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    Resumen

    El filsofo Paul Ricur, considerado como uno de los ms importantes pensadores de lasegunda mitad del siglo XX, propone en este texto una mirada retrospectiva a sus fecundascontribuciones a la comprensin del papel que la narratividad juega en la vida individualy en la historia colectiva. Se trata, en efecto, de una autntica recapitulacin de sus crucialesaportaciones en este campo, desarrolladas durante dcadas a travs de varias obras quehan devenido clsicas: un lugar de referencia inexcusable para tericos e investigadoresde toda especie. Entre sus numerosas obras pueden destacarse las siguientes: Temps et rcit(1983-1985), Le conflit des interprtations (1969) y La mthapore vive(1975).

    Abstract. Narrative, Phenomenology and Hermeneutics

    The philosopher Paul Ricoeur, considered one of the most important thinkers of the sec-ond half of the twentieth century, offers in this text a retrospective look at his prolific con-tributions to the understanding of the role played by the narrative in individual lives andin collective history. In fact, it is an authentic recapitulation of his crucial contributions inthis field carried out over decades in various works that have become classics: a necessaryreference point for all types of theoreticians and researchers. Among his numerous worksthe following stand out: Temps et rcit(1983-85), Le conflit des interprtations(1969), Lamthaphore vive(1975).

    Para dar una idea de los problemas a los que me dedico desde hace treinta aosy de la tradicin a la que pertenece mi tratamiento de los mismos, me ha pare-cido que el mtodo ms apropiado era partir de mi trabajo actual sobre la fun-cin narrativa, luego mostrar la afinidad de este trabajo con mis trabajos

    * Este texto apareci por primera vez en castellano, con idntico ttulo, como captulo finalde una obra colectiva en homenaje a Paul Ricoeur: Gabriel ARANZUEQUE (ed.) (1997),

    Horizontes del relato. Lecturas y conversaciones con Paul Ricoeur, Madrid: Universidad Autnomade Madrid, Cuaderno Gris, trad. de G. Aranzueque.Anlisi. Quaderns de comunicaci i cul-turaagradece al editor y traductor su buena disposicin ante nuestra propuesta de repu-blicacin del artculo.

    Anlisi 25, 2000 189-207

    Narratividad, fenomenologa y hermenutica*

    Paul Ricur

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    anteriores sobre la metfora, sobre el psicoanlisis, sobre la simblica y sobreotros problemas afines, y, por ltimo, dirigirme de estas investigaciones par-ciales a los supuestos, tanto tericos como metodolgicos, en los que radica elconjunto de mi investigacin. Esta progresin a la inversa en mi propia obra mepermitir referirme, al final de mi exposicin, a los supuestos de la tradicin

    fenomenolgica y hermenutica a la que pertenezco, mostrando cmo misanlisis, a un tiempo, continan, corrigen y, en ocasiones, ponen en tela dejuicio esa tradicin.

    I. La funcin narrativa

    Dir, en primer lugar, algo sobre mis trabajos dedicados a la funcin narrativa.Aqu aparecen tres preocupaciones principales. Esta investigacin sobre el

    acto de narrar responde, en primer lugar, a una preocupacin muy general,

    que expuse no hace mucho en el primer captulo de mi libro sobre Freud y lafilosofa: la de preservar la amplitud, la diversidad y la irreductibilidad de losusosdel lenguaje. Desde un principio, puede constatarse, pues, que me uno aaquellos filsofos analticos que se resisten a aceptar el reduccionismo segnel cual las lenguas bien hechas habran de valorar la pretensin de sentido yde verdad de todos los usos no lgicos del lenguaje.

    Una segunda preocupacin completa y, en cierto modo, modera la pri-mera: la de reunir las formas y modalidades dispersas del juego de narrar. Enefecto, a lo largo del desarrollo de las culturas de las que somos herederos, el

    acto de narrar no ha dejado de ramificarse en gneros literarios cada vez msespecficos. Esta fragmentacin plantea a los filsofos un problema central,dada la importante dicotoma que divide el campo narrativo y que oponetajantemente, por una parte, los relatos que tienen una pretensin de verdadcomparable a la de los discursos descriptivos que se usan en las cienciaspensemos en la historia y los gneros literarios afines a la biografa y a laautobiografa y, por otra, los relatos de ficcin, como la epopeya, el drama,el cuento y la novela, por no decir ya los modos narrativos que emplean unmedio distinto al lenguaje: el cine, por ejemplo, y, eventualmente, la pinturay otras artes plsticas. Contra esta interminable divisin, planteo la hiptesisde que existe una unidadfuncionalentre los mltiples modos y gneros narra-tivos. Mi hiptesis bsica al respecto es la siguiente: el carcter comn de laexperiencia humana, sealado, articulado y aclarado por el acto de narrar entodas sus formas, es su carcter temporal. Todo lo que se cuenta sucede en eltiempo, arraiga en el mismo, se desarrolla temporalmente; y lo que se de-sarrolla en el tiempo puede narrarse. Incluso cabe la posibilidad de que todoproceso temporal slo se reconozca como tal en la medida en que pueda narrar-se de un modo o de otro. Esta supuesta reciprocidad entre narratividad y tem-poralidad constituye el tema de Tiempo y relato. Por limitado que sea el

    problema, en comparacin con la gran amplitud de los usos reales y poten-ciales del lenguaje, resulta realmente inmenso. Rene, en un mismo rtulo,problemas que habitualmente se abordan con ttulos diferentes: epistemologa

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    del conocimiento histrico, crtica literaria aplicada a las obras de ficcin, teo-ras del tiempo (dispersas, a su vez, entre la cosmologa, la fsica, la biologa, lapsicologa o la sociologa). Al tratar la cualidad temporal de la experienciacomo referente comn de la historia y de la ficcin, uno en un mismo pro-blema ficcin, historia y tiempo.

    En este punto, entra en juego una tercera preocupacin, que ofrece la posi-bilidad de hacer menos inabordable la problemtica de la temporalidad y dela narratividad: la de poner a prueba la capacidad de seleccin y de organiza-cin del lenguaje mismo, cuando ste se ordena en esas unidades de discursoms largas que la frase a las que podemos llamar textos. En efecto, si la narra-tividad ha de sealar, articular y aclarar la experiencia temporal por reto-mar los tres verbos usados anteriormente, hay que buscar en el uso dellenguaje un patrn de medida que satisfaga esa necesidad de delimitacin, deordenacin y de explicitacin. El hecho de que el texto sea la unidad lings-

    tica buscada y que constituya el medio apropiado entre la vivencia temporaly el acto narrativo puede ser esbozado brevemente del siguiente modo. Comounidad lingstica, un texto es, por una parte, una expansin de la primera uni-dad de significado actual, de la frase o instancia discursiva en el sentido deBenveniste. Por otra parte, aporta un principio de organizacin transfrsicadel que se beneficia el acto de narrar en todas sus formas.

    Podemos llamarpoticasiguiendo a Aristteles a la disciplina que tratade las leyes de la composicin que se aaden a la instancia discursiva para darlugar a un texto, al que se considera un relato, un poema o un ensayo.

    Se plantea, entonces, el problema de identificar la caracterstica ms impor-tante del acto de hacer-relato. Sigo tambin a Aristteles para designar la clasede composicin verbalque convierte un texto en relato. Aristteles designa estacomposicin verbal con el trmino mythos, trmino que se ha traducido porfbula o por trama: llamo aqu mythosa la composicin (synthesiso, enotros contextos, systasis) de los hechos (1450 a 5 y 15). Ms que una estruc-tura, en el sentido esttico de la palabra, Aristteles usa este trmino para desig-nar una operacin (como indica la terminacin -sisdepoesis, synthesiso systasis),a saber, la estructuracin que requiere que hablemos de elaboracin de latrama antes que de trama. La elaboracin de la trama consiste, principal-mente, en la seleccin y en la disposicin de los acontecimientos y de las accio-nes narradas, que hacen de la fbula una historia completa y entera (1450 b25), que consta de principio, medio y fin. Con esto queremos decir que nin-guna accin es un principio ms que en una historia que ella misma inaugura;que ninguna accin es tampoco un medio ms que si provoca en la historianarrada un cambio de suerte, un nudo a deshacer, una peripecia sorpren-dente, una sucesin de incidentes lamentables u horrorosos; por ltimo,ninguna accin, considerada en s misma, es un fin, sino en la medida en que,en la historia narrada, concluye el curso de una accin, deshace un nudo,

    compensa la peripecia mediante el reconocimiento, sella el destino del hroemediante un ltimo acontecimiento que aclara toda la accin y produce, enel oyente, la ktharsisde la compasin y del terror.

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    Tomo esta nocin como hilo conductor de la investigacin, tanto en elorden de la historia de los historiadores (o historiografa) como en el orden dela ficcin (desde la epopeya y el cuento popular a la novela moderna). Me limi-tar a insistir aqu en el rasgo que confiere, a mi modo de ver, una fecundidadas a la nocin de trama, a saber, su inteligibilidad. Podemos mostrar del siguien-

    te modo el carcter inteligible de la trama: la trama es el conjunto de combi-naciones mediante las cuales los acontecimientos se transforman en una historiao correlativamente una historia se extrae deacontecimientos. La tramaes la mediadora entre el acontecimiento y la historia. Lo que significa quenada es un acontecimiento si no contribuye al avance de una historia. Un acon-tecimiento no es slo una incidencia, algo que sucede, sino un componentenarrativo. Ampliando an ms el mbito de la trama, dir que la trama es launidad inteligible que compone las circunstancias, los fines y los medios, las ini-ciativas y las consecuencias no queridas. Segn una expresin que tomo de

    Louis Mink, es el acto de ensamblar de com-poner esos ingredientesde la accin humana que, en la experiencia diaria, resultan heterogneos y dis-cordantes. De este carcter inteligible de la trama se deduce que la capacidadpara seguir la historia constituye una forma muy elaborada de comprensin.

    Dir ahora algo sobre los problemas que plantea la extensin de la nocinaristotlica de trama a la historiografa. Citar tres de estos problemas. El pri-mero se refiere a la relacin que existe entre la historia erudita y el relato. Parece,en efecto, una causa perdida pretender que la historia moderna conserve elcarcter narrativo que encontramos en las crnicas antiguas y que ha llegado

    hasta nuestros das a travs de la historia poltica, diplomtica o eclesistica,la cual cuenta batallas, tratados, particiones y, en general, los cambios de for-tuna que afectan al ejercicio del poder por parte de individuos determinados.

    Mi tesis es que el vnculo de la historia con el relato no puede rompersesin que la historia pierda su especificidad entre las ciencias humanas. Dir, enprimer lugar, que el error fundamental de aquellos que oponen historia y rela-to se debe al desconocimiento del carcter inteligible que la trama confiere alrelato, algo que Aristteles haba sido el primero en subrayar. Una nocin inge-nua del relato, como sucesin deshilvanada de acontecimientos, se encuentrasiempre en el trasfondo de la crtica al carcter narrativo de la historia. Dichacrtica slo aprecia el carcter episdico y olvida el carcter configurado, queconstituye la base de su inteligibilidad. Al mismo tiempo, se ignora la distan-cia que establece el relato entre l y la experiencia viva. Entre vivir y narrarexiste siempre una separacin, por pequea que sea. La vida se vive, la histo-ria se cuenta.

    En segundo lugar, el desconocimiento de esta inteligibilidad fundamentaldel relato, impide comprender cmo se inserta la explicacin histrica en lacomprensin narrativa, de modo que cuanto ms se explique, mejor se narra-r. El error de los defensores de los modelos nomolgicos no es tanto que se

    equivoquen respecto a la naturaleza de las leyes que el historiador puede tomarde otras ciencias sociales ms avanzadas demografa, economa, lingstica,sociologa, etc., cuanto que se equivoquen respecto a su funcionamiento.

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    No aprecian que estas leyes revisten un significado histrico en la medida en quese insertan en una organizacin narrativa previa que ya ha calificado los acon-tecimientos como contribuciones al desarrollo de una trama.

    En tercer lugar, la historiografa, al alejarse de la historia de los aconteci-mientos, principalmente de la historia poltica, se ha alejado menos de la his-

    toria narrativa de lo que prenteden los historiadores. Para que la historia lleguea ser una historia de larga duracin, convirtindose en historia social, econ-mica o cultural, ha de estar vinculada al tiempo y dar cuenta de los cambiosque vinculan una situacin terminal a una situacin inicial. La rapidez delcambio no tiene nada que ver con el asunto. Al estar vinculada al tiempo yal cambio, est ligada a la accin de los hombres que, segn Marx, hacen lahistoria en circunstancias que ellos no han hecho. Directa o indirectamente,la historia es la historia de los hombres, que son los portadores, los agentes y lasvctimas del poder, de las instituciones, de las funciones y de las estructuras en

    las que se insertan. En ltima instancia, la historia no puede separarse porcompleto del relato, pues no puede separarse de la accin que implica agen-tes, fines, circunstancias, interacciones y consecuencias queridas y no queri-das. Ahora bien, la trama es la unidad narrativa de base que integra estosingredientes heterogneos en una totalidad inteligible.

    Una segunda serie de problemas atae a la validez de la nocin de tramaen el anlisis de los relatos de ficcin, desde el cuento popular y la epopeyahasta la novela moderna. Esta validez sufre dos ataques de direcciones opues-tas, aunque complementarias.

    Dejar a un lado el ataque estructuralista contra una interpretacin delrelato que sobrestima indebidamente, a su modo de ver, la cronologa aparentedel relato. He discutido en otro lugar la pretensin de sustituir la dinmica desuperficie a la que pertenece la trama por una lgica acrnica, vlida en elplano de la gramtica profunda del texto narrativo. Prefiero centrarme en unataque opuesto, aunque complementario.

    Al contrario que el estructuralismo, cuyos anlisis destacan en el dominiodel cuento popular o del relato tradicional, varios crticos literarios apelan a laevolucin de la novela contempornea para constatar que en la escritura se dauna experimentacin que echa por tierra todas las normas, todos los paradig-mas recibidos de la tradicin y, entre ellos, los tipos de trama heredados de lanovela del siglo XIX. La oposicin mediante la escritura llega incluso al extre-mo de que parezca que desaparece toda nocin de trama, y de que sta pierdesu valor pertinente en la descripcin de los hechos narrativos.

    A esta objecin, puedo responder que interpreta incorrectamente la rela-cin entre paradigma cualquiera que sea y obra singular. Lo que llama-mos paradigmas son tipos de elaboracin de una trama surgidos de lasedimentacin de la propia prctica narrativa. Encontramos aqu un fen-meno fundamental, el de la alternancia entre innovacin y sedimentacin;

    este fenmeno es constitutivo de lo que llamamos una tradicin y se encuentradirectamente implicado en el carcter histrico del esquematismo narrativo.Esta alternancia de innovacin y de sedimentacin hace posible el fenmeno

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    de desviacin al que se refiere la objecin. Pero hay que entender que la pro-pia desviacin slo es posible sobre la base de una cultura tradicional que creaen el lector expectativas que el artista se complace en despertar y defraudar.Ahora bien, esta relacin irnica no podra establecerse en un vaco paradig-mtico total. Confieso que los supuestos sobre los que me extender con toda

    tranquilidad ms adelante no me permiten pensar en una anomia radical,sino nicamente en un juego con reglas. Slo es pensable una imaginacinreglada.

    El tercer problema que quisiera mencionar se refiere a la referencia comnde la historia y de la ficcin en la base temporal de la experiencia humana.

    El problema es notablemente difcil. Por un lado, en efecto, slo la histo-ria parece referirse a lo real, aunque esa realidad haya pasado. Slo ella parecepretender hablar de acontecimientos que se han producido realmente. El nove-lista ignora la carga de la prueba material vinculada a la obligacin de recurrir

    a documentos y archivos. Una asimetra irreductible parece oponer lo real his-trico y lo irreal de la ficcin.No se trata de negar esta asimetra. Al contrario, hay que apoyarse en ella

    para percibir el cruce o el quiasmo entre los dos modos referenciales de la fic-cin y de la historia. Por un lado, no es preciso decir que la ficcin no hagareferencia a nada. Por otro, no es preciso decir que la historia se refiera al pasa-do histrico en el mismo sentido en que las descripciones empricas se refie-ren a la realidad presente.

    Decir que la ficcin no carece de referencia supone desechar una concep-

    cin estrecha de la misma que relegara la ficcin a desempear un papel pura-mente emocional. De un modo u otro, todos los sistemas simblicoscontribuyen a configurarla realidad. Muy especialmente, las tramas que inven-tamos nos ayudan a configurar nuestra experiencia temporal confusa, infor-me y, en ltima instancia, muda. Qu es el tiempo? se preguntabaAgustn. Si nadie me lo pregunta, lo s; si alguien me lo pregunta, ya no los. En la capacidad de la ficcin para configurar esta experiencia temporalcasi muda, reside la funcin referencial de la trama. Volvemos a encontrar aquel vnculo entre mythosy mmesisen la Poticade Aristteles: La fbula, dice l,es la imitacin de la accin (Potica, 1450 a 2).

    La fbula imita la accin en la medida en que construye con los nicosrecursos de la ficcin esquemas inteligibles. El mundo de la ficcin es un labo-ratorio de formas en el que ensayamos configuraciones posibles de la accinpara comprobar su coherencia y su verosimilitud. Esta experimentacin conlos paradigmas depende de lo que antes llambamos la imaginacin creadora.En este estadio, la referencia se mantiene como en suspenso: la accin imita-da es una accin slo imitada, es decir, fingida, inventada. Ficcin esfingereyfingerees hacer. El mundo de la ficcin, en esta fase de suspensin, slo es elmundo del texto, una proyeccin del texto como mundo.

    Pero la suspensin de la referencia slo puede ser un momento interme-dio entre la comprensin previa del mundo de la accin y la transfiguracinde la realidad cotidiana que realiza la propia ficcin. El mundo del texto, pues

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    es un mundo, entra necesariamente en conflicto con el mundo real, para re-hacerlo, ya lo confirme o lo niegue. Pero incluso la relacin ms irnica del arterespecto a la realidad sera incomprensible si el arte no des-ordenara y re-orde-nara nuestra relacin con lo real. Si el mundo del texto no tuviera asignadauna relacin con el mundo real, entonces el lenguaje no sera peligroso, en el

    sentido en que lo deca Hlderlin, antes de Nietzsche y Walter Benjamin.Un desarrollo paralelo se impone por parte de la historia. Al igual que laficcin narrativa no carece de referencia, la referencia propia de la historia nodeja de tener una afinidad con la referencia productora del relato de ficcin.No es que el pasado sea irreal, sino que la realidad pasada es, en el sentido pro-pio del trmino, inverificable. En la medida en que ya no es, el discurso histricoslo la aborda indirectamente. En este punto, se impone la afinidad con la fic-cin. La reconstruccin del pasado, como ya haba dicho Collingwood enr-gicamente, es obra de la imaginacin. Tambin el historiador, en virtud de los

    vnculos a los que antes aludamos entre la historia y el relato, configura tramasque los documentos permiten o no, pero que en s mismos nunca contienen.En este sentido, la historia combina la coherencia narrativa y la conformidadcon los documentos. Este vnculo complejo caracteriza el estatuto de la histo-ria como interpretacin. Se abre, as, una va a una investigacin positiva detodos los cruces entre las modalidades referenciales asimtricas, aunque igual-mente indirectas o mediatas, de la ficcin y de la historia. Gracias a este juegocomplejo entre la referencia indirecta al pasado y la referencia productora de laficcin, la experiencia humana, en su dimensin temporal profunda, no deja

    de ser refigurada.Me propongo ahora situar la investigacin de la funcin narrativa en elmarco ms amplio de mis trabajos anteriores, antes de exponer los supuestos te-ricos y epistemolgicos que no han dejado de confirmarse y precisarse a lolargo del tiempo.

    Las relaciones entre los problemas que plantea la funcin narrativa y losque abord en La metfora vivano son evidentes a primera vista: 1) Mientrasparece que el relato ha de incluirse entre los gneros literarios, la met-fora parece pertenenecer, en primer lugar, a la categora de los tropos, esdecir, de las figuras del discurso. 2) Mientras que el relato engloba entre susvariedades un subgnero tan considerable como la historia, que puede pre-tender ser una ciencia o describir, al menos, acontecimientos reales del pasado,la metfora parece caracterizar nicamente a la poesa lrica, cuyas pretensionesdescriptivas resultan muy dbiles, por no decir nulas.

    La investigacin y el descubrimiento de losproblemascomunes a amboscampos, a pesar de sus diferencias evidentes, van a conducirnos hacia el hori-zonte filosfico ms amplio de la ltima parte de este ensayo.

    Dividir mis observaciones en dos grupos, en funcin de las dos objecionesque acabo de esbozar. El primero se refiere a la estructura o, mejor dicho, al

    sentido inmanente a los propios enunciados, ya sean narrativos o metafri-cos. El segundo afecta a la referencia extralingstica de estos enunciados y,por ello mismo, a la pretensin de verdad de unos y otros.

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    1) Situmonos primero en el nivel del sentido.

    a) El vnculo ms elemental entre el gnero narrativo y el tropo metafri-co, en el plano del sentido, est constituido por su pertenencia comn al dis-curso, es decir, a unos usos del lenguaje de igual o mayor dimensin que la frase.

    Me parece que uno de los primeros logros de la investigacin contemporneade la metfora es, en efecto, haber desplazado el mbito del anlisis de la esfe-ra de lapalabraa la de lafrase. Segn las definiciones de la retrica clsica, queproceden de la Poticade Aristteles, la metfora es la transferencia del nom-bre usual de una cosa a otra en virtud de su semejanza. Para entender la ope-racin que genera esta extensin, hay que salir del marco de la palabra, elevarseal plano de la frase y hablar de enunciado metafrico y no de metfora-palabra.Parece, entonces, que la metfora es una accin que se lleva a cabo sobre ellenguaje, consistente en atribuir a unos sujetos lgicos unos predicados incom-

    patibles con los primeros. Esto quiere decir que, ms que de una denominacinque se desva de la norma, la metfora es una predicacin arbitraria, una atri-bucin que destruye la consistencia o, como se ha dicho, la pertinencia semnticade la frase, del modo que determinan los significados usuales, es decir, lexica-lizados, de los trminos en juego. Si consideramos como hiptesis, pues, quela metfora es, en primer lugar y principalmente, una atribucin impertinen-te, comprendemos el motivo de la distorsin que sufren las palabras en el enun-ciado metafrico. Dicha distorsin es el efecto de sentido requerido parapreservar la pertinencia semntica de la frase. Hay metfora, entonces, porque

    percibimos, a travs de la nueva pertinencia semntica y de algn modo pordebajo de ella, la resistencia de las palabras en su uso habitual y, por consi-guiente, tambin su incompatibilidad en el nivel de la interpretacin literal dela frase. Esta oposicin entre la nueva pertinencia metafrica y la impertinen-cia literal caracteriza a los enunciados metafricos entre todos los usos del len-guaje en el nivel de la frase.

    b) Este anlisis de la metfora en trminos de frase y no de palabra o, ms exac-tamente, en trminos de predicacin arbitraria y no de denominacin que sedesva de la norma, abre la va para una comparacin entre la teora del relatoy la teora de la metfora. Ambas tienen que ver, en efecto, con los fenme-nos de innovacin semntica. Bien es cierto que el relato se sita, fcilmente,en el nivel del discurso, entendido como una secuencia de frases, mientras quela operacin metafrica slo requiere, estrictamente hablando, el funciona-miento bsico de la frase, a saber, la predicacin. Pero realmente, en su uso,las frases metafricas requieren el contexto de un poema entero que entre-teja las metforas. En este sentido, podra decirse, con un crtico literario, quecada metfora es un poema en miniatura. El paralelismo entre relato y met-fora se restablece, de este modo, no slo en el nivel del discurso-frase, sino

    tambin en el del discurso-secuencia.En el marco de este paralelismo es donde puede apreciarse en toda su ampli-

    tud el fenmeno de la innovacin semntica. Este fenmeno constituye el pro-

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    blema ms fundamental que tienen en comn la metfora y el relato en elplano del sentido. En ambos casos, lo nuevo lo no dicho todava, lo indi-to surge en el lenguaje: en un caso, la metfora viva, es decir, una nuevaper-tinencia en la predicacin, en el otro, una trama ficticia, es decir, una nuevacongruencia en la elaboracin de la trama. Pero, por ambas partes, la creativi-

    dad humana se deja distinguir y delimitar en unos perfiles que la hacen acce-sible al anlisis. La metfora viva y la elaboracin de la trama son como dosventanas abiertas al enigma de la creatividad.

    c) Si nos preguntamos ahora por los motivos de este privilegio de la metforay de la elaboracin de la trama, habremos de dirigirnos al funcionamiento dela imaginacin creadoray del esquematismo, que constituye su matriz inteligi-ble. En ambos casos, en efecto, la innovacin se realiza en el medio lingsti-co y pone de manifiesto en qu puede consistir una imaginacin que crea

    sometindose a reglas. Esta produccin regulada se expresa, en la construccinde tramas, mediante un trnsito incesante entre la invencin de tramas sin-gulares y la constitucin por sedimentacin de una tipologa narrativa. En la pro-duccin de nuevas tramas singulares, se genera una dialctica entre laconformidad y la desviacin respecto a las normas que son inherentes a todatipologa narrativa.

    Ahora bien, esta dialctica es paralela al nacimiento de una nueva perti-nencia semntica en las metforas nuevas. Aristteles deca que hacer buenasmetforas es percibir lo semejante (Potica, 1459a 4-8). Ahora bien, qu es per-

    cibir lo semejante? Si la instauracin de una nueva pertinencia semntica con-lleva que el enunciado tenga sentido como un todo, la semejanza consisteen la aproximacin creada entre unos trminos que, estando primero aleja-dos, aparecen repentinamente como prximos. La semejanza consiste, pues,en un cambio de distancia en el espacio lgico. No es otra cosa que este sur-gimiento de una nueva afinidad genrica entre ideas heterogneas.

    Aqu es donde entra en juego la imaginacin creadora, como esquemati-zacin de esta operacin sinttica de aproximacin. La imaginacin es estacompetencia, esta capacidad de producir nuevas especies lgicas por asimilacinpredicativa y para producirlas a pesar de y gracias a la diferencia inicial entre tr-minos que se resisten a ser asimilados.

    Ahora bien, la trama nos ha revelado tambin algo comparable a esta asi-milacin predicativa: tambin se nos ha presentado como un tomar conjun-tamente, que integra acontecimientos en unahistoria, y que compone,conjuntamente, factores tan heterogneoscomo las circunstancias, los personajescon sus proyectos y motivos, interacciones que implican cooperacin u hosti-lidad, ayuda o impedimento y, por ltimo, casualidades. Toda trama es estaforma de sntesis de lo heterogneo.

    d) Si ponemos ahora el acento en el carcter inteligiblevinculado a la innova-cin semntica, surge un nuevo paralelismo entre el mbito del relato y el dela metfora. Hemos insistido antes en el modo tan peculiar de comprensin

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    puesto en juego por la actividad de seguir una historia y hemos hablado, enese caso, de inteleccin narrativa. Hemos defendido la tesis de que la explica-cin histrica mediante leyes, causas regulares, funciones y estructuras se incor-pora a esta comprensin narrativa. De este modo, hemos podido decir queexplicar ms es comprender mejor. Hemos defendido la misma tesis a prop-

    sito de las explicaciones estructurales de los relatos de ficcin: la aclaracin delos cdigos narrativos subyacentes al cuento popular, por ejemplo, se nos hapresentado, as, como un trabajo de racionalizacin de segundo grado aplica-do a la comprensin de primer grado que tenemos de la gramtica de superfi-cie de los relatos.

    Esta misma relacin entre comprensin y explicacin se observa en el domi-nio potico. El acto de comprensin que correspondera en este mbito a lacapacidad de seguir una historia consiste en volver a captar el dinamismosemntico en virtud del cual, en un enunciado metafrico, una nueva perti-

    nencia semntica surge de las ruinas de la impertinencia semntica que apa-rece en una lectura literal de la frase. Comprender es, pues, hacer o rehacer laoperacin discursiva que comporta la innovacin semntica. Ahora bien, a estacomprensin mediante la cual el autor o el lector hacen la metfora, se super-pone una explicacin erudita que toma un punto de partida completamente dis-tinto al dinamismo de la frase y rechaza la irreductibilidad de las unidadesdiscursivas con respecto a los signos que pertenecen al sistema de la lengua. Alplantear como un principio la homologa estructural de todos los niveles lin-gsticos, del fonema al texto, la explicacin de la metfora se inscribe en una

    semitica general que considera el signo como unidad de medida. Mi tesis, eneste punto, como en el caso de la funcin narrativa, es que la explicacin no tieneun carcter primario sino secundario respecto a la comprensin. La explica-cin, entendida como una combinatoria de signos y, por consiguiente, comouna semitica, se construye en base a una comprensin de primer grado que des-cansa en el discurso como acto indivisible y capaz de innovacin. As comolas estructuras narrativas extradas mediante la explicacin presuponen la com-prensin del acto de estructuracin que construye la trama, las estructurasextradas mediante la semitica estructural se construyen en base a la estruc-turacin del discurso, cuyo dinamismo y poder de innovacin pone de mani-fiesto la metfora.

    En la tercera parte de este ensayo, diremos de qu modo contribuye al desa-rrollo contemporneo de la hermenutica esta doble aproximacin de la rela-cin entre explicar y comprender. Antes explicaremos cmo la teora de la metforacoopera con la del relato en la aclaracin del problema de la referencia.

    2) En la discusin precedente, nuestro nico objetivo era el sentido del enun-ciado metafrico, es decir, la estructura predicativa interna de su referencia,es decir, de su pretensin de alcanzar lo real extralingstico y, consiguiente-

    mente, de su pretensin de decir la verdad.Ahora bien, el estudio de la funcin narrativa nos puso, primeramente,

    frente al problema de la referencia potica con motivo de la relacin entre

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    mythosy mmesisen la Poticade Aristteles. La ficcin narrativa, como hemosdicho, imita la accin humana en la medida en que contribuye a remodelaresas estructuras y esas dimensiones segn la configuracin imaginaria de latrama. La ficcin tiene esa capacidad de rehacer la realidad y, de modo mspreciso en el marco de la ficcin narrativa, la realidad prxica, en la medida

    en que el texto tiende a abrir intencionadamente el horizonte de una realidadnueva, a la que hemos podido llamar mundo. Este mundo del texto intervie-ne en el mundo de la accin para configurarlo o, me atrevera a decir, paratransfigurarlo.

    El estudio de la metfora nos permiti profundizar ms adelante en el meca-nismo de esta operacin de transfiguracin y extenderla al conjunto de las pro-ducciones imaginativas que designamos con el trmino general de ficcin. Lametfora permite percibir la conjuncin entre los dos momentos constituti-vos de la referencia potica.

    El primero de estos momentos es el ms fcil de identificar. El lenguajecumple una funcin potica siempre que desplaza la atencin de la referenciahacia el mensaje mismo. En el vocabulario de Roman Jakobson, la funcinpotica acenta el mensajefor its own sakea expensas de la funcin referencialque, por el contrario, predomina en el lenguaje descriptivo. Podra decirse queun movimiento centrpeto del lenguaje hacia s mismo sustituye al movimientocentrfugo de la funcin referencial. El lenguaje se celebra a s mismo en eljuego del sonido y del sentido. El primer momento constitutivo de la referen-cia potica es, pues, esta suspensin de la relacin directa del discurso con lo real,

    constituido y descrito ya con los recursos del lenguaje ordinario o del lengua-je cientfico.Pero la suspensin de la funcin referencial implicada por la acentuacin del

    mensajefor its own sakeslo es el reverso, o la condicin negativa, de una fun-cin referencial del discurso ms oculta, que se libera de algn modo median-te la suspensin del valor descriptivo de los enunciados. De esta manera, eldiscurso potico aporta al lenguaje aspectos, cualidades y valores de la reali-dad que no tienen acceso al lenguaje directamente descriptivo y que slo pue-den decirse gracias al juego complejo del enunciado metafrico y de latransgresin regulada de los significados usuales de nuestras palabras.

    Esta capacidad de redescripcin metafrica de la realidad es completamenteparalela a la funcin mimtica que antes hemos asignado a la ficcin narrati-va. sta se ejerce preferentemente en el campo de la accin y de sus valorestemporales, mientras que la redescripcin metafrica rige, ms bien, en el delos valores sensoriales, estticos, axiolgicos y relativos alpthosque hacen queel mundo resulte habitable.

    Las implicaciones filosficas de esta teora de la referencia indirecta son tanconsiderables como las de la dialctica entre explicar y comprender. Vamos aincorporarlas de inmediato al campo de la hermenutica filosfica. Digamos,

    de modo provisional, que la funcin de transfiguracin de lo real que recono-cemos en la ficcin potica implica que dejemos de identificar realidad y rea-lidad emprica o, lo que viene a ser lo mismo, que dejemos de identificar

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    experiencia y experiencia emprica. El lenguaje potico debe su prestigio a sucapacidad de llevar al lenguaje aspectos de lo que Husserl llamaba Lebenswelty Heidegger In-der-Welt-Sein. Por ello, exige incluso que reconsideremos tam-bin nuestro concepto convencional de verdad, es decir, que dejemos de limi-tarla a la coherencia lgica y a la verificacin emprica, de modo que tengamos

    en cuenta la pretensin de verdad vinculada a la accin transfiguradora de la fic-cin. No es posible seguir hablando de lo real y de la verdad y sin duda algu-na tampoco sobre el ser sin haber intentado hacer explcitos previamentelos supuestos filosficos de toda la empresa.

    II. Una filosofa hermenutica

    Quisiera tratar de responder ahora a dos preguntas que los anlisis anterioresno habrn dejado de plantear a los lectores formados en una tradicin filos-

    fica distinta a la ma. Cules son los supuestos de la tradicin filosfica a laque reconozco pertenecer? Cmo se inscriben los anlisis anteriores en esatradicin?

    1) Por lo que respecta a la primera pregunta, me gustara caracterizar la tradi-cin filosfica a la que pertenezco mediante tres rasgos: est en la lnea de unafilosofa reflexiva; se encuentra en la esfera de influencia de lafenomenologa;pretende ser una variante hermenutica de dicha fenomenologa.

    Por filosofa reflexiva entiendo, en lneas generales, el modo de pensamiento

    procedente del Cogito cartesiano, a travs de Kant y de la filosofa postkantia-na francesa, poco conocida en el extranjero y cuyo pensador ms destacado hasido para m Jean Nabert. Los problemas filosficos que una filosofa reflexi-va considera ms importantes se refieren a la posibilidad de la comprensin deuno mismo como sujeto de las operaciones cognoscitivas, volitivas, estimati-vas, etc. La reflexin es el acto de retorno a uno mismo mediante el que unsujeto vuelve a captar, en la claridad intelectual y la responsabilidad moral, elprincipio unificador de las operaciones en las que se dispersa y se olvida comosujeto. Elyo pienso dice Kant ha de poder acompaar todas mis repre-sentaciones. En esta frmula se reconocen todas las filosofas reflexivas. Pero,cmo se conoce o se reconoce a s mismo elyo pienso?En este punto, la feno-menologa y ms an la hermenutica representa, a la vez, una realizaciny una transformacin radical del propio programa de la filosofa reflexiva. Enefecto, se vincula a la idea de reflexin el deseo de una transparencia absoluta,de una coincidencia perfecta de uno consigo mismo, que hara de la concien-cia de s un saber indudable y, por este motivo, ms fundamental que todoslos saberes positivos. Esta reivindicacin fundamental es la que la fenomeno-loga, en primer lugar, y despus la hermenutica no cesan de situar en unhorizonte cada vez ms alejado, a medida que la filosofa ha logrado las herra-

    mientas conceptuales capaces de satisfacerla.Por ejemplo, Husserl, en sus textos tericos ms influidos por un idealismo

    que recuerda el de Fichte, concibe la fenomenologa, no slo como un mto-

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    do de descripcin esencial de las articulaciones fundamentales de la experien-cia (perceptiva, imaginativa, intelectiva, volitiva, axiolgica, etc.), sino comouna autofundamentacin radical en la ms completa claridad intelectual. Veentonces en la reduccin o epoch aplicada a la actitud natural la con-quista de un mbito de sentido donde toda pregunta relativa a las cosas en s

    queda excluida al ponerse entre parntesis. Este mbito de sentido, liberado, as,de toda cuestin fctica, constituye el campo privilegiado de la experienciafenomenolgica, el lugar por excelencia de la intuitividad. Volviendo a Descartes,ms all de Kant, sostiene que toda aprehensin de una trascendencia es dudo-sa, pero que la inmanencia del yo es indudable. Debido a esta afirmacin, lafenomenologa sigue siendo una filosofa reflexiva.

    Y, sin embargo, la fenomenologa, en su ejercicio efectivo y no en la teo-rizacin que aplica a s misma y a sus pretensiones ltimas, seala ya el aleja-miento ms que la realizacin del sueo de dicha fundamentacin radical

    basada en la transparencia del sujeto con respecto a s mismo. El gran descu-brimiento de la fenomenologa sometida al requisito de la reduccin fenome-nolgica, sigue siendo la intencionalidad, es decir, en su sentido menos tcnico,la primaca de la conciencia de algo sobre la conciencia de s. Pero esta definicinde la intencionalidad es an trivial. En su sentido riguroso, la intencionalidadsignifica que el acto de hacer referencia a algo slo se logra a travs de la uni-dad identificable y reidentificable del sentido referido lo que Husserl llamael noema o correlato intencional de la referencia notica. Adems, sobreeste noema se deposita en estratos superpuestos el resultado de las actividades

    sintticas que Husserl denomina constitucin (constitucin de la cosa, cons-titucin del espacio, constitucin del tiempo, etc.). Ahora bien, la tarea concretade la fenomenologa especialmente en los estudios dedicados a la constitu-cin de la cosa pone de manifiesto, de modo regresivo, estratos cada vez msfundamentales donde las sntesis activas remiten continuamente a sntesis pasi-vas cada vez ms radicales. La fenomenologa queda, as, atrapada en un movi-miento infinito de interrogacin hacia atrs en el que se desvanece su proyectode autofundamentacin radical. Incluso los ltimos trabajos dedicados almundo de la vida designan con este trmino un horizonte de inmediatez quenunca se alcanza. La Lebensweltno se da nunca y siempre se presupone. Es elparaso perdido de la fenomenologa. En este sentido, la fenomenologa hasubvertido su propia idea directriz al intentar realizarla. Aqu reside la gran-deza trgica de la obra de Husserl.

    Teniendo en cuenta este resultado paradjico, cabe comprender cmo lahermenutica pudo incorporarse a la fenomenologa y mantener respecto aella la misma relacin doble que mantiene la fenomenologa con su ideal car-tesiano y fichteano. Los antecedentes de la hermenutica parecen, primera-mente, convertirla en algo ajeno a la tradicin reflexiva y al proyectofenomenolgico. La hermenutica, en efecto, nace o ms bien resurge en

    tiempos de Schleiermacher de la fusin entre la exgesis bblica, la filologaclsica y la jurisprudencia. Esta fusin entre varias disciplinas pudo producir-se merced a un giro copernicano que dio primaca a la pregunta qu es com-

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    prender?sobre la pregunta por el sentido de tal o cual texto o de tal o cual tipode textos (sagrados o profanos, poticos o jurdicos). Esta investigacin sobreel Verstehen acabara desembocando, un siglo ms tarde, en el problema feno-menolgico por excelencia, a saber, en la investigacin sobre el sentido inten-cional de los actos noticos. Bien es cierto que la hermenutica continuaba

    teniendo preocupaciones diferentes a las de la fenomenologa concreta. Mientrasque sta planteaba preferentemente el problema del sentido en el plano cog-nitivo y perceptivo, la hermenutica lo planteaba, desde Dilthey, en el plano dela historia y de las ciencias humanas. Sin embargo, en ambos casos, se tratabadel mismo problema fundamental: el de la relacin entre el sentido y el s mismo,entre la inteligibilidaddel primero y la reflexividaddel segundo.

    El famoso crculo hermenutico entre el sentido objetivo de un texto y sucomprensin previa por parte de un lector singular se presentaba entoncescomo un caso particular de la conexin que Husserl llamaba, por otro lado,

    correlacin notico-noemtica.El arraigo fenomenolgico de la hermenutica no se limita a esta afinidadmuy general entre la comprensin de los textos y la relacin intencional deuna conciencia con un sentido que tiene delante. El tema de la Lebenswelt, alque la fenomenologa se enfrenta a su pesar, es asumido por la hermenuti-ca postheideggeriana, no ya como un residuo, sino como una condicin pre-via. Dado que, primeramente, estamos en un mundo y pertenecemos a l conuna pertenencia participativa irrecusable, podemos, en segundo lugar, enfren-tarnos a los objetos que pretendemos constituir y dominar intelectualmente.

    El Verstehen, para Heidegger, tiene un significado ontolgico. Es la respuestade un ser arrojado al mundo que se orienta en l proyectando sus posibilida-des ms propias. La interpretacin, en el sentido tcnico de interpretacin delos textos, slo es el desarrollo, la explicitacin, de este comprender ontolgico,siempre solidario de un previo ser arrojado. De este modo, la relacin suje-to-objeto, de la que sigue dependiendo Husserl, se subordina a la constata-cin de un vnculo ontolgico ms primitivo que cualquier relacincognoscitiva.

    Esta subversin de la fenomenologa llevada a cabo por la hermenuticaapela a otra: la conocida reduccin, mediante la que Husserl escinde el sen-tido del fondo existencial donde la conciencia natural se encuentra primera-mente inmersa, ya no puede ser un gesto filosfico primario. En adelanteadquiere un significado epistemolgico derivado: es un gesto secundario, con-sistente en el distanciamiento y, en este sentido, en el olvido del arraigo pri-mario del comprender que requieren todas las operaciones objetivadorascaractersticas tanto del conocimiento vulgar como del conocimiento cient-fico. Pero este distanciamiento presupone la pertenencia participativa median-te la cual estamos en el mundo antes de ser sujetos que se sitan frente a objetospara juzgarlos y someterlos a su dominio intelectual y tcnico. De este modo,

    la hermenutica heideggeriana y postheideggeriana, aunque sea la herederaevidente de la fenomenologa husserliana, es, en ltima instancia, su inversin,en la medida en que es su realizacin.

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    Las consecuencias filosficas de esta inversin son considerables. No se per-ciben si nos limitamos a subrayar la finitud que convierte en algo caduco elideal de transparencia respecto a s mismo de un sujeto fundamental. La ideade finitud, en s misma, sigue siendo banal, incluso trivial. En el mejor de loscasos, slo expresa en trminos negativos la renuncia de la reflexin a toda

    hybris, a toda pretensin del sujeto de fundarmentarse en s mismo. El descu-brimiento de la precedencia del ser-en-el-mundo respecto a todo proyecto defundamentacin y a todo intento de justificacin ltima, recupera toda sufuerza cuando extraemos de l las consecuencias positivas que tiene para laepistemologa de la nueva ontologa de la comprensin. Al extraer estas con-secuencias epistemolgicas, llevar mi respuesta de la primera pregunta plan-teada al inicio de la tercera parte de este ensayo a la segunda. Resumo estaconsecuencia epistemolgica en la siguiente frmula: no hay comprensin des que no est mediatizadapor signos, smbolos y textos; la comprensin de s

    coincide, en ltima instancia, con la interpretacin aplicada a estos trminosmediadores. Al pasar de una a otra, la hermenutica se libera progresivamen-te del idealismo con el que Husserl haba intentado identificar la fenomenologa.Sigamos, pues, las fases de esta emancipacin.

    Mediacin a travs de los signos: con ello se afirma la condicin origina-riamente lingstica de toda experiencia humana. La percepcin se dice, eldeseo se dice. Hegel lo haba demostrado ya en la Fenomenologa del espritu.Freud dedujo de ello otra consecuencia, a saber, que no hay experiencia emo-cional, por oculta, disimulada o retorcida que sea, que no pueda ser expuesta

    a la luz del lenguaje para que revele su sentido propio, favoreciendo el accesodel deseo a la esfera del lenguaje. El psicoanlisis, como talkcure, no se basa enotra hiptesis que en esta proximidad entre el deseo y la palabra. Y como lapalabra se entiende antes de ser pronunciada, el camino ms corto entre m yyo mismo es la palabra del otro, que me hace recorrer el espacio abierto de lossignos.

    Mediacin a travs de los smbolos: por este trmino entiendo las expresio-nes con doble sentido que las culturas tradicionales han incorporado a la deno-minacin de los elementos del cosmos (fuego, agua, viento, tierra, etc.), desus dimensiones (altura y profundidad, etc.) o de sus aspectos (luz y tinie-blas, etc.). Estas expresiones con doble sentido se escalonan en smbolos uni-versales, en los que son propios de una cultura y, por ltimo. en los que han sidocreados por un pensador particular, incluso por una obra singular. En este lti-mo caso, el smbolo se confunde con la metfora viva. Pero, a la inversa, nohay quizs creacin simblica que no est arraigada, en ltima instancia, en elacervo simblico comn a toda la humanidad. Hace tiempo, yo mismo esbo-c una Simblica del mal, basada enteramente en este papel mediador de cier-tas expresiones con doble sentido, como la mancha, la cada, la desviacin, enla reflexin sobre la voluntad malvada. En esa poca, haba reducido incluso la

    hermenutica a la interpretacin de los smbolos, es decir, a la explicitacindel segundo sentido a menudo escondido de estas expresiones con doblesentido.

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    Esta definicin de la hermenutica como interpretacin simblica me pare-ce hoy en da demasiado estrecha, por dos razones que nos conducirn de lamediacin a travs del smbolo a la mediacin a travs de los textos. En pri-mer lugar, no parece que un simbolismo tradicional o privado desarrolle susrecursos de multivocidadsolamente en contextos apropiados y, por consiguiente,

    en el nivel de un texto completo, por ejemplo, un poema. Adems, el mismosimbolismo da lugar a interpretaciones rivales, incluso polarmente opuestas,dependiendo de que la interpretacin pretenda reducir el simbolismo a su baseliteral, a sus fuentes inconscientes o a sus motivaciones sociales, o ampliarloen virtud de su potencialidad mxima de tener sentidos mltiples. En un caso,la hermenutica pretende desmitificar el simbolismo, desenmascarando lasfuerzas no declaradas que se ocultan en l. En el otro, la hermenutica pre-tende recoger el sentido ms rico, el ms elevado, el ms espiritual. Ahora bien,este conflicto de interpretaciones se produce, igualmente, en el nivel de un

    texto.De todo ello resulta que la hermenutica no puede definirse simplementecomo la interpretacin de smbolos. Sin embargo, debemos mantener esta defi-nicin como una etapa entre el reconocimiento generalsimo del carcter lin-gstico de la experiencia y la definicin ms tcnica de la hermenutica comointerpretacin textual. Adems, contribuye a disipar la ilusin de una con-ciencia intuitiva de uno mismo al imponer a la comprensin de s el gran rodeoa travs del acervo de smbolos transmitidos por las culturas en cuyo senohemos accedido, al mismo tiempo, a la existencia y a la palabra.

    Por ltimo, mediacin a travs de los textos. A primera vista, esta media-cin parece ms limitada que la mediacin a travs de los signos y a travs delos smbolos, que pueden ser simplemente orales e incluso no verbales. Lamediacin a travs de los textos parece reducir la esfera de la interpretacin ala escritura y a la literatura en detrimento de las culturas orales. Esto es cier-to. Pero lo que la definicin pierde en extensin, lo gana en intensidad. Laescritura, en efecto, otorga recursos originales al discurso, tal como lo hemosdefinido en las primeras pginas de este ensayo. En primer lugar, identificn-dolo con la frase (alguien dice algo sobre algo a alguien), despus, caracteri-zndolo mediante la composicin de series de frases en forma de relato, depoema o de ensayo. Gracias a la escritura, el discurso adquiere una triple auto-noma semntica: respecto a la intencin del locutor, a la recepcin del audi-torio primitivo y a las circunstancias econmicas, sociales y culturales de suproduccin. En este sentido, lo escrito se aleja de los lmites del dilogo cara acara y se convierte en la condicin del devenir-texto del discurso. Correspondea la hermenutica explorar las implicaciones que tiene este devenir-texto parala tarea interpretativa.

    La consecuencia es que se pone definitivamente punto y final al ideal car-tesiano, fichteano y, en cierta medida, tambin husserliano de la transparencia

    del sujeto respecto a s mismo. El rodeo a travs de los signos y de los smbolosse ampla y altera a la vez, en virtud de esta mediacin a travs de los textosque se alejan de la condicin intersubjetiva del dilogo. La intencin del autor

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    ya no se da inmediatamente, como pretende darse la del locutor al hablar sin-cera y directamente. Ha de ser reconstruida a la vez que el significado del pro-pio texto, como el nombre propio que se da al estilo singular de la obra. Porconsiguiente, no se trata ya de definir la hermenutica mediante la coinci-dencia entre el talento del lector y el talento del autor. La intencin del autor,

    ausente de su texto, se ha convertido en s misma en un problema hermenu-tico. En cuanto a la otra subjetividad, la del lector, es tanto el fruto de la lecturay el don del texto como la portadora de las expectativas con las que ese lectoraborda y recibe el texto. Por consiguiente, no se trata tampoco de definir lahermenutica mediante la primaca de la subjetividad del que lee sobre el textoy, por tanto, mediante una esttica de la recepcin. No servira de nada susti-tuir una intentional fallacy por una affective fallacy. Comprenderse es com-prenderse ante el texto y recibir de l las condiciones de un s mismo distinto alyo que se pone a leer. Ninguna de las dos subjetividades, ni la del autor ni la del

    lector, tiene, pues, prioridad en el sentido de una presencia originaria de unoante s mismo.Una vez liberada de la primaca de la subjetividad, cul puede ser la primera

    tarea de la hermenutica? A mi juicio, buscar en el propio texto, por una parte,la dinmica interna que preside la estructuracin de la obra; por otra, la capa-cidad de la obra para proyectarse fuera de s misma y dar lugar a un mundo, quesera ciertamente la cosa del texto. Dinmica interna y proyeccin externaconstituyen lo que llamo la labor del texto. La tarea de la hermenutica consisteen reconstruir esta doble labor del texto.

    Podemos ver el camino recorrido desde el primer supuesto, el de la filoso-fa como reflexin, a lo largo del segundo, el de la filosofa como fenomenologa,hasta el tercero, el de la mediacin a travs de los signos, despus a travs de lossmbolos y, por ltimo, a travs de los textos.

    Una filosofa hermenutica es una filosofa que asume todas las exigenciasde este largo rodeo y que renuncia al sueo de una mediacin total, al final dela cual la reflexin equivaldra, de nuevo, a la intuicin intelectual en la auto-transparencia de un sujeto absoluto.

    2) Puedo ahora tratar de responder a la segunda pregunta que antes planteaba.Si stos son los supuestos caractersticos de la tradicin a la que pertenecenmis trabajos, cul es, a mi juicio, su lugar en el desarrollo de esta tradicin?

    Para responder a esta pregunta, me basta con aplicar la ltima definicin queacabo de dar de la tarea de la hermenutica a las conclusiones a las que lleg-bamos al final de la segunda parte.

    La tarea de la hermenutica, como acabamos de decir, es doble: reconstruirla dinmica interna del texto y restituir la capacidad de la obra para proyec-tarse al exterior mediante la representacin de un mundo habitable.

    Creo que a la primera tarea corresponden todos los anlisis orientados a

    articular entre s comprensin y explicacin, en el plano de lo que he llama-do el sentido de la obra. Tanto en mis anlisis del relato como en los dela metfora, lucho en dos frentes: por una parte, rechazo el irracionalismo de la

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    comprensin inmediata, concebida como una extensin al terreno de los tex-tos de la intropata mediante la cual un sujeto se introduce en una concienciaextraa en la situacin del cara a cara ntimo. Esta extensin indebida alimentala ilusin romntica de un vnculo inmediato de congenialidad entre las dossubjetividades implicadas por la obra, la del autor y la del lector. Pero rechazo

    con idntica fuerza un racionalismo de la explicacin que extendera al texto elanlisis estructural de los sistemas de signos caractersticos no del discurso,sino de la lengua. Esta extensin igualmente indebida da lugar a la ilusin posi-tiva de una objetividad textual cerrada en s misma e independiente de la sub-jetividad del autor o del lector. A estas dos actitudes unilaterales, he opuestola dialctica de la comprensin y de la explicacin. Entiendo por compren-sin la capacidad de continuar en uno mismo la labor de estructuracin deltexto, y por explicacin, la operacin de segundo grado que se halla insertaen esta comprensin y que consiste en la actualizacin de los cdigos subya-

    centes a esta labor de estructuracin que el lector acompaa. Este combate endos frentes, contra una reduccin de la comprensin a la intropata y unareduccin de la explicacin a una combinatoria abstracta, me lleva a definir lainterpretacin mediante esta misma dialctica de la comprensin y de la expli-cacin en el plano del sentido inmanente al texto. Este modo especfico deresponder a la primera tarea de la hermenutica tiene la gran ventaja, a mi jui-cio, de preservar el dilogo entre la filosofa y las ciencias humanas; dilogoque rompen, cada uno a su manera, los dos modos contrarios de la compren-sin y de la explicacin que rechazo. sta sera mi primera contribucin a la

    filosofa hermenutica de la que procedo.En las lneas precedentes, me he ocupado de situar mis anlisis del senti-do de los enunciados metafricos y del sentido de las tramas narrativas enel ltimo plano de la teora del Verstehen, limitada a su uso epistemolgico,en la tradicin de Dilthey y de Max Weber. La distincin entre sentido yreferencia, aplicada a estos enunciados y a estas tramas, me permite atener-me, provisionalmente, a este logro de la filosofa hermenutica que no me pare-ce, en modo alguno, que haya quedado abolido por el desarrollo ulterior deesta filosofa con Heidegger y Gadamer, en el sentido de una subordinacinde la teora epistemolgica a la teora ontolgica del Verstehen. No quiero olvi-dar la fase epistemolgica, cuya apuesta sigue siendo el dilogo de la filosofacon las ciencias humanas, ni descuidar este desplazamiento de la problemti-ca hermenutica, que desde ahora pone el acento en el ser-en-el-mundo y enla pertenencia participativa que precede a toda relacin de un sujeto con elobjeto que tiene delante.

    En este ltimo plano de la nueva ontologa hermenutica, me gustarasituar mis anlisis sobre la referencia de los enunciados metafricos y de lastramas narrativas. Confieso muy gustosamente que estos anlisispresuponencontinuamente la conviccin de que el discurso no es nuncafor its own sake, para

    su propia gloria, sino que quiere, en todos sus usos, llevar al lenguaje una expe-riencia, un modo de vivir y de estar-en-el-mundo que le precede y pide serdicho. Esta conviccin de la precedencia de un ser que pide ser dicho respec-

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    to a nuestro decir explica mi obstinacin por descubrir, en los usos poticosdel lenguaje, el modo referencial apropiado a estos usos, a travs del cual eldiscurso contina tratando de decir el ser, incluso cuando parece haberse reti-rado en s mismo, para celebrarse a s mismo. Este empeo por romper la clau-sura del lenguaje en s mismo lo hered de Sein und Zeitde Heidegger y de

    Wahrheit und Methodde Gadamer. Aunque me atrevo a pensar que la des-cripcin que propongo de la referencia de los enunciados metafricos y de losenunciados narrativos aade a ese empeo ontolgico la precisin analticaque le falta.

    Por una parte, en efecto, me ocupo en dar un alcance ontolgico a la pre-tensin referencial de los enunciados metafricos por influencia de lo que acabode llamar el empeo ontolgico de la teora del lenguaje: de este modo, meatrevo a decir que ver algo como... es poner de manifiesto el ser-como de lacosa. Pongo el como en posicin de exponente del verbo ser y hago del ser-

    como el referente ltimo del enunciado metafrico. Esta tesis tiene indiscu-tiblemente el sello de la ontologa postheideggeriana. Pero, por otra parte, laconstatacin del ser-como... no podra, a mi juicio, separarse de un estudiodetallado de los modos referenciales del discurso y requiere un tratamientopropiamente analtico de la referencia indirecta, en base al concepto de splitreference que he recibido de Roman Jakobson. Mi tesis sobre la mmesisde laobra narrativa y mi distincin de los tres estadios de la mmesisprefigura-cin, configuracin y transfiguracin del mundo de la accin por el poemaexpresan el mismo deseo de aadir la precisin del anlisis a la atestacin onto-

    lgica.Este inters que acabo de expresar se une a mi otra preocupacin, men-cionada anteriormente, de no oponer comprender y explicar en el plano de ladinmica inmanente de los enunciados poticos. Tomadas conjuntamente,estas dos inquietudes muestran mi deseo de que, al trabajar por el progreso dela filosofa hermenutica, haya contribuido, por poco que sea, a suscitar uninters por esta filosofa entre los filsofos analticos.

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