salud urbana en la epoca colonial

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20 / ArqueologíA MexicAnA SAluBriDAD urBAnA en lA SocieDAD VirreinAl / 21 H acer un análisis histórico de la forma en que las sociedades que nos antecedieron vivieron y se apropiaron de los espacios en que tuvo lu- gar su existencia es particularmente com- plejo en el presente siglo, más aún si anali- zamos y explicamos esos espacios y su arquitectura en función de la salud pública y no como el estudio de las construcciones, de la disposición de los materiales para edi- ficar casas, edificios y calles, o como mani- festaciones exclusivamente artísticas. Hoy en día esas expresiones de los grupos so- ciales han dejado de ser predominantemen- te descriptivas para convertirse en tema de análisis e interpretación de acuerdo con métodos y técnicas surgidos de las ciencias sociales en interacción con las biológicas. La historia y la antropología física –al revisar la importante y rica documentación que existe sobre aspectos sanitarios e hi- giene urbana del periodo virreinal y el México independiente, conjuntamente con los materiales óseos recuperados en los diversos trabajos de exploración– han enfocado la investigación hacia esos aspec- tos. Esto ha permitido explicar las causas El espacio arquitectónico-urbano es reflejo tanto de la forma en que las sociedades realizan las activi- dades que integran su modo de vida como de las condiciones de salud de sus habitantes. La ciudad de México en el siglo xvii. “Plano del conde de Moctezuma”. Museo Nacional de Historia. reprogrAfíA: BoriS De SwAn / rAíceS Salubridad urbana en la sociedad virreinal Marcela SalaS cueSta, María elena SalaS cueSta Durante el virreinato y la primera mitad del siglo xix del México independiente, el medio ambiente como agente de enfermedades fue preocupación cons- tante de los responsables de la administración urba- na, sobre todo en el perio- do 1760-1850. entonces se establecieron obras y servicios de infraestructu- ra de orden público enca- minados a la limpieza y orden de las ciudades para controlar la morbilidad y la mortalidad de la población a causa de una serie de enfermedades provoca- das por la falta de higiene. Los centros urbanos novohispanos fueron objeto de continuas transformaciones en materia de salubri- dad; fueron notables las ocurridas entre 1760 y 1850. Pedro de Arrieta, Catastro de la ciudad de Méxi- co, siglo xviii. Museo Nacional del Virreinato. reprogrAfíA: BoriS De SwAn / rAíceS reprogrAfíAS: BoriS De SwAn / rAíceS En los edificios habitacionales y públicos se manifiestan los hábitos de salubridad e higiene de la población que dieron origen a un importante nú- mero de enfermedades relacionadas con la disminución o el aumento en los índices demográficos. a) Cristóbal de Villalpando, siglo xvii. b) Exvoto. Anónimo. Colección particular. demográficas, sociales, políticas, económi- cas e ideológicas que dieron origen a un importante número de enfermedades –va- rias de las cuales se convirtieron en epide- mias, pandemias y endemias en función del paisaje material, que es determinante–, y entender las estructuras habitacionales, públicas y domésticas con el objeto de no sólo describir las formas urbanas y arqui- tectónicas, sino de abordar la historia de la construcción como la expresión del medio de vida de una sociedad. Así, en ella se re- flejan los hábitos de alimentación, limpie- za personal, aseo de la vivienda; aspectos como hacinamiento, contaminación del agua y la comida, existencia de residuos en la vía pública, temperatura ambiente, hu- medad, desechos orgánicos en descompo- sición, lodazales y agua estancada, así como la convivencia con animales y sus parási- tos, por mencionar sólo algunos elemen- tos. Todo ello llevó a que las autoridades virreinales emitieran constantes ordenan- zas y bandos para regular la salud urbana. De tal forma, si consideramos el espa- cio arquitectónico-urbano como el lugar donde se realizan todas las actividades que integran el modo de vida de una sociedad, podemos inferir un sinnúmero de caracte- rísticas que, de otra forma, no podrían re- conocerse. Ya que la arquitectura y el ur- banismo son fenómenos sociales que se dan en el transcurso del tiempo histórico, es necesario ubicar el momento y el lugar, pues ambos son el marco de referencia para analizar sus premisas y naturaleza. a b

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Page 1: Salud Urbana en La Epoca Colonial

20 / ArqueologíA MexicAnA SAluBriDAD urBAnA en lA SocieDAD VirreinAl / 21

H acer un análisis histórico de la forma en que las sociedades que nos antecedieron vivieron y se

apropiaron de los espacios en que tuvo lu-gar su existencia es particularmente com-plejo en el presente siglo, más aún si anali-zamos y explicamos esos espacios y su arquitectura en función de la salud pública y no como el estudio de las construcciones,

de la disposición de los materiales para edi-ficar casas, edificios y calles, o como mani-festaciones exclusivamente artísticas. Hoy en día esas expresiones de los grupos so-ciales han dejado de ser predominantemen-te descriptivas para convertirse en tema de análisis e interpretación de acuerdo con métodos y técnicas surgidos de las ciencias sociales en interacción con las biológicas.

La historia y la antropología física –al revisar la importante y rica documentación que existe sobre aspectos sanitarios e hi-giene urbana del periodo virreinal y el México independiente, conjuntamente con los materiales óseos recuperados en los diversos trabajos de exploración– han enfocado la investigación hacia esos aspec-tos. Esto ha permitido explicar las causas

El espacio arquitectónico-urbano es reflejo tanto de la forma en que las sociedades realizan las activi-dades que integran su modo de vida como de las condiciones de salud de sus habitantes. La ciudad de México en el siglo xvii. “Plano del conde de Moctezuma”. Museo Nacional de Historia.

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Salubridad urbana en la sociedad virreinal

Marcela SalaS cueSta, María elena SalaS cueSta

Durante el virreinato y la primera mitad del siglo xix del México independiente, el medio ambiente como agente de enfermedades fue preocupación cons-tante de los responsables de la administración urba-na, sobre todo en el perio-do 1760-1850. entonces se establecieron obras y servicios de infraestructu-ra de orden público enca-minados a la limpieza y orden de las ciudades para controlar la morbilidad y la mortalidad de la población a causa de una serie de enfermedades provoca-das por la falta de higiene.

Los centros urbanos novohispanos fueron objeto de continuas transformaciones en materia de salubri-dad; fueron notables las ocurridas entre 1760 y 1850. Pedro de Arrieta, Catastro de la ciudad de Méxi-co, siglo xviii. Museo Nacional del Virreinato.

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En los edificios habitacionales y públicos se manifiestan los hábitos de salubridad e higiene de la población que dieron origen a un importante nú-mero de enfermedades relacionadas con la disminución o el aumento en los índices demográficos. a) Cristóbal de Villalpando, siglo xvii. b) Exvoto. Anónimo. Colección particular.

demográficas, sociales, políticas, económi-cas e ideológicas que dieron origen a un importante número de enfermedades –va-rias de las cuales se convirtieron en epide-mias, pandemias y endemias en función del paisaje material, que es determinante–, y entender las estructuras habitacionales, públicas y domésticas con el objeto de no sólo describir las formas urbanas y arqui-tectónicas, sino de abordar la historia de la construcción como la expresión del medio de vida de una sociedad. Así, en ella se re-flejan los hábitos de alimentación, limpie-za personal, aseo de la vivienda; aspectos como hacinamiento, contaminación del agua y la comida, existencia de residuos en la vía pública, temperatura ambiente, hu-medad, desechos orgánicos en descompo-sición, lodazales y agua estancada, así como la convivencia con animales y sus parási-tos, por mencionar sólo algunos elemen-tos. Todo ello llevó a que las autoridades virreinales emitieran constantes ordenan-zas y bandos para regular la salud urbana.

De tal forma, si consideramos el espa-cio arquitectónico-urbano como el lugar donde se realizan todas las actividades que integran el modo de vida de una sociedad, podemos inferir un sinnúmero de caracte-rísticas que, de otra forma, no podrían re-conocerse. Ya que la arquitectura y el ur-banismo son fenómenos sociales que se dan en el transcurso del tiempo histórico, es necesario ubicar el momento y el lugar, pues ambos son el marco de referencia para analizar sus premisas y naturaleza.

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Transformación de los cenTros urbanos

Los centros urbanos novohispanos que surgieron a partir del siglo xvi fueron ob-jeto de importantes y continuas transfor-maciones en lo que a materia de salubridad se refiere, y entre ellas destacan las efectua-das entre 1760 y 1850, lapso en el que las ideas que dieron origen al urbanismo neoclásico se relacionaron estrechamente

con las vinculadas a la salud pública. De-bido a los nuevos conceptos morales-hi-gienistas, en concordancia con el pensa-miento ilustrado, se estableció como principio la indagación científica, que con-cedía a los efectos del aire un papel funda-mental para la salud.

Al ponerse en boga las ideas de las co-rrientes mecanicistas y circulacionistas se propició la investigación para analizar la relación entre morbilidad, mortalidad y medio ambiente, y se dispuso que los es-pacios de la ciudad debían adaptarse a la fluidez del aire y del agua con el fin de prevenir y curar las enfermedades. Se bus-caron alternativas basadas en la teoría cir-culacionista, según la cual la circulación sanguínea es el imperativo de los movi-mientos del aire, del agua y de los produc-tos. Así, lo contrario de lo insalubre es el movimiento, es decir, si el espacio urba-no no tenía circulación, esto era un fac-tor determinante para la incubación, transmisión y propagación de los males (Salas y Salas, 2005).

urbanismo y arquiTecTura

Desde el siglo xvi hasta principios del xix, el urbanismo y la arquitectura se reflejaron en importantes construcciones de las ciu-dades novohispanas, en concordancia con el siglo en que fueron erigidas, algunas so-bresalientes por sus dimensiones, calidad constructiva, empleo de materiales y formas artísticas. Se trata principalmente de edifi-

cios destinados a la administración y obras de servicio público, entre las que se encon-traban las destinadas a los órganos de go-bierno, iglesias, conventos, hospitales e ins-tituciones de beneficencia, escuelas y seminarios, jardines, paseos y plazas públi-cas, mercados y alhóndigas, así como ce-menterios y algunas residencias. Todas esas construcciones estaban entremezcladas con otras de muy pobre calidad, como las de la gente del pueblo, donde la cantidad su-peraba a la manufactura. Esto daba como resultado que las ciudades se convirtieran en caóticas, pues pese a la traza reticular cre-cieron en desorden y sin los más mínimos servicios públicos, como abastecimiento de agua potable, cañerías, drenajes, atarjeas y letrinas, por mencionar sólo algunos.

En general el trazo urbano presentaba dos espacios: el de los españoles y el de la llamada “gente de medio pasar” que convi-vía con los indígenas. El primero era amplio y recto en sus calles, el segundo no tenía tra-zo, alineamiento u orden. En ese trazo ur-bano la pompa de las fiestas y procesiones organizadas por el clero y la sociedad privi-legiada contrastaba con la muchedumbre semidesnuda llena de abandono y miseria que transitaba en medio de la decencia ecle-siástica religiosa y secular que entre toques de campanas recorría las calles malolientes e insalubres por los encharcamientos, mu-ladares y animales muertos. Las devociones –en ese mundo– eran una de las formas de sentir seguridad en la vida y en la salud del cuerpo y el alma, de ahí que surgieran las distintas cofradías, cuyos patrones y miem-bros de muchas de ellas tenían la obligación de auxiliar y velar por los enfermos, además de que existía una devoción para cada pa-decimiento, a diferencia del siglo xix, en el que se procuraba la salud, y la enfermedad era atendida por las autoridades correspon-dientes sin la intervención del clero.

El siglo xviii europeo fue un punto de apoyo para el avance del Estado moderno occidental. Destaca el concepto de la cir-culación de los vientos y de las aguas, así como el del movimiento general, que tie-ne como premisa mayor la higiene, lo cual se reflejó en la salubridad urbana median-te la propuesta de una política sanitaria: “…una ciudad moderna, una ciudad sana, para poder serlo, debía de echar a andar todo aquello que estuviese estancado, lo contrario del movimiento era visto como atraso” (Dávalos, 1989).

Las nuevas ideas cobraron fuerza en la Nueva España, y los arquitectos, los ofi-ciales y en especial las monjas comenzaron a temer que las epidemias se propagaran debido a la obstrucción de la circulación, a los encharcamientos y los muladares si-tuados en torno a los conventos (Sánchez de Tagle, 1997).

el espacio urbano: orden y limpieza

En la segunda mitad del siglo xviii, la ima-gen de los centros urbanos empezó a ser cuestionada ante las nuevas concepciones aplicadas en Francia y España en cuanto a la organización del espacio urbano, para lo cual se tomó como modelo el urbanismo clásico (Hernández, 1998). Junto con el or-den se buscaba la limpieza, hasta entonces ausente como medida para garantizar la sa-lud. Así, el virrey marqués de Croix esta-bleció en un bando de 1769, formado por 21 artículos, una reforma urbana que in-cluía la eliminación de la basura en calles, plazas, mercados, acequias, calzadas, jardi-nes y drenajes (Lombardo, 1987).

En 1775, el virrey Antonio María Bu-careli ordenó, para que las ciudades estu-vieran limpias, que en las casas se constru-yera un depósito de basura, la cual sería recogida por carros especiales dentro de un horario, prohibiéndose tirarla en espa-

Las nuevas ideas sobre la salud cobraron fuerza en el siglo xviii, entonces, arquitectos, oficiales y en especial las monjas comenzaron a temer por la propagación de las epidemias. Anónimo, Los desposorios místicos, siglo xviii. Museo Nacional del Virreinato.

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Los mercados fueron reglamentados en el siglo xviii para regular su higiene, pues multitud de ven-dedores los habían convertido en verdaderas po-cilgas. Anónimo, Plaza del Volador, siglo xviii. Mu-seo de América, Madrid, España.

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Las devociones eran una de las formas que hacían a las personas sentir seguridad en la vida y en la salud del cuerpo y del alma; por eso se organizaban procesiones en las que participaba el clero, la sociedad privilegiada y la gente sin recursos. Anónimo, La Procesión de San Juan Nepo-muceno, siglo xviii.

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Desde el siglo xvi y hasta principios del xix hubo en la ciudad de México importantes construcciones, destinadas a la administración pública (a), entremezcladas con otras de muy pobre calidad en las que habitaba gente del pueblo (b). a) Pedro de Arrieta, Catastro de la ciudad de México, siglo xviii. Museo Nacional del Virreinato. b) Biombo del siglo xviii. Museo de América, Madrid.

En concordancia con los conceptos morales hi-gienistas, el pensamiento ilustrado estableció como principio la indagación científica en rela-ción con los efectos del aire en la salud. José de Páez, Clérigos y médicos, exvoto, siglo xviii. Xal-tocan, Hidalgo.

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En el siglo xviii hubo en Europa avances impor-tantes en las investigaciones científicas, lo que constituyó un punto de apoyo para analizar la re-lación entre morbilidad, mortalidad y medio am-biente. Anónimo, Retrato de médico, siglo xviii. Museo Franz Mayer, ciudad de México.

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el medio ambiente como agente de enfermedades fue una preocupación constante para los responsables de la adminis-tración urbana, por lo cual establecieron una serie de políticas reformistas dirigidas hacia la creación de obras y servicios de infraestructura de orden público.

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cios públicos, al igual que los desperdicios producto de cualquier oficio. Además, el estiércol debía ser sacado del espacio ur-bano, debían construirse letrinas en todas las casas, como forma de limpieza para controlar las aguas negras, así como tener gárgolas o canales para evitar los enchar-camientos y lodazales, y evitar que los ani-males transitaran por las calles. Asimismo, se prohibía a quienes se ocupaban de la ma-tanza tirar sangre y desperdicios en el cam-po y se pedía que los mercados fueran re-glamentados por el cabildo para regular su higiene, pues había multitud de vendedo-res que convertían las plazas en sucias po-cilgas con extremo desaseo.

Tanto el virrey de Croix como Bucare-li señalaron, durante sus respectivos go-biernos, que para evitar los contagios de pestes y epidemias, las calles y las plazas debían estar libres de inmundicias, pues és-tas impregnaban el aire de heces y vapores que producían contagios y enfermedades,

como lo demostraban los enfermos, quie-nes saturaban los hospitales. Cabe señalar que la lucha contra los problemas enuncia-dos se inició desde 1742-1746, con el con-de Fuenclara, pues a partir de entonces, sin excepción, los siguientes virreyes se dieron a la tarea de transformar la capital y los de-más centros urbanos del virreinato, de acuerdo con las ordenanzas que regían en cada uno de ellos. Es importante mencio-nar que, a pesar de lo señalado, se desco-nocía la existencia de los microorganismos, por lo que las ideas no tenían más funda-mento que la teoría de los miasmas. Lo in-sano a finales del siglo xviii era consecuen-cia de la putrefacción orgánica que rondaba por los aires (Dávalos, 1989).

El buen funcionamiento de las ciuda-des y su limpieza se convirtieron en cons-tante preocupación de las autoridades, a tal grado que trataron de organizarlas a partir de dos ejes perpendiculares, con barrios je-rarquizados y especializados.

Los gobiernos ilustrados se pronuncia-ron por el establecimiento y ejecución de medidas higiénicas; para ello fue necesario establecer un orden para el aprovisiona-miento del agua de las fuentes públicas, que eran usadas como lavaderos, bañeras para niños y bebederos para personas y anima-les. El mantenimiento, reparación y limpie-za del sistema de distribución de agua cons-

tituyó siempre uno de los dolores de cabeza para las autoridades desde el siglo xvi. Las quejas y conflictos se sumaron a la necesidad de reparar y mantener perma-nentemente acueductos y cañerías; para impedir las impurezas y la contaminación fue necesario implantar sistemas de alcan-tarillado y limpiar los depósitos corrientes.

Por otra parte, aunque desde el estable-cimiento del gobierno novohispano se propició la construcción de hospitales –en los que se procuró la curación de diversas enfermedades–, éstos tuvieron su auge en el siglo xviii, con el fin de cuidar a los in-dios y demás habitantes, sobre todo a los miserables de todas las castas. Se estable-ció el Tribunal del Protomedicato, a seme-janza del de España, para la prevención de enfermedades epidémicas y contagiosas, y se implantaron severas medidas por parte de los jueces a los facultativos si no notifi-caban el fallecimiento de los enfermos que morían por contagio (Salas y Salas, 2007).

También se propició la creación de hos-picios para los menesterosos, así como ca-sas-hogar para los huérfanos. Un buen nú-mero de médicos se dieron a la tarea de investigar qué tipo de enfermedades cau-saban las emanaciones fétidas y pútridas de los drenajes, la basura, los muladares, las aguas estancadas, la suciedad corporal y los cementerios, pues no se puede sosla-yar que la medida implantada por la Igle-sia de disponer de los muertos dentro de los templos y en los atrios ocasionó gran número de contagios. Debido a ello, los ca-bildos y los ayuntamientos hicieron pro-puestas para reglamentar la forma y el lu-gar de los cementerios, que debían estar fuera de las ciudades. Se encomendó al ar-quitecto Manuel Tolsá el proyecto para construir los primeros cementerios con esas características (Salas y Salas, 2000).

salud pública: salud urbana

Entre 1789 y 1798, el virrey segundo con-de Revillagigedo hizo una serie de propues-tas para transformar los espacios urbanos y convertir las ciudades en lugares útiles y sanos. Con él arribaron las ideas ilustradas relacionadas con la salud pública como si-nónimo de la salud urbana: construcción de cementerios fuera del núcleo poblacio-nal; creación de cátedras de matemáticas aplicadas a la arquitectura, así como la de

anatomía y fisiología en el Hospital Gene-ral. Designó como arquitecto mayor a Ig-nacio Castera para que elaborara un pro-yecto de organización urbana vinculado al de salubridad, tomando como base la idea científica de que lo sucio es causa de un aire malsano, que a su vez provoca epide-mias y enfermedades.

En el siglo xix la situación no mejoró, al grado de que en 1821 la Junta Principal informó que el incremento de las fiebres entre los habitantes de diversas ciudades se debía a la falta de aseo en calles, barrios, casas, plazas, fuentes, y, en la ciudad de México, también de las acequias, proble-ma que siempre tuvo. En esa época, el aire malsano provenía de atarjeas, ciénegas, potreros, muladares, así como de los dese-chos de carnicerías y lugares de comida. La basura que se acumulaba en los predios baldíos era incalculable.

La insalubridad era más notoria en los arrabales, donde los llamados léperos vi-vían en la más grande de las suciedades, provocando que la contaminación llegara a las ciudades y desencadenara epidemias. A todo ello había que poner un punto fi-nal; las ideas del urbanismo neoclásico acerca de que todo tiene que correr y fluir para evitar las enfermedades hicieron que

las autoridades propusieran de nuevo una serie de proyectos, y se emitieron bandos, ordenanzas y comunicados, cuyos postu-lados fundamentales y específicos estaban relacionados con la salud.

Así, podemos decir que el medio am-biente como agente de enfermedades fue una preocupación constante para los res-ponsables de la administración urbana, por lo cual establecieron una serie de po-líticas reformistas dirigidas hacia la crea-ción de obras y servicios de infraestructu-ra de orden público, como: alineamiento de las calles, obras hidráulicas, empedra-dos, drenaje, alcantarillado, servicio de limpia, letrinas en las casas, hospitales, mercados, cementerios, casas para huér-fanos y menesterosos. Los trabajos que se llevaron a cabo durante la segunda mitad del siglo xviii y la primera del xix estuvie-ron encaminados a establecer ciudades limpias y ordenadas para alcanzar la higie-ne, a la vez que la belleza que proponía el urbanismo neoclásico conjuntamente con la salubridad urbana.

• Marcela Salas Cuesta. Historiadora por la unam. Investigadora de la Dirección de Antropología Física del inah, en la que coordina los proyectos: “México en el siglo xviii. Costumbres funerarias. Un estudio de salud pública” e “Investigación, conservación y difusión de materiales fotográficos”. Ha realizado estudios sobre arquitectura y pintura virreinal, así como sobre materiales arqueológicos de Tlatilco, estado de México, y Jaina, Campeche.• María Elena Salas Cuesta. Maestra en ciencias an-tropológicas, con especialidad en antropología física. Investigadora de la Dirección de Antropología Física del inah, en la que coordina el proyecto “Rasgos no-métricos o discontinuos en cráneos prehispánicos y coloniales (parentesco)”. Ha realizado trabajos so-bre antropología física forense, osteopatología y salud pública en el México virreinal.

Para leer más…Dávalos, Marcela, De basuras, inmundicias y movimiento. O

de cómo se limpia la ciudad a finales del siglo xviii, Cien Fuegos, México, 1989.

hernánDez Franyuti, Regina, “Ideología, proyectos y urbanización en la ciudad de México, 1760-1850”, en La ciudad de México en la primera mitad del siglo xix, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, t. I, México, 1998, pp. 116-168.

lombarDo, Sonia, “La reforma urbana en la ciudad de México del siglo xviii”, en La ciudad concepto y obra. VI Coloquio de Historia del Arte, Estudios de Arte y Esté-tica, núm. 19, iie, unam, México, 1987, pp. 105-125.

salas Cuesta, Marcela, y María Elena Salas Cuesta, “Muerte e ilustración: cementerios extramuros”, en Homenaje a Jaime Litvak, Serie Arqueología, Colección Científica, núm. 458, inah/iie, unam, México, 2004, pp. 127-142.

_____ , “El urbanismo neoclásico y la salud pública en la ciudad de México”, en Estudios de Antropología Biológica, vol. XII, iia, unam/inah/Asociación Mexicana de Antropología Biológica, México, 2005, pp. 927-941.

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Con el virrey segundo conde de Revillagigedo se estableció el Tribunal del Protomedicato –a semejan-za del de España– para la prevención de enfermedades epidémicas y contagiosas. a) Anónimo, Virrey Revillagigedo, siglo xviii. Museo Nacional de Historia. b) Anónimo, La peste de 1737. Grabado en Li-bro Escudo de Armas de México, 1743.

En el siglo xviii, las fuentes públicas se convirtieron en un foco de contaminación por la multitud de usos que se les dieron, por lo cual se establecieron medidas higiénicas para regular su uso. Anónimo, Biom-bo de paisaje, siglo xviii. Museo de América.

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A Debido a la contaminación que provocaban los cementerios dentro de las iglesias, se reglamen-tó la forma y lugar en que deberían ubicarse, para lo que se designó al arquitecto Manuel Tolsá como autor del proyecto “Cementerios Extramuros”. Plano del cementerio y capilla.

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