saludo a mis familias del claustro · magia de la cocina, el libro que nos espera, la vela que...

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Saludo esta tarde a todas las madres y maestras, padres y maestros, esperando que se encuentren muy bien de salud junto a sus preciosas familias. Han pasado ya dos semanas sin tener nuestros niños y niñas aquí con nosotros, pero hemos sabido mantener la firme voluntad de acompañarlos en casa. Por abrirnos las puertas de sus hogares y por los numerosos mensajes de reconocimiento y solidaridad, mi sentido agradecimiento. De un momento para otro tuvimos que sumergirnos casi totalmente en la tecnología, ese mundo que habíamos empleado como una herramienta más. Como todos los aprendizajes nuevos, nos ha maravillado y también nos ha llevado a realizar ajustes necesarios, teniendo en cuenta, no solo los contenidos académicos programados para este período, sino, tal vez lo más importante hoy: el respeto por el sagrado espacio familiar, donde en principio aprendemos a gestionar nuestras emociones, fomentamos los valores y alimentamos el amor. Muchas son las reflexiones que nos está dejando esta extrema realidad mundial. Probablemente, una de las más importantes, es la de atendernos mejor. Los afanes diarios y el cumplimiento de horarios pesados, no nos ha dejado espacio para pensar a conciencia temas tan importantes como son el cambio climático, la absurda inequidad social, el consumismo exagerado o la violencia diaria de nuestras ciudades. Por fortuna, esta situación de hoy nos ha llevado precisamente a obrar, mirándonos todos y reconociéndonos humanos. Entre tanto trajín, nuestros hijos e hijas han ido creciendo sin darnos cuenta. Ahora pareciera que el tiempo se ha detenido y ya no sabemos donde poner nuestros afanes. Tal vez en buscar una y otra vez estadísticas que nos intranquilizan, en el abastecimiento o en el aseo riguroso; en la exigencia del tele trabajo o en darnos cuenta, con mucha preocupación, que no sabemos qué hacer con nuestros hijos todo el tiempo en casa. Habíamos aprendido otros horarios. Estábamos acostumbrados a no ver a nuestros niños durante más de ocho horas y a recibirlos muy cansados ellos y nosotros, apenas para compartir unas pocas horas. Ahora, la maternidad y la paternidad se volvieron de tiempo completo, incluyendo en este precioso rol a los maestros y maestras de sus hijos. ¡Qué maravillosa oportunidad este tiempo para el amor! ¡Qué gran lección estamos recibiendo! ¡Qué puede ser más importante ahora que cuidarnos y acompañarnos bien! Los niños y las niñas también tenían otra rutina; estaban acostumbrados al abrazo de la montaña, al canto del agua, la buena sombra de nuestros árboles, el recreo con sus amigos, el vuelo de pájaros y mariposas y todo esa magia era parte de su cotidianidad. La rutina cambió, nos dejó a todos en nuestro hogar, aislados del colegio, pero conectados entre nosotros con el precioso reto de cuidarnos bien. Los niños como nosotros, tienen incertidumbre; ellos como nosotros necesitan contención, serenidad, atención. No se puede aprender si emocionalmente no estamos bien. ¡Y tenemos tanto por aprender! Volver al lápiz y el papel, para conectarnos con nuestros sentidos, pintar para recrear el alma, leer para liberar el espíritu, preparar los alimentos, para entender reacciones químicas y físicas, ordenar nuestros espacios y nuestras emociones. Los juegos de palabras, las rimas , las canciones, todo aquello a lo que recurrimos cuando se va la luz. ¡Cuánto amor y cuanta risa nos trae la oscuridad y la luz de las velas! El riesgo que correríamos tal vez, sería no querer volver a prender un computador. Muy útil es la tecnología. Aquí, en el Claustro, seguirá siendo una herramienta más. Allí nos encontraremos para saludarnos cariñosamente como ya sabíamos, seguiremos las instrucciones, atenderemos a nuestros profesores y profesoras, haremos tareas y viajaremos a lugares magníficos. Ahora, nuestros programas tendrán que enfocarse más en la motivación, el fomento de la responsabilidad, los aprendizajes, los reconocimientos y las oportunas correcciones, que simplemente en una nota. Así como nos lo exige este tiempo de recogimiento y adaptación. No se preocupen. Los instrumentos de evaluación también tendrán que ajustarse. Los niños seguirán aprendiendo de nuestra mano y nosotros de la de ellos. El tiempo está a nuestro favor. Hemos aprendido a darle demasiado importancia a los números. “A los adultos les gustan los números” afirma Antoine de Saint-Exupèry en El Principito. Así nos ha formado la sociedad actual. Hemos aprendido también a acostumbrarnos al estrés y a enfermarnos por ello. Tal vez esta crisis nos hará replantear otros valores más cualitativos que cuantitativos que nos lleven a cuidarnos y enriquecernos física y mentalmente. La verdadera esencia de la educación. Siempre habrá tiempo para el trabajo y la tarea. Lo demás, lo verdaderamente importante es invisible a los ojos, irá sucediendo en casa, en el abrazo, en la ternura, en el cuidado y todo aquello que teníamos aplazado por estar de afán. A todos nos corresponde dejar la mejor memoria de esta dura situación. Una casa no es solo una casa. Una casa es el amor, la música, el silencio; es la memoria, la sonrisa y la ternura; es la magia de la cocina, el libro que nos espera, la vela que invoca a nuestros ancestros y a los dioses todos. Es el milagro de mirarnos con los ojos abiertos o cerrados y saber que estamos juntos aquí y ahora, sin importar la geografía. Desde esta, también su casa, con el cariño y la voluntad de estar siempre con ustedes, Rectora ÁNGELA MEDELLÍN SALUDO A MIS FAMILIAS DEL CLAUSTRO

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Page 1: SALUDO A MIS FAMILIAS DEL CLAUSTRO · magia de la cocina, el libro que nos espera, la vela que invoca a nuestros ancestros y a los dioses todos. Es el milagro de mirarnos con los

Saludo esta tarde a todas las madres y maestras, padres y maestros, esperando que se encuentren muy bien de salud junto a sus preciosas familias.

Han pasado ya dos semanas sin tener nuestros niños y niñas aquí con nosotros, pero hemos sabido mantener la firme voluntad de acompañarlos en casa. Por abrirnos las puertas de sus hogares y por los numerosos mensajes de reconocimiento y solidaridad, mi sentido agradecimiento.

De un momento para otro tuvimos que sumergirnos casi totalmente en la tecnología, ese mundo que habíamos empleado como una herramienta más. Como todos los aprendizajes nuevos, nos ha maravillado y también nos ha llevado a realizar ajustes necesarios, teniendo en cuenta, no solo los contenidos académicos programados para este período, sino, tal vez lo más importante hoy: el respeto por el sagrado espacio familiar, donde en principio aprendemos a gestionar nuestras emociones, fomentamos los valores y alimentamos el amor.

Muchas son las reflexiones que nos está dejando esta extrema realidad mundial. Probablemente, una de las más importantes, es la de atendernos mejor. Los afanes diarios y el cumplimiento de horarios pesados, no nos ha dejado espacio para pensar a conciencia temas tan importantes como son el cambio climático, la absurda inequidad social, el consumismo exagerado o la violencia diaria de nuestras ciudades. Por fortuna, esta situación de hoy nos ha llevado precisamente a obrar, mirándonos todos y reconociéndonos humanos. Entre tanto trajín, nuestros hijos e hijas han ido creciendo sin darnos cuenta. Ahora pareciera que el tiempo se ha detenido y ya no sabemos donde poner nuestros afanes. Tal vez en buscar una y otra vez estadísticas que nos intranquilizan, en el abastecimiento o en el aseo riguroso; en la exigencia del tele trabajo o en darnos cuenta, con mucha preocupación, que no sabemos qué hacer con nuestros hijos todo el tiempo en casa. Habíamos aprendido otros horarios. Estábamos acostumbrados a no ver a nuestros niños durante más de ocho horas y a recibirlos muy cansados ellos y nosotros, apenas para compartir unas pocas horas. Ahora, la maternidad y la paternidad se volvieron de tiempo completo, incluyendo en este precioso rol a los maestros y maestras de sus hijos.

¡Qué maravillosa oportunidad este tiempo para el amor! ¡Qué gran lección estamos recibiendo! ¡Qué puede ser más importante ahora que cuidarnos y acompañarnos bien!

Los niños y las niñas también tenían otra rutina; estaban acostumbrados al abrazo de la montaña, al canto del agua, la buena sombra de nuestros árboles, el recreo con sus amigos, el vuelo de pájaros y mariposas y todo esa magia era parte de su cotidianidad. La rutina cambió, nos dejó a todos en nuestro hogar, aislados del colegio, pero conectados entre nosotros con el precioso reto de cuidarnos bien. Los niños como nosotros, tienen incertidumbre; ellos como nosotros necesitan contención, serenidad, atención. No se puede aprender si emocionalmente no estamos bien. ¡Y tenemos tanto por aprender! Volver al lápiz y el papel, para conectarnos con nuestros sentidos, pintar para recrear el alma, leer para liberar el espíritu, preparar los alimentos, para entender reacciones químicas y físicas, ordenar nuestros espacios y nuestras emociones. Los juegos de palabras, las rimas , las canciones, todo aquello a lo que recurrimos cuando se va la luz. ¡Cuánto amor y cuanta risa nos trae la oscuridad y la luz de las velas! El riesgo que correríamos tal vez, sería no querer volver a prender un computador.

Muy útil es la tecnología. Aquí, en el Claustro, seguirá siendo una herramienta más. Allí nos encontraremos para saludarnos cariñosamente como ya sabíamos, seguiremos las instrucciones, atenderemos a nuestros profesores y profesoras, haremos tareas y viajaremos a lugares magníficos. Ahora, nuestros programas tendrán que enfocarse más en la motivación, el fomento de la responsabilidad, los aprendizajes, los reconocimientos y las oportunas correcciones, que simplemente en una nota. Así como nos lo exige este tiempo de recogimiento y adaptación. No se preocupen. Los instrumentos de evaluación también tendrán que ajustarse. Los niños seguirán aprendiendo de nuestra mano y nosotros de la de ellos. El tiempo está a nuestro favor. Hemos aprendido a darle demasiado importancia a los números. “A los adultos les gustan los números” afirma Antoine de Saint-Exupèry en El Principito. Así nos ha formado la sociedad actual. Hemos aprendido también a acostumbrarnos al estrés y a enfermarnos por ello. Tal vez esta crisis nos hará replantear otros valores más cualitativos que cuantitativos que nos lleven a cuidarnos y enriquecernos física y mentalmente. La verdadera esencia de la educación. Siempre habrá tiempo para el trabajo y la tarea. Lo demás, lo verdaderamente importante es invisible a los ojos, irá sucediendo en casa, en el abrazo, en la ternura, en el cuidado y todo aquello que teníamos aplazado por estar de afán. A todos nos corresponde dejar la mejor memoria de esta dura situación.

Una casa no es solo una casa. Una casa es el amor, la música, el silencio; es la memoria, la sonrisa y la ternura; es la magia de la cocina, el libro que nos espera, la vela que invoca a nuestros ancestros y a los dioses todos. Es el milagro de mirarnos con los ojos abiertos o cerrados y saber que estamos juntos aquí y ahora, sin importar la geografía.

Desde esta, también su casa, con el cariño y la voluntad de estar siempre con ustedes,

RectoraÁNGELA MEDELLÍN

SALUDO A MIS FAMILIAS DEL CLAUSTRO

¡Qué maravillosa oportunidad este tiempo para el amor! ¡Qué gran lección estamos recibiendo! ¡Qué puede ser más importante ahora que cuidarnos y acompañarnos bien!

Los niños y las niñas también tenían otra rutina; estaban acostumbrados al abrazo de la montaña, al canto del agua, la buena sombra de nuestros árboles, el recreo con sus amigos, el vuelo de pájaros y mariposas y todo esa magia era parte de su cotidianidad. La rutina cambió, nos dejó a todos en nuestro hogar, aislados del colegio, pero conectados entre nosotros con el precioso reto de cuidarnos bien. Los niños como nosotros, tienen incertidumbre; ellos como nosotros necesitan contención, serenidad, atención. No se puede aprender si emocionalmente no estamos bien. ¡Y tenemos tanto por aprender! Volver al lápiz y el papel, para conectarnos con nuestros sentidos, pintar para recrear el alma, leer para liberar el espíritu, preparar los alimentos, para entender reacciones químicas y físicas, ordenar nuestros espacios y nuestras emociones. Los juegos de palabras, las rimas , las canciones, todo aquello a lo que recurrimos cuando se va la luz. ¡Cuánto amor y cuanta risa nos trae la oscuridad y la luz de las velas! El riesgo que correríamos tal vez, sería no querer volver a prender un computador.

Muy útil es la tecnología. Aquí, en el Claustro, seguirá siendo una herramienta más. Allí nos encontraremos para saludarnos cariñosamente como ya sabíamos, seguiremos las instrucciones, atenderemos a nuestros profesores y profesoras, haremos tareas y viajaremos a lugares magníficos. Ahora, nuestros programas tendrán que enfocarse más en la motivación, el fomento de la responsabilidad, los aprendizajes, los reconocimientos y las oportunas correcciones, que simplemente en una nota. Así como nos lo exige este tiempo de recogimiento y adaptación. No se preocupen. Los instrumentos de evaluación también tendrán que ajustarse. Los niños seguirán aprendiendo de nuestra mano y nosotros de la de ellos. El tiempo está a nuestro favor. Hemos aprendido a darle demasiado importancia a los números. “A los adultos les gustan los números” afirma Antoine de Saint-Exupèry en El Principito. Así nos ha formado la sociedad actual. Hemos aprendido también a acostumbrarnos al estrés y a enfermarnos por ello. Tal vez esta crisis nos hará replantear otros valores más cualitativos que cuantitativos que nos lleven a cuidarnos y enriquecernos física y mentalmente. La verdadera esencia de la educación. Siempre habrá tiempo para el trabajo y la tarea. Lo demás, lo verdaderamente importante es invisible a los ojos, irá sucediendo en casa, en el abrazo, en la ternura, en el cuidado y todo aquello que teníamos aplazado por estar de afán. A todos nos corresponde dejar la mejor memoria de esta dura situación.

Una casa no es solo una casa. Una casa es el amor, la música, el silencio; es la memoria, la sonrisa y la ternura; es la magia de la cocina, el libro que nos espera, la vela que invoca a nuestros ancestros y a los dioses. Es el milagro de mirarnos con los ojos abiertos o cerrados y saber que estamos juntos aquí y ahora, sin importar la geografía.

Desde esta, también su casa, con el cariño y la voluntad de estar siempre con ustedes,

RectoraÁNGELA MEDELLÍN

SALUDO A MIS FAMILIAS DEL CLAUSTRO

Saludo esta tarde a todas las madres y maestras, padres y maestros, esperando que se encuentren muy bien de salud junto a sus preciosas familias.

Han pasado ya dos semanas sin tener nuestros niños y niñas aquí con nosotros, pero hemos sabido mantener la firme voluntad de acompañarlos en casa. Por abrirnos las puertas de sus hogares y por los numerosos mensajes de reconocimiento y solidaridad, mi sentido agradecimiento.

De un momento para otro tuvimos que sumergirnos casi totalmente en la tecnología, ese mundo que habíamos empleado como una herramienta más. Como todos los aprendizajes nuevos, nos ha maravillado y también nos ha llevado a realizar ajustes necesarios, teniendo en cuenta, no solo los contenidos académicos programados para este período, sino, tal vez lo más importante hoy: el respeto por el sagrado espacio familiar, donde en principio aprendemos a gestionar nuestras emociones, fomentamos los valores y alimentamos el amor.

Muchas son las reflexiones que nos está dejando esta extrema realidad mundial. Probablemente, una de las más importantes, es la de atendernos mejor. Los afanes diarios y el cumplimiento de horarios pesados, no nos ha dejado espacio para pensar a conciencia temas tan importantes como son el cambio climático, la absurda inequidad social, el consumismo exagerado o la violencia diaria de nuestras ciudades. Por fortuna, esta situación de hoy nos ha llevado precisamente a obrar , mirándonos todos y reconociéndonos humanos. Entre tanto trajín, nuestros hijos e hijas han ido creciendo sin darnos cuenta. Ahora pareciera que el tiempo se ha detenido y ya no sabemos donde poner nuestros afanes. Tal vez en buscar una y otra vez estadísticas que nos intranquilizan, en el abastecimiento o en el aseo riguroso; en la exigencia del tele trabajo o en darnos cuenta, con mucha preocupación, que no sabemos qué hacer con nuestros hijos todo el tiempo en casa. Habíamos aprendido otros horarios. Estábamos acostumbrados a no ver a nuestros niños durante más de ocho horas y a recibirlos muy cansados ellos y nosotros, apenas para compartir unas pocas horas. Ahora, la maternidad y la paternidad se volvieron de tiempo completo, incluyendo en este precioso rol a los maestros y maestras de sus hijos.

¡Qué maravillosa oportunidad este tiempo para el amor! ¡Qué gran lección estamos recibiendo! ¡Qué puede ser más importante ahora que cuidarnos y acompañarnos bien!

Los niños y las niñas también tenían otra rutina; estaban acostumbrados al abrazo de la montaña, al canto del agua, la buena sombra de nuestros árboles, el recreo con sus amigos, el vuelo de pájaros y mariposas y todo esa magia era parte de su cotidianidad. La rutina cambió, nos dejó a todos en nuestro hogar, aislados del colegio, pero conectados entre nosotros con el precioso reto de cuidarnos bien. Los niños como nosotros, tienen incertidumbre; ellos como nosotros necesitan contención, serenidad, atención. No se puede aprender si emocionalmente no estamos bien. ¡Y tenemos tanto por aprender! Volver al lápiz y el papel, para conectarnos con nuestros sentidos, pintar para recrear el alma, leer para liberar el espíritu, preparar los alimentos, para entender reacciones químicas y físicas, ordenar nuestros espacios y nuestras emociones. Los juegos de palabras, las rimas , las canciones, todo aquello a lo que recurrimos cuando se va la luz. ¡Cuánto amor y cuanta risa nos trae la oscuridad y la luz de las velas! El riesgo que correríamos tal vez, sería no querer volver a prender un computador.

Muy útil es la tecnología. Aquí, en el Claustro, seguirá siendo una herramienta más. Allí nos encontraremos para saludarnos cariñosamente como ya sabíamos, seguiremos las instrucciones, atenderemos a nuestros profesores y profesoras, haremos tareas y viajaremos a lugares magníficos. Ahora, nuestros programas tendrán que enfocarse más en la motivación, el fomento de la responsabilidad, los aprendizajes, los reconocimientos y las oportunas correcciones, que simplemente en una nota. Así como nos lo exige este tiempo de recogimiento y adaptación. No se preocupen. Los instrumentos de evaluación también tendrán que ajustarse. Los niños seguirán aprendiendo de nuestra mano y nosotros de la de ellos. El tiempo está a nuestro favor. Hemos aprendido a darle demasiado importancia a los números. “A los adultos les gustan los números” afirma Antoine de Saint-Exupèry en El Principito. Así nos ha formado la sociedad actual. Hemos aprendido también a acostumbrarnos al estrés y a enfermarnos por ello. Tal vez esta crisis nos hará replantear otros valores más cualitativos que cuantitativos que nos lleven a cuidarnos y enriquecernos física y mentalmente. La verdadera esencia de la educación. Siempre habrá tiempo para el trabajo y la tarea. Lo demás, lo verdaderamente importante e invisible a los ojos, irá sucediendo en casa, en el abrazo, en la ternura, en el cuidado y todo aquello que teníamos aplazado por estar de afán. A todos nos corresponde dejar la mejor memoria de esta dura situación.

Una casa no es solo una casa. Una casa es el amor, la música, el silencio; es la memoria, la sonrisa y la ternura; es la magia de la cocina, el libro que nos espera, la vela que invoca a nuestros ancestros y a los dioses todo. Es el milagro de mirarnos con los ojos abiertos o cerrados y saber que estamos juntos aquí y ahora, sin importar la geografía.

Desde esta, también su casa, con el cariño y la voluntad de estar siempre con ustedes,

Rectora