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20 UNIVERSIDAD DE MEXICO
"W. H .. Auden, que explicaba los sonetos"
Por José VAZQUEZ AMARAL
SWARTHMORE
su efecto aperitivo. Consumimos, pues, laexcelente tortilla y los suculentos cubesteaks que Marguerit preparó; todo concierta premura nerviosa. Luego Auden yMarguerit asumieron actitudes de sentenciados al veneno de los Borgia o socrática cicuta. Pedí a Marguerit que pusiera
, alguna música en la victrola vieja, de manubrio todavía. Empezamos con J. S.Bach y con aquella extraña juerga en losterrenos prohibidos de los cuáquercs abstemios.
4:tt'den mostraba, al principio, trísmosalarmahtes a cada copa que yo había·establecido tenía que beberse de un sólo tragoen la mejor tradición jaliscience. Le dijea Auden. "la regla inapelable reza queno se debe tomar ni menos de tres ni másde siete".
-What happens after seven? me preguntó el poeta.
-After seven you ligth up a cigarrette,you talk until you are sure you wantanother one.
-Simple enough- comentó Marguerit cuyos ojos ya brillaban como dos líquidos zafiros debajo de pestañas casi deplata.
Wystan entonces nos habló creo que desu esposa, Erica Mann, hija del novelistaalemán. También del proyecto, despuésllevado a cabo, de poner en Swarthmore,en colaboración con Philippe Soupault,colega swarthmoreano también, The Ascent of F 6 que había escrito años antescon Christopher Isherwood. Después quehubo terminado le pregunté:
-Dígame, Auden, ¿ qué le parece laescena 1uJlrteamericana a un inglés oxoniano como usted, es decir, de cepa máspura que la de Winston Churchill cuyamadre era norteamericana?
-Pues me gusta. Aquí hay algo; unafuerza tremenda que no tenemos o hemosperdido allá. Aquí todavía son pioneros.Aún aquí en este poblado sale unp adar un paseo y pronto se encuentra enel verdadero campo. En Inglaterra todoestá cercado, cultivado, sembrado, concésped. Yo sin duda soy más nomádicoque los demás ingleses; aquí me sientoa gusto, me siento americano.
-¿ También acepta usted a Caney Island, el Sur, Texas, todo?
--¿ Por qué no? Mire usted, el mundotodavía no se da cuenta que debe a la civilización norteamericana una de sus mejores conquistas estéticas y sanitarias.
. ?-¿ ....
-Sí; dígame qué sería del llamadohombre moderno, el hombre de la edadAngustiada, sin esa maravillosa contribución a la estética y a la higiene que es laplomería norteamericana?
-Es verdad; si usted no me 10 dice ...-¿ No ha reparado usted en que los
terminajos de esa otra gran realizaciónnorteamericana, la Bolsa de Valores neoyorquina, están influídos por el vocabulario de la plomería sanitaria?
-No sabía.-Sin duda. ¿ Acaso no dicen en la Bol-
sa, "today the market opened a little tight,easing off towards noon and finally flushon closing?"
-Cierto.-Pues ese vocabulario es el que se usa
para hablar de las diversas condicionesdel aparato digestivo y también de cómose limpian los inodoros.
Hablamos de otras cosas. Esa noche uncoro estudiantil asesorado por cantantes
AUDEN
en
H.
los del autor de la Physiologie du goút.Aquella noche Marguerit me había di
cho que me tenía una gran sorpresa mexicana. Supuse que sería alguna paisanita o un paisano mostrenco, como aquelpobre que había ido a parar a Pendle Hill,retiro de los cuáqueros, donde no se resignaba a la vida asaz monástica que aquellos individuos llevaban en su extrañofalansterio. Pero no se trataba de paisanos; la sorpresa era una botella de tequilaque Marguerit había adquirido en Nuevay ork a precio de oro. Abrazando la botella de tequila y con aquella coqueteríajuguetona que dramatizaba apoyando sumentón sobre la clavícula delicada, medijo: "¿ Qué me vas a dar por tan maravilloso regalo?"
-Pues te vaya dar, a ti y al poetainglés invitado, la mejor lección en elarte de beber tequila que jamás hayanrecibido; has de saber que soy precisamente de donde inventaron y producen esabebida. En el momento mismo l1egó Auden.
Ya había yo columbrado al poeta consu abrigo largo como túnica, su estaturatambién estirada y su melena rubia y alborotada mientras atravesaba el campusvelozmente pero sin movimiento aparente, como si se deslizara sobre los pradosnevados. Vivía con unas damas ancianasque le alquilaban un cuarto y se decíaque sus costumbres eran de las que sitúan a un hombre dentro (Je la legióninnumerable de los astrosos. Pero ahOra,de cerca, Auden me pareció menos indigente, más joven, sociable y simpático delo que había creído que fuera. Le perdonésu involuntario papel de tercero en discordia.
Decidimos que el tequila sería tomadoad p.osteros porque temían mis novicios
W.SWARTHMORE COLLEGE, en Swarthmore, Pennsylvania, es un lugar fuera
del cielo y de la tierra; es, más bien,una actitud menta!. Todos los swarthmoreanos -profesores, profesoras, alumnos,alumnas practican el más peregrino delos cultos académicos. Se trata en verdadde una especie de ciencia oculta que sólopueden ejercer los ahí enclaustrados. Estuve en aquel extraño lugar cuatro años,dos de ellos coincidiendo con WystanHugh Auden y Philippe Soupault durante su estancia entre aquella gente única enel medio universitario de los Estados Unidos. No ha de extrañar, pues, que niAuden, ni Soupault, ni yo hayamos l1egado a ser uno de los iniciados y quesólo podamos decir que aquella ciencia oreligión de los de Swarthmore parece estar fundada sobre las más sólidas basesde una megalomanía intelectual que sostiene que Swarthmore es la verdadera religión y los swarthmoreanos sus profetas.Estos consideran que fuera de Swarthmore to~o ,es Fa!furrias, Texas (es decir,Cuautltlan). Se trata no sólo de un org~llo cívico o urbano sino del que proviene d.e creerse un<.t nueva raza de gigantes llltelectuales, cíclopes del cerebro,que tarde o temprano cambiarán la fazde la tierra y de los infrahombres que lahabitan. Por desorbitado que todo estoparezca, hay algo metódico en esta locura pues las estadísticas nos dicen queSw~:thmore ;s el college que más hijose hiJas con titulas académicos avanzadosha dado en todo el país donde habrá unostres o cuatro mil de ellos. Pero, volvamosal tema.
Todavía no sé cómo, pero pude sobrevivir en Swarthmore durante aquelloscuatro inacabables años. Y fue en unode los frecuentes cocteles que daba lagleba académica, donde conocí a Marguerit, una francesita pequeña, rubia, extraordinariamente sensitiva y, como yo,al garete en aquel1a mazmorra colegia!.
En una de tantas conjugaciones interlocutorias, se me acercó Marguerit y mepreguntó: "¿ Pero que hace usted aquí,Lifar?" Yo, como era natural, me quedéun poco desorientado y, sin pensar en loque decía, contesté, "Pues, enseñando español y literatura española." Marguerit:"¿ ¡Cómo!? ¿Y la danza?" Entonces caíen la cuenta.
-Nada, que usted me ha confundido.Yo soy mexicano, no ruso. Acabo de estarun año en la Universidad de Tulane enNueva OrIeans y ahora estoy aquí conustedes en Swarthmore.
-Oh, perdone mi equivocación, es queusted es parecidísimo a Lifar y creíque ...
-No tenga cuidado. La verdad es queyo tal vez sea el único mexicano que nibaila ni canta ni toca guitarra.
Así se inició una amistad extraordinaria que a los pocos meses me tenía reunidocon el otro tipo exótico del campus, Wystan Hugh Auden, que entonces explicabalos sonetos del bardo de Stratford-onAvon con el mayor éxito hasta entoncesregistrado en Swarthmore.
Marguerit Wencelius era casada perosu marido estaba en Francia con los dela Resistencia. Subarrendaba un simpático cuartito con baño de un matrimoniojoven, profesores también. Su cocina erauna parrilla eléctrica pero se daba tal maña para vencer aquellas limitaciones matC'riales que sus guisos nada le pedían a
UNIVERSIDAD DE MEXICO 21
CRüNIeA PESIMISTA
"país de armas literm'¡:as"
"funl'yal de la galantería"
las charcas se ingenian para estar siempre bajo los pies de los transeúntes.
Las sábanas viejas se multiplican pormilagro en pañuelos de barrio pobre. Elcatarro es la en fermedad crónica de lospesimistas. El catarroso todo lo encuentraajado y marchito, es ciego a los aromas,le falta olfato para captar la belleza delmundo, y a su paso deja un hálito de botica que envenena la felicidad cle la gente.No inspira lástima, parece que se enferma de propósito, sólo para fasticliar a lossanos y echarles en cara ~u salud. Se lemira como a escapado de un depúsito decadáveres.
El hombre queda sitiado en su habitación, extraño al universo, como en un arca de Noé. Las lluvias lo vuelven cadavez más pací fico, más resignado con susuerte y nostálgico de su prehistoria. Yaha rescatado del oscuro rincón a la bufanda, ese recurso supremo contra los embates del frío, esa serpiente que se enrosca amorosa al cuello con ademún paradisíaco, tentando a devorar las manzanasprohibidas. Por esto las mujeres rubias delotoño desconfían tanto de los que usanbufanda.
El mexicano es un romántico que viveen contumaz consonancia con el clima vel paisaje. Elige noviembre para rend(rculto a los fieles difuntos.
La quietud habitual de los cementerioses invadida por una turba de sombras enlutadas: son los vivos que llegan a visitarsus muertos. Los que están bajo tierrase muestran indiferentes a esas manifestaciones de amistad; pero esto no desanima a los visitantes que continúan la fiestasin guardar resentimiento. A los difuntosse les perdona todo.
Los más entusiastas y adictos a la ortodoxia del culto colocan ofrendas sobrelas tumbas: comidas, incienso, tabaco ypulque; pero la mayoría se limita a ofrecer libaciones en honor de los que se marcharon, y se embriagan con sus propiaslágrimas entre el trompeteo del catarro.
j Ay del que elija para morir un dosde noviembre, su entierro se verá confundido con una romería!
Los mismos casamientos que se celebran este día tienen un sabor anticipadode funeral, en el velo de la novia hay tonos amarillos de mortaja.
El alcohol agudiza el desamparo de lasviudas, y muchas veces claudican sobre
DE
Por Carlos V ALDES
Grabados de José Guadalupe POSADA
NOVIEMBRE
Swarthmore, ni Marguerit ni Auden. Lostres hemos salido de allá, afortunadamente. Auden fue el primero, luego yo yfinalmente Marguerit, que en México trabó gran amistad con César Moro, entrañable amigo y gran poeta, sin hipérbole,cuya pérdida lamentaré hasta el día demi muerte. Después Marguerit se fue amorir a su amada Francia. Auden, comopoeta norteamericano, ya sabemos, ocupahoy el sitial más elevado entre los poetaslibres bajo palabra.
El frío arrecia. La tos con sus nudillosdescarnados pero enérgicos llama a lapuerta de todos aquellos que se acercan alotoño. Los aires colados descargan sobre la espalda golpes de encrucijada, y
profesionales cantaba el Mesías de Handel en Clothier Memorial, auditorio deSwarthmore. Tuvimos la poco feliz ideade ir a la función. El tequila hizo que porprimera vez el crujir de la nieve bajomis pies me pareciera agradable. En elcamino hicimos bolas de nie\'e y nos apedreamos con ellas. Marguerit, Auden yyo llegamos al concierto demasiado tarde, sacudiéndonos la nieve. La impresiónque causamos no fue grata. Entonces supe que yo de veras no me avendría con
ESTAMOS en noviembre, el año declinahacia su ocaso: la estación imponeel abrazo estrecho y los abrigos. El
adolescente. eterno aprendiz de poeta,compara sin remedio el oro de las hojasmuertas con la rubia melena de la amada.Es tiempo de sacar el abrigo del letargoen que yacía sumido entre la naftalina,en adelante unas bolitas blancas rodaránpor los rincones del ropero, como fantasmas de una niñez nonata.
N oviembre es un estado de ánimo pesimista.
El cielo se nubla y pone un acento deperpetua melancolía en el Valle de México. Hay lloviznas de una fría sutilezay de una constancia tan vasta que calofrían el ánimo más optimista. Los niñossueñan charcas, mares como espejo, aguasmansas, y se orinan en la cama.
N oviembre predispone al nihilismo.La neblina con su aliento maternal,
blando y envolvente, desdibuja el perfilduro de las cosas, torna más amable ymuelle el panorama cotidiano. La lluviaconfiere una nota de intimidad a los cristales de las ventanas, descorre cortinillasideales entre el hombre y el mundo.
En el sur el hombre suspira por laschimeneas del norte. Las veladas se alargan. Hay tiempo para gozar y sufrir laagonía de cada minuto. El frío y la lluvia recluyen al ciudadano en sus habitaciones, lo obligan a romper con la rutinacanallesca y multitudinaria, cambia el cine y el café por los libros que se prometióleer y las cartas que esperan contestaciónhace mucho, o cualquier otra ocupaciónpuertas adentro, tan inútil como placentera. En estas veladas se descubre el granvalor de lo inútil.
Llueve, llueve, y el agua reblandece elánimo más rebelde e inquieto. El aguainvita a la quietud, a la meditación, a laentrega confiada, tiene mucho de maternal. La llovizna adormece como canciónde cuna, y despierta un anhelo de pazperpetua, de desandar la vida y perderseen los orígenes pluviosos de la creación,cuando los hombres eran tritones y lasmujeres sirenas.
Noviembre es el ~enúltimo mes delaño: demasiado pronto y demasiado tardepara forjar ilusiones.
N oviembre es el balance que saca a luzla bancarrota de la vida. En diciembre lagente podrá pl~n~ar una nueva ~xistencia
para el año proxlmo; pero noviembre espunto muerto, demuestra que la vida nosuma lo vivido, sino que de continuo resta frescura a la luna del espejo. Ya es casi irremediable la pérdida del año, y nohay el consu~lo del ~at~lista "ni mod?" dedi.ciembre, m el optlmlsmo a plazo mdefin ido del año próximo.