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SECCIÓN G ENERAL RELACIONES 99, VERANO 2004, VOL. XXV

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A CRISIS POLÍTICA DE LA PUEBLA DE LOS ÁNGELES.AUTORITARISMO Y OLIGARQUÍA EN EL GOBIERNODE DON JUAN JOSÉ DE VEYTIA Y LINAJE, 1697-1722

Gustavo Rafael Alfaro Ramírez*UNAM

A mi amigo Javier Sanchíz, flor y espejo de la prosopografía

El siglo de oro de la Puebla de los Ángeles fue el siglo XVII. Cuando pen-samos en el crecimiento demográfico, el desarrollo urbano o la historiadel arte, inmediatamente encontramos múltiples pruebas de que el sigloXVII fue una época de esplendor, pero ¿Cuándo terminó la prosperidad?

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* Esta investigación se realizó como parte de la tesis doctoral titulada “Administra-ción urbana y poder oligárquico en la Puebla de los Ángeles, 1690-1783” proyecto apoya-do por la Dirección General de Estudios de Posgrado de la UNAM. Agradezco también lalectura de la primera versión de este artículo a los doctores Virginia Guedea, Felipe Cas-tro, Elsa Cecilia Frost y Miguel Ángel Cuenya. El lector puede enviarme sus comentariosa la siguiente dirección electrónica [email protected]

Este artículo analiza el gobierno de don Juan José de Veytia y Linajeen las diferentes áreas de su competencia: como recaudador de alca-balas, como alcalde mayor de la ciudad y como alto funcionario de laReal Hacienda. Enfoca especialmente la forma en que gobernó la ciu-dad y sus relaciones con la oligarquía poblana. Su gobierno es de es-pecial interés porque demuestra la forma en que el Estado españolpodía –ocasionalmente– recuperar la iniciativa frente al control ejerci-do por los intereses de las elites locales, aunque eran precisamente lasreglas del sistema político imperial, las que destruían lo que hubierantenido que fortalecer: la autoridad y el control monárquico sobre lasregiones del imperio.

(Puebla, don Juan José Veytia y Linaje, oligarquía, crisis política, elite,ayuntamiento)

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de autores que estaban plenamente identificados con los grupos do-minantes.2

Otro ejemplo del prudente silencio de los “cronistas oficiales” lo en-contramos en el muy citado “Informe dado a su muy ilustre ayunta-miento el año de 1746, por el M. R. P. fray Juan de Villa Sánchez”.3 Esuna excelente muestra de la forma en que se explicaba la crisis en la épo-ca novohispana. En su opinión la decadencia se debía a cinco causas: laprimera era la prohibición del comercio con el Perú; la segunda, el au-mento de la presión fiscal por los arrendamientos de alcabalas, naipes,pulque y gallos; la tercera, el cambio en la administración de azogues;la cuarta, la celebración de ferias en Jalapa; y la quinta causa era el exce-sivo lujo en los vestidos, y la costumbre de derrochar los ahorros fami-liares (!).4 Aunque las dos primeras causas parecen factibles, Garavagliay Grosso demostraron que para aceptarlas habría que ignorar un graveproblema de cronología. Por eso nos asalta la duda ¿Realmente los an-gelopolitanos no sabían cómo habían pasado de un período de auge auno de estancamiento? Seguramente no era por ignorancia sino por in-terés político que los autores del informe evitaron hablar de las causasreales que conocían muy bien. Por eso redactan una explicación acordecon las necesidades de quienes habían solicitado el informe: los miem-bros del ayuntamiento poblano. Tanto fray Juan de Villa Sánchez, comoDiego Antonio Bermúdez de Castro, fueron muy cuidadosos para noofender la sensibilidad de aquellos que eran sucesores de los directa-mente responsables.

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¿Cuándo comenzó la muy comentada “crisis poblana”? Hasta ahora noha habido mucho interés por responder estas preguntas, pero conoce-mos los testimonios de los contemporáneos del siglo XVIII que malde-cían la crisis hablando de “la despoblación de la ciudad”, “el abandonode los mercaderes que antes rentaban casas y bodegas” e incluso, la pér-dida de oportunidades comerciales y privilegios administrativos. Y losmás pesimistas eran los mejor enterados, como aquellos que pasaron ala posteridad por sus inquietudes historiográficas: los cronistas Miguelde Alcalá, José Antonio Villa-Señor, fray Juan de Villa Sánchez, y tam-bién los historiadores como Mariano Fernández de Echeverría y Veytiao Francisco Xavier Clavijero.

Como la desesperanza quedó bien distribuida en gran variedad detestimonios, los historiadores Juan Carlos Garavaglia y Juan CarlosGrosso dispusieron de ellos y nos presentaron al siglo XVIII como el siglode la crisis de la región Puebla-Tlaxcala. Aunque no llegaron a determi-nar con claridad el principio de la crisis, si explicaron su impacto demo-gráfico y económico a partir de factores estructurales. Dedicaron unamayor atención a los problemas geográficos y ecológicos que provoca-ron la pérdida del dinamismo económico en la región organizada por laPuebla de los Ángeles.1 Pero el modelo explicativo de Garavaglia yGrosso era básicamente económico, y no tomaba en cuenta factores po-líticos ni sociales. Fue una omisión grave pero explicable, pues ademásde que era el primer acercamiento al tema, los escritos de los cronistaspoblanos que fueron cuidadosamente analizados por Garavaglia yGrosso, no proporcionan el más leve indicio sobre problemas sociales opolíticos. Al contrario, había muchos elogios para los gobernantes. In-clusive, a juicio de quien fuera uno de los mejores historiadores del sigloXVIII, don Mariano Fernández de Veytia, la ciudad de los Ángeles pare-cía un lugar celestial, pues desde su fundación había sido gobernadapor las personas más capaces y sabias. No podía esperarse otra cosa

1 Juan Carlos Garavaglia y Juan Carlos Grosso, “La región Puebla-Tlaxcala y la eco-nomía novohispana, 1680-1810” en Varios Autores, Puebla de la colonia a la revolución.Estudios de historia regional, México, CIHS, Universidad Autónoma de Puebla, 1987, 73-124.La misma versión de dicho artículo fue publicada en la revista Historia mexicana, vol.XXXV abril-junio, 1986, México, El Colegio de México, 549-600.

2 Recientemente la historiadora Frances L. Ramos ha encontrado una buena pruebade que las causas de la crisis eran bien conocidas y muy comentadas por los contempo-ráneos. Me refiero al documento titulado “La violencia de un poder ejecutado con tira-nía”. Es una crítica política expresada en forma de sátira que recuerda los autos sacra-mentales; pista valiosísima para el estudio del pensamiento y la cultura política de laAngelópolis que Frances Ramos ha estudiado con profundidad.

3 Esta obra ha sido conocida desde 1835 con el título de Puebla sagrada y profana.Informe dado a su muy ilustre ayuntamiento el año de 1746 por el M. R. P. Juan de Villa Sánches,religioso del convento de S. Domingo. Instruye de la fundación, progresos, agricultura, comercio,etc. de la expresada ciudad. Lo publica con algunas notas Francisco Javier de la Peña, hijo y veci-no de la misma, Puebla, Letras de Puebla, 1962, 135 pp.

4 Juan de Villa Sánchez, Puebla sagrada y profana..., 43-56.

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te.6 Sus consecuencias serían no sólo económicas y demográficas, sinotambién políticas. La crisis sacó a relucir el descuido y malos manejosde la oligarquía capitular de la ciudad de los Ángeles.7

Y la consecuencia inmediata fue la crisis política y la destrucción deun sistema político largamente fraguado. Porque los cimientos del siste-ma que comenzó a derrumbarse el año de 1691 habían sido fundadosnoventa años antes, el año de 1601, cuando los regidores angelopolita-nos ganaron el primer contrato del encabezonamiento de alcabalas detoda la Nueva España.8 A partir de ese momento la administración delimpuesto sobre compra-ventas permitió que la oligarquía controlara a los

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Este artículo explica cómo comenzó la crisis económica y la maneraen la que desencadenó una crisis política y social de largo alcance. Meinteresa aclarar la responsabilidad de las autoridades locales, virreina-les, e incluso imperiales, pues, de acuerdo con los datos aquí analizados,fueron precisamente los altos y medianos funcionarios quienes tomarondecisiones que precipitaron a la ciudad en un ciclo de terror fiscal sinprecedentes. Al mismo tiempo, el choque entre el poder burocrático dedon Juan José de Veytia y el poder de la oligarquía angelopolitana, pro-vocó cambios trascendentes en el sistema político. Uno de los más im-portantes fue la aparición de un nuevo grupo dominante. Es una histo-ria que los contemporáneos conocieron bien pero que hasta el momentohabía quedado inédita. Para entenderla comenzaré con una breve des-cripción del sistema político oligárquico de la Puebla de los Ángeles.Después veremos su respuesta ante la crisis económica que llevaría aromper el equilibrio favorable a la oligarquía capitular. Explicaré losconflictos y las bases del consenso que permitieron llegar a una nuevaetapa de estabilidad y reconstrucción oligárquica, identificando a losprincipales protagonistas de la política local.

PUEBLA DE LOS ÁNGELES Y LA TORMENTA DEL SEISCIENTOS NOVENTA

Cual si fuera una tormenta, la crisis económica se abatió sobre la Pueblade los Ángeles cuando alcanzaba su máximo crecimiento económico ydemográfico. Los primeros impactos económicos fueron detonados poruna serie de sequías; plagas inesperadas como el chahuistle; malas cose-chas y muerte del ganado. Calamidades a las que seguiría el encareci-miento de productos básicos, la crisis comercial y el desempleo.5 Así fuecomo la crisis económica, que algunos supersticiosos habrían creídoanunciada por el gran eclipse solar de 1690, se extendió por todo el vallepoblano-tlaxcalteca llevando asociados los flagelos del hambre y la pes-

5 Encontramos un buen análisis de las dificultades en el sector agropecuario que pro-vocaron quiebras y una mayor tasa de endeudamiento en Ursula Ewald, Estudios sobre lahacienda colonial en México. Las propiedades rurales del Colegio del Espíritu Santo en Puebla,Wiesbaden, Franz Steiner Verlag GMBH, 1976, 207 pp.

6 En opinión del doctor Miguel Ángel Cuenya la crisis de mortalidad de la últimadécada del siglo XVII marca el cambio del patrón demográfico. Esta fue la crisis que ter-minó con el crecimiento demográfico al enfrentar no sólo los decesos provocados porepidemias y pestes, sino también la migración resultante de la crisis económica queacompañó a estos fenómenos. A partir de 1692 la población de la ciudad de Puebla invir-tió su tendencia de crecimiento, y en el siglo XVIII pasó del estancamiento a la pérdidaneta de población. Comunicación personal del doctor Miguel Ángel Cuenya. AdemásMiguel Ángel Cuenya, “Epidemias y salubridad en la Puebla de los Ángeles (1650-1833)”en Rosalva Loreto y Francisco J. Cervantes (coordinadores), Limpiar y obedecer. La basura,el agua y la muerte en la Puebla de los Ángeles, 1650-1925, México, Claves latinoamericanas,BUAP, CEMCA, El Colegio de Puebla, 1994, 287, 69-125. Especialmente sobre la crisis de ladécada de 1690, páginas 93-95. Sobre la serie de epidemias que azotaron la región con-frontar: Elsa Malvido, “Factores de despoblación y de reposición de la población deCholula en la época colonial (1641-1810)” en Elsa Malvido y Miguel Ángel Cuenya (com-piladores), Demografía histórica de México. Siglos XVI-XIX, México, Instituto Mora-Universi-dad Autónoma Metropolitana, 1972, 63-111.

7 El estudio de todo el proceso se encuentra en Gustavo Rafael Alfaro Ramírez, “Lalucha por el control del gobierno urbano en la época colonial. El cabildo de la Puebla delos Ángeles, 1670-1723”, tesis de maestría en historia de México inédita, México, UNAM,1998, 83-167.

8 La alcabala era un impuesto que se cobraba por cada una de las ventas de bienesmuebles e inmuebles. Al principio se cobraba 2% del valor de cada producto, pero du-rante el siglo XVII hubo nuevos aumentos para la contribución de la Unión de Armas y dela Armada de Barlovento, y la tasa subió a 6%. La ley establecía que la venta de todos losproductos (excepto alimentos básicos) fueran naturales o producto del trabajo humanotenía que pagar alcabala. Los indios sólo pagaban cuando comerciaban con productos“de españoles”. En cambio los eclesiásticos estaban completamente exentos. Juan CarlosGaravaglia y Juan Carlos Grosso, Las alcabalas novohispanas (1776-1821), México, AGN-Banca CREMI, 1988, 1-3 y 11-19. Una de las formas empleadas para simplificar la adminis-

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El equilibrio favorable a la oligarquía se rompió en 1691. Justo con elprimer año de crisis económica comenzó la crisis política. La mala ad-ministración de las alcabalas haría estallar el sistema dividiendo a la eli-te en dos grupos: los aliados de los capitulares y los opositores. Los ad-versarios de la oligarquía capitular surgen precisamente de las filas delos antiguos aliados. No es exagerado pensar en una “toma de concien-cia para sí” que los decide a romper con la oligarquía para defender susintereses por sí mismos.10

Formalmente el pleito comenzó a mediados del año 1691, cuandolos comerciantes se negaron a prestar dinero para pagar los adeudos dealcabalas hasta que los regidores les permitieran participar directamen-te en la administración de dicho impuesto. Desesperados, los regidoresse vieron obligados a aceptar.11 En realidad los comerciantes siempre ha-bían hecho préstamos forzosos, pero esta vez demostraron que su obje-tivo final era terminar con la hegemonía de la oligarquía. Entendieronque su misma existencia estaba comprometida. Por eso la división entrelas elites es definitiva y total. Ambas fracciones de la elite (oligarquía ca-pitular y comerciantes) se organizaron para movilizar todos sus recursosen un pleito de enormes proporciones. En apariencia las autoridades deReal Hacienda y el virrey dejaron pasar el tiempo hasta que despuésde meses de indecisión, restablecieron el orden, pero sin determinar cla-ramente al bando vencedor. En diciembre de 1693 emitieron una senten-cia: retiraron a los comerciantes de la administración conjunta y dejarondichas tareas únicamente en las manos de los regidores. Más la oligar-quía había quedado dividida y todo el sistema político sufriría las con-secuencias. Fue una decisión salomónica. La división se convirtió en se-paración cuando los regidores don José de Barrios, don Domingo deApresa, don Miguel Vázquez Mellado y don Pedro de Jáuregui y Bárse-na, acapararon las principales funciones administrativas durante los úl-timos cuatro años del contrato alcabalatorio.12

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comerciantes y artesanos en un área esencial: la recaudación fiscal. Todoparece indicar que ambos sectores aceptaron el nuevo liderazgo, aunquedesde el principio fue evidente que los regidores mantenían una estre-cha alianza con los negociantes más poderosos, quienes aprovecharon suamistad para obtener ventajas y sumarse orgánicamente a sus filas, de talmanera que era muy difícil encontrar divisiones entre los dos grupos.

El ciclo de dominio de la oligarquía capitular se extiende desde elaño de 1601 hasta la última década del siglo XVII.9 Especialmente duran-te los últimos años de este período (1665-1691) la oligarquía controlacon maestría diversas dimensiones del poder: delimita funciones, fija supropia competencia, distribuye reconocimientos, ejerce la justicia sinproducir conflictos graves, regula el mercado urbano, y disfruta la con-fianza de las autoridades superiores del reino y del imperio. Uno de susmayores logros es precisamente su sabia coordinación con el edificio ad-ministrativo del Estado español. La oligarquía conocía y manejaba muybien las reglas del sistema político y con ellas controlaba plenamente lapolítica local. Sus opositores no podían enfrentar su poder, sencillamen-te no tenían oportunidad de hacerlo, ni dentro ni fuera de la ciudad.

tración fiscal en la época moderna fue arrendar el cobro de algunos impuestos a particu-lares. La Corona, a través de sus funcionarios de Real Hacienda dictaban las condicionesdel contrato por el cual se delega la función de recaudar directamente determinados im-puestos. Después de asegurarse que tenían la mejor oferta, los oficiales de Real Haciendafirmaban el contrato con él o los particulares. Eran frecuentes los arrendamientos perso-nales o institucionales, como fue el caso de las alcabalas que fueron arrendadas por ayun-tamientos o consulados. Por lo general se estipulaba la cantidad total a pagar en un nú-mero preciso de años, y se prorrateaban los pagos anuales. En el caso específico de losarrendamientos del cobro de alcabalas, el contrato se llamaba encabezonamiento.

9 La oligarquía capitular es el grupo de la elite que desempeñaba un cargo adminis-trativo y judicial en el gobierno local. Por su forma de reclutamiento, funcionamiento eintegración, es la pieza clave de un sistema político específico. Lo he denominado oligar-quía capitular para incluir dos características distintivas; por una parte el cabildo era elúnico cuerpo de gobierno encargado por el rey de administrar, gobernar, y ejercer la justi-cia en su nombre de manera perpetua. Por otra parte su poder político está basado en supoder administrativo, pero sobre todo en su preeminencia social. En la época modernaera frecuente usar la palabra “capitular” como sinónimo de “regidor”, por eso denominéa este grupo “oligarquía capitular”.

10 Gustavo Rafael Alfaro R., “La lucha por el control...”, 158-167.11 Archivo del Ayuntamiento de Puebla, Libro de Actas de Cabildo número 32, sesión

del 9 de agosto de 1691. En adelante AAP. LC.32 9-ago-1691 f. 371-373.12 AAP. LC.33 2-ene-1694 f. 399-404

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tar los beneficios fiscales de la Corona precisamente porque atacó y des-truyó los intereses creados de las elites poblanas. Pero la historia es máscompleja, de inmediato nos preguntamos ¿Qué condiciones permitieronque un funcionario destruyera a un grupo oligárquico que tenía una ex-periencia social en el poder de casi una centuria? Si la destrucción de di-cha oligarquía capitular era irreversible y por tanto efectiva ¿la políticalocal de Veytia podía convertirse en un modelo diseñado para fortalecerel poder del Estado español? ¿O más bien era una excentricidad que nopodría escapar a la dinámica política impuesta por el patrimonialismoy la política oligárquica vigente? Para acercarnos a las respuestas debe-mos saber quien era don Juan José de Veytia y sobre todo, saber qué eslo que quería de Puebla y los poblanos.

JUAN JOSÉ DE VEYTIA, DE ADUANERO ALCABALEROA “HERCULES FISCAL”

Es imposible saber si don Juan José de Veytia y Linaje pensó que llegaríaa envejecer y morir en la Puebla de los Ángeles. Cuando llegó a la ciu-dad era un hombre maduro con gran experiencia en diversos cargos dela administración imperial, pero con un serio tropiezo en su carrera.13

Después de administrar las alcabalas de la ciudad de México había sidoincapaz de incrementar la recaudación. Seguramente por eso, y tambiénpara complacer poderosos intereses, los funcionarios de la Real Ha-cienda retiraron a Veytia de la administración de las alcabalas de Méxi-co y decidieron rematarlas, una vez más, al Consulado de Comer-cian-tes.14 Por eso, cuando el Tribunal de cuentas nombró a Veytia juez de lasalcabalas de Puebla, seguramente pensaron que era un cargo de cortaduración. Una vez que hubiera resuelto la maraña de pleitos entre regi-dores y comerciantes, lo retirarían del cargo. Ya aclaradas las cuentas, la

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Nadie se dio cuenta de que era una victoria aparente. La facciónvencedora tampoco pudo creer que la ruina asechaba a todos los regido-res y a la ciudad en su conjunto. El desenlace del conflicto fue totalmen-te inesperado. Antes de que terminara el último contrato de la adminis-tración de las alcabalas llegó un contador del Tribunal de Cuentas, donJuan José de Veytia y Linaje, quien tomaría las decisiones más trascen-dentes de los siguientes cincuenta años. Desde el primer día emprendióauditorias que sacaron a la luz fraudes y desfalcos. Y no conforme condenunciarlos, don Juan José obligó a muchos de los regidores a pagargrandes multas para evitar la cárcel y el embargo de sus propiedades.Su furor justiciero llegó hasta el extremo de cobrar deudas a los parien-tes de regidores que habían muerto tres o cuatro décadas antes de sullegada.

El choque entre el nuevo administrador de alcabalas y la oligarquíase prolongó durante casi una década. Y en todos los pleitos sólo huboun ganador: el recientemente apodado “aduanero alcabalero”. Por esodurante la administración de don Juan José de Veytia (1697-1722) la oli-garquía capitular fue perdiendo sus privilegios. Todo su poder políticofue anulado sistemáticamente. Así fue como en unos cuantos años la oli-garquía capitular perdió no sólo la hegemonía, sino que también se fuedesintegrando a medida que su poder y recursos económicos pasaron amanos de Veytia. De los veinte regidores que se reunían antes de la cri-sis sólo quedaron la cuarta parte. Uno tras otro fueron abandonando sussillas. Algunos por su propia voluntad, como don Pedro de Jáuregui ydon Alonso de Mosarabe; otros fueron sorprendidos por la muerte sinque hubieran encontrado a quien dejarle el cargo. En ocasiones ni si-quiera los propios hijos lo aceptaban. Obviamente nadie quería un car-go sin poder, desprestigiado y sujeto a los mayores descalabros econó-micos. Al no encontrar comprador para la regiduría, preferían perder eldinero, pero no entrar al Cabildo. Véase cuadro 1.

Hasta aquí, una primera lectura de la crisis política demostraría doscosas, la primera que la crisis política fue una consecuencia de la crisiseconómica, aunque al considerar la cronología de la crisis podemospensar que los mayores problemas políticos comenzaron con la llegadade Veytia. Finalmente, si consideramos la dimensión de la administra-ción del Estado español en Indias, resulta claro que Veytia logró aumen-

13 Los detalles sobre la trayectoria de don Juan José de Veytia en Gustavo Rafael Al-faro “La lucha por el control...”, 170-198.

14 “Apuntación del memorial presentado por el Consulado de México al Rey y alConsejo de Indias, solicitando el otorgamiento del décimo cabezón de alcabalas (1753)”en Carmen Yuste (Selección de documentos e introducción), Comerciantes mexicanos en elsiglo XVIII, México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 265, 92 y 97.

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trabando. Tarea que lograría aumentando el número de guardias y degaritas; también reorganizaría la aduana interior, y actualizaría el pa-trón de contribuyentes. Como prueba de su actividad en la organizaciónde la aduana; dedicación que lo hizo blanco de las burlas de los pobla-nos que le apodaron “aduanero alcabalero”, ha quedado el plano dePuebla de 1698 que señala las siete entradas principales de la ciudad ylos sitios donde colocó guardias y garitas para registrar la mercancía.17

Como era natural, Veytia no detalla los males que su labor provoca-ba. En sus informes no menciona una de las claves de su éxito como re-caudador fiscal: el haber comenzado a cobrar alcabalas a los cereales deconsumo básico. Obviamente era una fuente importante de ingresos fis-cales cuyo costo pagaba el público consumidor.18 Tampoco contaba ensus cálculos las pérdidas de los comerciantes, y no menciona la eleva-ción de los precios resultante del aumento de la presión fiscal. Ante lacerteza de que el férreo círculo de garitas con las que circundaba ala Puebla de los Ángeles sería más efectivo sí lograba reducir el contra-

17 El plano fue elaborado por el Bachiller Cristóbal de Guadalajara. Fue difundido enla primera edición que preparó Efraín Castro Morales de la obra de Pedro de López deVillaseñor titulada “Cartilla vieja”, publicada por el Instituto de Investigaciones Estéticasde la UNAM en 1961. En la introducción Efraín Castro incorporó el plano de 1698 añadien-do que había sido publicado en 1951 por Fernando Chueca y Leopoldo Torres Balvás enun libro titulado Planos de ciudades iberoamericanas y filipinas existentes en el Archivo deIndias.

A continuación reproducimos el mapa que sin duda alguna fue elaborado por man-dato de Veytia para mostrar las decisiones que había tomado en el combate al contraban-do. Se aprecia de inmediato que el objeto del plano es señalar los caminos y las entradasa la ciudad así, como el entorno orográfico que justifica la elección de los lugares apropia-dos para la construcción de las garitas y casetas para los guardias de la Real Aduana.Aunque la reproducción dificulta la transcripción, en la mayor parte de los lugares quehe señalado con un círculo se puede leer la palabra “garita” o “guardas”. También he se-ñalado con un cuadro los sitios donde se encontraban las “garitas del pulque” que obvia-mente no entraban en la jurisdicción de Veytia. Los siete caminos principales que se apre-cian en el plano son: 1) Camino de Huamantla; 2) Camino de la Veracruz; 3) Ilegible,posiblemente Camino a Tecali; 4) Camino al pueblo de Totimehuacan; 5) Camino de Cho-lula, de Atlixco, y de Izucar; 6) Camino de México; 7) Camino de Tlaxcala. Agradezco ladigitalización del plano a la Lic. Lorena Pérez.

18 AAP. LC. 34 13-ene-1698 f.261; 29-ene-1698 f. 262-v; 23-oct-1699 f. 453-v

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Real Hacienda podría rematar de nuevo las alcabalas a los comerciantespoblanos, o incluso al Consulado de la ciudad de México.

Indudablemente Veytia conocía la situación, pero también confiabamucho en su talento. No era un funcionario menor dentro del gigantes-co aparato de Estado español. Su carrera en el servicio civil, y una fami-lia muy bien colocada en Madrid siempre hablarían a su favor. Por eso,aunque no logró conservar las alcabalas mexicanas en manos de la RealHacienda, siguió formando parte del Real Tribunal de Cuentas de Nue-va España, después de un breve exilio en la península yucateca comogobernador (1694-96).15 Posiblemente la experiencia en la administra-ción de las alcabalas mexicanas dejó en su mente la idea de que en Pue-bla podría ganar lo que había perdido en México. En su calidad de con-tador se fue enterando del pleito feroz entablado por regidores ycomerciantes poblanos por el control de las alcabalas. Y así, aunque ori-ginalmente don Juan José de Veytia sólo tenía la comisión de poner enorden las cuentas, ajustar los pagos atrasados, y administrar interina-mente la recaudación de alcabalas; muy pronto decidió aprovechar almáximo las posibilidades que le ofrecía su situación para alcanzar losascensos que siempre había anhelado.

Don Juan José llegó a Puebla en 1697 con un nombramiento de juezsuperintendente de alcabalas de Puebla. Este cargo le facultaba paradeterminar cualquier asunto relacionado con las alcabalas poblanas, ysus sentencias no podían ser apeladas ante ninguno de los tribunalesnovohispanos, ni siquiera ante el virrey. Dicha competencia exclusivatenía como finalidad acelerar la auditoria y sanear las finanzas con rapi-dez. Y fue entonces cuando se operó la transformación. Al poco tiempoVeytia se ganó el apodo de “aduanero alcabalero”, mientras crecía sufama de funcionario honrado y eficaz. Tan sólo en el primer año de suadministración recaudó $115 000 cantidad muy superior a los $31 037que hubiera recaudado el Cabildo.16 Con entusiasmo describió al virreyconde de Moctezuma y al Consejo de Indias sus grandiosos planes. Pen-saba seguir incrementando la recaudación a partir del combate al con-

15 Archivo General de la Nación (México) Reales Cédulas Originales (en adelanteAGN. RCO.) Volumen 26, expediente 116, 26-jun-1695.

16 AAP. Libro de Expedientes 181 3-ene-1699 f. 4-5

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Plano de la ciudad de los Ángeles 1698, por Cristóbal de Guadalajara, Archivo Generalde Indias, Sevilla. Publicado por Fernando Chueca y Leopoldo Torres Balbas, en Planosde ciudades iberoamericanos y filipinas existentes en el Archivo de Indias, Madrid, 1951

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bando de mercancías orientales que se llevaba a cabo en Acapulco, donJuan José obtuvo en 1703 la comisión de vigilar el comercio en el Pacífi-co.19 En su calidad de Juez Privativo de Arribadas de la Mar del Sur,Veytia vigiló el comercio de la nao de China, al mismo tiempo que ata-caba el contrabando de cacao peruano que se practicaba en Acapulco. Elnegocio era tan importante que en un solo año, en 1709, Veytia y donJosé Sagardi, su hombre de confianza en los asuntos de alcabalas, logra-ron la confiscación de cinco naves cuyo cargamento de cacao fue rema-tado en $90 559 el año de 1709.20 Como resultado de su actividad haquedado el hecho de que la recaudación del almofarijazgo cobrado enAcapulco creciera de manera sostenida desde la llegada de Veytia hastael día de su muerte.21

Sorprendidos ante la eficiencia administrativa de Veytia, que añotras año se traducía en mayores ingresos para la Real Hacienda, losmiembros de la máxima institución encargada de los asuntos indianosdeterminaron premiarlo con mayores responsabilidades. Al tomar esadecisión no pensaban sólo en el bienestar de Veytia, sino en obtener be-neficios personales de la eficacia de un recaudador excepcional. Así fuecomo ofrecieron a su agente en Puebla el nuevo cargo de Juez Superin-tendente de Azogues de la Nueva España, aunque sabían muy bien quedicho cargo le traería la enemistad del virrey, de los oficiales de RealHacienda de Veracruz, y del propio Real Tribunal de Cuentas, del queVeytia seguía formando parte. Aunque los pleitos eran seguros, los con-sejeros de Madrid pensaron que contando con Veytia tenían aseguradoel éxito de sus planes. La nueva tarea de don Juan José recortaría una delas mejores fuentes de ingresos de los virreyes y funcionarios de la RealHacienda Novohispana; pero esto no les importaba a los consejeros, loúnico que deseaban era obtener los recursos frescos para asignarlos di-rectamente al pago de salarios del Consejo de Indias. A cambio de sus

19 AGN. RCO. Vol. 34 Exp. 166 Madrid 17-ago- 1710 f. 423-424. y Vol. 44 Exp. 16Aranjuez 25-abr-1723 f. 38-39v.

20 AGN. RCO. Vol. 34 Exp. 176 Madrid 7-sep-1710 f. 443-444.21 Carmen YUSTE, El Comercio de la Nueva España con Filipinas, 1590-1785, México, INAH

[Colección científica, 109] 1984, 32-34.

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LAS REDES SOCIALES DE UN ALCALDE MAYOR VITALICIO

Para entender mejor las relaciones establecidas entre Veytia y el sistemapolítico oligárquico de Puebla, debemos distinguir dos fases diferentes.En la primera fase predominan los choques entre Veytia y la oligarquía.La consecuencia del enfrentamiento es la aparente destrucción de estaúltima, o al menos del grupo que la dirigía (1697-1710). En cambio en elsegundo periodo se nota una mayor influencia de Veytia sobre la oligar-quía capitular, influencia que debemos matizar, pues Veytia muestracierta indiferencia o incluso, franca impotencia en ciertos asuntos admi-nistrativos y políticos (1710-1722). En medio de esta segunda fase ocurreun cambio trascendental, a partir de 1714 Veytia emprende una nuevaestrategia: reconstruir la oligarquía capitular, pero ahora usando comoeje su propio poder personal y familiar. Sería ingenuo pensar que lasdos fases se explicarían como cambios radicales de pensamientos y acti-tudes, al contrario, todo parece indicar que la coherencia es resultado deuna estrategia de adaptación a los cambios políticos de Nueva España ydel corazón del imperio hispano, lo mismo por parte de la oligarquíaque por parte de Veytia.

Durante la segunda fase (1710-1722) existió un mayor entendimien-to entre Veytia y la diezmada oligarquía capitular. Especialmente en losmomentos críticos, los propios regidores pidieron la intervención direc-ta del alcalde mayor. Así ocurrió después del temblor de 1711, y tambiéncuando se presentan los pleitos con el alguacil Pedro de Mendoza.23 Lossucesos analizados sugieren un progresivo entendimiento que fue ins-titucionalizado en 1714 cuando Veytia designó a seis de sus aliadoscomo regidores interinos. Así fundó su propio bloque de poder al inte-rior del cabildo.24

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nuevas responsabilidades, el Consejo de Indias le dispensó a Veytia elhonor, aunque no el poder, de convertirse en miembro del Consejo (unode los pocos que estaban en América). Veytia sería su representante per-sonal en Nueva España en el nuevo proyecto de la Junta General deAzogue, que a partir de ese momento sería una nueva responsabilidaddel Consejo de Indias.22 Por eso el nombramiento de Juez de Azoguessería recibido por don Juan José al mismo tiempo que su nombramien-to como Consejero del Supremo Tribunal de Indias en 1709.

La parte luminosa de la carrera burocrática de don Juan José de Vey-tia y Linaje, quien durante su dilatada gestión en Puebla jamás fue rele-vado de ninguno de sus cargos, llegando incluso a desempeñar funcio-nes que tradicionalmente habían sido coto exclusivo de los virreyes,está íntimamente relacionada con la historia política de Puebla. Durantetodo el ascenso y cenit de su carrera desempeñaría el cargo de alcaldemayor de la ciudad. Vale anotar ahora dos observaciones pertinentesque he señalado en un trabajo previo. En primer lugar, debemos consi-derar que el éxito alcanzado por don Juan José, y por lo que ganó el re-conocimiento de los altos burócratas metropolitanos, fue por su deci-sión de atacar el poder político de la oligarquía poblana derribando suinmunidad fiscal. Tarea que sólo llevaría a cabo en la medida que noobstaculizara sus planes de asentar su poder político y social en la ciu-dad. En segundo lugar, aunque a primera vista la carrera de Veytia traea la mente la imagen del burócrata peninsular incorruptible que trabajatal y como lo necesita una administración estatal eficiente, la realidad esun tanto diferente. Es verdad que Veytia fue un funcionario modelo do-tado de competencias absolutas en asuntos especiales (a quien se rodeade una jurisdicción territorial que prefigura en algunos aspectos alIntendente de los tiempos borbónicos) pero como veremos enseguida,durante toda su carrera, Veytia también sería un activo protector y cons-tructor del poder de la oligarquía poblana que, al igual que cualquierotra, jugaría su papel de oposición a la administración absolutista.

22 Antonia Heredia Herrera, La renta del azogue en Nueva España, (1709-1751), Sevilla,Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, 1978, 181.

23 Sobre este importante personaje en la política poblana he escrito un artículo bio-gráfico “¿Quién encarceló al alguacil mayor de Puebla? La vida, los negocios y el poderde don Pedro de Mendoza Escalante 1695-1742” en Estudios de Historia Novohispana, Nú-mero 17, México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1997, 31-62.

24 Veytia aprovecha sus extraordinarias competencias y la colaboración del virrey du-que de Linares para crear un nuevo tipo de funcionario local: el regidor interino. Tres fue-ron sus características distintivas: 1) Son personas propuestas por Veytia. En cambio la

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Para proporcionar evidencias a estos argumentos veamos brevemen-te los antecedentes y relaciones de estos regidores interinos. Comence-mos con el caso de los Vasconcelos. Cuando Veytia nombró regidor in-terino a don Juan Jerónimo de Vasconcelos de Luna, hijo primogénitodel marqués de Monserrate, parecía que no hacía más que reconocer losméritos de una dinastía oligárquica que ya había dado cuatro capitula-res a la Puebla de los Ángeles.25 La familia Vasconcelos había estado re-presentada directamente en el ayuntamiento durante 85 años (1586-1675). Ausente en los últimos tiempos por la vocación religiosa de donFrancisco Xavier de Vasconcelos y Bravo de Lagunas, primer marquésde Monserrate,26 los Vasconcelos gozarían de la protección de Veytia,prácticamente desde el principio de su administración de las alcabalas,no sólo porque la familia estaba un tanto desligada de la oligarquía ca-pitular dominante, sino también porque el primer marqués era cuñadode don Francisco de Luna, contador mayor del Real Tribunal de Cuen-tas de Nueva España y valioso colega de don Juan José.

La amistad directa entre Veytia y el marqués de Monserrate segura-mente nació mucho antes de que el “aduanero alcabalero” llegara aPuebla en 1697. La alianza sería ratificada en 1706, cuando la única hijadel marqués de Monserrate fue desposada por don José Francisco JavierJerónimo Diego Pérez de Salazar. Cuando Veytia aceptó fungir como

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Evidentemente Veytia pensó que los regidores interinos serían ungrupo de apoyo en las disputas con la oligarquía capitular, y también leservirían para demostrar su propio posicionamiento social dentro de laelite angelopolitana. Su bloque oligárquico quedó integrado con donJuan Jerónimo de Vasconcelos de Luna, hijo primogénito del marquésde Monserrate, don Alonso Carlos de Vallarta y Palma, don José MartínGorospe Irala, joven heredero de un reciente mayorazgo, don Sebastiánde Echeverría y Orcolaga, que años después sería señor de su casa in-fanzona en el País Vasco, don Manuel de Torija y Rojo, y don José Man-zo y Andrade. ¿Cuál sería el papel representado por estos personajes?¿Realmente eran aliados del alcalde mayor? ¿O más bien eran represen-tantes afortunados de la elite poblana que sobrevivió a la debacle oligár-quica? Debo reiterar que los aliados de Veytia no aparecen repentina-mente en 1714 cuando entraron a la sala de cabildo. Imagino que estafecha sólo manifiesta la institucionalización de un pacto que tenía mu-chos años funcionando. Cuatro de los seis regidores interinos son repre-sentantes de un grupo de familias prominentes; familias con interesescreados en el comercio y la agricultura poblana que siempre habían sidorespetadas y protegidas por Veytia.

legislación vigente señalaba que dichos cargos se adquirían por voluntad del interesado,quien lo recibía como herencia, por designación del propietario anterior, o bien por-quepersonalmente iniciaba trámites para que le remataran el cargo; 2) Las seis regidurías in-terinas fueron otorgadas gratis. Sus titulares sólo pagaron el impuesto de media annatapero no pagaron su cargo. Recordemos que las regidurías se clasificaban en la legislacióncomo cargos “vendibles y renunciables” y eran una importante fuente de recursos eco-nómicos, sin embargo, por una iniciativa de Veytia, que fue autorizada por el virrey Du-que de Linares, la Real Hacienda no percibió ningún ingreso por las regidurías interinas;3) Un vacío jurídico que aprovecharon los enemigos del alcalde mayor fue que dichasregidurías se crearon como una solución temporal ante la escasez de regidores perpe-tuos, por lo tanto, cuando hubiera personas interesadas en los cargos, los interinos de-bían cesar en sus funciones. No obstante, en la práctica, Veytia y los regidores interinosactuaron como si sus cargos fueran iguales a los de los regidores propietarios y no es-tuvieran sujetos a esta limitación. Como veremos, esta debilidad jurídica ligada a la crea-ción de las regidurías interinas, será hábilmente explotada a partir de la polémica gene-rada por la antigüedad de los regidores propietarios con respecto a los interinos, puestoque existía una ley de la Recopilación en donde se establecía claramente que siempre lospropietarios de los cargos deberían tener mejor lugar que los interinos.

25 Sobre los marqueses de Moserrate recientemente han escrito José Ignacio Conde yDíaz Rubín, “Alianzas matrimoniales con familias tituladas de la Nueva España” pp. 99-115, en Francisco PÉREZ DE SALAZAR Verea et. al. Semblanza e historia de una familia en la Pue-bla de los Ángeles, México, Imprenta de Juan Pablos, 1998, 198 pp. Agustín Grajales y Li-lián Illades, La casa del Marqués o Casa de las Diligencias, México, BUAP, ICSyH, 1999, 207 pp.El mejor estudio genealógico se encuentra en Javier Sanchiz, La nobleza titulada en México,obra en preparación.

26 Don Francisco Xavier de Vasconcelos, primer marqués de Monserrate comenzó sucarrera eclesiástica después de la muerte de su esposa, doña Nicolasa Plácida de Luna.Una vez viudo, el marqués de Monserrate tomó el orden sacerdotal, y poco después ocu-pó una silla en el cabildo catedralicio, primero como racionero, después como canónigo,y finalmente como Arcediano en 1740. Cuando lo sorprende la muerte servía como Deánde la catedral de Puebla. Pero su vocación religiosa no le hizo olvidar sus asuntos fa-miliares. Con gran previsión heredó en vida a sus dos hijos una fortuna cercana a los$100 000. AGNEP. Not. 4 14-mar-1697 f. 1697 f. 57-58v. Poder para testar de Francisco Xa-vier Vasconcelos.

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abasto de carne, pero había acumulado tal poder que, como veremos,aún tendría ocasión de sangrar a su gusto la hacienda municipal.

Así, dos años antes de que Veytia nombrara a sus regidores interi-nos, ya había preparado un buen escenario para los sucesores de Men-doza en el abasto de carne. Después de que la administración pasó a lasmanos de don Diego García Rosado, al siguiente año los abastos de car-ne fueron rematados a los nuevos aliados de Veytia. El 27 de febrero de1714, los poblanos se enteraron del nombre del nuevo obligado de lascarnicerías, se trataba de don José de Villaseptiem, quien presentó comofiadores a su hermano don Jerónimo de Villaseptiem, y al yerno de ésteúltimo: don Alonso Carlos de Vallarta.29 Evidentemente Veytia queríadar completa seguridad a los Villaseptiem de que no serían atacadospor Mendoza. La mejor solución era colocar a uno de ellos para defen-derse, y de paso, contar con otro aliado para las causas de Veytia. Elresultado fue benéfico para ambas partes; los Villaseptiem controlaronlos abastos desde 1714 hasta 1721. Otra razón para apoyar a don AlonsoCarlos de Vallarta era la necesidad de mantener buenas relaciones conel cabildo catedralicio, Vallarta era administrador de importantes bienesde la institución y, como veremos a continuación, al igual que los Goros-pe y los Veguellina, tenía a varios de sus parientes muy bien colocadosen la alta jerarquía eclesiástica.

Una vez aclaradas las razones de la importancia de los Vallarta, si-gamos recordando los antecedentes de los regidores interinos nombra-dos en 1714. El tercer regidor también tenía una gran afinidad social yfamiliar con Vasconcelos y Vallarta. Al igual que ellos era noble y he-redero de un importante mayorazgo de nueva creación. Por eso, aunquedon José Martín Gorospe Irala aún no cumplía los veinticinco añosque acreditarían su mayoría de edad, su minoría no fue un impedimen-to para tomar la regiduría. Otra gran ventaja muy bien calculada porVeytia era la gran influencia de la familia Gorospe entre las altas jerar-quías del clero secular y regular.30 Tampoco debemos olvidar la impor-

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testigo en el fastuoso enlace sabía que su presencia garantizaba la per-petuidad de su alianza con dos clanes que estaban destinados a perdu-rar, y a proporcionarle nuevas oportunidades de mantener su lideraz-go.27 Veytia persigue el mismo objetivo cuando nombra como regidorinterino a don Alonso Carlos de Vallarta y Palma, quien para empezarera cuñado de don Juan Jerónimo de Vasconcelos de Luna.28 Don CarlosAlonso tenía una doble importancia política. En primer lugar su solapresencia reforzaba la unidad del bloque oligárquico, pero sobre todo,su regiduría garantizaba los intereses políticos de la familia Villasep-tiem, a quien Veytia había preparado para tomar los abastos de toro ycarnero, y limitar así el poder del pendenciero alguacil mayor y regidordon Pedro de Mendoza y Escalante.

En este punto debo hacer un paréntesis para presentar a Mendoza,quien al pasar algunos años se convirtió en uno de sus más peligrososenemigos. El espacio de la confrontación fue precisamente el abasto decarne de la ciudad. Mendoza y Veytia mantuvieron una lucha por elabasto de las carnicerías. Veamos los antecedentes del problema. DonPedro de Mendoza había formado un monopolio con el mercado de car-ne de la ciudad desde el año 1701. Seguramente había contado con laanuencia del propio Veytia, quien en sus primeros años estaba tan inte-resado en dejar fuera a todos los aliados de la oligarquía capitular, quetal vez menospreció el poder acumulado por Mendoza en su triple ca-rácter de alguacil mayor, regidor, y abastecedor de las carnicerías. Eldoble monopolio de carnero y res, sumado a las facultades judiciales ypolicíacas derivadas de su cargo de alguacil mayor, permitieron queMendoza acumulara una gran fortuna y un enorme poder político.Cuando el alcalde mayor se decidió a marcar un alto a sus abusos, Men-doza se defendió y lo mantuvo en jaque gracias a la complicidad de laReal Audiencia. Por fin, en julio de 1712 Mendoza quedó excluido del

27 Cabe señalar que durante su larga estancia en Puebla (1697-1722) Veytia sólo par-ticiparía como testigo de boda en dos ocasiones, en 1702 cuando se casó el primogénitodel marqués de Altamira, y cuando se casó la hija del primer marqués de Monserrate.APSP. LME. 10 16-may-1706.

28 D. Juan Jerónimo de Vasconcelos y Luna contrajo matrimonio con D. Felisiana Ma-nuela Vallarta y Palma, hermana de D. Alonso Carlos, en 1706. Archivo Parroquial delSagrario de Puebla. Libro de Matrimonios de Españoles 10, 21-nov-1706 f. 136.

29 AAP. LC. 37 27-feb-1714 f. 282v-283 30 Un simple recuento de los logros de los Gorospe en la Iglesia demuestra su impor-

tancia. Cuatro tíos del regidor interino José Martín tuvieron destacadas carreras eclesiás-ticas. El mayor fue el doctor don Pedro de Gorospe Irala, canónigo penitenciario de la

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con Veytia más de veinte años (1700-1721).32 Además los Veguellina esta-ban muy bien relacionados con una de las familias oligárquicas de ma-yor abolengo, una de las hermanas de los Veguellina era esposa del regi-dor don Gabriel Francisco Hidalgo de Vargas, descendiente de otra delas familias que habían gobernado Puebla desde el siglo XVI.33

Finalmente llegamos al cuarto regidor interino, quien al cabo de tresaños llegaría a emparentar con el propio Veytia. Me refiero a don Sebas-tián de Echeverría y Orcolaga, comerciante vasco avecindado en Puebladesde la penúltima década del siglo XVII. El doble matrimonio de loshermanos Sebastián y Pedro de Echeverría, con dos de las huérfanas delcomerciante Jerónimo Delgado, les proporcionó un capital de medianacuantía y valiosos contactos comerciales. También es muy significativasu amistad con los Villaseptiem, amistad que puede documentarse des-de 1698, pues en el mismo matrimonio de don Sebastián Echeverría,uno de los testigos fue don Jerónimo de Villaseptiem, y dos años des-pués sería padrino de la segunda hija del matrimonio.34

Si bien no he podido precisar el origen de la amistad entre los her-manos Echeverría y don Juan José de Veytia, sospecho que venía de le-jos, tal vez desde la llegada de Veytia a la ciudad en 1697. La única fechaexacta, aunque sin duda tardía, es el nombramiento de alcalde ordinarioobtenido por don Sebastián de Echeverría en 1705. Tres años después,en 1708, su hermano menor don Pedro de Echeverría, ganaría idénticadistinción como resultado de la influencia del alcalde mayor. Y aún másnotable fue la preferencia de Veytia por los Echeverría cuando colocó adon Sebastián como alcalde ordinario en 1711, pues a su juicio, el cabil-do había hecho una mala elección.35 Después de tantas pruebas de con-

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tancia de los Gorospe como hacendados, pero sobre todo, quizás el ele-mento decisivo fue su parentesco con uno de los hombres de confianzade don Juan José. Concretamente, don José Martín era primo del doctordon Diego de la Veguellina, quien desde el año de 1700 trabajaba paraVeytia como abogado y fiscal de la oficina de alcabalas. Quizás don JuanJosé conoció al joven abogado Diego de la Veguellina, cuando litigabaen la ciudad de México siguiendo los pasos de su hermano.31 No seríararo que la amistad apareciera entre dos hombres que buscaban hacercarrera en la burocracia virreinal. Con el tiempo, el doctor don Diego dela Veguellina se convertiría en uno de los hombres de confianza del al-calde mayor de Puebla. A medida que crecían las responsabilidades deVeytia, don Diego acumuló nuevos cargos. Veguellina fue primero fiscaly después asesor del ramo de las alcabalas de Puebla, y de ahí obtuvoel cargo de asesor general de la administración del azogue. Al mismotiempo presidía el ayuntamiento poblano en calidad de teniente de al-calde mayor. Este último puesto lo desempeñó cotidianamente desde lamuerte del capitán Hipólito de Saldaña, hasta que dejó el cargo al sobri-no de su jefe (1710-1721). Por lo tanto Veguellina trabajó directamente

catedral poblana. Su estabilidad económica le permitió ser el fundador del mayorazgoque disfrutaría su sobrino José Martín. Los otros tres tíos fueron frailes dominicos de al-tos vuelos llamados fray Diego, fray Juan, y fray José de Gorospe. Fray Diego de Gorospefue prior del convento de Santo Domingo de Puebla y después obispo de Nueva Segoviaen las islas Filipinas, en tanto que el maestro fray Juan de Gorospe tendría una destaca-da participación como orador en la dedicación de la célebre capilla del Rosario, ademássería rector del colegio de San Luis de Puebla, prior del Convento Dominico de México,y padre provincial de la Provincia de San Miguel y los Santos Ángeles. Finalmente, frayJosé de Gorospe también se distinguió como predicador. Y no terminaría ahí el porvenirde la familia en la Iglesia, pues el mismo hermano de don José Martín: don Miguel José deGorospe Irala, fue prebendado en la catedral poblana en 1737. Y el hijo del regidor interi-no, el abogado Dr. don Manuel Ignacio de Gorospe Irala y Padilla sería prebendado, juezprovisor y vicario general del obispado de Puebla en 1759. AGNEP. Not. 6 Poder paratestar de D. Juana de Gorospe Irala, 28-ene-1702 f. 51-52 Toribio Medina, La imprenta enPuebla de los Ángeles, edición facsimilar, México, UNAM, 1991, 56.

31 El abogado Juan de la Veguellina, hermano de don Diego, logró comprar el cargode alcalde del crimen en el alto tribunal novohispano en 1710. Mark A. Burkholder y D.S.Chandler, De la impotencia a la autoridad. La Corona española y las Audiencias de América,1687-1808, México, FCE, 1984, 248-249.

32 AAP. LC. 35 7-may-1720 f. 7533 APSP. LBE. 16 Bautizo de Ana María Josefa Hidalgo de Vargas de la Veguellina, 24-

sep-1699 f. 7v34 APSP. LME. 9 9-nov-1698 y LBE. 16 26-oct-1700. Hasta el momento no he descubierto

otras alianzas familiares emprendidas por los Echeverría entre los años 1690-1717, inclu-so sus compadrazgos los realizan con personas que no formaban parte de la elite. Encambio, destaca la amistad entre los dos hermanos que se manifiesta una y otra vez alapadrinar a sus hijos.

35 Semanas después el virrey revocó los nombramientos de Veytia y reinstaló aquienes habían sido originalmente electos. AAP. LC. 36 4-feb-1711 f.350-354v

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bas de sus relaciones entabladas con otros miembros de la elite, salvosus relaciones económicas con los Echeverría, de quien era deudor.Cabe señalar que precisamente su limitada proyección social lo podríaconvertir en firme aliado de Veytia. Sin duda su nombramiento comoregidor interino era una confirmación de su ascenso social y político enla Angelópolis.

En el cuadro 2 se observan las relaciones sociales y familiares de los6 capitulares interinos electos por don Juan José de Veytia en 1714. Deinmediato se aprecia la importancia de los lazos familiares y la coheren-cia que sin duda llevó a fortalecer compromisos con amigos, compadresy socios, cuya efectividad era potenciada por los lazos familiares decada integrante. Naturalmente su presencia toma mayor sentido al con-siderar que cada uno de ellos representa la cúspide de una pirámide dealianzas e intereses que deberían ser respetados y protegidos por el po-deroso alcalde mayor de la Puebla de los Ángeles.39

CONFLICTO Y CONSENSO OLIGÁRQUICO

El nombramiento de los seis regidores interinos electos por Veytia le per-mitiría pensar que el cabildo dejaría de ser fuente de preocupaciones.Pero la realidad fue muy distinta. Las finanzas municipales empeoraron,y sus enemigos se anotaron sonadas victorias anulando a los regidoresinterinos. Los principales protagonistas de estos conflictos fueron el al-guacil don Pedro de Mendoza y el clan Hedesa-Victoria Salazar. Primeroconsideremos a los Victoria Salazar, pues padre e hijo supieron sacar par-tido de su experiencia en el manejo de la política local y familiar. Maes-tros de la política patrimonial saben como mantener su capital social almismo tiempo que pulsan los resortes adecuados de la maquinaria buro-crática hasta que gira a su favor y se opone al “aduanero alcabalero”.

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fianza se comprende el nombramiento de regidor interino otorgado adon Sebastián de Echeverría en 1714. Para entonces, las relaciones conlos hermanos Echeverría se habrían fortalecido a tal grado que resulta-ban excelentes aliados para la causa de los Villaseptiem. Y llegaron a sertan dignos de confianza que algunos años después, don Juan José sesentiría plenamente satisfecho al celebrarse la boda de su sobrino prefe-rido, el abogado José Fernández de Veytia, con la hija de don Sebastiánde Echeverría en octubre de 1717.36

En cuanto a los regidores interinos don Manuel de Torija y Rojo ydon José Manzo y Andrade, los datos recabados indican que su papelera secundario. No he encontrado información que permita ubicarloscomo parte del grupo más cercano al alcalde mayor. Torija y Rojo habíanacido en Brihuega, tal vez por ello tuviera alguna relación con su po-deroso paisano, el difunto regidor don Francisco Torija Ortuño, hasta elmomento no he podido determinar si existía algún tipo de relación en-tre ambos. Manuel de Torija y Rojo gozaba de una buena posición eco-nómica gracias a su matrimonio con la hija de su tío Antonio Moreno deTorija, un comerciante que llegó a ser alguacil mayor del Santo Oficio,cargo que en 1709 pasó a manos de su yerno Torija y Rojo.37 Entre otrosnegocios don Manuel de Torija y Rojo llegó a administrar una tocineríay era un importante introductor de pescado.38 Parece que no tuvo des-cendencia que ingresara a la elite. Sin embargo su suegro fue uno de loslíderes de los comerciantes que se opusieron a los regidores (1691-95) ymantuvo sólidas relaciones con dicho grupo. Es probable que Torijay Rojo fuera distinguido con una regiduría interina para reconocer la ac-tividad política de su suegro y del grupo de comerciantes de 1691.

Y finalmente, al llegar al último regidor interino, don José Manzo yAndrade, da la impresión de que fue un hombre de paja, es decir unhombre sin una red propia de apoyo. Sólo sabemos que era propietariode una hacienda en la jurisdicción de Cholula. Terminaría establecidoen aquella ciudad y rechazando el ofrecimiento de Veytia para reingre-sar al cabildo en 1720. También es sugerente que no se encuentren prue-

36 APSP. LME. 12 17-oct-1717 37 AAP. LC. 36 31-dic-1709 f. 157 38 ARPPC. C. 14 31-ene-1714

39 Las fuentes del cuadro 1 son: Anexo 1 y 2 de Gustavo Rafael Alfaro R. “Adminis-tración urbana y poder oligárquico en la Puebla de los Ángeles, 1690-1783.” tesis de doc-torado en historia. UNAM. Obra en preparación, Javier Sanchíz, “Caballeros de Alcánta-ra”, “Caballeros de Santiago”. Obra en preparación, Burkholder y Chandler, De laimpotencia a la autoridad...”, 248-249.

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Don Nicolás de Victoria era un exregidor con una larga carrera en elayuntamiento. Entró al cabildo en 1669 y renunció en 1695, dos años an-tes de la llegada de Veytia. La retirada fue adecuada, pues aunque Vey-tia le obligó a pagar una cuantiosa deuda por haber sido representantedel cabildo para contratar un préstamo, su anticipada salida del ayunta-miento le permitió preparar la carrera de su hijo mayor. De hecho, a tra-vés de una compleja estrategia familiar, don Nicolás de Victoria lograríaque su hijo Ignacio Xavier se beneficiara de las divisiones provocadaspor don Pedro de Mendoza. Al final de complicadas intrigas y pleitos,el joven Ignacio Xavier se convirtió en el hombre que selló las fisuras delgrupo oligárquico construido por el alcalde mayor.

Enseguida veremos como el conflicto y el consenso llevaron a la con-solidación del grupo oligárquico. Este proceso se desarrolló en el ámbitode la hacienda municipal cuando el clan de los Hedesa-Victoria amena-zó con el embargo de todas las propiedades y rentas de la corporaciónpara asegurar el pago de dos antiguas deudas. El origen de ambos plei-tos mostraba algunos manejos poco claros del propio Veytia. El primeroera dirigido por la viuda Antonia de Sumbil, quien como heredera de suesposo, don Antonio de la Hedesa Verastegui, recibió como legado lasdeudas que el cabildo tenía con el mayordomo y tesorero Mateo de laMella, pues la cuñada de Sumbil, doña María de la Hedesa Verastegui,esposa de don Mateo, se las había heredado a su hermano, el difunto es-poso de la señora Sumbil (1709+). Esta deuda era uno de los cabos suel-tos no resueltos por el poderoso “aduanero alcabalero” de Puebla, puesaunque el propio Veytia criticó y denunció los malos manejos de Mateode la Mella, las deudas que tenía el cabildo fueron consideradas legíti-mas por la Real Audiencia. Seguramente los juristas pensarían que si ladeuda era resultado de comisiones y salarios acordados pero no paga-dos, la deuda era válida sin importar que ya hubieran pasado 25 añossin cobrarla. Una vez obtenido el fallo del tribunal, doña Antonia deSumbil se presentó ante el cabildo el 18 de junio de 1715 para cobrar$16 639 y amenazó con el embargo de las rentas y los inmuebles munici-pales.40 Aun así, el cambio de los vientos políticos retrasó la ejecuciónhasta octubre de 1717.

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40 AAP. LC. 38 18-jun-1715 f. 108-v

CUADRO 2: Don Juan José de Veytia y sus redes sociales de apoyo.

Las flechas denotan un sentido de autoridad o dominio, por motivos económicos o políticos deA sobre B. En el sentido A →B. Las líneas simples denotan alianza sin una subordinación clara.El parentesco se denota con líneas más gruesas.

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curador renunció, porque dijo no disponer de tiempo para asistir al plei-to en la ciudad de México.42 Menuda sorpresa para Veytia, ¡recibir unanegativa de uno de los regidores que había colocado en el cabildo! Perono se dio por vencido, los regidores interinos eligieron a don AlonsoCarlos Vallarta como nuevo procurador mayor el 1 de junio de 1715.43

Pero el pleito habría presentado tan escasas oportunidades que Vallartasólo permaneció dos días en el cargo. La nueva renuncia debe haber en-furecido a Veytia, sobre todo al enterarse de que don Pedro de Mendozase haría cargo del pleito con la condición de dar cuenta y relación jura-da de sus gastos. Mendoza aprovechó para arrancar otras dos concesio-nes: no podría ser revocado de su cargo de procurador hasta que ter-minaran los pleitos pendientes, y el acuerdo de revocación sólo seríaválido si la decisión la tomaban todos los regidores que le habían otor-gado su nombramiento. Ambas condiciones indican que los regidoresque apoyaban a Mendoza preparaban nuevos movimientos aprove-chando el desconcierto y la ineficiencia del bloque de Veytia.44

Aprovechando al máximo las circunstancias, Mendoza se fue a Mé-xico para litigar contra la viuda Sumbil. Llevó consigo $1 106 que habíatomado del arrendamiento de las casas del cabildo. El dinero le fueentregado contando con la autorización de Veytia, quien en esos días es-taría más interesado en detener los embargos promovidos por los Hede-sa-Victoria que por desconfiar de su mayor oponente. Pero las negocia-ciones de Mendoza no detuvieron el proceso legal. El alguacil mayor yaestaba en México cuando llegó la orden de embargar las rentas de la ciu-dad para asegurar el pago de doña Antonia Sumbil. Por eso el cabildoencomendó su defensa a don Alonso Vallarta, en calidad de procuradorinterino.45

Mientras los regidores buscaban la forma de detener dos embargossimultáneamente, otro asunto dividió sus filas. Fue un pleito provoca-do por don Onofre de Arteaga, quien en esos días tramitaba en Méxicoel remate del cargo de depositario general y regidor de Puebla. La falsa

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Por las mismas fechas en que doña Antonia Sumbil litigaba, su con-cuño, el exregidor, don Nicolás de Victoria Salazar buscaba liberarse delpago de una deuda a la que había sido condenado por don Juan José deVeytia. Como don Nicolás había sido uno de los regidores que más ha-bía intervenido en la contratación de los préstamos que periódicamentesolicitaba el cabildo para enfrentar adeudos y retrasos ante la Real Ha-cienda, Veytia lo condenó a pagar $2 000 para cubrir los atrasos de laadministración de alcabalas. También le obligó a pagar un préstamo de$5 000 que Victoria había solicitado, en nombre del cabildo, para cubrirlos gastos del recibimiento del virrey conde de Galve.41 En ambos casosVeytia le atribuyó una responsabilidad personal a don Nicolás deVictoria, ignorando el hecho de que sólo había actuado como represen-tante de una institución: el cabildo de la Puebla de los Ángeles, y comoera obvio, Victoria nunca recibió el dinero.

Don Nicolás protestó y emprendió un dilatado proceso de apelación,pero ignoro por qué tardó tanto tiempo en comenzar el pleito legal.Quince años después del atropello cometido por el aduanero alcabalero,la Real Audiencia ordenó que dicha deuda fuera pagada ¡por el Cabil-do! La institución debería devolver a Victoria las multas, los intereses ylos gastos del pleito. El monto fue estimado en $16 100. Aunque Veytiainstruyó a los regidores para que rechazaran la sentencia, e incluso per-mitió gastar importantes sumas en el pleito, como en el caso de la viudaSumbil, la sentencia tampoco pudo ser revocada. Sorprende la inmuni-dad legal del “aduanero alcabalero”, pues el costo de sus errores los te-nía que pagar el Cabildo.

Las consecuencias del embate legal y económico de los Hedesa-Vic-toria fueron demoledoras en todos los frentes. Los pleitos dividieron albloque oligárquico de Veytia y fueron una estrepitosa derrota no sólo deorden económico y legal, sino también en las relaciones personales. Enfebrero de 1715 don Nicolás de Victoria presentó la sentencia de la RealAudiencia que ordenaba al Cabildo pagarle inmediatamente. El cabildoencargó la defensa a su procurador mayor, don Manuel de Torija y Rojo.Al recibir las presiones de los aliados de Victoria, el novel regidor y pro-

41 Gustavo Rafael Alfaro, “La lucha por el control...”, 179-180.

42 AAP. LC. 38 22-feb.1715 f. 39-44; 1-jun-1715 f. 91-92v; 18-dic-1715 f. 202v-203.43 AAP. LC. 38 1-jun-1715 f. 91-92v 44 AAP. LC. 38 3-jun-1715 f. 94-10145 AAP. LC. 38 11-jul-1715 f. 112-v

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el cabildo acordó recibirlo hasta que presentara fiadores, y después deque el virrey aclarara a quien le correspondía el mejor asiento. Sólo losaliados de Mendoza: el segundo marqués de Altamira y Manuel de Ri-vas, propusieron que se le diera posesión inmediatamente. Todavía losregidores interinos intentaron cambiar la decisión del virrey y ofrecie-ron $4 000 (la misma cantidad pagada por Arteaga) para que les permi-tiera nombrar al depositario, con la condición de que no tuviera mejorlugar que ellos.50 Como el virrey rechazó su propuesta su única salidadigna fue presentar su renuncia. Su actividad en el cabildo terminó el 5de febrero de 1716, día en el que el cabildo recibió a don Onofre Arteaga.A partir de esa fecha dejaron de asistir a las sesiones. Así terminó el bre-ve dominio del bloque de regidores interinos nombrados por Veytia. Sudesaparición fue la tercera gran derrota en la administración y el gobier-no urbano, y explica el asombroso predominio de los intereses particu-lares del clan Hedesa-Victoria, y de Mendoza. En ese sentido la derrotade don Juan José en el ámbito del reclutamiento oligárquico implica lapérdida del control de la hacienda municipal, y la parálisis en la admi-nistración urbana de los años 1715-1718.

Después del retiro de los regidores interinos, la mayor desgracia queenfrentó el gobierno de Veytia fue el embargo de las rentas y los propiosde la ciudad. Al terminar el año, el 18 de diciembre de 1715, don Pe-dro de Mendoza escribió al cabildo para informar que había perdido elpleito contra don Nicolás de Victoria. Como única explicación de su fra-caso, Mendoza ejercitaba una vez más su capacidad para fomentar dis-cordias.51 En realidad a Mendoza le importaban muy poco las finanzasdel cabildo. No hubiera sido extraño que a partir del pleito se acercara

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noticia de que don Onofre había comprado los cargos junto con el privi-legio de sentarse inmediatamente después que el alguacil mayor, fuerecibida con preocupación por los capitulares, especialmente por el regi-dor decano don Joseph Urosa, a quien correspondía ese lugar.46 Pocodespués, Mendoza mandó otra carta para aclarar que la preferencia al-canzada por don Onofre se entendería únicamente sobre los regidoresinterinos. Fue entonces cuando don José Antonio Ortiz de Cazqueta, se-gundo marqués de Altamira, propuso un frente único de regidores quepermitiera ofrecer a la Real Hacienda un precio superior por el cargo.Sería una compra colectiva que permitiría que cada uno de los regidoresque cooperara en la compra, desempeñara el cargo de depositario gene-ral alternativamente, tal y como se hacía con el cargo de Alcalde Provin-cial de la Santa Hermandad. Las propuestas del marqués fueron acepta-das y don Alonso Carlos de Vallarta salió inmediatamente para Méxicoa defender sus derechos.47 Sus alegatos fueron desechados por el virreyduque de Linares, quien dio la preferencia en el asiento a Onofre porqueel remate del cargo de depositario ya se había efectuado, y porque la ley90 de la Recopilación establecía que siempre deberían tener asiento pre-ferente los regidores propietarios a los interinos.48

Aun así Veytia presionó al cabildo para que no aceptara el título deDepositario General que presentó don Onofre de Arteaga a nombrede su hijo.49 El 8 de noviembre de 1715 don Onofre regresaría a su casasin tomar posesión de su cargo de teniente de depositario general, pues

46 AAP. LC. 38 23-oct-1715 f. 145v-146 47 AAP. LC. 38 6-nov-1715 f. 152-154v 48 AAP. LC. 38 8-nov-1715 f. 157v-18449 Don Onofre de Arteaga tomó el cargo de teniente de depositario general a nombre

de su hijo, Antonio Basilio de Arteaga y Solórzano, quien como menor de edad sólo po-dría desempeñar el cargo titular hasta cumplir 25 años. Además de la dispensa por la mi-noría de edad del comprador y de la facultad para nombrar teniente, don Onofre habíaobtenido otros privilegios como la transferencia inmediata de todos los depósitos reali-zados hasta el momento. Don Onofre era un acaudalado comerciante que había compra-do el cargo para su hijo, pero pensando en los negocios que podría efectuar con los capi-tales y bienes depositados en sus manos. Un año antes había tratado de comprar el cargode Alférez mayor, lo cual es otra prueba de su gran interés por ingresar al cabildo. AAP.LC. 38 8-nov-1715 f. 157v-184

50 AAP. LC. 38 8-nov-1715 f. 157v-184 51 En su carta informó que se había perdido el pleito “por los informes de don Ygna-

sio de Victoria en que fue lo menos desir el que los capitulares de este cavildo tenían ensi retenidas mui considerables porsiones, aprovechándose todos los años indevidamentede lo que los propios produsian”. AAP. LC. 38 18-dic-1715 f. 203-v Es muy significativo queal defenderse del informe secreto del cabildo (abril de 1718), Mendoza repitiera el mismoargumento, pero agregó que los ingresos del cabildo eran $12 000 anuales, y que los regi-dores se repartían $8 000. Esta coincidencia nos muestra que Mendoza era el creador desemejante mentira. AAP. LC. 38 31-dic-1715 f. 205v-206v

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estancia en México. Don Pedro de Mendoza aprovechó su “tiempo li-bre” para promover otro pleito contra la hacienda municipal. Con asom-brosa facilidad logró que la Real Audiencia ordenara la devolución delos pagos (“obenciones”) que durante su gestión de obligado de abastoshabía realizado a los funcionarios del cabildo encargados de supervisarla buena calidad y el peso de la carne.56 El monto total pagado por Men-doza, y que la Real Audiencia ordenó que le fuera restituido fue de$19 000.57 Una cantidad muy superior a lo que el cabildo adeudaba a losacreedores que habían embargado recientemente sus propiedades yrentas.

Otro grave problema del gobierno de Veytia fue la escasez de capitu-lares. Durante el año de 1716 sólo quedaban 6 regidores para hacersecargo de toda la administración urbana. Y para colmo, la crisis financie-ra les privó de sus salarios. Ese año el ayuntamiento estaba formado porsu presidente, el teniente de alcalde mayor Dr. Diego de la Veguellina, ylos regidores José Antonio Ortiz, segundo marqués de Altamira, Pedrode Mendoza o el teniente de alguacil mayor José Pulgarín Salgado,Joseph de Urosa, Lucas Sáenz, Manuel de Rivas y Onofre de Arteaga;pero nunca se reunían todos. Obviamente muchos de los ausentes falta-

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a los Victoria para hacer un frente común contra Veytia.52 Como era na-tural, las derrotas en los tribunales dieron el golpe final a las exhaustasarcas municipales. A partir del 31 de diciembre de 1715 los inmuebles ylas rentas de la ciudad quedaron embargados por mandato de la RealAudiencia. Una Real Provisión firmada el 16 de diciembre en la ciudadde México embargó 50% de las rentas para entregarlas al exregidor Ni-colás de Victoria. La segunda Real Provisión embargó el producto delarrendamiento de las cabezadas de los ejidos, para pagar el préstamo ylos réditos de los $5 000 que había servido para los gastos del recibi-miento del virrey conde de Galve.

Después del embargo el cabildo tenía dos poderosas razones parabuscar la conciliación con los Hedesa-Victoria. Es evidente que algunoscapitulares – y tal vez el propio Veytia era el más interesado– se propo-nen negociar con los Victoria y procurar un acuerdo que evitara el em-bargo de 50% de los ingresos que aún poseían, ingresos que ya estabanen la mira de la viuda Sumbil. Por otra parte, el cabildo también debíadetener los malos manejos de Mendoza, quien seguía gastando los esca-sos fondos de la hacienda municipal; ganaba un salario extraordinarioy se negaba a dar cuenta de sus gastos. Por eso el cabildo eligió un nue-vo procurador mayor el 2 de enero de 1716, y dio por terminada la co-misión de Mendoza.53 Pero Mendoza contraatacó protestando por laseparación del cargo y exigió el pago de lo que había gastado en Méxi-co.54 Una vez más los regidores no pudieron oponerse a sus demandas,y fueron obligados a pagarle su larga estancia en México, desde el 13de julio de 1715 hasta el 24 de abril de 1716.55 Pero además la gestión deMendoza costó a la hacienda municipal $4 600 y no hubo ningún tipode beneficio. Al contrario, un daño adicional resultó de su prolongada

52 Por declaración del propio Nicolás de Victoria nos enteramos de que Mendozaapoyó su reingreso a la política capitular como mayordomo de cabildo. Debo advertir allector que los cambios de parecer y también de amigos que pasaban al campo de los ene-migos (y viceversa) eran frecuentes en la vida del alguacil mayor.

53 AAP. LC. 38 2-ene-1716 f. 212v-215 54 AAP. LC. 38 6-feb y 27-feb-1716 f. 233 y245 55 AAP. LC. 38 18-abr-1716 f. 258-259v Lo cobrado por Mendoza era sin duda excesivo,

pues en una estancia de cuatro meses el contador Francisco Guzmán y Luzón incluyen-do salario, pago de abogados, tribunales y gastos diversos sólo significó un pago de $800.

(AAP. LC. 40 23-may-1721 f. 294-297) En otra ocasión cuando don Onofre Arteaga era pro-curador tuvo que permanecer 103 días en México y sólo gastó $815. AAP. LC. 39 21-may-1718 f. 195

56 En la Puebla de aquellos años se acostumbraba que el obligado pagara los costosde la supervisión municipal, condición exigida extralegalmente, pues era una de las res-ponsabilidades por la que el cabildo no debía exigir cobro adicional. En los archivos haquedado evidencia de que estas contribuciones mensuales sostenían el pago de los Di-putados del Tribunal de Fiel Ejecutoria (dos regidores por mes) y generaban ingresospara el escribano de cabildo y el veedor de carnicerías. Por ejemplo, en el acuerdo gene-ral de concordia de salarios de 1710 quedó establecido que todos los salarios ganados porlos regidores al desempeñar los cargos anuales (Procurador mayor, obrero mayor, patrónde fiestas, etc.) serían depositados en una arca común y se repartirían equitativamenteentre todos los capitulares “[...] excepto lo que toca a las carnicerías, así de vaca como delcarnero, para que vayan cobrando cada dicho [salario] en su tiempo, lo que le toca deellas los meses de diputación, y el que no fuera diputado [del Tribunal de Fiel Ejecutoria]no perciba cosa alguna con cuia reserva se guarde dicha concordia”. AAP. LC. 36 2-ene-1710 f. 173

57 AAP. LC. 38 30-abr-1716 f. 265v-273

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a un enemigo común: don Pedro de Mendoza y Escalante. Como prue-ba de buena voluntad, los regidores nombraron administrador de pro-pios al padre del alférez, don Nicolás de Victoria Salazar, quien de he-cho, desde el embargo a su favor en enero de 1716, administraba lamitad de las rentas y todo el ramo de arrendamientos de cabezadas delos ejidos. Confiando en su honradez eliminaron al mayordomo y alcontador. Enorme concesión que también contó con el visto bueno deVeytia.60 Seguramente esta rápida consolidación de los Victoria era partede un acuerdo que permitía ganar tiempo y retrasar la ejecución del em-bargo a favor de doña Antonia Sumbil que, como hemos visto, ya habíasido aprobado por la Real Audiencia. Este embargo los dejaría sin ningúntipo de ingresos, por eso, a través de los Victoria, el procurador mayordon Onofre Arteaga, elaboró una escritura de acuerdo y obligación condoña Antonia en julio de 1717. El cabildo se comprometía a pagarle los$16 630 después de una espera de diez años. Una vez cumplida la espera,el cabildo le pagaría $4 000 anuales los dos primeros años, y después$1 000 por año hasta cubrir el resto de la deuda.61 Indudablemente era unbuen trato para el cabildo. Los regidores tendrían que agradecer la inter-vención de don Nicolás y de don Ignacio Xavier de Victoria para conven-cer a su tía de que aceptara el convenio. Y por si fuera poco, don Nicolásde Victoria dejó de cobrar su deuda, e incluso les prestó $5 000 para queel cabildo sorteara la avalancha de deudas y pleitos del año 1717.62

Era natural que los Victoria trataran de cobrar su ayuda. Con su apo-yo político y sus préstamos al cabildo reforzaron el dominio de Veytia ylo defendieron de los estragos provocados por el alguacil mayor. Aun-que ignoro la forma en la que Veytia agradeció su ayuda, por ahora sólopuedo señalar la confianza absoluta que el cabildo depositó en los Vic-

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ban a propósito. Tal era el caso del mismo Pedro de Mendoza, quiendespués de aumentar los pleitos y las deudas se negaba a asistir al Ca-bildo. Además prohibía la asistencia de su teniente, y también influía enlas ausencias de su amigo Manuel de Rivas, provocando mayor trabajoy responsabilidad en los regidores que si asistían. Por eso cuando los re-gidores interinos abandonaron definitivamente la sala de cabildo (5-feb-1716) las sesiones se realizaban contando sólo con dos o tres regidores.58

En medio de la parálisis administrativa y de la crisis financiera, almediar el año de 1716, renunció el alférez mayor de la Puebla, don JoséAntonio Ortiz de Cazqueta, segundo marqués de Altamira. No conoce-mos sus motivos, y el único que podemos descartar con plena seguri-dad es el de mala salud, pues al contrario de lo que ocurría habitual-mente, siguió viviendo muchos años después de que firmó su renunciaa favor del hijo mayor de don Nicolás de Victoria. Sabemos que el se-gundo marqués de Altamira tenía serios problemas económicos. Su pe-nuria llegaba hasta el grado de quedarse más tiempo de lo debido conun donativo colectivo a favor del rey.59 Aunque no encontré ningunaprueba contundente de que la escasez de dinero le obligara a vender elcargo de alférez mayor (apenas lo había comprado en 1715), tomandoen cuenta sus antecedentes, es probable que esa haya sido la razón fun-damental. Por otra parte, aunque era un regidor que muchas veces apo-yó a Mendoza, también tenía vínculos con Veytia, por tanto no pareceque los pleitos en el cabildo fueran muy peligrosos para él.

El caso es que gracias a la oportuna renuncia del segundo marquésde Altamira, los Victoria Salazar regresaron al ayuntamiento para darprincipio a una trayectoria que no se detendría antes de 1796. DonIgnacio Xavier de Victoria ingreso al cabildo el 10 de junio de 1716. Suactividad política fue tan prudente, e incluso tan conciliadora, que muypronto logró algún tipo de acuerdo con don Juan José de Veytia y consu grupo. La alianza se fortalecería a partir de la necesidad de combatir

58 También a partir de ese año el regidor Gabriel Francisco Manuel Hidalgo de Vargasse ausentaría definitivamente de la sala capitular para emprender su carrera religiosa.

59 El cabildo tuvo que requerirle el pago de la cooperación que resguardaba en dosocasiones, la última vez amenazándolo con acusarlo ante el virrey. AAP. LC. 39 2-ene-1717f. 9v-10 y 15-sep-1717 f. 59v

60 AAP. LC. 39 2-ene-1717 f. 6v-8v 61 AAP. LC. 39 17-jul-1717 f. 46-50 62 Además de las deudas habituales, el cabildo tendría que responder a los cobros por

gastos de pleito y estancia en México de don Pedro de Mendoza, nada menos que $3 100que fueron exigidos a través de una Real Provisión de la Real Audiencia (AAP. LC. 39 23-feb-1717 f. 17-v), sin olvidar la nueva deuda de $19 000 por el pago de obenciones.Aprovechando que el río estaba revuelto, el sargento mayor Francisco Marquéz Cabrerademandó al cabildo por asuntos de privilegios y salarios. AAP. LC. 39 1-jun-1717 f. 36-41v.Préstamo extraordinario hecho por don Nicolás de Victoria LC. 39 26-sep-1718 f. 296v

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Como el Consejo de Indias ya tenía un expediente completo de Men-doza por el abasto de carnes y por otras quejas del mismo Veytia, los ca-pitulares pensaron que tendrían la posibilidad de separarlo indefinida-mente del cargo. Se negaron a entregarle una copia del informe para queMendoza no pudiera saber la acusación y diseñar una defensa concre-ta.68 Lo mantuvieron fuera del cabildo y también se negaron a recibir asu nuevo teniente: don Pedro Jiménez de Aballado, argumentando queMendoza no tenía el privilegio de nombrar tenientes con voz y voto enel cabildo.69 Al encontrar cerrados los causes legales, el creativo alguacilmayor echaría mano de recursos ilegales. Sobornó al escribano mayorde cabildo don Miguel Ceron Zapata “el joven”, para que le entregarauna copia del informe secreto y con ella en las manos presentó su casoante el virrey marqués de Valero, quien en sesión de Real Acuerdo, or-denó –tal y como preceptuaban las leyes– la concordia en el ayuntamien-to y la reincorporación inmediata de Mendoza sin esperar la respuestadel Consejo de Indias.70 Los aliados de Veytia tal vez podían prever larespuesta del virrey y de la Real Audiencia, pero al menos se libraron deMendoza por cuatro meses (del 22 de abril al 2 de agosto de 1718).

Como era natural, cuando Mendoza regresó al ayuntamiento lospleitos aumentaron. Pero las cosas habían cambiado. Esta vez los dosbandos estaban muy bien definidos. Por un lado se encontraban los re-gidores aliados al alcalde mayor y al clan Victoria Salazar, y por otro, elalguacil, que si bien contaba con algunos aliados, no había sido capazde generar un grupo suficientemente sólido para apoyar su posiciónpersonal. En ese tiempo el bando de Veytia disponía de una complejared social que, además de beneficiarse de la amistad y relaciones con la

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toria desde el primer día del año de 1718. Prácticamente dejaron en susmanos la supervivencia económica y jurídica de la institución. Primeroaprobaron los deseos de don Nicolás de Victoria y lo nombraron mayor-domo de la ciudad durante nueve años; enseguida le asignaron un suel-do de $400 anuales (sólo rebajaron $100 a su pretensión salarial ori-ginal). A cambio, don Nicolás prometió no demandar su salario losprimeros cuatro años; así daría oportunidad de que la ciudad fuera sa-liendo de sus compromisos más urgentes. Además obtuvo la garantíade que en caso de muerte o enfermedad, alguno de sus hijos pudiera he-redar el cargo.63 En segundo lugar, el cabildo eligió a don Ignacio Xaviercomo procurador mayor, lo cual significaba que cualquier problema queenfrentara su padre, necesariamente tendría que pasar por sus manos.Ni tardo ni perezoso el alférez nombró como sustituto de procuradormayor al abogado José de Sosa Victoria,64 y como abogado en la ciudadde México, al abogado presbítero Nicolás de Sosa Victoria, parientescercanos de la familia.65

Aunque un poco tarde, don Pedro de Mendoza logró frenar el rápi-do posicionamiento de los Victoria. En los primeros días de abril losobligó a dejar todos sus cargos.66 Aunque el ataque de Mendoza cum-plió su objetivo y disminuyó el poder formal de los Victoria en la ha-cienda municipal, en esta ocasión la contraofensiva de Veytia y los Vic-toria fue más contundente. Aprovechando la enemistad de Mendozacon la mayor parte de los regidores, Veytia inspiró un informe secretodirigido al Consejo de Indias, en el cual, después de enumerar los abu-sos del alguacil mayor, el ayuntamiento de Puebla pide su destitución.Mientras el Consejo mandaba su respuesta, los regidores excluyeron aMendoza de sus reuniones. Todo esto ocurrió en el cabildo del 22 deabril de 1718, y fue acordado por el teniente de alcalde mayor Dr. Diegode la Veguellina y Sandoval, el alférez mayor Ignacio Xavier Victoria,Joseph de Urosa, Lucas Sáenz y Onofre de Arteaga.67

63 AAP. LC. 39 2-ene-1718 f. 86v-89v64 AAP. LC. 39 13-dic-1718 f. 426v 65 AAP. LC. 39 22-abr-1718 f. 179 66 AAP. LC. 39 4-abr-1718 f. 146-v67 AAP. LC. 39 22-abr-1718 f. 176v-181

68 Recordemos que era un procedimiento típicamente inquisitorial ocultar el motivode la acusación y aprovechar para interrogar profundamente al acusado.

69 El argumento era válido porque Mendoza siempre se había negado a presentar laconfirmación de su título de alguacil mayor. Por eso el cabildo no podía saber si el rey lehabía confirmado los privilegios que había ganado en el remate del cargo. Por otra parte,evitar el ingreso del teniente a las sesiones era claramente una medida política, pues lostenientes anteriores si habían podido participar y votar durante las ausencias de Mendo-za. AAP. LC. 39 12-jul-1718 f. 243-244v

70 AAP. LC. 39 2-ago-1718 f. 256-270

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opone con éxito al enorme poder del alcalde mayor vitalicio, pero sobretodo, porque se convierte en un buen indicador sobre la capacidad dereacción y adaptación del sistema político oligárquico en un periodode crisis en el que las reglas son poco claras. Sorprende que un solo inte-grante del sistema político, Mendoza, tenga tal capacidad para crearnuevas reglas y nuevas condiciones. Mendoza es la oposición frente aun poder burocrático y autoritario que había hecho polvo a todo un gru-po oligárquico. Debemos reconocer que si bien en el caso de Mendozala individualidad desborda el margen de conductas esperadas comoreacciones habituales del sistema, aún sin desearlo, el sistema político setransforma para adaptarse a un comportamiento extravagante. Por esoel conflicto personal entre Veytia y Mendoza se convirtió en un conflic-to político de alcance social. Esto explica la paradoja de que Mendoza seconvirtiera en un colaborador involuntario del poder de Veytia, puessin la sistemática oposición de Mendoza a una gran parte de la elite, elbloque aliado al alcalde mayor no hubiera conservado la cohesión. Locierto es que gracias al alguacil mayor, algunos de los antiguos enemi-gos de Veytia, como los Victoria Salazar, se convirtieron en aliados ydespués en amigos del aduanero alcabalero.

Estas fueron las condiciones que permitieron el triunfo final de Vey-tia y de su grupo oligárquico local. Fue un triunfo completo en los dife-rentes frentes: en la esfera de la alta burocracia imperial, en la esfera delposicionamiento social y familiar de sus herederos, y en el olvido y re-cuerdo de ciertas partes de esta compleja historia del poder. Para empe-zar, en 1722 los familiares directos de Veytia prepararon una sucesióndel poder y el prestigio con guantes de seda. Sus albaceas eran su sobri-no, el abogado don José Fernández de Veytia, el capitán y regidor interi-no don Sebastián de Echeverría y Orcolaga, y el alcalde ordinario donPedro de Echeverría y Orcolaga. El mismo día de la muerte de don JuanJosé mandaron despachos urgentes para que fueran reconocidos los“pliegos de mortaja” que el difunto había ganado dos años antes. El reylos había concedido de la misma manera que si Veytia hubiera sido unvirrey. El marqués de Valero y los oidores aceptaron la validez de la cé-dula firmada en Madrid el 4 de diciembre de 1719, y con base en ellaautorizaron que todos los cargos de don Juan José de Veytia y Linajefueron heredados interinamente a su sobrino, don José Fernández de

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burocracia novohispana, podía aspirar a consolidar su posición de ma-nera autónoma cuando la muerte llamara a Veytia.

La combinación de estos factores permitió que después de sortearlos adeudos y embargos de la hacienda municipal, el 22 de julio de 1720,don Juan José de Veytia se anotara el segundo triunfo definitivo sobreMendoza. Ese día los regidores interinos fueron reinstalados en suscargos.71 Dos no regresaron, José Manso y Andrade porque dijo ser veci-no de la ciudad de Cholula, lo cual seguramente era un pretexto, y donJuan Jerónimo Vasconcelos, se disculpó diciendo que padecía una enfer-medad que le impedía desempeñar su cargo.72 Los cuatro regidoresinterinos que si regresaron: Vallarta, Gorospe, Echeverría y Torija, nosólo mejoraron la administración del gobierno urbano, sino tambiénintegraron una oligarquía que conservó el poder muchos años despuésde la muerte de Veytia. Y eso era lo que el “aduanero alcabalero” ahoraalabado como “Hércules fiscal” esperaba. Con gran talento Veytiacomprendió muy bien su situación y preparó el camino de sus suce-sores. Y es válido hablar en plural, pues el grupo que conformó durantesu larga permanencia en Puebla sería su heredero. Ellos culminarían subatalla contra el alguacil mayor. El grupo era tan grande que cada unode sus integrantes desempeñó su labor en los años y décadas que siguie-ron a la muerte del “aduanero alcabalero”.

Dentro de dicho grupo observamos el liderazgo evidente de ciertosclanes que aprovecharon tanto sus vínculos familiares como sus méritospolíticos, lo cual nos permite encontrar otra característica del sistemapolítico oligárquico. Si los Victoria y los Echeverría son los ganadoresen el posicionamiento como integrantes y líderes de la oligarquía capi-tular, el perdedor de dicho proceso será el alguacil mayor don Pedro deMendoza y Escalante. Cuando reflexionamos más detenidamente sobreel papel de don Pedro de Mendoza nos damos cuenta que es un prota-gonista trascendente. Destaca sobre sus contemporáneos porque se

71 AAP. LC. 40 29-jul-1720 f. 97-10472 El derecho indiano sólo reconocía como enfermedades válidas para impedir el de-

sempeño de una regiduría la locura, la ceguera y la sordera. Hasta ahora no tengo prue-bas de que don Juan Jerónimo padeciera alguna de estas enfermedades. Por tanto su dis-culpa no está libre de sospecha.

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Castejón el 23 de noviembre de 1723. Y si bien la salida del sobrino deVeytia tuvo algún detalle amenazante, las auditorias y juicio de residen-cia liberaron a don Juan José y a su sobrino de cualquier sospecha.77

Unos años después, el joven abogado José Fernández de Veytia empren-dería su carrera en la Real Audiencia de México, primero como fiscal, ya partir de 1728 como oidor. Fue entonces cuando las autoridades reco-nocieron sus habilidades administrativas. El 14 de julio de 1732 fuenombrado superintendente de la Casa de Moneda de México, justocuando el rey decidió quitarle su administración a los particulares. Sutrabajo rindió frutos, pues logró un buen orden en todos los asuntos dela dependencia. Bajo su dirección, la acuñación de moneda comenzó adar utilidades a la Real Hacienda. Casi al final de su vida, sus inquie-tudes religiosas –o políticas– lo llevarían de nuevo a Puebla, pero estavez al Cabildo catedralicio, corporación donde permaneció cuatro años(1738-1742) para regresar a la Real Audiencia, donde moriría como regi-dor decano en 1745.78

Es probable que durante su larga carrera profesional, don José Fer-nández de Veytia haya seguido interesado en la política poblana. Qui-zás algo tuvo que ver en el nombramiento de justicia mayor de Pueblaque obtuvo don Pedro de Echeverría y Orcolaga en junio de 1730. Perosi el oidor no intervino en la designación sería porque el bloque funda-do por don Juan José de Veytia seguía siendo poderoso. Y precisamentepor eso podemos pensar que el “grupo Echeverría” tenía la confianzade las altas autoridades del reino, quienes no dudaron en depositar en

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Veytia, quien prepararía las cuentas y los informes respectivos. Dos díasdespués del entierro de Veytia, el 18 de agosto de 1722, los albaceas cita-ron a cabildo para presentar todos estos documentos. En el mismo ca-bildo en el que Fernández de Veytia juró su cargo de alcalde mayor dePuebla, presentó una carta en la que el virrey, marqués de Valero, le ma-nifestaba sus condolencias por la muerte de su “primo”, asegurándoleque apoyaría su gestión administrativa.73 El espaldarazo de las altas au-toridades novohispanas allanó el camino a los herederos de Veytia. Lasmurmuraciones que se propagaron por que la muerte sorprendió al“aduanero alcabalero” fuera de la gracia de la Iglesia fueron bien cono-cidas pero contenidas –hasta donde sabemos– discretamente.

Don José Fernández de Veytia se mantuvo 14 meses en los cargosque había desempeñado su tío. En este tiempo siguió con la administra-ción y presentó las cuentas de Veytia sin menoscabo de la fortuna y elpoder familiar.74 Y hasta aprovechó para incrementar la influencia delbloque oligárquico fundado por su tío, pues aunque aceptó la renunciade su suegro como regidor interino, casi inmediatamente obtuvo dosnuevas regidurías interinas para dos antiguos aliados de Veytia: donJuan de Esparza y Veintemillas y don Nicolás de Castro y Andrade,quienes juraron sus cargos el 19 de noviembre de 1723, venciendo laoposición del entonces procurador mayor de cabildo, don Pedro deMendoza, unos cuantos días antes de la salida de Fernández.75

Para esa fecha don José Fernández sabía que la corona había decidi-do separarlo de todos sus cargos y distribuirlos de nuevo. Los azoguesy la superintendencia de arribadas de la Mar del Sur ya habían regresa-do a las manos del virrey;76 en tanto que habían comenzado las negocia-ciones para rematar las alcabalas a los comerciantes poblanos (comoocurrió en 1724). Así, de manera repentina pero previsible, la alcaldíamayor de Puebla pasó a las manos del oidor don Joaquín de Uribe y

73 Todos los documentos, incluyendo la carta de condolencia del marqués de Valerose encuentra en el cabildo en el que se presentó como nuevo alcalde mayor a don JoséFernández de Veytia. AAP. LC. 40 18-ago-1722 f. 552-556.

74 Antonia Heredia, La renta del azogue..., 194-195.75 AAP. LC. 41 19-nov-1723 f. 160v-164v 76 AGN. RCO. Vol.44 exp.16 25-abr-1723 f. 38-39v

77 Agradezco la generosa colaboración de Patricia Díaz Cayeros quien me proporcio-nó la copia de los juicios de residencias que aprueban los gobiernos de don Juan José deVeytia, y de su sobrino don José Fernández de Veytia. AGI. Juicios de residencia. Escriba-nía 237-B “Testimonio dado a pedimento del Lic. D. José Fernández Veytia sobre la resi-dencia que se ha dado en esta ciudad del Lic. Don Juan Joseph de Veytia y Linaje, delconsejo de su majestad en el real y supremo de las Indias como alcalde mayor desta ciu-dad”. Puebla de los Ángeles. Distrito de México. Año de 1723.F. 1-77. AGI. Juicios de resi-dencia. Escribanía 237-B “Juicio de residencia del Lic. D. José Fernández Veytia, alcaldemayor de Puebla” Puebla de los Ángeles. Distrito de México. Año de 1725. f. 31-142

78 Mark Burkholder y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad..., 256; JoaquínManiau, Compendio de la historia de la Real Hacienda de Nueva España, notas y comentariosde Alberto M. Carreño, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 1995, 14.

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sus manos el gobierno de la ciudad. Una prueba más de que el sistemapolítico oligárquico había recuperado el poder dentro y fuera de laciudad.

Una vez instalado en el gobierno, don Pedro de Echeverría siguiócon la “tradición familiar” y pidió al virrey nuevos regidores interinos.Esta vez lo beneficiados fueron don Manuel Bernardo de Santerbas, donMiguel Bermúdez Pimentel y Sotomayor, don Pedro Fernández Ronde-ros, don José de Zárate, don Juan José de Gainza y don Francisco Gon-zález Maldonado.79 Con estos nombramientos se darían los toques fina-les a la oligarquía capitular, y sin duda, todos sus integrantes estaríanmuy agradecidos con los hábiles artífices cuya labor era comparable a lade la mítica Penélope, pues si la oligarquía había quedado casi desechaen la tormenta de la crisis política poblana, cuarenta años más tarde veíade nuevo a la luz.

Y todo indica que ahora la oligarquía era más fuerte pues a partir de1730 no habría graves divisiones en ella. Después de años de zozobra lapaz había llegado. Era la paz de la victoria. Cinco años antes los aliadosde Veytia habían destruido a su enemigo más poderoso en Puebla. DonPedro de Mendoza y Escalante salió de la ciudad en enero de 1725 parapresentarse en las cárceles del Santo Oficio. Y sería un viaje sin retorno.Este triunfo póstumo nos hace pensar que el mejor epitafio para el di-funto “aduanero alcabalero” sería “Aquí yace don Juan José de Veytia yLinaje, Hércules fiscal de Su Majestad y arquitecto excelso de la oligar-quía angelopolitana”.

FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 9 de septiembre de 2003FECHA DE RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 12 de julio de 2004

79 AAP. LC. 42 31-dic-1730 f. 195-198