safranski. capítulo 2

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Rüdiger Safranski. El mal o el drama de la libertad. Traducción de Raúl Gabás. Barcelona: Tusquets, 2000. CAPÍTULO 2 “La historia del pecado original investiga la naturaleza del hombre y llega al resultado de que éste no está fijado a una naturaleza que actúe con necesidad. El hombre es libre, puede elegir y también puede elegirse equivocadamente. Crea su propio destino para sí mismo”. “Todo lo que es sigue su teleología interna. Eso tiene validez para la naturaleza inorgánica, las plantas y los animales. Sólo en el hombre actúa distintamente esta tendencia de la naturaleza pues en él se rompe a través del conocimiento y de la voluntad libre. Por eso se le ha impuesto la tarea de encontrar su esencia y su destino”. “el fundamento de la creación es la nada. La obra de Dios era una creatio ex nihilo. Cuando la voluntad propia del hombre quiere poner el fundamento en sí misma, entra en contacto con esta nada. La voluntad creadora de Dios había vencido la nada. Por el contrario, la voluntad humana no puede llegar a tanto. Puede ser absorbida por la nada cuando muere, y también cuando no da en el blanco de su esencia y menoscaba sus posibilidades. Esto es lo que constituye la situación precaria del hombre. La naturaleza es perfecta a su manera, es lo que es. Pero el hombre tiene que llegar a ser todavía lo que es”. “el pensamiento antiguo, en sus diversas acuñaciones, se había orientado por aquel principio que también Agustín considera vinculante y que dice: hemos de averiguar lo que podemos, para que en adelante sólo queramos lo que está en nuestras manos. Se trata de conocer el propio poder, a fin de querer lo recto, a saber, lo que podemos”.

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Safranski

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Rdiger Safranski. El mal o el drama de la libertad. Traduccin de Ral Gabs. Barcelona: Tusquets, 2000.

CAPTULO 2

La historia del pecado original investiga la naturaleza del hombre y llega al resultado de que ste no est fijado a una naturaleza que acte con necesidad. El hombre es libre, puede elegir y tambin puede elegirse equivocadamente. Crea su propio destino para s mismo.

Todo lo que es sigue su teleologa interna. Eso tiene validez para la naturaleza inorgnica, las plantas y los animales. Slo en el hombre acta distintamente esta tendencia de la naturaleza pues en l se rompe a travs del conocimiento y de la voluntad libre. Por eso se le ha impuesto la tarea de encontrar su esencia y su destino.

el fundamento de la creacin es la nada. La obra de Dios era una creatio ex nihilo. Cuando la voluntad propia del hombre quiere poner el fundamento en s misma, entra en contacto con esta nada. La voluntad creadora de Dios haba vencido la nada. Por el contrario, la voluntad humana no puede llegar a tanto. Puede ser absorbida por la nada cuando muere, y tambin cuando no da en el blanco de su esencia y menoscaba sus posibilidades. Esto es lo que constituye la situacin precaria del hombre. La naturaleza es perfecta a su manera, es lo que es. Pero el hombre tiene que llegar a ser todava lo que es.

el pensamiento antiguo, en sus diversas acuaciones, se haba orientado por aquel principio que tambin Agustn considera vinculante y que dice: hemos de averiguar lo que podemos, para que en adelante slo queramos lo que est en nuestras manos. Se trata de conocer el propio poder, a fin de querer lo recto, a saber, lo que podemos.

Pero no es esto lo que sucede en el caso del hombre. El poder y el querer ya no estn sincronizados en l. El hombre quiere ms y quiere algo distinto de lo que puede, y tambin puede ms y puede algo distinto de lo que quiere. Le falta conocimiento de s mismo.

el pensamiento antiguo, a diferencia de Agustn, est persuadido de que el hombre puede y debe regirse por s mismo. Por eso hay que averiguar ante todo qu y quin es propiamente el hombre.

Por qu pauta nos regimos cuando nos orientamos por nosotros mismos? Cmo llegaremos a ser lo que somos? Hemos de confiarnos a la propia razn, o bien a la tradicin de la comunidad a la que pertenecemos?

La figura del anciano Cfalo al inicio de La Repblica. para Scrates es importante la conversacin con Cfalo, pues le permite conocer una vida lograda que no necesita todava la reflexin filosfica, pues est protegida y bien regulada por la tradicin. Cuando comienza el discurso filosfico, Cfalo se retira. [] La hora de la filosofa es el final de la tradicin. Cuando ya no se entiende espontneamente la forma de una vida lograda, las preguntas se dirigen a la filosofa. Cfalo se retira, pero deja la imagen intuitiva de una vida concorde consigo misma.

El tema predilecto de Platn: el bien.

Lo contrario del bien es la rebelin, el orden perturbado, la guerra civil, tanto en el individuo como en los asuntos comunes. La filosofa de Platn aborda el problema de cmo puede conservarse este orden, y cmo puede restablecerse despus de su destruccin.

El proceso de reflexin da por supuesto que ese orden, a diferencia de las cosas naturales, no se da por s mismo, sino que ha de ser configurado por el hombre. Lo cual puede lograr-se por la fuerza de la tradicin, tal como muestra el ejemplo de Cfalo. Pero cuando disminuye la fuerza de la misma, el pensamiento filosfico asume su legtimo derecho. Queda, no obstante, una tensin en la relacin entre filosofa y tradicin. Podra suceder que la filosofa no slo siga la tradicin, sino que tambin la destruya.

Apenas se ha retirado Cfalo, el varn de la buena tradicin, aparece una encarnacin del espritu de la poca: el sofista Trasmaco, un cnico de la voluntad de poder, cuyo principio bsico afirma que es bueno lo que sirve al propio bienestar. Y como por naturaleza hay fuertes y dbiles, el fuerte, para defender su bienestar, deber protegerse contra los ms dbiles, que quieren ascender. Cuanto ms poder pueda reunir en sus manos, tanto mejor. Lo mejor es el poder ilimitado, la tirana. ste es, dice Trasmaco, el orden justo desde el punto de vista de los fuertes.

En su rplica, Scrates pone de manifiesto que este orden no es sino una guerra civil latente o, en el mejor de los casos, demorada. []el poderoso no tendr ninguna hora tranquila. Desconfiado frente a todos, aspirar a extender su poder sin lmites, pero al final ser derribado. Ni se halla en equilibrio la comunidad que l domina, ni alcanzar l mismo la dicha del equilibrio interior. Ser, ms bien, un hombre acosado, inquieto e infeliz. Quera dominar una comunidad, y lo que ha conseguido es destruirla; quera servir a su bienestar, y lo que ha logrado es infligir daos a su alma.

bajo mltiples variantes [Scrates] desarrolla este nico pensamiento: lo agradable a primera vista el poder, el disfrute no se identifica con lo que es bueno para el hombre.

Es necesario el conocimiento de lo que es el ser humano y de lo que es lo bueno.

Platn asume en el concepto de hombre la idea de su propio perfeccionamiento. Esto no implica un idealismo en el sentido usual. Lo que recibe el nombre de idea del hombre no flota por encima de la realidad, sino que es el modelo intuitivo de lo que el hombre puede hacer de s mismo, de su posible logro. El modelo intuitivo de este logro lo constituye para Platn la armona de las esferas y el orden matemtico de la msica. El verdadero arte de la vida y el rango humano consisten en conducir a un equilibrio armnico el cuerpo y el alma, junto con las partes de la misma: la razn, el sentimiento y el valor.

El bien es accesible para el hombre, y ste puede realizarlo por sus propias fuerzas. Se requiere a este respecto una comprensin de lo posible para el hombre, no una gracia trascendente. La filosofa puede ayudar a esa comprensin, siempre y cuando se dirija a las cosas humanas.

El hecho de que la filosofa se dirija a las cosas humanas es todo menos evidente; ms bien, significa una revolucin, tal cmo aparece en el caso de Scrates, que traslad la filosofa del cielo a la tierra. Cuando se sabe o se cree saber cmo ha empezado el mundo, y cuando los hombres creen conocer los elementos fundamentales de los que consta sean el agua, el fuego, el aire, o bien los tomos, seguimos sin saber cmo hemos de vivir y qu hemos de hacer de nuestra vida.

La sentencia de Scrates, S que no s nada, se refiere a que la ciencia de la naturaleza no implica todava un saber acerca de como hemos de dirigir la propia vida. Bajo este aspecto, el saber de la naturaleza es un no saber. Y tambin los puntos de vista que circulan en la ciudad sobre la vida recta sobre la justicia, la dicha y la virtud son una mezcla de saber y no saber.

A travs de la maleza de las opiniones [a travs del dilogo] nos abrimos el camino hacia la comprensin de los asuntos humanos. No podemos abandonar el mundo de las opiniones, slo podemos purificarlo. Por esto, el smil platnico de la caverna termina con el regreso a la misma. Hay que soportar que la verdad, cuando ha visto el sol, se convierta de nuevo en opinin.

Pero en el mbito humano no todas las opiniones tienen el mismo rango. [] Una opinin slo se convierte en verdad cuando hace verdadero al hombre, y esto significa: cuando lo conduce al bien. El criterio de la verdad es la mejora del hombre.

El hombre tiene que orientarse por s mismo, pero ese s mismo no le ha sido dado previamente, sino que se le ha impuesto como tarea. Tiene que desarrollarlo, encontrarlo e inventarlo en la reflexin, en la comprobacin, en la conversacin y en el dilogo.

La filosofa [en Scrates] une dos funciones importantes para el culto de Apolo: la medicina y la mntica. Es el mdico del alma, localiza la enfermedad, la discordancia, y propone una terapia. Y es un arte mntica, es vidente. Como penetra ms profundamente en el alma con su mirada, puede conocer los destinos que el alma se depara a s misma en virtud de su constitucin, y en consecuencia puede conocer tambin lneas evolutivas que amenazan a la comunidad estatal.

En el sentido socrtico, el hecho de que alguien acte bien o mal es asunto del conocimiento suficiente o insuficiente. Nadie, dice Scrates, quiere algo malo voluntariamente y a sabiendas.

todos quieren lo bueno para ellos, aunque no sepa cada uno lo que es bueno para l. El conocimiento incompleto de lo pertinente tiene como consecuencia que se produzca una confusin y equivocacin.

Por eso en Scrates el conocimiento de s mismo est en el punto central. El s mismo no puede conocerse sin transformarse por el acto del propio conocimiento. En la relacin consigo el conocimiento es un acto productor. Por eso Scrates con frecuencia se calificaba a s mismo de comadrn. Es un maestro en el descubrimiento de mltiples errores sobre el bien y el mal. Con esa eliminacin de obstculos induce el alumbramiento.

Scrates, y tras l Platn, no ensean ningn dualismo, como si el alma fuera buena y el cuerpo malo. El cuerpo y sus pasiones necesitan que el alma los dirija e integre. Si se produce una rebelin del cuerpo contra el alma y los apetitos buscan su bien por cuenta propia, la consecuencia es el desorden, y al final, el apetito dejado suelto no encontrar el bienestar que buscaba.

La reflexin platnico-socrtica sobre la vida buena est envuelta en dos sueos seductores. El sueo de una vida lejos de la agitacin de la ciudad, y el de una vida distanciada de las maquinaciones del cuerpo. El primer sueo se refiere a la vida contemplativa, al bios theoretikos. El segundo sueo aspira a una soberana libre del cuerpo, a la inmortalidad del alma.

Sobre el sueo de una vida teortica lejana a la ciudad (cf. Lo que dice Platn al final de la caverna: el que llega a contemplar la verdad bien podra quedarse afuera de la caverna): en el Platn morador de la ciudad se abre paso la sospecha de que semejante autosuficiencia pueda ser algo malo, como si en ello hubiera un intento de rebelin contra el cosmos. Pues la ciudad es el espejo del cosmos. Hay que guardarse de querer caer del mundo.

segn Jenofonte, [Scrates] tena la costumbre de dirigir su espritu hacia s mismo, de interrumpir a veces el contacto con los otros, all donde se encontraba, y volverse sordo para las conversaciones en alta voz.

A Scrates se le haba ocurrido o le llamaba la atencin algo que le daba que pensar, y as haba cado fuera de su realidad. El pensamiento lo haba llevado a un ningn lugar, donde pareca estar en casa de manera sorprendente. Segn todo lo que sabemos de Scrates, esta experiencia del espritu era un presupuesto de su triunfo sobre la angustia de la muerte. El Scrates aprehendido por el pensamiento se hace intocable. Podrn matar su cuerpo, pero su espritu vivir. Para el Scrates platnico y la posterior metafsica racional, que no tiene necesidad de la gracia divina, la certeza de la inmortalidad del alma radica en la propia experiencia del espritu. Radica primariamente en la experiencia del pensamiento mismo y no en lo que en particular podamos pensar para demostrar la inmortalidad del alma. La propia experiencia de la conciencia es aquel rasgo sorprendente por el que le es absolutamente imposible pensar su propio no ser, la propia muerte. La conciencia no puede pensar su propia desaparicin.

Por tanto, la vida del espritu se atreve a desafiar el gran mal, la muerte.

Scrates no se hunde en una interioridad, sino en una universalidad. El que nos separa y singulariza es el cuerpo. Si, frente a este estado, volvemos al alma, nos unimos con un ser universal del que nos separa el cuerpo como un ser singularizado y, en consecuencia, menguado.

Al retirarnos al alma, no nos quedamos sin mundo, si-no al contrario: tan slo cuando nos congregamos en el alma, llegamos acertadamente al mundo, llegamos al mundo correcto.

Pero este mundo correcto se parece hasta la confusin a la vida buena en la ciudad. Pues Scrates continuar buscando el dilogo. El espritu triunfante se mantiene como un espritu pblico.

Tambin en la hora de la muerte, filosofar sigue siendo un asunto pblico. Scrates, soportado por la comunidad, aunque lo condene a muerte, todava en el ltimo momento asume como en un acto de gratitud una responsabilidad por la comunidad. Podra ser, dice al final del dilogo, que sus pensamientos sobre la inmortalidad del alma fueran falsos, pero, a pesar de todo, habrn sido tiles a la vida de la comunidad. Si para los muertos no hay nada ms, por lo me-nos en este tiempo que precede a la muerte no me har desagradable a los presentes mediante quejas..