rodrigo de cifuentes y el conde de la cortina
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Trata sobre un aspecto de la historiografía del arte en la Nueva España: la invención de un primer supuesto pintorTRANSCRIPT
Rodrigo de Cifuentes y el conde de la Cortina: un invento en la historiografía de la pintura novohispana1
Pedro Ángeles Jiménez
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Liminar
Tuve el honor de conocer a Juana Gutiérrez y el privilegio de trabajar con ella, no sólo
indirectamente, en cuanto concierne a la vida académica en el Instituto de Investigaciones
Estéticas, sino también gracias a sus proyectos Cristóbal de Villalpando y Antología de
pintura hispanoamericana. El cariño con que pudiera referirme a ella, no lo salva el lapso de
su ausencia: tiempo y espacio lleno de momentos pendientes que se conjugan con la
añoranza.
1 El presente texto se publican al amparo de la licencia Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 2.5 de Creative Commons, México, que puede consultarse en el siguiente link: http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/deed.es
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Siempre me asombró como mi admirada maestra Juana podía pasar de los temas del
Renacimiento a los de la pintura novohispana, y cómo su intuición le llevó, de manera
particular, a los terrenos de su historiografía. Para corroborarlo, en un extremo invoco la
edición que hiciera de los Diálogos sobre la historia de la pintura en México, de José Bernardo
Couto2, realizada conjuntamente con Rogelio Ruíz Gomar, así como su artículo “Algunas
consideraciones sobre el término estilo en la historiografía del arte virreinal mexicano”3.
En el otro extremo estarían sus trabajos "Tradición, estilo y escuela en la
historiografía del arte virreinal mexicano: reflexión en dos tiempos"4, y el titulado “¿La
pintura novohispana como koine pictorica americana? Avances de una investigacion en
ciernes” 5. En el otro extremo, porque en ellos ya se aprecia el poderoso influjo de su
reflexión teórica, que muy desafortunadamente, para nosotros quedó en ciernes.
Yo sabía cómo le gustaba estos temas, y semanas antes de su partida, compartí con
ella algunas de las páginas que leeré a continuación. Ya no pudímos comentarlas, las
comento con ustedes, con la certeza de que apenas son el inicio de un trabajo donde yo
mismo voy enfrazcado entre la mar de letras escritas por nuestra tradición historiográfica.
Se que disfrutaré de su comentario y que irremediablemente, me faltará el de nuestra
querida Juana.
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2 José Bernardo Couto, Diálogo sobre la historia de la pintura en México, estudio introductorio de Juana Gutiérrez Haces y notas de Rogelio Ruiz Gomar, México, CONACULTA, 1995. Cien de México. 3 Juana Gutiérrez Haces, “Algunas consideraciones sobre el término estilo en la historiografía del arte virreinal mexicano”, El arte en México: autores, temas, problemas, México, CONACULTA, Lotería Nacional, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 90-193. 4 Juana Gutiérrez Haces, "Tradición, estilo y escuela en la historiografía del arte virreinal mexicano: reflexión en dos tiempos", Tradición, estilo o escuela en la pintura iberoamericana, siglos XVI-XVIII, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, Fomento Cultural Banamex, Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Banco de Crédito, 2004. 5 Juana Gutiérrez Haces, “¿La pintura novohispana como koine pictorica americana? Avances de una investigacion en ciernes”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2002, v. XXIV, núm. 80: pp. 47-99.
3
No se si atenta, a alguna persona del público le ha llamado la atención que una calle de la
colonia San José Insurgentes, en nuestra populosa ciudad de México, perpetúe el nombre de
un tal Rodrigo de Cifuentes6. Dicha vía corre paralela a otra que se llama Andrés de la
Concha, y entre los pintores coloniales que merecieron igual distinción, se pueden
mencionar a Juan Tinoco, Diego Becerra o Miguel Cabrera… y para abreviar en síntesis,
una avenida condensa al linaje de “los Echave” y otra el de “los Juárez”. Bien cierto es que
por el rumbo también se halla una Claudio de Arciniegas, Salomé Piña o José María
Velasco, y lo dejamos aquí para no recitar toda aquella artística geografía, que bien da la
pauta para pensar en aquella frase de “tiene nombre de calle”, pudiéndonos figurar que en el
caso de la mencionada colonia, se rinde un tributo a los artistas que –con un enfoque
nacionalista- trabajaron por este mexicano suelo.
La cosa no estaría del todo mal, bien merecido lo tienen muchos de estos artistas
cuyo ingenio forma parte de nuestro patrimonio cultural, pero el desconcierto llega cuando
tras la obligada lectura de La Pintura colonial en México de don Manuel Toussaint7, o los no
6 Desde el terreno de los estudios históricos y literarios, es oportuno citar el trabajo de Mariana Riva Palacio Quintero: “Las historias fantásticas del Conde”, La república de las letras. Asomos de la cultura escrita del México decimonónico, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 2005: v. III, pp. 91-105. 7 Manuel Toussaint, Pintura colonial en México, ed. de Xavier Moyssén, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1982.
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menos indispensables Diálogo sobre la historia de la pintura en México de Bernardo Couto8,
me encuentro que entre los insignes nombres de la colonia San José Insurgentes, uno podría
no venir a cuento, y vamos, no sólo eso, que el nombre de Rodrigo de Cifuentes se le eleva
al rango de “chapuza histórica”, configurada por el ingenio de un notable personaje de
nuestro decimonónico siglo: un tal Conde de la Cortina.
Abramos pues el escenario: escribe Toussaint:
Al estudiar los orígenes de la pintura del virreinato de Nueva España, es uso y
hábito mencionar a Rodrigo de Cifuentes como el primer artífice europeo que
pasó a México. Conviene, pues, estudiar en qué fundamentos históricos
descansa la noticia relativa a este pintor. En el año de 1853 y siguientes se
publicaba en México un monumental Diccionario Universal de Historia y
Geografía9 en el cual reproducía una obra semejante dada a la luz en España,
pero con numerosos e importantes agregados relativos al país…10
y en efecto, participaron en la realización de sus 10 volúmenes una destacada pléyade
de intelectuales, sociedad de literatos distinguidos, entre quienes no podemos dejar de
mencionar nombres como el de Lucas Alamán, Joaquín García Icazbalceta, Manuel
Orozco y Berra, José Fernando Ramírez, José María Lafragua, Justo Sierra, José María Roa
Bárcena, José Joaquín Pesado, José María Andrade, José Bernardo Couto, Manuel Payno y
entre otros tantos más, el de don José Justo Gómez, Conde de la Cortina y Castro.
8 José Bernardo Couto, Diálogo sobre la historia de la pintura en México, ed., prol. y notas de Manuel Toussaint, México, Fondo de Cultura Económica, 1947. Biblioteca Americana. Una edición más nueva es la preparada por Juana Gutiérrez Haces y Rogelio Ruiz Gomar, México, CONACULTA, 1995. Cien de México. La primera edición tiene pie de imprenta en México, Imprenta de I. Escalante, 1872. 9 Diccionario universal de historia y geografía. Obra dada a luz en España por una sociedad de literatos distinguidos y refundida y aumentada considerablemente para su publicación en México, con noticias históricas, geográficas, estadísticas sobre América en general y especialmente sobre la república mexicana, por Lucas Alamán, José María Andrade y otros, 10 v. México, Tipografía de Rafael, Librería de Andrade, 1853-1856. 10 Manuel Toussaint, op. cit.; p. 15.
5
¿Quién pues, podría imaginarse, que alguno de los artículos de tan benemérita obra,
pudiera alentar alguna sombra de duda sobre la veracidad de su información?. Y así, en el
volumen II, hallamos la entrada correspondiente a Rodrigo de Cifuentes bajo la rúbrica de
“el C. de la C.”, nuestro el conde de la Cortina. Como bien señala Toussaint, el artículo
forma un completísimo cuadro biográfico:
*CIFUENTES (RODRIGO DE): nació en Córdoba (en España) el año
1493, y aunque se ignoran las circunstancias de su niñez y primera educación,
sabemos que se dedicó a la pintura y que el año 1513 ayudaba a su maestro
Bartolomé de Mesa a pintar la sala capitular de Sevilla. Establecido en esta
ciudad no debió de serle muy productivo el ejercicio de su arte, puesto que en
1523, se resolvió a abandonar su patria y trasladarse a la Nueva España con
varias familias españolas en cuya compañía llegó a Veracruz el día 2 de octubre
de aquel año, llevando según parece, recomendaciones eficaces para Hernán
Cortes, a cuyo lado permaneció constantemente y a quien acompañó en su viaje
a Honduras en el año siguiente. Tuvo particular amistad con Fr. Martín de
Valencia, que en junio del mismo año, 1524, llegó a la Nueva España con los
misioneros franciscanos llamados "Apostólicos," y pintó para la iglesia que éstos
6
fundaron en Tehuantepec, varios cuadros, de los cuales el que en aquellos
tiempos y en aquellos lugares pareció de mas mérito, fue el que representaba a
S. Francisco en actitud de orar hincado de rodillas. La protección de estos
padres, la muy especial de Hernán Cortes, y la circunstancia de ser Cifuentes el
único pintor que por entonces había en la Nueva España le fueron tan favorables,
que hubiera podido muy bien realizar su propósito de volver rico a su patria, si la
pasión del juego no le hubiese hacho perder todo el dinero que ganaba. Siguiendo su
gusto particular se dedicó especialmente a hacer retratos que le producían
cuantiosas sumas, y entre ellos hizo el de Fr. Martín de Valencia su amigo; el
de Dª Marina (conocida por el nombre popular de la "Malinche"), a quien
retrató en Guazacoalco, y el de Hernán Cortes, en 1538, para el ayuntamiento
da Tacuba. Además pintó una infinidad de cuadros y retablos para las iglesias, y
algunos (que fueron los mas esmerados) para la casa de Hernán Cortes; los
cuales juntamente con el de Dª Marina, perecieron en el incendio que padeció
aquel edificio en mayo de 1652, habiéndose salvado de esta catástrofe uno
solamente que es tal vez el mejor de cuantos pintó Cifuentes, y que representa
el bautismo de Magiscatzin con el retrato de éste y el de D. Marina. La
conservación de tan apreciable pintura se debió a la casualidad de haberla
regalado Cortes a los padres de S. Francisco de Tlaxcala, en cuyo convento se
hallaba en aquella fecha, y en donde existe actualmente. Entre los objetos de
antigüedades mexicanas que llevaba a Europa D. Lorenzo Boturini se hallaban
dos retratos, uno del conde de Tendilla, primer virrey de la Nueva España, y
otro de Alvar Núñez de Guzmán, ambos de cuerpo entero, pintados por
Cifuentes, según consta de una de las partidas del inventario jurídico que se
formó de aquellos objetos, y que tuvo en sus manos el autor de este articulo.
Cifuentes distaba mucho de ser un pintor de primer orden, pero merece se haga de él
honrosa memoria en la historia de Nueva España tanto por haber sido el primer
pintor español quo vino a este reino, como por la importancia de las personas de
7
aquella época á quienes dedico su talento, y cuyos retratos dejó a la posteridad. El
C. de la C.11
Me permití mostrar la cita completa pues aunque copiosa, no creo que resultara mal,
y además, en su Pintura colonial, Toussaint sólo hace de ella un extracto para después
acometer las argumentaciones que semejante nota mereció a su fino sentido crítico.
Lo primero que destaca don Manuel es lo asombroso que resultara contar con tan
copiosas noticias de un artista de los albores del virreinato, preguntándose, no sin sobrada
razón, que:
si de multitud de artífices solo poseemos un dato, de otros nada más
conocemos el nombre. ¿Cómo es posible que de Rodrigo de Cifuentes existan
tantos detalles?12
y continuación, partiendo de las sospechas ya asentadas por Couto y José Fernando
Ramírez, enumera los puntos que debieran poner sobre la lona cuanto señala el Conde de la
Cortina:
1º. ¿Porqué en ningún documento de la época en que se sitúa a Cifuentes, existe
mención de su nombre o actividad?
2º. En el mismo tenor, y si es cierto que fue a las Hibueras con Hernán Cortés,
¿por qué Bernal Díaz, que menciona hasta a los juglares, no dice nada de él?
3º. ¿Cómo pudo pintar algo para el convento de Tehuantepec si por aquel
entonces no existiría edificación alguna?
4º. ¿Por qué en los inventarios de Boturini no existe la partida que refiera los
retratos a que hace alusión el Conde? quién, finalmente
5º. confunde el nombre de Alvar Núñez de Guzmán, que no existe, por el del
temible conquistador y adversario de Cortés, Nuño Beltrán de Guzmán.
11 Diccionario universal de historia y geografía…: v. II, pp. 314-315.
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No cabe duda que el artículo firmado por el Conde de la Cortina, resulta,
formalmente una impecable pieza biográfica de enciclopedia, y abrigándose en la autoridad
de la benemérita empresa editorial de que forma parte, ¿cómo si no con la crítica de sus
dichos y fuentes, podía abrirse la cepa que objetara su veracidad?. Con toda razón escribe
Toussaint:
¿por qué, preguntará alguien, si un escritor tan serio como Couto, dudaba de la
existencia de Cifuentes, tantos autores se han empeñado en sostenerla? -y
razonablemente se contesta:- Existen tan pocas noticias de nuestros pintores del
siglo XVI, que suprimir a Cifuentes equivalía casi a quedarse sin nada, y el afán
del escritor que se encariña con su asunto y desearía tener muchos artistas que
citar, no podía conformarse con desdeñar este que tan bien sazonado se le
presentaba. Es tan poderoso este afán que nadie puede sustraerse a él: yo
mismo, que con tanto empeño niego la fantasía que creó a Cifuentes, estoy
quizá dentro de esta tendencia sin saberlo12.
Aquí habría que decir, que el argumento que presenta don Manuel respecto al
significado de eliminar a Cifuentes de la historia del arte, durante mucho tiempo fue verdad
categórica. Tan sólo en lo que se refiere a pintores de la época novohispana, en el mismo
diccionario apenas hallé las entradas biográficas Miguel Cabrera13 -que es la de mayor
interés historiográfico- y la de José de Ibarra14 -ambas escritas por Manuel Orozco y Berra-
y otra para Baltasar de Echave15 -debida, posiblemente, a J. Mariano Dávila-,
extrañándonos de veras que ninguna de ellas ostentara la firma de José Bernardo Couto o de
su primo José Joaquín Pesado, quienes posteriormente figurarán muy enterados sobre los
asuntos de la antigua escuela mexicana de pintura, como protagonistas principales, junto
12 Toussaínt, op. cit: p. 16. 13 Diccionario: v. III: pp 16-17. 14 Ibídem: v. IX: pp. 579. 15 Ibídem: v. IX: pp. 260-261.
9
con Pelegrin Clavé, de los Diálogo sobre la historia de la pintura en México16, publicados por
vez primera el año de 1872.
Por otra parte, no hay que olvidar que la base que impulsó a don Manuel a estudiar
durante su vida la historia del arte mexicano, era la misma que, compartida, impulsó la
creación del Diccionario universal de historia y geografía, a saber: la configuración de una
identidad nacional.
Así, vemos que el Diccionario… se publicó con la idea de dotar la nación mexicana de
una herramienta sintética, que abarcara las más amplias líneas del conocimiento,
fundamentada en la decana sabiduría de las plumas que reunía. Empresa no menor, dada a
la imprenta entre los años de 1853-1856, en el entorno de la inestabilidad política latente
durante casi todo el siglo XIX en un país que, hacía no mucho, perdía una dolorosa guerra
con los Estados Unidos, cediendo extensas porciones de su antiguo territorio.
Por ello, de la introducción general del diccionario rescato las siguientes frases que
ven en la empresa publicada la construcción de
…un monumento glorioso para el país en que vimos la luz; echar los cimientos
de un Diccionario Histórico exclusivamente mexicano; acopiar los materiales
que han de servir para nuestra historia; comenzar lejos de las pasiones y de la
agitación que producen la lucha momentánea y el espíritu de partido;
comentar, decimos, el juicio de los hombres que han tenido un decidido influjo
en nuestra sociedad, que han dado a nuestros destinos un giro feliz o
desgraciado, y preparar para ellos el juicio severo de la historia, que algún día los
cubrirá de alabanza o de baldón no es sin duda una labor perdida ni una tarea
inútil. Los hombres desaparecemos unos tras otros, y las generaciones se
suceden como las olas de polvo que levanta el viento en los caminos; pero las
acciones y la memoria de cada uno de los que producen males o bienes, deben
quedar en los demás como recuerdo imborrable, para que sirvan de estímulo o
16 http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/67928405431269452732457/index.htm. Consultado en octubre de 2008.
10
de escarmiento, y para que los que nos sucedan sigan o se desvíen de este, o de
aquel camino…17
Nobles palabras que funcionarán así mismo para explicar, pese a todo, que las
argucias del Conde de la Cortina son compatibles con el deseo de dotar país de una
simiente artística, aunque ésta fuera construida más en el filo del quehacer literario de su
creador, que –diríamos de manera harto positivista- sobre las bases de la evidencia histórica.
En los Diálogos…, José Joaquín Pesado le pregunta a Couto: ¿De dónde tomaría
nuestro amigo tan curiosas noticias? Obteniendo como respuesta las siguientes palabras:
Dos ocasiones se lo pregunté: la primera me señalo como fuente el archivo de
la Casa de Contratación de Sevilla, si bien a mí me pareció cosa extraña que en
los documentos de aquella oficina se encontrasen todos los particulares que
acabo de referir. La segunda, me dijo que los había sacado de unos apuntes del
erudito padre Pichardo, que un amigo suyo le había regalado. Aun me agregó
que la marca o cifra con que firmaba sus cuadros Rodrigo de Cifuentes, era
esta: una R, cuyo trazo delantero inferior, muy prolongado, llevaba inscritas una
o y una c, y arriba una s: en esta forma…18
17 Diccionario universal de historia y geografía: v. I, p. III-IV 18 José Bernardo Couto, Diálogo…: pp. 40-41
11
Dudándolo como lo dudaba, todavía Couto se detiene más adelante a escribir:
A mi sólo me detiene para creerlo así -el que Cifuentes fuera una ficción-, el
que siendo el señor Cortina hombre de honor, no puedo concebir que vendiese
al público como verdad un cuento inventado de su cabeza19.
Y sin embargo, no cabe duda que la historia de Rodrigo de Cifuentes resulta apenas
algo más que un castillo de naipes, y esto es lo absolutamente increíble, pues como la calle
de la colonia San José Insurgentes, el nombre ganará con el tiempo cobas de tal interés, que
me resulta verdaderamente digno ocuparse de ellas.
La primera, y de la mayor relevancia en lo que toca al siglo XIX, la encontramos
entre las páginas de una pequeña obra titulada: Breves apuntes sobre la antigua escuela de
pintura en México y algo sobre la escultura, firmado por Agustín Fernández Villa20, que ya
cita Toussaint, aunque sólo fuera para criticar la manera como en dicha publicación se
admite la existencia del mito. En verdad, ello no es del todo exacto pues al parecer,
Fernández Villa al tenor de los argumentos de Couto, admite que:
Resultando como dudosa la venida del pintor Cifuentes con Hernán Cortés,
sólo consignamos como pintores existentes en la Nueva España en este siglo –el
XVI- al español Alonso Vázquez elogiado por Torquemada, y citado como
autor de los cuadros, obsequio al Marqués de Montes Claros y que en 1603
fueron colocados en la capilla de la Universidad21.
Y a seguidas, viene una nota al pie debida a la pluma del promotor de la segunda
edición, don Alfonso Toro, que es la que verdaderamente levantó ámpulas a don Manuel:
La existencia de Rodrigo de Cifuentes no puede ya considerarse dudosa, a pesar
de que don José Bernardo Couto hace graves objeciones acerca de las noticias
19 Ibídem: p. 42. 20 Agustín F. Villa, Breves apuntes sobre la antigua escuela de pintura en México y algo sobre la escultura... con prólogo y notas del Licenciado Alfonso Toro. Segunda edición ilustrada con reproducción de varias pinturas tomadas de fotografía directa, México,1919. Al parecerfue redactado en Guadalajara el año de 1884. 21 Ibídem: p. LXXXVII.
12
dadas por el Conde de la Cortina sobre este pintor. Indudable es que éste
incurrió en algunos graves errores, pero después del descubrimiento del cuadro
que representa a Hernán Cortés ante San Hipólito, que reproducimos en este
libro, por primera vez, cuadro que indudablemente fue pintado en el siglo XVI
y que lleva la firma de Cifuentes, como la describe el Conde de la Cortina, creo
que no puede ponerse en duda su existencia22.
Es de suponerse que esta pintura, hoy bajo la custodia del Museo Nacional de
Historia del Castillo de Chapultepec, tuviera en algún momento de su existencia la
mencionada firma. Toussaint es durísimo en su juicio sobre el asunto23 y presumiendo el
cuadro como de épocas posteriores a los años en que supuestamente viviera Cifuentes, lo ve
completamente apócrifo, como el autógrafo que de haber existido, se encargaría de borrar
una restauración posterior, quedándose la pintura, efectivamente, como una obra que
correspondería a la primera década del siglo XVII, atribuida, curiosamente, al único nombre
cierto con el que contaba Fernández Villa, que era el sevillano Alonso Vázquez.
Otra pintura que se presumía como posible atribución del posible Cifuentes, fue el
bautismo de los señores de Tlaxcala, existente en el templo de Tizatlán, pintura que en
opinión de Toussaint se relaciona con la escuela de José Juárez. Si bien la cercanía al círculo
de este notable pintor del siglo XVII no se mantiene, es bien cierto que la obra podría
considerarse de mediados de esa centuria, aunque su asunto remita a un evento fundacional
del siglo XVI, cuyo simbolismo atañe audazmente los asuntos de identidad e historia de la
República de Tlaxcala.
El tratar sobre un acontecimiento de los años de la conquista, bien pudiera ser la
razón por la que ese lienzo y otro más primitivo, pero que se halla en el retablo mayor de la
iglesia de San Francisco de Tlaxcala, se concedieran sin empacho al pintor inventado.
Curiosamente, en la pintura del convento de la Asunción de Tlaxcala se destaca la presencia
22 Ibídem: nota XXII. 23 Manuel Toussaint, op. cit.: p. 16
13
de una hermosa figura femenina, a quién por extensión de los temas que tratara Cifuentes
se le pensara como el retrato de doña Marina.
La audacia de la firma autógrafa que algún día ostentara el san Hipólito, no
constituye la única evidencia material de quienes, animados por diversas razones, alentaron
de buena o mala fe la existencia de Cifuentes, y de esta manera, otros autógrafos, ya ni
siquiera parecidos al que se ve publicado en las páginas de Couto, se aprecian en dos
pinturas más: la primera que habremos de comentar también pertenece a las colecciones del
Museo de Chapultepec: firmada “Sifuentes fecit”, tiene por tema Las armas concedidas por
el Emperador Carlos V a la casa de los emperadores Xicotencatl y su genealogía; cuadro pintado
posiblemente sobre la segunda mitad del siglo XVIII, pero que tal vez copia un documento
más primitivo. Cabe acotar que hace un par de años, esta obra se llevó al Laboratorio de
Arte de nuestro IIE, comentándose abundantemente la cuestión de si la firma debía
retirarse o no, al filo de otra posible restauración.
La segunda pintura a comentar pertenece a colección particular, y se trata de un óleo
sobre lámina en el que se pintó el martirio de San Eduardo rey, curiosidad que también
lleva el autógrafo de Cifuentes pero que sin duda, se puso en el cuadro menos pertinente
para sustentar la existencia del supuesto pintor, aunque desde la esquina contraria, también
esta pintura bien puede llamarse a estrado para negarla.
Pero los cuadros apócrifos no son el único fenómeno que acompaña a Cifuentes y ya
puesta la trampa, muchos mas cayeron en sus redes. Cito dos ejemplos: el primero lo
comentamos sobre una obra de Miguel Solá, publicada en Barcelona en 1935 y que tiene el
mérito de ser una de las pioneras obras que con criterio general, se ocuparon de formar una
Historia del arte hispano-americano24. En el apartado que trata sobre la pintura en México,
que al parecer de Solá sigue en importancia a la arquitectura, escribe:
Entre los precursores de la escuela mexicana aparece Rodrigo de Cifuentes, que
llegó a la Nueva España formando parte del séquito del conquistador de
México. Es autor del cuadro “Hernán Cortés orando ante San Hipólito”, que se
24 Miguel Solá, Historia del arte hispano-americano, Barcelona, Editorial Labor, 1935.
14
conserva en el Museo Nacional. Se le atribuyen varios retratos de Cortés e hizo
los de Nuño, conde de Tendilla y de fray Martín de Valencia, entre otros, pintó
un gran retablo representando el bautismo de un cacique de Tlaxcala25.
Explicable parece que Miguel Solá, sin alcanzar a conocer la Pintura colonial en
México, que don Manuel Toussaint mantuviera en un cajón hasta la fecha de su muerte –no
se olvide que el maestro Xavier Moyssen la editó póstumamente en 1965-, y que la primera
edición de Couto anotada por Toussaint, apareciera en 1947, el español mantuviera lo
dicho, informado por páginas más antiguas. Pero mas inexplicable me parece –a ver ustedes
que opinan- que la existencia de Cifuentes se siga perpetuando en una página Web del
Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que hoy mismo el amable auditorio puede
consultar en el Internet26.
Ante los argumentos revisados hasta este punto de la charla, no me queda más
remedio que admitir que Rodrigo de Cifuentes existe… si no como personaje con sustrato
histórico, porque los fragmentos de su biografía y obra se despedazan ante la atenta mirada
crítica, si existe como una idea, una que con cierta fortuna ha iluminado ese disputado lugar
de primer pintor español en tierras de la Nueva España, que en la actualidad ostenta el
andaluz Cristóbal de Quesada, quién habría pasado a México para el año de 1538, aunque
por su parte, está sobre la mesa otra hipótesis de concede ese laurel al pintor y/o
guadamacilero Juan de Najara o Nájera 27.
Acaso debamos detenernos a reflexionar sobre la función de los mitos fundadores. La
pintura novohispana decanta uno y sus consecuencias siguen vigentes. Pero la mitografía
estaría incompleta si dejamos de mencionar otros fenómenos igualmente apasionantes,
como la historia que fijó en sus filos literarios el México viejo de Luis González Obregón y
que refiere los avatares de Simón Pereyns y su proceso inquisitorial, a cuya vera surge el aura
de la celebérrima Virgen del Perdón.
25 Ibídem: pp. 85-86. 26 http://www.metmuseum.org/toah/ht/08/canm/ht08canm.htm. Consultado octubre de 2008. 27 Angel Vargas, “Reportaje la huella de un pintor indígena. Probable autor de la imagen guadalupana del Tepeyac. Subsiste obra pictórica de Marcos de Aquino” [entrevista a Augusto Vallejo de Villa], México, La Jornada, Martes 10 de diciembre de 2002.
15
En ese mismo sentido también aguarda la historia de Isabel de Gamboa, “la Zumaya”
y en otro más parecido al de nuestro Cifuentes, estaría el caso de Francisco de Villalpando,
quién suplió la autoría de la serie de lienzos del Convento grande de San Francisco de
Guatemala a Cristóbal de Villalpando28, o Francisco Cubrian, quien detentó en lugar de
Francisco Zurbarán, la autoría de un retablo dedicado a Nuestra Señora del Rosario en la
iglesia de Santa Paula de Sevilla29.
Lo apresurado que voy en este punto ya no tiene remedio, simplemente llamo la
atención a los temas derivados de nuestra tradición historiográfica, a la vera de un camino
que ya suma el siglo y medio de trabajos relacionados con la historia de la pintura
novohispana. Creí conveniente traer a cuento esta parte de nuestro legado historiográfico,
porque en sí, creo que todas estas son historias apasionante, pero también, porque advierten
del cuidadoso proceder que aguarda a quién frente a tantas preguntas, se atreva a ensayar
nuevas respuesta … muchas gracias.
28 Lujan Muñoz, Luis, "Nueva información sobre la pintura de Cristóbal de Villalpando en Guatemala", Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1986, v. XV, n. 57, pp. 113-114. 29 Toajas Roger, María Angeles, “Zurbarán y el retablo del Rosario de Santa Paula de Sevilla, o Francisco Cubrian, un pintor inexistente" Atrio: revista de historia del arte, n. 2, 1990: pp. 9-23. Disponible en: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1402570. Consultado octubre de 2008.