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32 “De la mujer dependerá en adelante demostrar si, desafiando toda una opinión ancestral acerca de sus limitaciones, puede afrontar de modo creador la difícil empresa de la libertad del pensar...” Lucía Piossek Prebisch, La mujer y la filosofía (1971). n las últimas décadas, tres circunstancias –en cierto sentido fortuitas– reintroduje- ron la lectura de Simone de Beauvoir en la Acade- mia luego del impasse que se produjo tras su fuer- te influencia en el feminismo estadounidense a fi- nales de los 60 y principios de los 70. La primera de estas circunstancias, en 1986, fue la publicación de Judith Butler de un artículo en el que examina y cri- tica la posición filosófica y feminista de la filósofa francesa, convirtiéndola en su referente polémico y, a su vez, convirtiéndose a sí misma en una autora audaz, tan leída como polémica 1 . Corresponde la segunda circunstancia al año 1999, cuando se cum- plieron cincuenta años de la publicación del exten- so ensayo de De Beauvoir, El segundo sexo (1949), la obra más significativa de la teoría feminista del si- glo XX; un hito clave de una tradición, como le gus- ta decirlo a Cèlia Amorós 2 . En una operación des- naturalizadora, procedió a desmontar y denunciar la lógica de la opresión sexual y estableció, como pocas veces se había hecho antes, el carácter de constructo cultural del eterno femenino, alineándo- se no sólo con los existencialistas en la discusión de las esencias, sino también con una línea genealógi- ca (no muy densa, pero sí muy rica), que podemos iniciar en el siglo XVII con François Poullain de la Ba- rre, de denuncia de la situación de exclusión histó- rica de las mujeres. Por último, aún vigentes los ecos de las polémi- cas anteriores, este año se conmemora el centene- rio de su nacimiento, abriendo nuevamente una amplia gama de publicaciones entorno de su figu- ra 3 . Nunca la abandonó un halo polémico que se tensa entre la admiración y el rechazo. Por ejem- plo, a comienzos de este año, Le Nouvel Observa- teur ha publicado un amplio suplemento que no sólo comienza con estas sugestivas palabras: “Van- guardista y radical, venerada y refutada, admirable y quizá detestable, Simone de Beauvoir ha pertur- bado generaciones de mujeres alrededor del mun- do” sino que reproduce la famosa fotografía que Simone de Beauvoir: hacer triunfar el reino de la libertad Por María Luisa Femenías María Luisa Femenías es doctora en Filosofía. Titular de Antropología Filosófica (FAHCE, UNLP) y directora de Proyectos de Investigación y co-editora de Mora (UBA). Entre otros, es autora de Sobre sujeto y género, El género del multiculturalismo y tres volúmenes de Perfiles del feminismo iberoamericano. 1 Cf. mi dossier “Butler lee a Beauvoir: fragmentos para una polémica en torno del ‘sujeto’”, Mora, 4, FFyL (UBA), 1998, pp. 3- 44. Se incluye presentación y se- lección de textos de Judith Butler, traducción de su artículo “Sexo y género en El Segundo sexo de Si- mone de Beauvoir” y del artículo de Sara Heinämaa “¿Qué es ser una mujer?: Butler y Beauvoir so- bre los fundamentos de la diferen- cia sexual”. Sobre la crítica de Bu- tler a Beauvoir me extiendo en So- bre sujeto y género (2000) Intro- ducción, y Judith Butler: una intro- ducción a su lectura (2003), Capí- E

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“De la mujer dependerá en adelante demostrar si, desafiando toda una

opinión ancestral acerca de sus limitaciones,puede afrontar de modo

creador la difícil empresa de la libertad del pensar...”

Lucía Piossek Prebisch, La mujer y la filosofía(1971).

n las últimas décadas, tres circunstancias–en cierto sentido fortuitas– reintroduje-

ron la lectura de Simone de Beauvoir en la Acade-mia luego del impasse que se produjo tras su fuer-te influencia en el feminismo estadounidense a fi-nales de los 60 y principios de los 70. La primera deestas circunstancias, en 1986, fue la publicación deJudith Butler de un artículo en el que examina y cri-tica la posición filosófica y feminista de la filósofafrancesa, convirtiéndola en su referente polémico y,a su vez, convirtiéndose a sí misma en una autoraaudaz, tan leída como polémica1. Corresponde lasegunda circunstancia al año 1999, cuando se cum-plieron cincuenta años de la publicación del exten-so ensayo de De Beauvoir, El segundo sexo (1949),la obra más significativa de la teoría feminista del si-glo XX; un hito clave de una tradición, como le gus-ta decirlo a Cèlia Amorós2. En una operación des-naturalizadora, procedió a desmontar y denunciarla lógica de la opresión sexual y estableció, comopocas veces se había hecho antes, el carácter deconstructo cultural del eterno femenino, alineándo-se no sólo con los existencialistas en la discusión delas esencias, sino también con una línea genealógi-ca (no muy densa, pero sí muy rica), que podemosiniciar en el siglo XVII con François Poullain de la Ba-rre, de denuncia de la situación de exclusión histó-rica de las mujeres.

Por último, aún vigentes los ecos de las polémi-cas anteriores, este año se conmemora el centene-rio de su nacimiento, abriendo nuevamente unaamplia gama de publicaciones entorno de su figu-ra3. Nunca la abandonó un halo polémico que setensa entre la admiración y el rechazo. Por ejem-plo, a comienzos de este año, Le Nouvel Observa-teur ha publicado un amplio suplemento que nosólo comienza con estas sugestivas palabras: “Van-guardista y radical, venerada y refutada, admirabley quizá detestable, Simone de Beauvoir ha pertur-bado generaciones de mujeres alrededor del mun-do” sino que reproduce la famosa fotografía que

Simone de Beauvoir: hacer triunfar el reino de la libertad

Por María Luisa Femenías

María Luisa Femenías es doctoraen Filosofía. Titular de Antropología Filosófica (FAHCE,UNLP) y directora de Proyectosde Investigación y co-editora deMora (UBA). Entre otros, es autora de Sobre sujeto y género,El género del multiculturalismo ytres volúmenes de Perfiles del feminismo iberoamericano.

1 Cf. mi dossier “Butler lee aBeauvoir: fragmentos para unapolémica en torno del ‘sujeto’”,Mora, 4, FFyL (UBA), 1998, pp. 3-44. Se incluye presentación y se-lección de textos de Judith Butler,traducción de su artículo “Sexo ygénero en El Segundo sexo de Si-mone de Beauvoir” y del artículode Sara Heinämaa “¿Qué es seruna mujer?: Butler y Beauvoir so-bre los fundamentos de la diferen-cia sexual”. Sobre la crítica de Bu-tler a Beauvoir me extiendo en So-bre sujeto y género (2000) Intro-ducción, y Judith Butler: una intro-ducción a su lectura (2003), Capí-

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en 1952 le tomara el fotógrafo norteamericano ArtShay, de espaldas, peinándose desnuda frente a unpequeño espejo, con el título de “Simone de Beau-voir Escandalosa”4.

Pues bien, todas estas ocasiones (desde el artí-culo de Butler y el cincuentenario hasta los Home-najes por su centenario diseminados por todo elmundo), están entrecruzadas en el fuerte debate la-brado entre defensoras de la “igualdad” y de la“diferencia”, por un lado, y de “modernas” y“postmodernas” por otro. En todos los casos, semuestra también la necesidad de actualizar la lectu-ra, el examen y la polémica sobre los aportes y loslímites de su teoría feminista y una vez más llegar aDe Beauvoir a través de De Beauvoir. En lo que si-gue, trataremos de realizar un perfil a trazos grue-sos de sus contribuciones, centrándonos en aque-llos aspectos fundamentales aún vigentes.

1. El síndrome del acólito

El feminismo de De Beauvoir se inscribe dentrode los parámetros comprensivos de la Filosofía Exis-tencialista que se desarrolló a partir de finales de ladécada del 30 y hasta después del Mayo Francés,manifestándose en un movimiento amplio que in-cluye el arte, la filosofía y hasta la moda. Son miem-bros de esa corriente, Jean Paul Sartre, Maurice Mer-leau-Ponty, Albert Camus y ella misma, pero tam-bién Karl Jaspers y Gabriel Marcel, entre otros. Mu-chos gustan también de incluir, a pesar de su propiorechazo, a Martin Heidegger. A simple vista, esto im-plica una pluralidad de posiciones, una fuerte inter-dependencia respecto de algunos supuestos, basesteórico-filosóficas compartidas y disidencias relevan-tes y bien identificadas respecto de algunas zonasmuy precisas. En la línea atea, tradicionalmente sehan subrayado las divergencias entre Sartre y Mer-leau-Ponty, por ejemplo, pasando desapercibidoshasta tiempos muy recientes los distanciamientosteóricos entre Sartre y la propia De Beauvoir.

Ante los ojos de la crítica filosófica y del públicoen general, De Beauvoir, en su situación de compa-ñera de Sartre, se convirtió en la seguidora fiel delas enseñanzas del compañero-maestro y una merasombra de la filosofía de aquél. Esa singular rela-ción qua varón y mujer, independientemente de có-mo fuera en realidad, una vez inscripta en las tra-mas de la sociedad de su época, fue percibida co-mo de dependencia y subsidiariedad sin más de lamujer (De Beauvoir) respecto del varón (Sartre). IrisMarion Young, en un intento por explicar estructu-ralmente la teoría de la dominación, esbozada porKate Millet –siguiendo rutas beauvorianas– en ladécada anterior, advirtió con agudeza que más alládel sistema de ideas, símbolos, modos de concien-ciación y variables singulares de mujeres y de varo-nes involucrados, siempre es necesario indagar y ex-plicar las maneras en que los varones concretos seapropian de los beneficios concretos que toman delas mujeres de modo real, simbólica o supraestruc-turalmente5. El análisis de Young pone de manifies-to la densidad del problema y muestra cómo inde-pendientemente de rasgos individuales de carácterpsicológico, las estructuras sociales se mantienenpor una suerte de ideología metafísica, que generaun anisomorfismo valorativo a la hora de abordarlos aspectos sociales de la realidad y de los lugaresde varones y mujeres, muchas veces entendidos co-mo naturales.

De modo que hubo que dejar pasar décadashasta que la figura de Simone de Beauvoir comen-zara a investigarse por su propio peso, y sólo enton-ces pudieron “verse” sus aportaciones singulares yla influencia conceptual que ella misma ejerció sobreel pensamiento del mismo Sartre. Con esto quierodecir que “el Castor” (nombre con el que Sartre lededicaba sus libros) no fue meramente una “musainspiradora” –en palabras de Geneviève Fraisse– si-no que entre ellos, además del vínculo afectivo ypersonal, había también debate, influencia recípro-ca, coincidencias y disensos.

tulo 2. En la bibliografía final figu-ran los datos completos de los li-bros citados.2 Amorós, C. (1999: 113).3 Simone de Beauvoir nace en Pa-rís el 8 de enero de 1908 –haceexactamente cien años– y muereel 14 de abril de 1986.4 Cito: “Avant-gardiste et radica-le, vénérée et contestée, admira-ble et parfois détestable, Simonede Beauvoir a bouleversé des gé-nérations de femmes à travers lemonde”, Le site littérer de Nou-velobs.com Agradezco a A.Mangin que me enviara el Suple-mento en cuestión.5 Young, Iris M. (1983: 129-147)

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Como lo ha puesto en evidencia la exégesis ini-ciada en la década de los 90 a raíz de los cincuentaaños de la publicación de El Segundo Sexo y, ennuestra lengua, el excelente trabajo de Teresa LópezPardina, se fue haciendo evidente que la filosofía deDe Beauvoir no era un mero epígono del sartrismocomo todavía lo considera Judith Butler en el artícu-lo mencionado. Es cierto que, como todos los exis-tencialistas, compartió con Sartre muchas de lasfuentes filosóficas –entre ellas, Kierkegaard, Husserlo Hegel–, y que también existió entre ambos y consu grupo común de amigos un continuo y fecundointercambio de ideas. Pero, la peculiaridad de la fi-losofía de cada uno se muestra en cómo entendie-ron algunos conceptos clave dentro del existencia-lismo, lo que además da la pauta de que el flujo fi-losófico no circuló sólo en el sentido de “maestro adiscípula”, sino mucho más imbricada y recíproca-mente. No podemos revisar ahora todas y cada unade esas claves, pero ilustraremos lo que queremosdecir con algunos ejemplos, fundamentalmentecon aquellos conceptos que introduce De Beauvoiry que la distancian significativamente del existencia-lismo sartreano.

2. Natura / nurtura: sexo / género

“¿Qué es una mujer?” se pregunta en El segun-do sexo, la respuesta en primera persona es: “Yosoy una mujer”. “Es significativo que yo lo plantee–continúa–. A un hombre no se le hubiera ocurridoescribir un libro acerca de la situación singular queocupan los varones en la humanidad. Si quiero de-finirme, me veo obligada a decir, en primer lugar,‘Soy mujer’. Esta verdad constituye el fondo sobreel cual se yergue toda otra afirmación”6. Más ade-lante agrega: “No se nace mujer, se llega a serlo”.

Como se ha advertido repetidamente, se tratade un “vaivén” cuyos extremos están marcados,por un lado, por el “dato biológico” del sexo “queda vida” –en palabras de Beauvoir– y, por otro, de

la “mujer” como “femenina”, como “el eterno fe-menino” cuya construcción social esencialista re-chaza. En un mundo que desde la infancia se le harevelado como masculino, toma conciencia de sucondición de “mujer”; es decir, de que ese “yo” in-dividual “que soy” llega a ser “mujer”: y se consti-tuye en el punto de partida de su propia experien-cia en el mundo: “yo soy una mujer”. Queda claroque la filósofa distingue, entonces, entre el “dato”y el “constructo social”.

Pero, ¿usó Beauvoir la categoría de “género”en sus escritos? Si bien se la instituye como la pri-mera enunciadora de ese concepto clave de la teo-ría feminista posterior, no aparece en su obra niuna definición ni un uso técnico de la palabra “gé-nero” en el sentido (complejo, polémico e inesta-ble) que se le ha dado posteriormente. Con todo,hay acuerdo en que, sea como fuere, De Beauvoirenunció (en clave existencialista) que el sexo comoun aspecto del cuerpo “no puede ser vivido comoun dato bruto sino por la mediación de las defini-ciones culturales” (Amorós, 1999:120). Hay enton-ces una clara distinción entre la naturaleza (o labiología), y los modos en que las diferentes socie-dades han instrumentado “ese dato” generando la“esencialidad” de ciertos rasgos. De Beauvoir ex-presa esto claramente cuando sostiene firmemen-te: “la naturaleza no es destino”, invirtiendo lasentencia del maestro del psicoanálisis. En efecto,De Beauvoir subraya que “nada en la naturalezaobliga a un orden social determinado”, menos aúnsi es discriminatorio, y el orden social que confinaa las mujeres a ciertos roles “naturales” lo es. Lo esen la medida en que se constituye en impedimen-to para el ejercicio de su libertad, de su proyecto,de su trascendencia.

En síntesis, podemos concluir que las feministasestadounidenses acuñaron la palabra “gender” pa-ra referirse a la construcción social de los sexos(probablemente hacia fines de los 60), pero ya paraDe Beauvoir lo que varones y mujeres son en un en-6 De Beauvoir, S. (1949, I: 11)

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tramado social determinado ha sido culturalmenteconstruido. En ese sentido, diseñó y describió unconcepto que sólo más adelante tuvo un términopreciso: “género” como lo femenino por sobre elsexo-hembra, y lo masculino por sobre el sexo-ma-cho. Como las sociedades conocidas hasta el mo-mento son estructuralmente patriarcales, bien ob-serva nuestra autora que actual e históricamenteesto ha significado un mayor beneficio para los va-rones y lo masculino que para las mujeres y lo feme-nino. Por eso, afirma que la autonomía económicaes prioritaria y que la lucha colectiva de las mujerespor la igualdad de derechos las llevará a alcanzar laemancipación. No obstante, De Beauvoir tiene cla-ro que la Ley sola no es suficiente. Hay que cambiarcostumbres ancestrales. Sostiene, por tanto, que“pueden existir diferencias en la igualdad” y quevarones y mujeres pueden mantener relaciones enlas que ambos reconozcan al otro/otra como suje-tos. Esto significa, entablar relaciones simétricas yrecíprocas entre varones y mujeres, incluyendo lasde deseo, posesión, amor, aventura, proyecto, etcé-tera que para ella conservan sentido7.

Respecto de su concepción de “mujer”, dosfueron las críticas más extendidas que se le formu-laron claramente desde sectores bien diferenciados.Por un lado, se condenó severamente su rechazo ala maternidad, que entendió como un pago a la es-pecie, fuente constante de “enajenación carnal”,de dolor y de peligro de vida8. Julia Kristeva, porejemplo, responsabiliza a De Beauvoir de haber des-prestigiado la maternidad, alejando al movimientofeminista de sus bases, que no podían identificarsecon esa figura intelectual “descarnada”. Aunquemás tarde modificó esta posición y reconoció que lamaternidad sustrae a las mujeres de su unidad con-sideró de todos modos que les daba la oportunidadde acceder a la eticidad9. Donde Hegel negaba laeticidad a las mujeres, Kristeva se la confiere por víade la maternidad. Se interpretó también el rechazode De Beauvoir en términos de deseo de homolo-

gación al modelo masculino e incapacidad de com-prender el “erotismo de la maternidad”. Incluso,Agacinski llegó a sostener que ese rechazo implica-ba una infravaloración implícita de lo femenino ensí misma y el desconocimiento o negación de unade las vías más importantes de realización en la vi-da de las mujeres10.

Partiendo de conceptos y posiciones existencia-listas en general y beauvorianas en particular, elanálisis que sobre esta cuestión realizó Lucía Piossekresulta más interesante11. Precisamente porque elcuerpo es una situación, la sexuación de cada cuer-po es sumamente importante. En efecto, si la afir-mación sartreana sostiene “Yo soy mi cuerpo”,Piossek describe la experiencia de la maternidad,como “yo soy mi cuerpo, efectivamente; pero micuerpo no es mío [...]” es la sede de “otro”, estáenajenado (en el sentido de De Beauvoir) porque seha tornado receptáculo y alimento material de“otro”12. Esta experiencia –que califica de “humil-dad ontológica”– reconoce una situación histórica yfáctica de la maternidad que –según Piossek– no lepermite a las mujeres olvidar su sujeción a un “or-den de la naturaleza con un ritmo compartido conotras regiones de la vida vegetal y animal”. Es decir,aún habiendo elegido la maternidad, se produce unfenómeno especial según el cual un “ser humanomujer” reconoce que sus mejores reservas y ener-gías se desplazan hacia los intereses de la especie;deja de ser “un individuo” para convertirse al mis-mo tiempo en albergue y custodia de “otro”. Em-prendiendo una tarea beauvoriana, que la filósofafrancesa no llevó a cabo, Piossek sostiene que unaexperiencia tal –nada desdeñable– conlleva el desa-fío de pensar filosóficamente cómo afecta al cuer-po ese estar “para” otro, bajo un proceso que unavez iniciado excede la propia decisión. Tarea queademás sólo puede llevarse a cabo según la expe-riencia de la maternidad, propia únicamente de lasmujeres. Aquí, las mujeres deben contribuir a la li-bertad del pensar a partir de una experiencia espe-

7 De Beauvoir, S. (1949, II: 508 y ss.)8 Ibidem, p. 53 y ss.9 Ferrero citando a Rodgers, C.(1998: 190). Cf. también Zerilli enTubert (1996: 155-188).10 Cf. entre otras, Agacinski (1998)capítulo “Libertad y Fecundidad”. 11 Piossek Prebisch (1994: 95-105). 12 Tomo la afirmación “Yo soymi cuerpo” de El ser y la nada deJ.-P. Sartre, Parte III 2, quien a suvez la toma de Gabriel Marcel.Agradezco esta observación a Lu-cía Piossek.

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cífica de su cuerpo como situación y como capta-ción peculiar del mundo (como afirma De Beau-voir). Muy probablemente –sugiere– la filosofía sealejaría de la orgullosa afirmación masculina deque la persona es, ante todo, individuo y autodeter-minación. Anticipando un conjunto importante delas tesis sostenidas mucho después por las defenso-ras de la ética del cuidado, Piossek invita a las mu-jeres desde su situación particular a abrir los espa-cios de su libertad13.

Ahora bien, el rechazo de De Beauvoir a la ma-ternidad puede leerse en términos de decisión indi-vidual libre conforme al propio proyecto de vida.Pero también, tal como sugiere Ferrero, como unaforma de negación de las políticas de “maternidadobligatoria”, propias de las políticas demográficasde la postguerra y también de las definiciones his-tóricas de las mujeres en términos de “madre”. Másaún de “mujer-madre” como si de sinónimos se tra-tara. En el marco de su preocupación por desnatu-ralizar el cuerpo y la vida de las mujeres, su decisiónpudo haber operado como un modo radical, públi-co y militante de distinguir a la “mujer” de su ca-racterización ancestral de “madre”. Llama profun-damente la atención que aún se le dediquen tantaspáginas a este ejercicio de libertad según el que DeBeauvoir toma una decisión significativa sobre supropio cuerpo y proyecto de vida. Tampoco aquí he-mos podido sustraernos del tema, lo que nos indi-ca cuán afincada está todavía la naturalidad de ladupla mujer-madre. Anclada en sistemas sociales decreencias en el instinto “materno” o en el deseonatural irrefrenable por la maternidad, o en la ma-ternidad como “culminación” de la vida de las mu-jeres, elegir libremente lo contrario –como hizo DeBeauvoir– exige explicación. Incluso aún hoy resultaque las explicaciones que brindó siguen pareciendoinsuficientes o despiertan sospechas.

El otro foco de críticas severas lo concitó –para-dojalmente– su toma de posición respecto de undimorfismo sexual biológico y excluyente. Ante su

heterosexualidad expresa e implícita en sus análisis,los grupos lésbicos primero y queer después ataca-ron su heterosexualidad compulsiva (descriptiva yprescriptiva) entendiéndola como una contribución(deseada o no) al disciplinamiento patriarcal deldeseo. A pesar de que sostiene que “Entre ambossexos no existe una distinción biológica rigurosa...”y que “ninguna sexualidad está determinada” porningún “destino anatómico”, igualmente apela re-petidamente a “modificaciones” hormonales ycuerpos dimórficos. Sea como fuere, pone el acen-to en el “dato” biológico irrefutable del dimorfis-mo como sede de las construcciones culturalesposteriores de uno y otro sexo, y de sus “excepcio-nes” independientemente de la opción sexual decada cual14.

En la línea de Monique Wittig, en el artículo de1986 que ya mencionamos, Judith Butler sostieneque el uso del “llegar a ser mujer” de De Beauvoirimplica un conjunto de actos intencionales y apro-piativos. Es decir, la adquisición general de ciertasdestrezas y un “proyecto” en términos sartreanos,“para asumir un estilo y una significación corpora-les culturalmente preestablecidos”15. Es decir, poneel acento en lo que considera una intencionalidadvoluntarística de elección (como carga sartreana) enla que se eligiría el “género” en consonancia con el“sexo”. Claro, a partir de esta interpretación (cuyapertinencia ya hemos discutido) surgen al menosdos críticas fundamentales a De Beauvoir, que Bu-tler gusta tensar: 1) que el género se elige volunta-riamente pero es a la vez una construcción social; 2)que se elige el género del sexo “que ya se es”, porlo que toda elección “cruzada” queda inmediata-mente descalificada o negada, generándose lo quedenomina –siguiendo a Hegel– “una tautología sinmovimiento”16. Subraya así, tal como Wittig argu-ye, que “la erogeneidad y la capacidad de respues-ta sexual del cuerpo, es restringida por la institucio-nalización de la diferencia sexual binaria” (202). Di-cho lo cual, engloba dentro de lo que denomina

13 Gilligan (1982) especialmente,Capítulos II, V y VI.14 (1949 I), Capítulo IV.15 Cf. entre otras, las numerosascríticas de Judith Butler, por ejem-plo, en Butler (1990: 193-211). 16 Especialmente, pp. 193-194.Sobre críticas a la interpretaciónde Butler, cf. Nota 2.

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“las doctrinas esencialistas de la feminidad” a lapropia De Beauvoir, en tanto que sostiene la exis-tencia de un cuerpo biológico como “dato” hastacierto punto independiente y lógicamente previo aldiscurso y a las construcciones socio-histórico-cultu-rales de los sexos.

En síntesis, sea para continuarla, defenderla, cri-ticarla o rechazarla, la obra de De Beauvoir se con-virtió en una referencia ineludible del feminismo delsiglo XX.

3. Un Programa Feminista

El Segundo Sexo (1949), escrito tras la finaliza-ción de la Segunda Guerra Mundial y la obtencióndel voto de las mujeres en casi la totalidad de lospaíses occidentales, propone lo que denominare-mos un programa feminista. Toma como eje centralla consideración de que las reformas legales son ne-cesarias –ineludibles– pero no suficientes: hay queconstruir una fundamentación teórico-filosóficaque de cuenta de cómo la historia se ha desenvuel-to según una dialéctica Uno-Otra que ha excluido alas mujeres y, en el orden social, sigue haciéndolo.Conceptualmente, De Beauvoir parte de la dialécti-ca hegeliana resignificada en términos de Uno (va-rón) Otra (mujer). Entiende que históricamente“mujer” funcionó como un “segundo” sexo –títulodel libro– en tanto la interpretación tradicional su-pone que el primer sexo “creado” fue el varón, ysólo luego, la mujer.

Como Sartre, Merleau-Ponty y Heidegger, DeBeauvoir toma de Hegel esa dupla dialéctica, perodándole un juego propio y original. Sabemos queel “Otro”, en la dialéctica de la autoconciencia deHegel, está representado en la figura del esclavo,momento que atraviesa el Espíritu en su recorridoautocognoscitivo y autorreproductivo para alcan-zar el saber Absoluto. ¿Por qué la mujer asimiladaal esclavo? Muy probablemente porque, como ad-virtió sagazmente F. Engels (al que De Beauvoir re-

fiere), las mujeres fueron por su capacidad produc-tiva y reproductiva las primeras esclavas de las so-ciedades patriarcales, que son las únicas conocidas.Ahora bien, asimilada la mujer a este esquema ysupuesta la lucha por el reconocimiento, la con-ciencia pasa por la experiencia de las relaciones dedesigualdad, dominación y servidumbre que Hegelejemplifica, como dijimos, en las figuras del amo yel esclavo. Simplificando mucho, en la lucha amuerte por el reconocimiento, quien teme perderla vida (y experimenta que le es tan esencial o másque la autoconciencia) se torna esclavo. Quien, encambio, la arriesga pues no teme perderla (porqueser conciencia de y para sí es lo más importante),se torna amo. Es amo quien ha arriesgado la vidaen la lucha: ha preferido la libertad a la vida mis-ma. Esclavo es quien, por temor a la muerte, con-sidera que la vida le es tan esencial que elige la es-clavitud frente a la posibilidad de libertad (entendi-da como autoconciencia).

Ahora bien, en la descripción fenomenológicade De Beauvoir la mujer que ocupa el lugar del es-clavo se reconoce en el varón y depende de él: sureconocimiento le viene del marido como esposa,del padre como hija, de la sociedad como madre dehijos varones, etcétera. La historia transmitidamuestra que las mujeres han vivido subsidiariamen-te con relación al estatus de los varones, identificán-dose con sus intereses y sus proyectos de modo vo-luntario o compulsivo. No en vano James Mill soste-nía que “todos los individuos cuyos intereses estánindiscutiblemente incluidos en los de otros indivi-duos pueden ser excluidos de los Derechos Políti-cos, sin inconveniente alguno”. Desde esta pers-pectiva puede considerarse –continuamos connuestra cita– “a todos los niños, hasta una ciertaedad, cuyos intereses están incluidos en los de suspadres. Y también a las mujeres ya que puede con-siderarse que los intereses de casi todas ellas estánincluidos o bien en los de sus padres o bien en losde sus esposos”17. Es decir, no son “sujeto autóno-

17 James Mill, Sobre el Gobierno(1821).

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mo” sino que las mujeres quedan subsumidas al“sujeto varón” tal como las legislaciones lo hanmostrado históricamente (y hasta hace tiempos re-cientes). Desde la perspectiva de De Beauvoir, portanto, los varones se constituyeron a la vez en eluniversal del genérico humano (Hombre) y en elparticular (en términos de los varones de la especieo la parte masculina de la especie), invisibilizandocon esa operación a las mujeres, a lo largo de la his-toria. Es decir, sustrayéndoles la calidad de “suje-tos” y, consecuentemente, su libertad, su proyecto,su capacidad de ser para sí, etcétera18.

Por tanto, para De Beauvoir, es preciso que lasmujeres restituyan los modos (método), los hechos(la historia), la libertad (en la calidad de sujetos deproyecto propio), para sí mismas. Para ello se pro-pone desarticular los presupuestos de tres concep-ciones fundamentales de “la mujer” en aras de suliberación y, además, pergeñar un método que ha-bilite la reconstrucción histórico-problemática de susituación. Muy brevemente, el primer presupuestoa desmontar (acorde a los postulados generales delexistencialismo) es el esencialismo. Las posicionesesencialistas han “construido” a las mujeres ahistó-ricamente, fijadas en ciertos rasgos eternos e inelu-dibles englobados dentro de la categoría difusa de“femineidad” o del “eterno femenino”, tan canta-do por los poetas. El segundo es la falsa creencia deque el psicoanálisis freudiano es “objetivo” y nouna construcción patriarcal más de la cultura impe-rante. En efecto, bajo presuposición de su “objeti-vidad científica” tacha de “fálicas” a las mujeresque buscan constituirse en sujetos autónomos; esdecir, de masculinas, cuando no de anormales. Porúltimo, anuncia que la Revolución del proletariadono lo era por igual de “proletarios” y de “proleta-rias”. Las clases sociales, y la obrera no es una ex-cepción, están atravesadas por el dimorfismo se-xual; es decir por las relaciones de dominación queestán estructural e históricamente establecidas en-tre varones y mujeres atravesando las clases de mo-

do estamentario. La experiencia histórica de mu-chas revoluciones (paradigmáticamente, la Francesade 1789 o la Bolchevique de 1917) muestra que lasmujeres pasan de revolucionarias a sumisas amasde casa sin haber obtenido beneficio alguno de lapuesta en riego de sus propias vidas.

De más está decir que los polémicos problemasque sencillamente acabamos de enumerar, peroque De Beauvoir desarrolla con mayor profundidad,le valieron las críticas de los esencialistas (como atodos los existencialistas en general). Pero también,y sobre todo, la crítica de las denominadas “van-guardias”, fueran psicoanalíticas, marxistas, freudo-marxistas, o incluso existencialistas en general. Losmarxistas la acusaron de debilitar “la revolución” aldenunciar que la “causa de las mujeres y su libera-ción” no era, en principio, la misma que la de la“clase obrera y su liberación”, acusándola en con-secuencia de fragmentarla19. Sea como fuere, tuvie-ron que pasar más de quince años para que, en loscomienzos de la “Segunda Ola”, algunas de estaslíneas fueron retomadas y discutidas por los movi-mientos de mujeres y las investigadoras de los re-cientemente creados “Women Studies”; casi al mis-mo tiempo en que se acuñó la noción de “género”.

Sólo por ofrecer un ejemplo, recordemos quefue mérito de Kate Millet, en Sexual Politics (1969),retomar la idea de que las “vanguardias” tambiénsuelen ser patriarcales20. Su interés fundamental fuellevar a cabo un examen crítico de ciertos escritores(D. H. Laurence, Henry Miller, Norman Mailer y JeanGenet) quienes si bien rompieron con los modelos li-terarios de su época, al mismo tiempo, mantuvieronun sesgo fuertemente patriarcal, pero resignificado.Sin restar valor literario a sus obras, en aras de mos-trar su hipótesis, Millet realiza un extenso y sistemá-tico análisis, deudor de algunas líneas fundamenta-les de El Segundo Sexo, que acabamos de perfilar.Incluye un estudio introductorio de gran valor con-ceptual (e histórico), donde presenta el primer aná-lisis que conocemos de la noción de “dominación”

18 Este mecanismo se ve con cla-ridad en nuestra Ley Saénz Peñade voto “universal”.19 Curiosamente es EmmanuelMounier, defensor del personalis-mo cristiano, quien sale en su de-fensa. Cf. Chaperon (2000: 55-63). También, López Pardina(1999ª: 144-163). 20 Millet (1969). Hay traducciónal español.

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estructuralmente entendida, lo que inscribe la rela-ción varón/mujer en la esfera política.

Es decir, esta estudiosa desvía la atención de lasrelaciones interpersonales del ámbito privado, paraabordarlas desde una categoría explicativa de nivelteórico político. Al hacerlo, acuña la famosa expre-sión “Lo personal es político”, que se convirtió enlema de las luchas feministas posteriores y que al-canzó una peculiar derivación en las Madres de Pla-za de Mayo. Millet desarrolló también un análisisbastante pormenorizado del psicoanálisis y del mar-xismo, rescatando la sensibilidad de F. Engels (no deMarx) para la causa de las mujeres. Por un lado,mostró cómo la explicación freudiana de la perso-nalidad presenta dificultades sólo salvables con hi-pótesis ad hoc para el caso de las mujeres, que ade-más quedaban ratificadas “científicamente” en suslugares tradicionales en términos de mujeres nor-males. Asimismo mostró cómo la noción de “clase”oscurece otra división que se encuentra en el inte-rior mismo de todas ellas: la diferencia sexual va-rón/mujer y su jerarquización histórica. Esta jerar-quización naturalizada es la que constituye “ordensocial” para Millet. No obstante se trata según ad-vierte, de un orden social discriminatorio que lasvanguardias que analiza a continuación ni ven nimodifican. Si bien en muchos aspectos su trabajoha sido superado, a partir del desarrollo de ciertashipótesis beauvorianas marcó un hito fundamentalen la teoría y el movimiento feminista de los 70.

4. El método progresivo-regresivo

Simone de Beauvoir no sólo sistematiza losproblemas vinculados a la condición de las muje-res, sino que aplica un método que le permite, almismo tiempo, dar cuenta de la historia que laslleva a su situación actual y a desenmascarar filo-sóficamente las zonas de la realidad encubiertaspor los prejuicios21. Mucho se ha discutido sobreese método pues Sartre lo desarrolla, a la manera

de una introducción, en su Crítica de la razón dia-léctica (1960) bajo el título de “Cuestiones de mé-todo”, habiéndolo publicado poco antes en formade opúsculo. Sin embargo, exégesis posteriores dela obra de De Beauvoir, han rastreado sus orígenesprecisamente en El segundo sexo. Esto le permitea López Pardina concluir que “El método es, pues,primero inventado y aplicado por De Beauvoir en1949, quien, fiel a su línea de filosofía no sistemá-tica –afín a la de un Voltaire o un Montaigne– nose pone a la tarea de explicitarlo teóricamente”22.Sartre, en cambio, sí lo hace denominándolo “mé-todo progresivo-regresivo”. En general, se consi-dera que el método es un aporte heurístico delexistencialismo, llegándose a ignorar su autoríacomo problema.

¿En qué consiste el método? A grandes líneas,tal como De Beauvoir lo emplea, constituye un mo-do de reconstruir y esclarecer la experiencia vividadesde la propia hermenéutica existencial, comen-zando con un análisis regresivo de la situación odel hecho. Es decir, de la “facticidad que las muje-res se ven obligadas a existir” o, en otras palabras,“de las condiciones que definen la inserción de lasmujeres en lo real”23. La primera fase “regresiva”es la inicial e implica un análisis (histórico-fenome-nológico) de las condiciones que hacen posible laexistencia de las mujeres tal como es dada en unacierta sociedad. El método supone, como se ve,dos dimensiones: diacrónica y sincrónica. Se trata,pues, de un primer momento analítico en el que seestablecen los puntos de referencia conceptualesque configuran una cierta forma de vida. La segun-da fase es “progresiva”, sintética y reconstructivadel modo actual en que viven las mujeres comomiembros de una cierta sociedad. En otras pala-bras, cómo bajo aquéllas condiciones, las mujeresviven esta vida presente24.

El interés de De Beauvoir se centra en explicitary comprender las mediaciones que (hegelianamen-te) dan lugar a lo concreto y singular. Es decir, le

21 López Pardina (1998: 215 y ss.). 22 Ibidem.23 Ibidem, p. 218, citando aAmorós.24 Ibidem.

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importa dar cuenta de las instancias mediadorasque han hecho posible un cierto estado de cosas.Tomando como base el comportamiento real de lasmujeres en tanto que “resultados” de una “expe-riencia vivida” bajo ciertas condiciones histórico-sociales, el trabajo de De Beauvoir pretende, conlos datos de que dispone, reconstruir cómo se lle-gó a ese estado de cosas, desenmascarando loselementos ideológicos y los presupuestos sobre losque se fundan.

5. Los temas

Ya hicimos alguna referencia a las grandes lí-neas temáticas que trazó De Beauvoir. Explicitemosalgunos conceptos, que si bien son caros a los exis-tencialistas en general, los desarrolló de una mane-ra propia. Fundamentalmente, se distancia de Sar-tre en al menos dos pares de conceptos interesan-tes para el feminismo: por un lado, la noción decuerpo y la de situación, estrechamente relaciona-das entre sí y, por otro, la de sujeto y libertad. Porsupuesto que también pueden entrecruzarse losconceptos de situación y de libertad tanto como losde sujeto y cuerpo.

Respecto de la noción de cuerpo, por ejemplo,su posición está más próxima a la de Merleau-Pontyque a la de Sartre, como lo han señalado Teresa Ló-pez Pardina y Sara Heinämaa, entre otras25. Su ma-nera de entender el cuerpo implica que el sujeto dela experiencia es un cuerpo viviente, que se desarro-lla en el mundo con otros cuerpos, con otros seres.En efecto, la presencia en el mundo implica riguro-samente la posición de un cuerpo (en situación)que sea, a la vez, una cosa del mundo y un puntode vista sobre el mundo, como mencionamos másarriba al referirnos a la experiencia del cuerpo ges-tante26. Asimismo, el sujeto resulta del entrecruza-miento de actos intencionales previos y de la histo-ria, tanto cultural como individual, que da significa-do y trasfondo a todos nuestros actos originales.

Ahora bien, ¿Cómo es el cuerpo en De Beau-voir? En principio, como para todo existencialista,no es una cosa, es fundamentalmente una situa-ción; el cuerpo constituye “nuestra captación delmundo, el instrumento a través del cual captamosel mundo”. Porque es un instrumento de captacióndel mundo, “El mundo se presenta de una formadiferente según sea aprehendido de una manera ode otra [...] desde un cuerpo de varón o desde uncuerpo de mujer”27. Si bien De Beauvoir enumeralas diferencias entre varones y mujeres comenzandopor las anatómicas (que describe con toda la minu-ciosidad que la ciencia de la época le permitía), noes ese el punto que le interesa subrayar. Por el con-trario, pone el acento en que el cuerpo (sano, en-fermo, mutilado, ante todo sexuado, etcétera)constituye un elemento fundamental de la situa-ción de cada cual. Como Merleau-Ponty, consideraque el hombre –en genérico– no es una especie“natural”, sino una “idea histórica”: todos somosseres históricos y, en consecuencia, las diferencias“naturales” no pueden subordinar a las mujeres yjerarquizar a los varones. El cuerpo es una situaciónsobre la que se han desarrollado mediaciones histó-ricas que lo califican de “inferior” o de “superior”;de “imperfecto” o de “perfecto”; de “esclavo” ode “libre”.

La situación y las mediatizaciones que constru-yen el cuerpo restringen o amplían la captación delmundo28. Como lo ha subrayado Cèlia Amorós, lobiológico es redefinido por lo cultural; por eso seopone a que la biología de las mujeres sea destino.Son los valores predominantes de cada cultura losque anteponen la guerra a los partos; en otras pala-bras, ponen los partos al servicio de las guerras, talcomo históricamente lo han hecho la mayoría de laspolíticas demográficas. De modo que, concluye DeBeauvoir, en el plano cultural y social los cuerpos ensituación de las mujeres ven coartada su libertad, sutrascendencia, su posibilidad de constituirse en suje-tos. La situación restringe la libertad de las mujeres,

25 Cf. López Pardina (2001: 65-72); Heinämaa (1998: 27-44). 26 Cf. De Beauvoir (1949, I: 32).27 Ibidem, p.58.28 Ibidem.

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qua seres humanos, más que la de los varones. Enparte, a esto se refiere cuando, según vimos, afirmaque “No se nace mujer, se llega a serlo”.

También respecto de la noción de sujeto, DeBeauvoir adopta una posición propia que SoniaKruks considera fundamental para los desarrollosposteriores de la teoría y de las prácticas feminis-tas29. En efecto, en tanto las limitaciones de las mu-jeres están socialmente construidas e impuestas porla sociedad patriarcal, es imprescindible compren-der cómo funciona, desmontar sus mecanismos ygenerar las condiciones para vivir la libertad, a par-tir del locus que a cada una le ha tocado. Es la si-tuación la que marca de modo difuso formas deopresión; rechazarlas es un primer paso que aleja alas mujeres de la caída en la inmanencia, aún cuan-do les sea imposible realizarse como un ser huma-no libre, trascendente y pleno. López Pardina, si-guiendo a De Beauvoir, identifica tres razones histó-ricas por las cuales las mujeres no pueden reivindi-carse como sujetos: a) Porque no tienen mediosmateriales para hacerlo; b) Porque sienten un víncu-lo de dependencia o necesidad que las ata al varón;c) Porque muchas veces se complacen en su papelde Otras. Esto último constituye una “falta moral”,en tanto requiere vedarse a sí misma el ejercicio ple-no de la libertad.

Pues bien, somos libertad. Es sabido que la éti-ca anunciada de Sartre –tal como lo dice Amorós–pivota sobre el plexo libertad-facticidad propio de larealidad humana. En tanto proyecto, no somos loque somos y somos lo que no somos, es decir, so-mos transcendencia permanente. Pero, como noelegimos la libertad que nos es dada, somos al mis-mo tiempo facticidad. Nuestra libertad es un hecho.Por eso, estamos condenadas a ser libres, a angus-tiarnos y (en un proyecto de buena fe) a hacernoscargo de nuestra libertad-fáctica, tal como la entre-teje la realidad humana30.

En su otro ensayo, Para una moral de la ambi-güedad (1947), De Beauvoir sostiene que un acto

es tanto más moral cuanto más abre el horizontede las libertades propias y ajenas. La “libertadsiempre surge como movimiento de liberación.Sólo prolongándose a través de la libertad de losotros se consigue sobrepasar la muerte y realizar-se como unidad indefinida […]”31. Por el contra-rio, una acción es inmoral cuando suprime o repri-me las libertades de los otro/as. Es decir, cuandouna libertad no se abre hacia otras libertades sinoque simplemente las coarta. Eso sucede con la li-bertad de las mujeres. Las relaciones asimétricasentre los sexos sólo subrayan la “falta” de un se-xo respecto del otro y la “mala fe” sobre la queambos han construido sus relaciones, explicacio-nes, naturalizaciones, etcétera; aceptándolas de lamisma manera. Precisamente porque sólo abrien-do el espacio de la libertad para unas, los otrostambién podrán realmente serlo, y abandonar lacaída en la inautenticidad.

Ya dijimos que libertad y situación se entretejenen una espesa trama. Volvamos sobre esto. DeBeauvoir aborda la noción de situación especial-mente en Phyrrus y Cineas (1944), y remite a El sery la nada de Sartre, publicado un año antes. Sinembargo, su descripción se despega del sartrismopara considerar que la situación de las mujeres esuna verdadera coacción a su libertad. Desde laeducación recibida durante la infancia hasta losusos sociales que se les imponen a las mujeres jóve-nes, adultas, o de edad avanzada, todo contribuyea la limitación de su libertad. En algún sentido, to-do el tomo II de El segundo sexo es una descripciónde cómo se hace a las mujeres “femeninas” segúnlos cánones al uso de la sociedad patriarcal en quese encuentren.

Porque para De Beauvoir, libertad y situación noson como las dos caras de una misma moneda quese complementan y se equivalen, la situación se tor-na el marco en el que se puede ejercer la libertad:un marco que favorece mucho, poco o nada eseejercicio. La situación es, pues, el afuera de la liber-

29 Kruks (1992, 1).30 Amorós en Investigaciones Fe-nomenológicas, 4, www.uned.es/dpto_fim/invfe-n/invFen4/celia/pdf . Consulta: 10de febrero 2008. 31 De Beauvoir, S. (1956: 33).

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tad y está constituida por el mundo, las cosas y losotros que pueden ser un obstáculo infranqueable oconstituirse en posibilitadores máximos de la liber-tad de cada cual.

Si la superación de la asimetría Uno-Otra y laconstrucción de relaciones simétricas y recíprocas esla única salida a la opresión y la mala fe que men-gua la libertad de los seres humanos en general, elproyecto feminista de De Beauvoir está aún vigente.

6. Literatura y Filosofía

“Las palabras tienen un inmenso privilegio: lasllevamos con nosotros” escribe De Beauvoir en Fi-nal de cuentas. Curiosamente, no se definía a símisma como filósofa sino como una intelectual o,simplemente, como una escritora. ¿Se trataba deuna táctica de sumisión, como lo cree Mayra Leci-ñana? Cito: “Esta probable ‘treta del débil’ comola llamaría Josefina Ludmer que ‘como todas lastácticas de resistencia combina sumisión y acepta-ción del lugar asignado por el otro, con antagonis-mo y enfrentamiento’ tiene algunas consecuen-cias”32. Veamos.

Por un lado, es cierto que al no decirse “filóso-fa” no le disputa ese espacio a ningún varón (espe-cialmente a Sartre). Pero, ¿es que Sartre no era tam-bién escritor? Encontramos que en Jean Paul Sartrela actividad filosófica, la teatral, la novelística, el en-sayo, son perfectamente compatibles. ¿Por qué DeBeauvoir no le disputaría un título y sí el otro? ¿Porqué De Beauvoir no se identificaría con ambas acti-vidades dado que llevaba a cabo las dos?

Desde nuestra perspectiva actual, nos parecepropio de la pareja De Beauvoir-Sartre que ejercie-ran ambas profesiones, dejándose acompañar almismo tiempo por palabras literarias y filosóficas.Sin embargo, es verdad que Sartre asumía plena-mente ambos roles, mientras que De Beauvoir sereconocía sólo en uno. O al menos eso admite ensus memorias y entrevistas. Quizá podríamos conje-

turar de su parte algunas razones feministas paradar cuenta de esta identificación: por ejemplo, “sila filosofía es esa legitimación del patriarcado quecercena el espacio de la libertad de las mujeres, en-tonces, soy escritora [...]”. O quizá, “dado que his-tóricamente las mujeres han sido, aun filósofas,consideradas desde la Academia sólo escritoras [...]soy escritora [...] y dejaré a los demás la tarea deque me reconozcan como filósofa [...] cuando lostiempos maduren [...]”.

En fin, más allá de este juego de conjeturas,ambos parecen haberse propuesto encarar los te-mas filosóficos también literariamente, como si hu-biera en ello una intención estético-didáctica: Pues-to que la filosofía siempre se ha asumido como eldominio de pocos (y que además históricamentedesestimó la presencia de las mujeres), los grandestemas que conciernen al ser humano –si tratadospor mujeres; si tratados para un público más am-plio– deben espejarse en la novela o el teatro, esdecir, en las palabras abiertas que todos llevamoscon nosotros...

Como advierte Adrián Ferrero, educada segúnlos códigos de una época que le devuelve versionesinferiorizadas de sí misma, De Beauvoir no se hacevíctima de las imágenes que las representaciones dela cultura de su época hacen circular sobre ella quamujer, minusvalorándola y diseñándola por y paraun ejercicio de una libertad marcada por la domina-ción masculina. Pero tampoco acepta convertirsesin más en cómplice funcional del patriarcado. Si laconfiguración del sujeto mujer sufre notables am-putaciones como resultado de la formación socialen la que predomina la inequidad y la inautentici-dad, obras como La Invitada (1943), contribuyen acuestionar el statu quo cultural de su época33. Y nosólo esa.

El par solidario existencialismo-feminismo verte-bra El Segundo Sexo; y muy claramente se lo en-cuentra en sus escritos ficcionales y en los cuatro to-mos de su autobiografía, donde brinda datos sufi-

32 Leciñana Blanchard (2002: 73-78). 33 Ferrero (2005) y (2006).

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cientes para reconstruir el itinerario de sus ideas y desus obras. Como observan Leciñana y Ferrero, yadesde su instalación en una primera persona feme-nina que se autoconstruye a partir de escenas, tan-to de lectura como de escritura, De Beauvoir inscri-be míticamente su calidad de sujeto34. Igual que laSor Juana Inés de Primero Sueño, que tras describirel ascenso del alma, se descubre en el último verso,como una primera persona mujer que recita: “que-dando a luz más cierta/el Mundo iluminado, y yodespierta”, Beauvoir parte del “Yo soy una mu-jer”35. Yo mujer: primera persona femenino singular,condición fáctica de su existencia libre y a la vez dis-positivo de enunciación y estrategia de sus obras.

En efecto, al elaborar caracteres y situacionesno convencionales, De Beauvoir no sólo rompe es-tereotipos naturales para el sentido común sinoque genera modos alternativos de ver, resolver, en-frentar o inscribirse en la sociedad. Es decir, instalamiradas alternativas, reestructura las relaciones va-rón/mujer y contribuye a abrir camino a otras for-mas sociales.

Incluso en Memorias de una joven formal y Lamujer rota anticipa –es la interpretación de Ferrero–los modos deconstructivos y fragmentados queproliferarán más tarde con la postmodernidad. Másaún, al narrar y narrarse en una primera persona deecos cartesianos se “atreve a construir(se)” y a“emerger más allá del mundo dado”, comenzandoa construir el espacio propio de su libertad en la desus personajes. Cuando ellos se narran en primerapersona, alientan en los/as lectoras la identificacióncon ese estado, el seguimiento de sus tribulacionesy la novedad del derrotero finalmente elegido, traslas introspecciones y una profunda toma de con-ciencia de sí y de su situación. Quizá este trabajo es-té mejor recogido en Las bellas imágenes (1966),exhibiendo el proceso de disolución de una con-ciencia femenina atada a los mandatos de la socie-dad patriarcal capitalista donde se encuentra per-manentemente heterodesignada36. Sólo a partir de

la mirada auténtica con que enfrenta la dislocacióny la angustia por el vacío de su existencia, Laurence–la protagonista– puede comenzar a perfilar lascondiciones de un proyecto diferente para sus pro-pias hijas.

En síntesis, ideología, filosofía, literatura apare-cen conformando una red novedosa, creadora ypropia de una búsqueda que amplía los horizontesde la propia libertad. Como ya apuntamos, deudo-ra del estilo de los moralistas franceses, De Beauvoirtrata de constituir al sujeto siempre como un sujetomoral, núcleo de imputación de unas acciones quese consideran libres37.

Porque, que las relaciones de dominación siganexistiendo, incluidas las que se mantienen entre va-rones y mujeres, constituye un acto moralmentecondenable en tanto que merma los espacios de li-bertad de las mujeres en particular pero también delos varones. En efecto, arrastra a todos a situacio-nes que implican complicidad, encubrimiento, arti-ficio porque “Todo hombre tiene algo que ver conlos otros hombres; el mundo con el cual se compro-mete, es un mundo humano, donde cada objeto sehalla penetrado por significaciones humanas; es unmundo hablante, solicitante, [...] [sólo] a través deese mundo cada individuo puede darle contenidoconcreto a su libertad [...] y, en todas las circunstan-cias [...] a la de todos...”38.

A cien años del nacimiento de Simone de Beau-voir, y ya para cerrar estas páginas, insistimos en su-brayar su coherencia entre acción, ensayo filosóficoy literatura. Si bien su obra merece mucho más queestos breves apuntes, queremos al menos resaltarque De Beauvoir teoriza sobre la acción y la existen-cia humanas desde su situación de mujer, intelec-tual francesa de postguerra, y tiene muy en clarolas ventajas que esto tiene para ella: no es esclava,no es analfabeta, no está encerrada en un harem,no ha sido obligada a tener ni una profesión ni uncompañero que no hubiera querido y elegido. Aún

34 Leciñana Blanchard (2002); Fe-rrero (2006). 35 Primero Sueño y otros textos(1995: 209).36 De Beauvoir, S., Las bellas imá-genes, Edhasa, Barcelona, 1984. 37 Amorós, C. (2000: 64).38 De Beauvoir (1956: 72-73).

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así, en vez de apoltronarse confortablemente antesu escritorio para meramente escribir eligió escribirdescribiendo –como deber moral y fenomenológi-co– la situación de muchas otras mujeres que la ro-deaban. Con clara conciencia, constituye una vozpropia y genera personajes que viven situaciones,ofreciéndoles alternativas ante un mundo que pare-ce clausurado por los prejuicios y que, tras la gue-rra, se ha ido malquebrando. No es idealista. Sabeque los espacios de la libertad se configuran histó-ricamente y son móviles, se ganan y se pierden;obedecen a condiciones históricas mutables y quenunca se consiguen para siempre.

¿Qué logró? Indicar un camino, proponer unproyecto, discutir unos temas, modificar algunas si-tuaciones. ¿Dudó? Sí, lo dice con claridad: “He va-cilado largamente antes de escribir un libro sobre lamujer”. ¿Se autoinstituyó en vocera o representan-te de otras mujeres? También, y no lo hizo ingenua-mente: “¿Cómo plantearíamos la cuestión? ¿Quié-nes somos nosotros para plantearla?” Y responde:“Creo que para dilucidar la situación de la mujer,hay ciertas mujeres que están mejor situadas […]”.Por eso, explicita claramente su punto de partida,su situación y la perspectiva que adoptará, “la de lamoral existencialista”. Por que todo sujeto (sea delsexo que fuere) “se plantea concretamente a travésde sus proyectos como una trascendencia que sólocumple su libertad por su perpetuo desplazamientohacia otras libertades; no hay pues otra justificaciónde la existencia presente que su expansión hacia unporvenir infinitamente abierto [...] en términos de li-bertad”39. En síntesis, al irracionalizar los marcos dereferencia y las diversas formas de legitimación dela condición de subordinación de las mujeres apun-tó certeramente al nivel de la fundamentación ideo-lógica de las prácticas discriminatorias y de exclu-sión, contribuyendo a su desmontaje, a su decons-trucción. De modo diverso, las corrientes de la “di-ferencia” continuaron con ese objetivo; pero eso yaes tema de otro artículo40.

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39 Todos los fragmentos de estepárrafo son de la Introducción deEl Segundo Sexo, traducción de Pa-blo Palant (Siglo XX, Buenos Aires,1987) con ligeras modificaciones. 40 Cf. Femenías-Herrera (2008),en línea.

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