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7/23/2019 SIMONOF - Interpretación Pasada de La Pol. Ext. Arg. http://slidepdf.com/reader/full/simonof-interpretacion-pasada-de-la-pol-ext-arg 1/20 ESTUDIOS  1 La interpretación del pasado como eje de la disputa de la política exterior actual: de Puig a Escudé Alejandro Simonoff Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP) y Coordinador del CERPI - IRI - UNLP. En el presente trabajo nos inte- rrogaremos, a partir de un análisis teórico e historiográfico de la disci- plina, qué estructuras y regularida- desse fueron presentando a lo largo del tiempo. La elaboración teórica no está más allá del régimen políti- co y de la historia, está inscripta en ellos. Incluso creemos que, como lo señala Michel Foucault, su desarro- llo no es progresivo sino que éste debe entenderse como el camino en suscondicionesde “posibilidad” (Terán, 1995: 48) Estas condiciones de posi- bilidad son las que marcan el desa- rrollo teórico en vinculación con el poder y el tiempo. Por ese motivo un régimen de verdad siempre esfuncional al régi- men político vigente. Y su posición temporal se refiere tanto al pasado como al presente y al futuro. En ese sentido la expresión de Claude Le- fort essumamente clara al respecto: “Si una sociedad se preocupa de in- terpretar su pasado y de situarse en relación con él, si formula explícita- mente losprincipios de su organiza- ción, si busca darle sentido y valor a susactividadesde hecho y a todo lo que sucede, es porque sigue un de- terminado esquema de devenir” (Le- fort, 1988: 35). La preocupación por el devenir, señalada por Lefort, se ve amenaza- da en la actualidad por lo que Hobs- bawn definió como memoria selecti- va que no destruye “completamente toda la herencia del pasado, sino que la ha adaptado de forma selectiva” (Hobsbawn, 1995: 25). Esta situación lleva a una recuperación parcial de la verdad histórica que pone a los historiadoresfrenteal desafío detener un “inesperado papel de actores políticos” (Hobsbawn,1998: 18), para evitar la manipulación del pasado, y por ello la necesidad de una inter- pretación del presente y del pasado hechapor “aquelloshistoriadoresque no temen mirar a ambos a la cara” (Hobsbawn, 1993/4: 21). Por todo lo expuesto, nos plantea- mos ver la historia de la política ex- terior como el ámbito para observar el escenario de un especial combate por el saber en donde no solamente está en juego el pasado que se descri- be, objeto visible y declarado de su estudio, sino también el presente y el futuro, aspectos menos visibles y casi inconfesables, para dar sustento a determinadas proyecciones de las relaciones exteriores del país. Este tipo de actividad tiene en Argentina una larga vinculación con L a elaboración teórica no está más allá del régimen político y de la historia, está inscripta en ellos. Por ese motivo un régimen de verdad siempre es funcional al régimen político vigente.

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La interpretación del pasado comoeje de la disputa de la políticaexterior actual: de Puig a Escudé

Alejandro Simonoff 

Magíster en Relaciones Internacionales(UNLP) y Coordinador del CERPI - IRI - UNLP.

En el presente trabajo nos inte-rrogaremos, a partir de un análisisteórico e historiográfico de la disci-plina, qué estructuras y regularida-des se fueron presentando a lo largodel tiempo. La elaboración teóricano está más allá del régimen políti-co y de la historia, está inscripta enellos. Incluso creemos que, como loseñala Michel Foucault, su desarro-llo no es progresivo sino que éstedebe entenderse como el camino ensuscondicionesde “posibilidad” (Terán,1995: 48) Estas condiciones de posi-bilidad son las que marcan el desa-rrollo teórico en vinculación con elpoder y el tiempo.

Por ese motivo un régimen deverdad siempre es funcional al régi-men político vigente. Y su posicióntemporal se refiere tanto al pasadocomo al presente y al futuro. En esesentido la expresión de Claude Le-fort es sumamente clara al respecto:“Si una sociedad se preocupa de in-terpretar su pasado y de situarse enrelación con él, si formula explícita-mente los principios de su organiza-ción, si busca darle sentido y valor asus actividades de hecho y a todo loque sucede, es porque sigue un de-terminado esquema de devenir” (Le-fort, 1988: 35).

La preocupación por el devenir,señalada por Lefort, se ve amenaza-da en la actualidad por lo que Hobs-bawn definió como memoria selecti-va que no destruye “completamentetoda la herencia del pasado, sino que

la ha adaptado de forma selectiva”(Hobsbawn, 1995: 25). Esta situaciónlleva a una recuperación parcial de

la verdad histórica que pone a loshistoriadoresfrente al desafío de tenerun “i nesperado papel de actorespolíticos” (Hobsbawn,1998: 18), paraevitar la manipulación del pasado, ypor ello la necesidad de una inter-pretación del presente y del pasadohecha por “aquellos historiadores queno temen mirar a ambos a la cara”(Hobsbawn, 1993/4: 21).

Por todo lo expuesto, nos plantea-mos ver la historia de la política ex-terior como el ámbito para observarel escenario de un especial combatepor el saber en donde no solamenteestá en juego el pasado que se descri-be, objeto visible y declarado de suestudio, sino también el presente yel futuro, aspectos menos visibles ycasi inconfesables, para dar sustentoa determinadas proyecciones de lasrelaciones exteriores del país.

Este tipo de actividad tiene enArgentina una larga vinculación con

La elaboración teórica noestá más allá del régimen

político y de la historia, estáinscripta en ellos. Por esemotivo un régimen deverdad siempre esfuncional al régimenpolítico vigente.

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RelacionesInternacionales- Nº25/20032

la historia diplomática y la geopolí-tica, aunque sólo en las últimas cua-tro décadas ha desarrollado sus pro-piascategoríase instrumentos de aná-lisis. Su discurso se volvió “compe-tente”, respondiendo a la lógica deespecialización del capitalismo. Es undiscurso que a la vez valora y repri-me el saber, restringiéndose al “dis-curso instituido” que es “aquel en elcual el lenguaje sufre una restricción

que podría ser resumida así: no cual-quiera puede decir cualquier cosa,en cualquier lugar y en cualquier cir-cunstancia” (Chaui, 1989: 12-13).

En su origen la disciplina se fun-daba en la historia diplomática deuna forma casi decimonónica, quela interpretó exclusivamente en susaspectos jurídicos y no en las rela-ciones de poder. También la geopo-lítica fue otras de las perspectivasque abordó el tratamiento de la re-lación de la Argentina con el mun-do, influido por la presencia militaren los asuntos políticos en general yen este campo en particular. Estosanálisis eran sumamente descripti-vos y el proceso general era vistocomo algo contradictorio, incohe-rente y sumamente fragmentado.

1. A utonomía e historia

Desde los años sesenta la disciplinafue determinando un espacio propio,tanto por la construcción de un objetode estudio como por la elaboración deteorías y metodologíaspropias para suanálisis. A ello contribuyeron de ma-nera determinante muchos estudiososentre los que se cuentan Juan CarlosPuig y sus discípulos, que aportaron“una buena dosisde componentesteó-ricos, un manejo riguroso de lasconceptualizaciones y metodologías”(Colacrai, 1992: 33). La principal dife-rencia con otros autores fue que susorientaciones teóricas estuvieron mar-cadas de manera determinante por elconcepto de autonomía.1

La escuela puigiana es la muestrade la necesidad de crear esquemaspropios de interpretación frente aotros creados en los países desarro-llados, e incluso separarse de la Teo-ría de la Dependencia2 (Puig, 1984:I, 37). En su análisis encontramoselementos de innegable factura rea-lista clásica con aportesidealistas(Puig,1984: I, 49).   ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○   

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1 Existía otro grupo, formado entre otros por GustavoFerrari (1981) y Alberto Conil Paz (1964) que propicia-

ban un alineamiento con Estados Unidos. Esta posi-ción determinó que en sus análisis la relación conGran Bretaña no fuera vista como una tendencia sinocomo algo “natural”. Pero comparten otros elemen-tos, como la debilidad territorial. El aporte de estegrupo no fue significativo desde el punto de vistateórico, y muchos de sus trabajos terminaron siendo“tendenciosos” y su juicio crítico no se fundamentó“en fuentes primarias o secundarias relevantes” (Ra-ppoport, 1990: 556).

2 Para la Teoría de la Dependencia, la relación cen-tro-periferia es estructuralmente asimétrica, y ello im-pide cualquier cambio posible en esa vinculación. Encambio, los autonomistas sostienen que esa relaciónpuede cambiar porque parten de entender y analizaral sistema internacional con características similares alsistema doméstico.

Nos planteamos ver lahistoria de la política

exterior como el ámbito paraobservar el escenario de unespecial combate por el saber

en donde no solamente estáen juego el pasado que sedescribe, objeto visible ydeclarado de su estudio, sinotambién el presentey elfuturo, aspectos menosvisibles y casi inconfesables,para dar sustento a

determinadas proyecciones delas relacionesexteriores delpaís

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ESTUDIOS   3

cia nacional, autonomía heterodoxay autonomía secesionista) no son evo-lutivos sino que se puede pasar deuno a otro, retroceder y pujar en unmismo momento histórico.

La   dependencia para-colonial   esaquel modelo en el cual “el Estadoposee formalmente un gobierno so-berano y no es una colonia, pero enrealidad los grupos que detentan elpoder efectivo en la sociedad nacio-nal no constituyen otra cosa que unapéndice del aparato gubernativo yde la estructura del poder real deotro Estado.”

El segundo modelo es el de   De-pendencia Nacional   en el cual “losgrupos que detentan el poder realracionalizan la dependencia y, portanto, se fijan finespropiosque puedenllegar a conformar un   proyecto na-cional   compartido globalmente ensus rasgos esenciales” (Puig, 1984: I,

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La anarquía y las diferentes fun-ciones del sistema internacional lepermiten dividir a Puig a los actoresinternacionalesen tres grupos: los pri-meros, los repartidores supremos, sonlos gobernantes de las superpoten-cias mundiales y quienestoman deci-siones y supervisan su cumplimiento;los   repartidores inferiores   son losmandatarios de los demásEstadosqueejecutan esas decisiones; y finalmen-te, el resto de loshabitantesdel mundo,son los recipentiarios, los que obede-cen (Puig, 1984: I, 49-54).

La anarquía del sistema internacio-nal le otorga a éste cierta flexibilidaden donde aparecen ciertos resquiciospara defender los interesesnacionales,“aunqueforme parte del bloque” (Puig,1984: I, 73). Generalmente “el logro deuna mayor autonomía supone un jue-go estratégico previo de suma cero, enel cual alguien gana lo que otro pierde[...] la maniobra estratégica que éste(el antiguo cliente) debe poner en mo-vimiento sólo será exitosa en la medi-da en que el diagnóstico político refe-rido al adversario (la potencia domi-nante)seacorrecto y, como consecuencia,movilice recursos de poder que seansuficientes para dominar la voluntaddel oponerte” (Puig, 1984: I, 44).

La autonomía puigiana permitiópor un lado establecer enunciadosgenerales de política exterior paraesos años3 pero además permitióvisualizar regularidades específicas,donde se determina una racionali-dad estructural con cierta incongruen-cia epidérmica. Como sostiene M arioRappoport su preocupación era ana-lizar “los grupos de presión” y bus-car “el significado de las   fuerzasprofundas” (Rappoport, 1990: 565).

La aparición de enunciados gene-rales y regularidades específicas lepermitieron desarrollar modelos depolítica exterior que no eran linealessino cíclicos.4 Estos diversos modelos(dependencia para-colonial, dependen-

3 No es para nada casual que durante su gestióncomo canciller del gobierno de Cámpora, Puig articula-ra sus desarrollos teóricos con la práctica de políticaexterior que produjo un “aggiornamiento” de la Terce-ra Posición de Perón de los cincuenta.

4 Estamos frente a una situación paradigmática en elsentido kuhniano de constitución de un discurso científico.

Desde los años sesenta ladisciplina fue deter-

minando un espacio propio,tanto por la construcción deun objeto de estudio como porla elaboración de teorías ymetodologías propias para suanálisis. A ello contribuyeron

de manera determinantemuchos estudiosos entre losque se cuentan J uanCarlos Puig y susdiscípulos

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relaciones estrechas desde lo diplo-mático, lo cultural y lo político, existíacierto rechazo a crear asociacionespermanentes; y 4) debilidad territo-rial: existe poca o ninguna preocu-pación por esta cuestión como sirealmente al país no le importaseperder territorios que estuvieran fueradel proyecto agroexportador (Puig,1975: 7-27). En Puig estas tendenciasprofundas son rasgosreconociblesparael siglo XIX y algunas permanecenen el siglo XX.

Para el autor, este modelo poseeuna debilidad: su incapacidad paratransformarse en autonomista hete-rodoxo5 (Puig, 1975: 17). En el casoargentino, existe un hiato entre estemodelo de dependencia nacional yla llegada del autonomismo hetero-doxo donde se mantiene una situa-ción de dependencia estructural aun-que aparecen “injertos autonomis-tas” (1914-1945). Y es así que el radi-calismo “incrementó la decisión au-tónoma en algunos aspectos, pero elesquema básico se mantuvo” (Puig,1984: 125). Los efectos de la crisis de1929 encontraron “a la Argentinadesguarnecida, el esquema tendió aprofundizarse” (Puig, 1988: 25). Trasello se incrementó el antagonismocon Estados Unidos, el inicio de unatímida apertura hacia América Lati-na y una revalorización de los asun-tos territoriales.

El modelo siguiente es el de auto-nomía heterodoxa,   éste “no aceptaque se impongan dogmáticamente, ennombre del bloque, apreciacionespolí-ticas y estratégicasque sólo consultanel interés propio de la potencia hege-mónica; interés que, en la inmensamayoría de los casos, refleja en reali-dad las aspiraciones de determinadosgruposde presión o factores de poderinterno” (Puig, 1984: I, 78).

 Tras la Segunda Guerra M undial,la aparición de este modelo autono-mista no tuvo la exclusividad, ya que

74-75). La existencia de un proyectonacional marca la diferencia con laanterior etapa, ya que “se impusie-ron algunos límites a la influencia,en principio determinante, de lapotencia imperial. Cualquier avancesobre dichos límites implica el desa-fío y la contestación.” Como ejem-plo de ello, Puig destaca las doctri-nas Calvo, Tejedor y Drago en dondeel país enfrentó la pretensión de laspotencias europeas de imponer prin-cipios como el de extraterritoriali-

dad o el cobro compulsivo de deu-das (Puig, 1984: I, 77). Esta etapatiene su apogeo durante el siglo XIXy constituye una serie de  tendenciasprofundas en nuestra política exte-rior: 1) afiliación a la esfera de in-fluencia británica: es caracterizadapor la optimización de lo económi-co y el establecimiento de algunaslimitaciones políticas; 2) oposición alos Estados Unidos: producto de laescasa importancia económica de larelación que a veces llegó al enfren-tamiento; 3) aislamiento de AméricaLatina aunque se mantenían a veces

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5 Ese último dato no tiene en cuenta el quiebre insti-tucional de 1930 que hubiese permitido al radicalismotransformar el modelo (Simonoff, 1999: 30-36).

La existencia de unproyecto nacional marca

la diferencia con la anterioretapa, Puig destaca lasdoctrinas Calvo, Tejedor yDrago en donde el paísenfrentó la pretensión de laspotencias europeas deimponer principios comoel de extraterritoria-

lidad o el cobrocompulsivo de deudas

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existió una puja con los esquemasde inserción hacia los Estados Uni-dos hasta 1983.6 Esta situación gene-ró dos características para este pe-ríodo, señaladas por Rappoport, larelación con Washington –cercana odistante– y la inestabilidad interna(Rapport, 1988: 22).

La falta de estabilidad institucio-nal reflejó cambios constantes en estaárea, como en otras, al ritmo de lasucesión de gobiernosciviles, másau-tonomistas, y militares, más cercanosa los designios de Washington, e in-cluso en algunos casos dentro de unmismo gobierno. Existen dos obser-vaciones a esta caracterización hechapor Puig: mientras el período quemedia entre 1946 y 1955 para el au-tor es de “autonomía heterodoxa”,no se perciben los cambios de éste alinicio de la década de 1950 (Rappaporty Spiguel, 1994). La otra es la refe-rencia a la última dictadura militarcaracterizada por una “persistenciade autonomía heterodoxa en un con-texto político disfuncional y econó-mico dependentista.” Allí Puig le asignaun carácter autonomista a esa políti-ca exterior que ha sido puesta enduda por varios autores(Pérez Llana,1984: 170-175y Rappoport, 1990: 165).

Esta descripción hecha por Puig esalgo esquemática y no permite cono-cer el proceso con claridad y profun-didad aunque sí da muestras de laactitud errática hacia el exterior quetuvo nuestro país en esos tiempos.

La última la autonomía secesionista“significa el desafío global. El paísperiférico corta el cordón umbilicalque lo unía a la metrópoli.” Estaetapa no es recomendable para elautor, ya que agota los recursos na-cionales y puede derivar en una si-tuación absolutamente contraria ala deseada (Puig, 1984: I, 79).

A pesar de estas prevenciones,podríamos decir que el concepto deautonomía heterodoxa está máspróxi-

mo al modelo secesionista. Años des-pués, un discípulo de Puig, GuillermoFigari, delinea aspectos concretos dela política exterior autonomista. Allí,los sistemas de alianzas con los paí-ses del occidente desarrollado no sondeseables porque no son “aliadosnaturales de Argentina” aunque porrazones pragmáticas no debedescartárselos (Figari, 1985: 24-32). Lasalianzas para los postulados autonó-micos deben ser con aquellos paísesde similares   “capacidades o poten-ciales” e incluso “será necesario quelos aliados quieran ver promovidoslos mismos valores” (Figari, 1985: 28-9). Y estas alianzas “deberán tenerdistintas modalidades o característi-cas (para negociar, para cooperar ydesarrollarse, y las que impulsen rei-vindicaciones) de acuerdo a las cir-cunstancias, necesidades y propósi-tos de cada una” (Figari, 1985: 37).

Con la aparición de estos enun-ciados generales o simbólicos, ladeterminación de regularidades es-pecíficas y las herramientas concep-tuales (modelos), la política exteriorse conformó como un campo disci-plinar que avanzó hacia una desi-deologización de suscontenidos. Perola nueva llegada de los militares enlos setenta signif icó que los estudiosen los ámbitos de poder se volvieransobre sus aspectos más tradiciona-les, la diplomacia y la geopolítica.En este marco, los sectores académi-cos derivaron hacia análisis de susaspectos burocráticos, un uso siste-mático de archivos y el abandono delasgeneralizaciones(Rappoport, 1990:564). Este tipo de enfoques profun-dizó la “profesionalización,” perdien-do su carácter global, a favor de

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6 Con motivo de la Guerra Fría existió una reconversión

de los grupos vinculados a la preeminencia británicaque empezaron a impulsar un alineamiento con Esta-dos Unidos.

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análisis másespecíficos, circunscriptosy puntuales. Y a no se trataba de dis-tinguirse de otras disciplinas sino quese f ueron creando divisiones dentrode ella misma, lo que inició una cri-sis al primer paradigma.7

2. El debate sobre nuestrapolítica exterior reciente

La llegada de la democracia en1983 significó para el país y su polí-tica exterior un cambio trascenden-te. La relativa estabilidad institucio-nal de la que goza la Argentina leha otorgado continuidad con la de-saparición de uno de los factoresqueajustaba estructuralmente la políti-ca exterior.

Esta restauración no se compren-de sin la Guerra de Malvinas que nosólo terminó con el poder militar enla política argentina sino que tam-bién ubicó a nuestro país en su reali-dad latinoamericana y del TercerMundo. Pero esta realidad tambiénhabía cambiado, ya no era el mundode los ideales de la descolonizaciónsino que tenía elementos nuevos ge-nerados trasla crisis mundial de 1973.

El paradigma autonomista no puedeescindirse de esas transformacionesocurridas en el sistema internacional,donde el Estado vio afectadas sus ca-pacidades. Si bien el Estado-Naciónsigue siendo el actor principal ya noes el único: las compañías transna-cionales, el capital financiero inter-nacional, los organismos internacio-nales, entre otros, socavan las reglasde juego del sistema de poder estatal(Fazio Bengoa, 1999: 48).

Conjuntamente con estos cambiosexternos, se dio un nuevo impulso a ladisciplina que desarrolló elementosque

“reflejan el significativo avance que seha hecho en los últimos tiempos [...]vinculado al crecimiento teórico queha experimentado la disciplina de lasrelaciones internacionales a nivel in-ternacional” (Colacrai, 1992: 38).

El dato más signif icativo del nue-vo impulso está en los análisis devariables internas y en la inserción,produciendo un desacuerdo con laagenda anterior, ya que se desplazala interrogación en torno a la auto-nomía hacia temas instrumentales,salvo muy contadas excepciones.

En los inicios de esta crisisparadigmática se ven dos direcciones:lasvariantes introducidaspor M onetaal modelo de tendenciasque apuntana mejorarlo, y la lectura de Escudésobre algunos aspectos señalados porel autonomismo y las visiones jurídicay geopolítica, como la debilidad terri-torial o incluso la redefinición delconcepto de autonomía mismo, conlo que inició un proceso de impugna-ción de esa corriente.

En el primer caso, J uan CarlosM oneta le incorpora algunas tenden-cias al paradigma puigiano: 1) latriangulación comercial que apare-ció a fines del siglo XIX y estableceuna estructuración de Inglaterra, yluego Europa Occidental, como fuentespara lasexportaciones, yEstadosUnidoscomo importador que crece algebrai-camente en la medida que el viejocontinente pierde relevancia inter-nacional; 2) el equilibrio regional   ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○   

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7 En este sentido nuestra disciplina ha seguido uncamino similar al resto de las ciencias sociales depérdida de sus grandes relatos.

El paradigma autono-mista no puede escindir-

se de esas transformacionesocurridas en el sistema in-ternacional, donde elEstado vio afectadassus capacidades.

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que es la existencia de una preocu-pación desde la independencia pormantener una distribución de poderfavorable –o al menos equilibrada–con Brasil y Chile; y 3) la diversifica-ción de mercados que aparece desdemediados del siglo XX y se relacionacon el surgimiento del modelo auto-nómico (Moneta, 1988: 52).

En un texto de mediados de losochenta Escudé rechaza la tendenciade debilidad territorial, sustituyen-do la idea de fragilidad por la deexpansión acorde a las nuevos apor-tes historiográficos en torno a laconcepción de nación, y en la im-pugnación del   uti possidetis j uris

(Escudé, 1988: 241-262).Además de ello, la disciplina acom-

pañó los cambios que se dieron en lapolítica exterior con la transforma-ción de sus paradigmas vigentes has-ta entonces.8 Se había iniciado unaconvergencia hacia una síntesis de loque debía ser la proyección políticadel país, con ciertos rasgos de conti-nuidad que están en la elección delos actores (Estados Unidos, AméricaLatina y Europa occidental) con mati-ces propios en cada gestión (Figari,1997: 130). Aunque éstas siguen pre-sentando algunos contrastes, ya quela relación con Washington se basaen la “reactualización del principiode no intervención a través de nego-ciaciones maduras y moderadas conEstados Unidos” (Figari, 1993: 220).De acuerdo a cómo se las interprete,positiva o negativamente, es la l íneade corte entre los análisis. Las políti-cas hacia ese país no fueron igualesytampoco lo son las interpretacionessobre ellas. La proliferación de losdebates no pueden escindirse de laforma que adquirieron los inicios dela restauración democrática.

Por un lado encontramos aque-llos como Escudé que marcan unquiebre en 1989, con la llegada deMenem al poder. Para este autor la

política del presidente “representaun giro brusco respecto de la políti-ca del gobierno de Alfonsín y unviraje de 180 grados de la políticaaltamente confrontacionista de ladictadura militar.” Las diferenciasqueencuentra están en que las políticasde Alfonsín y su equipo “conduje-ron siempre a la confrontación conlos poderosos” y habría generadocostos. Las de Menem, Cavallo y Di Tella parten “de la aceptación rea-lista del liderazgo de los EstadosUnidos” y por lo tanto “no tienencostos y pueden, eventualmente,generar beneficios signif icativos.”(Escudé, 1992: 36-38).

A este corte de 1989, hay quieneslo ven pero en un sentido exacta-mente contrario. Interpretan queAlfonsín llevó a cabo “una políticade autonomía ingenua” aunque estaactitud “no constituyó ningún incon-veniente para que reconociera unarealidad insoslayable no comprendi-da en el pasado: con losEstadosUnidosdebían existir relaciones maduras.” Y que, en cambio M enem, “no sóloaceptó la dependencia de hecho, sinoque también reflotó la persistentementalidad dependiente, con un ali-neamiento a ultranza con respecto aEstados Unidos” (Figari, 1997: 130].

La diferencia entre las políticasexteriores está para Figari en   “lacuestión de la elección de las priori-dades, referidas a con quién me deborelacionar más y con quién me ten-go que relacionar menos. Y dentro

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8 Nos referimos a la puja entre latinoamericanistas yoccidentalistas que plagó nuestra política exterior des-de el fin de la Segunda Guerra Mundial. Aunque estono impidió su persistencia en debates más puntualescomo el acaecido ante la aparición del libro de CarlosEscudé   La declinación argentina   (1983) entre éste yMario Rappoport en la revista   Desarrollo Económico(1984) que giró en torno a los orígenes de la desinserción

producida por esa conflagración. Aunque también seobserva cierta referencia implícita a la producida trasla Guerra de M alvinas y a los modos en los que elpaís debiera insertarse en el escenario internacional.

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RelacionesInternacionales- Nº25/20038

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de esas relaciones cuál constituye laalianza principal” (Figari, 1997: 135).

Para este autor el dilema de nues-tro rol en el mundo sigue siendo laconstrucción de autonomía para re-ducir la dependencia (Figari, 1997:132). El autor pone la disyuntiva enla que se encuentra nuestra políticaexterior en un debate de fondo y node forma, ya que la teoría y la prác-tica derivaron hacia lo instrumentaly abandonaron la discusión princi-pal (Figari, 1997: 19).

Como vemos, los herederos delautonomismo, como Figari, y de latradición occidentalista, como Escudé,coinciden en la caracterización aun-que las valoraciones sobre los he-chos son diametralmente opuestas.

2.1. La herencia puigiana

La aparición de Debates y Trayec-torias de la Política Exterior A rgenti-na de J osé Paradiso (1993)9 y Pasado,Presente y Futuro de la Política Exte-rior Argentina   de Guillermo Figari(1993) en la primera parte de losnoventa fue un signo auspicioso derenovación de las tendencias auto-nomistas en los análisis de nuestrasvinculaciones externas.

El libro de Figari está construido

sobre la base de la observación de loscambios en el sistema internacional10

y lasreacciones de los diferentes gru-pos dirigentes del país ante ellos.

Para este autor, en el sistemadecimonónico las clases dirigenteselaboraron una primera forma deinserción donde se desarrolló unamentalidad dependiente y ciertastendenciasprofundas en torno al idealalberdiano. Esta estructura “nace enla primera mitad del Siglo XIX” aun-que “esa estructura es herencia de laépoca colonial” (Figari, 1993: 85). Elautor divide a las variables en unaprincipal y otras secundarias. La pri-mera es “la f ocalización excesiva enla metrópoli.” Para Figari, la Consti-tución Nacional es la expresión doc-trinaria, ésta es “una respuesta polí-tica y económica de la reformulacióndel Pacto Colonial con Gran Breta-ña” (Figari, 1993: 101). Como varia-bles secundarias encuentra: la apari-ción del principio de no interven-ción como respuesta a “cuestionescotidianas que se presentan en larelación con la metrópoli”, el aisla-miento mundial y regional, y la po-lítica territorial de   status quo   queoscila entre el expansionismo y laautorrenuncia (Figari, 1993: 115-129).

En la transición de un orden alotro, los cambios internos y exter-nos produjeron modif icaciones endonde la mentalidad dependiente setransforma en un principismo degrandeza dependiente11 o la no in-tervención que evoluciona hacia laneutralidad (Figari, 1993: 131-166).Aquí el autor da cuenta de las con-tradicciones internas y externas quedificultan la salida de la tendenciaprincipal y testimonia los intentosde cambio.

En el Sistema Hobbessiano, el paísbusca formas autonomistas pero seenfrenta con la decisión norteameri-cana de lograr “una conversión totalhacia la nueva metrópoli.” Para ter-

9 De este texto sólo haremos una breve referencia,ya que su análisis nos desviaría de nuestro objeto detrabajo.   Debates y Trayectorias...   tiene una “perspec-

tiva estructural y de largo plazo que excede otrascircunstancias en las que los argentinos discutían elmodo de ubicarse en el mundo” (Paradiso, 1993: 15).

10 El sistema lockeano, donde prima lo económico,tiene lugar durante el siglo XIX y la primera parte delXX, su pasaje a otro hobbesiano que tiene lugar du-rante la Guerra Fría, más político. En los ochenta seabriría un camino hacia un posible retorno al sistemalockeano.

11 Para Figari, ésta es “la frustración de no conseguirun grado de autonomía que pueda considerarse comoóptima en relación con el grado de desarrollo que secreía había alcanzado el país.” Esa frustración se tras-

lada hacia una “ ideologización” proyectada sobre la“grandeza de la nación” y “una ubicación de privilegioen la comunidad internacional (Figari, 1993: 143).

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ESTUDIOS   9

minar con su   singularidad   la tradi-ción del principio de no interven-ción (Figari, 1993: 195). Para el autoresta situación es el reflejo de la pujaentre el alineamiento y el autono-mismo, descripta por Puig.

Con la llegada de la democracia yel fin de la Guerra Fría aparecen enel diseño de nuestra vinculación in-ternacional ciertas coincidencias pro-gramáticas basadas en la reactuali-zación del principio de no interven-ción –a través de negociaciones ma-duras y moderadas con Estados Uni-dos–, la creación de un núcleo depoder cooperativo con A mérica Lati-na –tomando como eje central Bra-sil-Argentina–, la defensa de la so-beranía territorial de M alvinas, lasolución pacífica de los problemaslimítrof es, la comercialización conEuropa occidental y oriental y laparticipación en el Movimiento deNo Alienados. Este período se divideen dos etapas: la autonomía inge-nua y la posautonomista que no secorresponden necesariamente con loscambios de gobierno de Alfonsín yMenem (Figari, 1993: 220-227). Lo quefija el cambio de una etapa a otra esla transformación de los puntos re-feridos a Estados Unidos, Malvinas yel Movimiento de No Alineados.12

Pero a pesar de estos avances, enel resto de la década se observanciertos indicios contradictorios con

respecto a los análisis globales, in-cluso para los períodos recientes.13

2.2. La interpretación históricaEscudéana

Los indicios contradictorios per-mitieron que el saber académico fueraocupado por los impulsores de undiscurso único, muy correspondien-te con los años de esplendor delmenemismo. Por eso, esta lucha porla interpretación no se detuvo en lapolítica exterior reciente sino quehubo una fuga hacia el pasado. Loscambios externos e internos de losúltimos veinte años afectaron al mo-delo de Puig. Éste ya no explica ymuchos se abren el paso a nuevasformas de autonomías.14 El fenóme-no de redefinición de la teoría auto-nomista no fue exclusivo de la Ar-gentina. América Latina abandonóestas políticas en los noventa por-que ellas marcan la renuncia volun-taria de la política exterior latinoa-mericana de los sesenta y setentacon suscontenidosideológicosal perderimportancia estratégica con el finde la Guerra Fría. (Drekonja-Kornat,1993: 19-21).

   ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○   

12 Para las diferencias entre esas políticas véase  supra.

13 Un caso sintomático es la importantísima coleccióndel CERIR sobre la política exterior desde inicios de losnoventa donde en los primeros volúmenes (1994 y 1998)

existe una presentación de la obra que articula todoslos discursos de los especialistas en diversas áreas, y elúltimo (2001) sólo se reduce a una presentación casiformal. Pero también es cierto que existen trabajos comolos de Roberto Miranda (2001) y el de Andrés Cisneros(2002) que poseen perspectivas globales aunque conenfoques diversos. En el primero se analiza la inserciónde la Argentina frente a los cambios del contexto exter-no y el impacto de tres estilos de vinculación: el exclu-yente (cuando la agenda se acomoda a los intereses yestrategias del país preferido), el anémico (cuando esdébil por la fragilidad del sistema político interno) y elsúbito (cuando se apoya en sensaciones). En el segun-do, la construcción de continuidades se realiza a través

de aspectos instrumentales como el ABC de Perón y elMercosur, que evitan la discusión central del análisisdel proceso histórico que va desde la “Tercera Posi-ción” a las “ Relaciones Carnales”.

   ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○   

Los indicioscontradictorios

permitieron que el saberacadémico fuera ocupadopor los impulsores de undiscurso único, muy co-rrespondiente con los

años de esplendordel menemismo

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RelacionesInternacionales- Nº25/200310

2.2.1. El realismo periférico deCarlos Escudé

Escudé se propone el desafío derecrear un realismo desde los márge-nes, distinto al de las naciones cen-trales pero en consonancia con susintereses; fundado en que en el sis-tema internacional a los Estados seles imponen reglas desiguales. Paralas grandes potencias y sus aliadosestratégicos posee un estándar dis-tinto al resto. Mientras las grandespotencias las establecen, en la peri-feria quienes imponen las reglas tie-nen un uso selectivo de ellas, que elautor denomina eufemísticamente“categorización de los estándaresmúltiples”, ya que países compren-didos en un segundo grupo de nor-mas sufren las imposiciones, y untercer grupo lasrechaza (Escudé, 1999a:9-10 y 1999b: 181).

En los libros anteriores a   Estadodel Mundo  (1999a) el autor presentaunaestructurainternacional jerarquizada

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14 Como por ejemplo Juan Gabriel Tokatlián quien veun cambio de la autonomía heterodoxa a otra ambi-gua (Tokatlian, 1996: 22-409). Lo extraño es que casitodos los análisis ven este pasaje como una continui-dad y no como una ruptura entre ambos conceptos.

15 Atilio Borón señaló oportunamente que estos mar-cos definidos por Carlos Escudé nunca son tan absolu-tos como los presenta el autor (Borón, 1991: 433-439).

16 Para Russell la lectura Escudéana lleva a la Argen-tina a tener una actitud pasiva en el escenario inter-

nacional sólo se acompañan los deseos de la potenciahegemónica y el Estado no tiene voluntad propia (Russell,1991: 440-445).

17 Uno de los principales problemas que encontramoses que este desarrollo teórico desatiende los sucesos,los reduce a una elección arbitraria para justificar talo cual lineamiento. Debemos evitar caer en una de lascaracterísticas del realismo: el uso, y abuso, deterministade la historia por parte de la teoría (Del Arenal, 1984:87). Para evitar esto creemos oportuno hacer una re-ferencia al historiador inglés Edward Thompson quienen su polémica con Perry Anderson le señalaba quelos modelos funcionan como una metáfora de la reali-dad y que quien los mira funcionar debe ser capaz deponer un delicado equilibrio entre ambos –el modelo yla realidad– que permita a través de esta dialéctica elcrecimiento intelectual (Thompson, 1978, 77 y ss.).

y estática donde ningún cambio esposible;15 tras su aparición vislumbrala existencia de dos sistemas: uno je-rárquico generado por los nuevospoderes mundiales y otro anárquicogenerado por los Estados rebeldes. Enrealidad, no son dos sistemas distin-tos conviviendo sino uno solo del cualemergen los problemas y sus repues-tas (Escudé, 1999b: 149-151).

A diferencia de los autores ante-riores, Escudé primero definió el rolde la Argentina en el mundo, y lue-go el funcionamiento de éste. Loextraño del método seguido por esteautor es que el Interés Nacional, as-pecto central de la teoría realista,desaparece frente a las exigenciasde la potencia hegemónica (Escudé,1992). Incluso en El Realismo Perifé-rico (1992) no es bien definido y re-cién en el texto de 1995 lo será entorno a la idea del Estado Mercantilde Roncencrace.

Este marco, de mayor relevanciade la inserción lo lleva a redefinir elconcepto de autonomía. Por eso dis-tingue dos tipos de usos: 1) los usosorientados hacia su exhibición, quellama consumo de autonomía; y 2)los usos orientados hacia la genera-ción de más desarrollo o poder, quedenomina inversión de autonomía(Escudé, 1995: 221).

Si bien el planteo de dividir laautonomía en consumo e inversiónparece razonable, el autor abusa dela última en contra de la primera,llevándola a su desaparición casi total.16

Incluso, no tiene en cuenta la f ungi-bilidad del poder. De lo que se trataes de construir poder sin poder, node eliminarlo.

Escudé posee una visión de la es-tructura internacional jerarquizaday estática, donde ningún cambio esposible.17 El autor vislumbra la rela-ción centro-periferia como estáticae inmodificable, del mismo modoque los autores de la Teoría de la

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ESTUDIOS   11

Dependencia. Signif icativo es tambiénsu rechazo a quienes pretenden ana-lizarla f uera de los propios términosde la realidad internacional. En se-gundo lugar, también relacionado conel tratamiento de los sucesos está supolarización extrema. Escudé‚ cae enlo señalado por Rappoport en la po-lémica anteriormente citada de redu-cir todo “a una disputa esquemática”(Rappoport, 1984: 620).

La competición está reservada alaspecto económico y no a los políti-cos y militares, como si se pudiesenseparar unos de otros. Con respectoal carácter periférico del realismoEscudéano, observamos que con ladivisión de la autonomía y su rede-finición, el autor se separa del para-digma instaurado por Puig, afirman-do la inserción por sobre la autono-mía. Ademásalgo preocupante esqueno ve a ambos conceptos como com-plementarios a la manera puigiana,sino como excluyentes, relegando laspotencialidades de la nación en fun-ción de los intereses del Estado he-gemónico. El otro problema de lateoría de Escudé es que las ganan-ciasson siempre eventualeso difirierenla confrontación hacia el futuro, lle-vando a eternizar la alineación.

El concepto de autonomía debeser redefinido porque el mundo cam-bió, pero una cosa es redefinirlo yotra hacerlo desaparecer. Y este im-pacto no sólo tiñe el debate actualsino también los análisis retrospecti-vos, aunque esta discusión de fondono es del todo percibida.18

2.2.1. Una historia generalEscudéana

Escudé es consciente de la mues-tra es su monumental obra, realiza-da en conjunto con Andrés Cisnerosy un grupo de colaboradores titula-da Historia General de las RelacionesExteriores de la República Argentina

(1998). La misma posee una exten-sión de catorce tomos, en dondeconceptualiza cuatro etapas19: la Ar-gentina embrionaria (1806-1881), laArgentina consolidada (1881-1942),la Argentina subordinada (1942-1989),y la Argentina posmoderna (1989-1999), aunque, a diferencia de Puig,en forma de proceso histórico.20

La   Argentina embrionaria  (1806-1881) está enmarcada en el procesode gestación de los Estados del ConoSur. Esta posición se sustenta en elhecho por el cual a pesar de la inde-pendencia formal “aún nos encon-tramos con Estados embrionarios” ylos autores señalan que la incom-prensión de este fenómeno lleva amuchostrabajosa adolecer “de grandesdefectos”. Para ellos, esta falta decomprensión “ha sido en muchasocasionesel producto de lasmitologíashistoriográficas” (Cisneros y Escudé,1998: I, 16).

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18 Como ejemplo citamos nuestra experiencia perso-nal en los dos últimos eventos académicos a los queasistimos (las Sextas Jornadas de Historia de las Rela-ciones Internacionales en Santiago de Chile del 3 al 6de octubre de 2001 y el Primer Congreso de Relacio-nes Internacionales del Instituto de Relaciones Inter-nacionales en La Plata del 14 al 15 de noviembre de2002). Allí fue evidente observar cómo muchos “espe-cialistas” toman acríticamente el discurso Escudéano,y no notan que es sustancialmente distinto al de Puig,e incluso, cuando son interpelados los motivos de suadhesión, se contradicen o no pueden justificar estacuestión de fondo.

19 Es notable la coincidencia en la periodización con

el trabajo de Felipe De la Balze (1997), quien máscauteloso establece una etapa defensiva en vez deuna embrionaria en la primera mitad del siglo XIX, yluego la constitución de tres tiempos para nuestrapolítica exterior –la de la organización nacional (1852-68/1930-41), la del aislamiento (1941-3/1983-5) y lade reincorporación al Primer M undo o nueva políticaexterior (desde 1983-5 en adelante). Ésta se debe aque ambos fijan como parámetro exclusivo la relacióncon la potencia principal, ya sea Gran Bretaña o losEstados Unidos.

20 Aunque originalmente estaban previstos dieciséistomos, los dos últimos referidos a la gestión de Menemno fueron publicados para “evitar la politización de laobra” (Cisneros y Escudé, 1998: XIV, 7). De maneraauxiliar utilizaremos el artículo de Andrés Cisneros “Ar-gentina: historia de un éxito” (1998).

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RelacionesInternacionales- Nº25/200312

Esta etapa está subdividida en va-riosperíodos: el primero va desde 1806hasta 1825 con el reconocimiento for-mal británico, en él los autores en-cuentran dos falencias en la historio-grafía: una es la idea de que el Estado-nación se formó en 1810 y la otra es lasimplificación dela pujapatriotas-criolloscontra realistas-españoles(II, 251-253).El siguiente período lo denominan demini-Estados (1825-1852), en donde sibien no se llegó a un ordenamientoinstitucional, el período rosista gene-ró uno en el cual los dirigentes “te-nían más que perder con la guerra ymás que ganar con la paz” (Cisneros,1998: 40). Entre 1852 y 1860 ubican elperíodo de puja entre el Estado deBuenos Aires y la Confederación Ar-gentina, caracterizado por la inexis-tencia de un único Estado y en dondela lucha por el reconocimiento entreellos significaba la anulación del otro(Cisneros y Escudé, 1998: V, 208-9). Elúltimo (1862-1881), está marcado por“la construcción de un Estado y unmercado nacional influido por la as-cendente demanda externa” (Cisnerosy Escudé, 1998: VI, 360). Para Cisneroseste proceso fue reforzado por la Gue-rra de la Triple Alianza, porque permi-tió a Mitre “derrotar o neutralizar asus poderosos enemigos internos, paraasegurarse el dominio de vastos terri-toriostobas(Formosa)y guaraníes(Can-delaria y Santo Tomé) antes domina-dos por Paraguay y para consolidar supropia y frágil unión previa al conflic-to” (Cisneros, 1998: 49).

En esta etapa es muy evidente lapresencia de una lectura del fenó-meno de la nación como construc-ción, y no como un objeto dado.Éste tiene su origen en el marxismoculturalista británico que renovó los

estudios sobre el Estado-nación enlas últimas décadas.21 Pero lo ade-cuado del método no garantiza losresultados obtenidos, ya que muchosaspectos planteados por esos auto-res no están suficientemente ponde-rados (Simonoff, 1993: 8-11).

La segunda etapa es la  A rgentinaconsolidada (1881-1942). Sus iniciosestán delimitados por la afirmacióny adquisición de “algún grado deestabilidad territorial y política”. Enla integración al mercado mundialel país se vincula con las economíascentrales; Escudé y Cisneros lo hacensobre la base de la teoría de la de-pendencia aunque en un marco demayor paridad que la actual (Cisnerosy Escudé, 1998: I, 16-17). Detectanun corte en 1930: “No puede dejarde reconocerse que una economíaperiférica, exportadora y abierta comola de la Argentina en el siglo XIXfue particularmente vulnerable a lasoscilaciones del mercado internacio-nal. Es lo que demuestran las recu-rrentes crisis de 1876, 1890 y 1930.Pero las cifras demuestran que desdeel punto de vista comercial, la rela-ción económica entre la Argentina e

Inglaterra no fue tan unilateral comosostienen los postulantes de la de-pendencia” (Cisneros y Escudé, 1998:

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21 Como una aproximación a los textos de Gellner,Hobsbawm y Benedict Anderson es muy buena la reco-pilación de Fernández Bravo (1995).

La Argentinaembrionaria (1806-

1881) está enmarcada en elproceso de gestación de losEstados del Cono Sur. Enesta etapa es muy evidente

la presencia de una lecturadel fenómeno de la nacióncomo construcción,y no como un objetodado

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ESTUDIOS   13

X, 308-9). Para los autores, el mode-lo primario exportador se sustenta-ba en una economía agroexportadoradiversificada, exitosa pero vulnera-ble desde el punto de vista de lasinversiones extranjeras, que demos-tró ser exitoso hasta 1929 (Cisneros yEscudé, 1998: X, 316).

A pesar de esta crítica, referidaexclusivamente al aspecto comercialy no a otros, Escudé y Cisneros op-tan estructuralmente por la Teoríade la Dependencia, en lugar del au-tonomismo. Esta elección, no es ca-sual, ya que este análisis entiendelas relaciones centro-periferia comoinmodif icables. Es evidente el inten-to pedagógico de la descripción deesta etapa: se la muestra de unamaneracasi idí lica.22 En general, no expli-can la división existente entre losintereses de los grupos dominantesy la potencia hegemónica, y cuandolo hacen, es en referencia a cuestio-nes económicas y no políticas.

La emergencia de la crisis de 1929no es registrada en la  Historia Gene-ral pero sí en el artículo de Cisneros.Allí se señalan las consecuencias eco-nómicas que llevaron a deteriorarnuestro comercio exterior y al siste-ma político (Cisneros, 1998: 56). Es-tos aspectos tuvieron evidentesimplicancias en el diseño de nuestrapolítica exterior, ya que como efec-to derivaron “hacia el aislamiento yla retórica principista, en relaciónasimétricamente inversa a nuestroabandono de los mercados y posi-ciones internacionales bien ganadascon anterioridad” (Cisneros, 1998: 52).

La nueva situación intencional llevóa los grupos conservadores, paradetentar sus intereses, al impulso delPacto Roca-Runciman que el autorevalúa del siguiente modo: “Lo malono fue el acuerdo. Lo malo fue queno entendimos que el mundo estabacambiando, que el Pacto Roca-Runciman funcionaba como un par-

che para ganar tiempo y que debía-mos aprovechar los pocos años derelativa bonanza que con él nos ga-rantizábamospara transformar nuestraeconomía. No lo hicimos, y así nosfue” (Cisneros, 1998: 57).

Estos intentos por mantener laeconomía argentina en el área de lalibra recibieron un golpe final alconcluir la conflagración contra elEje. En ese momento, la transferen-cia de poder mundial hacia los Esta-dos Unidos concluyó. Lo notable esque esto “resultaba previsible desdemucho antes de finalizar la SegundaGuerra.” Por consiguiente, esta malaevaluación y las políticas de neutra-lidad, calificadas como “errores”, nos“condujeron a la marginación inter-nacional y a una profunda incerti-dumbre respecto de su rumbo eco-nómico” (Cisneros, 1998: 59).

Es curioso que en la  Historia Ge-neral la fecha de culminación de estaetapa sea 1942, y no 1945 como loseñala Cisneros. En la monumetal obrase nota la preeminencia de los pos-tulados Escudéanos más proclives aanalizar el proceso desde una visiónunidimensional.23

En tercer lugar aparece la Argen-tina subordinada (1942-1989). Es unaetapa marcada por la confrontación,

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22 Como oportunamente señaló José Paradiso, cuan-do analizaba el discurso Escudéano contrario a la po-lítica autonomista de Alfonsín, allí el pasado es un

ejemplo a imitar: “Si por entonces (a f ines del SigloXIX y principios del XX) al país le había ido bien aco-plándose a la potencia hegemónica (Gran Bretaña), loaceptable era repetir la fórmula (ahora con EstadosUnidos)” (Paradiso, 1993: 195).

23 En esa obra no se toma registro de la polémicaentre el propio Escudé y Rappoport relativa a la per-manencia de los intereses británicos y las políticas deneutralidad que hubiesen derivado lógicamente en fi-

 jar como fecha 1945, 1946 ó 1949, pero nunca unatan temprana como 1942 establecida por el cambio deactitud norteamericano ante su decisión de interveniren la Segunda Guerra Mundial, tras el ataque japonésen las base naval asentada en las islas de Hawai. Elotro dato es la homogeneización de innumerables va-riantes de las posiciones neutralistas y rupturistas enese conflicto (Simonoff, 1998: 124-134).

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RelacionesInternacionales- Nº25/200314

aquí los desafíos al poder hegemó-nico estuvieron marcados por unaasimetría cada vez mayor entre lasgrandes potencias y la periferia. Laoposición, aunque exitosa, “ resulta-ba con frecuencia en victoriaspírricas”donde los costos eran muy superio-res a los que debía pagar EstadosUnidos por ese mismo fracaso. LaArgentina subordinada posee lasmismasdificultadesseñaladaspor Puig,Figari, Paradiso y Miranda aunquecon una interpretación diferente. Losdesafíos a la potencia, al ser un sis-tema asimétrico, tienen un costodiferente para una y otra nación(Cisneros y Escudé, 1998: I, 17). A de-

más“la política exterior del país fluc-tuaba dramáticamente entre el ter-cermundismo anti-occidental de al-gunos gobiernos de la democraciarestringida, posteriores al derroca-miento de Perón, y los alineamientosinternacionales con espíritu de cru-zada, auspiciados por las fuerzas másreaccionarias durante los gobiernosmilitares de las autodenominadas“Revolución Argentina” y “Procesode Reconstrucción [sic] Nacional”(Cisneros, 1998: 61).

El inicio de esta oscilación, pro-ducto de la inestabilidad política

interna, esanterior a esta etapa, comoel propio Cisneros lo marca. Por otraparte, esta inestabilidad se convier-

te en el factor determinante para lasestrategias utilizadas, aumentandoel grado de aislamiento, siendo supunto culminante la Guerra de Mal-vinas (Cisneros, 1998: 63).

Como ya lo señalamos, esta situa-ción bélica pone a la Argentina anteuna nueva etapa. Y es aquí dondeencontramos nuevamente una varia-ción entre estos autores. Cisneros ve“grandes aportes en el acercamientoa nuestros grandes vecinos, Chile yBrasil” aunque todavía existían grandesinterrogantes con respecto al justicialismo (Cisneros, 1998: 65).Aspecto en el que Escudé rechazatodo matiz previo a 1989.

 Y finamente, la Argentina posmo-derna (1989-1999): El fin de la Gue-rra Fría y la consolidación de losregímenes democráticos son “un cam-bio cualitativo” en la política exte-rior, f undada en la aceptación de lasreglas de juego  y la “renuncia a lasconfrontaciones del pasado”.   Estaspolíticas tienen como objetivo, se-gún los autores, el desarrollo econó-mico y el bienestar de la gente(Cisneros y Escudé, 1999: I, 18-19). Sibien esta etapa no se encuentra enla   Historia General  existe un sinnú-mero de obras y trabajos de Cisnerosy Escudé sobre él a los que hemoshecho referencia.

La caracterización de este períodose sustenta en que: “Una Argentinaabierta y dispuesta a competir es unaArgentina dispuesta a eliminar lasconfrontaciones que la alejaban in-necesariamente de Occidente” (Cisneros,1998: 72). Donde, además, se resca-tan una serie de decisiones de granimpacto interno como la creación delMercosur y el fin de las diferenciaslimítrofes con Chile (iniciadas duran-te el gobierno de Alf onsín), la reanu-dación delasrelacionescon GranBretañabajo la fórmula del “paraguas” y laadhesión a la alianza occidental(Cisneros, 1998: 73-6).

La Argentinasubordinada (1942-

1989). Es una etapa mar-cada por la confrontación,aquí los desafíos al poderhegemónico estuvieron

marcados por una asimetríacada vez mayor entrelas grandes poten-cias y la periferia.

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ESTUDIOS   15

Esta etapa es descripta por Escudécomo una época refundacional, por loque no se encuentran variantes conrespecto al anterior gobierno, ademásesanalizada como si fuera un espejo dela iniciada en 1880 y en algún sentido,sus análisis sobre ella poseen las mis-mas perplejidades de aquel análisis.

3. Las conclusiones

El autonomismo, más vinculado alas revoluciones nacionalistas yreformistas de mediados del siglo XXy los movimientos de los sesenta,sostiene que la flexibilidad del siste-ma internacional y su distribuciónde tareas otorga a los países márge-nes de maniobra para lograr los ob- jetivos nacionales y una interpreta-ción acorde a esta definición. Se podríadecir que en esta visión la decisióninterna de un país se encuentra porencima del sistema internacional. Encambio para el realismo periféricomásreciente, cuya influencia neocon-servadora es evidente, el sistemainternacional al ser jerárquico y es-tático se impone frente al marcointerno.24 Esinteresante observar quelos autonomistas más recientes tam-bién hacen una misma lectura encuanto al peso de la estructura ex-terna por sobre la interna, aunqueno comparten la lectura del proceso.La gran pregunta es si la acumula-ción de contradicciones entre loshechos y la teoría da lugar a unasituación de crisis paradigmática o aun cambio de paradigma, situaciónque no es percibida por los trabajosque analizan el tema.

Pero sus divergencias no impidenver algunos núcleos de la historia denuestra política exterior, como laspolíticasexterioresde la segundamitaddel siglo XIX, la inestabilidad políti-ca y el aislamiento en la Guerra Fría,o el inicio de una nueva etapa en losaños recientes, aunque con matices

y divergencias en la valoración,periodización y conclusión de todoel proceso histórico.

 Toda la bibliografía apunta a laconsolidación de un modelo de rela-ción particular en el siglo XIX bajola búsqueda de la inserción a la po-tencia hegemónica de entonces.Quienes la ven idílicamente, lo ha-cen a sabiendas de que están contri-buyendo al modelo implementadoen los noventa, aunque a riesgo deno percibir el pasado con todas suscaracterísticas, porque ello pondríaen peligro sus posiciones sobre elpresente. En un sentido contrario,los autonomistas valoran las diver-gencias entre las elites locales ymetropolitanas como evidencia delos márgenes de acción que generael escenario internacional.

Puig y Figari hacen una lecturamás tradicional sobre los orígenes denuestra política exterior, vinculandoel pasado hispánico, y no viendo laconstrucción del Estado-nación. Paranosotros, es evidente que existe unlargo proceso de creación y legitima-ción estatal del país, que su ausenciainfluye en nuestra política exterior yque no comienza antes de 1862. Sibien la culminación de este procesoestá en torno a 1880, creemos que enla asunción de Mitre ya están presen-tes muchas de las tendencias profun-das aunque existen tensiones alrede-dor de ellas aunque no siempre searticulan en torno a la lógica de laafiliación a la esfera de influenciabritánica. Por ello es más pertinenteesa fecha de inicio, y no 1880.25

24 De hecho la anarquía aparece tardíamente y sepresenta como una cuestión marginal y no constitutivadel sistema internacional.

25 Aunque no nos es extraño que los grupos dirigen-tes precisan aún más sus objetivos en 1880, es lo que

 José Luis Romero marca como transformación de laelite republicana en oligarquía (Romero, 1986). Tam-bién se observa cierta correspondencia en la elecciónhecha por los autores con su visión del presente.

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A partir de ese momento, la Ar-gentina logró un modelo de inser-ción en virtud de la división interna-cional del trabajo que le permitió,bajo esa adscripción, desarrollar unapolítica tradicional de inserción quese inicia tras la Batalla de Pavón yque puede llegar hasta 1930, cuyasprincipales características fueron, laya señalada afiliación, la oposicióna Estados Unidos, una triangulacióncomercial con esos dos países, el ais-lamiento de América Latina, el equi-librio regional y una debatida cues-tión territorial.26

 Tras la Gran Guerra, el escenariomundial y nacional empezó a cam-biar y se hacía necesario un cambiode estrategia. Eso se esboza durantelos primeros gobiernos radicales, endonde encontramos los primerosatisbos autonomistas, sobre la basede una diversificación de las expor-taciones y la redefinición del con-cepto de soberanía.

La crisis de 1929 pone fin al esce-nario mundial decimonónico27 y nosencontramos frente a un escenarioque se definirá en 1945. Dos datosson significativos para esta etapa: elrefuerzo de la relación bilateral conGran Bretaña –por eso esta etapa lapodríamos denominar de bilateralismoprofundizado–, que tendrá efectosno sólo económicos, y la ruptura delconsenso existente sobre las relacio-nes que el país debería lleva a cabo,ya que aparecen otras opciones conmayor sustento político que antes,hacia los Estados Unidos, Alemaniao el autonomismo del forjismo.

El debate historiográfico apuntaa determinar cuándo ese modeloterminó. Nos inclinamos a pensar queel f in de la Segunda Guerra Mundialresultó determinante porque surgióun nuevo escenario internacional conel desplazamiento definitivo de loseuropeos y el ascenso de la UniónSoviética y los Estados Unidos, y estasituación impuso nuevos rumbos ennuestra política exterior. Es eviden-te que a partir de allí la políticaexterior argentina se estructuró so-bre una tensión entre los planteosautonomistas y de inserción a lapotencia americana dominante en elescenario mundial desde mediadosdel siglo XX.

Los proyectos de incorporación alnuevo escenario internacional estu-vieron marcados por una puja entrelos esquemas autonomistas y esque-mas de inserción hacia los EstadosUnidosson lasquedenominamosnuevaspolíticasexteriores(1946-1983). La faltade estabilidad institucional reflejócambios constantes, al ritmo de lasucesión de gobiernos civiles y mili-tares, e incluso en algunos casos den-tro de un mismo gobierno. Esta faltade estabilidad se reflejó en una acti-tud incoherente hacia el exterior porparte de nuestro país, siendo éste unode los principales motivos de su pér-

26 La cuestión territorial gira en torno a posicionesextremas, producto de las distintas visiones teóricas;para Puig existe claramente una “debilidad” y paraEscudé una “expansión”, mientras Figari tiene una

posición más matizada (“autorenuncia y expansión”).27 A tal punto que Andrés Cisneros lo anota en el

artículo al que ya hemos hecho referencia (1998: 55-59).

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Quienes la ven idílica-mente, lo hacen a

sabiendas de que estáncontribuyendo al modeloimplementando en losnoventa, aunque a riesgo deno percibir el pasado contodas sus características,

porque ello pondría enpeligro sus posi-ciones sobre elpresente.

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dida de influencia a escala mundial,que es reflejada por ambas visionesaunque no con el mismo sentido.

Mientras en Puig y sus sucesoreslas decisiones autonómicas son pon-deradas como positivas, dada su co-rrespondencia con los intereses in-ternos del país, Escudé y sus acólitoslasevalúan como “desafíos” con costose inclusos como “victorias pírricas”.Al cambio de óptica responde la re-definición del concepto de autono-mía realizada por Escudé en formade consumo e inversión. Aquí, lasdiferenciasde perspectivasnuevamenteaparecen y las referencias pedagógi-cashacia el presente se muestran comoinevitables.

Desde la restauración democráti-ca de 1983 y los cambios acaecidosdesde fines de los ochenta en el es-cenario internacional, las estrategiasde las políticas exteriores tuvieroncomo marco cierta estabilidad de unrégimen, en donde se produjo unaconjunción de pretensiones de auto-nomía e inserción que estaría carac-terizando un modelo distinto. Laconsolidación de dos variables prin-cipales, una con Washington y otracon Brasilia, son los datos más rele-vantes. Mientras la primera es unacontinuidad de la anterior –reforza-do por el fin de la Guerra Fría ymatizada en un esquema convergen-te con la autonomía–, la otra apare-ce como una auténtica construcciónde este período, tendiente a dismi-nuir la presión de la primera.

Finalmente queremos señalar queel acento puesto en lo burocrático apartir de los ochenta fue contribu-yendo a la formación de especialis-tas en áreas de política exterior yque éste no alienta losanálisisglobalese integrales.28 Esta fragmentacióndiscursiva dejó lugar a una nuevaarticulación del pasado, como laexpresada en la obra de Escudé yCisneros que, recubierta de una pers-

pectiva objetivizante, no puede ocultarsus imperativos del presente y delfuturo.

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28 Es un dato evidente que la suma de las partesnunca componen el todo, siempre hay algo más.

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