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Salvadme Reina Número 136 Noviembre 2014 ¿Cómo evitar el purgatorio?

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Heraldos del EvangelioRHE136_ES - RAE155_201411

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Salvadme Reina

Número 136 Noviembre 2014

¿Cómo evitar el purgatorio?

Colección

La colección “Lo inédito sobre los Evangelios” es una publicación de la Librería Editrice Vaticana

Reservas y pedidos en el teléfono 902 19 90 44 o por email en [email protected]

También disponibles en formato eBook: www.comentandolosevangelios.comEncuadernación en rústica (157 x 230 mm) con ilustraciones a todo color

“Lo inédito sobre los Evangelios”

E sta original obra de monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP, compuesta por siete volúmenes, tiene el mérito de poner la teología al alcance de todos, mediante comentarios a los Evangelios de los domingos y solemnidades

del año.Publicada en cuatro idiomas —español, inglés, italiano y portugués— con un total de 200.000 ejemplares vendidos, la colección ha encontrado una calurosa acogida por su notable utilidad exegética y pastoral.

Ciclo BVol. III: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua – Solemnidades del Señor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (Próximo lanzamiento)Vol. IV: Domingos del Tiempo Ordinario (Próximo lanzamiento)

Ciclo CVol. V: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua – Solemnidades del Señor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (446 páginas)Vol. VI: Domingos del Tiempo Ordinario (495 páginas)

Vol. VII: Solemnidades – Fiestas que pueden tener lugar en domingo – Miércoles de Ceniza – Triduo Pascual – Otras Fiestas y Memorias (431 páginas)

Ciclo AVol. I: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua – Solemnidades del Señor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (464 páginas)Vol. II: Domingos del Tiempo Ordinario (495 páginas)

“Aleijadinho”: dos siglos de arte y fe

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34

Sucedió en la Iglesia y en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

Historia para niños... ¿De dónde viene tanta fuerza?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

Los santos de cada día

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

Espejo del Sol

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

Santa Gertrudis de Helfta – Heraldo del amor divino

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30

Heraldos en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24

El papel formativo de la música sacra

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21

Entrevista al Nuncio Apostólico en República Dominicana – Vivir en Cristo y en María

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .18

Comentario al Evangelio – ¡Purgatorio! ¿Cómo evitarlo?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8

La voz del Papa – Iglesia Católica y Apostólica

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

Supremo Juez e inmutable Soberano (Editorial) . . . . . . . . . . 5

Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

Año XII, número 136, Noviembre 2014

Periódico de la Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima

SumariO

Salvadme Reina

Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

Consejo de Redacción: Guy de Ridder, Juliane Campos, EP,

Luis Alberto Blanco, Hna. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio

de Oliveira

Administración:C/ Cinca, 17

28002 – Madrid R.N.A., Nº 164.671

Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

Fax: 902 199 046

www.salvadmereina.org [email protected]

Con la Colaboración de la Asociación Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

Heraldos del evangelio

www.heraldos.org

Montaje: Equipo de artes gráficas

de los Heraldos del Evangelio

Imprime:Biblos Impresores, S.L. - Madrid

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y

enviando una copia a la redacción. El contenido de los artículos es responsabilidad

de los respectivos autores.

4      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

EscribEn los lEctorEs

Una mención especial a los He-raldos del Evangelio que, con su constante dedicación, trabajan pa-ra inculcar en las almas el amor a la Santísima Virgen. E igualmente a su interesante revista que, a través de las fotos, muestra lo provechoso de su labor en varios lugares del mundo.

Amelia ForcinaBollate – Italia

Fantásticas ilustraciones, FotograFías e imágenes

Hacía tiempo que deseaba escri-bir a la revista Heraldos del Evange-lio y lo hago ahora, para felicitarles por el cuento infantil mensual: His-torias para niños... ¿o adultos llenos de fe? Me gusta mucho la manera en que son presentadas las enseñan-zas, porque su lectura es agradable y amena.

Otra cosa que me llama la aten-ción son la portada y contraporta-das, que todos los meses se superan, una más bonita que la otra. Cada Editorial es una auténtica oración. Los reportajes son excelentes y dig-nos de apreciación. Todas las ilustra-ciones, fotografías e imágenes son fantásticas para los que saben apre-ciarlas.

Jaime G. da SilvaMonte Alegre – Brasil

maestro de la vida espiritual asistido por el espíritu santo

¡Qué bellezas más insondables tiene vuestra revista! Todo es sabi-duría y doctrina de amor a la Iglesia Católica. Vuestros escritos enseñan y dan muestra de fe, esperanza y ca-ridad. En ella se unen todos los pen-samientos doctrinales con la alegría de la Palabra de Dios.

una buena revista que hacía Falta en la iglesia

Ante todo, quiero agradecerles de corazón el envío de la revista que ustedes publican. Es un medio de in-formación y formación que nos ayu-da a conocer muchas cosas, como los temas tratados por el Santo Pa-dre en sus discursos y homilías, la explicación del santo Evangelio por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, las historias de los santos y de luga-res interesantes.

Creo que es una buena revista que nos hacía falta en la Iglesia y, sobre todo, a muchos de nuestros hermanos, a los que se la recomen-damos, porque creo que es necesa-rio cuidar su formación con buena lectura.

Unidos en oración con todos los heraldos.

P. Luis Mario Mendoza CernadesCusco – Perú

una mujer de gran virtud

Muchísimas gracias por haber-me enviado el libro Doña Lucilia, una mujer dotada de gran virtud, la cual cultivó en su hogar familiar, de-jando en el alma de quienes la cono-cieron el perfume de su santidad. El amor al Sagrado Corazón de Jesús y a su Madre, la dulcísima María, la fueron guiando a lo largo de su ca-mino hecho de luces y sombras, que supo enfrentar con espíritu de abne-gación y con su fe inquebrantable. Me uno a las oraciones de muchos que, a pesar de no haberla conocido, se detienen a rezar en su tumba, a la espera de verla algún día elevada a los altares.

Vuestro superior general, Monse-ñor João Scognamiglio Clá Dias, sa-be lo que hace y dice. Es un maestro de la vida espiritual, a quien el Espí-ritu Santo asiste y guía por el cami-no correcto para llegar a la perfec-ción. Dirige a las almas en el amor al Padre, que tanto necesitamos para alcanzar el puerto seguro de la sal-vación.

Felipe Navarro Sánchez

Barcelona – España

nos llevan a pensar a respecto de nuestro papel en la sociedad

La revista nos conduce a reflexio-nar sobre todas las cosas que tene-mos y debemos hacer para llevar de modo correcto la Palabra de Dios. Me gustó mucho el Comentario al Evangelio del pasado mes de agos-to, sobre la fe de Pedro que, adelan-tándose a los demás Apóstoles, pro-clama a Cristo como Hijo de Dios. Su devoción le valió la recompensa de ser la piedra sobre la cual Cristo fundó su Iglesia, habiendo sido ele-gido por el mismo Salvador.

No menos importante fue la ma-teria —también en la misma edi-ción— donde se recuerda la im-portancia histórica del trabajo de San Juan Bosco a favor de sus biri-chini, siendo radical en la forma de tratar y formar a los jóvenes que es-taban abandonados.

Esta revista es muy útil para pro-fundizar en el conocimiento y ali-menta nuestra alma con asuntos que nos llevan a pensar a respecto de nuestro papel en la sociedad.

Fernando César da Silveira Ribeiro

Campo Grande – Brasil

Salvadme Reina

Número 136

Noviembre 2014

¿Cómo evitar el purgatorio?

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Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      5

Editorial

El Juicio Final Catedral de Notre Dame, Amiens (Francia)

Foto: Sergio Hollmann

Supremo Juez e inmutable Soberano

uestro entorno está hecho de evoluciones, adaptaciones, transiciones. No obstante, hay cosas que no cambian nunca. Las leyes universales que rigen la naturaleza, desde que ésta existe, son fijas. Los principios matemáticos

siempre se mantienen. Dos rectas paralelas, o jamás se cruzan, o dejan de ser parale-las. Jugar con las palabras, cambiándoles el sentido, puede servir para engañar a los otros, pero no para alterar la realidad. Así pues, un científico que pretendiera rede-finir la ley de la gravedad según sus conveniencias no logaría modificar el comporta-miento de la materia; tan sólo induciría al error a quien siguiese sus proposiciones...

Ahora bien, la naturaleza material es un espejo de las realidades sobrenatura-les (cf. Rm 1, 20), cuyo fundamento es el propio Dios, absolutamente invariable en sí mismo (cf. Ml 3, 6), como invariable también es aquello que Él ha estableci-do de forma permanente.

Por ejemplo, los sacramentos. Al ser éstos de institución divina, la Iglesia —de-positaria y dispensadora de los tesoros de Cristo— debe limitarse a poner en prác-tica lo que sobre ellos dispuso el divino Maestro, sin poder modificarlos (cf. Cons-titución Apostólica Sacramentum Ordinis, n.º 1). Cualquier intento de hacerlo sería ilícito, vano e ineficaz.

Esto se aplica aún más para los Mandamientos, esa Ley clarísima, expresión de la verdad (cf. Sal 118, 151), que Dios, aparte de revelarlos (cf. Ex 20, 3-17), tam-bién los imprimió en nuestro interior. La fidelidad a esa Ley era la sustancia mis-ma de la Alianza que Dios implantó para que fuera inmutable “para siempre” (Sal 118, 152) como dice el Salmo.

¿Habría alterado Jesús tal doctrina? Se podía argumentar que así es como pien-sa San Pablo, cuando nos enseña que la justificación en la Nueva Alianza ya no tiene lugar por la práctica de la Ley, sino por la fe (cf. Ga 2, 16). Sin embargo, Cristo mismo afirma que no vino “a abolir la Ley y los Profetas”, sino “a dar pleni-tud” (Mt 5, 17). Pues como explica Santiago: “la fe sin obras está muerta” (St 2, 26); creer sin obras coherentes es propio de los demonios (cf. St 2, 19).

¿Entonces cuáles son las obras de Dios? “La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado” (Jn 6, 29). ¿Y qué es lo que enseña Cristo? Que se cumplan los Mandamientos, cuya integral actualidad lo reafirma Él mismo (cf. Mt 19, 18-19; Mc 10, 19; Lc 18, 20). Más aún, esa observancia es exigida por Dios como prueba de nuestro amor (cf. Jn 14, 15).

En consecuencia, nadie en esta tierra tiene poder para cambiar lo que es pe-cado. Los Mandamientos no dependen del arbitrio humano; querer alterar la ley moral de acuerdo a unas necesidades concretas significa instituir una ley moral que no es la de Dios. El eventual desfase existente entre esa “ley mía” y la Ley di-vina puede causar un tremendo sobresalto en el momento en que yo venga a mo-rir. Ojalá pueda ser subsanado en el purgatorio...

En este mundo, tanto en la moral como en la naturaleza, hay realidades inmu-nes al paso del tiempo. Los siglos se suceden, las sociedades cambian, los hombres desaparecen, pero “es más fácil que pasen el cielo y la tierra que no que caiga un ápice de la Ley” (Lc 16, 17). Y Dios, Juez supremo, es siempre el mismo, sobera-namente inmutable. ²

Iglesia Católica y Apostólica

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6      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

La voz deL PaPa

Formar parte de una Iglesia que es católica y apostólica, ante todo, significa interesarse por la salvación de toda la humanidad.

sta semana seguimos hablando de la Igle-sia. Cuando profesamos nuestra fe, afirmamos

que la Iglesia es “católica” y “apos-tólica”. ¿Pero cuál es efectivamente el significado de estas dos palabras, de estas dos notas características de la Iglesia? ¿Y qué valor tienen pa-ra las comunidades cristianas y para cada uno de nosotros?

Proyectada a la evangelización de todos

Católica significa universal. Una definición completa y clara nos ofre-ce uno de los Padres de la Iglesia de los primeros siglos, San Cirilo de Je-rusalén, cuando afirma: “A la Iglesia sin lugar a dudas se la llama católi-ca, es decir, universal, por el hecho de que está extendida por todas par-tes de uno a otro confín de la tierra; y porque universalmente y sin de-fecto enseña todas las verdades que deben llegar a ser conocidas por los hombres, tanto en lo que se refiere a las cosas celestiales, como a las te-rrestres” (Catequesis XVIII, 23).

Signo evidente de la catolicidad de la Iglesia es que ella habla to-das las lenguas. Y esto es el efecto de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-13): es el Espíritu Santo quien capacitó a los Apóstoles y a toda la Iglesia pa-ra anunciar a todos, hasta los confi-

nes de la tierra, la Hermosa Noticia de la salvación y del amor de Dios. Así, la Iglesia nació católica, es de-cir, “sinfónica” desde los orígenes, y no puede no ser católica, proyecta-da a la evangelización y al encuen-tro con todos.

Hoy la Palabra de Dios se lee en todas las lenguas, todos tienen el Evangelio en su idioma para leerlo. Y vuelvo al mismo concepto: siem-pre es bueno llevar con nosotros un Evangelio pequeño, para llevarlo en el bolsillo, en la cartera, y durante el día leer un pasaje. Esto nos hace bien. El Evangelio está difundido en todas las lenguas porque la Iglesia, el anuncio de Jesucristo Redentor, está en todo el mundo. Y por ello se dice que la Iglesia es católica, por-que es universal.

Sobre el fundamento de los Apóstoles y misionera

Si la Iglesia nació católica, quie-re decir que nació “en salida”, que nació misionera. Si los Apóstoles hubiesen permanecido allí en el ce-náculo, sin salir para llevar el Evan-gelio, la Iglesia sería sólo la Iglesia de ese pueblo, de esa ciudad, de ese cenáculo. Pero todos salieron por el mundo, desde el momento del na-cimiento de la Iglesia, desde el mo-mento que descendió sobre ellos el Espíritu Santo.

Y es así como la Iglesia nació “en salida”, es decir, misionera. Es lo que expresamos llamándola apostó-lica, porque el apóstol es quien lleva la buena noticia de la Resurrección de Jesús. Este término nos recuerda que la Iglesia, sobre el fundamento de los Apóstoles y en continuidad con ellos —son los Apóstoles quie-nes fueron y fundaron nuevas igle-sias, ordenaron nuevos obispos, y así en todo el mundo, en continuidad. Hoy todos nosotros estamos en con-tinuidad con ese grupo de Apóstoles que recibió el Espíritu Santo y lue-go fue en “salida”, a predicar—, es enviada a llevar a todos los hombres este anuncio del Evangelio, acompa-ñándolo con los signos de la ternura y del poder de Dios.

También esto deriva del aconte-cimiento de Pentecostés: es el Espí-ritu Santo, en efecto, quien supera toda resistencia, quien vence las ten-taciones de cerrarse en sí mismo, en-tre pocos elegidos, y de considerarse los únicos destinatarios de la ben-dición de Dios. Si, por ejemplo, al-gunos cristianos hacen esto y dicen: “Nosotros somos los elegidos, só-lo nosotros”, al final mueren. Mue-ren primero en el alma, luego mori-rán en el cuerpo, porque no tienen vida, no son capaces de generar vi-da, otra gente, otros pueblos: no son apostólicos.

Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      7

Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librería Editrice Vaticana. La versión íntegra de los mismos puede ser consultada en www.vatican.va

Y es precisamente el Espíritu quien nos conduce al encuentro de los hermanos, incluso de los más distantes en todos los sentidos, pa-ra que puedan compartir con noso-tros el amor, la paz, la alegría que el Señor resucitado nos ha dejado co-mo don.

La Iglesia tiene necesidad de muchos misioneros

¿Qué comporta para nuestras co-munidades y para cada uno de noso-tros formar parte de una Iglesia que es católica y apostólica? Ante todo, significa interesarse por la salvación de toda la humanidad, no sentirse indiferentes o ajenos ante la suer-te de tantos hermanos nuestros, si-no abiertos y solidarios hacia ellos. Significa, además, tener el sentido de la plenitud, de la totalidad, de la ar-monía de la vida cristiana, rechazan-do siempre las posiciones parciales,

unilaterales, que nos cierran en no-sotros mismos.

Formar parte de la Iglesia apostóli-ca quiere decir ser conscientes de que nuestra fe está anclada en el anuncio y en el testimonio de los Apóstoles de Jesús —está anclada allí, es una larga cadena que viene de allí—; y, por ello, sentirse siempre enviados, sentirse mandados, en comunión con los suce-sores de los Apóstoles, a anunciar con el corazón lleno de alegría a Cristo y su amor por toda la humanidad.

Y aquí quisiera recordar la vida heroica de tantos, tantos misione-ros y misioneras que dejaron su pa-tria para ir a anunciar el Evangelio a otros países, a otros continentes. Me decía un cardenal brasileño que tra-baja bastante en la Amazonia, que cuando él va a un lugar, en un país o en una ciudad de la Amazonia, va siempre al cementerio y allí ve las tumbas de estos misioneros, sacer-

dotes, hermanos, religiosas que fue-ron a predicar el Evangelio: apósto-les. Y él piensa: todos ellos pueden ser canonizados ahora, lo dejaron todo para anunciar a Jesucristo.

Demos gracias al Señor porque nuestra Iglesia tiene muchos misio-neros, ha tenido numerosos misio-neros y tiene necesidad de muchos más. Demos gracias al Señor por ello. Tal vez entre tantos jóvenes, muchachos y muchachas que están aquí, alguno quiera llegar a ser mi-sionero: ¡que siga adelante! Es her-moso esto, llevar el Evangelio de Je-sús. ¡Que sea valiente!

Pidamos entonces al Señor que renueve en nosotros el don de su Espíritu, para que cada comunidad cristiana y cada bautizado sea expre-sión de la Santa Madre Iglesia Cató-lica y Apostólica.

Audiencia general, 17/9/2014

“Es el Espíritu Santo quien capacitó a los Apóstoles y a toda la Iglesia para anunciar a todos la Hermosa Noticia de la salvación y del amor de Dios”

Aspecto de la Audiencia General del 17/9/2014, en la Plaza de San Pedro

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8      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

Detalle del “Retablo de las almas con la Misa de San Gregorio”, por el Maestro de Artés - Museo de Bellas Artes, Valencia (España)

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¡Purgatorio! ¿Cómo evitarlo?

Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      9

Comentario al evangelio - ConmemoraCión de todos los fieles difuntos

La conmemoración de los fieles difuntos es una ocasión feliz que la Iglesia nos proporciona para que aliviemos a los que padecen en el purgatorio. Pero también lleva consigo una enseñanza para nuestro provecho espiritual: tenemos una responsabilidad y, si no actuamos como debemos, podríamos escuchar esta terrible sentencia del divino Juez: “¡No estás preparado!”.

I – Tras la muerTe, una deuda pendIenTe

La Santa Iglesia, en su sabiduría e inerran-cia divinas, introdujo en el calendario litúrgi-co la Conmemoración de todos los fieles difun-tos el día siguiente a la Solemnidad de Todos los Santos con la intención de unir los tres es-tados de la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cris-to, del cual Él es la Cabeza. El día anterior la Iglesia militante —constituida por los que en la tierra, en estado de prueba, combaten el noble combate para recibir después el premio de la glo-ria (cf. 2 Tm 4, 7-8)— festejaba a la Iglesia triun-fante, alabando y glorificando a los santos que ya se encuentran en la eterna bienaventuranza. Hoy dirige su mirada hacia los hermanos que también han sido justos, pero que aún están en el purga-torio —la Iglesia padeciente—, cumpliendo las penas temporales que deben por sus faltas.

La triple dimensión del pecado

Dios todopoderoso no puede crear nada que no sea para sí mismo. Él nos dio el ser a fin de que practicásemos la virtud para alabarlo, reve-renciarlo y servirlo por encima de todo, y no es otra nuestra obligación, una vez que nuestros padres no crearon nuestra alma inmortal, sino Dios, de quien en realidad hemos nacido. Aho-ra bien, cuando pecamos, hacemos mal uso de las criaturas, dándole la espalda a Dios y ofen-diéndole. Pero el Salvador, en su infinita bon-dad, nos dejó el sacramento del Bautismo para borrar la culpa original y la de todos los peca-dos cometidos hasta el momento de recibirlo, si ya teníamos uso de razón, así como el de la Pe-nitencia, para absolver las faltas en las que incu-rrimos después del Bautismo.1 Y al ser perdona-dos por el mismo Jesús, a través de los labios del sacerdote, evitamos la condenación al infierno.

Dios nos dio el ser a fin de que practicásemos la virtud para alabarlo, reverenciarlo y servirlo por encima de todo

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

10      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

No obstante, además de la injuria hecha a Dios, el pecado atenta también contra otros dos órde-nes —la conciencia y el universo— y, por tan-to, es lógico que seamos humillados y castiga-dos por éstos.2

El juicio de la conciencia

Todos tenemos la Ley de Dios grabada en la mente y en el corazón, como criterio para dis-cernir lo insensato que resulta abrazar la vía del pecado. La conciencia nos acusa cuando pro-cedemos mal y nos muestra el verdadero cami-no. Por tal motivo, si alguien, de hecho, comete un pecado, no ha lugar para la duda; antes bien, está seguro de su caída porque actuó contra su propia conciencia.

El pecado vulnera el orden perfecto de la Creación

Dios creó el universo en perfecto orden: cada astro sigue su trayectoria con exactitud; el Sol no se choca con la Tierra, ni la Luna sale de su órbi-ta. La vegetación también tiene sus leyes, que la hacen buscar siempre el sol y el agua, y los ani-males están dotados de instintos moderados. Con todo, el hombre tiene la posibilidad de an-dar en orden o desordenadamente. Al caminar en la línea de la virtud adquiere méritos —lo que no sucede con los seres inferiores, como los ani-males o las plantas—, pero si, por el contrario, camina por las sendas del mal, ofende al orden del universo, como enseña el Magisterio: “Todo pecado lleva consigo la perturbación del orden universal, que Dios ha dispuesto con inefable sa-biduría e infinita caridad, y la destrucción de in-

gentes bienes tanto en relación con el pecador como de toda la comunidad humana”.3

Por eso, cuando alguien comete una falta grave, el orden del universo, quebrantado, que-rría volverse contra el transgresor y aplastar-lo, desencadenando todos sus elementos. Entre estas posibles manifestaciones de la naturale-za contra el pecador, podemos imaginar, por ejemplo, a la tierra abriéndose para engullirlo o al fuego cayendo del cielo para devorarlo, al punto de encontrar en las mismas Escrituras es-ta afirmación: “Porque la Creación, sirviéndote a ti, su creador, despliega su fuerza para casti-gar a los malvados y la modera para beneficiar a los que en ti confían” (Sb 16, 24). Dios, empero, contiene a la naturaleza vulnerada para que no aniquile al culpable, a la espera de que éste ha-ga penitencia y consiga la salvación.

Después de la Confesión, una deuda pendiente

No obstante, debemos recordar que si el Bautismo perdona la doble pena a la cual está sujeta el pecador ―la eterna, como consecuen-cia de rechazar a Dios, y la temporal, debido a la adhesión desordenada a las criaturas―, la Con-fesión, al absolvernos de la primera, no siempre nos libra totalmente de la segunda, pues la re-misión de ésta depende de la intensidad y de la perfección del arrepentimiento de cada alma.4 Así, en la mayoría de los casos, permanece pen-diente una deuda que exige reparación, ya sea en la tierra, por medio de la penitencia, ya sea en la otra vida, sometiéndose el alma a los rigo-res del purgatorio.

Cuando alguien comete una falta grave, el orden del universo, quebrantado, querría volverse contra el transgresor y aplastarlo

La Vía Láctea desde el campo Concordia, en la cordillera de Karakórum (Pakistán)

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Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      11

Entonces, ¿en qué consiste esa deuda y cómo puede pagarla el alma? Imaginemos a una perso-na que va andando por la calle en un día de lluvia y de repente se ve cubierto de barro de la cabe-za a los pies por el paso de un vehículo a toda ve-locidad. Por mucho que se lave la cara sabe que además de eso necesita limpiarse la ropa, sobre todo si va camino de un convite de boda, donde jamás podría presentarse manchada de barro.

De la misma forma, en el momento en que el alma se separa del cuerpo y comparece ante su juicio particular, recibe un don especial que le ilumina la memoria y la conciencia y le recuerda todos los detalles de su vida moral y espiritual.5 Se da cuenta, pues, cómo en la Confesión se le perdonaron las faltas contra Dios, así como la pena eterna consecuencia de éstas: su rostro está limpio. Pero su conciencia grita, porque se siente sucia y necesitada de “cambiarse de ropa”, es de-cir, de pagar la pena temporal. Asimismo, es po-sible que posea una mentalidad poco conforme al buen orden, a la sabiduría, especialmente en los días actuales, en un mundo dominado por la mecánica y por la técnica. Igualmente puede que haya ideas, caprichos o manías que le aparten del equilibrio perfecto de la santidad y que sean con-trarios, en cuanto regla de vida, a los principios de la fe, y le imposibilitan estar ante Dios y con-templarlo cara a cara, porque le impedirían en-tenderlo, amarlo y relacionarse con Él.

La razón de la existencia del purgatorio

¿Cómo obtener el perdón de la pena temporal y adecuar nuestros criterios a fin de estar prepara-dos para ver a Dios? En la vida terrena podemos lograrlo mediante la adquisición de los méritos que proceden de las buenas obras —penitencias,

oraciones, actos de misericordia, etc.— o por las indulgencias que la Iglesia nos concede, porque “empleando su potestad de administradora de la redención de Cristo, [...] con autoridad concede al fiel convenientemente dispuesto el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos”.6

Si se han desechado esos medios, la existen-cia del purgatorio se vuelve necesaria para, post mortem, “purificar [al alma] las reliquias del pe-cado” 7 y conseguir la remisión de la pena, como dice Santo Tomás,8 pagando durante un período la deuda impuesta por la ofensa a la conciencia y al orden del universo. “Por tanto, es necesa-rio —continúa la enseñanza de la Iglesia— pa-ra la plena remisión y reparación de los pecados no sólo restaurar la amistad con Dios por medio de una sincera conversión de la mente, y expiar la ofensa infligida a su sabiduría y bondad, sino también restaurar plenamente todos los bienes personales, sociales y los relativos al orden uni-versal, destruidos o perturbados por el pecado”.9

El reformatorio para nuestro egoísmo

Así pues, el Todopoderoso —que desea que vayamos sin mancha alguna, puros y perfectos a convivir con Él, porque en la nueva Jerusa-lén no entrará “nada profano, ni el que come-te abominación y mentira” (Ap 21, 27)—, creó el purgatorio; a manera de un reformatorio pa-ra nuestro egoísmo, donde éste se quema en el fuego y somos reeducados en la verdadera vi-sión de todas las cosas y en el amor a la virtud. Concluido ese período nuestra alma está santi-ficada y por eso se puede afirmar que todos los que están en el Cielo son santos.

También ése es el motivo por el cual los que ya han alcanzado la santidad aquí en la tierra

Dios creó el purgatorio; a manera de un reformatorio para nuestro egoísmo, donde éste se quema en el fuego y somos reeducados

Las ánimas del purgatorio, por Alonso Cano - Museo de Bellas Artes, Sevilla (España)

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12      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

no pasan por el purgatorio o, como en algunos casos, tan sólo rápidamente, por ejemplo, pa-ra hacer una genuflexión, como se dice que le pasó a Santa Teresa de Jesús; o entonces como San Severino, arzobispo de Colonia, que a pe-sar de haber consumido sus años en fecundas obras de apostolado por la expansión del Reino de Dios fue obligado a permanecer seis meses en el purgatorio a fin de expiar su poco recogi-miento en el rezo del Breviario.10

Esperanza en medio de grandes tormentos

Las almas del purgatorio sufren terrible-mente, pero con una gran ventaja sobre noso-tros: la esperanza segura del Cielo. Ésa es una virtud que causa alegría y consolación, porque nos promete una posesión futura. Nuestra es-peranza durante esta vida es dudosa e incier-ta, pues al estar aquí de paso podemos vacilar en cualquier momento y cometer una falta gra-ve, arriesgándonos a perder la vida eterna si la muerte nos sorprende de repente. En el purga-torio, por el contrario, esa esperanza ya es ab-soluta, porque lleva consigo la certeza de haber alcanzado el término final, o sea, haber con-quistado la salvación.11

Por otra parte, los tormentos en ese lugar son enormes y sin ser iguales a los del infierno —porque los demonios no pueden torturar a las almas benditas—,12 son producidos por el mis-mo fuego.13 Para que nos hagamos una pálida idea de lo intenso que es ese calor, imaginemos una enorme hoguera y a su lado una represen-tación suya en una pintura. Si tocamos el cua-dro no nos quema, pero bastará acercar un dedo a la hoguera verdadera para experimentar un dolor insoportable. Pues bien, la diferencia existente en-tre la imagen representada en el cuadro y el fuego real es la que existe entre el fuego de es-te mundo y el del purgatorio. En palabras de San Agus-tín: “aquel fuego será más violento que cualquie-ra que pueda padecer el hombre en esta vida”;14 y Santo Tomás comple-ta: “la más pequeña pena del purgatorio excederá a la mayor pena de esta vi-da”.15

El venerable Estanislao Ghoscoca, dominico polaco, se encontraba rezando un día cuando se le apareció un alma del purgatorio envuel-ta en llamas. Entonces le preguntó si ese fue-go era más activo y penetrante que el terrestre, y el alma, gimiendo, exclamó: “en comparación con el fuego del purgatorio, el de la tierra pare-ce un viento suave y refrescante”. Con mucha valentía Estanislao le pidió una prueba, y aque-lla le respondió: “¡Ay! Ningún mortal podría so-portar estos tormentos; pero, si estás decidido a probarlo, acerca tu mano”. Y así lo hizo; enton-ces el difunto dejó caer una gota de sudor abra-sador. En ese mismo instante, dando un alarido, el religioso cayó al suelo desmayado, en estado semejante al de la muerte. Tras ser reanima-do por los frailes que acudieron a ayudarle, les contó lo que había sucedido, y les recomendó la publicación del hecho a fin de prevenir a la gente contra la terrible expiación del purgato-rio. Finalmente, tras un año a lo largo del cual sintió continuamente ese dolor en su mano de-recha, fray Estanislao murió, habiendo exhorta-do a sus hermanos a huir del pecado para evitar los atroces suplicios en la otra vida.16

Las almas del purgatorio desean esa purificación

A pesar de tales penas, las almas que se en-cuentran en el purgatorio no están encadenadas allí y deseando escapar. Al contrario, aceptan to-dos los sufrimientos.17 Y si supiesen que existen otros mil purgatorios, aún más ardientes, que-rrían lanzarse en ellos, porque en realidad lo que

les resulta más intolerable es verse cubiertas de manchas que las apartan de Dios. Anhe-lan ser enteramente puras y virginales para entrar en el Cielo. Esta actitud se asemeja a la de un armiño —un animal muy blan-co, símbolo de la castidad y de la inocen-

cia— que prefiere morir a ver su al-bo pelaje sucio.

II – la IglesIa que lucha, reza por la IglesIa que sufre

Tenemos una sensibilidad erró-nea, por la cual nos impre-sionamos fácilmente cuando junto al lecho de un mori-bundo asistimos a su agonía,

Las almas del purgatorio sufren terriblemente, pero con una gran ventaja sobre nosotros: la esperanza segura del Cielo

Un alma del purgatorio Catedral de Puebla (México)Fr

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seguida del terrible drama de la muerte, por creer que es el final de la carrera de esa per-sona. Pero en realidad —nos lo dice la fe— todo comienza allí. Lejos de considerar des-vinculados de nosotros a los que se han ido, debemos compenetrarnos de que estando en el Cielo o en el purgatorio el vínculo con ellos es mucho más estrecho de lo que nos imaginamos. Así pues, cualquier oración o acto con mérito sobrenatural, incluso el uso del agua bendita, practicado por quien per-manece en la tierra con la intención de bene-ficiar a las almas del purgatorio, Dios lo con-sidera con gran benevolencia y las propias almas lo ven con mucho agrado, puesto que ya no pueden rezar por sí mismas. Nuestras plegarias, aplicadas en su sufragio, abrevian la duración de sus sufrimientos.

Por eso la Iglesia, como madre amorosa, ha elegido un día en el año litúrgico para la conmemoración de los fieles difuntos, en el cual concede a los sacerdotes el derecho de celebrar tres Misas, siempre que “una de las tres sea aplicada a libre elección, con la posibilidad de recibir el estipendio; la segunda Misa, sin ninguna ofrenda, sea dedicada a todos los fie-les difuntos; la tercera sea celebrada según las intenciones del Sumo Pontífice”.18 La obligación en relación con la última de las tres Misas tie-ne origen en el celo del Vicario de Cristo por la pronta liberación de las santas almas del purga-torio. Con el paso del tiempo, gran número de instituciones pías, establecidas para la celebra-ción de Misas por el eterno descanso de las al-mas de determinados difuntos, fueron abando-nadas y descuidadas, lo que resultó en un grave daño para las almas del purgatorio. Sobrevino además la Primera Guerra Mundial, que asoló Europa arrebatando innumerables vidas, sobre todo entre los jóvenes. Permitiendo la celebra-ción de esta tercera Misa el día de los fieles di-funtos, Su Santidad Benedicto XV, con paternal liberalidad, asumió esa deuda de la Iglesia hacia las almas que sufren.

Sin embargo, aunque una sola Eucaristía tie-ne un poder impetratorio infinito, no olvidemos que serán más beneficiadas las almas que en vi-da tuvieron una mayor devoción a ella.19 Por lo tanto, también debemos hacer un esfuerzo es-pecial en aumentar nuestro fervor a través de la participación en la renovación incruenta del Santo Sacrificio del Calvario.

La Santa Iglesia además otorga a los fieles el privilegio de obtener una indulgencia plena-ria en favor de un alma del purgatorio,20 rezan-do ese día —o en los días siguientes, hasta el 8 de noviembre— un Padrenuestro y un Credo en alguna iglesia u oratorio, o visitando un cemen-terio para rezar en esa intención.

El valor de nuestras oraciones es superior a cualquier ofrenda material

Es cierto que nos complacemos depositando coronas de flores o velas sobre las tumbas, cos-tumbre muy buena y legítima. No obstante, nues-tra mayor manifestación de cariño por las almas debe consistir en pedir por ellas, porque el efec-to de la oración supera con creces al de cualquier ofrenda material, según la famosa sentencia atri-buida a San Agustín: “Una lágrima por un difun-to se evapora. Una flor sobre su tumba se mar-chita. Una oración por su alma, la recoge Dios”.

Debemos tener en cuenta que, como Dios no depende del tiempo, ante Él no existe pasado ni futuro y todos los acontecimientos se desa-rrollan en un perpetuo presente, desde toda la eternidad y por toda la eternidad. De este mo-do, si hoy rezamos por la buena muerte de al-gún pariente o conocido ―aunque se haya dado hace cinco o quinientos años―, nuestra oración ya fue considerada por Dios en el instante exac-to de su paso de esta vida a la otra, contribuyen-

Cualquier oración o acto con mérito sobrenatural, practicado por quien permanece en la tierra con la intención de beneficiar a las almas del purgatorio, Dios lo considera con gran benevolencia

Detalle del retablo de San Miguel y San Pedro, por Bernat Despuig y Jaume Cirera - Museo Nacional de Arte de

Cataluña, Barcelona (España)

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14      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

do a un tránsito más feliz y asistido por gracias eficaces y abundantes.

Un “negocio” con las almas del purgatorio

Esta piadosa práctica nos permite hacer amistad con aquellos que a causa de nuestras oraciones salen del purgatorio y son admitidos en el Cielo, donde adquieren un poder de au-diencia colosal ante Dios. Sin duda, su gratitud nos beneficiará. Si en esta tierra somos agrade-cidos con nuestros bienhechores, cuánto más las almas que entran en la gloria sabrán interceder a favor de quien rezó por ellas.

En ese sentido, bien cabe aquí aplicar la pa-rábola del administrador infiel (cf. Lc 16, 1-8). Cuando ese hombre se dio cuenta de que iba a perder su empleo debido a una mala gestión en los negocios de su señor, entabló amistad con todos los deudores de éste con el fin de ser sus-tentado por ellos en la hora de la amargura y de la necesidad, ya que por su avanzada edad care-cía de fuerzas para trabajar. Y, una vez despe-dido, fue amparado por todos a los que fraudu-lentamente alivió la deuda. El Señor no elogia el robo del administrador, sino su astucia.

Hoy es, pues, el día de la astucia. Debemos pe-dir por todos los que se encuentran en el purga-torio, sobre todo los más vinculados a nosotros. Este acto de caridad nos proporcionará buenos amigos, que nos retribuirán en calidad y cantidad el favor recibido y, por consiguiente, nos serán de gran ayuda en la hora de la dificultad.

III – debemos evITar a Toda cosTa pasar por el purgaTorIo

Esta conmemoración también conlleva una enseñanza de gran provecho espiritual, en la cual recaerá nuestra atención sin detenernos demasiado en el amplio abanico de lecturas que la liturgia ofrece este día.

La tragedia de la muerte

Todos nos vemos obligados a enfrentar difi-cultades y dolores en esta vida, porque nadie es-tá exento de ellas. El sufrimiento soportado con resignación cristiana tiene un papel purifica-dor, correctivo, que hace de él como que un oc-tavo sacramento.21 Entre las muchas tribulacio-nes hay una que, aunque sea mera posibilidad en cuanto a la fecha, de suyo es una certeza ab-soluta para todos: la muerte. En efecto, estamos

en la tierra tan sólo de paso y nuestra meta final es el Cielo. Aunque, por ser ésta una verdad tan dura, nos cuesta mantenerla ante los ojos, ya que nos gustaría traspasar el umbral de la eter-nidad sin tener que soportar el trágico trance en que el alma se separa del cuerpo.

Con el objetivo de mantener vivo en la mente de los fieles dicha realidad, San Alfonso María de Ligorio22 recomendaba que se representase con la imaginación el cadáver de alguien que acaba-ba de fallecer y se meditase sobre el proceso que sigue a la muerte: cómo el cuerpo entra en des-composición y es comido por los gusanos y con el tiempo los huesos se desmoronan y se convier-ten en polvo. Es la situación, en cuanto al cuerpo, de los que salen de este mundo. Pero cuántos ya “han viajado” y aún no han alcanzado la felicidad eterna y están penando en el fuego del purgato-rio. Es lo que puede sucederle a cualquiera de no-sotros hoy, mañana o más tarde: pierde las fuer-zas, da los últimos suspiros, percibe que el alma va a abandonar el cuerpo, lo ve como si fuese el de un tercero, inmóvil, inerte, frío... A continua-ción viene el juicio. Después, ¿a dónde irá? No lo sabemos. Para nosotros mismos es imposible, en esta vida, predecir si vamos al purgatorio o no...

La seriedad del purgatorio

Ahora bien, no pensemos que por el hecho de haber practicado tal o cual buena acción a lo largo de nuestra existencia, en el momen-to del juicio particular podremos evitar el pur-gatorio con una sonrisa que le hagamos al Juez ―¡el propio Jesucristo!―, se enternezca y nos conduzca a la gloria olvidándose de todas nues-tras faltas... No es lo que Él mismo afirmó en el Evangelio y está registrado en las Escrituras, como, por ejemplo, en el Libro de la Sabiduría, en donde encontramos numerosas comparacio-nes entre la muerte del justo y la del malvado (cf. Sb 3, 1-19; 4, 16-20; 5, 14-15).

Por lo tanto, si estamos convencidos de la obligación de orar por las almas del purgatorio, más aún ―según reza el conocido refrán popu-lar: “la caridad bien entendida empieza por uno mismo”― necesitamos convencernos de que no basta únicamente temer el infierno, sino que se ha de temer también el purgatorio. Para eso de-bemos, ante todo, eliminar la idea de la irrele-vancia del pecado venial y tomarlo en serio como Dios lo toma, no sólo esforzándonos en mante-ner el estado de gracia, sino buscando la santi-

¿Cuánto tiempo, en medio de tormentos tremendos, me podrá costar el rechazo de una hora de sacrificio en la tierra?

Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      15

dad con una perseverancia llena de vigilancia, de amor y de recelo de aproximarnos a las ocasio-nes de pecado. Si una amistad, una situación o un programa de televisión me hacen resbalar, tengo que huir y preferir mortificarme aquí a tener que padecer en el purgatorio. ¿Cuánto tiempo, en medio de tormentos tremendos, me podrá costar el rechazo de una hora de sacrificio en la tierra?

Esforcémonos por llevar una vida íntegra y santa, alimentando nuestra alma con la fe, ca-mino de la eternidad, de manera que merezca-mos ir directo al Cielo. Si, por el contrario, no nos compenetramos de la perfección que Dios exige de nosotros, cuando muramos —¡quiera Dios que en su gracia!― tendremos que purifi-carnos en el purgatorio.

La exigencia de la vigilancia

Al contar la parábola de las diez vírgenes ―una de las opciones de Evangelio que la litur-gia propone para este día (Mt 25, 1-13)―, Jesús quiso mostrarnos cómo tenemos que estar pre-parados para la muerte, porque viene en la ho-ra más inesperada. En aquella época el principal acto de las festividades de una boda era la entra-da de la mujer en casa de su esposo. Rodeada de cierto número de vírgenes amigas suyas, aguar-daba al novio, que venía con sus amigos, para juntos comenzar el solemne cortejo hasta su nue-vo hogar, por lo general después de la puesta de sol, a la luz de lámparas y antorchas, cantando y tocando alegremente. Las vírgenes prudentes del relato evangélico, teniendo en cuenta un posible

retraso del novio, guardaron provisiones de acei-te a fin de tener sus lámparas encendidas a la lle-gada de éste; las otras, no obstante, gastaron to-do el aceite y sus lámparas estaban a punto de apagarse cuando se anunció la llegada del novio, por lo que suplicaron a las primeras que les pres-tasen un poco del que tenían. Pero las pruden-tes, temiendo que no hubiera suficiente para to-das, se lo negaron a sus compañeras. He aquí una imagen a respecto de la muerte, ante la cual ca-da uno tendrá que responsabilizarse de su pro-pia “provisión” de méritos, no pudiendo confiar en la ajena. Ante Dios hay una responsabilidad personal intransferible, de la cual tendremos que rendir cuentas. Si no actuamos como debe-mos podríamos escuchar la terrible sentencia del Juez: “En verdad os digo que no os conoz-co” (Mt 25, 12). Y si le preguntamos el porqué de esas duras palabras nos responderá: “Porque no viviste de acuerdo con mis principios, mi mentali-dad y mis mandamientos”.

El mismo mensaje nos es transmitido en otra de las lecturas evangélicas de esta conmemora-ción (Lc 12, 35-40): la parábola de los siervos que esperan la llegada de su señor. Jesús inicia sus pa-labras recomendando: “Tened ceñida vuestra cin-tura y encendidas las lámparas” (Lc 12, 35). La expresión “cintura ceñida” es sinónimo de dispo-nibilidad para el servicio, ya que en aquella épo-ca los orientales se recogían sus largas túnicas no sólo para andar, sino también para servir la me-sa. En nuestro caso, se trata de estar listos para la práctica de la virtud de la caridad. En cuanto a las

Al contar la parábola de las diez vírgenes Jesús quiso mostrarnos cómo tenemos que estar preparados para la muerte

Las vírgenes prudentes - Iglesia Trinità dei Monti, Roma

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“lámparas encendidas”, significa, una vez más, la importancia de que tengamos una atención muy viva y sagaz para evitar las ocasiones próximas de pecado, así como de que nos mantengamos en es-píritu de oración. Permanezcamos como las vír-genes prudentes o como estos hombres a la espe-ra del regreso de su señor de una fiesta de boda, con la lámpara llena de aceite, es decir, siempre vigilantes, evitando todo lo que pueda conducir-nos al purgatorio. “Lo mismo vosotros, estad pre-parados, porque a la hora que menos penséis vie-ne el Hijo del hombre” (Lc 12, 40).

Iv – al mIsmo TIempo, esperanza

No debemos afrontar la muerte como algo es-trictamente trágico, un drama para el que no hay solución, sino, de acuerdo con la visión de la Igle-sia, como una necesidad. Al igual que una semi-lla que, según la expresión del Apóstol, “no re-cibe vida si (antes) no muere” (1 Co 15, 36), es necesario que en determinado momento el cuer-po descanse, a la espera de la resurrección. Si Je-sús no hubiese muerto, ¿qué sería de nosotros?

Los efectos de la Redención

San Pablo, quizá tras haber recibido una re-velación del Señor, escribió: “hasta hoy toda la Creación está gimiendo y sufre dolores de parto” (Rm 8, 22) para ser “liberada de la esclavitud de la corrupción” (Rm 8, 21), a través de los benefi-cios de la Pasión y Muerte de Jesucristo. De he-cho, la naturaleza ha sido marcada por el pecado de Adán y no ha tenido acceso, completamente, a los efectos de la Redención, porque éstos están re-tenidos a la espera del Juicio Final. Los teólogos, en especial Santo Tomás de Aquino,23 comentan que en el día del Juicio, después de la resurrección de los cuerpos, las manos de Dios se abrirán y to-

da la naturaleza se regocijará por los frutos de la Redención. Por ejemplo, la luna brillará con más claridad que antes del pecado original, y el sol ad-quirirá mayor fulgor, proyectando sobre la tierra una luminosidad especial. Dado que la criatura humana es un microcosmos, la razón más profun-da de esta restauración está en el hecho de que en Jesucristo Hombre se encuentran reunidos todos los planes de la Creación, como verdadera sínte-sis del universo, elevada en Él a un grado altísimo. Así pues, es necesario que la materia que asumió al encarnarse sea glorificada.

Esperanza de la resurrección

Si la misma naturaleza gime esperando ese día, ¿por qué no debemos gemir también nosotros? Pues, aunque ya gocemos, por medio de los sa-cramentos, de una parte de los efectos de la Re-dención que es la vida sobrenatural —“las primi-cias del Espíritu” (Rm 8, 23a) de las que nos habla el Apóstol—, esperamos “la adopción filial, la re-dención de nuestro cuerpo” (Rm 8, 23b). Pere-grinos en este valle de lágrimas, lejos de la patria verdadera, a cada momento nos sobreviene la ten-tación, la probación y la angustia, y muchas veces nos preguntamos: “¿Cuándo iremos?”. Sabemos que nuestro cuerpo, de la misma forma que el al-ma, ha sido plasmado por Dios con vistas a durar eternamente, libre entonces de las contingencias que nuestro actual estado comporta —enferme-dades, sueño, hambre, limitaciones—, conforme reza el Prefacio de difuntos: “la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo”.24

En una de las numerosas lecturas que podría-mos escoger para esta conmemoración, San Pa-blo usa una imagen muy realista, comparando el cuerpo con una tienda (cf. 2 Co 5, 1.6-10), como

En el día del Juicio, después de la resurrección de los cuerpos toda la naturaleza se regocijará por los frutos de la Redención

1 Cf. Dz 672.2 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUI-

NO. Suma Teológica. I-II, q. 87, a. 1.

3 PABLO VI. Indulgentiarum doctri-na, n.º 2.

4 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUI-NO, op. cit., III, q. 86, a. 4, ad 3.

5 Cf GARRIGOU-LAGRANGE, OP, Réginald. L’éternelle vie et la profondeur de l’âme. París: Des-clée de Brouwer, 1953, p. 95.

6 PABLO VI, op. cit., n.º 8.7 SANTO TOMÁS DE AQUINO.

Super Sent. L. IV, ap. 1, a. 2, ad 2.8 Cf. Ídem, a. 1.9 PABLO VI, op. cit., n.º 3.10 Cf. LOUVET. Le Purgatoire

d’après les révélations des saints. 3.ª ed. Albi: Apprentis-orphelins, 1899, pp. 130-131.

11 Cf. GARRIGOU-LAGRANGE, op. cit., pp. 232-233.

12 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. Super Sent. L. IV, ap. 1, a. 5.

13 Cf. Ídem, a. 2.14 SAN AGUSTÍN. Enarratio in psa-

lmum XXXVII, n.º 3.In: Obras. Madrid: BAC, 1964, v. XIX, p. 654

15 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Super Sent. L. IV, ap. I, a. 3.

16 Cf. ROSSIGNOLI, SJ, Grégoire. Les merveilles divines dans les âmes

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las que tenía que fabricar para su propio susten-to (cf. Hch 18, 3). Nos exhorta a que no nos pre-ocupemos si es destruida, porque Dios nos dará otra mucho mejor (cf. 2 Co 5, 1). Como incansa-ble apóstol de la Resurrección, escribe también en la Primera Carta a los Corintios: “Se siembra un cuerpo corruptible, resucita incorruptible; se siembra un cuerpo sin gloria, resucita glorio-so; se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fortaleza; se siembra un cuerpo animal, resucita espiritual” (15, 42-44).

En efecto, el cuerpo glorioso gozará de cua-tro cualidades, a saber: claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza.25 Y se nos permite conjeturar que, gracias a ellas, el cuerpo podrá hacerse im-perceptible en el lugar donde desee, pasar a tra-vés de las sustancias sólidas, moverse a voluntad a la velocidad del pensamiento... Además de to-do eso, no necesitará a un sastre para vestirse, ya que la ropa será confeccionada por la propia imaginación, que tendrá equilibrio perfecto, sin las locuras resultantes del pecado.

La esperanza de recuperar el cuerpo debe alimentar nuestra existencia y darnos fuerzas

para abandonar un placer fugaz e ilícito, para evitar el pecado y practicar la virtud, pues sere-mos altamente recompensados el día de la resu-rrección de la carne. Entonces asistiremos, con los mismos ojos con los que ahora vemos, al es-plendor de la Creación renovada.

Así, aunque el Día de los Difuntos está marcado con una nota de tristeza por la ausencia de los que ya se marcharon, rezaremos por ellos con alegría si nos ponemos ante la perspectiva que la Iglesia nos presenta: atravesado el trágico umbral de la muerte, todos nos encontraremos al otro lado, en una convivencia de intimidad y júbilo extraordinarios, hasta recuperar el cuerpo en estado glorioso con la resurrección.

Pidámosle a Nuestra Señora de la Buena Muerte, así como a los santos y a los ángeles, que nos ayuden y nos obtengan el favor de mo-rir en la plenitud de la gracia que nos corres-ponde, en la plenitud del cumplimento de nues-tra misión y en la plenitud de nuestra perfección de alma y de vida espiritual, de manera que ni siquiera conozcamos el purgatorio. ²

La esperanza de recuperar el cuerpo debe alimentar nuestra existencia y darnos fuerzas para evitar el pecado

El Juicio Universal - Fachada de la basílica de San Marcos, Venecia (Italia)

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du Purgatoire. 2.ª ed. Bordeaux: Barets, 1870, v. II, pp. 51-53.

17 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. Super Sent. L. IV, ap. 1, a. 4.

18 BENEDICTO XV. Incruentum al-taris, 10/8/1915.

19 Cf. SAN AGUSTÍN. De cura pro mortuis gerenda, XVIII, 22. In: Obras. Madrid: BAC, 1995, v. XL, pp. 473-474.

20 Cf. PÆNITENTIARIA APOS-TOLICA. Enchiridion indulgen-

tiarum. Concessiones 29. Pro fi-delibus defunctis, §1, 1º y 2º.

21 Cf. FABER, apud CHAUTARD, OCSO, Jean-Baptiste. A alma de todo apostolado. São Paulo: FTD, 1962, p. 112.

22 Cf. SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO. Máximas eternas. Porto: Fonseca, 1946, pp. 7-8.

23 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. Suma Teológica. Supl., q. 91, a. 1.

24 ORDINARIO DE LA MISA. Ple-garia eucarística: Prefacio I de di-funtos. In: MISAL ROMANO. Texto unificado en lengua espa-ñola. Edición típica aprobada por la Conferencia Episcopal Espa-ñola y confirmada por la Con-gregación para el Culto Divi-no. 17.ª ed. San Adrián del Besós (Barcelona): Coeditores Litúrgi-cos, 2001, p. 502.

25 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. In Symbolum Apostolorum. Art. 11.

Vivir en Cristo y en María

18      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

entrevista al nunCio apostóliCo en repúbliCa dominiCana

Deseaba dedicarse a las actividades pastorales, pero ante todo le gustaba obedecer. Y por obediencia entró al

servicio diplomático de la Santa Sede.

Nigeria es un país con una vida eclesial muy rica y animada, pero de la que poco se habla. ¿Podría contarnos alguna cosa al respecto de la labor evangelizadora que la Iglesia realiza allí?

Nigeria es un país con casi un mi-llón de kilómetros cuadrados habi-tados por etnias bastante diversas y, en consecuencia, el trabajo evange-lizador varía mucho de acuerdo con las regiones geográficas. Hablaré principalmente de la región este, de donde vengo yo.

Como en cualquier nación, el trabajo pas-toral es realizado por sacerdotes y laicos, pero el papel de éstos últimos es especial-mente importante. En muchos lugares, sobre todo en áreas de mi-sión, los primeros pa-sos para la creación de una comunidad suelen ser dados por los lai-cos. Algunos de ellos, por ejemplo, llegan a un pueblo para abrir un comercio y los do-mingos se reúnen para cantar y rezar. Al cabo

de un tiempo, llaman a un sacerdo-te para que dé continuidad al traba-jo pastoral ya iniciado. Igualmente, los laicos son los que eligen el terre-no y recaudan los medios necesarios para la construcción de una capilla. Así pues, en el trabajo pastoral con-creto existe una colaboración muy especial de los laicos en mi país.

Hemos de tener en cuenta que en Nigeria no hay lo que aquí lla-mamos un plan pastoral conjunto, para todas las diócesis. Debido a la diversidad del país, se elaboran

planes de actuación más a nivel re-gional que nacional. En una pobla-ción de 160 millones, más de 25 mi-llones son católicos y esto hace que sea conveniente descentralizar mu-chas decisiones.

También merece la pena añadir que se trata de una Iglesia muy diná-mica, porque en cien años el núme-ro de católicos aumentó de 600.000 a más de 25 millones. Sin duda, un progreso inmenso...

¿Cómo nació y se desarrolló en usted la vocación sacerdotal?

Empecé a sentir esa sublime vocación en el año de 1968, cuando era monagui-llo en mi parroquia. Éramos muchos, más de cincuenta. Fuimos formados y orientados por el padre Godrain Keobi, en quien veía-mos el modelo de un sacerdote santo, cu-yo ejemplo nos inspi-raba. A decir verdad, era un hombre bastan-te exigente. Pero cau-saba en nosotros una

“Además de la consagración a la Virgen María, otro factor ejerció fuerte influencia en nuestra formación: la devoción

a Nuestra Señora de Fátima”

Basílica catedral de la Santísima Trinidad, Onitsha (Nigeria). En el destaque: la imagen de la Virgen de Fátima

César Aníbal Galarza Silva

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Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      19

enorme admiración. Tenía-mos más admiración por su santidad que miedo por su exigencia de mantenernos a raya... Aún más, nos gus-taba que nos apretase los tornillos, porque en las ce-remonias, principalmente, todo tiene que estar muy bien hecho.

Movidos por su ejem-plo, algunos de nosotros sentimos el llamamiento a la vocación sacerdotal. En 1969 fuimos admitidos en el seminario menor, aun-que algún que otro —en-tre ellos yo, que tenía 12 años— todavía no había-mos terminado la primaria. Después realizamos los es-tudios superiores en el se-minario mayor, y le pue-do decir que fue el período más feliz de mi vida. No tu-ve problemas nunca con nada ni con nadie durante esa época.

En ese mismo período empe-cé a formar parte de la Legión de María y casi dos años después me consagré a la Virgen según la fór-mula de San Luis María Grignion de Montfort. Esta gracia marcó un momento de gran cambio en mi vida, dándome una comprensión mucho más clara de la espirituali-dad mariana.

Y agrego algo que no suelo de-cir, pero aquí lo puedo decir sin miedo... También tuve una expe-riencia personal, no digo místi-ca, sino profunda, con Dios. Tocó mi alma y eso, de hecho, fue oca-sión de un drástico cambio en mi vi-da. Todo quedaba claro para mí. Al consagrarme a la Virgen por ente-ro, me comprometía a dedicar mi vida a la santificación de los demás y a la mía propia. Era una entrega completa. No tenía duda alguna so-bre ello.

Una gracia que dura hasta hoy...

Sí. Hasta hoy, esa orientación mariana no ha cambiado. Y eso no ocurrió solamente conmigo, si-no con un grupo de jóvenes que hi-cimos juntos el seminario. Éramos doce, de los cuales únicamente dos no recibieron la ordenación presbi-teral. Uno de ellos llegó a ser diá-cono, pero estuvo impedido de con-tinuar debido a un problema de salud.

Además de la consagración a la Virgen María, otro factor ejerció una fuerte influencia en nuestra forma-ción de adolescente: la devoción a Nuestra Señora de Fátima. En mis primeros años de seminario —de 1969 a 1972—, en cada parroquia se formaban grupos de niños que se re-unían durante unos 30 a 60 minutos por la tarde para rezar el Rosario, antes de la catequesis. Con ellos fue

con quienes empezamos ese apostolado.

Durante las vacacio-nes íbamos de parroquia en parroquia predican-do sobre la Virgen de Fá-tima. Llevábamos peque-ñas imágenes recibidas de Suiza. También nos daban muchos objetos religiosos y los distribuíamos junto con algún material comprado con dinero personal, fruto de nuestros ahorros. Inclu-so uno de mis compañeros consiguió reunir lo sufi-ciente para comprar una motocicleta y un megáfono que utilizábamos en nues-tro apostolado.

Con ese entusiasmo por las actividades apostólicas, ¿cómo decidió formar parte del servicio diplomático?

No fue por voluntad propia, sino por obedien-

cia. Fui ordenado sacerdote en 1983. Al año siguiente, mi arzobispo, el cardenal Francis Arinze, me mandó a Roma para prestar servicio en uno de los dicasterios de la Curia. No me gustó mucho. Me sentía más incli-nado hacia las actividades pastora-les, pero ante todo me gustaba obe-decer.

Me mudé a Roma donde, dos años después, me invitaron a entrar en el servicio diplomático. Puse una objeción: tengo que volver a Nigeria para conocer la opinión de mi arzo-bispo. Hablé con él... y me respon-dió que debía entrar en el servicio diplomático.

Así que entré por obediencia, sin poner condiciones. No era ése mi deseo. Yo que quería hacer el curso de Psicología Pastoral, terminé ha-ciendo los de Derecho Canónico y Derecho Internacional. Y aquí esta-mos. ¡Es dura la obediencia!

“Fui ordenado sacerdote en 1983. Al año siguiente, mi arzobispo, el cardenal Francis

Arinze, me mandó a Roma”

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¿Puede decirnos cómo nació su devoción a la Santísima Virgen?

La aprendí de mi madre y de mi padre: todos los días rezaban el Ro-sario y los niños tenían que parti-cipar. Pero, alrededor de los 5 o 6 años, mi madre me enseñó a rezar tres Avemarías por la noche, antes de acostarme, y otras tres por la ma-ñana, nada más despertar. Y lo ha-go hasta hoy.

Así empezó mi devoción a María. El Rosario también hasta hoy lo re-zo diariamente. Y si en alguna oca-sión no lo puedo hacer, rezo el doble al día siguiente. No se trata sólo de un acto de piedad, sino que existe algo muy personal y profundo en esa de-voción: tomo a María como mi verda-dera madre y esa relación me consue-la y ayuda en muchas circunstancias.

l arzobispo Jude Thaddeus Okolo nació en 1956, en Ka-

no, Nigeria, y en 1983 fue ordena-do sacerdote en la Archidiócesis de Onitsha. En agosto de 2008 fue nom-brado Nuncio Apostólico en Repú-blica Centroafricana y en Chad, y re-cibió la ordenación episcopal como arzobispo titular de Novica el 27 de septiembre, de manos del cardenal

Francis Arinze, por entonces prefec-to de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra-mentos. Cinco años más tarde fue enviado como Nuncio Apostólico a República Dominicana y nombrado Delegado Apostólico en Puerto Ri-co. Habla fluidamente seis idiomas: inglés, español, francés, italiano, ale-mán y checo.

“Así empezó mi devoción a María. El Rosario también hasta hoy lo rezo diariamente”

¿Cuál es su experiencia con los nuevos movimientos eclesiales?

Son fruto del Espíritu Santo, que sopla donde quiere, y como frutos de Dios, dones de Dios, vivirán. El Espíritu Santo continúa iluminan-do a la Iglesia, haciéndola más joven a través de esos movimientos. Ve-mos cómo le dan nueva vida, nueva orientación, cómo carismas ya olvi-dados reviven en iniciativas más re-cientes.

No podemos ocultar la luz de esa inspiración divina. Al contrario, de-bemos apoyarla. Para ello, es nece-sario un diálogo continuo entre los que se sienten inspirados por el Es-píritu y la Jerarquía de la Iglesia. Ha de existir colaboración, enten-dimiento, comprensión entre am-bas partes.

En este contexto, los que sienten una inspiración del Espíritu deben tratar de explicar claramente cuál es el bien que están haciendo o desean hacer, y, al mismo tiempo, tener la humildad necesaria en el modo de expresar ese carisma. Si algo es de Dios, no se puede presentar de una forma arrogante, sino de una mane-ra acorde con las virtudes que tiene como objetivo difundir.

A veces algunos obispos mues-tran su preocupación al respecto de uno u otro movimiento que les da la impresión de que pretenden tener toda la verdad... Pero eso a menudo ocurre precisamente por falta de co-municación. Es indispensable, pues, mantener un diálogo pastoral conti-nuo y paciente.

¿Qué mensaje daría usted a los cristianos de hoy día?

Sabemos que el Evangelio es, por así decirlo, el manual de orientación para unirnos a Dios. Entonces mi mensaje es una invitación que hago a todos y, por lo tanto, también a los Heraldos del Evangelio: vivamos en Cristo, vivamos en María.

Cada uno de nosotros tiene que ser un mensajero del Evangelio, lle-vándolo a nuestros ambientes. He-mos de vivir según el Evangelio y dar testimonio de él. Siempre de-bemos agradecerle a Dios los dones que de Él recibimos y compartirlos con los demás. ²

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El papel formativo de la música sacra

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Actuando sobre las tendencias del alma humana, la música puede desempeñar un importante papel, para el bien o para el mal, en la formación de la mentalidad de los jóvenes.

asi tan antiguo como el mundo, el arte musical siempre ha alegrado con sus armonías la vida coti-

diana de los hombres. Y la Santa Igle-sia, consciente del poder de la música en la formación de las mentalidades, acoge en su liturgia conmovedoras melodías que llenan de consolación y estimulan el fervor de los fieles.

El gran San Agustín fue testigo del relevante papel que la música sa-cra tuvo en su vida espiritual, sobre todo con motivo de las ceremonias li-túrgicas presididas por San Ambro-sio. Ayudaron al Doctor de la Gracia a encontrar el camino de la verdad: “¡Cuánto lloré también oyendo los himnos y cánticos que para alabanza vuestra se cantaban en la iglesia, cu-yo suave acento me conmovía fuerte-

mente y me excitaba a devoción y ter-nura! Aquellas voces se insinuaban por mis oídos y llevaban hasta mi co-razón vuestras verdades, que causa-ban en mí tan fervorosos afectos de piedad, que me hacían derramar co-piosas lágrimas, con las cuales me ha-llaba bien y contento”.1

Este poético recuerdo narrado en Confesiones tiene un fundamento teológico, porque si las perfecciones de las criaturas captadas por nuestros sentidos evocan la absoluta perfec-ción de Dios, también la buena mú-sica, al penetrar en nuestros oídos, despierta las tendencias naturales por las cuales somos atraídos hacia las sendas de Aquel que es, en esen-cia, “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Como afirma el Prof. Pli-nio Corrêa de Oliveira, la música de

la tierra “es un reflejo de la música del Cielo empíreo; ésta, a su vez, es un reflejo de la música de los ángeles, que es un reflejo de la armonía inter-na e insondable de las tres Personas de la Santísima Trinidad”.2

Por esa razón, incentivados por la Constitución Sacrosanctum Conci-lium, los Heraldos del Evangelio se esfuerzan por desarrollar “con su-mo cuidado el tesoro de la música sacra”.3 Disponen para ello de nu-merosas scholæ cantorum que con-tribuyen bastante a la eficacia de sus actividades evangelizadoras.

Modelo supremo de melodía

Sobre el relevante papel del can-to gregoriano en la liturgia, oportu-namente nos recordó Juan Pablo II: “Con respecto a las composiciones

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musicales litúrgicas, hago mía la ‘ley general’, que San Pío X formulaba en estos términos: ‘Una composi-ción religiosa será tanto más sagra-da y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la me-lodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto más diste de este modelo supremo’ ”.4

En ese canto magnífico, un literato francés, convertido al catolicismo en edad adulta, veía un símil de mil ma-ravillas puestas por Dios en el orden del universo, expresadas en diversos campos del arte, como la arquitectu-ra, la escultura, la pintura y la litera-tura. Él nos dejó un encantador e in-olvidable elogio en unas líneas en las que trasluce su talento descriptivo:

“A veces el canto gregoriano pa-rece que le pide prestado al gótico sus lóbulos floridos, sus agujas irre-gulares, sus ruecas de gasa, sus tol-vas de randas, sus encajes ligeros y tenues como las voces de los niños. Va, pues, de un extremo al otro, de la amplitud de las angustias a lo in-finito de las alegrías. Otras veces, el canto llano y la música cristiana naci-da de él, se pliegan igual que la escul-tura al júbilo del pueblo; se asocian a las alacridades inocentes, a las ri-sas talladas en viejos pórticos; toman, lo mismo que en el canto navideño Adeste fideles, o en el himno pascual O filii et filiae, el ritmo populachero de la muchedumbre; se hacen peque-ños y familiares como los Evangelios, se someten a los humildes deseos de los pobres, dándoles un aire festivo fácil de recordar, un vehículo meló-dico que los lleva a las puras regiones donde sus almas cándidas se recrean a los pies indulgentes de Cristo.

“Creado por la Iglesia, elevado por ella, en las escuelas musicales de la Edad Media, el canto llano es la paráfrasis flotante y móvil de la in-móvil estructura de las catedrales; es la interpretación inmaterial y flui-da de las pinturas de los primitivos; es la traducción alada, y también es-

tricta y flexible estola, de esas prosas latinas que, antiguamente, elabora-ron elevados monjes, fuera del tiem-po, en sus claustros”.5

Haciendo resonar la insondable grandeza de los misterios divinos

Los Heraldos del Evangelio se sirven igualmente, y mucho, de la polifonía sacra. Buscan, ora con los vivos ritmos de Francisco Guerre-ro, ora con los piadosos acordes de Tomás Luis de Victoria o las com-posiciones del maestro Giovanni Pierluigi da Palestrina, la armonía apropiada al “espíritu de la acción litúrgica”.6 Pues, como le gustaba afirmar a la más reciente doctora de la Iglesia, “el alma del hombre tiene también la armonía en su interior y se asemeja a una sinfonía”.7

Además, la Constitución Sacro-sanctum Concilium permite el uso de instrumentos musicales en el cul-to divino, siempre que “sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edifica-ción de los fieles”.8

Así, los Heraldos del Evangelio se valen ampliamente de la música ins-trumental en las ceremonias litúrgicas. Con la ejecución de composiciones de conceptuados autores como Bach, Mozart y Händel —las de éste último con especial destaque—, quieren que, de algún modo, resuene la insondable grandeza de los misterios celebrados

en la sagrada liturgia, elevando los co-razones e instruyendo los espíritus.

¿Puede la música agudizar la inteligencia y calmar los ánimos?

Los argumentos teológicos son en sí mismos suficientes para conferir a la música el papel relevante en la for-mación de los jóvenes estudiantes y seminaristas católicos. Sin embar-go, hay más. Diversas investigaciones promovidas por prestigiosas institu-ciones universitarias llegaron a la con-clusión de que aquella puede contri-buir eficazmente, en el mero plano natural, al desarrollo de las facultades intelectuales de los educandos.

Por ejemplo, un investigador de la Universidad de Toronto, Canadá, realizó un estudio en el cual se ob-servó que los niños que recibían cla-ses de música tenían un coeficiente intelectual superior a los demás.9

Por otra parte, estudiosos de la Universidad de Hong Kong exami-naron a noventa niños y adolescen-tes de 6 a 15 años, de los cuales la mitad estaban integrados en una or-questa escolar hacía cerca de cinco años, y concluyeron que las clases de música mejoran la memoria y pue-den ser benéficas para los estudios. Según indican, los niños que deja-ban la actividad musical al cabo de un año reducían su memoria verbal en relación con los que continuaban, pero eran aún superiores a los que nunca habían estudiado música.10

Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      23

Desde un punto de vista bien dis-tinto, un grupo de especialistas de la Universidad de Derby, Inglaterra, llegó a un curioso resultado en una de sus investigaciones: es muy con-veniente poner música de Mozart mientras los niños están trabajan-do, porque está comprobado que les ayuda a aprender, sobre todo en el estudio de las matemáticas.11

La música “armoniza nuestro interior”

Mucho más valiosa, no obstan-te, es la benéfica influencia que ejer-ce en el sentido de poner en orden las reacciones temperamentales de los niños, jóvenes y adultos. Porque la música, afirmó el Papa Benedicto XVI, “armoniza nuestro interior”.12

En cuanto a la música sacra, y más específicamente al gregoriano, el Prof. Plinio Corrêa de Olivera desta-

ca un aspecto más elevado de sus sa-ludables efectos: “una persona que durante mucho tiempo oyese ese es-tilo de música, dejándose influenciar por esa armonía, sería introducida en el estado de equilibrio perfecto”.13 Pues el gregoriano, como observa él, tiene, por decirlo así, una propie-dad “orto-psíquica” que endereza los desequilibrios temperamentales.

Dóciles instrumentos del divino Compositor

De este modo, a través del canto gregoriano, de la polifonía sacra y de la armonización instrumental, los jó-venes estudiantes heraldos del Evan-gelio tratan de perfeccionar todo lo posible su formación intelectual y, so-bre todo, profundizar cada vez más la real y verdadera forma de oración, que consiste en elevar la mente a Dios. Como, por cierto, recordaba el

entonces cardenal Ratzinger, “cuan-do el hombre entra en contacto con Dios, las palabras se hacen insuficien-tes”.14 El canto nos une, nos arrastra, nos envuelve, nos transforma y nos eleva al Creador a través de la virtud de la caridad. Por eso San Agustín di-jo acertadamente que “cantar es pro-pio del que ama”.15

Por intercesión de María Santísi-ma que, ciertamente, cantaría melo-días inefables en la gruta de Belén y en el hogar de Nazaret, para deleite de su castísimo esposo y de su divi-no Hijo, pidamos a Dios la gracia de saber utilizar el arte musical para al-canzar la plenitud de la santidad a la que estamos llamados y, así, ser en la Iglesia “instrumentos” afinados, sonoros y perfectos que “comuni-quen a los hombres el pensamiento del gran ‘Compositor’, cuya obra es la armonía del universo”.16 ²

Mucho más valiosa, no obstante, es la benéfica influencia que ejerce en el sentido de poner en orden las reacciones temperamentales de los niños, jóvenes y adultos

Imágenes de la presentación musical ofrecida por los alumnos del Colegio Heraldos del Evangelio a sus padres y profesores el 12/5/2012. En la página anterior, Mons. João Scognamiglio Clá Dias dirigiendo uno de los conjuntos musicales de los Heraldos, en enero de 2010

1 SAN AGUSTÍN. Confessionum. L. IX, c. 6, n.º 14: ML 32, 769-770.

2 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 8/9/1979.

3 CONCILIO VATICANO II. Sacrosanctum Concilium, n.º 114.

4 SAN JUAN PABLO II. Qui-rógrafo en el centenario del Motu Proprio Tra le solleci-tudini, sobre la música sa-cra, n.º 12.

5 HUYSMANS, J.-K. En Rou-te. 18.ª ed. París: Tresse et Stock, 1896, p. 13.

6 CONCILIO VATICANO II, op. cit., n.º 116.

7 SANTA HILDEGARDA DE BINGEN. Liber Vitae Meri-torum, P. IV, n.º 46.

8 CONCILIO VATICANO II, op. cit., n.º 120.

9 Cf. SCHELLENBERG, E. Glenn. Music lessons en-hance IQ. In: Psicologi-cal Science. Washington. Año XV. N.º 8 (agosto, 2004); pp. 511-514.

10 Cf. CHAN, Agnes S.; HO, Yim-Chi; CHEUNG, Mei-Chun. Music training im-proves verbal memory. In: Nature. London. Vol. 396. N.º 6707 (12/12/1998); p. 128.

11 Cf. PLAY MOZART to tac-kle poor behaviour, tea-chers urged. In: The Guar-dian. Education. Press Asso-ciation. 29/9/2006: www.the-guardian.com.

12 BENEDICTO XVI. Dis-curso al final del concier-to del Cuarteto de la Or-

questa filarmónica de Berlín, 18/11/2006.

13 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 21/2/1989.

14 RATZINGER, Joseph. El es-píritu de la liturgia. Una in-troducción. Madrid: Cris-tiandad, 2001, p. 158.

15 SAN AGUSTÍN. Sermo CCCXXXVI. In Dedicatione Ecclesiae, c. 1, n.º 1: ML 38, 1472.

16 BENTEDICTO XVI, op. cit.

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Misiones de norte a sur

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24      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

Lomello y Galliavola – Del 18 al 21 de septiembre, la imagen peregrina visitó Lomello, en la provincia de Pavía. La misión estuvo dedicada principalmente a los niños del Colegio de Primaria, donde D. Mauricio Sucena, EP, les dio una breve catequesis (izquierda). El padre Gianalberto Valdeterra, párroco de la vecina Galliavola, también quiso que la imagen visitase su parroquia, San Lorenzo Mártir, y la residencia de ancianos de esa localidad (derecha).

compañada siempre por un grupo de misione-ros y al menos por un sacerdote heraldo, la ima-gen peregrina del Inmaculado Corazón de Ma-

ría recorre Italia de norte a sur. De este modo se atienden las peticiones de numerosos párrocos que anhelan esa vi-sita como un eficaz medio para enfervorizar a su grey.

La peregrinación realizada recientemente en la loca-lidad de Rosarno, provincia de Reggio Calabria, empezó con la llegada de la imagen en helicóptero al estadio de-portivo. Numerosos fieles la estaban esperando para lle-varla en procesión hasta la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, donde el padre Carmelo Ascone, el pá-rroco, le dio la bienvenida y todos pudieron acercarse a venerarla (fotos 1 y 2).

Los días de misión transcurrieron en medio de visitas a residencias, catequesis para jóvenes y niños, y adoracio-nes eucarísticas en la iglesia principal. Monseñor Francis-co Milito, obispo de Oppido Mamertina-Palmi (foto 3), participó en dos de los días de misión, en uno de los cua-les administró el sacramento de la Confirmación.

El número de personas que iba a la iglesia fue aumen-tando, por lo que se hizo necesario realizar la Misa de clausura en el exterior del templo para poder acoger a todos los participantes (foto 4). En la procesión de des-pedida estaban presentes las coordinadoras de los nueve Oratorios que recorren las casas en Rosarno (foto 5). La multitud se apiñaba en la plaza para despedir a la Vir-gen (foto 6). ²

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Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      25

Encuentro mariano en Messina – Los cooperadores de los Heraldos de Sicilia promovieron un solemne encuentro mariano en la parroquia de San Nicolás de Bari, en el que, tras una concurrida procesión y Adoración Eucarística, hubo también una solemne Misa, presidida por D. Carlos Werner, EP (izquierda). Al final de la celebración varias personas se consagraron a la Virgen, según la fórmula de San Luis María Grignion de Montfort (derecha).

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ECampo Grande: Consagración a María

26      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

n nuestra tan secularizada sociedad se observa en muchas personas un ardiente deseo de que su de-

voción a la Madre de Dios crezca. Para atenderlo, los Heraldos del Evangelio difunden ampliamente la con-sagración a la Santísima Virgen como esclavos de amor, según el método y fórmula de San Luis María Grignion de Montfort.

Así, en muchas ciudades de Brasil, por ejemplo, se organizan cursos preparatorios durante los cuales se explica el profundo sentido teológico y espiritual de di-cha devoción, los beneficios que aporta al alma y la ma-ternal seriedad con que la Virgen acepta esa radical en-trega a Ella.

En Campo Grande, las clases para la consagración or-ganizadas por los Heraldos se llevan a cabo con regulari-dad. En la parroquia de María Madre de la Iglesia, cua-renta personas se han consagrado (foto 1), cincuenta en la de Nuestra Señora de las Gracias (foto 2) y veinte en la de Cristo Rey (foto 3). El 26 de julio se realizó en la catedral de Campo Grande (foto 4) una solemne ceremonia de con-sagración, presidida por D. Max Adriano Ribeiro, EP.

En las imágenes de abajo, distintos aspectos del curso preparatorio impartido por D. Wanderlei Dansiger, EP, en la casa de los Heraldos (foto 5) y por D. Ribeiro,EP, en las parroquias María Madre de la Iglesia (foto 6) y Cristo Rey (foto 7).

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São Paulo – En septiembre, más de cien cooperadores hicieron una Misión Mariana en la parroquia de Nuestra Señora del Paraíso, en Santo André, donde visitaron numerosos hogares. También participaron en la procesión y Misa presidida

por Mons. Sergio Juan de Dios, obispo auxiliar de São Paulo, en la parroquia de San Genaro, de la capital paulista.

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Nova Friburgo – Los Heraldos fueron los encargados de organizar el Momento Mariano de la XXXVII Unidad Diocesana, en la que se incluyen todas las parroquias de la diócesis. La parroquia de Santa María Magdalena fue la

sede del encuentro, presidido por Mons. Edney Gouvêa Mattoso, en el que participaron más de ocho mil fieles.

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Curitiba – El 6 de septiembre, Mons. Rafael Biernaski, administrador archidiocesano de Curitiba, presidió la Celebración Eucarística del Primer Sábado de mes organizada por los Heraldos del Evangelio en la catedral basílica de Nuestra Señora

de la Luz dos Pinhais. En esa ocasión también se conmemoraba el 105 aniversario de la dedicación de dicho templo.

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28      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

Conferencias – Cooperadores de los Heraldos de Madrid y Valencia asistieron, los días 18 y 19 de octubre, en un ambiente de fraterna convivencia, a las charlas que promovió la institución en su casa de Camarenilla, y cuyo tema

central tuvo como guía la famosa obra de San Alfonso María de Ligorio: “El gran medio de la oración”.

Iniciación a la Teología – Un segundo Curso de Iniciación a la Teología, dividido en tres módulos, ha comenzado este año en la casa de los Heraldos en Madrid, bajo la supervisión del Instituto Lumen Sapientiae. Más de una

treintena de inscritos asisten a las clases que se imparten los últimos viernes de cada mes.

El 13 de octubre – Por los 97 años de las apariciones de Fátima, se llevó a cabo una Jornada mariana en la parroquia madrileña de Nuestra Señora del Buen Suceso, a la que acudieron cerca de un millar de personas. Tras la Misa de despedida,

presidida por el párroco, D. Miguel Jimeno, los fieles se acercaron devotamente a venerar a la imagen de la Virgen.

Misión Mariana en Fuente ObejunaS

Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      29

iete aldeas del municipio cordobés de Fuen-te Obejuna acogieron la visita de la imagen de

la Virgen con mucho fervor. El párroco, D. Juan Luis Carnerero de la Torre, la recibió solemnemente en La Cardenchosa, y durante la semana también estuvo en

Alcornocal, Los Morenos, Los Pánchez, Navalcuervo, Posadilla y Ojuelos Altos, siendo en esta última peda-nía donde se celebró la Misa de clausura de la misión; y todas ellas fueron consagradas al Inmaculado Cora-zón de María.

Belén de los Heraldos del Evangelio

Madrid: C/ Cinca, 17 - Tel.: 915 637 632

Un cuento catequético de luz y sonido, y movimiento

Del 8 de diciembre al 12 de enero, de 17 a 21 h.

Heraldo del amor divino

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30      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

santa gertrudis de Helfta

“Su existencia sigue siendo una escuela de vida cristiana, de camino recto, y nos muestra que el centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús, el Señor”.

ilencio, oración, estudio, eximia práctica de la litur-gia... He aquí algunas de las principales caracterís-

ticas del estado monástico, abrazado a lo largo de los tiempos por nume-rosas almas escogidas. Una vida de completa renuncia a las glorias mun-danas que, paradójicamente, hizo de los monasterios una eficaz estela de la cultura y de la fe, en tantas épocas de la Historia. Siempre fueron, afir-ma un conocido historiador, “focos de luz, de calor religioso, de vida li-túrgica, que no sólo mantuvieron en-cendida la fe y el fervor en los pueblos cristianos, sino que evangelizaron y civilizaron a naciones enteras, gana-das para la Iglesia de Roma”.1

En el siglo XIII, la vida social y religiosa de Europa era iluminada por la Orden del Císter, cuyas aba-días irradiaban el ora et labora de los benedictinos, renovado por la san-tidad, fuerza de personalidad y elo-cuencia arrebatadora de San Ber-nardo.

En Helfta, en el centro de la ac-tual Alemania, florecía uno de esos monasterios benedictinos de la ra-ma femenina, el cual, habiendo adoptado usos y costumbres cister-cienses, se convirtió en escenario de grandes manifestaciones místicas. En esa época relucían allí los prime-ros albores de la devoción al Sagra-do Corazón de Jesús y convivieron tres grandes santas que marcaron la historia del monacato: Santa Ma-tilde de Magdeburgo, Santa Matil-de de Hackeborn y Santa Gertrudis Magna, “una de las místicas más fa-mosas, la única mujer de Alemania que recibió el apelativo de ‘Grande’, por su talla cultural y evangélica”.2

Alma elegida colocada en vergel oloroso

No se conoce casi nada de la pri-mera infancia de Santa Gertrudis, ni siquiera quiénes eran sus padres o dónde había nacido. Se supone que fue en Eisleben, en la Alta Sajonia. Lo que se sabe con seguridad es que

vino a la luz en la fiesta de la Epifa-nía, el 6 de enero de 1256, y que in-gresó muy pequeña en el monaste-rio de Santa María de Helfta, donde fue acogida en la escuela claustral, recibiendo elevada formación inte-lectual y religiosa.

En el panegírico que inicia la compilación de sus escritos se la describe así: “alma elegida que [Dios] ha colocado, por pura gra-cia, como un lirio resplandecien-te en el jardín de su Iglesia, en un vergel oloroso, esto es, entre las al-mas santas, pues a los cinco años la arrancó de los trabajos del mundo y la escondió en el tálamo de la vi-da religiosa, y aumentó en grado tal su pureza con todo género de flores que apareció graciosa a los ojos de todos e inclinó hacia ella el ánimo de muchos”.3

Más tarde, el mismo Cristo reve-ló el motivo de haberla elegido tan pequeña, sin padres o parientes: “La he elegido para habitar en ella, por-que me deleito de que todo cuanto

Juliane Vasconcelos Almeida Campos, EP

Santa Gertrudis de Helfta Museo de Arte Religioso de

Puebla (México)

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Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      31

en ella se ama, es obra mía, de modo que quien no consigue entender los dones interiores, esto es, espiritua-les, que posee, al menos ame en ella mis dones exteriores que en ella res-plandecen, como son su inteligencia, su elocuencia, y otros que proceden de mí, por lo cual yo la he apartado de todos sus parientes para que na-die la amase por el parentesco, sino que yo sea la causa del amor que le profesen sus amigos”.4

Corazón inocentísimo, inteligencia brillante

De hecho, había sido favorecida por Dios con una inteligencia bri-llante y con muchos dones naturales, y en su juventud demostraba verda-dero entusiasmo por los estudios, adquiriendo una sólida cultura uni-versal. Estudió latín, filosofía y teo-logía, y se complacía con la lectura de autores clásicos como Virgilio, Cicerón y Aristóteles.

También le gustaba mucho la mú-sica. Se destacaba por su bonita voz y recibió el encargo de segunda can-tora en los actos comunitarios del monasterio. La liturgia de las horas canónicas y el ceremonial le atraían sobremanera, y contribuyeron bas-tante a su continuo crecimiento es-piritual. “En la sagrada liturgia ha-llaba pábulo su espíritu para altas contemplaciones místicas, y con ocasión de un versículo, de una an-tífona, de un responsorio, de un can-to o de una acción ritual, se elevaba y se unía a Dios con el amor más en-cendido”.5

Gertrudis era afable, simpática, comunicativa y poseía un tempera-mento muy vivo. Su pureza relucía en su modo de ser y nunca se fijó si-quiera en la fisonomía de un varón, manteniendo intacta no sólo la vir-ginidad del cuerpo, sino sobre todo la del corazón, conservándose ino-centísima. Eximia en el cumplimien-to de la regla, era dócil, obediente y servicial en todas las funciones de la

vida comunitaria, edificando a quien con ella se relacionase.

Se inicia la convivencia con el divino Esposo

Sin embargo, como suele ocurrir con las almas escogidas, se conside-raba tan sólo una monja correcta, que cumplía sus deberes con tibie-za y estaba dividida por un dema-siado interés por la cultura y por los estudios. En el Adviento de 1280, estando a punto de cumplir 26 años, sentía que le pesaba la carga de la observancia regular, lo que la su-mergió en gran melancolía y tinie-blas interiores. Se creía orgullosa y decía que vivía en una torre de vani-dad y curiosidad, “en la cual habría crecido mi soberbia, que, ¡oh dolor!, llevaba el nombre y el hábito de la Religión”.6

El 27 de enero de 1281 —una fe-cha inolvidable en su vida— tiene lu-gar la primera visita mística de Je-sús, la que llama de “conversión”, e inaugura una serie ininterrumpida de convivencia con su divino Espo-so. Después de Completas, estando en su dormitorio, relata Gertrudis, “vi a un joven amable y delicado co-mo de dieciséis años, cuyo aspecto exterior no dejaba nada que desear a

mis ojos. Con rostro seductor y una voz dulce, me dijo: ‘Pronto vendrá tu salvación. ¿Por qué te consumes con tristezas? ¿Por ventura no tienes quien te aconseje, que así ha cambia-do el dolor?’ ”. 7

Aunque supiera que físicamente continuaba en el dormitorio, le pa-recía, no obstante, que se hallaba en el coro, en el lugar exacto donde ha-cía sus oraciones. Entonces el joven le dijo: “No temas, te salvaré, te li-bertaré”. Y estrechándole la mano derecha en su diestra tierna y suave, añadió para ratificar sus promesas: “Lamiste la tierra con mis enemigos (Sal 71, 9) y la miel entre las espinas, por fin vuélvete a mí y yo te embria-garé con el torrente de mi divino re-galo (Sal 53, 9)”.8

Luego vio un valle que la sepa-raba de Él, de una anchura tal que no era posible divisar su principio ni su final, y cuya parte superior esta-ba cubierta de espinas. Ardía en de-seo de estar al lado de Aquel que tanto la atraía y no encontraba me-dio para ello. Entonces fue arreba-tada hacia Él y pudo, finalmente, contemplar las joyas de las sagradas llagas que brillaban en esas manos, reconociendo, pues, la identidad de su Creador y Redentor. Rindiéndo-

Vista actual del monasterio de Santa María de Helfta, cuya vida comunitaria fue restaurada en 1999

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Petición de declaración como doctora de la Iglesia

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32      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

le sus más humildes y apasionadas gracias, quedó cautivada por Él pa-ra siempre: “pacificada por una ale-gría espiritual enteramente nueva, me he dispuesto a seguir tras el sua-ve olor de tus perfumes y compren-der cuán dulce es tu yugo y ligera tu carga (Mt 11, 30), lo cual antes me parecía insoportable”.9

Renunció a la literatura y la retó-rica para entregarse sin reservas al amor de Dios. Su “conversión” tam-bién fue intelectual, porque a par-tir de esa experiencia mística cam-bió los estudios profanos por los sagrados, dedicándose con ahínco a la teología escolástica y mística, a la Sagrada Escritura y a los grandes Padres y doctores de la Iglesia, prin-cipalmente San Agustín, San Grego-rio Magno y San Bernardo.

Espiritualidad de la unión y del abandono

La íntima unión con Dios y el abandono a su sacratísima volun-tad marcaban la espiritualidad de Santa Gertrudis. Un día de invier-

no encontró una breve oración que le pedía al Señor respirar en Él, co-mo aire ameno, y desearlo como verdadera felicidad. Además, pedía que sus santísimas heridas se im-primieran en el corazón, “a fin de que se excite en mí el dolor de tu compasión y se encienda en mí el ardor de tu amor. Dame también que toda criatura sea nada para mí y sólo tú seas dulce para mi cora-zón”.10

Esa oración le gustó tanto y ex-plicitaba de tal modo el anhelo que llevaba en su alma, que la repetía incontables veces, con fervor cre-ciente. Pasados algunos días, des-pués de Vísperas, cuenta ella, “repa-sando con devoción en mi memoria estas cosas, sentí que, en lo más hon-do de mi indignidad, yo recibía todo lo que en dicha oración había pedi-do, esto es, que en lo interior de mi corazón y, por así decirlo, en los lu-gares determinados, se imprimían los estigmas, dignos de respeto y de adoración, de tus santas llagas, lla-gas por las cuales tú has sanado mi

alma y la has embriagado con el néc-tar de tu amor”.11

En otra ocasión le manifestó a Je-sús las llamaradas que consumían su alma: “Lo que yo deseo, más que to-das las delicias, es que se cumpla, en mí y en todas las criaturas, tu dulcí-sima y laudabilísima voluntad. Y pa-ra que se realizase esto, estaría dis-puesta a exponer cada uno de mis miembros a cualquier sufrimiento”. A lo que le respondió el Señor: “Ya que con una piedad tan viva te has entregado a promover mi voluntad, he aquí que, según mi acostumbra-da benevolencia, recompenso tus es-fuerzos concediéndote que aparez-cas tan agradable a mis ojos como si nunca en la más mínima cosa hubie-ras omitido mi voluntad”.12

A pesar de la falta de salud que la obligaba a guardar cama con fre-cuencia, no eran pocos los que iban a aconsejarse con ella, debido a su gran fama de santidad. Para todos, “tenía una palabra dulce y penetrante, su elocuencia tan hábil y su discurso tan persuasivo, eficaz y seductor, que la

esde el 2012, las órdenes cis-terciense, trapista y las con-

gregaciones integrantes de la fami-lia benedictina vienen promoviendo la postulación de la declaración de Santa Gertrudis como doctora de la Iglesia, petición a la que se han uni-do personalidades como el arzobispo de Milán, el cardenal Ángelo Scola, el arzobispo de Florencia, el cardenal Giuseppe Betori, el arzobispo de Río de Janeiro, el cardenal Orani João Tempesta, OSB, además de numero-sos obispos, teólogos y especialistas.

Más información a respecto de esta causa, así como las pautas a

seguir para la realización de una carta postulatoria en apoyo al pro-yecto, puede encontrarse en la pá-gina web de la Conferencia de Co-munidades Monásticas del Cono Sur, www.surco.org/santagertru-dis, o escribiendo a la delegada de la postulación del doctorado de Santa Gertrudis en América Lati-na, la Hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Monasterio de la Madre de Cristo, Casilla de Correo 16 – B7318 XAA – HINOJO (Buenos Aires), Argentina. Correo electró-nico: [email protected]. Santa Gertrudis de Helfta

Museo de los Descalzos, Lima (Perú)

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mayor parte de los que oían sus pa-labras daban testimonio evidente al espíritu de Dios que hablaba en ella. [...] A unos inspiraba por sus palabras el arrepentimiento del corazón, que debía salvarlos, a otros iluminaba con respecto al conocimiento de Dios, o con respecto a sus propias debilida-des, a algunos les otorgaba el alivio de alegre consuelo, e inflamaba los corazones de otros con el fuego ar-diente del amor divino”.13

Comienzos de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Precursora de la devoción al Sa-grado Corazón de Jesús —consagra-da por Santa Margarita María Alaco-que tan sólo en el siglo XVII— con algunos centenares de años de anti-cipación, penetró Santa Gertrudis en el amor íntimo de su Esposo, no con la vocación de víctima expiatoria por los pecados del mundo, sino recli-nando la cabeza en su pecho y degus-tando sus divinas y misericordiosas pulsaciones, como San Juan Evan-gelista. Por eso se puede afirmar que ella es teóloga del Sagrado Corazón, horno ardiente de caridad, cuya lla-ga le representa una puerta flamean-te de deleites, donde encuentra refu-gio y se purifica.

Un día, durante la Santa Misa, en el momento de la elevación, al ofre-cer al Padre la Sagrada Forma en re-paración por sus imperfecciones y ne-gligencias, conoció que su alma había sido aceptada por la divina Majestad del mismo modo que, en ese instan-

te, acogía la oblación del Cordero sin mancha sobre el altar. Mientras da-ba gozosas gracias por tan maravillo-so favor “el Señor le hizo compren-der que cuantas veces alguien asiste con devoción a la Misa, uniéndose a Dios, que en este sacramento se ofre-ce a sí mismo por la común salva-ción del mundo, Dios Padre verdade-ramente le contempla con la misma complacencia que a la Hostia sacro-santa que a Él se ofrece”.14

Conocedora de la entrañable unión entre Madre e Hijo, Gertru-dis sabía por experiencia mística que la devoción a María es esencial para la intimidad con el Corazón de Je-sús, al ser agradabilísimo sagrario de la Sabiduría eterna y encarnada. Por eso le pidió que le diera “un corazón tan adornado de diversas virtudes, que a Dios también le agradara ha-bitar en él”,15 con similar gozo al que sentía por habitar en Ella.

Los Ejercicios espirituales —otra de sus obras que han llegado has-ta nosotros— presentan admirables paráfrasis de textos litúrgicos, con precisión teológica y fascinante poe-sía. Sin embargo, en El heraldo del amor divino es donde registra la infi-nita misericordia del Sagrado Cora-zón de Jesús.

Ante cierta reticencia de parte de nuestra santa en anotar lo que le era revelado, insiste el divino Salvador: “Si tú sabes que mi voluntad, a la que nadie puede resistir, es que escribas este libro, ¿por qué te inquietas? Yo mismo insto a la que escribe a que lo

haga, y la ayudaré fielmente y guar-daré ileso lo que es mío. [...] Este li-bro se llamará Mensaje de la miseri-cordia divina, porque en él se gustará de algún modo la sobreabundancia de mi piedad. [...] Por virtud de mi di-vinidad concedo que cualquiera que con fe sincera, humilde devoción y piadosa gratitud, para gloria mía, le-yere y buscare en él su edificación, conseguirá el perdón de sus pecados veniales y alcanzará gracia, un con-suelo espiritual y disposición para gracias más elevadas”.16

Una escuela de vida cristiana

Fallecida el 17 de noviembre de 1302, Santa Gertrudis figura hoy co-mo estrella de primera grandeza en-tre los místicos católicos. Sus escri-tos, que revelan una vida de insigne santidad y eminente doctrina, bien pueden estar al lado de los de San-ta Teresa de Jesús, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa del Niño Je-sús o Santa Hildegarda de Bingen, las grandes doctoras de la Iglesia.

“La existencia de Santa Gertru-dis sigue siendo una escuela de vi-da cristiana, de camino recto, y nos muestra que el centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús, el Señor. Y esta amistad se aprende en el amor a la Sagrada Escritura, en el amor a la li-turgia, en la fe profunda, en el amor a María, para conocer cada vez más realmente a Dios mismo y así la ver-dadera felicidad, la meta de nuestra vida”.17 ²

1 GARCÍA-VILLOSLADA, SJ, Ricardo. Historia de la Igle-sia Católica. Edad Media: la Cristiandad en el mun-do europeo y feudal. 6.ª ed. Madrid: BAC, 1999, v. II, pp. 636-637.

2 BENEDICTO XVI. Audien-cia general, 6/10/2010.

3 El heraldo. I, 1, 1. Gran parte de los escritos de Santa Ger-trudis que se conservan ac-

tualmente proceden de la compilación dividida en cin-co libros, hecha por una reli-giosa anónima, contemporá-nea suya y amiga. El segun-do más importante de ellos, titulado Legatus divinæ pieta-tis o El heraldo del amor divi-no, redactado personalmen-te por la santa, terminó dan-do nombre al conjunto de la obra. Los escritos gertrudia-nos serán referidos en este

artículo en su forma clásica, extraídos de la siguiente edi-ción: SANTA GERTRUDIS DE HELFTA. Mensaje de la misericordia divina. (El He-raldo del amor divino). Ma-drid: BAC, 1999.

4 El heraldo. I, 16, 5.5 GARCÍA-VILLOSLADA,

op. cit., p. 651.6 El heraldo. II, 1, 1.7 Ídem, 2.

8 Ídem, ibídem.9 Ídem, ibídem.10 Ídem, 4, 1.11 Ídem, 3.12 Ídem, III, 11, 2.13 Ídem, I, 1, 3.14 Ídem, III, 18, 8.15 Ídem, 19, 1.16 Ídem, Prólogo.17 BENEDICTO XVI, op. cit.

“Aleijadinho”: dos siglos de arte y fe

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Al celebrar la memoria y la obra de uno de sus más notables artistas, Brasil evoca también las raíces católicas que marcan su historia.

rasil conmemora este mes de noviembre el se-gundo centenario de la muerte de Antonio Fran-

cisco Lisboa, el Aleijadinho —el “lisia-dito”—, considerado el principal ex-ponente del barroco minero (peculiar estilo del Barroco desarrollado en el estado de Minas Gerais) y quien fue-

ra para muchos el artista patrio más grande. La ocasión se nos presenta apropiada para que recordemos el le-gado de ese genio del cincel, fruto de su dedicación al arte, de la fortaleza ante la adversidad y de un incompa-rable talento puesto al servicio de la Iglesia.

Entre los aspectos sorprendentes de Aleijadinho, suscita admiración el contraste entre la discreta instruc-ción artística que recibió y la perfec-ción de las obras realizadas. Toda su vida transcurrió en Vila Rica —la ca-pital de la antigua capitanía de Minas Gerais— sin haber conocido a nin-guno de los famosos maestros de su época y ni siquiera visitado los gran-des monumentos europeos.

Contando únicamente con la for-mación convencional que la ciudad podría ofrecerle, Antonio Francisco encontró en la inspiración religiosa el ánimo que dio alas a su aptitud crea-dora y le hizo alcanzar un nivel de ex-celencia poco frecuente, incluso entre los renombrados hombres de su ofi-cio. Según la opinión de los críticos de arte, la herencia dejada por él no sólo es digna de ser enumerada entre las conquistas del Barroco, sino le con-fiere un lugar meritorio junto a los nombres más brillantes de la icono-grafía sacra del Occidente cristiano.

Vila Rica y el ciclo del oro

Cuando los bandeirantes 1 lide-rados por Antonio Dias de Olivei-

Hna. Carmela Werner Ferreira, EP

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ra lograron llegar, tras abrasadoras jornadas, al elevado pico de Itaco-lomí, percibieron que en los ríos de la región existían unas pepitas oscu-ras que la corriente arrastraba. Fas-cinados, comprobaron que se trata-ba del “oro negro” (ouro preto, en portugués) del que tanto habían oí-do hablar y que los había llevado a emprender la incursión.

Corrían los últimos años del siglo XVII y la centuria siguiente abría una nueva página en la historia de Brasil. Con razón los paulistas feste-jaban el descubrimiento, porque a la alegría inicial le sucedió el asombro: la abundancia aurífera del lugar era mucho mayor de lo que se pensa-ba, hasta el punto de que en algunas zonas era posible extraer cualquier planta de la tierra y encontrar, lleva-dos en las raíces, fragmentos del rú-tilo metal...

Las localidades exploradas por Antonio Dias y otros pioneros pron-to se convirtieron en el centro de las atenciones del mundo luso. La me-trópolis portuguesa, celosa por su hallazgo, estableció estrictas normas en torno a la minería y siguió muy de cerca todo lo concerniente a los acontecimientos en la región de las minas de Gerais, elevada enseguida a la categoría de capitanía.

Ese desvelo se justifica si nos fi-jamos en las cifras: se calcula que el suelo de esa pequeña franja de terri-torio ofreció más de la mitad de to-da la riqueza aurífera extraída de las Américas, y que durante los sesenta años del ciclo del oro se reunió más cantidad de la mina que a lo largo de dos siglos en el mundo entero.

Los diversos campamentos que allí se establecieron dieron lugar, en 1711, a la ciudad que recibió el nom-bre de Vila Rica de Nuestra Señora del Pilar de Alburquerque, institui-da más tarde como centro adminis-trativo de la capitanía. Desde aquí se forjó de la noche a la mañana un potente núcleo urbano, empeñado en extraer de las profundidades fa-bulosos tesoros.

Junto a la fiebre del oro prosperó una población católica, celosa de sus preceptos, de sus tradiciones y de su ceremonial litúrgico, en torno a los cuales el Estado también asentó ba-ses. Los habitantes, adeptos fervoro-sos de la Iglesia de Cristo, se esfor-zaron por adornar sus pueblos con templos a la altura de las riquezas que Dios les prodigaba.

Para sorpresa del visitante que hoy se dirige a las ciudades históri-cas de Minas Gerais, en sus calle-

juelas abundan las iglesias fastuosas, edificadas en el mejor estilo barro-co y rococó.

El despuntar de una vocación artística

Atraído por las noticias de ultra-mar, el arquitecto portugués Ma-nuel Francisco Lisboa decidió esta-blecerse en Vila Rica en el año de 1724, donde al cabo de un tiempo ya era conocido como competente

Los diversos cam-pamentos que allí se establecieron dieron lugar a la ciudad que recibió el nombre de Vila Rica de Nuestra Señora del Pilar de Alburquerque, insti-tuida más tarde como centro administra-tivo de la capitanía

Vista panorámica de Vila Rica, actual Ouro Preto; a la izquierda, retrato del escultor, Museo Aleijadinho, Ouro Preto (Brasil)

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maestro de obras. De la unión con su esclava Isabel nació en 1738 su hi-jo Antonio Francisco, agraciado por su padre con la condición de hom-bre libre en el acto del Bautismo.

El niño mestizo, de mirada inte-ligente, creció bajo la benéfica in-fluencia del arte y de la fe. Los re-gistros documentales sobre él son escasos y el campo de las conjeturas alrededor de su figura, inmenso. Pe-ro esto no nos impide trazar un per-fil seguro con base en las esculturas: Aleijadinho poseía un espíritu arro-jado, habituado a las grandes inicia-tivas; era un perspicaz observador de la realidad y un profundo cono-cedor del alma humana.

Sus años de juventud transcurrie-ron tranquilos entre el aprendizaje de su profesión y la ejecución de sus primeras obras, que ya revelaban su capacidad creadora. Se cree que los maestros de Aleijadinho fueron, ade-más de su padre, algunos de los mejo-res artistas de entonces, propagado-res de las técnicas de moda en Río de Janeiro y en Portugal. Nombres co-mo los de los tallistas José Coelho de Noronha y Francisco Javier de Brito, y del grabador Juan Gomes Batista, aparecen vinculados a la instrucción de Antonio Francisco, aunque su ca-pacidad autodidacta sea, con mucho,

el elemento decisivo. Aún así, “no se puede negar la existencia de un me-dio adecuado al florecimiento de una indomable vocación artística”.2

Como fruto de esa primera etapa, situada entre 1760 y 1774, podemos contemplar el proyecto arquitec-tónico de la iglesia de San Francis-co de Asís, hecho en concomitancia con el de Nuestra Señora del Car-men, cuyo bosquejo es autoría de su padre. Pero la participación de Alei-jadinho en las obras del templo de-dicado al Poverello no se limitó al diseño: en ella aplicó el cincel para esculpir la fachada, el techo de la ca-pilla mayor, los púlpitos y el lavabo de la sacristía, consiguiendo como resultado el edificio barroco de más categoría en todo Brasil.

En ese período hizo una innova-ción al utilizar por primera vez la piedra jabón (una variedad de estea-tita, talco) como materia prima para las esculturas, siendo solicitado para realizar una evaluación de la iglesia del Carmen, tarea equivalente en la actualidad a una inspección técnica, en lo cual se puede ver un reconoci-miento de sus actitudes por parte de las autoridades.

El 5 de agosto de 1772, Aleijadin-ho se inscribió en la hermandad de la iglesia de San José de los Hom-

bres Pardos, a la que ofreció como cortesía el proyecto del altar mayor.

Técnica barroca, rasgos de un alma medieval

En el campo del arte, como quizá en ningún otro, la obra constituye el reflejo del alma de quien la realiza.

Germain Bazin, conservador del Museo del Louvre que se dedicó al estudio de Antonio Francisco Lisboa, destacó ese importante matiz: “Dos hombres se disputan el alma de Alei-jadinho [...]. El arquitecto-decorador pertenece al mundo del siglo XVIII; pero, en el momento en que coge un cincel para modelar una estatua, su visión de las formas es la de un hom-bre de la Edad Media”.3 En efecto, se sabe que Antonio Francisco trató de idealizar las imágenes valiéndose de grabados antiguos, algunos de ellos, sin duda, de características o reminis-cencias medievales.

Junto a esa afirmación de senti-do estético, el autor francés captó una faceta del alma de Aleijadinho, quien, al igual que los artesanos del Medievo, concebía su oficio como un deber religioso, consciente de que sus piezas servirían para abrir el camino hacia lo sobrenatural. Con ese obje-tivo se propuso sacar lo mejor de las escenas, reflexionó sobre ellas y atri-

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buyó a cada protagonista una actitud altamente espiritual frente a las di-versas fases de la Historia de la salva-ción. La propensión de Aleijadinho hacia lo gótico se puede intuir en al-gunas imágenes dispersas, pero apa-rece con entera nitidez en el atrio del Santuario del Buen Jesús de Matosi-nhos, en el municipio de Congonhas. Aquí, observa Bazin, “el arrebata-miento de la inspiración barroca do-mina los profetas de Congonhas, ha-ciendo que sobresalgan sus gestos en el lienzo azul del cielo impasible de Minas Gerais. Sin embargo, un soplo más profundo los anima, un instinto que da al estilo oratorio del barroco una fuerza de convicción extraída de la fe de las antiguas edades”.4

Los años de madurez y el azote de la lepra

Debido a la creciente fama del es-cultor y tallista, las hermandades de toda la capitanía empezaron a pedir-le su colaboración con más frecuencia. En sus años de madurez (1774-1790), lo encontramos trabajando sin descan-so en diversas obras en las iglesias de Mariana, Sabará y San Juan del Rey, a parte de las de Vila Rica.

En algunos casos sucedieron pin-torescas riñas entre la Orden Terce-ra Franciscana y la Carmelita por los

servicios del imaginero, porque am-bas deseaban ostentar los templos más bonitos. Un documento de la iglesia del Carmen de Sabará confir-ma el aprecio que tenían por Alei-jadinho: “El mejor medio para que esos trabajos sean hechos con per-fección, y sin alteraciones, según los dibujos, es que el contrato se fir-me con el maestro y los trabajado-res más capacitados para ejecutarlos en la forma pactada, y por esta ra-zón el reverendísimo comisario su-prior y los hermanos miembros de la comisión han establecido de mutuo acuerdo por unanimidad que sólo el maestro Antonio Francisco Lisboa y sus trabajadores podrían realizar-la con toda la satisfacción deseada”.5

En esta fase de prosperidad po-demos imaginar al mestizo como su más antigua biografía lo presenta: robusto, alegre y jovial, amigo de la buena mesa y de los festejos popula-res. Se gastaba sus ahorros en gene-rosas limosnas y tenía tres esclavos, a los que trataba con bondad.6

Pero el infortunio enseguida se acercó a él, para imprimir en su al-ma las nobles marcas del dolor. En 1777 la dolencia que lo lleva-ría a la muerte dio sus primeras se-ñales, transformándolo en los años siguientes en un hombre sobrio y

retirado. No sabemos con toda se-guridad qué enfermedad habrá sido, sin embargo, es admitido que se tra-taba de la lepra nerviosa.

El mal progresó lentamente, de-jando estigmas irreversibles: Aleija-dinho perdió los dedos de las manos, los tobillos, la flacidez y el semblante de su cara y, más tarde, la capacidad de locomoción y la vista. Para esculpir o tallar, amarraba los instrumentos en los miembros mutilados, soportando no pequeñas incomodidades. Se cal-cula que vivió en ese estado durante treinta y siete años, recibiendo de sus contemporáneos el apodo por el que hoy es conocido.

Congonhas: la ciudad de los pasos...

Hallándose en un avanzado esta-dio de su malatía, fue cuando Anto-nio Francisco Lisboa realizó su mejor obra: el monumental conjunto escul-tórico de los pasos y profetas. A juz-gar por el porte de dicho trabajo y del esfuerzo que le exigió, podemos pen-sar que el sufrimiento hizo aumentar en él su fervor religioso, invitándolo a rendirle a Cristo un supremo home-naje antes de partir de este mundo.

Del Santuario del Buen Jesús de Matosinhos, erigido en una colina si-tuada a mil metros de altitud en la pe-queña ciudad de Congoñas del Cam-

La participación de Aleijadinho en las obras del templo dedicado al Poverello no se limitó al diseño

Iglesias de San Francisco de Asís y de Nuestra Señora del Carmen, en Mariana; interior de la iglesia de San Francisco y crucifijo tallado por Aleijadinho que pertenece a la iglesia del Carmen

38      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

po, le llegó el encargo. Es interesante conocer el origen de ese lugar: cier-to inmigrante portugués llamado Fe-liciano Mendes fue atacado por una grave enfermedad como consecuen-cia de los trabajos en las minas, situa-ción que lo llevó a prometer al Buen Jesús de Matosinhos que construiría una iglesia en su honor si le fuese res-tituida la salud. Se propuso levantar en Brasil un centro de peregrinación parecido con el santuario del Buen Je-sús do Monte, localizado en la ciudad de Braga, de la cual era oriundo.

Alcanzada su curación milagrosa, Feliciano se puso manos a la obra pa-ra cumplir su promesa: donó toda su fortuna para la construcción y, ante la necesidad de recaudar nuevos fon-dos, compró un muchacho negro con el que salía por las calles con ropa de penitencia pidiendo limosnas. El em-peño de ese hombre y de los que lo su-cedieron al frente del proyecto hizo posible financiar la llegada de Aleija-dinho en 1795 para la ejecución de las imágenes, cuando el edificio se encon-traba listo para ser decorado.

Esta obra se sitúa en la tercera fase de las actividades del maestro (1790-1812) y duró tan sólo nueve años, un tiempo récord. Auxiliado por algunos oficiales, Aleijadinho se lanzó con va-lentía en la talla de los pasos, tradicio-

nalmente concebidos para proporcio-nar al peregrino la meditación de los mismos pasajes que contemplaría in loco si estuviera en Tierra Santa.

Así, sesenta y dos grandes piezas de cedro fueron talladas y distribui-das en capillas a lo largo del recorri-do, que culmina en el atrio. Las esce-nas de la Santa Cena, de la Oración en el Huerto, de la Flagelación, de la Coronación de espinas y de la subida al Calvario con la cruz a cuestas favo-recen la piedad de los fieles, hasta el término del ciclo, con la conmovedo-ra escena de la Crucifixión.

Estas esculturas presentan no só-lo dominio técnico, sino también mu-cha fuerza expresiva, de la cual no se excluye el dramatismo propio al ba-rroco. Las actitudes de los persona-jes, bastante fieles a los relatos evan-gélicos, son realzadas por fisonomías llenas de expresión y presencia de es-píritu. Pero la belleza de las imáge-nes de Cristo sufriente es la que con-quistan al devoto, por la piedad que inspiran: denotan gran nobleza, bon-dad y dan testimonio de la perfección moral del Cordero inmolado, en con-traste con los verdugos.

...y de los profetas

Pero Congonhas no le debe su gloria a las imágenes de los pa-

sos, sino a los mundialmente céle-bres profetas esculpidos en piedra jabón. Ante el edificio figuran re-unidos doce enviados de Dios, co-mo salidos de las páginas del An-tiguo Testamento, proclamando vaticinios al pueblo elegido y pre-parándolo para la llegada del Re-dentor. Esas esculturas son fruto de una inspiración tan magnífica, y en-carnan con tal esplendor la misión conferida por el Señor a sus elegi-dos, que ocupan un lugar sin igual en su género.

Isaías, Jeremías, Ezequiel y Da-niel, los profetas mayores, se hallan entre los más bellos. Vestidos al gus-to del Quatroccento, con adornos e incluso rasgos fisonómicos orienta-les, se presentan en edades diversas —únicamente Isaías es un anciano, mientras que Daniel, un hermoso joven— y posiciones opuestas, para dominar así el panorama, llamando a los pecadores a convertirse a los caminos de la justicia.

Los demás profetas, Baruc, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Nahúm y Habacuc, siguen el cortejo de los ilus-tres pares con sus pergaminos en las manos, donde puede leerse fragmen-tos como el que acompaña a Baruc: “Yo predico la venida de Cristo en la carne y los últimos tiempos del

Congonhas no le debe su gloria a las imáge-nes de los pasos, sino a los mundialmente célebres profetas

Pasos y profetas del Santuario del Buen Jesús de Matosinhos, en Congonhas

do Campo: la Flagelación, subida al Calvario y los profetas Isaías, Daniel,

Baruc y Abdias

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mundo, y prevengo a los piado-sos”. Todos son imponentes, intré-pidos en el anuncio de los oráculos y se encuentran inmersos en ele-vadísimos pensamientos. Abdías y Habacuc apuntan al cielo, mien-tras que Oseas sostiene la pluma, para legar a la prosperidad las sa-gradas amonestaciones. Jonás, re-cién salido del interior del animal marino, entreabre los ojos al ver por primera vez la luz natural.

Concluido el trabajo, Aleijad-inho regresó a Vila Rica en 1805. Aún le quedaban nueve años de vida dedicados a tareas de menor responsabilidad, como el acompa-ñamiento a antiguos ayudantes y pequeñas tallas. Durante los últi-mos dos años, ya ciego, permaneció recluido en su lecho, confiado a la misericordia de Jesús crucificado. El 14 de noviembre de 1814, des-hecho por la enfermedad y asistido por todos los sacramentos, entregó su alma a Dios.

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Conocer por las obras la grandeza de su autor

Sobre la personalidad de Antonio Francisco Lisboa planean muchas incógnitas, que la espesa sombra del tiempo nos impide desvelar. Hoy, gracias a las investigaciones llevadas a cabo sobre él, podemos tener no-ción de varios acontecimientos de su vida. Sin embargo, es posible que al-gunas preguntas no sean respondi-das nunca.

A pesar de lo cual, existe una sen-cilla manera para tener un “encuen-tro” con el escultor, dos siglos des-pués de su muerte. Acerquémonos a Congonhas al final de la tarde, cuan-do el sol está dejando sus últimos fulgores en las elevadas montañas de la región. Poco a poco el ruido de la vida cotidiana irá disminuyendo, y la algarabía de los bulliciosos niños empezará a calmarse.

Entonces el peregrino podrá aproximarse a las esculturas, no sin una pizca de emoción. Junto a ellas

tendrá una perspectiva de la gran-deza bíblica, que permite compren-der la elección de ese como que mirador profético para situar sus obras maestras. Una misteriosa elo-cuencia hace resonar en el horizon-te la predicación de los gigantes de la fe, clamando por el cambio de vi-da: “Lloro el desastre de Judea y la ruina de Jerusalén y ruego a mi pueblo que tenga a bien volver al Señor”.

A nuestro lado notaremos la pre-sencia silenciosa del interlocutor de estos hombres, que nos dio ese es-pectáculo. Su alma católica se embe-bió del espíritu de los embajadores del Todopoderoso y, lleno de admi-ración, nos dejó un recuerdo de los flashes recibidos en fecundas horas de contemplación.

Salimos de allí con una suave impresión sugerida por las escul-turas, tan auténtica que no deja lugar a dudas: “¡Ése es Aleijadi-nho!”. ²

1 El nombre “bandeirante” pro-cede de la palabra portugue-sa “bandeira” (bandera), bajo la cual se agrupaban los expedi-cionarios descendientes de por-tugueses que se adentraban en los territorios del interior del continente americano, partien-

do de San Pablo de Piratininga (actual São Paulo, Brasil).

2 JORGE, Fernando. O Aleijadin-ho. Sua vida, sua obra, sua épo-ca, seu gênio. 7.ª ed. São Paulo: Martins Fontes, 2006, p. 45.

3 BAZIN, Germain. O Aleijadi-nho e a escultura barroca no

Brasil. São Paulo-Río de Ja-neiro: Record, 1971, p. 296.

4 Ídem, ibídem.5 ORDEN TERCERA DEL

CARMEN DE SABARÁ. De-liberação, 25/11/1781, apud BAZIN, op. cit., p. 101.

6 Cf. BRETAS, Rodrigo José Fe-rreira. Traços biográficos rela-

tivos ao finado Antonio Fran-cisco Lisboa, distinto escultor mineiro, mais conhecido pe-lo apelido de Aleijadinho. In: LEMOS, Maria Alzira Brum. Aleijadinho. Homem barroco, artista brasileiro. Rio de Janei-ro: Garamond, 2008, pp. 141-150.

40      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

Nuevo santuario de San Gabriel de la Dolorosa

El día 21 de septiembre fue inau-gurado por el cardenal Ennio An-tonelli, en Isola del Gran Sasso d’Italia, el nuevo edificio del san-tuario de San Gabriel de la Doloro-sa, que se encuentra entre los quin-ce más visitados del mundo. Iniciada en 1970, la nueva construcción ha podido acoger hasta 6.000 pere-grinos, lo que facilita la asistencia a la Santa Misa en los días de más afluencia de fieles.

El rector del santuario, el padre Natale Panetta, declaró a Radio Va-ticano que era sorprendente incluso para ellos, sacerdotes pasionistas, el número de peregrinos que acuden a venerar las reliquias de un santo que sobresalió por una discretísima hu-mildad.

flagelado, que data de 1675 y que es venerada en las laderas del monte Pachatusan, en Cuzco.

Durante la ceremonia, el carde-nal incentivó a los peregrinos a cul-tivar las santas tradiciones populares que estimulan la práctica de la virtud e invitó a los presentes a que perse-veraran en el buen camino: “El peca-do y la borrachera nos alejan del Se-ñor de Huanca. Dejemos el pecado, es lo único que de verdad hace da-ño. Caminar hasta aquí arriba es co-mo dejar huella, porque la vida es un caminar, la vida es un esfuerzo. Por eso, acompaña siempre al Señor de Huanca, reza y aléjate del pecado”.

Se inaugura en Hungría la capilla de la Adoración Perpetua

Los Misioneros de la Sagrada Eu-caristía inauguraron la primera capilla para la Adoración Perpetua de la dió-cesis húngara de Vac. El lugar elegi-do pertenece a los padres escolapios, cuyo provincial presidió la Eucaristía que dio inicio oficial a la devoción eu-carística el 7 de septiembre.

Con la finalidad de cumplir las normas eclesiásticas, que no permi-ten dejar sin acompañante al Santí-simo expuesto, los misioneros hicie-ron dos meses de trabajo pastoral para explicar la importancia de es-ta devoción y conseguir los cerca de 300 participantes que deben turnar-se en la Adoración Eucarística.

Contaron con la generosa colabo-ración de los medios de comunicación católicos, principalmente de Radio María. Un grupo de treinta coordi-nadores garantiza que al menos haya siempre un adorador en la capilla.

El Coro de la Capilla Sixtina hace una gira por ciudades de China

Por primera vez en directo, la Cappella Musicale Pontificia Sisti-na hizo oír sus voces en China, en una serie de conciertos en las ciu-dades de Macao, Hong Kong y Tai-péi, realizados bajo el evocativo títu-

lo de Melodías celestiales en la Gran China.

El primer concierto tuvo lugar el 19 de septiembre en la catedral de Macao, donde fue necesario poner sillas adicionales debido al gran nú-mero de personas que acudieron al evento. El domingo 21, el conjunto musical vaticano animó la Misa pre-sidida por el cardenal John Tong Hon en la catedral de la Inmaculada Con-cepción de Hong Kong, y al final del día actuó en el Centro Cultural de es-ta misma ciudad. La última presenta-ción fue en el Teatro Nacional y Sa-la de Conciertos de Taipéi, el día 23.

Las composiciones elegidas, de autores como Giovanni Pierluigi da Palestrina, Orlando di Lasso, Gre-gorio Allegri y Lorenzo Perosi, for-man parte del repertorio ejecutado habitualmente en las celebraciones pontificias en el Vaticano. La Ca-pella Musicale Pontificia, compuesta por 28 voces adultas y 24 voces blan-cas, recibe el apodo de Sixtina en re-ferencia a Sixto IV, el Papa que la re-organizó en 1471.

El arzobispo de Lima consagra un templo al Señor de Huanca

El arzobispo de Lima, el carde-nal Juan Luis Cipriani, consagró el 14 de septiembre el santuario del Señor de Huanca, erigido en la ci-ma del cerro Castilla, en el territorio de la parroquia limeña del Espíri-tu Santo. La advocación correspon-de a una imagen milagrosa de Jesús

Indios celebran en Jerusalén y en Bombay la Natividad de María

La comunidad católica india de Jerusalén celebró el pasado 13 de septiembre la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen, con enorme entusiasmo. Aunque la celebración litúrgica había sido el día 8, aquel sá-bado era el único día libre de la ope-rosa y creciente comunidad india, obligada a adaptarse a los ritmos la-borales de Israel. La ceremonia em-pezó en la Puerta de Damasco con la bendición de una imagen de María, acto que marcó el comienzo de una

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MBeatificación de Mons. Álvaro del Portillo

Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      41

procesión hasta la iglesia de San Sal-vador. Como preparación para la Eucaristía, fueron bendecidas y dis-tribuidas velas para los fieles que lle-naban el recinto sagrado.

A su vez, más de 50.000 perso-nas participaron de dicha fiesta en la basílica de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Branda, archi-diócesis de Bombay, India. Se ce-lebraron diez Misas, la primera de

ellas a las cinco y media de la ma-drugada. La Celebración principal, a las 8:30 a.m., fue presidida por el cardenal Oswald Gracias, que invi-tó a los presentes a reflexionar sobre los valores que la Santísima Virgen aporta a las familias en su día a día: “Venerada por todos, Ella puede cu-rar divisiones, anunciando un mun-do nuevo basado en la justicia, en la paz y en la dignidad incluso para los

más marginados en nuestra querida patria”.

Nuestra Señora Aparecida es entronizada en Estados Unidos

El día 6 de septiembre, en una conmovedora ceremonia, el arzo-bispo de Aparecida y presidente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, el cardenal Ray-mundo Damasceno Asís, coronó

ás de 200.000 personas, entre las cuales cerca de 40.000 jóvenes, se reunieron en Madrid para

asistir a la ceremonia de beatificación de Mons. Álvaro del Portillo, primer sucesor del San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, realizada el pasa-do 27 de septiembre.

Según los organizadores, el 33% de los participan-tes procedían de otros países como México, Italia, Fi-lipinas, Portugal, Estados Unidos, Chile, Brasil, Pe-rú y Argentina, siendo que cada uno de ellos aportó más de mil peregrinos. Los aspectos logísticos estu-vieron bajo la responsabilidad de 3.500 vo-luntarios que, entre otras tareas, nece-sitaron coordinar la llegada de 1.600 autobuses procedentes de diversas ciudades españolas.

La Celebración Eucarística fue presidida por el prefecto de la Con-gregación para las Causas de los

Santos, el cardenal Ángelo Amato, que durante la ho-milía señaló que el nuevo Beato “nos invita a ser santos como él, viviendo una santidad amable, misericordio-sa, afable, mansa y humilde”. Concelebraron el Prela-do del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría Rodríguez, 17 cardenales y 170 obispos. La comunión fue distribui-da por 1.200 sacerdotes. Entre las numerosas autorida-des civiles que participaron en la ceremonia cabe men-cionar al ministro de Economía, Luis de Guindos, y al ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz.

Diversos aspectos de la Celebración, en la que, según los organizadores, participaron más de 200.000 personas. En destaque, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos

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EAniversario de la catedral de Estrasburgo

42      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

una réplica de la imagen de Nues-tra Señora Aparecida en la hermo-sa iglesia parroquial de San Patri-cio, en Miami Beach, en el estado de Florida. La Misa fue concele-brada por el arzobispo de Miami, Mons. Thomas Wenski, que acep-tó con agrado la invitación a la Eu-caristía.

“Nuestra Señora Aparecida es la Patrona de Brasil y es muy queri-da por todos los brasileños. Es ve-nerada e invocada por nuestro pue-blo. Esta parroquia de San Patricio cuenta con un gran número de fieles brasileños, y nos pareció muy conve-niente traer una réplica de la imagen de nuestra Madre para recordarles su patria”, dijo el cardenal. “En Ma-ría encontramos el camino hacia Je-sús. Ella sirve, intercede y aboga por nosotros, por la Iglesia y por toda la humanidad”, añadía Mons. Damas-ceno, que pasó los primeros días de septiembre visitando a la numerosa

comunidad brasileña, calurosamen-te acogida por Mons. Wenski, la cual está distribuida en seis parroquias donde se celebran Misas en portu-gués.

Comenzado en el 2011 y aún no ter-minado totalmente, dicho proyec-to muestra el desarrollo de Roma desde sus inicios en el siglo VII a. C. hasta la Alta Edad Media.

La recomposición urbana, divi-dida en diecisiete “tiempos crono-lógicos”, de los cuales seis ya están concluidos, revela aspectos sorpren-dentes de la ciudad en la época en que pasó a ser el centro de la cris-tiandad. Filmes y animaciones tri-dimensionales muestran el creci-miento y la apariencia de los sitios más significativos, mientras que de-tallados mapas permiten estudiar el diseño de los principales edifi-cios presentados. Lo cotidiano so-cial y político está indicado a través de reconstrucciones que responden a preguntas como: ¿De qué manera y cuándo reunirse para escuchar un discurso de Cicerón? ¿En qué lugar colocarse para conseguir oírlo desde la tribuna pública?

Fachada de la catedral de Estrasburgo, vista desde la calle Merciére

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n septiembre comenzó la conmemoración de los mil años de existencia de la catedral de Estrasburgo,

Francia, cuyos cimientos fueron puestos en el año 1015, por iniciativa del obispo Werner de Habsburgo. Las fies-tas empezaron oficialmente el 7 de septiembre con una Eucaristía celebrada por el arzobispo metropolitano, Mons. Jean-Pierre Grallet, quien afirmaba que ese tem-plo era uno de los “elementos estables y duraderos” en un mundo de realidades “efímeras y desechables”.

Están previstos numerosos eventos religiosos y cul-turales, para la ciudad y la región alsaciana, durante el año de la efeméride. Las trece zonas pastorales en las que está dividida la archidiócesis han sido invitadas por Mons. Grallet a participar y organizar los caminos de pe-regrinación a la catedral. Al llegar aquí, los fieles deben recorrer las siete etapas preparadas: el pórtico central, con la explicación de su simbolismo; la sede del arzobis-po; las fuentes bautismales; la cátedra; la Patrona, Nues-tra Señora de Estrasburgo; la cripta y el pilar de los ánge-les, también conocido como del Juicio Final.

Para conmemorar la fecha, cuatro nuevas campanas enriquecerán las torres de la catedral. Serán instaladas en la torre Klotz, situada encima del crucero, hacien-do que el templo sea uno de los pocos en el mundo que contará con dos carrillones independientes.

El “Forum Romanum” reconstruye catorce siglos de historia de Roma

El Instituto de Arqueología de la Universidad de Humboldt de Berlín presentó en septiembre un cuidado-so trabajo de reconstrucción digital de la región del Foro de la Ciudad Eterna, en un proyecto denominado Forum Romanum, que puede ser vi-sitado virtualmente en la dirección www.digitales-forum-romanum.de.

Nueva vida para las iglesias históricas estadounidenses

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Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      43

La finalidad del proyecto no es únicamente mostrar el aspecto del Foro en una época determinada, si-no hacer comprensible su desarro-llo histórico. También está en pre-paración una plataforma donde estarán disponibles para los lecto-res todas las fuentes científicas que han permitido la realización de ese trabajo.

on la intención de lle-nar nuevamente hermosas

iglesias históricas en estado de semi-abandono y conseguir fon-dos para su conservación, varias ciudades de Estados Unidos es-tán recurriendo a lo que ha si-do denominado como mass-mob (una concentración masiva). La expresión juega con el térmi-no flash-mob (una convocatoria relámpago a través de internet) y la palabra inglesa mass, que puede referirse tanto a una Mi-sa como a una multitud.

La idea consiste en reunir a un grupo enorme de gente pa-ra participar en una Eucaristía en una de esas iglesias históri-cas poco frecuentadas, cuyas in-vitaciones son hechas a través de las redes sociales o correo elec-trónico. La primera ciudad que hizo esta experiencia fue Búfa-lo, en el estado de Nueva York, a continuación fue Detroit, Fila-delfia y Nueva York.

En Detroit, en el estado de Michigan, el primer mass-mob fue realizado en abril, y su gran éxito sorprendió incluso a los or-ganizadores. “Al principio pen-samos que una vez al mes sería más que suficiente. Creíamos que no seríamos capaces de lle-nar las iglesias. Pero ahora es-tá todo desbordado”, afirmaba Thom Mann, uno de los respon-sables de la iniciativa. La finali-dad no era sólo llevar a los fieles a la iglesia sólo el domingo, de-cía, sino “traer a las personas de vuelta a la fe; y yo lo he visto”.

En agosto, por ejemplo, se re-unieron más de 2.000 personas en la histórica iglesia de San Alber-to, que desde 1990 había cerrado sus puertas como parroquia. El mismo número se repitió en sep-tiembre en la iglesia de San Flo-rián. Hasta el mes de octubre han sido realizados siete mass-mob en Detroit, y de aquí a diciembre hay programados otros encuentros.

Celebraciones Eucarísticas realizadas en las históricas iglesias de San Patricio y de San Alberto (en destaque), en Detroit

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Congreso Eucarístico en la diócesis de Phoenix

La diócesis de Phoenix, Esta-dos Unidos, celebró del 15 al 19 de septiembre un Congreso Eucarísti-co, siguiendo un intenso programa que incluía el rezo del Santo Rosa-rio en reparación por los pecados cometidos contra la Sagrada Euca-ristía, y la devoción de las Cuaren-ta Horas. Durante el evento, varios sacerdotes se turnaban a fin de es-tar disponibles para confesar las 24 horas.

Conferenciantes como la Madre Mary Assumpta Long, OP, priora general de las Hermanas Domini-cas de María, desarrollaron temas como La Eucaristía y Nuestra Se-ñora de los Dolores, o sobre la san-tidad, con especial énfasis en los jóvenes. Durante todo el congre-so permaneció abierta una exposi-ción sobre Milagros eucarísticos en el mundo.

La Misa conclusiva fue presidida por Mons. Thomas J. Olmsted, obis-po de Phoenix. Todas las parroquias de la diócesis organizaron actos propios, pero los principales even-tos tuvieron lugar en la catedral de San Simón y San Judas, y en las ins-talaciones adyacentes.

n la mañana del sábado 4 de octu-bre, el cardenal Antonio Cañiza-

res Llovera tomó posesión de la archi-diócesis de Valencia con una solemne Celebración Eucarística en la catedral, la cual fue concelebrada por cinco car-denales, catorce arzobispos, treinta obispos y centenares de sacerdotes.

La Misa fue presidida, como es cos-tumbre, por el Nuncio Apostólico, D. Renzo Fratini, hasta la proclama-ción del nuevo arzobispo. Los purpu-rados concelebrantes fueron D. Ma-nuel Monteiro de Castro, quien había

sido Nuncio Apostólico en nuestro país hasta julio de 2009; D. Santos Abril Castelló, arcipreste de la Basí-lica de Santa María la Mayor; D. An-tonio María Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid; el arzobispo de Lima, D. Juan Luis Cipriani Thorne; y D. José Manuel Estepa Llaurens, ar-zobispo castrense emérito.

Horas antes de la toma de pose-sión, el cardenal Cañizares visitó a la Virgen de los Desamparados en su ba-sílica y le ofreció la cruz pectoral del día en el que fue creado cardenal.

Primera Misa del nuevo arzobispo de Valencia

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¡Súmese a “María, Reina de los Corazones”, para que su hogar participe en este apostolado junto con más de 30.000 familias

que en España reciben un oratorio una vez al mes en sus casas!Usted también puede ser coordinador(a) de un Oratorio

del Inmaculado Corazón de María.¡Llame al teléfono de información que le indicamos o escríbanos!

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ApostolAdo del orAtorio MAríA, reinA de los CorAzones

En las fotos: el cardenal Cañizares durante su homilia; vista parcial de los obispos y sacerdotes concelebrantes; ccooperadores de los Heraldos, de Valencia, felicitan al nuevo arzobispo

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Monseñor Osoro Sierra toma posesión de la archidiócesis matritense

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Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      45

eis cardenales y más de sesenta obispos concele-braron en la Misa de Toma de Posesión

del nuevo arzobispo de Madrid, D. Car-los Osoro Sierra, que tuvo lugar en la catedral de Santa María la Real de la Almudena el pasado 25 de oc-tubre. Mons. Osoro, acompaña-do por el Nuncio de Su Santi-dad, Mons. Renzo Fratini, fue recibido a su llegada por el ar-zobispo emérito, el cardenal Antonio María Rouco Varela, junto con los obispos auxiliares de Madrid, D. Fidel Herráez, D. César Franco y D. Juan Anto-nio Martínez Camino, SJ, además de los miembros del cabildo catedra-licio.

Los otros purpurados presentes eran los cardenales Carlos Amigo Vallejo, arzobispo eméri-to de Sevilla; Antonio Cañizares Llovera, arzobispo de

Valencia; Lluis Martínez Sistach, arzobispo de Barcelo-na; Manuel Monteiro de Castro, penitenciario

emérito; José Manuel Estepa Llaurens, arzobispo emérito castrense; y Fer-

nando Sebastián Aguilar, arzobispo emérito de Pamplona. Más de un

millar de sacerdotes de Madrid, Valencia, Oviedo, Orense y Santander ocuparon el presbi-terio, la girola y parte del cru-cero del templo.

Para las personas que no pudieron acceder al interior se

colocaron 3.000 sillas y tres pan-tallas gigantes afuera. Al finali-

zar la Misa, Mons. Osoro hizo una ofrenda de incienso a la Virgen de

la Almudena y ante Ella rezó la misma oración que el Papa Juan Pablo II le había

dirigido el 15 de junio de 1993, día en que fue dedi-cada la recién construida catedral.

En las fotos: Llegada de Mons. Osoro a la catedral acompañado por el Nuncio Apostólico y por el cardenal Monteiro de Castro; toma de posesión de la cátedra; un momento de la Celebración

y una vista general con las autoridades civiles en primer plano

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¿De dónde viene tanta fuerza?

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Historia para niños... ¿o adultos llenos de fe?

La superiora condujo a los rudos soldados hasta el final de un largo pasillo. Paró ante una gran puerta hecha de vidrios de colores y, abriéndola, los invitó a que entrasen...

ué guerra tan tremen-da! Todos los días ve-nían del frente de ba-talla amargas noticias

que en mucha gente provocaban co-piosas lágrimas por la pérdida de al-gún familiar o un amigo. Caravanas de heridos llegaban a las ciudades que todavía no habían sido afectadas por el fragor de los combates, y hasta el propio ejército sembraba el terror irrumpiendo súbitamente en las vi-viendas en busca de espías enemigos.

En medio de tan terribles acontecimientos, sólo una ins-titución mantenía la calma en aquel pueblo: el hospital de las Hermanas de la Caridad. A él acudían muchos de los que ha-bían sido alcanzados en la lu-cha o personas aquejadas de enfermedades contagiosas que no habían encontrado donde los atendiesen, y recurrían al auxilio de las generosas mon-jas. Éstas los acogían y los ro-deaban con toda clase de cui-dados posibles. Además de ofrecerles medicamentos pa-ra el cuerpo, les enseñaban las verdades de la fe y, si era nece-sario, los preparaban para una buena muerte. Dios recompen-

saba la valentía de esas enfermeras-religiosas impidiendo que ningún mal las contaminase.

Cierto día el timbre del hospital empezó a sonar con insistencia, se-guido de violentos golpes en la puer-ta. A continuación se vio a la herma-na portera yendo de aquí para allá buscando a la madre superiora. Pa-recía que estaba muy afligida. ¿Qué había sucedido? Un enorme suspen-se se apoderó de las demás religio-sas...

— Madre, hay un montón de sol-dados en la entrada y exigen hacer una inspección. Cada vez golpean con más fuerza y temo que nuestra vieja puerta se venga abajo.

— Déjales que entren. Yo misma los atenderé.

— No, madre. A ver si le van a ha-cer daño. Es mejor que llamemos al alcalde o le pidamos ayuda al suegro de nuestra vecina, que es coronel...

— Hija mía, somos vírgenes con-sagradas a Cristo y no hay nada que

temer. Si Él se entregó por no-sotros hasta el final, ¿qué mal puede hacernos un puñado de militares enfurecidos?

Entonces la superiora y la hermana portera fueron al en-cuentro de los soldados, dirigi-dos por un malcarado capitán. Los atendieron en la sala de vi-sitas, pero ellos no estaban muy interesados en charlar... Que-rían recorrer una por una todas las dependencias del edificio porque habían recibido varias denuncias de que allí se escon-dían varios espías enemigos.

Gentil y solícita, la madre los condujo a la gran enferme-ría, donde muchos pacientes estaban tumbados con sus ca-

Hna. Patricia Victoria Jorge Villegas, EP

La superiora fue al encuentro de los soldados, dirigidos por un malcarado capitán

Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      47

ras desfiguradas por lla-gas y úlceras. Los mi-litares, impresionados y dejando ver en sus fi-sonomías la repugnan-cia que les provocaba la escena, pasaron rápida-mente al siguiente apo-sento. En este sitio, no obstante, se encontra-ban los que tenían do-lencias en estado muy avanzado. Un olor inso-portable impregnaba el ambiente, y esos rudos soldados se cubrieron la nariz con sus pañuelos.

Pero mientras que ellos trataban de salir de ese lugar tan maloliente, una joven hermana per-manecía tranquila al la-do de una de las camas limpiando cuidadosamente las heridas de uno de los infelices y lo animaba, sin de-mostrar un poco de aversión siquie-ra.

Después de haber recorrido to-das las habitaciones —a paso apre-surado, porque el espectáculo de tantos males los había dejado horro-rizados—, el capitán le preguntó a la superiora:

— ¿Cuánto tiempo hace que us-ted trabaja aquí?

— Ah, señor, ya se han cumplido cuarenta años.

— ¿Cuarenta años? — exclama-ron con él los demás soldados a la vez.

— ¡Qué osadía! — dijo el capi-tán.

Tras unos segundos de respetuo-so silencio, prosiguió hablando:

— Cuando visitamos una de las enfermerías vi a una joven religiosa que serenamente cuidaba de uno de los pacientes, limpiándole sus llagas, y me preguntaba de dónde le viene tanta fuerza.

La superiora le respondió:— Venga, se lo enseñaré...

Los llevó hasta el final de un lar-go pasillo y paró ante una gran puer-ta hecha de vidrios de colores, que filtraban la tenue luminosidad del recinto que custodiaba. Al abrirla, la superiora los invitó a que entrasen. Acto seguido hizo una solemne ge-nuflexión, se arrodilló un instante en adoración a Jesús presente en el sa-grario y, levantándose, dijo en voz baja y llena de veneración:

— Ahí está, señores, el secreto de nuestra fuerza.

Y señalando al sagrario, conti-nuó:

— Viene de la Sagrada Eucaris-tía que recibimos diariamente. Y les puedo asegurar que el día en que el Santísimo Sacramento deje de estar aquí presente, nadie más tendrá el valor de permanecer en esta casa...

Aquellos soldados duros y grose-ros, que hacía tanto tiempo habían dejado de pensar en la religión, ca-yeron de rodillas como traspasados por los imponderables de la capilla. Envueltos por el colorido de los vi-trales que tamizaban suavemente la luz de las ventanas, les parecía que allí sentían la presencia física de Je-

sús Sacramentado invi-tándolos, con su gracia, a la conversión.

Reflexionando so-bre el amor con el que las monjas trataban a los afectados por las en-fermedades más repug-nantes, comprendieron cómo Aquel que di-jo “amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12) era el único que podía hacerles ca-paces de tan arduo ofi-cio, ejecutado en la más perfecta caridad. ¡Y qué lejos estaban ellos de ese mismo Jesús que ahora los estaba lla-mando!...

Con los ojos húme-dos por la emoción, el capitán le dijo a la superiora:

— Quede en paz, madre, y per-done nuestra falta de delicadeza. No las molestaremos nunca más con inspecciones como ésta. Pero, por caridad, permítanos que volvamos aquí y nos encomendemos a Jesús Sacramentado cuando seamos lla-mados al frente.

Una semana después, ese mismo destacamento visitaba devotamente la capilla del hospital y marchaba a su destino. Su fe se difundió por el ejército entero y todos empezaron a rezar con ahínco para que Dios les diera la victoria. Y no tardaron en ser atendidos: ya en los primeros movimientos del combate supremo los enemigos huyeron, dejando el te-rreno libre de obstáculos. La paz se restableció definitivamente y los sol-dados fueron a rezar, agradecidos, un Te Deum en la catedral, recono-ciendo que la fuerza nunca viene del hombre o del poder de las armas. Cualesquiera que sean las circuns-tancias, nuestro auxilio siempre vie-ne del Señor, “que hizo el cielo y la tierra” (Sal 120, 2). ²

Aquellos soldados duros y groseros, que hacía tanto tiempo habían dejado de pensar

en la religión, cayeron de rodillas

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48      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

Los santos de cada día _______________________ noviembrede ministerio clerical, abrazó la vida monástica en San Millán de la Cogolla, España.

13. San Leandro, obispo (†c. 600 Sevilla – España)

Santa Maxelendis, virgen y mártir (†670). Según la tradición, fue asesinada a espada por su pretendiente, en Cambrai, Fran-cia, por haber elegido a Cristo como esposo y rechazado a quien fue prometida por sus padres.

14. Beata María Teresa de Jesús, virgen (†1889). Fundó en Mon-tevarchi, Italia, el Instituto de Nuestra Señora del Monte Car-melo.

15. San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia (†1280 Colo-nia – Alemania).

San Desiderio, obispo (†655). Construyó muchas igle-

sias, monasterios y edificios para el bien común en

la diócesis de Cahors, Francia, sin olvidarse, no obstante, de pre-parar a las almas co-mo verdaderos tem-

plos de Cristo.

16. XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

Santa Margarita de Escocia, reina (†1093 Edimburgo – Escocia).

Santa Gertrudis, vir-gen (†1302 Helfta – Alemania).

San Edmundo Rich, obispo (†1240). Deste-rrado de su diócesis de Canterbury por defen-der los derechos de la Iglesia, se refugió en el monasterio cisterciense de Pontigny, Francia.

7. Beato Vicente Grossi, presbítero (†1917). Fundador del Instituto de las Hijas del Oratorio, en Cre-mona, Italia.

8. San Godofredo, obispo (†1115). Educado en la vida monásti-ca desde los cinco años de edad, fue abad benedictino y obispo de Amiens, Francia.

9. XXXII Domingo del Tiempo Or-dinario.

Dedicación de la Basílica de Letrán.

San Ursino, obispo (†s. III). Primer obispo de Bourges, Fran-cia. Transformó en iglesia una casa donada por el senador Leocadio.

10. San León Magno, Papa y doctor de la Iglesia (†461 Roma).

San Andrés Avelino, sacer-dote (†1608). Religioso de la Congregación de Clérigos Regulares (Teatinos). Hizo el voto de avanzar cada día en las virtudes. Mu-rió en Nápoles, Italia.

11. San Martín de Tours, obispo (†397 Candes-Saint-Mar-tin – Francia).

Beata Vicen-ta María, virgen (†1855). Junto con el Beato Carlos Steeb, fundó el Instituto de las Hermanas de la Mi-sericordia de Verona, Italia.

12. San Josafat, obispo y mártir (†1623 Witebsk – Bielorrusia).

San Emiliano, presbítero (†574). Después de muchos años de vida eremí-tica y algún tiempo

1. Solemnidad de Todos los Santos.San Nuno de Santa María,

religioso (†1431). Condestable del reino de Portugal. Tras ven-cer muchas batallas, abandonó el mundo e ingresó en la Orden de los Carmelitas.

2. XXXI Domingo del Tiempo Or-dinario.

Conmemoración de todos los fieles difuntos.

San Malaquías, obispo (†1148). Renovó la vida de su iglesia en la diócesis de Down y Connor, en Irlanda. Falleció en el monasterio de Claraval, en presencia de San Bernardo.

3. San Martín de Porres, religioso (†1639 Lima – Perú).

San Pedro Francisco Nerón, presbítero y mártir (†1860). Re-ligioso de la Sociedad de Misio-nes Extranjeras de París, que tras haber sido encerrado en una es-trecha jaula y cruelmente golpea-do, fue decapitado en Tonquín, Vietnam.

4. San Carlos Borromeo, obispo (†1584 Milán – Italia).

Beata Francisca de Amboi-se, religiosa (†1485). Duquesa de Bretaña que después de enviudar fundó en Vannes el primer Car-melo femenino de Francia.

5. Santo Domnino, mártir (†307). Joven médico condenado en la persecución de Diocleciano a tra-bajar en las minas de Fanesia, en Cesarea de Palestina, y después quemado vivo, por permanecer cristiano.

6. San Winoco, abad (†c. 716). Dis-cípulo de San Bertino, en la co-munidad monacal de Sithiu. Más tarde construyó el monasterio de Wormhout, en Francia.

San Roque González Colegio Cristo Rey,

Asunción (Paraguay)

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Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      49

Los santos de cada día _______________________ noviembre

28. San Andrés Tran Van Trong, mártir (†1835). Por negarse a pi-sar una cruz fue encarcelado y, tras numerosas torturas, degolla-do en tiempo del emperador en Kham Duong, Vietnam.

29. Beata María Magdalena de la Encarnación, virgen (†1824). Fundadora del Instituto de las Hermanas de la Adoración Per-petua del Santísimo Sacramento. Murió en Roma.

30. I Domingo de Adviento.San Andrés, Apóstol.Beato Ludovico Roque Gien-

tyngier, presbítero y mártir (†1941). Ejecutado cerca de Mú-nich, Alemania, en tiempo de la ocupación militar de Polonia.

23. XXXIV Domingo del Tiem-po Ordinario. Solemnidad de Jesucristo, Rey del Uni-verso.

San Clemente I, Papa y mártir (†s. I Crimea).

San Columbano, abad (†615 Bobbio – Italia).

Beata Enriqueta Alfie-ri, virgen (†1951). Religiosa de las Hermanas de la Ca-ridad de Santa Juana Anti-da Thouret, que ejerció su apostolado con los encarce-lados, en Milán, Italia.

24. San Andrés Dung-Lac, pres-bítero, y compañeros, márti-res (†1625-1886 Vietnam).

San Porciano, abad (†d. 532). Siendo joven es-clavo buscó refugio en un monasterio de la actual Clermont–Ferrand, Francia, en el que se hizo monje y donde llegó a ser abad.

25. Santa Catalina de Alejan-dría, virgen y mártir (†séc. inc. Egipto).

San Márculo, obispo (†347). Según la tradición, murió mártir en tiempo del emperador Cons-tante, en Numidia, Argelia, des-peñado desde una roca.

26. San Siricio, Papa (†399). San Ambrosio lo alaba como ver-dadero maestro, ya que, cons-ciente de su responsabilidad so-bre todos los obispos, los instruyó con enseñanzas de los santos Pa-dres, confirmándolos con su au-toridad apostólica.

27. Beato Bernardino de Fossa, presbítero (†1503). Religioso franciscano que propagó la fe ca-tólica en muchas regiones de Ita-lia. Fue superior provincial en los Abruzos, Dalmacia y Bosnia.

17. Santa Isabel de Hungría, religio-sa (†1231 Marburgo – Alemania).

Santos Jordán Ansalone y To-más Rokuzayemon Nishi, presbí-teros y mártires (†1634). Sacer-dotes dominicos martirizados en Nagasaki, Japón.

18. Dedicación de las basílicas de los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles.

San Román, mártir (†303). Diácono de Cesarea, que cuando vio que los cristianos de Antio-quía, Turquía, se acercaban a las estatuas de los ídolos, les exhortó a perseverar en la fe católica. Por eso fue torturado y estrangulado.

19. Santos Roque González, Alfon-so Rodríguez y Juan del Casti-llo, presbíteros y mártires (†1628 Caibaté – Brasil).

Santa Matilde, virgen (†c. 1298). Mujer de insigne doc-trina y humildad, iluminada por el don de la contemplación mística, fue maestra de Santa Gertrudis en el monasterio de Helfta, Alemania.

20. San Silvestre, obispo (†c. 520–530). Obispo de Chalons-sur-Saône, Francia. A los cuarenta años de sacerdocio, lleno de Dios y de virtudes, fue al encuentro del Señor.

21. La Presentación de la Santísi-ma Virgen.

San Agapio, mártir (†306). Tras haber sido prisionero y sometido a suplicios en Cesarea de Palesti-na, le ataron piedras a los pies y lo echaron al Mediterráneo.

22. Santa Cecilia, virgen y mártir (†s. inc. Roma).

San Pedro Esqueda Ramí-rez, presbítero y mártir (†1927). Encarcelado y fusilado en Teo-caltitlán, durante la persecución mexicana.

Santa Cecilia - Pro-catedral de Santa María, Hamilton (Canadá)

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Espejo del Sol

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50      Heraldos del Evangelio · Noviembre 2014

Cada uno de nosotros puede ser comparado a una gota de agua, pequeñita e insignificante, pero llamada a reflejar algo infinitamente superior...

ras una fuerte lluvia, o incluso después del le-ve rocío de la mañana, podemos contemplar

unas gotitas de agua que reflejan la luz del Sol. Similares a pequeñas jo-yas, adquieren una belleza propia que no tenían hasta que no refleja-ron dicha luz.

¿Y qué es el Sol comparado con una gota de agua? Es una estrella de una grandeza especial, que aparece e ilumina la Tierra y permite la vi-da en nuestro planeta. Y una gota de agua... ¿qué podría haber de más in-significante? Cae y enseguida se eva-pora, sin que se le dé más importan-cia. ¡No es nada en comparación con el océano! Sin embargo, por la ac-ción de los rayos solares, esa peque-ñita gota pasa a ser un espejo del Sol, a participar, en cierto modo, de la rutilante belleza del astro rey.

De manera análoga, cada uno de nosotros es como una gota de agua. El hombre, en sí mismo, es

tan pequeño dentro del universo... No obstante, está llamado a hacer que en él resplandezca algo infini-tamente superior: ¡Dios mismo! Al ser un reflejo de la luz divina, en cuanto criatura hecha a su imagen y semejanza, adquiere un brillo su-perior cuando las aguas bautisma-les son derramadas sobre su cabe-za: es el fulgor del estado de gracia. ¿Y qué hay más hermoso que un al-ma en gracia?

Dios ilumina todo lo que vemos, ya sea las maravillas de la natura-leza como las virtudes de las almas santas. Todas las bellezas de esta tie-rra son como espejos, en los que po-demos admirarlo y crecer en el an-helo de verlo en el Cielo. El vasto y tempestuoso mar, por ejemplo, re-presenta la grandeza divina; la gar-za blanca, su pureza; el amor de una madre, su bondad.

Escribe San Pablo: “Ahora ve-mos como en un espejo, confusamen-te; entonces veremos cara a cara”

(1 Co 13, 12). Pero, ¿cómo podremos llegar a ser un perfecto espejo del Sol de Justicia, límpido y sin ningu-na mancha, para reflejar su imagen?

El amor, dice San Juan de la Cruz,1 hace al amante semejante al amado. Por tanto, amando mucho a Dios nos haremos semejantes a Él. Amando a Dios más que a nosotros mismos —lo que sólo es posible con el auxilio de la gracia—, desearemos vivir conforme su Ley y seremos la “luz del mundo” (Mt 5, 14) preconi-zada por Jesús en el Evangelio. Así, pues, podremos realizar en noso-tros las palabras del Apóstol: “Mas todos nosotros, con la cara descu-bierta, reflejamos la gloria del Se-ñor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Co 3, 18). ²

1Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ. Subida del Monte Carmelo. L. I, c. 4, n.º 3.

Adriana María Sánchez García

Noviembre 2014 · Heraldos del Evangelio      51

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La Virgen de las Gracias Basílica de Nuestra Señora del Rosario, Caieiras (Brasil)

a prudente Virgen no buscaba sabiduría,

como Salomón; ni riquezas, ni honores, ni poder,

sino gracia. Verdaderamente, sólo por la gracia nos salvamos. ¿Para qué deseamos nosotros, hermanos, otras cosas? Busquemos la gracia, y busquémosla por María, porque Ella

encuentra lo que busca y no puede verse frustrada.

San BernardoJoão

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