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1373 17 7 de octubre de 2017 3.904 A ún es temprano en algún rincón de Madrid y, sin embargo, hace tres horas que ya amaneció el palpitar del sol. La nostalgia acrisola, con su pasión, las paredes de la ciudad. Es viernes, y apenas quedan sombras donde descansar el dolor de María. Está muy enferma y sus 90 años ya pesan demasiado. José Luis, que anoche sostuvo su agonía y acompañó el res- pirar descosido y lento de la doliente, ha dormido poco. Su cuerpo, aún, guarda signos de flaqueza y restos de hospital. Está cansado, pero sabe que del beso que le dio en la frente —de parte de Dios— tras la Unción de los Enfermos, brota un palpitar profundo, misterioso y pacificador en el hondón de la persona. El mirar sacerdotal de José Luis siempre apunta a los ojos y sus manos se hacen Evangelio en la piel de Jesús de Nazaret. El aceite del consuelo y el vino de la esperanza Hablamos de la debilidad en medio de las peleas espirituales e, inmediata- mente, me confiesa que la gracia es la SARCU Donde la Eucaristía se hace amor eterno entre la noche y el dolor Reportaje En Madrid opera desde el pasado 15 de mayo el Servicio de Asistencia Religiosa Católica Urgente (SARCU). Vista aérea de la ciudad. Un corazón agrietado y herido es, para Dios, un hogar sagrado, un terreno habitado donde Él —tan excelso y omnipotente— se descalza para hacerse pequeño y pobre, hasta quedarse con la grandeza en ruinas. Por amor a quien sufre. ¡Solo por amor! Así nació, el 15 de mayo de 2017, el Servicio de Asistencia Religiosa Católica de Urgencia (SARCU). Fue en Madrid y su misión se escribe con miradas, latidos y silencios: quien lo necesite —católico o no— puede ser asistido por un sacerdote en situaciones urgentes desde las 22:00 hasta las 07:00 horas.

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Page 1: SARCU Donde la Eucaristía se hace amor eterno …...H abl m os de i del ap ir tu , nm - m ent, co f i s au lgr SARCU Donde la Eucaristía se hace amor eterno entre la noche y el dolor

1373 177 de octubre de 2017 3.904

Aún es temprano en algún rincónde Madrid y, sin embargo, hacetres horas que ya amaneció el

palpitar del sol. La nostalgia acrisola,con su pasión, las paredes de la ciudad.Es viernes, y apenas quedan sombras

donde descansar el dolor de María.Está muy enferma y sus 90 años yapesan demasiado. José Luis, que anochesostuvo su agonía y acompañó el res-pirar descosido y lento de la doliente,ha dormido poco. Su cuerpo, aún,

guarda signos de flaqueza y restos dehospital. Está cansado, pero sabe quedel beso que le dio en la frente —departe de Dios— tras la Unción de losEnfermos, brota un palpitar profundo,misterioso y pacificador en el hondónde la persona. El mirar sacerdotal deJosé Luis siempre apunta a los ojos ysus manos se hacen Evangelio en lapiel de Jesús de Nazaret.

El aceite del consuelo y el vino de la esperanza

Hablamos de la debilidad en mediode las peleas espirituales e, inmediata-mente, me confiesa que la gracia es la

SARCU Donde la Eucaristía se hace amor eterno

entre la noche y el dolor

Reportaje

En Madrid opera desde el pasado 15 de mayoel Servicio de Asistencia Religiosa CatólicaUrgente (SARCU). Vista aérea de la ciudad.

Un corazón agrietado y herido es, para Dios, un hogar sagrado, unterreno habitado donde Él —tan excelso y omnipotente— se descalza parahacerse pequeño y pobre, hasta quedarse con la grandeza en ruinas. Poramor a quien sufre. ¡Solo por amor! Así nació, el 15 de mayo de 2017, elServicio de Asistencia Religiosa Católica de Urgencia (SARCU). Fue enMadrid y su misión se escribe con miradas, latidos y silencios: quien lonecesite —católico o no— puede ser asistido por un sacerdote ensituaciones urgentes desde las 22:00 hasta las 07:00 horas.

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fuerza operante y real de Dios enla desgracia: «Es el paso entrañablede Dios por la vida de una personacuando aguarda para el abrazodefinitivo en la otra orilla». Y po-derlo anticipar desde esta, seráuna gracia impresionante... «Asíes», reconoce, mientras sosiegacon su fe el padecer de su fatiga;«y ser el aceite del consuelo y elvino de la esperanza no lo cambiopor nada».

José Luis Segovia se consagróa Dios hace 30 años y, desde en-tonces, ha dedicado cada uno desus pasos a andar por la vereda deQuien le amó primero. Y por esose fía ciegamente de quien, de la mismamanera, pone su confianza en su labor.Hoy le sirve a Dios como vicario dePastoral Social e Innovación en la ar-chidiócesis de Madrid, pero nuestro en-cuentro no responde a esa labor, sino auna misión que encuentra su sentidoen la intemperie de la noche...

Ser manos y rostro de la ternura de Dios

Allí donde el ser humano está soste-niendo su dolor, con el alma supurandolas angustias de un fatigoso calvario,ese es el lugar privilegiado para encon-trar a Dios, para advertir su manosilente y para escuchar su cuidadosavoz. Y es, en ese inhóspito vacío dondelas fuerzas se apagan, donde anida agritos el rostro del Señor. Lo saben laspersonas que, a diario, rasgan sus nu-dillos contra la enfermedad en cientosde batallas; indefensas ante la debilidad,pero convencidas de que Dios está desu parte. Y son muchos los que acom-pañan, desvelo a desvelo, cada verbode esta promesa del vivir.Esa bienaventuranza define el ser del

Servicio de Asistencia Religiosa Católicade Urgencia (SARCU): una presenciade la Iglesia y de la comunidad de discí-pulos del Señor allá donde, incluso ahoras más o menos intempestivas, serequiere ser manos y rostro de la ternura,

la cercanía y elaliento de Dios.«Expresa la manolarga del buen Dios,el diligente centi-nela que no duermeni descansa», susu-rra Segovia, en unrespirar de oraciónconfiado y anhela-do. Y, en todo mo-mento, habla de eseDios atento a las necesidades de sushijos, que se hace pórtico en la soledadinhóspita de la noche de la gran ciudad:«Si alguien necesita a la Iglesia, no im-porta la hora que sea, acudirá diligente-mente». Esto, añade, «garantiza el auxilioreligioso, de manera cuidadosa y cariñosa,en momentos difíciles y a cualquier horade la madrugada». En el fondo, «es loque hacen muchos y buenos párrocos,sobre todo en el ámbito rural».

La buena noticia para los pobres

Un óleo forjado con cada una de lasespinas del Cristo de la Resurrección,donde no es solamente importante elnúmero de llamadas, sino el abrazo, elsilencio, la presencia o el sacramentoque nace en cada uno de esos encuen-tros. Y, además de José Luis, tambiénlo sabe Pablo Genovés, quien se une a

nuestra canciónpara derramar unhalo de luz a esteeco insomne. Suacorde llega a golpede moto y carrete-ra. Sonriente, de-senfadado de eti-quetas y dispuestoa dejarse la vidapor quien abra losojos de su alma.

Más aún, por aquellos que se encuentrenal borde de la cuneta…«El SARCU solo tiene sentido en la

medida en que seamos capaces de res-ponder a cada llamada con el mismoespíritu (y Espíritu) de Jesús», interpelael recién llegado, después del saludoamigo. Y, especialmente, «ser capacesde mirar al dolor humano del mismomodo que lo miraba y mira el Señor».Anoto cada una de estas palabras queme cuenta Pablo Genovés, quien se es-conde detrás de este credo, fraguadoen 33 sacerdotales años. Pablo pertenecea esa clase de personas que es lo quehace, no lo que dice que va a hacer. Loescriben sus manos cuidadas, aunquealgunas noches yacen tan doloridasque, al alba, les cuesta volver a alzar elvuelo. Sin embargo, siempre vuelven avolar. Es el coordinador del SARCU,esta iniciativa que germina en la carnepartida y la sangre derramada de quienllama y se revela como el Cuerpo y la

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José Luis Segovia, vicario de Pastoral Social e Innovación de la archidiócesis de Madrid.

Pablo Genovés, sacerdote y coordinador del SARCU.

Reportaje

Logotipo del SARCU.

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Sangre de Cristo. Genovés insiste enque no es solo un sistema organizadode presencia presbiteral: «Es, quiereser, encarnación del Espíritu que ungea Jesús —y a nosotros en Él— para sernoticia buena para los pobres en elcuerpo o en el alma o en ese momentoconcreto».

Ni una noche sin llamadas

Los dos han bordado y cosido ya de-masiados trajes a medio vestir. «A pesarde la dureza de las situaciones —muchasveces preparar el tránsito de personasmayores o no tanto—, es una fuente degracia y una gran satisfacción», destacaSegovia. El enriquecimiento ministerial,en el caso de los sacerdotes que participáisdel SARCU, debe descansar con muchapaz, inquiero. «Sin lugar a dudas, suponeun grandísimo enriquecimiento minis-terial», responde el primero, «ya queson noches intensas, de experienciasprofundas, en las que se palpa la impor-tancia que tiene cultivar la experienciade Dios y hacerla patente en los sacra-mentos, en el abrazo, en el acompaña-miento silencioso pero elocuente, en laoración compartida...». Pablo le mira yasiente, para expresar ambos, a una solavoz, que «uno se siente muy feliz de sercura».Les pregunto por el balance que hacen,

desde el 15 de mayo que lo pusieron enmarcha hasta el día de hoy, y Pablo tomala palabra para confesar que la cuestión,en sí, es complicada: «Y es que, desde elprincipio, como Iglesia tuvimos claroque el SARCU «triunfaba» (entiéndanselas comillas) por el mero hecho de exis-tir». Entonces, de entrada, el recuentoes positivo, le apunto. «Sí, desde el mo-mento en que está ahí y se ofrece gra-tuitamente como el Evangelio que nosmueve y que gratis hemos recibido».Evidencia que su éxito no depende detener más o menos llamadas o salidas,porque el éxito —como siempre en elEvangelio de Jesús— es el ser y el darse.Aunque la mayoría de las noches ha ha-bido llamadas, expongo a Genovés, que

apenas deja sitio a los silencios rotos…«Sí, llamadas que han requerido la pre-sencia física del cura para acompañarlos últimos momentos de una vida, opara atender alguna situación difícil yviolenta».

«La fe no es un parachoques al dolor»

«¿La vida duele?», indago enseguida,sin despejar mi mirada de las suyas.«Duele cuando se toma en serio», contestaPablo, «cuando se vive tal y como Diosentiende qué es vivir, la vida es plenitud,pero plenitud que aún tiene que nacerpara el Reino». José Luis, además, añadeque «la fe no es un parachoques frenteal dolor». Por tanto, entiendo que nodebe «vacunarnos» para ahorrarnossufrir por el dolor del otro… «Jesús so-llozó visiblemente» y «los creyentes nosufrimos menos, no estamos anestesiadosfrente al sufrimiento ajeno o propio».Sin embargo, en ese renacer para asumir

el dolor propio y ajeno, descubrimosque la fe sí permite taladrar el sinsentidoy barruntar que el inexplicable puzleque es la vida, en ocasiones, cobra unnuevo significado desde un Dios queunifica lo diverso, integra lo inexplicable,da sentido a lo aparentemente caóticoy, sobre todo, asegura que la última pa-labra sobre la existencia humana no latiene la enfermedad, el fracaso o lamuerte. «La resurrección de los muertos»,

esclarece Segovia, «no es una adormi-dera, sino la garantía de la victoria deun Dios amigo de la vida, que no per-mite que el último renglón lo firme lamuerte». Pero nada de eso nos evitapadecer el dolor. Es más, todo lo con-trario, ¿no? «Porque queremos vivir, yhacerlo en plenitud, no renunciamos allorar ni a dolernos por el sufrimientoajeno o a indignarnos por lo que tienede injusto o evitable».

Hasta hacerse plegariaeucarística

Cuando a un ser humano le inundael dolor, es ese dolor el que manda.Pablo se hace plegaria eucarística a lalumbre de ese amor que le habita tanadentro: «Quizá ese dolor no esté en lalista de lo que yo veo urgente. Pero elhecho es que ahí, al otro lado, hay unhombre o una mujer sufriendo. Y, porpura gracia, yo puedo ser, en ese mo-mento, el aceite del consuelo que esehermano necesita». Menudo compromisopara un cura, susurro en voz alta. «Yosiempre he entendido mi ser cura comoun encargo de la Iglesia para que reúnaa los muy distintos estados de vida y ca-rismas que el Espíritu suscita y reúneen cada comunidad, que tiene comocentro al que se pone en medio de no-sotros dándonos la paz, al mismo tiempoque nos muestra sus llagas». Desde esa forma de entender y vivir

su sacerdocio ministerial al servicio delsacerdocio de todo el Pueblo de Dios,responde que haya noches en que dejetodo preparado para una posible salida

El teléfono es el gran aliado del SARCU.

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y ponga al máximo el timbre de su telé-fono para que no se le escape una lla-mada… «Es una nueva forma de presidirla mesa de la vida y de la eucaristía», re-conoce.

«Ser cura en la eucaristía de la noche»

Y, de ahí, concibo que la noche delSARCU es más que sagrada. «Esa nocheme toca presidir una mesa cuya puertaqueda abierta a los cansados y agobia-dos», confirma Genovés, una mesa«en la que, presente toda la comunidaden espíritu, se sentará a ella alguienque necesita la Palabra que es y daVida, el Pan que es Cuerpo entregadopara que la vida sea abundante y notenga fin». Para mí, revela abandonadoal Cristo que teje su ministerio, «elSARCU es ser cura en la eucaristía dela noche y el dolor, en la carne partiday la sangre derramada de quien llamay que se me revela como el Cuerpo yla Sangre de Cristo que yo le daré sa-cramental o espiritualmente».

Y, en la intemperie, el abrazodel Crucificado

En los momentos de desesperación,la mirada se convierte en el gesto más

estremecedor del amor incondicionalde Dios. Es el silencio y el abrazo delCrucificado a los crucificados. Pabloenumera instantes de acompañamientodonde, de repente, se llega a un momentodonde ya no hay palabras que decir,donde ya no valen los consejos, dondelo que digas queda en el vacío. «En esosmomentos, solo cabe decir —no conpalabras, sino con la vida— estoy aquí;estoy aquí y no sé detener tu dolor, y nopuedo calmar tu llanto, y no hay formade arreglar tu situación. Pero estoy aquí.A tu lado». ¿De qué manera?, le cuestiono. «En

el silencio de una mano en el hombro,de un mirarte a los ojos y hacer quemis manos en tu hombro o en tu rostro

sean, una vez más en la historia, laapuesta hasta la muerte de todo unDios por ti, que confía al Abba su espí-ritu cuando ya no caben otras palabras.Yo, el cura, no sé qué decir o hacer».¿Y entonces?, vuelvo a indagar. «Hayalgo que sí sé: ser brazos abiertos delCrucificado a ti, que estás en la cruz deeste momento».

Una Iglesia que vela junto al que sufre

Quien también domina ese parpadeode lágrimas traspasadas es BienvenidoNieto, director del SARCU, delegadode Pastoral del Tráfico, diácono per-manente y policía. Todo, a la vez. Sinapenas descanso. «Desde la primerahasta última hora del día, Dios es elcentro, y lo encuentro en la oración yen el servicio», asegura, ataviado conuna generosidad que no conoce de ex-cusas ni de pretextos para ser fiel. Yaunque parece complicado compaginartodas estas labores, «trabajar para Él,no es cansado ni fatigado». Hablamosde Dios y del asfalto en los bolsillos, de

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Un sacerdote y un penitente en confesión.

Bienvenido Nieto, policia y director del SARCU,en el Senado.

Bienvenido Nieto, bautizando en una parroquiade Somosaguas, donde sirve como diácono.

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los puertos desiertos de agua y de lossueños rotos, y terminamos comple-tando todas nuestras frases con el nom-bre de Jesús. «La misión del SARCU escompletar la gran misión de la Iglesia:evangelizar». Hacerlo «acompañando,desde la fe y desde la cercanía, mos-trando el rostro del buen Dios en mo-mentos duros y de desesperanza», loque «provoca una sensación de calmapara hacer frente a la sed de Dios quetiene la sociedad». Así, palabra a palabra,reproduce la frase que pronunció Ig-nacio Fernández de Torres, consiliariode Hermandades del Trabajo y de Jus-ticia y Paz de Madrid, y primer sacerdoteque prestó servicio el 15 de mayo:«Cuando el dolor del ser humano nodescansa, la Iglesia tiene que velar». Entiendo que ser policía y, asimismo,

diácono, no debe resultar nada fácil.Y se lo hago saber… «En mi profesiónhe tenido que vivir situaciones trágicasy escenas dramáticas, acompañar a fa-miliares y amigos en accidentes de trá-fico que sufren el desgarrador dolorde perder a un ser querido…», mani-fiesta, «y te das cuenta que la ayudaque nosotros podemos prestar es in-suficiente». Por ello, continúa, «paraun policía, ser diácono es una gracia

que te sirve también en estas situacionespara acompañarles de una forma es-piritual —que, por cierto, rara vez esrechazada—». Y «no es complicado,es una auténtica bendición».

Entre cenagales y restos de cenizas

Si Dios ha elegido ser Dios despo-jándose de su rango y eligiendo ser elCrucificado, ¿cómo podría la Iglesiaseguir otro camino? Esa toma de pos-tura de Dios en Jesús es la buenanoticia que la Iglesia lleva en vasijasde barro, como hace con el SARCU. Yesta Iglesia no puede entenderse sinlos necesitados, porque no puede en-tenderse al Dios de Jesús sin los pobresy sin hacerse Él mismo uno de ellos.E intentando sobrevivir, entre cenagalesy restos de cenizas, el sufrimiento: «Esla experiencia humana más universal»,como hace resonar José Luis en lomás recóndito de su entraña. Y ahíanida Dios, «encarnado en nuestropellejo y rabiosamente solidario connuestras cuitas». ¡Y hasta muere, comonosotros!, pienso en mis adentros. Se-govia lo esculpe con menos miedo y

más denuedo que yo… «El Dios quese revela en Jesucristo tiene muchísimoque decir sobre el mal y el dolor; entreotras razones, porque fue víctima delos dos».¿Es, por tanto, la cruz el camino?,

pregunto a Pablo, que anda pensativomientras apura el último trago del café.«No la cruz como mortificaciones y pe-nitencias, sino la Cruz de Jesús, la deldar la vida gratis y sin medida, a cadamomento y en el momento final». Y ce-ñido a esa Cruz de ir perdiendo la vidaporque se regala a los otros, como se re-parte un pan o como se va vaciandouna copa de mano en mano, voy escri-biendo los últimos latidos de este serviciode humanidad sacerdotal.

Cuerpo a cuerpo con Dios

Un servicio para todos, «sean majoso no, amables o antipáticos, capaces dereconocer a Jesús en cuyo nombre se lesacompaña o no», apunta Pablo, mientrasmira atento a un rincón de la calle,como si alguna sombra entre cartonesestuviese pronunciando su nombre.«Quienes nos llaman, están perdiendola vida. Punto. Y porque la están per-diendo, el Padre les pone los primerosde la lista de su amor y envía sus criadospor los caminos para que les traigan albanquete de bodas». Y, además, por en-cima de cualquier circunstancia… «Porsupuesto. Más allá de cómo quiera res-ponder cada uno de ellos, de su caráctery de la persecución que puedan lanzarquienes pisan con la bota manchada desangre a quienes se pongan —como elSeñor— a favor de quienes son pisa-dos».Cuerpo a cuerpo con Dios, hasta ver

curadas las heridas: las del Evangelio,las que cicatrizan tantas manos ungidasen la Sangre de Cristo. Y son, cada unade esas llagas sacerdotales, hechas heridasdel Señor, las que curan a cada uno delos hermanos que llaman a la puerta desu corazón. n

Carlos González García

1377 217 de octubre de 2017 3.904

El Buen Samaritano. Mosaico del jesuita Ivan Rupnik.

Jesús sana a los enfermos. Mosaico, también, de Rupnik.

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