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San Juan de los Lagos, Jal. Extraordinario Nº 388

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San Juan de los Lagos, Jal. Extraordinario Nº 388

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Centro Diocesano de Pastoral

Morelos 34. A. P. 21Tel. (395) 785-0020 Fax. (395) 785-0171

Correo-E: [email protected]: [email protected]

47000 San Juan de los Lagos, Jal.

Responsable:

Tribunal Eclesiástico

Diócesis de San Juan de los Lagos.

SUMARIO:

Introducción ...................................................................................................... 1

TEMAS:

I: Normas Comunes para todos los Sacramentos ...................................... 2

II: El Sacramento del Bautismo .................................................................... 4

III: El Sacramento de la Confirmación ........................................................ 16

IV: El Sacramento de la Eucaristía .............................................................. 23

V: El Sacramento de la Penitencia ............................................................. 34

VI: El Sacramento de la Unción de los Enfermos ...................................... 48

VII: El Sacramento del Matrimonio .............................................................. 56

VIII: El Sacramento del Orden ....................................................................... 68

IX: Los lugares en la Misión de Santificar de la Iglesia ............................ 76

Los sacramentos, como «fuerzas que brotan» del Cuerpo de Cristo siempre vivoy vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que esla Iglesia, son «las obras maestras de Dios» en la nueva y eterna Alianza.

CEC, 1992

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MAGISTERIO Y SACRAMENTOS

Introducción

Hermanos Sacerdotes y Fieles CristianosLaicos, los saludo afectuosamente en esteaño 2014 que empieza, don-de nuestros proyectos e ilu-siones renovados serviránde medio para hacer pre-sente la gracia de Dios en lavida pastoral-sacramentalde nuestra Diócesis.

Pongo en sus manos un«Instrumento de trabajo»,que ha sido el resultado deuna labor realizada por unequipo interdisciplinar, elcual presido, y que recogela reflexión sacramentaldesde el nacimiento nues-tra Diócesis; el presente tra-bajo se ha ido desarrollan-do durante dos años, mis-mo que surge de mi grandeseo de tener una Norma-tiva diocesana sobre los sa-cramentos.

Primeramente, hemos partido de la praxisy criterios que existían en la Diócesis y enalgunos decanatos; en un segundo momentohemos elaborado y trabajado en equipointerdisciplinar el «Instrumentum Laboris»;en un tercer momento se contactó a sacerdo-tes en relación a cada uno de los Sacramen-tos, así como Tiempos y espacios sagrados,para que ofrecieran textos del Magisterioque ayuden a profundizar la doctrina sobrela Normativa diocesana propuesta.

Con el estudio de las «Normas diocesanaspara la administración de los Sacramen-tos» y el folleto de textos del «Magisteriopropuestos para la profundización de las

Normas», quiero promover nuestra actua-lización como sacerdotes y por eso les invi-

to a realizar un estudio personalresponsable, para que las aporta-ciones en los decanatos puedanestar fundamentadas; me gusta-ría también que lo estudiaran al-gunos laicos que estáninvolucrados en la preparación yadministración de los sacramen-tos (notarios/as parroquiales, mi-nistros extraordinarios de la co-munión, sacristanes, equipos depre-sacramentales, equipos de li-turgia, consejos parroquiales depastoral, etc.).

Los exhorto a tener espíritu dearmonía diocesana al hacer esteestudio- profundización, dondeno se trata de discutir y polemi-zar la praxis existente, sino que,con madurez, busquemos profun-dizar en la doctrina del Magiste-rio, concretada en la Normativa

en estudio; para que, en la preparación y enla celebración de los sacramentos, logre-mos tener un sentido de comunión diocesanaen sintonía con la Iglesia Universal.

Encomiendo a Dios este estudio y pido laluz del Espíritu Santo, para que nuestraDiócesis pueda tener vida, y vida en abun-dancia a través de la unificación de la pre-paración y celebración de los Sacramentos.

Dios bendiga nuestro trabajo.

+ Felipe SALAZAR VILLAGRANAObispo de San Juan de los Lagos.

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1. En el Catecismode la Iglesia Católica(CEC, 1992):

1116 Los sacramentos, como «fuer-zas que brotan» del Cuerpo deCristo (cf Lc 5,17; 6,19; 8,46)siempre vivo y vivificante, y comoacciones del Espíritu Santo queactúa en su Cuerpo que es la Igle-sia, son «las obras maestras deDios» en la nueva y eterna Alian-za.

1117 Por el Espíritu que la conduce«a la verdad completa» (Jn 16,13),la Iglesia reconoció poco a pocoeste tesoro recibido de Cristo yprecisó su «dispensación», tal como lo hizo con elcanon de las Sagradas Escrituras y con la doctrinade la fe, como fiel dispensadora de los misteriosde Dios (cf Mt 13,52; 1Co 4,1). Así, la Iglesia haprecisado a lo largo de los siglos, que, entre suscelebraciones litúrgicas, hay siete que son, en elsentido propio del término, sacramentos institui-dos por el Señor.

1118 Los sacramentos son «de la Iglesia» en eldoble sentido de que existen «por ella» y «paraella». Existen «por la Iglesia» porque ella es elsacramento de la acción de Cristo que actúa enella gracias a la misión del Espíritu Santo. Yexisten «para la Iglesia», porque ellos son «sacra-mentos... que constituyen la Iglesia» (San Agustín,De civitate Dei 22, 17; Santo Tomás de Aquino,Summa theologiae 3, q.64, a. 2 ad 3), ya quemanifiestan y comunican a los hombres, sobretodo en la Eucaristía, el misterio de la Comunióndel Dios Amor, uno en tres Personas.

1119 Formando con Cristo-Cabeza «como una úni-ca [...] persona mística» (Pío XII, enc. MysticiCorporis), la Iglesia actúa en los sacramentos

como «comunidad sacerdotal»«orgánicamente estructurada»(LG 11): gracias al Bautismo y laConfirmación, el pueblo sacerdo-tal se hace apto para celebrar laliturgia; por otra parte, algunosfieles «que han recibido el sacra-mento del Orden están instituidosen nombre de Cristo para ser lospastores de la Iglesia con la pala-bra y la gracia de Dios» (LG 11).1123 «Los sacramentos están or-denados a la santificación de loshombres, a la edificación del Cuer-po de Cristo y, en definitiva, a darculto a Dios, pero, como signos,también tienen un fin instructivo.

No sólo suponen la fe, también la fortalecen, laalimentan y la expresan con palabras y acciones;por se llaman sacramentos de la fe» (SC n. 59).

1124 La fe de la Iglesia es anterior a la fe del fiel, elcual es invitado a adherirse a ella. Cuando laIglesia celebra los sacramentos confiesa la ferecibida de los apóstoles, de ahí el antiguo adagio:Lex orandi, lex credendi (o: Legem credendi lexstatuat supplicandi). «La ley de la oración deter-mine la ley de la fe» (Indiculus, c. 8: DS 246),según Próspero de Aquitania, (siglo V). La ley dela oración es la ley de la fe. La Iglesia cree comoora. La liturgia es un elemento constitutivo de laTradición santa y viva (cf DV 8).

1129 La Iglesia afirma que para los creyentes lossacramentos de la Nueva Alianza son necesariospara la salvación (cf Concilio de Trento: DS1604). La «gracia sacramental» es la gracia delEspíritu Santo dada por Cristo y propia de cadasacramento. El Espíritu cura y transforma a losque lo reciben conformándolos con el Hijo deDios. El fruto de la vida sacramental consiste en

TEMA I: Normas Comunespara todos los Sacramentos

Equipo de las normas y Padre Francisco Escobar

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MAGISTERIO Y SACRAMENTOS

que el Espíritu de adopción deifica (cf 2P 1,4) alos fieles uniéndolos vitalmente al Hijo único, elSalvador.

2. En el Directorio Catequístico General(1971):

55. El misterio de Cristo se continúa en la Iglesiaque goza siempre de su presencia y le sirve,mediante los signos instituidos por el mismoCristo para significar y conferir la gracia, y sellaman propiamente sacramentos (Trento, Decre-to de sacramentos: DS. n. 1601).

Pero la misma Iglesia, por cuanto no es sólo elpueblo de Dios, sino que es también en Cristo«como signo e instrumento de la unión íntima conDios y de la unidad de todo el género humano»(LG. n. 1), debe considerarse en cierto modocomo el sacramento primordial.

Los sacramentos son las acciones principales yfundamentales por las cuales Jesucristo da conti-nuamente a los fieles su Espíritu, haciendo deellos el pueblo santo, que en El y con El, se ofreceen oblación, acepta al Padre.

Los sacramentos, es claro, deben tenerse como losbienes inestimables de la Iglesia que tiene elpoder de administrarlos, pero deben referirse siem-pre a Cristo de quien derivan su eficacia… (Trento,Doctrina del sacrificio de la Misa: DS n. 1743). Laacción sacramental es en primer lugar acción deCristo, de quien los ministros de la Iglesia soncomo instrumentos.

56. Cuidado de la catequesis es proponer los sacra-mentos según su naturaleza integral.

Lo primero, hay que proponerlo como sacramentosde la fe. Ellos de por sí expresan la voluntad eficazde Cristo Salvador, y los hombres por su partedeben manifestar su sincera voluntad de respon-der al amor y misericordia de Dios. Por eso lacatequesis debe procurar, como disposición, ex-citar la sinceridad y la generosidad para la másdigna recepción de los sacramentos.

En segundo lugar los sacramentos hay que presen-tarlos según la naturaleza y fin de cada uno, nosólo como remedios del pecado y sus consecuen-cias, sino, y principalmente, como fuentes de

gracia en los individuos y en las comunidades; detal suerte que toda dispensación de la gracia en lavida de los fieles diga relación a la economíasacramental.

3. En el Código de Derecho Canónico(1983)

«En la celebración de los Sacramentos debe obser-varse fielmente los libros litúrgicos aprobadospor la autoridad competente; por consiguientesnadie añada, suprima o cambie nada por propiainiciativa» (c. 846, §1).

«Fuera de las ofrendas determinadas por la autori-dad competente, el ministro no debe pedir nadapor la administración de los sacramentos, y ha deprocurar siempre que los necesitados no quedenprivados de la ayuda de los sacramentos por razónde su pobreza» (c.848)1

4. Apostolorum Succesores (2004):150. «El Obispo debe regular la disciplina de los

sacramentos según las normas establecidas por lacompetente autoridad de la Iglesia, y preocuparsea fin de que todos los fieles puedan recibirlosabundantemente (LG n. 37). Dedíquese en parti-cular a instruir a los fieles, para que comprendanel significado de cada sacramento y lo vivan entodo su valor personal y comunitario».

5. En el Concilio Vaticano II (1963, 1964):«Los sacramentos están ordenados a la santifica-

ción de los hombres, a la edificación del Cuerpode Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero,en cuanto signos, también tienen un fin pedagógi-co. No sólo suponen la fe, sino que, a la vez, laalimentan, la robustecen y la expresan por mediode palabras y de cosas; por esto se llaman sacra-mentos de la «fe». Confieren ciertamente la gra-cia, pero también su celebración prepara perfec-tamente a los fieles para recibir fructuosamente lamisma gracia, rendir el culto a dios y practicar lacaridad. Por consiguiente, es de suma importan-cia que los fieles comprendan fácilmente lossignos sacramentales y reciban con la mayorfrecuencia posible aquellos sacramentos que hansido instituidos para alimentar la vida cristiana»(SC n. 59).

1.- De esta doctrina se desprende la figura del «estipendio», que hace referencia solo a la Eucaristía, lo cual se trata en los cc. 945-958,los cuales se pueden estudiar, ya que canónicamente es distinta la ofrenda y el estipendio, creando este último un vínculo de derecho-obligación, lo cual no sucede en la primera figura.

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MAGISTERIO Y SACRAMENTOS

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0.- Introducción sobreel Sacramento del Bautismo (CEC)

1212 Mediante los sacramentos de la iniciacióncristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Euca-ristía, se ponen los fundamentos de toda vidacristiana. «La participación en la naturaleza divinaque los hombres reciben como don mediante lagracia de Cristo, tiene cierta analogía con el ori-gen, el crecimiento y el sustento de la vida natural.En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo sefortalecen con el sacramento de la Confirmación yfinalmente, son alimentados en la Eucaristía con elmanjar de la vida eterna, y, así por medio de estossacramentos de la iniciación cristiana, recibencada vez con más abundancia los tesoros de la vidadivina y avanzan hacia la perfección de la caridad»(Pablo VI, Const. apost. «Divinae consortiumnaturae»; cf OICA, praen. 1-2).

1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda lavida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu(«vitae spiritualis ianua») y la puerta que abre elacceso a los otros sacramentos. Por el Bautismosomos liberados del pecado y regenerados comohijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristoy somos incorporados a la Iglesia y hechos partíci-pes de su misión (cf Cc. de Florencia: DS 1314;CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): «Baptismusest sacramentum regenerationis per aquam in ver-bo» («El bautismo es el sacramento del nuevonacimiento por el agua y la palabra», Cath. R. 2,2,5).

1214 Este sacramento recibe el nombre de Bautismoen razón del carácter del rito central mediante elque se celebra: bautizar (baptizein en griego) sig-nifica «sumergir», «introducir dentro del agua»; la«inmersión» en el agua simboliza el acto de sepul-

tar al catecúmeno en la muerte de Cristo de dondesale por la resurrección con El (cf Rm 6,3-4; Col2,12) como «nueva criatura» (2 Co 5,17; Ga 6,15).

1215. Este sacramento es llamado también «baño deregeneración y de renovación del Espíritu Santo»(Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimientodel agua y del Espíritu sin el cual «nadie puedeentrar en el Reino de Dios» (Jn 3,5).

1216 «Este baño es llamado iluminación porquequienes reciben esta enseñanza (catequética) suespíritu es iluminado...» (S. Justino, Apol. 1,61,12).Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, «la luzverdadera que ilumina a todo hombre» (Jn 1,9), elbautizado, «tras haber sido iluminado» (Hb 10,32),se convierte en «hijo de la luz» (1 Ts 5,5), y en«luz» él mismo (Ef 5,8):

El Bautismo es el más bello y magnífico de los donesde Dios...lo llamamos don, gracia, unción, ilumi-nación, vestidura de incorruptibilidad, baño deregeneración, sello y todo lo más precioso que hay.Don, porque es conferido a los que no aportannada; gracia, porque, es dado incluso a culpables;bautismo, porque el pecado es sepultado en elagua; unción, porque es sagrado y real (tales sonlos que son ungidos); iluminación, porque es luzresplandeciente; vestidura, porque cubre nuestravergüenza; baño, porque lava; sello, porque nosguarda y es el signo de la soberanía de Dios (S.Gregorio Nacianceno, Or. 40,3-4).

«El Bautismo conmemora y actualiza el MisterioPascual, haciendo pasar a los hombres de la muertedel pecado a la vida. Por tanto, en su celebracióndebe brillar la alegría de la resurrección» (RICAIntroducción general, 6).

Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizadoes configurado con Cristo (cf Rm 8,29). El Bautis-

TEMA II: El Sacramentodel Bautismo

Padres Antonio Ramírezy Juan Martín González Dávalos2

2.- Del material aportado por los peritos lo que se repita lo omitiremos, porque consideramos que con esto se facilitará el estudio, dejamosla primera propuesta del primer material. Por otro lado nos proponemos seguir el esquema que viene en el «instrumentum laboris»,aunque en algunos temas sólo ponemos una nota donde se indica a qué tema se refiere.

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MAGISTERIO Y SACRAMENTOS

mo imprime en el cristiano un sello espiritualindeleble (character) de su pertenencia a Cristo.Este sello no es borrado por ningún pecado, aun-que el pecado impida al Bautismo dar frutos desalvación (cf. DS 1609-1619). Dado una vez portodas, el Bautismo no puede ser reiterado (CEC1272).

Título I: De la celebración del bautismo.I.1. La celebración del bautismo en Catecismo de la

Iglesia Católica (CEC).1229 Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser

cristiano se sigue un camino y una iniciación queconsta de varias etapas. Este camino puede serrecorrido rápida o lentamente. Y comprende siem-pre algunos elementos esenciales: el anuncio de laPalabra, la acogida del Evangelio que lleva a laconversión, la profesión de fe, el Bautismo, laefusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunióneucarística.

1230 Esta iniciación ha variado mucho a lo largo delos siglos y según las circunstancias. En los prime-ros siglos de la Iglesia, la iniciación cristianaconoció un gran desarrollo, con un largo periodode catecumenado, y una serie de ritos preparato-rios que jalonaban litúrgicamente el camino de lapreparación catecumenal y que desembocaban enla celebración de los sacramentos de la iniciacióncristiana.

1231 Desde que el bautismo de los niños vino a serla forma habitual de celebración de este sacramen-to, ésta se ha convertido en un acto único queintegra de manera muy abreviada las etapas pre-vias a la iniciación cristiana. Por su naturalezamisma, el Bautismo de niños exige uncatecumenado postbautismal. No se trata sólo de lanecesidad de una instrucción posterior al Bautis-mo, sino del desarrollo necesario de la graciabautismal en el crecimiento de la persona. Es elmomento propio de la catequesis.

1232 El Concilio Vaticano II ha restaurado para laIglesia latina, «el catecumenado de adultos, dividi-do en diversos grados» (SC 64). Sus ritos seencuentran en el Ordo initiationis christianaeadultorum (1972). Por otra parte, el Concilio hapermitido que «en tierras de misión, además de loselementos de iniciación contenidos en la tradicióncristiana, pueden admitirse también aquellos quese encuentran en uso en cada pueblo siempre que

puedan acomodarse al rito cristiano» (SC 65; cf.SC 37-40).

1233 Hoy en todos los ritos latinos y orientales lainiciación cristiana de adultos comienza con suentrada en el catecumenado, para alcanzar su pun-to culminante en una sola celebración de los tressacramentos del Bautismo, de la Confirmación yde la Eucaristía (cf. AG 14; CIC can.851.865.866).En los ritos orientales la iniciación cristiana de losniños comienza con el Bautismo, seguido inme-diatamente por la Confirmación y la Eucaristía,mientras que en el rito romano se continúa duranteunos años de catequesis, para acabar más tarde conla Confirmación y la Eucaristía, cima de su inicia-ción cristiana (cf. CIC can.851, 2º; 868).

1247 En los orígenes de la Iglesia, cuando el anunciodel evangelio está aún en sus primeros tiempos, elBautismo de adultos es la práctica más común. Elcatecumenado (preparación para el Bautismo)ocupa entonces un lugar importante. Iniciación a lafe y a la vida cristiana, el catecumenado debedisponer a recibir el don de Dios en el Bautismo, laConfirmación y la Eucaristía.

1248 El catecumenado, o formación de loscatecúmenos, tiene por finalidad permitir a estosúltimos, en respuesta a la iniciativa divina y enunión con una comunidad eclesial, llevar a madu-rez su conversión y su fe. Se trata de una «forma-ción y noviciado debidamente prolongado de lavida cristiana, en que los discípulos se unen conCristo, su Maestro. Por lo tanto, hay que iniciaradecuadamente a los catecúmenos en el misteriode la salvación, en la práctica de las costumbresevangélicas y en los ritos sagrados que debencelebrarse en los tiempos sucesivos, e introducir-los en la vida de fe, la liturgia y la caridad delPueblo de Dios» (AG 14; cf OICA 19 y 98).

1249 Los catecúmenos «están ya unidos a la Iglesia,pertenecen ya a la casa de Cristo y muchas vecesllevan ya una vida de fe, esperanza y caridad» (AG14). «La madre Iglesia los abraza ya con amortomándolos a sus cargo» (LG 14; CIC can. 206;788,3)

1250 Puesto que nacen con una naturaleza humanacaída y manchada por el pecado original, los niñosnecesitan también el nuevo nacimiento en el Bau-tismo (cf DS 1514) para ser librados del poder delas tinieblas y ser trasladados al dominio de lalibertad de los hijos de Dios (cf Col 1,12-14), a la

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que todos los hombres están llamados. La puragratuidad de la gracia de la salvación se manifiestaparticularmente en el bautismo de niños. Por tanto,la Iglesia y los padres privarían al niño de la graciainestimable de ser hijo de Dios si no le administra-ran el Bautismo poco después de su nacimiento(CIC can. 867; CCEO, can. 681; 686,1).

1251 Los padres cristianos deben reconocer que estapráctica corresponde también a su misión de ali-mentar la vida que Dios les ha confiado (cf LG 11;41; GS 48; CIC can. 868).

1252 La práctica de bautizar a los niños pequeños esuna tradición inmemorial de la Iglesia. Está ates-tiguada explícitamente desde el siglo II. Sin em-bargo, es muy posible que, desde el comienzo de lapredicación apostólica, cuando «casas» enterasrecibieron el Bautismo (cf. Hch 16,15.33; 18,8; 1Co 1,16), se haya bautizado también a los niños (cf.CDF, instr. «Pastoralis actio»: AAS 72 [1980]1137-56)3.

I.2. La celebración del bautismo en el ritual para elBautismo de los niños (Observaciones previas).

4. El Pueblo de Dios, es decir, la Iglesia, representa-da por la comunidad local, tiene una participaciónde gran importancia en el Bautismo de los niños,como la tiene también en el Bautismo de losadultos. Porque el niño tiene derecho al amor y alauxilio de la comunidad, antes y después de lacelebración de este sacramento. Y, en el mismorito, además de lo señalado en el número 7 de laIntroducción a la Iniciación Cristiana, la comuni-dad ejerce su función, después de la profesión de fede los padres y padrinos, manifestando su asenti-miento junto con el celebrante. Así se demuestraclaramente que la fe en la que son bautizados losniños no es únicamente patrimonio de la solafamilia, sino de toda la Iglesia de Cristo.

5. En el Bautismo de los niños, el ministerio yfunción de los padres tienen mayor importanciaque el ministerio y función de los padrinos, por elmismo orden natural.

1) Antes de la celebración de este sacramento, im-porta mucho que los padres, llevados por su propiafe y ayudados por amigos y otros miembros de lacomunidad, se preparen para una celebración cons-ciente, valiéndose de medios oportunos, como

libros, folletos, catecismos destinados a la familia.El párroco procure visitarlos, personalmente o pormedio de otras personas; trate también de hacerreuniones de varios padres y madres, a fin deprepararlos, con exhortaciones pastorales y con laoración común, para la celebración próxima.

2) Tiene suma importancia que los padres del niñoparticipen en la celebración en que su hijo renacerápor el agua y por el Espíritu Santo.

3) Los padres del niño intervienen en la celebracióndel Bautismo con una participación que les espropia: además de atender a las exhortaciones queel celebrante les dirige y de participar en la oracióncon toda la asamblea de los fieles, ejercen unverdadero ministerio en las partes siguientes: a)Piden públicamente que el niño sea bautizado; b)lo signan en la frente, después del celebrante; c)pronuncian la renuncia al dominio y la profesiónde fe; d) llevan al niño hacia la fuente bautismal (enprimer lugar, la madre); e) tienen en la mano elcirio encendido; f) son bendecidos con fórmulasdestinadas especialmente a las madres y a lospadres de los bautizados.

4) Si alguno de los padres no quiere, tal vez, hacer laprofesión de fe, por ejemplo, porque no es católico,puede guardar silencio; se le pide solamente que,habiendo solicitado el Bautismo del niño, proveapara que éste sea educado en la fe bautismal, o que,por lo menos, lo permita.

5) Después de conferido el Bautismo, los padres,agradecidos a Dios y fieles al encargo recibido,tienen que guiar al niño para que vaya conociendoa Dios, de quien ha sido hecho hijo de adopción, ydeben prepararlo para que reciba la Confirmacióny para que participe en la Sagrada Eucaristía;nuevamente, serán ayudados por el párroco en esteoficio, con los medios adecuados.

8. Respecto al tiempo para conferir el Bautismo,téngase presente, primeramente, la salvación delniño, para no privarlo del beneficio de este sacra-mento; luego, la salud de la madre, para que ellatambién pueda participar, en cuanto sea posible;finalmente, atendido el bien del niño, que es másimportante, téngase también presente la necesidadpastoral es decir, el lapso de tiempo suficiente parala preparación de los padres y el ordenamiento

3.- Para ampliar la información sobre la Iniciación cristiana, véase: los Prenotandos del Sacramento del Bautismonn. 1-6; DA 153, 184 y 288.

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razonable de la celebración, de modo que se ma-nifieste la índole del rito como conviene.

Por lo tanto:1) Si el niño se encuentra en peligro de muerte, sea

bautizado sin demora, lo cual se hace lícitamenteaun contra la voluntad de sus padres, aunque setrate de un niño de padres no católicos. En estecaso el Bautismo se administra del modo que seindica en los números 16 1-168 del Ritual.

2) En los otros casos, los padres, o al menos uno delos dos, o quienes legítimamente hacen sus veces,han de dar su consentimiento al Bautismo. Parapreparar adecuadamente la celebración del sacra-mento, pongan, cuanto antes, en conocimiento delpárroco el futuro Bautismo, incluso antes delnacimiento del niño.

3) La celebración del Bautismo hágase dentro de lasprimeras semanas después del nacimiento delniño. Si no existe en absoluto esperanza fundadade que el niño va a ser educado en la religióncatólica, debe diferirse el Bautismo, según lasdisposiciones del derecho particular, haciendosaber la razón a sus padres.

4) Teniendo en cuenta las disposiciones de la Con-ferencia Episcopal, corresponde al párroco fijar eltiempo en que van a ser bautizados los niñoscuando no se dan las condiciones de las que antes(Cfr. los apartados 2 y 3) se ha hablado.

9. Para manifestar con claridad la índole pascual delBautismo, se recomienda celebrarlo en la Vigiliapascual, o bien en domingo, que es el día en que laIglesia conmemora la resurrección del Señor. Endomingo, el Bautismo puede celebrarse tambiéndentro de la Misa, para que toda la comunidadpueda participar en el rito y la relación entre elBautismo y la Sagrada Eucaristía aparezca másclaramente: sin embargo, no se haga esto conmucha frecuencia. Las normas para celebrar elBautismo en la Vigilia pascual o en la Misa domi-nical serán indicadas más adelante (núms. 28-29).

10. El Bautismo se celebrará, de ordinario, en laiglesia parroquial, la cual debe tener fuente bautis-mal: de este modo, se verá con claridad que elBautismo es sacramento de la fe de la Iglesia y dela incorporación al Pueblo de Dios.

11. Sin embargo, oído el párroco del lugar, el Ordi-nario del lugar puede permitir o mandar que hayafuente bautismal también en otra iglesia u orato-

rio, dentro de los límites de la misma parroquia. Deordinario, corresponde también al párroco cele-brar el Bautismo en esos lugares.

Cuando, por la lejanía u otras circunstancias, el queha de ser bautizado no puede ir o ser llevado singrave inconveniente, puede y debe conferirse elBautismo en otra iglesia u oratorio más cercanos oen otro lugar decente, respetando lo dispuestorespecto al tiempo y estructura de la celebración(Cfr. núm. 8-9 y 15-22).

12. Fuera del caso de necesidad, no debe adminis-trarse el Bautismo en casas particulares, a no serque el Ordinario del lugar lo hubiera permitido porcausa grave.

13. Si el Obispo no ha establecido otra cosa (Cfr.núm. 11), no se celebre el Bautismo en los hospi-tales o clínicas, sino en caso de necesidad o cuandolo exija otra razón pastoral. Sin embargo, téngasesiempre cuidado de que se dé aviso al párroco y deque haya antes la preparación oportuna de lospadres.

14. Conviene que los niños sean llevados a un lugarseparado, mientras se celebra la liturgia de lapalabra. Sin embargo, hay que procurar que lasmadres y las madrinas asistan a la liturgia de lapalabra; por lo cual, los niños han de ser atendidospor otras personas.

15. El celebrante desarrollará el rito íntegro delBautismo, como se describe aquí, ya se trate de unsolo niño, ya de varios, ya de un gran número deellos, siempre que no haya peligro de muerte.

16. El rito comienza con la acogida de los niños, enla cual se manifiestan la voluntad de los padres y delos padrinos, y el propósito de la Iglesia de celebrarel sacramento del Bautismo, voluntad y propósitoque los padres y el celebrante expresan con lasignación de los niños en la frente.

17. La liturgia de la palabra de Dios, antes de laacción del misterio, tiene por finalidad avivar la fede los padres, de los padrinos y de todos lospresentes, e implorar a Dios el fruto del sacramen-to mediante la oración común. Esta celebración dela palabra de Dios consta de una o varias lecturasde la Sagrada Escritura, de la homilía, que puedeacompañarse de un momento de silencio, y de laoración de los fieles, que se concluye con unaoración redactada a modo de exorcismo; esta ora-ción introduce la unción prebautismal con el óleode los catecúmenos o la imposición de la mano.

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18. La liturgia del sacramento se desarrolla así:1) Preparación próxima, que consta de los siguientes

elementos: a) oración solemne del celebrante, elcual, invocando a Dios y recordando su designio desalvación, bendice el agua del Bautismo o conme-mora su bendición; b) renuncia al demonio y profe-sión de fe de los padres y padrinos, a la que sigue elasentimiento del celebrante y de la comunidad; c)última interrogación a los padres y padrinos.

2) Sigue la ablución con el agua y la invocación dela Santísima Trinidad. La ablución puede hacersepor inmersión o por infusión, según las costumbresde los diversos lugares.

3) El rito se completa con la unción con el santocrisma, por la cual se significa el sacerdocio regiodel bautizado y su incorporación en la comunidaddel Pueblo de Dios, y, después, con la imposiciónde la vestidura blanca, la entrega del cirio encen-dido y, si parece oportuno, con el rito effetá, que sepropone en forma opcional.

19. Para prefigurar la futura participación en laEucaristía, después de una exhortación del cele-brante, todos recitan, ante el altar, la oración domi-nical, con la cual los hijos de Dios oran a su Padreque está en el cielo. Finalmente, para que abundeen todos, la gracia de Dios, las madres, los padresy todos los presentes reciben la bendición delcelebrante.

20. En la celebración breve, para uso de los catequis-tas (Cfr. Concilio Vaticano II, ConstituciónSacrosanctum Concilium, sobre la sagrada litur-gia, núm. 68), en ausencia del ministro ordinario,se hace el rito de acogida de los niños, la celebra-ción de la palabra de Dios o una exhortación delministro y la oración de los fieles. Ante la fuentebautismal, el ministro pronuncia una oración, parainvocar a Dios y recordar la historia de la salvaciónen lo referente al Bautismo. Después de la ablu-ción bautismal, se omite la unción con el santocrisma, pero se dice la fórmula, convenientementeadaptada, y todo el rito concluye en la formaordinaria. Se omiten, pues, la oración en forma deexorcismo, la unción prebautismal con el óleo delos catecúmenos, la unción con el santo crisma y elrito effetá.

21, Otra celebración más breve, que se usará, enausencia del ministro ordinario, para bautizar a unniño que se encuentra en peligro de muerte, pre-senta dos formas distintas:

1) En el artículo de la muerte, es decir, cuando elpeligro de muerte es inminente y el tiempo urge, elministro (Cfr. Observaciones generales de la Ini-ciación Cristiana, núm. 16).

28 derrama el agua sobre la cabeza del niño, mien-tras dice la fórmula del Bautismo (Cfr. ibid, núm.23); se omite todo lo demás. El ministro usa aguanatural, aunque no esté bendecida.

2) En cambio, si se juzga prudentemente que haytiempo suficiente, reunidos algunos fieles, cuandohay entre ellos alguno que pueda dirigir una breveoración, se usa el rito siguiente: después de unaexhortación del que dirige, sigue una breve ora-ción de los fieles, la profesión de fe de los padreso de un padrino, o de todos los presentes, y lainfusión con el agua, con la fórmula del Bautismo.Pero cuando las personas presentes carecen deinstrucción religiosa, el fiel que dirige recita en vozalta el símbolo de la fe y bautiza al niño seguida-mente, tal como se ha indicado en el caso delpeligro inminente de muerte.

22. Cuando urge bautizar a un niño en peligro demuerte, también los sacerdotes y los diáconos, porla necesidad del momento, pueden emplear el ritomás breve descrito anteriormente. El párroco, o elsacerdote con facultad para ello, no omita conferirla Confirmación después del Bautismo, si tiene amano el santo crisma y hay tiempo para conferirla,suprimiendo, en este caso, la unción postbautismalcon el santo crisma.

27. En las reuniones en las que se prepara a los padrespara el Bautismo de los niños, es de mucha impor-tancia que las instrucciones se acompañen de ora-ciones y ritos. Para esto, serán de gran utilidad losdiversos elementos que se proponen en el Ritualdel Bautismo para la liturgia de la palabra.

28. Cuando el Bautismo de los niños se confieredentro de la Vigilia pascual, la celebración sedesarrolla en la forma siguiente:

1) Antes de la celebración de la Vigilia, a la hora yen el lugar que sea conveniente, se hace el rito deacogida de los niños, terminado el cual se suprime,si parece oportuno, la liturgia de la palabra, se dicela oración de exorcismo y se hace la imposición dela mano o la unción prebautismal con el óleo de loscatecúmenos.

2) La liturgia del sacramento tiene lugar después dela bendición del agua, como se indica en las rúbri-cas de la Vigilia pascual.

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3) Omitida la entrega del cirio encendido y toda laconclusión del rito, sigue el desarrollo de la Vigiliapascual con la renovación de la profesión de fe dela comunidad, etc.

29. Cuando el Bautismo de los niños se confieredentro de la Misa dominical, se dice la Misa del díao, en los domingos del tiempo de Navidad y deltiempo Ordinario, la Misa para el Bautismo; lacelebración se desarrolla en la forma siguiente:

1) El rito de acogida de los niños se hace al comenzarla Misa, por lo cual se omiten en ésta el saludo y elacto penitencial.

2) En la liturgia de la palabra: a) se proclaman laslecturas correspondientes al domingo, pero en losdomingos del tiempo de Navidad del tiempo Ordi-nario, pueden proclamarse las lecturas propuestasen el Leccionario para la celebración del Bautismode los niños; cuando se prohíbe celebrar la Misapara el Bautismo, una de las lecturas puede, sinembargo, tomarse del mencionado Leccionario,teniendo en cuenta el bien pastoral de los fieles yla índole del día litúrgico; b) la homilía se hacesobre el texto sagrado, teniendo en cuenta la cele-bración del Bautismo; e) no se recita el símbolo,puesto que toda la comunidad hace la profesión defe antes del Bautismo; d) la oración de los fieles seelige entre las propuestas en la celebración delBautismo de los niños, pero al final, antes de lasinvocaciones a los santos se añaden las súplicaspor la Iglesia y por las necesidades del mundo; seconcluye con la oración de exorcismo y la unciónprebautismal o la imposición de la mano.

3) Sigue la celebración del Bautismo, con los demásritos previstos en el Ritual.

4) Después, continúa la Misa en la forma acostum-brada, a partir del ofertorio.

5) Para dar la bendición final, el sacerdote puedevalerse de una de las fórmulas propuestas en lacelebración del Bautismo de los niños.

30. Cuando el Bautismo de los niños se confieredentro de la Misa ferial, la celebración se desarro-lla como se ha indicado para el domingo, pero enla liturgia de la palabra las lecturas se puedentomar siempre del Leccionario para la celebracióndel Bautismo de los niños.

31. De conformidad con lo que se dice en el número34 de la Introducción a la Iniciación Cristiana,corresponde al ministro hacer ciertas acomo-

daciones que son exigidas por las mismas circuns-tancias, por ejemplo:

1) Cuando la madre de un niño ha muerto al dar a luz,téngase en cuenta esta circunstancia en la exhorta-ción inicial, en la oración común y en la bendiciónfinal.

2) En el diálogo con los padres, téngase en cuenta larespuesta de ellos, cuando no han dicho: «El Bau-tismo», sino: «La fe», o: «La gracia de Cristo», o:«La entrada en la Iglesia», o: «La Vida eterna», aldarles respuesta, el ministro no dirá: «el Bautis-mo...», sino, según convenga: «la fe o: «la graciade Cristo , etc.

3) El rito de presentación en la iglesia de un niño yabautizado está redactado solamente para un niñoque fue bautizado en peligro de muerte; puede, sinembargo, adaptarse también a otras situaciones,por ejemplo: cuando el niño fue bautizado entiempo de persecución religiosa o durante unadiscordia transitoria entre sus padres.

I.3. Celebración del bautismo en el ritual de lainiciación cristiana de adultos: (RICA), Obser-vaciones previas.

1. El Ritual de la Iniciación Cristiana, que se descri-be a continuación, se destina a los adultos que,habiendo oído el anuncio del misterio de Cristo ybajo la acción del Espíritu Santo que les abre elcorazón, consciente y libremente buscan al Diosvivo y emprenden el camino de la fe y de laconversión. Por medio de este Ritual se les proveede la ayuda espiritual para su preparación y para larecepción fructuosa de los sacramentos a su debi-do tiempo.

2. El ritual no presenta solamente la celebración delos sacramentos del Bautismo, Confirmación yEucaristía, sino también todos los ritos delcatecumenado, el cual, experimentado por la prác-tica muy antigua de la Iglesia y adaptado a laactividad misionera de hoy, era de tal modo solici-tado en todas partes, que el Concilio Vaticano IImandó restablecerlo y revisarlo según las costum-bres y necesidades de cada lugar (cf. Conc. Vat. II,Constitución sobre la sagrada liturgia,Sacrosanctum Concilium, nn.

64-66: Decreto sobre la actividad misionera de laIglesia, Ad gentes, n. 14: Decreto sobre el minis-terio pastoral de los obispos, Christus Domino,n. 14).

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3. Para que mejor se compagine con la labor de laIglesia y con la situación de los individuos, de lasparroquias y de las misiones, el Ritual de la Inicia-ción presenta:

§1. Primero, la forma común, completa, apta para lapreparación de varios catecúmenos, pero que lospastores podrán adaptar fácilmente a uno solo (Cf.nn. 68-239).

§2. Enseguida, para casos particulares, se ofrecetambién la forma simplificada, que puede hacerseen una sola celebración o distribuirse en celebra-ciones sucesivas (Cf. nn. 240-277).

§3. Por último, la forma breve, para los que seencuentran en peligro de muerte (Cf. nn. 278-294).

4. La iniciación de los catecúmenos se lleva a cabomediante un proceso gradual en el seno de lacomunidad de los fieles, la cual, a una con loscatecúmenos, reflexiona sobre el valor del Miste-rio Pascual, renueva su propia conversión y, con suejemplo, mueve a los catecúmenos a seguir condocilidad la acción del Espíritu Santo.

5. El Ritual de la Iniciación se adapta al caminoespiritual de los adultos, que es muy variado segúnla multiforme gracia de Dios, la libre cooperaciónde cada uno, la acción de la Iglesia y las circunstan-cias de tiempo y lugar.

6. En este camino, además de los tiempos de instruc-ción y de maduración de los que se trata en elnúmero siguiente, hay «grados» o pasos por losque el catecúmeno va avanzando, como quien pasapor una puerta o sube un escalón.

a) El primero tiene lugar cuando, al llegar a laconversión inicial, el candidato quiere ser cristia-no y es recibido por la Iglesia como catecúmeno.

b) El segundo cuando, madurada ya la fe y casiterminado el catecumenado, el candidato es admi-tido a una preparación más intensa de los sacra-mentos.

c) El tercero, cuando concluida la preparación espi-ritual, el candidato recibe los sacramentos con losque comienza a ser cristiano.

Tres son, pues, los grados o pasos o puertas, que hayque considerar como los momentos de mayorimportancia o densidad en el camino de la inicia-ción. Estos tres grados se sellan con tres ritoslitúrgicos: el primero, con el rito de entrada en el

catecumenado; el segundo, con el de la elección yel tercero, con el de la celebración de los sacramen-tos.

7. Los grados introducen a los «tiempos» de instruc-ción y maduración o son preparados por estos:

a) El primer tiempo, que exige que el candidato sededique al estudio y a la reflexión, la Iglesia lodedica a la evangelización y «precatecumenado».Concluye con el ingreso en el grado de loscatecúmenos.

b) El segundo tiempo, que comienza con el rito deentrada en el grado de los catecúmenos y puededurar varios años, se emplea en la catequesis y enlos ritos a ella anexos. Acaba el día de la «elec-ción».

c) El tercer tiempo, por lo general muy breve, quecoincide de ordinario con la preparación cuaresmalde las solemnidades pascuales y de los sacramen-tos, se destina a la «purificación» e «iluminación».

d) El último tiempo, que dura todo el Tiempo Pascual,se dedica a la «mistagogia», es decir, tanto a gustarla nueva experiencia y recoger los frutos, como aestrechar más profundamente el trato y los lazoscon la comunidad de los fieles.

Cuatro son, por lo tanto, los tiempos que se suceden:El «precatecumenado», caracterizado por la pri-mera evangelización: el «catecumenado», desti-nado a la catequesis completa, el de «purificacióne iluminación», para proporcionar una prepara-ción espiritual más intensa; y el de «mistagogia»,marcado por la nueva experiencia de los sacra-mentos y de la comunidad.

8. Además, como la iniciación de los cristianos no esotra cosa que la primera participación sacramentalen la muerte y resurrección de Cristo, y comotambién el tiempo de la purificación e iluminacióncoincide ordinariamente con el Tiempo de Cuares-ma y la «mistagogia» con el Tiempo Pascual,conviene que toda la iniciación se caracterice porsu índole pascual. Por lo cual la Cuaresma lograrásu pleno vigor en la intensa preparación próximade los elegidos y la Vigilia Pascual se tendrá comoel tiempo propio de los sacramentos de la inicia-ción, sin que se prohíba, cuando las necesidadespastorales así lo requieran, la celebración de losmencionados sacramentos en otra fecha4.

4.- Para el desarrollo del rito véanse todas las observaciones previas n. 9-67, de RICA.

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18. El agua del Bautismo debe ser agua natural ylimpia, para manifestar la verdad del signo, y hastapor razones de higiene.

19. La fuente bautismal o el recipiente en que seprepara el agua cuando, en algunos casos, se cele-bra el sacramento en el presbiterio, deben distin-guirse por su limpieza y estética.

20. Según las necesidades locales, provéase a laposibilidad de calentar el agua.

21. A no ser en caso de necesidad, el sacerdote y eldiácono no deben bautizar sino- con agua bende-cida para este fin. Si en la Vigilia pascual se hahecho la consagración del agua, consérvese, en loposible, el agua bendita durante todo el tiempopascual, y empléese para afirmar con más claridadla conexión de este sacramento con el misteriopascual.

Pero, fuera del tiempo pascual, es de desear que sebendiga el agua en cada una de las celebraciones;de este modo, las mismas palabras de la bendicióndel agua declaran abiertamente el misterio reden-tor que conmemora y proclama la Iglesia.

Si el bautisterio está construido de manera que seutilice una fuente de agua viva, se bendecirá lacorriente de agua.

22. Tanto el rito de la inmersión —que es más aptopara significar la participación en la Muerte yResurrección de Cristo— como el rito de la infu-sión, pueden utilizarse con todo derecho.

23. Las palabras con las cuales se confiere el Bautis-mo en la Iglesia latina, son: «Yo te bautizo en elnombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

24, Dispóngase un lugar adecuado para la celebra-ción de la liturgia de la palabra, bien en el bautis-terio, bien en la iglesia.

25. El bautisterio —es decir: el lugar donde brota elagua de la fuente bautismal o, simplemente, estácolocada permanentemente la pila— debe estarreservado al sacramento del Bautismo, y ser verda-deramente digno, de manera que aparezca conclaridad que allí los cristianos renacen del dentro ofuera de la iglesia, bien esté colocado en cualquierparte de la iglesia, a la vista de los fieles, debe estarordenado de tal manera que permita la cómodaparticipación de una asamblea numerosa. Una vezconcluido el tiempo de Pascua, conviene que elcirio pascual se conserve dignamente en el bautis-terio; durante la celebración del Bautismo debe

estar encendido, para que con facilidad se puedanencender en él los cirios de los bautizados.

26. Aquellos ritos que, en la celebración del Bautis-mo, se hacen fuera del bautisterio deben realizarseen los distintos lugares de la iglesia que respondanmás adecuadamente tanto al número de los asis-tentes como a las distintas partes de la liturgiabautismal. En cuanto a aquellos ritos que suelenhacerse en el bautisterio, se pueden elegir tambiénotros lugares más aptos, si la capilla del bautisteriono es capaz para todos los catecúmenos o para losasistentes.

27. Todos los niños nacidos recientemente seránbautizados, a ser posible, en común en el mismodía. Y, si no es por justa causa, nunca se celebra dosveces el sacramento en el mismo día y en la mismaiglesia.

28. En su lugar se hablará más detalladamente deltiempo del Bautismo, tanto de los adultos como delos niños. De todos modos, a la celebración delsacramento se le debe dar siempre sentido pascua.

La catequesis es elemento fundamental de la inicia-ción cristiana y está estrechamente vinculada a lossacramentos de la iniciación, especialmente alBautismo, «sacramento de la fe». El eslabón queune la catequesis con el Bautismo es la profesiónde fe, que es, a un tiempo, elemento interior de estesacramento y meta de la catequesis. La finalidadde la acción catequética consiste precisamente enesto: propiciar una viva, explícita y operante pro-fesión de fe (DGC 66). Ciertamente «la liturgia dela Palabra es un elemento decisivo en la celebra-ción de cada sacramento de la Iglesia»; sin embar-go, en la práctica pastoral, los fieles no siempre sonconscientes de esta unión, ni captan la unidad entreel gesto y la palabra. «Corresponde alos sacerdotes y a los diáconos, sobre todo cuan-do administran los sacramentos, poner de relievela unidad que forman Palabra y sacramento en elministerio de la Iglesia». En la relación entrePalabra y gesto sacramental se muestra en formalitúrgica el actuar propio de Dios en la historia através del carácter performativo de  la  Palabramisma. En efecto, en la historia de la salvación nohay separación entre lo que Dios dice y lo que hace;su Palabra misma se manifiesta como viva y eficaz(cf. Hb 4,12), como indica, por lo demás, el senti-do mismo de la expresión hebrea dabar. Igual-mente, en la acción litúrgica estamos ante suPalabra que realiza lo que dice. Cuando se educa al

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Pueblo de Dios a descubrir el carácter per forma-tivo de la Palabra de Dios en la liturgia, se le ayudatambién a percibir el actuar de Dios en la historiade la salvación y en la vida personal de cadamiembro (VD 53).

Es imposible creer cada uno por su cuenta. La fe noes únicamente una opción individual que se haceen la intimidad del creyente, no es una relaciónexclusiva entre el « yo » del fiel y el « Tú » divino,entre un sujeto autónomo y Dios. Por su mismanaturaleza, se abre al « nosotros », se da siempredentro de la comunión de la Iglesia. Nos lo recuer-da la forma dialogada del Credo, usada en la litur-gia bautismal. El creer se expresa como respuestaa una invitación, a una palabra que ha de serescuchada y que no procede de mí, y por eso formaparte de un diálogo; no puede ser una mera confe-sión que nace del individuo. Es posible responderen primera persona, « creo », sólo porque se formaparte de una gran comunión, porque también sedice « creemos ». Esta apertura al « nosotros »eclesial refleja la apertura propia del amor de Dios,que no es sólo relación entre el Padre y el Hijo,entre el « yo » y el « tú », sino que en el Espíritu,es también un « nosotros », una comunión depersonas. Por eso, quien cree nunca está solo,porque la fe tiende a difundirse, a compartir sualegría con otros. Quien recibe la fe descubre quelas dimensiones de su « yo » se ensanchan, yentabla nuevas relaciones que enriquecen la vida.Tertuliano lo ha expresado incisivamente, dicien-do que el catecúmeno, « tras el nacimiento nuevopor el bautismo », es recibido en la casa de laMadre para alzar las manos y rezar, junto a loshermanos, el Padrenuestro, como signo de su per-tenencia a una nueva familia (LF 39).

Título II: Del ministro del bautismo.II.1. Los ministros del Bautismo en Catecismo de

la Iglesia Católica (CEC).1256 Son ministros ordinarios del Bautismo el obis-

po y el presbítero y, en la Iglesia latina, también eldiácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1).En caso de necesidad, cualquier persona, inclusono bautizada, puede bautizar (Cf CIC can. 861, § 2)si tiene la intención requerida y utiliza la fórmulabautismal trinitaria. La intención requerida con-siste en querer hacer lo que hace la Iglesia albautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidaden la voluntad salvífica universal de Dios (cf. 1 Tm

2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salva-ción (cf. Mc 16,16).

II.2. Los ministros en el ritual para niños.7. Además de cuanto se ha indicado sobre el ministro

ordinario en los números 11-15 de la Introduccióna la Iniciación Cristiana, hay que destacar ahoralos puntos siguientes:

1) Corresponde a los pastores preparar a las familiaspara el Bautismo y ayudarlas después a cumplir latarea de educación cristiana que por ello recibie-ron; toca al Obispo coordinar en su diócesis lasiniciativas pastorales a este respecto, con el auxiliotambién de los diáconos y los laicos.

2) También es propio de los pastores preocuparse deque cada celebración del Bautismo se haga con ladignidad debida y, en cuanto sea posible, estéproporcionada a las condiciones y a los deseos delas familias; todo el que bautice debe realizar elrito cuidadosa y religiosamente y, además, mos-trarse comprensivo y afable con todos.

II.3. Ministros del bautismo en el RICA.11. Es ministro ordinario del Bautismo el Obispo, el

presbítero y el diácono.1) Siempre que celebren este sacramento, recuerden

que actúan como Iglesia, en nombre de Cristo y porla fuerza del Espíritu Santo. Sean, pues, diligentesen administrar la palabra de Dios y en la forma derealizar el sacramento.

2) Eviten también todo lo que puede ser interpretadorazonablemente por los fieles como una discrimi-nación de personas (Cfr Concilio Vaticano II,Constitución Sacrosartctum Concilium, sobre lasagrada liturgia, núm. 32: Constitución pastoralGaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundoactual, núm. 29).

3) Exceptuando el caso de necesidad, no han debautizar en territorio ajeno sin la debida licencia,ni siquiera a sus súbditos.

12. Por ser los Obispos los principales administrado-res de los misterios de Dios, así como tambiénmoderadores de toda la vida litúrgica en la Iglesiaque les ha sido confiada (Cfr. Concilio Vaticano II,Decreto Christus Dominus, sobre el deber pastoralde los obispos, núm. 15), corresponde a ellosregular la administración del Bautismo, por mediodel cual se concede la participación en el sacerdocioreal de Cristo (Cfr. Concilio Vaticano II constitu-ción dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia,

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núm. 26). Por lo tanto, no dejen de celebrar ellosmismos el Bautismo, principalmente en la Vigiliapascual. A ellos les está encomendado particular-mente el Bautismo de los adultos y el cuidado de supreparación.

13. Los sacerdotes con cura de almas deben prestarsu colaboración al Obispo en la instrucción yBautismo de los adultos que tienen encomenda-dos, a no ser que el Obispo haya previsto de otramanera. Es también de su incumbencia, valiéndo-se de la colaboración de catequistas y otros segla-res idóneos, preparar y ayudar con mediospastorales aptos a los padres y padrinos de losniños que van a ser bautizados, así como, final-mente, conferir el Bautismo a estos niños.

14. Los demás presbíteros y diáconos, por ser loscolaboradores del Obispo y de los párrocos en suministerio, preparan al Bautismo y lo confierentambién, de acuerdo con el Obispo o el párroco.

15. Pueden ayudar al celebrante otros presbíteros odiáconos, y también los laicos en las funciones queles correspondan, tal como se prevé en las respec-tivas partes del rito, sobre todo si el número de losbautizados es muy grande.

16. No habiendo sacerdote ni diácono, en caso depeligro inminente de muerte, cualquier fiel, y auncualquier hombre que tenga la intención requeri-da, puede, y algunas veces hasta debe, conferir elBautismo. Pero si no es tan inmediata la muerte, elsacramento debe ser conferido, en lo posible, porun fiel y según el rito abreviado. Conviene que, aunen este caso, esté presente una comunidad reduci-da, o, al menos, que haya, si es posible, uno o dostestigos.

17. Todos los laicos, como miembros que son de unpueblo sacerdotal, especialmente los padres y, porrazón de su oficio, los catequistas, las comadronas,las asistentes sociales, las enfermeras, los médicosy los cirujanos, deben tener interés por conocerbien, cada cual según su capacidad, el modo co-rrecto de bautizar en caso de urgencia. Correspon-de a los presbíteros1 diáconos y catequistas elinstruirlos. Cuiden los Obispos de que dentro de sudiócesis existan los medios aptos para esta forma-ción.

34. Haga uso el ministro, gustosa y oportunamente,de las opciones que le ofrece el rito, según lascircunstancias, necesidades particulares y deseosde los fieles.

35. Aparte de aquellas adaptaciones que se prevénen algunos diálogos y en las bendiciones del RitualRomano, pertenece. al ministro, teniendo en cuen-ta las diversas circunstancias, introducir otrasacomodaciones, de las cuales se habla más detalla-damente en las introducciones al bautismo, tantode adultos como de niños.

Título III: De los que van a ser bautizados(Ritual para niños).

1. Con el nombre «niños» o «infantes» se entiendeaquellos que todavía no han llegado al uso de larazón y, por ello, no pueden profesar una fe propia.

2. La Iglesia, que fue encargada de la misión deevangelizar y de bautizar, bautizó, ya desde losprimeros siglos, no solamente a los adultos, sinotambién a los niños. Pues en la palabra del Señor:«El que no nace del agua y del Espíritu, no puedeentrar en el reino de Dios» (Jn 3, 5), ella entendiósiempre que los niños no han de ser privados delBautismo, puesto que se les bautiza en la fe de lamisma Iglesia, la cual es proclamada por los pa-dres, los padrinos y las otras personas que se hanreunido. Ellos representan a la Iglesia local y a lasociedad entera de los santos y de los fieles, esdecir, a la Madre Iglesia, que toda entera, da a luza todos y a cada uno (Cfr. S. Agustín, Epístola 98,5; PL 33,362).

3. Para completar la verdad de este sacramento, esnecesario que los niños sean educados después enaquella misma fe en que fueron bautizados, de locual será fundamento el mismo sacramento queantes recibieron. Pues la educación cristiana, a quetienen derecho los niños, no busca otro fin quellevarlos poco a poco a captar el designio de Diosen Cristo, para que puedan ratificar, finalmente, lafe en que fueron bautizados.

Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado yadministrado el santo Bautismo. Los Apóstoles ysus colaboradores ofrecen el bautismo a quien creaen Jesús: judíos, hombres temerosos de Dios,paganos (Hch 2,41; 8,12-13; 10,48; 16,15). ElBautismo aparece siempre ligado a la fe: «Ten feen el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa»(Cf.CEC No. 1226).

A los catecúmenos que mueren antes de su Bautis-mo, el deseo explícito de recibir el Bautismo,unido al arrepentimiento de sus pecados y a lacaridad, les asegura la salvación que no han podidorecibir por el sacramento (CEC 1259).

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En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, laIglesia sólo puede confiarlos a la misericordiadivina, como hace en el rito de las exequias porellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, quequiere que todos los hombres se salven (cf 1 Tm 2,4)y la ternura de Jesús con los niños, que le hizodecir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no selo impidáis» (Mc 10,14), nos permiten confiar enque haya un camino de salvación para los niñosque mueren sin Bautismo. Por esto es más apre-miante aún la llamada de la Iglesia a no impedirque los niños pequeños vengan a Cristo por el dondel santo Bautismo (CEC 1261).

Título IV: De los padrinos(ritual para niños).

6. Se puede admitir un padrino y una madrina paracada niño; ambos son indicados con la palabra«padrinos» en el desarrollo de la celebración.

7. La preparación al Bautismo y la formación cristia-na es tarea que incumbe muy seriamente al Pueblode Dios, es decir, a la Iglesia, que transmite yalimenta la fe recibida de los Apóstoles. A travésdel ministerio de la Iglesia, los adultos son llama-dos al Evangelio por el Espíritu Santo, y los niñosson bautizados y educados en la fe de la Iglesia.

Es, pues, muy importante que los catequistas y otroslaicos presten su colaboración a los sacerdotes y alos diáconos ya desde la preparación del Bautismo.Conviene, además, que, en la celebración del Bau-tismo, tome parte activa el Pueblo de Dios, repre-sentado no solamente por los padrinos, padres yparientes, sino también, en cuanto sea posible, porsus amigos, familiares y vecinos, y por algunosmiembros de la Iglesia local, para que se manifies-te la fe y se exprese la alegría de todos al acoger enla Iglesia a los recién bautizados.

8. Según costumbre antiquísima de la Iglesia, no seadmite a un adulto al Bautismo sin un padrino,tomado de entre los miembros de la comunidadcristiana. Este padrino le habrá ayudado al menosen la última fase de preparación al sacramento y,después de bautizado, contribuirá a su perseveran-cia en la fe y en la vida cristiana.

En el Bautismo de un niño debe haber también unpadrino: representa a la familia, como extensiónespiritual de la misma, y a la Iglesia Madre, ycuando sea necesario, ayuda a los padres para que elniño llegue a profesar la fe y a expresarla en su vida.

9. El padrino interviene, por lo menos, en los últimosritos del catecumenado y en la misma celebracióndel Bautismo, bien para dar testimonio de la fe delbautizando adulto, bien para profesar, juntamentecon los padres, la fe de la Iglesia, en la cual esbautizado el niño.

10. Por lo tanto, es conveniente que el padrinoelegido por el catecúmeno o por la familia reúna,a juicio de los pastores, las cualidades requeridaspara que pueda realizar los ritos que le correspon-den y que se indican en el número 9, a saber:

1) que haya sido elegido por quien va a bautizarse opor sus padres o por quienes ocupan su lugar o,faltando éstos, por el párroco o ministro:; y quetenga capacidad para esta misión, e intención dedesempeñarla;

2) que tenga la madurez necesaria para cumplir conesta función, lo cual se presupone si ha cumplidodieciséis años, a no ser que el Obispo diocesanoestablezca otra edad, o que, por justa causa, elpárroco o el ministro consideren admisible unaexcepción;

3) que haya recibido los tres sacramentos de lainiciación cristiana: Bautismo, Confirmación yEucaristía, y lleve una vida congruente con la fe ycon la misión que va a asumir;

4) que no sea el padre o la madre de quien se ha debautizar:

5) que sea uno solo o una sola madrina, o uno y una;6) que pertenezca a la Iglesia católica y no esté

incapacitado, por el derecho, para el ejercicio de lafunción de padrino.

Sin embargo, cuando así lo deseen los padres, sepuede admitir como testigo cristiano del Bautismoa un bautizado que no pertenece a una comunidadcatólica, siempre que lo sea juntamente con unpadrino católico o una madrina católica (Cfr. Có-digo de Derecho Canónico, cc. 873 y 874, § 1 y 2).En lo que respecta a los orientales separados, si seda el caso, hay que atender a la disciplina peculiarpara las Iglesias orientales.

Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse esimportante la ayuda de los padres. Ese es tambiénel papel del padrino o de la madrina, que deben sercreyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar alnuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de lavida cristiana (cf CIC can. 872-874). Su tarea esuna verdadera función eclesial (officium;

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cf SC 67). Toda la comunidad eclesial participade la responsabilidad de desarrollar y guardar lagracia recibida en el Bautismo (CEC 1255).

La estructura del bautismo, su configuración comonuevo nacimiento, en el que recibimos un nuevonombre y una nueva vida, nos ayuda a compren-der el sentido y la importancia del bautismo deniños, que ilustra en cierto modo lo que se verificaen todo bautismo. El niño no es capaz de un actolibre para recibir la fe, no puede confesarla toda-vía personalmente y, precisamente por eso, laconfiesan sus padres y padrinos en su nombre. Lafe se vive dentro de la comunidad de la Iglesia, seinscribe en un « nosotros » comunitario. Así, elniño es sostenido por otros, por sus padres ypadrinos, y es acogido en la fe de ellos, que es lafe de la Iglesia, simbolizada en la luz que el padreenciende en el cirio durante la liturgia bautismal.Esta estructura del bautismo destaca la importan-cia de la sinergia entre la Iglesia y la familia en latransmisión de la fe.

A los padres corresponde, según una sentencia desan Agustín, no sólo engendrar a los hijos, sinotambién llevarlos a Dios, para que sean regenera-dos como hijos de Dios por el bautismo y recibanel don de la fe. Junto a la vida, les dan así laorientación fundamental de la existencia y laseguridad de un futuro de bien, orientación queserá ulteriormente corroborada en el sacramentode la confirmación con el sello del Espíritu Santo(LF 43).

Título V: De la prueba y anotación delbautismo.

V.1. (RBN) Ritual del Bautismo de los Niños(1969).

29. «Los párrocos deben anotar, cuidadosamente ysin demora, en el libro de bautismos los nombresde los bautizados, haciendo mención también delministro, de los padres y padrinos, del lugar y deldía del Bautismo».

V.2. El CIC señala en su c. 877:«§1. El párroco del lugar en que se celebre el

Bautismo debe anotar diligentemente y sin de-mora en el libro de bautismos el nombre de losbautizados, haciendo mención del ministro, lospadres, padrinos, testigos si los hubo, y el lugar ydía en que se administró, indicando asimismo eldía y lugar de nacimiento.

§2. Cuando se trata de un hijo de madre soltera, se hade inscribir el nombre de la madre, si constapúblicamente su maternidad o ella misma lo pidevoluntariamente, por escrito o ante dos testigos; ytambién se ha de inscribir el nombre del padre, sisu paternidad se prueba por documento público opor propia declaración ante el párroco y dos testi-gos; en los demás casos, se inscribirá sólo elnombre del bautizado, sin hacer constar para nadael del padre o de la madre.

§3. Si se trata de un hijo adoptivo, se inscribirá elnombre de quienes lo adoptaron y también, almenos si así se hace en el registro civil de la región,el de los padres naturales… teniendo en cuenta lasdisposiciones de la Conferencia Episcopal».

V.3. Circular de la Pontificia Comisión para losBienes Culturales de la Iglesia sobre la funciónpastoral de los archivos eclesiásticos (1997)

«Los archivos son lugares donde se conserva lamemoria de las comunidades cristianas, y a la vezfactores de cultura para la Nueva Evangeliza-ción… Conservan las fuentes del desarrollo histó-rico de la comunidad eclesial y las que se refierena las relaciones jurídicas entre las diversas comu-nidades, institutos y personas…

«La documentación conservada en los archivos de laIglesia católica es un patrimonio inmenso y pre-cioso… Cultivan la memoria de la vida de laIglesia y manifiestan en sentido de la Tradición.Las informaciones recogidas permiten la recons-trucción de las vicisitudes de la evangelización yde la educación en la vida cristiana. Los archivosconstituyen la fuente primaria para escribir lahistoria de las múltiples formas de expresión de lavida religiosa y de la caridad cristiana…

«Los registros parroquiales que testifican la celebra-ción de los sacramentos y anotan las defunciones,además de los fascículos curiales que recogen lasordenaciones sagradas, dejan entrever la historiade la santificación del pueblo cristiano en su diná-mica institucional y social…

«Los archivos eclesiásticos merecen atención, nosólo en el aspecto histórico, sino también en ladimensión espiritual y permiten comprender launión profunda de estos dos aspectos de la vidaeclesial. De hecho, a través de la historia complejade las comunidades, atestiguada en sus documen-tos, aparecen manifiestamente las huellas de laacción de Cristo que fecunda a su Iglesia, sacra-

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I.- El Sacramento de la Confirmación desdeel Concilio Vaticano II.

«El sacramento de la confirmación une más íntima-mente a la Iglesia y los enriquece con una fuerzaespecial del Espíritu Santo. De esta manera secomprometen mucho más, como auténticos testi-gos de cristo, a extender y defender la fe con suspalabras y obras.» (LG 11).

Todos los fieles, como miembros de Cristo viviente,incorporados y asemejados a Él por el bautismo,por la confirmación y por la Eucaristía, tienen eldeber de cooperar a la expansión y dilatación de suCuerpo para llevarlo cuanto antes a la plenitud (Cf.Ef., 4,13). (Ag 36)

Pero los demás sacramentos, al igual que todos losministerios eclesiásticos y las obras del apostola-do, están unidos con la Eucaristía y hacia ella seordenan (PO 5).

Con el nombre de laicos se designan aquí todos losfieles cristianos, a excepción de los miembros delorden sagrado y los del estado religioso aprobadopor la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuantoincorporados a Cristo por el bautismo, integradosal Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo,

de la función sacerdotal, profética y real de Cristo,ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión detodo el pueblo cristiano en la parte que a elloscorresponde. (LG 10 y 31)

Los obispos son los ministros originarios de laconfirmación (LG 26); los presbíteros en la tradi-ción oriental (OE 13 y 14).

La confirmación es el fundamento del apostolado delos Laicos (LG 11 y 33; AA 3)

Revísese también el rito de la confirmación, paraque aparezca más claramente la íntima relación deeste sacramento con toda la iniciación cristiana;por tanto, conviene que la renovación de las pro-mesas del bautismo preceda a la celebración delsacramento (SC 71).

II. La Confirmación desde el DirectorioGeneral para la Catequesis.

La catequesis de iniciación pone las bases de la vidacristiana en los seguidores de Jesús (DGC 69)

El catecumenado bautismal recuerda constantementea toda la Iglesia la importancia fundamental de lafunción de iniciación, con los factores básicos quela constituyen: la catequesis y los sacramentos delBautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía(DGC 91)

TEMA III: El Sacramentode la Confirmación5

Padres Luis Alfonso Martín Jiménez y Sergio Gutiérrez Vázquez.

mento universal de salvación, y la estimula en loscaminos de los hombres. En los archivos eclesiás-ticos se conservan las huellas del tránsito del Señoren la historia de los hombres…

«La memoria histórica forma parte integrante de lavida de cada comunidad y el conocimiento de todolo que atestiguan las sucesivas generaciones, su

saber y su obrar, crea una situación de continuidad.Por tanto, los archivos, con su patrimonio docu-mental conocido y comunicado, pueden llegar aser instrumentos útiles para una inteligente acciónpastoral, puesto que a través de la memoria de loshechos se da una mayor concreción a la Tradi-ción».

5.- Aunque en el «instrumentum laboris», sobre las normas de los sacramentos, ponemos en el esquema: Título I: De la celebración dela Confirmación, Título II: Del ministro de la Confirmación, Título III: De los que van a ser confirmados, Título IV: De los padrinos,Título V:De la prueba y anotación de la Confirmación, para conservar el orden y ser fieles a lo presentado por los peritos, lo dejamoscomo ellos lo enviaron, de tal forma que los elementos ahí contenidos nos llevan a profundizar en la doctrina sobre la Confirmación.

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Actualmente, con frecuencia los catequizandos deesta edad, al recibir el sacramento de la Confir-mación, concluyen también el proceso de inicia-ción sacramental, pero a la vez tiene lugar sualejamiento casi total de la práctica de la fe. Esnecesario tomar en cuenta con seriedad está he-cho y llevar a cabo una atención pastoral especí-fica, utilizando los medios formativos que pro-porciona el propio camino de iniciación cristia-na. (DGC 181).

La vocación del laico para la catequesis brota delsacramento del Bautismo, es robustecida por elsacramento de la Confirmación, gracias a loscuales participa de la « misión sacerdotal, proféticay real de Cristo (DGC 231)

– Sigue siendo básica la figura del catequista deniños y adolescentes, con la delicada misión deinculcar « las primeras nociones de catequesis ypreparar para los sacramentos de la Reconcilia-ción, primera Comunión y Confirmación ». Estatarea se hace hoy aún más imperiosa cuando esosniños y adolescentes « no reciben en sus hogaresuna formación religiosa conveniente (DGC 232).

III. La confirmación desde los Documentosde Santo Domingo y Aparecida.

III.1. Santo Domingo:El sacramento de la confirmación se debe preparar

con una esmerada catequesis (SD 1202).Es una experiencia del Espíritu Santo (SD 46)Origina los ministerios conferidos a los laicos (SD

101)Se le ha de dar una especial importancia a este

sacramento (SD 115)Ayuda a redescubrir en ella la novedad siempre

actual de Jesucristo (SD 131)Debe ser asumida por los cristianos como compro-

miso misionero (SD 131).III.2. Documento de Aparecida:153. Esta realidad se hace presente en nuestra vida

por obra del Espíritu Santo que, también, a travésde los sacramentos, nos ilumina y vivifica. Envirtud del Bautismo y la confirmación, somosllamados a ser discípulos misioneros de Jesucristoy entramos a la comunión trinitaria en la Iglesia, lacual tiene su cumbre en la Eucaristía, que esprincipio y proyecto de misión del cristiano. «Así,pues, la Santísima Eucaristía lleva la iniciación

cristiana a su plenitud y es como el centro y fin detoda la vida sacramental».

175C. En la Confirmación: la perfección del carác-ter bautismal y el fortalecimiento de la pertenenciaeclesial y de la madurez apostólica.

211. Los laicos también están llamados a participaren la acción pastoral de la Iglesia, primero con eltestimonio de su vida y, en segundo lugar, conacciones en el campo de la evangelización, la vidalitúrgica y otras formas de apostolado, según lasnecesidades

Locales bajo la guía de sus pastores. Ellos estarándispuestos a abrirles espacios de participación y aconfiarles ministerios y responsabilidades en unaIglesia donde todos vivan de manera responsablesu compromiso cristiano. A los catequistas, dele-gados de la Palabra y animadores de comunidades,que cumplen una magnífica labor dentro de laIglesia111, les reconocemos y animamos a conti-nuar el compromiso que adquirieron en el bautis-mo y en la confirmación.

213. Hoy, toda la Iglesia en América Latina y ElCaribe quiere ponerse en estado de misión. Laevangelización del Continente, nos decía el papaJuan Pablo II, no puede realizarse hoy sin lacolaboración de los fieles laicos 112. Ellos han deser parte activa y creativa en la elaboración yejecución de proyectos pastorales a favor de lacomunidad.

Esto exige, de parte de los pastores, una mayorapertura de mentalidad para que entiendan y acojanel «ser» y el «hacer» del laico en la Iglesia, quien,por su bautismo y su confirmación, es discípulo ymisionero de Jesucristo. En otras palabras, es nece-sario que el laico sea tenido muy en cuenta con unespíritu de comunión y participación.

288. La iniciación cristiana, que incluye el kerygma,es la manera práctica de poner en contacto conJesucristo e iniciar en el discipulado. Nos da,también, la oportunidad de fortalecer la unidad delos tres sacramentos de la iniciación y profundizaren su rico sentido. La iniciación cristiana, propia-mente hablando, se refiere a la primera iniciaciónen los misterios de la fe, sea en la forma decatecumenado bautismal para los no bautizados,sea en la forma de catecumenado postbautismalpara los bautizados no suficientemente catequiza-dos. Este catecumenado está íntimamente unido a

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los sacramentos de la iniciación: bautismo, confir-mación y eucaristía, celebrados solemnemente enla Vigilia Pascual. Habría que distinguirla, portanto, de otros procesos catequéticos y formativosque pueden tener la iniciación cristiana como base.

377. Los discípulos, quienes por esencia somosmisioneros en virtud del Bautismo y la Confirma-ción, nos formamos con un corazón universal,abierto a todas las culturas y a todas las verdades,cultivando nuestra capacidad de contacto humanoy de diálogo. Estamos dispuestos con la valentíaque nos da el Espíritu, a anunciar a Cristo donde noes aceptado, con nuestra vida, con nuestra acción,con nuestra profesión de fe y con su Palabra. Losemigrantes son igualmente discípulos y misione-ros y están llamados a ser una nueva semilla deevangelización, a ejemplo de tantos emigrantes ymisioneros, que trajeron la fe cristiana a nuestraAmérica.

III.3. En resumen1).- Al ser un tiempo importante en el proceso de la

formación humana y en la maduración de la fe, seha de dar una importancia especial a este sacra-mento (Cf SD 115), que ha de llevar a un compro-miso apostólico, para la recepción del sacramentode la confirmación es necesario que la preceda unaesmerada catequesis (Cf DP 1202) adecuada ysistemática, es de una importancia primordial (Sí-nodo de los Obispos. XIII Asamblea general ordi-naria. La Nueva Evangelización para la Transmi-sión de la fe cristiana. Proposición 37).

2).- En virtud de la gracia del Espíritu recibida en elbautismo y la confirmación (Cf. SD 46) los discí-pulos, por esencia somos misioneros (Cf SD 131,DA 377) por ello se ha de fomentar, de acuerdo conlos carismas de cada persona y las necedades decada comunidad (Cf SD 101) una especial creati-vidad en el establecidito de servicios y ministeriospara los que han recibido la confirmación (Cf DP833; 804-805; 811-817).

III.4. Cuestiones Abiertas.Aunque los sacramentos de la iniciación cristiana

forman una unidad, sin embargo están separadosen la práctica. En algunos momentos el sacramen-to de la confirmación es el segundo que se recibe,o sea después del bautismo; y en otras ocasiones esel cuarto, después del bautismo, la reconciliación,la primera comunión.

Los obispos sinodales, en la Proposición 38 sobre lainiciación cristiana y la nueva evangelización,plantean la siguiente cuestión:

«En esta perspectiva, no es irrelevante que la situa-ción actual con respecto a los tres sacramentos dela iniciación cristiana, a pesar de su unidad en lateología, sea pastoralmente diferente. Estas dife-rencias en las comunidades eclesiales no son decarácter doctrinal, sino diferencias de criterio pas-toral. Sin embargo, este Sínodo pide que aquelloque el santo padre dijo en ‘Sacramentum Caritatis’,se convierta en un estímulo para las diócesis y lasconferencias episcopales para revisar su prácticade iniciación cristiana: «Concretamente, es nece-sario verificar qué praxis puede efectivamenteayudar mejor a los fieles a poner de relieve elsacramento de la Eucaristía como aquello a lo quetiende toda la iniciación». (Sacramentum Caritatis,18)».

En los S. V y VI los niños recibían los tres sacramen-tos de la iniciación cristiana durante la vigiliapascual. Pero con la evangelización del mediorural, el obispo no podía hacerse presente, el bau-tismo y la comunión la administraban lospresbiterios; la primera comunión podía ser anteso después de la confirmación y se reservó laconfirmación cuando el obispo se hiciera presente.En oriente los presbiterios administraban habitual-mente el sacramento de la confirmación.

El concilio IV de Letrán estableció que la primeracomunión se recibiera a la edad «de la discreción»(D 812), por lo cual se hizo una reorganización delos sacramentos de la iniciación: el bautismo ense-guida del nacimiento, la confirmación en la prime-ra visita pastoral del obispo; y la eucaristía, a laedad de la discreción, antes o después de la confir-mación, dependiendo de la visita del obispo.

En el S. XVIII en Francia se hizo la opción por larecepción del sacramento de la confirmación a laedad de 12 o más años, lo cual cobró vigor a partirdel decreto Quam singulari de Pío X, donde per-mitía admitir a la primera comunión a los niñosque hubieran llegado al uso de razón (hacia los 7años); por lo que muchos vieron en la confirma-ción el único sacramento de la iniciación cristianadisponible, de hecho, para instruir una instruccióncatequética más profunda y una opción de fe máspersonalizada. Pero esta opción sigue creando unacierta tensión, para algunos, por el hecho de que la

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confirmación sea pospuesta a la eucaristía, puestoque si esta es el vértice de la iniciación, no se vecómo pueda recibirlo el que todavía no está plena-mente iniciado.

IV.- El Sacramento de la Confirmación en elCatecismo de la Iglesia Católica.

1285 Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramentode la Confirmación constituye el conjunto de los«sacramentos de la iniciación cristiana», cuyaunidad debe ser salvaguardada. Es preciso, pues,explicar a los fieles que la recepción de este sacra-mento es necesaria para la plenitud de la graciabautismal (cf Ritual de la Confirmación,Prenotandos 1). En efecto, a los bautizados «elsacramento de la Confirmación los une más ínti-mamente a la Iglesia y los enriquece con unafortaleza especial del Espíritu Santo. De esta for-ma quedan obligados aún más, como auténticostestigos de Cristo, a extender y defender la fe consus palabras y sus obras» (LG 11; cf Ritual de laConfirmación, Prenotandos 2).

1286 En el Antiguo Testamento, los profetas anun-ciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre elMesías esperado (cf. Is 11,2) para realizar sumisión salvífica (cf Lc 4,16-22; Is 61,1). El des-censo del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautis-mo por Juan fue el signo de que Él era el que debíavenir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3,13-17; Jn1,33- 34). Habiendo sido concedido por obra delEspíritu Santo, toda su vida y toda su misión serealizan en una comunión total con el EspírituSanto que el Padre le da «sin medida» (Jn 3,34).

1287 Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debíapermanecer únicamente en el Mesías, sino quedebía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico(cf Ez 36,25-27; Jl 3,1-2). En repetidas ocasionesCristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc12,12; Jn 3,5-8; 7,37-39; 16,7-15; Hch 1,8), pro-mesa que realizó primero el día de Pascua (Jn20,22) y luego, de manera más manifiesta el día dePentecostés (cf Hch 2,1-4). Llenos del EspírituSanto, los Apóstoles comienzan a proclamar «lasmaravillas de Dios» (Hch 2,11) y Pedro declaraque esta efusión del Espíritu es el signo de lostiempos mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los quecreyeron en la predicación apostólica y se hicieronbautizar, recibieron a su vez el don del EspírituSanto (cf Hch 2,38).

1288 «Desde [...] aquel tiempo, los Apóstoles, encumplimiento de la voluntad de Cristo, comunica-ban a los neófitos, mediante la imposición de lasmanos, el don del Espíritu Santo, destinado acompletar la gracia del Bautismo (cf Hch 8,15-17;19,5-6). Esto explica por qué en la carta a losHebreos se recuerda, entre los primeros elementosde la formación cristiana, la doctrina del Bautismoy de la imposición de las manos (cf Hb 6,2). Es estaimposición de las manos la que ha sido con todarazón considerada por la tradición católica como elprimitivo origen del sacramento de la Confirma-ción, el cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia,la gracia de Pentecostés» (Pablo VI, Const. apost.Divinae consortium naturae).

1289 Muy pronto, para mejor significar el don delEspíritu Santo, se añadió a la imposición de lasmanos una unción con óleo perfumado (crisma).Esta unción ilustra el nombre de «cristiano» quesignifica «ungido» y que tiene su origen en elnombre de Cristo, al que «Dios ungió con elEspíritu Santo» (Hch. 10,38). Y este rito de launción existe hasta nuestros días tanto en Orientecomo en Occidente. Por eso, en Oriente se llama aeste sacramento crismación, unción con el crisma,o myron, que significa «crisma». En Occidente elnombre de Confirmación sugiere que este sacra-mento al mismo tiempo confirma el Bautismo yrobustece la gracia bautismal.

1290 En los primeros siglos la Confirmación cons-tituye generalmente una única celebración con elBautismo, y forma con éste, según la expresión desan Cipriano (cf Epistula 73, 21), un «sacramentodoble». Entre otras razones, la multiplicación delos bautismos de niños, durante todo el tiempo delaño, y la multiplicación de las parroquias (rurales),que agrandaron las diócesis, ya no permite lapresencia del obispo en todas las celebracionesbautismales. En Occidente, por el deseo de reser-var al obispo el acto de conferir la plenitud alBautismo, se establece la separación temporal deambos sacramentos. El Oriente ha conservadounidos los dos sacramentos, de modo que la Con-firmación es dada por el presbítero que bautiza.Este, sin embargo, sólo puede hacerlo con el«myron» consagrado por un obispo (cf CCEO,can. 695,1; 696,1).

1291 Una costumbre de la Iglesia de Roma facilitóel desarrollo de la práctica occidental; había una

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doble unción con el santo crisma después delBautismo: realizada ya una por el presbítero alneófito al salir del baño bautismal, es completadapor una segunda unción hecha por el obispo en lafrente de cada uno de los recién bautizados (cf SanHipólito Romano, Traditio apostolica, 21). Laprimera unción con el santo crisma, la que daba elsacerdote, quedó unida al rito bautismal; significala participación del bautizado en las funcionesprofética, sacerdotal y real de Cristo. Si el Bautis-mo es conferido a un adulto, sólo hay una unciónpostbautismal: la de la Confirmación.

1292 La práctica de las Iglesias de Oriente destacamás la unidad de la iniciación cristiana. La de laIglesia latina expresa más netamente la comunióndel nuevo cristiano con su obispo, garante y servi-dor de la unidad de su Iglesia, de su catolicidad ysu apostolicidad, y por ello, el vínculo con losorígenes apostólicos de la Iglesia de Cristo.

1293 En el rito de este sacramento conviene consi-derar el signo de la unción y lo que la uncióndesigna e imprime: el sello espiritual.

La unción, en el simbolismo bíblico y antiguo, poseenumerosas significaciones: el aceite es signo deabundancia (cf Dt 11,14, etc.) y de alegría (cf Sal23,5; 104,15); purifica (unción antes y después delbaño) y da agilidad (la unción de los atletas y de losluchadores); es signo de curación, pues suaviza lascontusiones y las heridas (cf Is 1,6; Lc 10,34) y elungido irradia belleza, santidad y fuerza.

1294 Todas estas significaciones de la unción conaceite se encuentran en la vida sacramental. Launción antes del Bautismo con el óleo de loscatecúmenos significa purificación y fortaleza; launción de los enfermos expresa curación y consue-lo. La unción del santo crisma después del Bautis-mo, en la Confirmación y en la Ordenación, es elsigno de una consagración. Por la Confirmación,los cristianos, es decir, los que son ungidos, parti-cipan más plenamente en la misión de Jesucristo yen la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, afin de que toda su vida desprenda «el buen olor deCristo» (cf 2 Co 2,15).

1295 Por medio de esta unción, el confirmandorecibe «la marca», el sello del Espíritu Santo. Elsello es el símbolo de la persona (cf Gn 38,18; Ct8,9), signo de su autoridad (cf Gn 41,42), de supropiedad sobre un objeto (cf. Dt 32,34) —por eso

se marcaba a los soldados con el sello de su jefe ya los esclavos con el de su señor—; autentifica unacto jurídico (cf 1 R 21,8) o un documento (cf Jr32,10) y lo hace, si es preciso, secreto (cf Is 29,11).

1296 Cristo mismo se declara marcado con el sellode su Padre (cf Jn 6,27). El cristiano también estámarcado con un sello: «Y es Dios el que nosconforta juntamente con vosotros en Cristo y elque nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nosdio en arras el Espíritu en nuestros corazones» (2Co 1,22; cf Ef 1,13; 4,30). Este sello del EspírituSanto, marca la pertenencia total a Cristo, la puestaa su servicio para siempre, pero indica también lapromesa de la protección divina en la gran pruebaescatológica (cf Ap 7,2-3; 9,4; Ez 9,4-6).

1297 Un momento importante que precede a lacelebración de la Confirmación, pero que, en cier-ta manera forma parte de ella, es la consagracióndel santo crisma. Es el obispo quien, el JuevesSanto, en el transcurso de la misa crismal, consa-gra el santo crisma para toda su diócesis. En lasIglesias de Oriente, esta consagración está reser-vada al Patriarca:

La liturgia de Antioquía expresa así la epíclesis de laconsagración del santo crisma (myron): « [Padre(...) envía tu Espíritu Santo] sobre nosotros y sobreeste aceite que está delante de nosotros y conságra-lo, de modo que sea para todos los que sean ungidosy marcados con él, myron santo, myron sacerdotal,myron real, unción de alegría, vestidura de la luz,manto de salvación, don espiritual, santificación delas almas y de los cuerpos, dicha imperecedera,sello indeleble, escudo de la fe y casco terriblecontra todas las obras del Adversario» (Pontificaleiuxta ritum Ecclesiae Syrorum Occidentalium id estAntiochiae, Pars I, Versión latina).

1298 Cuando la Confirmación se celebra separada-mente del Bautismo, como es el caso en el ritoromano, la liturgia del sacramento comienza conla renovación de las promesas del Bautismo y laprofesión de fe de los confirmandos. Así aparececlaramente que la Confirmación constituye unaprolongación del Bautismo (cf SC 71). Cuando esbautizado un adulto, recibe inmediatamente laConfirmación y participa en la Eucaristía (cf CICcan.866).

1299 En el rito romano, el obispo extiende las manossobre todos los confirmandos, gesto que, desde el

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tiempo de los Apóstoles, es el signo del don delEspíritu. Y el obispo invoca así la efusión delEspíritu: «Dios Todopoderoso, Padre de nuestroSeñor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y elEspíritu Santo, a estos siervos tuyos y los librastedel pecado: escucha nuestra oración y envía sobreellos el Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espí-ritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu deconsejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y depiedad; y cólmalos del espíritu de tu santo temor.Por Jesucristo nuestro Señor» (Ritual de la Confir-mación, 25).

1300 Sigue el rito esencial del sacramento. En el ritolatino, «el sacramento de la Confirmación es con-ferido por la unción del santo crisma en la frente,hecha imponiendo la mano, y con estas palabras:«Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo»(Pablo VI, Const. ap. Divinae consortium naturae).En las Iglesias orientales de rito bizantino, launción del myron se hace después de una oraciónde epíclesis, sobre las partes más significativas delcuerpo: la frente, los ojos, la nariz, los oídos, loslabios, el pecho, la espalda, las manos y los pies, ycada unción va acompañada de la fórmula: Sfragisdoreas Pnéumatos Agíou («Sello del don que es elEspíritu Santo») (Rituale per le Chiese orientali dirito bizantino in lingua greca, Pars I).

1301 El beso de paz con el que concluye el rito delsacramento significa y manifiesta la comunióneclesial con el obispo y con todos los fieles (cf SanHipólito Romano, Traditio apostolica, 21).

1302 De la celebración se deduce que el efecto delsacramento de la Confirmación es la efusión espe-cial del Espíritu Santo, como fue concedida en otrotiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés.

1303 Por este hecho, la Confirmación confiere cre-cimiento y profundidad a la gracia bautismal:

— nos introduce más profundamente en la filiacióndivina que nos hace decir «Abbá, Padre» (Rm8,15).;

— nos une más firmemente a Cristo;— aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;— hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia

(cf LG 11);— nos concede una fuerza especial del Espíritu

Santo para difundir y defender la fe mediante lapalabra y las obras como verdaderos testigos de

Cristo, para confesar valientemente el nombre deCristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz(cf DS 1319; LG 11,12):

«Recuerda, pues, que has recibido el signo espiri-tual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, elEspíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu deconocimiento y de piedad, el Espíritu de temorsanto, y guarda lo que has recibido. Dios Padre teha marcado con su signo, Cristo Señor te haconfirmado y ha puesto en tu corazón la prendadel Espíritu» (San Ambrosio, De mysteriis 7,42).

1304 La Confirmación, como el Bautismo del que esla plenitud, sólo se da una vez. La Confirmación,en efecto, imprime en el alma una marca espiritualindeleble, el «carácter» (cf DS 1609), que es elsigno de que Jesucristo ha marcado al cristiano conel sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza delo alto para que sea su testigo (cf Lc 24,48-49).

1305 El «carácter» perfecciona el sacerdocio comúnde los fieles, recibido en el Bautismo, y «el confir-mado recibe el poder de confesar la fe de Cristopúblicamente, y como en virtud de un cargo (quasiex officio)» (Santo Tomás de Aquino, Summatheologiae 3, q.72, a. 5, ad 2).

1306 Todo bautizado, aún no confirmado, puede ydebe recibir el sacramento de la Confirmación (cfCIC can. 889, 1). Puesto que Bautismo, Confirma-ción y Eucaristía forman una unidad, de ahí sesigue que «los fieles tienen la obligación de recibireste sacramento en tiempo oportuno» (CIC, can.890), porque sin la Confirmación y la Eucaristía, elsacramento del Bautismo es ciertamente válido yeficaz, pero la iniciación cristiana queda incom-pleta.

1307 La costumbre latina, desde hace siglos, indica«la edad del uso de razón», como punto de referen-cia para recibir la Confirmación. Sin embargo, enpeligro de muerte, se debe confirmar a los niñosincluso si no han alcanzado todavía la edad del usode razón (cf CIC can. 891; 893,3).

1308 Si a veces se habla de la Confirmación comodel «sacramento de la madurez cristiana», es pre-ciso, sin embargo, no confundir la edad adulta dela fe con la edad adulta del crecimiento natural, niolvidar que la gracia bautismal es una gracia deelección gratuita e inmerecida que no necesita una«ratificación» para hacerse efectiva. Santo Tomáslo recuerda:

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«La edad del cuerpo no prejuzga la del alma. Así,incluso en la infancia, el hombre puede recibir laperfección de la edad espiritual de que habla laSabiduría (4,8): «La vejez honorable no es la quedan los muchos días, no se mide por el número delos años». Así numerosos niños, gracias a lafuerza del Espíritu Santo que habían recibido,lucharon valientemente y hasta la sangre porCristo» (Summa theologiae 3, q. 72, a. 8, ad 2).

1309 La preparación para la Confirmación debetener como meta conducir al cristiano a una uniónmás íntima con Cristo, a una familiaridad más vivacon el Espíritu Santo, su acción, sus dones y susllamadas, a fin de poder asumir mejor las respon-sabilidades apostólicas de la vida cristiana. Porello, la catequesis de la Confirmación se esforzarápor suscitar el sentido de la pertenencia a la Iglesiade Jesucristo, tanto a la Iglesia universal como a lacomunidad parroquial. Esta última tiene una res-ponsabilidad particular en la preparación de losconfirmandos (cf. Ritual de la Confirmación,Praenotandos 3).

1310 Para recibir la Confirmación es preciso hallar-se en estado de gracia. Conviene recurrir al sacra-mento de la Penitencia para ser purificado enatención al don del Espíritu Santo. Hay que prepa-rarse con una oración más intensa para recibir condocilidad y disponibilidad la fuerza y las graciasdel Espíritu Santo (cf Hch 1,14).

1311 Para la Confirmación, como para el Bautismo,conviene que los candidatos busquen la ayudaespiritual de un padrino o de una madrina. Convie-ne que sea el mismo que para el Bautismo a fin desubrayar la unidad entre los dos sacramentos (cfRitual de la Confirmación, Praenotandos 5; Ibíd.,6;CIC can. 893, 1.2).

1312 El ministro originario de la Confirmación es elobispo (LG 26).

En Oriente es ordinariamente el presbítero que bau-tiza quien da también inmediatamente la Confir-mación en una sola celebración. Sin embargo, lohace con el santo crisma consagrado por el patriar-ca o el obispo, lo cual expresa la unidad apostólicade la Iglesia cuyos vínculos son reforzados por elsacramento de la Confirmación. En la Iglesia lati-na se aplica la misma disciplina en los bautismosde adultos y cuando es admitido a la plena comu-nión con la Iglesia un bautizado de otra comunidad

cristiana que no ha recibido válidamente el sacra-mento de la Confirmación (cf CIC can 883,2).

1313 En el rito latino, el ministro ordinario de laConformación es el obispo (CIC can. 882). Aun-que el obispo puede, en caso de necesidad, conce-der a presbíteros la facultad de administrar elsacramento de la Confirmación (CIC can. 884,2),conviene que lo confiera él mismo, sin olvidar quepor esta razón la celebración de la Confirmaciónfue temporalmente separada del Bautismo. Losobispos son los sucesores de los Apóstoles y hanrecibido la plenitud del sacramento del orden. Poresta razón, la administración de este sacramentopor ellos mismos pone de relieve que la Confirma-ción tiene como efecto unir a los que la reciben másestrechamente a la Iglesia, a sus orígenes apostó-licos y a su misión de dar testimonio de Cristo.

1314 Si un cristiano está en peligro de muerte,cualquier presbítero puede darle la Confirmación(cf CIC can. 883,3). En efecto, la Iglesia quiere queninguno de sus hijos, incluso en la más tierna edad,salga de este mundo sin haber sido perfeccionadopor el Espíritu Santo con el don de la plenitud deCristo.

1315 «Al enterarse los Apóstoles que estaban enJerusalén de que Samaria había aceptado la Pala-bra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estosbajaron y oraron por ellos para que recibieran elEspíritu Santo; pues todavía no había descendidosobre ninguno de ellos; únicamente habían sidobautizados en el nombre del Señor Jesús. Entoncesles imponían las manos y recibían el EspírituSanto» (Hch 8,14-17).

1316 La Confirmación perfecciona la gracia bautis-mal; es el sacramento que da el Espíritu Santo paraenraizarnos más profundamente en la filiacióndivina, incorporarnos más firmemente a Cristo,hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia,asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos adar testimonio de la fe cristiana por la palabraacompañada de las obras.

1317 La Confirmación, como el Bautismo, imprimeen el alma del cristiano un signo espiritual ocarácter indeleble; por eso este sacramento sólo sepuede recibir una vez en la vida.

1318 En Oriente, este sacramento es administradoinmediatamente después del Bautismo y es segui-do de la participación en la Eucaristía, tradición

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se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, con-tiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir,Cristo mismo, nuestra Pascua» (PO 5) (CEC 1324).

1325. «La Eucaristía significa y realiza la comuniónde vida con Dios y la unidad del Pueblo de Dios porlas que la Iglesia es ella misma. En ella se encuentraa la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo,Dios santifica al mundo, y del culto que en elEspíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él alPadre» (CdR, inst. «Eucharisticum mysterium» 6).

1326. Finalmente, la celebración eucarística nosunimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos lavida eterna cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co15,28).

1327. En resumen, la Eucaristía es el compendio y lasuma de nuestra fe: «Nuestra manera de pensararmoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristíaconfirma nuestra manera de pensar» (S. Ireneo,haer. 4, 18, 5).

Título I: De la celebración de la Eucaristía.I.1. Celebración de la Eucaristía en el Catecismo de

la Iglesia Católica.

que pone de relieve la unidad de los tres sacramen-tos de la iniciación cristiana. En la Iglesia latina seadministra este sacramento cuando se ha alcanza-do el uso de razón, y su celebración se reservaordinariamente al obispo, significando así que estesacramento robustece el vínculo eclesial.

1319 El candidato a la Confirmación que ya haalcanzado el uso de razón debe profesar la fe, estaren estado de gracia, tener la intención de recibir elsacramento y estar preparado para asumir su papelde discípulo y de testigo de Cristo, en la comunidadeclesial y en los asuntos temporales.

1320 El rito esencial de la Confirmación es la uncióncon el Santo Crisma en la frente del bautizado (y en

Oriente, también en los otros órganos de los senti-dos), con la imposición de la mano del ministro ylas palabras: Accipe signaculum doni SpiritusSancti («Recibe por esta señal el don del EspírituSanto»), en el rito romano; Signaculum doniSpiritus Sancti («Sello del don del Espíritu San-to»), en el rito bizantino.

1321 Cuando la Confirmación se celebra separada-mente del Bautismo, su conexión con el Bautismose expresa entre otras cosas por la renovación delos compromisos bautismales. La celebración dela Confirmación dentro de la Eucaristía contribuyea subrayar la unidad de los sacramentos de lainiciación cristiana.

TEMA IV: el Sacramentode la Eucaristía

Padre Antonio Ramírez Márquez.

0.- Introducción:Catecismo de la Iglesia Católica (CEC).

1322. La Sagrada Eucaristía culmina la iniciacióncristiana. Los que han sido elevados a la dignidaddel sacerdocio real por el Bautismo y configuradosmás profundamente con Cristo por la Confirma-ción, participan por medio de la Eucaristía contoda la comunidad en el sacrificio mismo delSeñor.

1323. «Nuestro Salvador, en la última Cena, lanoche en que fue entregado, instituyó el sacrificioeucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuarpor los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de lacruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, elmemorial de su muerte y resurrección, sacramentode piedad, signo de unidad, vínculo de amor,banquete pascual en el que se recibe a Cristo, elalma se llena de gracia y se nos da una prenda dela gloria futura» (SC 47).

1324. La Eucaristía es «fuente y cima de toda la vidacristiana» (LG 11). «Los demás sacramentos, comotambién todos los ministerios eclesiales y las obrasde apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella

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1337. El Señor, habiendo amado a los suyos, los amóhasta el fin. Sabiendo que había llegado la hora departir de este mundo para retornar a su Padre, en eltranscurso de una cena, les lavó los pies y les dio elmandamiento del amor (Jn 13,1-17). Para dejarlesuna prenda de este amor, para no alejarse nunca delos suyos y hacerles partícipes de su Pascua, insti-tuyó la Eucaristía como memorial de su muerte yde su resurrección y ordenó a sus apóstoles cele-brarlo hasta su retorno, «constituyéndoles enton-ces sacerdotes del Nuevo Testamento» (Cc. deTrento: DS 1740).

1342. El mandamiento de Jesús de repetir sus gestosy sus palabras «hasta que venga» (1 Co 11,26), noexige solamente acordarse de Jesús y de lo quehizo. Requiere la celebración litúrgica por losapóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo,de su vida, de su muerte, de su resurrección y de suintercesión junto al Padre.

1348. Todos se reúnen. Los cristianos acuden a unmismo lugar para la asamblea eucarística. A sucabeza está Cristo mismo que es el actor principalde la Eucaristía. El es sumo sacerdote de la NuevaAlianza. El mismo es quien preside invisiblementetoda celebración eucarística. Como representantesuyo, el obispo o el presbítero (actuando «in perso-na Christi capitis») preside la asamblea, toma lapalabra después de las lecturas, recibe las ofrendasy dice la plegaria eucarística. Todos tienen parteactiva en la celebración, cada uno a su manera: loslectores, los que presentan las ofrendas, los quedan la comunión, y el pueblo entero cuyo «Amén»manifiesta su participación.

I.2. La Celebración de la Eucaristía en la InstrucciónGeneral del Misal Romano (IGMR).

16. La celebración de la Misa, como acción de Cristoy del pueblo de Dios ordenado jerárquicamente, esel centro de toda la vida cristiana para la Iglesia,tanto universal, como local, y para cada uno de losfieles. Pues en ella se tiene la cumbre, tanto de laacción por la cual Dios, en Cristo, santifica almundo, como la del culto que los hombres tributanal Padre, adorándolo por medio de Cristo, Hijo deDios, en el Espíritu Santo. Además, en ella serenuevan en el transcurso del año los misterios dela redención, para que en cierto modo se nos haganpresentes. Las demás acciones sagradas y todas las

obras de la vida cristiana están vinculadas con ella,de ella fluyen y a ella se ordenan.

17. Por esto, es de suma importancia que la celebra-ción de la Misa, o Cena del Señor, se ordene de talmodo que los ministros y los fieles, que participanen ella según su condición, obtengan de ella conmás plenitud los fruto, para conseguir los cualesCristo nuestro Señor instituyó el sacrificioeucarístico de su Cuerpo y de su Sangre comomemorial de su pasión y resurrección y lo confió ala Iglesia, su amada Esposa.

18. Esto se podrá conseguir apropiadamente si,atendiendo a la naturaleza y a las circunstancias decada asamblea litúrgica, toda la celebración sedispone de modo que lleve a la consciente, activay plena participación de los fieles, es decir, decuerpo y alma, ferviente en la fe, la esperanza y lacaridad, que es la que la Iglesia desea ardientemente,la que exige la misma naturaleza de la celebración,y a la que el pueblo cristiano tiene el derecho y queconstituye su deber, en virtud del Bautismo.

20. Puesto que la celebración de la Eucaristía, comotoda la Liturgia, se realiza por medio de signossensibles, por los cuales se alimenta, se robustecey se expresa la fe, procúrese al máximo seleccionary ordenar aquellas formas y elementos propuestospor la Iglesia que, teniendo en cuenta las circuns-tancias de personas y lugares, favorezcan mejor laparticipación activa y plena, y respondan másidóneamente al aprovechamiento espiritual de losfieles6.

27. En la Misa, o Cena del Señor, el pueblo de Dioses convocado y reunido, bajo la presidencia delsacerdote, quien obra en la persona de Cristo (inpersona Christi) para celebrar el memorial delSeñor o sacrificio eucarístico. De manera que paraesta reunión local de la santa Iglesia vale eminen-temente la promesa de Cristo: «Donde dos o tresestán reunidos en mi nombre, allí estoy yo enmedio de ellos» (Mt 18, 20). Pues en la celebraciónde la Misa, en la cual se perpetúa el sacrificio de lacruz, Cristo está realmente presente en la mismaasamblea congregada en su nombre, en la personadel ministro, en su palabra y, más aún, de manerasustancial y permanente en las especies eucarísticas.

I.3. Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia, decorode la celebración eucarística.

6.- Puede consultarse también la Instrucción General del Misal Romano 27-90.

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52. De todo lo dicho se comprende la gran responsa-bilidad que en la celebración eucarística tienenprincipalmente los sacerdotes, a quienes competepresidirla in persona Christi, dando un testimonioy un servicio de comunión, no sólo a la comunidadque participa directamente en la celebración, sinotambién a la Iglesia universal, a la cual la Eucaris-tía hace siempre referencia. Por desgracia, es delamentar que, sobre todo a partir de los años de lareforma litúrgica postconciliar, por un malenten-dido sentido de creatividad y de adaptación, nohayan faltado abusos, que para muchos han sidocausa de malestar. Una cierta reacción al « forma-lismo » ha llevado a algunos, especialmente enciertas regiones, a considerar como no obligatoriaslas « formas » adoptadas por la gran tradiciónlitúrgica de la Iglesia y su Magisterio, y a introdu-cir innovaciones no autorizadas y con frecuenciadel todo inconvenientes.

Por tanto, siento el deber de hacer una acuciantellamada de atención para que se observen con granfidelidad las normas litúrgicas en la celebracióneucarística. Son una expresión concreta de la au-téntica eclesialidad de la Eucaristía; éste es susentido más profundo. La liturgia nunca es propie-dad privada de alguien, ni del celebrante ni de lacomunidad en que se celebran los Misterios. Elapóstol Pablo tuvo que dirigir duras palabras a lacomunidad de Corinto a causa de faltas graves ensu celebración eucarística, que llevaron a divisio-nes (skísmata) y a la formación de facciones(airéseis) (cf. 1 Co 11, 17-34). También en nues-tros tiempos, la obediencia a las normas litúrgicasdebería ser redescubierta y valorada como reflejoy testimonio de la Iglesia una y universal, que sehace presente en cada celebración de la Eucaristía.El sacerdote que celebra fielmente la Misa segúnlas normas litúrgicas y la comunidad que se adecuaa ellas, demuestran de manera silenciosa peroelocuente su amor por la Iglesia. Precisamentepara reforzar este sentido profundo de las normaslitúrgicas, he solicitado a los Dicasterios compe-tentes de la Curia Romana que preparen un docu-mento más específico, incluso con rasgos de ca-rácter jurídico, sobre este tema de gran importan-cia. A nadie le está permitido infravalorar el Mis-terio confiado a nuestras manos: éste es demasiadogrande para que alguien pueda permitirse tratarlo

a su arbitrio personal, lo que no respetaría ni sucarácter sagrado ni su dimensión universal7.

Título II: Del ministro de la Eucaristía.En este apartado existe la costumbre de llamar

«ministro», tanto al que «confecciona» (preside)(c.900) la Eucaristía, como quien la distribuye(cc.910. 230), por lo que iniciamos con el primerode estos, dejando para después el segundo, esto es,lo referente a la distribución de la Eucaristía,llamada «la comunión».

II.1. Del ministro de la Eucaristía (IGMR).92. Toda celebración legítima de la Eucaristía es

dirigida por el Obispo, ya sea por su propio minis-terio, ya por ministerio de los presbíteros, suscolaboradores.

Cuando el Obispo está presente en una Misa para laque se ha congregado el pueblo, conviene sobre-manera que sea él quien celebre la Eucaristía y quelos presbíteros, como concelebrantes, se le asocienen la acción sagrada. Y esto se hace, no paraaumentar la solemnidad exterior del rito, sino parasignificar con más vivo resplandor el misterio de laIglesia, que es «sacramento de unidad».

Pero si el Obispo no celebra la Eucaristía, sino queencomienda a otro para que lo haga, entonces esconveniente que sea él mismo quien, revestido deestola y capa pluvial sobre el alba, con la cruzpectoral, presida la Liturgia de la Palabra y al finalde la Misa imparta la bendición.

93. En virtud de la potestad sagrada del Orden,también el presbítero, quien en la Iglesia puedeofrecer eficazmente el sacrificio «in persona Christi»,preside al pueblo fiel aquí y ahora congregado,dirige su oración, le proclama el mensaje de lasalvación, asocia al pueblo en la ofrenda del sacri-ficio a Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo, daa sus hermanos el Pan de la vida eterna y participadel mismo con ellos. Por consiguiente, cuandocelebra la Eucaristía, debe servir a Dios y al pueblocon dignidad y humildad, y en el modo de compor-tarse y de proclamar las divinas palabras, dar aconocer a los fieles la presencia viva de Cristo.

94. Después del presbítero, el diácono, en virtud dela sagrada ordenación recibida, ocupa el primerlugar entre los que ejercen su ministerio en lacelebración eucarística. En efecto, ya desde la

7.- Además puede consultarse la Instrucción Redemptionis Sacramentum 48-79.

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primitiva era de los Apóstoles, el Orden Sagradodel Diaconado fue tenido en gran honor en laIglesia. En la Misa, al Diácono le correspondeproclamar el Evangelio y, a veces, predicar laPalabra de Dios; proponer las intenciones en laoración universal; ayudar al sacerdote, preparar elaltar y prestar su servicio en la celebración delsacrificio; distribuir la Eucaristía a los fieles, sobretodo bajo la especie del vino, e indicar, de vez encuando, los gestos y las posturas corporales delpueblo.

II.2. Del ministro de la Comunión (IGMR).17. Pertenece ante todo al sacerdote y al diácono

administrar la comunión a los fieles que la pidan.Mucho conviene, pues, que a este ministerio de suorden dediquen todo el tiempo preciso según lanecesidad de los fieles8.

También pertenece al acólito debidamente institui-do, en cuanto ministro extraordinario, distribuir lasagrada comunión cuando faltan un presbítero odiácono, o estén impedidos, sea por enfermedad,edad avanzada, o por algún ministerio pastoral, ocuando el número de los fieles que se acercan a lasagrada mesa es tan numeroso, que se alargaríaexcesivamente la Misa u otra celebración.

El ordinario del lugar puede conceder la facultad dedistribuir la sagrada comunión a otros ministrosextraordinarios cuando sea necesario para la utili-dad pastoral de los fieles y no se disponga ni desacerdote ni de diácono o acólito.

II.3. Instrucción sobre algunas cuestiones acercade la colaboración de los fieles laicos en elsagrado ministerio de los sacerdotes (1997),artículo 8 El ministro extraordinario de la Sa-grada Comunión

Los fieles no ordenados, ya desde hace tiempo,colaboran en diversos ambientes de la pastoral conlos sagrados ministros a fin que « el don inefable dela Eucaristía sea siempre más profundamente co-nocido y se participe a su eficacia salvífica consiempre mayor intensidad ».

Se trata de un servicio litúrgico que, responde aobjetivas necesidades de los fieles, destinado, so-bre todo, a los enfermos y a las asambleas litúrgicasen las cuales son particularmente numerosos losfieles que desean recibir la sagrada Comunión.

§ 1. La disciplina canónica sobre el ministro ex-traordinario de la sagrada Comunión debe ser,sin embargo, rectamente aplicada para no generarconfusión. La misma establece que el ministroordinario de la sagrada Comunión es el Obispo, elpresbítero y el diacono, mientras son ministrosextraordinarios sea el acólito instituido, sea el fiela ello delegado a norma del can. 230, § 3.

Un fiel no ordenado, si lo sugieren motivos deverdadera necesidad, puede ser delegado por elObispo diocesano, en calidad de ministro extraor-dinario, para distribuir la sagrada Comunión tam-bién fuera de la celebración eucarística, ad actumvel ad tempus, o en modo estable, utilizando paraesto la apropiada forma litúrgica de bendición. Encasos excepcionales e imprevistos la autorizaciónpuede ser concedida ad actum por el sacerdote quepreside la celebración eucarística.

§ 2. Para que el ministro extraordinario, durante lacelebración eucarística, pueda distribuir la sagra-da Comunión, es necesario o que no se encuentrenpresentes ministros ordinarios o que, estos, aunquepresentes, se encuentren verdaderamente impedi-dos. Pueden desarrollar este mismo encargo tam-bién cuando, a causa de la numerosa participaciónde fieles que desean recibir la sagrada Comunión,la celebración eucarística se prolongaría excesiva-mente por insuficiencia de ministros ordinarios.

Tal encargo es de suplencia y extraordinario y debeser ejercitado a norma de derecho. A tal fin esoportuno que el Obispo diocesano emane normasparticulares que, en estrecha armonía con la legis-lación universal de la Iglesia, regulen el ejerciciode tal encargo. Se debe proveer, entre otras cosas,a que el fiel delegado a tal encargo sea debidamen-te instruido sobre la doctrina eucarística, sobre laíndole de su servicio, sobre las rúbricas que sedeben observar para la debida reverencia a tanaugusto Sacramento y sobre la disciplina acerca dela admisión para la Comunión9.

Título III: De la participación en la comuniónEucaristía.

III.1. De la participación en la comunión Eucaris-tía bajo las dos especies (InstrucciónRedemptionis Sacramentum).

100. Para que, en el banquete eucarístico, la plenitud

8.- Se habla de ministros de la Eucaristía en razón de la distribución y no en razón de la presidencia (celebración o concelebración).9.- Además puede verse la Instrucción Immensae Caritatis n. 1.

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del signo aparezca ante los fieles con mayorclaridad, son admitidos a la Comunión bajo lasdos especies también los fieles laicos, en los casosindicados en los libros litúrgicos, con la debidacatequesis previa y en el mismo momento, sobrelos principios dogmáticos que en esta materiaestableció el Concilio Ecuménico Tridentino.

101. Para administrar a los fieles laicos la sagradaComunión bajo las dos especies, se deben tener encuenta, convenientemente, las circunstancias, so-bre las que deben juzgar en primer lugar losObispos diocesanos. Se debe excluir totalmentecuando exista peligro, incluso pequeño, de profa-nación de las sagradas especies. Para una mayorcoordinación, es necesario que la Conferencia deObispos publique normas, con la aprobación de laSede Apostólica, por medio de la Congregaciónpara el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra-mentos, especialmente lo que se refiere «al modode distribuir a los fieles la sagrada Comunión bajolas dos especies y a la extensión de la facultad».

103. Las normas del Misal Romano admiten elprincipio de que, en los casos en que se administrala sagrada Comunión bajo las dos especies, «lasangre del Señor se puede tomar bebiendo direc-tamente del cáliz, o por intinción, o con unapajilla, o una cucharilla». Por lo que se refiere a laadministración de la Comunión a los fieles laicos,los Obispos pueden excluir, en los lugares dondeno sea costumbre, la Comunión con pajilla o concucharilla, permaneciendo siempre, no obstante,la opción de distribuir la Comunión por intinción.Pero si se emplea esta forma, utilícense hostiasque no sean ni demasiado delgadas ni demasiadopequeñas, y el comulgante reciba del sacerdote elsacramento, solamente en la boca.

III.2. Ritual de la Sagrada Comunión y del CultoEucarístico fuera de la misa

13. La más perfecta participación de la celebracióneucarística es la Comunión sacramental recibidadentro de la Misa. Esto resplandece con mayorclaridad, por razón del signo, cuando los fieles,después de la comunión del sacerdote, reciben delmismo sacrificio el Cuerpo del Señor.

Por tanto, de ordinario, en cualquier celebracióneucarística conságrese para la comunión de losfieles pan recientemente elaborado.

14. Hay que procurar que los fieles comulguen en lamisma celebración eucarística. Pero los sacerdo-tes no rehúsen administrar, incluso fuera de laMisa, la sagrada comunión a los fieles. Inclusoconviene que quienes estén impedidos de asistir ala celebración eucarística de la comunidad, sealimenten asiduamente con la Eucaristía, para queasí se sientan unidos no solamente al sacrificio delSeñor sino también unidos a la comunidad y sos-tenidos por el amor de los hermanos.

Los pastores de almas cuiden de que los enfermos yancianos tengan facilidades para recibir la Euca-ristía frecuentemente e incluso, a ser posible, todoslos días, sobre todo en el tiempo pascual, aunqueno padezcan una enfermedad grave ni estén ame-nazados por el peligro de muerte inminente. A losque no puedan recibir la Eucaristía bajo la especiede pan, es lícito administrársela bajo la especie devino solo.

18. El lugar en que de ordinario se distribuye lasagrada comunión fuera de la Misa es la iglesia oun oratorio en que habitualmente se celebra oreserva la Eucaristía, o la iglesia, oratorio u otrolugar en que la comunidad local se reúne habitual-mente para celebrar el acto litúrgico los domingosu otros días. Sin embargo, en otros lugares, sinexcluir las casas particulares, se puede dar lacomunión, cuando se trata de enfermos, cautivos yotros que sin peligro o grave dificultad no puedensalir10.

Título IV: Del tiempo y lugar de la celebra-ción de la Eucaristía11.

IV. 1. Introducción General del Misal Romano.288. Para celebrar la Eucaristía el pueblo de Dios se

congrega generalmente en la iglesia, o cuando nola hay o es muy pequeña, en otro lugar apropiadoque, de todas maneras, sea digno de tan granmisterio. Las iglesias, por consiguiente, y los de-más lugares, sean aptos para la realización de laacción sagrada y para que se obtenga una partici-pación activa de los fieles. Los mismos edificiossagrados y los objetos destinados al culto divinosean, en verdad, dignos y bellos, signos y símbolosde las realidades celestiales.

289. De ahí que la Iglesia busca continuamente elnoble servicio de las artes y acepta las expresiones

10.- Puede consultarse también la Instrucción Redemptionis Sacramentum 129-145.11.- Corresponde al Título V del «instrumentum laboris».

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artísticas de todos los pueblos y regiones. Más aún,así como desea vivamente conservar las obras y lostesoros de arte dejados en herencia por los siglospretéritos y también, en cuanto es necesario, adap-tarlos a las nuevas necesidades, trata de promoverlas nuevas formas de arte acordes con la índolecada época.

Por eso, al escoger e instruir a los artistas y tambiénal elegir las obras destinadas a las iglesias, búsque-se un preeminente valor artístico que alimente la fey la piedad y que responda de manera auténtica alsentido y al fin para el cual se destinan.

290. Todas las iglesias serán dedicadas o, por lomenos, bendecidas. Sin embargo, las catedrales ylas iglesias parroquiales serán dedicadas con ritosolemne.

291. Para la recta construcción, restauración y adap-tación de los edificios sagrados, todos los interesa-dos deben consultar a la Comisión Diocesana deSagrada Liturgia y de Arte Sagrado. Y el Obispodiocesano usará el consejo y la ayuda de dichaComisión siempre que se trate de dar normas sobreeste particular, de aprobar los planos para la cons-trucción de nuevos edificios o de dar juicio sobrecuestiones de alguna importancia en esta materia.

292. El ornato de una iglesia contribuya a su noblezay simplicidad, más que a la suntuosidad. Sin em-bargo, en la selección de los elementos que tienenque ver con el ornato, procúrese la autenticidad yque sirvan para instruir a los fieles y para dardignidad a todo el lugar sagrado.

293. La adecuada disposición de la iglesia y de suscomplementos, que deben responder de formaapropiada a las necesidades de nuestro tiempo,requiere que no sólo se tenga cuidado de aquellascosas que pertenecen más directamente a la cele-bración de las acciones sagradas, sino que tambiénse prevea aquello que busca que los fieles tenganla conveniente comodidad, que suelen preverse enlos lugares donde el pueblo se congrega habitual-mente.

294. El pueblo de Dios, que se congrega para laMisa, posee una coherente y jerárquica ordenaciónque se expresa por los diversos de ministerios y porla diferente acción para cada una de las partes de lacelebración. Por consiguiente, conviene que ladisposición general del edificio sagrado sea aque-lla que de alguna manera manifieste la imagen dela asamblea congregada, que permita el conve-

niente orden de todos y que también favorezca lacorrecta ejecución de cada uno de los ministerios.

Los fieles y los cantores ocuparán el espacio que másles facilite su activa participación.

El sacerdote celebrante, el diácono y los otros minis-tros ocuparán un lugar en el presbiterio. Se prepa-rarán, allí mismo, los asientos para losconcelebrantes; pero si su número es grande, dis-pónganse en otra parte de la iglesia, en todo casocerca del altar.

Todo esto, aunque deba expresar la disposiciónjerárquica y la diversidad de ministerios, sin em-bargo debe constituir una íntima y coherente uni-dad, por la cual resplandezca claramente la unidadde todo el pueblo santo. La naturaleza y la bellezadel lugar y de todo el ajuar sagrado deben fomentarla piedad y mostrar la santidad de los misterios quese celebran.

IV.2. Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia.47. Quien lee el relato de la institución eucarística en

los Evangelios sinópticos queda impresionado porla sencillez y, al mismo tiempo, la « gravedad »,con la cual Jesús, la tarde de la Última Cena,instituye el gran Sacramento. Hay un episodio que,en cierto sentido, hace de preludio: la unción deBetania. Una mujer, que Juan identifica con Ma-ría, hermana de Lázaro, derrama sobre la cabezade Jesús un frasco de perfume precioso, provocan-do en los discípulos –en particular en Judas (cf. Mt26, 8; Mc 14, 4; Jn 12, 4)– una reacción de protesta,como si este gesto fuera un « derroche » intolera-ble, considerando las exigencias de los pobres.Pero la valoración de Jesús es muy diferente. Sinquitar nada al deber de la caridad hacia los necesi-tados, a los que se han de dedicar siempre losdiscípulos –« pobres tendréis siempre con voso-tros » (Mt 26, 11; Mc 14, 7; cf. Jn 12, 8)–, Él se fijaen el acontecimiento inminente de su muerte ysepultura, y aprecia la unción que se le hace comoanticipación del honor que su cuerpo merece tam-bién después de la muerte, por estarindisolublemente unido al misterio de su persona.

En los Evangelios sinópticos, el relato continúa conel encargo que Jesús da a los discípulos de prepa-rar cuidadosamente la « sala grande », necesariapara celebrar la cena pascual (cf. Mc 14, 15; Lc 22,12), y con la narración de la institución de laEucaristía. Dejando entrever, al menos en parte, elesquema de los ritos hebreos de la cena pascual

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hasta el canto del Hallel (cf. Mt 26, 30; Mc 14, 26),el relato, aún con las variantes de las diversastradiciones, muestra de manera tan concisa comosolemne las palabras pronunciadas por Cristo so-bre el pan y sobre el vino, asumidos por Él comoexpresión concreta de su cuerpo entregado y susangre derramada. Todos estos detalles son recor-dados por los evangelistas a la luz de una praxis dela « fracción del pan » bien consolidada ya en laIglesia primitiva. Pero el acontecimiento del Jue-ves Santo, desde la historia misma que Jesús vivió,deja ver los rasgos de una « sensibilidad » litúrgica,articulada sobre la tradición vetero testamentaria ypreparada para remodelarse en la celebración cris-tiana, en sintonía con el nuevo contenido de laPascua.

48. Como la mujer de la unción en Betania, la Iglesiano ha tenido miedo de « derrochar », dedicandosus mejores recursos para expresar su reverenteasombro ante el don inconmensurable de la Euca-ristía. No menos que aquellos primeros discípulosencargados de preparar la « sala grande », la Iglesiase ha sentido impulsada a lo largo de los siglos y enlas diversas culturas a celebrar la Eucaristía en uncontexto digno de tan gran Misterio. La liturgiacristiana ha nacido en continuidad con las pala-bras y gestos de Jesús y desarrollando la herenciaritual del judaísmo. Y, en efecto, nada será bastan-te para expresar de modo adecuado la acogida deldon de sí mismo que el Esposo divino hace conti-nuamente a la Iglesia Esposa, poniendo al alcancede todas las generaciones de creyentes el Sacrifi-cio ofrecido una vez por todas sobre la Cruz, yhaciéndose alimento para todos los fieles. Aunquela lógica del « convite » inspire familiaridad, laIglesia no ha cedido nunca a la tentación de banalizaresta « cordialidad » con su Esposo, olvidando queÉl es también su Dios y que el « banquete » siguesiendo siempre, después de todo, un banquetesacrificial, marcado por la sangre derramada en elGólgota. El banquete eucarístico es verdadera-mente un banquete « sagrado », en el que lasencillez de los signos contiene el abismo de lasantidad de Dios: « O Sacrum convivium, in quoChristus sumitur! » El pan que se parte en nuestrosaltares, ofrecido a nuestra condición de peregrinosen camino por las sendas del mundo, es « panisangelorum », pan de los ángeles, al cual no esposible acercarse si no es con la humildad delcenturión del Evangelio: « Señor, no soy digno de

que entres bajo mi techo » (Mt 8, 8; Lc 7, 6).49. En el contexto de este elevado sentido del miste-

rio, se entiende cómo la fe de la Iglesia en elMisterio eucarístico se haya expresado en la histo-ria no sólo mediante la exigencia de una actitudinterior de devoción, sino también a través de unaserie de expresiones externas, orientadas a evocary subrayar la magnitud del acontecimiento que secelebra. De aquí nace el proceso que ha llevadoprogresivamente a establecer una especial regla-mentación de la liturgia eucarística, en el respetode las diversas tradiciones eclesiales legítimamen-te constituidas. También sobre esta base se ha idocreando un rico patrimonio de arte. La arquitectu-ra, la escultura, la pintura, la música, dejándoseguiar por el misterio cristiano, han encontrado enla Eucaristía, directa o indirectamente, un motivode gran inspiración.

Así ha ocurrido, por ejemplo, con la arquitectura,que, de las primeras sedes eucarísticas en las «domus » de las familias cristianas, ha dado paso, encuanto el contexto histórico lo ha permitido, a lassolemnes basílicas de los primeros siglos, a lasimponentes catedrales de la Edad Media, hasta lasiglesias, pequeñas o grandes, que han consteladopoco a poco las tierras donde ha llegado el cristia-nismo. Las formas de los altares y tabernáculos sehan desarrollado dentro de los espacios de lassedes litúrgicas siguiendo en cada caso, no sólomotivos de inspiración estética, sino también lasexigencias de una apropiada comprensión delMisterio. Igualmente se puede decir de la músicasacra, y basta pensar para ello en las inspiradasmelodías gregorianas y en los numerosos, y amenudo insignes, autores que se han afirmado conlos textos litúrgicos de la Santa Misa. Y, ¿acaso nose observa una enorme cantidad de produccionesartísticas, desde el fruto de una buena artesaníahasta verdaderas obras de arte, en el sector de losobjetos y ornamentos utilizados para la celebra-ción eucarística?

Se puede decir así que la Eucaristía, a la vez que haplasmado la Iglesia y la espiritualidad, ha tenidouna fuerte incidencia en la « cultura », especial-mente en el ámbito estético.

50. En este esfuerzo de adoración del Misterio,desde el punto de vista ritual y estético, los cristia-nos de Occidente y de Oriente, en cierto sentido, sehan hecho mutuamente la « competencia ». ¿Cómo

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no dar gracias al Señor, en particular, por la contri-bución que al arte cristiano han dado las grandesobras arquitectónicas y pictóricas de la tradicióngreco-bizantina y de todo el ámbito geográfico ycultural eslavo? En Oriente, el arte sagrado haconservado un sentido especialmente intenso delmisterio, impulsando a los artistas a concebir suafán de producir belleza, no sólo como manifesta-ción de su propio genio, sino también como autén-tico servicio a la fe. Yendo mucho más allá de lamera habilidad técnica, han sabido abrirse condocilidad al soplo del Espíritu de Dios.

El esplendor de la arquitectura y de los mosaicos enel Oriente y Occidente cristianos, son un patrimo-nio universal de los creyentes, y llevan en símismos una esperanza y una prenda, diría, de ladeseada plenitud de comunión en la fe y en lacelebración. Eso supone y exige, como en la céle-bre pintura de la Trinidad de Rublëv, una Iglesiaprofundamente « eucarística » en la cual, la acciónde compartir el misterio de Cristo en el pan partidoestá como inmersa en la inefable unidad de las tresPersonas divinas, haciendo de la Iglesia misma un« icono » de la Trinidad.

En esta perspectiva de un arte orientado a expresaren todos sus elementos el sentido de la Eucaristíasegún la enseñanza de la Iglesia, es preciso prestarsuma atención a las normas que regulan la cons-trucción y decoración de los edificios sagrados.La Iglesia ha dejado siempre a los artistas unamplio margen creativo, como demuestra la histo-ria y yo mismo he subrayado en la Carta a losartistas. Pero el arte sagrado ha de distinguirse porsu capacidad de expresar adecuadamente el Miste-rio, tomado en la plenitud de la fe de la Iglesia ysegún las indicaciones pastorales oportunamenteexpresadas por la autoridad competente. Ésta esuna consideración que vale tanto para las artesfigurativas como para la música sacra.

51. A propósito del arte sagrado y la disciplinalitúrgica, lo que se ha producido en tierras deantigua cristianización está ocurriendo también enlos continentes donde el cristianismo es más jo-ven. Este fenómeno ha sido objeto de atención porparte del Concilio Vaticano II al tratar sobre laexigencia de una sana y, al mismo tiempo, obliga-da « inculturación ». En mis numerosos viajespastorales he tenido oportunidad de observar entodas las partes del mundo cuánta vitalidad puededespertar la celebración eucarística en contacto

con las formas, los estilos y las sensibilidades delas diversas culturas. Adaptándose a las mudablescondiciones de tiempo y espacio, la Eucaristíaofrece alimento, no solamente a las personas, sinoa los pueblos mismos, plasmando culturascristianamente inspiradas.

No obstante, es necesario que este importante traba-jo de adaptación se lleve a cabo siendo conscientessiempre del inefable Misterio, con el cual cadageneración está llamada confrontarse. El « tesoro» es demasiado grande y precioso como paraarriesgarse a que se empobrezca o hipoteque porexperimentos o prácticas llevadas a cabo sin unaatenta comprobación por parte de las autoridadeseclesiásticas competentes. Además, la centralidaddel Misterio eucarístico es de una magnitud tal querequiere una verificación realizada en estrecharelación con la Santa Sede. Como escribí en laExhortación apostólica postsinodal Ecclesia inAsia, « esa colaboración es esencial, porque lasagrada liturgia expresa y celebra la única fe pro-fesada por todos y, dado que constituye la herenciade toda la Iglesia, no puede ser determinada por lasIglesias locales aisladas de la Iglesia universal ».

IV.3. Instrucción Redemptionis Sacramentum108. «La celebración eucarística se ha de hacer en

lugar sagrado, a no ser que, en un caso particular,la necesidad exija otra cosa; en este caso, la cele-bración debe realizarse en un lugar digno». De lanecesidad del caso juzgará, habitualmente, el Obis-po diocesano para su diócesis.

109. Nunca es lícito a un sacerdote celebrar laEucaristía en un templo o lugar sagrado de cual-quier religión no cristiana.

IV.4. El ambón en: Exhortación ApostólicaVerbum Domini.

68 b. Se debe prestar una atención especial al ambóncomo lugar litúrgico desde el que se proclama laPalabra de Dios. Ha de colocarse en un sitio bienvisible, y al que se dirija espontáneamente laatención de los fieles durante la liturgia de laPalabra. Conviene que sea fijo, como elementoescultórico en armonía estética con el altar, demanera que represente visualmente el sentido teo-lógico de la doble mesa de la Palabra y de laEucaristía. Desde el ambón se proclaman las lec-turas, el salmo responsorial y el pregón pascual;pueden hacerse también desde él la homilía y lasintenciones de la oración universal.

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Título V: De la reserva y veneración de laSantísima Eucaristía12.

513. El fin primero y primordial de la reserva de lassagradas especies fuera de la Misa es la adminis-tración del Viático; los fines secundarios son ladistribución de la comunión y la adoración deNuestro Señor Jesucristo presente en el Sacramen-to. Pues la reserva de las especies sagradas para losenfermos ha introducido la laudable costumbre deadorar este manjar del cielo conservado en lasiglesias. Este culto de adoración se basa en unarazón muy sólida y firme; sobre todo porque a la feen la presencia real del Señor le es connatural sumanifestación externa y pública.

6. En la celebración de la Misa se iluminan gradual-mente los modos principales según los cualesCristo se hace presente a su Iglesia: en primer lugarestá presente en la asamblea de los fieles congre-gados en su nombre; está presente también en supalabra, cuando se lee y explica en la iglesia lasagrada Escritura; presente también en la personadel ministro; finalmente, sobre todo, está presentebajo las especies eucarísticas. En este Sacramento,en efecto, de modo enteramente singular, Cristoentero e íntegro, Dios y hombre, se halla presentesubstancial y permanentemente. Esta presencia deCristo bajo las especies «se dice real, no porexclusión, como si las otras no fueran reales, sinopor excelencia».

Así que, por razón del signo, es más propio de lanaturaleza de la celebración sagrada que la presen-cia eucarística de Cristo, fruto de la consagración,y que como tal debe aparecer en cuanto sea posi-ble, no se tenga ya desde el principio por la reservade las especies sagradas en el altar en que secelebra la Misa.

7. Renuévense frecuentemente y consérvense en uncopón o vaso sagrado las hostias consagradas en lacantidad suficiente para la comunión de los enfer-mos y de otros fieles.

8. Cuiden los pastores de que las iglesias y oratoriospúblicos en que, según las normas de Derecho, seguarda la Santísima Eucaristía, estén abiertas dia-riamente durante varias horas en el tiempo másoportuno del día para que los fieles puedan fácil-mente orar ante el Santísimo Sacramento.

9. El lugar en que se guarda la santísima Eucaristíasea verdaderamente destacado. Conviene que seaigualmente apto para la adoración privada, demodo que los fieles no dejen de venerar al Señorpresente en el Sacramento, aun con culto privado,y lo hagan con facilidad y provecho.

Lo cual se conseguirá más fácilmente cuando elsagrario se coloca en una capilla que esté separadade la nave central del templo, sobre todo en lasiglesias en que se celebran con frecuencia matri-monios y funerales y en los lugares que son muyvisitados, ya por peregrinaciones, ya por razón delos tesoros de arte y de historia.

10. La sagrada Eucaristía se reservará en un sagrariosólido, no transparente e inviolable. De ordinarioen cada iglesia hay un solo sagrario, colocadosobre el altar o, a juicio del Ordinario del lugar,fuera de un altar, pero en alguna parte de la iglesiaque sea noble y esté debidamente adornada.

La llave del sagrario, en que se reserva la santísimaEucaristía, debe ser guardada diligentísimamentepor el sacerdote a cuyo cuidado esté la iglesia uoratorio, o por un ministro extraordinario que tengala facultad de distribuir la sagrada comunión.

11. La presencia de la santísima Eucaristía en elsagrario indíquese por el conopeo o por otro mediodeterminado por la autoridad competente.

Según la costumbre tradicional, arda continuamentejunto al sagrario una lámpara de aceite o de cera,como signo de honor al Señor.

Título VI.- Cosas que se necesitan para laCelebración de la Misa (IGMR)

Padre Miguel Ángel Padilla García.VI.1. El pan y el vino para la celebración de la

Eucaristía.319. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo, ha

usado siempre pan y vino con agua, para celebrarel banquete del Señor.

320. El pan para la celebración de la Eucaristía debeser de trigo sin mezcla de otra cosa, recientementeelaborado y ácimo, según la antigua tradición de laIglesia latina.

321. La naturaleza del signo exige que la materia dela celebración eucarística aparezca verdaderamentecomo alimento. Conviene, pues, que el paneucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la

12.- Este corresponde al Título VI del «instrumentum laboris».13.- Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto Eucarístico fuera de la misa.

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forma tradicional, se haga de tal forma, que elsacerdote en la Misa celebrada con pueblo, puedarealmente partir la Hostia en varias partes y distri-buirlas, por lo menos a algunos fieles. Sin embar-go, de ningún modo se excluyen las hostias peque-ñas, cuando lo exija el número de los que van arecibir la Sagrada Comunión y otras razonespastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, conel cual sencillamente se designaba la Eucaristía enlos tiempos apostólicos, manifestará claramente lafuerza y la importancia de signo: de unidad detodos en un único pan y de caridad por el hecho deque se distribuye un único pan entre hermanos.

322. El vino para la celebración eucarística debe ser«del producto de la vid» (cfr. Lc 22, 18), natural ypuro, es decir, no mezclado con sustancias extrañas.

323. Póngase sumo cuidado en que el pan y el vinodestinados para la Eucaristía se conserven en per-fecto estado, es decir, que el vino no se avinagre,ni el pan se corrompa o se endurezca tanto que seadifícil poder partirlo.

324. Si después de la consagración o cuando toma laComunión, el sacerdote advierte que no había sidovino lo que había vertido, sino agua, dejada ésta enun vaso, vierta en el cáliz vino y agua, y lo consa-grará, diciendo la parte de la narración que corres-ponde a la consagración del cáliz, pero sin que seaobligado a consagrar de nuevo el pan.

VI.2. Los utensilios Sagrados en General325. Así como para la edificación de las iglesias,

también para todos los utensilios sagrados, la Igle-sia admite el género artístico de cada región yacoge aquellas adaptaciones que están en armoníacon la índole y las tradiciones de cada pueblo, contal que de todo responda adecuadamente al usopara el cual se destina el sagrado ajuar14.

También en este campo búsquese cuidadosamentela noble simplicidad que se une excelentementecon el verdadero arte.

326. En la elección de los materiales para los utensi-lios sagrados, además de los que son de uso tradicio-nal, pueden admitirse aquellos, que según la menta-lidad de nuestro tiempo, se consideren nobles,durables y que se adapten bien al uso sagrado. LaConferencia de Obispos será juez para estos asuntosen cada una de las regiones (Cfr. n. 390).

VI.3. Los Vasos Sagrados.327. Entre lo que se requiere para la celebración de la

Misa, merecen especial honor los vasos sagrados y,entre éstos, el cáliz y la patena, en los que el vino yel pan se ofrecen, se consagran y se consumen.

328. Háganse de un metal noble los sagrados vasos.Si son fabricados de metal que es oxidable o esmenos noble que el oro, deben dorarse habitual-mente por dentro.

329. A partir del juicio favorable de la Conferenciade Obispos, una vez aprobadas las actas por la SedeApostólica, los vasos sagrados pueden hacerse porcompleto también de otros materiales sólidos y,según la común estimación de cada región, nobles,como por ejemplo el ébano u otras maderas muyduras, siempre y cuando sean aptas para el usosagrado. En este caso prefiéranse siempre materia-les que ni se quiebren fácilmente, ni se corrompan.Esto vale para todos los vasos destinados a recibirlas hostias, como son la patena, el copón, elportaviático, el ostensorio y otros semejantes.

330. En cuanto a los cálices y demás vasos que sedestinan para recibir la Sangre del Señor, tengan lacopa hecha de tal material que no absorba loslíquidos. El pie, en cambio, puede hacerse de otrosmateriales sólidos y dignos.

331. Para las hostias que serán consagradas puedeutilizarse provechosamente una patena más am-plia en la que se ponga el pan, tanto para elsacerdote y el diácono, como para los demás mi-nistros y para los fieles.

332. En lo tocante a la forma de los vasos sagrados,corresponde al artista fabricarlos del modo queresponda más a propósito a las costumbres de cadaregión, con tal de que cada vaso sea adecuado parael uso litúrgico a que se destina, y se distingaclaramente de aquellos destinados para el usocotidiano.

333. Respecto a la bendición de los vasos sagrados,obsérvense los ritos prescritos en los libroslitúrgicos15.

334. Consérvese la costumbre de construir en lasacristía el «sacrarium» en el que se vierta el aguade la purificación de los vasos y de la ropa de lino(cfr. n. 280).

14.- Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 128.15.- Cfr. Pontifical Romano, Ritual de Dedicación de una iglesia y de un altar, edición típica 1977,Rito de bendición de un cáliz y de una

patena; Ritual Romano, Bendicional, edición típica 1984, Ritual de Bendición de objetos que se usan en las celebraciones litúrgicas,núms.1068-1084. (Bendicional en castellano, núms. 1180-1222)

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VI.4. Las vestiduras Sagradas.335. En la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, no todos

los miembros desempeñan el mismo ministerio.Esta diversidad de ministerios se manifiesta exte-riormente en la celebración de la Eucaristía por ladiferencia de las vestiduras sagradas que, por lotanto, deben sobresalir como un signo del serviciopropio de cada ministro. Con todo, es convenienteque las vestiduras sagradas mismas contribuyan aldecoro de la acción sagrada. Estas vestiduras sagra-das con las que se visten los sacerdotes y el diácono,así como también los ministros laicos, bendíganseoportunamente, según el rito descrito en el RitualRomano, antes de ser destinadas al uso litúrgico16.

336. La vestidura sagrada para todos los ministrosordenados e instituidos, de cualquier grado, es elalba, que debe ser atada a la cintura con el cíngulo,a no ser que esté hecha de tal manera que se adapteal cuerpo aun sin él. Pero antes de ponerse el alba,si ésta no cubre el vestido común alrededor delcuello, empléese el amito. El alba no puede cam-biarse por la sobrepelliz, ni siquiera sobre el vesti-do talar, cuando deba vestirse la casulla o ladalmática, o sólo la estola sin casulla ni dalmática,según las normas.

337. La vestidura propia del sacerdote celebrante, enla Misa y en otras acciones sagradas que se relacio-nan directamente con la Misa, es la casulla oplaneta, a no ser que se determinara otra cosa,vestida sobre el alba y la estola.

338. La vestidura propia del diácono es la dalmática,que viste sobre el alba y la estola; sin embargo, ladalmática puede omitirse por una necesidad o porun grado menor de solemnidad.

339. Los acólitos, los lectores y los otros ministroslaicos, pueden vestir alba u otra vestidura legítima-mente aprobada en cada una de las regiones por laConferencia de Obispos (cfr. n. 390).

340. El sacerdote lleva la estola alrededor del cuelloy pendiendo ante el pecho; pero el diácono la llevadesde el hombro izquierdo pasando sobre el pechohacia el lado derecho del tronco, donde se sujeta.

341. El sacerdote lleva el pluvial, o capa pluvial, enlas procesiones y en otras acciones sagradas, segúnlas rúbricas de cada rito.

342. En cuanto a la forma de las vestiduras sagradas,las Conferencias de Obispos pueden establecer yproponer a la Sede Apostólica las adaptacionesque respondan a las necesidades y a las costumbresde cada región17.

343. Para la confección de las vestiduras sagradas,además de los materiales tradicionales, puedenemplearse las fibras naturales propias de cadalugar, y además algunas fibras artificiales que seanconformes con la dignidad de la acción sagrada yde la persona. La Conferencia de Obispos juzgaráestos asuntos18.

344. Es conveniente que la belleza y la nobleza decada una de las vestiduras no se busque en laabundancia de los adornos sobreañadidos sino enel material que se emplea y en su forma. Sinembargo, que el ornato presente figuras o imáge-nes y símbolos que indiquen el uso litúrgico,evitando todo lo que desdiga del uso sagrado.

345. La diversidad de colores en las vestidurassagradas pretende expresar con más eficacia, aúnexteriormente, tanto el carácter propio de los mis-terios de la fe que se celebran, como el sentidoprogresivo de la vida cristiana en el transcurso delaño litúrgico.

346. En cuanto al color de las vestiduras, obsérveseel uso tradicional, es decir:

a) El color blanco se emplea en los Oficios y en lasMisas del Tiempo Pascual y de la Natividad delSeñor; además, en las celebraciones del Señor, queno sean de su Pasión, de la bienaventurada VirgenMaría, de los Santos Ángeles, de los Santos que nofueron Mártires, en la solemnidad de Todos losSantos (1º de noviembre), en la fiesta de San JuanBautista (24 de junio), en las fiestas de San JuanEvangelista (27 de diciembre), de la Cátedra deSan Pedro (22 de febrero) y de la Conversión deSan Pablo (25 de enero).

b) El color rojo se usa el domingo de Pasión y elViernes Santo, el domingo de Pentecostés, en lascelebraciones de la Pasión del Señor, en las fiestasnatalicias de Apóstoles y evangelistas y en lascelebraciones de los Santos Mártires.

c) El color verde se usa en los Oficios y en las Misasdel Tiempo Ordinario.

16.- Cfr. Ritual Romano, Bendicional, edición típica 1984, Ritual de Bendición de objetos que se usan en las celebraciones litúrgicas, núm.1070. (Bendicional en castellano, núm.1182.)

17.- Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm.128.18.- Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm.128.

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d) El color morado se usa en los Tiempos de Advien-to y de Cuaresma. Puede usarse también en losOficios y Misas de difuntos.

e) El color negro puede usarse, donde se acostum-bre, en las Misas de difuntos.

f) El color rosado puede usarse, donde se acostum-bre, en los domingos Gaudete (III de Adviento) yLaetere (IV de Cuaresma).

g) En los días más solemnes pueden usarse vestidu-ras sagradas festivas o más nobles, aunque no seandel color del día.

Sin embargo, las Conferencias de Obispos, en loreferente a los colores litúrgicos, pueden determi-nar y proponer a la Sede Apostólica las adaptacio-nes que mejor convengan con las necesidades ycon la índole de los pueblos.

347. Las Misas Rituales se celebran con el colorpropio o blanco o festivo; pero las Misas pordiversas necesidades con el color propio del día odel tiempo o con color violeta, si expresan índolepenitencial, por ejemplo, núm. 31. 33. 38; lasMisas votivas con el color conveniente a la Misaque se celebra o también con el color propio del díao del tiempo.

VI.5. Otros objetos destinados al uso de la Iglesia(IGMR).

348. Además de los vasos sagrados y de las vestidu-ras sagradas, para los que se determina un materialespecial, el otro ajuar que se destina, o al mismouso litúrgico19, o que de alguna otra manera seaprueba en la iglesia, sea digno y corresponda alfin para el cual se destina cada cosa.

349. Téngase especial cuidado de que los libroslitúrgicos, principalmente el Evangeliario y elLeccionario, destinados a la proclamación de laPalabra de Dios y que por esto gozan de especialveneración, sean en la acción litúrgica realmentesignos y símbolo de las realidades sobrenaturalesy, por lo tanto, sean verdaderamente dignos, bellosy decorosos.

350. Póngase, además, todo el cuidado en los objetosque están directamente relacionados con el altar ycon la celebración eucarística, como son, por ejem-plo, la cruz del altar y la cruz que se lleva enprocesión.

351. Procúrese diligentemente que también en lascosas de menor importancia, se observen oportu-namente los postulados del arte y que siempre seasocie la noble sencillez con la elegancia.

TEMA V: el Sacramentode la Penitencia20

Padres Ramón Orozco y Jaime Enrique Gutiérrez Gutiérrez

I.- El Ministerio de la Penitenciay de la Reconciliación en la

perspectiva de la Santidad Cristiana.I. 1. Importancia actual del Sacramento de la

Penitencia7. Al inicio del tercer milenio, Juan Pablo II escribía:

«Deseo pedir, además, una renovada valentía pas-

toral [...] para proponer de manera convincente yeficaz la práctica del sacramento de la reconcilia-ción»21. El mismo Papa afirmaba sucesivamenteque era su preocupación «reforzar solícitamente elsacramento de la reconciliación, incluso comoexigencia de auténtica caridad y verdadera justiciapastoral» recordando que «todo fiel, con las debi-

19.- En cuanto a la Bendición de objetos que en las iglesias se destinan al uso litúrgico, Cfr. Ritual Romano, Bendicional, edición típica1984, parte III. (Bendicional en castellano, núms.1180-1222)

20.- Como en el Sacramento de la Confirmación, ahora en este sacramento, también advertimos que aunque en el «instrumentum laboris»,sigue el esquema de: Título I: De la celebración de la Penitencia, Título II: Del ministro del sacramento de la Penitencia, Título III:Delitos contra el sacramento de la Penitencia, Título IV: Del penitente, lo presentado por los padres Ramón Orozco Muñoz y JaimeEnrique Gutiérrez Gutiérrez, siguen otro esquema, el cual dejamos esencialmente como lo enviaron.

21.- JUAN PABLO II, Carta apostólica Novo millenio ineunte, 37: l.c., 292.

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das disposiciones interiores, tiene derecho a reci-bir personalmente la gracia sacramental»22.

8. La Iglesia no sólo anuncia la conversión y elperdón, sino que al mismo tiempo es signo porta-dor de reconciliación con Dios y con los hermanos.La celebración del sacramento de la reconciliaciónse inserta en el contexto de toda la vida eclesial,sobre todo con relación al misterio pascual cele-brado en la eucaristía y hace referencia al bautismovivido y a la confirmación, y a las exigencias delmandamiento del amor. Es siempre una celebra-ción gozosa del amor de Dios que se da a sí mismo,destruyendo nuestro pecado cuando lo reconoce-mos humildemente.

I.2.La misión de Cristo operante en la Iglesia9. La misión eclesial es un proceso armónico de

anuncio, celebración y comunicación del perdón,en particular cuando se celebra el sacramento de lareconciliación, que es fruto y don de la Pascua delSeñor resucitado, presente en su Iglesia: «Recibidel Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados,les quedan perdonados; a quienes se los retengáis,les quedan retenidos» (Jn 20,22-23).

La alegría del perdón se convierte en actitud degratitud y generosidad en el camino de la santifica-ción y de la misión. Quien ha experimentado elperdón, desea que otros puedan llegar a este en-cuentro con Cristo Buen Pastor. Por tanto, losministros de este sacramento, pues ellos mismosexperimentan la belleza de este encuentrosacramental, se hacen más disponibles a ofrecerdicho servicio humilde, arduo, paciente y gozoso.

10. La práctica concreta, alegre, confiada y compro-metida del sacramento de la reconciliación, mani-fiesta el nivel en el que un creyente y una comuni-dad son evangelizados. «La práctica de la Confe-sión sacramental, en el contexto de la comunión delos santos que ayuda de diversas maneras a acercarlos hombres a Cristo, es un acto de fe en el misteriode la redención y de su realización en la Iglesia»23.

En el sacramento de la penitencia, fruto de la sangreredentora del Señor, experimentamos que Cristo«fue entregado por nuestros pecados, y resucitadopara nuestra justificación» (Rm 4,25). Por tanto,San Pablo podía afirmar que «Dios nos reconcilió

consigo por Cristo y nos confió el misterio de lareconciliación» (2Cor 5,18).

11. La reconciliación con Dios es inseparable de lareconciliación con los hermanos (cfr. Mt 5,24-25).Esta reconciliación no es posible sin purificar, dealguna manera, el propio corazón. Pero toda re-conciliación proviene de Dios, porque es Él quien«perdona todas las culpas» (Sal 103,3). Cuando serecibe el perdón de Dios, el corazón humanoaprende mejor a perdonar y a reconciliarse con loshermanos.

I.3. Abrirse al amor y a la reconciliación12. Cristo impulsa hacia un amor cada vez más fiel y,

por tanto, hacia un cambio más profundo (cfr. Ap2,16), para que la vida cristiana tenga los mismossentimientos que Él tuvo (cfr. Fil 2,5). La celebra-ción, y si fuera menester también comunitaria, delsacramento de la penitencia con la confesión perso-nal de los pecados, es una gran ayuda para vivir larealidad eclesial de la comunión de los santos.

13. Se tiende a la «reconciliación» plena según el«Padre nuestro», las bienaventuranzas y el manda-miento del amor. Es un camino de purificación delos pecados y también un itinerario hacia la iden-tificación con Cristo.

Este camino penitencial es hoy y siempre de sumaimportancia, como fundamento para construir unasociedad que viva la comunión. «La sabiduría de laIglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidaddel pecado original, incluso en la interpretación delos fenómenos sociales y en la construcción de lasociedad: ignorar que el hombre posee una natura-leza herida, inclinada al mal, da lugar a graveserrores en el campo de la educación, de la política,de la acción social y de las costumbres»24.

I.4. El testimonio y la dedicación de los pastores14. En todas las épocas de la historia eclesial se

encuentran figuras sacerdotales que son modelosde confesores o de directores espirituales. La ex-hortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia(1984) recuerda a San Juan Nepomuceno, SanJuan María Vianney, San Giuseppe Cafasso y SanLeopoldo di Castelnuovo. Benedicto XVI, en undiscurso en la Penitenciaría Apostólica25, añade aSan Pío da Pietralcina

22.- Juan Pablo II, Carta apostólica Motu Proprio Misericordia Dei, sobre algunos aspectos de la celebración del sacramento de lapenitencia (7 de abril de 2002): AAS 94 (2002), 453.

23.- Juan Pablo II, Bula Aperite Portas Redemptori (6 de enero de 1983), 6: AAS 75 (1983), 96.24.- Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 34; la Encíclica cita el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 407.

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Recordando estas figuras sacerdotales, Juan Pablo IIañade: «Pero yo deseo rendir homenaje también ala innumerable multitud de confesores santos ycasi siempre anónimos, a los que se debe la salva-ción de tantas almas ayudadas por ellos en suconversión, en la lucha contra el pecado y lastentaciones, en el progreso espiritual y, en defini-tiva, en la santificación. No dudo en decir queincluso los grandes Santos canonizados han salidogeneralmente de aquellos confesionarios; y con losSantos, el patrimonio espiritual de la Iglesia y elmismo florecimiento de una civilización impreg-nada de espíritu cristiano. Honor, pues, a estesilencioso ejército de hermanos nuestros que hanservido bien y sirven cada día a la causa de lareconciliación mediante el ministerio de la Peni-tencia sacramental»26.

15. En muchas Iglesias particulares, sobre todo enlas basílicas menores, en las catedrales, en lossantuarios y en algunas parroquias más céntricasde las grandes ciudades, se observa actualmenteuna respuesta muy positiva por parte de los fielesal esfuerzo de los pastores de ofrecer un servicioasiduo del sacramento del perdón. Si «con el sacra-mento de la penitencia (los ministros) reconciliana los pecadores con Dios y con la Iglesia»27, estamisma celebración penitencial puede dar lugar alservicio de la dirección o consejo espiritual.

16. Los «munera» sacerdotales están fuertementevinculados entre sí, en beneficio de la vida espiri-tual de los fieles. «Los presbíteros son, en la Iglesiay para la Iglesia, una representación sacramentalde Jesucristo, Cabeza y Pastor; proclaman conautoridad su palabra; renuevan sus gestos de per-dón y de ofrecimiento de la salvación, principal-mente con el bautismo, la penitencia y la eucaris-tía; ejercen, hasta el don total de sí mismos, elcuidado amoroso del rebaño, al que congregan enla unidad y conducen al Padre por medio de Cristoen el Espíritu»28.

17. Por esto, la misma exhortación apostólica Pasto-res dabo vobis invita a los ministros a hacer uso deesta práctica, como garantía de su vida espiritual:«Quiero dedicar unas palabras al Sacramento de laPenitencia, cuyos ministros son los sacerdotes,pero deben ser también sus beneficiarios, hacién-dose testigos de la misericordia de Dios por lospecadores». Y repite cuanto escrito en la Exhorta-ción Reconciliatio et paenitentia: «La vida espiri-tual y pastoral del sacerdote, como la de sus herma-nos laicos y religiosos, depende, para su calidad yfervor, de la asidua y consciente práctica personaldel Sacramento de la penitencia [...]. En un sacer-dote que no se confiesa o se confiesa mal, su sercomo sacerdote y su ministerio se resentirán muypronto, y se dará cuenta también la Comunidad dela que es pastor»29. Pero cuando soy agradecidoporque Dios me perdona siempre, como escribíaBenedicto XVI, «dejándome perdonar, aprendotambién a perdonar a los otros»30.

18. La fecundidad apostólica proviene de la miseri-cordia de Dios. Por esto, los planes pastorales sonescasamente eficaces si se subestima la prácticasacramental de la penitencia: «Se ha de ponersumo interés en la pastoral de este sacramento dela Iglesia, fuente de reconciliación, de paz y alegríapara todos nosotros, necesitados de la misericordiadel Señor y de la curación de las heridas del pecado[...] El Obispo ha de recordar a todos los que poroficio tienen cura de almas el deber de brindar a losfieles la oportunidad de acudir a la confesiónindividual. Y se cuidará de verificar que se den alos fieles las máximas facilidades para poder con-fesarse. Considerada a la luz de la Tradición y delMagisterio de la Iglesia la íntima unión entre elsacramento de la reconciliación y la participaciónen la eucaristía, es cada vez más necesario formarla conciencia de los fieles para que participendigna y fructuosamente en el banquete eucarísticoen estado de gracia»31.

25.- Benedicto XVI, Discurso a los Penitenciarios de las cuatro Basílicas Pontificias Romanas (19 de febrero de 2007): AAS 99 (2007),252.

26.- JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et paenitentia (2 de diciembre de 1984), 29: AAS 77 (1985), 255-256.

27.- CONC. ECUM. VAT. II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 5.28.- Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis (25 de marzo de 1992), 15: AAS 84 (1992), 680.29.- Ibidem, n. 26: l.c. 699; cita la Exhortación apostólica post-sinodal Reconciliatio et paenitentia, n. 31.30.- BENEDICTO XVI, Carta a los seminaristas, 18 de octubre de 2010, 331.- JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores Gregis (16 de octubre de 2003), 39: AAS 96 (2004), 876-877.

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I.5.El ejemplo del Santo Cura de Ars.19. El ejemplo del Santo Cura de Ars es muy actual.

La situación histórica de aquel momento no erafácil, a causa de las guerras, de la persecución, delas ideas materialistas y secularizadoras. Cuandollegó a la parroquia era muy escasa la frecuenciadel sacramento de la penitencia. En los últimosaños de su vida, la frecuencia llegó a ser masiva,incluso de fieles provenientes de otras diócesis.Para el Santo Cura, el ministerio de la reconcilia-ción fue «un largo martirio» que «produjo frutosmuy abundantes y vigorosos». Ante la condiciónde pecado, decía «no se sabe qué hacer, no se puedehacer nada sino llorar y rezar». Pero él «vivía sólopara los pobres pecadores con la esperanza deverlos convertirse y llorar»32. La confesión fre-cuente, aun sin pecado grave, es un medio reco-mendado constantemente por la Iglesia con el finde progresar en la vida cristiana33.

20. Juan Pablo II en la Carta del Jueves Santo de1986 a los sacerdotes, para conmemorar el segun-do centenario del nacimiento del Santo Cura, reco-nocía que «es sin duda alguna su incansable entre-ga al sacramento de la penitencia lo que ha puestode manifiesto el carisma principal del Cura de Arsy le ha dado justamente su fama. Es bueno que eseejemplo nos impulse hoy a restituir al ministerio dela reconciliación toda la importancia que le corres-ponde». El hecho mismo de que un gran número depersonas «por diversas razones parecen abstenersetotalmente de la confesión, hace urgente una pas-toral del sacramento de la reconciliación, queayude a los cristianos a redescubrir las exigenciasde una verdadera relación con Dios, el sentido delpecado que nos cierra a Dios y a los hermanos, lanecesidad de convertirse y de recibir, en la Iglesia,el perdón como un don gratuito del Señor, y tam-bién las condiciones que ayuden a celebrar mejorel sacramento, superando así los prejuicios, losfalsos temores y las rutinas. Una situación de estetipo requiere al mismo tiempo que estemos muydisponibles para este ministerio del perdón, dis-

puestos a dedicarle el tiempo y la atención necesa-rios, y, diría también, a darle la prioridad sobreotras actividades. De esta manera, los mismosfieles serán la recompensa al esfuerzo que, comoel Cura de Ars, les dedicamos»34.

I.6. Ministerio de misericordia.21. El ministerio de la reconciliación, ejercido con

gran disponibilidad, contribuirá a profundizar elsignificado del amor de Dios, recuperando preci-samente el sentido del pecado y de las imperfec-ciones como obstáculos al verdadero amor. Cuan-do se pierde el sentido del pecado, se rompe elequilibrio interior en el corazón y se da origen acontradicciones y conflictos en la sociedad huma-na. Sólo la paz de un corazón unificado puedeborrar guerras y tensiones. «Los desequilibriosque fatigan al mundo moderno están conectadoscon ese otro desequilibrio fundamental que hundesus raíces en el corazón humano. Son muchos loselementos que se combaten en el propio interiordel hombre»35.

22. Este servicio de reconciliación, ejercido conautenticidad, invitará a vivir en sintonía con lossentimientos del Corazón de Cristo. Es una «prio-ridad» pastoral, en cuanto es vivir la caridad delBuen Pastor, vivir «su amor al Padre en el EspírituSanto, su amor a los hombres hasta inmolarseentregando su vida»36. Para retornar a Dios Amor,es necesario invitar a reconocer el propio pecado,sabiendo que «Dios está por encima de nuestraconciencia» (1Jn 3,20). De aquí se deriva la alegríapascual de la conversión, que ha suscitado santosy misioneros en todas las épocas.

23. Esta actualidad del sacramento de la reconcilia-ción se presenta también en la realidad de la Iglesiaperegrina, que siendo «santa y necesitada de puri-ficación, avanza continuamente por la senda de lapenitencia y de la renovación»37. Por esto la Iglesiamira a María, que «precede con su luz alperegrinante pueblo de Dios como signo de espe-ranza cierta y de consuelo, hasta que llegue el díadel Señor»38.

32.- BEATO JUAN XXIII, Carta encíclica Sacerdotii nostri primordia, 85, 88, 90: AAS 51 (1959), 573-574.33.- Cfr.ibidem, n. 95:l.c.,574-57534.- JUAN PABLO II, Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo de 1986, 7: AAS 78 (1986), 695.35.- Conc. Ecum. Vat. II, Constitución pastoral Gaudium et spes, 10.36.- JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 49: 745.37.- Conc. Ecum. VaT. II, Constitución dogmática Lumen gentium, 8.38.- Ibidem, n. 68.

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II. Líneas fundamentales.II.1. Naturaleza del sacramento de la penitencia.24. El sacramento del perdón es un signo eficaz de la

presencia, de la palabra y de la acción salvífica deCristo redentor. En él, el mismo Señor prolongasus palabras de perdón en las palabras de su minis-tro mientras, al mismo tiempo, transforma y elevala actitud del penitente que se reconoce pecador ypide perdón con el propósito de expiación y correc-ción. En él se actualiza la sorpresa del hijo pródigoen el encuentro con el Padre que perdona y hacefiesta por el regreso del hijo amado (cfr. Lc 15,22).

II.2.Celebración pascual, camino de conversión.25. La celebración del sacramento es esencialmente

litúrgica, festiva y gozosa, en cuanto se dirige, bajola guía del Espíritu Santo, al reencuentro con elPadre y con el Buen Pastor. Jesús quiso describireste perdón con los colores de la fiesta y de laalegría (Lc 15,5-7.9-10.2232). Se hace, así, máscomprensible y más deseable la celebración fre-cuente y periódica del sacramento de la reconcilia-ción. A Cristo se le encuentra voluntariamente eneste sacramento cuando se ha aprendido a encon-trarlo habitualmente en la eucaristía, en la palabraviva, en la comunidad, en cada hermano y tambiénen la pobreza del propio corazón39.

26. En este sacramento se celebra la llamada a laconversión como retorno al Padre (cfr. Lc. 15,18).Se llama sacramento de la «penitencia» pues «con-sagra un camino personal y eclesial de conversión,de arrepentimiento y de satisfacción»40. Se llamatambién sacramento de la «confesión» «ya que laacusación, la confesión de los pecados al sacerdo-te, es un elemento esencial de este sacramento. Enun sentido profundo es también una «confesión»,reconocimiento y alabanza de la santidad de Diosy de su misericordia con el hombre pecador»41. Yse llama sacramento del «perdón», «porque, através de la absolución sacramental del sacerdote,Dios otorga al penitente «el perdón y la paz»», y dela «reconciliación», porque «comunica al pecadorel amor de Dios que reconcilia»42.

27. La celebración sacramental de la «conversión»está vinculada a un esfuerzo para responder alamor de Dios. Por esto, la llamada a la conversiónes «un componente esencial del anuncio del Rei-no»43. Así el cristiano se inserta en el «movimientodel «corazón contrito» (Sal 51,19), atraído y movi-do por la gracia (cfr. Jn 6,44; 12,32) a responder alamor misericordioso de Dios que nos ha amadoprimero (cfr. 1Jn 4,10)»44.

II.3.En el camino de santidad.28. Se trata de un itinerario hacia la santidad reque-

rida y hecha posible por el bautismo, la confirma-ción, la eucaristía y la Palabra de Dios. Así se actúala realidad ministerial de gracia que San Pablodescribía con estas palabras: «En nombre de Cristosomos, pues, embajadores, como si Dios exhortarapor medio de nosotros. Os suplicamos: ¡reconci-liaos con Dios!» (2Cor 5,20). La invitación delApóstol tenía como motivación especial el hechode que Dios trató a Cristo como «pecado pornosotros, para que viniésemos a ser justicia deDios en él» (2Cor 5,21). De esta forma, «libres delpecado, fructificáis para la santidad» (Rm 6,22).

29. Es posible entrar en esta dinámica de experienciadel perdón misericordioso de Dios desde la infan-cia y antes de la primera comunión, también porparte de almas inocentes movidas por una actitudde confianza y alegría filial45. Es necesario prepa-rar dichas almas a esta finalidad con una adecuadacatequesis sobre el sacramento de la penitenciaantes de recibir la primera comunión.

30. Cuando se entra en esta dinámica evangélica delperdón, es fácil comprender la importancia deconfesar los pecados leves y las imperfecciones,como decisión de «progresar en la vida del Espíri-tu» y con el deseo de transformar la propia vida enexpresión de la misericordia divina hacia los de-más46. De esta forma, se entra en sintonía con lossentimientos de Cristo «que, el Único, expió nues-tros pecados» (cfr. Rm 3,25; 1Jn 2,1-2)»47.

31. Cuando el sacerdote es consciente de esta reali-dad de gracia, no puede no alentar a los fieles a

39.- «El sacramento de la penitencia, que tanta importancia tiene en la vida del cristiano, hace actual la eficacia redentora del Misteriopascual de Cristo»: Benedicto XVI, Discurso a los Penitenciarios de las cuatro Basílicas Pontificias Romanas (19 de febrero de 2007):l.c, 250.

40.- Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1423, b.41.- Ibidem, n. 1424.42.- Ibidem-, cfr. 2Cor 5,20; Mt 5,24.43.- Ibidem, n. 1427.44.- Ibidem, n. 1428.

45.- Cfr. Juan Pablo II, Alocución a los seminaristas yugoslavos,26de abril de 1985.

46.- Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1458.47.- Ibidem, n. 1460.

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acercarse al sacramento de la penitencia. Entonces«el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastorque busca la oveja perdida, del Buen Samaritanoque cura las heridas, del Padre que espera al hijopródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez queno hace acepción de personas y cuyo juicio es a lavez justo y misericordioso. En una palabra, elsacerdote es el signo y el instrumento del amormisericordioso de Dios con el pecador»48. «Elbuen Pastor busca la oveja descarriada. Y encon-trada, la pone sobre los mismos hombros quellevaron el madero de la cruz, y la lleva de nuevoa la vida de la eternidad»49.

II.4. Un misterio de gracia.32. El respeto del «secreto sacramental» indica que

la celebración penitencial es una realidad de gra-cia, cuyo itinerario está ya «marcado» en el Cora-zón de Jesús, en una profunda amistad con él. Deesta forma, el misterio y la dignidad del hombre seesclarecen, una vez más, a la luz del misterio deCristo50.

Los efectos de la gracia del sacramento de la peni-tencia consisten en la reconciliación con Dios(recuperando la paz y la amistad con Él), en lareconciliación con la Iglesia (reintegrándose en lacomunión de los santos), en la reconciliación con-sigo mismo (unificando el propio corazón). Comoconsecuencia, el penitente «se reconcilia con loshermanos, agredidos y lesionados por él de algúnmodo; se reconcilia con la Iglesia, se reconciliacon toda la creación»51.

33. La dignidad del penitente emerge en la celebra-ción sacramental, en la que él manifiesta la propiaautenticidad (conversión) y el propio sentimiento.En efecto, «él se inserta, con sus actos, en lacelebración del sacramento, que se cumple tam-bién con las palabras de la absolución, pronuncia-das por el ministro en el nombre de Cristo»52. Por

esto se puede afirmar que «el fiel, mientras realizaen su vida la experiencia de la misericordia de Diosy la proclama, celebra con el sacerdote la liturgiade la Iglesia, que continuamente se convierte y serenueva»53.

34. La celebración del sacramento actualiza unahistoria de gracia que proviene del Señor. «A lolargo de la historia y en la praxis constante de laIglesia, el «ministerio de la reconciliación» (2Cor5,18), concedido mediante los sacramentos delbautismo y de la penitencia, se ha visto siemprecomo una tarea pastoral muy relevante, realizadapor obediencia al mandato de Jesús como parteesencial del ministerio sacerdotal»54.

35. Es un camino «sacramental», en cuanto signoeficaz de gracia, que forma parte de lasacramentalidad de la Iglesia. Es también el cami-no trazado por el «Padre nuestro», en el que pedi-mos perdón mientras ofrecemos nuestro perdón.De esta experiencia de reconciliación nace en elcorazón del creyente un anhelo de paz para toda lahumanidad: «El anhelo del cristiano es que toda lafamilia humana pueda invocar a Dios como «¡Pa-dre nuestro!»»55.

III. Algunas orientaciones prácticas.III.1. El ministerio de suscitar las disposiciones

del penitente.36. La actitud de reconciliación y penitencia o «con-

versión», desde los inicios de la Iglesia, se expresade formas diversas y en momentos diversos: cele-bración eucarística, tiempos litúrgicos particulares(como la Cuaresma), el examen de conciencia, laoración filial, la limosna, el sacrificio, etc. Pero elmomento privilegiado es la celebración del sacra-mento de la penitencia o reconciliación donde se da,por parte del penitente, la contrición, la confesión yla satisfacción y, por parte del ministro, la absolu-ción con la invitación a abrirse más al amor.

48.- Ibidem, n. 1465.49.- SAN GREGORIO NACIANCENO, Sermón 45.50.- Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución pastoral Gaudium et spes, 22. El ministerio de la reconciliación «debe ser protegido en su

sacralidad, no sólo por motivos teológicos, jurídicos, psicológicos, sobre los que me he detenido en precedentes análogas alocuciones,sino también por el respeto amoroso debido a su carácter de relación íntima entre el fiel y Dios»: Juan Pablo II, Discurso a laPenitenciaría Apostólica (12 de marzo de 1994), 3: AAS 87 (1995), 76; cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1467.

51.- Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1469; cfr. Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et paenitentia,31, V:l.c., 265.

52.- RITUALE ROMANUM - Ordo paenitentiae (2 de diciembre de 1973), Praenotanda 11: editio typica (1974), páginas 15-16.53.- Ibidem.54.- Juan pablo II, Carta apostólica Motu Proprio Misericordia Dei : l.c., 452.55.- BEnedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 79.

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37. La confesión clara, sencilla e íntegra de lospropios pecados recupera la comunión con Dios ycon los hermanos, sobre todo en la comunidadeclesial. La «conversión» como regreso a losproyectos del Padre, implica el arrepentimientosincero y, por tanto, la acusación y la disposicióna expiar o reparar la propia conducta. Así sevuelve a orientar la propia existencia hacia elcamino del amor a Dios y al prójimo.

38. El penitente, ante Cristo resucitado presente enel sacramento (y también en el ministro), confiesael propio pecado, expresa el propio arrepenti-miento y se compromete a expiar y a corregirse.La gracia del sacramento de la reconciliación esgracia de perdón que llega hasta la raíz del pecadocometido después del bautismo y sana las imper-fecciones y las desviaciones, dando al creyente lafuerza de «convertirse» o de abrirse más a laperfección del amor.

39. Los gestos exteriores con los que se puedeexpresar esta actitud interior penitencial son múl-tiples: oración, limosna, sacrificio, santificaciónde los tiempos litúrgicos, etc. Pero «la conversióny la penitencia diarias encuentran su fuente y sualimento en la Eucaristía»56. En la celebración delsacramento de la penitencia se experimenta elcamino del regreso descrito por Jesús con laparábola del hijo pródigo: «Sólo el corazón deCristo, que conoce las profundidades del amor desu Padre, pudo revelarnos el abismo de su miseri-cordia de una manera tan llena de simplicidad y debelleza»57.

40. Esta gracia de Dios, que ha tenido la iniciativa deamarnos, hace que el penitente pueda cumplirestos gestos. El examen de conciencia se realiza ala luz del amor de Dios y de su Palabra. Recono-ciendo el propio pecado, el pecador asume suresponsabilidad y, movido por la gracia, manifies-ta el propio dolor y el propio aborrecimiento delpecado, sobre todo ante Dios que nos ama y juzgacon misericordia nuestras acciones. El reconoci-miento y la acusación integral de los pecados alsacerdote, con sencillez y claridad, forma parte,

pues, de la acción del Espíritu de amor, que va másallá del dolor de contrición (por amor) o de atrición(por temor a la justicia divina).

III.2. Celebración litúrgica.41. La celebración del sacramento de la reconcilia-

ción es un acto litúrgico que, según el Rito de lapenitencia, se desarrolla partiendo de un saludo yde una bendición, a los que sigue la lectura orecitación de la Palabra de Dios, la invitación alarrepentimiento, la confesión, consejos y exhorta-ciones, la imposición y aceptación de la peniten-cia, la absolución de los pecados, la acción degracias y la bendición de despedida58. El lugarvisible y decoroso del confesionario, «provisto deuna rejilla fija entre el penitente y el confesor, quepuedan utilizar libremente los fieles que así lodeseen»59 constituye una ayuda para ambos.

42. La forma ordinaria de celebrar la confesión, esdecir, la confesión individual, también cuando estáprecedida por una preparación comunitaria, es unaexcelente oportunidad para invitar a la santidad y,por consiguiente, a una eventual dirección espiri-tual (con el mismo confesor o con otra persona).«Gracias también a su índole individual, la prime-ra forma de celebración permite asociar el sacra-mento de la penitencia a algo distinto, peroconciliable con ello: me refiero a la direcciónespiritual. Es pues cierto que la decisión y elempeño personal están claramente significados ypromovidos en esta primera forma»60. «Cuandosea posible, es conveniente también que, en mo-mentos particulares del año, o cuando se presentela oportunidad, la confesión individual de variospenitentes tenga lugar dentro de celebracionespenitenciales, como prevé el ritual, respetando lasdiversas tradiciones litúrgicas y dando una mayoramplitud a la celebración de la Palabra con lecturasapropiadas»61.

43. Aunque «en casos de necesidad grave se puederecurrir a la celebración comunitaria de la reconci-liación con confesión general y absolución gene-ral», según las normas del Derecho, «los fieles,para que sea válida la absolución, deben hacer el

56.- Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1436.57.- Ibidem, n. 1439.58.- Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 61.59.- Código de Derecho Canónico (CDC), can. 964, §2.60.- JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et paenitentia, 32: l.c. 267-268.61.- Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 61.

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propósito de confesar individualmente los propiospecados graves, en el tiempo debido»»62. Juzgar sise presentan las condiciones requeridas conformea la norma del Derecho, «corresponde al Obispodiocesano, el cual, teniendo en cuenta los criteriosacordados con los demás miembros de la Confe-rencia Episcopal, puede determinar los casos enlos que se verifica esa necesidad»63.

Por esto, «la confesión individual e íntegra y laabsolución continúan siendo el único modo ordi-nario para que los fieles se reconcilien con Dios yla Iglesia, a no ser que una imposibilidad física omoral excuse de este modo de confesión [...]. Laconfesión personal es la forma más significativade la reconciliación con Dios y con la Iglesia»64.

III.3. Las normas prácticas establecidas por laIglesia como expresión de la caridad pastoral.

44. En los cánones del Código de Derecho Canónicose encuentra orientaciones prácticas sobre la con-fesión individual y la celebración comunitaria65, ysobre el lugar y modo de disponer el confesiona-rio66. Respecto a los ministros, se refieren normasgarantizadas por la tradición eclesial y por laexperiencia, como la facultad de confesar ordina-riamente y la facultad de absolver en algunos casosespeciales67. Es necesario atenerse, en todo, a loscriterios de la Iglesia sobre la doctrina moral68. Esnecesario comportarse siempre como servidoresjustos y misericordiosos, y así proveer al «honordivino y a la salvación de las almas»69.

45. Estas normas ayudan también a actuar con laprudencia debida «atendiendo a la condición yedad del penitente»70, tanto para pedir como paraofrecer orientaciones prácticas e indicar una «sa-

tisfacción oportuna»71. Exactamente en dicho con-texto del misterio de la gracia divina y del corazónhumano se encuadra mejor el «secreto»sacramental72.

Otras normas ofrecen algunos elementos para ayu-dar a los penitentes a confesar con claridad, porejemplo con referencia al número y especie de lospecados graves73, indicando los tiempos más opor-tunos, los medios concretos (cuáles pueden ser, enqué ocasión, los intérpretes) y sobre todo la liber-tad de confesarse con los ministros aprobados yque ellos pueden elegir74.

46. En el Rito de la Penitencia se encuentran orien-taciones doctrinales y normas prácticas semejan-tes: preparación del sacerdote, acogida, celebra-ción con todos sus detalles. Estas orientacionesayudarán al penitente a plasmar la propia vida a lagracia recibida. Por esto la celebración comunita-ria, con absolución individual, constituye una granayuda a la confesión individual, que permanecesiempre la forma ordinaria de la celebración delsacramento de la penitencia.

47. También la Carta Apostólica Motu Proprio Mi-sericordia Dei, sobre algunos aspectos de la cele-bración del sacramento de la penitencia, del PapaJuan Pablo II, ofrece muchas normas prácticassobre los posibles modos de realizar la celebraciónsacramental y sobre cada uno de sus gestos.

III.4. Orientar en el camino de santidad en sintoníacon la acción del Espíritu Santo.

48. En todas estas posibilidades de celebración, lomás importante es ayudar al penitente en su proce-so de configuración con Cristo. A veces un consejosencillo y sabio ilumina para toda la vida o impulsa

62.- Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1483; cfr. CDC, can. 962, § 1; Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium (CCEO), can. 721.63.- CDC, can. 961; cfr. CCEO 720.64.- Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1484.65.- CDC, cánones 959-963; CCEO, cánones 718-721.66.- CDC, can. 964: « § 1. El lugar propio para oír confesiones es una iglesia u oratorio. §2. Por lo que se refiere a la sede para oír

confesiones, la Conferencia Episcopal dé normas, asegurando en todo caso que existan siempre en lugar patente confesionariosprovistos de rejillas entre el penitente y el confesor que puedan utilizar libremente los fieles que así lo deseen. §3. No se deben oírconfesiones fuera del confesionario, si no es por justa causa». Cfr. también CCEO, can. 736 §1.

67.- CDC, cánones 965-977; CCEO, cánones 722-730.68.- CDC, can. 978, § 2.69.- CDC, can. 978, § 1; CCEO, can. 732 §2.70.- CDC, can. 979.71.- CDC, can. 981; CCEO, can. 732 §1.72.- Cfr. CDC, cánones 982-984; CCEO, cánones 731; 733-734.73.- Cfr. CDC, can. 988: « §1. El fiel está obligado a confesar según su especie y número todos los pecados graves cometidos después

del bautismo y aún no perdonados directamente por la potestad de las llaves de la Iglesia ni acusados en confesión individual, de loscuales tenga conciencia después de un examen diligente. §2. Se recomienda a los fieles que confiesen también los pecados veniales».

74.- Cfr. CDC, cánones 987-991; CCEO, can. 719.

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a tomar en serio el proceso de contemplación yperfección, bajo la guía de un buen director espiri-tual. El director espiritual es un instrumento en lasmanos de Dios, para ayudar a descubrir lo que Diosquiere de cada uno en el momento presente: suciencia no es meramente humana. La homilía deuna celebración comunitaria o el consejo privadoen una confesión individual pueden ser determi-nantes para toda la vida.

49. En todo momento es necesario tener en cuenta elproceso seguido por el penitente. A veces se leayudará a adoptar una actitud de conversión radi-cal que conduzca a recuperar o reavivar la elecciónfundamental de la fe; otras veces se tratará de unaayuda en el proceso normal de santificación que essiempre, armónicamente, de purificación, ilumi-nación y unión.

50. La confesión frecuente, cuando hay sólo pecadosleves o imperfecciones, es como una consecuenciade la fidelidad al bautismo y a la confirmación, yexpresa un auténtico deseo de perfección y deregreso al designio del Padre, para que Cristo vivaverdaderamente en nosotros para una vida de ma-yor fidelidad al Espíritu Santo. Por esto «teniendoen cuenta la llamada de todos los fieles a la santi-dad, se les recomienda confesar también los peca-dos veniales»75.

III.5. Disponibilidad ministerial y acogida paterna.51. En primer lugar son esenciales la oración y la

penitencia por las almas. Así será posible unaauténtica disponibilidad y acogida paterna.

52. Quienes tienen la cura de almas deben «proveerque se oiga en confesión a los fieles que les estánconfiados y que lo pidan razonablemente; y a quese les dé la oportunidad de acercarse a la confesiónindividual, en días y horas determinadas que lesresulten asequibles»76. Hoy se hace así en muchoslugares, con resultados muy positivos, no sólo enalgunos santuarios, sino también en muchas parro-quias e Iglesias.

53. Esta disponibilidad ministerial tiende a prolon-garse suscitando deseos de perfección cristiana.La ayuda por parte del ministro, antes o durante la

confesión, tiende al verdadero conocimiento de sí,a la luz de la fe, en vista de adoptar una actitud decontrición y propósitos de conversión permanentee íntima, y de reparación o corrección y cambio devida, para superar la insuficiente respuesta al amorde Dios.

54. El texto final de la celebración del sacramento,después de la absolución propiamente dicha y ladespedida, contiene una gran riqueza espiritual ypastoral, y convendría recitarlo, ya que orienta elcorazón hacia la pasión de Cristo, los méritos de laBienaventurada Virgen María y de los Santos, yhacia la cooperación por medio de las buenasobras subsiguientes.

55. Así, pues, el ministro, por el hecho de actuar ennombre de Cristo Buen pastor, tiene la urgencia deconocer y discernir las enfermedades espiritualesy de estar cerca del penitente, de ser fiel a laenseñanza del Magisterio sobre la moral y laperfección cristiana, de vivir una auténtica vida deoración, de adoptar una actitud prudente en laescucha y en las preguntas, de estar disponible aquien pide el sacramento, de seguir las mocionesdel Espíritu Santo. Es siempre una función paternay fraterna a imitación del Buen Pastor, y es unaprioridad pastoral. Cristo, presente en la celebra-ción sacramental, espera también en el corazón decada penitente y pide al ministro oración, estudio,invocación del Espíritu, acogida paterna.

56. Esta perspectiva de caridad pastoral evidenciaque «la falta de disponibilidad para acoger a lasovejas descarriadas, e incluso para ir en su búsque-da y poder devolverlas al redil, sería un signodoloroso de falta de sentido pastoral en quien, porla Ordenación sacerdotal, tiene que llevar en sí laimagen del Buen Pastor. [...] En particular, serecomienda la presencia visible de los confesores[...] y la especial disponibilidad para atender a lasnecesidades de los fieles, durante la celebración dela Santa Misa»77. Si se trata de una «concelebración,se exhorta vivamente que algunos sacerdotes seabstengan de concelebrar para estar disponibles alos fieles que quieren acceder al sacramento de lapenitencia»78.

75.- Juan Pablo II , Carta apostólica Motu Proprio Misericordia Dei, 3: l.c, 456.76.- CDC,can. 986; CCEO, can. 735.77.- Juan Pablo II, Carta apostólica Motu Proprio Misericordia Dei, 1b-2: l.c., 455.78.- CONGREGACIÓn para El Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Respuesta Quaenam sunt dispositiones sobre las normas

que se refieren al momento de la celebración del sacramento de la penitencia (31 de julio de 2001): Notitiae 37 (2001) 259-260 (EV20 [2001] n. 1504).

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57. La descripción que el Santo Cura de Ars hace delministerio, acentúa la nota de acogida y disponibi-lidad. Este es el comentario de Benedicto XVI:«Todos los sacerdotes hemos de considerar comodirigidas personalmente a nosotros aquellas pala-bras que él ponía en boca de Cristo: «Encargaré amis ministros que anuncien a los pecadores queestoy siempre dispuesto a recibirlos, que mi mise-ricordia es infinita». Los sacerdotes podemosaprender del Santo Cura de Ars no sólo confianzainfinita en el sacramento de la Penitencia que nosimpulse a ponerlo en el centro de nuestras preocu-paciones pastorales, sino también el método del«diálogo de salvación» que en él se debe entablar.El Cura de Ars se comportaba de manera diferentecon cada penitente»79. En dicho contexto se com-prende la explicación que dio a un hermano sacer-dote: «Le diré cuál es mi receta: pongo a lospecadores una penitencia pequeña y el resto locumplo yo»80.

III.6.Una formación renovada y actualizada delos sacerdotes para guiar a los fieles en lasdiversas situaciones.

58. Se puede aprender del Santo Cura de Ars elmodo de diferenciar los penitentes para poderlosorientar mejor, en base a su disponibilidad. Aun-que ofrecía los más fervientes modelos de santi-dad, a todos exhortaba a sumergirse en el «torrentede la divina misericordia» ofreciendo motivo deesperanza para la corrección: «El buen Dios losabe todo. Antes de que os confeséis, ya sabe quepecaréis todavía y sin embargo os perdona. ¡Quégrande es el amor de nuestro Dios que lo impulsaa olvidar voluntariamente el futuro, con tal deperdonarnos!»81.

Este esfuerzo de caridad pastoral «era para él, sinduda, la mayor de las prácticas ascéticas, un «mar-tirio»». Por esto «el Señor le concedía reconciliara grandes pecadores arrepentidos, y también guiara la perfección a las almas que lo deseaban»82.

59. El confesor es pastor, padre, maestro, educador,juez espiritual y también médico que discierne y

ofrece la cura. «El sacerdote hace las veces de juezy de médico, y ha sido constituido por Dios minis-tro de justicia y a la vez de misericordia divina,para que provea al honor de Dios y a la salud de lasalmas»83.

60. María es Madre de misericordia porque es Ma-dre de Cristo Sacerdote, revelador de la misericor-dia. Es la que «como nadie, ha experimentado lamisericordia [...], es la que conoce más a fondo elmisterio de la misericordia divina» y, por esto,puede «llegar a todos los que aceptan más fácil-mente el amor misericordioso de una madre»84. Laespiritualidad mariana del sacerdote hará entrever,en su modo de actuar, el Corazón materno deMaría como reflejo de la misericordia divina.

III.7.Nuevas situaciones, nuevas gracias, nuevofervor de los ministros.

61. Es necesario reconocer las dificultades actualespara ejercer el ministerio de la penitencia, debidasa cierta pérdida del sentido del pecado, a ciertaindiferencia hacia este sacramento, a no ver lautilidad de confesarse sino hay pecado grave, ytambién al cansancio del ministro atareado entantas actividades. Pero la confesión es siempre unrenacimiento espiritual que transforma al peniten-te en nueva criatura y lo une cada vez más a laamistad con Cristo. Por esto es fuente de alegríapara quien es servidor del Buen Pastor.

62. Cuando el sacerdote ejerce este ministerio vivede nuevo, de forma particular, su condición de serinstrumento de un maravilloso acontecimiento degracia. A la luz de la fe, puede experimentar elcumplirse del amor misericordioso de Dios. Losgestos y las palabras del ministro son un mediopara que se realice un verdadero milagro de lagracia. Aunque existen otros instrumentoseclesiales para comunicar la misericordia de Dios,por no hablar de la eucaristía, máxima prueba deamor, «en el sacramento de la penitencia el hom-bre es alcanzado de forma visible por la misericor-dia de Dios»85. Es un medio privilegiado paraalentar no sólo a recibir el perdón, sino también

79.- Benedicto XVI, Carta de proclamación del Año Sacerdotal con ocasión del 150 aniversario del «dies natalis» de San Juan MaríaVianney.

80.- Cfr. ibidem.81.- Ibidem.82.- Juan Pablo II , Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo 1986, 7: l.c.,695.83.- CDC, can. 978 § 1; CCEO, can. 732 § 2.84.- Juan Pablo II, Carta encíclica Dives in Misericordia, n. 9; l.c., 1208.85.- JUAN PABLO II, Homilía en Maribor (Eslovenia), 19 de mayo de 1996.

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para seguir con generosidad el camino de la iden-tificación con Cristo. El camino del discipuladoevangélico, por parte de los fieles y del mismoministro, tiene necesidad de esta ayuda para man-tenerse a un nivel de generosidad.

63. Esta perspectiva de aliento exige al ministro unamayor atención a su formación: «Por tanto, esnecesario que, además de una buena sensibilidadespiritual y pastoral, tenga una seria preparaciónteológica, moral y pedagógica, que lo capacitepara comprender la situación real de la persona.Además, le conviene conocer los ambientes socia-les, culturales y profesionales de quienes acuden alconfesionario, para poder darles consejos adecua-dos y orientaciones espirituales y prácticas... Ade-más de la sabiduría humana y la preparaciónteológica, es preciso añadir una profunda vena deespiritualidad, alimentada por el contacto orantecon Cristo, Maestro y Redentor»86. Para este fin esde gran utilidad la formación permanente, porejemplo las jornadas de formación del clero, concursos específicos, como los ofrecidos por la Peni-tenciaría Apostólica.

IV.- Algunos temas básicos desde el aspectomoral, que se pueden presentar en laConfesión:

1. Cuestiones de natalidad: Exhortación apostólicaFamiliaris Consortio 33-35.

2. Divorciados vueltos a casar: Exhortación apostó-lica Familiaris Consortio no. 84.

3. Cuestiones matrimoniales, paternidad responsa-ble: Vademecum para confesores, punto 3: orien-taciones pastorales de los confesores.

4. Cuestiones de Bioética: Instrucción DignitasPersonae no. 36

5. Sobre Personas con atracción hacia el mismo sexo(homosexualidad): CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRI-NA DE LA FE, Atención pastoral a los homosexua-

les, Roma octubre de 1986; Consideraciones acer-ca de los proyectos de reconocimiento legal de lasuniones entre personas homosexuales, Romamarzo de 2003; CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN

CATÓLICA, Sobre los criterios de discernimientovocacional en relación con las personas de ten-dencias homosexuales antes de su admisión alseminario y a las órdenes sagradas, Roma no-viembre de 2005.

6. Sobre delitos reservados: Carta Apostólica enforma motu proprio Sacramentorum SanctitatisTutela del 2001 y las Modificaciones hechas en el2010.

Los Sacramentos de curaciónEl sacramento de la penitencia y de la reconcilia-

ción, ahora así llamado, junto con el de la unciónde los enfermos, son los dos sacramentos de cura-ción que continúan la obra de curación y salvaciónde Jesucristo (cf. CEC 1420-1421).

I.- Doctrina del CEC Sobre el Sacramento de la Penitencia87

I.1. El Sacramento (nombre, y algunos otros con-tenidos, CEC nn. 1423-1439).

También es llamado sacramento de conversión (cf.Mc 1,15); Lc 15,18), de la penitencia (en cuantoque es un proceso de conversión), de la confesión(parte esencial del sacramento pero no la cen-tral), del perdón (cf. OP, fórmula de la absolución)y de la reconciliación (2Co 5,20). (cf. CEC 1423-1424).

Fue instituido para dar la nueva vida de Cristo quepuede ser debilitada o incluso perdida por elpecado.

¿Por qué reconciliarse después del bautismo? Por-que el bautismo no suprimió la concupiscencia,poniéndonos así en continua lucha y conversiónque busca la santidad y la vida eterna (cf. DS 1545;LG 40; CEC 1425-6).

86.- Benedicto XVI, Discurso a los Penitenciarios (19 de febrero de 2007); se vea también el discurso del 7 de marzo de 2008. Los discursosde Juan Pablo II y de Benedicto XVI a la Penitenciaría ofrecen una catequesis abundante sobre el modo de celebrar el sacramentode la penitencia, animando a los ministros a vivirlo y a ayudar a los fieles en esta experiencia de perdón y de santificación. Ademásde otros documentos ya citados, consultar más ampliamente: Rituale Romanum – Ordo Paenitentiae (2 de diciembre de 1973); JuanPablo II, Carta encíclica Dives in Misericordia (30 de noviembre de 1980); Exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio etPaenitentia (2 de diciembre de 1984); Carta apostólica Motu Proprio Misericordia Dei, sobre algunos aspectos de la celebración delsacramento de la penitencia (7 de abril de 2002); Penitenzieria Apostolica, Il sacramento della penitenta nei Messaggi di GiovanniPaolo II alla Penitenzieria Apostolica - años 1981, 1989-2000 - (13 de junio de 2000); Pontificio Consejo para la Familia, Vademécumpara los confesores sobre algunos temas de moral relativos a la vida conyugal (1997). En las notas se han citado también los discursosdel Papa Benedicto XVI a la Penitenciaría. Se vean también: Código de Derecho Canónico, Lib. IV, parte I, título IV; Catecismo dela Iglesia Católica, II parte, art. 4.

87.- Material presentado por el padre Jaime Enrique Gutiérrez Gutiérrez.

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Esta conversión, personal y de la Iglesia, permanen-temente la vivimos en este sacramento y le llama-mos «la segunda conversión» (cf. CEC 1428).

A esta conversión le llamamos «penitencia» y ha deser de corazón e interior; que intenta unareorientación radical de toda nuestra vida haciaDios (CF. CEC 1427-1429).

Le han llamado: aflicción del espíritu, arrepenti-miento del corazón, contrición. Y fundamental-mente es: un horror ante el pecado cometido, untemor de ofender a Dios por el pecado y un deseode no separarse de Dios (Trento DS 1676-1678;1705; CEC 1431).

Las diversas formas y expresiones de penitencia,desde la Sagrada Tradición son 3: ayuno (conver-sión de sí mismo), oración (conversión hacia Dios)y limosna (conversión hacia los demás) (cf. Tb12,8; Mt 6, 1-18; CEC 1434-5).

Hoy la Iglesia, más que en las penitencias físicas,insiste en: la atención a los pobres, ejercicio ydefensa de la justicia y el derecho, reconocimientode las faltas ante los demás, corrección fraterna,revisión de vida, examen de conciencia, direcciónespiritual, aceptación de los sufrimientos, padeci-miento de persecuciones por causa de la justicia,pero sobre todo «tomar la cruz cada día» y seguira Jesús es el camino más seguro de la penitencia(cf. CEC 1435).

Esta penitencia diaria, primero gracia de Dios, sealimenta en la Eucaristía: que es antídoto, quelibera de las faltas cotidianas y que preserva de lospecados mortales (cf. Trento DS 1638; CEC 1436).

Se reaviva mediante la lectura de las Sagradas Escri-turas, de la oración de la Liturgia de las horas y delPadre Nuestro, todo acto sincero de culto o depiedad reaviva en nosotros el espíritu de conver-sión y de penitencia y contribuye al perdón denuestros pecados (cf. CEC 1437).

Los tiempos y días de penitencia son el tiempo fuertede cuaresma y cada viernes del año (cf. SC 109-110; CIC can. 1249-1253; CCEO 880-883). Laforma de practicarla es mediante los ejerciciosespirituales, las liturgias penitenciales, las pere-grinaciones, las privaciones voluntarias y, sobretodo, la comunicación de los bienes (CEC 1438).

El proceso perfecto de conversión y penitencia estáen la parábola del hijo pródigo cuyo centro es «elpadre misericordioso» (Lc 15,11-24): la fascina-ción de una libertad ilusoria, el abandono de la casa

paterna; la miseria extrema en que el hijo seencuentra tras haber dilapidado su fortuna; la hu-millación profunda de verse obligado a apacentarcerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de lasalgarrobas que comían los cerdos; la reflexiónsobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y ladecisión de declararse culpable ante su padre, elcamino del retorno; la acogida generosa del padre;la alegría del padre: todos estos son rasgos propiosdel proceso de conversión. El mejor vestido, elanillo y el banquete de fiesta son símbolos de estavida nueva, pura, digna, llena de alegría que es lavida del hombre que vuelve a Dios y al seno de sufamilia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo,que conoce las profundidades del amor de suPadre, pudo revelarnos el abismo de su misericor-dia de una manera tan llena de simplicidad y debelleza (CEC 1439).

I.2. Este sacramento parte de la realidad delpecado (CEC nn. 1440-1448).

Este sacramento tiene como origen la realidad delpecado que es, ante todo, ruptura de comunión conDios y de comunión con la Iglesia. Por eso laconversión que nos lleva a este sacramento impli-ca, a la vez, el perdón de Dios y la reconciliacióncon la Iglesia (cf. LG 11; CEC 1440).

También parte de un reconocimiento: «Sólo Diosperdona los pecados, y en virtud de su autoridaddivina, Jesús, el Hijo de Dios, confiere este podera unos determinados hombres (los apóstoles) paraejercerlo en su nombre. «Cristo quiso que toda suIglesia, tanto en su oración como en su vida y suobra, fuera el signo y el instrumento del perdón yde la reconciliación que nos adquirió al precio desu sangre. Sin embargo, confió el ejercicio delpoder de absolución al ministerio apostólico, queestá encargado del «ministerio de la reconcilia-ción» (2 Co 5,18). El apóstol es enviado «ennombre de Cristo», y «es Dios mismo» quien, através de él, exhorta y suplica: «Dejaos reconciliarcon Dios» (2 Co 5,20)» (cf. CEC 1441-2).

El efecto de este sacramento, Jesús, lo realiza comoun perdón que integra en la comunidad, de la queel pecado había alejado o excluido para luego seradmitido a le mesa de Dios. Es, pues, inseparable:la reconciliación con la Iglesia, de la reconcilia-ción con Dios. «Un signo manifiesto de ello es elhecho de que Jesús admite a los pecadores a sumesa, más aún, Él mismo se sienta a su mesa, gesto

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que expresa de manera conmovedora, a la vez, elperdón de Dios (cf Lc 15) y el retorno al seno delpueblo de Dios» (cf. Lc 15; 19,9; CEC 1443).

Este sacramento fue instituido en favor de todos losbautizados, sobre todo, para los que han caído enpecado grave. «Es la segunda tabla de salvación»(cf. Tertuliano Paen. 4,2; cf. Trento DS 1542; CEC1446).

La forma concreta de ejercer el poder del perdón y dela reconciliación, a lo largo de los siglos, ha varia-do. Como ha llegado a nuestros días es: de formaprivada, personal, secreta, auricular, con posibili-dad de repetirse, y recibiendo, en una sola celebra-ción, el perdón de los pecados graves y veniales(cf. CEC 1447).

Su estructura fundamental que siempre, desde alprincipio, se ha mantenido son: «por una parte, losactos del hombre que se convierte bajo la accióndel Espíritu Santo, a saber, la contrición, la confe-sión de los pecados y la satisfacción; y por otraparte, la acción de Dios por el ministerio de laIglesia. Por medio del obispo y de sus presbíteros,la Iglesia, en nombre de Jesucristo, concede elperdón de los pecados, determina la modalidad dela satisfacción, ora también por el pecador y hacepenitencia con él. Así el pecador es curado yrestablecido en la comunión eclesial» (cf. CEC1448).

I.3. Los actos del Penitente (CEC nn.1450-1460)Son tres los actos del penitente: contrición, confe-

sión y satisfacción.a) Contrición (cf. CEC 1451-1454): ocupa el lugar

central y es «un dolor del alma y una detestacióndel pecado cometido, con la resolución de novolver a pecar» (Trento DZ 1676).

Es contrición perfecta cuando brota del amor deDios, amado sobre todas las cosas. Ésta perdonalas faltas veniales y obtiene el perdón de lospecados mortales, si comprende la firme resolu-ción de recurrir, tan pronto sea posible, a la confe-sión sacramental (Trento DZ 1677).

Es contrición imperfecta (atrición) cuando nace dela consideración de la fealdad del pecado o deltemor a la condenación eterna y de las demáspenas. Esta conmoción puede ser el comienzo deuna contrición que ha de culminar en la absoluciónsacramental. La atrición, por sí misma, no perdonalos pecados graves, pero dispone a obtener el

perdón por el sacramento (Trento DS 1678. 1705).Conviene prepararse a la recepción de este sacra-

mento, mediante un examen de conciencia hechoa la luz de la Palabra de Dios (Cf. Rom 12,15; 1 Cor12-13; Gal 5; Ef 4-6).

b) Confesión de los pecados (cf. CEC 1455-1458):la confesión, humanamente, nos libera y facilitanuestra reconciliación. Por ella enfrentamos nues-tro pecado y asumimos nuestra responsabilidad.

La confesión hecha al sacerdote es parte esencial delsacramento (cf. Trento DS 1680). En ella se debenenumerar todos los pecados mortales (los vistos ylos cometidos en secreto) ya que «la medicina nocura si no se descubre la llaga» (S. Jerónimo, Eccl.10.11).

c) Satisfacción (cf. CEC 1459-1460): porque mu-chos pecados causan daño al prójimo es necesariala reparación (concretamente: restituir lo robado,devolver la fama calumniada, compensar las heri-das, etc.). La misma justicia exige esto.

Es necesaria la satisfacción y expiación de los peca-dos porque la absolución quita el pecado pero noremedia todos los daños que causó (Trento DS1712).

La penitencia es la que el confesor impone al peni-tente, y debe tomar en cuenta la situación personaldel penitente, buscando siempre su bien espiritualy tomando en cuenta la gravedad y la naturaleza delos pecados cometidos. La penitencia puede con-sistir en oración, en ofrendas, en obras de miseri-cordia, servicios al prójimo, en privaciones volun-tarias, sacrificios y, sobre todo, en llevar paciente-mente la cruz de cada día (cf. CEC 1460).

II.- El Ministro del Sacramento de la peniten-cia y de la Reconciliación (CEC nn.1461-1467).

Los ministros del sacramento del perdón y reconcilia-ción son los apóstoles (cf. Jn 20,23; 2 Co 5,18) y sussucesores los obispos; también los presbíteros queson los colaboradores de los obispos (cf. CIC canon844; 967-969, 972; CCEO canon 722, 3-4).

El obispo, principalmente, es el que tiene el poder yel ministerio de la reconciliación y es el moderadorde la disciplina penitencial (cf. LG 26).

El celebrante de este sacramento siempre ha de versecomo el Buen Pastor, el Buen Samaritano, el Padreque espera al hijo pródigo (cf. CEC 1465).

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El confesor no es dueño sino servidor del perdón deDios. Le exige comportamiento cristiano probado,experiencia de las cosas humanas, respeto y deli-cadeza con el caído, amar la verdad, ser fiel alMagisterio, curar con paciencia y llevar al peniten-te a la plena madurez (cf. CEC 1466).

III.- Los Efectos del Sacramento de la Recon-ciliación y la Penitencia (CEC nn. 1468-1470).

Toda la virtud de la penitencia reside en que nosrestituye a la gracia de Dios y nos une con Él conprofunda amistad. El fin y el efecto de este sacra-mento son: la reconciliación con Dios y la recon-ciliación con la Iglesia (cf. CEC 1468).

Mediante este sacramento, anticipa el pecador, encierta manera, el juicio al que será sometido al finde esta vida terrena. En este sacramento, el peca-dor, confiándose al juicio misericordioso de Dios,anticipa en cierta manera el juicio al que serásometido al fin de esta vida terrena. Porque esahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida laelección entre la vida y la muerte, y sólo por elcamino de la conversión podemos entrar en elReino del que el pecado grave nos aparta (cf 1 Co5,11; Ga 5,19-21; Ap 22,15). Convirtiéndose aCristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa dela muerte a la vida «y no incurre en juicio» (Jn5,249" (CEC 1470).

IV.- La celebración del Sacramento de laPenitencia y la Reconciliación (CEC nn.1480-1484).

1480. »Como todos los sacramentos,  la Penitenciaes una acción litúrgica. Ordinariamente los ele-mentos de su celebración son: saludo y bendicióndel sacerdote, lectura de la Palabra de Dios parailuminar la conciencia y suscitar la contrición, yexhortación al arrepentimiento; la confesión quereconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote;la imposición y la aceptación de la penitencia; laabsolución del sacerdote; alabanza de acción degracias y despedida con la bendición del sacerdo-te».

1482. «El sacramento de la Penitencia puede tam-bién celebrarse en el marco de una celebracióncomunitaria, en la que los penitentes se preparana la confesión y juntos dan gracias por el perdónrecibido. Así la confesión personal de los pecadosy la absolución individual están insertadas en una

liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas yhomilía, examen de conciencia dirigido en común,petición comunitaria del perdón, rezo del PadreNuestro y acción de gracias en común. Esta cele-bración comunitaria expresa más claramente elcarácter eclesial de la penitencia. En todo caso,cualquiera que sea la manera de su celebración, elsacramento de la Penitencia es siempre, por sunaturaleza misma, una acción litúrgica, por tanto,eclesial y pública» (cf SC 26-27).

1483. »En casos de necesidad grave se puede recu-rrir a la celebración comunitaria de la reconcilia-ción con confesión general y absolución general.Semejante necesidad grave puede presentarse cuan-do hay un peligro inminente de muerte sin que elsacerdote o los sacerdotes tengan tiempo suficien-te para oír la confesión de cada penitente. Lanecesidad grave puede existir también cuando,teniendo en cuenta el número de penitentes, no haybastantes confesores para oír debidamente las con-fesiones individuales en un tiempo razonable, demanera que los penitentes, sin culpa suya, severían privados durante largo tiempo de la graciasacramental o de la sagrada comunión. En estecaso, los fieles deben tener, para la validez de laabsolución, el propósito de confesar individual-mente sus pecados graves en su debido tiempo(CIC can 962, §1). Al obispo diocesano corres-ponde juzgar si existen las condiciones requeridaspara la absolución general (CIC can 961, §2). Unagran concurrencia de fieles con ocasión de grandesfiestas o de peregrinaciones no constituyen por sunaturaleza ocasión de la referida necesidad gra-ve». (cf CIC can 962, §1, 2)

1484. »La confesión individual e íntegra y la abso-lución continúan siendo el único modo ordinariopara que los fieles se reconcilien con Dios y laIglesia, a no ser que una imposibilidad física omoral excuse de este modo de confesión» (Ritualde la Penitencia, Prenotandos 31). Y esto seestablece así por razones profundas. Cristo actúaen cada uno de los sacramentos. Se dirige perso-nalmente a cada uno de los pecadores: «Hijo, tuspecados están perdonados» (Mc 2,5); es el médi-co que se inclina sobre cada uno de los enfermosque tienen necesidad de él (cf Mc 2,17)  paracurarlos; los restaura y los devuelve a la comu-nión fraterna. Por tanto, la confesión personal esla forma más significativa de la reconciliacióncon Dios y con la Iglesia».

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V. Cuestiones prácticas de conciencia en laConfesión (CEC nn. 1795-1802).

1.- «La conciencia es el núcleo más secreto y elsagrario del hombre, en el que está solo con Dios,cuya voz resuena en lo más íntimo de ella» (GS16).

2.- «La conciencia moral es un juicio de la razón porel que la persona humana reconoce la calidadmoral de un acto concreto» (CEC 1796).

3.- «Para el hombre que ha cometido el mal, el

veredicto de su conciencia constituye una garantíade conversión y de esperanza» (CEC 1797).

4.- «Ante una decisión moral, la conciencia puedeformar un juicio recto de acuerdo con la razón y laley divina o, al contrario, un juicio erróneo que sealeja de ellas» (CEC 1799). Por eso, al sacerdoteconfesor toca, como padre sabio, orientar conseguridad al penitente sobre sus juicios erróneos,sabiendo que «el ser humano debe obedecer siem-pre el juicio cierto de su conciencia» (CEC 1800).

TEMA VI: El Sacramentode la Unción

de los EnfermosEquipo de las Normas y el Padre Salvador Martín

0.- Introducción«Con la sagrada unción de los enfermos y con la

oración de los presbíteros, toda la Iglesia enteraencomienda a los enfermos al Señor sufriente yglorificado para que los alivie y los salve. Inclusolos anima a unirse libremente a la pasión y muertede Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo deDios» (LG 11) (CEC. 1499).

0.1.- El enfermo ante Dios en la Sagrada Escrituraa) En el Antiguo TestamentoEl hombre del Antiguo Testamento vive la enferme-

dad de cara a Dios. Ante Dios se lamenta por suenfermedad (cf Sal 38) y de Él, que es el Señor dela vida y de la muerte, implora la curación(cf Sal 6,3; Is 38). La enfermedad se convierte encamino de conversión (cf Sal 38,5; 39,9.12) y elperdón de Dios inaugura la curación (cf Sal 32,5;107,20; Mc 2,5-12). Israel experimenta que la en-fermedad, de una manera misteriosa, se vincula alpecado y al mal; y que la fidelidad a Dios, según suLey, devuelve la vida: «Yo, el Señor, soy el que tesana» (Ex 15,26). El profeta entreve que el sufri-miento puede tener también un sentido redentorpor los pecados de los demás (cf Is 53,11). Final-

mente, Isaías anuncia que Dios hará venir untiempo para Sión en que perdonará toda falta ycurará toda enfermedad (cf Is 33,24) (CEC 1502).

b) Cristo, médicoLa compasión de Cristo hacia los enfermos y sus

numerosas curaciones de dolientes de toda clase(cf Mt 4,24) son un signo maravilloso de que «Diosha visitado a su pueblo» (Lc 7,16) y de que el Reinode Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamentepoder para curar, sino también de perdonar lospecados (cf Mc 2,5-12):  vino  a  curar  al  hombreentero, alma y cuerpo; es el médico que los enfer-mos necesitan (Mc 2,17).  Su  compasión  haciatodos los que sufren llega hasta identificarse conellos: «Estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25,36).Su amor de predilección para con los enfermos noha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar laatención muy particular de los cristianos haciatodos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Estaatención dio origen a infatigables esfuerzos poraliviar a los que sufren (CEC1503).

A menudo Jesús pide a los enfermos que crean(cf Mc 5,34.36;  9,23).  Se  sirve  de  signos  paracurar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7,32-

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36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s). Losenfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41; 3,10; 6,56)«pues salía de él una fuerza que los curaba a todos»(Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa«tocándonos» para sanarnos (CEC1504).

Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólose deja tocar por los enfermos, sino que hace suyassus miserias: «El tomó nuestras flaquezas y cargócon nuestras enfermedades» (Mt 8,17; cf Is 53,4).No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eransignos de la venida del Reino de Dios. Anunciabanuna curación más radical: la victoria sobre elpecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz,Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53,4-6) y quitó el «pecado del mundo» (Jn 1,29), del quela enfermedad no es sino una consecuencia. Por supasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentidonuevo al sufrimiento: desde entonces éste nosconfigura con Él y nos une a su pasión redentora(CEC 1505).

c) Jesús pide a sus discípulos –a la Iglesia- sanada los enfermos

Cristo invita a sus discípulos a seguirle tomando a suvez su cruz (cf Mt 10,38). Siguiéndole adquierenuna nueva visión sobre la enfermedad y sobre losenfermos. Jesús los asocia a su vida pobre y humil-de. Les hace participar de su ministerio de compa-sión y de curación: «Y, yéndose de allí, predicaronque se convirtieran; expulsaban a muchos demo-nios, y ungían con aceite a muchos enfermos y loscuraban» (Mc 6,12-13) (CEC 1506).

El Señor resucitado renueva este envío («En minombre [...] impondrán las manos sobre los enfer-mos y se pondrán bien», Mc 16,17-18) y lo confir-ma con los signos que la Iglesia realiza invocandosu nombre (cf. Hch 9,34; 14,3). Estos signos ma-nifiestan de una manera especial que Jesús esverdaderamente «Dios que salva» (cf Mt 1,21;Hch 4, 12) (CEC 1507).

«¡Sanad a los enfermos!» (Mt 10,8). La Iglesia harecibido esta tarea del Señor e intenta realizarlatanto mediante los cuidados que proporciona a losenfermos, como por la oración de intercesión conla que los acompaña. Cree en la presenciavivificante de Cristo, médico de las almas y de loscuerpos. Esta presencia actúa particularmente através de los sacramentos, y de manera especialpor la Eucaristía, pan que da la vida eterna

(cf Jn 6,54.58) y cuya conexión con la salud cor-poral insinúa san Pablo (cf 1 Co 11,30)  (CEC1509).

No obstante, la Iglesia apostólica tuvo un rito propioen favor de los enfermos, atestiguado por Santia-go: «Está enfermo alguno de vosotros? Llame a lospresbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y leunjan con óleo en el nombre del Señor. Y laoración de la fe salvará al enfermo, y el Señor haráque se levante, y si hubiera cometido pecados, leserán perdonados» (St 5,14-15). La Tradición hareconocido en este rito uno de los siete sacramen-tos de la Iglesia (cf DS 216; 1324-1325; 1695-1696; 1716-1717) (CEC 1510).

El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial decuración (cf 1 Co 12,9.28.30) para manifestar  lafuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, nisiquiera las oraciones más fervorosas obtienen lacuración de todas las enfermedades. Así san Pabloaprende del Señor que «mi gracia te basta, que mifuerza se muestra perfecta en la flaqueza» (2Co 12,9),  y  que  los  sufrimientos  que  tengo  quepadecer, tienen como sentido lo siguiente: «Com-pleto en mi carne lo que falta a las tribulaciones deCristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia»(Col 1,24) (CEC 1508).

0.2.- Un sacramento de vivos en la Tradición de laIglesia

La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacra-mentos, existe un sacramento especialmente des-tinado a reconfortar a los atribulados por la enfer-medad: la Unción de los enfermos: «Esta unciónsanta de los enfermos fue instituida por Cristonuestro Señor como un sacramento del NuevoTestamento, verdadero y propiamente dicho, insi-nuado por Marcos (cf Mc 6,13), y recomendado alos fieles y promulgado por Santiago, apóstol yhermano del Señor» (Concilio de Trento: DS 1695,cf St 5, 14-15) (CEC 1511)… exhortándolos -a losenfermos- también para que asociándose libre-mente a la Pasión y Muerte de Cristo (Rm 8,17; Col1,24; 2Tm 2,11-12; 1P 4,13) colabore al bien delpueblo de Dios (Trento: DS 1695; LG 11). Enefecto, el hombre, al enfermar gravemente, nece-sita de una gracia de Dios, para que, dominado porla angustia, no desfallezca su ánimo, y sometido ala prueba, no se debilite su fe. Por eso, Cristorobustece a sus fieles enfermos con el sacramentode unción, fortaleciéndolos con una firmísima

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protección (Trento: DS 1694) (Ritual de la Unciónde Enfermos y su atención pastoral No.5).

En la tradición litúrgica, tanto en Oriente como enOccidente, se poseen desde la antigüedad testimo-nios de unciones de enfermos practicadas conaceite bendito. En el transcurso de los siglos, laUnción de los enfermos fue conferida, cada vezmás exclusivamente, a los que estaban a punto demorir. A causa de esto, había recibido el nombre de«Extremaunción». A pesar de esta evolución, laliturgia nunca dejó de orar al Señor a fin de que elenfermo pudiera recobrar su salud si así conveníaa su salvación (cf. DS 1696) (CEC 1512).

La Constitución apostólica Sacram UnctionemInfirmorum del 30 de noviembre de 1972, de con-formidad con el Concilio Vaticano II (cf SC 73)estableció que, en adelante, en el rito romano, seobservara lo que sigue: «El sacramento de laUnción de los enfermos se administra a los grave-mente enfermos ungiéndolos en la frente y en lasmanos con aceite de oliva debidamente bendecidoo, según las circunstancias, con otro aceite deplantas, y pronunciando una sola vez estaspalabras: Per istam sanctam unctionem et suampiissimam misericordiam adiuvet te Dominusgratia Spiritus Sancti, ut a peccatis liberatum tesalvet atque propitius allevet («Por esta santa un-ción, y por su bondadosa misericordia, te ayude elSeñor con la gracia del Espíritu Santo, para que,libre de tus pecados, te conceda la salvación y teconforte en tu enfermedad»)» (Sacram UnctionemInfirmorum; cf. CIC, c. 847, §1).

Título I: La celebración del sacramento de laUnción de los enfermos

I.1.- Celebración del Sacramento.La celebración del sacramento consiste primordial-

mente en lo siguiente: previa la imposición demanos por los presbíteros de la Iglesia, se procla-ma la oración de la fe y se unge a los enfermos conel óleo santificado por la bendición de Dios: coneste rito se significa y se confiere la gracia desacramento (Ritual de la Unción de Enfermos y suatención pastoral, No.5).

Este sacramento otorga al enfermo la gracia delEspíritu Santo, con lo cual el hombre entero esayudado en su salud, confortado por la confianzaen Dios y robustecido contra las tentaciones delenemigo y la angustia de la muerte, de tal modo

que pueda no sólo soportar sus males con fortaleza,sino también luchar contra ellos e, incluso, conse-guir la salud si conviene para su salvación espiri-tual, asimismo, le concede, si es necesario, elperdón de los pecados y la plenitud de la penitenciacristiana (Trento: DS 1694, 1696) (Ibídem No. 6)(CEC. 1517).

En la santa unción, que va unida a la oración de la fe(St 5,15), se expresa ante todo la fe que hay quesuscitar tanto en el que administra como, de maneraespecial, en el que recibe el sacramento; pues lo quesalvará al enfermo es fe y la de la Iglesia, que miraa la muerte y resurrección de Cristo, de donde brotala eficacia del sacramento (S. Tomás, IV Sent. D 1q 1 a 4qc 3), y entrevé el reino futuro cuya garantíase ofrece en los sacramentos (Ibidem No. 7).

Como en todos los sacramentos, la Unción de losenfermos se celebra de forma litúrgica y comuni-taria (cf. SC 27), que tiene lugar en familia, en elhospital o en la iglesia, para un solo enfermo o paraun grupo de enfermos. Es muy conveniente que secelebre dentro de la Eucaristía, memorial de laPascua del Señor. Si las circunstancias lo permi-ten, la celebración del sacramento puede ir prece-dida del sacramento de la Penitencia y seguida delsacramento de la Eucaristía. En cuanto sacramen-to de la Pascua de Cristo, la Eucaristía debería sersiempre el último sacramento de la peregrinaciónterrenal, el «viático» para el «paso» a la vida eterna(CEC 1517).

Palabra y sacramento forman un todo inseparable.La Liturgia de la Palabra, precedida de un acto depenitencia, abre la celebración. Las palabras deCristo y el testimonio de los Apóstoles suscitan lafe del enfermo y de la comunidad para pedir alSeñor la fuerza de su Espíritu (CEC 1518).

La celebración del sacramento comprende princi-palmente estos elementos: «los presbíteros de laIglesia» (St. 5,14)  imponen  —en  silencio—  lasmanos a los enfermos; oran por los enfermos en lafe de la Iglesia (cf. St. 5,15); es la epíclesis propiade este sacramento; luego ungen al enfermo conóleo bendecido, si es posible, por el obispo. Estasacciones litúrgicas indican la gracia que este sacra-mento confiere a los enfermos (CEC 1519).

I.2. Efectos de la celebración de este sacramento.Un don particular del Espíritu Santo. La gracia

primera de este sacramento es una gracia de con-

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suelo, de paz y de ánimo para vencer las dificulta-des propias del estado de enfermedad grave o de lafragilidad de la vejez. Esta gracia es un don delEspíritu Santo que renueva la confianza y la fe enDios y fortalece contra las tentaciones del malig-no, especialmente tentación de desaliento y deangustia ante la muerte (cf. Hb 2,15). Esta asisten-cia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiereconducir al enfermo a la curación del alma, perotambién a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios(cf Concilio de Florencia: DS 1325). Además, «sihubiera cometido pecados, le serán perdonados»(St 5,15;  cf Concilio  de  Trento: DS 1717;  CEC1520).

La unión a la Pasión de Cristo. Por la gracia de estesacramento, el enfermo recibe la fuerza y el don deunirse más íntimamente a la Pasión de Cristo: encierta manera es consagrado para dar fruto por suconfiguración con la Pasión redentora del Salva-dor. El sufrimiento, secuela del pecado original,recibe un sentido nuevo, viene a ser participaciónen la obra salvífica de Jesús (CEC 1521).

Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben estesacramento, «uniéndose libremente a la pasión ymuerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo deDios» (LG 11). Cuando celebra este sacramento,la Iglesia, en la comunión de los santos, intercedepor el bien del enfermo. Y el enfermo, a su vez, porla gracia de este sacramento, contribuye a la san-tificación de la Iglesia y al bien de todos loshombres por los que la Iglesia sufre y se ofrece, porCristo, a Dios Padre (CEC 1522).

Una preparación para el último tránsito. Si elsacramento de la unción de los enfermos es conce-dido a todos los que sufren enfermedades y dolen-cias graves, lo es con mayor razón «a los que estána punto de salir de esta vida» (in exitu viae constituti;Concilio de Trento: DS 1698), de manera que se lallamado también sacramentum exeuntium («sa-cramento de los que parten»; ibid.). La Unción delos enfermos acaba de conformarnos con la muertey resurrección de Cristo, como el Bautismo habíacomenzado a hacerlo. Es la última de las sagradasunciones que jalonan toda la vida cristiana; la delBautismo había sellado en nosotros la vida nueva;la de la Confirmación nos había fortalecido para elcombate de esta vida. Esta última unción ofrece altérmino de nuestra vida terrena un escudo paradefenderse en los últimos combates antes entrar en

la Casa del Padre (cf. ibid.: DS 1694) (CEC 1523).I.3.- Instrucción sobre las oraciones para obtener

de Dios la curación(Congregación para la Doctrina de la fe, 14 sept

2000)a) El deseo de curación y la oración para obtener-

la.No solamente es loable la oración de los fieles

individuales que piden la propia curación o la deotro, sino que la Iglesia en la liturgia pide al Señorla curación de los enfermos. Ante todo, dispone deun sacramento «especialmente destinado a recon-fortar a los atribulados por la enfermedad: la Un-ción de los enfermos» (CEC 1511). «En él, pormedio de la unción, acompañada por la oración delos sacerdotes, la Iglesia encomienda los enfermosal Señor sufriente y glorificado, para que les dé elalivio y la salvación» (RUE 5: Ritual de la Unciónde los Enfermos).

En el De benedictionibus del Rituale Romanum,existe un Ordo benedictionis infirmorum, en elcual hay varios textos eucológicos que imploran lacuración: en el segundo formulario de las Preces(n. 305), en las cuatro Orationes benedictionis proadultis (nn 306-309), en las dos Orationesbenedictionis pro pueris(nn 315-316), en la ora-ción del Ritus brevior (n 319).

Obviamente, el recurso a la oración no excluye, sinoque al contrario anima a usar los medios naturalespara conservar y recuperar la salud, así comotambién incita a los hijos de la Iglesia a cuidar a losenfermos y a llevarles alivio en el cuerpo y en elespíritu, tratando de vencer la enfermedad. Enefecto, «es parte del plan de Dios y de su providen-cia que el hombre luche con todas sus fuerzascontra la enfermedad en todas sus manifestacio-nes, y que se emplee, por todos los medios a sualcance, para conservarse sano» (RUE 3).

b) Implicaciones doctrinales del «carisma de cu-ración» en el contexto actual

Por lo que se refiere a los encuentros de oración conel objetivo preciso de obtener curaciones -objetivoque, aunque no sea prevalente, al menos cierta-mente influye en la programación de los encuen-tros-, es oportuno distinguir entre aquellos quepueden hacer pensar en un «carisma de curación»,sea verdadero o aparente, o los otros que no tienenninguna conexión con tal carisma. Para que pue-

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dan considerarse referidos a un eventual carisma,es necesario que aparezca determinante para laeficacia de la oración la intervención de una o máspersonas individuales o pertenecientes a una cate-goría cualificada, como, por ejemplo, los dirigen-tes del grupo que promueve el encuentro. Si no hayconexión con el «carisma de curación», obvia-mente, las celebraciones previstas en los libroslitúrgicos, realizadas en el respeto de las normaslitúrgicas, son lícitas, y con frecuencia oportunas,como en el caso de la Misa pro infirmis. Si norespetan las normas litúrgicas, carecen de legiti-midad…

El «carisma de curación» no puede ser atribuido auna determinada clase de fieles. En efecto, quedabien claro que San Pablo, cuando se refiere a losdiferentes carismas en 1 Co 12, no atribuye el donde los «carismas de curación» a un grupo particu-lar, ya sea el de los apóstoles, el de los profetas, elde los maestros, el de los que gobiernan o el dealgún otro; es otra, al contrario, la lógica la queguía su distribución: «Pero todas estas cosas lasobra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolasa cada uno en particular según su voluntad»(1Co12,11). En consecuencia, en los encuentrosde oración organizados para pedir curaciones, se-ría arbitrario atribuir un «carisma de curación» auna cierta categoría de participantes, por ejemplo,los dirigentes del grupo; no queda otra opción quela de confiar en la libérrima voluntad del EspírituSanto, el cual dona a algunos un carisma especialde curación para manifestar la fuerza de la graciadel Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las ora-ciones más intensas obtiene la curación de todaslas enfermedades. Así, el Señor dice a San Pablo:«Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestraperfecta en la flaqueza» (2Co 12,9); y San Pablomismo, refiriéndose al sentido de los sufrimientosque hay que soportar, dirá «completo en mi carnelo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favorde su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24).

c) Aspectos disciplinares:Art. 1- Los fieles son libres de elevar oraciones a

Dios para obtener la curación. Cuando éstas serealizan en la Iglesia o en otro lugar sagrado, esconveniente que sean guiadas por un sacerdote oun diácono.

Art. 2- Las oraciones de curación son litúrgicas siaparecen en los libros litúrgicos aprobados por la

autoridad competente de la Iglesia; de lo contrariono son litúrgicas.

Art. 3- § 1. Las oraciones litúrgicas de curacióndeben ser celebradas de acuerdo con el rito prescri-to y con las vestiduras sagradas indicadas en elOrdo benedictionis infirmorumdel RitualeRomanum.(Bendicional 290-320)

§ 2. Las Conferencias Episcopales, conforme con loestablecido en los Prenotanda, V, De aptationibusquae Conferentiae Episcoporum competunt(Bendicional 39) del mismo Rituale Romanum,pueden introducir adaptaciones al rito de las ben-diciones de los enfermos, que se retenganpastoralmente oportunas o eventualmente necesa-rias, previa revisión de la Sede Apostólica.

Art. 4- § 1. El Obispo diocesano (y equiparados:CIC 381,2) tiene derecho a emanar normas para suIglesia particular sobre las celebraciones litúrgicasde curación, de acuerdo con el can. 838 § 4.

§ 2. Quienes preparan los mencionados encuentroslitúrgicos, antes de proceder a su realización, de-ben atenerse a tales normas.

§ 3. El permiso debe ser explícito, incluso cuando lascelebraciones son organizadas o cuentan con laparticipación de Obispos o Cardenales de la SantaIglesia Romana. El Obispo diocesano tiene dere-cho a prohibir tales acciones a otro Obispo, siem-pre que subsista una causa justa y proporcionada.

Art. 5- § 1. Las oraciones de curación no litúrgicasse realizan con modalidades distintas de las cele-braciones litúrgicas, como encuentros de oración olectura de la Palabra de Dios, sin menoscabo de lavigilancia del Ordinario del lugar, a tenor del can.839 § 2.

§ 2. Evítese cuidadosamente cualquier tipo de con-fusión entre estas oraciones libres no litúrgicas ylas celebraciones litúrgicas propiamente dichas.

§ 3. Es necesario, además, que durante su desarrollono se llegue, sobre todo por parte de quienes losguían, a formas semejantes al histerismo, a laartificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalis-mo.

Art. 6- El uso de los instrumentos de comunicaciónsocial, en particular la televisión, mientras se desa-rrollan las oraciones de curación, litúrgicas o nolitúrgicas, queda sometido a la vigilancia del Obis-po diocesano, de acuerdo con el can. 823, y a lasnormas establecidas por la Congregación para la

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Doctrina de la Fe en la Instrucción del 30 de marzode 1992 (Instrucción Concilio Vaticano II, 1992).

Art. 7- § 1. Manteniéndose lo dispuesto más arribaen el art. 3, y salvas las funciones para los enfermosprevistas en los libros litúrgicos, en la celebraciónde la Santísima Eucaristía, de los Sacramentos y dela Liturgia de las Horas no se deben introduciroraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas.

§ 2. Durante las celebraciones, a las que hace refe-rencia el § 1, se da la posibilidad de introducirintenciones especiales de oración por la curaciónde los enfermos en la oración común o «de losfieles», cuando ésta sea prevista.

Art. 8- § 1. El ministerio del exorcistado debe serejercitado en estrecha dependencia del Obispodiocesano, y de acuerdo con el can. 1172, la Cartade la Congregación para la Doctrina de la Fe del 29de septiembre de 1985 (Doctrina de la Fe, Epist.Inde ab aliquor annis) y el Rituale Romanum(Ritual de exoercismos, 13-19)

§ 2. Las oraciones de exorcismo, contenidas en elRituale Romanum, debe permanecer distintas delas oraciones usadas en las celebraciones de cura-ción, litúrgicas o no litúrgicas.

§ 3. Queda absolutamente prohibido introducir talesoraciones en la celebración de la Santa Misa, de losSacramentos o de la Liturgia de las Horas.

Art. 9- Quienes guían las celebraciones, litúrgicas ono, se deben esforzar por mantener un clima deserena devoción en la asamblea y usar la prudencianecesaria si se produce alguna curación entre lospresentes; concluida la celebración, podrán reco-ger con simplicidad y precisión los eventualestestimonios y someter el hecho a la autoridadeclesiástica competente.

Art. 10- La intervención del Obispo diocesano esnecesaria cuando se verifiquen abusos en las cele-braciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas, encaso de evidente escándalo para comunidad defieles y cuando se produzcan graves desobedien-cias a las normas litúrgicas e disciplinares.

Título II: Del ministro de la Unción de losenfermos.

Solo los sacerdotes (obispos y presbíteros) son mi-nistros de la Unción de los enfermos (cf. Conciliode Trento: DS 1697; 1719; CIC, can 1003; CCEO.can. 739,1). Es deber de los pastores instruir a los

fieles sobre los beneficios de este sacramento. Losfieles deben animar a los enfermos a llamar alsacerdote para recibir este sacramento. Y que losenfermos se preparen para recibirlo en buenasdisposiciones, con la ayuda de su pastor y de todala comunidad eclesial a la cual se invita a acompa-ñar muy especialmente a los enfermos con susoraciones y sus atenciones fraternas (CEC 1516).

II. 1.- Ritual de la Unción de Enfermos y suatención pastoral (Núms. 16-19).

a) El ministroA todos ellos (Obispos, párrocos y vicarios

parroquiales, capellanes de sanatorios y superio-res de comunidades religiosas clericales) pertene-ce el disponer con una catequesis adecuada a losenfermos y a los que les rodean, mediante lacolaboración de religiosos y seglares, y adminis-trar el sacramento a los mismos enfermos. Corres-ponde al Obispo diocesano la ordenación de aque-llas celebraciones en las que, tal vez, se reúnenmuchos enfermos para recibir la santa unción.

Por una causa razonable, cualquier otro sacerdotepuede administrar este sacramento, con el consen-timiento al menos presunto del ministro del que sehabla más arriba en el número 16, al que se infor-mará posteriormente deja celebración del sacra-mento.

Cuando dos o más sacerdotes se hallan ante unmismo enfermo, uno puede decir las oraciones yhacer la unción con su fórmula, y los otros puedendistribuirse entre si las otras partes del rito, comolos ritos iniciales, la lectura de la palabra de Dios,las invocaciones y moniciones. Todos pueden ha-cer a la vez la imposición de manos.

b) Cosas que se necesitan para celebrar la unción(Núms. 20-22).

La materia apta del sacramento ese aceite de oliva,en caso necesario, otro óleo sacado de las plantas(Bendición del óleo).

El óleo que se emplea en la unción de los enfermosdebe ser bendecido para este menester por elObispo o por un presbítero que tenga esta facultaden virtud del derecho o de una especial concesiónde la Santa Sede.

Cuando, según el número 21, b, un sacerdote haya debendecir dentro mismo rito el óleo, éste puede serllevado por el propio presbítero o, también, puedeser preparado por los familiares del enfermo en un

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recipiente adecuado. Si, celebrado el sacramen-to, sobrara óleo bendecido, póngase en un algo-dón y quémese.

II.2.- Instrucción interdicasterial Carta Encí-clica «Ecclesia de mysterio»

a) El apostolado (del laico) para los enfermosArt 9:§ 1. En este campo, los fieles no ordenados pueden

aportar una preciosa colaboración. Son innume-rables los testimonios de obras y gestos de cari-dad que personas no ordenadas, bien individual-mente o en formas de apostolado comunitarioque tienen hacia los enfermos. Ello constituyeuna presencia cristiana de primera línea en elmundo del dolor y de la enfermedad. Allí dondelos fieles no ordenados acompañan a los enfer-mos en los momentos más graves es para ellosdeber principal suscitar el deseo de los Sacra-mentos de la Penitencia y de la sagrada Unción,favoreciendo las disposiciones y ayudándoles apreparar una buena confesión sacramental eindividual, como también a recibir la Santa Un-ción. En el hacer uso de los sacramentales, losfieles no ordenados pondrán especial cuidadopara que sus actos no induzcan a percibir en ellosaquellos sacramentos cuya administración espropia y exclusiva del Obispo y del Presbítero.En ningún caso, pueden hacer la Unción aque-llos que no son sacerdotes, ni con óleo bendecidopara la Unción de los Enfermos, ni con óleo nobendecido.

§ 2. Para la administración de este sacramento, lalegislación canónica acoge la doctrinateológicamente cierta y la práctica multisecularde la Iglesia, según la cual el único ministroválido es el sacerdote. Dicha normativa es ple-namente coherente con el misterio teológicosignificado y realizado por medio del ejerciciodel servicio sacerdotal.

Debe afirmarse que la exclusiva reserva del minis-terio de la Unción al sacerdote está en relación dedependencia con el sacramento del perdón de lospecados y la digna recepción de la Eucaristía.Ningún otro puede ser considerado ministroordinario o extraordinario del sacramento, ycualquier acción en este sentido constituye si-mulación del sacramento.

Título III: De aquellos a quienes se ha deadministrar la Unción de los enfermos.

III.1.- Constitución apostólica «Sacram Unctionem»(Pablo VI, 7 de diciembre de 1972)Por su parte el Concilio Vaticano II ha dicho ulterior-

mente: «La «extrema unción», que también, y mejor,puede llamarse «unción de enfermos» no es sólo elsacramento de quienes se encuentran en los últimosmomentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportunopara recibirlo comienza cuando el cristiano ya em-pieza a estar en peligro de muerte por enfermedad ovejez» (SC 73). Además, que el uso de este sacra-mento sea motivo de solicitud para toda la Iglesia, lodemuestran estas palabras «La Iglesia entera enco-mienda al Señor paciente y glorificado a los quesufren con la sagrada unción de los enfermos y conla oración de los presbíteros, para que los alivie y lossalve (cf St 5,14-16), más aún, los exhorta a que,uniéndose libremente a la pasión y a la muerte deCristo (cf Rm 8.17; Col7.24; 2Tim 2,11-12; 1P 4,13),contribuyan al bien del pueblo de Dios» (LG 11)…

Este sacramento puede ser repetido, si el enfermo, trashaber recibido la unción, se ha restablecido y des-pués ha recaído de nuevo en la enfermedad, o tam-bién si durante la misma enfermedad el peligro sehace más serio (cf. CIC, cc. 1004, §1. 1005. 1007;CCEO, can. 738, CEC 1515).

III.2.- Ritual de la Unción de Enfermos y su aten-ción pastoral:

a) A quienes se ha de dar la unción de los enfermos(Núms 8-15)

En la carta de Santiago se declara que la unción debedarse a los enfermos para aliviarlos y salvarlos(Trento: DS 1696). Por lo tanto, esta santa uncióndebe ser conferida con todo cuidado y diligencia alos fieles que, por enfermedad o avanzada edad, veanen grave peligro su vida (SC 73). Para juzgar lagravedad de la enfermedad, basta con tener un dic-tamen prudente y probable de la misma (Pío XI,Explorata res), sin ninguna clase de angustia, y sifuera necesario, consultando la situación con elmédico.

Este sacramento puede celebrarse de nuevo en el casode que el enfermo, tras haberlo recibido, llegara aconvalecer; puede también repetirse si, en el caso dela misma enfermedad, la situación llegara a sercrítica.

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Puedo darse la santa unción a un enfermo que va a seroperado, con tal de que una enfermedad grave seala causa de la intervención quirúrgica.

Puede darse la santa unción a los ancianos, cuyasfuerzas se debilitan seriamente, aun cuando nopadezcan una enfermedad grave.

Ha de darse la santa unción a los niños, a condiciónde que comprendan significado de este sacramen-to. En la duda sí han alcanzado el uso de razón, seles debe administrar el sacramento (CIC 1005).

Tanto en la catequesis comunitaria como en la fami-liar los fieles deben ser instruidos de modo quesean ellos mismos los que soliciten la unción y,llegado el tiempo oportuno de recibirla, puedanaceptarla con plena fe y devoción de espíritu, demodo que no cedan al riesgo de retrasar indebida-mente el sacramento. Explíquese la naturaleza deeste sacramento a todos cuantos asisten a losenfermos.

Ha de darse la santa unción a aquellos enfermos que,aun habiendo perdido el uso los sentidos y elconocimiento, cuando estaban en posesión de susfacultades lo hayan pedido al menos de maneraimplícita (CIC 1006).

El sacerdote que ha sido llamado junto a un enfermoque ya ha muerto, rece por él y pida a Dios que loabsuelva de sus pecados y lo admitamisericordiosamente en su Reino; pero no le ad-ministre la unción.

No se dé la unción de los enfermos a quienes persis-tan obstinadamente en un pecado grave manifies-to.

Título IV. El viático, último sacramento delcristiano88.

A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece,además de la Unción de los enfermos, la Eucaristíacomo viático. Recibida en este momento del pasohacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y laSangre de Cristo tiene una significación y unaimportancia particulares. Es semilla de vida eternay poder de resurrección, según las palabras delSeñor: «El que come mi carne y bebe mi sangre,tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día»(Jn 6,54).  Puesto  que  es  sacramento  de  Cristomuerto y resucitado, la Eucaristía es aquí sacra-

mento del paso de la muerte a la vida, de estemundo al Padre (Jn 13,1) (CEC 1524).

Así, como los sacramentos del Bautismo, de laConfirmación y de la Eucaristía constituyen unaunidad llamada «los sacramentos de la iniciacióncristiana», se puede decir que la Penitencia, laSanta Unción y la Eucaristía, en cuanto viático,constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin,«los sacramentos que preparan para entrar en laPatria» o los sacramentos que cierran la peregrina-ción (CEC 1525).

IV.1.- El viático en el Ritual de la Unción de Enfer-mos y su atención pastoral (Núms 26-30).

A ser posible, el viático debe recibirse en la Misa demodo que el enfermo pueda comulgar bajo las dosespecies, ya que, además, la comunión en forma deviático ha de considerarse como signo peculiar dela participación en el misterio que se celebra en elSacrificio de la Misa, a saber, la Muerte del Señory su tránsito al Padre (Instr. «EucharisticumMysterium» EM nn. 36,39,41).

Están obligados a recibir el viático todos los bautiza-dos que pueden comulgar. En efecto, todos losfieles que se hallan en peligro de muerte, sea por lacausa que fuere, están sometidos al precepto de lacomunión; los pastores vigilarán para que no sedifiera la administración de este sacramento y asípuedan los fieles robustecerse con su fuerza enplena lucidez (EM 39).

Conviene, además, que el fiel durante la celebracióndel. viático renueve a fe de su bautismo, con el querecibió su condición de Hijo de Dios y se hizocoheredero de la promesa de la vida eterna.

Son ministros ordinarios del viático el párroco y losvicarios parroquiales, los capellanes y el superiorde la comunidad en los institutos religiosos osociedades de vida apostólica clericales, respectoa todos os que están en la casa. En caso de necesi-dad, o con permiso, al menos presupuesto, delministro competente, cualquier sacerdote o diáco-no puede administrar el viático; si no hay unministro sagrado, cualquier fiel debidamente de-signado. El diácono debe seguir el orden descritoen el Ritual (RUE 175-200) para el sacerdote; losotros fieles deben adoptar el orden descrito para elministro extraordinario en el Ritual de la sagradacomunión y el culto a la Eucaristía fuera de la misa(RCE 68-78).

88.- Este número no está tratado en el «instrumentum laboris».

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Con el fin de facilitar ciertos casos particulares enlos que, sea por una enfermedad repentina o porotros motivos, el fiel se encuentra como de impro-viso en peligro de muerte, existe un rito continuopor el cual el enfermo puede recibir la fuerza de lossacramentos de la Penitencia, de la Unción y de laEucaristía en forma de viático.

Mas si urge el peligro de muerte y no hay tiempo de

administrar los tres sacramentos en el orden que seacaba de indicar, en primer lugar, dese al enfermola oportunidad de la confesión sacramental que, encaso necesario, podrá hacerse de forma genérica; acontinuación se le dará el viático, cuya recepciónes obligatoria para todo fiel en peligro de muerte.Finalmente, si hay tiempo, se administrará la santaunción.

TEMA VII: El Sacramentodel Matrimonio89

Padre Juan Manuel Ramírez López

Título I: Doctrina sobreel «sacramento» del matrimonio.

En este aspecto debemos tener claridad cuándo elmatrimonio es sacramento, destacando los ele-mentos constitutivos, y en qué momento adquierela indisolubilidad, porque existen en la Iglesiaalgunos tipos de matrimonios no indisolubles90.

I.1.- El Código de Derecho Canónico: c. 1055, §1.1061.1141

«La alianza matrimonial, por la que el varón y lamujer constituyen entre sí un consorcio de toda lavida, ordenado por su misma índole natural al biende los cónyuges y a la generación y educación dela prole, fue elevado por Cristo Señor a la digni-dad de Sacramento entre bautizados91» (c. 1055,§1), donde podemos ver que sólo pude existircomo tal cuando los dos contrayentes son bautiza-dos92.

«§1. El matrimonio válido entre bautizados se llamasólo rato, si no ha sido consumado; rato y consu-

mado, si los cónyuges han realizado de modohumano el acto conyugal apto de por sí paraengendrar la prole, al que el matrimonio se ordenapor su misma naturaleza y mediante el cual loscónyuges se hacen un sola carne (c.1061).

§2. Una vez celebrado el matrimonio, si los cónyu-ges han cohabitado, se presume la consumación,mientras no se pruebe lo contrario (c.1061).

§3. El matrimonio inválido se llama putativo, sifue celebrado de buena fe al menos por uno de loscontrayentes, hasta que ambos adquieran la certe-za de la nulidad» (f. 1061).

«El matrimonio rato y consumado no puede serdisuelto por ningún poder humano, ni por ningunacausa fuera de la muerte» (c.1141).

I.2.- - Familiaris Consortio, Juan Pablo II, n. 56.«Fuente y medio original de santificación propia

para los cónyuges y para la familia cristiana es elsacramento del matrimonio, que presupone y es-pecifica la gracia santificadora del bautismo. Envirtud del misterio de la muerte y resurrección de

89.- Para el estudio sobre el matrimonio señalamos algunos textos del CIC, los cuales no han sido abordados en la normativacomplementaria y agregamos algunos textos del magisterio de la Iglesia.

90.- El c. 1142 establece: «el matrimonio no consumado entre bautizados, o entre parte bautizada y parte no bautizada, puede ser disueltopor causa justa por el Romano Pontífice, a petición de ambas partes o de una de ellas, aunque la otra se oponga».

91.- Este canon exige la profundización del c. 849: «El bautismo, puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseoes necesaria para la salvación, por el cual los hombres son liberados de los pecados, reengendrados como hijos de Dios e incorporadosa la Iglesia, quedando configurados con Cristo por el carácter indeleble, se confiere válidamente sólo mediante la ablución con aguaverdadera acompañada de la debida forma verbal»

92.- Cfr. c. 849.

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Cristo, en el que el matrimonio cristiano se sitúa denuevo, el amor conyugal es purificado y santifica-do: «El Señor se ha dignado sanar este amor,perfeccionarlo y elevarlo con el don especial de lagracia y la caridad»93

El don de Jesucristo no se agota en la celebración delsacramento del matrimonio, sino que acompaña alos cónyuges a lo largo de toda su existencia. Lorecuerda explícitamente el Concilio Vaticano IIcuando dice que Jesucristo «permanece con ellospara que los esposos, con su mutua entrega, seamen con perpetua fidelidad, como Él mismo amóa la Iglesia y se entregó por ella... por ello losesposos cristianos, para cumplir dignamente susdeberes de estado, están fortificados y como con-sagrados por un sacramento especial, con cuyavirtud, al cumplir su misión conyugal y familiar,imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda suvida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vezmás a su propia perfección y a su mutua santifica-ción, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificaciónde Dios»94.

La vocación universal a la santidad está dirigidatambién a los cónyuges y padres cristianos. Paraellos está especificada por el sacramento celebra-do y traducida concretamente en las realidadespropias de la existencia conyugal y familiar95. Deahí nacen la gracia y la exigencia de una auténticay profunda espiritualidad conyugal y familiar,que ha de inspirarse en los motivos de la creación,de la alianza, de la cruz, de la resurrección y delsigno…

El matrimonio cristiano, como todos los sacramen-tos que «están ordenados a la santificación de loshombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y,en definitiva, a dar culto a Dios»96 es en sí mismoun acto litúrgico de glorificación de Dios en Jesu-cristo y en la Iglesia. Celebrándolo, los cónyugescristianos profesan su gratitud a Dios por el biensublime que se les da de poder revivir en suexistencia conyugal y familiar el amor mismo de

Dios por los hombres y del Señor Jesús por laIglesia, su esposa.

Y como del sacramento derivan para los cónyuges eldon y el deber de vivir cotidianamente la santifica-ción recibida, del mismo sacramento brotan tam-bién la gracia y el compromiso moral de transfor-mar toda su vida en un continuo sacrificio espiri-tual97. También a los esposos y padres cristianos,de modo especial en esas realidades terrenas ytemporales que los caracterizan, se aplican laspalabras del Concilio: «También los laicos, comoadoradores que en todo lugar actúan santamente,consagran el mundo mismo a Dios»98.

I.3.- Bibliografía complementaria: ComentarioExegético al Código de Derecho Canónico, Vol.III/2, EUNSA, P.1038-1044; Juan José GarcíaFaílde, Nulidad Matrimonial, Hoy: P. 37-51.

Título II: La forma canónica.En la Iglesia existe la forma canónica para la celebra-

ción del matrimonio, por la cual se prueba el actojurídico realizado por ésta, es ahí donde se da laforma pública de la celebración, y se crea la estruc-tura eclesial para que nazca el sacramento. Estaforma es obligatoria de tal manera que si no existeésta, con los elementos canónicos que lo configu-ran, el matrimonio celebrado es inválido.

II.1.- Código de Derecho Canónico: cc. 1108-1123.

«§1. Solamente son válidos aquellos matrimoniosque se contraen ante el Ordinario del lugar o elpárroco, o un sacerdote o diácono delegado por unode ellos para que asistan, y ante dos testigos, deacuerdo con las reglas establecidas en los cánonesque siguen…

§2. Se entiende que asiste al matrimonio sólo aquelque, estando presente, pide la manifestación delconsentimiento de los contrayentes y la recibe ennombre de la Iglesia» (c. 1108).

«El Ordinario del lugar y el párroco, a no ser que porsentencia o por decreto estuvieran excomulgados,o en entredicho, o suspendidos del oficio, o decla-rados tales, en virtud del oficio asisten válidamente93. - Gaudium et spes, 49.

94. - Ibid. 48.95.- Pablo VI, l.c., p. 56796.- Santo Tomás, Summa Theol. II-II, q. 184, a 3 y q. 188 a. 2. San Buenaventura, Opusc. XI, Apologia Pauperum, c. 3, 3: ed. Opera

Quaracchi, t. 8 (1898) p. 245ª97.- Conc. Vat. I, esquema De Ecclesia Christi, c. 15, y anot. 48: Mansi, 51, 549s y 619s. León XII, epist. Au milieu des consolations, 23

dic. 1900: AAS 33 (1900-01) 361. Pío XII, const. apost. Provida Mater, l. c., p. 114s.98.- León XIII, const. Romanos Pontifices, 8 mayo 1881: AAS 13 (1880-81) 483. Pío XII, aloc. Annus sacer, 8 dic. 1950: AAS 43 (1951) 28s.

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en su territorio a los matrimonios, no sólo de lossúbditos, sino también de los que no son súbditos,con tal de que uno de ellos sea de rito latino»(c.1109).

«§1. El ordinario de lugar y el párroco mientrasdesempeñan válidamente su oficio, pueden dele-gar a sacerdotes y a diáconos la facultad, inclusogeneral, de asistir a los matrimonios dentro de loslímites de su territorio.

§2. Para que sea válida la delegación de la facultadde asistir a los matrimonios, debe otorgarse ex-presamente a personas determinadas, si se tra-ta de una delegación especial, ha de darse paraun matrimonio concreto; pero si se trata de unadelegación general, debe darse por escrito»(c.1111)99.

«§1. El matrimonio entre católicos, o entre una partecatólica y otra parte bautizada no católica se debecelebrar en la iglesia parroquial; con licencia delordinario del lugar o del párroco puede celebrarseen otra iglesia u oratorio.

§2. El ordinario del lugar puede permitir la celebra-ción del matrimonio en otro lugar conveniente.

§3. El matrimonio entre una parte católica y otra nobautizada podrá celebrarse en una iglesia o en otrolugar conveniente» (c.118).

II.2.-Familiaris Consortio, Juan Pablo II, n. 67.68«El matrimonio cristiano exige por norma una celebra-

ción litúrgica, que exprese de manera social y comu-nitaria la naturaleza esencialmente eclesial ysacramental del pacto conyugal entre los bautizados.

En cuanto gesto sacramental de santificación, lacelebración del matrimonio… debe ser de por síválida, digna y fructuosa. Se abre aquí un campoamplio para la solicitud pastoral, al objeto desatisfacer ampliamente las exigencias derivadasde la naturaleza del pacto conyugal elevado asacramento y observar además fielmente la disci-plina de la Iglesia en lo referente al libre consenti-miento, los impedimentos, la forma canónica y elrito mismo de la celebración. En cuanto signo, lacelebración litúrgica debe llevarse a cabo de ma-nera que constituya, incluso en su desarrollo exte-rior, una proclamación de la Palabra de Dios y una

profesión de fe de la comunidad de los creyen-tes… la celebración litúrgica del matrimoniodebe comprometer a la comunidad cristiana,con la participación plena, activa y responsablede todos los presentes, según el puesto e incum-bencia de cada uno: los esposos, el sacerdote,los testigos, los padres, los amigos, los demásfieles, todos los miembros de una asamblea quemanifiesta y vive el misterio de Cristo y de suIglesia» (n.67).

«En efecto, la fe de quien pide desposarse ante laIglesia puede tener grados diversos y es deberprimario de los pastores hacerla descubrir, nutrirlay hacerla madurar. Pero ellos deben comprendertambién las razones que aconsejan a la Iglesiaadmitir a la celebración a quien está imperfecta-mente dispuesto.

El sacramento del matrimonio tiene esta peculiari-dad respecto a los otros: ser el sacramento de unarealidad que existe ya en la economía de la crea-ción; ser el mismo pacto conyugal instituido por elCreador «al principio». La decisión pues del hom-bre y de la mujer de casarse según este proyectodivino, esto es, la decisión de comprometer en surespectivo consentimiento conyugal toda su vidaen un amor indisoluble y en una fidelidad incondi-cional, implica realmente, aunque no sea de mane-ra plenamente consciente, una actitud de obedien-cia profunda a la voluntad de Dios, que no puededarse sin su gracia. Ellos quedan ya por tantoinseridos en un verdadero camino de salvación,que la celebración del sacramento y la inmediatapreparación a la misma pueden completar y llevara cabo, dada la rectitud de su intención… no sedebe olvidar que estos novios, por razón de subautismo, están ya realmente inseridos en la Alian-za esponsal de Cristo con la Iglesia y que, dada surecta intención, han aceptado el proyecto de Diossobre el matrimonio y consiguientemente —almenos de manera implícita— acatan lo que laIglesia tiene intención de hacer cuando celebra elmatrimonio… cuando por el contrario, a pesar delos esfuerzos hechos, los contrayentes dan mues-tras de rechazar de manera explícita y formallo que la Iglesia realiza cuando celebra el matri-

99.- El c. 137 afirma: «§1. La potestad ejecutiva ordinaria puede delegarse para un acto, como para la generalidad de los casos, a no serque en el derecho se disponga expresamente otra cosa… §3. La potestad ejecutiva delegada por otra autoridad con potestad ordinaria,que fue delegada para todos los asuntos, sólo puede subdelegarse para cada caso; pero si fue delegada para un acto o actosdeterminados, no puede subdelegarse sin concesión expresa del delegante».

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monio de bautizados, el pastor de almas nopuede admitirlos a la celebración100. Y, aunqueno sea de buena gana, tiene obligación de tomarnota de la situación y de hacer comprender a losinteresados que, en tales circunstancias, no es laIglesia sino ellos mismos quienes impiden lacelebración que a pesar de todo piden.

Una vez más se presenta en toda su urgencia lanecesidad de una evangelización y catequesisprematrimonial y pos matrimonial puestas en prác-tica por toda la comunidad cristiana, para que todohombre y toda mujer que se casan, celebren elsacramento del matrimonio no sólo válida sinotambién fructuosamente» (n.68).

II.3.- Bibliografía complementaria: ComentarioExegético al Código de Derecho Canónico, Vol.III/2, EUNSA, P.1446-1460.

Título III: Elementos precedentesa la celebración del matrimonio.

Hoy más que nunca la etapa preventiva para lacelebración de matrimonios sanos y armoniosos,es imperante, esta etapa debe ser para los pastoresel momento de escrutar a profundidad la realidadpersonal y familiar de los contrayentes, porque enella se puede cimentar el éxito o fracaso del matri-monio y de la familia.

III.1.- Código de Derecho Canónico: c.1066.1067.1070.1072

«Antes de que se celebre el matrimonio, debe cons-tar que nada se opone a su celebración válida ylícita» (c.1066).

«La Conferencia Episcopal establecerá normas so-bre el examen de los contrayentes, así comosobre las proclamas matrimoniales u otros mediosoportunos para realizar las investigaciones quedebe necesariamente preceder al matrimonio, demanera que, diligentemente observadas, pueda elpárroco asistir al matrimonio» (c.1067).

«Si realiza las investigaciones alguien distinto delpárroco a quien corresponde asistir al matrimonio,comunicará cuanto antes su resultado al mismopárroco, mediante documento auténtico» (c.1070).

«Procuren los pastores de almas disuadir de la cele-bración del matrimonio a los jóvenes que aún nohan alcanzado la edad en la que según las costum-bres de la región se suele contraer» (c.1072)101.

III.2.- Familiaris Consortio, Juan Pablo II, nn.3.4.66.

«La Iglesia, iluminada por la fe, que le da a conocertoda la verdad acerca del bien precioso del matri-monio y de la familia y acerca de sus significadosmás profundos, siente una vez más el deber deanunciar el Evangelio, esto es, la «buena nueva»,a todos indistintamente, en particular a aquellosque son llamados al matrimonio y se preparan paraél, a todos los esposos y padres del mundo.

Está íntimamente convencida de que sólo con laaceptación del Evangelio se realiza de maneraplena toda esperanza puesta legítimamente en elmatrimonio y en la familia.

Queridos por Dios con la misma creación102, matri-monio y familia están internamente ordenados arealizarse en Cristo103 y tienen necesidad de sugracia para ser curados de las heridas del pecado104

y ser devueltos «a su principio»105, es decir, alconocimiento pleno y a la realización integral deldesignio de Dios.

En un momento histórico en que la familia es objetode muchas fuerzas que tratan de destruirla o defor-marla, la Iglesia, consciente de que el bien de lasociedad y de sí misma está profundamente vincu-lado al bien de la familia106, siente de manera másviva y acuciante su misión de proclamar a todos eldesignio de Dios sobre el matrimonio y la familia,asegurando su plena vitalidad, así como su promo-ción humana y cristiana, contribuyendo de estemodo a la renovación de la sociedad y del mismoPueblo de Dios» (n.3).

«Dado que los designios de Dios sobre el matri-monio y la familia afectan al hombre y a lamujer en su concreta existencia cotidiana, endeterminadas situaciones sociales y culturales,la Iglesia, para cumplir su servicio, debe esfor-zarse por conocer el contexto dentro del cualmatrimonio y familia se realizan hoy107. Este

100.- Cfr. c. 843.101.- Cfr. c. 1083.102.- Gén 1-2.103.- Ef 5104.- Gaudium et spes, 47; Juan Pablo II, Carta Appropinquat iam,

1 (15 de agosto de 1980): AAS 72 (1980), 791.

105.- Mt 19, 4.106.- Gaudium et spes, 47.107.- Juan Pablo II, Discurso al Consejo de la Secretaría General

del Sínodo de los Obispos (23 de febrero de1980): Insegnamenti di Giovanni Paolo II, III, 1 (1980), 472-476.

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conocimiento constituye consiguientemente unaexigencia imprescindible de la tareaevangelizadora. En efecto, es a las familias denuestro tiempo a las que la Iglesia debe llevar elinmutable y siempre nuevo Evangelio de Jesucris-to; y son a su vez las familias, implicadas en laspresentes condiciones del mundo, las que estánllamadas a acoger y a vivir el proyecto de Diossobre ellas. Es más, las exigencias y llamadas delEspíritu Santo resuenan también en los aconteci-mientos mismos de la historia, y por tanto la Iglesiapuede ser guiada a una comprensión más profundadel inagotable misterio del matrimonio y de lafamilia, incluso por las situaciones, interrogantes,ansias y esperanzas de los jóvenes, de los espososy de los padres de hoy108.

A esto hay que añadir una ulterior reflexión deespecial importancia en los tiempos actuales. Noraras veces al hombre y a la mujer de hoy día, queestán en búsqueda sincera y profunda de una res-puesta a los problemas cotidianos y graves de suvida matrimonial y familiar, se les ofrecen pers-pectivas y propuestas seductoras, pero que endiversa medida comprometen la verdad y la digni-dad de la persona humana. Se trata de un ofreci-miento sostenido con frecuencia por una potente ycapilar organización de los medios de comunica-ción social que ponen sutilmente en peligro lalibertad y la capacidad de juzgar con objetividad.

Muchos son conscientes de este peligro que corre lapersona humana y trabajan en favor de la verdad.La Iglesia, con su discernimiento evangélico, seune a ellos, poniendo a disposición su propioservicio a la verdad, libertad y dignidad de todohombre y mujer» (n.4).

«En nuestros días es más necesaria que nunca lapreparación de los jóvenes al matrimonio y a lavida familiar. En algunos países siguen siendo lasfamilias mismas las que, según antiguas usanzas,transmiten a los jóvenes los valores relativos a lavida matrimonial y familiar mediante una progre-siva obra de educación o iniciación. Pero loscambios que han sobrevenido en casi todas lassociedades modernas exigen que no sólo la fa-milia, sino también la sociedad y la Iglesia secomprometan en el esfuerzo de preparar con-venientemente a los jóvenes para las responsa-

bilidades de su futuro. Muchos fenómenos ne-gativos que se lamentan hoy en la vida familiarderivan del hecho de que, en las nuevas situacio-nes, los jóvenes no sólo pierden de vista la justajerarquía de valores, sino que, al no poseer yacriterios seguros de comportamiento, no sabencómo afrontar y resolver las nuevas dificulta-des. La experiencia enseña en cambio que losjóvenes bien preparados para la vida familiar, engeneral van mejor que los demás.

Esto vale más aún para el matrimonio cristiano, cuyoinflujo se extiende sobre la santidad de tantoshombres y mujeres. Por esto, la Iglesia debepromover programas mejores y más intensosde preparación al matrimonio, para eliminar lomás posible las dificultades en que se debatentantos matrimonios, y más aún para favorecerpositivamente el nacimiento y maduración dematrimonios logrados.

La preparación al matrimonio ha de ser vista yactuada como un proceso gradual y continuo. Enefecto, comporta tres momentos principales: unapreparación remota, una próxima y otra inmediata.

La preparación remota comienza desde la infancia,en la juiciosa pedagogía familiar, orientada a con-ducir a los niños a descubrirse a sí mismos comoseres dotados de una rica y compleja psicología yde una personalidad particular con sus fuerzas ydebilidades. Es el período en que se imbuye laestima por todo auténtico valor humano, tanto enlas relaciones interpersonales como en las socia-les, con todo lo que significa para la formación delcarácter, para el dominio y recto uso de las propiasinclinaciones, para el modo de considerar y encon-trar a las personas del otro sexo, etc. Se exige,además, especialmente para los cristianos, unasólida formación espiritual y catequística, quesepa mostrar en el matrimonio una verdaderavocación y misión…

Sobre esta base se programará después, en planamplio, la preparación próxima… esta nueva ca-tequesis de cuantos se preparan al matrimoniocristiano es absolutamente necesaria, a fin de queel sacramento sea celebrado y vivido con las debi-das disposiciones morales y espirituales. La for-mación religiosa de los jóvenes deberá ser inte-grada, en el momento oportuno y según lasdiversas exigencias concretas, por una prepa-

108.- Gaudium et spes, 4.

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ración a la vida en pareja que, presentando elmatrimonio como una relación interpersonaldel hombre y de la mujer a desarrollarse conti-nuamente, estimule a profundizar en los pro-blemas de la sexualidad conyugal y de la pater-nidad responsable, con los conocimientos médi-co-biológicos esenciales que están en conexióncon ella y los encamine a la familiaridad conrectos métodos de educación de los hijos, favo-reciendo la adquisición de los elementos de basepara una ordenada conducción de la familia(trabajo estable, suficiente disponibilidad finan-ciera, sabia administración, nociones de economíadoméstica, etc.).

La preparación inmediata a la celebración delsacramento del matrimonio debe tener lugar enlos últimos meses y semanas que preceden a lasnupcias, como para dar un nuevo significado,nuevo contenido y forma nueva al llamado exa-men prematrimonial exigido por el derechocanónico. De todos modos, siendo como es siem-pre necesaria, tal preparación se impone con ma-yor urgencia para aquellos prometidos que presen-ten aún carencias y dificultades en la doctrina y enla práctica cristiana.

Entre los elementos a comunicar en este camino defe, análogo al catecumenado, debe haber tambiénun conocimiento serio del misterio de Cristo y dela Iglesia, de los significados de gracia y responsa-bilidad del matrimonio cristiano, así como la pre-paración para tomar parte activa y consciente enlos ritos de la liturgia nupcial.

A las distintas fases de la preparación matrimo-nial —descritas anteriormente sólo a grandesrasgos indicativos— deben sentirse comprome-tidas la familia cristiana y toda la comunidadeclesial... « (n.66).

III.3.- Bibliografía complementaria: Comenta-rio Exegético al Código de Derecho Canónico,Vol. III/2, EUNSA, P.117; Juan José García Faílde,Trastornos Psíquicos y Nulidad Matrimonial,Universidad de Salamanca, p. 17 -29.

Título IV: De quienes celebran el matrimoniocanónico, «los contrayentes».

Para poder celebrar el matrimonio válidamente de-bemos constatar la habilidad y/o capacidad de loscontrayentes, de tal forma que si uno o los dos vancon un impedimento, vicio del consentimiento, o

incapacidad, el matrimonio es nulo, y además ahípuede originarse una problemática con gravesconsecuencias. En este apartado solo enumeramoslos impedimentos, incapacidades y vicios del con-sentimiento.

IV.1.- Código de Derecho Canónico: cc. 1083-1103.

a).- Los Impedimentos:1.- Edad de los contrayentes (c.1083)2.- La impotencia (c.1084).3.- El vínculo matrimonial canónico (c.1085).4.- Disparidad de culto (c.1086).5.- Orden (diaconado, presbiterado y episcopado)

(c.1087).6.- Voto público de castidad en un instituto religioso

(c.1088).7.- El rapto de una mujer (c.1089).8.- Conyugicidio (autor material o intelectual)

(c.1090)9.- Consanguinidad (c.1091).10.- Afinidad en línea recta (c.1092)11.- Pública honestidad (c.1093).12.- El parentesco legal (c.1094).b).- Incapacidades para contraer (c.1095):1.- Carecer del suficiente uso de razón2.- Grave defecto de discreción de juicio3.- No poder asumir por cuestiones psíquicas.c).- Vicios del consentimiento:1.- La ignorancia (c. 1096).2.- El error (c.1097).3.- El dolo (error doloso) (c.1098).4.- La simulación o exclusión (c.1101 §2).5.- La condición de pasado y presente (c.1102).6.- El miedo grave (c.1103).IV.2.- Familiaris Consortio, Juan Pablo II, n. 22-

26.«La familia, en cuanto es y debe ser siempre comu-

nión y comunidad de personas, encuentra en elamor la fuente y el estímulo incesante para acoger,respetar y promover a cada uno de sus miembrosen la altísima dignidad de personas, esto es, deimágenes vivientes de Dios. Como han afirmadojustamente los Padres Sinodales, el criteriomoral de la autenticidad de las relaciones con-

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yugales y familiares consiste en la promoción dela dignidad y vocación de cada una de las perso-nas, las cuales logran su plenitud mediante eldon sincero de sí mismas109. En esta perspecti-va, el Sínodo ha querido reservar una atenciónprivilegiada a la mujer, a sus derechos y debe-res en la familia y en la sociedad. En la mismaperspectiva deben considerarse también el hom-bre como esposo y padre, el niño y los ancia-nos».

«De la mujer hay que resaltar, ante todo, la igualdignidad y responsabilidad respecto al hombre; taligualdad encuentra una forma singular de realiza-ción en la donación de uno mismo al otro y deambos a los hijos, donación propia del matrimonioy de la familia. Lo que la misma razón humanaintuye y reconoce, es revelado en plenitud por laPalabra de Dios; en efecto, la historia de la salva-ción es un testimonio continuo y luminoso de ladignidad de la mujer».

«Creando al hombre «varón y mujer»110, Dios da ladignidad personal de igual modo al hombre y a lamujer, enriqueciéndolos con los derechosinalienables y con las responsabilidades que sonpropias de la persona humana… dirá el ApóstolPablo: «Todos, pues, sois hijos de Dios por la fe enCristo Jesús. No hay ya judío o griego, no haysiervo o libre, no hay varón o hembra, porque todossois uno en Cristo Jesús»111 (n.22)… la verdaderapromoción de la mujer exige también que seaclaramente reconocido el valor de su función ma-terna y familiar respecto a las demás funcionespúblicas y a las otras profesiones. Por otra parte,tales funciones y profesiones deben integrarseentre sí, si se quiere que la evolución social ycultural sea verdadera y plenamente humana… laIglesia, con el debido respeto por la diversa voca-ción del hombre y de la mujer, debe promover enla medida de lo posible en su misma vida suigualdad de derechos y de dignidad; y esto por elbien de todos, de la familia, de la sociedad y de laIglesia…» (n.23).

«Desgraciadamente el mensaje cristiano sobre ladignidad de la mujer halla oposición en la persis-

tente mentalidad que considera al ser humano nocomo persona, sino como cosa, como objeto decompraventa, al servicio del interés egoísta y delsolo placer; la primera víctima de tal mentalidades la mujer. Esta mentalidad produce frutos muyamargos, como el desprecio del hombre y de lamujer, la esclavitud, la opresión de los débiles, lapornografía, la prostitución —tanto más cuandoes organizada— y todas las diferentes discrimina-ciones que se encuentran en el ámbito de la educa-ción, de la profesión, de la retribución del trabajo,etc....» (n.24).

«Dentro de la comunión-comunidad conyugal yfamiliar, el hombre está llamado a vivir su don y sufunción de esposo y padre. Él ve en la esposa larealización del designio de Dios: «No es buenoque el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayudaadecuada»112, y hace suya la exclamación de Adán,el primer esposo: «Esta vez sí que es hueso de mishuesos y carne de mi carne»113. El auténtico amorconyugal supone y exige que el hombre tengaprofundo respeto por la igual dignidad de la mujer:«No eres su amo —escribe san Ambrosio— sinosu marido; no te ha sido dada como esclava, sinocomo mujer... devuélvele sus atenciones hacia ti ysé para con ella agradecido por su amor»114. Elhombre debe vivir con la esposa «un tipo muyespecial de amistad personal»115. El cristiano ade-más está llamado a desarrollar una actitud de amornuevo, manifestando hacia la propia mujer lacaridad delicada y fuerte que Cristo tiene a laIglesia116. El amor a la esposa madre y el amor a loshijos son para el hombre el camino natural para lacomprensión y la realización de su paternidad.Sobre todo, donde las condiciones sociales y cul-turales inducen fácilmente al padre a un ciertodesinterés respecto de la familia o bien a unapresencia menor en la acción educativa, es necesa-rio esforzarse para que se recupere socialmente laconvicción de que el puesto y la función del padreen y por la familia son de una importancia única einsustituible117. Como la experiencia enseña, laausencia del padre provoca desequilibrios psi-cológicos y morales, además de dificultades

109.- Gaudium et spes, 24.110.- Gén 1, 27.111.- Gál 3, 26.28.112.- Gén 2, 18.113.- Ibid., 2, 23

114.- S. Ambrosio, Exameron, V, 7, 19: CSEL 32, I, 154.115.- Pablo VI, Cart. Enc. Humanae vitae, 9: AAS 60 (1968), 486.116.- Ef 5, 25.117.- Juan Pablo II, Homilía a los fieles de Terni, 3-5 (19 de marzo

de 1981): AAS 73 (1981), 268-271.

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notables en las relaciones familiares, como tam-bién, en circunstancias opuestas, la presenciaopresiva del padre, especialmente donde toda-vía vive el fenómeno del «machismo», o sea, lasuperioridad abusiva de las prerrogativas mas-culinas que humillan a la mujer e inhiben eldesarrollo de sanas relaciones familiares.

Revelando y reviviendo en la tierra la mismapaternidad de Dios118, el hombre está llamado agarantizar el desarrollo unitario de todos losmiembros de la familia. Realizará esta tareamediante una generosa responsabilidad por lavida concebida junto al corazón de la madre, uncompromiso educativo más solícito y comparti-do con la propia esposa119, un trabajo que nodisgregue nunca la familia, sino que la promue-va en su cohesión y estabilidad, un testimonio devida cristiana adulta, que introduzca más efi-cazmente a los hijos en la experiencia viva deCristo y de la Iglesia» (n.25).

«En la familia, comunidad de personas, debereservarse una atención especialísima al niño,desarrollando una profunda estima por su dig-nidad personal, así como un gran respeto y ungeneroso servicio a sus derechos. Esto vale res-pecto a todo niño, pero adquiere una urgenciasingular cuando el niño es pequeño y necesita detodo, está enfermo, delicado o es minusválido.

Procurando y teniendo un cuidado tierno y profundopara cada niño que viene a este mundo, la Iglesiacumple una misión fundamental. En efecto, estállamada a revelar y a proponer en la historia elejemplo y el mandato de Cristo, que ha queridoponer al niño en el centro del Reino de Dios:«Dejad que los niños vengan a mí... que de ellos esel reino de los cielos»120.

Repito nuevamente lo que dije en la AsambleaGeneral de las Naciones Unidas, el 2 de octubre de1979: «Deseo... expresar el gozo que para cada unode nosotros constituyen los niños, primavera de lavida, anticipo de la historia futura de cada una delas patrias terrestres actuales. Ningún país delmundo, ningún sistema político puede pensar en el

propio futuro, si no es a través de la imagen de estasnuevas generaciones que tomarán de sus padres elmúltiple patrimonio de los valores, de los deberesy de las aspiraciones de la nación a la que pertene-cen, junto con el de toda la familia humana. Lasolicitud por el niño, incluso antes de su nacimien-to, desde el primer momento de su concepción y,a continuación, en los años de la infancia y de lajuventud es la verificación primaria y fundamentalde la relación del hombre con el hombre. Y por eso,¿qué más se podría desear a cada nación y a toda lahumanidad, a todos los niños del mundo, sino unfuturo mejor en el que el respeto de los Derechosdel Hombre llegue a ser una realidad plena en lasdimensiones del 2000 que se acerca?»121. La aco-gida, el amor, la estima, el servicio múltiple yunitario —material, afectivo, educativo, espiri-tual— a cada niño que viene a este mundo, deberáconstituir siempre una nota distintiva e irrenuncia-ble de los cristianos, especialmente de las familiascristianas; así los niños, a la vez que crecen «ensabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y antelos hombres»122, serán una preciosa ayuda para laedificación de la comunidad familiar y para lamisma santificación de los padres»123(n.26).

IV. 3.- Bibliografía complementaria: Comenta-rio Exegético al Código de Derecho Canónico,Vol. III/2, EUNSA, P.1161-1431; Juan José GarcíaFaílde, Nulidad Matrimonial, Hoy: P. 17-35.

Título V: Matrimonios con disparidad deculto y mixtos124.

V.1.-Código de Derecho Canónico: cc. 1086.1124.«§1. Es inválido el matrimonio entre dos personas,

una de las cuales fue bautizada en la Iglesiacatólica o recibida en su seno y otra no bautiza-da.

§2. No se dispense este impedimento si no se cum-plen las condiciones indicada en los cc. 1125 y1126" (c. 1086).

«Está prohibido, sin licencia expresa de la autoridadcompetente, el matrimonio entre dos personasbautizadas, una de las cuales haya sido bautiza-da en la Iglesia católica o recibida en ella des-

118.- Ef 3, 15.119.- Gaudium et spes, 52.120.- Lc 18, 16; cfr. Mt 19, 14; Mc 10, 14.121.- Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea General de las

Naciones Unidas, 21 (2 de octubre del 1979): AAS 71(1979),1159.

122.- Lc 2, 52.123.- Gaudium et spes, 48.124.- Este corresponde al título VII del «instrumentum laboris».

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pués del bautismo y otra adscrita a una Iglesiao comunidad que no se halle en comunión plenacon la Iglesia católica» (c.1124)125.

«Si hay causa justa y razonable, el ordinario dellugar puede conceder esta licencia; pero no debeotorgarla si no se cumplen las condiciones quesiguen: 1º. Que la parte católica declare que estádispuesta a evitar cualquier peligro de apartarse dela fe, y prometa sinceramente que hará cuanto lesea posible para que toda la prole se bautice y seeduque en la Iglesia católica; 2º. Que se informe ensu momento al otro contrayente sobre las prome-sas que debe hacer la parte católica, de modo queconste que es verdaderamente consciente de lapromesa y de la obligación de la parte católica; 3º.Que ambas partes sean instruidas sobre los fines ypropiedades esenciales del matrimonio, que nopueden ser excluidas por ninguno de los dos»(c.1125).

V.2.-Familiaris Consortio, Juan Pablo II, n. 78«En varias partes del mundo se asiste hoy al

aumento del número de matrimonios entre ca-tólicos y no bautizados. En muchos de ellos, elcónyuge no bautizado profesa otra religión, y susconvicciones deben ser tratadas con respeto, deacuerdo con los principios de la Declaración Nostraaetate del Concilio Ecuménico Vaticano II sobrelas relaciones con las religiones no cristianas; enno pocos otros casos, especialmente en las socie-dades secularizadas, la persona no bautizada noprofesa religión alguna. Para estos matrimonios esnecesario que las Conferencias Episcopales y cadauno de los obispos tomen adecuadas medidaspastorales, encaminadas a garantizar la defensa dela fe del cónyuge católico y la tutela del libreejercicio de la misma, sobre todo en lo que serefiere al deber de hacer todo lo posible para quelos hijos sean bautizados y educados católicamente.El cónyuge católico debe además ser ayudado contodos los medios en su obligación de dar, dentro dela familia, un testimonio genuino de fe y vidacatólica».

El número creciente de matrimonios entre cató-licos y otros bautizados requiere también una

peculiar atención pastoral a la luz de las orientacio-nes y normas contenidas en los recientes docu-mentos de la Santa Sede y en los elaborados por lasConferencias Episcopales, para facilitar su aplica-ción concreta en las diversas situaciones.

Las parejas que viven en matrimonio mixto presen-tan peculiares exigencias que pueden reducirse atres apartados principales. Hay que considerarante todo las obligaciones de la parte católica quederivan de la fe, en lo concerniente al libre ejerci-cio de la misma y a la consecuente obligación deprocurar, según las propias posibilidades, bautizary educar los hijos en la fe católica126.

Hay que tener presentes las particulares dificul-tades inherentes a las relaciones entre marido ymujer, en lo referente al respeto de la libertadreligiosa; ésta puede ser violada tanto por presio-nes indebidas para lograr el cambio de las convic-ciones religiosas de la otra parte, como por impe-dimentos puestos a la manifestación libre de lasmismas en la práctica religiosa.

En lo referente a la forma litúrgica y canónica delmatrimonio, los Ordinarios pueden hacer uso am-pliamente de sus facultades por varios motivos.

Al tratar de estas exigencias especiales hay queponer atención en estos puntos:

1º.- en la preparación concreta a este tipo de matri-monio, debe realizarse todo esfuerzo razonablepara hacer comprender la doctrina católica sobrelas cualidades y exigencias del matrimonio, asícomo para asegurarse de que en el futuro no severifiquen las presiones y los obstáculos, de losque antes se ha hablado.

2º.- es de suma importancia que, con el apoyo de lacomunidad, la parte católica sea fortalecida en sufe y ayudada positivamente a madurar en la com-prensión y en la práctica de la misma, de maneraque llegue a ser verdadero testigo creíble dentro dela familia, a través de la vida misma y de la calidaddel amor demostrado al otro cónyuge y a loshijos… el bautismo común y el dinamismo de lagracia procuran a los esposos, en estos matrimo-nios, la base y las motivaciones para compartir su

125.- El c. 205 dice: «Se encuentran en plena comunión con la Iglesia católica, en esta tierra, los bautizados que se unen a Cristo dentrode la estructura visible de aquella, es decir, por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico»

126.- Pablo VI, Motu Proprio Matrimonia mixta, 4-5: AAS62 (1970), 257 ss. Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la reuniónplenaria del Secretariado para la Unión de los Cristianos (13 noviembre de 1981): L’Osservatore Romano (14 de noviembre de 1981).

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unidad en la esfera de los valores morales y espi-rituales. A tal fin, aun para poner en evidencia laimportancia ecuménica de este matrimoniomixto, vivido plenamente en la fe por los doscónyuges cristianos, se debe buscar —aunqueesto no sea siempre fácil— una colaboracióncordial entre el ministro católico y el no católi-co, desde el tiempo de la preparación al matri-monio y a la boda. Respecto a la participación delcónyuge no católico en la comunión eucarística,obsérvense las normas impartidas por el Secreta-riado para la Unión de los Cristianos»127 (n.78).

Título VI. Casos especiales en el matrimonioLa Iglesia ante las situaciones dolorosas por las

que pasa el matrimonio, y por consecuencia lafamilia, debe dar respuestas claras, y adecuadas,por eso tiene instituciones de respuesta, las cua-les pueden ser la declaración de nulidad, laseparación conyugal permaneciendo o disolvien-do el vínculo, propiciando con esto espacios departicipación dentro de la Iglesia, de aquellosque viven en situaciones irregulares, haciendoen ellos la vida más humana y cristiana a pesardel fracaso conyugal.

VI.1.-Código de Derecho Canónico: cc. 1671-1692.

«Las causas matrimoniales de los bautizados corres-ponden al juez eclesiástico por derecho propio»(c.1671).

«Para las causas de nulidad de matrimonio no reser-vadas a la Sede Apostólica, son competentes:

1º. El tribunal del lugar en que se celebró el matrimo-nio;

2º. El tribunal del lugar en que el demandado tiene sudomicilio o cuasidomicilio;

3º. El tribunal del lugar en que tiene su domicilio laparte actora, con tal de que ambos partes residan enel territorio de una misma Conferencia Episcopaly dé su consentimiento el Vicario judicial deldomicilio de la parte demandada, habiendo oídoésta;

4º. El tribunal del lugar en que de hecho se han derecoger la mayor parte de las pruebas, con tal deque lo consienta el Vicario judicial del domicilio

de la parte demandada, previa consulta a ésta porsi tiene alguna objeción» (c.1673).

«Son hábiles para impugnar el matrimonio: 1º. Loscónyuges; 2º. El promotor de justicia, cuando lanulidad ya se ha divulgado si no es posible oconveniente convalidar el matrimonio» (c.1674).

«Antes de aceptar una causa y siempre que veaalguna esperanza de éxito, el juez empleará me-dios pastorales para inducir a los cónyuges, si esposible, a convalidar su matrimonio y restablecerla convivencia conyugal» (c.1676).

VI. 2.- Familiaris Consortio, Juan Pablo II,n.77.80.83.84.85

«Es necesario un empeño pastoral todavía másgeneroso, inteligente y prudente, a ejemplo delBuen Pastor, hacia aquellas familias que —amenudo e independientemente de la propiavoluntad, o apremiados por otras exigencias dedistinta naturaleza— tienen que afrontar si-tuaciones objetivamente difíciles».

«A este respecto hay que llamar especialmente laatención sobre algunas categorías particulares depersonas, que tienen mayor necesidad no sólo deasistencia, sino de una acción más incisiva ante laopinión pública y sobre todo ante las estructurasculturales, profundas de sus dificultades…» (n.77).

«Una primera situación irregular es la del llamado«matrimonio a prueba» o experimental, que mu-chos quieren hoy justificar, atribuyéndole un cier-to valor. La misma razón humana insinúa ya su noaceptabilidad, indicando que es poco convincenteque se haga un «experimento» tratándose de per-sonas humanas, cuya dignidad exige que seansiempre y únicamente término de un amor dedonación, sin límite alguno ni de tiempo ni de otrascircunstancias».

«La Iglesia por su parte no puede admitir tal tipode unión por motivos ulteriores y originalesderivados de la fe. En efecto, por una parte eldon del cuerpo en la relación sexual es el símbo-lo real de la donación de toda la persona; por lodemás, en la situación actual tal donación nopuede realizarse con plena verdad sin el con-curso del amor de caridad dado por Cristo. Por

127.- Instr. In quibus rerum circumstantiis (15 de junio de 1972): AAS 64 (1972), 518-525; Nota del 17 de octubre de 1973: AAS 65(1973), 616-619.

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otra parte, el matrimonio entre dos bautizadoses el símbolo real de la unión de Cristo con laIglesia, una unión no temporal o «adexperimentum», sino fiel eternamente; por tan-to, entre dos bautizados no puede haber másque un matrimonio indisoluble».

«Esta situación no puede ser superada de ordinario,si la persona humana no ha sido educada —yadesde la infancia, con la ayuda de la gracia deCristo y no por temor— a dominar la concupiscen-cia naciente e instaurar con los demás relacionesde amor genuino. Esto no se consigue sin unaverdadera educación en el amor auténtico y en elrecto uso de la sexualidad, de tal manera queintroduzca a la persona humana —en todas susdimensiones, y por consiguiente también en lo quese refiere al propio cuerpo— en la plenitud delmisterio de Cristo. Será muy útil preguntarse acer-ca de las causas de este fenómeno, incluidos losaspectos psicológicos, para encontrar una adecua-da solución» (n.80).

«Motivos diversos, como incomprensiones recípro-cas, incapacidad de abrirse a las relacionesinterpersonales, etc., pueden conducirdolorosamente el matrimonio válido a una rupturacon frecuencia irreparable. Obviamente la sepa-ración debe considerarse como un remedio ex-tremo, después de que cualquier intento razo-nable haya sido inútil».

«La soledad y otras dificultades son a veces patrimo-nio del cónyuge separado, especialmente si esinocente. En este caso la comunidad eclesial debeparticularmente sostenerlo, procurarle estima, so-lidaridad, comprensión y ayuda concreta, de ma-nera que le sea posible conservar la fidelidad,incluso en la difícil situación en la que se encuen-tra; ayudarle a cultivar la exigencia del perdón,propio del amor cristiano y la disponibilidad areanudar eventualmente la vida conyugal ante-rior» (n.83).

«La experiencia diaria enseña, por desgracia, quequien ha recurrido al divorcio tiene normalmentela intención de pasar a una nueva unión, obviamen-te sin el rito religioso católico. Tratándose de unaplaga que, como otras, invade cada vez más am-pliamente incluso los ambientes católicos, el pro-blema debe afrontarse con atención improrroga-ble. Los Padres Sinodales lo han estudiado expre-

samente. La Iglesia, en efecto, instituida paraconducir a la salvación a todos los hombres, sobretodo a los bautizados, no puede abandonar a símismos a quienes —unidos ya con el vínculomatrimonial sacramental— han intentado pasar anuevas nupcias. Por lo tanto procurará infatigable-mente poner a su disposición los medios de salva-ción.

Los pastores, por amor a la verdad, están obliga-dos a discernir bien las situaciones. En efecto,hay diferencia entre los que sinceramente sehan esforzado por salvar el primer matrimonioy han sido abandonados del todo injustamente,y los que por culpa grave han destruido unmatrimonio canónicamente válido. Finalmenteestán los que han contraído una segunda unión envista a la educación de los hijos, y a veces estánsubjetivamente seguros en conciencia de que elprecedente matrimonio, irreparablemente destrui-do, no había sido nunca válido.

En unión con el Sínodo exhorto vivamente a lospastores y a toda la comunidad de los fieles paraque ayuden a los divorciados, procurando consolícita caridad que no se consideren separados dela Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuantobautizados, participar en su vida. Se les exhorte aescuchar la Palabra de Dios, a frecuentar elsacrificio de la Misa, a perseverar en la oración,a incrementar las obras de caridad y las inicia-tivas de la comunidad en favor de la justicia, aeducar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar elespíritu y las obras de penitencia para implorarde este modo, día a día, la gracia de Dios. LaIglesia rece por ellos, los anime, se presentecomo madre misericordiosa y así los sostengaen la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la SagradaEscritura reafirma su práxis de no admitir a lacomunión eucarística a los divorciados que secasan otra vez. Son ellos los que no pueden seradmitidos, dado que su estado y situación de vidacontradicen objetivamente la unión de amor entreCristo y la Iglesia, significada y actualizada en laEucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si seadmitieran estas personas a la Eucaristía, los fielesserían inducidos a error y confusión acerca de ladoctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad delmatrimonio.

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La reconciliación en el sacramento de la penitencia—que les abriría el camino al sacramentoeucarístico— puede darse únicamente a los que,arrepentidos de haber violado el signo de la Alian-za y de la fidelidad a Cristo, están sinceramentedispuestos a una forma de vida que no contradigala indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva con-sigo concretamente que cuando el hombre y lamujer, por motivos serios, —como, por ejemplo,la educación de los hijos— no pueden cumplir laobligación de la separación, «asumen el compro-miso de vivir en plena continencia, o sea de abste-nerse de los actos propios de los esposos»128. Delmismo modo el respeto debido al sacramentodel matrimonio, a los mismos esposos y susfamiliares, así como a la comunidad de losfieles, prohíbe a todo pastor —por cualquiermotivo o pretexto incluso pastoral— efectuarceremonias de cualquier tipo para los divorcia-dos que vuelven a casarse. En efecto, tales cere-monias podrían dar la impresión de que secelebran nuevas nupcias sacramentalmenteválidas y como consecuencia inducirían a errorsobre la indisolubilidad del matrimonio válida-mente contraído.

Actuando de este modo, la Iglesia profesa la propiafidelidad a Cristo y a su verdad; al mismo tiempose comporta con espíritu materno hacia estos hijossuyos, especialmente hacia aquellos queinculpablemente han sido abandonados por sucónyuge legítimo. La Iglesia está firmemente con-vencida de que también quienes se han alejado delmandato del Señor y viven en tal situación puedenobtener de Dios la gracia de la conversión y de lasalvación si perseveran en la oración, en la peni-tencia y en la caridad»129 (n.84).

A los que no tienen una familia natural, hay queabrirles todavía más las puertas de la gran familiaque es la Iglesia, la cual se concreta a su vez en lafamilia diocesana y parroquial, en las comunida-des eclesiales de base o en los movimientos apos-tólicos. Nadie se sienta sin familia en este mundo:la Iglesia es casa y familia para todos, especial-

mente para cuantos están fatigados y cargados130

(n.85).VI.3.- Bibliografía complementaria: Juan José

García Faílde, Derecho Canónico Matrimonialpara Juristas: P. 173-241.

Título VII.- La posibilidad de vivir separadoslos cónyuges permaneciendo el vínculo.

Hay situaciones humanas y matrimoniales de daño,que se convierten en difíciles, donde la Iglesiatiene el recurso de la separación conyugal, por loque se pueden separar legítimamente los cónyugespermaneciendo el vínculo, permaneciendo los de-rechos dentro de la Iglesia, excluyendo la cohabi-tación con todo lo que implica.

VII.1.-Código de Derecho Canónico: cc. 1151-1155.

«Los cónyuges tienen el deber y el derecho demantener la convivencia conyugal, a no ser queles excuse una causa legítima» (c.1151).

«Aunque se recomienda encarecidamente que elcónyuge, movido por la calidad cristiana y tenien-do presente el bien de la familia, no niegue elperdón a la comparte adúltera ni interrumpa la vidamatrimonial, si a pesar de todo no perdonaseexpresa o tácitamente esa culpa, tiene derecho aromper la convivencia conyugal…» (c. 1152,§1).

« Si uno de los contrayentes pone en grave peligroespiritual o corporal al otro o a la prole, o de otromodo hace demasiado dura la vida en común,proporciona al otro un motivo legítimo parasepararse, con autorización del Ordinario del lu-gar, y si la demora implica peligro, también porautoridad propia» (c. 1153, §1).

«Realizada la separación de los cónyuges, hay queproveer siempre de modo oportuno la debidasustentación y educación de los hijos» (C.1154).

VII. 2.- Bibliografía complementaria: Comenta-rio Exegético al Código de Derecho Canónico,Vol. III/2, EUNSA, P. 1576-1602; Juan José GarcíaFaílde, Nuevo Derecho Procesal Canónico:p.310-314.

128.- Juan Pablo II, Homilía para la clausura del VI Sínodo de los Obispos, 7 (25 de octubre de 1980): AAS 72 (1980), 1082.129.- Puede servir de luz el c. 839: «También por otros medios realiza la Iglesia la función de santificar, ya con oraciones, por las que ruega

a Dios que los fieles se santifiquen en la verdad, ya con obras de penitencia y de caridad, que contribuyen en gran medida a que elReino de Cristo se enraíce y fortalezca en las almas, y cooperan también a la salvación del mundo»

130.- Mt 11, 28.

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1. El sacerdocio común y el sacerdocioministerial en Instruccióninterdicasterial «Ecclesia de misterio»

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, ha deseadoque su único e indivisible sacerdocio fuese partici-pado a su Iglesia. Esta es el pueblo de la nuevaalianza, en el cual, por la « regeneración y la accióndel Espíritu Santo, los bautizados son consagradospara formar un templo espiritual y un sacerdociosanto, para ofrecer, mediante todas las actividadesdel cristiano, sacrificios espirituales y hacer cono-cer los prodigios de Aquel que de las tinieblas lellamó a su admirable luz (cf 1P 2,4-10). «Un sóloSeñor, una sola fe, un solo bautismo (Ef 4, 5);común es la dignidad de los miembros que derivade su regeneración en Cristo, común la gracia de lafiliación; común la llamada a la perfección». Vi-gente entre todos« una auténtica igualdad en cuan-to a la dignidad y a la acción común a todos losfieles en orden a la edificación del Cuerpo deCristo», algunos son constituidos, por voluntad deCristo, «doctores, dispensadores de los misterios ypastores para los demás». Sea el sacerdocio comúnde los fieles, sea el sacerdocio ministerial o jerár-quico, «aunque diferentes esencialmente y no sólode grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro,pues ambos participan a su manera del únicosacerdocio de Cristo». Entre ellos se tiene unaeficaz unidad porque el Espíritu Santo unifica laIglesia en la comunión y en el servicio y la proveede diversos dones jerárquicos y carismáticos.

La diferencia esencial entre el sacerdocio común yel sacerdocio ministerial no se encuentra, portanto, en el sacerdocio de Cristo, el cual permanecesiempre único e indivisible, ni tampoco en lasantidad a la cual todos los fieles son llamados:«En efecto, el sacerdocio ministerial no significade por sí un mayor grado de santidad respecto al

sacerdocio común de los fieles; pero, por medio deél, los presbíteros reciben de Cristo en el Espírituun don particular, para que puedan ayudar al Pue-blo de Dios a ejercitar con fidelidad y plenitud elsacerdocio común que les ha sido conferido» (PDV17). En la edificación de la Iglesia, Cuerpo deCristo, está vigente la diversidad de miembros y defunciones, pero uno solo es el Espíritu, que distri-buye sus variados dones para el bien de la Iglesiasegún su riqueza y la necesidad de servicios (cf1Co 12,1-11).

La diversidad está en relación con el modo departicipación al sacerdocio de Cristo y es esencialen el sentido que «mientras el sacerdocio comúnde los fieles se realiza en el desarrollo de la graciabautismal -vida de fe, de esperanza y de caridad,vida según el Espíritu- el sacerdocio ministerialestá al servicio del sacerdocio común, en orden aldesarrollo de la gracia bautismal de todos loscristianos» (CEC 1547). En consecuencia, elsacerdocio ministerial «difiere esencialmente delsacerdocio común de los fieles porque confiere unpoder sagrado para el servicio de los fieles» (CEC1592). Con este fin se exhorta el sacerdote «acrecer en la conciencia de la profunda comuniónque lo vincula al Pueblo de Dios» para «suscitar ydesarrollar la corresponsabilidad en la común yúnica misión de salvación, con la diligente y cor-dial valoración de todos los carismas y tareas queel Espíritu otorga a los creyentes para la edifica-ción de la Iglesia» (PDV 74).

Las características que diferencian el sacerdocioministerial de los Obispos y de los presbíteros deaquel común de los fieles, y delinean en conse-cuencia los confines de la colaboración de estos enel sagrado ministerio, se pueden sintetizar así:

a) el sacerdocio ministerial tiene su raíz en la suce-sión apostólica y está dotado de una potestad sacra,

TEMA VIII: El Sacramentodel Orden

Padre José Luis Aldana Wario.

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la cual consiste en la facultad y responsabilidad deobrar en persona de Cristo Cabeza y Pastor;

b) esto es lo que hace de los sagrados ministrosservidores de Cristo y de la Iglesia, por medio dela proclamación autorizada de la Palabra de Dios,de la celebración de los Sacramentos y de la guíapastoral de los fieles.

Poner el fundamento del ministerio ordenado en lasucesión apostólica, en cuanto tal ministerio con-tinúa la misión recibida de los Apóstoles de partede Cristo, es punto esencial de la doctrinaeclesiológica católica.

El ministerio ordenado, por tanto, es constituidosobre el fundamento de los Apóstoles para laedificación de la Iglesia: «está totalmente al servi-cio de la Iglesia misma» (PDV 16) «A la naturale-za sacramental del ministerio eclesial está intrín-secamente ligado el carácter de servicio. Los mi-nistros en efecto, en cuanto dependen totalmentede Cristo, quien les confiere la misión y autoridad,son verdaderamente ‘esclavos de Cristo’ (cf Rm11), a imagen de El que, libremente ha tomado pornosotros ‘la forma de siervo’ (Flp 2, 7). Como lapalabra y la gracia de la cual son ministros no sonde ellos, sino de Cristo que se las ha confiado paralos otros, ellos se harán libremente esclavos detodos» (CEC 876).

2.- El Ministerio ordenado.2.1 La vocación al ministerio sacerdotal va dirigida

a varones bautizados, llamados como todo fiel a lasantidad, bajo la peculiar configuración con Jesu-cristo, Buen Pastor (cf. CIC, can. 1024; OS).Como ser en relación, la totalidad de sus vínculosconstitutivos queda incorporada a la forma propiade su estado de vida, en la cual debe ser ante todohombre de comunión y de servicio. La ordenaciónsacerdotal, que constituye en la Iglesia un sacra-mento, imprime carácter y se confiere para toda lavida (NBFSM 2).

2.2 La vocación sacerdotal, como llamado de Dios,puede entenderse únicamente desde el misterio dela Iglesia: en la Iglesia, con la Iglesia y para laIglesia, misterio de comunión y misión. No debecomprenderse como un simple deseo personal,sino como un regalo de Cristo a su Iglesia, regaloque consiste en la participación en su únicosacerdocio. El sacerdocio ministerial está al servi-cio del sacerdocio común de los fieles (cf. LG 10;

DA 193; NBFSM 10).2.3 Los presbíteros son llamados a prolongar la

presencia de Cristo, único y supremo Pastor,siguiendo su estilo de vida y siendo como unatransparencia suya en medio del rebaño que lesha sido confiado... Son una representaciónsacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor... Exis-ten y actúan para el anuncio del Evangelio almundo y para la edificación de la Iglesia, perso-nificando a Cristo y actuando en su nombre»(PDV 15). Son una «imagen viva y transparentede Cristo sacerdote» (PDV 12; NBFSM 4).

2.4 «La vida y ministerio del sacerdote son conti-nuación de la vida y de la acción del mismoCristo» (PDV 18). Por tanto, «el sacerdote estállamado a ser imagen viva de Jesucristo, Esposode la Iglesia» (PDV 22), «instrumento vivo de laobra de Salvación» (cf. PDV 25), «epifanía ytransparencia del Buen Pastor que da la vida» (cf.PDV 49). Mediante la ordenación, recibe el mismoEspíritu de Cristo que lo hace semejante a Él, paraque pueda actuar en su nombre y vivir en sí susmismos sentimientos (cf. PDV 33 y 57; NBFSM 5).

3.- Naturaleza del Seminario.3.1 Para iniciar el camino de formación de los

discípulos misioneros de Jesucristo que son llama-dos por el Padre al ministerio sacerdotal, el Espí-ritu ha suscitado la institución del Seminario, co-munidad eclesial que revive la experiencia de losapóstoles reunidos en torno a Jesús Resucitado yen el cual los futuros sacerdotes «oran juntos,celebran una misma liturgia que culmina en laEucaristía; a partir de la Palabra de Dios recibenlas enseñanzas que van iluminando su mente ymoldeando su corazón para el ejercicio de la cari-dad fraterna y de la justicia, prestan serviciospastorales periódicamente a diversas comunida-des, preparándose así para vivir una sólida espiri-tualidad de comunión con Cristo Pastor y docili-dad a la acción del Espíritu, convirtiéndose ensigno personal y atractivo de Cristo en el mundo,según el camino de santidad propio del ministeriosacerdotal» (DA 316; cf. 1 Pe 5,1-3; OT 4; PDV60; DMPV 4; NBFSM 3).

3.2 «Esta identidad está en la raíz de la naturalezade la formación que debe darse en vista delsacerdocio y, por lo tanto, a lo largo de toda lavida sacerdotal» (PDV 11). Por ello, «los candi-

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datos al sacerdocio deben prepararse con granseriedad y acoger y vivir el don de Dios, conscien-tes de que la Iglesia y el mundo tienen absolutanecesidad de ellos; deben enamorarse de CristoBuen Pastor; moldear el propio corazón a imagendel suyo; estar dispuestos a salir por los caminosdel mundo como imagen suya, para proclamar atodos a Cristo, que es Camino, Verdad y Vida»(PDV 82; NBFSM 6).

3.3 Hay una formación «inicial», que se da en elseminario y una formación «permanente», que seprolonga a lo largo de toda la vida, en las distintasdimensiones de la madurez sacerdotal: humana,espiritual, intelectual y pastoral. Se trata de todo unproceso que conduce a una plena identificación yasimilación con Cristo Salvador, encarnado, muertoy resucitado, de quien depende toda la graciasacerdotal: «Yo soy la vid; ustedes los sarmientos.El que permanece en mí y yo en él, ése da muchofruto; porque separados de mí no pueden hacernada» (Jn 15,5; NBFSM 9).

3.4 La formación del futuro sacerdote y el discerni-miento sobre la idoneidad de los candidatos escompetencia única y exclusiva de la Iglesia (cf.CIC, can. 232), ya que sólo en ella se nace a la vidade gracia y se desarrolla la vocación sacerdotal,que de suyo es eclesial y misionera (cf. PDV 12 y16) y ha de llevar en todo momento la impronta dela comunión, como eje de formación y sentido delitinerario (cf. DA 291; NBFSM 11).

4.- La Admisión al Seminario.4.1 En la Iglesia y a través de la Iglesia Dios llama

gratuitamente a algunos miembros de su pueblo aparticipar en el sacerdocio ministerial de Jesucris-to. Este llamado sólo puede ser percibido, acogidoy vivido en la fe. Compete a la comisión de pastoralvocacional y al seminario proveer de un proceso declarificación y discernimiento, que ayude, a quienha sido llamado, a responsabilizarse del don gra-tuito recibido, optando por una vida personal yeclesial, cada vez más comprometida (cf. Jn 15, 16;DP 860; PDV 35-36; DA 314-315; NBFSM 42).

4.2 Favorézcase la dimensión vocacional en todapastoral, especialmente en la pastoral familiar yjuvenil, mediante formas concretas de participa-ción: seminaristas en familia, equipos parroquialesde pastoral vocacional etc., de modo que se genereuna auténtica cultura vocacional que impregne

todas las dimensiones y ámbitos de la pastoral (cf.II CCLVoc 52-53; NBFSM 43).

4.3 Para admitir un candidato al Seminario Menor,obsérvense los siguientes criterios (NBFSM 49):

a).- Dimensión humana:Salud física y psíquica, avalada, en caso necesario,

por estudios clínicos y psicológicos previos.Equilibrio de juicio proporcional a la edad.Suficiente capacidad de socialización con ambos

sexos de acuerdo a la edad.Identidad sexual masculina en evidente camino de

maduración.Capacidad de desprendimiento, renuncia y genero-

sidad.Aprecio por su familia, cultura y situación social de

procedencia.Apertura y disponibilidad para la formación sacer-

dotal.Sinceridad, honestidad y transparencia en su opción

vocacional.Ausencia de adicciones.b) Dimensión espiritual:Experiencia inicial de relación con Dios y de fe en

Él.Rectitud de intención.Indicios de inquietud por la vocación sacerdotal.c) Dimensión intelectual:Para alumnos que ingresan al Bachillerato, haber

concluido los estudios de Secundaria y poseer elcertificado oficial.

Carta oficial de buena conducta por parte de laescuela de procedencia.

Coeficiente intelectual suficiente para enfrentar losestudios de Bachillerato.

Cultura general básica de acuerdo a la edad y etapaescolar.

Conocimiento elemental de la doctrina cristiana.d) Dimensión apostólica:Signos que manifiesten interés y amor, al menos

incipientes, por el servicio y por la misión apostó-lica de la Iglesia.

4.4. Para aceptar a un candidato al CursoIntroductorio, síganse los siguientes criterios(NBFSM 50):

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a) Dimensión humana:Salud física y psíquica, avalada, en caso necesario,

por estudios clínicos y psicológicos previos.Equilibrio de juicio proporcional a la edad.Personalidad suficientemente clara desde el punto

de vista relacional.Identidad psico-sexual masculina claramente defi-

nida.Recta conciencia moral.Razonable asimilación de su realidad familiar e

integración a ella.Suficiente capacidad de relación de acuerdo a la

edad.Apertura y disponibilidad para la formación sacer-

dotal.b) Dimensión espiritual:Experiencia inicial de fe, de cercanía y de familiari-

dad con Dios. Esto implica la conciencia de lavocación bautismal y, por lo tanto, de la identidaddiscipular y misionera del cristiano.

Percepción inicial del llamado de Dios y deseo deseguirlo en el ministerio presbiteral.

Rectitud de intención en el discernimiento de lavocación.

Signos de que se busca la vocación sacerdotal paradedicarse al servicio de los demás en la Iglesia, yno como una fuga a experiencias humanas fallidaso como la búsqueda de protagonismo social oeclesial, o de un modo cómodo de vida.

Disposición inicial para abrazar el celibato sacerdo-tal, la cual deberá ser cultivada y madurada a lolargo del proceso formativo.

c) Dimensión intelectual:Haber concluido los estudios de Bachillerato o equi-

valente y contar con el documento oficial queavale dicha conclusión.

Coeficiente intelectual suficiente para enfrentar sa-tisfactoriamente los estudios universitarios.

Ausencia de graves dificultades de atención y apren-dizaje.

Cultura general básica de acuerdo a la edad y etapaescolar.

Conocimiento mínimo de la doctrina cristiana.d) Dimensión pastoral:Experiencia de Iglesia madurada en el contexto de

una parroquia o de alguna otra realidad eclesial.Una experiencia apostólica al menos incipiente.

Signos de un sincero interés y amor por la misiónapostólica de la Iglesia.

5.- Criterios para admitir candidatosde otros Seminarios.

5.1 Es frecuente el problema que se plantea a losObispos y a los formadores de los seminarios sobrecómo proceder con alumnos que solicitan serreadmitidos, después de haber estado en el propioo en otro seminario o instituto de vida consagrada,y del cual salieron, sea por iniciativa personal, seapor indicación de los formadores y, sobre todo,cuando han sido expulsados. Hay alumnos quefueron despedidos definitivamente, por causasgraves, y son admitidos en otras partes; una vezordenados, muchos son un problema para la Igle-sia (DAS Proemio).

5.2 Dese la facilidad necesaria a quienes por razonesválidas, sobre todo de carácter apostólico o misio-nero, deseen cambiar de diócesis, de seminario opasar de la vida consagrada a la formacióndiocesana y, consiguientemente, continuar su for-mación en otro seminario. Los formadores debenrespetar siempre la libertad del alumno, ayudarle adiscernir si los motivos del cambio son verdaderosy suficientes e incluso orientar a los alumnos acambiar de seminario, cuando se descubran enellos señales de vocación consagrada, misionera, oaptitud para servir en otra diócesis (DAS 1).

5.3 Un alumno egresado de un seminario o casa deformación, sea por propia iniciativa o por indica-ción de los formadores, y que desee ingresar a otro,después de haber consultado a su director espiri-tual, deberá presentar su solicitud por escrito alObispo diocesano «ad quem», con copia al respec-tivo Rector, un semestre o por lo menos tres mesesantes del comienzo del curso, señalando claramen-te los seminarios o casas de formación donde hayaestado, los Rectores o Superiores de los mismos ylas causas tanto de su salida como de su deseo decambio (DAS 2).

5.4 Antes de resolver su admisión, el Obispodiocesano «ad quem» consultará con el Obispo oSuperior «a quo», solicitando un informe escritosobre la vida, costumbres, estudios del candidato ylas razones por las cuales abandonó el seminario ocasa de formación. Esta consulta se hará especial-mente si el candidato ya había iniciado el semina-rio mayor (DAS 3).

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5.5 Si ha transcurrido un tiempo razonablementelargo entre la salida y la solicitud de nuevo ingreso,será necesario un informe adicional, distinto al delRector del seminario «a quo», elaborado por el olos párrocos, de donde ha estado, teniendo encuenta la opinión de la comunidad y de quieneshaya dependido por razones de trabajo o estudio,particularmente sobre su madurez humana y espi-ritual, su aptitud para el celibato, la pobreza, laobediencia, la vida comunitaria y el espíritu deservicio, así como su actitud ante el Magisterio dela Iglesia (DAS 4) .

5.6 Por norma general, no deberá admitirse a uncandidato que ha egresado de dos seminarios oinstitutos de vida consagrada (DAS 7).

5.7 El rector informará a su propio obispo del juiciode la Comunidad de Formadores sobre la posibleexpulsión de un alumno. Si el alumno ya está en elSeminario Mayor, la decisión la tomará el obispoque corresponde (DAS 9).

5.8 Un alumno que haya sido expulsado de otroseminario o casa de formación, como norma gene-ral, no debe ser admitido en ningún otro seminario(DAS 10).

5.9 El informe del Rector, ateniéndose en todo a lajusticia y a la caridad, debe ser claro y explícito,indicando las atenuantes o agravantes del caso, ysiempre cuidando la discreción pertinente (DAS 12).

5.10 No se debe entregar al alumno copia escrita desu informe, pero sí dialogarlo con él (DAS 14).

5.11 Si consta que un alumno expulsado de unseminario ha sido admitido en otro seminario ocasa de formación religiosa sin previa consulta, elObispo diocesano tiene obligación moral de enviarel informe prescrito, indicando las causas de laexpulsión (DAS 16).

6.- Acceso a Ministerios y Órdenes.A) En general.6.1 La comunidad del seminario, junto con la comu-

nidad parroquial y la familia, deberá ayudar adiscernir la idoneidad del candidato, en especial,tratando de corroborar que, al solicitar los ministe-rios y las órdenes sagradas, actúa con completalibertad y un grado suficiente de transparencia, yposee rectitud de intención, y apoyarlo con sucercanía y oración (cf. CIC, can. 1026 y 1029; MN;PP; NBFSM 275).

6.2 Corresponde al obispo diocesano decidir lasfechas oportunas para la admisión de candidatos alas órdenes sagradas, para la recepción de losministerios laicales, y para conferir el Diaconadoy el Presbiterado. El rector comunicará estas fe-chas a los interesados y a la comunidad del semi-nario (NBFSM 276).

6.3 Consideren los seminaristas la admisión comocandidatos a las órdenes sagradas, la institución enlos ministerios de Lector y Acólito, y la recepciónmisma del Diaconado y Presbiterado, como laexpresión gradual de la manifestación concreta delamor gratuito de Dios y, en respuesta, de su com-promiso definitivo con Cristo y con la Iglesia.Prepárense oportunamente a recibirlos (cf. NBFSM265, 256-259).

6.4 El proceso para la admisión como candidatos alas órdenes sagradas, para la recepción de losministerios laicales y para la ordenación de diáco-no y presbítero seguirá, de acuerdo a los tiemposestablecidos por el Código de Derecho Canónico ypor el Obispo diocesano respectivo, los siguientespasos:

a) Discernimiento orante del seminarista sobre lapertinencia de solicitar la ad- misión como can-didato a las órdenes sagradas, los ministerioslaicales o las sagradas órdenes, y la consulta asus formadores, especialmente a su director es-piritual.

b) Solicitud manuscrita del seminarista, dirigida alObispo diocesano, a través del rector.

c) Consulta del rector a la comunidad del seminarioy, en caso de órdenes sagradas, del Obispo a lacomunidad parroquial.

d) Escrutinios del equipo formador (cf. CIC, can.1025, 1029, 1050-1052; EIC, Anexo 5), habiendoconsultado a personas cercanas que conozcan alcandidato.

e) Presentación del informe por parte del rector alObispo diocesano, junto con la correspondientedocumentación del candidato.

f) Consulta al correspondiente Consejo de Órdenesy Ministerios (cf. EIC, Anexo III).

g) Respuesta por escrito del Obispo diocesano alcandidato. También el Obispo hará saber su reso-lución al rector y, a través de éste, a la comunidaddel seminario (NBFSM 277).

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B) Admisión como candidatos a las Órdenes Sa-gradas.

6.5 La solicitud para ser admitido como candidato alas órdenes sagradas y su celebración litúrgica,puede hacerse a partir del primer año de teología(cf. IFLS 37), considerando de cualquier manera larealidad de cada candidato. A través de esta cele-bración, el seminarista expresa públicamente suintención de consagrarse a Dios en el sacramentodel Orden, comprometiéndose a dar los pasosnecesarios en su formación, conocidos a partir deldiálogo de Escrutinio con su formador. La comu-nidad da testimonio de que posee las dotes que lohacen idóneo para el ministerio, celebra y se com-promete a orar y a trabajar, a fin de que el Señor sedigne llevar a feliz término la obra buena en élcomenzada (NBFSM 278).

6.6 Ningún seminarista puede recibir la ordenacióndiaconal o presbiteral sin antes haber sido admiti-do como candidato a las órdenes sagradas, y habersido instituido en los ministerios de Lector y Acó-lito por la autoridad correspondiente (cf. CIC, can.1016 y 1019) y según el rito establecido por elPontifical Romano (cf. CIC, can. 1034; AP, I;NBFSM 279).

C) Ministerios laicales.6.7. Los ministerios de Lector y Acólito son confe-

ridos al candidato como una preparación para elsacramento del Orden; por lo cual, antes de serinstituidos lectores y acólitos, los seminaristasdeben ser admitidos como candidatos a las órdenessagradas (cf. MQ VIII, XI; AP Intr., II; IFLS 37;NBFSM 280).

6.8 Los candidatos deberán presentar un examensegún el ministerio solicitado, y realizarán el debi-do retiro espiritual. Resérvese un tiempo suficien-te al ejercicio de cada ministerio; para lo cual,evítese conferir, en una sola ocasión, ambos minis-terios a un mismo candidato (cf. MQ, X; AP IV;NBFSM 281).

C.1.Lectorado6.9 El lectorado es un ministerio instituido mediante

un rito litúrgico propio con una bendición especial,para leer públicamente la Palabra de Dios (cf. MQ,V). El lector es un servidor de la palabra y de lacomunidad eclesial, pues está llamado a ser ani-mador de la escucha y acogida de la Palabra deDios, encargándose de proclamarla, principalmente

en la asamblea litúrgica, pero además, siendoevangelizador, catequista, mistagogo y testigo consu vida de aquella Palabra de Dios que ha detransmitir (cf. VD 58; NBFSM 282).

6.10 Además, con la recepción del lectorado, elseminarista fortalece su compro- miso de asumirla escucha y acogida de la Palabra de Dios como unelemento medular de su vida espiritual, y se dispo-ne cada vez más a vivir una de las dimensionesesenciales de su futuro ministerio diaconal ypresbiteral: el ministerio de la Palabra, por lo cualha de madurar en la práctica asidua de la Lectiodivina (NBFSM 284).

C.2. Acolitado6.11 El acolitado es un ministerio instituido median-

te un rito litúrgico propio con una bendición espe-cial, para ayudar al diácono y prestar su servicio alsacer- dote (cf. MQ, VI; NBFSM 285).

6.12 El acolitado hace al seminarista un verdaderoservidor y ministro del altar, lo cual representa unmedio muy valioso para que profundice en la viven-cia de la ministerialidad eclesial y continúe madu-rando en este aspecto esencial de su futuro ministe-rio presbiteral: la santificación de los fieles a travésde los sacramentos, particularmente de la Eucaris-tía, siendo misionero y promotor de la comunidad,mediante el testimonio de la caridad y el acompaña-miento de las comunidades (NBFSM 286).

D) Orden Sagrado.6.13 Sólo deben ser ordenados aquellos que, según

el juicio prudente del Obispo y consideradas todaslas circunstancias, reúnen los rasgos de idoneidadexigidos por la Iglesia y expresados en estas Nor-mas Básicas para la Formación Sacerdotal; a sa-ber, quienes se han encontrado personalmente conCristo, manifiestan una fe íntegra, están movidospor recta intención, poseen la ciencia debida, go-zan de buena fama y costumbres intachables, vir-tudes probadas, salud física y psíquica, madurezafectiva, capacidad probada para guardar el celi-bato y la obediencia, y otras cualidades congruen-tes con el orden que van a recibir, y que no esténafectados por ninguna irregularidad o impedimen-to (cf. CIC, can. 1029, 1041, 1042; NBFSM 287).

6.14. Los candidatos, antes de recibir el Diaconadoo el Presbiterado, manifestarán en su solicitud,escrita de su puño y letra, que desean recibir elorden libre y espontáneamente, que conocen y

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aceptan lo que al sacramento se refiere y lasobligaciones que lleva consigo, y que se dedica-rán de modo perpetuo al ministerio eclesiásticosegún la intención de la Iglesia (cf. CIC, can.1028; 1036; NBFSM 288).

6.15 Los candidatos al Diaconado y al Presbiteradodeberán presentar el examen correspondiente alorden sagrado que recibirán y, en el caso delpresbiterado, presentar oportunamente y aprobarel examen Ad audiendas; además deben «hacerejercicios espirituales, al menos durante cincodías» (cf. CIC, can. 1039; NBFSM 289).

6.16 Deben extenderse constancias firmadas por elObispo, tanto de la admisión como candidato a lasórdenes sagradas y de la recepción de los minis-terios laicales, como de las órdenes sagradas, parael interesado, para el archivo del seminario y parael archivo de la curia. En caso de órdenes, senotificará al párroco donde el ordenado fue bau-tizado, para que se haga el asentamiento en ellibro correspondiente (cf. CIC, can. 1053, 1054,535 § 2; NBFSM 290).

D.1.Diaconado6.17 Para ser promovido al Diaconado, se requiere

haber sido admitido como candidato a las órdenessagradas y haber recibido y ejercido los ministe-rios de Lector y Acólito. Entre el acolitado y eldiaconado debe haber un intersticio al menos deseis meses (cf. CIC, can. 1035 § 2; NBFSM 291).

6.18 Los candidatos «no deben ser admitidos aldiaconado antes de que hayan asumido pública-mente, ante Dios y ante la Iglesia, la obligacióndel celibato según la ceremonia prescrita» (CIC,can. 1037). De esto quede constancia escrita yfirmada por cada candidato. Igualmente, debenhacer su profesión de fe y el juramento de fideli-dad (cf. CIC, can. 833 § 6; PF; NBFSM 292).

6.19 «Los aspirantes al presbiterado sólo puedenser promovidos al diaconado después de haberterminado el quinto año del ciclo de estudiosfilosófico-teológicos» (CIC, can. 1032), equiva-lente al tercero de teología, y habiendo cumplido23 años de edad (NBFSM 293).

D.2.Presbiterado6.20 Únicamente debe conferirse el Presbiterado a

quienes hayan cumplido 25 años de edad, gocende suficiente madurez y, al menos, después deseis meses de haber recibido el Diaconado. Queda

reservada a la Sede Apostólica la dispensa de laedad requerida, cuando el tiempo sea superior a unaño (cf. CIC, can.1031 § 1 y 4; NBFSM 294).

7.- MINISTERIOS ORDENADOS«En efecto, Cristo, a quien el Padre santificó y envió

al mundo, ha hecho participantes de su consagra-ción y de su misión a los obispos, por medio de losapóstoles y sus sucesores. Ellos han encomendadolegítimamente el oficio de su ministerio en diversogrado a diversos sujetos en la Iglesia. Así, elministerio eclesiástico, de institución divina, esejercitado en diversas categorías por aquellos queya desde antiguo se llamaron Obispos, presbíterosy diáconos» (Ritual de Ordenaciones: RO, 2).

«La Sagrada Ordenación se confiere por la imposi-ción de manos del Obispo y la plegaria con la queél bendice a Dios e invoca el don del Espíritu Santopara el cumplimiento del ministerio. Es evidente,en efecto, por la tradición, manifestada principal-mente a través de los actos litúrgicos y de lapráctica de la Iglesia tanto oriental como occiden-tal, que por la imposición de manos y la plegaria deOrdenación, de tal manera se confiere el don delEspíritu Santo y se imprime el carácter sagrado,que los Obispos, presbíteros y diáconos, cada unoa su manera, se configuran con Cristo» (RO 6).

«La Iglesia no ha admitido nunca que las mujerespudiesen recibir válidamente la ordenación sacer-dotal o episcopal... La Iglesia, al llamar únicamentea los varones para la Ordenación y para el ministeriopropiamente sacerdotal, quiere permanecer fiel altipo de ministerio sacerdotal deseado por el SeñorJesucristo y mantenido cuidadosamente por losapóstoles» (Declaración de la Congregación parala Doctrina de la Fe sobre la admisión de lasmujeres al sacerdocio ministerial, I).

«Jesucristo no llamó a ninguna mujer a formar partede los Doce. No lo hizo por acomodarse a lascostumbres de su tiempo, ya que su actitud respec-to a las mujeres contrasta singularmente con la desu ambiente y marca una ruptura voluntaria yvaliente (samaritana, hemorroísa, pecadora, adúl-tera, igualdad en el matrimonio, grupo de seguido-ras, testigas de la Resurrección)... Su misma Ma-dre, asociada tan íntimamente a su Misterio, ycuyo papel sin par es puesto de relieve por Lucasy Juan, no ha sido investida del ministerio apostó-lico» (Ibid II). María está en el Cenáculo con los

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apóstoles, pero no entra en la elección de Matías,no predica el día de pentecostés. En el helenismo,donde había tanto dinamismo de las mujeres, losapóstoles no pusieron al frente de las comunidadesa mujeres, y Pablo dice que las mujeres guardensilencio en la asamblea (1Co 14,34-35; cf 1Tm2,12). (Cf Ibid III).

«El sacerdocio ministerial no es un simple serviciopastoral, sino que asegura la continuidad de lasfunciones confiadas por Cristo a los Doce y de losrespectivos poderes. La adaptación a las civiliza-ciones y a las épocas no puede, pues, abolir, en lospuntos esenciales, la referencia sacramental a losacontecimientos fundamentales del cristianismo yal mismo Cristo... Esta práctica de la Iglesia revis-te, pues, un carácter normativo: en el hecho de noconferir mas que a varones la Ordenación Sacer-dotal hay una tradición constante en el tiempo,universal en Oriente y Occidente, vigilante enreprimir inmediatamente los abusos; esta norma,que se apoya en el ejemplo de Cristo, es seguidaporque se le considera conforme al plan de Diospara su Iglesia» (Ibid IV).

«El sacerdocio cristiano es, por tanto, de naturalezasacramental: el sacerdote es un signo, cuya efica-cia sobrenatural proviene de la Ordenación recibi-da; pero es también un signo que debe ser percep-tible y que los cristianos han de poder captarfácilmente... Por ello mismo no se puede pasar poralto el hecho de que Cristo es varón. Hay queadmitir que en las acciones que exigen el carácterde la Ordenación y donde se representa a Cristomismo, autor de la Alianza, Esposo y jefe de laIglesia, ejerciendo su ministerio de salvación, locual sucede en forma más alta en el Eucaristía, supapel lo debe realizar un varón; lo cual no revela enél ninguna superioridad personal en el orden de losvalores, sino solamente una diversidad de hechoen el plano de las funciones y del servicio... Esverdad que el sacerdote representa a la Iglesia, quees el Cuerpo de Cristo. Pero si lo hace es precisa-mente porque representa, ante todo, a Cristo mis-mo, que es la Cabeza y el Pastor de la Iglesia, segúnla fórmula del Concilio Vaticano II que precisa ycompleta la fórmula ‘in persona Christi’» (Ibid V).

«La doctrina católica, expresada en la liturgia, elmagisterio y la práctica constante de la Iglesia,reconoce que existen dos grados de participaciónministerial en el Sacerdocio de Cristo: el episcopa-

do y el presbiterado. El diaconado está destinado aayudarles. Por eso el término ‘Sacerdos’ designa,en el uso actual, a los obispos y a los presbíteros,pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrinacatólica enseña que los grados de participaciónsacerdotal (episcopado y presbiterado) y el gradode servicio (diaconado) son los tres conferidos porun acto sacramental llamado Ordenación, es decir,por el Sacramento del Orden» (CEC 1554).

7.1.- LOS PRESBÍTEROS: Cf. LG 28; PO 4-5;OGMR 42,59.

«Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre delpontificado y en el ejercicio de su potestad depen-den de los Obispos, con todo están unidos con ellosen el honor del sacerdocio y, en virtud del sacra-mento del Orden, han sido consagrados comoverdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, se-gún la imagen de Cristo sumo y eterno Sacerdote,para predicar el Evangelio, ser pastores de losfieles y para celebrar el culto divino» (PrenotandosOrdenación de Presbíteros, 4).

«Por la sagrada ordenación se confiere a los presbí-teros aquel Sacramento con el cual, por la uncióndel Espíritu Santo, quedan marcados con un carác-ter especial que los configura con Cristo sacerdote,de tal forma que puedan obrar en nombre de CristoCabeza. Los presbíteros, por tanto, tienen parte enel sacerdocio y la misión del obispo. Sinceroscolaboradores del Orden episcopal, llamados aservir al pueblo de Dios, constituyen, junto con suobispo, un solo presbiterio, aunque dedicados adiversas ocupaciones» (Ibid 101).

«Partícipes en su grado de ministerio de la funcióndel único Mediador, Cristo, anuncian a todos laPalabra divina. Ejercen su sagrada función sobretodo en la asamblea eucarística. En favor de losfieles arrepentidos y enfermos desempeñan en elmás alto grado el ministerio de la reconciliación ydel alivio, y presentan a Dios Padre las necesidadesy súplicas de los fieles. Ejerciendo, en la medida desu autoridad, la función de Cristo Pastor y Cabeza,reúnen a la familia de Dios como una fraternidadanimada con espíritu de unidad y la conducen aDios Padre por medio de Cristo, en el Espíritu. Enmedio de la grey lo adoran en Espíritu y Verdad.Finalmente, se atarean predicando y enseñando,creyendo lo que leen al meditar la ley del Señor,enseñando lo que creen y practicando lo que ense-ñan» (Ibid 102).

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7.2.- LOS DIÁCONOS (Cf. LG 29; ChD 15; OGMR61, 127, 141).

«Los diáconos reciben la imposición de manos, noen orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio.Así, confortados con la gracia sacramental, encomunicación con el Obispo y su presbiterio, sir-ven al pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia,de la Palabra y de la caridad» (PrenotandosDiáconos 5).

«Si bien, en realidad, especialmente en los territo-rios de misión, ordinariamente se confían a loslaicos no pocos oficios diaconales, sin embargo, esútil que aquellos hombres que desempeñan unministerio verdaderamente diaconal sean fortale-cidos y unidos más estrechamente al servicio delaltar por la imposición de las manos, transmitidaya desde los Apóstoles, para que cumplan máseficazmente su ministerio por la gracia sacramentaldel diaconado. De este modo, se verá esclarecidala naturaleza propia de este Orden, que no debeconsiderarse como un puro y simple grado deacceso al Sacerdocio. Insigne por el carácter inde-leble y su gracia peculiar, se enriquece tanto que

aquellos que son llamados a él pueden de modoestable dedicarse a los Misterios de Cristo y de laIglesia» (Sacrum Diaconatum Ordinem: Proe-mio).

«Pueden ser llamados al diaconado hombres de edadmás madura, ya célibes, ya casados; éstos últimos,sin embargo, no sean admitidos si no consta no sóloel consentimiento de la esposa, sino su probidad y lapresencia en ella de cualidades naturales que nosean impedimento ni desdoro para el ministerio delmarido. Dicha edad se alcanza como mínimo alcumplir los treintaicinco años; sin embargo, ha deentenderse en el sentido de que ninguno puede serllamado al diaconado sin haber obtenido antes laestimación del clero y de los fieles con el ejemploduradero de una vida verdaderamente cristiana conintegridad de costumbres y propensión a servir.Cuando se trate de hombres casados, es necesarioponer cuidado que sean promovidos los que, vivien-do desde hace muchos años en el matrimonio, hayandemostrado saber dirigir la propia casa y tenganmujer e hijos que lleven una vida verdaderamentecristiana y se distingan por una honrada reputación»(Ibid 11-13).

TEMA IX: Los lugares en la Misiónde Santificar de la Iglesia

Padre Miguel Ángel Padilla García131.

131.- En el material propuesto por el padre Miguel Ángel Padilla García, se omitieron los temas de «los oratorios y capillas privadas, ySantuarios» (Títulos II y III, del «instrumentum laboris» del esquema de la normativa).

0.- Ubicación del tema: (SC nn. 122-129).0.1. Dignidad del arte sagrado122. Entre las actividades más nobles del ingenio

humano se cuentan, con razón, las bellas artes,principalmente el arte religioso y su cumbre, quees el arte sacro.

Estas, por su naturaleza, están relacionadas con lainfinita belleza de Dios, que intentan expresar dealguna manera por medio de obras humanas. Ytanto más pueden dedicarse a Dios y contribuir a sualabanza y a su gloria cuanto más lejos están detodo propósito que no sea colaborar lo más posiblecon sus obras para orientar santamente los hom-bres hacia Dios.

Por esta razón, la santa madre Iglesia fue siempreamiga de las bellas artes, buscó constantemente sunoble servicio, principalmente para que las cosasdestinadas al culto sagrado fueran en verdad dig-nas, decorosas y bellas, signos y símbolos de lasrealidades celestiales. Más aún: la Iglesia se con-sideró siempre, con razón, como árbitro de lasmismas, discerniendo entre las obras de los artistasaquellas que estaban de acuerdo con la fe, la piedady las leyes religiosas tradicionales y que eranconsideradas aptas para el uso sagrado.

La Iglesia procuró con especial interés que los obje-tos sagrados sirvieran al esplendor del culto condignidad y belleza, aceptando los cambios de ma-

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teria, forma y ornato que el progreso de la técnicaintrodujo con el correr del tiempo.

0.2. Libre ejercicio de estilo artístico123. La Iglesia nunca consideró como propio ningún

estilo artístico, sino que acomodándose al caráctery condiciones de los pueblos y a las necesidades delos diversos ritos, aceptó las formas de cada tiem-po, creando en el curso de los siglos un tesoroartístico digno de ser conservado cuidadosamente.También el arte de nuestro tiempo, y el de todos lospueblos y regiones, ha de ejercerse libremente enla Iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritossagrados con el debido honor y reverencia; paraque pueda juntar su voz a aquel admirable concier-to que los grandes hombres entonaron a la fecatólica en los siglos pasados.

0.3. Arte auténticamente sacro124. Los ordinarios, al promover y favorecer un arte

auténticamente sacro, busquen más una noble be-lleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicartambién a las vestiduras y ornamentación sagrada.

Procuren cuidadosamente los Obispos que sean ex-cluidas de los templos y demás lugares sagradosaquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a lascostumbres y a la piedad cristiana y ofendan elsentido auténticamente religioso, ya sea por ladepravación de las formas, ya sea por la insuficien-cia, la mediocridad o la falsedad del arte.

Al edificar los templos, procúrese con diligencia quesean aptos para la celebración de las accioneslitúrgicas y para conseguir la participación activade los fieles.

0.4. Imágenes sagradas125. Manténgase firmemente la práctica de exponer

imágenes sagradas a la veneración de los fieles;con todo, que sean pocas en número y guardenentre ellas el debido orden, a fin de que no causenextrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan unadevoción menos ortodoxa.

0.5. Vigilancia de los Ordinarios126. Al juzgar las obras de arte, los ordinarios de

lugar consulten a la Comisión Diocesana de ArteSagrado, y si el caso lo requiere, a otras personasmuy entendidas, como también a las Comisionesde que se habla en los artículos 44, 45 y 46.

Vigilen con cuidado los ordinarios para que losobjetos sagrados y obras preciosas, dado que sonornato de la casa de Dios, no se vendan ni sedispersen.

0.6. Formación integral de los artistas127. Los Obispos, sea por sí mismos, sea por medio

de sacerdotes competentes, dotados de conoci-mientos artísticos y aprecio por el arte, interésensepor los artistas, a fin de imbuirlos del espíritu delarte sacro y de la sagrada Liturgia.

Se recomienda, además, que, en aquellas regionesdonde parezca oportuno, se establezcan escuelas oacademias de arte sagrado para la formación deartistas.

Los artistas que llevados por su ingenio deseanglorificar a Dios en la santa Iglesia, recuerdensiempre que su trabajo es una cierta imitaciónsagrada de Dios creador y que sus obras estándestinadas al culto católico, a la edificación de losfieles y a su instrucción religiosa.

0.7. Revisión de la legislación del arte sacro128. Revísense cuanto antes, junto con los libros

litúrgicos, de acuerdo con el artículo 25, los cánonesy prescripciones eclesiásticas que se refieren a ladisposición de las cosas externas del culto sagrado,sobre todo en lo referente a la apta y digna edifica-ción de los tiempos, a la forma y construcción de losaltares, a la nobleza, colocación y seguridad delsagrario, así como también a la funcionalidad ydignidad del baptisterio, al orden conveniente de lasimágenes sagradas, de la decoración y del ornato.Corríjase o suprímase lo que parezca ser menosconforme con la Liturgia reformada y consérvese ointrodúzcase lo que la favorezca.

En este punto, sobre todo en cuanto a la materia y ala forma de los objetos y vestiduras sagradas se dafacultad a las asambleas territoriales de Obispospara adaptarlos a las costumbres y necesidadeslocales, de acuerdo con el artículo 22 de estaConstitución.

0.8. Formación artística del clero129. Los clérigos, mientras estudian filosofía y teo-

logía, deben ser instruidos también sobre la histo-ria y evolución del arte sacro y sobre los sanosprincipios en que deben fundarse sus obras, demodo que sepan apreciar y conservar los venera-bles monumentos de la Iglesia y puedan orientar alos artistas en la ejecución de sus obras.

Título I: De las iglesias.I.1. La construcción de Iglesias(Instrucción Inter Oecumenici, nn.90)90. Al construir nuevas iglesias, al reconstruirlas o

adaptarlas, procúrese con diligencia que resulten

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adecuadas para celebrar las acciones sagradas,conforme a su auténtica naturaleza, y obtener laparticipación activa de los fieles132.

I.2.- Disposición y ornato de las Iglesias para lacelebración de la Eucaristía (IGMR nn. 295-351).

I.2.1. Arreglo del presbiterio para la Asamblea(Synaxis) Sagrada

295. El presbiterio es el lugar en el cual sobresale elaltar, se proclama la Palabra de Dios, y el sacerdo-te, el diácono y los demás ministros ejercen suministerio. Debe distinguirse adecuadamente de lanave de la iglesia, bien sea por estar más elevadoo por su peculiar estructura y ornato. Sea, pues, detal amplitud que pueda cómodamente realizarse ypresenciarse la celebración de la Eucaristía133.

I.2.2.El altar y su ornato.296. El altar, en el que se hace presente el sacrificio

de la cruz bajo los signos sacramentales, es tam-bién la mesa del Señor, para participar en la cual,se convoca el Pueblo de Dios a la Misa; y es elcentro de la acción de gracias que se consuma enla Eucaristía.

297. La celebración de la Eucaristía, en lugar sagra-do, debe realizarse sobre el altar; pero fuera dellugar sagrado, también puede realizarse sobre unamesa apropiada, usando siempre el mantel y elcorporal, la cruz y los candeleros.

298. Es conveniente que en todas las iglesias existaun altar fijo, que signifique más clara y permanen-temente a Cristo Jesús, la Piedra viva (1Pe 2, 4; Ef2, 20); sin embargo, para los demás lugares dedi-cados a las celebraciones sagradas, el altar puedeser móvil.

Se llama Altar fijo cuando se construye de tal formaque esté fijo al suelo y que, por lo tanto, no puedemoverse; se llama «móvil» cuando se puede tras-ladar.

299. Constrúyase el altar separado de la pared, demodo que se le pueda rodear fácilmente y lacelebración se pueda realizar de cara al pueblo, locual conviene que sea posible en todas partes. Elaltar, sin embargo, ocupe el lugar que sea deverdad el centro hacia el que espontáneamenteconverja la atención de toda la asamblea de losfieles134. Según la costumbre, sea fijo y dedicado.

300. Dedíquese el altar, tanto el fijo como el móvil,según el rito descrito en el Pontifical Romano;adviértase que el altar móvil sólo puede bendecirse.

301. Según la costumbre tradicional de la Iglesia ypor su significado, la mesa del altar fijo debe ser depiedra, y ciertamente de piedra natural. Sin embar-go, puede también emplearse otro material digno,sólido y trabajado con maestría, según el juicio dela Conferencia de Obispos. Pero los pies o basa-mento para sostener la mesa pueden ser de cual-quier material, con tal de que sea digno y sólido.

El altar móvil puede construirse con cualquier clasede materiales nobles y sólidos, concorde con el usolitúrgico, según las tradiciones y costumbres de lasdiversas regiones.

302. La costumbre de depositar debajo del altar queva a ser dedicado reliquias de Santos, aunque nosean Mártires, obsérvese oportunamente. Cuíde-se, sin embargo, que conste con certeza de laautenticidad de tales reliquias.

303. Es preferible que en las iglesias nuevas que vana ser construidas, se erija un solo altar, el cualsignifique en la asamblea de los fieles, un únicoCristo y una única Eucaristía de la Iglesia.

Sin embargo, en las iglesias ya construidas, cuandoel altar antiguo esté situado de tal manera quevuelva difícil la participación del pueblo y no sepueda trasladar sin detrimento del valor artístico,constrúyase otro altar fijo artísticamente acabadoy ritualmente dedicado; y realícense las sagradascelebraciones sólo sobre él. Para que la atención delos fieles se distraiga del nuevo altar, no debeornamentarse el altar antiguo de modo especial.

304. Por reverencia para con la celebración delmemorial del Señor y para con el banquete en quese ofrece el Cuerpo y Sangre del Señor, póngasesobre el altar donde se celebra por lo menos unmantel de color blanco, que en lo referente a laforma, medida y ornato se acomode a la estructuradel mismo altar.

305. Obsérvese moderación en el ornato del altar.Durante el tiempo de Adviento el altar puedeadornarse con flores, con tal moderación, queconvenga a la índole de este tiempo, pero sin quese anticipe a la alegría plena del Nacimiento delSeñor. Durante el tiempo de Cuaresma se prohíbeadornar el altar con flores. Se exceptúan, sin em-

132.- Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, núm. 124.133.- Cfr. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Inter Oecumenici, día 26 de septiembre de 1964, núm. 91: A.A.S. 56 (1964) pág. 898.134.- Cfr. Ibíd.

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bargo, el Domingo Laetare (IV de Cuaresma), lassolemnidades y las fiestas. Los arreglos floralessean siempre moderados, y colóquense más biencerca de él, que sobre la mesa del altar.

306. Sobre la mesa del altar se puede poner, enton-ces, sólo aquello que se requiera para la celebra-ción de la Misa, a saber, el Evangeliario desde elinicio de la celebración hasta la proclamación delEvangelio; y desde la presentación de los doneshasta la purificación de los vasos: el cáliz con lapatena, el copón, si es necesario, el corporal, elpurificador, la palia y el misal.

Además, dispónganse de manera discreta aquelloque quizás sea necesario para amplificar la voz delsacerdote.

307. Colóquense en forma apropiada los candelerosque se requieren para cada acción litúrgica, comomanifestación de veneración o de celebración fes-tiva (cfr. n. 117), o sobre el altar o cerca de él,teniendo en cuenta, tanto la estructura del altar,como la del presbiterio, de tal manera que todo elconjunto se ordene elegantemente y no se impidaa los fieles mirar atentamente y con facilidad loque se hace o se coloca sobre el altar.

308. Igualmente, sobre el altar, o cerca de él, coló-quese una cruz con la imagen de Cristo crucifica-do, que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblocongregado. Es importante que esta cruz perma-nezca cerca del altar, aún fuera de las celebracio-nes litúrgicas, para que recuerde a los fieles lapasión salvífica del Señor.

I.2.3. El ambón.309. La dignidad de la Palabra de Dios exige que en

la iglesia haya un lugar conveniente desde el que seproclame, y al que durante la Liturgia de la Pala-bra, se dirija espontáneamente la atención de losfieles135.

Conviene que por lo general este sitio sea un ambónestable, no un simple atril portátil. El ambón,según la estructura de la iglesia, debe estar coloca-do de tal manera que los ministros ordenados y loslectores puedan ser vistos y escuchados conve-nientemente por los fieles.

Desde el ambón se proclaman únicamente las lectu-ras, el salmo responsorial y el pregón pascual;también puede tenerse la homilía y proponer lasintenciones de la Oración universal. La dignidaddel ambón exige que a él sólo suba el ministro dela Palabra.

Es conveniente que el nuevo ambón se bendiga antesde destinarlo al uso litúrgico, según el rito descritoen el Ritual Romano136.

I.2.4. La Sede para el sacerdote celebrante y otrassillas.

310. La sede del sacerdote celebrante debe significarsu ministerio de presidente de la asamblea y demoderador de la oración. Por lo tanto, su lugar másadecuado es vuelto hacia el pueblo, al fondo delpresbiterio, a no ser que la estructura del edificio uotra circunstancia lo impidan, por ejemplo, si porla gran distancia se torna difícil la comunicaciónentre el sacerdote y la asamblea congregada, o si eltabernáculo está situado en la mitad, detrás delaltar. Evítese, además, toda apariencia detrono137.Conviene que la sede se bendiga según elrito descrito en el Ritual Romano, antes de serdestinada al uso litúrgico138.

Asimismo dispónganse en el presbiterio sillas paralos sacerdotes concelebrantes y también para lospresbíteros revestidos con vestidura coral, queestén presentes en la celebración, aunque noconcelebren.

Póngase la silla del diácono cerca de la sede delcelebrante. Para los demás ministros, colóquenselas sillas de tal manera que claramente se distingande las sillas del clero y que les permitan cumplir confacilidad el ministerio que se les ha confiado139.

I.3. Disposición de la iglesia (templo).I.3.1. Lugar de los fieles.311. Dispónganse los lugares para los fieles con el

conveniente cuidado, de tal forma que puedanparticipar debidamente, siguiendo con su mirada yde corazón, las sagradas celebraciones. Es conve-niente que los fieles dispongan habitualmente debancas o de sillas. Sin embargo, debe reprobarse lacostumbre de reservar asientos a algunas personas

135.- Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Inter Oecumenici, día 26 de septiembre de 1964, núm. 96: A.A.S. 56 (1964) pág. 899.136.- Cfr. Ritual Romano, Bendicional, edición típica 1984, Bendición con ocasión de la inauguración de un nuevo ambón, núms. 900-

918 (Bendicional en castellano, núms. 1002-1021).137.- Cfr. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Inter Oecumenici, día 26 de septiembre de 1964, núm. 92: A.A.S. 56 (1964) pág. 898.138.- Cfr. Ritual Romano, Bendicional, edición típica, 1984,Bendición con ocasión de la inauguración de una nueva cátedra o sede

presidencial, núms. 880-899 (Bendicional en castellano, núms. 981-1001).139.- Cfr. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Inter Oecumenici, día 26 de septiembre de 1964, núm. 92: A.A.S. 56 (1964) pág. 898.

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particulares140.En todo caso, dispónganse de talmanera las bancas o asientos, especialmente en lasiglesias recientemente construidas, que los fielespuedan asumir con facilidad las posturas corpora-les exigidas por las diversas partes de la celebra-ción y puedan acercarse expeditamente a recibir laComunión.

Procúrese que los fieles no sólo puedan ver al sacer-dote, al diácono y a los lectores, sino que tambiénpuedan oírlos cómodamente, empleando los ins-trumentos técnicos de hoy.

I.3.2. Lugar de los cantores y de los instrumentosmusicales.

312. Los cantores, teniendo en cuenta la disposiciónde cada iglesia, colóquense de tal manera queaparezca claramente su naturaleza, es decir, queellos hacen parte de la comunidad congregada yque desempeñan un oficio peculiar; donde se hagamás fácil el desempeño de su oficio y a cada uno delos cantores se les permita cómodamente la plenaparticipación sacramental en la Misa141.

313. Colóquense en un lugar apropiado el órgano y losdemás instrumentos musicales legítimamente apro-bados, para que puedan ser ayuda, tanto para loscantores, como para el pueblo que canta; y dondepuedan ser cómodamente escuchados por todoscuando intervienen solos. Es conveniente que elórgano se bendiga según el rito descrito en el RitualRomano, antes de destinarlo al uso litúrgico142.

Durante el tiempo de Adviento empléense con talmoderación el órgano y los demás instrumentosmusicales, que sirvan a la índole propia de estetiempo, teniendo en cuenta de evitar cualquieranticipación de la plena alegría del Nacimiento delSeñor.

El sonido del órgano y de los demás instrumentosdurante el tiempo de Cuaresma se permite sólopara sostener el canto. Se exceptúan el domingoLaetare (IV de Cuaresma), las solemnidades y lasfiestas.

I.3.3.Lugar de la reserva de la Santísima Eucaristía.314. Para cualquier estructura de la iglesia y según

las legítimas costumbres de los lugares, consérve-se el Santísimo Sacramento en el Sagrario, en laparte más noble de la iglesia, insigne, visible,hermosamente adornada y apta para la oración143.

Como norma general, el tabernáculo debe ser unosolo, inamovible, elaborado de materia sólida einviolable, no transparente, y cerrado de tal mane-ra que se evite al máximo el peligro de profana-ción144. Conviene, además, que se bendiga según elrito descrito en el Ritual Romano antes de destinar-lo al uso litúrgico145.

315. Por razón del signo conviene más que en el altaren el que se celebra la Misa no haya sagrario en elque se conserve la Santísima Eucaristía146.

Por esto, es preferible que el tabernáculo, sea colo-cado de acuerdo con el parecer del Obispodiocesano: a) o en el presbiterio, fuera del altar dela celebración, en la forma y en el lugar másconvenientes, sin excluir el antiguo altar que ya nose emplea para la celebración (cfr. n. 303); b) otambién en alguna capilla idónea para la adoracióny la oración privada de los fieles147, que estéarmónicamente unida con la iglesia y sea visiblepara los fieles.

317. Tampoco se olviden de ninguna manera lasdemás cosas que para la reserva de la SantísimaEucaristía se prescriben según las normas delDerecho148.

140.- Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 32.141.- Cfr. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Musicam sacram, día 5 de marzo de 1967, núm. 23: A.A.S. 59 (1967) pág. 307.142.- Cfr. Ritual Romano, Bendicional, edición típica, 1984,Bendición de un órgano, núms. 1052-1067 (Bendicional en castellano, núms.

1166-1179).143.- Cfr. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, día 25 de mayo de 1967, núm. 54: A.A.S. 59 (1967)

pág. 568; Instrucción Inter Oecumenici, día 26 de septiembre de 1964, núm. 95: A.A.S. 56 (1964) pág. 898.144.- Cfr. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, día 25 de mayo de 1967, núm. 52: A.A.S. 59 (1967)

pág. 568; Instrucción Inter Oecumenici, día 26 de septiembre de 1964, núm. 95: A.A.S. 56 (1964), pág. 898; Sagrada Congregaciónpara los Sacramentos, Instrucción Nullo umquam tempore, día 28 de mayo de 1938, núm. 4: A.A.S. 30 (1938) págs. 199-200; RitualRomano La Sagrada Comunión y el Culto eucarístico fuera de la Misa, edición típica 1973, núms. 10-11. (Edición típica oficial CEC1975, Culto eucarístico fuerade la Misa, núms. 10-11, págs.14-15); Código de Derecho Canónico, canon 938, 3.

145.- Cfr. Ritual Romano, Bendicional, edición típica 1984,Bendición con ocasión de la inauguración de un nuevo Sagrario eucarístico,núms. 919-929. (Bendicional en castellano, núms. 1022-1032).

146.- Cfr. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, día 25 de mayo de 1967, núm. 55: A.A.S. 59 (1967) pág. 569.147.- Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, día 25 de mayo de 1967, núm. 53: A.A.S. 59 (1967) pág.

568. Ritual Romano La Sagrada Comunión y el Culto eucarístico fuera de la Misa, edición típica 1973, núm. 9. (Edición típica oficial148.- Cfr. especialmente Sagrada Congregación para los Sacramentos, Instrucción Nullo umquam tempore, día 28 de mayo de 1938:

A.A.S. 30 (1938) págs. 198-207; Código de Derecho Canónico, cánones 934-944.

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I.3.4.Las imágenes Sagradas.318. En la Liturgia terrena la Iglesia participa de

aquella celestial, pregustando lo que se celebra enla santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual se dirigeperegrina, donde Cristo está sentado a la diestra deDios; y venerando la memoria de los Santos,espera tener compartir con ellos su suerte y gozarde su compañía149.

Así, pues, según una antiquísima tradición de laIglesia, expónganse en las iglesias a la veneraciónde fieles150, las imágenes del Señor, de la SantísimaVirgen y de los Santos. Dispónganse de tal maneraque los fieles sean conducidos a los misterios de lafe que en ese lugar se celebran. Y, por lo tanto,evítese que su número aumente indiscrimina-damente. De aquí que se haga la disposición de lasimágenes con el debido orden, para que la atenciónde los fieles no se desvíe de la celebración mis-ma151. Por lo tanto, de ordinario, no haya más deuna imagen del mismo Santo. En general, porcuanto se refiere a las imágenes en el ornato y enla disposición de la iglesia, mírese atentamente lapiedad de toda la comunidad y a la belleza ydignidad de las imágenes.

Título II: De los santuarios152 (Directoriosobre piedad popular y liturgia)

(Aporta el equipo).264. «… la aprobación canónica constituye un reco-

nocimiento oficial del lugar sagrado y de su fina-lidad específica, que es la de acoger las peregrina-ciones del pueblo de Dios que acude para adorar alPadre, profesar la fe, reconciliarse con Dios, con laIglesia y con los hermanos, e implorar la interce-sión de la Madre del Señor o de un Santo…»

262. Según la revelación cristiana, el santuario supre-mo y definitivo es Cristo resucitado (cf Jn 2,18-21;Ap 21,22), en torno al cual se congrega y organizala comunidad de los discípulos, que a su vez es lanueva casa del Señor (cf 1Pe 2,5; Ef 2,19-22).

Desde un punto de vista teológico, el santuario, queno pocas veces ha surgido de un movimiento depiedad popular, es un signo de la presencia activa,salvífica, del Señor en la historia y un refugio

donde el pueblo de Dios, peregrino por los cami-nos del mundo hacia la Ciudad futura (cf Heb13,14), restaura sus fuerzas para continuar la mar-cha».

263. «El santuario, como las iglesias, tiene un granvalor simbólico: es imagen de la «morada de Dioscon los hombres» (Ap 21,3) y remite al «misteriodel Templo» que se ha realizado en el cuerpo deCristo (cf Jn 1,14; 2,21), en la comunidad eclesial(cf 1Pe 2,5) y en cada uno de los fieles (cf 1Co3,16-17; 6,19; 2Co 6,16)».

265. «El santuario tiene una función cultual deprimer orden. Los fieles se acercan, sobre todo,para participar en las celebraciones litúrgicas y enlos ejercicios de piedad que tiene lugar allí. Estareconocida función cultual del santuario, no debeoscurecer en el ánimo de los fieles la enseñanzaevangélica de que el lugar no es algo determinantepara el auténtico culto al Señor» (cfr. Jn 4,20-24).

275. «La misión ejemplar del santuario se extiendetambién al ejercicio de la caridad. Todo santuario,en cuanto celebra la presencia misericordiosa delSeñor, la ejemplaridad y la intercesión de la Vir-gen y los Santos, «es por sí mismo un hogar queirradia la luz y el calor de la caridad»... en ellosfructifica la caridad de Cristo y parece que seprolongan la solicitud maternal de la Virgen y lacercanía solidaria de los Santos…».

276. Con frecuencia el santuario es ya, en sí mismo,un «bien cultural»: en él se dan cita y se presentan,como resumidas en una síntesis, numerosas mani-festaciones de la cultura de las poblaciones veci-nas: testimonios históricos y artísticos, formas deexpresión lingüística y literaria, expresiones musi-cales típicas.

Desde este punto de vista, el santuario resulta confrecuencia un punto de referencia válido paradefinir la identidad cultural de un pueblo. Y encuanto que en el santuario se da una síntesis armo-niosa entre naturaleza y gracia, piedad y arte, sepuede proponer como expresión de la Víapulchritudinis para contemplar la belleza de Dios,del misterio de la Tota pulchra, de las admirablesexperiencias de los Santos…»

149.- Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 8.150.- Cfr. Pontifical Romano, Rito de Dedicación de una iglesia y de un altar, edición típica 1977, capítulo IV, núm. 10. Ritual Romano,

Bendicional, edición típica, Bendición de las imágenes que se exponen a la pública veneración de los fieles, núms. 984-1031.Bendicional en castellano, núms. 1091-1141

151.- Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 125.152.- Este tema es tratado en el «Título III: De los santuarios« del «instrumentum laboris».

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Los fieles, incorporados a la Iglesia por el Bautismo, quedan destinados por elcarácter al culto de la religión cristiana, y, regenerados como hijos de Dios,deben confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios mediantela Iglesia.

Por la Confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecencon una fuerza especial del Espíritu Santo, y quedan obligados más estrictamen-te a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabrajuntamente con las obras.

Participando del Sacrificio Eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana,ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella.Por la oblación y la sagrada Comunión, todos tienen una parte propia, cada unode modo distinto. Confortados con el cuerpo de Cristo muestran de un modoconcreto la unidad del Pueblo de Dios, significada y realizada por estesacramento.

Quienes se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordiade Dios el perdón de la ofensa hecha a El y al mismo tiempo se reconcilian conla Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con lacaridad, con el ejemplo y las oraciones.

Con la Unción de los Enfermos, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señorpaciente y glorificado, para que los alivie y los salve, para que, asociándosevoluntariamente a la Pasión y Muerte de Cristo, contribuyan al bien del Pueblode Dios.

Aquellos que están sellados con el Orden sagrado son destinados a apacentarla Iglesia por la palabra y gracia de Dios, en nombre de Cristo.

Los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del Matrimonio, por el quesignifican y participan del misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y laIglesia, se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en laprocreación y educación de la prole, y poseen su propio don, dentro del Pueblode Dios, en su estado y forma de vida. De este consorcio procede la familia, enla que nacen nuevos ciudadanos de la sociedad humana, quienes, por la graciadel Espíritu Santo, quedan constituidos en el bautismo hijos de Dios, queperpetuarán a través del tiempo el Pueblo de Dios. En esta especie de Iglesiadoméstica los padres son para sus hijos los primeros predicadores de la fe,mediante la palabra y el ejemplo, y deben fomentar la vocación propia de cadauno, en especial la vocación sagrada.

Lumen Gentium, 11