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Salvadme Reina Número 75 Octubre 2009 Llena de Gracia

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  • Salvadme Reina

    Nmero 75 Octubre 2009

    Llena de

    Gracia

  • A l igual que en esta exis-tencia terrena, los pa-dres, cuando sus hijos van a emprender un viaje rodeado de obstcu-los y emboscadas, se preocu-pan en buscar a alguien que cuide de ellos y les ayude en la adversidad; de la misma manera el Padre de los cielos, para cada uno de nosotros, durante nuestro viaje hacia la patria celestial, encarg a los santos ngeles que nos ayudasen y nos protegieran con solicitud a fin de que pu-disemos evitar las trampas, dominar las pasiones y, ba-jo su gua, no abandonar nunca la va recta y segura que conduce al Paraso.

    (Juan XXIII, Discurso del 2/10/1960)

    Hug

    o G

    rado

    s

    ngel de la Guarda - Parroquia de Almenno San Salvatore, Brgamo (Italia)

  • Ao VII, nmero 75, Octubre 2009

    Peridico de la Asociacin Cultural Salvadme Reina de Ftima

    SumariOSalvadme Reina

    Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

    Consejo de Redaccin: Guy de Ridder, Hna. Juliane Campos, EP,

    Luis Alberto Blanco, M. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio de Oliveira

    Administracin:C/ Cinca, 17

    28002 Madrid R.N.A., N 164.671

    Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

    Fax: 902 199 046

    www.salvadmereina.org [email protected]

    Con la Colaboracin de la Asociacin Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

    Heraldos del evangelio

    www.heraldos.org

    Montaje: Equipo de artes grficas

    de los Heraldos del Evangelio

    Imprime:Henargraf - Madrid

    Los artculos de esta revista podrn ser reproducidos, indicando su fuente y

    enviando una copia a la redaccin. El contenido de los artculos es responsabilidad

    de los respectivos autores.

    Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 La secretaria de la Divina Misericordia

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34

    Ser catlico

    forma parte del xito

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38

    Oracin a

    Jess Sacramentado

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

    Sucedi en la Iglesia

    y en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .41

    Historia para nios . . .

    Slo para verte . . .

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

    Los santos de

    cada da

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

    Las solemnes pompas

    de la naturaleza

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

    En medio de las dificultades,

    anunciar el Amor

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32

    Heraldos en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26

    Las Sociedades

    de Vida Apostlica

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24

    De plenitud en

    plenitud de gracia

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .18

    Comentario al Evangelio

    El decimotercer

    Apstol?

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .10

    Contemplando a Aquella que es

    llena de Gracia (Editorial) . . . . . . . . . . . . . . . 5

    La voz del Papa

    Un santo dedicado a la

    formacin del clero

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

  • 4 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    EscribEn los lEctorEs

    La fuerza triunfante de La igLesia

    Tras haber concluido la lectura del artculo La fuerza triunfante de la Igle-sia (Comentario al Evangelio de junio de 2008) me di cuenta que me sentira con la conciencia pesada si no escri-biera unas letras de agradecimiento a Mons. Joo Cl por habernos brinda-do una visualizacin tan maravillosa de la Palabra de Dios. La afirmacin: no existe ningn obstculo que im-pida la fuerza triunfante de la Iglesia, ya que sta se identifica con el pro-pio Reino de Dios y por eso mismo, en un determinado momento, deber conquistar el mundo entero, me ha hecho reflexionar y ha despertado en m una verdad en la que nunca haba prestado atencin, es ms, nunca me la haban enseado.

    Me uno a los lectores que vienen dando testimonio del papel que es-ta revista tiene para fortalecer la fe de los catlicos, ayudndonos a repe-tir con la Biblia: Seor, yo creo, pe-ro aumenta mi fe. Que las manos po-derosas de Jess y Mara de Nazareth ayuden a los heraldos que trabajan en la revista, y an ms a Mons. Joo Cl.

    Juvenal Andrada y SouzaSorocaba Brasil

    Me atrae todo!Cmo destacar lo que ms me

    atrae de la revista, si es todo! Des-de el deseo de ver cul ser la portada de la prxima edicin, hasta la contra-portada. En esta revista leemos y nos alimentamos del Evangelio, explica-do por Mons. Joo Cl, nos informa-mos sobre las noticias de la Iglesia, de las actividades de los heraldos en to-do el mundo, e incluso hasta tiene Historias para nios y adultos llenos de fe, que me encantan, y las utilizo pa-ra hacer apostolado con mis sobrinos

    pequeos. Muchas gracias a todos los que tienen algo que ver con esta revis-ta, por su maravilloso trabajo.

    Rosanna OchipintiAsuncin Paraguay

    Mtodo senciLLo y eficaz de evangeLizacin

    Felicidades por el excelente ni-vel de esta revista, de agradable pre-sentacin, y por el material y mtodos empleados, de calidad indiscutible. He ah un mtodo sencillo y eficaz de evangelizacin, si permanecen fieles a las actuales caractersticas que esta re-vista catlica se propone. Me encuen-tro agradablemente sorprendido con el rpido desarrollo de la Asociacin.

    Hermano Michel-MarieAbada de Nuestra Seora

    de FontgombaultLIndre Francia

    distincin conferida por eL papaHemos tomado conocimiento de

    la distincin la medalla Pro Ecclesia et Pontifice que el Santo Padre Be-nedicto XVI ha conferido al fundador de los Heraldos del Evangelio, Monse-or Joo Scognamiglio Cl Dias, y que fue entregada el 15 de agosto pasado por su emisario el Emmo. Sr. Cardenal Franc Rod, Prefecto de la Congrega-cin para los Institutos de Vida Consa-grada y las Sociedades de Vida Apos-tlica. Somos colaboradores de su aso-ciacin y nos sentimos muy felices y honrados con esa noticia, pues tal con-decoracin fue instituida, como dice el texto, para distinguir a aquellos que destacan por sus cualidades, virtudes o mritos, especialmente por su amor a la Santa Iglesia y al Romano Pontfice.

    Benedito y Anna RitaEmail desde Brasilia (Brasil)

    Manjar cado deL cieLoEn mi casa, la revista Heraldos del

    Evangelio es como un manjar cado del Cielo. En ella es donde encuen-tro fuerzas para atravesar el mar rojo

    del da a da. El comentario al Evan-gelio de Mons. Joo Cl es extraordi-nario. Qu hombre inspirado! Creo que si Santo Toms de Aquino vivie-se todava querra encontrarse con Mons. Joo Cl para aprender tambin con l. Todos los meses espero con an-sias esta hermossima publicacin. Que la Virgen de Ftima, devocin tan di-fundida por los heraldos, nos d a to-dos los catlicos la impecable fidelidad a la Santa Iglesia Catlica Apostlica Romana que se refleja en la revista.

    Angela Mara da SilvaArapiraca Brasil

    dedicacin incondicionaL en La propagacin de La fe

    No hay duda de que la revista He-raldos del Evangelio est dedicada in-condicionalmente a propagar nuestra Fe Catlica, la verdad y las ltimas noticias y acontecimientos de nues-tra Iglesia. Muchas gracias a todos los que la preparan. Que la Santsima Virgen les proteja siempre.

    Ren Xavier GarcaMiami Estados Unidos

    resurgir de La inocencia priMaveraL de La infancia

    Siempre espero con alegra la llega-da de la revista. Es el medio para que estemos al par de lo que ocurre den-tro de la Iglesia Catlica y de que pro-fundicemos en los acontecimientos de sta, de tal manera que nos aproxi-ma ms a Jess y a su Madre Santsi-ma. Los artculos que a m me causan especial inters son los que tratan de la vida de los santos, pues ellos son un ejemplo a seguir; y las Historias para ni-os, ya que hacen resurgir la inocen-cia primaveral de la infancia, incluso en los adultos. Considero que, en general, la diversidad de los artculos publica-dos en la revista es un gran tesoro que satisface profundamente los diferentes gustos e intereses de los lectores.

    Mara del Carmen SierraMxico D.F. Mxico

  • Salvadme Reina

    Nmero 75

    Octubre 2009

    Llena

    de

    Gracia

    N

    Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 5

    Editorial

    Imagen Peregrina del Inmaculado Corazn de Mara Iglesia Nuestra Seora del Rosario Seminario de los Heraldos(Foto: Csar Dez)

    Contemplando a aquella que es llena de GraCia

    ingn smbolo mariano posee la fuerza y la expresividad del Rosario. La ms valiosa de las imgenes, el ms artstico de los frescos o el ms clebre de los santuarios no llega a alcanzar la universalidad que posee este senci-

    llo objeto de piedad. Donde se encuentre un devoto de Nuestra Seora, seguramen-te que consigo estar el rosario, fiel representacin de su unin con Mara.

    La explicacin de tal xito, sin embargo, no la puede dar ninguna razn pura-mente humana, sino la gracia divina que se muestra indisociable de esa devocin, desde el mismo da en el que la Santsima Virgen baj del Cielo para revelarla a Santo Domingo de Guzmn hasta el presente momento. De hecho, como ensea el Siervo de Dios Juan Pablo II, mediante el Rosario, el creyente obtiene abundan-tes gracias, como recibindolas de las mismas manos de la Madre del Redentor (Rosa-rium Virginis Mari, n. 1).

    Adems de los beneficios atinentes a la salvacin eterna y a cualquier tipo de bie-nes temporales concedidos a aquellos que lo recitan, esa devocin nos hace partci-pes, ya en esta vida, de las altsimas gracias que desbordan de su alma.

    El Rosario contina el Papa, comprendido en su pleno significado, conduce al corazn mismo de la vida cristiana (dem, n. 3). Y llevndonos a considerar los misterios de la vida del Salvador en la perspectiva de Mara Santsima, nos obtienen mritos muy superiores a los que conseguiramos a partir de la contemplacin de esos mismos misterios desvinculados de esa oracin.

    Ahora bien, todas estas maravillas se explican por que el Rosario est dedicado a una excelsa criatura que participa de la vida eterna de una manera admirable y que fue colmada por Dios de dones celestiales. La Madre de Dios y de la Iglesia posee la plenitud de la gracia y el auge de la caridad, y se vale de sus altsimas prerrogativas para santificar al gnero humano e interceder a su favor, a fin de que cada uno pro-grese de gracia en gracia, a ejemplo de Ella, rumbo a la perfeccin.

    Aunque el mundo invite, por su agitacin y constantes disipaciones, a apartar-nos de esta oracin, nada podr superar los minutos de refrigerio y paz que expe-rimentamos cuando rezamos el Rosario. Pues al recitarlo Mara nos ofrece su co-razn y su mirada para contemplar la vida de su Hijo, Jesucristo (Benedicto XVI, Homila en Lourdes, 13/9/2008). Habr atractivo terrenal que se compare a esta recompensa?

    En este mes dedicado al Rosario, a nosotros nos toca dar una respuesta de fideli-dad a la peticin que Mara hizo en Ftima: Haced penitencia y rezad el Rosario. Profundicemos en nuestra devocin, considerando a Aquella que recibi, ya desde el comienzo, la plenitud de la gracia y progres de plenitud en plenitud a lo largo de su vida, maravillando al propio Cielo.

  • S6 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    La Voz deL PaPa

    Un santo dedicado a la formacin del clero

    Igual que en los tiempos de San Juan Eudes, tambin hoy se experimenta la necesidad de que los sacerdotes den testimonio de la misericordia infinita

    de Dios con una vida totalmente conquistada por Cristo.

    e celebra hoy la memoria litrgica de San Juan Eu-des, apstol incansable de la devocin a los Sagrados

    Corazones de Jess y Mara, quien vivi en Francia en el siglo XVII, un siglo marcado por fenmenos religio-sos contrapuestos y tambin por gra-ves problemas polticos. Es el tiempo de la guerra de los Treinta Aos, que devast no slo gran parte de Europa central, sino tambin las almas.

    La crisis de la reforma estaba condicionada tambin por una formacin insuficiente de los sacerdotes

    Mientras se difunda el desprecio hacia la fe cristiana por parte de al-gunas corrientes de pensamiento en-tonces dominantes, el Espritu San-to suscitaba una renovacin espiri-tual llena de fervor, con personali-dades de alto nivel como De Brulle, San Vicente de Pal, San Luis Mara Grignon de Montfort y San Juan Eu-des. Esta gran escuela francesa de santidad tuvo tambin entre sus fru-tos a San Juan Mara Vianney. Por un designio misterioso de la Provi-

    dencia, mi venerado predecesor Po XI proclam santos al mismo tiem-po, el 31 de mayo de 1925, a Juan Eu-des y al Cura de Ars, ofreciendo a la Iglesia y a todo el mundo dos ejem-plos extraordinarios de santidad sa-cerdotal.

    En el contexto del Ao sacerdo-tal, quiero subrayar el celo apostlico de San Juan Eudes, dirigido especial-mente a la formacin del clero dioce-sano. Los santos son la verdadera in-terpretacin de la Sagrada Escritura. Los santos han verificado, en la expe-riencia de la vida, la verdad del Evan-gelio; as nos introducen en el co-nocimiento y en la comprensin del Evangelio.

    El Concilio de Trento, en 1563, ha-ba emanado normas para la ereccin de los seminarios diocesanos y para la formacin de los sacerdotes, pues el Concilio era consciente de que to-da la crisis de la reforma estaba con-dicionada tambin por una forma-cin insuficiente de los sacerdotes, que no estaban preparados para el sacerdocio de modo adecuado, in-telectual y espiritualmente, en el co-razn y en el alma. Esto suceda en

    1563; pero, dado que la aplicacin y la realizacin de las normas se dila-taban, tanto en Alemania como en Francia, san Juan Eudes vio las con-secuencias de esta carencia.

    Movido por la clara conciencia de la gran necesidad de ayuda espi-ritual que experimentaban las almas precisamente a causa de la falta de preparacin de gran parte del clero, el santo, que era prroco, instituy una congregacin dedicada de mane-ra especfica a la formacin de los sa-cerdotes.

    Todo sacerdote debe ser apstol del Corazn de Cristo y de Mara

    En la ciudad universitaria de Caen, fund su primer seminario, ex-periencia sumamente apreciada, que muy pronto se extendi a otras dice-sis. El camino de santidad que reco-rri y propuso a sus discpulos tena como fundamento una slida con-fianza en el amor que Dios revel a la humanidad en el Corazn sacerdo-tal de Cristo y en el Corazn mater-nal de Mara.

    En aquel tiempo de crueldad, de prdida de interioridad, se dirigi al

  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 7

    corazn para comunicar al corazn una palabra de los Salmos muy bien interpretada por San Agustn. Que-ra hacer volver a las personas, a los hombres, y sobre todo a los futuros sacerdotes, al corazn, mostrando el Corazn sacerdotal de Cristo y el Co-razn maternal de Mara. Todo sa-cerdote debe ser testigo y apstol de este amor del Corazn de Cristo y de Mara.

    Tambin hoy se experimenta la necesidad de que los sacerdotes den testimonio de la misericordia infini-ta de Dios con una vida totalmente conquistada por Cristo, y aprendan esto desde los aos de su formacin en los seminarios.

    Punto de partida para una autntica reforma de la vida

    El Papa Juan Pablo II, despus del Snodo de 1990, public la Exhorta-cin Apostlica Pastores dabo vobis, en la que retoma y actualiza las nor-mas del Concilio de Trento y subra-

    ya sobre todo la necesaria continui-dad entre el momento inicial y el per-manente de la formacin; para l, co-mo para nosotros, es un verdadero punto de partida para una autntica reforma de la vida y del apostolado de los sacerdotes, e igualmente es el punto fundamental para que la nue-va evangelizacin no sea slo un es-logan atractivo, sino que se traduzca en realidad.

    Los cimientos puestos en la for-macin del seminario constituyen el insustituible humus spirituale en el que se puede aprender a Cris-to, dejndose configurar progresi-vamente a l, nico Sumo Sacerdote y Buen Pastor. Por lo tanto, el tiem-po del seminario se debe ver como la actualizacin del momento en el que el Seor Jess, despus de llamar a los Apstoles y antes de enviarlos a predicar, les pide que estn con l (cf. Mc 3, 14). Cuando San Marcos narra la vocacin de los doce Apsto-les, nos dice que Jess tena un doble

    objetivo: el primero era que estuvie-ran con l; y el segundo, enviarlos a predicar. Pero yendo siempre con l, realmente anuncian a Cristo y llevan la realidad del Evangelio al mundo.

    En este Ao sacerdotal os invi-to a rezar, queridos hermanos y her-manas, por los sacerdotes y por quie-nes se preparan a recibir el don ex-traordinario del sacerdocio ministe-rial. Concluyo dirigiendo a todos la exhortacin de San Juan Eudes, que dice as a los sacerdotes: Entregaos a Jess para entrar en la inmensidad de su gran Corazn, que contiene el Corazn de su Santa Madre y de to-dos los santos, y para perderos en es-te abismo de amor, de caridad, de mi-sericordia, de humildad, de pureza, de paciencia, de sumisin y de santi-dad (Cur admirable, III, 2).

    Con este espritu, cantemos aho-ra juntos el Padre nuestro en latn.

    (Audiencia General en Castelgandolfo, 19/8/2009))

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    Audiencia general del 19 de agosto pasado, en Castelgandolfo, donde el Papa Benedicto XVI coment, en el contexto del Ao Sacerdotal, la fiesta de San Juan Eudes.

    San Juan Eudes Nave

    principal de la Baslica

    de San Pedro

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    L

    8 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    os diferentes fenmenos de degradacin ambiental y las calamidades naturales, que

    por desgracia registran con frecuen-cia las crnicas, nos recuerdan la ur-gencia del respeto debido a la natu-raleza, recuperando y valorando, en la vida de todos los das, una correc-ta relacin con el ambiente. Se est desarrollando una nueva sensibilidad por estos temas, que suscitan la jus-ta preocupacin de las autoridades y de la opinin pblica, expresada en la multiplicacin de encuentros tam-bin a nivel internacional.

    La utilizacin desconsiderada de la creacin comienza donde Dios es marginado o incluso se niega su existencia

    La tierra es un don precioso del Creador, que ha diseado su orden intrnseco, dndonos as las seales orientadoras a las que debemos ate-nernos como administradores de su creacin. Precisamente a partir de es-ta conciencia, la Iglesia considera las cuestiones vinculadas al ambiente y a su salvaguardia como ntimamente re-lacionadas con el tema del desarrollo humano integral. A estas cuestiones me he referido varias veces en mi lti-

    ma encclica, Caritas in veritate, recor-dando la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad (n. 49) no slo en las relaciones entre los pases, sino tambin entre las personas, pues Dios ha dado a todos el ambiente na-tural, y su uso implica una responsabi-lidad personal con respecto a toda la humanidad, y de modo especial con respecto a los pobres y las generacio-nes futuras (cf. n. 48).

    Sintiendo la comn responsabili-dad por la creacin (cf. n. 51), la Igle-sia no slo est comprometida en la promocin de la defensa de la tierra, del agua y del aire, dados por el Crea-dor a todos; sobre todo se empea por proteger al hombre de la destruc-cin de s mismo. De hecho, cuan-do se respeta la ecologa humana en la sociedad, tambin la ecologa am-biental se beneficia (ibdem).

    No es verdad que la utilizacin desconsiderada de la creacin comien-za donde Dios es marginado o inclu-so se niega su existencia? Si falla la re-lacin de la criatura humana con el Creador, la materia queda reducida a posesin egosta, el hombre se convier-te en la ltima instancia, y el objetivo de la existencia se reduce a una carre-ra afanosa para poseer lo ms posible.

    El hombre est llamado a conservar, hacer productiva y cultivar la naturaleza

    As pues, la creacin, materia es-tructurada de modo inteligente por Dios, est encomendada a la respon-sabilidad del hombre, que es capaz de interpretarla y de remodelarla ac-tivamente, sin considerarse su dueo absoluto. El hombre est llamado a ejercer un gobierno responsable para conservarla, hacerla productiva y cul-tivarla, encontrando los recursos ne-cesarios para que todos vivan digna-mente.

    Con la ayuda de la naturaleza mis-ma y con el tesn del propio traba-jo y de la propia inventiva, la huma-nidad es realmente capaz de cumplir el grave deber de entregar a las nue-vas generaciones una tierra que tam-bin ellas a su vez podrn habitar dig-namente y seguir cultivando (cf. Ca-ritas in veritate, 50). Para que esto se realice, es indispensable el desarro-llo de la alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2008, n. 7), reconociendo que todos procedemos de Dios y que todos es-tamos en camino hacia l.

    La creacin est encomendada a la responsabilidad del hombrePara lograr entregarles a las nuevas generaciones una tierra que puedan habitar dignamente y seguir cultivando es indispensable el desarrollo de la alianza entre el ser humano y el medio ambiente, que ha de ser reflejo del amor creador de Dios.

  • JOctubre 2009 Heraldos del Evangelio 9

    Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librera Editrice Vaticana. La versin ntegra de los mismos puede ser consultada en www.vatican.va

    La proteccin del medio ambiente requiere una actuacin conjunta

    Qu importante es, por tanto, que la comunidad internacional y cada Gobierno sepan dar las sea-les adecuadas a los propios ciudada-nos para contrarrestar eficazmente los modos de utilizar el ambiente que le sean nocivos! Los costes econmi-cos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes, reconocidos de manera transparen-te, deben ser sufragados por aquellos que los utilizan, y no por otras pobla-ciones o por las generaciones futuras.

    La proteccin del ambiente y la salvaguardia de los recursos y del

    clima requieren que todos los res-ponsables internacionales acten conjuntamente, en el respeto de la ley y la solidaridad sobre todo con las regiones ms dbiles del plane-ta (cf. Caritas in veritate, 50). Jun-tos podemos construir un desarrollo humano integral en beneficio de los pueblos, presentes y futuros, un de-sarrollo inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Para que es-to suceda es indispensable convertir el actual modelo de desarrollo glo-bal hacia una toma de responsabili-dad mayor y compartida respecto a la creacin: no slo lo requieren las emergencias ambientales, sino tam-

    bin el escndalo del hambre y de la miseria.

    Queridos hermanos y hermanas, demos gracias al Seor y hagamos nuestras las palabras de San Fran-cisco en el Cntico de las criaturas: Altsimo, omnipotente, buen Se-or, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendicin... Loado seas, mi Seor, con todas tus criatu-ras.

    As cantaba San Francisco. Tam-bin nosotros queremos orar y vivir con el espritu de estas palabras.

    (Audiencia General en Castelgandolfo, 26/8/2009)

    La Eucarista y el s de Mara

    ess se presenta [en el Evange-lio de este domingo] como el pan vivo, esto es, el alimento

    que contiene la vida misma de Dios y es capaz de comunicarla a quien co-me de l, el verdadero alimento que da la vida, que nutre realmente en profundidad. Jess dice: El que co-ma de este pan vivir para siempre y el pan que yo dar es mi carne para la vi-da del mundo (Jn 6, 51). Pues bien, de quin tom el Hijo de Dios esta carne suya, su humanidad concre-ta y terrena?

    La tom de la Virgen Mara. Dios asumi de ella el cuerpo humano pa-ra entrar en nuestra condicin mor-tal. A su vez, al final de la existencia terrena, el cuerpo de la Virgen fue

    elevado al Cielo por parte de Dios e introducido en la condicin celestial. Es una especie de intercambio en el que Dios tiene siempre la iniciati-va plena, pero, como hemos visto en otras ocasiones, en cierto sentido ne-cesita tambin de Mara, del s de la criatura, de su carne, de su existen-cia concreta, para preparar la mate-ria de su sacrificio: el cuerpo y la san-gre que va a ofrecer en la Cruz como instrumento de vida eterna y en el sa-cramento de la Eucarista como ali-mento y bebida espirituales.

    Queridos hermanos y hermanas, lo que sucedi en Mara vale, de otras maneras, pero realmente, tambin para cada hombre y cada mujer, por-que a cada uno de nosotros Dios nos

    pide que lo acojamos, que pongamos a su disposicin nuestro corazn y nuestro cuerpo, toda nuestra existen-cia, nuestra carne dice la Biblia, para que l pueda habitar en el mun-do. Nos llama a unirnos a l en el sa-cramento de la Eucarista, Pan parti-do para la vida del mundo, para for-mar juntos la Iglesia, su Cuerpo his-trico. Y si nosotros decimos s, co-mo Mara, es ms, en la medida mis-ma de este s nuestro, sucede tam-bin para nosotros y en nosotros este misterioso intercambio: somos asu-midos en la divinidad de Aquel que asumi nuestra humanidad.

    (Extracto del ngelus en Castelgandolfo, 16/8/2009)

    Dios asumi de Mara el cuerpo humano para entrar en nuestra condicin mortal. A su vez, al final de la existencia terrena, el

    cuerpo de la Virgen fue elevado al Cielo por parte de Dios.

  • 10 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    Comentario aL eVangeLio domingo XXViii deL tiemPo ordinario

    El decimotercer

    Apstol?

    El que haba llegado corriendo y se haba arrodillado ansioso ante Nuestro Seor, se retir triste y abatido de su presencia. Prefiri sus bienes terrenos hecho indito en el Evangelio antes que el tesoro en el Cielo que le ofreca el propio Dios.

    Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP

    I FuImos creados con una vocacInLa mente divina previ desde la eternidad la creacin,

    dentro del tiempo, de Nuestro Seor Jesucristo como hombre 1, y de su Madre, Mara Santsima. 2

    Pero Dios no los concibi aislados. Quera que ambos tu-vieran servidores, a la manera de una corte. Todos nosotros estbamos incluidos en ese acto de pensamiento y fuimos amados por l, como le fue revelado a Jeremas: Con eterno amor te am; por eso te he mantenido en mi favor (Jer 31, 3).

    Nuestro Seor es el modelo tomado por Dios para nues-tra creacin; es nuestra causa ejemplar. Adems, como sus mritos han hecho posible nuestra existencia en calidad de hijos de Dios ya que de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia (Jn 1, 16) Cristo se ha constituido en nuestra causa eficiente. Y por fin, al habrsenos creado pa-ra servirlo y adorarlo, es tambin nuestra causa final.

    En suma, fuimos concebidos en, por y para Jess, por-que en l fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominacio-nes, los Principados, las Potestades: todo fue creado por l y para l (Col 1, 16).

    Esto da pie a una llamada que se dirige a nosotros des-de siempre, como afirma el Apstol: Dios nos ha salva-

    do y nos ha llamado con una vocacin santa, no por nues-tras obras, sino segn su designio y la gracia que nos fue con-cedida en Cristo Jess desde toda la eternidad (2 Tim 1, 9). Dios nos invita a formar parte de la Santa Iglesia y nos lla-ma a la santidad. Junto a ese convite genrico, se nos pide ejercer una funcin especfica dentro del Cuerpo Mstico de Cristo. Es una misin que atae particularmente a ca-da uno y no ser confiada a nadie ms.

    El Nuevo Testamento ofrece innumerables ejemplos de esta convocatoria realizada por Jess mismo a quienes elige como Apstoles suyos. Ve a Mateo en el despacho de impuestos y le dice: Sgueme (Mt 9, 9); San Pablo es arrojado por tierra en el camino a Damasco, y la voz que lo interpela le dice: Levntate, entra en la ciudad y se te dir lo que hay que hacer (Hch 9, 6); Pedro, sobrecogi-do despus de la pesca milagrosa, cae de bruces ante el Maestro para exclamar: Aprtate de m, Seor, que soy un hombre pecador, escuchando la divina promesa: No te-mas, desde ahora sers pescador de hombres (Lc 5, 8-10).

    Al igual que Mateo, Pablo o Pedro, quienes abandona-ron todo inmediatamente para seguir al Seor, nosotros debemos responder con prontitud, generosidad y alegra a la llamada que nos hace Jess.

  • Al salir para ponerse en camino, vino uno corriendo a su encuentro, y arrodillndo-se ante l, le pregunt: Maestro bueno, qu debo hacer para conseguir la vida eterna? Jess le dijo: Por qu me llamas bueno? Nadie es bueno sino slo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre. l, entonces, le dijo: Maestro, todo eso lo he observado desde mi juventud. Jess, fijando en l su mira-da, le am y le dijo: Una cosa te falta: an-da, vende todo cuanto tienes y dselo a los pobres, y as tendrs un tesoro en el Cielo; luego, ven y sgueme. Pero l, abatido por estas palabras, se march triste, porque tena muchos bienes. Jess, mirando a su alrededor, dijo a sus discpulos: Qu di-fcil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! Los discpulos que-

    daron sorprendidos al orle estas palabras. Pero Jess, tomando de nuevo la palabra, les dijo: Hijos, qu difcil es entrar en el Reino de Dios! Es ms fcil que un came-llo pase por el ojo de la aguja, que un rico entre en el Reino de Dios. Ellos se asom-braban an ms y se decan unos a otros: Y quin se podr salvar? Jess, mirn-dolos fijamente, dijo: Para los hombres es imposible; pero no para Dios, porque to-do es posible para Dios. Pedro se puso a decirle: Ya lo ves, nosotros lo hemos de-jado todo y te hemos seguido. Jess di-jo: Yo os aseguro: nadie que haya deja-do casa, hermanos, hermanas, madre, pa-dre, hijos o tierras por m y por el Evange-lio, quedar sin recibir el ciento por uno: ya en esta vida, casas, hermanos, herma-nas, madres, hijos y tierras, con persecu-ciones; y en el mundo venidero, vida eter-na (Mc 10, 17-30)

    a EvangElioA

    Prtico del Monasterio de Montserrat, Barcelona

  • 12 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    El hecho de venir corriendo al encuentro del Seor nos permite suponer que ese uno estaba ansioso por obtener lo que iba a pedir

    Esta es la leccin del Evangelio del 28 domin-go de Tiempo Ordinario, como veremos a conti-nuacin.

    II el epIsodIo del joven rIco

    San Marcos, tan sinttico en otros pasajes, se muestra minucioso cuando describe el episodio del joven rico. El primer versculo ya contiene intere-santes pormenores dignos de especial atencin.

    Al salir para ponerse en camino, vino uno corriendo a su encuentro, y arrodi-llndose ante l, le pregunt: Maestro bueno, qu debo hacer para conseguir la vida eterna?.

    Bsqueda ansiosa del camino de salvacin

    El hecho de venir corriendo al encuentro del Seor nos permite suponer que ese uno esta-ba ansioso por obtener lo que iba a pedir. Segura-mente haba escuchado la predicacin de Jess, e impulsado por una gracia sensible, se dej arre-batar por sus divinas enseanzas. Aspirando al-canzar la vida eterna, pero sin tener la certeza de merecerla, sinti en el fondo de su alma que Je-ss sera capaz de mostrarle con seguridad el ca-mino de la salvacin.

    La misma pregunta que dirige al Salvador ha-bla en este sentido, puesto que, como apunta Di-don, revelaba una naturaleza superior y un alma sincera. Las doctrinas de la escuela sobre el mrito de las obras legales, sobre la santidad en virtud de los ritos, no satisfacan su conciencia. Ciertamente haba escuchado hablar al Maestro acerca de la vi-da eterna con un acento que haba calado en l. 3

    Por eso corre hasta Jess, se arrodilla y le llama Buen Maestro, un calificativo ajeno a las costumbres y cortesas al uso en aquella poca. No hay antecedentes de que

    alguien haya llamado as a un rabino, comenta Lagrange, aadiendo que ese saludo exceda los hbitos de gentileza entonces vigentes. 4

    Es interesante destacar tambin el tenor de la pregunta, tan diferente a los temas sobre los que se conversa hoy en da. En ese tiempo a la gente le preocupaba saber cmo ganar el Reino de los Cielos. Y hoy?

    Fillion comenta la prisa del joven: Corra para no perder esa ocasin de hacer al Salvador una pre-gunta que lo preocupaba mucho 5. Duquesne elo-gia esa actitud y la propone como ejemplo: Con este mismo fervor de espritu y esta rapidez corpo-ral, esta presteza y esta alegra espiritual, es como se debe acudir a Jess. 6

    Jess lo ama y lo invita: Ven y sgueme

    Jess le dijo: Por qu me llamas bue-no? Nadie es bueno sino slo Dios.

    Esta respuesta causa perplejidad en un co-mienzo, pero en seguida se comprenden las divi-nas razones que motivaron a Nuestro Seor.

    El Mesas no estaba reprendiendo, sino llaman-do su atencin a otra realidad: slo Dios es la Bon-dad, y por tanto, slo en Dios hay bondad absolu-ta. San Efrn ensea al respecto que Cristo recha-za el ttulo de bueno, dado por un hombre, para in-dicar que l tena esa bondad adquirida del Padre, por naturaleza y generacin, y no slo de nombre. 7

    Al llamarlo buen maestro, el joven rico de-mostraba haber visto principalmente el lado hu-mano del Mesas: su inteligencia, capacidad y sa-bidura naturales. Pero Jess quiere que el joven lo considere no solamente como hombre, sino so-bre todo como Dios. Por eso le interpela: Por qu me llamas bueno?.

    La mente divina previ desde la eternidad la creacin, dentro del tiempo, de Nuestro Seor Jesucristo como hombre, y de su Madre, Mara Santsima

    La Virgen con el Nio, por Maestro della Pradella - Museo Amadeo Lia, La Spezia (Italia)

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  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 13

    Jess quiere que el joven lo considere no solamente como hombre, sino sobre todo como Dios. Por eso le interpela

    Con esa pregunta le invita a dar un paso ms, como si dijera: Slo ves mi lado humano, con-templa tambin el divino. Me atribuyes sin dar-te cuenta una divinidad que poseo efectivamen-te, porque soy Dios; pero toma conciencia de es-to, comprende esta realidad con nitidez y, al ha-cerlo, mala todava ms.

    Esta invitacin, como afirma el Padre Duques-ne, es suave y altamente didctica: Jess sola-mente le insina que no tiene a su respecto la no-cin completa que debera tener; y dicindole que ese ttulo le conviene nicamente a Dios, le lleva a entender que Aquel al que se lo ha otorgado debe ser considerado Hijo de Dios, no un maestro mera-mente humano. 8

    Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levan-tes falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre. l, entonces, le dijo: Maestro, todo eso lo he observado desde mi juventud.

    Este versculo es otra muestra de la divinidad de Jess. No le pregunta al joven si conoce los Mandamientos; los afirma con seguridad. Como Dios, conoca desde la eternidad a aquel que vea ahora con sus ojos humanos, y saba que practica-ba la virtud, observando la Ley.

    Jess, fijando en l su mirada, le am y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo cuanto tienes y dselo a los pobres, y as tendrs un tesoro en el Cielo; luego, ven y sgueme.

    Cristo lo mir con amor y le hizo la misma invi-tacin que antes a los Apstoles: Ven y sgueme. Comenta Fillion: Por tanto, Jess estaba dispues-to a admitir a ese joven entre sus discpulos ntimos, con los cuales, siguindolo a todas partes y en com-paa del mejor y ms santo de los maestros, podra adquirir sin demora la perfeccin con la cual conse-guira el Cielo fcilmente. 9 Maldonado corrobo-ra esa opinin: Qu entiende Cristo por ven y s-gueme? La palabra ven parece expresar, ms que la simple imitacin, el seguimiento material: le invita a formar parte de sus Apstoles y familiares. 10

    A ese hombre que practicaba los Mandamien-tos le haba reservado Dios, desde la eternidad, la altsima vocacin de seguir a Cristo. Para cum-plirla le peda una renuncia: Anda, vende todo cuanto tienes y dselo a los pobres; y le ofreca

    tambin una recompensa infinita: tendrs un te-soro en el Cielo. Le caba responder a este llama-do con la alegra y prontitud que tuvieron Simn, Levi y tantos otros.

    La causa ms profunda del rechazo

    Pero l, abatido por estas palabras, se march triste, porque tena muchos bie-nes.

    Sin embargo, el mismo que lleg corriendo y se arrodill anhelante frente al Seor, se reti-r triste y abatido, porque tena muchos bienes y prefiri conservarlos antes que seguir su voca-cin, desdeando el tesoro en el Cielo que le ofreci el propio Mesas. Episodio inaudito, por-que los evangelistas no registran otro rechazo se-mejante.

    No obstante, no pensemos que el apego a la ri-queza fue la causa principal de su abandono. El joven rico haba practicado los mandamientos desde su infancia, pero no a la perfeccin, descui-dando sobre todo el primero y ms fundamental de todos: Amars al Seor tu Dios con todo tu co-razn, toda tu alma y todas tus fuerzas (Dt 6, 5). Como observa el conocido biblista M. J. Lagran-ge, los preceptos que le menciona Nuestro Seor

    Pero l, abatido por estas palabras, se march triste, porque tena muchos bienes

    El joven rico Litografa de Caspar Luiken publicada en Histori celebriores Veteris Testamenti iconibus representat (1712)

  • 14 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    Hace falta evitar desde un principio la interpretacin errnea, segn la cual todo rico estara condenado y todo pobre, en cambio, en el camino seguro para salvarse

    pueden cumplirse sin herosmo. De haberle pre-guntado Jess si amaba a Dios con todo el corazn, se habra sentido bastante ms incmodo. 11

    El gran pecado de este hombre, por tanto, no fue de avaricia sino de orgullo. Cuando se le con-vid a seguir a Nuestro Seor y sinti su propia debilidad e insuficiencia, debi decir: Seor, no tengo fuerzas para seguirte. Tengo apego a mis riquezas y sobre todo me falta el amor exclusivo por ti.

    Ante ese acto de humildad Jess le podra haber dado gracias superabundantes con que corresponder a la llamada. Y hoy podramos te-ner en el Calendario Romano una fiesta dedica-da al joven rico, que se volvi pobre para adqui-rir una riqueza mucho mayor: ser el decimoter-cer Apstol!

    Sin embargo, le falt reconocer que si practi-caba los mandamientos, no se lo deba a sus fuer-zas propias sino a la gracia divina. Por tanto, sin el auxilio de la gracia no podra despreciar las ri-quezas y seguir a Jess.

    III slo los pobres de esprItu entrarn al reIno de los cIelos

    Jess, mirando a su alrededor, dijo a sus discpulos: Qu difcil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! Los discpulos quedaron sorpren-didos al orle estas palabras. Pero Jess, tomando de nuevo la palabra, les dijo: Hijos, qu difcil es entrar en el Reino de Dios! Es ms fcil que un camello pa-se por el ojo de la aguja, que un rico en-tre en el Reino de Dios.

    En este ltimo versculo, Nuestro Seor se sir-ve de un proverbio utilizado por los judos para expresar algo extremadamente difcil o casi im-posible. Recurre adrede a esa comparacin que parece exagerada es ms fcil que un camello pase por el ojo de la aguja para mostrar la gravedad del desorden propio de esta pasin, el cual consiste en apegar el corazn a la tierra, endu-recerlo en lo que respecta a Dios y al prjimo, vol-verlo insensible a las cosas del Cielo. 12

    Para analizar correctamente estas palabras de Jess hace falta evitar desde un principio la inter-pretacin errnea, segn la cual todo rico esta-ra condenado y todo pobre, en cambio, en el ca-mino seguro para salvarse. Pues aqu el Maestro

    no alude a la riqueza material sino al desvo que empuja al hombre a depositar su confianza en los bienes terrenales, anteponindolos a los bienes superiores.

    Fillion aclara este punto en particular: Aqu no se trata de los ricos en cuanto tales, porque la posesin de bienes temporales no es de suyo un es-tado de pecado ni causa de condenacin, aunque ofrezca serios peligros. Jess no excluye de su reino ms que a los ricos apegados a sus bienes y que, por as decir, han colocado en ellos su finalidad y todo su afecto. 13

    Cmo valerse de la riqueza para alcanzar la vida eterna

    La ltima finalidad del ser humano est en el Cielo. El dinero y las riquezas pueden ser simples medios efmeros, inestables y dispensables para alcanzar ese supremo fin. As, es legtimo acumular bienes y disfrutarlos, siempre y cuando hayan sido adquiridos de forma lcita y su uso es-t subordinado a la gloria de Dios.

    Hubieron en la Historia hombres y mujeres que poseyeron muchos bienes y ahora gozan

    de la bienaventuranza eterna

    San Luis, Rey de Francia Iglesia de San Eustaquio, Pars

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  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 15

    Jess no excluye de su reino ms que a los ricos apegados a sus riquezas y que, por as decir, han colocado en ellas su finalidad y todo su afecto

    En esta lnea se inscribe el comentario de San Clemente de Alejandra para este pasaje del Evangelio: La parbola ensea a los ricos que no deben descuidar su salvacin eterna, como si de antemano la dejaran fuera de sus esperanzas, y no que sea preciso arrojar la riqueza al mar o conde-narla como insidiosa y enemiga de la vida eterna. Lo que importa es saber cul es la manera de usar-la para poseer la vida eterna. 14

    En efecto, cuntos reyes, prncipes o simples personas acaudaladas, que administraron con en-tero desprendimiento sus haberes, hoy brillan en el Cielo? Ah est el catlogo de los santos para atestiguarlo.

    De otra parte, cuntos pobres se rehsan a practicar la virtud! stos haran bien en escuchar el requerimiento de San Cesario de Arles: Ricos y pobres, escuchad lo que dice Cristo. Hablo al pue-blo de Dios. En vuestra mayora sois pobres o de-bis aprender a serlo. No obstante, escuchad, pues podemos vanagloriarnos incluso de ser pobres. Cui-daos de la soberbia, no sea que los ricos humildes os superen; guardaos contra la impiedad, no suce-da que los ricos piadosos os dejen atrs. 15

    Por ende, el problema no est en la cantidad de bienes materiales que alguien pueda poseer si-no en el uso que les da. Para poder entrar al Rei-no de los Cielos es preciso no sentir el menor apego hacia ellos. La pobreza de espritu consis-te en convencernos de ser criaturas contingentes, que dependen de Dios. Se puede luchar para ob-tener recursos, pero con miras a extender el Rei-no de Dios y hacer que l reine verdaderamente en todos los corazones.

    Por nuestro simple esfuerzo jams conquistaremos el Cielo

    Ellos se asombraban an ms y se decan unos a otros: Y quin se podr salvar? Jess, mirndolos fijamente, dijo: Pa-ra los hombres es imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.

    No extraa el asombro de los discpulos an-te la fuerte comparacin usada por Nuestro Se-or. Pero esa misma perplejidad los ayuda a eva-luar mejor la propia contingencia y a grabar en el alma la doble enseanza del Divino Maestro: el hombre no podr conquistar nunca el Cielo por su mero esfuerzo; pero lo que no puede hacer el hombre, s puede hacerlo Dios.

    Dios es omnipotente, nos ama desde toda la eternidad y est deseoso de abrirnos las puertas

    del Cielo. Para cruzarlas slo es necesario que seamos humildes y reconozcamos nuestras mise-rias, pidiendo el auxilio divino sin desalentarnos.

    La salvacin, como la propia vida, es una d-diva de Dios. Su gracia es la que nos otorga fuer-zas con que practicar los mandamientos y nos ha-ce dignos de entrar en su Reino. As pues, no imi-temos al joven rico, sino que confiemos humil-demente en la bondad del Seor, como ensea San Pablo en la lectura de este mismo domingo: Acerqumonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de conseguir misericordia y hallar gra-cia para el auxilio oportuno (Heb 4, 16).

    Sobre ambos versculos conviene resaltar tam-bin, junto a Maldonado, que la pregunta quin se podr salvar? los Apstoles se la hicieron a s mismos. Slo ellos podan orla. Cristo, sin em-bargo, los mir y les dio la respuesta, demostran-do que lea sus pensamientos y escuchaba sus conversaciones por ms reservadas que fuesen. 16

    El ciento por uno ya en este mundo

    Pedro se puso a decirle: Ya lo ves, noso-tros lo hemos dejado todo y te hemos se-guido. Jess dijo: Yo os aseguro: na-die que haya dejado casa, hermanos, her-manas, madre, padre, hijos o tierras por m y por el Evangelio, quedar sin reci-bir el ciento por uno: ya en esta vida, ca-sas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.

    Quizs al sentirse descubierto junto a los de-ms, San Pedro, el impulsivo portavoz de todas las perplejidades de los Apstoles, formula una frase que, en palabras de Lagrange, resume to-do el episodio precedente desde el punto de vista de los discpulos. 17

    Segn Maldonado seguidor de la opinin de Orgenes, San Jernimo y San Juan Crissto-mo Pedro, con su afirmacin, quiso recordar a Cristo que los Apstoles ya haban cumplido an-teriormente lo que se peda ahora al joven rico. 18 En idntico sentido se pronuncia Lagrange, ob-servando que la afirmacin del Prncipe de los Apstoles fue realizada con cierta satisfaccin que parece buscar una aprobacin. 19

    Pero cabra preguntar con Maldonado: Por qu dudaba entonces? Por qu no crey firmemen-te que tambin para ellos haba un tesoro en el Cie-lo?. A lo que l mismo responde: Tal vez pensa-

  • 16 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    En la afirmacin de Pedro haba una desconfianza y una objecin

    ron que Cristo prometa tan grande recompensa a ese joven a causa de las muchas riquezas que ste deba abandonar; pero como los Apstoles posean slo cosas de poco valor, esperaban recibir algo, s, pero no se atrevan a esperar tanto; por eso pregun-tan cmo y cunto ser. 20

    En la afirmacin de Pedro haba una descon-fianza y una objecin, pero Jess, la Bondad en esencia, no los reprende; los trata con cario y agrega al premio de la vida eterna en el Cielo una recompensa todava en esta tierra.

    Ciertos autores comentan que el Seor quiso afirmar con esta promesa que quien deje los bie-nes de esta tierra por su causa, recibir a cambio bienes de valor infinito. Es decir: quien abando-ne por l lo que es carnal, recibir a cambio el premio del bien espiritual.

    No obstante, nos parece que las palabras del versculo 30 ya en esta vida dejan claro el carcter terrenal de esa recompensa, cuya ma-terializacin concreta en la era apostlica la se-ala Fillion de esta manera: En los principios de la Iglesia, cuando tan a menudo los nefitos deban romper los ms estrechos lazos de fami-lia para alistarse en el servicio de Cristo, encon-traban en la gran comunidad cristiana a herma-nos y hermanas, padres y madres que les suaviza-ban los padecimientos causados por una violen-ta separacin y llenaban de consuelo sus dolori-dos corazones. 21

    Bajo una perspectiva ms atemporal, el Padre Didon seala que el Espritu divino no slo trae a todos cuantos los reciben invisiblemente el gozo anticipado de los bienes celestiales, eternos, infini-tos, sino que exalta adems la vida de este mundo, aumenta sus recursos, armoniza sus energas, trans-

    figura todos sus actos. Entre los seres elegidos que aproxima este Espritu se forman lazos ms nti-mos, ms profundos, ms dulces que entre quienes son parientes de la misma sangre. 22

    Y el Padre Fernndez Truyols comenta, refi-rindose especficamente a las personas que co-rresponden a la vocacin religiosa y se entregan a s mismas por completo: El sacrificio de los bienes terrenales tendr su recompensa ya en es-ta vida. Y no slo en ventajas exclusivamente es-pirituales sino tambin en bienes temporales, aun-que en un plano superior al puramente material. Quien se despoja de todo para seguir a Cristo Je-ss recibir de la Divina Providencia, quiz con aadidura y superabundantemente, todo lo que necesite para su subsistencia. Deja a su padre y a su madre, y Dios les da padres y madres que los adoptan como a hijo muy querido. Doncellas en la flor de la juventud renuncian a la maternidad, y Dios las hace madres no de algunos, sino de in-numerables hijos, sobre los cuales derraman todas las ternuras de un corazn verdaderamente mater-nal. 23

    Iv una pregunta decIsIva para nuestra vIda espIrItual

    Todos somos partcipes de una vocacin celes-tial (Heb 3, 1). Con todo, mientras que Jess nos llama a seguirlo por el camino que lleva al Reino de Dios, nuestras tendencias desordenadas, con-secuencias del pecado original, nos arrastran a lo bajo.

    Ejemplo paradigmtico de esa dicotoma es el episodio del Evangelio que acabamos de comen-tar. El joven rico era bueno. Practicaba los man-

    1 AQUINO, Santo Toms de Suma Teolgica, III q. 24, a. 1, resp.: La pre-destinacin, tomada en su sentido propio, es una preordenacin divina eterna respecto de aque-llas cosas que, por la gra-cia de Dios, han de pro-ducirse en el tiempo. Pero por la gracia de unin hi-zo Dios que, en el tiempo, el hombre fuese Dios y Dios fuese hombre. Y no es posible decir que Dios

    substancial al Padre, en el que se concentra toda la gloria de la gracia.

    3 DIDON, Henri, OP Jesus Christo. Porto: Chardron, 1895, p. 381.

    4 LAGRANGE, P. M.J., OP vangile selon Saint Marc. Pars: Lecoffre, 1929, p.264.

    5 FILLION, Louis-Claude Vida de Nuestro Seor Je-sucristo. Madrid: Rialp, V. 2, p. 429.

    to Mara est presente ya antes de la creacin del mundo como aquella que el Padre ha elegido como Madre de su Hijo en la Encarnacin, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confindola eterna-mente al Espritu de san-tidad. Mara est unida a Cristo de un modo total-mente especial y excepcio-nal, e igualmente es ama-da en este Amado eterna-mente, en este Hijo con-

    no haya preordenado des-de la eternidad que eso haba de realizarse en el tiempo porque se seguira la aparicin de un acon-tecimiento nuevo para la mente divina. Se impone, pues, afirmar que la mis-ma unin de las naturale-zas en la persona de Cris-to cae bajo la predestina-cin eterna de Dios.

    2 JUAN PABLO II Enccli-ca Redemptoris Mater, 8: En el misterio de Cris-

  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 17

    damientos al punto que Nuestro Seor lo mir con amor. Pero cuando el Maestro lo invit a ser uno de sus discpulos, se apart triste y abatido, porque cada vez que alguien rehsa una invita-cin de la gracia es invadido por la tristeza y el remordimiento. El Padre Duquesne describe con notable claridad esa lamentable situacin de al-ma: Nadie renuncia a su vocacin sin dolor en el corazn, sin una secreta tristeza que increpa su cobarda, tristeza que difunde amargura a lo largo de todo el curso de la vida y crece en la hora de la muerte. 24

    La liturgia de este domingo nos coloca, as, frente a una pregunta decisiva para nuestra vida espiritual: a qu distancia se encuentra nuestra alma de la actitud del joven rico? Si Cristo nos in-vitara a seguirlo hoy, cmo le responderamos? Gritaramos con alegra como Samuel: Praesto sum (1 Sam 3, 16) Aqu estoy? O rehusa-ramos entristecidos la invitacin de nuestro Sal-vador?

    Cuando llegue esa llamada y puede ser en un momento inesperado seremos mu-cho ms capaces de dar una respuesta afirma-tiva si nos hemos preparado previamente. Pa-ra eso, es necesario que en todas las circuns-tancias de la vida nuestro corazn est en busca del Divino Maestro, combatiendo el apego a los bienes terrenos, aumentando sin cesar el fuego del amor a Dios.

    A esto nos incita el Prncipe de los Apsto-les: Hermanos, poned mayor empeo por ase-gurar vuestra vocacin y eleccin. Hacindolo as nunca caeris, pues se os otorgar generosamente la entrada en el reino eterno de nuestro Seor y Salva-dor Jesucristo (2 Pe 1, 10-11).

    A qu distancia se encuentra nuestra alma de la actitud del joven rico? Si Cristo nos invitara a seguirlo hoy, cmo le responderamos?

    "Sagrado Corazn de Jess" Iglesia de Nuestra Seora de Loreto, Lisboa

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    6 DUQUESNE Lvangile mdit. Pars-Lyon: Pe-risse Frres, 1849, p. 266.

    7 EFRN DE NISIBE, San Comentario al Diatessaron, 15, 2 apud ODEN, Tho-mas C. y HALL, Chris-topher A. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia Nuevo Testa-mento 2 San Marcos. Ma-drid: Ciudad Nueva, 2000, p. 199.

    8 DUQUESNE, Op. cit., p. 267.

    20 MALDONADO, SJ, Op.

    cit., p. 695.

    21 FILLION, Op. cit., p. 433.

    22 DIDON, OP, Op. cit., p.

    385.

    23 FERNNDEZ TRU-

    YOLS, Andrs, SJ Vi-

    da de Nuestro Seor Jesuc-

    risto. Madrid, BAC, 1954,

    p. 482.

    24 DUQUESNE, Op. cit., p.

    270-271.

    14 CLEMENTE DE ALE-JANDRA, San Quis di-ves salvetur? c. XXVII.

    15 MALDONADO, SJ, Op. cit., p. 778.

    16 MALDONADO, SJ, Op. cit., p. 695.

    17 LAGRANGE, SJ, Op. cit., p. 271.

    18 MALDONADO, SJ, Op. cit., p. 695.

    19 LAGRANGE, SJ, Op. cit., p. 271.

    9 FILLION, Op. cit., p. 431.

    10 MALDONADO, SJ, P. Ju-

    an de Comentarios a

    los Cuatro Evangelios

    I. Evangelio de San Ma-

    teo. Madrid, BAC, 1950,

    p. 692.

    11 LAGRANGE, OP, Op. cit.,

    p. 266.

    12 DUQUESNE, Op. cit., p.

    273.

    13 FILLION, Op. cit., p. 431.

  • 18 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    De plenitud en plenitud de gracia

    Al comienzo de su existencia, Nuestra Seora tuvo una plenitud de gracias que sobrepasa el auge alcanzado por los santos ms grandes. En la Anunciacin recibi un segundo grado de plenitud, para convertirse en Madre de Dios. Y en la Asuncin al Cielo puede ser vista como el apogeo de la gracia que se consuma en la gloria.

    anta Teresita del Nio Je-ss, la joven Doctora de la Iglesia y gloria del Carme-lo, se top an en los das

    de su infancia con una cuestin teolgica que la dej intrigada. Lle-vada por el deseo de comprender los designios del Padre eterno, le presen-t a una de sus hermanas la perple-jidad que tena. As lo contaba ella: En cierta ocasin, me llam la aten-cin que el Buen Dios no diera una glo-ria igual en el Cielo a todos los elegidos [], entonces Paulina me pidi que fuese a buscar el gran vaso de pap y lo pusiese al lado de mi pequeo dedal, los llenase de agua y a continuacin me pregunt cul de los dos estaba ms lle-no. Le dije que estaban llenos tanto el uno como el otro y que era imposible poner ms agua de la que podan con-tener. Mi querida madre me hizo com-prender entonces que en el Cielo el Buen Dios dar a sus elegidos tanta gloria como puedan abarcar.1

    Hna. Carmela Werner Ferreira, EP

    S Un ejemplo de sabidura cristia-na la respuesta de Paulina que ms tarde, ya en el Carmelo, sera la Ma-dre Ins de Jess que no responde slo a la indagacin de la santa nia, sino que a la vez revela un aspecto verdaderamente admirable de la con-ducta divina para con los hombres: la diversidad con que las gracias son distribuidas en proporciones peculia-res a las almas aptas de recibirlas en grados diferentes.

    La desigualdad de los seres, signo de la bondad de Dios

    Santo Toms de Aquino es quien nos esclarece la razn de esa diversi-dad en las obras divinas: Dios produjo las cosas en su ser por su bondad, que la comunic a las criaturas, y para repre-sentarla en ellas. [] Produjo muchas y diversas a fin de que lo que faltaba a ca-da una para representar la bondad di-vina fuera suplido por las otras. Pues la bondad que en Dios se da de forma to-

    El mensajero escogido para anunciar a Mara la llegada de la plenitud de los tiempos fue un ngel de altsima jerarqua

    Anunciacin, por el Beato Anglico - Museo de San Marcos - Florencia (Italia)

  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 19

    De plenitud en plenitud de graciatal y uniforme, en las criaturas se da de forma mltiple y dividida.2

    De manera que, an cuando ml-tiples y diversos, todos los seres que han salido de sus manos llevan el se-llo inequvoco de la perfeccin divi-na, desde la ms pequea de las hor-migas hasta el ms esplendoroso de los ngeles. A lo ptimo hay que atri-buirle cosas ptimas;3 existira in-coherencia en el orden del univer-so si alguna de las criaturas estuviese disociada del Ser Supremo, por que provienen de la intencin del primer agente, que es Dios.4

    El anlisis de esa riqueza de face-tas, impresa en el mundo espiritual y material por el Creador, constituye una fuente de deleite para los esp-ritus ms habituados a la metafsica, sobre todo cuando el blanco de tales consideraciones es el conjunto de los hombres, seres racionales hechos a imagen y semejanza de Dios.

    Maravilla en el orden sobrenatural

    Precisamente por haber sido dota-dos de inteligencia, voluntad y sensi-bilidad, les ha correspondido una ex-celente porcin de los dones otorga-dos por el Todopoderoso: la vida de la gracia. Esto les ha sido concedi-do porque la naturaleza humana ha de armonizarse en un solo orden y orientarse a un mismo fin, 5 que es la gloria voluntaria y consciente presta-da al Creador: el hombre es llama-do, por la gracia [] a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningn otro ser puede dar en su lugar.6

    En esta perspectiva, y como obra prima de munificencia, el Seor tu-vo por bien realizar una maravilla en el orden sobrenatural al escoger pa-ra s mismo a una Madre, hacindo-

    la partcipe de la vida divina de un modo admirable y colmndo-la cuanto posible de dones celes-tiales. Tan portentosa fue esta predi-leccin divina, que constituy un mis-terio de gracia desconocido hasta de los cristianos ms sabios y espirituales. 7

    Si Santa Teresita le hubiera pre-guntado a su hermana a cerca de la capacidad que Dios le confiri a Ma-ra de recibir gracias, quiz Paulina no habra usado la imagen del vaso y el dedal, sino una ms apropiada co-mo la del mar. De hecho, as reza una de las letanas difundidas por el orbe catlico: Corazn de Mara, ocano de bondad. Y las razones teol-gicas confirman de sobra esta tocante advocacin.

    Plenitud de gracia desde el primer instante del ser

    Mara recibi en el propio acto de la crea-cin de su alma la gracia habitual con tal abun-dancia que ya enton-ces se poda verificar lo que el ngel le dira en el momento de la Anun-ciacin: Algrate!, lle-na de gracia.8 As lo afirma el Doctor Angli-co, citando a San Jernimo: A los de-ms se les otorga parcialmente, mien-tras que en Mara infundi (Dios) la plenitud de la gracia.9

    Este primer grado de plenitud, des-tinado a ampliarse de manera conti-nua hasta la Asuncin, se distingue por el privilegio de la Inmaculada Concep-cin: Es necesario que se sostenga, co-mo principio fundamental, que la Virgen Madre ocupa en el orden de la restaura-cin del gnero humano el mismo lugar

    que Eva en nuestra ruina. 10 Si sta nos trajo el pecado, la que nos traera la gracia debera ser concebida sin l.

    Para dejar patente esa plenitud inicial, el Beato Po IX afirmaba al proclamar el dogma de la Inmacula-da Concepcin que Dios tan maravi-llosamente la colm de la abundancia de todos los celestiales carismas, saca-da del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ngeles y santos, que Ella, absolutamente siempre libre Fre

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  • 20 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    de toda mancha de pecado y toda her-mosa y perfecta, manifestase tal pleni-tud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor des-pus de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios. 11

    Nuestra Seora sobrepasa de esta manera, ya en sus comienzos, el auge alcanzado por los ms grandes bien-aventurados, porque una persona re-cibe ms gracias cuando es ms ama-da por Dios. Ahora bien, Mara, des-de el primer instante, en su calidad de futura Madre de Dios, fue por l ms amada que cualquier santo, incluso mismo al final de su vida, y ms que cualquier ngel. [] La gracia final de todos los santos, aun tomados en con-junto, no es proporcional a la dignidad de Madre de Dios, la cual es de orden hiposttica.12

    Por eso, es pertinente la compara-cin hecha por San Luis Grig-nion de Montfort al decir que Mara Santsima daba ms glo-ria a Dios cosiendo o hilando en la rueca en la casa de Naza-ret que San Lorenzo muriendo quemado en la parrilla.13

    Crecimiento de la gracia inicial

    La gracia inicial que Mara Santsima recibi, por muy in-conmensurable que fuese, an as no era infinita, la cual es propia y exclusiva de Cristo. 14

    La gracia en Mara, por lo tan-to, puede crecer y desarrollar-se indefinidamente,15 porque a medida que progresa espiritual-mente, el alma ampla su capa-cidad para recibir ms gracias.

    As se explica perfectamente que Mara estuviese llena de gra-cia desde el momento de su in-maculada concepcin, y sin em-bargo su gracia inicial fuese cre-ciendo y desarrollndose cada vez ms, hasta alcanzar final-mente una plenitud inmensa, in-comprensible, solamente inferior a la de Nuestro Seor Jesucristo,

    que era rigurosamente infinita co-mo Hijo de Dios y no poda crecer ni creci jams en l.16

    Este aumento de gracia en Nues-tra Seora tuvo algunos momentos culminantes, y los telogos admiten al menos tres: el momento de la Encar-nacin del Verbo en sus entraas virgi-nales, el de su dolorossima compasin al pie de la Cruz de su Hijo y el da de Pentecosts al bajar sobre Ella el Esp-ritu Santo con una plenitud inmensa.17

    Su vocacin no tiene proporcin humana, sino divina

    Podemos imaginarnos muy bien el gozo a un mismo tiempo discreto e in-tenso que invadira el alma de todos los que se encontraban en el Templo de Jerusaln cuando la Virgen Mara fue llevada all por sus padres. El ve-nerado matrimonio se preparaba para

    desprenderse de su hija y ya estaban sintiendo aoranzas de esa nia ador-nada de toda su hermosura de alma y de cuerpo. Reconocan que aquel era el nico lugar digno donde Ella de-ba vivir. Aunque no tenan una no-cin muy exacta del futuro que le esta-ba reservado a su hija, Joaqun y Ana intuan que Mara haba sido hecha solamente para el Seor, y no para s mismos.

    S, le aguardaban acontecimien-tos extraordinarios, los ms gran-des que la inteligencia divina pudiera concebir! Fue llamada a ser la Casa de Dios! El Beato Po IX en la Bula Ineffabilis Deus as exalta la predes-tinacin de la Santsima Virgen: El inefable Dios [] eligi y seal, des-de el principio y antes de los tiempos, una Madre, para que su unignito Hi-jo, hecho carne de Ella, naciese, en la

    dichosa plenitud de los tiempos, y en tanto grado la am por enci-ma de todas las criaturas, que en Ella se complaci con sealad-sima benevolencia.18

    El conjunto de beneficios conferidos a Mara, conforme seala el Papa de la Inmacula-da, proviene del hecho de que haya sido escogida para la ma-ternidad divina. La relacin de Nuestra Seora con la veni-da de Cristo al mundo es total, hasta tal punto que los telo-gos sustentan que de no haber-se efectivado la Encarnacin, la Santsima Virgen tampoco ten-dra razn de existir. 19 Todos los dones, gracias y privilegios ex-cepcionales que le fueron conce-didos a Mara por la divina libe-ralidad, lo fueron en atencin a este hecho colosal e incompresi-ble: Mara Madre de Dios.20

    Santo Toms de Aquino en-sea que Dios da a cada uno su gracia en conformidad con la misin para la que lo elige,21 y si nos detenemos un momento en considerar la vocacin de Nues-tra Seora, no podremos dejar

    La gracia inicial que Mara recibi fue creciendo y desarrollndose a medida

    que Ella progresaba espiritualmente

    La Virgen Nia por Zurbarn The State Hermitage Museum, San Petersburgo (Rusia)

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  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 21

    de exclamar con el Carde-nal Newman: Qu vesti-duras de santidad habrn sido las suyas, qu ple-nitud y desbordamien-to de gracia, qu super-abundancia de mritos, si admitimos la hip-tesis que encuentra una justificacin en los Padres de que su Ha-cedor se fij realmente en sus mritos y los tuvo en cuenta cuando se dig-n no desdear el seno de la Virgen!22

    Las palabras del Arcngel Gabriel

    El mensajero escogido para anun-ciar a Mara la llegada de la plenitud de los tiempos fue un ngel de alt-sima jerarqua. Una vez ms es San Jernimo quien nos ilustra la escena con el brillo de su pensamiento: Per-fecto resulta que sea enviado un ngel a la Virgen, porque la virginidad siem-pre fue pariente de los ngeles. Verda-deramente, vivir en la carne al margen de ella no es vida terrena, sino celes-tial.23

    En la humilde casa de Nazaret, la suerte de todos los hombres estuvo por unos instantes en los labios de esa joven amante de la virginidad que se haba turbado ante el elogio del cual no se consideraba digna: Algrate!, llena de gracia, el Seor est contigo (Lc 1, 28). Fue un momento decisivo de la Historia universal, cuya grande-za y profundidad han sido as descritas recientemente por Benedicto XVI:

    Cuando Dios decidi hacerse hombre en su Hijo, necesitaba el s li-bre de una criatura suya. Dios no acta contra nuestra libertad. Y sucede algo realmente extraordinario: Dios se ha-ce dependiente de la libertad, del s de una criatura suya; espera este s. [] El s de Mara es, por consiguiente, la puerta por la que Dios pudo entrar en el mundo, hacerse hombre. As Mara est real y profundamente involucra-

    da en el misterio de la Encarnacin, de nuestra salvacin.24

    Evidentemente que a partir del asentimiento a las palabras del ar-cngel, hubo un cambio radical en la vida de la Santsima Virgen, por-que engendr a Cristo, ascendi al orden hiposttico relativo e inici la relacin inefable de mutuo amor pa-ra con l. Razones por las que era necesario que se diese en Mara un au-mento de la plenitud de la gracia y ca-ridad, de modo que inmediatamente la dignificase para que se convirtiera en la Madre de Dios. 25

    El momento del fiat constituye el marco del segundo grado de pleni-tud alcanzado por Ella: El da de la Anunciacin seala un enorme pro-greso de la gracia y de la caridad en el alma de Mara.26 Todo lo que haba recibido desde que haba sido crea-da asume la verdadera razn de ser, su finalidad se cumple, pues su fe, su confianza y su generosidad estuvie-

    ron a la altura del misterio en el que iba a participar.27

    La gracia se dilata en la convivencia con Jess

    La Madre de la Di-vina Gracia no cesa-ba de progresar a me-dida que iba convivien-do con su Hijo, aventa-

    jndose en esta santa fa-miliaridad. Bajo el velo

    de la humildad, que con-forma los rasgos comunes

    de aquellos que de hecho son grandes, se ocultaban enriqueci-

    mientos que tan solo podemos ima-ginar parcialmente. Mientras el Ni-o creca a los ojos de los hombres gozando en grado infinito, y desde el principio, de la gracia que l mismo haba creado, su Madre por la cual ha-ba venido al mundo creca de pleni-tud en plenitud, sin mayores signos ex-teriores de este maravilloso progreso.

    Nuestra Seora, que confera todo con su Corazn, mostr al Nio a los pastores y magos, lo present en el Templo y con l huy a una tierra ex-tranjera. En Nazaret, apariencias co-munes encubran actos de adoracin enteramente perfectos, y la separa-cin de la vida pblica no disminua el incremento de gracia, puesto que la unin entre ambos superaba la au-sencia fsica. Los conmovedores he-chos de la Pasin, que produjeron en los bienaventurados tales efectos de santidad, qu beneficios no habrn obrado en el alma de Mara?

    La venida del Parclito traera a la Esposa del Espritu Santo una nueva plenitud de gracia, cuyas consecuencias nos las describe muy bien Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP, en un art-culo publicado en esta misma revista: Se dira que haba alcanzado la pleni-tud mxima de todas las gracias y dones, sin embargo, en Pentecosts, le sera con-cedido ms y ms. As como fuera elegi-da para el insuperable don de la mater-nidad divina, le tocaba ahora convertirse

    Qu beneficios no habrn obrado en el alma de Mara los

    conmovedores hechos de la Pasin?

    La Virgen al pie de la Cruz, por el Beato Anglico - Museo de San

    Marcos - Florencia (Italia)

  • 22 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    en Madre del Cuerpo Mstico de Cristo y, tal como haba ocurrido en la Encarna-cin del Verbo, baj sobre Ella el Espritu Santo, por medio de una nueva y riqusi-ma efusin de gracias, con el fin de ador-narla con virtudes y dones propios y pro-clamarla Madre de la Iglesia.28

    Los aos de vida de la Santsima Virgen que transcurrieron despus de Pentecosts se nos presentan tanto en-vueltos en sombras como fascinantes, ya que de ellos no tenemos descripcio-nes a parte de las que la Tradicin o las revelaciones privadas nos ofrecen. Protegida por el Apstol Juan, perma-neci an largos aos en esta Tierra, hasta el momento que subi al Cielo, cumplindose las palabras del Salmo: Una hija de reyes est de pie a tu dere-cha: es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir (Sal 45, 10).

    Nuestra Seora muri de gracia

    Habra muerto o no la Madre de Aquel que venci a la muerte? Es-ta es una cuestin disputadsima en-tre eminentes telogos, encontrndo-nos con ardorosos defensores de una y otra hiptesis. Aunque, segn la opinin ms admitida co-mnmente, Ella habra si-

    do llevada de esta vida por medio de una muerte suave, nadie tiene certe-za absoluta de ello.

    Al padre Royo Marn, OP, en con-versaciones informales sobre las ex-celsas cualidades de la Santsima Vir-gen, le gustaba afirmar: De qu ha-br muerto Nuestra Seora, ya que no padeca ninguna enfermedad? Muri de gracia! En Ella no caba ms! No caba ms! Este espiritoso comentario nos dirige a una realidad toda hermosa, descrita por otro insig-ne telogo dominico: Mara necesita dejar esta Tierra como consecuencia de la intensidad de un amor sereno y fortsimo por el que el alma, ya madu-ra para ir al Cielo, abandona su cuerpo y va a unirse con Dios en la visin in-mediata y eterna de la patria celestial, del mismo modo que un ro se precipi-ta en el ocano.29

    La entrada de la Virgen en la Je-rusaln Celestial puede ser vista co-mo el auge de la gracia que se consu-ma en la gloria, como modelo para-digmtico del destino que nos espe-ra a cada uno de nosotros, si le segui-mos el ejemplo de fidelidad.

    Mara entra en la Historia con intensidad creciente

    Asunta al Cielo, la misin de es-ta Reina en la Iglesia estaba solo co-menzando, una vez que el Espri-tu Santo quiere formarse en Ella y for-mar por Ella a los elegidos llamados a participar de sus dones. 30

    En los primeros siglos la figura de Mara es discreta, debido a las tenden-cias an paganas de los nefitos, incli-nados al torpe error de considerarla una divinidad. Poco a poco, de forma orgnica y suave como la accin del Maestro, la presencia de la Santsima Virgen se delinea con creciente inten-sidad en la espiritualidad de los fieles.

    Imgenes, pinturas y cnticos cada vez ms expresivos, milagros progre-sivamente ms estupendos, nuevas explicaciones doctrinales slidas y sa-bias: todo en la vida de la Iglesia pa-rece conocer mejor, de poca en po-ca, la plenitud de la que Mara des-borda, cuya experiencia nica y re-novada se traduce en frutos de ma-yor perfeccin. Nuestra Seora to-do lo transforma a partir de Cristo; Ella es la verdadera piedra filosofal, a quien exaltamos en los Salmos que le son dedicados con estas palabras: Annuntiaverunt cli nomen Mari, et viderunt omnes populi gloriam ejus Los Cielos anunciarn el nombre de Mara y todos vern su gloria.31

    Nuestra Seora y el fin de los tiempos

    Alguien se atrevera, por ventura, a hablar de plenitud de devocin a la Virgen Santsima, sin mencionar a San Luis Grignion de Montfort? En su Tra-tado de la Verdadera Devocin, la espi-ritualidad mariana parece alcanzar una nueva aurora, y tan fuerte y sensible es el fuego del Espritu Santo que lo inspi-r en cada una de esas pginas, que el esclavo de Nuestra Seora no encon-trando trminos humanos para plas-mar su encantamiento, termina por confesar: La Santsima Virgen ha es-tado desconocida hasta ahora.32 De Maria nunquam satis... no se ha alaba-

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    Se dira que Mara haba alcanzado la plenitud mxima de todas las gracias y dones, sin embargo, en Pentecosts,

    le sera concedido ms y ms

    Pentecosts Pro Catedral de Santa Mara, Hamilton (Canad)

  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 23

    do, exaltado, honrado, amado y servido bastante a Mara. Merece todava ms ala-banzas, respeto, amor y servicios.33

    Este anhelo inspi-rado por la gracia de penetrar ms a fondo en el alma de Nues-tra Seora, y en con-secuencia rendirle un homenaje mayor, bien refleja el impulso de la Santa Iglesia por am-pliar ms explcitamente lo que sobre Ella pueda ser dicho. Mara Santsima siem-pre es la misma; somos nosotros los que podemos conocerla mejor y amarla ms. Los tesoros de la gracia de los que es distribuidora tampoco han sido concedidos todos, y nos hace ansiar que la Historia de la Iglesia va-ya en un aumento de manifestaciones de misericordia mariana hasta la con-sumacin de los siglos.

    Deseemos que el da supremo del Juicio Final en el que el Reino de

    Dios llegar a su plenitud coincida con el momento

    en que, segn los desig-nios del Altsimo, no les falte a los hombres por conocer nada a su res-pecto. Y que los cris-tianos redimidos por la Sangre del Corde-ro, elegidos para pre-senciar an en vida

    la realizacin ltima de la unidad del gnero

    humano,34 por una gra-cia de correspondencia y

    fidelidad, alcancen el pi-ce de la devocin a la Reina

    del Universo. La formacin y la educacin de los grandes santos que

    habr hasta el fin del mundo, le est reservada,35 dijo San Luis Grignion.

    Cmo ocurrir eso? Es difcil vis-lumbrarlo. Sin duda, an los progre-sos que aguardan a la vida de la Iglesia en el mbito de la mariologa supera-rn aunque sin divergencia alguna todo lo que hasta hoy se ha conocido.

    Qui vivra, verra!.

    1 LISIEUX. Santa Teresa de. uvres compltes. Pa-rs: Du Cerf, 2004, p. 99.

    2 AQUINO, Santo Toms de. Suma Teolgica, I, q. 47, a. 1, resp.

    3 dem, a. 2, ad sec.

    4 dem, a.1, resp.

    5 dem, a. 3, ad prim.

    6 CIC, n. 357.

    7 MONTFORT, San Luis Maria Grignion de. Trai-t de la vraie dvotion la Sainte Vierge. Qubec: Montfortaine, 1946, n.21.

    8 Cf. GARRIGOU-LA-GRANGE, OP, Rgi-nald. La plenitude initial de grces en Marie. In: La vie spirituelle. Pars, Mayo, 1941, n. 253.

    9 AQUINO, Santo Toms de. Suma Teolgica III, q. 27, a. 5, resp.

    10 MARMION, OSB, Co-lumba. Apud PHILI-PON, OP, Mara Miguel. A doutrina espiritual de D. Marmion. Ro de Janeiro: Agir, 1956, p. 223-224.

    11 PIO IX, Ineffabilis Deus, 8/12/1854, n. 1.

    12 GARRIGOU-LAGRAN-GE, OP. Op. Cit., n. 253.

    13 Cf. MONTFORT, Op. cit., n. 222.

    14 ROYO MARN, OP, An-tonio. La Virgen Mara. 2. ed. Madrid: BAC, 1997, p. 252.

    15 Ibdem.16 dem, p. 251-252.17 dem, p. 265.

    18 Ineffabilis Deus, n. 1.19 Cf. ALASTRUEY, Gre-

    gorio. Tratado de la San-tsima Virgen. Madrid: BAC, 1956, p. 65-66.

    20 ROYO MARN, OP, Op. Cit., p. 91.

    21 AQUINO, Santo Toms de. Suma Teolgica III, q. 27, a. 5, ad prim.

    22 NEWMAN, Jonh Henry. Mara: Pginas selectas. Burgos: Monte Carmelo, 2002, p. 297.

    23 AQUINO, Santo Toms de. Suma Teolgica III, q. 30, a. 2, ad tert.

    24 BENEDICTO XVI, Au-diencia general, 12/8/2009.

    25 GARRIGOU-LAGRAN-GE, OP, Rginald. La Madre del Salvador y

    nuestra vida interior. Ma-drid: Rialp, 1990p. 119.

    26 dem, p. 115.

    27 dem, p. 118.

    28 CL DIAS, EP. Joo Scognamiglio. A paz es-teja convosco! In: Heral-dos del Evangelio, n. 41, mayo 2005.

    29 dem, p. 173.

    30 MONTFORT, Op. cit., n. 34.

    31 Antfona del salmo 123,1: A ti levant mis ojos.

    32 MONTFORT, Op. cit, n. 13.

    33 dem, n. 10.

    34 CIC 1045.

    35 MONTFORT, Op. cit, n. 35.

    La entrada de la Virgen en la Jerusaln Celestial puede ser vista como el auge de la gracia que se

    consuma en la gloria

    Coronacin de la Virgen, por el Beato Anglico - Museo de San Marcos -

    Florencia (Italia)

  • D24 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    Jos Manuel Jimnez Aleixandre

    Las Sociedades de Vida Apostlica

    Qu son esos gremios de hombres o de mujeres que procuran alcanzar la perfeccin de la caridad llevando una vida fraterna en comn? Qu las diferencian de las rdenes o de las congregaciones religiosas?

    esde los primeros tiem-pos de la Iglesia ha ha-bido hombres y mujeres que se han sentido lla-

    mados por Dios para surcar un cami-no especial de santificacin diferen-te, no slo de la va comn a todos los fieles que constituyen familia, poseen bienes, etctera, sino tam-bin de la de los sacerdotes consagra-dos al servicio del altar y de los her-manos. Ora eran vrgenes cristianas, muchas de ellas gloriosas mrtires en sangrientas persecuciones; ora viudas que renunciaban a su patrimonio pa-ra dedicarse al servicio de los pobres en la prctica de la caridad; ora ere-mitas que se alejaban del mundo civi-lizado para inmolar su vida en la ora-cin y contemplacin, con peniten-cias por las faltas cometidas o como proteccin de su propia inocencia.

    Formas de vida en comn muy diversas

    Esas vocaciones individuales, ele-gidas por el Seor a llevar una misma clase de vida, se fueron constituyendo a lo largo del tiempo en comuni-dades en las que aunaban sus esfuer-zos y se ayudaban mutuamente.

    En el transcurso de los siglos estos grupos o familias espirituales se fueron organizando de diferentes maneras. Los cenobios de San Pacomio, las aba-das de San Benito, los conventos de los dominicos, los eremitorios de los francis-canos, las casas de los jesuitas son ejem-plos, entre otros muchos, de institucio-nes de vida comunitaria formadas por personas que practicaban la obedien-cia, la castidad y la pobreza y se consa-graban a Dios para mayor gloria suya.

    Los mtodos de organizacin de vi-da adoptados por estas colectivida-des o familias religiosas eran muy di-versos, y se adaptaban a las necesida-des de la Iglesia y a las inspiraciones que el Espritu Santo comunicaba a cada fundador.

    San Francisco de Ass y su nueva forma de vida

    Cuando el poverello de Ass, acom-paado por sus primeros compaeros, present a Inocencio III en la pri-mavera de 1209 las pocas lneas que constituan su primitiva Regla, el Papa y sus consejeros hesitaron: Se tratara de un grupo de excntricos o sera una inspiracin divina? De hecho, la nueva frmula de vida segn el santo Evange-

    lio era muy diferente a la de los mon-jes que desde haca aos perfumaban a la Iglesia con sus frutos de santidad.

    Pero el Romano Pontfice, ense-a Benedicto XVI, supo discernir la iniciativa del Espritu Santo y acogi, bendijo y estimul a la naciente comu-nidad. 1 Y desde el pequeo arroyo que brot a los pies del monte Subasio, se form un gran ro, que ha dado una contribucin notable a la difusin uni-versal del Evangelio. 2

    El Oratorio de San Felipe Neri

    En el siglo XVI, San Felipe Neri autntico apstol en la neo-paganizada Roma del Renacimiento reuni a su alrededor a numerosos discpulos con quienes organiz una familia religio-sa y le pidi al Papa Gregorio XIII que sta no fuese obligada a asumir ningu-na de las formas jurdicas anteriormen-te establecidas, sino que pudiese cons-tituir una institucin diferente. As sur-gi la Congregacin del Oratorio, en la que sus miembros no deban estar vin-culados por votos o promesas, sino que la nica ligacin debera ser el amor.3 El desafo era enorme, ya que este tipo de institucin cannica no encajaba en la concepcin de muchos juristas rena-

  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 25

    centistas influenciados por un mal con-cebido Derecho Romano.

    Sin embargo, en 1575 Grego-rio XIII, mediante la Bula Copiosus in misericordia, erigi e instituy la Congregacin de presbteros y clrigos seculares llamada del Oratorio fun-dada por el amado hijo Felipe Neri. Lo ms singular de esta ereccin era que no inclua ninguna aprobacin de estatuto alguno, dado que el nico vnculo debera ser el amor. As naci en la Iglesia una forma nueva de orga-nizacin jurdica que tomara diversos nombres a lo largo de los siglos, sien-do denominada en la actualidad como Sociedad de Vida Apostlica.4

    Slo cuarenta aos ms tarde los hijos espirituales del santo florenti-no, ayudados por canonistas y estu-diosos, consiguieron redactar las pri-mitivas Reglas del Oratorio que fueron aprobadas por el Papa Pa-blo V el 24 de febrero de 1612.5

    Evolucin a travs de los siglos

    Muchos de los fundadores de fa-milias religiosas se sintieron llama-dos por el Espritu Santo a encuadrar

    su respectivo instituto en alguna de las formas jurdicas existentes: rdenes contemplativas, rdenes mendicantes, congregaciones dedicadas a la ense-anza, a la atencin de los enfermos, etctera. En cambio, otros como San Francisco de Ass o San Felipe Neri, igualmente inspirados por la Divina Providencia, consideraron que deban ser innovadores en las formas. Tanto unos como otros recibieron la aproba-cin de la Iglesia de Jesucristo.

    Durante siglos, la aceptacin pon-tificia de este tipo de asociaciones era concedida mediante una Bula. Pero el crecimiento de la Iglesia en el cur-so de los aos impuso la creacin de organismos que aliviaran el pesado fardo del sucesor de Pedro: son los denominados Dicasterios Romanos, rganos de gobierno que auxilian al Papa en sus diversas tareas.

    An hoy la decisin de aprobar una nueva familia religiosa contina sien-do responsabilidad del Santo Padre, pero le corresponde al Cardenal Pre-fecto de la Congregacin para los Ins-titutos de Vida Consagrada y las So-ciedades de Vida Apostlica erigir o

    instituir, mediante un Decreto, el nue-vo grupo de consagrados que el Esp-ritu Santo ha suscitado en su Iglesia.

    Hasta el da 31 de diciembre de 2008 haba 44 Sociedades de Vida Apostli-ca aprobadas: 32 masculinas y 12 feme-ninas. Una de las primeras y ms nu-merosas es la de los Padres Lazaris-tas (igualmente conocidos como Pa-les o Vicentinos), fundada por San Vi-cente de Pal, que cuenta con casi 4 mil miembros. Entre las femeninas se des-taca la de las Hijas de la Caridad, fun-dada tambin por San Vicente de Pal y por Santa Luisa de Marillac, que en la actualidad son 20 mil hermanas con-sagradas al servicio de los necesitados.

    Desde el pasado mes de abril las Sociedades Virgo Flos Carmeli (cle-rical) y Regina Virginum (femenina), nacidas en el seno de la Asociacin Heraldos del Evangelio, forman par-te de esa familia de instituciones. 1 Discurso a los miembros de la familia

    franciscana, 18/4/2009.2 Ibdem.3 SCHWAIGER G., La Vita Religiosa dalle

    origini ai nostri giorni. Milano: 1997, p. 335.4 Cf. Cdigo de Derecho Cannico, can. 731-746.5 Constituciones Christifidelium quorumlibet

    Ser

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    Hermanas de Regina Virginum durante la procesin de las ofrendas de la Misa presidida por el Cardenal Franc Rod en su visita a la Casa Generalicia de la

    Institucin, en agosto de 2009

    Ordenacin presbiteral y diaconal de miembros de Virgo Flos Carmeli presidida por el Cardenal Odilo

    Pedro Scherer, en el seminario de los Heraldos, el 20 de diciembre de 2008

  • E26 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    Regina VirginumCeremonia de recepcin del hbito

    l pasado da 22 de agosto, nueve jvenes de Portu-gal, El Salvador y Brasil eran admitidas como her-manas o postulantes en la Sociedad de Vida Apos-

    tlica Regina Virginum. Recibieron de las manos de su fun-dador, Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, el escapulario, el rosario y la cadena, smbolos de su nuevo estado de vida.

    La ceremonia se realiz en la iglesia de Nuestra Se-ora del Carmen que forma parte de la nueva Casa Generalicia y cont con la participacin de 600 com-ponentes de la rama femenina de los Heraldos. La se-mana anterior, el da 14, las amplias instalaciones de la institucin eran visitas por el Cardenal Franc Rod, CMF, Prefecto de la Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostlica. En esa misma ocasin, el Prelado celebr una Misa y en-

    troniz la hermosa y piadosa imagen de la Virgen del Carmen que preside el altar principal.

    Homila del fundador

    Durante la homila Mons. Joo record a las presentes que el primer plan de Dios con la Creacin haba sido al-terado por el pecado original y que en vez de una sociedad perfecta tenemos un mundo en el cual proliferan las envi-dias, las guerras y los sufrimientos. Por eso, invit a sus hi-jas espirituales a que fuesen, al igual que Mara, fuente de bienquerencia, de armona y de paz.

    La fiesta de Nuestra Seora Reina deca Mons. Joo nos trae la esperanza de un mundo, si el hom-bre colabora con la gracia, que se aproxima a aquella vi-da paradisaca que l habra tenido de no haber peca-

  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 27

    Al comienzo de la Celebracin Eucarstica las postulantes entran en la iglesia en cortejo. Tras la Liturgia de la Palabra se arrodillan y potradas rezan la Letana de los Santos,

    invocando su celestial proteccin para la sublime vocacin que ahora abrazan.

    El 14 de agosto el Cardenal Franc Rod visitaba las instalaciones de la nueva Casa Generalicia de la institucin.

    Las jvenes, con enorme compenetracin, esperan ansiosas el momento en el que el fundador, Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, bendecir y les impondr el escapulario, el rosario y la cadena,

    smbolo de la esclavitud mariana promulgada por San Luis Mara Grignion de Montfort.

    Despus de haber recibido el hbito, las nuevas hermanas se integran en la comunidad.

  • 28 Heraldos del Evangelio Octubre 2009

    do. En este hermoso da tenemos la alegra de acoger aqu a nueve jvenes que se consagran a Nuestra Seo-ra de una manera muy especial y reciben su manto, el manto de la Virgen del Carmen que da el nombre a es-ta iglesia.

    La Sociedad de Vida Apostlica Regina Virginum

    Regina Virginum es una Sociedad de Vida Apostlica que pertenece a la familia de almas de los Heraldos del Evangelio.

    Fue erigida en Asociacin de Derecho Diocesano por el entonces Obispo de Campo Limpo, Mons. Emilio Pig-noli, el 25 de diciembre de 2006, y elevada a Sociedad de

    Vida Apostlica de Derecho Pontificio el 26 de abril de 2009, festividad de la Madre del Buen Consejo.

    Nace como una autntica nueva militia Christi, segn afirma el decreto de aprobacin del Vaticano, por la dis-ciplina de vida de sus miembros, por su espritu de fe, de entrega a Jess y Mara y de sumisin al Papa.

    La intensa vida de piedad, de estudio y de actividades de evangelizacin caracterizan el da a da de las herma-nas, que dedican una atencin especial a la labor con la juventud. Llevar una palabra de aliento al que padece en un hospital o aliviar alguna necesidad material de los ms pobres ya es parte de la rutina de Regina Virginum en la prctica de la caridad efectiva y afectiva.

    Brasil A la izquierda, hermanas de la casa Lumen Cli van con la imagen de puerta en puerta en una de los suburbios de la regin de Maripor. A la derecha, llevan un poco de consuelo a las encarceladas en la comisara municipal.

    Italia Hermanas de Regina Virginum visitanen sus casas a los enfermos de la parroquia de

    San Fernando, en Messina.

    Brasil Evangelizando a los nios de la guarderaSan Judas Tadeo, en So Paulo. Aqu son acogidos por la parroquia los hijos de las familias con pocos

    recursos econmicos.

  • Octubre 2009 Heraldos del Evangelio 29

    a formacin de una joven de Re-gina Virginum empieza desde

    muy pronto, ya que es necesario un lar-go proceso educativo para que las can-didatas sean aptas para desempear las actividades propias de la asociacin.

    Al terminar la enseanza media, cuando son admitidas en la Sociedad, las hermanas estudian Filosofa en el Instituto Filosfico Aristotlico Tomis-

    ta y Teologa en el Instituto Teolgi-co Santo Toms de Aquino. Tras estos cursos superiores, prosiguen su forma-cin permanente en el Instituto Lumen Sapientiae. Las tres instituciones per-tenecen a los Heraldos del Evangelio.

    En la actualidad se encuentran en Medelln (Colombia) quince hermanas preparndose para obtener el ttulo de Master en Teologa, unas, y en Filoso-

    fa, otras, en la prestigiosa Universidad Pontificia Bolivariana.

    Fotos 1 y 4: Los congresos interna-cion