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San Jerónimo penitente

Tarazona

i Entrevista

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ENTREVISTA AFRANCISCO URIZ

PREMIO NACIONAL DE TRADUCCIÓN 1996

Francisco J. Uriz nació en Zaragoza (23.12.1932) y se licenció en Derecho en la Universidadde dicha ciudad en 1955. Trabajó durante treinta años en Estocolmo en los campos de la ense-ñanza (en Skolöverstyrelsen —Dirección General de Enseñanza Media— y en Handelshögsko-lan —Escuela Superior de Estudios Económicos—) y de la traducción literaria. Desde 1988 viveen Tarazona dedicado a poner en pie y en marcha la Casa del Traductor. En 1996 ha recibido elPremio Nacional de Traducción por su obra Poesía nórdica, antología de 1.100 páginas de lapoesía de los cinco países nórdicos (Ediciones de la Torre, 1995). Poco después, a finales dediciembre delpasado año, también recibió el premio de la Academia Sueca por su destacadalabor de difusión de la cultura sueca.

Entre sus traducciones al sueco (junto a Artur Lundkvist) podemos citar las de Huidobro, Bor-ges, C. Vallejo, Neruda, Dámaso Alonso, Gabriel Celaya, Blas de Otero, Gil de Biedma, GarcíaLorca, Alberti, Cortázar... y traducciones al español de Lundkvist, Olof Palme, Bergman, Ekelöf,Harry Martinson, Strindberg, etc. Es además poeta y autor de obras de teatro.

MIGUEL A. VEGA.— En muchas ocasionesla traducción no deja ver al traductorque está debajo, ¿por qué no nos dasalgunos breves datos biográficos? Lafutura historia de la traducción espa-ñola debería hacerse no sólo a base detraducciones sino también de traducto-res.

FRANCISCO URIZ.— Yo, como muchos delos traductores que hay en España, soyabogado. Quería haber estudiado Filo-sofía y Letras, pero mí padre dijo quetenía más salidas la carrera de Dere-cho, pensé que Derecho era lo más pa-recido a las Letras y estudié Derecho...gravísimo error. Nunca he ejercido deabogado ni he hecho oposiciones.

Cuando acabé de estudiar, salí deEspaña. No iba a ningún sitio en parti-cular, sólo me iba de. Pude disfrutar dedos becas de viaje, porque —afortunada-mente— utilicé mi miopíapara no ir al ejército. Cuando se trami-taba mi incorporación al Servicio Militar,por una de esas cosas burocráticas,hubo una especie de error que me con-vertía en un inútil total, cuando real-mente era un inútil parcial. Deduje que

era solamente para el ejército, pero, alo mejor, era algo más general. Sucedióque me llamaron para revisarme lavista, me pusieron las gotas, me tuvie-ron allí desde las 9 de la mañana hastalas 14.30 y como mí apellido era Uriz;pues era el último... Como un león en-jaulado andaba por el pasillo yendo yviniendo, y de pronto salieron los médi-cos diciendo: «ya era hora de que ter-mináramos». Eran las 14.30 y yo teníaun examen una hora más tarde y mequedé parado, perplejo... ellos se iban:«¡pero si falto yo!». Fui corriendo, peroya no los vi. Pensé que ya me llama-rían. Y la siguiente noticia que tuve delejército fue que era inútil total. Penséque se podía tratar de un error y enton-ces decidí comprobar hasta dónde po-día llegar el error: me fui a las oficinasdel ejército un día y dije que se me ha-bía perdido el papel ése de inútil total.Me echaron la bronca, pero me dieronotra vez el papel, por lo que deduje queel error quedaba ya para siempre.

Gracias a esto tuve la posibilidad deconseguir el pasaporte enseguida. Enaquel entonces teníamos que tenersalvaconducto hasta para ¡r a Jaca, por

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ejemplo. No podíamos tener pasaportesi no teníamos el Servicio Militar hecho.Y cuando tenía 18 años hubo una becaen la Facultad de Derecho, para laCECA (Comunidad Europea del Carbóny del Acero), y me la dieron porque yopodía salir, porque era el único que te-nía pasaporte. Luego volví a salir tam-bién a los 21 años, antes de terminar lacarrera, a dos reuniones de ésas delConsejo de la incipiente ComunidadEuropea.

Todo esto viene a cuento por aquellode si teníamos conciencia de dónde vi-víamos. Creo que no la teníamos. Yopor lo menos no la tenía. Luego se vacreando un mecanismo de decir«bueno yo ya... por aquel entonces re-chacé...» Creo que no. Todo era másbien una especie de aburrimiento. Unaespecie de grisura total. En fin, quecuando salí vi que era diferente y esadiferencia, me gustaba.

Después de terminar la carrera fui aInglaterra para estudiar inglés. Estuveen un campo de trabajo, enlatando ju-días verdes. Luego anduve detrás deuna finlandesa y acabé en Finlandia.Allí entré en contacto rápidamente conun chico, Jörn Donner, que hacía entreotras cosas crónica de cine en un pe-riódico. Se llamaba Vapae Sanna (Lapalabra verdadera), o algo parecido. Pa-recía que podría ser de una secta, perono, era el periódico del Partido Comu-nista de Finlandia. Este chico resultópara mí extraordinario, porque —yo te-nía entonces 23 o 24 años— me rega-ló, por ejemplo, los segundos libros deNeruda que había visto. Me dio MadreCoraje, que recordaré siempre. Una se-rie de libros que me abrieron mucho lacabeza. Donner —vinculado años mástarde al Instituto de Cine de Estocol-mo— había empezado a hacer un es-tudio sobre Ingmar Bergman.

MIGUEL A. VEGA.— Que en aquel tiempoera bandera de progresismo...

FRANCISCO URIZ.— ¡No, qué cono! Era elaño 1956. Era desconocidísimo en Es-paña y en Francia y en todos los lados.Sí era conocido en su país y poco más,muy conocido como hombre de teatro,como director de teatro, pero como di-rector de cine, no. Luego le llegó elpremio a La Sonrisa de una noche deverano, y la fama europea.

Me fui, pues, a Estocolmo y junto a élnos vimos todas las películas deBergman. Todavía tengo las notas queiba tomando de las películas, pero nun-ca hice el libro y ha sido un error clarí-simo. Y bueno, allí encontré a una per-sona, una escritora sueca, jovencitatambién, Sun Axelsonn. Una chica es-tupenda, muy activa, muy buena escri-tora, que estaba traduciendo a Neruda.Yo le ayudé en aquella traducción y yame presentó a Artur Lundkvist, escritormiembro de la Academia Sueca, y em-pecé a entrar en el mundo que verda-deramente me interesaba que era el dela literatura. Y empezamos a traducir.

MIGUELÁ. VEGA.— Y colgaste la toga...

FRANCISCO URIZ.— La toga no la tuvemás que para hacerme la foto de la or-la.

MIGUELA. VEGA.— Desde entonces has sidoletrado en el múltiple sentido de la pala-bra. También en las letras hipotecarias...

FRANCISCO URIZ.— (Sonrisa) Bueno, yoempecé, ya en Finlandia, a enseñarespañol, a hacer métodos de español,antologías de textos para la enseñanzadel español, porque durante algunosaños trabajé como asesor pedagógicode los profesores suecos que enseña-ban español, tal vez durante 5 o 6años.

Luego entré a trabajar en el Ministe-rio de Asuntos Exteriores sueco. Y ahísí que me vino bien haber estudiado

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Derecho. Tenía que traducir contratos,textos de tipo jurídico, extradiciones,etc. En fin, el Derecho se olvida muchí-simo, pero siempre te queda algo queayuda.

MIGUEL Á. VEGA.— ¿Cómo tuviste accesoa las editoriales? Es casi siempre elproblema más difícil de cualquier tra-ductor que empieza.

FRANCISCO URIZ.— Estoy convencido deello. Pero creo que yo no soy un buenejemplo. Soy un traductor que ha vividoal margen del mercado completamente.Primero porque he traducido, casi ex-clusivamente, poesía. Si un traductorya vive difícilmente traduciendo prosa,con la poesía... Yo tuve la suerte deempezar a trabajar con Sun Axelsson,Artur Lundkvist, además nuestra posi-ción allí nos hacía muy atractivos parapersonas como, por ejemplo, CarlosBarrai, a quien conocimos relativa-mente pronto, a principios de los años60, y también a otros como AlfonsoSastre, Jesús López Pacheco eranpersonas fundamentales para nosotros.A Carlos le hice muchos informes, mu-chas presentaciones de escritores sue-cos y esos eran contactos que luego yomismo utilizaba.

Normalmente en Suecia quien trata-ba con las editoriales era Lundkvist,con quien traducía del español. Ex-cepto un libro de poesía comprometidaque se llamaba Un arma cargada de fu-turo..., poesía de América Latina y deEspaña (Blas de Otero, Gabriel Celaya,Ernesto Cardenal, Heberto Padilla...).Esta traducción la hice solo. Lundkvistla revisó —yo pensaba que la firmaría-mos juntos— y me dijo que había estavez tan poco que corregir que no queríaponer su nombre. También hemos tra-ducido obras de Lorca, Dámaso Alon-so, Gil de Biedma, Eugenio de Nora,Blas de Otero, Celaya, César Vallejo,Neruda, Nicolás Guillen... Así que yo

nunca tuve contacto con las editorialessuecas. Lo hacía todo Lundkvist, quellamaba por teléfono y lo publicabaninmediatamente. Y en España la per-sona que me abrió las puertas de laseditoriales —o de la publicación— fueÁngel Crespo. Crespo fue a Suecia pa-ra trabajar en su tesis doctoral en Up-sala. Allí vio mi traducción de Agadir.Traducción que yo había hecho por micuenta y riesgo: un largo poema deLundkvist, de 100 páginas, sobre el te-rremoto que asoló Agadir. Se lo di aÁngel Crespo y me dijo que era maravi-lloso, un poema precioso. Lo publicó ensu revista de la universidad de Maya-güez en Puerto Rico. Gimferrer lo pu-blicó en castellano en una edición bilin-güe preciosa. Esto hay que decirlo,porque desde luego, yo no quería quese publicase en edición bilingüe, por-que los libros de Jorge Padrón que ha-bían salido en Plaza & Janes, en edi-ción bilingüe, eran absolutamente undesastre. Un desastre porque las erra-tas prácticamente hacían inútil la publi-cación del texto original: no habría for-ma de leerlo, ni suecos, ni españoles,ni nadie. No iba a merecer la pena unlibro de 650 páginas, de las que 300serían para tirar. Se lo dije a Gimferrer,y él me dijo, con una seguridad apabu-llante, que si encontraba una errata medaría un premio. Yo pensé: «¡estosfantasmas: en España somos mejoresque nadie!». En el original había doserratas y en el que publicó Gimferrer niuna: chapeau. Y salió aquel librito enuna serie que se hundió rápidamente,porque en España hacer poesía —ypoesía bilingüe—... ¡qué te voy a decir!

Después de eso, pasé a trabajarpara Plaza & Janes, con Enrique Bado-sa. Él también es una persona impeca-ble, maravillosa, de esos señores queaunque no paguen, estás siempre en-cantado con ellos. Recuerdo que elprimer contrato que tenía con Plaza &Janes, debía ser en el principio de los

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años 70. Me parece que fueron unas10.000 pesetas por una antología de250 páginas de poesía. Tenías que ha-cer el prólogo, la selección y la traduc-ción.

MIGUEL Á. VEGA.— No estaba mal enaquel entonces. Equivaldría posible-mente a unas 150.000 ptas. actuales.

FRANCISCO URIZ.— De acuerdo, salvemosa Plaza & Janes. Después, cuando vi-mos que Javier Pradera era una de laspersonas que dirigía Alianza, hablamoscon él y se publicó todo lo de Strin-dberg, lo Ekelóf, porque la colección deBadosa en Plaza & Janes desapareció.Una colección tan maravillosa de poe-sía no podía resistir demasiado tiempo.

También he trabajado para EdicionesDe la Torre (allí surgió la idea de laAntología de poesía nórdica), Alfagua-ra, Tusquet, etc.

MIGUEL Á. VEGA.— ¿Cuántos títulos y decuántas lenguas?

FRANCISCO URIZ.— No sé, he debidotraducir 30, 60... Es muy difícil calcular,porque yo no cuento lo que he traduci-do de teatro al sueco, que deben ser 10o 12 obras. También algunas al caste-llano que no están publicadas, o estánpublicadas en revistas o inéditas: deesas debe haber 20 o 25. Luego lasobras de Strindberg se publican en dosvolúmenes cuando en realidad son 14 o15 piezas. En cualquier caso, de poesíahe debido traducir bastantes miles de pá-ginas.

MIGUEL Á. VEGA.— Has traducido tambiénde lenguas, teóricamente, fuera de tucampo de saber lingüístico gracias altrabajo en equipo. ¿Qué piensas de latraducción en equipo? ¿Tal vez sea elsistema ideal de traducción?

FRANCISCO URIZ.— Las personas que conmayor sistema lo llevan a cabo son losde Royaumont. Es una abadía cister-ciense que está a 40 kilómetros de Pa-rís. Es una institución cultural, o funda-ción, que se dedican a la música y a latraducción de poesía. Organizan semi-narios de traducción en conjunto, engrupo, y llevan al autor, que general-mente, sabe el suficiente francés paradarse cuenta de los problemas. No pa-ra que decida al final, porque eso sólolo puede decidir quien es traductor. Locontrario siempre resulta mortal: tradu-cir a un poeta que piensa que sabe es-pañol. Si tiene el orgullo o la soberbiade creer que sabe español, ese señorpuede llevarte a la locura. Ahora bienun señor que sepa bastante español ysea modesto es ideal, porque entoncessí que te ayuda.

Volvamos a Royaumont, unas perso-nas presentan una traducción —digamos,bastante literal, pero no palabra por pala-bra— y cada participante, que no cono-ce ese idioma, dice lo que cree másoportuno: esto sí o esto no... y van sur-giendo variantes, posibilidades, solucio-nes... Luego una persona recoge todoesto y produce la versión que se consi-dera más acertada. En el fondo, es unjuego literario precioso, algo que ense-ña a leer muy bien la poesía, pero co-mo sistema de traducción, no sé.

MIGUEL Á. VEGA.— Tal vez sea un faseprevia, un transtexto, más que una tra-ducción.

FRANCISO URIZ.— Sí, desde luego es muycreativo, muy formativo... Ahora bien, tepuedes pasar una tarde entera para unpoema de 6 versos, 7 personas... esdecir, desde el punto de vista económi-co es inviable.

MIGUEL Á. VEGA.— Ya le pasaba a Luteroen la Wartburg en Eisenach, cuandoestaba traduciendo la Biblia. Para una

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línea se tomaba una semana, una op-ción metodológica antieconómica.

FRANCISCO URIZ.— Es muy formativo. Yorecomendaría a todos los alumnos quepasen por una experiencia similar.Cuando surgen distintas opciones váli-das, uno cobra conciencia de que hade hacer una elección. Y esa es lamejor enseñanza que se puede ofrecer:que el alumno sepa que la traducciónes opción, elección y, por tanto, tambiénes renuncia. De ahí que las críticas mu-chas veces no vienen tanto por la elec-ción hecha sino por lo que la renuncia hadejado fuera.

Yo he traducido en la Casa del Tra-ductor de idiomas que no conocía enabsoluto: el albanés, el búlgaro, eslo-veno, checo y rumano. Estaban aloja-das aquí algunas traductoras que ha-bían venido a traducir cosas particula-res, y por la tarde, cuando ya estabancansados de traducir profesionalmente,pasábamos a la traducción de los poe-mas que yo les había pedido (a todo elmundo le pido que traigan poemas desu poeta favorito). Eso fue estupendo ylos resultados son bastante aceptables.Había traducciones de poetas rusos,rumanos, checos, albaneses, búlga-ros... Después de trabajar con el eslo-veno o el albanés durante uno o dosmeses, le decía a la traductora ¿aquíqué pone? Y justamente daba en elclavo de la dificultad: saltaban las du-das, porque enseguida notas dóndeestá el problema lingüístico en cual-quier lengua. En la Casa es muy diver-tido comprobar cómo se pueden ayudarmutuamente dos personas que, porejemplo, estén traduciendo uno a Gar-cía Márquez al finlandés y otro que estétraduciendo a Cela al esloveno. Seayudan sin tener ni idea de la lengua fi-nal, y se entienden perfectamente por-que las dificultades para los dos son lasmismas.

MIGUEL Á. VEGA.— Con un perfil de com-promiso social como el tuyo, ¿por quéhas traducido tanta poesía, por qué hasescrito tanta poesía, y no, por ejemplo,teatro, que tal vez tenga una proyec-ción, una efectividad social y política,bastante mayor que la poesía? O pien-sas lo contrario.

FRANCISCO URIZ.— He traducido muchoteatro. He traducido 14 o 15 obras deStrindberg y están publicadas. He tra-ducido a Per Olov Enquist, a SaraLidman, a Lars Norén, que son los tresgrandes dramaturgos de Suecia, sobretodo dos de ellos, Norén y Enquist, losgrandes dramaturgos de finales de si-glo. También he hecho traducciones deteatro español al sueco: Valle Inclán,García Lorca, Alfonso Sastre, JorgeDíaz, e incluso he escrito teatro. Losdos únicos premios literarios que tengofuera de la traducción son de teatro.Uno de La Casa de las Americas y lue-go una arqueta de plata que me dieronen Bulgaria, por una obra de teatro es-crita para televisión, que rodaron enSuecia. Un día me dieron la noticia deque teníamos —Jorge Díaz y yo— unaarqueta. La obra se titula Mear contra elviento.

MIGUELA. VEGA.— La escritura, ¿motiva ointerfiere la labor del traductor? ¿Hastaqué punto el traductor no se deja llevarpor la creatividad que tiene como escri-tor?

FRANCISCO URIZ.— Mi defecto principal —¡y me conozco muy bien como traduc-tor!— es que soy demasiado fiel, queno sé si es un defecto.

Pienso que existe una razón paraello. El primer libro de poesía que escribíse tradujo al sueco, pero no hice yo latraducción. Empecé a traducirlo conLundkvist, pero enseguida me di cuentade que no me podía traducir. Me tra-dujeron Marina, mi mujer, y Lundkvist.

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Cada referencia de cada palabra encualquier idioma te lleva por caminosdiferentes. Cuando tú traduces, tecohibes, eliminas todas esas reflexio-nes y vas centrándote en elegir más omenos de acuerdo con lo que tú creesque ha pensado el autor. Pero si in-tentas una autotraducción, es difícil re-sistir la tentación de investigar los ca-minos que te abre la expresión en elotro idioma, y cambias demasiadas co-sas. Esa es una de las cosas que hecomentado con Tophoven sobre su ex-periencia de traducción de Samuel Be-ckett. Me contó cómo modificaba Be-ckett el original después de leer la tra-ducción de Tophoven, porque se dabacuenta de cómo podían mejorar algu-nas cosas. La creación literaria a veceses así de curiosa.

Ahora estoy traduciendo un poemade 40 páginas y no me entero de nada.Es el poema más importante de la lite-ratura sueca de los años 40. Se llamael hombre sin camino. Lo tengo traduci-do desde hace ya 6 o 7 años y no medecido a publicarlo. Cada vez que lomiro pienso «¡qué bueno es esto, peroqué poco entiendo!».

Entonces sale un ensayo sobre ellibro y yo me quedo perplejo, ¿cómovoy a traducir este libro en el que haytantas cosas que yo no veo? Y luegome encuentro con la explicación de unalínea complicada en la que apareceríala palabra «cósmico». ¿Sabes que po-nía en el tercer borrador «cómico»?

Tampoco hay que tomarse la literatu-ra tan en serio, con ese rigor pretendi-damente científico. Es algo más lúdico.

MIGUEL Á. VEGA.— Yo creo, efectivamen-te, que la tomamos como algo dema-siado serio, pero...

FRANCISCO URIZ.— Por ejemplo, a vecescuando trabajas con escritores impor-tantes —yo he tenido esa suerte, por-que vivía en un país que valoraba el

que tradujese de un idioma de pocadifusión a un idioma de 300 millones dehablantes, y por eso te mimaban mu-cho— pasan cosas curiosas. Tradu-ciendo a Lundkvist me encontré una lí-nea en la que no entendía nada y lepregunté: «oye Artur, ¿aquí que pone?»y me dice «no lo sé», «¡cómo que no losabes, si lo has escrito tú!» «¡Pues, asíes!» Se me cayó el mundo. «Y ¿cómopuedo traducir esto?» «Pues no tengoni idea». Entonces me explicó que po-siblemente aquel día tuviera una refe-rencia de algo muy concreto que luegohabía olvidado, entonces lo tenía muyclaro, pero ahora ya no. Hay veces quetienes referencias que de pronto te dan«...sobre el rojo mar debajo del plato» ypiensas, ¡qué imagen! y sólo es queese día estaba desayunando sobre unmantel rojo, y ¡cómo vas a saberlo!.Eso sólo un investigador cree saberlo ylo comenta en algún artículo. Trabajan-do con Lundkvist en aquella frase fa-mosa, pues estuvimos jugando, miran-do qué referencia podía haber allí, có-mo neutralizarla, y encontramos unasolución satisfactoria para él y para mí.Pero vendrá luego un investigador quedirá ¡qué error, horrible, qué gazapo!, yresulta que es que no se puede solu-cionar de otra forma.

Ahora estoy trabajando con KlausRitbjerg, en un poema precioso sobre ladefensa de la democracia y le ha pro-puesto que donde él pone la CIA, pon-gamos nosotros el CESID. Y me dijoque sí, que así tendría un poco de colorlocal. Pero con humor, ya que ese textono es sagrado ni muchísimo menos.

MIGUEL Á. VEGA. — Pasando al perfil bio-gráfico más actual. Eres el alma de laCasa del Traductor. ¿Por qué a estas al-turas la Casa está todavía entre Pinto yValdemoro? ¿Qué pasa con ella? ¿Quéhace falta para sacarla adelante?¿voluntad, ética .dinero...?

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FRANCISCO URIZ.— Esta historia de lasCasas del Traductor comienza con untal Tophoven, en Alemania, que recibeen su propia casa a algunos traducto-res para que difundan la literatura ale-mana y para que mejoren su calidad detraducción en contacto con la cultura,con un especialista, con un experto ycon la gente cuya cultura van a tradu-cir. Esta casa alemana debe tener aho-ra 20 años. Este hombre, cuando lecomentamos Françoise Campo-Timal yyo nuestra idea de seguir en España yFrancia su ejemplo, mostró un cariñoincreíble por aquel par de los locos.Esto es maravilloso, que fructifique lalocura. Me dijo: «¿Sabes gracias aquién hice yo la casa?» Gracias a D.Juan Carlos, el rey de España. Enton-ces era príncipe y había pronunciadoun discurso en Alemania en el que ha-bía dedicado 4 líneas a la traducción ycon aquella referencia parece que To-phoven fue convenciendo a todos lospolíticos de la zona para crear la Casadel Traductor.

Cuando nosotros empezamos a ha-cer la Casa lo vimos de la misma ma-nera: difusión de la cultura española através de mejores traducciones y tra-ductores. Entusiasmarlos dándoles unaatención exquisita, tanto por parte delpueblo en el que están, como por partede las personas que se ocupan de laCasa.

Pocos proyectos hay en Europa quesean tan puramente comunitarios, por-que en todos esos programas caleidos-cópicos de la Unión Europea se exigeque haya por lo menos 3 países impli-cados y aquí hay unos 15. Por esocontamos con la ayuda de la Comuni-dad.

Además de las autoridades locales.Aquí el alcalde fue el receptor de laidea, José Luis Moreno Lapeña, tam-bién entendió que todos estos aspectospodían ayudar a que Tarazona tuviera

un perfil cultural diferente, que no esfácil para una ciudad tan pequeña.

Pero entre la Comudidad Europea yel ayuntamiento, además estaba elEstado español y la Comunidad Autó-noma. En aquel momento la DirecciónGeneral del Libro, que posiblementeestaba dirigida por el mejor director ge-neral que ha habido en muchos años,Juan Manuel Velasco, lo entendió muybien. Incluso cuando España ostentó lapresidencia de las Comunidades Euro-peas, planteó la importancia de las ca-sas. Yo no tengo ninguna queja de esedirector general.

Para solucionar los problemas quehabía inicialmente, teníamos que teneruna institución que recibiese las sub-venciones: aquí se recibe a los traduc-tores gratuitamente, y además se lesda a veces una beca. Para ello hacefalta dinero y para recibir el dinero te-níamos que fundar una institución sinánimo de lucro, altruista. Y entonceshicimos una asociación de amigos de laCasa del Traductor, que es la respon-sable del funcionamiento desde el año88 hasta el 94. Esa Casa recibía lassubvenciones, pero siempre había difi-cultades: se partía de la base de queyo, como director, no cobraba; aquellono podía dudar mucho tiempo. Enton-ces se pensó hacer un consorcio. Ve-lasco fue el que inició esta idea: esta-ban implicados el Ministerio de Cultura,el de Asuntos Exteriores, la ComunidadAutónoma de Aragón, el Ayuntamientode Tarazona y Diputación Provincial deZaragoza, que fue una de las institucio-nes que más nos ayudó en un principio.

¿Entonces qué pasó? Que la Guerradel Golfo nos jodio, hablando mal ypronto. Cayó como una bomba en la vi-da de la Casa, porque Velasco protestóen un documento público junto a uncolectivo por la conducta de España enrelación con la guerra del Golfo y Sem-prún lo fulminó. Cambió de Director ge-neral. Pasó a ser Santos Julia que

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también duró muy pocos meses porqueluego cayó fulminado Semprún. Estoyconvencido que Semprún creía másque nadie en la Casa por motivos ob-vios: era una persona completamenteinternacional, es un escritor, sabe loque significa la traducción, ha traduci-do...

Pero cuando voy a hablar con Sem-prún resulta que lo echan también a él.Luego desaparece Santos Julia que esDirector General por amistad con Sem-prún, y se va con Semprún. El siguienteministro es Solé Tura, y va a Tarazonay tiene también buenas palabras parala Casa del traductor, lo mismo que laConsejera de Cultura de la ComunidadAutónoma, que era del PSOE. En esemomento todo andaba bien: pero hayelecciones, sale Solé Tura y entra Al-borch, y aquello se quiebra por algúnmotivo. Se piensa que no tiene que ha-ber más consorcios en los que participeel Estado. Pero de todas maneras secrea el consorcio, sin los ministerios.

En cierto modo, si todo el mundopiensa que el Ministro de Cultura, notiene ninguna función, es porque no seencuentran funciones que unan a todaslas comunidades. Ésta sí que las une,porque es la difusión de toda la culturaespañola en el extranjero. Aquí se hatraducido a Bernardo Atxaga, a MuñozMolina, se han traducido autores an-daluces y vascos o catalanes, a cual-quiera. Esto es lo que une y da sentidoa este Ministerio de Cultura, que piensaque ha ido cediendo competencias atodo el mundo y ahora se queda sinninguna. Pues bien, ésta es una, fundirla totalidad de la cultura española pormedio de algo tan pequeño como es latraducción y extenderla por el mundo.El problema está en que tanto el Mi-nisterio de Cultura como el de AsuntosExteriores, en este momento, yo creoque tienen muy buena actitud. Lo quepasa es que tienen una dificultad quees insalvable y es que ellos tienen po-

sibilidad de financiar actividades perono otra cosa. Entonces, ¿cuáles sonlas actividades de la Casa? Sus activi-dades fundamentales son: tener la Ca-sa abierta para que vengan traductoresque traduzcan aquí, inventemos cosas,contribuyamos a su difusión, hagamosunas traducciones mejores, etc. Eso eslo fundamental en todas las casas: elque vengan traductores. Y además or-ganizar unas jornadas de la traducción.Y eso es todo. Yo no quiero organizaractividades artificiosas, artificiales...creadas para conseguir el dinero. Debehaber un apoyo claro para que cadaaño tuviéramos garantizado el mínimoindispensable para que la Casa estéabierta y pueda recibir traductores. Esoes todo. No hay más. Como en Francia.

MIGUELA. VEGA.— O sea, que en el fondoes una cuestión económica.

FRANCISCO URIZ.— Económica y...

MIGUEL Á. VEGA.— ¿También de falta deideas, de motivación, por parte de lasautoridades?

FRANCISCO URIZ.— En el fondo, desde queempezamos ha habido cinco Directoresgenerales del Libro. Cuando yo tengoque ir a explicar esto, te encuentrascon que todo el mundo te entiende. Atodo el mundo le parece maravilloso,pero cuando te marchas, no hay unasolución sobre la mesa. Pasa el tiempoy al año siguiente estás otra vez en lasmismas porque vuelven a cambiar al di-rector general o simplemente porque tedicen que no hay una partida presu-puestaria para eso. Muchas veces nose trata tanto de dinero porque esta ca-sa puede funcionar con 10.000.000 depesetas al año, de los que la Comuni-dad Europea aporta 4.500.000, asípues, te dan 5.000.000 de ptas., que noes mucho para el Ministerio de Culturay el de Exteriores, Diputación Provincialy Ayuntamiento. El Ayuntamiento, en

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realidad, hace su aportación en servi-cios: agua, basura, limpieza, teléfono.Ese tipo de cosas para la Casa sontambién muy importantes, porque si notendría que desembolsar dinero porellas. El resto quizá serían unos2.000.000, a pagar entre el Ministeriode Cultura y de Asuntos Exteriores. Osea que no es un problema de dinero,sino que no hay un mecanismo, una co-rrea de transmisión de esa buena vo-luntad, para transformarla en una ga-rantía más o menos estable. Es decir,si voy ahora a Madrid —que tendré queir a ver al Director general del Libro pa-ra hablar de esto— le propondría pagarde la misma manera que la ComunidadEuropea: en becas. Es decir, que nosden 250.000 pesetas en becas, queden 10 becas, es decir que den2.000.000 y que nosotros demos a lostraductores que vengan unas 500.000ptas en becas, de manera que quede1.500.000 de pesetas para poder darlesla estancia gratuita, que sería lo quevale la habitación y el resto se lo da-mos a ellos para que compren otrascosas.

MIGUEL Á. VEGA.— El día de mañana, eldía que se haga la historia de la tra-ducción española, y en concreto de laliteratura escandinava, habrá que con-tar contigo como con el gran promotor yfundador de esta escandinavístíca es-pañola y además liberado, no integradoen una universidad.

¿Qué te ha aportado el contacto conel mundo nórdico y qué crees queaporta el mundo nórdico a esta Españameridional? Ese mundo calificado defrío, con esos cielos de plata..., ¿quépuede surgir de esa mutua relacióncultural entre Iberia y Escandinavia?

FRANCISCO URIZ.— La aportación suecapara mí ha sido más política que cultu-ral. Nosotros fuimos ha Suecia en laépoca de la dictadura, hacia los años

59 o 60. Y actuábamos allá en Sueciaen completa solidaridad con los espa-ñoles, aparte de anécdotas —como lofue mi viaje con Peter Weiss para bus-car dos hospitales de las Brigadas In-ternacionales, una historia digna decontarse...—, colaboramos con perso-nas que tenían una ¡dea clara sobre loque es una dictadura. Nosotros actuá-bamos en Suecia en solidaridad con lospresos, con los que tenían dificultades,traducíamos cartas de los suecos a lospresos políticos, etc. Marina, mi mujer,y yo vivimos esa forma de solidaridadcomo pocas personas, una solidaridadmuy íntima, pero tan profunda y tansorprendente. Tuvimos mucho contactocon los brigadistas, que nos recibieron,claro, como a dos fantasmas. Imagí-nate, una vez nos enteramos que habíauna reunión y acudimos Marina y yo,cuando entramos estaban tomandocafé una serie de personas mayores.Nos miraban preguntándose ¿estosquiénes serán? Entonces empezamosa contar que eramos españoles y ellospensaron que seríamos fascistas, por-que nosotros teníamos pinta de inte-lectuales o de gente de clase media, enfin, de estudiantes. Ellos eran los típi-cos obreros que habían venido aquí lamayor parte de ellos a combatir por lademocracia, por lo que creían; y depronto se dan cuenta de que nosotros,en realidad, éramos la justificación desu batalla, es decir, que no todos losespañoles eran fascistas, que estabanPaco y Marina que eran como ellos.Fue una cosa extraordinaria, se dieroncuenta de que éramos una especie dejustificación: «pues mira, lo que hemoshecho por la democracia todavía tienesucesores, que son éstos y ya los to-camos».

Yo creo que lo más importante paramí de Suecia fue lo que supuso enaquellos años: el estado de bienestar,la manera de hacer la política de soli-daridad, tanto con nosotros como con

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el tercer mundo, con Vietnam y conChile y con Argentina... eso sí quemarca. Más quizá que la literatura.Quien más quien menos había leído aStrindberg y se le puede leer en caste-llano, no muy bien porque entonces, enlos años 60, no se le podía leer muybien, pero se le podía leer. Tú sabesque nadie puede jorobar tanto un origi-nal como para que no entiendas nada.La traducción que había de La señoritaJulia no era buena, pero todo el mundosabía que era hija de un conde, que seacuesta con..., es decir, la historia fun-damental la sabían muy bien todos, yconocían muy bien a Strindberg y sa-bían que ahí había un mensaje que eraexactamente el que tenía. Ahora lopueden ver mejor, y pueden percibirmejor las cosas porque hay traduccio-nes directas. Pero tampoco hemoscreado una nueva imagen de Strin-dberg. Con la poesía es diferente, puesla poesía prácticamente no se conocíaantes de lo que yo he traducido: unas2.000 o 3.000 páginas.

MIGUELA. VEGA.— Entonces, ¿no crees queese sentimiento un poco más ¡ntimista omás reflexivo de la poesía sueca —si esque es exacta mi apreciación—, puedefecundar modelos de poesía españoles?

FRANCISCO URIZ.— Escribo poesía. He es-crito cuatro libros y yo no me había da-do cuenta, pero a mí me dicen: se veque escribes poesía sueca. Y cuandote paras a pensar un poco, dices: claroque yo he leído poesía en español perohe leído mucha poesía sueca y no sólola he leído, sino que la he estudiado, lahe traducido. En fin, creo que he leídomás poesía española que sueca, perodesde luego con más profundidad lasueca o la noruega o la danesa. Missensaciones son muy de allí. Allí, p. ej.,puedes darte cuenta de que la natura-leza tiene para la poesía sueca una im-portancia que no tiene aquí, en general,

aunque haya una poesía de la natura-leza maravillosa en castellano. Pero laimportancia que tiene esa especie dehacer de la naturaleza un cuerpo, uncuerpo místico, o sencillamente uncuerpo físico. Eso es fundamental. Esasensación de poder ir escribiendo un li-bro solamente con referencias, ir sa-liendo día a día, y ver la naturaleza, ydescribirla.

Aunque eso no me ha ocurrido de-masiado. A mí me ha influido, más queel neorromanticismo sueco de los años50, la poesía de las años 60, que escuando yo aterrizo en Suecia. Es cuan-do aparece lo que podríamos llamarneosimplicismo: la nueva sencillez, unapoesía hablada; una poesía con refe-rencias solamente, o casi solamente, aese tipo de cosas, a la vida política. Sihubiese llegado antes, hubiese caídoen aquella especie de neorromanticis-mo, después de la dura batalla de losaños 40. En los años 50 se da unapoesía totalmente diferente. La de losaños 60 es aún más diferente, los ex-perimentos de los años 60 me dejanindiferente. Y luego va cambiando, por-que la poesía cada 5 o 10 años vacambiando.

MIGUELA. VEGA.— Si me permites, vamosa finalizar aquí esta entrevista. Muchasgracias, espero que el premio sea unpunto de partida para ti, para que laCasa del Traductor inicie una nuevaépoca.

FRANCISCO URIZ.— El premio es —creoque es— más un premio a la idea en sí:pensar que la idea de una gran antolo-gía nórdica era posible y empezar atrabajar para hacer la primera seleccióny la segunda, de cada país, buscarpersonas que escriban los prólogos,buscar a otras personas porque unos tedicen que sí y luego te dicen que no,buscar a otras terceras, buscar a cola-boradores que te dicen primero que sí y

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luego que no, o buscar dinero para eleditor, para los traductores. Para mí esel premio a ese trabajo. La traducciónha sido, en este caso concreto, lo mássencillo. Puede ser un mamotreto, pue-de ser una obra que incluso sea de re-ferencia, puede ser. Pero para mísiempre será un premio al mérito deese trabajo.

MIGUEL Á. VEGA.— Y, tal vez, sea paratodo ese entorno para lo que nunca seprepara a los traductores. De todasmaneras, esa concepción tuya más so-cial, más realista del traductor como unseñor que no sólo se encierra en eldespacho, sino que tiene que buscarselas habichuelas y que tiene una tareade divulgación, de erudición y de difu-sión de la cultura, es tal vez lo que túaportas con tu curriculum a este mundode la traducción, que se concibe real-mente de manera más restringida.

FRANCISCO URIZ.— Creo que, en relacióncon el premio, el mayor mérito que tie-ne esta antología, en comparación conlos otros finalistas, es lo que puedeaportar al país: una apertura a cinco li-teraturas. Tres de ellas completamentedesconocidas. Y la manera de trabajarde estas personas, que es abrir sendi-tas, porque no hay camino trazado. Silo comparamos con una sexta o décimatraducción de un libro, que fuese per-fecta, ¿a quién habría que darle elpremio a la mejor traducción? Tambiénhabría un premio a la mejor obra dedifusión a través de la traducción. Meparece que es un trabajo de traducciónsignificativo por esta serie de motivos, yno solamente por el hecho de transcri-bir unas palabras de un idioma a otro,con buen acierto sino por todo el con-junto.

Tarazona, julio del 96

Paco Uriz, director de la Casa del Traductor yPremio Nacional de Traducción,o Don Quijote cabalga... todavía

No por las llanura manchegas, sino entre el lago Melar y el Aragón seco que los cro-nistas medievales llamaban el aeremo Aragoniae. En la antigua Turiaso que Tubalcainedificara y que diera cuna a la tonadillera —cuando éstas no tenían que nacer al sur deSierra Morena para serlo— Raquel Moeller, Paco Uriz hace penitencia, como D. Quijoteen Sierra Morena, por pecados no cometidos. Y es que Uriz es de lo que no hay: arago-nés de origen vasco que marida con gallega para vivir en Suecia; sueco que deja el Mi-nisterio de Asuntos Exteriores de ese país para desfacer los entuertos traductores quede aquende y allende se acercan a Iberia para medir sus fuerzas y lenguas con las deCervantes; hombre de mundo de aquí y allí y todas partes, exilado que retorna sin renco-res y con el humor que nunca perdió, hombre de letras (gran aficionado también a lashipotecarias) que prepara un excelente salmón marinado al eneldo, que escribe, traduce,enseña (español para extranjeros) y, sobre todo, piensa; comunista que fue y que ahorase contenta con ser lo que es; antaño responsable ideológico del exilio comunista enEstocolmo, ha tenido como interlocutores, amigos o enemigos (estos también prestigian)a Peter Weiss, a Barrai, a Sastre, a Lundqvist, a Justo Pérez Padrón, a Cela, a Carrillo, aPalme...; león de iconografía jeronimiana —es decir, sin rugido— que brega incansable

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ante instancias comunitarias, autonómicas, nacionales y municipales a favor de la tra-ducción y su casa (la de la traducción); amante de los perros que acostumbra al suyo alos nocturnos de Chopin; vir bonus que con su saber, su enorme bagaje vital y subonhomía acoge en su casa que es la nuestra a cualquiera que sepa tocarle el alma; ci-clista mediocre que en cierto momento de su vida hace una escapada en solitario —estonunca lo perdonan los aparatchicks— para recoger el testigo de Elmar Tophoven... etvoila: Tarazona, la antigua Turiaso «que Hércules reedificara», ve surgir la Casa del Tra-ductor; apasionado estudioso de la cultura y poesía nórdicas que trabaja durante añosen la confección de una Antología de Poesía Nórdica, por la que recibe, hace unos me-ses, el Premio Nacional de Traducción... ¿qué más se puede pedir para un curriculumque no hace carrera política? Tal es, de perfil, Paco Uriz. De frente, un joven ya mayorque, peinando muchas canas (al menos peina), no hace profesión del torpe aliño indu-mentario; bien conservado para ser viejo y lleno de experiencia para ser joven, hace muybuena pareja con su mujer Marina, que no le va a la zaga en dotes y presencia...¿Correrá la misma suerte que Elmar Tophoven?

MIGUELA. VEGACERNUDA

LA CASA DEL TRADUCTOR DE TARAZONA

La Casa del Traductor de Tarazona,fundada en 1989 por iniciativa privada ycon apoyos públicos —regionales, nacio-nales y europeos—, es una institucióndedicada al fomento de la traducción lite-raria. Es el instrumento del que se dotó —de acuerdo con las asociaciones nacio-nales de traductores ACE y APETI— paracumplir sus fines de fomentar la traduc-ción literaria la Asociación de Amigos dela Casa del Traductor, asociación culturalsin fines de lucro e independiente de lospoderes públicos.

Contribuir en la medida de nuestrosmedios a la difusión de las literaturas deEspaña por el mundo, ha sido desde elprincipio —y lo sigue siendo— el objetivoexplícito de la Casa del Traductor.

La Casa del Traductor de Tarazonaproporciona a los traductores literarios delas lenguas del Estado español a cual-quier otra lengua del mundo, y viceversa,un lugar de trabajo y de encuentro conotros colegas. Un espacio en el que pue-den trabajar en solitario y donde, al mis-

mo tiempo, tengan a mano colegas conlos que poder comentar las dificultadesdel trabajo diario. En la Casa del Traduc-tor no se enseña a traducir, se aprende.Se aprende traduciendo en convivenciacon otros colegas. En la CdT se producenmejores traducciones, y, también, se con-ciben nuevos proyectos de traducción yse trabaja en pro de la comunicación en-tre los pueblos del mundo.

Otros objetivos son: confeccionar unfichero de dificultades y soluciones deproblemas de traducción, preparar glosa-rios especiales y trabajar en el perfeccio-namiento de los medios que tienen a sudisposición los traductores.

La CdT organiza encuentros entre tra-ductores, y también de escritores, tra-ductores y editores, etc., y está abierta alas propuestas de organización de reu-niones que tengan por finalidad mejorarlas condiciones de trabajo y el reconoci-miento social del traductor.

La Casa del Traductor funciona en unchalé acondicionado para este fin. Dispo-

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ne de seis dormitorios con su mesa detrabajo, cocina, cuarto de estar, despachode dirección y biblioteca en la que haytambién mesas de trabajo con ordenado-res o máquinas e escribir.

La biblioteca tiene tres secciones: la dediccionarios y enciclopedias, la de gran-des traducciones a y de los idiomas delEstado español con sus originales res-pectivos y la de «novedades» en las quehay libros españoles no traducidos queestarán a disposición de los traductorescon el fin de estimular su curiosidad y vo-cación descubridora.

A los traductores se les ofrece gratui-tamente el alojamiento, y aunque la Casaes para uso exclusivo de traductores,estos podrán invitar a su escritor paratrabajar con los problemas que, a veces,tan difíciles son de solucionar por carta.El tiempo de estancia es, por ahora, el

razonablemente necesario para terminarun trabajo.

Al igual que en las Casas de Straelen(RFA), Procida (Italia), Norwich (GranBretaña) y Arles (Francia), los traductoresciudadanos de los países de EuropaCentral (antes países del Este) recibentambién becas. La Casa de Tarazonaforma parte, junto a las citadas y las deSuecia y Holanda, de la red de casas deltraductor que se está creando en Europa,y se encuentra, como las otras, bajo losauspicios del Consejo de Europa.

Tarazona es una hermosa ciudad deunos 10.000 habitantes, con una ricahistoria y abundantes monumentos histó-ricos, que ofrece a los traductores unmagnífico entorno (Monasterio de Veruelay Parque Natural del Moncayo) y unatranquila atmósfera de trabajo. Pertenecea la Comunidad Autónoma de Aragón yestá a 80 km. de Zaragoza.

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