¿sabemos identificar el riesgo?

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¿SABEMOS IDENTIFICAR EL RIESGO? Un gestor reconoce, identifica, mide y gestiona el riesgo. Para obtener rentabilidad hay que incurrir en riesgos. Solo la transparencia se pueden establecer relaciones fructíferas para partícipes y gestores. Joel Greenblatt decía que elegir compañías sin una idea clara de lo que buscas es como atravesar una fábrica de dinamita con una cerilla en la mano. Puedes sobrevivir, pero sigue siendo una idiotez. La industria de gestión de activos – no nos olvidemos– consiste en obtener rentabilidades para nuestros partícipes. Nuestra responsabilidad fiduciaria nos convierte en la herramienta que emplean nuestros partícipes para cumplir sus objetivos financieros a largo plazo. Pero debemos buscar la rentabilidad de una manera equilibrada, es decir, teniendo en cuenta los riesgos asumidos para conseguirla. Muchas veces la rentabilidad esconde el riesgo asumido. La cerilla encendida a día de hoy puede ser tratar de adivinar el rebalanceo de la economía china, los resultados políticos o cualquier otro evento sistémico. Jugar a tener una bola de cristal puede ser entretenido, pero también arriesgado e imprudente. La alineación entre inversores y partícipes es fundamental. Alineados en el objetivo de rentabilidad, pero también en el riesgo asumido. ¿Está usted seguro de que en los productos de inversión que elige, existe una completa alineación de intereses entre los gestores de fondos y los partícipes a la hora de definir y gestionar el riesgo? Un gestor de fondos no incentivado puede ser excesivamente conservador (por ejemplo en entidades ligadas al sector bancario). Un gestor sobreincentivado puede incurrir en riesgos innecesarios y que seguramente el partícipe desconoce. Los premios económicos a la rentabilidad, el ánimo de aumentar su negocio, o simplemente por el mero placer de disfrutar del reconocimiento de la industria, puede generar un exceso de incentivación. Un gestor indebidamente alineado puede acumular riesgos de manera desordenada dado que su función de utilidad es distinta a la del inversor. Si las cosas salen bien, el gestor recibe rentabilidad y lo que conlleva, generalmente compensación económica y reconocimiento público: pero si las cosas salen mal… el dinero que se evapora es mayoritariamente el del inversor final. Esa asimetría puede invitar a la toma excesiva de riesgo. Como dice Howard Marks, la función principal de un gestor de carteras es reconocer, identificar, medir y gestionar el riesgo. Y nuestra responsabilidad como profesionales del sector es transmitir de manera transparente los riesgos en los que incurrimos para poder generar rentabilidades. Para obtener rentabilidades hay que incurrir en riesgos. Seamos transparentes. Cumplamos con nuestra obligación fiduciaria, ayudemos a nuestros partícipes a entender dónde están los riesgos. Tanto los riesgos que gestionamos como los que no. Solo sobre la trasparencia se pueden establecer relaciones fructíferas para partícipes y gestores.

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Economy & Finance


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¿SABEMOS IDENTIFICAR EL RIESGO?

Un gestor reconoce, identifica, mide y gestiona el riesgo. Para obtener rentabilidad hay que incurrir en

riesgos. Solo la transparencia se pueden establecer relaciones fructíferas para partícipes y gestores.

Joel Greenblatt decía que elegir compañías sin una idea clara de lo que buscas es como atravesar una

fábrica de dinamita con una cerilla en la mano. Puedes sobrevivir, pero sigue siendo una idiotez. La industria

de gestión de activos – no nos olvidemos– consiste en obtener rentabilidades para nuestros partícipes.

Nuestra responsabilidad fiduciaria nos convierte en la herramienta que emplean nuestros partícipes para

cumplir sus objetivos financieros a largo plazo. Pero debemos buscar la rentabilidad de una manera

equilibrada, es decir, teniendo en cuenta los riesgos asumidos para conseguirla. Muchas veces la rentabilidad

esconde el riesgo asumido. La cerilla encendida a día de hoy puede ser tratar de adivinar el rebalanceo de la

economía china, los resultados políticos o cualquier otro evento sistémico. Jugar a tener una bola de cristal

puede ser entretenido, pero también arriesgado e imprudente.

La alineación entre inversores y partícipes es fundamental. Alineados en el objetivo de rentabilidad,

pero también en el riesgo asumido. ¿Está usted seguro de que en los productos de inversión que elige, existe

una completa alineación de intereses entre los gestores de fondos y los partícipes a la hora de definir y

gestionar el riesgo?

Un gestor de fondos no incentivado puede ser excesivamente conservador (por ejemplo en entidades

ligadas al sector bancario). Un gestor sobreincentivado puede incurrir en riesgos innecesarios y que

seguramente el partícipe desconoce. Los premios económicos a la rentabilidad, el ánimo de aumentar su

negocio, o simplemente por el mero placer de disfrutar del reconocimiento de la industria, puede generar un

exceso de incentivación. Un gestor indebidamente alineado puede acumular riesgos de manera desordenada

dado que su función de utilidad es distinta a la del inversor. Si las cosas salen bien, el gestor recibe rentabilidad

y lo que conlleva, generalmente compensación económica y reconocimiento público: pero si las cosas salen

mal… el dinero que se evapora es mayoritariamente el del inversor final. Esa asimetría puede invitar a la toma

excesiva de riesgo.

Como dice Howard Marks, la función principal de un gestor de carteras es reconocer, identificar,

medir y gestionar el riesgo. Y nuestra responsabilidad como profesionales del sector es transmitir de manera

transparente los riesgos en los que incurrimos para poder generar rentabilidades. Para obtener rentabilidades

hay que incurrir en riesgos. Seamos transparentes. Cumplamos con nuestra obligación fiduciaria, ayudemos a

nuestros partícipes a entender dónde están los riesgos. Tanto los riesgos que gestionamos como los que no.

Solo sobre la trasparencia se pueden establecer relaciones fructíferas para partícipes y gestores.