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Condición
posmoderna y
Didáctica
Revista Vita ContemplActiva
Responder qué significa didáctica en la llamada condición
postmoderna, es el principal eje de investigación de este escrito. Para
ello se intentará reconstruir parte de la red conceptual que Lyotard
planteó en su libro La condición postmoderna y, con base a ella,
interpretar críticamente el artículo Didáctica en la condición
postmoderna del libro La humanización como formación, de Germán
Vargas Guillén.
Camilo Cárdenas Barreto – Universidad Pedagógica Nacional
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Condición posmoderna y Didáctica
Camilo Cárdenas Barreto – Universidad Pedagógica Nacional
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I. Introducción
La condición postmoderna. Informe sobre el saber, es un libro de Jean-Francois Lyotard
publicado en 1979. En ese tiempo no existía internet tal como lo conocemos hoy en día;
acaso era sólo un primigenio proyecto del Departamento de Defensa de los Estados Unidos
(ARPANET) cuyas investigaciones permitieron la intercomunicación entre ordenadores.
No existía el actual lenguaje HTML, que gobierna hoy en día a internet, ni su acceso era
‘democrático’. De manera que Lyotard no pudo plasmar en su obra lo que hasta la década
de 1990 comenzó a ser propiamente internet. Sin embargo, al mejor estilo de la futurología,
‘predijo’ algunos cambios en la forma de control y difusión del saber en las sociedades
informatizadas. Él se propuso el estudio de la condición del saber en su época, y a esa
condición la llamó postmoderna (Lyotard, 1991, pág. 5).
La idea de postmodernidad puede dejar la impresión de designar a una época nueva, a un
nuevo periodo de la historia. El prefijo –post en latín era una preposición que significaba
‘después de’ o ‘tras’, de donde surgen en español palabras como posterior o posteridad. La
postmodernidad entonces, etimológicamente hablando, sería un nuevo periodo histórico
acaecido después de la modernidad (si se entiende a la modernidad históricamente).
Lyotard concretamente cree que a partir del siglo XIX ha habido en la cultura cambios en
materia de ciencia, arte y literatura, debido a que sus reglas de juego han sido afectadas
(Ibíd.). Tales cambios configuran la postmodernidad después de 1950, tiempo en que
finaliza la reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial (Lyotard,
1991, pág. 7), aunque los cambios ocurridos, no sobra decirlo, no fueron homogéneos en
todos los países. Hay, pues, una transformación en el saber debido al cambio de época, a la
entrada de las sociedades europeas en la época postindustrial (Ibíd). El saber cambia
conforme cambia la época en el que se da. Es de esperar, por tanto, que el saber de la
didáctica también cambie. Este cambio es lo que quiero caracterizar críticamente luego de
definir los conceptos y los problemas básicos de la mentada condición postmoderna.
En el primer parágrafo describiré el concepto de sociedad informatizada, aclarando por qué
hay que distinguirla, propiamente hablando, de la condición postmoderna. Además,
escribiré sobre cómo la nueva relación entre las tecnologías y el saber, permiten que el
saber sea visto mercantilmente. En el segundo parágrafo, me centraré en dar una definición
de saber a partir de Lyotard, y cómo este saber está en constante pugna. Para ello
distinguiré entre saber científico y saber narrativo. En el parágrafo tres pongo la atención en
los relatos de legitimación, especialmente los de la ‘modernidad, cuya comprensión es
fundamental para entender la categoría lyotardiana de la deslegitimación, que desarrollaré
en el parágrafo cuarto. Finalmente, en el parágrafo quinto, mediante el artículo de Vargas
Guillén Didáctica en la condición postmoderna, mostraré los cambios del saber de la
didáctica y su forma de legitimarse, ya no desde el privilegio de un único juego de lenguaje
sino desde la confluencia de muchos; sólo así, pues, podría hablarse de una didáctica en la
condición postmoderna.
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II. Sobre la sociedad informatizada y la mercantilización del saber
La condición postmoderna no es la sociedad informatizada por sí misma. Las sociedades
informatizadas son el escenario en donde se han dado nuevas transformaciones en el saber.
Lyotard incluso menciona ciencias postmodernas, las cuales se comprenden dentro de su
método de juegos de lenguaje. Entonces, no hay postmodernidad porque estemos imbuidos
en la sociedad de la información, sino porque este tipo de sociedad cambia el saber. Es de
esperar que, si Lyotard tenía razón, las sociedades tiendan postmodernamente a la
incredulidad en la legitimidad de los relatos y al reconocimiento de las reglas propias de los
diferentes juegos de lenguaje.
La sociedad informatizada se puede definir como aquella sociedad con alta influencia
tecnológica en la ‘(…) adquisición, clasificación, posibilidad de disposición y de
explotación de los conocimientos’ (Lyotard, 1991, pág. 7). De la misma manera que el
transporte, la difusión de sonidos e imágenes, etc., transformaron el saber, cabe la
posibilidad de pensar que la mediación de la tecnología en el tráfico de conocimientos los
haya transformado (Ibíd), creando nuevas relaciones entre el sujeto, la tecnología y el saber.
Para que el conocimiento pueda ser transmitido por las tecnologías, es necesario que sea
traducido al ‘lenguaje-máquina’ (Ibíd). Todo saber que no pueda ser traducido,
simplemente será dejado de lado. Es de este modo que las investigaciones en el campo de la
informática se centrarán en la creación de ‘formas de traducibilidad’ para que el
conocimiento pueda ser informatizado. Además, las nuevas formas de relacionarse con la
información permiten que el conocimiento ya no sea visto como un fin en sí mismo, sino
que sea valorado económicamente: ‘El saber es y será producido para ser vendido, y es y
será consumido para ser valorado en una nueva producción: en los dos casos, para ser
cambiado’ (1991, págs. 7-8). El saber es mercantilizado: vale no por lo que pueda informar
sino por lo que pueda producir, por las ganancias que pueda generar.
Esta nueva forma de pensar el saber deja ver que, de una u otra forma, éste maneja ya una
relación con el poder, poder deseable por el Estado. Mundialmente los estados competirán
por el control de la información:
Igual que los Estados-naciones se han peleado para dominar territorios, después para
dominar la disposición y explotación de materias primas y de mano de obra barata, es
pensable que se peleen en el porvenir para dominar las informaciones. Así se abre un
nuevo campo para las estrategias industriales y comerciales y para las estrategias
militares y políticas (1991, pág. 8).
Ejemplos actuales de estas ‘predicciones’ lyotardianas son la puesta en discusión de la ley
S.O.P.A., la caída de Megaupload y más precisamente en Colombia: la discusión en torno a
la viabilidad de la Ley Lleras para detener la ‘piratería’. El flujo de la información adquirió
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con la ‘democratización’ de internet cierta libertad: los usuarios podían copiar, subir e
intercambiar archivos de manera gratuita. Esto no es conveniente cuando el saber es visto
como una mercancía, como un poder con valor económico, pues su difusión libre genera
pérdidas para las empresas responsables de producir, difundir y controlar ese saber. Incluso
si el Estado tiene intereses con esas empresas, también se verá perjudicado. Como el saber
es visto bajo el discurso mercantil, páginas como Megaupload, Rapidshare, Mediafire,
4shared, que permiten o permitieron la difusión libre de archivos, caen o caerán bajo las
políticas antipiratería. Hay bastantes ejemplos en donde el Estado tiene que pugnar por el
control del saber. En sí, la música, los videos de series televisivas, las películas, los libros,
etc., son saberes que necesitan ser controlados en la medida en que representen algún valor
económico. Horacio Potel tuvo que enfrentar varias acciones legales en Argentina para
mantener en línea sitios como Heidegger en castellano, Nietzsche en castellano y Derrida
en castellano. Entonces, el usuario se confronta directamente con el Estado y las empresas
ante las transformaciones en la naturaleza del saber (lo cual es, quizá, la razón de ser de
organizaciones como Anonymous). Lyotard hace evidente que hay una ‘guerra’ por el
control de la información circulante: hay una batalla entre la libertad de información y lo
que hoy conocemos como ‘copyright’.
III. Sobre el saber y sus conflictos
¿Qué se puede entender por saber? Desde Lyotard es posible definir el saber como el
conjunto total de juegos del lenguaje:
(…) el saber es lo que hace a cada uno capaz de emitir «buenos» enunciados
denotativos, y también «buenos» enunciados prescriptivos, «buenos» enunciados
valorativos... No consiste en una competencia que se refiera a tal tipo de enunciados, por
ejemplo cognitivos, con exclusión de los otros (Lyotard, 1991, pág. 19).
Tal definición es una conjetura propia: auténticamente Lyotard no da una definición de
saber. Cuando se refiere a él como ‘es lo que hace’ no lo está definiendo sino volviéndolo
pronombre para decir de él que permite la emisión de enunciados denotativos,
prescriptivos, valorativos, y performativos. Se evoca así a una suerte de fuerza que
interactúa en un sujeto, un motor con la capacidad de permitir la producción de enunciados.
Por eso diré que el producto del saber son los enunciados de todo tipo, son los diferentes
juegos del lenguaje. La reunión de todos ellos constituye el saber en general.
El concepto de saber Lyotard lo divide principalmente en dos tipos: saber narrativo y saber
científico. El saber científico (y esto es importante para entender la condición postmoderna)
está en constante conflicto con el saber narrativo, pues aquél revela a éste como fábula
(1991, pág. 5). El saber narrativo son los relatos, y relato es simplemente el saber que se
construye y se cuenta. En esencia, saber narrativo y relato parecen dos expresiones casi
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sinónimas, sólo que relato es, hilando fino, una expresión más general y abarcante: se dice
que el mismo saber científico es un relato; cuando menos, ‘una clase de discurso’ (1991,
pág. 7).
El saber científico propiamente es el aglomerado de enunciados denotativos que poseen
sentido dentro de determinadas teorías: la ciencia está ‘hecha de enunciados denotativos’
(1991, pág. 19) ‘que denotan o describen objetos (...) y [que son] susceptibles de ser
declarados verdaderos o falsos’ (Ibíd). Los enunciados denotativos se refieren a hechos,
describen el mundo, y se les puede asignar valores veritativos [‘el criterio de aceptabilidad
de un enunciado es su valor de verdad’ (1991, pág. 24)]; son las proposiciones cuyo sentido
último es otorgado por la corroboración empírica de la ciencia. Se excluye en el saber
científico los otros tipos de enunciados, pues éste ‘exige el aislamiento de un juego de
lenguaje, el denotativo, y la exclusión de los demás’ (Ibíd). He ahí la razón de su conflicto
con el saber narrativo, por ejemplo, el de la ética, la estética, o la literatura (cuyos
enunciados son, desde luego, de otro tipo). El saber narrativo, en cambio, estaría
conformado por el resto de enunciados no-denotativos: por el saber-hacer, por el saber-vivir
(1991, pág. 19), etc. El saber-hacer y el saber-vivir se exponen mediante enunciados
prescriptivos y valorativos: los primeros expresan órdenes, los segundos, aprecian o valoran
hechos. Lo que Lyotard quiere demostrar (o cuando menos mostrar) es que, aunque el saber
científico excluye el saber narrativo, la legitimación del saber científico se sustenta, en
último término, en el saber narrativo; es decir, cuando se pregunta por el fundamento del
fundamento, la ciencia tiene que acudir a otro tipo de saberes para autolegitimarse (y desde
luego, ya es paradójico hablar de autolegitimación). En la condición postmoderna hay
escepticismo e incredulidad por los discursos omniabarcantes o metarrelatos de
legitimación que aparentemente sucumbían ante el progreso de las mismas ciencias (1991,
pág. 5); y en general, hacia otros relatos de legitimación.
§ 3. Relatos de legitimación de la modernidad: la emancipación y el saber especulativo
Como ya se había escrito, la forma por excelencia del saber narrativo es el relato (1991,
pág. 20). La ciencia, en realidad, ha estado impregnada de ellos:
El saber científico no puede saber y hacer saber lo que es el verdadero saber sin recurrir
al otro saber, el relato, que para él es el no-saber, a falta del cual está obligado a
presuponer por sí mismo y cae así en lo que condena, la petición de principio, el
prejuicio. Pero, ¿no cae también al autorizarse como relato? (1991, pág. 26).
La ciencia se ha legitimado por el consenso y la performatividad, es decir, respectivamente,
por el consenso entre pares, entre expertos de instituciones científicas, y por la eficacia, por
la eficiencia de las técnicas financiadas por empresas o el Estado. Aquí el saber coincide
con la técnica: ‘el enunciado coincide con su referente’ (1991, pág. 12); estos tipos de
legitimación son, de una u otra forma, ‘contemporáneos’. Pues bien, en la condición
postmoderna hay también escepticismo general hacia otro tipo de relatos: los relatos de la
modernidad.
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¿Pero cuáles son estos relatos de legitimación? Lyotard menciona concretamente tres: el
derecho del individuo a la ciencia (1991, pág. 29), es decir, que el sujeto pueda acceder
libremente al saber científico (relato presente en la enseñanza primaria retomado del ideal
de la Ilustración: ¡ten el valor de valerte de tu propio entendimiento!); la ciencia como
material universitario que debe estar dirigido a la formación espiritual y moral de la nación
(la idea de ciencia de Humboldt) (Ibíd); y, por último, la idea del metarrelato: un sistema de
pensamiento omniabarcante de saber especulativo (filosofía) caracterizado, por ejemplo, en
el idealismo del espíritu de Hegel (1991, pág. 30). Se observa que ya no es el juego de
lenguaje de enunciados denotativos el que interesa por sí mismo (aunque Humboldt en
efecto lo creyera así), sino que estos actúan como mera información que el sujeto usará para
otros fines (1991, pág. 31); en otras palabras, este ‘saber positivo’ será un medio para la
prescripción, un medio para la culminación de la narrativa del relato. En los dos primeros
relatos, podría decirse, la culminación es la emancipación del sujeto.
Ya son varios los juegos de lenguaje que coexisten en vez de confrontarse: por un lado el
denotativo, por otro, el prescriptivo. Lyotard asume que las prescripciones se legitiman al
ser justas. No hay, entonces, una ciencia ciega, por el contrario, hay más bien una ciencia
supeditada a las prescripciones éticas, a la ‘formación espiritual’, al ‘derecho a la ciencia’.
En el caso del saber especulativo, de la filosofía, ésta podría definirse como una serie de
apriorismos que intentan dar cuenta de todo el saber científico. Dar cuenta significa
legitimarlo:
La especulación es el nombre que aquí lleva el discurso sobre la legitimación del saber
científico. Las Escuelas son funcionales; la universidad es especulativa, es decir,
filosófica. La filosofía debe restituir la unidad de los conocimientos dispersos en
ciencias particulares en los laboratorios y en las enseñanzas pre-universitarias; sólo lo
puede hacer en un juego de lenguaje que los enlaza unos a otros como momentos en el
devenir del espíritu y, por tanto, en una narración o más bien en una metanarración
racional (1991, pág. 30).
El saber especulativo tiene la capacidad de prescribir. Es capaz de definir al Estado, y no
que el Estado lo defina a él (Lyotard, 1991). Y con esa misma ‘libertad’, deslegitima lo que
supuestamente debía legitimar: el saber positivo (¿no es acaso contra él que luchaba
Hegel?). ¿Qué sucede entonces cuando el saber especulativo se vuelca contra el saber
científico y cuando el relato de emancipación ya no es creíble?
IV. Deslegitimación y juegos de lenguaje
‘El gran relato ha perdido su credibilidad, sea cual sea el modo de unificación que se le
haya asignado: relato especulativo, relato de emancipación’ (1991, pág. 33). La
deslegitimación de los grandes relatos ha ocurrido, según Lyotard, debido al auge de las
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técnicas y las tecnologías en el sistema capitalista (Ibíd). Lyotard a su vez reconoce que sus
hipótesis son ilusorias, y en efecto, esa es la sensación que deja en el lector: ¿qué relación
hay entre el auge de la producción capitalista técnica y tecnológica y la caída de los grandes
relatos? Esto no es explicado por el autor, pero por el recorrido que hemos hecho del texto,
se podría especular que simplemente las circunstancias de la época cambiaron la forma en
que se legitimaba el saber. Sin embargo siempre queda por responder, ¿por qué
exactamente ello derivó en el descreimiento de los metarrelatos? La ausencia de
explicación causal deja un vacío que impide entender mayormente la condición
postmoderna. Podría decirse que Lyotard parte de un hecho no expuesto en detalle. Pero lo
que si deja en claro es la exposición de los ‘gérmenes de deslegitimación’ que ayudaron a la
caída de los grandes relatos en la ‘contemporaneidad’.
El primer relato que Lyotard analiza es el del saber especulativo, el de la filosofía
legitimadora. Concretamente cita el ejemplo del sistema idealista de Hegel, pues él
intentaba contener, no un punto de vista, sino todos los puntos de vista. De esta forma, por
su pretensión, el pensamiento hegeliano se convertía en un metarrelato de legitimación
universal. Cuando el saber positivo no acude a las reglas de juego que definen el saber en el
saber especulativo, simplemente ‘no es un saber’ (Ibíd).Y finalmente, si el saber
especulativo piensa esto sobre el saber científico, no hay discurso que legitime a éste
último… termina siendo un ‘vulgar relato’ (Ibíd), al mismo nivel del saber narrativo. El
metadiscurso totalizante abandona a las ciencias y ellas terminan por ‘independizarse’ y
especializarse.
Por otra parte, la deslegitimidad del relato de emancipación aparece cuando se juzgan sus
lenguajes. Es un conflicto de la misma naturaleza que el que tenía el primer Wittgenstein
con la ética (la primacía del lenguaje de hechos versus el lenguaje de las prescripciones).
Los relatos de emancipación son prescripciones que intentan legitimar al saber científico; la
vida moral, los fines justos, el ‘ten el valor de valerte de tu propio entendimiento’, son
enunciados que contienen ‘deber-ser’. Y de un enunciado prescriptivo no es posible inferir
uno denotativo, y viceversa. Cada juego de lenguaje es diferente, y juega sus propias
jugadas (Ibíd). Es por eso que la legitimación de uno en otro es una ficción. Y aquí,
precisamente, es donde entran los juegos de lenguaje en la postmodernidad.
Esta «deslegitimación», si se la persigue aunque sólo sea un poco, si se amplía su
alcance, lo que hace Wittgenstein a su manera, y lo que hacen a la suya pensadores
como Martín Buber y Emmanuel Lévinas, abre el camino a una importante corriente de
la postmodernidad: la ciencia juega su propio juego, no puede legitimar a los demás
juegos de lenguaje. Por ejemplo, el de la prescripción se le escapa. Pero ante todo no
puede legitimarse en sí misma como suponía la especulación.
Hay juegos de lenguaje, no metarrelatos de legitimación (crisis de los relatos), y ‘nuevos
lenguajes vienen a añadirse a los antiguos’ (1991, pág. 35). ¿Pero cuál sería la consecuencia
de la anterior idea, de la no-legitimación? Lyotard la plantea en los siguientes términos:
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Se puede sacar de este estallido una impresión pesimista: nadie habla todas esas lenguas,
carecen de metalenguaje universal, el proyecto del sistema-sujeto es un fracaso, el de la
emancipación no tiene nada que ver con la ciencia, se ha hundido en el positivismo de
tal o tal otro conocimiento particular, los savants se han convertido en científicos, las
tareas de investigación desmultiplicadas se convierten en tareas divididas en parcelas
que nadie domina; y por su parte, la filosofía especulativa o humanista solo anula sus
funciones de legitimación, lo que explica la crisis que sufre allí donde pretende
asumirlas todavía, o reducción al estudio de lógicas o historias de las ideas allí donde ha
desistido por realismo (Ibíd).
Después de todo este largo viaje por el texto de Lyotard, se podría concluir que ni en la
modernidad ni en la ‘contemporaneidad’ la ciencia dejó los relatos, aunque unos
aparentemente se legitimaron mientras los metarrelatos de emancipación y saber
especulativo iban corroyéndose ante el cambio de época. Dejo, no obstante, la siguiente
pregunta abierta: ¿y la ‘doctrina’ de los juegos de lenguaje no podría ser caracterizada
como relato o metarrelato? Claro que podría darse el pesimismo radical del que habló
Lyotard y no existir ningún tipo de legitimación. Sin embargo, la idea de ‘juegos de
lenguaje’ abarca, justamente, a todo el saber postmoderno, después de todo, no hay ningún
saber que no pueda encajar en esta idea de Wittgenstein. En cierto sentido, el método de los
juegos de lenguaje de Lyotard es totalizador: no hay lenguaje que no pueda contener; es
una idea que responde, quizá, a la constitución universal del lenguaje mismo y podría verse
como una forma de legitimación del saber especulativo. Pero dejo la cuestión abierta. Lo
que interesa, ahora, es cómo entender la didáctica en la condición postmoderna.
5. § Didáctica en la condición postmoderna
El capítulo II Didáctica en la condición postmoderna del libro La humanización como
formación tiene como fin tratar, de una u otra forma, estos problemas. El campo de la
didáctica es el escenario descrito en § 1, es decir, la sociedad cuya información está
permeada por las tecnologías de la información y la comunicación (TIC);
fenomenológicamente se diría: el mundo de la vida tecnologizado. A su vez, este texto de
Germán Vargas está cruzado por un relato de emancipación resumido con el lema: ¡educar
contra Auschwitz! (Vargas G., 2010, pág. 19). Auschwitz, después de todo, representó la
barbarie de la ‘razón instrumental’, del auge de las técnicas, de la relación entre el saber y
poder en la Alemania nazi, en fin, su genocidio y tortura representó la deshumanización del
individuo (¡y no se quiere decir que esto únicamente pasó en Auschwitz!).
Este relato de emancipación funda o fundamenta la formación: la pedagogía y la didáctica.
Es una prescripción moralizante, un imperativo, valorado como justo, que dirige los
procesos de formación del individuo: no se quiere repetir Auschwitz, por lo que la
formación debe promover las prácticas pedagógicas y didácticas adecuadas para que se
pueda habitar humanamente en el mundo de la vida tecnologizado. Lo anterior quiere decir
que, en la ‘condición postmoderna’, no hay incredulidad total por los relatos: ha surgido
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contemporáneamente en la pedagogía nuevas formas del relato de emancipación para
liberarnos de la violencia y la barbarie técnica.
El problema que intenta abordar el artículo es el de la competencia en la educación. Para
sus autores, conservar este ‘título’ en la educación significa la perpetuación, de una u otra
forma, de los procesos sociales ocurridos en Auschwitz y Westerbrock (2010, pág. 58): en
la competencia, sencillamente, unos ganan y otros pierden; gana el que tenga mejores
habilidades para la circunstancia de la competencia, pierde el que no las tenga. Hay,
entonces, una valoración ética del asunto: no simplemente se señala que la competencia
tiene esos efectos, sino que su posición ética es que esta situación no es deseable: no es
permisible que hayan perdedores, especialmente en el sistema educativo. Entonces, para
intentar un giro al asunto, se requiere pensar, en vez de competencia, de colaboración
(2010, pág. 59), una formación en la que la ‘propia existencia no tiene que ser anulación de
la de ningún otro’ (Ibíd).
En el texto, la pedagogía se puede entender como formación (2010, pág. 58) y la didáctica
como una parte de la pedagogía que ‘enlaza el mundo de la vida y el mundo escolar’ (2010,
pág. 57). En la condición postmoderna, yo creería, ya no es escandaloso pensar que ni la
pedagogía ni la didáctica son ciencias y no tienen epistemologías (pues no hay
conocimiento científico que analizar), como plantea Vargas Guillén. La pedagogía no es
una ciencia sino un ‘proyecto de formación’ que intenta ‘dar contenido a los horizontes de
ser’ de los sujetos (2010, pág. 59). Además, se ha de superar la mera subjetividad ‘para dar
pasos a proyectos de construcción colectiva, de naturaleza política, que se dan en la
intersubjetividad’ (Ibíd), consecuencia esencial de la cooperación. En fin, en este contexto
‘los sujetos hacen visible y comparten con los demás sus horizontes para realizarlos
conjuntamente’ (2010, pág. 60).
Así pues, ‘en esta perspectiva, la pedagogía se constituye como una práctica o un hacer’
(Ibíd) que se alimenta de las ciencias sociales y la filosofía de la educación. Si la pedagogía
es una práctica, se da paso a otro juego de lenguaje diferente al denotativo: la pedagogía no
describe los hechos educativos, sino que los prescribe en los anteriores términos. Es una
forma refinada del deber-ser enfocada a la enseñanza. No es una ciencia, sino una práctica.
Como se ha visto, está sustentada en el relato, y en el relato se narra la historia de un sujeto
específico que a su vez, sin caer en la homogeneización, se convierte en ideal de formación.
Entonces, al igual que en la ética (y en general en cualquier tipo de enunciado prescriptivo),
las jugadas del juego de lenguaje pedagógico tienen que vérselas con el problema retórico:
‘¿cómo persuadir a los humanos…?’ (Ibíd); así, una jugada específica de este juego de
lenguaje es la persuación y no la comprobación (Ibíd) (como si ocurre en los enunciados
denotativos).
Por otra parte, ‘la didáctica es una forma de tener acceso a las ciencias’ (2010, pág. 61). El
vínculo entre pedagogía y didáctica es que ésta es el modo de expresar aquella. En palabras
de Germán Vargas Guillén:
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(…) surgen cuando estas se preguntan por la forma de socializar sus resultados, de
donde desemboca su enseñabilidad; la enseñabilidad de las ciencias en contextos
escolares se constituye en enseñanza, la cual, una vez configurada, requiere de
dispositivos mediante los cuales pueda materializarse (2010, pág. 61).
Ergo la responsabilidad de la enseñanza de la ciencia recaería en un juego de lenguaje que
no es el denotativo. La enseñanza de la ciencia recae en el saber narrativo en donde la
pedagogía es un proyecto de formación prescriptivo y la didáctica una manera de socializar
los contenidos científicos. No obstante, no es muy claro cómo la didáctica no pueda ser una
ciencia. La didáctica más que una práctica en sí es el diseño del entorno en donde se da la
práctica pedagógica. Su estatuto como ciencia no se discute en el escrito. Sin embargo,
como en la condición postmoderna hay cambios en relación con el saber, es previsible que,
sea cual sea el tipo de saber de la didáctica, ésta también haya cambiado: ‘La didáctica en la
condicitón postmoderna considera un cambio de paradigma en la pedagogía: de la
enseñanza al aprendizaje’ (2010, pág. 62).
¿Pero por qué este cambio de paradigma? Se respondería, por el cambio de época: las
sociedades informatizadas (en el texto: la emergencia de tecnologías computacionales). La
idea del cambio de paradigma en la didáctica es la de superar la idea del profesor que
instruye sin contar con los medios para que los estudiantes puedan aprender y que mutila
sus intereses (Ibíd) en el campo de las sociedades informatizadas. Se requiere, idealmente:
un profesor dispuesto a enseñar y un estudiante dispuesto a aprender. Entonces, hay un
reconocimiento del cambio de época y la didáctica cambia su forma de saber mediante la
creación y diseño de entornos virtuales de aprendizaje. Pero ante la falta de
homogeneización de estos procesos (es decir, que se den por igual en todos los países), en
lugares como Colombia no se da por sentado que la didáctica misma ya ha cambiado, sino
que hay que insertar (en este sentido pedagógico) las tecnologías computacionales al mundo
de la vida (sin que ello signifique la completa reducción de la pedagogía a las mismas).
Este tipo de didáctica, pues, resulta siendo una propuesta viable (realizable) que intenta
integrar las TIC a los procesos de formación: ‘parte del cambio de la enseñanza al
aprendizaje está determinado por la emergencia de ellas’ (2010, pág. 65).
Respecto a las anteriores tecnologías (escritura, libros, radio, prensa, televisión…) el diseño
de entornos virtuales de aprendizaje en tecnologías computacionales tiene sus ventajas (y
no se valora aquí si son buenas o malas sino que se las define en términos de eficiencia):
La distribución de textos en formatos que pueden ser editados o manipulados por los
usuarios; esta distribución se hace a bajos costos, y puede, incluso, llegar a regiones
apartadas en tiempo casi inmediato.
La referencia a sitios web con información de interés y con recursos bibliográficos,
bases de datos y componentes multimedia que facilitan el aprendizaje y la comprensión
de diversos temas.
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La simulación de fenómenos en formatos multimedia e interactivos facilitan,
igualmente, su comprensión.
La comunicación, sincrónica y asincrónica, entre los sujetos que interactúan en los
ambientes –estudiantes, profesores, invitados, expertos, etc.- (2010, pág. 64).
En la implementación de entornos virtuales de aprendizaje (i.e., foros), es posible observar
cómo en ellos la figura del docente queda enmascarada y el estudiante interactúa con el
lenguaje introducido en los foros; de cierta forma, no interactúa con la autoridad del
docente, sino con el saber mismo (prefijado, desde luego). Puede acceder fácilmente,
además, a recursos multimediales como películas o videos. Hay bibliotecas virtuales que, a
su vez, alimentan gratuitamente la bibliografía usada en cada tema del entorno virtual. En
este sentido la concepción de docente cambia pues parte de su preparación tiene que estar
encaminada al diseño y uso adecuado de tecnologías computacionales en entornos virtuales
de aprendizaje: el rol del docente cambia al de diseñador de entornos. Sin embargo, la
pugna por estos espacios es algo característico de la condición postmoderna cuando el saber
es visto como mercancía y la libertad de compartir información se restringe cada vez más.
La filosofía, en especial, ha ido conquistando poco a poco estos terrenos, pero la batalla aún
no termina. Mi intención, en general, no es valorar la pertinencia del uso de tecnologías
computacionales en la educación, sino, más bien, mostrar cómo el saber pedagógico y
didáctico cambia y sigue cambiando en las sociedades informatizadas. De cierta forma es
un relativo reconocimiento a la ‘verdad’ del trabajo de Lyotard.
V. Conclusiones
1) El campo de la didáctica en la condición postmoderna es la sociedad informatizada, § 1;
2) la didáctica en la condición postmoderna puede definirse como un saber narrativo o
científico, §2; 3) la didáctica postmoderna en la propuesta de Vargas Guillén está asociada
a un relato de legitimación, §3; 4) es posible abordar el problema retórico de la pedagogía y
la didáctica, postmodernamente, desde el ‘método’ de los juegos de lenguaje, § 4, y; 5) hay
una constante pugna entre el saber (que afecta a la pedagogía y a la didáctica), según se le
legitime; además que, en efecto, la emergencia de los entornos virtuales de aprendizaje
muestran que el saber de la didáctica ha cambiado, cambio, pues, que permitiría
propiamente hablar de la didáctica en la condición postmoderna § 5.
Bibliografía
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Condición posmoderna y Didáctica
Camilo Cárdenas Barreto – Universidad Pedagógica Nacional
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