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Mensaje 1 Semana 1: ¿CÓMO CULTIVAR UN CORAZÓN SANO? “Como en el agua el rostro corresponde al rostro, Así el corazón del hombre al del hombre”. Proverbios 27:19 Introducción El corazón refleja la verdadera realidad del hombre. Más allá de las apariencias, el verdadero hombre se oculta en su corazón. Se puede tratar de demostrar una imagen o vender una apariencia, pero el corazón no puede falsificarse. El corazón es el centro de comando de la vida del hombre. Y todo lo que ocurre externamente – comportamientos, hábitos, palabras y expresión emocional obedecen a los dictámenes del corazón. No en balde la Biblia nos exhorta a guardar nuestro corazón. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). En este contexto la palabra corazón no se refiere al músculo que bombea la sangre a través del cuerpo humano. Se refiere más bien al alma del hombre. En el pensamiento hebreo corazón y alma son, generalmente, la misma cosa. El corazón o el alma representa el yo mismo del hombre, su identidad, su vida propia, la conciencia de sí mismo. Es en nuestro corazón donde pensamientos, emociones y voluntad se unen en una identidad, una conciencia y un estilo de vida. Necesitamos enfocarnos, entonces, en edificar un corazón sano, dando prioridad a lo interno sobre lo externo – de adentro hacia afuera. Lo que hay en el corazón determina el carácter de la persona. Y el carácter es el centro del desarrollo del ser humano. El carácter determina la integridad, la entereza, la fuerza y la competencia de una persona. Por otra parte, sólo en un corazón sano se genera el ambiente adecuado para amar sin egoísmos, andar en rectitud, actuar con integridad, perdonar las faltas cometidas y albergar y cumplir los propósitos de Dios. Cultivar un corazón sano demanda: 1. Alimentar el corazón con las motivaciones correctas “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare (asesinato premeditado) será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicioOísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mateo 5:21-22, 27- 28

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Mensaje 1

Semana 1: ¿CÓMO CULTIVAR UN CORAZÓN SANO?

“Como en el agua el rostro corresponde al rostro,

Así el corazón del hombre al del hombre”. Proverbios 27:19 Introducción El corazón refleja la verdadera realidad del hombre. Más allá de las apariencias, el verdadero hombre se oculta en su corazón. Se puede tratar de demostrar una imagen o vender una apariencia, pero el corazón no puede falsificarse. El corazón es el centro de comando de la vida del hombre. Y todo lo que ocurre externamente – comportamientos, hábitos, palabras y expresión emocional obedecen a los dictámenes del corazón. No en balde la Biblia nos exhorta a guardar nuestro corazón. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). En este contexto la palabra corazón no se refiere al músculo que bombea la sangre a través del cuerpo humano. Se refiere más bien al alma del hombre. En el pensamiento hebreo corazón y alma son, generalmente, la misma cosa. El corazón o el alma representa el yo mismo del hombre, su identidad, su vida propia, la conciencia de sí mismo. Es en nuestro corazón donde pensamientos, emociones y voluntad se unen en una identidad, una conciencia y un estilo de vida. Necesitamos enfocarnos, entonces, en edificar un corazón sano, dando prioridad a lo interno sobre lo externo – de adentro hacia afuera. Lo que hay en el corazón determina el carácter de la persona. Y el carácter es el centro del desarrollo del ser humano. El carácter determina la integridad, la entereza, la fuerza y la competencia de una persona. Por otra parte, sólo en un corazón sano se genera el ambiente adecuado para amar sin egoísmos, andar en rectitud, actuar con integridad, perdonar las faltas cometidas y albergar y cumplir los propósitos de Dios. Cultivar un corazón sano demanda: 1. Alimentar el corazón con las motivaciones correctas “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare (asesinato premeditado) será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio… Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mateo 5:21-22, 27-28

Un corazón sano es un corazón diligentemente cuidado, lo cual implica alimentar el corazón con motivos correctos, alineados a principios bíblicos. Las actitudes y motivaciones incorrectas en el corazón son la base del pecado, tal como lo expresa Mateo 5:21-22, 27-28. Si dejamos que nuestro corazón se llene de las actitudes incorrectas (codicia, enojo y resentimiento, por ejemplo) y albergamos motivos insanos, tarde o temprano, cometeremos actos impropios como el adulterio y el asesinato. Necesitamos entender, pues, que el pecado está no sólo en las acciones, sino también en las motivaciones y actitudes del corazón. Jesús introduce una nueva perspectiva: el pecado comienza en el corazón del hombre. “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). El apóstol Santiago también enfatiza esa verdad: “…sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia (deseo fuera de la voluntad de Dios) es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14-15). Es en el corazón del hombre (pensamientos, emociones y voluntad) en donde ocurre la génesis del pecado. Por eso uno de los aspectos que más enfatiza Jesús en el Sermón del Monte, es la rectitud de corazón. “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). 2. Alimentar el corazón con pensamientos sanos

“Porque cual es su pensamiento en su corazón (mente), tal es él (ese hombre)”. Proverbios 23:7

El corazón se utiliza en la Biblia a menudo como sinónimo de mente. Y en la mente es donde se incuban las razones, justificaciones, imaginaciones y deseos que dan lugar a las acciones. Por tal razón necesitamos cuidar nuestros pensamientos, porque todo pecado se incuba primero en la mente. Primero se peca en la mente, aun antes de cometer la acción pecaminosa. De modo que si queremos vivir una vida santa, integra y recta, necesitamos primero - en lo interno: en nuestros pensamientos - ser santos, íntegros y rectos. De allí el énfasis que hace la palabra de Dios: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8). Nuestros pensamientos definen la persona que somos Nuestras actitudes y comportamientos están altamente influenciados por nuestra forma de pensar. Somos lo que pensamos. Acertadamente dice el autor de Proverbios: “Porque cual es su pensamiento su en corazón (mente), tal es él (ese hombre)” Proverbios 23:7. Eso es así porque nos comportamos en congruencia con la forma en que pensamos.

Necesitamos llenar nuestra mente con la palabra de Dios La palabra de Dios nos es dada para corregir y transformar nuestra manera de pensar. Al leer la carta a los Hebreos (4:12-13) lo comprobamos: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos… y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón...”. 2 Timoteo 3:16-17 reafirma esa verdad: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. 3. Aprender a perdonar “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda

malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Efesios

4:31-32 El remedio contra el enojo que produce la ofensa y el agravio, es el perdón. Un corazón que ha desarrollado un espíritu perdonador se mantiene sano y libre de resentimientos, odios y amarguras. Perdonar evita que se acumule la basura emocional – toxica – en nuestro corazón, en la forma de resentimiento, odio y amargura. La palabra de Dios nos exhorta a asumir una postura benigna y compasiva; una actitud conciliadora ante los errores y faltas de nuestros hermanos, familiares, amigos, enemigos, etc., y a expresar perdón, tal como lo indican los siguientes pasajes: “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32). “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro…” (Colosenses 3:13). “Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). Si no perdonamos nos llenaremos de resentimientos, amarguras y odios. La falta de perdón hace que el enojo se transforme en rencor y odio, al hacer que el sol se ponga sobre nuestro enojo (Efesios 4:26). Es como si Pablo le estuviera poniendo un límite corto a la duración de la ira, que es lo que corresponde a la neuroanatomía del funcionamiento sano de una emoción, para evitar así los efectos tóxicos que genera la cronificación de ésta. 4. Alimentar el corazón con el amor de Dios

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y

entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese

todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”.

1 Corintios 13:1-3 Sin amor estamos en bancarrota, no importa la fe que alberguemos, los dones y talentos que poseamos, ni las obras de servicio que realicemos; ni las

habilidades, inteligencia y educación que tengamos. “Sin no tengo amor, nada soy”. El amor es lo que le da valor a todo lo que somos y hacemos. Un corazón sin amor es un corazón enfermo y estéril. Pero un corazón lleno de amor es un corazón sano. Un corazón lleno de amor es un corazón que sabe perdonar; que practica la tolerancia y la empatía, que se mueve a la compasión, que pone la fe por obra. Urge, entonces, entrar por la senda del amor El amor trae sanidad al corazón del hombre El amor crea un ambiente psicológico y espiritual sano en el corazón del hombre. El amor sana nuestras emociones tóxicas y dañinas. El amor nos ayuda, por ejemplo, a vencer el temor paralizante. En 1 Juan 4:18 la Biblia dice: “El amor perfecto echa fuera el temor…” (NVI). El amor también es el mejor antídoto contra el enojo crónico y el odio. Por eso Jesús nos exhorta a amar a los que nos causan dolor y nos agravian, como la vía para lidiar con el resentimiento y el odio (Mateo 5:43-45).