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SIMPLEZA
FRANCISCANA
Fray Toribio de Motoliníi!, Historia de los indios de la Nueva España. (Edición de Claudia Esteva Frabregat), Madrid, Historia 16, 1985.
poco podía imaginar Fray Toribio de Paredes, o Benavente, que por identificación con los indios adoptó el nombre nahua
de Motolinía (más o menos «el pobrecito»), que su franciscana humildad iba a verse cuatro siglos más tarde emulada por el antropólogo encargado de editar, por vez primera en España (la edición de la BAE cuenta sólo para bibliotecas), su obra fundamental.
Y no es que Fray Toribio fuera simple, en el sentido de tonto, que de tal no tenía un pelo, pero sí es cierto que la emulación de su llaneza teórica, puesta en la perspectiva de una disciplina organizada, como es la antropología, y de varios siglos de criticismo y comparatismo, no puede menos de producir impresión de simpleza (en el paladino sentido de estulticia), por más que el émulo sea alguien con el currículum y el prestigio de D. Claudia Esteva.
No deja de sorprender que sea él precisamente, discípulo de Caso y Garibay, licenciado por la ENAH, y antropólogo con experiencia americanista, quien en las notas cometa errores tan de bulto como decir que los plurales nahuas se forman todos con el sujijo -que(p. 19), cuando al menos las palabras terminadas en -ini lo hacen en -name (tlamatini-tlamatiname,«sabios») y las terminadas en -ti lo hacen en -ica (mecatl-mecatica,«cuerda-s»; ocelotl-ocelotica, «jaguar-es»); adobando el resto con comentarios vulgares ( como el decir que teotl significa «dios», cuando tanto Wasson como Duverger se han esforzado por sugerir su identidad con el Wakan o el Manitu de las Praderas; o traducir tlatoani por «señor, 'el que habla', superior en las relaciones de poder» -p. 143- sin explicar que se tratadel supuesto «emperador» azteca);y las más de las veces simplementeociosos: dedicados a la inútil tareade trascribir correctamente la malagrafía del fraile (Amaquemanca,
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por Amecameca; Azumba, por Otumba), sin explicar la etimología, ni situar geográfica y étnicamente el lugar o la población.
Pero son estos peccata minuta de la teoría, al lado de las indoctas ramplonerías con que Esteva nos regala en el prólogo, no por inane menos prolijo, reiterativo y lleno de notas que nada anotan. No parece existir para el prologuista ni el archiclásico libro de Ricard, Laconquista espiritual de México, ni los estudios posteriores, ampliamente endeudados con aquél, de Baudot, Maravall y Duverger, sobre los avatares de la aculturación hispánica del México colonial, con todas sus complejidades lingüísticas (las polémicas sobre la traducción de términos católicos al nahua entre dominicos y franciscanos), religiosas ( el problema de las órdenes sagradas a indígenas, los bautismos masivos, el concilio mexicano de 1545 y la bula de Paulo III otorgándoles dignidad humana a los indios) y políticas (la utopía del obispo Quiroga y la «república indiana» de los franciscanos).
De nada de ésto, tan fundamental para enmarcar la obra de Motolinía, habla Esteva. Como tampoco habla de las relaciones entre la obra del de Paredes, la de Olmos y la de Sahagún, en lo que hace tanto al método etnográfico, como a la construcción de la historia y etnología de Indias. Cita, sí, curiosamente, a Torquemada (como también cita, a modo de adorno, a Durán, a Aguilar, a Tezozómoc y a Ixtlilxóchitl), lo que sin embargo no le lleva a situar en primer término la obra de donde el autor de la Mo-
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narquía Indiana lo tomó casi todo, la Ha. eclesiástica indiana, de Mendieta, entristecido testamento de la experiencia utópica franciscana en la Nueva España.
Resulta curioso, con tales carencias, ver aparecer en el prólogo encabezados tales como «conflictos y estrategias en la Nueva España» o «Proceso y dialéctica de la aculturación» donde no se nos habla de los cat;cismos icónicos, las habilidades lingüísticas de los frailes, o el enigma de la Virgen de Guadalupe, ni tampoco se mencionan los problemas de la aculturación fallida (a lo que Sahagún dedicó dos anexos de su Relación) o de las conversaciones fingidas (cuyo ejemplo máximo sería el proceso entablado por Zumárraga a D. Carlos Chichimecatecutli). El problema más relevante que en todo el entramado aculturativo aborda Esteva es el del canibalismo azteca, y lo resuelve por vía de su sustitución simbólica en la comunión católica, lo que deja de representar un juego de manos admirable, cuando antes el autor no se ha cuestionado (y aquí la bibliografía es amplia, de Sahlins a Arens, pasando por Harris y Harner, por supuesto) sobre la realidad de la «abominable» costumbre -problema que es competencia, antes que de la teoría, de la simple evaluación del material etnográfico.
Qué pueda significar, en el medio de semejante cúmulo de despropósitos por omisión, la «ética» que Esteva proclama como nudo de todo el problema de la conversión mexicana es algo que se me escapa totalmente -sobre todo porque Esteva no explica qué entiende por tal cosa. Sólo se me ocurre que tal vez para el Prof. Esteva «ética» signifique algo así como el «maná» con que nuestra cultura revoca los desconchones de su propia
Seminarios de Ciencias Sociales. Palacio de La Magdalena. Santander, 1986.
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LA ECONOMIA Y LA DOS SIGLOS DE Guillermo de la Dehesa HACIENDA DURANTE LA ECONOMIA 11 - 16 Agosto SEGUNDA REPUBLICA ESPAÑOLA Ministerio de Economia y Y LA GUERRA CIVIL Gabriel Tortella Casares Hacienda. Josep Fontana Lázaro 14- 18 Julio 4 -8 Agosto ANALISIS ESTRUCTURAL Instituto de Estudios Fiscales. LA REFORMA DE LA REALIDAD HACIA EL ADMINISTRATIVA EN ECONOMICA DE BICENTENARIO DE LA EL ESTADO DE LAS CANTABRIA Y CONSTITUCION DE AUTONOMIAS: EL PROYECCIONES SOBRE ESTADOS UNIDOS: PROBLEMA DE LA SU FUTURO. DEMOCRACIA Y BUROCRACIA•• Ana Yábar Sterling PLURALISMO F co. Javier Velázquez López 23 -27 Junio Manuel Pastor 30 Junio• 4 Julio Caja de Ahorros y Monte de 1 • 5· Septiembre Ministerio de la Presidencia. Piedad de Santander. Embajada de EE. UU. en
EL CAPITALISMO Cámara Oficial de Comercio España.
ECONOMIA NEOCORPORATIVO EN y Consejeda de Economla
INTERNACIONAL: ESPAÑA y Haciendo del Gobierno
OPCIONES DE POLITICA Juan Velar de Fuertes Regional de Cantabria.
ECONOMICA Y SU 25 -29 Agosto INTEGRACION
COORDINACION .. CULTURAS EDUCATIVA-SOCIAL Y Miguel Boyer MINORITARIAS Y ATENCION DE SALUD A 4 -8 Agosto MARGINACION ETNICA: LA INFANCIA DIFERENTE Gropc Banco Exterior de LA COMUNIDAD GITANA España.
EN ESPAÑA LA EMPRESA ESPAÑOLA Y LOS GRANDES TEMAS
Henar Corbi Murgui 23 -27 Junio
JURIDICOS Comunidad de Madrid, Junto COMUNITARIOS .. de Anda/uda, Junta de Rodrigo Uría Meruéndano Extremadura, Diputación 7 - ti Julio LA ECOLOGIA EN LOS
General de Aragón, Diputación Regional de
ESTUDIOS DE Cantabria, Ministerio de PROSPECTIVA Cultura, Embajada de la India Ramón Tamames en España. 28 Julio -1 Agosto SOCIEDAD Y CONSUMO: AJUSTE ECONOMICO ESPAÑA Y MERCADO VERSUS DESARROLLO: COMUN•• EL CASO DE José Luis Perona Larranz IBEROAMERICA 18 - 22 Agosto Emilio de la Fuente Asociación para el Estudio 30 Junio - 4 Julio Internacional del Consumo Instituto de Cooperación (AIPEC). Iberoamericana (ICI).
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INTERNACIOOAL MENENDEZ
Ministerio de Educación y Ciencia.
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comprensión trascultural (tal como Lévi-Strauss interpreta a Mauss, en un sentido semiótico). Lo que me parece un abuso proyectivo por parte de Esteva, y una clara muestra de evangélica simpleza (bien concorde, eso sí, con las propias estrategias puestas en marcha por los franciscanos en su experimento novohispano ).
Alberto Cardín
EL ESTUDIO
DE LA
LITERATURA A
TRAVES DEL
ANALISIS DEL
LENGUAJE
Emilio González-Grano de Oro. El español de José L. Castillo-Puche. Estudio léxico. Biblioteca Románica Hispánica, Editorial Gredos, Madrid, 1983, 478 págs.
José Luis Castillo-Puche (Yecla, 1919) comienza su carrera de novelista con la negativa de la Censura española a la publi-
cación de su primera novela, Sin camino, terminada en 1947. Se trata de una obra considerada por algunos como autobiográfica por narrar un acontecimiento íntimo -el del abandono de una «vocación» religiosa. Muchas de las clasificaciones hechas por el hombre pueden resultar, como parece serlo la acabada de citar, ligeras y poco fundadas: las apariencias engañan, porque muchos han sido los casos de seminaristas que han optado en cierto momento por el abandono final. Lo interesante del caso es la irrupción inicialmente frustrada de un joven escritor en el campo novelístico en el que ha decidido moverse. Su primera publicación importante y segunda novela, Con la muerte al hombro (Biblioteca Nueva, Madrid, 1954), antecede a la de su primera obra escrita y finalmente publicada en Hispanoamérica (Buenos Aires, Emecé, 1956). Con la muerte al hombro, siguiendo el
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mismo criterio anterior, es otra novela «autobiográfica», pues en ella un joven murciano vive la azarosa huida del pueblo en que nace -Hécula- al mismo tiempo que cree huir de su propio destino y naturaleza. Estas dos obras iniciales, tan claramente vistas por J. L. Alborg en su Hora actual de la novela española (Taurus, Madrid, vol. I, 1958), son el frontispicio de una abundante serie de novelas que termina por ahora en Conocerás el poso de la nada (Destino, Barcelona, 1982). Entre aquellas y ésta fluye la vida vista y entrevista por Castillo-Puche: una vida enraizada en España dentro de un lapso de tiempo semejante al de su biografía. Nada extraño resulta, pues, el que algunos acepten estas vidas y estas biografías como paralelas. De ahí la precipitada clasificación antes referida.
Lo que sí es cierto es que esas vidas, como las de otras criaturas elegidas por Castillo-Puche, nos suenan a conocidas; sus nombres se nos antojan cercanos, sus voces no se diferencian de otras que hemos oído. Si algunas veces la trama de la obra ha tendido a lo truculento e incluso a un desaforado esperpentismo, la razón ha estado en la reciente historia de España, de la que Castillo-Puche no ha querido apartarse. La transmisión escrita de tanta peripecia parte de unas voces, gritos, palabras y expresiones que automáticamente se convierte por arte de su autor en transmisión de tono oral. Quizá en este cambio de valores radique la familiaridad con que todo lo acogido en la obra narrativa de Castillo-Puche se nos presenta.
El libro de Emilio GonzálezGrano de Oro ha prestado atención a toda la obra -novelística o nodel escritor murciano por una razón puramente lingüística basada
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en el atractivo de su habla: un habla fundamentalmente testimonial y creativa a un tiempo. Porque, como muy bien apunta Manuel Seco en su prólogo, en toda obra literaria de valor hay siempre implícito un equilibrio entre «la intimidad que une lengua hablada y escrita y esa tensión que por naturaleza las impulsa en direcciones divergentes» (p. 10). Los valores literarios de Castillo-Puche, tanto en sus relatos de ficción o en los que parten de realidades históricas, como son sus propios viajes, entrelazan dos tipos de voces paralelas: la suya propia y la de los demás. De ahí el doble interés de este libro.
Acotado el vasto campo ofrecido, Emilio González-G. de Oro ha procedido a su estudio con intuición y tacto a través de una metodología rigurosa y de una prosa clara y atrayente. Ha manifestado el autor de este libro su propósito de prescindir de valoraciones literarias y de ceñirse al cuerpo léxico del autor estudiado. Pero no se puede hacer esto último sin invadir ni rozar el primero de estos dos campos. Ya él mismo nos lo advierte en su introducción: «subyace en él [el propósito del libro] la conciencia de la interrelación forzosamente existente entre contenido y forma, de la que no pueden estar ausentes, en este caso, las palabras con las que Castillo-Puche construye su edificio literario. Precisamente, la presencia en éste de un vocabulario elegido siempre, así como la ausencia de otro voluntariamente desechado, constituyen naturalmente parte de la razón de esa obra. Así pues -reconoce González-G. de Oro-, el presente estudio intenta también contribuir a un conocimiento más amplio, a un juicio más cabal de su creación literaria» (p. 14).
Precisamente por esta razón, el libro, dividido en tres grandes apartados, se inicia con una incursión lingüística por la obra más «literaria» de Castillo-Puche: la de ficción. Pero antes, el estudio se detiene incluso en la actitud teórica del novelista frente al lenguaje. En artículos y conferencias dispersos y cuidadosamente recogidos por González-G. de Oro, CastilloPuche ha ido expresando su curiosidad, respeto e ideas en torno al lenguaje. De él, dice, sólo le interesa el vivo, porque la palabra o expresión que en él no encajan pasan automáticamente al cajón de la nu-
mismática, donde las voces hacen compañía a las monedas que no circulan.
El recorrido que hace GonzálezG. de Oro por esta gran parcela de la obr� de Castillo-Puche es total y detemdo. Una tras otra, incluso dos novelitas olvidadas anteriores a sus primeras publicadiones grandes, se colocan en fila para la oportuna revista. El trabajo arroja una serie de datos valiosos para una futura apreciación semiótica, en parte implícita aquí. El signo y su res?nancia, sus implicaciones y relac10nes, aparecen a lo largo de este recorrido, de este profundo corte. (Recuérdese lo que al respecto vienen a afirmar Louis Hjelmslev en Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Madrid, 1971, p. 20; Francisco Abad, «La literatura signo lingüístico formal», págs.' 313-329, y !uan , O_leza, «La literatura, signoideologico», págs. 176-217, ambose_n La literatura como signo, Editorial Playor, Madrid, 1981: cualquier estudio analítico de una obra literaria ha de hacerse a través del estudio científico de la lengua en que ha sido expresada). Por todo ello coincido plenamente con lo afirmado por Manuel Seco en el prólogo al libro El español de José L. Castillo-Puche: «Creo que esta sección de Emilio González será en lo sucesivo, una de las vías necesarias para el correcto acercamiento al novelista de Yecla, tanto por el lado literario, como por el lingüístico, ya que, certeramente se parte del hecho real de que cada uno de estos lados es, con respecto al otro hueso de sus huesos y carne de s� carne» (p. 12).
La segunda parte de este libro dedica su atención a los elementos constitutivos del léxico. Tanto en
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ella como en la que le sigue el autor ha sabido recoger la ens�ñanza de W erner Beinhaver y del propio M. Seco (respectivamente expresa-;da en _ El español coloquial, Gredos, · Madnd, 1968 y El humorismo en el español hablado, Gredos Madrid ; 1973, del primero; Arnich�s y el ha�' bla de Madrid, Alfaguara, Madrid, 1970, de Seco). Dentro de esta se\.. gunda parte González-G. de Oro rastrea, ya en la obra total del escritor murciano, todo cuanto de interés hay en el campo de los procedimientos de creación y ampliación con que cuenta el español como lengua viva. En su viaje por la «transformación de lo conocido» el libro nos habla de lo que a Casti� llo-Puche le ha interesado en el manejo de los tres planos desde los que escribe su obra: el del narrador distanciado, el del narrador interesado o intermedio, el del transcripto� de diálogos. Todos los procedimientos de transformación de lo conocido -el corte, las siglas, deriva_ción, composición, elipsis, eufemismos y disfemismos, cambio de categoría, así como neologismos y palabras ausentes del Diccionario de la Real Academia Española ( con apartados especiales para el extranj_erismo) y voces del «léxico espanol restante» (murcianismos americanismos, palabras vascas)_: están ilustrados copiosamente. Son cien las páginas de apretados renglones por las que desfilan estas voces con su correspondiente interpretación según el uso dado por Castillo-Puche. Este rico repertorio léxico incluido luego en el volumi�oso índtce de palabras (págs. 409-474), esta tratado con minucioso cuidado no exento de gracia expositiva (v. el epígrafe «Murcianismos y otras voces afines», en el que lengua y literatura quedan hermanadas por 1� fuerza simbólica, el eco y resonancia de tanta palabra).
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La Editorial Júcar publica
como 1. ª muestra de una serie
de publicaciones de los textos
de···· en casteUano
lA VEIA IATINA
Ediciones Ji.ícar
De este segundo apartado, donde también se estudian las formas estereotipadas y el impacto de la petrificación léxica, merece especial atención la dedicada a los campos semánticos favoritos de Castillo-Puche. Muchos de ellos son de gran interés para el especial conocimiento de los estratos nefandos de la lengua, generalmer:te po_co estudiados o soslayados mtenc10-nadamente (pienso especialmente en el campo escatológico o sexual, tan vivos .en la lengua española); u otros entre los que destaca el curioso' apartado dedicado a ver, entre los efectos de la confusión y violencia la relación lenguajeGuerra Civil de España.
El tercero y último de estos apartados se refiere al aspecto más original de la lengua: aquel mediante el cual el hablante trata de expresarse más libremente o con mayor conciencia creadora. «Realce y expresividad» es su título y bajo él se agrupan la hipérbole y exageración los medios para captar la aten�ión la comparación y antífrasis -a la� que tan dado es el hispanohablante- los usos vocativos, la referencia a ' las personas del discurso, la exclamación, el insulto, así como las fórmulas de rechazo. El repaso hecho a través de estos epígrafes, como en los apartados anteriores, nos ofrece esa doble perspectiva de la labor �readora _Y seleccionadora del escritor CastIllo-Puche. Por ello, y volviendo a las páginas del prólogo de Seco, tengo que suscribir íntegra�_ente sus propias palabra�: «El merit?. y el relieve de este hbro de Em1ho González se fundan cabalmente en haber llevado a cabo una indagación en dos dimensiones, que nos conduce, por una parte, a un conocimiento profundo de las claves lingüísticas -y, por tanto, ta�bién estéticas- de uno de los escritores más importantes de nuestro tiempo, y por otra, a una riquísima exposición, ordenada y comentada, del léxico español del tercer cuarto de siglo, particularmente en su nivel coloquial, tal como nos lo ha trasmitido el amor y la sensibilidad del fecundo novelista. Del primer logro habrán de felicitarse_ los críticos y los amantes de la hteratura; del segundo nos felicitamos ya los amantes y los estudiosos de la lengua» (p. 13).
o e,:
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DOS
POEMARIOS
Femado Beltrán: Ojos del agua. El Observatorio, Ediciones Madrid, 1985.
Fernando Menéndez: Sentir- se. Colección Tabarka. Alicante, 1985.
E1 ovetense Fernando Beltrán ha publicado su último y mejor libro bajo el título de «Ojos de agua», que es algo así como un
lento recuerdo de la infancia perdida y lejana.
La lluvia es la llave que logra abrir la cárcel del tiempo y el poeta se siente niño bajo los árboles del jardín público'. al lado de sus amigos, saltando entre los c�arcos q�e ha dejado la mansa lluvia nortena.
«La lluvia fue nuestro primer ju[guete,
Campo de San Francisco, Ovie[ do
el óleo barnizado no sé en cuántos grises de dis
[ tancia».
Florencia Martínez Ruíz decía que «Beltrán formó hace algunos años en el «grupo del sesismo» -con Miguel Galanes, otro poetaque se reafirma a pasos agigant�dos- y su paso por aquel m?v1-miento no fue en balde. Efectivamente una vez remitida la ofuscación c�lturalista, la sensibilidad en estado puro ha ganado muchos adeptos y cuando se escribe dentro de esa nueva libertad se nota».
Magda Ruggeri Marchetti � '--------------:----:-· r11�•
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«Ojos de agua», es una obra qu_e pertenece al sensismo; el poeta �1� ró hacia el niño y éste le devolv10 la mirada, y ese diálogo -o monólogo interno- es la clave de todas las páginas de los pequeños recuerdos que afloran de nuevo en el centro mismo del corazón. Son los sentimientos mezclados con la memoria del 'ayer perdido, lo mejor que pueda tener un escritor. Importantes los poemas titul�dos «Relojes del silencio» y «Hormigas del paisaje».
Muy distinto a «Ojos del silenci?», es el poemario de Fernando Menendez (Mieres, 1953) «Sentir- se», aunque el título por sí solo, nos hace pensar en el grupo del sensismo, al que pertenece totalmente Ferna�do Beltrán. Los poemas de este hbro de Menéndez, al modo de sus otros títulos, son breves, concisos, casi transparentes. Recuerdan algunas veces los aforismos del oriental Tagore con una gota de filosofía cristiana; muy totalizadora de la obra es la cita de Ortega y Gasset que el poeta ha puesto al frente del libro: «Sentir- se: esto es, hallarse, encontrarse a sí mismo, pero a la par, ese sí mismo que en�uentra �l hombre al sentirse, consiste precisamente en un puro estar perdido».
El sensismo es una entrega total a los mandatos del corazón y en esos mandatos la razón parece brillar por su ausencia. En la obra de Fernando Menéndez es todo lo contrario· el escritor busca incesantemen'te con la razón y cuando le llegan «los recuerdos siente fria» y aparece -como confirma al final'de la obra- que renuncia a los deseos y que es un fósil perdido en la costa; una piedra que está cansada de rodar por caminos y torrentes.
Estos dos poemarios, escritos por asturianos, confirman la fuerza de la poesía que actualmente se escribe en el Principado.
Víctor Alperi
RETRATO DEL QUETZAL EN CRETA
Ana María Navales, El Laberinto del quetzal. Hiperión, Madrid, 1986.
E1 laberinto del quetzal es la última novela de la escritora aragonesa Ana María Navales. Se trata de una novela poco co
mún, su protagonista carece de nombre -a menos que decidamos llamarlo el quetzal- y su vida atraviesa los siglos y las edades, las especies zoológicas y los más distantes países, con una facilidad pasmosa, gracias a un don de doble filo, la inmortalidad.
La novela está escrita en primera persona. Asistimos a través de su fascinante prosa a una ceremonia de la escritura entendida como una fragmentaria redención de la memoria. Una memoria plural asumida como una condena de los dioses, como el envés, el lado oscuro de ese don terrible de una vida sin fin, interminable.
Quizá uno de los aspectos más enjundiosos del protagonista de El laberinto del quetzal, sea la lucha, el duelo sordo entre el concepto de personalidad anclada en unos límites cronológicos -los famosos y gráficos paréntesis en los que se encierra una vida humana- y esta otra propuesta de una personalidad aferrada más al espíritu que al cuerpo, a la libertad que a las múltiples trabas del tiempo.
El quetzal es un ave tropical americana cuyos atributos son la belleza y la libertad. Sus connotaciones prehispánicas son abundantísimas, pero Ana María Nava
les, a pesar de haber sido profesora de literatura hispanoamericana en la Universidad de Zaragoza, o quizá por ello mismo, ha eludido la tentación de una novela mítico-indigenista, o antropológica en el peor sentido, y ha convertido el quetzal americano en un habitante del mar griego, ha envenenado la belleza maya con el curare de la inmortalidad de Platón. El personaje resultante es una auténtica maravilla.
La Creta, el laberinto de este quetzal es ancho como el mundo mismo, y sus recovecos y pasadizos, no son sino la infinita galería
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de la historia humana. La novela se inicia con el quetzal oteando una bahía desde una rutinaria mesa de despacho. Es el plano actual, cotidiano de la novela, donde se suceden los amores del protagonista con una serie de mujeres idénticas y dispares al mismo tiempo. Pero el secreto de la novela consistirá en lograr ese segundo plano mítico que impregnará toda su historia dotándola de una fabulosa dimensión mágica. La realidad es una constante incitación a la fuga, el quetzal tiene los pies en el suelo del siglo XX, es nuestro coetáneo, pero cualquier detalle trivial despierta los más remotos estratos de su memoria personal, humana o zoológica.
No estamos ante una novela de reencarnaciones a orillas del Ganges. Para que haya reencarnación es preciso morirse y el quetzal está condenado a la inmortalidad. Es un punto importante que no es conveniente olvidar. Acaso otro aspecto atractivo de la novela consiste en la elección de un protagonista masculino, tan seductor y donjuanesco, por parte de la autora de El laberinto del quetzal. lPor qué esa biografía del espíritu en libertad es interpretada por un hombre y no por una mujer? La contestación puede parecer obvia -el hombre es el cronista de la historia-, pero a lo peor está dejando de serlo. Es una de las cuestiones candentes que tal vez tienen un fiel reflejo en esta novela de Ana María Navales.
Un capítulo interesante dentro de El laberinto del quetzal es la reflexión sobre el oficio de escribir. Ya hemos visto que la novela misma es una tarea impuesta, una condena para librarse del castigo de la insoportable inmortalidad del espíritu del quetzal. Sólo escribiendo su vida logrará su liberación. Tre-
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REVISTA DE ARTE
Y PENSAMIENTO
SERVICIO
DE PUBLICACIONES
DE LA DIPUTACION
PROVINCIAL
DE ALMERIA
Navarro Rodrigo, 13
ALMERIA
menda paradoja, la libertad exigiendo su autoliberación.
Pero, al margen de este aspecto, hay en la novela entre sus personajes curiosos, un escritor frustrado, o si se prefiere inédito. Ya en suanterior novela, La tarde de las gaviotas, 1981, aparecía otro escritorcon dificultades. En ambos casos lameditación acerca del oficio de escribir, del duro oficio literario, alcanza una insólita rareza debidasin duda al turbio panorama literario que les rodea. El escritor comobicho raro, como rara avis, comoquetzal domesticado, al que comodecía cierto escritor mexicano aludiendo a Kafka, no le es necesarioconvertirse en un insecto para sertratado como si lo fuese realmente.
La inmortalidad tiene algo de hada madrina extraviada en un pomposo cuadro bucólico. Esta novela nos demuestra hasta qué punto la inmortalidad no es ningún cuento de hadas. El quetzal se desespera buscando su muerte, jamás da con ella. Su vida es un dramático viaje donde se alternan remansos de boscaje amoroso y súbitas llamaradas de autodestrucción nunca consumada.
Este espíritu quetzaliano nos resulta tan cercano como simpático. Casi familiar. A veces, con mirada chispeante y fugaz, nos sorprendemos divisando las cosas como si fuésemos eternos, nos envalentonamos como arcaicos guerreros ante un borroso minotauro. Sí, asomados a esta novela comprendemos la desazón de los pálidos estudiantes ante el apabullante espejo de Hegel, ebrios de tardes grises que la soledad siembra de abismos. La historia del quetzal nos renueva esa fascinante posibilidad de redes� cubrir el luminoso aleteo de la libertad perdida.
César Pérez Gracia
Los Cuadernos de la Actualidad
PESADILLAS
MARXISTAS
FIN DE SIGLO
Juan Ramón Capella, Entre sueños. Ensayos de filosofía política, Icaria antrazyt, Barcelona, 1985.
Leer esta recolección de artículos en el orden cronológico de su producción debería ser un ejercicio obligatorio para todos
los políticos e intelectuales que tienen la osadía de autoproclamarse «hombres de izquierdas». Las reacciones suscitadas en unos y otros podría servir de termómetro para medir el grado de veracidad de tales autoconcepciones, pues Juan Ramón Capella, a diferencia de otros muchos sedicentes marxistas, ha sabido mantener a lo largo de esta última década una capacidad dialéctica impoluta, un lúcido análisis de la realidad social y, sobre todo, una crítica actitud de alerta ante los irresistibles embates de la integración.
Que la «emancipación» no sea una meta alcanzable a través del largo latiguillo del discurso teórico, no implica cancelar la lucha ideológica en favor de los pragmatismos cotidianos. Las consecuencias de esta desactivación ideológica en nuestro país están siendo, de hecho, graves para la izquierda, cada vez más desperdigada y aturdida, que habiendo cedido a las ilusiones socialdemócratas, «concentra la acción política en una lucha en definitiva electoralista que resulta ser un combate con molinos de
Marx.
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viento» (p. 27). Ya en 1974, antes de que se produjera «sin ruptura» la confusa y confundente transición hacia la democracia, Juan Ramón Capella ponía de manifiesto, en un censurado «discurso libertario», «que los parlamentarios de las 'democracias' formales han dejado de ser el lugar privilegiado de formación de la llamada «voluntad general» ( que no es sino la voluntad de las clases dominantes) ... El parlamento y las instituciones parlamentarias se convierten en falsos señuelos. El centro real de formación de la voluntad colectiva de las clases dominantes se encuentra, en los estados del capitalismo maduro, en el seno mismo del poder ejecutivo, en una administración especializada y en la red arterial de comunicaciones entre ésta y el capital monopolista, las finanzas, las sociedades multinacionales y los acuerdos globales entre los dirigentes de las potencias imperialistas y de los estados subordinados, con la creación de instituciones políticas y económicas internacionales y supranacionales que escapan a todo control democrático» (p. 25).
Este perspicaz análisis abstracto, que hace diez años pudo sonar a suspicacia antidemocrática a los oídos de «cierta progresía sedicentemente ácrata ahora bien instalada en las instituciones» (p. 10), vuelve a reiterarse en 1985 en «el lobo que viene (o sobre la fascistización silenciosa)» con tonos marcadamente más preocupantes, pues tras tres años de gobierno socialista el único cambio real ha sido, al parecer, el operado en la mentalidad y los discursos de los elementos dirigentes. «Lo peculiar del sistema representativo del capitalismo -se nos dice ahora- es el intento, siempre precario, de compensar con la igualdad política abstracta la concreta desigualdad social. Pero como la última es condición del funcionamiento del sistema, la representación política de la igualdad abstracta, que es al propio tiempo desigualdad social concreta, no puede estar vinculada estrictamente a la personalidad de ciudadanos de los sujetos sociales. Excluidos por incongruentes con el sistema quedan el mandato imperativo, la responsabilidad del representante ante el ciudadano elector, la participación política asamblearia, el refrendo popular de decisiones concretas que hoy facilitan los medios informativos y cualquier artificio
Marx
institucional materializador de la igualdad política formal. Las poblaciones de ciudadanos se limitan a consensuar qué sector de la élite política toma cada vez en sus manos la dirección del mecanismo Estado ( el mecanismo «mercado» queda permanentemente fuera del alcance de su intervención en el sistema sociopolítico )» (p. 142).
Pero esta crítica implacable del capitalismo, ejecutado en gran medida con el instrumental quirúrgico del marxismo, no se limita a denunciar lukacsianamente el uso «directamente apelativo e indirectamente apologético» del término «democracia», ni a desmontar etiológicamente el contraargumento falaz de su fragilidad, mostrando de dónde provienen realmente las amenazas a la libertad. Más énfasis aún se pone en la estabilización revolucionaria que los sistemas de «socialismo real» han supuesto. «La experiencia institucional de las revoluciones socialistas ha de ser vista globalmente como error del que es necesario aprender» (p. 31). No sorprende en este punto la interpretación libertaria del pensamiento de Marx, en particular del difícil equilibrio diseñado en la Crítica del programa de Gotha entre el reformismo lassalleno y el aventurerismo anárquico de Bakunin, «pues Marx compartía con Bakunin una suposición muy fundamental: que una sociedad comunista implica la desaparición del estado, la inexistencia del aparato de poder político que instrumenta la relación de dominación de clase incardinada en el modo de producción» (p. 54). Tampoco sorprende que Juan Ramón Capella, hábil rastreador de la tradición marxista, se haya encontrado de bruces debatiéndose con el problema suscitado en el trostkysmo «degenera-
Los Cuadernos de la Actualidad
do» por Rizzi y Burnham con La burocratización del mundo. Aunque sus apreciaciones críticas puntuales acerca de las exageraciones manageriales de ambos sean correctas, inspiradas como etán en concretos análisis de las nociones clave -trabajo y propiedad-, así como en una lectura más que inteligente del libro III de El capital, al final -ésto sí resulta algo chocante- sunervio científico parece desmayar abrumado por las intuiciones anticipatorias de Rizzi: «La burocratización del mundo, como la imagen de 1984, es una pesadilla que nos acecha despiertos. Pues no se ve salida; no hay bárbaros al otro lado de la frontera» (p. 96).
No se trata de una concesión retórica, coyunturalmente exigida por el género literario de un postfacio. Juan Ramón Capella, inspirándose en la mirada de Marx sobre el Leviathan, abriga en estos ensayos -en todos y cada uno de manerareiterada- la esperanza de superarel eclipse que hoy obnubila el idealemancipatorio de los movimientosrevolucionarios. Para ello es preciso superar a Marx desde Marx mismo en su centenario. En esa dirección avanzan las críticas al objetivismo quietista y determinista dela interpretación economicista delmarxismo, y a la falta de una visiónadecuada sobre la agotabilidad delos recursos naturales que Marx,naturalmente, no pudo preveer.Pero, aparte de estos tópicos, loque más preocupa a Capella es laceguera de Marx respecto al análisis de los medios de producción denaturaleza esencialmente intelectual. De ahí nacen sus pesadillasmarxistas fin de siglo y de ahí, también, sus análisis más sofisticados:«parece que se da por supuesto quela desprivatización de los mediosde producción materiales (tierra,maquinaria, materias primas, etc.)puede implicar por sí misma la desprivatización de los medios de producción de naturaleza ideal». (p.85). Pero «la acumulación de cultura en manos de los miembros delas clases dominantes es inmensa:son ellos los que saben mandar.Son no sólo los médicos y los ingenieros y los abogados: son los matemáticos, los gerentes, los fabricantes de ideología, los que enseñan. Despojadas de propiedad, lasantiguas clases dominantes subsisten porque no es posible su eliminación sin regresar a la barbarie»(p. 27). Y si el acceso privilegiado a
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EDITORIAL ANAGRAMA
Alvaro Pombo LOS DELITOS INSIGNIFICANTES
Una nueva novela de Alvaro Pombo, tras su lanzamiento internacional con Et héroe de fas mansardas de
Mansard. Un libro divertidfsimo y estremecedor: inolvidable.
Sergio Pitol EL TAÑIDO DE UNA FLAUTA
Con la edición española de este libro, tras El desfile del amor (Premio Herralde de Novela) y Juegos florales, se completa la publicación del corpus novelístico de Sergio Pitol, de una calidad de difícil parangón en la literatura latinoamericana contemporánea.
Luisa Futoransky DE PE A PA (DE PEKIN A PARIS)
Finalista ex-aequo con Prima donna de Jorge Ordaz del 111 Premio Herralde de Novela. El tema del exilio en clave de personalfsimo humor.
Soledad Puértolas BURDEOS
Con esta novela, su tercer libro, Soledad Puértolas se afirma como una de las voces interesantes de la nueva narrativa española.
Maruja Torres iOH, ES EL! (Viaje fantástico hacia Ju
lio Iglesias). La primera y desternillante novela
de Maruja Torres: iOh, Maruja!
Alain Robbe-Grillet EL ESPEJO QUE VUELVE
Un inesperado (e indispensable) texto autobiográfico por el paladín del Nouveau Roman.
Vladimir Nabokov PNIN
Una de las mejores y más divertí-
" das novelas de Vladimir Nabokov.Nueva traducción a cargo de Enrique Murillo.
Vladimir Nabokov EL OJO
Una inquietante nouvel/e. Nueva traducción a cargo de J. A. Masoliver Ródenas.
Pnin y El ojo son el volumen 4.0 y 5.0 de la «Biblioteca Nabokov•, tras Habla, memoria, Lo/ita y Pálido fuego.
Marx
las fuentes de creación científica y la acumulación cultural son las causas reales de la desigualdad en los dos sistemas del universo burocratizado, entonces el camino hacia la catástrofe está perfectamente asfaltado para la especie.
Hay, sin embargo, una pequeña incongruencia en el análisis de Capella que permite enfrentarnos con la pesadilla con algo menos endeble en las manos que «el sueño de verano» de una utópica e idealista «revolución cultural», única tabla de salvación, según él, en este tenebroso fin de siglo. Por un lado, se concede que el saber es de naturaleza material, por «extraña» que sea su materialidad (p. 29), pero, por otro, casi siempre se refiere en sus análisis más críticos a su caracter ideal. Esta contradicción corre pareja con otra apreciación dual, apenas profundizada por Capella, a saber: el caracter de trabajo acumulado o producto social que poseen la ciencia y el saber (p. 86), frente a la apropiación individual e inevitablemente subjetiva, que de ella hacen (hacemos) los «letratenientes». De ahí que haya que fiar la solución a la buena voluntad subjetiva de ciertas minorías creadoras «moralmente comunistas». Creo que estas ligeras incongruencias terminológicas empañan gran parte de los análisis, por lo demás brillantes, de Capella. Y creo, también, que una concepción materialista y plural de las ciencias y de la cultura, que no haga de sus contradicciones internas materia de inventario, puede alentar perspectivas más halagüeñas mientras tanto. Cierto que estas consideraciones faltan en el libro de Capella. Pero algunos de sus análisis materiales avanzan en esa dirección.
Alberto Hidalgo Tuñón
Los Cuadernos de la Actualidad
LEOPOLDO
MARIA
PANERO O LA
PALABRA
EDIFICANTE
Leopoldo María Panero, Antología, Ediciones Libertarias, 1986.
En qué consiste ese rasgo de aquellos poetas que no gustan, esos poetas -escasos- que destacamos del resto y aparecen dota
dos de una extraña genialidad para nosotros? Es un matiz. Y acaso resida no ya en su poder de construcción y sugerencia con el lenguaje (hoy son numerosos los poetas que saben tocar el violín, como alumnos aplicados), sino en el misterioso hecho de que, al leer un libro, hay al menos un verso o unos pocos versos que, de alguna forma, nos afectan, tocan algo profundo de nuestra sensibilidad, y oímos resonar toda la poesía en ellos (pero ahora con estupor y sorpresa). La poesía de Leopoldo María Panero -cuya reciente Antología acaba deeditarse- configura un discurso inquietante, un castillo de pureza yruinas donde, en violenta ruptura ya ráfagas deslumbrantes, asistimosa la manifestación de uno de loslenguajes más críticos, revulsivos y
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lúcidos de la España de las últimas décadas.
En un premonitorio ensayo de principios de los 70, Gimferrer ya llamaba la atención sobre la figura del joven Panero, considerándolo la voz más original aparecida en nuestra poesía por aquellos años. Podría añadirse que con sólo sus dos primeros (Así sefundó Carnaby Street y Teoría) se convertía no sólo en maudit de aquella literatura (sólo comparable a otro novísimo extraordinario y casi desconocido, Alascok-Ish de Luna), sino en el artista verbal de sensibilidad más actual y moderna entre los que éramos jóvenes escritores durante aquellos años.
Decía W. H. Auden (repetía Lionel Trilling) que el libro de verdadera calidad nos lee a nosotros. Llena de altibajos, zigzagueante, pero edificada siempre sobre el resplandor de la fisura, sobre esa cueva oscura donde cohabitan belleza y espanto, la obra de Leopoldo M." Panero nos ratifica y devuelve nuestra imagen en un mundo sórdido,-al rozar o chocar por un instante con el ala o la espada de lo absoluto ( «Vivo . -escribe Panero..:.. bajo la sola protección de una idea: el mundo de lo absoluto es para mí una enfermedad o excepción que a todos incluye. Se trata siempre del fin en la tragedia, pero cuando este fin es el sueño del fin universal, la tragedia trata en él de ser plenamente»). Como en Blake, Nerval, Kafka o Poe, la fusión de belleza y horror que se produce en su poesía (lo familiar y lo inquietante) nos devuelve la imagen auténtica y simbólica de nosotros mismos en el mundo que habitamos. En ese cre
púsculo Activo, en esa inquietante extrañeza aparece al fin la poesía «la poesía que brilla, la locura como un trono».
La presente Antología -compuesta y seleccionada por el autor con unidad y criterio, hasta hacerla funcionar como auténtico libro- es una excelente ocasión para observar lo mejor de su poesía; pero también, para apreciar los caminos de una curiosa evolución poética. Si toda la poesía de Panero es desusadamente simbólica («El símbolo es el modo de pensar de los imaginativos», decía Pessoa), asistimos a una reestructuración del mundo en términos de universo simbólico (Umberto Eco). Ello nos lleva a una descodificación por partida doble: la lectura de un mundo
que es percibido simbólicamente (a la manera del pensamiento mágico, esotérico o alquímico); en segundo lugar, a su reescritura en términos de un lenguaje simbólico polim01fo, personal, extraño, desviado (eclosión de símbolos nuevos). Intimamente conectados, ambos niveles operan en su poesía, y nos devuelven un concepto del universo radicalmente distinto -aspecto en el que acaso resida lo más significativo de su renovación estética.
La evolución de esta poesía produce, en el plazo de quince años (1970-1985), otro hecho curioso: frente a los poemas lúdicos, polimorfos y versátiles de Así se fundó Carnaby (pero enormemente peligrosos e inquietantes), a partir de Teoría (1973) hay un decidido afán de construcción que toma como modelo los Cantos de Pound (con desarrollos anatómicos y musicales, recurrencias «melódicas» que canalizan vivamente la esfera connotativa). Lo más interesante es que, al tiempo, se nos va dibujando, en rápidos flashes, una biografía particularmente emotiva, que acaba por convertirse en simbólica. En una tercera fase (apuntada ya en Narciso, y explicitada desde Last river together (1980) hasta El último hombre (1985), se produce una simplificación progresiva de las formas, una nueva dispersión compositiva (y fusión mayor de lo cotidiano y lo extraño) y una profundización en la introspección personal, testimonial y autobiográfica, estilizando aún más, si cabe, los contenidos simbólicos, que convierten al sujeto poético en auténtica mascara o personaje de un drama. Con todo, las tres fases se encadenan de tal forma que, desde una perspectiva sincrónica, constituyen las tres líneas modulares por
Los Cuadernos de la Actualidad
las que avanza su producción poética.
Kafka decía: «Correr hacia la ventana y por entre maderos y vidrios astillados, debilitado por el gasto de todas las energías, saltar sobre el alféizar». La poesía de Leopoldo María Panero es eso: metáfora, abismo, salto simbólico y abrupto hacia ninguna parte. Pero desde su crepúsculo activo nos devuelve también una palabra edificante: la imagen esencial de nosotros mismos en un mundo alineante y extraño. Como Coleridge en Kubla Khan, ¿estos poemas fueron compuestos soñando, interrupidos por la aparición súbita del hombre de Porlock?No lo sabemos. Pero toda su inquietante escritura nos obliga a pensarlo. Del poema, o de las opera omnia, sólo el principio y el fin de cualquier cosa perdida: disjecta membra que, como dijo Carlyle, es lo que queda de cualquier poeta o de cualquier hombre.
César Nicolás
REPERCU
SIONES DEL
CENTENARIO
DE EZRA
POUND EN
ASTURIAS
Siempre que se habla de poesía moderna por personas que entienden llega un momento en que se termina por sacar a cola-
c1on a Ezra Pound. Tal vez se le nombra para maldecirle como licencioso y mordaz, afectado, frívolo y errátil. O tal vez se le clasifique como hombre que viene hoy a llenar una hornacina como la de Keats en una época anterior. El hecho es que se le mencionará», escribió Car! Sandburg en «Poetry».
Naturalmente, también se ha mencionado a Pound en Asturias, y con diversos motivos, e incluso en fechas muy anteriores a la de su centenario. Ernts Robert Curtius reconocía, en su ensayo sobre Ramón Pérez de Ayala, que Asturias está abierta a la mar del mundo; y mucho antes de esto, Clarín le es-
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Ea rosa de las 1wche.s
colección de poesía
euadernos de eruta!
Apartado de Correos 384 Avilés (Asturias!
JOVELLANOS Y ASTURIAS
Jesus Menendez Pelaei
Jose Miguel Caso González
& SERVICIO
DE
PUBLICACIONES
Qtja de Ahorros de Asturias Plaza de la Escandalera, 2 - 33003 Oviedo
Teléfono: (985) 221494
cribía una carta-prólogo al poeta llanisco Demetrio Pola Varela en la que le decía que desde Llanes se puede estar tan atento a las novedades literarias como en París o en Londres.
En lo que a Pound se refiere, hay algo más que estar al día; porque Pound también se ocupó de Asturias, aunque no tanto como Victor Hugo, y tal vez inconscientemente. Sin embargo, en su libro «The Spirit of Romance», escribe sobre el «Cantar de Mio Cid»; y en su canto 111, pisano, presenta al Cid en la misma situación en que le versifica Manuel Machado.
Mio Cid cabalgó hacia Burgos, cuesta arriba, al portón tachonado,
[ entre dos torres lo golpeó con el lanzón y salió la
[niña, una niña de nueve años, vino hacia la galería, sobre el por
[tón, entre dos torres, leyendo la sentencia, 'voce tin
[nula', «Que nadie hable, alimente o ayu-
[ de a Ruy Díaz, so pena de arrancarle el corazón, [clavarle en la punta de una pica, sacarle los ojos, confiscarle los bie-
Mio Cid, he aquí los sellos, el sello real y la escritura».
[nes.
Rodrigo Díaz, el Cid, estaba vinculado a Asturias como bien lo demuestra J.E. Casariego en su trabajo «El Cid jurista en Asturias. Los parientes asturianos del Cid». El imponente guerrero casó con asturiana, Xi.mena, hija de Diego Rodríguez, Conde de Oviedo, procedente de tierras de Tineo. Aunque Pound no lo supiera, y no hay razón tampoco para asegurar que lo ignorara, es indudable la relación con Asturias de Mio Cid.
No sería ésta la razón, obviamente; pero la revista «Los Cu"ª7
Ezra Pound.
Los Cuadernos de la Actualidad
Ezra Pound.
demos del Norte», editada en Oviedo, dedica amplia atención al poeta de Haley (ldaho) en su número 33, correspondiente a septiembre-octubre de 1985; nada menos que cuatro trabajos que ocupan la sección «Los Cuadernos de Literatura» en su totalidad, «Homenaje en Venecia» de José María Alvarez; «Ezra Pound y los cantos» de Jesús Pardo (autor, por cierto, de una excelente versión de «Cantos pisanos», Adonais, 1980); «Notas sobre Ezra Pound» de Andrés Linares, y «Los días, las opiniones y los versos de Ezra Pound», de José Ignacio Gracia Noriega; este último es el texto de una conferencia pronunciada en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander. Su autor, Gracia Noriega, el único asturiano de los cuatro que hacen aportaciones sobre Pound en este número de «Los Cuadernos del Norte», se ocupó del poeta ya centenario en otros artículos aparecidos en diversas publicaciones periódicas: «Un homenaje a Ezra Pound», en «La Voz de Asturias», 2.5.85; «El silencio del poeta», en «La Nueva España», 3.11.85; «Ezra Pound politizado» en «El Oriente de Asturias», 18.1.86; más la reseña de la traducción de «Des imaginistas» (Trieste, 1985).
No obstante, con mucha anterioridad, en 1977 para ser exactos, otro asturiano, de Lastres, Mariano Antolín Rato, había traducido «El carácter de la escritura china como medio poético», de Ernest Fenollosa, trabajo que ejerció una gran influencia sobre Pound, hasta el punto de que, en la portada de este delgado volumen, editado por Visor, aparecen los nombres de Pound y Fenollosa, como si lo hubieran escrito en colaboración, cuando de Pound sólo hay una brevísima nota
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introductoria, notas a pie de página, y muchas menciones en el prólogo, obra también de Antolín Rato. A partir del interés de Pound por las culturas orientales y por la escritura ideográfica podemos encontrar a otros asturianos afines a él; estos versos, sacados del poema «Así fueron», de Angel González, pueden interpretarse como un «haiku»:
La mañana -ese tigrede papel de periódico.
Pero fue el empresario José Francisco Cosmen Adelaida el primero que vertió su nombre en caracteres ideográficos.
Patricio Cué
CUERPO A
VERSO
Ricardo Labra, Ultimo territorio. Editorial «Luna de Abajo», Langreo, 1985.
Ricardo Labra (Sama, 1958) publica su segundo libro de poemas en la editorial langreana «Luna de Abajo», como en 1984 lo
hiciera con La Danza rota, primer libro del autor. Sólo un año ha transcurrido desde unos poemas a otros y, aunque Labra haya dado a luz varios trabajos en este tiempo, se ve entre ambos cuerpos poéticos una tendencia clara a despojarse de todo lo que un día formó parte de su mitología personal. No quiere esto significar que dicha mitología sea un peso incómodo en su actual momento de ver la vida, pero sí que por ahora se nos ofrece «desnudo de equipaje»: solamente su palabra en intimidad con el lector. Sin más circunloquios.
Encontramos en su primer libro «La Danza rota» un prólogo de Eugenio Torrecilla (creo que era necesario para situar al autor): «cuando le conocimos llevaba consigo una pequeña carpeta de la que brotaron las primeras cuartillas aún balbuceantes ... », un epílogo de Alberto Piquero que desgrana con certeza algunos de sus versos; dedicatorias, no sólo personales sino también a grupos literarios; teorías y un dibujo de su rostro en la con-
SEMINARIOS
La Reforma de las Enseñanza• Medias Dirección General de Enseñanzas Medias
Acción •Indica/ y nueva• tecnologías
DínlÍmica de grupos y movimiento• a•ociativos Juventud y Sociedad (Ga/icia)
Juventud y Deporte INEF (Barcelona)
Animación cultural en lo• centro• educativo•
Lo• circulas de calidad Centro Español de Círculos de Calidad
Fotografía y nuevas ttH:nología• Revista Foto Prolesional
Nuevas 11/as teatral••
Mú•ica y Juventud
Taller de vid.o Centro de Estudios del Video
Tal,., da radio R3deRNE
Arqu.alogla Clentlflt:a e Industria/
La Escuela Taller
Naturaleza y Ocupación Juvenil
Simulación de gestión • empresas ESADE/CDES
Novedad•• tet:nológlt:1111 de 111 ln11estlg11t:l6n 1111rar/11 en E11p11/111
Biotet:nologí11 Universidad de Oviedo
Di•eño lndustri11I Fundación ·centro Diseño Barcelona·
EltH:trónica e lnform"ica AOAMICRO
Te/em(Ít/ca y medios de comunicación
Mujer y Nuevas Tt1enologí .. Asociación Mujeres Jóvenes
Formación de Animadores·Juvenjles en Universidade• Populares
Federación de Universidades Populares
Simposio "Arte joven y ciudad"
OTRAS ACTIVIDADES
Espacio Video-TV. Emisora de radio.
Edición del di11rio de los Encuentros. Ciclo de conferencias.
Actividades deportivas. Exposiciones de artes plástius y fotografia.
Actuaciones musical11s. Ciclo de cine.
Muestra de nnvo teatro joven español.
Instituto de la Juventud
U 114if:ZJS.4►-C.,SSIIZJII.U.
INSCRIPCIONES
CUOTA 12.000ptll.
SEDE DE LOS ENCUENTROS Centro de
Enseñanzas lntegr11das (Antigu11 Universidad Labor11I), Giión (Asturin)
INFORMACION Instituto d• la Juventud
Centro Nacion11I de Información y Oocumentac1ón de Juventud
el. Marqws del Risc11l 16 28010 MADRID
Tino. 911419 1IS 00 Oficina de lnlormaci6n Juvenil
el. Jovellanos. 21 blljo (Antiguo Instituto Jovellllna.) Tino. (985) 35 O, 70
GIJON
traportada, obra de Helios Pandiella que, una vez más, ilustra un libro de poemas. Todo ello contribuyó a conformar la necesidad de concentrar ese universo que se entrega a los demás en el primer encuentro.
En Ultimo territorio se aligera, se desprende de casi todo, y, a partir de una lírica y breve introducción de Rafael García Domínguez, quedamos atrapados en las redes que entretejen los diecisiete poemas que configuran este libro de amor. Libro, y además historia de amor, en la cual la colocación de cada poema no obedece en absoluto a razones de estilo o a una necesidad cronológica, y sí a una finalidad exacta de lectura.
Un libro de poesía puede abrirse por cualquier página y la lectura de un poema leído al azar no exige forzosamente su continuación. En este libro-historia de Ricardo Labra seguimos teniendo la misma oportunidad porque sus poemas también son episodios únicos, pero tenemos una segunda vía de comprensión del texto, casi a manera de relato. Como en todas las historias de amor o como en cualquier otra trama, existe tambien aquí un planteamiento - nudo - desenlace perfectamente ligado. A través de la narración el lector fluctúa en esta crisis como una tabla lo hiciera a lomos de una ola.
Ricardo Labra, que en el primer poema comienza esta historia cotidiana con la exaltación de un encuentro, intentará retener a su Penélope urbana tallando en su cuerpo una !taca que en su navegación vislumbra indómita y furtiva. Durante todo su viaje rescata de la memoria dolorosa instantes entre el gozo y la derrota. Son poemas como capítulos ininterrumpidos, sucesión de los días que nos dejan alternadamente ácido y bálsamo, porque el amor de esta historia no es una representación platónica del poeta sino una mujer de carne y hueso que se intuye entremezclada en el bullicio de una calle, como un fogonazo, y a través de cuyos ojos se empieza a cobrar vida: «Al fin tus ojos./ Puedo ya adivinarme». A partir de aquí, el narrador de esta historia mantendrá una lucha contra la dualidad, obsesionado por fundirse en una sola materia a la que querrá eternizar; lo imposible, lo que constituye auténtica oposición a la costumbre: el amorinstante.
Los Cuadernos de la Actualidad
Siendo como es un libro de fugacidades, esta historia entre la realidad y el deseo, que va ahondando en el infierno de la ausencia y la derrota, aumenta su calor al recobrar aquello que estuvo perdido, y se lanza a la euforia final del náufrago que al fin ve recortarse en el horizonte la silueta de su barco salvador.
De una experiencia como esa no se sale ileso. Un regusto de amargura ha comenzado a roernos por dentro Y, se quiera o no, sentimos que se instala en nosotros sin pedirnos permiso.
Miguel Munárriz
BLUE NOTE
ATACA DE
NUEVO
Jazz
«One Night Blue Note». Town Hall. Feb. 22, 1985. New York City. Volume 1 (Herbie Hancock, Joe Henderson, Freddie Hubbard, Boby Hutcherson, James Newton, Ron Carter, Tony Williams). 1986. 560 (2404481). Volume 4 (Charles Lloyd, Michel Petrucciani, Cecil McBee, Jack DeJohnette. Stanley Jordan). 1986. 560 (2404941).
s i hay en el orbe del jazz un sello discográfico que dé fe y levante acta de incontaminada pureza de sangre entre los devotos,
inermes al desaliento, de la gran música negra, ése es sin duda Blue Note. Dicen los gurús de ese raro arte de la comunicología (sic) que vivimos instalados en la crisis y que una de las más contundentes
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evidencias de tal tesis es la obvia simbiosis de modas, modos y maneras de ser y estar, el radical hermafroditismo de los estilos o de las éticas colectivas. No obstante, algunos de entre nosotros, ajenos a los modernos (posindustriales) hábitos de tanto converso de última hora a las ondas de la fusión y lo ecléctico, seguimos preconizando con irredenta cabezonería nuestra inquebrantable adhesión a los obsoletos principios, nuestra insobornable fidelidad a los orígenes, y esto, en términos de jazz, supone evocar con nostalgia vinilos y cartonajes del grosor y el inconfundible diseño gráfico (tan ajeno a las velocidades decadentistas del impresionismo de firmas como ECMO Windham Hill) de los discos Blue Note.
Creada en 1939 por dos incondicionales y épicos inmigrantes de origen alemán, Alfred Lion y Francis W olf, el sello, tras una serie de grabaciones históricas que tienen como protagonistas a músicos de la talla de los pianistas Meade Lux Lewis, Albert Ammons, y Earl Hines, del clarinetista y saxo soprano Sidney Bechet y del guitarrista Charlie Christian, opta tras el paréntesis de la segunda guerra mundial por el Bop con registros de Tadd Dameron, Fats Navarro y de dos pianistas que con el tiempo darían mucho que hablar: Monk y Bud Powell: «Intentábamos grabar jazz con feeling», recordará años más tarde W olf. Luego vendrán, ya en los cincuenta, los vinilos con etiqueta de Miles Davis, Jimmy Smith y la siguiente nómina de contratados: Lee Morgan, Hank Mobley, Johnny Griffin, Sony Clark, Art Blackey, Hornee Silver, Freddie Hubbard, Dexter Gordon... Casi nada. Con los sesenta vienen las «free-forms» y Blue No-
te, abierta a las raíces y hermética a todo lo que supusiera la pérdida de identidad de la vieja fe, apuesta por la legión de nuevos músicos dispuestos al más difícil todavía de la tonalidad y el acento free. Es la hora de Jackie McLean, Joe Henderson, Bobby Hutcherson, San Rivers, Anthony Williams, Cecil Taylor, Herbie Hancock, McCoy Tyner, en fin, de muchos de los músicos que protagonizan ahora, en los cuatro volúmenes editados este año, un motivo y valiosísimo reencuentro con las formas y los criterios que dieron vida a la década prodigiosa del jazz de los sesenta.
No es sólo la sencillez de las fundas concebidas por Reíd Miles sobre 120 gramos de espeso cartón, la calidad fotográfica de W olff o el interés de los textos de Leonard Feather, Nat Hentoff, Ira Gitler y otros sumos sacerdotes de la letra impresa del jazz. No únicamente la fineza de la toma de sonido del omnipresente Rudy Van Gelder (habitual también en las producciones de Prestige, Savoy, Impulse o la más actua y desigual CTI),quien realizaría unos trabajos queno dudamos en calificar de «encajede bolillos» por su fidelidad a lassonoridades específicas de los solistas («existe una gran diferenciaentre una sesión de grabación de'jazz puro' y otra 'comercial'»). Elsonido Blue Note, incluso en suversión monoaural, era siempre diverso, plural. Todo lo opuesto atanta grabación actual a la que lasmás avanzadas tecnologías de losestudios dan un tono distante, sintimbre específico, «estandarizado»a base de mil filtros. No es sóloeso. Es ante todo y sobre todo elcontenido musical de los vinilossiempre orientado hacia los límites, apostando sin petulancia nisuicidas saltos adelante hacia esaconfusa zona de nadie y de todosque entendemos por vanguardia.Vanguardia más swing, claro está.
Hemos oído dos de los cuatro volúmenes editados ahora por Blue Note, quien citó a la infantería pesada de los supervivientes de aquellas gestas heroicas en el Tow Hall de Nueva York el 22 de febrero del año pasado. Otro es ahora (y digno) el diseño y otros los medios técnicos de registro (digital). Pero la música es, afortunadamente, casi idéntica a la de entonces.
En el primer volumen la sección rítmica está integrada por el habitual trío del quinteto de Miles Da-
Los Cuadernos de la Actualidad
vis de los sesenta (Hancock/Carter/Williams) que hizo posible registros ineludibes como My Funny Va/entine, Friday And Saturday Nigths At The Blackhaw o Miles Smiles para Columbia/CES y con George Cole man o W ayne Shorter como tenores. Luego vendría el trabajo del pianista, contrabajista y batería como músicos de sesión, su trayectoria como líderes acaudillando dudosas aventuras musicales ( como el funky discotequero de Hancock o la fusión de Williams) pero más que rentables en términos de dólares y el reencuentro de los tres con Shorter y Hubbard en el quinteto VSOP, que intentaba recrear el ambiente musical del grupo de Miles ya en los ochenta. Algo parecido es lo que tenemos aquí, con la sustitución de la dulzura (entre Coltrane y Getz) del soprano de Shorter por el impresionismo hard bop del tenor Henderson y el añadido cromático de otro veterano del sello (Hutcherson) y de un flautista (Newton) al que su formación clásica no le impide acercarse a la sonoridad de Dolphy y el homenaje a Monk.
Los dos cortes de la cara A nos muestran el sólido oficio de una rítmica con miles de horas de vuelo por escenarios y salas de grabación a la que la seguridad de su innegable técnica y acople les"hace rozar la rutina. Hubbard evidencia su gran momento de forma y su ab-
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soluto dominio técnico en unos solos que le acercan a su mejor época (los 60) y que nos hacen olvidar ciertas actitudes facilonas de otrora. Henderson, sinuoso y cortante pero con su sonoridad peculiar y un acento melódico más acusado, da la réplica al virtuosismo expresionista de Hubbard con sus líneas intimistas mientras Hancock, percusivo y extrovertido, nos hace aborrecer con su lección de piano acústico sus anteriores bodrios eléctricos. La cara B nos muestra un Hutcherson eufórico que no en vano forma con Milt Jackson el dúo boppístico por excelencia del vibráfono en jazz. Particularmente sugerente es su trabajo en Bouquet, en el que por un instante flota la atmósfera clasicista del Modern Jazz Quartet, y el toque vanguardista de James Newton en el tema de Eric Dolphy Hat and Beard, sobre el que planea la sombra de Monk. Jazz en fin acústico, cómodo e intensamente rítmico, de inequívoco buen gusto e impecable factura técnica que no por de sobra conocido deja de tener desperdicio.
Por lo que respecta al volumen 4, el tono es distinto aunque no menos interesante. Lloyd, conocido por los aficionados por sus largas colaboraciones con el batería Chico Hamilton y el saxo alto Cannobal Adderley, fue aclamado unánimemente como uno de los maestros de la improvisación contemporánea a finales de los sesenta cuando lideraba un cuarteto en el que estaban el hoy excesivamente idolatrado pianista Keith Jarret y dos de los músicos que le acompañan en la sesión ahora reseñada: el contrabajista McBee y el acreditadísimo batería polirrítmico DeJohnette. En sustitución de Jarret, el reencuentro lo completa el simpático y genial pianista francés Petrucciani, a quien a su endeblez física añade una calidad instrumental que nos hace olvidar muy pronto y gustosamente al Jarret del cuarteto de finales de los sesenta de Lloyd. Este evidencia en los cinco temas que interpreta (todos de su cosecha) su deuda con Coltrane y una notable moderación de las veleidades improvisatorias que le ha llevado a una mayor ponderación de la nota melódica y relajada. Si a Lloyd se le encumbró en exceso en el pasado como cima de la improvisación, injusto fue también el olvido en el que se le sumió posteriormente y del que le rescata es-
ta grabación que nos retrotrae a mejor Lloyd de las grabaciones de Atlantic. Completa el álbum una de las revelaciones de los últimos tiempos, el joven guitarrista Stanley Jordan, quien con su increíble técnica de percusión de las cuerdas electrificadas con ambas manos (la izquierda modulando los acordes rítmicos y la derecha desarrollando las ideas solísticas sobre notas muy agudas) desarrolla un sonido limpio y brillante que le ha llevado a ser nominado para el «Grammy» como mejor solista individual y mejor músico de fusión.
Carlos Loma
GINGER Y
FRED
Federico Fellini, Ginger y Fred.
Se persigue la realización de un sueño, la reversión del tiempo. Un sueño que si ha conseguido conservar su frescura a pesar
de los años es porque precisamente el tiempo lo ha alterado. Ginger y Fred son dos «héroes positivos», representantes presumiblemente «ideales» de lo que -para Felliniha sido la pequeña burguesía vital de los años de la guerra y de la posguerra; dos artistas proyectados en un mundo de monstruos, un planeta superviviente de una catástrofe, que sigue existiendo fuera de su órbita en una ilusión imposible.
En su arquitectura geométrica casi abstracta, Ginger y Fred expresa la desagradable voluptuosidad de aquel serrallo del principio, el decorado reducido a un mercado persa, todo voces en sus calles repletas de inmundicias y carteles publicitarios, entre estrepitosos alaridos sin ningún sentido.
La fantasía interviene como universo de pulsiones que se oponen a la alienación: «Amo a los artistas: son los benefactores de la humanidad. Ah, sí, yo los amo», dice un personaje de la película. Dos elementos del universo fantástico de Fellini -el «estupor» frente a las luces y colores y lo «maravilloso» de sus criaturas deformes- funcionan en Ginger y Fred como polos
Los Cuadernos de la Actualidad
opuestos a la estupidez de las masas. Los monstruos son los individuos conformes con la dispersión y con la codificada irrealidad de la televisión. La pandilla de centenarios, la agonizante octogenaria y su joven marido, la fascinada por lo extraterrestre y el ex cura que cuenta su !ove story ante millones de espectadores, el alcalde de Borgosole con la vaca de dieciocho tetas, el boss de la malavida («A su manera, un divo»), el tipo que las preña con la mirada, el inventor del slip comestible, la señora que supera la prueba de un mes sin te-
Giulieta Masina y Marce/lo Mastroianni en «Ginger y Fred».
levisión y que cuenta los espasmos de la abstinencia, para concluir con un suspirante «Nunca más», al que naturalmente sigue la publicidad de Fulvio Lombardoni (que Fellini quiso cambiar en un primer momento por Lambrusconi, en evidente alusión a Berlusconi).
La pequeña burguesía no reconoce a esos monstruos como hijos suyos, de sus vicios, sus instintos y su historia en estos últimos cincuenta años. Más bien los aparta y los condena de manera moralista. Mediante la metáfora de la abyecta televisión, Fellini acusa a la nueva civilización de la imagen de reducirlo todo a espectáculo y vulgaridad. El estilo elegido es el de lo grotesco aplicado al spot publicitario y a los tipos y situaciones. Las imágenes se complacen en el exceso, se inflan de naturalismo, acarician, no ya sólo personajes y comparsas, también los vicios que estos encarnan y, reduciéndolo todo a mero espectáculo, los absuelven de sus «pecados veniales».
En ningún momento la ironía felliniana pretende mostrar objetivamente el estado actual de la comunicación de masas ni sus efectos de idiotización y degeneración. Pero
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sí una metáfora de la moderna sociedad del espectáculo y, por extensión, de la decadencia del mundo contemporáneo.
A este planeta sin tiempo van a parar Ginger y Fred. Ella, una cándida sexagenaria con sus mezquinas ilusiones, su burguesa sencillez y sus sueños nostálgicos, interpretada por una Masina increíblemente llena de significados, que se abandona chaplinianamente, con la poesía ingenua de Cabiria, a un paso de danza y mira como boba -como en el bellísimo final de Lasnoches de Cabiria- a los jóvenesque pasan. El, un magnífico, melancólico, desesperado Mastroianni, personaje predilecto por perdedor que en el encuentro con Ginger/Masina consigue fundir por uninstante los sueños con el deseo,en el imposible juego de volver adar forma al pasado.
En semejante universo regido por la conformidad con los modelos dominantes, la naturalidad de la pareja de ex bailarines los vuelve diferentes y extranjeros. Ginger y Fred pertenecen al pasado, son el recuerdo de un instante irrepetible, la sombra de una remota proximidad. El «recuerdo» hace revivir la «verdad».
Al entrar en escena, procedentes de la patética supervivencia del pasado, Amelía y Pippo vuelven a ser Ginger y Fred: no la servil imitación del estereotipo fijado por las masas, sino su propia imagen, que es la de la nostalgia de Fellini.
Así pues el sueño, el de bailar una vez más el tip tap, y bailarlo juntos, llega a consistir al final en librarse de la degradación de un espectáculo asqueroso y oportunista, en el que resulta imposible encontrar -como no sea en la huida- la autenticidad de las emociones que desencadena ese baile. Al fallarles la fuga son obligados a seguir las reglas del juego. Tras rendirse finalizan el baile ( de una manera verdaderamente conmovedora) y tras el encuentro el desenlace. La última secuencia se cierra con otro ritmo. Pero después de los títulos vuelve a fluir incontaminado en la imaginación del espectador ya que, como ha escrito Umberto Eco, «en esta película, más que en otras, la memoria absuelve y es absuelta frente a la vulgaridad del presente». Quisiera añadir que la nostalgia es una afilada y sutilísima espina en el corazón.
María Bonatti