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  • Salvadme Reina

    Nmero 93 Abril 2011

    El pintor de losobrenatural

  • OraciOnes de ayer, hOy y siempre

    Consagracin a la Sagrada Familia

    h Jess, nuestro ama-bilsimo Redentor, que habiendo venido a ilu-minar al mundo con

    la doctrina y con el ejemplo, ha-bis querido pasar la mayor parte de vuestra vida, humilde y sujeto a Mara y a Jos en la pobre casa de Nazaret, santificando a aquella Fa-milia que haba de ser el modelo de todas las familias cristianas, acoged benigno la nuestra, que ahora se dedica y consagra a Vos.

    Dignaos protegerla, guardarla y establecer en ella vuestro santo te-mor, con la paz y concordia de la caridad cristiana, para que imitan-do el ejemplo divino de vuestra Fa-milia, pueda alcanzar toda entera, sin faltar uno solo, la eterna bien-aventuranza.

    Mara, Madre de Jess y Madre nuestra, con vuestra piadosa inter-cesin haced que sea aceptable a Jess esta humilde ofrenda, y obte-nednos su gracia y bendicin.

    Oh San Jos, custodio santsi-mo de Jess y de Mara, socorred-nos con vuestras plegarias en todas las necesidades espirituales y tem-porales, a fin de que en unin con Mara y con Vos, podamos bende-cir eternamente a Jesucristo nues-tro divino Redentor. As sea.

    (HERBERHOLD, OFM, Eduar-do. Adoremus Manual de oraes e exerccios piedosos. 21 ed. Salva-dor de Baha: Mensageiro da F, 1945, p. 235-236)

    O

    Fran

    ois

    Bou

    lay

    "Encuentro del Nio Jess en el Templo" (detalle) - Vitral del Oratorio de San Jos, Montreal (Canad)

  • Escriben los lectores 4

    Es posible que el Paraso sea transmisible a la Tierra? (Editorial) 5

    La voz del Papa Conciencia moral y derecho a la vida

    6

    Comentario al Evangelio La peor ceguera

    10

    El pintor de lo sobrenatural

    18

    Heraldos en el mundo

    26

    Santa Gema Galgani Un solo corazn y una sola alma

    30

    El espaol y el dolor

    50

    Los santos de cada da

    48

    Historia para nios La piedra en el camino

    46

    Sucedi en la Iglesia y en el mundo

    40

    La palabra de los Pastores Anunciar el Evangelio en nuestros das

    38

    Slo Dios puede satisfacer la voluntad humana

    34

    Ao IX, nmero 93, Abril 2011

    Peridico de la Asociacin Cultural Salvadme Reina de Ftima

    SumariO

    Salvadme Reina

    Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

    Consejo de Redaccin: Guy de Ridder, Hna. Juliane Campos, EP,

    Luis Alberto Blanco, M. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio de Oliveira

    Administracin:C/ Cinca, 17

    28002 Madrid R.N.A., N 164.671

    Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

    Fax: 902 199 046

    www.salvadmereina.org [email protected]

    Con la Colaboracin de la Asociacin Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

    Heraldos del evangelio

    www.heraldos.org

    Montaje: Equipo de artes grficas

    de los Heraldos del Evangelio

    Imprime:Henargraf - Madrid

    Los artculos de esta revista podrn ser reproducidos, indicando su fuente y

    enviando una copia a la redaccin. El contenido de los artculos es responsabilidad

    de los respectivos autores.

  • 4HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    EscribEn los lEctorEs

    Valiosas enseanzasEs difcil escoger en esta revis-

    ta la seccin que ms nos guste, por-que toda ella nos da valiosas ense-anzas. Sin embargo, en el Comenta-rio al Evangelio, de Mons. Joo S. Cl Dias, es donde obtenemos ms fru-tos. Antes de empezar su lectura, pi-do en oracin, que el Seor me de sa-bidura y discernimiento para que sea fecunda. Pero con las Historias para nios... o adultos llenos de Fe?, vuel-vo a ser nia y me implico en los he-chos narrados, aprendiendo la gran moraleja con la que siempre termina cada historia. Puedo decir que ya no sabra vivir sin esta revista.

    Mara Ilma Leal MarinhoNova Friburgo Brasil

    la Virgen nos solaza el esprituLeo hace algn tiempo la revis-

    ta y mi corazn se siente alimenta-do por la humanidad que despren-den sus palabras; y es que la Virgen nos solaza el espritu y en la revista los Heraldos lo demuestran con su devocin.

    Paz Crespo MartnezAlicante Espaa

    Herramienta para ViVenciar la grandeza de dios

    La revista Heraldos del Evangelio constituye una gran herramienta pa-ra presenciar, sentir y vivenciar que Dios reina, y que su grandeza es for-midable en el continuo andar en es-ta vida preparndonos para la eter-nidad.

    Es de lectura gil y amena favore-ciendo la participacin de todos los integrantes de la familia. Un ejem-plo claro de ello son las historias de los santos. En el Editorial se siente la unin con el Papa Benedicto XVI.

    Alegra mucho ver el crecimiento de su labor en el mundo y en Per. Su diagramacin y presentacin son de primera, cautivando a los lectores.

    En nuestra familia se espera con ansia la revista; y muchos de los ar-tculos constituyen nuestra lectu-ra espiritual de la que sacamos una enseanza aplicable a lo que vivi-mos, coincidentemente, en ese mo-mento.

    Buenaventura y Teotista MedinaPiura Per

    Hacerlo todo con perfeccinLa revista Heraldos del Evangelio

    refleja en sus pginas la vocacin de la Orden a la que pertenece: hacer-lo todo con perfeccin. Aqu est re-tratada la ms perfecta representa-cin de lo bello y de la verdad que Nuestro Seor Jesucristo dej en la Santa Iglesia que l fund. Quera felicitarles por tan proficua obra, ro-gndole a la Santsima Virgen Mara que redoble sus gracias ms selectas sobre la redaccin de la revista.

    Juraci Josino CavalcanteSalvador Brasil

    medio de eVangelizarSoy sacerdote de la Archidicesis

    de Tucumn y les felicito por la tarea tan hermosa de evangelizar por me-dio de la revista Heraldos del Evan-gelio. Aprovecho la ocasin para ha-cerles un pedido: me gustara mu-cho poder recibirla

    Padre Hctor Ral VicariTucumn Argentina

    profundizar nuestros conocimientos y nuestra feQu interesantes son las obser-

    vaciones que, en cada revista, hace Mons. Joo S. Cl Dias, en su artcu-lo mensual, siempre fino, claro, pre-ciso y bien documentado, cuya lectu-ra nos permite profundizar nuestros conocimientos y nuestra Fe.

    Hay que reconocer los mritos de una persona como Mons. Cl Dias y hacerlos conocer, sin adulacin y sin desmerecer a los dems articulistas de esta revista, que tambin escri-ben muy bien.

    Cada nuevo nmero que recibi-mos es como una sustancia que ali-menta nuestro espritu sediento de cosas sublimes. sta es una de las principales razones para suscribirme a la revista.

    Rosa Araya de la FuenteSan Pedro Chile

    mensajes de esperanza y fidelidad a la iglesia

    La revista Heraldos del Evangelio hace que conozcamos mejor la Pala-bra de Dios, y nos muestra la rique-za espiritual de la Santa Iglesia. Sus informaciones son variadas, la im-presin es maravillosa y los mensa-jes que transmiten son de esperanza y fidelidad a la Iglesia.

    Nuestro mundo est tan pobre en valores que necesitamos ms Heral-dos del Evangelio y ms Hermanas para fortalecer a nuestra Iglesia, ha-cindola que crezca en virtud y san-tidad.

    Mara Ins Pinto da FonsecaSo Paulo Brasil

    felicitaciones por la nueVa misin

    Recib la revista donde nos infor-man acerca de la nueva misin que el Papa les encomend en Sucum-bos. Felicitaciones a los Heraldos del Evangelio! Siempre recibo sus cartas y me alegra mucho esta noti-cia.

    Es bonito ver en ustedes la devo-cin a la Madre de Dios y cmo nos animan con sus Misas solemnes. Les deseo todo bien al padre Rafael y dems misioneros.

    Juana CeliLoja Ecuador

  • Salvadme Reina

    Nmero 93

    Abril 2011

    El pintor de lo

    sobrenatural

    N

    Abril 2011 HeraldosdelEvangelio5

    Editorial

    Detalle de la Anunciacin, Fra Anglico - Museo Diocesano de Cortona

    (Foto: Gustavo Kralj)

    Es posiblE quE El paraso sEa transmisiblE

    a la tiErra?uestro Seor Jesucristo sorprendi a los hombres con una innovadora doctrina, que implicaba la completa alteracin de los paradigmas de las relaciones humanas consideradas normales hasta entonces.

    En resumen, la enseanza del divino Maestro consista en el precepto de amar al prjimo como a uno mismo, por amor a Dios; de amar incluso a los enemigos y hacer el bien a quien nos odia; de buscar en primer lugar el Reino de Dios y su justicia, seguros de que el resto vendr como consecuencia.

    Ahora bien, esto chocaba de manera vehemente con el egosmo, la crueldad, la lascivia y otros vicios que prevalecan en el mundo clsico.

    Con el indispensable auxilio de un torrente de gracias nuevas derramadas sobre el mundo, la vida se renov en todos los territorios donde la Buena Nueva fue aco-gida: se favoreca la virtud, la moralidad dominaba, reinaban la lealtad, la justicia y la caridad, los ms dbiles eran defendidos, el trato entre los hombres se haca ms suave y fraterno. La Historia conoci entonces la dulce primavera de la Fe.

    Y no slo en el campo religioso y moral las cosas empezaron a tender hacia la perfeccin. En la Europa medieval, nacida bajo la inspiracin y estmulo de la Iglesia, ese movimiento ocurri de forma notable en todos los terrenos del vivir y del actuar humanos, como en la Teologa, en la Filosofa, en la organizacin so-cial, en las artes, en la enseanza y en la cultura, en la tecnologa y en la ciencia. Fueron dados pasos de gigante en comparacin con todo lo que haba habido an-tes, como lo vienen demostrando diversos estudios.

    El espritu de osada de los medievales les llev a la creacin del estilo gtico, en el que cualquier edificacin parece como si se lanzara con valenta hacia lo al-to, procurando alcanzar el cielo. Las paredes de granito de los edificios romni-cos cedieron espacio a los deslumbrantes vitrales, llenando de luces multicolores los ambientes internos de iglesias y castillos. En todo, la caracterstica central era siempre la misma, es decir, la bsqueda de la perfeccin, en el afn de convertir la Tierra cada vez ms parecida al Paraso.

    Supremo ejemplo de ese anhelo del pulchrum es el del beato Juan de Fiso-le, conocido como Fra Anglico. A pesar de haber vivido en el Renacimiento, su estilo es puramente medieval. Fe y avanzada tcnica, transcendencia y realismo, verum, bonum y pulchrum se dan la mano para representar al gnero humano co-mo tendra que ser: todo espiritualizado.

    Fra Anglico expresa magistralmente la mentalidad catlica de la Edad Me-dia, abierta a lo sobrenatural y complacida de contemplar lo bello en las criaturas. Nos presenta a personajes, ambientes y paisajes de una belleza difana, elevada, celestial. Su mirada de artista estaba dirigida hacia aquel mismo reflejo del Crea-dor que encontramos representado en los trajes, vitrales, decoraciones, construc-ciones, ceremonias y relaciones humanas de aquella poca de Fe, maravillas su-periores que el ingenio humano slo puede producir en una sociedad impregnada por la ley del Evangelio.

  • Conciencia moral y derecho a la vida

    O

    6HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    La VOz deL papa

    La calidad moral de la accin humana no es un valor extrnseco u opcional, ni tampoco una prerrogativa de los cristianos o de

    los creyentes, sino que es comn a todo ser humano.

    s acojo con alegra con ocasin de la asamblea anual de la Pontificia Aca-demia para la Vida.[]

    En los trabajos de estos das habis afrontado temas de relevante actua-lidad, que interrogan profundamen-te a la sociedad contempornea y la desafan a encontrar respuestas ca-da vez ms adecuadas al bien de la persona humana.

    La conciencia moral no es el resultado de condicionamientos externos o un fenmeno puramente emotivo

    La temtica del sndrome post-aborto es decir, el grave males-tar psquico que con frecuencia ex-perimentan las mujeres que han re-currido al aborto voluntario reve-la la voz irreprimible de la concien-cia moral, y la herida gravsima que sufre cada vez que la accin humana traiciona la innata vocacin al bien del ser humano, que ella testimonia. En esta reflexin sera til tambin prestar atencin a la conciencia, a veces ofuscada, de los padres de los nios, que a menudo dejan solas a las mujeres embarazadas.

    La conciencia moral ensea el Catecismo de la Iglesia Catlica es el juicio de la razn, por el que la persona humana reconoce la cuali-

    dad moral de un acto concreto que piensa hacer, est haciendo o ha he-cho (n. 1778). En efecto, es tarea de la conciencia moral discernir el bien del mal en las distintas situaciones de la existencia, a fin de que, basndose en este juicio, el ser humano pueda orientarse libremente al bien.

    A quienes querran negar la exis-tencia de la conciencia moral en el hombre, reduciendo su voz al resul-tado de condicionamientos externos o a un fenmeno puramente emoti-vo, es importante reafirmar que la calidad moral de la accin humana no es un valor extrnseco u opcio-nal, ni tampoco una prerrogativa de los cristianos o de los creyentes, si-no que es comn a todo ser humano. En la conciencia moral Dios habla a cada persona e invita a defender la vida humana en todo momento. En este vnculo personal con el Creador est la dignidad profunda de la con-ciencia moral y la razn de su invio-labilidad.

    El hombre queda herido cuando su actuacin va contra el dictamen de su conciencia

    En la conciencia, el hombre en su integridad inteligencia, emotivi-dad, voluntad realiza su vocacin al bien, de modo que la eleccin del bien o del mal en las situaciones

    concretas de la existencia acaba por marcar profundamente a la persona humana en toda expresin de su ser.

    Todo el hombre, en efecto, que-da herido cuando su actuacin va contra el dictamen de su concien-cia. Sin embargo, incluso cuando el hombre rechaza la verdad y el bien que el Creador le propone, Dios no lo abandona, sino que precisamente mediante la voz de la conciencia, si-gue buscndolo y sigue hablndole, a fin de que reconozca el error y se abra a la Misericordia divina, capaz de sanar cualquier herida.

    Se exige a los mdicos una fortaleza especial

    Los mdicos, en particular, no pueden descuidar la grave tarea de defender del engao la conciencia de numerosas mujeres que piensan que en el aborto encontrarn la so-lucin a dificultades familiares, eco-nmicas, sociales, o a problemas de salud de su nio. Especialmente en esta ltima situacin, con frecuencia se convence a la mujer a veces lo hacen los propios mdicos de que el aborto no slo representa una op-cin moralmente lcita, sino que es incluso un acto teraputico debi-do para evitar sufrimientos al nio y a su familia, y un peso injusto pa-ra la sociedad.

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio7

    En un marco cultural caracteriza-do por el eclipse del sentido de la vi-da, en el cual se ha atenuado mucho la percepcin comn de la gravedad moral del aborto y de otras formas de atentados contra la vida humana, se exige a los mdicos una fortaleza especial para seguir afirmando que el aborto no resuelve nada, sino que mata al nio, destruye a la mujer y ciega la conciencia del padre del ni-o, arruinando a menudo la vida fa-miliar.

    Toda la sociedad debe defender el derecho del nio a la vida

    Esta tarea, sin embargo, no con-cierne slo a la profesin mdi-ca y a los agentes sanitarios. Es ne-cesario que toda la sociedad se ali-nee en defensa del derecho a la vida del concebido y del verdadero bien de la mujer, que nunca, en ninguna circunstancia, podr realizarse en la opcin del aborto.

    Igualmente, ser necesario co-mo se ha indicado en vuestros traba-jos proporcionar las ayudas nece-sarias a las mujeres que lamentable-mente ya han recurrido al aborto y ahora estn viviendo todo su drama moral y existencial.

    Son mltiples las iniciativas, a ni-vel diocesano o de parte de organis-mos de voluntariado, que ofrecen apoyo psicolgico y espiritual, para una recuperacin humana comple-ta. La solidaridad de la comunidad cristiana no puede renunciar a este tipo de corresponsabilidad.

    El Padre de toda misericordia perdona en el Sacramento de la Reconciliacin

    Al respecto quiero recordar la in-vitacin que el venerable Juan Pablo II dirigi a las mujeres que han recu-rrido al aborto:

    La Iglesia conoce cuntos con-dicionamientos pueden haber influi-do en vuestra decisin, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de

    una decisin dolorosa e incluso dra-mtica. Probablemente la herida an no ha cicatrizado en vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto. Sin embargo, no os dejis vencer por el desnimo y no perdis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si an no lo habis hecho, abros con humil-dad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os es-pera para ofreceros su perdn y su paz en el sacramento de la Reconci-liacin. Podis confiar con esperan-za a vuestro hijo a este mismo Pa-dre y a su misericordia. Con la ayuda del consejo y la cercana de personas amigas y competentes, podris estar con vuestro doloroso testimonio en-tre los defensores ms elocuentes del derecho de todos a la vida (Evange-lium vitae, 99).

    Ciencia e investigacin mdicas tienden al bien comn

    La conciencia moral de los inves-tigadores y de toda la sociedad civil est ntimamente implicada tambin en el segundo tema objeto de vues-tros trabajos: el uso de bancos de

    cordn umbilical con finalidades cl-nicas y de investigacin.

    La investigacin mdico-cientfi-ca es un valor y, por tanto, un com-promiso, no slo para los investiga-dores, sino para toda la comunidad civil. De aqu el deber de promo-ver investigaciones ticamente vli-das por parte de las instituciones y el valor de la solidaridad de los indi-viduos en la participacin en inves-tigaciones encaminadas a promover el bien comn.

    Este valor, y la necesidad de esta solidaridad, se evidencian muy bien en el caso del uso de clulas madre procedentes del cordn umbilical. Se trata de aplicaciones clnicas im-portantes y de investigaciones pro-metedoras en el plano cientfico, pe-ro que en su realizacin dependen mucho de la generosidad en la do-nacin de sangre del cordn umbi-lical en el momento del parto, y de la adecuacin de las estructuras, pa-ra hacer efectiva la voluntad de do-nacin por parte de las parturientas. Os invito, por tanto, a todos a ha-ceros promotores de una verdade-ra y consciente solidaridad humana y cristiana.

    Los miembros de la Pontificia Academia para la Vida aplauden a Benedicto XVI a su llegada, en la Sala Clementina

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  • El urgente desafo de educar y formar

    L

    8HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    En una cultura que con demasiada frecuencia adopta el relativismo como credo, y en la que falta muchas veces la luz de la verdad, la

    obra educativa se ha hecho cada vez ms ardua.

    as temticas que afron-tis en estos das tienen como comn denomina-dor la educacin y la for-

    macin, que hoy constituyen uno de los desafos ms urgentes que la Iglesia y sus instituciones estn lla-madas a afrontar.

    Parece que la obra educativa ca-da vez es ms ardua porque, en una cultura que con demasiada frecuen-cia adopta el relativismo como cre-do, falta la luz de la verdad, es ms, se considera peligroso hablar de la verdad, insinuando as la duda sobre los valores bsicos de la existencia personal y comunitaria. Por esto es importante el servicio que prestan en el mundo las numerosas institu-ciones formativas que se inspiran en la visin cristiana del hombre y de la realidad: educar es un acto de amor, ejercicio de la caridad intelectual, que requiere responsabilidad, entre-ga y coherencia de vida.

    El trabajo de vuestra Congrega-cin y las decisiones que tomis en es-tos das de reflexin y de estudio con-

    tribuirn ciertamente a responder a la actual emergencia educativa.

    La voz del Seor se oye si hay silencio

    Vuestra Congregacin, creada en 1915 por Benedicto XV, lleva a ca-bo desde hace casi cien aos su va-liosa obra al servicio de las diversas instituciones catlicas de formacin. Entre ellas, sin duda, el seminario es una de las ms importantes para la vida de la Iglesia y exige, por tanto, un proyecto formativo que tenga en cuenta el contexto al que acabo de referirme.

    He subrayado varias veces que el seminario es una etapa muy valio-sa de la vida, en la que el candida-to al sacerdocio hace experiencia de ser un discpulo de Jess. Para es-te tiempo destinado a la formacin, se requiere una cierta distancia, un cierto desierto, porque el Seor habla al corazn con una voz que se oye si hay silencio (cf. 1 R 19, 12); pe-ro se requiere tambin la disponibili-dad a vivir juntos, a amar la vida de

    familia y la dimensin comunitaria que anticipan la fraternidad sacra-mental que debe caracterizar a todo presbiterio diocesano (cf. Presbytero-rum ordinis, 8) y que record tambin en mi reciente Carta a los seminaris-tas: no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la comunidad de discpu-los, el grupo de los que quieren ser-vir a la Iglesia de todos.

    Orientar en el uso correcto y positivo de los medios informticos

    En estos das estudiis tambin el borrador del documento sobre In-ternet y la formacin en los semina-rios. Internet, por su capacidad de superar las distancias y de poner en contacto recproco a las personas, presenta grandes posibilidades tam-bin para la Iglesia y su misin. Con el discernimiento necesario para su uso inteligente y prudente, es un ins-trumento que puede servir no slo para los estudios, sino tambin pa-ra la accin pastoral de los futuros presbteros en los distintos campos eclesiales, como la evangelizacin,

    A este propsito, numerosos in-vestigadores mdicos miran justa-mente con perplejidad el crecien-te florecimiento de bancos privados para la conservacin de la sangre del cordn umbilical para uso ex-clusivamente autlogo. Esta opcin como demuestran los trabajos de

    vuestra asamblea, adems de ca-recer de una superioridad cientfica real respecto a la donacin del cor-dn umbilical, debilita el genuino espritu solidario que debe alentar constantemente la bsqueda de ese bien comn al cual tienden, en lti-

    ma instancia, la ciencia y la investi-gacin mdica.

    (Extractos del discurso a los participantes de la Asamblea

    Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida, 26/2/2011).

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio9

    Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librera Editrice Vaticana. La versin ntegra de los mismos puede ser consultada en www.vatican.va

    la accin misionera, la catequesis, los proyectos educativos y la gestin de las instituciones.

    Asimismo, en este campo es de extrema importancia contar con for-madores adecuadamente prepa-rados para que sean guas fieles y siempre actualizados, a fin de acom-paar a los candidatos al sacerdocio en el uso correcto y positivo de los medios informticos. [...]

    Teologa, Sagrada Escritura y oracin

    Asimismo, habis iniciado una re-visin de lo que prescribe la constitu-cin apostlica Sapientia christiana sobre los estudios eclesisticos, res-pecto al derecho cannico, a los insti-tutos superiores de ciencias religiosas y, recientemente, a la filosofa.

    Un sector sobre el cual convie-ne reflexionar especialmente es el de la teologa. Es importante lograr que sea cada vez ms slido el vncu-lo entre la teologa y el estudio de la Sagrada Escritura, de modo que es-ta ltima sea realmente el alma y el corazn de la teologa (cf. Verbum Domini, 31). Pero el telogo no de-be olvidar que l es tambin quien habla a Dios. Es indispensable, por tanto, mantener estrechamente uni-das la teologa con la oracin per-sonal y comunitaria, especialmen-te litrgica. La teologa es scientia fi-dei y la oracin alimenta la fe. En la unin con Dios, de algn modo, el misterio se saborea, se hace cerca-no, y esta proximidad es luz para la inteligencia.

    Universidades catlicas: identidad muy precisa y su apertura a la totalidad

    Quiero subrayar tambin la co-nexin de la teologa con las dems disciplinas, considerando que se en-

    sea en las universidades catli-cas y, en muchos casos, en las civi-les. El beato John Henry Newman hablaba de crculo del saber, cir-cle of knowledge, para indicar que existe una interdependencia entre las varias ramas del saber; pero s-lo Dios tiene relacin con la totali-dad de lo real; por consiguiente, eli-minar a Dios significa romper el cr-culo del saber.

    Desde esta perspectiva las univer-sidades catlicas, con su identidad muy precisa y su apertura a la tota-lidad del ser humano, pueden rea-lizar una obra valiosa para promo-ver la unidad del saber, orientando a estudiantes y profesores a la Luz del mundo, la luz verdadera que alum-bra a todo hombre (Jn 1, 9).

    Son consideraciones que valen tambin para las escuelas catlicas. Es necesaria, ante todo, la valenta de anunciar el valor amplio de la educacin, para formar personas s-lidas, capaces de colaborar con los dems y dar sentido a su vida. Hoy se habla de educacin intercultural, objeto de estudio tambin en vues-tra plenaria. En este mbito se re-quiere una fidelidad valiente e inno-vadora, que sepa conjugar una cla-

    ra conciencia de la propia identidad y una apertura a la alteridad, por las exigencias de vivir juntos en las so-ciedades multiculturales.

    La formacin de los educadores debe incluir los aspectos religioso y espiritual

    Tambin con este fin emerge el papel educativo de la enseanza de la religin catlica como disciplina escolar en dilogo interdisciplinar con las dems. De hecho, contribu-ye ampliamente no slo al desarro-llo integral del estudiante, sino tam-bin al conocimiento del otro, a la comprensin y al respeto recproco.

    Para alcanzar estos objetivos se deber prestar especial atencin a la formacin de los directores y de los formadores, no slo desde un pun-to de vista profesional, sino tambin religioso y espiritual, para que, con la coherencia de la propia vida y con la implicacin personal, la presencia del educador cristiano sea expresin de amor y testimonio de la verdad.

    (Extractos del discurso a los participantes de la Asamblea

    Plenaria de la Congregacin para la Educacin Catlica, 7/2/2011)

    Benedicto XVI en la Sala del Consistorio con los participantes de la Asamblea Plenaria de la Congregacin para la Educacin Catlica

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  • 10HeraldosdelEvangelio Abril 2011

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    1 Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimien-to. 2 Sus discpulos le preguntaron: Rabb, quin pec: l o sus padres, para que naciera ciego? 3 Ni l ni sus padres han pecado, res-pondi Jess; naci as para que se manifiesten en l las obras de Dios. 4 Conviene que nosotros hagamos las obras de Aquel que me envi mien-tras es de da; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. 5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. 6 Dicho esto, escupi en la tierra, hizo un poco de barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, 7 dicindole: Ve a lavarte a la piscina de Silo, que significa En-viado. Fue entonces, se lav y volvi con vista.8 Los vecinos y los que antes lo haban vis-to mendigar, se preguntaban: No es ste el que se sentaba a pedir limosna? 9 Unos opina-ban: Es el mismo. Y otros: No, es uno que se le parece. l deca: Soy yo. 10 Le dijeron: Cmo se te abrieron los ojos? 11 l respon-

    di: Ese hombre que se llama Jess hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: Ve a lavarte a Silo. Yo fui, me lav y vi. 12 Le pregunta-ron: Dnde est? l respondi: No lo s.13 El que haba sido ciego fue llevado ante los fa-riseos. 14 Era sbado cuando Jess hizo barro y le abri los ojos. 15 De nuevo los fariseos le pregun-taron cmo haba recuperado la vista. l les res-pondi: Me puso barro sobre los ojos, me lav y veo. 16 Algunos fariseos decan: Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sbado. Otros replicaban: Cmo un pecador puede ha-cer semejantes signos?. Y se produjo una divi-sin entre ellos. 17 Entonces dijeron nuevamen-te al ciego: Y t, qu dices del que te abri los ojos? El hombre respondi: Es un profeta. 18 Los judos no creyeron que ese hombre haba si-do ciego y haba llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres 19 y les preguntaron: Es este vues-tro hijo, el que dicen que naci ciego? Cmo es que ahora ve?. 20 Sus padres respondieron: Sa-bemos que es nuestro hijo y que naci ciego, 21 pe-

    Jess abre los ojos al ciego de nacimiento, Duccio di

    Buoninsegna National Gallery, Londres

    a EvangElio A

  • Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP

    Abril 2011 HeraldosdelEvangelio11

    cOmentariO aL eVangeLiO dOmingO iV de cuaresma

    La peor ceguera

    Cuando Nuestro Seor Jesucristo obr el milagro de la curacin de un ciego de nacimiento quiso demostrar que existe una ceguera peor que la de los ojos corporales: la del alma, que impide el desarrollo de la luz sobrenatural infundida en nuestras almas por el Bautismo.

    ro cmo es que ahora ve y quin le abri los ojos, no lo sabemos. Pregntenle a l: tiene edad para responder por su cuenta. 22 Sus padres dijeron es-to por temor a los judos, que ya se haban pues-to de acuerdo para excluir de la sinagoga al que re-conociera a Jess como Mesas. 23 Por esta razn dijeron: Tiene bastante edad, pregntenle a l. 24 Los judos llamaron por segunda vez al que ha-ba sido ciego y le dijeron: Glorifica a Dios. No-sotros sabemos que ese hombre es un pecador. 25 l les contest: No s si es un pecador; lo que s es que antes yo era ciego y ahora veo. 26 En-tonces le preguntaron: Qu te hizo? Cmo te abri los ojos? 27 Les respondi: Ya se lo he di-cho a ustedes y no me han escuchado. Por qu quieren orlo de nuevo? Tambin quieren hacer-se discpulos suyos? 28 Ellos le maldijeron, dicien-do: T sers discpulo de ese hombre; nosotros somos discpulos de Moiss! 29 Sabemos que Dios habl a Moiss, pero no sabemos de dnde es s-te. 30 El hombre les respondi: Esto es lo asom-broso: que ustedes no sepan de dnde es, a pesar

    de que me abriera los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero s al que lo hon-ra y cumple su voluntad. 32 Nunca se oy decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de naci-miento. 33 Si este hombre no viniera de Dios, no podra hacer nada. 34 Le respondieron: T nacis-te lleno de pecado, y quieres darnos lecciones? Y lo echaron.35 Jess se enter de que lo haban echado y, al encontrarlo, le pregunt: Crees en el Hijo del hombre? 36 l respondi: Quin es, Seor, para que crea en l? 37 Jess le dijo: Le es-ts viendo: es el que habla contigo. 38 Enton-ces l exclam: Creo, Seor, y se postr an-te l. 39 Despus Jess agreg: He venido a este mundo para un juicio: para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven. 40 Oyeron es-to algunos fariseos que estaban con l, y le dije-ron: Acaso tambin nosotros somos ciegos? 41 Jess les respondi: Si fuerais ciegos, no ten-drais pecado, pero como decs: Vemos, vues-tro pecado permanece (Jn 9, 1-41).

  • 12HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    a Dios entre sombras, es decir, no podemos ver-lo tal como l es. Lo explica claramente Mons. Cuttaz: Est presente a nosotros con toda su infinita belleza, puesto que est en todas partes, y especialmente en el alma del justo. Le conoce-mos un poco por su accin; no le vemos: nos fal-ta una luz, un instrumento de visin sobrenatu-ral. Es la gracia la que nos lo proporcionar en el cielo, dentro de esta luz de gloria: lumen glo-ri, de la que ser el principio.2

    En esta vida terrena en nuestra alma slo tenemos una semilla de visin beatfica. Pero cuando pasamos a la eternidad, sta se desarro-llar como un rbol, y desaparecern por com-pleto los velos que cubren la fe y la esperanza, y veremos a Dios cara a cara.

    La Liturgia del 4 domingo de Cuaresma, do-mingo de alegra, nos trae la gozosa esperanza de poseer dicha visin en su plenitud.

    II Un hombre qUe vIva en las tInIeblas fsIcas y espIrItUales

    Al escribir su Evangelio, en el momento en que la Iglesia se encuentra en abierta controver-sia con los gnsticos, San Juan se empea desde el inicio en probar que Jess al mismo tiempo es Hombre, aunque sin personalidad humana, y Dios, reuniendo hipostticamente la naturaleza divina y la humana en la Segunda Persona de la Santsima Trinidad.

    El P. Tuya, analizando la finalidad del Evan-gelio de San Juan, comenta: Se ha querido no-tar en l una cierta tendencia polmica contra el querer separar el hombre de Dios.3 Y agre-ga ms adelante: La imagen de Cristo apare-ce delineada, en un aspecto, con rasgos subli-mes: es Dios. [] Pero tambin, en Juan la figu-ra del que es Dios la acusa como el que tambin es hombre. [] En la imagen del Dios-hombre, Juan no especula solamente; relata la historia y acusa los hechos divinos y humanos.4

    El pasaje del Evangelio de este domingo nos presenta al Seor poco despus de salir del Templo, tras terminar una de las polmicas ms ardorosas con los fariseos, concluida por l con una solemne declaracin de su divinidad al afir-mar, con frmula de juramento: En verdad, en verdad os digo: Antes que Abraham naciese, yo soy (Jn 8, 58). Los fariseos entonces cogieron piedras para arrojrselas (Jn 8, 59). Tenan la intencin de matarle, pero no pudieron, pues

    I el DomIngo ltare nos trae Una jUbIlosa esperanza

    La vista es el principal de los sentidos cor-preos, por ser el que mejor nos brinda el co-nocimiento del Creador, a travs de la contem-placin de lo verdadero, lo bueno y lo bello que existe en las criaturas.

    Este don magnfico es smbolo de otro ms precioso, referido a la vida de la gracia. No ve-mos fsicamente a Dios, pero l est en todas partes. Aunque podamos demostrar su existen-cia mediante la lgica, no lo podemos ver con los ojos carnales, pero s percibirlo con auxilio de la luz de la gracia, que ilumina la inteligen-cia, inclina la voluntad al bien y ordena nuestra sensibilidad. Sin ese don de Dios que es la vir-tud de la fe, no conseguimos ver ni aceptar na-da en el campo sobrenatural. Sin embargo, co-mo afirma Royo Marn, al revelarnos su vida ntima y los grandes misterios de la gracia y de la gloria, Dios nos hace ver las cosas, por decir-lo as, desde su punto de vista divino, tal como las ve l.1

    En sentido figurado, podramos decir que nacimos con los ojos vendados y el Bautismo nos quita la venda. Aun as, en la Tierra vemos

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    En sentido figurado, podramos decir que nacimos con los ojos vendados y el Bautismo

    nos quita la vendaPila Bautismal - Iglesia de Santa Mara,

    Kitchener (Canad)

    En la Tierra no vemos fsicamente a Dios; pero la gracia nos lo proporcionar en el Cielo

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio13

    El divino Maestro quiso que primero todos los circundantes viesen al ciego con el barro en los ojos, lo que causara ciertamente viva impresin. Despus, cuando el hombre regresase curado, quedara patente ante ellos Quin era el autor de la curacin

    se escabull y sali del Templo, porque an no haba llegado su hora (Jn 8, 20).

    Tras esta dramtica escena, Jess hizo ante todo el pueblo el estruendoso milagro que servi-r para confirmar la veracidad de sus palabras a respecto de su sobrenatural origen.

    Cristo lo dispuso todo para su gloria1 Al pasar, vio a un hombre ciego de naci-miento. 2 Sus discpulos le preguntaron: Rabb, quin pec: l o sus padres, pa-ra que naciera ciego? 3 Ni l ni sus pa-dres han pecado, respondi Jess; naci as para que se manifiesten en l las obras de Dios. 4 Conviene que nosotros ha-gamos las obras de Aquel que me envi mientras es de da; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. 5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo

    La creencia de que los males fsicos eran siempre consecuencia de algn pecado estaba arraigadsima no slo en los judos, sino tam-bin en los pueblos paganos contemporneos de Cristo. El mismo Jess escribe Fillion, en diversas ocasiones, pareca haber considera-do como castigo del pecado algunas de las en-fermedades que cur.5 Y San Juan Crisstomo observa que cierta vez, despus de haber curado a un paraltico, el Seor lo amonest: No vuel-vas a pecar, no te suceda algo peor (Jn 5, 14), dando a entender con ello que el pecado haba sido causa de la dolencia.6

    No obstante, en el caso presente el Maestro declara tajantemente que la ceguera fue permi-tida desde la eternidad para dar cauce a la ma-nifestacin de su poder divino sobre la natura-leza. Y, como veremos poco despus, este mila-gro fue tambin la misericordiosa oportunidad para que el ciego recibiera la gracia de la con-versin; junto a la luz natural, recibi la fe en aquel que es Luz del mundo.

    La pedagoga de un grandioso milagro6 Dicho esto, escupi en la tierra, hizo un poco de barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, 7 dicindole: Ve a lavarte a la piscina de Silo, que sig-nifica Enviado. Fue entonces, se lav y volvi con vista.

    Causa sorpresa que Cristo haya escupido en el suelo, formado barro, lo haya untado en los ojos del enfermo para ordenarle despus que fuera a lavarse la cara. Podra haber realiza-do este milagro con una simple mirada o un ac-to de voluntad, como proceder ms tarde con otro ciego el de Jeric a quien dijo: Ve (Lc 18, 42). Sin embargo, quiso sanar al ciego de nacimiento aplicndole barro sobre los ojos y mandndole a lavarse en la piscina de Silo. San Juan Crisstomo comenta a propsito: Escu-pi en la tierra para que no atribuyeran un po-der milagroso al agua de aquella piscina y para que t entiendas que fue de su boca de donde sali la misteriosa energa que regener los ojos del ciego y los abri. Por eso es por lo que el evangelista dice: Hizo un poco de barro con la saliva. A continuacin, para evitar que se pen-sara en un poder secreto de la tierra, le orden que fuera a lavarse.7

    El divino Maestro quiso que primero todos los circundantes viesen al ciego con el barro en los ojos, lo que causara ciertamente viva impre-sin. Despus, cuando el hombre regresase cura-do, quedara patente ante ellos Quin era el au-tor de la curacin. Para un pueblo duro de cora-

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    El ciego crey en la palabra de Jess. No se detuvo a pensar cuntas veces se habra

    lavado ya en la piscina de Silo sin curarse

    Ruinas de la piscina de Silo - Jerusaln

  • 14HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    Los fariseos se niegan a creer en Jess incluso frente a la evidencia y buscan obtener un testimonio hostil al divino Maestro

    zn como se, haca falta despejar cualquier du-da al respecto; por eso el Seor emple su propia saliva, mezclndola con la tierra, dos materias in-capaces de operar la curacin por s mismas, re-saltando as que el poder sobrenatural vena de l. Se puede observar que los detalles del episo-dio fueron divinamente dispuestos para produ-cir en los presentes el gran efecto descrito por el evangelista.

    El ciego, por su parte, crey en la palabra de Jess. Por ejemplo, no se detuvo a pensar cun-tas veces se habra lavado ya en la piscina de Si-lo sin curarse, o si el barro podra perjudicar to-dava ms su salud. Comenta San Juan Crissto-mo: Advierte cmo el ciego tena su nimo dis-puesto para obedecer en todo. [] Su nico ob-jetivo fue el de obedecer a quien le mandaba. Nada pudo disuadirle, nada constituy un obs-tculo.8 Cumpli exactamente lo mandado por Nuestro Seor, y fue recompensado.

    Mala voluntad ante el milagro patente8 Los vecinos y los que antes lo haban visto mendigar, se preguntaban: No es ste el que se sentaba a pedir limos-na? 9 Unos opinaban: Es el mismo. Y otros: No, es uno que se le parece. l deca: Soy yo. 10 Le dijeron: C-mo se te abrieron los ojos? 11 l res-pondi: Ese hombre que se llama Jess hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: Ve a lavarte a Silo. Yo fui, me lav y vi. 12 Le preguntaron: Dnde est? l respondi: No lo s.

    Un acontecimiento tan extraordinario fue motivo de gran sensacin, comentarios y discu-siones entre los vecinos y los que antes lo haban visto mendigar. El sinttico relato evanglico no especifica si hubo muestras de entusiasmo, de in-credulidad o de odio. Con todo, parece seguro que la primera reaccin de algunos fue de, a lo menos, ignorar la evidencia de la cura milagro-sa. Indicio de ello es el tono reservado de las res-puestas del feliz beneficiado con el milagro.

    Mala fe y dureza de corazn de los fariseos

    13 El que haba sido ciego fue llevado an-te los fariseos. 14 Era sbado cuando Je-ss hizo barro y le abri los ojos. 15 De

    nuevo los fariseos le preguntaron cmo haba recuperado la vista. l les respon-di: Me puso barro sobre los ojos, me lav y veo. 16 Algunos fariseos decan: Ese hombre no viene de Dios, por-que no observa el sbado. Otros repli-caban: Cmo un pecador puede hacer semejantes signos?. Y se produjo una divisin entre ellos. 17 Entonces dijeron nuevamente al ciego: Y t, qu dices del que te abri los ojos? El hombre respondi: Es un profeta. 18 Los judos no creyeron que ese hombre haba sido ciego y haba llegado a ver

    A la par del desentendimiento instalado en-tre los fariseos a propsito del hecho, estos ver-sculos dejan al descubierto dos aspectos de su estado de espritu. La mala fe: poco les impor-ta el favor dispensado por Nuestro Seor al des-dichado ciego, profiriendo el gastado reproche de violar el sbado. Y la dureza de corazn: se niegan a creer en Jess incluso frente a la evi-dencia; interrogan al mendigo pero no para co-nocer la verdad, sino con la esperanza de obte-ner un testimonio hostil al divino Maestro: Lo interrogan acerca del tema de la visin obteni-da no para saber, sino para inferir una calumnia e imponer falsedad,9 comenta Santo Toms de Aquino. Pero el ex-ciego hace frente a ellos un acto de fe en Jess: Es un profeta.

    Los padres del ciego se esquivan

    hasta que llamaron a sus padres 19 y les preguntaron: Es este vuestro hijo, el que dicen que naci ciego? Cmo es que ahora ve?. 20 Sus padres respondie-ron: Sabemos que es nuestro hijo y que naci ciego, 21 pero cmo es que aho-ra ve y quin le abri los ojos, no lo sa-bemos. Pregntenle a l: tiene edad pa-ra responder por su cuenta. 22 Sus pa-dres dijeron esto por temor a los judos, que ya se haban puesto de acuerdo pa-ra excluir de la sinagoga al que recono-ciera a Jess como Mesas. 23 Por esta ra-zn dijeron: Tiene bastante edad, pre-gntenle a l.

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio15

    Prevaleci la sabidura del hombre simple, fiel a la gracia, sobre la pretenciosa ciencia de los fariseos

    Los padres del ciego se percataron en segui-da de la malicia y el odio que dominaban ese in-terrogatorio de los fariseos. Tenan motivos de sobra para temerles, puesto que la expulsin de la sinagoga podra acarrear graves consecuen-cias en el campo civil, como el destierro y la confiscacin de los bienes. Por eso prefirieron cortar cualquier posibilidad de pronunciarse so-bre Jess: No sabemos, pregntenle a nuestro hijo, que es mayor de edad.

    Contraste entre el odio de los fariseos y la sabidura del mendigo24 Los judos llamaron por segunda vez al que haba sido ciego y le dijeron: Glo-rifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. 25 l les contes-t: No s si es un pecador; lo que s es que antes yo era ciego y ahora veo. 26 Entonces le preguntaron: Qu te hi-

    zo? Cmo te abri los ojos? 27 Les res-pondi: Ya se lo he dicho a ustedes y no me han escuchado. Por qu quieren or-lo de nuevo? Tambin quieren hacerse discpulos suyos? 28 Ellos le maldije-ron, diciendo: T sers discpulo de ese hombre; nosotros somos discpu-los de Moiss! 29 Sabemos que Dios habl a Moiss, pero no sabemos de dnde es ste. 30 El hombre les res-pondi: Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dnde es, a pe-sar de que me abriera los ojos. 31 Sa-bemos que Dios no escucha a los pe-cadores, pero s al que lo honra y cum-

    ple su voluntad. 32 Nunca se oy de-cir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33 Si este hombre no viniera de Dios, no podra hacer na-da. 34 Le respondieron: T naciste lleno de pecado, y quieres darnos lecciones? Y lo echaron.

    Era grande la contumacia de los dirigentes de la sinagoga. Una vez ms los versculos per-miten notar su malvola insistencia en la tenta-tiva de sacarle al antiguo ciego una declaracin contra el Seor. Los fariseos slo buscaban en su respuesta un motivo de poder desvirtuar los hechos y negar que Cristo lo hubiese cura-do, comenta el Padre Tuya.10 Pero el mendi-go, asistido por el Espritu Santo, les respondi con acierto, tal como habra hecho el mismo Je-ss en circunstancias idnticas. Qu contras-te escribe Fillion entre el odio, la astucia y la violencia, reprimida al principio y declarada luego, de los fariseos, y la calma, la habilidad y la fina irona del mendigo, que, aunque vencido en apariencia, conseguir, sin embargo, la victo-ria.11 Prevaleci la sabidura del hombre sim-ple, fiel a la gracia, sobre la pretenciosa ciencia de los fariseos; quedaba patente que el milagro haba beneficiado ms profundamente la visin del alma que la visin del cuerpo.

    En cuanto a los fariseos, reaccionaron de acuerdo a su obstinacin: tras insultar grosera-mente al hombre que una autoridad justa de-bera tratar con total benevolencia, decretaron contra l la sentencia de excomunin.

    Quin es, Seor, el Hijo del hombre para que crea en l?

    Jess le dijo: Le ests viendo

    Sagrado Corazn de Jess - Catedral de Asuncin, Paraguay

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  • 16HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    Quien no reconoce la divindad de Nuestro Seor es un ciego de corazn

    Una razn ms para que Jess lo atrayese con su bondad divina. San Agustn comenta al respec-to: Despus de muchas cosas fue lanzado de la sinagoga de los judos aquel que haba sido ciego y ya no lo era; enfurecironse contra l y le expul-saron. Y eso es lo que teman sus padres; nos lo declar el evangelista []. Temieron, pues, ellos ser arrojados de la sinagoga; l no lo temi, y fue arrojado; los padres quedaron en ella. Pero tiene por acogedor a Cristo y puede decir: Porque mi padre y mi madre me abandonaron. Qu aa-di? Pero el Seor me tom bajo su amparo. Ven, oh Cristo!, y tmale; ellos le arrojaron, ac-gele t; t, el enviado, acoge al expulsado.12

    El centro de este episodio35 Jess se enter de que lo haban echa-do y, al encontrarlo, le pregunt: Crees en el Hijo del hombre? 36 l respondi: Quin es, Seor, para que crea en l? 37 Jess le dijo: Le ests viendo: es el que habla contigo. 38 Entonces l exclam: Creo, Seor, y se postr ante l.

    El objetivo de San Juan cuando relata es-te episodio era, sin duda, poner en claro el si-guiente punto: al ser curado de la ceguera, este hombre recibi tambin la creencia en la divini-dad de Cristo.

    La pregunta del Maestro est formulada con suma sagacidad. En diversas ocasiones a lo lar-go de los Evangelios se denomina Hijo del hom-bre. Esta expresin lo protega de la malicia de los fariseos, que andaban en busca de pretextos para condenarlo, pues poda ser interpretada tanto como el hombre que soy yo, como una denominacin del Mesas.13 En el fondo, daba testimonio de su divinidad mediante un ttulo que los fariseos no podran aprovechar para sus ataques insidiosos.

    Y cuando respondi al mendigo con las pala-bras: Le ests viendo, aluda al doble benefi-cio concedido, esto es, la visin natural y el don de creer en su divinidad. Por eso el bendecido con el milagro proclama su fe postrndose ante l, en actitud de adoracin, y probablemente se integr a la compaa de los discpulos.

    Es razonable pensar que este milagro con-tribuy mucho a confirmar la fe de los propios apstoles, dndoles tambin la ocasin de me-ditar cunto vale ms la conversin espiritual que la cura de la ceguera material.

    La lectura del prximo versculo nos har en-tender mejor este aspecto.

    La verdadera visin39 Despus Jess agreg: He venido a este mundo para un juicio: para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven.

    El divino Maestro usa aqu el verbo ver en dos sentidos: el fsico y el espiritual. San Agus-tn comenta el trecho de la siguiente manera: Si bien todos, cuando nacimos, contrajimos el pecado original, no por eso nacimos ciegos; aunque, bien mirado, tambin nosotros nacimos ciegos. Quin, en efecto, no ha nacido ciego? Ciego de corazn. Mas el Seor, que haba he-cho ambas cosas, los ojos y el corazn, las cur tambin a las dos.14

    40 Oyeron esto algunos fariseos que estaban con l, y le dijeron: Acaso tambin nosotros somos ciegos? 41 Jess les res-pondi: Si fuerais ciegos, no tendrais pecado, pero como decs: Vemos, vuestro pecado permanece.

    A la interpelacin de algunos fariseos res-ponde el Seor con una increpacin impresio-

    1 ROYO MARN, OP, Anto-nio Teologa Moral para Se-glares. 5 ed. Madrid: BAC, 1979, vol. 1, p. 232.

    2 CUTTAZ, Franois Joseph Nuestra vida de gracia (El Justo). Madrid: Studium, 1962, pp. 28-29.

    3 TUYA, OP, Manuel de Bi-blia comentada. Evangelios. Madrid: BAC, 1964, vol. 2, p. 941.

    4 dem, p. 946.

    5 FILLION, Louis-Claude Vi-da de Nuestro Seor Jesucris-

    to. Madrid: RIALP, 2000, vol. 2, pp. 358-359.

    6 SAN JUAN CRISSTOMO Homilas sobre el Evangelio de San Juan (30-60). Madrid: Ciudad Nueva, vol. 2, p. 273.

    7 dem, pp. 282-283.

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio17

    Esforcmonos en nuestro apostolado ayudando a los dems a recuperar la vista espiritual

    La gracia del Bautismo supera incomparablemente a la luz solar

    Puesta del Sol vista desde la Casa Madre de los Heraldos del Evangelio - So Paulo

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    nconante. En efecto, si, pese a todas las

    obras realizadas por l, alguno lo consi-dera de modo meramente natural y hu-mano, sin reconocer su divinidad, se tra-tar, sin duda, de un ciego del alma, un ciego de corazn. En cambio, quien pa-dece ceguera corporal pero, por accin de la gracia, cree en la divinidad del Me-sas, se fue curado de la ceguera espiri-tual, curacin incomparablemente ms importante que la de la ceguera fsica. Como afirma el Apstol, las cosas visi-bles son temporales; las invisibles, eter-nas (2 Cor 2, 18).

    Esa es la belleza de la liturgia de hoy, al resaltar la maravilla de la visin so-brenatural.

    III Dejemos las tInIeblas De este mUnDo

    El cerne de este Evangelio lo sintetiza San Pablo en su Epstola a los Efesios, propuesta a nuestra consideracin tambin en este domin-go de alegra: Fuisteis algn tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Seor (Ef 5, 8).

    Habiendo nacido con el pecado original, de hecho estaremos en tinieblas para comprender lo sobrenatural mientras no recibamos la luz de la gracia por el Bautismo. Esta es una luz que supera incomparablemente al propio astro rey. Lo que el sol es para el mundo sensible, lo es Dios para el mundo espiritual: la luz de la justi-cia y de la verdad eterna, de la ms elevada her-mosura y del amor infinito, de la ms pura san-tidad y de la ms perfecta felicidad,15 afirma el Padre Scheeben.

    En nuestro apostolado, esforcmonos enton-ces ayudando a los dems a recuperar la vista espiritual, porque as podrn contemplar los re-flejos de la luz divina en la creacin y ordenar su

    vida en funcin de ese Lucero que es Cristo y la Santa Iglesia Catlica Apostlica Romana.

    Con este magnfico Evangelio sobre la luz en el 4 domingo de Cuaresma, la Iglesia nos pro-porciona un particular aliento para avanzar con nimo decidido en la vida espiritual. A veces fla-queamos, nos dejamos arrastrar por nuestras malas inclinaciones y sentimos peligrar nuestra perseverancia en la senda de la santificacin. En tales momentos recordemos la curacin del ciego de nacimiento y pensemos que, si Dios permiti que cayramos en una debilidad, igualmente es-t atento para intervenir en cualquier momento y restaurar en nosotros la vida divina. Con las ora-ciones y mediacin materna de Mara, nos en-contraremos purificados para contemplar la luz del Cirio Pascual, smbolo tambin de esa Luz que nos fue dada con la Resurreccin de Cristo y que nos viene a travs de los Sacramentos.

    8 dem, pp. 283-284.9 SANTO TOMS DE AQUINO

    Comentario al Evangelio de San Juan. Buenos Aires: gape, 2008, vol. 5, p. 22.

    10 TUYA, op. cit. p. 1163.11 FILLION, op. cit. p. 43.

    12 SAN AGUSTN. Enarratio-nes in Ps. 130, 4, in: Obras de San Agustn. 2 ed. Ma-drid: BAC, 1965, vol. 10, pp. 630-631.

    13 Cf. Vocabulario de Teologa Bblica. Petrpolis: Vozes, 1972, pp. 365-366.

    14 SAN AGUSTN. Enarratio-nes in Ps. 136, 2, in: op. cit. p. 642.

    15 SCHEEBEN, M.-J. Las maravillas de la gracia divi-

    na. Petrpolis: Vozes, 1952, p. 147.

  • El pintor de lo sobrenatural

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    18HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    Si no hubiera sido dominico, Fra Anglico no habra sido el artista que fue. Esta observacin de uno de sus bigrafos encuentra plena justificacin en la obra de nuestro beato, el cual se empap en las fuentes de la Suma Teolgica para plasmar su concepcin del hombre, de la existencia y de la eternidad, antes de darle vida a travs de su pincel.

    a tarde est cayendo en la hermosa Florencia. Por sus estrechas calles se cru-zan mercaderes vidos de

    lucro y artistas sedientos de celebri-dad, y se difunde en el aire un bulli-cio inquieto que abarca desde discu-siones sobre el precio del trigo hasta acaloradas polmicas sobre el mri-to de un nuevo estilo de fachada. A lo lejos, se escucha a alguien que de-clama un pasaje de Dante, y el soni-do de la meloda de un lad indica la presencia de un trovador.

    Es la vida renacentista del Quattro-cento palpitando en las arterias de la ciudad donde los genios de la escultu-ra, arquitectura, pintura y literatura se disputan el sitio en la calzada, mien-tras anhelan un lugar de destaque en el firmamento de los grandes del arte.

    A pocas manzanas de distancia de este ambiente humanista, una realidad muy diversa circunda a otro talento. En el silencio claustral del convento de San Marcos, subido en lo alto de un andamio y susurrando oraciones, un fraile traza diseos en la pared con pulso firme y pinta con tintas de fascinante colorido, elabo-radas por l mismo segn los mto-

    dos enseados por los antiguos. Sus diestras manos dan forma a ngeles, Madonnas, santos y personajes bbli-cos, componiendo escenas que edifi-can y suscitan admiracin.

    Sus hermanos no ignoraban el valor de su estro, ni su predileccin por los ngeles, que los sabe pintar con perfeccin. Por eso le llamaban con afecto por el apodo con el que pasara a la Historia: Fra Anglico.

    Vocacin religiosa y artstica

    Guido di Pietro Trosini su nom-bre antes de hacerse religioso na-ci en la poblacin agrcola de Vic-chio di Mugello, en las cercanas de la capital de la Toscana. La cronolo-ga del venerado pintor es bastante incierta, debido a la escasez de fuen-tes documentales, razn por la cual los estudiosos sitan su nacimiento entre los aos 1387 y 1400.

    Su infancia transcurri en su pue-blo natal y en determinado momen-to de su juventud se mudara con su familia a Florencia. Antes de cum-plir los veinte aos se inscribi en la corporacin de artistas de la Compa-a de San Nicols, donde aprende-ra en poco tiempo los secretos de las

    Hna. Carmela Werner Ferreira, EP

    Detalle de la Resurreccin de Cristo (1440-1441) - Museo de San Marcos, Florencia

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio19

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    miniaturas y de la pintura sobre tabla con el clebre Lorenzo Monaco.

    Junto a su veta artstica no tard en revelarse su vocacin religiosa, la cual sinti con claridad durante una predi-cacin del Beato Juan Dominici, en la iglesia de Santa Mara Novella. Este dominico de reconocida elocuencia y santidad fue el instrumento de la gra-cia para convocar al joven Guido a las filas de los frailes predicadores, ense-ndole mediante su fuerza persua-siva y ejemplo personal el camino de vida evanglica trazado por Santo Domingo de Guzmn.

    Poco despus de esa predicacin, helo ah a las puertas del convento de Santo Domingo, en Fisole, pi-diendo que fuera admitido. Llev consigo a su hermano Benito, y am-bos fueron recibidos con jbilo por la comunidad. Como guardaba un admirativo recuerdo de la figura de Juan Dominici tambin quiso lla-marse Juan en la vida consagrada,

    y experiment en ese convento las alegras primaverales que acostum-bran inundar el alma de los novicios.

    El carisma de la Orden proyectado en los lienzos

    Se siguieron los aos de estudios filosficos y teolgicos, que haran de l un profundo conocedor de la doc-trina cristiana, tomista ardoroso y sacerdote de slida piedad. Duran-te ese perodo, el prior del conven-to, el futuro arzobispo San Antonino de Florencia, tuvo la intuicin cierta-mente inspirada de lo alto de com-prender que las dotes artsticas de fray Juan constituiran un eficaz au-xilio para la predicacin de la Palabra de Dios. Percibi que no sera nece-sario apartarlo de la paleta y de los pinceles para el cumplimiento de su vocacin; por el contrario, le incenti-v a que proyectara en los lienzos la riqueza del carisma de su Orden. Y lo supo hacer mejor que nadie.

    De hecho, la existencia de Fra An-glico y de toda su obra artstica es-t cimentada en la espiritualidad do-minicana. Convencido de que el mis-mo soplo del Espritu Santo que ani-maba a sus hermanos de hbito en el plpito debera impulsar su pin-cel, abraz el ideal de predicar a tra-vs de las imgenes, lo mismo que los otros lo hacan por la palabra. Si el pintor dominico quema horas en el nuevo estudio-taller, es por pura necesidad espiritual, por querer ser consecuente con su vocacin religio-sa, comenta uno de sus principales bigrafos.1 Si no se partiera de estos presupuestos, nunca lo entendera-mos por completo, ni apreciaramos todo el esplendor de su legado.

    En la alternancia armoniosa en-tre las obligaciones de la vida comu-nitaria y el apostolado a travs del arte, la obra desarrollada por el frai-le pintor fue muy amplia y fecunda. Suele ser divida en tres grandes eta-

    Descendimiento de la Cruz (1432-1434) - Museo de San Marcos, Florencia

  • 20HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    Fisole, con todo, representa sola-mente la primera etapa de la trayec-toria de fray Juan, y seguramente de la que guardara el ms dulce de los recuerdos. Otros y mayores seran los planes que el Seor le reservaba para que fueran cumplidos no ya en el re-tiro de una pequea villa toscana, si-no en el corazn turbulento de la ciu-dad de la flor de lis roja.

    Los frescos del convento de San Marcos

    Hablar de Florencia en la po-ca en la que en ella vivi el Angli-co acaba conducindonos, ms tarde o ms temprano, a hablar de la fami-lia Medici. Tambin sta se cruz en la vida de nuestro beato y de la co-munidad dominica cuando uno de sus prceres, el poderoso Cosme, le pidi insistentemente al Papa Euge-nio IV que confiara a esos frailes tan virtuosos un convento abandonado, con el fin de revitalizar una zona que le pareca muy til. El pontfice acce-di y en el ao 1438 llegaron desde la vecina Fisole varios religiosos de aquella Orden para impulsar los tra-bajos de reconstruccin e implantar en Florencia una reforma espiritual, que bien lo necesitaba. Fra Anglico se encontraba entre ellos.

    Del antiguo convento recons-truido bajo el patrocinio de Cosme de Medici poco qued adems del nombre de San Marcos. Conforme las nuevas paredes iban siendo con-cluidas, se convertan en campo de accin para el fraile pintor. Deslum-brado con las dotes artsticas del jo-

    ven, el potentado se dispuso a finan-ciar los gastos materiales, nada pe-queos, de los frescos; y como al acaudalado personaje el dar limosnas no le supona ningn sacrificio finan-ciero, fray Juan pudo realizar sin difi-cultades un magnfico trabajo.

    El perodo florentino de Fra An-glico (1439-1445) estuvo dedica-do por entero a la pintura del con-vento de San Marcos, que constituy su obra magna y el tesoro ms gran-de que nos ha dejado. Para la dedica-cin de la iglesia conventual, acudi incluso el Sumo Pontfice, quien se qued admirado al recorrer las cel-das de los religiosos: todas estaban decoradas con magnficas pinturas murales que retrataban escenas del Evangelio. Estupefacto ante tamao talento, Eugenio IV, convoc a fray Juan para embellecer el Vaticano. Y el santo pintor no poda dejar de aceptar esos encargos, mxime por-que la Iglesia como seala un bi-grafo suyo no le convoca a una me-ra tarea artstica, sino que demanda su contribucin para contrarrestar la fuerza del Humanismo pagano.2

    En Roma, convocado por el Papa

    De esta manera se inicia el pero-do romano (1445-1455), intercalado por una estancia de tres aos (1450-1452) en su querida Fisole y algu-nas cortas estadas en Orvieto.

    A su incomparable genio se de-ben varias obras en el Palacio Apos-tlico, como los frescos de la Capi-lla Nicolina as denominada en honor del sucesor de Eugenio IV

    pas, relacionadas con los aos trans-curridos en las ciudades donde vivi: Fisole, Florencia y Roma.

    Los primeros aos en Fisole

    El perodo fiesolano (1420-1438) es el ms extenso. La significativa lis-ta de obras realizadas en estos diecio-cho aos abarca desde encomiendas para iglesias clebres, y para el mis-mo convento dominico, hasta pedi-dos de familias ricas, deseosas de de-corar con esplendor las capillas de sus palacios. Entre las obras ms im-portantes de esta poca destacan Descendimiento de la Cruz hecha en colaboracin con el maestro Lo-renzo Monaco, que se encuentra en el Museo de San Marcos, en Flo-rencia; La Anunciacin, conservada en el Museo del Prado, de Madrid; y La Coronacin de la Virgen, actual-mente en el Louvre, Pars.

    Fra Anglico fue en tres ocasio-nes prior del convento dominico de Fisole, fundado por el Beato Juan Dominici con el objetivo expreso de promover la reforma de la Orden in-centivada por Santa Catalina de Sie-na. Su actuacin, por tanto, sea co-mo superior religioso, sea como pin-tor, tiende a valorar la esencia de la espiritualidad dominicana, la obser-vancia de la Regla y contiene una no-ta de austeridad que nunca se ausen-tar de sus composiciones. Incluso en los lienzos de gran magnificencia, donde abundan el oro y los ambien-tes palaciegos, los personajes perma-necen sobrios, modestos y sencillos y ajenos a los atractivos materiales.

    Escenas de la Vida de Santo Domingo de Guzmn - Predela del Trptico de Cortona (1436-1437)

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio21

    que representaban la vida de los santos Esteban y Lorenzo y constitu-yen una de las mayores preciosida-des de los Museos Vaticanos. Infe-lizmente, las pinturas ejecutadas en la Capilla del Santsimo Sacramento y en el despacho del Sumo Pontfi-ce fueron deshechas en el siglo XVI.

    Durante su permanencia en Ro-ma, el Papa Eugenio IV, le ofreci el Arzobispado de Florencia. Por hu-mildad, lo rechaz y le sugiri que ocupara tan alta dignidad su cofra-de San Antonino. Esta sugerencia, acogida sin vacilacin, no poda ha-ber sido ms acertada.

    Andaba preparndose Fra Ang-lico para decorar la baslica de San-ta Mara sopra Minerva, adyacente al convento en el que resida en Roma, cuando el Seor lo llam a s, el 18 de febrero de 1455. Su muerte fue se-rena, como su vida, y sus contempo-rneos no slo elogiaron sus lienzos y sus frescos, sino que tambin su-pieron apreciar su virtud, a tal pun-to que en la lpida funeraria qued consignado: Ha merecido la gloria ms por su caridad que por su arte. Lo mismo diramos nosotros, pues aunque no lo hemos conocido en vi-da podemos admirar sus obras, y s-tas dan testimonio de que Fra Ang-lico ms que un artista fue un santo.

    El espritu triunfa sobre la materia

    Detengmonos algunos instantes en las encantadoras pinturas de es-te maestro del pincel y penetremos en la atmsfera sobrenatural que, como nadie, supo crear. Los perso-

    Detalle de Coronacin de la Virgen (1432) - Galera Uffizi, Florencia

  • 22HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    najes trascienden de tal modo las debilidades de nuestra naturaleza decada que casi se dira que estn exentos de la mancha original. Sus frescos y retablos, afirma el profe-sor Plinio Corra de Oliveira, re-tratan a unos hombres para quienes esta vida terrenal es antesala de la celestial. Reproduce en sus pinturas personas embebidas de una luz, cla-ridad y levedad inexistentes en lo co-tidiano real.3

    En ellos brillan, adems, las virtu-des de la templanza y de la castidad en grado eminente, muy bien expre-sadas en la levedad de sus gestos, en la modestia de sus maneras y en sus rostros. Son figuras, aade el mis-mo autor, dotadas de un fulgor que viene de dentro hacia fuera y que ilumina todo su ser. Porque el esp-ritu es claro, mientras que la mate-ria es opaca. La intencin del artista es exactamente representar esa irra-diacin del espritu. 4

    Sus clebres ngeles poseen ex-presiones limpias y se presentan dis-puestos a recorrer las latitudes side-rales para cumplir cualquier deter-minacin divina. Son espritus pacfi-cos, no sometidos a la ley de la grave-dad, trasmisores de un mensaje sen-cillo, aunque cargado de bendiciones y alegras. Nos hablan del Cielo, don-de podremos or las melodas de sus ureos instrumentos y gozar la ansia-da visin beatfica, de la que ya par-ticipan. Y nos sugieren que slo po-dran retratarlos as de bien alguien que tuviera igual templanza y el mis-mo sentido de la armona.

    Fra Anglico no conoci la envi-dia, o lo ms probable es que tuvie-ra tal grandeza de alma que fuera capaz de rechazar ese vicio hasta el punto de vivir y pintar como si ste no existiese. Incluso el insospecha-do Hegel, sorprendido al encontrar tanta candidez, confesara: Fray Anglico cre una obra que nunca ha sido superada en la profunda sin-ceridad de su concepcin.5

    Contemplar su pintura es, en suma, recibir una alta y sublimada leccin de espritu catlico, en la cual descubri-mos una representacin del gnero humano tal vez distante de lo que es, pero muy cercana a lo que debera ser.

    Un alma medieval en pleno Renacimiento

    A semejanza de un capullo de ro-sa que, cortado del rosal, an abre graciosamente sus ptalos lejos de las races, se puede afirmar que el bea-to de Fisole posea un alma medie-val aun cuando la Edad Media ya ha-ba concluido. Los crticos de arte se muestran unnimes sobre este par-ticular: La pintura de Fra Anglico fue definida expresin de una inspi-racin religiosa tpicamente medie-val, una pintura de una serenidad que no conoce turbaciones y que na-ce en un ambiente paradisaco conti-nuamente inundado de luz.6

    En efecto, en sus pinturas difanas no se nota esa exaltacin del elemen-to humano, caracterstica de los nota-bles del Renacimiento, y mucho me-nos la intemperancia con la que stos procuraban expresar a toda costa, en obras poco recatadas, fruiciones te-rrenas muy intensas que producen a la vez delicias y dilaceraciones.

    No, Fra Anglico no participa-ba de este espritu, porque su unin con Dios le haca comprender que el hombre slo es grande cuando es humilde, y cualquier alegra humana debe ser un reflejo del gozo sobre-natural que procede del estado de gracia y de una vida virtuosa.

    Su conducta personal se armoniz con la concepcin artstica; en ambas se muestra perfectamente puro y casto, humilde y luminoso.7 Es ste el aspecto por el que se distancia ms de sus contemporneos. Con excep-cin de Fra Anglico afirma un historiador tal vez no exista un ar-tista de esa poca que junto con esce-nas evanglicas no tenga en sus obras otras muchas en sentido opuesto. 8

    Una tcnica prodigiosa e innovadora

    En contrapartida y aqu la para-doja realza ms su genio, Fra An-glico est en la vanguardia de to-do el progreso pictrico logrado has-ta entonces: No era insensible a las grandes innovaciones artsticas y a todo lo que estaba pasando fuera de los muros del monasterio.9 Dibuja-ba en perspectiva con ms calidad que los dems seguidores de Giotto, e incluso vesta hermosamente a sus ngeles segn los padrones de los fa-mosos tejidos producidos en Siena.

    Quien estudia su pintura encuen-tra vestigios de una creciente asimi-lacin de las innovaciones estilsticas de la poca: Este avance progresi-vo de las nuevas formas, que se des-cubren paulatinamente en su pintu-ra, demuestra que ha sido receptivo a la leccin cultural de su sociedad y de sus colegas.10 Atento a los descubri-mientos e incrementos de sus coet-neos, y l mismo un descubridor de primera orden, Fra Anglico com-prendi el provecho que se poda sa-car de las nuevas posibilidades e in-venciones, para una mayor eficacia de su apostolado.

    Varias de sus pinturas son obras maestras del Quattrocento o primer Renacimiento italiano, e influencia-ron en gran medida a las subsecuen-tes generaciones de pintores, por contener lo mejor de lo que se haba logrado hasta el momento. El Juicio Final, hoy en el Museo de San Mar-cos, ostenta una tcnica prodigiosa y es la obra ms innovadora en pers-pectiva de la poca. Igualmente su privilegiada capacidad para expresar los sentimientos religiosos es consi-derada como punto de referencia.

    Ha de mencionarse an la belleza de las tintas, hechas en circunstancias muy diversas a las actuales, abundan-tes en recursos tecnolgicos. Produc-tos del ingenio del Anglico presen-tan una arrebatadora variedad cro-mtica, empleada con osada y buen gusto. Su predileccin por el azul es

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio23

    Quien estudia la pintura de Fra Anglico encuentra vestigios de una creciente asimilacin de las innovaciones estilsticas de la poca

    A la izquierda: El Santo Obispo (probablemente San Alejandro) - Museo Metropolitano de Arte, Nueva York. A la derecha: Descenso al Limbo, detalle del Armario de la plata - Museo San Marcos, Florencia.

    manifiesta, y sabe explorarlo en sus diversas tonalidades, sobre todo el azul de Alemania, el ail y el azul ul-tramar. La materia prima de esta tin-ta era el lapislzuli, elemento muy ra-ro y valioso en aquella regin, y en-noblecido an ms por el uso sin par que el artista supo darle.

    Verdaderamente, este hombre espiritual, olvidado de las cosas te-rrenas, supo hacerlas mejor que mu-chos artistas de su siglo, pendientes de cualquier novedad, pero olvida-dos de las cosas de Dios.

    El Santo Toms de la pintura

    Si no hubiera sido dominico, Fra Anglico no habra sido el artis-ta que fue. 11 Esta observacin de uno

    de sus bigrafos encuentra plena jus-tificacin en la obra de nuestro beato, el cual se empap en las fuentes de la Suma Teolgica para plasmar su con-cepcin del hombre, de la existencia y de la eternidad, antes de darle vida a travs de su pincel: Fray Juan asenta-r toda su obra pictrica sobre esta ci-mentacin doctrinal de la escolstica de Santo Toms de Aquino.12

    Realmente se palpa la consonan-cia entre las pinturas de Fra Angli-co y el pensamiento del Doctor An-glico, hasta el punto de poder decir-se que el primero transpuso al campo de lo artstico la doctrina del segun-do. Esta reversibilidad, sntesis mara-villosa de la esencia del cristianismo, le vali a fray Juan de Fisole el ttu-

    lo de el Santo Toms de la pintura, pues el pintor alcanz en su terreno especfico de actuacin una geniali-dad semejante a la del telogo.

    Hoy, trascurridos casi seis siglos de la ida de Fra Anglico a la eter-nidad, la mejor manera de conocerlo contina siendo contemplar sus lien-zos y frescos, y percibir en estas arts-ticas obras la lozana de su fe, la ino-cencia de su alma y la pureza de un corazn que am a Dios sobre todas las cosas. Sin duda alguna, su obra est fijada en lo ms alto de la inmor-talidad y de la gloria, y permanecer para siempre como un himno de ac-cin de gracias donde el universo pa-rece atravesado por los rayos dora-dos del amor del Creador.13

    1 ITURGIZ, OP, Domingo. El Anglico: pintor de San-to Domingo de Guzmn. Salamanca: San Esteban, 2000, p. 91.

    2 dem, p. 92.3 CORRA DE OLIVEIRA,

    Plinio. O pintor do so-brenatural. En: Dr. Plinio. So Paulo. Ao VI, n. 60 (Marzo 2003); p. 32.

    4 dem, p. 33.

    5 HEGEL, George W. F., apud DAZ FERNN-DEZ, Jos Mara. Beato Anglico o Juan de Fiso-le. En: ECHEVERRA, L., LLORCA, B., BETES, J. (Org.). Ao Cristiano. Madrid: BAC, 2003, v. II, p. 377.

    6 NESTI, Riccardo. Florena: histria, arte, folclore. Fi-renze: Becocci, 1996, p. 42.

    7 DANIEL-ROPS, Henri. A Igreja da Renascena e da Reforma. So Paulo: Qua-drante, 1996, t. 1, v. 4, p. 190.

    8 dem, p. 191.9 NESTI, op. cit., p. 42.10 ITURGIZ, op. cit., p. 89.11 GUIMARES FILHO,

    Luis. Fra Anglico. Rio de Janeiro: A noite, 1937, p. 198.

    12 ITURGIZ, op. cit., p. 52.

    13 LUCAS-DUBRETON, Jean. A vida quotidiana em Florena no tempo dos Mdicis. Lisboa: Livros do Brasil, s. d., p. 215.

    14 ITURGIZ, op. cit., p .99.

    15 WIRTZ, Rolf C. Arte e ar-quitectura: Florena. Col-nia: Knemann, 2001, pp. 329-330.

  • 4E

    El Evangelio ilustrado

    24HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    Los frescos deL convento de san Marcos

    l convento de San Marcos y Fra Anglico son nom-bres indisociables. Duran-

    te el transcurso de seis aos (1439-1445), el pintor concentr su empe-o en hacer de ese edificio una espe-cie de Evangelio ilustrado y colori-do, donde 54 grandes composiciones murales adornan 47 celdas y otras habitaciones, en las que se pueden contar ms de 300 figuras humanas. Se trata de un trabajo monumental, impulsado por el deseo de los Medi-cis, del arquitecto Michelozzi y del prior de San Marcos, de rematar con una decoracin categorizada to-do el esfuerzo empleado en la nueva construccin.

    La primera y modesta intencin de Fra Anglico era la de edificar a los frailes y ayudarles en la medita-cin, aunque ese trabajo estaba des-tinado a tener un volumen mucho ms grande: El ciclo pictrico de San Marcos se muestra como una manifestacin artstico-cultural de tal calidad intelectual, de tal inspi-racin espiritual, que sin duda hay que situarla entre los logros de ma-yor altura de todo el siglo XV.14

    Su planificacin es sencilla. Estu-dios serios demuestran que la elec-cin de los pasajes bblicos retrata-dos no obedece a un criterio preesta-blecido, sino que brota espontnea-mente de la inspiracin del artista. Esto le confiere al conjunto una no-ta de especial naturalidad y sorpre-

    sa, haciendo de cada celda o esquina de un pasillo una agradable suce-sin pictrica fuera de cualquier es-quema. Se pueden descubrir las ma-nos de colaboradores, que ejecuta-ron un trabajo obviamente inferior al del maestro.

    La nota predominante de los frescos de San Marcos es la senci-llez, fruto del deseo del artista de presentar el valor intrnseco del pasaje retratado, sin retener al ob-servador con elementos capaces de distraerle de este lenguaje espiri-tual. Los frescos que Fra Angli-co pint en las celdas del dormito-rio de San Marcos se caracterizan sobre todo por la fuerza expresi-va de su sobrio lenguaje pictrico, por la estructura clara de la com-posicin y por la ausencia de cual-quier pormenor mundano []. De acuerdo con el carcter de una obra que pretende suscitar la devocin, el lenguaje expresivo es sencillo y discreto, adecuado al lugar y al fin que se propone.15

    En el convento de San Marcos todo es digno de mencin, e incu-rriramos en parcialidades si es-cogiramos un aspecto a destacar en detrimento de los otros. Nos co-rresponde repetir con el autor sa-grado, sobre esta pequea porcin de un paraso ideado por el Ang-lico, que all cada cosa es buena, pero el conjunto es muy bueno (cf. Gn 1, 31).

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    Abril 2011 HeraldosdelEvangelio25

    1 - Adoracin de los Magos (detalle). 2 - Presentacin en el Templo. 3 - El Beso de Judas. 4 - Crucifixin. 5 - Preparacin para el sepultamiento. 6 - Noli me tangere.

  • Brasil Por su belleza, la iglesia de Nuestra Seora del Rosario, del seminario de los Heraldos del Evangelio, fue escogida por una pareja de novios chinos para celebrar su matrimonio. La ceremonia fue presidida por el arzobispo

    emrito de Taipei, Mons. Joseph Ti-Kang. Decenas de fieles vinieron desde su lejano pas para el evento.

    26HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    Mozambique Los misioneros de los Heraldos del Evangelio tuvieron la ocasin de llevar un poco de consuelo y alegra en su visita al Hospital General de Machava, en Maputo. La imagen del Nio Jess recorri las habitaciones

    de los enfermos y fueron distribuidas medallas de Nuestra Seora de las Gracias a todos (fotos de arriba).

    Mxico El prroco de la iglesia de San Jos, de Guadalajara, bendijo trece Oratorios ms que

    peregrinarn por la regin.

    Italia El P. Antonio Saturno, SDV, entreg un nuevo Oratorio de Mara Reina de los Corazones en la Parroquia de San Gabriel Arcngel, de Roma.

  • Misas por el dcimo aniversario

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    Abril 2011 HeraldosdelEvangelio27

    n los diversos pases donde actan los Heraldos del Evangelio hubo Celebraciones Eucarsticas en

    conmemoracin del dcimo aniversario de la aproba-cin pontificia.

    En la iglesia de San Benedetto in Piscinula, Roma, la Misa solemne fue presidida por el Cardenal Anto-nio Caizares Llovera, prefecto de la Congregacin

    para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramen-tos (foto 2), y en la Parroquia de la Encarnacin, con-fiada por la Archidicesis de Lima a los Heraldos del Evangelio, lo hizo el Cardenal Juan Luis Cipriani (fo-to 3). En Portugal la celebracin se realiz en la igle-sia de la Trinidad, en la ciudad de Oporto. (foto 1) y en Bogot, en la catedral (foto 4).

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  • 28HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    Madrid El pasado 11 de marzo tuvo lugar el primero de los Va Crucis que los Heraldos organizan en la cripta de la catedral de Santa Mara la Real de la Almudena todos los viernes de Cuaresma. El piadoso

    ejercicio fue antecedido por una Misa presidida por Mons. Antonio Astilleros Bastante, den de la S.I. Catedral y concelebrada por el P. Pedro Paulo de Figueiredo, EP.

    Huscar Los Heraldos del Evangelio de la Dicesis de Guadix promueven el rezo del Va Crucis durante la Cuaresma. En las fotos, en la Colegiata de Santa Mara, en Huscar

    L

    Va Crucis, camino de dolor y de luz

    a Asociacin Cultural Salvadme Reina de Ftima ha publicado

    una edicin especial del Va Crucis destinada a los participantes en sus actividades. Cerca de cincuenta mil familias lo han recibido por correo en sus hogares, con una carta invitndo-les a rezarlo durante el perodo cua-

    resmal, especialmente los viernes. Esta devota prcti-ca de piedad, dividida en catorce es-taciones, pretende hacer un acompa-amiento espiritual de los pasos reco-rridos por Jesuscristo desde el pala-cio de Pilatos hasta el momento que es depositado en el sepulcro.

  • LAbril 2011 HeraldosdelEvangelio29

    Inicio de la Cuaresma en Sucumbosas ceremonias del Mircoles de Ceniza en el Vica-riato de Sucumbos, Ecuador, realizadas en las di-

    versas comunidades, contaron con la participacin de mi-

    les de fieles. Las celebraciones estuvieron marcadas por la piedad y el espritu de penitencia de los participantes, dotados por la Providencia de un fuerte sentido religioso.

    Madrid Jvenes heraldos participaron en la Celebracin presidida por Mons. Juan Antonio Martnez Camino, SJ, en el Tercer Monasterio de la Visitacin, con

    motivo del cuarto centenario de la Orden.

    Sevilla Fieles veneran la imagen Peregrina del Inmaculado Corazn de Mara en la iglesia de Nuestra Seora del Buen Suceso de los PP. Carmelitas, durante

    la celebracin del Primer Sbado de marzo.

  • Un solo corazn y una sola alma

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    30HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    santa gema gaLgani

    Si todos supiesen cmo Jess es bello, cmo es amable, no procuraran sino su amor. Nuestro corazn est hecho para amar una sola cosa: a nuestro gran Dios.

    ntre los ms esplndidos espectculos de la natura-leza estn las grandes cas-cadas. En ellas, las volu-

    minosas aguas se precipitan con una fuerza avasalladora, envolvindolo to-do a su alrededor en una misteriosa nube, nimbada de irisados destellos.

    Al contemplarlas, el espritu se extasa, y es llevado a relacionar ese espectculo con una realidad de n-dole sobrenatural: el inconmensura-ble, fecundo y transformante amor de Dios.

    En efecto, viniendo de una altura infinita, el agua viva y multiforme de la bondad divina desciende sobre los hombres con una abundancia sin fin. Llena de caridad a quien con buena disposicin la recibe, trayendo como fruto el deseo ardiente de restaurar en toda la medida de lo posible tal amor gratuito del Creador.

    Todos hemos sido llamados a ha-cer de nuestra existencia una desigual porfa por retribuir a Dios sus incon-tables beneficios. Algunas almas es-cogidas, no obstante, experimentan ya en esta Tierra un mstico y trans-formante intercambio de amor que las hace vivir de alguna manera como

    en la eternidad, mediante una espe-cial unin espiritual con el Redentor.

    ste es el caso de Santa Gema Galgani, cuya identificacin con Cristo fue estrecha al punto de po-der afirmar: No estoy ms en m, estoy con mi Dios, toda para l; y l est todo en m y para m. Jess est conmigo y es todo mo.1

    Convivencia con lo sobrenatural

    Naci en la ciudad italiana de Lucca el 12 de marzo de 1878. Tu-vo una corta, aunque intensa convi-vencia con su piadosa madre, la cual contrajo una tuberculosis de lenta e implacable evolucin, lo que no le impidi legar a sus hijos una forma-cin verdaderamente catlica.

    Una de sus ltimas providencias fue la de hacer que la pequea re-cibiese la plenitud de la gracia bau-tismal por la Confirmacin, antes in-cluso de la Primera Comunin, co-mo era la costumbre de entonces en Italia. Y a pesar de las dificulta-des impuestas por la enfermedad, la propia seora Galgani, auxiliada por una catequista, se encarg de prepa-rar a su hija para que recibiera el Sa-cramento.

    Despus de la ceremonia, la ni-a permaneci en la baslica de San Michele in Foro para asistir a una Misa en accin de gracias y, estando rezando por su querida madre, tuvo su primer dilogo sobrenatural:

    Gema, quieres darme a tu ma-dre? oy en el fondo de su alma.

    S, pero slo si voy junto con ella, respondi.

    No, dame de buena voluntad a tu madre. T debes quedarte ahora con tu padre. Me la llevar al Cielo. Pero me la das con gusto?

    Tuve que responder que s2, confiesa la santa en su autobiografa.

    Las gracias de la Primera Comunin

    En septiembre de 1885, la seo-ra Galgani entreg piadosamente su alma a Dios, habiendo dejado insta-lada a su hija en casa de la ta mater-na, Elena Landi. Despus de pasado algn tiempo, Gema regres junto a su padre e ingres como externa en el colegio de las Hermanas de San-ta Zita, fundado por la Beata Elena Guerra.

    A los nueve aos, revelando una piedad fuera de lo comn, la nia ma-

    Hna. Mara Teresa Ribeiro Matos, EP

  • Abril 2011 HeraldosdelEvangelio31

    nifestaba enorme deseo de recibir la Sagrada Eucarista. En vano suplic durante largo tiempo a su confesor, Mons. Giovanni Volpi, a su padre y a las maestras: Dadme a Jess y veris que ser ms sabia, no cometer ms pecados, no ser ya la misma.

    Finalmente, el sacerdote termin accediendo y, a pesar de su poca edad para las costumbres de la poca, en la fiesta del Sagrado Corazn de 1887, Jess Hostia entraba por primera vez en aquella fogosa e inocente alma: Lo que pas en esos momentos en-tre Jess y yo, no s expresarlo. Jess se hizo sentir a mi alma de una ma-nera muy fuerte. Comprend enton-ces que las delicias del Cielo no son como las de la Tierra. Me sent pre-sa del deseo de hacer continua aque-lla unin entre Jess y yo.3

    Unirse al Seor, asemejarse a l, fue desde aquel momento el nico objetivo de la vida de Gema.

    Esposa de Cristo Crucificado

    Durante el perodo transcurrido con las Hermanas de Santa Zita, la nia se dedic con todo esmero a las actividades escolares. Por su buen ejemplo, era el alma de la escue-la y muy querida por sus compae-ras, que la respetaban, pues a pesar de ser poco expansiva tena el don de la palabra concisa y del actuar re-soluto.

    Mientras tanto, el divino Maestro la colmaba de gracias interiores, ha-cindola progresar cada vez ms en las vas de la perfeccin. La vida de la joven Gema transcurra envuelta en frecuentes fenmenos msticos, y eso se transluca de algn modo en su mirada.

    Cierto da, cuando ya contaba con 16 aos, nuestra santa recibi de re-galo un costoso reloj y una cruz con cadena de oro. Y para agradar al pa-riente que le haba hecho el obse-quio, sali a la calle llevndolos consi-go. Por la noche, mientras se prepara-ba para dormir, se le apareci su n-gel de la guarda que le dijo: Recuer-da que los preciosos arreos que han de hermosear a una esposa de un Rey Crucificado, no pueden ser otros que las espinas y la cruz.4

    La joven, que siempre haba sen-tido especial devocin por los sufri-mientos de Jess, consider esa ad-vertencia con toda seriedad y desde entonces renunci a cuanto podra servir de pretexto a la vanidad, pa-sando a vestir con una sencilla ropa negra.

    El comienzo de la va dolorosa

    Desde la muerte de su madre, cuenta la santa en su biografa, nun-ca haba dejado de ofrecer algn pe-queo sacrificio a Jess. Sin embar-go, haba llegado la hora de empe-

    zar a sorber en grandes tragos el c-liz del sufrimiento.

    En 1896 una terrible necrosis en un pie, acompaada por agudsimos do-lores, la oblig a someterse a una in-tervencin quirrgica. Gema rechaz cualquier tipo de anestesia y se man-tuvo inmvil durante toda la opera-cin, mientras los asistentes acompa-aban estupefactos lo que ms pare-ca ser una tortura que un acto tera-putico. Tan slo algunos gemidos in-voluntarios la traicionaban en el mo-mento ms difcil de la intervencin, la cual soport sin quitar la mirada del Crucifijo, pidindole an a Jess per-dn por la debilidad manifestada.

    Al ao siguiente su padre fallecera tras haber perdido toda su fortuna, de-jando a la familia en una gran miseria.

    Encuentro con San Gabriel de la Dolorosa

    En 1898, Gema fue alcanzada por una grave enfermedad en la colum-na vertebral, lo que la dej postrada en la cama, con dificultad para hacer el ms mnimo movimiento.

    En medio de tanta molestia, su ngel de la guarda no dejaba de con-solarla, y el divino Maestro se serva de sus dolores para hacerla progre-sar en la virtud de la humildad. Tam-bin adquiri una gran devocin por San Gabriel de la Dolorosa, religioso pasionista que haba fallecido treinta

    Tres momentos en la vida de Santa Gema: a los 7 aos con su hermana menor, a los 21 y poco antes de su muerte, en 1903

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  • 32HeraldosdelEvangelio Abril 2011

    aos antes, cuya biografa ley vida-mente durante su enfermedad.

    Una noche, tras haber hecho voto de virginidad y haber manifestado el propsito de vestir el hbito religio-so si viniera a sanar, se le apareci en sueos el santo pasionista dicin-dole: Haz en el momento oportuno el voto de ser religiosa, pero no aa-das nada ms. Y cuando Gema le pregunt el por qu, se quit el sm-bolo pasionista que llevaba prendi-do a la sotana, se lo dio para que lo besara y se lo puso a la enferma, re-pitiendo: Hermana ma.

    Durante todo ese tiempo, sus pa-rientes y conocidos no dejaron de ha-cer novenas y triduos implorando su curacin; sin embargo, ella perma-neca indiferente, dcil a los desig-nios divinos. Al cabo de un ao, pa-ra agravar la situacin, los mdicos le diagnosticaron un tumor en la cabe-za, y le dieron por desahuciada. En-tonces, una de sus antiguas maestras consigui convencerla de que hiciera una novena a Santa Margarita Mara Alacoque. El ltimo da de esa nove-na, pocas horas despus de haber re-cibido la Sagrada Comunin, la joven se puso de pie, totalmente sana. Era el primer viernes del mes de marzo.

    No ceses de sufrir por l en ningn momento

    El Jueves Santo del ao siguien-te, Gema, an debilitada, practicaba en su cuarto la devocin de la Ho-ra Santa en compaa del Seor en el Huerto, escrita por la fundadora de las Hermanas de Santa Zita, sin-tiendo mientras la haca un profun-do dolor por sus faltas. Terminada la oracin, apareci ante ella la figu-ra de Jess Crucificado que le deca: Hija, estas llagas las habas abierto t con tus pecados, pero ahora, al-grate, que todas las has cerrado con tu dolor. No me ofendas ms. ma-me, como yo siempre te he amado.5

    Das despus, mientras rezaba las oraciones de la tarde, Cristo Cruci-

    ficado se le hizo nuevamente visible y le dijo: Mira, hija ma, y apren-de cmo se ama. Ves esta Cruz, es-tas espinas y clavos, estas carnes lvi-das, estas contusiones y llagas? Todo es obra de amor, y de amor infinito. He ah hasta qu punto te he ama-do. Quieres amarme de verdad? Entonces aprende a sufrir: el sufri-miento ensea a amar.

    En otra ocasin, mientras le pe-da a Dios la gracia de amar m