“s torres... · noveno congreso internacional de estudios ambientales y del territorio...

24
NOVENO CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS AMBIENTALES Y DEL TERRITORIO COCHABAMBA, BOLIVIA, 2014 LA GUERRA DEL CONOCIMIENTO EN LA TRANSICIÓN CIVILIZATORIA Dr. Guillermo Torres Carral 1 y Dr. José Alfredo Castellanos Suárez 2 RESUMEN Esta ponencia aborda la crítica de las líneas estratégicas educativas hegemónicas fincadas enla educación para el desarrollo sustentable, la transdisciplina y la “Sociedad del Conocimiento. Esta última, está más allá de la sociedad de la información pero ambas son un obstáculopara acceder a una sociedad de la comunicación. El cambio civilizatorio tiene una ancla en el cambio de mentalidad y en el acceso a una ciencia no sólo con conciencia sino a la verdadera ciencia. La guerra ambiental que vive el mundo no puede ignorar que la clave está en la guerra del conocimiento. Esta es la única forma de ganar la guerra ambiental y la direccionalidad del cambio neocivilizatorio, el cual está fincado en los principios de compatibilidad; además de que implican que la economía y la política dependen también de la filosofía; en este caso de la filosofía ambiental. Ésta implica la guerra al lekicon del neoliberalismo ydel pensamiento único, y reconocer que la guerra contra la naturaleza debe pararse. I. INTRODUCCIÓN 1 Universidad Autónoma Chapingo, México, Correo E: [email protected] 2 Universidad Autónoma Chapingo, México, Correo E: [email protected]

Upload: phungthuan

Post on 20-Jan-2019

216 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

NOVENO CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS AMBIENTALES Y DEL TERRITORIO

COCHABAMBA, BOLIVIA, 2014

LA GUERRA DEL CONOCIMIENTO EN LA TRANSICIÓN CIVILIZATORIA

Dr. Guillermo Torres Carral1 y Dr. José Alfredo Castellanos Suárez2

RESUMEN

Esta ponencia aborda la crítica de las líneas estratégicas educativas

hegemónicas fincadas enla educación para el desarrollo sustentable, la

transdisciplina y la “Sociedad del Conocimiento”.

Esta última, está más allá de la sociedad de la información pero ambas son un

obstáculopara acceder a una sociedad de la comunicación.

El cambio civilizatorio tiene una ancla en el cambio de mentalidad y en el acceso a

una ciencia no sólo con conciencia sino a la verdadera ciencia.

La guerra ambiental que vive el mundo no puede ignorar que la clave está en la

guerra del conocimiento. Esta es la única forma de ganar la guerra ambiental y la

direccionalidad del cambio neocivilizatorio, el cual está fincado en los principios de

compatibilidad; además de que implican que la economía y la política dependen

también de la filosofía; en este caso de la filosofía ambiental. Ésta implica la

guerra al lekicon del neoliberalismo ydel pensamiento único, y reconocer que la

guerra contra la naturaleza debe pararse.

I. INTRODUCCIÓN

1 Universidad Autónoma Chapingo, México, Correo E: [email protected]

2 Universidad Autónoma Chapingo, México, Correo E: [email protected]

El mundo se encuentra ante una aguda crisis de civilización, señalada por el

previsible final de la autodenominada “civilización occidental”,3 y expresada en su

desmoronamiento económico y moral (acelerado por el calentamiento global), así

como en la decadencia de los valores que le dieron origen (libertad, igualdad,

propiedad); sin embargo, también se atestigua la presencia de múltiples procesos

que expresan que, no necesariamente, la solución a dicha crisis se enmarca

interior de esta misma civilización (de la muerte); la cual se sostiene en el dominio

de “todas las cosas” (Kant, Hegel y Marx).

Así pues, la transición civilizatoria implica entonces comprender que esta realidad

se caracteriza por una verdadera guerra ambiental. Esto es, una guerra que se

presenta en todos los niveles de la sociedad y dentro de un proceso singular

histórico-natural como el actual; y que está compuesta por guerras más pequeñas.

Su lógica se halla en la disputa entre la vida y la muerte. Aquélla es una guerra

decisiva, porque sintetiza y potencia todas las otras guerras que se desenvuelven

en los órdenes menores.

Por lo tanto, este tema no es una simple cuestión relativa a los ecosistemas

naturales, ya que incorpora las otras dimensiones ambientales, donde sobresale el

ambiente de guerra (o de la paz); dependiendo de la guerra de que se trate, y que

tiene que ver principalmente con los aspectos psicológicos.

Mientras tanto, las explicaciones teóricas que en el pasado anunciaban un

irreversible triunfo sobre las fuerzas de la naturaleza y la emergencia de una

economía orientada hacia la incesante acumulación capitalista, finalmente no han

conducido más que a una catástrofe mundial convirtiendo al sistema económico

en uno cuyo sino es la autodestrucción. Y en donde las fuerzas productivas se han

convertido en fuerzas de la destrucción (Marx y Engels, 1972).

En estas circunstancias, aparecen ineludiblemente cambios profundos en la

estructura y organización de la sociedad moderna, agobiada especialmente por el

cambio climático global; el cual se explica por los procesos de depredación y de

3Spengler se refirió a ello como “la decadencia de Occidente” (1972).

destrucción socioambiental en el mundo (tanto de la naturaleza humana como no

humana), y que no podrá corregirse atacando sus rasgos más perjudiciales,

ignorando los fundamentos humano-naturales del ismo; todo lo que exige

radicales cambios en la estructura material y mental de la sociedad

contemporánea.

Tales cambios pueden ser hacia su superación positiva (que quiere decir eliminar

la base depredadora en términos eco-sociales) marcada por la evoluciónbio-psico-

socio-cultural, la cual no excluye la revolución; y a la vez, por la amenazante

presencia de la contrarrevolución que, en la práctica, exhibe el conflicto entre

desarrollo y evolución (el cual se convierte en el binomio de

destrucción/involución-extinción).

La realidad es que se camina por una inevitable cuanto no deseada bifurcación

(Laszlo, 2008). Ésta ofrece dos direcciones fundamentales: reforzar el camino de

la civilización en marchao bien avanzar hacia una decidida ruptura con ella. En el

primer caso, se sigue inmerso en el modelo depredador, el cual se caracteriza por

la extracción desmedida de recursos naturales dejando exangües las fuentes de

éstos y saturando los sumideros de carbono; y sin las de medidas de reciprocidad

y compensación, aplicadas por los seres humanos para el manejo, rescate y

convivencia con los mismos (así como del requerido apoyo para este fin) (ver

figura).

En el segundo caso, se atisba la aparición de modelos alternativos (en sentido

positivo o negativo); es decir, si reproducen el estado de cosas actual (llevando a

cabo transformaciones marginales) o si en cambio se sitúan en el marco de

procesos de deconstrucción, reconstrucción y recreación de nuevas relaciones

sociales, ancladas en nuevas formas de pensamiento, las cuales están guiadas

por las emergentes demandas socioambientalestranscivilizatorias, las cuales

rebasan a las globalizadoras (eminentemente económicas). Aquéllas se guían por

los valores universales que tienen su eje en la lucha antibélica y por la paz; así

como por reconvertir el armamentismo en bienestar eco-social, lo que presupone

acuerdos mundiales, regionales y locales para detener los factores críticos de las

guerras; sin ellos, la paz no sería duradera ni justa y menos digna.

Lo anterior implica recordar que, históricamente, no fue suficiente la mera realidad

de la ganancia económica (real o ficticia) como sistema sino que ella está

engarzada en la idea de la libertad (jurídica); la igualdad ficticia entre contrarios y

en la de la ganancia, que proviene de hacer jurídicamente iguales a los

económicamente desiguales, como una costumbre popular que es indispensable

para aceitar la maquinaria de explotación capitalista. Esto puede entenderse mejor

con la presencia de la llamada ética protestante del capitalismo (Weber, Marx) sin

la cual no podría existir la modernidad.

De ahí que la meta sea en este momento invertir la ecuación del “recibir para dar”

(como es el caso del salario que paga una vez que el trabajador ha producido el

valor equivalente a dicho salario), por la inversa: “dar para recibir” (aumentar el

bienestar como condición de la ganancia). La tendencia tendrá que ser la

eliminación de la ganancia primero, y después la de la plusvalía, que es el origen

de la pobreza socioambiental. No queda pues de otra que “dar donde falta y tomar

donde abunda” (Lao Tsé, 1982).

II. LAS GUERRAS EN LA HISTORIA

“Pero la historia es la más cruel de las diosas y conduce su carro triunfal sobre

montañas de cadáveres, no sólo en la guerra sino también en tiempos de

desarrollo económico “pacífico” (Engels, 1980:100).

Con toda certeza, puede afirmarse que la guerra es un fenómeno universal;

siempre presente en todas las épocas y regiones del mundo. Sólo que ahora se

presenta con un carácter global y bajo una realidad definida como guerra

permanente, en donde resultan ser menos importantes los factores

extraeconómicos que caracterizaron a las guerras en el pasado.

Un elemento fundamental en este análisis, es caracterizar las causas profundas

del conflicto armado o no armado: “La guerra es anterior a la paz” (Marx, 1974), lo

cual quiere decir que la evolución sociocultural de la especie no es ni idílica ni

lineal. Y expresa en cambio las graves paradojas y contradicciones que son

inherentes al fenómeno humano (Tehilard de Chardin, en Lepp, 1968:85).

Por ello, es necesario tomar en cuenta los siguientes factores a fin de comprender

el papel de la guerra en la historia. Éstos tienen que ver con el hecho de quela

evolución dela especie humana está abrazada por tres fuerzas que tensan y

destensan los procesos del desenvolvimiento de las sociedades:

1. Lo primero a tomar en cuenta, es que todos los hombres y razas son

iguales en tanto forman parte de la cadena humana de la vida. Esto

significa que, fuera de cualquiera otra consideración, las diferencias

individuales, de grupos y sistemas, son irrelevantes frente a la unicidad que

evocan (especismo).

2. En seguida aparecen procesos de diferenciación (biológicos y

socioculturales) que posibilitan que surja un asociacionismo dependiendo

de las afinidades y no afinidades entre los grupos humanos (los “buenos”

son “malos” y viceversa), presentes en este proceso evolutivo. Mientras que

en el proceso involutivo, prevalecen diversos elementos que incitan a la

polarización y a la falta de acuerdos. Aquí, desde luego, están presentes un

sinnúmero deaspectos, desde los raciales hasta los religiosos.

3. En tercer lugar, es necesario considerar el principio de socialidad en el cual

las diferencias se modulan, llevando a la consolidar la guerra o bien a

preparar el camino para la paz. Aquí entra el aspecto empático traducido

en el diálogo (Rifkin, 2010), como forma esencial para lograr la evolución

biológico-cultural. La paz aparece entonces no como una paz impuesta sino

como una paz verdadera y duradera; resultado de la victoria (o bien

impuesta, resultado de la derrota). No puede ignorarse en este punto la

presencia de la química neurolingüística expresada en el movimiento de los

conceptos, que no están separados de la realidad social y se manifiestan

mediante la interacción química cerebral entre las neuronas empáticas

(Rifkin, 2010) y las refractivas. La habilidad de los procesos dialógicos

consiste en transformar las refractivas por las empáticas; lo que tiene que

ver con la distinción entre conceptos que dividen (competencia) o bien que

convocan a unir (cooperación) a los individuos; esto es, conceptos de fisión

o de fusión

Pueden agregarse otros elementos cuya presencia es ineludible en el curso de

las causas y/o de los efectos que traen consigo las guerras:

A. Elmiedo, el cual es un aspecto que interviene en ambos casos y tiende

llevar al conflicto a complejas e intrincadas irracionalidades. La guerra

entonces resulta ser un conflicto que trasciende sus límites, por lo cual las

diferencias entre los grupos humanos estallan en eventos violentos e

incontrolables para las dos partes que están presentes en la conflagración

bélica. Hay que agregar que el miedo también es un fenómeno

ambivalente, puesto que no sólo se refiere al miedo que se causa en los

enemigos, sino del miedo que está presente en el mismo invasor (y que

invade su mente).

B. La lucha por la disputa de los recursos de toda índole: alimento, materiales,

bosques, tierras, agua, fuerza de trabajo, etcétera. Esta se explica por el

incremento de la población y el surgimiento de nuevas necesidades humanas.

C. El diálogo interrumpido (o bien ininterrumpido), lo que se traduce en flujos

de comunicación que permitan establecer distintas formas de cooperación o de

ruptura.

Esto tiene que ver con la ecología de la mente (Bateson en Tyrtania, 1997) que

se rige bajo el principio de la información, es decir mediante la entropía

negativa (tercera ley de la termodinámica; la cuarta sería la comunicación),

considerado como un momento de autocorrección de los procesos humano-

sociales (lo que tiene que ver con las preocupaciones o evidencias populares).

Como consecuencia de esta discusión, es necesario distinguir entre las

guerras contra otros grupos humanos o por el apoderamiento de recursos, de

aquéllas que conducen a una cohesión al interior de un territorio o de un país y,

entre los grupos que los conforman (como la guerra civil en Estados Unidos), lo

cual va forjando a la comunidad humana, ahora en el plano planetario.

Se llega con lo anterior al resultado de que en la medida en que prevalezca la

unidad y la cooperación entre los distintos grupos que conforman la especie

(Callicot, 1997), la evolución delos seres humanos avanza (ayuda mutua, le

llamaba Kropotkin) y a la inversa: la ruptura del diálogo conduce a la

involución.

En la medida en que la guerra permanece, se fragmenta dicha unidad, lo que

ha llevado a gigantescos genocidios a lo largo de la historia(La conquista de

México, nazis, gringos, rusos, turcos, chinos, japoneses, etc.). Éstos tienen dos

fuentes primordiales: los intereses económicos y la pasión e ignorancia que

les son concomitantes.

Una premisa fundamental en este terreno del debate, es que la guerra en

cuanto tal, no existe en la naturaleza (pero sí la competencia y cooperación),

ya que se trata de un conflicto al margen de los ciclos de los elementos de

aquélla, y que están en la base de todas las actividades humanas; se trata de

un “fenómeno demasiado humano” (Nietzsche, 1990).

Lo anterior conduce inevitablemente a la tesis hobbseana de “la guerra de

todos contra todos”. Y si bien esto es una expresión liberal del racionalismo

filosófico, hay que admitir que la guerra es consustancial a la naturaleza

humana, como se advirtió en el principio de diferenciación-oposición señalado

arriba.

Lo afirmado es más que cierto en el contexto de una sociedad que se basa en

la subsunción de la naturaleza al capital (Marx, 1985), tanto como en la falta de

propiedad de los medios de producción de parte de los trabajadores manuales

e intelectuales, quienes son la base real del progreso material y tecnológico del

sistema capitalista en el mundo.

Lo anterior queda de manifiesto en la conocida expresión de que “la guerra es

la prolongación de la política por otros medios” (Clausevitz; 1972). Empero y

contextualizándolo en la sociedad del presente, puede afirmarse lo contrario:

“La política es la prolongación de la guerra” que es lo que en la práctica rige.

Esto bajo las condiciones de la reproducción de un sistema mundial que

requiere de la extrema (sobre)producción armamentista para mantener su

economía (lo que exige realizar el excedente de armamentos en nuevos

escenarios bélicos) y su estatus en el concierto internacional de las naciones;

más aún cuando de lo que se trata es de mantener o sustentar la hegemonía

del imperio; de ahí la realidad anti-utópica del discurso de la sustentabilidad y/o

del desarrollo sustentable, ya que lo que se pretende sostener en el fondo es la

economía de guerra y las redes en que se ramifica ésta.

III. GUERRA CONTRA LA NATURALEZA

“Las calamidades que vive el mundo no son más que el resultado de la

pretensión del dominio humano sobre la naturaleza” (Pensamiento Hindú)

La guerra contra la naturaleza es una guerra entre los hombres. Es producto

de la incapacidad de dialogar y ponerse de acuerdo, para así actuar en

concordancia con los principios de una ética universal. Es obvio que las dos

partes del conflicto aun sin proponérselo destruyen a la naturaleza sean,

guerrilleros, militares o paramilitares, “buenos o malos”.

Es una guerra no declarada como tal pero embozada en leyes, políticas y

prácticas económicas y de comportamiento social, que hacen irrelevante una

declaración formal. Pero el simple hecho de que un país considere, en aras de

su soberanía”, dilapidar o destruir sus propios recursos da cuenta de cómo el

derecho cambia de carácter al negar o afirmar ciertos (o todos) los Derechos

de la Naturaleza (de la Pachamama). Finalmente, hay que advertir que los

derechos humanos son una parte de los derechos de la naturaleza por lo que

no pueden contravenirse, sino más bien ser compatibles.

Ambos bandos, ganen o pierdan, contribuyen a ésta lógica, la cual como

guerra declarada o consumada, sólo se presenta cuando el ser humano puede

influir decididamente en los ciclos de los componentes naturales del sistema

terráqueo (Castro Herrera, 2002); y que ello se revierte sobre él a la larga.

Se habla recurrentemente de una crisis ambiental, y cada vez hay más

consenso de que esta crisis ambiental no es lo mismo que una crisis ecológica;

es una crisis de convivencia, es una crisis de la naturaleza humana, por lo que

desde este punto de vista el ambiente social es el que determina al natural, ya

que éste es producto de las actividades humanas; mientras desde el otro

ángulo, prevalece la determinación contraria porque todos estamos dentro de

la biosfera. Pero: ¿Aqué se debe esta aparente paradoja?, al hecho de que el

hombre puede llegar a dominar en cierta forma el ecosistema pero depende de

él. En una co-evolución que está determinada en lo absoluto por la evolución

geológica de la Tierra.

Pero se confunde propiedad jurídica con apropiación; el hombre limita su

derecho humano a la propiedad de los medios de producción, más no de la

naturaleza y sus elementos. Aunque se vendiera la tierra entera a una mega

empresa capitalista, el dominio de sus leyes jamás podrá alcanzarse (sólo un

determinado control); aunque desde luego ello no impide en convertirse en

dueño jurídica, y realmente hablando; esta propiedad real (económica, derecho

de aprovechamiento) también es convencional y está limitada por factores

naturales, y culturales; así como por el sentido común.

En la relación objeto-sujeto, el dominio se limita a los medios de producción, lo

que es una aspiración válida, pero no es posible ni conveniente que fuese

dueño real (mediante la apropiación), no sólo jurídico de la Tierra (debido al

concepto de preservación y de conservación; éste último dinámico); lo que ha

traído consigo y trae perturbaciones irreversibles.

De ahí deriva el modelo depredador, el cual conduce por su propia dinámica a

la guerra aludida en tanto que más allá del camino de la depredación, está la

extinción; y es ahí donde la guerra alcanza su nivel más álgido: la guerra

contra las plantas y animales a través de la biotecnología, cargada de

perversión mercantil a fin de vender los dones de la naturaleza.

Pero desde el momento en que entran al mercado dichos dones, la ley de la

oferta y la demanda se encarga de ponerlos en riesgo, como bienes naturales,

y esta eliminación del otro es parte esencial de la guerra.

Dos factores hay que destacar en este punto:

I. Imponer la voluntad al contrario. Se entiende como el sometimiento de los

ecosistemas, especialmente en lo que concierne a afectar la evolución

deplantas y animales; produciendo especímenes dotados de características

que tienen importancia por la valoración económica que implican, pero que

afectan drásticamente a la trama de la vida; como el promover el

monocultivo privando de resistencia a miles de especies; las emisiones de

gases atmosféricos; los procesos de deforestación extensiva e intensiva;

acidificación de los océanos; depredación de la alimentación,

especialmente de los sectores de la población con menores ingresos; los

procesos de desertificación, etcétera.

II. O bien, eliminar al contrario: lo que tiene que ver con los recursos naturales

no renovables (y los renovables que se emplean), incluyendo el ser humano

mismo. El extractivismo (minería, petróleo, gas, hidroeléctricas) revela su

carácter más destructivo al saquear y contaminar territorios y el planeta entero.

Está riqueza no debe dilapidarse sino consumirse lo mínimo para que dure lo

máximo posible (éste es un principio básico de la economía política ecológica).

Aquí la función de mayor extracción debe sacrificarse al bienestar que es

mayor si se evita la contaminación que provoca la extracción, transformación y

transporte de materiales muchas veces peligrosos en extremo. Las próximas

generaciones serán privadas de este recurso incluso bajo sus formas

“sustentables”, como así se proclaman las empresas mineras (canadienses),

entre otras (Coca Cola, WalMart, etcétera).

Ejemplos de este punto son: la destrucción de la biodiversidad y el saqueo de

los mantos acuíferos y reservas profundas de agua dulce; la destrucción del

hábitat de las especies marinas y dulceacuícolas; la destrucción de la capa de

ozono; destacando la contaminación a todos los niveles.

Finalmente, la guerra contra la naturaleza es a la vez una guerra contra la

naturaleza humana, la cual se caracteriza por la empatía, el diálogo, el

consenso y la cooperación, para implantar la competencia como eje, en el

monólogo y en la imposición violenta del pensamiento (en otros casos

voluntariamente). El corolario es que esta guerra la está perdiendo el hombre;

la victoria del hombre implica reconocer el triunfo final de la naturaleza (“no se

puede contrariar…a la naturaleza”)

IV. LA GUERRA DE LA NATURALEZA

Así como las acciones humanas -básicamente con enfoque capitalocéntrico-

ponen en marcha todo un aparato destructivo frente a la naturaleza -tanto

exterior como interior-, la naturaleza actúa en consonancia. Se trata del Karma

que regresa al hombre, como producto de tales acciones dañinas.

De esa forma la guerra contra la naturaleza se revierte como una guerra de la

naturaleza contra el hombre. Se trata de una venganza de la naturaleza

(Lovelock, 2007; Engels, 1974). Un poco a la manera cómo la lucha de clases,

en tanto teoría y7 práctica política, se convierte en una lucha (y triunfo) de las

minorías contra las mayorías, y no como se considera habitualmente, en que la

lucha de clases siempre está a favor de las masas.

La guerra de la naturaleza (que también es una metáfora, como la del dominio

humano sobre la naturaleza) se expresa en una espiral de inundaciones,

sequías, actividad sísmica, alergias, enfermedades, epidemias, resistencia a

antibióticos, genocidio voluntario e involuntario; pero también en pobreza y

marginación social. El cambio climático es la respuesta más visible4 de esta

guerra.

V. LA GUERRA PERMANENTE Y LA ECONOMÍA DE GUERRA

La guerra se vuelve permanente, lo que requiere de una economía de guerra,

no sólo por la importancia del sector armamentista en el proceso de

reproducción social del capital, sino por la conexión de éste con todas sus

ramificaciones económicas y extraeconómicas, y cuyas funciones dependen

de:

1. La transmisión del cambio tecnológico; 2. Incrementos absoluto y relativo

del consumo improductivo (estado empresas y familias); y 3. Hacerlo de

manera tal que no conduzca a un aceleramiento de la caída de la tasa de

ganancia.

Esto se convierte en la base material y cultural de la guerra ambiental:

armamentismo tecnológico y sobreconsumo (gadgets etc.); ejes de la lucha

contra los movimientos sociales y base de la cultura de la violencia y de la 4 En los próximos 50 años la temperatura promedio en el planeta podría ascender a 3º centígrados

(Carpenter, 2000)

guerra a través de los ejércitos, la policía, guerrerillos, paramilitares,

autodefensas, narcos (etcétera).

VII. LA GUERRA DEL CONOCIMIENTO

Es la madre de todas las batallas. Esta guerra implica que un General equivale

a miles de soldados. Quién conoce el arte de la “no-acción” (SunTsú, 1990)

puede lograr ganar la guerra ganando la mente, considerado un campo de

batalla de las ideas (y causando el menor daño posible al enemigo).

En esta guerra, el conflicto decisivo es cumplir con el objetivo de pensar por

uno mismo o bien (por conveniencia) pensar como quieren los invasores

enemigos. En el terreno práctico, se trata hoy de ver el mundo con nuestros

propios ojos, estableciendo los modelos económicos y sociales ajustados a la

historia y a la realidad de los pueblos. Esto para la región significa conformar la

unidad latinoamericana como una condición y prerrequisito para librar esta

guerra del conocimiento (que no guerra para el conocimiento), ganada (hasta

ahora) persistentemente por los países del Norte.

Ésta es una guerra en dos sentidos A) Porque toda lucha bélica es una

escalada que culmina en la lucha armada, y que inicia confrontando dos

imaginarios distintos, donde cada quien a su manera lucha por la justicia (o

dinero u otras formas de poder económico y político). En ese imaginario cada

guerra busca el bien para quienes se va a someter y los sometidos vean el

sometimiento realizado como causa de alegría o bienestar; se trata de que

perdiendo sientan haber ganado; B) Robarle el conocimiento al enemigo; c)

Imponer las visiones del mundo, por lo que los invasores (o enemigos) se

presentan como salvadores, lo que previamente requiere demonizar al otro y

se logra mediante, la traición, chantaje e intimidación, etcétera.

Los diferentes campos de batalla se unifican bajo el espíritu de lucha y éste

implica una weltanschauung particular (concepción del mundo), como en la

Kulturkampft de Bismarck.

Quien gana en el campo de batalla es quien gana la guerra del conocimiento;

un dios superior se yergue sobre el inferior (ídolo pagano). Un lema superior

subsume a uno de menor jerarquía, el cual es absorbido por el superior.

La guerra por la vida es el eje actual de la guerra del conocimiento. La defensa

y expansión así como recuperación de los saberes locales y de la biodiversidad

es esencial para este fin.

La respuesta a la guerra permanente como motor del “progreso” deriva en una

guerra contra la guerra: las autodefensas son legítimas localmente. Pero ante

las circunstancias del momento, a la población sometida no le queda otra que

priorizar la no violencia, la cual cobra mayor fuerza con la guerra del

conocimiento, sobre todo ubicándonos en una realidad donde unos pocos son

aplastantemente superiores en su aparato y logística militares.

Todo ello revela que no estamos en una “sociedad del conocimiento”, como se

proclama, sino en el curso de un acelerado proceso de monopolización del

mismo a distintos niveles jerárquicos, que incluyen el control logístico de

Internet por el pentágono y el despojo del conocimiento propio, que en el mejor

de los casos, se vende al foráneo.

Destaca en este terreno el caso de la guerra alimentaria, en donde se roban

las variedades criollas para modificarlas genéticamente y se impone una

dependencia alimentaria como ariete de un puñado de mega empresas

agroalimentarias y agroindustriales de EUA y la UE a fin de controlar a los

pueblos “inferiores”.

En esta guerra, pensar por nosotros mismos, desde el Sur (De Souza), es la

clave, así como vencer al miedo a pensar por nosotros mismos, pero sobre

todo aplicar el control social de los recursos estratégicos de manera

consensuada y mediante la aplicación de nuevos códigos jurídicos. En nuestro

caso, y desde el Sur, esto significa contemplar la unión de Latinoamérica como

un presupuesto cognitivo para la liberación.

La guerra del conocimiento es una parte de la guerra por la liberación y por

rescatar nuestra verdad. En este tema entran las demandas transcivilizatorias:

la lucha por la paz como eje de todas las luchas y movimientos sociales

(alimentos, ambiente, derechos humanos, derechos de la naturaleza, derechos

de los pueblos indígenas, etc.).

El conocimiento se puede basar en mentiras, pero en la guerra del

conocimiento sólo la verdad triunfa. Imponer mi punto de vista y quitarte el yo,

es el propósito de los invasores.

Un aspecto fundamental es la lucha entre el libre albedrío y la libertad

(económica, política y social). El primero conecta a la persona con el cosmos y

actúa de acuerdo al dharma. La segunda es la imposición de un slogan que

aparece como una nueva necesidad para el individuo. Éste cree que decide

por sí mismo; no se da cuenta que actúa de acuerdo al “gran otro” (Zizek,

2010). Todo ello impide que el individuo sea realmente persona (más allá de

Hegel en su Filosofía del Derecho, 1971) y también que los pueblos vean el

mundo a partir de sus propios ojos.

En esta guerra lo decisivo es ser capaz de controlar la economía, así como su

dirección para que sea el hombre -los pueblos- quien controle las riendas del

caballo.

Lo anterior se traduce en entender que una ética de la liberación, supone la

iluminación de la verdad (que siempre es compartida), y el control de las

pasiones y animalismo en el ser humano, que se desboca con el impulso al

mandato:“consumir por consumir”, y su acompañante comprar por comprar.

Desde luego, aquí cabe la parábola del jinete: si no agarra con firmeza las

riendas del caballo, teniendo con claridad su destino, éste se desboca (De la

Rosa). El caballo es el capital, el jinete el ser humano.

VII. CONCLUSIÓN. LA GUERRA AMBIENTAL COMO GUERRA TOTAL

El ambiente constituye una red de redes tanto materiales como simbólicas, así

como de poder natural y humano. Estas son al mismo tiempo de arriba a abajo y/o de

abajo hacia arriba: de aquí emanan básicamente las opciones que se presentan en

esta guerra ambiental global, a partir de las características regionales y nacionales

(locales) particulares.

La guerra se empoltrona en esa red de dos maneras. En la primera

(depredación/extinción), implica continuar reforzando y dando soluciones

pasajeras a la crisis de civilización comandada por occidente. En la segunda, se

trata de que una nueva civilización comience con el buen trato como práctica del

hic et nunc deteniendo el colapso y abriendo nuevas rutas convivenciales (Illich,

1980).

Por tanto la guerra ambiental no se reduce al ámbito de la destrucción de los

ecosistemas5 y de la calidad de la atmósfera. En este sentido, así como puede

5“La más destructiva de las actividades del hombre que atenta contra el ambiente es la guerra. Por siglos, los

comandos militares han hecho del ambiente su blanco tratando de obtener cualquier posible ventaja sobre sus adversarios. En la Tercera Guerra Púnica, las legiones romanas salaron la tierra alrededor de Cartago para evitar que los cartagineses recobraran Roma; durante la Guerra Civil de EUA, el general Sherman llevó a cabo una terrible deforestación a lo largo y ancho del sur intentando dañar la moral de la Confederación; en la Primera Guerra Mundial, los británicos incendiaron los campos petroleros de Rumania: en la Segunda Guerra Mundial, Alemania y la Unión Soviética emplearon tácticas de “arrásalo todo para que no lo aproveche el enemigo”; en la Guerra de Corea, los estados unidos bombardearon las presas coreanas; y la Guerra de Vietnam mostró los crecientes efectos devastadores sobre el ambiente de la moderna tecnología militar dejando un saldo de ecosistemas enteros destrozados, al tiempo que la Guerra del Golfo mostró el más concentrado esfuerzo por destruir el medio ambiente del enemigo” (Austin y Bruch, 2000). Sobra decir que los anteriores son sólo algunos ejemplos a los que Hay que añadir el derrame petrolero en el Golfo de México, las acciones de mineras trasnacionales, expansión de cultivos transgénico, entre muchos otros ejemplos.

distinguirse del ambiente en sentido amplio que en estricto, lo mismo puede

decirse de la guerra ambiental (cuya paz sólo es posible con la victoria); además

de distinguir entre el ambiente simple y complejo; la guerra ambiental es más allá

de la destrucción ecológica, ya que abarca todas las esferas de la vida que

confluyen en el estado de ánimo social e individual; en este punto la guerra

ambiental es la guerra poética también.

Tampoco se reduce a la destrucción del ambiente sociocultural, traducido en la

guerra de abajo hacia arriba (delincuencia, inseguridad, violencia) como respuesta

a la guerra de los ricos contra los pobres (William Buffet dixit); y en la ruptura del

tejido social. Todo esto conduce a la destrucción de las diversas comunidades

locales y regionales, así como de la comunidad humana en su conjunto en cuanto

especie terrenal.

La guerra ambiental conjuga todas las conexiones neurálgicas del ambiente entre

sus distintas dimensiones que lo conforman a partir de la relación de la naturaleza

humana como no humana. El ambiente es por excelencia una creación humana,

en tanto ordena los distintos niveles de manera persistentemente antropocéntrica,

pero con la capacidad de corregir esta mirada del mundo.

Así como no se puede desligar el ser, del conocer y actuar, no se pueden desligar

sus distintas manifestaciones. Destaca aquí el hecho de que si bien se encuentra

el hombre dentro de la naturaleza, él es sin embargo el constructor del ambiente, y

el fundamento de éste es la comunicación, la cual tiene por centro el conocimiento

en sus distintas modalidades (pluralismo conceptual).

De lo anterior se desprende que la guerra ambiental es también una guerra de

ideas dentro de todas las demás manifestaciones del conflicto bélico. Esto es un

aspecto nodal para entender que el objetivo bíblico de la destrucción ecológica, es

destruir formas distintas de ver el mundo. Aquí entra la crítica al desarrollo

sustentable y la sostenibilidad por continuar viendo al mundo bajo la antigua irada

economicista (productivista y extractivista)

Así que la guerra ambiental, desde los pueblos, implica la conservación de los

ecosistemas, comunidades, culturas y destacadamente formas de pensamiento.

El sentido complejo del ambiente salta a la vista frente al reduccionismo que

equipara ambiente con ecología. La guerra ambiental implica también entender

que la ecología está al servicio de la política y de la economía.

Algunos actos en el teatro de esta conflagración en nuestra región, son: La

conquista de los pueblos nativos de América fue un primer momento y forma de la

guerra ambiental global; tanto como la colonia en el periodo de globalización

temprana.

La modernización de América Latina evidencia otro momento. Pero el decisivo es

el actual, ya que aquí nos encontramos no sólo con la hecatombe económica, sino

con el colapso moral anclado en valores que se disuelven y se han convertido en

lo contrario de lo que eran antes. Esto es, un estado de ánimo derrumbado.

En esta fase de la guerra ambiental, lo que esa en juego es la Tierra (habitable

para los humanos), y solo la alianza mundial de los pueblos constituida en un

Frente mundial en Defensa de la Tierra6 podrá plantear la moratoria a la

depredación, ya que la guerra que se vive en este terreno es una guerra global

contra la naturaleza. De ahí la necesaria declaratoria universal de los derechos de

la naturaleza.

Puede mencionarse en este punto la parábola del “vaso de agua”, en la que los

dos contendientes y de frente a un vaso de agua (vital para su supervivencia),

deciden compartirlo en vez de enfrentarse tirando el agua. El vaso de agua es el

mundo natural, los contendientes son todos los seres humanos. La moraleja indica

que sólo una revolución de la mentalidad podrá lograr la supervivencia en

aspiración a un conocimiento superior universal, podrá poner fin a este conflicto

imaginario, tanto como a todos los reales. El diálogo es más que aceptar; es

convivir con el otro, siendo una tarea intercultural de enorme magnitud.

6Declaración de Cochabamba (2010).

El reto de la guerra ambiental, que ahora es universal, es aprender a vivir con los

contrarios, otrora enemigos. Y dentro de ellos se incluye a la Madre Tierra en su

dimensión subjetiva (“Geopoética”); racional, emocional y sentimental, y no

meramente objetiva (Tierra-Madre), lo que la ha hecho equivalente a “recursos

naturales”. Por tanto la pérdida que ocasiona la guerra contra la naturaleza no es

sólo la pérdida de las fuentes de la riqueza material, sino la degradación de la

humanidad en sus distintas manifestaciones sociales que trae consigo el no

contemplar a la tierra como un sujeto (aunque con el hombre, quien no sólo actúa

como ser social sino que es autor-héroe de su propia vida; finalmente el hombre

es tierra también).

La depredación como fenómeno transversal proviene de adueñarse de la

naturaleza y de mirar separado el objeto del sujeto; esta inversión cosifica al

hombre y a la naturaleza a la vez; y degrada al sujeto en objeto, al percibirse aquél

por encima de éste. Es también fuente de toda forma de contaminación

Ello se debe a que el sujeto domina al objeto en la producción humanizada y en el

proyecto socialista, mientras que el hombre es, en realidad, simplemente un

subconjunto de la naturaleza como un todo (de la gran naturaleza y de la

naturaleza pequeña que forman una unidad).

A la naturaleza se le ve como una mera suma de fuerzas que son irracionales y

que hay que domesticar, empero cada vez que el hombre lo hace retrocede ante

una naturaleza “avariciosa” (Malthus, 1973) a la que hay que estrujar parar

arrancarles sus secretos (Heidegger, 1993); o bien como un mero arsenal de

recursos naturales al servicio de la humanidad y de quienes sean más aptos para

dominarla y finalmente, destruirla, lo que puede seguir continuando mientras la

necesidad del “espacio vital” aumente y sea posible.

El ecologismo ha aparecido como una solución a la guerra ambiental, pero no es

así. Un ejemplo notable es el de los nazis, que protegían a la naturaleza en su

legislación (Ferry, 1993) pero provocaron una verdadera catástrofe social

continental paralelamente a la destrucción de la naturaleza (que hoy perdura).

Esto se explica porque, por encima de la ideología nacional socialista, prevalecían

los intereses de las grandes empresas y bancos privados.

Pero pareciera que lo anterior es la perorata alrededor del desarrollo sustentable,

lo mismo ocurre con este proyecto; por ello es necesario comprender a este último

no de manera acrítica, destacando las trampas que involucra: ya que se trata de

cambiar el concepto de felicidad fincada en la acumulación, por la liberación

personal y social (paz social y paz interior); liberación que significa el

desprendimiento del consumismo (productivismo, asistencialismo).

Se resumen en guerra contra la naturaleza, guerra del conocimiento y guerra

económica. Junto con la guerra del conocimiento y por debajo de ella están: la de

las guerras de la ignorancia y de la pasión.

La guerra ambiental se construye a partir de la intersección entre la relación

hombre-naturaleza-sociedad-cultura y a partir de esta urdimbre a nivel sincrónico,

diacrónico y acrónico.

FINAL. LA PAZ Y COOPERACIÓN CON LA NATURALEZA

Esta paz presupone además de los derechos de la naturaleza el derecho de no

apropiación, como un derecho humano

La guerra ambiental es finalmente una disputa por el paraíso. Y al final del camino

se halla la paz verdadera con la naturaleza. La diversidad de los pensamientos es

una condición y resultado a la vez de la insurrección espiritual de los pueblos.

La última pregunta que puede hacerse es: ¿Cómo defendernos de la guerra

ambiental?

LITERATURA CITADA

Anderson, Perry, El Estado absolutista, Siglo XXI, México, 1984.

Austin Jay y Carl Bruch (editors), The environmental consequences of war.

Legal, economic and scientificperspectives, Cambridge UniversityPress,

Cambridge, 2000.

Bhagavad Gita, La ciencia Suprema, Colombia, 2010.

Bateson, Gregory, “La ecología de la mente”, en Tyrtania Leonardo “Naturaleza

y Humanismo”, Plaza y Valdés/UAM/CONACYT, 1997

Bujarin, Nicolai, La economía de periodo de transición, Cuadernos de Pasado y

Presente, núm. 52, 1985

Castro Herrera, Guillermo, Naturaleza, sociedad e historia en América Latina,

CLACSO, buenos Aires, 2002.

Clausevitz, Karl Von, “De la guerra “ enClausevitz en el pensamiento marxista,

Lenin et al., cuadernos de Pasado y Presente, núm. 75, 1979

De las casas Bartolomé, Doctrina, Méxiico, UNAM, 1982

DysonFreeman, “El mundo la carne y el demonio”, Planeta, 1985,

Engels, Federico, “Escritos sobre Rusia”, en El porvenir de la comuna rural

rusa, Cuadernos de Pasado y Presente núm. 90, México, 1980.

Engels, Federico, Dialéctica de la naturaleza, Grijalbo, México, 1966.

Engels, Federico, Antidüring, Grijalbo, México, 1974

Ferry, Luc, El Nuevo orden ecológico, Tusquets, Barcelona, 1993.

Fromm, Eric, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea hacia una sociedad

sana, FCE, 2011.

Galindo, Luis Miguel, La economía del cambio climático, SH, México, 2010

Goethe, Johan Wolfgang Von, Fausto, Edimsa, México, 1979.

Gorostiza, José, Muerte sin fin. Y otros poemas, FCE, México, 1983.

Heidegger, Martin, La pregunta por la técnica, Alfa, Madrid, 1993.

Hegel, GWF, Filosofía del Derecho, UNAM, México, 1975.

Hegel, GWF, Fenomenología del espíritu, FCE, 1971.

Illich, Iván, Convivencialidad, FCE, México, 1980.

Jaguaribe, Helio, Las grandes civilizaciones y Latinoamérica, http//:www.

Kant, Emmanuel, Crítica de la razón pura, Porrúa México, 1969.

Keynes, John Maynard, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero,

FCE, México, 1966

Laszlo, Erwin, El cambio cuántico, Kairós, 2008.

Lepp, Ignace, Psicoanálisis del ateísmo moderno, ED. Carlos Lohle, 1963,

Madrid.

León Portilla, Miguel, Quince poetas del mundo Náhuatl, Diana, México, 1994.

Lovelock, James, La venganza de la tierra, Planeta, Madrid, 2007.

Luxemburgo, Rosa, La acumulación de capital, Grijalbo, México, 1966

Malthus, Thomas R., Ensayos sobre el principio de población, FCE, México,

1979.

Marcuse, Herbert, “La ecología y la sociedad moderna”, Revista Historia y

Ecología, núm. 2, Icaria, Barcelona, 1992.

Marx Karl y Federico Engels, “La ideología alemana”, en Marx y Engels, Obras

Escogidas en tres tomos, tomo I, Progreso, Moscú, 1972.

Marx, Karl, El capital, en 8 vols., Siglo XXI, México, 1985.

Marx, Karl, Fundamentos de la crítica de la economía política, Biblioteca de las

Ciencias Sociales, La Habana, 1970

Marx, Karl, La sagrada familia, Grijalbo, México, 1978.

Marx Karl y Federico Engels, Escritos económicos varios, Grijalbo, México,

1966.

Marx, Karl y Federico Engels, “El Manifiesto del Partido Comunista”, en Karl

Marx y Federico Engels, Obras Escogidas en tres tomos, tomo I, Progreso,

México, 1978.

Marx, Karl, “La dominación británica en la India”, en K. Marx y F. Engels, Obras

Escogidas en tres tomos, tomo 3, Progreso, Moscú, 1978.

Marx, Karl, Introducción a la crítica de la Economía política, Progreso, Moscú,

1974.

Marx, Karl, “Crítica del Programa de Gotha”, en K. Marx y F. Engels, Obras

Escogidas en tres tomos, tomo III, Progreso, Moscú, 1978.

Milosz, Ceslaw, El pensamiento cautivo, Orbis, Barcelona, 1981.

Nietszche, Federico, Obras completas, Edimat, 1990, Madrid

Noguera, Ana Patricia, El reencantamiento del mundo, Manizales, PNUMA,

2004.

Passmore, John, “El hombre como déspota”, en Kwiatkowska, Teresa y Jorge

Issa, Los caminos de la ética ambiental, Vol. 1, UAM/CONSCYT/Plaza y

Valdés, México, 1997.

Ovidio, Metamorfosis, México, UNAM, 1980.

Paz, Octavio, La piedra del sol, FCE, México, 1989.

Ponting, Clive, Historia verde del mundo. Paidós, Madrid, 1996

Popolvuh. Las antiguas historias del Quiché, FCE, México, 1964.

Rifkin Jeremy, La civilización empática, Paidós, México, 2010.

Rojo, Manuel, Exposición metódica de la psicología de los complejos de Carl

Gustav Jung, Eunibar, Barcelona, 1983.

Rose Hilary y Stephen, La economía política de la ciencia, Nueva Imagen,

México, 1979

Serres, Michel, El contrato natural, Pretextos, Barcelona, 1992.

Spengler, Oswald, La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología

de la Historia Universal, Espasa-Calpe, Madrid, 1983.

SunTsú, El arte de la guerra, Coyoacán, México, 1999

Torres, Guillermo, Poscivilización, guerra y ruralidad, Plaza y Valdés/UACh,

México, 2006.