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La Visión de los Vencidos ÓRGANO INFORMATIVO DEL FRENTE DE APOYO CRÍTICO A LA 4A TRANSFORMACIÓN DE MÉXICO No 8 / Año 1 / Sábado 15 de Agosto 2020. EJEMPLAR GRATUITO https://www.lavisiondelosvencidos.com 1 Jaime Avilés (1954 - 2017) Precursor de la 4a Transformación “¡Quibo Jaime!”, le grité. V olteó a verme y, sere- no, levantó su mano derecha en ademán de saludo y se ale- tan campante para disolverse en la noche, en el bullicio de un bar, en la in- candescencia de una marcha o simplemente en esa explosión de ruido y colores chillantes que es la Ciudad de México. El hombre, bigote ralo, cabe- llo medio largo, percha de bo- hemio, voz y ademanes suaves, era entrañable. Como a todo buen escritor y periodista lo co- nocimos primero por sus textos, donde libertad, belleza y pa- sión informativa se conjugaban. Leerlo daba ganas de escri- bir y leer más de él y de otros. Era la puerta de entrada al gus- to por la lectura, pero también el primer guiño a la rebeldía, al activismo, a la militancia, al sar- casmo. Es decir, a la vida por- que qué-chingón-ser-como-Jai- me-Avilés. Vivir de caminar, ver, conocer y escribir bien; estar en los momentos importantes y platicarlos tan bien que uno se siente ahí: en Nicaragua, en la Selva Lacandona, en una mar- cha, en una misa o en Iztapala- pa; platicando con el Sup Mar- cos o con Andrés Manuel López Obrador en los días importan- tes, en los instantes en que la historia estaba en suspenso. En los momentos de adoles- cencia la vida era grata, porque parecía tan fácil como abrir La Jornada y encontrar a Jaime na- rrando los hechos, seleccionan- do los detalles y las anécdotas, que a uno le resultaban intere- santes, preguntando lo que uno quería saber, sacándonos la risa, seduciéndonos con su prosa de tono joven, sencillo, divertido y bello; dándonos a los lectores, especialmente a los más jóvenes, un argumento para no sufrir esa dolorosa metamorfosis que va de la libertad y la honestidad a las corbatas, los trajes y el nihilismo pasivo que implica asumir la rea- lidad sin mediaciones literarias. Leer la narrativa de Jaime Avi- lés era aprender que se pueden decir cosas terribles de forma hermosa. No, de ninguna ma- nera Jaime mintió ni se esforzó en reseñar hechos inexistentes. Tuvo la virtud de platicar la vida tan dura y tan absurda de for- ma que sus lectores no se deja- ran paralizar, sino que tuvieran ganas de luchar, de ver el de- talle que arranca a carcajadas, de faltarle el respeto al orden establecido, de dejar de ser un esclavo, de no pensar como es- clavo, de no vivir como muerto. Si Roque Dalton se propuso llegar a la revolución a través de la poesía, Jaime logró acer- carnos a la revolución por la vía de la crónica periodística, del teatro y del activismo. Si algo le debe México a Jaime es que su obra fue fundamental no sólo para entender al México de su tiempo, sino que logró captar adeptos a las mejores causas y propició la transformación Una crónica sobre el cronista Por Rodrigo Ávila ** CONT PAG 2

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La Visión de los VencidosÓRGANO INFORMATIVO DEL FRENTE DE APOYOCRÍTICO A LA 4A TRANSFORMACIÓN DE MÉXICO

No 8 / Año 1 / Sábado 15 de Agosto 2020. EJEMPLAR GRATUITO

https://www.lavisiondelosvencidos.com 1

Jaime Avilés (1954 - 2017)Precursor de la 4a Transformación

“¡Quibo Jaime!”, le grité.

Volteó a verme y, sere-no, levantó su mano derecha en ademán de saludo y se ale-jó tan campante

para disolverse en la noche, en el bullicio de un bar, en la in-candescencia de una marcha o simplemente en esa explosión de ruido y colores chillantes que es la Ciudad de México.

El hombre, bigote ralo, cabe-llo medio largo, percha de bo-hemio, voz y ademanes suaves, era entrañable. Como a todo buen escritor y periodista lo co-nocimos primero por sus textos,

donde libertad, belleza y pa-sión informativa se conjugaban.

Leerlo daba ganas de escri-bir y leer más de él y de otros. Era la puerta de entrada al gus-to por la lectura, pero también el primer guiño a la rebeldía, al activismo, a la militancia, al sar-casmo. Es decir, a la vida por-que qué-chingón-ser-como-Jai-me-Avilés. Vivir de caminar, ver, conocer y escribir bien; estar en los momentos importantes y platicarlos tan bien que uno se siente ahí: en Nicaragua, en la Selva Lacandona, en una mar-cha, en una misa o en Iztapala-pa; platicando con el Sup Mar-cos o con Andrés Manuel López Obrador en los días importan-tes, en los instantes en que la historia estaba en suspenso.

En los momentos de adoles-cencia la vida era grata, porque parecía tan fácil como abrir La Jornada y encontrar a Jaime na-rrando los hechos, seleccionan-do los detalles y las anécdotas, que a uno le resultaban intere-santes, preguntando lo que uno quería saber, sacándonos la risa, seduciéndonos con su prosa de tono joven, sencillo, divertido y bello; dándonos a los lectores, especialmente a los más jóvenes, un argumento para no sufrir esa dolorosa metamorfosis que va de la libertad y la honestidad a las corbatas, los trajes y el nihilismo pasivo que implica asumir la rea-lidad sin mediaciones literarias.

Leer la narrativa de Jaime Avi-lés era aprender que se pueden decir cosas terribles de forma

hermosa. No, de ninguna ma-nera Jaime mintió ni se esforzó en reseñar hechos inexistentes. Tuvo la virtud de platicar la vida tan dura y tan absurda de for-ma que sus lectores no se deja-ran paralizar, sino que tuvieran ganas de luchar, de ver el de-talle que arranca a carcajadas, de faltarle el respeto al orden establecido, de dejar de ser un esclavo, de no pensar como es-clavo, de no vivir como muerto.

Si Roque Dalton se propuso llegar a la revolución a través de la poesía, Jaime logró acer-carnos a la revolución por la vía de la crónica periodística, del teatro y del activismo. Si algo le debe México a Jaime es que su obra fue fundamental no sólo para entender al México de su tiempo, sino que logró captar adeptos a las mejores causas y propició la transformación

Una crónica sobre el cronistaPor Rodrigo Ávila

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ÓRGANO INFORMATIVO DEL FRENTE DE APOYOCRÍTICO A LA 4A TRANSFORMACIÓN DE MÉXICO

No 8 / Año 1 / Sábado 15 de Agosto 2020. EJEMPLAR GRATUITO

https://www.lavisiondelosvencidos.com 2Los textos aquí publicados no necesariamente reflejan el punto de vista o postura editorial de La Visión de los Vencidos, y son responsabilidad de su autor.

que vivimos en nuestros días.

No sólo eso. También demos-tró que se podía hacer periodis-mo independiente, lejos de los sobres con billetes y las llamadas de las oficinas gubernamentales para dar línea. Jaime era un re-belde, un personaje como los creados por Paco Ignacio Taibo II en sus novelas: vital, desparpa-jado, sarcástico, retador, de con-vicciones. Es decir, un desmadre. Es así, porque un tipo como Jai-me no puede ser invención de un personaje tan aburrido como dios. Ese crea periodistas tra-jeados, engominados, de dudo-sa conciencia y estilo mediocre.

Y después de tantas crónicas, de tantos encuentros (y también desencuentros) en los movi-mientos que formaron parte de EL movimiento, camino por las calles del centro histórico, arro-pado por la noche y la compañía de miles de desconocidos que, como yo, van al Zócalo. ¡AMLO ganó! gritan, dicen, murmu-ran… Camino con los ojos bien abiertos, como queriendo atra-par todos los detalles de esa noche histórica. Sé que no gri-taré “¡Quiubo Jaime!”, que no levantará la mano derecha en ademán de saludo, que no lo veré disolverse en esa carga de emotividad desbordada. Tam-bién sé que al día siguiente no iré corriendo a comprar el diario con la esperanza de saber cómo había visto la victoria Jaime.

Esa noche faltaron muchos que lucharon con la pluma y la libreta en la mano, que a fuerza de talento y necedad se volvie-ron indispensables. Una de esas ausencias fue la de Jaime Avilés.

Junto con las consignas y el jolgorio también están las ausencias que me remiten a un poema de Juan Gelman:

Yo no sabía queno tenerte podía ser dulce comonombrarte para que vengas aun-queno vengas y no haya sinotu ausencia tandura como el golpe queme di en la cara pensando en vos...

Poco a poco todos nos ale-jamos, nos disolvemos en el júbilo de la historia, en los re-cuerdos de los que fueron, de los que fuimos y con el vértigo de conocer pronto lo que se-remos. Al amanecer sólo sere-mos el eco de un zócalo lleno.

El auditorio del SUTIN en Viaducto estaba inun-dado de compañeros, ansiedad y rabia. Hacia unas horas el IFE había

ejecutado un cínico acto de pres-tidigitación electoral en horario triple A para ocultar, revertir y escamotear el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial. “Hay tres millones de votos perdidos”, dijo el candidato opositor el lunes 3 de julio y no se necesitaba ser un matemático para advertir como las tendencias se modificaron insólitamente en la madrugada posterior a la jornada electoral a favor de la derecha panista.

Todos queríamos hablar, al-gunos llorar, pero nadie quería quedarse quieto. Entrabamos, salíamos, volvíamos a entrar, nos mecíamos el cabello, los compa-ñeros fumaban en los pasillos, el humo del cigarro hacía más irrespirable la tensión. En una época donde los diarios con-firmaban las noticias de un día antes, un ejemplar arrugado y triste de La Jornada envejecía mientras circulaba de mano en mano. La lista de oradores se fue haciendo interminable y los ros-tros más apagados y cansinos.

Jefas de familia, maestros, tra-bajadores del campo y la ciudad, chavos de la Red Nacional de Jóvenes por AMLO (con sus pla-yeras de beisbol), compañeras de larga experiencia combativa (como Yamile Paz y Esperanza Lira), ex integrantes del histórico Consejo Nacional de Huelga del 68 (como Emilio Reza), activistas de la comunidad LGBT, estudian-tes del Frente Universitario de Apoyo Crítico a López Obrador de la UNAM, compas inoxida-bles de Flor y Canto, sindicalis-tas, librepensadores y poetas de ningún lugar, algún trajeado de la Gran Logia Independencia Número Dos, y en su conjunto estábamos ahí todo ese enor-me y variopinto mosaico de la izquierda ciudadana, que desde hace años militábamos y votá-bamos por el PRD pero ya no simpatizábamos con el sol azte-ca carcomido por su burocracia.

Esa cúpula partidista que tuvo abandonadas las oficinas nacio-nales y estatales del PRD en ple-na campaña presidencial (excep-to en el DF) y donde la gente se agolpaba para solicitar volantes o carteles de AMLO y tener ma-terial que repartir en sus pueblos o colonias, llevándose de alguna secretaria un hectorsuarezco “no hay” como respuesta indiferente, era justamente cuestionada en los “balances”, “análisis coyun-

turales”, “mociones históricas”, “mi comentario no es pregunta” de los asistentes a la reunión en su punto más álgido y catártico.

Nadie atinaba a explicarse porque Jesús Ortega había sido el coordinador de la campaña presidencial. “Ellos: los chuchos, traicionaron, no se les vio en la campaña, vendieron la informa-ción de los representantes de casilla en los estados, nos enga-ñaron, bajaron la cortina”, decían unos. “Yo vengo de Tlaxcala y nunca hubo ni un cartel de Obra-dor que nos diera el partido” de-cía otro. “Nos hicieron lo que a los zapatistas”, -se lamentaba un señor con la piel morena curtida al sol y una camisa deshilachada.

“No es hora de buscar culpa-bles compañeros, vamos a po-nernos a trabajar en lo que te-nemos, hay mucho por hacer” -dijo alguna voz con un dejo de sensatez y esperanza, y nos re-cordó que teníamos que revisar el cumulo de datos deposita-dos en correos electrónicos que la gente de todo el país había mandado desde sus comuni-dades. Un sábado antes de la jornada electoral, los microor-ganismos integrantes del Lado Izquierdo Opositor (LIO) había-mos requerido la participación ciudadana para implementar un conteo alternativo ante las sos-pechas que el IFE jugaría chueco -como ocurrió-. El tal algoritmo Hildebrando, la guerra sucia, y la burocracia perredista dor-mida en los laureles de la frase “llevamos 10 puntos de ventaja” eran elementos que nos lleva-ron a la conclusión que el pue-blo se tendría que organizar por su cuenta para defender el voto.

Se habilitó un correo electró-nico por cada estado y todos los informes confluirían en la cuenta [email protected]; a unas horas de finaliza-da la elección los testimonios ha-bían comenzado a abarrotar las páginas del Plan de los 3 Puntos y del Sendero del Peje; ahí esta-ba más claro que el agua, había evidencias del fraude a puños: en la casilla 1403 de Chinampa de Gorostiza, Veracruz en el con-teo del IFE AMLO tiene 23 votos, pero llegó la foto de la sábana de afuera de la casilla y tiene 230… la de San Agustín Atenango, Oa-xaca, lo mismo, los números no coincidían, y una tras otras con el común denominador de res-tar votos por centenas a López Obrador, en una operación de filigrana como cuando en los bancos te descuentan algunos centavos y sumados significan

Jaime Avilés, cronista de la resistencia

Por René González

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No 8 / Año 1 / Sábado 15 de Agosto 2020. EJEMPLAR GRATUITO

millones. Nos llegan cientos de preguntas: “¿A dónde llevó la foto de la sábana? ¿Qué le deci-mos al compañero de Chihuahua que manda fotos de varias actas y no son los que publica el IFE en su sistema de cómputo?” Se iban multiplicando las eviden-cias que saturaban los correos del conteo alternativo, que se convirtió en el buzón ciudada-no para denunciar el fraude.

“Hay que organizar esa infor-mación primero”, -dijo la misma voz que logró un silencio, y un aplauso en silencio, “¿Quién tie-ne alguna computadora?”-pre-guntaba. Sin teléfonos celulares, ni laptops a la mano de nadie, se armó una comisión para re-

visar y ordenar la información. Algunos habían llegado con fol-ders repletos de hojas impresas a blanco y negro de la sábana o el acta de su casilla, que tam-bién disentían de la alquimia del IFE. En muchos rincones del país los representantes de casi-lla y generales habían brillado por su ausencia, nadie sabía a quién acudir para entregarle las pruebas del atraco del régimen.

Pero volvió la tempestad de la desesperanza en la participación de un señor muy labioso: “A ver compañeros, porque los tene-mos, y porque sé que los tene-mos lo digo, y me refiero a que tenemos los pelos de la burra en la mano” (risas); “pero No- nos- van- a- hacer- caso…” -lo dijo tan lentamente que parecía una sentencia bíblica, y fue más rotundo: “¿Quién nos va a hacer caso? ¿El IFE vendido? ¿El Trife vendido? ¿Los medios vendidos? Son de ellos” -se respondió el

mismo; “compañeros los empre-sarios tampoco nos harán caso, también son de ellos…” (¡Vamos a las embajadas, a la ONU!, gri-tó alguien!) “Lo único que nos queda es la mo- vi- li- za- ción.” Aplausos. Menciones desde una voz entrecortada a “no ser cómo Cárdenas que en el 88 dejó solo al pueblo”; “pero nosotros so-mos pacíficos” recordó alguien a buena hora; “si necesitamos más movilización pacífica, lu-cha, resistencia”. Las frases se fueron haciendo rumor, el ru-mor diatriba, y la diatriba una cámara húngara de posiciones.

Entonces, enfundado en una camisa blanca, sentado lejos de los reflectores del escena-rio del auditorio de SUTIN, el

alma del Lado Izquierdo Opo-sitor que quizá se sentó en un lugar imperceptible para po-der salirse a fumar, carraspeó, miró sus notas y luego comen-zó a hablar interrumpido por su propia tos, primero sentado y luego de pie para poder ser escuchado por quienes estaban en la parte trasera del espacio a reventar; Jaime Avilés pala-bras más palabras menos dijo:

“Los he escuchado con aten-ción y también como ustedes con mucha pinche rabia maestros; sí, en efecto primero vamos a orga-nizar la información, mañana o al rato la podemos entregar en la oficina de San Luis; nos prestan ahorita una casa con unas com-putadoras en Coyoacán, bueno ahorita armamos una comisión; pero lo más importante es tener en cuenta lo siguiente: el movi-miento es como el metro, quien guste rendirse puede bajarse en la próxima estación, y también,

así como algunos tendrán sus razones para bajarse, otros más se subirán a los vagones en las paradas de más adelante (“¡Sin albur!”, murmura alguien y deto-na risas catárticas), unos irán de pie luchando, otros nos acom-pañaran cómodamente senta-dos; otros seguirán dormidos, y algunos han fingido estar no estando (“¡Como los chuchos!”, gritó alguien; más risas), pero lo que todos debemos tener claro, muy-bien-claro, es que el me-tro del movimiento va a seguir su camino, con o sin algunos de nosotros, aunque algunos se ba-jen y otros se suban, porque hoy aquí es el tren de la historia, y este metro, este tren tiene cho-fer y rumbo, es Andrés Manuel

López Obrador, así que no ten-gamos paz ni tampoco caigamos en la provocación… sigamos en el metro de la resistencia, y pron-to cuando estemos todos en el Zócalo sabremos que hacer…”

Los aplausos irrumpieron. Fi-nalmente Jaime Avilés nos pi-dió -secundando la propues-ta de alguien- entonar de pie el Himno Nacional, pero antes dijo: “si el pueblo responde en el Zócalo se abrirá un rayo de luz en la espesa oscuridad del cielo.” Cantamos el Himno con voces agrietadas, pero sonreí-mos otra vez, nos mirábamos los ojos enrojecidos al despedirnos con abrazos infinitos y fraternos.

Nos citamos en el Hemiciclo para marchar al Zócalo, pero ese domingo 30 de julio no nos pudimos ver en la hora de la cita, porque cuando llegamos la plancha ya se había desbor-dado -desde primera hora has-

ta más allá del caballito feo de Reforma ya no cabía un alfiler-. Un millón y medio de personas asistimos al inicio del plantón más grande del mundo, que conmovió México, y que inició el largo viaje del tren de la re-sistencia civil pacífica y activa…

Jaime Avilés ya era un legen-dario cronista, dramaturgo, na-rrador y en especial un militante político aquel verano de rebeldía cívica… En los noventa fue im-prescindible su columna Desfila-dero publicada cada sábado en La Jornada. Irreverente, combati-vo, libertario, el periodista publi-có entre otros libros La rebelión de los maniquíes (1991), Adiós cara de trapo: el tonto del pue-blo (2016) y AMLO: vida privada de un hombre público (2012).

Partió el 8 de agosto de 2017, doce años después de las inten-sas jornadas de resistencia, ya no describió el triunfo del pue-blo organizado. En noviembre de 2019, el Presidente de México dedicó su libro Hacia una econo-mía moral “a la memoria del pe-riodista y escritor Jaime Avilés”.

La Visión de los Vencidos

CONSEJO EDITORIAL PROVISIONALRené González,David Toriz,Uriel Zavala,Magdalena Martínez,Rolando Menchaca,Ingrid Diana CruzEduardo Macedo.

DISEÑOJosé Alfredo Zavala.

[email protected]

COMITÉComité Promotor del Frente de Apoyo Crítico a la 4ª Transfor-mación de México.

REDES SOCIALEShttps://www.facebook.com/frenteapoyocritico4aT/https://twitter.com/frentesocial

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AGOSTO 2020

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Una de las nociones que con mayor fuerza ha puesto en tensión la pandemia de CO-VID-19 es la relativa

al pretendido orden permanen-te de las sociedades. De alguna manera, prevalece de manera mayoritaria la idea de que hay una cierta estabilidad en las con-diciones que rigen la existencia.

La repentina irrupción del nuevo coronavirus ha provoca-do una suspensión de esa idea: en realidad no sabemos si ma-ñana habremos de enfermar, y si esa enfermedad es capaz de conducirnos a la muerte. No hay cura cuando los síntomas se agravan, excepto el sistema inmunológico del que estamos equipados genéticamente y que está resultando insuficien-te en cientos de miles de casos.

Lo que se consideraba como “vida rutinaria” antes de la pan-demia no existe más. La convi-vencia en los principales “pun-tos de encuentro” es imposible, en términos de que, decidir a quién se visita o con quién nos reunimos, puede resultar en una cuestión de vida o muerte, a de-cir del director general de la Or-ganización Mundial de la Salud.

Ni los parques ni las iglesias ni las escuelas son espacios se-guros para nadie. Tampoco lo son los mercados, los centros comerciales o los centros de tra-bajo. Todo está bajo el predo-minio de una partícula invisible con una capacidad letal pocas veces vistas en épocas recientes.

Desde esta perspectiva, la pandemia ha acelerado y pro-fundizado algunas tendencias previas a su aparición, que a su vez han abierto nuevas bre-chas y profundizado otras.

Por ejemplo, los procesos edu-cativos se han visto alterados ra-dicalmente. Más aún en un país como el nuestro en el que los su-puestos requeridos para garanti-zar cobertura universal y calidad no están dados: ni hay disponibi-lidad universal de televisión digi-tal, ni mucho menos la tenemos en materia de disponibilidad de equipos de cómputo conecta-dos a internet en los hogares.

Somos un país con un elevado hacinamiento, lo cual dificulta-rá los procesos de aprendizaje en familias con más integran-tes, que son generalmente las

más pobres; también enfrenta-rán severos problemas aque-llos hogares con jefas o jefes solos, pues enfrentarán el dile-ma de cómo hacer que sus hi-jas o hijos atiendan la televisión mientras trabajan, o peor aún, mientras deben salir a trabajar; y recordemos que no son po-cos; nada menos que alrededor del 27% de los hogares del país.

Para las niñas y niños los pro-cesos de socialización “tradi-cionales” se vieron interrum-pidos de manera abrupta: hoy conviven mayoritariamente con personas adultas de sus entor-nos, los cuales no son siempre los más amables y protecto-res; y con sus pares, la relación está hipermediatizada a través de tecnologías digitales como los chats, las videollama-das y los encuentros virtuales.

¿Cómo alterará esto, no solo el rendimiento y aprovechamien-to escolar, e incluso los mismos

procesos cognitivo? Es algo que aún no sabemos, además de la realidad, que debe tenerse clara en el gobierno federal, respecto de un muy probable y triste in-cremento del abandono escolar y la ruptura de trayectorias de aprendizaje de miles que tendrán que abandonar la escuela por la falta de recursos en sus familias.

Es momento de aprovechar la situación para fortalecer otras áreas y buenas prácticas, como las de la telemedicina, con el doble propósito de avanzar ace-leradamente hacia la consolida-ción del “expediente electrónico único”; pero sobre todo, para no dejar a su suerte a millones de personas que, por no contar ya con hospitales, clínicas o consul-torios que, debido a la “reconver-sión” a “unidades COVID-19” han dejado de darles servicios, o que por miedo prefieren vivir sus en-fermedades antes que exponer-se al contagio del coronavirus.

Quizá debamos pensar, no en una “nueva normalidad”, sino a una realidad cuyo mejor térmi-no para describirla es la incerti-dumbre. Ante ello, el reto de los gobiernos es mayúsculo, porque tendrán que modificarse desde los procedimientos para la en-trega de apoyos y servicios, has-ta la infraestructura física para garantizar la máxima seguridad de sus usuarios y beneficiarios.

El reto que enfrentamos todas y todos es el de transformar y adaptar; lo primero, para lograr que la pandemia nos encamine hacia gobiernos más eficaces y éticos; y lo segundo, para gene-rar una nueva lógica de convi-vencia social y hasta medioam-biental, consciente de la fragilidad humana, y por lo tan-to, más humilde, más responsa-ble y por lo tanto, con el manda-to de construir sociedades más incluyentes, justas e igualitarias.

COVID-19, transformar y adaptarPor Mario Luis Fuentes

Foto: Yllich Escamilla Santiago

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No 8 / Año 1 / Sábado 15 de Agosto 2020. EJEMPLAR GRATUITO

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Un chaparrito de Coahuila con barbitas de candado y que le gustaba el espiritismo llamó a levantarse en

armas contra el aparentemente poderosísimo régimen del tira-no Porfirio Díaz; aquel hombre-cillo convocaba a los mexicanos a un alzamiento armado para el 20 de noviembre de 1910 a las seis de la tarde en punto.

Ahora, hace pocos días, otro chaparrito, éste ardiente afi-cionado al espíritu pero al que viene en las botellas de las be-bidas destiladas, habló abier-tamente de incitar a un gran levantamiento armado al me-nos en dos naciones: Vene-zuela y nuestro país, México.*

―Óigame, señor, ¿pero a usté qué le pasa?, ―le diría el ciu-dadano de a pie― estamos en medio de una pandemia, te-nemos muchos problemas, ha muerto mucha gente y no se ve muy próxima la salida a esto tan terrible que nos está pa-sando, pero de eso a levantar-nos en armas es hablar de otro mundo. A mí se me figura que el que no está en sus cabales es usté ―porque eso fue lo que farfulló aquel pequeño, en todo sentido, sujeto acerca del presi-dente de todos los mexicanos.

En los tiempos del porfiriato la gente se fue a la bola porque no había esperanza. En el gran libro de Paco Ignacio Taibo, Pancho Villa, una biografía novelada, el autor se pregunta ¿qué le decía Villa a la gente para que aban-donara a su familia, su casa, su vida, para irse a una guerra sin esperanza? La respuesta parece imposible. Pero si examinamos la situación en que vivía aque-lla gente todo se vuelve nítida-mente lógico. Las personas no tenían esperanza, vivían en una miseria que no les permitía si acaso malcomer, muchos ha-bían perdido familiares asesina-dos por las guardias blancas de los terratenientes y muchos más habían sido despojados por esa gente. El pueblo odiaba y temía a los dueños de las tierras y no veían salvación para su pobre-za. Pero además guardaban un enorme rencor contra los patro-nes que siempre habían abusa-do de muchas formas ―la más inmediata era la explotación de los campesinos sin tierra― con-tra el pueblo que vivía en una pobreza que nos es difícil de imaginar. Con una vida que sólo les prometía muerte prematura por la miseria ―que se manifes-taba como desnutrición, insalu-

bridad, desamparo ante enfer-medades curables, etc.― o una muerte violenta a manos de los malos hombres que los some-tían a tanto oprobio, el pueblo sintió que con la guerra iban a una muerte muy posible, pero por lo menos, había la esperanza remota de victoria, pero, eso sí, la muy posible satisfacción de la venganza o al menos la seguri-dad de verse de tú a tú con los asesinos a sueldo del patrón.

Hoy, a pesar de todo, la pro-puesta del señor ex presidente Felipe Calderón (al que algunos se empeñan en llamar Borolas) parece la propuesta de un loco.

Pensemos un poco. En medio de la pandemia la gente tiene esperanza. Ocho de cada diez fa-milias está recibiendo al menos un apoyo desde el gobierno de la República. Ya por haber un adul-to mayor, ya por becas para los chicos que estudian bachillerato, ya por préstamos a la palabra o en el ámbito rural funcionan los programas Sembrando Vida y, en todas partes, el Jóvenes Cons-truyendo el Futuro. Hay miles de millones de pesos fluyendo des-de el gobierno hacia el pueblo más desprotegido. Y la gente le responde con su gratitud ―que se traducirá en apoyo electo-ral― para el gobierno. Las en-cuestas, aun las más cínicamente cuchareadas reconocen que el presidente López Obrador tiene

una enorme base de apoyo en el pueblo, la que expresada en por-centajes, siempre rebasa el má-gico número del triunfo electo-ral por mayoría: el 50 por ciento.

La gente no está desespe-rada ni desesperanzada como en los tiempos del porfiriato.

El que está desesperado es el señor Calderón (o Borolas para algunos). Y es claro que debe estarlo: su secretario de Esta-do para la Seguridad Pública de la nación (Genaro García Luna) está acusado en Estados Unidos de delincuencia organizada en su modalidad de tráfico de es-tupefacientes hacia aquel país, lavado de dinero, admisión de sobornos millonarios y asocia-ción delictuosa, entre otros crí-menes. Y la comisión de tales violaciones a la ley ocurrieron en los tiempos del régimen pre-sidido por el señor Calderón. Otros policías condecorados con las más altas preseas policia-cas nacionales, Ramón Peque-ño García y Luis Cárdenas Pa-lomino, ya están indiciados por la justicia en el país del norte.

La circunstancia ha llegado al extremo de que el señor Calde-rón (o, dicen, Borolas) expresó ―y lo hizo de manera categó-rica― que él no tenía conoci-miento de la actividad dentro del crimen organizado de su subal-terno García Luna. Examinando

mínimamente tal declaración se concluye que eso es imposible. La opción es que el señor pre-sidente Borolas, según algunos ―Calderón, con todo respeto, para nosotros―, no se encontra-ra, como él dice, en sus cabales.

Han pasado casi ocho años de que terminó el sexenio terri-ble para México, cuando se dio el aberrante caso de que su se-cretario de Seguridad Pública era empleado del narcotráfico o al menos su fiel aliado. Los seis años posteriores a ese nefando sexenio, el señor Calderón fue convenientemente protegido por el presidente en turno, Enri-que Peña Nieto: casi tan nefas-to como aquél, pero éste más bien dedicado al latrocinio del erario, mientras que su prote-gido (quien aseguró tal protec-ción comprándole una onerosa aeronave con costo para la na-ción de 7 mil millones de dóla-res), pero además, el señor que insisten en llamar Borolas, aun-que su nombre de Fe de Bautizo dice Felipe del Sagrado Cora-zón de Jesús Calderón Hinojosa, digo, además del robo también procuró legitimarse derraman-do sangre a raudales y llevan-do a efecto actos de violencia sin límite desde el poder, pero no para hacer justicia, sino para hacer negocios gracias a vender protección a un grupo criminal.

En estos ocho años transcurri-dos, más los seis del calderonato (o borolato lo llamarían algunos) que suman catorce largos años, es de admirar la paciencia, el te-són, la enorme fuerza en el espí-ritu y la profunda fe en sus idea-les del actual presidente para no desalentarse y continuar en la lucha a pesar de tantas y tan si-niestras adversidades. Y más si se considera el despliegue mons-truoso de ataques y calumnias que se han cebado en su contra (Carlos Monsiváis, el gran cro-nista de México lo anotó: “López Obrador es el político más ataca-do y vituperado desde Francisco I. Madero”. Y eso que no vio lo que hacen en este momento).

Para dimensionar un poco lo hecho por el presidente López Obrador, vale recordar la ma-nera en que un funcionario de segunda, llamado don MAME, Miguel Ángel Mancera Espinosa, hizo organizar un protocolo para ser recibido cuando asistía al C5 (Centro de Control, Coman-do, Comunicación, Cómputo y Contacto Ciudadano) de la Ciu-dad de México. Cuando el señor MAME llegaba al sitio no debía estar ningún empleado por los pasillos. El jefe de Gobierno iba escoltado por seis gorilillas y al entrar en su oficina, tenía que

Y el Capitán Borolas llamó a las armas

Por Pterocles Arenarius

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Foto: Yllich Escamilla Santiago

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haber otros seis de los mencio-nados simios uniformados ante sendas computadoras, los que en el momento de abrirse la puerta se ponían marcialmente de pie y no debían mirar en ningún caso al jefe (¡en serio!), para que en cuanto él tomara asiento en su gran escritorio, ellos, en silen-cio abandonaban el lugar. Pero previamente, el señor exigía que hubiese una cafetera con café gourmet de primerísima calidad recién preparado y un paquete de galletas de alta gastronomía sin abrir (sin abrir, no fuera que se pusieran a tragárselas los sub-alternos). En cuanto el señor to-mara asiento debía quedar sólo con dos de sus guarros en la puerta, afuera, sin molestar. De igual manera, ningún empleado podía estar en los pasillos, no fuera a darse el caso de que el jefe saliera y llegase a ver a un ser de tan inferior ralea con sus ojos consagrados por haberse él trepado sobre un ladrillo. Así se las gastaba ése que ahora men-diga en la Cámara de Senadores un miserable voto en la Junta de Coordinación Política de tal ins-titución, porque en los hechos, por sus votos logrados, no se la merece. Anotemos que Ricardo Monreal, a cambio de favores que desconocemos, se la otorgó.

Otro funcionarete, éste de cuarta, no diré su nombre, pero fue director del mencionado C5, por supuesto, no se procura-ba tan grandes caravanas como el llamado en su momento jefe Mancera; pero sí llegó a tener una especie de serrallo priva-do. Los empleados de este cen-tro se dieron cuenta de que en cierto momento, todo un piso se llenó de chicas de muy buen ver y cuyo trabajo no estaba a la vista de nadie de ellos. Re-cordemos que tanto el jefe de Gobierno de la ciudad como el director del C5, tienen sendas habitaciones en este Centro por si hay crisis graves en la ciudad ellos estén al tanto en tiempo real. En tales departamentos tie-nen baño, sala, recámara y ofici-na. Es del dominio público en-tre los trabajadores del C5, que aquel director utilizaba las ópti-mas instalaciones para invitar a las chicas de su oficina de asis-tencia personal, léase su harem particular, a “tratar asuntos de extrema importancia” con toda la privacidad que requieren los casos delicados de seguridad. Nadie vaya a pensar que el se-ñor dirctor de aquellos tiempos tenía un congal de putas a su servicio para cuando le escuecie-ra el prurito de la concupiscen-cia. Nada de eso, eran asistentes,

por más que nadie descubrió ja-más cuál era su real ocupación.

Así se las gastaban los funcio-naretes mientras los “periodis-tas” más “importantes” de Méxi-co se preguntaban todos los días ―para desacreditar al entonces líder social AMLO― de qué vive López Obrador. Sin duda hu-bieran querido que el hoy pre-sidente sufriera hambre mien-tras ellos seguían encubriendo a enfermos mentales como los mencionados líneas arriba.

Es muy comprensible que hoy estén dolorosamente trinando su frustración y su odio contra quien les quitó tan grandes privilegios.

El México en el que sus gober-nantes padecían complejos tan monstruosos como para adju-dicarse privilegios tan irraciona-les a costa del ciudadano al que ellos que debían servir se acabó. Es la Cuarta Transformación y está sirviendo para eso. Todo ha cambiado. El pueblo está empe-zando a probar lo que es el he-cho hasta ahora insólito de que su gobierno sirva para compla-cerlo, para colaborar en un míni-mo para que alcance la felicidad y no para robarle sus bienes ni asesinar a sus hijos. Y después de esto, les juro que el pueblo

no se conformará con menos.*Unas cuantas horas antes de

que este artículo fuera entrega-do para su publicación ocurrió algo insólito que me obliga a poner esta nota a pie de página. Lo que pasó fue que el señor ex presidente que algunos no cejan en llamar Borolas, ya sabemos que no se llama así, pues sí, el señor Felipe Calderón se desdi-jo y arguyó que no había dicho lo que vimos que dijo, que al-gunos medios interpretaron de manera incorrecta sus dichos que eran en el sentido de que jamás él propondría la violencia en ningún país del mundo para cambiar un régimen. ¿Quizá sólo cuando hubo estado en el poder no sólo lo propuso, sino que lo ejecutó con cientos de miles de muertos y desaparecidos en Mé-xico por su acción irracional? Es decir, como un buen derechista cobarde, el señor Fecal, que tam-bién así lo llaman algunos en uso de un estructuralmente correcto acrónimo de su nombre y su pri-mer apellido, se echa para atrás con toda la desvergüenza que ha mostrado siempre. El mile-nario proverbio griego dice que “Cuando los dioses van a destruir a alguien, antes lo vuelven loco”. Todo parece indicar que tal ocu-rre con el señor Borolas que al-gunos también llaman FeCal.

La historia del periodismo militante y de izquierdas en México es amplia. El siglo XX fue testigo de la aparición de experien-

cias de comunicación alternativa variadas, pero también de tra-yectos individuales de quienes, desde el periodismo, hicieron parte de la cultura política de las izquierdas. En el primer registro tenemos a Regeneración, legen-daria publicación de los anar-quista del Partido Liberal Mexi-cano, que en 2020 cumplió 120 años de su fundación; en 1924 el Partido Comunista Mexica-no (PCM) retoma la experiencia de un grupo de artistas y hace suyo El Machete; en tanto que, en 1941 en soledad, un grupo comandado por Narciso Bassols García funda Combate. El tra-yecto de las personalidades que compusieron estas experiencias, desde el análisis, el recuento his-tórico o el acompañamiento de los movimientos populares, nos entrega un cúmulo de periodis-tas de izquierda que produjeron las mejores páginas de esta cru-cial labor en el mundo moderno.

Uno de los más conocidos fue José Revueltas quien en su ju-

ventud desarrolló el género de la nota roja, cuya intención era mostrar la corrupción policiaca. Gerardo Unzueta, militante co-munista, fue otro de los periodis-tas de izquierda más importan-tes, su labor en la década d 1960 al frente de La Voz de México, el órgano informativo del PCM fue muy reconocida, al grado que fue uno de los primeros en entrevis-tar al Che Guevara tras el triun-fo de la revolución cubana. Sin embargo, entre las combativas páginas del periodismo militan-te, destacó de manera significa-tiva la de Mario Gill (1900-1972).

Gill fue miembro del PCM des-de la década de 1930 en su natal Tamaulopas y en la década de 1950 participó de la fundación del Partido Obrero-Campesino. Su actividad periodística pasó de la la dimensión técnica –ayuda a la elaboración de El Machete en la década de 1930 a la de investi-gación. A decir del testimonio de su esposa, Benita Galeana (mili-tante comunista analfabeta a la que Gill ayuda a escribir sus me-morias) el periodista tenía que buscar el sustento haciendo di-versos trabajos, entre ellos está el ser ayudante de Daniel Co-sío Villegas. No sorprende que los biógrafos –el impresentable

Krauze, entre ellos– del intelec-tual liberal omitan la participa-ción de Gill en la hechura de los textos de Cosío –él mismo en sus memorias omite el dato– ni tam-poco que varios de los textos de investigación de Gill aparezcan en Historia Mexicana, la revis-ta que Cosío funda con el apo-yo de la Fundación Rockefeller.

Entre 1953 y 1957 en la publica-ción de El Colegio de México Gill entrega investigaciones sobre el radicalismo político en la década de 1920 en Veracruz y Acapulco, pero también de fenómenos po-pulares como el de Teresa Urrea, mejor conocida como la “San-ta de Cábora”. El trabajo de Gill comienza a tornarse investigati-vo, pero también desarrolla un tipo de narrativa cuya base es la composición de diálogos entre los actores sociales, un “mon-taje” de voces. No será un pe-riodismo clásico, Gill trama una nueva forma de contar las histo-rias. En sus textos no habla el pe-riodista, sino los actores sociales.

Así, varios de sus trabajos pue-den ubicarse como un intento de captar la polifonía de voces que conforman. En La huelga de Nueva Rosita –recién re-edi-tado por PIT II en el FCE– nos entrega la desesperación de quienes, desde las minas hasta la ciudad de México, encontra-

ron la cerrazón del presidente Miguel Alemán. En Los ferroca-rrileros, escuchamos a los di-rigentes de aquel movimiento que cimbró al país entre 1958 y 1959. Igualmente, en ¡Cuba sí! ¡Yanquis no! Es el pueblo revo-lucionario el que se puede leer.

Otros trabajos distinguen la pluma de Mario Gill. Es uno de los primeros en investigar so-bre el Sinarquismo, movimiento heredero de la revuelta llamada La Cristiada y que para Gill bus-caban “reinstalar la época colo-nial”, en tanto que, en Nuestros buenos vecinos, retrata los áni-mos expansionismo de Estados Unidos frente a México. Todos estos textos, escritos al calor del ascenso fascismo acompa-ñan La década bárbara, en don-de Gill sostiene “Hitler no ha muerto”, sino que su espíritu se ha refugiado en el Pentágono.

Mario Gill nació en 1900 y mu-rió en 1972. Su larga vida acom-pañó a diversas organizaciones, pero lo más importante, es que innovo la narrativa, permitien-do que fueran los movimientos sociales, los actores de la socie-dad, los que hablaran. Toca a las nuevas generaciones de co-municadores y periodistas rein-ventar, como lo hice Gill en su momento, las formas de comu-nicación popular y alternativa.

La tinta roja de Mario GillPor Jaime Ortega

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La revista Punto Crítico, cuyas iniciales “PC” alu-dían subrepticiamente al Partido Comunista, –o al menos a la tradición que

evocaba porque para muchos el PCM ya era una instancia ana-crónica o “burocrática”– surgió a inicios de 1972 por la iniciativa de Raúl Álvarez Garín, quien jun-to con otros ex-líderes estudian-tiles del movimiento de 1968 re-cluidos en Lecumberri fraguaron la idea de una publicación que tuviera el objetivo principal de realizar un diagnóstico de la si-tuación nacional que prevalecía en México a inicios de la década¬ de los setenta, particularmente del estado en el que se encon-traban los movimientos sociales que se manifestaban de distin-tas maneras en aquellos años.

Los activistas presos no bus-caban re-escenificar la movi-lización estudiantil de 1968 –cuestión que consideraban imposible– aunque advertían en el movimiento que se gesta-ba en las universidades del país un impulso que podía entron-car con la tónica que adquiría la presencia de distintas organiza-ciones a lo largo de la república,

y, sobre todo, eran conscientes de que los protagonistas de esa movilización social habían tran-sitado ya al mundo del trabajo, donde comenzaban a desem-peñar un papel destacado en la organización sindical y en dis-tintas áreas estratégicas y pro-fesionales de la vida pública del país, y era ahí donde tenía que ponerse toda la atención posi-ble para impulsar un proceso organizativo de los trabajadores.

A ese “pre-grupo” de Punto Crítico conformado por ex-di-rigentes del 68 como Roberto Escudero, Luis González de Alba, Gilberto Guevara Niebla, Salva-dor Martínez Della Roca, Eduar-do Valle “El Búho”, entre tantos otros, se le sumó un pequeño núcleo de intelectuales univer-sitarios que pronto descollarían por una obra teórica y política vinculada de manera orgánica con los distintos momentos de la lucha de la izquierda mexica-na socialista, y entre quienes se encontraban el periodista Adol-fo Sánchez Rebolledo –hijo del decano del marxismo en México: Adolfo Sánchez Vázquez– quien fue el Director General de la re-vista de 1972 a 1977; el econo-

mista Rolando Cordera y los filó-sofos Carlos Pereyra y Santiago Ramírez. A ellos también se liga-ron Carlos Monsiváis y Arnaldo Córdova, quienes a pesar de que no se integraron de manera for-mal a la revista, fungieron como colaboradores regulares de ella.

Esa alianza político-intelectual dio origen al primer número de Punto Crítico que apareció en enero de 1972 y que llevaba por título: “1971 ¿Cambios o dema-gogia?”. Ahí se realizó un balan-ce del primer año de gobierno de Luis Echeverría enmarcado en lo que en aquel entonces se denominó como la “apertura democrática” y que se traducía en acciones como la amnistía a los presos políticos de 1968 –que benefició a los integrantes de la revista que habían sido re-cluidos por su participación en el movimiento estudiantil– y en una reforma política que ofre-cía mejores condiciones para la organización de la izquierda en general, aunque también en la represión del jueves de corpus.

En la “Presentación” de ese pri-mer número se destacaban tres puntos importantes: 1) buscaban ser una publicación que infor-mara sobre los hechos que con-formaban a la realidad nacional y que adicionalmente contri-buyera con un análisis de sus

implicaciones y complejidades; 2) no querían diseñar una línea política más –tan común en las distintas organizaciones de iz-quierda de la época– sino “con-tribuir con una política editorial clara y consecuente, al debate organizado de las fuerzas de iz-quierda sobre bases objetivas y permanentemente renovadas, con la intención final de acce-der a una unidad creadora y no a una uniformidad estéril y a la postre burocrática y paralizante”.

Y, 3) sin ningún complejo, asumían una posición política favorable al movimiento obre-ro y a todas las expresiones de los trabajadores del campo y la ciudad en las que se manifes-tara, ya que partían de la tesis de que sólo podía ser éste en su conjunto el que marcara la pauta al trabajo de la revista y con el que tenía que confron-tarse su perspectiva editorial.

También reconocían que no partían de cero, sino que tenían como un importante antece-dente a la revista Política, diri-gida por Manuel Marcué Pardi-ñas –mención que ocasionó la irritación de José Revueltas en un “saludo” a la revista, puesto que él creía que el objetivo de Punto Crítico debía ser el de re-cuperar el espontaneísmo cul-tural que había dejado la estela del movimiento del 68 y no el de abrazar la senda del perio-dismo político militante como manifestaban sus integrantes–, y se identificaban como un grupo de periodistas “surgidos todos de una generación que recono-ce 1968 como el año exacto de su definitiva filiación política”.

Todos los artículos de la revis-ta eran resultado de la discusión colectiva y no eran firmados por nadie. La finalidad de esta diná-mica editorial era fomentar una posición orgánica en todos los integrantes de la publicación, la cual no estuvo exenta de tensio-nes y finalmente de desacuerdos que llevaron a la ruptura de las dos corrientes de opinión que comenzaban a perfilarse cada vez con mayor fuerza en su interior.

Los casos más emblemáticos que generaron diferencias en Punto Crítico fueron la irrup-ción de la violencia política de las distintas guerrillas urbanas en el país, el apoyo a la candi-datura presidencial de Valentín Campa por el PCM en 1976 y la aparición de la Tendencia De-mocrática del SUTERM en 1977.

DEMARCACIONESPunto Crítico: un caso de periodismo político militante en México.

Por Alfonso Vázquez SalazarFilósofo, escritor y ensayista político. Profesor Titular de la UPN. Autor del libro Perfiles mexicanos. Ensayos sobre filosofía mexicana contemporánea (Cámara de Diputados, 2019)

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Este último evento llevó a la ruptura entre sus integrantes debido a que un sector conside-raba al movimiento de los elec-tricistas como nacionalista, bur-gués y reformista, mientras que el otro veía en él la cristalización de un programa político acorde a las condiciones históricas de la realidad mexicana y no basa-do en una demanda estrafalaria proveniente de algún modelo teórico abstracto. Estas dos ten-dencias llevaron por un lado a la fundación de una segunda épo-ca de la revista, dejando Adolfo Sánchez Rebolledo la Dirección General, y por otro a la confor-mación del Movimiento de Ac-ción Popular (MAP) que apoyó el proceso de unificación partidista de la izquierda mexicana socia-lista en torno al PSUM (1981) y finalmente al PMS (1987).

Para atraer suscriptores en la primera época, Punto Crítico se anunciaba en sus páginas de la siguiente forma: <<Un “Punto Crítico” es: cuando ya no pue-de darse marcha atrás…cuando llega la lumbre a los aparejos…cuando se oyen pasos en el ta-panco…si usted quiere enterar-se, suscríbase a Punto Crítico. Si además ud. Participa del lado del pueblo: …en la lucha de clases… y en la formación de concien-cia apoya a “Punto Crítico”.>>

Una de las tantas virtudes de Punto Crítico: revista de informa-ción y análisis político fue indu-dablemente asumir una posición política claramente militante en el movimiento obrero, sin nin-gún temor a ser identificados con una postura “parcial”, pues ante una sociedad marcada por

la desigualdad flagrante era claro que la imparcialidad se conver-tía en un elemento cómplice de aquellos grupos interesados en la desmovilización popular y en contener a la insurgencia sindical que se llevaba a cabo en los años setenta. Ante la falsa idea de que sólo puede hacerse periodismo desde una supuesta objetivi-dad, Punto Crítico demostró que cuando existe un compromiso claro con la transformación del país, se consigue que la verdad emerja con toda su fuerza revo-lucionaria –“la verdad es siempre revolucionaria”, sostenían–, y con esa convicción se abocaban a la tarea de realizar un “perio-dismo integral”, como indicaba Gramsci, que consistía en ana-lizar esos movimientos sociales para comprender a través ellos las categorías de “campesina-

do”, “clase obrera”, “sociedad de clases”, y no a la inversa; con lo cual estaban en mejores condi-ciones de ofrecer elementos teó-ricos y analíticos de orientación política para la conformación de una “unidad creadora” en el amplio movimiento de masas.

Por todas esas razones, ade-más de la crítica a los intelec-tuales liberales como Daniel Cosío Villegas y a aquellos otros que argüían una posición neu-tral, así como los reportajes y las entrevistas a los protago-nistas de los movimientos so-ciales de la época como Rafael Galván y otros, la primera épo-ca de Punto Crítico aún refulge en la tradición del periodismo político militante en México.

Desde el 2003 existe el consenso de que el entonces IFE trai-cionó la causa que había desembocado

en su creación, cuando dejó fue-ra al PRD en el nombramiento de los consejeros electorales. El supuesto árbitro electoral sería consistente con esa decisión y avalaría el fraude electoral del 2006, decisión controversial que Felipe Calderón buscó legitimar con una supuesta guerra contra el narcotráfico. Seis años des-pués el IFE volvería a dar por vá-lidas unas elecciones que desde el periodo de campaña acumu-laron una serie de irregularida-des que al día de hoy dan de qué hablar con el famoso caso Odebrecht y Emilio Lozoya. Ni qué decir de los comicios del Es-tado de México en 2017, donde el gobierno federal intervino de múltiples maneras para bene-ficiar al candidato priista Alfre-do del Mazo que, a pesar de las denuncias de irregularidades de algunos consejeros electorales locales, como Bernardo Barran-co, resultó ganador. En resumen, el «organismo autónomo» sólo ha servido para validar las elec-ciones de una élite política neo-liberal, dedicada a saquear por vías legales e ilegales al país, sin importarle pisar la democracia.

A este recuento agreguémosle la reciente “chacalada”, como la llamo Gibrán Ramírez, del con-sejero presidente Lorenzo Cór-dova, el cual adelantó dos meses el nombramiento del secretario Ejecutivo del INE, Edmundo Ja-cobo, basado en un artificio ju-rídico -”como el IFE y el INE son distintos, se puede reelegir una vez más”-, con la intención de que no pudieran participar en su elección los consejeros que en ese momento serían próxi-mamente electos en abril (aun-que por la pandemia lo fueron hasta julio). Sólo tres consejeros se opusieron y denunciaron la

chacalada de Lorenzo Córdo-va, Ciro Murayama y su séqui-to, quienes han actuado como un partido más de la oposición al gobierno de la 4T, acusando -entre delirios, amenazas y pre-potencias- ataques a la auto-nomía de la institución sin nin-guna prueba concreta, en lugar de fungir únicamente como ár-bitros. En las mismas coordena-das han operado los amparos promovidos por 130 funciona-rios electorales contra la Ley Fe-deral de Remuneraciones que establece que ningún funcio-nario público puede tener un salario mayor al del presidente.

El respaldo del INE se encuen-tra no en los ciudadanos, sino entre los teóricos de la mal lla-mada transición democrática, muchos de ellos abajofirman-tes de desplegados que acu-san de derivas autoritarias a un gobierno electo por más de 30 millones de personas (53.19% de los sufragios). Esos defensores, igual que sus amigos consejeros, convenientemente confunden la crítica a sus pantomimas sin efectos positivos en la realidad política y económica de los ciu-dadanos, con ataques a su auto-nomía o libertad de expresión.

El nuevo consejero electoral: ¿De la teología de la liberación a la liberación de la democracia?Por Luis Rodrigo Wesche Lira Tesista de Filosofía en la FFyL, UNAM, pasante de Historia en la ENAH e interesado en el estudio de la filosofía política

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Claramente el INE no ha sido un árbitro imparcial y se resiste a la transformación política del país.

Pese a la historia de la infa-mia descrita, recientemente han surgido atisbos de esperanza. El 22 de julio del presente año la Cámara de Diputados eligió a cuatro nuevos consejeros, cuyos nombres son Carla Humphrey, Norma Irene de la Cruz Magaña, Uuc-kib Espadas Ancona y José Martín Fernando Faz Mora, para el periodo que va del 27 de julio del 2020 al 26 de julio del 2029. El último de ellos actualmente tiene 57 años, estudió la Licen-ciatura en Filosofía en la Univer-sidad Abierta de San Luis Potosí y una Maestría en Derechos Hu-manos y Democracia en la Facul-tad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y antes de asumir su nuevo cargo era con-sejero electoral del Consejo Es-tatal Electoral y de Participación Ciudadana de San Luis Potosí.

En dos entrevistas recientes, una con Álvaro Delgado y Ale-jando Páez Varela y otra con Ju-lio Astillero, el nuevo consejero electoral reconoció que el INE goza de poca credibilidad y no sin razones. En la primera seña-ló el carácter “gastalón” del Ins-tituto y recordó su ausencia de acciones en las controvertidas elecciones del 2006, así como el hecho de que la reforma electo-ral del 2014, con la cual surgió el Instituto, se hizo en el marco de las reformas estructurales, resultado del Pacto Por México. También criticó la excesiva “au-torreferencialidad” del INE, es decir, su posición de no permi-tir ninguna crítica ni someterse al escrutinio público, pues cual-quier comentario negativo es re-cibido como un ataque a la au-tonomía del organismo. El nuevo consejero considera que el Ins-tituto debe admitir que tiene deficiencias y estar dispuesto a

cooperar con otras instituciones del Estado, si realmente quiere garantizar elecciones cada vez más justas. Por su parte, en la entrevista con Astillero se en-cuentra la clave de esta mane-ra de pensar de José Martín Faz Mora, lejana de los actuales ca-ciques del INE. Ahí compartió al-gunos de sus antecedentes, en-tre los cuales se encuentra haber sido educado en “los valores” de la teología de la liberación.

Esta corriente teológica, que en América Latina acompañó a muchos movimientos sociales, críticos de las injusticias de los sistemas políticos y económi-cos, y que en el caso de México aún influye en la protección de migrantes (piénsese en el Padre Solalinde o el obispo Raúl Vera), descansa en la premisa de que se debe imitar a Jesús, quien se po-sicionó del lado de los pobres y oprimidos, y fue crucificado por en el siglo I por oponerse a los

dominadores de su tiempo. Sin provenir del mismo movimiento o partido, parece que el nuevo consejero coincide con el pre-sidente en inspirarse en los cri-terios ético-políticos del mismo revolucionario del primer siglo.

Llamo la atención en este he-cho porque la teología de la li-beración insistía en que cual-quiera que ocupe un cargo público no puede hacerlo para dominar, sino que su propó-sito debe ser servir al pueblo, sede genuina del poder político. Como consejero, José Martín Faz Mora podría colaborar en libe-rar a la democracia de las manos de quienes se sienten dueños de ella y quieren mantenerla se-cuestrada. Esperemos que en al-gún punto todos los consejeros electorales vivan aquella máxima de Mateo 20:28 y puedan decir “no vine para ser servido, sino para servir” al pueblo. Sólo así llegará la transformación al INE.

El debate sobre la fun-ción del escritor suele zanjarse con un culto a la independencia y a la objetividad; para los

medios de comunicación y las principales universidades del país el escritor respetable es aquel que mantiene su trayec-toria “intacta”, ajena a cualquier tipo de afiliación. Los escritores

renombrados son aquellos que se asemejan a los místicos: su asenso espiritual es su única vir-tud. Todos aquellos que no aca-ten dichas pautas han quedado al margen de la vida pública, académica e, incluso, editorial. Sin embargo, en México han te-nido lugar discusiones relevan-tes sobre ello, las cuales oscilan entre dos posiciones al parecer

irreconciliables: los que insisten en defender como fin último la objetividad e independencia del escritor y quienes promueven un perfil más comprometido con las condiciones políticas y so-ciales. La discordia siempre ha estado presente dado que unos suelen considerar la afiliación a cualquier tipo de movimiento social o causa política como un obstáculo para la objetividad, en cambio otros ven en la militan-cia la realización de las ideas: su paso del papel a la acción social.

El debate sobre esta cuestión se inauguró en 1933 entre Anto-

nio Caso y Vicente Lombardo To-ledano: ambos se disputaban el futuro de la educación superior y el perfil del intelectual; Caso defendió la libertad de cátedra y la autonomía de los pensadores; mientras que Lombardo insistió en la necesidad de incorporar el método del materialismo históri-co como la base del pensamien-to y la enseñanza. Ambas pro-puestas son de un gran calado filosófico, la primera se centró en la individualidad y la segun-da en el carácter histórico-polí-tico. La pluma de Antonio Caso se distinguió por su humanismo heterodoxo de largo alcance y la de Lombardo Toledano por su análisis a través de categorías propias del materialismo apli-cadas a problemas concretos. El resultado de ello fue la perdura-bilidad de la autonomía para la Universidad de México y la fun-dación del Instituto Politécnico Nacional, en ambas institucio-nes ha quedado cristalizado di-cho debate. Este enfrentamiento persistió a lo largo de la historia, sin embargo, en distintos mo-mentos una tradición ha to-mado más relevancia que otra.

Las razones que influyen en la predominancia de una tradición sobre otra no se agotan en las elecciones individuales de los escritores, dado que sus pre-ferencias están inmersas en un cúmulo de relaciones sociales. Ningún escritor puede asegurar racionalmente que es ajeno a la sociedad en la cual se desarrolla, por lo tanto, que en las últimas décadas haya persistido una de-finición del escritor incólume no es un asunto de honor intelectual sino propiamente político. El so-

La farsa del escritor independiente.Por Frida López RodríguezTesista de la Licenciatura en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Integrante del Consejo Consultivo de Jóvenes de Cultura UNAM y del Consejo Editorial de la Revista de la Universidad. Fue representante estudiantil en el Consejo Académico del Área de las Humanidades y las Artes de la UNAM de 2016 a 2018.

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No 8 / Año 1 / Sábado 15 de Agosto 2020. EJEMPLAR GRATUITO

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ciólogo Pierre Bourdieu nos ad-vierte sobre un fenómeno para comprenderlo: las instituciones y las élites suelen instaurar meca-nismos para reproducir su hege-monía ideológica de tal manera que pasen desapercibidos. Y la manera para lograrlo es instau-rar pautas que promuevan la di-ferencia de capital cultural entre los individuos: el reconocimiento no sólo se debe a la capacidad y al trabajo de los escritores sino mayoritariamente a las acredita-ciones que se les imponen. Quien no conozca la historia intelectual del país, fácilmente podrá adherirse sin cuestiona-mientos al canon del escritor in-dependiente. Por ello es urgente que la sociedad y en especial los periodistas, en un momento en el que abundan las noticias fal-sas y las “distorsiones acredita-das” en las columnas de periódi-cos nacionales y mundialmente reconocidos, realicen un análisis de las distintas tradiciones en

el pensamiento mexicano, así como de los códigos y normas de las principales instituciones que avalan el trabajo intelectual.

Las universidades si bien tie-nen un papel imprescindible de verificación de la información, no son jueces imparciales, al igual que los periódicos y las edito-riales. Los mecanismos de reco-nocimiento y de reproducción ideológica están estrechamente relacionados con las trayectorias de quienes dirigen los distin-tos espacios e instituciones, así como con los intereses econó-micos en curso. Lo anterior co-bra relevancia para comprender cómo en las últimas décadas, durante el periodo neoliberal, bajo el credo de Jefferson de que “el mejor Estado es el que menos gobierna”, las instituciones cul-turales adoptaron una máxima similar: “los mejores intelectuales son los que menos intervienen”.

Dicha máxima, para que real-mente sea efectiva, tuvo que im-plantarse de tal forma que fuese “imperceptible” según lo dicho por Bourdieu; por lo tanto, se construyó toda una justificación de la mínima intervención social de la figura del escritor anclada en dos valores liberales clásicos: la individualidad y la libertad. Aunque, dichos valores fueron llevados al extremo al asemejar-los con la objetividad. La veta li-beral forzada hasta el ocaso ins-tauró una falsa dicotomía (entre objetividad y militancia social) que paulatinamente derivó en un individualismo exacerbado, cuya consecuencia más grave es la poca disposición que la población tiene hacia el deba-te público. En el individualismo exacerbado no hay argumentos, sólo la ilusión de una toleran-cia que lo admite todo a pesar de que existen problemas rea-les y comprobables que pade-cemos la mayoría en este país.

Las coordenadas políticas y económicas en México están cambiando vertiginosamente, la mínima intervención del Es-tado suplantada por el poder económico está siendo reverti-da. La presente administración está ejerciendo su legitimidad para intervenir en los principa-les problemas nacionales, con lo cual, a pesar de la resistencia de las élites acomodadas en las instituciones culturales y me-dios de comunicación, el perfil del escritor también cambiará. Y para ello es imprescindible que los ciudadanos escritores, en es-pecial los periodistas, asuman que con su trayectoria militan-te son valiosos y pueden reali-zar un trabajo digno, el cual es respaldado por la propia histo-ria intelectual del país. Jamás ha existido un consenso sobre la función del escritor. La pe-lea por la legitimad de las letras mexicanas apenas comienza.

El periodismo militante hoy en día se define por los valiosos referentes con los que cuenta, los cuales han contribuido

a un mayor rigor en los análisis y a una acción política definida. Nos interesa destacar en este punto la experiencia revolucio-naria de Antonio Gramsci, quien situó en la cultura uno de los problemas fundamentales de la práctica revolucionaria. Y es que, al recuperar esta característica de la acción política queda cla-ro que la cultura ha tenido una importancia considerable en los grandes cambios sociales y po-líticos, tal y como hemos sido testigos y partícipes en el actual proceso de transformación. Sin embargo, por cultura no debe-mos entender un mero artilugio ajeno a la coyuntura que atrave-samos sino una de las principa-les fuentes desde la que se gesta una determinada concepción del mundo. De hecho, el intelectual como pieza clave de este pro-ceso tampoco debe remitirse al conocedor y hacedor de la “alta cultura” (eso queda relegado a propósito de la crisis de la in-telectualidad mexicana), sino al que cumple una función organi-zativa en la sociedad y se involu-cra en el movimiento histórico y real, aspecto contrario al clásico academicismo ya que resalta la contribución que desde diferen-tes posiciones se hace en torno a

su organización. Y en esto habría que aterrizar el tema del queha-cer político periodístico, puesto que suele retrotraerse a una sim-ple mecánica de información sin compromiso ideológico alguno.

Cada referente obedece por supuesto a la experiencia históri-ca de su tiempo, por lo que siem-pre debemos considerar el alcan-ce de las ideas bajo las cuales se desarrolla una específica acción política. En el caso de Gramsci la cuestión claramente remite al contexto de la Italia de principios del veinte, donde la lucha fue en gran medida antifascista y la fun-ción de L’Ordine Nuovo (en sus inicios revista y posteriormente periódico) del que fue fundador, constituyó un espacio de difu-sión de la experiencia organi-zativa de los obreros turineses, los cuales llevaron a la práctica nuevas formas de organización política de la producción conoci-das como los consejos de fábri-ca. La tarea de difusión asumida por el grupo ordinovista (con-formado por Antonio Gramsci, Palmiro Togliatti, Angelo Tasca y Umberto Terracini) sin lugar a dudas marcó con ello una de las expresiones más significa-tivas del movimiento obrero a escala nacional e internacional.

L’Ordine Nuovo se definió en este sentido como el periódico de los consejos de fábrica, sien-do que al poner sobre la mesa el problema de la organización de las masas sobre el control

de la producción, también trazó las complicaciones por las que atraviesa el quehacer de la difu-sión periodística en cuanto a la conquista de la mayoría a tra-vés de la incursión en la opinión pública y no solo en la dinámi-ca de unos pocos iluminados. Pero este objetivo no fue simple desde sus comienzos. Gramsci habría de plasmar la polémi-ca interna entre él y Tasca en el artículo «El programa de L’Ordi-ne Nuovo» redactado en 1920, dando a conocer en dicho tex-to el cambio de orientación en la redacción con respecto a sus primeros números. De una po-sición de mera antología y del recuerdo de cosas desgastadas que, en las palabras del propio Gramsci, reflejaban el producto de un intelectualismo mediocre, realizaron entre él y Togliatti un giro en la redacción apuntando al problema específico de las co-misiones internas dentro de las fábricas, por lo que el tema de la revolución obrera se había con-vertido para ellos en el problema de la libertad obrera. Tenemos que ser enfáticos en este punto. Los obreros encontraron en di-cha redacción, según la descrip-ción de Gramsci en el artículo citado, una parte de sí mismos porque no remitían a frías arqui-tecturas intelectuales sino que emergían de las discusiones en-tabladas con los mismos obre-ros, reflejando sus sentimientos, voluntades y pasiones reales.

El ejemplo no es menor para

nuestros tiempos, puesto que involucra la necesidad de la co-nexión periodística militante con el pueblo. Cuando hablamos del problema de la cultura y de la opinión pública en nuestra ac-tual coyuntura, nos referimos al reto que demanda llegar al ma-yor número no a través de frías doctrinas ni recuerdos desco-nectados del sentir popular, sino desde las cuestiones más urgen-tes que se presentan en nuestros días. En ello radicaría un periodis-mo de tipo integral, como decía Gramsci, no dedicado a satisfacer las necesidades de un determi-nado público sino basado en el esfuerzo por crearlas y desarro-llarlas, estimulándolo y buscan-do aumentarlo progresivamente.

L’Ordine Nuovo y el periodismo integral de GramsciPor Leonides Morales García