado un mensaje?—Sí.En esa ocasión sí que ponderó la

respuesta unos instantes y dijo:—Es usted un tipo sensible, ¿eh?No respondí, aunque ciertamente

quería hacerlo. Me dieron ganas deatizarle. Pero, a la vez, capté su mensaje.Aunque sólo habían transcurrido treinta ocuarenta minutos, lo que había hecho aldejarle aquel mensaje resultaba ahora

Page 187: Sin limites de alan glynn

verdaderamente horroroso. Meneé lacabeza y me volví hacia la ventana. Lanoticia ya era triste de por sí, pero ¿nosería mucho peor que la conociera por míy a través de un contestador automático?Suspiré, frustrado, y me di cuenta de queestaba temblando un poco.

Al final miré de nuevo a Foley,esperando más preguntas, pero no lashubo. Había retirado la tapa de plásticodel café y estaba abriendo el muffininglés, envuelto en papel de plata. Seencogió de hombros una vez más y melanzó una mirada que parecía insinuar:«¿Qué quieres que te diga? Tengohambre».

Unos veinte minutos después me

Page 188: Sin limites de alan glynn

sacaron del piso y me llevaron en coche ala comisaría del distrito para prestardeclaración oficial. Nadie me dirigió lapalabra durante el trayecto y, con distintospensamientos pugnando por hacerse unhueco en mi cerebro, presté muy pocaatención a mi entorno inmediato. Cuandome vi obligado a hablar de nuevo meencontraba en una gran oficina abarrotada,sentado a una mesa frente a otro agentecon sobrepeso y de nombre irlandés.Brogan.

El policía transitó el mismo terrenoque Foley, formuló las mismas preguntas ymostró más o menos el mismo interés enlas respuestas. Luego tuve que sentarmeen un banco de madera durante media hora

Page 189: Sin limites de alan glynn

mientras mecanografiaban e imprimían mideclaración. Había mucha actividad en lasala, entraba y salía toda clase de gente, yme costaba pensar.

Por último, Brogan me pidió quevolviera a la mesa y que leyera y firmarala declaración. Mientras la repasaba, élpermanecía allí sentado en silencio,jugando con un clip. Justo antes de llegaral final, sonó su teléfono y respondió conun «¿Sí?». Hizo una breve pausa, dijo«sí» una o dos veces más y procedió arelatar sucintamente lo ocurrido. En aquelmomento estaba agotado y ni me molestéen escuchar, así que, hasta que no le oímurmurar las palabras «sí, señora Gant»,no me sobresalté.

Page 190: Sin limites de alan glynn

El pragmático informe de Brogan seprolongó unos momentos más, pero derepente le oí decir: «Sí, claro, está aquí.Se lo paso». Entonces me tendió elteléfono y con un ademán me indicó que locogiera. Extendí la mano, y en los dos otres segundos que tardé en llevarme elauricular a la oreja sentí lo que en miimaginación eran cantidades inenarrablesde adrenalina penetrando en mi torrentesanguíneo.

—Hola… ¿Melissa?—Sí, Eddie. He recibido tu mensaje.Hubo un silencio.—Escucha, lo lamento mucho. Me

entró el pánico y…—No te preocupes. Para eso están los

Page 191: Sin limites de alan glynn

contestadores automáticos.—Sí… Bueno… De acuerdo. —Miré

a Brogan con nerviosismo—. Y sientomucho lo de Vernon.

—Sí, yo también. Dios mío. —Su vozsonaba pausada y agotada—. Pero te diréuna cosa, Eddie. No me sorprendedemasiado. Se veía venir desde hacíamucho tiempo. —No sabía qué respondera eso—. Sé que suena duro, pero andabametido en… —En ese momento, Melissahizo una pausa— …asuntos. Pero supongoque será mejor que tenga la boca cerradaen esta línea, ¿no?

—Probablemente sea buena idea.Brogan seguía jugando con el clip, y

parecía que estuviese escuchando un

Page 192: Sin limites de alan glynn

episodio de su serial radiofónico favorito.—No podía creérmelo cuando oí tu

voz —continuó Melissa—, y apenasentendí el mensaje. Tuve que reproducirlodos veces. —Hizo una nueva pausa, quese antojó más larga de lo que parecíanatural—. ¿Qué hacías tú en casa deVernon?

—Ayer por la tarde me lo encontré enla Calle 12 —dije, prácticamente leyendola declaración que tenía ante mí—, ydecidimos vernos hoy en su casa.

—Todo esto es muy raro.—¿Hay alguna posibilidad de que nos

veamos? Me gustaría…No pude acabar la frase. ¿Me gustaría

qué?

Page 193: Sin limites de alan glynn

Melissa dejó que el silencio mediaraentre nosotros.

—La verdad es que ahora mismo voya estar muy ocupada, Eddie. Tendré queorganizar el funeral y sabe Dios qué más—dijo al final.

—Bueno, ¿puedo ayudarte en algo?Me siento…

—No. No tienes que sentir nada.Déjame llamarte cuando…, cuando tengatiempo, y podremos mantener unaconversación en condiciones. ¿Qué teparece?

—Claro.Quería decir algo más, preguntarle

cómo estaba, hacerla hablar, pero allí seterminó. Melissa se despidió y colgamos

Page 194: Sin limites de alan glynn

el teléfono.Brogan arrojó el clip, se inclinó hacia

adelante y señaló la declaración con lacabeza.

La firmé y se la devolví.—¿Eso es todo?—De momento. Si le necesitamos, le

llamaremos. Entonces abrió un cajón desu mesa y empezó a buscar algo.

Yo me levanté y me fui.

Una vez en la calle me encendí uncigarrillo y di unas cuantas caladasprofundas.

Consulté el reloj. Eran las tres ymedia pasadas.

Page 195: Sin limites de alan glynn

El día anterior a esas horas no habíasucedido nada de aquello.

En breve no podría contemplar másaquella idea, cosa que en cierto sentidome alegraba, porque cada vez que ocurríame daba la sensación de que había caídoen la molesta trampa de pensar que podíahaber alguna clase de indulto, casi comosi existiera un período de gracia en estosasuntos, durante el cual revertías las cosasy obtenías un reembolso moral por tuserrores.

Caminé sin rumbo unas cuantasmanzanas y paré un taxi. Apoltronado enel asiento trasero en dirección al centro,reproduje unas cuantas veces laconversación con Melissa. A pesar de lo

Page 196: Sin limites de alan glynn

que habíamos hablado, el tono al menospareció normal, lo cual me complaciósobremanera. Pero había algo distinto ensu timbre de voz, algo que ya habíadetectado antes, cuando escuché sumensaje en el contestador. Era un grosor,o una pesadez, pero ¿por qué?¿Decepción? ¿Tabaco? ¿Niños?

¿Qué sabía yo?Miré por la ventanilla trasera. Los

números de las calles transversales —Cincuenta, Cuarenta, Treinta— pasabanrápidamente, como si los niveles depresión se redujeran para permitirme lareentrada en la atmósfera. Cuanto más nosalejábamos de la Torre Linden, mejor mesentía, pero entonces me vino algo a la

Page 197: Sin limites de alan glynn

mente.Según Melissa, Vernon andaba metido

en algo. Yo creía saber qué significabaeso, y presumiblemente, comoconsecuencia directa de ese algo, lohabían golpeado y más tarde asesinado.Mientras Vernon yacía muerto en el sofá,había registrado su dormitorio,encontrado un fajo de billetes, uncuaderno y quinientas píldoras. Lo habíaocultado todo y después había mentido ala policía. Eso significaba que yo tambiénandaba metido en algo en ese momento.

Y era posible que también estuvieseen peligro.

¿Me habría visto alguien? Lo dudaba.Cuando volví del restaurante, el intruso

Page 198: Sin limites de alan glynn

estaba en la habitación y huyó deinmediato. Lo único que pudo distinguirfue mi espalda, o a lo sumo verme cuandome di la vuelta, al igual que yo a él, perofue una imagen borrosa y oscura.

Sin embargo, él o cualquier otropudieron haber estado vigilando frente ala Torre Linden. Quizá me habían vistosaliendo con la policía y me habíanseguido hasta la comisaría. Podían estarsiguiéndome en ese momento.

Indiqué al conductor que se detuviera.El taxi paró en la esquina de la Calle

29 con la Segunda Avenida. Pagué y salí.Miré en torno. Ningún otro coche pareciódetenerse al mismo tiempo que nosotros,aunque tal vez se me escapaba algo. En

Page 199: Sin limites de alan glynn

cualquier caso, caminé rápidamente endirección a la Tercera Avenida,volviendo la cabeza cada pocos segundos.Me dirigí a la estación de metro de laCalle 28 con Lexington y tomé un tren dela línea 6 hacia Union Square y luego lalínea L en dirección oeste hasta llegar a laOctava Avenida. Me apeé allí y cogí unautobús de regreso a la Primera Avenida.

Pensaba montarme en un taxi y dar unavuelta, pero estaba demasiado cerca decasa, el cansancio hacía mella y,sinceramente, en aquel momento nopensaba que me estuvieran siguiendo, asíque me di por vencido. Bajé en la Calle14 y recorrí a pie las escasas manzanasque me separaban de casa.

Page 200: Sin limites de alan glynn

VII

Una vez en mi apartamento, imprimí lasnotas y un borrador de la introducción quehabía escrito para el libro. Me senté en elsofá y lo leí para comprobar una vez másque aquello no era fruto de miimaginación, pero estaba tan agotado queme quedé dormido casi al instante.

Me desperté horas después contortícolis. Fuera había oscurecido. Habíapáginas sueltas por todas partes, en miregazo, encima del sofá y por el suelo,alrededor de mis pies. Me froté los ojos,recogí las hojas y empecé a leerlas. Sólome llevó un par de minutos cerciorarme

Page 201: Sin limites de alan glynn

de que nada de aquello eranimaginaciones. Es más, iba a enviar aquelmaterial a Mark Sutton de K & D a lamañana siguiente, sólo para recordarleque todavía estaba enfrascado en elproyecto.

Y después, una vez leídas las notas,¿qué? Traté de mantenerme ocupadoorganizando los papeles de mi escritorio,pero no lograba concentrarme y, además,ya los había clasificado a la perfección lanoche anterior. Lo que debía hacer, y notenía sentido fingir que podía evitarlo opostergarlo, era volver a la Torre Lindeny recoger el sobre. La idea me turbaba,así que empecé a pensar en un disfraz,pero ¿cuál?

Page 202: Sin limites de alan glynn

Fui al lavabo, me di una ducha y meafeité. Encontré gomina y me la apliqué enel pelo, apelmazándolo y peinándolohacia atrás. Busqué en el armario de mihabitación alguna prenda a la que dierapoco uso. Tenía un traje sencillo de colorgris que no me ponía desde hacía dosaños. Saqué también una camisa grisclaro, una corbata negra y unos gruesoszapatos del mismo color, y lo tendí todosobre la cama. El inconveniente era quelos pantalones quizá ya no me fueran bien,pero me embutí en ellos como pude y mepuse la camisa. Después de anudarme lacorbata y calzarme, me levanté paramirarme en el espejo. Tenía un aspectoridículo, como un listillo sobrealimentado

Page 203: Sin limites de alan glynn

que se ha pasado de la raya comiendolinguini y limosneando a la gente paraactualizar su guardarropa, pero tenía queconformarme. No parecía yo, y esa era laidea.

Encontré un viejo maletín que a vecesutilizaba para el trabajo y resolví llevarloconmigo, pero dejé unos guantes de cueronegro que vi en una estantería del armario.Me miré de nuevo en el espejo situadojunto a la puerta y salí.

En la calle no había ningún taxi a lavista, de modo que me encaminé a laPrimera Avenida, rezando para noencontrarme con ningún conocido.Conseguí un taxi al cabo de unos minutosy emprendí el viaje hacia el norte de la

Page 204: Sin limites de alan glynn

ciudad por segunda vez en el día. Perotodo había cambiado: era de noche, elalumbrado de la ciudad estaba encendido,y yo llevaba un traje y un maletín sobre elregazo. Era la misma ruta, idéntico viaje,pero parecía desarrollarse en un universoparalelo, un universo en el que no sabía aciencia cierta quién era o qué estabahaciendo.

Llegamos a la Torre Linden.Balanceando el maletín, entré con

paso ligero en el vestíbulo, que parecíatodavía más concurrido que antes. Sorteéa dos mujeres que portaban bolsas de lacompra y me dirigí a los ascensores.

Page 205: Sin limites de alan glynn

Aguardé entre un grupo de unas doce oquince personas, pero mi aspecto meavergonzaba demasiado como para mirara ninguna con detenimiento. Si allí meesperaba una trampa o una emboscada,iría directo hacia ella.

En el ascensor noté que se meaceleraba el corazón. Había pulsado elbotón de la planta 25, con la intención debajar por las escaleras hasta la 19.Esperaba quedarme solo en el ascensor enalgún momento, pero no lo conseguí.Cuando llegamos a la planta 25 quedabanaún seis personas y conmigo salieron tres.Dos se dirigieron a la izquierda y latercera, un hombre trajeado de medianaedad, a la derecha. Caminé unos pasos

Page 206: Sin limites de alan glynn

detrás de él con la esperanza de que nodoblara la esquina, pero lo hizo, así queme detuve y dejé el maletín en el suelo.Saqué la cartera y fingí buscar algo enella. Esperé unos instantes y cogí denuevo el maletín. Seguí caminando y giréla esquina. El pasillo estaba vacío yrespiré aliviado.

Pero, casi de inmediato, oí las puertasdel ascensor que se abrían de nuevo y aalguien que reía. Apreté el paso yfinalmente eché a correr, y justo cuandofranqueaba la puerta metálica queconducía a las escaleras de emergenciamiré hacia atrás y vi a dos personas alotro extremo del pasillo.

Con la esperanza de que no me

Page 207: Sin limites de alan glynn

hubieran visto, permanecí inmóvil unossegundos y traté de recobrar el aliento.Cuando me hube serenado lo suficiente,descendí los fríos escalones grises de dosen dos. En el descansillo de la planta 21oí voces que llegaban de dos pisos másabajo, o eso me pareció, así que aminoréun poco. Pero cuando se impuso de nuevoel silencio, aceleré de nuevo.

En la planta 19 me detuve y depositéel maletín sobre el cemento. Observé lapila de cajas de cartón en la hornacina.

No tenía por qué hacerlo. Podía salirdel edificio en ese preciso instante yolvidarme de todo aquello. Podía dejarque otro descubriera el pequeño paquete.Por otro lado, si seguía adelante, mi vida

Page 208: Sin limites de alan glynn

cambiaría para siempre. Eso erainnegable.

Respiré hondo y busqué detrás de lascajas de cartón. Saqué la bolsa deplástico de A & P. Comprobé que elsobre y el material que contenía seguíanallí. Luego guardé la bolsa de plástico enel maletín.

Di media vuelta y empecé a bajar lasescaleras.

Cuando llegué a la planta 11, penséque no sería arriesgado salir y continuarel descenso en ascensor. No sucedió nadaen el vestíbulo ni en la plaza. Anduvehasta la Segunda Avenida y di el alto a untaxi.

Veinte minutos después me hallaba

Page 209: Sin limites de alan glynn

frente a mi edificio, en la Calle 10.De vuelta en casa, me desvestí y me di

una ducha rápida para quitarme la gominadel pelo. Me puse unos vaqueros y unacamiseta. Luego cogí una cerveza de lanevera, encendí un cigarrillo y fui alsalón.

Me senté a la mesa y vacié elcontenido del sobre encima. Cogí primerola pequeña agenda negra, haciendo casoomiso deliberadamente de las drogas y elgrueso fajo de billetes de cincuentadólares. Había nombres y números deteléfono anotados. Algunos estabantachados, o bien por completo, o bien connuevos números anotados directamenteencima o debajo de ellos. Pasé las

Page 210: Sin limites de alan glynn

páginas adelante y atrás, pero no reconocíninguno de aquellos nombres. Debí de verel de Deke Tauber, por ejemplo, y otrosque debían de resultarme familiares, peroen aquel momento no me sonaba ninguno.

Guardé de nuevo la agenda en el sobrey empecé a contar el dinero.

Nueve mil cuatrocientos cincuentadólares.

Cogí seis billetes de cincuenta y losguardé en mi cartera.

Después, hice sitio en la mesa, eché aun lado el teclado del ordenador y medispuse a contar las píldoras. Las repartíen montoncitos de cincuenta, nueve entotal cuando hube finalizado el inventario,y quedaron diecisiete pastillas sueltas.

Page 211: Sin limites de alan glynn

Utilizando una hoja de papel reprográficodoblada, eché las cuatrocientas sesenta ysiete píldoras en el envase de plástico. Loobservé un rato, indeciso, y después contédiez pastillas otra vez. Las vertí en unpequeño bol de cerámica situado en unaestantería de madera sobre el ordenador.Guardé el resto del dinero y el envase delas píldoras en el sobre marrón y lo llevéal dormitorio. Metí el sobre en una cajade zapatos vacía al fondo del armario y lacubrí con una manta y una pila de revistasviejas.

Después, acaricié la idea de tomar unapíldora y ponerme a trabajar deinmediato, pero no lo hice. Estabaagotado y necesitaba descansar. Antes de

Page 212: Sin limites de alan glynn

acostarme, me senté en el sofá del salón ytomé otra cerveza, contemplando en todomomento el bol de cerámica quedescansaba sobre la estantería.

Page 213: Sin limites de alan glynn

Segunda parte

Page 214: Sin limites de alan glynn

VIII

Aunque luego las cosas empezaron aemborronarse un poco; si las rememoroahora —desde mi butaca de mimbre delNorthview Motor Lodge— recuerdo eldía siguiente, un jueves, y los díasposteriores, y sólo eso… Días, entidadesde tiempo bien definidas con principio yfinal. Me levantaba y horas después meiba a la cama. Tomaba una dosis deMDT-48 cada mañana y mi experiencia seasemejaba mucho a la primera sesión, esdecir, me hacía efecto casi al instante, mequedaba todo el tiempo en casa ytrabajaba productivamente, muy

Page 215: Sin limites de alan glynn

productivamente, hasta que los efectos sedisipaban.

El primer día rehusé un par deinvitaciones a salir con mis amigos ycancelé algo que tenía previsto para lanoche del viernes. Terminé laintroducción, un total de 11.000 palabras,y planifiqué el resto del libro, enparticular el criterio que pensaba seguircon las leyendas. Por supuesto, no podíaescribirlas hasta que tuviese una ideaclara de las ilustraciones que iba autilizar, así que decidí quitarme de enmedio el laborioso proceso de selección,lo cual me llevó varias horas. Deberíahaber tardado unas cuatro o seis semanas,pero a la sazón juzgué que sería mejor no

Page 216: Sin limites de alan glynn

entretenerme en esos menesteres. Reuní elmaterial relevante —recortes,desplegables de revistas, cajas dediapositivas y hojas de contactos— y lodispuse todo en el suelo, en medio de lahabitación. Empecé a examinarlo concuidado y tomé una serie de decisionesfirmes. Al poco contaba con una listaprovisional de ilustraciones y me hallabaen posición de empezar a escribir lasleyendas.

Pero cuando hube terminado, pensé enterminar el libro entero, lo cual meocuparía sólo otra jornada. ¿Un borradorcompleto y en sólo un par de días? Habíapensado en él durante meses, recabando elmaterial y dándole vueltas. Había trazado

Page 217: Sin limites de alan glynn

un plan. Había investigado un poco. Habíapensado el título.

¿No?Tal vez. Pero no podía obviar el

hecho de que, para un gusano endomórficocomo yo —entre cuyas creencias primabala idea de que una acusada falta dedisciplina era algo que había que cultivar—, conseguir algo así en dos días eraextraordinario.

Pero ¿por qué resistirse a ello?El viernes por la mañana continué

escribiendo los pies de las ilustraciones ya la hora de comer vi que, en efecto, losterminaría aquel mismo día, así quedecidí telefonear a Mark Sutton de Kerr &Dexter para comentarle mis progresos.

Page 218: Sin limites de alan glynn

Por lo primero que preguntó fue por elmanual de telecomunicaciones quesupuestamente estaba redactando.

—¿Cómo lo llevas?—Está casi terminado —mentí—. Lo

tendrás el lunes por la mañana.Lo cual era cierto.—Estupendo. ¿Y qué tienes en mente,

Eddie?Le expliqué en qué estado se hallaba

En marcha y le pregunté si quería que selo enviara.

—Bueno…—Tiene buena pinta. Posiblemente

necesite algo de edición, no demasiado,pero…

—Eddie, el plazo de entrega no es

Page 219: Sin limites de alan glynn

hasta dentro de tres meses.—Lo sé, lo sé, pero había pensado

que si hay disponibles otros títulos de laserie, tal vez podría ocuparme de alguno.

—¿Disponibles? Eddie, los hemosasignado todos, ya lo sabes. El tuyo, el deDean y el de Clare Dormer. ¿Qué es esto?

Tenía razón. Un amigo mío, DeanBennett, se encargaba de Venus, una obrasobre la mujer más bella del siglo, yClare Dormer, una psiquiatra que habíaescrito varios artículos para revistassobre los trastornos asociados a la fama,estaba trabajando en Niños de lapantalla, que versaba sobre el papel delos niños en las comedias clásicas de latelevisión. Había otros en proyecto. Uno

Page 220: Sin limites de alan glynn

de ellos era Grandes edificios, creo. Noacertaba a recordar los demás.

—No lo sé. ¿Y qué hay de la segundafase? —inquirí—. Si éstos funcionan…

—Todavía no hay planes para unasegunda fase, Eddie.

—Pero ¿y si éstos van bien?En aquel momento oí un suspiro de

hastío.—Me figuro que podría haber una

segunda fase —dijo. Entonces se produjouna pausa y un educado—: ¿Algunapropuesta?

Lo cierto era que no había pensado enello, pero estaba ansioso por tener otroproyecto entre manos, así que, meciendoel receptor sobre mi hombro, eché un

Page 221: Sin limites de alan glynn

vistazo a las estanterías del salón ycomencé a elucubrar.

—¿Qué te parece…? Déjame ver…—En ese momento estaba mirando ellomo de un gran libro gris en unaestantería situada encima del equipo demúsica, un regalo que me hizo Melissatras una visita a una exposiciónfotográfica en el MoMA y una fuertediscusión—. ¿Qué te parecería algo sobregrandes fotografías de prensa? Podríasempezar con esa imagen increíble delcometa Halley, de 1910. O la foto deBruno Hauptmann. ¿Recuerdas? La de laejecución… O el choque de trenes deKansas en 1928. —Vi de repente losvagones destrozados y las oscuras nubes

Page 222: Sin limites de alan glynn

de humo y polvo elevándose—.También… ¿Qué más…? Está AdolfHitler sentado con Hindenburg y HermannGoering en el monumento a Tannenberg.—Otro destello, en esta ocasión de unabstraído Hermann Goering sosteniendoalgo en las manos, contemplándolo, algoque se asemeja, curiosamente, a unordenador portátil— Y después tienes…bombas sobre París. Los desembarcos delDía D. El debate de cocina en Moscú, conJruschov y Nixon. La niña del napalm enVietnam. El funeral del ayatolá. —Mirando fijamente el lomo del libro,podía ver aquellas imágenes, y de maneragráfica, descendiendo como en un lectorde microfichas—. Tiene que haber miles

Page 223: Sin limites de alan glynn

más —dije meneando la cabeza. Aparté lavista de las estanterías e hice una pausa—. O, no sé, podrías hacer cualquiercosa, carteles de películas, anuncios,artilugios del siglo xx, como el abrelatas,la calculadora o la videocámara. Podríashacer algo sobre automóviles.

Al tiempo que lanzaba esassugerencias, apoyado en el escritorio, fuiconsciente de un segundo estrato depropuestas que se iba formando en mimente. Hasta ese momento sólo me habíapreocupado mi libro. No había pensadoen la serie como un todo, pero a la postreme di cuenta de que en Kerr & Dexterestaban siendo bastante chapuceros. Suserie sobre el siglo xx tal vez fuera sólo

Page 224: Sin limites de alan glynn

una respuesta a un proyecto similar queestaba confeccionando una editorial rival,algo que les había llegado a los oídos, yno querían que les pasaran por delante.Pero era como si, una vez decididos ahacerlo, dieran por finiquitado el trabajo.Para sobrevivir en el mercado, para estara la altura de los grupos editoriales —como decía siempre Artie Meltzer,vicepresidente de K & D—, la empresatenía que expandirse, pero encomendar unproyecto como aquél al departamento deMark era respaldar esa idea de cara a lagalería. Mark no tenía los recursosnecesarios, pero Artie sabía que loaceptaría de todos modos, pues MarkSutton, que era incapaz de decir no, lo

Page 225: Sin limites de alan glynn

aceptaba todo. Entonces Artie podríaolvidarse de ello hasta que llegara elmomento de depurar responsabilidadescuando la serie fracasara.

No obstante, lo que se le escapaba aArtie en este caso era que la serie enrealidad era una buena idea. Puede queotros estuviesen publicando materialsimilar, pero eso siempre iba a ocurrir. Lacuestión era ser los primeros, y hacerlomejor. El material —la iconografía delsiglo xx— estaba allí, preparado para losescaparates, pero, hasta donde yoalcanzaba a ver, Sutton sólo habíaconseguido confeccionar un paquete. Susideas carecían de propósito o estructuraalguna.

Page 226: Sin limites de alan glynn

—Luego están, no sé, los grandesmomentos del deporte. Babe Ruth. TigerWoods. Diablos, y el programa espacial.Esto no tiene fin.

—Hummmm.—¿Y todos estos libros no deberían

llevar un título similar? —proseguí—.Algo identificable. El mío, por ejemplo,e s En marcha: de Haight-Ashbury aSilicon Valley, así que el de Dean, enlugar de sólo Venus, podría ser…Disparando a Venus: de… Pickford aPaltrow, o De Garbo a Spencer. Algo porel estilo. El de Clare, si lo ha limitado alos niños, podría ser… Criando hijos: deBeaver a Bart. No sé. Dale una fórmula,hazlo más vendible.

Page 227: Sin limites de alan glynn

Hubo un silencio al otro extremo de lalínea, y entonces:

—¿Qué quieres que te diga, Eddie? Esviernes por la tarde. Tengo plazos quecumplir hoy.

En ese momento pude visualizar aMark, flaco y obsesivo, en su despacho,esforzándose por no perder comba en eltrabajo, con una hamburguesa con queso,entera o a medias, sobre su mesa, y unasecretaria de la que estaba enamoradohumillándolo ritualmente cada vez quecruzaban una mirada. Tenía un despachosin ventanas en la planta 12 del viejoedificio de Port Authority, en la OctavaAvenida, y pasaba casi toda su vida allí,incluyendo noches, fines de semana y días

Page 228: Sin limites de alan glynn

libres. Sentí una oleada de desprecio porél.

—En fin —respondí—. Yahablaremos el lunes, Mark.

Cuando colgué el teléfono, empecé atomar notas sobre el posible formato de laserie, y en cuestión de dos horas habíaconcebido una propuesta para diez títulos,incluido un breve resumen y una lista deilustraciones fundamentales para cadauno. Pero entonces, ¿cuál sería elsiguiente paso? Necesitaba que me loencargaran. No podía trabajar en el vacío.

La actitud de Mark y su falta deinterés seguían fastidiándome, de modoque llamé a Meltzer y le expuse la idea.Sabía que Mark y Artie no se llevaban

Page 229: Sin limites de alan glynn

muy bien y que éste se alegraría de tenerla oportunidad de presionar a Mark, peroel que Artie aceptara la propuesta era otracuestión.

Lo localicé a la primera y empezamosa hablar. No sé cómo sucedió, pero alfinal de la conversación prácticamentetenía a Meltzer reestructurando la empresade pies a cabeza, con la serie dedicada alsiglo xx como pieza central de suslanzamientos editoriales de primavera.Quería reunirse conmigo para comer, peroa él y su mujer los habían invitado a pasarel fin de semana en los Hamptons y nopodía escabullirse; su mujer lo mataría.Sin embargo, parecía enardecido, conganas de seguir charlando, como si

Page 230: Sin limites de alan glynn

sintiera que aquella magníficaoportunidad empezaba a deslizársele entrelos dedos.

—La semana que viene —dije—, nosvemos la semana que viene.

Pasé el resto del día redactando elmanual de telecomunicaciones de Mark yampliando las notas para Artie, sinadvertir contradicción alguna, sin pensaren ningún momento que quizá, sólo quizá,mis acciones podían hacer peligrar elpuesto de trabajo de Mark Sutton.

En cuanto al colocón de MDT, esejueves y el viernes no hubo nadamarcadamente distinto, ningún placer enparticular, pero sentí, como antes, lo quesólo puedo describir como un impulso

Page 231: Sin limites de alan glynn

irrefrenable de mantenerme ocupado. Notenía nada que hacer en el piso, porque yaestaba todo hecho, a menos que quisieraredecorarlo, cambiar los muebles, pintarlas paredes o levantar los viejos tablonesdel suelo, cosa que no hice. Así que notenía otra alternativa que canalizar todami energía en el texto y las notas. Ydebemos tener en cuenta lo que sueleconllevar ese tipo de labor. Podíaimplicar, por ejemplo, ver el programa deOprah, o sentarme en el sofá con unarevista, o incluso irme a la cama. Al finaltrabajé, pero nadie lo habría notado dehaber estado observando un día o dos.

El jueves por la noche dormí cincohoras, y bastante bien, pero el viernes no

Page 232: Sin limites de alan glynn

fue tan sencillo. Me desperté a las tres ymedia y me quedé tumbado en la cama unahora, pero acabé tirando la toalla. Preparéuna cafetera y tomé una dosis de MDT, locual significaba que a las cinco de lamadrugada estaba otra vez a plenorendimiento, pero sin nada concreto quehacer. No obstante, conseguí quedarme encasa todo el día y estar distraído. Repasélos libros de gramática italiana quecompré pero nunca llegué a abrir cuandovivía en Bolonia. Había aprendidosuficiente italiano para defenderme, eincluso para realizar traduccionessencillas, pero nunca había estudiado elidioma de manera formal. La mayoría delos italianos a los que había conocido

Page 233: Sin limites de alan glynn

querían practicar su inglés, así quesiempre me las había arreglado con unasnociones mínimas. Pero pasé unas horasestudiando los tiempos verbales, ademásde otros aspectos gramaticales clave —elsubjuntivo, los comparativos, lospronombres y los reflexivos—, y locurioso es que me sonaba todo. Me dicuenta de que sabía aquellas cosas y medecía a mí mismo: «Sí, claro, eso es».

Realicé una serie de ejerciciosavanzados con uno de los libros y losresolví bien. Después busqué un viejoejemplar del semanario Panorama, ymientras ojeaba fragmentos acerca depolíticos locales, diseñadores de moda yentrenadores de fútbol y leía un extenso

Page 234: Sin limites de alan glynn

artículo sobre la Viagra, sentí cómo losglaciares de vocabulario pasivo sedesprendían y flotaban hasta asomarse ami conciencia. Acto seguido, cogí unacopia del clásico I promessi sposi, deAlessandro Manzoni, que había compradocon la mejor de las intenciones pero nuncahabía llegado a abrir. No tenía ningunaesperanza de entenderla, en cualquiercaso, lo mismo que si un estudiante deinglés tratase de leer Casa desolada, perome puse manos a la obra, y pronto mesorprendí disfrutando de aquella vívidareconstrucción de la vida en la Lombardíade comienzos del siglo XVII. De hecho,cuando abandoné el libro doscientaspáginas después, apenas era consciente de

Page 235: Sin limites de alan glynn

que había estado leyendo en una lenguaextranjera. Y si lo dejé no fue porquehubiese perdido interés, sino porque medistraía constantemente la idea de que miitaliano oral quizá estuviese a la altura demi nuevo nivel de comprensión lectora.

Descansé unos momentos y saqué miagenda. Busqué el teléfono de un viejoamigo mío de Bolonia y lo marqué.Comprobé la hora mientras esperaba.Sería media tarde allí.

—Pronto.—Ciao Giorgio, sono Eddie, da New

York.—Eddie? Cazzo! Come stai?—Abbastanza bene. Senti Giorgio,

volevo chiederti una cosa…

Page 236: Sin limites de alan glynn

Fue tras media hora de conversación,después de comentar la situación deMéxico con cierta profundidad, la rupturadel matrimonio de Giorgio y el spumantede aquel año, cuando Giorgio fueconsciente de que estábamos hablando enitaliano. Casi siempre noscomunicábamos en inglés, y lasconversaciones que manteníamos enitaliano eran sobre ingredientes de pizza oel tiempo.

Giorgio estaba asombrado, y tuve quedecirle que había estado asistiendo a uncurso intensivo.

Cuando colgué el teléfono, seguíleyendo I promessi sposi y lo terminé amediodía. Luego empecé un libro de

Page 237: Sin limites de alan glynn

historia italiana —un estudio general— yme vi atrapado en un reguero dereferencias sobre emperadores, papas,ciudades-estado, invasiones, cólera,unificación y fascismo. Ello me condujo asu vez a una serie de interrogantes másespecíficos sobre la historia reciente, lamayoría de los cuales no podía responderporque no disponía de material de lecturarelevante. Eran preguntas sobre el pactode Mussolini con el Vaticano en 1929, laimplicación de la CÍA en las eleccionesde 1948, la logia masónica P2, lasBrigadas Rojas, el secuestro y asesinatode Aldo Moro a finales de los añossetenta… Betuno Craxi en los ochenta, DiPietro y Tangentopoli en los noventa.

Page 238: Sin limites de alan glynn

Sentí visceralmente los agolpados yaccidentados siglos sucediéndoserápidamente uno tras otro y luegodesmoronándose cual columnas,derrumbándose sin remedio hacia elpresente y disgregándose en las ansiosas yfebriles décadas, años y meses. Alcancé apalpar las marañas de conspiración yengaño —las historias, los asesinatos ylas infidelidades— viajando atrás yadelante en el tiempo, viajando atrás yadelante, virtualmente, a través de mi piel.Estaba convencido también de que, consuficiente concentración, podía retenertodo aquello en la mente y comprenderlo,percibirlo como una entidad física conuna estructura química identificable. Verla

Page 239: Sin limites de alan glynn

casi, y tocarla, aunque fuese sólo por unmomento fugaz.

Sin embargo, debo decir que elsábado por la noche, al notar que el MDTempezaba a remitir, mi anhelo decomprender los intrincados polímeros dela historia se vio un tanto atenuado, asíque tomé otra píldora. Pero al hacerlo,cambió totalmente la dinámica yfragmenté cualquier sentido del tiempo ola estructura que tuviese mi vida en esemomento. Tomar de nuevo la droga sinpausas también parecía acentuar suintensidad, y pronto me di cuenta de queno podía quedarme en el piso por mástiempo y de que, sencillamente, debíasalir.

Page 240: Sin limites de alan glynn

Llamé a Dean y me reuní con él unahora después en el Zola's de MacDougal.Me llevó un rato modular mi voz, ajustarla rapidez con la que producía milaberíntica sintaxis, modularme a mímismo básicamente, porque, aparte de unpar de conversaciones telefónicas quehabía mantenido, aquella reunión conDean era mi primer encuentro serio conalguien desde que empecé a consumirMDT, y mi primer encuentro cara a cara,así que no sabía cómo me sentiría o quéimpresión causaría.

Con unas copas de por medio, prontoempezamos a hablar de Mark Sutton yArtie Meltzer, y le expuse mis ideas parala serie ampliada sobre el siglo xx. Pero

Page 241: Sin limites de alan glynn

noté que Dean me miraba raro. Advertíque fruncía el ceño al tiempo que seformaban en su mente dudas sobre misalud mental. Dean y yo éramoscolaboradores externos de K & D, y noshabíamos conocido allí hacía un par deaños. Sentíamos una saludableirrespetuosidad por todo lo relacionadocon la empresa y compartíamos una suertede ética laboral cimentada en laholgazanería, de modo que aquelladiatriba mía sobre propuestas editorialesy proyecciones de ventas era cuandomenos inusual. Me contuve un poco, peroentonces me descubrí exponiendo teoríasparanoicas sobre la política italiana conalgo más de pasión y detalle de lo que

Page 242: Sin limites de alan glynn

tenía acostumbrado a Dean en cualquiertema. Otro aspecto que no se le pasó poralto, pero que, según creo, le impedíaacusarme de ir de coca hasta las cejas, eraque no fumaba. Entonces decidí aumentarsu confusión cogiéndole un cigarrillo,pero sólo uno.

Al rato, llegaron unos amigos de Deany cenamos todos juntos. Estaban losarquitectos Paul y Ruby Baxter, una parejade mediana edad a la que había visto enuna ocasión, y una joven actriz canadiensellamada Susan. Durante la cena, hablamosde muchas cosas, y los allí presentes, yoincluido, no tardaron en percatarse de quedesde mi extremo de la mesa emanaríanimpresiones aterradoramente elocuentes

Page 243: Sin limites de alan glynn

sobre cualquier cosa. Me enzarcé en unaprolongada discusión con Paul sobre losméritos relativos de Bruckner y Mahler.Les solté mi perorata sobre los añossesenta, incluido un breve aparte sobreRaymond Loewy y la racionalización.Proseguí con más reflexiones sobrehistoria italiana y la naturaleza deltiempo, que a su vez devinieron en unaextensa objeción acerca de lo inadecuadode la teoría política occidental a la luz delas rápidas transformacionesinternacionales. En una o dos ocasiones—y era como si me hallara fuera de micuerpo, desde arriba— me vi a mí mismosentado a la mesa, hablando, y en esosbreves instantes, mientras transitaba los

Page 244: Sin limites de alan glynn

espinosos matorrales de la sintaxis y elvocabulario latino, no tenía una idea realde lo que decía. Ignoraba si estaba siendocoherente. Sin embargo, todo pareció irbastante bien —fuese lo que fuese—, yaunque me preocupaba un poco resultardemasiado vehemente, detecté en Paul lomismo que había detectado antes en ArtieMeltzer, una especie de anhelo de seguirhablando conmigo, como si yo lo alentarade algún modo, le otorgara poder, lesuministrara oleadas de energíaregenerativa. Tampoco fue fruto de miimaginación cuando, un poco más tarde,Susan empezó a coquetear conmigo,rozando disimuladamente su brazo contrael mío y sosteniéndome la mirada.

Page 245: Sin limites de alan glynn

Conseguí esquivarla volviendo al debateacerca de Bruckner y Mahler con Paul,aunque, no me pregunten por qué, puesempezaba a aburrirme el tema y ella eraincreíblemente hermosa.

Después de cenar, en cualquier caso,visitamos varios clubes nocturnos,primero el Duma, luego el Virgil’s,después el Moon y más tarde el Hexagon.No recuerdo el momento exacto, perotomé otra dosis de MDT en un retrete. Loque sí recuerdo es esa áspera atmósferade neón de los lavabos, personasreflejadas en los espejos a mi alrededor,algunas manteniendo conversaciones sinsentido, otras desplomadas contra lasbaldosas blancas, contemplándose a sí

Page 246: Sin limites de alan glynn

mismas —borrachas, enchufadas yperplejas—, como si se hubiesen caídoaccidentalmente de su propia vida.

Recuerdo que me sentía rebosante deelectricidad.

Dean, cada vez más apabullado, se fuea casa pasadas las dos, al igual que Susan.Llegaron otros amigos de Paul y Ruby,seguidos un rato después por unos amigosde éstos. Entonces, Paul y Ruby semarcharon. Transcurrieron una hora o dosy me encontré en un gigantesco piso delUpper West Side con un grupo de gente alque no conocía de nada. Estaban todossentados a una mesa de cristal tomando

Page 247: Sin limites de alan glynn

rayas de coca; aun así, yo era el que máshablaba de todos. En un momento dado,me levanté, paseé por la estancia y me vien un gran espejo ornamentado quecolgaba sobre una falsa chimenea demármol. Entonces me di cuenta de que yoera el centro de atención, y de que,hablase de lo que hablase —y sabe Diosque podía ser de cualquier cosa—, todoslos ocupantes de la sala sin excepción meestaban escuchando. Hacia las cinco de lamañana, o las cinco y media, o las seis —no recuerdo—, fui con dos tipos adesayunar a un restaurante de AmsterdamAvenue. Uno de ellos, Kevin Doyle, erabanquero de inversión en Van Loon &Associates, y al parecer me dijo que

Page 248: Sin limites de alan glynn

podía proporcionarme cierta información,buena información, y que podía ayudarmea crearme una cartera. No cesaba deinsistir en que nos reuniéramos aquellasemana en su oficina para comer, inclusopara tomar café, el día que me vinierabien.

El otro tipo se quedó allí sentado todoel tiempo, mirándome.

A la postre —porque tarde o tempranotodo el mundo tuvo que irse a dormir—me encontré solo otra vez. Pasé el díadeambulando por la ciudad, sobre todo apie, observando cosas a las que nuncahabía prestado demasiada atención, comoesos mastodónticos edificios deapartamentos de Central Park West, con

Page 249: Sin limites de alan glynn

sus torres en los tejados y sus cornisasgóticas. Paseé hasta Times Square yllegué a Gramercy Park y Murray Hill.Volví en dirección a Chelsea y bajé hastael distrito financiero y Battery Park.Monté en el ferry de Staten Island,viajando en cubierta para que el frío yvigorizante viento me azotara. Tomé elmetro hacia el norte de la ciudad, y visitémuseos y galerías, lugares en los que nohabía estado desde hacía años. Asistí a unrecital de música de cámara en el LincolnCenter, comí en Julian's, leí el New YorkTimes en Central Park y vi dos películasde Preston Sturges en un cine dereposiciones del West Village.

Más tarde, estuve con varias personas

Page 250: Sin limites de alan glynn

en Zola's y me acosté por fin el lunes alamanecer.

Page 251: Sin limites de alan glynn

IX

Después de aquello, las tres o cuatrosemanas siguientes se fundieron una conotra en un prolongado tramo de… elasto-tiempo. Estuve permanentemente…¿Colocado? ¿Tibio? ¿Flipando?¿Enchufado? ¿Relajado? Ninguno de estostérminos resulta apropiado para describirla experiencia del MDT. Pero, sea cualfuere el término que utilicemos, me habíaconvertido en un consumidor profesional,tomaba una y a veces dos dosis diarias, yme las arreglaba para dormir horassueltas aquí y allá. Tenía la sensación deque yo (o, más bien, mi vida) me expandía

Page 252: Sin limites de alan glynn

de manera exponencial y de que, en breve,los diversos espacios que ocupaba,físicos y de otra índole, no iban a sersuficientes para contenerme y, enconsecuencia, me someterían a una granpresión y me llevarían quizá a un punto deruptura.

Perdí peso. Perdí también el norte, asíque no sé en cuánto tiempo adelgacé, perodebieron de ser ocho o diez días. Se meestilizó un poco la cara, y me sentía másligero y esbelto. No es que no comiera,pues lo hacía, sobre todo ensaladas yfruta. Suprimí el queso, el pan, la carne,las patatas y el chocolate. No bebíacerveza ni refrescos, pero sí ingentescantidades de agua.

Page 253: Sin limites de alan glynn

Estaba activo.Me corté el pelo y compré ropa nueva.

Porque podía soportar seguir viviendo enmi piso de la Calle 10, con su olor ahumedad y su crujiente suelo de madera,pero desde luego no tenía por quéaguantar un ropero que me hacía sentirmecomo una extensión del apartamento. Asíque cogí dos mil dólares del sobre queguardaba en el armario y me fuicaminando hasta el SoHo. Entré en variastiendas y luego tomé un taxi hasta laQuinta Avenida a la altura de la Calle 50.En el lapso de una hora compré un trajede lana gris marengo, una camisa dealgodón lisa y una corbata de sedaArmani. Después compré unos zapatos de

Page 254: Sin limites de alan glynn

piel curtida en A. Testoni. Tambiénencontré ropa más informal en Bareh's. Enla vida había gastado tanto dinero en ropa,pero merecía la pena, porque tener cosasnuevas y caras que ponerme me hacíasentir relajado y seguro de mí mismo y,también, debo añadir, me hacía sentirmeotra persona. De hecho, para poner aprueba el traje nuevo, igual que unoprobaría un coche, me eché a la calle unpar de veces y recorrí Madison Avenue yel distrito financiero, escabulléndome conbrío entre la multitud. Me veía reflejadoen las ventanas de las oficinas, en oscurosbloques de cristal corporativo. Admirabaa aquel tipo esbelto que parecía saber conexactitud adónde iba y, más aún, qué iba a

Page 255: Sin limites de alan glynn

hacer cuando llegara allí.También gasté dinero en otras cosas, y

a veces entraba en tiendas caras y buscabavendedoras guapas y elegantes. Comprécosas al azar —una estilográfica MontBlanc y un reloj Pulsar— sólo porpercibir esa sensación infantil yvagamente narcótico-erótica de vermeenvuelto en un velo de perfume y atenciónpersonal. ¿Le gustaría probarse este,caballero? Con los hombres me mostrabamás agresivo, ahondando en cuestionesdetalladas e intercambios de información,como cuando compré una caja de lasnueve sinfonías de Beethoven grabadas endirecto con instrumentos originales yentablé un debate con el vendedor en

Page 256: Sin limites de alan glynn

torno a la relevancia contemporánea delas prácticas interpretativas del sigloXVIII. Mi conducta con los camarerostambién era inusitada. Cuando acudía alugares como Soleil, La Pigna y Ruggles,cosa que había empezado a hacer conbastante regularidad, era un clienteincómodo. No hay otra palabra paradescribirlo. Pasaba un tiempodesmesurado repasando la lista de vinos,por ejemplo, o pedía cosas que nofiguraban en la carta, o me inventaba unnuevo y complicado coctel allí mismo yesperaba que el camarero me lopreparase.

Luego asistía a conciertos en el SweetBasil y el Village Vanguard y entablaba

Page 257: Sin limites de alan glynn

conversación con los ocupantes de lasmesas adyacentes, y aunque gracias a misamplios conocimientos de jazzacostumbraba a salir airoso, tambiénsobresaltaba a veces a la gente. No es quefuese molesto, no lo era, pero charlabacon todo el mundo y con sumaconcentración sobre cualquier tema,exprimiendo de cada encuentro hasta laúltima gota de lo que pudiera ofrecer:intriga, conflicto, tedio, banalidad ocotilleo, no importaba. La mayoría de lagente con la que me topé no estabaacostumbrada a aquello y algunos loconsideraban incluso irritante.

Page 258: Sin limites de alan glynn

Cada vez era más consciente delefecto que ejercía sobre ciertas mujeres alas que conocía, o a las que tan sólo veíaunas mesas más allá o en una salaatestada. Parecía darse una curiosa yasombrada atracción que era incapaz deexplicar, pero que desembocó en algunasconversaciones íntimas y reveladoras, y aveces también —porque desconocía losparámetros del terreno— algunas bastantefallidas. En una ocasión, durante unconcierto de Dale Noonan en el SweetBasil, se me acercó una treintañerapelirroja de piel pálida entre canción ycanción y se sentó a mi mesa. Ella sonrió,pero no dijo nada. Le correspondí con unasonrisa y tampoco medié palabra. Llamé a

Page 259: Sin limites de alan glynn

un camarero y estaba a punto depreguntarle si le apetecía tomar algocuando meneó ligeramente la cabeza ydijo: «Non».

Le pedí la cuenta al camarero. Cuandonos íbamos, mientras el frenético DaleNoonan retomaba la actuación, la vi mirara la mesa en la que estaba sentada alprincipio. Yo también volví la vista. Enella había otra mujer y un hombreobservándonos, gesticulando tal vez, y enese fugaz retablo de lenguaje corporal mepareció detectar una creciente sensaciónde alarma, de pánico incluso. Pero nobien hubimos salido, la pelirroja me cogiódel brazo, casi arrastrándome calle abajo,y dijo con un marcado acento francés:

Page 260: Sin limites de alan glynn

«Oh, Dios mío, ya no soportaba más eseestruendo de mierda». Entonces se echó areír y me apretó el brazo, atrayéndomehacia ella como si nos conociéramosdesde hacía años.

Se llamaba Chantal, era parisina yestaba allí de vacaciones con su hermanay su cuñado. Intenté hablarle en francéssin demasiado éxito, lo cual parecíacautivarla sobremanera, y al cabo deveinte minutos tenía la sensación deconocerla desde hacía años. Mientrasrecorríamos la Quinta Avenida endirección al edificio Flatiron, le conté quela policía solía ahuyentar de allí a losjóvenes que se congregaban para vercómo las rachas de viento levantaban las

Page 261: Sin limites de alan glynn

faldas a las transeúntes. Esas rachas eranprovocadas por el cerrado ángulo delextremo norte del edificio, unaexplicación que más tarde degeneró en unsermón sobre apuntalamientos contra elviento y los primeros rascacielos, justo loque le apetece oír a una chica en talescircunstancias, pero, por algún motivo,conseguí que una charla sobre cerchas yvigas fuese interesante, divertida e inclusofascinante. Una vez llegamos a la Calle23, se plantó frente al edificio Flatiron,esperando que ocurriera algo, pero apenassoplaba brisa aquella noche y lo únicodetectable en los pliegues de su largafalda azul marino era un suavemovimiento ondulante. Parecía

Page 262: Sin limites de alan glynn

decepcionada, como si estuviese a puntode dar un pisotón.

La cogí de la mano y seguimosandando.

Cuando llegamos a la altura de laCalle 29 giramos a la derecha. Momentosdespués me dijo que habíamos llegado asu hotel. Me contó que ella y su hermanahabían estado todo el día de compras, locual explicaría las bolsas y cajas, el papelde seda, los zapatos, los cinturones y losaccesorios nuevos esparcidos por lahabitación. La miré ligeramente confuso.Ella suspiró y dijo que no prestaraatención al desorden.

Page 263: Sin limites de alan glynn

A la mañana siguiente desayunamos enun restaurante de la zona, y despuéspasamos unas horas en el Met. Puesto quea Chantal le quedaba todavía otra semanaen Nueva York, acordamos vernos unavez, y otra e, inevitablemente, otra.Pasamos veinticuatro horas encerrados ensu habitación de hotel, y durante esetiempo, entre otras cosas, recibí clases defrancés. Creo que le sorprendió lo muchoque conseguí aprender y lo rápido que lohice, ya que, en nuestro último encuentro,que tuvo lugar en un restaurante marroquíde Tribeca, hablamos casi exclusivamenteen su idioma.

Chantal me dijo que me quería y queestaba dispuesta a dejarlo todo para

Page 264: Sin limites de alan glynn

venirse a vivir conmigo en Manhattan.Abandonaría su piso de la Bastilla, suempleo en un organismo de ayuda alextranjero, toda su vida en París.Disfrutaba mucho de su compañía, yodiaba la idea de que se fuera, pero teníaque disuadirla. Nunca lo había tenido tanfácil en una relación, y no quería forzar misuerte. Pero tampoco veía cómo podíamosmantener una relación plausible en elcontexto de mi incipiente adicción alMDT. En cualquier caso, la situación enla que nos habíamos conocido había sidobastante irreal, una irrealidad que sehabía visto exacerbada por los detallespersonales que le había proporcionadosobre mí. Le había dicho que era analista

Page 265: Sin limites de alan glynn

de inversiones y que estaba ideando unanueva estrategia de predicción delmercado basada en la teoría de lacomplejidad. Le había contado asimismoque el motivo por el que no la habíallevado a ver mi piso de Riverside Driveera que estaba casado, infelizmente, cómono. La escena de la despedida fue difícil,pero aun así fue agradable escuchar, entrelágrimas y en francés, que viviría parasiempre en su corazón.

Hubo un par de encuentros más. Unamañana fui a casa de mi amigo Dean enSullivan Street para recoger un libro y,cuando salía del edificio, me puse a

Page 266: Sin limites de alan glynn

hablar con una joven que vivía en elsegundo piso. Según la detalladadescripción de sus vecinos que habíaofrecido Dean en una ocasión, era unaprogramadora blanca y soltera deveintiséis años, no fumadora e interesadaen el arte estadounidense del siglo xix.Nos habíamos cruzado por las escalerasvarias veces, pero tal como funcionan lascosas en los edificios de Nueva York, consu distanciamiento y su paranoia, por nohablar de su grosería endémica, noshabíamos ignorado por completo el uno alotro. En esa ocasión le sonreí y dije:

—Hola. Fantástico día.Ella se mostró sorprendida, me

estudió por un nanosegundo o dos y

Page 267: Sin limites de alan glynn

repuso:—Si eres Bill Gates. O Naomi

Campbell.—Tal vez —dije, haciendo una pausa

para apoyarme en la pared—, pero si lacosa está tan mal, ¿puedo invitarte a unacopa?

Ella consultó su reloj y dijo:—¿Una copa? Son las diez y media de

la mañana. ¿Qué eres, el príncipeheredero del País de los Juguetes?

—Podría ser —dije, riéndome.La joven sostenía una bolsa de A & P

en la mano izquierda y bajo el brazoderecho un voluminoso libro de tapa dura,bien apretujado para que no resbalara.Señalé el libro con la cabeza.

Page 268: Sin limites de alan glynn

—¿Qué estás leyendo?Ella soltó un largo suspiro, como

diciendo: «Oye, estoy ocupada. ¿Deacuerdo? Quizá en otra ocasión». Luegorepuso con voz cansina:

—Thomas Cole. Las obras de ThomasCole.

—Vista del monte Holyoke —dijea u t o m á t i c a m e n t e — . Nortbampton,Massachuselts, después de una tormenta.Recodo del río. —No podía resistirme acontinuar—. Mil ochocientos treinta yseis. Óleo sobre lienzo, 129,5 por 193centímetros.

La muchacha frunció el ceño y memiró. Entonces dejó la bolsa de la compraa sus pies. Soltó el libro que llevaba bajo

Page 269: Sin limites de alan glynn

el brazo, lo sostuvo con torpeza y empezóa hojearlo.

—Sí —dijo, casi para sí misma—.Recodo del río, eso es. Estoy preparandoun… —Continuó pasando distraídamentelas hojas del libro—. Estoy preparando untrabajo para un curso sobre Cole y… sí—dijo mirándome de nuevo—, Recododel río.

Encontró la página y me la mostró,pero para que pudiéramos observar elcuadro como era debido tuvimos queacercarnos un poco más. Era bastante bajade estatura, tenía el cabello oscuro ysedoso y lucía un pañuelo en la cabezacon pequeñas cuentas de ámbar.

—Recuerda que el recodo es un yugo,

Page 270: Sin limites de alan glynn

un símbolo de control sobre la naturalezaen estado puro —dije—. Cole no creía enel progreso, al menos si ello significabatalar bosques y construir vías de tren.Cada colina y cada valle, escribió en unaocasión (en una incursión bastante pocoacertada en la poesía, debería añadir),cada colina y cada valle se ha convertidoen un altar para Mammon.

—Humm. —Hizo una pausa parareflexionar—. ¿Sabes del tema?

Había estado en el Met con Chantaluna semana antes y había absorbidobastante información de los catálogos ycarteles, y también había leídorecientemente Visiones americanas, deRobert Hughes, y montones de Thoreau y

Page 271: Sin limites de alan glynn

Emerson, así que me sentía lo bastantecómodo como para responder: «Sí, claro.No soy un experto ni nada, pero sí». Meincliné ligeramente hacia adelante yestudié su rostro, sus ojos. Ella me mirófijamente y le dije:

—¿Quieres que te ayude con este…trabajo?

—¿Lo harías? —respondió en vozbaja—. ¿Puedes? Si no estás ocupado,claro.

—Soy el príncipe heredero del Paísde los Juguetes, no lo olvides, así quetampoco tengo un trabajo al que ir. Ellasonrió por primera vez.

Fuimos a su piso y en unas horasdespachamos un borrador del trabajo.

Page 272: Sin limites de alan glynn

Cuatro horas después salíatambaleándome del edificio.

En otra ocasión estaba en las oficinasde Kerr & Dexter dejando algún trabajocuando me encontré con Clare Dormer.Aunque sólo había visto a Clare una o dosveces, la saludé afectuosamente. Acababade hablar con Mark Sutton acerca dealgún asunto contractual, de modo quedecidí confiarle la idea de limitar su libroa los chicos, empezando por Leave it toBeaver y llevándolo hasta Los Simpson, ytitularlo Criando hijos: de Beaver a Bart.Ella se echó a reír y me golpeó con eldorso de la mano en la solapa de lachaqueta.

Entonces hizo una pausa, como si

Page 273: Sin limites de alan glynn

hubiese caído en la cuenta de algo que sele había pasado por alto.

Veinte minutos después estábamoscompartiendo un cigarro en un tranquilodescansillo.

No cesaba de recordarme a mí mismoque en esas situaciones interpretaba unpapel, que todo aquello era un teatro, perocon igual frecuencia pensaba que quizá nofuese así, que tal vez no fuese teatro.Cuando me hallaba en pleno episodio deMDT, era como si mi nuevo yo apenaspudiera distinguir al viejo, como si sólopudiera adivinarlo a través de unaneblina, una ventana ahumada de grueso

Page 274: Sin limites de alan glynn

cristal. Era como intentar hablar unidioma que antes sabías pero queprácticamente habías olvidado, y pormucho que hubiese querido, no habríapodido revertir la situación, al menos sinuna enorme concentración. De hecho, amenudo era más cómodo no molestarsesiquiera —¿por qué iba a hacerlo?—,pero una consecuencia de ello era estarmás incómodo con la gente a la queconocía bien o, mejor dicho, con la genteque me conocía bien a mí. Impresionar aun desconocido, asumir una nuevaidentidad, incluso un nombre nuevo, erafascinante y sencillo, pero cuando meencontraba con alguien como Dean, porejemplo, siempre lanzaba aquellas

Page 275: Sin limites de alan glynn

miradas, unas miradas burlonas ypenetrantes. También notaba que a él leresultaba difícil, que quería desafiarme,tacharme de presumido, de payaso, deidiota arrogante, pero al mismo tiempodeseaba prolongar nuestro tiempo juntos yexprimirlo al máximo.

También hablé con mi padre un par deveces por aquella época, y eso fue peor.Estaba jubilado y vivía en Long Island.Me llamaba por teléfono de cuando encuando para preguntar cómo estaba ycharlábamos unos minutos, pero ahora meveía atrapado en las conversaciones quesiempre había anhelado mantener con suhijo, la clase de conversaciones que suhijo siempre le había negado, frívolas

Page 276: Sin limites de alan glynn

chácharas sobre negocios y mercados.Hablábamos de la burbuja de las accionestecnológicas y de cuándo iba a estallar.Hablamos de la fusión de Waldrop CLXque había aparecido en todos losperiódicos aquella mañana. ¿Cómo podíaafectar la fusión a la cotización de lasacciones? ¿Quién sería el nuevo consejerodelegado? Al principio pude detectarcierta desconfianza en la voz del viejo,como si creyera que me estaba mofandode él, pero paulatinamente se acostumbró,y al parecer aceptó que, después de añosde sensiblerías hippies de su chico, asítenían que ser las cosas. Y si no era deltodo así, tampoco distaba mucho. Locierto es que me implicaba y, quizá por

Page 277: Sin limites de alan glynn

primera vez en mi vida, le hablé como silo hiciera con cualquier otro hombre. Peroa la vez me esmeraba en no sobrepasar ellímite, porque no era como tomarle elpelo a Dean. Al otro lado de la líneaestaba mi padre, animándose, maquinandocosas, permitiendo que esperanzasaletargadas desde hacía largo tiempobrotaran en su mente y estallaran demanera casi audible. ¿Conseguirá Eddieun trabajo como Dios manda? ¿Ganarádinero de verdad? ¿Me dará un nieto?

Después de una de aquellas sesiones,colgaba el teléfono y me sentía agotado,como si en cierto modo hubieseengendrado un nieto sin ayuda de nadie,como si hubiese gestado una distante y

Page 278: Sin limites de alan glynn

acelerada versión de mí mismo allí, en elsuelo del salón. Entonces, como unasecuencia a intervalos en un documentalsobre la naturaleza, el viejo yo —retorcido, hundido y biodegradable— semarchitaba de repente y se desintegraba,dificultando todavía más el esfuerzo porrecuperar cualquier idea plausible dequién era en realidad.

Pero momentos de ansiedad comoaquél eran bastante infrecuentes, y laimpresión que me llevé de aquellos díases lo bien que me sentaba estar tanocupado constantemente. No holgazaneabani un segundo. Leí nuevas biografías de

Page 279: Sin limites de alan glynn

Stalin, Henry James e Irving Thalberg.Aprendí japonés con una serie de libros ycintas de casete. Jugaba al ajedrez porInternet y resolvía interminables ycrípticos rompecabezas. Un día llamé auna emisora de radio local para participaren un concurso y gané productos capilarespara un año. Me pasaba horas navegandoen Internet y aprendí a hacer varias cosasque, por supuesto, no necesitaba paranada. Aprendí arreglos florales, porejemplo, a cocinar risotto, a criar abejasy a desmontar un motor de automóvil.

Sin embargo, había algo que siemprehabía deseado de veras: aprender a leermúsica. Encontré una página web queexplicaba todo el proceso al detalle,

Page 280: Sin limites de alan glynn

deconstruyendo rápidamente los misteriosde claves, acordes, ritmos y demás. Salí acomprar un taco de partituras, cosasbásicas, algunas canciones conocidas, ytemas más complicados, un par deconciertos y una sinfonía (la Segunda deMahler). En cuestión de horas lo habíaabsorbido todo, salvo Mahler, que abordécon cautela, por no decir reverencia. Alser tan complejo, tardé bastante más, peroal final conseguí adentrarme en sumagnífico torbellino de compungidasmelodías y fanfarrias de película deterror, sus vertiginosas cuerdas y susbulliciosas corales. Hacia las dos de lamadrugada, envuelto en el misteriososilencio de mi salón, cuando llegaba al

Page 281: Sin limites de alan glynn

potente clímax en mi bemol —Was dugeschlagen, zu Gott wird es dichtragen!—, sentí uno de esos escalofríosque te recorren todo el cuerpo y se mellenaron los ojos de lágrimas.

El siguiente paso era ver si era capazde tocar música, así que me dirigí a CanalStreet y compré un teclado eléctricorelativamente barato, que monté junto alordenador. Seguí un curso on line yempecé a practicar escalas y ejercicioselementales, pero no era tan sencillo yestuve a punto de dejarlo. Sin embargo, alcabo de unos días algo pareció encajar yempecé a interpretar unas cuantasmelodías decentes. En una semana tocabatemas de Duke Ellington y Bill Evans, y

Page 282: Sin limites de alan glynn

poco después me embarcaba enimprovisaciones de mi propia factura.

Durante un tiempo imaginéactuaciones en clubes, giras europeas ylluvias torrenciales de tarjetas de visitade directivos discográficos, pero no tardémucho en darme cuenta de algo crucial:era bueno, pero no tanto. Podía tocarStardust y It Never Entered My Mind demanera pasable, y seguro que podíainterpretar los dos libros de El clave bientemperado si trabajaba duro durante laspróximas quinientas horas, pero lacuestión era si verdaderamente queríapasar todo ese tiempo ensayando al piano.

De hecho, ¿qué quería hacer?

Page 283: Sin limites de alan glynn

Fue por aquel entonces cuandoempecé a notarme agitado. Me di cuentade que si pensaba seguir consumiendoMDT necesitaría ciertos propósitos yestructura en mi vida, de que picotear aquíy allá no sería suficiente. Necesitaba unplan, un procedimiento que debía trabajar.

Aparte, tenía una cuestión másinmediata con la que lidiar. ¿Qué iba ahacer con las 450 píldoras? Podía venderunas cuantas a quinientos dólares cadauna, así que, obviamente, me planteétraficar con ellas. Pero ¿cómo iba ahacerlo exactamente? ¿Plantándome enuna esquina? ¿Vendiéndolas en clubesnocturnos? ¿Intentando endosárselas todas

Page 284: Sin limites de alan glynn

a un tipo aterrador armado con una pistolaen una habitación de hotel? Habíademasiadas complicaciones y demasiadasvariables. Además, no tardé demasiado enver que, aunque pudiera vender tansiquiera la mitad a ese precio, 120.000dólares no eran nada en comparación conlos posibles beneficios que podíacosechar si las ingería y utilizaba demanera creativa y juiciosa. Tenía más omenos finiquitado el libro, por ejemplo, ypodía despachar otros volúmenes de unaserie similar.

Así pues, ¿qué más podía hacer?Esbocé posibles proyectos. Una idea

era llevarme En marcha de Kerr &Dexter y convertirlo en un estudio

Page 285: Sin limites de alan glynn

completo, ampliar el texto y suprimirilustraciones. Otra idea era escribir unaobra de teatro inspirada en la vida deAldous Huxley, centrándome en sus díasen Los Ángeles. Barajé la idea de escribirun libro de historia económica y socialsobre algún producto, puros quizá, u opio,azafrán, chocolate o seda, algo que luegopudiera vincular a una serie dedocumentales televisivos sin escatimar engastos de producción. Pensé en fundar unarevista, una agencia de traducción o unaproductora cinematográfica, o en inventarun nuevo servicio de Internet… O, no sé,patentar un dispositivo electrónico quefuera indispensable y consiguiera unreconocimiento de marca internacional en

Page 286: Sin limites de alan glynn

seis meses o un año, y hacerme un huecoen el gran panteón de epónimos del sigloxx junto a Kodak, Ford, Hoover, Bayer…y Spinola.

Pero el inconveniente de todasaquellas ideas era que resultaban muypoco originales o quijotescas en exceso.Empezar me supondría mucho tiempo ycapital, y al final no había garantía, pormuy inteligente que fuese, de quefuncionaran o tuvieran suficiente atractivopara su comercialización. Acto seguidome planteé la posibilidad de volver a launiversidad para cursar un posgrado. Conun consumo prudente de MDT podríaacumular créditos con bastante rapidez ysacarme una demorada carrera por la vía

Page 287: Sin limites de alan glynn

rápida. Pero el problema era cuál.¿Derecho? ¿Arquitectura? ¿Odontología?¿Alguna rama científica? El mero hechode enumerar esas opciones fue suficientepara retroceder veinte años y empezar adarle vueltas a la cabeza. ¿De verdadquería empezar otra vez con toda aquellamierda de exámenes, trabajos trimestralesy profesores? La idea misma bastaba parahacerme vomitar.

Entonces, me pregunté a mí mismo,¿qué me quedaba?

¿Y tú qué crees? Ganar dinero.¿Ganar dinero, cómo?Haciendo llamadas telefónicas.¿Cómo?El mercado de valores, idiota.

Page 288: Sin limites de alan glynn

X

Parecía lo más obvio. Había leído cadadía la sección de economía en la prensa,mantenido aquellas conversaciones conmi padre, e incluso contado elaboradashistorias a desconocidas sobre misavatares como analista de inversiones, demodo que el paso siguiente era, sin lugar adudas, involucrarme de verdad, de unamanera práctica, trabajando con mi PCdesde casa con opciones, futuros,derivados o lo que fuese. Sería mejor quecualquier empleo que pudiera encontrar, ylos mercados poseían el atractivo añadidode ser el nuevo rock and roll . La única

Page 289: Sin limites de alan glynn

pega era que no acababa de entender quéopciones, futuros y derivados existían enrealidad, al menos no lo suficiente paraempezar a trabajar con ellos. Podíadesenvolverme en una conversación confanfarronadas, desde luego, pero eso nome serviría de mucho llegado el momentode poner dinero real sobre la mesa.

Lo que necesitaba eran un par dehoras con alguien que pudiera explicarmeal detalle cómo funcionaban los mercadosy que me enseñara los mecanismos de laespeculación. Pensé en Kevin Doyle, eltipo con el que había desayunado hacíados domingos, que trabajaba en Van Loon& Associates, pero, según recordaba, erabastante apasionado, el típico ejecutivo

Page 290: Sin limites de alan glynn

de Wall Street que probablemente semofaría de mí cuando le dijera quepensaba trabajar desde el PC. Así pues,telefoneé a algunos periodistasespecializados en negocios a los queconocía y les conté que estaba preparandouna sección para un nuevo libro de K & Dsobre el fenómeno de las operacionesespeculativas. Recibí una llamada de unode ellos, y dijo que podía organizarme unaentrevista con un amigo suyo que habíatrabajado por Internet el año anterior yestaría más que dispuesto a hablar de ello.El pacto era que yo acudiría al piso deesa persona, hablaría, tomaría notas y lovería en acción.

Aquel hombre se llamaba Bob

Page 291: Sin limites de alan glynn

Holland y vivía en la Calle 33 Este con laSegunda Avenida. Me recibió encalzoncillos, me condujo por un pasillohasta su salón y me preguntó si quería unataza de espresso. La estancia estabadominada por una larga mesa de caobacon tres ordenadores encima y unamáquina de café Gaggia. Había unabicicleta estática entre la mesa y la pared.Bob Holland rondaba los cuarenta y cincoaños, era esbelto y enjuto y tenía elcabello gris. Estaba de pie frente a uno delos equipos, mirando la pantalla.

—Esta es la guarida de la bestia,Eddie, así que tendrás que… —dijo,tirando distraídamente de sus calzoncilloscon una mano mientras tecleaba algo con

Page 292: Sin limites de alan glynn

la otra— …tendrás que disculpar elcódigo de vestimenta.

Todavía ausente, señaló la Gaggia ymedio susurró la palabra espresso.

Me entretuve con la máquina de café ymiré en torno como si esperara queHolland volviese a hablar. Aparte de lamesa y del espacio inmediato que larodeaba, la sala proyectaba una sensaciónde dejadez. Estaba oscura, olía a humedady parecía que no hubieran pasado laaspiradora en una buena temporada. Losmuebles y la decoración también meparecieron demasiado abigarrados paraaquel guerrero espartano del Nasdaq.

Supuse que probablemente se habíadivorciado en los últimos tres o seis

Page 293: Sin limites de alan glynn

meses.De repente, tras un prolongado ataque

de intensa concentración y tecleointermitente —durante el cual tomé el café—, Holland empezó a hablar.

—Mucha gente cree que cuandocompras una acción estás comprando unporcentaje proporcional de una empresa.—Hablaba lentamente, como si estuviesepronunciando una conferencia, pero noapartaba la mirada de la pantalla—. Porlo tanto, para averiguar cuánto valecualquier porcentaje proporcional, tienesque determinar cuánto vale la empresa.Esto se conoce como análisis«fundamental», y en él estudias la saludeconómica básica, potencial de

Page 294: Sin limites de alan glynn

crecimiento, proyección de beneficios,cash flow y ese tipo de cosas. —Hizo unapausa, tecleó varias veces más y continuó—. Otros sólo estudian los números, sinapenas prestar atención al negociosubyacente o a su valoración actual. Sonlos analistas cuantitativos.Exprimenúmeros. Consideran quecriterios como la experiencia en gestión yel potencial de mercado son demasiadosubjetivos. Compran y venden basándoseen criterios puramente cuantitativos, yutilizan sofisticados algoritmos paradescubrir discrepancias mínimas en losprecios de mercado. —Me mirófugazmente—. ¿Entiendes?

Asentí.

Page 295: Sin limites de alan glynn

—Después tienes el análisis técnico.Ahí estudias pautas de precio y volumen eintentas comprender la psicología querodea a una acción.

Continuó mirando la pantalla mientrashablaba, y no dejaba de asentir.

—Pero el corretaje no es una cienciaexacta, Eddie. El mercado de valores nose puede determinar con un único sistema,motivo por el cual oyes hablar detérminos confusos como «exuberanciairracional», y la gente intenta explicar elcomportamiento del mercado en términosde psiquiatría, biología e incluso químicacerebral. No bromeo. Hace poco se haafirmado que la cautela del inversor se havisto inhibida por el elevado porcentaje

Page 296: Sin limites de alan glynn

de corredores de bolsa y comerciantesque toman Prozac. Así que —añadióencogiéndose de hombros—, puesto quenadie sabe nada, no es sorprendente quela mayoría de los inversores utilicen unacombinación de las tres tácticas básicasque te he resumido.

Durante la hora siguiente, todavíasentado a la mesa y con aspecto de acabarde llegar de un vigoroso partido de tenis,Bob Holland amplió estas ideas y entró endetalles sobre opciones, futuros,derivados, garantías, fondos deprotección, mercados internacionales ydemás. Tomé algunas notas, pero cuandoescuché las explicaciones me di cuenta deque, en general, entendía aquellos

Page 297: Sin limites de alan glynn

términos y de que solo con pensar en todoaquello se estaba abriendo una granreserva de conocimientos en mi cerebro,unos conocimientos que probablementehabía acumulado de manera inconsciente alo largo de los años.

Cuando hubo expuesto la panorámicageneral —cómo trabajaban los bancos deinversiones y los gestores de fondos—,Holland empezó con los corredoresindependientes.

—Luego está la gente como yo —dijo—, los nuevos parias de Wall Street.Hace diez años existían las LBO, losGordon Gekko. Ahora son los freaks congorra de béisbol los que se sientan delantedel ordenador, en sus casas, y realizan

Page 298: Sin limites de alan glynn

treinta o cuarenta operaciones diarias, quecompran octavas partes, dieciseisavos eincluso treintavos de acción y luegocierran sus posiciones antes de concluir laoperación. —Holland apartó la mirada dela pantalla y la clavó en mí, quizá porsegunda o tercera vez desde mi llegada—.Nos acusan de distorsionar los mercadosy de provocar volatilidad en el precio delas acciones, pero es falso. Eso mismodecían en los años ochenta de los que sededicaban a las adquisiciones. Somossimplemente la nueva ola, Eddie. Elcorretaje independiente es el resultado dela tecnología y el cambio de regulación.Es así de simple. Es el flujo, la naturalezade las cosas.

Page 299: Sin limites de alan glynn

Se encogió de hombros una vez más ymiró la pantalla.

—Ven aquí y observa esto.Me acerqué rápidamente y me situé

detrás de él. En la pantalla central pudever densas columnas de cifras, fraccionesy porcentajes. Señaló algo —ATRX, elsímbolo de una empresa de biotecnologíaen el mercado de valores— y dijo:

—Ésta abrió a unos sesenta dólarespor acción y ha bajado un poco, así queahora su cotización es 593/8… y suoferta… —señaló otra parte de la pantalla— es 593/4. Eso es un margen de 3/8. Lacuestión es que, gracias al software másreciente y a los cambios legalesimplantados por la Comisión de Bolsa y

Page 300: Sin limites de alan glynn

Valores, yo puedo operar dentro de esemargen y aquí mismo, en el salón de micasa.

Holland destacó la hilera de cifrasque seguían al símbolo de ATRX y laobservó unos instantes. Verificó un datoen otra pantalla, volvió a la primera ytecleó algo. Esperó y escribió de nuevo.Aguardó una vez más, con una mano amedio alzar, y luego dijo en voz baja:

—Sí.Se volvió hacia mí y me explicó lo

que había hecho. Utilizando ese nuevoprograma de transacciones, habíadescubierto que había tres animadores delmercado en la cotización de ATRX y dosen la oferta. Consciente de que ATRX se

Page 301: Sin limites de alan glynn

recuperaría, aprovechó el amplio margenofreciendo 597/16 por dos mil acciones,que era 1/16 superior a la mejor oferta deun animador. Al haber superado estaoferta, Holland era el primero de la colapara ejecutar una orden. Las primeras dosmil acciones que se vendieran en elmercado serían para él a 597/16. Pocodespués, las ofreció a 5911/16, lo cualtodavía era más bajo que el preciopublicado por los grandes dinamizadoresdel mercado. La suposición de Hollandera correcta, y le quitaron de las manoslas acciones casi de inmediato. En sóloquince segundos y pulsando unas teclas,se había embolsado más de quinientosdólares y reducido el margen en 1/8 de

Page 302: Sin limites de alan glynn

punto.Le pregunté cuántas operaciones como

aquélla realizaba cada día.Holland sonrió por primera vez. Dijo

que hacía unas treinta, casi todas en lotesde mil o dos mil acciones, y que rara vezlas conservaba más de diez minutos.

Esbozó otra sonrisa y agregó:—De acuerdo, no todas son como

ésta, pero muchas sí. —Hizo una pausa—.Se trata de identificar oscilaciones en lasgráficas y reaccionar con rapidez.

—¿Quieres decir que la cuestión no esquién dispone de más información?

—Claro que no. Con todos losindicadores que existen a día de hoy,acabas encontrando indicios

Page 303: Sin limites de alan glynn

contradictorios.Ahora que había captado su atención,

lo bombardeé con más preguntas. ¿Cómose preparaba para cada jornada? ¿Cuántasposiciones mantenía abiertas a la vez?¿Qué tipo de comisiones pagaba?

Mientras Holland respondía a cadauno de mis interrogantes, fue apartándosepaulatinamente de las pantallas deordenador. Se preparó un café, perocuando estuvo listo y se lo bebió, parecióhaberse distanciado lo suficiente de sutrabajo como para reparar de nuevo enque sólo llevaba puestos unoscalzoncillos y se sintió avergonzado.Bebió el último trago de café, se excusó yse dirigió a lo que supuse era un

Page 304: Sin limites de alan glynn

dormitorio.En su ausencia, me acerqué a las

pantallas una vez más. Era increíble.¡Había ganado quinientos dólares, elprecio de una dosis de MDT, en sóloquince segundos! Desde luego queríaaprender a hacer aquello, porque si BobHolland era capaz de ejecutar treintaórdenes en un día, estaba convencido deque yo podría ocuparme de un centenar omás. Cuando regresó, enfundado en unosvaqueros y una camiseta, le preguntécómo debía proceder para aprender. Medijo que la mejor manera de iniciarme enel comercio independiente eralimitándome a hacerlo, y que la mayoríade los corredores de Internet lo

Page 305: Sin limites de alan glynn

facilitaban brindando libre acceso ajuegos simulados y tutoriales en directo.

—Los juegos de simulación —dijo, enun tono cada vez más afectado— son unaexcelente manera de desarrollar tuscualidades, Eddie, y de ganar confianza ala hora de realizar operaciones sin correrriesgo alguno.

Conseguí que me recomendara algunoscorredores on line y programas decorretaje y, mientras lo anotaba todo,continuaba lanzándole preguntas. Hollandrespondió a todas, y exhaustivamente,pero percibí que se sentía un tantoalarmado, como si la rapidez y la

Page 306: Sin limites de alan glynn

naturaleza de mis demandas fuesen más delo que él esperaba, como si sintiera que,al responderlas, al transmitir aquellainformación, podía arrojar una suerte demonstruo de Frankenstein al ciberespacio,un individuo desesperado y hambrientocapaz de sabía Dios qué atrocidadesfinancieras.

Me había llevado cierto tiempo, peroahora Holland estaba absolutamenteconcentrado en mi persona. De hecho,parecía más preocupado con cada nuevapregunta y empezó a introducir una notade cautela en sus respuestas.

—Mira, tú empieza con poca cosa,operando con lotes de cien accionesdurante el primer mes, o al menos hasta

Page 307: Sin limites de alan glynn

que te hayas asentado…—Claro.—… y no te emociones demasiado si

tienes un buen día. Eso no significa queseas Warren Buffet. La siguienteoperación podría dejar tranquilamente tucuenta a cero…

—Claro.—… y cuando inicies una operación,

asegúrate de saber cómo se comportará, ysi sucede lo contrario, ¡sal de ahí!

Mi impulso era decir «sí, sí, sí» atodo aquello, y Holland lo sabía. Pero elmotivo por el que su mensaje no calabaera que, cuanto más me advertía de lospeligros potenciales del corretajeindependiente, más me excitaba la idea de

Page 308: Sin limites de alan glynn

llegar a casa y ponerme manos a la obra.Mientras guardaba la libreta en el

bolsillo y me ponía la chaqueta paramarcharme. Holland apretó un poco elpaso.

—El corretaje puede ser bastanteintenso. —Hizo una pausa, y luego dijocon premura—: Jamás pidas dineroprestado a familiares o amigos, Eddie. Nipara realizar transacciones ni para salirde una crisis. —Lo observé, levementealarmado—. Y no empieces a mentir paraocultar tus pérdidas.

Detecté un atisbo de desesperación ensu voz. Tuve la impresión de que nohablaba de mí, sino de sí mismo. Tambiénme di cuenta de que no quería que me

Page 309: Sin limites de alan glynn

fuese.Yo en cambio lo ansiaba, pero titubeé.

Me quedé en mitad del salón y escuché lahistoria de cómo había dejado su trabajocomo director de marketing paradedicarse a la Bolsa y que, al cabo deseis meses, su mujer lo había abandonado.Me contó que se ponía inquieto e irritablesiempre que no podía trabajar —como losdomingos, por ejemplo, o en mitad de lanoche— y que, en la práctica, el trabajoera su vida. Llegó a decir que era incapazde acumular efectivo y que a menudo nisiquiera se molestaba en abrir susextractos de cuenta.

—¿Porque no quieres afrontar elalcance de tus pérdidas? —inquirí.

Page 310: Sin limites de alan glynn

Holland asintió.Entonces ahondó en su confesión y

empezó a hablar de su personalidadadictiva, asegurando que en su vida,cuando no era una cosa, era otra.

Yo sólo podía pensar en lo sublimesque habían sido aquellos quince segundosde comercio electrónico, como un brevepero intrincado solo de jazz. Muy prontofui incapaz de discernir las palabras deHolland, porque estaba ausente, perdidoen una repentina y embriagadoraensoñación de posibilidades. Me dicuenta de que Holland había estadodeambulando en la oscuridad, rascando1/16 de punto aquí y allá y, obviamente,equivocándose más que acertando. Pero

Page 311: Sin limites de alan glynn

eso no me sucedería a mí. Yo me guiaríapor mi instinto. Sabría qué accionescomprar, cuándo comprarlas y por qué.Sería bueno en ello.

Cuando por fin me marché y volví a laCalle 10, las ideas seguíanarremolinándose en mi cabeza, pero alabrir la puerta del piso y entrar en elsalón, me sentí oprimido al instante,superado, como Alicia, como si tuvieseque rodear mi cabeza con el brazo y sacarun codo por la ventana para tener espacioallí dentro. También empecé a sentirme untanto agraviado, como si estuvieraimpaciente por no haber ganado montones

Page 312: Sin limites de alan glynn

de dinero con las transacciones,agraviado y con una necesidaddesesperada y visceral de cosas… Uno odos trajes nuevos, y zapatos, varios pares,así como camisas y corbatas y quizá más.Un equipo de música de más calidad, unreproductor de DVD, un ordenadorportátil, un aire acondicionado decente ymás habitaciones, más pasillo, techos másaltos. Tenía la persistente sensación deque, a menos que diese un paso adelante,a menos que trepara, a menos quetransmutara, metamorfoseara en otra cosa,probablemente explotaría.

Me puse el scherzo de la Novena deBruckner y vagué por el piso, como unadivisión Panzer de un solo hombre,

Page 313: Sin limites de alan glynn

murmurando para mis adentros, sopesandolas opciones. ¿Cómo pensaba actuar? ¿Pordónde iba a empezar? Pero pronto me dicuenta de que no tenía demasiadasopciones, porque en el armario quedabansólo unos miles de dólares, que era más omenos lo que había en mi cuenta bancaria.Y, puesto que, afrontémoslo, unos pocosmiles de dólares sumados a otros pocosmiles de dólares siguen siendo, a todoslos efectos, unos pocos miles de dólares,lo único que tenía en este mundo, apartede una tarjeta de crédito, eran unos pocosmiles de dólares.

Cogí el dinero de todos modos y salíde compras. En esta ocasión me dirigí a laCalle 47 y compré dos televisores de

Page 314: Sin limites de alan glynn

catorce pulgadas, un nuevo ordenadorportátil y tres programas, dos de análisisde inversiones y uno de comercio enInternet. Desoyendo la idea de BobHolland de que demasiada informaciónproducía indicios contradictorios, comprée l Wall Street Journal , el FinancialTimes, el New York Times, el Los AngelesTimes, el Washington Post y los últimosnúmeros de The Economist, Barrons,Newsweek, The Nation, Harper's,Atlantic Monthly, Fortune, Forbes,Wired, Variety y unas diez publicacionessemanales y mensuales más. Me llevétambién varios periódicos extranjeros,aquellos a los que al menos podía echaruna ojeada: Il Sole 24 Ore y Corriere

Page 315: Sin limites de alan glynn

della Sera, obviamente, pero también LeFígaro, El País y Frankfurter AllgemeineZeitung.

De vuelta en casa, llamé a un amigoelectricista y le pedí instrucciones paraempalmar los cables de los dostelevisores nuevos a la conexión yaexistente. Parecía incómodo y quisoacudir a hacerlo él mismo, pero insistí enque me lo explicara: «Maldita sea,explícamelo por teléfono y voy tomandonotas». No era una tarea que hubierarealizado en condiciones normales, comocambiar un enchufe o un fusible, peroseguí sus instrucciones al pie de la letra, yno tardé en tener los tres televisores enfuncionamiento, uno junto al otro.

Page 316: Sin limites de alan glynn

Después, conecté el nuevo portátil alordenador de sobremesa, instalé elprograma y empecé a navegar. Investiguéun poco sobre corredores de bolsa enInternet, y utilicé la tarjeta de crédito yuna transferencia bancaria para abrir unacuenta en una de las empresas máspequeñas. Luego cogí los periódicos yrevistas que había comprado y los extendícuidadosamente por todo el piso. Coloquématerial de lectura, abierto por laspáginas relevantes, en cada superficiedisponible: escritorio, mesa, sillas,estanterías, sofá y suelo.

Las siguientes horas se desgranaron

Page 317: Sin limites de alan glynn

como si hubiesen transcurrido dossegundos. Me las pasé pegado a las cincopantallas, absorbiendo ansiosamente lainformación con una rapidez que hacíaque mis esfuerzos previos parecieranestáticos. Los tres televisoresretransmitían diferentes noticias yprogramas de servicios financieros —CNN, CNNfn y CNBC—, distintosafluentes de una gran riada global deinformación, análisis y opinión. Elcorredor online en el que me habíaregistrado —el índice Klondike— ofrecíacitas en tiempo real, comentarios deexpertos, noticias de última hora ehipervínculos a diversas herramientas deestudio y juegos de simulación. En la otra

Page 318: Sin limites de alan glynn

pantalla de ordenador, visité páginasc o m o Bloomberg, The Street.com,Quote.com, Raging Bull y The MotleyFool. De vez en cuando me zambullía unrato en las hectáreas de prensa que habíaacumulado, y leía artículos sobrecualquier cosa… México, por supuesto,pero también alimentos modificadosgenéticamente, conversaciones de paz enOriente Próximo, pop británico, ladebacle del sector del acero, estadísticasde delitos en Nigeria, comercioelectrónico, Tom Cruise y NicoleKidman, separatistas vascos, comerciointernacional de plátanos… Lo que fuera.

Por supuesto, no tenía ni idea de loque acontecía allí, no había una estrategia

Page 319: Sin limites de alan glynn

coherente, era todo aleatorio, peropensaba que, cuantos más datosalmacenara en mi cerebro —datos de todaíndole—, más seguro me sentiría llegadoel momento de tomar una de esasdecisiones inmediatas de las que tanto sehablaba.

Entonces, ¿a qué estaba esperando?Desde el punto de vista económico, nodisponía de mucho margen, pero sirealmente lo hubiera querido, podríahaber iniciado las operaciones porInternet en cuestión de segundos. Paratramitar una solicitud, lo único que debíahacer era elegir un valor, introducir datossobre la clase de transacción y el númerode acciones requeridos, y hacer clic sobre

Page 320: Sin limites de alan glynn

el botón «Enviar pedido» de la pantalla.Decidí empezar a la mañana siguiente.

A las diez de la mañana, me di lavuelta sobre mi silla giratoria y estudié elpiso. Parecía haber sufrido una profundatransformación en las últimas veinticuatrohoras. Menos reconocible que antes,menos identificable como vivienda, ahoraera, por emplear el término de BobHolland, como la guarida de un obsesivodegenerado. Sin embargo, estabademasiado enfrascado en aquello comopara andarme con escrúpulos, así queencaré las dos pantallas de ordenador yme dispuse a buscar acciones interesantes.

Page 321: Sin limites de alan glynn

Repasé interminables listas de expertos enla materia, pero a la postre seguí miinstinto y me decanté por una empresamediana de software con sede en PaloAlto. Su nombre era Digicon y supuse queestaría bien situada para emprenderacciones a corto plazo. Acababa de pasarpor un largo período dentro de unahorquilla de precios muy reducida, peroahora parecía estar a punto de salir de esasituación. De hecho, en el tiempo que mellevó decantarme por Digicon e introduciralgunos datos relevantes en los programasde análisis, el precio de las acciones de laempresa subió medio punto. La cuenta quehabía abierto en Klondike conllevabaunas costosas cuotas de corretaje e

Page 322: Sin limites de alan glynn

imponía elevados tipos de interés, peropermitía hasta un cincuenta por ciento deendeudamiento al abrir depósitos. Asípues, solicité la compra de doscientasacciones de Digicon, a catorce dólarescada una. Durante la media hora siguienteadquirí quinientas acciones de otras seisempresas, utilizando todos los fondos delos que disponía, y pasé el resto del díarealizando un seguimiento de éstas ybuscando posibles indicios de venta.

A última hora de la mañana y primerade la tarde, todos menos uno de losvalores que elegí subieron de precio, y enun grado muy dispar. Decidí rápidamentede cuáles debía desprenderme. Digicon,por ejemplo, subió hasta 173/8, pero no me

Page 323: Sin limites de alan glynn

pareció que fuese a ir a más, de modo quelas vendí y me embolsé unos beneficiosde más de seiscientos dólares, a los quehabía que restar la comisión y la cuota detransacción, por supuesto. Otras accionespasaron de 181/2 puntos a 243/4, y otra de31 a 367/16. Al desprenderme de todasestas acciones en el momento adecuado,conseguí incrementar mi fondo básico,que pasó de unos 7.000 dólares a casi12.000, y en las dos últimas horas deoperaciones lo vendí todo, excepto US-Cova. Éstas fueron las únicas accionesque no se movieron en todo el día, pese alos indicios de que existía una inminentetendencia al alza. Ello me irritó, porquecuando elegí esos valores me había

Page 324: Sin limites de alan glynn

ocurrido algo casi físico, un levehormigueo al fondo del estómago, o esome pareció en su momento. En cualquiercaso, todas las demás acciones habíanvariado, y no comprendía por qué nosucedía lo mismo con aquélla.

Sin dejarme amedrentar, solicité 650acciones más de US-Cova, a veintidósdólares cada una. Unos veinte minutosdespués vi un punto luminoso en lapantalla y US-Cova empezó a moverse.Subió dos puntos, y luego tres más.Observé cómo aumentaba el precio de lasacciones. Cuando llegaron a 36 dólares,introduje una orden de venta, pero resistíhasta que llegó otro incremento, y noenvié la orden hasta que el precio alcanzó

Page 325: Sin limites de alan glynn

los 39 dólares, un aumento de 17 dólaresen poco más de una hora.

Por tanto, al cierre de esa primerajornada, tenía más de 20.000 dólares en lacuenta. Si restábamos los 7.000 inicialesy las cuotas, había ganado en torno a12.000 dólares en un solo día. Eracalderilla en el mercado de valores,obviamente, pero aun así era más de loque había ganado en medio año comoredactor autónomo. Por supuesto, aquelloera asombroso, pero creí que se trataba deun golpe de suerte increíble: sietedecisiones y siete éxitos, y en un díanormal en el que el mercado habíacerrado con un incremento de sólo docepuntos. Era extraordinario. ¿Cómo lo

Page 326: Sin limites de alan glynn

había hecho? ¿De verdad había sidocuestión de suerte? Intenté repasarlo todomentalmente, desandar mis pasos y ver sipodía identificar qué señales habíacaptado, qué avisos me habían conducidoa esas acciones relativamentedesconocidas y de escasa relevancia, peroera una tarea demasiado laberíntica.Repasé una vez más docenas detendencias, utilicé de nuevo los programasde análisis y, en un momento dado, medescubrí arrastrándome por el suelo delpiso, asomándome a las páginas de losperiódicos y las revistas en busca dealgún artículo que recordaba haber leído yque tal vez hubiese sugerido algo,suscitado una idea, llevado en otra

Page 327: Sin limites de alan glynn

dirección, o no. Simplemente no lo sabía.Quizá había escuchado algo en latelevisión, un comentario improvisadoproveniente de alguno de los centenaresde analistas de inversión. O quizá habíaencontrado algo en un chat, en un foro oen una revista digital.

Intentar reconfigurar mis coordenadasmentales en los momentos exactos en quehabía elegido esas acciones era comointentar meter de nuevo la pasta de dientesen el tubo, así que pronto me rendí. Perola conclusión que pude extraer de todoaquello es que probablemente habíautilizado el análisis fundamental ycuantitativo en igual medida, y aunque lapróxima vez a lo mejor no calcularía con

Page 328: Sin limites de alan glynn

exactitud las proporciones y nunca podríarecrear las condiciones de ese día enparticular, estaba en el buen camino. Amenos que hubiese sido de chiripa, que setratara de la suerte del principiante, locual era un pensamiento intolerable. Yono creía que fuera así, pero necesitabasaberlo con certeza, y estaba ansioso porvolver a trabajar al día siguiente, lo cualsignificaba continuar con la ingesta dedatos y, por supuesto, de MDT-48.

Aquella noche dormí tres horas, ycuando desperté, que fue de manerabastante repentina merced a la alarma deun coche, me llevó un buen rato saber

Page 329: Sin limites de alan glynn

dónde estaba y quién era. Antes de que laalarma me desvelara, me hallaba sumidoen un sueño particularmente vívidoambientado en el viejo apartamento deMelissa en Union Street, Brooklyn. En elsueño no sucedía gran cosa, pero serespiraba una atmósfera de realidadvirtual, con traveling, primeros planosdetallados e incluso sonido. El evocadorzumbido de los radiadores, por ejemplo,golpes de puertas al fondo del pasillo yvoces de niños que llegaban desde lacalle.

El ojo del sueño, el punto de vista, lacámara, se deslizaba por encima del suelode pino y recorría las distintas estanciasdel piso como si fuera una vía de tren,

Page 330: Sin limites de alan glynn

captándolo todo: el grano de la madera,cada línea ondulante y cada nudo…montoncitos de polvo, una copia de TheNation, una botella vacía de Grolsch, uncenicero. Luego, elevándose poco a poco,enfocaba el pie descalzo de Melissa, laspiernas cruzadas y la camiseta de sedaazul marino, que se arrugaba cuando ellase inclinaba hacia adelante y dejabaentrever sus senos. Su larga y brillantecabellera negra cubría sus hombros ybrazos y parte de su rostro. Estaba sentadaen una silla, fumando un cigarrillo yrumiando algo. Tenía un aspecto fabuloso.Yo estaba sentado en el suelo, y miaspecto, imagino, no era tan espléndido.Después de unos segundos me puse en pie,

Page 331: Sin limites de alan glynn

y el punto de vista se levantó conmigo enun efecto vertiginoso. Al darme la vuelta,todo giró también, y en una especie debarrido por la habitación, vi lasfotografías en blanco y negro colgadas dela pared, las imágenes del viejo NuevaYork que a Melissa siempre le habíangustado tanto; vi la repisa de piedra de laolvidada chimenea y, encima de ella, elespejo, y en él vi fugazmente mi imagen,luciendo aquella vieja chaqueta de panaque tenía, muy delgado, muy joven.Moviéndome aún, vi las puertas abiertasque conectaban aquella sala con eldormitorio de la parte frontal y, luego,flanqueado por las puertas, vi a Vernon,con todo el cabello y su piel suave,

Page 332: Sin limites de alan glynn

enfundado en la chaqueta de cuero quesiempre llevaba. Lo contemplé un buenrato, observé sus brillantes ojos verdes ysus pómulos altos, y por unos segundospareció hablarme. Sus labios se movían,pero no alcanzaba a oír nada de lo quedecía…

Pero, de súbito, todo había terminado.La alarma del coche ululaba lastimera enla calle y yo sacaba las piernas de lacama, respirando hondo, con la sensaciónde haber visto un fantasma.

Inevitablemente, la siguiente imagenque se alojó en mi cabeza fue también deVernon, pero era él diez u once añosdespués, un Vernon casi calvo, con unosrasgos faciales desfigurados y

Page 333: Sin limites de alan glynn

magullados, un Vernon desparramado enel sofá de otro piso, en otra zona de laciudad.

Miré la alfombra tendida junto a micama, sus intrincados y repetitivosmotivos y, muy lentamente, meneé lacabeza de un lado a otro. Desde que habíaempezado a tomar las pastillas de MDTunas semanas antes, apenas había pensadoen Vernon Gant, aunque, se mirara pordonde se mirara, mi comportamiento haciaél había sido espantoso. Después dehallarlo muerto, sólo se me ocurrióregistrar su habitación, por el amor deDios, y luego le robé dinero ypropiedades que le pertenecían. Nisiquiera había asistido a su funeral,

Page 334: Sin limites de alan glynn

convenciéndome, sin constatación alguna,de que ese era el deseo de Melissa.

Me levanté de la cama y fui a pasoligero hacia la sala de estar. Cogí dospastillas del bol de cerámica quedescansaba sobre la estantería —quehabía estado rellenando a diario—, y melas tomé. También era cierto que lo queacababa de consumir pertenecía porderecho a la hermana de Vernon, yprobablemente también le habrían venidobien esos 9.000 dólares.

Con un nudo en el estómago, extendíel brazo por detrás de los ordenadores ylos encendí. Entonces consulté el reloj.Eran las 4:58.

No obstante, ahora podría darle sin

Page 335: Sin limites de alan glynn

problemas el doble de esa cifra, y quizámucho más si mi segunda jornada detrabajo marchaba bien. Pero ¿en ciertosentido no sería como saldar una deudacon ella?

De repente me entraron ganas devomitar.

Desde luego, no era como yo habíapensado renovar mi relación con Melissa.Fui corriendo al cuarto de baño y cerré lapuerta de golpe. Me incliné al borde de lataza del váter, pero no ocurrió nada. Nopodía devolver. Me quedé allí unos veinteminutos, respirando fuertemente, pegandola mejilla a la fría y blanca porcelana,hasta que aquella sensación desapareció.Porque lo extraño fue que, al levantarme

Page 336: Sin limites de alan glynn

para regresar al salón y ponerme atrabajar adelante de mi escritorio, ya notenía ganas de vomitar, pero tampoco mesentía culpable.

Aquel día, mis operacionescomerciales fueron animadas. Elegí otracartera de acciones con la que trabajar,cinco empresas de mediana envergadura,casi desconocidas y más o menossaneadas. Antes, mientras tomaba café,había visto referencias en varios artículosperiodísticos e innumerables mencionesen páginas web a US-Cova y suextraordinario rendimiento en losmercados el día anterior. Digicon y una o

Page 337: Sin limites de alan glynn

dos empresas más también eranmencionadas de pasada, pero no obtuveuna panorámica coherente que pudieraexplicar lo que había ocurrido, o quepudiera relacionar de algún modo lasdiversas empresas implicadas. Elconsenso generalizado parecía ser unsonoro «a saber», así que, aunque lasposibilidades de que alguien eligiera deuna tacada siete empresas ganadoras eranverdaderamente ínfimas, en aquelmomento todavía era posible, en ausenciade otros indicios, que mi racha hubierasido una mera cuestión de suerte.

Sin embargo, pronto resultó evidenteque había algo más. Porque, al igual queel día anterior, siempre que encontraba

Page 338: Sin limites de alan glynn

unas acciones interesantes me ocurría algofísico. Notaba lo que sólo puedo describircomo una descarga eléctrica, normalmentepor debajo del esternón, una pequeñaoleada de energía que recorría mi cuerpoa toda velocidad y que luego parecíadesbordarse en la atmósfera de la sala,agudizando la definición del color y laresolución del sonido. Tenía la sensaciónde estar conectado a un gran sistema,enchufado, como una fibra diminuta peroactiva palpitando en un tablero decircuitos. Las primeras acciones queelegí, por ejemplo —llamémoslas V—,empezaron a moverse cinco minutosdespués de que enviara la orden decompra. Realicé el seguimiento, al tiempo

Page 339: Sin limites de alan glynn

que husmeaba en varias páginas webbuscando otras cosas que comprar. Concreciente confianza en mí mismo, rastreéacciones buena parte de la mañana,saltando de unas a otras, vendiendo V conbeneficios e invirtiéndolos todosinmediatamente en W, que a su vez sevendieron en el momento justo parafinanciar una incursión en X.

Pero a medida que ganaba confianza,se apoderaba de mí la impaciencia.Quería más pasta con la que jugar, máscapital, más endeudamiento. A mediamañana había ganado, paso a paso, casi35.000 dólares, lo cual estaba bien, peropara dejar huella en el mercado, lo másprobable es que necesitara al menos el

Page 340: Sin limites de alan glynn

doble —y probablemente el triple o elcuádruple— de esa cifra.

Llamé a Klondike, pero me ofrecieronun endeudamiento que no rebasaba elcincuenta por ciento. Puesto que carecíade un historial bancario extenso, no creíapropiado probar con el director de misucursal bancaria. Supuse también queningún conocido dispondría de 75.000dólares de más, y que ninguna empresa depréstamos legítima me facilitaría una cifratan elevada inmediatamente, así que,como quería el dinero al momento yestaba bastante convencido de lo quepodía hacer con él, sólo parecía haber unaalternativa.

Page 341: Sin limites de alan glynn

XI

Me puse una chaqueta y salí de casa.Recorrí la Avenida A, pasé junto aTompkins Square Park y me dirigí a unrestaurante de la Calle 3 que solíafrecuentar. Néstor, el camarero, era deallí y estaba al tanto de todo lo quesucedía en el barrio. Llevaba veinte añossirviendo café, panecillos, hamburguesascon queso y atún a la plancha, y habíasido testigo de todos los cambiosradicales que habían tenido lugar, laslimpiezas, el aburguesamiento y la furtivaintrusión de los rascacielos deapartamentos. La gente iba y venía, pero

Page 342: Sin limites de alan glynn

Néstor seguía allí. Era un vínculo con elantiguo vecindario que hasta yo recordabade mi niñez. Loisaida, el barrio latino declubes sociales a pie de calle, de ancianosjugando al dominó, del estruendo de lasalsa y el merengue que emanaba de lasventanas, y después la Alphabet City deedificios quemados, traficantes de droga eindigentes que vivían en refugios decartón en Tompkins Square Park. Habíaconversado a menudo con Néstor sobreesos cambios, y me había contadohistorias —un par de ellas bastanteespeluznantes— acerca de variospersonajes locales, residentes de toda lavida, tenderos, policías, concejales,prostitutas, camellos y usureros. Pero así

Page 343: Sin limites de alan glynn

era Néstor; conocía a todo el mundo,incluso a mí, un soltero blanco y anónimoque había vivido unos cinco años en laCalle 10 y se dedicaba al periodismo oalgo por el estilo. De modo que cuandoentré en su local, me senté junto almostrador y le pregunté si conocía aalguien que pudiera adelantarme algo dedinero, y rápido —unos tipos de interésexorbitantes no serían obstáculo—, nisiquiera pestañeó. Tan sólo me llevó unataza de café y me pidió que aguardara unrato allí sentado.

Cuando hubo servido a unos cuantosclientes y limpiado dos o tres mesas,volvió hacia donde yo me encontraba,pasó una bayeta y dijo:

Page 344: Sin limites de alan glynn

—Antes eran italianos, ¿eh? En sumayor parte italianos hasta que…Bueno…

Hizo una pausa.¿Hasta qué? ¿Hasta que a John Gotti le

dieron una patada en el culo y Sammy elToro entró en el programa de protecciónde testigos? ¿Qué? ¿Se suponía que debíaadivinarlo? Esa era otra de laspeculiaridades de Néstor. Tendía asuponer que yo sabía más de lo que sabíaen realidad. O quizá se olvidaba de conquién estaba hablando.

—¿Hasta qué? —dije.—Hasta que John Junior se hizo con el

control. De un tiempo a esta parte es unputo caos. Me estaba acercando.

Page 345: Sin limites de alan glynn

—¿Y ahora?—Los rusos. De Brighton Beach.

Antes, los italianos y ellos trabajabanjuntos, o al menos no estaban enfrentados,pero ahora las cosas han cambiado. Por lovisto, la banda de John Junior empezaba aflojear.

Nunca acabé de entender a Néstor:¿era tan sólo una mosca que revoloteabapor el barrio o estaba relacionado dealguna manera? Lo ignoraba. Pero ¿cómoiba a saberlo? ¿Quién diablos era yo?

—De modo que, últimamente —prosiguió—, merodea un tal Gennadi poraquí. Viene casi todos los días. Hablacomo un inmigrante, pero no te dejesengañar por eso. Es duro, tan duro como

Page 346: Sin limites de alan glynn

cualquiera de sus tipos, que salieron delos gulags soviéticos. Se toman este paísen broma.

Me encogí de hombros.Néstor me miró fijamente.—Esos tipos están locos, Eddie. En

serio. Te partirán por la mitad, tedespellejarán hasta la cabeza, harán unnudo y entonces dejarán que te ahogues.

Dejó que la idea calara.—Hablo en serio. Eso es lo que

hacían los muyahidines a algunossoldados rusos que capturaron enAfganistán. Esas cosas se transmiten. Lagente aprende. —Néstor hizo una pausa ylimpió un poco más—. Eddie, cuandovenga Gennadi hablaré con él, pero

Page 347: Sin limites de alan glynn

espero que sepas dónde te metes.Entonces se apartó un poco del

mostrador y dijo:—¿Has estado yendo al gimnasio?

Estás estupendo.Le dediqué una media sonrisa, pero no

dije nada. Con un gesto de confusión,Néstor fue a atender a otro cliente.

Estuve allí más o menos una hora ytomé cuatro tazas de café. Hojeé un par deperiódicos y pasé un rato navegando porla creciente base de datos que teníaalojada en mi cabeza, eligiendo materialque había leído sobre la mafia rusa: laOrganizatsiya, Brighton Beach, la pequeñaOdessa junto al mar.

Intenté no prestar demasiada atención

Page 348: Sin limites de alan glynn

a lo que me había contado Néstor.Hacia la hora de comer, el lugar se

abarrotó y empecé a pensar que estabaperdiendo el tiempo, pero justo cuandome disponía a marcharme, Néstor me hizoun gesto desde el otro lado del mostrador.Miré en derredor con discreción y vi a unhombre de unos veinticinco años queentraba por la puerta. Era esbelto y enjutoy llevaba una chaqueta de cuero marrón ygafas de sol. Se sentó a una mesa vacíasituada al fondo del restaurante. Yo mequedé donde estaba y observé de soslayomientras Néstor le llevaba una taza decafé y charlaba con él unos instantes.

Luego Néstor regresó, no sin antesrecoger unos cuantos platos. Los colocó

Page 349: Sin limites de alan glynn

sobre el mostrador, junto a mí, y susurró:—He respondido por ti, ¿de acuerdo?

Así que vete a hablar con él. —Entoncesme señaló con el dedo y me dijo—: Nome jodas, Eddie.

Asentí, me dirigí a la parte trasera dellocal, me senté a la mesa frente a Gennadiy saludé asintiendo con la cabeza.

Se había quitado las gafas y las habíadejado a un lado. Tenía unos ojos azulesque impresionaban y una cuidada barba, yestaba alarmantemente flaco y cincelado.¿Heroína? ¿Vanidad? De nuevo, ¿quésabía yo? Esperé a que él tomara lainiciativa.

Pero no abrió la boca. Tras una pausaabsurda, hizo un ademán casi

Page 350: Sin limites de alan glynn

imperceptible con la cabeza, queinterpreté como una autorización parahablar.

—Estoy buscando un préstamo a cortoplazo de setenta y cinco mil dólares.

Gennadi se toqueteó el lóbulo de laoreja izquierda unos momentos y luegonegó con la cabeza.

Esperé a que añadiera algo más, peroeso fue todo.

—¿Por qué no? —inquirí.Gennadi resopló sarcásticamente.—¿Setenta y cinco mil dólares?Meneó de nuevo la cabeza y bebió un

sorbo de café. Tenía un marcado acentoruso.

—Sí —respondí—, setenta y cinco

Page 351: Sin limites de alan glynn

mil dólares. ¿Tan difícil es? Madre mía.Si se daba la circunstancia, sabía que

aquel tipo probablemente no tendríareparos en clavarme un cuchillo en elcorazón, y si Néstor estaba en lo cierto,eso sería sólo el comienzo, pero su actitudme resultaba irritante y no me apetecíaseguirle el juego.

—Sí —dijo—, es un puto problema.No te veo antes. Y no me gustas ya.

—¿Gustarte? ¿Y qué diablos tiene quever eso? No te estoy pidiendo una cita.

Gennadi vaciló, se movió, puede queincluso pretendiera echar mano de algo,un cuchillo o una pistola, pero se lo pensómejor y se limitó a mirar su alrededor,por encima del hombro, seguramente

Page 352: Sin limites de alan glynn

cabreado con Néstor.Decidí forzar la situación.—Creía que todos los rusos eran

peces gordos. Ya sabes, tipos duros, quetienen el control.

Él se volvió hacia mí con una miradade incredulidad. Entonces se recompusoy, por alguna razón, decidió responder.

—¿Qué? ¿Yo no tiene control? Terechazo.

Ahora era yo quien resoplabasarcásticamente.

Gennadi hizo una pausa y entoncesgruñó:

—Que te jodan. ¿Qué sabes tú denosotros?

—La verdad es que bastante. Conozco

Page 353: Sin limites de alan glynn

a Marat Balagula y el timo de losimpuestos del gas, y ese acuerdo con lafamilia Colombo. Luego está…Michael… —Hice una pausa fingiendointentar recordar el nombre—¿Shmushkevich?

Por su mirada me percaté de que nosabía muy bien de qué le hablaba.Probablemente era sólo un niño cuandolas compañías petroleras fantasma estabanen pleno apogeo en los años ochenta,transportando gas desde Sudamérica yfalsificando justificantes de pago deimpuestos. Y, en cualquier caso, a saberde qué hablaba la gente joven cuando sejuntaba. Probablemente no comentaban losgrandes timos de la generación anterior,

Page 354: Sin limites de alan glynn

eso estaba claro.—Y… ¿qué? —dijo—. ¿Eres policía?—No.Al ver que yo no mediaba palabra,

hizo ademán de marcharse.—Vamos, Gennadi —dije—. Cálmate

un poco.El ruso se apartó de la mesa y me

miró, sopesando si debía matarme allímismo o esperar a que saliéramos. Nopodía creerme lo temeraria que era miconducta, pero en cierto modo me sentíaseguro, como si nada pudiera afectarme.

—La verdad es que estoy investigandopara un libro sobre ustedes —dije—.Pero busco un hilo conductor, alguiencuyo punto de vista pueda utilizar para la

Page 355: Sin limites de alan glynn

historia… —Guardé silencio unosinstantes y proseguí—. Alguien como tú,Gennadi.

El ruso cambió la pierna de apoyo yen ese momento supe que era mío.

—¿Qué tipo de libro? —dijo en vozbaja.

—Una novela —repuse—. Ahoramismo sólo la estoy perfilando, pero yo laveo como una historia de dimensionesépicas, el triunfo sobre la adversidad yese tipo de cosas. Desde los gulagshasta… —En ese momento titubeé,consciente de que podía perderlo—. Si lopiensas —añadí rápidamente—, losespaguetis lo han tenido todo de carahasta ahora, pero esa mierda de las cinco

Page 356: Sin limites de alan glynn

familias y los hombres de honor se haconvertido en un tópico. La gente quierealgo nuevo. —Mientras Gennadi meditabamis palabras, decidí dar la estocada final—: Y, además, mi agente cree quetambién se podrán vender los derechoscinematográficos.

Mi interlocutor vaciló por unmomento, pero entonces se sentó de nuevoy esperó más explicaciones.

Bosquejé sobre la marcha unaimprecisa trama centrada en un joven rusode segunda generación que trepa en lasfilas de la Organizatsiya. Incluíreferencias a los sicilianos y loscolombianos, pero, moviendo la manoconstantemente, logré contener a Gennadi

Page 357: Sin limites de alan glynn

para que no ahondara en detalles. Al finaldi la vuelta a la tortilla y permití que élllevara la voz cantante, aunque en sunefasto inglés. Aceptó algunas de mispropuestas y desechó otras, pero en esemomento, el tufillo del glamour lo habíaembargado y era imparable.

Yo no había planeado nada deaquello, por supuesto, y tampoco creíaque fuese a llegar a buen puerto, pero elmayor golpe de audacia todavía estabapor llegar. Una vez que aceptó ejercer deasesor del «proyecto» y de quehubiéramos establecido varias normasbásicas, conseguí desviar de nuevo laconversación al tema del préstamo. Ledije que ya me había gastado el adelanto

Page 358: Sin limites de alan glynn

del libro y que los 75.000 pavos eran unadeuda de juego que debía saldar esemismo día.

Sí, sí, sí.Para entonces, ese tema era una

distracción menor para Gennadi. Sacó sumóvil y mantuvo una breve conversaciónen ruso. Luego, todavía al teléfono, mepreguntó varias cosas: mis números decarné y Seguridad Social, el nombre de micasero y mi jefe, cuál era mi entidadbancaria y qué tarjetas de crédito poseía.Saqué la tarjeta de la Seguridad Social yel carné de conducir y leí los números envoz alta. Luego le facilité los nombres yotros datos mientras él transmitía lainformación a la persona que se

Page 359: Sin limites de alan glynn

encontraba al otro lado del teléfono.Cuando nos quitamos eso de en medio,

Gennadi dejó su teléfono y retomó laconversación sobre el proyecto. Quinceminutos después, sonó su móvil. Comoantes, hablaba en ruso, y en un momentodado tapó el aparato con la mano ysusurró:

—Está bien, todo claro. ¿Y bien?¿Setenta y cinco mil? ¿Seguro? ¿Quieresmás? ¿Cien?

Me lo pensé y asentí.Gennadi colgó el teléfono y anunció:—Estará listo en media hora.Entonces puso las manos sobre la

mesa.—De acuerdo —dijo—, ¿y quién va a

Page 360: Sin limites de alan glynn

protagonizar esto?

Justo media hora después llegó otrojoven. Gennadi me lo presentó. Sellamaba Leo. Era delgado y guardabacierto parecido con Gennadi, pero notenía sus mismos ojos, no proyectaba lomismo que él. De hecho, parecía que lehubiesen extirpado quirúrgicamenteciertos rasgos de Gennadi. Quizá fuesenhermanos o primos, y empecé a pensarque tal vez podría sacar algo de todoaquello. Hablaron en ruso unos momentosy Leo sacó un grueso sobre de colormarrón del bolsillo de su chaqueta, lodejó sobre la mesa y se fue sin decir nada.

Page 361: Sin limites de alan glynn

Gennadi empujó el sobre hacia mí.—Éste es rebaja, ¿vale? Pronto. Cinco

pagos, cinco semanas, veinticinco milcada vez. Yo voy a tu casa siempre… —Hizo una pausa y miró el sobre unosinstantes—. Cada viernes mañana, dossemanas desde hoy. —Gennadi cogió elsobre con la mano izquierda—. No esbroma, Eddie. Tú coges esto ahora… Túmío. —Asentí—. ¿Quieres saber algomás?

Negué con la cabeza.Imaginé que ese algo más era, como

mínimo, piernas, rodillas, brazos,costillas, bates de béisbol, navajas y a lomejor porras eléctricas.

—No —insistí—. Correcto. Lo

Page 362: Sin limites de alan glynn

entiendo.Anhelaba salir de allí ahora que el

dinero estaba en mis manos, pero nopodía demostrarle que tenía prisa. Sinembargo, resultó que Gennadi debíamarcharse y ya llegaba tarde a otra cita.Intercambiamos nuestros números deteléfono, y antes de que se fueraresolvimos encontrarnos otra vez al cabode una semana. Él investigaría algunascosas y yo trabajaría un poco más —yquizá ampliaría— el personaje principalde lo que, durante nuestra conversación,había pasado de novela a obra teatral.

Gennadi se puso sus Ray-Ban, y antesde irse me tendió la mano. Lo hizo ensilencio, solemnemente. Luego se puso en

Page 363: Sin limites de alan glynn

pie y desapareció.

Llamé a Klondike desde el teléfonopúblico del restaurante. Expuse lasituación y me facilitaron la dirección deun banco de la Tercera Avenida en el quepodía depositar efectivo, que apareceríade inmediato en mi cuenta.

Agradecí a Néstor su ayuda y fui entaxi hasta la Calle 61 con la TerceraAvenida. Abrí el sobre en el asientotrasero y toqueteé los fajos de billetes decien dólares. Nunca en mi vida habíavisto tanto dinero junto y sentía vértigocon sólo mirarlo. El vértigo se intensificócuando lo llevé al banco y observé al

Page 364: Sin limites de alan glynn

cajero contándolo.Después, cogí otro taxi para regresar a

la Calle 10 y retomé el trabajo. En miausencia, el valor de las acciones queconservaba se había disparado y cifrabami capital básico en 50.000 dólares. Ellosignificaba que, con la aportación deGennadi, disponía de casi 150.000dólares. Sólo me quedaban un par dehoras para realizar transacciones y, porende, muy poco tiempo para investigar,así que me puse manos a la obra deinmediato, rastreando tasaciones,estudiando carteras de valores,comprando, vendiendo y repasando a todocorrer las varias hileras de cifras queocupaban las pantallas de ordenador.

Page 365: Sin limites de alan glynn

Ese proceso cobró un impulsoconsiderable y alcanzó su apogeo por latarde con dos grandes tantos —llamémoslos Y y Z—, unos valores dealto riesgo y gran rendimiento que estabansubiendo rápidamente. El valor Y mesupuso 200.000 dólares, y con Z superé elcuarto de millón. Fueron unas horastensas, a ratos angustiosas, pero mesirvieron para degustar los placeres delriesgo, y me brindaron grandes cantidadesde adrenalina, una sustancia que casinotaba recorriendo mi organismo, igualque se mueven los precios en losmercados.

No obstante, pese a mi tasa de éxito, oquizá debido a ella, empecé a sentir cierta

Page 366: Sin limites de alan glynn

insatisfacción. Tenía la sensación de quepodía ir mucho más allá de lastransacciones en casa con un PC, y de queser un corredor de guerrilla no bastaba nipor asomo para hacerme feliz. El asuntoera que quería conocer los entresijos de laBolsa y al más alto nivel. Quería saberqué se sentía al comprar millones deacciones de una tacada.

Así pues, telefoneé a Kevin Doyle, elbanquero de inversión con el que habíadesayunado hacía varios domingos, y mecité con él para tomar una copa en elOrpheus Room.

La última vez que nos vimos parecía

Page 367: Sin limites de alan glynn

dispuesto a darme consejos paraconfeccionarme una cartera de valores,así que creí que podría interrogarlo unpoco y recibir algún consejo para intentarascender a primera división.

Al principio, Kevin no me reconociócuando entró en el bar. Me dijo que habíacambiado y que estaba bastante másdelgado que cuando nos vimos en Herband Jilly's.

Me preguntó a qué gimnasio iba.Lo miré unos instantes. ¿Herb and

Jilly's? Entonces me di cuenta de que,quienesquiera eme fuesen Herb y Jilly,aquella noche debí de terminar en su localdel Upper West Side.

—No voy al gimnasio —respondí—.

Page 368: Sin limites de alan glynn

Eso es para enclenques.Él se echó a reír y pidió un Absolut

con hielo.Kevin Doyle tendría cuarenta o

cuarenta y dos años y era bastantedelgado. Llevaba un traje gris marengo yuna corbata de seda roja. No recordabanuestro encuentro en el Herb and Jilly's, nimás tarde en aquel restaurante deAmsterdam Avenue, pero algo que sírecordaba con claridad es que era yoquien monopolizaba la conversación, yKevin —aparte de intentar darme algunosconsejos sobre el mercado de valores—había escuchado todas y cada una de mispalabras. Había sucedido de nuevo; habíaintentado impresionarlo y ser su mejor

Page 369: Sin limites de alan glynn

amigo, como ya hice con Paul Baxter yArtie Meltzer. Traté de analizar a qué sedebía y llegué a la conclusión de quequizá mi entusiasmo y mi actitud pococrítica —poco competitiva— tocaban lafibra sensible de las personas, sobre todoaquellas que estaban estresadas y enguardia todo el tiempo. En cualquier caso,últimamente controlaba un poco más miverborrea, así que dejé que Kevin tomaralas riendas. Le pregunté por Van Loon &Associates.

—Somos un pequeño banco deinversión —dijo—, con unos doscientoscincuenta empleados. Nos dedicamos alcapital de riesgo, la gestión de fondos, elsector inmobiliario y ese tipo de cosas.

Page 370: Sin limites de alan glynn

De un tiempo a esta parte hemos cerradovarios acuerdos bastante importantes.

El año pasado nos encargamos de lacompra de Cableplex por parte de MCL-Parnassus, y el propio Carl van Loon hainiciado conversaciones sobre otronegocio con Hank Atwood, el presidentede MCL. —Kevin hizo una pausa yañadió, como quien anuncia que acabande ficharlo para el equipo de fútbol—: Yosoy director ejecutivo.

Pero cuando entró en detalle y mecontó que era uno de los siete u ochodirectores ejecutivos de la empresa que seencargaban de sus propios negocios y seembolsaban jugosas comisiones, me dicuenta de que Kevin no era un don nadie

Page 371: Sin limites de alan glynn

de Wall Street. De sus palabras inferí quetal vez ganara dos o tres millones al año.

Ahora sí que estaba impresionado.—¿Qué hay de Van Loon? —pregunté

sin ninguna intención en particular.Obviamente, había sucumbido un poco almagnético atractivo de celebridad quetodavía rodeaba al jefe de Kevin.

—Carl está bien. Se ha calmadomucho con los años, pero trabaja tantocomo siempre.

Asentí, pensando hasta qué puntotrabajaría en realidad.

—Sin él, la empresa no sería lo que eshoy.

Aquel hombre tal vez se embolsarados o tres millones a la semana.

Page 372: Sin limites de alan glynn

—Ya.—Y tú, ¿qué tal?—¿Yo? Bien.No recordaba gran cosa de nuestro

anterior encuentro, pero estabaconvencido de que había mencionado milibro, seguramente sin decir que formabaparte de una colección barata para uneditor de segunda fila. Hasta donde yosabía, Kevin me tenía por una especie deescritor, un comentarista, una persona queestaba al caso del espíritu de su época,con quien podía mantener unaconversación inteligente y congratulatoria,pero no amenazadora, sobre temas comola nueva economía, las megatendencias yla digitalización. Pero fui al grano

Page 373: Sin limites de alan glynn

bastante rápido.—¿Qué opinas de las transacciones

electrónicas intradía, Kevin?—Es sólo ruido —dijo tras

pensárselo unos segundos—. Esos tiposno son especuladores, ni siquierainversores. Son jugadores o unos pobresfreaks que creen haber democratizado losmercados. Cuando estalle la burbuja van acorrer regueros de sangre.

Kevin dio un trago.Yo levanté mi vaso.—Lo he estado haciendo en casa con

el PC, utilizando un programa que compréen la Calle 47. He ganado alrededor de uncuarto de millón en dos días.

Kevin me miró horrorizado,

Page 374: Sin limites de alan glynn

intentando asimilar la información. Perotambién se sentía confuso y no sabía quédecir. Entonces cayó en la cuenta.

—¿Un cuarto de millón?—Aja.—¿En dos días? Eso está bastante

bien.—Sí, eso creo. Pero, curiosamente,

me siento… ¿Cómo te diría? Insatisfecho.Me siento limitado. Necesito expandirme.

Mientras intentaba comprender lo quele decía, Kevin se agitó en su taburete, ypuede que incluso se retorciera un poco.Era un tipo que confiaba en sí mismo, untriunfador, y se hacía raro verlo sumido enla incertidumbre.

—Esto… A lo mejor… —se rascó la

Page 375: Sin limites de alan glynn

nariz—, podrías… ¿Por qué no pruebascon una de esas empresas que se dedicanal comercio intradía?

Le pregunté qué cambiaría eso.—Bueno, no estás aislado. Ocupas

una sala con otros corredores y elprincipio es que, en un entorno como ese,nadie quiere ver a otros fracasar. Seayudan unos a otros y comparteninformación. La mayoría de las empresasofrecen un endeudamiento elevado, entrecinco y diez veces tu depósito. Tambiéncaptas mejor el comportamiento de losmercados —volvía a tomárselo con calma—, porque a menudo es sólo cuestión decalibrar la atmósfera colectiva y decidirluego si te sumas a ella o…, no sé… —se

Page 376: Sin limites de alan glynn

encogió de hombros—, vas contra ella.Le pregunté si podía recomendarme

alguno de esos lugares.—He oído hablar de un par que están

bien. Se encuentran en la misma WallStreet o alrededores. Aunque, en miopinión, Eddie, parece que te va bastantebien a ti solo.

Anoté los nombres que me facilitó y ledi las gracias de todos modos. Entoncesbebimos de nuestros respectivos vasos.

—Conque un cuarto de millón en dosdías. —Lanzó un silbido de admiración—. ¿Cuál es tu estrategia?

Estaba a punto de obsequiarle unaversión editada de los hechos cuandoaparecieron dos hombres trajeados y uno

Page 377: Sin limites de alan glynn

de ellos dio una palmada en la espalda aKevin.

—Eh, Doyle, ¿qué pasa, viejo?Eran yuppies que apestaban a billetes,

y cuando Kevin me presentó pero no dijoque fuese director ejecutivo ovicepresidente en funciones de tal o cualcompañía, me hicieron caso omiso.Mientras conversaban sobre los mercadosemergentes de Latinoamérica y la burbujatecnológica, noté que Kevin estabaatemorizado por si empezaba a hablar deoperaciones intradía con un PC delante deaquellos tipos, así que, cuando melevanté, creo que se sintió un tantoaliviado.

Le dije que le llamaría al cabo de

Page 378: Sin limites de alan glynn

unos días para contarle cómo me habíaido con aquello que habíamos hablado.

Lafayette Trading se encontraba enBroad Street, a sólo unas manzanas de laBolsa de Nueva York. En la sala principalde un conjunto de oficinas escasamenteamueblado de la cuarta planta habíaveinte mesas que formaban un granrectángulo. En cada mesa habíasuficientes terminales y ordenadores paraal menos tres corredores, y de lacincuentena que vi allí mi primera mañana—todos hombres, sentados en cómodassillas de directivo—, diría que más de lamitad tenían menos de treinta años, y de

Page 379: Sin limites de alan glynn

ellos, la mitad lucían vaqueros y gorras debéisbol.

Las condiciones te obligaban a dar undepósito mínimo de 25.000 dólares yLafayette proporcionaba todo el hardwarey software necesario para realizar lastransacciones. A cambio, cobraban unacomisión de dos centavos por acción encada operación que llevaras a cabo. Siquerías, como ocurría con casi todos,también ofrecían un endeudamientobastante elevado de tu depósito. Meregistré, aboné 200.000 dólares y pacté unendeudamiento que superaba en dos vecesy media esa cantidad, lo cual significaba,en la práctica, que comenzaría esa nuevafase de mi carrera profesional con medio

Page 380: Sin limites de alan glynn

millón de dólares a mi disposición.Por la mañana tuve que asistir a un

breve curso introductorio. Luego pasécasi toda la tarde hablando con algunoscorredores y observando la sala. Elambiente en Lafayette era, comopronosticó Kevin, amigable ycooperativo. La idea era que todosparticipábamos de aquello, quetrabajábamos contra los grandes actoresdel mercado. Pero no tardé mucho endarme cuenta de que había facciones en lasala, grandes personalidades, y que ladinámica no siempre sería tan fácil deinterpretar. También había distintosestilos de corretaje. El tipo que se sentabaa mi izquierda, por ejemplo, tecleaba

Page 381: Sin limites de alan glynn

como un maniaco y no parecía investigarni analizar nada.

—¿Qué son esas acciones? —lepregunté, señalando un símbolo queaparecía en su pantalla una vez me hubesentado.

—Ni idea —farfulló, sin apartar losojos de lo que tenía entre manos—. Tienemucha difusión y se está moviendo. Eso estodo lo que necesito saber.

Otros corredores parecían más cautose indagaban bastante, observando lostelevisores atornillados a la pared lateral,dirigiéndose a una terminal de Bloombergsituada al otro extremo de la sala, osimplemente cerniéndose sobreinterminables gráficas de valores que

Page 382: Sin limites de alan glynn

tenían en pantalla. En cualquier caso,cuando consideré que había calibrado lasala y su ambiente, empecé a trabajar enel espacio que se me había asignado,buscando posibles operaciones. Pero,como era mi primer día de trabajo, me lotomé con bastante calma, y al cerrar misposiciones antes de que sonara lacampana del cierre sólo había conseguidocinco mil dólares más. Habida cuenta demi breve historial, no me pareció grancosa, pero algunos de los allí presentes noestaban de acuerdo con esa apreciación.El chico nuevo había despertado ciertacuriosidad en la sala, por no decirdesconfianza. Alguien me preguntó conbastante indecisión si quería unirme a un

Page 383: Sin limites de alan glynn

grupo que iba a tomar una copa en unlocal de Pier 17 Pavilion, pero rechacé laoferta. Todavía no quería formar ningunaalianza.

Había sido una jornada relativamentelenta para mí —al menos en cuanto a laactividad mental y la cantidad de trabajoque había llevado a cabo—, así quecuando llegué a casa me sentía bastanteinquieto, incluso un poco enloquecido.Incapaz de dormir aquella noche, mequedé en el sofá del comedor viendo latelevisión y leyendo. Con películas,concursos y anuncios como telón defondo, leí la sección de economía de laprensa diaria, una biografía de WarrenBuffet y todo el texto, pies de foto,

Page 384: Sin limites de alan glynn

anuncios, cabecera y créditos de lasfotografías de unas seis revistas denegocios.

El martes durante mi segunda mañanaen Lafayette, pasé un buen ratocurioseando las diversas páginas webdedicadas a las finanzas. A la postre abrímás de una docena de posicionesimportantes, 80.000 acciones en total, yme concentré en realizar un seguimientoexhaustivo.

Hacia las once y media noté ciertaconmoción a mi izquierda. Unas mesasmás allá, tres muchachos con gorra debéisbol, que parecían trabajar en estrecha

Page 385: Sin limites de alan glynn

colaboración, empezaron a soltarpuñetazos al aire y a susurrarse «sí» unosa otros. El chivatazo tardó unos minutosen filtrarse. Jay, el corredor que estabasentado a mi lado, se apartó de la pantallaunos momentos y se volvió hacia mí.

—Creo que acaba de trascender algosobre unas acciones de biotecnología.

Jay se encogió de hombros y retomósus quehaceres, pero el tipo que seencontraba junto a él movió su silla y sedirigió a mí como si nos conociéramosdesde el instituto.

—Es un descubrimiento médico.Todavía no lo han anunciado. MEDX. Esoes Mediflux Inc., una empresafarmacéutica de Florida, ¿no? Al parecer

Page 386: Sin limites de alan glynn

están desarrollando una proteína contra elcáncer. Los investigadores de la NationalCancer Research Foundation estánentusiasmados.

—¿Y?Me miró como diciendo: «¿Eres

idiota?». Luego, con una pausa cargada deincertidumbre, exhortó: —¡CompraMediflux!

Vi que Jay ya lo estaba haciendo.Asentí al otro tipo y volví a concentrarmeen mi pantalla para ver qué informaciónhabía sobre aquella compañíafarmacéutica, Mediflux Inc. En aquelmomento se vendía a 431/3, en contrastecon un precio de salida de 373/4. Todo elmundo daba por sentado que aquella

Page 387: Sin limites de alan glynn

tendencia al alza continuaría, y todo elmundo —al menos, todos los que merodeaban— parecía estar comprandoMediflux ciñéndose a ese criterio. Estudiéun rato su información básica —gananciashistóricas, potencial de crecimiento, esetipo de cosas— y, mientras lo hacía, Jayme dio un suave golpe con el codo ypreguntó:

—¿Cuánto has comprado?Lo miré y, antes de contestar, repasé

mentalmente lo que acababa de leeracerca de Mediflux.

—Nada. De hecho, voy a vender endescubierto. Esto significaba que, encontra de la idea que imperaba en la sala,yo esperaba que el precio de las acciones

Page 388: Sin limites de alan glynn

de Mediflux cayera. Mientras todosandaban enfrascados en sus compras, yopediría prestadas acciones de Mediflux ami corredor. Luego las vendería, despuésde haberme comprometido a recomprarlasa un precio considerablemente inferior, oeso esperaba. Cuanto menor fuera elprecio, por supuesto, mayores beneficiosme embolsaría.

—¿Vas a vender en descubierto?Lo dijo en voz alta, y cuando la

palabra «descubierto» recorrió las mesascomo un dolor agudo en el nervio ciático,noté que la tensión inundaba la estancia.Hubo un breve silencio y todos empezarona hablar a la vez, estudiando sus pantallasy mirando en dirección a mi mesa. En los

Page 389: Sin limites de alan glynn

dos minutos que siguieron, la tensión de lasala fue a más cuando la facción originalde Mediflux se reagrupó y empezó a hacercomentarios dirigidos a mi persona.

—Lo siento por ti, viejo.—¡Demanda de margen adicional!—Perdedor.Hice caso omiso de esas pullas y me

dediqué a ejecutar mi estrategia de ventaen descubierto con Mediflux y a ocuparmede mis otras posiciones. Durante un rato,el precio de las acciones de Medifluxcontinuó su ascenso hasta llegar a 51puntos, pero luego pareció estabilizarse.Jay me dio otro codazo y se encogió dehombros, como diciendo: «Cuéntamelo.¿Por qué lo has vendido?».

Page 390: Sin limites de alan glynn

—Porque es puro bombo —respondí—. ¿Ahora resulta que un par de ratonescon cáncer en algún laboratorio seincorporan en la cama, piden un té y derepente nos da a todos la fiebrecompradora? —Meneé la cabeza—. ¿Ycuándo tendrá aplicación comercial esanueva proteína que están desarrollando?¿Dentro de cinco años? ¿Diez?

De repente, Jay parecía preocupado,refugiado en sí mismo.

—Además —dije, señalando a lapantalla—, Eiben-Chemcorp se retiró deun acuerdo de adquisición de Medilluxhace seis meses y nunca dioexplicaciones. ¿Es que nadie se acuerdade eso?

Page 391: Sin limites de alan glynn

Vi que procesaba rápidamente lainformación.

—Esto no se sostiene por ningún lado,Jay.

En ese momento se volvió hacia sucompañero y empezó a susurrar. Cuandomi análisis llegó a todos los demáscorredores, oscuras nubes deincertidumbre se cernieron sobre la sala.

Por el murmullo y el rumor de teclasque siguió, era obvio que estabansurgiendo dos campos; algunos corredoresintentaban retener sus acciones, mientrasque otros iban a seguir mi ejemplo yvender Mediflux. Jay y el hombre queestaba sentado a su lado reservaron susposiciones. Los muchachos de las gorras

Page 392: Sin limites de alan glynn

de béisbol hicieron lo propio, pero seabstuvieron de comentar nada, al menosen voz alta. Yo seguí amarrado a miterminal, actuando con discreción, aunquela atmósfera era tensa y tenía la sensaciónde que, en el ecosistema de la sala, era unintruso que trataba de hacerse con elpoder. No era esa mi intención, claro está,pero lo cierto es que estaba convencidode que MEDX era un fraude, y sedemostraría.

A última hora de la tarde, tal comohabía pronosticado, las acciones sedesplomaron. Empezaron a caer hacia lastres y cuarto para consternación de unosdos tercios de los allí presentes. MEDXcerró a 171/2 puntos, una caída de 361/2

Page 393: Sin limites de alan glynn

puntos con respecto a los 54 que habíaalcanzado horas antes en su momento demáxima cotización.

Al cierre, oí unos aplausos queprovenían de un pequeño grupo que sesentaba a la mesa que había justo enfrentede la mía. Luego se acercaron parapresentarse, y me di cuenta de que, juntocon Jay y uno o dos más, había formadomi propio grupo. No sólo se alegraban dehaber seguido mi consejo, sino que, alparecer, me consideraban un corredor conagallas. Había vendido en descubiertocinco mil acciones de MEDX y habíaganado más de 180.000 dólares. Esosuperaba lo que la mayoría esperabaganar en un año, y les encantaba. Les

Page 394: Sin limites de alan glynn

gustaba que consintiera el riesgo, lesencantaba que hubiese confirmado que sepodía ganar mucha pasta.

Uno de los tres jóvenes tocados congorras de béisbol me hizo un gesto con lacabeza desde el otro lado de la sala, unademán que, según creo, indicaba quereconocía su derrota, pero se marchórápidamente con los otros dos y no tuve laoportunidad de decirle —de maneramagnánima o, quizá, condescendiente—que habían sido ellos quienes habíandescubierto aquellas acciones. A pesar detodo, rehusé ir a tomar una copa connadie, pero me quedé allí un buen rato,charlando e intentando averiguar lomáximo que pudiera sobre el

Page 395: Sin limites de alan glynn

funcionamiento de empresas comoaquélla.

En mi tercera mañana en Lafayette fuiel centro de atención. Pero también erainnegable que me estaban sometiendo ajuicio. ¿Era flor de un día —estoy segurode que pensaban todos— o en realidadsabía qué diablos estaba haciendo?

Sin embargo, mi período de pruebaduró sólo unas horas. Como habíaocurrido el día anterior, no tardó enpresentarse una posición con JKLS, unaempresa de almacenamiento de datos, ysusurré a Jay que estaba a punto de iniciarla cobertura de las acciones a su precio

Page 396: Sin limites de alan glynn

actual con una venta en descubiertoinmediata. Jay, que había asumidocalladamente el papel de segundo almando, transmitió la información a lamesa siguiente, y en menos de un minutotoda la sala parecía estar vendiendo endescubierto las acciones de JKLS. En eltranscurso de la mañana di algún consejomás, que siguieron algunos, pero no todos.No obstante, a primera hora de la tarde,cuando el precio de JKLS empezó a caerrápidamente y el rumor fue in crescendo,se produjo una rápida reevaluación de misotros chivatazos y los escépticos seunieron.

Al cierre de las cuatro de la tarde, lasala era mía.

Page 397: Sin limites de alan glynn

Durante los dos días posteriores, el«foso» de operaciones de Lafayette estabaabarrotado, y asistieron todos loshabituales, además de algunas carasnuevas. Me ceñí a mi estrategia de ventaen descubierto y dirigí una ofensiva contrauna serie de acciones sobrevaloradas. Miinstinto para identificarlas parecíainfalible, y era un placer verlascomportarse exactamente como yo habíapredicho. Al mismo tiempo, la gente mevigilaba de cerca y, obviamente, queríasaber cómo lo hacía, pero como esamisma gente ganaba mucho dinero con misrecomendaciones, nadie cometía latemeridad de venir directamente apreguntar. Eso estaba bien, porque lo

Page 398: Sin limites de alan glynn

cierto es que no les podía dar ningunarespuesta.

No obstante, yo lo consideraba unacuestión de instinto, pero instintoinformado, un instinto basado en unaintensa investigación, que, por supuesto,gracias al MDT-48, llevaba a cabo conuna rapidez y una exhaustividad que nuncaestarían al alcance de los miembros deLafayette.

Pero eso no bastaba para explicarlo,porque había muchos departamentos deinvestigación con buenos recursos yfinanciación, desde las salas sin ventanasde los bancos de inversión y las casas decorretaje de todo el país, atestadas de«exprimenúmeros» pálidos y anónimos

Page 399: Sin limites de alan glynn

barajando cifras hasta el amanecer, hastalugares llenos de matemáticos yeconomistas ganadores de premios Nobel,lugares como el Santa Fe Institute y elMIT. Para tratarse de un individuo, yoprocesaba una cantidad ingente deinformación, era cierto, pero aun así nopodía competir con empresas de esaíndole.

Entonces, ¿por qué?Nada más comenzar mi segunda

semana en Lafayette, intenté evaluar lasdiversas posibilidades. Quizá era unainformación de más calidad, un instintoaguzado, química cerebral o una suerte desinergia misteriosa entre lo orgánico y lotecnológico; pero allí, sentado a mi mesa,

Page 400: Sin limites de alan glynn

con la mirada perdida en la pantalla,aquellas reflexiones se unieron poco apoco para formar una abrumadora visiónde la grandeza y la belleza del mercadode valores. Mientras intentabacomprenderlo, no tardé en darme cuentade que, pese a su susceptibilidad a unametáfora predecible —era un océano, unfirmamento celeste, una representaciónnumérica de la voluntad de Dios—, elmercado de valores era algo más que eso.En su complejidad y su incesantemovimiento, la red internacional desistemas de transacciones, quepermanecía en activo veinticuatro horas aldía, era nada menos que un modelo de laconciencia humana en el que el mercado

Page 401: Sin limites de alan glynn

electrónico quizá formaba la primeraversión de la humanidad en un sistemanervioso colectivo, un cerebro global.Asimismo, sea cual fuere la combinacióninteractiva de cables, microchips,circuitos, células, receptores y sinapsisnecesaria para conseguir esa granconvergencia de banda ancha y tejidocerebral, parecía que en ese momentohabía dado con ella, que estabaconectado. Mi cerebro era un fractalviviente, un reflejo del todo enfuncionamiento.

También era consciente de que,siempre que un individuo es el receptorde semejante revelación, dirigida sólo aél (y escrita, digamos, en el cielo

Page 402: Sin limites de alan glynn

nocturno, como diría NathanielHawthorne), la revelación sólo puede serel resultado de un mórbido y alteradoestado mental, pero aquello era distinto,aquello era empírico, demostrable.Después de todo, al final de mi sextajornada en Lafayette había concatenadouna serie de apuestas acertadas y teníamás de un millón de dólares en mi cuenta.

Aquella noche fui a tomar algo conJay y otros a un garito de Fulton Street.Después de mi tercera cerveza y unadocena de cigarrillos, por no hablar de untorrente de batallitas de mis nuevoscolegas, resolví poner algunas cosas en susitio, realizar unos cambios que juzgabanecesarios. Decidí dar un depósito para

Page 403: Sin limites de alan glynn

un departamento más grande y en una zonadistinta de la ciudad, quizá GramercyPark, o incluso Brooklyn Heights. Decidítambién tirar toda mi ropa y mis mueblesviejos y las cosas que había acumulado, yreemplazar sólo lo que fueraabsolutamente necesario. Sin embargo, midecisión más importante fue abandonar elcomercio intradía y dar el salto a unterreno de juego más grande, pasarme a lagestión de cuentas, los fondos decobertura o los mercados globales.

Llevaba poco más de una semana en elsector, así que naturalmente no tenía niidea de cómo iba a ejecutar semejanteplan, pero cuando regresé a casa, comocaído del cielo había un mensaje de Kevin

Page 404: Sin limites de alan glynn

Doyle en el contestador.Clic.Biiiip.«Hola Eddie. Soy Kevin. ¿De qué va

eso que me han contado? Llámame».Sin quitarme la chaqueta, cogí el

teléfono y marqué su número.—Hola.—¿Y qué te han contado?—En Lafayette, Eddie. Todo el mundo

habla de ti.—¿De mí?—Sí. Da la casualidad de que hoy he

comido con Carl y otros, y alguienmencionó los rumores sobre una empresade comercio intradía de Broad Street, y aun corredor que estaba obteniendo unos

Page 405: Sin limites de alan glynn

resultados fenomenales. Hice algunaspesquisas después de comer y salió tunombre.

Sonreí para mis adentros y dije:—¿Ah, sí?—Y, Eddie, eso no es todo. Luego he

estado hablando con Carl otra vez y le hedicho lo que había descubierto. Leinteresó mucho, y cuando dije que enrealidad se trataba de un amigo mío medijo que le gustaría conocerte.

—Eso es fantástico, Kevin. Meencantaría conocerlo cuando le parezcabien.

—¿Estás libre mañana por la noche?—Sí.Kevin hizo una pausa.

Page 406: Sin limites de alan glynn

—Ya te llamaré.Después de colgar, me senté en el sofá

y miré a mi alrededor. Saldría de allí muypronto, y no veía el momento. Imaginé unsalón espacioso y elegantemente decoradoen una casa de Brooklyn Heights. Me vi amí mismo junto a una ventana en saliente,contemplando una de esas callesjalonadas de árboles por las que Melissay yo habíamos paseado a menudo ennuestro trayecto desde Carroll Gardenshasta la ciudad en los días de verano, y enlas que incluso habíamos dicho queviviríamos algún día. Cranberry Street.Orange Street. Pineapple Street.

Sonó de nuevo el teléfono. Me levantéy fui al otro lado de la habitación.

Page 407: Sin limites de alan glynn

—Eddie, soy Kevin. ¿Unas copasmañana por la noche en el OrpheusRoom?

—Fantástico. ¿A qué hora?—A las ocho. Pero ¿por qué no

quedamos tú y yo a las siete y media y asíte pongo al día de algunas cosas?

—Claro.Colgué el teléfono.Mientras me encontraba allí de pie,

con la mano apoyada todavía sobre elauricular, empecé a marearme y todo seoscureció por un segundo. Entonces, sinser consciente de que me había movido —y de que me había movido hasta el otroextremo del comedor—, me descubríextendiendo el brazo hacia el borde del

Page 408: Sin limites de alan glynn

sofá, buscando un punto de apoyo.Fue entonces cuando me di cuenta de

que no había probado bocado en tres días.

Page 409: Sin limites de alan glynn

XII

Llegué al Orpheus Room antes que Kevin.Me senté junto a la barra y pedí un aguacon gas.

No sabía qué esperar de aquellareunión, pero desde luego seríainteresante. Carl van Loon era uno de esosnombres que había visto en periódicos yrevistas en los años ochenta, y erasinónimo de esa década y de su aplaudidadevoción por la avaricia. Puede queúltimamente estuviese tranquilo, a puntode jubilarse, pero, por aquel entonces, elpresidente de Van Loon & Associateshabía estado involucrado en varios

Page 410: Sin limites de alan glynn

acuerdos inmobiliarios bien célebres,incluida la construcción de un gigantescoy controvertido edificio de oficinas enManhattan. También había intervenido enimportantes compras con endeudamiento,y en innumerables fusiones yadquisiciones.

A la sazón, Van Loon y su segundamujer, la interiorista Gabby De Paganis,frecuentaban las galas benéficas y sufotografía copaba las páginas de sociedaden las revistas New York , Quest y Townand Country. Para mí, era miembro deesa galería de personajes de dibujosanimados —al lado de gente como AlSharpton, Leona Helmsley y John Gotti—que componían la vida pública de la

Page 411: Sin limites de alan glynn

época, una vida pública que todoshabíamos consumido con gran voracidad adiario y luego debatido y diseccionado ala mínima provocación.

Recuerdo, por ejemplo, un día de1985 o 1986. Yo estaba en el CaffeVivaldi del West Village con Melissa, yella se encaramó a su pedestal para soltaruna diatriba sobre el proyecto delEdificio Van Loon. Hacía tiempo que VanLoon quería que Nueva York recuperarael título de poseedora del edificio másalto del mundo, y había propuesto unacaja de cristal en el lugar que ocupaba elviejo St. Nicholas Hotel de la Calle 48.Según el diseño, tendría más de 450metros de altura, pero tras incesantes

Page 412: Sin limites de alan glynn

objeciones, se quedó en unos trescientos.«¿Qué es esta mierda de losrascacielos?», dijo Melissa, sosteniendosu taza de café. ¿No lo habíamos superadoya? De acuerdo, en su día el rascacielosfue el símbolo supremo del capitalismocorporativo y del propio país, lo que AynRand llamaba «el dedo de Dios» enreferencia al Edificio Woolworth vistodesde la bahía de Nueva York, pero ya nolo necesitábamos. Ya no necesitábamosque gente como Carl Van Loon intentaraimprimir sus fantasías de adolescenciasobre la línea del horizonte de la ciudad.En cualquier caso, prosiguió, la cuestiónde la altura era irrelevante, un señuelo,porque los rascacielos eran sobre todo

Page 413: Sin limites de alan glynn

carteleras para fabricantes de máquinasde coser, comercios, marcas de coches yperiódicos. Así pues, ¿qué sería aquél?¿Una cartelera para los dichosos bonosbasura? Por Dios.

En ocasiones como aquélla, Melissamovía su taza de café con una raraelegancia, indignada pero sin derramar niuna gota, y siempre estaba preparada parareírse de sí misma si cambiaban lastornas.

—Eddie.Siempre se calmaba de la misma

manera, por animada que estuviese.Inclinaba ligeramente la cabeza haciaadelante, sorbiendo el café que quedara, yenmudecía, con mechones de cabello

Page 414: Sin limites de alan glynn

diáfanos tapándole parte de la cara.—¿Eddie?Me di la vuelta y allí estaba Kevin,

mirándome.Le tendí la mano.—Kevin.—Eddie.—¿Qué tal?—Bien.Mientras nos dábamos la mano intenté

desterrar aquella imagen de Melissa de micabeza. Le pregunté si le apetecía algo —un Absolut con hielo—, y aceptó. Trasunos minutos de conversación banal,Kevin empezó a prepararme para elencuentro con Van Loon.

—Es… voluble. Un día es tu mejor

Page 415: Sin limites de alan glynn

amigo y al día siguiente ni te mira a lacara, así que no te desanimes si sucomportamiento es un poco raro.

Asentí.—Ah, y estoy seguro de que no hace

falta que te lo diga, pero no hagas pausasni dudes al responder. Lo odia.

Asentí de nuevo.—Ahora mismo está envuelto en ese

asunto de MCL-Parnassus con HankAtwood y… No sé.

MCL-Parnassus, uno de los mayoresgrupos de comunicación del mundo, conestudios cinematográficos y selloseditoriales, era el tipo de empresa que alos periodistas especializados ennegocios les gustaba describir como «un

Page 416: Sin limites de alan glynn

megalito» o «un gigante».—¿Qué pasa con Atwood? —

pregunté.—No lo sé a ciencia cierta. Lo llevan

en secreto. Y no le preguntes, pase lo quepase.

Vi que Kevin se estaba arrepintiendode haber organizado la cita. No dejaba deconsultar su reloj, como si hubiese unplazo límite y se estuviese agotando eltiempo. Bebió el último trago de vodkacuando faltaban unos diez minutos paralas ocho, pidió otro y dijo:

—Entonces, Eddie, ¿qué le vas acontar exactamente?

—No lo sé —respondí, encogiéndomede hombros—. Supongo que le hablaré de

Page 417: Sin limites de alan glynn

mis aventuras en el comercio intradía, y leresumiré las posiciones importantes queconservo.

Kevin parecía esperar algo más, pero¿qué? Puesto que no podía ofrecerleninguna explicación satisfactoria sobre miíndice de éxito, salvo citar una habilidadinexplicable que parecía haberdesarrollado, acabé diciendo:

—He tenido suerte, Kevin. No memalinterpretes, me lo he trabajado, heinvestigado mucho, pero… Sí, las cosasme han venido de cara.

Sin embargo, a Kevin aquellassandeces no le bastaban, aunque notuviera valor para decirlo en voz alta. Fueentonces cuando me di cuenta de que en

Page 418: Sin limites de alan glynn

cada una de sus palabras subyacía ciertaansiedad, el temor de que, a menos que lediera algunas claves sobre mi estrategia y,en consecuencia, algo de ventaja sobreVan Loon, acabaría entregándome a él yentonces desaparecería de escena.

Pero yo no podía hacer mucho alrespecto.

Me encontraba bastante bien. Habíacomido un plato de pasta in biancodespués de mi inquietante episodio demareos de la noche anterior. Luego habíatomado vitaminas y suplementosdietéticos y me había acostado. Dormíunas seis horas, que era más de lo quehabía descansado en un mes. Todavíatomaba dos dosis de MDT al día, pero

Page 419: Sin limites de alan glynn

ahora me notaba más fresco y controlado,con más confianza que nunca.

Van Loon entró en el Orpheus Roomcomo si lo estuviesen filmando en unelaborado traveling y aquélla fuese laúltima fase de una secuencia que lo habíallevado desde su limusina aparcada en lacalle. Van Loon, alto, esbelto y algoencorvado, todavía era una figuraimponente. Rondaba los sesenta años,estaba bronceado y los pocos mechonesde cabello que le quedaban eran de undistinguido blanco plateado. Me estrechóla mano con fuerza y nos invitó asentarnos a su mesa habitual, que se

Page 420: Sin limites de alan glynn

ubicaba en un rincón.No le vi pedir nada o tan siquiera

cruzar miradas con el camarero, pero unossegundos después de que nos sentáramos—yo con mi agua con gas y Kevin con suAbsolut—, a Van Loon le sirvieron lo queparecía el Martini perfecto. El camarerollegó, dejó el vaso sobre la mesa y seretiró, todo ello con una ligereza —silencio y casi invisibilidad— que ladirección reservaba sin duda alguna paracierto tipo de clientes.

—Entonces, Eddie Spinola —dijoVan Loon mirándome directamente a losojos—, ¿cuál es tu secreto?

Noté la rigidez de Kevin, que estabasentado a mi lado.

Page 421: Sin limites de alan glynn

—Medicación —dije al instante—.Llevo una medicación especial.

Van Loon se echó a reír. Entoncescogió su Martini, lo alzó hacia mí y dijo:

—Bueno, espero que sea untratamiento continuado.

En esta ocasión fui yo quien se rió ylevanté mi agua con gas.

Pero eso fue todo. No insistió más enel tema. Para enojo de Kevin, Van Loonse puso a hablar de su nuevo Gulfstream Vy de los problemas que le ocasionaba.Nos contó que había pasado dieciséismeses en lista de espera para conseguir elcacharro. Dirigía todos sus comentarios amí, y tenía la impresión —porque erademasiado obvio para ser accidental—

Page 422: Sin limites de alan glynn

que estaba excluyendo deliberadamente aKevin. Por ello, di por sentado que novolvería a mencionar mi posible«secreto», y hablamos —o más bien lohizo Van Loon— de otras cosas. Depuros, por ejemplo. No hacía mucho,había intentado comprar el humidificadorde JFK sin éxito. O de coches. El másreciente era un Maserati que le habíacostado casi «doscientos de los grandes».

Van Loon era insolente y vulgar, y seajustaba exactamente a la imagen que mehabía formado de él una década antes porsu perfil público, pero lo extraño del casoes que me caía bien. Su manera de pensarúnica y exclusivamente en el dinero y endiversas maneras de gastarlo, todas ellas

Page 423: Sin limites de alan glynn

imaginativas y exuberantes, tenía ciertoatractivo. Kevin sólo parecía ponerénfasis en cómo ganar dinero, y cuando unamigo de Van Loon que ocupaba otramesa se unió a nosotros al cabo de unrato, Kevin, fiel a su estilo, consiguiódesviar la conversación hacia el tema delos mercados. El amigo de Van Loon eraFrank Pierce, otro veterano de los añosochenta que había trabajado paraGoldman Sachs y dirigía ahora un fondode inversión privado. Sin demasiadasutileza, Kevin mencionó el uso de lasmatemáticas y programas informáticosavanzados para revolucionar losmercados. Yo no abrí la boca.

Frank Pierce, que era bastante

Page 424: Sin limites de alan glynn

corpulento y tenía unos ojos redondos ybrillantes, espetó:

—Tonterías. Si eso fuera posible,¿crees que no lo habría hecho alguien aestas alturas? —Miró a su alrededor yañadió—: Todos realizamos análisiscuantitativos, todos aplicamos lasmatemáticas, pero ellos llevan añossermoneando con esas historias, esosrollos de cajas negras, y son estupideces.Es como intentar convertir metal base enoro. Es imposible. No puedesrevolucionar los mercados, pero siemprehabrá algún idiota con demasiados títulosuniversitarios y coleta que crea que sípuede.

—Con el debido respeto —intervino

Page 425: Sin limites de alan glynn

Kevin, dirigiéndose a Frank Pierce, peroa la vez tratando de apartarme de laconversación—. Hay ejemplos depersonas que han revolucionado losmercados, o parecen haberlo hecho.

—¿Revolucionado los mercados?¿Cómo?

Kevin volvió la mirada hacia mí, perono pensaba morder el anzuelo. Estabasolo en aquello.

—Bueno —dijo—, no siempre hemostenido la tecnología de la que disponemosahora, no siempre hemos tenido lacapacidad de procesar cantidades tanenormes de información. Si analizamossuficientes datos, aparecen patrones, yalgunos de esos patrones podrían tener un

Page 426: Sin limites de alan glynn

valor predictivo.—Tonterías —exclamó Frank Pierce

otra vez. Kevin se sentía un tanto abatido,pero siguió al pie del cañón:

—Si utilizas complejos sistemas yanálisis de series temporales puedes…puedes identificar ventanas deprobabilidad. Luego las unes en unmecanismo de reconocimiento depatrones… —en ese momento hizo unapausa, menos seguro de sí mismo, perotambién demasiado enfangado como paracallar—, y a partir de ahí creas un modelopara predecir tendencias del mercado.

Kevin me lanzó una mirada desúplica, como diciendo: «Eddie, porfavor, ¿estoy en el buen camino? ¿Así es

Page 427: Sin limites de alan glynn

como lo haces?».—Vete a la mierda —sentenció Pierce

—. ¿Cómo te crees que ganamos dinero?—Se inclinó hacia adelante y con su dedoregordete señaló rápidamente a Van Loony a él—. ¿Eh? —Entonces apuntó a susien derecha, la golpeó lentamente y dijo—: Entendiendo. Así es como lo hacemos.Los negocios funcionan a fuerza deentender. Entender cuándo una empresaestá sobrevalorada o infravalorada.Entender que nunca arriesgarás cuando nopuedes permitirte perder.

Van Loon se volvió hacia mí, como sifuera el presentador de un programa deentrevistas, y dijo:

—¿Eddie?

Page 428: Sin limites de alan glynn

—Desde luego —respondí en vozbaja—, eso es indiscutible…

—¿Pero? —terció Piercesarcásticamente—. Con esta gentesiempre hay un pero.

—Sí —proseguí, consciente de queKevin se sentía aliviado por que mehubiese dignado hablar—. Hay un pero.Es una cuestión de rapidez —no tenía niidea de qué diría a continuación—,porque… ya no hay tiempo para aplicar elcriterio humano. Ves una oportunidad,pestañeas y ha desaparecido. Nosadentramos en la era de la toma dedecisiones on line y descentralizadas,donde las decisiones las toman millonesde inversores, y posiblemente cientos de

Page 429: Sin limites de alan glynn

millones en todo el mundo, gente concapacidad para mover grandes sumas dedinero en menos de lo que uno tarda enestornudar, pero sin consultarse unos aotros. Así que entender no es un factor y,si lo es, no se trata de entender cómofuncionan las empresas, sino de cómofunciona la psicología de masas. Pierceagitó una mano en el aire.

—¿Qué? ¿Crees que puedesexplicarme por qué se producen los augeso las debacles de los mercados? ¿Por quéocurren hoy, por ejemplo, y no mañana niayer?

—No, no puedo. Pero estas sonpreguntas legítimas. ¿Por qué iban aconcentrarse los datos en patrones

Page 430: Sin limites de alan glynn

predecibles? ¿Por qué deberían losmercados financieros tener una estructura?—Hice una pausa, a la espera de quealguien dijese algo, pero, puesto que nofue así, continué—: Porque los mercadosson producto de la actividad humana, ylos seres humanos siguen tendencias. Asíde sencillo.

Llegados a este punto, Kevin habíapalidecido.

—Y, lógicamente, las tendenciassuelen ser las mismas. En primer lugar, laaversión al riesgo y, en segundo lugar,seguir al rebaño.

—Bah —dijo Pierce.Pero lo dejó ahí. Murmuró algo a Van

Loon que no alcancé a oír y miró su reloj.

Page 431: Sin limites de alan glynn

Kevin permaneció inmóvil, contemplandola alfombra, casi desesperado. «¿Eso estodo? —parecía pensar —. ¿La putanaturaleza humana? ¿Y cómo se suponeque voy a sacar provecho de ella?».

Yo me sentía sumamente avergonzado.No tenía intención de decir nada, pero nopude rechazar la invitación de Van Loon aparticipar. ¿Y qué ocurre entonces? Quehablo y acabo convirtiéndome en un idiotacondescendiente. ¿Que entender no era unfactor? ¿Cómo se me pasó por la cabezasermonear a dos multimillonarios sobrecómo ganar dinero?

Un par de minutos después, FrankPierce se excusó y se fue sin despedirsede Kevin y de mí. Van Loon parecía

Page 432: Sin limites de alan glynn

bastante satisfecho, y dejó que laconversación divagara sin rumbo.Hablamos de México y de los efectos quetendría la postura aparentementeirracional del gobierno en los mercados.En un momento dado, todavía con unaagitación considerable, me descubríenumerando una lista comparativa de PIBper cápita de 1960 y 1995, unos datos quedebí de leer en algún lado, pero Van Loonme interrumpió, insinuando que estabasiendo estridente. También contradijoalgunas cosas que dije, y tenía razón. Losorprendí mirándome extrañado una o dosveces, como si estuviese a punto dellamar a seguridad para que me echarandel edificio.

Page 433: Sin limites de alan glynn

Pero, al rato, cuando Kevin fue albaño, Van Loon me dijo:

—Creo que ha llegado el momento deque nos libremos de este payaso. —Señaló en dirección a los servicios y seencogió de hombros—. Kevin es un grantipo, no me malinterpretes. Es unexcelente negociador, pero a veces…Dios.

Van Loon me miró, buscandocomplicidad. Le dediqué una sonrisatímida, pues no sabía muy bien cómoreaccionar. Y allí estaba de nuevo aquellasensación, aquella respuesta ansiosa ynecesitada que había desencadenado entodos los demás: Paul Baxter, ArtieMeltzer y Kevin Doyle.

Page 434: Sin limites de alan glynn

—Bien, Eddie, acábate eso. Vivo acinco manzanas de aquí. Cenaremos en micasa.

Cuando salíamos los tres del OrpheusRoom me percaté de que nadie habíapagado la cuenta, ni firmado nada, nisiquiera hecho un gesto a nadie. Peroentonces recordé que Van Loon era elpropietario del local. De hecho, era elpropietario de todo el edificio, unanónimo tubo de acero y cristal situado enla Calle 54, entre Park y Lexington.Recuerdo haberlo leído cuando loinauguraron unos años antes.

Ya en la calle, Van Loon rechazó

Page 435: Sin limites de alan glynn

sumariamente a Kevin diciéndole que severían a la mañana siguiente. Kevintitubeó, pero respondió:

—Claro, Carl. Nos vemos por lamañana.

Establecimos contacto visual por unosinstantes, pero ambos nos alejamosavergonzados. Luego Kevin desapareció,y Van Loon y yo recorrimos la Calle 54 endirección a Park Avenue. Después detodo, no le esperaba una limusina, y luegorecordé haber leído algo más en unarevista, un artículo que contaba que a VanLoon le gustaba mucho caminar, sobretodo por su «barrio», como si esosignificara que era un hombre corriente.

Llegamos a su edificio de Park

Page 436: Sin limites de alan glynn

Avenue. El breve trayecto desde elvestíbulo hasta su piso era justamente eso,un trayecto, con todos los elementos en susitio: el portero uniformado, el mármol decolor turquesa, los paneles de caoba y losradiadores cromados. Me sorprendió lopequeño que era el ascensor, pero elinterior era muy lujoso e íntimo, e imaginéque esa combinación podía infundir a laexperiencia, y a la consiguiente sensaciónde movimiento, cierta carga erótica si teencontrabas con la persona adecuada. Amí me parecía que la gente rica no veíalas cosas de esa manera y luego decidíacomprarlas; esas cosas, como losaccidentes fortuitos del lujo, sólo ocurríansi tenías dinero.

Page 437: Sin limites de alan glynn

La vivienda estaba en la cuarta planta,pero lo primero que te llamaba la atenciónal pisar el vestíbulo principal era unaescalera de mármol que se alzabamajestuosa hasta el que debía de ser elpiso superior. Los techos eran muy altos yestaban decorados con elaboradosmotivos en escayola. Había frisos en losmárgenes y, justo debajo, grandes cuadroscon marcos dorados.

Si el ascensor era el confesionario, elpiso era la catedral entera.

Van Loon me condujo por el pasillohasta lo que describió como «labiblioteca», una oscura habitación forradade libros y alfombras persas, una enormechimenea de mármol y varios sofás de

Page 438: Sin limites de alan glynn

piel roja. También había montones demuebles franceses con pinta de caros,mesas de nogal en las que jamás dejaríasnada y delicadas sillitas en las que nuncate sentarías.

—Hola, papá.Van Loon miró en derredor con cierta

confusión. Obviamente no esperaba quehubiese nadie allí. Al otro extremo de lasala, frente a una pared llena de librosencuadernados en piel, había una jovenapenas visible que sostenía un granvolumen con las dos manos.

—Oh —dijo Van Loon, y después seaclaró la garganta—. Saluda al señorSpinola, Cariño.

—Hola, señor Spinola, Cariño.

Page 439: Sin limites de alan glynn

La voz era suave pero rotunda.Van Loon chasqueó la lengua en un

gesto de desaprobación.—Ginny.Me apetecía decir a Van Loon: «No

pasa nada, no me importa que su hija mellame “Cariño”. De hecho, incluso megusta».

La segunda carga erótica de la nochela motivó Virginia Van Loon, la hija deCarl, que tenía diecinueve años. En susdías más jóvenes y vulnerables, «Ginny»había frecuentado bastante las portadas delos periódicos sensacionalistas porconsumo de drogas y por su mal gusto conlos novios. Era la única descendiente deVan Loon, que la había tenido con su

Page 440: Sin limites de alan glynn

segunda esposa, y no tardó en volver alredil ante las amenazas de serdesheredada. O eso contaban las malaslenguas.

—Ginny —dijo Van Loon—, tengoque ir a buscar una cosa al despacho. ¿Teimporta entretener al señor Spinola en miausencia?

—Claro, papá.Van Loon se volvió hacia mí y dijo:—Quiero que eches un vistazo a unos

archivos.Yo asentí, pero no tenía ni idea de qué

estaba hablando.Entonces desapareció y me quedé allí,

mirando a su hija en la penumbra de lasala.

Page 441: Sin limites de alan glynn

—¿Qué lees? —dije, intentando norecordar la última vez que habíaformulado esa pregunta.

—No leo exactamente. Estoybuscando una cosa en estos libros quepapá compró a montones cuando setrasladó aquí.

Me acerqué al centro de la bibliotecapara poder verla con más claridad.Llevaba el pelo rubio y corto, y zapatillasde deporte, vaqueros y una camiseta rosasin mangas que le dejaba la barriga aldescubierto. En el ombligo lucía unpequeño aro de oro que a veces brillabaal moverse.

—¿Qué estás buscando?Ginny se apoyó en la librería con

Page 442: Sin limites de alan glynn

estudiada dejadez, pero el efecto quedóafeado porque intentaba mantener elenorme libro abierto y equilibrado en susmanos.

—La etimología de la palabra«feroz».

—Ya veo.—Sí, mi madre me acaba de decir que

tengo un temperamento feroz, y es verdad,así que, no sé, para relajarme se me haocurrido venir aquí y consultar estediccionario etimológico. —Ginny levantóel libro un instante, como si fuese unaprueba en un tribunal—. Es una palabraextraña, ¿no cree? Feroz.

—¿Ya lo has encontrado? —dijeseñalando el diccionario.

Page 443: Sin limites de alan glynn

—No, me he entretenido con «furcia».—«Feroz» significa literalmente

«agresivo» —dije, sorteando el sofá másgrande para acercarme todavía más a ella—. Viene de la palabra latina ferus, quesignifica «fiero» o «salvaje».

Ginny Van Loon me miró un segundo ycerró el libro de golpe.

—No está mal, señor Spinola, no estámal —dijo, intentando contener unasonrisa. Después, mientras intentabacolocar de nuevo el diccionario en laestantería que tenía detrás, añadió—: Noes un hombre de negocios de esos queconoce papá ¿no?

Medité la respuesta un segundo.—No lo sé. Quizá sí. Ya veremos.

Page 444: Sin limites de alan glynn

Ginny se volvió hacia mí y, en el cortosilencio que se impuso, me di cuenta deque me estaba mirando de arriba abajo.De repente, me sentí incómodo, y deseéhaberme comprado otro traje. Llevabaaquél desde hacía unos días y empezaba adarme vergüenza.

—Sí, pero no es uno de los habituales,¿verdad? —Hizo una pausa—. Y no…

—¿Qué?—No parece muy cómodo así vestido.

Observé mi traje e intenté pensar algo quedecir, pero no pude.

—¿Y qué hace usted para papá? ¿Quéservicio le proporciona?

—¿Quién dice que proporciono algúnservicio?

Page 445: Sin limites de alan glynn

—Carl Van Loon no tiene amigos,señor Spinola, tiene gente que hace cosaspara él. ¿Qué hace usted?

Curiosamente, nada de aquello mepareció estirado ni detestable. Para seruna muchacha de diecinueve añosdemostraba una confianza en sí mismaabrumadora, y me sentí obligado a decirla verdad.

—Soy corredor de bolsa, yúltimamente me ha ido muy bien. Así queestoy aquí, creo, para ofrecer a tu padrealgunos… consejos.

Ginny arqueó las cejas, abrió losbrazos e hizo una pequeña reverencia,como si dijera «voilà».

Sonreí. Ella volvió a apoyarse en la

Page 446: Sin limites de alan glynn

librería y observó:—No me gusta la Bolsa.—¿Y eso?—Porque es una cosa muy poco

interesante que domina la vida de muchaspersonas.

Arqueé las cejas.—La gente ya no tiene camellos ni

psicoanalistas, tiene brokeres. Al menossi te colocas o te sometes a unpsicoanálisis, el sujeto eres tú. Eres túquien se destruye o encuentra soluciones,pero jugar en los mercados es comorendirse a un gran sistema impersonal.Tan sólo genera y luego alimenta… laavaricia…

—Yo…

Page 447: Sin limites de alan glynn

—No me refiero a su avaricia enparticular. Es igual que la de los demás.¿Alguna vez ha estado en Las Vegas,señor Spinola? ¿Ha visto esas salasenormes con hileras e hileras de máquinastragamonedas? Hectáreas enteras. Creoque, ahora mismo, el mercado de valoreses así. Gente triste y desesperada que seplanta delante de las máquinas soñandocon forrarse.

—Eso es muy fácil de decir para ti.—Tal vez, pero eso no significa que

sea mentira.Cuando intentaba formular una

respuesta, se abrió la puerta y entró VanLoon.

—Bueno, Eddie, ¿te ha distraído?

Page 448: Sin limites de alan glynn

Van Loon se dirigió a paso rápidohacia una mesa de centro situada frente auno de los sofás y dejó encima una gruesacarpeta llena de papeles.

—Sí —dije, y me volvíinmediatamente hacia ella—. ¿Y a qué tededicas… últimamente?

—«Últimamente» —repitió, sonriendo—. Muy diplomático. Bueno, últimamentesupongo que soy una… ¿celebridad enfase de recuperación?

—Bueno cariño —intervino Van Loon—. Ya es suficiente. Pírate. Tenemosnegocios que hacer.

—«¿Pírate?» —repuso Ginnylevantando las cejas con aire inquisitivo—. Me gusta esa palabra.

Page 449: Sin limites de alan glynn

—Hummm —musité, fingiendo unaprofunda reflexión—, yo diría que lapalabra «pirarse» es muyprobablemente… de origen desconocido.

Ginny pensó en ello durante unosmomentos y, al pasar junto a mí de caminohacia la puerta, susurró:

—Un poco como usted, señorSpinola… cariño.

—Ginny.La chica me miró otra vez, haciendo

caso omiso de su padre, y se fue.

Meneando la cabeza en un signo deexasperación, Van Loon miró hacia lapuerta de la biblioteca para asegurarse de

Page 450: Sin limites de alan glynn

que su hija la había cerrado bien. Cogió lacarpeta de la mesa y dijo que sería francoconmigo. Había oído hablar de mis trucosde circo en Lafayette y no le convencíandemasiado, pero ahora que había tenido laoportunidad de conocerme en persona yhablar, estaba dispuesto a admitir quesentía más curiosidad. Me entregó lacarpeta.

—Quiero tu opinión sobre esto,Eddie. Llévate la carpeta a casa, lee losarchivos, tómate tu tiempo. Dime siconsideras interesantes algunas de esasacciones.

Hojeé la carpeta mientras Van Loonhablaba y vi extensas secciones de densatipografía, llena de páginas interminables

Page 451: Sin limites de alan glynn

de tablas y gráficas.—Huelga decir que todo este material

es estrictamente confidencial.Asentí. Él hizo lo propio, y añadió:—¿Puedo ofrecerte una copa? Me

temo que el ama de llaves no ha venido yGabby está de mal humor, así que la cenaserá ridícula. —Hizo una pausa, como siintentara solventar el dilema, pero serindió rápidamente—. Que le den —dijo—, he comido mucho. —Entonces memiró, esperando una respuesta a suprimera pregunta.

—Un whisky está bien.—Claro.Van Loon se dirigió a un mueble bar

que había en un rincón de la sala y siguió

Page 452: Sin limites de alan glynn

hablando mientras servía dos vasos dewhisky escocés.

—No sé quién eres, Eddie, o de quévas, pero estoy seguro de una cosa: tú notrabajas en este negocio. Conozco todoslos movimientos y, de momento, tú nopareces conocer ninguno, pero eso megusta. Trato con licenciados eneconómicas cada día de la semana, y nosé por qué pero todos llevan esa pinta deescuela de negocios. Son vanidosos y a lavez están aterrorizados, y estoy harto. —Hizo una pausa—. Lo que quiero decircon esto es que me da igual cuál sea tuformación, o si lo más cerca que hasestado de un banco de inversión es lasección de negocios del New York Times .

Page 453: Sin limites de alan glynn

Lo importante —se dio la vuelta con unvaso en cada mano, y se señaló con ambasa la tripa— es que tienes fuego ahí dentro,y si encima eres inteligente, nada seinterpondrá en tu camino.

Van Loon se acercó y me tendió unode los whiskies. Dejé la carpeta encimadel sofá y cogí el vaso. Él alzó el suyo.Entonces sonó un teléfono.

—Mierda.Mi anfitrión dejó el vaso sobre la

mesa y volvió en la misma dirección en laque había venido. El teléfono descansabasobre un escritorio antiguo situado juntoal mueble bar. Lo cogió y dijo:

—Sí, de acuerdo. Sí. Sí. Pásamelo.Cubrió el auricular con una mano, se

Page 454: Sin limites de alan glynn

volvió hacia mí y se disculpó:—Tengo que atender esta llamada,

Eddie. Pero siéntate. Tómate tu copa.Sonreí.

—No tardaré.Cuando Van Loon se volvió de nuevo

y empezó a hablar con un suave murmullo,di un trago al whisky y tomé asiento en elsofá. Me alegré de aquella interrupción,pero no supe por qué, al menos duranteunos segundos. Entonces caí en la cuenta:necesitaba tiempo para pensar en GinnyVan Loon y en su pequeña diatriba sobreel mercado de valores, y en lo mucho queme recordaba a los argumentos deMelissa. Me pareció que, pese a lasobvias diferencias que había entre ellas,

Page 455: Sin limites de alan glynn

ambas compartían algo, una férreainteligencia, así como un estilo discursivoinspirado en el misil de rastreo calorífico.Al referirse en una ocasión a su padrecomo «Carl Van Loon», por ejemplo, perotodas las demás como «papá», Ginny nosólo había escenificado un sofisticadodistanciamiento, sino que también lo habíaretratado como un hombre estúpido, vanoy solitario. Y, por extensión, así me sentíayo también.

Me dije a mí mismo que podía ignorarlos comentarios de Ginny, considerarlosel nihilismo barato y facilón de unaadolescente demasiado culta, pero, si esoera cierto, ¿por qué me molestaban tanto?

Saqué el pequeño recipiente de

Page 456: Sin limites de alan glynn

plástico del bolsillo interior de lachaqueta, lo abrí y vertí una píldora en lapalma de mi mano. Cerciorándome de queVan Loon estaba de espaldas, me la metíen la boca y la engullí con un buen tragode whisky. Luego cogí la carpeta, la abrípor la primera página y empecé a leer.

Los archivos contenían información dereferencia sobre una serie de pequeñas ymedianas empresas, desde grandescadenas hasta compañías de informática,ingeniería aeroespacial y biotecnología.El material era denso y variado, e incluíaperfiles de todos los consejerosdelegados, además de otros empleados

Page 457: Sin limites de alan glynn

destacados. El análisis técnico de laoscilación de precios se remontaba ahacía más de cinco años, y leí acerca demáximos, mínimos y puntos de resistencia,conceptos que unas semanas antes mehabrían parecido un batiburrilloincomprensible, Mogadon para la vista.

Pero ¿qué quería exactamente CarlVan Loon? ¿Pretendía que le contaraobviedades, que le dijera que, porejemplo, Laraby, la empresa dealmacenamiento de datos con sede enTexas, cuyas acciones se habíanincrementado un 20.000 por ciento en losúltimos cinco años, era una buenainversión a largo plazo? ¿O que Watsoris,la cadena de tiendas británica, que

Page 458: Sin limites de alan glynn

acababa de registrar sus peores pérdidasy cuyo consejero delegado, sir Colin Bird,había sufrido mermas similares en IslaMutual, una venerable aseguradoraescocesa, no lo era? ¿De verdadrecurriría Van Loon a mí, un redactorautónomo, para que le recomendara quéacciones debía comprar o vender?Difícilmente, pensé. Pero, si no se tratabade eso, ¿qué quería?

Al cabo de un cuarto de hora, VanLoon cubrió de nuevo el teléfono con lamano y dijo:

—Lamento tardar tanto, Eddie, peroes importante.

Con un gesto le indiqué que no sepreocupara, y levanté la carpeta para

Page 459: Sin limites de alan glynn

confirmar que estaba felizmente ocupado.Él retomó su suave murmullo y yo volví alos archivos. Cuanto más leía, mássencillo y simple me resultaba todo. Meestaba poniendo a prueba. Para Van Loon,yo era un neófito con fuego en el estómagoy una verborrea incontrolable y, por tanto,cabía la posibilidad de que aquellacantidad de información me pareciera untanto intimidatoria. Era imposible quesupiese que, en mi estado actual, nisiquiera me suponía un esfuerzo. Encualquier caso, decidí dividir losarchivos en tres categorías a modo dedistracción: las birrias, las empresas dealto rendimiento y las que no podíanclasificar en ninguna de las otras dos.

Page 460: Sin limites de alan glynn

Transcurrieron otros quince minutosantes de que Van Loon colgara por fin elteléfono y viniese a recuperar su copa. Lasostuvo en alto, como antes, e hicimos unbrindis. Tuve la impresión de que lecostaba contener la risa. Una parte de míquería preguntarle con quién hablaba porteléfono, pero no me pareció apropiado.La otra quería formularle una interminableserie de preguntas sobre su hija, perotampoco parecía el mejor momento parahacerlo. Nunca lo sería, por supuesto.

Van Loon miró la carpeta.—¿Has podido echar un vistazo a todo

eso?—Sí, señor Van Loon. Es interesante.Se tomó casi toda la copa de una

Page 461: Sin limites de alan glynn

tacada, dejó el vaso sobre la mesa y sesentó al otro lado del sofá.

—¿Alguna impresión inicial?Dije que sí, me aclaré la voz y le solté

el rollo de que tenía que eliminar a lasbirrias y las empresas de altorendimiento. Entonces recité una brevelista que había confeccionado con cuatroo cinco empresas que ofrecían unverdadero potencial de inversión.Recomendé especialmente que compraraacciones de Janex, una compañía debiotecnología instalada en California,pero no basándose en su comportamientoen el pasado, sino en lo que describíatropelladamente como «su contundenteestrategia para embarcarse en litigios de

Page 462: Sin limites de alan glynn

propiedad intelectual a fin de proteger sucreciente cartera de patentes». También lerecomendé que adquiriera acciones deBEA, el gigante francés de la ingeniería,porque la empresa parecía estar a puntode desprenderse de todos susdepartamentos, salvo el de fibra óptica.Respaldé mis argumentos con datos ycitas relevantes, entre ellas lastranscripciones de un litigio en el queparticipó Janex. Van Loon me miraba conpermanente curiosidad, y no se me ocurrióhasta que me aproximaba al final de midiscurso que quizá se debiera a que nohabía consultado la carpeta y habíahablado de memoria en todo momento.

Casi con un susurro, y mirando la

Page 463: Sin limites de alan glynn

carpeta, dijo:—Sí… Janex…, BEA. Esas son.Vi que intentaba averiguar algo,

calcular, con el ceño fruncido, quéporcentaje de la carpeta era posible leeren el espacio de tiempo que había estadoal teléfono. Entonces dijo:

—Es… increíble.Se levantó y recorrió la habitación.

Sin duda, estaba echando cuentas.—Eddie —dijo por fin, deteniéndose

de repente y señalando el teléfono—, eraHank Atwood quien llamaba. Hemosquedado para comer el jueves. Quiero quenos acompañes.

Hank Atwood, presidente de MCL-Parnassus, era conocido como uno de los

Page 464: Sin limites de alan glynn

«artífices del complejo industrial delentretenimiento».

—¿Yo?—Sí, Eddie. Es más, quiero que

trabajes para mí.En respuesta a aquello le planteé el

único interrogante que había prometido aKevin que obviaría.

—¿Qué pasa con Atwood, señor VanLoon?

Me sostuvo la mirada, respiró hondoy, a sabiendas de que era un error,respondió:

—Estamos negociando un acuerdo deadquisición con Abraxas.

Abraxas era el segundo proveedor deservicios de Internet más importante del

Page 465: Sin limites de alan glynn

país. La compañía, fundada hacía tresaños, contaba con una capitalización de114.000 millones de dólares, escasosbeneficios hasta la fecha y, por supuesto,actitud para dar y tomar. Comparada conla venerable MCL-Parnassus, cuyosactivos se remontaban a hacía casi sesentaaños, Abraxas estaba en pañales.

—¿Abraxas va a comprar MCL? —dije, incapaz de contener mi incredulidad.

Van Loon asintió.Se abrió ante mí un caleidoscopio de

posibilidades.—Estamos mediando el acuerdo —

dijo—, ayudándoles a estructurarlo, aorganizar la parte económica, ese tipo decosas. —Hizo una pausa—. Nadie sabe

Page 466: Sin limites de alan glynn

esto, Eddie. La gente sabe que estoyhablando con Hank Atwood, pero no porqué. Si esto saliera a la luz podría tenerun impacto significativo en los mercados,pero también es probable que diera altraste con el acuerdo. De modo que…

Van Loon me miró fijamente y seencogió de hombros para terminar lafrase.

—No se preocupe, no hablaré connadie de esto —dije, alzando las manoscon las palmas hacia fuera.

—Sabrás que si operaras con algunade estas acciones, por ejemplo, mañanapor la mañana en Lafayette, estaríasinfringiendo las normas impuestas por laComisión de Valores… —Asentí—. Y

Page 467: Sin limites de alan glynn

podrías ir a prisión.—Mire, Carl… —dije, decidiéndome

a utilizar su nombre de pila—, puedeconfiar en mí.

—Lo sé, Eddie —respondió, con unvislumbre de emoción en su voz—. Ya losé. —Se tomó un momento para sosegarsey prosiguió—. Este es un proceso muycomplejo, y ahora mismo nos encontramosen una fase crucial. Yo no diría queestamos bloqueados, pero necesitamossavia nueva.

Noté cómo se me aceleraba elcorazón.

—Tengo un ejército de empleados conmasters trabajando para mí en la Calle 48,pero el problema es que sé cómo piensan.

Page 468: Sin limites de alan glynn

Sé qué van a decir antes de que abran laboca. Necesito a alguien como tú, unapersona rápida que no me venga conmilongas.

No me lo podía creer. Pensé unosinstantes en lo incongruente que resultabatodo aquello. ¿Que Carl Van Loonnecesitaba a alguien como yo?

—Te estoy ofreciendo una excelenteoportunidad, Eddie, y me da igual… Meda igual quien seas… porque tengo unpálpito.

Van Loon cogió el vaso de la mesa ybebió lo que quedaba en él.

—Siempre he trabajado de esamanera.

Entonces sonrió por fin.

Page 469: Sin limites de alan glynn

—Esta será la mayor fusión de lahistoria empresarial de Estados Unidos.

Intentando contener la inquietud, lecorrespondí con otra sonrisa.

Van Loon levantó las manos.—Y bien, señor Spinola, ¿qué me

dice?Intenté pensar, pero seguía

conmocionado.—Quizá necesites un poco de tiempo

para meditarlo, es normal.Entonces, Van Loon cogió mi vaso con

la otra mano y, mientras se dirigía almueble bar, sentí la fuerte atracción de suentusiasmo, el ineluctable magnetismo deun destino que yo no buscaba, y supe queno tenía más opción que aceptar.

Page 470: Sin limites de alan glynn

XIII

Me fui al cabo de una hora. Para midesilusión, no había rastro de Ginny en elpasillo cuando Van Loon me acompañó ala salida, pero en ese momento me hallabaen tal estado de euforia que, si hubiesetenido que hablar con ella o con cualquierotro, a buen seguro no habría estado muyelocuente.

Era una noche fría, y al recorrer ParkAvenue rememoré las semanas anteriores.Había sido una época extraordinaria demi vida. No había obstáculos niinhibiciones, y desde que era unveinteañero no había podido mirar el

Page 471: Sin limites de alan glynn

futuro con tanta energía. Y, lo que era másimportante, sin ese extenuante temor alpaso del tiempo. Con el MDT-48, elfuturo ya no era una condena o unaamenaza, un preciado recurso que seagotaba. Podía hacer tantas cosas en sietedías que parecía que la semana siguienteno fuese a llegar nunca.

En la Calle 57, mientras esperaba aque el semáforo se pusiera en verde, sentíuna profunda gratitud, aunque no sabíamuy bien a quién iba dirigida, y una granalegría, bastante física, casi como undespertar. Pero, momentos después,cuando hube transitado media calle,ocurrió algo extraño. De repente, laintensidad de aquellos sentimientos se

Page 472: Sin limites de alan glynn

acrecentó y noté un mareo. Busqué unpunto de apoyo, pero no lo había, y tuveque avanzar torpemente hasta que llegué aun muro situado al otro lado de la calle.Me rodearon varias personas.

Cerré los ojos e intenté recobrar elaliento, pero cuando los abrí unossegundos después, o lo que parecieronunos segundos, me asusté. Al mirar a mialrededor, al observar los edificios y eltráfico, me di cuenta de que ya no estabaen la Calle 57. Me encontraba unamanzana más abajo, en la esquina de la56.

Se estaba repitiendo lo ocurrido lanoche anterior en mi piso. Me habíamovido, pero sin ser consciente de ello.

Page 473: Sin limites de alan glynn

Era como si hubiese sufrido un pequeñodesmayo, como si me hubiese desplazadode alguna manera, saltado como un discocompacto defectuoso.

La noche anterior sucedió porque nohabía comido. Había estado ocupado,distraído, y la comida había, quedado enun segundo plano. Al menos esa fue mimanera de racionalizarlo.

Por supuesto, tampoco había comidodesde entonces. Quizá fuese esa laexplicación. Un tanto agitado, pero reacioa ahondar en lo que había pasado, caminélentamente por la Calle 56 en dirección aLexington Avenue y busqué un restaurante.

Page 474: Sin limites de alan glynn

Encontré uno en la Calle 45 y me sentéjunto a la ventana.

—¿Qué quieres, cariño?Pedí un filete Porterhouse poco hecho,

patatas fritas y una ensalada paraacompañar.

—¿Y de beber?Café.El lugar no estaba lleno. Había un tipo

en la barra, otros dos sentados a la mesacontigua, y una anciana aplicándose barrade labios en la adyacente a ésta.

Cuando llegó el café, bebí variossorbos y traté de relajarme. Entoncesdecidí concentrarme en la reunión queacababa de mantener con Van Loon. Tuvedos reacciones distintas.

Page 475: Sin limites de alan glynn

Por un lado, empezaba a inquietarmeun poco aquella oferta de trabajo, queconllevaba un salario base y unas cuantasacciones, aparte del dinero que ganaracon las comisiones. Aquéllas dependeríande los acuerdos rentables querecomendara, mediara o negociara, y demi participación en cualquier fase de lasnegociaciones, como el acuerdo entreMCL y Abraxas, por ejemplo. Pero ¿enqué se basaba Van Loon para ofrecermesemejante trato? ¿En el criterio,absolutamente falso, de que tenía la menoridea de cómo «estructurar» o «gestionarel aspecto financiero» de un gran acuerdoempresarial? Lo dudo mucho. Van Loonparecía saber que yo era un impostor, así

Page 476: Sin limites de alan glynn

que no podía esperar gran cosa de mí,pero ¿qué quería exactamente? ¿Seríacapaz de ofrecérselo?

En ese instante llegó la camarera conel filete y las patatas.

—Buen provecho.—Gracias.Por otro lado, tenía claro que sería

muy fácil convencer a Hank Atwood.Había leído artículos sobre él donde seutilizaban términos imprecisos como«visión», «compromiso» y «tenacidad», ypensaba que no tendría problemas paradespertar en él aquello que habíadespertado en los demás. Eso, a su vez,podía situarme en una posición de poder,porque, como nuevo consejero delegado

Page 477: Sin limites de alan glynn

de MCL-Abraxas, Hank Atwood no sólotendría línea directa con el presidente yotros líderes mundiales, sino que élmismo sería un líder mundial. Lasuperpotencia militar era cosa del pasado,un dinosaurio, y la única estructura quecontaba en el mundo actual era la«hiperpotencia», esa cultura delentretenimiento, digitalizada, globalizaday angloparlante que controlaba el corazón,la mente y los ingresos de generacionessucesivas de gente con una edadcomprendida entre los dieciocho y losveinticuatro años, y Hank Atwood, dequien en breve sería amigo, estaba a puntode trepar hasta la cima de esa estructura.

Pero, de repente, sin previo aviso ni

Page 478: Sin limites de alan glynn

motivo, volví a pensar que Carl Van Loonrecapacitaría y, como mínimo, retiraría laoferta de trabajo.

¿Y en qué posición me dejaría eso?La camarera se acercó de nuevo a mi

mesa y me mostró la cafetera. Asentí y mellenó la taza.

—¿Qué pasa, cariño? ¿No te gusta elfilete?

Miré el plato. La comida estabaintacta.

—No, no, está bien —dije. Era unamujer corpulenta de unos cuarenta años,con ojos grandes y pelo frondoso—. Sóloestoy un poco preocupado por el futuro,eso es todo.

—¿Por el futuro? —repitió, riéndose a

Page 479: Sin limites de alan glynn

carcajadas mientras se alejaba con lacafetera—. Ponte a la cola, cariño, pontea la cola.

Cuando llegué a casa, parpadeaba laluz roja del contestador automático. Pulsée l play y esperé. Había siete mensajes,muchos más de los que acostumbraba arecibir.

Me senté al borde del sofá ycontemplé el contestador.

Clic.Biiip.«Eddie, soy Jay. Sólo quería

comentarte, y espero que no te cabreesconmigo, que he estado hablando con una

Page 480: Sin limites de alan glynn

periodista del Post esta noche y le hepasado tu número de teléfono. Ha oídohablar de ti y quería escribir un artículo,así que… Lo siento, debería habérteloconsultado primero, pero… En fin… Nosvemos mañana».

Clic.Biiip.«Soy Kevin. —Hubo una larga pausa

—. ¿Qué tal ha ido la cena? ¿De quéhabéis hablado? Llámame cuandollegues».

Hubo otra larga pausa y entoncescolgó.

Clic.Biiip.«Eddie, soy tu padre. ¿Cómo estás?

Page 481: Sin limites de alan glynn

¿Algún consejo para mis inversiones? —Risas—. Escucha, el mes que viene mevoy de vacaciones a Florida con losSzypula. Llámame. Odio estos malditosaparatos».

Clic.Biiip.«Señor Spinola, soy Mary Stern, del

New York Post . Jay Zollo, de LafayetteTrading, me ha facilitado su número. Eh…Me gustaría hablar con usted lo antesposible. Eh… Le llamaré de nuevo mástarde o mañana por la mañana. Gracias».

Clic.Biiip.Pausa.«¿Por qué no me llamas? —Mierda,

Page 482: Sin limites de alan glynn

no me acordaba de Gennadi—. Tengo unaidea para aquello, así que llámame».

Clic.Biiip.«Soy Kevin otra vez. Eres un imbécil,

Spinola, ¿lo sabías? —En ese momento,su voz se tornó incomprensible—. ¿Quiéndiablos te crees que eres, eh? ¿El putoMike Ovitz? Pues déjame decirte algosobre la gen…».

Entonces oí un ruido sordo, como sialgo hubiese caído al suelo. Se escuchó un«miiierda» casi inaudible y, de repente, lallamada se cortó.

Clic.Biiip.«Mira, que te den, ¿vale? Que les den

Page 483: Sin limites de alan glynn

a ti, a tu madre y a tu hermana». Clic.Fin de los mensajes nuevos.

Me levanté del sofá, fui al dormitorioy me quité el traje.

Con Kevin no podía hacer nada.Tendría que ser mi primera baja. De JayZollo, Mary Stern, Gennadi y mi padre meocuparía por la mañana.

Fui al lavabo, abrí el grifo de la duchay me situé bajo el chorro de agua caliente.No necesitaba aquellas distracciones y,desde luego, no me apetecía malgastar eltiempo pensando en ellas. Después delbaño, me puse unos calzoncillos y unacamiseta. Me senté a la mesa, tomé otra

Page 484: Sin limites de alan glynn

pastilla de MDT y empecé a tomar notas.En la oscura biblioteca de su piso de

Park Avenue, Van Loon me habíabosquejado el problema. Como cabíaesperar, los directivos no se ponían deacuerdo en una valoración. Las accionesde MCL se cotizaban a 26 dólares, peropedían a Abraxas 40, un recargo delcincuenta y cuatro por ciento, que estabamuy por encima de la media para unacompra de esta índole. Van Loon tenía queencontrar la manera de bajar el precio quepedía MCL o justificárselo a Abraxas.

Según dijo, me enviaría material porla mañana, documentos relevantes quedebía examinar antes de la comida deljueves con Hank Atwood. Pero pensé que,

Page 485: Sin limites de alan glynn

antes de que llegara esa documentación,debía investigar por mi cuenta.

Me conecté a Internet y leí cientos depáginas sobre financiación empresarial.Aprendí los rudimentos necesarios paraestructurar un acuerdo de compra yexaminé docenas de ejemplos. Durantetoda la noche seguí un rastro de vínculosy, en un momento dado, estudié fórmulasmatemáticas avanzadas para determinar elvalor de las acciones.

Me tomé un descanso a las cinco de lamadrugada y vi repeticiones de Star Treky Ironside.

Hacia las nueve de la mañana llegó elcorreo con el material que Van Loonhabía prometido. Era otra carpeta

Page 486: Sin limites de alan glynn

abultada que contenía informes anuales ytrimestrales, valoraciones de analistas,cuentas de gestión interna y planes detrabajo. Me pasé el día hojeando todaaquella documentación y, a última hora dela tarde, creí haber llegado a una especiede meseta. Quería que la comida conHank Atwood se celebrara entonces y noen un plazo de veintidós horas, peroprobablemente había absorbido toda lainformación que podía, y pensé que lo quenecesitaba en ese momento era un poco dedescanso.

Intenté dormir, pero sólo pudeconciliar el sueño unos minutos, ytampoco me apetecía seguir viendo latelevisión, así que decidí ir a un bar,

Page 487: Sin limites de alan glynn

tomar un par de copas y relajarme.Antes de salir, me obligué a tomar un

puñado de suplementos dietéticos y acomer un poco de fruta. Tambiéntelefoneé a Jay Zollo y Mary Stern, quellevaban todo el día llamándome. A Jay,que parecía distraído, le dije que meencontraba mal y que no me apetecía ir atrabajar. A Mary Stern, que no queríahablar con ella, fuese quien fuese, y quedejara de llamarme. No llamé a Gennadini a mi padre.

Cuando bajé las escaleras, calculé quellevaba casi veinticuatro horas sin dormiry que, en cualquier caso, sólo habíadormido un total de seis en las setenta ydos horas previas, así que, aunque no se

Page 488: Sin limites de alan glynn

notara, debía de hallarme en un estado deagotamiento físico absoluto.

Era última hora de la tarde y habíamucho tráfico, como aquella primeranoche que salí de la coctelería de la SextaAvenida. Fui caminando —flotando, enrealidad—, en lugar de coger un taxi.Sobrenadé las calles con la vagasensación de moverme en un entorno derealidad virtual, un paisaje en el que loscolores contrastaban enormemente y lapercepción de la profundidad quedaba untanto atenuada. Cada vez que doblaba unaesquina, mis movimientos parecíanespasmódicos, angulares y guiados, así

Page 489: Sin limites de alan glynn

que, al cabo de veinticinco minutos,cuando entré en un bar de Tribecallamado Congo, fue como si accediera auna nueva pantalla de un videojuego conunos gráficos bastante realistas. Había unalarga barra de madera a la izquierda,sillas de mimbre, un altillo con barandasituado al fondo y enormes tiestos conunas plantas que llegaban hasta el techo.

Me senté junto a la barra y pedí unBombay con tónica.

No había demasiados parroquianos,aunque, a buen seguro, no tardaría enllenarse. A mi izquierda había dosmujeres sentadas en taburetes, peromirando en dirección opuesta a la barra, ytres hombres a su alrededor. Dos de ellos

Page 490: Sin limites de alan glynn

llevaban la voz cantante, y los otrosbebían, fumaban y escuchaban conatención. El tema de conversación era laNBA y Michael Jordan, y los pingüesbeneficios que éste había generado para elbaloncesto. No sé en qué momentoempezó de nuevo esa suerte decortocircuito, ese mal funcionamiento,como el de un CD rayado, pero, cuando lohacía, perdía el control y sólo podíaobservar, presenciar cada segmento ycada flash, como si cada uno de ellos, asícomo el conjunto, estuvieran sucediéndolea otra persona. El primer salto fue muyabrupto y se produjo cuando me disponíaa coger mi copa. Acababa de entrar encontacto con la fría y húmeda superficie

Page 491: Sin limites de alan glynn

del cristal cuando, de súbito y sin previoaviso, me vi al otro lado del grupo, muycerca de una de las mujeres, una morenade unos treinta años enfundada en unaminifalda verde, no excesivamente esbeltay con unos llamativos ojos azules. Mimano izquierda revoloteaba sobre sumuslo derecho y yo estaba a mediafrase…

—… Sí, pero no olviden que ESPN sefundó en 1979, y con diez millones decapital inicial de Getty Oil, por el amorde Dios…

—¿Y eso qué tiene que ver?—Todo. Lo cambió todo. Porque, por

una astuta decisión empresarial, losjugadores de la liga universitaria se

Page 492: Sin limites de alan glynn

dieron a conocer de la noche a lamañana…

Por una fracción de segundo fuiconsciente de que uno de aquelloshombres, un tipo regordete con traje deseda, me estaba mirando. Estaba tenso ysudoroso, y no apartaba la vista de mimano izquierda, pero entonces… clic,clic, clic… el camarero estaba delante demí, moviendo los brazos, y me impedíaver. Tenía aspecto de irlandés, sus ojosdenotaban cansancio y parecían decirme:

«Ya basta, por favor». Entretanto,detrás de él, el gordito del traje de sedase había llevado una mano a la cara,intentando contener una hemorragianasal…

Page 493: Sin limites de alan glynn

—Vete a la mierda, viejo…—Vete a la mierda tú…El frío aire de la noche me acariciaba

el vello de la nuca cuando me alejé delcamarero y salí a la calle. La mujer de lafalda verde también estaba allí, al otrolado de la puerta, empujando a alguien.Dijo algo que no alcancé a oír y se dirigiórápidamente hacia el camarero, agitandolos brazos, pero, un segundo después, ibaagarrada a mi brazo un par de manzanasmás abajo.

Luego nos encontrábamos en uncubículo, el cuarto de baño de un clubnocturno o un bar, y yo me apartaba deella. Tenía las piernas abiertas sobre unfondo cromado y unos azulejos blancos y

Page 494: Sin limites de alan glynn

negros. Su camisa estaba rasgada ycolgaba de la taza del inodoro; la llevabaabierta, y unas perlas de sudor relucíanentre sus senos. Cuando me apoyé en lapuerta para abrocharme los pantalones atoda prisa, ella permaneció inmóvil, conlos ojos cerrados y la cabeza oscilandorítmicamente de un lado a otro. De fondose oía una música atronadora, así como elperiódico rumor de los secadores demanos, voces estridentes y risas alocadasy, desde el cubículo contiguo, lo queparecía el chasquido de un encendedor,seguido de rápidas inhalaciones dehumo…

En ese momento cerré los ojos, perocuando los abrí al cabo de un segundo me

Page 495: Sin limites de alan glynn

encontraba en medio de una atestada pistade baile, abriéndome paso a codazos,gritando a la gente. Momentos después,me hallaba de nuevo en la calle, sorteandoa la multitud y el denso torrente devehículos. Poco después, creo recordarque me monté en un taxi amarillo y mehundí en la tapicería de plástico delasiento trasero, observando los cartelesde neón que se extendían por toda laciudad como hilos de chicle multicolor.También recuerdo que era incapaz dehacer caso omiso de mi mano derecha,que palpitaba de dolor por los golpes quehabía propinado a aquel tipo en el Congo,algo que, dicho sea de paso, me parecíaincreíble. Cuando me quise dar cuenta, me

Page 496: Sin limites de alan glynn

encontraba en el vestíbulo de unrestaurante del Upper West Side, un lugarllamado Actium sobre el cual había leídoalgo. Me estaba inmiscuyendo en laconversación de otro grupo dedesconocidos, en esta ocasión seisempleados de una galería de arte de lazona. Me presenté como Thomas Cole, unpresunto coleccionista. Como antes,parecía hallarme perpetuamente a mediafrase:

—… y ya en 1804, el Buen Salvaje seha convertido en el Indio Malvado. Estáahí, en El asesinato de Jane McCrea, deVanderlyn, con la oscura y onduladamusculatura y el hacha del ogro, lista paragolpear la cabeza de la mujer…

Page 497: Sin limites de alan glynn

A buen seguro, yo estaba tansorprendido de mis palabras como losdemás, pero era incapaz de echar el freno.Sólo podía aguantarlo y observar.Entonces se produjo de nuevo aquel clic,clic, clic y, de repente, nos habíamossentado a una mesa para cenar.

A mi izquierda tenía a un apasionadohombre con barba canosa y una americanade lino cuidadosamente arrugada. Tal vezfuera crítico de arte. A mi derecha habíauna mujer que parecía salida de«Berenice se corta el pelo», y cada vezque se movía asomaban protuberanciashuesudas de su cuerpo. Delante de míhabía un grueso latino trajeado quehablaba sin parar. Lo hacía en inglés, pero

Page 498: Sin limites de alan glynn

no paraba de intercalar palabras enespañol, y su tono era bastantedespectivo. Al cabo de un rato me dicuenta de que se trataba de RodolfoÁlvarez, el aclamado pintor mexicano quese había trasladado hacía poco aManhattan para recrear, a partir de unoscuadernos, el mural de Diego Rivera quefue destruido y que iba destinadooriginalmente al vestíbulo del EdificioRCA en 1933.

Hombre en la encrucijada mirandocon esperanza y firmeza la elección deun futuro mejor.

La hermosa mujer de cabello oscuro yvestido negro que estaba sentada a suizquierda era su mujer, la sensual

Page 499: Sin limites de alan glynn

Donatella. Había leído un artículodedicado a ellos en Vanity Fair . ¿Cómodiablos había acabado con aquella gente?

—Eso es irónico —dijo el tipo de labarba canosa—. Elegir un futuro mejor.

—¿Y qué tiene de irónico? —intervine yo, suspirando con impaciencia—. Si no eliges tu futuro, ¿quién demonioslo va a hacer por ti?

—Bueno —terció Donatella Álvarez,sonriéndome desde el otro lado de lamesa—. Es el estilo de vida americano,¿no, señor Cole?

—¿Disculpe? —dije, un tantosorprendido.

—El tiempo —contestó pausadamente—. Para usted es una línea recta. Si mira

Page 500: Sin limites de alan glynn

al pasado, puede obviarlo si así lo desea.Si mira hacia el futuro, puede elegir quesea un futuro mejor. Puede elegir elalcanzar la perfección…

Donatella seguía sonriendo, y lo únicoque acerté a decir fue:

—¿Y?—Para nosotros, los mexicanos —

repuso deliberadamente, como siestuviera explicando algo a un niñopequeño—, el pasado, el presente y elfuturo coexisten.

Yo continué mirándola, pero alinstante pareció entablar conversacióncon otra persona.

A partir de ese momento, las cosas sevolvieron más y más fragmentadas e

Page 501: Sin limites de alan glynn

inconexas. Lo he olvidado casi todo,excepto algunas impresiones sensorialesde gran intensidad. El extraño color y latextura de los mejillones al vino blanco,por ejemplo. Las densas volutas de humode los puros. Gruesas y brillantespinceladas. Creo recordar que vi cientosde tubos y pinceles alineados sobre unsuelo de madera, y docenas de lienzos,algunos enrollados, otros enmarcados yapilados.

Pronto, aquellas figuras representadas,atractivas y abultadas, se entremezclabancon personas reales en un aterradorcaleidoscopio, y hube de buscar un lugardonde apoyarme, pero no tardé en fijar miatención en los profundos y terrenales

Page 502: Sin limites de alan glynn

ojos de Donatella Alvarez.Acto seguido, en lo que pareció un

flash, me descubrí recorriendo un pasillovacío de hotel. Había estado en unahabitación, de eso no cabía duda, pero norecordaba cuál, ni qué había ocurrido, nicómo había llegado hasta allí. Entoncessobrevino otro flash, y ya no estaba en elpasillo del hotel, sino cruzando el puentede Brooklyn a toda prisa, al compás dealgo. Pronto me di cuenta de que seguía elritmo de los cables de suspensión quebrillaban en patrones geométricos con elazul pálido del alba de fondo.

Me di la vuelta y contemplé la famosapanorámica del centro de Manhattan,sabedor de que no podía rendir cuentas de

Page 503: Sin limites de alan glynn

las últimas ocho horas de mi vida, perotambién de que había recobrado laconciencia. Estaba alerta, tenía frío y medolía todo. Pensé que, fuesen cualesfuesen los motivos para ir a Brooklyn,ahora se habrían atrofiado, paralizado,perdido en una configuración energéticafosilizada que nunca podría serreanimada. Así que recorrí de nuevo elpuente en dirección al centro, y fuicaminando —cojeando, en realidad—hasta mi casa.

Page 504: Sin limites de alan glynn

XIV

Digo «cojeando» porque obviamente sufríun esguince en el tobillo izquierdo enalgún momento de la noche. Y cuando medesnudaba para darme una ducha, vi quetenía el cuerpo amoratado. Esto explicabael dolor, o al menos en parte, pero,además de los hematomas que tenía en elpecho y las costillas, había otra cosa…,algo que parecía una quemadura decigarrillo en el antebrazo derecho. Mepasé un dedo sobre la pequeña heridarojiza, apreté y, con un gesto de dolor,describí círculos sobre ella. Al hacerlo,me invadió una honda inquietud, un terror

Page 505: Sin limites de alan glynn

incipiente que se aferraba a mi plexosolar.

Pero me resistí, porque no queríapensar en ello, no quería pensar en lo quepodía haber sucedido en una habitación dehotel, no quería pensar en nada. En unashoras tenía una reunión con Carl Van Loony Hank Atwood, y lo que necesitaba porencima de todo era organizarme,concentrarme, y no un ataque de pánico.

Así que me tomé dos píldoras más, meafeité, me vestí y me puse a repasar lasnotas que había tomado el día anterior.

Había quedado con Van Loon en queme presentaría en su oficina de la Calle48 hacia las diez de la mañana.Comentaríamos la situación, cotejaríamos

Page 506: Sin limites de alan glynn

notas y quizá idearíamos un planprovisional. Luego comeríamos con HankAtwood.

En el taxi, de camino a la Calle 48,intenté concentrarme en los vericuetos dela financiación empresarial, pero mehorrorizaba lo ocurrido y el grado detemeridad del que era capaz.

¿Un desvanecimiento de ocho horas?¿No sería una advertencia?

Pero entonces recordé que años atráshabía vomitado sangre en un lavabo y que,inmediatamente después, volví al salónpara reunirme con el pequeño montón dematerial que había en el centro de lamesa, y con los cigarrillos, el vodka y laelástica, maleable e incomprensible

Page 507: Sin limites de alan glynn

conversación…Y, veinte minutos después, sucedió

otra vez. Y otra.Así que… Obviamente no.Me apeé del taxi en la Calle 47 y fui

caminando el resto del trayecto hasta elEdificio Van Loon. Cuando llegué alvestíbulo, había conseguido mitigar lacojera. Me recibió la ayudante personalde Van Loon, y me condujo a unasespaciosas oficinas de la planta 62. Me dicuenta de que el diseño —en los pasillosy en la enorme zona de recepción— erauna amalgama impecable aunque un tantodesconcertante de tradición y modernidad,de abigarramiento y sencillez, unasuntuosa y perfecta fusión de caoba,

Page 508: Sin limites de alan glynn

ébano, mármol, acero, cromo y cristal.Esto daba a la empresa una pátina deaugusta y venerable institución y, a la vez,de pequeño negocio de primera línea,cuyo personal, debo decir, era quinceaños más joven que yo. No obstante, tuvela agradable sensación de que no se meescapaba nada, de que estaba preparadopara el reto, de que la estructuracorporativa de un lugar como aquél eradelicada y fina como una telaraña ycedería a la más leve presión.

Pero cuando me senté en la recepción,bajo un enorme logotipo de Van Loon &Associates, mi estado de ánimo cambió denuevo, se asomó un poco más al abismo, yme asaltaron la inquietud y las dudas.

Page 509: Sin limites de alan glynn

¿Cómo había acabado yo allí?¿Cómo podía estar trabajando para un

banco privado de inversión?¿Por qué llevaba traje? ¿Quién era yo?Ni siquiera estoy seguro de conocer

ahora la respuesta a estas preguntas. Dehecho, hace unos momentos, en el lavabodel Northview Motor Lodge, al mirarmeen el espejo que colgaba sobre el suciolavamanos, mientras el rumor y eltraqueteo ocasional de la máquina parahacer hielo penetraba las paredes y micráneo, intenté avistar algún rastro delindividuo que había empezado acristalizar a partir de aquella masa deimpulsos y contraimpulsos químicos, apartir de aquella irresistible oleada de

Page 510: Sin limites de alan glynn

actividad. En las arrugas de mi rostrobusqué también algún indicio delindividuo en el que podría habermeconvertido —un pez gordo, un destructor,un descendiente espiritual de Jay Gould—, pero lo único que había en mi reflejo,lo único que reconocía, sin ninguna señalde lo que podía depararme el futuro, erayo, aquella cara que había afeitado milveces.

Esperé en la recepción casi mediahora, contemplando lo que me pareció unGoya original en la pared de enfrente. Larecepcionista era sumamente amigable yme obsequió alguna que otra sonrisa.Cuando llegó por fin Van Loon, cruzó elvestíbulo con una expresión de alegría.

Page 511: Sin limites de alan glynn

Me dio una palmada en la espalda y meinvitó a acompañarlo a su despacho, queera del tamaño de medio Rhode Island.

—Lamento el retraso, Eddie, perovengo del extranjero.

Después de hojear algunosdocumentos que tenía sobre la mesa, mecontó que había llegado directamentedesde Tokio con su nuevo Gulfstream V.

—¿Le ha dado tiempo a viajar a Tokioy volver desde el martes por la noche? —pregunté.

Van Loon asintió, y dijo que, puestoque había esperado dieciséis meses pararecibir el nuevo avión, quería asegurarsede que valía sus más de 37 millones dedólares. Su demora de aquella mañana,

Page 512: Sin limites de alan glynn

añadió, no tenía nada que ver con elavión, sino con los atascos de Manhattan.Parecía importante para él dejar claro esepunto.

Yo asentí para demostrarle que lo era.—Y bien, Eddie —dijo, indicándome

que me sentara—. ¿Has podido echar unvistazo a esos archivos?

—Sí, por supuesto.—¿Y?—Son interesantes.—¿Y?—Creo que no debería tener

dificultades para justificar el precio quepide MCL —dije, moviéndome en miasiento, consciente de lo cansado queestaba.

Page 513: Sin limites de alan glynn

—¿Por qué no?—Porque este acuerdo ofrece

opciones muy importantes, aspectosestratégicos que no resultan evidentes enlas cifras.

—¿Por ejemplo?—Bueno, la mejor opción es la

construcción de una infraestructura debanda ancha, que es algo que Abraxasnecesita encarecidamente…

—¿Por qué?—Para defenderse de la competencia

agresiva, de otro portal que estuviese enposición de ofrecer descargas másrápidas, video en tiempo real y ese tipode cosas.

Mientras hablaba, con la cualidad casi

Page 514: Sin limites de alan glynn

alucinógena de mi agotamiento, fuitomando conciencia de la gran distanciaque mediaba entre información yconocimiento, entre la ingente cantidad dedatos que había absorbido en las últimascuarenta y ocho horas y el enhebrar esosdatos en un argumento coherente.

—La cuestión —continué— es queconstruir una infraestructura de bandaancha es una gran inversión, y muyarriesgada, pero como Abraxas ya es unamarca consolidada, lo único que precisaes la amenaza creíble de que va adesarrollar un servicio de banda anchapropio.

Van Loon asintió con un lento gesto decabeza.

Page 515: Sin limites de alan glynn

—Así que, al comprar MCL, Abraxasconsigue esa credibilidad sin tener queconstruir nada, al menos de manerainmediata.

—¿Y eso?—MCL es propietaria de Cableplex,

¿cierto? Eso la sitúa directamente enveinticinco millones de hogares, así que,aunque puede que necesiten mejorar sussistemas, llevan la delantera. Entretanto,Abraxas puede frenar el gasto de MCL enla infraestructura de banda ancha,demorando así cualquier cash flownegativo, pero conservando la opción dedesarrollarla más adelante si esnecesario… —En ese momento tenía unasensación que ya había experimentado un

Page 516: Sin limites de alan glynn

par de veces con el MDT, la sensación dehacer equilibrios verbales sobre unacuerda floja, de hablar con alguien yhacerlo con coherencia manifiesta, pero ala vez, de no tener ni idea de lo que estabadiciendo—. Y recuerde, Carl, que lacapacidad para demorar la decisión deinvertir puede tener un valor enorme.

—Pero aun así es arriesgadodesarrollar el tema de la banda ancha, sehaga ahora o más tarde, ¿no es cierto?

—Claro, pero la empresa que nazcade este acuerdo probablemente no tendráque realizar la inversión en ningún caso,porque creo que será mejor que negociencon otro proveedor de banda ancha, locual tendría el valor añadido de reducir

Page 517: Sin limites de alan glynn

un posible exceso de capacidad en elsector.

Van Loon sonrió.—Eso está muy bien, Eddie.Yo sonreí también.—Sí, creo que funciona. Es una

situación en la que todos salen ganando.Y, por supuesto, hay otras opciones.

Vi que Van Loon me observaba conincertidumbre. No sabía qué máspreguntarme, por temor a que todo sedesmoronara y quedase como un idiota.Pero a la postre formuló la única preguntaque tenía sentido en tales circunstancias.

—¿De qué cifras estamos hablando?Cogí una libreta de su escritorio y un

bolígrafo del bolsillo interior de mi

Page 518: Sin limites de alan glynn

americana y empecé a escribir. Despuésde anotar unas cuantas líneas, dije:

—He utilizado el modelo de preciosde Black-Scholes para demostrar cómovaría el valor de la opción comoporcentaje de la inversión subyacente…—hice un alto, pasé la página y empecé aescribir en la siguiente—… y lo he hechocon varios perfiles de riesgo y períodosde tiempo.

Escribí furiosamente durante unosquince minutos, copiando de memoria lasdiversas fórmulas matemáticas que habíautilizado el día anterior para ilustrar mipostura.

—Como puede ver aquí —dije alterminar, señalando las fórmulas

Page 519: Sin limites de alan glynn

apropiadas con el bolígrafo—, el valor dela opción de la banda ancha, junto conestas otras opciones, suma tranquilamenteun valor de diez dólares más por acciónpara MCL.

Van Loon sonrió de nuevo y dijo:—Has hecho un gran trabajo, Eddie.

No sé qué decir. Es fantástico. A Hank leencantará.

Hacia las doce y cuarto, cuandohubimos repasado cuidadosamente todoslos números, recogimos nuestras cosas ynos fuimos. Van Loon había reservadomesa en el Four Seasons. Nos dirigimos aPark Avenue y caminamos las cuatro

Page 520: Sin limites de alan glynn

manzanas que nos separaban del EdificioSeagram.

Había flotado casi toda la mañana enun gélido y exhausto estado de conciencia—con el piloto automático, en ciertamanera—, pero cuando llegué con VanLoon a la entrada del Four Seasons, quedaba a la Calle 52, y pasé por el vestíbuloy vi los tapices de Miró y los asientos depiel de Mies van der Rohe, empecé asentirme enérgico otra vez. Más que elhecho de poder hablar italiano, de leermedia docena de libros en una noche o decuestionar los mercados, más que el hechode que acabara de perfilar la estructuraeconómica de una gran fusiónempresarial, era estar allí, a los pies del

Page 521: Sin limites de alan glynn

Edificio Seagram, el grial de los grialesarquitectónicos, lo que constató lo irrealde la situación, porque en circunstanciasnormales no estaría en un lugar comoaquél, jamás habría entradopavoneándome en el legendario GrillRoom, con sus barras doradassuspendidas y su artesonado de nogalfrancés; jamás habría pasado junto a unasmesas ocupadas por embajadores,cardenales, presidentes de empresas,abogados del mundo del espectáculo ypresentadores de televisión.

Y, por extraño que pareciese, allíestaba yo, pavoneándome alegremente.

El maître nos llevó a una de las mesassituadas bajo la tribuna, y en cuanto nos

Page 522: Sin limites de alan glynn

sentamos y pedimos algo para beber, sonóel teléfono de Van Loon. Éste respondiócon un gruñido casi imperceptible,escuchó unos instantes y colgó. Al guardarel móvil me miró, esbozando una sonrisanerviosa.

—Hank se retrasará un poco —dijo.—Pero viene, ¿no?—Sí.Van Loon jugó un poco con la

servilleta y dijo: —Escucha, Eddie,quiero preguntarte una cosa. En esemomento tragué saliva, sin saber qué iba aocurrir.

—¿Sabes que tenemos un pequeñodepartamento de corretaje en Van Loon &Associates?

Page 523: Sin limites de alan glynn

Negué con la cabeza.—Pues lo tenemos, y estaba pensando

en esas operaciones que has realizado enLafayette.

—Sí…—Es impresionante.El camarero llegó con la bebida.—Cuando Kevin me lo contó no me lo

parecía, pero he estado pensando en ello,y bueno… —me sostuvo la miradamientras el camarero dejaba dos vasossobre la mesa, dos botellines de aguamineral, un Tom Collins y un Martinivodka—, parece que sabes lo que haces.

Di un trago al Martini.Van Loon, mirándome aún, añadió:—Y cómo elegir.

Page 524: Sin limites de alan glynn

Vi que ardía en deseos de preguntarmecómo lo había hecho. No dejaba demoverse en su asiento y de mirarmefijamente, ignorando qué tenía en susmanos, atormentado por la posibilidad deque, después de todo, yo poseyera unsistema y que el Santo Grial estuviese allímismo, sentado a su mesa en elrestaurante del Four Seasons. Estabahorrorizado, y al mismo tiempo sentíacierta aprensión, pero se contuvo, eludióla cuestión e intentó restar importancia alasunto. Su manera de actuar resultaba untanto patética y torpe, histriónica, yempezó a aflorar en mí un ligerodesprecio hacia él.

Pero, si me hubiese preguntado

Page 525: Sin limites de alan glynn

directamente, ¿qué habría respondido?¿Habría salvado los muebles con

teorías de la complejidad y matemáticasavanzadas? ¿Me habría inclinado haciaadelante, me habría tamborileado la sienderecha con el dedo y susurrado:«Entendiendo, Carl»? ¿Le habríaexplicado que estaba tomando unamedicación especial y, para rematar lafaena, que a veces veía a la VirgenMaría? ¿Le habría contado la verdad?¿Habría podido resistirme?

No lo sé. Nunca tuve la oportunidadde averiguarlo.

Momentos después, apareció un amigo

Page 526: Sin limites de alan glynn

de Van Loon al fondo del salón y se sentóa nuestra mesa. Van Loon nos presentó ylos tres mantuvimos una breve y trivialconversación, pero pronto se pusieron ahablar del Gulfstream, y me alegré dequedar en un segundo plano. Sin embargo,me di cuenta de que Van Loon estabanervioso. Se debatía entre seguirconcitando mi atención y continuar elcoloquio con su multimillonariocompinche. Pero yo me había ausentadoya, y sólo podía pensar en la inminentellegada de Hank Atwood.

Por los artículos que había leídosobre el presidente de MCL-Parnassus,había llegado a una conclusión. Aunqueera un gris directivo al que le interesaba

Page 527: Sin limites de alan glynn

fundamentalmente lo que la gran mayoríaconsideraba el tedioso negocio de losnúmeros y los puntos porcentuales, HenryBryant Atwood era una figura conglamour. Habían existido ejecutivosimponentes antes que él, por supuesto —en la prensa y en los primeros días deHollywood, aquellos magnates quefumaban puros y no sabían hablar inglés,por ejemplo—, pero, en el caso deHollywood, los contables de la CostaEste no tardaron en irrumpir y tomar lasriendas. No obstante, lo que la granmayoría no entendía era que, desde laplena industrialización del mundo delespectáculo en los años ochenta, el centrode gravedad se había trasladado de nuevo.

Page 528: Sin limites de alan glynn

Los actores, cantantes y supermodelosseguían atesorando glamour, pordescontado, pero el aire enrarecido de laelegancia había vuelto a los financierosde traje gris.

Hank Atwood tenía glamour, y noporque fuera atractivo, que no lo era.Tampoco porque el producto quetrabajaba, el alimento modificadogenéticamente de la imaginación delmundo fuese algo con lo que soñaba lagente. Hank Atwood tenía glamour porlas inimaginables sumas de dinero queganaba.

Y así era. El contenido artísticoestaba muerto, era algo que decidía uncomité. Ahora, el verdadero contenido

Page 529: Sin limites de alan glynn

residía en los números, y los números,grandes números, estaban, por todas,parte… Treinta y siete millones dedólares por un jet privado. Un litigiosaldado con 250 millones. Unaadquisición con apalancamiento por30.000 millones de dólares. Una riquezapersonal que ascendía a más de 100.000millones de dólares…

Y fue en ese momento, en mitad deaquella ensoñación de expansionesnuméricas infinitas, cuando las cosasempezaron a elucidarse.

Por alguna razón, de repente toméconciencia de la gente que estaba sentada

Page 530: Sin limites de alan glynn

a la mesa situada detrás de mí. Eran unhombre y una mujer, quizá un constructory un productor ejecutivo, o dos abogados.No lo sabía, no me fijé en lo que decían,pero hubo algo en el tono de voz de aquelhombre que me atravesó como uncuchillo.

Me recosté un poco en la silla,mirando a Van Loon y a su amigo. Con elrevestimiento de nogal de fondo, los dosmultimillonarios parecían grandes avesrapaces posadas en un árido cañón, peroaves viejas, con la cabeza gacha y ojosreumáticos, águilas ratoneras ancianas.Van Loon estaba ofreciendo una detalladaexplicación sobre la insonorización de sujet anterior, un Challenger no sé qué, y

Page 531: Sin limites de alan glynn

durante ese monólogo, algo curiososucedió en mi cerebro. Como un receptorde radio que cambia de frecuenciaautomáticamente, desconectó la voz deCarl Van Loon —«… para evitarvibraciones no deseadas, tienes que aislarcon silicona la tornillería que conecta elinterior con la carrocería. Creo que losllaman…»— y empecé a recibir la vozdel hombre que tenía a mi espalda:

—… en una habitación de hotel delcentro… Lo han dicho en las noticias haceun rato… Sí, Donatella Álvarez, la mujerdel pintor. La han encontrado tendida enel suelo de una habitación de hotel. Alparecer le habían dado un golpe en lacabeza… y ahora está en coma. Por lo

Page 532: Sin limites de alan glynn

visto, ya tienen una pista. Un limpiadordel hotel ha visto a alguien abandonandoel lugar a primera hora de la mañana, unapersona que cojeaba…

Empujé un poco la silla hacia atrás.Una persona que cojeaba.La voz seguía murmurando detrás de

mí.—… y, por supuesto, su condición de

mexicana no ayuda con todo lo que estápasando…

Me levanté y, por una fracción desegundo, creí que todos los comensaleshabían dejado lo que estaban haciendo yhabían soltado el cuchillo y el tenedor a laespera de que me dirigiese a ellos. Perono era así. Sólo Carl Van Loon me miraba

Page 533: Sin limites de alan glynn

con un súbito aire de preocupación en susojos. Le dije que iba al baño, me di lavuelta y eché a andar. Esquivé las mesas apaso ligero, buscando la salida máspróxima.

Pero entonces vi a un hombre calvo debaja estatura enfundado en un traje grisacercándose desde el otro extremo delsalón. Era Hank Atwood. Lo reconocí porlas fotografías de las revistas. Un segundodespués nos cruzamos torpemente entredos mesas. Por un instante estuvimos tancerca que pude oler su colonia.

Salí a la calle y respiré hondo.Mientras estaba en la acera, mirando a mi

Page 534: Sin limites de alan glynn

alrededor, tuve la sensación de que, alunirme a la ajetreada multitud, habíaperdido el derecho a estar en el GrillRoom y no me permitirían entrar denuevo.

Pero ya no tenía ninguna intención devolver, y veinte minutos después estabadeambulando sin rumbo por Park AvenueSouth, disimulando conscientemente lacojera e intentando recordar algo. Pero nohabía nada… Había estado en unahabitación de hotel, e incluso podía vermerecorriendo un pasillo vacío. Pero eso eratodo. El resto estaba en blanco. Sinembargo, no me lo creía… No me locreía… No podía creérmelo…

Page 535: Sin limites de alan glynn

Caminé durante media hora, girando ala izquierda en Union Square y a laderecha en la Primera Avenida, y llegué ami edificio completamente aturdido. Subílas escaleras, aferrándome a la idea deque quizá había oído mal en elrestaurante, que eran imaginaciones mías,que tan sólo se había tratado de otroaccidente, de un fallo del sistema. Detodas formas, iba a descubrirlo muypronto, porque si aquello había sucedidode verdad, las noticias todavía se estaríanhaciendo eco de ello, así que lo único quedebía hacer era encender la radio o ponerun canal de televisión…

Pero lo primero que advertí al entrar

Page 536: Sin limites de alan glynn

en casa fue la parpadeante lucecita rojadel contestador. Casi me alegré de aquelladistracción, y pulsé el play sin demora.Me quedé allí de pie, con el traje puesto,mirando como un idiota la habitaciónmientras esperaba oír el mensaje.

Escuché cómo rebobinaba la cinta ydespués un clic.

Biiiip«Hola, Eddie. Soy Melissa. Quería

llamarte, en serio, pero… Ya sabes… —Su voz sonaba un poco cansada y torpe,pero aun así era la incorpórea voz deMelissa la que llenaba el salón—.Entonces me di cuenta de una cosa. Mihermano… ¿te dio algo? No quiero hablarde esto por teléfono, pero… ¿te dio algo?

Page 537: Sin limites de alan glynn

Porque… —oí cubitos de hielo en un vaso— …porque si lo hizo, debes saber que…esa cosa —Melissa hizo una pausa, comosi estuviese sosegándose—, el MDT-lo-que-sea es muy, muy peligroso. No sabeshasta qué punto. —Tragué saliva y cerrélos ojos—. Así que, mira Eddie, no sé,quizá me equivoque, pero… Llámame,¿vale? Llámame».

Page 538: Sin limites de alan glynn

Tercera parte

Page 539: Sin limites de alan glynn

XV

En las noticias de las dos confirmaron queDonatella Álvarez, la mujer del pintormexicano, había recibido un duro golpe enla cabeza y estaba en coma. El incidentese había producido en una habitación dela planta 15 de un hotel del centro. Sefacilitaron pocos detalles, y no semencionó a ningún hombre cojo.

Me senté en el sofá con el trajepuesto, y esperé más, cualquier cosa, otroboletín, algunas imágenes o un análisis.Era como si, al sentarme en el sofá con elcontrol remoto en la mano, estuvieseactuando. Pero ¿qué otra cosa podía hacer

Page 540: Sin limites de alan glynn

sino? ¿Llamar a Melissa y preguntarle siera eso a lo que se refería?

¿Peligroso? ¿Como un golpe fuerte enla cabeza? ¿Como ingresar en el hospital?¿Un coma? ¿La muerte?

Por descontado, no tenía intención dellamarla para preguntarle algo así, pero laansiedad apremiaba. ¿Realmente lo habíahecho? ¿Volvería a ocurrir lo mismo oalgo similar? Cuando Melissa decía«peligroso», ¿se refería a peligroso paralos demás o sólo para mí?

¿Estaba siendo enormementeirresponsable?

¿Qué diablos estaba pasando?Por la tarde me concentré en todos los

boletines de noticias, como si pudiera

Page 541: Sin limites de alan glynn

forzar un cambio en algún detalle crucialde la historia: que no hubiese sucedido enuna habitación de hotel, o que DonatellaÁlvarez no estuviese en coma. Entre unavance informativo y otro veía programasde cocina, emisiones de juicios endirecto, telenovelas y anuncios, y me dicuenta de que estaba procesandofragmentos aleatorios de informacióninútil: «Ponga las tiras de pollo en unabandeja de horno con un poco de aceite yrocíelas con sésamo», «Llame ahora yconsiga un quince por ciento de descuentoen el aparato de gimnasia domésticaGUTbuster 2000». En varias ocasionesmiré el teléfono y pensé en llamar aMelissa, pero siempre se interponía algún

Page 542: Sin limites de alan glynn

mecanismo cerebral que desviaba mispensamientos hacia otra cosa.

A las seis de la tarde, la historia sehabía desarrollado de maneraconsiderable. Tras una recepcióncelebrada en el estudio de su marido en elUpper West Side, Donatella Álvarez sehabía dirigido al Clifden, un hotel delcentro, donde recibió un único golpe en lacabeza con un objeto contundente.Todavía no se había identificado dichoobjeto, pero una pregunta seguía en elaire: ¿qué hacía la señora Álvarez en unahabitación de hotel? Los agentes estabaninterrogando a todos los asistentes a larecepción, y sobre todo les interesabahablar con un individuo llamado Thomas

Page 543: Sin limites de alan glynn

Cole.Me quedé mirando la pantalla con

perplejidad y apenas reconocí aquelnombre. El informe continuó. Ofrecieroninformación personal sobre la víctima,además de fotografías y entrevistas confamiliares, lo cual significaba que enbreve se formaría una imagen muy humanade la señora Álvarez, de cuarenta y tresaños, en la mente del espectador. Alparecer, era una mujer de una bellezafísica y espiritual poco frecuente. Eraindependiente, generosa y leal, una esposaamantísima y madre devota de dosgemelas, Pía y Flor. Según dijeron, sumarido estaba muy turbado y no hallabaexplicación a lo ocurrido. Mostraron una

Page 544: Sin limites de alan glynn

fotografía en blanco y negro de unaradiante colegiala uniformada que asistíaa un convento dominico de Roma hacia1971. También pasaron algunos videosdomésticos, imágenes parpadeantes ydescoloridas de una joven Donatella conun vestido de verano paseando por unjardín de rosas. También aparecíamontando a caballo, en una excavaciónarqueológica en Perú y acompañada deRodolfo en el Tíbet.

A continuación, el informativo derivóhacia el análisis político. ¿Era un ataquede connotaciones raciales? ¿Guardabaalguna relación con la actual debacle dela política exterior? Un comentaristaexpresó su temor a que pudiera ser el

Page 545: Sin limites de alan glynn

primero de una serie de incidentessimilares y achacó el ataque a la negativadel presidente a condenar losintemperantes comentarios del secretariode Defensa Caleb Hale, o supuestoscomentarios, pues todavía lo negaba. Otrocomentarista opinaba que eran dañoscolaterales a los que tendríamos quehabituarnos.

Me pasé la tarde viendo esosreportajes y tuve una desconcertantevariedad de reacciones, sobre todoincredulidad, terror, remordimientos yenojo. Por un lado pensaba que quizá erayo el autor del golpe y, por otro, juzgabaabsurda la idea. Sin embargo, al final, ydespués de haber tomado una dosis de

Page 546: Sin limites de alan glynn

MDT, lo único que podía discernir era unligero aburrimiento.

A media tarde me habíadespreocupado bastante de todo, y cadavez que oía una referencia a aquellahistoria, mi impulso era decir: «Yabasta», como si estuviesen hablando deuna miniserie de un canal por cable, unaadaptación de una chapuza mágico-realista… El espantoso sufrimiento deDonatella Álvarez…

Pasadas las ocho y media, llamé aCarl Van Loon a su casa de Park Avenue.

Aunque la incredulidad y el terrorhabían imperado casi toda la tarde, otra

Page 547: Sin limites de alan glynn

parte de mí se veía invadida por unaansiedad de distinta índole, la ansiedadpor haber echado a perder mi oportunidadcon Van Loon, por el grado en que aquelmal funcionamiento operativo iba ainterferir en mis planes de futuro.

Por ello, mientras esperaba que VanLoon cogiera el teléfono, estaba bastantenervioso.

—¿Eddie?—Señor Van Loon —dije después de

aclararme la voz.—Eddie, no entiendo nada. ¿Qué ha

pasado?—Me encontraba mal —dije,

excusándome con lo primero que me vinoa la cabeza—. No he podido evitarlo. He

Page 548: Sin limites de alan glynn

tenido que marcharme de esa manera. Losiento.

—¿Que te encontrabas mal? ¿Quéeres, un niño de parvulario? ¿Te largascorriendo sin decir nada y no vuelves?Me he quedado allí como un idiotaintentando justificarme ante el puto HankAtwood.

—Tengo una enfermedad de estómago.—¿Y luego ni siquiera te molestas en

llamar?—Tenía que ir al médico, Carl, y

rápido.Van Loon guardó silencio unos

instantes, y entonces suspiró.—Bueno, ¿y cómo te encuentras

ahora?

Page 549: Sin limites de alan glynn

—Estoy bien. Se han ocupado de ello.Carl suspiró de nuevo.—¿Estás…? No sé… ¿Estás siguiendo

un tratamiento como es debido? ¿Quieresnombres de buenos médicos? Puedo…

—Estoy bien. Mire, eso ha sido uncaso aislado. No volverá a ocurrir. —Hice una pausa—. ¿Cómo ha ido lareunión?

Ahora era Van Loon quien callaba.Me había quedado solo.

—Bueno, ha sido un pocoembarazoso, Eddie —respondió al final—, no te engañaré. Me gustaría quehubieses estado allí.

—¿Parecía convencido?—En general, sí. Dice que es algo que

Page 550: Sin limites de alan glynn

puede plantear, pero tú y yo tendremosque sentarnos con él y repasar losnúmeros.

—Fantástico. Por supuesto. Cuandoquiera.

—Hank se ha ido a la costa, perovolverá a la ciudad… el jueves, creo. Sí.¿Por qué no te pasas por la oficina ellunes y organizamos algo?

—Fantástico. Y escuche, Carl, lolamento de veras.

—¿Seguro que no quieres ver a mimédico? Es…

—No, pero gracias por elofrecimiento.

—Piénsatelo.—De acuerdo. Nos vemos el lunes.

Page 551: Sin limites de alan glynn

Me quedé junto al teléfono un par deminutos después de la llamada a VanLoon, contemplando una página abierta dela agenda. Sentía una punzada de nerviosen el estómago.

Entonces cogí el auricular y marqué elnúmero de Melissa. Mientras esperabarespuesta me pareció que estaba de nuevoen el apartamento de Vernon en la planta17, al principio de todo aquello,momentos antes de grabar un mensaje ensu contestador automático y hurgar en lahabitación de su hermano.

—¿Diga?—¿Melissa?

Page 552: Sin limites de alan glynn

—Hola, Eddie.—He recibido tu mensaje.—Sí. Mira… Eh… —Me dio la

impresión de que estaba recobrando lacompostura—. Lo que te decía en elmensaje se me ha ocurrido hoy. No sé. Mihermano era un imbécil. Llevaba bastantetiempo traficando con esa droga rara dediseño. Y pensé en ti y empecé apreocuparme.

Si Melissa ya había bebido ese día,ahora parecía contenida, resacosa quizá.

—No tienes de qué preocuparte,Melissa —dije, tras decidir in situ queaquélla sería mi actitud en adelante—.Vernon no me dio nada. Lo vi el díaanterior…, eh…, el día anterior a que

Page 553: Sin limites de alan glynn

ocurriera. Sólo charlamos de cosas, denada en particular.

—Vale —repuso Melissa con unsuspiro.

—Pero gracias por preocuparte. —Hice una pausa—. ¿Cómo estás? —Bien.

Incómodo, incómodo, incómodo.—¿Y tú?—Estoy bien. Ocupado.—¿A qué te has dedicado?Aquélla era la conversación que

podíamos mantener en talescircunstancias.

—Los últimos años he trabajado deredactor para Kerr & Dexter, los editores.

Técnicamente era la verdad.—¿Ah sí? Es fantástico.

Page 554: Sin limites de alan glynn

No era fantástico, ni tampoco cierto.Mis días como redactor para Kerr &Dexter de repente parecían lejanos,irreales y ficticios.

No me apetecía seguir hablando conMelissa. Desde que habíamos retomado elcontacto, por fugaz que fuera, me daba lasensación de que le mentíaconstantemente. Proseguir con laconversación no haría más queempeorarlo.

—Sólo quería llamarte para aclarareso… Pero… Ahora tengo que colgar —dije.

—De acuerdo.—No es que…—¿Eddie?

Page 555: Sin limites de alan glynn

—¿Sí?—Esto tampoco es fácil para mí.—Claro.No sabía qué decir.—Adiós, entonces.—Adiós.

Ante la necesidad de distraerme deinmediato, busqué el teléfono móvil deGennadi en la agenda. Marqué y esperé.

—¿Sí?—¿Gennadi?—Sí.—Soy Eddie.—¿Qué quieres Eddie? Estoy

ocupado. Miré la pared que tenía enfrente

Page 556: Sin limites de alan glynn

durante unos instantes.—He preparado un borrador de unas

veinte…—Pásamelo por la mañana. Le echaré

un vistazo.—Gennadi… —Ya no estaba—.

¿Gennadi?Colgué el teléfono.Al día siguiente era viernes. Lo había

olvidado. Gennadi vendría por el primerpago del préstamo.

Mierda.El dinero que debía no era el

problema. Podía extenderle allí mismo uncheque por el valor total, además de losintereses y un extra por el mero hecho deser Gennadi, pero no sería suficiente. Le

Page 557: Sin limites de alan glynn

había dicho que había preparado unborrador. Ahora tenía que idear uno ytenerlo por la mañana. De lo contrario,probablemente me cosería a puñaladashasta que le saliera una lesión de codo detenista.

No estaba de humor para esosmenesteres, pero sabía que me distraería,así que me conecté a Internet e indagué unpoco. Anoté la terminología relevante yelaboré una trama vagamente inspirada enun reciente juicio contra la mafiacelebrado en Sicilia, un relato detalladoque había descubierto en una página webitaliana. Poco después de la medianoche,con las consiguientes variaciones, tenía unborrador de 25 páginas de El guardián

Page 558: Sin limites de alan glynn

del código, una historia de laOrganizatsiya.

Luego, pasé un buen rato consultandolos anuncios inmobiliarios de las revistas.Había decidido que a la mañana siguientellamaría a algunas agencias importantesde Manhattan y empezaría a buscar de unavez un nuevo piso de alquiler, o inclusode compra.

Luego me acosté y dormí cuatro ocinco horas, si es que a eso se le podíallamar dormir.

Gennadi llegó a eso de las nueve ymedia. Le abrí la puerta de abajo y leindiqué que estaba en el tercer piso.Tardó una eternidad en subir lasescaleras, y cuando apareció al fin en mi

Page 559: Sin limites de alan glynn

salón, parecía agotado y harto.—Buenos días —dije.El ruso arqueó las cejas y miró en

derredor. Después consultó el reloj.Había impreso el borrador y lo había

metido en un sobre. Lo cogí de encima dela mesa y se lo di. Gennadi lo agitó en elaire, como si estuviese calculando supeso, y dijo:

—¿Dónde el dinero?—Eh… Pensaba extenderte un cheque.

¿Cuánto dijiste que era?—¿Un cheque?Asentí, y de repente me sentí como un

imbécil.—¿Un cheque? —preguntó de nuevo

—. ¿Estás loco? ¿Piensas que somos

Page 560: Sin limites de alan glynn

institución financiera?—Mira, Gennadi…—Cállate. Si no tienes el dinero hoy,

problema grave, mi amigo. ¿Me oyes?—Lo conseguiré.—Te cortaré las pelotas.—Lo conseguiré. Dios mío, en qué

estaría pensando.—Un cheque —repitió con desdén—.

Increíble.Me dirigí al teléfono y lo cogí. Desde

esos primeros dos días en Lafayette, habíaentablado relaciones de lo más cordialescon Howard Lewis, mi obsequioso yrubicundo banquero, así que lo llamé y ledije que necesitaba 22.500 dólares enefectivo, y le pregunté si podía

Page 561: Sin limites de alan glynn

preparármelos en quince minutos.—Ningún problema, señor Spinola.Colgué el teléfono y me di la vuelta.

Gennadi estaba de pie junto al escritorio,de espaldas a mí. Farfullé unas palabraspara captar su atención.

—¿Y bien?—Vamos al banco —dije,

encogiéndome de hombros.Fuimos en taxi hasta mi sucursal,

situada en la Calle 23 con la SegundaAvenida, y no mediamos palabra. Penséen mencionar el borrador del guión, perocomo Gennadi estaba de mal humor, creíque sería mejor no abrir la boca. HowardLewis me dio el dinero y se lo entregué aGennadi en la calle. Se guardó el fajo en

Page 562: Sin limites de alan glynn

el misterioso interior de su chaqueta.Alzando el sobre que contenía elborrador, dijo —.

—Miro esto.Luego echó a andar por la Segunda

Avenida sin despedirse.

Crucé la calle y, siguiendo mi nuevaestrategia de alimentarme al menos unavez al día, fui a un restaurante y tomé uncafé con tarta de arándanos.

Luego me dirigí a Madison Avenue.Unas diez manzanas después, me detuvefrente a una agencia inmobiliaria llamadaSullivan y Draskell. Entré, hice algunaspreguntas y hablé con una agente que

Page 563: Sin limites de alan glynn

respondía al nombre de Alison Botnick.Rondaría los cincuenta años y llevaba unelegante vestido de seda azul marino conun abrigo de cuello Mao a juego. Alinstante me di cuenta de que, si bienllevaba unos vaqueros y un jersey, y podíaser tranquilamente un empleado de unatienda de vinos —o un redactorfreelance—, aquella mujer no tenía niidea de quién era y, por ende, debía estaren guardia. Para Botnick, podía ser uno deesos nuevos ricos de las punto.com enbusca de un piso de doce habitaciones enPark Avenue. En los tiempos que corrennunca se sabe, y mantuve la incógnita.

Mientras recorría Madison Avenuepensaba gastar unos 300.000 dólares en la

Page 564: Sin limites de alan glynn

casa, 500.000 a lo sumo, pero, habidacuenta de mi posición con Van Loon y misperspectivas con Hank Atwood, no habíarazón para no pensar a lo grande. Dosmillones o tres, quizá más. Durante laespera en la lujosa recepción de Sullivany Draskell, hojeando folletos ilustradosque publicitaban pisos de lujo en nuevosedificios con nombres como Mercuiy yCelestial, y escuchando la voz de AlisonBotnick, con sus urgentes golpes léxicos—lujo, liquidez, no lo deje escapar,cerca, cerca, cerca—, mis expectativasaumentaban por segundos. También vi queAlison Botnick me restaba mentalmentequince años y me pertrechaba con unacamiseta de la UCLA y una gorra de

Page 565: Sin limites de alan glynn

béisbol, convenciéndose de que era unmultimillonario de las punto.com. Lasllamas se avivaron cuando le hice casoomiso al sugerir que evitara un piso en unedificio propiedad de una cooperativadebido a las montañas de papeleonecesarias para superar el proceso deelección de la junta.

—Las juntas se están poniendo muyselectivas —dijo—. No es que…

—Por supuesto que no, pero ¿quiénquiere que lo excluyan sin presentarbatalla?

Botnick ponderó una respuesta.—De acuerdo.Nuestra manipulación mutua en

aquellos respectivos estados de

Page 566: Sin limites de alan glynn

excitación adquisitiva y profesional sólopodían desembocar en una cosa: visitas.Primero me llevó a ver un piso de cuatrohabitaciones, en la Calle 74, entreLexington y Park Avenue, construido antesde la guerra. Fuimos en taxi y, mientrashablábamos del mercado y de su situaciónen ese momento, tuve la agradablesensación de llevar las riendas, como sihubiese diseñado yo el programa de aquelpequeño interludio y todo fuese sobreruedas.

El piso que visitamos en la Calle 74no era nada del otro mundo. Los techoseran bajos y no entraba demasiada luznatural. Además, era pequeño y bastanteagobiante.

Page 567: Sin limites de alan glynn

—Muchos edificios de antes de laguerra son así —explicó Alison mientrasrecorríamos el vestíbulo de camino a lacalle—. Tienen goteras y hay que cambiarlas instalaciones eléctricas, y a menos queesté dispuesto a quedárselo tal cual yempezar de cero, no valen su precio.

Que en este caso eran 1,8 millones dedólares.

Después fuimos a ver un loftreformado de 300 metros cuadrados en elbarrio de Flatiron. Hasta los añoscincuenta había sido una fábrica textil,había quedado vacío casi todos lossesenta y, por su decoración, no parecíaque el actual dueño hubiese hecho grancosa desde los setenta. Alison dijo que

Page 568: Sin limites de alan glynn

era un ingeniero civil que seguramentehabía pagado muy poco por él, pero queahora pedía 2,3 millones. Me gustó, ytenía potencial, pero se encontraba en unazona de la ciudad que todavía resultaba untanto anodina.

El último piso al que me llevó Alisonse encontraba en la planta 68 de unrascacielos construido hacía poco en ellugar que antaño ocuparan las vías de trenen el West Side. El Celestial, además deotras urbanizaciones de lujo, en teoríahabía de ser la pieza central de un nuevoproyecto de remodelación urbana. Más omenos abarcaría la zona que mediabaentre la parte oeste de Chelsea y Hell'sKitchen.

Page 569: Sin limites de alan glynn

—Si da un vistazo, hay muchos pisosvacíos por aquí —dijo Alison, queparecía un Robert Moses de nuestros días—, desde la Calle 26 hasta la 42, al oestede la Novena Avenida. Está a punto paranuevas construcciones. Y con la nuevaestación Penn se apreciará un incrementoenorme del tráfico. Llegarán miles depersonas más cada día.

Estaba en lo cierto. Cuando el taxirecorría la Calle 34 en dirección al ríoHudson, comprendí a qué se refería.Detecté un gran potencial deencarecimiento y aburguesamiento en todoel barrio.

—Créame —continuó—, será lamayor apropiación de tierras que ha

Page 570: Sin limites de alan glynn

presenciado esta ciudad en cincuentaaños.

El Edificio Celestial, que despuntabasobre un erial de almacenes abandonados,era un deslumbrante monolito de acerorevestido de cristal reflectante en tonosbronce. Cuando el taxi se detuvo junto auna enorme plaza que se extendía a lospies del edificio, Alison me soltó un rollosobre cosas que, obviamente, creía que yodebía saber. El Celestial tenía 217 metrosde altura, 70 plantas y 185 viviendas,además de varios restaurantes, ungimnasio, una sala de proyeccionesprivada, instalaciones para pasear alperro, un sistema «inteligente» dereciclaje de basuras, una bodega, un

Page 571: Sin limites de alan glynn

humidificador, azotea recubierta detitanio…

Asentí, como si estuviese anotandotodo aquello para valorarlo más tarde.

—El propio arquitecto se estáplanteando trasladarse aquí —dijo.

En el amplio vestíbulo, unas columnasde mármol con vetas rosadas sostenían eltecho, adornado con un mosaico dorado,pero escaseaban los muebles y las obrasde arte. El ascensor nos llevó hasta laplanta 68 en lo que parecieron diezsegundos, pero debieron de ser más. Elpiso precisaba algunas obras, me dijo, asíque no debía preocuparme por lasbombillas sin lámpara y los cables a lavista.

Page 572: Sin limites de alan glynn

—Pero… —susurró mientras metía lallave en la cerradura— no se pierda lasvistas.

Entramos en un piso diáfano, y aunquevi diversos pasillos, me sentí atraído alinstante por las ventanas que ocupaban elotro extremo de la blanca y desnudaestancia. El suelo estaba cubierto deplásticos y, al ir avanzando hacia losventanales con Alison detrás de mí, avistétodo Manhattan en una panorámicavertiginosa. Me asombró ver losrascacielos justo enfrente, Central Park ala izquierda y el distrito financiero a miderecha.

Vistos desde aquella perspectiva,desde aquella onírica cualidad de lo

Page 573: Sin limites de alan glynn

imposible, los edificios emblemáticos dela ciudad estaban en su sitio, peroparecían mirar hacia donde nosencontrábamos. Noté la presencia deAlison detrás de mí, olí su perfume y oí elsuave roce de la seda al moverse.

—¿Y bien? —dijo—. ¿Qué le parece?—Es increíble —respondí,

volviéndome hacia ella.Alison asintió y esbozó una sonrisa.

Sus ojos eran de un verde vivaracho ybrillaban de un modo que no había vistoantes. De repente, me pareció mucho másjoven de lo que imaginaba.

—Entonces, señor Spinola —añadió,sosteniéndome la mirada—, ¿le importaque le pregunte a qué se dedica?

Page 574: Sin limites de alan glynn

Vacilé unos momentos y dije:—Banca de inversión.Alison asintió.—Trabajo para Carl Van Loon.—Entiendo. Debe de ser interesante.—Lo es.Mientras procesaba la información,

quizá ubicándome en alguna categoría decliente inmobiliario, observé lahabitación, con sus paredes desnudas y elincompleto cuadriculado de paneles deltecho, tratando de imaginar cómo seríatotalmente amueblado y habitado. Pensétambién en el resto del piso.

—¿Cuántas habitaciones tiene? —pregunté.

—Diez.

Page 575: Sin limites de alan glynn

Pensé en aquella información —unpiso de diez habitaciones—, pero suenvergadura me superaba. Me viarrastrado irremediablemente a la ventanay admiré de nuevo la ciudad, embelesadocomo antes, asimilándolo todo. Hacía undía despejado, el sol brillaba sobreManhattan, y el mero hecho deencontrarme allí me llenó de júbilo.

—¿Cuánto vale?Tuve la impresión de que lo hacía

sólo por aparentar, pero Alison consultósu libreta, hojeando varias páginas ymurmurando como si estuvieseconcentrada. Al cabo de un momento, dijocon indiferencia:

—Nueve y medio.

Page 576: Sin limites de alan glynn

Chasqueé la lengua y solté un silbido.Alison consultó otra página de la

libreta y se movió un poco hacia laizquierda, como si ahora verdaderamentese hubiese perdido en sus pensamientos.

Volví a mirar por la ventana. Eramucho dinero, desde luego, pero tampocouna cantidad prohibitiva. Si seguíatrabajando a ese nivel y conseguíamanejar bien a Van Loon, no había motivopor el que no pudiera reunir el dinero.

Me volví hacia Alison y me aclaré lavoz.

Ella sonrió educadamente.Nueve millones y medio de dólares.Había cierta electricidad entre

nosotros, pero, por lo visto, mencionar el

Page 577: Sin limites de alan glynn

dinero la atenuó, y durante un ratorecorrimos en silencio el resto dehabitaciones. Las vistas en cada una deellas eran distintas de las del salónprincipal, pero igual de espectaculares.Parecía haber luz y espacio por todaspartes, y al atravesar lo que serían loscuartos de baño y la cocina, imaginéónice, terracota, nogal y cromados, unavivienda elegante en un caleidoscopio deformas flotantes, líneas paralelas y curvasde diseño.

Entonces comparé todo aquello con laatmósfera opresiva y el crujir del suelo demi casa y empecé a notar un mareo,dificultades para respirar e incluso ciertopánico.

Page 578: Sin limites de alan glynn

—Señor Spinola, ¿se encuentra bien?Me apoyé contra la puerta,

presionándome el pecho con una mano.—Sí, estoy bien… Es sólo…—¿Qué?Miré a mi alrededor para orientarme.

No sabía si había sufrido otrodesvanecimiento momentáneo. Creía nohaberme movido, no lo recordaba, perono podía saber a ciencia cierta si elángulo era distinto desde el lugar en elque me encontraba…

—¿Señor Spinola?—Estoy bien, estoy bien. Pero ahora

debo irme. Lo siento.Me dirigí rápidamente hacia la puerta.

Dándole la espalda, agité una mano en el

Page 579: Sin limites de alan glynn

aire y dije:—Me pondré en contacto con su

oficina. Ya llamaré. Gracias.Salí al pasillo y fui directo a uno de

los ascensores. Mientras las puertas secerraban, tenía la esperanza de que no mesiguiera, y así fue.

Page 580: Sin limites de alan glynn

XVI

Salí del Celestial y crucé la plaza endirección a la Décima Avenida pensandoen el colosal bloque de vidrio quebrillaba al sol detrás de mí. Pensabatambién en la posibilidad de que AlisonBotnick estuviese todavía en la planta 68,tal vez mirando a la plaza, lo cual mehacía sentir como un insecto. Hube derecorrer varias manzanas de la Calle 33 ypasar frente a la oficina de Correos y elMadison Square Garden antes deencontrar un taxi. No miré atrás en ningúnmomento, y cuando entré en el cocheagaché la cabeza. Había una copia del

Page 581: Sin limites de alan glynn

New York Post doblada sobre el asiento.La cogí y la sostuve con fuerza en miregazo.

Todavía no sabía con certeza si habíaocurrido algo allí arriba, pero la ideamisma de que aquella historia de losdesvanecimientos empezara otra vez meaterrorizaba. Me quedé quieto y esperé,calibrando cada resquicio de mipercepción, listo para aislar y evaluarcualquier anormalidad. Pasaron un par deminutos y parecía encontrarme bien.Entonces relajé la mano con la queagarraba el periódico, y cuando giramos ala derecha para tomar la SegundaAvenida, me había calmadoconsiderablemente.

Page 582: Sin limites de alan glynn

Abrí el Post y miré la portada. Eltitular decía: «los federales investigan alos reguladores». Era un artículo sobrelos tejemanejes de la Comisión Deportivadel estado de Nueva York, e ibaacompañado de unas fotografías pocofavorecedoras de dos altos cargos dedicho organismo. Como era habitual enese periódico, en la parte superior de laportada, por encima de la cabecera, habíatres titulares encuadrados con referenciasa las páginas donde se encontraba elartículo. El que había en medio, contipografía blanca sobre un fondo rojo, mellamó la atención de inmediato: «mujer depintor mexicano sufre ataque brutal,página 2». Contemplé aquellas palabras

Page 583: Sin limites de alan glynn

un segundo, y estaba a punto de buscar elartículo cuando vi el titular de al lado.Éste —en blanco sobre negro— decía:«corredor de bolsa misterioso arrasa,página 43». Abrí atropelladamente elperiódico y cuando encontré el artículo enla sección de negocios, lo primero que vifue que la autora era Mary Stern. Se merevolvió el estómago.

No me podía creer que hubiese escritoalgo sobre mí, máxime después de cómole había hablado por teléfono. Pero quizáfuera ese el motivo. El texto ocupabamedia página e iba acompañado de unafoto de la sala de trabajo de Lafayette.Allí estaban Jay Zollo y los demás,sentados en sus sillas y mirando a cámara.

Page 584: Sin limites de alan glynn

Empecé a leer.

En una de las compañías decorretaje interdía de Broad Street haocurrido algo inusual. En una salacon cincuenta terminales y otrastantas gorras de béisbol, brokers deguerrilla especulan por unosmárgenes de beneficio ínfimos: unoctavo de punto aquí, undieciseisavo allá. En LafayetteTrading se trabaja duro y laatmósfera es innegablemente tensa.

Me mencionaba en el segundo párrafo.

Pero la semana pasada todo

Page 585: Sin limites de alan glynn

cambió cuando Eddie Spinola, elchico nuevo, llegó de la calle, abrióuna cuenta y emprendió una agresivaorgía de ventas en descubierto quedejó a los avezados corredores deLafayette sin aliento y buscando suteclado, con la intención de seguirsus indicaciones y embolsarse unosbeneficios sin parangón en el mundodel corretaje interdía. Pero, atentos:el que al final de su primera semanaera el Rey de las Ratas, el corredormisterioso Eddie Spinola, se halla enparadero desconocido…

No me lo podía creer. Leí en diagonalel resto del párrafo.

Page 586: Sin limites de alan glynn

Se niega a hablar […] Reservadocon otros corredores […] Esquivo[…] No se le ha visto en varios días.

El artículo especulaba sobre miidentidad y mis actividades, e incluíacitas de un desconcertado Jay Zollo, entreotros. Un texto encuadrado ofrecíadetalles sobre algunas de mistransacciones y explicaba cómo se habíanbeneficiado de ellas varios habituales deLafayette: uno había ganado suficientedinero para dar la entrada de un piso, otrohabía pedido cita para una operacióndental a la que debía someterse desdehacía mucho tiempo, y un tercero se habíapuesto al día con los pagos de la pensión

Page 587: Sin limites de alan glynn

alimentaria.Era una sensación extraña que

escribieran sobre uno, ver tu nombreimpreso en un periódico, sobre todo en lasección de negocios. Era más raro aúnaparecer en la sección de negocios delNew York Post.

Observé el tráfico de la SegundaAvenida.

No sabía cómo afectaría aquello a miprivacidad o a mi relación con Van Loon,pero si algo sabía a ciencia cierta era queno me gustaba.

El taxi se detuvo frente a mi edificio.Estaba tan distraído con el artículo que,

Page 588: Sin limites de alan glynn

cuando pagué al conductor y me apeé, novi al pequeño grupo de fotógrafos yperiodistas congregado en la acera. Noconocían mi apariencia y supuestamentesólo sabían dónde vivía, pero mi miradade incredulidad al bajarme del cochedebió de delatarme. Hubo un brevemomento de calma antes de que se dierancuenta, dos segundos a lo sumo, ydespués: «¡Eddie! ¡Eddie! ¡Aquí! ¡Aquí!».¡Clic! ¡Clic! Agaché la cabeza, saqué lasllaves y eché a andar a toda prisa.«¿Cuándo volverá a Lafayette, Eddie?¡Mire aquí, Eddie! ¿Cuál es su secreto,Eddie?». Conseguí entrar y cerrar lapuerta de golpe. Corrí escaleras arriba y,una vez en casa, fui directo a la ventana.

Page 589: Sin limites de alan glynn

Seguían allí abajo. Eran cinco periodistasarracimados en torno a la puerta deledificio. ¿Todo aquello lo había motivadoel artículo del Post? ¿Todo el mundoquería saber quién era el tipo que se habíaanticipado a los mercados? ¿El corredormisterioso? Si esa era la noticia, mealegraba de que nadie reparara en que yoera el Thomas Cole al que la policíaansiaba interrogar en relación conDonatella Álvarez.

Me di la vuelta y vi que la luz delcontestador automático parpadeaba.Fatigado, me acerqué a él y pulsé el play.Había siete mensajes.

Me senté al borde del sofá y escuché.Jay Zollo suplicaba que me pusiera en

Page 590: Sin limites de alan glynn

contacto con él. Mi padre, confuso, queríasaber si había visto el artículo en elperiódico. Gennadi, enfadado, dijo que sime estaba riendo de él me cortaría la putacabeza con un cuchillo del pan. Elamigable Artie Meltzer me invitaba acomer. Mary Stern me decía que todosería mucho más fácil si hablaba con ella.Una empresa de contratación me ofrecíaun cargo exclusivo en una importanteagencia de corretaje. Y un empleado de laoficina de David Letterman —unrepresentante artístico— me invitaba aparticipar en el programa de aquellanoche.

Me arrellané en el sofá y miré altecho. Debía conservar la calma. Yo no

Page 591: Sin limites de alan glynn

deseaba aquella atención, ni vermepresionado, pero si pretendía salir de unapieza tenía que permanecer alerta. Melevanté del sofá y fui al dormitorio. Quizási podía dormir un rato por la tarde, unahora o dos, sería capaz de pensar conclaridad. Pero en el momento en que metumbé en la cama supe que no podríahacerlo. Estaba completamente despiertoy mi cerebro funcionaba a todo gas.

Me levanté de nuevo y fui al salón.Anduve arriba y abajo un rato, de la mesaal teléfono y del teléfono a la mesa. Luegoentré en la cocina y salí otra vez. Me metíen el lavabo y volví al salón. Entonces meacerqué a la ventana. Pero eso era todo.No tenía adónde ir, sólo aquellas tres

Page 592: Sin limites de alan glynn

habitaciones. De pie cerca de miescritorio, estudié el piso e intentéimaginar cómo sería aquel lugar con diezhabitaciones, techos altos y paredesblancas desnudas. Pero no podía hacerlosin sentir vértigo. Además, era otro lugar—la planta 68 del Celestial—, y ahoraestaba allí, en mi casa.

Me alejé de la mesa y tuve queapoyarme en las estanterías que habíadetrás de mí. Me entró un mareorepentino.

Cerré los ojos.Al cabo de un momento me vi

flotando, moviéndome por un pasillovacío e iluminado. Se oía un sonido cadavez más distante y atenuado. El avance

Page 593: Sin limites de alan glynn

pareció durar una eternidad, con un ritmolento y onírico. Pero luego me deslizabadescribiendo una amplia curva,atravesando una habitación hacia un granventanal. No me detuve allí, sino quecontinué flotando, con los brazosextendidos, atravesando el cristal ysobrevolando el gran microchip que era laciudad, mientras detrás de mí, tras unabreve pero inexplicable demora, elenorme bloque de cristal se desmoronabaen un millón de fragmentos con unestruendo ensordecedor.

Abrí los ojos y di un salto hacia atrás,asustado por la inesperada vista aérea quetenía ahora de la Calle 10, las papeleras,los coches aparcados y los fotógrafos

Page 594: Sin limites de alan glynn

arremolinados como bacterias en unaplaca de laboratorio. Me aparté de larepisa, intentando mantener el equilibrio,y me desplomé en el suelo. Después,respirando profundamente y frotándome lacabeza, que me había golpeado con laparte superior de la ventana, contempléasombrado dónde había estado momentosantes y dónde debía estar todavía.

Me levanté poco a poco y volví hacialas estanterías, observando con atencióncada uno de mis pasos. Extendí el brazopara tocar las cosas al pasar y asítranquilizarme: el lateral del sofá, lamesa, el escritorio… Miré de dónde veníay no me lo podía creer. Se me antojabairreal que hubiese estado apoyado en

Page 595: Sin limites de alan glynn

aquella ventana, asomando tanto elcuerpo.

Con el corazón desbocado, fui alcuarto de baño. Si aquello iba a empezarde nuevo, tenía que encontrar la manerade pararlo. Abrí el botiquín situado sobreel lavamanos y rebusqué apresuradamenteentre las botellas, cajas y envasesherméticos, los productos de afeitado, losjabones y los analgésicos sin recetamédica. Encontré un bote de jarabeantitusivo que había comprado el inviernoanterior pero no había llegado a utilizar.Leí la etiqueta y vi que contenía codeína.Abrí el tapón, me miré en el espejo yempecé a beber. Era horrible, empalagosoy viscoso, y entre trago y trago tuve

Page 596: Sin limites de alan glynn

arcadas, pero al menos sabía que, fuesecual fuese el cortocircuito sináptico queestaba provocando aquellosdesvanecimientos, la codeína ralentizaríami organismo y me causaría somnolencia,tal vez la suficiente para dejarmeinconsciente en el sofá o en el suelo. Nome importaba dónde, mientras no fuese enel exterior, en algún lugar de la ciudad, enlibertad…

Bebí hasta la última gota del frasco,enrosqué de nuevo el tapón y lo tiré en lacestita que había junto al inodoro. Luegotuve que esforzarme para no vomitar. Mesenté al borde de la bañera, agarrándomea ella con fuerza, y miré la pared deenfrente intentando no cerrar los ojos.

Page 597: Sin limites de alan glynn

Durante los cinco minutos siguientes,antes de que la codeína empezara a hacerefecto, se produjeron dos sucesos más,breves como el parpadeo de unadiapositiva, pero no por ello menosaterradores. De hallarme al borde de labañera, y sin ningún movimientoconsciente por mi parte, me vi en mediodel salón. Estaba de pie, oscilandoligeramente, intentando disimular midesconcierto, como si ignorar lo quehabía ocurrido significara que no volveríaa pasar. Poco después —clic, clic— meencontraba sentado en el último escalóndel primer descansillo con la cabeza entrelas manos. Me di cuenta de que otrodesplazamiento como aquél y estaría en la

Page 598: Sin limites de alan glynn

calle, acosado por fotógrafos yperiodistas, quizá en peligro, quizáponiendo en peligro a los demás y, sinduda, fuera de control.

Pero en ese momento empecé a notaruna pesadez en las extremidades y unasuerte de estupefacción general. Melevanté, agarrándome a la barandilla, y medi la vuelta. Subí poco a poco hasta latercera planta. Caminar era como vadearmelaza, y cuando llegué a la puerta delpiso, que estaba abierta de par en par,supe que no iría a ninguna parte.

Tardé unos momentos en darme cuentade que el zumbido que oía desde elumbral de la puerta no estaba sólo en micabeza. Era el teléfono, y antes de que me

Page 599: Sin limites de alan glynn

diese tiempo a razonar que no debíacogerlo habida cuenta de mi estado, vi mimano flotando hacia el auricular.

—¿Diga?—¿Eddie?La conmoción me hizo callar unos

momentos. Era Melissa.—¿Eddie?—Sí, soy yo. Lo siento. Hola.Mi voz sonaba pesada y laxa.—Eddie, ¿por qué me mentiste?—No lo hice… ¿De… de qué estás

hablando?—Del MDT. Vernon. Ya sabes de qué

hablo.—Pero…—Acabo de leer el Post, Eddie.

Page 600: Sin limites de alan glynn

¿Vendiendo acciones en descubierto?¿Anticipándote a los mercados? ¿Tú?Vamos.

No sabía qué decir.—¿Desde cuándo lees tú el New York

Post? —repuse.—Últimamente es lo único que se

puede leer.¿Qué significaba eso?—No entien…—Mira, Eddie, olvídate del Post, y

olvídate de que me has mentido. Elproblema es el MDT. ¿Todavía lo estásconsumiendo?

No respondí. Apenas podía abrir losojos.

—Tienes que dejar de tomarlo, por el

Page 601: Sin limites de alan glynn

amor de Dios.Hice una nueva pausa, pero esta vez

no sé cuánto duró.—¿Eddie? Dime algo.—¿Por qué no nos vemos?—De acuerdo. ¿Cuándo?—Dímelo tú.Notaba una hinchazón en la lengua al

hablar.—Mañana por la mañana. No sé.

¿Once y media?, ¿doce?—Vale. ¿En la ciudad?—Perfecto. ¿Dónde?Propuse un bar de la calle Spring.—Bien.Eso fue todo. Entonces Melissa dijo:—Eddie, ¿estás bien? Te noto raro,

Page 602: Sin limites de alan glynn

me preocupas.Estaba contemplando un nudo en los

tablones de madera del suelo. Reuní lasfuerzas que me quedaban y acerté a decir:

—Nos vemos mañana, Melissa.Luego, sin esperar respuesta, colgué el

teléfono.Fui tambaleándome hasta el sofá y me

tumbé. Era media tarde y acababa debeberme una botella entera de jarabe parala tos. Apoyé la cabeza en elreposabrazos y miré al techo. Durante lamedia hora posterior escuché variossonidos que entraban y salían de miconciencia: el timbre seguramente, alguiengolpeando la puerta, voces, el teléfono,sirenas y tráfico. Pero ninguno era lo

Page 603: Sin limites de alan glynn

bastante nítido o llamativo para sacarmede aquel estupor, y me fui sumiendo en elsueño más profundo que había disfrutadoen varias semanas.

Page 604: Sin limites de alan glynn

XVII

Seguí inconsciente hasta las cuatro de lamadrugada y tardé dos horas más enrecobrarme de aquella somnolenciaparalizadora. Pasadas las seis, y condolores por todo el cuerpo, salí a rastrasdel sofá y fui a darme una ducha. Luegome preparé una cafetera grande en lacocina.

Después, mientras fumaba uncigarrillo en el salón, no dejaba de mirarel bol de cerámica que reposaba sobre laestantería situada encima del ordenador.Pero no quería acercarme demasiado a él,porque sabía que si seguía tomando MDT

Page 605: Sin limites de alan glynn

acabaría sufriendo aquellosdesvanecimientos misteriosos y cada vezmás aterradores. Por otro lado, no creíaque tuviese nada que ver con el coma deDonatella Álvarez. Estaba dispuesto aaceptar que había ocurrido algo, y quedurante aquellos desvanecimientos seguíafuncionando de una manera u otra,moviéndome y haciendo cosas, pero menegaba a aceptar que hubiese llegado agolpear a alguien en la cabeza con uninstrumento contundente. Había pensadoalgo similar unos minutos antes en laducha. Aún tenía moratones en el cuerpo,así como aquella pequeña marca circular,una presunta quemadura de cigarrillo queahora estaba desapareciendo. Era una

Page 606: Sin limites de alan glynn

prueba indiscutible de algo, concluí, perodudaba que tuviese que ver conmigo.

Me acerqué con renuencia a la ventanay miré. La calle estaba vacía. No habíanadie, ni fotógrafos ni periodistas. Con unpoco de suerte, pensé, el misteriosocorredor de bolsa que había aparecido enlos periódicos sensacionalistas ya eraagua pasada. Además, era sábado por lamañana, de modo que reinaría la calma.

Me senté de nuevo en el sofá. Al cabode dos minutos, volví a la posición quehabía adoptado toda la noche, e inclusome amodorré un poco. Sentía un agradableletargo y cierta holgazanería. Era algo queno había sentido desde hacía largotiempo, y aunque tardé un poco, a la

Page 607: Sin limites de alan glynn

postre lo relacioné con el hecho de que nohabía tomado una píldora de MDT en casiveinticuatro horas, mi periodo deabstinencia más largo, y el único. Nuncahabía pensado en dejarlo, pero ahora medecía: «¿Por qué no?». Era fin de semana,y a lo mejor necesitaba un descanso.Tendría que recargar pilas para la reunióndel lunes con Carl Van Loon, pero hastaentonces nada me impedía relajarme comouna persona normal.

Sin embargo, hacia las once no estabatan relajado y, cuando me disponía a salir,me sentí un poco desorientado. Pero comonunca había dejado que se disiparatotalmente el efecto de la droga, decidíseguir adelante con mi abstinencia

Page 608: Sin limites de alan glynn

temporal, al menos hasta que hablara conMelissa.

En Spring Street dejé el sol tras de míy me adentré en las sombras del bar en elque nos habíamos citado. Miré enderredor. Alguien me hacía gestos desdeuna mesa situada en un rincón, y aunqueno veía con claridad, sabía que aquellapersona tenía que ser Melissa y fui a suencuentro.

De camino al local me sentía muyraro, como si hubiese tomado algunasustancia que empezaba a hacer efecto.Pero sabía que en realidad ocurría locontrario, como si se alzara una cortina y

Page 609: Sin limites de alan glynn

quedaran al descubierto los nervios, unassensaciones que no habían visto la luz deldía desde hacía tiempo. Cuando pensabaen Carl Van Loon, por ejemplo, o enLafayette, o en Chantal, lo primero que mellamaba la atención era lo irreales queparecían, y luego se adueñaba de mí unaespecie de tenor por haber mantenidorelación con ellos. Cuando pensaba enMelissa, me sentía abrumado, cegado poruna tormenta de recuerdos…

Melissa se levantó a mi llegada y nosbesamos torpemente. Ella se sentó denuevo, y yo hice lo propio al otro lado dela mesa.

Mi corazón palpitaba.—¿Qué tal? —dije, y al instante se me

Page 610: Sin limites de alan glynn

antojó raro no comentar su aspecto, puesestaba muy cambiada.

—Estoy bien.Llevaba el pelo corto y teñido de un

tono marrón rojizo. Estaba más gruesa —en general, pero sobre todo la cara— ytenía arrugas alrededor de los ojos. Sumirada transmitía cansancio. Yo no eraquién para hablar, desde luego, pero aunasí me sorprendió.

—¿Y tú, Eddie, cómo estás?—Bien —mentí—. Supongo.Melissa estaba tomando una cerveza y

tenía un cigarrillo encendido. El barestaba casi vacío. Había un ancianoleyendo un periódico en una mesa situadacerca de la puerta y dos muchachos en los

Page 611: Sin limites de alan glynn

taburetes de la barra. Llamé al camarero yseñalé la cerveza de Melissa. Lanormalidad de la situación denotaba loextraño e inquieto que me sentía. Unassemanas antes me hallaba frente a Vernonen una coctelería de la Sexta Avenida.Ahora, gracias a una lógica insondable,estaba sentado delante de Melissa enaquel lugar.

—Tienes buen aspecto —dijo. Luego,alzando un dedo amenazador, añadió—: Yno me digas que yo también, porque séque no es cierto.

Pese a los cambios, al peso, lasarrugas y el cansancio, nada podía rebatirel hecho de que Melissa seguía siendohermosa. Pero, después de su advertencia,

Page 612: Sin limites de alan glynn

no sabía cómo decírselo sin sonarcondescendiente.

—He perdido bastante pesoúltimamente —observé.

Melissa me miró fijamente a los ojosy contestó:

—Eso es obra del MDT.—Ya me figuro.Con el tono lo más pausado y

circunspecto que pude, pregunté:—¿Qué sabes de todo esto?—Bueno —contestó, respirando

hondo—; en resumidas cuentas, Eddie, elMDT es letal, o puede serlo. Y si no temata, provoca graves daños cerebrales, yte hablo de daños permanentes. —Entonces se señaló la cabeza con el índice

Page 613: Sin limites de alan glynn

de la mano derecha y dijo—: A mí mejodio el cerebro. Ya te lo contaré mástarde, pero lo importante es que yo hetenido suerte.

Tragué saliva.En ese momento apareció el camarero

con una bandeja. Dejó un vaso de cervezadelante de mí y cambió el cenicero poruno nuevo. Cuando se fue, Melissacontinuó:

—Consumí sólo nueve o diez veces,pero hubo un tipo que tomó mucho más,durante varias semanas, y me consta quefalleció. Otro desgraciado acabó como unvegetal. Su madre tenía que bañarlo todoslos días y alimentarlo con una cuchara.

Me dio un vuelco el estómago y

Page 614: Sin limites de alan glynn

empecé a sentir un leve dolor de cabeza.—¿Cuándo ocurrió todo eso?—Hará unos cuatro años. ¿Vernon no

te contó nada? —Meneé la cabeza.Melissa parecía sorprendida. Entonces,como si le requiriese un gran esfuerzofísico, respiró hondo una vez más—. Deacuerdo —prosiguió—. Hace cuatro años,Vernon salía a veces con un cliente suyoque trabajaba en un laboratoriofarmacéutico y gozaba de un acceso quenunca debería haber tenido a una serie demedicamentos nuevos. Se suponía que unode ellos, que todavía no tenía nombre nise había sometido a ensayos clínicos, eraincreíble. Así que, para probarlo, porqueevidentemente eran demasiado astutos

Page 615: Sin limites de alan glynn

como para hacerlo ellos mismos, Vernony ese tipo empezaron a dárselo a otros,sobre todo amigos suyos.

—¿Incluso a ti?—Al principio, Vernon no quería que

lo tomara, pero hablaba tan bien del MDTque insistí. Ya sabes cómo era yo, curiosaa más no poder.

—No es ningún defecto.—En fin. Algunos nos vimos inmersos

en lo que podríamos denominar unperíodo de ensayo informal. —Melissahizo una pausa y bebió un trago decerveza—. ¿Qué iba a hacer? Lo tomé yera increíble. —Calló de nuevo y me miróen busca de una confirmación—. Tú lohas tomado, ya sabes de qué te hablo,

Page 616: Sin limites de alan glynn

¿no? —Asentí—. Consumí varias vecesmás, pero empecé a asustarme.

—¿Por qué?—¿Por qué? Porque… no era idiota.

Sabía que nadie podía mantener aquelnivel de actividad mental durante muchotiempo y sobrevivir. Era absurdo. Tepondré un ejemplo. Un día leí El universoelegante, de Brian Greene… Teoría desupercuerdas, ¿sabes? Me lo leí encuarenta y cinco minutos, y lo entendí. —Melissa dio una última calada alcigarrillo—. Eso sí, ahora no mepreguntes nada sobre el tema. —Apagó elcigarrillo en el cenicero—. En aquelmomento se suponía que estaba trabajandoen una serie de artículos sobre sistemas

Page 617: Sin limites de alan glynn

adaptativos de organización, un estudiosobre las investigaciones que se estabanllevando a cabo, su viabilidad y demás.Mi ritmo de trabajo se multiplicó por diezde la noche a la mañana. Mi jefe en lar evi s ta Iroquois creyó que intentabaarrebatarle el puesto de director decontenidos. Así que imagino que meacobardé. Me entró el pánico. No podíamanejar aquello y dejé de consumir.

Se encogió de hombros un par deveces.

—¿Y?—Y empecé a ponerme enferma al

cabo de unas semanas. Tenía dolores decabeza y náuseas. Eso sí que fueaterrador. Fui a ver a Vernon para

Page 618: Sin limites de alan glynn

preguntarle si debía tomar otra dosis, omedia, comprobar si eso cambiaba algo.Pero fue entonces cuando me contó queaquel hombre había muerto.

—¿Cómo murió?—Un deterioro rápido, en dos días.

Dolores de cabeza, mareos, pérdida de lacapacidad motriz, desvanecimientos y,¡bam!, estaba muerto.

—¿Cuánto había consumido?—Más o menos, una dosis diaria

durante un mes.Tragué saliva una vez más y cerré los

ojos un segundo.—¿Cuánto has estado tomando,

Eddie?Ahora me miraba fijamente con

Page 619: Sin limites de alan glynn

aquellos ojos marrones increíbles y semordía el labio inferior.

—Mucho —repuse, chasqueando lalengua—. Más que ese tipo.

—Dios mío.Se hizo un largo silencio.—Entonces, todavía tendrás quien te

lo suministre —dijo al final.—No exactamente. Me queda un poco,

pero… Me lo pasó Vernon. Era él quienme lo proporcionaba, y ahora ya no está.No conozco a nadie más.

Melissa me miró algo confusa y dijo:—El tipo del que te hablaba murió

porque no sabían lo que hacían, no teníanni idea sobre la dosificación y, además, lagente reacciona de maneras distintas. Pero

Page 620: Sin limites de alan glynn

no tardaron mucho en averiguarlo. —Hizouna pausa, respiró hondo de nuevo ycontinuó—. Vernon ganaba mucho dinerotraficando con el MDT, y no me constaque haya habido ninguna otra muertedesde los comienzos, así que, en teoría, loque te dio o lo que te dijo estaba bien. Ladosis ha funcionado, ¿verdad? Ahorasabes lo que haces, ¿no?

—Humm.¿Debía confesarle que Vernon sólo me

había dado una muestra y que no habíatenido oportunidad de explicarme nada?

—¿Y qué te ocurrió a ti, Melissa? —pregunté.

Encendió otro cigarrillo y pareciópensar por un momento en la posibilidad

Page 621: Sin limites de alan glynn

de desviar la conversación. Yo laacompañé con otro cigarrillo.

—Bueno, por supuesto, después deponerme enferma y de que aquel tipomuriera, no volví a acercarme, no la volvía tocar. Pero estaba muy asustada. Estabacasada y tenía dos hijos pequeños. —Aldecir esto, casi se estremeció, como sihubiese reaccionado a una bofetada en lacara, como si creyera que verbalizarsemejante irresponsabilidad deberíahaber provocado en el acto una reacciónviolenta en alguien. Tras unos instantes,continuó—. Aparte de los fuertes doloresde cabeza y náuseas que sentía de vez encuando, no parecía ir a peor. Pero con losmeses me di cuenta de que había una

Page 622: Sin limites de alan glynn

pauta. No podía concentrarme en nadadurante más de diez minutos sin queapareciera una migraña. Incumplía losplazos de entrega. Me volví lenta yholgazana. Gané peso. —Tiró condesprecio de su jersey—. Mi memoriaquedó hecha trizas. Y aquella serie deartículos se desintegró. Me echaron deIroquois. Mi matrimonio se vino abajo.¿Y el sexo? Ni hablar. —Melissa serecostó en la silla y meneó la cabeza—.Eso fue hace cuatro años, y nunca hevuelto a ser la misma.

—¿Y ahora?—Ahora vivo en Mahopac y trabajo

de camarera cuatro noches por semana enun lugar llamado Cicero's. Ya no sé leer.

Page 623: Sin limites de alan glynn

Sólo el puto New York Post . —Me sentíacomo si me hubiesen vertido ácidosulfúrico al fondo del estómago—. Soyincapaz de sobrellevar situacionesestresantes o emocionales, Eddie. Ahorame encuentro animada porque estoycontigo, pero después tendré dolor decabeza durante tres días. Créeme, voy apagar muy cara esta cita. —En esemomento se levantó de la mesa—. Y tengoque mear. Es otro síntoma. —Se quedóallí de pie, mirándome y rascándose lanuca—. Pero no necesitabas tantainformación, ¿verdad?

Con un ademán despectivo, Melissa sedirigió al cuarto de baño. Me dediqué acontemplar el bar, reproduciendo las

Page 624: Sin limites de alan glynn

palabras de Melissa, incapaz decomprenderlas. En primer lugar, meparecía increíble que estuviésemos juntos,compartiendo una copa y charlando, y queen ese momento estuviese en el lavabo,vestida con unos vaqueros y un jerseyholgado, meando. Porque siempre quehabía pensado en ella durante los últimosdiez años, la persona a la que visualizabaautomáticamente era la delgada y radianteMelissa de 1988, la de la cabelleraoscura y los pómulos prominentes, laMelissa a la que había visto levantarse lafalda mil veces y mear sin dejar dehablar. Pero, al parecer, la Melissa deaquellos días se había desvanecido en eltiempo y el espacio y se había convertido

Page 625: Sin limites de alan glynn

en un fantasma. Jamás volvería a verla,jamás me toparía con ella en la calle. Lahabía suplantado la Melissa con la que nohabía mantenido contacto, la que se habíacasado otra vez y había tenido hijos, laque había trabajado para la revistaIroquois, la que había dañado de manerapermanente su prolífico y tumultuosocerebro con un producto farmacéutico nocontrastado y antes desconocido.

Se me llenaron los ojos de lágrimas ynoté un escozor en la garganta. Entoncesempezaron a temblarme las manos. ¿Quéme estaba pasando? Sólo habíantranscurrido veinticuatro horas desde quetomé la última dosis de MDT y al parecerya se abrían pequeñas brechas en la dura

Page 626: Sin limites de alan glynn

concha química que se había formado a mialrededor en las últimas semanas. Através de aquellos resquicios sedeslizaban emociones intensas, y no sabíacómo iba a lidiar con ellas. Me vi a mímismo llorando, sollozando,arrastrándome por el suelo y subiéndomepor las paredes, lo cual tuvo sentido unosmomentos, como si fuese un alivioexquisito. Pero entonces, cuando Melissavolvió del lavabo, tuve que hacer unesfuerzo para recomponerme.

Se sentó delante de mí y dijo:—¿Estás bien?—Sí.—Pues no lo parece.—Es sólo… que me alegro de verte

Page 627: Sin limites de alan glynn

otra vez, Melissa, de verdad. Pero mesiento muy mal… Es decir… No mepuedo creer que hayas… —Entonces, laslágrimas que había intentado contener meanegaron los ojos. Cerré los puños y miréa la mesa—. Lo siento —dije, y luegosonreí, pero la expresión de mi rostroprobablemente era tan demente que nodebía de parecer una sonrisa. Me disculpéotra vez, y mientras me enjugaba los ojoscon una mano, clavé los nudillos de laotra en el banco de madera.

Sin mirarla directamente, vi queMelissa estaba inmersa en un ejerciciopaliativo, respirando hondo y susurrandola palabra «mierda» cada dos segundos.

—Mira, Eddie —dijo a la postre—,

Page 628: Sin limites de alan glynn

ahora el problema ya no soy yo, ninosotros. Eres tú. —Esa afirmación tuvoun efecto equilibrante sobre mí e intentéconcentrarme por unos momentos en susrepercusiones—. Te llamé porque creí…No sé. Creí que si estabas tomando MDT,o lo habías hecho, al menos debías saberlo que me había pasado a mí. Pero notenía ni idea de que estuvieses tan… —meneó la cabeza— metido. Y después,cuando leí aquello en el Post… —Miré elvaso de cerveza. Ni siquiera lo habíatocado, y tampoco pensaba hacerlo—.¿Transacciones intradía? ¿Vendiendoacciones de biotecnología en descubierto?No me lo podía creer. Debes de tomarmucho MDT. —Asentí—. Pero ¿qué

Page 629: Sin limites de alan glynn

pasará cuando se agoten las existencias,Eddie? Entonces empezarán losproblemas de verdad.

Casi pensando en voz alta dije:—Quizá debería dejarlo ahora. O

podría intentar reducir la dosis. —Hiceuna breve pausa para sopesar aquellasopciones, pero agregué—: Por supuesto,no hay garantía de que eso sea lo correcto,¿verdad?

—No —repuso. De repente, estababastante pálida y parecía cansada—. Peroyo no lo dejaría de golpe. Así lo hice yo.La cuestión es la dosis; cuánto tomas ycuándo lo tomas. Eso es lo quedescubrieron cuando empecé a ponermeenferma y después de la muerte de aquel

Page 630: Sin limites de alan glynn

tipo.—Entonces, ¿tengo que rebajar la

dosis?—No lo sé. Eso creo. Dios mío, no

me puedo creer que Vernon no te contaranada de esto.

Vi que Melissa estaba confusa. Mihistoria, o lo que conocía de ella hasta elmomento, tenía muy poco sentido.

—Melissa, Vernon no me contó nada.No bien hube dicho esto me di cuenta

de que debería mentirle para que mihistoria encajara, y de una manerabastante elaborada. Por supuesto, elmomento propiciaba ciertos interrogantesde lo más incómodos y temía que losformulara. ¿Cuántas veces había visto a

Page 631: Sin limites de alan glynn

Vernon? ¿Cómo había conseguido unasreservas tan abundantes de MDT? ¿Porqué no me había molestado en averiguarmás al respecto? Pero, para mi sorpresa,Melissa no me hizo ninguna de esaspreguntas, ni ninguna otra de hecho, yambos guardamos silencio.

Estudié su rostro mientras se encendíaotro cigarrillo. Lo normal habría sido quela Melissa que conocí diez años anteshubiese pedido aclaraciones, unadisección punto por punto. Pero la mujerque estaba sentada delante de mí habíaperdido fuelle. Percibía su curiosidad, yquería saber por qué no era franco conella, pero no tenía tiempo ni energía paraesas cosas. Vernon había muerto. Me

Page 632: Sin limites de alan glynn

había contado lo que sabía del MDT. Sinduda le preocupaba mi apurada situación.

Pero ¿qué más podía hacer o decir?Tenía dos hijos y una vida radicalmentedistinta a la que esperaba o a la que creíatener derecho. Ella estaba cansada. Yoestaba solo.

—Lo siento, Eddie —dijo.—Una pregunta —añadí—. Ese

cliente de Vernon que mencionaste. El quetrabajaba para la empresa farmacéutica.Imagino que debería hablar con él. Esotendría sentido, ¿verdad?

Pero inmediatamente vi por suexpresión que no podía ayudarme.

—Sólo lo he visto una vez, Eddie,hace cuatro años. No recuerdo su nombre.

Page 633: Sin limites de alan glynn

Tom no se qué. O Todd. No puedo hacermás. Lo siento mucho.

Empezó a invadirme el pánico.—¿Y qué hay de la investigación

policial? —pregunté—. Después de eseprimer día nadie se ha puesto en contactoconmigo. ¿Han hablado contigo? ¿Handescubierto quién asesinó a Vernon y porqué?

—No, pero sabían que había sidotraficante de coca, así que supongo quedan por hecho que se trata de un asunto dedrogas.

Hice una pausa, un tantodesconcertado por la frase «un asunto dedrogas». Tras un momento de reflexión, ysin el menor atisbo de sarcasmo en mi

Page 634: Sin limites de alan glynn

voz, la repetí: «Un asunto de drogas». Erauna frase que Melissa había utilizado unavez para describir nuestro matrimonio.Captó la referencia al momento y pareciódesinflarse todavía más.

—Todavía duele, ¿verdad?—La verdad es que no, pero… No fue

un asunto de drogas.—Ya lo sé. Mi comentario sí lo ha

sido.Podría haber respondido cien cosas

distintas, pero lo único que se me ocurriófue:

—Eran tiempos extraños.—Eso es cierto.—Cada vez que lo recuerdo…, no

sé…, me resulta…

Page 635: Sin limites de alan glynn

—¿Qué?—No tiene sentido pensar en ello,

pero hay tantas cosas que podrían habersido distintas…

La pregunta obvia —«¿Cuáles?»—estuvo en el aire unos momentos.Entonces, Melissa dijo:

—Yo también lo pienso.Estaba visiblemente agotada, y mi

dolor de cabeza empeoraba, así quedecidí que había llegado el momento dedesprendernos de la vergüenza y el dolorde una tensa conversación en la que noshabíamos enfrascado por descuido y que,si no andábamos con cautela, nosadentraría en un territorio caótico y muycomplicado.

Page 636: Sin limites de alan glynn

Le pedí que me contara algo de sushijas. Había mencionado que eran dosniñas: Ally, de ocho años, y Jane, de seis.Eran fantásticas, dijo, me encantarían.Eran ingeniosas, dos tiranas a las que nose les pasaba una.

Eso era todo, pensé. Ya era suficiente.Tenía que salir de allí.

Charlamos unos minutos más ypusimos fin a aquello. Prometí a Melissaque estaríamos en contacto, que lamantendría informada de mi estado y quetal vez iría a verlas algún día a Mahopac.Anotó su dirección en un trozo de papel,que me guardé en el bolsillo de la camisa.

Echando mano de una última reservade energía, Melissa me miró a los ojos y

Page 637: Sin limites de alan glynn

dijo:—Eddie, ¿qué piensas hacer con todo

esto?Le dije que no estaba seguro, pero que

todo iría bien, que me quedaban unascuantas píldoras de MDT y que, por lotanto, tenía mucho margen de maniobra.Podía rebajar la dosis de manerapaulatina y ver si funcionaba. Estaríabien. Puesto que no había mencionado losdesvanecimientos, sonó a mentira. Aunasí, dudaba que en aquellas circunstanciasMelissa se percatara.

Asintió. Quizá se había dado cuentapero, de ser así, ¿qué podía hacer yo alrespecto?

Una vez en la calle, nos despedimos

Page 638: Sin limites de alan glynn

con un abrazo. Melissa cogió un taxi endirección a Grand Central Station y yovolví a pie a casa.

Page 639: Sin limites de alan glynn

XVIII

Lo primero que hice al llegar a casa fuetomar un par de comprimidos deExcedrina extrafuerte para el dolor decabeza. Luego me tumbé en el sofá y miréal techo, con la esperanza de que el dolor,que se había concentrado detrás de losojos y había empeorado desde queabandoné Spring Street, remitiera pronto yterminara por desaparecer del todo. Nosolía padecer dolores de cabeza, así queignoraba si aquél era consecuencia de miconversación con Melissa o si era unsíntoma de mi repentina abstinencia delMDT. Sea como fuere, y ambas

Page 640: Sin limites de alan glynn

explicaciones parecían plausibles en esemomento, me resultaba de lo másinquietante.

Además, las grietas que habíanaparecido y se habían multiplicado desdela mañana se agrandaban y habíanquedado a la vista, como una heridaabierta. Repasé mentalmente la historia deMelissa una y otra vez, oscilando entre elhorror por lo que le había sucedido y eltemor de lo que podía sucederme a mí.Me obsesionaba que una decisióndescuidada, un estado de ánimo, uncapricho, pudiera cambiar tan fácil eirreversiblemente la vida de una persona.Pensé en Donatella Álvarez, y ahora meresultaba más difícil desestimar la idea de

Page 641: Sin limites de alan glynn

que hubiese sido responsable de lo que lehabía ocurrido por cómo había cambiadosu vida de manera tan irreversible. Penséen el tiempo que había compartido conMelissa, y agonizaba imaginando quepodría haber hecho las cosas de otramanera.

Pero aquella situación era intolerable.Debía tomar medidas o no tardaría encaer enfermo, hundirme en una ciénagaclínica, desarrollar algún síndrome yllegar a un punto de no retorno. Así, alprimer atisbo de alivio que me procuró laExcedrina, que tan sólo había atenuado unpoco el dolor, me levanté del sofá yempecé a pasearme por el piso, como sitratase de sanar de esa manera.

Page 642: Sin limites de alan glynn

Entonces recordé algo.Fui al dormitorio y me acerqué al

armario. Intentando hacer caso omiso deldolor de cabeza, me agaché y saqué lavieja caja de zapatos, cubierta con unamanta y una pila de revistas. La abrí ycogí el gran sobre marrón en el que habíaescondido el dinero y las píldoras. Metíla mano en el sobre y rebusqué en él,haciendo caso omiso del recipientehermético de plástico que contenía lasmás de 350 pastillas que quedabantodavía. Lo que yo buscaba era la agendanegra de Vernon.

Cuando la encontré, empecé aexaminarla página por página. Habíadocenas de nombres y números de

Page 643: Sin limites de alan glynn

teléfono, bastantes de ellos tachados,algunos con nuevos números anotadosencima o debajo del viejo. Esa vezreconocí el nombre de Deke Tauber yalguno otro. Por desgracia, no encontré anadie que respondiera al nombre de Tomo Todd.

Pero, aun así, tenía que haber alguienque pudiera ayudarme, alguien con quienpudiera contactar para obtenerinformación.

A fin de cuentas, pensé, ¿quién eraaquella gente?

Por obvio que fuese, y aunque laagenda llevaba semanas en mi armario, nome había dado cuenta hasta entonces deque era la lista de clientes de Vernon.

Page 644: Sin limites de alan glynn

La idea de que toda aquella gentehubiese consumido MDT en un momento uotro, y de que quizá siguieraconsumiéndolo, me turbaba. También dejómi ego un poco magullado, porque, si bienera irracional creer que nadie más habíasentido los increíbles efectos del MDT,pensaba que la experiencia era en ciertomodo única y más auténtica que la deotras personas que lo hubieran probado.Esa ligera indignación persistió mientrasleía los nombres una vez más, peroentonces me vino a la mente una ideaimportante. Si toda aquella gente habíatomado MDT, eso significaba que eraposible consumirlo sin sucumbir a losdolores de cabeza o los

Page 645: Sin limites de alan glynn

desvanecimientos, por no hablar de losdaños cerebrales permanentes.

Me tomé otros dos comprimidos deExcedrina y seguí estudiando la agenda.Cuanto más miraba los nombres, másfamiliares me resultaban, y al final pudeubicar a media docena. Muchos de los quehabía reconocido pertenecían al mundo delos negocios, gente que trabajaba paranuevas o medianas empresas. Habíavarios escritores y periodistas y un par dearquitectos. Aparte de Deke Tauber,ninguno era muy conocido para elciudadano de a pie. Todos gozaban decierta fama, pero eran mucho más

Page 646: Sin limites de alan glynn

célebres en sus ámbitos, así que pensé quetal vez sería útil investigar un poco suhistoria. Encendí el ordenador y meconecté a Internet.

Deke Tauber era la elección obviapara empezar. A mediados de los añosochenta se dedicaba a la venta de bonosen Wall Street, donde ganó mucho dineropero gastó bastante más. Algún miembrode la familia Gant lo había conocido en launiversidad, y solía frecuentar fiestas,bares e inauguraciones, lugares donde seofreciese algún valor añadido. Lo habíavisto un par de veces y me parecíaarrogante y bastante grosero. Sin embargo,tras la crisis de 1987 perdió su empleo, setrasladó a California y ese pareció ser su

Page 647: Sin limites de alan glynn

ocaso.Tres años después, Tauber apareció

otra vez por Nueva York como líder deDekedelia, una dudosa secta de autoayudaque había fundado en Los Ángeles. Trasunos comienzos modestos, el número demiembros de Dekedelia creciódesmesuradamente y Tauber empezó aedi tar best-sellers y videos. Creó unaempresa de programas informáticos, abrióuna cadena de cibercafés y entró en elnegocio inmobiliario. Al poco tiempo,Dekedelia era una empresamultimillonaria con más de doscientosempleados, la mayoría de los cuales erantambién miembros de la secta.

Una vez repasada la información que

Page 648: Sin limites de alan glynn

pude encontrar sobre los demás clientesde Vernon, detecté una primera pauta. Entodos los casos que estudié se habíaproducido, en los tres o cuatro añosanteriores, una repentina e inexplicableprogresión en la carrera de la persona.Pongamos por caso a Theodore Neal.Después de dos décadas escribiendobiografías no autorizadas de gente delmundo del espectáculo y trabajando paraalgunas revistas, Neal había creado desúbito una brillante y cautivadora historiade Ulysses S. Grant. Descrita como una«arrebatadora y original obra deerudición», llegó a ganar el PremioNacional de la Crítica. O Jim Rayburn,jefe de Thrust, un sello discográfico con

Page 649: Sin limites de alan glynn

problemas económicos, que en un períodode seis meses descubrió y fichó a losartistas de hip-hop J. J. Rictus, HumanCheese y F Train, y que en otros seismeses contaba con una estantería repletade premios Grammy y MTV a su nombre.

Había otros casos: directivos de rangointermedio que ascendían rápidamente aconsejeros delegados, abogadosdefensores que hipnotizaban a los juecespara conseguir absolucionesinverosímiles, o arquitectos quediseñaban elaborados rascacielos duranteuna comida aprovechando la servilleta deun coctel.

Era extraño y, pese al palpitante dolorque sentía detrás de los ojos, sólo podía

Page 650: Sin limites de alan glynn

pensar en una cosa: el MDT-48 estaba enla sociedad. Otras personas lo consumíanigual que había hecho yo. Lo que yo nosabía era cuánto tomaban y con quéfrecuencia. Yo había consumido MDT demanera indiscriminada, a veces dos, eincluso tres pastillas de golpe, pero nosabía si realmente necesitaba tantas, o sihacerlo intensificaba o prolongaba susefectos. Supuse que, como la cocaína, erauna cuestión de glotonería. Tarde otemprano, si la droga estaba allí, lavoracidad se convertía en la dinámicadominante en tu relación con ella.

Así pues, la única manera deaveriguar cuál era la dosis adecuada eracontactar con algún nombre de aquella

Page 651: Sin limites de alan glynn

lista, llamarlo y preguntarle qué sabía.Fue entonces cuando se hizo patente lasegunda pauta, ésta más inquietante.

Lo postergué hasta el día siguiente porel dolor de cabeza, porque era reacio allamar a desconocidos y porque teníamiedo de lo que pudiera descubrir.Continué tomando comprimidos deExcedrina cada pocas horas y, aunque mealiviaban un poco, persistía aquel latidoconstante detrás de los ojos.

Resolví que no serviría de nadahablar con Deke Tauber, de modo que elprimer nombre que elegí fue el de undirector financiero de una empresa de

Page 652: Sin limites de alan glynn

electrónica de mediana envergadura.Recordaba su nombre por un artículo quehabía leído en Wired.

Una mujer contestó el teléfono.—Buenos días —dije—, ¿puedo

hablar con Paul Kaplan, por favor?La mujer no respondía, y en medio de

aquel silencio pensé en la posibilidad deque se hubiese cortado. Para cerciorarmedije:

—¿Hola?—¿Quién es, por favor? —respondió

ella con un tono cansino e impaciente.—Soy periodista —dije—, de la

revista Electronics Today.—Mire… Mi marido falleció hace

tres días.

Page 653: Sin limites de alan glynn

—Oh…Me quedé helado. ¿Qué podía decir?Se hizo un silencio que me pareció

una eternidad.—Lo siento mucho —farfullé.La mujer no dijo nada. Oía un rumor

de fondo. Quería preguntarle cómo habíamuerto su marido, pero fui incapaz deformar las palabras.

Entonces ella añadió:—Lo lamento… Gracias… Adiós.Y eso fue todo.Su marido había fallecido tres días

antes, pero eso no significaba nada. Lagente se moría.

Elegí otro número y marqué. Aguardé,mirando la pared que tenía delante.

Page 654: Sin limites de alan glynn

—¿Sí?Era una voz de hombre.—¿Puedo hablar con Jerry Brady, por

favor?—Jerry está… —Hizo una pausa y

añadió—: ¿Quién es?Había escogido el número al azar y

me di cuenta de que no sabía quién eraJerry Brady o por quién debía hacermepasar al llamarlo un domingo por lamañana.

—Soy… un amigo.Después de vacilar unos momentos,

dijo:—Jerry está en el hospital… —Su voz

era temblorosa—. Y está muy enfermo.—Dios mío. Es terrible. ¿Qué le

Page 655: Sin limites de alan glynn

pasa?—Ese es el problema. No lo sabemos.

Hace un par de semanas empezó a tenerdolores de cabeza. Entonces, el martespasado… No, el miércoles, se desmayóen el trabajo…

—Mierda.—…y, cuando volvió en sí, dijo que

había sentido mareos y espasmosmusculares todo el día. Desde entoncespierde el conocimiento periódicamente.Sufre temblores y vómitos.

—¿Qué dicen los médicos?—No lo saben. ¿Qué quiere? Son

médicos. Todas las pruebas que le hanpracticado hasta el momento han sidopoco concluyentes. Pero le diré una

Page 656: Sin limites de alan glynn

cosa…El hombre chasqueó la lengua. Por su

tono jadeante me dio la impresión de quese moría por hablar con alguien, pero a lavez no podía ignorar el hecho de que notenía ni idea de quién era yo. Yo tambiénme preguntaba quién sería mi interlocutor.¿Un hermano? ¿Un amante?

—¿Sí? Continúe… —dije.—De acuerdo —respondió, restando

importancia a quién diablos era yo— Lacuestión es que Jerry se encontraba rarodesde hacía semanas, incluso antes de losdolores de cabeza. Como si estuviese muypreocupado por algo, lo cual no era elestilo de Jerry en absoluto. —Hizo unabreve pausa—. Dios mío, he dicho «era».

Page 657: Sin limites de alan glynn

Noté un mareo y apoyé la mano libreen la pared.

—Mire —dije rápidamente—, no voya robarle más tiempo. Déle recuerdos aJerry. ¿Lo hará?

Sin mencionar mi nombre ni otra cosa,colgué el teléfono.

Volví tambaleándome al sofá y medesplomé. Estuve allí tumbado mediahora, horrorizado, reproduciendo las dosconversaciones una y otra vez.

Al final me levanté y me arrastré denuevo hasta el teléfono. Había entrecuarenta y cincuenta nombres en laagenda, y hasta el momento sólo habíallamado a dos. Elegí otro, y después otro,y después otro.

Page 658: Sin limites de alan glynn

Pero se repetía siempre la mismahistoria. De las personas con las queintenté contactar, tres estaban muertas y elresto enfermas, o bien ingresadas en elhospital, o bien en casa, con distintosestados de pánico. En otrascircunstancias, aquello podría haberconstituido un pequeña epidemia, pero,dado que aquellas personas presentabanunos síntomas muy variados y estabanrepartidas por Manhattan, Brooklyn,Queens y Long Island, era improbable quenadie las relacionara. De hecho, lo únicoque tenían en común era, a mi juicio, lapresencia de sus números de teléfono enaquella pequeña agenda.

Sentado de nuevo en el sofá,

Page 659: Sin limites de alan glynn

masajeándome las sienes, miré el bol decerámica. Ahora no tenía elección. Si novolvía a tomar el MDT, aquel dolor decabeza se intensificaría y no tardarían enaparecer otros síntomas, los que habíaoído una y otra vez por teléfono: mareos,náuseas, espasmos musculares y undeterioro de la capacidad motriz. Y, porlo visto, después moriría. Todo apuntabaa que quienes figuraban en la lista declientes de Vernon iban a perecer. ¿Porqué iba a ser yo diferente?

Pero había una diferencia notable.Podía volver a consumir MDT si así lodecidía. Y ellos no. Yo tenía un alijoconsiderable de material. Ahí fuera habíacuarenta o cincuenta personas con un

Page 660: Sin limites de alan glynn

síndrome de abstinencia grave y tal vezletal porque se les había agotado elsuministro. Yo no podía decir lo mismo.

De hecho, el mío no había hecho másque empezar, porque su suministro, o loque debería haberlo sido si Vernon nohubiese fallecido, era lo que yo habíaestado consumiendo durante las últimassemanas. Ello me infundía un espantososentimiento de culpabilidad, pero ¿quépodía hacer? En mi armario quedaban 350pastillas, lo cual me otorgaba un margenconsiderable, pero si había decompartirlas con otras cincuenta personas,nadie saldría beneficiado. En lugar demorir todos aquella semana, lo haríamosla siguiente.

Page 661: Sin limites de alan glynn

En cualquier caso, resolví que sireducía de manera drástica la ingesta deMDT, prolongaría mis reservas y tal vezacabaría con los desvanecimientos, o almenos los atenuaría.

Me levanté y fui hacia el escritorio.Permanecí allí de pie un momento,contemplando el bol de cerámica, peroantes de extender siquiera el brazo paratocarlo, supe que algo no iba bien. Tuveuna alarmante premonición. Cogí el bolcon la mano izquierda y miré en suinterior. La premonición no tardó entrocar en pánico.

Por increíble que pareciese, sólo

Page 662: Sin limites de alan glynn

quedaban dos píldoras.Lentamente, como si me hubiese

olvidado de moverme, me senté en lasilla.

Había dejado diez pastillas en el bolun par de días antes, y sólo había tomadotres desde entonces. ¿Dónde estaban lasotras cinco?

Me dio un vahído, y me agarré allateral de la silla para guardar elequilibrio.

Gennadi.El otro día, cuando terminé mi

conversación con el director del banco,Gennadi se encontraba junto a la mesa, deespaldas a mí.

¿Se habría llevado unas cuantas?

Page 663: Sin limites de alan glynn

Parecía imposible, pero me devanélos sesos intentando visualizar losucedido, la secuencia exacta demovimientos. Y entonces recordé. Cuandocogí el teléfono para llamar a HowardLewis, le di la espalda.

Transcurrieron un par de minutos,durante los cuales asimilé la alucinanteidea de Gennadi bajo los efectos delMDT. ¿Cuánto tardaría aquello en llegar ala calle, cuánto tardaría en averiguar quéera, reproducirlo, darle un nombrecomercial y empezar a traficar en clubes,en la parte trasera de un coche o en unaesquina? Microdosis cortadas con speed adiez dólares cada una. Imaginaba que lascosas no llegarían tan lejos por el

Page 664: Sin limites de alan glynn

momento, al menos si Gennadi sólo teníacinco dosis. Pero dada la naturaleza delMDT, era lógico pensar que, una vez quelo hubiera probado por primera vez, no seimpondría demasiadas restricciones conel resto. Tampoco era probable queolvidara dónde había conseguido elmaterial.

Saqué una pildorita del bol, yutilizando una cuchilla, la dividí en dosmitades perfectas. Me tomé una. Entoncesme quedé sentado a la mesa, pensando enlo mucho que había cambiado mi situaciónen los tres o cuatro últimos días, en cómohabían empezado a reventar las costuras,a sufrir convulsiones y hemorragias ydeslizarse hacia lo recurrente, lo crónico,

Page 665: Sin limites de alan glynn

lo terminal.Veinte minutos después, en plena

espiral descendente, noté que el dolor decabeza había desaparecido por completo.

Page 666: Sin limites de alan glynn

XIX

En días posteriores sólo tomaba mediapastilla con el desayuno. Esa dosis meaportaba toda la «normalidad» posible entales circunstancias. Al principio mesentía aprensivo, pero cuando vi que losdolores de cabeza no reaparecían, merelajé un poco y pensé que quizá habíaencontrado una escapatoria o, al menos,con un alijo de casi setecientas dosis enmi haber, mucho tiempo para buscarla.

Pero, por supuesto, no era tansencillo.

El lunes dormí hasta las nueve de lamañana. Desayuné naranjas, tostadas y

Page 667: Sin limites de alan glynn

café, todo ello aderezado con un par decigarrillos. Después me di una ducha y mevestí. Me puse mi traje nuevo, que ya nolo era tanto, y me planté delante delespejo. Debía ir a la oficina de Carl VanLoon, pero de pronto me sentí sumamenteincómodo por tener que salir con aquelatuendo. Me veía raro. Un rato después,cuando me dirigía al vestíbulo delEdificio Van Loon, estaba tan cohibidoque casi esperaba que alguien me diera ungolpecito en el hombro y me dijera quetodo había sido un terrible error y que elseñor Van Loon había ordenado que meecharan del edificio si aparecía por allí.

Entonces, en el ascensor que mellevaba hasta la planta 62, empecé a

Page 668: Sin limites de alan glynn

pensar en el acuerdo que supuestamentehabía de mediar con Van Loon, laadquisición de MCL-Parnassus por partede Abraxas. Llevaba días sin pensar en él,pero cuando intenté recordar los detalles,todo estaba borroso. No dejaba de oír coninsistencia la expresión «modelo deprecios para las acciones», pero sólotenía una ligerísima idea de lo quesignificaba. También sabía que «laconstrucción de una infraestructura debanda ancha» era importante, peroignoraba por qué. Era como despertarsede un sueño en el que has estado hablandouna lengua extranjera y, cuandodespiertas, descubres que no hablas tallengua en absoluto y que apenas entiendes

Page 669: Sin limites de alan glynn

una palabra de ella.Salí del ascensor y me adentré en el

vestíbulo. Me dirigí al mostradorprincipal y aguardé unos instantes hastaque la recepcionista me prestó atención.Era la misma mujer del jueves anterior,así que, cuando se volvió hacia mí,sonreí. Pero no pareció reconocerme.

—¿Puedo ayudarle, señor?Su tono era formal y bastante frío.—Eddie Spinola —dije—. Vengo a

ver al señor Van Loon.La recepcionista consultó su agenda y

meneó la cabeza. Parecía estar a punto dedecirme algo, quizá que estaba fuera delpaís o que no le constaba nuestra cita,cuando por un pasillo situado a la

Page 670: Sin limites de alan glynn

izquierda del mostrador apareció VanLoon caminando pausadamente. Parecíatriste, y cuando me tendió la mano parasaludarme, me di cuenta de que suencorvadura era más pronunciada de loque recordaba.

La recepcionista volvió a losmenesteres que la mantenían ocupadaantes de mi interrupción.

—Eddie, ¿cómo estás?—Bien, Carl. Me encuentro mucho

mejor.Nos dimos la mano.—Bien, bien. Pasa.Me sorprendieron de nuevo las

dimensiones del despacho de Van Loon,que era largo y ancho, pero con escasa

Page 671: Sin limites de alan glynn

ornamentación. Me invitó a sentarme a sumesa.

Van Loon suspiró y meneó la cabeza.—Mira, Eddie —dijo—, lo que

apareció publicado el viernes en el Postno nos beneficia. No es la clase depublicidad que deseamos para esteacuerdo, ¿cierto? —Asentí, sin saber muybien adónde podía llegar todo aquello.Tenía la esperanza de que no hubiesevisto el artículo—. Hank no te conoce, yel acuerdo todavía es un secreto, así queno hay de qué preocuparse. Creo que nodeberías dejarte ver más por Lafayette.

—No, claro que no.—Sé discreto. Haz tus transacciones

aquí. Como te dije, tenemos una sala. Es

Page 672: Sin limites de alan glynn

discreta y privada. —Sonrió—. Aquí nohay gorras de béisbol.

Yo también sonreí, pero la verdad esque me sentía bastante incómodo ynervioso, como si fuese a vomitar.

—Luego te enseñarán toda la planta.—Bien.—Otra cosa que quería comentarte, y

quizá sea provechoso, es que Hank noestará aquí mañana. Ha sufrido un retrasoen Los Ángeles, así que no celebraremosesa reunión hasta… probablementemediados o incluso finales de… lasemana que viene.

—Sí, de acuerdo —farfullé, incapazde mirar a Van Loon a los ojos—.Probablemente… Como usted dice,

Page 673: Sin limites de alan glynn

probablemente sea algo beneficioso, ¿no?—Sí. —Van Loon cogió un bolígrafo

de la mesa y jugueteó con él—. Yotambién estaré fuera, al menos hasta el finde semana, lo cual nos da cierto respiro.El jueves era demasiado justo, en miopinión, pero ahora podemos ir a nuestroritmo, pulir los números y preparar unaoferta sólida.

Levanté la cabeza y vi que Van Loonme entregaba algo. Era el bloc amarilloque había utilizado el jueves anterior paraanotar los valores de opción.

—Quiero que amplíes estasproyecciones y las introduzcas en elordenador. —Se aclaró la garganta—. Porcierto, las he estado estudiando y quería

Page 674: Sin limites de alan glynn

hacerte un par de preguntas.Me recosté y miré las densas hileras

de números y símbolos matemáticos de laprimera página. Aunque eran de mi puño yletra, no entendía nada y me daba lasensación de tener delante un extrañojeroglífico. Sin embargo, aquellas cifrasempezaron a reconfigurarse ante mis ojosy a resultarme vagamente familiares, y vique si podía concentrarme en ellas unahora o dos quizá sería capaz dedescodificarlas.

Pero con Carl Van Loon sentado frentea mí y dispuesto a hacer preguntas, doshoras eran un imposible. Aquél fue elprimer indicio de que consumir la dosismínima sólo serviría para contener los

Page 675: Sin limites de alan glynn

dolores de cabeza. Porque no sucedíanada más, y cada vez era más conscientede lo que significaba ser «normal».Significaba no poder influir en la gente,infundirles el anhelo de hacer cosas por ti.Significaba no guiarte por tus instintos ytener siempre razón. Significaba no poderrecordar detalles nimios y realizarcálculos rápidos.

—Veo un par de inconsistencias aquí—dije, tratando de evitar las preguntas deVan Loon—. Y tiene usted razón, íbamosjustos de tiempo.

Pasé a la segunda página y me levantéde la silla. Fingiendo estar concentrado enlas proyecciones, deambulé un poco eintenté pensar qué decir a continuación,

Page 676: Sin limites de alan glynn

como un actor que ha olvidado su texto.—Yo quería preguntarte por qué la

vida de la tercera opción es distinta de lasdemás —dijo Van Loon desde la mesa.

Miré a mi alrededor durante unsegundo, murmuré algo y me concentré denuevo en el cuaderno. Lo mirabaatentamente, pero tenía la mente en blancoy sabía que ninguna idea repentinaacudiría en mi ayuda.

—¿La tercera? —pregunté, mientraspasaba las hojas para ganar tiempo.Entonces volví a la primera página y mepuse el cuaderno debajo del brazo—.¿Sabe qué, Carl? —dije, mirándolofijamente—. Tendré que repasar esto aconciencia. Déjeme calcularlo todo con el

Page 677: Sin limites de alan glynn

ordenador como usted proponía y a lomejor entonces podamos…

—La tercera opción, Eddie —dijo,levantando el tono de voz—. ¿Qué diabloste pasa? ¿Es que no puedo hacerte unapregunta sencilla?

Me hallaba a unos cinco metros de lamesa de un hombre que había aparecidoen docenas de portadas de revistas, unmultimillonario, un emprendedor, unicono, y me estaba gritando. No sabíacómo responder. Aquél no era mi medio.Estaba asustado.

Por suerte, en ese momento sonó elteléfono. Van Loon lo cogió y gritó:

—¿Qué?Esperé un segundo, me di la vuelta y

Page 678: Sin limites de alan glynn

me alejé para dejarle hablar. Metemblaban un poco las manos yreaparecieron las náuseas.

—No envíes esos —decía Van Loon—. Habla con Mancuso antes de hacernada. Y escucha, sobre las fechas deentrega…

Aliviado por haber conseguido salirmomentáneamente del atolladero, medirigí a los ventanales de la enorme sala.Los cristales iban del techo al suelo, yofrecían una panorámica del oeste de laciudad oscurecida parcialmente por unascortinas colgantes. Cuando Van Looncolgara el teléfono le diría que teníamigraña y que no podía concentrarmecomo era debido. Me había visto realizar

Page 679: Sin limites de alan glynn

anotaciones el jueves y habíamos habladodetalladamente, así que no podía dudar demi dominio de la materia. Para mí, loimportante en ese momento era salir deallí.

Mientras esperaba, observé la oficina.La zona del fondo estaba dominada por elgran escritorio de Van Loon, pero el restorezumaba la holgura y la austeridad de unasala de espera de una estación ferroviariade estilo art déco. Cuando llegué a losventanales, tuve la impresión de que VanLoon estaba muy lejos y, si me volvía,sería una figura en la distancia. Su voz eracasi inaudible, un rumor que hablaba defechas de entrega. En aquel extremo de lasala había unos sofás de cuero rojo y

Page 680: Sin limites de alan glynn

mesas bajas de cristal con revistas denegocios esparcidas sobre ellas.

Al mirar por la ventana, a través delas cortinas, una de las primeras cosasque atisbé entre el enjambre derascacielos del centro de la ciudad fue unfragmento del Edificio Celestial, situadoen el West Side. Desde aquellaperspectiva, parecía estar encajonadoentre una docena de edificios, pero siprestabas atención, veías que seencontraba más atrás y que, en realidad,se alzaba en soledad. Me parecíaincreíble haber estado en el Celestial unpar de días antes y haber acariciado laidea de comprar un piso allí, y uno de losmás caros, por cierto.

Page 681: Sin limites de alan glynn

Nueve millones y medio de dólares.—¡Eddie!Me di la vuelta.Van Loon había colgado el teléfono y

se acercaba desde el otro lado de la sala.Me preparé para lo que se avecinaba.

—Me ha surgido un imprevisto. Tengoque irme. Lo siento. —Su tono eraamigable, y cuando estuvo junto a mí,señaló con la cabeza el bloc amarillo quellevaba bajo el brazo—. Ocúpate de eso yya hablaremos. Como te he dicho, estaréfuera hasta el fin de semana. Con esodeberías tener tiempo suficiente. —Derepente, dio una palmada—. De acuerdo,¿quieres dar un vistazo a la sala detransacciones bursátiles? Llamaré a Sam

Page 682: Sin limites de alan glynn

Welles para que te la enseñe.—Creo que me iré a casa y me pondré

con esto, si no le importa —dije,extendiendo el brazo.

—Pero si será sólo… —Van Loonhizo una pausa y me miró. Percibí suconfusión, y tal vez sintiera ciertahostilidad hacia mí, como había ocurridoantes, pero no entendía por qué le estabaocurriendo aquello y no sabía cómoactuar.

»¿Qué te pasa, Eddie? —preguntó alfinal—. No estarás blandeando, ¿verdad?

—No, yo…—Porque estas historias no son para

timoratos.—Ya lo sé. Yo sólo…

Page 683: Sin limites de alan glynn

—Y me la estoy jugando, Eddie.Nadie sabe nada de esto. Si me jodes, simencionas esto a alguien, mi credibilidadquedará por los suelos.

—Lo sé, lo sé. —Señalé de nuevo elbloc.

—Sólo quiero hacer esto bien.Van Loon me aguantó la mirada unos

instantes y suspiró, como si dijera: «Mealegra saberlo». Entonces se dio la vueltay se dirigió hacia su mesa.

—Llámame cuando hayas terminado—dijo. Estaba de espaldas a mí frente alescritorio, consultando algo, un diario oun cuaderno—. Como muy tarde, el marteso el miércoles de la semana que viene.

Vacilé, pero entonces caí en la cuenta

Page 684: Sin limites de alan glynn

de que acababa de despedirme. Salí de laoficina sin mediar palabra.

De camino a casa me paré enGristede's y compré unas bolsas grandesde patatas chip y cervezas. Una vez lleguéal piso, me senté a la mesa, saqué lagruesa carpeta que Van Loon habíaenviado la semana anterior y organicé misnotas. Creí que si podía asimilar aquelmaterial todo iría bien. Estaría tan bieninformado y al día como cuandoimpresioné a Van Loon con mi propuestade estructuración para el acuerdo decompra.

Empecé por los informes trimestrales

Page 685: Sin limites de alan glynn

de MCL-Parnassus. Los dejé sobre lamesa, abrí la primera bolsa de patatas yuna cerveza, y me dispuse a leer.

Estuve dos horas avanzando yretrocediendo y acabé admitiendo queaquel material no sólo me resultabasumamente tedioso, sino que apenasentendía nada. El problema era muysimple: no recordaba cómo seinterpretaban aquellas cosas. Eché unvistazo a otros documentos, y aunque eranalgo menos densos e impenetrables quelos informes trimestrales, el aburrimientoera el mismo. Pero perseveré, y mecercioré de que lo leía todo o, al menos,de que al pasear la vista por encima decada palabra y cada línea no se me

Page 686: Sin limites de alan glynn

escapaba nada.Me terminé las patatas y la cerveza y

pedí comida china hacia las diez. Pocodespués de la medianoche, me derrumbé yme fui a la cama.

A la mañana siguiente realicé unrápido y aterrador cálculo. El día anteriorme había llevado ocho horas leer lo queantes habría despachado en cuarenta ycinco minutos. Entonces intenté recordaralgo, pero sólo pude evocar fragmentos ygeneralidades. Días atrás habría podidorecordarlo todo, de la portada a lacontraportada, de arriba abajo.

En ese momento me tentó la idea de

Page 687: Sin limites de alan glynn

tomar un par de píldoras de MDT, perodesistí. Si volvía a consumirdesaforadamente, acabaría sufriendo másdesvanecimientos, y ¿adónde me llevaríaeso? De modo que mantuve esa pauta dosdías más. Me quedé en casa y hojeécentenares de páginas de material, y sólosalí de casa para comprar patatas fritas,hamburguesas con queso y cerveza. Vimucho la televisión, pero evitaba aconciencia los informativos y losprogramas de actualidad. Desconecté elteléfono. Supongo que, en cierto modo, mehabía creado la ilusión de que estabaintentando comprender todo aquello, peroal paso que iban desgranándose los días,tuve que reconocer que había asimilado

Page 688: Sin limites de alan glynn

muy poco.

El miércoles por la noche detecté unincipiente dolor de cabeza. No estabaseguro de qué lo había provocado. Quizáse debía a la cerveza y la comida basura,pero al no remitir el jueves por lamañana, decidí aumentar la dosis mínimade MDT a una píldora diaria. Porsupuesto, a los veinte minutos de habertomado una dosis más elevada, el dolorde cabeza había desaparecido y empecé apreocuparme. ¿Cuánto tardaría enincrementar de nuevo la dosis? ¿Cuántotardaría en tomar tres o incluso cuatropastillas cada mañana para evitar los

Page 689: Sin limites de alan glynn

dolores de cabeza?Cogí de nuevo la pequeña agenda de

Vernon y la examiné. No sentía el menordeseo de reproducir la misma rutina, perosi había alguna esperanza en aquellasituación, debía de estar entre aquellosteléfonos. Decidí llamar a algunosnúmeros que estaban tachados y no habíansido sustituidos por otros. Acasopertenecían a personas que seguían vivasy ni siquiera estaban enfermas, personasque hablarían conmigo, ex clientes. Oquizá, lo cual era más probable,descubriría que la razón por la que eranex clientes era que habían fallecido. Perovalía la pena intentarlo.

Llamé a cinco números. Los tres

Page 690: Sin limites de alan glynn

primeros ya no existían. El cuarto norespondió, o saltó el contestadorautomático. El quinto cogió el teléfonodespués de dos tonos.

—¿Sí?—Hola. ¿Puedo hablar con Donald

Geisler, por favor?—Él habla. ¿Qué quiere?—Soy amigo de Vernon Gant. No sé si

lo sabe, pero fue asesinado hace unassemanas y… Había colgado.

Sin embargo, era una respuesta. Y,obviamente, aquel tipo no estaba muerto.Esperé diez minutos y llamé de nuevo.

—¿Sí?—Por favor, no cuelgue. Se lo ruego.Hubo una pausa, durante la cual

Page 691: Sin limites de alan glynn

Donald Geisler no colgó. Tampoco abrióla boca.

—Estoy buscando ayuda —dije—. Unpoco de información, tal vez. No lo sé.

—¿De dónde ha sacado este número?—Estaba… entre las pertenencias de

Vernon.—¡Mierda!—Pero no hay na…—¿Es policía? ¿Es una investigación

o algo así?—No. Vernon era un viejo amigo.—Esto no me gusta.—De hecho, era mi ex cuñado.—Eso no me tranquiliza.—Mire, se trata…—No lo diga por teléfono.

Page 692: Sin limites de alan glynn

Me contuve de nuevo. Lo sabía.—De acuerdo, no lo haré. Pero ¿cómo

podría hablar con usted? Necesito suayuda. Usted obviamente sabe…

—¿Que necesita mi ayuda? Lo dudo.—Sí, porque…—Mire, voy a colgar ahora mismo.

No vuelva a llamarme. Es más, jamásintente ponerse en contacto conmigo, y…

—Señor Geisler, puede que me estémuriendo.

—Oh, Dios mío.—Y necesito…—Déjeme en paz, ¿vale?Colgó.Me palpitaba el corazón. Si Donald

Geisler no quería hablar conmigo, yo no

Page 693: Sin limites de alan glynn

podía impedirlo. Quizá no podíaayudarme de todos modos, pero aun asíera frustrante establecer un contacto tanfugaz con alguien que sabía lo que era elMDT.

Ya no estaba de humor para seguir, asíque dejé la agenda negra a un lado. Luego,en un esfuerzo por distraerme, volví a miescritorio y cogí un documento que habíaimpreso de una página web sobreeconomía.

Era un artículo muy técnico sobrelegislación antimonopolística y, a la alturade la tercera página, ya me habíadistraído. Al cabo de un rato dejé de leer,aparqué el artículo y me encendí uncigarrillo. Permanecí allí una eternidad,

Page 694: Sin limites de alan glynn

fumando y mirando a la nada.

Aquella tarde fui al banco. Gennadiacudiría a la mañana siguiente a buscar elsegundo pago del préstamo y quería estarpreparado. Retiré más de 100.000 dólaresen efectivo, con la intención de pagar elresto de una tacada, intereses incluidos.Así me lo quitaría de encima. Si Gennadise había tomado las cinco pastillas deMDT, y esa era la única explicaciónposible para su desaparición, no queríaque se presentara en mi casa cada viernespor la mañana.

Mientras esperaba que me preparasenel dinero, el director, Howard Lewis, un

Page 695: Sin limites de alan glynn

hombre medio calvo y con sobrepeso, meinvitó a que pasara a su despacho parahablar un momento. Aquel infarto conpatas parecía preocupado por que,después de mi febril actividad conKlondike y Lafayette, que había generadounos depósitos considerables, las cosashabían estado «digamos, tranquilas».

Lo miré con incredulidad.—Y ha retirado usted mucho dinero en

efectivo, señor Spinola.—¿Y qué? —dije en un tono que

parecía insinuar: «No es asunto suyo».—Nada, señor Spinola, faltaría más,

pero… Bueno, a la luz de ese artículoaparecido en el Post el viernes pasadosobre…

Page 696: Sin limites de alan glynn

—¿Sobre qué?—Bueno, es todo muy… irregular. En

estos tiempos que corren no puedes serdemasiado…

—Gracias a los días que he trabajadoen Lafayette, señor Lewis —dije, sinapenas contener mi irritación—, estoy ennegociaciones para un cargo de corredorsénior en Van Loon & Associates.

El director me miró, respirandolentamente por la nariz, como si lo queacababa de decir hubiera confirmado suspeores miedos sobre mi persona.

Sonó el teléfono y, al cogerlo, movióligeramente un músculo de la cara enseñal de disculpa. Mientras atendía lallamada, observé lo que me rodeaba.

Page 697: Sin limites de alan glynn

Hasta ese momento estaba bastanteindignado, pero me calmé un poco cuandovi mi reflejo en la parte posterior de unportarretratos de plata que había sobre lamesa de Lewis. Era una imagenparcialmente distorsionada, pero nadapodía ocultar mi aspecto desaliñado. Nome había afeitado esa mañana y llevabaunos vaqueros viejos y una camiseta, algoinverosímil para un corredor de Van Loon& Associates, incluso en su día libre.

Howard Lewis finalizó la llamada,pulsó otro botón del teléfono, escuchó unmomento y me miró inexpresivamente.

—Su dinero está listo, señor Spinola.

Page 698: Sin limites de alan glynn

Al día siguiente, Gennadi llegó a lasnueve y media. Me había levantado hacíaveinte minutos y todavía estabasomnoliento. Mi intención era levantarmeantes, pero desde las siete no dejaba dedespertarme y soñaba de maneraintermitente. Cuando por fin salí de lacama, lo primero que hice fue tomarme lapastilla de MDT. Luego cogí el bol de laestantería situada encima del ordenador.Preparé una cafetera y esperé, vestido conunos calzoncillos y una camiseta.

Había dos posibilidades: o queGennadi se hubiese tomado las píldoras (ysi había tomado una, se las habría tomadotodas) o que, por alguna razón, no lohubiese hecho. Estaba convencido de que,

Page 699: Sin limites de alan glynn

cuando lo viese, sabría bastante rápidocuál de las dos opciones era la correcta.

—Buenos días —dije, estudiándoloatentamente mientras entraba desde elpasillo.

Gennadi asintió, pero no abrió laboca, y se dedicó a escrutar mi casa. Alprincipio creí que buscaba el bol decerámica, pero entonces me di cuenta deque estaba observando lo mucho quehabía cambiado aquel lugar desde laúltima vez que había estado allí.Siguiendo su mirada, yo también me fijéen los cambios. El piso era un caos.Había papeles, documentos y carpetas portodas partes. Había una caja de pizzavacía encima del sofá y un par de cartones

Page 700: Sin limites de alan glynn

de comida china junto al ordenador.Había latas de cerveza y tazas de café pordoquier, y ceniceros llenos, compactos,cajas vacías de CD, camisas y calcetines.

—¿Eres un puto cerdo?Me encogí de hombros.—En estos tiempos que corren, no hay

nadie decente que te pueda ayudar.El ruso frunció el ceño, un tanto

confuso, y supe al instante que no habíatomado el MDT, al menos en esemomento.

—¿Dónde el dinero?Después de preguntar aquello, lo vi

mirar la estantería. Al no encontrar lo queandaba buscando, se acercó un poco mása la mesa y prosiguió su discreto registro.

Page 701: Sin limites de alan glynn

—Quiero saldar toda la deuda ahora—dije.

Aquello le llamó la atención y sevolvió hacia mí. Había dejado una bolsacon el dinero encima de una estantería.Gennadi meneó la cabeza cuando la vio.

—¿Qué? —dije.—Veintidós mil quinientos.—Pero yo quiero pagarlo todo.—No puedes.—Pero…—Veintidós mil quinientos.Iba a decir algo más, pero no tenía

sentido. Suspiré, llevé la bolsa a la mesa,me hice sitio y empecé a contar los22.500 dólares. Cuando terminé, leentregué el fajo a Gennadi y se lo guardó

Page 702: Sin limites de alan glynn

en el bolsillo interior de su chaqueta.—¿Has podido leer el borrador? —

pregunté.El ruso suspiró y meneó la cabeza.—No tiempo. Demasiado ocupado.Desvió de nuevo la mirada hacia la

mesa.—A lo mejor la próxima vez —dijo, y

se marchó.

Me esforcé en limpiar el piso cuandoGennadi se hubo ido, pero no tardé enperder el interés. Luego me senté en elsofá e intenté leer un artículo del últimonúmero de la revista Fortune, un estudiosobre lo último en comercio electrónico,

Page 703: Sin limites de alan glynn

pero al cabo de un párrafo o dos mequedé dormido y la revista se me cayó dela mano. A última hora de la tarde me diuna ducha y me afeité. Me vestí, cogídinero en efectivo de la bolsa que habíadejado sobre la mesa del comedor y mefui, después de no haber salido, exceptopor comida, en casi una semana. Me dirigíal West Village y me detuve a tomarMartini con vodka en un par de bares quesolía frecuentar.

Hacia el final de la noche meencontraba en un tranquilo local de laSegunda Avenida con la Décima en unestado bastante lamentable. Estabasentado junto a la barra, y un poco másallá había un televisor clavado a la pared,

Page 704: Sin limites de alan glynn

justo encima de la caja registradora.Daban una película, que a juzgar por loscortes de pelo y los atuendos, debía de serde 1983 o 1984. Habían quitado elvolumen, pero cuando empezó el avanceinformativo, el camarero lo subió.

La repentina intrusión del sonido deltelevisor mató cualquier conversación, ytodo el mundo, diligente yalcoholizadamente, miró la pantalla yescuchó los titulares.

—Terminan las conversaciones de pazen Oriente Próximo celebradas en CampDavid tras dos semanas de intensasnegociaciones. El huracán Julius llega ala costa meridional de Florida y deja unrastro de devastación. Donatella Álvarez,

Page 705: Sin limites de alan glynn

que llevaba dos semanas en coma tras unbrutal ataque en una habitación de hotel enManhattan, ha fallecido esta tarde. Lapolicía asegura que está efectuando unainvestigación a gran escala.

Miré conmocionado la pantallamientras el presentador entraba endetalles sobre las conversaciones de paz.Me agarré a la barra con fuerza. Al cabode un par de segundos, farfullé algo, quizáde manera audible, y me dispuse alevantarme. Permanecí allí un momento,agitándome en el taburete. La sala empezóa darme vueltas, y fui tambaleándomehasta la puerta, que estaba a escasosmetros. No bien hube salido a la calle,vomité en la acera el vodka, el vermut y

Page 706: Sin limites de alan glynn

las aceitunas de toda la noche.

Page 707: Sin limites de alan glynn

XX

Seguí bebiendo durante el fin de semana,sobre todo vodka, y casi siempre en casa.A fin de cuentas, ¿qué otra cosa podíahacer? Acababa de convertirme en objetode una investigación a gran escala porasesinato, aunque con un nombre falso. Entales circunstancias, una copita o dos eranlo apropiado. Dejé de engañarmeintentando leer «el material», así que medi por vencido y volví a ver las noticiaspor televisión. Pronto, lo único que queríaver era eso, y me tragaba horas y horas deestupideces, insultando a la pantalla,borracho como una cuba, mientras

Page 708: Sin limites de alan glynn

esperaba el siguiente boletín.Poco podían decir los medios de

Donatella Álvarez. La mujer había muertoy eso era todo. Ahora, la mayoría de losinformativos se centraban en elenfrentamiento político quedesencadenaría su muerte, expresado ennuevos llamamientos al cese delsecretario de Defensa. El alboroto queprovocaron los comentarios de CalebHale acerca de México había recibido undisparo en el brazo cuando salió a la luzla historia de Álvarez, y ahora otro con sufallecimiento. No había seguido la noticiamuy de cerca, pero moraba en misubconsciente. Sabía que era uno de esosacontecimientos extraños que cobran vida

Page 709: Sin limites de alan glynn

propia y penetran en los noticiarios comouna suerte de virus.

Unas seis semanas antes, Caleb Halehabía manifestado presuntamente en unareunión privada que México se habíaconvertido en un lastre para EstadosUnidos y que debían barajar laposibilidad «de invadir el maldito país».La fuente que filtró la noticia a LosAngeles Times afirmaba que Hale habíamencionado la corrupción, la insurgencia,el desmoronamiento de la ley y el orden,la crisis por la deuda y el tráfico dedrogas como los cinco puntos del«pentágono de la inestabilidad mexicana».La fuente aseguraba también que Halehabía citado incluso a John L. O'Sullivan

Page 710: Sin limites de alan glynn

en su «destino manifiesto de expandirsepor el continente» y una columna deopinión que había leído en una ocasión,titulada «México: el Irán vecino». CalebHale emitió de inmediato un comunicadoen el que desmentía dichas afirmaciones,pero en una entrevista justificabaprecisamente lo que aseguraba no habermanifestado. La percepción ciudadana eraque el presidente respaldaba a Hale, puesno sólo se negaba a exigir su cese, sinotambién a condenar sus presuntasdeclaraciones, lo cual abrió lascompuertas a comentarios yespeculaciones. Al principio, todo elmundo se mostró conmocionado eincrédulo, pero, con el paso de los días,

Page 711: Sin limites de alan glynn

ciertos sectores influyentes empezaron amostrar simpatía por aquella idea, y lasprimeras conclusiones, que acusaban alsecretario de Defensa de una grave faltade tacto, se suavizaron un poco, y algunospasaron a apoyar una línea más dura enpolítica exterior.

Ahora que se había sumado elingrediente de un asesinato de tintesraciales, la polémica se habíadesbordado. Había entrevistas, debates,citas jugosas, observaciones agudas,informes serios desde polvorientasciudades fronterizas y tomas aéreas delRío Grande. Yo lo veía desde el sofá,vaso en mano, y me enganché como quiensigue una telenovela en horario de máxima

Page 712: Sin limites de alan glynn

audiencia, olvidando por causa de mieuforia alcohólica que quizá faltase sólouna huella o una prueba de ADN paraverme totalmente involucrado, que mehallaba peligrosamente cerca del ojo delhuracán.

Sin embargo, a medida que avanzabael fin de semana y que la euforiadegeneraba en entumecimiento y ansiedady después en terror, mis costumbrestelevisivas cambiaron. Redujedrásticamente los noticiarios, y eldomingo por la mañana los obviaba porcompleto. Cada vez me resultaba másfácil sintonizar canales en los queencontrara repeticiones de Hawaii 5-0,Días felices y Viaje al fondo del mar.

Page 713: Sin limites de alan glynn

El lunes intenté mantenerme sobrio,pero no lo conseguí. Tomé unas cuantascervezas por la tarde y abrí una botella devodka por la noche. Me pasé gran partedel tiempo escuchando música, y al finalme dormí vestido en el sofá. La semanaanterior las temperaturas habían ido enascenso, y dejaba la ventana abierta casitodas las noches, pero cuando me despertéde un salto hacia las cuatro de lamadrugada, me di cuenta de que habíarefrescado. Hacía bastante más frío quecuando me quedé dormido, y me levantétemblando del sofá para cerrar la ventana.Me senté de nuevo, pero mientras

Page 714: Sin limites de alan glynn

contemplaba la azul oscuridad de lanoche, continuaron los temblores.También tenía palpitaciones, y eldesagradable hormigueo de lasextremidades no era normal. Traté dedeterminar qué me estaba ocurriendo.Cabía la posibilidad de que mi organismonecesitara más alcohol, en cuyo caso,barajé rápidamente dos opciones. Podíavestirme e ir a un bar o al restaurantecoreano de mi calle y comprar un par depaquetes de cerveza, o beberme el jerezque había en la cocina. Pero no meparecía que el alcohol fuese el problema,porque me aterrorizaba la idea misma deir a un restaurante con luces de neón yclientela en su interior.

Page 715: Sin limites de alan glynn

Estaba claro, pensé. Era un malditoataque de pánico. Respiré hondo, altiempo que golpeaba los cojines del sofácon la palma de la mano. Eran las cuatrode la mañana. No podía llamar a nadie.No podía ir a ninguna parte. No podíadormir. Me sentía como una rataarrinconada.

Sin embargo, aguanté en el sofá. Eracomo sufrir un gravísimo infarto queduraba una hora pero que no te mataba nidejaba secuelas físicas que el médicopudiera detectar en caso de someterte auna batería de pruebas.

Al día siguiente decidí que debíahacer algo. Había llegado demasiadolejos y demasiado rápido, y sabía que, si

Page 716: Sin limites de alan glynn

iba más allá, corría el peligro de perderlotodo, aunque, a la sazón, ese «todo»estaba abierto a interpretaciones. Encualquier caso, había de tomar medidas,pero el problema era cuáles. Lapreocupación más acuciante era lasituación de Donatella Álvarez, pero esoescapaba a mi control. Luego estaba, porsupuesto, Carl Van Loon. Pero,francamente, mi asociación con élempezaba a parecerme un tanto lejana. Mecostaba aceptar que hubiese «trabajado»con él, sobre todo en algo tan inverosímilcomo las finanzas de un acuerdo deadquisición empresarial. En mi recuerdo,las diversas reuniones que habíamosmantenido —en el Orpheus Room, en su

Page 717: Sin limites de alan glynn

piso, en su oficina, y en el Four Seasons— parecían más un episodio onírico queacontecimientos reales, y atesorabanasimismo la retorcida lógica de lossueños.

Pero, al mismo tiempo, no podía hacercaso omiso de la situación. Ya no. Nopodía desoír la realidad que se abría antemí cada vez que veía mi caligrafía en elbloc amarillo de Van Loon. Por lejanoque me pareciese ahora, me habíarelacionado con él y había ayudado aperfilar el acuerdo entre MCL y Abraxas.Por lo tanto, si quería salvar algo deaquella experiencia, tendría queenfrentarme a Van Loon, y cuanto antes.

Page 718: Sin limites de alan glynn

Me duché y me afeité. Todavía meencontraba bastante mal cuando fui aldormitorio a sacar el traje del armario,pero no era nada comparado con lo quesentí cuando intenté ponérmelo. Llevabauna semana sin ponérmelo y, de repente,los pantalones no me entraban. Era miúnico traje presentable, así que no teníaalternativa.

Cogí un taxi y me dirigí a la Calle 48.Cuando atravesé el vestíbulo principal

del Edificio Van Loon y subí en elascensor hasta la planta 62, me embargóel miedo. Al pisar la zona de recepción deVan Loon & Associates identifiquéaquella sensación como el inicio de otro

Page 719: Sin limites de alan glynn

ataque de pánico. Deambulé un rato,fingiendo consultar algo en la parteposterior de un gran sobre marrón quellevaba, un nombre o una dirección. Elsobre contenía el bloc amarillo de VanLoon, pero no había nada escrito en él.Miré a la recepcionista, que también meestaba mirando a mí, y cogió uno de losteléfonos. Ahora el corazón me latía atoda velocidad y el dolor en el pecho eracasi insoportable. Me di la vuelta y medirigí a los ascensores.

¿Qué me proponía? ¿Enfrentarme aVan Loon? Pero ¿cómo? ¿Devolviéndolelas proyecciones exactamente como lashabíamos dejado? ¿Demostrándole queestaba siguiendo un régimen muy estricto

Page 720: Sin limites de alan glynn

a base de hamburguesas con queso ypizza?

Había sido una imprudencia por miparte el presentarme de aquella manera.Obviamente, no estaba en mis cabales.

Al final se abrieron las puertas, peroel alivio que me procuraba el poderescapar de la recepción duró poco,porque ahora tenía que enfrentarme alascensor, cuyo interior, con sus panelesde acero reflectantes, su calefacción y suincesante rumor parecían diseñados parainducir y alimentar episodios de pánico.Era un entorno físico que parecía imitarlos síntomas de la ansiedad, la sensaciónde hundimiento, las incontrolablessacudidas en el estómago y la

Page 721: Sin limites de alan glynn

omnipresente amenaza de las náuseas.Cerré los ojos, pero no pude evitar

visualizar el oscuro hueco del ascensorencima y debajo de mí. No podía evitarimaginarme los gruesos cables de aceroquebrándose mientras la caja y loscontrapesos aceleraban rápidamente endirecciones opuestas y la consiguientecaída libre hasta el primer piso.

Sin embargo, el ascensor se detuvocon suavidad a los pies de aquel tubo decemento y la puerta se abrió lentamente.Para mi sorpresa, allí estaba Ginny VanLoon.

—¡Señor Spinola! —Al no hallar unarespuesta inmediata, Ginny dio un paso alfrente e hizo ademán de cogerme del

Page 722: Sin limites de alan glynn

brazo—. ¿Se encuentra bien? —Salí delascensor y entré con ella en el vestíbulo,que estaba atestado y me resultaba casitan aterrador como el ascensor, aunquepor otros motivos. Estaba bañado ensudor frío y reaparecieron los temblores—. Dios mío, señor Spinola, tiene ustedun aspecto… —dijo ella.

—¿… de mierda?—Bueno —repuso al momento—, sí.Cruzamos el vestíbulo y nos

detuvimos junto a un gran ventanalcobrizo que daba a la Calle 48.

—¿Qué… qué le ocurre? ¿Qué hapasado?

Me concentré en Ginny y vi que supreocupación era real. Todavía se

Page 723: Sin limites de alan glynn

aferraba a mi brazo y, por alguna razón,aquello me hacía sentir un poco mejor.Cuando me di cuenta de eso, se produjoun efecto atenuador y conseguí calmarmebastante.

—Estaba… en la planta 62 —dije—,pero no…

—No ha aguantado la presión,¿verdad? Sabía que no era usted uno deesos hombres de negocios de papá. Daigual. No son más que una partida deautómatas.

—Creo que he sufrido un ataque depánico.

—Bien hecho. Quien no sufra unataque de pánico ahí arriba tiene unproblema muy grave.

Page 724: Sin limites de alan glynn

Ginny iba enfundada en unos vaquerosnegros y un jersey a juego, y llevaba unapequeña cartera de piel.

—¿Cómo se encuentra ahora?Respiré hondo unas cuantas veces y

me llevé la mano al pecho.—Un poco mejor, gracias.De repente, me di cuenta de la cintura

que había desarrollado, e intentéincorporarme para respirar. Ginny meestudió unos instantes.

—Señor Spi…—Eddie, llámame Eddie. Tengo sólo

treinta…—Eddie, ¿estás enfermo?—¿Eh?—¿Te encuentras mal? Porque tienes

Page 725: Sin limites de alan glynn

mal aspecto. Has… —no daba con laspalabras adecuadas—, has… Desde quenos vimos en tu casa, has ganado… unpoco de peso. Y…

—Mi peso varía.—Sí, pero de eso hace sólo dos

semanas.Alcé las manos.—¿Es que uno no puede comerse un

par de pasteles de nata de vez en cuando?Ginny sonrió y dijo:—Lo siento, no es asunto mío, pero

creo que deberías cuidarte un poco más.—Sí, sí, lo sé. Tienes razón.Ahora mi respiración era más regular

y me encontraba mucho mejor. Lepregunté qué hacía.

Page 726: Sin limites de alan glynn

—Voy a ver a papá.—¿Quieres tomar un café?—No puedo —respondió, haciendo

una mueca—. De todos modos, si acabasde sufrir un ataque de pánico, creo quedeberías evitar el café. Bebe zumo o algosaludable que no empeore el estrés.

Me incorporé de nuevo y me apoyé enla ventana.

—Pues entonces ven a tomar un zumosaludable conmigo.

Me miró fijamente a los ojos. Lossuyos eran de color azul claro, brillantes,celestes.

—No puedo.Iba a insistir, a preguntarle por qué no,

pero no lo hice. Tuve la sensación de que

Page 727: Sin limites de alan glynn

de repente se sentía un poco incómoda, locual también me incomodó a mí. A la vezme di cuenta de que el miedoprobablemente sobrevenía a rachas, y deque, si bien el ataque había remitido,podía volver con igual facilidad. Noquería estar allí si eso ocurría, ni siquieracon Ginny.

—De acuerdo —dije—. Muchasgracias. Me alegro mucho de habertevisto.

—¿Estás bien? —preguntó, sonriente.Asentí.—¿Seguro?—Sí, estoy bien. Del todo. Gracias.Ginny me dio una palmada en el

hombro y dijo:

Page 728: Sin limites de alan glynn

—Vale, Eddie. Nos vemos.Un segundo después se alejaba de mí

bamboleando su pequeña cartera demédico. Entonces desapareció entre lamultitud.

Me volví hacia el enorme ventanal yme vi reflejado en su cristal de colorbronce. La gente y los coches quecirculaban por la calle me atravesabancomo si fuera un fantasma. Para colmo,ahora me sentía decepcionado porque lahija de Van Loon me veía sólo como ungenial socio de su padre; un sociopedante, aterrorizado y con sobrepeso,por cierto. Abandoné el edificio, recorrí

Page 729: Sin limites de alan glynn

la Quinta Avenida y puse rumbo al centro.Pese a aquellos lóbregos pensamientos,conseguí mantener el control. Entonces,cuando cruzaba la Calle 42, tuve unaocurrencia y alcé la mano por impulsopara detener un taxi.

Veinte minutos después tomaba otroascensor, en esta ocasión hasta la cuartaplanta de Lafayette Trading, en BroadStreet. Aquél había sido el escenario detriunfos pretéritos, días de emoción yéxito, y pensé que ya nada podríaimpedirme intentar recrearlos. No contabacon la ventaja del MDT, de acuerdo, perotampoco me importaba. Mi confianzahabía quedado magullada y sólo queríacomprobar lo bien que podía hacerlo yo

Page 730: Sin limites de alan glynn

solo.Se produjo una reacción desigual

cuando entré en la sala. Algunos, incluidoJay Zollo, se esforzaron por hacerme casoomiso. Otros no pudieron evitar sonreír einclinar sus gorras de béisbol a modo desaludo. Aunque no me había dejado caerpor allí desde hacía tiempo y no teníaninguna posición abierta, mi cuenta seguíaactiva. Me dijeron que mi puesto«habitual» estaba ocupado, pero quehabía otros disponibles y podía empezar atrabajar de inmediato si así lo deseaba.

Mientras ocupaba mi lugar en uno delos terminales y me preparaba, percibí lacreciente curiosidad que reinaba en lasala. Se oía un rumor, y algunos miraban

Page 731: Sin limites de alan glynn

por encima de mi hombro, mientras queotros no perdían detalle desde el otro ladodel «pozo». Era mucha presión, y cuandodescubrí que no estaba muy seguro decómo proceder, hube de admitir que quizáhabía sido un tanto precipitado el ir allí.Pero era demasiado tarde para batirse enretirada.

Pasé un rato estudiando la pantalla, ypaulatinamente todo volvió a mí. No eraun proceso tan complejo. Lo complicadode verdad era elegir las accionesadecuadas. No había seguido losmercados últimamente y no sabía dóndebuscar. Mi estrategia de venta endescubierto, que dependía mucho de lainvestigación, tampoco me resultaba muy

Page 732: Sin limites de alan glynn

útil, así que decidí jugar sobre seguro enmi primer día. Resolví seguir la corrientey decantarme por el sector tecnológico.Compré acciones de Lir Systems, unaempresa de servicios de gestión delriesgo, de Key-Gate Technologies, unacompañía de seguridad en la Red, y devarias puntocom: Boojum, Wotlarks!,@Ease, Dromio, PorkBarrel.com, eTranzy WorkNet.

Una vez que empecé ya no podíaparar, y merced a una combinación detemeridad y miedo, acabé vaciando micuenta bancaria, gastando todo mi saldoen el espacio de dos horas. Tampocoayudó la naturaleza artificial del comercioelectrónico, ni la peligrosa sensación de

Page 733: Sin limites de alan glynn

que el dinero que manejaba era real. Porsupuesto, aquel torrente de actividadconcitó mucha atención, y por más que mi«estrategia» era lo más corriente que unopudiera imaginar, la rapidez y laenvergadura de mis operaciones le dabanuna apariencia insólita, un color, uncarácter propio. Al poco, la gente empezóa imitarme, observando cada uno de mismovimientos, canalizando «consejos» e«información» salidos de mi estación detrabajo. Reinaba el apremio, nadie queríaquedarse rezagado, y pronto tuve laimpresión de que muchos de los brokeresque me rodeaban estaban solicitandoelevados créditos y renegociando elapalancamiento de sus depósitos.

Page 734: Sin limites de alan glynn

Por lo visto, el mareante auge de lasacciones de Internet todavía tenía el poderde desorientar a quien se atreviera aacercarse a ellas, y eso me incluía a mí,porque, si bien había aterrizado allíavalado por mi reputación, empezaba adarme cuenta de que en esa ocasión nosabía lo que estaba haciendo, no sabíacómo parar.

Sin embargo, al final la presión mesuperó. Desencadenó otro ataque depánico, y no tuve más alternativa quecoger el sobre e irme sin cerrar siquieramis posiciones. Esto causó ciertaconsternación en la sala, pero creo que lamayoría de los brokeres de Lafayetteesperaban lo inesperado de mí, y conseguí

Page 735: Sin limites de alan glynn

huir sin demasiados problemas. Muchasde las acciones que había compradohabían subido por unos márgenes ínfimos,así que nadie estaba preocupado ninervioso. Tan sólo les entristecía dejarescapar al que consideraban unsuperbróker. Cuando bajaba en elascensor, comenzaron de nuevo laspalpitaciones, y una vez en la calle erahorrible. Recorrí Broad Street endirección a la estación del ferry y luego aBattery Park, donde me senté en un banco,me desanudé la corbata y contempléStaten Island.

Estuve media hora allí, respirandohondo y evitando los pensamientoslóbregos e inquietantes. Me apetecía estar

Page 736: Sin limites de alan glynn

en casa, en mi sofá, pero no queríarecorrer de nuevo las calles y soportar ala gente y el tráfico. Al cabo de un rato melevanté y eché a andar. Fui a State Street yconseguí un taxi de inmediato. Salté alasiento trasero, con el sobre entre lasmanos, y mientras el coche se abría pasoentre el tráfico, discurriendo por BowlingGreen y luego Broadway, Beaver Street,Exchange Place y Wall Street, tuve laimpresión de que estaba sucediendo algobastante raro. No sabía qué eraexactamente, pero se respiraba unaatmósfera de nerviosismo en las calles. Lagente se detenía a hablar, algunossusurraban en tono conspiratorio, otros segritaban de un coche a otro, o desde las

Page 737: Sin limites de alan glynn

escaleras de los edificios, o por el móvil,con esa curiosidad que genera un hechonefasto, como un asesinato o un revés enlas Series Mundiales. Entonces el tráficose disipó un poco y avanzamos hacia eldistrito financiero, dejando atrás aquellaextraña situación. Pronto estábamosatravesando Canal Street, y momentosdespués doblábamos a la derecha paratomar Houston Street, donde todo estabacomo siempre.

Cuando llegué a casa, fui directo alsofá y me desplomé. El viaje en taxi habíasido insoportable, y en una o dosocasiones había estado a punto de decir alconductor que parara y me dejara salir.Tumbarse en el sofá no fue mucho mejor,

Page 738: Sin limites de alan glynn

pero al menos me encontraba en unentorno conocido y controlado. Duranteuna hora pensé que el ataque pasaría, perotambién que no, que iba a morirme enaquel momento, allí mismo, en aquel putosofá.

Pero la muerte no llegó y empecé aencontrarme un poco mejor. Extendí lamano para recoger el control remoto, quehabía caído en un lateral del sofá. Encendíel televisor y fui cambiando de canal.Tardé unos momentos en concentrarme ypercatarme de que estaba ocurriendo algo.Puse la CNNfn, cambié a la CNBC, ydespués volví a la CNNfn. Miré laesquina de la pantalla para ver qué horaera. Eran las 14.35 y desde la una del

Page 739: Sin limites de alan glynn

mediodía los mercados habían entrado enbarrena. El Nasdaq había caído ya 319puntos; el Dow Jones, 185, y el S & P, 93,y ninguno daba señales de frenar, y muchomenos de recuperarse. CNNfn y CNBCestaban ofreciendo una cobertura alminuto desde la Bolsa de Nueva York, ytambién desde sus respectivos estudios.El quid de la noticia era que la burbujatecnológica parecía haber estallado acámara lenta ante nuestros ojos.

Fui a mi escritorio y encendí elordenador. Curiosamente estaba tranquilo,pero cuando vi las citas y lo mucho quehabían caído los precios de las accionesempecé a marearme. Apoyé la cabeza enlas manos e intenté dominar el pánico.

Page 740: Sin limites de alan glynn

Más o menos lo logré, tal vez desterrandode la mente a todos aquellos corredoresde Lafayette que, a consecuencia de misoperaciones, también se habían vistoarrastrados. Aun así, estaba convencidode que sus pérdidas no eran comparablesa las mías. Debían de rondar el millón dedólares.

Page 741: Sin limites de alan glynn

XXI

A la mañana siguiente salí a comprar elperiódico y a buscar provisiones aGristede's y la licorería. Los titularesoscilaban desde «¡au!» hasta «pesadillaen la bolsa» o «cautela inversora trasrevés bursátil». El Nasdaq se habíarecuperado un poco a última hora de latarde después de alcanzar unas pérdidasmáximas del nueve por ciento, y seguíarecobrándose aquella mañana, gracias avarias empresas de corretaje y fondosmutuos que habían pronosticado ladebacle y habían empezado a comprar.Algunos comentaristas estaban histéricos,

Page 742: Sin limites de alan glynn

y hablaban de un nuevo Lunes Negro, oincluso de 1929, pero otros adoptaron unaactitud más optimista, y aseguraban que sehabía purgado el reciente excesoespeculativo en las acciones del sectortecnológico, o que lo que habíamospresenciado no era tanto una correccióngeneralizada como una limpieza de lossectores más frívolos del Nasdaq. Todoeso tranquilizaba a los jugadores deenvergadura, pero no era consuelo paralos millones de pequeños inversores quehabían comprado a préstamo y se habíanvisto aniquilados por la venta masiva.

Sin embargo, leer artículos de opiniónen la prensa no iba a cambiar nada. Nocambiaría el hecho de que, por ejemplo,

Page 743: Sin limites de alan glynn

mi cuenta bancaria había quedado a cero,o que no podría volver a trabajar enLafayette.

Dejé a un lado los periódicos, miré labolsa de dinero que descansaba sobre laatestada mesa del comedor y me recordé amí mismo, por enésima vez, que sucontenido era lo único que me quedaba enel mundo, y que se lo debía a unprestamista ruso.

La visita de Gennadi el viernes por lamañana sería el siguiente granacontecimiento de mi vida, pero no teníaganas de que llegara. Me pasé dos díasbebiendo y escuchando música. En un

Page 744: Sin limites de alan glynn

momento dado, a mitad de una botella deAbsolut, pensé en Ginny Van Loon y locuriosa que era. Me conecté a Internet ybusqué en periódicos y revistas cualquierreferencia que encontrara sobre ella.Había bastantes cosas, citas de lassecciones «Página seis» y «Estilos» deThe New York Times , recortes, artículos eincluso algunas fotos: Ginny, condieciséis años, perdiendo la cabeza en elRiver Club con Tony De Torrio, Ginnyrodeada de modelos y diseñadores demoda, Ginny con Nikki Sallis en una fiestaen Los Ángeles, bebiendo una botella deCristal. Un artículo reciente aparecido enla revista New York insistía en que suspadres la habían metido en vereda

Page 745: Sin limites de alan glynn

amenazándola con desheredarla, pero elmismo texto citaba a amigos suyos queaseguraban que se había calmado mucho yque ya no era «demasiado divertida». Enpalabras de la propia Ginny, se habíapasado casi toda la adolescenciaqueriendo ser famosa y ahora sólodeseaba que la dejaran en paz. Habíatrabajado de actriz y modelo, y lo habíadejado todo. La fama era una enfermedad,decía, y quien la anhelara era idiota. Releíesos artículos varias veces e imprimí lasfotos, que colgué en mi tablón deanuncios.

Ahora el tiempo parecía transcurrirmuy rápido, y no hacía más que navegarpor la Red o sentarme en el sofá a beber.

Page 746: Sin limites de alan glynn

Me puse sentimental. Estaba confuso eirritado.

Cuando Gennadi apareció el viernespor la mañana, tenía resaca. El desordende mi casa había ido a más, y estoy segurode que no olía muy bien, aunque en aquelmomento no era consciente de esas cosas.Estaba demasiado triste y enfermo comopara reparar en ello.

Cuando Gennadi llegó al umbral y vioaquel caos, se confirmaron mis peoresmiedos, o al menos uno de ellos. Supe alinstante que Gennadi había tomado MDT.Lo percibí en su expresión alerta y en supose. Supe también que mis sospechas se

Page 747: Sin limites de alan glynn

disiparían en cuanto abriera la boca.—¿Qué te pasa, Eddie? —dijo con

una sonrisa triste—. ¿Estás deprimido oalgo? A lo mejor necesitas medicación.—Se sorbió la nariz e hizo una mueca—.O quizá necesitas instalar aireacondicionado.

Estaba claro que su inglés habíamejorado enormemente. Todavía tenía unacento marcado, pero las estructurasgramaticales y sintácticas habíanexperimentado un rápido proceso detransformación. Me preguntaba cuántaspastillas habría tomado ya.

—Hola, Gennadi.Me acerqué a la mesa del comedor,

me senté y saqué un fajo de la bolsa de

Page 748: Sin limites de alan glynn

papel marrón. Empecé a contar billetes decien dólares, suspirando cada dossegundos. Gennadi entró y deambuló porla estancia, escrutando el desorden. Sedetuvo frente a mí.

—No es muy seguro, Eddie, eso deguardar todo tu dinero en una puta bolsade papel —dijo—. Podría entrar alguien yrobártelo.

Suspiré de nuevo y dije:—No me gustan los bancos.Le entregué los 22.500 dólares. Los

cogió y se los guardó en el bolsillointerior de la chaqueta. Fue hacia la mesa,se dio la vuelta y se apoyó en ella.

—Ahora —añadió—, quiero hablarcontigo de una cosa.

Page 749: Sin limites de alan glynn

Allí estaba. Se me revolvió elestómago, pero intenté hacerme el tonto.

—Si no te ha gustado el guión —dije—, era sólo un borrador.

—Que le den al guión —repuso, conun gesto de desprecio—. No estoyhablando de eso. Y no finjas que no sabesa qué me refiero.

—¿Qué?—Esas pastillas que te robé. ¿Me vas

a decir que no te diste cuenta?—¿Qué pasa con ellas?—¿Tú qué crees? Quiero más.—No tengo.Gennadi sonrió, como si se tratase de

un juego, cosa que evidentemente eracierta. Me encogí de hombros e insistí:

Page 750: Sin limites de alan glynn

—No tengo.Se incorporó y se dirigió hacia mí. Se

detuvo donde lo había hecho antes y sellevó la mano al bolsillo interior de lachaqueta. Estaba asustado, pero no meamedrenté. Sacó algo que no alcanzaba aver. Me miró, sonrió otra vez y con unrápido movimiento me mostró la hoja deuna navaja. Me la puso en el cuello y ladeslizó arriba y abajo, rozándomesuavemente la piel.

—Quiero más —dijo.—¿Tengo pinta de tener más? —

respondí después de tragar saliva.Gennadi dejó de mover la navaja, pero nolo apartó—. Has consumido, ¿verdad? —continué—. Ya sabes qué se siente y cómo

Page 751: Sin limites de alan glynn

te afecta. —Tragué de nuevo, esta vez másruidosamente—. Mira a tu alrededor. ¿Teparece ésta la casa de alguien que estátomando la droga que tú has tomado?

—Entonces, ¿de dónde la sacaste?—No lo sé, un tipo al que conocí en…Me pinchó en el cuello y apartó la

navaja rápidamente.—¡Ay!Me llevé la mano al cuello y froté. No

había sangre, pero me dolía.—No mientas, Eddie, porque si no

consigo lo que quiero te mataré. ¿Estáclaro? —Entonces me puso la navajadebajo del ojo izquierdo y presionó, consuavidad pero firmemente—. Y por fases.

Siguió haciendo fuerza con la navaja,

Page 752: Sin limites de alan glynn

y cuando noté que el globo ocularempezaba a sobresalir, susurré:

—De acuerdo. —Gennadi aguantóunos instantes y acabó por retirar el arma—. Puedo conseguir más —dije—, perome llevará unos días. El traficante es un…maniático de la seguridad.

Gennadi chasqueó la lengua, comodiciendo:

—Sigue.—Lo llamo y él organiza la recogida.

—Hice una pausa y me froté el ojoizquierdo, pero en realidad era unamaniobra para ganar tiempo y pensar quéiba a decir a continuación—. Si se hueleque hay alguien más involucrado en esto,alguien a quien él no conozca, se acabó.

Page 753: Sin limites de alan glynn

No volveremos a saber de él. —Gennadiasintió—. Y otra cosa. Son caras.

Vi que le excitaba la posibilidad decomprar. También me di cuenta de que,pese a su torpe táctica, acataría cualquierpropuesta y pagaría lo que le pidiera.

—¿Cuánto?—Quinientos cada una…Gennadi silbó, casi con regocijo.—Por eso se me han terminado.

Porque no estamos hablando de bolsas dediez dólares.

El ruso me miró, y señaló el dineroque había sobre la mesa.

—Utiliza eso. Consígueme…, eh… —Hizo una pausa, y pareció realizar uncálculo mental—. Consígueme cincuenta o

Page 754: Sin limites de alan glynn

sesenta. Para empezar.Si acababa vendiéndole algo, tendría

que salir de mi alijo, así que sentencié:—Lo máximo que puedo pillar de una

tacada son diez.—Y una mierda…—Gennadi, hablaré con el tipo, pero

es muy paranoico. Tenemos que hacerlopoco a poco.

Se dio la vuelta, fue hacia la mesa yregresó al punto de partida.

—De acuerdo. ¿Cuándo?—Seguramente las podré conseguir el

viernes que viene.—¿El viernes que viene? Me has

dicho unos días.—Le dejaré un mensaje. Tarda unos

Page 755: Sin limites de alan glynn

días en responder y luego unos cuantosmás en organizarlo.

Gennadi blandió de nuevo la navaja yme apuntó directo a la cara.

—Si juegas conmigo, Eddie, tearrepentirás.

Entonces la apartó y fue hacia lapuerta.

—Te llamaré el martes.—Vale. El martes.Una vez en el umbral, como si fuese

una reflexión de última hora, preguntó:—¿Qué es esta mierda? ¿Qué lleva?—Es una… droga inteligente —repuse

—. No sé de qué está compuesta.—¿Te vuelve inteligente?Extendí las manos.

Page 756: Sin limites de alan glynn

—Bueno, sí. ¿No te habías dadocuenta?

Iba a mencionar lo mucho que habíamejorado su inglés, pero decidí nohacerlo. La idea de que pensara que suinglés no era demasiado bueno alprincipio podía resultarle ofensiva.

—Claro —contestó—. Es increíble.¿Cómo se llama?

Vacilé.—Eh… MDT. Se llama MDT. Es un

nombre químico, pero… Sí.—¿MDT?—Sí. Ya sabes, pilla un poco de

MDT. Toma un poco de MDT.Me miró con expresión confusa y

agregó:

Page 757: Sin limites de alan glynn

—El martes.Salió al pasillo y dejó la puerta

abierta. Yo me quedé sentado en la silla,escuchándole bajar las escaleras. Cuandooí la puerta cerrándose de golpe, melevanté y fui a la ventana. Vi a Gennadicaminando por la Calle 10 en dirección ala Primera Avenida. Aunque sabía pocacosa de él, la ligereza de sus pasos mepareció, cuando menos, inusitada.

Mientras rememoro los hechos ahora,en la mortecina quietud de esta habitacióndel Northview Motor Lodge, comprendoque la intrusión de Gennadi en mi vida, suintento por husmear en mi suministro de

Page 758: Sin limites de alan glynn

MDT, tuvo un efecto bastante inquietanteen mí. Lo había perdido casi todo y memolestaba la idea de que alguien pudieradestruir tan fácilmente lo poco quequedaba. Ya no quería tomar MDT aespuertas porque tenía miedo de sufrirotro desvanecimiento, de quedar a mercedde aquella oscuridad e impredecibilidad.Pero tampoco quería darme por vencido ydejarlo todo atrás, sobre todo para que unbuitre como Gennadi lo destrozara.Asimismo, la idea de que Gennadiconsumiera MDT me parecía undesperdicio. De repente, aquel tipo podíahablar un inglés comprensible. Qué bien.Seguía siendo un estúpido, un zhulik. ElMDT no cambiaría a alguien como él. No

Page 759: Sin limites de alan glynn

como me había cambiado a mí.

A la luz de aquella reflexión, decidíque haría un último esfuerzo. Tal vezpodría remediar la situación. Quizápudiera darle la vuelta. Llamaría otra veza Donald Geisler y le suplicaría quehablara conmigo.

¿Qué mal podía hacer eso?Saqué la agenda negra de Vernon,

busqué el número y marqué.—¿Sí?Guardé silencio un segundo y empecé

a hablar a toda prisa.—Soy el amigo de Vernon Gant otra

vez. No cuelgue, por favor… Cinco

Page 760: Sin limites de alan glynn

minutos, sólo quiero cinco minutos de sutiempo. Le pagaré… —esto último se meocurrió sobre la marcha—, le pagarécinco mil dólares, a mil dólares el minuto.Hable conmigo…

En ese momento se hizo el silencio.Miré la bolsa de papel marrón quereposaba sobre la mesa.

Mi interlocutor exhaló un largosuspiro.

—¡Dios mío!No sabía qué significaban sus

palabras, pero no había colgado. Decidíno forzar la situación y no dije nada. Alfinal, Geisler respondió:

—No quiero su dinero. —Hizo unanueva pausa—. Cinco minutos.

Page 761: Sin limites de alan glynn

—Muchas gracias.Me dio la dirección de un bar situado

en la Séptima Avenida a la altura de ParkSlope, en el barrio de Brooklyn, y me dijoque me reuniera allí con él en una hora.Era alto y llevaría una camiseta amarillalisa.

Me di una ducha, me afeité, engullíuna taza de café y unas tostadas y mevestí. Cogí un taxi en la Calle 10.

El bar era pequeño y oscuro, y estabacasi vacío. En una mesa rinconera habíaun hombre alto que lucía una camisetaamarilla. Estaba tomando un café. Junto ala taza tenía un paquete de Marlboro y unencendedor Zippo. Me presenté y toméasiento. Por su cabello entreverado de

Page 762: Sin limites de alan glynn

canas y las arrugas de los ojos, calculéque Donald Geisler tendría unos cincuentay cinco años. Sus bruscas maneras eranlas de alguien que estaba de vuelta detodo.

—Muy bien —dijo—, ¿qué es lo quequiere?

Le ofrecí una versión rápida y concisade los hechos.

Al final dije:—Así que lo que verdaderamente

necesito conocer es la dosis. O al menossi ha oído hablar de un socio de Vernonllamado Tom o Todd.

Geisler asintió pensativo y miró sutaza de café unos instantes. Mientrasesperaba a que ordenase sus

Page 763: Sin limites de alan glynn

pensamientos, o lo que fuese que estabahaciendo, saqué el paquete de Camel yencendí un cigarrillo.

Me había fumado más de la mitadcuando Geisler empezó a hablar. Me dicuenta de que si habíamos de regirnos porla norma de los cinco minutos, yahabíamos rebasado ese límite.

—Hace unos tres años —dijo—, o talvez tres y medio, conocí a Vernon Gant.Yo era actor por aquel entonces.Trabajaba en una pequeña compañía quehabía fundado cinco años antes junto aotros compañeros. Interpretábamos aMiller, Shepard y Mamet, ese tipo decosas. Tuvimos cierto éxito, sobre todocon una producción de American Buffalo,

Page 764: Sin limites de alan glynn

y salíamos mucho de gira.Supe de inmediato, por el tono de su

voz y la lánguida ruta narrativa queparecía haber acometido, que, pese a susprotestas iniciales, iba a hablar un buenrato.

Pedí dos cafés más a una camareraque pasaba y encendí otro cigarrillo.

—Cuando conocí a Vernon, lacompañía decidió cambiar de dirección ymontar una producción de Macbeth, en laque yo había de interpretar el papelprotagonista. —Se aclaró la voz—. Enaquel momento, conocer a Vernon mepareció un golpe de suerte, porque estabacagado de miedo por la idea deinterpretar a Shakespeare y un tipo me

Page 765: Sin limites de alan glynn

ofrecía… Bueno, ya sabes lo que meofrecía.

El discurso de Geisler era lento ydeliberado. Tenía voz de actor. Tambiénme dio la impresión de que nunca habíamencionado el asunto a nadie. Su relatosobre los primeros días del MDT eramucho más completo que el de Melissa,pero coincidía en lo fundamental. En sucaso, había recibido la oferta de Vernon,y fue incapaz de resistirse. Tras un par dedosis de 15 miligramos había memorizadoel texto completo de Macbeth, lo cualintimidó a los actores y al equipo. Durantelos ensayos había consumido unas docepastillas, con un promedio de tres porsemana. Las píldoras no estaban

Page 766: Sin limites de alan glynn

marcadas, pero el socio de Vernon, un talTodd, lo acompañó un día y le explicócuál era la dosis adecuada, sucomposición y cómo funcionaba. Ese talTodd también le había preguntado aGeisler cómo estaba respondiendo a ladroga y si había experimentado algúnefecto secundario. Geisler respondió queno.

Dos semanas antes del estreno, ysometido a una intensa presión, Geislersacó lo que tenía en el banco e incrementósu dosis a seis pastillas por semana.

—Casi una al día —dijo.Quería preguntarle más cosas sobre

Todd y las dosis de MDT, pero vi que aGeisler le costaba mucho concentrarse y

Page 767: Sin limites de alan glynn

no quería que perdiese el hilo.—Entonces, unos días antes del

estreno, ocurrió. Mi vida se vino abajo.De un martes a un viernes, todo sedesmoronó.

Hasta ese momento, Geisler habíatenido las manos debajo de la mesa. No ledi importancia, pero cuando alzó la manoderecha para coger la taza, advertí un levetemblor. Al principio creí que podíatratarse de un síntoma de alcoholismo, untemblor matinal, pero cuando lo viinclinarse, agarrando la taza para noderramar el café, me di cuenta de queprobablemente sufría alguna afecciónneuronal. Dejó de nuevo la taza con sumocuidado e inició el laborioso proceso de

Page 768: Sin limites de alan glynn

encender un cigarrillo. Lo hizo ensilencio, sin comentar la dificultad queello le suponía. Geisler sabía que leestaba observando, y la situación seconvirtió en una especie de actuación.

—Estaba sometido a mucha presión.Ensayaba catorce o quince horas diarias,pero, cuando quise darme cuenta,sobrevenían aquellos períodos deamnesia. —Asentí—. Durante horas,perdía la noción de lo que estabahaciendo.

Apenas podía contenerme, y no cesabade decirle:

—Sí, sí, continúe, continúe.—Todavía no sé qué hice exactamente

durante esos… desvanecimientos, por

Page 769: Sin limites de alan glynn

llamarlos de alguna manera. Lo que sí sées que entre el martes y el viernes de esasemana, y a consecuencia de mis actos,me dejó la que era mi novia desde hacíadiez años, se canceló la producción deMacbeth y me echaron del piso. Además,atropellé a una niña de once años enColumbus Avenue y estuvo a punto demorir.

—Dios mío.El corazón me latía a toda velocidad.—Fui a ver a Vernon para intentar

averiguar qué me estaba pasando, y alprincipio no quiso saber nada. Estabaasustado, pero luego se puso en contactocon Todd y nos reunimos. Todd era eltécnico. Trabajaba para una empresa

Page 770: Sin limites de alan glynn

farmacéutica. Nunca llegué a conocer sustejemanejes, pero pronto supe que Toddrobaba el material del laboratorio en elque trabajaba y Vernon era sólo el quedaba la cara. También me enteré de queVernon había mezclado un lote depastillas y me había estado vendiendodosis de 30 miligramos en lugar de 15, locual significaba que había aumentadodrásticamente el consumo sin que yo losupiera. Le conté a Todd lo ocurrido y medijo que debía combinar el MDT con algomás, otra droga, alguna sustancia quecontrarrestara los efectos secundarios.Así llamaba él a los desvanecimientos:efectos secundarios. Pero le dije que nopensaba tomar nada más, que quería

Page 771: Sin limites de alan glynn

dejarlo y volver a la normalidad. Lepregunté si podía hacerlo, si podía dejarlode golpe, si habría otros efectossecundarios, y me dijo que no lo sabía,que él no era la FDA, pero que, comohabía estado tomando una dosis tanelevada, no me recomendaba dejarlo degolpe. Me dijo que tal vez debiera reducirla ingesta de manera gradual. —Asentí—.Y eso es lo que hice. Pero nosistemáticamente. No seguí ningúnprocedimiento clínico conocido.

—¿Y qué pasó?—Estuve bien unos días, pero

entonces empezó esto —levantó las manos—, y luego experimenté insomnio,náuseas, infecciones de pulmón y senos,

Page 772: Sin limites de alan glynn

pérdida de apetito, diarreas, boca seca,disfunción eréctil…

Levantó de nuevo las manos, esta vezen un gesto de desesperación.

No sabía qué decirle y guardamossilencio unos momentos. Todavía buscabarespuesta a mis dos primeras preguntas,pero tampoco quería parecer insensible.

Al cabo de un momento, Geisler dijo:—El único culpable de todo esto soy

yo. Nadie me obligó a tomar MDT. —Meneó la cabeza y continuó—. Perosupongo que fui un conejillo de indias,porque me encontré con Vernon un añodespués y me dijo que habían solucionadolos problemas con las dosis, que habíaque ajustarla individualmente,

Page 773: Sin limites de alan glynn

personalizarla, decía. —De repente,parecía colérico—. Incluso me aconsejóque lo intentara otra vez, pero lo mandé ala mierda.

Asentí en un gesto de comprensión.También esperé que dijera algo más.

Cuando vi que no era así, intervine.—¿Conoce el apellido del tal Todd o

algo sobre él? ¿Para qué empresatrabajaba?

Geisler meneó la cabeza.—Sólo lo he visto dos o tres veces.

Era muy circunspecto, muy cuidadoso.Vernon y él trabajaban juntos, pero, desdeluego, Todd era el cerebro.

Jugueteé con el paquete de Camel quetenía sobre la mesa, junto a la taza de

Page 774: Sin limites de alan glynn

café.—Una pregunta más —dije—. Cuando

Todd le comentó que debía combinar elMDT con otra droga para contrarrestarlos efectos secundarios y la pérdida dememoria, ¿le dijo de qué droga se trataba?

—Sí.Me dio un vuelco el corazón. —¿De

cuál?—Lo recuerdo muy bien, porque no

dejaba de insistir en que eso solucionaríael problema, que lo había averiguado. Eraun producto llamado Dexeron. Es unantihistamínico y se utiliza para tratarciertas alergias. Contiene un agente quereacciona con un complejo específico dereceptores del cerebro y, según él, eso

Page 775: Sin limites de alan glynn

evitaría los desvanecimientos. No sécómo funcionaba exactamente. Norecuerdo los detalles. Creo que en aquelmomento no lo entendí. Pero al parecer lopuedes conseguir sin receta.

—¿No lo ha tomado nunca?—No.—Comprendo.Asentí, como si estuviese meditando

sus palabras, pero lo único que quería eralargarme de allí lo antes posible e ir a unafarmacia.

—Cuando Janine me dejó y meecharon de la compañía —continuóGeisler—, intenté recoger los pedazos,pero no era tan sencillo, porque, porsupuesto…

Page 776: Sin limites de alan glynn

Me terminé el café e intentédesesperadamente formular una estrategiade salida. Aunque lo sentía por Geisler yme horrorizaba lo que le había ocurrido,no necesitaba oír aquella parte de lahistoria. Pero tampoco podía levantarme eirme, así que acabé fumándome doscigarrillos más antes de armarme de valory decirle que tenía que marcharme.

Le di las gracias y le dije que pagaríaal salir. Me miró como diciendo: «Vamos,siéntate. Fúmate otro cigarrillo, tómate uncafé», pero un segundo después agitó lamano en un ademán de desprecio y dijo:

—Está bien, vete de aquí. Y buenasuerte, supongo.

Page 777: Sin limites de alan glynn

Encontré una farmacia en la SéptimaAvenida, cerca del bar, y compré doscajas de Dexeron. Luego me fui a casa entaxi.

Una vez allí, fui directo al armario deldormitorio y saqué las pastillas de MDT.No estaba seguro de cuántas tomar, ydeliberé un buen rato. Al final decidítomar tres. Era mi última oportunidad. Otenía éxito o fracasaba.

Entré en la cocina y me serví un vasode agua. Tragué las tres pastillas de unatacada y las aderecé con dos de Dexeron.Después, me senté en el sofá y esperé.

Al cabo de dos horas, los compactosvolvían a estar ordenados

Page 778: Sin limites de alan glynn

alfabéticamente. Tampoco había cajas depizza por todas partes, ni latas de cervezavacías, ni calcetines sucios. Abrillantéhasta el último palmo de casa… Todoestaba reluciente.

Page 779: Sin limites de alan glynn

Cuarta parte

Page 780: Sin limites de alan glynn

XXII

Durante el fin de semana mantuve estanueva dosis y controlé mis progresos demanera bastante exhaustiva. Decidí nomoverme de casa por si algo salía mal.Pero no ocurrió nada. No hubo clics, nisaltos ni flashes, y parecía que el Dexeronfuncionaba, fuese cual fuese sucomposición. Eso no significaba queestuviese a salvo, o que no fuese aproducirse otro desvanecimiento, pero eraagradable estar de vuelta. De pronto mesentía seguro, con la mente despejada, yera un hervidero de ideas y energía. Si elDexeron seguía surtiendo efecto, se abría

Page 781: Sin limites de alan glynn

ante mí, adoquín a adoquín, el sendero demi futuro, y lo único que debía hacer eratransitarlo sin distracciones. Me pondríaal tanto del material de MCL y Abraxas, yarreglaría las cosas con Carl Van Loon.Volvería a las transacciones bursátiles,ganaría un poco de dinero y metrasladaría al Edificio Celestial. A lapostre, me desligaría de gente como VanLoon y Hank Atwood y fundaría unaestructura de negocio independiente:Corporación Spinola…, SistemasSpinola…, Edinversión…, lo que fuese.

No podía quitarme a Ginny Van Loonde la cabeza mientras pensaba en todoesto, e intenté ubicarla en algún puntoadecuado del camino. Sin embargo, Ginny

Page 782: Sin limites de alan glynn

se resistía —o se resistía la idea que mehabía formado de ella—, y cuanta másresistencia oponía, más inquieto mesentía. Al final, aparqué estossentimientos, los compartimenté y mecentré en el material de MCL-Abraxas.

Leí todos los documentos, y mesorprendió no haber sido capaz deentenderlos antes. Desde luego no era elmaterial más fascinante del mundo, peroera relativamente sencillo. Repasé elmodelo de precios de Black-Scholes ycalculé las proyecciones con elordenador. Allané cualquier dificultadexistente, incluida la discrepancia en latercera opción que me había hecho notarVan Loon aquel día en su despacho.

Page 783: Sin limites de alan glynn

Además de realizar cien abdominalescada mañana y cada noche, durante el finde semana volví a consumir muchosnoticiarios. Leí los periódicos en Internety vi los mejores programas de actualidadpor televisión. Apenas hubo mención a lainvestigación del asesinato de DonatellaÁlvarez, al margen de un brevellamamiento a posibles testigos, lo cualprobablemente significaba que la policíano había encontrado ninguna pista sobreThomas Cole y se agarraba a un clavoardiendo.

La cobertura de la historia de Méxicofue abundante. Se habían producido variosataques de relevancia contra turistas yciudadanos estadounidenses, sobre todo

Page 784: Sin limites de alan glynn

empresarios que vivían en Ciudad deMéxico. Un directivo había sidoasesinado y otros dos fueron secuestradosy se hallaban en paradero desconocido.Esos incidentes se relacionabandirectamente con el debate sobre políticaexterior que mantenía la prensa, en el quese utilizaba habitualmente la palabra«invasión». Lo que todavía no se habíainoculado en la mentalidad ciudadana,pese a los argumentos sobre la seguridadpara los estadounidenses, por no hablarde la expropiación de inversionesextranjeras por parte de México, era unrazonamiento para una posible invasión,pero desde luego estaban trabajando enello.

Page 785: Sin limites de alan glynn

También estudié el comportamiento delos mercados desde la caída de lasacciones del sector tecnológico el martesanterior, y realicé algunas pesquisas parael lunes siguiente, que era cuandoplaneaba reactivar mi cuenta de Klondike.

El domingo por la noche estabainquieto y decidí salir un rato. Cuandosentí la cálida brisa y eché a andar me dicuenta de lo mucho que había mejoradomi estado. Ahora percibía físicamente elMDT, un hormigueo en las extremidades yla cabeza, pero no me sentía intoxicado.Había asumido un pleno control de misfacultades. Me sentía más fuerte, másdespierto, más agudo.

Visité diversos bares, tomé agua con

Page 786: Sin limites de alan glynn

gas y hablé toda la noche. Allá dondefuera, sólo necesitaba unos minutos paraentablar conversación con alguien y unospocos más para formar un círculo decuriosos a mi alrededor, personasaparentemente fascinadas por mispalabras. Hablaba de política, de historia,de béisbol, de música o de cualquier temaque surgiera. También se me acercabanmujeres, e incluso algunos hombres, perono mostraba ningún interés sexual enaquellas personas y esquivaba susacercamientos elevando la intensidad decualquier discusión en la queestuviéramos participando. Soyconsciente de que al decir esto puedoresultar detestable y manipulador, pero en

Page 787: Sin limites de alan glynn

ese momento no lo parecía, y a medidaque avanzaba la noche y ellos seemborrachaban más, o estaban máscolocados, y al final empezaban aretirarse, me sentía más animado y,francamente, como una especie de diosmenor.

Llegué a casa hacia las siete y mediade la mañana, y acto seguido me puse aojear las páginas web de economía. Habíaretirado todos los fondos de la cuentaKlondike al firmar con Lafayette, exceptoel depósito, que hube de conservar paramantenerla abierta. Me alegraba dehaberlo hecho, pero cuando empecé a

Page 788: Sin limites de alan glynn

trabajar de nuevo, me di cuenta de queechaba de menos la compañía de otrosbrokeres y el ambiente de una «sala». Noobstante, era sorprendente lo rápido quehabía recuperado la confianza pararealizar grandes transacciones y correrriesgos considerables, y el martes por latarde, cuando llamó Gennadi, ya habíaingresado unos 25.000 dólares en micuenta.

Me había olvidado de Gennadi, yestaba ideando una complicada estrategiacomercial para el día siguiente cuando seprodujo la llamada. Mi optimismo eranotable y no quería problemas, así que ledije que tendría las diez píldoraspreparadas para el viernes. Quiso saber si

Page 789: Sin limites de alan glynn

las podía conseguir antes. Un tantoirritado por la pregunta, respondí que no,y que le vería el viernes por la mañana.No sabía cómo iba a lidiar con lasituación de Gennadi. Podía convertirseen un problema muy grave, y aunque notenía más opción que darle las diezpíldoras esta vez, no me gustaba la ideade que anduviera por ahí, probablementetramando su ascenso en el organigrama dela Organizatsiya, y posiblemente tramandotambién algo contra mí. Tenía que idearun plan, y rápido.

El miércoles salí a comprar un par detrajes. No había comido y hacía cientos deabdominales, así que había perdido unpoco de peso en los últimos cinco días, y

Page 790: Sin limites de alan glynn

pensé que por fin había llegado elmomento de insuflar vida nueva a miropero. Compré dos trajes de lana deHugo Boss, uno gris oscuro y el otro azulmarino. También me agencié camisas dealgodón, corbatas de seda, pañuelos,calzoncillos, calcetines y zapatos.

Sentado en el taxi de vuelta a casa,rodeado de posmodernas bolsasperfumadas, me sentía pletórico,preparado para todo, pero cuando lleguéal tercer piso de mi edificio, experimentéde nuevo aquella sensación de ahogo queme producía el MDT, como si me faltaraespacio. Mi piso, dicho llanamente, erademasiado pequeño, y tendría queresolver ese contratiempo.

Page 791: Sin limites de alan glynn

Aquella tarde escribí una extensa ycuidadosa nota a Carl Van Loon. En ellame disculpaba por mi reciente conducta eintentaba justificarla haciendo referenciaa una medicación que había estadotomando, pero que ya había dejado.Concluía pidiéndole que me permitierahablar con él, y adjuntaba una carpeta conlas proyecciones que había esbozado. Alprincipio pensé en enviar el paquete pormensajería al día siguiente, pero decidíentregarla en persona. Si me lo encontrabaen el vestíbulo o en el ascensor,fantástico; si no, esperaría su reacción ala nota.

Pasé el resto de la tarde y buena partede la noche estudiando un libro de texto,

Page 792: Sin limites de alan glynn

ochocientas páginas sobre economíaempresarial que había comprado semanasantes.

A la mañana siguiente hice misabdominales, bebí un poco de zumo y medi una ducha. Elegí el traje azul, unacamisa blanca y una corbata de color rojo.Me vestí delante del espejo deldormitorio y fui en taxi al Edificio VanLoon. Me sentía como nuevo y lleno deconfianza cuando entré en el vestíbulo yme dirigí a los ascensores. Había gentepor todas partes y me dio la impresión deque estaba abriéndome paso entre unadensa neblina de conmoción. Mientras

Page 793: Sin limites de alan glynn

esperaba a que se abrieran las puertas delascensor, miré hacia el enorme ventanalen el que me había apoyado la semanaanterior con Ginny, y me resultaba difícilidentificarme con aquella escena depánico. Tampoco noté atisbo alguno deansiedad cuando subía en el ascensorhasta la planta 62. Contemplé mi reflejoen los paneles de acero y admiré el cortede mi traje nuevo.

El vestíbulo de Van Loon &Associates estaba tranquilo. Había unosjóvenes charlando y soltando alguna queotra carcajada. La recepcionista parecíaabsorta en su pantalla de ordenador.Cuando llegué a su mesa, me aclaré lagarganta para llamar su atención.

Page 794: Sin limites de alan glynn

—Buenos días, señor. ¿En qué puedoayudarle?

Pareció reconocerme, pero detectécierta confusión en ella.

—Quiero ver al señor Van Loon, porfavor.

—Me temo que el señor Van Loonestá fuera del país. Volverá mañana. Si lodesea…

—Está bien —dije—. Me gustaríadejarle este paquete. Es muy importanteque lo reciba en cuanto regrese.

—Por supuesto, señor —respondió,sonriente.

Asentí y también le dediqué unasonrisa. A punto estuve de dar untaconazo, pero me di la vuelta y me dirigí

Page 795: Sin limites de alan glynn

hacia los ascensores.

Cuando llegué a casa me pasé el díarealizando transacciones, que sumaron10.000 dólares más a mis ganancias.

Hasta el momento, la combinación deMDT y Dexeron me había funcionado muybien, y mantenía los dedos cruzados. Lahabía tomado casi una semana y no habíasufrido el más leve desvanecimiento. Peropara la visita de Gennadi decidídesordenar un poco el piso. Quería restarimportancia a la intensidad del MDT yconvencerlo de que tomar más de unapíldora cada dos días era peligroso. Deesa manera lo contendría un poco y me

Page 796: Sin limites de alan glynn

daría cierto margen. Sin embargo, no teníani idea de qué hacer con él.

Cuando llegó el viernes por lamañana, vi que había empeorado un poco.Sin decir nada, extendió la mano,pidiéndome el material con gestos.

Saqué del bolsillo un pequeño envasede plástico que contenía diez pastillas deMDT y se lo di. Lo abrió de inmediato, yantes de que pudiera pronunciar midiscurso sobre la dosis, ya se habíatomado una píldora.

Gennadi cerró los ojos y estuvo quietounos instantes. Entonces los abrió y miróen derredor. Intenté dar un airedescuidado a la casa, pero no fue fácil, yno había comparación entre el aspecto que

Page 797: Sin limites de alan glynn

tenía ahora y el de la semana anterior.—¿Tú también has consumido? —

dijo, señalando con la cabeza aquel ordengeneralizado.

—Sí.—¿Has conseguido más de diez? Me

dijiste que sólo diez. Mierda.—He pillado doce —respondí—. He

conseguido doce.Dos más para mí. Pero me han costado

mil dólares. No puedo permitirme más.—De acuerdo. La semana que viene

me traes doce.Iba a negarme. Iba a mandarlo a la

mierda. Iba a abalanzarme sobre él ycomprobar si los efectos físicos de unatriple dosis de MDT eran suficientes para

Page 798: Sin limites de alan glynn

doblegarlo y estrangularlo. Pero no hicenada, porque podía salir mal y ser yoquien acabara estrangulado o, en el mejorde los casos, llamar la atención de lapolicía, ser fichado y figurar en elsistema. Necesitaba una salida mucho mássegura y eficiente a aquella situación. Ytenía que ser permanente.

Gennadi extendió de nuevo la mano ydijo:

—¿Y los diecisiete mil quinientos?Tenía el dinero preparado y se lo entreguésin mediar palabra.

Se lo guardó en el bolsillo de lachaqueta.

Cuando estaba a punto de salir por lapuerta, agregó:

Page 799: Sin limites de alan glynn

—La semana que viene, doce. No loolvides.

Carl Van Loon me llamó a las siete dela tarde. No esperaba una respuesta tanrápida, pero me alegré, porque ahorapodría actuar. Me estaba impacientando,espoleado por la creciente necesidad departicipar en algo que consumiera todo mitiempo y energía.

—Eddie.—Carl.—¿Cuántas veces tendremos que

hacer esto, Eddie?Interpreté que un comentario

relativamente comedido como aquél era

Page 800: Sin limites de alan glynn

buena señal, y me embarqué en unadiatriba de defensa para acabar rogándoleque me permitiera participar de nuevo enel acuerdo entre MCL y Abraxas. Le dijeque era un hervidero de ideas nuevas yque si daba un vistazo a las proyeccionesque había revisado, se daría cuenta de laseriedad con la que me tomaba el asunto.

—Ya las he estudiado, Eddie. Sonfantásticas. Hank está aquí y se las heenseñado. Quiere verte. —Hizo una pausa—. Quiere llevarlo adelante.

Hizo una nueva pausa, más larga enesta ocasión.

—¿Carl?—Pero, Eddie, te seré franco. Me

cabreaste. No sabía con quién o qué

Page 801: Sin limites de alan glynn

estaba hablando. Tengas lo que tengas,bipolaridad o lo que sea, no lo sé, esegrado de inestabilidad no es viablecuando juegas a estos niveles. Cuando seanuncie la fusión, habrá muchas presiones,cobertura mediática por todas partes,cosas que ni te puedes imaginar si no haspasado por algo similar.

—Déjeme hablar con usted cara acara, Carl. Si no está satisfecho despuésde eso, me retiraré. No volverá a saber demí. Firmaré contratos de confidencialidado lo que haga falta. Serán cinco minutos.

Van Loon permaneció medio minutocallado. En aquel silencio podía oír surespiración. A la postre dijo:

—Estoy en casa. Más tarde tengo un

Page 802: Sin limites de alan glynn

compromiso, así que, si vas a venir, hazloahora.

Tenía a Van Loon de mi parte a losdiez minutos. Nos sentamos en labiblioteca, tomando whisky escocés, y leconté una elaborada historia sobre laenfermedad completamente imaginariaque padecía. Era fácil de tratar con unamedicación suave, pero había sufrido unareacción adversa a un componente quederivó en mi conducta errática. Me habíanajustado la medicación, había finalizadoel tratamiento y me encontraba bien. Eraun argumento bastante endeble, pero dudoque Van Loon estuviese escuchándome.

Page 803: Sin limites de alan glynn

Más bien parecía hipnotizado por mitimbre de voz, por mi presencia física, eincluso tuve la sensación de que lo quemás deseaba era tocarme y, en ciertomodo, sentirse electrizado. Era unaversión aumentada de cómo reaccionabala gente ante mi presencia: Paul Baxter,Artie Meltzer, Kevin Doyle y el propioVan Loon. No estaba mal, pero debíaproceder con cautela. No quería interferirni desequilibrar las cosas. Resolví que lamejor manera de actuar era mantenermeocupado, y también mantener ocupada a lagente sobre la que podía influir. Con estoen mente, desvié rápidamente laconversación hacia el acuerdo entre MCLy Abraxas.

Page 804: Sin limites de alan glynn

Era muy delicado, dijo Van Loon, y eltiempo era oro. Pese a lascomplicaciones, Hank Atwood estabaansioso por seguir adelante. Después deconcebir una estructura de precios, elsiguiente paso era proponer la directiva yla configuración de la nueva empresa.Luego llegarían las reuniones ynegociaciones, las sesiones detestosterona, la gente de MCL-Parnassuscon la gente de Abraxas, y «nosotros enmedio».

¿Nosotros?Bebí un trago de whisky.—¿Nosotros?—Yo y, si esto sale bien, tú. Jim

Heche, uno de mis vicepresidentes está al

Page 805: Sin limites de alan glynn

corriente de todo, al igual que mi mujer, ynadie más. Lo mismo con los directores.Hank acaba de contratar a un par deasesores, está siendo muy cuidadoso. Poreso queremos finiquitar este asunto en unpar de semanas, un mes a lo sumo.

Van Loon se acabó su copa y me miró.—No es fácil llevar algo así en

secreto, Eddie.Charlamos una hora más, y entonces

Van Loon anunció que debía marcharse.Nos citamos a la mañana siguiente en suoficina. Comeríamos con Hank Atwood ylo pondríamos todo en marcha.

Van Loon me estrechó la mano en elumbral de la puerta y dijo:

—Eddie, espero sinceramente que

Page 806: Sin limites de alan glynn

esto funcione. De verdad.Asentí.De camino hacia la puerta principal,

miré en torno, con la esperanza de ver aGinny…

—No me decepciones, Eddie. ¿Deacuerdo?

… si es que estaba en casa.—No lo haré, Carl. Estoy en esto,

créame.Pero no había rastro de ella.—Claro. Lo sé. Nos vemos mañana.

La comida con Hank Atwooddiscurrió sin sobresaltos. Le impresionómi dominio de la documentación

Page 807: Sin limites de alan glynn

relacionada con el acuerdo, pero tambiénmis amplios conocimientos del mundo delos negocios en general. No teníaproblemas para responder a sus preguntas,e incluso logré formular algunas al propioAtwood. El alivio de Van Loon por cómose estaban desarrollando losacontecimientos era palpable, y lecomplacía que mi actuación dejase enbuen lugar a Van Loon & Associates.Habíamos ido de nuevo al Four Seasons,y mientras contemplaba la sala, jugandocon el pie de mi copa de vino vacía,intenté recordar los detalles de loocurrido la última vez que estuve allí.Pero pronto tuve la extraña sensación deque aquella especie de sueño

Page 808: Sin limites de alan glynn

distorsionado era poco fiable. Llegué apensar que nunca había estado allí, sinoque me había forjado aquel recuerdo apartir de algo que me habían contado ohabía leído. Con todo, la lejanía de esemomento era de agradecer, porque ahoraestaba allí, y eso era lo importante.

Lo estaba pasando bien, aunque sólopicoteé la comida y no bebí nada. HankAtwood se relajó bastante, e incluso intuíesa necesidad de llamar mi atención quese había convertido en una característicade relaciones anteriores. Eso estaba bien.Estaba allí sentado, en el Four Seasons, yme deleité en su atmósfera embriagadora.En algunos momentos, cuando merecordaba a mí mismo quiénes eran

Page 809: Sin limites de alan glynn

aquellos hombres, pensaba que laexperiencia bien podía ser el prototipo deun juego de realidad virtualextremadamente sofisticado.

En cualquier caso, aquella comidahabía de significar el comienzo de unajetreado, extraño y emocionante períodode mi vida. Durante las dos o tressemanas siguientes me vi atrapado en untorbellino de reuniones, comidas, cenas,confabulaciones de madrugada conhombres poderosos, bronceados yenfundados en trajes caros, todos nosotrosen búsqueda de lo que Hank Atwooddefinía como un «encaje de visiones», esemomento en que las dos partes coincidíanen un borrador básico del acuerdo. Me

Page 810: Sin limites de alan glynn

reuní con toda clase de gente: abogados,financieros, estrategas corporativos, unpar de congresistas y un senador, ymantuve el tipo con todos ellos. De hecho,me convertí en un elemento fundamentaldel proceso en varios aspectos, lo cualalarmó un poco a Carl Van Loon. Amedida que nos aproximábamos almomento crítico del encaje de visiones,los pocos involucrados en el acuerdo noshicimos bastante amigos, formamos unaespecie de camarilla, pero era yo quienejercía de elemento unificador. Era yoquien podía tapar la grietas entre dosculturas de negocios marcadamentedistintas. Además, me convertí en alguienindispensable para Van Loon. Al no poder

Page 811: Sin limites de alan glynn

rodearse de su equipo habitual, confiabacada vez más en mí para controlarlo todoy digerir y procesar cantidades ingentesde información, desde regulaciones de laComisión Federal de Comercio hasta lascomplejidades de la banda ancha,horarios de reuniones y nombres deesposas.

En paralelo a esto, me dedicabatambién a otros menesteres. Iba casi cadadía al gimnasio de Van Loon &Associates para quemar el excedente deenergía, y utilizaba distintas máquinaspara realizar una rutina completa. Pudecontinuar con mi cartera de Klondike eincluso llegué a trabajar en la sala de laque Van Loon me había hablado. Conseguí

Page 812: Sin limites de alan glynn

un móvil, cosa que quería hacer desdehacía siglos. Me compré más ropa, yllevaba un traje distinto cada día, o almenos rotaba seis o siete. Puesto que elacto de dormir ya no era algo cotidiano,leía los periódicos e investigaba, sentadofrente al ordenador a altas horas de lanoche.

Otra parte de mi vida, un aspecto quepor desgracia no podía ignorar, eraGennadi. Al estar tan ocupado en aquelmomento cada vez más borroso de vigilia,empecé a procurarle una docena depastillas cada viernes por la noche,diciéndome a mí mismo que resolvería elproblema la siguiente vez, que adoptaríamedidas para atajar aquella situación.

Page 813: Sin limites de alan glynn

Pero no sabía cómo hacerlo.Cada vez que acudía me asombraba lo

mucho que había cambiado. La palidezdel adicto había desaparecido, y de supiel emanaba ahora un brillo saludable.Se había cortado el pelo y tambiénllevaba trajes, aunque no eran ni de lejostan bonitos como los míos. Ahora acudíaen un Mercedes negro, y unos tipos loesperaban en la calle. Tuvo quehacérmelo saber, por supuesto, y me pidióque mirara por la ventana a su séquito.Otra cosa que me molestaba de Gennadiera que se llevara una píldora a la boca encuanto se las entregaba, como si yo fueseun traficante de coca y estuviese catandoel producto in situ. Luego vertía el resto

Page 814: Sin limites de alan glynn

en un pequeño pastillero de plata, queguardaba en el bolsillo delantero de laamericana. Se daba una palmadita en elpecho y decía: «Hay que estar siemprepreparado». Gennadi era un imbécil y nosoportaba su presencia. Pero no habíaforma de contenerlo, porque obviamentehabía ascendido de rango en laOrganizatsiya. ¿Qué podía hacer?

Decidí compartimentarlo, aguantarcuando no quedaba más remedio y seguiradelante.

Esa parecía ser una constante enaquellos días.

Sin embargo, pasaba gran parte deltiempo en despachos y salones delEdificio Van Loon con Carl, Hank

Page 815: Sin limites de alan glynn

Atwood y Jim Heche, o con Carl, Jim yDan Bloom, el presidente de Abraxas, ysu gente.

Pero una noche me encontré solo conCarl en una de las salas de reuniones.Tomamos una copa y, como estábamos apunto de alcanzar un acuerdo, aludió altema del dinero, algo que no habíamencionado desde aquella primera nocheen su piso de Park Avenue. Comentó lacomisión que obtendríamos comomediadores del acuerdo, así que decidípreguntarle directamente cuál sería miporcentaje. Sin pestañear, y consultandodistraídamente una carpeta que habíasobre la mesa, respondió:

—Bueno, teniendo en cuenta tu grado

Page 816: Sin limites de alan glynn

de colaboración, Eddie, serán al menoscuarenta. No sé, digamos cuarenta y cinco.

Hice un pausa y esperé a quecontinuara, porque no estaba seguro dequé pretendía decirme. Pero no añadiónada más y siguió leyendo.

—¿Mil? —aventuré.Van Loon me miró, frunciendo el

ceño.—Millones, Eddie. Cuarenta y cinco

millones.

Page 817: Sin limites de alan glynn

XXIII

No me esperaba ganar semejante cifra contal rapidez, ni imaginaba que el acuerdoentre MCL y Abraxas fuese tan lucrativopara Van Loon & Associates. Pero cuandopensé en ello y me fijé en otros acuerdos yen cómo se estructuraban, me di cuenta deque no tenía nada de raro. El valor totalde las dos empresas rondaría los 200.000millones de dólares. A partir de ahí,nuestros honorarios como intermediariosserían… elevados.

Podía hacer muchas cosas con esacantidad. Elucubré un buen rato, pero meentristecía no disponer de ese dinero al

Page 818: Sin limites de alan glynn

instante, y de inmediato pedí a Van Loonun anticipo.

Cuando dejó a un lado la carpeta y meprestó atención, le conté que llevaba seisaños viviendo en la Calle 10 con laAvenida A, pero que creía que habíallegado el momento de cambiar. Van Loonesbozó una sonrisa incómoda, como si lehubiese contado que vivía en la Luna,pero se animó mucho cuando le dije quehabía estado viendo un piso en el EdificioCelestial, en el West Side.

—Bien. Eso suena mejor. Sin ofender,Eddie, pero ¿por qué la Avenida A?

—Por mis ingresos, Carl, por eso.Nunca he tenido dinero suficiente paravivir en otro sitio.

Page 819: Sin limites de alan glynn

Van Loon, que obviamente creíahaberme puesto en una situación delicada,farfulló algo y mostró cierta inquietud. Leconté que me gustaba vivir allí, y que eraun barrio fantástico, lleno de bares viejosy personajes peculiares. Sin embargo,cinco minutos después me estaba diciendoque no me preocupara, que lo arreglaríatodo para que pudiera comprar el piso enel Celestial. Sería un préstamo deempresa rutinario que podría satisfacermás adelante, cuando fuese. Claro, penséyo, nueve millones y medio de dólares. Unpréstamo rutinario.

A la mañana siguiente telefoneé aAlison Botnick, de Sullivan y Draskell,los agentes inmobiliarios de Madison

Page 820: Sin limites de alan glynn

Avenue.—Señor Spinola, ¿cómo está?—Bien.Le dije que lamentaba haberme ido

corriendo aquel día, y bromeé sobre elasunto. Ella respondió que no hacía faltani mencionarlo. Entonces le pregunté si elpiso seguía estando en el mercado. Loestaba, dijo, y ya habían terminado lasobras. Me interesaba verlo otra vez, aquelmismo día si era posible, y hacerle unaoferta.

Van Loon también dijo que meescribiría una carta de recomendación, locual ahorraría a Sullivan y Draskellevaluar mi declaración de la renta y mihistorial crediticio, y significaría, si todo

Page 821: Sin limites de alan glynn

iba bien, que podría firmar los contratos ymudarme de inmediato.

Aquello se había convertido en ladinámica que regía mi vida: inmediatez,aceleración y rapidez. Saltaba presto deuna escena a otra, de una localización aotra, sin ser muy consciente de los nexosde unión. Por ejemplo, tenía que ver avarias personas aquella mañana, y enlugares distintos: la oficina de la Calle48, un hotel al norte de la ciudad y unbanco de Vesey Street. Luego me habíacitado con Dan Bloom en Le Cirque. Melas arreglé para programar una visita alpiso después de comer. Alison Botnickme esperaba cuando llegué a la planta 68,como si no se hubiese ido desde mi última

Page 822: Sin limites de alan glynn

visita y hubiese aguardado pacientementemi regreso. Al principio le costóreconocerme, pero al cabo de cincominutos, tal vez menos, le había ofrecidouna pequeña pero estratégica cantidad yhabía regresado a la Calle 48 parareunirme con Carl, Hank y Jim, y tomardespués unos cocteles en el OrpheusRoom.

Cuando esta última reunión tocaba asu fin, Van Loon recibió una llamada.Estábamos a punto de anunciar el acuerdoy todo el mundo se mostraba animado. Lareunión había ido bien, y aunque lo másduro estaba por llegar —la aprobación

Page 823: Sin limites de alan glynn

del Congreso, la FCC y la FTC—, en lasala reinaba una sensación de triunfocolectivo.

Hank Atwood se levantó de la silla yse dirigió hacia mí. Tenía sesenta y pocosaños, pero era esbelto y atildado, y estabaen forma. Aunque era de baja estatura, supresencia resultaba imponente, casiamenazadora. Propinándome un suavepuñetazo en el hombro, dijo:

—Eddie, ¿cómo lo haces?—¿El qué?—Esa memoria extraordinaria que

tienes. Cómo lo procesas todomentalmente. Casi puedo ver cómo trabajatu cerebro. —Me encogí de hombros—.Estás llevando esto de una manera que me

Page 824: Sin limites de alan glynn

parece casi… —empezaba aincomodarme—, casi… Llevo cuarentaaños en el mundo de los negocios, Eddie.He dirigido una empresa de alimentacióny bebidas, y un estudio de cine. Lo hevisto todo, hasta el último truco, hasta elúltimo acuerdo existente, todas lastipologías humanas que te puedasimaginar… —Ahora me miraba fijamentea los ojos—. Pero creo que nunca heconocido a nadie como tú…

No sabía a ciencia cierta si aquelloera una declaración de amor o unaacusación, pero justo entonces Van Loonse puso en pie y dijo:

—Hank… Hay alguien que quieresaludarte.

Page 825: Sin limites de alan glynn

Atwood se dio la vuelta.Van Loon se alejó de su mesa y fue

hacia la puerta. Yo me levanté de la sillay seguí a Atwood. Jim Heche seencontraba en mitad de la sala y sacó elteléfono móvil.

Me volví hacia la puerta.Van Loon la abrió e hizo un gesto a la

persona que esperaba entrar. Oí voces quellegaban del exterior, pero no lo quedecían. Hablaron un momento, se echarona reír, y unos segundos después, GinnyVan Loon hizo aparición en la sala.

Se me aceleró el pulso.Dio un beso a su padre en la mejilla.

Luego Hank Atwood levantó los brazos.—Ginny.

Page 826: Sin limites de alan glynn

La joven fue hacia él y se fundieron enun abrazo.

—¿Te lo has pasado bien?Ginny asintió, con una amplia sonrisa.—Genial.¿Dónde había estado?—¿Probaste esa osteria de la que te

hablé?Italia.—Sí, es fantástica. Me encantó esa

cosa. ¿Cómo se llama? ¿Baccalá?Nordeste.

Siguieron charlando un minuto, yGinny puso todos sus sentidos en Atwood.Mientras esperaba que terminara suconversación y me viera, la observéatentamente, y me di cuenta de algo que no

Page 827: Sin limites de alan glynn

había advertido antes.Estaba enamorado de ella.—…y me encanta que bauticen las

calles con una fecha.Llevaba una minifalda gris, una

chaqueta azul grisáceo, una camiseta ajuego y zapatos negros de piel, prendasque tal vez se había comprado en Milán asu regreso de Vicenza o Venecia, o dedondequiera que hubiese estado. Ahora nollevaba el pelo puntiagudo, sino liso. Elflequillo le tapaba un poco los ojos y nodejaba de echárselo hacia atrás.

—… Calle Veinte de Septiembre,calle Cuatro de Noviembre, no se teolvida.

Entonces pareció sorprenderse al

Page 828: Sin limites de alan glynn

verme.—Supongo que para ellos la historia

es muy importante —intervino Van Loon.—Ah, ¿y qué somos nosotros? —

respondió Ginny, volviéndose de prontohacia su padre—. ¿Una de esas alegresnaciones que no tienen historia?

—Yo no he dicho…—Sólo hacemos cosas y esperamos

que nadie se dé cuenta.—A lo que…—O nos lo inventamos para que se

ajuste a lo que la gente sí ha visto.—¿Y eso mismo no sucede en

Europa? —terció Hank Atwood—. ¿Es loque pretendes decirnos?

—No, pero… Bueno, no lo sé. Por

Page 829: Sin limites de alan glynn

ejemplo, mira lo que está pasando conMéxico ahora mismo. Allí la gente nopuede creerse que estemos hablando deuna invasión.

—Mira, Ginny —dijo Van Loon—, esuna situación complicada. Estamoshablando de un narcoestado…

Continuó exponiendo lo que habíaaparecido recientemente en una docena deeditoriales y artículos de opinión: unvasto y enardecido mural de inestabilidad,desorden y catástrofe inminente.

Jim Heche, que había estadoescuchando con atención, dijo:

—No sólo nos conviene a nosotros,Ginny. También a ellos.

—Oh, ¿invadir el país para salvarlo?

Page 830: Sin limites de alan glynn

—dijo Ginny con exasperación—. No mepuedo creer lo que estoy oyendo.

—A veces es…—¿Y qué hay de la resolución

aprobada en 1970 por la ONU? —espetó—. Según esto, ningún estado tienederecho a intervenir, directa oindirectamente, por ninguna razón, en losasuntos internos de otro.

Ahora se hallaba en el centro de lasala, dispuesta a repeler los ataques quele llegaran desde cualquier flanco.

—Ginny, escúchame —dijo Van Looncon paciencia—. El comercio conCentroamérica y Sudamérica siempre hasido crucial para…

—Dios mío, papá, esa es una visión

Page 831: Sin limites de alan glynn

sesgada de las cosas.Cuando se vio arrinconado, Van Loon

alzó las manos.—¿Quieres saber qué opino? —

continuó.Van Loon vaciló, pero Hank Atwood y

Jim Heche mostraron interés y esperabanque Ginny continuara con su exposición.Yo había retrocedido hasta el panel deroble y observaba la escena consentimientos encontrados: diversión,deseo y confusión.

—Aquí no hay un plan maestro —dijo—, ni estrategia económica, niconspiración. No se lo han planteado deese modo. De hecho, es sólo otramanifestación irracional de… no

Page 832: Sin limites de alan glynn

exuberancia exactamente, sino…—¿Qué significa eso? —repuso Van

Loon, que empezaba a impacientarse.—Creo que Caleb Hale llevaba un par

de copas de más aquella noche, o quizámezcló alcohol con Triburbazina o lo quesea y ha perdido el norte. Ahora intentanrestar importancia a sus palabras, taparsus huellas y fingir que esto es unapolítica real. Pero lo que están haciendoes absolutamente irracional…

—Eso es ridículo, Ginny.—Hace un momento estábamos

hablando de historia. Creo que así escomo funciona casi siempre la historia,papá. La gente que ostenta el poder se lainventa sobre la marcha. Es chapucero,

Page 833: Sin limites de alan glynn

accidental y humano…El motivo por el que me sentí tan

confuso durante esos instantes, mientrascontemplaba a Ginny, era que, pese atodo, pese a lo distintas que eran, podríahaber estado contemplando a Melissa.

—Ginny empezará a ir a launiversidad en otoño —explicó Van Loona los demás—. Estudios internacionales.¿O era estudios irracionales? Así que nole hagan ni caso, está calentando motores.

Realizando un rápido paso de bailecon sus zapatos nuevos, Ginny espetó:

—Que le den, señor Van Loon.Entonces se dio la vuelta y acudió a

mi lado. Hank Atwood y Jim Heche seencontraron de nuevo y uno de ellos se

Page 834: Sin limites de alan glynn

puso a hablar con Van Loon, que estabasentado de nuevo a su mesa.

Ginny hizo un gesto desdeñoso, ycuando estuvo delante de mí, me dio unsuave golpecito en la barriga.

—Mírate.—¿Qué?—¿Adónde han ido esos kilos?—Ya te dije que fluctúa.—¿Eres bulímico…?—No, ya te dije…Hice una pausa.—¿… o esquizofrénico, tal vez?—¿De qué va esto? —dije, riéndome

—. Porque no irás a la Facultad deMedicina, ¿no? Me encuentro bien. Mepillaste en un mal día.

Page 835: Sin limites de alan glynn

—¿Un mal día?—Sí.—Hummm.—Lo era.—¿Y hoy?—Hoy es un buen día.Sentí el impulso de añadir un

comentario ñoño del tipo «y todavía esmejor ahora que estás aquí», peromantuve la boca cerrada.

Durante unos instantes nos limitamos amirarnos el uno al otro, sin decir nada.

Entonces alguien me llamó desde elotro extremo de la sala.

—¿Sí? —Era Van Loon—. ¿De quéestábamos hablando antes? De cable decobre y… ¿AD qué?

Page 836: Sin limites de alan glynn

Me incliné ligeramente a la izquierdapara poder ver a Van Loon.

—ADSL —respondí—. Línea DigitalAsimétrica de Abonado.

—¿Y…?—Permite transmitir una única señal

de video comprimido de alta velocidad auna velocidad de 1,5 megabytes porsegundo, además de una conversacióntelefónica normal.

—Bien.Van Loon se volvió hacia Hank

Atwood y Jim Heche y siguió hablando.Ginny me miró y arqueó las cejas.—Perdona.—Salgamos de aquí y vayamos a

tomar una copa a algún sitio —dije

Page 837: Sin limites de alan glynn

apresuradamente—. Vamos, di que sí.Aquella brizna de incertidumbre

volvió al rostro de Ginny. Antes de quepudiera responder, Van Loon dio unapalmada y dijo:

—De acuerdo, Eddie. Vámonos.Ginny se dio la vuelta y preguntó a su

padre:—¿Adónde van?Me apoyé de nuevo en la pared de

roble.—Al Orpheus Room. Tenemos que

seguir hablando de negocios, si te parecebien.

—Vamos de paseo.—¿Qué vas a hacer tú?La joven consultó su reloj. Entretanto,

Page 838: Sin limites de alan glynn

yo observaba su espalda y el suave azulde su chaqueta de cachemir.

—Tengo cosas que hacer más tarde,pero ahora me marcho a casa.

—De acuerdo.Ginny se dirigió a la puerta, me

despidió con un gesto, sonrió y se fue.Cuando nos dirigíamos al Orpheus

Room unos minutos después, tuve quereprimir mi gran decepción yconcentrarme otra vez en el negocio queteníamos entre manos.

Mi oferta por el piso del EdificioCelestial fue aceptada al día siguiente, yveinticuatro horas más tarde estaba

Page 839: Sin limites de alan glynn

firmando toda la documentación. La cartade Van Loon había silenciado cualquierpregunta sobre mis impuestos, y merced ala discreción con la que se llevó elaspecto económico, debo decir que fuetodo muy sencillo. No lo fue tanto decidirla decoración. Llamé a un par deinterioristas, visité algunas tiendas demuebles y leí varias revistas, pero estabaindeciso y me sumí en un ofuscado ciclode planes y contraplanes, distribuciones ycontradistribuciones de color. ¿Queríaalgo diáfano e industrial, por ejemplo, consuperficies grises y armarios modulares, oalgo exótico y recargado, con sillas LuisXV, grabados japoneses y mesas rojaslacadas?

Page 840: Sin limites de alan glynn

Cuando Gennadi llegó al piso de laCalle 10 aquel viernes por la mañana, yahabía empezado a guardar todas mis cosasen cajas.

Cabía esperar que hubiese problemas,por supuesto, pero no quería pensar enello.

El ruso franqueó la puerta, vio lo queestaba sucediendo y perdió los estriboscasi al instante. Pateó un par de cajas ydijo que se había acabado.

—Estoy harto de ti y de tu hipocresía.Llevaba un traje holgado de color

crema, una corbata rosa y amarilla y elpelo peinado hacia atrás. En la punta de lanariz sostenía unas gafas de espejo conmontura metálica.

Page 841: Sin limites de alan glynn

—¿Qué diablos está pasando aquí?—Cálmate, Gennadi. Sólo me mudo a

otro piso.—¿Adónde?Ahora llegaba la parte difícil. Cuando

supiera adónde me trasladaba, no secontentaría con el acuerdo al quehabíamos llegado. En aquel momento yahabía satisfecho todo el préstamo, así quenuestro pacto consistía en que le facilitaradoce pastillas de MDT a la semana.Tampoco quería seguir adelante conaquello, pero habría discrepancias sobrela naturaleza de los cambios quepudiéramos introducir.

—Está al oeste, en la DuodécimaAvenida.

Page 842: Sin limites de alan glynn

Gennadi dio otra patada a una caja.—¿Cuándo te vas?—A principios de la semana que

viene.La decoración y los muebles no

estaban listos, pero tenía ducha, líneastelefónicas y cable, y como no meimportaba encargar comida unatemporada, además de que estabadeseando largarme de la Calle 10,pretendía que el traslado se produjera loantes posible.

Ahora Gennadi espiraba por la nariz.—Mira —le dije—, tienes mi número

de la Seguridad Social y los datos de mitarjeta de crédito. No me vas a perder lapista. Además, estaré al otro lado de la

Page 843: Sin limites de alan glynn

ciudad.—¿Crees que me preocupa perderte la

pista? —Hizo un ademán de despreciocon la mano—. Estoy cansado de esto…—Señaló al suelo—. De venir aquí. Loúnico que quiero es conocer a tuproveedor. Quiero comprar esta mierda agranel.

—Lo siento, Gennadi, pero eso esimposible.

El ruso se quedó quieto un momento,pero entonces embistió y me dio unpuñetazo en el pecho. Caí de espaldasencima de una caja de libros y me golpeéla cabeza contra el suelo.

Tardé un poco en incorporarme.Luego me froté la cabeza, miré en

Page 844: Sin limites de alan glynn

derredor, perplejo, y me puse en pie.Pensé en decirle cien cosas, pero no metomé la molestia de hacerlo.

Había perdido los estribos.—Vamos, ¿dónde están?Fui hacia la mesa tambaleándome y

saqué las pastillas de un cajón. Volvíhacia él y se las entregué. Tomó una yvertió el resto en su pastillero de plata.Cuando terminó, arrojó el envase deplástico que le había dado y se guardó elpastillero en el bolsillo delantero de laamericana.

—No deberías tomar más de una aldía —dije.

—No lo hago. —Miró su reloj ysuspiró impaciente—. Tengo prisa.

Page 845: Sin limites de alan glynn

Anótame la nueva dirección.Fui de nuevo al escritorio,

masajeándome todavía la nuca. Cuandoencontré un bolígrafo y un trozo de papel,acaricié la idea de darle una direcciónfalsa, pero me di cuenta de que no serviríade nada. Tenía todos mis datos.

—Vamos. Tengo una reunión enquince minutos.

Escribí la dirección y le di el trozo depapel.

—¿Una reunión? —pregunté concierto sarcasmo.

—Sí —repuso sin captar la ironía—.Estoy creando una empresa deimportación y exportación. Ointentándolo. Pero hay un montón de leyes

Page 846: Sin limites de alan glynn

y regulaciones en este país. ¿Tú sabes lamierda que tienes que aguantar paraconseguir una licencia?

Meneé la cabeza y le pregunté:—¿Qué vas a importar o exportar?Gennadi hizo una pausa, se inclinó

hacia adelante y susurró:—No lo sé… Cosas.—¿«Cosas»?—Eh, ¿qué quieres? Estoy trabajando

en una estafa complicada. ¿Crees que voya contarle algo a un soplagaitas como tú?

Me encogí de hombros.—De acuerdo, Eddie —añadió—.

Escúchame. Te doy de plazo hasta lasemana que viene. Fija una hora con esapersona y nos reuniremos. Te pagaré una

Page 847: Sin limites de alan glynn

comisión. Pero como me jodas, te arrancoel corazón con las dos manos y lo frío enuna sartén. ¿Me entiendes?

—Sí.Su puño salió de la nada, como un

torpedo, y aterrizó en mi plexo solar. Medoblé de dolor y retrocedí, esquivandopor poco la caja de libros.

—Lo siento. ¿Has dicho que sí? Hasido un error por mi parte.

Lo oí reírse a carcajadas mientrasbajaba por las escaleras.

Cuando pude respirar con normalidad,me tumbé en el sofá y miré al techo. Hacíatiempo que la personalidad de Gennadiamenazaba con descontrolarse. Tendríaque hacer algo al respecto, y pronto,

Page 848: Sin limites de alan glynn

porque en cuanto viera el piso delCelestial estaría atado de pies y manos.Sería demasiado tarde. Querría entrar. Loquerría todo. Lo echaría todo a perder.

Sin embargo, cuando pude meditar lascosas con más detenimiento, llegué a laconclusión de que la verdadera crisis noera Gennadi. La verdadera crisis era quemi suministro de MDT se acababa con unarapidez alarmante. Durante el último meslo había consumido varias veces porsemana, de manera indiscriminada, sinmolestarme siquiera en contar laspastillas que restaban, dejándolo para lasiguiente ocasión. Pero nunca lo hacía.Nunca encontraba el momento. Estabademasiado ocupado, demasiado obcecado

Page 849: Sin limites de alan glynn

con el incesante tamborileo que escuchabaen mi cabeza, el acuerdo de MCL yAbraxas, el Edificio Celestial, Ginny VanLoon…

Fui al dormitorio y abrí el armario,saqué el sobre marrón y vacié elcontenido sobre la cama para contar laspastillas. Quedaban sólo unas 250. Conaquel ritmo de consumo y el suministrohabitual de Gennadi, habríandesaparecido en un par de meses. Aunqueeliminara a Gennadi de la ecuación,ganaría sólo unas semanas. Unassemanas…, unos meses… ¿Qué diferenciahabía?

Aquélla era la verdadera crisis queafrontaba, y al final todo se reducía, una

Page 850: Sin limites de alan glynn

vez más, a la pequeña agenda negra deVernon. Entre aquellos nombres ynúmeros de teléfono tenía que haberalguien que supiera algo del MDT, de susorígenes y del funcionamiento de lasdosis, y quizá cómo conseguir una nuevalínea de suministro. Porque si deseabatener alguna posibilidad de cumplir aquelgran destino inesperado que se abría antemí, debía solucionar esos problemas, unoo ambos, dosis y suministro, ysolucionarlos ya.

Saqué la agenda y la releí otra vez.Utilizando un bolígrafo rojo, taché losnúmeros que ya había probado. En un

Page 851: Sin limites de alan glynn

papel aparte confeccioné una nueva listade varios números a los que no habíallamado. El primero era el de DekeTauber. Era reacio a llamarlo porqueimaginaba que no tendría muchasposibilidades de acceder a él. En los añosochenta había sido vendedor de bonos, unyuppie de Wall Street, pero se habíareconvertido y era el esquivo líder de unasecta de autoayuda llamada Dekedelia.

No obstante, cuanto más pensaba enello, más sentido tenía llamarlo. Porextraño y huidizo que se hubiese vuelto,sabría quién era yo. Conocía a Melissa.Podía recordarle los viejos tiempos.

Marqué su número y esperé.—Oficina del señor Tauber.

Page 852: Sin limites de alan glynn

—Hola, ¿podría hablar con el señorTauber, por favor?

Hubo una pausa sospechosa.Mierda.—¿Quién le llama?—Eh… Dígale que soy un viejo

amigo, Eddie Spinola.Silencio al otro lado de la línea.—¿Cómo ha conseguido este número?—No creo que sea asunto suyo. Y

ahora, ¿puedo hablar con el señor Tauber,por favor?

Colgó. No me gustaba que la gente mecolgara, pero sabía que probablementeseguiría ocurriendo.

Miré la lista de números.¿Quién es?

Page 853: Sin limites de alan glynn

¿Qué quiere?¿De dónde ha sacado este número?La idea de repasar de nuevo la lista y

tachar todos los números uno tras otro eradesmoralizadora, así que decidí persistirun poco con Tauber. Visité la página webde Dekedelia y leí acerca de los cursosque ofrecían y la selección de libros yvideos que vendían. Todo parecía muycomercial, y estaba concebido para atraera nuevos reclutas.

Navegué un rato por la Red y encontrévínculos a una serie de páginas. Había undirectorio de religiones marginales, unared de concienciación llamada CultWatch,varias organizaciones de «padrespreocupados» y otras webs consagradas a

Page 854: Sin limites de alan glynn

temas como el control mental y la «ayudaa la rehabilitación». Acabé en la páginade un asesor cualificado en materia desectas residente en Seattle, una personaque hacía quince años había perdido a suhijo a manos de un grupo denominadoShining Venusians. Puesto que habíamencionado Dekedelia en su página,decidí buscar su número y llamarlo.Hablamos unos minutos y, si bien no mefue de gran ayuda, me facilitó el númerode un grupo de padres de Nueva York.Después hablé con el secretario delgrupo, un padre preocupado ymanifiestamente desequilibrado, que a suvez me proporcionó el nombre de unaagencia privada que estaba investigando a

Page 855: Sin limites de alan glynn

Dekedelia por encargo de algunosmiembros de la asociación. Tras variosintentos y muchas argucias, conseguíhablar con Kenny Sánchez, uno de losempleados de la agencia.

Le dije que disponía de ciertainformación sobre Deke Tauber que podíaserle de interés, pero que se la daría acambio de más información. Al principioprocedió con reservas, pero al finalaceptó citarse conmigo en la pista depatinaje de Rockefeller Plaza.

Dos horas después deambulábamosarriba y abajo por la Calle 47. Luego nosdirigimos a la Sexta Avenida, pasandopor el Radio City Music Hall, y pusimosrumbo a Central Park South.

Page 856: Sin limites de alan glynn

Kenny Sánchez era bajo y barrigudo, yllevaba un traje marrón. Aunque era serioy circunspecto en lo profesional, empezóa relajarse al cabo de diez minutos eincluso parecía tener ganas de hablar.Exagerando un poco, le conté que habíasido amigo de Deke Tauber en los añosochenta, pero que habíamos perdido elcontacto. Aquello pareció fascinarle y mehizo unas cuantas preguntas. Alresponderlas sin tapujos, di la impresiónde que estaba dispuesto a compartircualquier dato que tuviese, lo cualsignificaba que cuando empecé a formularmis dudas ya me lo había ganado.

—El principio básico de esta secta,Eddie —me dijo con un tono confidencial

Page 857: Sin limites de alan glynn

—, es que cada individuo debe huir de ladisfunción inherente de la matriz familiary, atención a esto, recrearse a sí mismoindependientemente en un entornoalternativo. —Se detuvo un momento y seencogió de hombros, como si pretendieradistanciarse de lo que acababa de decir.Luego reemprendió la marcha—. Cuandoempezó, Dekedelia no era ni más ni menosescamosa que tantos otros grupossimilares. Ya sabe, conferencias, sesionesde medicación y boletines informativos.Como todas las demás, tambiénproyectaba un aura de misticismo baratode segunda mano, pero las cosascambiaron con bastante rapidez y, depronto, el líder de este movimiento

Page 858: Sin limites de alan glynn

espiritual, entre comillas, producía librosy videos de gran éxito.

De vez en cuando miraba a KennySánchez de soslayo. Era una personaelocuente y tenía todo aquello grabado ensu mente, pero también me pareció queestaba ansioso por demostrarme quedominaba la materia.

—Los problemas empezaron pocodespués. Varias personas, siemprejóvenes, normalmente atrapadas entrabajos sin futuro, parecierondesaparecer en el seno de la secta. Perono había nada ilegal en ello, porque losmiembros siempre procuraban escribircartas de despedida a sus familiares, y deese modo… —levantó el dedo índice de

Page 859: Sin limites de alan glynn

la mano derecha—, impedían muyinteligentemente cualquier investigaciónpolicial por la desaparición.

Se estaba concentrando en tres casosconcretos, dijo, personas jóvenes quehabían desaparecido en el último año, yme dio algunos detalles sobre cada una deellas, cosas que no necesitaba oír.

—¿Y cómo se están desarrollandoahora sus investigaciones? —pregunté.

—Eh… Me temo que no muy bien. —No quería decir aquello, pero no parecíatener alternativa. Entonces añadió, paracompensar—: Pero parece estarocurriendo algo extraño. Desde hace unpar de semanas corren rumores de queDeke Tauber ha caído enfermo. No se le

Page 860: Sin limites de alan glynn

ha visto, no ha dado conferencias ni haasistido a ninguna firma de libros. No haymanera de localizarlo. Está incomunicado.

—Hummm.Me pareció que había llegado el

momento de mostrar mis cartas.Le conté que tenía motivos para creer

que Deke Tauber estaba consumiendo unaextraña y adictiva droga de diseño, y quesi estaba enfermo quizá se debiera a queel único proveedor conocido de la drogahabía desaparecido recientemente y habíadejado plantados a todos sus clientes, porasí decirlo. Por supuesto, Kenny Sánchezmostró mucho interés en aquello, pero nole ofrecí más detalles y al momento leexpuse lo que necesitaba, que era

Page 861: Sin limites de alan glynn

información sobre un socio de Tauber, untal Todd. Le dije que, si me ayudaba, lepasaría cualquier dato que averiguasesobre el tema de la droga.

Al tratar de impresionarme, KennySánchez había perdido un poco el norteprofesional, pero aun así expuso demanera convincente que no podía revelara terceras personas información quehubiese recabado en el transcurso de unainvestigación.

—¿Información sobre un socio deTauber? No sé, Eddie, no será fácil.Estamos atados por normas deconfidencialidad… —hizo una pausa—, yla ética… y demás…

Me detuve en la esquina de la Sexta

Page 862: Sin limites de alan glynn

Avenida con Central Park South y mevolví hacia él, mirándolo directamente alos ojos.

—¿Cómo consigue usted lainformación, Kenny? Es una mercancía,como cualquier otra cosa, ¿no? Unadivisa. Esto sería un mero intercambio…

—Supongo…—¿Qué son las fuentes, al fin y al

cabo?—Sí, pero…—Ha de ser algo recíproco, desde

luego.Insistí hasta que finalmente aceptó

ayudarme. Me dijo que vería lo que podíahacer, y agregó, avergonzado, que si lointentaba seguramente podría acceder a

Page 863: Sin limites de alan glynn

los archivos telefónicos de Tauber.

Pasé el fin de semana embalando elresto de mis pertenencias y trasladándolasal Celestial. Conocí a Richie, el jefe derecepción. Visité algunas exposiciones demuebles y di un vistazo a lo último enaparatos de cocina y equipos deentretenimiento doméstico. Compré unacolección de Dickens que quería desdehacía una eternidad. También aprendíespañol, otra vieja cuenta pendiente, y leíCien años de soledad.

Kenny Sánchez me llamó el lunes porla mañana. Me preguntó si podíamosreunimos, y propuso una cafetería de

Page 864: Sin limites de alan glynn

Columbus Avenue a la altura de la Calle8o. Iba a oponerme y sugerir algo máscerca del centro, pero no lo hice. Si esode reunirse en lugares públicos, comopistas de patinaje y cafeterías, era unamanía propia del investigadorcilloprivado, no pasaba nada. Realicé unascuantas llamadas antes de salir. Quedécon mi casero de la Calle 10 paraentregarle las llaves. Intenté citarme sinéxito con el tipo que había deembaldosarme el cuarto de baño. Tambiénhablé con la secretaria de Van Loon yprogramé un par de reuniones a mediatarde.

Después bajé hasta la PrimeraAvenida y cogí un taxi.

Page 865: Sin limites de alan glynn

Eso fue el pasado lunes por lamañana.

Ahora, envuelto en la fantasmagóricaquietud de esta habitación del NorthviewMotor Lodge, me parece increíble que esofuera hace sólo cinco días. Igual deincreíble, habida cuenta de todo loocurrido desde entonces, eran misactividades: organizar reuniones denegocios, preocuparme por las baldosasde un lavabo, o tomar medidas que meparecían prudentes para solucionar lasituación del MDT.

Afuera, la luz ha cambiado de manerasutil. La oscuridad ha perdido ventaja, y

Page 866: Sin limites de alan glynn

no tardará en asomar por el horizonte unmatiz azul. Estoy tentado de dejar elordenador, salir y contemplar el cielo,sentir el gran silencio que rodea estapequeña extensión al borde de la autopistade Vermont. Pero me quedo donde estoy,dentro, sentado en la butaca de mimbre, ysigo escribiendo, porque lo cierto es queno me queda mucho tiempo.

En el taxi, de camino a la cafetería,pasamos por delante de Actium, elrestaurante de Columbus Avenue en el queestuve con Donatella Álvarez. Lo vifugazmente. Estaba cerrado y, de unamanera extraña, resultaba monótono e

Page 867: Sin limites de alan glynn

irreal, como un decorado abandonado.Reproduje mentalmente lo que podíarecordar de la cena y la recepción en elestudio de Rodolfo Álvarez, pero aquellasfiguras pintadas, atractivas yprotuberantes eran lo único que podía ver.Me distraje leyendo la carta de derechosdel pasajero colgada en la parte posteriordel asiento.

Cuando llegué a la cafetería, KennySánchez estaba sentado a una mesa,comiendo un plato de jamón con huevos.Junto a la taza de café descansaba un gransobre marrón. Me senté delante de él yasentí a modo de saludo.

Se limpió la boca con la servilleta ydijo:

Page 868: Sin limites de alan glynn

—Eddie, ¿qué tal? ¿Te apetece comeralgo?

—No, tomaré un café.Llamó a una camarera que pasaba por

allí y pidió.—Tengo algo para ti —dijo, y dio

unos golpecitos al sobre con los dedos.El corazón se me aceleró un poco.—Fantástico. ¿De qué se trata?Dio un trago al café.—Ya llegaremos a eso, Eddie. Pero

primero tienes que ser sincero conmigo.El tema de la droga de diseño, ¿hasta quépunto es real? ¿Cómo te has enterado?

Obviamente, Kenny, después denuestra primera cita, había reflexionado yllegado a la conclusión de que intentaba

Page 869: Sin limites de alan glynn

jugársela, arrancarle información sindarle nada relevante a cambio.

—Es totalmente real —dije. En esemomento llegó la camarera con el café, locual me dio margen para pensar. Pero nohabía nada que pensar. Necesitaba lainformación.

Cuando la camarera se hubo marchadodije:

—¿Conoces todos esos fármacos quemejoran el rendimiento? Los periódicoshablan de ellos, y están empañando elmundo del deporte. La natación, elatletismo, la halterofilia… Pues bien, éstaes una de esas drogas, pero es para elcerebro, una especie de esteroide para elintelecto.

Page 870: Sin limites de alan glynn

Sánchez me miró sin saber cómoreaccionar, esperando más.

—Alguien a quien conocí se lasproporcionaba a Tauber. —Señalé elsobre—. Si esos son los archivostelefónicos de Tauber, lo más probable esque su nombre figure en ellos también.Vernon Gant.

El investigador dudó, pero entoncescogió el sobre, lo abrió y sacó un montónde papeles. Vi que se trataba de númerostelefónicos impresos, acompañados denombres, horas y fechas, y Sánchez buscóalgo en concreto.

—Aquí está —dijo al cabo de unmomento, mientras me mostraba unapágina—. Vernon Gant.

Page 871: Sin limites de alan glynn

—¿Aparece también un tal Todd?—Sí. Sólo tres o cuatro llamadas. Se

realizaron en un espacio de dos días.—Y después de eso tampoco hay más

llamadas de Vernon Gant.Kenny Sánchez repasó las páginas una

por una, comprobando lo que acababa dedecir. Al final asintió y dijo:

—Sí, tienes razón. —Guardó de nuevolos papeles en el sobre—. ¿Y quésignifica eso? ¿Desapareció?

—Vernon Gant está muerto.—Oh.—Era mi cuñado.—Lo siento.—No lo sientas. Era un cretino.Ambos guardamos silencio, y decidí

Page 872: Sin limites de alan glynn

correr un riesgo calculado. Cogí losdocumentos, y cuando los tenía agarradoscon firmeza, arqueé las cejas con aireinterrogativo.

Kenny Sánchez asintió.Estudié las páginas unos instantes,

escrutándolas al azar. Entonces llegué alas llamadas de Todd. Su apellido eraEllis.

—Eso es un teléfono de Nueva Jersey,¿verdad?

—Sí, lo he comprobado. Las llamadasiban dirigidas a un lugar llamado UnitedLabtech, que está cerca de Trenton.

—¿United Labtech?—Sí. ¿Quieres ir?

Page 873: Sin limites de alan glynn

Kenny tenía el coche aparcado en lamisma calle, así que en unos minutos nosdirigíamos a la autovía Henry Hudson.Tomamos el túnel Lincoln hacia NuevaJersey y nos metimos en la autopista.Kenny Sánchez me había pedido queaguantara el sobre al montarnos en elcoche, y cuando llevábamos unos minutosde trayecto saqué las páginas y empecé aestudiarlas. Era obvio que Sánchez sesentía un poco incómodo, pero no dijonada. Me las arreglé para distraerlohablando y preguntándole acerca de casosen los que había trabajado, anomalíaslegales, su familia o lo que se meocurriera. De repente, empecé a

Page 874: Sin limites de alan glynn

interrogarlo sobre la lista. ¿Quién eraaquella gente? ¿Había rastreado todas lasllamadas? ¿Cómo funcionaba?

—La mayoría de los números estánrelacionados con la vertiente empresarialde Dekedelia: editores, distribuidores yabogados —respondió—. Podemos darcuenta de ellos, y por ese motivo loshemos eliminado. Pero también hemosaislado una lista de otros veinticinconombres que no hemos comprobado.

—¿Para quién trabajan? ¿De dóndesalen?

—Viven todos en ciudadesimportantes del país. Ocupan cargos dedirección en una amplia gama deempresas, pero ninguno parece tener

Page 875: Sin limites de alan glynn

contactos con Dekedelia.—Como…, eh… —dije, centrándome

en uno de los pocos números de fuera delestado que pude encontrar—, una tal…¿Libby Driscoll? ¿De Filadelfia?

—Sí.—Hummm.Miré por la ventana, y mientras

pasaban por delante de mis ojosgasolineras, fábricas, Pizza Huts y BurgerKings, me preguntaba quiénes podían seraquellas personas. Sopesé varias teorías,pero pronto me distrajo el hecho de queKenny Sánchez parecía mirar por elretrovisor cada dos segundos. Sin motivoaparente, cambió de carril hasta tresveces.

Page 876: Sin limites de alan glynn

—¿Pasa algo? —pregunté.—Creo que nos están siguiendo —

repuso mientras cambiaba de carril otravez y pisaba el acelerador.

—¿Seguirnos? —dije—. ¿Quién?—No lo sé. Y quizá no sea así. Tan

sólo estoy siendo cauteloso.Volví la cabeza. El tráfico que

llevábamos detrás discurría por trescarriles, y la autopista serpenteaba por unondulante paisaje industrial. Nocomprendía cómo podía haberse fijado enun coche en particular. No dije nada.

Al cabo de unos minutos tomamos lasalida de Trenton, y después de lo que mepareció una eternidad, llegamos por fin aun extenso edificio anónimo de una sola

Page 877: Sin limites de alan glynn

planta que parecía un almacén. Enfrentehabía una gran zona de aparcamiento conla mitad de las plazas llenas. El únicorótulo identificativo de aquel lugar era unpequeño cartel situado a la entrada delaparcamiento que decía «United Labtech»,y debajo un logotipo con una especie dehélice sobre una rejilla azul curvada.Entramos en el aparcamiento y detuvimosel coche.

De súbito fui consciente de lo pocoque faltaba para conocer al socio deVernon Gant y sentí una oleada deadrenalina.

Cuando me disponía a abrir la puerta,Sánchez me lo impidió agarrándome delbrazo.

Page 878: Sin limites de alan glynn

—Quieto ahí. ¿Adónde vas?—¿Qué?—No puedes entrar así como así.

Necesitas algún pretexto. —Extendió elbrazo por delante de mí y abrió laguantera—. Déjamelo a mí. —Sacó untaco de tarjetas de visita y cogió una—.Los seguros siempre funcionan en estoscasos.

Indeciso, me mordí el labio inferior unmomento.

—Voy a asegurarme de que está ahídentro —dijo Sánchez—. Es el primerpaso.

Vacilé.—De acuerdo.Vi a Sánchez bajarse del coche,

Page 879: Sin limites de alan glynn

dirigirse a la entrada del edificio ydesaparecer en su interior.

Tenía razón, por supuesto. Debíaacercarme a Todd Ellis con suma cautela,porque si decía algo inadecuado nada másconocerlo, sobre todo si él trabajaba allí,podía asustarlo o desenmascararlo.

Mientras esperaba en el coche sonómi móvil.

—¿Sí?—Eddie, soy Carl.—¿Qué tal?—Creo que ya lo tenemos. Encaje de

visiones. Hank y Dan. Los he invitado acenar en mi casa esta noche, y parece quepor fin llegaremos a un acuerdo.

—Fantástico. ¿A qué hora?

Page 880: Sin limites de alan glynn

—Ocho y media. He cancelado lasreuniones de esta tarde. ¿Dónde estás, porcierto?

—En Nueva Jersey.—¿Qué…?—No pregunte.—Pues vuelve aquí volando. Tenemos

mucho que hacer esta tarde.Consulté el reloj.—Déme una hora.—De acuerdo. Nos vemos.Los pensamientos se arremolinaban en

mi cabeza cuando colgué el teléfono.Estaban sucediendo demasiadas cosas almismo tiempo. Había localizado a ToddEllis, y además estaban el acuerdo, elpiso nuevo…

Page 881: Sin limites de alan glynn

Justo entonces reapareció KennySánchez. Vino al trote hasta el coche yentró. Lo miré, gritando en silencio:

—¿Y bien?—Dicen que ya no trabaja aquí.Se volvió hacia mí.—Se fue hace un par de semanas, y no

tienen ninguna dirección o teléfono dondelocalizarlo.

Page 882: Sin limites de alan glynn

XXIV

Regresamos a la ciudad en un silenciocasi absoluto. Sentía náuseas al pensarque Todd Ellis había desaparecido sindejar rastro. Tampoco me gustaba elhecho de que ya no trabajara en UnitedLabtech, porque si era allí dondeproducían el MDT, ¿qué posibilidadestenía de conseguir más sin un contactodentro? Cuando habíamos recorrido lamitad del túnel Lincoln, dije a Sánchez:

—¿Crees que podrás dar con él?—Lo intentaré.Su tono dejaba entrever cierto

hartazgo. Pero no quería dejarlo así. Lo

Page 883: Sin limites de alan glynn

necesitaba a mi lado.—¿Lo intentarás?—Sí, pero me gustaría…Suspiró con impaciencia. No quería

decirlo, así que lo hice yo por él.—Te gustaría tener algo más que mi

historia francamente inverosímil.Dudó, pero entonces respondió:—Sí.Pensé en ello unos instantes, y cuando

salíamos del túnel le dije:—Esa gente de la lista, los veinticinco

nombres de los que no puedes darcuentas… ¿Has hablado con alguno?

—Con algunos, cuando empezamos apinchar sus llamadas.

—¿Cuándo fue eso?

Page 884: Sin limites de alan glynn

—Hace unos tres meses. Pero era uncallejón sin salida. Saqué el teléfonomóvil y empecé a marcar un número.

—¿A quién llamas?—A Libby Driscoll.—Pero ¿cómo…?—Tengo buena memoria. Con Libby

Driscoll, por favor. Al momento, dejé elteléfono sobre mi regazo.

—Está enferma desde hace unasemana.

—¿Y bien?Saqué los papeles del sobre y los

releí. Encontré otro número de fuera delestado, consulté a Sánchez y llamé. Lamisma historia.

Estábamos en la Calle 42 y le

Page 885: Sin limites de alan glynn

pregunté a Sánchez si podía dejarme en laQuinta Avenida.

—Es sólo una suposición —dije—,pero si llamas a todos los números de esabreve lista, probablemente descubrirásque están todos enfermos. Además,comprobarás también que las trespersonas a las que estás buscando, losmiembros de la secta desaparecidos, songente que figura en esa lista…

—¿Qué?—… que vive bajo una nueva y

exitosa identidad, alimentada por elMDT-48 que les proporciona DekeTauber.

—Dios mío.—Pero el suministro se ha agotado y

Page 886: Sin limites de alan glynn

por eso caen enfermos.Sánchez se detuvo justo antes de

llegar a la Quinta Avenida.—Mi hipótesis es que todos los que

aparecen en la lista son otras personas —continué—. Como tú decías, se recrean enun entorno alternativo.

—Pero…—Lo más probable es que no sepan ni

que la están tomando. Se la da, no sécómo, pero seguramente la recompensasea un porcentaje de sus abultadossalarios de directivos.

Kenny Sánchez miraba al frente y casipodía oír su cerebro trabajando.

—Me pondré manos a la obra —dijo—, y te llamaré en cuanto tenga algo.

Page 887: Sin limites de alan glynn

Me bajé del coche con ciertasensación de náusea. Pero mientrasrecorría la Quinta Avenida en dirección ala Calle 48, me sentí satisfecho de mihabilidad para mantener a Kenny Sáncheza bordo.

Pasé la tarde repasando con Carl VanLoon aspectos que habíamos tratado cienveces, en especial nuestra estrategia derelaciones públicas de cara alcomunicado. Estaba entusiasmado por lamaterialización del acuerdo, y no queríadejar nada al azar. Le estimulabaasimismo que fuese a producirse en supiso de Park Avenue, cosa que había sido

Page 888: Sin limites de alan glynn

idea mía, aunque Van Loon lo habíaolvidado. Con todo el ajetreo de lasúltimas semanas, Hank Atwood y DanBloom sólo se habían visto las caras dosveces en reuniones de negocios. Por tanto,pensé que una cena informal en casa deVan Loon sería un emplazamiento másapropiado para tan crucial encuentro, puesun ambiente agradable con coñac y purospropiciaría lo único que quedabapendiente en aquel proceso, que los dosdirectivos se miraran y dijeran: «A lamierda, fusionémonos».

Salí de la oficina hacia las cuatro dela tarde y me dirigí a la Calle 10, dondeme había citado con el casero. Le entreguélas llaves y me llevé el resto de mis

Page 889: Sin limites de alan glynn

cosas, incluido el sobre de MDT. Fueextraño cerrar la puerta por última vez ysalir del edificio, porque no sólo dejabaatrás un piso, un lugar en el que habíavivido seis años. En cierto modo, sentíque yo mismo me quedaba allí. En lasúltimas semanas me había despojado debuena parte de mi identidad, y aunque lohabía hecho con considerabledespreocupación, de manera inconscientepensaba que, mientras viviera en el pisode la Calle 10, siempre tendría laposibilidad de invertir el proceso si eranecesario, como si el lugar contuviera unaparte de mí que era imborrable, una formade secuenciación genética enterrada en elparqué y las paredes que podía utilizar

Page 890: Sin limites de alan glynn

para reconstituir mis movimientos, mishábitos cotidianos, todo lo que yo era.Pero ahora, sentado en el asiento de untaxi en la Primera Avenida, con lasúltimas pertenencias que quedaban en elpiso metidas en un petate, supe a cienciacierta que flotaba a la deriva.

Una hora después contemplaba laciudad desde la planta 68 del EdificioCelestial. Me encontraba en el salón,rodeado de cajas sin abrir y baúles demadera, envuelto en un albornoz ytomando una copa de champán. Las vistaseran espectaculares y la velada a sumanera prometía serlo también. En aquelmomento pensé que si flotar a la derivaera aquello, podría acostumbrarme.

Page 891: Sin limites de alan glynn

Llegué a casa de Van Loon a las ochode la tarde y me condujeron a una gransala de recepciones. Carl aparecióminutos después y me ofreció una copa.Parecía un tanto agitado. Me dijo que sumujer no estaba y que no se sentía muycómodo como anfitrión sin ella. Lerecordé que, aparte de nosotros, a la cenaasistirían sólo Hank Atwood, Dan Bloomy un asesor de sus respectivos equipos denegociación. No era una de esasextravagantes juergas de sociedad. Seríaalgo sencillo, informal, y al mismo tiempoharíamos negocios. Sería discreto, perotrascendental.

Page 892: Sin limites de alan glynn

Van Loon me dio un golpecito en laespalda.

—Discreto, pero trascendental. Megusta.

Los demás llegaron en dos tandas concinco minutos de diferencia y, vaso enmano, evitamos hablar de la fusión deMCL y Abraxas. Acorde con el código devestimenta informal de la noche, me puseun jersey de cachemir negro y pantalonesde lana a juego, pero todos los demás,incluido Van Loon, llevaban pantalonesde pinzas y camisa Polo. Esto me hizosentir un poco diferente, y en ciertamanera reforzó la idea de que participabaen un juego de ordenadorsupersofisticado. Me identificaba como el

Page 893: Sin limites de alan glynn

héroe vestido de negro, diferente. Elenemigo, con pantalones de pinzas ycamisa Polo, me había rodeado, y debíaaniquilarlo antes de que se percatara deque era un farsante y me excluyera.

Aquella leve sensación de alienaciónpersistió al principio de la velada, perono era desagradable, y al rato me dicuenta de lo que ocurría. Lo había hecho.Había llevado a cabo las negociacionesde la fusión. Había ayudado a estructurarun enorme acuerdo empresarial, peroahora había terminado. Aquella cena erauna mera formalidad. Quería dedicarme aotras cosas.

Como si lo intuyeran, Hank Atwood yDan Bloom me preguntaron, por separado

Page 894: Sin limites de alan glynn

y con discreción, si me interesaba (en unfuturo, por supuesto) un cargo en sumastodóntica empresa de comunicación.Mi respuesta a sus acercamientos fuecircunspecta, afirmando que la lealtad aVan Loon era mi máxima prioridad, pero,como es natural, me sentí halagado. Encualquier caso, no sabía cuál era ese plan,excepto que tendría que ser distinto de loque había hecho hasta ese momento. Quizápodía dirigir un estudio de cine o trazaruna nueva estrategia internacional para laempresa.

O quizá podía diversificarme deltodo. Meterme en política. Presentarme alas elecciones al Senado.

Entramos en una sala contigua y nos

Page 895: Sin limites de alan glynn

sentamos a una larga mesa, y al tiempoque elaboraba mentalmente la idea de micarrera política, entablé con Dan Bloomuna conversación sobre whisky escocés.Aquel estado onírico y ausente persistiódurante la cena (tagliatelle con liebre yguisantes, seguidos de carne de venadocon castañas), y debía de parecer bastanteausente. En una o dos ocasiones vi a VanLoon observarme con semblante confuso ypreocupado.

Cuando estábamos con el primerplato, y después de bebernos dos botellasde Cháteau Calon-Ségur de 1947, laconversación derivó hacia los negocios.No nos llevó mucho tiempo, porque unavez que salió el tema, quedó claro que los

Page 896: Sin limites de alan glynn

detalles y la fiebre de cálculos de lasúltimas semanas eran pura estética y quelo que verdaderamente contaba era unacuerdo de principios. Van Loon &Associates lo había propiciado, y ahíradicaba la verdadera mediación, enorquestar los acontecimientos,precipitarlos. Pero ahora que todofuncionaba con el piloto automático, eracomo contemplar la escena desde lo alto oa través de un cristal tintado.

Cuando retiraron los platos, se impusouna calma tensa en la sala. Laconversación había realizado lasmaniobras pertinentes, y al parecer habíallegado el momento. Me aclaré la gargantay, como si ello les hubiera dado pie, Hank

Page 897: Sin limites de alan glynn

Atwood y Dan Bloom se estrecharon lamano.

Hubo aplausos y puños al aire, y almomento aparecieron sobre la mesa unabotella de Veuve Clicquot y seis copas.Van Loon se levantó y descorchó labotella con gran ceremonia. Hubo variosbrindis, y al final me dedicaron uno a mí.Eligiendo cuidadosamente sus palabras,Dan Bloom alzó su copa y me agradeciómi generosa dedicación. Van Loonesperaba que él y yo, que habíamosmediado en la fusión más importante de lahistoria de Estados Unidos, noconsideráramos que aquella experiencialimitaba en modo alguno nuestroshorizontes.

Page 898: Sin limites de alan glynn

Su observación fue recibida consonoras carcajadas. También sirvió paradistender el ambiente y llevarnos a lasiguiente fase de la velada: el postre(turrón de almendras glaseado), los purosy una hora o dos de cordialidad sinlímites. Participé en todo momento en laconversación, que era variada y un tantoconfusa, pero bajo la superficie, como unzumbido, mi fantasía de representar aNueva York en el Senado de EstadosUnidos había cobrado vida propia, hastael punto de que juzgaba inevitable aspirara la candidatura demócrata a lapresidencia en un futuro.

Era una fantasía, ni que decir tiene,pero cuanto más pensaba en ello, más

Page 899: Sin limites de alan glynn

sentido cobraba la idea de entrar enpolítica, porque lo que en apariencia seme daba bien era poner a la gente de milado, infundirle energía y conseguir quehiciera cosas para mí. Al fin y al cabo,tenía a aquellos multimillonarios concamisa Polo compitiendo entre sí porllamar mi atención. ¿Cuánto me costaríaconcitar también el interés de laciudadanía estadounidense? ¿Cuánto mecostaría atraer al porcentaje de votantesnecesario para salir elegido? Si seguía unplan cuidadosamente elaborado, podíaentrar a formar parte de subcomités ycomités electorales en un plazo de cincoaños. Y después, ¿quién sabía?

En todo caso, un plan quinquenal era

Page 900: Sin limites de alan glynn

justo lo que necesitaba para quemar laincreíble energía y ambición que el MDTengendraban con tanta facilidad.

Sin embargo, era muy consciente deque no dispondría de un suministrocontinuo de MDT. El que tenía eraalarmantemente finito, pero estabaconvencido de que, de un modo u otro, ymás pronto que tarde, solventaría elproblema. Kenny Sánchez daría con ToddEllis. Él contaría con un suministroconstante. Me las arreglaría para teneracceso permanente a dicho suministro. Dealgún modo, todo encajaría.

Hacia las once de la noche se disolvió

Page 901: Sin limites de alan glynn

la reunión. Con anterioridad se habíadecidido que al día siguiente seconvocaría una rueda de prensa paraanunciar la fusión. La noticia se filtraríaestratégicamente por la mañana, y la ruedade prensa tendría lugar a última hora de latarde. La cobertura mediática seríaintensa, pero a la vez, todo el mundo laesperaba con ansia.

Hank Atwood y yo seguíamossentados a la mesa, volteando con airecontemplativo el coñac que había ennuestros respectivos vasos. Los demásestaban charlando de pie, y el ambienteestaba cargado de humo.

—¿Estás bien, Eddie?Me volví hacia él.

Page 902: Sin limites de alan glynn

—Sí. ¿Por?—Por nada. Te veo…, no sé…,

apagado.Sonreí.—Pensaba en el futuro.—Bueno… —Extendió el brazo y

rozó suavemente su copa contra la mía—.Brindo por eso…

Justo entonces, alguien llamó a lapuerta, y Van Loon, que estaba cerca, laabrió.

—…a medio y largo plazo…Van Loon seguía junto a la puerta, y

con un gesto invitaba a alguien a entrar,pero quienquiera que fuese aquellapersona, no quería hacerlo.

Entonces oí su voz.

Page 903: Sin limites de alan glynn

—No, papá, no me parece…—Es sólo un poco de humo, por el

amor de Dios. Entra a saludar.Miré hacia la puerta con la esperanza

de que entrara.—Sea lo que sea —decía Atwood—,

es la tierra prometida.Bebí un trago de coñac.—¿El qué?—El futuro, Eddie, el futuro.Volví la cabeza. Ginny estaba

franqueando tímidamente el umbral. Unavez dentro, besó a su padre en la mejilla.Llevaba una camiseta de tirantes ypantalones de pana, y en la manoizquierda un bolso de terciopelo. Cuandose apartó de su padre me dedicó una

Page 904: Sin limites de alan glynn

sonrisa, levantando la mano derecha yaleteando los dedos, un saludo que mepareció destinado también a HankAtwood. Ginny se adentró un poco más enla sala. Fue entonces cuando vi que VanLoon tendía la mano para saludar a otrapersona. Al cabo de unos segundos,apareció un joven de unos veinticinco oveintiséis años después de dar unvigoroso apretón de manos al anfitrión.

Ginny estrechó la mano educadamentea Dan Bloom y los otros dos hombres y sedio la vuelta. Se plantó junto a la mesa yapoyó la mano en el respaldo de una sillasituada justo frente a mí.

Ahora, el joven y Van Loon estabanhablando y riendo, y aunque me costaba

Page 905: Sin limites de alan glynn

no mirar a Ginny, no les quitaba el ojo deencima. El joven llevaba una sudaderacon capucha, una camiseta negra yvaqueros. Tenía el pelo oscuro y unapequeña perilla. No estaba seguro, perocreía conocerlo. En cualquier caso, habíaalgo en él, algo en su aura, que reconocí.Él y Van Loon parecían conocersebastante bien.

Miré de nuevo a Ginny. Retiró la sillay se sentó. Dejó el bolso encima de lamesa y juntó las manos, como si estuviesea punto de realizar una entrevista.

—Y bien, caballeros, ¿de qué estamoshablando?

—Del futuro —dijo Atwood.—¿Del futuro? Ya saben lo que decía

Page 906: Sin limites de alan glynn

Einstein al respecto.—No. ¿Qué?—Decía que no pensáramos nunca en

el futuro, que llega muy pronto. —Memiró fijamente y añadió—: Suelo estar deacuerdo con él.

—Hank.De súbito, Van Loon pidió a Atwood

que fuese.—Discúlpame, Cariño —dijo, y

torció el gesto al levantarse. Bordeó lamesa y entonces caí en la cuenta de quiénera aquel joven: Ray Tyner. Como sueleocurrir con las estrellas de cine, era unpoco distinto en la vida real. Había leídoalgo sobre él en el periódico del díaanterior. Acababa de regresar de un

Page 907: Sin limites de alan glynn

rodaje en Venecia.—Conque —dijo Ginny mirando a su

alrededor— aquí es donde se reúne lacábala, los que manejan los hilos ensecreto desde una sala llena de humo.

Sonreí.—Creía que estábamos en tu comedor.Ella se encogió de hombros.—Sí, pero nunca he cenado aquí. Lo

hago en la cocina. Este es el centro demando.

Saludé a Ray Tyner inclinando lacabeza. Atwood, Bloom y los demásrevoloteaban a su alrededor, y el reciénllegado parecía estar contando unahistoria.

—¿Y quién dirige el centro de mando

Page 908: Sin limites de alan glynn

ahora mismo?Ginny se dio la vuelta para mirarlo.

Contemplé su perfil, la curva de su cuelloy los hombros desnudos.

—Ray no es así —dijo, volviéndoseotra vez—. Es un encanto.

—¿Son pareja?Echó la cabeza hacia atrás, un poco

sorprendida por mi pregunta.—¿Qué pasa, estás pluriempleado en

una revista del corazón?—No, es pura curiosidad. Por

referencias futuras.—Como le he dicho, señor Spinola,

yo no pienso en el futuro.—¿Por él no quieres ir a tomar una

copa conmigo?

Page 909: Sin limites de alan glynn

—No te entiendo.Su respuesta me dejó confuso.—¿Qué es lo que no entiendes?—No lo sé… —Su expresión cambió,

y trató de buscar las palabras adecuadas—. Lo siento, será algo instintivo, perome da la sensación de que cuando memiras, ves a otra persona.

No sabía qué decir. Miré conincomodidad el vaso de coñac. ¿Tanobvio era? Ginny se parecía a Melissa,era cierto, pero hasta ese momento no fuiconsciente de la honda impresión que mehabía causado esa semblanza.

De repente se oyeron carcajadasdesde el otro lado de la sala y el grupoempezó a diseminarse.

Page 910: Sin limites de alan glynn

Miré de nuevo a Ginny.—Yo no pienso en el pasado —dije,

intentando parecer inteligente.—¿Y en el presente?—Tampoco.—Sí, ya me figuro —dijo, y se echó a

reír—. Pasa muy rápido.—Algo así.En ese momento se acercó Ray Tyner.

Ella se dio la vuelta y extendió el brazo.Él la cogió de la mano y se levantó de lasilla.

—Ray, este es Eddie Spinola, unamigo mío. Eddie, Ray Tyner.

Nos dimos la mano.Me alegré enormemente de que me

describiera como un amigo.

Page 911: Sin limites de alan glynn

De cerca, Ray Tyner desprendía unatractivo casi sobrenatural. Tenía unosojos increíbles y una sonrisa con la queprobablemente podía encandilar a todoslos ocupantes de una sala sin tan siquieraabrir la boca.

Podía pedirle que saliera conmigo ahacer footing.

Regresé al Celestial pasadas las doce.Sería mi primera noche en el piso nuevo,pero no tenía dónde dormir. De hecho, notenía muebles, ni cama, ni sofá, niestanterías, nada. Había encargadoalgunas cosas, pero no habían llegadotodavía.

Page 912: Sin limites de alan glynn

Tampoco iba a dormir demasiado, asíque poco importaba. En lugar de eso,deambulé de habitación en habitación,recorriendo aquel piso enorme y vacío,tratando de convencerme de que no estabamolesto, ni preocupado, ni ofendido.Ginny Van Loon y Ray Tyner hacían unapareja fabulosa, y al lado de unosvejestorios fumando puros y hablando deporcentajes, todavía más.

¿Por qué había de molestarme?Al rato saqué el ordenador de la caja

y lo coloqué sobre un baúl de madera. Meconecté a Internet e intenté ponerme al díade la actualidad financiera.

Page 913: Sin limites de alan glynn

XXV

A la mañana siguiente estaba de regresoen la Calle 48 hacia las siete y media,redactando discursos y dando las últimaspinceladas a la nota de prensa. Puesto quefaltaban sólo un par de horas para elanuncio y el secretismo ya no era uninconveniente, Van Loon había podidollamar a algunos colaboradores habitualespara que pusieran en marcha lamaquinaria publicitaria. Aunque aquellofue de gran ayuda, el lugar estaba másabarrotado que Grand Central Station.

Antes de salir de casa, había tomadomi dosis habitual de cinco pastillas —tres

Page 914: Sin limites de alan glynn

de MDT y dos de Dexeron—, pero en elúltimo minuto revolví el petate y tomé dosmás, una de cada. Ahora funcionaba apleno rendimiento, pero advertí que miacelerado ritmo intimidaba a algunoscolaboradores de Van Loon, gente que talvez tenía mucha más experiencia que yo.Para evitar roces, monté una oficinaimprovisada en una sala de juntas ytrabajé a solas.

Hacia las diez y media, KennySánchez me llamó al móvil. Yo estabasentado en una larga mesa oval con unordenador portátil y docenas de páginasesparcidas delante de mí.

—Tengo malas noticias, Eddie.Al oír eso, me dio un vuelco el

Page 915: Sin limites de alan glynn

estómago.—¿Qué?—Un par de cosas. He localizado a

Todd Ellis, pero me temo que está muerto.Mierda.—¿Qué ha pasado?—Atropello y fuga. Hace una semana.

Cerca de su casa, en Brooklyn. Demonios.Aquello era un jarro de agua fría. Sin

Todd Ellis, ¿qué posibilidades tenía?¿Adónde podía ir? ¿Por dónde empezar?

Kenny Sánchez guardaba silencio.—Has dicho que había un par de

cosas. ¿Qué más?—Me han dado otro caso.—¿Qué?—Me han asignado otro caso. No sé

Page 916: Sin limites de alan glynn

por qué. He armado una buena gresca,pero no puedo hacer nada al respecto. Esuna agencia grande. Este es mi trabajo.

—Y… ¿quién se ocupa de esto ahora?—No lo sé. Quizá nadie.—¿Estas interferencias son normales?—No.Parecía muy enojado.—Ayer estuve investigando los

números de teléfono toda la tarde y hastabien entrada la noche. Entonces, estamañana me llaman para presentar uninforme y me comunican que me necesitanen otro caso y que debo entregar toda ladocumentación.

Pensé en ello unos instantes, pero ¿quépodía decir?

Page 917: Sin limites de alan glynn

—¿Qué más has averiguado?Sánchez suspiró, y me lo imaginé

meneando la cabeza.—Bueno, tenías razón sobre la lista

—dijo a la postre—. Fue increíble.—¿Por qué?—Esos números de fuera del estado…

Tenías razón. Todos parecen sermiembros de la secta y responden a unnombre falso. La mayoría están enfermos,pero conseguí hablar con algunos. —Hubouna breve pausa, durante la cual lo oísuspirar otra vez—. De los tres quebuscaba al principio, dos están en elhospital y otro en casa aquejado de gravesmigrañas.

Por su tono adiviné que, pese a que le

Page 918: Sin limites de alan glynn

habían asignado otro caso, estabasatisfecho de sus progresos.

—Me llevó cierto tiempo conseguirque hablaran conmigo, pero cuando lohicieron fue increíble. La conversaciónmás larga que mantuve fue con una chicallamada Beth Lipski. Parece que latransformación habitual de Dekedeliaconlleva una identidad completamentenueva: una alteración química delmetabolismo, cirugía plástica y nuevosfamiliares «designados». Y, como túdecías, la progresión profesional es lamedida de una nueva identidad de éxito,donde un sesenta por ciento de losingresos vuelven a la organización. Escomo una mezcla entre los francmasones y

Page 919: Sin limites de alan glynn

el programa de protección de testigos.—¿Por qué habló Lipski?—Porque tiene miedo. Tauber ha

cortado cualquier contacto con ella, y estánerviosa, se siente perdida. Tiene undolor de cabeza permanente y no puedetrabajar. No sabe qué le ocurre. Dudo quesepa que está tomando una droga, y noquise empujarla al abismomencionándolo. Estaba paranoica y lecostó aceptar hablar conmigo, perocuando empezó, ya no había quien laparara.

—¿Por qué crees que les da la droga?—Al parecer, los somete a todos a un

programa de vitaminas y suplementosdietéticos especiales. Supongo que se lo

Page 920: Sin limites de alan glynn

administra sin que ellos lo sepan.Obviamente, esa es la fuente de su podersobre estas personas y de su supuestoCarisma. —Hizo una pausa. Lo oí dar unpisotón o un puñetazo a algo—. ¡Malditasea! No me lo puedo creer. Nunca habíatrabajado en un caso tan interesante.

No tenía tiempo para aquello. KennySánchez estaba sufriendo una crisisprofesional mientras hablaba conmigo porteléfono. Noté un leve mareo. Respiréhondo y le pregunté si había averiguadoalgo sobre United Labtech.

Suspiró de nuevo.—Sí —dijo—, una cosa. Es

propiedad de la empresa farmacéuticaEiben-Chemcorp.

Page 921: Sin limites de alan glynn

Poco después le dije que tenía queirme, que estaba trabajando. Le di lasgracias, le deseé suerte y colgué en cuantopude.

Recorrí la habitación lentamente y medetuve junto a los ventanales. Hacía undía soleado en Manhattan, y desde allí, enla planta 62, se veía todo, cadamonumento, cada elemento arquitectónico,incluso los menos obvios, como elEdificio Celestial a mi derecha o la viejaterminal de la Autoridad Portuaria en laOctava Avenida, donde Kerr & Dextertenía sus oficinas. Junto a aquella ventana,vi mi vida entera pasar frente mí, comouna secuencia de diminutas incisiones enel gran microchip de la ciudad: esquinas,

Page 922: Sin limites de alan glynn

pisos, restaurantes, licorerías y cines.Pero ahora, en lugar de una línea másprofunda y permanente tallada en lasuperficie, aquellas pequeñas muescascorrían el peligro de desaparecer.

Me di la vuelta y contemplé lasparedes blancas situadas al otro lado dela sala, la alfombra gris y los mueblesanónimos. Todavía no había sucumbido alpánico, aunque éste no tardaría mucho enllegar. La rueda de prensa estabaprogramada para aquella tarde, y eso meaterrorizaba.

Pero entonces me vino una idea a lacabeza, y con la resolución de uncondenado, me aferré a ella y no la solté.Sabía que había oído aquel nombre en

Page 923: Sin limites de alan glynn

alguna parte, y al cabo de unos minutosrecordé dónde. Lo había visto aquel díaen casa de Vernon, en el Boston Globe.Por lo visto, Vernon había estado leyendoacerca de un juicio de responsabilidadcivil por productos defectuosos enMassachusetts. Según podía recordar, unaadolescente que había tomadoTriburbazina había asesinado a su mejoramiga y se había suicidado.

Volví a la mesa y me senté delante delordenador. Me conecté a Internet y busquémás detalles sobre el caso en los archivosdel Globe.

La familia de la chica habíapresentado una demanda contra Eiben-Chemcorp por daños y perjuicios. En el

Page 924: Sin limites de alan glynn

tribunal, la empresa refutaría que sumedicamento antidepresivo habíaprovocado una «pérdida del controlimpulsivo» e «ideas suicidas» en la chica.Dave Morgenthaler, un abogadoespecializado en ese tipo de casos, habíade ser el principal asesor de losdemandantes, y según un artículo que leí,había pasado los últimos seis mesesrecabando testimonios extrajudiciales,entre ellos expertos que habíanparticipado en el desarrollo y laproducción de Triburbazina, y psiquiatrasque estarían dispuestos a testificar queésta era potencialmente insalubre.

Mi cabeza era un hervidero. Cogí unbolígrafo y empecé a garrapatear en un

Page 925: Sin limites de alan glynn

trozo de papel, intentando relacionar todoaquello.

Eiben-Chemcorp era propietaria deLabtech, de donde parecía proceder elMDT. Eso significaba que el MDT lohabía desarrollado y producido unaempresa farmacéutica internacional. A suvez, esta empresa hacía frente a un litigiomuy importante y potencialmenteperjudicial.

Volví al ordenador y entré en unapágina sobre finanzas, y allí estaba:debido a la publicidad negativa querodeaba al caso, las acciones de Eiben-Chemcorp habían sufrido bastante, y alparecer habían caído a un 697/8, frente al871/4 de hacía unos meses. El interés

Page 926: Sin limites de alan glynn

ciudadano probablemente seguiríacreciendo a medida que se aproximaba eljuicio. Encontré numerosos artículos quetocaban el que sin duda sería un puntoclave del proceso: si la conducta humanaera una cuestión de sinapsis y serotonina,¿dónde encajaba la voluntad? ¿Dóndeterminaba la responsabilidad personal yempezaba la química cerebral?

En pocas palabras, Eiben-Chemcorpse hallaba en una posición muyvulnerable.

Yo también, por supuesto, pero a lasazón me preguntaba cómo podía utilizarmis conocimientos del MDT para sacarcierta ventaja a Eiben-Chemcorp. ¿Unsuministro de MDT a cambio de no hablar

Page 927: Sin limites de alan glynn

con Dave Morgenthaler, tal vez?Me levanté y deambulé por la

habitación.La información que pudiera trascender

en el juicio sobre un producto de Eiben-Chemcorp que ni siquiera había sidoprobado y que ya había ocasionadomuchas muertes tendría un efectodevastador en la cotización de lasacciones de la empresa. Esa opciónentrañaba un alto riesgo, pero, dadas lascircunstancias, tal vez fuera la única queme quedaba.

Pasé de nuevo junto a la ventana, peroen esa ocasión no miré afuera. Después demucho meditar, decidí que el primer paso,y el más práctico, sería establecer

Page 928: Sin limites de alan glynn

contacto con Dave Morgenthaler. Tendríaque acercarme a él con suma cautela,pero, a fin de suponer una amenazacreíble para Eiben-Chemcorp, deberíaconseguir que estuviese preparado paraentrar en acción al instante.

Realicé algunas pesquisas y encontréel número de su oficina en Boston. Llaméde inmediato y pregunté por él, pero iba aestar fuera de la oficina todo el día. Dejémi teléfono móvil y un mensaje: contabacon cierta información «explosiva» sobreEiben-Chemcorp y quería reunirme con éllo antes posible para hablar de ello.

Cuando colgué el teléfono, intentéponerme de nuevo manos a la obra,centrar mis esfuerzos en el acuerdo de

Page 929: Sin limites de alan glynn

MCL y Abraxas y en la vespertina ruedade prensa, pero me resultó harto difícil.No cesaba de revivir las últimas semanasy me arrepentía de no haber tomado otrasdecisiones, por ejemplo, investigar aDeke Tauber un poco antes, cosa quepodría haberme llevado a Todd Ellisantes de que abandonara United Labtech.

Me preguntaba asimismo si existíaalguna relación entre su muerte y la deVernon. Pero ¿qué sentido tenía? Lamuerte de Todd Ellis, fuese accidental ono, era una ruta cerrada para mí. No teníamás opción que encontrar una alternativa.

Me acerqué a la ventana y oteé losedificios, aquellas enormes placasverticales de acero y cristal, hasta las

Page 930: Sin limites de alan glynn

calles que tenía a mis pies, y losdiminutos riachuelos de gente y tráfico. Lanoticia no tardaría en caer como unabomba sobre la ciudad, y yo estaría allícuando saliera a la luz. Pero ahora mesentía al margen de todo. Era como si mehubiera visto arrastrado a un sueñoconfuso, sabedor de que no volvería asalir de él.

Aquella impresión se vio reforzadacasi al instante, cuando reclamaron mipresencia en otro despacho para querepasara algunas disposiciones de últimomomento para la rueda de prensa.Organizada con muy poca antelación por

Page 931: Sin limites de alan glynn

un trabajador de Van Loon, la cita tendríalugar a las cinco de la tarde en un hoteldel centro. Eso era cuanto sabía alrespecto, pero al ver de qué hotel setrataba, volvió aquella punzada en elestómago.

—¿Estás bien?Era uno de los empleados. Alcé la

cabeza y vi mi reflejo en un espejosituado en un lateral del despacho. Estabapálido como un muerto.

—Sí —dije—. Estoy bien, serásólo… un… momento… creo…

Me di la vuelta y salí corriendo deldespacho. Entré en el cuarto de baño y fuidirecto a uno de los lavamanos. Me echéagua fría en la cara.

Page 932: Sin limites de alan glynn

La rueda de prensa se celebraría en elHotel Clifden.

Van Loon y yo llegamos sobre las tresy media, y ya se respiraba bastantealboroto en el lugar. Para los medios decomunicación, el primer indicio de quealgo se estaba cociendo había llegado aprimera hora del día, después de que VanLoon llamara a ciertas personascuidadosamente seleccionadas y lespidiera que cancelaran cualquier plan quetuviesen para aquella tarde. Se mentó aAtwood y Bloom en la misma frase, y esofue suficiente para desencadenar untorbellino de rumores y especulaciones.

Page 933: Sin limites de alan glynn

Enviamos la nota de prensa una horadespués. Entonces los teléfonosempezaron a sonar y ya no dejaron dehacerlo.

El Clifden era una torre de cuarenta ycinco plantas que se elevaba sobre unemblemático edificio de la Calle 56,frente a Madison Avenue. Era un hotel delujo con más de ochocientas habitaciones,además de instalaciones para negocios yconferencias. El vestíbulo conducía a unsalón rodeado de vidrio, y al fondo sehallaba la sala de recepción en la queofreceríamos la rueda de prensa.

Mientras Van Loon atendía unallamada, escruté atentamente el vestíbulo,pero no reconocí nada. Aunque todo

Page 934: Sin limites de alan glynn

aquello me provocaba ciertaintranquilidad, llegué a la conclusión deque nunca había estado allí.

Van Loon colgó el teléfono. Entramosen el atrio, y en el tiempo que nos llevóatravesarlo, Carl fue abordado en tresocasiones por los periodistas. Lesrespondió con amabilidad, pero no lesdijo nada que no hubiesen oído antes oleído en la nota de prensa. La sala deconferencias era un hervidero deactividad. Los equipos técnicos montabanlas cámaras y probaban sonido al fondo.Un poco más atrás, el personal del hotelcolocaba hileras de sillas plegables, y enla parte frontal había un podio con doslargas mesas a cada lado. Detrás se

Page 935: Sin limites de alan glynn

erguían dos atriles con los logos de MCL-Parnassus y Abraxas.

Me quedé un rato al fondo de la salamientras Van Loon realizaba unasconsultas a sus trabajadores habituales.Detrás de mí, oí a dos técnicos hablandomientras manipulaban cables.

—Te lo juro por Dios. La golpearonen la nuca.

—¿Aquí?—Con un objeto contundente. ¿No

lees los periódicos? Era mexicana. Estabacasada con un pintor.

—Sí, ahora lo recuerdo. Mierda. ¿Fueaquí?

Me dirigí hacia la puerta para nooírlos. Después salí lentamente de la sala

Page 936: Sin limites de alan glynn

de conferencias y volví al atrio.Una de las cosas que recordaba con

bastante claridad de aquella noche, o almenos de sus últimos compases, era unpasillo vacío. Aún podía reproducirlomentalmente: el techo bajo, la alfombracon motivos carmesí y azul marino, lasparedes en tono magnolia, las puertas deroble a ambos lados…

No recordaba nada más.Crucé el atrio y me adentré en el

vestíbulo. En ese momento llegó másgente y reinaba un ambiente deexpectativa en el lugar. Vi a un conocidoal que quería evitar, de modo que fuihacia los ascensores, que se encontrabanfrente al mostrador de recepción. Pero

Page 937: Sin limites de alan glynn

entonces, como si me arrastrara una fuerzairresistible, seguí a dos mujeres que semetieron en el ascensor. Una de ellaspulsó un botón y se me quedó mirando,haciendo oscilar el dedo delante delpanel.

—Quince —dije—. Gracias.En el aire se mezclaban libremente mi

ansiedad, el aroma a perfume caro y laintimidad siempre cargada, pero nuncareconocida, de un viaje en ascensor. En eltrayecto se me revolvió el estómago ytuve que apoyarme para recobrar elequilibrio. Cuando la puerta se abrió en laplanta 15, miré con incredulidad la paredmagnolia. Esquivando a una de las dosmujeres, salí tambaleándome y vi la

Page 938: Sin limites de alan glynn

alfombra carmesí y azul marino.—Buenas tardes.Me di la vuelta, y cuando las puertas

se cerraban y las dos mujeresdesaparecían de mi campo de visión,farfullé algo a modo de respuesta.

Solo en aquel pasadizo vacío,experimenté algo cercano al terror. Habíaestado allí. Era exactamente como lorecordaba. Aquel pasillo amplio detechos bajos… colores vivos, lujoso,profundo como un túnel. Pero eso eratodo. Di unos pasos y me detuve.Contemplé una de las puertas y traté deimaginar cómo sería la habitación, perono ocurrió nada. Seguí andando, dejando aun lado una puerta tras otra hasta que al

Page 939: Sin limites de alan glynn

final del pasillo divisé una que estabaentreabierta.

Allí erguido, con fuertespalpitaciones, observé lo que alcanzaba aver de la habitación: el extremo de unacama doble, unas cortinas y una silla, todoen tonos crema.

Abrí suavemente la puerta con el pie ydi un paso atrás. Ya en el umbral tuve unaperspectiva más amplia de aquellahabitación genérica de hotel, Pero, derepente, vi a una mujer alta de cabellooscuro con un vestido largo de colornegro. Se agarraba la cabeza y le corríaun reguero de sangre por la mejilla. Medio un vuelco el corazón y retrocedí hastatocar la pared. Me incorporé y volví hacia

Page 940: Sin limites de alan glynn

los ascensores tambaleándome.Momentos después, oí un ruido detrás

de mí y me di la vuelta. De la habitaciónque acababa de abandonar salieron unhombre y una mujer. Cerraron la puerta yecharon a andar hacia mí. La mujer eraalta, tenía el pelo oscuro y llevaba unabrigo con cinturón. Ambos debían derondar los cincuenta años. Iban charlando,y me ignoraron por completo al pasar. Losvi recorrer el pasillo y desaparecer en unascensor.

Transcurrieron un par de minutos sinque pudiera hacer nada. Todavía notaba elcorazón fuera de su sitio, como siestuviese a punto de detenerse. Metemblaban las manos. Apoyado en la

Page 941: Sin limites de alan glynn

pared, miré la alfombra. Sus coloresparecían latir y los dibujos cobrar vida.

A la postre me incorporé y fui hacialos ascensores, pero seguía temblándomela mano cuando pulsé el botón de bajada.

Cuando entré en la sala deconferencias había llegado mucha gente yla atmósfera era frenética. Fui hacia laparte delantera, donde se había reunido elpersonal de MCL, que charlabaanimadamente.

De repente, oí a Van Loonacercándose desde atrás.

—Eddie, ¿dónde estabas?Me di la vuelta. Su expresión era de

Page 942: Sin limites de alan glynn

sorpresa.—Dios mío, Eddie, ¿qué ha pasado?

Parece…, parece que hayas visto…—¿Un fantasma?—Pues sí.—Esto me estresa un poco, Carl, eso

es todo. Necesito un poco de tiempo.—Eddie, tómatelo con calma. Si

alguien se ha ganado un descanso, eseeres tú. —Cerró el puño y lo levantó enun gesto de solidaridad—. De momento yahemos cumplido nuestra labor, ¿verdad?

Asentí.Entonces, un asistente se llevó a Van

Loon para que hablara con alguien que seencontraba al otro lado del estrado.

Durante dos horas floté en una especie

Page 943: Sin limites de alan glynn

de neblina semiconsciente. Me moví yhablé con algunos asistentes, pero norecuerdo ninguna conversación enconcreto. Todo parecía coreografiado yautomático.

Cuando dio comienzo la rueda deprensa, me encontraba al frente de la sala,detrás de la gente de Abraxas, que estabasentada a la mesa situada a la derecha delestrado. En la parte posterior, sobre unmar de trescientas cabezas, se agolpabauna multitud de periodistas, fotógrafos ycámaras. El acto se retransmitía en directopor varios canales, además de unaconexión por Internet y vía satélite.Cuando Hank Atwood subió al estrado, seescuchó una ráfaga de cámaras

Page 944: Sin limites de alan glynn

fotográficas, que continuóininterrumpidamente hasta que terminó larueda de prensa, y de manera intermitentedurante el turno de preguntas y respuestasposterior. No escuché con atenciónninguno de los discursos, algunos de loscuales había coescrito, pero reconocíalguna que otra frase y expresión, si bienla incesante reiteración de términos como«futuro», «transformar» y «oportunidad»sólo acrecentaban la sensación deirrealidad que me causaba cuanto sucedíaa mi alrededor.

Justo cuando Dan Bloom terminaba enel estrado, sonó mi teléfono móvil. Losaqué rápidamente del bolsillo de laamericana y respondí.

Page 945: Sin limites de alan glynn

—Hola. ¿Es usted… Eddie Spinola?Apenas oía nada.—Sí.—Soy Dave Morgenthaler, de Boston.

He recibido su mensaje de esta mañana.Me tapé la otra oreja.—Espere un segundo.Me moví a la izquierda por el lateral

de la sala y franqueé una puerta queconducía a una zona tranquila del atrio.

—¿Señor Morgenthaler?—Sí.—¿Cuándo podemos vernos?—Pero ¿quién es? Estoy ocupado.

¿Por qué iba a perder el tiemporeuniéndome con usted?

Le expuse la historia tan brevemente

Page 946: Sin limites de alan glynn

como pude; un fármaco potente, nocontrastado y potencialmente letal de loslaboratorios a los que se iba a enfrentaren un tribunal. No ofrecí demasiadosdetalles ni describí los efectos delmedicamento.

—Nada de lo que ha dicho meconvence —respondió—. ¿Cómo sé yoque no es un chiflado? ¿Cómo sé yo queno se está inventando toda esa mierda?

En aquella zona del atrio la luz eratenue y cerca de mí sólo había dosancianos enfrascados en unaconversación. Estaban sentados a unamesa junto a unas palmeras enormes. A miespalda, oía el eco de las voces quellegaba desde la sala de conferencias.

Page 947: Sin limites de alan glynn

—Uno no se puede inventar algo comoel MDT, señor Morgenthaler. Esto es real,créame.

Hubo una pausa bastante larga y luegodijo:

—¿Qué?—He dicho que uno no puede…—No, el nombre. ¿Qué nombre ha

dicho?No debería haberlo mencionado.—Bueno, eso es…—MDT… Ha dicho MDT. —Se

detectaba cierta urgencia en su voz—.¿Qué es eso, una droga inteligente?

Vacilé antes de agregar nada. Sabíaqué era, o al menos sabía algo al respecto.Y sin duda quería saber más.

Page 948: Sin limites de alan glynn

—¿Cuándo podemos vernos?Esta vez no tardó en responder.—Puedo tomar un vuelo a primera

hora de la mañana. ¿Quedamos… a lasdiez?

—De acuerdo.—En un lugar al aire libre. ¿La Calle

59? ¿Delante de la Grand Army Plaza?—Bien.—Soy alto y…—He visto su foto en Internet.—Perfecto. Nos vemos mañana por la

mañana, entonces.Colgué el teléfono y regresé a la sala

de conferencias. En ese momento, Atwoody Bloom ocupaban el estrado y estabanatendiendo preguntas. Todavía me era

Page 949: Sin limites de alan glynn

difícil concentrarme en lo que acontecía,porque aquel pequeño incidente de laplanta 15 —alucinación, visión o lo quefuese— seguía vivo en mi mente ybloqueaba todo lo demás. No sabía quéhabía ocurrido aquella noche entreDonatella Álvarez y yo, pero sospechabaque, como una manifestación deculpabilidad e incertidumbre, era sólo lapunta de un enorme iceberg.

Una vez concluido el turno depreguntas y respuestas, la multitud empezóa dispersarse, pero entonces el lugar setornó más caótico que nunca. Periodistasde Business Week y Time merodeaban en

Page 950: Sin limites de alan glynn

busca de gente a la que sonsacar algúncomentario, y los directivos se felicitabanentre risas. En un momento dado, HankAtwood pasó junto a mí y me dio unapalmadita en la espalda. Entonces se diola vuelta y, con el brazo extendido, meseñaló.

—El futuro, Eddie, el futuro.Esbocé una media sonrisa y Atwood

desapareció.La gente de Van Loon & Associates

propuso ir a cenar a algún sitio paracelebrarlo, pero la idea se me antojabainsoportable. Con los avatares del día,había desarrollado los posiblesdesencadenantes de un ataque deansiedad, y no quería cometer ninguna

Page 951: Sin limites de alan glynn

estupidez que precipitara uno.Sin mediar palabra, abandoné la sala

de conferencias. Crucé el atrio y elvestíbulo y salí del hotel. La noche eracalurosa, y el aire denso a causa delrumor sordo de la ciudad. Fui a la QuintaAvenida y me detuve a los pies de laTorre Trump, contemplando las tresmanzanas que faltaban para llegar a laCalle 59, la Grand Army Plaza y laesquina de Central Park. ¿Por qué mehabía citado Dave Morgenthaler en unlugar al aire libre?

Miré en dirección opuesta al reguerodel tráfico y las líneas paralelas quedescribían los edificios, enfocando haciaun punto de fuga invisible.

Page 952: Sin limites de alan glynn

Eché a andar en esa dirección. Penséque Van Loon quizá intentaría contactarconmigo, de modo que apagué el teléfonomóvil. Mantuve el rumbo por la QuintaAvenida, y al final llegué a la Calle 34.Cuando hube recorrido unas manzanas mehallaba en mi supuesto nuevo barrio.¿Cuál era? ¿Chelsea? ¿El Distrito de laModa? ¿Quién sabía a esas alturas?

Hice un alto en un sucio bar de laDécima Avenida. Me senté junto a labarra y pedí un Jack Daniel's. El localestaba prácticamente vacío. El camarerome sirvió la copa y volvió a ver latelevisión. Estaba adosada a lo alto deuna pared, justo encima de la puerta dellavabo de hombres, y emitían una

Page 953: Sin limites de alan glynn

telecomedia.A los cinco minutos, durante los

cuales se rió sólo una vez, el camarerocogió el control remoto y empezó a hacerzapping. Me pareció ver el logotipo deMCL-Parnassus y dije:

—Espere, déjeme ver esto.Cambió de canal de nuevo y me miró,

apuntando todavía con el control altelevisor. Era un boletín informativo conimágenes de la rueda de prensa. —Déjeloun minuto —añadí.

—Primero era un segundo, y ahora unminuto —repuso con impaciencia.

—Sólo esta noticia, ¿de acuerdo?Gracias.

Dejó el control sobre la barra y

Page 954: Sin limites de alan glynn

levantó las manos.Dan Bloom estaba sobre el estrado, y

mientras la voz en off describía laenvergadura e importancia de la fusión, lacámara se desviaba ligeramente hacia laderecha para abarcar a todos losdirectivos de Abraxas sentados a la mesa.Al fondo se veía claramente el logo de laempresa, pero no era eso lo único que seapreciaba. Había varias personas de pie,y una de ellas era yo. Cuando la cámara sedesplazó de izquierda a derecha, yo lohice en sentido inverso y desaparecí. Peroen esos escasos segundos se me veíaclaramente, como en una rueda dereconocimiento policial: mi rostro, misojos, mi corbata azul y mi traje gris

Page 955: Sin limites de alan glynn

marengo.El camarero me miró. Se había

percatado de algo. Luego volvió a mirarla pantalla, pero ya habían devuelto laconexión al estudio. Me miró de nuevocon una expresión estúpida. Alcé el vasoy me terminé el whisky de un trago.

—Ya puede cambiar de canal —dije.Luego dejé un billete de veinte sobre labarra, me levanté del taburete y me fui.

Page 956: Sin limites de alan glynn

XXVI

A la mañana siguiente fui en taxi a laCalle 59, y de camino ensayé mi discursopara Dave Morgenthaler. A fin dedespertar su interés y ganar tiempo,tendría que prometerle que le facilitaríaun poco de MDT para probarlo. Entoncesestaría en posición de citarme con algúnempleado de Eiben-Chemcorp. Tambiénesperaba que, al hablar con Morgenthaler,podría hacerme una idea de quién era elcontacto idóneo en Eiben-Chemcorp.Llegué a la Grand Army Plaza cuandofaltaban diez minutos para la horaacordada y di un paseo, observando de

Page 957: Sin limites de alan glynn

vez en cuanto el hotel. Para mí, Van Loony la fusión ya eran cosa del pasado, almenos de momento.

A las diez y cinco un taxi se detuvojunto al bordillo y se apeó un hombre altoy delgado de poco más de cincuenta años.Lo reconocí de inmediato por las fotosque había visto en varios artículoscolgados en Internet. Me dirigí hacia él y,aunque me vio acercarme, buscó enderredor algún posible candidato.Entonces me miró de nuevo.

—¿Spinola? —dijo.Asentí, tendiéndole la mano.—Gracias por venir.—Espero que haya valido la pena.Tenía el cabello negro como el

Page 958: Sin limites de alan glynn

azabache y llevaba unas gafas de sol demontura gruesa. Parecía cansado y daba lasensación de sentirse avergonzado. Ibaenfundado en un traje oscuro cubierto conun impermeable. El cielo estabaencapotado y soplaba viento. Estaba apunto de proponer que fuéramos a unacafetería, o incluso al Oak Room, queestaba muy cerca de allí, peroMorgenthaler tenía otros planes.

—Venga, vámonos —exhortó y echó aandar hacia el parque. Yo dudé, pero leseguí.

—¿Un paseo por el parque? —pregunté.

Morgenthaler asintió, pero no dijonada ni me miró.

Page 959: Sin limites de alan glynn

Caminando al trote, descendimos laescalinata que daba al parque, bordeamosel estanque, pasamos junto a la pista depatinaje Wollman y llegamos a SheepMeadow. Morgenthaler eligió un banco ynos sentamos de cara a los edificios querodean Central Park South. Estábamos a laintemperie y el viento resultabaincómodo, pero no era momento deprotestar.

Morgenthaler se volvió hacia mí ydijo:

—Muy bien, ¿de qué se trata todoesto?

—Como le he dicho, del MDT.—¿Qué sabe del MDT y dónde ha

oído hablar de él?

Page 960: Sin limites de alan glynn

Era muy directo, y obviamentepretendía interrogarme como si de untestigo se tratara. Decidí que le seguiría eljuego hasta tenerlo arrinconado. Por mimodo de responder a sus preguntas le dejéentrever varias ideas cruciales. Laprimera era que sabía de lo que hablaba.Describí los efectos del MDT con unaminuciosidad casi clínica. Ello le fascinóy me hizo preguntas pertinentes,confirmando así que él también sabía delo que estaba hablando, al menos en loque al MDT se refería. Le hice saber quepodía proporcionarle los nombres dedocenas de personas que habíanconsumido la sustancia, la habían dejadoy ahora sufrían graves síndromes de

Page 961: Sin limites de alan glynn

abstinencia. Existían casos suficientespara determinar un patrón claro. Le dijeque podía proporcionarle nombres depersonas que habían tomado MDT yhabían fallecido. Por último, le dije quepodía facilitarle muestras de la droga paraefectuar un análisis.

Llegados a este punto, percibí ciertaagitación en Morgenthaler. Lo que lehabía contado podía ser dinamita si lopresentaba ante un tribunal, pero, porsupuesto, no le había dado detalles. Si seiba ahora, no tendría más que una buenahistoria, y ahí era precisamente donde yole quería.

—¿Y qué más? —dijo—. ¿Cómoprocedemos? —Y añadió, con un leve

Page 962: Sin limites de alan glynn

atisbo de desprecio en su voz—: ¿Quéinterés tiene usted en todo esto?

Hice una pausa y miré alrededor.Había gente practicando footing, otrospaseando al perro y otros empujandocochecitos. Tenía que mantener su interéssin darle nada, todavía no. También teníaque averiguar qué pensaba él.

—Ya llegaremos a eso —dije,parafraseando a Kenny Sánchez—, peroprimero cuénteme cómo supo de laexistencia del MDT.

Cruzó las piernas y los brazos y serecostó en el banco.

—Por casualidad —respondió—.Durante mi investigación sobre eldesarrollo y los ensayos de la

Page 963: Sin limites de alan glynn

Triburbazina.Yo esperaba más, pero eso parecía

ser todo.—Mire, señor Morgenthaler, yo he

respondido a sus preguntas. Demostremosun poco de confianza mutua en este asunto.

Suspiró, incapaz de disimular suimpaciencia.

—De acuerdo —dijo, asumiendo elpapel de un testigo experto—. Al tomardeclaraciones en el caso de laTriburbazina, hablé con muchosempleados y ex empleados de Eiben-Chemcorp. Cuando describían losprocesos de los ensayos clínicos, eranatural que citaran ejemplos paraestablecer paralelismos con otros

Page 964: Sin limites de alan glynn

fármacos.Se inclinó de nuevo hacia adelante. Le

incomodaba aquella situación.—En ese contexto, varias personas se

refirieron a una serie de ensayos que sehabían llevado a cabo con unantidepresivo a principios de los añossetenta, un medicamento cuyos resultadosfueron desastrosos. El responsable de laadministración de esos ensayos fue eldoctor Raoul Fursten. Llevaba en eldepartamento de investigación de laempresa desde finales de los añoscincuenta y había trabajado en ensayoscon LSD. Según decían, ese nuevofármaco potenciaba la capacidadcognitiva, al menos hasta cierto punto, y

Page 965: Sin limites de alan glynn

en aquel momento Fursten no dejaba deinsistir en las esperanzas que tenía puestasen él. Hablaba de la política de laconciencia, de los mejores y los másbrillantes, de mirar al futuro y esaschorradas. Recuerde que estábamos aprincipios de los años setenta, que enrealidad seguían siendo los sesenta.

Morgenthaler suspiró de nuevo, ypareció desinflarse al hacerlo. Despuésadoptó una postura más cómoda.

—En fin —prosiguió—. Se han dadograves reacciones adversas al fármaco. Alparecer la gente se volvía agresiva eirracional, y algunos incluso sufrieronperíodos de amnesia. Una persona meconfesó que hubo muertes y que fueron

Page 966: Sin limites de alan glynn

encubiertas. Se interrumpieron losensayos y se descartó el MDT-48. Furstense retiró, y al parecer bebió hasta moriren cuestión de un año. Ninguna de laspersonas con las que he hablado puedendemostrar nada ni confirman cosa alguna.Es un rumor, cosa que, por supuesto, nosirve de nada para mis propósitos.

»No obstante, hablé con otraspersonas del extraño y maravilloso mundode la neuropsicofarmacología (intentedecir eso cuando lleve un par de copasencima), gente que permanecerá en elanonimato, y resulta que a mediados delos ochenta corrían rumores de que sehabía retomado la investigación del MDT.Eran sólo rumores, cuidado… —se

Page 967: Sin limites de alan glynn

volvió hacia mí—, pero ahora me diceusted que eso está circulando por la calle.

Asentí, pensando en Vernon, DekeTauber y Gennadi. Me había mostradomuy esquivo sobre mis fuentes, y no habíamencionado nada a Morgenthaler sobreTodd Ellis y los ensayos no oficiales quehabía efectuado en United Labtech.

Meneé la cabeza.—¿Mediados de los ochenta, dice?—Sí.—Y esos ensayos no serían

oficiales…—Desde luego.—¿Ahora mismo quién está al cargo

de las investigaciones en Eiben-Chemcorp?

Page 968: Sin limites de alan glynn

—Jerome Hale —repuso—, perodudo que tenga algo que ver. Esdemasiado respetable.

—¿Hale? —dije—. ¿Alguna relación?—Ah, sí —respondió, con una sonrisa

—. Son hermanos.Cerré los ojos.—Trabajó con Raoul Fursten al

principio —continuó Morgenthaler—. Dehecho, recogió su testigo. Pero tiene queser alguien que trabaje para él, porqueahora Hale se encarga de laboresadministrativas. Da igual, es Eiben-Chemcorp. Es una empresa farmacéuticaque retiene información selectiva paraobtener beneficios. Eso es lo quedefendemos. Han manipulado información

Page 969: Sin limites de alan glynn

sobre los ensayos de Triburbazina, y sipuedo demostrar que hicieron lo mismocon el MDT y demostrar un patrón,estaremos en el buen camino.

A Morgenthaler le entusiasmaba laposibilidad de ganar el caso, pero nopodía creerme que se le hubiese pasadopor alto tan fácilmente que Jerome Hale yCaleb Hale eran hermanos. Para mí, lasrepercusiones eran enormes. Caleb Halehabía empezado su carrera en la CIA amediados de los años sesenta. Durante mitrabajo de documentación para En marchahabía leído acerca de la Oficina deInvestigación y Desarrollo de la CIA y susproyectos MKUltra, que habían financiadoen secreto varios programas de

Page 970: Sin limites de alan glynn

investigación de farmacéuticasestadounidenses.

De pronto, el asunto cobró unadimensión difícil de asimilar. En eseinstante me di cuenta de lo perdido queestaba.

—Por lo visto, señor Spinola,necesito su ayuda. ¿Qué necesita usted?

Suspiré.—Tiempo. Necesito tiempo.—¿Para qué?—Para pensar.—¿Qué hay que pensar? Esos

cabrones están…—Lo entiendo, pero no se trata de eso.—Entonces, ¿de qué se trata? ¿De

dinero?

Page 971: Sin limites de alan glynn

—No —repuse enfáticamente.Morgenthaler no se lo esperaba. En

todo momento había dado por sentado quequería dinero. Vi que los nervios seapoderaban de él, como si de pronto sehubiera dado cuenta de que corría elpeligro de perderme.

—¿Cuánto tiempo estará en la ciudad?—pregunté.

—Tengo que volver esa noche,pero…

—Déjeme llamarle en un par de días.No sabía qué contestar.—Mire, ¿por qué no…?Decidí atajarlo. No me gustó hacerlo,

pero no tenía elección. Necesitabamarcharme y pensar.

Page 972: Sin limites de alan glynn

—Iré a Boston si es necesario. Contodo. Déjeme llamarle en un par de días,¿de acuerdo?

—De acuerdo.Nos levantamos y echamos a andar

hacia la Calle 59 Este.Ahora era yo quien dominaba el

silencio, pero al cabo de un rato se meocurrió algo y quise preguntárselo.

—Ese caso en el que trabaja… —dije—, la chica que tomaba Triburbazina…

—¿Sí?—¿Era…? ¿De verdad era una

asesina?—Eso es lo que aducirá Eiben-

Chemcorp. Alegarán una disfunciónfamiliar, abusos o cualquier antecedente

Page 973: Sin limites de alan glynn

que puedan encontrar y disfrazar comouna motivación. Pero lo cierto es quetodos los que la conocían, y estamoshablando de una chica de diecinueveaños, una universitaria, dicen que era lamuchacha más dulce e inteligente que sepueda imaginar.

Se me revolvió el estómago.—Así que, básicamente, usted dice

que fue la Triburbazina y ellos dicen quefue ella.

—Sí, ese sería el resumen.Determinismo químico contra albedríomoral.

Era sólo mediodía, pero el cieloestaba tan encapotado que la luz resultabaextraña, casi biliosa.

Page 974: Sin limites de alan glynn

—¿Cree que eso es posible? —dije—. ¿Que una droga pueda borrar quienessomos e incitarnos a hacer cosas quenormalmente no haríamos?

—Lo que yo crea no importa. Loimportante es lo que crea el jurado. Amenos que Eiben-Chemcorp llegue a unacuerdo, en cuyo caso da igual lo queopine nadie. Pero le diré una cosa: no megustaría formar parte de ese jurado.

—¿Por qué no?—Bueno, te llaman para ejercer de

jurado y piensas: «De acuerdo, unos díasde descanso en mi trabajo de mierda»…,¿y acabas tomando una decisión de estamagnitud? Olvídalo.

Después continuamos en silencio.

Page 975: Sin limites de alan glynn

Cuando regresamos a la Grand ArmyPlaza reiteré que lo llamaría pronto.

—Un día o dos, ¿no? —respondió—.Hágalo, por favor, porque esto podríacambiarlo todo. No quiero presionarle,pero…

—Lo sé —dije con firmeza—. Lo sé.—Bien. Llámeme.Morgenthaler buscó un taxi.—Una última pregunta —dije.—Sí.—¿Por qué me ha citado al aire libre,

en un banco?Me miró y esbozó una sonrisa.—¿Tiene la menor idea de la

estructura de poder a la que me enfrentocon Eiben-Chemcorp y de cuánto dinero

Page 976: Sin limites de alan glynn

se juegan?Me encogí de hombros.—Es mucho en ambos aspectos. —

Extendió el brazo y detuvo un taxi—. Estagente me observa constantemente. Vigilantodo lo que hago, los teléfonos, el correoelectrónico y los itinerarios de viaje.¿Cree que no nos están vigilando ahoramismo?

El taxi se detuvo junto a la acera.Cuando se montaba en él, Morgenthaler sevolvió hacia mí y sentenció:

—Señor Spinola, puede que nodisponga de tanto tiempo como usted cree.

Vi el taxi desaparecer entre el tráficode la Quinta Avenida. Luego tomé esamisma dirección, caminando a paso lento,

Page 977: Sin limites de alan glynn

sintiendo náuseas, sobre todo porquecreía que mi plan era inviable.Morgenthaler quizá fuese un tantoparanoico, pero estaba claro queamenazar a una enorme compañíafarmacéutica no era buena idea. ¿Conquién pensaba hablar de todos modos?¿Con el hermano del secretario deDefensa? Aparte de la complejidad de lasituación, supuse que una empresa comoEiben-Chemcorp no iba a tolerar unchantaje, sobre todo con los recursos quetenía a su disposición. A su vez, eso mehizo pensar en la muerte de Vernon, yrecordé que Todd Ellis había dejadoUnited Labtech y había sido atropelladode manera muy oportuna. ¿Qué había

Page 978: Sin limites de alan glynn

ocurrido? ¿Habían descubierto el pequeñonegocio de Vernon y Todd? Al fin y alcabo, tal vez Morgenthaler no fuese unparanoico, pero si así eran las cosasrealmente, tendría que idear un planmenos audaz.

Llegué a la Calle 57, y al cruzar miréa mi alrededor. Recordé que uno de misprimeros desvanecimientos se habíaproducido allí, tras aquella primera nocheen la biblioteca de Van Loon. Fue un parde manzanas más allá, en Park Avenue.Me había mareado y tropecé, y de repenteme encontré inexplicablemente en la Calle56. Pensé también en el grandesvanecimiento que sufrí la nochesiguiente, cuando propiné un puñetazo a

Page 979: Sin limites de alan glynn

aquel tipo en el Congo de Tribeca,después aquella chica en el cuarto debaño, luego Donatella Álvarez y por fin laplanta 15 del Clifden.

Aquella noche había sucedido algoterrible, y el mero hecho de pensar en ellome provocaba punzadas en lo más hondodel estómago. Entonces me di cuenta deque toda la secuencia —MDT, mejoracognitiva, desvanecimientos, pérdida delcontrol de los impulsos, conductaagresiva, Dexeron para contrarrestar losdesvanecimientos, más MDT, más mejoracognitiva— era un juego de químicacerebral. Quizá la visión reduccionistadel comportamiento humano queMorgenthaler iba a exponer al jurado era

Page 980: Sin limites de alan glynn

correcta. Quizá todo era una cuestión deinteracción molecular. Quizá fuésemossólo máquinas.

Si eso era así, si la mente era tan sólou n software químico que gestionaba elcerebro, y productos farmacéuticos comola Triburbazina y el MDT una merareprogramación, ¿qué me impedíaaveriguar cómo funcionaba? Si utilizabael suministro de MDT-48 que mequedaba, durante las siguientes semanaspodía invertir mis energías en la mecánicadel cerebro humano. Podía estudiarneurociencia, química, farmacología eincluso neuropsicofarmacología.

¿Qué me impediría entonces fabricarMDT? En los días del LSD hubo

Page 981: Sin limites de alan glynn

montones de químicos clandestinos quesuplieron la necesidad de cultivarsuministros en las comunidades médicas ofarmacéuticas creando laboratoriospropios en cuartos de baño y sótanos detodo el país. Yo no era químico, desdeluego, pero antes de consumir MDTtampoco era broker. Entusiasmado con laidea de ponerme manos a la obra, apretéel paso. Había un Barnes & Noble en laCalle 48. Compraría unos libros de textoy volvería en taxi directo al Celestial.

Al pasar frente a un quiosco vi untitular que hacía referencia a la fusión deMCL y Abraxas y recordé que mi teléfonoseguía apagado. Lo saqué y comprobé sihabía mensajes. Tenía dos de Van Loon.

Page 982: Sin limites de alan glynn

En el primero parecía confuso, en elsegundo un poco irritado. Tendría quehablar pronto con él y salir al paso conalguna excusa para ausentarme laspróximas semanas. No podía hacerle casoomiso. Al fin y al cabo, le debía casi diezmillones de dólares.

Pasé una hora en Barnes & Noblehojeando libros de texto universitarios,tomos enormes en letra pequeña, congráficas, diagramas y montones determinología latina y griega en cursiva. Alfinal elegí ocho libros, con títulos comoBioquímica y conducta, vol. I, Principiosde neurología y La corteza cerebral.

Page 983: Sin limites de alan glynn

Pagué con tarjeta y salí de la tienda condos bolsas extremadamente pesadas.Encontré un taxi en la Quinta Avenida,justo cuando empezaba a llover. Al llegaral Celestial diluviaba, y en los diezsegundos que tardé en cruzar la plaza yllegar a la entrada principal del edificioquedé empapado. Pero no me importaba.No veía el momento de empezar a leeraquellos libros.

Una vez dentro, Richie, elrecepcionista, me llamó.

—Señor Spinola… He dejado entrar aunos hombres.

—¿Qué?—Que los he dejado entrar. Se han

ido hace veinte minutos.

Page 984: Sin limites de alan glynn

Fui hacia el mostrador.—¿De qué estás hablando?—Esos hombres que dijo que tenían

que entregarle una cosa. Han estado aquí.Dejé las bolsas en el suelo.

—Yo no he dicho nada de quetuvieran que entregarme… una cosa. ¿Dequé estás hablando?

El recepcionista tragó saliva y empezóa ponerse nervioso.

—Señor Spinola, usted… Usted mellamó hace una hora y me dijo que unoshombres venían a entregarle algo y quedebía darles una llave…

—¿Que yo te llamé?—Sí.El sudor empezó a deslizárseme por la

Page 985: Sin limites de alan glynn

nuca y el cuello de la camisa.—Sí— repitió, intentando reafirmarse

—. No se oía bien. Lo dijo usted mismo,era su móvil…

Recogí las bolsas y me dirigí a todaprisa hacia los ascensores.

—¿Señor Spinola?Le hice caso omiso.—¿Señor Spinola? ¿Hay algún

problema?Me metí en un ascensor, pulsé el botón

y, mientras subía a la planta 68, elcorazón me latía con tal fuerza que tuveque respirar hondo y dar un par depuñetazos a los paneles laterales paratranquilizarme. Me pasé una mano por elpelo y meneé la cabeza. Caían gotas de

Page 986: Sin limites de alan glynn

sudor por todas partes. Cuando llegué ami destino, cogí las dos bolsas y salí delascensor antes de que las puertas seabrieran del todo. Corrí por el pasillohacia el piso, dejé las bolsas en el suelo ybusqué la llave en el bolsillo de laamericana. Cuando la encontré, me costómeterla en la cerradura. Al final conseguíabrir la puerta, pero nada más entrar encasa supe que todo estaba perdido.

Lo supe en el vestíbulo. Lo supe encuanto Richie pronunció aquellaspalabras.

Hice balance de los daños. Las cajasde cartón y los baúles de madera que seamontonaban en medio del salón habíansido abiertos y el contenido esparcido por

Page 987: Sin limites de alan glynn

todas partes. Empecé a rebuscar en elcaos de libros, ropa y utensilios de cocinala bolsa de lona en la que guardaba elsobre con las pastillas de MDT. Al rato laencontré, pero estaba vacía. El sobre conlas píldoras había desaparecido, al igualque la agenda de Vernon. Con la vanaesperanza de que el sobre estuviera enalguna parte, de que se hubiese caído dela bolsa, lo registré todo una y otra vez.Pero no sirvió de nada. El MDT habíadesaparecido.

Me acerqué a la ventana y miré afuera.Seguía lloviendo. Ver la lluvia desdeaquella altura era extraño, como sisubiendo dos plantas más pudieras dejarlaa tus pies, contemplando un manto de

Page 988: Sin limites de alan glynn

nubes gris desde lo alto.Me di la vuelta y me apoyé en el

cristal. La sala era tan grande y luminosa,y había tan pocas cosas en ella, que elcaos no lo era tanto. No habían destrozadola estancia porque había muy poco quedestrozar, tan sólo las escasaspertenencias que había traído de la Calle10. Se habían esmerado mucho más encasa de Vernon.

Me quedé un rato allí de pie, supongoque conmocionado, sin pensar en nada.Miré hacia la puerta abierta. Las dosbolsas de Barnes & Noble seguían en elpasillo, una junto a la otra, como siesperaran pacientemente a que las entrara.

Entonces sonó el teléfono.

Page 989: Sin limites de alan glynn

No iba a responder, pero cuando vique no habían arrancado el cable, como síhabían hecho con el ordenador y eltelevisor, descolgué, pero se cortó deinmediato.

Me levanté de nuevo. Salí y entré lasdos bolsas con el pie. Entonces cerré lapuerta y me apoyé en ella. Respiré hondovarias veces, tragué saliva y cerré losojos.

El teléfono sonó de nuevo.Respondí como antes, pero volvió a

cortarse. Entonces sonó otra vez.Descolgué pero no dije nada. Quienquieraque fuese, no colgó en esa ocasión.

Al final, una voz dijo.—Eddie, esto se ha acabado.

Page 990: Sin limites de alan glynn

—¿Quién es?—Has ido demasiado lejos hablando

con Dave Morgenthaler. No ha sido buenaidea…

—¿Quién diablos eres?—… así que hemos decidido cerrar el

grifo. Pero, ya que has sido tan divertido,hemos pensado que sería mejor decírtelo.

La voz era muy suave, casi un susurro.No había emoción en ella ni acentoalguno.

—No debería hacer esto, porsupuesto, pero llegados a este punto, casitengo la sensación de que te conozco.

—¿Qué quieres decir con cerrar elgrifo?

—Bueno, estoy seguro de que ya te

Page 991: Sin limites de alan glynn

has dado cuenta de que hemos recuperadoel material. Así que, desde este momento,puedes dar por terminado el experimento.

—¿Experimento?Hubo un silencio.—Te hemos estado controlando desde

que apareciste aquel día por casa deVernon, Eddie.

Me hundí.—¿Por qué crees que no has tenido

más noticias de la policía? Al principiono estábamos seguros, pero cuando seconfirmó que tenías el alijo de Vernon,decidimos ver qué pasaba, realizar unpequeño ensayo clínico, por así decirlo.No hemos dispuesto de muchos sujetoshumanos…

Page 992: Sin limites de alan glynn

Miré al otro lado de la habitaciónintentando recordar, tratando deidentificar señales, indicios…

—… y chico, ¡menudo sujeto hassido! Si te sirve de consuelo, Eddie, nadieha consumido tanto MDT como tú, nadielo ha llevado tan lejos como tú.

—¿Quién eres?—Sabíamos que debías de estar

tomando mucho cuando apareciste enLafayette, pero cuando empezaste atrabajar con Van Loon fue increíble.

—¿Quién eres?—Por supuesto, se produjo ese

pequeño incidente en el Clifden…—¿Quién eres? —repetí casi

mecánicamente.

Page 993: Sin limites de alan glynn

—Pero, dime, ¿qué pasó exactamenteallí?

Colgué el teléfono y continuésujetándolo con fuerza, como si alpresionarlo, él, aquel desconocido, fueraa desaparecer.

Cuando el teléfono sonó de nuevo, locogí de inmediato.

—Mira, Eddie, no te lo tomes mal,pero no podemos permitir que contactescon detectives privados, y no hablemos yade prestamistas rusos. Queremos quesepas que has sido… un sujeto muy útil.

—Vamos —dije con desesperación—.Es imposible… No tengo que…

—Escucha, Eddie…—No le he contado nada a

Page 994: Sin limites de alan glynn

Morgenthaler, no le he contado nada. —Se me empezaba a quebrar la voz—. ¿Nome podéis facilitar un poco…?

—Eddie…—Tengo dinero —dije, agarrando con

fuerza el auricular para que dejara detemblarme la mano—. Tengo muchodinero en el banco. Podría… Se cortó.

Seguí agarrando el auricular, comohabía hecho la vez anterior. Esperé diezminutos, pero no ocurrió nada. Al finallevanté la mano y me puse en pie. Teníalas piernas rígidas. Apoyé mi peso en unpie y luego en el otro. Al menos parecíaque estaba haciendo algo.

¿Por qué había colgado? ¿Porquehabía hablado de dinero? ¿Llamaría al

Page 995: Sin limites de alan glynn

cabo de un rato proponiendo una cifra?¿Debía estar preparado? ¿Cuánto tenía enel banco? Esperé otros veinte minutos envano. Después me convencí de que colgarhabía sido una especie de mensaje enclave. Le había ofrecido dinero, y ahoratendría que sudar hasta que me llamaraexigiendo una cantidad, que debería tenerpreparada. Miré el teléfono.

No quería utilizarlo, así que saqué elmóvil y llamé a Howard Lewis, eldirector del banco. Estaba atendiendo otrallamada. Le dejé un mensaje para quecontactara conmigo en aquel número. Ledije que era urgente. Cinco minutosdespués, me devolvió la llamada. Entre loque había ganado en bolsa y el préstamo

Page 996: Sin limites de alan glynn

de Van Loon para la decoración y losmuebles del piso, había más de 400.000dólares en la cuenta. Desde que Van Loonintervenía personalmente en mis finanzas,Lewis había adoptado de nuevo su actitudobsequiosa, así que cuando le dije quenecesitaba medio millón de dólares enefectivo, y lo antes posible, pareciónervioso, pero a la vez ansioso porcomplacerme, de modo que prometiótener el dinero listo a primera hora de lamañana.

Le dije que allí estaría. Despuésapagué el móvil y me lo guardé en elbolsillo.

Medio millón de dólares. ¿Quiénpodía rechazar eso?

Page 997: Sin limites de alan glynn

Anduve por la habitación, esquivandola montonera que ocupaba el centro de laestancia. De vez en cuando echaba unvistazo al teléfono, que descansaba en elsuelo. Cuando empezó a sonar otra vez,eché a correr, me agaché y lo cogí en loque pareció un único movimiento.

—¿Hola?—¿Señor Spinola? Soy Richie, de

recepción.Mierda.—¿Qué? Estoy ocupado.—Tan sólo quería comprobar que

todo va bien. Por lo de…—Sí, sí, todo bien. Ningún problema.Colgué.Me latía el corazón con fuerza.

Page 998: Sin limites de alan glynn

Me levanté otra vez y seguí caminandopor la habitación. Pensé en ordenar aqueldesaguisado, pero deseché la idea. Alcabo de un rato me senté en el suelo, conla espalda apoyada en la pared, y melimité a esperar.

Me mantuve en esa posición ochohoras.

Normalmente, habría tomado unadosis de MDT por la tarde, pero comohabía sido imposible, me venció la fatigaa última hora, algo que identifiqué comola primera fase del síndrome deabstinencia. A consecuencia de ello, logréconciliar el sueño, aunque fuese poco

Page 999: Sin limites de alan glynn

placentero. No tenía cama, así queamontoné unas mantas y un cobertor en elsuelo. Cuando me desperté hacia las cincode la mañana, noté un fuerte dolor decabeza y tenía la garganta seca y rasposa.

Hice un esfuerzo por ordenar el salón,pero me sentía demasiado atenazado porla ansiedad y el miedo, y no llegué muylejos.

Antes de ir al banco, tomé doscomprimidos de Excedrina. Luego saquéel contestador automático de uno de losbaúles de madera. No parecía habersufrido grandes desperfectos. Cuando loconecté al teléfono, parecía funcionar.Cogí también el maletín, me puse unabrigo y salí, evitando el contacto visual

Page 1000: Sin limites de alan glynn

con Richie.En el taxi que me llevaba al banco,

con el maletín vacío en el regazo, me viasediado por una oleada de angustia, lasensación de que la esperanza a la que meaferraba no sólo era estéril, sino clara yabsolutamente infundada. Al circular entreel tráfico y las fachadas de la Calle 34, laidea de que podía cambiar las cosas depronto me pareció… excesiva.

Pero en el banco, mientras observabaal empleado llenar el maletín con fajos decincuenta y cien dólares, recuperé ciertaconfianza en mí mismo. Firmé todos losdocumentos relevantes, sonreíeducadamente al servil Howard Lewis, ledi los buenos días y me marché.

Page 1001: Sin limites de alan glynn

De regreso a casa, con el maletínrebosante descansando ahora en miregazo, sentí cierta excitación, como si elnuevo plan fuese infalible. Cuandollamara el desconocido, tendría preparadauna oferta y él una propuesta.Negociaríamos y las cosas volverían a sucauce.

Subí a casa, puse el maletín junto alteléfono y lo abrí para poder ver eldinero. No había mensajes en elcontestador, y verifiqué si habían dejadoalguno en el móvil. Había uno de VanLoon. Comprendía que necesitara undescanso, pero esa no era manera de

Page 1002: Sin limites de alan glynn

hacerlo y tenía que llamarlo. Apagué elteléfono.

A mediodía, el dolor de cabeza habíaarreciado bastante. Seguí tomandoExcedrina, pero ya no parecía surtirefecto. Me duché y permanecí bajo elchorro de agua caliente una eternidad,intentando atenuar la tensión del cuello ylos hombros.

El dolor había empezado en la frente ydetrás de los ojos, pero a media tardeabarcaba todo el cráneo y me golpeabacomo un martillo neumático.

Deambulé por la habitación durantehoras, intentando absorber el dolor,mirando el teléfono con la esperanza deque sonara. No entendía por qué aquel

Page 1003: Sin limites de alan glynn

tipo no había vuelto a llamar. En el suelohabía medio millón de dólares esperandoque viniese alguien y se lo llevara.

Al anochecer, me di cuenta de quecaminar no servía de nada. De vez encuando sentía náuseas y me temblaba todoel cuerpo. Sería más fácil tumbarme en lacama improvisada, dando vueltas yagarrándome la cabeza en un vano intentopor aliviar el dolor. Cuando oscureció,dormí a ratos en un estado febril. Medesperté con arcadas, intentandodesesperadamente vaciar el estómago, enel que ya no quedaba nada. Tosí sangre enel suelo y me tumbé de nuevo boca arriba,

Page 1004: Sin limites de alan glynn

mirando al techo.Aquel martes por la noche fue

interminable, pero en cierto modo noquería que acabara. A medida que sedescorría el velo del MDT, el miedo seintensificaba. El tormento de laincertidumbre me corroía por dentro y nodejaba de pensar: «¿Qué he hecho?».Tuve sueños realistas, casi alucinaciones,en los que parecía estar a punto decomprender lo ocurrido aquella noche enel Hotel Clifton, pero incapaz dedistinguir invención y realidad en aquelestado febril, nunca estuve lo bastantecerca de resolverlo. Vi a DonatellaÁlvarez caminando tranquilamente por lahabitación, como antes, con un vestido

Page 1005: Sin limites de alan glynn

negro y sangre deslizándose por sumejilla, pero era esta habitación, y no ladel hotel, y pensé que si había recibido ungolpe tan fuerte en la cabeza, no estaríatranquila ni paseando. También soñé quelos dos estábamos juntos en un sofá,rodeándonos con los brazos, y yo lamiraba a los ojos, excitado, engullido porlas llamas de una emoción sin nombre,pero a la vez nos encontrábamos en miviejo sofá, el del piso de la Calle 10, yme susurraba algo al oído, exhortándomea vender las acciones de inmediato. Luegoestaba sentada frente a mí en el comedorde Van Loon, fumando un puro ycharlando animadamente, «porqueustedes, los norteamericanos, no entienden

Page 1006: Sin limites de alan glynn

nada de nada…», y yo, enojado, cogía labotella de vino más cercana…

A lo largo de la noche poblaron miimaginación diversas versiones de esteencuentro, todas ellas con sutilesdiferencias —un cigarrillo o una vela envez de un puro, o un bastón o unaestatuilla en lugar de una botella de vino—, todas ellas como un fragmento devidrio coloreado avanzando a cámaralenta tras una explosión, todas ellasprometiendo recrear un recuerdo sólido,algo objetivo que pudiera evocar, quefuese fiable.

En un momento dado, aparté elcobertor agarrándome la tripa y mearrastré hasta el lavabo envuelto en la

Page 1007: Sin limites de alan glynn

oscuridad. Después de soportar másarcadas, esta vez en la taza del inodoro,conseguí ponerme en pie. Me inclinésobre el lavamanos, abrí con dificultad elgrifo y me eché agua fría en la cara.Cuando me vi en el espejo, parecía unfantasma, y el único signo de vida seintuía en mis ojos.

Volví arrastrándome al salón, dondelos oscuros contornos de las cajasrasgadas, la ropa amontonada y el maletínde dinero abierto parecían formacionesrocosas irregulares sobre un terrenoextraño y azulado. Me apoyé en la paredmás cercana al teléfono y me senté. Estuveallí un par de horas mientras la luz del díalo invadía todo a mi alrededor y la sala se

Page 1008: Sin limites de alan glynn

reconstituía ante mí sin cambio alguno.Conseguí dominar un poco el dolor de

cabeza. Mientras no me moviera, mientrasno me estremeciera, quedaría reducido aun ritmo apagado, a un martilleomecánico.

Page 1009: Sin limites de alan glynn

XXVII

Cuando sonó el teléfono pasadas lasnueve, fue como si una corriente de milvoltios me trepanara el cerebro.

Extendí el brazo, y con los ojosentrecerrados y mano temblorosa, cogí elauricular.

—¿Diga?—¿Señor Spinola? Soy Richie, de

recepción.—Sí.—Aquí hay un tal señor… Gennadi

que desea verle. ¿Le hago subir?Viernes por la mañana.Esta mañana. Bueno, ayer por la

Page 1010: Sin limites de alan glynn

mañana.—Sí.Colgué el teléfono. Se daría cuenta,

vería en lo que se convertiría en breve.Me levanté trabajosamente. Cada

movimiento que hacía enviaba otracorriente eléctrica a mi cerebro. Cuandopor fin estuve erguido, vi que me hallabaen un pequeño charco de orina. Teníamanchas de sangre y mucosidad en lacamisa y me temblaba todo el cuerpo.

Observé el maletín lleno de dinero yel teléfono. ¿Cómo pude ser tan idiota, taniluso? Miré por la ventana. Hacía un díasoleado. Me dirigí hacia la puerta muylentamente y la abrí.

Me di la vuelta, caminé en dirección

Page 1011: Sin limites de alan glynn

al salón y me acerqué de nuevo a laentrada. A mis pies había una caja grande,y su contenido, sartenes, ollas y utensiliosde cocina, estaba esparcido en el suelocomo si fueran unos intestinos.

De repente me había convertido en unanciano, débil, encorvado, a merced detodo lo que me rodeaba. Oí las puertas delascensor y unos pasos, y al momentoapareció Gennadi en el umbral.

—¡Buf, joder!Miró a su alrededor boquiabierto; me

observó a mí, el desorden, lagrandiosidad del lugar, las ventanas,incapaz de decidir si estaba disgustado oimpresionado. Llevaba un traje de rayadiplomática y camisa negra sin corbata.

Page 1012: Sin limites de alan glynn

Se había afeitado la cabeza y lucía unabarba de tres días. Me miró de pies acabeza un par de veces.

—¿Qué demonios te pasa?Murmuré algo.Gennadi entró en el salón. Luego,

esquivando la montonera, se acercó a unade las ventanas, incapaz de resistirse a sumagnetismo, supongo, como me habíaocurrido a mí cuando visité por primeravez el piso con Alison Botnick.

No me moví. Tenía náuseas.—Menudo cambio comparado con

aquel agujero de la Calle 10.—Sí.Oí sus pasos detrás de mí, junto a los

ventanales.

Page 1013: Sin limites de alan glynn

—Mierda, desde aquí se ve todo. —Hizo una pausa—. Me habían dicho quehabías encontrado un buen piso, pero estoes increíble.

¿Qué significaba aquello?—Ahí está el Empire State. El World

Trade Center. Brooklyn. Me gusta. Puedeque yo también me compre uno. —Por sutono de voz, supe que se había dado lavuelta—. Es más, puede que me quedecon este, que me traslade aquí. ¿Qué teparecería eso, imbécil?

—Sería estupendo, Gennadi —repuse—. De todos modos, estaba buscando uncompañero de piso para costear lospagos.

—Fíjate, un cómico con los

Page 1014: Sin limites de alan glynn

pantalones manchados de mierda. ¿Quédemonios está pasando aquí, Eddie?

Bordeó de nuevo las cajas y se detuvocuando vio el dinero en el suelo.

—No te gustan nada los bancos,¿verdad?

Dándome la espalda, se agachó yempezó a coger fajos.

—Aquí debe de haber trescientos ocuatrocientos mil dólares. —Silbó—. Nosé en qué andas metido, Eddie, pero siprevés embolsarte más pasta, deberíasplantearte invertir parte de ella. Miempresa de importación se pondrá enmarcha en poco tiempo, así que si quierescomprar una parte, ya sabes, podemosacordar un precio.

Page 1015: Sin limites de alan glynn

¿Acordar un precio?Gennadi lo ignoraba, pero cuando en

unos días se agotara su suministro deMDT, estaría muerto.

—Bien —dijo, poniéndose de pie—.¿Cuándo voy a conocer a ese camellotuyo?

Lo miré y dije:—No vas a conocerlo.—¿Qué?—Que no vas a conocerlo.Se quedó allí callado, mirándome

durante diez segundos. Su expresión era lade un niño al que han desbaratado losplanes, un niño, eso sí, con una navajaautomática en el bolsillo. La sacólentamente y la abrió.

Page 1016: Sin limites de alan glynn

—Sabía que esto podía ocurrir —dijo—, así que he hecho los deberes. Hedescubierto algunas cosas sobre ti, Eddie.Te he estado vigilando.

Tragué saliva.—Últimamente te ha ido bastante bien,

¿no? Con tus socios y tus fusiones. —Sedio la vuelta y echó a andar—. Pero nocreo que Van Loon o Hank Atwood sealegren mucho de conocer tus negocioscon un prestamista ruso.

Yo también empezaba a creer que misplanes se habían visto frustrados.

—O tu historial de consumo dedrogas. Tampoco daría buena imagen enla prensa.

¿Mi historial de drogas? Eso era cosa

Page 1017: Sin limites de alan glynn

del pasado. ¿Cómo podía saberlo?—Es increíble lo que uno puede

averiguar del pasado de los demás, ¿eh?—dijo, como si me hubiese leído elpensamiento—. Historial laboral, créditose incluso información personal.

—Vete a la mierda.—Oh, no lo creo.Dicho esto, se dio la vuelta y vino a

mi encuentro. Me puso la navaja cerca dela nariz y la movió de un lado a otro.

—Podría arreglarte la cara, Eddie.Quedaría bien, muy creativo, pero aun asíme gustaría que respondieses a mipregunta. —Me miró a los ojos y lorepitió, esta vez susurrando—. ¿Cuándovoy a conocer a ese camello tuyo?

Page 1018: Sin limites de alan glynn

No tenía adónde ir, y muy poco queperder.

—No lo harás —respondí en voz baja.Tras un corto silencio, me propinó un

izquierdazo en el estómago con tantarapidez y eficacia como lo había hecho enmi viejo piso. Me doblegué y caí sobreunas cajas jadeando y agarrándome lapanza con ambas manos.

Gennadi empezó a moverse por todoel salón.

—No pensarías que iba a empezar porla cara, ¿verdad?

El dolor era agudo, pero a la vez losentía desde una curiosa distancia. Creoque me preocupaba demasiado aquellainvasión de mi privacidad y que Gennadi

Page 1019: Sin limites de alan glynn

hubiera podido escarbar en mi pasado.—Tengo una carpeta entera sobre ti.

Así de gruesa. Está todo ahí, Eddie.Información que incluye detallesalucinantes.

Gennadi estaba de espaldas a mí yagitaba los brazos. Justo entonces, algome llamó la atención, un objeto queasomaba de la caja de utensilios decocina que tenía delante.

—Lo que quiero saber, Eddie, es losiguiente: ¿cómo piensas explicar todosesos años de mediocridad a esos nuevosamigos tuyos de las altas esferas, eh? Esaporquería que escribías para K & D.Dando clases en Italia sin permiso detrabajo. Fastidiando las combinaciones de

Page 1020: Sin limites de alan glynn

colores en la revista Chrome.Mientras Gennadi hablaba, me

acerqué a la caja, donde sobresalía laempuñadura de un largo cuchillo de acero.Lo cogí, la cabeza latiéndome por elesfuerzo que me supuso intentar controlarel temblor de la mano y el habermeinclinado. Luego me puse en pietrabajosamente, y oculté el cuchillo a miespalda.

Gennadi se dio la vuelta.—Además, estuviste casado, ¿no es

así?Atravesó el salón en dirección a mí.

Estaba mareado y lo veía doble en aqueltrasfondo blanco y retumbante. Pero, apesar de la falta de equilibrio, parecía

Page 1021: Sin limites de alan glynn

saber lo que hacía. Todo estaba claro y ensu sitio. Enfado, humillación y temor.Había una lógica en todo ello, ciertainevitabilidad. ¿Así se habíandesarrollado los acontecimientos en laplanta 15? No visualicé los hechos, perosabía que jamás lo averiguaría.

—Pero eso tampoco salió bien,¿verdad?

Gennadi se detuvo un momento ydespués se acercó unos pasos más.

—¿Cómo se llamaba?Levantó la navaja y la agitó delante de

mi cara. Pude oler su aliento. Ahora, micorazón y mi cabeza latían al unísono.

—Melissa.—Sí —dijo—. Melissa… Y tiene…,

Page 1022: Sin limites de alan glynn

¿qué? ¿Dos hijos?Abrí los ojos de repente y alcé la

vista por encima de su hombro. Cuando sedio la vuelta para ver qué estaba mirando,respiré hondo y, con un rápidomovimiento, le clavé la punta del cuchilloen la barriga y lo agarré de la nuca con laotra mano. Hundí la hoja tanto como pude,intentando orientarla hacia arriba. Oí ungorjeo y empezó a agitar los brazos comosi se los hubieran arrancado del resto delcuerpo. Di un último empujón al cuchilloy lo solté. Me había supuesto un esfuerzotitánico, y retrocedí tambaleándome,tratando de recobrar el aliento.

Me apoyé en una de las ventanas y via Gennadi bamboleándose. Tenía la boca

Page 1023: Sin limites de alan glynn

abierta y agarraba la empuñadura delcuchillo, lo único que todavía seapreciaba de él.

El latido de mi cabeza era tan intensoque cortocircuitaba la moralidad y elhonor que pudiera albergar por mis actos.Me preocupaba lo que pudiera sobrevenirahora.

Gennadi dio unos pasos hacia mí. Sumirada era de incredulidad y furia. Creíque tendría que apartarme, pero acabótropezando con una caja y se precipitósobre una pila de libros de arte yfotografía. El impacto debió de hundirtodavía más el cuchillo, porque, despuésde caer, dejó de moverse.

Esperé unos minutos, observando y

Page 1024: Sin limites de alan glynn

escuchando, pero no hizo ningúnmovimiento ni emitió sonido alguno.

A la postre, me aproximé a él muylentamente. Me incliné y le busqué elpulso en el cuello. No tenía. Entonces seme ocurrió algo, y haciendo acopio de unaúltima reserva de adrenalina, lo agarrédel brazo y le di la vuelta. El cuchilloestaba alojado en su estómago, y sucamisa negra estaba empapada de sangre.Respiré hondo un par de veces e intenténo mirarlo a la cara.

Levanté la parte derecha de suamericana con una mano y metí la otra enel bolsillo interior. Busqué, pensando queno iba a encontrar nada, pero entoncesnoté algo duro. Lo cogí con la punta de los

Page 1025: Sin limites de alan glynn

dedos y lo saqué. Lo sostuve un momento,mientras el corazón me latía con fuerza, ylo agité. El pequeño pastillero emitió unsonido tenue pero muy grato.

Me levanté y volví a la ventana. Mequedé quieto unos momentos en un fútilintento por mitigar el dolor de cabeza.Luego me fui deslizando por la paredhasta sentarme. Todavía me temblaban lasmanos, así que para equilibrar elpastillero lo coloqué en el suelo, entremis piernas. Concentrándome mucho,desenrosqué el tapón y miré en su interior.Había cinco pastillas. De nuevo,procediendo con mucho cuidado, conseguísacar tres.

Cerré los ojos y reviví los últimos dos

Page 1026: Sin limites de alan glynn

minutos, involuntaria, caleidoscópica yescabrosamente, pero con precisión.Cuando los abrí de nuevo, lo primero quevi a escasos metros de mí, como si fuerauna vieja pelota de cuero, fue la cabezaafeitada de Gennadi, y luego el resto de sucuerpo, tendido sobre la pila de libros.

Levanté la mano, me metí las trespíldoras en la boca y me las tragué.

Permanecí allí sentado veinte minutos,durante los cuales, como un cielo nubladoque recobra su azul, el dolor de cabezafue desapareciendo poco a poco. Eltemblor de las manos también remitió, ysentí un retorno gradual a una especie de

Page 1027: Sin limites de alan glynn

normalidad, al menos dentro de losparámetros del MDT. Era una prórroga, ylo sabía. También sabía que el séquito deGennadi probablemente lo estaríaesperando abajo, y que si me demorabamucho, tal vez se preocuparía y las cosasse podían complicar.

Volví a enroscar el tapón y me guardéel pastillero en el bolsillo del pantalón.Cuando me levanté, reparé de nuevo enlas manchas de la camisa, además deotros indicios de la degradación en la queme había sumido. Fui al cuarto de baño, yme desabroché la camisa por el camino.Me puse ropa limpia, vaqueros y unacamisa blanca, y me guardé el pastilleroen el bolsillo. Luego cogí el teléfono,

Page 1028: Sin limites de alan glynn

llamé a información y conseguí el númerode un servicio de coches local. Pedí unopara lo antes posible, y les indiqué queme recogieran en la entrada posterior deledificio. Después, cogí algunos enseres,entre ellos el portátil, y los guardé en labolsa de lona. Llevé el maletín y el petatehasta la puerta y abrí.

Volví la vista hacia el comedor.Apenas se veía a Gennadi entre aquelmontón de cosas, mis cosas: cajas, libros,ropa, sartenes y portadas de discos. Peroentonces distinguí un reguero de sangre enel suelo. Al ver un segundo riachuelo,sentí náuseas y tuve que apoyarme en lapuerta para no perder el equilibrio. Derepente, se oyó un sonido agudo que

Page 1029: Sin limites de alan glynn

llegaba del centro del comedor. Me dio unvuelco el corazón, pero entonces me dicuenta de que se trataba de una versiónelectrónica del tema principal deConcierto n.° 1 para piano deTchaikovski proveniente del móvil deGennadi. Obviamente, los zhuliksempezaban a impacientarse y no tardaríanen subir. Sin otra opción que seguir micamino, me di la vuelta y cerré la puerta.

Cogí el ascensor y recorrí el enormeaparcamiento subterráneo, jalonado dehileras e hileras de columnas de cementoy coches. Subí una ondulante rampa hastala explanada que se extendía detrás deledificio. Cincuenta metros a la izquierdade donde me encontraba, dos camiones

Page 1030: Sin limites de alan glynn

estaban descargando su mercancía,probablemente destinada a uno de losvarios restaurantes del Celestial.Permanecí escondido cinco minutos hastaque llegó un coche negro sin rotular. Hiceun gesto al conductor y se detuvo. Memonté en la parte trasera con el maletín yel petate. Después de respirar hondo unpar de veces, le indiqué que tomara laautovía Henry Hudson en dirección norte.Bordeó el edificio y giró a la izquierda.En la intersección, el semáforo estaba enrojo, y cuando el coche se detuvo miréhacia atrás. Había un Mercedes aparcadoen la acera de la plaza, y junto a él, variostipos con chaqueta de cuero y fumando.Uno de ellos miraba hacia arriba.

Page 1031: Sin limites de alan glynn

El semáforo se puso en verde, ycuando nos alejábamos, aparecieron de lanada tres coches de policía. Se detuvieronfrente a la plaza y, en cuestión desegundos, cinco o seis agentesuniformados echaron a correr hacia laentrada principal del Celestial. Fue loúltimo que vi.

No lo entendía. Desde que salí delpiso no dio tiempo para que nadiedescubriera lo sucedido, llamara a lapolicía y ésta se personara.

No tenía sentido.Vi los ojos del conductor en el espejo,

que se cruzaron con los míos un par desegundos. Luego, ambos apartamos lamirada.

Page 1032: Sin limites de alan glynn

Continuamos hacia el norte.En cuanto entramos en la Interestatal

87 se alivió la tensión. Me acomodé en elasiento trasero y miré por la ventana. Loskilómetros de autopista se ibansucediendo en un sueño continuo ehipnótico, un proceso que alejaba mispensamientos de los dos últimos días, delas dos últimas horas, y en especial, de loque acababa de hacerle a Gennadi. Perodespués de cuarenta minutos, no pudeevitar pensar en lo que había decididopara mi futuro inmediato, el único futuroque parecía quedarme.

Le dije al conductor que me dejara enalgún lugar como Scarsdale o WhitePlains. Pensó en ello un par de minutos,

Page 1033: Sin limites de alan glynn

barajó sus opciones y al final me llevó alcentro de White Plains. Le pagué y, con lavana esperanza de que mantuviera la bocacerrada, le di cien dólares de propina.

Cargando con el petate y el maletín,anduve a la deriva hasta que encontré untaxi en la Avenida Westchester y me llevóhasta la oficina de alquiler de coches máscercana. Utilizando la tarjeta de crédito,alquilé un Pathfinder. Salí inmediatamentede White Plains y tomé la interestatal 684en dirección norte.

Pasé por Katonah y viré a la izquierdaen Croton Falls, rumbo a Mahopac. Habíadejado atrás la autopista y circulaba poruna tranquila zona boscosa salpicada decolinas. Me sentía desplazado, pero a la

Page 1034: Sin limites de alan glynn

vez extrañamente sereno, como si hubiesedado el salto a otra dimensión. Loscambios de perspectiva y velocidadintensificaban la creciente percepción deirrealidad. No conducía desde hacíamucho tiempo, al menos fuera de laciudad y a tanta velocidad, y jamás habíaviajado en un todoterreno.

Al acercarme a Mahopac hube dereducir la marcha. Tuve que esforzarme yponer los cinco sentidos en lo que estabahaciendo y lo que estaba a punto de hacer.Tardé un rato en recordar la dirección queme había anotado Melissa en el bar deSpring Street. Al final lo conseguí, ycuando llegué a la ciudad me detuve enuna gasolinera para comprar un mapa de

Page 1035: Sin limites de alan glynn

la zona.Encontré mi destino en diez minutos.Recorrí Milford Drive y me detuve

junto a la acera, frente a la tercera casa dela izquierda. La calle era tranquila yestaba bordeada de árboles. Cogí elpetate del asiento trasero, abrí un bolsillolateral, saqué una libretita y la dejé sobreel regazo. Arranqué una hoja y escribíunas líneas rápidas. Abrí el maletín, miréel dinero unos momentos y guardé la notadentro de modo que fuese claramentevisible.

Salí del coche y eché a andar por elestrecho camino que conducía a la casa. Aambos lados había un tramo de césped, yen uno de ellos, una bici tumbada de

Page 1036: Sin limites de alan glynn

costado. Era una casa gris de una solaplanta, con una escalinata y un porche. Levendría bien una mano de pintura, y quizáun tejado nuevo.

Subí las escaleras y me detuve en elporche. Intenté mirar dentro, pero una telametálica me lo impedía. Llamé a la puertacon el nudillo del dedo índice.

El corazón me latía a toda velocidad.Al momento, se abrió la puerta y vi

ante mí una flacucha niña de siete u ochoaños. Tenía una oscura melena yprofundos ojos marrones. Debió de notarmi sorpresa porque frunció el ceño y dijo.

—¿Sí?—Tú debes de ser Ally —empecé.Se lo pensó un poco y asintió. Llevaba

Page 1037: Sin limites de alan glynn

una rebeca roja y mallas rosas.—Soy un viejo amigo de tu madre.No pareció impresionarla mucho.—Me llamo Eddie.—¿Quieres hablar con mamá?Detecté cierta impaciencia en su tono

y en su lenguaje corporal, como siestuviese deseando que fuera al granopara volver a lo que estaba haciendo antesde que llegara yo para molestarla.

Al fondo, una voz dijo:—Ally, ¿quién es?Era Melissa. De repente, aquello

empezó a resultarme mucho más difícil delo que esperaba.

—Es un… hombre.—Ahora… —Hubo una pausa,

Page 1038: Sin limites de alan glynn

preñada de indecisión momentánea ycierto atisbo de exasperación—. Voy enun minuto. Dile que espere.

—Mamá le está lavando el pelo a mihermana pequeña —me informó.

—Jane, ¿verdad?—Sí. No sabe hacerlo ella sola. Y

tarda un montón.—¿Y eso?—Porque lo tiene muy largo.—¿Más que tú?Ally resopló, como diciendo: «Señor,

no está usted tan informado como creía».—Escucha, veo que están todos

ocupados. —Hice una pausa y la miré alos ojos, experimentando una especie devértigo, aunque mis pies estaban anclados

Page 1039: Sin limites de alan glynn

al suelo—. Si te parece, te dejaré esto y ledices a mamá que he estado aquí y que espara ella.

Procurando no resultar agresivo, meincliné un poco hacia adelante y depositéel maletín sobre una alfombra extendida alotro lado del umbral.

Ally no se movió. Entonces miró elmaletín con desconfianza. Retrocedióunos pasos y me miró de nuevo.

—Mamá ha dicho que esperes.—Lo sé, pero tengo prisa.Ponderó mi respuesta. Parecía

interesada y, por lo visto, había olvidadosus quehaceres.

—Ally, ya voy.La urgencia en el tono de Melissa

Page 1040: Sin limites de alan glynn

removió algo en mí, y supe que tenía quemarcharme antes de que apareciese.Pensaba decirle a Ally que no abriera elmaletín hasta que yo me hubiesemarchado, pero eso ahora no cambiaríanada.

Bajé los escalones.—Tengo que irme, Ally. Encantado de

conocerte. La niña frunció el ceño denuevo, sin saber muy bien lo que sucedía.Con su pequeña voz, anunció:

—Mamá ya viene.—¿Recordarás mi nombre? —le

pregunté. Con una voz todavía más tenue,repuso:

—Eddie.Sonreí.

Page 1041: Sin limites de alan glynn

Podría haberla admirado durantehoras, pero tenía que irme de allí. Volvíal coche y puse el motor en marcha.

Al alejarme, vi de soslayo unmovimiento repentino en la puerta de lacasa. Cuando llegué a la primeraintersección y estaba a punto de girar a laizquierda, miré por el retrovisor. Melissay Ally estaban cogidas de la mano enmitad de la calle.

Puse rumbo a Newburgh y tomé laInterestatal 87 hacia el norte. Decidí queseguiría hasta Albany y empezaría desdeallí.

A primera hora de la tarde llegué a las

Page 1042: Sin limites de alan glynn

afueras de la ciudad. Conduje un rato yaparqué en una calle que daba a CentralAvenue. Me quedé sentado en el cocheveinte minutos, contemplando el volante.

Pero ¿empezar qué desde allí?Salí del coche y eché a andar con brío

sin ningún rumbo en particular. Reprodujementalmente la escena con Ally una y otravez. Su parecido con Melissa eraasombroso y la experiencia me habíadejado aturdido, parpadeando al infinito,estremeciéndome por causa de unosinesperados espasmos de benevolencia yesperanza.

Pero al caminar, noté también elpastillero de Gennadi que llevaba en elbolsillo de los vaqueros. Sabía que en

Page 1043: Sin limites de alan glynn

unas horas lo abriría y tomaría las dospastillas que quedaban, una banalsecuencia de movimientos, finita enexceso y desprovista de algo parecido ala benevolencia o la esperanza.

Seguí andando sin rumbo.Media hora después, me di cuenta de

que no tenía mucho sentido avanzar más.Amenazaba lluvia y, en cualquier caso,me desconcertaba no conocer aquellasatestadas calles comerciales.

Di media vuelta con la intención devolver al coche, pero al hacerlo vi en elescaparate de una tienda deelectrodomésticos quince televisores

Page 1044: Sin limites de alan glynn

amontonados en hileras de a cinco. Encada uno de ellos, mirándome fijamente,aparecía el rostro de Donatella Álvarezen primer plano. Estaba ligeramenteinclinada hacia adelante, sus ojos grandesy profundos, su larga melena castañaensombreciendo parte de su faz.

Me quedé inmóvil en mitad de laacera, mientras la gente pasaba a mialrededor. Me acerqué un poco más alescaparate. El informativo continuaba conplanos exteriores de Actium y el HotelClifden. Entré para poder escuchar, peroel sonido estaba bastante bajo y con eltráfico sólo pude oír algunos fragmentos.Sobre una imagen de la Calle 48 mepareció entender «un comunicado emitido

Page 1045: Sin limites de alan glynn

esta tarde por Carl Van Loon», y después«reevaluación del acuerdo en vista de lamala publicidad». Aguzando el oído almáximo, discerní que los precios de lasacciones se habían visto afectados demanera negativa.

Miré exasperado a mi alrededor. Alfondo de la tienda había más televisoressintonizados en el mismo canal. Pasérápidamente junto a los reproductores devideo y DVD, los equipos de música y losradiocasetes, y en ese momentoretransmitían imágenes de la rueda deprensa de MCL y Abraxas, aquellas en lasque la cámara oscilaba de izquierda aderecha. Esperé, con el corazón en unpuño, y dos segundos después allí estaba

Page 1046: Sin limites de alan glynn

yo con mi traje. Mi mirada era vacua, algoque no había advertido la primera vez quelo vi.

Escuché la noticia, pero era incapazde asimilarla. Aquella noche, algúnparroquiano del Actium, tal vez el críticode arte calvo con la barba canosa, habíavisto las imágenes y habían desenterradosus recuerdos. Me había reconocido comoThomas Cole, el hombre que estuvosentado frente a Donatella Álvarez en elrestaurante y que más tarde habló con ellaen la recepción.

Después de las imágenes de la ruedade prensa, apareció un periodistaapostado frente al Edificio Celestial.

—Siguiendo esta nueva pista —dijo

Page 1047: Sin limites de alan glynn

—, la policía ha llegado al piso de EddieSpinola, situado en el West Side, parainterrogarlo, pero se ha encontrado con elcuerpo de un hombre sin identificar,presuntamente un miembro de unaorganización criminal rusa. Al parecer, elhombre ha muerto apuñalado, lo cualsignifica que la policía busca a EddieSpinola… —volvieron a las imágenes dela rueda de prensa— para interrogarlo enrelación con dos asesinatosprominentes…

Di media vuelta y me dirigírápidamente hacia el otro extremo de 1atienda, evitando cualquier contacto visual.Salí a la acera y doblé a la derecha. Alpasar junto al escaparate, vi que los

Page 1048: Sin limites de alan glynn

diversos televisores reproducían una vezmás las imágenes de la rueda de prensa.

De camino al coche, entré en unafarmacia y compré una caja grande deparacetamol. Luego me detuve en unalicorería y me llevé dos botellas de JackDaniel's.

Después volví a la carretera, todavíaen dirección norte, y salí de Albany lomás rápido que pude.

Evité las autopistas interestatales ytomé carreteras secundarias. Pasé porSchenectady y Saratoga Springs y subíhasta los montes Adirondacks. Seguí unaruta aleatoria y me dirigí a Schroon Lake,

Page 1049: Sin limites de alan glynn

ajeno a la belleza natural que me rodeaba.En mi cabeza se agolpaba unainterminable sucesión de imágenesconfusas. Pasé por Vermont, continué porcarreteras secundarias y me encaminé aVergennes y Burlington, y después aMorrisville y Barton.

Conduje siete u ocho horas seguidascon una sola parada para repostar, queaproveché para tomarme las dos últimaspastillas.

Me detuve en el Northview MotorLodge hacia las diez. No tenía sentidocontinuar. La noche había caído. ¿Quépensaba hacer de todos modos? ¿Seguir

Page 1050: Sin limites de alan glynn

hasta Maine? ¿Nueva Brunswick? ¿NuevaEscocia?

Me registré en el hotel de carreteracon nombre falso y pagué la habitación enefectivo y por adelantado.

Dos noches.Una vez aclimatado a la decoración y

los colores de la habitación, me tumbé enla cama y miré al techo.

Según el avance informativo que habíavisto antes, ahora era un asesino en buscay captura. Yo no me veía así, pero a tenorde las circunstancias, sabía que meresultaría bastante complicado convencera alguien de eso.

—Es una larga historia —tendría quedecir.

Page 1051: Sin limites de alan glynn

Y luego me vería obligado a contarla.Lo supiera o no en aquel momento,

ahora me daba cuenta de por qué habíametido el ordenador portátil en el petate.La última cosa coherente que haría seríanarrar mi historia y dejarla para quealguien la leyera. Yací en la camabastante tiempo, meditando las cosas.Pero entonces recordé que no me quedabamucho tiempo de ser coherente.

Me levanté, encendí la tele y quité elsonido. Saqué el ordenador y una botellade Jack Daniel's de la bolsa, y dejé elenvase de plástico de paracetamol encimade la mesita de noche. Luego me senté enesta butaca de mimbre y, con el sonido dela máquina para hacer hielo de fondo,

Page 1052: Sin limites de alan glynn

empecé.

Ahora es sábado por la mañana yempiezo a estar cansado. Es uno de losprimeros síntomas de la abstinencia delMDT, así que será mejor que lo deje aquí.Pero ¿dejar qué?

¿Es ésta una crónica sincera de cómoestuve a punto de hacer lo imposible, derealizar lo irrealizable, para convertirmeen uno de los mejores y los másbrillantes? ¿Es la historia de unaalucinación, un sueño de perfección? ¿Oes simplemente la historia de una rata delaboratorio humana, un ser al queetiquetaron, siguieron y fotografiaron para

Page 1053: Sin limites de alan glynn

luego desecharlo? ¿O es quizá la últimaconfesión de un asesino?

Ya no lo sé, y tampoco sé si importa.Además, estoy mareado y me siento un

poco débil.Creo que voy a tumbarme un rato.

He dormido sólo cinco horas, arachas, dando vueltas. En todo momentohe tenido la sensación de que la ansiedadha asaltado mi sueño, y cuando hedespertado, notaba un dolor de cabezadetrás de los ojos que se ha extendidorápidamente al resto del cráneo.Desorientado, adormecido y nauseabundo,me he levantado de la cama, he vuelto

Page 1054: Sin limites de alan glynn

aquí, a la butaca de mimbre, y he apoyadoel ordenador en mi regazo.

Es cerca de mediodía y la televisiónsintoniza aún la CNN.

Algo importante ha sucedido desdeayer por la noche o a primera hora de estamañana. Veo acorazados frente al golfo deMéxico, soldados de infanteríadesplegados en zonas fronterizas, a CalebHale, el secretario de Defensa, en ungabinete de crisis con el jefe del EstadoMayor Conjunto.

En la parte inferior de la pantalla, unrótulo anuncia un inminente discursodesde el Despacho Oval.

Cierro los ojos un momento, y cuandolos abro veo al presidente sentado a su

Page 1055: Sin limites de alan glynn

mesa. No puedo subir el volumen y,mientras lo estudio atentamente, detectoen sus ojos esa expresión alerta propiadel MDT. Me doy cuenta de que no puedosoportar esa imagen. Tomo el controlremoto y pongo los dibujos que dan enotro canal.

Miro el teclado del portátil. Noto unmartilleo en la cabeza que empeoraconstantemente. Ha llegado el momento deapagar el ordenador. Miro la mesita denoche y el frasco de plástico que contiene150 comprimidos de paracetamol. Luegomiro el teclado una vez más y, deseandoque el comando tuviera una aplicaciónmás inteligente, deseando que su funciónfuera literal, pulso la tecla «guardar» con

Page 1056: Sin limites de alan glynn

la esperanza de poder seguir adelante, conla esperanza de poder salvarme.

Page 1057: Sin limites de alan glynn

Notas

Page 1058: Sin limites de alan glynn

Nota del traductor[1] En español en el original.

Page 1059: Sin limites de alan glynn

Carátula de la película SinLímites

Page 1060: Sin limites de alan glynn