sarduy, severo. el barroco y el neobarroco

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Sarduy, Severo El barroco y el neobarroco / Severo Sarduy; dirigido por Daniel Link; con prólogo de Valentín Díaz - !"• ed. - Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2011. 80 p.; 18x11,8 cm. ISBN 978-987-1772-20-9 1." Sociología del arte. I. Link, Daniel, dir. II. Díaz, Valentín, prolog. III. Título. CDD306 SEVERO SARDUY ISBN 978-987-1772-20-9 Impreso en los Talleres Gráficos Nuevo Offset, Viel 1444 C.A.B.A. en el mes de julio de 2011. Tirada: 1.500 ejemplares oarroco y el neobarroco cuadernos de plata /Director de colección: Daniel Link © 2011. El cuenco de plata El cuenco de plata S.R.L. Director: Edgardo Russo Diseño y producción: Pablo Hernández Av. Rivadavia 1559 3° A (1033) Buenos Aires www.elcuencodeplata.com.ar [email protected] Apostillas por VALENTÍN DÍAZ Esta obra se publica al amparo del artículo 6° de la ley 11.723. Se hace reserva. Hecho el depósito que indica la ley 11.723. Impreso en julio de 2011. Prohibida la reproducción parcial o total cíe este libro sin la autorización previa del editor. el cuenco de plata cuadernos de plata

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Sarduy, SeveroEl barroco y el neobarroco / Severo Sarduy; dirigido por Daniel Link; conprólogo de Valentín Díaz - !"• ed. - Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2011.80 p.; 18x11,8 cm.

ISBN 978-987-1772-20-9

1." Sociología del arte. I. Link, Daniel, dir. II. Díaz, Valentín, prolog.III. Título.

CDD306

SEVEROSARDUY

ISBN 978-987-1772-20-9

Impreso en los Talleres Gráficos Nuevo Offset, Viel 1444 C.A.B.A.en el mes de julio de 2011. Tirada: 1.500 ejemplares

oarrocoy el neobarroco

cuadernos de plata /Director de colección: Daniel Link

© 2011. El cuenco de plata

El cuenco de plata S.R.L.Director: Edgardo Russo

Diseño y producción: Pablo HernándezAv. Rivadavia 1559 3° A (1033) Buenos Aires

[email protected]

Apostillaspor VALENTÍN DÍAZ

Esta obra se publica al amparo del artículo 6° de la ley 11.723.Se hace reserva.

Hecho el depósito que indica la ley 11.723.Impreso en jul io de 2011.

Prohibida la reproducción parcial o total cíe este l ibro sin la autorización previa del editor.

el cuenco de plata

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Nota de la edición

Las letras entre paréntesis han sidoagregadas para facilitar la consulta delas apostillas que se incluyen al finalde este volumen.

El barroco y el neobarroco*ía)

1] LO BARROCO

Es legítimo trasponer al terreno literario la nociónartística de barroco. Esas dos categorías ofrecen un para-lelismo notable desde diversos puntos de vista: son igual-mente indefinibles.

A. MORET, El lirismo barroco en Alemania, Lille, 1936.

Lo barroco estaba destinado, desde su nacimiento,a la ambigüedad, a la difusión semántica. Fue la grue-sa perla irregular -en español barrueco o berruecco,en portugués barroco-, la roca, lo nudoso, la densi-dad aglutinada de la piedra -barrueco o berrueco-,quizá la excrecencia, el quiste, lo que prolifera, al mis-mo tiempo libre y lítico, tumoral, verrugoso; quizá elnombre de un alumno de los Carraca, demasiado sen-sible y hasta amanerado -Le Baroche o Barocci (1528-1612)-; quizá, filología fantástica, un antiguo términomnemotécnico de la escolástica, un silogismo -Baro-co. Finalmente, para el catálogo denotativo de los dic-cionarios, amontonamientos de banalidad codificada,lo barroco equivale a «bizarrería chocante» -Littré-, oa «lo estrambótico, la extravagancia y el mal gusto»-Martínez Amador.

Publicado originalmente en César Fernández Moreno (coor-dinación e introducción). América Latina en su literatura. Méxi-co/París, Siglo XXI/Unesco, 1972.

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Nodulo geológico, construcción móvil y fango-sa, de barro, pauta de la deducción o perla, de esaaglutinación, de esa proliferación incontrolada designificantes, y también de esa diestra conducción delpensamiento, necesitaba, para contrarrestar los argu-mentos reformistas, el Concilio de Trento. A esta nece-sidad respondió la iconografía pedagógica propuestapor los jesuítas, un arte literalmente del tape-a-l'oeil,que pusiera al serv icio de la enseñanza, de la fe, todoslos medios posibles, que negara la discreción; el matizprogresivo del sfumato para adoptar la nitidez teatral,lo repentino recortado del claroscuro y relegara la su-tileza simbólica encarnada por los santos, con sus atri-butos, para adoptar una retórica de lo demostrativo ylo evidente, puntuada de pies de mendigos y de hara-pos, de vírgenes campesinas y callosas manos.

No seguiremos el desplazamiento de cada uno delos elementos que resultaron de este estallido que pro-voca una verdadera falla en el pensamiento, un corteepistémico1 (b) cuyas manifestaciones son simultáneasy explícitas: la Iglesia complica o fragmenta su eje yrenuncia a un recorrido preestablecido, abriendo elinterior de su edificio, irradiado, a varios trayectos po-sibles, ofreciéndose en tanto que laberinto de figuras;la ciudad se descentra, pierde su estructura ortogonal,sus indicios naturales de inteligibilidad -fosos, ríos,murallas-; la literatura renuncia a su nivel denotativo,a su enunciado lineal; desaparece el centro único en eltrayecto, que hasta entonces se suponía circular, de

Se trata del paso cíe una ideología a otra ideología, y no delpaso de una ideología a una ciencia, es decir, de un corteepistemológico, como el que tiene lugar, por ejemplo, en1845 entre la ideología de Ricardo y la ciencia de Marx.

los astros, para hacerse doble cuando Kepler proponecomo figura de ese desplazamiento la elipse; Harveypostula el movimiento de la circulación sanguínea y,finalmente, Dios mismo no será ya ̂ a evidencia cen-tral, única, exterior, sino la infinidad de certidumbresdel cogito personal, dispersión, pulverización queanuncia el mundo galáctico de. las monadas.

Más que ampliar, metordmización irrefrenable, elconcepto de barroco(c), nos interesaría, al contrario, res-tringirlo, reducirlo a un esquema operatorio preciso,que no dejara intersticios, que no permitiera el abuso oel desenfado terminológico de que esta noción ha sufri-do recientemente y muy especialmente entre nosotros,sino que codificara, en la medida de lo posible,la perti-nencia de su aplicación al arte latinoamericano actual.

2] ARTIFICIO

Si en su mejor gramática en español -la obra deEugenio d'Ors<d>- tratamos de precisar el concepto debarroco, veremos que una noción sustenta, explícita ono, todas las definiciones, fundamenta todas las tesis:es la del barroco en tanto que retorno a 1° primigenio,en tanto que naturaleza. Para d'Ors2/ Churnguera«rememora el caos primitivo», «voces de tórtolas, vocesde trompetas, oídas en un jardín botánico... No haypaisaje acústico de emoción más característicamentebarroca... el barroco está secretamente animado por lanostalgia del Paraíso Perdido» el barroco «busca loingenuo, lo primitivo, la desnudez...» Para d/Ors'como

Eugenio d'Ors, Lo barroco, Madrid, Aguilar/ 1%4'

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señala Fierre Charpentrat,3 «el barroco es, ante todo,como es sabido, libertad, confianza en una naturalezade preferencia desordenada». El barroco en tanto queinmersión en el panteísmo: Pan, dios de la naturaleza,preside toda obra barroca auténtica.

El festín barroco nos parece, al contrario, con surepetición de volutas, de arabescos y máscaras, deconfitados sombreros y espejeantes sedas, la apoteo-sis del artificio, la ironía e irrisión de la naturaleza, lamejor expresión de ese proceso que J. Rousset4 ha re-conocido en la literatura de toda una «edad»: laartificialización. Llamar a los halcones «raudos torbelli-nos de Noruega», a las islas de un río «paréntesis fron-dosos/ al período [son] su corriente», al estrecho deMagallanes «de fugitiva plata/ la bisagra, aunque es-trecha, abrazadora/ de un Océano y otro», es señalar laartificialización, y este proceso de enmascaramiento,de envolvimiento progresivo, de irrisión, es tan radical,que ha sido necesaria para «desmontarlo» una opera-ción análoga a la que Chomsky5 denomina demetametalenguaje. La metáfora en Góngora es ya, depor sí, metalingüística, es decir, eleva al cuadrado unnivel ya elaborado del lenguaje, el de las metáforas poé-ticas, que a su vez suponen ser la elaboración de unprimer nivel denotativo, «normal» del lenguaje. El des-ciframiento practicado por Dámaso Alonso6 <e) envuel-ve a su vez -muñecas rusas-, al comentarlo, el procesogongorino de artificialización. Es este comentario siem-

Pierre Charpentrat, Le mimge barocjiíe, París, Minuit, 1967.}. Rousset, La littérature dé l'áge baroque en France, París, 1953.Noam Chomsky, Structures Syntaxiques, París, Seuil, 1969,C. 1, n. 4.Dámaso Alonso, Versión en prosa de «Las Soledades» de Luis deGéngora, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1956.

pre multiplicable -este mismo texto comenta ahora elde Alonso, otro quizá (ojalá) comentará éste- el mejorejemplo de ese envolvimiento sucesivo de una escriturapor otra que constituye -ya lo veremos- el barroco mismo.

La extrema artificialización practicada en algunostextos, y sobre todo en algunos textos recientes de laliteratura latinoamericana, bastaría pues para seña-lar en ellos la instancia de lo barroco. Distinguiremos,en esta artificialización, tres mecanismos.

a] La sustitución

Cuando en Paradiso José Lezama Lima llama a unmiembro viril «el aguijón del leptosomático macroge-nitoma», el artificio barroco se manifiesta por mediode una sustitución que podríamos describir al niveldel signo: el significante que corresponde al significa-do «virilidad» ha sido escamoteado y sustituido porotro, totalmente alejado semánticamente de él y quesólo en el contexto erótico del relato funciona, es decir,corresponde al primero en el proceso de significación.

Formalizando esta operación podríamos escribir:

Sdo.Snte.1

Un proceso análogo puede advertirse en la obrabarroca, también en el sentido más estricto de la pala-bra, del pintor Rene Portocarrero. Si observamos suscuadros de la serie Flora, por ejemplo, y aun sus dibu-jos recientes, como el que ilustra la propia portada de

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Pamdiso (edición Era), veremos que el proceso deartificialización por sustitución opera igualmente: elsignificante visual que corresponde al significado«sombrero» ha sido remplazado por una abigarradacornucopia, por un andamiaje floral fabricado sobreun barco y que sólo en la estructura gráfica del dibujopuede ocupar el lugar del significante de «sombrero».Un tercer ejemplo -la «démarche» de estos tres creado-res cubanos es isomórfica- lo encontraríamos en laarquitectura de Ricardo Porro. Aquí los elementos fun-cionales de la estructura arquitectónica son sustitui-dos a veces por otros que sólo insertados en ese con-texto pueden servir de significantes, de soportes me-cánicos, a los primeros: una canal de desagüe seconvierte no en gárgola -<jue es su significante codifi-cado después del gótico y por lo tanto ya habitual-sino en flauta, fémur o falo; una fuente reviste la formade papaya, fruta cubana. Esta última sustitución esparticularmente interesante, puesto que no se limita auna simple permutación, sino que al expulsar elsignificante «normal» de la función y poner otro total-mente ajeno en su lugar, lo que hace es erotizar la tota-lidad de la obra -novela, cuadro o edificio-, en el casode Porro mediante la utilización de una astucia lin-güística -en argot cubano «papaya» designa tambiénal sexo femenino.

Con respecto a los mecanismos tradicionales delbarroco, estas obras recientes de Latinoamérica hanconservado, y a veces ampliado, la distancia entre losdos términos del signo que constituye lo esencial de sulenguaje, en oposición a la estrecha adherencia de és-tos, soporte del arte clásico. Abertura, falla entre lo nom-brarte y lo nombrado y surgimien to de otro nombrante,

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es decir, metáfora7. Distancia exagerada, todo el barro-co no es más que una hipérbole, cuyo «desperdicio»veremos que no por azar es erótico.

b] La proliferación

Otro mecanismo de artificialización del barroco esel que consiste en obliterar el significante de un signifi-cado dado pero no remplazándolo por otro, por distan-te que éste se encuentre del primero, sino por una cade-na de significantes que progresa metonímicamente yque termina circunscribiendo al significante ausente,trazando una órbita alrededor de él, órbita de cuya lec-tura -que llamaríamos lectura radial- podemosinferirlo. Al implantarse en América e incorporar otrosmateriales lingüísticos -me refiero a todos los lengua-jes, verbales o no-, al disponer de los elementos confrecuencia abigarrados que le brindaba la aculturación,de otros estratos culturales, el funcionamiento de estemecanismo del barroco se ha hecho más explícito. Supresencia es constante sobre todo en forma de enume-ración disparatada, acumulación de diversos nodulosde significación, yuxtaposición de unidades

Propuse los elementos de un estudio de los mecanismosmetafóricos en Paradiso, aunque no desde el punto de vistadel signo, sino desde el punto de vista de la frase explícita-mente metafórica, la que utiliza el como, en Dispersión /Falsasnotas (Homenaje a Leznma), en Mundo Nuevo, París, 1968,retomado en Escrito sobre un cuerpo, Buenos Aires, Sudame-ricana, 1969. En Aproximaciones a Paradiso, en Imagen, núm.40, Caracas, enero, 1970, Julio Ortega ha analizado estadistancia metafórica desde un punto de vista lexical supe-rior: la «abertura» entre el sujeto y el predicado.

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han encontrado su mejor exponente, entre nosotros, enla obra de Guñlermo Cabrera Infante -Tres tristes tigres,Cuerpos divinos- en la cual estas formas, estasdistorsiones de la forma, constituyen la trama, el anda-miaje que estructura la proliferación febril de las pala-bras. «El sentido rio puede surgir si la libertad es total onula; el régimen del sentido es el de la libertad vigila-da», ha escrito Roland Barthes;10 en la obra de CabreraInfante la función de estas operaciones es precisamenteésa: la de limitar, de servir de soporte y de osatura a laproducción desbordante de las palabras -a la inser-ción, prolongable al infinito, de una subordinada enotra-, es decir, la de hacer surgir el sentido allí dondeprecisamente todo convoca al juego puro, al azar foné-tico, es decir, al sin-sentido. Permutaciones como O seme valla un gayo, condensaciones como amosdavo omaquinoscrito, para citar las más simples, vigilan a cadapágina la libertad, hoy en día total -la retórica ha des-aparecido- del autor y a esta «censura» la obra de Ca-brera Infante debe su sentido.

Ese mismo juego de la condensación, que en las ar-tes visuales era representado clásicamente por las dis-tintas variantes de la anamorfosis, encuentra hoy nue-vas posibilidades con la incorporación del movimientoal arte (pintura cinética y cine propiamente dicho). Porun procedimiento de incisiones verticales en la made-ra, y utilizando tres colores distintos para cubrir cadauna de estas depresiones, Carlos Cruz-Díez logra com-poner tres cuadros distintos según el espectador se en-cuentre a la derecha, a la izquierda o frente al panel. Eldesplazamiento del espectador -proceso, en este caso,

Roland Barthes, Systemc. de la mode, París, Senil, 1967.

comparable a la lectura- condensa todas las unidadesplásticas en un cuarto elemento -el cuadro defirútivo-cromática y geométricamente «abierto».

Al «cuadro definitivo» de Julio Le Pare tenemosacceso igualmente a través de una condensación. Lasbandas metálicas flexibles que reflejan la luz y consti-tuyen el soporte visible del cuadro proyectan con sumovimiento varios dibujos luminosos en el fondo.Ninguno de estos dibujos instantáneos, que sólo lapercepción escinde en tanto que unidad, constituye laobra, sino la condensación de todos estos reflejos y surelación con la banda metálica central, elemento tam-bién animado de un movimiento complejo que resistea toda reducción a formas elementales. Cada reflejo escomo un diagrama efímero, «momento» inapresablede la obra o de su ecuación; obra cuya sustancia mis-ma es la variación y el tiempo, la modulación mecáni-ca de un esquema X de múltiples variables articula-das y su combinarse sin dejar descubrir en ningúninstante los combinantes.

Pero, por supuesto, el campo ideal de la condensa-ción es la superposición cinematográfica: superposi-ción de dos o más imágenes que se condensan en unasola -es decir, condensación sincrónica-, como la prac-tica con frecuencia Leopoldo Torre-Nilsson, y tambiénsuperposición de varias secuencias, que se funden enuna sola unidad del discurso en la memoria del es-pectador -condensación diacrónica-, procedimientofrecuente en Glauber Rocha.

Pero hay que especificar que no hablamos aquí deun simple artificio de la escritura cinematográfica, tal ycomo se encuentra más o menos en todos los autores,sino de un cierto tipo deliberadamente estilístico de uso

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de este procedimiento; en Torre Nilsson las figuras quese superponen tienen -como en Eisenstern- valor, node simple encadenamiento, sino de metáfora; insistien-do en sus analogías, el autor crea una tensión entre dossignif icantes de cuya condensación surge un nuevo sig-nificado.

Igualmente, en Rocha no se trata simplemente deuna variación de secuencias estructuralmente análo-gas -como ocurre en el cine de Robbe-Grillet-, sino dela creación de una tensión entre secuencias muy dife-rentes y distantes que un índice nos obliga a «conectar»de modo que éstas pierden su autonomía y no existenmás que en la medida en que logran la fusión.

Si en la sustitución el significante es escamoteado yremplazado por otro y en la proliferación una cadenade significantes circunscribe al significante primero,ausente, en la condensación asistimos a la «puesta enescena» y a la unificación de dos significantes que vie-nen a reunirse en el espacio exterior de la pantalla, delcuadro, o en el interior de la memoria.

3] PARODIA

Al comentar la parodia hecha por Góngora de unromance de Lope de Vega, Robert Jammes11 concluye:«En la medida en que este romance de Góngora es ladesfiguración (démarquage) de un romance anterior quehay que leer en filigrana para poder gustar totalmentede él, se puede decir que pertenece a un género menor,

11 Robert Jammes, Eludes sur l'antvre poétiqíie de Don Luis deGóngora y Argote, Bordeaux, Institut d'Études Ibériques,1967.

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pues 110 existe más que en referencia a esta obra». Sireferida al barroco hispánico esta aseveración nos pa-recía ya discutible, referida al barroco latinoamericano,barroco «pinturero», como lo llama Lezama Lima, ba-rroco del sincretismo, la variación y el brazaje, cedería-mos a la tentación de ampliarla, pero invirtiéndola to-talmente -operación barroca-, y afirmar que: sólo en lamedida en que una obra del barroco latinoamericanosea la desfiguración de tina obra anterior que haya queleer en filigrana para gustar totalmente de ella, ésta per-tenecerá a un género mayor; afirmación que será cadadía más valedera, puesto que más vastas serán las refe-rencias y nuestro conocimiento de ellas, más numero-sas las obras en filigrana, ellas mismas desfiguraciónde otras obras.

En la medida en que permite una lectura en filigra-na, en que esconde, subyacente al texto -a la obra ar-quitectónica, plástica, etc.-otro texto -otra obra- queéste revela, descubre, deja descifrar, el barroco latino-americano reciente participa del concepto de parodia,tal cómo lo definía en 1929 el formalista rusoBacktine.12 Según este autor la parodia deriva del gé-nero «serio-cómico» antiguo, el cual se relaciona conel folklore carnavalesco -de allí su mezcla de alegría ytradición-y utiliza el habla contemporánea con serie-dad, pero también inventa libremente, juega con unapluralidad de tonos, es decir, habla del habla. Sustratoy fundamento de este género -cuyos grandes momen-tos han sido el diálogo socrático y la sátira menipea-, elcarnaval, espectáculo simbólico y sincrético en que

12 Michail Backtine, Dostoevskij, Turín, Einaudi, 1968. Cf. tam-bién el resumen de esta obra por Julia Kristeva, en Critique,París, abril de 1967.

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reina lo «anormal», en que se multiplican las confu-siones y profanaciones, la excentricidad y laambivalencia, y cuya acción central es una corona-ción paródica, es decir, una apoteosis que esconde unairrisión. Las saturnales, las mascaradas del siglo XVI,el Satiricón, Boecio, los Misterios, Rabelais, por su-puesto, pero sobre todo el Quijote: éstos son los mejo-res ejemplos de esa carnavalización de la literatura queel barroco latinoamericano reciente -no por azar note-mos la importancia del carnaval entre nosotros- haheredado. La carnavalización implica la parodia en lamedida en que equivale a confusión y afrontamiento,a interacción de distintos estratos, de distintas textu-ras lingüísticas, a íntertextualidad. Textos que en la obraestablecen un diálogo, un espectáculo teatral cuyosportadores de textos -los actuantes de que hablaGreimas- son otros textos; de allí el carácter polifóni-co, estereofónico diríamos, añadiendo un neologismoque seguramente hubiera gustado a Backtine, de laobra barroca, de todo código barroco, literario o no.Espacio del dialoguismo, de la polifonía, de lacarnavalización, de la parodia y la intertextualidad,lo barroco se presentaría, pues, como una red deconexiones'10, de sucesivas filigranas, cuya expresióngráfica no sería lineal, bidimensional, plana, sino envolumen, espacial y dinámica. En la carnavalizacióndel barroco se inserta, trazo específico, la mezcla degéneros, la intrusión de un tipo de discurso en otro-carta en un relato, diálogos en esas cartas, etc.-, esdecir, como apuntaba Backtine, que la palabra barro-ca no es sólo lo que figura, sino también lo que es figu-rado, que ésta es el material de la literatura. Afrontadoa los lenguajes entrecruzados de América'1' -a los có-

digos del saber precolombino-, el español -los códi-gos de la cultura europea- se encontró duplicado, re-flejado en otras organizaciones, en otros discursos.Aún después de anularlos, de someterlos, de ellossupervivieron ciertos elementos que el lenguaje espa-ñol hizo coincidir con los correspondientes a él; el pro-ceso de sinonimización, normal en todos los idiomas,se vio acelerado ante la necesidad de uniformar, alnivel de la cadena significante, la vastedad disparata-da délos nombres. El barroco, superabundancia, cor-nucopia rebosante, prodigalidad y derroche -de allíla resistencia moral que ha suscitado en ciertas cultu-ras de la economía y la mesura, como la francesa-,irrisión de toda funcionalidad, de toda sobriedad, estambién la solución a esa saturación verbal, al tropplein de la palabra, a la abundancia de lo nombrantecon relación a lo nombrado, a lo enumerable, al des-bordamiento de las palabras sobre las cosas. De allítambién su mecanismo de la perífrasis, de la digre-sión y el desvío, de la duplicación y hasta de la tauto-logía. Verbo, formas malgastadas, lenguaje que, pordemasiado abundante, no designa ya cosas, sino otrosdesignantes de cosas, significantes que envuelvenotros significantes en un mecanismo de significaciónque termina designándose a sí mismo, mostrando supropia gramática, los modelos de esa gramática y sugeneración en el universo de las palabras. Variacio-nes, modulaciones de un modelo que la totalidad dela obra corona y destrona, enseña, deforma, duplica,invierte, desnuda o sobrecarga hasta llenar todo el va-cío, todo el espacio -infinito- disponible. Lenguaje quehabla del lenguaje, la superabundancia barroca esgenerada por el suplemento smonímico, por el «clobla-

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je» inicial, por el desbordamiento de los significantesque la obra, que la ópera barroca cataloga.

Por supuesto, la obra será propiamente barroca enla medida en que estos elementos -suplementosinonímico, parodia, etc.- se encuentren situados enlos puntos nodales de la estructura del discurso, esdecir, en la medida en que orienten su desarrollo yproliferación. De allí que haya que distinguir entreobras en cuya superficie flotan fragrientos, unidadesmínimas de parodia, como un elemento decorativo, yobras que pertenecen específicamente al géneroparódico y cuya estructura entera está constituida,generada, por el principio de la parodia, por el sentidode la carnavalización.13

Para escapar a las generalizaciones fáciles y a laaplicación desordenada del criterio de barroco seríanecesario codificar la lectura de las unidades textua-les en filigrana, a las cuales llamaremos gramas siguien-do la denominación propuesta por Julia Kristeva.14

Habrá que crear, pues, un sistema de desciframiento ydetección, una formalización de la operación dedescodificación de lo barroco.

Arriesgaremos aquí algunos elementos para unasemiología(j), del barroco latinoamericano.

En Borges, por ejemplo, como el elemento paródico es cen-tral, las citas, indicadores exteriores de la parodia, puedenpermitirse la falsedad, pueden ser apócrifas.Julia Kristeva, Poitr une sémiologie des paragmmmes, en Td

Qiid, núm. 29, París, 1967.

a] La intertextualidad

Consideraremos en primer lugar la incorporaciónde un texto extranjero al texto, su collage o superposi-ción a la superficie del mismo, forma elemental deldiálogo, sin que por ello ninguno de sus elementos semodifique, sin que su voz se altere: la cita; luego trata-remos de la forma mediata de incorporación en que eltexto extranjero se funde al primero, indistinguible,sin implantar sus marcas, su autoridad de cuerpo ex-traño en la superficie, pero constituyendo los estratosmás profundos del texto receptor, tiñendo sus redes,modificando con sus texturas su geología: la reminis-cencia.

La cita. Entre otros gestos barrocos, Gabriel GarcíaMárquez realiza en Cien, años de soledad uno de estanaturaleza, citando, al contrario de la homogeneidaddel lenguaje clásico, insiste en una frase tomada direc-tamente de Juan Rulfo, incorpora al relato un perso-naje de Carpentier -el Víctor Rugues de El siglo de lasluces-, otro de Cortázar -el Rocamadour de Rayuelo-,otro de Fuentes -Artemio Cruz de La muerte deArtemioCruz- y utiliza un personaje que evidentemente per-tenece a Vargas Llosa, sin contar las múltiples citas-personajes, frases, contextos- que en la obra hacenreferencia a las obras precedentes del autor. Las citasplásticas que en sus recientes paneles y rompiendo lahomogeneidad de éstos practica Antonio Seguí y querevisten las formas del collage, del «préstamo» o de latrasposición, proceden del arte gráfico -tipografías,calcos diversos, etc.- y de los distintos códigos urba-

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nos -flechas, manos que señalan, líneas de puntos,placas del tránsito, etc. Las citas que constituyen lacasi totalidad de los grabados del pintor HumbertoPeña proceden de otros espacios plásticos -o que enla estructura gráfica funcionan como tales-: planchasde anatomía que interrumpen el dibujo de un cuerpocon su excesiva pertinencia y su minuciosa precisiónvisceral, tiras cómicas norteamericanas que vienen aseñalar en el cerebro la banalidad de la frase naciente.

Las citas detectables en las calcografías de Alejan-dro Marcos poseen, además de la paródica, la instan-cia tautológica. Es el propio código plástico el que aquísirve de campo de extracción, de materia citable: laperspectiva, la oposición de la luz y la sombra, la geo-metría, todos los signos con que las convenciones de-notan el espacio y el volumen y que ya la costumbre, lamisma descodificación durante varios siglos ha natu-ralizado, son aquí utilizados pero únicamente paraseñalarlos en tanto que arbitrarios, que purosimulacro** formal. Citas que se inscriben precisamen-te en el ámbito de lo barroco pues al parodiar defor-mándolo, vaciándolo, empleándolo inútilmente o confines tergiversados el código a que pertenecen, no re-miten más que a su propia facticidad. Ni la distancia,ni la escala de los objetos en perspectiva, ni el volu-men: todo «fracasa» aquí, donde sólo llegan a mos-trarse los procedimientos falsamente naturales queempleamos para dar la ilusión de ellos, para engañar,haciendo aparecer el espacio plano, bidimensional dela tela, como mía «ventana», es decir, como la aberturahacia una profundidad. La utilización paródico delcódigo a que pertenece una obra, su apoteosis e irri-sión -la coronación y el destronamiento de Backtine-

en el interior de la obra misma son los mejores mediospara revelar esa convención, ese engaño.

Señalemos por último en otro espacio las citas conque Natalio Galán rompe la sintaxis serial de sus com-posiciones musicales introduciendo en ellas, sorpresi-vamente, algunas medidas tomadas de contradanzas,de habaneras y de sones.

La reminiscencia. Sin aflorar a la superficie del texto,pero siempre latente, determinando el tono arcaico deltexto visible, las crónicas coloniales cubanas, las rese-ñas y los avisos de entonces, los libros y documentos-el trabajo de hemeroteca- están presentes, en formade reminiscencia -un español escueto, recién implan-tado en América, de vocablos clásicos-, en ciertos frag-mentos de La situación, de Lisandro Otero. Igualmentees la reminiscencia de los arabescos, de los vitrales yde la herrería barroca colonial lo que estructura lasnaturalezas muertas de Amelia Peláez; el andamiaje,la osatura del cuadro están determinados por lasvolutas de las rejas criollas y los redondeles de los«medio-puntos» sin que en ningún momento éstosaparezcan en la tela más que como una reminiscenciaformal que orienta los volúmenes, acentúa o apaga loscolores según los círculos de la cristalería, divide osuperpone las frutas.

b] La intratextualidad

Agrupamos bajo este inciso los textos en filigranaque no son. introducidos en la aparente superficie pia-ría de la obra como elementos alógenos -citas y remi-

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niscencias-, sino que, intrínsecos a la producciónescriptural, a la operación de cifraje -de tatuaje- enque consiste toda escritura, participan, conscientemen-te o no, del acto mismo de la creación. Gramas que sedeslizan, o que el autor desliza, entre los trazos visi-bles de la línea, escritura entre la escritura.

Gramas fonéticos. En el mismo nivel que las letrasque instauran un sentido en el recorrido lineal, fijado,«normal» de la página, pero formando otras posiblesconstelaciones de sentido, prestas a entregarse a otraslecturas, a otros desciframientos, a dejar oír sus voces aquien quiera escucharlas, existen otras posibles orga-nizaciones de esas letras. Las líneas tipográficas, pa-ralelas y regulares -determinadas por nuestro senti-do lineal del tiempo-, a quien quiera transgredirlo,ofrecen sus fonemas a otras lecturas radiales, disper-sas, fluctuantes, galácticas: lectura de gramas fonéti-cos cuya práctica ideal es el anagrama, operación porexcelencia del escondite onomástico, de la sátira sola-pada y adivinable al iniciado, de la risa destinada alhermeneuta; pero también el caligrama, el acróstico, elbustrofedón y todas las formas verbales y gráficas dela anamorfosis, de los dobles e incompatibles puntosde vista, del cubismo; formas cuya práctica engañosasería la aliteración. La aliteración que «aficha» y des-pliega, que ostenta los trazos de un trabajo fonético,pero cuyo resultado no es más que mostrar el propiotrabajo. Nada, ninguna otra lectura se esconde nece-sariamente bajo la aliteración, su pista no reenvía másque a sí misma y lo que su máscara enmascara es pre-cisamente el hecho de no ser más que una máscara, unartificio y un divertimiento fonético que son su propio

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fin. Operación pues, en este sentido, tautológica yparódica, es decir, barroca.

El cromatismo, el cortante juego de texturas del por-tugués, que exploró el poeta gongorino Gregorio deMatos, han. servido de base para los mosaicos fonéti-cos de Livro de ensaios-Galáxias de Haroldo de Cam-pos, aliteraciones que se extienden en páginas móvi-les y que no remiten más que a si mismas, tan endeblees la «vértebra semántica» que las une:

mesma e mesmirando erisimesma emrnirnrnesrnandofilipéndula de texto extexto / por isso escrevo rescrevocravo no vazio os grifos désse texto os garios / asgarras e da fábula so fica o finar da fábula o finir dafábula o / finíssono da que em vazio transvasa o quemis vejo aquí é o papel que / escalpo a polpa daspalabras do papel que expalpo os brancos palpos /...

En Tres tristes tigres, cuyo título es ya una alitera-ción y uno de cuyos personajes lleva precisamente elnombre de Bustrofedón, el impulso de la escritura sur-ge precisamente de la atención que se presta a losgramas fonéticos. Si esta obra -como la de Queneau-llega a ser humorística, es justamente porque toma eltrabajo de los gramas en serio. El palíndromo DÁBALEARROZ A LA ZORRA EL ABAD ha sido citado porCabrera Infante. Recordamos su comentario de otro,popular en Cuba: ANITA LAVA LA TINA.

Gramas sémicos. El grama sémico es descifrable bajola línea clel texto, detrás del discurso, pero ni la lecturatransgresiva de sus fonemas ni combinación algunade sus marcas, de su cuerpo en la página, nos condu-

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cirán a él; el significado a que se refiere el discursomanifiesto no ha dejado ascender sus significantes ala superficie textual: idiom reprimido, frase mecánica-mente recortada en el lenguaje oral y que quizá porello no tiene acceso a la página, rechazada, incapazde emerger a la noche de tinta, al cubo blanco, que laexcluye, al volumen del libro, pero cuya latencia per-turba o enriquece de algún modo toda lectura inocen-te. Hermenéutica del significado, mantelo, del sema,detección de la unidad de sentido.

Todavía en aquel pueblo se recuerda el día quele sacaron Rey Lulo y tú, el mal de muerte que sehabía ido rápido sobre un ternero elogiado poruno de esos que dan traspiés en la alabanza.

La expresión popular mal de ojo -maleficio provo-cado en la víctima por la alabanza que el inconscientedetentor del mal hace de ella- se «esconde» bajo estafrase de Paradiso, A ese Idiom conducen dosindicadores semánticos: mal de muerte y traspiés en laalabanza. La «represión» que con frecuencia practicaLezama nos parece ejemplar: toda la literatura barro-ca podría leerse como la prohibición o la exclusión delespacio escriptural de ciertos semas -en Góngora, porejemplo, el nombre de ciertos animales supuestamen-te maléficos- y que el discurso codifica apelando a lafigura típica de la exclusión: la perífrasis. La escriturabarroca -antípoda de la expresión hablada- tendríacomo uno de sus soportes la función de encubrimien-to, la omisión, o más bien la utilización de núcleos designificación tácitos, «indeseables» pero necesarios, yhacia los que convergen las flechas de los indicadores.

El anagrama (al que nos conduce una semiología degramas fonéticos) y el idiom reprimido (al que nos con-duce una semiología de gramas sémicos) son las dosoperaciones perifrásticas más fácilmente detectables,pero quizá toda operación de lenguaje, toda produc-ción simbólica conjure y oculte, pues ya nombrar noes señalar, sino designar, es decir, significar lo ausen-te. Toda palabra tendría como último soporte una fi-gura. Hablar sería ya participar en el ritual de la perí-frasis, habitar ese lugar -como el lenguaje sin límites-que es la escena barroca.

Gramas sintagmáticos. El discurso como encadena-miento sintagmático implica la condensación de se-cuencias que opera la lectura, desciframientos parcia-les y progresivos que avanzan por contigüidad y nosremiten retrospectivamente a su totalidad en tanto quesentido clausurado. Ese núcleo de significación entrecomillas que es el sentido de la totalidad, se presentaen la obra barroca, como la especificación de un espa-cio más vasto, aglutinación de una materia nebulosa einfinita que la sostiene en tanto que categoría y cuyagramática la obra «aficha» como procedimiento de ga-rantía, como emblema de pertenencia a una clase cons-tituida y «mayor».

La práctica reducida de esta tautología es la queconsiste en señalar la obra en la obra, repitiendo sutítulo, recopiándola en reducción, describiéndola, em-pleando cualquiera de los procedimientos conocidosde la mise en abíme. Olvidan estos tautólogos que si estosprocedimientos fueron eficaces Shakespeare o enVelázquez, es precisamente porque a su nivel no lo eran.Se trataba, como apunta Michel Foucault, de la repre-

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sentación de un contenido más vasto que el explícita-mente figurado, específicamente, en el caso de LasMeninas, del de «.-representación».15 La obra en la obra,el espejeo, la mise en abíme o la «muñeca rusa» se hanconvertido en nuestros días en una burda astucia, enun juego formal que no señala más que una moda ynada ha conservado de su significación inicial.

La forma de tautología representada por los gramassintagmáticos es menos evidente. Aquí los «indicadores»,presentes en el encadenamiento de las secuencias o enlas articulaciones interiores de éstas, en las unidadesmayores y masivas del discurso, no hacen referencia aninguna otra obra, ni por supuesto -tautología inge-nua- a la obra misma, sino a la gramática que la sostie-ne, al código formal que le sirve de cimiento, de apoyoteórico, al artificio reconocido que la soporta como prác-tica de una ficción y le confiere así su «autoridad». EnAdán Buenosayres, Leopoldo Marechal subraya, modu-lando las unidades más vastas del discurso según éstalas configura, su pertenencia a la categoría «escritura/odisea». La estructura primaria de secuencia será aquí,por supuesto, la postulada en Joyce, cuya «autoridad»,en tanto que modelo, remite a toda la tradición homérica,tradición de un relato cuyos ejes ortogonales serían «li-bro como viaje/viaje como libro». Pero la categoría nun-ca se hace explícita sino que sólo están marcadas susredes más vastas; un universo en expansión cuyos pun-tos-eventos (que determinan la reanudación de las se-cuencias y la coordinación de las mismas) van configu-rando posibles recorridos: lecturas de una ciudad, deun día entero, cié un libro-viaje que al escribirse instaura

Michel Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXIEditores, 1968, p. 25.

«bajo cuerda» este sentido: todo sentido es trayecto. Sonigualmente las grandes unidades del discurso teatrallas que en las puestas en escena de Alfredo RodríguezArias -Goddess, de Javier Arroyuelo o Dracula, del pro-pio Rodríguez Arias, por ejemplo-funcionan como ín-dices de un espacio exterior a la representación y que lagarantizan desde su lejanía y su prioridad. Pero en estecaso el código de la autoridad -que sería el constituidopor las situaciones teatrales explícitas- es señaladonegativamente. Si en estas puestas en escena la deten-ción de los gestos viene a subrayar ciertas situacionesclaves -las que constituyen el léxico de «lo teatral» enla tradición burguesa: cartas con declaraciones de amor,personajes que entran a escena cuando se anuncia quese les espera, calamidades encadenadas, noticias queconducen abruptamente al happy end- es precisamentepara señalarlas en tanto que letra muerta y, dilatándo-las hasta lo risible con la práctica de la «cámara lenta»,o «perturbándolas» con un acompañamiento musicalcontradictorio -los mensajes de Drácula se leen sobreun fondo de música pop-, para aprovecharlas de nue-vo en tanto que núcleos de energía teatral, que termino-logía segura, institucionalmente histriómca. El códigoes aquí utilizado en tanto que lugar común, sus signosse convierten así en modelos que la parodia al criticarrecupera. No se trata, pues, de un teatro humorísticocuyos temas de sátira fácil serían simples citas del tea-tro de boulevard, sino de la puesta en términos explíci-tas de una gramática cuya enunciación paródica, mos-trándola en su hipérbole, deformándola, se sirve de ellaal mismo tiempo que la censura, la corona y la destronaen el espacio, para Rodríguez Arias carnavalesco, cíe laescena; es decir, la emplea para practicar su apoteosis y

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simultáneamente su irrisión, como hace con el léxicoque lo precede todo artista barroco.

4] CONCLUSIÓN

a] Erotismo

El espacio barroco es el de la superabundancia y eldesperdicio'0. Contrariamente al lenguaje comunicati-vo, económico, austero, reducido a su funcionalidad-servir de vehículo a una información-, el lenguaje ba-rroco se complace en el suplemento, en la demasía y lapérdida parcial de su objeto. O mejor: en la búsqueda,por definición frustrada, del objeto pardal. El «objeto»del barroco puede precisarse: es ése que Freud, perosobre todo Abraham, llaman el objeto parcial: seno ma-terno, excremento -y su equivalencia metafórica: oro,materia constituyente y soporte simbólico de todo ba-rroco-, mirada, voz,16 cosa para siempre extranjera a todolo que el hombre puede comprender, asimilar(se) delotro y de sí mismo, residuo que podríamos describircomo la (a)lteridad,17 para marcar en el concepto el aportede Lacan(m), que llama a ese objeto precisamente (a).

El objeto (a) en tanto que cantidad residual, perotambién en tanto que caída, pérdida o desajuste entrela realidad (la obra barroca visible) y su imagenfantasmática (la saturación sin límites, la prolifera-

16 Mirada y voz = a los objetos parciales ya designados porFreud, Lacan añade estos dos; cf. curso sobre el objeto (a),inédito, en la École Nórmale de Paris.

17 Sobre la (a)lteridad y las relaciones entre A y (a), cf. MoustafaSafouan, en Qu'est-ce que le structitmlísme?

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ción ahogante, el horror vacui) preside el espacio ba-rroco. El suplemento -otra voluta, ese «¡otro ángelmás!» de que habla Lezama- interviene como consta-tación de un fracaso: el que significa la presencia deun objeto no representable, que resiste a franquear lalínea de la Alteridad (A: correlación biunívoca de (a)),(a)licia que irrita a Alicia porque esta última no lograhacerla pasar del otro lado del espejo.

La constatación del fracaso no implica la modifi-cación del proyecto, sino al contrario, la repetición delsuplemento; esta repetición obsesiva de una cosa in-útil (puesto que no tiene acceso a la entidad ideal de laobra) es lo que determina al barroco en tanto que juego,en oposición a la determinación de la obra clásica entanto que trabajo. La exclamación infalible que suscitatoda capilla de Churriguera o del Aleijadinho, todaestrofa de Góngora o Lezama, todo acto barroco, yapertenezca a la pintura o la repostería: «¡Cuánto tra-bajo!», implica un apenas disimulado adjetivo: ¡Cuán-to trabajo perdido!, ¡cuánto juego y desperdicio, cuántoesfuerzo sin funcionalidad! Es el superyó del homofaber, el ser-para-el-trabajo el que aquí se enuncia im-pugnando el regodeo, la voluptuosidad del oro, el fas-to, la desmesura, el placer. Juego, pérdida, desperdicioy placer, es decir, erotismo en tanto que actividad quees siempre puramente lúdica, que no es más que unaparodia de la función de reproducción, una transgre-sión de lo útil, del diálogo «natural» de los cuerpos.

En el erotismo la artificialidad, lo cultural, se ma-nifiesta en el juego con el objeto perdido, juego cuyafinalidad está en sí mismo y cuyo propósito no es laconducción de un mensaje -el de los elementosreproductores en este caso- sino su desperdicio en

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función del placer. Como la retórica barroca, el erotis-mo se presenta como la ruptura total del niveldenotativo, directo y natural del lenguaje -somático-,como la perversión que implica toda metáfora, todafigura. No es un azar histórico si Santo Tomás, en nom-bre de la moral, abogaba por la exclusión de las figurasen el discurso literario.

b] Espejo

Si en cuanto a su utilidad el juego barroco es nulo,no sucede así en cuanto a su estructura. Esta no es unsimple aparecer arbitrario y gratuito, un sin razón queno se expresa más que a sí mismo, sino al contrario, unreflejo reductor(n) de lo que la envuelve y trasciende;reflejo que repite su intento -ser a la vez totalizante yminucioso-, pero que no logra, como el espejo que cen-tra y resume el retrato de los esposos Arnolfini, de VanEyck, o como el espejo gongorino «aunque cóncavofiel», captar la vastedad del lenguaje que locircunscribe, la organización del universo: algo en ellale resiste, le opone su opacidad, le niega su imagen.

Pero este ser incompleto de todo barroco a nivel dela sincronía no impide (sino al contrario, por el hechode sus constantes reajustes, facilita) a la diversidad delo barroco funcionar como reflejo significante'"* de cier-ta diacronía: así el barroco europeo y el primer barrococolonial latinoamericano se dan como imágenes deun universo móvil y descentrado -como hemos visto-pero aún armónico; se constituyen como portadoresde una consonancia: la que tienen con la homogenei-dad y el ritmo del logos exterior que los organiza y

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precede, aun si ese logos se caracteriza por su infini-tud, por lo inagotable de su despliegue. La ratio de laciudad leibniziana está en la infinitud de puntos apartir de los cuales se la puede mirar; ninguna ima-gen puede agotar esa infinitud, pero una estructurapuede contenerla en potencia, indicarla como potencia-lo cual no quiere decir aun soportarla en tanto queresiduo. Ese logos marca con su autoridad y equili-brio los dos ejes epistémicos del siglo barroco: el dios-el verbo de potencia infinita-jesuíta, y su metáforaterrestre, el rey.

Al contrario, el barroco actual, el neobarroco(o), re-fleja estructuralmente(p) la inarmonía, la ruptura de lahomogeneidad, del logos en tanto que absoluto, la ca-rencia que constituye nuestro fundamento epistémico.Neobarroco del desequilibrio, reflejo estructural de undeseo que no puede alcanzar su objeto, deseo para elcual el logos no ha organizado más que una pantallaque esconde la carencia. La mirada ya no es solamenteinfinito: como hemos visto, en tanto que objeto parcialse ha convertido en objeto perdido. El trayecto -real overbal- no salta ya solamente sobre divisiones innu-merables, sabemos que pretende un fin que constante-mente se le escapa, o mejor, que este trayecto está divi-dido por esa misma ausencia alrededor de la cual sedesplaza. Neobarroco: reflejo necesariamente pulve-rizado de un saber que sabe que ya no está «apacible-mente» cerrado sobre símismo. Arte del destronamien-to y la discusión.

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c] Revolución

Sintácticamente incorrecta a fuerza de recibir in-compatibles elementos alógenos, a fuerza de multipli-car hasta «la pérdida del hilo» el artificio sin límitesde la subordinación, la frase neobarroca -la frase deLezama- muestra en su incorrección (falsas citas,malogrados «injertos» de otros idiomas, etc.), en su no«caer sobre sus pies» y su pérdida de la concordancia,nuestra pérdida del ailleurs único, armónico, concor-dante con nuestra imagen, teológico en suma.

Barroco que en su acción de bascular, en su caída,en su lenguaje pinturero, a veces estridente, abigarradoy caótico, metaforiza la impugnación de la entidadlogocéntrica que hasta entonces lo y nos estructurabadesde su lejanía y su autoridad; barroco que recusatoda instauración, que metaforiza al orden discutido,al dios juzgado, a la ley transgredida. Barroco de laRevolución(q).

Apostillas a El banoco y el neobarroco1

por Valentín Díaz

1] El barroco y el neobarroco (a)

Cuando, en 1972, Severo Sarduy publicó El barrocoy el neobarroco, hacía ya doce años que estaba instala-do en París. Si bien había salido más o menosanónimamente de La Habana (con una beca del Go-bierno cubano para estudiar pintura), en poco tiempose había vuelto una figura singular, dada su interven-ción simultánea en dos espacios que funcionaban in-dependientemente (y entre los que Sarduy incluso pro-pició algún tipo de contacto): por un lado, el de losescritores latinoamericanos emigrados en París; porel otro, el del grupo Tel Quel, que se volvería centro dela nueva intelectualidad francesa. La primera perso-na que Sarduy conoce al llegar a Europa es FrancoisWahl (responsable del área de Ciencias Humanas deÉditions du Seuil). Roland Barthes, de algún modo, lasegunda. Esa doble participación (que le sería repro-chada desde Cuba, llamándolo, entre otras cosas "es-critor franco-cubano") es una de las claves de su obra.

Las apostillas sobre El barroco y el neobarroco puede consultarsesiguiendo las letras entre paréntesis incorporadas al texto deSevero Sarduy. Cada apostilla, a su vez, está encabezadapor los conceptos o los nombres de "El barroco y elneobarroco" a los que se hace referencia.

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Pero antes de volverse objeto de polémica, su viajede La Habana a París es un viaje de formación. Unavez decidida,su permanencia, Sarduy estudia: tomasu curso de pintura en el Louvre, asiste a los semina-rios que durante los años '60 Barthes dicta en la EcolePratique de Hautes Études ("Yo soy un alumno deRoland Barthes", dirá Sarduy en muchas oportunida-des) y también., esporádicamente, a los de Lacan. Rá-pidamente Sarduy se vuelve novelista. Gestos (1963),su primera novela, cuya escritura comienza recién lle-gado a Europa, se publica simultáneamente en espa-ñol (Seix Barral) y en francés (du Seuil) y en menos dedos años es traducida al danés, al italiano, al alemán,al polaco. Al miso tiempo, sus espacios de interven-ción se amplían: será periodista radial y asesor litera-rio de Éditions du Seuil (desde donde fomenta la tra-ducción y difusión de autores como Lezama Lima,García Márquez, Arenas, Pinera, Puig, entre tantosotros), comienza a publicar intervenciones críticas enlas revistas Mundo Nuevo (París) y Sur (Buenos Aires).

Estos primeros años son, finalmente, los de la gesta-ción de su teoría del Neobarroco, cuya irrupción tendrálugar, precisamente, en "El barroco y el neobarroco", ycuyo primer esbozo aparece ya en lo que será su entra-da en el universo parisino: la publicación en Tel Quel de"Sur Góngora: la métaphore au carré" en 1966. Ese pri-mer movimiento (llevar a Góngora al centro de la nuevacrítica, postular lo que Barthes denominó, con perti-nencia, un "gongorismo transhistórico") funcionó comoauténtica apertura, no sólo para Sarduy, que comenza-ba a recorrer el camino del Barroco, sino también paraalgunos de los miembros de Tel Quel, que encontraronallí mía fuerza nueva e inesperada.

Así, la invención teórica de Sarduy se da en unaetapa de descubrimiento (de la teoría francesa) y deredescubrimiento (de Lezama Lima). Antes de dejarLa Habana, en efecto, Sarduy participaba de Ciclón, ladisidencia a la revista Orígenes, dirigida por LezamaLima, con respecto a quien, en esas primeras interven-ciones cubanas, Sarduy manifestaba cierta distancia.París y la experiencia telqueliana son, pues, la oca-sión de una relectura de Lezama, que a partir de en-tonces se transformaría para Sarduy en una referen-cia definitiva.

En 1969 se publica su primer libro teórico, Escritosobre un cuerpo, donde, si bien el Neobarroco aún nofigura como noción, ya aparecen la definición de susbases conceptuales y la primera delimitación de uncorpus. Se trata, entre otras cosas, de su primera formade historización del Barroco, en la que la obra deGóngora funciona como origen. El libro, sin embargo,antes que como recorrido orgánico, funciona comocompendio, como postulación de un repertorio de te-mas que definen las condiciones de lectura y dereapropiación del Barroco en el presente (repertorioque el resto de sus obras desplegará). La operaciónconsiste en hacer confluir dos series de lecturas: unaserie de obras de autores americanos contemporáneos(Cortázar, Elizondo, Donoso, Masotta, Fuentes,Burroughs, Lezama Lima, etc.) y una serie de obras dela teoría europea contemporánea (Bataille, Klossowski,Lacan, Barthes, etc.), leídas en clave barroca.

El recorrido teórico de Sarduy coincide, de princi-pio a fin, con la delimitación, el desarrollo y la amplia-ción de un campo de problematización teórica: elNeobarroco. Pero el interés por el Barroco es un interés

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que adquiere, con el paso de los años, un valor que noes sólo literario, también es vital. El Neobarroco, por lotanto, es el modo que Sarduy encuentra de vivir unaépoca. En este sentido, la gestación del Neobarroco seproduce en un contexto (entre los años '60 y los años70) que funciona como auténtico momento de peligro,en el que América Latina ocupa un lugar relevante yque hace de la Revolución cubana el eje en torno al cualgiran rrmchos de los debates políticos y culturales.

América Latina en su literatura, volumen colectivocoordinado por César Fernández Moreno -donde apa-rece "El barroco y el neobarroco"- es uno de los librosemblemáticos de la época, que opera sobre una de laszonas centrales de esos debates: la pregunta por lolatinoamericano. El libro, sin embargo, forma parte deun proyecto más vasto emprendido por la UNESCOque se propone construir grandes síntesis sobre lasculturas del mundo. El resultado, por lo tanto, es unaantología de artículos explícitamente atravesada porlas paradojas que resultan de Lina mirada que se pro-pone a la vez como exterior e interior. Por otro lado, nodebe perderse de vista que el libro aparece en plenoauge de las discusiones sobre la politización, del arte.Sin embargo, tal como señala Claudia Gilman,2 el li-bro (aunque con excepciones) representa una líneamás preocupada por aspectos estéticos que políticos.

Si bien el problema del Barroco figura en muchosde los artículos incluidos, es Sarduy el único que sepropone transformarlo en fundamento exclusivo deuna lectura de lo latinoamericano. Al mismo tiempo,

2 Gilman, Claudia. Entre la pluma y el fusil. Debates y dilernns delescritor revolucionario en América Latina. Buenos Aires, SigloXXI, 2003.

representa la línea más interesada en las discusionesteóricas de última hora. Como operación, "El barrocoy el neobarroco" puede funcionar -y así fue en mu-chos casos recibido- como un modo de generar las con-diciones de lectura de la obra narrativa y poética delpropio Sarduy (la publicación de este ensayo coincidecon la aparición de una de sus novelas más importan-tes, Cobra) -en ese caso, no habría sino que agregarloal corpus que el texto analiza y "probar" esas hipóte-sis de lectura; ejercicio que los lectores de Sarduy ago-taron muy rápidamente. Pero también -y sin perjuiciode esa primera opción- el texto supone una auténticaapertura. En este sentido, se trata de menos una pues-ta al día teórica para América Latina que una primeraformulación de lo que será el desarrollo de un discur-so teórico en el que lo latinoamericano no funcionacomo límite sino como fundamento de un nuevo pun-to de vista.

Resta preguntarse por qué Sarduy, en ocasión de lapublicación de sus Ensayos generales sobre el barroco(1987), decidió no incluir "El barroco y el neobarroco".Habría, en principio, dos razones: por un lado, su "Con-clusión" había sido incorporada, casi sin modificacio-nes, en Barroco. Eso hacía de "El barroco y el neobarroco"no más que un primer avance del libro publicado dosaños después; en segundo lugar, probablemente res-pondiendo al pedido de circunscripción al espacio con-tinental por parte de César Fernández Moreno paraAmérica Latina en su literatura, Sarduy había operadosobre un espacio que si bien le resultaba cómodo (sobretodo pensando en la colocación de su obra narrativa ypoética), no coincidía con el tipo de articulación críticaque estaba preparando: lo norteamericano -el pop- y

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lo europeo -la teoría- no podían borrarse del mapa delNeobarroco. Por lo tanto el planteo resultaba, en 1987,luego de la publicación de sus tres libros teóricos mayo-res, algo parcial. América Latina es, sin dudas, condi-ción de posibilidad del Neobarroco de Severo Sarduy;no hay, podría decirse, Neobarroco sin ese espacio ima-ginado. Pero América Latina es, en Sarduy, sólo el pun-to de partida: las referencias al subcontinente comounidad cerrada son muy dispersas en el resto de suslibros. América Latina, como totalidad, se vuelve in-compatible con un principio (la excentricidad) que esfundamento del Neobarroco. La escala, a partir de susegundo libro teórico, Barroco, se modifica sensiblemen-te: de América Latina al Cosmos.

2] Estallido que provoca una verdadera fallaen el pensamiento, un corte epistémico (b)

En esta identificación de la experiencia del Barro-co con un estallido, "estallido" no es sólo una metáfo-ra: es, en primer lugar, un eco que llega de la dinamitaque explota en Gestos (la primera novela de Sarduy), ycon ella, la Revolución cubana, pero es también uneco que llega del futuro, un anticipo del interés deSarduy por la cosmología y la teoría del Big Bang. Eseanticipo se lee cuando escribe: "no seguiremos el des-plazamiento de cada uno de los elementos que resul-taron de este estallido". Es lo que sí ocurrirá dos añosdespués en Barroco: seguir los desplazamientosplanetarios y artísticos, las resonancias entre ellos.

En ese segundo libro, en efecto, se hará visible que laelaboración de la teoría del Neobarroco coincide en

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Sarduy con la postulación de algunos principios de loque podría denominarse una Historia generalepistémica, es decir, no una historia de la ciencia ni delarte (aunque la ciencia y el arte son los campos de saberexplorados), sino de los estadios de lo imaginario decada época que la articulación de esos campos permitepercibir. Se trata de una historia en la que se postula lahipótesis de un umbral barroco de la Modernidad.

¿Cuál es el significado de la postulación de eseumbral? Sólo a partir de la recolocación del Barrococomo "origen" de la modernidad es posible, desde laperspectiva de Sarduy, imaginar otro presente. La dis-puta, que a partir de allí se abre (o, más bien, se retoma)es la que se establece entre dos modernidades: una(hegemónica) racionalista, sostenida en la idea de pro-greso y de la que participan tanto las filosofías delIluminismo como el marxismo; otra, intempestiva,nietzscheana y, por lo tanto, no dialéctica, una moder-nidad del ornamento.

Ahora bien, cabe preguntarse por qué Sarduy apelaa la ciencia (y específicamente, a la cosmología) pararetomar esa tradición en clave barroca. La ciencia es uninterés permanente en Sarduy (llegó a animar un pro-grama radial: Ciencia en Francia), un interés con respectoal cual siempre se pensó como aficionado, aunque esfundamento de casi todo lo que escribió. Sin dudas,resultaría irrelevante someter a prueba el nivel de ver-dad o precisión de tales usos (práctica muchas vecesllevada a cabo desde el ámbito científico que no puedesino sospechar de una vocación semejante en los hom-bres y mujeres de letras -Sokal y Bricrnont, por ejem-plo). Para Sarduy, tal como se ocupó de señalar FrancoisWahl, la cosmología es concebida como "la ficción de

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nuestro tiempo, el lugar privilegiado de su Imagina-rio", en relación con la cual mantenía una relación "ala vez estricta y onírica"3 (lo mismo podría decirse desus usos y saberes de "lo oriental"). En su último libroteórico, Sarduy vuelve sobre este problema y escribe:

Es posible que ante la Ciencia un escritor no seasiempre más que un aspirante. Hay, sin embargo,cierta lógica en el hecho de que su atención se focaliceparticularmente en el modo de convencer y en loimaginario de la ciencia. No es que el escritor, comopostula el pensamiento común, sea más imaginati-vo que los demás; sino que las formas de lo imagi-nario se encuentran entre los universales -o axiomasintuitivos- de una época, y pertenecen sin duda a suepisteme. Los encontramos, con todas las transicio-nes que se imponen, tanto en la ciencia y en la fic-ción como en la música y la pintura, en la cosmologíay, al mismo tiempo, en la arquitectura4.

De este modo, en la historia que Sarduy plantea(una historia de las "maquetas del universo"), el pun-to de referencia es el Barroco histórico del siglo XVII yen consecuencia el tiempo (el nuestro) se divide entres: antes del Barroco, durante el Barroco, despuésdel Barroco. Pero dado que Sarduy niega los princi-pios historicistas y evolucionistas de la Historia talcomo la concibió el Humanismo (cfr. apostilla 6), el

Wahl, Francois. "Severo de la rué Jacob", incluido en SeveroSarduy. Obra completa (Edición crítica a cargo de GustavoGuerrero y Francois Wahl). Madrid/Barcelona/Lisboa/Pa-rís /México/ Buenos Aires/ Sao Paulo/Lima/Guatemala/San José, ALLCA Archivos/Sudamericana, 1999, p. 1464.Sarduy, Severo. Obra completa. Op. CU., p. 1347.

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fundamento de su historia es programáticamente ana-crónico: el pasado del Barroco se mira desde el Barro-co, se define exclusivamente por su carácter anterior,es aquello que está antes; el después del Barroco (yaquí se encuentran las bases para determinar las con-diciones del surgimiento -un verdadero resurgimien-to- del Neobarroco) no es el XVIII ni el XIX, sino elsiglo XX. El período clásico (en esta Historia inverti-da, una arqueología neobarroca de la modernidad),durante el cual se habría perpetrado el "secuestro"del Barroco, es un momento de baja intensidad de re-sonancias entre la ciencia y el arte y por lo tanto no esconsiderado por Sarduy, que opera aquí, de algúnmodo, un contra-secuestro (el del neoclasicismo).

El siglo XX, en cambio, es espacio de un nuevo(aunque es siempre el mismo, el Primero) estallido (BigBang) y por lo tanto es el contexto de aparición de unnuevo Barroco. Ahora bien, el presente de la ciencia,señala Sarduy, es el espacio de convivencia de dosteorías antagónicas: Big Bang (el Universo está en ex-pansión), Steady State (el Universo es estable e inmu-table). Aunque carece de importancia intentar estable-cer por cuál de estas teorías opta Sarduy, hay motivos(científicos, poéticos -Big Bang es el título de supoemario más importante) para prestar en este casomayor atención a la teoría del Big Bang, auténtico rela-to del origen (perdido), nueva inestabilidad, y, por lotanto, fundamento del Neobarroco:

El Universo está en expansión y se originó enun momento dado -hace quince billones de años-por explosión de la materia 'inicial'. El espectro delas estrellas torna hacia el rojo, señal de que se

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alejan; si se acercaran, tornaría hacia el azul, peroeste fenómeno jamás se observa. El universo sedilata: sus cuerpos se separan, huyen unos de otros(...) Big Bang: sea una esférula en la cual electrones,neutrones y protones se encuentran apretados unoscontra otros y a temperaturas de varios millonesde grados, (...) ese estado puntual, denso y com-primido, estalla: una hora después la temperaturabaja, neutrones y protones se combinan para cons-tituir los primeros núcleos. Diez millones de añosmás tarde, a quinientos grados, se forman átomosneutros, una parte de su gas se espesa y pulveriza,la acción de las fuerzas de gravitación, en puntosfortuitos, da nacimiento a galaxias y estrellas. Mien-tras más se alejan unas de las otras, más aumentael vacío del espacio: la densidad de la materia sehace menor, tiende hacia cero, Universo que seacerca a su final. De su explosión inicial nos queda,detectable, un indicio: rayo fósil extremadamentedébil pero constante y que, a diferencia de todoslos otros rayos conocidos, no parece proceder deninguna fuente localizable: es idéntico en todaslas direcciones, invariable, como si el espacio mis-mo se difundiera.

Sea un universo significante materialmente enexpansión: no es sólo su sentido, su densidad sig-nificada -perecedera e impalpable- lo que se ex-pande, sino su dimensión gráfica y fonética: dis-persión y agrandamiento de la marca y el sonidoen el espacio-tiempo por ellos irradiado, en la ex-tensión, indisociable de su presencia, que su masaa la vez crea e incurva; blanco o silencio dejan deser soportes imperturbables y abstractos: son ge-

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nerados con la materia en que se expanden. Obra110 centrada: de todas partes, sin emisor identifica-ble ni privilegiado, nos llega su irradiación mate-rial, el vestigio arqueológico de su estallido ini-cial, comienzo de la expansión de signos, vibra-ción fonética constante e isotópica, rumor de len-gua de fondo: frote uniforme de consonantes, on-dulación abierta de vocales5.

3] Eugenio d'Ors (d)

El desacuerdo de Sarduy con Eugenio d'Ors nodebería ser sobreestimado. Sarduy lo señala: la obradel catalán es un antecedente relevante delNeobarroco. Y esto se debe a que, a partir de D'Ors, elbarroco se vuelve lo barroco y se desliga definitivamen-te de una época (el siglo XVII) y una serie de obras oautores para transformarse en otra cosa. Tal comoD'Ors señala en Lo barroco (libro publicado por prime-ra vez, en francés, en 1935, cuyos fragmentos inicialesse remontan a los primeros años del siglo y que inclu-ye, a su vez, el relato de las Jornadas de 1931 consa-gradas al Barroco, una de las célebres Décades dePontigny -que, a partir de 1940 serán los Coloquiosde Cerisy-la-Salle- en la que D'Ors había expuestosus hipótesis), resultaba ya en ese momento necesarioredefinir la temporalidad del Barroco y los alcancesde su significado.

D'Ors (cuyo atractivo, aún hoy, es su condición deirrecuperable político: Jefe Nacional de Bellas Artes de

Ibid., pp. 1245-1246.

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Franco, responsable, luego de la Guerra española, dela repatriación del patrimonio del Museo del Prado)es una figura a la que Sarduy no puede sino recurrir,porque hace del Barroco una pasión malgré luí (algosimilar ocurre con Benedetto Croce) y se entrega a ellacomo quien se dispone a esparcir una peste. En ciertosentido, hay en esa pasión una síntesis de las ambi-güedades que recorren la historia del Barroco en elsiglo XX. Además, uno de los principios de argumen-tación que hace de D'Ors un antecedente delNeobarroco es la construcción de listas -casi siemprealocadas, taxonomías imposibles-, en las que lo artís-tico no es más que una de las dimensiones considera-das y en las que la eficacia (el poder de convencimien-to) depende menos de su coherencia interna que delpoder de arrastre que las organiza (si esto es Barroco,entonces aquello también, y así sucesivamente). Apartir de allí, la peste barroca del siglo XX encuentraun marco conceptual para poner en marcha su políti-ca, sostenida en la lógica del contagio.

La fiebre barroca reivindicada por D'Ors coincidecon la postulación de una contra-historia del pensa-miento que el autor plantea en términos de una "tradi-ción de malditos", de monstruos que operan una "hu-millación de la razón" y de una alteración que es deíndole retórica, económica y política, pero cuya basees fundamentalmente temporal. Según el catalán, lobarroco debe ser pensado (erv el marco de una indaga-ción a propósito de "sistemas sobretemporales", esdecir, como una de las formas de las diversas "cons-tantes históricas" y en contra del determinismo, el evo-lucionismo y el historicismo "para demostrar que esposible considerar en la historia humana otra cosa

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que una sucesión cronológica"6, en un movimiento declara impronta nietzscheana: el eterno retorno del ba-rroco) como eón, es decir, como "idea-acontecimien-to", un espacio en el que "lo permanente tiene unahistoria, la eternidad conoce vicisitudes" y donde"creemos distinguir, cada día más claramente, la pre-sencia de un denominador común, la revelación delsecreto de una cierta constante humana"7. Es así comolo barroco se vuelve para D'Ors, en tanto eón particu-lar, algo que "puede renacer y traducir la misma ins-piración en formas nuevas, sin necesidad de copiarsea sí mismo servilmente"8.

4] El concepto de barroco (c),El barroco actual, el neobarroco (o)

La historia del Neobarroco (como la del Barroco)es, antes que nada, la historia de una noción (su espa-cio es, aunque "fantástica", la filología)9. La fuerzaestá en el nombre y no en los objetos que designa. Así,la lista de todo lo que alguna vez fue consideradoneobarroco es inconsistente tanto cuantitativa -porilimitada- como cualitativamente -los rasgos nuncalogran ser suficientemente específicos. Por ello, decirhoy que una obra, un autor, una cultura son "barrocosmodernos" o "neobarrocos" equivale a no decir casi6 D'Ors, Eugenio. Lo barroco. Madrid, Tecnos, 1993 p 637 Ibid., p. 64.s Ibid., p. 74.9 Dice Arturo Carrera: "El neobarroco no fue un movimiento, fue

una nominación. No se fundó. En eso radica su felicidad".Carrera, Arturo. "Todo sobre el neobarroco", incluido en Ensa-yos murmurados. Buenos Aires, Mansalva, 2009, p. 154.

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nacía sobre ese objeto. Pero si bien nada es hoy propia-mente neobarroco, lo neobarroco, la fuerza de la no-ción, sobrevive" como modo de mirar, de oír. En el ori-gen tanto de una cosa como de la otra está Sarduy.

Ahora bien, el ciclo del Neobarroco -en el que "Elbarroco y el neobarroco" ocupa un lugar central- seabre (en 1955) y se cierra (en 2002) con otro autor:Haroldo de Campos. Si bien la noción comienza aaparecer de un modo disperso desde fines del sigloXIX, 1955 puede considerarse un momento inaugural,con la publicación de un breve texto, "A obra de arteaberta", en el que el autor brasileño, de un modo másbien indirecto, le otorga nueva validez: "Fierre Boulez(...) manifestó su desinterés por la obra de arte 'perfec-ta', 'clásica' (...) y enunció su concepción de la obra dearte abierta, como un 'barroco moderno'. Tal vez eseneo-barroco (...) podría corresponder intrínsecamen-te las necesidades cultural-morfológicas de la expre-sión artística contemporánea"10.

Claro que más allá de la historia de la noción, elproblema general de la vuelta del Barroco no es nuevoen ese momento: está presente a lo largo de todo el sigloXX y, puntualmente, a mediados de los años '50 tantoen América Latina como en Europa vuelve a utilizarse(tal como había ya ocurrido en los años '20) para pen-sar el presente: Alejo Carpentier y José Lezama Lima, enCuba, son el antecedente evidente de los postulados deSarduy; en Europa, Gustav Rene Hocke (más allá deque, extrañamente, no es una referencia en su obra) es

De Campos, Haroldo. "A obra de arte aberta", incluido enAugusto de Campos, Décio Pignatari y Haroldo de Cam-pos. Teoría da poesía concreta. Textos críticos e maní/estos 1950-1960. Sao Paulo, Edic.óes Invengo, 1965, p. 31.

un autor que debería considerarse en el estudio de lospostulados de Sarduy, tan próximas son sus obras.

De todos modos, no debe perderse de vista que estahistoria es la de un "secuestro". Es también Haroldode Campos quien plantea esta idea (en relación con laconformación de la literatura brasileña), que sintetizael modo en que el Barroco fue sancionado, borrado dela historia del arte y el pensamiento, desde su surgi-miento y también a lo largo del siglo XX11. Es este se-cuestro el que hace que toda historia del Barroco sea lahistoria de una recuperación.

En el marco de esa historia del barroco, en 1972,Sardviy lanza el Neobarroco (sin saber, aparentemen-te, que estaba retomando a Haroldo de Campos) y "Elbarroco y el neobarroco" adquiere así un carácter demanifiesto definitivo. Teniendo en cuenta, por un lado,el marco de esa intervención (América Latina en su lite-ratura), y por otro, el recorrido teórico posterior deSarduy, es fácil comprender por qué este texto tuvo unfuncionamiento semejante: es el ensayo más ancladoen la literatura latinoamericana de los años '60 (y enconsecuencia el que más se mezcla con los destinosdel Boom) y también el que ofrece, a diferencia de loque ocurrirá con sus textos teóricos posteriores, unametodología de lectura fácilmente aplicable a granparte de la producción artística de la época.

El Neobarroco es definido, en esta primera inter-vención, de un modo que no deja de resultar ambiguo:es tan. específico en sus rasgos -tres mecanismos deartificialización, dos formas de parodia-, como gene-

11 De Campos, Haroldo. O secuestro do Barroco na Formado daLiteratura Brasíleira. O caso Gregorio de Matos. Salvador, Fund.Casa de Jorge Amado, 1989.

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ral -se pretende válido para caracterizar obras de tandistinto tipo que obliga a preguntarse qué texto podríaquedar excluido de ese corpus. Si bien el criterio deexclusión es evidente (para comenzar, cualquier for-ma de narrativa que se pretenda realista), con los añosSarduy irá restringiendo el "canon" neobarroco, de-jando afuera, por ejemplo, a muchos de los autores delBoom (Carpentier, emblemáticamente).

En todo caso, lo que se vuelve claro es algo que notodos los lectores de Sarduy han sabido ver: elNeobarroco es antes una máquina lectora que una poé-tica; es antes un modo de releer el arte moderno que unaforma específica de ese arte. Sólo circunscripto a la obracompleta de Sarduy el Neobarroco será, también, unapoética: el Neobarroco es Sarduy. De todos modos, si noha sido claro que se trata, antes que nada, de un modode leer es porque desde el comienzo la obra de Sarduyfue recibida como la obra de un novelista y poeta. Susensayos, en consecuencia, no funcionaron sino comosoporte conceptual de sus ficciones y poemas. La zonateórica de su obra, sin embargo, no sólo resiste una lec-tura independiente, sino que incluso es la que mejorenvejece, la que el presente más reclama.

Casi cincuenta años después de la primerapostulación del concepto de Neobarroco (y luego dehaber publicado otras intervenciones clave sobre eltema), Haroldo de Campos vuelve sobre él: "hoy en día,ese concepto de 'neobarroco' parece derivar en el senti-do de un persistente 'transbarroco' latinoamericano"12.

12 De Campos, Haroldo. "Barroco, Neobarroco, Transbarroco",incluido en Claudio Daniel (org., selecc. y notas). Jardim decamaleoes: a poesía ncobnrroca na América Latina. Sao Paulo,Iluminuras, 2004, p. 16.

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El cambio en la nominación13, aparentemente ni-mio, no deja de resultar significativo, pues permite ver,particularmente en relación con la obra de Sarduy,que el concepto involucra, antes que nada, un proble-ma de tiempos: no sólo un desajuste temporal, sino,sobre todo, la invención de una temporalidad.

La máquina de lectura que inventa Sarduy (elNeobarroco) es, más allá de los procedimientos de losque se vale en cada etapa, una máquina de re-inven-ción del presente. Ante cada objeto (artístico o no) ana-lizado, el Neobarroco formula una pregunta a propó-sito del sentido del tiempo presente, es decir, se propo-ne pensar en qué estado queda el presente luego de laexperiencia de lectura de ese objeto. Su método, por lotanto, no puede sino profesar el anacronismo, pues elpresente, desde su perspectiva, una vez arruinado elorigen, es un tiempo siempre heterogéneo y sólo legi-ble arqueológicamente. En el marco de esa Historiageneral que empieza a construir en Barroco (cfr. apos-tilla 2), y en relación con la postulación del presentecomo Universo en expansión, Sarduy se vuelve here-dero y último representante de una Era que él se atri-buye la virtud de haber descubierto y, de algún modo,inventado: la Era Lezama. Lezama Lima funda, desde

13 Claro que este cambio no es el primero. La constante convariaciones da forma a una lista que deja ver la fuerza de lanoción: primero fue "Barroco", que engendró al "Neobarro-co", que engendró al "Neobarroso" (Perlongher), que engen-dró al "Neoborroso" (Kamenszain), que engendró al "Hi-perbarroco", que engendró al "Transbarroco". La familiadel Manierismo no es tan prolífica pero también tiene sulinaje. Por cierto, el Neobarroso, una de las derivaciones conmás desarrollo, fundamentalmente en la poesía, está, dealgún modo, previsto en "El barroco y el neobarroco": "Nudogeológico, construcción móvil y fangosa, de barro"'.

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la perspectiva de Sarduy, esa Era imaginaria que estambién la Era neobarroca. En uno de los textos tar-díos dedicados a Lezama, "El heredero" (1988), se lee:

Lezama es, en nuestro espacio, ese antecesor;es su obra la que, desde el porvenir, regresa o invi-ta a que la convoquemos para que en su adveni-miento ese porvenir se haga presente. Así, quienvivió en la vocación del verbo encarnado, del tiem-po enemistado, subvierte con su palabra que re-gresa hacia nosotros el sentido del tiempo. ¿Perocómo suscitar ese regreso, cómo lograr que el an-tecesor, sin renunciar a su función de precursor, deguía, nos vuelva a ser familiar, contemporáneo?¿Cómo devolver hasta nosotros la vasta ficción deParadiso para reactivarla en nuestro presente y an-clarla de nuevo en la realidad de nuestro presentey anclarla de nuevo en la realidad de nuestro tiem-po de aflicción? Una meditación sobre Lezama,sobre la posible herencia de su palabra, no puedeevitar esas interrogaciones ni tampoco dejar devincularlas con otra: la de la posibilidad y perti-nencia del barroco hoy, la de un probable surgi-miento del neo-barroco a partir de su obra14.

Lo único que produce el Neobarroco es, de estemodo, un tiempo en el que sentirse integrado. Por esono se trata de la construcción de una tradición, sino dela invención temporal de formas de contemporanei-dad. Dice Sarduy: "dime cómo imaginas el mundo y tediré en qué orden te incluyes, a qué sentido pertene-

Op. CU., p. 1405.

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ees"15. Y por eso también el Neobarroco nunca deja deser planteado como tentativa, como hipótesis con res-pecto a la cual Sarduy permanece cauto: el Neobarrococomo posibilidad. La validez de esa hipótesis, en efec-to, no se verifica en el espacio cerrado del arte y suHistoria, menos aún en el de la "cultura" (los años '80fueron prolíficos en ese tipo de derivación, sobre todoa partir de las hipótesis de Ornar Calabrese), sino másbien en el espacio abierto, siempre exterior, de la pro-pia experiencia, a la vez estética y vital.

5] Dámaso Alonso (e), elipsis (g)

La tradición que Sarduy construye tiene, en lo quea la historia del barroco específicamente literario res-pecta, sólo tres miembros: Góngora, Lezama y el pro-pio Sarduy. Claro que, entre Góngora y Lezama, hayotros nombres necesarios: uno de los más importanteses el de Dámaso Alonso, y de un modo general la Ge-neración del '27, que inicia la recuperación del "se-cuestrado" cordobés. En este sentido, si bien las van-guardias históricas nunca fueron una preocupacióncentral de Sarduy, es posible pensar que la experien-cia de la Generación del '27 permite concebir un co-mienzo estético del siglo XX español, comienzo queapela a la tradición barroca.

De todos modos, lo que Sarduy retoma de esa expe-riencia es el modelo crítico. En efecto, en "El barroco yel neobarroco", la combinación de las metodologíasde Barthes y Kristeva más la estilística de Dámaso

Md., P. 1347.

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Alonso, le permite desarrollar nuevos principios delectura. En este sentido, si bien Sarduy plantea la tareadel Neobarroco como "sistema de desciframiento",como "descodificación", no debe olvidarse que en sudefinición del signo barroco (presente en la idea mis-ma de metáfora al cuadrado) hay algo potencialmenteperdido para siempre: el origen, el significado prime-ro. Eso y no otra cosa es lo que ponen de manifiesto losprocedimientos descriptos por Sarduy (más allá deque sea posible, en algunos casos, desandar el caminode una sustitución o una proliferación, y de que laidea de una "cadena abierta" aparezca, a nivel delsigno, sólo en los casos más extremos). La práctica delectura, por lo tanto, no hace sino señalar, en últimainstancia, ese vacío esencial -el Neobarroco, tal comoGustavo Guerrero planteó con claridad, es "la reli-gión del vacío"16. Por ello, desde la perspectiva deSarduy, el valor de la intervención crítica de DámasoAlonso (que "envuelve, al comentarlo, el proceso gon-gorino de artificialización") es su capacidad de hacerde la lectura la invención de un grado más en ese procesoinfinito de artificialización, y no -porque de todos mo-dos eso ya no es posible- su capacidad para encontraren los versos de Las Soledades el significado original, eltérmino comparado, envuelto por sus metáforas (loque equivaldría a suspender la artificialización, a des-componerla).

El tipo de análisis que se despliega en "El barroco yel neobarroco" es la primera versión, de un método queluego Sarduy ajustará y corregirá. Por ejemplo, en elcaso de la proliferación, aparece aquí una formalización

16 Guerrero, Gustavo. "Sarduy: la religión del vacío", incluidoen La religión del vacío y otros ensayos. México, FCE, 2002.

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gráfica que representa el funcionamiento de ese modode la elipsis en forma circular. Ese esquema, que aquíes sólo una representación visual del signo, será ensus textos teóricos posteriores, además, un mapa delcosmos. Pero (y en este punto lo único que Sarduyhará en sus textos posteriores es conectar variablesque aquí ya estaban planteadas) la representacióncorrecta de la proliferación no podría correspondersecon el círculo. En la medida en que el significante ta-chado se vuelve un segundo centro ausente (junto alpresente, el significado, el sol), el círculo se deforma(anamorfosis del círculo, dirá Sarduy) y se vuelve unaelipse: "elips (e/is), fundamento del barroco"17.

6] isomorfía visual (f), reflejo reductor (n),reflejo significante (ñ), refleja estructuralmente (p)

A lo largo de todo "El barroco y el neobarroco",Sarduy utiliza una serie de conceptos (isomorfía vi-sual, reflejo reductor, reflejo significante, reflejo estruc-tural) más o menos equivalentes, que son los que ten-drán mayor proyección en sus libros posteriores y que,para el lector de su obra teórica, no pueden sino remi-tir a un único punto: la noción de retombée. Esos con-ceptos, en todos los casos, plantean un problema derelación (de reflejo o correspondencia) entre dos espa-cios o niveles, y son, al mismo tiempo, formas de res-puesta a una serie de inquietudes a propósito de lacausalidad, la determinación, la historicidad y, en úl-tima instancia, el "origen".

Ibid., p. 1225.

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Pero esos conceptos no son sino tentativas, esbo-zos (todavía restringidos a la dimensión escópica, cfr.apostilla 9, y,,sobre iodo, aún planteadas en términosde reflejo) de lo que luego tomará una forma cierta-mente más compleja, retombée (que Sarduy presenta enBarroco), y que se volverá el fundamento de unNeobarroco ya transformado en método analítico.Barroco comienza con un poema-def inición:

retombée: causalidad acrónica,isomorfía no contigua,o,consecuencia de algo que aún no se ha producido,parecido con algo que aún no existe18.

Esa definición es desarrollada en los siguientes tér-minos: "Las notas que siguen intentan señalar laretombée de ciertos modelos científicos (cosmológicos)en la producción simbólica no científica, contemporá-nea o no. La resonancia de esos modelos se escuchasin noción de contigüidad ni de causalidad: en estacámara, a veces el eco precede a la voz"19. Esta cámaraes, claro, la obra de Sarduy, el método neobarroco, cuyoobjetivo es volver visible y audible un. universo decondicionamientos y cronologías múltiples. El espa-cio de saber es el de la Cosmología "porque esta cien-cia, en la medida en que su objeto propio es el universoconsiderado como un todo, sintetiza, o al menos in-cluye, el saber de las otras: sus modelos, en ciertosentido, pueden figurar la episteme de una época"20.

18 Ibid., p. 1196.19 Ibid., p. 1197.2(1 Ibidem.

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La ciencia, en este sentido, no interesa por el valor deverdad de sus hipótesis, sino por el modo en que reve-la aquello que una época se permite decir.

Un método no historicista, no causal, es un méto-do de contemporaneidades: "La retombée puede reali-zarse no respetando las causalidades -como sostieneen nosotros el sentido común: el corpus conceptualhumanista, naturalizado, que funciona como tal-, sino,paradójicamente, barajándolas, mostrando sobre lamesa, en dépit du bon sens, su autonomía, que a veceslas anula, o su co-operación"21.

Si bien el problema no desaparece nunca de suspreocupaciones, varios años después de estas prime-ras formulaciones, Sarduy vuelve sobre el problemade la retombée, en Nueva estabilidad (1987), y proponealgunas precisiones al respecto: "Retombée es tambiénuna similaridad o un parecido en lo discontinuo: dosobjetos distantes y sin comunicación o interferenciapueden revelarse análogos; uno puede funcionar comoel doble -la palabra también tomada en el sentido tea-tral del término- del otro: no hay ninguna jerarquía devalores entre el modelo y la copia"22.

Más allá de los problemas que aquí se abren (pro-blemas de largo desarrollo en la obra de Sarduy: laimagen, la simulación) lo cierto es que la noción deretombée sintetiza, en su recorrido, el desplazamientomás significativo que supone el método neobarroco:Sarduy hace del Barroco un paradigma. Esa opera-ción teórica resulta de un hallazgo de Sarduy: poneren correlación dos de las obras más potentes de la

Ibid., pp. 1213-1214.Ibid., p. 1370.

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época, Lezama Lima (sus hipótesis a propósito de laseras imaginarias y "lo incondicionado") más la arqueo-logía de Michel Foucault. El resultado es, entonces, ha-cer del Barroco un paradigma de la modernidad.

¿Por qué un paradigma? Giorgio Agamben ofre-ce, en una obra reciente/una revisión del significadometodológico de esta idea que (si bien es planteada apartir de Foucault y no, por supuesto, de Lezama)permite comprender el alcance de la operaciónsarduyiana. Según Agamben, el paradigma, en tantométodo, es aquello que define el tipo de trabajo deinspiración nietzscheana inaugurado por Foucault(y del que él sería un último representante), a partirdel cual se vuelve posible estudiar fenómenos histó-ricos positivos pero entendidos de un modo específi-co (son, a su vez, paradigmas) gracias a lo cual consti-tuyen y hacen inteligible la totalidad de un contextohistórico-problemático más vasto. Así, el paradigma

es una forma de conocimiento ni inductiva nideductiva, sino analógica, que se mueve de la sin-gularidad a la singularidad. Neutralizando la di-cotomía entre lo general y lo particular, sustituyela lógica dicotómica por un modelo analógicobipolar. El caso paradigmático deviene tal suspen-diendo y, a la vez, exponiendo su pertenencia alconjunto, de modo que ya no es posible separar enél ejemplaridad y singularidad. El conjunto para-digmático no está jamás presupuesto a losparadigmas, sino que permanece inmanente aellos. No hay, en el paradigma, un origen o unaarché: todo fenómeno es el origen, toda imagen esarcaica. La historicidad del paradigma no está en

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la diacronía ni en la sincronía, sino en un cruceentre ellas23.

La serie de acontecimientos que Sarduy enumeraen el comienzo de "El barroco y el neobarroco" (laIglesia complica o fragmenta su eje y renuncia a unrecorrido establecido, la ciudad se descentra, la litera-tura renuncia al nivel denotativo, desaparece el centroúnico del trayecto de los astros cuando Kepler propo-ne como figura de ese desplazamiento la elipse, Harveypostula el movimiento de la circulación sanguínea,etc), leídos en términos paradigmáticos, se vuelven, almismo tiempo que datos, realidades o figuras, unmodo de establecer un sistema de analogías a partirdel cual se hace visible un nuevo estado de la episteme(el Barroco) y, en consecuencia, se postula una nuevaarqueología de lo moderno.

La retombée es el nombre que da Sarduy a lo queluego Agamben denominará "sistema analógicobipolar". No hay preexistencia, no hay inducción nideducción, no hay condiciones que determinan la apa-rición superestructural de modelos científicos o retóri-cas, sino retombées que organizan un determinado ho-rizonte de existencia (o un estado de lo imaginario).Cada uno de los fenómenos barrocos analizados porSarduy es, en términos de Agamben, "un objeto singu-lar que, valiendo para todos los otros de la misma cla-se, define la inteligibilidad del conjunto del que formaparte y que, al mismo tiempo, constituye"24. El Barroco

23 Agamben, Giorgio. "¿Qué es un paradigma?", incluido enSignatura rerum. Sobre el método. Buenos Aires, Adriana Hi-dalgo, 2009, p. 42.

24 Ibid., p. 24.

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(no hay origen, o, si lo hay, es nada) no cesa, y en estoSarduy insiste en más de una oportunidad, de comen-zar en cada objeto o acontecimiento sometido al méto-do analítico neobarroco.

7] red de conexiones (h),lenguajes entrecruzados de América (i), simulacro (k)

Sarduy, como tantos otros durante la década del'70, sucumbe ante las tentaciones de la intertextualidad,la parodia y la carnavalización. Es comprensible: in-dudablemente, el arsenal de conceptos que, a partir dela introducción de Bajtín, ofrecía Julia Kristeva, cons-tituyó una auténtica renovación metodológica. A par-tir de esas ideas, Sarduy logra no sólo determinar prin-cipios de lectura más o menos rigurosos del arte lati-noamericano de la época, sino también hacer delNeobarroco un espacio plegado, estructurado a partirde conexiones en todos los niveles de análisis. El cor-pus que construye "El barroco y el neobarroco" (gené-ricamente heterogéneo hasta tal punto que incluye casitodo: narrativa, poesía, artes plásticas, teatro, cine,música, arquitectura) toma la forma, por lo tanto, deun espacio cerrado en su apertura. En este sentido, lamáquina lectora puesta a funcionar en el Neobarrocodemuestra toda su eficacia y sólo propone una cosa:expandirla, ponerla a proliferar.

Ahora bien, hacer del Neobarroco un espacio defi-nido a partir de la Ínter e intratextualidad no podíasino conducir a un deslinde, sobre todo teniendo encuenta que esas nociones (por cierto, en su versión sim-plificada y en muchos casos vulgarizada), pronto se

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volverían parte del sentido común crítico y perderían,por lo tanto, cualquier especificidad. Por ello, en el restode su obra, este conjunto de ideas no desaparece pero sereformula y da lugar a otro sistema de conexiones (cfrapostilla 6). En este sentido, la zona del análisis quepretende inscribirse más decididamente en los princi-pios estructuralistas (a partir de las nocioneskrístevianas de grama y paragrama) es, como reconoceFrancois Wahl, probablemente la más superfina.

Por otro lado, hay una serie de derivaciones queSarduy plantea a partir de las hipótesis de Kristevaque adquirirán un peso cada vez mayor: la noción deparodia y caniavalización permite a Sarduy (retoman-do, una vez más, hipótesis de Lezama Lima: "barroco,arte de la contraconquista") formular la idea del espa-ñol de América como una lengua simulacro (y por ex-tensión, el espacio americano como un espacio tam-bién simulado y por lo tanto no periférico). Esta ideaadquirirá tal relevancia que su tercer libro teórico lle-vará por título La simulación (1982). Se trata del libromás decididamente nietzscheano de Sarduy (destinoal que llega por la vía de Gilíes Deleuze y de RogerCaillois), en el que la inversión del platonismo (y laconsecuente reivindicación del simulacro como ruinade la distinción entre Idea e Imagen) es utilizada parapensar no sólo al arte más contemporáneo, sino inclu-so los confines del mundo natural.

8] Semiología del barroco latinoamericano (j)

La adscripción de Sarduy al estructuralismo es unaidea muchas veces repetida que ya durante los años '80

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Gustavo Guerrero se ocupó de relativizar. Es claro queSarduy participa de la situación estructuralista y enella se forma. Pero el uso que hace de esos principios(uso cuya máxima intensidad se da, por cierto, en "Elbarroco y el neobarroco", cfr. apostilla 7) nunca dejaráde ser, en adelante, prudente, distanciado. Tal comoSarduy planteó más de una vez al ser entrevistado: loque resultó significativo para él de esos años es el apren-dizaje de un rigor metodológico y precisión conceptual.

Sarduy no sólo no practicará análisis estructuralesen sentido estricto, sino que representa (como partici-pante completamente marginal de Tel Quel) una fuerzaque se mueve en otras direcciones. En este sentido, loque importa de la relación de Sarduy con Tel Quel (rela-ción precisada por Edgardo Cozarinsky: "Sarduy, pri-sionero de Saint-Germain-des-Prés")25 es, en realidad,la amistad con Roland Barthes. Amistad que para unoy para otro, con el correr de los años, se vuelve esencialtanto existencial como intelectualmente.

Un año después de la aparición de "El barroco y elneobarroco", Barthes publica lo que será un texto dequiebre, El placer del texto. Allí, las referencias al barro-co y a Sarduy son algunos de los fundamentos de lanueva ética de la literatura planteada en torno a lasvariables placer/ goce. No se trata, sin embargo, delprimer texto de Barthes con referencias a Sarduy: yaen "La cara barroca" (reseña de la traducción france-sa de De donde son los cantantes -Écrit en dansant), Bartheshabía planteado que la presencia de Sarduy en Fran-cia, "nos revela también la cara barroca que hay en el

20 Cozarinsky, Edgardo. "Sarduy, prisionero de Saint-Germain-des-Prés", incluido en El pnse del testigo. Buenos Aires, Sud-americana, 2000.

idioma francés, sugiriéndonos de ese modo que la es-critura puede conseguirlo todo de una lengua, y loprimero de todo, puede devolverle la libertad"26.

Pero el alcance que, desde la perspectiva de Barthes,tiene la presencia de Sarduy, va incluso más allá. En1977, al hacerse cargo de la cátedra de Semiología lite-raria en el Collége de Franee y pronunciar su Leccióninaugural, Barthes señala: "Y si es igualmente ciertoque he ligado muy tempranamente mi investigacióncon el nacimiento y el desarrollo de la semiótica, no loes menos que poseo escasos derechos para represen-tarla, dado que he estado inclinado a desplazar sudefinición -apenas me parecía constituida-, y a apo-yarme en las fuerzas excéntricas de la modernidad"27.

Esas fuerzas excéntricas son las que llegan desde eldescentramiento del Universo que el Neobarroco no dejade convocar.

9] la superabundancia y el desperdicio (1), Lacan (m)

El nombre que falta aquí es, notoriamente, GeorgesBataille. Falta porque está, de algún modo, presupues-to: en Escrito sobre un cuerpo, Sarduy se había ocupadosuficientemente de inscribir sus búsquedas teóricasen la tradición del análisis batailliano del erotismo yel potlach. Esa articulación resultaba, por ciertonovedosa: lo barroco es una idea presente pero no di-

26 Barthes, Roland. "La cara barroca", incluido en El susurro dellenguaje. Barcelona, Paídós, 2002, p. 282.

27 Barthes, Roland. "Lección inaugural", incluido en El placerdel texto seguido por Lección inaugural. Buenos Aires, SigloXXI, 2004, p. 113.

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cha (de nuevo, la fuerza de la noción, en este caso,ausente) en Bataille, ya en los tiempos del grupoAcéphale y particularmente en sus trabajos de finesde los '50 y principios de los '60. Es Sarduy quien, deun modo definitivo, asocia los principios de funciona-miento del arte barroco con la economía del derroche.

A partir de allí, el Neobarroco coincidirá con unaeconomía específica que se concibe como transgresiónde la economía burguesa en una dirección que, en elespacio latinoamericano, no había sido aún suficien-temente explorada.

Pero Sarduy desplaza aquí el eje hacia el otro:Lacan. El punto de unión entre Bataille y Lacan (aun-que no el primero ni el único: para comenzar, JudithSophie, la cuarta hija de Lacan, su preferida y herede-ra intelectual, portó durante veintidós años el apelli-do Bataille, pues su madre, Sylvia Maklés, se encon-traba, en ocasión de su nacimiento, aún casada conGeorges) es el "Ensayo sobre el don" (1925) de MarcelMauss que está en el origen tanto de la economíabatailliana de la negatividad sin resto como de lapostulación del objeto perdido de Lacan.

Sarduy había asistido, durante los años '60, al se-minario de Lacan (forma parte de su calendario de for-mación durante los primeros años parisinos). Los cur-sos de mediados de los '60, los que aquí cita, dejan mar-cas visibles, no sólo las que aparecen en el texto, sinotambién en relación con el problema de la pulsiónescópica (un problema decisivo para el barroco) y parti-cularmente a propósito de la anamorfosis. Ahora bien,lo que inicialmente había sido un mero aprendizaje paraSarduy se vuelve, de algún modo, una confluencia en-tre el cubano y Lacan: "El barroco y el neobarroco" es

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contemporáneo de las clases que conformarán el LibroXX del Seminario (Encoré). En la sesión del 3 de mayo de1973, llamada precisamente "Del barroco", Lacan afir-ma: "me coloco más bien del lado del barroco"28. Laclase tiene lugar luego de un viaje por Italia, luego de"una orgía de iglesias" ("¡otro ángel más!"). Lo que esaexperiencia del arte de la Contrarreforma revela, señalaLacan, es que, "en lo tocante al goce, hay que hacerresponder a la falsa finalidad por lo que no es más quela pura falacia de un goce pretendidamente adecuadoa la relación sexual. Bajo este concepto, todos los gocesno son más que rivales de la finalidad que eso sería si elgoce tuviera la menor relación con la relación sexual"29.Luego Lacan agrega (y esto permite comprender la arti-culación entre goce y fracaso que interesa a Sarduy):

Dios no se manifiesta sino con escrituras lla-madas santas. ¿En qué son santas?: en que no cesande repetir el fracaso, el fracaso de los intentos deuna sabiduría cuyo testimonio fuera el ser. Nadade eso quiere decir que no haya habido trucos decuando en cuando, gracias a los cuales el goce -sinél no habría sabiduría- ha podido creer haber al-canzado el fin de satisfacer el pensamiento del ser.Pero, y ese es el punto, este fin nunca ha sido satis-fecho sino a costa de una castración30.

Por esa ruta, la ruta del barroco, Lacan se vuelve aencontrar con Bataille (y, al igual que Sarduy, lo

28 Lacan, Jacques. "Del barroco", incluido en El seminario. LibroXX. Aún. Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 130.n,,w ,- 111729 lina., p. 137.

30 Una., p. 139.

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barroquiza): "la economía del goce sí es algo que notenemos, así como así, al alcance de la mano. Seríabastante interesante alcanzarla. A partir del discursoanalítico se vislumbra que, acaso tengamos algunaposibilidad de encontrar algo al respecto, de cuandoen cuando, por vías esencialmente contingentes"31.

Ahora bien, de este acercamiento a Lacan, lo queprobablemente resulte más relevante para el desarrolloulterior de la obra de Sarduy es algo que en "El barrocoy el neobarroco" aparece reducido a una nota: la mira-da y la voz como objetos parciales (cuestión que tam-bién reaparece en "Del barroco", donde Lacan, luegode señalar que "el barroco es la regulación del alma porla escopia corporal", agrega: "alguna vez-no sé si ten-dré tiempo algún día-habría que hablar de la música,al margen"32). Efectivamente, puede especularse, aquíse origina la tensión (entre lo escópico y lo sonoro) apartir de la cual se desarrolla la idea sarduyana deretombée. En sus sucesivas formulaciones, desde las queaparecen por vez primera en "El barroco y elneobarroco" hasta las últimas (cfr. apostilla 6), Sarduyirá abriendo el arco de la retombée para incluir también,en sus definiciones, figuras sonoras. ¿A qué se debe laampliación? La obra de Sarduy está recorrida por esatensión: sus primeros ejercicios críticos están consagra-dos a las artes plásticas y ese interés se mantiene en.todos sus libros; junto a Roland Barthes comienza, enParís, a pintar; pero al mismo tiempo, la música es unavariable para pensar lo cubano, por ejemplo en el títulode su segunda novela, De donde son los cantantes; susobras de teatro se publican bajo el título Para la voz. Lo

31 Ibid., p. 141.32 Ibid., p. 140.

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que en esa tensión (nunca resuelta y cuyo punto de máxi-ma tensión es, probablemente, la poesía) se postula esuna concepción del Barroco (y del Neobarroco) que nopuede reducirse a lo visual, en la medida en que equival-dría a postular una versión parcial del Universo: desdeel Big Bang lo que nos llega como rastro del Origenperdido del Universo no es sólo luz, también es sonido.

10] Barroco de la Revolución (q)

Sarduy no es, al menos inicialmente, un exiliado. Suexperiencia de la Cuba revolucionaria dura poco me-nos de un año, durante el cual participa activamente dela nueva vida cultural (dirige una sección de Diario Li-bre, luego trabaja en Lunes de Revolución y publica críticade arte). Sin embargo decide partir. Su permanenciadefinitiva en Francia es una decisión casi inmediata yno responde a ningún motivo político. Dice FrangoisWahl al respecto: "Es importante comprender que nose trataba de un 'pasaje'. Había sido convenido desdemayo de 1960 que se quedaría, por razones que eranpersonales y definitivas para nosotros; se instalaba,intelectualmente también"33. A partir de allí, la relaciónde Cuba con Sarduy es antes de ignorancia que de re-chazo. Esto se debe en gran medida a que su carreraliteraria comienza en Francia. Pero con el paso del tiem-po se producen algunos acontecimientos que, desde laperspectiva de Sarduy, adquieren relevancia: en 1967se le rechaza la renovación de su pasaporte cubano.Luego de comprender que no se trataba de problemas

Op. Cu., p. 1448.

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burocráticos, Sarduy adoptará la nacionalidad france-sa. Por otro lado, ya en ese momento se había produci-do la polémica en torno a la revista Mundo Nuevo (diri-gida por Emir Rodríguez Monegal y en la que Sarduyparticipaba activamente), acusada desde Cuba de ser"la revista de la CÍA". Si bien no intervino en los deba-tes, Sarduy se vio implicado y comenzó a recibir, desdela isla, algunos ataques menores.

Sin embargo, Sarduy nunca deja de afirmar quepermanecer fuera de Cuba fue siempre algo volunta-rio. Dice en "Exilado de sí mismo" (1990):

Llegar pues -me sucedió sin que ninguna ins-titución o país me expulsara o me rechazara (...)Hay exilados propiamente dichos, exiliados -estai, de rigurosa estirpe académica, añade al exiliouna connotación aristocrática o de rigor-, emigra-dos, refugiados, apatridas, cosmopolitas encarni-zados, etc. En cuanto a mí, sólo me considero unquedado, o si se quiere -procedo de una isla-, una-islado. Me quedé así, de un día para otro. Quizásvuelva mañana34.

Decir "Revolución", en América Latina, a comien-zos de los años '70 equivale, inequívocamente, a decirRevolución cubana. Esa experiencia política es el nudoen torno al cual se organizan todos los debates, nosólo políticos, también culturales y artísticos, de losaños '60 y '70. Pero Cuba es, también, la fuente conti-nental de la vuelta del Barroco. Esa conjunción (Barro-co y Revolución) sin embargo, comenzó a demostrarse

Op. Cit., pp. 41-42.

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imposible: Lezama Lima y Sarduy, en recorridos si-métricos y opuestos (el viaje interior, el viaje exterior),son la prueba mayor.

La pregunta, entonces, es cómo leer esta consigna,este llamamiento final. Lejos de tratarse de una meraprovocación, la idea de un Barroco revolucionario fun-ciona como postulación, aún eufórica (con el tiempoSarduy adoptará otra postura, otro gesto en relacióncon lo político) de otra Revolución. La disputa (en con-sonancia con la disputa en torno al Barroco y a lasformas de modernidad imaginables) es a propósito delos modelos de negatividad en un momento de peligrode la.política del siglo XX. Y la pregunta que se haceSarduy es de qué otro modo, además de aquel que sevolvía hegemónico y demostraba sus límites (líneasque no iban sino hacia su propio bloqueo), es posiblesostener un pensamiento y una práctica estética ver-daderamente contemporánea (es decir, que establezcacon el presente una relación intempestiva, de activaextemporaneidad). La invención temporal que Sarduyelabora (cfr. apostilla 3) es, de algún modo, el germende esa respuesta. ¿En qué consiste, por lo tanto, unBarroco de la Revolución?

La grieta que Sarduy intenta abrir, lejos de lo quepodría pensarse, es interior a la propia Revolución cu-bana. Por lo tanto, de lo que se trata, es de plantear unadisputa en relación con los modos de imaginarla, esdecir, discutir en qué Universo inscribirla. El Neobarroco,en este sentido, no deja de ser un producto de la Revo-lución, pero un producto deforme, inesperado, que in-tentó hacer otra cosa de esa experiencia histórica.

Ahora bien, con el paso del tiempo, y más allá deseguir explorando en esa otra tradición de la

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negatividad, Sarduy abandonará la Revolución comoidea, como horizonte de reflexión -lo que equivale, tam-bién, a abandonar la lógica de la transgresión. Gradual-mente, su posicionamiento con respecto a la Revolu-ción se dilata, se confunde con el desinterés. En la gue-rra del presente, Sarduy asume una posición neutral,entendida como el gesto activo de una afirmación. Esecambio es significativo: el énfasis pasa del espacio de lopolítico al de la ética. ¿Cómo leer, si no, la fatiga con laque una y otra vez Sarduy define su vida lejos de Cubacomo la mejor forma de no tomar ninguna decisión?

La postergación definitiva de un posicionamiento,por cierto, no supuso, para Saduy una forma de felici-dad. Sobre el final de su vida, escribe: "creo que debíade haber vuelto, que debía haberme comprometido enun sentido o en otro. Asumir mi karma, hundirme en lacontingencia"35. Esa renuncia al compromiso puede,sin embargo, entenderse como otra forma de compro-miso, el Neobarroco.

Op. CU., p. 13.

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ÍNDICE

SEVERO SARDUYEl barroco y el neobarroco, 5

VALENTÍN DÍAZApostillas a El barroco y el neobarroco, 37

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El cuenco de plataColección «cuadernos de plata»

1 Michel Foucault¿Qué es un autor?*Apostillas por Daniel Link

2 Gayatri Ch. Spivak¿Puede hablar el subalterno?Apostilla por Marcelo Topuzian

3 Alfred MétrauxAntropofagia y culturaApostilla por Raúl Antelo

4 Walter BenjamínLa obra de arte en la era de su reproducción técnicaApostilla por Jorge Monteleone

5 Severo SarduyEl barroco y el neobarrocoApostillas por Valentín Díaz

De próxima apariciónJan MukarovsyFunción, norma y valor estético como hechos socialesApostilla por Jorge Panesi

Herbert MarcuseSobre el carácter afirmativo de la culturaApostilla por Claudia Kozak

Marcel MaussBreves ensayos sobre el donApostilla por Andrés Dapuez

* En coedición con Ediciones Literales.