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El rio sigue su curso

leyendas de la dragonlance

Volumen II

LA GUERRA DE LOS ENANOS

Margaret Weis - Tracy Hickman

Traduccin: Marta Prez

Poemas: Michael Williams

Ilustracin de la cubierta: Ernesto Melo

TIMUN MAS

A vosotros, que nos acompais en nuestra andadura por Krynn. Gracias, lectores, por recorrer el camino con nosotras.

Margaret Weis y Tracy Hickman

No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en un sistema informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

Ttulo original:

Dragonlance Legends - War of the Twins

TSR, Inc. 1986

All rights reserved

Dungeons & Dragons , D&D y Dragonlance

son marcas registradas por TSR Hobies, Inc.

Derechos exclusivos de la edicin en lengua castellana:

Editorial Timun Mas, S.A. 1988

Castillejos, 294. 08025 Barcelona

I.S.B.N.84-7722-184-7 (obra completa)

I.S.B.N. 84-7722-186-3 (volumen II)

Depsito Legal B. 30.358-88

Emeg Industrias Grficas, S.A.

Impreso en Espaa - Printed in Spain

AGRADECIMIENTOS

Muchas personas han intervenido en la creacin de la coleccin Dragonlance, lo que ha hecho posible el gran xito alcanzado. Les agradecemos profundamente su ayuda y apoyo.

El equipo Dragonlance TM: Harold Johnson, Laura Hickman, Douglas Niles, Jeff Grubb, Michael Dobson, Michael Breault, Bruce Heard y Roger E. Moore

Michael Williams, por sus poemas.

Larry Elmore, por su ilustracin de cubierta.

Valerie A. Valusek, por sus ilustraciones interiores.

Ruth Hoyer, por sus diseos.

Steve Sullivan, por sus mapas.

Jean Blashfield Black, nuestra editora.

Patrick L. Price, Dezra y Terry Phillips, John Dala-

mar Walker, Carolyn Vanderbilt, Bill Larson, Janet

y Gary Pack, por sus tiles consejos y crticas.

Los artistas del calendario dragonlance 1987: Clyde

Caldwell, Larry Elmore, Keith Parkinson y Jeff

Easley.

Y, finalmente, queremos dar las gracias a todos aquellos que nos han escrito para animarnos con sus comentarios.

Margaret Weis y Tracy Hickman

El rio sigue su curso

Las oscuras aguas del tiempo se arremolinaron en torno a la tnica del archimago, arrastrndolo hacia el futuro junto a sus acompaantes.

En medio de una lluvia de fuego, la montaa gnea cay sobre Istar para zambullirla en las entraas de la tierra. Las aguas del ocano, apiadadas de tanta desolacin, se apresuraron a unirse y, as, llenaron el vaco. El Templo, donde el Prncipe de los Sacerdotes aguardaba an que los dioses le otorgaran sus demandas, desapareci de la faz de Krynn, y los elfos marinos que se aventuraron a alojarse en el recin creado Mar Sangriento contemplaron atnitos el antiguo enclave del santuario. No haba all sino un insondable pozo de negrura. Las corrientes que lo circundaban eran tan trbidas, tan glidas, que ni siquiera aquellas criaturas acostumbradas a vivir en las profundidades osaban acercarse.

Fueron muchos, sin embargo, quienes envidiaron a los habitantes de Istar. A ellos, al menos, la muerte les haba sobrevenido de manera repentina.

En efecto, los sobrevivientes de la destruccin del continente de Ansalon sucumbieron al destino en su aspecto ms aterrador: hambre, enfermedades, asesinatos... la guerra.

libro I

1

Los Engendros Vivientes

Un spero alarido, cargado de horror y de angustia, agit a Crysania en su sueo. Tan acuciante era el grito, tan profundo su propio letargo, que al principio la sacerdotisa no comprendi lo ocurrido. Confundida, asustada, abri los ojos y trat de identificar su entorno, de descubrir qu la haba sobresaltado hasta el extremo de dejarla sin aliento.

Se hallaba postrada en un suelo duro, mohoso. Su cuerpo se convulsionaba en escalofros a causa de la humedad que penetraba sus huesos y le rechinaban los dientes. Contuvo el resuello a fin de prestar atencin a cualquier movimiento, de distinguir algn objeto familiar, mas la negrura se revel insondable y el silencio intenso.

Expeli el aire de sus pulmones y se esforz en inhalar una nueva bocanada, sin xito. Las tinieblas parecan robarle el soplo salvador y, azuzada por el pnico, busc formas en la penumbra, trat de poblarla de indicios de vida. Ningn contorno se perfil en su mente; se hallaba sumida en un vaco inconmensurable, eterno.

Oy entonces un nuevo aullido, que reconoci como una continuacin del que la haba despertado. Casi emiti un suspiro de alivio al asaltar sus tmpanos otra voz humana, si bien el temor que delataba aquel timbre discordante reson en los recovecos de su alma.

Desesperada, ansiosa por conjurar la asfixia, se oblig a s misma a pensar, a recordar. Evoc unas piedras que cantaban, una voz la de Raistlin y unos brazos alrededor de su talle, revivi la sensacin de zambullirse en unas aguas cuyo curso la haba arrastrado en pos de la nada, del olvido.

Raistlin! Extendiendo una trmula mano, Crysania tante el suelo y no encontr sino la fra, saturada roca. Fue entonces cuando recobr la memoria y visualiz, con espantosa claridad, a Caramon en el acto de abalanzarse sobre su hermano. Portaba el guerrero una refulgente espada, y ella se apresur a invocar un hechizo clerical a fin de proteger al mago. Repiquete en sus sienes el estampido del acero al chocar contra la piedra.

Pero aquel grito slo poda provenir del hombretn, su acento era inconfundible. Y si haba logrado su propsito?

Raistlin! vocifer la dama, despavorida, al mismo tiempo que luchaba por levantarse.

Su llamada se disolvi en el ambiente, engullida por la oscuridad. Este extrao fenmeno le provoc una sensacin tan inquietante que no os despegar de nuevo los labios y permaneci inmvil, con los brazos cruzados sobre el pecho, como si pretendiera ahuyentar el intenso fro. Su mano se pos, de manera involuntaria, en el Medalln de Paladine que se cea a su cuello. El influjo benefactor de su dios inund al instante todo su ser.

Luz susurr y, aferrando el talismn, rog al hacedor que iluminase la negrura.

Un suave fulgor brot de la alhaja para, tras deslizarse entre sus dedos, retirar el manto de terciopelo que la cercaba y, as, permitirle respirar. Ms serena al saberse alumbrada, la Hija Venerable intent recordar de qu direccin procedan los desgarrados lamentos.

Vislumbr fugazmente algunos muebles desvencijados, ennegrecidos, telaraas de ominoso aspecto, libros esparcidos por el suelo y estantes que se desprendan de los muros. Lejos de tranquilizarla, estos objetos contribuyeron a desestabilizarla todava ms. Eran las tinieblas las que los engendraban, tenan ms razn de ser que ella misma en el abismo donde la haba precipitado el viaje.

Surc el espacio un tercer alarido y Crysania se volvi, rauda, hacia el punto donde se haba originado. La luz del Medalln rasg la penumbra, poniendo de relieve dos figuras humanas. Una, ataviada con una tnica azabache, yaca inanimada en el ptreo suelo mientras que la otra, descomunal, estaba volcada sobre el rgido pecho del postrado. Cubra al hombre ms corpulento una capa dorada, aunque manchada de sangre, y bajo sus pliegues se adivinaban unas piezas de armadura de idntica tonalidad. Aprisionado su cuello por una argolla de hierro, la criatura oteaba las tinieblas en un ademn que reflejaba un pnico irrefrenable: tena las manos extendidas, la boca abierta y el rostro ceniciento.

Crysania acerc la joya al ser que permaneca tumbado como un fardo a los pes del guerrero y, al reconocerle en su halo luminoso, languidecieron sus nervios hasta tal punto que solt la cadena.

Raistlin murmur.

Slo cuando sinti que los eslabones de platino escapaban a su garra, slo cuando la valiosa luz comenz a oscilar, reaccion y se apresur a recoger el colgante antes de que se estrellara.

Sostuvo el Medalln insegura, temerosa de que el mundo se extinguiera con l si renunciaba a su benigna influencia. Dominada por un miedo ms sofocante que la penumbra, Crysania se arrodill junto al mago alejando, sin advertirlo, a unos entes sombros que se escabulleron entre sus pies.

El nigromante estaba acostado de bruces, con la capucha sobre la cabeza. Crysania le dio vuelta con suavidad, retir el embozo que le ocultaba el rostro y suspendi sobre l el talismn a fin de examinarlo.

El miedo hel la sangre en sus venas. La tez del hechicero presentaba unos matices blanquecinos que contrastaban con sus labios amoratados y sus ojos se hundan en sendos alvolos negros, profundos.

Qu le has hecho? interrog a Caramon, a la vez que alzaba la vista sin modificar su postura junto al cuerpo, en apariencia exnime, de Raistlin. Qu le has hecho? insisti, quebrado su timbre por el dolor y la ira.

Crysania, eres t? pregunt el hombretn con su peculiar acento cavernoso.

La luz del talismn proyectaba extraas sombras sobre el contorno del imponente gladiador. Separados an sus brazos, araando el aire con los dedos, lade la cabeza en busca de los ecos femeninos.

Crysania? repiti, quejumbroso.

El guerrero se incorpor y, al dar un paso al frente, tropez con las piernas de su hermano y cay cuan largo era. Slo tard unos segundos en volver a levantarse para, sin resuello, reanudar la febril bsqueda de la sacerdotisa. Sus ojos desorbitados se perdan en el vaco, su palma abierta iba de un lado a otro, incapaz de asirse a un objeto slido, tangible.

Te lo ruego, Crysania, almbranos con tu luz. Apresrate le urgi, al borde de la desesperacin.

Pero si mi alhaja est encendida! protest la sacerdotisa. Paladine me ha otorgado la gracia de... Ahora lo comprendo! exclam, escrutando al humano bajo la aureola del Medalln. Caramon, te has quedado ciego!

Le tendi una mano de inmediato y dej que se cerrasen en torno a ella los anhelantes dedos. Al sentir su contacto, el gladiador solloz aliviado y se agarr con toda su fuerza a aquella tabla salvadora, tanto que la dama se mordi el labio a fin de contener un grito de dolor. Sigui sujetando al desvalido humano, sin descuidar por ello la cadena de la joya, ajena al crujir de sus maltratados huesos.

Se puso de pie, pues no quera desequilibrar al guerrero, y ste la abraz aterrorizado, vctima del extravo que le impona su ceguera. Consciente de su desmayo, Crysania escudri la penumbra. Tena que encontrar una silla, un sof, algn lugar donde acomodarlo antes de que se desmoronara.

En ese instante, se percat, como una sbita revelacin, de que las ominosas brumas le devolvan la mirada, la observaban. Desvi presta los ojos y, parapetada en el halo protector que le brindaba el colgante, gui a Caramon hasta el nico mueble que pudo atisbar.

Sintate aqu le indic; apoya la espalda. Haba instalado al hombretn en el suelo, haciendo que se reclinara en una adornada escribana de madera, que se le antoj vagamente familiar. Al verla, afloraron a su recuerdo unas imgenes lacerantes y supo que la haba visto en circunstancias poco halageas. Pero, preocupada como estaba, no se detuvo a reflexionar.

Caramon, por qu yace inconsciente tu hermano? indag en un murmullo apenas audible. Acaso le ma...? No pudo concluir.

Qu me dices de Raistlin? inquiri l a su vez. Se contrajeron sus desencajadas facciones, alarmado hasta lo inimaginable. Dnde ests, Raist? vocifer, dispuesto a levantarse pese a su absoluta desorientacin.

No te muevas! le espet la sacerdotisa, en un acceso mezcla de clera y miedo, al mismo tiempo que presionaba su hombro con mano firme.

El guerrero entorn los ojos, retorcidos los labios en una mueca que, por unos segundos, le otorg una expresin similar a la de su gemelo.

No, no lo mat si te referas a eso contest, ribeteadas sus palabras de amargura. Cmo iba a hacerlo? Lo ltimo que o fue tu voz invocando a Paladine, y el mundo se sumi en la oscuridad. Mis msculos se agarrotaron, la espada se desplom sin que lograra sujetarla. Luego...

Crysania haba dejado de escucharle. Obsesionada por la figura que se arrebujaba en el suelo a escasa distancia, volvi a arrodillarse a su lado. Tras aproximar el Medalln al macilento semblante, introdujo su palma bajo el embozo a fin de sentir el palpito en la garganta y, reconfortada, alz a su dios una muda plegaria.

Est vivo anunci al inquieto Caramon. Mas, en ese caso, qu le ocurre?

Explcamelo t la imprec el gladiador, entre spero y temeroso. Yo estoy ciego.

La dama se ruboriz, azotada por un repentino sentimiento de culpabilidad, y procedi a enumerar los sntomas.

No es nada grave dictamin el hombretn encogindose de hombros, vaca su voz de emociones. El encantamiento le ha agotado, ms an si, como t misma afirmaste, ya estaba dbil desde el principio. La proximidad de los dioses, aunque ignoro qu puede significar, le enferm, y este hecho retrasar su recuperacin. No es la primera vez que le sucede. Recuerdo que cuando utiliz el Orbe de los Dragones antes de dominar su manejo tambin qued sin energas para sostenerse de pie. Tuve que prestarle mis brazos.

Enmudeci, perdido en las sombras, sereno aunque pesaroso.

No podemos hacer nada por l declar tras una breve pausa. Debe descansar; es la nica medicina eficaz contra su mal.

Se produjo un nuevo silencio, en el que ambos se concentraron en sus propias cavilaciones.

Hija Venerable, puedes curarme? pregunt al fin el hombretn.

Su tono quedo compens lo abrupto de su demanda.

Me temo que no repuso la sacerdotisa, ardientes sus pmulos. Debi de ser mi hechizo lo que provoc tu ceguera.

Una vez ms revivi en su memoria la escena en la que el robusto gladiador, armado con su ensangrentado acero, arremeti contra Raistlin resuelto a traspasarlo, a segar tambin su vida si osaba interferirse entre ambos.

Lo lamento se disculp, tan exhausta que incluso senta nuseas. El pavor, el ms hondo desaliento, se aduearon de m y me impulsaron a actuar de manera irreflexiva. Pero no debes preocuparte aadi. El efecto no es permanente. Se disipar con el tiempo.

Comprendo asinti Caramon. Hay alguna luz en esta sala? Dijiste que tenas una.

S, la del Medalln corrobor la dama.

En ese caso, te ruego que eches una ojeada y me informes de todo cuanto llame tu atencin.

Pero Raistlin...

Olvdate ahora de l espet el hombretn a su oponente, en tono imperioso. Vuelve junto a m y otea el panorama. Vamos, obedece! Nuestras vidas, y tambin la suya, pueden depender de lo que me reveles. Fjate bien en todos los detalles, hemos de averiguar dnde estamos.

Al posar sus ojos en las tinieblas, renacieron los temores de la sacerdotisa, quien, abandonando al nigromante en contra de su voluntad, fue a sentarse al lado de Caramon.

Apenas distingo nada fuera del radio de accin de la alhaja confes, a la vez que sostena en alto el refulgente disco. Al espiar la cmara me asalta la sensacin de haberla visto antes, de haberla visitado, mas no atino a localizarla. Hay varios muebles dispersos, quemados y rotos como si se hubiera declarado un incendio, y montones de libros en absoluto desorden. Atisbo asimismo una escribana de madera, que es donde t ests apoyado y la nica pieza que se conserva en perfectas condiciones. Me resulta familiar, con sus bellas tallas repujadas representando toda suerte de criaturas extraas.

Se interrumpi desconcertada, indecisa, ansiosa por recordar.

El guerrero tante con la mano el suelo y coment:

Palpo una alfombra sobre la roca.

S, la hay... o la hubo. Est hecha jirones; parece como si la hubieran devorado.

Call, de pronto, al percibir una diminuta criatura que hua precipitadamente del halo de claridad.

Qu pasa? indag su interlocutor.

Acabo de descubrir quin ha rodo la alfombra contest Crysania con una risa nerviosa: las ratas. Mientras hablaba, una de ellas se ha ocultado en un rincn. En el muro opuesto se perfila una chimenea continu, que no ha sido utilizada durante aos a juzgar por las telaraas que la envuelven. Lo cierto es que la sala est repleta de urdimbres similares.

La voz no le responda. Repentinas visiones de araas cadas del techo, de roedores que acometan sus indefensos pies la sumieron en convulsiones y la impulsaron a recogerse en su maltrecha tnica alba. Adems, el desnudo hogar tuvo la virtud de acrecentar la sensacin de fro que la atenazaba.

Al notar el temblor de su cuerpo, el gladiador esboz una sonrisa y asi su mano para, con una fuerza que proceda de sus entraas, inducirla a la cordura.

Hija Venerable susurr, tranquilo, si no hemos de enfrentarnos ms que a unos cuantos animalillos podemos considerarnos afortunados.

En los tmpanos de la sacerdotisa volvi a resonar el aullido de terror que profiriera su compaero durante el sueo, un grito hijo, ahora, de su imaginacin, pues l se hallaba encerrado en su mutismo. Recapacit que, estando ciego, su espanto no dejaba de ser singular.

Por qu vociferabas antes? se atrevi a inquirir. Debiste de haber odo o sentido algo.

Sentido es el trmino adecuado confirm el guerrero. Anidan entes hostiles en este lugar, Crysania, espectros que nos contemplan. Rezuman odio. Dondequiera que hayamos venido a parar, nos hemos introducido en su mundo y acusan nuestra intrusin. No recibes t sus seales?

La sacerdotisa se concentr en las sombras, en aquella nebulosa que les miraba persistente. A eso se refera Caramon, era innegable que alguien se agazapaba en el manto de negrura y, cuanto ms empeo pona ella en descubrir su identidad, mayor era el realismo que asuma. No se trataba de una sola criatura. Pese a su invisibilidad, advirti que eran varias y que aguardaban su oportunidad detrs del crculo luminoso del Medalln. Tal como haba apuntado Caramon, destilaban sentimientos adversos y, peor an, la sacerdotisa tom conciencia de la ola malfica que la cercaba por todos los flancos. Ya haba experimentado algo semejante en otra ocasin, en...

Contuvo el aliento; y el guerrero se dio cuenta.

Qu sucede? exclam, sobresaltado.

Sst sise ella. Ya s dnde estamos. l nada dijo, pero gir la faz hacia aquellos ojos que sustituan los suyos.

En la Torre de la Alta Hechicera de Palanthas asever la dama en un murmullo.

En la morada de Raistlin? El gladiador exhal un suspiro de alivio.

S y no titube Crysania. Sin duda ste es el aposento que conoc, su estudio, mas su aspecto ha cambiado, como si nadie lo habitase desde hace siglos. Ya lo tengo, Caramon! Raistlin me anunci que me llevara a un tiempo en el que no existan los clrigos. Y no puede ser otro que la poca que medi entre el Cataclismo y las guerras posteriores. Antes...

Antes de que l regresara a fin de reclamar la exclusiva propiedad de la Torre termin el humano por ella. Eso significa que la maldicin todava pesa sobre la mole, Hija Venerable, que nos hallamos en el nico recinto de Krynn donde el Mal reina a su antojo, sin cortapisas. Nuestro viaje nos ha llevado al rincn ms temido de cuantos pueblan la faz del mundo, donde ningn mortal osa internarse a causa del Robledal de Shoikan, su escudo protector, y los seres siniestros que alberga. Me produce escalofros pensar que nos hemos materializado en el seno de la perversidad!

Crysania vislumbr unos rostros lvidos que, inesperadamente, se dibujaron a su alrededor sin atravesar la aureola creada por la gema. Acaso los haban invocado las palabras del hombretn? Aquellas cabezas desprovistas de cuerpo la contemplaban con pupilas vidriosas, selladas por la muerte aos atrs; flotaban en el fro aire y abran la boca en anticipacin al placer que haba de proporcionarles la sangre clida, viva.

Caramon, ahora distingo sus semblantes con absoluta nitidez farfull, apretujndose contra el fornido humano.

Yo sent el contacto de sus manos explic el aludido mientras, sobreponindose a sus propios espasmos, atraa a la mujer, deseoso de prestarle cobijo. Me atacaron, y su roce congel mi piel. se fue el motivo de mis llamadas de auxilio.

Por qu no se han manifestado en todo este rato? Qu les impide agredirnos ahora?

T, Crysania asever l. Eres una sacerdotisa de Paladine, y estos engendros han surgido de la malignidad. Nacidos a travs de un conjuro, carecen de poder para lastimarte.

La dama estudi el disco de platino que sostena. La luz irradiaba an de su superficie, pero su fulgor se apagaba a ojos vistas y, al percatarse, record con una punzada de culpabilidad a Loralon, el clrigo elfo. No poda sustraerse a aquellas frases que pronunciara, augurando que slo cuando la oscuridad la cegara nacera en su alma la autntica percepcin.

Soy una sacerdotisa apostill al parlamento del guerrero, sin acertar a disimular su desasosiego, mas mi fe es imperfecta. Estos espectros adivinan mis dudas, mi flaqueza. Una criatura tan fuerte como Elistan podra luchar contra ellos, yo no. Mi luz se extingue, Caramon agreg, absorta en las intermitencias del Medalln.

Guard unos minutos de silencio, en los que ote a aquellas plidas faces en su lento, inexorable acercamiento, y se encogi bajo el abrazo del corpulento hombretn.

Qu podemos hacer? le consult.

No me preguntes eso, estoy ciego y desarmado! se revolvi l, agnico, cerrando los puos.

Calla! le orden Crysania aferrada a su brazo, posados los ojos en las espeluznantes figuras. Parecen adquirir nuevas energas al or tus lamentos de impotencia. Quiz se alimenten del miedo, al igual que los moradores del Robledal de Shoikan. Dalamar as me lo cont.

El gladiador inhal una bocanada de aire. Su piel brillaba a causa del abundante sudor, vibraban sus vsceras con inusitada violencia.

Tenemos que despertar a Raistlin sugiri la mujer.

No servir de nada la previno el agitado guerrero. Incluso podra ser contraproducente.

Intentmoslo al menos! se obstin ella, mostrando firmeza pese a que la aterrorizaba la idea de avanzar un solo paso bajo tan abrumador escrutinio.

Acta con cautela, muvete despacio le aconsej Caramon.

La solt y la sacerdotisa, escudada en el Medalln y sin apartar la mirada de los hijos de las tinieblas, se aproxim al mago. Pos la mano en la aterciopelada hombrera de su tnica y le invoc, con toda la vehemencia que la situacin permita.

Raistlin! dijo una y otra vez, zarandendolo.

No obtuvo respuesta, fue corno tratar de resucitar a un cadver. Al asaltarle tal pensamiento, espi de nuevo a las acechantes figuras y se pregunt si se proponan matar al hechicero. Despus de todo, no exista en este tiempo. El Amo del Pasado y del Presente an no haba regresado para enseorearse de la Torre, su legtima propiedad.

O acaso se equivocaba en sus clculos? No poda estar segura.

Insisti en llamar al yaciente y, mientras lo haca, espi sin tregua a los seres de ultratumba. A medida que se difuminaba la luz, los espectros cerraban el crculo en torno a sus proyectadas vctimas.

Fistandantilus! vocifer, aunque se diriga a Raistlin.

Buena idea! la felicit el gladiador. Estoy persuadido de que reconocen ese nombre. Qu ocurre ahora? Percibo un cambio.

Se han detenido! constat Crysania, quebrado el aliento. Se han inmovilizado, y es a l al que examinan.

Retrocede la apremi Caramon, acuclillndose. Mantnte alejada de mi hermano, y aparta la luz de su semblante. Deben visualizarlo tal como lo conciben en las tinieblas.

No! se revolvi la dama enfurecida. Has perdido el juicio? En cuanto le prive del resplandor de la alhaja, lo devorarn.

Es nuestra nica posibilidad de sobrevivir.

Se lanz el humano sobre la sacerdotisa y, aunque tuvo que hacerlo a ciegas, le favoreci el hecho de que Crysania no estaba preparada para esta reaccin. Tras sujetarla con sus colosales manos, la arranc del lado de Raistlin y la arroj al suelo. Cay entonces encima de su frgil cuerpo, tan aplomado que casi la aplast.

Caramon! suplic ella sin resuello. Lo despedazarn!

Entabl un frentico forcejeo con su aprehensor, pero a ste no le result difcil inmovilizarla.

En medio de su trifulca no desasi el Medalln, que, ms opaco a cada instante, permaneci suspendido de su cadena. Al estirar el cuello, la sacerdotisa comprob que Raistlin estaba envuelto en brumas, privado del halo salvador.

Caramon, librame! No comprendes que van a acabar con l? orden.

Pero el guerrero, imperturbable, rehus aflojar su garra e incluso la presion ms contra el suelo. Se lea en sus facciones una creciente angustia que, aunque devastadora, no menoscab su determinacin. Tena la piel fra, los msculos agarrotados y tensos.

Debo formular un nuevo hechizo!, decidi Crysania. Pero cuando afloraban a sus labios los versculos, un desgarrado grito de dolor traspas la penumbra.

Paladine, aydame! rog a su hacedor.

Nada ocurri, de modo que intent desembarazarse del forzudo Caramon, aunque saba de antemano que sera intil, que nunca lo lograra por sus propios medios. Al parecer, su dios la haba abandonado. Emitiendo un lamento que reflejaba frustracin, maldiciendo al gladiador, cej en su empeo y se conform con presenciar la escena que se desarrollaba ante ella.

Los espectros haban rodeado a Raistlin, al que slo vislumbraba merced a la aureola que proyectaban sus ptridos cuerpos. Un quedo gemido escap de los labios de la mujer cuando una de aquellas fantasmales criaturas alz las manos y las extendi sobre la figura inerte del mago.

El atacado lanz un bramido y, bajo su negro atavo, todo su ser se retorci en espasmos de agona.

Caramon oy el alarido de su gemelo y Crysania, al advertir cmo se contraa el rostro del hombretn, reanud sus protestas. Pero l, aunque un sudor glido baaba su frente, movi la cabeza negativamente y sigui atenazando a su presa.

La vctima de los engendros vivientes volvi a vociferar. El guerrero se estremeci y la Hija Venerable sinti una prometedora relajacin de su zarpa. Deposit presta el disco de platino en el suelo para, ya libres sus brazos, propinarle una lluvia de golpes, mas en cuanto se separ del talismn la luz de ste se apag por completo y se sumieron en la negrura. De manera sbita, alguien tir de Caramon, arrastrndolo hacia un lugar ignoto. Sus enloquecidas quejas se entremezclaron con las de su hermano.

Acelerado su palpito hasta lo indescriptible, con la mente hecha un torbellino, Crysania intent incorporarse al mismo tiempo que registraba el suelo en busca del Medalln.

Sinti la proximidad de un rostro y, convencida de que era el gladiador, la dama alz la mirada. No era l, sino una cabeza que flotaba suspendida a pocos centmetros.

No! se desesper, incapaz de moverse. Aquel ente absorba la vida de sus miembros, de su corazn. Unas manos descarnadas apretaron sus brazos para atraerla, unos labios exanges se entreabrieron, sedientos de calor.

Paladine quiso rezar, mas la letal criatura haba insensibilizado su espritu.

Oy, en una confusa lontananza, que una voz entonaba un salmo en el lenguaje de la magia. Estall la luz a su alrededor, y la cabeza que la acechaba se desvaneci entre aterradores jadeos. Una vez se disolvieron las garras que la paralizaban, la sacerdotisa olfate los efluvios acres del azufre y comenz a vislumbrar la causa del prodigio.

Shirak susurr un ser vivo, en un acento inconfundible. En el mismo instante, sucedi a la explosin un leve destello que bastaba para difuminar las sombras ms densas.

Raistlin! se regocij Crysania.

Apoyndose en sus palmas y rodillas, bamboleante, la mujer culebre a travs de la chamuscada roca hacia el mago, que yaca boca arriba y respiraba pesadamente. Blanda el Bastn de Mago, de cuya bola de cristal irradiaba un tenue centelleo que recortaba las garras reptilianas de su engarce.

Raistlin, te encuentras mejor?

Arrodillse a su lado a fin de examinar su anguloso y plido semblante. El aludido alz los prpados y asinti en un mudo ademn antes de estirar la mano y, abrazndola, acariciar su sedoso cabello azabache. La extraa calidez de su cuerpo, los latidos de su sangre, conjuraron el fro que entumeca a la sacerdotisa.

No tengas miedo la consol al notar sus temblores. No nos harn ningn dao ahora que me han reconocido. Ests herida?

La dama no pudo articular ni una palabra; se limit a negar con un significativo gesto y cerr los ojos, abandonada a su benfico contacto. Cuando, reconfortada, se dejaba acunar por los flexibles dedos que ensortijaban su melena, una palpable tensin en el cuerpo del hechicero rompi el embrujo.

En una actitud que denotaba disgusto, Raistlin la agarr por los hombros y la apart.

Reltame lo ocurrido le urgi, an dbil.

Me despert aqu repuso ella, si bien tuvo un ligero desfallecimiento al revivir la experiencia y tambin a causa de las sensaciones que le inspiraba la proximidad del mago. O gritar a Caramon prosigui, al ver la impaciencia reflejada en los rasgos de su interlocutor. Cuando acudi a su llamada...

Mi hermano se halla en esta sala? la interrumpi Raistlin, con los ojos desorbitados. Ignoraba que el encantamiento le hubiese transportado con nosotros. Me sorprende que haya resistido el viaje. O quiz no? agreg al distinguir el contorno del hombretn desplomado en el suelo. Qu le ha pasado?

Mi hechizo le dej ciego declar Crysania, ruborizndose. No era tal mi intencin, pero no poda permitir que te matase en aquel ttrico laboratorio del Templo de Istar, unos minutos antes de que sobreviniera el Cataclismo.

Tus poderes han nublado su visin! exclam el nigromante, perplejo. El mismo Paladine le ha infligido un castigo a travs de tus oraciones! Resulta irnico.

Prorrumpi en carcajadas, que resonaron en la hueca piedra y, al hacerlo, sumieron a la sacerdotisa en un terror nuevo, desconocido. Sin embargo, pronto las risas sofocaron a quien las profera. Se llev el mago las manos a la garganta, en un esfuerzo denodado por respirar.

Crysania observ, inerme, los espasmos de Raistlin, hasta que se normalizaron sus inhalaciones.

Contina le dijo ste, ya ms sereno aunque ostensiblemente irritado consigo mismo.

Deseaba comprobar la causa de sus alaridos explic la dama, retomando el hilo de su historia, mas las tinieblas me impedan actuar. Entonces me acord del Medalln de Platino y, bajo su luz, lo descubr en un rincn apartado. Constat su ceguera, y al rato ote el entorno y repar en tu figura inerte. Tratamos ambos de despertarte, sin resultado. Caramon me rog que le describiera la habitacin y, al espiar las sombras, se me aparecieron esos repugnantes engendros que... Un involuntario estremecimiento sell sus labios

No te detengas le inst Raistlin.

En presencia de los espectros los resplandores del talismn comenzaron a amortiguarse murmur la dama tras un corto intervalo, y sus cuerpos translcidos cerraron filas en un implacable avance. Incapaz de rechazar su ataque, te llam. Us el nombre de Fistandantilus, lo que provoc una tregua expectante. En aquel momento su pavor se troc en clera, Caramon me arroj al suelo, musitando algo sobre la necesidad de que las criaturas te vieran tal como existes en su plano de negrura. Cuando la luz de Paladine ces de alumbrarte, se abalanzaron al unsono...

Enterr el rostro entre las manos al rememorar los bramidos del mago, y enmudeci.

Eso dijo mi gemelo? intervino Raistlin con su peculiar tono de voz.

La sacerdotisa sali de su aislamiento para contemplarlo, desconcertada por el tono, mezcla de admiracin y pasmo, que haba empleado.

S corrobor framente. Por qu?

Porque ha salvado nuestras vidas apunt el nigromante, de nuevo custico. No imaginaba que a un botarate como l pudieran ocurrrsele ideas tan atinadas. Deberas prolongar su ceguera, puesto que le despeja el cerebro.

Intent sonrer, pero la tentativa degener en una tos que casi lo asfixi. Crysania dio un paso al frente, resuelta a ayudarle. Refren su impulso una mi rada imperativa del mago, remiso a aceptar el concurso de nadie, pese al flagelo de dolor que le consuma. Arque la espalda para ocultarse de ella, hasta que se hubo mitigado el ataque y pudo incorporarse, recobrando en apariencia la compostura.

Su debilitamiento se haca patente en los labios manchados de sangre, en la crispacin de sus manos y en su resuello, rpido y entrecortado. Cuando pareca recuperado, un acceso an ms virulento que los anteriores dio con sus huesos en la desnuda roca.

En una ocasin afirmaste que los dioses no podan sanarte aventur la sacerdotisa. Pero no tardars en morir, Raistlin, y me gustara hacer algo para aliviar tu dolencia. Dime solamente qu necesitas; si est a mi alcance, obedecer tus instrucciones.

No os tocarlo; durante un breve lapso rein en la cmara un silencio sepulcral que no alteraban sino las penosas exhalaciones del hechicero. Al fin, agotadas casi sus energas, el postrado le hizo a la dama una seal para que se acercara. Ella se inclin sobre su cuerpo y Raistlin roz su pmulo, invitndola a aplicar el odo a sus labios. Su aliento era clido, tanto que la sacerdotisa se estremeci al sentirlo en su piel.

Agua! solicit en un tenue murmullo, que Crysania slo interpret al enderezar la cabeza y leer los movimientos de sus entumecidos labios. Una pocin curativa, la guardo en el bolsillo de mi tnica logr articular. La tibieza de un fuego tambin me fortalecera, mas no me quedan nimos para encenderlo.

La sacerdotisa asinti, significando por este gesto que haba comprendido.

Y Caramon? interrog el mago, incapaz de completar una frase ms despus de tan larga parrafada.

Los seres de ultratumba lo atacaron respondi la dama, a la vez que desviaba la mirada hacia el inmvil guerrero. No ha pestaeado en todo este rato; es posible que haya muerto.

No! se revolvi Raistlin en su agona. Le necesitamos; tienes que curarlo si no es demasiado tarde.

Cerr los ojos, y arreciaron sus jadeos para inhalar el aire que se empecinaba en escapar de sus pulmones.

Ests seguro? balbuce Crysania. Intent sacrificarte.

El nigromante hizo una mueca y mene la cabeza, provocando el crujir de su capucha. Levant acto seguido los entornados prpados, como si quisiera conminar a su interlocutora a escudriar las profundidades de su alma a travs de sus pardos iris, y su llama interior se exhibi ante ella, convertida en un mortecino centelleo muy diferente del fuego abrasador que detectara en anteriores circunstancias.

Crysania dijo, voy a perder el conocimiento. Te quedars sola en este nido de oscuridad, y mi hermano es el nico que puede ayudarte.

Se entelaron sus pupilas, aunque estrech la mano de la sacerdotisa a fin de aferrarse a la realidad mediante la energa que de ella dimanaba. En un evidente forcejeo contra el desmayo, consigui clavar la vista en la apesadumbrada mujer.

No salgas de esta habitacin! orden en un ltimo hlito, a punto de perderse en el vaco.

Renacido su pnico, Crysania estudi el panorama. Raistlin haba pedido agua, calor. Cmo podra proporcionrselos? En el seno de la perversidad, se senta desvalida, sola, tal como l haba preconizado.

Reacciona le suplic, agarrando su delgada mano entre las suyas y llevndola a su mejilla. No me dejes, te lo ruego! susurr, paralizada por el glido contacto de su carne. No puedo darte lo que precisas, carezco de poder. No s crear agua a partir del polvo.

Raistlin fij en ella los ojos, ahora casi tan negros como la estancia donde yaca. Traz con su mano, la mano que la Hija Venerable sostena, una lnea vertical frente a sus lagrimales. Al instante su mano se desplom, lade la cabeza y, exhausto, se abandon al forzado sueo.

La sacerdotisa, confundida, tante su propia mano preguntndose qu haba pretendido indicar el mago con su extrao movimiento. No fue una caricia, estaba persuadida de que quera sugerirle algo. Qu poda ser? Qu era lo que motivaba su persistente escrutinio? La asaltaron los recuerdos, en una nebulosa que no acababa de despejarse.

No puedo crear agua a partir del polvo.

Mi llanto! murmur al fin.

2

En el seno de la perversidad

Sentada sola en la malhadada cmara, junto al cuerpo de Raistlin y cerca del demacrado Caramon, Crysania sinti envidia de ambos. Cuan fcil sera pens abandonarme a un prolongado letargo y dejar que me acunara la negrura! La perversidad latente en la estancia, que al parecer haba ahuyentado la voz del nigromante, regres al apagarse sta. La notaba en su nuca como una glida rfaga de viento. Varios pares de ojos la espiaban desde las sombras, ojos que nicamente retena la luz del Bastn de Mago. Por fortuna, el objeto arcano no haba cesado de destellar al mantenerse sobre su superficie la mano inconsciente de su dueo.

La sacerdotisa deposit gentilmente la mano del archimago sobre el pecho de l, antes de adoptar una postura ms cmoda y, mordisquendose los labios, conteniendo las lgrimas, reflexion sobre lo ocurrido.

Depende de m se dijo, en un esfuerzo de concentracin destinado a conjurar los susurros que oa en su derredor. Acuciado por su debilidad, busca respaldo en mi fuerza se lament, a la vez que enjugaba los acuosos riachuelos de sus mejillas y contemplaba las gotas prendidas de sus dedos. No puedo reprochrselo, he presumido de poseerla pese a que, hasta ahora, nunca supe qu era el dominio de uno mismo. Lo he comprendido gracias a l, no debo decepcionarle.

Calor prosigui, en medio de unos escalofros que agitaban todo su ser. Necesita recibir el influjo de esa tibieza que nos ayuda a vivir, a l y a los dems. Cmo se la proporcionar? Si estuviramos en el castillo del Muro de Hielo, mis oraciones bastaran para caldear el ambiente. Paladine obrara el prodigio con slo pedrselo. Pero este fro no es el que originan la nieve y la ventisca! Se trata de algo insondable, que congela ms el espritu que la sangre. Me hallo en el corazn del Mal, donde la fe me sostiene a duras penas, as que no veo la manera de crear una aureola de calidez.

Mientras recapacitaba, examin la estancia, apenas visible ms all del crculo luminoso del bastn, y repar sin proponrselo en unas cortinas harapientas que enmarcaban las ventanas. Confeccionadas con grueso terciopelo, eran lo bastante grandes para cubrirlos a todos. Tal visin le levant el nimo, si bien volvi a hundirse en el pesimismo al recordar que slo las alcanzara atravesando la sala y que los fulgores del cayado no alumbraban el espacio intermedio, ni el muro remoto del que pendan.

Tendr que surcar el manto de tinieblas constat, apesadumbrada, al borde de la locura donde la precipitaba su propia flaqueza. Suplicar a Paladine que acuda en mi auxilio decidi, en un repentino acceso de coraje. Sin embargo, dudo que me lo brinde.

El motivo de este nuevo derrumbamiento fue que sus ojos se posaron accidentalmente en el Medalln, que se recortaba, opaco y descorazonador, en el suelo.

Ignorando sus vacilaciones, desoyendo la desazn que le causaba el hecho de que su luz se extinguiera en presencia de los espectros, se aprest a recoger el disco

Evoc la imagen de Loralon, el sumo sacerdote elfo que le haba ofrecido unirse a los clrigos autnticos antes del Cataclismo. Ella lo haba rechazado, decidida a escuchar las palabras del Prncipe aun a riesgo de su vida, aquellas frases ignotas que excitaran la ira de los dioses. Estaba Paladine enfurecido? La haba abandonado en su clera, al igual que, segn la opinin generalizada, haba abandonado el reino de Krynn despus de la hecatombe de Istar? O era acaso que su poder divino no consegua penetrar las capas de perversidad que envolvan la Torre de la Alta Hechicera?

Asustada, en un mar de incertidumbre, Crysania alz su talismn. No brill, no se mud su aspecto, el metal permaneci fro al tacto. Erguida ahora en el centro de la sala, sin soltar la alhaja y tiritando, la sacerdotisa exhort a su voluntad a conducirla hacia el ventanal.

Si no lo hago murmur a travs de los labios cuarteados, morir. Todos sucumbiremos a esta atmsfera hostil.

Mir a los dos hermanos. Raistlin estaba cubierto por sus tupidas vestiduras, pero todo su ser despeda un helor mortfero. En cuanto a Caramon, su caso era todava ms apremiante pues portaba el exiguo atuendo de gladiador de los Juegos, un taparrabos y varios accesorios de una armadura dorada que, junto a la fina capa, apenas le abrigaban.

Resuelta a no detenerse en su empeo, la dama levant el mentn y clav sus pupilas en las siseantes criaturas que pululaban en su derredor, a la vez que, con paso firme, sala del cerco de luz proyectado por el cayado.

Las tinieblas cobraron vida, los murmullos aumentaron de volumen hasta que, horrorizada, la sacerdotisa comenz a desentraar su mensaje.

Cun sonora es tu llamada, amor,

cun cerca est la penumbra de tu corazn.

Tus ros fluyen turbulentos, amor,

a travs de unas venas en putrefaccin.

Ay, amor! Un calor oculta tu frgil piel,

puro como la sal, como la muerte dulce y deseada.

En la noche la luna encarnada, gua fiel,

tu hbito fosforescente certeramente conduce.

Unos dedos fantasmagricos rozaron su pmulo y la sacerdotisa, sobresaltada, retrocedi frente al invisible enemigo. Abrumada por el pnico, por el lgubre canto de los espectros, se inmoviliz, remisas sus piernas a obedecer su dbil mandato.

No! se rega, disgustada. He de seguir, no permitir que me venzan los hijos de la malignidad. Soy una de las elegidas de Paladine! Aunque mi dios me vuelva la espalda en esta hora crucial, mi fe alumbrar el camino.

Estir el brazo, como si la negrura fuera una cortina que tuviera que apartar literalmente, y reanud la marcha hacia la ventana. Los malvolos ecos acechaban sus tmpanos, incluso resonaron cavernosas risas en el aire, mas nadie os lastimarla, ni siquiera tocarla. Al fin, tras recorrer un trayecto que se le antoj interminable, Crysania alcanz su objetivo.

Temblorosa, aturdida por tanta tensin, descorri los pesados cortinajes con la esperanza de ver las reconfortantes luces de Palanthas. La vida bulle al otro lado de estas paredes se alent, aplastando la cara en el cristal. Habitan la ciudad seres de carne y hueso. Divisar las avenidas, los bellos edificios.

Peso la profeca todava no se haba cumplido. Raistlin, el Amo del Pasado y del Presente, no haba regresado con el poder que haba de investirle como nico seor de la Torre. Transcurriran muchas dcadas antes de que se produjera tal evento, razn por la que cercaba la mole una oscuridad impenetrable, una niebla arcana y perpetua. Si refulgan los fanales en la urbe, la sacerdotisa no poda contemplarlos.

Exhalando un desazonado suspiro, Crysania sujet el pao y tir de l. La roda urdimbre cedi casi al instante, cay tan aplomada que la enterr en un manto de brocados deslucidos. No le molest su peso, al contrario, se deshizo del enredo y se arrop en los pliegues, sosegada al sentir su calor.

Tras desgarrar la otra cortina, la arrastr por la estancia sin prestar atencin a los disonantes ruidos que producan los diseminados fragmentos recogidos a su paso.

Los haces luminosos del bastn guiaron su andadura sin un parpadeo. Cuando lleg a su altura, la dama se desmoron en el suelo. El agotamiento y el pavor sufrido en su azaroso viaje fueron los causantes de esta reaccin.

No se haba percatado Crysania de cun fatigada estaba. No haba dormido desde que se desencadenara la tormenta en Istar y, ahora que la acunaba la tibieza de los cortinajes, el deseo de deslizarse en el olvido la tentaba hasta lo impensable.

No puedes hacerlo! se orden.

Forzndose a la accin, se aproxim a Caramon y se arrodill a su lado a fin de cubrirle con el grueso terciopelo, que extendi sobre sus hombros. El cuerpo del guerrero haba adquirido una textura marmrea, apenas respiraba. La sacerdotisa aplic la mano a su garganta en busca de un palpito esperanzador, y lo hall lento e intermitente. Fue entonces cuando descubri unas seales en su cuello, las huellas que imprimieran unos labios descarnados.

Se perfilaron en su memoria aquellas cabezas sin cuerpo que flotaban en el ambiente, si bien se apresur a descartar tan agobiantes imgenes. Centrados sus pensamientos en lo que se propona hacer, pos las manos abiertas en la frente del gladiador e inici su plegaria.

Paladine or, si tu clera no te ha apartado de tu hija y sierva, si comprendes que tan slo quiero honrarte, si puedes disolver esta terrible penumbra el tiempo suficiente para escuchar mi ruego, cura a este hombre! Si su ciclo vital no ha concluido irreparablemente, si el destino an le reserva alguna empresa, restityele la salud. De no ser as, Paladine, recoge su alma en tus brazos y asgnale una morada eterna entre tus huestes...

No pudo continuar, sus ltimos restos de energa se disiparon. Vctima del terror que haba presidido todos sus movimientos y de sus luchas internas, sola en medio de aquel caos insondable, hundi el rostro en sus manos y prorrumpi en el amargo llanto de quien no vislumbra una salida para su desgracia.

Una palma enorme se cerr sobre la suya. Aunque tan inesperado contacto la sobrecogi, percibi de inmediato el calor que despeda, su fuerza.

Vamos, Tika dijo una voz profunda y somnolienta, no debes llorar.

Al alzar los ojos nublados por las lgrimas, Crysania advirti que el pecho de Caramon se hinchaba en inhalaciones espaciadas, que su tez haba perdido la lividez letal y, lo ms importante, que las heridas de su cuello haban desaparecido. El guerrero esboz incluso una sonrisa, al mismo tiempo que le daba unas palmadas en el dorso de la mano.

Tan slo ha sido una pesadilla, Tika balbuce; maana la habrs olvidado.

Arrebujndose en la cortina, refugindose en su calidez, el hombretn dio media vuelta para entregarse a un sueo plcido, reparador.

Tan exhausta que ni siquiera atin a manifestar su gratitud, Crysania observ unos segundos al gladiador, hipnotizada ante la paz que emanaba. La sac de su ensimismamiento un goteo que, aunque suave, no dej de sorprenderla. Un lquido en aquel lugar? Lade el rostro y vislumbr, por primera vez desde su llegada, el contorno de una jarra en el borde de la escribana. Tena la boca hendida, suspendida en el aire, y pareca haber permanecido varios lustros vaca. Su contenido se derram siglos atrs, no le caba la menor duda, y no obstante ahora un fluido transparente brotaba de su fondo y chorreaba despacio sobre el suelo, brillando el delgado hilo bajo la luz del bastn.

La sacerdotisa extendi la palma de tal modo que las gotas se remansaran en ella, y se la llev a los labios. En efecto, era agua.

Tena un sabor amargo, casi salado, pero la juzg el elixir ms exquisito que nunca haba bebido. Realizando un supremo esfuerzo para mover su entumecido cuerpo, verti una pequea cantidad en el hueco de su mano y la sorbi de un trago, vidamente. Saciada su sed, coloc el recipiente en posicin vertical sobre el mueble y comprob que el nivel del lquido suba de inmediato, que la fuente no haba de secarse pues el agua consumida era reemplazada sin demora.

Ahora s, ahora pudo agradecer el favor de Paladine con palabras que surgan de lo ms hondo de su alma, desde tan recnditos recovecos que no alcanzaban sus cuerdas vocales. Se desvaneci su miedo a la oscuridad, a las criaturas que sta engendraba. Su dios no la haba abandonado, segua a su lado, aunque, quiz, le haba causado cierta desilusin. Relajada, Crysania volvi los ojos hacia Caramon y, tras constatar que dorma tranquilo, que sus contrados rasgos se haban ensanchado, se encamin al rincn donde yaca su gemelo al abrigo de su tnica, teidos los labios de tonalidades violceas.

Sabedora de que el calor que irradiaba su cuerpo les reconfortara a ambos, la sacerdotisa se estir a su lado para, en tal postura, envolverse en la cortina. Reclin la cabeza en el hombro del mago, cerr los ojos y se meci en la acogedora penumbra de la estancia.

3

Recuerdos..... reencarnacin

Lo ha llamado Raistlin!

Y tambin Fistandantilus!

Cmo podemos estar seguros? Algo no encaja. No ha llegado por el Robledal de Shoikan, segn proclamaba el augurio. Y qu ha sido del poder que deba encerrar? Adems le acompaan otras dos criaturas, cuando se supona que vendra solo.

Y, sin embargo, siento su magia. No oso desafiarle.

Ni siquiera a cambio de tan suculenta recompensa?

El olor a sangre te ha trastornado el juicio! Si se trata de l, y descubre que has devorado a sus elegidos, te enviar de nuevo a una perenne negrura, donde soars con sangre fresca que nunca has de paladear.

Pero si no es el que esperamos, y descuidamos nuestro deber de custodiar la Torre, ser la soberana quien se materialice. Su ira nos aplastar, el castigo que describes se te antojar liviano.

Se hizo el silencio, hasta que alguien propuso:

Existe un medio de cerciorarse.

Es peligroso. Est dbil, podramos matarle.

Tenemos que saberlo! Es preferible que l perezca a que nosotros defraudemos a Su Oscura Majestad.

S. Su muerte podra explicarse, su vida quiz no.

Un dolor lacerante penetr las esferas donde su desmayo le haba sumido, como tmpanos de hielo que traspasaran su cerebro. Raistlin se debati en las brumas del cansancio, de la enfermedad, para recobrar unos instantes el conocimiento.

Abri los ojos, y el pnico estuvo a punto de asfixiarlo cuando atisbo dos lvidas cabezas que flotaban frente a l, acechndolo a travs de unas cuencas oculares que nicamente reflejaban vastas tinieblas. Tenan las manos sobre su pecho, y el contacto de aquellos glidos dedos desgarraba su espritu.

Al escrutar aquellos portentosos alvolos, el mago supo qu pretendan y le asalt un sbito terror.

No! se rebel sin resuello. No volver a vivir esa experiencia.

Has de hacerlo, no existe otra manera de averiguar la verdad sentenci, imperturbable, uno de los espectros.

Frente a semejante ultraje, el hechicero se encoleriz. Tras ensayar una maldicin, intent levantar los brazos del suelo a fin de arrancar los fantasmales miembros de su tnica. Fue intil. Sus msculos rehusaron obedecer, tan slo consigui estirar un dedo.

La rabia, la angustia y un sentimiento de honda frustracin excitaron su necesidad de gritar; pero nadie oy su alarido, ni siquiera l mismo. Las garras apretaron su torso, cual acerados puales, y se zambull no en la penumbra, sino en los recuerdos.

No se recortaba ningn ventanal en la sala de estudio donde los siete aprendices de hechicera trabajaban aquella maana. No se admita el paso de los rayos solares ni tampoco de los haces de las dos lunas, la de plata y la encarnada, Solinari y Lunitari. En cuanto al tercer satlite, el negro, al igual que en el resto de Krynn se senta su presencia sin verla.

Iluminaban la estancia una serie de velas de cera encajadas en pedestales argnteos que, a su vez, descansaban en las mesas. De este modo, los soportes individuales podan utilizarse y transportarse segn la conveniencia de cada aprendiz.

La sala de estudio era la nica en el gran castillo de Fistandantilus que se alumbraba mediante candelas. En todas las restantes, unos globos de cristal alimentados por arte de encantamiento surcaban el aire, derramando unos fulgores mgicos capaces de mitigar la lbrega penumbra que baaba la fortaleza de modo permanente. Si no se empleaba tal sistema en la habitacin consagrada a las prcticas de los novicios era, adems de las razones prcticas expuestas, porque la luz de las bolas gneas se apagaba en el momento de traspasar su umbral. Cul era el motivo de este fenmeno? Simplemente, que envolva la estancia un hechizo constante de neutralizacin arcana, de efecto imperecedero. De ah que se recurriera a procedimientos ms primarios y se excluyera cualquier influencia de los astros, tanto del sol como de la luna, susceptible de alterar las peculiares condiciones del estudio.

Seis de los aprendices estaban sentados codo con codo en torno a una mesa, parloteando unos mientras los otros se concentraban en su quehacer. El sptimo se hallaba solo, apartado, en un escritorio situado en el extremo opuesto. De vez en cuando un miembro del grupo alzaba la cabeza y lanzaba una inquieta mirada al que permaneca aislado para, en el acto, volver a bajarla, pues, quienquiera que fuese el espa, el singular personaje le escrutaba en una actitud retadora.

Al sptimo novicio le diverta la situacin, incluso tena una leve sonrisa en los labios. Raistlin no haba gozado de muchos entretenimientos durante los meses que llevaba alojado en el castillo de Fistandantilus, ni le haba resultado fcil adaptarse. No haba tenido ninguna dificultad para mantener el engao y evitar que el archimago adivinase su autntica identidad; le bast con no invocar sus poderes y comportarse como aquellos ignorantes que se afanaban en complacer a su superior a fin de ganarse su confianza, de ascender al rango de aclito personal.

El disimulo era a Raistlin lo que la sangre a las venas, algo indisociable. Incluso gozaba de aquellos juegos competitivos que le enfrentaban a sus supuestos compaeros, limitndose a superarlos sin excesivos alardes, con el nico objeto de ponerlos nerviosos y pillarlos desprevenidos. Tambin disfrutaba en sus intercambios con Fistandantilus. Notaba que el archimago lo espiaba, y saba cules eran sus pensamientos: Quin es este aprendiz? De dnde procede ese poder que arde en sus entraas, y que no consigo definir?

En ocasiones descubra al maestro examinando su rostro, vido de respuestas. Sin duda, sus rasgos se le antojaban familiares, y este hecho no haca sino aumentar su suspicacia.

No obstante, y pese al placer que hallaba en tales escaramuzas, Raistlin no poda evitar que sus cabalas le transportasen, con ms frecuencia de la deseable, a un tiempo en el que slo conoci la desdicha. Por un capricho de su memoria, siempre que se complaca en su astucia vena a nublar su momentnea exaltacin el recuerdo de su adolescencia, la poca ms ingrata de toda su vida.

Ya en la escuela de artes arcanas, los estudiantes con los que comparti sus primeros balbuceos le impusieron el apodo de el Taimado. No inspiraba afecto, ni menos an confianza, incluso su tutor recelaba de su talante evasivo. As, el futuro hechicero tuvo una juventud solitaria, amarga. Si bien era cierto que Caramon cuidaba de l, su amor era tan paternal y asfixiante que aceptaba mejor la inquina de los otros muchachos.

Ahora, aunque desdeaba a aquellos necios por su servilismo frente a su traicionero superior que, al final, matara sin contemplaciones al elegido, y aunque se diverta provocndolos y ponindolos en ridculo, en ocasiones senta un doloroso aguijn, en la soledad de la noche, cuando les oa rer juntos en la alcoba vecina.

En uno de aquellos accesos de despecho se dijo, disgustado, que tales nimiedades estaban por debajo de su categora y de sus propsitos. Deba concentrarse, conservar intactas sus fuerzas, si quera obtener el xito. Se repiti hoy sus amonestaciones, consciente de que dentro de unos minutos Fistandantilus elegira a su aclito particular.

Vosotros seis abandonaris el castillo pens el mago. Saldris de aqu inflamados de resentimiento y desprecio, nunca sabris que uno de vosotros me debe la vida.

La puerta de la sala de estudio se abri con un spero chirriar, propagando espasmos de alarma en el grupo de figuras ataviadas de negro que se reunan en torno a la mesa. Raistlin los contempl impvido, esbozada en sus labios una aviesa sonrisa que era un perfecto reflejo de la mueca exhibida por el ceniciento rostro que, altivo, se recortaba en el umbral.

La mirada centellante del archimago pase de hito en hito entre los seis jvenes, tan irresistible que stos, uno tras otro, palidecieron y bajaron las encapuchadas cabezas a la vez que sus dedos jugueteaban con los ingredientes de sus hechizos o bien se retorcan encrespadas a causa del nerviosismo.

Concluido su examen, Fistandantilus pos los ojos en el sptimo aprendiz, el ms adusto, que se mantena al margen de los otros. Raistlin alz la vista y le devolvi el escrutinio mientras su sonrisa, perdida su ambigedad, se tornaba abiertamente burlona. Ni siquiera parpade, y tal actitud movi al maestro a enarcar las cejas. Irritado, cerr la puerta con violencia en medio de las muestras de sobresalto de los aclitos, a quienes la brusca interrupcin del silencio haba dejado sin resuello.

El nigromante avanz hacia el centro de la estancia, con paso lento e inseguro. Se apoyaba en un bastn, y sus viejos huesos crujieron cuando se acomod en una silla. Oje de nuevo al sexteto de aprendices que permanecan sentados frente a l y, al reparar en sus cuerpos jvenes, sanos, alz una de sus marchitas manos para asir el colgante que penda de una pesada cadena alrededor de su cuello. Era una alhaja de extrao aspecto, consistente en un rub de forma ovalada y engarzado en una lisa montura de plata.

Los discpulos conjeturaban a menudo sobre la singular gema, preguntndose cules eran sus virtudes. Era el nico adorno que luca Fistandantilus, y quedaba patente el valor que le atribua. Hasta los novicios ms ignorantes sentan los hechizos de proteccin que irradiaba, unos hechizos destinados a conjurar cualquier intento arcano de agredir a su portador. Cmo lo haca, de qu modo se manifestaba su poder? Era ste el tema central de las especulaciones; unos argumentaban que atraa a los seres de los planos celestiales y otros, en cambio, aseveraban que su aura permita al archimago comunicarse con Su Oscura Majestad en persona.

Por supuesto, haba alguien capaz de esclarecer el misterio. Raistlin conoca todos los entresijos del sortilegio, pero prefiri guardar el secreto para s mismo.

La mano arrugada, trmula, del maestro se cerr sobre la gema al mismo tiempo que sus iris traspasaban a los aspirantes, con tanta vehemencia que pareca presto a devorarlos. El taciturno y fingido alumno incluso crey advertir que humedeca sus labios, y le asalt un repentino temor. Qu ocurrir si fracaso? se cuestion, estremecido. Es muy fuerte, el brujo ms poderoso que nunca vivi en Krynn. Poseo la energa, la sapiencia suficientes para derrotarlo?

Iniciemos la prueba declar Fistandantilus con un chasquido, puesta la mirada en el primero de los seis aclitos.

Raistlin desech su miedo. Se haba preparado durante aos, a conciencia; no era momento de vacilar. Si ste era su destino, morira. Ya se haba enfrentado antes a semejante avatar; en el fondo era como encontrarse con un antiguo amigo.

De uno en uno, los jvenes magos se alzaron de sus asientos, abrieron sus libros de encantamientos y recitaron los que haban seleccionado. De no hallarse sumida en un hechizo neutralizador, la sala de estudio se habra llenado de prodigiosas visiones. Habran estallado bolas de fuego entre sus muros, incinerando a cuantos albergaban; dragones fantasmales habran expelido sus llamaradas, tan ilusorias como espantosas; legiones de criaturas espectrales, arrastradas desde otras esferas, habran atronado la cmara con sus bramidos. Pero, dadas las circunstancias, nada inmut el silencio salvo los cnticos de los sucesivos aclitos y el revoloteo de las pginas de sus esotricos volmenes.

Completaron su examen en perfecto orden para, una vez finalizado, volver a sentarse y dar paso al siguiente. Todos hicieron gala de unas esplndidas dotes, como caba esperar. Fistandantilus slo admita en su fortaleza a grupos de nigromantes de evidentes aptitudes, que haban superado la terrible Prueba en la Torre de la Alta Hechicera y deseaban perfeccionarse bajo sus auspicios. Entre tan destacados eruditos, deba designar a su ayudante o as, al menos, lo suponan ellos.

Una vez ms, el archimago acarici su rub antes de centrar su atencin en Raistlin e indicarle:

Tu turno, aprendiz.

En sus avejentados ojos prendi un nuevo destello y los surcos de su frente adquirieron mayor profundidad en su afn por recordar dnde haba visto el rostro del enigmtico joven

Raistlin se levant despacio, sin que se difuminara de sus labios aquella sonrisa entre cida y cnica con la que demostraba su superioridad. Encogise de hombros indiferente, despreocupado, y cerr su libro. Los otros seis magos intercambiaron gestos desaprobatorios frente a tan intolerable arrogancia, mas Fistandantilus, aunque frunci el entrecejo, no se molest en disimular el inters que delataban las chispas de sus pupilas.

Con desenvoltura, socarrn, el aspirante empez a recitar de memoria el intrincado encantamiento. Los otros aclitos se agitaron en sus sillas ante su alarde de habilidad, que no poda por menos que suscitar envidias y un odio invencible. El archimago tambin se concentr en sus evoluciones, si bien sus sentimientos eran distintos: tan malvola era su ansia de poseer aquel cuerpo para rejuvenecer sus ajadas vsceras que el avanzado discpulo, al percibirlo, casi se interrumpi.

Obligndose a no apartar la mente de su trabajo, firme en el dominio de sus emociones, Raistlin concluy el ltimo versculo y, de pronto, la sala fue invadida por unos brillantes fulgores que, en abanico multicolor, estallaron en el aire. Su estrpito rasg la quietud.

Fistandantilus se sobresalt al producirse la inesperada explosin, borrada su anhelante mueca. En cuanto al sexteto, ahogaron al unsono un comn grito de sorpresa.

Cmo has roto el halo protector? pregunt el maestro, enfurecido. Qu virtudes ignotas anidan en tu alma?

En respuesta a la imperiosa demanda, el discpulo abri las manos. En sus palmas ardan sendas bolas de fuego verde o azulado, cuyo resplandor deslumbraba a quien lo contemplaba hasta el punto de hacerle cerrar los ojos. Sonriente, complacido por el estupor general, Raistlin entrechoc sus manos y las llamas se extinguieron.

Una vez ms el silencio se adue de la estancia, si bien ahora era un silencio lleno de temor. En efecto, Fistandantilus se puso de pie, tan encolerizado que los efluvios de su ira creaban en su derredor una gnea aureola. Envuelto en sus dimanaciones, el anciano avanz hacia el sptimo aprendiz.

El humano que despert su furia fue el nico que no se amedrent. Permaneci erguido, tranquilo, estudiando su marcha con un aplomo insolente.

Cmo lo has hecho? rugi el archimago fuera de s.

Antes de que el aludido contestase, espi las delicadas manos que haban obrado el sortilegio y, en un gesto agresivo, estir el brazo para apresar la mueca de Raistlin.

El joven sofoc un aullido de dolor, pues el contacto de su oponente era glido como la tumba. Se conmin a sonrer, pese a saber que su distorsionada boca lo asemejaba ms a una calavera que al hombre impertrrito que pretenda ser.

Polvos de luz! vocifer Fistandantilus, al mismo tiempo que arrastraba a su cautivo hacia las candelas para cerciorarse. Un truco ordinario, como los que utilizan los ilusionistas.

Tal oficio me permita ganarme el pan replic Raistlin, apretando los dientes para resistir el sufrimiento. Me ha parecido apropiado utilizarlo en presencia de este hatajo de aficionados que has reunido, gran maestro.

El anciano presion su garra en torno a la frgil carne de su vctima, quien emiti un susurro agnico sin hacer el menor intento de liberarse. Tampoco adopt una actitud sumisa, acept el reto con el cuello enhiesto, orgulloso. Esta postura hizo que el veterano nigromante lo mirara intrigado, renacido su inters.

As que te consideras ms apto que los otros aspirantes afirm, ms que pregunt, Fistandantilus, con un tono quedo, casi amable, ignorando los murmullos indignados de los aclitos.

Sabes que lo soy! replic Raistlin, despus de imponerse una breve pausa para acumular energas con las que mitigar el dolor.

El archimago lo escrut, sin cesar de atenazarlo, y el joven humano vio el miedo reflejado en sus enteladas pupilas, un pnico que en pocos segundos volvi a encubrirse tras la expresin insaciable que antes lo animara. Rehecho de su pasajera flaqueza, el anciano solt la delgada mueca. Su vctima no atin a reprimir un suspiro de alivio mientras regresaba a su asiento frotndose la zona afectada, donde la huella del maestro se haca ostensible en la palidez mortfera, tumefacta, que haba adquirido la piel.

Salid todos! orden Fistandantilus. Los seis hechiceros se incorporaron y comenzaron a retirarse en medio del revoloteo de sus negras tnicas; pero cuando Raistlin se dispona a imitarlos, el amo del castillo le apunt: Mi mandato no te incluye a ti. Qudate.

Obediente, el aludido tom de nuevo asiento sin dejar de acariciar su mano hasta que el fluir de la sangre le restituy la sensibilidad. Los derrotados desfilaron hacia la puerta, seguidos por su insigne superior. Una vez los hubo despedido, el archimago se dirigi al centro de la estancia para encararse con su aprendiz personal.

Esos muchachos no tardarn en abandonar la fortaleza. En cuanto nos quedemos solos, en la hora de la Vigilia, presntate en la cmara secreta situada en el subterrneo. Realizo all un experimento que requiere tu ayuda.

Raistlin observ, en una suerte de fascinacin, cmo su interlocutor se llevaba la mano al rub y lo tanteaba con suavidad, con amor. Tan ensimismado estaba, que de momento no respondi. Al fin, sonriendo en franca burla de su propio miedo, susurr:

Acudir puntualmente, maestro.

Raistlin yaca sobre una losa de piedra en el laboratorio, una cmara oculta en los profundos stanos del castillo del archimago. Ni siquiera sus gruesos ropajes de terciopelo lo aislaban del fro. El joven tiritaba sin control, aunque no lograba discernir si era el ambiente, el terror o la excitacin lo que provocaba aquellos temblores.

No vea a Fistandantilus, pero oa con perfecta nitidez el crujir de su tnica, el tamborileo del bastn en el suelo, el susurro de las pginas de su libro de encantamientos. Tumbado en la lisa roca, fingindose desvalido frente al influjo del maestro, el ayudante puso sus msculos en tensin. Se acercaba el momento decisivo.

Como si hubiera captado su estado expectante, el anciano apareci en su campo visual para inclinarse sobre l con vida mirada. El rub se balanceaba, sujeto a la cadena de su cuello.

S declar el viejo, posees unos dones nada comunes. Eres ms diestro y sabio que cualquiera de los aprendices con los que me he tropezado en mi dilatada existencia.

Qu vas a hacer conmigo? inquiri Raistlin, con un timbre de desesperacin que no era del todo forzado. Tena que conocer con exactitud el funcionamiento del colgante, y en una hora tan crucial lo acosaban las dudas.

Los detalles carecen de importancia lo ataj su interlocutor, a la vez que posaba la mano en su pecho.

Mi objetivo al venir a tu fortaleza era aprender explic el postrado, rechinando los dientes en un esfuerzo supremo para no retorcerse bajo el abominable contacto. Deseo enriquecer mi acervo hasta exhalar el ltimo suspiro.

Muy encomiable aprob Fistandantilus. Se abstrajo en sus cavilaciones, prendidos los ojos de la penumbra circundante, y el falso aclito se dijo que probablemente revisaba el hechizo en su memoria. Me proporcionar un inmenso placer habitar un cuerpo y un alma sedientos de erudicin, absorber la savia de una criatura que atesora cualidades innatas para nuestro arte. No puedo rehusar tu demanda, aprendiz. Te impartir una postrera leccin.

Ignoras, joven humano, lo que supone envejecer. Recuerdo bien mi primera vida, la terrible frustracin que me atenaz al comprender que yo, el hechicero ms dotado de cuantos pisaron la faz de Krynn, estaba condenado a languidecer en la trampa de una carcasa debilitada, consumida por la edad. Mi cerebro se conservaba sano, perspicaz, era incluso ms clarividente que en mis aos mozos. Me horrorizaba la idea de que tanto poder, tan vasta sapiencia, se redujeran a polvo, fueran pasto de los gusanos!

Vesta entonces la Tnica Roja. Te sobresaltas? Asumir este color fue un acto consciente, deliberado, una decisin que tom tras meditar los pros y los contras. La neutralidad es la mejor va de aprendizaje, ya que permite relacionarse con ambos extremos del espectro sin pertenecer a ninguno. Fui en busca de Gilean, el Fiel de la Balanza, y solicit su autorizacin para perpetuar mi estancia en este plano y profundizar mis estudios. Lamentablemente, no pudo atender mi ruego. Los hombres eran obra suya; y responda a mi impaciente naturaleza humana aquella ansia de abarcar conocimientos y trascender la brevedad de la existencia. Me confirm que mi actitud era normal y me aconsej rendirme al destino.

Fistandantilus se encogi de hombros y examin a su oyente, antes de proseguir.

Detecto en tus ojos comprensin, aprendiz. En cierto modo, siento tener que destruirte, estoy convencido de que juntos habramos desarrollado una singular complicidad. Mas debo continuar mi relato. Maldiciendo a la luna encarnada, me adentr en las tinieblas y ped que me fuera concedido vislumbrar el satlite negro. La Reina de la Oscuridad escuch mi plegaria y permiti que vistiera la tnica de sus vasallos. Me aprest a mudar mi atavo a fin de consagrarme a su servicio y, a cambio, fui llevado a su rbita. He visto el futuro, he vivido el pasado. Fue la soberana quien me obsequi el colgante, de tal manera que pueda elegir un cuerpo donde albergarme durante mi paso por este tiempo. Cuando resuelva cruzar las fronteras y penetrar en el futuro, hallar a un mortal preparado en el que reencarnarme y renovar mi alma.

Raistlin no pudo reprimir el escalofro que eriz su piel al or estas ltimas palabras. El mortal al que aluda el archimago era l mismo; se supona que su nica misin consista en aguardar su llegada, presto para recibirle.

Fistandantilus no se percat de la animadversin que su parlamento haba provocado en el, en apariencia, sumiso discpulo. Alzando su colgante, se concentr en el hechizo que deba invocar.

Tambin el joven nigromante espi el rub, que refulga bajo la luz proyectada por un globo en el centro del laboratorio, y se aceler su pulso. En un supremo esfuerzo por dominarse, trmula la voz a causa de una excitacin que sin duda su oponente confundi con un acceso de pnico, susurr:

Dime cmo funciona tu artilugio y qu va a sucederme.

El maestro sonri, complacido ante la inagotable curiosidad de su vctima, mientras haca girar la gema en torno a su figura yaciente.

Colocar el talismn sobre tu pecho le revel, encima de tu corazn, y sentirs que tu fuerza vital escapa, despacio, por tus poros. Tengo entendido que el dolor es insoportable, pero no durar mucho, aprendiz, si no luchas contra l. Abandnate y no tardars en desmayarte. La experiencia de quienes te han precedido en el experimento demuestra que rebelarse no sirve sino para prolongar la agona.

No has de pronunciar ningn versculo? indag Raistlin

Por supuesto que s respondi Fistandantilus framente, volcado su cuerpo sobre el del aclito y con los ojos fijos en los suyos. Me dispongo a recitarlos, sern los ltimos sonidos que vibrarn en tus tmpanos.

Pos el colgante en el lugar que antes indicara. El fingido ayudante sinti que el vello se le erizaba al entrar en contacto con la alhaja; apenas logr controlar el impulso de incorporarse y emprender la huida. En un alarde de voluntad, apretadas las manos y hundiendo las uas en la carne a fin de superar el miedo mediante el sufrimiento fsico, se inmoviliz. Debo averiguar la frmula mgica, se dijo.

Tendido en la losa, cerr los ojos. No resista la visin de aquel rostro distorsionado, perverso, que en su proximidad destilaba efluvios hediondos, cual si de un muerto viviente se tratase.

Bien hecho le felicit una voz sibilina, reljate.

Fistandantilus acometi su cntico. Deseoso de aislarse de influencias perturbadoras, tambin l entorn los prpados a la vez que ejerca presin sobre el pecho de Raistlin, agitado todo su ser en un movimiento pendular. As, sumido en su trance, no advirti que la vctima repeta cada frase, cada slaba, con una exactitud perfecta a pesar de su estado febril. Cuando detect que algo iba mal ya haba concluido el encantamiento y esperaba, erguido, la primera inyeccin de vida en sus aejos huesos.

El deseado calor no afluy a sus venas. Alarmado, el anciano abri los ojos y contempl atnito al mago de Tnica Negra, que permaneca acostado en la glida roca. Exhal entonces un grito extrao, inarticulado, antes de retroceder, presa de un pavor que no acert a ocultar.

Al fin me reconoces declar Raistlin, sentndose y apoyando una mano en la lpida mientras, con la otra, rebuscaba en los bolsillos secretos de su atuendo. Me temo que ningn cuerpo indefenso te aguarda en el futuro.

Fistandantilus no reaccion, tal era su estupor. Clav su mirada en las manipulaciones del engaoso pupilo, como si quisiera traspasar el pao de sus vestiduras y penetrar los recovecos en los que hurgaba.

Transcurridos unos segundos, recobr la compostura para preguntar, despreocupado, aunque sin apartar la vista del bolsillo:

Es Par-Salian quien te ha enviado?

Raistlin mene la cabeza en ademn negativo, al mismo tiempo que se deslizaba de su supuesta tumba. Embutido an un brazo en los pliegues de la tnica, levant la otra mano para descubrir su embozo y, as, permitir que el maestro escrutase su faz ahora que haba desaparecido la mscara tras la que se ocultara durante meses.

He venido por mi propia iniciativa asever. Soy el seor de la Torre.

Eso es imposible replic, incrdulo, el archimago.

Su oponente esboz una sonrisa que no se corresponda con la severidad de sus rasgos, de aquellos iris que atrapaban en su espejo el contorno del fallido ejecutor.

Comprendo tu asombro, nunca imaginaste que esto pudiera suceder imprec, desafiante, a su rival. Cometiste el error de infravalorarme. Absorbiste una parte de mi savia en la Prueba, a cambio de protegerme del elfo espectral. Me obligaste a vivir en el perenne suplicio que me infliga mi maltrecho cuerpo, imponindome una absoluta dependencia de mi hermano. Me enseaste el manejo del Orbe de los Dragones y obraste mi recuperacin en la Gran Biblioteca de Palanthas. Luego, cuando estall la Guerra de la Lanza, me facilitaste el acceso a los textos esotricos de la Reina de la Oscuridad para, ms tarde, ayudarme a devolverla al abismo, donde no representaba una amenaza frente al mundo... ni frente a ti. Abrigabas el diablico propsito de hacer acopio de fuerzas en este tiempo y, ya restablecido de tus achaques seniles, viajar al futuro en busca de mi torturada carcasa. Pretendas usurpar mi identidad!

Arrug Fistandantilus los ojos en actitud iracunda y el joven hechicero se puso en tensin, cerrada la mano en torno al objeto que guardaba en su bolsillo. Sin embargo, y contra todo pronstico, el anciano se limit a confirmar:

Todo cuanto has dicho es verdad. Qu vas a hacer al respecto? Quizs asesinarme?

No contest Raistlin, mi intencin es otra. Deseo invertir los papeles; ser yo quien te suplante.

Majadero! lo insult Fistandantilus entre chillonas risotadas. El nico medio de arrebatarme mis esencias es utilizar esto contra m le record, blandiendo el colgante del rub. Como sabes, lo protegen de cualquier manifestacin arcana unos sortilegios que tu estrecha mente no atinara ni aun a concebir, pequeo bravucn.

Su voz se redujo a un susurro, asfixiada por el pavor al percibir que su adversario, imperturbable, extraa la mano del misterioso bolsillo. En su palma exhiba la codiciada joya.

Cierto, la magia nada puede para disolver su escudo admiti con una mueca letal. Pero no se te ocurri pensar que existen otros mtodos contra los que tus encantamientos quedan inermes, los trucos de un ilusionista callejero.

El semblante del viejo maestro se torn plido como el de un cadver. Espi, aterrorizado, la cadena que penda de su cuello para constatar, ahora que se haba descubierto la falacia, lo que ya adivinaba: la alhaja se haba evaporado.

Un retumbo ensordecedor rasg el silencio; el suelo del laboratorio se comb en una ptrea oleada que arroj al joven mago por los aires. Cay de rodillas mientras la roca se parta en dos, abriendo una fisura en los cimientos mismos de la mole. En medio del estruendo, del caos, se elev la voz de Fistandantilus en un cntico destinado a atraer a las fuerzas hostiles de los planos astrales.

Reconociendo al instante el portento que se propona realizar, Raistlin se apresur a envolverse en una aureola que haba de salvaguardar su cuerpo del ataque. Su hechizo no era muy poderoso, tan slo le proporcionara el tiempo indispensable para preparar la defensa. Acuclillado en el suelo, vio surgir de la grieta una figura cuyo rostro malsano, horripilante, pareca el fruto de una pesadilla.

Aprsale! orden Fistandantilus a la criatura abismal.

Seal con el dedo al nigromante y el espectro surc la estancia tras su vctima. Se detuvo frente a la agazapada forma, rodeado de volutas de humo, que se alargaron hasta trazar un crculo a su alrededor.

El pnico hizo presa en el mago al observar cmo tenda su cerco aquel ente de ultratumba. Bajo sus insondables virtudes arcanas, el escudo protector se derrumb a los pies del agresor; en cuestin de minutos, le arrancara el alma y celebrara un festn con sus despojos.

Las largas horas de estudio, la energa bien dosificada y la rigurosa disciplina que siempre presidi sus prcticas acudieron en auxilio del atacado. Logr dominarse, un hecho que le permiti rememorar las frases necesarias para salvarse. Complet raudo el encantamiento, que, adems de repeler al fantasma, ba su ser en un blsamo que lo liber de sus temores.

La aparicin vacil, sin decidirse a obedecer las irritadas imprecaciones del anciano.

Uno le mandaba seguir, el otro lo instaba a detenerse. Aunque deba sumisin a aquel que lo haba invocado, el halo del ms joven refrenaba su impulso. Mir de hito en hito a ambos mortales, retorcido su etreo cuerpo, desvirtundose su centelleante contorno en las rfagas de viento que l mismo provocaba. Los dos le presionaban con idntico poder, sin dejar de acechar el pestaeo, el movimiento espasmdico de un dedo del contrincante que haba de otorgarles la victoria.

Ninguno flaque, ninguno dio muestras de cejar en su empeo. Raistlin posea una mayor resistencia, pero la magia de Fistandantilus proceda de antiguas fuentes. Poda llamar en su ayuda a un millar de fuerzas invisibles.

Al fin, fue la aparicin la que no resisti. Atrapada entre dos corrientes iguales en intensidad pero contrapuestas en sus designios, ambas empujndole en distintas direcciones, perdi su integridad y estall.

La potente explosin lanz a los dos adversarios contra sendos muros, estrellndose cada uno en el que tena ms cerca. Un olor ftido invadi la estancia y llovieron sobre ella fragmentos de cristal. Las paredes quedaron socarradas, ennegrecidas, a la vez que prendan pequeas hogueras en los rincones, formadas por llamas multicolores que proyectaban sus chispas sobre el punto donde se haba esfumado el espectro.

Raistlin se incorpor y se sec la sangre que le manaba de una herida en la frente, aunque no se entretuvo en tocrsela, porque saba, al igual que el anciano maestro, que el menor descuido significaba la muerte. Dueo de sus acciones, se encar con su enemigo, que se haba recuperado con similar rapidez.

Bien, las cartas estn sobre la mesa declar Fistandantilus. Podras haber llevado una placentera existencia, yo me habra encargado de ahorrarte las vicisitudes, las miserias de la vejez. Por qu te precipitas hacia tu propia destruccin?

Conoces mis motivos repuso el aludido, entre jadeos, agotadas casi sus energas.

El archimago asinti despacio, prendida la mirada en su oponente.

Como antes he dicho murmur, siento que esto tenga que ocurrir. Juntos habramos llegado lejos y ahora, sin embargo...

La vida de uno entraa la muerte del otro concluy Raistlin.

Extendi la mano para, cuidadosamente, depositar el rub sobre la losa. En aquel instante, oy un cntico entonado en tonos quedos, y levant la voz en unos versculos que se entremezclaron con las frases de su rival.

La batalla se prolong durante largo rato. Los guardianes de la Torre, que irrumpieron en la escena al penetrar los recuerdos de la figura de negra tnica postrada en el estudio, al alcance de sus garras, se sumieron en una total confusin. En un principio, vieron el conflicto a travs de Raistlin, pero se acercaron tanto a los dos hechiceros que ahora contemplaban la liza con los ojos de ambos.

Brotaron relmpagos de las yemas de los dedos, los cuerpos de los contendientes se convulsionaron con violencia, los alaridos de dolor, de furia, resonaron junto al estrpito de rocas y listones de madera.

Se alzaron murallas de fuego para derretir tapias de hielo, se sucedieron vientos huracanados hasta formar torbellinos, las repetidas tormentas de llamas asolaron los pasillos mientras, en la estancia donde se libraba la lid, las criaturas del Abismo acudan a la llamada de sus amos, y los espritus, revueltos, removan los cimientos del castillo. La imponente fortaleza de Fistandantilus comenz a resquebrajarse y se desprendieron los bloques de las almenas al unsono con los que le prestaban soporte.

De pronto, uno de los nigromantes emiti un bramido ensordecedor y, con un esputo sanguinolento, se desmoron. Quin era el cado? Los guardianes se esforzaron en distinguirlos, mas fue intil.

El otro mago, exhausto, descans unos momentos antes de arrastrarse hacia la losa. Su temblorosa mano alcanz la glida superficie, la tante y encontr el colgante. En un postrer alarde de vitalidad, asi la alhaja y rept hasta su moribundo enemigo.

El hechicero que sostena el objeto arcano vacil. Estaba tan prximo a su vctima que pudo leer el mudo mensaje de sus ojos entreabiertos y su alma se encogi al ver lo que stos le relataban. Vencido su titubeo, apret los labios mientras, meneando su encapuchada cabeza y sonriendo en actitud de triunfo, aplastaba el colgante contra el pecho del postrado.

El cuerpo que yaca en el suelo se contorsion en espasmos de agona, un grito desgarrado asom a sus ensangrentados labios. Repentinamente, cesaron los lamentos. La piel del derrotado se arrug y cuarte cual un pergamino reseco; su mirada se clav en la negrura hasta que todo l se paraliz.

Con un quebrado suspiro, el otro nigromante se desplom sobre el cadver de su adversario, dbil, herido, acechado tambin por la muerte. Pero sostena en su mano el rub; gracias a su influjo, se introduca en sus venas una sangre revitalizadora que le infunda nuevas energas y que, en poco tiempo, le restituira la salud. Su mente era un hervidero de conocimientos, de recuerdos donde se entretejan los vestigios de siglos de poder, hechizos, visiones de prodigios y horrores nacidos mltiples generaciones atrs. Habra podido asimilar tan intrincada maraa de no perfilarse, adems, en su revuelta memoria la imagen de un hermano gemelo, de un cuerpo enfermizo, de una existencia desdichada.

Al fundirse dos seres en su interior, al contraponerse centenares de vivencias en abierto conflicto, el mago sufri un terrible impacto. Arrebujndose junto a los despojos de su rival, el vencedor de la encarnizada contienda contempl el colgante.

Quin soy? murmur, asustado.

4

Dnde est el Portal?

Los guardianes abandonaron el cerebro de Raistlin para, ya a distancia, observarle desde sus vacas cuencas oculares. Incapaz de moverse, el mago les devolvi la mirada. Sus ojos no reflejaban sino una densa penumbra.

Os lo advierto les dijo sin voz, y su mensaje fue comprendido: si volvis a tocarme os convertir en polvo, tal como hice con l.

S, maestro contestaron los espectros, a la vez que sus traslcidos rostros se desdibujaban en las sombras.

Me hablabas a m? pregunt Crysania, amodorrada.

Al comprobar que se haba dormido con la cabeza apoyada en su hombro, la sacerdotisa se ruboriz y se incorpor sin demora.

Necesitas algo que yo pueda proporcionarte? ofreci.

Agua caliente para mi pocin fue la concisa respuesta del hechicero.

Confundida, turbada, la dama se apart el cabello de la faz a fin de examinar la sala. Por las ventanas se filtraba una luz griscea que, aunque tenue y brumosa como un fantasma, no resultaba confortadora. El Bastn de Mago despeda an destellos, manteniendo alejadas a las criaturas de la noche; pero no propagaba calor alguno. Crysania se acarici el dolorido cuello. Estaba rgido y entumecido, por lo que dedujo que su sueo se haba prolongado varias horas. Reinaba en la sala un intenso fro, e instintivamente dirigi la vista hacia la apagada chimenea.

Hay madera abundante en la sala titube al ver los astillados muebles, pero carezco de yesca y pedernal para hacerla prender. No puedo...

Despierta a mi hermano! la interrumpi Raistlin.

Asfixiado por sus propias palabras, el mago empez a jadear. Aunque, pasado el primer acceso, intent proseguir, no logr articular ningn sonido y hubo de conformarse con esbozar un gesto. En sus pupilas arda una inextinguible clera. Era tal la rabia que desfiguraba sus facciones, que la sacerdotisa lo espi, alarmada, presa de unos escalofros que no provocaba, precisamente, la glida atmsfera.

Raistlin entorn los prpados y pos una mano en su pecho, al lmite de sus fuerzas.

Te lo ruego, haz lo que te he indicado susurr. Esto es un suplicio.

Enseguida repuso la dama en tono quedo, avergonzada.

Cmo poda vivir con un dolor tan espantoso, un da tras otro? Inclinndose hacia adelante, desprendi la cortina de sus hombros para arropar al nigromante. ste asinti en mudo agradecimiento, mas no consigui hablar; as que Crysania, sin dejar de tiritar, atraves el estudio en direccin a Caramon.

Al apoyar la mano en su hombro, vacil. Y si contina ciego? pens. O, peor todava, y si se ha deshecho el encantamiento de Paladine y, ms seguro de sus posibilidades, decide matar a su gemelo?

Sus titubeos slo duraron unos momentos. En actitud resuelta, cerr los dedos y zarande al yaciente mientras se repeta que, de acometer el guerrero contra el mago, ella misma lo detendra. Lo hice una vez, nada me cuesta sumirlo en un nuevo sortilegio.

Caramon lo llam, despierta. Por favor, te necesitamos.

Cmo? inquiri el hombretn.

Se sent como impulsado por un resorte y, sin previa reflexin, busc la empuadura de su espada, una espada que haba quedado en la remota Istar. Centr acto seguido la mirada en Crysania, tan expresivo que ella comprendi, entre asustada y feliz, que poda distinguirla. Sin embargo, su mente no era tan aguda como su recobrado sentido. Pareca estupefacto, no daba muestras de reconocerla.

Estudi receloso su entorno. La sacerdotisa percibi que se avivaba en su cerebro el recuerdo de los ltimos sucesos. En efecto, se ensombrecieron sus pupilas, invadidas por una oleada de pesar, y tambin se hizo patente la recuperacin de la memoria en el palpito de su garganta, en las vibraciones de los msculos de la mandbula y en su manera de mirarla. Se dispona la sacerdotisa a exteriorizar sus disculpas, o acaso su rechazo, cuando el rostro del hombretn se dulcific, sus rasgos se relajaron.

Hija Venerable dijo, sentndose y despojndose de la cortina, ests helada. Toma, abrgate.

Antes de que acertara a protestar, Caramon la cubri con la ajada urdimbre. Mientras la envolva, la dama se percat de que desviaba la vista hacia su gemelo; mas tan slo le dedic una fugaz ojeada. Prescindi de su preocupante postracin, como si no existiera, para concentrarse en otear el panorama.

Caramon, nos ha salvado la vida explic la sacerdotisa, sin respetar su esquiva postura. Formul un hechizo y los hijos de las tinieblas dejaron de acosarnos agreg, atenazando su brazo.

Porque es uno de los suyos la ataj el hombretn, slo que ms poderoso.

Baj la cabeza, a la vez que se esforzaba en retirar el brazo que la mujer apresaba. Fue en vano, aunque se hubiera desembarazado de su garra no habra podido sustraerse a su penetrante mirada.

Es la ocasin de matarlo lo aleccion Crysania, nunca estar tan indefenso como ahora. Sin duda pereceramos todos, pero ya ests preparado para esa contingencia. Tu ansia de aniquilarlo es superior a tu deseo de vivir, me equivoco?

Sabes mejor que yo que no lo consentiras se rebel el guerrero. Destilaba una frialdad que, de nuevo, pona de relieve su parecido con su gemelo, o as se le antoj a su oponente. Seamos sinceros, seora; al ms mnimo ademn por mi parte nublaras otra vez mi visin.

Sereno, restablecida su confianza tras tan elocuente discurso, arranc la nvea mano que sujetaba su brazo y concluy:

Conviene que uno de nosotros conserve la clarividencia.

Crysania se sonroj, ms an al recapacitar que las frases del humano, su sarcasmo, no eran sino un eco del aviso que pronunciara Loralon. El guerrero, ignorante de sus cavilaciones, se puso de pie.

Encender una fogata propuso, si me lo permiten los fantasmales amigos de mi hermano.

No creo que se interfieran corrobor la sacerdotisa, a la vez que, tambin ella, se incorporaba. No me impidieron rasgar las cortinas.

No pudo contener un estremecimiento, que su voz delat, al evocar el pnico que la invadiera en la proximidad de aquellas mortferas criaturas. Caramon presinti su zozobra y la escrut, lo que hizo tomar conciencia a la dama de su aspecto. Arropada en una descolorida pieza de terciopelo, harapiento y ensangrentado su hbito albo, ennegrecida toda ella a causa del polvo y la ceniza del suelo, no presentaba una aparienci