semanario: cuando las aulas se vuelven trincheras

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PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN VANGUARDIA | LUNES 14 DE MAYO DE 2012 | NO. 322 | WWW.SEMANARIOCOAHUILA.COM CUANDO LAS AULAS SE VUELVEN TRINCHERAS...

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Estas son las historias de los maestros que día con día enfrentan la violencia en las escuelas y nunca son reconocidos

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P E R I O D I S M O D E I N V E S T I G A C I Ó N

VANGUARDIA | LUNES 14 DE MAYO DE 2012 | NO. 322 | WWW.SEMANARIOCOAHUILA.COM

CUANDO LAS AULAS SE VUELVEN TRINCHERAS...

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Atrás quedó el tradicional puente Guadalupe-Reyes, que en sus tres semanas de duración concentraba la tristeza y la euforia de los mexicanos ante un año que se va y otro que regresa. Las campañas presidencia-les, particularmente las tres últimas, se han manifestado como una larga borrachera política, que empieza con un civilizado copeo y termina a gritos y sombrerazos, con los candidatos pateando la radiola y negándose a pagar sus respectivas cuentas. El ritmo de la embriaguez es variable y a la larga insen-sible: de pronto los próceres dejan el tono comedido y empiezan a farfullar, a men-tarse la madre, a mandar al diablo a las instituciones. Como las campañas se de-sarrollan en todo el país, toman la forma de una par-randa itinerante y turística, pagada por el IFE, por cuya cuenta corren hasta los saleros y los palillos de dientes. Los priístas nunca pierden. Los panistas se

embriagan como tapatíos: cuando pierden arrebatan. Los perredistas tampoco quieren perder, sobre todo cuando se trata del Distrito Federal, que ellos confun-den con el país completo, por lo que salen a la ave-nida Reforma a serenar su embriaguez, pensando que desde esa calle pueden in-fluir en los resultados de los comicios que tuvieron lugar en puntos tan lejanos como Quintana Roo, San Luis Po-tosí o Sonora, en donde ni si-quiera tenían representantes de casilla. Les conviene ser centralistas e identifican la Ciudad de México con el país del mismo nombre para reclamarlo, como hicieron en 1988 y en 2006. Lo único real que les queda entre las manos es la capital misma, que es un premio mayor, y sobre todo Iztapalapa, cuyo presupuesto iguala al de todos los países que inte-gran América central en su conjunto. Al final los paga-nos de estas borrracheras políticas, transmitidas por

televisión, en vivo y a todo color, somos los mexicanos todos, aunque el espectá-culo haya sido en sí mismo aburrido, demasiado largo y hasta bochornoso. Hoy por hoy, no sabemos si Peña Ni-eto llegará al 1 de julio con el copete despeinado. Si JVM aprenderá a beber brutal-mente, siguiendo el ritmo a los varones. Si AMLO con-tinuará en su papel de ebrio cariñoso y bonachón o ter-minará disparando contra la barra, insultando a los par-roquianos. El IFE, más que el árbitro del partido de fútbol que tiene lugar en la tele-visión del bar, es el cantine-ro que, paradójicamente y como en un ensueño etílico de Malcolm Lowry, no exige el pago de la cuenta sino que la paga de sus bolsillos, mientras intenta tranquilizar a los candidatos, dándoles palmaditas en los hombros y recordándoles, pero cuidan-do de no ofenderlos en lo más mínimo, que el futuro de todo el país depende de su manera de beber.

|| Diccionario de autores

Nadie es homogéneo, análogo, todos son una mezcla de… Una pizquita genética de fulanito, otra

de menganito y una cucharadita de perenganito. Si no lo crees, ve cómo metes en una licuadora un tantito de éste, más del otro y un puñito de aquél,

y luego verás quién sale:

LA LICUADORA

LA FAUNAEN UN DOS POR TRES Por Alfredo García

Ilustración: Esmirna Barrera

Vicente Fernández Angry BirdSigmund Freud Gustavo Madero

Ley: Quien no la obedezca huirá de sí mismo, por haber renegado de la propia naturaleza humana, y expiará las penas más graves, aun en el supuesto de haber esquivado lo que por lo común son denominados suplicios (Cicerón).

SI YO FUERA PRESIDENTE¿Se imagina sentado en la silla que ahora ocupa Felipe Calderón?

Una parranda de tres meses

1 . Primero que nada, yo pediría a todos los gobernadores y

alcaldes que fueran justos y responsables, para que no se dé la corrupción ni abusos de autoridad.

2. Yo pediría mejores sueldos y prestaciones para los policías.

Arriesgamos nuestra vida por la justicia y la verdad, pero nos dan una miseria. Si lo hicieran, muchos no serían corruptos.

3. Depuraría los órganos

de gobierno y

sistemas de justicia,

porque hace falta, pero con

métodos claros y sustentados.

4. Pondría un precio fijo a la canasta básica. La mayoría somos de

clase media o baja y no nos alcanza. O nos morimos de hambre o por la inseguridad.

5 . Continuaría la lucha contra el narcotráfico, pues

negociar con delincuentes no es opción. Aunque sí creo que debemos cambiar la estrategia, para que no mueran más personas.

6. También bajaría el precio de la gasolina. De poquito a poquito le

suben, pero uno se queda igual. No hay mejora.

Jorge Martínez, ex policía.

Incrédulo lector. Gengis Khan, líder de las hordas mongolas que con inusita-da brutalidad y barbarie instauraron, en el siglo XIII, el imperio más extenso que registra la historia universal, y que abarcaba desde las fronteras de China hasta las de Alemania, le tenía miedo a los perros. ¡Aunque usted no lo crea!

Bárbaros. Aunque el pueblo mongol no sumaba más de 200 mil personas, esta-blecieron bajo Gengis Khan un imperio de 35 millones de kilómetros de extensión, habitado por 100 millones de personas de las más diversas razas y culturas. Las fronteras de tan vasto territorio, superior al del Imperio Británico, se encontraban en Corea, en Egipto y en Hungría, y abarcaba en sus límites entidades geográficas tan vastas como Persia, Rusia y China. Una de las tácticas de Gengis Khan consistía en prender fuego a animales vivos, como elefantes y caballos, para después enviar-los despavoridos contra las líneas enemi-gas, práctica bárbara que actualmente condenarían las sociedades protectoras de animales. Los mongoles fueron los pri-meros en utilizar la pólvora, de invención china, como arma de guerra. De hecho, ya en el siglo XIV empleaban pistolas. Algunos magnates del círculo de Gengis Khan abrazaron la fe cristiana y de hecho la corte mongola, muy abierta en mate-ria de religión, sintió gran simpatía por el cristianismo, que en su rama nestoriana se había adentrado profundamente en el territorio chino.

Libros que me gustaría leer. ◗ “El libro de oro del gobierno”, ma-nuscrito tibetano memorizado en un

monasterio lamaísta por Madame Bla-vatsky y traducido luego al portugués, por el gran poeta y esoterista no me-nos grande Fernando Pessoa.◗ “El libro de oro”, obra que narra la his-toria de los mongoles hasta el siglo XIII, y que no ha llegado hasta nosotros.◗ “Historia secreta de los mongoles”, crónica histórica en forma de poema épico que narra el ascenso de Gengis Khan como el conquistador más gran-de de la historia universal, y quizá el más bárbaro también, por encima de Adolf Hitler, y la subida con él del pue-blo mongol a su época de oro, antes de precipitarse en el extenso crepús-culo teológico en que lo subsumieron sus primos, los lamas tibetanos, hasta el punto de que hoy por hoy Mongolia es un país gobernado por monjes, por sargentos posmarxistas y por inspec-tores de baja estofa que envía la ONU.

Diccionario portátil. El desierto de TAKLAMAKAN es uno de los páramos de dunas más grande del mundo, con una extensión de 270 mil kilómetros cua-drados. Rodeado de altas montañas, en sus inmediaciones mueren varios ríos de violento caudal que bajan por las faldas de tales promontorios. El nombre tiene un origen probable en la palabra árabe tark, que significa «abandonar, dejar solo, dejar atrás», más el sustantivo makan, que sig-nifica “lugar”. Una etimología popular de aquellas regiones afirma erróneamente que Takla Makan significa «entra y nunca saldrás». Puede quizás significar, con más exactitud, «punto sin retorno» o «desierto de la muerte». Los chinos conocen a esta región como el País de las Arenas Móviles.

Respuestas: 1) a; 2) c; 3) d; 4) b; 5) d; 6) c; 7) b; 8) a.

1.- “Los educadores, más que cualquier otra clase de profesionales, son los guardianes de la civilización”.Es este un aforismo de …

■ A) Bertrand Russell; ■ B) Gabriela Mistral; ■ C) Gloria Riestra; ■ D) Voltaire.

2.- A Tebas, ciudad de …, le da Homero el epíteto de (I)Hekatómpylos(I) (“la de las cien puertas”.

■ A) Misia; ■ B) Beocia; ■ C) Egipto; ■ D) Cilicia.

3.- En …, Cantinfl as colabora con la Policía para capturar a un banda internacional de ladrones de joyas.

■ A) Un Quijote sin mancha; ■ B) El bolero de Raquel; ■ C) Don Quijote cabalga de nuevo; ■ D) Abajo el telón.

4.- El “adverbio” talvezmente y otros similares son característicos del habla de …, personaje de Roberto Gómez Bolaños.

■ A) Vicente Chambón; ■ B) la Chimoltrufi a; ■ C) el Chómpiras; ■ D) Cándida.

5.- Excalibur era la legendaria espada del rey …

■ A) Juan sin Tierra, ■ B) Ricardo Corazón de León; ■ C) Guillermo el Conquistador; ■ D) Arturo.

6.- Según Bernal Díaz del Castillo, el cacique azteca … era muy parecido a Hernán Cortés.

■ A) Pitalpitoque; ■ B) Tendile; ■ C) Quintalbor; ■ D) Estesuchel.

7.- La … es la fl or nacional de México.

■ A) rosa; ■ B) dalia; ■ C) azucena, ■ D) margarita.

8.- “El organillero” es una canción de ...■ A) Agustín Lara; ■ B) María Grever ■ C) Gonzalo Curiel; ■ D) Consuelo Velázquez.

|||| Por Alfredo García

|| Los menesteres del ocio

SUPERMÉNDEZ El único superhéroe de Saltillo y la región (incluyendo Ramos) Por J. Latapí

|||| Por Miguel Agustín Perales

|| Claro que ud. lo sabe

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Por Esteban Cárdenas

Tras lo que pare-ce una más del montón de pelí-culas refritas pro-venientes de la

empresa de reciclaje en la que se ha convertido Hollywood, se esconde una comedia de acción plenamente original, que es el filme más chistoso que he visto en un año.

El tono de la película es cómico, no dramático como la serie de tele. La única forma de lograr que esta película funcionara era no tomarse en serio el material en el que está inspirada. Comando Especial (21 Jump Street, en inglés) era una se-rie medio ridícula, como casi toda la década.

Los directores de la nueva, Phil Lord y Chris Miller, celebran su ridiculez con todo y serpentinas y palomas blancas (literal) y entre-gan una cinta sorprendentemente divertida, que fluye como el cabello del cantante de una banda de hair metal en un video musical.

La película está escrita por Jo-nah Hill, quien también la protago-niza. Es un gran guión cómico de alguien que viene de la escuela de comedia del productor Judd Apa-tow (Ligeramente Embarazada) y que naturalmente deja un buen espacio en sus líneas y personajes para la improvisación. Esto le da vitalidad y frescura a la comedia, además de un tono sincero, esen-cial para que funcione.

Comando Especial trata sobre dos policías incompetentes, que tras una serie de fracasos son asignados al programa especial “21 Jump Street”, en donde poli-cías con aspecto juvenil se infiltran como agentes secretos en prepa-ratorias.

Morton Schmidt (Jonah Hill) y Greg Jenko (Channing Tatum) fueron compañeros de prepa, y no se llevaban bien: el primero era un ñoño, y el segundo un bully de esos cool que juegan futbol ame-ricano. Ahora como policías son los mejores amigos y al entrar a la prepa, con sus nuevas identida-des, pronto se dan cuenta de que

las cosas son muy diferentes de cuando estaban en el bachillerato. Consumen drogas (una secuencia genial), audicionan para el musical de Peter Pan (como dirían los jóve-nes en mensajito de texto – LOL), hacen fiestas (más LOL) y ligan. Ambos confrontan sus propias neurosis preparatorianas, la pasan bomba, y en el proceso intentan desenmascarar una mafia que tra-fica drogas.

Hill está genial, y tiene una quí-mica sorprendentemente buena con Tatum. Es un muy buen per-sonaje para el actor, que en la mi-

tad de los afiches de las películas que ha hecho aparece de perfil sin camisa, sosteniendo a una dama, como en esas novelas románticas, y ahora se sale de su zona de con-fort y comprueba que tiene un gran sentido del humor haciendo un pa-pel divertidísimo.

Comando Especial es una pelí-cula especial. Es divertidísima, es ingeniosa, y más que un tributo a la serie en la que está basada, es un homenaje a la amistad y los mejores tiempos de la prepa. Está hecha con cariño, y eso es lo que la distingue de las demás.

VIDEÓDROMO

Phil Lord y Chris Miller 2012

COMANDO ESPECIALHAY QUE DARLE UNA OPORTUNIDAD A ESTA VERSIÓN “ACTUALIZADA” DE LA POPULAR SERIE OCHENTERA DEL MISMO NOMBRE.

The KillsNo Wow2005

Billy Bragg and WilcoMermaid Avenue2005

Suena a…The Black KeysBrothers2011

RADARPor Esteban Cá[email protected]

Jack WhiteBlunderbuss 2012

Blunderbuss es el álbum debut de solista de Jack White (Whi-te Stripes, Dead Wather, The Raconteurs), aunque realmen-te su influencia creativa es tal que supongo todos son más o menos proyectos “solistas”. Sin embargo, White ha dicho que el material incluido aquí lo representa más que cual-quier otro, ya que presenta su paleta sónica y lírica sin la in-fluencia de otros músicos.

Si bien no está a la altura de los brillantes primeros discos de Whi-te Stripes, si me parece mejor que lo último que ha hecho con The Raconteurs y Dead Weather, y en él White regresa al sonido depura-

do de roots rock minimalista. White incorpora sonidos

Country en piezas como la titular Blunderbuss, con todo y lap steel guitar y un piano cantinesco. Un sonido totalmente Nashville, pero con la voz e widiosincrasia distintiva de White.

Al disco quizá le hace falta un riff de guitarra explosivamente perfecto, pero en general está buenísimoWhite está medio loco, y se demuestra en tracks como Love Interruption, un la-mento pantanoso que hace un gran primer sencillo. . Blunder-buss se pone más y más extra-ño con cada escucha, y en este caso eso es algo bueno.

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POR JESÚS PEÑAILUSTRACIÓN: FEDERICO JORDÁN

Estas son las historias de los maestros que día con día enfrentan la violencia en las escuelas y nunca son reconocidos

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ILa 1:30 de la tarde en las inmediacio-nes de la colonia Mirasierra, una de las zonas más bravas del oriente de Saltillo, y a decir de sus moradores anónimos, territorio comanche de burreros y nar-cos de medio pelo.

Es la hora de entrada en una de las tantas primarias de este sector proleta-rio de casas de Infonavit, y los padres de familia, que desde que recrudeció la violencia aquí acostumbran acompañar a sus hijos hasta la puerta del plantel, aguardan afuera sin ansia el toque del timbre y la entrada de los niños en sus salones.

La mayoría son madres y están re-cargadas sobre la malla ciclónica, que hace las veces de barda frontal de la escuela, viendo hacia adentro con insis-tencia, como resistiéndose a la idea de separarse por un rato de sus críos.

El acceso de la escuela ya ha sido ce-rrado, cadena y candado de por medio, y las mamás están por retirarse para

volver a las 6.30, justo a la hora que ter-mina el horario de clases.

Una camioneta cuatropuertas, de lujo y vidrios oscuros, parquea con sigi-lo frente a la escuela.

Hasta ahora ni las mamás ni las maestras, que se ocupan en concentrar a los niños en el patio central, se dan por enteradas.

Y sólo una de las señoras ha obser-vado de reojo la llegada de la camio-neta en la que vienen a bordo varios hombres malencarados, a los que nun-ca ha visto.

La mujer, que no pierde detalle, mira descender de la pick up a uno de los hombres, es un tipo corpulento, que viste de mezclilla, lleva gafas polariza-das y colgada al hombro algo que pa-rece una ametralladora, la señora no alcanza a distinguir, pero intuye que se trata de un arma.

Sin decir nada la mujer trepa des-esperada por la malla ciclónica y salta hacia adentro de la escuela, las demás que han contemplado la escena y ahora se percatan de la presencia de la troca

y los pistoleros, escalan en estampida la malla y brincan del otro lado, al interior de la primaria.

Se suelta un hálito de miedo y con-fusión.

Los profesores, que ya se han dado cuenta de la situación, mandan abrir la puerta de la escuela para que las ma-más que han quedado afuera puedan resguardarse.

En eso un convoy militar arriba por una calle que desemboca en la entrada al plan-tel y la balacera no se hace esperar.

El tiroteo se da sólo a unos metros de la puerta.

Ni los niños, ni las madres, ni los maestros habían conocido hasta hoy el sonido de las ráfagas de metralla.

En un santiamén todos se tiran pe-cho a tierra en la explanada de la es-cuela, porque nadie ha tenido tiempo de llegar hasta los salones.

Unos lloran, los más gritan de pavor. Las maestras están temblando.

“Estábamos muy asustadas, yo esta-ba tirada en el suelo y tiemble y tiemble y tiemble ¡A qué horas te pones a cantar!

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“Me tuve que hacer la fuerte, no lo podemos dejar así, ‘ah no, pos déjame grito y también a mí que me controlen’”, suelta una mentora de esta primaria, la única que se atrevió a tomar el control durante la emergencia y a la que, ase-gura, no le interesa que su nombre apa-rezca en los medios de comunicación.

La balacera no cesa. Varios plomazos han pegado directo en las paredes de los salones de la primaria que dan a la calle.

La atmósfera del que parecía un día normal, se torna en ambiente de gran pánico y tensión.

“Me tocó una mamá desquiciada, le digo ‘sabe qué, tranquilícese, porque está poniendo más nerviosos a los ni-ños’, pero era un gritadero.

“Aun así hacíamos el esfuerzo por tranquilizar a los padres de familia y a los niños, muchas señoras entraron en crisis y estaban histéricas”.

El tiroteo dura cosa de 15 minutos, que a los niños, maestros y madres de familia, les parecen años. Luego todo es silencio mezclado con el olor a pólvora y muerte que salió por los hocicos de los fusiles.

“Cometimos un error, arriesgamos a un conserje porque la puerta se quedó abierta y le digo ‘¡váyase a cerrarla!’, dijo ‘sí’, después, cuando iba a mi casa, sentí como remordimiento, miedo de que algo le hubiera pasado…”.

Horas después y pasada la contin-gencia, la escuela queda vacía y como prueba del combate los agujeros que abrieron las balas de grueso calibre en las paredes de los salones.

IIHace ya varios minutos que sonó la campana de recreo en una escue-la primaria de la colonia Valle de las Flores, un barrio populoso, por cuyos corredores angostos es fácil toparse con alguna pandilla. El ruido de varias detonaciones de arma de fuego, tal vez cuerno de chivo o AR- 15, interrumpen arteramente el tráfico que a esta hora de la mañana han armado los niños por los patios y salones de la escuela.

Es la primera balacera que se regis-tra en la ciudad y nadie, hasta hoy, sabe que se trata de disparos de metralletas.

Los chicos siguen con su algarabía, embebidos en el juego de pelota o de lucha libre.

“Se empezaron a escuchar las deto-naciones, pero no reconocíamos esos

sonidos, pensábamos que eran cuetes”, relata una profesora de esta institución, a quien no le da vergüenza decir que ese día tuvo miedo y, como muchos ni-ños, se sintió desamparada.

Un aviso pone en alerta a los maes-tros, sobre una persecución entre fuerzas especiales y un grupo de delin-cuentes, que se desplazan en vehículos desde el Megadistribuidor Vial, toman-do por el bulevar Eulalio Gutiérrez y van con rumbo a esta primaria.

Ipso facto los profesores corren ha-cia los patios y empiezan a introducir a los chicos en sus salones de clase.La maniobra demora apenas unos minu-tos. En el aula los profesores ordenan a los niños se coloquen pecho a tierra y traten de conservar la calma.

Los balazos se escuchan cada vez más cerca y retumban grotescamente en los estantes del salón.

Parece que la persecución se ha de-tenido a unas cuadras de la escuela. La refriega de balas está a todo lo que da.

Desde el arroyo, ubicado a espaldas de la primaria, se oyen pasos y disparos de hombres que se persiguen.

“Se desató un pánico horrible”, cuen-ta la educadora.

Algunos niños no pueden más del susto y rompen a llorar.

Acompaña a uno de los grupos una joven maestra y una practicante norma-lista, a la que de plano le gana el llanto.

“Yo estaba tratando de controlar a los niños ‘tranquilos, no pasa nada’. Tie-nes que mantener la calma, estábamos temblando, es un pánico de verdad, porque piensas que se van a meter a la escuela”,

Al cabo de algunos segundos, que se vuelven siglos, para la balacera.

En la puerta de la escuela se ha apos-tado un grupo de padres de familia, que ahora van hacia los salones y exi-gen, histéricos, les sean entregados sus hijos.

“La directora los dejó pasar, pero les advirtió sobre el peligro de toparse con los delincuentes. Muchos padres de fa-milia se empezaron a llevar a sus niños y hasta a sus vecinitos, sin medir el ries-go”.

Se suspenden las clases y en los mu-ros de las aulas sólo quedan grabados los ecos.

Desde entonces las cosas en esta pri-maria han cambiado. Los niños que an-tes jugaron a ser futbolistas, les dio de pronto por divertirse haciéndose pasar por policías y sicarios.

“He visto en algunas escuelas que en

el día de los oficios y profesiones, mu-chos niños van vestidos como solda-dos. Para ellos es como que lo máximo ahorita. Vienen con su pantaloncito ca-muflajeado, otros de camisa y pantalón de vestir y cargando una pistola de ju-guete a la cintura. Nunca les he queri-do preguntar de qué vienen vestidos”, relata la maestra.

I I I“Fue en marzo, un martes, como a las 3:45, antes de salir a recreo. Yo soy maestra de primer año y es una expe-riencia muy diferente, en cuestión de edad de los niños. Escuchamos unas detonaciones, yo pensé que eran cue-tes y veo al intendente que viene co-rriendo y se tira al piso. Lo que hice fue asegurar la puerta y tirarme en el suelo con los niños. Una chiquita em-pezó a llorar, le dije ‘vente arrastrando conmigo’, nomás la tomé y se tranqui-lizó. En mi laptop tengo un cuento y se los empecé a leer, porque empezar a cantar, u otra cosa, se me dificultó un poquito. Empezamos a leer el cuento. De repente ya no se escuchó nada y comenzó a haber movimiento de sol-dados. La calle estaba cerrada. Tra-té de asomarme por la ventana a ver qué sucedía y una niña me comentó: ‘maestra, fíjese que en mi jardín (de niños) a una profesora le dispararon en un brazo’, dije tiene razón, estoy parada, me estoy arriesgando a sufrir un accidente grave, entonces fue vol-verme a tirar al piso, dije ‘ya entendí’. Tenía a los niños sentados en el sue-lo, recargados en la pared. Había ni-ños que querían ir al baño y algunos padres de familia que se hallaban en la escuela me ayudaron, con mucho miedo. Estuvimos así por una hora y media leyendo cuentos. Poco a poco se empezaron a ver coches circulando y personas en la calle. La directora dio la salida a los niños. Una madre de fa-milia me dijo: ‘gracias maestra, porque sé que mi hijo está bien aquí, yo me iba a salir de mi casa corriendo con la balacera para proteger a mi hijo, pero supe que iba a estar más seguro con usted’. Platicamos un poquito con los niños, ‘tranquilícense, ahorita vie-nen sus papás, vamos a salir con ellos, no se detengan, derecho a su casa’. Cuando salimos, nos dimos cuenta de que en la balacera habían fallecido dos personas, que quedaron tendidas en la esquina de la escuela”.

Yo estaba tratando de controlar a los niños ‘tranquilos, no pasa nada’. Tienes que mantener la calma, estábamos temblando, es un pánico de verdad, porque piensas que se van a meter a la escuela"

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IVA mitad de la clase de inglés, una des-carga de plomo hace saltar de sus bu-tacas a los alumnos de quinto “B” en una primaria de la Guayulera, otro sec-tor famoso por sus pandillas y el consu-mo de sustancias, a través de las calles anchas y cacarizas de esta colonia.

Este es uno de los 300 planteles ubi-cados en una de las zonas catalogadas como de alto riesgo en Saltillo, según los mapas de la Procuraduría General de Justicia del Estado y la Secretaría de Educación en Coahuila.

Y ese no es un secreto para los niños de esta escuela, que ya han comenzado a habituarse al rugido de las armas de alto poder, las sirenas de patrullas y el motor de las camionetas blindadas, pa-sando a toda velocidad por la avenida Pedro Ampudia, sólo a unos metros de la puerta de esta primaria.

Sin embargo, esta tarde los estruen-dos de las balas se han escuchado fuerte y los chiquillos, que ya saben la lección, se tiran al suelo, atentos al rui-do de las ráfagas que no paran de so-nar y por eso es inevitable hacer como si nada pasara.

“La mayoría estaban tranquilos, uno como maestro tiene que continuar la clase, para que el niño se mantenga ocupado y no preste su atención com-pleta al ruido, aunque es imposible.

“Tratas de acercarte para hablar con ellos, apapacharlos un poquito, tran-quilizarlos, que se sientan protegidos, abrazarlos un poco…”, detalla un profe-sor de esta institución, para el que dar clases y ser escudo humano de sus ni-ños en tiempo de guerra, es un paquete con el que simplemente no puede.

El profesor dice que es tan poca la distancia que existe entre la calle de Pedro Ampudia y los salones ubicados

al frente del plantel, aproximadamen-te unos 25 metros, que los estruendos que producen las ametralladoras ator-mentan mucho a los niños, les asustan y por eso la escuela se ha tenido que mudar a las aulas de atrás durante las contingencias, para evitar el riesgo de una bala perdida o un granadazo.

“De repente hay niños que dicen: ‘ay se escuchó bien padre, que las metra-lletotas’ y que no sé qué, les digo: ‘tran-quilos hijos, tengan cuidado porque ustedes no saben el daño que puede causar una bala perdida de ese calibre’, y entonces se quedan muy serios”.

Este maestro, que más de una vez ha llegado tarde a clase cuando los opera-tivos del ejército o los tiroteos, impiden el paso a esta colonia, explica cómo el mundo del narco ha empezado a infil-trarse en la cabeza de los chiquillos.

“De pronto estamos en una activi-dad y de plano los niños dicen: ‘no, yo no quiero estudiar, yo quiero ser sica-rio, esos ganan mucho dinero, traen unas camionetonas, bonita ropa’. Los he regañado porque andan jugando a sicarios y policías, ‘te vamos a dar un levantón’, dicen.

“Les digo ‘¿ustedes creen que esos juegos están bien, ustedes creen que una persona que ha vivido una situación de ésta la disfruta, la tomaría como un juego?’, dicen ‘no’, ‘¿les gustaría que le pasara a algún familiar cercano suyo?’, dicen ‘no pos no’, entonces hay que evi-tar ese tipo de juegos”.

Como si las tardes de tiroteos entre soldados y malosos en la Guayulera fueran sólo ficción.

VFaltan sólo unos minutos para que el repiquetear de la chicharra anuncie la hora de entrada del turno vespertino a

una escuela primaria de la colonia Mo-relos, un suburbio donde, se presume, muchas familias de bajos recursos han tenido que entrarle al negocio de la dro-ga por razones más que económicas.

Varios niños que se hallan platican-do a las puertas del plantel, observan confundidos el arribo de una camioneta negra que muestra en su carrocería al-gunos agujeros causados por impactos de bala.

En eso un grupo de hombres, que aparentemente no están heridos, bajan de la camioneta y la emprenden co-rriendo por un predio desmontado que está frente a la primaria.

Asustados, los escolares cruzan el portón del plantel para avisar lo suce-dido a sus profesores. En el trayecto, al-gunos chicos miran cómo por una calle aledaña a la escuela, viene acercándose a gran velocidad un piquete de sorchos montados en vehículos militares.

“Dicen los niños que oyeron que llegó una camioneta rayando llanta y detrás un convoy de soldados”: la que habla es la directora de este centro educativo, quien prefiere no se divulgue su nombre.

Los niños, que ahora corren más a pri-sa, entran en los salones con sus maestros y siguen todos el protocolo de seguridad, que indica ponerse pecho tierra, con las manos en la nuca o en los oídos.

“Para la cuestión de seguridad da-mos tres timbres, los pequeños ya sa-ben que es todos a correr a los salones, estemos haciendo lo que estemos ha-ciendo, al salón que tengas más cerca.

“Se tiran pecho a tierra, los maestros tienen que estar calmándolos para que no se salgan, que estén tranquilos, que no se asomen por las ventanas, que no corran. Son tres timbres para emergen-cia y tres timbres para regresar a la co-tidianeidad”, expone la directora.

Parece que el tiempo se ha deteni-do. Minutos después, un vecino de la

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escuela les avisa por el portón que la emergencia ha pasado. ”Muchos de nuestros alumnos andan siempre asus-tados, porque aquí hay gente mala que ha entrado en sus casas, a azuzarlos y los hemos tenido que enviar hasta con psicólogo. Son niños que cuando hay balacera dicen: ‘es que mi mamá está solita en el tejabán’, y les decimos ‘no te preocupes, tu mami va a estar bien, no te puedes salir, no te puedes ir’.

“Estos niños son lo que se retraen, de-jan de ser los que corren, los que gritan, cualquier cosa los sobresalta, no partici-pan, no quieren salir a jugar, ven que pa-san camionetas y entran en una especie como de psicosis: ‘es que pasaron los soldados, es que ái viene los soldados, pasaron muchas camionetas’. Hemos tenido hijos de personas que han sido asesinadas, otros de familias que tienen nexos con el crimen organizado…”.

La directora refiere cómo la violen-cia, que día con día se vive en colonias como la Morelos, ha ahuyentado de las aulas a la población de esta y otras es-cuela del rumbo, debido al temor de los padres por exponer a los alumnos.

“Dejan de venir. Si la balacera fue en Mirasierra a las 10:00 de la mañana, ellos no vienen y sí nos afecta, tenemos poca población ese día”.

La directora aprovecha para hablar del caso de Martha Rivera Alanís, la maestra de un preescolar en Monterrey que puso a cantar a sus alumnos duran-te una balacera.

“Para mí mis maestros son superhé-roes, ella tuvo la intención de grabarlo. Mis maestros han hecho eso y más y no andamos cacareando el huevo”.

El Ejército ya se ha ido y la camioneta con agujeros de bala por todas partes, que vieron los niños, ha sido retirada.

La escuela vuelve a la “normalidad” sólo por hoy. Mañana quién sabe.

VI Cambio de turno en una escuela pri-maria localizada en el corazón de Río Verde, otro barrio donde el vandalismo, el robo y la prostitución de chicas ado-

lescentes, por piedra o churros de ma-riguana, es algo cotidiano.

Hace rato que el conserje ha abier-to la puerta para dar la salida a los alumnos de la mañana y marcar la en-trada a los de la tarde, en medio de la que, al parecer, será una jornada sin contratiempos.

Entre el hormiguero de estudian-tes que entran y salen atropellándose, se oye el clamor espantado de varias madres de familia, que suplican a los maestros les permitan entrar con sus

hijos a la escuela, e impidan la salida a los niños de la mañana, porque parece –alertan– que afuera hay problemas.

No pasan 10 minutos cuando ya es-tán todos resguardados en los salones.

En la calle se oye el ulular ensordece-dor de las sirenas y el ruido de coches yendo a toda velocidad.

Un helicóptero rasga el cielo de la Río Verde.

En las aulas estalla el pánico: maes-tros nerviosos, madres histéricas y ni-ños que lloran.

Permanecen todos sentados en sus pupitres.

“La primera reacción de los niños es salir corriendo a buscar a papá, a mamá. Se angustian mucho, una niña de la mañana decía: ‘es que mi hermano iba adelante, yo lo iba a alcanzar’”, co-menta una maestra de la institución, a la que le tiene sin cuidado si su nombre aparece o no en este reportaje.

Al fondo de la escuela, en uno de los salones, la profesora intenta afrontar la emergencia.

Con el miedo a flor de piel y los nervios hechos trizas, la maestra enciende su computadora y proyecta a sus alumnos un video sobre la era de los dinosaurios.

Los chicos logran distraerse y co-mienza un debate sobre el tema y sus experiencias en sus visitas a los museos y sitios paleontológicos.

La estrategia ha funcionado en esta primaria, donde los niños suelen tam-bién jugar a ser GATES, guachos (sol-dados) o cacahuates (marinos), que persiguen y matan narcos.

“Ya hace mucho tiempo que no veía a niños de sexto jugando con pistolas, mucho, de repente empezaron a aga-rrar las escobas, los trapeadores, para usarlos como armas… Dicen: ‘vamos a jugar a los de la letra que no se puede mencionar’.

“Si a estos niños se les deja, van a ser los delincuentes del futuro, porque son niños a los que no se les ha puesto límites, que no obedecen a una autoridad, porque a lo me-jor en casa nunca se les ha inculcado y si eso es lo que quieren… eso es lo que van a te-ner”, advierte la profesora, una mañana que platicamos en el aula, mientras descubre un

De pronto estamos en una actividad y de plano los niños dicen: ‘no, yo no quiero estudiar, yo quiero ser sicario, esos ganan mucho dinero, traen unas camionetonas"

Ya hace mucho tiempo que no veía a niños de sexto jugando con pistolas, de repente empezaron a agarrar las escobas, los trapeadores, para usarlos como armas… Dicen: ‘vamos a jugar a los de la letra que no se puede mencionar’".

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cajón con pistolas y metralletas de plástico, que ha decomisado a los chicos en las últi-mas semanas.

Por eso es que desde que se registra-ron los primeros brotes de violencia en la ciudad, la dirección de la escuela ha venido organizando juntas de padres de familia y alumnos, en las que se proyectan reflexio-nes sobre la violencia y el bullying.

Horas más tarde, un policía asignado a la zona avisa sobre el cese del fuego en el campo de batalla.

Se trató, explica el gendarme, de un cateo a una casa de seguridad situada por el rumbo de la colonia Minita, en el que hubo varios detenidos y la libera-ción de personas secuestradas.

Al día siguiente la noticia aparece pu-blicada en la tapa de todos los perió-dicos. Del miedo que se sintió en esta escuela, nadie dijo nada.

VIIEs la hora de entrada del turno ves-pertino en una primaria de la colo-nia Bellavista, un sector en el que las riñas callejeras, el consumo de drogas y la violencia doméstica, son tradición.Se nota la poca afluencia de niños que ingresan a sus salones, mochila a la es-

palda, para empezar la clase.Las aulas están casi vacías y los pro-

fesores, en su mayoría jóvenes, optan por concentrar a los pequeños en una sola de ellas.

La razón del ausentismo es que los noticiarios y la redes sociales han aler-tado sobre enfrentamientos de federa-les con un grupo del crimen organizado, cerca de la central camionera, situada a dos cuadras del plantel, y los padres de familia han decidido que esta tarde no mandarán a sus hijos a la escuela.

Entre los pocos niños que han asistido se ven caras largas, expresiones de ho-rror en los ojos y labios temblorosos de miedo. Los maestros tratan de relajarlos.

“Aquí nunca han sido serios, pero ese día estaban con sus caritas asustadas, hasta los grandecitos… Nosotros como maestros teníamos que actuar con la ca-beza fría y mantener a los niños serenos, como si no pasara nada, pero la realidad era otra…”, dice uno de los profesores.

Es común que por este sector, y so-bre todo en la tarde, se active el código rojo, cuando hay persecuciones a bala-zos entre soldados y narcotraficantes, que suelen utilizar el periférico LEA para escapar del Ejército rumbo a la co-lonia Landín, una de las comunidades más conflictivas del surponiente.

“Nos preocupa que cuando hay códi-go rojo los niños lleguen y comenten ‘eh

profe… hay balacera’, y lo dicen como si nada, como si fuera algo normal”.

Al poco tiempo vuelve la calma, los ánimos se enfrían y los niños se mues-tran más sosegados..

Los profesores de esta primaria cuentan que desde que cundió la vio-lencia en este barrio, han observado ciertos cambios en el comportamiento de sus alumnos.

Hablan del caso de una menor, que tras una discusión, amenazó a sus compañeros de juego con “levantarlos” y matarlos.

“Les dice la niña: ‘sabes qué, no te metas conmigo, te voy a secuestrar, te voy a levantar, te voy a matar’, esta-ba enojada, hablaba en serio. Viene la mamá y la empieza a regañar enfrente de la maestra: ‘no tienes por qué andar exponiendo los problemas en los que anden metidos tus hermanos y tus pa-pás’. La maestra se quedó callada, por temor, qué hace uno, escuchar y callar”, suelta el profesor.

Y dice que tiene la esperanza de que un día las cosas cambien.

“Aun confiamos en el futuro de Méxi-co, que son ellos…”.

VIIILa mañana sorprende a los alumnos de una primaria de la colonia Vista Hermo-sa, otro arrabal donde la disputa por el control de la droga ha cobrado ya varias ejecuciones, de las que ni las autoridades se atreven a dar cifras oficiales. Están tira-dos contra el suelo. Algunos lloran, otros quedan inmovilizados por el pánico.

“Les decíamos que no se preocupa-ran, que íbamos a estar bien, que aquí no pasaba nada, que tranquilos, que no iban a entrar aquí, aunque no sabíamos quién tenía más miedo, si los niños o los maestros”, narra una profesora, que desde que la violencia tomó por asalto a esta parte de la ciudad, ha tenido que combinar su rol de educadora con el de psicóloga, mamá y protectora.

Tal y como recomienda el protocolo de seguridad, las maestras empiezan a entonar canciones.

La psicosis baja un poco de intensidad.Todo comenzó cuando algunos niños

entraron corriendo al salón, después que vieron a un comando militar mar-cando el alto a una camioneta negra, justo en la puerta de la escuela.

El pánico fue general. La maestra revela cómo los chicos de

este sector se han ido acostumbrando con rapidez a este tipo de escenas.

“Cuando hay alguna balacera, es el pri-mer comentario de la mañana, después del buenos días te dicen: ‘maestra, ¿supo de la balacera que hubo en tal parte?’, y te platican toda la situación, eso nos tiene sorprendidas”, relata la profesora.

Esta vez en la Vista Hermosa no hubo balas ni muertos, y en 15 minutos todo retorna a la cotidianidad, por el momento…

Aquí nunca han sido serios, pero ese día estaban con sus caritas asustadas, hasta los grandecitos… Nosotros como maestros teníamos que actuar con la cabeza fría y mantener a los niños serenos, como si no pasara nada, pero la realidad era otra…”