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SALUD, ENFERMEDAD Y MUERTE EN EL QUIJOTE Isaías Moraga Ramos La comunicación que presento es una introducción al tema «salud, enferme- dad y muerte en el Quijote», que espero convertir en un estudio más amplio en el futuro. A lo largo de la historia hay variados estudios sobre la medicina en el Quijote, 1 y, desde luego, el tema más tratado ha sido la psicología de los per- sonajes, sobre todo el referente a la locura de don Quijote. 2 El primer problema que se me plantea es la ubicación cronológica y cien- tífica, ya que puede interpretarse desde la óptica de las ciencias, de la ciencia médica en concreto, en el siglo de don Quijote, o analizarlo desde la óptica del siglo XX, extrapolando conceptos desde la complejidad científica actual. Para abordar todos los apartados del estudio es casi obligado olvidar el término medicina y apoyarme en los de sanidad y salud, mucho más amplios. Y, así, parto de sanidad como la aplicación de normas para conseguir la salud, y empleo para salud la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 1948, discutible, pero válida como método de trabajo que la define así: «Salud es la consecución del máximo estado de bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad». Hay que tener en cuenta que términos tan similares a los actuales como boticario, cirujano, médico, no tienen nada que ver en el siglo xvn con lo que son y representan hoy científi- ca, social y económicamente. Las referencias que se dan corresponden a la edición de Martín de Ri- quer, 3 y las citas corresponden a la Primera o Segunda Parte en número roma- no (I o II) y capítulo y página en numeración arábiga (I, 2, 22 por ejemplo). 1. Véase A. Hernández Morejón, Bellezas de medicina práctica en el Quijote; H. López Méndez, La medicina en el Quijote; J.M. Reverte, «La antropología médica en el Quijote», entre otros varios autores que tratan temas más concretos o con menos amplitud. 2. Véase J.B. Avalle-Arce, El Quijote como forma de vida; M. de Iriarte, El Dr. Huarte de San Juan y su Examen de Ingenios...; S. Ramón y Cajal, Psicología del Quijote y el quijotismo; R. Royo Villanova, Don Quijote y la locura; A. Vallejo Nágera, Apología de las patografías... 3. M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, seguido del Quijote de Avellaneda, edición, introduc- ción y notas de Martín de Riquer. ACTAS II - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Isaías MORAGA RAMOS. Salud, enfermedad y mue...

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Page 1: Salud, enfermedad y muerte en el «Quijote» · PDF filey crueles, como si don Miguel quisiera ensañarse y ridiculizar a su personaje ... en La antropología médica y el Quijote,

SALUD, ENFERMEDAD Y MUERTE EN EL QUIJOTE

Isaías Moraga Ramos

La comunicación que presento es una introducción al tema «salud, enferme­dad y muerte en el Quijote», que espero convertir en un estudio más amplio en el futuro.

A lo largo de la historia hay variados estudios sobre la medicina en el Quijote,1 y, desde luego, el tema más tratado ha sido la psicología de los per­sonajes, sobre todo el referente a la locura de don Quijote. 2

El primer problema que se me plantea es la ubicación cronológica y cien­tífica, ya que puede interpretarse desde la óptica de las ciencias, de la ciencia médica en concreto, en el siglo de don Quijote, o analizarlo desde la óptica del siglo XX, extrapolando conceptos desde la complejidad científica actual.

Para abordar todos los apartados del estudio es casi obligado olvidar el término medicina y apoyarme en los de sanidad y salud, mucho más amplios.

Y, así, parto de sanidad como la aplicación de normas para conseguir la salud, y empleo para salud la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 1948, discutible, pero válida como método de trabajo que la define así: «Salud es la consecución del máximo estado de bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad». Hay que tener en cuenta que términos tan similares a los actuales como boticario, cirujano, médico, no tienen nada que ver en el siglo xvn con lo que son y representan hoy científi­ca, social y económicamente .

Las referencias que se dan corresponden a la edición de Martín de Ri-quer, 3 y las citas corresponden a la Primera o Segunda Parte en número roma­no (I o II) y capítulo y página en numeración arábiga (I, 2, 22 por ejemplo).

1. Véase A. Hernández Morejón, Bellezas de medicina práctica en el Quijote; H. López Méndez, La medicina en el Quijote; J.M. Reverte, «La antropología médica en el Quijote», entre otros varios autores que tratan temas más concretos o con menos amplitud.

2. Véase J.B. Avalle-Arce, El Quijote como forma de vida; M. de Iriarte, El Dr. Huarte de San Juan y su Examen de Ingenios...; S. Ramón y Cajal, Psicología del Quijote y el quijotismo; R. Royo Villanova, Don Quijote y la locura; A. Vallejo Nágera, Apología de las patografías...

3. M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, seguido del Quijote de Avellaneda, edición, introduc­ción y notas de Martín de Riquer.

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De la lectura de la obra he ido entresacando por materias todas las fra­ses o situaciones que, en mi opinión, tenían algo que ver con las cuestio­nes estudiadas, realizando una división en temas que se relacionan en un apéndice.

Trataré los siguientes temas: —Postura de don Quijote ante las lesiones en general y propias. Su locura. —Lesiones caballerescas, amenaza de lesiones, exageraciones. —Lesiones traumáticas, craneales, heridas y fracturas. —La anatomía en sí y como definición de personajes. —Estudio de remedios y sus impartidores. —La dieta como tal y diferencias según personajes. —Enfermedades según aparatos y sistemas: metabólicas, infecciosas, di­

gestivas, mentales, congénitas. —La muerte en el Quijote y la muerte de don Quijote. —Las ciencias (medicina) en los siglos xvi y xvii en España. —Aproximación bibliográfica sobre temas médicos en el Quijote. Hay obras que han expurgado de forma exhaustiva y casi como un dic­

cionario todas las palabras y temas médicos . 4

Postura de don Quijote ante las lesiones en general y propias. Su locura

La locura de don Quijote, su personalidad, carácter y tipología ha sido, quizá, el tema más ampliamente tratado dentro de lo que podr íamos l lamar medicina en el Quijote por especialistas o no, psicólogos, psiquiatras. 5 Pero quiero exponer que desde el principio de la novela decide el autor que su personaje se está volviendo loco, ya que «con estas razones perdía el pobre caballero el juicio» (I, 1, 34), y, al final, «del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio» (I, 1, 35). Cervantes decide a priori que su personaje va a ser loco, y loco por leer, y por leer en una época y en un pueblo manchego en el que el hidalgo ha conseguido, no se sabe cómo, una copiosa biblioteca. Parece que pensar y leer ya estaban condenados entonces y han seguido siendo peligrosos. 6 Y parece que aún lo son. Esto va a condicionar la locura de don Quijote, ya antes de realizar acciones «anormales» para su época. Y casi todos los personajes que le traten le considerarán así, aunque a veces surge la duda en algunos. Yo también la tengo, ya que no se analiza su locura, que vendrá dada por sus acciones y por la opinión de los demás, basados en éstas. Pero nuestro autor le quiere loco

4. Véase H. López Méndez, La Medicina en el Quijote, Terminología médico-anatómica del Quijote; J.M. Reverte, La antropología médica y el Quijote.

5. Ver revista Anales Cervantinos, nota 2, y otros en Bibliografía. 6. J. Caro Baroja en una entrevista reciente (extra del periódico El Independiente de 22-10-89), y ya

escrita esta comunicación, dice: «¿Por qué al Quijote lo consideran loco sus contemporáneos según el texto de Cervantes? Pues porque lee, tiene ideales, sensibilidad [...]. De esta manera, don Quijote no es la regla, sino la excepción respecto al tipo medio».

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porque si no, quizá, no podría construir su personaje. Pero, ¿quién es más loco?, ¿el que lee o el que destruye la lectura?

Nos encontramos rápidamente con una opinión de Alonso Quijano que puede ser clave para el posterior desarrollo de sus aventuras, sobre todo las relativas a las lesiones que recibirá e infringirá, y que pueden condicionar todas ellas y que le llevan al análisis y a la duda sobre sus lecturas preferidas, ya que «no estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recibía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no de­jaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales» (I, 1, 34). Y cito esto porque los golpes, fracturas, heridas y t raumat i smos que sufrirá el hidalgo son abundant ís imos, irreales y paralizantes, y, a veces, avergonzantes y crueles, como si don Miguel quisiera ensañarse y ridiculizar a su personaje por medio de palizas castigadoras, muchas de las cuales necesitarían hoy del ingreso hospitalario y serían de pronóstico reservado cuando no grave.

Lesiones caballerescas, amenaza de lesiones y exageraciones

Estas lesiones, exageradas e irreales, no podían faltar en una obra que se ha considerado parodia de las de caballerías. Y es una vorágine de cabezas y cuerpos cortados, gigantes, encantadores, personajes reales y mitológicos. En suma, caballerescos. Y así tenemos a Roldan «matando pastores» (I, 25, 258) y al que, como Aquiles, «no le podía matar nadie si no era metiéndole un alfiler en la punta del pie», pero Bernardo del Carpió «le ahogó entre sus brazos en Roncesvalles» (I, 26, 272). Y qué decir de «Felixmarte de Hircania, que de un revés partió cinco gigantes por la cintura» (I, 32, 350).

Alonso Quijano pone en duda estos t raumat ismos feroces. Don Quijote no, y amenaza y será amenazado con ellos y a veces los sufrirá aunque más débilmente. Es una manera de destrucción del personaje, que rápidamente cura de sus heridas.

Las amenazas de lesiones son la mayoría de las veces exageraciones basa­das en las luchas caballerescas y nunca se producen: amenazas de muerte (II, 68, 1099), cercenar la cabeza (II, 39, 876).

En los t raumat ismos recibidos por don Quijote existe una disminución del nivel de lesión, se describen como reales y producidos en su cuerpo, pero no tienen repercusión en su quehacer posterior, ya que sigue cabalgando, lu­chando, respirando con las costillas rotas, situaciones que entonces, y ahora, serían invalidantes: le sepultan «dos costillas en el cuerpo» (I, 18, 180). Otras veces, la gran paliza no produce heridas porque a pesar del gran molimiento «catándole las heridas no le hallaron ninguna» (I, 5, 65).

Lesiones traumáticas, craneales, heridas y fracturas

Las reciben los protagonistas y otros muchos personajes, a veces produci­das por aquéllos, sobre todo por el hidalgo, aunque la mayoría de las veces lleva él la peor parte. En algunos estudios se enumeran las veces que recibe

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pedradas, mojicones, baciazos, estocadas, arañazos, mordiscos, caídas, de las que se cuentan 14, como un Vía Crucis. 7

Ni ana tómica ni fisiológicamente, desde el pun to de vista médico, son posibles estas lesiones, a no ser en el contexto de la obra como parábola o parodia . Me parece el castigo del autor a su personaje, la demostración, a part i r de palizas, como término general de la imposible misión del caballe­ro, de estar fuera de lugar su postura : por su edad, por sus a rmas , por sus ideas, por la misión que se ha impuesto . Y nunca , o casi nunca , de un igual. No ya de un caballero, puesto que no existen, sino de personajes o cosas que podr íamos considerar inferiores en la escala social o moral : molinos (I, 7), yangüeses (I, 15), galeotes, Mari tornes , los criados de los duques , ya a Sancho o a don Quijote, en este caso influidos por esos crueles y sádicos personajes de la nobleza. Hasta los gatos a tacan y hunden física y moral -mente al caballero.

Son numerosís imas las heridas, pérdidas sanguíneas y de piezas (orejas, dientes), que hay en la obra.

Pero destaco que en contadísimas ocasiones éstas producen la muerte , aunque existan numerosas alusiones a fallecimientos. Parece que la herida, el t raumat ismo mortal, tiene lugar cuando el personaje es verosímil. 8

La anatomía en sí y como definición de personajes

Antes o después hay que plantearse el tema de si Cervantes sabe o no medicina, si es un conocedor de las ciencias médicas, o si ha leído libros de ciencia, ya que la cuestión ha sido tratada por diversos autores . 9 Hipócrates y Galeno están dando paso a la ciencia moderna: Vesalio, Huarte , Montaña de Monserrate. Hablar de un padre cirujano como inductor de conocimientos no me parece probable, ya que la profesión de don Rodrigo estaba en la escala ínfima en esa época, dentro del protomedicato, y, además, la biografía del autor tampoco da para mucha tranquilidad: lecturas apacibles o diálogos fa­mil iares . 1 0

Cito esto aquí porque los términos anatómicos usados por Cervantes son variados, pero igual que en otros autores de su época. 1 1 Queda fuera de duda la observación profunda de la vida y la psicología en muchos aspectos, lo que equivale a una historia clínica hipocrática.

Es muy probable, y algunas descripciones precisas nos llevan a pensarlo,

7. J.M. Reverte Coma, en La antropología médica y el Quijote, cuenta 14 caídas. 8. M. de Riquer, en Historia de España de M. Pidal. vol. XXVI, 2, El siglo del Quijote, habla de

sangre y guerra en el Quijote, y refiere como primeras muertes y únicas violentas las del capítulo 60 de la Segunda Parte.

9. J. Gómez Ocaña, A. Hernández Morejón, H. López Méndez, F. Martínez González, J.M. Reverte, y otros, presuponen amplios conocimientos médicos de Cervantes.

10. J. Canavaggio, Cervantes, quizá la biografía más científica hasta hoy, aunque no la más amplia (recordamos la extensísima y discutida de L. Astrana Marín). '

11. H. López Méndez en «La Medicina en el Quijote», compara varios autores y obras en referencia a términos anátomo-clínicos citados, y Cervantes supera a algunos pero no a otros.

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que Cervantes conociera la obra de Huarte de San Juan, sobre todo en el retrato del cabal lero. 1 2

Hay descripciones anatómicas como tales y otras que son apoyo para la definición de personajes, ya sea el que describe como el que es descrito.

Podríamos resumirlos en los siguientes apartados:

a) Retratos precisos y autorretratos (el de Cervantes, o el de don Qui­jote).

h) Definición de personajes como bellos, asténicos, pícnicos, o para des­calificarlos (pero siempre con cierta elegancia).

c) La que podr íamos l lamar «ironía anatómica» de Cervantes; aquí pode­mos citar la aventura del labrador de Miguelturra (II, 47, 935).

d) Anatomía como definición de belleza por comparaciones o metáforas; la palidez, la anemia, y a veces la androginia están presentes (Dorotea, Carde-nio) y son síntomas de belleza.

No se puede considerar un conocimiento anatómico-científico del autor, sino la anatomía como parte descriptiva similar a la del paisaje o cualquier otro enfoque literario.

Estudio de remedios y sus impartidores

Hoy hablar íamos, y me remito a la definición de salud de la OMS de medicina preventiva, social, del trabajo, asistencial, rehabili tadora, dietética naturista, etc. Y las l lamadas marginales para quien las considere así: balneo­terapia, acupuntura , hipnosis, curanderismo.

En un análisis exhaustivo y extrapolando conceptos, si no de todos los citados, sí se encuentran ejemplos de algunos. No se puede olvidar que médi­cos, cirujanos, boticarios, boticas, hospitales, no son equiparables en los siglos xvi y xvii y en el xx. Los barberos, sangradores, curanderos, puede que tuvie­ran más importancia e incidencia en ese t iempo, en cuanto a la medicina asistencial o s intomática . 1 3

Resumimos dos tipos de impartidores:

a) Los reales: médicos, cirujanos, barberos. b) Los caballerescos: magos, Urgandas, encantadores.

12. Lo afirman J.B. Avalle-Arce, Don Quijote como forma de vida; M. Iriarte, El Dr. Huarte de San Juan y su Examen de Ingenios; M. de Riquer, edición del Quijote; R. Salillas, Un gran inspirador de Cervantes: el Dr. Juan Huarte...; M. de Unamuno, Vida de don Quijote y Sancho, entre otros; también A. Encinar, «Don Quijote, una dialéctica entre la cordura y la locura», Suplementos Anthropos, 17, sep­tiembre (1989), pp. 233-238.

13. Luis S. Granjel, Historia general de la medicina española; P. Laín Entralgo, Historia universal de la medicina; J.M. López Pinero, Ciencia y técnica en los siglos xv y xvu, describen la situación académica, formación de los médicos, instituciones del protomedicato, conocimientos y posición social de barberos, médicos, cirujanos, boticarios, etc.

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Y en cuanto a los remedios o sustancias curativas tenemos también:

a) Reales: emplastos, bizmas, purgantes, sangrías, hierbas, hilas, ungüentos. b) Caballerescos: bálsamo de Fierabrás, hierbas «caballerescas» (para cu­

rar y para alimentarse).

En otro orden, la dieta, el descanso, la higiene, son recomendadas , y esto sería prevención.

El mismo caballero andante ha de ser médico y herbolario (II, 18, 710). O sea, la automedicación, aún hoy extendida, aunque cada vez menos. Pero hasta hace pocos años, el «mal de ojo», el «mirar de asiento» o la purga, eran prácticas corrientes en la región manchega.

El trato a médicos, cirujanos, es a veces crítico, no tanto como en Queve-do, por ejemplo, pero teñido casi siempre de ese toque burlón e irónico, como el inefable Pedro Recio de Tirteafuera (II, 47, 931), que vuelve a hacernos pensar en el uso de la lesión y de la medicina para castigo de los personajes principales; aunque a veces el médico sea lisamente criticado, como el que purga a la mujer del labrador de Miguelturra y la mata (por eso es viudo); o el nombre despectivo de «sacapotras» (I, 24, 252).

Los buenos profesionales parecen ser siempre los «caballerescos», como el gran Elisabat (I, 24, 252), que curó a Amadís y que además se amancebó con la reina Madasima (I, 25, 256).

A veces, el remedio es también castigo, y castigo usado en la historia en tristes épocas y situaciones. Así, al Caballero del Febo «le echaron una de estas que l laman melecinas» (I, 15, 151), o sea, una lavativa. ¿Cuándo esta­mos en la realidad o en la ficción con Cervantes? ¿Dónde está lo caballeresco y lo real, incluso dentro del tema que trato?

Insisto en que Cervantes quiere anular, destruir, ridiculizar y demostrar la vacuidad de la misión de su personaje, usando la enfermedad, quitándole la salud, que el mismo hidalgo reconoce no tener, y que le impedirá llevar a cabo su misión, e incluso reunirse con Dulcinea.

La dieta como tal y diferencias según personajes

Hoy, la dieta y la dietética constituyen, no ya un tema médico, sino so­cial, casi obsesivo. Mantener la línea lleva a veces a grandes enfermedades e incluso a la muerte . La medicina dietética, el ayuno como medicina, es hoy actual. El colesterol, las grasas, las hierbas, las discusiones entre dieta medite­rránea o vegetariana, han dado y dan lugar a extensos tratados.

Y quizá las referencias a la dieta y su diferencia según personajes sea de los capítulos más extensos en el Quijote.

Podemos reunirías en cuatro:

a) Consejos dietéticos: «la ternera mejor que la vaca y el cabrito mejor que el cabrón» (I, 2, 46); «come poco y cena más poco» (II, 43, 901).

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b) La dieta como ayuda a las actividades: «que el trabajo no se puede llevar sin el gobierno de las tripas» (I, 2, 16).

c) La dieta suave vegetariana en don Quijote: «su más ordinario sustituto debía ser dellas [frutas] y de algunas yerbas» (I, 10, 110); «frutos secos y yerbas del campo» (II, 13, 672).

d) La dieta de Sancho, que pudiera equipararse a la l lamada dieta medi­terránea: prefiere la carne, el queso, el vino, etc.

Sin olvidar la dieta y el hambre como fenómeno social, y en relación con el picaro y la gran comilona como venganza a su s i tuación. 1 4

Enfermedades según aparatos y sistemas: metabólicas, infecciosas, digestivas, mentales, congénitas

En las descripciones y observaciones de Cervantes, pueden verse retrata­das enfermedades que hoy nos parecen cuadros clínicos a veces casi perfec­tos. Las lecturas de Cervantes, que quizá fueran las de don Quijote en su biblioteca quemada, no es muy probable que se dirigieran a los pocos libros científicos de la época, difíciles de comprar, caros, y de distribución improba­ble según la vida del autor o en el medio rura l . 1 5 Citamos estos cuadros pato­lógicos basados en la observación hipocrática, «norte y luz de la medicina» (II, 47, 930) según Pedro Recio, y que puede demostrar el conocimiento del médico de Cos por don Miguel. El problema de si sabía o no medicina Cer­vantes es mucho más complejo. La mayoría está en el capítulo de la sabiduría popular: «de médicos, poetas y locos todos tenemos un poco».

Insisto en que muchas descripciones, ya anatómicas o de enfermedades, sirven para definir el personaje, y la mayoría de las veces para descalificarle, como ocurre con Maritornes o Clara Perlerina.

Se citan muchos síntomas, y quizá algún s índrome (conjunto de sínto­mas): hay dolores, diarreas, vómitos, mal sabor de boca (halitosis), tos, hemo­rragias, enfermedades de los ojos (Maritornes, Clara Perlerina), insolaciones, ictericia (don Quijote está casi siempre amarillo), caries (neguijón), desma­yos, coma, aparte de los t remendos males producidos por los encantadores, tanto físicos como morales, de los cuales casi el único receptor es el sufriente hidalgo.

Aparecen enfermedades digestivas, sobre todo agudas. Y, en este amor-odio de Cervantes por su personaje, la t remenda gastritis provocada por el bálsamo de Fierabrás (que pretendía curar, además) , ya que «apenas lo acabó de beber cuando comenzó a vomitar de manera que no le quedó cosa en el estómago» (I, 17, 167).

Las enfermedades metabólicas, que también parecen congénitas (acrome-

14. J.A. Maravall, La literatura picaresca desde la historia social, donde dice que la glotonería del picaro es como una venganza a su situación.

15. M. Chevalier, Lectura y lectores en la España del siglo xvi y xvn, donde se analizan algunas bibliotecas y sus dueños, siendo escasos los ejemplares y casi nulos los referentes a temas científicos.

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galia, por ejemplo), las tenemos en los enanos, en Maritornes (que puede tener bocio, congénito aún en algunas regiones).

Las de tipo infeccioso y parasitario también tienen su representación y, en algún caso, hacen relación a la higiene. Infección en la «calentura pestilen­te» que había acabado con «el cuerpo muerto» (I, 19, 189). E infecciones, aunque por miedo en el s índrome de Sancho, que «comenzó a dar diente con diente, como quien tiene frío de cuartana» (I, 19, 186-187). Hay también refe­rencias a la sarna (I, 12, 122), aunque en un juego de reproche lingüístico del amo al escudero, o a las «pulgas de la cama» de Sancho (I, 30, 329).

La descripción de la hija del labrador de Miguelturra es un auténtico tratado de patología y de variada etiología: perláticos (paralíticos), infecciosas (viruela que la deja tuerta), caries dental, angiomatosa, deforme, probable la­bio leporino y además cheposa. No se queda atrás el hijo, que es «endemonia­do» (epiléptico); tiene ectropion por quemaduras y encima se aporrea él mis­mo (II, 47, 936).

En cuanto a las enfermedades mentales, tenemos el gran loco, y todos opinan así (las citas son continuas a lo largo de la obra), aunque es un tema muy tratado y discutible, como dije al principio.

Y hay también cuadros de doble personalidad, como «el Roto», que lo mismo ataca para comer que es sumiso y casi dulce.

Y, ¿quién sabe? ¿No serán todos locos menos nuestro don Quijote? 1 6

La muerte en el «Quijote» y la muerte de don Quijote

Los héroes de las novelas mueren y viven en la ficción, pero algunos pasan a la realidad y provocan estudios como si de entes reales se t rataran. Puede parecer una elucubración sin sentido, pero la historia, en sus investiga­ciones y en el acervo popular, ha hecho de don Quijote un personaje vital y real. Tanto, casi, como su autor. Y ambos vivieron y murieron, y se ha escrito sobre ambos respecto a esta cuestión.

La muer te en la inmortal novela está presente, y algunos personajes abandonan sus páginas, la mayoría de las veces por referencias. El últ imo, y en la cama, el protagonista. A pesar de las posibilidades derivadas de las fan­tásticas aventuras, hay pocas muertes, y las divido en las siguientes:

a) Muertes referidas, ya ocurridas o anunciadas: el labrador de Migueltu­rra es viudo porque a su mujer «la mató un mal médico que me la purgó estando preñada» (II, 47, 935).

b) Muertes ficticias: Basilio por el amor de Quiteria (II, 21 , 737). c) Suicidios supuestos o imaginados por el lector: Grisóstomo. d) Muertes por amor y tristeza: del ya citado Grisóstomo «se m u r m u r a

que ha muerto de amores» (I, 12, 119). e) Muertes con clara etiología, de relación causa-efecto inmediata y ver­

lo. Véase nota 6.

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dareramente reales, y con personajes reales . 1 7 El bandolero de Roque Guinart (II, 60, 1.049) y don Vicente (II, 60, 1.044), por a rma blanca y a rma de fuego, respectivamente.

Pero hay pocas verdaderas muertes a lo largo de las innumerables pági­nas y aventuras de la obra que tengan relación con los hechos narrados . Y todos en la Segunda Parte, muy juntos. Y la del protagonista por enferme­dad, muer te serena y normal: en la cama, junto a sus amigos y familiares.

Así, considero las siguientes muertes reales y casi únicas en la novela:

1) La provocada por Claudio Jerónimo a don Vicente, por hemorragia aguda.

2) El bandolero al que mata su jefe, Roque Guinart: t r auma craneal y posible descerebración.

3) Los marineros por disparos, en el puerto de Barcelona: por lesiones internas y hemorragia aguda.

4) La de don Quijote... ¿Cuál es la causa?

Y ahora vamos con el personaje. ¿Quién muere, Alonso Quijano o don Quijote? ¿Y de qué muere? ¿De viejo? ¿De tristeza? ¿De tumor cerebral? ¿Por arteriosclerosis? ¿Por un cuadro tumoral? O quizá como lógico final de un personaje de novela cuyo ciclo ha terminado, y que no podía quedar en un ma­nicomio.

La supuesta locura podría tener causas orgánicas, por una demencia pre­senil, arterioesclerosis, o una tumoración que explicaría sus visiones, sus cam­bios de carácter, sus alegrías y sus depresiones y que pueden provocar la muerte . Clínicamente podría ser.

En este afán de desmenuzar la obra cervantina en cualquier aspecto, y con las descripciones del autor, encontramos una persona de edad avanzada para la época (la esperanza de vida en el siglo xvn estaría entre los 40 y los 50 años), asténico, irritable, amarillo (ictérico), que come poco, se desmaya y vuelve en sí, elementos que descartan, de entrada, enfermedad infecciosa, he-morrágica, metabólica, cardíaca, congénita y, sobre todo, aguda (aunque sea cerebral).

Hace pensar en un cuadro de consunción, de agotamiento, por enferme­dad que evoluciona en uno o dos años, y puede ser un s índrome de neo hepática o cabeza de páncreas. Sin las exploraciones complementarias de hoy, tan sofisticadas, basándonos sólo en una historia clínica hipocrática. Es una opinión más , resumida, y la expongo. Al principio, Cervantes hace loco a Alonso Quijano. Al final le hace morir cuerdo, quizá lo que fue siempre. Entre estas dos frases, don Quijote.

17. Véase nota 8.

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Las ciencias (medicina) en los siglos XVI y XVII en España

Los estudios, entre otros autores, de Granjel, Laín Entralgo, López Pine­ro, etc., sitúan en su punto exacto los conocimientos científico-médicos de los siglos xvi y xvii en el mundo y en España. Transición y revolución de una época considerada oscura (la Edad Media), y que no lo es tanto, al Renaci­miento, a ese despertar donde surgen Huarte de San Juan, Luis Mercado, Montaña de Monserrate, Miguel Servet, Vesalio, y tantos otros.

Persistirán la sabiduría popular, los remedios caseros, las supersticiones, lo sobrenatural , las ideas de Hipócrates y Galeno, que se van superando, aun­que hoy día algunas sean válidas aún.

Los médicos, cirujanos, boticarios, eran otra cosa de lo que son hoy, y los medios de difusión no existían. ¿Qué pensar de Cervantes respecto a los cono­cimientos que muchos le suponen en esa época científicamente revolucio­naria?

No es muy probable que el ilustre alcalaíno tuviera t iempo para leer li­bros científicos, ni poseyera éstos, y es aventurado afirmar, como algunos estudiosos, su saber médico. Lo lógico es que no. Pero ahí quedan, a lo largo de su obra, sus opiniones, sus observaciones, su profundo conocimiento de la vida, su agudeza y exactitud en las descripciones, su saber de remedios case­ros, de refranes.

Leer el Quijote para saber medicina, según la anécdota que se atribuye a Sydenham (y que refiere el Dr. Reverte) , 1 8 me parece exagerado; pero quizá nadie haya puesto tanto amor (aunque a veces parezca amor-odio) al descri­bir la anatomía, los caracteres, los síntomas de enfermedad, las lesiones de los hombres , de su hombre símbolo don Quijote entre todos.

Quizá no supiera medicina, ni tenía por qué , 1 9 pero sí conocía la vida y la naturaleza h u m a n a como nadie.

Volviendo al tema de este apar tado y respecto a las normativas vigentes de la época, Felipe II encarga a Luis Mercado redactar las instituciones que debían regir los exámenes de médicos, cirujanos y algebristas ante el tribunal del protomedicato.

En la práctica, se comienzan las disecciones, que culminarán con Vesalio, y también las sangrías. Pero en esa época la sangría es la panacea, no lo selectiva del siglo xx, y hay discusiones sobre ella. Así, por ejemplo, Vesalio la practica cerca de donde se produce el dolor, mientras árabes y medievales lo hacían en la parte más alejada del síntoma. En el Quijote hay referencias pero no discusión científica.

Si nos referimos a la fisiología, sigue siendo galenista, pero pronto surgi­rán innovadores como Servet, que descubre la circulación menor; Fabricio, que estudia la fibra muscular y su movimiento, etc.

Algunos datos que cita Cervantes son del dominio popular, como las «fie-

18. Véase nota 4. 19. Véase nota 15.

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bres pestilentes» (I, 19, 189), ya que hay una epidemia entre 1597 y 1604 que provoca unas 600.000 muertes, casi un 7 % de la población española.

No podemos olvidar la que sí parece segura influencia y conocimiento por parte de Cervantes de la obra de Juan Huarte de San Juan, Examen de Ingenios para las Ciencias, que influyó en la tipología de sus personajes . 2 0

El tema cirugía, y más concreto el de cirujanos, tiene más directa rela­ción por la profesión de Rodrigo de Cervantes, padre de don Miguel. Laín Ent ra lgo 2 1 cita los de «ropa larga» o universitarios y los de «ropa corta» o barberos, sin formación teórico-práctica en las facultades.

La función de cirujano la practican personas carentes de formación uni­versitaria, empíricos hábiles en alguna operación. Y quizá fuera así el proge­nitor de Cervantes.

Otras profesiones como los algebristas, que reducían luxaciones y arregla­ban fracturas, hernistas, oculistas, litotomistas pululan por la obra, pero, a veces, o siempre, don Quijote (o Cervantes), parece confiar más en los bálsa­mos, curanderos u otros personajes caballerescos.

El médico, que debía curar ciertas enfermedades, no intervenía, y hasta hace pocos años ha sido así, en situaciones como partos, atendidos por coma­dres o parteras.

Pero la ciencia aún no había dado el gran salto (y me refiero al fríamente científico-tecnológico, que quizá no humano , a veces más importante) . Esta­mos en una España de unos 8 millones de habitantes, sin grandes ciudades, con predominio de población en núcleos rurales, como el lugar donde vive nuestro hidalgo, y cuyo medio conoció Cervantes en sus avatares.

Perviven aquí prácticas médicas empíricas, curanderismo, supersticiones, creencia en lo sobrenatural y en lo ancestral. No ocurre igual en las ciudades importantes, con famosos médicos de corte, y que no existen fuera del medio urbano, aunque aparte del protomedicato hay cofradías como la de San Lu­cas, San Cosme y San Damián, que realizaban exámenes similares, y ya se ataca el intrusismo, hay honorarios fijados y parece surgir una clase que dará lugar pronto a esa profesión liberal que tanto da que hablar. Pero los médicos de los que habla Cervantes, el que mandan l lamar para t ra tar a don Quijote, no parecen ser esos ya importantes, con conocimientos más o menos actuali­zados y que tratan a la nobleza o la naciente burguesía.

Y re sumo que, en estos siglos, la medicina se va a seguir haciendo en par te al margen de las universidades, persist iendo la tradición islámica, hi-pocrát ica y galénica, aunque se vayan creando cátedras a par t i r ya del si­glo XIII.

Pero la ciencia seguirá separada de la técnica que realizaban meros arte­sanos, que compart ían su trabajo con otros quehaceres, y desde luego, en el

20. Véase nota 12. 21. En lo relativo a las ciencias (medicina), véase L.S. Granjel, op. cit., t. III, p. 119 ss.; Laín, op. cit.,

t. IV, p. 180 ss.; y 78-95; H. López Méndez, J.M. López Pinero, p. 40-46, J.M. Reverte; también el capítulo de J.M. López Pinero en Historia de España de M. Pidal, vol. XXVI-1 (p. 157-231) (El siglo del Quijote). Véase también nota 13.

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mundo rural, el que hoy l lamaríamos titular era el barbero sangrador y saca-muelas, y personaje importante del entorno de hidalgo.

¿Y de la influencia de esta ciencia aquí esbozada sobre Cervantes cuando escribe el Quijote y se ha asentado en Madrid? No cabe pensar que tuviera amplios conocimientos. No tenía por qué. Era el gran escritor, el gran novelis­ta, pero nada más. Y nada menos.

BIBLIOGRAFÍA

Se expone una aproximación a la bibliografía de estudios relacionados con temas médi­cos, algunos muy selectivos y otros generales. He manejado algunas obras y otras provienen de diferentes repertorios bibliográficos. Así como obras generales no directamente relaciona­das con la medicina. Pienso que debe haber bastantes más estudios, sobre todo referentes a la locura, en revistas a las que no he tenido acceso y que figuran en vastos repertorios citados.

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Relaciono los Títulos de las fichas recogidas, que no forman capítulos aparte, ya que muchos se interrelacionan. Tengo también recogidos los del Quijote de Avellaneda para un análisis comparativo, y sigo la misma relación en el resto de la obra cervantina. Son los siguientes:

APÉNDICE

Actitudes Amenaza de lesiones Anatomía Astenia Ataques

Azotes Belleza Boticarios Caídas Calentura

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Coma Comparaciones con el de Avellaneda Conmoción cerebral Contusiones Corazón Cuchilladas Curaciones Curanderos Desmayo Dieta Dietética Dolor Embarazos Encantadores Enfermedades congénitas Enfermedades gastrointestinales Enfermedades infecciosas Enfermedades mentales Enfermedades metabólicas Enfermedades parasitarias Enfermedades renales Enfermedades yatrógenas Enfermedades varias Etiologías Exageraciones Fatiga Fisiología Fracturas Golpes Hambre Hematomas Hemorragias Heridas

Hospital Huesos Lesiones caballerescas Libros Locura Medicinas Médicos Menstruación Mitología Muerte Obesidad Palidez Palos Partos Politraumatismos Prevención Salud Sangre Sangrías Sanidad Síntomas Sueños Suicidios Suspiros Terapéuticas Traumatismos Traumatismos cráneo-faciales Traumatismos extremidades Traumatismos torácicos Traumat ismos varios Varios Violación Virginidad

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