san juan de la cruz y el resurgir de la mística
TRANSCRIPT
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7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
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EXPERIENCIA MISTICA Y REALIZACION DEL MUN-
DO Y DE LA VIDA LA EXPERIENCIA UNIVERSAL
DE LA NOCHE OSCURA LIBERTAD DEL MISTICO Y
PERTENENCIA ECLESIAL CARACTER ECUMENI-
CO DE LA MISTICA HOY MISTICA Y TEOLOGIA DE
LA LIBERACION MISTICA Y LENGUAJE EN SAN
JUAN DE LA CRUZ UN MISTICO PARA EL AO 2
6
992
S N
JU N DE
L CRUZ EL
1
RESURGIR DE L MISTIC
POR JUAN
BOSCH MANUEL CIURANA ANTONIO DUATO AUGUSTO
GUERRA MAXIMILIANO HERRIZ PEDRO M. LAMET CAMILO
MACCISE ~ JESUS MANCHO JUAN MARTIN VELASCO.
IGLESIA
REVIST DE
PENS MIENTO CRISTI NO
VIVA
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
2/130
IGLESIA
VIVA
Nm. 161 septiembre-octubre 1992
gina
PRESENTACIN ...
429
ESTUDIOS
Experiencia mstica y experiencia del hombre y del mundo. Por
Juan Martn Velasco ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 431
La experiencia universal de noche oscura. Por
Augusto
Guerra ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 447
Libertad personal y pertenencia eclesial del mstico. Por
Maximiliano Herriz ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 475
Carcter ecummino del resurgir mstico de
hoy
Por
Juan
Bosch ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
491
El encuentro de la Teologa
de la
Liberacin
con la
Mstica. Por
Camilo Maccise . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 509
NOTAS
San
Juan
de la
Cruz, prototipo de escritor mstico. Por Mara
Jess Mancho... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 525
Marcel Lgaut: modernidad y vida espiritual. Por
Antonio
Duato ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 531
San
Juan
de
la Cruz:
un
mstico para el ao 2000. Por Manuel
Ciurana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 539
EL
SIGNO Y
EL
TIEMPO Crnica cristiana)
Una pelcula de buenos y malos. Por Pedro Miguel Lamet... ... 547
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
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Hemos
pasado con
velocidad
de
vrtigo de
la
"ciudad secular"
al
"ru-
mor
de ngeles"
y
a
la
constatacin
de
la
"permanencia
de
lo mstico".
Y
en el
viaje
oxigenante a Oriente nos hemos
encontrado
con
nuestros
msticos
de
Occidente. Advirtindosenos,
con razn,
que "slo
leyendo
sus
propios
msticos,
los
occidentales
pueden
hallar
de
nuevo la
dimen-
sin
perdida"
de
la
interioridad.
Juan de
la
Cruz,
el
mstico,
por
valor intrnseco
de su
experiencia
mstica
y
de
la
clarificacin
que
ha
operado
en este
campo,
ms
que
por
cuestin de efemrides histrica,
ha
visto
acrecentado su reconoci-
miento
y
ampliado
su
magisterio
en
muy
diversos
campos:
literario,
teo-
lgico, mstico,
deviniendo una de las voces ms
autorizadas
y
presti-
giosas
no
slo de
la
confesin cristiana
sino del universo religioso
de
la
humanidad.
IGLESIA
VIVA
no
poda
dejar de
abrir sus
pginas,
en
el
cuarto centenario de la muerte
del
mstico
poeta
carmelita,
para
reco-
ger
alguna
palabra
de este
artista del
lenguaje,
pensador
y
mstico
pen-
sando
en
el
presente
y
el
futuro
de una
lglesia
que
tiene
su
razn
de
ser en el
evangelio
de
Jess
y
al
hombre
de cada momento histrico
como
compaero
y
destinatario de
ta PALABRA
y
del ESPRITU
de
tos
que
el
mstico
es
el mejor
profeta.
Y
hemos
empezado
por
tomar
conciencia
de ese smbolo unificador
-realidad,
antes -
de
la vida
de Juan de la
Cruz
y
de cualquier
perso-
na
y
colectivo:
la
"noche"
como
camino de
ser
y
hominizacin,
con
las
mil variantes
y
muy
diversos
grados
de
intensidad,
pero
intrnseca
al
hombre
y
a
la
aventura del seguimiento
de Jess. Juan de la Cruz,
ex-
periencia
y palabra,
emerge como
antorcha de
luz
y
encarnacin
de
la li-
bertad libre
de
la
mazmorra toledana. Parbola
de la
pluriforme noche
hu mana
(AU
G
U
STO
G
U
E
R RA).
pRnsnNrlcrN
429
PRESENTACION
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Maestro
y gua,
en
la
apasionada
vivencia
y
lcida
afirmacin
racio'
nal
de
esa experiencia
mstica,
con
toda
la
escurridiza
ambigedad de
ambos
trminos,
qu9
le
adentra
en el
ms
profundo
centro
de su
ser,
"localizado"
en
el TU divino
fundante.
Y
esto con
todas
las dificultades
que
encontramos
nosotros
hoy
para
"hacernos"
con
su
pensamiento
en
el
intento
de
alumbrar una
espiritualidad
para nuestro tiempo
(JUAN
MARTN
VELASCO).
Maestro
gua, personalidad
sin
fisuras,
grantica,
de
la libertad
y
per-
tenencia
a
un
grupo
confesional,
sin exilios soberbios,
aptridas,
ni
co-
muniones
personalizantes
y personalizadas,
"iurdicas", armonizando
en
tensin
vital la fe subjetiva
y
la
fe
objetiva,
de
la
que
se
hace
garante
la
comunidad
eclesial.
Sita
la
libertad
y peftenencia
en
el nivel
profundo
de
la
personalizacin
de
la fe con su
esencial dimensin
comunitaria.
Pertenencia
cualificada:
por
eso,
problemtica
para la
institucin.
Liber-
tad
liberada: sacramento
delamor
(MAXIMILIANO HERRAIZ).
Que
el
mstico
Juan
de
la Cruz
padezca
las
sqrvidumbres
propias
de
su tiempo
y
de su cultura,
de su especfica
vocacin,
no
ser
obstculo
para
que
acompae en
el dialogar
iluminador de
nuevas
reorden?ciones
de
la vida espiritual
y
de
la
presencia
ms significativa
de
los
cristianos
en
su
medio.
El
mstico
genuino
se
encuentra
y
con l se
encuentran
quienes
no creen
que
todo est
ya
vivido
y
dicho,
encarnado.
De
Cristo,
novedad
absoluta,
le
queda
a la lglesia'fodo
lo ms
por
decir
y
aun
por
entender" (C
37,4).
Dios
es
"nsulas extraas", toda
la
extraez del
mun'
do
(C
14,8)
(JUAN
BOSCH).
Buen
ejemplo
de este encuentro
es
la
espi-
ritualidad de
la
liberacin
-espiritualidad
antes
que
teologa -
que
est empeada
en encontrar
en los msticos del
XVI espaol,
muy
con-
cretamente
en
San Juan de
la Cruz,
"el
futuro
de
nuestro
pasado" (CA-
M\LO MACCTSE).
A
San
Juan
de
la
Cruz, atista
consumado del
lenguaie, desde
la li-
teratura
y
filologa
y
desde
la
teologa menos
rgidamente
hormada
por
el
dogmatismo
de
escuela
o el
otro, acuden tambin quienes intuyen
y
gustan
una
palabra
indicadora ms
que
encerradora
del
misterio.
Juan
de
la
Cruz
refresca
y
desdogmatiza
la
expresin
de
la
fe. E invita a
ser
creadores de
esa
plata
-la
palabra- que
encubre
y
oculta el oro de
la
fe: Dios mismo
Wa
JESS
MANCHO).
Ser siempre
gratificante,
adems
de
una confesin
real del
Dios
"siempre
escondido",
inasible, medirse
con
un
mstico
de la
talla de Juan
de
la
Cruz,
"espritu
incandescente",
"en
vuelo"
de
lo
que queda por
des-
cubrir
y
gustar
del
Amado-Dios
y
del
yo,
"profundas
cavernas del sentido".
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PRESENTACION
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EXPERIENCIA
MSTICA
Y
EXPERIENCIA
DEL
HOMBRE
Y
DEL MUNDO
JUAN
MARTN VEI ASCO
Una
de
las razones
por
las
que
la
experiencia
mstica
se ha
hecho
sospechosa
para
amplios
sectores, incluso
creyentes,
es
el temor
a
que
esa
experiencia distancie
al
que
la
sufre
del
comn
de
los
mortales
y
so-
bre
todo
de la vida real
con su
carga
de
exigencias,
compromisos,
luchas
que
comporba. Ilustrado
con
una
lectura
superficial
de
la
escena
de
Mar-
ta
y
Mara
(Lc
10,
38-42), tal
temor se representa
al mstico
como el
pri-
vilegiado
al
que
ha
tocado
la
mejor
parte
de
sentarse
contemplativa-
mente
a
los
pies
del Seor, mientras
las
duras
y
menos
nobles
tareas
del
servicio recaen
sobre
las espaldas
de
los
que
se
dedican
a
la
da activa.
Para
otros, creyentes
y
no
creyentes,
el
descrdito
de
la experien-
cia mstica,
que
cristaliza
en
un
uso
peyorativo
de
la
palabra
mstica
recogido
en los diccionarios,
se
apoya en la
conviccin de
que
la
expe-
riencia
mstica
y
sobre
todo
las
etapas
previas
de
la vida asctica
que
la
preparan,
comportan
el abandono
y
la negacin
de los
bienes del
mundo
e
incluso
una
abnegacin de s
mismo
incompatible
con
la
aspi-
racin
ala
realizacin
de
la
propia persona
a
travs de la utilizacin
de los bienes mundanos,
el
goce
legtimo
del
placer
corporal
y
el dis-
frute
de
las relaciones
interpersonales.
El mstico,
concluirn
no
pocos
crticos
de la religin,
es la ms
cla-
ra expresin
de
la incompatibilidad
entre la
afirmacin del mundo,
de
la
vida,
del
hombre
en suma,
y
el
reconocimiento
de
Dios.
Como
testi-
go
ms
acabado de la vida
religiosa,
el mstico representara
la ms
acabada
confrrmacin
de
que
Dios
slo
puede
enriquecerse a costa delempobrecimiento del hombre.
ruANMARTNVEI ASCO
43t
E
STUDIOS
-
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Los creyentes,
por
su
parte,
dispuestos
a
admitir
que
la experien-
cia de
Dios
conduce
a la
ms
perfecta
realizacin
del
hombre tendern
a situar
al mstico
en
la
hornacina
a
la
que
1o elevaa
una
gracia
ex-
traordinaria
de Dios,
irremediablemente
lejos
de
la
realizacin
de lo
humano
accesible
al
comn
de
los creyentes.
Sera,
pues,
un
personaje
en
el
que
se
admiraran las maravillas
que Dios es
capaz de
hacer
en
eI
hombre, un
ideal
inasequible,
irrealizable,
para
los
que
se
ven for-
zados
a
vivir
en
medio
de
las
ocupaciones,
las
luchas, las alegras
y
las
penas
de
la vida ordinaria.
No
faltan
modulaciones
teolgicas
de
la
misma difrcultad.
Para
re-
conocer
el
unum
necesarium
de
Dios
y
su Reino,
el
mstico
debera co-
menzar
por
menospreciar
los valores,
ciertamente
penltimos
pero
no
por
eso
despreciables,
de
la vida.
Al
tomar
en serio
el amar
a
Dios
con
todo
el
corazn,
no
correr
el
peligro
de que no
le
quede corazn
para
amarse
a s
mismo
y para
amar
a
los
hermanos?
Al hacer
la
experien-
cia
de
que
slo
Dios basta
no
se
expone
a
que
la
creacin
y
la vida,
con
su
maravillosa
pluralidad
de
formas,
sonidos
y
colores,
le resulte
superflua,
irremediablemente
de ms'
para
siempre
y,
por
tanto,
sin
sentido?
Si
Dios
es
para
el mstico
todas las
cosas ,
el
todo,
sin
ms;
si
a
quien
Dios
tiene
nada
le falta ,
no
ser
Ia mstica
huida del
so-
Iitario
al solitario
(Plotino)
que
le recluya
en
una
soledad
en
la
que
no
significarn
nada
el
mundo, obra
de Dios,
y
los hermanos
a
los
que
Dios ha
amado
hasta el
punto
de
entregarles
su
Hijo?
Desde
muchas
perspectivas vemos as
perfilarse
una
dificultad
que parece
poner
en cuestin
la
credibilidad
de
la experiencia
mstica
y
que
termina
por
hacerla inaceptable,
especialmente
para
el
hombre
contemporneo.
En efecto,
todas
las caractersticas
de
la comprensin
del
hombre
que
comporta
la
modernidad
coinciden en
un cierto
antropocentrismo
como
rasgo
original.
Ya
se
la
considere como
la
poca
del
descubri-
miento
de
la
dignidad
humana
y
de los derechos
fundamentales
de
la
persona;
o
como
el
momento
de
la
conquista de
la autonoma
de
Ia ra-
zn; o como
el tiempo
de
la
aparicin
de
la igualdad
de
los hombres
y
de
la consiguiente
democracia;
o como
la
etapa del
desarrollo
del indi-
vidualismo
y
de
la bsqueda
del
bienestar
para
todos;
o
como
la
poca
de
la liberacin
de
la
servidumbre
de
la naturaleza
y
de
la adquisicin
de
las
condiciones
objetivas
para
la
conquista
del
placer
de
la
moder-
nidad,
sea
cual
sea
el
lado
desde
el
que
se
la
considere,
aparece
como
la
poca
del
descubrimiento
del
valor incondicional del
hombre, de
su
dignidad
inalienable,
de
la
imposibilidad
de
mediatizarlo
en
relacin
432
EXPERIENCIA
MSTICAY
EXPERIENCIA
DEL
HOMBRE
-
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con cualquier
fin
que
no sea 1
mismo.
Cmo
entender
desde
una
mentalidad
confrgurada
por
estas convicciones
una
experiencia como
la
de
los msticos
que parece
suponer la
desvalorizacin,la mediatiza-
cin e
incluso
la negacin del
mundo
y
de la vida
del
hombre
como
condicin
de
posibilidad
o como
consecuencia necesaria?
Por otra
parte,
hablar
de
modernidad
es
hablar
de secularizacin.
Pero
secularizacin
significa
sobre todo
toma
de
conciencia de
la
auto-
noma
y
del
valor del mundo
y
de
la vida
en 1,
frente
a
la
necesaria
referencia
y
sometimiento
a
1o
sagrado
propia
de
las
pocas sacraliza-
das.
Cmo
aceptar en
una
poca seculartzada
la
descalificacin de lo
penltimo ,
su
mediatizacin
para
lo
nico
necesario,
que parece
su-
poner
el ejercicio
de la
mstica?
Dejemos
para
ms
adelante
otros aspectos del
problema.
Los hasta
ahora aludidos bastan
para
mostrar
que
cualquier
redescubrimiento
de
la mstica
en
nuestro tiempo,
cualquier intento
por
mostrar
su
actuali-
dad,
pasa por
la consideracin del
problema
de
la
relacin
de
Ia
expe-
riencia
mstica con
la
afrrmacin
y
la
realizacin
del
mundo
y
de
la
vida del
hombre. En lo
que
sigue
proponemos
algunas
reflexiones
en
torno a
este
problema
fundamental a
propsito
de San
Juan de la
Cntz.
La
paradoja
de
la negacin y el
esplendor
mstico
y
lrico de San
Juan
de la
Cruz
La
primera
impresin
que produce
San
Juan de la Cruz
a
propsi-
to
de este
problema
es
ambivalente.
Por
una
parte,
la magnifrcencia
de su
poesa,
la tenacidad con
que
afront
la
obra
de
la reforma
del
Carmelo, su
calidad
para
el discernimiento
como
maestro del espri-
tu,
muestran sin lugar
a dudas
que
la
experiencia
mstica,
que
indu-
dablemente es
el
rasgo
central
de
su vida, lejos
de cegar
las
fuentes
de
1o
humano
las ha
fecundado
hasta producir una gura
de
talla
ex-
traordinaria. La consideracin de estos
y
otros
aspectos de la vida de
San
Juan de
Ia Cruz
nos hace
descubrir
su figura
detrs
de
la
clebre
caracterizacin de
los msticos
cristianos
que
sin dar ningn
nombre
concreto
propone
H.
Bergson:
Hay
una
salud intelectual slidamente
fundada,
excepcional,
que
se
reconoce
sin esfuerzo,
se
manifiesta
en
eI
gusto por
la accin, la
facultad de
adaptarse
y
readaptarse
a las
circunstancias,
la
firllaeza
unida
a
la
elasticidad,
el
discernimiento
proftico
de
lo
posible y
lo imposible,
un espritu de sencillez
que
su-
pera las complicaciones,
en
frn, un
sentido comn superior.
No
es eso
JUAN MANTN VELASCO
433
-
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8/130
lo
que
se encuentra
en
los msticos
de
los
que
hablamos?
No
podan
tales msticos servir
de
prototipo para
la
defrnicin
de
la
fortaleza
in-
telectual?
(1).
Pero,
junto
a
esto
y por
otra
parte,
la
radicalidad extrema
de las
expresiones
relativas
a
la
negacin
de
todo
y la
abnegacin
de
s mis-
mo
que
jalonan
sobre todo
el
doble comentario en
prosa
al
poema.Ez
una
noche
oscura;
el
perfil
de su
persona y
de su
vida
ofrecido
por
unos
relatos ms hagiogrficos
que
histricos; el contenido neoplatni-
co
de algunas de sus
explicaciones
tericas
del
camino
de
la
perfec-
cin; as
como
el estilo
y
el
sabor
dualista
de
algunas
de
las imgenes
de su antropologa,
producen
la impresin
de
un menosprecio
de
lo
sensible,
Io
corporal
y
lo humano,
que parece
suponer
la incompatibili-
dad de su experiencia
mstica
con una visin
integral
y
positiva
del
hombre,
su
vida
y
su
mundo.
Esta ambivalencia
hace indispensable
una
consideracin detenida
del
problema
como condicin
para
establecer
la crebidad
de
la
sn-
tesis
mstica,
tanto vivida como
formulada,
de
San Juan
de
la
Cruz
para
eI
hombre
de hoy.
El mundo estrecho de
un fraile.
Una
esplndida
obra
literaria,
sin
contexto
biogrfrco
ni histrico
Para
dar
explicacin
a la impresin
ambivalente
que
producen
San
Juan
de
la
Cruz
y
su
obra
en
relacin
con
la
afrrmacin
y
Ia
estima
del
mundo,
la vida
y
la realizacin
mundana
de
la
persona
me
parece
til
una referencia
al
mundo
de fray
Juan
que
transparenta su
obra
y
al
contexto tanto biogrfico
como histrico
de sus escritos.
Sin
que
sea
posible
entrar
aqu en las
razones,
resulta
incuestio-
nable
eI hecho
de
que
en San
Juan
de
la Cruz hay un
predominio
tal
de
la
obra
escrita
sobre la
persona
de su
autor
que
su
nombre
evoca
antes
que
nada
al autor
de
gse
esplndido millar de versos
que
nos
dej
y
de
las
densas
pginas
de comentarios
que
les
dedic.
Hasta
tal
punto
es
fuerte
esta
impresin
que
nos resulta
extrao
que
haya
he-
cho
en
su vida otra
cosa
que
escribir
y
nos
admira
que
testigos de su
vida dijeran
que
se dedicaba
a
la
escritura
con
grandes quiebras ,
(1)
H.
BERGSON,
Les dux sources
dz
la
morale et
d.e
la
religion,
en
Oeuures.
E,d..
dtt
Centenaire.
Paris,
Presses
Universitaires
de
France, 1959. Pg. 1169.
DXPERIENCIA
MSTICAY
EXPERIENCIA DEL
HOMBRE
34
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
9/130
casi
a
ratos
perdidos.
La obra escrita
-expresin
sin
duda
de su expe-
riencia
mstica,
retazos
de su
alma
(Eulogio
Pacho)- oculta
ms
que
manifresta al
autor. De hecho su obra contiene
-a
diferencia
de
la
de
Santa
Teresa- escassimas
referencias autobiogrficas
de forma
que
de
no
haber
sido
por
los
testimonios
recogidos
para
su elevacin
a
los
altares,
casi
lo
nico
que habramos
conocido
del autor
y
su
vida
ha-
bra
sido
la
hondura
de su experiencia
mstica y la frnura
de
su
sensi-
bilidad esttica.
Tan
cierto
parece
ser
que
la vida real, la
persona
con-
creta
pareca
contar
poco
para
el
sujeto
-aunque
sea
pasivo-
de
esas
experiencias
y para
el
autor
de
esa
obra.
Otro
tanto
puede
decirse,
y
se ha dicho
con
frecuencia,
de
la
esca-
sez,
casi
carencia completa
de
ecos en su obra del
momento histrico,
extraordinariamente
rico en
acontecimientos,
en
que
vivi. Si no
con-
tramos
con
otros
documentos
que
sus
escritos nada o casi
nada
sabramos del
Rey de
Espaa,
de
la
existencia
de
la
Reforma,
de
la
ce-
lebracin
del concilio
de
Tfento,
de la
gorosa
reaccin contrarrefor-
mista
de
la
Iglesia
espaola,
de
las crisis
econmicas
y
sociales
de
su
tiempo
que
tan
agudamente
padeci
en su niez. A
pesar
de
que
toda
su vida
discurri
dedicada a
la
empresa
de
la reforma del
Carmelo,
si
slo
contsemos
con sus escritos,
bien
poco
sabramos
de
ella,
de sus
lu-
chas,
de
las
influencias
del Rey
o de
los Nuncios en su
desarrollo.
Tam-
bin aqu
el contraste
con
la
Santa
es edente.
La
vida de
San
Juan de
la
Cruz
parece
haberse
limitado a
Ia
direccin espiritual
de
Ia
obra
de
reforma
del Carmelo, pero an
as,
bien
poco
nos
dicen
sus
escritos
so-
bre
la historia de esa
reforma
y
la
participacin
de
su
autor
en
ella.
A
estos
factores objetivos
se ha aadido el influjo de
los
testimonios
recogidos
por
sus
primeros
bigrafos.
Por
tratarse
de
testimonios saca-
dos
de
los
procesos
de
beatificacin
y
canonizacin,
testimonios ten-
dentes a
probar que
el
personaje
encartraba
de
forma
perfecta
eI
ideal
de
santidad
del momento,
el
resultado
de esas
primeras
biografas
se
inscriba en el
ms
puro
estilo hagiogrfico tendente a
subrayar la
santidad y
los
milagros ms
que
la vida
del siervo
de
Dios
(2).
El
resul-
tado
de todos estos
factores
es un
San
Juan de
la
Cruz
del
que
han de-
saparecido
casi
todos los rasgos
humanos
concretos,
estrictamente
bio-
grfrcos
e
histricos;
personaje
celestial
y
divino
(3)
-en
esto la
(2)Paru
toda esta cuestin es
indispensable
remitir
a los
estudios de
TEFANES
EGIDO. Cf
por
ejemplo, Claues
histricas
para
la cotnprensin
de
San
Juan
d.e la Cruz,
en Salvador Ros
(edit.)
e
Introduccin a la
lectura
d.e
San
Juan
d
la
Cruz.
Junta de Cas-
tilla
y
Len,
1991,
pgs.
59-124;
especialmente
pgs.
62-69.
(3)
La expresin
procede
de
una carta
de
Santa
Teresa a Ia M. Ana de Jess, en
Beas
del Segura.
SAI{IA
TERESA, Obras. La
Editorial
Catlica,
1976
(B.A.C.),
pg.943.
JUAN MARTIN VEI ASCO
435
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
10/130
Santa vino
a
completar el cuadro-, Juan
de
la Cruz
parece
haber
pa-
sado
por
el
mundo,
por
su siglo,
por
la
historia,
verdaderamente como
el
rayo
de sol
por
el cristal, sin
romperlo ni mancharlo
y
sin dejarse to-
car
ni manchar
por
1.
Antes
de pasar
a
razones
ms claras en
apoyo
de
la
pretendida
evaporacin
de
lo
humano ante
el
fuego
de
la
experiencia
mstica
de
Juan
de
la
Cntz,
examinemos
el valor
de
estos
primeros
indicios. Po-
dra
responderse,
contra
el
peso
evidente
que poseen,
en
primer
lugar,
que
la
imagen
se
debe
ms
a
los
testimonios
ajenos
que
a
afirmaciones
del
propio
autor. Pero
es
evidente
que
la ausencia
de
referencias
en
la
obra
de
fray
Juan es
suficientemente
notoria
como
para
que
el
silencio
no
pueda
convertirse en
argumento
de
peso.
Cabra
responder
tam-
bin
que
Ia ausencia
de
referencias no
es
completa.
Que
la
descripcin
del
valor
de
las
mediaciones
religiosas en diferentes lugares
de
su
obra
(4)
permite
obtener
un
conocimiento bastante aproximado de
la
religiosidad
popular
del momento;
que
su
crtica
a
la credulidad
de
al-
gunas personas
a
pretendidas
voces
interiores
permite
hacerse
cargo
del
fenmeno
de
los
alumbrados;
que
sus
referencias
a
la
ineptitud
de
los maestros espirituales
ilustra
sobre
el estado
nada
satisfactorio del
clero
y
los religiosos
de
su
poca;
que
no
faltan detalles en
sus
escritos
que
nos
permiten
adivinar
el
gusto
excesivo
por
lo
milagroso
y
lo
apa-
rentemente sobrentural de
sectores
de la
sociedad
espaola del
mo-
mento. Pero
la
verdad
es
que
los
datos
son
tan
escasos
y
aparecen
de
forma
tan
indirecta
que
ms
apoyan
Ia
impresin
del
escaso
inters
por
la
sociedad
y
el
mundo
de
su
tiempo
de
quien
as
los
utiliza
que
la
impresin contraria.
Ms inters
pueden
tener
para
deshacer
esa impresin algunos de-
talles recogidos
por
los
bigrafos
y
sobre todo expresiones
-cierta-
mente
contadas
pero
muy signifrcativas-
contenidas
especialmente
en sus cartas. A ellas nos referiremos
como
argumentos ad hominem
al
comentar
su
doctrina de La subida
y
La noche
oscura.
Pero tal vez, ms
que perderse
en
razones
de dudosa eficacia con-
venga
anotar
que,
tras
sealar
la diferencia
de
mentalidad
de su siglo
con
el
nuestro
que
explica
probablemente
algunas carencias, es
preci-
so conceder
que
San Juan
de
la
Cruz
aparece
ciertamente
como
un
gran
simplificador ;
que
ciertamente no
concede
relieve
ni importancia
a
los acontecimientos sociales
y polticos
de
la vida
en
la
sociedad;
que
tampoco
parece
prestar gran
atencin
al aparato
eclesistico
y
sus
re-
(4)
3
S
35-.t4
436
EXPERIENCIA
MSTICAY
EXPERIENCIA DEL HOMBRE
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
11/130
presentantes,
aunque
tuviera
que padecer no
poco
del uso
y
abuso
de
su
poder;
que
ignora
a
las
autoridades
y
los
poderes
polticos
del
mo-
-urrto,
como
muestra
el
episodio
de
su
nica
visita
como
superior
en
Granada
al
Presidente
de
la
Audiencia
de
Ia
ciudad
(5);
que
no
parece
conceder
especial
estima
a
los
maestros
y
escritores
a
los
que
sin
em-
bargo
da
muestras
de conocer
y
cuyos
logros
es
seguro
que
ha asimila-
do.
Pero esta
falta
de
estima
y aprecio
hacia
acontecimientos,
autori-
dades
y
figuras
de
su
tiempo
no signifrca
falta
de aprecio
o
estima
por
el
hombre,
incapacidad
para
percibir
y
expresar
con
hondura
e
inten-
sidad
lo
que
signifrca
ser
hombre,
la miseria
y
la
grandeza
de
la
condi-
cin
humanu;
lu .t-ot
ay
la
belleza
de
la creacin;
y,
por
encima
de
todo,
el
valor
del
amor
y
su condicin
de
principio
y
frn
de
Ia realidad.
De
acuerdo
con
esto,
la obra
escrita
de
san
Juan
de
lacntz
parece
ha-
ber
engullido
a
la
persona
y
a
la vida
de
su autor,
pero
esa
obra
rezu-
,.r
poitodos
los
poros de su
letra
y
de su
msica
una
experiencia hon-
dsima
a la
que
el
propio
autor,
a
pesar
de su
extraordinario
recato,
y
por
una
vez
modestia
aparte,
aluda
en
el
prlogo
a
Cdntico,
insusti-
luible
para
conocer
las
claves
de
interpretacin
de
la
obra
potica:
Por
cuanto
estas
Canciones,
religiosa
madre,
parecen
ser
escritas
con
algn
amor
de
Dios... ;
por
haberse,
pues,
estas
Canciones
compuesto
r,.
u*o.
de
abundante
inteligencia
mstica...
(6).
Y esa
experiencia
constituye
el
culmen
de
una vida
humana
de
profundidad nada
co-
mn.
Esa
obra
parece
ignorar
las
circunstancias
concretas
de
la vida
y
la
sociedad de
su
autor,
pero
la
escucha de sus poemas
y la lectura
de
sus
comentarios
desvelan
un
aprecio
por
el
hombre,
una
penetracin
en
el misterio
de la
condicin
humana,
una
capacidad
para
desvelar
el
resplandor
de
la belleza
del
mundo
que
le
basta
una
imagen:
el
hom-
bre,
vaso
quebrado ;
una
breve
consideracin:
todo
el
mundo
no
es
digno
de un
pensamiento del
hombre ;
unos
pocos
adjetivos:
noche
so-
segada ,
msica
callada ,
soledad
sonora ...,
para
mostrarnos
hasta
qu?
punto
la carencia
de
lo anecdtico
es
la
seal
de una
asombrosa
ncntracin
y
penetracin en
lo verdaderamente
esencial
tanto
del
hombre
como
del mundo.
Pero
la
verdad
de
estas
consideraciones
slo
aparecer
si
permane-
ce
tras
el contraste
con
las frmulas
de
la
renuncia
al
mundo
y
de
la
il
e ii
mis*o
contenidas
sobre
todo
en
los
comentarios
al
po,,u
En
una
noche
oscura.
Porque,
qu
queda
de
ese
misterio
del
hombre,
de
esa
belleza
del
mundo
si
todo
tiene
que
ser sacrifrcado
has-
(5)
CRISC.ONO
DE JESS,
\1da de
San
Juan
de
la
Cruz.
Madrid,
La
Editorial
Ca-
ttica,
1982
G.A.C.),
pg.274.
(6)
Cdntico (B) Prlogo
1,2'
ruAN
MARTN
VEI ASCO
437
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
12/130
ta el aniquilamiento
en aras
de
ese
fuego
de la
experiencia
de
Dios
que
todo
lo
consume?
San
Juan
de
la
Cruz,
asceta
inexorable?
Subid.a
y
Noche
y
las exigencias
de
una negacin
total
para
una
purificacin
perfecta
Tbdos
los
lectores
medianamente
asiduos
de la
obra de fray
Juan
hemos
experimentado
la
diferencia
de iniciar
su
lectura
po,
Cdrti o
Espiritual
y
Llama
de
antor
uiua
y
sus comentarios,
a
iniciarla,
como
parece
aconsejar Ia
disposicin
de
los
escritos
en las
obras completas,
por
la
Subida
al Monte
Carmelo
y
La
noche
oscura. En
el
primer
caso
est
claro
desde
el
primer
momento
que
el
punto
de
partida
es
un
hom-
bre habitado por
una
presencia
-aunque
sta tenga su
primera mani-
festacin
en el
padecimiento
por
la
ausencia:
adnde
te
escondiste...?-
y
movido,
espoleado,
orientado,
atrado
---+on
tanta ms
fuerza
cuanto
ms
cerca
se halla
de
su centro
de
gravedad-
por
el amor. En
el segun-
do
caso, a
pesar
de
que
el
poema
a
que
se refieren los
comentarios
sea,
de
toda edencia,
un
fantstico
poema
amoroso,
cobra
el
primer
plano
la exigencia
de la
negacin
como
condicin
para
la
purificacin
indispensable
para
la rcalizacin
del
encuentro
amoroso.
La
diferencia
en ambos
casos
no
es
tanto la
mayor
o menor
radicalidad
de la
purifica-
cin
como
el
sentido
y
el
valor
que cobra segn
se
site
como paso
y
exi-
gencia
previos
al
amor
de
Dios
en
el hombre
o como
consecuencia
del
amor de Dios
que
ha
prendido
en
l abrasndolo
todo.
El
primer
proce-
dimiento
supone
un
arduo itinerario
de la
noche
al
alba
y
al
a. El
se-
gundo
sugiere
ms bien
la
necesidad
de acomodar
los ojos
a
una
luz
ya
presente
pero
tan
brillante
que
deslumbra
los
ojos
no
habituados.
En lo
que
sigue
daremos
por
supuesta
la
primaca
del segundo
procedimiento.
Lo
primero,
sin duda,
tambin
en
Subida
y
Noche,
es
la
presencia amorosa
de Dios atrayendo, llamando
al
hombre
a
s
y
suscitando
en
l
la respuesta
del amor
que
le
pone
en
un
movimiento
irreprimible.
Ello
nos
permitir
situar
las
afirmaciones
de Subida
y
Noche
en
un
horizonte
de comprensin
que
elimina
no
pocos
malen-
tendidos
en
relacin
con el
problema
que
nos ocupa.
Pero
an as,
el
planteamiento
cuidadoso
del mismo
exige
que
nos
enfrentemos
deteni-
damente
con
esas
expresiones
de nuestro
mstico
que
parecen
hacer
de
l
el
asceta
inexorable
a
que
se han
referido
algunos
comentarios
y
que parecen
poner
en cuestin
la afrrmacin
del hombre
y
del mundo
sin las
que
la
experiencia mstica
nos
resultara inasimilable.
EXPERIENCIA
MSTICA
Y
EXPERIENCIA
DEL
HOMBRE
38
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
13/130
El camino
de
la negacin,
su alcance
y
su
sentido
(7)
Los
pasos,
la lgica
y
eI
desarrollo
de
Suida
y
Noche
son
bien
co-
nocidos.
La
meta,
que
acta
tambin
como
origen
que
pone
en
movi-
miento el
proceso
y
lo
orienta
es
la
unin
con
Dios por
la
contempla-
cin
entendida
como
noticia
oscura,
pacfica
y
amorosa
que
Dios
infunde
en
el
hombre.
De
esa
unin
por
la contemplacin
ha
tenido
experiencia
el
autor
de
los
dos
libros.
De ello
es
testimonio
el
poema
al
que
ambos
sirven
de
comentario.
Esa experiencia
es
Ia luz
que
arde en
el
interior
y
gua
al autor
en
todos
sus
pasos.
Le
mueve
a
escribir
Ia situacin
de
perso-
nas
-principiantes
y
aprovechados-
que
estando
ya
en camino
hacia
la
unin
con
Dios no
pasan adelante
por no
decidirse
a dar los
pasos
necesarios
o
por
no
disponer
de
maestros
experimentados
que
les
ha-
gan
ver
la
necesidad
de darlos.
La
situacin es,
pues,
la
de
alguien
[ue,
habiendo
pasado
por
la
noche
que
describe,
ha
llegado
a la luz
os-
cura
de
la
contemplacin
y
se
propone
convencer,
a
los
que
no
han
he-
cho
ms
que
iniciar
el camino,
de
la
necesidad
de
pasar
por
esa
noche
para
llegar a
la unin.
El
primer
recurso
de
esta exhortacin
en
la
que
el maestro
dispone
de
una luz
que
le
est
todava oculta a
su
destinatario
es
hacerle
caer
en
la
cuenta
de
su situacin
de oscuridad.
Aunque
se
trate
de
perso-
nas
ya
iniciadas
en
la da
del
Espritu,
en los
caminos
de
la oracin,
que
pueden
tener
alguna
experiencia
espiritual
y
haber
disfrutado
de
gozos
en
relacin
con
la vida
religiosa,
necesitan
saber
que
la luz
que
han
tenido
y
el
gozo
que
han
disfrutado
es
slo
apariencia
en
compara-
cin
con
el
encuentro
amoroso
al
que
Dios les
llama,
esa
infusin
se-
creta,
pacfrca
y
amorosa
de
Dios
que...
inflama
al
alma
en
el espritu
de
amor
(8).
Para
ello
les
muestra
el
autor
-al
hilo
de
las
primeras
exhortaciones-
una
descripcin de
su situacin
que
les
haga caer
en
la cuenta
de
la
miseria
en
que
se
hallan
y
les abra
los
ojos
sobre
la
ilu-
sin
que padecen. En los
primeros
captulos
de
Subida
se describe,
pues,
lo
que
Pascal
llamara
la
miseria
del
hombre
sin
Dios,
una
mise-
ri
que
esos
primeros
pasos,
si se
toman
como
definitivos
no alivian
y
que
en alguna
medida
agravan
por
cuanto
impiden
al
hombre
tomar
(7)
Para un
anlisis
detallado
remito
a las obras
de
FERNANDO
URBINA:
La
perso-
na
hwnana
en san
Juan d.e
la cruz.
Madrid,
Instituto
social
Len
XIII,
1956,
y
comen-
tario a
Noche
oscura
del
esprtu
y
subida
al
Monte
carmelo .
Madrid,
Marova,1982.
(8)
1 N
10.
JUAN
MARTN
VEI ASCO
439
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
14/130
conciencia
de
su verdadera
situacin.
Si
se tiene
en
cuenta
que
el
pro-
pio
autor
advierte
que
son
pocos
los
hombres
que
pasan
a
los
estadios
ulteriores
de
la contemplacin,
se ver
que
la descripcin
que
contie-
nen los
primeros
desarrollos del
comentario
afecta desgraciadamente
a
la
mayor
parte
de
los
hombres.
Rasgos
de
esa situacin
que
la impla-
cable descripcin
acumula
son
el
cansancio,
el
tormento,
el
oscureci-
miento, la
ceguera, la
mancha, la
herida,
eI
debilitamiento,
la inquie-
tud, el hambre
(9).
Resumen
vivo
de
la misma
son los
smbolos de
origen
proftico
de la
cisterna
rota,
el
mar
tormentoso,
el
ento,
el
fue-
go.
El hombre
en esas
condiciones
es
intil
como'taso
quebrado
(10).
Verdaderamente
msera suerte de da
la
suya
(11),
suerte
en
la
que
el
hombre
vive
en oposicin
consigo mismo,
vaco,
condenado
a la
apariencia
y
la ilusin.
Tal
descripcin
no
se basa
en
los
datos
de
la
experiencia
de
los
propios interesados
ni
en
el testimonio
de
los afectados
por
esa
situa-
cin. Porque
se trata
de una situacin
oculta
a
quienes
la
padecen.
La
descripcin
ha
podido
hacerse
desde
una experiencia
diferente:
la
viva
experiencia
del mstico
en la
que
ha fraguado
una
original
com-
prensin
del hombre,
a cuya
luz
la
condicin
del
hombre
natural
aparece
como
una condicin
des-graciada .
En
esa
experiencia
aflora
una comprensin
relacional
del hombre
en
la
que
todas las relaciones
mediante
las
cuales
se
realiza
su
vida: relacin
consigo
mismo,
con
el
mundo,
con
los
dems,
estn traspasadas,
sostenidas,
polarizadas
por
una relacin fundamental, originante:
la
de
la
presencia amorosa
de
Dios
que
reclama
la
adhesin amorosa
del hombre
para
que
ste
pue-
da llegar
a su
realizacin
plena.
Desde
esta
comprensin
del hombre;
mejor,
desde
la
experiencia
vivsima
que
la
origina, el mstico
descu-
bre la
vaciedad
de
cualquier relacin
que
la ignore
o la
menosprecie
y
clama
con todos los recursos
a
su
alcance
para
llevar
a
los
dems
a
su
descubrimiento.
Subrayemos
la
diferencia
de
la
situacin
del mstico
y
de
los
desti-
natarios a
quienes
se
dirige
su comentario
como
primera cautela
her-
menutica
para
comprender
el alcance
de
sus expresiones. Desde
la
experiencia
plenificadora
de
esa
amorosa relacin
constituyente
el
mstico
percibe
y
vive
la
totalidad
de
lo
existente
y
de
la
da
humana
a
su luz
y
sostenido
por
ella.
No
ignora
que
el
hombre
es una relacin
pluriforme:
de conocimiento,
representacin,
deseo, con
el
mundo,
sus
(9)
1 S
6-11.
(10)
3 S 25,6.
(11)
2
N
16,12.
440
EXPERIENCIA
MSTICA
Y EXPERIENCIA
DEL HOMBRE
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
15/130
objetos
y
sus
formas
y
el
resto
de
las
personas.
LJna
relacin
que
com-
prende
-en
una enumeracin
de
origen
escolstico-
los
niveles
de
los
sentidos
externos
e
internos,
de
las facultades del
alma
y
de
su
centro
profundo.
Pero
a la
luz
y
al
calor
de
la
experiencia
del
mstico,
todas
las
relaciones
estn
orientadas
por
la
polaridad
de
la
relacin
funda-
mental, y la
perfeccin
de
la
realizacin
humana
depende
de
la
perfec-
cin en
el
ejercicio
de esa
relacin fundamental.
Es
decir
que
eI
msti-
co
ve
el
mundo
y
el
hombre
desde
Dios.
Lo
problemtico
para
l
no es
que pueda
existir
Dios
ni
Ia relacin
con
I,
sino
que
existiendo
Dios
pueda
existir
el
hombre
y
su mundo,
lo
contingente,
1o frnito.
El
prin-
cipiante,
en
cambio, destinatario
del
comentario,
y
con l el
hombre
ordinario
que
hoy se
acerca
a su
lectura,
miran eI
mundo, en el
mejor
de
los
casos,
en
el
de
una
fe
inicial
en
el
claroscuro
de
una
luz
que
les
hace
ver
pero que
no
se
deja
ver
ms
que
en el
reflejo lejano
de
Io crea-
do.
De ah
que,
insisto, en el mejor
de
los
casos,
avance penosamente
de
las criaturas al
creador,
del
mundo
y
el
hombre a
la amorosa
pre-
sencia
fundante
que
los
origina,
de
la
que
ese
sujeto
slo
tiene
una
li-
gera
sospecha,
una
vaga
noticia.
El
poema
En
una
noche
oscura
con su
extraordinaria
efrcacia
sim-
blica
abre una brecha
en
la estrechez de
la
visin del
principiante,
capaz
de suscitar
el deseo
y
la
sospecha
de
otra
ladera
de
la
realidad
que
slo se
insina a su
visin
ordinaria.
El
comentario
elabora con-
ceptualmente,
doctrinal
y
hasta doctrinariamente,
con
una inevitable
torpeza
de
la
que
su
autor se
queja
en
el
prlogo,
el rayo
de
luz vivido
en
la
experiencia
y
difractado,
gracias
a
la
genialidad
del
poeta,
en
los
smbolos del
poema.
Pero
la diferente
experiencia
explica
que
las
pala-
bras del
mstico,
que ya
de
suyo
traicionan
tanto
como
expresan
Ia luz
de
la
que
viven,
deslumbren
y
hasta cieguen
la
capacidad
de compren-
sin
de
quienes
habituados a una
luz
ms tenue
parecen
condenados
a
Ia
visin de
la realidad
desde
el
revs
de
esta
ladera.
Pero
tras
estos
prembulos
que me
parecan indispensables,
entre-
mos en
la lectura
de esa
letra dura del texto
que
origina la
impresin
a
Ia
que
constantemente
venimos refirindonos.
Para
salir
de
la
miseria de
la situacin
en
que
se
encuentra,
el
hombre
necesita
iniciar un
implacable
proceso
de
purificacin
que
ha
de
afectar
a todos
los niveles:
sensibilidad externa,
sentidos
inter-
nos,
facultades
del alma, centro
de
la
persona y
a
todas
las
dimensio-
nes:
intelectual,
tendencial,
volitiva,
y
a todas
las
relaciones
que
el
hombre
es
capaz
de
entablar
y
a
todos
los
objetos
posibles
de
las
mis-
mas.
Este
proceso de
purifrcacin
es
descrito
con
las
imgenes
de no-
JUAN
MARTN VEI,ASCO
44L
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
16/130
che, negacin, abnegacin,
pobreza,
vaco, desnudez, muerte,
renun-
cia, silencio,
aniquilamiento. La
radicalidad
y
universalidad
de
su
aplicacin
aparece
en
los
trminos
absolutos
en
que
se
expresa
su
re-
sultado:
se
aplica a todo;
y, por
tanto, ha de hacer
pasar
al hombre
por
la
nada.
Recordemos
ms en
detalle
sus fases
principales.
Se
trata, en
pri-
mer
lugar, de
purificar
la
parte
inferior
del hombre,
el nivel de los
sen-
tidos, llevando
al sujeto
a
renunciar
activamente
a
los
apetitos
que
le
vuelcan
hacia las
cosas
sensibles.
La
renuncia
es total: a
todos
los
ape-
titos,
por
mnimos
que
sean,
y
a
los
apetitos
de
todo
(12).
Para
fundar
la
necesidad
de
este radical
proceso
de
purifrcacin
acude
Juan de
la
Cruz a
razones
que propone
a modo
de
primeros
principios.
Dos
contrarios no
caben
en
un
mismo
sujeto: Dios
y
las
afecciones
a las
criaturas
son
contrarios;
as, pues,
el
hombre
deber
renunciar
a
stas
para
poder
llegar
a la
unin
con Dios. En efecto,
el
apego
a una
realidad
lleva
al
hombre
a la
identifrcacin
y
a
la
sujecin
a
ella. Por tanto,
tener
amor,
apetito
o apego
a
cualquier criatura
con-
ducir al
hombre
a la
nivelacin
con
la
criatura,
a
la mundanizacn
de
su ser
y
a
la imposibilidad
de
realizar
su
aspiracin ms
profunda,
nica
que
le
permite
realizarse
de
forma
plena,
la
aspiracin a Ia
unin
con Dios
(13).
A
esta
primera
fase
sigue el
vaciamiento
de
los sentidos
internos
y
las facultades
del
alma, entendimiento,
memoria
y
voluntad de
toda
clase de
contenidos
tanto naturales
como
sobrenaturales
que puedan
embarazarlas,
para
dejar
al
alma
en
pura
fe,
esperanza
y
caridad.
Y es
que,
dada
la infinita
trascendencia
de Dios sobre
todas
las
criaturas
-aunque
curiosamente
el trmino
trascendencia'
no
perte-
nezca
al
vocabulario
sanjuanista-
ninguna
de
ellas
puede
ser medio
proporcionado
para
la
unin
con
Dios,
por
1o
que
el hombre
deber
pu-
rificarse
de
toda
aprensin
o
noticia imaginaria
o
intelectual y
de todo
contenido
de
la memoria
y
afecto
de
la
voluntad
y
ponerse
purmente
en
unin
con
Dios
(14).
Conclusin de
esta
primera
fase
purificadora
activa
aplicada al
nivel
del sentido
y
al espiritual
son los
clebres versos
que
aparecen
(12)
1
S
11-12.
(13)
1
S
4ss.
(1a)2ysS.
442
EXPERIENCIA
MSTICA
Y EXPERTENCIA
DEL
HOMBRE
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
17/130
en la
imagen
del monte
y que
reproduce
y
comenta
en el
libro de la
Subida
(15).
Para
venir a
gustarlo
todo,
no
quieras
tener
gusto
en
nada.
Para venir
a
poseerlo
todo,
no
quieras
poseer
algo en nada.
Para
venir
a
serlo
todo,
no
quieras
ser algo en
nada.
Para
venir
a
saberlo
todo,
no
quieras
saber algo en
nada... .
En
estos
versos
afirma
sucesivamente
la
necesidad de
purificar
las
diferentes facultades:
gustar,
tener, saber, hasta
llegar
alaraz
misma
de
ellas:
ser;
y
llevar
su
vaciamiento hasta
la negacin
total:
gustar,
tener,
saber,
ser
nada,
como
condicin
para
llegar a
gustar,
tener, sa-
ber
y
ser todo.
Pero
hay
dimensiones
del
desasimiento
que
no alcanza el
hombre
por
ms
voluntad
que ponga.
A Ia fase activa de
la
purificacin
debe
suceder
la
purifrcacin
pasiva
en la
que
Dios
mismo
acta
para
desa-
sir
al
hombre, en su
parte
sensitiva
y
en su
espritu
hasta
de sus ms
sutiles
apegos,
para
desasir
al hombre
de
s
mismo, de su mariera de
representarse
y
de desear
a
Dios. Es
la
noche
pasiva que
en sus
lti-
mas fases ensancha el
deseo
del
hombre, hacindolo
pasar por
la
oscu-
ridad
de
la
nada, hasta disponerlo
a
la
medida insondable
de
Dios.
Las
expresiones
utilizadas
por
el
mstico
a
lo
largo
de
todo
este
proceso
no
pueden
ser
ms radicales. Recordemos slo
una:
Esta
ne-
gacin...
ha
de ser
como
una muerte
y
aniquilacin temporal
y
natural
y
espiritual
en
todo .
Expresiones aisladas aparte,
la radicalidad
apa-
rece
provocadora
e hiriente al
insistir
el autor
en
que
son todos
los
apetitos lo
que
debe
ser
negado,
de
forma
que
con
frecuencia
la
nega-
cin se
refiera al
hecho
mismo
de
amar; al afirmar
que
son los
apetitos
de
todo,
tambin
de
lo
de suyo
indiferente
e
incluso
bueno;
al
aplicar
el
celo
purificador
tambin
a
las facultades
espirituales
y
a
lo
que
son
sus objetos
naturales;
y
al
llevar
la
necesidad
de
la
negacin
incluso a
los
dones
que
Dios mismo
concede
al
hombre
como
aJruda
para
su
san-
tificacin.
Muestra clara
de esta
radicalidad
aparentemente
intolera-
b1e
es
el
hecho
de
que
cuando el autor se
hace
eco
de
la objecin,
pro-
bablemente
no inventada
por
1, de
que
ese
afn
negador
aplicado
a
las facultades del hombre
pueda
tener
como consecuencia
la
destruc-
(15)
1
S
13.
JUAN MARTN VEI,ASCO
443
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
18/130
cin del
uso
natural
y
curso de
las
potencias y que quede
el
hombre
como
bestia, olvidado
y
sin discurrir
ni
acordarse de
las
necesidades
y
operaciones
naturales ,
la
respuesta
a ella
no
es
negar
ni
paliar
esa
necesidad
de
negacin,
sino
reconocer
que
es
as , aunque aada
a
continuacin
que
esa negacin no
es la ltima
palabra, ya que
a
medi-
da que
la unin
se
va produciendo van transformndose las facultades
en
divinas
y
sus operaciones
pasan
a ser operaciones
divinas
(16).
Una lectura adecuada de
los
textos sobre
la
purifrcacin permite
responder convincentemente
a
la
primera
impresin
que producen
sus
expresiones. En
primer
lugar,
una lectura as
permite
concluir
que
el
objeto de
la
negacin no
es la
realidad
del
mundo,
sino el apetito,
es
decir,
el
apego
a ella:
No
tratamos aqu
de carecer de
las
cosas,
por-
que
eso
no desnuda
al alma
si
tiene apetito de
ellas,
sino de la
dejadez
del
gusto
y
apetito
de
ellas,
que
es lo
que
deja al alma libre
y
vaca de
ellas,
aunque
las tenga. Porque no
ocupan
al
alma
las
cosas
de
este
mundo
ni la
daan... sino
la voluntad
y
apetito
de ellas
que
moran
en
ella
(17).
En
segundo
lugar, no
es el sentir,
imaginar,
pensar
o
querer
lo
que
debe
ser negado como condicin
para
la unin,
sino
la realiza-
cin
de
todas estas
operaciones
con
apego o
apetito, es
decir, de mane-
ra
posesiva, poniendo
en los
sujetos la
voluntad
y
centrando en
ellos
unas facultades
que
slo
descentradas
o
desposedas'se
capacitan
para
entrar
en contacto con
la realidad
absolutamente trascendente
de
Dios.
Lo
mismo
puede
decirse
de
los
dones
naturales
o
sobrenaturales
de
estas potencias. Convertidos en objeto
de posesin o apego
pasan
a
embarazar
el alma
que
slo descentrada de todo
y
de s misma, desasi-
da
de la
tendencia
a
convertirse
en
centro
de la realidad,
est en dispo-
sicin de entrar
en
relacin
con
Dios,
que por
ser
Bien
sumo
en todos
los
rdenes
tiene
que
ser
reconocido
como
el centro absoluto
de
todo.
As vista la
descripcin del
proceso
de
purifrcacin,
ste no
es otra
cosa
que
la
explicitacin
de
las
consecuencias de
una
correcta
inter-
pretacin
de la
naturaleza enteramente original
de la
relacin
teolo-
gal.
Por
ser
Dios quien
es,
en
la
relacin
con
l el
hombre no
puede
comportarse
como con eI
resto
de
las realidades
del mundo,
como suje-
to
que
las convierte
en
objeto,
las vive en funcin de s mismo
y
las
pone
a
su
servicio. Slo descentrado, desposedo de todo
y
de s, est el
hombre
en disposicin de
reconocer
a
Dios
como
Dios,
sin
rebajarlo
a
la
condicin
de
objeto al
servicio
del
hombre.
Por
eso tienen
razn
los
que
afirman
que
la
negacin
purifrcadora
no es
predisposicin,
requi-
(16)
3 s 2,7-8.
(17)
1 S
3,4.
444
EXPERIENCIA
MSTICAY
EXPERIENCIA DEL
HOMBRE
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
19/130
sito
previo
para
la unin
(18),
sino
la otra
cara
de
la
unin,
es
decir, el
resultado
de
Ia nueva
forma
de ser,
pensar
y querer
que
se
aduea
del
hombre
cuando
ste
consiente
a la relacin
amorosa
originante
con
Dios
que
le constituye.
Por
eso obserwa
a
cada
paso
el autor
de
los
co-
mentarios
que
el
resultado
de
la
purifrcacin
no
es
la
negacin,
el ani-
quilamiento del hombre
y
sus
facultades, sino
el
que stas
se
tornen
de
naturales
en divinas
(19);
por
eso
el
sentido
purifrcado
no le
hace
insensible
a
la creacin
y
su
belleza, al
contrario,
ahondado
por
la
pu-
rificacin,
se torna
capaz de
intuir en
su
contacto
con
el
mundo
una
di-
mensin
de
profundidad
que
se
escapa
al sentido
sIo
atento
a
lo
sen-
sible:
El
que
no
vive
ya
segn
el sentido,
todas
las
operaciones
de
sus
sentidos
y potencias
son
enderezadas
a
divina contemplacin...
de don-
de
se
sigue
que
ese
tal,ya
limpio de
corazn,
en
todas
las cosas
halla
noticias
de
Dios
gozosa
y
gustosa,
casta,
pura,
espiritual,
alegre
y
amorosa (20).
Por
eso
el
paso
por
la
nada
en
eI gusto,
Ia
posesin, el
saber
y
en el
ser
mismo
es el
revs de
un
tapiz
que
en su
otra
cara es
haber
llegado
a
ser,
gustar,
poseer
y
saber
todo.
Por
eso,
tambin,
la
radical
negacin
de
todo
permite
su recuperacin
transfrgurada:
mi
amado,
las
montaas,
los
valles
solitarios
nemorosos... .
Por
eso,
final-
mente, el
inexorable
asceta
autor
de
Subida
y
Noche
ha apreciado
y
vivido el
clima de
alegra
y
fraternidad
que
la
Madre
Teresa
haba
querido
para
sus
carmelos;
ama
el
contacto
con
la naturaleza
y
educa
a
sus
religiosos
en
ese
amor;
se
muestra
sensible
a
la msica
y
canta
durante
sus
interminables
viajes,
talla
y pinta crucifijos y llena
de es-
tampas
el breviario
y
de
pinturas
del Seor
las
paredes
(21);
es entra-
able
con los
hermanos
a los
que
forma;
dedica
a
hermanas
y
seglares
algunas
de sus
obras;
y
escribe con
naturalidad
a sus
dirigidas:
no
me
faltaba
ahora
ms sino
olvidarla,
mira
cmo
puede
ser
lo
que
est
en
el alma,
como ella
est
(22).
As,
pues,
no
parece
quedar
duda
sobre
la interpretacin
global
del
camino
de
purifrcacin
en el conjunto
de
la
experiencia
y
la doctrina
de
(18)
J.
RUIZ SAIVADOR,
Introduccin a San
Juan de la
Cruz. Madrid,
La
Editorial
Catlica,
1968
(B.A.C.),
especialmente
cap. 15, El sendero
de las
nadas ,
pgs.414-442.
(19)
2 N
4,2.
(20)
S S
26,6.
Sobre
toda esta cuestin
cf.
F. RUIZ
SALVADOR,
Ruptura
y
comunin.
Teresianum
41
(1990),
pCs.
344-345.
(21)
F.
RUIZ SAIVADOR,
Unidad
de contrastes:
hermenutica
sanjuanista ,
en
F.
Ruiz
(edit.),
Experiencia
y
pensamiento
en San Juan
d'e la Cruz.
Madrid,
Editorial
de Es-
piritualidad,
1990,
pg.
46.
(22)
Ep
19. 'A
quien
yo
siempre
tengo
en
mi memoria ,
escribe
a
Doa Ana
de
Pea-
losa
(Ep
31);
y
a
la M.
Ana
de Jess:
Ahora
sea
yendo,
ahora
quedando,
doquiera
y
como
sea
que
sea
no la
oldar ni quitar
de
la
cuenta (Ep
25).
ruAN
MARTN
VEI,ASCO
445
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
20/130
San
Juan
de
la
Cruz.
Slo
aparentemente
la experiencia
teologal exige
o comporta
la
negacin
del mundo
y
del hombre.
O, mejor,
la
negacin,
la noche,
el
aniquilamiento
del mundo
y
del hombre
que
comporta
la
purificacin
es slo
la
otra
cara
de
su afrrmacin
en
un nivel
ms
hon-
do,
el resultado
de
su transfrguracin
cuando
es visto
y
vivido
alahru
de la
unin
del hombre
con
Dios
a
la
que
el hombre
est
destinado.
Pero
creo
que
ms
de
un lector
actual
de
San
Juan
de
la
Cruz tie-
ne
dificultades
para
contentarse
con
esta respuesta
de suyo
satisfacto-
ria. An
aceptada cordialmente
como
vlida,
a
no
pocos
de
sus lectores
nos
surgen
dudas sobre
el
valor e
incluso
la legitimidad
de
algunas
de
las
expresiones
de
fray
Juan.
Por
eso
talvez
no
sea intil
que
nos
en-
frentemos
con ellas
y
les busquemos
una
explicacin.
Dificultades
actuales
para
asumir
algunas
expresiones
de
Juan
de
la
Cruz
Aceptar
sin
reservas
la
validez
de
la
experiencia
de
nuestro
msti-
co
y
la
verdad
fundamental
de la sntesis
teolgica
en
que
la formula
y
la interpreta,
pienso
que
el contexto
socio-cultural
en
que
vive, Ia
ex-
periencia
y
la comprensin
de la
Iglesia
en
que
se enmarca
su
expe-
riencia
cristiana,
y
la mentalidad
teolgica
que
configura
su
pensa-
miento
condicionan
Ia
formulacin de
la
espiritualidad
contenida
en
sus
comentarios
y
exige de sus
lectores
actuales
un
esfuerzo de
traspo-
sicin
a
las
propias
circunstancias,
contexto
eclesial
y
mentalidad
teo-
lgica
como
condicin indispensable para
comprender
adecuadamente
su
doctrina.
Como hacemos
con todos
los clsicos,
la
nica forma
pro-
vechosa
de leer
a este clsico
de
la
espiritualidad
cristiana
ser no ve-
nerarlo
y
repetirlo
como
una
cima insuperable,
sino
dejarse iluminar
por
l
para
construir
con
nuestros
escasos
recursos
la
sntesis
espiri-
tual
que
convenga
a
nuestro
contexto,
nuestra
experiencia
eclesial
y
nuestra
forma
de
pensar,
notablemente diferentes
de
los
suyos.
Comenzando
por
el
aspecto
ms sencillo,
es
indudable
que
los
es-
critos
de
San
Juan
de
la
Cruz
contienen
numerosas
expresiones
en las
que
se manifiesta
una sensibilidad
neoplatnica
difcilmente
asumible
por
el
hombre
de nuestros
das
que
ha
escuchado las
crticas
de
Nietzsche
y
las
sucesivas
intaciones
a
ser fieles a la
tierra. Se
trata
de
elementos
que
le
han
llegado
a
travs
de
la misma
sntesis
escols-
tica
en
la
que
le
ensearon
a
pensar
teolgicamente;
a
travs
de
la
li-
teratura
renacentista
con
la
que estaba
familiarizado;
y
sobre
todo
a
446
EXPERIENCIA
MSTICA Y EXPERIENCIA
DEL
HOMBRE
-
7/23/2019 San Juan de la Cruz y el resurgir de la mstica
21/130
travs
de
Ia
doctrina
de
unos
espirituales
en
los
que
haban
dejado
una
huella
importante
los
escritos
del
Pseudodionisio.
Anotemos,
como
ejemplos
de expresiones
que
transparentan
esa sensibilidad,
la
designacin
del
sujeto
como
alma;
expresiones
en
las
que
se
manifies-
ta cierto
menosprecio
del
nivel
sensitivo
en
el hombre;
la considera-
cin del cuerpo
como
crcel
y
lugar
de
destierro;
la
referencia
a
la
for-
ma angelical
de vida
como
ideal
para
Ia
vida
del
hombre
cristiano
y,
en
general,
una
expresin
dualista
de
la experiencia
humana
que
parece
ieducir
lo
corporal
a
ocasin,
instrumento
o
lugar
para
la
realizacin
de
un
sujeto
que parece
identificarse
con
el alma.
Es
verdad
que
no
fal-
tan
en
su
pensamiento vestigios
aristotlicos
presentes
tambin
en
la
sntesis
escolstica
de
su
formacin
teolgica.
Es verdad,
sobre
todo,
que
su
extraordinaria
sensibilidad
de
poeta
le
hace
vibrar
con
la
belle-
za
encarnada
en
fortnas,
figuras,
sonidos
y
palabras.
pero
no
pocas
ex-
presiones doctrinales parecen expresar
una visin
de
la
realidad
en
la
que
el
mundo,
el
cuerpo
y
Io sensible
no
pasan
de
ser
la
parte
inferior
de
un
hombre
que
para
realizarse
perfectamente
tiene
que
abandonar
esas
zonas
inferiores
y
vivir
angelicalmente
como
puro
espritu.
Ms
importante
que
esas
frmulas
platnicas
tienen
algunos
ras-
gos
de
la
formulacin
de
su slida
y
coherente
sntesis
teolgica-
El
entro
de
esta
sntesis
est
sin
duda en
la
ms
decidida
experiencia
y
la ms
clara afrrmacin
de
la trascendencia
absoluta
de Dios.
De
esa
obra
se
ha
podido decir que su razn de ser
es
poner en
guardia
con-
tra el
peligro
de
confundir
a
Dios
con la
idea
que
el hombre
se
hace
de
l
por
ms sublime
que
sea
(23).
Pero
la afirmacin
radical
de
la
trascendencia
de
Dios
va ms
all
de
la negacin
de
las determinaciones
que
caractezan
los
seres
con-
tingentes:
Dios
infinito,
inmenso,
etc. Por debajo
de esa
negacin
est
la
relacin constituyente
de Dios
para
con
el hombre,
relacin
que
por
ser
constituyente
no
se
establece
entre
dos
trminos
dados
sino
que
se
realizahaciendo
ser
al
hombre,
de
forma
que
el ser
de
ste
consiste
en
depender
del absoluto.
De
ah
que
Dios
sea
totalmente
otro
en
relacin
con
lo creado:
las
cosas
creadas
no
pueden
tener
alguna
proporcin
con
el
ser de
Dios
(24),
incomparable
con
ello
(25)
y,
por
tanto,
inefa-
ble,
incogitable,
inaccesible,
incomprensible
(26).
Pero
justamente
por
(23)
G.
MOREL,
Le sense d.e
l'existence
selon
Jean d.e
la
Croix.
Paris,
Aubier,
1960
vol
II,
pg.
158.
(24)25r2,4;258,3.
(25) 3 S 12,1.
(26)L
A,3,4s;3,44;
Ep 13.