seguridad alimentaria, agricultura familiar y acceso a la … · 2013-06-03 · latinoamericanos...
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SEGURIDAD ALIMENTARIA, AGRICULTURA FAMILIAR Y ACCESO A
LA TIERRA
Elisa Botella Rodríguez1
Abstract
Este artículo trata la relación entre la agricultura familiar, el acceso a la tierra y la
seguridad alimentaria en los países en vías de desarrollo. Teniendo en cuenta la
importancia de la seguridad alimentaria en el contexto de crisis alimentarias globales
(2007-2008), el artículo analiza los problemas de los pequeños productores para acceder
a la tierra e insertarse en la producción nacional de alimentos. En este sentido, el paper
destaca los problemas estructurales y las asimetrías del mercado internacional que
impiden a los agricultores familiares insertarse en el mercado nacional e internacional
de productos primarios. Por último, se introducen algunos ejemplos de entrega de tierras
y los resultados que han tenido para la producción de alimentos en Costa Rica y Cuba.
Palabras clave: agricultura familiar, seguridad alimentaria, globalización, crisis
alimenticias, políticas agrícolas, acceso a la tierra, Costa Rica, Cuba.
1. Introducción.
Más del 80% de los tres mil millones de habitantes rurales se dedican a actividades
agrarias; tres de cada cuatro pobres en los países en vías de desarrollo viven en zonas
rurales; la mayoría de ellos dependen de manera directa o indirecta de la agricultura
como medio de vida; y aproximadamente dos tercios viven en pequeñas explotaciones
(el 85% de ellas operan con menos de dos hectáreas) de las cuales hay unos 500
millones (Hazell et al., 2007; IFPRI, 2005; Nagayets, 2005; Narayan & Gulati, 2002).2
1 Profesora Ayudante, Departamento de Economía e Historia Económica. Doctora en Economía de
América Latina, Institute for the Study of the Americas, Universidad de Londres. 2 Definir a los pequeños productores es una tarea difícil. No hay una definición precisa ni
universalmente aceptada. World Bank’s Rural Strategy (2003) define a las pequeñas explotaciones como aquellas con menos de dos hectáreas de tierras de cultivo y con una base de recursos escasa. Nagayets (2005) destaca la importancia del contexto a la hora de definir la agricultura familiar: una finca de 10 hectáreas en muchas partes de América Latina sería más pequeña que la media nacional de muchos países de la región, funcionando fundamentalmente con trabajo familiar y produciendo para la subsistencia.
El artículo utiliza indistintamente pequeña producción y agricultura familiar para referirse al mismo grupo de productores.
1
Aunque la viabilidad de los pequeños productores está amenazada de una manera sin
precedentes en el contexto actual de redes de producción y distribución de alimentos
globales, hay todavía argumentos importantes para preservar la agricultura familiar
(Hazell et al., 2007). Los pequeños productores tienen un papel fundamental en el
crecimiento y la reducción de la pobreza en los países en vías de desarrollo. En el caso
de los países pobres, la importancia de los pequeños productores estriba en su eficiencia
económica si la comparamos con grandes explotaciones, la gran cantidad de empleo
productivo que pueden generar y su rol en la reducción de la pobreza y la inseguridad
alimentaria. Al mismo tiempo, los pequeños productores pueden promover una
importante economía rural no agrícola así como limitar las migraciones campo ciudad
(Hazell et al., 2007). Los pequeños productores en países de bajos ingresos también son
menos dependientes del empleo asalariado, insumos externos, agroquímicos y
tecnologías importadas de los países desarrollados. Por lo tanto, si se produce un shock
externo (como la crisis alimentaria global o condiciones climáticas adversas) los
pequeños agricultores son los únicos capaces de producir para el mercado nacional
(Hazell et al., 2007; IFPRI, 2005).
Teniendo en cuenta la importancia de la agricultura familiar en los países en vías de
desarrollo, este artículo discute brevemente las siguientes cuestiones: 1) la relación entre
seguridad alimentaria y agricultura familiar; 2) la importancia del acceso a la tierra para
aumentar las posibilidades de producción de los pequeños productores; 3) las
oportunidades generadas para la producción de alimentos en dos economías pequeñas
en desarrollo: Costa Rica y Cuba.
2. La relación entre la agricultura familiar y la seguridad alimentaria.
‘La seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen, en todo momento,
acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que
satisfacen sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una
vida activa y sana’ (Cumbre Mundial sobre la Alimentación, 1995: 5). Teniendo en
cuenta esta definición el artículo se centra en la capacidad de los pequeños productores
y los espacios que estos encuentran para insertarse en la producción nacional de
alimentos y reducir la dependencia alimentaria que caracteriza a los países en vías de
desarrollo.3
3 Esta idea se basa en la soberanía alimentaria que es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y
culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir
2
A pesar de la gran cantidad de impedimentos que encuentran los pequeños
productores para insertarse en la producción nacional de alimentos, la evidencia nos
muestra la elevada proporción de alimentos que estos producen en los países en vías de
desarrollo. Hay una serie de características intrínsecas de la agricultura familiar que
explican su importancia en la producción nacional de alimentos (Patel, 2007). Esto es
especialmente notorio en el caso de la producción de cereales. Mientras el 91% de las
1500 millones de hectáreas de tierra agrícola se destinan a las agroexportaciones,
biocombustibles y soja transgénica, millones de pequeños productores en los países en
desarrollo producen un gran porcentaje de los granos básicos y productos esenciales
para alimentar a las poblaciones rurales y urbanas de todo el mundo (Altieri, 2008;
IFAD, 2011). De los 960 millones de hectáreas cultivadas (cultivables y con cultivos
permanentes) en África, Asia y América Latina, el 10-15% es gestionada por pequeños
productores, que producen entre el 40% y el 60% de los alimentos disponibles para el
consumo nacional (Altieri, 2008; Hazell et al., 2007). En América Latina
aproximadamente 17 millones de pequeñas explotaciones ocupan el 34.5% del área total
cultivada con un tamaño medio de explotación comprendido entre 3.6ha y 1.8ha
(Berdegué & Fuentealba, 2011). Estas unidades campesinas producen el 51% del maíz,
el 77% de los frijoles y el 61% de las patatas disponibles para el consumo en la región
(Berdegué & Fuentealba, 2011; ver también Kay, 1997). En Brasil aproximadamente
4.8 millones de pequeños productores con el 30% de la tierra agrícola total del país
producen el 84% de mandioca y el 67% de los frijoles (Altieri, 1999). En Chile a pesar
de ser considerado uno de los países exportadores más importantes de América Latina,
existen 11 veces más agricultores produciendo para el mercado doméstico que aquellos
destinados a las exportaciones. De los productores que producen para el mercado
doméstico el 89% son pequeños y medianos productores destinados al consumo
nacional (Berdegué & Fuentealba, 2011; ODEPA, 2002).
En África subsahariana los pequeños agricultores producen el 90% de la producción
agrícola (IFPRI, 2005; Narayan & Gulati, 2002; Spencer, 2002). En Asia más de 200
millones de productores de arroz son pequeños productores con parcelas de unas dos su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica (Rosset, 2005; World Food Summit, 1995).
3
hectáreas. En India los pequeños productores con menos de 2ha representan el 78% del
número total de explotaciones y producen el 41% de los granos básicos del país (IFAD,
2011; Greenland, 1997).
Por último, Soto Baquero (2009) señala que los pequeños productores no sólo
contribuyen de manera significativa a la producción nacional de alimentos, también
ayudan a reducir la inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad de una importante
proporción de los habitantes rurales pobres en América Latina, especialmente en zonas
de agricultura de subsistencia y áreas subdesarrolladas (Rosset, 2005; Soto Baquero,
2009; Soto Baquero et al., 2007). En el caso de que se produzca un shock externo los
alimentos producidos localmente implican muchos menos costes de transporte y
comercialización frente a los alimentos importados. De esta manera, los pequeños
productores están mejor situados para alimentar a la población nacional. Tal y como
argumenta Altieri (2008), pequeños incrementos en la productividad de los productores
familiares que producen la mayoría de los granos básicos, tendrá un impacto mucho
más significativo a nivel local y regional que los aumentos en las importaciones de
alimentos procedentes de países desarrollados y controlados por grandes empresas
multinacionales altamente dependientes de tecnología, insumos químicos y semillas
transgénicas.
3. El impacto de la globalización sobre los pequeños productores: problemas
estructurales y asimetrías en el mercado internacional.
El proceso de globalización ha tenido un impacto importante sobre las oportunidades
y el potencial de los pequeños productores para alimentar a la población en los países
menos desarrollados. Autores neostructuralistas como Kay (2002, 2006) destacan una
serie de problemas estructurales en el acceso a los recursos, mercados y otros activos
básicos para asegurar la producción nacional de alimentos. En este sentido, hay que
destacar como las políticas agrícolas en muchos países de América Latina han pasado a
un segundo plano, relegadas por unas políticas económicas que promueven la
liberalización comercial indiscriminada y la promoción de la inversión extranjera
directa. En el sector agrícola estas políticas han promovido las exportaciones no
tradicionales y los programas de reconversión productiva que inducen a los pequeños
productores a abandonar producciones tradicionales como café, azúcar y granos básicos
para insertarse en cultivos más lucrativos en el mercado internacional. El
desmantelamiento de la producción de granos básicos ha sido muy importante en países
4
latinoamericanos como Costa Rica y México. Estas políticas han ido acompañados de
una falta de apoyo estatal al sector de productores pequeños que carecen de recursos,
insumos, tierra y crédito (Botella-Rodríguez, 2012).
Uno de los principales problemas estructurales es el acceso a la tierra. Una larga serie
de investigaciones demuestran que una distribución más igualitaria de la tierra no sólo
puede promover un mayor crecimiento económico sino que también asegura que el
crecimiento que se obtiene sea más beneficioso para los pobres (Griffin et al., 2002;
Kay, 2002, 2006; Lappé et al., 1998; Rosset, 1999; Sobhan, 1993). Según Kay (2002) y
Rosset (2005), cuando hay escasa desigualdad en el acceso a recursos y se emplean
tecnologías altamente intensivas en trabajo, la agricultura familiar aumenta de manera
significativa los ingresos de los pobres y los sin tierra en las áreas rurales. Un aumento
en los ingresos de los pequeños productores reduce la pobreza en la economía rural y
estimula la demanda local de bienes y servicios como el transporte, la construcción o el
trabajo agrícola asalariado (IFAD, 2001; Irz et al., 2001). Varios autores afirman que
pocos países en el mundo han desarrollado economías industrializadas fuertes sin antes
haber conseguido un crecimiento significativo en la agricultura familiar (ver por
ejemplo Kay, 2002; Griffin et al., 2002; Sobhan, 1993). Durante las últimas tres
décadas, casi todos los ejemplos de reducción masiva de la pobreza comenzaron con
aumentos en el ingreso propiciados por un aumento en la productividad de las pequeñas
explotaciones (Griffin et al., 2002; Lipton, 2005; Piñeiro, 2005). Este fue el caso de
Taiwán, Corea del Sur y otras economías del este asiático tras la Segunda Guerra
Mundial. Las estrategias de desarrollo en estos países trataron de manera simultánea y
conectaron el comercio, el crecimiento y las reformas para combatir la pobreza. En el
sector agrícola, los gobiernos implementaron programas de reforma agraria que
promovieron una distribución de la tierra más igualitaria basada en la pequeña
propiedad. Estas reformas se completaron con otras formas de intervención estatal que
ayudaron a crear los excedentes agrícolas necesarios y estimular la demanda para el
sector industrial (Griffin et al., 2002; Kay, 2002; Sobhan, 1993). En estos países, cada
1% de crecimiento en el sector agrícola se tradujo en una reducción de la pobreza del
1.9% (1.1% urbana y 2.9% pobreza rural (Griffin et al., 2002; Kay, 2002; Lappe et al.,
1998). Una gran parte de la literatura heterodoxa ha demostrado que la falta de unos
títulos de propiedad bien definidos y la incertidumbre en los sistemas de tenencia de la
tierra afecta a los niveles de producción en los mercados nacionales e internacionales de
maneras diferentes (Griffin et al. 2002; Kay, 2006). Kay (2006) argumenta que el
5
acceso limitado de la mayoría de los campesinos de América Latina a la tierra es una de
las principales razones de la persistencia de la pobreza rural en la región. Con menos del
50% de los pequeños y medianos productores en América Latin con derechos legales y
de la tierra, IFAD (2006) destaca el lento avance en la definición de los derechos de
propiedad y títulos de la tierra en la región. Investigaciones empíricas desarrolladas por
Birdsall et al. (2008) muestran que a principios de los 90 el 63% de los agricultores de
Chile, Colombia, Honduras, y Paraguay carecían de títulos legales de tierra. En Brasil
aunque el 20% de los productores son pequeños agricultores, estos poseen legalmente
menos del 1% de toda la tierra cultivable total (Trostle, 2008). Los economistas
neoliberales proponen reformas agrarias asistidas por el mercado para resolver estas
desigualdades en el acceso a la tierra (Ravallion & Chen, 2004). Por el contrario, los
autores heterodoxos proponen reformas agrarias redistributivas con una intervención del
estado importante para colocar a los pequeños productores al frente de la estrategia
agrícola (Kay, 2002, 2006).
El limitado acceso al mercado (principalmente el doméstico) y los canales de
comercialización es otro de los problemas estructurales que encontramos en los países
en desarrollo. La falta de acceso al mercado limita las oportunidades de los pequeños
productores para insertarse en las exportaciones agrarias no tradicionales. Aunque más
del 90% de los pequeños productores trabajan y dependen del mercado doméstico, las
políticas neoliberales han orientado la producción hacia mercados de exportación y
productos con mayor valor añadido. Según Berdegué & Fuentealba (2011), este es un
error serio que particularmente afecta a más de 9 millones de explotaciones de
subsistencia y a la mayoría de pequeñas explotaciones principalmente orientadas al
mercado doméstico en América Latina.
Además el acceso a la educación y la sanidad son importantes para los pequeños
productores, no sólo para aumentar sus rendimientos agrícolas e ingresos sino también
para insertarse en el empleo rural no agrario y la agricultura por contrato (oportunidades
derivadas de la liberalización agrícola) (IFAD, 2001, 2006, 2011). El acceso a la
educación puede mejorar el aprendizaje sobre nuevas tecnologías e investigación y
desarrollo agrícola con el consiguiente impacto positivo sobre la productividad (IFAD,
2001, 2011). Sin embargo, la educación aumenta las oportunidades de los pequeños
productores sólo si la conectamos con otros activos físicos y de salud pública (IFAD,
2001; IFPRI, 2005).
6
Otros autores como Hellinger at al. (2001), Lappé et al. (1998) y Rosset, (2006)
argumentan que el énfasis neoliberal en la reducción de la intervención estatal durante
los 80 y los 90, el excesivo peso de la promoción de exportaciones, las patentes de los
recursos genéticos y el sesgo de la investigación en el sector agrícola hacia tecnologías
importadas y excesivamente caras ha acentuado las asimetrías globales y locales del
mercado en la agricultura latinoamericana durante los 90 y principios del siglo XXI.
Estas relaciones asimétricas impiden la inserción de los pequeños productores en la
producción nacional de alimentos y son el resultado de una doble realidad.
En primer lugar, el excesivo control de las empresas transnacionales en la
producción, distribución y comercialización de productos agrícolas. En los años 80 y 90
el desmantelamiento del sector de granos básicos, la reforma de las instituciones
agrícolas y la retirada del estado a los sectores tradicionales basados en pequeña
agricultura y claves para alimentar a la población, retiraron de manera progresiva a los
pequeños productores de la producción nacional de alimentos en muchos países de
América Latina. En América Central durante el período 1995-2008 el porcentaje de los
gastos en agricultura con respecto a los gastos totales del gobierno cayó del 4.01% al
1.82% (Conroy et al., 1996; CEPAL, 1995, 2008). Esta retirada del estado dio paso al
sector privado como proveedor de insumos, tecnología, paquetes tecnológicos e
incentivos para el cambio de producciones tradicionales a nuevos cultivos no
tradicionales más lucrativos en el mercado internacional.
Rosset (2006), Conroy et al. (1996) y González (2004) señalan como a finales de los
90 los grandes productores y empresas transnacionales alcanzaron un mejor acceso al
capital y crédito para financiar los productos de exportación en los países en desarrollo.
En la actualidad empresas como Monsanto, Cargill, Nestlé y Wal-Mart son tan
poderosas que dominan las cadenas de distribución de alimentos desde las semillas
hasta las estanterías del supermercado en las economías menos desarrolladas (Rosset,
2006). En Brasil sólo cuatro firmas controlan el 75% del mercado nacional de maíz
híbrido y otras cuatro controlan el 75% del mercado del café. En Colombia cuatro
empresas concentran el 94% del mercado de patata, yuca y plátano (Berdegué &
Fuentealba, 2011; Farina, 2002; IFAD, 2011). En Argentina y Brasil los supermercados
controlan entre el 60% y el 70% de las ventas de alimentos mientras que en Costa Rica
Wal-Mart controla más del 81% de las ventas totales de alimentos (Heffernan, 1999;
Reardon & Berdegué, 2002; World Bank, 2008).
7
En segundo lugar, el alto grado de proteccionismo ejercido por los países desarrollos
hasta 2007-2008 con el comienzo de la crisis alimentaria global, ha reducido de manera
significativa las oportunidades de producción de los pequeños agricultores. Rosset
(2006), TWN e IFAD (2006) consideran que las políticas neoliberales han
institucionalizado un estándar doble para el comercio internacional: proteccionismo en
los países ricos frente a la liberalización comercial en los países pobres. La
liberalización comercial unida a los subsidios en los países ricos crea tres tipos de
shocks negativos para los pequeños productores en los países pobres. En primer lugar,
los pequeños productores pierden sus oportunidades e ingresos por tener bloqueado el
acceso al mercado en los países ricos que aplican los subsidios. En segundo lugar los
pequeños productores en los países en desarrollo pierden sus oportunidades para
exportar a mercados extranjeros ya que los países que aplican los subsidios también
exportan a estos mercados a unos precios artificialmente baratos, comprando las
materias primas a unos precios muy bajos en los países menos desarrollados. En tercer
lugar, estos productores pierden su importancia en el mercado doméstico debido al
aumento de las importaciones de alimentos baratos y subsidiados procedentes de los
países desarrollados que invaden los mercados nacionales (IFAD, 2006; Madeley, 2002;
TWN & IFAD, 2006).
Tanto los problemas estructurales señalados por la literatura heterodoxa (por ejemplo
Berdegué & Fuentealba, 2011; Giarracca, 2001; Kay, 2006; Murmis, 1994; Teubal,
2001) como las asimetrías en el mercado internacional limitan las oportunidades de los
pequeños productores para producir alimentos destinados al mercado local. Estas
limitaciones a su vez reducen las oportunidades de los agricultores familiares para
mejorar la seguridad alimentaria en los países en desarrollo.
4. Oportunidades de los pequeños productores para acceder a la tierra y reducir
la inseguridad alimentaria: los casos de Cuba y Costa Rica
Aproximadamente el 50% de los alimentos consumidos en los países en desarrollo
durante los 80 y los 90 eran importados (FAO, 1994, 2004a; Murphy, 1999). Murphy
(1999) destaca que en el Caribe, la inseguridad alimentaria es una consecuencia directa
del pequeño tamaño de estos países y los siglos de colonialismo que priorizaron la
producción de azúcar y otros monocultivos tradicionales de exportación, negando de
esta manera la producción de cultivos para el consumo doméstico. Estos patrones
históricos han empeorado y se han profundizado en la mayoría de países del Caribe y
8
América Central; en el actual contexto de redes globales de producción y acuerdos de
libre comercio estos países permanecen como importadores netos. En este contexto,
¿Cuáles han sido las oportunidades para reducir la dependencia de importaciones de
alimentos en diferentes países y bajo modelos agrícolas distintos? ¿Cuál es el impacto
de las políticas de redistribución de tierra en la seguridad alimentaria en pequeñas
economías en desarrollo?
Teniendo en cuenta los principales problemas que enfrentan los pequeños
productores en las economías en desarrollo, esta sección describe dos casos
contradictorios de desarrollo agrario en el período de 1990-2008. En primer lugar se
introducen las políticas agrícolas implementadas en Costa Rica con especial énfasis en
los cambios en el uso del suelo, la estructura de la tierra y el impacto que dichas
políticas han tenido en la producción nacional de alimentos. El caso de Costa Rica nos
dará algunas claves para entender lo que está sucediendo en la mayoría de países de
América Latina que aplican modelos agrícolas centrados en el mercado internacional.
En segundo lugar, se introduce el caso de Cuba, un modelo alternativo que se vio
forzado tras la caída del bloque soviético a promover la descentralización progresiva de
las estructuras agrarias y liberalización del mercado interno para sustituir los alimentos
importados.
4.1. Costa Rica: desarrollo agrario ‘mirando hacia fuera’ (Outward-looking
development).
4.1.1. Oportunidades de acceso a la tierra.
Desde mediados de lo 80 las políticas agrícolas costarricenses han estado
subordinadas a las políticas económicas de liberalización comercial, tratados de libre
comercio y atracción de inversión extranjera directa. El modelo económico
costarricense de rápida liberalización comercial ha promovido el abandono del los
productos tradicionales, especialmente los granos básicos, en su mayoría en manos de
pequeños productores y su inserción en la producción de cultivos no tradicionales con
más éxito en el mercado internacional. Las políticas del sector agrícola, subordinadas a
las políticas económicas han promovido la modernización institucional del sector y una
reducción significativa de los recursos agrícolas destinados a los granos básicos y la
agricultura familiar. En este sentido, el gobierno puso en práctica programas de
reconversión productiva y de desarrollo rural muy ligados a la competitividad de
9
empresas agroindustriales con una importancia cada vez mayor del empleo rural no
agrícola.
Estas políticas han comportado cambios significativos en el uso del suelo y la
estructura de la tierra en Costa Rica. El área cultivada no varió drásticamente de 1990 a
2008, pero los nuevos patrones de producción y los lineamientos de la política agrícola
transformaron el uso del suelo en el país, promoviendo los cultivos no tradicionales en
detrimento de los cultivos tradicionales. Mientras el arroz, el maíz y el café cayeron de
manera significativa en número de hectáreas cultivadas en el periodo 1990-2008, el área
cultivada de productos no tradicionales como la piña o la palma africana aumentaron de
manera importante (ver Tabla 1) (Bertsch, 2004, 2006).
Tabla 1
Área de los principales cultivos (1,000Ha), 1990-2008
1990 2008 Tasa anual compuesta de crecimiento (%)
CULTIVOS TRADICIONALES Café Azúcar Banano Cacao
192,716 105,000 42,000 28,296 17,420
205,138 98,681 57,660 44,313 4,484
0.34 -0.34 1.78 2.52 -7.26
GRANOS BÁSICOS Maíz Arroz Frijoles
183,484 49,381 67,848 63,664
80,274 6,837 62,411 11,026
-4.48 -10.40 -0.46 -9.28
CULTIVOS NO TRADICIONALES Palma Africana Piña Naranjas Melón/Sandía
71,727
23,183 6,050 10,757 2,375
201,035
52,200 50,000* 25,000 8,640
5.90 4.61
11.76 4.79 7.43
RAÍCES Y TUBÉRCULOS Yuca Otros
3,092 3,092
n.a
11,659 7,511 4,148
7.65 5.05
Área cultivada Total 451,015 498,079 0.55 Fuente: Cálculos del autor a partir de SEPSA, 1998, 2002, 2008.
* En 2009, El financiero, Junio 2009.
La diversificación agraria y de las exportaciones fue uno de los resultados más
importantes del modelo costarricense de desarrollo centrado en el mercado exterior. Sin
embargo, la diversificación agraria también comportó cambios en la dinámica interna
10
del sector, incluyendo transformaciones en los patrones y tenencia de la tierra. Las
transformaciones iniciales en las estructuras agrarias durante los 80 se vieron aceleradas
en los 90 y principios del siglo XXI por la promoción de las EANTs y los cambios en
los patrones de producción hacia técnicas más intensivas, mecanizadas y dependientes
de las importaciones de insumos y tecnologías. Estas prácticas promovieron la
concentración de la tierra en manos de grandes productores y empresas transnacionales
(Bertsch, 2006, 2004; Pomareda & Lopez, 2007). Los cultivos no tradicionales de
exportación como la piña, la palma africana o el melón y la sandía se concentraron en
manos de grandes productores. Por ejemplo en 2002 tres empresas transnacionales
productoras de piña cultivaban 6200ha de tierra con 4340 trabajadores asalariados. El
mismo año 200 pequeños productores de piña cultivaban parcelas medias de 8.5ha
(Bertsch, 2004, 2006). En el caso del melón y la sandía en 2002 8400ha eran grandes
explotaciones en manos de 10 productores con un tamaño medio de explotación de
840ha. Las pequeñas explotaciones de melón y sandía pertenecían a 100 pequeños
productores con un tamaño medio de explotación de 1ha. La producción de naranja
mostraba una tendencia similar hacia la concentración: 15,600ha de tierra en manos de a
5 productores en 2002 con un tamaño medio de explotación de 3120ha frente a un
tamaño de 1.4ha de las pequeñas explotaciones (Bertsch, 2006).
Al mismo tiempo en los cultivos tradicionales como el café (el cultivo tradicional por
excelencia del país) la distribución de la tierra experimentó una tendencia opuesta. En
2002 1000 grandes productores cultivaban explotaciones de unas 40ha de media frente a
62.000 pequeños productores que poseían explotaciones de 1.17ha de media (Bertsch,
2004, 2006). En el caso de los granos básicos, el modelo de desarrollo agrícola afectó
principalmente al maíz blanco y el arroz. La evolución de granos básicos en América
Central nos muestra como Costa Rica experimentó la reducción más drástica en el
número de productores de granos básicos desde finales de los 80. De 1987 a 2005-07 el
número de productores de granos básicos experimento una tasa de crecimiento anual
compuesta de -8.51 (Baumeister, 2010; Botella-Rodríguez, 2012).
Durante los 90 y principios del siglo XXI, el sector agrícola costarricense estaba
dominado por un pequeño número de grandes productores cuya principal fuente de
ingresos provenía de las actividades agrícolas. En este mismo período, una gran
cantidad de pequeños productores abandonaron de manera progresiva la agricultura
como principal actividad económica (Pomareda & Lopez, 2007; Mora-Alfaro, 2005).
Estos acontecimientos empeoraron la equidad social en las zonas rurales del país,
11
creando dos mundo agrícolas polarizados y heterogéneos con unas características físicas
y estructuras sociales dispares que competían en el mismo sector (Pomareda & Lopez,
2007). No obstante, el modelo agrícola costarricense creó nuevas oportunidades de
empleo e ingresos en las actividades rurales no agrícolas. Costa Rica junto con México
es uno de los únicos países de América Latina donde el empleo rural no agrario supera
al empleo agrario (Dirven, 2004). La diversificación agraria y el importante desarrollo
de empresas agroindustriales abrieron nuevos espacios para los agricultores familiares.
Aunque muchos han tratado de combinar la producción de subsistencia con el empleo
rural no agrícola, otros se vieron obligados a abandonar la actividad agrícola y trabajar
en el sector rural no agrícola. La falta de evidencia sobre el empleo rural no agrícola en
Costa Rica nos impide concluir cuál de las dos tendencias fue la dominante para los
agricultores familiares.
4.1.2. Oportunidades para promover la seguridad alimentaria.
En Costa Rica el desmantelamiento de la producción de granos básicos durante las
décadas de los 80 y principios de los 90, así como el énfasis en la promoción de
exportaciones agrarias no tradicionales a través de programas de reconversión
productiva redujeron las oportunidades de los pequeños productores para contribuir a la
producción nacional de alimentos. Tal y como hemos visto en la sección anterior, los
cambios en el uso de la tierra y la concentración de la propiedad en grandes propietarios
y empresas multinacionales han afectado profundamente al pequeño productor de
granos básicos. El problema es que la mayoría de los productos no tradicionales se
destinan al mercado internacional y no cubren la demanda nacional de alimentos. Los
datos de la FAO sobre producción de granos básicos per cápita (Kcal/persona/día) en la
región centroamericana demuestran que Costa Rica experimentó la reducción más
drástica de la región de 1970 a 2007 (FAO, 2007). Aunque Costa Rica tiene mejores
indicadores nutricionales y sociales que sus países vecinos, los productores de granos
básicos nacionales fueron los que menor capacidad tienen para alimentar a la población
en la región.
A pesar de practicar una agricultura intensiva con mejores rendimientos (en
toneladas por hectárea) que en otras regiones, a principios de los 80 Costa Rica optó por
la exportación de productos no tradicionales y la importación de alimentos. A principios
de los 90 los requerimientos alimenticios del país se convirtieron en totalmente
dependientes de una combinación de reservas e importaciones de alimentos (FAO,
1999, 2007, 2009). En tan sólo 10 años, entre 1995 y 2007, el grado de dependencia de
12
arroz pasó del 30.1% al 50%; los frijoles importados aumentaron del 16.7% al 78% y el
maíz pasó del 94.6% al 97.8% (SICA, 2009). Al mismo tiempo, de 1990-92 a 2005-07,
el ratio de alimentos importados aumentó de manera significativa en todos los grupos de
alimentos importados (FAO, 2009). Este fue el caso también de productos con una
importante producción nacional como la leche, la carne, las verduras, las frutas, el
azúcar o los aceites vegetales.
En vísperas de la crisis alimentaria global, era paradójico que los ingresos de las
exportaciones de yuca y otros tubérculos (productos no tradicionales que ascendieron a
$17-28 millones en 2006) y otras productos no tradicionales de exportación como la
piña o la palma africana, no fueran suficientes para cubrir el 50% de las importaciones
de granos básicos del país (que ascendieron a 90 millones de $) (Pomareda, 2006; PNA,
2008). En este contexto, ¿Cuáles fueron las consecuencias de la crisis alimentaria global
de 2007-2008? En un país pequeño como Costa Rica el aumento de los precios de los
alimentos demostró el alto grado de vulnerabilidad y dependencia de las importaciones
de Costa Rica. Si las importaciones terminaban, el país estaría en una posición de total
vulnerabilidad. El desmantelamiento de los granos básicos y la falta de apoyo a los
pequeños productores durante los 80 y principios de los 90, la nula competitividad de
los productores nacionales frente a los grande productores de exportaciones no
tradicionales y el alto grado de intensificación de la agricultura muy dependiente de
insumos importados, empeoraron las consecuencias de la crisis en Costa Rica. De este
modo, la crisis alimentaria llevó al gobierno de Costa Rica a repensar su modelo de
‘inseguridad alimentaria’ (PNA, 2008; Pomareda, 2006). Para responder a la necesidad
de reactivar la producción de granos básicos y sus productores, el gobierno
costarricense creó el programa Nacional de Alimentos (PLAN) y el Programa Integral
de Alimentos (PIA) (MAG, 2008; PNA, 2008). Ambos programas trataron de reactivar
los mercados internos de alimentos así como de promover la producción local de
cereales con especial interés en los grupos más vulnerables y familias pobres del medio
rural. Para ello el PLAN promovió el acceso a recursos tratando de recuperar la
producción nacional de alimentos y reactivar el papel coordinador en el sector de granos
básicos del Consejo Nacional de Producción (PNA, 2008).
13
4.2. El caso de Cuba: desarrollo agrario ‘mirando hacia dentro’ (Inward-
looking development). 4
4.2.1. Oportunidades de acceso a la tierra.
Tras la caída del Bloque socialista en 1989 Cuba se vio obligada a comenzar un
proceso de descentralización y liberalización de sus mercados y estructuras agrarias en
el sector agrícola. Debido a la gran dependencia alimentaria de la isla con respecto a los
países del COMECON, tras la crisis alimentaria de 1993 Cuba tuvo que comenzar a
producir alimentos para el mercado doméstico. Una de las principales medidas
adoptadas para estimular la producción interna de alimentos fue la ley de reforma
agraria de 1993 que convirtió las antiguas granjas estatales en nuevas cooperativas de
producción agrícola denominadas Unidades Básicas de Producción Cooperativa
(UBPCs). Las UBPCs entregaban la tierra en usufructo a la cooperativa e imitaban el
tamaño y el tipo de producción desarrollada por las Cooperativas de Producción
Agrícola, CPAs, asociaciones de pequeños productores que entregaban la tierra a la
cooperativa y la trabajaban de manera conjunta. Este proceso de entrega de tierras no
fue del todo eficiente ya que muchas UBPCs heredaron las características,
endeudamiento, tamaño y trabajadores de las antiguas granjas estatales. Especialmente
en el sector ganadero, las UBPCs han obtenido resultados muy ineficientes. Sin
embargo, estas nuevas cooperativas unidas a una serie de medidas adicionales de
liberalización del mercado interno de alimentos (por ejemplo la creación de mercados
de libre oferta y demanda en 1994), abrieron espacios para los pequeños productores e
incrementaron su capacidad de producir alimentos para el consumo nacional durante la
década de los 90 (Botella-Rodríguez, 2012).
Si tenemos en cuenta los índices de uso del suelo en 1989, las granjas estatales
(68.4%) cultivaban unas proporciones mayores de la tierra disponible comparada con
las CCSs (53.6%) y las CPAs (58.4%). Sin embargo en 2007 las granjas estatales solo
cultivaban el 29.2% de su tierra agrícola comparada con las CCSs (65.8%), CPAs
(52.1%) y las UBPCs (48.6%). Visto desde otra perspectiva, en 2007 las granjas
estatales dejaron ociosas el 26.5% de sus tierras agrícolas. Este porcentaje era muy
4 De manera opuesta a las políticas neoliberales, este artículo define el desarrollo ‘mirando hacia dentro’ como aquella estrategia agraria que se centra en los siguientes pilares: 1. tecnologías sostenibles y de bajos insumos basadas en la agricultura familiar. 2. sustitución de las importaciones de alimentos; 3. mercados domésticos para promover la inserción de los pequeños productores en la producción de alimentos y evitar de esta manera la dependencia de importaciones y por tanto las incertidumbres del mercado internacional. En el caso de Cuba, la literatura a menudo denomina a este modelo ‘Paradigma Alternativo’ (basado en Funes et al., 2002; Funes-Monzote, 2008; Rosset & Benjamin, 1994).
14
superior a las tierras ociosas de las UBPCs y más del doble del índice de tierras ociosas
de las CPAs (ver el cálculo de los índices en la Tabla 2) (ONE, 2007, 2008).
Al mismo tiempo, las CPAs, organizaciones colectivas de pequeños productores,
tuvieron menos capacidad para adaptarse a las difíciles condiciones económicas de los
últimos años de la crisis (Hagelberg & Alvarez, 2009; Pérez Cabrera, 2009, 2010). El
modelo de producción de las CPAs no dejaba demasiado espacio de maniobra para las
unidades individuales, mientras que la crisis alimenticia de los 90 reforzó las unidades
de producción individuales (Figueroa Albelo et al., 2006). En este contexto, el espacio
entre las pequeñas unidades privadas (Cooperativas de Crédito y Servicio, CCSs,
usufructuarios y campesinos dispersos) y las CPAs aumentó a finales de los 90 y
principios del 2000. Los pequeños productores privados desarrollaron producciones más
diversificadas. Combinaron los granos básicos con las hortalizas, las frutas tropicales y
la cría de ganado, especialmente cerdos. Como resultado, estas unidades individuales
consiguieron unos altos índices de uso de la tierra: las CCSs y los campesinos dispersos
obtuvieron el índice de uso del suelo más alto y el índice de ociosidad de la tierra más
bajo durante en 2007 (65.8% y 5.5% respectivamente), (Figueroa Albelo et al., 2006;
ONE, 2007).
15
Tabla 2
Índices de uso del suelo y de ociosidad de las diferentes estructuras agrarias, 1989-2007
Considerando la tierra agraria de cultivo, de pasto y ociosa 1000ha.5
(Sector no azucarero)
Estructuras agrarias Índice de
uso del
suelo
en1989
(%)*
Índice de
uso del
suelo en
2007 (%)
Índice de
ociosidad en
1989 (%) **
Índice de
ociosidad en
2007 (%)
TOTAL
Estatal
Sector no estatal
UBPCs
CPAs
CCSs, Campesinos dispersos y
otros productores privados.
65.1%
68.4%
n.a.
n.a.
58.4%
53.6%
45.1%
29.2%
54.0%
48.6%
52.1%
65.8%
7%
7%
n.a.
n.a.
6.3%
7.6%
18.6%
26.5%
14.2%
19%
12.5%
5.5%
Fuente: Cálculos del autor a partir de Hagelberg & Alvarez, 2009, ONE, 1990, 2007.
*El índice de uso del suelo equivale al área cultivada/área agrícola *100.
* *El índice de ociosidad equivale al área de tierra ociosa/área de tierra agrícola*100
Como resultado de las políticas de liberalización interna y descentralización, la
estructura de la tierra en Cuba sufrió grandes transformaciones. Mientras el sector
estatal cayó del 75% en 1992 al 23.2% en 2008, el sector no estatal (formado por las
UBPCs, CPAs y CCSs) aumentó un 50% durante el mismo período (ONE, 2007). En
particular las UBPCs agrupaban el 39.8% del total de la estructura de la tierra en Cuba
en 2008. Mientras las CPAs aumentaron ligeramente del 10% en 1992 al 10.2% en
2008, las formas privadas de tenencia como las CCSs y otras tierras en usufructo casi se
duplicaron durante el mismo período. De 1992 al 2008 el cambio más importante
experimentado en la tenencia de la tierra no fue sólo la creación de las UBPCs sino la
expansión gradual de la tierra en manos de los pequeños productores privados (bien en
propiedad o usufructo).
El notable grado de diversificación alcanzado por los agricultores familiares en parte
5 La tierra cultivada se define en Cuba como el área sembrada, en preparación o en descanso esperando para ser cultivada.
La tierra ociosa en Cuba es el área que podría ser cultivada pero que no tiene un uso específico en actividades agrícolas.
La tierra agrícola es el área dedicada a la producción agrícola, incluyendo las tierras sembradas y no sembradas.
16
explica el uso intensivo de la tierra del sector privado en Cuba si lo comparamos con el
resto de explotaciones. La combinación de productos tradicionales, no tradicionales y
ganado en las UBPCs, CPAs y especialmente en las CCSs han promovido la
diversificación de cultivos y productores, dejando de lado la dependencia anterior de la
isla del monocultivo azucarero de exportación desarrollado en grandes explotaciones.
En definitiva tres características fundamentales destacan en la evolución de la tenencia
de la tierra en Cuba de 1990 a 2008. A pesar de que las UBPCs todavía enfrentan un
gran número de ineficiencias, representan una mejora sustancial sobre las grandes
explotaciones estatales. Incorporaron mecanismos que favorecen la descentralización de
la producción hacia un sistema que imita la eficiencia, los valores y el potencial del
campesino tradicional en Cuba (Funes-Monzote, 2008). Al mismo tiempo, la división
de las granjas estatales en explotaciones más pequeñas, las UBPCs, implican el
reconocimiento por parte del estado de la mayor eficiencia de producir a una escala
menor. Por último, hay que destacar la expansión gradual de la tierra en manos de los
pequeños productores que tuvo lugar entre 1989 y 2007 (Hagelberg & Alvarez, 2009;
Hagelberg, 2010).
Las políticas de descentralización de tierra y promoción de la producción nacional de
alimentos, cobraron particular interés en la agenda política de la isla tras la toma de
poder de Raúl Castro en julio de 2006. La entrega de tierras en usufructo aprobada con
el Real Decreto 259 en 2008 profundizó el proceso de descentralización y promoción de
la agricultura campesina destinada a la producción de alimentos. Al mismo tiempo, el
programa de agricultura suburbana implementado a partir de 2010-2011 en la isla para
mejorar el acceso a la alimentación en las zonas rurales, ha sido otro ejemplo de
continuidad en el proceso de descentralización de la tierra y entrega de tierra en
usufructo.
4.2.2. Oportunidades para mejorar la seguridad alimentaria.
Cuba, al igual que la mayoría de los países en desarrollo nunca ha sido capaz de
alimentar a su población desde los años 50. Hasta 1989 las relaciones comerciales
especiales que la isla disfrutaba con los países del COMECON propiciaron unos altos
niveles de dependencia de alimentos importados (Álvarez, 2004; FAO, 1997; Nova,
1993). En 1980 Cuba importaba el 70% de los alimentos disponibles para el consumo
nacional. Pero a medida que la década avanzó los ratios de alimentos importados
comenzaron a caer del 70% al 60%. A principios de los 90 la falta de importaciones
estratégicas de alimentos a precios altamente subsidiados por parte de los países del
17
bloque soviético y las difíciles circunstancias durante el Período Especial obligaron a
implementar políticas de desarrollo ‘mirando hacia dentro’ para crear caminos de
desarrollo y crecimiento menos dependientes de las importaciones, basados en la
agricultura familiar, con el objetivo de mejor y rediseñar la seguridad alimentaria en
Cuba.
A pesar de que los niveles de consumo de alimentos cayeron de 1989 a 1991, no fue
hasta 1993-94 (durante y después de la crisis alimentaria) cuando los nutrientes cayeron
por debajo de las 2.400 Kcal./persona/día (Álvarez, 2004; FAO, 2004a, 2004b, FAO,
2009; Ferriol, 1996, 1998). En el peor momento del Período especial los niveles de
consumo de Kcal per cápita cayeron por debajo de las 1.900Kcal así como los
requerimientos de proteínas y grasas no alcanzaban los niveles recomendados por la
FAO (Ferriol, 1998). Sin embargo poco después de la crisis alimentaria el consumo per
capital de alimentos en 1996 era de 2,3354 kcal por persona al día, un 15.8% más alto
que en 1993. En 1999 la disponibilidad de hortalizas per capital alcanzó la cantidad más
elevada en 30 años (223.8gramos por persona por día), 2.2 veces mayor que en 1993
(ONE, 2000; Rodriguez-Ojeda et al., 2001). Según los datos de la FAO (2009), en
2003-05 el consumo de alimentos per cápita alcanzó las 3,280Kcal. Durante el mismo
período la prevalencia de la desnutrición en Cuba era menor del 5%; por debajo de los
niveles de América Latina y el Caribe (8% y 23% respectivamente) (FAO, 2009).
Sin embargo estas mejoras en los niveles nutricionales de la isla nos e debieron a un
aumento en las importaciones de alimentos. Durante los 90 las importaciones de
alimentos experimentaron una reducción acelerada aunque obligada, suponiendo el 42%
en 1997 (Alvarez, 2004; FAO, 1997). Un análisis más específico de los ratios de
alimentos importados por grupo de alimentos del período de 1990-92 a 2005-07 basado
en los datos de la FAO (2009) nos muestra como los cereales (-6.7 puntos
porcentuales), las hortalizas (0.66 puntos porcentuales), la carne (19.04 puntos
porcentuales), las leguminosas (20.6 puntos porcentuales) y aceites vegetales (21.3
puntos porcentuales), claves para cubrir las necesidades alimenticias de la isla,
redujeron ratios de importación (Botella-Rodríguez, 2012). Estos acontecimientos se
pueden conectar a la contribución y niveles de producción del sector no estatal en Cuba,
especialmente los productores privados y su contribución a la producción nacional de
alimentos. En el año 2000 el sector no estatal producía el 77.8% del arroz, el 87.1% del
maíz y el 91.5% de los frijoles disponibles para el consumo nacional (ONE, 2000). En
2008 los pequeños productores privados suponían el 82% del maíz, el 81% de los
18
frijoles y el 36% del arroz disponible para el consumo nacional. En definitiva, a pesar
de las difíciles circunstancias de principios de los 90, los habitantes y pequeños
productores de la isla comenzaron a producir alimentos en zonas urbanas, suburbanas y
rurales; se organizaron para cultivar alimentos en las ciudades y cerca de los núcleos de
población. Haciendo uso de los recursos locales con bajos costes de transporte tanto de
los insumos como de los productos, y trabajando parcelas en sus propios vecindarios,
contribuyeron a reducir la inseguridad alimentaria de los 90 (Funes et al., 2002;
Murphy, 1999).
5. Conclusiones.
Es muy frecuente argumentar que los países pequeños no se pueden alimentar así
mismos y necesitan importaciones para contrarrestar sus deficiencias en la producción
local de alimentos. La opinión generalizada actualmente es que las grandes empresas
productoras de alimentos tienen un papel esencial en la producción de los alimentos
necesarios para alimentar a los habitantes de los países en vías de desarrollo. Este
artículo sin embargo muestra como los pequeños productores a pesar de enfrentar un
gran número de dificultades para insertarse en el mercado doméstico e internacional,
proporcionan una cantidad muy relevante de la producción agrícola destinada al
consumo doméstico en los países en vías de desarrollo. Considerando la relación
existente entre la pequeña agricultura, el acceso a la tierra y la seguridad alimentaria,
esta sección señala las siguientes conclusiones:
1. El papel preponderante de los pequeños productores para promover la seguridad
alimentaria en el contexto de la globalización. Si tenemos en cuenta los precios al alza
del petróleo, de los cereales, insumos y materias primas, así como la contaminación
medioambiental, a la hora de asegurar nuestra alimentación no deberíamos depender de
un sistema alimentario expuesto a las variaciones del mercado internacional, los costes
del transporte a larga distancia y las empresas transnacionales (Rosset, 2005, 2006). Las
relaciones globales caracterizadas por asimetrías en el mercado internacional así como
problemas estructurales en el acceso a recursos y activos básicos para la producción
agrícola, demuestran la importancia de promover alimentos a escala regional o local
que ofrecen una mayor seguridad así como encadenamientos y sinergias que promueven
el desarrollo económico local (Altieri, 2008, Rosset, 2006).
2. Ante un shock externo como las crisis nacionales o internacionales los pequeños
productores son el único grupo capaz de alimentar a la población nacional en pequeñas
19
economías en desarrollo. Esto fue lo que ocurrió en Cuba cuando ninguna alternativa
fue posible, durante la peor crisis de su historia en los años 90. En otras pequeñas
economías en desarrollo sin las condiciones excepcionales que se encuentran en Cuba,
los pequeños productores de granos básicos son un grupo importante de productores con
potencial para alimentar a la población (por ejemplo en Centroamérica). A pesar de la
promoción de programas de reconversión productiva para reconvertir a los productores
tradicionales en productores de cultivos no tradicionales desarrollados en países como
Costa Rica durante los 80 y principios de los 90, los pequeños productores de granos
básicos todavía representan un porcentaje elevado de la población empleada en el sector
agrícola. El problema es que los modelos de desarrollo centrados en el mercado
internacional han limitado sus oportunidades para insertarse en la producción nacional
de alimentos. Las políticas agrícolas ‘mirando hacia fuera’ también han propiciado la
concentración de la tierra y la producción agrícola en un pequeño número de empresas
transnacionales y grandes productores, limitando las oportunidades de acceso y
producción de los pequeños y medianos productores. La crisis alimentaria de 2007-2008
fue el punto de partida para iniciativas de producción menos dependientes de los
alimentos e insumos importados (producción a pequeña escala sostenible y destinada al
consumo local) con potencial para alimentar a la población de pequeñas economías en
desarrollo como Costa Rica o Chile.
3. El acceso a la tierra por parte de los pequeños productores es fundamental para
potenciar la producción nacional de alimentos en países de bajos ingresos. Los
programas de redistribución de tierras implementados en Cuba durante los 90 y
principios del siglo XXI han aumentado las oportunidades de los pequeños productores
para producir alimentos destinados al mercado local. Frente a la tendencia internacional
en países menos desarrollados hacia la concentración de la tierra en grandes productores
y agronegocios como vemos en el caso de Costa Rica, en Cuba los pequeños
productores han sido capaces de acceder a la tierra; los programas de agricultura urbana
y suburbana han promovido el acceso a recursos básicos para la producción de
alimentos como asistencia técnica, acceso a mercados de libre oferta y demanda y otros
insumos alternativos. Aunque el modelo presenta muchas ineficiencias y niega el
importante papel que pueden tener las exportaciones en el medio plazo para un país
como Cuba con un gran potencial agrícola, la isla ha conseguido reducir su modelo de
inseguridad alimentaria característico de los países en vías de desarrollo. Todavía Cuba
importa una gran cantidad de alimentos pero hay una tendencia clara hacia la reducción
20
de alimentos importados en muchos grupos de productos como las legumbres, cereales
o la carne en su mayor parte producidos por los pequeños productores privados.
4. La experiencia de Costa Rica de ‘desarrollo mirando hacia fuera’ (1990-2008)
representa un ejemplo actual de los espacios y problemas que encuentran los pequeños
productores en los países en vías de desarrollo para acceder a la tierra y otros activos
claves en la producción de alimentos (como el crédito) destinados al consumo nacional.
Las políticas económicas y agrícolas han priorizado la supremacía de las grandes
explotaciones y las empresas transnacionales en el sector de productos no tradicionales.
Aunque se han creado oportunidades para los pequeños productores en actividades
rurales no agrícolas y exportaciones no tradicionales, las estrategias de producción
disponibles para estos productores parecen insuficientes a la hora de asegurar su rol
esencial en la producción de alimentos para el consumo nacional.
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