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Catequesis para adultos Día del Seminario 2015 Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?

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Catequesis para adultos

Día del Seminario 2015

Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?

© Editorial EDICE Añastro, 1 28033 Madrid Tlf.: 91 343 97 92 [email protected]

Depósito legal: M-3480-2015

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Introducción

Sor Juana de la Cruz, abadesa de las descalzas reales de Ma-drid, cuando conoció a santa Teresa en 1569, dijo a sus monjas: «Bendito sea Dios, que nos ha permitido ver una santa a quien todas podemos imitar, que come, duerme y habla como nosotras y anda sin ceremonias». Y esa es ciertamente la santa Teresa que contem-plamos hoy. Una mujer peregrina hacia el corazón de Dios.

El 28 de marzo Teresa de Ávila, santa Teresa de Jesús, va cumplir 500 años. Y la santa sigue viva. Esa gran mujer, santa, fun-dadora, doctora de la Iglesia, que en sus escritos nos cuenta su ex-periencia de Dios. Y lo que nos dijo Teresa ayer nos lo dice también hoy.

Y sin duda que al leer sus escritos nos sentiremos cercanos a ella en sus luchas, en sus pecados, en el mundo de la familia, en su mundo de amor y en el trato con el Señor y con la gente. La gue-rra del amor. Y en esa guerra gana Jesús y gana Teresa. Escribe en Exclamaciones del alma a Dios: «¿Por qué yo a mi Amado? Vos, mi verdadero Amador, comenzáis esta guerra de amor» (16, 2).

La imagen del Día del Seminario de este año, Jesús lavando los pies a sus discípulos, nos lleva a ese amor que tuvo santa Teresa hacia los hermanos. Olvido de sí misma y entregada al amor de los hermanos desde la humildad. «Antes que diga de lo interior, que es la oración, diré algunas cosas que son necesarias tener las que pre-tenden llevar camino de oración» (Camino 4, 3). «No penséis, ami-gas y hermanas mías, que serán muchas las cosas que os encargaré,

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porque plega al Señor hagamos las que nuestros santos padres or-denaron y guardaron, que por este camino merecieron este nombre. Yerro sería buscar otro ni deprenderle de nadie. Solas tres me exten-deré en declarar, que son de la misma Constitución, porque importa mucho entendamos lo muy mucho que nos va en guardarlas para tener la paz que tanto nos encomendó el Señor, interior y exterior-mente: la una es amor verdadera humildad, que aunque la digo a la postre, es la principal y las abraza todas» (Camino 4, 4).

«Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?», es un grito de amor para hacer la voluntad que nace de sentirse muy amada. Qué bonito es-longan en el Día del Seminario, en que vemos a los seminaristas caminado hacia el servicio de amor en el sacerdocio. Hombres que desde la libertad dicen que “sí” al Señor.

El papa Francisco nos regala unos pensamientos llenos de Evangelio y de Teresa sobre cómo vivir el V Centenario del naci-miento de santa Teresa. Un mensaje lleno esperanza. Un mensaje que nos esponja el corazón (Carta al obispo de Ávila, 15.X.2014).

Santa Teresa amaba profundamente a los sacerdotes. En Ca-mino 5, urge a sus hermanas a orar por los sacerdotes. Y a lo largo de su vida vemos que se rodea de sacerdotes, y entre ellos un gran grupo de clérigos. Sin esos clérigos Teresa no hubiera sido la misma. Los amaba y daba la vida por ellos. Y nunca dudaba en defenderlos. «Si veía a alguno predicar con espíritu y bien, le cobraba amor par-ticular» (V 7, 12). Sabía el valor de su misa y la validez de la consa-gración, «aunque esté en pecado el sacerdote» (V 38, 23).

Pero Teresa también nos da un pequeño regaño: «Hasta los predicadores van ordenando sus sermones para no descontentar». Buena intención tendrán y la obra lo será; mas ¡así se enmiendan pocos! Mas ¿cómo no son muchos los que por los sermones dejan

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los vicios públicos? ¿Sabe qué me parece? Porque tienen mucho seso los que los predican» (Vida 16, 7).

Y antes de adentrarnos en los puntos de esta reflexión es bue-no que nos preguntemos:

1. ¿Estoy dispuesto a lavar los pies a mis hermanos?

2. ¿Amo a los sacerdotes y a los seminaristas?

3. ¿ Me siento responsable de mi seminario?

1) Teresa y la Palabra de Dios

«Siempre yo he sido muy aficionada y me han recogido más las palabras de los evangelios que libros muy concertados» (Camino 21, 4).

«Dice la excelencia de esta oración del paternóster, y cómo hallaremos de muchas maneras consolación en ella. Es cosa para alabar mucho al Señor cuán subida en perfecciones esta oración evangelical, bien como ordenada de tan buen Maestro, y así pode-mos, hijas, cada una tomarla a su propósito. Espántame ver que en tan pocas palabras está toda la contemplación y perfección encerra-da, que parece no hemos menester otro libro sino estudiar en este» (Camino 37, 1).

Teresa se siente muy apenada cuando retiran los libros en ro-mance y es entonces cuando Jesús le dice en su gesto habitual de amor a Teresa: «Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por dejarlos en latín. Me dijo el Señor: no tengas pena, que Yo te daré libro vivo. Yo no podía entender por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones. Después,

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desde a bien pocos días, lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que veía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros; Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades» (Vida 26, 5).

De esta Palabra, de estos encuentros con la Humanidad de Cristo de la que era aficionada, nace el «¿Señor, qué mandáis hacer de mí?». Nace el cumplimiento por amor de la voluntad de Dios. La poesía «Vuestra sois para vos nací, qué mandáis hacer de mí» es un canto a la entrega de seguir al Señor:

«Veis aquí mi corazón,yo le pongo en vuestra palma:mi cuerpo, mi vida y alma,

mis entrañas y afición.Dulce Esposo y Redención pues por vuestra me ofrecí.

¿Qué mandáis hacer de mí?».

Esta poesía es una profunda oración de Teresa al Amor que la ha ganado. Y Teresa se abandona a la voluntad de Dios. Y ese vivir la voluntad de Dios es lo que empuja a Teresa en sus peregrinacio-nes de fundadora y en sus peregrinaciones al fondo de su corazón. El gran deseo de Teresa es hacer la voluntad de ese buen Dios.

El capítulo 32 de Camino de Perfección es muy interesante para ver lo que Teresa nos dice en el comentario al padrenuestro sobre el «Hágase tu voluntad». Nos fijamos en el número 4 que no tiene desperdicio para vivirlo hoy como laicos adultos: «Ahora quiérolo llevar por otra vía. Mirad, hijas: ello se ha de cumplir, que queramos o no, y se ha de hacer su voluntad en el cielo y en la tierra; creed-me, tomad mi parecer, y haced de la necesidad virtud. ¡Oh, Señor mío, qué gran regalo es este para mí, que no dejaseis en querer tan

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ruin como el mío el cumplirse vuestra voluntad! Bendito seáis por siempre y alaben os todas las cosas. Sea glorificado vuestro nombre por siempre. ¡Buena estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés; porque ya tengo proba-do, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh, amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Pa-ternóster en esto que le ofrecemos!».

Todos sus escritos son un canto a la voluntad de Dios.

Teresa hace 450 años que acababa de fundar el convento de San José. Y podemos verla seguir en su historia los caminos de los patriarcas, profetas, María y san José, que tanto le ayudaron en esa su unión con Jesús, con los Apóstoles y «de aquellos santos padres de los que venimos».

Desde esa voluntad de Dios ella va penetrando en el Evange-lio, en el Castillo interior, en ese vivir la presencia fuerte de Jesús en su corazón, en su amor a la Humanidad de Cristo. «Yo solo podía pensar en Cristo como hombre» (Vida 9, 6). Y al mismo tiempo en ese gran deseo de amar a todo el mundo.

1. Jesús es el “libro vivo”: ¿vivo con deseo la Palabra de Dios?

2. ¿Cómo resuena el «hágase tu voluntad» en mi corazón?

3. ¿Qué conclusión saco al terminar de orar con la poesía «Vuestra soy, Señor; ¿qué mandáis hacer de mí?»?

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2) El papa Francisco y santa Teresa de Jesús

Teresa de Jesús ama a la Iglesia. Nos habla de ella en muchas ocasiones. Sufre por la Iglesia y sufre desde la Iglesia. Es capaz de dar la vida por la Iglesia: «¡Dichosas vidas que en esto se acabaren!» (Vida 40, 15). En servir, en amar, en dar la vida por la Iglesia.

Si pregunto a Teresa, mi madre: «Teresa, ¿qué mandáis hacer de mí? Estoy seguro que me diría: «Obedece a la Iglesia, mira a Francisco». Y por eso no veo nada mejor que dejar algunas perlas a la reflexión de la carta del papa Francisco en la apertura del V Centenario. No tiene desperdicio. Qué frescura y claridad señalan-do caminos de peregrinación hacia dentro y hacia fuera. Misioneros como Teresa.

«En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida y de su obra. Ella entendió su vida como camino de perfección por el que Dios conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en marcha hacia los hombres. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la mano de santa Teresa? Quisie-ra recordar cuatro que me hacen mucho bien: el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo.

Teresa de Jesús invita a sus monjas a “andar alegres sirviendo”. La ver-dadera santidad es alegría, porque “un santo triste es un triste santo”. Esta alegría es un camino que hay que andar toda la vida. No es ins-tantánea, superficial, bullanguera. Hay que procurarla ya “a los princi-pios”. Expresa el gozo interior del alma, es humilde y “modesta”. No se alcanza por el atajo fácil que evita la renuncia, el sufrimiento o la cruz, sino que se encuentra padeciendo trabajos y dolores, mirando al Crucificado y buscando al Resucitado. ¡El Evangelio no es una bolsa de plomo que se arrastra pesadamente, sino una fuente de gozo que llena de Dios el corazón y lo impulsa a servir a los hermanos!

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La santa transitó también el camino de la oración, que definió bella-mente como un “tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabernos nos ama”. Cuando los tiempos son “recios”, son ne-cesarios “amigos fuertes de Dios” para sostener a los flojos. Para orar “no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho”, en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente. Por muchos caminos puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el “camino seguro”. Dejarla es perderse.

Este camino no podemos hacerlo solos, sino juntos. Para la santa refor-madora la senda de la oración discurre por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia madre. Esta fue su respuesta providencial, nacida de la inspiración divina y de su intuición femenina, a los problemas de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo: fundar pequeñas comunidades de mujeres que, a imitación del “colegio apostólico”, siguieran a Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la Iglesia con una vida hecha plegaria. «Para esto os juntó Él aquí, hermanas» y tal fue la promesa: «que Cristo andaría con nosotras».

La santa escritora y maestra de oración fue al mismo tiempo fundado-ra y misionera por los caminos de España. Su experiencia mística no la separó del mundo ni de las preocupaciones de la gente. Hoy Teresa nos dice: reza más para comprender bien lo que pasa a tu alrededor y así ac-tuar mejor. La oración vence el pesimismo y genera buenas iniciativas. Algunas veces la santa abrevia sus sabrosas cartas diciendo: “Estamos de camino”, como expresión de la urgencia por continuar hasta el fin con la tarea comenzada.

¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por salir a recorrer los caminos de nuestro propio tiempo, con el Evangelio en la mano y el Espíritu en el corazón! Cuando arde el mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca importancia. “¡Ya es tiempo de caminar!” Estas palabras de santa Teresa de Ávila a punto de morir son la síntesis de su vida y se convierten para nosotros (…) en una preciosa herencia que debemos conservar y enriquecer» (Francisco, Mensaje con motivo del V Centenario de santa Teresa de Jesús).

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1. ¿Cómo vivo mi “ser Iglesia”?

2. ¿Soy peregrino siguiendo los caminos que va trazando el papa?

3. ¿Llevo los evangelios en el bolsillo y en el corazón?

3) Testimonio

La conozco desde hace dos años. Es una señora joven. Y está enamorada de Teresa. La conoció a nivel de estudios a los 14 años. Estudiaron las Moradas. Es funcionario del Estado cualificada. Y tras unos cansancios, oposiciones y deseos se acordó de Teresa. Hoy no puede vivir sin ella. Y no exagero. Y claro, Teresa le ha llevado a Jesús. Nada, que se ha tomado en serio al Jesús de Teresa.

«Un amigo me sugiere que piense y ponga por escrito lo que la poesía «Para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?» puede decirle a un laico, como yo, en los inicios del siglo XXI. Antes de empezar, es necesario decirle a mi amigo que es muy osado al hacer su propuesta; por si al-guien no me conoce y para lo que ahora nos interesa, le diré que soy una persona que en la madurez tropezó con Teresa y le ayudó a descu-brir un alma, a un gran Señor que mora en ella y un camino para llegar a Él y solo eso.

Dicho esto, siempre que he escuchado o leído la poesía que nos ocupa me ha trasladado a la delicadeza del alma de Teresa, y si quisiéramos encontrar una sola palabra que la definiera sería la de “abandono” en manos de Dios. Se ve ante él como “vil criado”, pero no porque se des-precie a sí misma, sino porque es tan grande lo que tiene en frente, que solo sentirse así le puede hacer algo de justicia, aunque paradójica-mente esa “vil criada” es capaz de adorarle, alabarle, es capaz de decirle que es suya, que se siente perdonada, llamada, esperada, cuidada por Él, que todo lo que vive es suyo y ya sea bueno o malo, solo por ser de Él, lo acoge.

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La poesía describe este ”siempre” para el que Teresa hizo un recorri-do que tuvo como punto de partida descubrir a un Dios que antes de todo le amaba, le esperaba, le perdonaba y la virtud de ella fue dejarse querer. Teresa se enamoró del Amor de Dios hacia ella. El resultado no es solo una mujer felizmente enamorada, sino, además, libre, llena del Espíritu de Dios que le impulsa y acompaña en empresas que de otro modo no se pueden entender. Una pregunta que me hago ¿cómo de grande tuvo que ser ese Amor que experimentó para enamorarse de esa manera?

Esta apuesta de Amor con mayúscula nos puede servir hoy. Creo que sí. Teresa fue una mujer felizmente enamorada. El mismo Dios que amó, esperó, perdonó a Teresa nos está amando, esperando y perdo-nando hoy. Si hacemos la pregunta: «¿cuál es tu objetivo en la vida?», la de «ser feliz» seguro que será la respuesta más escuchada. Pues bien, acabo de contaros una historia en la que la «felicidad» es el centro y, además, es gratis totalmente».

4) Conclusión

Ella escribió para “engolosinar” a los otros con las cosas de Dios: «Es mi intención engolosinar las almas de un bien tan alto» (Vida 18, 8). Y Teresa lo logra. Que los adultos encuentren en Teresa esas palabras, nacidas de la Palabra, nacidas de la experiencia para hacer camino, para ser peregrinos de una Iglesia viva.