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“Salir del duelo”“Todos, o casi todos, tenemos duelos sin realizar que se han ido acumulando con el
paso del tiempo. Se relacionan tanto con la muerte de un ser querido como con
una ruptura amorosa, la pérdida de un amigo, de la tierra natal, de una casa, un
empleo o una empresa, la llegada de la jubilación o la renuncia a un ideal
profesional”. Esto nos enseñan en el libro “Salir del duelo”de Anne Ancelin
Schützenberger y Evelyne Bissone Jeufroy. Podemos aprender sobre los duelos y la
aceptación, uno de los últimos pasos para llegar a la serenidad.
“Aunque la sociedad nos apure y nos empuje a terminar rápido con el duelo, cada
uno lo hace a su modo, vive su vida y sus sentimientos a un ritmo propio”.
“El duelo requiere un trabajo particular y doloroso, penoso y largo, pero que,
cuando se termina, permite no sólo “sobrevivir con lo inaceptable sin aceptar’, sino
vivir”
“Hay que empezar por aceptarse tal como uno es (y no tal como se quiere que
sea). Y para aceptarse, del mismo modo que sucede con los dolores y las
injusticias pasadas, hay que hacer el duelo de nuestros sufrimientos y de todas
nuestras pérdidas, dejar de rumiar las injusticias de la vida, del destino y de “los
enemigos, los malos” o de cualquier otro perseguidor. Dejar de decir, como los
niños: “No es justo” o “Exijo algo a cambio” o “Quiero que me pidan perdón”. Los
sufrimientos ocasionados por las pérdidas y los duelos suelen ser experiencias
iniciáticas que, como toda prueba, nos enseñan a evolucionar”.
“Para salir del duelo es necesario y vital, encontrar nuevos recursos, desprenderse,
perdonar, aceptar la pérdida. Existen ciertas técnicas, que pasan todas por la
misma ruta: auto gratificarse, estar bien rodeada, reconstruir las reservas de
“vitaminas emocionales”.
Las etapas que que hay que experimentar para llegar a la Serenidad.
La pérdida: Si no se toma consciencia de la pérdida, el trabajo de duelo no puede
comenzar.
La negación: esta etapa es más rechazada cuando la muerte es súbita o
inesperada (« no es posible, no a mí, no ahora »)
La cólera: va de la inculpación al odio (“es injusto, no hay derecho”)
El miedo: miedo por sí mismo o por los otros, momentánea o una angustia
general. El mundo aparece como una fuente de peligros difíciles de superar. («
¿Qué me va a ocurrir? ¿Cómo voy a hacer? »)
La tristeza: etapa decisiva y difícil para enfrentar la realidad en la cual se toma
conciencia que lo hecho es definitivo.
El ascenso: se sale de la encrucijada y la esperanza renace
La aceptación: « es difícil, irremediable, pero voy a seguir viviendo lo mejor
posible ». En la ruta de la aceptación, es quién vive el duelo que toma el primer
plano y ya no más el objeto del duelo.
El perdón: perdonarse, renunciar a la ilusión de omnipotencia, no dejarse
avasallar por la culpa. Luego puede haber lugar al perdón de los causantes de la
pérdida.
Búsqueda de sentido: Beneficios subyacentes o el « regalo escondido »: “gracias
al duelo he podido…” Se trata de reconocer que el duelo o la pérdida permitieron
hacer algo imposible de encarar en la vieja situación, como desarrollar un talento,
aprender cosas nuevas.
La serenidad: acceso a un nuevo vínculo. La persona hace las paces con ese
momento doloroso y puede evocarlo sin exceso de emoción. Vive en el aquí y
ahora y aquello que le ocurre es más importante que lo pasado. Si un nuevo
proyecto se delinea, la persona puede adherir.
El duelo y sus “recetas”
Evelyne Bissone Jeufroy, coautora del libro “Salir del duelo”
“El duelo es un proceso que hacemos todos frente a cualquier pérdida significativa
que al mismo tiempo se siente una pérdida de seguridad. No es necesariamente la
muerte, puede ser cualquier pérdida: de un trabajo, exilio ya sea elegido o no,
casa, amor, salud, situación económica, juventud, los hijos que se van, así como
tantas otras pérdidas inevitables por las cuales nuestra educación en sociedad no
nos ha preparado porque nos enseñan a ganar pero no a perder”.
“Las etapas del duelo, ya sea para enfrentar la muerte o una pérdida, son las
mismas. Son únicas porque dependen de la fuerza del vínculo puesto que el
trabajo del duelo empieza con la ruptura de ese vínculo significativo y es en
realidad la pérdida de un objeto de amor. De lo que las personas no se dan cuenta
(y es por eso que es un proceso que hay que elaborar y no tapar) es que significa
muchas pérdidas, no solamente el objeto de amor, sino también parte de uno
mismo y de la seguridad. Todas esas pérdidas lo transforman en un proceso
doloroso”.
“Alguien me preguntó si gracias a las “recetas” de este libro si uno podía hacerlo
sin dolor y les digo: definitivamente no. Hay que entrar en el dolor para salir de
éste. Lo que no hay que hacer es taparlo, porque de este modo dura eternamente.
Hasta puede durar toda la vida.
“Este libro también refleja mi propia experiencia, porque cuando falleció mi hija yo
no hice el duelo y enfermé de las más variadas enfermedades que ningún medico
se podía explicar. Creo que con este libro puse un punto final a mi propio proceso
de duelo. Es interesante notar que el proceso de duelo para una pérdida
significativa no se hace de una vez. Es lo que Freud llama el trabajo de
“preelaboración” como en una sinfonía un motivo es retomado y reelaborado en
distintos niveles hasta su expresión final”.
“Creo que la receta más importante es ofrecerse 4 placeres por día como mínimo,
todos los días. La receta es 1 a 3 años, después uno normalmente ha tomado la
costumbre y ya lo hace, porque eso regenera, da energía y rehace al ser humano
porque en el trabajo del duelo hay una gran cantidad de pérdida de energía, un
gran cansancio interno”.
“El proceso del duelo no resuelto es como una cicatriz que supura. Si el
sentimiento es de serenidad, paz interior, entonces el proceso del duelo está
terminado. La cicatriz sigue existiendo, es evidente que lo que nos ocurrió nunca
se borrará, pero está limpia y uno puede ocuparse de otra cosa porque uno ya no
está absorto por el dolor o preocupación”.
Muchas veces es a partir de la tristeza como se puede salir del duelo y en otras
ocurre que el entorno es el que no nos deja ser tristes. En mi concepción hay que
estar tristes todo el tiempo que uno quiere porque de la tristeza va a brotar la
salida del duelo, la etapa de la aceptación”.
“La vergüenza social es la que tapa e impide el duelo, y justamente lo que uno
necesita es escucha, sostén y poder volcar sus emociones. Venimos de una cultura
donde había que callarse, ser digno y no mostrar sus emociones”.
“Alice Miller postula que es un empobrecimiento y no una riqueza. Porque todos los
psicólogos saben que la expresión de los sentimientos y las emociones son
indispensables para crecer y desarrollarse. El cuerpo sufre cuando tiene que
reprimir tanto, incluso el dolor”.
“La vergüenza es social, viene de los padres y de la sociedad. Hay una pérdida
particular que a nadie le gusta hablar que es sobre el aborto. Muchas mujeres no
hay hecho el duelo de abortos espontáneos o provocados. Si uno no toma en
cuenta esta pérdida, pueden entrar en graves depresiones ya sea posteriormente o
muchos años luego de ocurrido el aborto”.
Las autoras:
Evelyne Bissone Jeufroy es argentina, pero lleva gran parte de su vida
estudiando y trabajando en Francia. Se formó en Psicología e Historia del Arte en
Nueva York, y participó durante cinco años en los seminarios de la reconocida
psicóloga infantil Françoise Dolto. También se desempeñó como psicóloga en el
área de selección de personal en IBM de Francia. Este trabajo y el realizado con
niños reveló sus habilidades para detectar y trabajar con personas que cargan
“secretos de familia”. Interesada en esa temática, se convirtió en discípula y amiga
de la especialista Anne Ancelin Schützenberger, al punto de que en la actualidad
es la única autorizada a difundir su obra. Desde 2000 se dedica al coaching con el
objetivo de acompañar a las personas que atraviesan dificultades puntuales en
algún tramo de sus vidas.
Anne Ancelin Schützenberger nació en 1919 y tiene la nacionalidad francesa.
Posee una licenciatura en Derecho y un doctorado en Psicología. Durante la
Segunda Guerra Mundial participó en la Resistencia y en 1945 recibió el Prix de
l’Aide Alié à la Résistance. Una beca Fullbright le permitió especializarse en los
Estados Unidos en psicología social y dinámica de grupo. Trabajó con Margaret
Mead y con Gregory Bateson en el grupo de Palo Alto. Su formación abarca desde
el psicoanálisis hasta la terapia breve, la dinámica de grupo, el psicodrama y la
comunicación no verbal. Es cofundadora de la Asociación Internacional de
Psicoterapia de Grupo y desde 1967 es profesora emérita en la Universidad de
Niza. Es autora de La voluntad de vivir y del best seller ¡Ay, mis ancestros! Allí
describe su experiencia en terapia transgeneracional, la cual utiliza el
genosociograma (representación del árbol genealógico comentado) para poner en
evidencia las relaciones del sujeto con su entorno y sus vínculos con los demás
haciendo hincapié en los lazos transgeneracionales. Reconocida como una de las
más grandes psicodramatistas mundiales, a la fecha sigue siendo una mujer activa
y comprometida con su trabajo, sus pacientes y sus discípulos.