salazar rincon javier - el mundo social del quijote

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 JAVIER SALAZAR RINCÓN EL MUNDO SOCIAL DEL "QUIJOTE” PREMIO RIVADENEIRA DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA & BIBLIOTECA ROMÁNI CA H ISPÁN ICA  EDITORIAL CREDOS

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La primera version de este trabajo se inició en 1972 y fue originariamenteuna tesis doctoral, titulada Sociedad e ideología en el «Quijote», que se leyó en la Universidad Complutense de Madrid el día 30 de junio de 1977. Una reelaboración casi total de aquellos materialesdio lugar a un libro nuevo, que obtuvo el premio Rivadeneira de la Real Academia Española en diciembre de 1984, y que, en versión abreviada y con algunos retoques, ofrecemos hoy a los lectores.

TRANSCRIPT

  • JAVIER SALAZAR RINCN

    EL MUNDO SOCIAL DEL "QUIJOTE

    P R EM I O R I V A D E N E I R A DE LA R E A L A C A D E M I A E S P A O L A

    &B IB L IO T E C A R O M N IC A H I S P N I C A

    E D IT O R IA L C R E D O S

    MADRID

  • EL MUNDO SOCIAL DEL QUIJOTE

    La plena inteleccin de la obra litera ria obliga a considerar las creaciones culturales como totalidades relativas que, aunque puedan ser objeto de un anlisis intrnseco, slo nos b rindan su significacin com pleta cuando las observam os dentro del m arco histrico en que fueron creadas.

    Sin abandonar en ningn momento este principio orientador, Javier Salazar analiza, a travs del prism a de la h istoria social, los principales episodios y personajes del Quijote, y vuelve a p lan tear en estas pginas, tratando de hallar respuestas originales, algunas de las preocupaciones m s aejas de los estudios cervantinos: el gobierno de la nsula B aratara; el errmeo de los Duques en burlarse de sus huspedes; la personalidad de Roque Gui- n art y sus relaciones con don Antonio Moreno; las form as de vida y la m entalidad de ttulos, caballeros, hidalgos y labradores; los mviles de Sancho Panza y las m etas de don Quijote; la significacin social del libro de caballeras; la polm ica de las arm as y las letras; la actitud de Cervantes ante la expulsin de los m oriscos; el anhelo de honor y el prejuicio de la limpieza de sangre.

    (P a s a a la s o la p a s ig u ie n te )

  • ( V ie n e d e la s o la p a a n te r io r )

    Adems de dar respuesta a ciertas incgnitas parciales, este estudio intenta descubrir el sentido global de la novela cervantina: La h isto ria de don Q uijote y Sancho es el reflejo abreviado y pardico de aquel m undo conflictivo y cam biante la encrucijada espaola de 1600, en que el fortalecim iento de los poderes nobiliarios, y el em pobrecim iento sim ultneo de los burgueses, los hidalgos, los jornaleros y los labradores pobres, tra jo como consecuencia la adopcin m im tica de los valores y form as de vida aristocrticos por p arte de los sectores medios e inferiores de la poblacin, y la eclosin de unos deseos desm esurados de m edro en tre las gentes m s diversas, em peadas todas ellas en juntarse a los buenos para ser uno de ellos. Sin embargo, aunque los sueos desorbitados provocan el fracaso de los p ro tagonistas, detrs de la ptina de desengao que recubre el Quijote, descubrimos una esperanza y una afirmacin de fe en el hom bre, capaz de desplegar las virtudes m s altas cuando es fiel a sus m andatos ntim os.

    El m undo social del Quijote viene a engrosar la ya d ilatada serie de obras que, en los ltim os aos y dentro del campo de los estudios hispnicos, han tra tado de ilu stra r las relaciones en tre el quehacer literario y la realidad social. C ontribuir decididam ente a re solver aquel equvoco el significado ltim o de la burla cervantina al que hace ya ms de medio siglo se refiri Ortega en sus Meditaciones

  • BIBLIOTECA ROMNICA HISPNICA

    DIRIGIDA POR D M A S O A L O N S O

    II. ESTUDIOS Y ENSAYOS, 352

    ArmauirmqueExlibrisArmauirumquePergamino

  • JAVIER SALAZAR RINCN

    EL MUNDO SOCIAL DEL "QUIJOTEPREM IO R IV A D E N IR A DE LA REAL A C A D E M IA ESPA O LA

    &B I B L I O T E C A R O M N I C A H I S P N I C A

    E D IT O R IA L G R E D O SM A D R I D

  • JAVIER SA L A ZA R RINC N, 1986.

    EDITO RIAL G REDO S, S. A .

    Snchez Pacheco, 81, Madrid. Espaa.

    D e p s ito L egal: M. 26035-1986 .

    ISBN 84-249-1060-5. Rstica. ISBN 84-249-1061-3. Guaflex.

    Im p reso en E sp a a . P r in ted in Sp ain .

    G r fica s C n d or, S . A., S n ch ez P ach eco , 81 , M adrid , 1986. 5891.

  • A Teresa.A mis padres.

  • La primera version de este trabajo se inici en 1972 y fue originariamente una tesis doctoral, titulada Sociedad e ideologa en el Quijote, que se ley en la Universidad Complutense de Madrid el da 30 de junio de 1977. Una reelaboracin casi total de aquellos materiales dio lugar a un libro nuevo, que obtuvo el premio Rivadeneira de la Real Academia Espaola en diciembre de 1984, y que, en versin abreviada y con algunos retoques, ofrecemos hoy a los lectores.

    Naturalmente son varias las personas que han colaborado de una u otra manera en la elaboracin de esta obra, y a las que quiero expresar en estas lneas mi agradecimiento. Vaya en primer lugar mi gratitud para Alonso Zamora Vicente, que me anim a emprender este trabajo, siendo yo todava alumno suyo en la Universidad de Madrid, que dirigi despus mi tesis de doctorado, y del que en todo momento he recibido estmulo y ayuda.

    Un recuerdo agradecido tambin para los profesores Carlos Fores- ti, Per Rosengren y Matilde Westberg, y para los dems colegas y amigos del Departamento de espaol de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), en el que ejerc como lector extranjero entre 1973 y 1978, y en cuyo seminario de doctorado tuve oportunidad de exponer y discutir algunos aspectos de esta obra.

    Tambin quiero mencionar algunas instituciones en las que he trabajado e investigado durante estos aos, y agradecer al mismo tiempo la colaboracin de sus bibliotecarios y empleados: Biblioteca de La Caixa (La Seu d Urgell), Biblioteca de Catalunya (Barcelona), Biblioteca Nacional de Madrid, Biblioteca de la Universidad de Gotemburgo

  • (Suecia), Instituto Iberoamericano de la Universidad de Gotemburgo, Instituto de Bachillerato Joan Brudieu (La Seu d Urgell).

    Una mencin muy especial merece mi mujer, Teresa, que ha mecanografiado pacientemente y con esmero los originales en todas sus versiones y fases, y sin cuya ayuda y comprensin hubiera sido imposible concluir esta obra.

    La Seu d Urgell, 12 de junio de 1985.

  • INTRODUCCIN

    Intentar decir algo nuevo acerca del Quijote sobre el que tantas y tan valiosas pginas se han escrito, parece, a primera vista, un esfuerzo condenado al fracaso. Cervantes ha sido desmenuzado y escudriado con todo tipo de instrumentos y lentes, y el enorme rimero de libros y artculos dedicados a su obra parece indicar que en este terreno slo caben la redundancia o la divagacin.

    Esta idea, que ha acabado por hacer de Cervantes un coto vedado para el investigador novel, nos parece, sin embargo, parcialmente equivocada. Es indudable que quien se adentra en este campo se ve obligado a repetir, corregir o ampliar ideas que alguien ha expuesto ya en alguna ocasin; pero tambin es cierto que el desarrollo de la bibliografa y los estudios cervantinos es constante, a veces con aportaciones muy valiosas, y ese permanente incremento nos parece la prueba ms clara de su inextinguible vitalidad. Los grandes autores y sus obras son siempre una incitacin, o un pretexto, para la reflexin y el estudio: cada poca trata de verse reflejada o justificada en ellos, y el genio creador, multiplicado en esa inacabable galera de espejos, descubre en cada nueva lectura un perfil insospechado.

    1 Para el presente trabajo hemos utilizado ias siguientes ediciones de las obras de Cervantes: D on Q uijo te de la M ancha , edicin, introduccin y notas de Francisco Rodrguez M arn, M adrid, Ed. Espasa-Calpe, col. Clsicos Castellanos, 1967, 8 vols. Para el resto de la obra cervantina hemos seguido los volm enes I y 156 de la Biblioteca de A u tores E spaoles (BAE), editados por Buenaventura Carlos Aribau y Francisco Yndu- rin, respectivamente.

  • Tampoco el tema de este estudio nos parece que est agotado. Morel- Fatio vio en el Quijote la gran novela social de la Espaa de comienzos del siglo xvii 2, y esta idea, convertida ya en un lugar comn, se ha venido repitiendo desde entonces 3; pero, a pesar de la evidente trascendencia social de la obra cervantina, el tema ha recibido por parte de la crtica un tratamiento insuficiente, y en ocasiones parcial.

    A Morel-Fatio le debemos, precisamente, el primer estudio importante sobre las relaciones entre la obra de Cervantes y la historia social 4. Su trabajo es una simple recopilacin de textos de la novela, destinada a ilustrar el estado social, las categoras profesionales y los rangos estamentales de la poca: clrigos, gobernantes, moriscos, nobles, hidalgos, soldados, estudiantes y letrados, mdicos, venteros, arrieros, comediantes, etc. La reducida extensin y la ndole del estudio, que fue concebido originalmente como materia de una conferencia, hacen que el tratamiento sea obligadamente superficial. El punto de vista del autor, extremadamente simplista, limita adems el alcance de las conclusiones: Cervantes es, simplemente, un trs habile conteur et un honnte homme que, cuando se ha enfrentado a problemas sociales graves, los ha resuelto como cualquier hombre normal de su poca 5.

    El breve ensayo de Morel-Fatio encierra, sin embargo, intuiciones y juicios muy acertados, difciles de encontrar en la crtica espaola de la misma poca, con los que el autor se anticipa a la investigacin ms reciente: la relacin que existe entre la condicin social del hidalgo y la aficin a los libros de caballeras 6; la mana hidalguista de las gentes de la poca, cuya crtica constituye la principal intencin del

    2 Le D on Q uichotte envisag peinture et critique de la socit espagnole du X V Ie et X V IIe sicle, en tudes su r l Espagne, Paris, 1895, 1 .a serie, pg. 307.

    3 Para ngel Valbuena Prat, Cervantes deja en su obra un m aravilloso docum ento social (La v ida espaola en a E d a d de Oro, segn su s fu en tes literarias, Barcelona, 1943, pg. 187). Para A . Bonilla y San M artin, Cervantes se propuso siempre entretener y hacer historia social (C ervantes y su obra, Madrid, 1916, pg. 14). Ms recientemente Guillermo Barriga Casalini ha sealado que D on Q uijote d e la M ancha es el ms com pleto estudio social realizado por Cervantes (L os dos m un dos d e l Q uijote: realidad y ficcin , M adrid, Ed. Porra, 1983, pg. 4).

    4 O p. cit.5 Ib id ., pg. 30S.6 Ib id ., pgs. 338-339.

  • libro 7; y, sobre todo, el nfasis que el autor ha puesto en el contenido social de la novela.

    Con motivo del tercer centenario de la publicacin del Quijote, aparecen varios estudios dedicados a examinar el ambiente social en que se inspir Cervantes, entre los que merecen destacarse las obras de Salcedo Ruiz y Puyol Alonso 8. La primera, muy superior, es, a pesar de su brevedad (155 pgs.), el estudio ms completo escrito sobre el tema en la primera mitad del siglo xx. De manera ms amplia y fundamentada que Morel-Fatio, el autor pasa revista a los grandes, los hidalgos, la gente llana, la religin, el Estado, los soldados, la vida jurdica, y apunta adems un hecho importante: la obsesiva preocupacin nobiliaria de las gentes qued plasmada en las concepciones religiosas y en el prejuicio de la limpieza de sangre 9.

    Los estudios cervantinos estn presididos, en los aos siguientes, por los esfuerzos de Amrico Castro para desterrar al Cervantes esotrico, librepensador o contrarreformista, que haban inventado los eruditos del siglo XIX, y por situar su obra dentro de las coordenadas reales en las que surgi: Renacimiento, humanismo, erasmismo, espritu crtico, modernidad 10. El resultado ser una imagen de Cervantes teida por las ideas liberales del propio autor, pero apoyada en una investigacin filolgica e histrica de un rigor inigualable.

    La guerra civil y el exilio hicieron que Castro cambiase radicalmente sus puntos de vista sobre la historia espaola y nos devolviese una imagen indita de Cervantes ": el hombre marginal, silenciado y arrin

    7 Pgs. 140 y sigs.8 Julio Puyol A lonso, E stado socia l qu e refleja e l Q uijo te, Madrid, 1905; ngel

    Salcedo Ruiz, E stado socia l que refleja e l Q uijo te , M adrid, 1905. Ms breves y de escaso inters son: R . Casas Pedrerol, Breve estudio sobre el estado social que refleja el Q uijote, N uestro Tiem po, I, 1906, pgs. 240-265; y A . M artnez Olmedilla, Estado social que refleja el Q uijote, EM od, CCXI, 1906, pgs. 123-146.

    9 O p. c it., pgs. 41 y sigs., y 55 y sigs.10 Vase E l pensam iento de C ervantes, nueva edicin ampliada, con notas del autor

    y de Julio Rodrguez Purtolas, Barcelona, Ed. N oguer, 1972; y los artculos reunidos en el volum en H acia Cervantes, M adrid, Taurus, 1957.

    11 La m otivacin inicial de Espaa en su h istoria est en el enorme dolor sentido por mi maestro durante la guerra civil de 1936-1939. O, dicho con palabras suyas: cm o y por qu lleg a hacerse tan dura y tan spera la convivencia entre espaoles, cul es el m otivo de haberse hecho endm ica entre nosotros la necesidad de arrojar del paso de exterminar a quienes disentan de lo credo y querido por los m s poderosos. El

  • conado, cristiano nuevo tal vez, que responde con su obra a un entorno agresivo e incmodo 12. Sus descubrimientos, discutibles sin duda, constituyen un punto de partida obligado para cualquier estudio sobre el marco histrico de la novela cervantina.

    Don Quijote renace en la Espaa de la postguerra vestido con las galas de la cultura oficial: hispanidad, catolicismo, tradicionalismo; smbolo de valores imperecederos 13. Pero, a pesar de todo, la investigacin en torno al ambiente histrico en que vivi Cervantes contina. Jos Antonio Maravall 14 sita el Quijote en el cruce de dos pocas, medievo y modernidad, y lo interpreta como el resultado de un choque entre fuerzas de signo opuesto: de un lado el hidalgo, encarnacin del espritu caballeresco medieval y la utopa arcaizante; de otro, las formas polticas y econmicas propias del Estado moderno, a las que el caballero se enfrenta: ejrcito regular, fuerzas de seguridad, economa dineraria, administracin de tcnicos.

    En estos aos se publica tambin la obra ms voluminosa sobre el tema que aqu estudiamos de las aparecidas hasta la fecha: Arco y Garay 15 analiza, a lo largo de casi 800 pginas, numerosos aspectos de la vida espaola de aquel perodo; pero, a pesar de su extensin, el trabajo resulta, visto desde nuestra perspectiva actual, insuficiente y parcial: pocas referencias a las difciles condiciones econmicas, demogrficas y sociales en que surgi el Quijote; un silencio casi absoluto sobre las profundas y dramticas tensiones que padeci aquella poca; pocos datos sobre la vida real de los hidalgos, de los campesinos, de los jornaleros y las gentes pobres del campo. El libro insiste, eso s, en los aspectos ms superficiales y pintorescos de aquella sociedad: picaros, doncellas, criados, fiestas, bailes, refranes, comidas y vestidos, amor y celos, etc. Hay alusiones a las categoras sociales y a

    entendim iento del pasado histrico espaol, era, para Am rico Castro, enteramente indispensable para el futuro convivir pacfico de los espaoles (Juan M arichal, U nam uno, Ortega y A m rico Castro: tres grandes nufragos del siglo x x , Sistem a, n . 1, enero de 1973, pgs. 59-67, la cita en pg. 65).

    12 Vase A . Pea, A m rico C astro y su visin d e E spaa y de Cervantes, M adrid, Edit. Gredos, 1975.

    13 I. Terterian, Sobre algunas interpretaciones del Q u ijo te en la Espaa del sigloxx , Beitrge zu r R om anischen Philologie, Berlin, 1967, pgs. 169-173. '

    K E l hum anism o de las armas en D on Q uijote, M adrid, 1948.15 L a sociedad espaola en las obras de C ervantes, Madrid, C .S .t .C ., 1952.

  • las relaciones entre ellas, pero la obra de Cervantes queda reducida a un simple cuadro de costumbres, y su autor se convierte en un ferviente y obcecado patriota, que nunca cuestion la grandeza de aquella Monarqua en que le toc vivir

    Entre los estudios cervantinos publicados en los pases americanos de habla espaola, merece algunos comentarios un trabajo que guarda relacin estrecha con el tema que aqu estudiamos: El pensamiento social y poltico del Quijote, de Ludovik Osterc La obra realiza aportaciones valiosas, que tendremos en cuenta en las pginas que siguen, pero deja a un lado cuestiones importantes, y contiene, sobre todo, errores que es preciso sealar. Su autor resalta, de acuerdo con sus posiciones marxistas, la relacin que existe entre la literatura y la sociedad, pero resuelve este complejo problema con los tpicos del materialismo ms tosco insiste en el influjo de los hechos econmicos y sociales sobre la vida cultural, pero utiliza como nica fuente de informacin el conocido manual de Vicens Vives. La relacin ntre el Quijote y los libros de caballeras se resuelve con una frmula simple y definitiva:

    . . . lo s lib ros de caballeras sirv ieron a C ervantes de pretexto y de cortina de h u m o para disparar lo s dardos contra las c lases dom inantes sin tem or de represalias por parte de ellas ,0.

    Y esta misma receta sirve para explicar la locura del caballero:

    . ..u n hab ils im o recurso literario de C ervantes, m edian te el cual se escud para lanzar im punem ente una agud a crtica de la vida socia l y poltica de su tiem p o. E l autor h izo parecer a su hroe c o m o loco a fin de obtener

    16 Si Cervantes censura en alguna ocasin ciertas actitudes, su crtica va contra a malicia y la flaqueza de los hombres, y no contra las instituciones en que se apoyaba el orden establecido: N o caben tales supuestos en Cervantes contina el autor , tan conform e con su condicin, tan confiado en la grandeza de su patria, tan entusiasta de sus glorias y tan seguro de sus altos futuros destinos (ib id ., pg. 139).

    17 M xico, Edit. Andrea, 1963.18 El arte es, por consiguiente, com o las dems formas de la conciencia social,

    un reflejo de la vida, de la realidad, una manera especial de conocer sta. El arte com o expresin de determinadas concepciones artsticas de la sociedad y com o reflejo de la vida social, forma parte de los fenm enos supraestructurales, engendrados por el rgimen econm ico de la sociedad de que se trata (ib id ., pgs. 17-18).

    ' Ibid., pg. 23.

  • el sa lv o co n d u cto para sus audaces ataques contra la m on arq ua , la nob leza

    y el c lero 10.

    La ideologa del autor deforma adems en varias ocasiones el contenido de la novela, y convierte a Cervantes en un revolucionario irreconocible 21.

    En las obras que acabamos de comentar hay, junto a algunos errores y limitaciones, muchas ideas, sugerencias e intuiciones valiosas. Todas ellas, y otros estudios ms breves que aparecen citados en la bibliografa, constituyen en conjunto un material suficiente para efectuar una primera aproximacin al tema de este trabajo. El carcter estrecho o anticuado de muchos de sus planteamientos, y la misma dificultad material de acceder a ellas, hacen, no obstante, que estas obras sean hoy de poca utilidad para el lector no especializado, y que el mundo social del Quijote sea en este momento, como ha sealado no hace mucho un conocido investigador una de las principales lagunas de la bibliografa cervantina.

    Nuestro trabajo pretende poner en manos del universitario, del profesor, o de cualquier lector interesado, un estudio global y puesto al da de este tema apasionante, en un momento en que el enfoque sociolgico ha pasado a ocupar un lugar destacado en el estudio de la literatura, y en que incluso los planes de Bachillerato, que dedican un apartado especial al Quijote, recaban del alumno, y por supuesto del profesor, una atencin especial a los fundamentos sociales e histricos del hecho literario 25.

    20 Pg. 77.21 La discusin de la baca y el yelm o se resuelve, por ejem plo, con la siguiente

    explicacin: El sentido filosfico-social de este debate, a pesar de su aparente futilidad, consiste justam ente en el propsito del autor de mostrar la dependencia que hay entre la ideologa de cierta poca y sus clases rectoras, dicho en otras palabras, mostrar el inters que estas clases opresoras tienen en engaar a los dems, o bien a las clases inferiores y oprim idas (pgs. 115-116).

    22 Es de lamentar que no exista todava un estudio a fondo del com plejo mundo social cervantino. N o cumplen con lo que a un estudio as pediram os ni la obra de J. Puyol A lonso , E stado social que refleja e l Q u ijo te ... ni las eruditas anotaciones de la obra de R . del A rco y Garay, L a sociedad espaola en las obras d e C ervan tes... (J. A . M araval, U topa y contrautopa en el Q u ijo te, Santiago de C om postela. Edit. P ico Sacro, 1976, pg. 80, n. 80).

    23 Boletn O ficia l de l E stado, }8 de abril de 1975, pgs. 8054-55.

  • Este estudio no es, sin embargo, una simple obra de divulgacin: intenta aportar datos, volver a plantear temas ya conocidos desde una perspectiva nueva, ayudar a que otros resuelvan con mejor tino problemas que aqu slo aparecen esbozados. La novedad de algunos de los puntos de vista que aqu exponemos no es, sin embargo, una prueba cierta de su originalidad. La crtica literaria, como ha sealado Juan Ignacio Ferreras, se ve obligada constantemente a salirse del tema, en busca de materiales que enriquezcan y clarifiquen su propio objeto de estudio 24; y, si hemos conseguido aportar algo nuevo en estas pginas, se lo debemos precisamente a las numerosas incursiones que hemos realizado en el terreno de la historia social, una disciplina sin cuyo auxilio, y el involuntario de sus especialistas, no hubiera sido posible nuestra labor.

    Las pginas que siguen son, por tanto, un intento de comprender la novela de Cervantes desde la sociedad en que surgi. En su ejecucin nos hemos servido de textos cervantinos distintos del Quijote, y de otras obras de carcter muy diverso, tratando de soslayar en lo posible el principal defecto de este tipo de estudios: la utilizacin de los materiales literarios como fuente exclusiva de informacin. Hubiramos querido concluir este trabajo dando cuenta del objeto esencial que toda sociologa de la literatura debe abordar: el complejo mecanismo que relaciona la obra literaria con la conciencia colectiva de determinados grupos sociales. La falta de espacio, y la necesidad ntima de dilucidar determinados problemas y ahondar en otros, nos han hecho prescindir de esta parte de nuestro estudio. Esperamos poder volver sobre ello en mejor ocasin.

    24 F undam entos de socio loga de a literatura, M adrid, Ed. Ctedra, 1980, pg. 15.

  • LA JERARQUA NOBILIARIA: GRANDES, TTULOS, SEORES DE VASALLOS

    U N LUGAR DE LOS MEJORES QUE EL DUQUE TEN A

    Si excptuamos algunas ciudades aisladas, puntos minsculos del mapa, en que la burguesa se aduea del poder o lo comparte con las antiguas clases privilegiadas, la Europa del xvi conserva el aspecto de un amplio reino semifeudal ': la nobleza, igual que ocurra en los siglos anteriores, posee un slido poder, disfruta de una considerable fortuna, y monopoliza un variado repertorio de vanidades sociales trajes lujosos, suntuosas moradas, servidumbre numerosa, con las que hace patente su privilegiada posicin 2.

    La supremaca del estamento nobiliario en ios Reinos Peninsulares, fundada en la propiedad efectiva del suelo y el dominio jurisdiccional de tierras y vasallos, crece durante la ltima poca de la Reconquista y se consolida definitivamente en el reinado de los Reyes Catlicos. Es cierto que los grandes aristcratas castellanos, sometidos desde ahora a la autoridad real, tendrn que renunciar a una parcela importante de su poder poltico y militar; pero, a cambio de esta merma en sus prerrogativas, gozarn de la proteccin de la Corona, y del reconocimiento y disfrute indiscutido de unos privilegios arrancados muchas

    1 Fernand Braudel, E l M editerrneo y el m undo m editerrneo en la poca de Felip e II, M xico, FCE, 1976, 2 vo ls ., vol. II, pg. 71.

    2 Ib id . , pg. 70.

  • veces por la fuerza. Las alianzas matrimoniales entre las grandes familias de la nobleza, que los monarcas no tratan de evitar, no hacen ms que acentuar el proceso de concentracin de la propiedad territorial y el dominio seorial en manos de unos pocos poderosos \ No es extrao, por ello, que la nobleza llegase a ser considerada, segn el clculo de Lucio Marineo Sculo 4, duea de un tercio de las riquezas del pas en la poca de Carlos V, y que sus miembros monopolicen la fortuna, el prestigio y la autoridad en el reinado de sus sucesores.

    El estado ms elevado de la nobleza, los Grandes de Espaa, grupo minoritario formado por los duques y algunas familias del ms alto rango 5, goza de prerrogativas especiales en su trato con los monarcas y el Estado, domina extensos territorios, posee cuantiosas propiedades y controla los ms importantes resortes del poder poltico. A este ncleo privilegiado, autntica clase dirigente en la Espaa de los Austrias, pertenece el duque Ricardo, padre del seductor de Dorotea y probable trasunto del Duque de Osuna:

    E n esta A n d a lu ca hay un lugar de qu ien tom a ttu lo un d u que, q u e le hace u n o de lo s q u e llam an grandes de E sp aa (I, 28).

    En la misma categora se encuentran los Duques aragoneses, identificados por algunos con los de Villahermosa, en cuyos estados son acogidos, agasajados y burlados don Quijote y Sancho.

    Por debajo de los Grandes estn los nobles titulados, grupo muy prximo, por su riqueza y poder, al nivel de la Grandeza. Todava en el siglo xvi encontramos algunos casos de concesin de ttulos, igual que ocurra en sus orgenes, por servicios de tipo militar o burocrtico prestados por el beneficiario a la Corona. La situacin econmica era,

    3 John H . E lliott, L a Espaa im perial (1469-1716), Barcelona, Ed. Vicens Vives, 1973, pags. 115 y sigs.

    4 M as la renta de toda Espaa segn mi juyzio y de otros se diuide toda en tres partes casi por ygual. Delas quales es la vna dlos Reyes, y la otra dlos grandes caualle- ros, y la tercera dlos perlados, y sacerdotes (Lucio M arineo Sculo, D e las cosas m em orables de Espaa, A lcal, 1530, fo l. X X V ).

    5 Vase A nton io D om inguez Ortiz, L a s clases privileg iadas en la E spaa d e l A n tigu o Rgim en, M adrid, Edic. Istm o, 1973, pgs. 77 y sigs.; ngel Salcedo Ruiz, op. cit., pginas 17 y sigs.; Arco y Garay, op. c it., pgs 341 y sigs.; Ludovic Osterc, op. cit., pginas 90 y sigs.

  • sin embargo, las ms de las veces, el criterio determinante; y la compra, la va ms segura y frecuente para la obtencin de tales dignidades. Con este sistema, que nunca dej de levantar protestas, se vena a reconocer el principio fundamentalmente econmico que presida la jerarquizacin del estamento nobiliario 6; ya que, aun en el caso de que el ttulo no se vendiese, el solicitante deba estar en posesin de rentas territoriales, dominios seoriales e ingresos cuantiosos, con los que poder mantener de forma decorosa su rango 7. De ah que los caballeros ricos propietarios de seoros, que componen el sector ms prximo a la cspide del estamento nobiliario, sean los ms aptos para la consecucin de un ttulo:

    N o refiero las dignidades [escribe Fray B en ito de P e a losa a p ropsito de estos nob les acaudalad os], qu e lo s m u y ricos consiguen d e C on d es, M arqueses y D u q u es, illustrando sus ap ellid os, casas y lin ages, co n vasallos y ricos m ayorazgos 8.

    Los seores de vasallos no constituan, sin embargo, una categora especial. Poda comprarse una jurisdiccin o una villa sin ser noble; aunque, en la prctica, era impensable que un seor de lugares no fuese al menos hidalgo, y, de hecho, las solicitudes de nuevos seoros provenan, en la mayora de los casos, de caballeros ricos ansiosos de elevarse en la escala nobiliaria A esta esfera superior de la nobleza no titulada pertenece el joven caballero, vecino de don Quijote, enamorado de la morisca Ana Flix:

    ...u n m an cebo cab allero llam ad o d on G aspar G regorio , h ijo m ayorazgo de un caballero que ju n to a nu estro lugar o tro su yo tien e (II, 63).

    Tambin es titular de un seoro el padre de don Luis:

    ...ca b a llero natural del reino de A ragn , se or de dos lugares, el cual v iva frontero de la casa de m i padre en la C orte (I , 43).

    6 A , D om nguez Ortiz, lb(d pg. 72,7 Ib id ., pgs. 73-74.8 Fray Benito de Pealosa, L ibro d e las cinco excelencias d e l espaol qve despve-

    blan a E spaa p ara su m ayor po ten cia y d ilatacin, Pam piona, 629, fo l. 87.9 A . Dom nguez Ortiz, op . c it., pgs. 57-58,

  • Y, aunque los motivos de su estancia en la capital no se hagan explcitos, es muy probable que este caballero aragons confiara en que el volumen y carcter de sus rentas, as como la proximidad de consejeros y ministros, le allanasen el camino para hacer de ttulo a su hijo (I, 44).

    La riqueza y el poder de la alta nobleza emanan de la posesin y dominio del suelo, y tienen, en consecuencia, una base fundamentalmente agraria. El seor es propietario de tierras de labor cultivadas por jornaleros, o cedidas a los campesinos mediante el pago de una elevada renta anual, y ejerce al mismo tiempo el dominio jurisdiccional sobre la totalidad de las tierras, lugares y vecinos adscritos al seoro l0, de los que percibe, en seal de vasallaje, derechos de asentamiento y tributos de la ms variada ndole " . E n Alcabn (Toledo), por ejemplo, segn se dice en las Relaciones confeccionadas en tiempos de Felipe II 12:

    E l se or desta villa es el D u q u e d e M aq u ed a c o m o tien en d ich o , ques seor de T orrijo s y de M aq u ed a y de A lc a b n y de otros p u e b lo s ... 13.

    l duque ejerce en Alcabn derechos administrativos y judiciales sobre sus vasallos y percibe adems determinados tributos caractersticos de la economa feudal, pero slo es propietario de un tercio, aproximadamente, de las tierras del lugar H. Y lo mismo ocurre en Xa Cabeza, lugar del Reino de Toledo en que:

    . . . la ju risd icin d e esta v illa es del se or, qu e es l ilustrfsim o se or C on d e de C h in ch n , n o tiene en l o tra renta m s d e las a lcabalas, que le valdrn hasta qu ince m il m araveds IJ.

    10 Vase A lfon so M . Guilarte, E l rgim en seoria l en e l s ig lo X V I, M adrid, Instituto de Estudios Polticos, 962.

    11 N ol Salom on, L a vida rural castellana en tiem pos d e Felipe II, Barcelona, Editorial P laneta, 1973, pgs. 185 y Sigs.

    12 Carmelo Vias M ey y Ramn Paz, Relaciones histrico-geogrfico-estadsticas de los p u eb lo s de Espaa, ordenadas p o r F elipe II, M adrid, C .S .I .C ., 1949-1971, 5 vols. Contiene las Relaciones de M adrid, T oledo y Ciudad Real.

    13 Ib id ., R eino de Toledo , primera parte, pg. 25.14 N ol Salom on, op. c it., pgs. 153 y sigs.15 C. Vias M ey y R am n Paz, Relaciones, R eino de Toledo, primera parte, pgi

    na 181.

  • El seor no detenta, sin embargo, la propiedad directa del suelo, ya que:

    ...t ie n e en trm ino de esta v illa un hered ero de la villa de M aqueda docientas fan egas de tierras, que la rentan cad a u n a o c ien to e treinta e c inco fanegas

    de trigo e cebada l6.

    En la primera parte del Quijote, Cardenio alude a la jurisdiccin seorial del padre de don Fernando:

    E ste duque R icardo, c o m o y a v o so tro s, se ores, debis saber, es un grande de E sp aa q u e tiene s u e s ta d o en lo m ejor desta A n daluca (I , 24).

    Y en la segunda parte de la obra, la Duquesa, tras conocer la identidad de don Quijote, ruega a Sancho:

    Id, herm ano P an za , y decid a vuestro se or qu e l sea el b ien llegado ' y el b ien ven id o a m is e s ta d o s (II, 30) n .

    En los dominios seoriales de un grande como el duque Ricardo, la propiedad de la tierra que el titular no disfruta directamente, est en manos de caballeros o campesinos acomodados, sometidos, en calidad de sbditos, a la autoridad del seor. Tal es el caso, por ejemplo, de los padres de Dorotea:

    D este se or son vasallos m is padres, h u m ildes en linaje; pero tan ricos, q u e si los bienes de su naturaleza igualaran a los de su fortu n a , ni e llos tuvieran m s que desear ni yo tem iera verm e en la desd icha en que m e v e o .. . (I, 28). .

    Entre los numerosos vecinos del seoro de los Duques aragoneses hay tambin, como en el estado del duque Ricardo, labradores ricos unidos al seor por vnculos de vasallaje. As ocurre con el burlador de la hija de doa Rodrguez:

    . . .h ijo de un labrador riqusim o q u e est en u n a aldea del D u q u e m i seor, no m uy le jos de aqu (II, 48).

    14 Ib id ., pg. 179.n C fr,: ...u n caballero, hijo segundo de un titulado que junto a mi lugar el de

    su estado tena (L os traba jos de Persiles y Sigism undo, BA E, I, pg. 567). Sobre lavisin cervantina de la administracin seorial, vase A rco y Garay, op. cit., pgs. 290 y sigs.; M orel-Fatio, op. cit., pg. 335.

  • Adems de representar una fuente importante de ingresos para muchas familias nobles, el seoro es una institucin de orden jurdico y poltico por la que el rey cede parte de su potestad a un particular, a una sede episcopal, una congregacin religiosa o una orden militar. El seor es, en este sentido, vicario del rey, y ejerce en sus dominios las funciones encomendadas a los representantes del poder civil en las tierras de realengo ia: promulgar edictos y ordenanzas de gobierno; nombrar alcaldes o confirmar los elegidos por los lugareos; instituir alcaldes mayores con facultad de juzgar en segunda instancia; imponer penas y sanciones pecuniarias; vigilar caminos, calles y mercados , Entre todas estas competencias, la potestad de nombrar a las autoridades municipales y designar a los funcionarios encargados de administrar justicia es, sin duda, una de las ms importantes. El ejercicio de este derecho suele ofrecer, no obstante, varias modalidades, incluso dentro de una misma regin.

    En el 21 por cien 20, aproximadamente, de los lugares de seoro laico de Castilla la Nueva, los alcaldes son elegidos por los vecinos y confirmados por el seor. Tal es el caso, entre otros, de Daganzo (Madrid), donde la eleccin de los alcaldes, que inspir a Cervantes su famoso entrems, trata de conciliar las libertades municipales y la autoridad seorial21 :

    . . .e l d icho se or con d e de C oru a c o m o se or d e la d ich a v illa despus de haber n om b rad o en la d icha v illa alcalde y regidores y procurador general,

    18 A . M . Guilarte, op . cit., pgs. 17-18.19 N ol Salom on, op . cit., pgs. 196 y sigs.20 Ib id ., pg. 200.Z1 Ib id ., pg. 198. El propio N . Salom on ha sealado el probable trasfondo hist

    rico de este entrems y de la eleccin que en l se representa (R echerches su r le thm epaysan dans ta com edia au tem ps de L o p e de Vega, Burdeos, 1965, pgs. 118-121):el Conde de la Corua, seor de Daganzo, haba intentado sustituir a los alcaldes locales por un alcalde m ayor nom brado por l, pero . .. la Chancillera de Valladolid conden al Conde de Corufia, el ao passado de ochenta y nueue en vista, y este de nouenta y dos en reuista, a que no pudiesse poner A lcalde m ayor en su villa de D agano, ni que el tal Alcalde m ayor conociesse en primera instancia a preuencin, por no auer m ostrado bastante ttulo, o costumbre d e llo ... (Jernimo Castillo de Bovadilla, Poltica para corregidores y seores d e vassallos, en tiem po d e p a z y d e gverra, M adrid, 1597, 2 vo ls., volum en I, pg. 827). Cervantes recordara esta victoria de los lugareos contra el poder seorial cuando eligi a los alcaldes de D aganzo com o protagonistas de su obra.

  • se le lleva a confirm ar y lo con firm a y da p or bu en o el d ich o nom bram iento , y aqu ellos q u e son n om brados y por el d ich o se or conde con firm ad os sirven d e sus o fic io s un a o ... 22.

    En algunas villas algo ms del 20 por cien 23 la eleccin se realiza sin intervencin alguna del seor, mientras que en el 58 por ciento restante el nombramiento corre a cargo del titular del seoro 24. En Barcience (Toledo), por ejemplo, las Relaciones nos explican que:

    . .. la s ju sticias de esta d icha v illa seglar es un a lca ld e m ayor, y d os ord inar ios, y d os rexidores, y un a lguacil, y a lca id e de la H erm andad; e los pon e el C o n d e de C ifu en tes, segn que es su yo y lo tien e de costum bre l y sus an tecesores... 25.

    Para la administracin de la justicia, que en sus diligencias ms simples est en manos de los alcaldes, el seor puede nombrar funcionarios especiales, a los que cede esta importante parcela de su poder: corregidores, alcaldes mayores ordinarios, oidores, etc. Los vecinos del Alcabn (Toledo), por ejemplo, tienen:

    . . .u n a lcalde ordinario que n om b ra el seor ca d a a o y d os regidores y un procurador y u n a lguacil, y el se or tiene u n corregidor p u esto en la villa

    de T orrijos para ju sticia m ayor para to d o su e s ta d o ... K .

    Los Duques que hospedan a don Quijote y Sancho poseen un palacio servido por numerosos criados, una casa de placer, terrenos baldos destinados a la caza y varios pueblos sujetos a su jurisdiccin. En una de estas villas, bautizada con el nombre de nsula Baratara, se van a desarrollar varios captulos de la novela, Se trata de:

    . . .u n lugar d e h asta m il v ec in o s, que era de lo s m ejores q u e el D u q u e tena

    (II, 45).

    22 C. Vias M ey y Ram n Paz, R elaciones, M adrid, pg. 222.23 N ol Salom on, La vida rural castellana, pg. 200.24 Ibid .25 C. Vias M ey y Ramn Paz, Relaciones, R ein o de Toledo, primera parte, pgi

    na 113.24 Ib id ., pg. 26.

  • En esta localidad es el Duque, a lo que parece, quien provee los cargos pblicos, y all es enviado Sancho, como gobernador de una nsula ficticia, con la misin de ocuparse de algunas de las funciories propias del alcalde o corregidor del lugar.

    Cuando Sancho lleg a las puertas de la nsula Baratara, sali el regimiento del pueblo a recibirle (II, 45), le fueron entregadas las llaves de la villa con algunas ceremonias ridiculas, dio gracias a Dios en la iglesia del pueblo, y desde all le llevaron a la silla del juzgado y le sentaron en ella. El nuevo gobernador estrenar su cargo en una de las misiones fundamentales que las leyes asignan a los encargados del gobierno en los lugares de seoro o realengo: la vista de pleitos en audiencia pblica:

    . . .e l o f ic io de ju zgar es p b lico [seala C astillo de B o v ed illa en su P o ltic a p a r a co rreg id o re s], y lo s m agistrados y ju eces son personas p b licas, porqu e p blicam ente desd e la m a ana hasta la tarde han de asistir en el tribunal, o y en d o p ley tos y desp ach n d olos 27.

    La vigilancia nocturna de calles y plazas es otra de las tareas qu el alcalde y el corregidor deben atender y, a ser posible, ejecutar personalmente:

    C ou ien e p u es, que el corregidor ron d e, y sus o fic ia les n o duerm an, y qu e to d o s ve len , y estn en cen tin e la , para ver y sentir qu in es e l atreuido que q u iso hazer y h izo la fuera, y qu in es el ladrn q u e co m eti el hurto , y qu in es el d esa lm ad o q u e m at a su p r x im o , y para q u e se in form en de lo s que b iu en m al y suziam ente en su R ep b lica ... 28.

    Una vez acabada la cena, con la ligereza y sobriedad que los preceptos del doctor Recio exigen, Sancho y sus oficiales:

    A d erezronse d e ron d a , sa li co n el m ayord om o, secretario y m aestresala , y el coron ista que ten a cu id ad o de poner en m em oria su s h ech os, y alguaciles y escribanos, tantos, que podan form ar un m ediano escuadrn (II, 49).

    En una poca en que la caresta, las crisis peridicas y la alarmante subida de precios se combinan con una intervencin cada vez mayor

    27 Castillo de Bovadilia, op. c it., vol. II, pg. 437.28 Ib id ., vol. I, pg. 671.

  • de los poderes pblicos en la vida ciudadana, los funcionarios del poder real, o el delegado del titular en las tierras de seoro, han de visitar a menudo los mercados, inspeccionar los bienes de consumo y vigilar los precios. Debe frecuentar:

    .. .e l C orregidor cada m aana lo s lugares p b licos com unes en que se proueen lo s populares de las cosas necessarias para sus b astim en tos, c o m o son carni- zer a , panadera , pescadera, fruteras, tab ernas, a lh n d iga , candelera , b od eg o n es , m eson es, y plaas, y to d a s aquellas partes d on d e m s suelen frequen- tarse los m alos recaudos; p orq u e ad on d e ay m s frequencia de gente , a ll

    ay m s necessidad de su socorro a .

    Tambin debe el corregidor acudir con frecuencia a la crcel e interesarse por la suerte de los presos:

    E n el lugar q u e ha de ser crcel p blica , d euen hazer lo s C orregidores sus v isitas ordinarias, no v n a v ez al m es, c o n fo rm e a vnas leyes del C d igo y P artida, s in o tres d as a lo m en o s en la sem ana 30.

    Por eso don Quijote recomienda en la carta que dirige al nuevo gobernador:

    V isita las crceles, las carniceras y las p lazas; q u e la presencia del gober

    nad or en lugares ta les es d e m ucha im portancia: con su ela a lo s p resos, que esperan la brevedad d e su desp ach o , es c o co a los carn iceros, que por en ton ces igualan lo s pesos, y es esp antajo a las p laceras, por la m ism a razn (II, 51).

    Obediente a los consejos de su seor, Sancho explica:

    Y o v isito las plazas, c o m o vu esa m erced m e lo a con seja , y ayer hall a una tendera q u e venda ave llan as nu evas, y averigle que h ab a m ezclado c o n un a hanega d e avellanas nu evas otra d e v ie jas, vanas y podridas; apli- q u las tod as para los n ios de la D octr in a , q u e las sabran bien distinguir, y sen tencila que p or qu ince d as no entrase en la p laza . H an m e d icho que lo h ice va lerosam en te... (II, 51). . '

    Adems de vigilar y perseguir a las placeras, porque todas son desvergonzadas, desalmadas y atrevidas, Sancho orden que no hu-

    29 Ib id ., vol. , pg. 117.30 Ib id . , vol. II, pg. 498.

  • biese regatones 31 de los bastimentos en la repblica, procur moderar el alza de los precios y de los salarios, que caminaban a rienda suelta (II, 51), y al cabo de una semana se encontr:

    . . .n o harto de pan ni d e v in o , s in o de ju zgar y dar pareceres y de hacer esta tu tos y pragm ticas (II, 53).

    En los captulos dedicados al gobierno de la nsula Baratara, censura Cervantes, de manera abierta unas veces y velada otras, la forma en que se regan las tierras de seoro en la Espaa de los Austrias. Su opinin coincide, en este aspecto, con el sentir popular acuado en el refranero y reflejado en los documentos. En el Vocabulario deGonzalo Correas leemos, por ejemplo:

    E n lu gar d e se o ro n o h agas lu n id o ; i s i le h a ze e l p a d r e , n o le hagae l h ixo . P orq u e se sirve d e llos e l se or, i d e sus haziendas; i p orq u e suele

    aver en l pok a xustiz ia i m s de tirana n .

    En las Relaciones es frecuente encontrar tstigos que achacan la pobreza y despoblacin de villas y lugares a los seores, eclesisticos o laicos, que perciben la renta de la tierra, o en cuyo seoro est enclavado el pueblo. La poblacin de Barcience (Toledo), por ejemplo:

    . . . la causa p orq u e no crece antes parece q u e ha d e d esm inu ir es p o r ser to d o l del C on d e de C ifu en tes, so lariego y tr ibu tario , que n o h ay cosa que

    n o lo sea M.

    31 R egatn es el que com pra del forastero por junto y revende por m enudo (Sebastin de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o espa ola (1611), M adrid, Editorial Turner, 1979, pg. 900). N o se puede imaginar cun a su salvo doblan stos su dinero dos o tres veces... Estos son los dom sticos cosarios de la repblica; los que ocupan poco a poco su sangre, robando con seguridad en el peso fa lto , en la mala medida (Cristbal Surez de Figueroa, E l Pasagero. A dverten cias tilsim as a la vida humana (1617), ed. de Francisco Rodrguez Marn, Madrid, Ed. Renacimiento, 1913, pgs. 201-202).

    32 G onzalo Correas, Vocabulario de refranes y fra se s proverb ia les (1627), ed. de Louis Com bet, Institut d tudes Ibriques et Ibro-Am ricaines de l Universit de Bordeaux, 1967, pg. 12S.

    33 C. Vias M ey, y Ram n Paz, Relaciones, R eino de Toledo, primera parte, pgina 113.

  • En Bugs (Madrid):

    . . . la gente de este pu eb lo es pob re, p orq u e las tierras en que labran son

    d e seores y capillas y ig le s ia s . . .34.

    Las voces de protesta que encontramos en los documentos, se traducen a veces en un abandono masivo de los lugares de seoro y en la creacin de nuevos pueblos libres en tierras de realengo 35.

    Del testimonio de Cervantes se deduce que, para muchos grandes y ttulos, la posesin de tierras y vasallos no es ms que un motivo de vanidad y ostentacin, una fuente importante de ingresos, o una mercanca de cuya venta o arriendo pueden esperarse cmodos y crecidos beneficios:

    . . .y o he o d o decir [explica Sancho] que hay hcpmbres en el m u ndo que to m an en arrendam iento los estad os d e los se ores, y les d an un tanto cada aflo , y ellos se tienen cu id ad o del gob iern o , y el se or se est a pierna tend id a , goza n d o de la renta que le d an , sin curarse d e otra cosa; y as har y o . . . y m e gozar m i renta c o m o un d u que, y a ll se lo hayan (I, 50).

    A lo que el Cannigo responde, con muy acertadas y oportunas razones:

    E so , herm ano S a n c h o ..., en tind ase en cu an to al gozar la renta; em pero al adm inistrar ju stic ia , ha d e atender el seor del estad o , y aq u entra la habilidad y buen ju ic io , y principalm ente la buena in ten cin de acertar (I, 50).

    Pocos son los seores de vasallos que cumplen con estos preceptos. En la mayora de los casos, el seor nombra unos funcionarios fieles, y tal vez ineptos, y se desentiende de la delicada misin de velar por la justicia y el orden en sus tierras; en otros, el titular pone precio a los cargos y los entrega al mejor postor. A Sancho, al tomar posesin del gobierno:

    D iron le a en tend er que se llam ab a la nsu la Baratara, o ya porque el

    lugar se llam aba B aratarlo , o ya por el b a ra to c o n qu e se le haba d ad oel gob ierno (II, 45).

    34 Ib id ., M adrid , pg. 122.35 Vase Juan Ignacio Gutirrez N ieto, L as C om unidades com o m ovim iento antise

    orial, Barcelona, Edit. Planeta, 1973, pgs. 187 y sigs.

  • Y el propio Duque no tiene empacho en confesar:

    . . .v o s sabis que s yo que n o h a y n ingn gnero de o fic io d estos de m ayor can ta que n o se granjee con a lgun a suerte de co h ech o , cul m s, cul m e

    n o s .. . (II, 41).

    El pretendiente que ha tenido que desembolsar una suma importante de dinero para obtener su cargo, espera recuperar con creces la fortuna invertida, mediante exacciones y prstamos arrancados a los sbditos 36. El caso de Sancho Panza es, tambin en este aspecto, muy especial:

    H a sta agora n o h e to ca d o derecho ni llev a d o co h ech o , y n o pu ed o pensar en qu va esto; porqu e aqu m e han d ich o q u e lo s gob ern ad ores que a esta n su la su e len venir, an tes de entrar en e lla , o les han dad o o les han prestado lo s del p u eb lo m u ch os dineros, y qu e sta es ord inaria usanza en lo s dem s qu e van a gob iernos; no so lam en te en ste (II, 51).

    El estado de confusin y abandono en que se encuentra la nsula Baratara al hacerse cargo de sus poderes el nuevo gobernador, y las drsticas medidas con que Sancho corrige abusos y ataja injusticias, son indicio claro de la situacin en que se hallaban muchos pueblos de la Espaa seorial. En las calles del lugar se encuentra todo gnero de inmundicia y de gente vagamunda, holgazana y mal entretenida (II, 49). Hay personajes que no tienen oficio ni beneficio y andan de nones en la nsula; casas de juego, sostenidas a veces por caballe

    36 La venalidad y la corrupcin fueron igualm ente frecuentes en la administracin del Estado. Castillo de Bovadilla sealaba que el que compra los oficios necesariam ente los ha de vender (op . c it., v o l. 11, pg. 450), y adverta a los-corregidores: . .. que no lleuen salarios de sus oficiales, y las leyes dzen, que no haga pacto n i postura con ellos sobre sus derechos, y que no arrienden sus o fic io s, y que no los den a trueco de precio, o de ddiuas so pena de ser am bos priuados d eflo s ... (Ib id ., vol. I, pg. 322). En G uzm n de A l/arach e se dice que a los escribanos: . .. no les dieron de balde los ofic io s, que de su dinero han de sacar la renta y pagarse de la ocupacin de su persona (citam os por la edicin de Sam uel Gili Gaya, M adrid, CC, 1972, 5 vo ls ., vol. , pgina 63). Y en L a G itanilla leemos: Coheche vuesa m erced, seor tiniente, coheche y tendr dineros, y no haga usos nuevos, que morir de ham bre... que de los oficios se ha de sacar dineros para pagar las condenaciones de las residencias, y para pretender otros cargos (BA E, I, pg. 104). Vase tam bin A rco y Garay, op. cit., pgs. 314 y sigs.; y Ludovik Osterc, op. c it., pgs. 200 y sigs.

  • ros principales y grandes seores (ibid.); placeras desvergonzadas, desalmadas y atrevidas (II, 51); regatones; y falsos pobres a cuya sombra andan los brazos ladrones y la salud borracha (ibid.). El Duque vive ocupado en fiestas, caceras y burlas de dudoso gusto, y provoca con su desidia el malestar y las quejas de sus sbditos:

    . ..p o rq u e pensar que el D u q u e m i se or m e ha de hacer ju sticia [com enta d o a R odrguez] es pedir peras al o lm o ... (II, 52).

    CONSERVACIN Y M U D A N Z A

    A pesar de Jas protestas que suscitaba la mala administracin de las tierras de seoro, y de las injusticias y atropellos que sus vecinos haban de padecer, el nmero de tierras y vasallos sometidos a la jurisdiccin de los nobles crece de manera constante durante el siglo xvi, y ello constituye uno de los aspectos ms destacados del fenmeno histrico que conocemos con el nombre de reaccin seorial . Este proceso creciente de seoriazacin de la tierra, que aparece ya reflejado en las Relaciones38, se acenta desde 1580 y es imposible el frenar al comenzar el siglo xvn. El poder real, abrumado por los problemas financieros, impulsa la venta de lugares, y los validos y los grandes, en cuyas manos queda la mejor parte del botn, sern los principales beneficiarios de la operacin. El Duque de Lerma, por ejemplo, aprovech su ventajosa posicin para adquirir once villas entre 1610 y 1612; y en el reinado de Felipe IV se lleg a autorizar, en las Cortes de 1625, la venta de 20.000 vasallos 39.

    El incremento que el poder noble experimenta en los primeros siglos de la Edad Moderna, es consecuencia de la revalorizacin del suelo, y una muestra del inters que los beneficios d& la agricultura suscitan entre los grandes propietarios durante los aos de la revolucin de los precios. La tierra empieza a ser considerada, a la manera burguesa, como instrumento de reproduccin del capital y creacin de plusvala 40. Los propietarios roturan los espacios baldos de sus he

    37 Fernand Brudel, op. c it., vol. II, pgs. 70 y sigs.38 N ol Salom on, L a vida rural castellana, pgs. 204 y sigs.39 Ib id ., pgs. 209-210. Ib id ., pg. 151.

  • redades, adquieren nuevas tierras, y se esfuerzan en cambiar las condiciones de explotacin de las que ya se encontraban en poder de los cultivadores. En lugar de reservarse, como antes, unos derechos meramente honorficos, el seor impone a los campesinos que labran sus posesiones un contrato temporal con un rdito efectivo 41, que permite equiparar peridicamente el valor de la renta y el alza de precios. De esta forma, la renta de la tierra, cuyo volumen puede situarse entre un tercio y la mitad de la cosecha 42, adems de ser la carga ms pesada que ha de soportar el labrador, lleg a convertirse en la principal fuente de ingresos de la clase nobiliaria, y en la causa de la prosperidad relativa que disfrutan muchos nobles en un momento de crisis agrcola y ruina de los pequeos propietarios del campo.

    El afn de lucro de los poderosos se vio estimulado durante el siglo XVI por el alza de precios, por las crecientes posibilidades de ampliar y diversificar los negocios, y tambin por la merma relativa de los ingresos que poda ocasionar la inflacin. Todo ello empuj a los nobles a desprenderse de escrpulos morales, a enriquecerse con el hambre y la caresta 4\ apropiarse de los bienes comunales de los lugareos para dedicarlos al cultivo **, y a emplearse en actividades tradicionalmente incompatibles con la nobleza 45.

    La ampliacin de los poderes nobiliarios no fue, sin embargo, un proceso sencillo ni exento de violencia. No olvidemos que la reaccin seorial es contempornea de la decadencia, el hambre y la postracin de un pueblo que ve en los poderosos a los principales causantes de sus males, y cuyo descontento no logra ser acallado por la represin fsica ni por los elementos de persuasin y aceptacin conformista que difunde la cultura barroca 46. En las Cortes de 1598, el Memorial sobre el acrecentamiento de la labranza y crianza denunciaba:

    41 Jaime Vicens Vives, H istoria econm ica de Espaa, Barcelona, Ed. Vicens Vives, 1972, 9 .a ed., pg. 313.

    42 N ol Salom on, L a vida rural castellana, pgs. 248-249.4 Carmelo Vias M ey, E l p rob lem a d e la tierra en la E spaa d e lo s sig los X V I

    y X V II, M adrid, C .S .I .C ., 1941, pgs. 75 y sigs.44 Ib id ., pgs. 55 y sigs.; N ol Salom on, op. c it., pgs. 119 y sigs.4i Tal es el caso de los nobles que se dedicaban al com ercio en Sevilla,, Burgos y

    las ciudades vascas (Jos A ntonio M aravall, E stado m odern o y m en ta lidad social, M adrid, Revista de O ccidente, 1972, 2 v o ls ., vo l. II, pg. 28).

    46 Jos A ntonio M aravall, L a cultura d e l Barroco, Barcelona, Bd. A riel, 1975, captulo 1.

  • . . . to d o ha sid o destruccin de lo s labradores pob res, y au m en to de hacienda y de autorid ad y m an d o de lo s r ic o s ...

    Y Cervantes ve en tales diferencias el origen de muchos rencores y enemistades:

    ...en tre los pob res pueden durar ias am istad es, porque la igualdad de la fo r tuna sirve de eslab onar lo s corazones; pero entre lo s ricos y los pobres no puede haber am istad duradera, por la d esigualdad que hay entre la riqueza y la pobreza 48.

    Esta enemistad se traduce en los principios de conservacin y restauracin que defienden los poderosos, y en el deseo de novedad y mudanza de los oprimidos. Novedad es cambio, alteracin, trastorno; equivale, pues, a una amenaza contra el orden establecido. Tal es la razn de que la novedad pueda llegar a constituir la ilusin del pueblo, que no se siente solidario del sistema de intereses vigentes y quisiera su transformacin 49. Fray Alonso Castrillo apuntaba:

    . ..c o m o las gentes com unes tien en por la m ayor parte tan bajos los pensam ien tos c o m o el estad o , m uchas veces son am igos de n o ved a d es , por probar nu eva ventura, desean do m udar su estad o por el cam in o de algn esc n d a lo ... !0.

    Tambin don Quijote, tras la aventura de los yangiieses, y en vista de la poca destreza de su escudero en el manejo de las armas, le recuerda:

    47 A ctas de las C ortes de Castilla (1563-1627), Madrid, 1869-1918, 45 vols., vol. XV, pgina 752.

    48 L o s traba jos de Persiles y Sigism undo, BAE, I, pg. 597. Pedro Sim n Abril escriba en 1584: Notar tam bin aqu el peligro que tiene la repblica en la cual los unos son mui ricos i los otros pobres en extremo. Que los mui ricos se hazen demasiadamente covardes, por no perder sus haziendas, i los mui pobres demasiadam ente atrevidos, com o gente que no tiene qu perder (cit. por J. A . M aravall, R eform ism o socialagrario en la crisis del siglo xvn . Tierra, trabajo y salario, segn Pedro de Valencia, en Utopa y reform ism o en la Espaa de los A ustrias, M adrid, Bd. Siglo X X I, 1982, pg. 274).

    49 J. A . Maravall, A n tigu os y m odernos. L a idea d e l progreso en el desarrollo inicia l de una sociedad, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1966, pg. 98.

    !0 Ib id ., pg. 95. Pedro de Valencia sealaba que los que no poseen ms que el caudalejo que traen entre manos o el jornal que ganan cada da, no tienen que les duela perder y suelen ser inquietos y desobedientes y sediciosos (cit. por J. A . Maravall, U top a y reform ism o, pg. 274).

  • . ..h a s de saber qu e en ios reinos y provincias nu evam en te con q u istad os nun

    ca estn tan q u ietos lo s n im os de sus naturales, n i tan de parte del nuevo se or, que n o se tenga tem or q u e han de hacer algun a n o v e d a d para alterar

    de nu evo las c o sa s , y vo lver, c o m o d icen , a probar ventura; y as, es m enester q u e el n u evo posesor tenga entend im iento para saberse gobernar y valor para ofend er y defend erse en cualquier acon tec im ien to (1, 15).

    La decadencia econmica y la caresta, el incremento opresivo de las cargas seoriales y de los tributos, la desidia y venalidad de los poderes pblicos, actan desde los ltimos aos del siglo xvi como acicate de la irritacin y los deseos de cambio de las gentes humildes: los pasquines y letreros injuriosos clavados en las puertas de Palacio 5I, los libelos y stiras contra el gobierno, la crtica mordaz con que se adereza la charla , son la expresin ordinaria e incruenta de un descontento popular que, cuando se ve hostigado por el hambre o los agravios, recurre a la violencia, el motn o la insurreccin armada 5\

    51 En la carta de un autor ingls que visit Espaa, fechada en 1608, se lee: Han sido colocados m uchos pasquines en las puertas y en las paredes del palacio real criticando al gob ierno ... (en Patricia Shaw Fairman, Espaa vista p o r los ingleses de l siglo X V II, Madrid; SGEL, 1981, pg. 250). A m ediados del siglo, otro viajero ingls, d ip lo m tico en este caso, escriba: Sobre las paredes m ism as de Palacio, e l jueves pasado escribieron, a la luz del dia y en letras tan grandes que hasta uno que pasaba corriendo pudo leerlas: Si e l R ey no muere, el R eyno m uere (Ibid., pg. 150). Barriom ievo inform a que el 19 de febrero de 1657: amanecieron en todas las partes pblicas otros pasquines pintados, graciosos... Lo cierto es que eran muy agudos, picantes y por extremo pintados y coloridos (.4visos de don Jern im o d e Barrionuevo, BAE, C C X X II, pg. 59). Ms datos en J. A . M aravall, L a cultura del B arroco, pgs. 103 y sigs.

    52 Cuando el Cura y el Barbero visitaron a don Q uijote, en el discurso de su pltica vinieron a tratar en esto que llaman razn de estado y m odos de gobierno, enm endando este abuso y condenando aqul, reform ando una costum bre y desterrando otra, hacindose cada uno de los tres un nuevo legislador, un Licurgo m oderno, o un Soln flam ante (II, 1). Jean Herauld observ en Espaa que los hom bres, en los das buenos del invierno en m uchos sitios se ponen una gran cantidad de ellos a lo largo de una pared para calentarse al sol; dicen que all hablan mucho de poltica (Jos Garca Mercada!, Viajes de extranjeros p o r Espaa y Portugal, M adrid, Ed. A guilar, 1952, 3 vols., volum en I, pg. 738). M m e. dA ulnoy seala que el artesano va a sentarse al sol (que laman el fuego de los espaoles) con una multitud de holgazanes com o l, y all, con una autoridad soberana, deciden de las cuestiones del Estado y arreglan todos los intereses de los prncipes (Ib id ., pg. 1067).

    53 Vase Henry Kamen, El Siglo de H ierro. C am bio socia l en E u ropa (I550-I660),

  • La miseria y el descontento, origen de levantamientos y motines, daban tambin lugar a la delincuencia y el bandolerismo, autnticas plagas de algunas comarcas europeas durante los siglos xvi y xvu. El bandolero, reclutado entre vagabundos y gentes abatidas, suele ser un producto inevitable de la crisis social, el desorden econmico, la penuria y el resentimiento M. Y, aunque no faltaron cuadrillas de bandoleros en otras zonas de la Pennsula 5S, Catalua fue, dentro de la

    Madrid, A lianza Edit., 1977, pgs. 391 y sigs. Segn Saavedra Fajardo: ... la invidia y la necesidad tom an las armas contra los ricos, y causan sediciones; las cuales tambin nacen de la m ala administracin de la justicia, de los alojam ientos, y de otros pesos que cargan sobre las rentas y bienes de los vasa llo s... (id ea de un prncipe po ltico - cristiano, representada en cien em presas, B A E , X X V , pag. 167). Tam bin M ateo Lpez Bravo sealaba que la miseria de m uchos y la opulencia de unos pocos provocan la sedicin o la despoblacin (D el R ey y de la ran de govern or ed. de Henry M echoulan, M adrid, Editora Nacional, 1977, pg. 285). Y Quevedo adverta a los poderosos; . .. no sabe pueblo ayuno temer muerte, / armas quedan al pueblo despojado (P oesa original com pleta, ed. de Jos M anuel B lecua, Barcelona, co l. Clsicos Universales Planeta, 1981, pg. 48). U n m otivo frecuente de este tipo de revueltas era el enojo de los cam pesinos contra los abusos y violencias com etidas por las tropas que se alojaban en los pueblos. Recordem os los sucesos que precedieron en Catalua al C orpus de Sangre: Los soldados, gente por su naturaleza licenciosa, fortalecidos en la permisin, no haba insulto que no hallasen lcito; discurran libremente por la cam paa sin diferenciarla del pas contrario, desperdiciando los frutos, robando los ganados, oprimiendo los lugares (Francisco Manuel de M el, H istoria de lo s m ovim ientos, separacin y guerra de Catalua, Madrid, Real A cadem ia Espaola, 1912, pgs. 21-22. Vase John H . E lliott, L a rebelin d e los catalanes. Un estudio so b re la decadencia de Espaa (1598-1640), Madrid, Ed. Siglo X X I, 1977). Cervantes, buen conocedor de la vida militar, describe por boca de Berganza los incidentes que provocaban las compaas de soldados a su paso por villas y poblados: . .. iba la com paa llena de rufianes churrulleros, los cuales hacan algunas insolencias por los lugares do pasbam os, que redundaban en maldecir a quien no lo mereca: infelicidad del buen prncipe!, ser culpado de sus sbditos por la culpa de sus sbditos, a causa que los unos son verdugos de los otros, sin culpa del seor, pues aunque quiera y lo procure, no puede remediar estos daos, porque todas o las ms cosas de la guerra traen consigo aspereza, riguridad y desconveniencia (E l co loqu io de los perros, BAE, I, pg. 236). Y en el Persiles se explica que D iego Villaseor, hidalgo de Quintanar de la Orden y padre de A ntonio, acude con su fam ilia a socorrer al Conde: . .. herido de una bala por las espaldas, que en una revuelta que dos com paas de soldados, que estaban en el pueblo alojadas, haban tenido con los del lugar, le hablan pasado por las espaldas el pecho ( ib id ., pg. 640).

    54 Fernand Braudel, op. c it., vol. II, pgs. 110 y sigs.55 T odos los cam inos estn llenos de ladrones escribe Barrionuevo en 1655 ,

    particularmente el de Andaluca, donde andan de 20 en 20, de 30 en 30 y de 40 en

  • Monarqua Espaola, la zona ptima para el desarrollo de esta forma de criminalidad 56: los bandoleros encuentran en el Principado seguridad en la larga frontera montaosa, de difcil acceso para la justicia, tentadores cargamentos de oro y ricos viajeros que cruzan la tierra camino de Barcelona, apoyo de algunas familias nobles enfrentadas por largas enemistades, y una poblacin que, agotada por el hambre y la escasez de recursos, se une gustosa a las bandas de salteadores 37. La actividad de algunas de estas partidas lleg a ser tan intensa en los reinados de Felipe II y su hijo, que su aparicin en los caminos, o la presencia de bandoleros ahorcados en los rboles por los agentes de la justicia, servan al viajero como seales ciertas de la proximidad de Barcelona. James Howell, escritor de origen gals que visit Espaa en 1620, escriba desde esta ciudad:

    M e co st m u ch o trabajo llegar h asta a q u .. . pu es estas zon as d e lo s P iri

    n eos qu e estn ju n to al M editerrneo nu nca carecen d e ladrones en tierra (llam ad os b an doleros) y de piratas en el m ar ... E l in o d o m s seguro de pasar es el de vestirse de peregrino, pues hay abu ndancia de esta gen te que cum ple sus prom esas a N uestra Seora de M ontserrat, u n o de lo s princip ales centros de peregrinacin en la C ristiandad S8.

    Sancho se echa a temblar en las proximidades de Barcelona cuando, de noche, topa con pies humanos que penden de los rboles; pero don Quijote le infunde tranquilidad diciendo:

    N o tienes de qu tener m ied o , porque estos pies y p iernas que tientas y n o vees sin du da son de a lgu n os fora jid os y ban doleros q u e en estos rboles estn ahorcados; que por aqu los suele ahorcar la ju sticia cuand o los

    40 hom bres a caballo, llenos de chapas, con seis y siete bocas de fu eg o ... (/Ivisos, BAE, CCXX1, pg. 195).

    56 Joan R egla, E l bandolerism e catata del Barroc, Barcelona, Ed. 62, 1966, pginas11 y sigs.; y Pierre Vilar, Catalunya d ins l E spanya m oderna, Barcelona, Ed. 62, 1964,4 vo ls ., vol. II, pgs. 298 y sigs., y 350 y sigs.

    57 Segn se explic en las Cortes del Principado, en 1626: En Catalunya es crien molts hom es vagabunds i sense o fic i, els quais per no tenir ofici amb qu guanyar es posen al servei de cavaliers i aixi vnen a fer cosas lletges i prohibides, eixm t a robari matar (Josep M .' Salrach, Eulalia Duran, H istria d e ls P asos Catalans. D els origens a 1714, Barcelona, E D H A SA , 1982, 2 vo ls ., vol. II, pg. 1092).

    58 Patricia Shaw Fairman, op . cit., pg. 69.

  • co g e , de veinte en veinte y de treinta en treinta; p or d on d e m e d o y a entender q u e d eb o de estar cerca de B arcelona ( . . . )

    A l parecer el a lba, alzaron los o jo s , y v ieron lo s racim os de aquellos rboles, qu e eran cuerpos de ban d o leros. Y a , en e sto , am an eca , y si los m u ertos lo s hab an esp antado, n o m en o s los atribu laron m s de cuarenta ban doleros v ivos que de im p rov iso les rodearon , d ic ind oles en lengua ca ta lana que estuviesen quedos y se detuviesen, hasta que llegase su capitn (II, 60).

    En la novela de Las dos doncellas, cuando los protagonistas se encuentran a dos leguas de Igualada y nueve de Barcelona, hallan a un hombre que acaba de escapar de una cuadrilla de bandoleros 59; y en el entrems de La cueva de Salamanca, el estudiante explica a Cristina y Leonarda:

    Yua a R om a co n vn t o m o , e l qual m u ri en el cam in o , en el coran de Francia; v ine so io ; determ in b o lu erm e a m i tierra; robronm e los lacayos o com pa eros de R oque G uinard en C a ta lu a ... M.

    A pesar de su indiscutible historicidad, hay una evidente dosis de idealizacin en el retrato cervantino de Perot Rocaguinarda 61, conocido bandolero cataln del partido de los nyerros, a quien se califica de hombre corts y comedido, y adems limosnero que admira a todos con su nobleza, gallarda disposicin y extrao proceder, y cuyas manos tienen ms de compasivas que de rigurosas (II, 60). Muy distinta deba ser la personalidad real de la mayora de los bandoleros: gente rstica y desbaratada (II, 60), segn el propio Cervantes, empujada por el hambre y el descontento a la delincuencia

    39 B A E, I, pg. 202.60 BAE, CLVI, pg. 545.61 Vase Lluis M . Soler y Terol, P ero t R oca Guinarda, H istoria d 'aquest bando-

    ler. Ilustraci ais capitals L X y LX I, segona part, d e l Q uixot , Manresa, 1909. Vase tambin: Luis M anegat, L a Barcelona d e Cervantes, Barcelona, 1964, pgs. 131 y sigs.; y Lorenzo Riber, A l margen de un captulo de D on Q u ijo te (el LX de la segunda parte), B RA E , X X V II, 1947-1948, pags. 79-90.

    62 L a cueva de Salam anca, BAE, CLVI, pg. 545. U na imagen muy sem ejante de los bandoleros catalanes la encontram os en un episodio de la Galatea: Sucedi pues que al tiem po que los bandoleros estaban ocupados en quitar a Tim brio lo que llevaba, lleg en aquella sazn el seor y caudillo dellos, y com o en fin era caballero, no quiso que delante de sus ojos agravio alguno a Tim brio se hiciese; antes parecindole hombre de valor y prendas, le hizo mil corteses o frecim ientos... (BAE, I, pg. 27).

  • y el crimen, y procedente, segn los documentos, de lo ms nfimo de la escala social:

    ...v a g a b u n d s i balitres que van d ivagan t per Ia terra, ju gan t i fen t lo g a llo f o . . .

    Las rebeliones populares y las expresiones de descontento logran poca resonancia, porque chocan con el poderoso aparato represivo y los eficaces instrumentos de control que la monarqua absoluta utiliza para defender los intereses de los nobles. La reaccin seorial no fue, en este sentido, una simple perpetuacin de los privilegios de la nobleza, sino que consisti, ante todo, en la progresiva trasformacin del estamento nobiliario en una lite de poder que, bajo la soberana del rey, ejerce un dominio activo de los resortes de mando y conserva intactas sus riquezas y prerrogativas tradicionales

    Desde el siglo xvi, el rgimen del absolutismo monrquico lleg a ser, en la prctica, la expresin del poder poltico de los grandes seores, cuyas decisiones e intereses prevalecen a menudo sobre los del monarca y el reino 6S, y en cuyas manos se acumulan las prebendas, los cargos pblicos y el ejercicio de la autoridad. La administracin de la justicia y el gobierno del Estado, desempeados en la poca de los Reyes Catlicos por gentes de clase media, caen gradualmente en manos de letrados de linaje noble, o de funcionarios de origen burgus que aspiran a ennoblecerse 6, procedentes en su mayor parte de

    63 Joan Regl, op . cit., pg. 13.64 Jos A nton io M aravali, P oder, honor y lites en e l s ig lo X V II, M adrid, Siglo

    X X I, 1979, pgs. 173 y sigs.65 Tal es el caso de la desmedida proteccin que la Corona dispens a la Mesta,

    con decisiones que, contra el parecer de las Cortes, tratan de proteger los intereses de los poderosos (J. A . M aravall, L a cultura d e l B arroco, pg. 84. Vase tambin Julius Klein, L a M esta (1273-1836), M adrid, Ed. Revista de Occidente, 1936). El mismo carcter tuvieron las decisiones adoptadas con m otivo de la expulsin de los moriscos; con ellas se pretendi favorecer a la nobleza latifundista, en el Reino de Valencia especialm ente, en perjuicio de los acreedores de los censos (Joan Regl, E stu dios sobre ios m oriscos, Barcelona, Ed. Ariel, 1974, pg. 151).

    66 El fenm eno consisti en una progresiva aristocratizacin de los puestos del E stado, dom inados en su mayor y mejor parte por una nobleza en cierta medida influida de espritu burgus, aliada a unos burgueses en busca de su ennoblecim iento y de antemano sum isos (J. A . M aravall, Poder, honor y lites, pg. 292; y J. M . Pelorson, L es

  • los Colegios Mayores, instituciones que, aunque originariamente fueron concebidas para acoger a los estudiantes pobres, llegaron a convertirse en la poca de los Austrias en un poderoso instrumento de dominio de la nobleza 67.

    Una tendencia similar puede observarse en las dems esferas del poder. En la mayora de las grandes ciudades los caballeros se aduean del gobierno municipal y, a travs de l, de los puestos de procuradores 6S. Los representantes del Reino llegan a proponer, en las Cortes de 1566 y las de 1570, la exclusin de los mercaderes y oficiales mecnicos de los cargos concejiles, y la obligacin de que tales oficios sean desempeados en las ciudades con voto en Cortes por hidalgos de sangre limpia 69. Al morir Felipe II los puestos de los Consejos son ocupados en su mayor parte por grandes y ttulos, y el sucesor cede su autoridad a un valido que gobierna en provecho propio, de su familia y de los aduladores que lo rodean .

    El mismo proceso de aristocratizacin sufren otras instituciones, ligadas a la Corona, de las que emana una parte importante de la influencia y riqueza de los poderosos. Las mitras obispales y arzobispales, cuyos titulares eran designados por el rey, recaen por lo general en miembros de la nobleza o en parientes del valido, como don Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo durante la privanza

    letrados. Juristes castillans so u s Philippe HI. Recherches su r leur p lace dans la socit, ia culture e t l' tat, Poitiers, 1980, pgs. 208 y sigs.).

    Segn J. Vieens Vives, a lo largo del siglo xv i se desarrolla en el Occidente europeo un proceso de refeudalizacin, segn el cual las clases aristocrticas aprovecharan el m ecanism o adm inistrativo establecido por la monarqua autoritaria del siglo xvi, para intentar recuperar la direccin en el seno del Estado (Estructura administrativa estatal en los siglos xv i y xvu, en Coyuntura econm ica y reform ism o burgus, Barcelona, Ariel, 1971, pg. 132).

    61 Richard L. Kagan, Studen ts an d Society in E arly M odern Spain, Baltimore- Londres, The Johns H opkins University Press, 1974, pgs. 109 y sigs.

    68 A . Dom inguez Ortiz, L a clases privilegiadas, pgs. 123 y 136, y Concesiones de votos en Cortes a ciudades castellanas en el siglo xvn , en Crisis y decadencia en la Espaa d e los A ustrias, Barcelona, Ariel, 1971, pgs. 97-111.

    69 A . Dom nguez Ortiz, L a s clases privilegiadas, pg. 123. Sobre el control de este tipo de cargos por los linajes vallisoletanos, vase Bartolom Bennassar, Valladolid en e l Siglo d e Oro. Una ciudad de Castilla y su entorno agrario en el siglo X V I, Valladolid, Fundacin Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid, 1983, pgs. 375 y sigs.

    70 John H. Elliott, La Espaa imperial, pgs. 326 y sigs.

  • de Lerma 7I. Las encomiendas de las rdenes Militares, dependientes de la Corona desde 1523, son disfrutadas de manera casi exclusiva por ttulos y grandes, y la concesin de hbitos se convierte en un escaln ms de la jerarqua nobiliaria y en un smbolo del honor y la preeminencia estamental72.

    Si el dominio poltico, que la nobleza ejerce de manera exclusiva, permite sofocar rebeldas, acallar protestas y encauzar dentro de un orden arcaico los cambios sociales, las ansias desmedidas de poder y riqueza que sufren la mayora de los nobles, slo pueden explicarse como resultado de la crisis econmica y de la conjuncin de gastos elevados y rentas proporcionalmente menores. En Inglaterra, segn Stone, la posicin econmica de la nobleza era mucho ms dbil al terminar el reinado de Isabel I que cuarenta aos antes , y en Espaa, durante el siglo xvi, los ingresos de las casas ducales apenas se doblan, mientras que los precios, como sabemos, se multiplican por. cuatro 74. No puede, por tanto, extraarnos que la sensacin de ahogo econmico

    71 A . D om nguez Ortiz, L as clases privilegiadas, pgs. 221 -222.72 L. P . W right, Las rdenes M ilitares en la sociedad espaola de los siglos xvi

    y xv ii , en J . H . Elliott, P o d er y sociedad en la E spaa de lo s A ustrias, Barcelona, Ed. Crtica, 1982, pgs. 15-56. En la Orden de Calatrava, por ejem plo, la alta nobleza posea la mitad, aproxim adam ente, de las encom iendas, y con ellas, el 75 por cien de los ingresos (ib id ., pgs. 32-33). La obtencin del hbito de una orden lleg a ser un acontecim iento im portante, especialm ente para los hidalgos y caballeros, ya que ello supona, im plcitam ente, una cierta elevacin dentro de la escala nobiliaria: entre los ttulos con que se adorna don D iego de Carriazo, padre del pretendiente de Constanza en. Lar ilustre fregona, figura el de caballero del hbito de Alcntara (B A E , I, pg. 186).Y para mostrar ante las gitanas los quilates de su nobleza, e l joven noble enamorado de Preciosa exhibe un hbito de los ms calificados que hay en Espaa (La Gitanilla, BAE, I, pg. 104). Todava el Cannigo alude al pasado militar y religioso de estas instituciones, cuando hace referencia a las rdenes . .. que ahora se usan de Santiago o de Calatrava, que se presupone que los que la profesan han de ser, o deben ser, caballeros valerosos, valientes y bien n acid os ... (I, 49). Sin em bargo, en la prctica, el hbito de una orden no es ms que un distintivo de nobleza: . .. la marca que tanto distingue la gente principal de la plebeya (E l co loqu io de lo s perros, BAE, I, pg. 231).

    73 Lawrence Stone, L a crisis de la aristocracia (15S8-1641), M adrid, Edit. Revista de Occidente, 1976, pg. 86.

    J. H . E lliott, L a Espaa im perial, pg. 340; y Charles Jago, L a crisis de la aristocracia en la Castilla del siglo xvn, en J. H . Elliott, P o d er y sociedad, pgs. 248-286. En un memorial de los jurados de Sevilla, fechado el 13 de ju lio de 1627, se deca que la gente noble havindose de sustentar de sus rentas, no puede adquirir hoy con todas

  • empujase a muchos nobles a tratar de dilatar sus fuentes de ingresos, ampliar sus negocios y redoblar las cargas sobre sus empobrecidos sbditos: .

    A q u se m e acaba la p aciencia [protesta A gu stn de R ojas a com ien zos del s ig lo xvn] cu an d o con sid ero la m iseria d e nuestros tiem p os, que haya caballeros de d iez , vein te , cuaren ta , o ch en ta , cien m il du cad os de renta y m u ch os m s, y qu e stos, co n veinte o treinta criados que susten tan , andan siem pre a lcan zad os y em pead os sin tener u n a b lan ca ni un m araved, ech an

    d o tributos a sus vasallos cada pu nto 7S.

    Tambin doa Rodrguez, quejosa de que el Duque desoiga sus ruegos, nos descubre, en la segunda parte de la novela, la penuria en que viven sus seores y la influencia que sobre ellos ejercen algunos de sus vasallos:

    E n reso lu cin , desta m i m u ch ach a se en am or un h ijo de un labrador riqu sim o que est en un a aldea del D u q u e m i se or, no m u y le jos de aqu. E n e fe c to , no s c m o ni c m o n o , e llo s se ju n taron , y debajo d e la palabra de ser su e sp o so , burl a m i h ija , y no se la quiere cum plir; y aunque el D u q u e m i seor lo sabe, porqu e y o m e h e q u eja d o a l, n o u n a, s in o m uchas veces, y p ed d o le m ande que e l tal labrador se case co n m i h ija , hace orejas de m ercader y apenas quiere o rm e; y es la causa qu e co m o el padre del burlador es tan r ico , y le presta d ineros, y le sa le p or fiad or de sus tram pas por m om en tos, no le quiere descon tentar n i dar pesadum bre en n ingn m od o

    (II, 48).

    Desde la expulsin de los moriscos, la situacin econmica de los duques de Villahermosa, a los que parece aludir Cervantes en su obra, era, en efecto, extremadamente apurada: en un memorial de 1613, el Duque expona los daos sufridos en su estado por el decreto de expulsin; el rey lo indemniz, dndole una encomienda y varias villas de realengo; pero la situacin del ducado no mejor, a juzgar por las ayudas y mercedes que se concedieron a su titular en el reinado de Felipe IV ,6.

    ellas lo que antes con una cuarta parte (A , D om nguez Ortiz, L a s clases privilegiadas, pg. 93).

    75 Agustn de Rojas Villandrando, E l via je entreten ido, ed. de Jean Pierre Ressot, M adrid, Edit. Castalia, 1972, pg. 419.

    76 A . Dom nguez Ortiz, Las clases privilegiadas, pgs. 92-93.

  • Las dems casas nobles pasaban por situaciones parecidas: en 1598 el quinto Duque del Infantado reconoca en su testamento las deudas enormes con que el patrimonio familiar se habra de transmitir a los descendientes; y el Ducado de Osuna, cuyo titular parece ser el duque Ricardo de la primera parte del Quijote, estuvo en administracin durante el siglo X VI, se puso despus en arrendamiento y fue finalmente confiado al Conde de Haro, sin que nadie consiguiera alejar y satisfacer a los acreedores La decisin que adopta don Fernando, hijo segundo del Duque Ricardo, al aceptar la boda con Dorotea, labradora plebeya pero rica, adquiere verosimilitud por la condicin de segundn del joven, privado del grueso de la herencia por las leyes del mayorazgo n, y tambin, podramos aadir, por el ruinoso estado del patrimonio ducal y el arduo futuro que esperaba a todos los herederos de su titular.

    La irritacin producida por la ruina poda arrastrar a los nobles a actitudes desesperadas y a levantarse, como el Conde de Essex en Inglaterra 79 o el Duque de Medina Sidonia en Andaluca , contra la autoridad del rey. Lo normal fue, sin embargo, que los grandes, y muchos otros nobles de categora inferior, se trasladasen a la Corte y tratasen de arrancar a la Corona y sus ministros, mediante la sumisin y la lisonja, cargos, prebendas y mercedes con que restaurar su desfallecida hacienda. Muchos nobles ingleses fijan su residencia en Londres, importunan con sus solicitudes a los reyes8!, y obtienen, entre 1558 y 1641, favores por ms de tres millones de libras 82. Y algo parecido ocurre en Espaa al morir Felipe II: los nobles abandonan sus posesiones, van a residir a la Corte y se convierten en cazadores de empleos y beneficios 81. Recordemos que el padre de don Luis, en la primera parte del Quijote, era un caballero natural del Reino de

    77 Ib id ., pgs. 105 y sigs.18 N ol Salom on, Sobre el tipo del labrador rico en el Q uijo te , Beitrage zu r

    R om anischen Philologie, Berln, 1967, pg. 112.19 L. Stone, op. c it., pg. 222.80 A . D om nguez Ortiz, La conspiracin del D uque de M edina Sidonia y el Mar

    qus de A yam onte, en Crisis y decadencia en la E spaa d e lo s A ustrias, pgs. 113-153.81 L. S tone, op . c it., pg. 220.82 Ib id ., pg. 218.83 Carmelo Vias M ey, E l prob lem a de la tierra, pg. 30, y Charles Jago, op. c it.,

    pg. 283.

  • Aragn, seor de dos lugares, que deseaba hacer de ttulo a su hijo, y que:

    ...v iv a [segn exp lica C lara] fron tero de la casa de m i padre en la C orte

    (II, 43).

    Y, en un episodio de La Gitanilla, don Juan de Crcamo, el joven caballero enamorado de Preciosa, declara:

    Y o, se oras m a s ... , soy cab allero , c o m o lo puede m ostrar e l h b ito ... s o y h ijo n ico , y e l que espera u n razon able m ayorazgo: m i padre est aqu en la corte pretendiendo u n cargo , y ya est c on su ltad o , y tiene casi ciertas esperanzas de salir con l 84.

    El empleo que obtiene el padre de don Juan, y que tambin ostenta don Fernando de Acevedo, caballero de la orden de Calatrava y padre de Preciosa, es el de corregidor, cargo que, como tantos otros de la administracin de justicia y del gobierno municipal, haba ido cayendo, segn vimos, en manos d una nobleza arruinada y pedigea.

    MUSTRESE GRANDE, LIBERAL Y MAGNFICO

    Los nobles del ms alto rango que no alcanzaban un cargo lucrativo, o no queran ocuparse en perseguir tales minucias, pudieron subsistir gracias a las mercedes, ayudas de costa, dotes y regalos, que los reyes repartan con generosidad !S; pero nunca estuvieron dispuestos a renunciar al lujo, el boato y el despilfarro, ni a reconocer que el mantenimiento de un tren de vida carsimo era el origen de la mayora de sus deudas. Rodrigo Mndez Silva sealaba, a propsito de este problema, que lo propio del:

    ...ca u a llero lib eral, es ostentar qu ando co n u ien e , sin lim itac in , y de prd igo hazer gastos excesivos. O qu n tos p or esta causa pad ecen intolerab les m iserias, sus op u len tos estad os, q u e fu eron ad m iracin , y p asm o de las edades,

    estn en poder d e genos adm in istradores, y sus casas tan celebradas en

    84 BAE, I, pg. 104.83 A . Dom nguez Ortiz, L a s clases privileg iadas, pgs. 108-109.

  • lo s p assad os sig lo s, se ven en p leitos de acreedores, han gastad o to d o en

    profan id ad es, y fau stos del m u n d o ... M.

    El lujo y la ostentacin son caractersticos de una sociedad en que el estamento funciona como una esfera de distribucin jerrquica no slo de la riqueza y el poder, sino tambin de un variado repertorio de atuendos y ceremonias, que se exhiben como signos externos de la posicin que se ocupa y el honor que se posee 87: el noble, para mantener y hacer ostensible su categora y dignidad, ha de ser mejor educado, llevar mejores trajes, poseer mansiones lujosas, numerosa servidumbre y una mesa abundante, aunque para ello tenga que dilapidar su hacienda y vivir perpetuamente asediado por los acreedores. Sancho reconoce la importancia de estas muestras externas del rango cuando explica:

    . ..q u e cu an d o vem os algun a persona b ien aderezada y co n ricos vestid os com pu esta y co n p om p a de criados, parece qu e p o r fu erza n os m u eve y convida

    a que la tengam os respeto (II, 5) B8.

    Y, en una obra de Lope, se llega a afirmar que la diferencia entre el noble y el labriego consiste:

    86 R odrigo Mndez Silva, Engaos y desengaos d e l m vndo , M adrid, 1655, fo i. 49. C fr.: D igo que murmuran m ucho de v . md. de la miseria que tiene en lo secreto de su casa, y de la ostentacin que muestra en lo pblico. A qulla se estrecha a m s que la naturaleza sufre, sta se alarga ms que la vanidad necesita (Juan Eusebio Nierem- berg, E pistolario, ed. de N arciso A lonso Corts, M adrid, CC, 1957, pg. 234). Titulado he conocido con tesorero y sin un cuarto, sin caballos y con caballerizos, sin recmara y con camareros, con repostero y sin plata; que as no se pueden perder las preeminencias de seor, vinculadas en la exterioridad solam ente (C. Surez de Figueroa, E l Pasagero, ed. c it., pg. 221).

    87 J. A . Maravall, Poder, honor y lites, pgs. 22-23 y 40. Sobre el gasto suntuario de los aristcratas ingleses, vase Lawrence Stone, op. c it., pgs. 249 y sigs. La preocupacin por los signos externos del rango entre los nobles franceses ha sido estudiada por Ariette Jouanna, O rdre social. M yth es e t hirarchies dans la F rance du X V I e sicle, Paris, Hachette, 1977, pgs. 89 y sigs,, y 126 y sigs. Para Espaa puede verse tam bin Bartolom Bennassar, L o s espaoles. A ctitu des y m entalidad, Barcelona, Edit. A rgos Vergara, 1978, pg. 159.

    88 Sobre la presencia de estos temas en el Q uijote, hay algunos datos en R . Arco y Garay, op. c it., pgs. 352-353, y L. Osterc, op. c it., pgs. 90 y sigs.

  • E n qu e el u n o v ista sedaY el otro una jerga basta ,Q ue basta para su estad o ,P u es e lla dice q u e basta.L a carroza d e l seor,Q ue cuand o e l tech o levanta ,D escubre lo s arcos de oro C on las cortinas de grana,N o ha de tener d iferencia A un carro c o n seis e sta ca s ...? a9.

    La ostentacin es la expresin visible y pblica de unas diferencias sociales que han de ser preservadas hasta en sus ms mnimos detalles. De ah que un personaje de Lope considere la servidumbre numerosa como portada del seor 90, o que Yelgo de Bzquez recomiende a los nobles de alta categora que tengan en la casa ms antigua de su estado una armera abundante y puesta con curiosidad, no para armar escuderos o participar en combates, sino porque:

    . . . la arm era tiene tan ta grandeza en s, que es trom p eta de la grandeza del se o r ... 51.

    Guzmn de Alfarache, cuando se instala en Madrid para medrar mediante el engao y la usurpacin de un rango que no le corresponde, se procura, ante todo, vestidos gallardos, caballo y un par de criados 92; y, tras su matrimonio, explica:

    89 L o s Tellos de M etieses, B A E, X X IV , pg. 512.w Quien am a no haga fie ro s, ib id., pg. 439.91 Miguel Yelgo de Bzquez, Estilo de servir a principes, Madrid, 1614, fol. 21. Entre

    los tratadistas franceses podem os encontrar, por la m ism a poca, opiniones parecidas: segn Jean Tapin (La P olice Chretinne, 1568, fo l. 228), el caballero debe poseer chteaux, chevaux, armes et habillements rpondant ltat et la m aison do il est: et... par ses externes et visibles signes dhonorable prminence contenir le peuple (qui admire telles choses, et rvre ceux qui sen servent) en obissance et crainte. Para Jean dArr- rac (La Ph ilosoph ie civile e t d E tat, Bordeaux, 592, pgs. 516-517), ces crmonies rendent la chose invisible comme visible et palpable, et engendrent respect et terreur au coeur du peuple. (Ambas citas en Ariette Jouanna, op. c it., pg. 126.)

    n M ateo A lem n, G uzm n de A lfarache, ed. c it., vol. IV, pg. 205.

  • . ..c o m o la osten tacin suele ser parte de cau d a l p or lo q u e al crd ito im p orta , presum a de que m i casa , m i m ujer y m i person a siem pre and uvisem os bien tr a ta d o s... 53.

    Durante el pleito en que se vio envuelto Rodrigo de Cervantes en Valladolid, varios testigos declaran, como prueba evidente de la hidalgua del encausado, que:

    . . .a l d icho lien iad o erbantes e al d ich o R od rigo de erbantes e sus herm an os sienpre lo s v id o en esta dicha villa m u y b ien tratad os e adereados, e co n m uchas sed as e otros R icos a tav os, e co n b u en os ca b a llo s , p ajes e m o o s desp u elas, e con otros serviios e fan tasas q u e sem ejantes h id a lgos e caballeros suelen e acostunbran tener e traer en esta d icha v illa de alcal 94.

    Tambin los personajes cervantinos cuidan en extremo el atavo y adorno, y prestan una especial atencin a los signos externos de su categora y dig