rodríguez monegal, emir - las raíces de horacio quiroga

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  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    1/81

    EMIR RODRIGUEZ MONEG L

    L S

    R ICES

    DE

    HOR CIO QUIROG

    ENS YOS

    EDICIONES

    SIR

    MONTEVIDEO

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    2/81

    COPYRIGHT BY EMIR RODRGUEZ

    MONEGAL

    MONTEVIDEO-URUGUAY

    PROLO O

    En las primeras horas de t maana del 19 de febrero

    de 1937 -hace casi veinticinco aos- mora en el Hospital

    de Clnicas de Buenos Aires Horacio Quiroga. Mora por

    su propia mano porque estaba seguro de padecer una

    en

    fermedad incurable porque senta haber cumplido

    su tr

    gico destino en la tierra. A su

    muerte

    no faltaron os ho

    menajes oficales

    ni

    los discursos conmemorativos;

    no

    fait

    la apoteosis organizada en nuestro pas y en su tierra

    na

    tal Salto por manos

    muy

    amigas. Pero la verdad es que

    esos homenajes y esa apoteosis y esa sincera amistad no

    desmentida hasta hoy eran impotentes para disimular un

    hecho: Quiroga se mora

    completament>

    solo. Porque

    el

    afecto de algunos familiares y amigos y

    l

    representacin

    oficial promovida por estos mismos no eran suficientes para

    compensar el silencio con que las nuevas generaciones de

    entonces rodearon

    su

    nom6T f. -

    Martinez

    Estra

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

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    su valor como ndice de una actitud s merece ser subraya-

    do.

    Son

    el mejor epitafio de la literatura triunfante

    enton-

    ces: epitafio para Quiroga

    en

    937; epitafio para ella

    misma

    ahora. Porque los casi veinticinco aos transcurridos desde

    aquella fecha, han cambiado totalmente la estimativa.

    ho-

    ra es la avant-garde de

    Sur

    la que parece arriere-garde

    (clasicismo, academismo); y ahora es Horacio Quiroga, el

    muerto de 1937, el que parece ms vivo que nunca; ahora

    es l quien despierta, en ambas mrg'enes del Plata el

    inters y la apetencia

    de

    los nuevos escritores; es l

    q ~ i n

    se reedita infa.tigablemente, se relee, se discute con pasin

    y

    se imita.

    Hay, sin duda,

    una nueva

    injusticia en este enfoque de

    hoy. Porque si Quiroga no mereca en 937 la reticencia de

    Sur, tampoco ahora Sur merece l reticencia (o absoluta

    falta de ella) de quienes ensalzan hoy a Quiroga. 'f ero

    son stas las inevitables discordias de la familia literaria.

    Lo que s parece

    3usto

    y de justicia que cada dm resulta

    ms transparente, es el profundo inters que suscita la obra

    y la personalidad de Quiroga. Por eso,

    sin

    entrar en la po-

    lmica que hoy agita sobre

    todo

    la margen argentina del

    Plata

    quisiramos examinar en estos ensayos la importan-

    cia esencial de su creacin. l fin y al cabo se es el nico

    homenaje que

    cuenta.

    VIDA Y CREACION

    La experiencia modernista

    Quiroga haba nacido en

    Salto,

    en 1878 diciembre 31),

    en las

    postrimeras

    de esa

    generacin

    del

    900

    que

    impuso

    el

    Modernismo en nuestro

    pas. Desde los

    primeros

    esbozos

    que recoge

    un

    cuaderno de composiciones juveniles, co

    piados con

    rara

    caligrafia rebuscados trazos las tildes

    de

    las t, los

    acentos,

    parecen lgrimas

    de tinta) hasta

    las

    composiciones

    con que se presenta al pblico

    de su

    nativa

    Salto, en una Revista

    estridentemente

    juvenil, su iniciacin

    literaria muestra claramente el

    efecto

    que

    en

    un

    adolescen

    te romntico ejerce la literatura

    importada de

    Pars por

    Rubn

    Dara, Leopoldo Lugones sus epgonos. Para

    Qui

    roga, el poeta argentino es el primer maestro. Su Oda a la

    desnudez,

    de

    ardiente rebuscado

    erotismo,

    le revela

    todo

    un

    mundo

    potico.

    Luego vidas

    lecturas

    Edgar

    Allan

    Poe sobre todo) lo ponen en la pista de un decadentsmo

    que haca juego con

    su tendencia ligeramente

    esquizofrni

    ca, con su hipersensibilidad

    natural, con

    su hasto

    de

    mu

    chacho

    rico

    hundido

    en una

    pequea ciudad del

    litoral, im

    permeable

    crea)

    al

    arte.

    La

    prueba

    de

    fuego para toda esa literatura mal inte

    grada en la vida es el

    viaje a

    Pars en

    1900:

    viaje del que

    queda un

    Diario

    que publiqu por

    vez

    primera en

    1949.

    All se

    ve a

    Quiroga

    el

    Quiroga de antes de Misiones),

    all se ve

    a

    Horacio soando

    con

    la conquista de la gran

    ciudad,

    de

    la

    capital del mundo,

    recibiendo

    en

    cambio

    re

    vs

    tras revs que

    si

    no

    matan

    de

    inmediato

    la ilusin

    la

    someten a dura prueba. Pero si en Pars, Quiroga pudo

    aorar

    y llorar) la

    tierra natal,

    de vuelta

    en Montevi

    deo, olvidado del hambre las humillaciones pasadas, en

    medio de

    los amigos

    que

    escuchan boquiabiertos las lac-

    9

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    nicas

    historias

    que condesciende

    a

    esbozar el viajero,

    re

    nace

    el decadentismo.

    Funda

    con amigos

    el

    Consistorio

    del Gay

    SabE:r,

    ce

    nculo bohemio

    y escandaloso;

    en 1900 gana

    un

    segun

    do

    premio en

    el

    Concurso de

    Cuentos organizado por

    La

    Alborada Rod y

    Viana eran jurados)

    ;

    luego recoge

    sus versos

    s

    oemas en

    rosa,

    sus delicuescentes relatos

    n U1r

    volumen

    Los arreci es d ral cuyo contenido y

    cuya

    porta a

    una

    mujer ojerosa y semivestida, anmica,

    a l luz de una vela) caen como piedra en el charco

    de

    la inquietud burguesa del

    Montevideo

    de

    1901.

    El decaden

    te

    triunfa.

    Pars

    vuelve

    a

    ser el

    sueo.

    Entonces,

    acciden

    talmente, Quiroga mata a Federico Ferrando, su mejor

    amigo. El sueo es sustituido

    por la

    srdida

    realidad

    de una

    crcel,

    de

    un juicio,

    de la vuelta

    a

    un mundo sin Ferrando.

    Quiroga no aguanta y va a refugiarse a brazos de una

    her

    mana

    mayor que

    vive,

    casada, en Buenos

    Aires.

    Abandona

    el Uruguay para siempre.

    Pero no cierra su etapa modernista. Esta herida cica

    triza superficialmente, como otras. Cuando escribe, y

    aun

    que ya ha visitado el Chaco y ha tenido sus primeras expe

    riencias

    de

    colono

    tropical, cuando toma

    la

    pluma

    o

    el l

    piz, Quiroga sigue explorando

    sus

    nervios doloridos y a

    flor

    de

    piel,

    sigue

    repitiendo las alucinaciones

    de

    Poe

    El

    cri

    men

    del otro

    es una

    rplica del

    norteamericano),

    Quiroga

    sigue estudiando y reproduciendo ls efectos, ingeniosos en

    el original pero

    al

    cabo mecnicos,

    del maestro Maupassant,

    Quiroga

    vive una

    experiencia

    por un

    lado,

    aunque por otro

    por el

    de

    la creacin)

    contina atado

    al decadentismo.

    Su

    segundo

    volumen, El crimen

    del otro es

    modernista todava.

    Es cierto que el

    joven consigue

    disimular mejor

    la

    his

    teria, que

    ya

    domina el horror

    y

    no necesita

    como

    en los

    crudsimos

    relatos de la Revista de

    Salto

    nombrar

    lo re

    pugnante

    para hacrselo

    sentir

    al lector. Pero todava su

    cantera es la literatura

    leda,

    la huella dejada por otros es

    critores

    en

    l, y no el trabajo fascinante de la realidad. A

    E,Pd.

    le

    gust

    el

    nuevo libro,

    y se lo

    dice

    a

    Quiroga

    en

    una carta

    cuyo borrador es de abril

    9, 1904 en la

    que

    hay

    una delicada censura para el

    .

    primer libro.

    Rod

    que

    era

    estticamente modernista

    aunque tuviera tantos

    reparos

    ti

    cos para la actitud

    decadente

    que

    ostentaba

    esta tendencia,

    acierta: porque el modernismo de

    Los

    arrecifes de coral

    era pura estridencia y

    desorden, la chambonada

    del

    que

    se

    estrena, y

    el

    modernismo de El crimen del otro

    ya

    indica

    una primera maduracin.

    Lo que no

    pudo ver entonces Ro-

    1

    d

    tampoco

    lo

    vea

    su

    autor)

    es

    que el libro sealaba

    la

    culminacin y

    clausura de

    una etapa.

    Ya

    Quiroga em

    pezaba

    a

    descubrir, literariamente, el mundo real en que

    estaba inmerso, no menos fantstico o

    fatal que

    el otro.

    A medida que

    descubra

    la realidad y se

    sumerga

    go

    zosa y

    paulatinamente

    en ella,

    dejaba caer algunas obras

    con las que l ~ u i d a

    su

    deuda con el M o d ~ r n i s m o ese

    lar

    go cuento,

    de

    origen autofografico como ha confirmado

    Leopoldo Lugones, que se titula

    Los perseguidos y

    la no

    vela Historia de un

    amor turbio

    JJ908 , ms autobiogrfica

    an

    y a ~ q u e

    ei

    protagonista ynn

    r

    testigo) es

    el

    propio

    Quiroga apenas disfrazado. Y

    hasta

    en un

    libro

    como Cuen-

    tos de amor de .locura y

    de

    muerte, en que

    dominan

    los

    1elatos

    misioneros, es

    posible encontrar

    algunos en

    que se

    perfecciona, hasta sus ms sutiles efectos, la tcnica del

    cuento poeiano.

    Tal

    vez el mejor

    sea

    El almohadn de

    plu-

    ma publicado

    por

    vez primera en julio 13, 1907 , en que

    la

    extraa

    muerte

    por consuncin de una

    joven

    desposada

    tie

    ne como origen

    un

    monstruoso insecto

    escondido entre las

    plumas. El

    marco

    de la

    historia

    una casa lujosa

    y hostil,

    un

    ambiente

    de otoo) as como

    la fra

    e inhumana obje

    tividad

    del narrador indican bien a las claras el parnasia

    nismo

    exasperado

    ue

    es

    el me

    or

    sello del m o q ~ r n 1 s t a Pero

    ya mismo

    1bro

    revela otro

    Quiroga.

    Descubrimiento

    del mundo y de s mismo

    La invencin

    de

    Misiones es gradual. Hay una primera

    visita como

    fotgrafo de la expedicin

    a las

    ruinas jesu

    ticas

    y

    que sirve para deslumbrar al joven.

    Misiones la

    ~ . la vida

    dura, la

    amenaza de muerte como companero

    constante) es el reverso

    de

    Pars y

    por

    eso mismo

    tan

    ~ t r a c t i v a

    para

    este

    homrfre;nperpetuo

    estado de tensin.

    Quiroga decide volver y

    vuelve

    en una primera

    intentona

    que

    lo

    lleva al

    Chaco, como

    industrial

    ms o

    menos fraca

    sado.

    Este ensayo no

    es

    ms que el error necesario

    para

    ajustar mejor

    la

    punterp.. Compra

    tierras

    en

    San

    Ignacio

    y

    se

    instala como colono ~ e-

    El descubrimiento literario

    de

    Misiones tarda un pocu

    ms y

    se

    produce en

    varias etapas. Uno

    de los primeros y

    mejores cuentos de ambiente

    rural es

    L < f ~ n marzo

    7,

    1908 . Ocurre todava en el Chaco; Qmroga esta dema

    siado cerca del descubrimientQYla

    fascinacin

    para

    poder

    1 1

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    incorporar la realidad

    entera del

    mundo

    en

    que

    vive. El

    Chaco1 est presente no slo en ese magnfico cuento de

    ~ l u ~ i n a c i n Y miste;io (los

    perros ven

    al amo,

    convertido

    er ia Muerte,

    un

    d1a

    antes

    de que aqul caiga fulminado

    por

    la

    insolacin)

    ; tambin est

    presente

    en algunos de sus

    tensos

    relatos

    de entonces: en Los cazadores

    de

    ratas

    (octu

    bre 24 1908) en que

    se

    dramatiza otra

    supersticin cam

    :i:iesina: la

    de que las

    vboras

    vuelven

    para

    vengarse

    al si

    ei: que se ha matado a su pareja; y en El monte negro

    (Jumo 6 1908)

    que

    a pocos aos de distancia

    cuenta

    un

    episodio

    de

    sus

    luchas

    con

    la naturaleza chaquea

    y

    mez

    cla

    sabiamente

    el humor a la pica.

    P ~ r o M i s i o ; ~ e m p i e z a a

    dominar

    ya hacia fi91*cuan

    do Quiroga ha mstalado su

    hogar

    (la mujer, l o ~ s que

    llegan), y el mundo que lo rodea se

    va

    colando de a poco

    en su literatura. Son sus cuentos.

    de

    monte, como l los lla

    ma en carta a Jos Mara

    Delgado

    (junio 8 1917), esos

    cuentos que manda a Buenos Aires y sin saber cmo seran

    recibidos: Cuando he escrito esta tanda de aventuras de

    vida

    intensa,

    viva all y pasaron dos aos

    antes

    de conocer

    la ms mnima

    impresin

    sobre ellos. Dos aos

    sin

    saber

    si una cosa que uno escribe gusta o no, no

    tienen

    nada

    de corto.

    Lo

    que me interesaba saber, sobre todo, es si se

    respiraba

    vida

    en

    eso; y

    no

    poda

    saber

    una

    palabra. ( .

    ..

    )

    De

    modo que an despus

    de

    ocho aos de lidia la

    menor

    ~ m p r e s i n

    que se me comunica sobre eso,

    me h a c ~ un

    efecto

    inesperado: tan acostumbrado estoy a escribir para

    m

    solo.

    Esto tiene sus desventajas, pero tiene,

    en

    cambio, esta ven

    taja colosal:

    que

    uno hace realmente lo que siente, sin in

    fluencia de

    Jan

    o Pedro, a quienes agradar. Se tambien

    que pu muy

    muchos,

    lo q llt;-ltaca

    antes

    (cuentob1 de efec

    to,

    tipo El

    almohadn ) gustaba

    ms que

    las historias a

    puo

    limpio,

    tipo

    Meningitis , o los de monte. Un

    buen

    da

    me

    he convencido de

    que el

    efecto no deja de ser efecto

    (salvo cuando la historia lo pide) y

    que es

    bastante ms

    difcil

    meter un

    final

    que el

    lector ha adivinado ya: tal

    como

    lo observas respecto

    de Meningitis .

    La carta da la perspectiva

    de

    1917, cuando Quiroga

    re

    coge

    en

    un volumen grueso, sus relatos de tres lustros.

    Pero hacia 1912, cuando empieza a escribir sus cuentos de

    monte,

    alla

    en

    San lgnac10, leJOS de toda

    achv1dad

    htera

    _1-ia y

    solo,

    la

    historia

    era

    distinta. Quiroga

    hollaba

    cami

    nos nuevos y

    no

    sabia. De ah que la

    confidencia

    a

    Jos

    Mara

    Delgado

    tenga tanto

    valor.

    Pudo

    seguir la

    ruta

    ya co-

    12 -

    nocida del

    Modernismo;

    pudo continuar escribiendo cuen

    tos basados en otros cuentos (Borges resumi un da

    su

    oposicin generacional a Quiro a a e

    inJUS

    a

    sen 10 os

    cuentos que

    ya

    haban escrito Poe

    o

    K1pltng ). Pe10 la 1ealldad

    se le

    meha

    por los

    OJOS y toca

    ba dentro de l una

    materia

    suya

    desconocida. Misiones

    era descubierta pero al

    mismo tiempo

    Misiones lo

    descubra,

    o revelaba.

    Entonces Quiroga

    escribe y publica A la

    de

    riva (junio 7

    1912), El alambre

    de

    pa (agosto 23 1912),

    Los

    inmigrantes

    (diciembre

    6 1912),

    Yagua

    (diciembre

    26

    1913),

    Los mens

    (abril

    3

    1914), Una bofeta.da

    (enero

    28

    1916),

    La

    gama ciega

    (junio 9

    1916), Un pen (enero

    14 1918), junto con otros

    tal

    vez menos logrados. En todos

    ellos

    se

    ve y

    se siente

    la

    naturaleza de

    Misiones,

    sus hom

    bres

    y

    sus

    problemas.-

    vis

    n es todava externa.

    Aunque el

    narrador ha

    alcanzado una

    habilidad enorme,

    aun ue cuenta

    exac amen

    o ue mere com n

    de

    ma fica

    o.\'.1jetividad, es

    limitada. Porgue el

    narrador

    est notoria

    IJlentP

    ausente de

    ella es uh testigo a veces

    hasta un

    per

    sonaje secundario del relato, pero

    no

    est l entero,

    con

    angus ias e sen l_ o

    ue

    - la f t l i d ~ ~ -

    ~

    econoce y muestra el

    destino

    que se esploma sobre

    los

    otros,

    pero

    cuando

    es

    n

    el imphcado,

    l

    historia

    ad

    quiere un

    leve

    tono humorstico (como

    pasaba en

    El

    monte

    negro

    o

    como pasa

    en esa otra esplndida revelacin auto

    biogrfica que es Nuestro primer cigarro, enero 24 1913,

    con su

    rica

    evocacin

    de la infancia

    saltea) .

    En esta segunda etapa

    de

    su obra creadora, cuando

    ya

    ha descubierto Misiones y ha

    empezado

    a

    incorporar su

    te

    rritorio al mundo literario, Quiroga todava cierra demasia

    do

    las

    lneas de comunicacin

    que

    van

    de

    lo

    hondo

    de su

    alma y experiencia a la superficie de la realidad en que

    vive. Estos

    cuentos estn

    escritos

    (en San

    Ignacio, y ms

    tarde, desde 1915, en Buenos

    Aires)

    por

    un

    hombre que ha

    quedado viudo a los pocos aos de casado, viudo con dos

    hijos pequeos, viudo

    por el

    horrible

    suicidio

    de su mujer

    Quiroga entierra este hecho en lo i:ns secreto de s mismo,

    contina

    viviendo

    y escribiendo, pero

    cerrado en

    lo ms n

    timo, registrando implacable el trabajo de la

    fatalidad

    so

    bre los otros y esa horrible

    culpa inconsciente que

    los hace

    vctimas ante una sabidura ms penetrante

    que

    la de la

    inteligencia.

    Los libros de esa poca -f.tuentos de amor de locura y

    de m u e r t ~ 1 9 1 7 ) ,

    Cuentos de la selva para los nios (1918),

    13

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    6/81

    L

    ~ a l v a j e

    0920), ; i Y J C : Q ? J ~ _ _ ~ 0 9 2 1 ) - recogen la enorme

    cosecha

    en

    un desorden deliberaao. Quiroga mezcla los

    cuentos

    de

    monte con

    los

    restos de

    su

    experiencia moder

    nista y las nuevas invenciones literarias. Cada

    volumen

    es

    heterogneo .Y produce la

    impresin

    (que l buscaba

    a

    la

    zaga de

    Merime)

    de mostrar cuentos de muchos colores.

    Pero en la impresin del

    lector

    se imponen

    los

    relatos mi

    sioneros,

    esos que

    revelan

    a Quiroga a un vasto

    pblico

    y lo

    revelan,

    paulatinamente, a s mismo.

    La

    verdadera

    creacin

    El tercer perodo, el verdaderamente

    creador,

    ocurre

    hacia

    1918 y se

    extiende

    con intermitencias

    cada

    vez ms

    pronunciadas hasta 1930. Quiroga no ha

    vuelt1:> a Misiones

    si

    no

    es

    en

    breve estancia; est radicado

    en

    Buenos Aires y

    participa activamente de la vida literaria. Impone

    su

    figu

    ra

    taciturna,

    su soledad

    en

    compaa; es un

    maestro

    y

    en

    torno suyo se agrupan otros maestros

    y los jvenes.

    Poco

    durar

    este

    esplendor

    porque

    ya hacia

    1925

    se produce

    el

    estallido de una nueva experiencia generacional. Con

    Mar-

    tn

    Fierro

    como rgano publicitario, con Ricardo

    Giral

    des

    como figura

    central, con

    Macedonio Fernndez

    como

    prcer heterodoxo, el grupo que capitanean Evar Mndez

    y

    Jorge Luis Borges llega

    a

    transformar el cuadro. Dentro

    de cierto nivel literario estos jvenes no existen:

    ese

    nivel

    de las revistas

    de gran

    circulacin

    en

    que

    Quiroga es reco

    nocido; pero en

    otro nivel,

    que

    ir creciendo paulatina::..

    mente,

    los

    jvenes preparan el juicio del maana. Ese

    jui

    cio es adverso a

    Quiroga.

    En 1926 se

    publica Los desterrados e ,

    ms eneo

    e

    mroga. ero el mismo ao

    se

    publica

    tai:nfen Don Segundo

    Sombra

    y los jvenes

    de entgpces

    proclaman el libro

    max1mo:

    la prueba de que la litera

    tura

    argentma

    podia

    ser

    gauchesca

    y

    literaria

    a

    la

    vez,

    que

    las metforas del

    ultrasmo (sucursal

    de los

    ismos

    euro

    peos) podan usarse para contar

    una historia

    rural. Las

    asperezas estilsticas de Quiroga, sus tipos crudos

    y

    nada

    poetizados,

    parecieron la negacin

    de un arte

    que se que:..

    ri (a toda costa) puro. Quiroga fue condenado siri ser

    ledo.

    Esto que ocurra en el nivel de la literatura

    de

    lite

    estaba

    desmentido por el xito

    en

    otro plano. Quiroga era

    1 4

    editado

    y

    reeditado; en Madrid

    la

    poderosa.

    Espasa C a ~ p e

    lo

    inelua eh una

    coleccin

    de narradores

    3unto a

    Julien

    Benda Giraudoux Proust

    y

    Thomas Hardy (tambin es

    taba, ~ Y . Arturo Cancela);

    la

    ~ e v i s t a

    de

    bibliografa ~ a b e l

    (rgano de la editorial d e ~ mismo n o m b ~ e q ~ e publicaba

    sus obras) le

    dedica un numero extraordmano en

    que

    se

    recogen

    los juicios ms laudatorios a

    que pueda aspirar

    el

    delicado ego de un poeta.

    Era la

    apoteosis en vida

    y, complementariamente,

    el

    co

    mienzo de la declinacin. Para Quiroga era otra

    cosa.

    Esa

    serie de

    relatos

    que

    culminan

    con

    el volumen magistral de

    Los desterrados encierra su obra ms honda de narrador:

    el

    momento en

    que la fra

    objetividad del

    comienzo,

    apren

    dida

    en Maupassant,

    ens'a'Yaoa a la

    vera de ~ 1 p l m g , da paso

    a una vls10

    m . : s - ~ p r o f u n d a

    y no por

    euo

    menos ob

    jetiva. El artista entra

    dentro

    de la obra. Esto

    no

    significa

    que sustituya

    a

    la obra. Significa que el relato ocupa aho

    ra no slo la retina (esa

    cmara

    fotogrfica de

    que

    habla

    Pl irnico

    Christopher

    Isherwood)

    sino

    las

    capas ms escon

    didas y personales

    de

    la individualidad creadora. Desde all

    crea

    ahora Quiroga.

    Ya no est en

    Misiones, o

    est

    poco

    en

    Misiones.

    Pero

    desde esa

    honda asimilacin de

    Misiones

    que encuentra en

    s

    mismo

    escribe.

    En un

    tono

    en que se

    mezcla

    la

    vivacidad

    de la

    observacin directa con

    la pequea

    distancia

    del

    re

    cuerdo cuenta la historia de Van Houten (diciembre, 1919),

    la

    de L

    hombre muerto (junio 27, 1920), la

    de

    La Cmara

    oscura (diciembre

    3, 1920), en

    que su

    propia angustia

    ante

    la muerte de

    un

    ser querido aparece sutilmente transpues

    ta,

    la

    de

    L

    techo de incienso (febrero 5

    1922) en que el

    sesgo

    humorstico permite liberar mejor su esfuerzo sobre

    humano al tratar

    de cumplir, en medio de la selva, y

    si

    multneamente,

    las

    funciones

    de

    Juez de Paz

    y carpintero,

    la

    de

    Los destHadores de naranja (noviembre

    15, 1923),

    la

    de Los precursores

    (abril 14, 1929),

    qu _.SQ tiene el m ~ j o r

    el mas

    ano tes

    re tin social en Mis10nes.

    E n

    todos

    esos

    rela

    os,

    muchos de

    los

    cuales

    van

    a

    inte

    grar Los desterrados Quiroga desarrolla una forma especial

    de

    la ternura: sa

    que

    no necesita del

    sentimentalismo

    para

    existir, que puede prescindir de la mentira

    y

    de

    las bue

    nas intenciones; la

    ternura

    del que sabe qu

    cosa

    frgil es

    el

    hombre

    pero

    que

    sabe tambin qu heroico es en

    su

    lo

    cura

    y

    qu sufrido en su

    dolor, en

    su genial

    inconsciencia.

    Por eso

    sus

    cuentos contienen algo ms

    que

    la

    crnica de

    un

    ambiente

    y

    sus

    tipos;

    son

    algo

    ms que

    historias tr-

    - 15

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    7/81

    gicas, o cmicas, de un

    mundo

    extrao. Son profundas

    in

    mersiones en la realidad humana hechas por un hombre que

    ha a rendido a liberar

    en

    s ismo lo trgico

    hasta

    lo

    arribe.

    -

    En ningn lado mejor que en

    El desierto

    (enero 4

    1923)

    y

    en

    E ~ (enero

    15

    1928) ha alcanzado Quiroga es?

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    8/81

    entre

    lo

    ms notable que

    ha escrito,

    va liberando sus con

    fidencias: calla

    y

    al mismo tiempo se entrega.

    En

    tanto

    que

    las

    desilusiones

    lo cercan,

    que siente crecer

    la incom

    patibilidad de caracteres que

    lo

    aleja de sus hijos

    y

    des

    cubre el

    fracaso de

    su

    segundo matrimonio; en

    tanto

    que

    la

    enfermedad se cierra sobre su vida

    y

    sus

    ilusiones,

    Qui

    roga va entregando en cartas que

    son testamento

    la ltima

    visin,

    la ms

    madura

    aunque ya fuera del

    arte.

    En una

    carta que escribe

    a Ezequiel

    Martnez Estrada

    en abril

    29, 1936,

    encara

    el

    tema de

    su abandono

    de la

    li

    teratura

    y

    tambin

    de

    la preparacin para

    un

    abandono

    an

    mayor: Hablemos ahora de la muerte. Yo fui o me senta

    creador

    en mi juventud

    y madurez, al

    punto

    de

    temer ex

    clusivamente a la muerte, si prematura. Quera hacer

    mi

    obra. Los afectos de familia no [fiaban] la cuarta parte

    de aquella ansia. Saba y s que para el porvenir de una

    mujer

    o

    una

    criatura, la existencia del

    marido

    o padre no

    es indispensable. No hay quien no salga del paso, si su des

    tino

    es se.

    El nico que no sale del paso

    es el

    creador,

    cuando l muerte lo siega verde. Cuando consider que ha

    ba cumplido mi obra e s decir, que haba dado ya de

    m

    todo o ms

    fuerte-,

    comenc a ver la muerte de otro modo.

    Algunos dolores, ingratitudes, desengaos, acentuaron esa

    visin.

    Y

    hoy

    no temo

    a la

    muerte,

    amigo, porque ella

    sig

    nifica descanso.

    That

    is the question. Esperanza de olvidar

    dolores, aplacar ingratitudes, purificarse de desengaos. o-

    rrar las heces

    de

    la vida ya demasiado vivida, infantilizar

    se de nuevo; ms todava: retornar al no ser primitivo, an

    tes de la gestacin y de toda existencia: todo esto es o

    que nos ofrece la muerte con su descanso sin pesadillas. Y

    si reaparecemos en un fosfato, en un brote, en el

    haz

    de un

    prisma? Tanto mejor, entonces. Pero el asunto capital es la

    certeza, la seguridad incontrastable de que hay un talis-

    mn

    para el mucho vivir o el mucho sufrir o la const,ante

    desesperanza. Y l es el infinitamente dulce descanso del

    sueo a que llamamos

    muerte .

    Por

    eso,

    cuando tuvo

    que abandonar su

    casa de

    San

    Ignacio,

    esa casa sobre la meseta

    a

    la que haba dedicado

    las mejores

    horas

    de

    sus ltimos aos, que

    haba

    rodeado

    de

    palmeras

    y

    haba

    levantado

    con

    sus manos, cuando de

    bi

    dejar

    ese

    habitat

    elegido por una fuerza interior

    ms

    poderosa que

    la que

    le hizo nacer en Salto, cuando

    debi

    bajar a Buenos

    Aires

    para

    ser sometido

    a

    una operacin

    de la que slo

    poda

    quedar remendado,

    sin esperanza

    de

    cura, Quiroga dej el Hospital un da febrero 8 de

    1937),

    8

    hizo la ronda de las

    dos o tres

    casas

    amigas,

    vio

    a

    la hija

    que tanto quera

    y

    que le sobrevivi

    pocos

    aos, entr

    a

    una farmacia

    a

    comprar

    cianuro Y regres en

    la noche

    a

    su

    cuarto

    de

    enfermo.

    A la

    maana

    siguiente ya lo en

    contraron

    muerto.

    1957)

    NOTA

    En un

    trabajo

    titulado Objetividad de Horacio Quiroga

    (Nmero, 6-7-8, Montevideo, enero-julio 1950)

    intent una

    ordenacin

    de

    la obra de Quiroga sobre

    la base

    de su curso

    biogrfico

    y

    de la cronologa de

    su obra en

    volmenes.

    All seale

    la

    existencia de

    cuatro

    perodos,

    de lmites re

    tocables.

    El

    primero, 1897/1904, comprende

    su iniciacin

    li

    teraria, su

    aprendizaje del Modernismo, sus

    estridencias de

    cadentistas,

    su oscilacin

    expresiva entre verso

    y

    prosa; cul

    mina

    y

    concluye con dos

    obras:

    Los arrecifes de coral

    1901,

    con poemas

    y

    algunos

    relatos),

    El crimen del otro

    1904,

    relatos).

    El segundo,

    1904/1917, lo

    muestra

    en

    doble

    estudio minucioso: del mbito

    misionero,

    de

    la

    tcnica

    na

    rrativa, al

    tiempo

    que

    recoge muchos de

    los

    textos

    del

    pe

    rodo anterior y se

    cierra

    con su libro ms rico y hetero

    gneo: Cuentos de amor de locura y de muerte 1917, con

    una segunda

    edicin, idntica,

    en

    1918).

    El

    tercero 1917/

    1926,

    presenta

    un Quiroga

    magistral

    y sereno, dueo de su

    plenitud,

    y

    encuentra

    su

    cifra en el libro

    ms equilibrado

    y autntico: Los desterrados 1926).

    El

    ltimo

    perodo,

    1926/1937,

    registra

    su

    segundo fracaso

    como

    novelista con

    Pasado amor 1929), su progresivo abandono

    del

    arte,

    su

    sabio

    renunciamiento

    en vspera de la muerte. La publica

    cin

    de Ms all en 1935 con relatos desiguales y,

    en su

    casi

    totalidad, del tercer perodo, no modifica para nada el

    cuadro.

    Esta ordenacin

    terminaba

    con

    una advertencia que

    transcribo

    textualmente: Un

    estudio cronolgico de sus

    cuentos que partiera de la primera publicacin en peridi-

    cos, permitira, sin duda, una clasificacin ms fina y

    sen

    sible . Esta tarea no haba sido realizada entonces

    y slo

    en

    1955

    se

    ha

    dado

    el primer paso en ese

    sentido.

    En un

    trabajo publicado en

    Mxico

    por

    la

    Nueva Revista de Filo-

    loga Hispnica Ao

    IX,

    NQ

    4)

    la

    investigadora argentina

    Emma

    Susana Speratti Piero

    ordena

    por vez primera

    los

    -

    9

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    9/81

    cuentos de

    Quiroga

    de

    acuerd

    a su publicacin original en

    revistas y peridicos. Aunque su tarea no es definitiva (la

    autora, modestamente

    la titula Hacia la cronologa de Ho-

    racio Quiroga , ya permite una mejor ordenacin de la se

    cuencia creadora, una clasificacin

    ms fina

    y

    sensible

    co

    mo se peda.

    Lo

    que

    primero se advierte es que los cuatro perodos

    arriba indicados por m,

    se

    mantienen, aunque se deba mo

    dificar

    algo sus

    lmites

    (como se prevea

    en el

    trabajo de

    1950). La iniciacin modernista de Quiroga deja su huella

    hasta 1907 1908, por lo menos. En

    cuanto

    a los perodos

    segundo, tercero y cuarto existen como tales y su caracte

    rizacin es

    acertada

    en principio. Lo que debe modificarse

    (a

    la

    luz

    de la

    ordenacin cronolgica de los cuentos) es el

    lmite

    temporal.

    1917 es

    una

    fecha

    que

    ahora nada dice,

    como tampoco nada dice el 1926 de Los desterrados. De

    ah que haya parecido til, con la cronologa a la vista,

    intentar

    ahora una nueva ordenacin de los cuentos de

    Quiroga, de su vida y creacin.

    20 --

    EL PROBLEM DE L

    NACIONALIDAD

    FECHA DE

    NACIMIENTO

    Ignoro si es

    bastante

    conocida

    esta ancdota

    del pro

    fesor norteamericano William Berrien de

    la

    Universidad

    de Berkeley (California).

    En

    la

    duda,

    la contar

    una

    vez

    rns. En 1935

    visit

    Berrien

    el Uruguay;

    en su natural

    aficin por el dato preciso intent averiguar a qu se

    deba que mientras algunos afirmaban que Rod haba na

    cido en 1871, otros (y eran los

    ms numerosos)

    insistan

    -en

    el 1872, Pregunt qu afirmaban

    los registros de la

    Matriz

    y

    pudo descubrir

    entonces

    que nadie haba

    ido a

    consultarlos; que

    la

    diferencia de fechas se mantena por

    que

    a

    nadie se le haba

    ocurrido

    empezar

    por el

    principio.

    El

    resto

    de la ancdota

    no

    es ya tan edificante. Berrien

    iue

    a la Matriz y

    pudo

    documentar

    all que Rod

    haba

    nacido

    l

    15 de julio de 1871. En

    la

    Revista Hispnica Mo-

    dern

    (New

    York,

    octubre de

    1936) public el

    resultado

    de

    su

    investigacin el distinguido hispanista.

    Con

    la

    fecha de nacimiento de Horacio Quiroga Y

    con

    un

    problema de mayor gravedad a ste

    vinculado- ha

    sucedido algo semejante. No slo el

    indocumentado Luis

    Alberto

    Snchez en su Nueva Historia de la Literatura

    mericana (Buenos Aires, 1944) indicaba el ao de 1879

    como

    el de su nacimiento; tambin Pedro

    Henrquez

    Ure

    a en Las corrientes literarias en la mrica hispnica

    (Mxico, 1949) apuntaba el mismo ao. Y en el Uruguay

    no faltaban quienes los hubieran precedido o acompaado

    en el error, por ejemplo Alberto Lasplaces, tanto en sug

    Nuevas opiniones literarias (Montevideo, 1939) como

    en

    su

    Antologa del cuento uruguayo (Montevideo, 1944), Nico

    Is Fusco San.Sane,

    en la

    Antologa y crtica de literatura

    uruguaya (Montevideo, 1940), y Julio J Casal

    en Exposi-

    -

    21

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    10/81

    cin de la poesa uruguaya Montevideo,

    1940). Es

    cierto

    que

    sus amigos

    y

    bigrafos Jos

    Mara Delgado y Alberto

    J.

    Brignole haban indicado en su Vida y obra de Horacio

    Quiroga

    Montevideo,

    1939)

    la fecha exacta:

    31

    de diciem

    bre de 1878. Pero como no acompaaban de ninguna docu

    mentacin

    su aserto y como su obra fuera concebida ms

    como biografa novelada

    o

    novelera)

    que

    como

    estudio

    histrico,

    su mera

    afirmacin

    resultaba insuficiente; por

    otra parte, no pareca difcil relevar a lo largo de sus

    digre

    sivas

    pginas numerosos

    errores de informacin, impreci

    siones

    y descuidos,

    que contribuan

    a

    acentuar la reserva

    y

    alimentar la duda.

    No parece adecuado reclamar

    ahora

    el mrito,

    tardo

    de haber consultado

    los

    archivos parroquiales de

    Salto.

    Parece prudente, en

    cambio, dar a c;onocer los resultados

    de

    esa

    investigacin

    elemental. Como lo

    certifica la repro

    duccin fotogrfica de parte del folio

    536

    del

    libro 9

    de

    Bautismos de la Igles'ia de Nuestra

    Seora

    del Carmen, El

    da diez y

    nueve

    de Mayo e mil ochientos setenta y

    nueve: el Presbtero Don Juan Bautista de Aguinaga con

    licencia de m el infraescrito Cura Vicario de esta parro-

    auia de Nuestra Seora del Carmen del Salto Oriental

    bau-

    tiz

    en

    ella solemnemente a Horacio Silvestre que naci

    el da

    treinta

    y uno de Diciembre del ao

    prximo

    pasado,

    hijo legtimo de Prudencia Quiroga, argentino, y de Pas-

    tora Forteza, oriental; abuelos paternos Juan y Ciriaca Nar-

    vajas; abuelos maternos Juan

    y

    Francisca Saldafia, fueron

    padrinos Francisco Forteza

    y

    Magdalena Forteza de Trillo

    quienes instruyo. Por verdad

    lo

    firmo. Licdo. Pedro Gar-

    ca Salazar.

    I I

    NACIONALIDAD DE ORIGEN

    Este

    documento

    no

    resuelve, sin embargo, un

    problema

    lateral

    y

    de

    ms

    larga proyeccin. Se

    ha llegado

    a

    afirmar

    reiteradamente que Horacio Quiroga, aunque nacido en Sal

    to Oriental,

    haba sido

    inscripto

    en

    el Consulado

    de la

    Repblica Argentina.

    As

    lo da a

    entender,

    por ejemplo,

    un estudio de John A. Crow, de la Universidad

    de Cali

    fornia, publicado en 1939; as lo expresa,

    asimismo,

    la ya

    citada Antoioga

    y

    crtica de Hteratura uruguaya:

    Su

    par-

    t'ida de nacimiento fue inscripta en ei consulado e la Re-

    pblica Argentina que funcionaba en dicha ciudad por

    la

    circunstancia de ejercer su padre el cargo de cnsul de

    ese pas .

    Tal

    categrica afirmacin

    permite conjeturar que la

    inscripcin hubiera sido doble: por un lado, el bautismo

    en

    el Salto,

    por

    otro,

    el

    registro

    en el Consulado. Pero

    no

    es ste el

    caso. Un

    detenido examen

    efectuado

    en

    los ar

    chivos del Consulado argentino en

    Salto,

    permite asegurar

    que no

    consta

    en ninguna

    parte

    tal

    hipottica

    inscripcin.

    Y

    por

    otra parte,

    un simple repaso de

    la historia

    ins

    titucional

    de

    ambos pases

    muestra por qu no

    poda cons

    tar. Horacio Quiroga naci antes de

    la

    ere Re istro

    .Qivi ~ ~ ~ en

    nuestro

    pa1s

    como en

    la Argentina.

    Las

    ni

    cas mscnpciones

    validas

    eran las

    del Bautismo en l ~ o -

    Juia 'trrespondiente.

    Al aparecer mscnpto en

    l J{l'esia

    e

    Nuestra Seora del Carmen del

    Salto

    Oriental se

    eli

    mina automticamente la posibilidad de cualquier otra ins

    cripcin ya que slo poda ser bautizado una vez.

    Eso no es todo.

    Las

    mismas circunstancias biogrficas

    contribuyen

    a

    iluminar la situacin.

    Horacio Quiroga era

    el

    cuarto hijo

    del

    matrimonio

    Quiroga Forteza. En

    el

    momento de su

    nacimiento,

    su padre

    ejerca

    desde haca

    dieciocho aos el cargo titular del Vice-Consulado

    argen

    tino

    en

    Salto. Cuando Horacio no

    haba

    cumplido

    an

    dos

    meses y medio - e l 14

    de

    marzo de 1879, para

    ser

    preciso

    D. Prudencia muri al dispararse accidentalmente una es

    copeta

    de

    dos

    caos

    que

    llevaba en la

    mano.

    En

    el

    cap

    tulo I de su biografa, Delgado Brignole recogen una

    de las versiones del accidente). Horacio fue bautizado re

    cin el

    19 de

    mayo, unos

    dos

    meses

    despus. Muerto

    su

    padre

    parece

    poco probable aue sus

    familiares

    salteos hu

    lieran pensado en inscribirl como argentino, para lo que

    hubiera

    sido

    necesario

    bautizarlo

    ': n alguna

    ciudad

    argen

    tina.

    a in.vestigacin

    cumplida

    permite afirmar sin lugar

    dudas que Horacio Quiroga

    naci

    en 1878 y que su na -

    10nalidad

    de

    origen

    es

    la

    oriental.

    ....__

    I I I

    CONSIDERACIONES FINALES

    Tal

    afirmacin no debe sobrestimarse. No

    pretende

    te

    ner

    ms alcance que el que indican sus propios medidos

    - 23

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    11/81

    trminos. No despeja por cierto otros problemas

    vincula-

    dos a

    la vida de Horacio Quiroga.

    Es

    muy posible,

    por ejemplo, que en

    los primeros

    aos

    de su

    vida

    en

    la Argentina,

    a donde se

    trasladara

    despus

    del trgico accidente de la muerte

    de

    Federico Ferrando,

    Quiroga

    haya

    actuado como argentino. La mera

    circuns-

    tancia de haber nacido de

    padre argentino se

    lo autorizaba.

    Y

    quiz esta misma actitud juvenil haya alimentado la

    leyenda

    de

    su inscripcin en el consulado

    argentino,

    con-

    tribuyendo

    a

    despistar

    a

    algunos

    estudiosos.

    Aunque ms

    tarde,

    al

    incorporarse

    en

    1917

    al

    Consulado

    General del

    Uruguay en la Argentina, hubiera despejado todo

    equvoco

    en

    lo que respecta a su

    verdadera

    nacionalidad

    electiva.

    Todo

    esto

    es,

    ya se ha

    indicado,

    otro

    problema

    y

    exigir,

    por

    lo

    tanto, una dilucidacin

    aparte.

    Queda aqu

    en

    pie, asimismo,

    un

    problema de ndole

    estrictamente literaria

    y que se

    refiere

    a

    la exacta ubica-

    cin

    del

    arte de Quiroga. Aunque saltea

    y

    montevideana

    en sus orgenes, su gran

    obra

    de creador pertenece ente-

    ramente a

    las

    Misiones argentinas, es

    misionera.

    Y

    esto

    conduce

    a

    la consideracin de aquel enfoque propuesto por

    algunos:

    una

    literatura

    rioplatense

    alzndose por

    encima

    de

    los (ociosos) separatismos

    nacionales. Tanto Quiroga,

    como

    Snchez,

    como

    Viana,

    como

    Bartolom

    Hidalgo,

    como

    Juan

    Carlos Onetti, pertenecen

    a

    ambas literaturas.

    Y lo

    mismo

    podra afirmarse

    de los emigrados argentinos

    de

    la poca de

    Rosas y

    de Hilario Ascasubi oue

    (como

    lo

    de-

    muestra

    concluyentemente

    Lauro

    Ayestarn)

    no slo estu-

    vo radicado

    cerca de veinte aos en el

    Uruguay,

    sino que

    aqu desarroll

    la

    mayor parte

    de

    su

    obra

    y

    escribi

    sobre

    sucesos uruguayos y dentro del diferenciado acento popu-

    lar de nuestro pas .

    Tal enfoque conduce

    a

    la consideracin

    final. No

    la

    comezn

    nacionalista sino la disciplina de la erudicin ha

    guado esta busca por archivos

    y

    documentos. Sera lamen-

    table que alguien pudiera valerse de estas precisiones para

    alimentar una

    estpida

    rivalidad de campanario

    o

    una des-

    colocada reivindicacin

    patriotera.

    (1953)

    NOTA.

    Sin

    la

    generosa colaboracin

    de los

    encargados

    de los ar-

    chivos de Nuestra Seora del Carmen y del Consulado Argentino,

    asl

    como del actual Cnsul de esta

    nacin

    en Salto, no hubiera sido posiblo

    cumplir esta investigacin. Una deuda ms vasta tiene el que esto es

    cribe

    con el

    Profesor

    Adolfo

    Silva

    Delgado que

    prest

    su ayuda

    y de-

    dicacin

    constantes.

    4

    EL

    VIAJE A PARIS (1900)

    io Quiroga durante su viaje

    El Diario llevado

    p ~ r Horac

    t'mable aporte para

    el

    a

    Pars

    en

    1900 o n s t i t u y ~ un

    tesd1

    al tiempo que facilita

    . t

    de su

    JUven u , .

    t

    r

    neJ

    or

    conoc1m1en o t 'b como

    pieza msnL -

    t

    d d y con

    n uye

    d acceso a su m im1 a . . .

    'n literaria

    la

    q ~ o n

    tuible al e:;tudio de su m c i a c d e r n s m o e ~ el Uruguay. A

    funde ccm los otigeiS del

    m

    1

    r

    documental del Diario

    la consideracin

    de este

    triple va

    o

    est dedicado este

    ensayo.

    LA AVENTURA

    Bri

    ole'

    Vida, Y obra

    dG

    J ose

    Maria

    Delgado Y Alberto

    J ._

    ygnC a

    1939,

    4 i pAgs.

    (1) Cl di Garc1a. d

    ora.cio Qniroga. Montevideo,

    au

    o eriodo:

    Fue

    una.

    atonia

    a

    RE l

    pgina 104

    escriben sobre

    efste ~ e n t e nor

    un esbozo de poema

    n a . lera

    cortado

    ugaz -

    esterilidad total, ni

    :1qu

    imptesiones'

    '.

    o un deseo de

    ano

    ar

    - 25

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    12/81

    La

    informacin biogrfica ms completa publicada has-

    ta

    la fecha sobre Quiroga

    es

    la que proporciona la

    Vida

    y obra de Horacio Quiroga, de

    Delgado

    y

    Brignole. En

    el

    captulo VI se encuentra narrado el viaje a Pars en los

    s1guientes trminos:

    "Pero, en seguida, otro sueo largamente acariciado,

    el

    viaje

    a Pars,

    vendra

    a arrancarlo de estas antifonas

    ;unerarias (2). Evidentemente la tarea

    de

    su tutor, don

    Al-

    berto Semblat,

    que

    le fuera

    nombrado

    al contraer su madre

    segundas nupcias, se

    vi

    bastante dificultada por la ndole

    de

    un

    pupilo, a

    quien no

    le faltaba

    ninguna

    de las

    condi-

    ciones necesarias para

    turbar la

    tranquilidad

    de un

    severo

    monitor. Don

    Alberto

    era

    un

    honorable notario,

    un

    hom-

    bre de

    mundo

    en quien el sentid'J de la responsabilidad,

    poda

    coexistir

    con

    una

    amplia tolerancia para comprender

    los antojos y turbulencias de la

    juventud.

    Quiroga hall

    en

    l un amigo dispuesto siempre a tomar sus caprichos por

    el lado benvolo y a satisfacerlos

    en

    la

    medida

    de lo posi

    ble, aunque muchas veces a regaadientes. Pero hoy una

    bicicleta,

    maana

    una

    mquina

    fotogrfica, al otro da

    un

    viaje a Montevideo y a cada nueva hora un deseo que

    obligaba a echar mano de recursos extraordinarios, con-

    virtieron la

    tutora

    en un

    verdadero presente

    griego.

    Tanto

    como

    abundaba

    el

    mozo

    en

    inteligencia y

    en

    veleidades,

    careca de la menor

    nocin

    econmica y menudeaba sin

    piedad los asaltos a

    su

    mediocre fo l f;una.

    La mayora

    de edad

    trajo

    para don Alberto

    un

    descar

    go de

    inquietudes,

    sin

    modificar

    en lo ms mnimo Za idio-

    sincracia del pupilo. Las

    muelas

    del juicio encontraron a

    ste

    tan

    fantasista y desordenado como las de la adoles

    cencia, as es que, en cuanto pudo, recogi el dinero de su

    herencia, li las maletas y vol a Pars, aspiracin suprema

    y obligada de todo joven poeta insurrecto.

    Se

    embarc

    como

    un

    dandy:

    flamante

    ropera, ricas

    valijas, camarote especial, y todo l derramando

    una

    aris-

    tocrtica coquetera, unida a cierta petulancia de juventud

    (2)

    Se refieren aqui sus bi6grafos al artculo en que Quiroga anun

    ciaba

    por qu no saldria ms la Revista del Salto, de

    la

    que era di-

    rector. Vase el texto completo en el Apndice documental a mi edicin

    del Diario, seccl6n C)

    Revista del

    Salto ,

    N9

    7.

    La

    narr ci6n de aus

    bigrafos se encuentra en la obra citada, pig1 97-102.

    6

    -

    favorecida, por -el talento, la riqueza y la apostura varonil.

    No haba quien

    pudiese

    dejarlo de envidiar. Las

    quimeras

    le bailaban dentro del crneo. Pars En cada griseta una

    Mann, en cada gota de .ajenjo un poema,

    en

    cada paso

    por la colina de Montmartre un sueo, y, al fin, la fama,

    el reconocimiento

    triunfal.

    en los ms clebres cenculos . ..

    Pas

    todo exactamente

    al revs.

    Ninguna

    ocasin de

    representar el Des

    Grieux

    o

    el

    Rodolfo. Las

    Mim

    lo llama-

    ban

    le

    joli

    petit

    arabe", apodo que le gustaba

    mucho;

    pero trascendan demasiado a comercio, y cuando su cora

    zn romntico

    sediento de

    veraz

    ternura,

    se

    apretaba

    a sus

    senos mercenarios senta

    el entumecimiento

    de

    un

    pjaro

    tropical entr la nieve. En los cafs del Barrio Latino ha-

    llaba una indiferencia que

    ni

    siquiera se disimulaba.

    Sus

    cartas, aunque no quejosas, slo hacen referencia a baga-

    telas. Hablan de libros

    muy

    buenos que se compran bara-

    tos casi regalados. Participa n que Rubn Daro est

    muy

    g r ~ e s o

    que usa sombrero de paja y que le pregunt si

    conoca a Rod.

    Informan

    que

    Gmez

    Carrillo

    o

    llev al

    caf Cyrano (usted perdone, le escribe a su amigo Fe-

    rrando no recuerdo cuntas lleva este nombre francs)

    donde 'se renen literatos y "cocottes", y concluye desen-

    cantado:

    me

    parece que todos ellos, salvo Daro que

    lo

    vale

    y

    es

    muy

    rico tipo, se creen

    mucho ms

    de

    lo

    que

    son".

    Nada hay

    que

    indique un entusiasmo

    avivado por

    el

    contacto con la ciudad

    maravillosamente

    soada, o con los

    hombres

    a

    quienes

    desde lejos admiraba. Es un fracaso de

    su

    imaginacin que poda preverse: un

    alma

    como

    la

    de

    Quiroga, sustancialmente autntica y sincera hasta no poder

    encubrir sus impresiones,

    nunca

    llegara a congeniar con

    un ambiente supercivilizado, lo

    que equivale

    a decir ultra

    artificial.

    El inmenso

    rumoreo que necesitaba para dar vue-

    lo a su vocacin no estara all sino en el polo opuesto, en

    medio de las florestas profundas. El

    lo

    ignoraba

    an

    Y

    arrastraba por la

    enorme

    colmena su desilusin, como una

    clmide arpiamente

    desgarrada.

    Para colmo, el desatino con q1le administr sus recur-

    ws

    y otros olvidos y faltas muy suyos,

    iban

    a originarle

    una situacin desesperante. Un buen da not que no le

    quedaba un centsimo y comenz el peregrinaje srdido

    lOr las casas de prstamos. Joyas, valijas, ropas, fueron a

    engrosar las estanteras y vitrinas de los

    Montes

    de Piedad,

    hasta verse ms implume que el gallo de Morn. A

    mayor

    -

    7

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    13/81

    desgracia haba

    extraviado

    -cundo n o - la direccin de

    sus familiares, y los S.O.S. con

    JUe

    los bombardeaba

    no

    llegaban a su destino. Solo e

    indigente

    en una inmensa

    ciudad, los das se le tornaron pavorosos. Conoci el

    ham

    bre

    y cosas peores, como el tener que

    pedir

    a compatriotas

    euros sumas de mendicante, un franco o dos, apenas lo

    suficiente para comprar

    un

    pan y un pedazo de queso.

    Tuvo que vivir

    a los saltos en buhardillas. Desterrado

    de

    las barberas, el valo de su rostro se vi asaltado por

    bar-

    . bas, que crecan como malezas alrededor

    de

    las ruinas

    en

    las tierras tropicales. Fue,

    en

    verdad,

    un

    spero

    aprendi

    zaje del infortunio y la miseria.

    Finalmente

    los familiares se enteraron de sus aprietos

    y de inmediato lo

    auxiliaron. Volvi con pasaje

    de

    tercera.

    Su indumentaria revelaba a l legua la tirantez pasada.

    Un mal jockey encima de la cabeza, un saco con la solapa

    levantada para ocultar la ausencia de cuello, unos pantalo

    nes de

    segunda mano,

    un

    calzado deplorable, constituan

    todo su ajuar. Cost reconocerlo. Del antiguo semblante

    slo le quedaban la frente, los ojos y la nariz; el resto nau

    fragaba en un

    mar

    de pelos negros que nunca ms, tal vez

    en recuerdo de su aventura parisina, se rasurara.

    -Dnde

    tienes

    el equipaje? le preguntaron.

    Quiroga respondi con

    una

    buena

    mentira:

    Lo

    perd

    en

    un

    cambio de ferrocarriles .

    -Seguramente,

    lo amonest el viejo Cordero, mien

    tras

    todos se preocupaban de sus

    maletas,

    t

    te

    pasearas

    por el

    andn

    silbando, con las manos en los bolsillos y l

    cabeza llena de pjaros. Siempre sers el mismo .

    ..

    Y

    como Horacio sonriera, dando por

    merecido

    el repro

    che, se apresur a abrazarlo piadoso, como a

    alguien que

    jams podr andar solo por el

    mundo.

    Pars quedara

    en

    l

    memoria

    de Quiroga semejante

    a una mancha anodina y borrosa. Cuando las incidencias

    de l conversacin traan a flote el tema de su

    viaje

    y de

    su estada en aquella ciudad, lo dejaba

    rpidamente

    lan.

    guidecer

    como

    asunto

    sin

    atraccin.

    Y

    no se presuma en

    tal indiferencia

    ningn

    rencor o deseo de

    eludir

    recuerdos

    de

    pesadilla. Una vez pasadas, tales peripecias se cuentan

    como galardones, sobre todo cuando se ha vivido ideali-

    zando a los hroes de Murger.

    -

    Su

    repudio traduca, ms que una decepcin, la

    inafi

    nidad absoluta

    de

    su naturaleza con aquel medio.

    Ni

    el

    paisaje, ni los seres

    que

    necesitaba su genio para desarro

    llarse residan all.

    Su

    espritu precisaba otras .correspon-

    23 -

    dencias y estmulos: de ah su desdn por aquellos lugares

    a los que jams dese volver .

    A los

    valiosos

    datos all recogidos pueden agregarse

    1hora los que aporta el estudio

    de este Diario.

    La anotacin

    se

    inicia, en la

    primera libreta, a las

    7

    a.

    m. del

    21

    de

    marzo

    de 1900 - fecha de la

    partida del

    Salto,

    a

    bordo

    del

    Montevideo-, y

    concluye,

    en

    la segunda libreta,

    en

    Pars,

    el 10 de

    junio del

    mismo

    ao,

    a las 11

    horas

    y 18 minu-

    tos (3).

    Es decir: el

    Diario

    se interrumpo antes

    de que

    Quiroga haya

    salido

    de

    Pars.

    En una de

    las ltimas

    pgi-

    nas haba observado que

    la libreta

    se conclua

    Y

    anunciaba

    que continuara sus

    anotaciones

    en

    un cuaderno de 10

    cts. (

    4).

    Este

    cuaderno no ha

    sido

    encontrado.

    Quedan

    en

    blanco, por lo tanto, los das que transcurren desde el

    10 de

    jvnio hasta el

    12

    de julio de

    1900, fecha en que lleg

    a

    Montevideo en

    el

    Duca

    de

    Galiera (

    5).

    Al

    consultar

    estas

    libretas

    es necesario tener

    un

    cuida-

    do especial. No

    hay

    que

    olvidar,

    ante todo,

    que

    la anotacin

    coti

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    14/81

    ms

    estpido

    de los que he hecho, estpido, s, estpido;

    me

    volver

    idiota y genovs .

    . .

    .

    Es posible, por lo tanto, preguntarse: Por

    qu

    fue

    Quiroga a

    Pars?

    La

    respuesta

    ms obvia

    parece

    ser: por

    que Pars era, entonces,

    la

    meta de todos los

    aspirantes

    a

    poetas, la

    capital del

    modernismo (6). Pero el Diario es

    absolutamente

    reservado

    al respecto,

    y

    en ningn

    momento

    Quiroga insina que haya intentado participar de la intensa

    vida

    literaria de Pars. La nica anotacin en este sentido

    es

    la

    del

    episodio

    en el

    Caf

    Cyrano, al

    que

    concurran

    muchos hispanoamericanos

    que se agrupaban en torno de

    Enrique Gmez Carrillo. Pero hasta la misma

    circunstancia

    d

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    15/81

    Quiroga

    (

    8).

    Y

    hasta es posible documentar ahora con sus

    prnpias palabras

    la exaltacin que le produca la carrera:

    "porque el gran atractivo de la bicicleta consiste en trans

    portarse,

    llevarse uno mismo,

    devorar distancias,

    asombrar

    al crongrafo,

    y

    exclamar

    al

    fin de la carrera: mis fuerzas

    me han trado " (9). Con los aos este fresco entusiasmo

    se desplaza

    hacia otras mquinas,

    el

    vrtigo

    de la velocidad

    aumenta,

    y

    as

    Quiroga

    cumple el

    ciclo natural

    de todo

    aficionado: de la bicicleta

    a

    la motocicleta, luego al auto

    mvil, por fin al

    avin.

    Por eso,

    pueden considerarse

    como

    fundamentalmente

    sinceras

    y

    no

    como

    mera

    boutade,

    las

    palabras con que

    confi a

    su amigo Julio

    E.

    Payr

    los

    l lotivos

    de su

    viaje: Crame, Puyr, yo

    fu

    a Pars slo

    por l bicicleta". Quiz se deba descontar

    un

    pequeo

    mar

    gen de exageracin en

    el

    recuerdo ya que en

    1900

    la Expo

    s;.cin

    Universal

    y

    la

    atraccin artstica

    de la gran ciudad

    contribuyeron

    sin

    duda

    a decidir

    fuertemente la realizacin

    del viaje.

    Pero lo que

    parece indiscutible, es

    el

    valor

    de

    esta

    declaracin

    que

    desnuda, con tanta nitidez, una pasin

    juvenil (10).

    Conviene aclarar,

    sin duda,

    que an en el caso de que

    Quiroga hubiera ido a Pars atrado nicamente por el ci

    clismo,

    esto no

    significara

    que,

    a su

    juicio,

    la

    vocacin

    deportiva fuera ms

    poderosa

    que la literaria.

    Y

    precisa

    mente en este mismo Diario se encarga de despejar todo

    posible

    malentendido

    al escribir, en marzo 20: Noto en

    esta ocasin

    que

    en iguales circunstancias

    -cuando

    oigo

    uue hablan de

    literatura-

    me crispo como

    un

    caballo ra-

    be. Fijo mucho l atencin sobre ciclismo, otro asunto

    cualquiera que

    me

    domine. Pero la sensacin primera es

    ms poderosa, ms

    ntima,

    ms hiriente, como la

    que

    sen

    tira una vieja armadura solitaria que oyera de pronto

    re

    latar

    y

    juzgar en voz baja una accin de guerra.

    . .

    La

    vocacin?

    (8)

    Vase

    Delgado y Brignole, obra citada,

    pgs.

    53-56. No se

    menciona alli

    esta hazaa

    juvenll, quiz Ignorada por

    sus

    bigrafos.

    Pan

    la

    informacin previa

    al viaje,

    consltese

    La Reforma,

    ao I,

    NQ

    20,

    Salto,

    noviembre

    25,

    1897,

    p. 2, col. 5. La

    crnica

    aludida en el

    texto

    fue publicada por

    el mismo

    peridico en diciembre

    3,

    1897, p.

    2, col.

    1-3;

    se transcribe

    integramente en

    el Apndice

    docun:;ental,

    Seccin B)

    Primeras publicaciones, NQ 1.

    (9) Vase el texto completo en la Revista del Salto, afio I,

    NQ

    10,

    Salto,

    noviembre

    14,

    1899, pgs.

    82-83.

    (10)

    A propsi.to

    de esta misma declaracin, me

    preguntaba

    cer

    teramente Julio

    E. Payr:

    ,Se imagina

    Ud.

    a

    Qulroga llamando

    a

    fa

    puerta de

    Henri

    de

    Rgnier?'"

    Sin embargo,

    no

    basta determinar

    los

    motivos del via

    je. Para

    un

    observador

    actual

    uno

    de los

    atractivos

    mayores

    de

    este episodio parisino

    es

    que se desarroll

    de

    una

    ma

    nera

    completamente

    distinta a

    la que planeara

    su prota

    gonista. En realidad, la muchachada de

    irse

    a

    Pars,

    con

    pocos pesos, a ver la Exposicin, a

    recorrer pedaleando el

    Bois de

    Boulogne,

    a

    asistir

    a

    las competencias

    ciclistas y

    los museos, a

    participar

    en

    las tertulias de los poetas, se

    convirti, por obra del azar, primero, en una decepcionan

    te

    travesa (11),

    y, luego,

    en

    una

    srdida aventura. Al

    que

    dar

    incomunicado

    de

    su familia

    y

    sin dinero,

    Pars resul

    taba una

    crcel

    y la

    vida all le obligaba

    a

    reproducir,

    involuntariamente,

    el suplicio de Tntalo. As

    lo

    senta

    Qui

    roga

    al escribir en

    junio 6: Bastante

    tranquilo. Pero no

    tengo

    con qu comer, y espero

    que

    cuando baje me

    den

    algo. Ir esta

    tarde

    l Exposicin. No

    tanto por verla,

    como

    por pasar de

    una

    vez

    a tarde que

    me

    mata. Esto

    parecer increble, pero es verdad ; o

    al

    apuntar, corno

    resumen

    dos

    das

    antes: La estada en Pars ha sido

    una

    sucesin' de desastres inesperados,

    una

    implacable restric

    cin de todo lo que se

    va

    coger".

    El

    hambre

    haba transformado la

    ciudad.

    Ya

    no era

    ms

    la acogedora, la

    clida,

    que capta esta

    anotacin

    de

    abril

    29:

    En

    el Bois de

    Boulogne-

    Hace

    un

    da esplndido,

    un da de Amrica, sin

    viento,

    sin fro, casi calor con un

    Sol radiante y limpio. Qu grande es Pars entonces, sin

    brumas

    y oscuridades, abierto los cuatro

    vientos

    del bien

    estar y la gloria".

    El hambre lo haba

    acorralado, aislndolo,

    moldeando su visin. El

    8

    de junio lo

    seala

    l

    mismo:

    "Es esto acaso vida? Yo he sufrido algunas veces; por

    o.mor, por pesimismo, aun por dinero; mas es posible com-

    (11) El

    31

    de marzo anota: Qu mortal

    pesadez Qu

    abu

    rrimiento

    tan enorme

    A veces me

    fastidio

    horriblemente

    en el Salto,

    entre mis amigos mis cosas

    etc.. . .

    que no ser aqu solo ent_e

    italianos, genoveses y napolitanos, groseros indiferentes Pensar que

    sto durar

    20 das ". Y el 22

    de abril,

    vspera

    del desembarco

    en

    Gnova,

    resume sus impresiones en

    estas

    lneas:

    "Por

    fn

    concluye

    este

    viaje. Es ya sabido que maana llegamos

    Gnova, a

    las

    5 p m,

    ms

    6

    menos. Ya esto

    amenazaba ser

    fatal. Yo creo que toda la vida

    he

    estad

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    16/81

    parar las depresiones, por abrumadoras que sean; la falta

    de dinero, por ms diversiones que nos impida; el amor,

    por

    ms que

    nos olviden, con esta existencia sin dinero,

    sin amor, sin depresin, sufriendo sin medida, sin un mo

    mento

    de sonrisa, avergonzado de entrar al hotel, de tener

    que esperar

    todos

    los das

    que

    me den de comer, como

    un

    pobre diablo que viene las mismas horas situarse

    en

    un paraje,

    por

    donde sabe pasar un caritativo

    cualquie

    ra?

    Por eso

    podr escribir, al da siguiente, como conclu

    sin a

    estas penosas

    reflexiones y como

    exprimiendo

    la

    l esencia

    de

    esta enseanza de la miseria: En cuanto

    Pars, ser

    muy

    divertido pero yo

    me

    aburro. Verdad que

    no tengo dinero, lo

    que

    es algo para no divertirse. De

    todo.s

    modos,

    es

    hermosa ciudad aquella

    en

    que uno

    se

    divierte,

    ii

    se

    llame Pars Salto. Un poeta griego de la decaden

    cia, dijo: La patria est donde se

    vive

    bien>. Es un gran

    pensamiento. Por qu he de decir yo

    que no hay

    como

    Pars, si

    no

    me divierto? Qudense

    en buena

    hora con l

    los

    que

    gozan; pero yo no tengo ninguna razn para eso,

    y

    estoy

    en lo verdadero diciendo que

    Montevideo

    es mejor

    que

    Pars, porque all lo paso bien; que

    el

    Salto es mejor

    que

    Pars, porque all

    me

    divierto ms. Qu da que otros

    digan lo contrario, porque aqu lo

    han

    pasado bien? Cada

    cual

    vive

    la

    vida que

    le

    es posible; y el cazador

    que

    vive

    en su bosque, el rural que goza con su escopeta y sus so

    les, tiene razn cuando afirma que el monte

    el

    pueblo

    es

    mejor

    que Pars. Qu tenemos que decir eso? Gcese

    en buena hora,

    ya

    sea donde sea. El lugar que nos ha visto

    felices y contentos, es

    el mejor de

    todos.

    En

    Pars se

    divier

    ten los dems;

    yo en S ~ l t o

    Dir por lo

    tanto

    que esto es

    mejor que aquello? Sera una estupidez .

    Incidentalmente, el Diario

    contribuye

    a

    completar en

    pequeos detalles la narracin de

    sus

    bigrafos.

    As

    por

    ejemplo,

    de

    sus

    discretas

    indicaciones

    se

    desprende que

    el

    omercio del joven c o ~

    l .1s

    grisetas le ~ e j

    algo

    .ms

    ma

    terial

    que el

    entumecimiento de un pa1aro tropical en la

    nieve .

    As,

    tambin, sus pginas aclaran que si el joven

    se

    dej

    crecer

    la barba fue por decisin

    voluntaria,

    quiz

    por capricho, no por carecer de recursos

    para

    acudir al

    barbero

    (12).

    Hay

    muchos otros ejemplos

    que sera

    ocioso

    (12) El 4

    de

    abril

    a.nota,

    entre otras

    cosas:

    Yo

    me dejo la

    barba

    que tiene medio centimetro, el pelo largo y el cuerpo flaco. Unos me

    toman por sonzo, otros

    por

    loco: sobre todo lo

    primero .

    34

    enumerar

    ya

    que estn al alcance de cualquier lector cu

    rioso

    en las notas al

    Diario.

    Si nuev .1 informacin

    aportada por

    el Diario no llega

    a cambiar. el signo del conocido retrato

    juvenil de Quiroga,

    ella

    permite, por

    lo menos, una

    visin ms coherente

    e n

    tima de la aventura parisina, al tiempo que con

    los

    motivos

    que

    incorpora

    l a Exposicin

    Universal

    de

    Pars, los mu

    seos,

    las competencias ciclistas- modifica

    y

    reorganiza el

    el cuadro

    total

    en torno

    de

    un nuevo

    eje de

    simetra.

    EL PROTAGONISTA

    El inters

    del

    Diario no se

    reduce

    a

    su aporte biogr

    fico.

    Sus anotaciones constituyen, cronolgicamente, el pri

    mer documento

    que permite el

    acceso a

    la intimidad de

    Quiroga.

    En tal sentido, su

    importancia

    es fundamental. No

    corresponde

    realizar aqu

    un

    examen

    exhaustivo;

    apenas

    si es oportuno

    subrayar

    las

    tendencias

    dominantes

    en el

    carcter

    del joven

    Quiroga,

    tal

    como

    las

    acerca su propia

    anotacin

    cotidiana.

    Ante

    todo, es

    preciso sealar

    la

    naturaleza especial

    de

    este Diario. Por indicaciones

    reiteradas parecera que Qui

    roga registr

    las

    incidencias

    de

    su

    aventura para comuni

    carlas luego a sus

    amigos

    del Salto a aquellos muchachos

    con los

    que actualiz el grupo de

    los

    mosqueteros-

    (

    13).

    En algunos

    momentos

    se

    dirige

    directamente

    a ellos, como

    si estuvieran presentes.

    As,

    por ejemplo, anota en abril 8,

    nostlgico

    ya,

    y

    extraando

    a la

    novia:

    Pienso en

    este

    momento que Vds. estn en el cuarto, hoy Domingo, tal

    vez

    tomando

    mate,

    tal

    vez

    conversando,

    fumando

    y

    comien

    do pan Y queso; pero de

    cualquier

    manera, ah, en el Salto,

    con l

    tranquila

    seguridad de

    que

    de tarde, cuando quie

    ran, saldrn pasear,

    sin pensar

    en nada ms de lo que

    . (13)

    Hacia

    fines de 1896, en

    la

    ciudad del Salto, Quiroga y tres

    Jvenes de su edad haban renovado

    la

    fraternidad de los mosqueteros.

    Los papeles

    haban

    sido distribuidos as: D'Artagnan, Horacio Quiroga;

    Athos, Alberto

    J.

    Brignole; Aramis,

    Julio J. Jaureche;

    Porthos, Jos

    Hasda. (Vase,

    para

    mayores detalles, Delgado y Brignole, obra citad:\,

    pg. 67.)

    - 35

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    17/81

    quieran, y que Vds., todos Vds., pueden verla, que la vern

    y no sentirn siquiera la ms

    leve

    emocin, cuando

    yo,

    que

    estoy

    1000 leguas, tiemblo slo de

    pensar

    que algn

    da la ver . .. O cuando se

    pregunta,

    el 13 de abril: "Qu

    har maana, Sbado de gloria, en este

    maldito

    vapor,

    cuando

    Vds.,

    estn tan

    tranquilos

    parados en la calle Uru

    auay

    y

    Sarand viendo

    salir a

    la

    gente de la Iglesia?"

    O

    Zuando

    en Pars, durante una de sus crisis de

    angustia..

    anota (el

    3

    de junio): "Acabo

    de levantarme. Hasta ahora

    he conseguido

    dormir

    bien. Me despierto varias

    veces

    la

    noche, y, suee lo que suee, en seguida se

    me

    aparece la

    situacin sta. Ah, amigo Brignole Depresiones nerviosas

    y

    musculares que nos hacen buscar con ansia la recta in

    comprendida

    de nuestro Destino Qu poco es todo eso,

    cuando lo que se examina no es el porvenir, sino el mo

    mento,

    cuando se

    cambiara la Gloria por la

    seguridad

    de

    comer tres das seguidos "

    Podra creerse que

    esta

    forma,

    casi oral,

    responde

    ni

    cnmente a la costumbre, ya

    arraigada,

    de

    dialogar con

    los

    rmigos, de confiarse

    a ellos

    en

    los momentos

    de mayor

    ir1timidad,

    lo que tendera

    a

    transformar el Diario en un

    liirgo monlogo. Pero

    el

    propio Quiroga

    se

    ha encargado

    de

    iluminar

    el punto,

    al

    escribir

    e n

    uno de

    sus

    momen

    tos ms

    patticos,

    cuando

    se

    ha

    visto obligado

    a

    aceptar

    la

    limosna

    de

    unos francos- el

    5

    de junio:

    "A

    Vds., mis

    amigos, que leern todas estas lneas, les deseo que nunca

    pasen por lo

    que estoy

    pasando yo". . , .

    Sin embargo, lo cierto

    es

    que

    nunca

    conf10

    la

    exis

    tencia de este documento

    a

    sus amigos

    y

    que

    hasta hoy les

    c ra completamente

    desconocida.

    Aun

    ms;

    como sus mis

    mos bigrafos

    lo

    indican, Quiroga fue

    siempre

    extremada

    mente reservado sobre

    su

    aventura parisina. Qu

    pudo

    haber cambiado su primera

    decisin?

    El' mismo Diario

    se

    encarga

    de contestar esta pregunta. El jueves

    7 de

    junio

    escribe: "Estoy en el Jardn de N6tre-Dame. Lo paso regu

    lar

    habiendo

    acabado

    de comer

    un vintn

    de

    pan Y

    le

    : u e ~ d o mi

    libro. Logro sustraerme por ratos con la lectura.

    Pero un

    recuerdo

    cualquiera

    de

    all, el

    Uruguay, n vals

    que tocaba la Orquesta del Liceo Slava, la laguna de Palma

    Sola me ponen en un estado

    de

    dolorosa reverie ,

    como

    n ~ n c a ms volviera ver eso. Al solo pensamiento de

    que eso no est perdido para m,

    un profundo

    suspiro me

    desahoga. Cmo gozo entonces Yo quiero toda la tierra

    en

    que

    he vivido, mis rboles,

    mis

    soles,

    mi

    lengua. No la

    patria,

    porque

    eso es una entidad, y si

    yo

    hubiera nacido

    36 -

    en Alemania, extraara la Alemania. Pero todo diferente

    como

    es esto, solo, solo,

    no

    conversando

    con

    nadie,

    nadie

    que

    me

    consuele, es horrible. No

    soy

    un solitario; todo lo

    opuesto. Ahora comprendo

    mi

    pobre madre

    que

    en casa,

    en el Salto,

    todo

    el da solita en los cuartos helados, pasea-

    ba amargamente su tristeza. Oh

    mi

    Amrica bendita, don

    de todo es grandeza y hospitalidad Cmo te adoro en

    Pars Creo

    que

    si de un golpe

    me

    transportara esa llo

    rara, s, llorara abriendo los brazos mi Madre mis

    amigos, las tardes y las noches. Pero todo cdncluir.

    Aunque cuando llegue all,

    sentir

    mucho menos

    por

    habe'i

    satisfecho

    parte

    de

    mi

    ansia

    en

    la desaparicin

    de

    esta

    vida

    1 en la progresin creciente del viaje que cada vez

    acercar ms, y, por

    lo

    tanto,

    me

    har

    perder

    la emocin

    de la brusca traslacin, aun entonces, digo, tendr horror

    del

    recuerdo de

    Pars, y estar donde est o que

    quiero"

    Aqu, en este h,orror

    del

    recuerdo de Pars,

    est la

    causa

    de su reserva, de

    su

    silencio, slo alterados por

    la comuni

    cacin

    de alguna trivialidad,

    de

    alguna

    rpida

    confidench.

    La anotacin casual

    y

    diaria

    permite

    captar

    el

    ser hu

    mano

    en

    su

    espontaneidad, pero, tambin, en

    su

    incoheren

    cia. Por eso es necesario reiterar

    aqu

    las advertencias y a

    formuladas- a propsito de su utilizacin

    como

    ejemplos.

    Hay q ~ e saber

    distinguir

    entre los numerosos rasgos, no

    Jerarquizados, aquellos

    que son

    permanentes,

    y

    aquellos

    que

    son

    meramente

    accidentales. A esta dificultad,

    inherente.

    a

    todo diario, se suma, en este

    caso,

    la dificultad accesoria

    de que Quiroga est

    registrando

    sus reacciones en una

    po

    ca

    de

    transicin,

    mientras

    se va formando su carcter.

    Cualquiera que recorra cuidadosamente el Diario ad

    ~ e r t i r en seguida

    que

    en su autor cohabitan dos persona

    h d a ~ e s la de un muchachn orgulloso y mimado, amantJ

    del Juego,

    del

    baile,

    del

    flirt,

    del

    ciclismo, y la de un poeta

    d e c . a ~ e n t e , que se ~ a b e destinado a la ms alta gloria,

    que

    sutiliza sus sensac10nes,

    que transforma en

    literatura sus

    p ~ r c e p c i o n e s

    y

    hasta

    sus

    sentimientos. El

    primero,

    se rego

    IJa

    Jugando

    al

    burro

    tiznado (marzo 31) confiesa:

    con

    toda sinceridad

    que

    baila

    porque

    le

    gusta,

    no'

    para distraer

    se.

    Y

    .o.lvidar a

    amada (abril

    11 ;

    anota, con puerilidad.

    primitivos

    retruecanos

    en italiano

    o

    en francs (abril 7

    ~ a y o 2 ~ ; Y despus de mucha hambre

    y

    de

    mucho o r g u ~

    llo

    hendo, reconoce con franqueza: No

    tengo

    fibra

    de

    bohemio"

    (junio

    8).

    El otro

    es mucho

    ms complejo

    y merece atencin ore

    ferente, ya que en

    sus

    rasgos se superponen autnticos

    ;en-

    - 37

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    18/81

    simientos

    y autntica angustia

    con

    la estilizacin literaria

    de esos sentimientos, de esa

    angustia.

    Y

    es necesario,

    en

    cada caso, separar cuidadosamente la

    pintura

    sin daar el

    rostro. Porque

    Quiroga no

    slo

    vive

    su

    aventura

    decadente.

    Tambin se contempla vivir. As,

    desde

    las

    primeras

    pgi

    r..as ofrece esta estampa de s mismo: "He sentido algo

    nuevo.

    Estoy abordo,

    pronto

    partir

    para un largo

    viaje;

    tener

    un

    cielo nublado en los ojos, y en el alma el retrato

    de una nia queridsima que se queda en la ciudad; ponerse

    en marcha el vapor y sentir de pronto las tres pitadas del

    buque,

    desgarradoras

    interminables

    como

    una

    desmesu

    rada despedida al cielo y la tierra y es cosa

    que

    angustia

    recordarlo, recostado en la borda, inmvil y

    mirando

    fija-

    mente

    la

    ciudad

    por despertarse, con las ojeras de una an

    gustiosa noche de asma y en

    el

    corazn la irremediable

    certidumbre de que

    no

    la veremos

    ms,

    ni

    hay,

    ni maana,

    ni dentro de un

    mes,

    ni quien sabe cuando,

    y que

    no

    hemos

    podido. despedirno s de ella .

    . .

    (marzo 21).

    En

    muchos

    casos la retrica

    finisecular

    le

    hace conver

    tir

    sus impresiones en ejercicios literarios. Por eso le habla

    r a su novia ausente en estos trminos: . . .

    estoy

    segurc:>

    de

    que

    en ese angustioso momento no dudabas de m y

    hallabas las ms olvidadas oraciones de nia para angelicar

    tus

    lgrimas";

    y

    aadir, ms tarde:

    En

    das

    como

    ste

    se vive mucho y hondamente, en el

    hondo

    de los n e r v i o ~

    en el epigstrico desfallecimiento de las emociones conti

    nuadas y nostlgicas" (marzo

    21).

    O al comunicar algunas

    de sus

    reflexiones sobre

    el amor

    no

    podr dejar de

    anotar:

    "No s hasta

    que

    punto la visin de una belleza repetida

    puede operar

    en

    nosotros

    el

    olvido hacia lo que amamos.

    Antes b_ien, el cario se afirma, tanto ms cuanto que la

    nostalgia esa

    suprema

    plida- acompaa siempre nues

    tros

    movimientos

    y realidades. Y an

    en

    el caso

    de

    que

    lleguemos amar otra, ser

    una

    metempscosis

    biza

    rra, deponiendo sobre la practicidad que est delante nues

    tro, el Cario y ternura que ofreceramos a la otra

    (marzo

    25).

    En

    algunos casos pontificar, pretendiendo dar

    tras

    cendencia a

    estas

    trivialidacies:

    Realizo el sueo

    de

    que

    hablaba

    Alberto:

    Una

    buena

    maana tarde de primavera,

    pasearme por el buque con el cigarro en la boca, pasearme

    a grandes pasos, sonriendo y si acaso

    mirando el mar azu

    lado y sereno .

    ..

    Lo cumplo ahora, en este momento; pero

    no estoy contento ; miro el mar, fumo con gusto; mas qu

    diferencia de lo que uno se figura antes de pa.rtir, de cono-

    cer el hecho, cuando uno

    inconscientemente

    p()etiza todo

    38 -

    en ~ r m o s u r a

    de lo que

    va

    venir,

    que,

    como o que

    J?aso, tiene

    el

    encanto

    de

    o dulce

    de

    la lontananza azulada

    o en el ~ e s a s t r e anterior, porque nos transportamos tal

    c o m ~ s ~ n t i m o s en el momento, tal vez venturosos, tal vez

    nosta gicos

    pero

    alejados de

    la accin-

    o

    muerto lo

    que a su

    vez

    espera impasiblemente el tiempo que ha de

    e s t e l r ~ o

    en

    nuestra

    vida. Ley

    eterna de impotencia

    y de

    a n g u s t i ~ que nos hace siempre abjurar de lo que nos hemos

    prometido

    de

    bueno, porque hoy

    como ayer hemos deseada

    ~ t r a cosa,

    otro

    algo

    que

    la

    existencia

    no cumple llegandc

    a

    formar

    la

    vida

    de intuiciones

    y retrocesos,

    ma:cados do

    loro,samente en nuestra memoria por la pena de lo que

    paso

    o

    espera a

    su vez

    la hora de deslizarse. Contraste

    etern_o de lo existente, herencia fatal que pone en nuestros

    nervios

    el germen

    de

    una esperanza que ser semilla muer

    ta, Y

    que

    su vez tendr en

    nuestra

    memoria la vida de

    u?ta semil1 1 frtil, porque pas, porque no

    es

    ms. La gran

    dicha es figu'tarse que el momento

    en

    que deseamos

    re

    cordamos algo, es el instante feliz

    de

    nuestra vida. Ser

    un_a exte1 'sa florescenc ia,

    sin

    esperar el fruto

    que

    ser po

    d : i ~ o Y in desear la cosecha anterior

    que

    est anulada. No

    ~ i v i r mas que de eso, exprimiendo de la esperanza todo el

    :ugo

    que pueda

    dar,

    beberlo de

    un sorbo,

    y

    no buscar ni

    en

    s:ieos la germinacin

    de

    lo

    que

    abortar

    de

    seguro

    (abril 3). Y

    con

    una

    curiosa

    mezcla de insincera idealidad

    verdadero egotismo analizar

    su

    capacidad ertica,

    ron

    s1derando unas veces a la

    mujer

    un instrumento de placer

    como cuando escribe, el

    25 de

    marzo:

    " . . . siento un infinitd

    deseo

    de

    caricias,

    de ternura

    que sea para

    m,

    de brazos

    blancos Y suaves que

    me

    abracen amorosamente ;

    0

    inten

    ~ a n d o

    precisar,

    ras

    veces,

    sus

    verdaderos

    sentimientos:

    . . . estoy convencido de que

    en ~

    el

    amor

    es solo

    uno

    pro,zongado

    t r a ~ s

    de los olvidos y de las fisonomas.

    D e s ~

    P' 1es

    de q ~ e r e r

    la que quiero, querr a cien ms, como

    s

    vuelvo

    a ver a las que he querido, las vuelvo

    amar

    de nuevo-

    (junio

    1 (14).

    14 Durante toda su vida, Quiroga estudiar el tema del amor

    Y se estudiar a s mismo, enfrentado

    a.

    la pasin

    0

    a.

    la. a.ventura.. G r a . ~

    parte

    de

    su obra

    literaria.

    ms ambiciosa

    est dedica.da. a

    explorar el

    tema.. Por eso,

    estas

    ~ b s e r v a c i o n e s

    y otras que se recogen en el curso

    de este ensayo,

    adqmeren po r

    encima de su valor

    intrnseco-

    un

    enorme v ~ l o r

    referencia.

    Vase, al respecto, mi

    eusay

    0

    sobre

    Objetividad

    de Horac10 Qmroga (Montevideo, Nmero, 1950). [Reproducido en este

    volumen bajo

    el

    ttulo de Una. perspectiva.]

    - 39

  • 7/26/2019 Rodrguez Monegal, Emir - Las Races de Horacio Quiroga

    19/81

    Detrs de

    esta retrica

    y de esta verdad se encuentra

    un

    joven

    para

    quien la soada aventura

    ha de

    convertirse

    en amarga burla,

    un

    seorito

    criado

    entre sus familiares,

    mimado y protegido. Pars lo acoge con

    esa impersonal

    in

    diferencia

    de

    la

    gran ciudad extranjera. Quiroga, que