selección natural

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Aunque la teoría de selección natural de Charles Darwin constituya la base de la síntesis evolutiva moderna y aunque los profesores de biología lo repitan una y otra vez en sus clases; lo cierto es que los alumnos no hacen eco de esta tesis. Tal vez, la causa de esta indiferencia sea que en sus tiernas vidas nunca se han tenido que adaptar al medio pues ya nos hemos adaptado nosotros, sus profesores, a hacerles las adaptaciones curriculares suficientes para que sea el medio quien, bien adaptadito, se adapte al chaval. A mí, que nunca me ha gustado la uniformidad, me proporciona un gran contento y un titánico aliciente ver en mis clases a jóvenes de distintas capacidades intelectuales, de distintas procedencias, de distintas religiones, de distintos sexos y de distintas tendencias sexuales expresándose, todos ellos, espontáneamente y en libertad. Así que, cuando me veo desbordada por tantas variantes, aprovecho esta oportunidad para practicar paciencia budista y ser yo, nuevamente, quien se adapte a las circunstancias cual flexible caña de bambú. ¡Ahora, eso no! Hay una parte de mí que se resiste a ajustarse a lo que los alumnos digan. Me niego y reafirmo mi ego una y otra vez ¡No, no y no! No leeré los libros de “nueva literatura juvenil” que me han impuesto mis alumnos ¡No! No, porque no creo que esa “literatura juvenil” prepare para la formación de otras lecturas más complejas. Considero que, por el contrario, embrutece y aboba las destrezas lectoras. No, porque la literatura supone un cuestionamiento del mundo mucho más interesante que el que proporciona un mero objeto de consumo de El Corte Inglés. No, porque no se trata de devorar millones de sagas sino de aprender a apreciar la belleza y la originalidad en

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Page 1: Selección natural

Aunque la teoría de selección natural de Charles Darwin constituya la base de la síntesis evolutiva moderna y aunque los profesores de biología lo repitan una y otra vez en sus clases; lo cierto es que los alumnos no hacen eco de esta tesis. Tal vez, la causa de esta indiferencia sea que en sus tiernas vidas nunca se han tenido que adaptar al medio pues ya nos hemos adaptado nosotros, sus profesores, a hacerles las adaptaciones curriculares suficientes para que sea el medio quien, bien adaptadito, se adapte al chaval.

A mí, que nunca me ha gustado la uniformidad, me proporciona un gran contento y un titánico aliciente ver en mis clases a jóvenes de distintas capacidades intelectuales, de distintas procedencias, de distintas religiones, de distintos sexos y de distintas tendencias sexuales expresándose, todos ellos, espontáneamente y en libertad.

Así que, cuando me veo desbordada por tantas variantes, aprovecho esta oportunidad para practicar paciencia budista y ser yo, nuevamente, quien se adapte a las circunstancias cual flexible caña de bambú.

¡Ahora, eso no! Hay una parte de mí que se resiste a ajustarse a lo que los alumnos digan. Me niego y reafirmo mi ego una y otra vez ¡No, no y no! No leeré los libros de “nueva literatura juvenil” que me han impuesto mis alumnos ¡No!

No, porque no creo que esa “literatura juvenil” prepare para la formación de otras lecturas más complejas. Considero que, por el contrario, embrutece y aboba las destrezas lectoras.

No, porque la literatura supone un cuestionamiento del mundo mucho más interesante que el que proporciona un mero objeto de consumo de El Corte Inglés.

No, porque no se trata de devorar millones de sagas sino de aprender a apreciar la belleza y la originalidad en una sociedad donde los gustos están cada vez más homogeneizados.

No, porque la mayoría de las veces constituye una tendencia totalmente prescindible, fatua y vacía de reflexión.

No, porque la nueva literatura juvenil está a su completo alcance y disposición. Ya se encarga el mercado y las editoriales de presentarla lo suficientemente atractiva.

No, porque me parece más interesante ofrecerles como alternativa las historias que proporcionan los clásicos juveniles.

No, porque estoy harta de temblores, tembleques y tiritonas adolescentes.

Así que este 2012, propondré la siguiente lista de lecturas para 3º de ESO: La isla del tesoro, Tom Sawyer, El mago de Oz, El principito, Solo un pie

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descalzo, Caperucita en Manhattan, Crónica de una muerte anunciada, Helena o el mar del verano, Los lunes, poesía, La Historia Interminable, Momo, y un delicioso cuento de Marguerite Yourcenar titulado: Cómo se salvó Wang- Fô.

¿Alguien tiene alguna otra idea?