sed de amor eterno (karla hernández)

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Sed de amor eterno

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es una pequeña historia de mi autoria ojala les guste

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Page 1: Sed de amor eterno (karla hernández)

Sed de amor eterno

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Hubo una vez un hombre muy bello y muy humilde que estaba enamorado profundamente de la hija de un acaudalado noble. Una señorita de sociedad. En un principio ella prácticamente ni sabía de la existencia de este muchacho, aunque pasase a su lado a diario. Ya que era el nieto de la nana de esta chica, por lo que vivía junto a su abuela en la casa de sirvientes de la familia. Una humilde morada a los pies del palacio de la familia de la joven. A medida que fueron creciendo, el joven se volvía más y más apuesto. Y fue un día en que las asistentes de la noble doncella, le comentaron acerca de lo atractivo que les parecía este joven. Pero la noble señorita que por su crianza acostumbraba a tenerlo todo, quiso, por mero capricho, conocerle y acercarse al muchacho. El cual acudió a la cita fijada por ella sin pensarlo dos veces.

Pasó el tiempo y se sentía más y más enamorado de la doncella. Sin embargo para ella, él solo era una simple entretención. Un capricho. Un día que la joven faltó a su cita de siempre, el muchacho le preguntó a su abuela por ella. Y ésta le dijo que la joven había atrapado una terrible enfermedad, y que los padres harían cualquier cosa por recuperar la salud de su hija.

El joven al oír esta grave noticia para él, corrió al pueblo en busca de una curandera de la que todos hablaban y decían toda clase de cosas. La mujer al oír las palabras del muchacho. Aceptó ir a visitar a aquella amada doncella, sin antes advertirle que si la curaba, tendría consecuencias desconocidas. Sin importarle esto último, el joven la llevó al palacio de la noble familia, y, hablando con sus padres, les dijo que no había en el pueblo nadie que pudiera ayudar a su hija más que esta mujer. Los padres, desesperados aceptaron y condujeron a la curandera hasta la habitación de la muchacha. Y así el muchacho pasó la noche entera, desvelado sin tener noticia alguna sobre la recuperación de su amada.

Pasó el medio día y la situación seguía igual, por lo que salió de la casucha donde vivía con su abuela y quiso entrar al palacio. Pero los guardias no le dejaron entrar. Sin embargo, uno de ellos le dijo que la mujer se había retirado a altas horas de la noche y que al parecer la joven se había recuperado milagrosamente, pero que no quería salir al exterior, y no quería recibir visitas de nadie.

Desolado por no poder ver a su amada, pero feliz al saber que ella estaba bien, caminó de vuelta a su casa. Seguro tendría más información cuando su abuela volviese por la noche.

Y así, fue. Al volver a casa esa noche, la abuela del muchacho le dijo lo mismo que aquel guardia. La joven se había recuperado milagrosamente, pero que no había salido de su habitación en todo el día y que había pedido explícitamente no recibir a nadie. Pero la abuela le dijo algo que el guardia no. Según la abuela le dijo que le dijera a su nieto que muchas gracias, por enviar a aquella mujer a salvarle la vida, y algo más que la anciana no comprendió, pero que el muchacho sí. Era algo que estaba esperando con ansias. “pies de colinas”

Al oír eso el muchacho sonrió de felicidad, y ante la mirada desconcertada de su abuela, corrió a su cuarto a alistarse. Pues pies de colina significaba que la doncella lo estaba citando en el lugar donde solían verse. A los pies de la colina. Donde pasaba un fino canal que fluía corrientosamente.

Cuando se hubo asegurado de que su abuela dormía plácidamente, se encaminó a aquel lugar donde ya lo esperaba su amada.

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Al verla, su corazón latió más fuerte que nunca, pues era mil veces más hermosa de lo que recordaba. Sus finos rasgos lo eran aún más. Su delicado rostro ya no mostraba aquel rubor en sus mejillas, sino que estas eran pálidas como la luna que iluminaba la noche. Su piel era como de porcelana. Coronada por el oro que caía de su cabeza en esos rizos que le llegaban a la cintura. Era ella. Su bella amada. Solo que mil veces más bella.

En cuanto la vio quiso lanzarse a sus brazos y besarla apasionadamente como lo hacía siempre, pero ella lo detuvo en el camino.

Al verlo desconcertado, le dijo

― Tranquilo, oh salvador mío. Debo agradecerte el estar de pie esta noche, pues verdaderamente no tenía esperanzas de sobrevivir, pero hoy, poseo salud, belleza y la certeza de que viviré muchos años más. Y todo te lo debo a ti por llevar a esa mujer a mi casa y darme esta nueva fuerza por la que estoy viva hoy. Y por eso quiero compensarte y entregarte mi más preciado regalo.

El joven enamorado, asintió embelesado por la belleza y las palabras de la joven, mas errado en su pensar, puesto que creía que la joven se entregaría a él esa noche, le dijo a su amada que aceptaría cualquier cosa que ella quisiera darle. Por lo que la muchacha se acercó a él y le pidió que cerrara los ojos.

El obediente muchacho así lo hizo. Y su cuerpo se estremeció al sentir los labios de la joven aproximarse a los suyos.

La besó apasionadamente y le dijo cuanto la amaba. Pero la joven sin responder le ladeó la cabeza y le mordió el cuello.

El joven sin comprender nada retrocedió confundido y sorprendido, adolorido ante tal mordedura que no paraba de sangrar en su cuello. Mas no bastante esto, vio como la muchacha sacaba una daga de entre el volado de su vestidura y le apuñalaba en el pecho.

Al abrir los ojos el muchacho, la miró extrañado.

― ¿Qué me has hecho? ― le preguntó.― Como dije, te he dado el regalo más preciado, como agradecimiento por salvarme la vida.― Pero, me mordiste y me apuñalaste, mas ahora ya no tengo heridas. ― Pues era necesario, para completar la transición, debías morir. Ahora ya nada te dañará

mientras andes en la oscuridad, ese es el precio que deberemos pagar por llevar esta vida llena de nuevas fuerzas. Dime ¿acaso no te sientes más fuerte?

― Diez mil veces más, pero dime ¿Por qué? No logro entender que ha pasado.― Ahora somos más fuertes, oh salvador mío. Anoche la mujer dijo que si me salvase la vida,

tendría que vivir con las consecuencias. Y la verdad es que no es tan malo después de todo. Solo no debes olvidar que no puedes exponerte a la luz del sol o morirás. El sol no es bueno para seres como nosotros.

― Seres como nosotros… lo siento sigo sin comprender.

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― Nosotros somos seres superiores ahora, más fuerte que cualquiera que hayas conocido, más rápidos que cualquier animal, básicamente inmortales. Si nos herimos sanamos inmediatamente, mira ― y tomando la daga con la que le había perforado el pecho hace un momento, la joven se infirió un profundo corte en la mejilla, ante un ahogado grito del muchacho, grito que no salió de su garganta ya que no podía creer cómo la herida se cerraba inmediatamente ante sus ojos sin dejar si quiera cicatriz. ― lo ves, nadie puede dañarnos, excepto el sol, somos eternos e indestructibles ahora.

― No puedo creerlo. Esto es increíble. Pero siento una sed inmensa. Nunca antes había estado tan sediento

― Eso es otra cosa, algo de lo que me había olvidado comentarte. ― dijo la muchacha entre traviesas risillas ― Lo que sientes es hambre.

― ¿Hambre? No, es sed. Una sed terrible.― Ve conmigo y juntos saciaremos esta sed.

El muchacho, una vez más se dejó llevar por el gran amor que sentía hacia la joven y aunque seguía confundido y sorprendido por todo lo que estaba ocurriendo, le siguió. La seguiría a donde fuese. La muchacha, avanzó a paso grácil y bailarín hasta que llegaron a la aldea.

Era muy tarde por lo que no había nadie fuera de sus casas, nadie excepto una muchacha, aparentemente de su misma edad que se dirigía a encontrarse con su novio, a escondidas de su familia. Al verlos, la muchacha se sobresaltó.

Pero la doncella, la amada del joven, tranquilizo a la desconcertada muchacha y le dijo que venía de parte de su novio, le dijo que él le esperaba en el bosque y que ella junto al joven la conducirían hacia allí.

Más desconcertada aun, la muchacha quiso saber el porqué de este cambio tan repentino, a lo que la otra muchacha respondió que era por motivos de fuerza mayor, además que este lugar era más seguro, y que nadie les vería allí. Conforme con la respuesta decidió acompañar a la pareja de desconocidos hacia donde estos les llevaron. Durante este raro encuentro y el camino hacia el supuesto lugar donde el novio de la muchacha les aguardaba, el joven miraba a su amada tratando de encontrar en un gesto, o señal alguna en respuesta de lo que la joven estaba haciendo. Pero su amada no correspondió a ninguna de sus miradas.

Hasta que se detuvo, en lo profundo del bosque.

― Hemos llegado, creo que aquí es.― Pero no veo a mi novio por ninguna parte ― exclamó la otra muchacha quien comenzaba a

sospechar de que le habían tendido una trampa. ― Oh querida te aseguro que… no le verás nunca más. ― le respondió esta. El muchacho no

conseguía entender qué pretendía su amada con todo esto.― ¿Qué hacemos aquí con esta muchacha? ― le preguntó. ― prometiste que saciarías mi sed,

que la saciaríamos juntos…― Y eso hago, cumplo mi promesa, no te preocupes, saciarás tu sed. ― le dijo mientras

asomaba dos largos colmillos donde antes estaba su pareja dentadura, y se encaminaba

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hacia la muchacha, quien intentó huir, aterrada, pero que no tuvo siquiera la oportunidad de hacerlo ante la velocidad y fuerza de la tenebrosa joven quien rápidamente, la tomó y le enterró los colmillos en el cuello, bebiendo de su sangre con fervor.

El muchacho al ver la escalofriante escena, quiso retroceder y echar a correr, más cuando lo intentó, un aroma dulce y acido llegó hasta él y le quemó la garganta haciendo que esa sed que había sentido hace unos momentos atrás no sólo volviera, sino que se intensificara. Por lo que en vez de correr se quedó ahí, inspirando ese aroma que hacía que su estómago rugiera de hambre. Y de pronto no solo su garganta ardió, sino que sus encías se hinchaban y dolían como si te creciera un diente por primera vez. Y es que algo parecido sucedía pues se sintió extraño y cuando quiso comprobarlo se dio cuenta de que dos largos colmillos sobresalían en su dentadura superior. Estos eran largos, finos y afilados.

Sin poderlo resistir más se dejó llevar por el dulce aroma de la sangre y con la boca hecha agua, se abalanzó sobre el cuello ensangrentado de la moribunda y desmayada joven quien yacía en los brazos de su amada.

Sin saber cómo enterró sus colmillos en la suave y blanda piel y subsionó toda la sangre que quedaba en el cuerpo inerte, dejándola sin vida al terminar. No lograba explicar el placer que sentía en ese momento, estaba extasiado, embriagado y saciado.

Sin embargo no pudo evitar alarmarse al darse cuenta de lo que acababa de hacer.

― La… la… maté. La maté. Ella está…muerta.― Tranquilo. Es tu primera vez. Ya verás que la siguiente vez te controlas. Pero lo has hecho

muy bien, estoy orgullosa de ti.

Y rápidamente ella le besó con lujuria. Ambas bocas estaban aún manchadas con la sangre de la muchacha, sin embargo ninguno se detuvo a limpiarse. Por lo que ese apasionado beso continuó y se convirtió en caricias que deseaban aún más.

En un prodigioso movimiento, él le arrebató el vestido a su amada y se quitó la ropa también. En repuesta, ella, alardeando de su fuerza y su destreza lo tiró sobre un lecho de hojas rápidamente y se abalanzó sobre él. Y se besaron y se acariciaron, esta vez permitiéndole a las caricias llegar hasta donde quisieran. Guiados por la lujuria por parte de ella y por el amor, la pasión y el deseo por parte de él, fundieron sus cuerpos en uno esa noche.

Cuando hubieron saciado sus ansias, ya vestidos, el joven no pudo evitar decirle una vez más cuanto le amaba y lo feliz que se sentía al saber que estaría a su lado eternamente, y que al lado de eso, el precio de beber sangre y asesinar personas inocentes casi no le importaba. Sin embargo su felicidad se vio empañada. Pues ella al oír sus palabras, le respondió.

― Oh, salvador mío, es tan triste para mí oír tus hermosas palabras, pues me temo que tu amor no es correspondido. Yo no te amo.

― Pero ¿Qué dices mi amada? Si me diste la inmortalidad para estar juntos eternamente, y acabamos de consumar nuestro amor ¿Cómo puedes decir que no me amas?

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― Si te convertí, fue únicamente para agradecerte, pues por ti es que soy lo que soy. Y esto, no fue más que un arrebato de pasión y lujuria, la sangre provoca este placer que necesitábamos saciar. Estoy segura que luego se te pasará, es por la sangre.

― Esto no es por la sangre, yo te amo, lo hago desde el primer día en que te vi. Lo hago desde antes de nuestro primer encuentro a escondidas. Te amo. Y quiero amarte eternamente o si no ¿Para qué vivir?

― Lamento mucho todo esto, pero es verdad, yo no te amo, nunca lo hice, solo debía tenerte para mí. Eres muy atractivo y tenías que ser para mí. Pero no te preocupes, encontraras a otra a quien amar, alguien a quien podrás convertir y amarla para la eternidad. Por ahora debemos ocultarnos, el amanecer está por llegar y no podemos permanecer a fuera.

El joven dolido, con sus ojos llenos de lágrimas, la siguió hasta que ambos entraron en el palacio. Él, por primera vez. La muchacha lo condujo hasta su habitación, y le ordenó a sus empleados que le preparasen el baño al muchacho y que le consiguieran ropa limpia y lo más importante, que no le comentaran nada a sus padres. Los sirvientes obedecieron.

Cuando el muchacho salió del cuarto de baño estaba limpio y cambiado y la muchacha esperaba sentada en su cama. Ya estaba amaneciendo.

― Deberás quedarte todo el día conmigo, hasta que se ponga el sol. Mis padres no molestaran, ellos saben que no puedo salir de día, o me agravaría. Eso fue lo que les dijo aquella mujer, por lo que no será problema que te quedes.

El muchacho no levantó la vista en ningún momento. Pero se limitó a asentir a lo que la joven le había dicho.

Luego se dirigió a la ventana, y al ver que el sol ya se asomaba en lo alto, miró a su amada fijamente a los ojos con una mirada decidida. La joven al darse cuenta de lo que el muchacho se tramaba, no pudo más que huir hasta el rincón más lejano, donde la luz no llegase, y cuando lo hizo vio, tristemente cómo el muchacho abría la cortina dejando que la luz del sol quemase su cuerpo. Mientras le decía.

― Nunca podría amar a otra como te amo a ti. No quiero la eternidad si no la vivo contigo. Te amo y te amaré siempre. Adiós.

Y su cuerpo quedó reducido en cenizas que se esparcían por el alfombrado de la habitación.