s. ramos el orden de las palabras en latín clásico

Upload: nometapeselsol

Post on 17-Oct-2015

15 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • NOTAS SOBRE EL ORDEN DE PALABRASCON ESPECIAL REFERENCIA AL LATIN

    Bartolom Segura Ramos

    1.1. En general, parece que el orden de palabras resulta unproblema en latn, un problema especfico de esta lengua, mientrasque, por el contrario, en las lenguas modernas europeas, pongamospor caso, se da por resuelto.

    Se cree poder afirmar, en efecto, que existe y se sabe cul esel orden de palabras en francs, italiano, espaol, ingls, alemn,etctera, en tanto que tal orden en latn continuara constituyendoun misterio, si ya no es que se afirma tranquilamente que dichoorden no existe, hecho ante el que no cabe sino resignarse.

    1.2. Sin embargo, si reparamos en el espaol, para ceimosa lo que tenemos ms cerca, que uno sepa, nadie ha dicho todavacul es su orden de palabras. Cf. Heles Contreras, El orden de pa-labras en espaol, trad. esp., Madrid (ediciones Ctedra) 1978, 13:El orden de palabras ha resistido hasta el momento todo intentode explicacin satisfactoria (...) Dada esta total carencia de siquieraun simulacro de teora del orden de palabras, no es de extraarseque no exista ningn tratamiento serio del tema en lo que se re-fiere al espaol. Ibdem, 41: Entre los gramticos tradicionales,Gili y Gaya (Curso Superior de Sintaxis espaola, 8.a ed., Barce-lona, 1961) es quien se ha ocupado ms extensamente del ordende las palabras. Su enfoque, sin embargo, es bastante limitado (...).

    119

  • BARTOLOME SEGURA RAMOS

    Ibd., 42: Los hechos relativos al orden de las palabras son dema-siado complejos para ser reducidos a principios tan simples.

    1.3. Se ve, por consiguiente, que no tiene sentido plantearsela cuestin del orden de palabras como problema exclusivamenteen latn. Y no es ocioso hacer esta aclaracin, pues consciente oinconscientemente un estudioso espaol, en nuestro caso, encarala cuestin en latn, a saber, la rareza o desorden de su sin-taxis y ordenacin de elementos, con la mentalidad de hablanteespaol, lengua en la que igualmente ignora el orden de palabras,o, lo que es an peor, lo da por sabido.

    1.4. En primer trmino, nos asalta una grave sospecha inicial:se trata, efectivamente, de investigar un orden nico y absolutode las palabras? Porque, a tenor con lo visto en el tratamiento dela cuestin, parece que el afn de los estudiosos es dar con unorden (a lo que tal vez contribuya el carcter mismo de la palabraorden, que sugiere que slo puede haber un orden, siendo todolo dems desorden), significando que lo que cae fuera formaparte de lo raro y excepcional. Y no basta hablar del orden habi-tual y orden ocasional, que parece representar la subdivisin msatrevida.

    1.5. He aqu que, de hecho, se quiere creer que las lenguas mo-dernas poseen un orden fijo (es decir, uno solo y fijo) frente alcual el latn se muestra muy caprichoso, lindando, en consecuencia,con una real falta de orden.

    Con primavera y llegar se puede decir en espaol: La pri-mavera lleg, y lleg la primavera. Se dir que el orden depalabras en espaol es, para esa frase, exclusivamente el primeroo exclusivamente el segundo? Si ello no es posible, no se puedehablar en tonces de un orden y slo uno de palabras en espaol.A no ser que cuando decimos el orden estemos pensando enalgo bien distinto al concepto de unicidad absoluta, en el que,insisto, creo que seguimos pensando. (Pinsese que por ese caminose creera que las palabras han de generarse slo en un ordenrgido y siempre el mismo, que es caracterstico, precisamente delas llamadas frases hechas, como por causa de fuerza mayor,donde no cabe decir por causa de mayor fuerza, por ejemplo.)

    1.6. En la oracin siguiente, el adverbio realmente ocupa

    120

  • NOTAS SOBRE EL ORDEN DE PALABRAS CON ESPECIAL REFERENCIA AL LATIN

    tres posiciones distintas, siendo as que el sentido fundamental nocambia, aunque las oraciones sean distintas entre s por otrosrespectos: Realmente la pelcula es mala; la pelcula realmentees mala; la pelcula es mala realmente.

    En esta otra frase, el adverbio ciertamente ocupa tambintres posiciones distintas, pero ahora el sentido cambia de una aotra oracin: En caso, ciertamente, de que te vayas a casa; encaso de que te vayas ciertamente a casa; en caso de que te vayasa casa ciertamente.

    1.7. Con tres elementos: perro, cazar, liebre, caben seis com-binaciones: 1. El perro caza a la liebre 2. El perro a la liebre caza3. Caza el perro a la liebre 4. Caza a la liebre el perro (cf. en fe-brero, busca la sombra el perro, aunque aqu interviene un ele-mento de rima) 5. A la liebre el perro caza 6. A la liebre caza elperro.

    Todas estas combinaciones son inteligibles, si bien unas resul-tan ms normales y frecuentes, y otras, menos. Si en vez de treselementos fuesen cuatro los considerados, las combinaciones po-sibles ascenderan a 16, es decir, como el cuadrado de 4. Si fuesen5, tendramos 25 combinaciones; si 6, 36, y as sucesivamente. Portanto: las posibilidades matemticas de combinacin de los ele-mentos de una frase vienen representadas por el cuadrado de loselementos que entran en juego (a partir de cuatro elementos in-clusive).

    1.8. En el ejemplo arriba propuesto todas las combinacionesresultaban inteligibles. Cabe suponer, empero, que no acontezcaas en otros casos. De cualquier manera, parece evidente a priorique el espaol (ninguna otra lengua tampoco?) no explota en lacombinacin de las palabras de las frases que genera todas lasposibilidades matemticamente posibles. Es presumible que sloeche mano de unas pocas combinaciones, las cuales, imaginamos,resultan fcilmente comprensibles para el oyente (el lector).

    Es ms: debemos admitir que, en circunstancias normales, noslo procurar el hablante utilizar una combinacin comprensible,sino muy probablemente la ms rpidamente comprensible. Enconsecuencia, tal vez se nos acepte, de momento, la siguiente afir-macin: la combinacin de las palabras de cualquier lengua queda

    121

  • BARTOLOME SEGURA RAMOS

    inscrita entre dos lmites: uno, obvio, el lmite de combinacionesmximas matemticamente posibles; y por otra parte, el lmiteque seala la inteligibilidad (ms rpida, tendramos que decir,como lmite mnimo).

    2.1. Los caminos seguidos hasta el presente para investigar elorden de palabras en latn, por ejemplo, no han dado, a mi en-tender, resultados satisfactorios. Desde el punto de vista histori-cista, la gramtica de Leumann - Hofmann - Szantyr (LateinischeGrammatik, zweiter Band: Syntax und Stilistik, Mnchen, 1964,397-410) recoge, como es su norma, los trabajos anteriores y susresultados, entre ellos los clebres y farragosos trabajos (cuyascitas bibliogrficas, al alcance de cualquiera, deseo evitar aqu) deJ. Marouzeau. Posteriormente, y desde esa misma perspectiva, conla ventaja de su presentacin resumida, podemos recordar aG. M. Mir, De uocabulorum ordine in oratione Latine, Latinitas, 18(1969, 1970), 32-50; 101-119.

    2.2. Los trabajos historicistas persiguen localizar dnde apa-rece en la frase determinado elemento aislado, o poco menos, dela misma. Podemos ilustrar el procedimiento con la investigacinsobre el verbo de, por ejemplo, Paul Linde (Die Stellung des Verbsin der Lateinischen Prosa, Glotta, 12 (1923), 154-178).

    La colocacin final alcanza en Csar y Salustio sobre un 80 90por ciento (ms en las subordinadas que en las principales: v.P. Perrochat, Sur un principe d'ordre des mots; la place du verbedans la subordonne, REL, 4. ario, fasc. I (1926), 50-60), descen-diendo hacia el 50 60 por ciento en Sneca y Petronio, y que-dando muy por debajo de la mitad en la Peregrinatio Aetheriae.Existen, por consiguiente, otras colocaciones: inicial, caso en queel autor del trabajo enumera las razones que a su juicio muevena los escritores a poner en ese lugar al verbo; y por ltimo, lamedial (como pasa en romance). Dnde diremos, consiguiente-mente, que va el verbo en la frase latina? Al menos, Linde selimita a ofrecer sus datos; luego volveremos sobre este punto.

    2.3. Por otra parte, contamos asimismo con algn aislado acer-camiento estructural al orden de palabras en latn. Dos son losque conozco (no tengo noticias de que hasta el momento se hayanllevado a cabo otros intentos similares): uno, entre nosotros, lo

    122

  • NOTAS SOBRE EL ORDEN DE PALABRAS CON ESPECIAL REFERENCIA AL LAJIN

    debemos a L. Rubio (El orden de palabras en latn clsico. Home-naje a Antonio Tovar, Madrid, 1972, 403-423. Luego, en Sintaxisestructural del latn II, Barcelona, 1976, 13- 41)*. El otro, deJ. N. Adams (A typological approach to Latin word order, IF, 81(1976), 70-99).

    2.4. En la pgina 409, resume Rubio por corto sus reglasgenerales del orden de palabras en latn, que resultan ser: 1) Elsintagma predicativo: normalmente el sujeto encabeza la oraciny el predicado la cierra (lo que nosotros podemos simbolizarcomo SV).

    2) Sintagma determinativo: todo elemento determinante pre-cede normalmente al determinado. La ley es nica para todas lasvariantes del sintagma determinativo: tipo adverbio-verbo (diga-mos nosotros ADV. V); tipo adjetivo-sustantivo (digamos AN), ytipo sustantivo en dependencia de un verbo o de otro sustantivo(digamos, para el ltimo, GN).

    3) Las preposiciones preceden al sustantivo que rigen; las con-junciones preceden a los trminos que enlazan (digamos PREP./CONJ...).

    2.5. Por su parte, Adams presenta un panorama del latn ar-caico (entendiendo por tal fundamentalmente las Leyes de lasXII Tablas y el SCB del ao 186) similar al descrito por Rubiopara el latn clsico, si no es que el primero desdea el orden SV,y el segundo no recoge explcitamente la secuencia OV (objeto-verbo), en la que insiste el primero.

    Adams (como, por lo dems, Rubio) hace notar frente a GNejemplos arcaicos en contrario, como pater familias; frente a AM,ejemplos arcaicos en contrario, como Campus Martius.

    Pero es el caso que Adams en su consideracin diacrnica ob-serva que a partir de Plauto, nada menos, el latn fue cambiandodicho orden en su marcha hacia el Imperio. De esa forma, halla-mos, al principio, un equilibrio en las secuencias GN/NG, llevandoste pronto ventaja, como cree demostrarnos su autor a base deestadsticas hechas, por ej., sobre las Bquides de Plauto, algunoslibros del Bellum Gallicum de Csar, Bellum Hispaniense, libro XIVde los Anales de Tcito, Cena Trimalchionis, en todas las cuales

    (*) Citamos por el primero.

    123

  • BARTOLOME SEGURA RAMOS

    muestras el orden NG predomina sobre su rival, de tal maneraque Adams lo considera el orden normal, no marcado, en tantoque GN se le antoja enftico, marcado.

    De la misma manera, considera el orden NA el normal y AN elmarcado. Halla que en Plauto Miles Gloriosus 1-600 el ADV. ogiros preposicionales van delante 78 veces, y 87, detrs; en el An-nimo Valesiano (capp. 49-57) van 9 y 33 veces delante y detrsrespectivamente.

    La secuencia entre Objeto y Verbo se le presenta como sigue:en Csar y Cicern OV predomina con mucho. En Plauto, sin em-bargo, en las comedias analizadas, predomina ya VO; tambin enClaudio Terenciano (s. ir), Peregrinatio Aetheriae, Annimo Va-lesiano.

    2.6. Resumiendo: mientras Rubio presenta el esquema AN, GN,ADV. V, OV? como normal (normalmente, dice), Adams pre-senta el esquema NA, NG, hasta cierto punto V ADV. y VO tam-bin como normal y no marcado. Es decir, ambos autores llegana resultados en algunos puntos diametralmente opuestos (ya enHofmann-Szantyr citados, se acepta como normal NA y NG). Concul de los dos esquemas hemos de quedarnos? Pregunta que im-plica que hemos de quedarnos con uno de los dos..., de tal ma-nera que pudiera darse el caso de que al leer latn, una tarde sele antoje a uno ms verdadero el esquema de Rubio, otra tarde,ms acertado el esquema de Adams. Entonces, habremos de que-darnos con los dos por ventura?

    2.7. El lingista espaol organiza el material de su artculocon los siguientes epgrafes: Reglas generales; su alcance. Las ex-cepciones al ordo rectus. 1. Secuencias fijas 2. Desviaciones libreso estilsticas; sus lmites, sus motivaciones; motivaciones expresi-vas. Desplazamiento del verbo. Desplazamiento de los elementosdeterminantes. Motivaciones estticas. El orden de palabras comondice de orientacin estilstica; prosa, poesa (...).

    Es decir, el profesor Rubio cae en su artculo (por lo dems,digno de loa por muchos respectos) en el mismo vicio que censuraen sus predecesores: sus reglas son tanto ms buenas cuanto msexcepciones presentan.

    2.8. Como se ve, la manera de considerar el orden de palabras

    124

  • NOTAS SOBRE EL ORDEN DE PALABRAS CON ESPECIAL REFERENCIA AL LATIN

    en latn resulta una especie de obsesin por averiguar qu elementoen la frase va delante (detrs) de qu elemento (o en trminos tem-porales: se averigua el antes y el despus). No niego que ello noconstituya un aspecto del debatido problema del orden de pala-bras; incluso podramos aceptar que importante. No obstante, meatrevo a afirmar que no slo no es l nico, pero an ms, queno bebe ser el ms importante entre los varios (o mltiples) as-pectos que han de intervenir en la cuestin del orden de palabras.

    2.9. As es como llevado de esa nica mira, Rubio analiza in-correctamente el pasaje de Cicern (De oratore I 195) que cita enpgina 421, a saber: Fremant omnes licet, dicam quod sentio: bi-bliothecas mehercule omnium philosophorum unus mihi unideturXII Tabularum libellus, si quis legum fontes et capita uiderit, etauctoritatis pondere et utilitatis ubertate superare, al manifestarsu sorpresa porque omnium phisolophorum vaya tras bibliothecasy mihi uidetur no vaya al final del prrafo, no extrandose, encambio, de la enorme distancia que separa a bibliothecas de superare(el complemento directo, de su verbo). El arreglo que proponeRubio, al igual que sus reglas generales, equivale a crear un lechode Procusto para la forma de generar frases en latn, muy similara aquel que ya denunciamos en el campo de la concordancia delos tiempos o consecutio temporum en latn (v. Estudios Clsicos,XVIII, 1974, 217 ss.).

    (Y sin embargo el mismo autor haba aludido en pgina 414 al,a nuestro juicio, importantsimo factor distancia, ponderndoloconvenientemente).

    2.10. Tal vez sea esa distancia la que hace que los hexme-tros de Eneida I 193-194, citados en pgina 414 sean versos (ypoesa): ... (cycnos)

    aetheria quos lapsa plaga Iouis ales apertoturba bat caelo, en . abierta oposicin a lo que se afirma en p-

    gina 421: Las normas no son esencialmente distintas cuando sepasa de la prosa al verso. Pero las normas deben ser distintas.Jugando ahora con el factor antes/despus, qu decir de unafrase en espaol como pisando crepsculos entre espinas, si alreescribirla entre espinas crepsculos pisando obtenemos un en-decaslabo (verso 48 de la Soledad Primera de Gngora)?

    125

  • BARTOLOME SEGURA RAMOS

    He aqu, todava, una especie de epstola, ligeramente prosaica,cuyos tramos vamos a enumerar: Oh excelso Conde (1), ahora quede luz tu Niebla doras (2), escucha al son de la zampoa ma (3),si ya los muros no te ven de Huelva (4) peinar el viento, fatigarla selva (5), estas (6) rimas sonoras (7) que (8) Tala, culta, s,aunque buclica (9), me dict en las purpreas horas (10) quees rosas la alba y rosicler el da (11). Ya sabe el lector qu seobtiene combinando los tramos en el siguiente orden: 6, 8, 7, 9,1, 10, 11, 2, 3, 4, 5.

    3.1. Hemos visto que el verbo, por ejemplo, puede ir en latnal final, al comienzo o en medio. En Csar, como vimos arriba,predomina la posicin final; no as en otros autores, por ejemplo,el propio Plauto (anterior a Csar) o la Peregrinatio Aetheriae (pos-terior a Csar). Ahora bien: se puede meter en el mismo saco aCsar, Plauto y la Peregrinatio Aetheriae? Se puede hacer eso conCsar, Virgilio, Catulo, Propercio, las inscripciones pompeyanas,Tito Livio, los edictos de los cnsules o el emperador?

    3.2. Naturalmente, las fuentes de nuestro estudio del ordende palabras en latn son monumentos escritos. El lenguaje, empero,es, primeramente, un fenmeno oral. En la manifestacin habladadel lenguaje debemos buscar fundamentalmente la solucin delorden en la generacin de sus elementos, colocacin, distancia, re-lacin, lmites, etc. Podemos hacerlo en espaol, o en cualquierotra lengua hablada actualmente. No cabe, obviamente, hacerlo enlatn. Y no slo eso, sino que siendo como es el lenguaje escritoalgo con caractersticas bien definidas que lo diferencian del ha-blado, del que es sucedneo, en principio, harto secundario, se dala circunstancia de que, adems, si ya son diferentes, dos lengua-jes, en nuestro caso del latn, sospechamos que el abismo es anmayor: lo que nos queda es lo suficientemente literario en general,para que su lejana del latn hablado sea quiz excesiva.

    3.3. Por lo que respecta al orden de palabras, creo, con todo,que cada uno de estos lenguajes tiene sus inconvenientes: elescrito, ciertamente, en cuanto que no tiene el contexto presente,quiz recurrir a orientaciones en la frase que lo separe bastantedel hablado; pero, a su vez, es de creer que el hablado, por poseer

    126

  • NOTAS SOBRE EL ORDEN DE PALABRAS CON ESPECIAL REFERENCIA AL LATIN

    el contexto ms inmediato y presente sufra de la misma maneraperturbaciones, por as decirlo, en la distribucin de sus elemen-tos en la cadena hablada.

    3.4. Pienso, adems, que en la cuestin que nos ocupa no seha tenido en cuenta para nada algo tan elemental y que tan fruc-tfero se ha revelado en otros campos lingsticos: me refiero a lasfunciones del lenguaje, las que precisamente Rubio recoge con-venientemente en su obra Sintaxis estructural del latn I, Barce-lona, 1966, 18 ss., donde se enumeran las funciones lgica (o de-clarativa), impresiva, expresiva (potica, metalingstica). No sor-prendera, entonces, que el orden de palabras fuese sensiblementediferente entre, digamos, Csar y Plauto, pues lo que de hecho acon-tece es que los estudiosos confieren primaca, al menos implcita-mente, a un solo tipo de lenguaje: el lenguaje lgico, considerandolas restantes funciones como secundarias (pero cf. Rubio, ibd., 19:No faltan lingistas de prestigio que ni siquiera mantienen a lafuncin declarativa esta preferencia jerrquica entre las restantesfunciones del lenguaje).

    3.5. En conexin, sin duda, con tales funciones, sera conve-niente para nuestra tarea atender asimismo a los diversos gnerosliterarios. En primer lugar, se acaba de ver cmo una funcin dellenguaje es la potica precisamente. Cmo pretendemos poneren el mismo plano con miras a nuestro objetivo la Guerra de lasGalias de Csar con su estilo, al parecer, asptico y objetivo, yla Eneida de Virgilio, pongamos por caso? Por el mismo camino,el carcter informativo, dramtico, popular, pasional, judicial, etc.,del discurso, debe dejar sentir su peso en lo que atae al orden delas palabras y su organizacin en las frases y la cadena hablada.

    3.6. Asimismo, la distribucin de los elementos lingsticos noha de ser cuestin exclusivamente de las palabras y clases de pa-labras, sino tambin de las oraciones y clases de oraciones. Sinduda la distribucin y el orden de comparecencia de stas ha deafectar al orden de los elementos aislados (palabras). De la mismamanera cabra considerar las unidades superiores, como prrafosy captulos.

    3.7. En relacin con la importancia de considerar el lenguaje

    127

  • BARTOLOME SEGURA RAMOS

    como fundamentalmente lenguaje hablado por lo que respecta alorden de palabras tambin, se halla uno de los pocos trabajosque conceden a las caractersticas de ste tales como tono, acento,pausa, etc., el inters que a no dudar tienen en esta cuestin. Setrata del artculo de M. P. Cunningham, Some principies of latinphrasing, CW 47 (1953-1954), 17-22. En pg. 17 afirma su autor:El anlisis del discurso en trminos de fraseologa proporcionauna tcnica til para el estudio de problemas de orden de palabrasen latn. Y en pg. 19: El principio de analizar el discurso enpausas y fraseologa puede proporcionar una tcnica til para elestudio de problemas del orden de palabras en latn.

    3.8. Los estudios sobre el hiprbaton pueden arrojar muchaluz a su vez. Conviene tener una idea aproximada de lo que seentiende por tal (sobre este asunto diserta bien Rubio en el ar-tculo citado). No parece que desde el punto de vista latino deba-mos hablar de hiprbaton en un ejemplo como Salustio, Catilina1, 5, magnum inter mortales certamen fuit (que, en cambio, s serahiprbaton en espaol: grande entre los mortales disputa hubo),dado como tal por A. W. Ahlberg, De triectionis figura ab anti-quissimis prosae scriptoribus Latinis adhibita, ERANOS X (1910),88-106. Por el contrario, hemos de considerar como hiprbaton enlatn un ejemplo como Lucano VIII 343 ab Hyrcanis Indo que alitore siluis, o, del mismo, V 800 fertur ad aequoreas et se proster-nit harenas, y tambin Catulo LXVI 18 non ita me diui uera ge-munt iuerint, citados entre otros muchos ejemplos poticos porJ. P. Postgate, On trajection of words or hyperbaton, CR 1916,143-146.

    3.10. Por ltimo, quiz fuese igualmente decisivo emprender elestudio del orden de palabras en una lengua teniendo en cuentadicho problema en lingstica general, algo a lo que han apuntadoalgunos y en lo que insiste ltimamente A. Tovar, Orden de pala-bras y tipologa: una nota sobre el latn, Euphrosyne N.S. 9 (1979),161-171. Pero los estudios realizados desde esa perspectiva adole-cen similarmente de los graves vicios y bases de partida falsasque hemos sealado en los restantes estudios.

    3.11. Entiendo que an no hemos dado con un procedimientoo mtodo medianamente til y serio para realizar la investigacin

    128

  • NOTAS SOBRE EL ORDEN DE PALABRAS CON ESPECIAL REFERENCIA AL LATIN

    del orden de palabras en una lengua dada. Sin embargo, hemosintentado exponer algunos puntos que pudieran ser dignos de sertenidos en cuenta tal vez como factores decisivos para atacar elproblema. En cualquier caso, quiz mereciera la pena ensayar estava: analizar sistemticamente, palabra tras palabra, oracin trasoracin, prrafo tras prrafo, captulo tras captulo, un obra com-pleta y seguida de un autor (latino, en nuestro caso). Naturalmente,ignoro adnde nos llevara ese camino, y desconozco ms an sia buen puerto.

    De todas formas, me contentara de momento con tener seguri-dad de que se iban a cumplir estas tres condiciones:

    La La progresin narrativa debe revelar unas leyes condiciona-

    das o relativas a la buena comprensin.2a Si esto es as, debera esperarse que a circunstancias igua-

    les encontrsemos combinaciones prcticamente iguales, y que alcambiar dichas circunstancias cambiasen tambin las combinacio-nes (relatividad del orden de palabras).

    3.a La capacidad combinatoria de las palabras (oraciones, p-rrafos, etc.) debe ser inversamente proporcional a la longitud deldiscurso en que se hallan.

    NOTAS FINALES

    La Conviene tener presente que cuando los estudiosos se dejanllevar por un orden GN, OV en latn, por ejemplo, cabe que en elfondo sean vctimas de la rareza de esas secuencias respecto alespaol. Esto es, si el latn dice pater familias, no nos choca, puesque en espaol decimos padre de familia; s choca, en cambio,ver sub Veneris regno, pues no decimos nosotros de Venus elreino habitualmente.

    No nos choca honos alit artes, pero s Marcellum interfecit,pues nosotros decimos alimenta las artes, pero mat a Marcelo.

    2.a No se ve por qu el latn, tan libre en su orden como di-cen, ha de decir obligatoriamente a Marcelo mat, cuando noso-tros, con un orden ms fijo, al parecer, podemos decir, sin irms lejos, tanto la primavera lleg, como lleg la primavera.

    3.1 Csar, BG V, comienza el captulo 28: Arpinius et Iunius

    129

  • BARTOLOME SEGURA RAMOS

    (S) quae audiuerant (0) ad legatos (Complemento) deferunt (V).El captulo anterior, el 27, termina con la frase: hac oratione ha-bita (Complemento) discedit (V) Ambiorix (S). En 28, 2 se lee:Ita que ad consilium (Complemento) rem (0) deferunt (V), en querem recoge quae audiuerant, frase con la que debe compararse sta.

    4.a Desde el punto de vista prctico, y sin hacer demasiadohincapi en su carcter cientfico o no, no olvide el lector queuna de las razones ms corrientes por las que un estudiante noentiende una frase latina radica en que aqul se empea en sacarlas palabras de su sitio, el lugar que el autor latino le ha asig-nado en dicha frase.

    130