sin consuelo en el judaÍsmo 2ªparte.doc

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SIN CONSUELO EN EL JUDAISMO - 2ª parte Tan pronto como pude me trasladé a Tánger, con el ánimo de marchar a Palestina. Quería alejarme de mi madre y de mis hermanos y de todo lo que pudiera recordarme el mal trato que había recibido de ellos. Sin embargo, algo iba a retenerme en Tánger y hacerme cambiar de propósitos: una novia. La conocí en una boda y en ella encontré el calor que necesitaba después de tantos años de sufrimientos y abandono. Yo entonces estaba muy bien. Trabajaba en la “Voz de América” y ganaba una mensualidad de 50.000 francos. Era, sin embargo, demasiado el trabajo para mi naturaleza debilitada. Por eso, el 8 de junio, día del Corpus Christi, tuve una nueva hemoptisis, que se me volvió a repetir el día 10, fiesta del Sagrado Corazón. Aquellos días me vi muy solo. Mi novia no venía a verme, y yo me sentía en la mayor miseria de mi vida, porque aquella mujer era para mí mi madre y mi hermana y mis cinco sentidos a la vez. No tenía otro cariño en el mundo… Sólo tenía una medalla de la Inmaculada Concepción, que me había regalado en el hospital un católico llamado Ernesto. Cuando salí del Hospital, me dirigí a casa de mi novia, de donde me echaron ella y su madre. Me prohibieron volver a poner allí los pies, quedándose con cerca de 36.000 pesetas mías. Sentí que me volvía loco. Empecé a gritar que me habían robado y traicionado y compré una navaja con intención de matarlas. Al entrar en su casa con la navaja y con una carta en la que consignaba los motivos de mi crimen, me cogió la policía y fui conducido a la cárcel. Tan extraño encontraron mi estado, durante el largo interrogatorio, que me tuvieron por loco. Pero no era yo ningún demente: era un amargado. Así lo declaró un médico psiquíatra. Al fin, fui llevado a los tribunales en juicio de primera instancia. Cuando entré en la sala del Tribunal, todos me miraban como a un delincuente de los peores: barba de 20 días, zapatos rotos, camisa llena de mugre, y la soledad absoluta, porque no había nadie a mi favor; en contra tenía a mi antigua novia con su madre, tres testigos y un abogado. A falta de abogados en mi defensa, me pidió el fiscal, que yo mismo prestara declaración. Entonces recibí el favor más emocionante de la Virgen. Muchos me aconsejaban que me encomendara a un gran Rabino enterrado en Tánger- Rabbí Habid Toledano-. Pero yo tuve más confianza en una medallita de la Virgen que me había regalado Sor Ángela, otra Hija de la Caridad, durante mi última estancia en el hospital. Antes de empezar mi declaración la invoqué con la misma plegaría que se lee alrededor de la medalla: “Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.” Solamente la recé una vez. Pero a los diez minutos de empezar la declaración, sentí una fuerza tal, que el abogado de mis contrarios se quedó como mudo y nadie podía contradecirme. Hasta que el señor Juez me mandó callar, porque toda la sala, llena de judíos, árabes y cristianos, se había puesto en pie y empezaron a gritar que yo era inocente. El jurado me declaró absuelto… Y yo comprendí entonces que tenía a mi favor una Abogada Divina que ningún juez de este mundo puede contradecir: La Virgen María, Madre de Jesús, Abogada de los desamparados.

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SIN CONSUELO EN EL JUDAISMO - 2 parteTan pronto como pude me traslad a Tnger, con el nimo de marchar a Palestina. Quera alejarme de mi madre y de mis hermanos y de todo lo que pudiera recordarme el mal trato que haba recibido de ellos. Sin embargo, algo iba a retenerme en Tnger y hacerme cambiar de propsitos: una novia. La conoc en una boda y en ella encontr el calor que necesitaba despus de tantos aos de sufrimientos y abandono. Yo entonces estaba muy bien. Trabajaba en la Voz de Amrica y ganaba una mensualidad de 50.000 francos. Era, sin embargo, demasiado el trabajo para mi naturaleza debilitada. Por eso, el 8 de junio, da del Corpus Christi, tuve una nueva hemoptisis, que se me volvi a repetir el da 10, fiesta del Sagrado Corazn. Aquellos das me vi muy solo. Mi novia no vena a verme, y yo me senta en la mayor miseria de mi vida, porque aquella mujer era para m mi madre y mi hermana y mis cinco sentidos a la vez. No tena otro cario en el mundo Slo tena una medalla de la Inmaculada Concepcin, que me haba regalado en el hospital un catlico llamado Ernesto.

Cuando sal del Hospital, me dirig a casa de mi novia, de donde me echaron ella y su madre. Me prohibieron volver a poner all los pies, quedndose con cerca de 36.000 pesetas mas. Sent que me volva loco. Empec a gritar que me haban robado y traicionado y compr una navaja con intencin de matarlas. Al entrar en su casa con la navaja y con una carta en la que consignaba los motivos de mi crimen, me cogi la polica y fui conducido a la crcel. Tan extrao encontraron mi estado, durante el largo interrogatorio, que me tuvieron por loco. Pero no era yo ningn demente: era un amargado. As lo declar un mdico psiquatra. Al fin, fui llevado a los tribunales en juicio de primera instancia. Cuando entr en la sala del Tribunal, todos me miraban como a un delincuente de los peores: barba de 20 das, zapatos rotos, camisa llena de mugre, y la soledad absoluta, porque no haba nadie a mi favor; en contra tena a mi antigua novia con su madre, tres testigos y un abogado. A falta de abogados en mi defensa, me pidi el fiscal, que yo mismo prestara declaracin. Entonces recib el favor ms emocionante de la Virgen.Muchos me aconsejaban que me encomendara a un gran Rabino enterrado en Tnger-Rabb Habid Toledano-. Pero yo tuve ms confianza en una medallita de la Virgen que me haba regalado Sor ngela, otra Hija de la Caridad, durante mi ltima estancia en el hospital. Antes de empezar mi declaracin la invoqu con la misma plegara que se lee alrededor de la medalla: Oh Mara, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Solamente la rec una vez. Pero a los diez minutos de empezar la declaracin, sent una fuerza tal, que el abogado de mis contrarios se qued como mudo y nadie poda contradecirme. Hasta que el seor Juez me mand callar, porque toda la sala, llena de judos, rabes y cristianos, se haba puesto en pie y empezaron a gritar que yo era inocente. El jurado me declar absuelto Y yo comprend entonces que tena a mi favor una Abogada Divina que ningn juez de este mundo puede contradecir: La Virgen Mara, Madre de Jess, Abogada de los desamparados.

Pocos das antes haba puesto en la cabecera de mi cama una imagen de la Virgen de Montserrat. Me la haba regalado un morito de catorce aos, criado de un seor cataln, hospedado en mi mismo hotel. El da 2 de abril me bautic. El da ms grande de mi vida! Y cuando recib la Santa Comunin, sent dentro de m como si hubiera tenido una cosa en el cuerpo que no me dejaba respirar, y de pronto se me abrieron todos los conductos de la respiracin. La Confirmacin fue el mismo da. Es como cuando uno se ve cobarde, cohibido ante el mundo, sin fuerzas para luchar, y advierte de pronto que se lleva de fuerzas, y ya es valiente, y ya no teme a nada ni se avergenza de nadie

Reciba un cordial saludo en el mes de Mara Santsima, y un abrazo de su amigo: Jos Mara Crocrn.P. Javier Andrs Ferrer, mCR