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Juliana Martínez Martínez 2º Periodismo abril de 2013 Historia del Periodismo Robert Capa: fotógrafo engagé Hungría y la huída Endre Friedmann nació el 22 de octubre de 1913 en Budapest, Hungría. Su madre, Julia, era propietaria de un negocio de moda; su padre ,Dezsö, era un hombre relajado, creía más en los contactos, el encanto y las relaciones que en el trabajo duro. Robert Capa es un nombre conocido; admiradores, investigadores y aficionados, entre otras personas, le han dedicado su tiempo. Pero para que esto sucediera, Capa primero tendría que ser Endre Friedmann, luego André Friedmann, y por último Robert Capa o “Bob” Capa (como lo llamaban en EEUU). Era el segundo de tres hermanos, László el mayor y Kornel el menor. No había duda de que Endre era el favorito de su madre, ella encontraba todo desorden o defecto adorable en su segundo hijo. Tenía cualidades tanto de su madre como de su padre, quizá alguna de las que más le caracterizó fue la que aprendió de Dezsö: su habilidad para contar historias y ganarse la simpatía de las personas para conseguir hasta lo inconcebible. Después de cuatro años de escuela primaria, fue a la Madach Imre Gimnazium, una escuela secundaria que ponía especial énfasis en materia artística. “Bandi”, como le apodaban, pasó por la escuela con notas que iban desde aceptables hasta buenas, con algunas excepciones. Sus padres lo supervisaban poco, de modo que era cada vez más independiente. Con la caída de la bolsa de EEUU en octubre de 1929,

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Juliana Martínez Martínez2º Periodismoabril de 2013Historia del Periodismo

Robert Capa: fotógrafo engagé

Hungría y la huída

Endre Friedmann nació el 22 de octubre de 1913 en Budapest, Hungría. Su madre, Julia, era propietaria de un negocio de moda; su padre ,Dezsö, era un hombre relajado, creía más en los contactos, el encanto y las relaciones que en el trabajo duro.

Robert Capa es un nombre conocido; admiradores, investigadores y aficionados, entre otras personas, le han dedicado su tiempo. Pero para que esto sucediera, Capa primero tendría que ser Endre Friedmann, luego André Friedmann, y por último Robert Capa o “Bob” Capa (como lo llamaban en EEUU).

Era el segundo de tres hermanos, László el mayor y Kornel el menor. No había duda de que Endre era el favorito de su madre, ella encontraba todo desorden o defecto adorable en su segundo hijo. Tenía cualidades tanto de su madre como de su padre, quizá alguna de las que más le caracterizó fue la que aprendió de Dezsö: su habilidad para contar historias y ganarse la simpatía de las personas para conseguir hasta lo inconcebible.

Después de cuatro años de escuela primaria, fue a la Madach Imre Gimnazium, una escuela secundaria que ponía especial énfasis en materia artística. “Bandi”, como le apodaban, pasó por la escuela con notas que iban desde aceptables hasta buenas, con algunas excepciones.

Sus padres lo supervisaban poco, de modo que era cada vez más independiente. Con la caída de la bolsa de EEUU en octubre de 1929, la economía húngara sufrió también de una recesión, la familia Friedmann entró en quiebra. Julia cerró su taller de diseño de ropa y lo trasladó a su casa, para Endre esto resultó en una pérdida de privacidad tremenda, cuando no había lugar para estar solo, llegó incluso a encerrarse en el cuarto de baño. El negocio iba cada vez peor, Julia trabajaba con creces y Dezsö cada vez pasaba más tiempo en el Café Moderne, donde solía distraerse.

Endre comenzó a notar que lo que su padre decía, de que al final el trabajo no era lo más importante, se volvía cierto en las visitas que recibían de los cobradores. En 1929, en su sexto año en la Madach Imre Gimnazium, conoció al Lajos Kassák, poeta, novelista, pintor, artista gráfico y editor. Kassák resultaría una persona muy importante para Endre, pues en ese entonces, el primero escribía para la revista Munka. Friedmann era un ávido lector de la revista, y gracias a lo que Kassák escribía se interesó por el periodismo, la literatura y la

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política. Endre también eligió hacer una carrera periodística por las posibilidades de viaje y la constante aventura que supondría. Las restricciones de la vida en Budapest y el panorama laboral estaban haciendo que “Bandi” y su círculo de amigos quisieran salir huyendo de ahí.

En ese momento, el gobierno que se encontraba en el poder era represivo, y Endre pasó aproximadamente dos años en las calles de Budapest protestando, esto le trajo amigos pero también enemigos. El 1 de septiembre de 1930 él y sus amigos asistieron a una huelga general para protestar por el desempleo. Las manifestaciones masivas eran ilegales, el gobierno estaba nervioso y pronto se desató la violencia, Bandi terminó herido, aunque no gravemente. Después de eso, ingresó en el Partido Comunista, sin saber que estaba infiltrado por un miembro de la policía; las autoridades lo detuvieron en su propia casa por la noche, lo llevaron a la cárcel, interrogaron y golpearon hasta que quedó inconsciente. Su padre se las ingenió para sacarlo de la cárcel pero se le ordenó que se marchara de Hungría.

Alemania y el primer empleo

Apenas terminó la escuela se marchó a Berlín. El alemán era su segunda lengua, aunque no la dominara a la perfección. Partió el 12 de Julio de 1931 y le tomó dos o tres semanas llegar a Berlín, ahí rentó una habitación pequeña y entró en contacto con György Kepes, artista húngaro que había ido a Berlín para trabajar con Laszlo Moholy-Nagy (uno de los principales representantes del movimiento de la Bauhaus). Se reunía con gente involucrada en la política de izquierdas prácticamente todos los días, él sabía que como antifascista, extranjero, judío y de izquierdas, era todo lo que los nazis no querían.

Endre ingresó a la universidad en 1931, la Deutsche Hochschule für Politik tenía uno de los mejores departamentos periodísticos en Europa. Se las arreglaba con el poco dinero que enviaban sus padres, pero ese mismo año la economía húngara colapsó y su madre le escribió para decirle que no podrían seguir enviándole dinero. Tuvo problemas con la dueña del apartamento que alquilaba, y fue por unas semanas a vivir con una prima de su madre, pero desapareció de la misma manera que llegó. Consideró buscar trabajo como agricultor o como fotógrafo, escogió la segunda por “ser lo más cercano al periodismo”. Todo lo que necesitaba era conseguir una cámara, estudiar fotografía no le parecía necesario (tampoco tenía dinero para pagarlo).

György Kepes le dio su primera cámara, ya le pagaría cuando pudiera. Su primer empleo fue en la agencia Dephot (Deutscher Photodienst o Servicio Alemán de Fotografía), lo contrató Simon Guttman, interesado por el judaísmo. Al principio no parecía tener mucho interés en que Endre entrara en la agencia, pero también él era húngaro e intentaba ayudar a sus compañeros. Lo envió al cuarto oscuro, el encargado de esa estancia necesitaba un ayudante para el revelado e impresión de las fotografías. La agencia contaba con fotoperiodistas de renombre, Endre tuvo muy buena relación con dos de ellos: Umbo y Felix H. Man. El primero era una figura del Dadá y especializado en retratos y

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publicidad; el segundo, el fotoperiodista estrella de la agencia (uno de sus reportajes más conocidos es “Un Día en la vida de Mussolini”, publicado en 1931).

Sin embargo, la persona más cercana a Endre de la agencia Dephot era Ladislaus Glück, quien manejaba la parte económica y escribía el texto para las fotografías. Aunque el joven era el asistente en el cuarto oscuro, se le encomendaban todo tipo de tareas pequeñas: contestar llamadas, entregar fotografías a los editores, cargar el equipo de los fotógrafos. Seguía siendo pobre, pero haber entrado a Dephot era como haber ingresado a un club para él, a final de cuentas, estaba en contacto con algunos de los más renombrados fotoperiodistas en Alemania. En 1932 Dephot cayó en bancarrota, pero Simon Guttman lo reestructuró bajo el nombre de Degephot.

Poco después, Endre encontró un ático para vivir, era frío y pequeño, pero era suficiente para recobrar la independencia que tanto anhelaba, el alquiler era un problema, pero seguía teniendo la habilidad para convencer a la dueña del ático de que le pagaría en cuanto pudiera. Estudiaba gracias a un programa de financiamiento. Iba al Café Romanisches, foco del avant-garde y punto de reunión de la comunidad húngara en Berlín, a veces conseguía que le invitaran a una comida. Mientras tanto, un vaso de agua con azúcar bastaba para mantenerlo activo hasta que algo sólido cayera en sus manos. En el invierno de 1931 -1932 las calles se veían invadidas por campañas, marchas y pancartas, por ocasión de las elecciones presidenciales. Bandi y sus amigos ridiculizaban a los marchantes nazis poniendo agua en las calles, se congelaba por el frío y los marchantes resbalaban. Sus pasos no serían tan firmes como decían. Sin embargo, Friedmann entendía el peligro que esto representaba, se había vuelto un poco paranoico después de lo que pasó en las manifestaciones de Budapest.

Pasadas las elecciones, por un momento pareció que el fascismo se iba, pero meses después, los nacionalsocialistas regresaron con más fuerza. Había tantos enfrentamientos que se podría decir que Berlín estaba inmersa en una guerra civil.

Poco después llegó su primer trabajo como fotógrafo, se dice que porque ninguno de los otros fotógrafos estaba disponible en ese momento para ir a Dinamarca, a la última conferencia conocida de León Trotsky. Las fotos fueron publicadas en el Der Welt – Spiegel bajo el título “Trotsky sube a la tribuna”. Se volvería a cruzar con Trotsky en Ciudad de México, en 1940 mientras cubría las elecciones mexicanas para el grupo de prensa Time – Life.

París y André Con el régimen nazi, Endre se exilió en septiembre de 1933, esta vez se dirigía a París. Para entonces tenía su propio ayudante en el cuarto oscuro, Csiki Weisz, con el que llegó a la capital francesa. Ninguno contaba con más de veinte años. Afrancesó su nombre apenas llegó, ahora era André Freidmann.

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En 1935 hizo el primero de muchos viajes a España, y con él inició su interés por la Guerra Civil y la necesidad de luchar por “algo” se despertó. Le acreditaron como miembro de la prensa internacional, sus reportajes de este viaje se publicaron en medios franceses y de otros países.

En algún momento entre 1933 y 1936 conocería a Pierre Gassman y Henri Cartier-Bresson al mismo tiempo que a Gerda Taro (cuyo verdadero nombre era Gerda Pohorylle) mientras trabajaba para la agencia Alliance Photos. En su círculo también estaban David “Chim” Seymour y Fred Stein. Gerda era una refugiada alemana de origen burgués, que a pesar de esto se involucró desde muy joven en movimientos socialistas. También era fotógrafa, ella y André comenzaron una relación, juntos se morían de hambre. Decidieron en mayo de 1936 inventar un nombre, un personaje. Robert Capa sería un famoso fotógrafo americano que había ido a trabajar a Europa, sus fotografías tendrían un precio tres veces más elevado que las fotografías de cualquiera de los de su círculo y sólo se venderían a través de sus representantes. Sí, Gerda y André eran los representantes. El truco funcionó y por fin comenzaron a ganar dinero. Su historia quedó al descubierto, pero no cayó el valor de sus fotografías, André adoptó entonces el nombre de su personaje.

España y el estilo Capa

Garbo le envió algunas fotos de Robert Capa al editor de la revista Vu, Lucien Vogel, quien mandó llamar a André a su despacho, después de eso lo envió a Cataluña a cubrir los Juegos Olímpicos, pero estos nunca se celebraron. En el verano de 1936, André y Gerda (la segunda acompañándolo por su cuenta y riesgo), partieron a España.

Una vez en España, y en vista de que los JJ.OO. se cancelaron, Capa y Taro asistieron a sesiones de entrenamiento de mujeres, había algo en el hecho de que las mujeres tomaran el fusil que interesaba tanto a la prensa como a la gente. Las fotos fueron publicadas por Vu bajo el título “Cuando se incorporan las mujeres. Retratos de milicianas”. El nombre de Capa comenzó a reconocerse, su marca se definía poco a poco. Ese mismo año, se dirigieron a Andalucía.

De Gerda no tenemos noticias en el tiempo en el que Capa estuvo en Madrid: el 16 de noviembre de 1936, la revista Regards obtiene de las autoridades españolas un permiso de estancia para el fotógrafo. A pesar de un par de restricciones, hizo en 17 días los reportajes que le harían entrar en la historia del fotoperiodismo. Regards le concedió un lugar excepcional a su trabajo en los cuatro números de diciembre, comenzando por el día 10 de dicho mes: “La capital crucificada, fotos prodigiosas de Capa, nuestro enviado especial en Madrid”. El 17 de diciembre el título era: “Nuestros enviados especiales en las líneas de fuego con los voluntarios de la libertad”. Doce páginas de fotos extraordinarias de Capa, acompañadas de artículos por otros autores. Por primera vez los franceses pudieron ver imágenes de esos hombres españoles de los que toda la prensa comenzaba a hablar.

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El número cierra con la foto de Fernando, un español de Saint-Denis, de unos 15 años, que sonríe encarnando el valor de los combatientes antifascistas.

Su trabajo era reconocido y la marca de sus fotografías se expandía, no es ninguna sorpresa que, alrededor de 1938 y con sólo 23 años, lo ungieran como fotógrafo titular del diario Ce Soir. Chim Seymour y Henri Cartier-Bresson también trabajaban ahí, entre los tres contribuyeron al auge del periódico, plantando cara frente a la competencia: el diario Paris-Soir.

Muerte de un miliciano

La Guerra Civil española era un escenario interesante para los artistas y fotógrafos, por lo que muchos artistas reputados buscaban estar ahí.

Existen dos copias de época de esta fotografía, la primera se conserva en el Archivo de Salamanca y procede de una maleta de copias perteneciente al jefe del gobierno español, Juan Negrín. De formato clásico y sin ninguna

inscripción, no aporta ninguna información nueva. La segunda copia (la de la izquierda) se conserva en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Está pegada sobre un cartón de color crema y se halla en mal estado, aunque es evidente que ha sido restaurada. Tiene pliegues y está agrietada, el miliciano está muy contrastado, el encuadre ha sido cortado ligeramente a la izquierda y en la base de la fotografía, afectando a la culata del fusil y a las alpargatas del miliciano. El cielo en la parte superior es mucho más oscuro que abajo. Sobre la cartulina hay una inscripción en lápiz: by Robert Capa (a print from original neg). Entró en la colección del museo en 1959. Otra inscripción reza: Robert Capa. Spanish soldier drop with a bullet through his head. July 12, 1937. Gift of Edward Steichen. Los fotógrafos Wayne F. Miller y William E. Smith habrían dado esta copia a Steichen, probablemente después de haberla recuperado de los archivos de Time-Life, pues trabajaban con Capa en la revista Life. Steichen se convirtió en director del departamento de fotografía del MoMA en 1947 y organizó la exposición “The Exact Instant”: 300 fotografías de prensa presentadas en su contexto de publicación.

La foto fue poco publicada durante la Guerra Civil, y nunca en España. Después de Vu, el 23 de septiembre de 1936 Regards publicó la foto con un encuadre igual al del MoMA. Paris-Soir la utilizó para ilustrar el artículo de su enviado especial Antoine de Saint-Exupéry (“La guerra en el frente de Carabanchel. Sargento, ¿por qué aceptas morir?”). La revista Time la usó el 8 de octubre de 1936, y Life esperó hasta el 12 de julio de 1937 (fecha en la copia del MoMA).

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Mario Brotons, historiador español, aseguró que el miliciano se llamaba Federico Borrel García y que combatía una columna anarquista en un cerro murciano, cerca de Córdoba, cuando Capa lo fotografió. Su afirmación fue aceptada, pero en 2007, los autores de un documental español descubrieron un artículo en un periódico anarquista de 1937, Ruta Confederal, que describe las circunstancias de la muerte de Borrel García, y no tienen nada que ver con la foto.

Investigadores (Ernest Alós, Carles Querol, Fernando Penco) precisaron el lugar de la foto, y resulta que no hubo ningún combate ahí por esas fechas.

Después de Gerda

A pesar de que Capa estaba comprometido con su trabajo en España, de que tenía todo lo que había buscado siempre, se planteó su estancia con la muerte de Gerda Taro. Fue uno de los golpes más duros que el fotógrafo recibió en su vida. Ella murió accidentalmente en el frente de Brunete, a finales de julio de 1937, bajo los bombardeos y artillería franquista mientras intentaba huir de la zona de combate. Un tanque republicano chocó con el automóvil en el que iba y la arrolló. Ocurrió el 26 de julio. Se estaba imponiendo como uno de los mejores corresponsales de guerra.

Capa no pudo quedarse en España, en 1938 se trasladó a China para estar presente durante la invasión japonesa, pero volvió para cubrir la batalla del Ebro, toda su vida conservaría una nostalgia por la Guerra Civil, que cubrió de principio a fin, estuvo con los brigadistas desde la batalla de Madrid hasta la de Ebro.

De Robert a Bob

La americanización de su carrera comenzó en 1937 con el contrato con la revista Life y una cuerdo de distribución con la agencia Pix Publishing, fue también en Nueva York donde montó el proyecto de su libro “Death in the Making” (que se publicó en 1938 y en cuya dedicatoria figura Gerda Taro), constaba de sus propias fotografías durante su estancia en España, buscaba mostrar por todo lo que había pasado la gente que perdió familiares, amigos y hogar y que luchó por aquello en lo que creía. La fotografía sería su testimonio y su arma.

Llegó la Segunda Guerra Mundial y Robert Capa no iba a perder la oportunidad de estar en medio de los hechos, por lo que en 1941 se embarcó en un buque de guerra y pasó por Italia, Inglaterra y el norte de África. En 1944, estuvo presente en el Día-D, el desembarco

de Normandía, como enviado de la revista Life. “La once magníficas”, llaman así a las once fotografías tomadas por Capa en la playa de Omaha, el 6 de junio de 1944, once negativos salvados de los cuatro carretes de 36 instantáneas que Capa envió a Londres desde el puerto de Portmouth, el resto se

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estropeó durante el revelado. Las fotografías se publicaron en Life el 19 de junio de 1944. El soldado en la fotografía de a izquierda es Houston “Hu” Riley.

Robert Capa regresó a España, el 19 de octubre de 1944, varios miles de republicanos invadieron España por el valle de Arán, en los Pirineos, pero los franquistas repelieron el ataque. Capa los acompañó hasta la frontera y fotografió a los heridos en un hospital de Tolouse.

De vuelta en EEUU Capa comenzó a fotografiar cine y moda. En 1947, Steinbeck (Pulitzer por Las uvas de la ira) le propone un viaje a la Unión Soviética. Capa acababa de crear la agencia Magnum y necesitaba dinero. El diario New York Herald Tribune financia el periplo y publica las fotografías y reportaje en 1948. La prensa norteamericana vio en esto un alegato a favor de la URSS.

Ese mismo año, Capa comenzaría con uno de los proyectos más importantes de su vida, con su legado al fotoperiodismo. Henri Cartier-Bresson, William Vandivert, David “Chim” Seymour, George Rodger y Robert Capa decidieron fundar Magnum Photos, con oficinas en París y Nueva York. era la primera vez que los fotógrafos tenían los derechos de sus fotografías, sin que las revistas o los diarios las compraran para usarlas cuando les plazca, creían que el fotógrafo debía tener un punto de vista y una voz y se basaban en que no hay una única manera de reflejar una historia.

“Magnum es una comunidad de pensamiento, una calidad humana compartida, una curiosidad por lo que está pasando en el mundo, un respeto por lo que sucede y el deseo de transmitirlo en imágenes”. Henri Cartier-Bresson.

Hay una mezcla entre reportero y artista que define al fotógrafo de Magnum, se buscaba enfatizar aquello que el fotógrafo veía a través de la cámara, pero también era importante quien lo miraba. Capa era el miembro fundador más dinámico del grupo, cuando decidieron dividir el globo por áreas de cobertura él se movía a sus anchas, pero también debía reemplazar a Bill Vandivert (uno de los miembros fundadores, pero que abandonó la agencia al poco tiempo).

La última fotografía

En 1954, se encontraba en Japón cuando la revista Life lo envió al sudeste de Asia, querían que cubriera la Primera Guerra de Indochina, y a pesar de que Capa había jurado no fotografías una guerra más, accedió y partió con dos periodistas del grupo Time-Life. El

25 de mayo de 1954, camino de Thai Binh, el regimiento pasaba por un área peligrosa cuando Capa decidió bajar del vehículo y adelantarse para fotografiar el avance del convoy. Cinco minutos después se escuchó una explosión, el fotógrafo había pisado

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accidentalmente una mina. Cuando los periodistas llegaron a su lado, su pierna estaba destrozada y tenía una herida grave en el pecho, pero seguía vivo. Lo trasladaron a un hospital militar pero fue declarado muerto a su llegada. Murió con la cámara en la mano, la última imagen que capturó fueron unos soldados franceses de espaldas, bordeando el canal de un arrozal.

Las “maletas”

Si algo le sobra al material fotográfico de Robert Capa es polémica. Cuando Capa estaba en París, abandonó su estudio por el avance del fascismo y se dirigió a EEUU. Csiki Weisz, su amigo y asistente, pudo poner a salvo 4500 negativos de imágenes de la Guerra Civil española realizadas casi todas entre mayo de 1936 y primavera de 1939. Las imágenes fueron hechas por Chim Seymour, Gerda Taro, el propio Capa y Fred Stein. Los negativos terminaron en manos del embajador mexicano ante la Francia de Vichy, el General Francisco Javier Aguilar González. Nada se supo de este material por varias décadas. Weisz se exilió en México, allá se casó con Leonora Carrington, permaneció en el país y falleció en 2007.

En 1997, la hija del general, Grace Aguilar, regaló los negativos al productor de cine mexicano Benjamin Tawer. Fue él quien descubrió su importancia. Se inició un proceso de recuperación que no terminó sino hasta 2007. Las imágenes de Capa fueron tomadas en Teruel, Barcelona, Madrid, en los campos de refugiados españoles en Argelès-sur-Mer y Barcarès, entre otros lugares.

Tenemos además, la maleta de Suecia, que se descubrió en 1979. En ese año, el embajador sueco en Madrid la devolvió a las autoridades. Pertenecía a Juan Negrín y era un conjunto destinado a reforzar la propaganda republicana. Esta colección es una de las cosas que prueba mejor el papel de Capa en la Guerra Civil y su concepción dual de una fotografía: testimonio y arma.

Conclusiones

El fotoperiodismo moderno le debe bastante a Capa y su círculo de amigos, todos maestros en su oficio. El ganador del Pulitzer John Hersey dijo: “(…) sabe perfectamente en qué consiste una buena foto: ‘Es un condensado de todo el acontecimiento’, dice Capa”. Hay maneras de contar lo que sucede, la suya presumía de ser evocadora, sintáctica, sin muchas vueltas.

Ahora bien, la fundación de Magnum y el éxito que tuvo no se habría dado de no ser por la experiencia de los fundadores. Recordemos que Capa cubrió cinco guerras, la concepción de la foto a partir del encuadre, la agrupación de los fotógrafos en cooperativa para comercializar sus obras y conservar sus negativos, el control de la utilización de imágenes por el periódico mediante las leyendas…todos estos son asuntos con los que Capa lidió (y resolvió).

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La especulación alrededor de su trabajo nunca ha faltado, se ha puesto en entredicho aquello que se creía establecido (recordemos “Muerte de un miliciano”), y sin embargo, Endre Friedmann sigue siendo el fotógrafo de guerra del siglo XX.

BibliografíaAlzate, A. G. (2008). Gyorgy Kepes y la relación entre el arte y la tecnología. Kepes (4), 59-71.

Llorente, A. S. (21 de Abril de 2010). Robert Capa o cómo retratar la historia. Recuperado el 5 de Abril de 2013, de Historia Siglo XX: http://suite101.net/article/robert-capa-o-como-retratar-la-historia-a14643#axzz2PIWk6Myg

MICHEL LEFEBVRE, B. L. (2012). Robert Capa, las huellas de una leyenda. Madrid: Lunwerg.

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