siete chicos australianos - ethel turner

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Siete Chicos Australianos

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¿Quésepuedeesperardeunacasaalaquellaman«Desorden»?Puesqueno sea en absoluto aburrida. Los siete hermanos Woolcot, su padre, elcapitán,ylajovenesposadeéste,Esther,apenastienentiempoparanada.Esosí,sonfelices…

Apartirde12años

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EthelTurner

SietechicosaustralianosSerieRoja-38(ElBarcodeVapor)

ePubr1.0nalasss02.11.13

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Títulooriginal:SevenlittleAustraliansEthelTurner,1894Traducción:AnaMoretIlustraciones:SandraLaroche

Editordigital:nalasssePubbaser1.0

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1 Amododepresentación

ANTES de que empieces a leer esta historia, quisiera hacerte una pequeñaadvertencia.

Siteimaginasquetevasaencontrarconunahistoriadeniñosmodelo,conunasospechosainclinaciónalamoraleja,serámejorquecierresinmediatamenteellibroyacudas a cualquier obra juvenil clásica. Ninguno de los siete protagonistas esrealmentebueno,porlasencillarazóndequelosniñosaustralianosnuncaloson.

EsposiblequeenInglaterra,América,ÁfricayAsialoschiquillosseandechadosdevirtudes;laverdadesquelosconozcomuypoco.

PeroenAustraliaunniñomodeloes—ylodigoconalivio—algodesconocido.Puede ser que los microbios de la travesura se desarrollen mejor bajo la luz

resplandecientedenuestraatmósfera.Puedeserquetantolatierracomolaspersonastenganelcorazónjoven,ylosespíritusinfantilestodavíanohayansidooprimidosnientristecidosporlasombrademuchosañosdepenosahistoria.

Hay aquí en la naturaleza, y por lo tanto también en los niños, un indefinibledestellodejúbilo,rebeldíaymalicia.

Amenudo, la luz languideceyelbrillantecoloridosevadesvaneciendopocoapococonelpolvoyelcalordelajornada.Perocuandosobrevivealosdíasdejuegoyescuela,sonlascircunstanciaslasúnicasquedeterminansieldestelloseencenderámomentáneamente,comounfuegofatuo,o,porelcontrario,calentaráelcorazóndelasalmasingenuasylealesquesólopuedenhaceravanzaraAustralia.

Perobastayadecharla.Permítemequetehabledemissieteselectosespíritus.Enestemomentoestántomandoeltéenelcuartodelosniños,enmediodeunamínimacomodidadyunbarullomáximo.Demodoque,sierescapazdesoportarunababelensordecedoradevocesyunentrechocarmuypocomelodiosodevasosyplatos,teconduciréhastaelinteriordelahabitaciónytelospresentaré.

El tomar el té en el cuarto de los niños es una costumbre más británica queaustraliana; aquí reina una franca camaradería entre padres e hijos y una absolutafalta de formalidades por parte de estos últimos. Los padres no cenan solosceremoniosamentemientrassushijostomaneltéenotrahabitación,nienlasfamiliasmás acomodadas. Por el contrario, se sientan todos juntos alrededor de la mismamesa, y losmás pequeños comen lomismo que losmayores y toman parte en la

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conversacióncontodalibertad.Pero,conunpadremuyparticularybastanteirritableyconsieteniñosdotadosde

buenos pulmones y lenguas incansables, ¿qué puede hacerse salvo comer enhabitacionesseparadas?

Además de esta separación, el capitán Woolcot, el padre, había colocado ungrueso fieltro en la puerta de vaivén del piso de arriba; pero, a pesar de todas lasprecauciones tomadas, el ruido solía penetrar alegre y despreocupadamente en elcomedordeabajo.

Porotrolado,erauncuartodeniñossinniñera,loqueexplicaba,porlomenosenparte,lasituación.

Meg, lamayorde loshermanos, sólo teníadieciséisañosynosepodíaesperarquefuerademasiadopartidariadeunadisciplinarigurosa.Además,sesuponíaqueladescuidadaaunqueabnegadajoventeníaquecombinarlosdeberesdeniñeraconlosdeamadecasa.Laverdadesqueseveíatandesbordadaporlasobligacionesdeestesegundocargoqueelprimerose resentíaconsiderablemente.Solíaservir lacomidaenelcuartodelosniñoscuandonopodíaencontraraningunodesushermanosparaqueleecharaunamano,ypreparabalaropadelosdosmáspequeñosporlamañana.Apartedeeso,lossieteteníanquearreglárselasporsímismos.

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Lamadre,¿dices?Sólo tenía veinte años. Era una joven encantadora y sonriente a quien todo el

mundo adoraba, pero tan poco juiciosa y buena ama de casa comoMeg. Aunqueestabatanorgullosadelosotrosseiscomosifuerasuverdaderamadre,solamenteelmáspequeñoerahijosuyo,ylotratabacomosifueraungatitoenvezdeunniñodecarneyhueso.

Laverdadesqueen«Desorden»—asíse llamósiemprea lacasa,aunquecreoque en la fachada principal ponía otro nombre— aquel pequeño constituía unaformidablediversiónparatodos.Habitualmente,elcapitán,cadavezqueloveía,seechaba a reír, lo levantaba en volandas y llamaba a alguien para que viniera allevárselolomásprontoposible.

Sus hermanos lo arrastraban de acá para allá, se olvidaban de taparlo cuandollovía, lo forrabanderopacuandohacíacalory ledabanparacomer lascosasmásinsospechadas;pero,apesardetodo,elpequeñoeraelniñomássano,máshermosoymásrisueñoquejamássehayachupadoeldedogordo.

Nunca le llamaban «Baby», porque ése era el nombre de la hermanita que ibadelantedeél.Cuandolepusieronenlosbrazosaquelenvoltoriopequeñoycoloradoquelemirabafijamente,elcapitánWoolcotexclamó:«¡Caramba!¿Eselgeneral?».Y,desdeesemomento,todoslellamaronasí,aunquecreoque,cuandolebautizaron,elsacerdoteleimpuso:FrancisRupertBurnandWoolcot.

Baby tenía cuatro años. Era una bola gorda y delicada, de ojos grandes ysonrientes, a la que daban ganas de besar y abrazar, salvo cuando tenía los labiosllenosdemermelada.

Sinembargo,sumayordebilidaderahacerlloraraGeneral.Sinofueraporestepequeño detalle, habría podido pasar por una niña modelo. La habían encontradoinnumerables veces apretándole el pecho para ver si «sonaba», pellizcándole losbrazos o tirándole de la nariz, sólo por el extraño placer de oír los alaridos dedesesperaciónquedabaelpobrechiquillo.ElcapitánWoolcotachacabaestapeculiarmaníaaque lapequeñahabía tenidoenciertaocasiónunaovejitade lanaa laquedebíaapretarcontodassusfuerzasparaconseguirqueemitieraundébilquejido.Ydecíaqueeramuynaturalque,ahoraque teníaalgo tandispuestoa sonar,quisieraaprovecharlo.

Bunty tenía seis años, y eragordoyperezoso.Odiabapresenciarunpartidodecriquet,detestabahastalaideadejugaralesconditey,encuantoahacerunrecado,seescabullía sin dejar rastro antes de que nadie pudiera decirle lo que quería. Erabastantebajitoparasuedad,ydudomuchodequealguienlehubieravistoalgunavezcon la cara limpia. Incluso en la iglesia, aunque por delante diera bastante buenaimpresión, la gente de los bancos de al lado podía observar el cerco negro quedelimitabalaszonasquehabíanescapadoalaseodiario.

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Lasiguienteenlalista—voydelospequeñosalosmayores,comohabráspodidoobservar—era«la admiración»de losWoolcot, como solía decirPip, elmayordetodos.¿Hasvistoalgunavez losdelicadosyangelicales rostrosde losniñosde lastarjetas navideñas? Creo que el artista, al dibujarlos, debió de soñar con Nell,reproduciendodespuéssuimagendeformaimperfecta.Teníadiezañosyparecíaunhada;elpelorubiolecaíaalrededordelacaraformandobuclesyrizos,susojoserandecoloravellanaysubocacomouncapullo.Noeranadapresumida—sufamiliaseencargabadeelloyPiphabríacortadoderaízcualquierveleidadenestesentido—,pero siempre que había una cinta o un corte de tejido brillante lo suficientementegrandecomoparahacerunvestidoera,naturalmente,paraella.

Judysóloteníatresañosmás,peroelcontrasteentreellaserasorprendente.Nellsolíamoversecondelicadezayselepodríahacerunretratoencualquierpostura.AJudycreoquenadielahabíavistoandarcorrectamentenuncayteníaunaspectomuypeculiar.Sinoselanzabaalocadamentehaciadondequeríair,lohacíamediantetodauna serie de extraños saltos, brincos y otras insólitas cabriolas. Era muy delgada,comosuelenserlolaspersonasquetienenenlasvenasmercurioenvezdesangre,ytenía la caramenuda, vivaracha, llena de pecas, unos ojosmuy brillantes, la bocapequeña y resuelta y unamaraña de pelo oscuro y rizado que constituía elmayortormentodesuvida.

Era sin duda la peor de los siete, probablemente porque también era la másinteligente. Su brillante capacidad de inventiva los metía a todos en incesantesembrollos, y aunque ella asumía con ecuanimidad el peso de la culpa, los demáscambiaban de opinión con frecuencia, echándole en cara que hubiera sugerido latravesura. Al bautizarla le pusieron «Helen», lo que no aclara por qué todos lallamaban«Judy»,perolosapodossonbastanteinexplicableslamayoríadelasveces.Bunty decía que era porque siempre se mostraba bulliciosa y saltarina como unamarionetaquesellamabaasí,yalgodeverdadhabíaenello.Suotroapodo,«Fizz»,eramásfácildeentender;Pipafirmabaquenuncahabíavistounabebidaespumosaquehicieratantoruidocomoella.

Todavíano tehepresentadoaPip,¿verdad?SeparecíaaJudy,aunqueeramásalto y corpulento.Tenía catorce añosy tanbuenaopiniónde símismocomomalasuelentenerladelasniñaslosmuchachosdesuedad.

Megeralamayordelossiete.Teníaunatrenzalargayhermosa,delaqueBuntytirabacondeleite,yunacaritadulceysoñadorasalpicadadepecas,loquelecausabaunaprofundacongoja.

Lafamiliaestabaconvencidadequeescribíacuentosypoemasydequeinclusotenía un diario, pero nadie había visto nunca ni rastro de sus papeles, porque losguardabacelosamenteenunaviejasombrereradelatón.

Siatodosellosleshubieraspreguntadoporsupadre,tehabríancontestado,llenos

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de orgullo, que era un «soldado», muy patriota. No entendía nada de niños y sepasabaeldíaquejándosedelruidoquehacíanydelocarosquelesalían.Aunasí,yocreoqueestababastanteorgullosodePip,yaveces,cuandoNellibabienarreglada,nolehabríaimportadosacarlaapasearensucarruaje.

Cuandosecasó,habíapensadollevarinternosalosseisniños,perosumujernoquisooírhablardelasunto.

AlprincipiohabíanintentadovivirenlaacademiadeBarracks,perodespuésdealgúntiempotodoslosocupantesdelasviviendasdeoficialessesublevaronantelastravesurasdeaquellosniños,dejadosdelamanodeDios.YalcapitánWoolcotnolequedómásremedioquealquilarunacasaalgomásarriba,juntoalríoParramatta,alaquesemudó,acompañadodetodasufamilia,congranamargura.

A todos les gustómuchísimo el cambio; la casa estaba rodeada por un enormeterreno sin cultivar, con dos o tres potreros, numerosos cobertizos para jugar alesconditey, lomejorde todo,el río.Elpadresequedócontreshermososcaballos,unoenBarracksyuncaballodecazayunpencoen«Desorden».Losniñosandabanconropaviejayandrajosaybotasdesgastadas.Lesdabaclasetodoslosdías,menosaPipqueasistíaalcolegio,unainstitutrizdetercera,quevivíamortalmenteasustadaantelaposibilidaddequesusalumnosdescubrieransuignorancia.Enrealidad,hacíabastante tiempo que la habían descubierto—los niños son unos linces para captaresascosas—,perolesveníamuybienquenadielosobligaraniforzaraatrabajar,asíqueguardaronentreelloselsecretoreligiosamente.

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2 Polloparacenar

ESPEROquenotehayasquedadocompletamentesordotodavía,porque,aunqueyaheterminadodepresentarteamisprotagonistas,eltéaúnnohaacabado,yvamosaquedarnosenelcuartodelosniñosunratomás.

Pip no había dejado de quejarse a causa de la falta demanjares apetitosos. Laverdadesquelamesanoteníaunaspectomuytentador:elmantelestabacolocadosobreellasindemasiadosmiramientos;lavajilla,desconchadaydesportillada;el téerademasiadoclaroyparacomernohabíamásqueunasgruesasrebanadasdepanconmantequilla.Sinembargo,eralohabitual,ytodosparecíanmuysorprendidosdelestallidodePip.

—PapáyEsther—losniñossiemprellamabanporsunombredepilaalajovenmadrastra— tienen pollo asado, verduras de tres clases y cuatro tipos de pudín—comentóenfadado—.¡Noesjusto!

—Nosotros hemos comido a la una, Pip, y tú te has zampado tu parte comosiempre—digoMegsirviendoeltéconunaprofusacantidaddeaguayazúcar.

—Cordero hervido, zanahorias y pudín de arroz —contestó su hermanomordazmente—.¿Porquénonosdantambiénanosotrospolloasado,natillasyesascosas?

—Eso,¿porquéno?—repitiócomounecoBuntyconojillosglotones.—¡Haríafaltamuchoparatodosnosotros!—dijoMeg,atacandoalegrementeuna

rebanadadepan.—Nosomosmásqueniños.Alegrémonosdetenerestasestupendasrebanadasde

panytodaestamantequillafundida—dijoJudyentonoconciliador.Pipretirósusilladelamesa.—Voy a bajar a pedir un poco de pollo asado —dijo con una mirada de

determinaciónenlosojos—.Nopuedoolvidarlobienquehuele;ytienenunmontón,lohevistodesdelapuerta.

Cogiósuplatoyseencaminóconélescalerasabajo.Ante lasorpresade todos,volvióenseguidaconuntrozodepollobastantegrande.

—No podía negarse—dijo con una risita—. Está con ellos el coronel Bryant;peroseenfadóunpoco.Toma,Fizz,locompartirécontigo.

Judylevantóelplatodispuestaaaceptaresteofrecimientotanmagnánimocomo

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pocohabitual,yrecibió,conenormegratitud,un trozofrancamentepequeño,comounaquintapartemásomenos.

—Meencantaelpollo—dijoNellvehementemente—.Meparecequevoyabajarapedirleunala.Supongoqueélmeladará.

Estos niños tan poco respetuosos, como me temo habrás podido darte cuenta,siemprealudíanasupadrecomo«él».

—Sí,baja—dijoPipguiñándoleunojo.Nellcogióotroplatoydescendiólentamentealasregionesinferiores.Entróenel

comedorsiguiendolospasosdelamuchachayseplantójuntoasupadreconelplatodetrásdelaespalda.

—Hola,pequeña,¿medaslamano?¿Cómotellamas?—lepreguntóelcoronelBryant,dándoleunacariñosapalmaditaenlamejilla.

Nelllevantólosojosyledirigióunaencantadorasonrisa.—Elinor Woolcot, pero todos me llaman Nell —contestó dándole la mano

izquierda,porqueenladerechateníaelplato.—¡Quémaleducadaeres,Nell!—seechóareírsupadre;pero luegoledirigió

unamiradairritada—.¿Quétienesenlamanoderecha?Nellsacólentamenteeldesportilladoplatoylolevantó.—Hepensadoquealomejortambiénmedabasamíunpocodepollo—dijo—.

Unmusloounala,omejorunpedazodepechuga.Elrostrodelcapitánseensombreció.—¿Se puede saber qué es lo que pasa? Pip acaba de venir también a pedirme

pollo.¿Notenéisvosotrosnadaparacomer?—Sólopanconmantequilla,conmuchamantequilla—musitóNell.Esthercontuvolarisaaduraspenas.—Perovosotrosyahabéiscomidoalauna.—Corderohervido,zanahoriasypudíndearroz—dijoNellcompungida.ElcapitánWoolcotpartióunmuslocasiferozmenteylodepositóenelplatode

Nell.—Ahoravete;noséquéobsesiónsehaapoderadodevosotrosdosestanoche.Nellsedirigióhacialapuertay,unavezallísevolvió.—SimedierasunalaparalapobreMeg…JudytieneunpocoquelehadadoPip,

peroMegnotienenada—dijoconunamiradadepenaqueconmovióprofundamentealcoronelBryant.

Supadresemordióellabio,cortóunalaenmediodeunprofundosilencioylapusoenelplatodesuhija.

—Y ahora vete, y no sigáis con estas tonterías, querida —dijo, haciendo unauténticoesfuerzoparapronunciarlaúltimapalabra.

LaaparicióndeNellcondostrozosdepollofuerecibidaenelcuartodelosniños

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con un ruidoso aplauso.Meg, encantada con su parte, le dio un pedazo a Bunty;luego,lacenacontinuóalegremente.

—¿Dónde estáBunty?—preguntóNell, con un hueso de pollo completamentereluciente en la mano—. Espero que no haya bajado también; a papá no le haríaningunagracia,sobretododelantedelinvitado.

Pero ya no tenía remedio, y el pequeño, que había bajado sin encomendarse aDiosnialdiablo,subiócabizbajoycompungido.

—Nomehaqueridodarnada.Medijoquemefuera,yelhombreseechóareír,yEstherdijoqueéramosunosdesobedientes.Perohecogidopatatasde lamesaquehayfueradelcomedor,alladodelapuerta.

Abriólasmanitassuciasydejócaersobreelmantellospocoapetitososmanjares.—Bunty,eresuncochino—suspiróMeg,levantandolavistadellibroquetenía

entre lasmanos. Lamuchacha, que solía leer siempre durante las comidas, estabadevorando en aquella ocasión una romántica historia cuyas heroínas eran unasdamiselasmuyelegantes,muyrefinadas.

—Eso lo seréis vosotros.Todos tenéis pollomenosyo. ¡Sois unos egoístas!—replicóBuntymuyenfadado,comiéndosesupatatarápidamente.

—No, General no tiene —dijo Judy, y con un familiar destello de picardíailuminóderepentesusojososcuros.

—¡Venga, Judy! —dijo Meg a modo de advertencia; sabía muy bien lo quesignificabaaquelbrilloenlosojosdesuhermana.

—Oh,novoyahacertenada,boba—dijoJudy,bailandoportodalahabitaciónydándoleaMegunapalmaditaenlacabezaalpasar juntoaella.EsGeneral,quesequieredivertirunpoquito.

Lolevantódelasillitaaltaenlaqueestabasentado,dandogolpesenlamesaconunacucharaycomiendoazúcar.

—Vasaemprenderunaauténticacampaña,General—ledijo,ysedirigióhacialapuertabailandoconelpequeñoenbrazos.

—Oh,Judy,¿quévasahacer?—dijoMegconvozsuplicante.—¡Ju,Ju!—gritóentusiasmadoGeneral, tirándosecaside losbrazosdeJudyy

olfateandoelrastrodeladiversiónconelinstintodetodounveterano.Y se dirigieron hacia el piso de abajo, seguidos por los otros cinco, que no

estabandispuestosaperderseelacontecimiento.Judysesentóconelpequeñoenelúltimopeldaño.

—¿Nenequierepollo,pollitorico?—dijoinsidiosamente.—Pollo,pollo—gorjeóGeneral,buscandoconlamiradaasusamigosfavoritos.—Papátienemucho,todoesto—dijoJudy,abriendolosbrazostodoloquepudo

paraindicarlacantidaddepolloqueposeíasupadre—.¡Veporél,nene!—Pollo,pollo—volvióagorjear encantadoGeneral, intentandoponersedepie

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—,buscarpollo…,pollo.—Allídentro—murmuróJudy,ylepropinóunpequeñoempujoncitoparaquese

colaraporlapuertadelcomedor,queestabaentreabierta—.Pídeseloapapá.Generalatravesólasalatambaleándosesobresuspiernecitasgordaseinestables.—¿Estánendemoniadostodoslosniñosestanoche,Esther?—preguntóelcapitán

cuandosuhijopequeñoseleaferróalaspiernaseintentótreparporellas.Mirósucarasuciayllenadehoyuelosydijo:—Bien,General,¿aquésedebeelhonordetuvisita?—Pollito… pollito, pollito… pollito, pollito —dijo General, gateando

rápidamentedispuestoabuscar losdelicadosmanjaresqueJudylehabíadichoquehabíaallí.

PeroEstherlocogióenbrazosylosacódelahabitacióncomopudo.Yaalpiedelaescalera,estuvoapuntodetropezarconelrestodelafamilia.

—¡Sois unos desobedientes, unos frescos y unos descarados! —exclamó, eintentódarlesuntiróndeorejas;pero,porsupuesto,noloconsiguió.

Durante unos instantes se sentó, muerta de risa, en el último peldaño de laescalera.Luego,ledioelniñoaPip.

—Mañana—dijo poniéndose de pie y alisándose apresuradamente el pelo queGeneralsehabíaencargadodealborotar—,mañanaosdaréatodosconelpalodelaescoba.

Losniñosvieroncómodesaparecíaenelcomedor lacoladesuvestidodesedaamarilla,yluegovolvieronasucuartoacontinuarconelinterrumpidoté.

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3 Lavirtudnosiempreesrecompensada

NOeradeesperarqueunsucesoasípasaracomosinada,perolaverdadesqueesmuydifícilcastigarasieteniñosalmismotiempo.Alprincipio,elcapitánWoolcotlehabíapedidoaEstherqueledijeraalaseñoraMarsh,lainstitutriz,quelesmandaraque se aprendieran diez verbos en francés; pero, comomuy bien puntualizó Judy,General,Baby,BuntyyNell, todavíanohabían llegadoa losverbos,por loqueelcastigoseríainjusto.Lasentencianohabíasidodecididaaún,ytodoelmundoteníaunaincómodasensacióndeincertidumbre.

—Vuestropadredicequesoisunatribudedescarados—dijolajovenmadrastraaldíasiguiente,mientrassesentabaenlamecedoradelcuartodelosniños.Llevabaunabata de estar por casa demuselina blanca ribeteada de color fresa, a la que lefaltabanunoodosbotones,convenientementesustituidosporimperdibles,ydeunadecuyasmangascolgabaunpedacitodeencaje.

—Meg,hijamía,quédescuidadaeres;ytú,Judy,notienesremedio.Megibaataviadaconunabatadecachemirverdeconloscodosrotosylafelpa

descosidaporvariossitios,mientrasqueeltrajedeJudy,excesivamentecortoydeunrosa desvaído cuyos restos de colormuy bien podían pasar pormanchas de fruta,estaballenodeagujeros.

Megsepusocolorada.—Ya lo sé, Esther, yme gustaría ir bien vestida tanto como a todo elmundo;

pero,laverdad,novalelapenaremendarestosharapos.Cogióellibrodelaselegantesdamiselasquetantoestabaalterandosuserenidady

sedirigióconélhaciaunsillón.—Venga,Judy,veacoserte todos losagujerosy losbotonesque te faltanenel

vestido—ordenóEstherconunadeterminaciónmuypocohabitualenella.LosojosdeJudyecharonchispas.—¿Esunpuñalestoque tengoantemisojos,alalcancedemimano?Dejadme

empuñarlo—dijo descaradamente, quitándole a Esther uno de los imperdibles quellevabaenlabatayhaciendounareverencia.

EstavezfueEstherlaqueenrojeció.

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—EsGeneral,Judy;siempremearrancalosbotonesdelabatacuandomepongoajugarconél.Pero…,semeolvidaba;niños,tengomalasnoticiasparavosotros.

Sehizounsilencioexpectante.Todosseapiñaronasualrededor.—Lasentenciasehahechopública—dijoJudydramáticamente—:afeitémonos

lascabezasypongámonoslossayales.—Vuestro padre dice que no puede permitir que vuestra conducta quede sin

castigo,sobretodoporqueúltimamenteosestáisportandopeorquenunca;poreso,todos…

—¡Seréisprendidosycolgadosporelcuellohastaquemuráis!—¡Cállate, Judy!Hehecho todo loquehepodidoparaayudaros,pero loúnico

que he conseguido es que se enfadara aún más. Dice que sois los niños másdesaseadosymásrevoltososdetodoSydney,yqueoscastigarácadavezquehagáisalgo,y…

—Yallíseráelllantoyelcrujirdedientes.—¡Cállateya,Judy!¿Esquenopuedesdejarnosoír?PipletapólabocaconlamanoylaagarródelpelomientrasEstherterminabade

darleslasnoticias.—Novaisairalteatro.Habíamossacadoentradasparalafuncióndeljuevespor

lanoche;pero,portontos,tendréisquequedarosencasa.Duranteunoodosminutosloúnicoqueseoyófueunlamentodeconsternación.

Llevabanesperandoaquella invitacióndesdehacíacasiunmes,y ladecepción fuemuyamargaparatodos.

—Pero,Esther,¡esexcesivo!Todosloschicosdelcolegiohanidoya—exclamóPipconlacaracongestionadaporelenfado—.¡Ytodoporunatonteríaasí!

—Sóloporquevosotros teníaispolloasadoparacenar—comentóJudyconvozapagada—. Oh, Esther, ¿por qué no tendríais ternera, o caballo, o hipopótamo,cualquiercosamenospolloasado?

—¿No podrías interceder ante él, Esther? —preguntó Meg, mirándola conansiedad.

—¡Anda,Esther,hazlo!—Anda,guapa,bonita,Essie,inténtalo.Los siete niños se apiñaron a su alrededor alborotadamente. Baby le echó los

brazos al cuello y estuvo a punto de ahogarla. Nell le acarició las mejillas. Pip,dándoleunapalmaditaenlaespalda,lesuplicó:

—¡Anda,sébuena!Bunty hundió la nariz en la nuca de su madrastra y rompió a llorar

silenciosamente. Meg, en un acceso de desdicha, le apretó con fuerza una mano.Generalemitióunaseriedegrititosencantadores.YJudy,sintiéndoseenormementedesgraciada,lediounachuchónparaconsolarla.

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Estherprometióhacer loquepudiera, suplicar,amenazar, intentarengatusarleyrogarcomonuncaantes lohabíahecho.Finalmente,conestapromesa, losniños ladejaronmarchar.

—Pero os aconsejo que seáis buenos y obedientes durante todo el día —dijovolviéndosedesdelapuerta—.Hoynovaasalirdecasa,yquizáesopuedahacerlecambiardeopinión.

Quépenosofuesertestigodelavirtuddeaquellosniñosduranteelrestodeldía.Estabandevacaciones,y laseñoraMarshsehabíamarchado,peronadieen las

regionesinferioresoyóunarisa,unllantoounadiscusión.—¡CiudadanosdeRoma,losojosdelmundoestánpuestosenvosotros!—había

dichoJudysolemnemente,ytodoshabíanprometidocomportarsedetalformaqueelcorazóndesupadresevieraobligadoaablandarse.

Pip se puso el uniforme del colegio, se peinó, cogió unmontón de libros y sedirigió hacia el despacho de su padre, donde se le solía permitir que hiciera losdeberes.Elcapitánestabaescribiendounascartas.

—Bueno, ¿quéquieres?—lepreguntó con el ceño fruncido—.No,no sirvedenadaquemevengasconcuentos,caballero.Noinsistas.

—Vengo a estudiar —dijo Pip apaciblemente—. Me parece que me estoyquedandounpocoatrasadoenmatemáticasy,teniendoencuentaloquetecuestaelcolegio,noquierodesperdiciarlasvacaciones.

Elcapitáncarraspeóligeramenteymiróasuhijoconseveridad;perolaexpresiónseriaydecididadelmuchacholedesarmó,ysealegródeque,porfin,suhijomayorsedieracuentadeloinadecuadodesuformadecomportarse.

—En ese cajón hay unos problemas de cuando yo iba al colegio—le dijo conamabilidad—.Sitesirvenparaalgo,puedescogerlos.

—Muchasgracias,meserándegranutilidad—contestóPipcortésmente.Piplosexaminóconunaevidenteexpresióndeadmiraciónreflejadaenlacara.—¡Quéclarosyquébienresueltos!—dijoPipconunsuspiro—.Mepreguntosi

alguna vez seré capaz de hacerlos tan bien como tú. ¿Cuántos años tenías, papá,cuandoloshiciste?

—Aproximadamentetuedad—contestóelcapitáncogiendolospapeles.Los examinó con la cabeza ladeada. Estaba muy orgulloso, aunque ya no se

acordabaenabsolutodecómosehacíanlosquebradosynoseríacapazdehacerunaraízcuadradaniparasalvarsupropiavida.

—Noobstante,creoquenodebesdesanimarte,Pip.Recuerdoqueyoerabastantemejorqueelrestodemiscompañerosenestamateria.Nopodemosdestacartodosenlo mismo, pero me alegro de que empieces a darte cuenta de la importancia deltrabajo.

—Sí,papá.

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Megsehabíadirigidoalasalayestabasentadaenelsuelodelantedelmusiqueroconunastijeras,undedalyunrollodecintaazulsobrelafalda,yloscuadernosdemúsica de su padre esparcidos a su alrededor. El capitán solía quejarse de que secaíanapedazos.

Alpasarjuntoalapuerta,supadrelavioyledirigióunamiradacomplacida.—Gracias,Margaret:loestabanecesitandocomoelcomer.Mealegrodequeseas

capazdehaceralgodeprovecho—ledijo.—Sí,papá.Megsiguiócosiendohacendosamente.Cuandovolvióaldespacho,violacabezadePipinclinadaaplicadamentesobrela

mesayrodeadaporunapirámidedelibrosypapeles.Escribióotrasdoscartas;pocodespués,seoyeronunosgolpecitosenlapuerta.

—Adelante—gritó,yentróNell.Llevabaconmuchocuidadounabandejacubiertaconunpañitoblancocomola

nieveenlaquehabíaunvasodelecheyunplatitoconmoras.Ladejódelantedesupadre.

—Hepensadoquealomejorteapetecíatomaralgo—dijoconamabilidad,yunrepentinoataquedetosseapoderódePip.

—¡Perohijita!—dijo.Sequedómirandolabandejapensativamente—.Elúltimovaso de leche que tomé, Nellie, me lo ofreció el ayudante de Barlow en Rugby,cuando yo tenía la edad de Pip. Me sentó mal y, desde entonces, no he vuelto aprobarla.

—Peroestaveznoteharádaño.¿Vasabebértela?Nellledirigióunadesusmiradasmáshermosas.—Antesme bebería el agua del cubo de fregar, hija—cogió unamora y se la

comióhaciendounamueca—.Todavíanoestánmaduras.—Cuandotehayascomidoseisosiete,yanonotarásqueestánácidas—dijola

niñaconimpaciencia.Peroelcapitánlasdejóaunlado.—Mebastacontupalabra—luego,lamiróconcuriosidad—.¿Porquéseteha

ocurridotraermealgo,Nellie?Norecuerdoquelohayashechonunca.—Penséquea lomejor teníashambre,despuésdehaber estadoaquí encerrado

tanto tiempo escribiendo cartas —contestó con suavidad. Pip volvió a toseraparatosamente,yNellseretiró.

Fuera,eneljardín,Judyestabacortandoelcéspedbajounsolabrasador.Sóloteníanunempleadoy,comogeneralmenteestabamuyatareadoocupándose

delestabloydeloscaballos,eljardíncrecíaasuantojo.Másdeunavezelcapitánhabíacomentadomolestoqueestabamuydescuidadoyque ledabavergüenzaquefueraalguienavisitarlos.

Asíque Judy,pletóricade entusiasmoyarmadaconunahozexcepcionalmente

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grande,sedispusoacortarelcésped.—¡Diosmío, Helen, te vas a cortar un pie!—gritó su padre, alarmado.Había

salidoalporcheparafumarseunpurosuavequelequitaseelsabordelamoraenelprecisomomentoenqueJudydecapitaba,deunacerterapasada,unejércitoenterodedientesdeleónconsusyelmosamarillos.

Sevolvióhaciaélyledirigióunaradiantesonrisa.—¡Oh,no,papá!Fíjate,soyunhachacortandoelcésped.Descargóotraalarmantepasada,aunque,esosí,científicamenteestudiada.—¡Miraesto,es-s-toyes-s-s-to!Aldecir«es-s-to»sellevópordelanteuntrozodelvestidoquellevabapuesto,y

aldecir«es-s-s-to»cortólapartesuperiordeunrosal;peroeso,claroestá,songajesdeloficio.

—Siemprehayaccidentes, lespasahastaa losmejorescortadoresdehierba—comentóJudysininmutarse,levantandolahozdispuestaadescargarunnuevogolpe.

—¡Déjaloinmediatamente,Helen!¿Porquénotevasajugartranquilamentealasmuñecasydejasdehacercosasraras?—dijoelcapitán,irritado.

—Y yo que lo hacía sólo para agradarle… —dijo la niña dirigiéndoseaparentementealosdientesdeleón.

—A«él»noleagradaríatenertequeproporcionarunapiernademadera,nitenerquevolveraplantardenuevotodoeljardín—dijoconsequedadelcapitán—.Dejaeso.

—Bueno,peroesperaquetermineconestelado:nolovoyadejaramedias,comounhombreconunasolamejillaafeitada.Bajayvenaverlo;esmuyfácil,hasta túpodríashacerlo.

Elcapitándisimulóunalevesonrisabajoelbigote.Lapequeñateníaunaspectotancómicoallídepie,conelvestidocortodesiempre,unsombrerollenodeagujerossobrelamarañaderizososcuros,losojosbrillantes,lacaraarrebolada,laenormehozenlasmanosylaspalabrasdescaradassiempreapunto.

BajóyexaminódecercaeltrabajodeJudy.Estabamuybien,comotodoloquelachiquillaseproponía,travesurasincluidas,y,lomásimportantedetodo,suspiernas,enfundadasenunasmediasnegras,seguíantodavíaenbuenestadodeconservación.

—¡Ejem, ejem! Bueno, puedes terminarlo. Pat está muy ocupado. ¿Dónde hasaprendidoacortarelcésped,doñaPerfecta?¿Yporquésetehaocurridohacerlo?

Judyselevantóconunsoplolosrizosquelecaíansobrelafrentesudorosa.—A, créetelo, es de nacimiento —respondió inmediatamente—; y B, ¿tú qué

crees?¿Notequieroymegustacomplacerte?Volvióaentrarencasalentaypensativamente.Judysiempreledesconcertaba.De

todossushijoseraalaquemenosentendíay,aveces,lepreocupabapensarenella.Hasta entonces no era más que una niña inteligente, ingeniosa y, a menudo,

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impertinente;peronotabaqueeracompletamentedistintaa losdemásy,cuandosedetenía a pensarlo, cosa que no sucedía con demasiada frecuencia, le invadía unaprofundasensacióndemalestar.

RecordóquesuprimeraesposalehabíacomentadomásdeunavezquetemblabaanteelfuturodeJudy.Aquelincansablefuegoquelebrillabaenlosojosinquietos,que le encendía lasmejillasyprestabaunaadmirableenergíaa su joveny flexiblecuerpo, podía hacer de ella unamujer noble, emprendedora, brillante, o llevarla anaufragaranteescolloscon losque losdemás jamásseenfrentarían,ardiendocadavezconmásymásintensidadhastaconsumirla.

—Cuidadeella—habían sido las casiúltimaspalabrasde la angustiadamadrecuando,alaluzquesurgecuandoelmundoseapaga,habíavistoconterribleclaridadlaspiedrasy zarzasque saldrían al pasode aquel singular par depies, pequeños eimpacientes.

Y había muerto, y Judy estaba tropezando con ellas. Pero su padre no podía«cuidarla»,porquenoteníaniideadecómohacerlo.

Mientras subía hacia el mirador y atravesaba el vestíbulo, deseaba, casipiadosamente, que Judy no estuvieramodelada de un barro tan diferente al de losdemásysuspirabaporpoderapagaraquelextrañofuegoquelaniñallevabadentroyque tanto desasosiego le producía a él. Aspiró con fuerza el cigarro y suspiróprofundamente; luego, giró sobre sus talones y se dirigió hacia los establos paraolvidarsedetodo.

Elcapatazestaba fueraadiestrandoaunode loscaballosenelextensopotrero;perohabíaalgoextrañoenlascaballerizas,demodoqueentró.

Unapequeña figura, caladahasta loshuesos,metíay sacabadel cuboalgocongranentusiasmo.

Aloírelruidodesuspasos,Babysevolvióylevantóhaciaéllacaritasudorosa.—Estoybañandoatuzgatitoz,yaCazquivanotambién—dijoradiante.Horrorizado,elcapitándiounpasohaciaadelante.Allíestabansusdosgatitosfavoritos,temblorosos,desolados,sumergidoshastael

cuello en agua jabonosa. Y Casquivano, el hermoso foxterrier que acababa decomprar para su mujer, sometido al mismo proceso de limpieza, era remojado yrestregadohastacasiperderelsentido,mientraspermanecíaencadenadoaunposte,asustado,empapadoyafligido.

—Miraqué limpitozybonitozestán.Yano tienenpulgaz.¿Eztázcontento?YapuedezdejarqueCazquizubaatucamayOjozNegrozeztá…

LapobreBabynuncaterminósudiscurso.Teníaunaideaconfusadehaberoídoasupadresoltaruntacoydequealguienlasacudíadeunamaneramuypocodelicadaylasacabadelestablo,mientrasquelospobresanimaleseransecadosytratadoscontodaconsideración.

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Perolopeornohabíallegadotodavía,ysusresultadosfuerontandesastrososquelosjóvenesWoolcotdecidieronnovolverjamásaarrogarsevirtudesquenoposeían.

Bunty, por supuesto, deseaba ayudar a la causa con tanto entusiasmo como losdemás;y,conestefin, loprimeroquehizofuedirigirseasuhabitacióny lavarseafondolacara,elcuelloylasmanos.Luego,satisfechodesuaspectorelucienteydesus manos limpias, bajó y se colocó delante de las mismas narices de su padre,intentandoarrancarlealgúncomentariofavorable.

Perocuandotodoloqueobtuvofueunirritado«vetea jugar»,sediocuentadequeteníaquebuscarunnuevomododeapaciguamiento.

Vagabundeóporeldespacho,pensandolimpiarlasestanterías;peroPip,rodeadodelibrosportodaspartes,estabatallandounpaloparahacerseuntirachinas,asíquevolvió a salir.Después, subió al piso de arriba y exploró el dormitorio y el cuartodondesevestíasupadre.Esteúltimoeraunexcelentecampodeoperaciones.Sobreuna silla había un uniforme de gala. A Bunty le pareció que los botones doradosbrillabanmenosde loquedeberían,demodoquededicóun inútilcuartodehoraasacarles brillo. Luego, bruñó unas espuelas, aunque sin demasiado éxito, todo hayquedecirlo.Después,semarchóabuscarunanuevatarea.

Enunrincóndelahabitaciónhabíaunacoleccióndebotaspolvorientasyungranfrasco de barniz negro, de aspecto grasiento, encima de la repisa de la chimenea.Buntyconcibiólabrillanteideadelimpiartodaslasbotasyponerlasenfilaparaquesupadrepudieraverlasysepusieracontento.Encontróenelsuelounpañuelosuciode batista fina, derramó sobre él una considerable cantidad de barniz y atacó conentusiasmoelprimerpar.

Como eran de piel auténtica, un brillo deslumbrador le recompensóinmediatamente;pero,pormásquefrotó,noconsiguióquebrillaraelparsiguiente,nielotro,nielotro.Enlaescaleraseoyeronlosfirmesyconocidospasosdesupadre,yBuntysedetuvouninstantedandoexpresióndebondadasucarasucia.

Pero aquella expresión desapareció enseguida, y una mirada de horror lareemplazó.Paramayorcomodidad,habíadejadoelfrascoenungransillónmientrasélestabasentadoenelsuelo,yenesemomentosediocuentadequesehabíavolcadoydesucuellobrotabaunchorronegroyhorrible.

Y era el sillón en el que estaba el uniforme, y una de las mangas estabaempapada,ylainmaculadacamisaqueestabajuntoaluniforme,esperandounbotón,tambiénestabaempapadaypringosa.¡Horrible!Buntyechóunamiradadesesperadapor toda la habitación buscando un sitio para esconderse, pero no había rinconesdonde cobijarse, ni cortinas, y tampoco le daba tiempo a entrar en el dormitorio ymetersedebajodelacama.Juntoalaventanahabíauncofredegrantamañollenodemedicinas, y Bunty, desesperado, se introdujo en él con las piernas dobladas, lacabezaentrelasrodillasyunpeligrosotintineardefrascosenlosoídos.Yunminuto

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después,supadreentróenlahabitación.—¡Diosmío!¡VálgameDios!—exclamó,yBuntyempezóatemblardelospiesa

lacabeza.Luegosoltórápidamenteunaretahíla«enextranjero»,comosolíadecirJudy; le

diounapatadaaalgoy,enuntonoterrorífico,gritó:—¡Esther!PeroEstherestabafueradandounpaseoconGeneral,ynohuborespuesta.Másidiomaextranjero,máspatadas.A Bunty le castañeteaban ruidosamente los dientes; levantó un brazo para

sujetarselaboca,yelcofre,desequilibrándose,sevinoabajoyarrojóasuocupantealospiesdesupadre,mientrasunmontóndefrascosseesparcíanportodaspartes.

—¡Yo no… yo no he… yo no he sido…, la culpa no ha sido mía! —aulló,retrocediendo de espaldas hacia la puerta—. ¡Uy, uy…, ay…! ¡Esther! ¡Ay, ay…!Judy…¡Oh…,oh…,oh…,ay!

Como cabía esperar, el capitán había cogido una correa que estaba allí muyoportunamenteyleestabademostrandoasuhijoloquesepodíahacerconella.

—¡Oh…,ay…,ay…,oh…,oh…,ay…,oh…!¡Nohetenidolaculpa…,laculpanohasidomía…,esdePipyJudy!¡Oh…,ay…,ay…,oh…,elteatro!¡Ay…,ay…,oh,oh…,meestásmatando,uy…,uy…!¡Sólolohacía…!¡Ay…,ay…,ay…!¡Lohacíaparacomplacerte…!¡Uy…,uy…,paracomplacerte!

Supadresedetuvoconlacorrealevantada.—¿Poresoseestáncomportandolosdemásdeunaformatanextraña?¿Sólopara

queosllevealteatro?Buntyforcejeóparaliberarse.—Bueno…,yo…sí,peroyono…,yonunca…,deverdad…¡Oh…,nohasido

culpamía…!Hansidolosotros…¡Ay…,ay…,pégalestambiénaellos!Y se ganó otros tres correazos. Luego, se fue llorando al cuarto de los niños,

donde se tiró al suelo, dandopatadasy revolcándose como si estuviera a puntodemorirse.

—¡Sois unos chi… chi… chivatos! —sollozó, dirigiéndose a los demás, quehabían llegado corriendo atraídos por el alboroto—. ¡Sois unos cerdos! ¡Y yomequedési…si…sinpo…po…pollo,yen…en…encimame…melahega…ga…ga…ganado!¡So…so…soisunoschi…chi…chivatos!¡Oh…,ah…,ay…,ay!¡Mees…es…estoyde…de…de…desangrando,losé…sé…sé…sé!

Losdemásnopodíancontenerlarisa;Buntyseponíairresistiblementecómicoencuanto se le tocaba. Pero lo consolaron como pudieron, intentando averiguar quéhabíapasado.

Estherllegóenseguidamuypreocupada.—¿Quéocurre?—preguntaronconteniendoelaliento.

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—Laverdadesquesoislosniñosmásinsoportablesqueheconocido—contestóenfadada.

—Peroelteatro…Venga,Esther,¿selohaspreguntado?—gritaronimpacientes.—¡Elteatro!Dicequepreferiríatenerqueindemnizaralosactoresantesqueuno

sólodevosotrosvealafunción.¡Yosestámuybienempleado!Meg,porDios,ponlealgo seco a Baby, mira cómo está. Y Judy, si de verdad me quieres, quítate esevestido.Bunty,pelmazo,sinodejasdellorar,voyallamaratupadre.Nell,quítalelastijerasaGeneral,sevaasacarunojo.

Lajovenmadrastrasereclinóenlasillayechóunatrágicamiradaasualrededor.Jamáshabíavisto tanenfadadoasumarido.Ysuhermosaboca temblóal recordarqueparecíaecharleaellalaculpadetodoloquepasaba.

Megnosehabíamovido;elaguacaíalentamentedelvestidodeBaby,formandouncharcoenelsuelo;Buntyseguíadesahogándoseemitiendoespasmódicos«ays»y«uys».JudysilbababorrascosamenteyGeneral,castigadosintijeras,chupabaunadesusbotasllenasdebarro.

—¡Siete, y yo sólo tengo veinte años!—dijo con tristeza—. ¡Qué horror.Diosmío,quéhorror!

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4 Generalvaalaacademia

ERAundíadespuésde«losacontecimientosrelatadosenelúltimocapítulo»,comosueledecirseenellenguajedeloslibros.Judyestabasentadaenlamesadelcuartodelos niños, con lamejilla apoyada en las rodillas y lasmanos, delgadas ymorenas,alrededordeéstas.

—¡Esunavergüenza!—exclamó—.¡Unaverdaderavergüenza!¿Paraquésirvetenerpadres?Megustaríasaberlo.

—Oh,Judy—dijoMeg,queestabaacurrucadaenunsillón,absortaenlalecturade un libro. Pero lo dijo mecánicamente y sólo como un deber, porque, a fin decuentas,únicamenteteníatresañosmásqueJudy.

—Imaginaosloquenosdivertiríamossinovivieraconnosotros—continuóJudytranquilamente,sinhacercasoaMeg—.Fijaos,tendríamospollotresvecesaldíaypodríamosiralteatrosietenochesalasemana.

Nellapuntóquenohabíarepresentacioneseldomingo,peroJudynosedesanimóporesepequeñodetalle.

—Sería una especie de teatromístico—dijo pensativamente—. Con hermososdibujossobreTierraSanta,unamúsicapreciosa,niñosvestidosdeblancocantandosalmos,todollenodecoloresbrillantesysincolectaspararecogercalderilla.Y,porsupuesto,nohabríasermonesniletanías.

—¡Oh,Judy!—murmuróMegpasandounahoja.Judyseparólasmanos,yluegovolvióaabrazarselasrodillasconmásfuerzaque

antes.—¡Seis entradas desperdiciadas! ¡Treinta hermosos chelines! ¡Sólo porque

tenemosunpadre!—Se las hamandado a los Digby Smith—informó Bunty—, y escribió en el

sobre:«Conmismejoressaludos.J.C.Woolcot».Judyrefunfuñó.—SeishorriblesDigbySmith sentados enel teatro,viendonuestra funcióncon

susseishorriblesojos—comentóconamargura.Bunty,más aficionado a lasmatemáticas, quiso saber por qué no con sus doce

horriblesojos,yJudyseechóareírysebajódelamesadeunsalto,despuésdehaber

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expresado el perverso deseo de que todos los Digby Smith se cayesen por labarandilladelpalcoantesdequeselevantaraeltelón.Megcerróellibrodegolpe.

—¿Seha idoyaPip?Papáestaráenfadadísimo. ¡Quécabeza tengo!—exclamó—.¿DóndeestáEsther?¿Lahavistoalguien?

—¡PeroMeg!—dijoJudy—.Haceporlomenosdoshorasquesemarchódelantedetusnarices.HaidoaWaverley.Entróadecírteloyadecirtetambiénqueconfiabaenqueteocuparasdelcapotedepapá,ytúcontestaste:«Mmm…muybien».

Sobresaltada,intentóhacermemoria.¿Tenía que limpiarlo?—preguntó asustada, retirándose el pelo de la frente—.

¡Oh,chicas!¿Quéeraloqueteníaquehacer?—Limpiarlocongasolina,plancharlomojado,conservarloenunlugarfrescopara

que mantenga el calor y meterlo en el horno hasta que se dore —detalló Judyinmediatamente—.¿Nolooíste,Margaret?Esthersetomólamolestiadeexplicártelobien.

Megvolvióajuguetearconelpelodesesperadamente.—¿Quévoyahacerahora?—dijoconlosojoscuajadosdelágrimas—.¿Quévaa

decirpapá?¡Oh,Judy,podíashabérmelorecordado!Nelllepasóunbrazoporloshombros.—Estábromeando,Meggie;Estherseocupódeelloydejóelcapotepreparadoen

elvestíbulo.Loúnicoque tienesquehaceresdárseloaPip.Pat tieneque llevarelcoche a la ciudad esta tarde para que le arreglen el asiento de atrás y Pip va aacompañarle,esoestodo.Estánenganchandoloscaballos,todavíaestásatiempo.

El causante de tanta inquietud era el capote que Bunty había hecho todo loposibleporestropear.Pertenecíaaluniformedegaladelcapitánylonecesitabaparair a cenaraBarracksaquellamismanoche.Esther sehabíapasado toda lamañanalimpiándoloconunaesponja,yhabíadejadodichoquelollevaranaBarracksporlatarde.

El coche, conducido por Pip y con Pat como espectador enfurruñado, girómajestuosamente delante de la puerta. Cogieron el paquete con el capote y locolocarondebajodelasiento.YaibanamarcharsecuandoaparecióJudyenelporchellevandoaGeneralenbrazos.

—Ventetútambién,Fizz,haysitiodesobra.Nohayningunarazónparaquenovengas—lepropusoPipsinpensárselodosveces.

—¡Oh!—dijoJudyconojosbrillantes.Diounaimpetuosazancadahaciaadelanteylevantóunpieparasubiralcoche.

—Creoquetedeberíasponeralgoencimadelvestido—lerecomendóPip—,estállenodemanchasdemermelada.

Judyentróenelvestíbulocomounaexhalaciónyvolvióconsuabrigo;depositóaGeneralenelsuelomientrasseloponía,yluegolovolvióacogeryseloentregóa

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Pip.—Tienequevenir también—dijo—; leprometí aEstherqueno loperderíade

vistaniunminuto.Últimamentesepreocupamuchoporél.¡Niquefueraaromperse!Pip rezongó un poco, peroGeneral le echó los brazos dirigiéndole una sonrisa

cautivadora y no tuvo más remedio que cogerlo mientras Judy se encaramaba alcarruaje.

—Podemos volver en el tranvía hastaQuay, y luego coger el barco—propusoJudy, sentando a duras penas al niño entre ellos—.AGeneral le encanta viajar enbarco.

Se alejaron rápidamente; el desvencijado carruaje dejó atrás las puertas ydescendióporelcamino,llevándoseaPip,aunaJudydeojosbrillantes,aGeneral,quesechupabacondeleiteeldedopulgar,yaPat,sonrienteysatisfechodespuésdehaberrecobradolasriendas.

ElvientoqueveníadelríobarríalafranjadelastierrasdeCrownyhacíacircularimpetuosamentelasangrejovenporsusvenas;causabaestragosenlosrizosdeJudyyteñíasusmejillasdeunrojoencendido;excitabaaGeneral,quenodejabadepateary reírse, y obligaba a Pip a sujetarse el sombrero en la nuca, mientras silbabaalegremente.

Así siguieron hasta que llegaron a la ciudad,momento en el que tuvieron queplegarsealasconvencionessociales.

CaminodePaddington,unjineteaminoróelpaso.Pipsequitóelsombreroconun airoso ademán y Judy le dedicó una sonrisa franca y agradable, porque era unantiguocoronelalqueconocíandesdehacía tiempoyrecordabansubuenhumoryliberalidad.

—Bueno, señorita, ¿qué tal, Pip? —dijo sonriendo cordialmente, mientras sucaballocaracoleabaalrededordelcarruaje—.¡SitambiénestáaquíGeneral!¿Adóndevais?

—ABarracks,allevarleunacosaanuestropadre—contestóPip.Judymirabaalinquietoanimalconojosdeadmiración—.Luego,volveremosacasa.

Apesardelasbruscassacudidasquedabaelcaballo,elancianoconsiguiómeterunamanoensubolsillo.

—Tomad, para que os pongáis enfermos por el camino —dijo dándoles dosmediascoronas—;peroamínomepaséislacuentadelmédico.

Rozó suavemente con la fusta la mejilla de General, saludó a Judy con unainclinacióndecabezaypartióamediogalope.

Losdoshermanossemiraronconojosbrillantes.—Cocos—dijoPip—ypastelesycaramelos,yelrestoparaelfutbolín.Judydijoquenoconlacabeza.—Yyo,¿qué?—preguntó—.Dejaelfutbolínparaelcolegio.Yovotoporunas

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yuyubas,heladosyunamuñecadecera.—¡Yunaabueladecera!—replicóPip—.Noteirásacomportarahoracomouna

niña,espero—luego,casiconunción,añadió—:GraciasaDios,siemprehasodiadolasmuñecas,Fizz.

Judy dio un brinco en el asiento y estuvo a punto de tirar a General, lo queprovocóuntorrentedereprochesporpartedelcochero.

—Yasé—dijo—,ycasiestamosamitaddecamino.¡Oh,seráestupendo,yaloverás!

Pipleapremióparaqueseexplicara.—AcuarioBondi:patines,botes,tiovivos,montañarusa.¡Trespeniqueselviaje!

—contestóconpocaspalabras.—¡Qué idea! —silbó suavemente Pip, dándole vueltas en la cabeza—. Nos

quedaría algo para comprar golosinas, y quizá también para el futbolín —luegofruncióelceño—.¿Yelniño?¿Paraquételohastraído?Teníasqueserunachica.¡Siempreestropeándolotodo!

Judylemiróconfusa.—Ya casi no me acordaba—dijo molesta—. ¿No podríamos dejarlo en algún

sitio?¿Porquénoselodejamosaalguienparaqueseocupedeélmientrasvamos?Sería una pena tener que desistir sólo por su culpa. Y encima, está empezando allover.Nonoslopodemosllevar.

HabíanllegadoalpiedelacolinadondeseencontrabalaacademiayPatlesdijoquetendríanquehacerandandoelrestodelcamino,onoconseguiríatenerelasientodeatrásdelcarruajearregladoparavolveresamismatarde.

PipsaltódelcarruajeycogióaGeneral,todoenunabrirycerrardeojos,yJudybajótrasél,llevandocuidadosamenteelpreciadopaquete.Ensilencio,subieronporlacuestadeasfaltohastalapuertadelaresidenciadeoficiales.

—¿Ybien?—preguntóPipquejumbrosamente,unavezqueestuvieronarriba—.Dateprisa.¿Nosetehaocurridonada?

ComomuybiensabíaPip,elhechodequeJudylevantaralascejasysemordieraloslabiosindicabaqueestabaabsortaenprofundoseintrincadospensamientos.

—Sí—contestóJudyconcalma—.Tengounplanquecreoquefuncionará—yunrepentinofuegoparecióapoderarsedeella—:¿QuiéneselpadredeGeneral?Eh,¿quién es? —preguntó atropelladamente—. ¿Los padres no deben cuidar de sushijos?¿Ynosemerecequeselollevemosporcastigarnossiniralteatro?¿Ynoeselacuariodemasiadomaravillosoparaquenosquedemossinirporsuculpa?

—Y ¿qué?—preguntó Pip, cuyo cerebro, más lento que el de Judy, no podíaseguirsurápidorazonamiento.

—Voy a dejar a General aquí en Barracks durante un par de horas, hasta quevolvamos. Su padre es la persona adecuada para cuidarlo —Judy agarró sin

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miramientoslagordezuelamanitadeGeneralyabriólapuerta.—Fizz —observó Pip—, nos vamos a meter en un buen lío. Creo que no

deberíamos…Laverdad,Judy.—Yaveráscómono—dijoJudyresueltamente—.Bueno,alomejorseenfadaun

poco,peroelacuariolomerece.Miracómollueve;sinoslollevamos,elpobrecitovaa coger un catarro, o reúma, o qué sé yo.Allí está papá, junto a la pista de tenis,hablandoconunseñor.Medeslizarésinquemeveayentraréensuhabitaciónparadejarencimade lacamaelpaqueteyaGeneral.Después, lediréaunsoldadoquevayaaavisarledequeyahallegadoelpaquete,yencuantosedirijahaciaallí,saldrépitando,cogeremoseltranvíaynosiremosalacuario.

Pip volvió a silbar suavemente. Estaba acostumbrado a las atrevidasproposicionesdesuhermana,peroaquellavezsehabíasuperado.

—Pe… pe… pero—apuntó intranquilo—, Judy, ¿qué va a hacer con el niñodurantedosinterminableshoras?

—Locuidará—contestóJudyconprontitud—.Estaríamosapañadossiunpadreno pudiera ocuparse de su hijo durante dos horas. Además, mira, volveremos abuscarlo en cuanto salgamos del acuario, y le diremos a papá que, como llovíamucho,pensamosqueeramejorquesequedaraaquí,nofueraaserquesepusieraenfermo;peroque,comoteníamosprisaporquesenosibaaescapareltranvíayélnoestaba, tuvimos que dejarlo encima de la cama hasta que llegara. ¿Ves, Pip? ¡Essencillísimo!

Apesardetodo,Pipnoparecíademasiadoconvencido.—Nomegustaesto,Fizz—volvióarepetir—;sevaaponerhechounafiera.Judyledirigióunamiradafuriosa.—VeteaversivieneeltranvíaquevaaBondi—dijo.YPip,encantadodetener

unmomentoderespiro,volvióadesandarloandado.Cuandosevolvió,Judyyasehabíaido.

Recorrió el camino de arriba abajo varias veces, con lasmanosmetidas en losbolsillos.

—Fizzva a conseguir quenos la carguemosdeunavezpor todas—murmuró,mirandocontristezalapuertaporlaqueJudyhabíadesaparecido.

Seechóhaciaatráselsombreoysemirósombríamentelasbotas,preguntándoseporlasconsecuenciasdeaquellanuevatravesura.Oyójuntoaélunasligeraspisadas.

—Vamos —dijo Judy, tirándole de una manga—; ya está, venga, vamos adivertirnos.¿Tieneseldinero?

Eranlasdosenpuntocuandocruzaronlapuertayseencaminaronhacialaparadadel tranvía.Yeran lascuatroymediacuandosebajarondeun tranvíaperiféricoyvolvieronacruzarlapuerta,dispuestosarecogersucarga.

¡Lo habían pasado de miedo! Una vez dentro del acuario, incluso Pip había

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dejadodeladosusescrúpulosdeconcienciaydedicótodassusenergíasadisfrutarafondo.Judyestabacomoloca.Segastóunchelínenlamontañarusayafirmóqueelveloz y desconcertante movimiento era «divino». Pip, que se mareó en el primerviaje,renuncióamontarseunasegundavezysequedómirando,conelcorazónenunpuño,cómoJudydesaparecíadevezencuando,diciendoadiósalegrementedesdeelpeligrosocochecillo.Despuésalquilaronunpardepatinescadaunoysellenaronelcuerpodecardenalesabasedecaersealsuelo.Mástardesemontaronenuntiovivo;pero a Judy, despuésde las emocionesde lamontaña rusa, aquello lepareciómuyaburrido y se negó a despilfarrar en él otros tres peniques, contentándose con vercómoPipdabavueltasymásvueltasycorríacomouna locaparamantenersea sumisma altura el mayor tiempo posible. Terminaron la tarde con una minuciosainspección a las peceras, un ligero repaso a las tartas demermelada dudosamentefrescasydospeniquesdecacahuetes.Y,comotedijeantes,seríanlascuatroymediacuandovolvieronasubirapresuradamenteelcaminoqueconducíahastalapuertadelaacademia.

—Espero que se haya portado bien—dijo Judymientras giraba el pomo de lapuerta—. Venga, Pip, ven tú también, no te hagas el remolón. Veinte azotes opuntapiésarepartirentredos,tocamosadiezcadauno.

Subieronlaescalinatadepiedraysedetuvieronjuntoaunapuerta.Cercadeellahabíaungrupodeoficialescharlandoyriéndose.—Creedme,fueunauténticoespectáculoveraWoolycogeralpequeño,meterlo

deprisay corriendo en el cochey subirsedespués, todo con expresióndedignidadofendida—dijounodelosoficialesmientraslosdemássedesternillabanderisa.

Otrodeloscomponentesdelgrupoexpulsóelhumodeunpuroycomentó:—Parecíaunpordiosero.Cerrólospuños,yunodeellosaterrizóenelojodesu

padre.Luego,selecayóunabotaynosapresuramostodosarecogerla,peroestabaparatirarla,completamentellenadebarro,yelviejoWoolyenrojecióhastalasorejasmientrasintentabaponérsela.

Unafiguraconunabrigoincreíblementecortoyraído,unsombreroencasquetadosobrelamarañaderizosnegrosyunaspiernaslargasydelgadasenfundadasenunasmediasnegrasseabriópasoentreelgrupo.

—Estánustedeshablandodemipadre—dijoarroganteconlacabezamuyalta—y no entiendo qué es lo que les hace tanta gracia. ¿Está aquí todavía, o se hamarchadoya?

Dosdeloshombresparecíanunpocoavergonzados;eltercerosequitólagorra.—Sientomuchoquehayasorprendidonuestraconversación,señoritaWoolcot—

se disculpó amablemente—.No obstante, no hemos cometido un daño irreparable,¿verdad?Sí,supadresehamarchadoenuncoche.Noteníani ideadecómohabíapodidollegarelpequeñohastasucama,ynopodíaocuparsedeél.Supongoqueselo

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habrállevadoacasa.AlgoparecidoaunamiradadevergüenzaseasomóalosbrillantesojosdeJudy.—Me temo que he puesto a mi padre en una situación embarazosa —dijo

sosegadamente—.FuiyoquiendejóaquíaGen,mihermano,porquenosabíaquéhacer con él durante una o dos horas. Pero pensaba llevármelo a casa yo misma.¿Hacemuchoquesehamarchado?

—Unamediahora—contestóeloficial,intentandonoreírsedelosmodalesdelachiquilla,máspropiosdeunadultoquedeunaniña.

—Bien, gracias. Quizá podamos alcanzarle. Vamos, Pip —saludó grave ydistantemente y se dio la vuelta, bajó por la escalinata y cruzó la puerta, siempreseguidaporPip.

—Enbuenlíonoshemosmetido—dijoPip.Judyasintióconlacabeza.

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—Es lo más terrible que hemos hecho en nuestra vida. Imagínate a papállevándosearastrasaGeneral.¡Diosmío!

Judyvolvióaasentirconlacabeza.—¿Esquenosabeshablar?—lepreguntóPip,irritado—.Túnoshasmetidoen

esto. Yo no quería; aunque, por supuesto, te apoyaré. Pero tienes que pensar algorápidamente.

Judysemordisqueólaspuntasdetresdelosdedosdelguantedelamanoderechaylemiróconabatimiento.

—No hay nada que hacer, Pip—dijo con tristeza—. No pensé que las cosasocurrieran así. Supongo que lomejor que podemos hacer es volver directamente acasayentregarnosparaquenoscastigue.Seenfadarámuchísimomássiintentamosponer excusas, asíque lomejor seráponerbuenacara almal tiempoyaguantar elchaparrón.

Pipestabaenfurecido.Lainsultóporhacerunacosaasí.Judynoseloreprochó.Fueron en tranvía hastaSydneyy allí cogieron el barco.Se acomodaron enun

rincónyexaminaronlasituacióncontodaseriedad.Luego,Pipselevantóparadarunpaseoconlaintencióndetranquilizarse,perovolvióenseguidapálidoyasustado.

—Estáenelbarco—dijohorrorizado.—¿Dónde, dónde, dónde? ¿Qué, qué, qué? —gritó Judy involuntariamente

saliendodesuensimismamiento.—Enlacabina,másabatidoqueunpavoenNavidad.TieneagarradoaGeneral

comositemieraqueselefueraaescaparvolando.Porprimeravez,Judyparecíaasustada.—¿Nos escondemos? Que no nos vea. De nada serviría ofrecernos ahora para

llevaraGeneralacasa.Tenemosquepreparamos,Pip.PipgruñóyJudyselevantó.—Deslicémonos hasta allí sin que nos vea—propuso Judy—y veamos si está

muyenfadado.Caminaronconprecauciónporlacubierta,deteniéndoseenunlugardesdeelque

podían observar sin ser vistos. El pobre General estaba sentado junto a su severopadre, que le tenía firmemente sujeto por el cuello del abrigo de lana. Se estabachupando la mano sucia, aunque no por eso dejaba de mirarse la bota marrón,pensando que sería un delicioso manjar. Ya se la había quitado una o dos veces,dispuestoallevárselaalaboca;perosupadre,enfadado,lahabíainterceptadoporelcamino y se la había vuelto a poner. Quería bajarse de aquel incómodo asiento yarrastrarseporlacubiertaparaaveriguardedóndeprocedíaelruidoqueseoía,peronopodía librarsedeaquellamanodehierroquelesujetaba.¡Noeraextrañoqueelchiquillotuvieraunaspectotanafligido!

Por fin, el barco atracó en el muelle, cerca de «Desorden», y el capitán

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desembarcóllevandoenbrazos,consumocuidado,asuhijo.Subiólentamenteporelcaminoocrequeelcarruajehabíarecorridoalegrementeunasseisosietehorasantes,seguidoporJudyyPipaunadistanciaprudencial.Yaenlapuerta,elcapitánsediocuenta y les hizo señas, irritado, para que se acercasen. Judy palideció, aunqueobedecióenseguida,yPip,unavezrecobradalacalma,subiótrasella.

Judysóloseacordabaconfusamentedeloquehabíapasadodurantelamediahorasiguiente. Sabía que había habido una borrascosa escena en la que toda la familia,incluidaEsther,recibióunaconsiderablecantidaddereprochesyacusaciones.

Luego,Pipsufrióunabuenapaliza,apesardequeJudydeclaróinsistentementeque la culpa era suya, que Pip no había hecho nada. También recordaba habersepreguntado, temblando, al ver que supadre apartaba aun lado aPipy sequedabamirándolafijamenteconlafustaenlamano,siseríacapazdetratarlatanseveramentecomoasuhermano.

Perobajólafustaylepusounapesadamanoenelhombro.—Elpróximo lunes—dijo lentamente—, el próximo lunes te llevaré interna al

colegio. Esther, por favor, ocúpate de que la ropa deHelen esté preparada para elpróximolunesporlamañana,cuandolallevealcolegio.

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5 Lamañanadellunessiguiente

EN el vestíbulo había un baúl y una enorme y baqueteada maleta, llenos deetiquetas en las que podía leerse: «Señorita Helen Woolcot, Residencia Burton,MountVictoria».

Enelcuartodelosniños,eldesayunotranscurríaagitadamente.Meg,quenodejabadehiparaparatosamentemientrasservíaelté,teníalosazules

ojos enrojecidos ehinchadosde llorar.Pippermanecía inmóvil encimadel felpudoquecubríalapiedradelachimenea,mirandosombríamentesuplatoynegándoseenredondoadesayunar;GeneralestabamuyentretenidodandogolpesconlatazaenelplatoyBuntycomíapanconmantequillasilenciosoyapenado.

Judy, con la cara pálida y los ojos secos, estaba sentada a lamesa, conNell yBabyasidasa subrazo.Durante los tresdíasquehabíanpasadoentreaquel juevesnegro y aquella triste mañana, Judy se había mostrado obstinadamentedespreocupada.Jamássumoralhabíasidomáselevada,susojosmásbrillantesysulenguamásafiladaqueduranteaquelintervalodetiempo.Habíafingidoantetodoelmundo, incluido su padre, que personalmente pensaba que ir interna a un colegioteníaqueserunaexperienciamuydivertidayquedisfrutaríamuchísimo.

Pero aquella mañana se había derrumbado por completo. Hasta entonces, sucorazónfogosoeinfantilhabíaestadodiciéndolequesupadrenopodíasertancruel,queenrealidadnoteníaintencióndemandarlafueradecasa,entreextraños,lejosdesuqueridoyviejo«Desorden»yde todossushermanosyhermanas.«Sólolohaceparaasustarme», seguíadiciéndosea símisma.Peroella ledemostraríaquenoeraunacobarde.

Eldomingoporlanoche,cuandovioquebajabanelbaúlymetíanenélsuscosasy después pegaban una etiqueta con su nombre, sintió que una mano helada leoprimía el corazón. «Está haciendo todo esto para que parezca más real», siguiódiciéndose,apesardetodo.

Yahora,porlamañana,yanopodíaseguirengañándosepormástiempo.Esthersehabíaacercadoalbordedesucamaylahabíabesadoapesadumbradamente,conunaexpresiónafligidaensuhermosorostro.Habíasuplicado,comonuncaantes lohabía hecho, para que la pobre Judy fuese perdonada, pero el capitán se mostró

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inflexible.Eraella,ysóloella, laquesiempre ideaba todo.LosdemásseportaríanbiencuandoJudynoestuvieraallíparaincitarlosahacerbarrabasadas.Tendríaqueirse.Además,dijo, seríapor subien.Había elegidopara ellaun colegio excelente.Susprofesoras,aunqueestrictas,eranmuyamables,yJudynecesitabamanodura.Loque,enciertomodo,nodejabadeserverdad.

AlverlacaraapenadadeEsther,Judysesentóenlacamacompletamenterígida.—Nohaynadaquehacer,hija;yanotieneremedio—dijoconsuavidad—.Pero

serásvaliente,¿verdadJuju?ComodicePip,siemprehassidodelasquejamássedanporvencidas.

Judysofocóunsollozoysucaritapálidasecontrajodolorosamente.—Muy bien, Essie. Bueno, vete a desayunar—dijo haciendo un esfuerzo para

quenoletemblarademasiadolavoz—;y,porfavor,déjameunratitoaGeneral.Yolobajaréluego.

Estherdepositóasuhijosobrelaalmohada,ysaliódelahabitacióndespuésdedirigirlesunaafectuosamirada.

Cogióalpequeñoentresusbrazos,semetióconéldebajodelassábanas,ledioun abrazo furioso, casi desesperado, hundió la cara en su cuello suave y lleno dehoyuelosylebesóhastaqueledolieronloslabios.

Elpequeñoprotestóanteestasdemostracionesdeafectoy,finalmente,seopusoaserahogadoconunairadochillido.Judysedestapóysaltódelacama,dejándolequese escondiera entre los almohadones y que sacara las plumas de uno de ellos, queestabaroto.

Sevistiórápidamente,sepeinóconmáscuidadodelqueponíahabitualmenteyluegocogióaGeneralyseencaminóconélhaciaelcuartodelosniños.Losdemásyaestabanallí,discutiendoconEsther.Lastresniñasllorabanyprotestaban;Pip,queacababadeserllamadoacapítuloporhaberlefaltadoelrespetoasupadre,estabademalhumor,yBunty, sin saberquéhacerante semejantecrisis, sededicabaacazarmoscasyaarrancarlesdespuéslasalasmalignamente.

Fueundesayunotristísimo.Cuandosonólacampanaqueanunciabaeldesayunodelosmayores,Esthertuvoquemarcharse.TodosleofrecieronaJudyloquehabíaenlamesaamableycortésmente.Parecíaestarlejosdeellos,comounapersonaalaquenosepuedetratartrivialmenteporladignidadqueleconfieresuenormedolor.Llevaba un vestido completamente nuevo —de estameña azul, limpísimo, reciénsalidodelasmanosdelamodista—,unasbotasnegrasyrelucientesyunoscalcetinesqueno sabíanaún loqueeran los agujeros.Todoello ayudabaahacerde ellaunaJudyindiscutiblementedistintadelaatolondradachiquilladeunoscuantosdíasantes,aquellaquesolíabajaradesayunarvestidacomosilehubieranechadolaropaencimaalabuenadeDios.

Duranteunosinstantes,Babycentrósuatenciónenlasgachas;pero,después,se

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dejó invadir por sus sentimientos y, con un gemido, dio la vuelta a la mesa y seabalanzó sobre Judy, apoyándose en su brazoy sollozando.Su accióndio al trasteconelequilibriodetodosloshermanos.Enunarrebatodepena,Nelllecogióelotrobrazo y se lo balanceó hacia adelante y hacia atrás. Las lágrimas deMeg cayeronsobre la taza de té comogotas de lluvia; Pip hundió los talones en el felpudo, sinsabermuybienquélepasabaenlosojos;inclusoelapetitodeBuntyporelpanconmantequilladisminuyó.

Judyseguíasentadasindecirnada;habíaretiradosuplatosintocarloylomirabacon una expresión de total desesperanza reflejada en su joven rostro. Parecía unareinaenminiaturamomentosantesdeserejecutada.

Luego,Buntyselevantódelasilla,tapóelcaféconunplatoparaevitarqueseleescaparanlasmoscasyabandonósolemnementelahabitación.Volvióalcabodeunratoconunfrascodeconservasqueconteníaunaenormeranaverde.

—Te la puedes quedar, Judy —dijo casi con indiferencia—. A lo mejor teentretieneenelcolegio.

Elsacrificionopodíasermayor,porqueaquellaranaeralapreferidadeBunty.Estegestoestimulóa losdemás; todos fueronabuscaralgoqueofrecera Judy

paraque se acordarade ellos.Megvolvió conunbrazalete trenzado, hechocon elpelodeunponiyamuerto.Pip lediounanavajadebolsillode treshojas;Nell,untiesto de almizcle que llevaba regando y cuidando más de un año, y Baby, unamuñecaconlanarizrota,queeralabenjaminadesuextensafamilia.

—Guárdalotodoenelbaúl,Meg,meparecequehaysitioenlapartedearriba—dijoJudyconvozahogada,profundamenteconmovidaportodoslosregalosrecibidos—.Ah,Bunty,ponleunatapaderaalara…ra…rana,¿no?Podríaperderselapobredentrodeesebaúltangrande.

—Vale—dijoBunty—.¿Cuidarásdeella,verdad?¡Oh,Judy,oh!DespuésentróEsther,todavíaacongojada.—Yaestáelcoche—anunció—.¿Estáspreparada,Ju?Sévaliente,pequeña.Perolamuchachaestabapálidacomounamuertaycompletamentedesmadejada.

ConsintióqueEstherlepusieraelsombrero,elabrigonuevoylosguantes.Permitióque la besara toda la familia; después, fue arrastrada escaleras abajo por Esther yvolvióaserbesadaporlasniñasyporlasdospacientesmuchachas,quienes,apesardesustravesuras,guardabanenelcorazónunlugarparaJudy.

EntreEstheryPiplasubieronalcarruaje.Judyseacurrucóenelasientoymirócon ojos tristes al grupo, que permanecía en el porche en medio de la mayorconsternación. Cuando salió el padre abrochándose los botones del abrigo, vio laescena.

—¿Quétonteríaesésta?—preguntóirritado—.¿Esther,porDios,tútambiénvasahacerelganso?—losojosdesumujerbrillabancuajadosde lágrimas—.¡Pormi

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vida!Cualquierapensaríaquevoyallevaralaniñaalpatíbulo,oquevoyadejarlaenlacárcel.

UnprofundosollozoseescapódelospálidoslabiosdeJudy.—Si me dejas quedarme, papá, no volveré a hacer nada que te disguste; y si

quieres,puedespegarme,aunqueseamuyfuerte.Erasuúltimatentativa,suúltimaesperanza,y,mientrasaguardabalarespuestade

supadre,semordió,hastahacerlosangrar,eltemblorosolabio.—Déjalaquesequede,anda,dejaquesequede.Nosportaremosbien—rogaron

todos a coro desde el porche.YEsther suplicó—: ¡Déjala que se quede, John, porfavor!—parecíaunaniñamás.

PeroelcapitánsubióalcochedeunsaltoycogiólasriendasdemanosdePat.—¡Creo que estáis todos locos! —gritó—. Va a una residencia francamente

buena; he pagado por adelantado un trimestre, y os puedo asegurar que no piensodesperdiciaresedinero.

Golpeóalcaballoconellátigoyelcochecruzólapuertacomounaexhalación.Elrostromenudoyafligidoseperdiódevista.

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6 Elencantodelosdieciséisaños

MEG siempre había tenido un cabellomuy bonito, pero durante los dos últimosmeses se había cortado ella misma el flequillo y había empezado a torturarloponiéndosebigudíestodaslasnoches.Enuncajónteníaunbotedemermeladallenodeharinadeavena,queusaba,mezcladaconagua,cadavezquese lavaba,porquehabíaoídodecirqueeramuybuenoparaelcutis.Todoslosdías,antesdeacostarse,se aplicabavaselina en lasmanosy seponíaunosviejosguantesde cabritillaparadormir.Ytodoeldineroqueahorrabaloempleabaencomprar«LociónlaPeca»,paraquitarselosligerospolvos,deuntonocastañocálido,queusabaparadarunpocodecolorasurostro.

Todasesascosaseranelresultadodehabercumplidodieciséisañosytenerunaamigadediecisiete.

AldithMacCarthy daba clases de francés con elmismo profesor queMeg dosvecesalasemanay,despuésdeunintercambiodechocolatinas,cintasparaelpeloyconfidenciassobrelasrespectivasfamilias,surgiólaamistadentreellas.

Aldith tenía tres hermanas mayores, a quienes imitaba en todo, y sabíaconsiderablementemásdelavidaquelaingenuayrománticaMeg.

Le prestó varias novelas y revistas femeninas que la joven acogió con avidez,sorprendida ante el nuevomundo que se abría ante sus ojos. Hasta esemomento,CharlotteYonge,LouisaAlcottylaseñoraWetherellhabíanconstituidotodosusanoysaludablealimento.

Meg empezó a soñar con el momento en que podría recogerse su hermoso ybrillantepeloenun«sencillomoñoenlanuca»obientrenzarlo,formandouna«regiacorona»,queeracomosepeinaban,invariablemente,lasheroínasdesusnovelas.Sutrenzaeramuypocoromántica.Poreso,comopasointermedio,secortóelflequilloyempezóarizarselaspuntas.Laprimeravezquesupadrelavio,sequedómirándolafijamenteycomentóqueparecíaunadependienta,yEstherledijoqueeratonta;peroelespejoysuamigaAldithlaapoyaron.

Después,ysiempreensecreto,sededicóaalargarselosvestidos,quelellegabanpordebajodelarodilla.Enlaintimidaddesupropiodormitorio,descosiólasfaldasde dos o tres de sus vestidos, intercaló un trozo de tela de forro para alargarlos y

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después añadió un adorno en las cinturas de los trajes, para que no se notaran lascosturas.Deestamaneraconsiguióque las faldas fueranmás largas,con loquesufiguraparecíamásaltayesbelta,comomuybiensabía.

Hastaaquínadaeraperjudicial.Pero Aldith empezó a sentirse cada vez menos satisfecha de la cintura de su

amiga.—Porlomenosmidesveintitréspulgadas,Marguerite—comentóhorrorizadaen

ciertaocasión.NuncalallamabaMeg,porqueera«demasiadofamiliarymuypocoatractivo».Meg comparó su cintura con la hermosa y esbelta de su amiga y suspiró

profundamente.—¿Cuántodeberíamedir?—preguntócasisinatreverse.Aldithlecontestó:—Dieciochoodiecinueve,comomucho,Marguerite;nosepuedetenerunafigura

armoniosaconuncontornodecinturacomoeltuyo.PeroAldithnosehabíalimitadosóloahacérselonotar,sinoque,además,lehabía

dadovariosconsejosprácticos,diciéndole loque teníaquehacer.Y todos losdías,porlamañanayporlanoche,Megseapretabadespiadadamentelascintasdelcorsé,encerrando su hermoso cuerpo en un espacio cada vez más reducido. Habíaconseguido,porfin,teneruncontornodeveintiunapulgadas,loquesignificabaunaevidentereducción,yhabíatenidoquemeterlascosturasdetodossusvestidos.

Renunció a los partidos de criquet por las tardes y no volvió a jugar alrounders[1],paradisgustodesushermanos.Nadie,almirarsucararadianteysusojosserenos, podría haber sospechado la tortura que estaba padeciendo bajo el bienajustado vestido. Hablar deprisa suponía para ella un auténtico sufrimiento;detenerse,unaagonía;perotodolosoportabaconunheroísmodignodemejorcausa.

—¿Cuántotiempotengoqueseguirasí,Aldith?—preguntóunavezdébilmente,despuésdeunaclasedefrancésenlaqueapenassehabíapodidosentar.Ysuamigalecontestódespreocupadamente:

—Nopuedesdejarlo,porsupuesto;peroteacostumbrarásydentrodenadanilonotarás.

Yconesacerteza,Megsiguiósudolorosocamino.Esther, la única persona que podía ejercer su autoridad en aquel asunto, no se

había dado cuenta de nada, y, aunque así hubiera sido, no lo habría consideradodemasiadograve,porque,afindecuentas,sólohacíacuatroañosquehabíatenidolaedaddeMegytener«unahermosacintura»habíasidosumayordeseo.

Unavezhabíacomentadoinvoluntariamente:—Quétipo tanbonitose teestáponiendo,Meg;estanuevamodistacosemejor

que la señora Quinn —y la tonta de Meg, contentísima, había redoblado sus

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esfuerzos.Judy,consusojosde lince,haríamucho tiempoque lohabríaaveriguado,y se

habríareídodeellahastaavergonzarla;pero,pordesgraciaparalasaluddeMeg,secumplíayaeltercermesdesuausencia.

Aldithvivíasóloaveinteminutosandandode«Desorden»,demodoquelasdoschicassiempreestabanjuntas.Dosvecesa lasemanabajabanalaciudadenbarco,para aprender a preguntar, en un correcto francés: «¿Tiene la hija pequeña delpanaderoelsombreroamarillo,losguantesmarronesylasombrilladelasobrinadelenterrador?». Y dos veces a la semana, después de haber contestado sin venir acuento:«No,peroelcirujanoteníacerveza,unpocodemostazayungong»,AldithconducíaasuamigalentamentearribayabajoporelBlock,unpaseodemodaentrelajuventuddeSydney.

—Veráscuántos sombreros se levantanamipaso—comentabaAldithantesdeempezarelpaseo.

Yalfinal,Megdecíavehementemente:—¡Quéestupendoseríaconocertantoscaballeroscomotú!Aveces,unoodosdeesoscaballerossedeteníaneintercambiabanunaspalabras

conellas,momentoqueAldithaprovechabaparapresentarlosformalmenteaMeg.Amenudo,sinembargo,aestaúltima,queerabastantecríticacon las tonteríasdesuamiga, se le antojabaquehabíaunaire arroganteypresuntuosoen losmodalesdeaquellosmuchachos.Laverdadesque,lamayoríadelasveces,eracierto;aquelloshombres, a quienesAldith conocía de algún baile o de jugar al tenis en su propiacasa, pensaban que la jovencita era una niña encantadora que necesitaría asistir alcolegioalgunosañosmás.

Unbuendía,Aldithllegóa«Desorden»conairemisterioso.—Bajaaljardín,Marguerite—dijoignorandoaBaby,quehabíaconseguidocon

muchasdificultadesquesuhermanamayorlecontarasucuentopreferido,eldelostrescerditos.

—«Oh,no,porlospelosdemibarba,soplaréysoplaréyvolaréel tejadodetucasa»—habíadichoMegsólodosveces,ylomásinteresanteestabaporllegar.

Babymiróhaciaarribaconcaradepocosamigos.—Vete,Aldith—dijo.—SeñoritaMacCarthy, Baby—sugirióMeg con suavidad, captando la sonrisa

desdeñosadeAldith.—Aldiff —repitió obstinadamente Baby—. Luego, se ablandó y rodeó

cariñosamenteelcuellodesuhermanaconunbrazo.—LallamarézeñoritaMacCarthyzimeterminazdecontarelcuentodeloztrez

cerditoz.—Oh,Marguerite,dilequesevaya—insistióAldithconimpaciencia—;necesito

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contarteunsecretoquetevaaencantar,ytengoquemarcharmeenseguida.Inmediatamente,Meglamiróinteresada.—Vete,Baby—dijo,dándoleunbesoen lacaraenfurruñada—,vetea jugaral

arcadeNoéconBunty.Estanocheomañanaporlamañanaterminarédecontarteelcuentodeloscerditos.

—Peroyoquieroahora—dijoBabytercamente.Meglaempujóconsuavidad.—No,vete,cielo,sébuena.MañanatecontarétambiénelcuentodeCaperucita

Roja.Babylevantólavistahacialainvitadadesuhermana.—Erezuncerdoantipático,AldiffMacCarthy—dijolentayenfáticamente—,y

notequieronada,yningunodenozotroztequiere,zóloMeg,yPipdicequeerezlaniñamáztontaqueconoce,ymeguztaríaquevinieraunenormegiganteyzoplando,zoplando,tellevaravolandoalcentrodelmar.

Aldithseechóareír,conunarisainsoportableypropiadeunadultoquefuelapuntillaenelenfadodeBaby.Extendiósumanitahaciaelbrazocubiertodemuselinade la invitada y le propinó un retorcido y científico pellizco que Pip le habíaenseñado. Después, salió corriendo alocadamente por los extensos potreros paraesconderseentrelosarbustos.

—Insufrible—murmuróirritadaAldith,yfueronnecesariastodaslasdisculpasysúplicasdeMegparaquevolvieraamostrarseamistosaydispuestaacomunicarle«elsecretoqueleibaaencantar».Finalmente,apesardetodo,seloconfióenmediodegrandes aspavientos. La hermana mayor de Aldith se había comprometido. ¡Iba acasarse! Oh, ¿no era estupendo, no era romántico? ¡Con el caballero del enormebigoterubioquetantohabíaidoporsucasaúltimamente!

—Estabaseguradequeterminaríaasí.Hacemuchotiempoqueloveíavenir.Noestoyciega—dijoAldith—.Reconozcoelverdaderoamorencuantoloveo.Aunque,la verdad, es que amí, personalmente,megustaríamásunbigote negro. ¿A ti no,Marguerite?

—Sííí—contestóMeg.Lociertoesquetodavíanoteníaunaopiniónmuyclarasobreeltema.

—Negrocomoelazabache,conlaspuntasengominadas,muytiesas—continuóAldithpensativamente—,yuncarruajemilitar,ylátigosnegrosmuylargos.

—A mí también me gustaría —suspiró Meg momentáneamente ilusionada—.ComoGuydeLoraineen«LaambicióndeAngelina».

Aldithabrazómásestrechamenteasuamiga.—¿No seríamaravilloso,Marguerite, comprometerse?—dijo enun arrebatode

ensueño—. Tener un apuesto caballero de orgullosos ojos oscuros muriéndose deamor por ti, de rodillas a tus pies, haciéndote regalos, llevándote a pasear. ¡Oh,

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Marguerite,imagínatelo!LosojosdeMegparecíanpensativos.—Peroaúnnotenemosedad—dijosuspirando.Aldithsacudiólacabeza.—Esosontonterías.FíjateenClaraAllison,sólotienediecisieteaños,ymiratu

propiamadrastra.Hoyendíamuchaschicassecasanalosdieciséisaños,Marguerite,yunhombreseledeclaróamihermanaBeatricecuandosóloteníaquince.

Megparecíaimpresionadayensimismada.Después,Aldithselevantóparamarcharse.—Procurallegaratiempoparacogerelbarcomañana—dijomientrassedirigía

hacia lapuerta—;y,Marguerite,asegúratedeestarmuyguapa.Ponteelvestidodeflores azulypídele a la señoraWoolcotque tepresteunpardeguantes; los tuyosgrisesestányaunpocoviejos,¿no,querida?

—Mmm—dijoMegponiéndosecolorada.—JamesGrahamsiemprevuelveenelbarcoytambiénlosdosCourtney.Andrew

CourtneyledijoaBeatricequeleparecíasunachicapreciosa;dicequesuelefijarseentiporqueteruborizas.

—No lo puedo evitar—dijo la desventuradaMeg—.Aldith, ¿qué cinta le iríabienamisombrero?Estoypensandoenvolveraadornarlo.

—Oh,puedesponerlevarioslazos,muyalmidonados,aunlado—dijolavozdelaexperiencia—.Mealegrodequeloarregles,querida;estabayaunpocovisto,¿no?

Megvolvióaponersecolorada.—¿Hashecholosejerciciosdefrancés?—preguntómientrasempujabalapuerta

paraabrirla.—Másomenos—contestódespreocupadamenteAldith.Ylevantólabarbillacon

un gesto de desdén—. Esas desaliñadas Smith siempre se las arreglan para nocometererrores;ylomismolepasaaJanetGreen,cuyossombrerossondehace,porlo menos, cuatro temporadas. Prefiero equivocarme de vez en cuando, sólo parademostrarquenonecesitoesforzarmeytenerunprofesordetrásdemí…

Yenesepreciso instante tropezóy,deunamaneramuypocodigna, secayóalsuelotodololargaqueera,poniéndoseperdidadebarro.

FueuntrozodecuerdaylavenganzadeBaby.

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7 ¡Quémaravillososeríaenamorarse!

MEGparecíaenferma,nocabíalamenorduda.Suhermosocutissonrosadoperdíapocoapocolalozanía,yunaligeraexpresióndeenojosehabíainstaladoalrededorde una boca que meses antes parecía hecha sólo para sonreír. Y, algo muy pocoromántico,sunariztomabaalgunasvecesunaspectodemasiadosonrosado.Yapuedetenerunaheroína losojosmásgrandesyprofundos imaginablesbordeadospor laspestañasmáslargasyespesas,yapuedetenerelpelodoradocomolamies,yapuedetener los labios como fresas y los dientes como perlas, que todos estos encantospasarán desapercibidos si tiene la nariz colorada.Tandesastroso es su efecto. ParaMegsuponíaunverdadero tormento.Paraencontrar la solucióna suproblema leíacuidadosamentetodaslasrespuestasdelosconsultoriosdelasrevistasqueAldithleprestaba,perocasitodoelmundoparecíapedirremedioparafavorecerelcrecimientodelaspestañasoprevenirlaobesidad.Ningunadelasqueencontrabadecía:«Cuandounachicatienelanarizcolorada,laculpa,generalmente,esdeunaindigestiónodequellevaelcorsédemasiadoapretado».LepidióaAldithquelesugirieraalgo,yalajovense leocurrióqueunamezcladevaselinayazufreprofusamenteaplicadaportodalazonaafectadapodríasurtirelefectodeseado.Asíque,todaslasnoches,Megfijababienlapuertadesudormitorioconunacuñademadera,porquelasllaveseranun lujo desconocido en «Desorden», y se untaba la nariz cuidadosamente con lagrasientamezcla.Luego,dormíabocaarribadurantetodalanocheparaevitarqueselequitaraconelrocedelaalmohada.

Piphabíaintentadoentrarunavezparapedirlequeledieraunascuantaspuntadasenlostirantesqueselehabíandescosido,yMeghabíatenidoquetaparselacaraconuna toalla pretextando que tenía un horrible dolor de cabeza. Después le habíasugeridoque fuera a decírselo aEsther o alguna de lasmuchachas. Si Pip hubierasabidolacausa,lastomadurasdepelonohabríantenidofin.

Poraquellaépoca,Megsepasabalamayorpartedeltiempoensuhabitación,delaquepodíadisponerparaellasolamientrasJudyestuvierafuera.Enlaintimidadsededicaba amodificar unayotra vez sus sombreros, a reformar sus vestidos, a leernovelasyasentarsedelantedelespejoconelcabellosuelto,soñandoconsermayor

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paraenamorarse.Poraquelentonces,tantoaAldithcomoaellaaquelestadodevidalesparecíaelúnicohermosoydeseable.Megsolíaacurrucarseenunenormesillónque habían llevado a su habitación porque tenía los muelles rotos e imaginarsehistorias de amor, bellas e imposibles. Se inventaba un novio «de larguísimaspestañas oscuras y muy marcial». Es verdad que era censurable tener talespensamientosalosdieciséisaños,peroMegnoteníaunamadrequepusierafrenoasudesbordanteimaginacióny,además,erahijadelsur.

Laschicasaustralianascasisiempreempiezanapensaren«noviosytonteríasdeésas», como dice la gente, bastante antes que sus hermanas inglesas de la mismaedad. Todavía están en edad de vestir de corto y llevar el pelo suelto cuandoempiezanamanifestar unvivo interéspor los chicos—muchachosde los colegiosvecinos,hermanosdesusamigas,jóvenesempleadosdebancaosimilares—,peronoporque consideren que podrían ser buenos camaradas, sino porque a sus ojosaparecencomoposibles«novios».Yonodigoquelaschicasinglesasesténlibresdeeste defecto. En absoluto; en todos los colegios se pueden encontrar una o doscriaturasasí,queseríenportodo,yqueloquenecesitansonunosbuenosazotesyqueselasmandeajugarotravezalcricquetoalasmuñecas.Peroenestatierrasedalareglaconmásfrecuenciaquelaexcepción,yenestoresideelprincipaldefectodelajovenaustraliana.Escomounmelocotón,unhermoso,jugosoysuavemelocotón,quellegaalamadurezcasienundíayqueseapresuraadesprendersedeldelicadovello que constituye su principal encanto, para mostrar con mayor claridad suluminosoycálidocolor.Aldith,parasuinfinitasatisfacción,yasehabíadesprendidodesupropio«vello»,yestabamuyocupadaintentandohacerdesaparecereldeMeg,que era suavísimo y encantador antes de que Aldith interviniera. Las novelas sehabíanllevadounpocoyelBlockunpocomás,peroMegeranaturalmenteingenuaysenecesitabaalgúntiempoparaconseguirlo.Precisamenteenaquellosmomentos,ybajo la tutela de su amiga, se estaba introduciendo en los deliciososmisterios delamor,misteriosquellenabancasiporcompletosujovenydesorientadavida.Ytodoterminóconunaaventuraque, todavíaañosdespués, enrojecía lasmejillasdeMegconsólorecordarla.

Comoyahecomentado,despuésdelaleccióndefrancéslasdosamigasvolvíanjuntasenelbarcodelascinco.Enesemismobarcoviajabansiempredoschicos,losCourtney, y un tercermuchacho, JamesGraham, propiedad privada deAldith.Losjóvenessehabíanconocidoenexcursionesyenlavecindad,perolosencuentros,envezdemadurarenunafrancayagradablerelaciónamistosa,habíanseguidoelrumbodel estúpido juego de los amoríos. JamesGraham trabajaba en el despacho de unabogado. Era un joven aprendiz de diecisiete años con una excesiva prisa porconvertirseenalgoestupendo:unhombre.Llevababastónycuidabacontododetallesus sombreros, corbatas y botines, que habitualmente eran marrones, y tenía la

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mínimaexpresióndebigoteposible,queseacariciabaconstantemente,yqueAldith,en privado, consideraba adorable. Losmodales descarados de Aldith le agradabansumamente y en muy poco tiempo habían llegado a la etapa de pasarse notitas ysuspirar románticamente.Noesque lasnotascontuvierannadamalo.Laverdadesquegeneralmenteteníanuncarácterbastanteformal.

«MiqueridaseñoritaMacCarthy—diríauna—,¿porquénovinoustedayerenelbarco?Estuvebuscándolahastaquemeconvencídequeerainútilseguirhaciéndolo.Luego,elviajeyanotuvointerésparamí.Québienlesientanesesombrero y los junquillos que lleva en el cuello. ¿Puedo pedirle una de lasflores?Sólouna,porfavor,Aldith.Sudevotoamigo,

JAMESGRAHAM».

YlacontestacióndeAldith,escritaenunahojadelcuadernodeclaseconunlápizrosaquellevabasiempreenelbolso,diríaalgoasícomo:

«QueridoseñorGraham:¿Paraquépuedequererustedlasfloresdemicuello?Llevanahítodoeldía

yestánmustiasymarchitas.Nopuedo imaginarparaqué leservirían.Pero,porsupuesto,sideverdadlasquiere,selasdaré.Mealegrodequelegusteelsombrero.Deahoraenadelantesiempremegustará.¿Deverdadmeechódemenosayer?Tuvequeirahacermeunafotografía.Margueritedicequeestámuybien,peroyocreoquehesalidodemasiadofavorecida.Sinceramentesuya,

L.ALDITHEVELYNMACCARTHY».

JameseramuyamigodeunodelosyamencionadosCourtney,llamadoAndrew.Éste era un apuestomuchacho de dieciocho años que todavía iba al colegio, peroposeíaunosmodalesfascinantesyunpardeojosrealmentebonitos.

ComoquieraquesuamigoycompañeroJimhabíadecidido«pasarelrato»con«la MacCarthy», se negó a quedarse al margen y empezó a prestarle a Meg unaatenciónexagerada.Lamuchachaenrojecíahastalapuntadelflequillocadavezqueel jovensedirigíaaella,yparecíasentirsedolorosamenteculpablesi ledecíaalgoelogioso.

El otromuchacho,AlanCourtney, era altísimo y ancho de espaldas, y nomuybien parecido. Tenía en la cara una expresión franca y enérgica, los ojos grisesprofundamente hundidos y el pelo castaño siempre dispuesto a irse por donde no

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debía.Estudiabaenlauniversidadyeraunmagníficojugadordefútbol,ynuncasedivertíaenellargoviajederegresoacasadelamismamaneraquelohacíanAndrewysuamigo.

Normalmente,cadavezquepasabajuntoalpequeñogruposolíasaludarconunadesdeñosa inclinacióndecabeza,quitándoseel sombrero lo imprescindibleparanoquedarcomounmaleducado,yluegosedirigíahaciaelextremoopuestodelbarco.Enciertaocasión,alpasarjuntoaellos,Aldithparpadeóintencionadamente,yMegcreyóoírlemusitarentredientes:«¡Quétontos!».Solíafumaruncigarroalempezarel viaje y una pipa negra, pequeña y espantosa, al final. Meg, suspirandoprofundamente,pensabaensecretoqueeramuyvaronil.

Y esto es lo que había conseguido la pobre criatura después de unos cuantosmesesbajolainfluenciadeAldithylalecturadeciertasnovelas.Sehabíaenamoradocomocasisóloesposiblehacerloalosdieciséisaños.YsehabíaenamoradodeAlan,que no era guapo ni tenía modales cautivadores, no de Andrew que tenía ojoschispeantes y rizos que hacían que su frente pareciera «el sol naciente»; no, no sehabíaenamoradodeAndrew,queledirigíatiernasmiradasypalabrasencendidasquedecían:«Micorazónestuyo»,sinodeAlan,queapenassefijabaenella,salvoparasaludarlaconalgunaocasionalydesdeñosainclinacióndecabeza.

¡PobreMeg!Enaquellosdíassesentíamuydesdichada,aunqueeralasuyaunadesgraciaalaqueseaferrabaparamantenerlaviva.Nadieconocíasusecreto.Habríamuerto antes de permitir que nadie, ni siquiera Aldith, llegara a sospecharlo, yaceptaba las notas y sonrisas deAndrewcomo si fueran lo quemásdeseaba en elmundo.Perocadadíaestabaunpoquitínmásdelgadayojerosa,ysolíaescribirensudiario abundantes notas todas las noches y componer una cantidad asombrosa depoemas francamentemalos, cuyos versos casi siempre terminaban en palabras deltipode«partir»y«morir»,«dolor»y«amor»o«ladrón»y«corazón».MegsoportabaaAndrewporvariasrazones.Porunlado,erahermanodeAlanysepasabalavidacontandocosasdel«viejoAl»ycomentandosusproezasenelcampodefútbol.Porotro,siledabalaespalda,Aldithpodríadescubrirsusecreto.Además,Andrewteníalaspestañasmáslargasquehabíavistonunca,yMegnecesitabateneraalguienqueledijeracosasbonitas,inclusoaunquenofueralapersonaqueaellalehabríagustadoqueselasdijera.

Unbuendía,lascosashicieroncrisis.—Duranteunmes,yanohabráviajesenelviejobarco—comunicóAldithasus

amigosenunrincóndelcamarote.—¡Eshorrible!¿Quéquiereusteddecir,señoritaMacCarthy?—preguntóJames

Grahamexagerandoeltonodedesesperacióndesuvoz.—Elprofesornoshadadounmesdevacaciones.SevaaMelbourne—contestó

Aldithconunsuspiro.

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Meg la imitó como es debido yAndrew comentó furioso que lomenos que semerecía aquel profesor es que le colgaran. Debería saber lo que significaba unaconductataninhumana.¿Cómoibanasobrevivirmientrastantoélysuamigo?

FueJamesquienpensórápidamenteen«unasalida».—¿Porquénosalimosalguna tardeadarunpaseoporahí?Perosólonosotros

cuatro—insinuó.AldithyAndrewconsideraronqueerauna ideagenial;y aunqueMegsehabía

negado al principio diciendo que no con la cabeza, al final la convencieron entretodosyprometiófielmentequeiría.

Se reunirían en un bosquecillo contiguo al potrero grande que pertenecía a«Desorden»,daríanunpaseodeaproximadamenteunahorayvolveríanacasahacialassieteymedia,antesdequeoscureciera.

—Esedíavoyapedirlealgomuyespecial,Meg—musitóAndrewasuoídoenelmomentodeladespedida—.Nosésiloconseguiré.

Comoerahabitualenella,Megsepusocoloradaysepreguntóporunmomentosiiríaapedirleunmechóndepelo,algoqueJimyahabíaobtenidodeAldith.

—¿Qué?—preguntódemalagana.—Unbeso—susurróAndrew.Eneseprecisoinstantesereunieronconelloslosdemás,yMegnotuvotiempo

de expresar la indignada respuesta que temblaba en sus labios. Incluso tuvo queestrecharle la mano, fingir que no había pasado nada y despedirse de él como sifueranbuenosamigos.

—Alasseisymediaenpunto,Marguerite.Sinovienes,noteloperdonarénunca—dijoAldithaldespedirsejuntoalaverja.

—Yo…,tú…Oh,Aldith,nosécómomelasvoyaarreglarparair—titubeóMegcon las mejillas encendidas una vez más—. Nunca he hecho una cosa así. Estoyseguradequenoestábien.

LamuecadedesprecioquevioenloslabiosdeAldithhizoqueseavergonzaradesímisma.

—Sólo tienes doce años, Marguerite—dijo la jovencita con calma—. Ni unomás.Lomejorquepodríashaceresvolverajugaralasmuñecasyaleercuentosconmoraleja.LevoyadeciraAndrewqueteregaleunoyuntrozodecuerdaparaatartealasillitadelcuartodelosniños.

Tanto sarcasmo fue demasiado para la pobre Meg. Prometió atropellada eincondicionalmente que acudiría al lugar de la cita a la hora convenida y echó acorrer por el camino, obedeciendo a la llamada de la campana, que anunciabafrenéticamentelahoradelté.

Perodurante losdosdías siguientesel secreto lepesócomoelplomo.Deseabafervientemente tener un confidente que pudiera aconsejarle qué hacer en una

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situación tan delicada. Judy, imposible: era demasiado franca, demasiado sensata,demasiadoentera.Jamásseatreveríaacontarleunacosaasí.Megpodíaadivinareldesdénenlosenormesojosdesuhermana,larisaqueledaríaunahistoriacomoésa,lamordazeinteligenteburlaquecaeríasobresusabatidoshombros.Esther,tampoco:su propio papel de madrastra descartaba cualquier posibilidad en este sentido.Además,lasaluddeGeneralestabauntantoquebrantadaporqueleestabansaliendoenlasencíasunosdiminutospuntitosblancosyduros,loquelecausabaasumadredemasiadaansiedadparapermitirledarsecuentadelapreocupacióndeMeg.

Para cuando llegó la tarde convenida,Meg había caído en un fuerte estado deexcitación.

La cita era a las seis ymedia, y, comomuybien sabía, a esahora todavíahaybastanteluz.Noseatrevía,nopodíair.Ysisupadre,oEsther,ocualquieradesusburlones hermanos anduvieran por allí y presenciaran el encuentro, o cualquiervecino,¡semoriríadevergüenza!Peroteníaqueir,oAldithnovolveríaamirarlaalacara. Por otro lado, estaba firmemente decidida a decirle aAndrew que no estabadispuesta a consentir que le hablara como hasta ahora.Después de aquel último yhorriblesecretoqueleconfesóaloído,creíanecesariohacerlesabercontodaclaridadquenoaprobabasuconducta,quesería«suamiga»,peronadamás.

—¿Porquénoseleshabráocurridoquedaraotrahoraenlaquehayamenosluz?—sepreguntaba a símismaunayotra vez: así nohabría peligrodequenadie losviera;podíaescaparsedecasasindificultadyatravesarlospotrerosamparadaporelbenévolocrepúsculo.Porelcontrario,sihabíaluzytratabadesalirahurtadillas,porlo menos dos o tres de sus hermanos saldrían corriendo tras ella, ofreciéndosegenerosamentea«acompañarla».

Finalmente, demasiado asustada para salir cuando todavía había luz y noqueriendoqueAldithlereprocharanohaberido,excitadacomoestaba,hizoalgotandiscutiblequedurantemuchotiemponopudopensarenellosinhorrorizarse.

«Querido señor Courtney —garabateó apresuradamente con un lápizsentada delante del tocador—:Sería desastroso salir a pasear tan temprano.Vayamosmástarde,cuandoestécompletamenteaoscuras.Siempreserámásbonito,ynopodrávernosnadie.Reunámonosalfinaldelospotreros,dondelosmatorralessonmásespesos.Serámásíntimo.VoyaescribiraAldithparapedirlequevayamástarde;ellaselodiráalseñorGraham.Sinceramentesuya,

M.WOOLCOT

P.D.Tengoquepedirle,porfavor,quenomebese.Meenfadarédeverdadsilohace.Nomegustanadaquemebesen».

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Escribió el último párrafo nerviosa y apresuradamente porque tenía un miedoespantoso a queAndrew cumpliera su promesa si ella no se lo prohibía nadamásreunirse.Despuésmetió lanotaenunsobrey lodirigióa«Sr.D.A.Andrew»,sinocurrírseleniporunmomentoqueerabastanteextrañoypococonvencionalqueunajovencitapropusieraquelacitatuvieralugarenlaoscuridad.

Luego, le escribió a Aldith unas cuantas líneas explicándole la situación ypidiéndolequefueraalpotreroalasochoymedia.Ellaseescaparíadecasacuandolosniñosfueranaacostarseparaquenosedierancuenta.

Después salió al jardín para buscarmensajeros para las dos notas. La pequeñaFlossieCourtneyhabía pasado la tarde conNell.Cuandoya se iba a casa,Meg lallamódesdelaverjay,sinquenadielaviera,leconfiólanota.

—DáselaatuhermanoAndrewencuantovuelvadelaescuela—ledijoenvozbaja,metiéndolealmismotiempounenormepedazodechocolateenlaboca.ElotrosobornadoconlamismadulcerecompensasillevabaelmensajeacasadeAldithfueBunty. Y Meg volvió a respirar libremente, pensando que había conjurado elamenazadorpeligroquesuponíalacitadeaquellatarde.

¡Pero, seguramente, las notas estaban predestinadas! Bunty entregó la suya sinproblemaalamuchachadelosMacCarthy,ycontestóalapreguntadelachicaconun:

—Supongoquesí;laschicassiempreesperanrespuesta,aunqueseaunatontería.Aldith,queestabarecluidaensuhabitaciónconunrepentinoyseveroconstipado,

redactóunascuantaslíneasparasuamiga,diciéndolequeestabademasiadoenfermaparaqueladejaransaliryqueyahabíaescritoalseñorGraham,ytambiénelseñorCourtney,aplazandoelpaseoparaunasemanadespués.

Luego,lanota,metidaenunsobretriangulardecolorrosapálido,pasóalbolsillodeBuntyentrecanicas,cacahuetesycuerdas.Y,comoeradeesperar,elpequeñoseencontró con otros espíritus selectos en el viaje de vuelta, y no tardó nada enarrodillarsejuntoalcaminodispuestoajugaralascanicas.

Perdió diez, sin contar la mejor de todas, se peleó con un chico que se habíaadueñado ilícitamentede sumáspreciada«bola»y, conel ánimoabatido,volvióacasaunahoradespués.Enelprecisomomentoenquecruzólaverja,sediocuentadequehabíaperdidolaprimorosanotadeAldith.

Ahorabien,Meglehabíaprometidoochonuecesdechocolateasuregreso,ysielmuchachoteníaunadebilidadmásacusadaqueotraseraprecisamenteunaexageradaaficiónaestaclasededulces.Yllevabavariassemanassinprobarlos,asíquenoeradeextrañarqueestuvieraapuntodepartírseleelcorazónalpensarqueselosibaaconfiscar.

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—Sé que será lo suficientemente tacaña como para decir que no me los heganado, sólo porque seme ha perdido la estúpida carta de esa niña—se dijo a símismo apesadumbrado—, y seguro que no ponía nada más que: «QueridaMarguerite,contémonossiemprenuestrossecretos».Yaseloheoídodecirdosvecesysupongoquetambiénlodiráporcarta.

Eneseprecisoinstante,latentaciónseabatiósobreélsúbitayrápidamente.Bunty era, por naturaleza, el más redomado cuentista jamás nacido. Sólo la

valiente franqueza y la virulenta ironía de Judy conseguían que se mantuvieramoderadamenteveraz.PeroJudyestabamuylejos,yeraimposiblequelesacaraloscolores dirigiéndole una de sus habituales miradas de desprecio. Bunty se detuvojuntoalapuertadelcuartodelosniñosyasióindecisoelpicaporte.

—Cuánto has tardado —le dijo Meg, que estaba sentada delante de la mesacosiendounodesusguantes—.Bueno,¿quétehadicho?

—Dijo:«Muybien»—contestóBuntybruscamente.Megfuecontandounaporunalasochochocolatinas,mientraslasibadepositando

en lasuciamanodelpequeño.Después, reanudósu laborconunsuspirodealivio.Bunty,conunamiradadedesafíoyvergüenza,selasmetiótodasalavezenlabocasinpensarlodosveces,porsiMegcambiabadeopinión.

Laotranotanotuvomejorsuerte.Flossiesemarchóacasa,conelpensamientopuestoenunacapotaqueNellhabíaprometidohacerleparasumuñecanueva.

—Vegdecongayasgosas—ibadiciendoenvozbajamientrassubíalasescalerasque llevaban a la puerta de su casa. Alan estaba tumbado en el sofá del porchefumandosupipanegra.

—¿Vegde,qué?—seechóareír—.¿ConejillosdeIndiasocanguros?—La capota de Clagice Maud —contestó la pequeña, y se enzarzó con su

hermanoenunaprofundadiscusiónsobreelcolorqueélconsiderabamásadecuadoparaunacapotadeinviernoparalamuñecadecera.

Luego,sediolavueltaparaentrarencasa.—¿Quéesesoqueteasomaporelbolsillodeatrás,Flossie?—lepreguntóAlan

cuandopasóasulado.Lapequeñasedetuvouninstanteypalpóelsobre.—Oh,casinomeacogdaba,ypgometíque…Esunacagtapagati,Alan—dijo,

dejandolaepístoladelapobreMegenlasmismasmanosdelfilisteo.

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8 Untirachinasyunacatástrofe

LAoscuridadhabíacaídodelicadaysuavementesobreel jardín, lospotrerosyelrío.Enlaorillasoplabaunaligerabrisa,peroparecíademasiadocansadadespuésdellargoycalurosodíaparahacerolas.Lenta,muylentamente,elgrissefuehaciendomásprofundo,másintenso,yunaodosestrellasblancasparpadearonalláenloalto,enellejanofirmamento.Pordetrásdelashebeas,alotroladodelrío,seveíaunalunaaúnmásblanca,alaqueunafranjadelaguahabíaempezadoasonreír.Megcontabaconquenosobrepasaralascopasdelosárbolesantesdelasochoo,delocontrario,suluzinundaríalosextensospotrerosylapodríanver.Alahoradeltéydurantelaprimerapartedel atardecer semostrópreocupada e inquieta, reprendiendo aBuntydosvecesconbastanteseveridad.

Elpequeñollevabamerodeandoasualrededordesdelasseisdeunamaneracasidignadecompasión.

Eracaracterísticoenél,siemprequesehabíavistotentadoadesviarsedelasendade la verdad, sentirse desgraciadísimo hasta que lo confesaba todo, frotándose losojosconlasmanossuciashastaqueteníaunaspectotanlastimosoqueasustaba.

Pipdecíaqueerauncobardeyno teníavalormoralpara irseadormirconunamentira en el almapormiedoadespertarse enmediode lanocheyver junto a sucamaunángelconunaespadade fuego.Y tengoque reconocerconpenaqueestahipótesis parece más plausible que la de que el pequeño estuviera realmenteimpresionadoporlaperversidaddesuofensaydeseosodeenmienda.Porque,aldíasiguiente,sinirmáslejos,siselepresentabaunaocasiónsuficientementetentadora,volvía a caer, y al llegar la noche treparíapor encimade cualquiera, para confesarentresollozosyrestregándose losojosquehabía«di…di…dichouname…me…mentira,¡buah,buah!».

Aquella tarde, hacia las siete, empezó a sentirse triste y arrepentido. Varioslagrimones le corrieron por lasmejillas,mezclándose con la tinta de unmapa queestabahaciendoparalaseñoraMarsh.SerecostóenelbrazodeMegyselaquedómirando fijamente a la cara con una expresión de «quiéreme y perdóname» que,ademásdesacardequicioalajoven,presagiabalopeor.Porloquehabíaempezadoasospecharporlaextrañaconductadesuhermano,Buntyconocíaelcontenidodela

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notae intentabadesanimarlaparaqueno llevaraacabo laempresa.Cuantomás lamiraba,máscoloradaseponíaymásincómodasesentía.

—Tepuedesquedarconmi tirachinasnuevo—susurró,y ledirigióunamiradasuplicanteyllorosa,queMeginterpretócomounruegoparaquesequedaraencasa.

Porfin,lasagujasdelrelojllegaronalasocho.Losniñosestabanenzarzadosenunatremendadiscusiónporlaposesióndeunperritoextraviadoquehabíaaparecidoen«Desorden»aquellamismatarde.Megsaliódelahabitaciónsinquelavieran.Enel vestíbulo no había nadie. Cogió un favorecedor chal que había escondidopreviamente,secubriólacabezaconél,saliósinhacerruidoporlapuertalateralyseencaminóhaciaelsendero.

Abajo,eneljardín,elsueloestabacompletamenteblanco,cubiertodepétalosderosa que llenaban el aire con su perfume; un grupo de cortaderas crecían altas yflexibles; varios árboles, a los que se había permitido vivir entre los matorralescultivados,levantabansusbrazosplateadoshacialalunaydabanalapequeñafiguraquecorríaentreellosunaspectofantasmal.Cruzólaverjayseadentróenelprimerpotrero,hastadondenollegabayalafraganciadelasrosasysóloelacreolordelaszarzasflotabaenelairesosegado.Máshebeas,másbrazosplateadosyfantasmales;luego, un bruscomovimiento cerca del seto, unmurmullo sepulcral y un ahogadogritodeMeg.

—Aquí está el ti… ti… ti… tirachinas,Me…Me…Meg; to… tómalo—dijoBuntyconcarapálidayexpresióncontrita.

—¡Erestonto!¿Aquéhasvenido?—dijoMeg,irritada,unavezqueelcorazónvolvióalatirleotravez.

—Sólo quería complacerte, Me… Me… Meggie —dijo el chiquillo con unamargosollozo.

Bunty había rodeado su cintura con los dos brazos, escondiendo la nariz en elblancovestidodemuselina.Megloseparóconbrusquedad.

—Muybien.Bueno…,gracias—dijo—.Ahoraveteacasa,Bunty;quierodarunpaseobajolaluzdelalunayosola.

Elchiquilloseapretólosojosconlospuñoscontodassusfuerzas,abriólabocaehizounenormepuchero.

—Te…te…te…di…di…dijeuname…me…mentiramuygra…gra…grande—sollozóbalanceándosesinlevantarlospiesdelsuelo.

—¿Una mentira? ¡Bueno, vale! Ahora vete a casa —contestó Meg conimpaciencia—.Siempreestásdiciendomentiras,Bunty,yalosabes;nomesorprendenada.Venga,vete.

—Pe…pe…perote…te…te…te…te…tengoqueco…co…contarto…todo—dijomientrasseguíahundiéndoseafanosamentelosojosenlacara.

—No,nohacefalta;porestavez,teperdonaré—respondiómagnánima—,pero

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nolovuelvasahacer.Ahora,veteinmediatamente,onotedarátiempoaterminarelmapaylaseñoraMarshtecastigará.

Sus ojos volvieron a su posición normal y también sus manos. Luego saliódisparadohacia lacasaconelcorazón ligerocomounapluma.Nohabíadadomásqueunoscuantospasos,cuandosevolvió.

—¿De verdad qui… quieres el ti… ti… tirachinas, Meg? —preguntóamablemente—.Túeresunachica,nocreoquetevayaaservirparanada,¿no?

—No,noloquiero.Venga,tómaloyvetecorriendo;acuérdatedelmapa—Megsediolavueltaexasperadaantelalentituddelchiquillo.

Y entonces Bunty, completamente feliz otra vez, salió corriendo alegrementehacialacasa.

Megdescorrióelcerrojo,volvióadejarlocomoestabaconmanostemblorosasyatravesólosdospotreroscontiguosatodavelocidad.

Cuando llegóalmonte, reinabaun silencio sepulcral; no seoíaniun rumordehojas,niunavoz,nilarisitaafectadaquesolíaanunciarqueAldithestabacerca.

Meg se detuvo sin aliento y escudriñó entre los arbustos. Apoyada en el seto,habíaunaelevadafigura.

—Andrew—llamódébilmente,sinacordarse,delonerviosaqueestaba,dequenuncalellamabaporsunombre—.¿Dóndeestánlosdemás?¿NohavenidoAldith?

Olíaatabacoy,mirandoatentamente,viohorrorizadaquesetratabadeAlan.—¡Oh!—exclamóconuntonoindescriptible.Tan avergonzada y asustada estaba, que el corazón primero le dio un vuelco y

luegoparecióparárseledeltodo.Meglevantó lavistahaciaélcomosiquisierasuplicarlequenoseformarauna

opinióndemasiadomalade ella; pero la caradelmuchachomostraba ladesdeñosamirada queMeg había temido encontrar y en su boca se dibujaba una mueca dedesprecio.

—Sólo he salido a dar un paseo. ¡Hace una noche tan buena! —dijo sindemasiadaconvicción;luego,intentandojustificarse,añadió—:Además,eselpotrerodemipadre.

Alanvolvióarecostarseenelsetoeinclinólacabezaparamirarla.—Flossiemediosunotay,comoparecíadirigidaamíymedijoqueasíera,la

abrí—dijo.—UstedsabíaqueeraparaAndrew—lereprochósinatreverseamirarle.—Esome imaginé una vez que la leí—replicó con tranquilidad—; pero como

Andrewnohabíavueltotodavía,hevenidoyoensulugar.Mientrasseaunchico,dalomismo,¿no?

Lamuchachanocontestó, limitándosea levantarunamanoparaceñirseelchalquelecubríalacabeza.

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LamuecadeloslabiosdeAlansehizomáspatente.—Yyotambiénsébesar,seloaseguro.Semedabastantebien,aunqueustedno

se lo crea. Sí, ya sé que decía que no quería que la besaran; pero eso es algo quesiempredicenlaschicas,aunqueloesténdeseando.

Megseguíasindecirnada,ylavozcontinuólentaydespiadadamente:—Metemoquetodavíanoestásuficientementeoscuroparausted,¿no?Laluna

estorbamucho,¿no leparece?Peroquizápodamosencontrarporahíun lugarmásoscurodondepuedabesarla sinpeligro.¿Qué lepasa?¿Essiempre tancalladaconAndrewcomoconmigo?

—¡Oh,no!—contestóMegconvozsofocada.EltonoburlóneirónicomuriódeprontoenlavozdeAlan.—Usted parecía una chica estupenda, Meg —dijo con suavidad—; ¿cómo ha

permitidoque esa tonta deAldithMacCarthy la haya estropeado?Porque es tonta,aunquequizáustednoestédeacuerdo.

Megnodijonada,nosemovió.AlancontinuóhablandoconunaseriedaddelaqueMegnolehabíacreídocapaz.

—Lahevistoenelbarco trabajando sistemáticamenteparaestropearla,Meg,ycreo que es una verdadera lástima. Pensaba en lo que yo sentiría si mi hermanapequeña,Flossie,tropezaraalgunavezconunachicaasíyempezaraacoquetearyapresumir, y me preguntaba si a usted le molestaría que se lo dijera. ¿Está muyenfadadaconmigo,Meg?

Megapoyólacabezaenelásperosetoyempezóasollozar.Eranunossollozosbreves,entrecortados,queibandirectamentealcálidocorazóndelmuchacho.

—Nodeberíahaberlehabladocomolohehecho.Hesidounverdaderobruto—dijo con remordimiento—; por favor, perdóneme, Meg… Preferiría cortarme unamanoantesquehacerledaño.

LasúltimaspalabrasdeAlanllevaronunpocodeconsueloalatribuladocorazónde Meg, que levantó la cara, blanca y patética bajo la luna. Las lágrimas habíandejadohuellasensurostro.

—No soy tan horrible como usted piensa —dijo angustiada—; yo no queríavenir…ydeverdad,deverdad,deverdad,quenopermitiríaquenadiemebesara.¡Porfavor,créame!

—La creo, claro que la creo —dijo vehementemente—; sólo se lo he dichoporque…,bueno,porquesoyunbrutoynosétrataraunachicadelicadaysensiblecomousted.QueridaMeg,demelamanoydígamequeperdonamifaltadetacto.

MegalargósublancamanoyAlan laestrechócálidamente.Luego,atravesaronjuntoslospotrerosysesepararonjuntoalapuertaquedabaentradaaljardín.

—Jamás volveré a coquetearmientras viva—prometióMeg formalmente, y sedespidiódeélagitandolamano.

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Alancontestódándoleánimos:—No, estoy completamente segurodequeno lo hará…Esodéjelopara chicas

comoAldith.Ustedsóloqueríasersincera.Adiós,Meg.

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9 Consecuencias

SINembargo,losproblemasdeMegnohabíanterminadotodavía.Cuandoentróencasa,seencontróaNellenelvestíbulo,quiensequedómirándolafijamente.

—¿Dóndehasestado?—lepreguntóconsusredondosojosmuyabiertos—.Teheestadobuscandoportodaspartes.

—¿Paraqué?—dijoMegconsequedad.—EnelsalónestáneldoctorGorminston,laseñoraGorminstonysusdoshijas,y,

porloqueparece,notienenintencionesdemarcharsenunca.—¿Y?—dijoMeg.—Generalsehavueltoaponermalo,yEstherdicequenobajarániportodoel

orodelmundo.—¿Y?—volvióapreguntarMeg.—Papá no puede estar ya más apurado. Está haciendo todo lo posible para

entretenerlos. Les ha cantado «My sweetheart when a boy» y «Mona» y les hacontadocosasdesuscaballos,peromeparecequeyanoseleocurrenadamás.

—Bueno,yonopuedohacernada—dijoMegaburrida,comosielasuntonoleinteresaralomásmínimo.

—¡Puestendrásqueintentarlo!—dijoNellconseveridad—.Yohehecholoquehepodido.Papásalióabuscarnosalasniñas,pero,comotúnoaparecíasporningúnsitio,fuimossóloBabyyyo.

—¿Yquéhicisteis?—preguntóMegconcuriosidadmuyasupesar.—BabysepusoahablarconlaseñoraGorminstonyamímepidieronquetocara

algo—explicóNell—,ytoqué«KeelRow».Perohastaelfinalnomedicuentadequeelpianoestabadesafinado—añadióapesadumbrada—.YluegoBabylecontóalaseñoraGorminstonqueJudyhabíadejadoaGeneralenBarracks,yquelahabíanmandadointerna,yqueBuntylehabíadadounarana.Después,papádijoqueseríamejorquenosfuéramosaacostar,ypreguntóporquénohabíasidotú.

—Iré, iré—dijoMegapresuradamente—.Sino,mañanaestarádeunhumordeperros.Ah,y,Nell,veydileaMarthaquedentrodemediahora traigaunpocodevinoyunaspastas.

Sequitóelchal,sealisóelalborotadocabelloysemiróahurtadillasenelespejodelvestíbuloparaversielvientodelanochehabíaborradodesucaralashuellasdelasrecienteslágrimas.

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Luego,entróenelsalón,dondesupadreseesforzaba,sindemasiadoéxito,porentreteneraloscuatroinvitados,queerandelosquepopularmenteseconocencomo«pelmazos».

—Tocaalgo,Meg—lepidiósupadrecuando,unavezterminadoslossaludos,seinstalóenelsalónunembarazososilencio—;o,mejor,cantaalgo.¿Conocesalgunacanciónquepodamoscantar?

Encondicionesnormales,Megteníaunavocecitafrescayagradablequesepodíaescuchar con placer, pero aquella noche estaba cansada, nerviosa y triste. Cantó«WithinamileofEdinboro’town»,peroresultómonótonoydesangelado.

Sabíaque supadre tenía losnerviosdepuntayquecadaunode los fallosquecometía le crispabaaúnmás.Cuando terminó la canción, envezdevolversehaciaellos empezó a tocar la Marcha Húngara de Kowalski. Pero las teclas parecíanlevantarseychocarconsusdedos,yelpiano,quesemovíadeunladoparaotrodemaneraalarmante,eracadavezmásdifícildegobernar.Luego,sonóhorriblemente.Megintentóagarrarsealatrilbuscandoseguridad.LamuchachasetambaleósobreeltabureteycayódesvanecidaenlosbrazosqueeldoctorGorminstonhabíaextendidoatiempoprovidencialmente.

Laatmósfera,demasiadocargadaycalurosa,habíapuestoapruebaeldesquiciadoestadodeánimodeMeg.

ElcapitánWoolcotestabaextraordinariamentedesconcertadoporloocurrido.AsushijosjamásleshabíapasadoalgoparecidoyMeg,queyacíaenelsofápálidaeinconsciente, con la cabeza reclinada en la historiada tapicería de color granate, separecíaextrañamentea suprimeraesposaaquienhabíaenterradoenelcementerioparroquial cuatro años antes. Se dirigió hacia el filtro a buscar un vaso de agua y,mientras lo llenaba, se preguntó mecánicamente si su primera mujer pensaría quehabía sido demasiado rápido a la hora de ofrecerle su puesto a Esther. Luego,mientrasmirabadepiejuntoalsofálacarablancacomolamuertedesuhija,temióqueellatambiénmuriese.TalvezlediríaasumadrequeEstherrecibíadesusmanosmásternuradelaqueellahabíaobtenidonunca.

Sus fantasías fueron interrumpidas por la voz chillona y asombrada del doctor.EstabahablandoconEsther,quesehabíasumadoalaescenayayudabaadesatarelestrechocorpiñodeMeg.

—¡Pero esta niña lleva apretadísimo el corsé!—dijo—. ¿Cómo no se ha dadoustedcuenta?Estapresión,sihasidoconstante,resultasuficienteparaestarapuntodematarla.Sí, sí,claro,esundesmayo…Loquemeextrañaesqueantesnohayatenidoningúnsíntoma.

Una nube de preocupación cubrió el hermoso rostro de Esther. Había vuelto afallar.Sumarido laestabamirandomelancólicamentedesdeelsofáenqueyacía lapequeña figura con su vestido de muselina arrugado. Y el corazón le dijo que

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aquelloschiquillosnoestabanrecibiendodesusmanoselcuidadoy laatencióndeunaverdaderamadre.

Después, unavezqueMeg estuvo en la cama fuera de peligro y el susto hubopasado,sedirigióasumaridocontimidez.

—Sólotengoveinteaños,Jack.¡Noseasdemasiadoseveroconmigo!—dijoconunsollozo—.Nopuedoserparaellosloqueellafue,¿no?

Elcapitánbesólahermosacabezaquedescansabasobresuhombroylaconsolócontiernaspalabras.Peroaquellanoche,unayotravezvolvióaéllavisióndelacarapálidadeMegrecostadaenloscojinesdecolorgranate,ytuvolacertezadequeelvientoqueagitabalosvisillosdelaventanahabíaestadojugandounosminutosantesconlahierbadelcementerio.

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10 La«heroicidad»deBunty

HABÍANpescadoaBuntydiciendootramentira.Eraunatrolabastantegrande,yelpequeñosesentíaprofundamentedesgraciado.Todoelmundohabíasalido,exceptoMeg, que permanecía todavía en la cama reponiéndose del desmayo, y el propioBunty,quehabíaestadojugandoalcriquetenunodelospotreros.Pero,inclusoconuna pelota nueva, este juego llega a cansar después de un rato cuando unomismotienequelanzarlapelota,golpearlaconelbateydetenerla.AsíquedejóelbateeneljardínyempezóatirarlapelotaalabuenadeDios,mientraspensabaquépodíahacerluego. Descubrió el caballo de su padre en el otro extremo del potrero y, sinpensárselodosveces,seacercóunpocoylanzólapelotaporelsueloparaobligarloasaltar. Nada más lejos de su intención que la idea de lastimar al pobre animal, ycuando la bola le dio de lleno en una pata y vio cómo se alejaba cojeando, seprecipitóhaciaél,pálidoyasustado.

Cuandovioquelevantabalapatadelsueloyseestremecíaaltocarlo,comprendióqueeldañoquelehabíahechoeraimportante.Elpánicoseapoderódeélalinstante,y sedio lavueltaapresuradamente,pensando,comoerahabitualenél, esconder lacabeza.Todavíanohabíaretrocedidohacialamitaddelpotrerocuandoobservó,paramayorconsternación,quesupadre,acompañadodeunoficialamigosuyo,salíaporelportillodeljardínysedirigíadandounpaseohaciaelcaballo,queeraunejemplarmagníficoymuyvalioso.

Aterrado por lo que había hecho, escondió la pelota de criquet debajo de lachaquetadeltrajedemarinero,searrodillóapresuradamenteysepusoajugaralascanicasparadisimular.Habíagolpeadounasdocecanicasalazar,cuandooyóquelellamabanestentóreamente.

Se levantó,sesacudióelpolvode las temblorosas rodillasysedirigióhaciasupadre.

—Ve y dile a Pat que le necesito urgentemente —dijo el capitán, que estabaexaminando conpreocupación la pata del caballo—.Si no está por ahí, quevengaPip.Nocomprendocómohapodidosuceder.¿Sabestúalgo,Bunty?

—¡No,claroqueno!Yo…,yo…,no…,nohe…hechonada—dijoelpequeñocon un castañeteo de dientes; pero su padre estaba demasiado ocupado para darse

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cuentadesuevidenteculpabilidadyleordenóquefueraabuscarayuda.Buntysubióhasta losestablosy ledijoaPatquefuera inmediatamente,quesu

padreleestabaesperando.Luego, entró a hurtadillas en la casa, cogió un par demanzanas y un trozo de

bizcochoysealejódispuestoasentirsedesdichadohastahaberconfesado.Sedirigiósinquenadie levieraauncobertizoabandonadocercanoa lacasay

que en otra época había servido de establo; en la parte de arriba tenía un desvándividido en dos, al que sólo se podía llegar trepandopor una escalera demano enestadoruinoso.Buntygateóporella,sesentóentrelapajahechounovilloysepusoamordisquearpensativamenteunamanzana.

Sihabía algúnchiquillonecesitadodeunamadre juiciosa, cariñosaymaternal,era este pequeño que, con la cara sucia y el corazón afligido, murmuraba con lacabeza apoyada en una viga llena de telarañas: «Yo no he tenido la culpa. Fue elcaballo».

Leparecióoíralgoquesemovíaalotroladodeldesván,delqueleseparabauntabiquequenollegabahastaarriba.

—¡Fuera, fuera, marchaos! —gritó y dio varias patadas en el suelo con suspesadasbotas,pensandoqueseríanratas—.¡Fuera!—gritódenuevo.

—Bunty.El chiquillo se puso lívido. ¡Qué sería aquel extraño y débil murmullo, aquel

singularsusurroquelellamabadesdetancerca!—Bunty.Denuevooyósunombre,peroestavezpronunciadoporunavozmásaltaytan

cansada que le hizo sentir una extraña emoción.Elmurmullo se oía cada vezmáscerca,traspasabaeltabique,searrastrabaporelsuelo,seaproximaba.Aterrorizado,Buntyseechóallorarysetiróalsuelo,escondiendoentrelaspajaslacarasucia.

—Bunty—repitiólavoz.Yunadelgadamanoletocóelbrazo.—¡Ayudadme,porfavor,ayudadme!—gritó—.¡Meg…,oh,papá…,Esther!Pero una mano le tapó rápidamente la boca mientras otra tiraba de él hasta

obligarleasentarse.Bunty había cerrado los ojos con todas sus fuerzas para no ver al visitante

fantasma, que estaba seguro de que había aparecido para castigarle por su pecado.Peroalgoleobligóaabrirlos.Yluegopensóqueyanuncapodríavolveracerrarlosporculpadelasombro.

PorqueeralamanodeJudylaqueletapabalabocaylapropiaJudylaqueestabaasulado.

—¡Cáspita! —exclamó estupefacto. Se quedó mirándola fijamente paraasegurarsedequeeradecarneyhueso—.¿Cómohasllegadohastaaquí?

PeroJudynocontestó.Selimitóaquitarledelasmanoslamanzanayelpedazo

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debizcochoquelequedaban,sesentóenelsueloylosdevoróensilencio.—¿Notienesmás?—preguntóconavidez.Buntynotóde repenteque Judyhabía crecidomuchoyque estabamuchomás

delgada. No parecía la misma. Tenía la ropa casi hecha andrajos, las botaspolvorientas,lacaradelgadayafiladayelpeloenmarañadoyrevuelto.

—¡Cáspita!—volvió a decir Bunty con los ojos a punto de escapársele de lasórbitas—.Pero,Judy,¿quéhacesaquí?

—Me… me he escapado, Bunty —confesó Judy con voz temblorosa—. Hevenidoandandodesdeelcolegio.Estabadeseandoverosatodos.

—¡Pobrecita!—dijoBunty.—Lo he planeado muy bien—continuó Judy, y se recogió el pelo con gesto

fatigado—.Nomeacuerdoahora,estoymuycansada,perotodosaldrábien.—¿Yquévaadecirél?—preguntóBuntyconojosasustados,cuandoseacordó

desupadre.—No se enterará—replicó Judy resueltamente—.Nome voy a quedarmucho

tiempoyvosotrospodéisveniravermeytraermecomidaoloquenecesite,yluegomeiréalcolegiootravez.

Exhausta,sehundióentrelapajaycerrólosojosduranteunosinstantesmientrasBuntylamirabafascinado.

—¿Aquédistanciaestáelcolegio?—preguntóporfin.—Asetentaysietemillas—seestremecióligeramenteJudy—.Conseguícolarme

enel furgóndeequipajesdeun trenque ibadeLawsonaSpringwoody luegometrajeronenunacarretapartedelcamino,peroel resto lohiceandando.He tardadocasiuna semana—añadió trasunapausa.Volvióa cerrar losojos, estavezporunperíodo de tiempo más largo. Después, una o dos lágrimas de debilidad yautocompasión le temblaron bajo las oscuras pestañas y le resbalaron por la cara,dejandoenellaunrastrolimpio.Alverlas,aBuntyselehizounnudoenlagarganta;norecordabahabervistolloraraJudynunca.Luego,apoyólacabezaenelhombrodesuhermanay,acariciándoleunamano,ledijotorpemente:

—Notepreocupes,Judy.Peroestaspalabrashicieronquemediadocenadegruesas lágrimasmanarande

losojoscerradosdeJudy,quesediolavueltayescondiólacabezaparaocultarlas.Luego,seincorporócondificultadyseechóareírdebuenagana.

—¡SimevieranlaseñoraBurtonycompañía!—exclamó—.Melasheapañadodemiedo;creenqueestoypasandoquincedíasenKatoomba…Bunty,megustaríaque vieras los rizos que tiene la señoraMarian Burton pegados a los lados de lacabeza.

Judysedetuvoriéndosecasihistéricamente;luego,unataquedetoshizoquesusojossevolvieranallenardelágrimas.

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—Vete y tráeme algo de comer —dijo irritada, tras recuperar el aliento—.Deberíasrecordarquenohecomidonadadesdeayerporlamañana;siemprehassidounegoísta,Bunty.

Buntyselevantóysealejóapresuradamente.—¿Qué podrías comer, qué te traigo? —preguntó, y sacó una pierna por la

trampilla.—Cualquiercosa,siempreycuandoseaabundante—contestóJudy—.¡Cualquier

cosa!Creoquepodríacomermelapajaymorderlasvigascomosifuerangalletas.Laverdad es que tengo que apartar los ojos de ti, Bunty; estás tan gordo que nomeimportaríanadadarteunbuenbocado.

Ensusojosbrillóundestellodesuantiguaironía,peroluegoempezóatoserotravezy,cuandopasóelataque,serecostóexhausta.

—Tráetea losdemás—dijodébilmente, antesdequedesaparecieradel todo lacabezadeBunty—.Túsolonosirvesparanada.

BuntyvolviólacabezauninstanteyesbozóunasonrisaapesardelapenaqueleprodujeronlaspalabrasdeJudy,precisamenteenunmomentoenquehubieradadolavidaporellasinrechistar.

—Losientomuchísimo,Judy—dijoconsuavidad—,perolosdemáshansalido.¿Notesirvoyo?Haríacualquiercosa,Judy…,porfavor.

JudyhizocasoomisodeldébillloriqueoqueacompañóalasúltimaspalabrasdeBuntyysevolvióhacialapared.

Y,unavezmás,dosgruesoslagrimonescorrieronporsusmejillas.—Deberíanhabersequedadoencasa—dijoconunsollozo—.Tendríanquehaber

sabidoqueyointentaríavenir.¿Dóndeestán?—Pipha idoapescar—dijoBunty—yNell lehaacompañadopara llevarle la

cesta.BabyestáencasadelosCourtneyyEstherhaidoalaciudadconGeneral.Ah,yMegestáenlacamaporquellevabaelcorsémuyapretadoysedesmayó.

«Yaveoquenomehanechadodemenos»,pensóconamarguracuandoseenteródequetodoseguíacomosiempre.¡Yellaquehabíapasadotantaspenalidadessóloporverlos!

Después,volvióaapoderarsedeellaaquellaextrañadebilidad,cerrólosojosunavezmás,sequedóinmóvilyseolvidódeltiempo,dellugarydelhambre.

Bunty atravesó el potrero con pie ligero; la visión de su padre cerca de losestablos le produjo un momentáneo sobresalto y le trajo a la cabeza sus propiasdificultades,perolasdesechóinmediatamenteycontinuócorriendo.Lapuertadeladespensa estaba cerrada con llave.Martha, la cocinera, solía cerrarla precisamenteporculpadelapecaminosapropensióndeBuntyallevarselastortasylospasteles;sólounahabilidosaestratagemalepermitiríaentrar,comopensódescorazonado.

¡Pero Judy estaba hambrienta! ¡Llevaba sin comer desde el día anterior por la

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mañana!Recordó, con una profunda sensación de pena incluso entonces, el terrible

abatimiento que había experimentado él mismo la semana anterior cuando, comocastigo, le habían mandado a la cama sin cenar. ¡Y Judy había renunciado a trescomidas! Apretó la boca con decisión y un rayo de determinación casi heroicailuminósusojos.Laventanadeladespensadabaaunadelasfachadaslateralesdeledificio; aunque solía mirarla golosamente, la verdad es que nunca se habíaaventuradoa intentar subir,porque,debajodeella, trepabapor laparedunenormecacto.

PeroahoraloharíaporJudy,omoriríaenelintento.Dio la vuelta a la casay se detuvodelante de la ventana; nohabía nadie, todo

parecía en calma.Martha, la había visto al pasar, estaba en la cocina haciendo lacomida y la otra chica limpiaba el porche. Dirigió una decidida mirada a lasterroríficasespinasdelcactoy,sinpensarlomás,empezóatreparentreellas.

¡Cómo pinchaban y arañaban! Tenía un buen rasguño en un brazo, el calcetínizquierdocompletamentedestrozado,unprofundoarañazoenlapiernaylasmanosdoloridasyensangrentadas.

Perohabíaconseguidollegaralalféizardelaventana,yesoeraloqueimportaba.

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Empujólaestrechaventanay,comoestabamuygordo,seintrodujoporellaconbastantedificultad.Luego,sedejócaersobreunaestanteríaydesdeallíbajóalsueloconsumocuidado.Noteníatiempoparapararseaexaminarsusheridas,demodoquese limitó amirar el arañazomás grande con ojos lastimeros y se lanzó de lleno abuscar provisiones. La despensa estaba prácticamente vacía. No había rastro debizcochos,niunpocodemermelada,nipolloasado.Partióunenormepedazodepanyenvolviócuidadosamenteunpocodemantequillaenunpapeldeperiódico.Enunafuente había un trozo de carne en conserva; cortó una gruesa loncha y la enrollóalrededordelassobrasdeunatartadenísperos.Escondiólospaquetesdebajodelachaqueta del traje demarinero, se llenó los bolsillos de frutas confitadas, pasas yotrosexquisitosmanjaresde losquehabíaallíguardadosen frascosysedispusoaemprenderlapenosaretirada.

Se subió a la estantería, sacó la cabeza por la ventana y echó una mirada dedesesperación al cacto.Y en el precisomomento en que se puso de rodillas en elalféizar,oyóasuespaldaelagudoclicdeunallaveenlacerradura.

Miró con ojos desorbitados a su alrededor. Allí, en la puerta, estaba Martha.Horrorizado,vioqueestabahablandoconsupadre,quepermanecíaenelpasillo.

—Árnica—dijo el capitán—. Probablemente esté en la despensa, porque es elúltimo sitio en el que esperaría encontrarla. La dejé encima de la repisa de lachimenea demi cuarto, pero alguien ha debido de pensar que era para jugar. ¿Porqué,ennombredetodoslosmisterios,nopuedendejarmiscosasenpaz?

—¿Y para qué iba a cogerla yo? —contestó secamente Martha—. No suelomezclarlaconlapastaparaquequedemásligera.

Echó hacia atrás la cabeza y, al hacerlo, descubrió la pequeña figura quepermanecíaarrodilladaenelalféizardelaventanatemblandodemiedo.

Comolapuertaestabaentreabiertayeldueñodelacasaestabadetrásdeella,sóloMarthasebeneficiódelespectáculo.

Dos veces abrió la boca para decir algo, pero Bunty le hizo tales gestos dedesesperación y súplica que volvió a cerrarla; incluso se puso a rebuscar entre losfrascos que había en la estantería contigua a la puerta para darle al muchacho laoportunidaddeescapar.

Un minuto más y se habría salvado…, un minuto más y habría aterrizado enmediodelcacto,queyanoleimponíaningúnrespeto.

Peroloshadosfuerondemasiadodurosconél.YtodoporqueunodeloszapatosdeMarthaTomlinson teníael tacónmuygastado.Aldarse lavuelta,se le torció,yalargóunamanoparaintentarrecobrarelequilibrio.Alhacerlo,ledioungolpeaunajarra.Ylajarrachocóconunafuente,quesevinoabajoestrepitosamente,empujandoensucaídaungrancántarodeleche,quesederramóporelsuelo.Nosésialgunavezhasintentadolimpiarunsuelodemaderaenelquesehaderramadoleche,peroestoy

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seguradequetepuedesimaginarqueesunatareabastantemolesta,especialmentesiesamismamañanalohasfregadoaconciencia.Notenía,pues,nadadeextrañoqueMartha,irritadaantetaldesaguisado,sevolvieray,señalandoalapequeñafiguraqueseguíaparalizadaenlaventana,preguntaracontonoexasperadosilosbenditossantosdel cielo podían aguantar a aquel condenado niño, porque, lo que era a ella, leresultabaimposible.

Elcapitánentróenladespensaenfadadísimoyleordenóagritosquebajara.Elchiquillosaltóalsuelotemblandoymuertodemiedo.—Siempre cogiendo cosas, robandoymintiendo—gruñóMarthaTomlinson, y

dirigióunaindignadamiradaaldesgraciadomuchacho.Tres,cuatro,cincoairadosazotesconlafustadelcapitán,yBunty,protegiéndose

lacabezaconunbrazo,huyóporelpasilloysalióporlapuertatrasera.Atravesó el potrero sollozando a cada paso que daba, pero enormemente

satisfechodesímismoporhabersoportadotodoaquelloporalguien.Siselohubierandichoantes,apenashabríapodidocreerqueseríacapazdehacer

algo tan noble. Y este pensamiento le consoló, a pesar de que los arañazos y lasseñalesdelosazotestodavíaleescocían.Amedidaqueibaacercándosealcobertizo,seesforzabamásporsofocarlossollozos.Inclusosemetióenlabocaunpuñadodepasasconestefin.

Pero,apesardetodo,fueunacarallorosa,llenadearañazosyapenadalaqueseasomóporlaaberturadelapared.

Aunqueteníalosojosentreabiertos,Judynosemovió.Elchiquillosearrodillóasuladoyletocóunhombroconsuavidad.

—Tetraigovariascosas,Judy;¿notelasvasacomer?Lapequeñadijoquenoconlacabeza,casisinfuerzas.—Tomaunpocodecarne,opasas;tambiénhayfrutasconfitadas,siprefieres.Judyvolvióadecirquenoconlacabeza.—Llévatelas—dijoconundébilgemido.Unaexpresióndeprofundadesilusiónensombreciólacaramenudayacaloradade

Bunty.—¡Ypensarquecasimematoporcogerlas!Bueno,afindecuentas,noeresmás

queunapobrechica—dijoBunty.—¡Oh,vete!—gimióJudy,moviendolacabezaaunoyotroladocondesasosiego

—.¡Ay,cómomedueleelpie…,no,lacabeza,yelcostado…!¡Oh,noséloquemeduele!

—Mehehechodañoaquíyaquí—dijoBunty,indicandodóndeysecándoselaslágrimasdeautocompasiónquelefluíandelosojosconlamangadelachaqueta—.Ymehearañadoportodoelcuerpoconelcondenadocacto.

—¿Crees que todavía me falta mucho? —dijo Judy con tal rapidez que las

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palabrasseleatropellaronunasconotras—.Heandadocientosycientosdemillasynohellegadoaúnacasa.Supongoqueseráporqueelmundoesredondo,ydentrodepocollegaréotravezalapuertadelcolegio.

—¡Noseasidiota!—dijoBuntybruscamente.—Nodigasnuncaniunasolapalabra,Marian;heconfiadoenti,ysicumplestu

promesa,puedoiracasayvolverynadieseenterará.Ydéjamedoschelines;¿tienes?Nome queda mucho dinero. Bunty, eres un egoísta, ¡podrías traerme un poco deleche!Llevopidiéndotelahacevariashoras,ylacabezasemevaaconvertirenunapeonzasinobeboleche.

—Tomaunpocodecarne,Judy,guapa…Anda,Judy,noseastonta.Encimaquecasimematoportuculpa—dijoBunty,intentandometerleuntrozoenlabocacondedostemblorosos.

Lachiquillasediolavueltayempezóadelirarotravez.—Setentaysietemillas—decía—,yayeranduveonce,loquehacenmilciento

setentaysiete…Yseisdeldíaanteriorporqueteníaunaampollaenelpie…sonmilcientoochentaytres.Ysiandodiezmillasdiariasllegaréacasadentrodemilcientoochentaytresvecesdiez,esdecir,mil…Oh,¿cuántas?¿Cuántas?Bunty,¿porquénome dices cuántas son? Me duele demasiado la cabeza para pensar, y un millar yvarios días es un año… Dos años… Dos años… Tres años antes de que consigallegar.¡Oh,Pip,Meg,tresaños!¡Oh,Esther,decídselo,decidlequemedejevolveracasa!Tresaños…Tresaños…¡Tresaños!

La última palabra fue casi un grito, y Judy intentó ponerse en pie para seguircaminando.

Buntylacogióporlosbrazosylasujetó.—Déjamequemevaya,déjame—gritóJudyconvozronca—.Aestepasonunca

llegaré.Tresaños,¡ytantísimasmillas!Judy empujó a Bunty y trató de cruzar el desván, pero las piernas no le

respondieronycayóalsuelosinsentidocomounguiñapo.—Meg…IréabuscaraMeg—dijoelchiquilloconvoztemblorosayasustada.

Luego,sedejócaerporlaaberturayechóacorrerhacialacasa.

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11 Laescapada

ENTRÓenelcuartodeMegcomounvendaval.—Estáenelantiguocobertizo,Meg,ynoestoyseguro,peromeparecequeseha

vueltoloca;ymehanpegadomuchísimo,ycasimematoconelcactoporsuculpa,yno he dicho nimedia palabra.No puede comer carne en conserva, ni nada. Se haescapado…y,bueno,¡estoysegurodequeestáloca!

Meglevantódelaalmohadalacarapálidayasustada.—¿Quién…?¿Qué…?—Judy—contestóBunty,estallandoensollozos—.Estáenelcobertizo,¡ycreo

queestáloca!Meg se levantó con cuidado de la cama, se echó apresuradamente la bata por

encimay,sin terminardecreersedel todo ladisparatadahistoria,bajó lasescalerasacompañadaporelpequeño.

Yaenelvestíbulo,seencontraronconsupadrequeibaasalir.—¿Estásmejor?—lepreguntó aMeg—.Deberías quedarte en la cama todo el

día;aunquealomejortesientabienquetedéelaire.—Sí—dijoMegmecánicamente.—Voyaestarfueraelrestodeldía;laverdadesquenocreoqueniEstherniyo

volvamoshastamañanaporlamañana.—Sí—repitióMeg.—Nodejesquelosniñosdestrocenlacasa,ycuídate…Ah,ymandaaBuntyala

camasincenar.Estoysegurodeque,porhoy,yahatenidobastante.—Sí—volvióadecirMeg,dándosecuentadeloqueacababadeprometercuando

Buntylesusurróaloído:«¡Chivata!».Después,el coche traqueteóyel capitán sealejóanteel indeciblealiviode sus

hijos.—Yahora,dime,¿quéesesadisparatadahistoria?—preguntóMegvolviéndose

haciasuhermano—.Meimaginoqueseráotradetusmentiras,¿no?—Ven a ver—replicóBunty, encaminándose hacia el cobertizo a través de los

potreros.AmitaddecaminoseencontraronaPipyNellquevolvíandepescarmáspronto

deloprevisto.Nell,quecaminabaaunaprudencialdistanciadesuhermano,parecíatristeyabatida.

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—Podríashaberte traído tambiénunfonógrafo—dijodirigiéndolea laculpableunamirada irónica y burlona—.Nohas dejadodehablar ni unmomento, y así esimposiblequepiquenlospeces.

—Judyestáencasa—dijoBunty,sinpodercallarsepormástiempolaimportantenoticia—.Sólolahevistoyo;casimematotrepandoporelcactoparaentrarporlaventana,ypapámehadadounabuenapaliza,peronohedichoniunasolapalabra,¿verdad,Meg?Melaencontréenelcobertizo,yfuiacasaacogercarneycosasparacomer…Mira,miracómotengolaspiernas.

Bunty exhibió orgullosamente sus arañazos; pero Meg volvió a ponerse encamino apresuradamente, seguida por Pip y Nell, que no salían de su asombro.Cuandollegaronalcobertizo,sedetuvieron.

—EsuncuentochinodeBunty—dijoPip,despectivo—.Todavíanoestamosaveintiochodediciembre,rico.

—Ven a ver—replicó Bunty trepando escaleras arriba. Pip subió tras él, y alllegarsofocóungrito;despuéssubieronMegyNellconbastantemásdificultad,ylaescenaquedócompleta.

EldeliriohabíapasadoyJudy,agotada,yacíaconlosojosmuyabiertosmirandolasvigas.

Cuandosereunieronasualrededor,lesdirigióunasonrisa.—SiMahomanovienealamontaña…—dijo,ydespuéssepasótosiendodoso

tresminutos.—¿Qué has estado haciendo, Ju, chiquilla?—le preguntó Pip con un extraño

temblorenlavoz.LavisióndeJudy,suhermanapreferida,exhausta,delgada,conlasmejillashundidas,erademasiadoparasu inmaduravirilidad,yse leempañaronlosojos.

—¿Cómohasvenido,Ju?—preguntóparpadeandoparaaclararselavista.Judyledirigióunadesushabitualesmiradasburlonas.—EnelcochedeSanFernando—dijo—;¿nohabráspensadoquehefletadoun

globo?Yotravezempezóatoser.Megsearrodillóyrodeóconsusbrazoselcuerpecillodelgadoyconsumidodesu

hermana.—Judy—dijoechándoseallorar—,¡oh,Judy,pobrecita!Judy sonrió durante un instante y le dijo que era una tonta, pero luego se vino

abajoenseguidayempezóallorarconvulsivamente.—Tengohambre—dijoporfinconvozlastimera.Loscuatrohermanosselevantaronrápidamentecomosifueranadesvalijartodos

losalmacenesdeSydneyparasatisfacerla.Luego,Megvolvióasentarse,cogióconsumocuidadoladespeinadacabezadeJudyyladepositóensuregazo.

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—Veacasa,Pip—dijo—,ytraevinoyunvaso,yenlafresquerahayunpocodepolloasado;hasobradodespuésdecomeryo.Marthadijoqueguardaríaelrestoparalahoradelté.Dateprisa,Pip.

—¡Corre!—seanimóPipasímismo;bajódeldesványsaliódisparadohacialacasa.

—¡Habrasevisto!—exclamóMarthaTomlinsoncincominutosmástardecuandose cruzó con él en el vestíbulo y vio que llevaba una botella de cristal debajo delbrazo, una copa de vino cogida con los dientes y un plato de pollo frío con unasrebanadasdepanconmantequillaenunamano—.¡Habrasevisto!Yluego,¿quémásseosvaaocurrir?

—¡Cállateynotemetasenloquenote llaman!—dijoPip,rozándolaalpasar.Después,sedirigióhaciaelcobertizo,perodiounrodeoparaqueMarthanopudieraveradóndeiba.

Searrodillójuntoasuhermanaylediotrocitosdepolloysorbitosdevino.Leacarició con delicadeza el enmarañado cabello, la llamó chiquilla por lo menosquinceveces,ylesuplicóquecomieraunpocomásyluegootropocomás.

YJudy,alsentirclavadosenellalosojosllorososdesuhermano,secomiótodoloqueleofreció,aunqueestuvoapuntodeahogarseconelprimerbocado.Sehabríacomido hasta un elefante, porque quería a aquel muchachomás que a nada en elmundo y le dolía verlo tan afligido.Además, le sentómuy bien, y se incorporó yestuvocharlandocontodanaturalidad.

—Nodeberíashaberlohecho,deverdad,niña;mepreocupaloquetepuedadecirpapá.

—Noseenterará—contestóJudyconresolución—.Sialguienselodice,noseloperdonaréjamás.Sólopuedoquedarmeunasemana.Lohearregladotodomuybien,mequedaréaviviraquíeneldesván;apapánuncaseleocurriríavenir,asíqueestarécompletamente segura, y vosotros me traeréis la comida. Y cuando se acabe lasemana—suspiróprofundamente—volverédenuevoalcolegio.

—¿Deverdadanduvistetodasesasmillasparaveniravernos?—preguntóPip,yunavezmássuvozsonódeunmodoextraño.

—Merecogieronunoodoscoches—dijoJudy—,perohiceandandocasitodoelcamino.Hetardadocasiunasemana.

—¿Cómo pudiste hacerlo, dónde dormías, qué comías, Judy? —dijo Megprofundamenteangustiada.

—Ya casi no me acuerdo—contestó Judy, cerrando los ojos de nuevo—. Fuipidiendocomidaporlascasas,y,aveces,medecíanquemequedaraadormir,yteníatres chelines y seis peniques…queme duraronmucho. Sólo tuve que dormir a laintemperiedosnoches,yteníaelabrigo.

LacaradeMegpalidecióhorrorizadaalconocermásdetallesdelaaventuradesu

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hermana.Ningunachicaenelmundo,salvoJudy,sehabríaatrevidoallevaracabounproyecto tandescabellado comoera recorrer todas aquellasmillas con sólo treschelinesyseispeniquesenelbolsillo.

—¿Cómopudistehacerlo?—fuetodoloqueseleocurriódecir.—No tenía que venir andando todo el camino—contestó Judy con una débil

sonrisa—. Llevaba siete chelines envueltos en un trozo de papel en el bolsillo,ademásde los treschelinesy losseispeniques.Sabíaqueconesopodríacogeruntrenduranteunbuentrecho.Perosemeperdieroncuandoyahabíasalido,y,comonomeibaavolversóloporeso,tuvequevenirandando.

Megleacariciólamejillaconsuavidad.—Nomeextrañanadaquehayasadelgazadotanto—dijo.—¿Noestarán laseñoraBurtonycompañíaorganizandounaexpediciónpara ir

entubusca?—preguntóPip—.Esmuyraroquenohayanescritoapapáparadecirlequetehaslargado.

—Oh,Marianyyolopreparamostodoconmuchocuidado—dijoJudyconunasonrisadesatisfacciónalrecordarlo—.Marianesmicompañera,yhacetodoloqueyoledigo.ViveenKatoomba.

—¿Y?—preguntóMeg,desconcertada,cuandosuhermanadejódehablar.—Verás, había unmontón de niñas con varicela, así quemandaron aMarian a

casa,pormiedoaquesecontagiara.Sumadremepidióquefueraapasarquincedíascon ellos; la señora Burton escribió a papá y le preguntó que si podía ir, y yo leescribíylepreguntéquesimepodíaveniracasaenvezdeirapasarunosdíasconlafamiliadeMarian.

—Papánuncanosdijonada—comentóMegconsuavidad.—No,me imaginoqueno.Bueno,elcasoesquepapácontestóymedijoamí

quenoyquesíaella.Asíqueunbuendíanosdejaroneneltrensanasysalvas.EnKatoombanosestaríanesperandolospadresdeMarian.Porelcamino,semeocurrióuna idea: ¿por quénomevenía a casa a la chita callando?Demodoque le dije aMarianquepodíadecirleasufamiliaquemehabíavenidoacasa,peroqueteníaquehacerlomuybien,paraquenoescribieranalaseñoraBurton.Luego,cuandoeltrensedetuvoenBlackheath,mebajérápidamenteyellasiguióhaciaKatoombayyomevineacasa.Esoestodo.Loquepasaesque,fíjate,semeperdióeldineroynotuvemásremedioqueecharmeaandar.

Meglealisóelpeloenmarañadoypolvoriento.—Pero no puedes vivir aquí una semana—dijo preocupada—. Has cogido un

buencatarropordormiralairelibre.Estoyseguradequeestásenferma.Tendremosquedecírseloapapá.Perolepediréquenotevuelvaamandaralcolegio.

Judyseincorporóprecipitadamente,mirándolaconojosfuriosos.—¡Si lo haces—dijo—, si lo haces, me escaparé esta misma noche y me iré

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andandoaMelbourne,oaJerusalén,ynovolveréaverosnunca!¡Cómopuedesserasí,Meg,despuésdetodoloquehetenidoquehacerparaquenoseenterara!¿Cómopuedesserasí?

Judyestabacadavezmásexcitada.—Mañanamismo volvería a ser facturada otra vez para el colegio…Lo sabes

muybien,Meg.¿Verdad,Pip?Yencima,enelcolegio,sepondríancomofieras.Miplanesmuysencillo.Despuésdehaberpasadounasemanaestupendaaquícontodosvosotros,meiré.Entretodosmepodéisprestarunpocodedineroparaeltren.Eldíaveinticinco me reuniré con Marian en Katoomba; volveremos juntas al colegio ynadie se enterará.Mi catarro no tiene importancia; ya sabes que cuando estaba encasasolíaacatarrarmeconfrecuencia,peroloscatarrosnuncahanpodidoconmigo.Simetraéisabundantecomidaymehacéiscompañía,mepondrébienenseguida.

El descanso, la comida y los rostros familiares ya habían hecho mucho en sufavor;sucaraparecíamenoscansadaysusmejillasseibancubriendopocoapocodecolor.

Meg tenía un incómodo sentimiento de responsabilidad, y la sensación de quedeberíadecírseloaalguienpesabasobreellacomounalosa;peroestabapresionadaporsushermanos.

—No puedes ser tan ruin,Meg—había dicho Judy expresivamente cuando lesuplicóquelepermitieradecírseloaEstherporlomenos.

—¡Quéchivata!—habíaañadidoBunty.—¡Quéacusica!—habíadichoPip.Y Meg no tuvo más remedio que callarse, pero se sentía tremendamente

desgraciada.

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12 ¡Zass,zass!

JUDYllevabayacuatrodíaseneldesváncuandoMarthaTomlinsonlecomentóasucompañera y víctima, Bridget, que creía que aquellos condenados niños estabanconspirandoparaponerla«alotroladodelrío».

Bridget, que aquel día tenía el estómago algo alterado por culpa de una maladigestión,selimitóaobservarqueaquellasadorablescriaturassólodeseabanverlaenellugarquesemerecía.

Quizádebieraexplicartequelaexpresión«alotroladodelrío»hacíareferenciaaGladesville,elmanicomiodeSydney.

Muchas eran las cosas que habían llevado a la pobreMartha a pensar en unaconjuración.Porejemplo,unamañana,al irahacer lacamadePipcomotodoslosdías, seencontróconquehabíadesaparecido toda la ropa.Lacolchablancaestabaextendidasobreelcolchónsinunaarruga,peronohabíanirastrodesábanas,mantaso almohadas. Las buscó hasta en los sitios más inverosímiles, les preguntó a losniños,inclusoacudióaEsther;pero,nada,laropaperdidanoaparecía.

—Hayunhombreconpantalonesdepanarondandoporaquítodaslasnoches—dijoPip,mirandoconpesimismosucamadesnuda—.Nomeextrañaríaquetuvieraalgoqueverconelasunto.

Lasugerenciadelmuchachoerabastantedespiadada,porqueaquelhombreeraelmásfervienteadmiradordeMartha,ytambiénsupreferido.

Al día siguiente desapareció la jofaina del cuarto de Meg, y después unaalfombrilla del rellano de la escalera, y una silla del cuarto de los niños; por nomencionarotrasmenudencias,comounatetera,unalámparadealcohol,variastazasyplatos,mediojamónytodaunahornadadepandejengibreconnueces.

Lasdesaparicionespreocupaban aMartha, porque las cosasparecían esfumarsecuandolosniñosestabanacostados;pero,aunquesospechabadeellosynodejabadevigilarlos, no conseguía obtener ninguna prueba evidente de su culpabilidad niaveriguarelmotivoporelquesellevabanesascosas.

Trasladesaparicióndecadanuevoobjeto,Pipsolíapreguntarsielhombredelospantalonesdepanahabíaestadorondandoporallílanocheanterior.Ycomosiempredabalacasualidaddequesí,aMarthanolequedabamásremedioquedirigirleunamiradacoléricaysalirdelahabitaciónconairededignidadofendida.

Una noche se evaporó misteriosamente la mesita de ajedrez del cuarto de los

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niños.Aldíasiguienteporlamañana,cuandoMarthaestababarriendolaalfombra,Pip

selecolgódelcuello,fingiendolloraralágrimaviva.—Nunca apreciamos las humildes violetas —dijo con voz quebrada—. ¡Ah,

Martha,Martha,pensarquenonoshemosdadocuentadequeeresun tesorohastaahora,cuandotusdíasconnosotrosestáncontados!

—Veteporahí—dijo,dándoleconelpalodelaescoba—.Ynopiensoirme,nilosueñes; no te vas a quitar de encima tan pronto a Martha Tomlinson. No loconseguiráspormuchoquelointentes,jovencito.

—Pero ¿no te estaránecesitando él,Martha?—sugirióPip con suavidad—.Yadebedetenertodoslosmuebles,aunquetodavíanosehallevadounacacerola,niunaplancha.Perohay algomás,Martha; nome importadecirte confidencialmentequeestoypensandoregalarteyomismolaplanchacuandotecases,asíquenotienesqueesperaraqueélvengaporella.

—Vete por ahí—volvió a decirMartha, sacudiéndole la escoba delante de lasnaricescontantaenergíaqueestuvoapuntodeahogarle—.Éstaesunamuestramásdelodesalmadoqueeres.

Eldesvánteníacadadíamáscomodidades.Un par de alfombras colgaban de las paredes, impidiendo el paso del aire. La

camadeJudy,mullidayacogedora,ocupabaunrincón,teníaunasillaparasentarse,unamesa para comer e, incluso, una jofaina para llevar a cabo sus abluciones. Yestaba acompañada todo el día y casi toda la noche. Una vez, Meg, después deatrancarlapuertadesucuarto,sehabíaescapadoparacompartirconellalacamadeldesván;enotraocasiónhabíaidoNell,ylanochesiguientePiphabíacogidounpardemantas y había improvisado con ellas una cama entre la paja.Solíanvisitarla acualquierhoradel día, subiendopor ladesvencijada escalerauno trasotro siemprequepodíanescabullirsesinquenadielosviera.

Cuandoestosucedía, la institutriz teníaquincedíasdepermisoparacuidarasumadrequeestabaenferma,asíquelasniñasyBuntydisponíandetodoeltiempoquequerían. Pip solía llegar tarde al colegio y luego se volvía pronto, consiguiendo,siemprequepodía,queEstherlefirmaranotasdedisculpa.Inclusohizonovillosundía,aceptandodespuésacambio,conbastantebuentalante,unoscuantospalmetazos.

Judyseguíapálidaycansada.Además,latoscontinuabamolestándola;peroibarecobrandorápidamentesuantiguobuenhumoryseloestabapasandodemiedoconlaaventura.

Elúnicoinconvenienteeraqueeldesván,demasiadoreducido,laahogaba.—Tendréisquearreglarlascosasparaquepuedasaliradarunavuelta—dijocon

determinaciónunamañana—.Estoyseguradequelaspiernassemeestánacortandodenoejercitarlas.Cuandoseacabelasemana,yanosabréandar.

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Pipnocreíaquefuerafactible;Meglesuplicóquenosearriesgara;peroBuntyyNellsemostraronimpacientesporllevaralaprácticalaidea.

—Megpodríaentretenerapapá—propusoBunty—yPippodríahacerrabiaraGeneralparaqueEstherseasustaraysalieradelahabitación,y,entonces,Judyyyoaprovecharíamosparasalircorriendoyvolveraentrarantesdequevosotrosdejaraisdedarleslalata.

Judydijoquenoconlacabeza.—Eso sería un rollo—dijo—.Si salgo, serápara estar fueramás tiempo. ¿Por

quénobajamosdeexcursiónalrío?—¡Sí,sí,vamos!—gritóBuntyconojosbrillantes.—Estoyseguradequenos laspodríamosapañar.HoyessábadoyPipno tiene

queiralcolegio—continuóJudy,planeándolotodorápidamente—.Dosdevosotrospodíais ir por algo de comer. Decidle a Martha que vais a ir de excursión —leencantaráno tenerquepreparar lacena—y luegoosdirigíshaciael río.Otrosdospodéisvigilarparaversihaymorosenlacostamientrasbajoyatraviesolospotreros.Unavezquelleguemosalrecododelcamino,estaremosseguros.

Parecíabastantefactible,ylospreparativossehicieronenmuypocotiempo.Pipsequedóhaciendoguardiaenelcobertizo,comprometiéndoseaconseguirqueJudysalierasinnovedad.Bunty,porsuparte,sehabíasituadoenelporchedelapartedeatrás con lamisióndeestar alertay silbar tresvecesencasodequehubieraalgúnpeligro.

Teníaqueestaratentoalrelojdelacocinayesperaruncuartodehora.Después,si todo iba bien, tenía que coger una tetera y una hogaza de pan y alcanzar a losdemásporelcamino.

Comoerabastanteaburridoestaresperando,sepusoalapatacoja,comounavemeditabunda,dispuestoapasarrevistaalosexcitantesacontecimientosdelosúltimosdías.

Sesentíaabatido,aunquenosabíamuybienporqué.Quizáfueralamentiraquele había dicho a su padre y que aún no había confesado, porque el caballo estabaseriamentelesionadoytodosuvalorseesfumabacuandoseacordabadelafusta.

Quizá fuera una reacción a la enorme tensión.O unmanifiesto sentimiento deinjusticia ante la escasa gloria que su heroico comportamiento con Judy habíamerecidoalosojosdelosdemás.Noparecíandarleningunaimportanciae,incluso,sereíancadavezquealudíaasushazañasoseempeñabaenenseñarlessuscicatrices.Dos o tres de los rasguños que tenía en las piernas eran respetables. Y, mientrasseguíadepieesperando,sebajólasmediasylesechóunamiradaconojoslastimerosyalgoparecidoaunsollozoenlagarganta.

—¡Noleimportoanadie!—murmuró,yunadesuslágrimas,siempredispuestasacaer,seestrellócontrasupiernadesnuda—.JudyprefiereaPip,aunqueélnuncaha

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trepadoporelcacto;Megcreequesólosédecirmentiras,yNelliedicequesoyunglotónyunegoísta…¡Noleimportoanadie!

Yensusojosseformóotraenormelágrima,quecayóaparatosamente.—¿Hasechadoraíces?—preguntóunavoz.El capitán llevaba un buen rato observándole desde la ventana,maravillado de

verletantranquilo,cosa,porotrolado,muypocohabitualenelpequeño.Buntyempezóasentirseculpableysesubióloscalcetines.—No…noes…es…estoyhaciendona…nada—dijoofendidotrasunapausa.

Cuandoseponíanervioso,siempretartamudeaba—.Na…nadadena…nada.Me…mevoydeex…ex…excursión.

—¿Sí?—dijoelcapitán—.Medalaimpresióndequeestásplaneandounanuevatravesura,olamentandoalgunaantigua.Anda,cuéntamelo.

Buntypalideció,perovolvióainsistirenque«noes…es…estabahaciendona…na…nada».

El capitán estaba de buen humor y su hijito, gordo y lleno de churretes, era laúnicapersonaqueteníaasualcance.

—¿Quéteparecesiteacercasyconfiesasunaporunatodaslasfechoríasquehashechoestasemana?—lepropusogravemente—.Tengotodalamañanalibre,yyavasiendohoradequeledemosunrepasoatuconciencia.

Bunty,máspálidoquenunca,seacercóalbrazodelabutacaqueleindicabasupadre.

—Ajá, ya estamos cómodos. Bien, hubo un robo en la despensa el jueves. Yatenemosuna—dijoanimándole—.Prosigamos.

—Yono…no…nohehechona…nadamás—dijoBuntyconvozentrecortada.Estabasegurodequesupadrehabíadescubiertoelepisodiodelapelotadecriquet.Noteníaescapatoria.Inclusoechóunvistazoasualrededorparaversihabíaporallícercaalgunafusta.Sí,allíestaba,tiradasobreunasilladecualquiermanera,lafustadeEstherque tenía laempuñaduradeplata.Todavía ledio tiempoparapensarqueojaláEstherhubierasidounamujerordenada.

—¿Nada de nada, Bunty? ¿Me lo prometes? —insistió su padre con tonosolemne.

—Estaba ju… jugando a las ca… ca… canicas—confesó el pequeño con voztemblorosa—.¿Cómoi…i…ibayoati…ti…tirarlealgoatuca…ca…caballo?

—Conquecaballo,¿eh?—exclamósupadre.Unaluzsefueabriendopasoensucerebropocoapoco,ysuexpresiónseendureció—.¿QuéletirasteaMazeppaparadejarlocojo?Contestainmediatamente.

Buntydirigióunamiradaaterradaalafusta.—Na… na… nada —contestó—, na… na… nada, de verdad. La pe… pe…

pelotadecri…cri…criquetestabaeneles…es…establo.Yosóloes…es…estaba

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ju…jugandoalascanicas.Elcapitánlecogióporloshombrosylezarandeóligeramente.—¿DejastecojoaMazeppaconlapelotadecriquet?—dijoconseveridad.—No…no…no.Yono…no—murmuróblancocomolapared.Luego,medio

arrepentido,añadió—:Semesa…saliódelbolsilloyMa…Mazeppapasabaporallíyse…sedi…dioenlapata.

—Dimelaverdadotedaréunapalizaquenoseteolvidarámientrasvivas—dijoel capitán levantándose y cogiendo la fusta deEsther—.Vamos a ver, caballero…¿FuistetúquiendejócojoaMazeppa?

—Sí—confesóBunty,estallandoenlágrimaseintentandoesquivarlafusta.Luego, a medida que los azotes fueron cayendo sobre sus desventurados

hombros,elairesefuellenandoconsufamiliarlamentode«yonotuvelaculpa,yonotuvelaculpa».

—¡Eres un despreciable canalla! —gritó su padre, deteniéndose un momentoporqueledolíaelbrazo—.Tevoyapegarhastaquesalgadetieseespíritumentirosoycobarde,otemataréantes.

¡Zass,zass!—¿Quéclasedehombrevasaserdemayor?¡Zass,zass!—¡Mentirsóloparasalvartumiserablepellejo!¡Zass,zass,zass,zass!—¡Me hasmatado,me hasmatado! ¡Estoy seguro de queme hasmatado!—

chillóelmaltrechochiquillorevolcándoseporelsuelo—.Yonotuvelaculpa,yonotuvelaculpa…Pégalesalosdemás.

¡Zass,zass,zass!—¿Creesque losotrosmientencomotú?Pipnomemiente.Judysecortaría la

lenguaantesdehacerlo.¡Zass,zass,zass!—¿Ibas a ir de excursión,no?Vetede excursión a tu cuartohastamañana a la

horadeldesayuno.¡Zass,zass,zass!—¡Venga,quítatedemivista!Laresistenciahumanayanopudomás.Elúltimo«zass»habíasidounaverdadera

agonía para su espalda escocida y maltrecha. Pensó en los demás, que, felices ydespreocupados,sedirigiríanalríoalegresbajolaluzdelsol,sinpensarenloqueélestabasoportando,ysucorazón,tangrandeerasuamargura,parecióestallar.

—¡Judyestáencasa!—dijoconvozsofocadaycolérica—.Viveenelantiguocobertizoquehayenelpotrerodelasvacas.¡Buah,buah!Notelohanqueridodecir.Sehaidodeexcursión.Ysehaescapadodelcolegio.

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13 Invitadosinesperados

ELcapitánsepaseabalentamenteporlospotreros,conelsombreroqueutilizabaenel jardín echado hacia atrás. Estaba bastante acalorado después de la escena queacababade tenerconel segundodesushijos,yensusojosbrillabaunamiradadereflexión.Nocreíaque fueranverdad lasúltimaspalabrasdeBunty;pero, aunasí,considerabaqueeransuficientementeprobablescomoparaquenoestuvierademáshacerunavisitaalcobertizo.

Noesqueesperaraencontrarallíasuhija,porqueBuntyya lehabíadichoqueibanairdeexcursiónalrío,peropensabaquequizáhabríaalgúnrastro.

Lapuertadelcobertizosebalanceósobresusdesvencijadosgoznes,ylaluzdelsol penetró en el interior haciendo que una alegre franja de polvo atravesara laestancia.

Nohabíaindiciosdequealguienvivieraallí,anoserqueunacintaparaelpelodeMegyunacáscaradenaranjapudieranconsiderarsecomotales.

Descubrió la frágil escalera, hecha en casa, apoyada en el agujero del techo y,aunqueengeneralsolíatenerporsucuellomásaprecioquelosniñosporlossuyos,arriesgó su seguridad subiendo por ella. La escalera crujió siniestramente cuandollegóalúltimopeldaño,yelcapitánseintrodujoagataseneldesván.

Enaquel ladode ladivisiónnohabíamásqueunhuesode jamón,unacajadefichasdedominóyunalmohadónreventado,asíqueseasomóalotro.

—Muyconfortable—murmuró—,nomeimportaríaquedarmeaquíalgúntiempo—e incluso se le pasópor la cabezahacerloy estar allí, como si se trataradeunafiesta sorpresa, cuando llegara Judy. Pero desechó la idea por considerarla pococompatibleconsudignidad.Recordóhaberoídorumoresdequehabíandesaparecidodecasavariosmuebles,yalgoparecidoaunasonrisaseasomóasusojosalverlamesita,conlalamparilladealcoholylateteraencima,laropadelacamaylajofaina.SetentaysietemillasnoeranobstáculosuficienteparalosperversosplanesdeJudy.¡Cómoseatrevíaadesafiarleaél,supropiopadre,unamocosadetreceaños!Cerrólabocaamenazadoramente,bajódeldesványsedirigióhacialacasadandograndeszancadas—.¡Esther!—llamóconvozvibrantedesdeelpiedelaescalera.

Un«Voy,querido.Mediominuto»flotóenelairecomorespuesta.Elmediominutopasódiezvecesy,porfin,lajovenbajósonrienteconsuhijoen

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brazos. Tenía unos ojos tan dulces, apacibles y cariñosos que el capitán se dio lavuelta con impaciencia. Sabíamuy bien lo que iba a pasar en cuanto se enterara:Esther le pediría con insistencia que perdonara a su hija. Y cuando la veía tanhermosayalegrecomoenesemomento,eraincapazdenegarlenada.

Duranteunosinstantes,reflexionóseriamente.—¿Quéquieres,John?—preguntó—.¿Enquépiensas?Acabodedescubrirleotro

diente,unoenorme.Venaverlo.A regañadientes, se acercó e introdujo el dedomeñique en la boca de su hijo

pequeño.Esther le fue guiando el dedo, hasta que dio con una protuberancia dura y

diminuta.—Eltercero—dijoEstherorgullosamente—.¿Noestáscontento?—¡Ejem!—contestóelcapitán.Luego,siguiómeditando.Alcabodeunosinstantessefrotólasmanos,comosiestuvieramuysatisfechode

símismo.—Ponte el sombrero, Esther, y ponle el suyo a General —dijo, acariciando

afectuosamentelacabezadelpequeño—.Vamosabajarhastaelríoadarunavuelta;losniñoshanidodeexcursión,yseguroquenosofrecenunpocodeté.

—Sí,seráestupendo—dijoEsther—.¡Aquesí,chiquitín,aquesíbonito!LlamóaMartha,queestabalimpiandoelpolvoporencima,comoerahabitualen

ella.—ElsombrerodeGeneral,porfavor,Martha;elblancoconrayasparaelsol.Me

parecequeestáencimademicama,oencimadeunasilla,nosé.¡Ah!Ybajatambiénelmío,elgrandedelasamapolas,porfavor.

Martha salió de la habitación y, después de buscarlos durante unos minutos,volvióconlostocados.

Esther se colocó el sombrero blanco sobre el rizado cabello, lo que hizo queGeneral balbuceara entusiasmado desde la mesa del vestíbulo en la que estabasentado. Luego, se abalanzó sobre el capitán y le quitó el sombrero de paja quellevaba, para ponérselo a su hijito. Y así, jugueteando con el pequeño, pasó unosminutos.

Finalmente,estuvieronlistosparasalir.—ElseñoritoBuntyestáencerradoensucuarto;noleabralapuertabajoningún

concepto,Martha—fuelaúltimarecomendacióndelcapitán.—¡Oh,John!—dijoEsthercontonodereproche.—Teagradeceríamuchoquenoteinmiscuyerasenesto—dijo—;concédemeun

pocodelibertadparatrataramispropioshijos,Esther.Buntyesunmentirosoyungandul;meavergüenzodequeseahijomío.

YEsther,pensandoenlastravesurasdesuhijastro,seconsolóasímismaconla

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esperanzadequenoleVendríamal.Atajaron a través del monte bajo para evitar el camino público, y el río azul,

besadoporelsol,seextendiósonrienteantesusojos.—Ahíestán—gritóEsther—,dondesiempre;miraelfuego,hijito;miraelhumo,

conejito.Cuatro…,cinco…¿Quiénhavenidoconellos?—preguntósorprendidaalaproximarsealgrupo.

Antesdequeestuvieranlosuficientementecercacomoparareconocerlascaras,elcorrosedeshizoderepente.

Uno de sus miembros se dio la vuelta rápidamente y huyó por la hierba, sesumergióenunespesomatorralydesapareciódelavistaenmenostiempodelquesetardaencontarlo.

—¿Quién estaba con vosotros?—preguntó Esther cuando se reunieron con losniños.

Hubo un breve silencio; luego, Pip echó unas ramas al fuego y contestó confrialdad:

—EraunaamigadeMeg,unadeesaschicasmiedicasquecasisemueredelsustoalverapapá.Supongoqueseimaginaríaqueestoestaballenodesoldadosconlossablesdesenvainados,dispuestosausarlos.

Piprióforzadamente,NellleacompañódeunamanerauntantohistéricayBabyseechóallorar.

Meg,pálidacomouncadáver,lacogióenbrazosyempezóacontarleelcuentodelostresositosparaconsolarla.

Esthermiraba la escena un poco confusa, pero no se le ocurrió ni por lomásremotoasociaraJudyconlafiguraquehabíahuidocorriendo.

Elcapitánparecíanodarsecuentadenada.Tumbadoenlahierba,permitióqueGeneral se lesubieraporencima.Luego,estuvobromeandoconEstherycontandovarias anécdotas de cuando era joven, sin darse cuenta, aparentemente, de que laaudienciaestabadistraídayviolenta.

—¿No habéis hecho té?—preguntó Esther—. Nos encanta el té que hacéis ypensábamosquenosdaríaisunpoco.

—Bunty no ha venido; él era el encargado de traer la tetera —dijo Pip,malhumorado.Sospechabaquehabíaalgotraslaexcesivaafabilidaddesupadre,ysenegabaaquejugaraconél.

—¡Ah —dijo el capitán gravemente—, qué pena! Cuando salí, Bunty no seencontrabademasiadobienyestabapensandoenquedarseensucuartoel restodeldía.

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PipatizóelfuegoconterquedadyMegdirigióunarápidayasustadamiradaasupadre,quelerespondióconunaafectuosasonrisa.

Despuésdeunahoradetensointercambio,elcapitánpropusovolveracasa.—Está refrescando —dijo—. Lamentaría que el nuevo diente de General

empezarasuvidamolestándole.Vayamosacasaypreparemosunbuenté.Asíquerecogieronlascestas,todavíaintactas,ysepusieronenmarcha.ElcapitáninsistióenquePipyMegfueranconélyenvióaBabyyNelldelante,

unaacadaladodeEsther,quellevabaaGeneral,unasvecesenbrazosyotrasdelamano.

Lafinalidaddeestadistribución,comoastutamentesospechabaPip,eraimpedirlaposibilidaddecualquierintercambiodeideasolaformacióndenuevosplanes.

Cuando llegaron a casa, los invitó a su salita de fumar, que era un pequeñoreservadofueradelsalón.

Esther subió con General a su cuarto, pero los demás siguieron al capitán ensilencio.

—Siéntate,Pip,hijo—dijocordialmente—.Venga,Meg,estásentucasa,siéntateenesesillón.NellyBabypuedenocuparelsofá.

Impotentes,sesentarondondelesindicóylemiraronansiosamentealacara.Eligióunapipadelahileraquehabíaenlarepisadelachimenea,leajustóuna

boquillanuevaylallenócuidadosamente.—Comooshabéis adueñadodemi cuarto—dijocortésmente—yyanopuedo

fumaraquícontranquilidad,saldréunrato.Luego,volveréparahablarconvosotros.Voyafumarmeunapipaalantiguocobertizo.Nohagáisningunatravesuramientrasyoestoyfuera.

Encendió una cerilla, prendió el tabaco y, sin dirigir ni una sola mirada a lossilenciososniños,saliódelahabitaciónycerrólapuertatrasél.

Unavezmáscruzóelpotrero,yunavezmásempujólaruidosapuerta.Lacáscaradenaranja seguíadonde lahabíavisto laprimeravez, aunqueunpocomás secaymarchita.Lacintaparaelpelocontinuabaexactamenteenelmismositio.Laescaleracrujióenelmismolugaryvolvióaamenazarconromperleelcuellocuandollegóalúltimo peldaño. Las fichas de dominó permanecían allí, y el hueso de jamón y elalmohadóntambién.Laúnicadiferenciaquehabíaeraqueelprimeroteníaahoraunrastro negro de hormigas encima y que el viento había estado jugando con elsegundo,esparciendosusplumasportodaspartes.

Cruzólaplantaconsuacostumbradopasomarcial.Nosemoviónada.Seacercóaltabiqueyechóunvistazo.

Judyyacíaenlaimprovisadacama.Dormíaexhaustatraslarápidahuidadelrío.LlevabaunvestidodeMeg,quelahacíaparecersorprendentementealtaydelgada;elcapitánsequedóatónitoaldarsecuentadelomuchoquehabíacrecido.

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—Mientrasestécreciendo,misdificultadesconellanotendránfin—dijoenvozalta, compadeciéndosea símismopor ser supadre.Luego, alverladormir ajenaatodo, despertó en su pecho cierta irritación. Judy siempre iba a perturbar su paz,siempreibaaburlarsedeél.

—Judy—dijoenvozalta.Lospárpadoscerradosseabrieronsúbitamente,laniebladelsueñoyelolvidose

disipódelosojososcuros,yJudysedespabiló,conunaexpresióndehorrordibujadaenelrostro.

—¿Sepuedesaberquéestáshaciendoaquí?—lepreguntósupadreconfrialdad.Judy enrojeció hasta la misma raíz del pelo y luego palideció hasta quedarse

blancacomolapared,peronocontestó.—Supongoquetehasescapadodelcolegio—continuóelcapitánconelmismo

tononeutro—.¿Tienesalgoquedecir?Judynocontestó,nosemovió;selimitóamirarlealacaraconlabocaabierta.—¿Tienesalgoquedecir,Helen?—insistiósupadre.—No,papá—respondióJudy.Tenía en la cara una expresión cansada y extraña que en otras circunstancias

habría conmovido a su padre, pero en aquelmomento estaba demasiado enfadadoparadarsecuenta.

—¿Niunaexcusa,niunarazón?—No,papá.Elcapitánsedirigióhacialaabertura.—Dentrodehoraymediasaleuntren,yotellevarécuandollegueelmomento—

anunció sin perder la calma—.Como nome puedo fiar de ti, tomaré lasmedidasoportunas para que te vigilen en el colegio. No volverás a casa en Navidad, niprobablementeenjunio.

Fue tan tristecomounasentenciademuerte.Lahabitaciónbailódelantede losojosdelachiquilla;susoídosoyeronunzumbido.

—Vamos—dijoelcapitán.Judydiounaboqueadaparacogeraire;lepicabalagargantayempezóatoser.Eraunatoshorrible,unparoxismoqueestremecíasudelgadocuerpoylehacía

jadear para poder respirar. Aunque se tapó la boca con un pañuelo para intentardetenerla,duródosotresminutos.

Cuandocesó,sequedómuypálida,yentoncesfuecuandosupadresediocuentadequeteníahundidaslasmejillas.

—Serámejor que primero pases por casa—dijo conmenos dureza—, a ver siEsthertienealgúnjarabeparalatos.

Luego,asuvez,contuvoelalientoypalidecióbajolateztostadaporelsol.Porque, salpicando la blancura del pañuelo que Judy acababa de retirarse de la

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boca,habíaunasterriblesmanchasrojas.

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14 Lainvitacióndeloscolonos

ASÍque,despuésdetodo,nohuboparaJudycoche,nitrendemontaña,niregresohumillante junto a sus compañeras, ni meses aburridos sin la perspectiva de unasbuenasvacaciones.

Envezdeello, tuvounacamamullidayacogedora,comidaexquisita,palabrasafectuosas y cuidados permanentes. Porque el violento esfuerzo, la deficientealimentaciónylasdosnochespasadasalaintemperiehabíanconducidoalachiquillaa un desfiladero francamente peligroso. El doctor dijo que tenía un pulmón muyinflamadoyqueeraunmisterioparaélcómohabíapodidoresistir tanto;cualquierniñasehabríarendidoantesyhabríacaídoenferma.Peroesqueentoncesnosabíaque dos de las características de Judy eran precisamente el valor y un espírituindomable.

—Pero¿notedolíanada?—lepreguntóeldoctor,desconcertadoalencontrarunapresenciadeánimoasíenunaenfermedadtangrave.

—Bueno, algunas veces, aquí a un lado —contestó despreocupadamente—.¿Cuántotiempotendréqueestarenlacama,doctor?

Todaslasmañanassolíahacerlelamismapregunta,aunque,adecirverdad,sentíaun poco de desconfianza en símisma ante la sola idea de volverse a levantar. Lalanguidezydebilidaddetodossusmiembroseratal,quenocreíaquepudieracorrer,ycomodespreciabacualquiersistemaparaavanzarquefueramáslento…Además,teníaunpunzantedolordebajodelbrazo,ylatos,mientrasduraba,suponíaparaellaunaauténticaagonía.

Sinembargo,noestabalosuficientementeenfermacomoparaperderinterésportodo lo que la rodeaba, y solía exigirles a los demás que le contaran todo lo quepasaba en el exterior: quién había conseguido la puntuación más alta jugando alcriquet,quéfloreshabíansalidoenladescuidadaparceladel jardínqueestabaasucargo, cuántos huevos habían puesto las gallinas, cómo estaban los conejillos deIndias y los canarios y cuáles eran los últimos vestidos y zapatos que se habíazampadolanuevacríadeperdiguero.

YBuntlellevabaamenudoelratoncitoblancoyelconejillodeIndiasciego.Ellalos soltabapara que corrieran librementepor encimade la cama.Piphacía enuna

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mesitadelcuartodesushermanoslostrabajosdecarpintería;asíJudypodíavercadanuevopasoyhacerlelassugerenciasqueseleocurrieran.

Meg,queprácticamentehabíaperdidotodocontactoconAldith,seconsagróencuerpoyalmaalcuidadodesuhermana,atendiéndolaentodomomento.Además,lehizotodaclasedepequeñosregalos:unabolsaconcompartimentosparaguardarlasbotas;otraparameterelpeineyelcepillo,conlasinicialesJ.W.bordadasconhilode seda rosa; y un pequeño costurero con una carterita para agujas y un acerico,completamentenuevo.Judytemíaverseobligadaasermásordenadayaseadacuandosepusierabuena.

El agrado con que recibía los regalos desató entre sus hermanos un auténticoespíritudecompetición.

DurantetodoundíanadievioaPip;pero,alcaerlatarde,aparecióysedirigióhacialacamadeJudyconunaexpresióndeorgulloenlacara.Habíaconstruidounmueble con cajones, tres de los cuales se abrían bajo condiciones realmente muyespeciales.

—Noesparalosvestidosdelasmuñecas—dijo,unavezqueJudyhuboagotadotodaslasexpresionesdegratitud—,porqueséquelasodias,peropuedesguardarenéltuscosas.Fíjate,cintasparaelpelo,dedales,cosasasí.

Detrásdelapuertaseoyóunruido,comosialguienarrastraraalgo,yentróBuntydeespaldas,tirandodeunenormeyextrañoobjeto.

Erancincooseisgrandestablonesdemadera,clavadosalabuenadeDios.—Será una silla —explicó, limpiándose el sudor de la frente—. ¡Oh! No te

caerás;peromeparecióquedebíaenseñártelaprimero.LosojosdeJudysonrieronburlones,perolediolasgraciascalurosamente.—NoteibaahacerunacosatanestúpidacomoladePip—continuóelpequeño,

mirando con desprecio los cajones—. Esto es verdaderamente útil. Cuando televantes,podrássentarteenellaacoseroaleerjuntoalfuego.¿AquetegustamásqueelregalodePip?

Judy salió adelante con habilidad y pidió a ambos que dejaran los regalos contodoslosdemás,juntoalacabeceradelacama.

—Quécantidaddecosasvasa tenerque llevartealcolegio,Ju—comentóNellmientras añadía su contribución, que consistía en un par de puños de camisa deganchilloyunachaquetitadelanaparalamuñeca.

Judy le dirigió unamirada de reproche y volvió la cara hacia la pared durantetodoelrestodelatarde.

Ésa era la sombra que se había estado cerniendo sobre ella durante la largaquincenaquellevabaenlacama:elpensamientodetenerquevolveralaescuela.

—¿Quévaaserdemícuandomepongamejor,Esther?—preguntócondesánimoaldíasiguiente,cuandofueaverlasumadrastra—.Papátienereservadosparamíun

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montóndeazotes,ytendréquevolveralcolegiolaprimerasemana.Estherlatranquilizó.—Novolveráseste trimestre,niprobablementeelpróximo,Judy.Tupadredice

que irás a algún sitio en compañía de alguno de tus hermanos hasta que terestablezcas;y,entrenosotros,veomuyimprobablequevuelvasalcolegio.

Una vez alejado ese temor, Judy mejoró mucho más deprisa y sorprendió aldoctorconsuenormepoderderecuperación.

A las tressemanasyaandabapor toda lacasa,delgadayojerosa,perootravezllenademaliciaydispuestaaseguirhaciendodelassuyas.Eldoctorsuspendiósusvisitas; dijo que hasta esemomento se había recuperado bien, pero que tenía quecambiardeambienteymarcharselejosdelairedelmar.

—Déjelacorrerlibrementeduranteunosmeses,Woolcot—leaconsejóasupadreensuúltimavisita—;tardaráalgúntiempoenquitarseestodeencimayenvolveraengordaryrecobrartodasuantiguaenergía.

—Deacuerdo,seiráinmediatamente—dijoelcapitán.No podía olvidar la impresión sufrida en el viejo desván cinco o seis semanas

antes, y habría estado de acuerdo con el doctor aunque le hubiera pedido que lamandaraaviviralSahara.

Elmédicolehabíadichoqueeldañopadecidoporsuspulmoneseramuyserio.—No diré que vaya a terminarmuriéndose de tuberculosis—había añadido—,

perosiempreexisteelpeligrodequesedéesatraicioneraenfermedadenestoscasos.Judyesindómitaeinquieta;parecedominadasiempreporunastremendasganasdevivir, y posee una capacidad para la alegría y el sufrimiento desconocida porcompleto por naturalezasmás tranquilas.Cuídela,Woolcot, y se convertirá en unaadmirablemujer.Sí,señor,seráunagranmujer.

Elcapitánsefumócuatrocigarrosenlasoledaddesudespachoantesdellegaradecidirquéeralomejorquepodíahacerpara«cuidarla».

Primero pensó enviarla durante algún tiempo a las montañas con Meg y lainstitutriz,peroentoncesselepresentabaelproblemadelasclasesdelosotrostres.Podríamandarlosalcolegioocontrataraotra institutriz,peroesosuponíaungastoconsiderable.

Eraevidentequelasniñasnopodíanirsolas,porqueMegacababadedemostrarquenoeramásqueunairresponsable,apesardesusdieciséisaños,yJudynecesitabaatención.Luego,recordóqueEsthertampocoteníabuenaspecto;Generalylosniñoserandemasiadotrabajoparaella;parecíaunasombradesímisma.Deberíamandarlaadescansar,yalniñotambién,porsupuesto.

Yotravezeldinero.Yotravezelrestodeloshermanos.YseacordódequelasvacacionesdeNavidadyanoestabanmuylejos.Quésería

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delacasaconPip,Buntyylasdosniñaspequeñascorriendosalvajemente,sinnadiequeimpusieraautoridad.Suspirandoprofundamente,aplastólacolilladelcigarroenlaalfombra.

En ese preciso instante, el cartero se acercó por el camino.Al pasar junto a laventana,miróhaciaarribaconunaampliasonrisaysaludócortésmente.Eracomosisupiera que en una de las cartas que llevaba estaba la solución al problema quesurcabadearrugaslafrentedelcapitán.

Éste sacaba un quinto cigarro de la caja, con la arruga de encima de la cejaizquierdacadavezmásprofundayundolordegotaqueleibaaobligarasoltarunaodospalabrasen«extranjero»,cuandollegóEstherconunasonrisaenlabocayunacartaenlamano.

—Es demamá—dijo—. Parece que Yarrahappini estámuy solo y quiere quevayaapasarunassemanasconGeneral.

—¡Ah!—dijoelcapitán.Laverdadesqueaquello resolveríaunade lasdificultades.Yarrahappiniestaba

muylejos,peroeraelantiguohogardeEsther,alquenohabíavueltodesdequesecasaron.Levendríamuybienparareponerse.

—¡Oh,yJudytambién!—¡Ah!—exclamóelcapitán.Dosdelasarrugasquesurcabansufrentedesaparecieroncomoporencanto.—YMeg,porquelecomentéqueúltimamenteestabamuypálida.Elcapitánvolvióadepositarelcigarroensucaja.Inclusoseleolvidóqueexistía

unaenfermedadllamadagota.—Lainvitaciónnopodríasermásoportuna—dijo—.Claroqueseacepta;nunca

hubiera encontrado una solución mejor, y el clima es excepcionalmente bueno ysaludable.Losotrosniñospueden…

—Y papá pide expresamente que vaya Pip, porque dice que es un chico muydivertido.

—La verdad, Esther, es que tus padres son unos filántropos. ¿La invitaciónincluyeaalguienmás?

—SóloaNell,BuntyyBaby.¡Ah!Ymamádicequenohacefaltaquetedigaquesealegrarámuchositepuedesescaparparairapasarallíunosdías.

—Lahospitalidaddeloscolonosesfamosaenelmundoentero,peroestosuperatodaslasmarcasprevias,Esther—elcapitánselevantóyseestiróconlasatisfaccióndel hombreque se acabade librar de unapesadilla—.Aceptado. Iréis todos.Ellossabránloquehacen,perometemoqueYarrahappiniseráunlugarmás triste,y tuspadresmásprudentes,antesdequeelmesseacabe.

Peronosepodíaniimaginarhastaquépunto.

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15 Trescientasmillasentren

LLENABANuncompartimientoentero.Realmentequedabaunasientolibre;perola gente, después de echarles una rápida ojeada, se mostraba poco dispuesta aocuparlo.

Ibanlossiete,ysóloEsther,conunablusarosa,unsombrerodemarineroyunaexpresióntanalegreytraviesacomoladelpropioPip,paracuidardeellos.

El capitánhabía ido adespedirlos, conPat para encargarsedel equipaje.Habíasacado los billetes: dos enteros paraEsther yMegy cuatromediosbilletes para elresto.ABabyno lehabíasacadonisiquieramedio,y lapequeñaestaba indignada,porqueconsiderabaqueerauninsultoparasuscuatroañosymedioviajarsinpagarcomohacíaGeneral.

A pesar de ello, el coste de aquellos pedacitos de cartulina habían conseguidomalhumoraralcapitán:sólolehabíandevueltodieciochopeniquesdelasdiezlibrasquehabíaentregado;peroesqueYarrahappiniestabacasialotroladodelmundo.

Invirtió los dieciocho peniques en comprar varios cuentos y revistas.Evidentemente,elcapitánnoteníademasiadabuenaopinióndelosgustosliterariosde su familia; a Esther le proporcionó una novelucha que tenía en la portada unadamavestidadeverdedesvanecidaenbrazosdeungalánconuntrajepúrpura,yaMegunejemplarde«LaRanaSaltarina»deMarkTwain,porqueúltimamentehabíaadvertidoensusojosciertoairedemelancolía.

Luego,lacampanasonóestruendosamente,seoyóunagudopitido,losmozosdecuerda salieron endesbandaday empezaron los adioses, tristes o alegres según loscasos.

En el andén había una mujer llorando desesperadamente, mientras una chica,asomada a la ventanilla de un vagón de segunda, la miraba con ojos tristes yapenados;habíauncolonodeteztostada,conzapatillasyunagorradetweed,paraelqueunviajedetrescientasmillaseracasitanhabitualcomocenar,yhabíaunjovenquehabíasidotrasladadoporunañopormotivoslaboralesymirabacómosumujerysuhijosedespedían,pensandoqueInglaterraaúnestabamáslejos.Habíaasimismovarios caballeros de espíritu deportivo, dispuestos a hacer un viaje de doscientasmillas para perseguir codornices y wallabys; y vagones repletos de señoras quevolvían a las tierras vírgenes después de su contacto anual o semestral con la

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sociedady lamodadeSydney;y estaban tambiénnuestrosprotagonistas, apiñadosjunto a la puerta y las dos ventanillas, sonriendo y dedicándole a su padre alegresadioses.

Cuandoeltrensepusoenmarchasoltandovaporaparatosamente,elcapitánnosedeprimiólomásmínimo.Laverdadesquebajóporelandénconairecasisatisfecho,comosilaperspectivadedosmesesdesolteríanodejaradetenersusalicientes.

Eran las seis ymedia de la tarde cuando salieron de Sydney, y no llegarían aCurlewis,queeralaestaciónmáspróximaaYarrahappini,hastacercadelascincodelamañana.Elpreciode las literas estaba fueradel alcancede lasposibilidadesdelcapitán,porqueeranmuchos,peroenlasredecillasparacolocar losbolsosdeviajehabía variasmantas dobladas y dos o tres almohadillas hinchables para hacermásllevaderaslasaburridashoras.Laideadeunviajetanlargoentrenhabíasidoacogidaconentusiasmopor losniños.Excepto Judy,ningunohabía estadonuncaamásdecuarenta o cincuenta millas de casa, y les parecía apasionante la idea de correr ycorrersinparartantoatravésdelaoscuridadcomoaplenaluzdeldía.

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Perobastanteantesdelasdiezseprodujouncambioensuestadodeánimo.Nelly Baby habían tenido una pelea porque las dos querían inflar las almohadillashinchablesyestabandemasiadocansadasymalhumoradasparahacerlaspaces.Pip,sinmotivoaparente,lehabíadadoaBuntyuncapóny,acambio,habíarecibidodospatadas.Judyteníaunterribledolordecabeza,yelruidonocontribuíaprecisamentea mitigarlo. Meg se había cansado de mirar a la oscuridad y preguntarse si Alanhabríanotadoqueyanoibaenelbarco.YelpobreGeneral,antelasirregularidadesdel trato que estaba recibiendo, llenaba con sus protestas, en formade estrepitososrugidos,lacargadaatmósfera.

Esther lo había cambiado y llamaba la atención con su camisón de franela decolor crema y su chaquetita de punto rosa. Durante media hora, había soportadoestoicamente que lo manosearan, le hicieran cosquillas y estuvieran a punto deahogarlo a fuerza de besos. Incluso había permitido que Nell le mordieserepetidamentelossonrosadosdeditosdelpieylecontaraunacantidadsorprendentede tonterías acerca de unos cerditos que iban al mercado y hacían otras cosasigualmenteabsurdas.

Apenashabíaprotestado,cuandosedesencadenóunapeleaporlaposesióndesupersonayBuntysehabíaagarradoa sucuerpo,mientrasNell tirabadesuspiernascontodassusfuerzas.

Pero, más tarde, cuando Esther le preparó una cama en uno de los asientos eintentóacostarlo,pensóqueseestabacometiendounainjusticiaconél.

En casa tenía una cuna con barrotes dorados a los pies que brillabanintermitentementecuandolamecían,nopodíaentenderporquéleprivabandeellayle obligaban a acostarse sobre una manta doblada en tres. Además, estabaacostumbradoaunatenueluz,uncuartosilenciosoyun«Ssss,ssss»deavisocuandoaalgunoseleolvidabaqueestabadurmiendoyhacíaelmásleveruido.

Allí era imposible apagar la luz, y todas aquellas ruidosas criaturas, de cuyasmanostantoteníaquesoportar,estabancasiencimadeél.

Así que se echó a llorar.Cuandovio que llorandono conseguía la cunade losbarrotesdoradosniloscascabelesquecolgabandelmosquitero,elevólavozendosnotasy,comoapesardeellosumadreselimitóadarleunaspalmaditasenlaespaldaparaconsolarlo,estallóenrugidoscompletamenteensordecedores.

Nell atrajo su atención con susbucles, pero el pequeño se agarró a ellos y tiróhastaquealapobreselesaltaronlaslágrimas.EstheryMeglecantaronnanashastaquedarse sin voz. Judy intentó pasearlo en brazos por el reducido espacio delcompartimiento, pero se ponía rígido y ella no tenía todavía suficiente fuerza parasujetarlo.Finalmente,agotado,sequedóprofundamentedormido,dejandoescapardevezencuandoungemidoounhipidodepena.

Luego, descubrieron a Bunty dormido en el suelo con la cabeza debajo de un

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asiento, y tuvieron que levantarlo y colocarlo en una postura más cómoda. Baby,sentadamuy tiesaenun rincón,cabeceabacomouna flor rosayblancaa laque lehubieradadomuchoelsol.

Una a una, las interminables horas iban pasando lentamente; el tren, con susenrojecidosojos,atravesabavelozmenteelsilenciosoydormidopaisaje,virandoenlas pronunciadas curvas, disminuyendo la velocidad en las zonas más abruptas,atravesandocomounaexhalaciónlasinterminablesyextensasllanuras.

Laoscuridaddejó paso a ungris oscuroquepoco a poco se fue haciendomáspálido,yentreelcieloyeltrenseextendieronmilesymilesderetoñosdeeucaliptos.Arribaresplandecióelsol,yelmundosevolviótersoysonrosadocomounniñoquese acababa de despertar. Luego, el gris volvió a reunirse, la temblorosa luz sedesvaneció y la lluvia, sacudida furiosamente por el viento que venía de lasmontañas, empezóa caer torrencialmente,golpeando lasventanillasque trepidabancon el traqueteo del tren. Y así, estrujados, soñolientos y abatidos, saltarondesordenadamente al andéndeCurlewis cuandodieron las cinco de lamañana.Alsentir el aire húmedo del amanecer, Judy empezó a toser y fue llevadaapresuradamentealasaladeespera,dondelaarroparonconunamantadeviaje.

Luego, descargaron los baúles y maletas y el tren volvió a partir velozmente.Cuando lo vieron alejarse, se quedarondesolados y desamparados.Noparecía quenadiehubieseidoarecogerlos.

Chapoteo de ruedas mojadas salpicando en los charcos, restallidos de látigos,repiqueteoacompasadodecascosdecaballos,y todossalieronde la saladeesperaparamirarhacialacarreteraporencimadelablancaempalizadadelavíaférrea.

Había una enorme tartana cubierta por una amplia lona amarillaimpermeabilizadaconalguienensuinterioraquiennoseveíayunacalesadelaquedescendióunhombreincreíblementealto.

—¡Papá!Esthersaliócorriendobajolalluvia.Rodeóconsusbrazoselcaladoimpermeable

ypermanecióasíduranteunoodosminutos.Quizáporesoteníaluegolasmejillastanhúmedasybrillantes.

—¡Esther,pequeña!—exclamóelhombre,ycasilalevantódelsueloparapoderbesarla,apesardequeMeglaconsiderabaalta.

Después,elhombrelesdijoqueseapresuraranasubiralastartanas,cincoenunaytresenotra.Todavíateníanpordelanteveinticincomillas.

—¿Cuándohabéis comidopor últimavez?—preguntó; lasmiradas abatidas delos chiquillos le partían el corazón—.Mamá os hamandado galletas y bocadillos,peronopodremostomarnadacalientehastaquelleguemosacasa.

Estherlecontestóquealasnueve,enNewcastle,peroqueestabatancalientequehabían tenidoquedejárselocasi todoparanoperderel tren.Loscaballos,azotados

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porloslátigos,corríanporlosembarradoscaminosaunavelocidadquePip,apesardesudebilidad,nopodíamenosdeadmirar.

Pero fue un viaje triste y pasado por agua y General no dejó de llorar ni unmomento,paradisgustodeEsther,pueseralaprimeravezquesupadreloveía.

Porfin,cuandotodoelmundohabíaempezadoapensarqueyahabíallegadoallímite de su paciencia, una cancela blanca rompió lamonotonía de las empapadasvallas.

—¡Otra vez en casa!—exclamóEsther alegremente, haciendo saltar aGeneralencimadesusrodillas.

—Soldadito mío, mamá se cayó de esa cancela cuando tenía tres años—dijomirándolaconafectomientrasPiplaabría.

Yotravezachapotearbajolalluvia;lasruedasgirabanahoraconcuidadoporqueelsueloestabacubiertodehojascaídasdelosárboles.

—Pero¿dóndeestálacasa?—preguntóBunty,asomándoseporencimadelbrazodePipsinvermásqueunainterminableextensióndeeucaliptos—.Creíquehabíasdichoqueyahabíamosllegado,Esther.

—Oh, lapuertaprincipalnoestá tancercade laverja comoen«Desorden»—contestóEsther.

Pasaronquinceminutos hasta quedivisaron las chimeneas; luego, tuvieronqueabrirotrapuerta.

Un camino de grava muy cuidado, macizos de flores rodeados por boj, unainfinidadderosalesquealegraronlosojosdeMeg,doscanchasbajolalluvia.

Y,porfin,lacasa.Loúnicoque se veía era unporche tan amplio comounahabitaciónnormal, y

tenía sofás, sillas y mesas esparcidas por todas partes, hamacas colgadas en losrinconesyunaglicinacuajadadegotasdelluviaquetrepabaporunodelosmuros.

—¡Oh!—dijoPip—.¡Oh,estoyentumecido!¡Eh!Pero¿quéhaces?PorqueEstherlehabíadejadoencimaaGeneraly,despuésdesaltardelatartana,

seprecipitóescalerasarriba.En el porche había una ancianamenuda con un enorme delantal anudado a la

cintura.Estherlaestrechóentresusbrazos,ysebesaronyabrazaronhastaquelasdosterminaronllorando.

—Mi niña… —sollozó la mujer, acariciando con manos temblorosas el peloempapadodeEstherysusmojadasmejillas.

Bunty,quehabíaseguidolospasosdeEsther,seechóareíralver ladiferenciaquehabíaentrelaestaturadesumadrastrayladelaanciana.

Esthercorrióhacia lacalesa, lequitóelniñoaPipy, subiendo rápidamente lasescalerasotravez,lodepositóenbrazosdesuabuela.

—¿Aqueestágordito?—dijoBunty,compartiendoelorgullodeEsther—;mira

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quépiernecitastiene.Laancianasesentóunosinstantesenlasillamásmojadaquepudoencontrarylo

estrechóentresusbrazos.Peroelpequeñocerrólosfríospuños,forcejeóporsoltarseyllamóagritosasu

madre.ElseñorHassal,quehabíaterminadoyadedescargarlascalesas,subiótambién.—¿No les vas a dar nada de desayunar, mamá? —dijo, y la pobre anciana,

disgustada,soltóasunieto,queestuvoapuntodecaersealsuelo.—¡Mira que soy tonta! —exclamó—. ¡Tanto pensar en ello, y aflora se me

olvida!Diezminutosmás tarde, se encontraban todos en el acogedor comedor, ya con

ropaseca,dispuestos,adevorarunestupendodesayuno.—¡Vaya hambre que tenía! —dijo Bunty con la boca llena de pan, mientras

descascarillaba su cuarto huevo sin perder de vista una fuente que teníamiel a unladoycremaalotro.

—Los platos de siempre —dijo Esther; levantó el suyo ya vacío y examinócuidadosamentelasrosasazulesquelodecoraban—.Ypensarquelaúltimavezquecomíenuno…

—Erasunahermosanovia—dijolaanciana—,ytodoelmundoestabapendientede cómo partías la tarta.Desde entonces, se han roto dos piezas…Sí,Hannah, lachica que vino después de Emily, hizo añicos la sopera y desportilló el asa delazucarero.

—¿Dónde estaba papá?—preguntóMeg, que estaba poblando de invitados lahabitación. El jamón y las chuletas, el pan, los huevos y los fruteros se habíanconvertidoenunatartablancadevariospisosadornadaconfloresplateadas.

—Exactamente ahí, donde está sentado Pip —dijo la señora Hassal—; estabaayudandoaEstherapartirlatartaconsupropiosable.Menudoagujerohicisteenelmantel,Esther,enmimejormanteldedamasco,aquelqueteníahojasdeenredadera,¿teacuerdas?Peroyalohezurcido,querida.

Babysehabíaderramadoelcaféencima,manchandodepasoaBunty,queestabaasulado.

Cansadaynerviosaportantoajetreo,seechóalloraryseescondiódebajodelamesa.Meglacogióenbrazos.

—Voyaacostarla—dijo—;estárendida.—Yotambién—dijoNell,dejandoenelplatounatortayaempezadayretirando

susilladelamesa—.Estoymuycansada.—Yyo—Buntysemetióenlabocadeunaveztodoloquelequedabaenelplato

yselevantó—.Además,tengocaféhastaenlasbotas.En el preciso momento en que el cielo empezaba a sonreír y a dispersar sus

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lagrimones,sefuerontodosadormir,dispuestosarecuperarlanocheperdida.Yeranlasseis,lahoradelté,cuandoelprimerodeellosabriólosojos.

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16 Yarrahappini

YARRAHAPPINIaplenosol,unsoldelosquehacenquelacolumnademercuriodeltermómetrosedisparehastalasalturas.Alolejos,enladistancia,habíaunalíneaazuladadecolinasyfrondososárboles.

Cercadelacasa,losárboleseranverdesyhermosos,ylasflores,unallamaradadecolor.

Pero la llanuraque se extendía enmedio eraparda.Pardahierba agostada, conalgunasocasionalesmanchasdeuncolorverdeapagado,salpicadadevezencuandoporvallas,queaumentabanenlaspequeñascolinasquerompíanlamonotoníadelallanuraydesaparecíanenlosdeclivesdeterrenodondelahierbaeratupidaycrecíanloshelechos.Lahaciendaconstabadeunapequeñacolectividaddecasitasenlacimadeunacolina.Unosañosantes,cuandoEsthernoeramayorqueelpropioGeneral,allí sólo había un tosco barracón de tablones y una o dos pequeñas cabañas demadera,utilizadascomodependencias.

Unbuendía,elseñorHassaltomólasriendas.Trabajómásquecualquieradelosganaderosqueestabanconél,ylaseñoraHassaldejódeladosuscostumbresdeniña,sus labores, su guitarra y sus acuarelas, y se puso a fregar, guisar y lavar comosiemprehanhecho lasmujeresde los colonos, hastaque elmercadode la lana lesproporcionótiemposmejores.

Y entonces, justo delante del barracón, se levantó una gran casa de piedra conparterres de flores.Hasta esemomento, lomás aristocrático que había crecido allíeran los geranios encarnados. Era una hermosa casa con numerosas salas,muchasventanasyunamplioporche.Lapequeñacasita roja servíadecocinaydormitorioparalasdosmujeresquetrabajabanconlosHassalyestabaunidaalagrandeporunagaleríacubierta.Nomuylejos,habíaunaviviendacondoshabitaciones,enlaquesealojaba el hijo de un barón inglés, quien, a cambio de setenta libras anuales y lamanutención, llevaba la contabilidad de Yarrahappini y se encargaba de lossuministros.

Algoalejadasdeaquellasviviendasselevantaban,adosadas,dosconstruccioneshechasdecortezadeárbol.EnunadeellasvivíaTettawonga,unencorvadoancianonegro que no hacía otra cosa que fumar y dar cada mañana su opinión sobre eltiempo.

Veinteañosatráscolaboróenelasentamientodelacasitaroja,quehabíallegado

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yaconstruidaenunacarretatiradaporbueyes.Quinceañosatrásmatóconuntomahawkaunodelosdossalteadoresdecaminos

que intentaron robar en Yarrahappini en ausencia de su dueño. Luego, llevó a laasustadaseñoraHassalyaEsther,queentonceseramuychiquitita,aunlugarseguro,yvolvióy leasestóalotrohombreungolpeen lacabezaque lemantuvoaturdidohastaquellególaayuda.

Conello, esevidenteque sehabíaganadoelderechoal alojamiento, lacomidadiariaylapipa,quenuncaselecaíadelaboca.

En la otra construcción vivían, cuando no estaban trabajando en algún lugarlejano,dosdelospeonesdelaplantación.

Cerca de la casa había un edificio alargado, de tablas, con una pesada puertacerradaconuncandado.

—Vamos a entrar—dijo Nell, atraída por el tamaño del candado—; parece lacasitadeltesorodeuncuento.¿Nopodemosentrar,abuelita?

Losseisniños,laseñoraHassal,aquientodosllamaban«abuelita»—cosaqueleencantaba—,yEstherconelpequeñoestabanrecorriendolasconstrucciones.

—Tienesque ir apreguntárseloal señorGillet—dijo la anciana—;él tiene lasllavesdelosalmacenes.Mirad,viveahí,enesacasitaquehaycercadeldepósito.Porfavor,preguntádseloconeducación.

—Es un caballero —le comentó a Esther en voz baja—, tan inteligente, tancorrecto.Sinobebieratanto…

Megy Judy sedirigieronhacia la casa seguidasporBaby,que corría tras ellastodolodeprisaqueselopermitíansuspiernas.

—Adelante—contestóunavozasullamada.Nerviosa, Meg vaciló momentáneamente, y alguien abrió la puerta. Era un

hombrealto,demacrado,conlosojostristeseinquietos,lascejasmuypobladasylabarbabiencuidada.

Judy ledijoque la señoraHassal lashabíamandadoapedir las llaves, si élnoteníaningúninconveniente.

Elhombrelespidióqueentraranysesentaranmientrasibaabuscarlas.ComoexpresaronconclaridadlosojosazulesdeMeg,éstasequedósorprendida

alavistadelahabitación,porquehabíaoídocomentarqueélsóloeraelencargadodel almacén. Había varias estanterías llenas de libros de Shakespeare, Browning,Shelley,RossettiyWillianMorrisydeotrosmuchosautoresqueellanoconocía,yenlasparedessepodíanvervariasfotografíascuidadosamenteenmarcadasyalgunosgrabadosconescenas inglesasycontinentales.Enunarinconerahabíaun jarróndeplatacincelada, llenodepasionarias.Lamesa,cubiertaporlosrestosdeldesayuno,eratanbonita,aunqueaescalareducida,comoladelacasagrande.

Elhombresaliódelahabitacióninteriorconlasllaves.

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—Temíaquesemehubieranperdido—dijo—:ladeenmedioabreelcandado,señoritaWoolcot;lagrandedelatónesladelosdepósitos,ylagrandedehierro,ladelaalacena.

—Muchasgracias,perometemoquelehemosinterrumpidoeldesayuno—dijoMeg,levantándoseyponiéndosecoloradaporquecreíaqueelhombresehabíadadocuentadesusorpresaalverlasestanterías.

ElseñorGilletlerestóimportanciaalasuntoymantuvolapuertaabiertaparaquesalieran mientras se inclinaba ligeramente con cortesía. Meg se preguntó perplejacómo un hombre así podía tratar con quintales de carne en conserva y enormesdepósitosdeharina.Cuandosemarcharon,elseñorGilletsequedómirándolas,oporlomenosaMeg,quellevabaunfrescovestidoveraniegodemuselinaconunaanchabandaazuleneltalleyunsombreroconunabrillantecintadesedaquelecaíahastalacintura.

Las larguiruchas piernas de Judy y la arrugada batista de su vestido no teníannadadepintoresco.

LaseñoraHassalabrióelcandadodelalmacén.Losniñosestallaronenuncorode«¡Ohs!»y«¡Ahs!».

Babynohabíavistoensuvidatantoazúcarjunto;porlaexpresiónquetenía,nolehabríaimportadonadaperdersedentrodelalmacénduranteunaodoshoras.

—¡Ypasas!Habíaunaenormecajademaderallenahastaelborde.Unascuarentalibras—dijolaseñoraHassalcuandolepreguntaron.

Bunty cogió apresuradamente un puñado y se lo metió en el bolsillo,aprovechandoquelosdemássehabíandetenidoamirarunamontañadevelas.

—Hechas en casa. Sí, sí, por supuesto, hijos —dijo la anciana—. No se meocurriríajamásutilizarvelascompradas,comotampocousaríajabóncomprado.

Les enseñó lasgrandesbarrasdeun tonoamarillopálido, fragantesyolorosas,destinadasalaseo.

Delasvigascolgabanapretadamentejamonesypaletillas.—Aquéllos sondecarnero—dijo la señoraHassal, señalandounaparte—.Los

reservoparalosganaderos.Pipquisosabersiaquellosvíveresduraríanmientrasvivieran.Habíasuficientes.

Pero se quedó atónito cuando oyó decir que cada seis meses había que llenar denuevoelalmacén.

—Hayentreveinteytreintahombresenlahacienda,incluidoslosguardasylosganaderos que trabajan en las distintas zonas de la propiedad; pero ese número seduplicacuandollegalaépocadeesquilaroseleccionarelganado,yesosincontarlosvagabundos que vienen a la caída del sol buscando un poco de comida y un sitiodondepasarlanoche.Escomoalimentaraunejército,hijosmíos—dijo—;yademástengoqueocuparmedetodosvosotros…,sobretododeBunty.

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Aldecirestoúltimo,susojillosgrisesmiraronalpequeño.—Siquieres,lasdejoensusitio—dijoBuntyenfurruñado,sacándosedelbolsillo

mediadocenadepasas—.Contodaslasquetienes,creíquenoteimportaría.Encasasólotenemosunbote.

La anciana le acarició la cabeza, abrió una caja y le llenó lasmanos de higossecosydátiles.

—¿Ytienesqueguisartodoslosdíasparatodosesoshombres?—preguntóMeg,dudandoquehubieraunhornosuficientementegrandeparahacerlo.

—Oh, no, querida—contestó la anciana—.No, no; cada uno se lo hace en supropia cabaña.Ni siquiera les damos el pan. Lo que sí les damos son raciones deharinaparaqueselohaganellosmismos.Tambiénlesproporcionamosunacantidadfijadecarne,té,azúcar,tabaco,velas,jabónydosotrescosasmás.

—¿Dónde guardáis la lana?—dijo Pip, que estaba por encima de ese tipo demenudencias—.Noveoningúncobertizoninadaparecido.

LaseñoraHassallecontóqueestabaaunamillariachueloarriba.Allísebañabaalasovejasyselastrasquilabacuandollegabalaestaciónadecuada.Perohacíatantocalorquenadie,nisiquieraPip,seanimóairaverlo.AsíquesefueronconelseñorHassalalosestablosdeladrilloydejaronalaabuelaconEsther,GeneralyBaby.

Dentro,habíatresocuatrocarruajes,peroloscaballosestabanfuera,enelcampo.Atravesaronelpotreroysubieronporlaladeradelacolina.Mediadocenadecaballoscontestaron al extraño silbido del señor Hassal; el resto eran criaturas indómitas,salvajes,que,ante lapresenciade lagente, sacudieronalaire lascrinesyhuyeron,internándoseentrelosárboles.

Pip, que presumía de entender de caballos, eligió uno gris que tenía las pataslargasylacabezapequeñayhermosa;parecíamuyveloz.Judyescogióunonegrodeojos inquietos y enrojecidos, pero el señor Hassal se lo negó porque tenía untemperamentomuy inestable, así que se tuvo que conformar con uno castaño queteníaelhocicosuavementesatinado.

Conunsusurro,paraquenopudieranoírloniPipniJudy,Megpidió«algomuytranquilo», y el señorHassal le dio un caballo que había tirado de la calesa de sumujer dieciocho años antes.Después, el padre deEsther les dijo que los animalesestaríanasuenteradisposiciónmientrasdurarasuestanciaenYarrahappini,peroque,si querían disfrutar del paseo, lo mejor sería que se limitaran a salir antes deldesayunoodespuésdelahoradelté;elrestodeldíahacíauncalorinsoportableparamontar a caballo. Nell estaba francamente decepcionada con las ovejas. Habíaesperado encontrarmontones de hermosas criaturas blancas como la nieve, que sedejaríanacariciar,ponerlacitosenelcuelloysacarapasear.

Lamañanadelsegundodía,Nellinspeccionódesdelacimadelacolinapotrerotraspotrero,perosóloviounamasamarrónquesemovíaconlentitudencadaunode

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ellos;bajócorriendoaplenaluzdelsolparaverlasdecerca.—¡Quévergüenza!—exclamócon losojos llenosde lágrimasalveraaquellas

criaturasgordasyfofasconlosvellonessuciosydescuidados.—Espera un poco, hija mía—le dijo el señor Hassal—; ya verás cuando les

demosunbaño.

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17 SeleccióndeganadoenYarrahappini

UNAnoche, Pip no pudo pegar ojo, pensando en la selección de ganado del díasiguiente.Comoeraunmuchachoparaelque lavariedadera la salde lavida, losprimerosdíashabíaestadovagabundeandopor lapropiedadenbuscadeunanuevaocupación. Al principio, había llegado a pensar que nunca se cansaría de cazarconejos. El señor Hassal le había dejado «la más preciosa de las escopetas» yTettawonga le había acompañado el primer día, si bien es cierto que se habíamostradobastantedesdeñosoanteelentusiasmoexpresadoporelmuchachodespuésdehabercazadodosconejos.

—PorBaal,disparar.Muchosconejosenmatorral,sevannorte,sevansur,sevantodaspartes.PorBaal,alambredepúas,porBaal,envenenar.¡Bah!

Pero Pip no se desanimó; por el contrario, pensó que le había hecho un granservicio al estado de Yarrahappini al librarle de aquellas dos criaturas marrones,suaves y veloces. Cuando llegó a casa, las exhibió con orgullo delante de sushermanas, sacóbrillo al arma,que estaba completamente limpia, y sepreparóparavolverasaliraldíasiguiente.

Cuandoloviopartir,Tettawongasequitólapipadelabocayseechóareírconunarisaqueseparecíaalcacareodeunagallinayqueno lehizoningunagraciaaPip.

—¡Mañanaymañanatambién!Conejocorrerápidamenteahora.Muchachovieneconescopetagrande,conejoseasusta,conejoseesconde…

Pipcomprendióaquellajerigonzalosuficientementebiencomoparasaberqueleestabatomandoelpelo,yledijoairadamente:

—Cállateydejadedecircosasraras.Luego,seechóalhombrolaescopeta,delaquenopodíaestarmásorgulloso,y

saltólacercadealambreconpúas,dispuestoaacabarconaquellosroedoresque,deotramanera,impediríanqueelseñorHassalsehicierarico.

Aquel día cazó cinco, cuatro el siguiente y siete el otro, pero después se fuecansandopoco a pocoy se dedicó a perseguir aves, que eramuchomás divertido,aunquemenospositivoparaelzurrón.

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Los días estaban colmados de emociones, y, de no ser por el intenso calor, lafelicidadhabríasidocompletaduranteaquelprimermesenYarrahappini.

¡Y,encima,laseleccióndeganado!Lamañanadelgranacontecimiento,eldesayunosesirviómuytemprano;hacia

las sieteymediaya casihabíanacabado,yPip, enfebrecidopor la impaciencia, ledecíaalseñorHassalqueestabasegurodequeselesibaahacertardeyseloibanaperder.

Judy había suplicado insistentemente que le permitieran asistir, pero todo elmundoestuvodeacuerdoenquenohabíanadaquehacer.Inclusosellegóaponerenduda que fuera prudente permitir que Pip se enfrentara al peligro que ibainseparablementeunidoa laseleccióndelganadosalvajequehabíasidoconducidohastaallídesdemuylejos.

Pero Pip había conseguido salirse con la suya, y se vistió de una forma tanadecuadaparalaocasión,queelseñorHassalnotuvocorazónparadecirlequeno.

Bajó a desayunar con una camisa de cosaco y un par de viejos pantalones deestameñaatadosalacinturaporunacorreadecuero,delaquecolgabaairosamenteun cuchillo de monte desenvainado y recién afilado. Por nada del mundo hubieraconsentidoenponerseunachaquetaencimaoenmeterelcuchilloensufunda.

Lasprimeras lucesdel día llegaron a las escalerasdel porche almismo tiempoqueelespléndidocaballodelseñorHassal.ElseñorGilletleesperabaya,montadoenuncaballoruanomuybienpreparado;llevabatreslátigosconempuñadura,doslargosyunterceromáscorto,queleofrecióaPip.

Lacaradelmuchachoseiluminó.—¡Hurra,Fizz!—gritó,levantándosedelasillademontaryblandiendoellátigo

porencimadesucabeza—.¿Nodaríascualquiercosaporcambiarteconmigo?Despuésclavólostalonesenlosflancosdelanimalydescendióagalopeporla

colina.Cabalgaronunamillaymediaantesde llegaralcorraldelganado,yallí fueel

delirio.El muchacho no tenía ni idea de dónde podían haber salido todos aquellos

hombres.Seríanunosveinteotreinta,ganaderos,esquiladores—desuconversaciónsedesprendíaqueno teníanempleo fijo—,dosaborígenes,ademásdeTettawonga,quepermanecíafumandoymirándolotodoconunaexpresiónplácidaysoñolienta,yotrospeonesdelrancho.

Enelprimercorralhabíaquinientascabezasdeganadoquehabíansidollevadashasta allí la noche anterior.Aquello parecía unmar de cuernos y colas agitadas alviento como látigos. Los animales tenían unas cornamentas grandes, abiertas, deaspectoterrorífico,conlasqueseembestíanfuriosamenteentresíalnopoderatacaralenemigocomún.

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Duranteunosinstantes,Pipnosesintióconfuerzasparaabandonarlaseguridadqueleproporcionabaellomodesucaballo.Elestruendodecuernosypezuñasylasviolentas acometidas de los desesperados animales a la valla eran tales, que no lehabríaextrañadonadaqueéstasehubieravenidoabajoencualquiermomento.

Pero todos los hombres se habían sentado ya en la parte superior del cercado,desde donde dominaban a los enloquecidos animales, así que no le quedó másremedioqueataraunárbollasbridasdelcaballoyprocedercautelosamenteaseguirsuejemplo.

AunarepentinaseñaldelseñorHassal,loshombresbajaronalinteriordelrecintoysesituaronlamitadaunladoyelrestoalotro.Suobjetivoeraconseguirqueunoodos centenares de reses entraran en un corral contiguo que tenía la puertacompletamenteabierta.Pipestabaasombradodelvalordeaquelloshombres.Porunmomento, el corazón le dio un vuelco al ver cómo, uno tras otro, los animalestratabandecargarcontraellos,peroelairesellenóconelchasquidodelospoderososlátigosylasvarasdelospeones,ylasresesfueronretrocediendohastaelcentroconelmorrochorreandosangre.

Luego, una enorme criatura negra, seguida por toda la manada, embistióviolentamentecontralapuertaconunrugidoqueparecióestremecertodalallanura.Conlavelocidaddeunrayo,loshombres,chillando,gritando,restallandoloslátigos,formaron una barrera detrás para empujar a los animales hacia adelante. Pip,completamente fuera de sí, gritó entusiasmado. Después, volvió a contener larespiración. El señor Hassal y uno de los muchachos negros se arrastraronsigilosamente hacia la puerta, por la que seguía entrando un tumultuoso mar decuernosy lomos.Trasunadocenadevigorososgolpesde losganaderos, el últimolíderretrocediómomentáneamente,frenandoalasresesqueloseguían.

Losdoshombresaprovecharonesemomentoparacorrerloscerrojos,yelganadoquedódivididoendos.

Otra vez dos filas de ganaderos, mugidos, sangre, cuernos, cuero, pezuñas yrestallidodelátigosenelaire,yentrecuarentaycincuentaresesquedaronencerradasenuntercercorral.Eraunlugarlargoyestrechoconunapuertaalfinalqueconducíaalaúltimadivisión.

PipseenterópormediodelseñorGilletdelobjetivodeestaselección:algunasdelasreseserancriaturascasiinservibles,quehabíansidoadjudicadasauncompradorporunpardelibrasporcabeza,sóloporloscuernos,lapielylacarnequesepudieraobtener de ellas. Otras, de primera calidad, eran gordas y estaban destinadas almataderoy almercadodeSydney.Lasúltimas eran animales espléndidos, degranvalorparalareproducciónoparaparticiparenconcursos,yhabíaquellevarlasauncercadodistinto.

Elhombrequeestabaen laúltimapuertahacía la seleccióndefinitiva.Armado

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conunavaragruesaycorta, ibadecidiendo,con lavelocidaddel rayo,aquéclasepertenecíacadaunodelosanimalesqueelrestodeloshombresibaempujandohaciaél.Un fuerte golpe en el hocico, una serie de rápidos toques entre los dos ojos, yhasta el más violento de los animales se precipitaba ciegamente hacia donde loshombresquerían.El trabajocontinuódurante todoeldía,ysólocuando lascálidassombrasdecolorpúrpuraempezaronacaersobrelallanura,loshombresaseguraronelúltimocerrojo,terminólabatallaylosanimalesquedaronencerradosenladivisióncorrespondiente.

Pipcomiósuficientecarneenconservaypancomopara reventar,bebiómás tédelquejamáshabíadispuestodeunasolavezentodossuscatorceañosdevida,sebalanceó en la silla de montar intentando imitar, con más o menos éxito, a loshombresmás veteranos, y pensó que si hubiera tenido una pipa negra, de aspectosiniestro, como la de Tettawonga y el resto de los ganaderos, habría sidocompletamentefeliz.Habríaalcanzadolamayoríadeedad.

LlegóacasarendidodecansancioyentretuvoasushermanasyaBuntyconunanarración muy expresiva de los acontecimientos del día, deteniéndoseminuciosamenteensuspropiasproezasyenlosmúltiplesydiversospeligrosdelosquehabíaconseguidoescapar.

Al día siguiente acompañó a caballo a Esther y Judy para ver la salida de lasreses.

Lo mejor del contingente, que el señor Hassal había querido separar pero novender,fuesacadoporlapuertayconducidoasusantiguosterrenosypastos.

Los «imperfectos», aproximadamente unos ciento cincuenta, conmedia docenade ganaderos montados en los mejores caballos del lugar, fueron liberados de suencierroenunestadodefrenéticadesesperación,reunidosyconducidosporlallanurahacia la carretera entre gritos y restallidos de látigos.Una o dos horas después sepusoencaminoellotedestinadoa«carne»,ylapazvolvióareinarenYarrahappini.

Durante aquellos dos días de agitación y entusiasmo, los niños decidieron susfuturasprofesiones;todas,porsupuesto,relacionadasconelcampo.

Pip sería ganadero, para dedicarse durante toda la vida a marcar reses yseleccionarganado;JudyseríasuayudanteyPipledejaríamontaracaballoyledaríaunlátigotanlargocomoelsuyo;aMeglegustaríacasarseconelcolonomásricodeAustralia y organizar cacerías y «cosas así» a las que invitaría al gobernador y alprimerministro, y dar bailes a los que asistiría gente de todas partes;Nell decidióque,cuandolellegaralahoradesentarlacabeza,sededicaríaahacerjabónyvelasblancasydecolores;Babypreferíatenerlaspraderasllenasdecorderitosquenuncacrecieran,quenoseconvirtieranenovejas.

ABuntynoterminabadeentusiasmarleningunadelasideas.—YoquierosercomoelseñorGillet—dijoconojossoñadores.

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—¡Bah!Yonadade librosninúmeros;dadmeun terreno llenodepastoyunoscuantosmilesdeovejas—dijoPip.

—¡Eso!¡Eso!—convinoJudy.—¡Soistontos!—dijoBuntyburlonamente—.ElseñorGillettienelasllavesdel

almacén…Acordaosdetodosloshigosypasasquehabía.

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18 ExcursiónaKrangi-Bahtoo

ESTHERhabía idoaunbaile,peronoconunvestidodeundelicado tonopastelconenormesmangasabullonadas,niconelesbeltoyhermosocuellodesnudobajoelchal,nihabíapasadodelaoscuridadaunaexplosióndelucesymúsicaalegre.

Habíaidoaplenaluzdeldíaconunafaldatosca,unacamisaazulyunsombrerodemarinero.

Debajodelasientodedelante,ocupadoporelseñorHassal,ibaunacajaconunmaravilloso vestido de seda color narciso con un delicado plisado de gasa. Estherllevaba también un abanico de plumas en una sombrerera encima de las rodillas,zapatos y medias del mismo color y unas enaguas inmaculadas, cuya sola visiónhacíansuspiraraMegdeseandosermayor.

PerotodavíafaltabamuchotiempoparaqueEstherselaspusiera.El baile iba a tener lugar a la nada desdeñable distancia de cincuenta y cinco

millas a campo traviesa, así que tuvo que ponerse en camino bastante pronto paratenertiemposuficientepara«emperejilarse»,comodecíaPip.

Losniños, comocompensaciónpornopodergozarde semejanteplacer, iban ahacerunaexcursiónmuypococorriente.

Enprimer lugar, el sitioelegidoestabaaunascatorcemillas;yen segundo,noiban a hacer el viaje en las tartanas habituales, ni en caballos, sino en una carretatiradapordocebueyesuncidosporyugos.

Uno de los jinetes fronterizos había comunicado que un magnífico eucalipto,conocido de siempre por King Korre, había sido derribado durante un furiosovendaval. El señor Hassal dijo inmediatamente que, aunque fuera difícil, debíantrasladarloparahacerunaespeciedepresaenelriachuelo,enKrangi-Bahtoo,lugarelegidoparalaexcursión.Elárbolderribadoyacíaaunasveintemillasdelrancho;demodoquesedispusoquelacarretallevaraalaexpediciónallugarescogido,aunascatorcemillas, fueraporel árbol,volvieraconél, lodepositara cercadel riachueloparalafuturaconstrucciónyrecogieraalosniñosantesdelacaídadelatarde.

Denohabertenidoqueacompañarasuhijaalbaile,elseñorHassalhabría idoconellosparaocuparsepersonalmentedetodo.Asíquepusolaenormecarretabajola responsabilidad de cuatro hombres, dándoles instrucciones precisas para que

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recogieranporelcaminoaotrosdospeonesquelesayudaríanenlatarea.Krangi-Bahtoo era el nombre dado al nacimiento del riachuelo, que había

horadado el terreno hasta convertirlo en una magnífica garganta entre escarpadasrocasycantosrodados,porlosquesaltabanloscangurosjugandoalesconditeconloscazadores.Habíaimponenteseucaliptosqueparecíanperderseenelcielo,quecubríatodocomoundosel.

Tettawonga les contó que el agua que caía había hecho una poza hermosa yprofunda,ydelicadoshelechos sehabían idodeslizandopocoapocoparaceñir sucontornoycrecíanespesasyvigorosaslaspalmeras.Lapolladeaguateníaenesosparajessucasa,elcisnenegroanidabaentrelostupidosjuncosyelpatosalvajesolíadibujar en el firmamento oscuros zigzags.Entre los árboles, el pájaro diamante, elpájarolira,elmartínpescadoryeltalegallallenabanelaireconsualgarabía,yaqueno música. Y la serpiente negra, la serpiente marrón y la víbora se deslizabansilenciosamenteentre lashojascaídasde losárboles,manteniéndose siemprealertaante los posibles intrusos. Por eso, se puso una condición a la excursión, tangenerosamenteprometida:

«Todo elmundo podría ir en la carreta tirada por los bueyes, pero tendría quequedarseenlapartesuperiordelagarganta,porque,sialgunoseaventurabaabajar,seríadevueltoinmediatamenteaSydney».

Losniñosprometieronobedecerfielmente.LaseñoraHassal,aunquemenudadetamaño,sabíamuybiencómohacerseobedecer.

Luego,prepararonunnúmeroincreíbledecestasrepletasdeexquisitosmanjares.TambiénfueelseñorGilletparadaralaexpediciónaparienciadeseriedadyestar

altantodequenadiecogieraunainsolación.Al subir a la carreta, donde ya le estaban esperando los siete, llevaba en un

bolsillounvolumendeHeineparahacerfrentealalargaypocohabitualjornada,ungruesolibrodeTennysonenelotroyunfajodeperiódicosinglesesdebajodelbrazo.

¿Lossiete?Puessí,lossiete.JudysehabíanegadoenredondoairsinGeneralyhabíaprometido«porsuvida»

nodejarqueleacecharaningúnpeligro.ElseñorGilletsequedóconsternadocuandoseenteródequeibanairtodos,sin

la sustracción de los más dispuestos a hacer travesuras o la adición de alguiencargado de autoridad que no fuera él mismo. Por un momento, desconfió de suspropiasfuerzasanteunasituaciónasí.

Judycaptósumiradadubitativa.—¿Estáustedrecitandopoesíasenvozbaja,señorGillet?—preguntó.—¿Yo?—dijomirándolaasombrado—.Claroqueno.¿Qué lehacepensareso,

Judy?—Lopuedooírcontodaclaridad—dijoJudy—.Susojosloestándiciendo,ylo

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dicesuorejaizquierdatambién,pornohablardelaspuntasdesusbigotes.—¡Judy!—lareprendióMeg,aquienalgohacíaestarextrañamentesilenciosa.El señorGillet fingió alarmarse.Cerró los ojos, se agarró la oreja y se tapó el

bigote.—¿Quépuedenestardiciendo?—dijo.

Ojaláyoestuvieradondequiero;entoncesnoestaríadondeestoy;perodondeestoyahoraesdondedebo;nopuedoirmeaotrositioynomevoy.

—Meg,megustaríaquedejarasdepisarmeelpie.Después de eso, incluso el señor Gillet se animó y se mostró más alegre y

comunicativo, para demostrar que se estaba divirtiendo y pasándolo bien, y losbueyes, contagiados por el desbordante entusiasmo de los que iban tras ellos,empezaronamoverseunpocomásdeprisaquelastortugas.Sinembargo,despuésdehabersearrastradocomounasdiezmillas,lalentamarchayelcalorquecaíaaplomoconsiguieroncalmarlosalgo.

—Meg,aqueleucaliptoplateadoquenotienehojasindicaquehemosllegadoya.Cómo se alegraron de poder, por fin, echar pie a tierra para desentumecerse y

estirarunpocolaspiernasylosbrazos.Anadieselehabríaocurridopensarqueunviajearrastradosporbueyespodíaconvertirseenalgotanmonótono,cansadoypocoprovechosocomoaquéltraslasdosprimerasmillas.

Luego,lacarretasiguiósucamino.—Sinovanunpocomásdeprisa,dudomuchoquepodamosestardevueltaantes

dequeelsolseponga—comentóelseñorGillet—;yaeslahoradecomer.Se encontraban en una extensa pradera que descendía abruptamente hasta la

gargantaylastierraspantanosas.A un lado, daba sombra una franja de enormes árboles; al otro, una cerca de

alambreconpúasindicabaqueaúnnohabíansalidodeYarrahappini.Unpocomásarriba, había una solitaria cabaña de corteza de árbol, en la que vivía uno de losganaderos.

Todosenbloquesubieronhastaallíparahablarconélantesdequeseunieraalrestodeloshombresyverdepasosucasapordentro.

Noeramásqueunapequeñahabitaciónconunachimeneadelaquecolgabanunasartén,unatetera,unatazayunacuchara.Enunrincónhabíauncamastroconunpardemantas azules,y enel centrode lahabitación,unamesademaderayuna silla.Encimadelhogarsepodíaverunatoscaalacena,hechaconunacajadejabón,queservíaparaguardarlosvíveresyprovisiones.Suspendidodeunclavodel techo,no

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muy alto, había un mosquitero, y las moscas que zumbaban a su alrededorevidenciaban que dentro había carne. Las paredes estaban empapeladas con variosejemplares de periódicos y revistas. Encima de la silla, donde lo había dejado supropietario,estabaunviejoDailyTelegraph.

Elhombreeratodaunasinfoníaenmarrón:marroneslosojos,hundidos;marrónelpelodeaspectopolvoriento;marrónlacuarteadapielquemadaporelsol;marrónladescuidadabarba,ymarroneslospantalonesdepanaylachaqueta.

Sinembargo,supipadearcillaestabanegra,comosillevarafumandoenellamásdeveinteaños.

—¿Nolegustaríavivirmáscercadelacasa?—lepreguntóMeg—.¿Noestáestodemasiadoaislado?

—Ni hablar—dijo el hombre marrón como si sólo hablara para su pipa y subarba.

—¿Quéhacecuandonoestáfuera?—quisosaberPip.—Fumar.—Pero¿porlasnochesylosdomingos?—Fumar—dijo.—YeldíadeNavidá,¿quéezloquehacez?—preguntóBaby.—Fumar—contestóunavezmás.Judysemoríadecuriosidadpor sabercuánto tiempo llevabaviviendoenaquel

reducido espacio, y todos se quedaron sin habla cuando le oyeron decir que,prácticamente,habíapasadoallílosúltimossieteaños.

—¿Ynoselehaolvidadohablar?—preguntóJudy,impresionada.Peroelhombrerespondió,siempredirigiéndoseasupipa,queestabaelgato.Baby,queyalohabíadescubiertobajolalatadegasolinaquehacíalasvecesde

cubo, había recibido tres arañazos. Marrón como su dueño, era delgado como unalambreyteníaunamiradahurañayunosorgullososbigotes;sinembargo,entrelosdoshabíaunafectodeaños.

El señorGillet le dijo que el señorHassal quería que fuera con el resto de loshombresylesayudaraatransportarelárbol.

Elhombresecalóhastalascejaselsombreromarrónysedirigióhacialacarreta,que,arrastrándoselentamenteporelpolvorientocamino,estabaapuntodealcanzarlacimadelacolina.

—Aguaentina,máscercaqueriachuelo—murmuróparaqueseenterarasupipaantesdepartir,y losniñosbuscaronelaljibey llenaronencantadossus teterasparateneraguadurantelacomida.

Lospollosypatosasadospor la señoraHassal estabanmuybuenos, aunque seachicharrabanenelplato,comosielsolquisieraterminardetostarlos.Lastartasdemanzanaylospastelesdealbaricoquedesaparecieronenunabrirycerrardeojos,y

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de lamacedoniade frutasque llevabanendos frascos con tapade roscanoquedóparacontarloniunasolacucharada.

El señor Gillet, atendiendo a una petición muy especial, había llevadoingredientesparahaceruna tortay,despuésdecomer, sedispusoaprepararlaparapodertenerlaalahoradelté.

—¡Quéasco!—exclamóJudy—.¡Sehaceasí!Yonoquieroniprobarlo.Laverdadesquefueelaboradaconunarapidezpasmosa.ElseñorGilletselimitóaecharenunplatounpocodeharinaquellevabaenuna

bolsa,añadió luegounapizcadesalyunpocodeagua;después, ledio formaa lamasayladejósobrelasbrasas,cubriéndolaconcenizas.

—¡Quéporquería!—exclamóNellarrugandolanariz.Perounavezquelamasaestuvococida,elseñorGilletlacogióy,conunsoplido,

lequitódeencimalascenizas…Y,¡ohsorpresa!,aparecióunpanligero,crujiente,blanquísimo.

Asíqueselocomieronytomaronnotamentalmenteparahacerloen«Desorden»entodasycadaunadelasexcursionesquehicieran.

Luego, llenaron los platos demanjares y los dejaron en la alacena del hombremarrón. Por su parte, el señor Gillet puso encima de la silla, junto al gato, losperiódicosinglesesquellevabayqueelhombreaúnnohabíaleído.

—EsteTelegraphesdehaceunmes—dijocondesaprobación,viendocómoMeglesonreíaporprimeravezaqueldía.

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19 Unacintaazulcelesteparaelpelo

LA razón por la que nuestra gentil y pálida Meg se había mostrado tan pocodispuesta a sonreír tenía que ver precisamente con aquel hombre que no les hacíacaso.

Duranteaquelmeshabíasurgidounacálidaamistadentrelamuchachadeaspectofrágil,quemirabaconsusserenosojosazulesunfuturoquepresentíahermoso,yelhombrecansadodelavida,quevolvíalavistaaunpasadotenebrosoynadaalegreporculpadesuspropioserrores.

ComoalaseñoraHassalnolegustabaquelasdosniñassealejaransolas,elseñorGillet lasacompañaba todos losdíasadarunpaseoacaballo. Judy raravez ibaalpasoyelcorceldeMegapenaspodíairamediogalope,asíqueelhombresesolíaquedarconlatímidaamazona.

—Merecuerdaustedaunahermanapequeñaquetuveyquemurióhacetiempo—lecomentóunavezaMegdespuésdeunalargaconversación—.Quizásiestuvieraviva,yonoseríatandespreciable.

Megsepusocolorada,yunamiradadevergüenzaseasomóasusojos.—Quizáeso le apeneahora—dijoMegconun susurroqueapenaspudooír el

hombre, y luego palideció ante su propio atrevimiento y se alejó cabalgando paraocultarsuturbación.

Enelcaminodevueltaacasa,aMegselecayólacintaazulcelestequeatabasudoradatrenza.ElseñorGilletdesmontódelcaballoylarecogió.Megalargólamanopararecuperarla,peroelhombredeshizoelnudoyselaenrollócuidadosamenteenlamuñeca.

—¿Puedoquedarmeconella?—preguntóenvozbaja—.Serámidivisa.Sémuybienloquesupone.

—Si usted quisiera…Si quisiera…—suspiróMeg.Y en ese precisomomentollegóJudygalopandoyvolvieronacasalostresjuntos.

TodofuefelicidadparaMegenloscalurososylargosdíasquesiguieronaaquellatarde.Paraunachicaqueempiezaavivirnopuedehabersentimientodeplacermáspuro ni más profundo que el que proporciona la sensación de estar influyendo

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positivamente en algún hombre omujermayor que ella, abrumado por la culpa ycansadodevivir.¡PobreMeg!Ensussueñosdecolorderosasehabíaimaginadoquesu protegido volvía a ser un hombre entre los hombres, a llevar la cabeza alta, aocupar su lugar enelmundo, a regresar a supaísy a reclamardesdeél a lanoblejoven que, en su desbordante fantasía, Meg se representaba esperándole. Y todoporqueella,MegWoolcot,habíaentradoensuvidaylehabíaseñaladoelcaminoaseguir.

Undía,mientrassemecíaenlahamacaquehabíaenlapartedeatrásdelporche,todossuscastillossevinieronabajoysufrióunduroyamargogolpe.

A través de una espesa mata de pasionaria que tenía a la espalda, pudo oír aTettawongahablandoconlacocinera.

—MarsaGilletestáotravezdejuerga—dijoriéndoseconelladodelabocaquenoteníaocupadoporlapipa.

Meg se incorporó horrorizada. Desde que estaba en Yarrahappini había oídoaquellafraseaplicadaademasiadoshombresdelranchoparanosaberquesereferíaaunaimprudenteytremendaborrachera.

—Nome extraña—dijo lamujer—, llevaba yamuchos días sobrio para poderresistirmás.Supongoquehabráintentadoaguantarhastaquesevayanlosinvitados,

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peronohapodido.¿Quiéntienelasllaves?—La señora Hassal —dijo Tettawonga—, tú ayudarla… ¡Por Baal! Los

almaceneshoy…¡ja,ja,ja!¡Asíqueaesoeraaloquesehabíadedicadolostresdíasquellevabasinverlo!

HabíaoídocomentarquesehabíadesplazadoaunranchovecinoparaarreglarunosasuntosdelseñorHassal,peronoselehabíaocurridoquepodíahacerunacosaasí.Elquintodía lohabíavistode lejosendosocasiones: saliendodel almacénconelmismo aspecto de siempre, aunque quizá ligeramente más encorvado, y fumandojuntoalapuertadesucasa.

Elsextodíafuelaexcursión.Megyano sepodía sentir tanalegreydespreocupadacomo losdemás,porque

tenía el corazón lastimado y su confianza en la naturaleza humana se habíaresquebrajado.

«¡Quédébil—pensaba—,quéindigno!».Todasucompasiónfuebarridadegolpeporlajuvenilindignaciónquelainvadía.Por lamañana, cuando se saludaron, se limitaron a intercambiar un apretón de

manos.Luego,duranteelviaje,Megsemostróconéldecididamentefría.Despuésdecomer,elgruposedispersó.JudycogióaGeneralyselollevóala

arboleda para que no tomara mucho sol; Pip y Bunty se dedicaron a cazarsaltamontes; Baby y Nell fueron a coger flores silvestres. Meg se arrodilló pararecogerlascucharasytenedoresymeterlacomidaquehabíasobradoenlascestas.Habíaqueevitarquesellenaradehormigas.

—Yoloharé…Ustedparecesofocada,Meg;siénteseadescansarunpoco—dijoelseñorGillet.

—Gracias,peroprefierohacerloyomisma—contestóMegconfrialdad.Lamuchacha no lemiró, pero la tensión de sus labios permitió saber al señor

Gilletquelaluzquebrillabaensusojosclaroseradedesprecio.El hombre no volvió a ofrecerse; se sentó y se dedicó a observar, con una

intraduciblemiradaenlosojos,cómolamuchacharecogíasuscosas.Cuandoyacasihabíaterminado,elseñorGilletsacóalgodelbolsillo.

—Tengo que devolvérsela —dijo, y le entregó la cinta azul cuidadosamentedoblada,aunquetodavíaconservabalasarrugaspordondehabíaestadoanudada.

Meglacogiósinlevantarlavista,laestrujóentresusmanosyselaguardóenelbolsillo.

—La verdad es que, a pesar de todo, confiaba en que me dijera que podíaquedarme con ella —dijo él—, sólo como un talismán para el futuro, pero suexpresión es demasiado severa para que pueda seguir alimentando cualquieresperanza,Meg.

—Sería tan inútilcomo lohasidohastaahora—contestóMeg inflexiblemente.

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Pero sus manos temblaban y envolvió juntos los restos de pato y una tarta demermelada.

—Entonces,¿nomedaotraoportunidad?—preguntóelseñorGillet.—No serviría de nada —repitió Meg, recogiendo sofocada los plátanos y las

naranjas.«No se da cuenta de lo mal que se ha portado, cree que debería perdonarle

inmediatamente»,pensó.El señor Gillet vació lentamente la tetera, le puso la ennegrecida tapa y la

envolvióenunperiódico.Luego,volvióamiraraMeg,y,unavezmás,laformaenqueelpelolecaíasobrelafrentelerecordóasuhermanapequeñayamuerta.

—Lesuplicoquemeladéotravez,Meg—imploró.Entre el corazón y la cabeza deMeg se desencadenó una pequeña batalla. El

primero, que era compasivo y caritativo, la incitaba a devolverle la cintainmediatamente;laúltimaledecíaquehabíaobradomalyqueteníaquedemostrarle,con suconducta, sudesaprobación, aunqueal final terminaraconcediéndole loquepedía.Yganólacabeza.

—Evidentemente, mi influencia no sirve para nada… Ese trozo de cinta noconseguiráquelascosasseandiferentesenelfuturo—dijoconfrialdad.

ElseñorGilletserecostóenelárbolybostezó,comosielasuntohubieradejadodeinteresarle.

—Bueno—dijo—,enmiopinión,tieneustedrazón.Megsesintiódesarmada.—Claro que, si realmente quiere la cinta, puede quedarse con ella—dijo con

altanería,sacándoladelbolsilloyofreciéndosela.Peroélnohizoningúnesfuerzoporcogerla.—Quédese con ella para ponérsela en el pelo, chiquilla—dijo—; después de

todo,creoquenoserviríaparanada.MegcontinuórecogiendolascosasconlasmejillasencendidasyelseñorGillet

llenólapipaysepusoafumar,mirándoladistraídamente.—Es extraño—comentómás comouna observación que dirigiéndose a ella—,

perolasmujeresdeaspectomásbondadososuelensercasisiemprelasmásseveras.Megabriólabocaparadeciralgo,peronoseleocurriónada,asíquelacerróotra

vezysepusoacontarlostenedoresdelaseñoraHassalporcuartavez.—Mepreguntosileimportaríaqueledieraunpequeñoconsejo,Meg,acambio

de losqueustedmehadadoamí—dijo.Sequitó lapipade labocay laexaminódetenidamente,comosiquisieradescifrarlainscripciónquehabíaniquelada.

—No,claroqueno.Megdepositóenelsueloelenvoltorioylemiróconojossorprendidosyserenos.—Dígameloquequiera,nomeimporta.

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ElseñorGilletseincorporóyempezóahablar,mientrasjugueteabaconunodesustirantes.

—Usted tienehermanos—dijo—.Algúndíapuedequealgunosedesvíeporelmalcamino…,porquesólolasmujerescomousted,Meg,ylosángelespuedenseguirsiempre la senda del bien. No sea demasiado severa con él. No se esfuerce enmostrarleladiferenciaentresuinocenciaysumaldad.Sedarácuentaélsolo,ynolegustaráquese lohaganotar. Intentesercomprensiva.Sea indulgente.Yasesentirásuficientemente desgraciado.Elmundo ya tiene su propia forma de demostrar quedesaprueba la conducta de una persona y una interminable lista de palabras dedesprecio…¿Creequenolasutilizarásidejamosensusmanoselmonopolio?

—¡Oh!—exclamóMeg.Tenía lasmejillas encendidasyde suvozhabíahuidotodadignidad.

ElseñorGilletabrochóeltiranteenelvacíoycontinuóenvozbaja:—ImagínesequePiphacealgomaloalgúndíayelmundolearrojapiedrashasta

machacarle. Y suponga que, sintiéndose desgraciado, busque refugio en sushermanas.YMeg,comolamaldadlerepugna,letiraunascuantaspiedrasmásparaqueeldolorleenseñeunalecciónquenoseleolvidejamás.PeroJudy,comoessuhermana y se encuentra en dificultades, le abraza y le anima, ayudándole aenfrentarse otra vez con elmundo sin dirigirle jamás una palabra o unamirada dereproche,pensandoqueyahatenidosuficiente.¿Cuáldelasdosinfluirámásenél?

Loslabiosdelamuchachatemblaron,ysusojosmiraronalsuelo,porque,siloshubieralevantado,laslágrimashabríancorridoporsusmejillas.

—¡Oh!—volvióaexclamar—.¡Oh,quétontahesido…!¡Oh!Meg se cubrió la cara con las manos porque las lágrimas que se le habían

acumuladoenlosojosletemblabanyaenlaspestañas.ElseñorGilletdejólapipayeltiranteylamirócompasivamente.

—Le doblo la edad, soy lo suficientemente viejo como para ser su padre.Meperdonaráquelehayadichotodoesto,¿verdad?Estabapensandoenmihermana,laquemurió.Teníatambiénotra,unañomayor,peroeramuysevera…,sólomedirigíuna vez a ella. Actualmente es una de las mejores mujeres de Inglaterra, pero laexpresióndesubocaesdura.Meg,nopodríasoportarlaideadequeustedsevolvieraasí.

Media docena de gruesos lagrimones habían caído sobre los tenedores. Meglloraba porque no podía resistir lo indigna que era. Primero fue Alan el que lareprendióhablándoledesuhermana,yahoraeraaquelhombre.

ElseñorGilletinterpretómalsusilencio.—Notengoderechoahablarleasí,porqueenmividahahabidodetodomenos

bondad,¿verdad,Meg?—dijoconunaenormetristeza.Megdejócaerlosbrazosdesamparada.

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—Oh, no, ¿cómo puede pensar eso? Lo que pasa es que soy indigna ydespreciable—revolvió en su bolsillo y sacó la cinta, y continuó diciendo—: ¿Laquiere usted otra vez? Oh, por favor, cójala, aunque sólo sea para que me sientamenosindigna.¡Porfavor,cójala!

Meglemiróconojosllorososysuplicantes,ofreciéndolelacinta.El señor Gillet la cogió, alisó las arrugas y la metió en uno de los libros que

llevabaenelbolsillo.—Dioslabendiga—dijo,yeltonodesuvozhizolloraraMeg.

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20 LapobreJudy

CRUZANDOlapraderaseacercabadandosaltosunapequeñafigura;eraJudyconsuvestidorosa,queselehabíaquedadopequeño,yelpeloporlacara.

—Está usted haciendo méritos para coger una insolación. ¿Dónde está susombrero,Judy?—lepreguntóelseñorGillet.

Judymoviólacabeza,echándosehaciaatráslaoscuramarañadepelo.—Lamentocomunicarles—dijo—queGeneralsemueredeganasporunplátano

yyomismaserémujermuertasinoquedannaranjas.Meg le acercó la bolsa de la fruta por encima delmantel e intentó ladearse el

sombreroparaquesusojosnoladelatasen.PeroJudyhabíavistodesdeelprincipiolashúmedaspestañasdesuhermana.—Sospecho que ha estado usted leyéndole esas estúpidas poesías y haciéndola

llorar—dijo, y miró con agresividad primero al señor Gillet y luego al libro quedescansabasobrelahierba—.Deberíadarlevergüenza.¡Miraquehacerunacosaasíenunaexcursión!Bueno,por lomenos,ha supuestounahorrodenaranjas, esunasuerte.

Cogiódelabolsamediadocenadelasmásgordasycuatroocincoplátanosysevolvióamarchardandosaltoshacialaarboleda,dondelaesperabaGeneral.

Cuando llegó con la fruta, se lo encontró apaciblemente sentado en el suelo.Escarbabaenlatierraysellevabalamanoalaboquitaroja.

Generallevantólosojosyledirigióunaencantadorasonrisa.—¡Niño!—exclamóJudy,precipitándosehaciaélconunodesusmejoressaltos

—.¡Niño!Lediomásdecincuentabesos;aveces,casiledolíaelcariñoquesentíaporaquel

pequeñogorditoyllenodechurretes.Luego,losentóensusrodillas,lequitótodalatierraquepudoylefrotólaboca

conelbordedelvestido.—Plátano—dijoelniño,forcejeandoporvolverabajarsealsuelo;Judylepeló

unhermosoplátanoyselopusoensurechonchamanita.General lepegóunmordiscoy estrujó el resto, encantadodeque los trozosde

plátanoseescurrieranentresusdedos.Luego,mientrasJudypelabasuquintanaranja,lerestregóelplátanoporelpeloy

lacara.

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Y,claro,Judytuvoqueregañarle,oporlomenosfingirquelohacía,loqueveníaaserlomismo.Luego,Generalleregañóaella,ylohizosinmiramientos.

Lagolpeóconunpalitoqueseencontró,lediovariospellizcosenlacara,letiródelpelo,lesaltóencimadelpechocuantasvecesquiso,ytodocontantaconvicciónyentusiasmoqueJudytuvoquereírse,aunquelehicieradaño.

—¿Pupa?—preguntóporfin.YJudyempezóallorarlastimeramente,setapólacaraconlasmanosysacudióloshombros.Luego,elpequeñolerodeóelcuelloconsus brazos y le dijo «Ju-Ju» con voz asustada, le pellizcó lasmejillas y le diomilbesosapasionados,llenándoladebabas,paraconsolarla.

Mástardejugaronaperseguirse.Generalsecayómásdeveintevecesalsuelo,seraspó las rodillas y lasmanos y se levantó tambaleándose, intentandomantener elequilibrio.

De repente, Judy se quedó quieta. Se le estaba metiendo una garrapata por lamuñeca.Sólolequedabanfueradelvestidolasdospatasdeatrás.Duranteunbuenratotiróytiródeellassinningúnéxito.Finalmente,elanimalsepartióendos,yJudytuvo que dejar una parte dentro para que la abuela y la gasolina se encargaran deextraérselacuandovolvieranacasa.

Habíadedicadounosdosotresminutosaladelicadaoperación,ycuandolevantólavistavioqueGeneralsehabíaalejadotodolodeprisaquelepermitíansuspiernas.Debíadecreerqueestabanjugandoaecharunacarrera.EnelprecisoinstanteenqueJudy salió apresuradamente tras él, el pequeño se volvió a mirarla con sus ojosrisueñosysucaratraviesa;pero,sobretodo,sucia.

Yluego…¡Diosmío!Estanpenosocontarlo…Hastaaquí,miplumahabíasidofelizescribiendo,¡pero

ahora!—¡Eh, granuja!—gritó Judy, fingiendo perseguirle. Después, el mundo entero

parecióalzarseanteella.Vio que caía un árbol, una de esas enormes criaturas marchitas y sin hojas.

Podrido hasta la médula, se había balanceado durante todo el día; pero, en esemomento,unaráfagadevientobarriólaexplanadayloderribó.Judylanzóungritodesgarradorysetiróalsuelo,extendiendolosbrazoshaciaelchiquilloque,sonrienteyfeliz,corríadirectamentehacialamuerte.

El estruendo sacudió los árboles que había alrededor; el propio aire parecióhacerseañicos.

Todosoyeronelpavorosogritoyelestrépitoquelosiguió.Cómo les temblaban las rodillas… Qué caras tan pálidas tenían cuando se

precipitaronhaciadondehabíasonadoelruido.Levantaronelenormetroncoplateadoconestríasderesinaseca.Judyestababoca

abajo,conlosbrazosextendidos.

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YdebajodeellaestabaGeneral,unpocoaturdidoysumamenteasombrado,perocompletamenteileso.

Meg lo abrazó durante unos instantes, pero luego lo depositó en el suelo y sereunióconlosdemásalrededordeJudy.

Qué pena daba ver la cabeza oscura, el cuerpo inmóvil dentro del vestido rosatotalmentearrugado,lasmanospequeñasydelgadasextendidas.

—Judy…—dijoPipconvozangustiadaysuplicante.Pero,portodarespuesta,oyóelrumordelvientoentrelascopasdelosárbolesy

lasagitadasrespiracionesdesushermanos.ElseñorGilletcomprendióque,exceptoél,nohabíanadiequepudierahacerse

cargodelasituación.AcompañadoporPip,sedirigióhacialacabañadelganadero,descolgólapuertadesusgoznesdecueroyvolvióconellacolinaabajo.

—Voyalevantarla—dijo;pasólosbrazospordebajodelcuerpodeJudyylaalzóconmucho,muchísimocuidado.Luego,ladepositósobrelapuertabocaarriba.

Judygimió…¡Oh,cómogimió!Pip, a quien el corazón le había dado un vuelco ante el primer signo de vida,

estuvoapuntodevolverselocoaloírlosquejidosdeagoníaqueseescapabandelabocadesuhermana.

Alzaronlaimprovisadacamillaylallevaronhastalapequeñacabañamarrónquehabíaenlacimadelacolina.

Luego,elseñorGillethablóconPipyMeg,queparecíanaturdidosyasustados.—Pasaránvariashorasantesdequepodamosconseguirayuda,yyasonlascinco

—dijo—. Pip, hay un doctor en Boolagri, a unas diez millas de camino. Ve abuscarle, vete corriendo. Yo volveré a la casa, Meg, aunque tardaré un regresarporque estamos a catorce millas. Traeré una tartana; incluso en el caso de quevolviera, la carreta tirada por bueyes es demasiado lenta e inestable. No deje devigilarla,deleaguasilapide…;nopuedehacernadamás.

—Seestámuriendo—dijoMeg—.¿Sevaamorir?El señor Gillet se detuvo a pensar en todo lo que podría pasar antes de que

pudieravolverconayudaynoseatrevióadejarlasinquelosupiera.—Creo que se ha roto la columna vertebral —dijo con calma—. Si es así,

significalamuerte.Pipbajócorriendoporelcaminoqueconducíaacasadeldoctor.Despuésdedarunpardeórdenes,elseñorGilletmiróaMeg.—Tododependedeusted;noseleocurravenirseabajo—dijo—.Nosemuevade

aquí,nolapierdadevista.Luego,sealejóhaciaelcamino.Megsaliócorriendotrasél.—¿Semoriráantesdequeustedvuelva,cuandoestéyosola?

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Susojoslemirabanaterrados.—¡SóloDioslosabe!—contestóelseñorGillet,ysediolavuelta.Eltenerquedejarsolaalajovenenunasituacióntanhorribleeramásdeloque

podíasoportar.—¡Dios mío, ayúdame!—imploró Meg, y volvió apresuradamente junto a su

hermana,sinmiraralcieloplomizo—.¡Ayúdame,Diosmío…!¡Ayúdame,ayúdame!

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21 Cuandoelsolsepuso

¡QUÉpuestadesol!Abajo,alpiede laverdecolina,habíauncielodecolorde fuego, salpicadode

nubes purpúreas que se agrupaban en lo alto, allí donde el esplendor del día quemoríaseencontrabaconelpálidoazul.Laoscuridadcayósobre losárboles,cuyasramas, extendidas e inmóviles, se recortaban sobre un fondo anaranjado.El vientodejódesoplar,yelaire,plomizoypesado,parecíaasustadodelextrañosilencioquereinabaenelmonte.

Y en la cima de la colina, justo en la puerta de la pequeña cabaña marrón,mirandoconojosmuyabiertoselhermosocielo,yacíaJudyapuntodemorir.Ahoraestabamuy tranquila, aunquehabía estado charlando sin parar demil y una cosas.Leshabíadichoquenoledolíaabsolutamentenada.

—Sólomemorirésimemueven—dijo.Meg permanecía a su lado, sentada en una pequeña elevación del terreno. No

habíaapartado lavistaniun instantede lacaraquereposabasobre laalmohadadeimpermeables,nihabíaabiertolospálidoslabiosparadecirnada.

Enelexterior,lassiluetasinmóvilesdelosbueyescontrastabanconelcielo.Judydijoqueparecíaelretratodeunosbueyesdisecados.Luegointentósonreír,peroMegledijo:«No»,yseretorciódedolor.

Dos de los hombres partieron con inútiles mensajes de ayuda. Los demás semanteníanalejados,conversandoenvozbaja.

Nopodíanhacernada;elhombremarrónestuvohablando,cosaextrañaenél.TranquilizóaGeneralhastaquesedurmió,yentoncesloacostóenelcamastroy

loarropóconlamantaazul.Luego,preparótémuycargadoylespidióalosniños,conlágrimasenlosojos,quebebiesenunpoco.Peroningunoquiso.Babysehabíaquedadodormidaenelsuelo,abrazadacontodassusfuerzasalasbotasconcordonesdeJudy.

Bunty estaba de pie, detrás de la improvisada camilla, con una expresión deasombrodibujadaensupálidorostro.TeníalosojosclavadosenelpelodeJudy.Nose atrevía a mirar su rostro, por miedo a lo que pudiera encontrar en él. Nell noparabademoverse…Sedirigía hacia la valla para escudriñar desde allí el caminosobre el que caían pesadamente las sombras de la noche o se precipitaba hacia la

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partedeatrásdelacabaña,repitiendoinsistentemente:«Hazquesepongabien,Diosmío.Diosmío,hazquesepongabien,hazquesepongabien.Oh,¿porquénohacesquesepongabien?».

Lassombrasque rodeaban lapequeñacabañaerancadavezmásprofundas, lassiluetas de los bueyes se habían desvanecido y, al otro lado de la luz, sólo sevislumbrabaunainformemasaoscura.Aunquetodavíaquedabanalgunasfranjasdeun amarillo intenso, el fuego se iba apagando detrás de los árboles. La llameanteesferadel sol sehabíaocultado tras losconfinesdelmundo,yundelicadovelodecolorpúrpuracayósobrelatierra.

Una estridente nota rompió el silencio, salvaje, lúgubre, sobrenatural.Enderezándose,Megseestremeció.LafrentedeJudysecubriódesudor,susojossedilataron,suslabiostemblaron.

—Meg—dijoconunsusurroquecortóelaire—.¡Oh,Meg,tengomiedo!¡Tengotantomiedo!

—¡Diosmío!—exclamóelcorazóndeMeg.—Meg,rezaalgo.Meg,ayúdame,miralaoscuridad,Meg.Meg,nopuedomorir.

Oh,¿porquénovienenya?Nell corrió hacia la valla una vez más; luego, volvió a suplicar: «Haz que se

pongabien,Diosmío…¡Oh,porfavor,Diosmío!»—Meg,nosemeocurrenadaquerezar.¿Porquénorezastúalgo,Meg?Había

variasocasionesparaelmomentode lamuerteenelmisal…,peronomeacuerdo.Rezaalgo,Meg.

Megmovióloslabios,peronosaliódeellosniunasolapalabra.—Meg, ¡estoymuy asustada! Sólo seme ocurre «Gracias por lo que vamos a

recibir»,peroesoesparadargracias,¿no?TampocohaynadaquepuedaservirenelPadrenuestro.Ojaláhubiéramosidoalacatequesis,Meg.Miralaoscuridad,Meg;oh,Meg,damelamano.

—Enelcielono…no…nohabráoscuridad—dijeronloslabiosdeMeg.Cuandoporfinpudieronhablar,sólosaliódeellosunafraseindecisa,estereotipada.

—Aunque sea de oro y diamantes, no quiero ir—Judy estaba llorando—.Oh,Meg,¡quierovivir!¿Atitegustaríamorirteconsólotreceaños,Meg?Piensaenlosolaquevoyaestarsintodosvosotros.Meg,Pip,Baby,Nell.

Laslágrimascorríanporsusmejillas;supechosubíaybajabaafanosamente.—¡Oh,Meg,rezaalgo…,salmos…,nosé…,cualquiercosa!MediolibrodesalmosantiguosymodernosdesfilóporlacabezadeMeg.¿Cuál

de todosaquellossalmospodría llevarunpocodepazaaquellosenfebrecidosojosquenodejabandemirarlaasustadosysuplicantes?

Yabriólaboca:

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VenidaMílosqueestáisfatigadosyYoosdaréreposo.¡Oh,bendito…!

—Noestoycansada,noquierodescansar—dijoJudyconimpaciencia.Megvolvióaintentarlo:

Padremío,mientrasandoerrabundoporlosfríosylóbregoscaminosdeestemundo,quemicorazónsepadecirteenloprofundo:hágasetuvoluntad.

—Eso es para la gentemayor—dijo Judy con voz cansada—.No creo queÉlesperequeyoledigaunacosaasí.

Derepente,Megseacordódelmáshermosode todos lossalmosy lo recitódeprincipioafinsinquelavozlefallara:

Permanececonmigo,quelatinieblacreceylatardedeclina;conmigopermanece.Sihuyetodoconsuelo,sifallatodoamigo,Señor,séTúmiauxilio;permanececonmigo.Sobremisojosciegostraza,Señor,tucruz,hazbrillarenminocheturefulgenteluz.Lassombrassedisipan.Tudíayaamanece.Enlavida,enlamuerte,conmigopermanece.

—¡Oh!,y,Judy,semeolvidaba:allíestámamá.Noestarássola.¿Teacuerdasdesusojos,Judy?

Judysequedó tranquila, cadavezmás tranquila.Cerró losojosparanover lassombrasquesecerníanasualrededor.

Meglaabrazóyapoyóunamejillaensufrente;Nell lecogiólasmanos;Baby,lospies;Buntyposócondelicadezaloslabiosensupelo.Yasílaacompañaronhaciael Gran Valle, donde no hay luces, ni siquiera para alumbrar los indecisos pasosinfantiles.

Lassombraseranfríasyafligíansuscorazones;sentíanensusfrentesunabrisaprocedentedeunextrañomar;perosóloaquellaqueibaacruzarlooíaelrumordelas

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olas.Enelprecisomomentoenquesuspiestocabanelagua,aparecióenlapuertauna

figura.—¡Judy!—exclamópatéticamente;yPip,abriéndosepasoentresushermanos,se

arrodillóasulado.—¡Judy,Judy,Judy!La luzvolvióabrillaren losojosdeJudy.Sus labiosexangües lebesaronuna,

dosveces;luego,lediolasdosmanosparaqueselascogierayleofreciósuúltimasonrisa.

Después,elvientosoplósobretodosellosy,conunleveestremecimiento,Judysealejódepuntillas.

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22 Yúltimo

REGRESARON todos a casa: los seis niños y Esther, quien, a partir de esemomento,sevolviómássilenciosa,másmelancólica,debidoalprecioquesehabíapagado por la vida de su hijo. Hasta el mismo aire de Yarrahappini parecíaabrumarlosyoprimirsuscorazones.

Poreso,cuandoelcapitán,quehabíallegadoapresuradamentealconocereltristefindesuhija,lespreguntóquesilesgustaríavolveracasa,todosdijeronquesí.

Habíaunaexplanadacubiertadehierbaenlacimadeunacolina,justodetrásdela casa, y un grupo de árboles de un tono verde oscuro entonces pero flexibles yaureoladosdeamarillocuandollegabalaprimavera.

Allí dejaron a la pobre Judy; el señorHassal había cercado el terreno con unavallablancaalta;lapequeñasepulturaocupabaunumbríorincón.

Ellugarparecíaeldiminutocementeriodeunpaísinfantil,enelquesólosehabíaproducidounamuerte.

Ounpequeñojardínconunarriatedeflores.AMeg leencantóqueel túmuloestuvieseorientadoalesteporqueasíelsolse

ocultaríatrasél.Cuandovivía,Judynopodíasoportarlossolesnaranjas,púrpurasodeunamarillointenso.Perocuandoelsolaparecíadelicadamenteporeleste,laluzse difuminaba por todo el cielo en suaves rosas, temblorosos azules y brillantesgrises,jamásenrayasdeunamarillointenso,quehacíanquelosojosescocieranysellenarandelágrimas.

Elúltimodía,cuandofueronadespedirse,lalunabañabalasepulturayledabaunaspectopálidoybrillante.

Arrancaronunoodospuñadosdecésped,ysedieronlavuelta.Nollorónadie.Lablanca quietud de la lejana luna, las pálidas estrellas suspendidas en el cielo y laligera brisa que acariciaba el brezo retuvieron sus lágrimas hasta que cerraron lapuertatrasellos,ydejaronaJudysolaenmediodelapazdelacolina.

Después, volvieron a «Desorden» para recoger cada uno de ellos el hilo de suvidaycontinuarconlatramaque,graciasaDios,hayquetejerdíaadía,yaquesinoloscorazonessepartiríansinmás.

Meghabíamadurado;jamásvolveríaasertancándidacomolohabíasidoantesdequeaquellaencendidapuestadesolseclavaraensualmaparasiempre.

En sus ojos brillaba una luz más profunda. Había llorado tanto, que el llanto

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derramado terminó por enfocar su visión de la vida y la hizo más auténtica, mástrascendental.

El primer domingodespuésde suvuelta,Nell y ella fueron a la iglesia.Aldithestabaunoscuantosbancosmásallá,tanfrívolacomosiempre.LlevabaunllamativovestidoydirigíaalosCourtneyyalosGraham,queestabansentadosdetrás,sonrisasymiradascoquetas.

¡Cuánto se había alejadoMegde su antigua amiga!Parecía que habían pasadosiglos desde la época en que lo único que le preocupaba era la última moda enaccesoriosparasombreros,elvuelodelasfaldas«sombrilla»yelmejorremedioparaconservar las manos blancas. Siglos desde que había arrastrado a flirtear a aqueltemblorosoaprendizdehombre.Siglos,casi,desdequehabíaregaladolacintaazul,queestabahaciendomásbiendelqueellapensaba,enYarrahappini.

Alanlamiródesdesubanco…:lagrácilfiguravestidadenegro,eldoradopelorecogido en una trenza que ya no semolestaba en rizar por las puntas, la sumisainclinacióndesusjuvenileslabios,lamelancólicatristezadesusojosazules.Apenaspudoreconocerenellaalaalocadachiquillaquehabíaescritoaquellanotaysehabíaescapadosigilosamenteparareunirseconsudesgarbadohermanomenor.

Cuandoeloficioreligiosoterminó,leestrechólamano;lahumedaddesusojosgrisessuplióelramilletedepalabrasdesimpatíaqueintentabadecir.

—Seamossiempreamigos,Meg—dijocuandose separaron juntoa laverjade«Desorden».

—Sí,seámoslo—contestóella.Yaquellafirmeyfrancaamistadseconvirtióenalgomuyhermosoensusvidas,

fortaleciendoaMegyhaciendomássociablealmuchacho.Pip recobró una vez más su espíritu risueño y animoso, como sucede con los

chicosmásencantadoresgraciasasus jóvenescorazones;perosolíacaerdevezencuandoenrepentinosestadosdepresivosydesaparecíasúbitamenteenmediodeunpartidodecriquet,oselevantabadelamesacuandoelruidoeramásensordecedor.

Bunty tenía lacara tanchurretosacomosiemprey lasmanos, si cabe,aúnmássucias,porquelehabíadadopordedicarsealamecánicaysepasabaeltiempolibrefabricandomáquinastipográficas—comolasllamabaél—yterriblesymaravillososmotores.Paraelloaprovechabalosrestosdeunaantiguaestufayvariospucherosysartenesoxidadosrescatadosdelabasura.

Pero ya no decía tantas mentiras; aquella triste puesta de sol había penetradoinclusoensujovencorazón,ycadavezquesesentíatentadoadecir«Yonohesido,yonohesido,laculpanohasidomía»aparecíaanteéllamarañaderizososcurosdeJudyigualqueaquellanocheenquenoseatrevíaaapartarsusojosdeella.

TodalaatencióndeBabyestabacentradaensuspiernas,porquehabíapasadodellevarcalcetinesallevarmedias,ytodoelquerecuerdeloquesupusoesecambioen

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su propia vida comprenderá la importancia que tenía el acontecimiento para lachiquilla.

Nell crecía cada díamás guapa; Pip tenía que esforzarsemucho para tratar deimpedirquesevolvierapresumida.Silasrecomendacionesyburlasfraternasservíanparaalgo,seríatanpocovanidosacomosituvieraelpelorojoylanarizganchuda.

Estherdecíaqueojalápudieracomprarenalgunaparteunoscuantosañosdemás,unaexpresiónmás severay respetabilidadengrandescantidades.De ser así, quizáhabríaalgunaposibilidaddeque«Desorden»recuperaraelpocoemocionantenombrede«LaCasadelRío»,queeracomosellamabaenrealidad.

Pero,extrañamente,nadiesehizoecodesudeseo.Elcapitányanuncavolvióa fumarenelporchede la fachada lateral:cadavez

queveíaeldescuidadojardín,seacordabadelapequeñafiguraque,conuntrajerosayunsombrerollenodeagujeros,sededicabaasegarelcéspedconentusiasmobajolacegadora luzdel sol.LamuertedeJudyhizoasusseishijosmásqueridosparasucorazón,aunquetampocolesdemostrósucariñomuchomásquehastaentonces.

Generalestabacadadíamásrechonchoyencantador.Noesningunaexageracióndecir que todos le adoraban y mimaban, porque el don de la vida le había sidoconcedidodosveces,yenlasegundaocasiónhabíasidounregalodeJudyyera,portanto,inapreciable.

Duranteestosdosúltimoscapítulosmiplumasehamovidosobreelpapellentayfatigosamente;seniegaacorrerligeraylibrecomoantes,asíquetendréquedejarla,oacabaréporponertetriste.

Algúndía, dentro de unos años, te volveré a contar, si te interesa, cosas demifamiliaaustraliana.

Hastaentonces,adiósybuenasuerte.

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Notas

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[1]Juegoinglésenelqueseutilizanunapelotapequeñayunbatedecincuentayseiscentímetrosdelargo.(N.T.)<<

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