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SalutiferaNavis
N AV EG A N D O E N T R E L A P S I Q U I AT R Í A Y L A C U LT U R A
Año 4 / Número 16 / Octubre 2013
MELANCOLÍAY NOSTALGIAEN EL TANGO
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Salutifera Navis
Melancolía y nostalgia en el tango
LA LEtRA y LA múSICAEnrique Santos Discépolo dijo: “El tango es un pensamiento triste
que se baila”. Iniciamos el artículo con esta frase porque es necesario
diferenciar la letra de la música. Cuando nos referimos a la melanco-
lía y a la nostalgia en el tango, estamos esencialmente hablando de
muchas de sus letras. Por su lado, la música podría ser melancólica,
especialmente desde la introducción del bandoneón, instrumento
indispensable en toda orquesta de tango que recaló en el Río de la
Plata a principios del siglo XX, para quedarse definitivamente.
El bandoneón desplazó el sonido luminoso y cantarín de la flauta,
y lo reemplazó por el tono adusto que lo caracteriza. Si escuchar la
música que desgrana una orquesta de tango puede resultar melan-
cólico para algunos, bailarla es otra cosa. El baile del tango produce
placer, es sensual y atrapante. No hay tristeza en quien dibuja los
firuletes en el piso del salón junto a su pareja. Por lo tanto, si vamos
a hablar de melancolía y nostalgia en el tango, debemos abandonar
la música y concentrarnos en la letra.
El tango no se originó en salones elegantes, como el vals, viene del
país profundo, de los arrabales, de la gente humilde y, por lo tanto,
es una expresión estética popular del sentido trágico de la vida.
Sin embargo, Luis Adolfo Sierra y Horacio Ferrer sentenciaron que
“el tango no es triste, es serio”. tienen razón, y el distingo es válido y
oportuno. La seriedad no solo surge de su meditación sobre los pro-
blemas de la vida, sino también de los lazos sólidos con el universo
urbano de Buenos Aires, la ciudad que, junto con montevideo, fue
la cuna del tango. Se puede afirmar, por lo tanto, que el tango es la
música rioplatense.
EL APORtE URUGUAyO
La Argentina y el Uruguay son la patria compartida del tango: los dos
países aportaron alma y sentimiento, penas y alegrías, para que se
desarrollara esta expresión musical que los identifica.
Los uruguayos entregaron desde siempre sus mejores talentos a
esta música que los transportó desde sus entrañas de candombe y
negritud. músicos e inspirados poetas conforman una lista intermi-
nable de valores incuestionables: desde Gerardo matos Rodríguez,
autor de La cumparsita, se multiplican las figuras prestigiosas: Enri-
que Saborido (La morocha), César Lenzi (A media luz), José Luis Pa-
nizza (Julián), Horacio Castellanos (La puñalada) y muchos otros más.
también fue numerosa la presencia de argentinos en las noches tan-
gueras de montevideo. En locales como La Giralda, La Pasiva, Sport,
moulin Rouge y Pigall, pasaron las orquestas de Pugliese, Piazzola,
maderna, Enrique Delfino y otros.
gerardo Matos Rodríguez (1897-1948).
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Número 16 / Octubre 2013
REENCUENtROSLas letras de tango son tan numerosas y muchas de ellas son de tal
calidad poética, que hacer una selección es tarea espinosa; inevita-
blemente quedan fuera de la lista poesías valiosas que merecerían
figurar en este fascículo.
Sin duda alguna, las temáticas preferidas del tango, además de la
madre, “la viejita”, son las mujeres o, mejor dicho, las minas, según la
jerga tanguera, y, con ellas o sin ellas, el irremediable y fatal paso del
tiempo, dos temas que suelen presentarse entrelazados.
Ocasionalmente, con el correr de los años se produce el reencuentro
entre el protagonista y su antiguo amor. Es ella la que, la mayoría de
las veces, regresa arrepentida al bulín, como en el tango Volvió una
noche, de Gardel y Le Pera, cantado como solo podía hacerlo Carlitos:
Volvió una noche, no la esperaba,
había en su rostro tanta ansiedad
que tuve pena de recordarle
lo que he sufrido con su impiedad.
Me dijo humilde: “Si me perdonas,
el tiempo viejo otra vez vendrá.
La primavera es nuestra vida,
verás que todo nos sonreirá”.
En esta letra y en las dos siguientes, los reencuentros son breves, se
intercambian recuerdos, se culpan de errores, pero ya el nexo quedó
irreversiblemente interrumpido. Ninguno de los dos cuenta con áni-
mo para reanudar una vida compartida que saben que no va a fun-
cionar. La vida real está llena de estos momentos, y el tango Como
dos extraños, de José maría Contursi y Pedro Laurenz, lo expresa así:
Y ahora que estoy frente a ti
parecemos, ya ves, dos extraños...
Lección que por fin aprendí:
¡cómo cambian las cosas los años!
Angustia de saber muertas ya
la ilusión y la fe... Perdón si me ves lagrimear…
¡Los recuerdos me han hecho mal!
Siguiendo la misma línea, se encuentra el tango Los mareados, de
Enrique Cadícamo:
Hoy vas a entrar en mi pasado
Y hoy nuevas sendas tomaremos
¡Qué grande ha sido nuestro amor!
Y sin embargo, ¡ay!, mirá lo que quedó.
Otras veces, el encuentro es accidental, al salir de una milonga, y el
paso implacable del tiempo es mucho más evidente en la mina que
en el tipo. En general, el hombre está algo envejecido, tiene algunas
arrugas y el pelo canoso, ¡nunca pelado! En cuanto a la mina, la vida
disipada que llevó la transformó en un espectro casi irreconocible, una
figura que duele profundamente al tipo: él conservaba en el recuerdo
la imagen de aquella muchacha con la que se lucía en los bailes.
Un ejemplo es Tiempos viejos, de manuel Romero y Francisco Canaro:
¿Te acordás, hermano, la Rubia Mireya,
se la quité de los dientes al guapo Rivera?
¡Casi me suicido una noche por ella,
y hoy es una pobre mendiga harapienta...!
¿Te acordás hermano, lo linda que era?
¡Se formaba rueda pa´ verla bailar!
Cuando por la calle la veo tan vieja,
doy vuelta la cara y me pongo a llorar...
Sin embargo, la descripción más lapidaria del deterioro y derrumbe
físico de la amada está presente con frases precisas en el tango Esta
noche me emborracho, con música y letra de Discépolo:
Sola, fané, descangayada,
la vi esta madrugada salir de un cabaret;
flaca, dos cuartas de cogote y una percha en el escote
bajo la nuez; chueca, vestida de pebeta,
teñida y coqueteando su desnudez...
Parecía un gallo desplumao,
mostrando al compadrear
el cuero picoteao...
Yo que sé cuando no aguanto más
al verla, así, rajé, pa’ no llorar.
enrique cadícamo (1900-1999).
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EL PASO DEL tIEmPO
Según la letra de este tango, pasaron solo diez años, y la mina ya
está totalmente destruida, y es justamente eso lo que más le duele
al tipo, que quisiera verla tan linda como entonces. Porque él lo dejó
todo por ella, traicionó amigos, se hizo ruin y estafador, y ahora ve
que es solo un esqueleto andante. Para empeorar la imagen, ella se
viste y se pavonea como una adolescente, una pebeta, dice la letra,
y ese aspecto ridículo logra que la escena sea más patética y doloro-
sa. El terrible encuentro, el mazazo feroz que rompe en mil pedazos
aquella imagen idealizada en el recuerdo, induce al protagonista a
ahogar sus penas en el alcohol, procedimiento que se repite con te-
diosa frecuencia en un sinfín de tangos.
Ocasionalmente, pero muy ocasionalmente, el que se encuentra de-
teriorado es el tipo, mientras que la mina está igual y, para peor, en
mucha mejor posición económica que él. tal es el caso del tango Las
vueltas de la vida, de Francisco Canaro y manuel Romero. El tipo en
los buenos tiempos había sido un bacán:
En los tangos que se refieren al paso del tiempo, casi sin excepciones el
protagonista recuerda con nostalgia una juventud feliz, generalmente
en buena posición económica y con la mina que lo amaba. Después fue
perdiendo estos logros, apostando en las mesas de juego o en las ca-
rreras de caballos el dinero bien o mal habido. No es de sorprender que,
estando en la pobreza, entre las tantas pérdidas materiales que sufre,
se agrega la de la mina que abandona el bulín en busca de mejores
horizontes. Generalmente lo abandona por otro que le pueda brindar el
grado de bienestar que él le ofrecía en las épocas de bonanza. Se apre-
cia en estas letras el componente misógino que suele tener el tango.
La mujer es una oportunista, y sus sentimientos por el tipo terminan
cuando este cae en desgracia. Así lo manifiesta el tango Por culpa del
escolazo, o sea, el juego, milonga de mario Cecere y Roberto Grela, pla-
gada de términos lunfardos y, por lo tanto, una de las canciones favori-
tas de Edmundo Rivero, tan habitué a esta jerga porteña:
No faltó pa’ completar
aquella cancha barrosa,
cuando una grela rasposa
que mi bulín compartía
se las tomara un buen día
al ver fulera la cosa.
Un tango emblemático sobre el paso del tiempo y la decadencia del
protagonista es La casita de mis viejos, de Juan Carlos Cobián y Enri-
que Cadícamo. El hombre, ya grande, regresa derrotado al hogar que
abandonó en su adolescencia:
Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,
cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria,
mis veinte abriles me llevaron lejos…
locuras juveniles, la falta de consejo.
Hay en la casa un hondo y cruel silencio huraño,
y al golpear, como un extraño, me recibe el viejo criado…
Habré cambiado tanto, que el anciano por la voz tan solo
me reconoció.
Es interesante analizar estas estrofas porque encierran, por un lado,
una incongruencia; y por otro lado, una observación sagaz. Respecto
de lo primero, al referirse a la “casita“, está indicando un hogar relati-
vamente humilde, donde solamente queda la madre o “la viejita”, que
sin embargo conserva un criado o mayordomo. Debemos suponer que
se trata de una licencia poética para justificar y dar cabida a la conti-
nuación del relato que describe que los años y los avatares de la vida
cambiaron tanto al personaje, que el viejo criado, que ya es un anciano,
solo lo reconoció por la voz. Esta observación es pertinente, porque en
Ayer yo era rico, su amor disfruté,
de sedas y encajes la tuve vestida,
y alhajas y coches sin par le compré.
más tarde, el juego, o sea, la timba, lo arruinó y lo transformó en un
mendigo. El encuentro se produce bajo la lluvia, cuando él está men-
digando, y ella, sin reconocerlo, le da unos pesos desde la ventanilla
de su lujoso auto:
Parao en la vereda,
bajo la lluvia que me empapaba,
la vi pasar. El auto limousine,
como un estuche, de mí la aislaba con su cristal.
Frenó, me dio dos mangos
y en la mirada de indiferencia que echó al seguir,
noté que para ella yo era un mendigo sin importancia...
y me reí.
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AñORANzAS DEL BARRIO
los casos en que por el transcurso del tiempo y otras vicisitudes, las
facciones están muy alteradas, la persona es identificada por su voz.
En este capítulo es imprescindible incluir a dos mujeres poetas y can-
tautoras: Eladia Blázquez y maría Elena Walsh. De la segunda se des-
taca el tango El 45, que hace un repaso de la vida de dos hermanas:
Te acordás hermana que tiempos aquellos,
La vida nos daba la misma lección,
En la primavera del 45, tenías quince años lo mismo que yo.
Es emotivo el tramo del relato en que la protagonista destaca el im-
pacto que le produjo la explosión nuclear sobre Japón:
el Puente alsina.
Te acordás hermana que desde muy lejos
un olor a espanto nos enloqueció
era de Hiroshima donde tantas chicas
tenían quince años como vos y yo.
El poema se cierra con un dejo de nostalgia:
Te acordás que más tarde la vida
vino en tacos altos y nos separó…
Ya no compartimos el mismo tranvía,
solo nos reúne la buena de Dios.
muchos de los tangos que se escribieron después de la década de los
20 coincidieron con las mejoras cívicas de Buenos Aires, el ensancha-
miento de la calle Corrientes, las diagonales y los cambios suburba-
nos. Sin embargo, al porteño de clase humilde y de los conventillos,
al hombre del arrabal, estos cambios no le caían bien. Él prefería el
empedrado al pavimento y consideraba que los avances urbanísticos
le borraban los recuerdos y las imágenes de su infancia, y no le fal-
taba cierta razón. En este aspecto, hay letras que son arquetípicas,
como Puente Alsina, de Benjamín tagle Lara:
¿Dónde está mi barrio, mi cuna querida?
¿Dónde la guarida, refugio de ayer?
Borró el asfaltado, de una manotada,
la vieja barriada que me vio nacer...
Puente Alsina, que ayer fuera mi regazo,
de un zarpazo la avenida te alcanzó...
Puente Alsina, que fue escrito en 1926, se refiere a la estructura ho-
mónima que por entonces era una construcción de madera relativa-
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EvOCACIóN DE SALONES DE BAILE
Desde principios de la década de los 20, y después de muchos años
de suburbio y arrabal, el tango comienza a instalarse en el centro por-
teño como rey de la noche. Deja de ser música y baile solo de barrios
marginales y piringundines, para ser figura principal de los cabarets y
locales nocturnos más exclusivos de la zona céntrica de la ciudad. Al-
gunos salones de baile que fueron famosos durante la primera mitad
del siglo XX pasaron a transformarse en salas de exhibiciones, como
el Palais de Glace. Enrique Cadícamo, asiduo concurrente de aquel
salón, lo homenajeó con estas letras:
Palais de Glace del 920,
No existes más con tu cordial ambiente.
Allí bailé mis tangos de estudiante,
Allí soñé con los muchachos de antes.
Tu recuerdo es emoción
Y al mirar que ya no estás se me encoge el corazón.
mente precaria que cruzaba el Riachuelo y se continuaba en camino
de tierra uniendo la capital con el partido de Lanús. Ambos lados del
puente eran refugio de malandras, cafiolos, guapos y cajetillas. Fue
reemplazado por una estructura de hierro de carácter temporario que
evidentemente no satisfizo a esa fauna porteña.
Igualmente paradigmático es Tinta roja, de Cátulo Castillo y Sebas-
tián Piana:
¿Dónde estará mi arrabal?
¿Quién se robó mi niñez?
¿En qué rincón, luna mía,
volcás como entonces
tu clara alegría?
Veredas que yo pisé,
malevos que ya no son,
bajo tu cielo de raso
trasnocha un pedazo
de mi corazón.
El tango Tinta roja es de 1941, y la ciudad había sufrido modificacio-
nes sustanciales, que evidentemente distorsionaron la imagen que
tenía el protagonista de su infancia y lo expresa con una frase sucinta
y contundente: ¿Quién se robó mi niñez?
Por su parte, el tango San José de Flores, de Enrique Gaudino y Armando
Acquarone, es un ejemplo de que también los barrios alejados del centro
de la ciudad sufrieron cambios que alteraron fuertemente su fisonomía:
Me da pena de verte hoy, barrio de Flores,
rincón de mis juegos, cordial y feliz.
Recuerdos queridos, novela de amores
que evoca un romance de dicha sin fin.
Nací en ese barrio, crecí en sus veredas,
un día alcé el vuelo soñando triunfar;
y hoy, pobre y vencido, cargado de penas,
he vuelto cansado de tanto ambular...
más adelante, las estrofas adquieren un tinte dramático y marcan la
desazón del tipo al encontrar un paisaje distinto al que guardaba en
su memoria. Como él no cambió ni evolucionó, sino que, por el contra-
rio, vuelve derrotado al pago de la infancia, no puede aceptar que es él
quien se quedó en el tiempo, y ese contraste le marca más su fracaso:
Más vale que nunca pensara el regreso,
si al verte de nuevo me puse a llorar.
Mis labios dijeron temblando en un rezo:
¡Mi barrio no es este, cambió de lugar!...
Otro lugar famoso donde el tango era el rey de la noche fue El Chan-
tecler, un cabaret situado en pleno centro porteño donde, desde 1925
y hasta la mitad del siglo, desgranaron compases las más destacadas
orquestas de tango, empezando por la de Julio de Caro, que lo inaugu-
ró con su violín corneta.
Desde sus palcos solía asomarse Carlos Gardel, muchas veces acom-
pañado de una francesa conocida como madama Ritana, de quien se
comentaba que fue su amante. Finalmente, la piqueta puso fin a sus
días en 1960. Enrique Cadícamo lo evoca de esta manera en Adiós,
Chantecler:
Te redujo a escombros la fría piqueta
y al pasar de noche mirando tus ruinas,
este milonguero se siente poeta
y a un tango muy triste le pone sordina.
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Entre aquellas rojas cortinas de pana
de tus palcos altos que ahora no están,
se asomaba siempre Madama Ritana,
cubierta de alhajas bebiendo champán…
muchas veces, el recuerdo del tipo se solaza en cosas muy simples:
un patio, una pared y hasta el cordón de la vereda.
Cuartito azul, según sus autores, mario Battistella y mariano mores,
estuvo inspirado en una habitación muy pobre, pintada con “azul de la-
var la ropa”, un elemento de limpieza que hace décadas ya no se utiliza:
Cuartito azul de mi primera pasión,
Vos guardarás todo mi corazón.
Si alguna vez volviera la que amé
Vos le dirás que nunca la olvidé.
Cuartito azul, hoy te canto mi adiós;
Ya no abriré tu puerta y tu balcón.
El conventillo fue la primera expresión de la vivienda popular que la
gran ciudad destinó a la incorporación de la masa inmigrante que en
su mayoría era pobre. Numerosas familias habitaban estas casas de
inquilinato donde se entremezclaban idiomas, costumbres, desarrai-
gos y nostalgias. En los patios de ladrillo se bailaba el tango, y las pa-
rejas locales y extranjeras se entremezclaban al ritmo de algún ban-
doneón, generalmente tocado por un italiano que ya traía de su país
el conocimiento de la música y había quedado prendado con el ritmo
del tango. Cátulo Castillo y Aníbal troilo compusieron Patio mío, en
homenaje a ese espacio de reunión y baile.
Está mirando el cielo desolado
tu historia de ladrillos y portón.
El corazón sencillo, lastimado,
con un perfil de tango y corralón…
el chantecler.
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también Aníbal troilo fue autor de El patio de la morocha, que fue
motivo del film homónimo donde virginia Luque se lució con su voz:
Patio de la morocha que allá en el tiempo
tuvo frescor de sombras como el alero.
Sobre tu piso pobre, ladrillos viejos;
junto a mi pecho triste sus ojos negros
diciendo adiós, diciendo adiós.
tal como se mencionó antes, cosas tan simples como un muro o el
cordón de la vereda pueden llegar a despertar recuerdos nostálgicos,
como se aprecia en Madreselva, de César Amadori y Francisco Canaro:
Vieja pared del arrabal,
tu sombra fue mi compañera.
De mi niñez sin esplendor
la amiga fue tu madreselva.
Por su parte, Chico Novarro encontró en el cordón de la vereda del
barrio motivo para ponerle letra y música al tango Cordón:
Contame un poco más, del tiempo aquél
en que el tranvía te afeitaba,
cuando la noche era un hollín,
de taco y de carmín en la enramada.
Contame un poco más, del tiempo aquél
que se llevó la alcantarilla,
viejo cordón de mi vereda,
el único peatón, sos vos.
LA AUSENCIA DE LA mINA
La mina ausente es una constante en las letras tangueras y, sin duda,
el motivo más importante de la carga de nostalgia con que su com-
pañero la evoca. Las causas de la pérdida de la amada son esencial-
mente tres: el tipo la abandona y generalmente, pasado un tiempo
y totalmente arrepentido, no hace más que recordarla; y las otras
dos alternativas son: la mina lo abandona en brazos de otro o falle-
ce del mal que llevó a la tumba a la Dama de las Camelias, es decir,
la tuberculosis. Los relatos se dan ante una taza de café, rumiando
la tristeza en soledad o platicando con algún amigo. Las piezas son
innumerables, y aquí se optó por elegir las de mayor belleza poética
y metafórica.
Homero manzi es uno de los que más aportaron a esta temática,
como en el tango Ninguna:
Esta puerta se abrió para tu paso,
este piano tembló con tu canción,
esta mesa, este espejo y estos cuadros
guardan ecos del eco de tu voz.
No habrá ninguna igual. No habrá ninguna.
Ninguna con tu piel ni con tu voz.
Tu piel, magnolia que mojó la luna;
tu voz, murmullo que entibió el amor. Homero Manzi (1907-1951).
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Bibliografía
• Collier S. Carlos Gardel. Buenos Aires: Editorial Sudamericana 1992.
• Gobello J. Letras de tangos. Buenos Aires: Ediciones Nuevo Siglo 1995.
• Gobello J. Letras de tango, tomo I. Buenos Aires: Ediciones Centro Editor, Selección, 1997.
• Romay H. El tango y sus protagonistas. Buenos Aires: Bureau Editor SA 2000.
Roberto ”El Polaco” Goyeneche cantó magistralmente Naranjo en
flor, de los hermanos Expósito:
Era más blanda que el agua,
que el agua blanda.
Era más fresca que el río,
naranjo en flor…
Y en esa calle de estío, calle perdida,
dejó un pedazo de vida y se marchó.
Enrique Cadícamo escribió La novia ausente, con música de Guillermo
Barbieri:
¿Qué duendes lograron lo que ya no existe?
¿Qué mano huesuda fue hilando mis males?
¿Y qué pena altiva hoy me ha hecho tan triste,
¿triste como el eco de las catedrales?
¡Ah!... ya sé, ya sé... Fue la novia ausente,
aquella que cuando estudiante, me amaba.
Que al morir, un beso le dejé en la frente
porque estaba fría, porque me dejaba.
Cerrando este capítulo, acudimos nuevamente a la belleza poética de
Homero manzi, con Milonga triste:
Llegabas por el sendero
delantal y trenzas sueltas.
Brillaban tus ojos negros
claridad de luna llena.
Mis labios te hicieron daño
al besar tu boca fresca.
Castigo me dio tu mano
pero más golpeó tu ausencia.
La definición más reveladora del tango es la que usan los viejos de la
noche: tango es el abrazo. más allá de la música, la poesía lunfarda,
el coqueteo incesante y la presencia arrebatadora de los sentidos,
está ese acto humano, humanísimo. El tango convierte al abrazo en
humanísima poesía.
Roberto goyeneche (1926-1994).
goyeneche con aníbal troilo.
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